Bealtaine: Intercambio de Historias [Evento]
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Bealtaine: Intercambio de Historias [Evento]
Bealtaine: Intercambio de Historias
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La chica subió por una empinada pendiente. Su destino era la cima de una colina, no lo suficiente grande para llamar montaña y no lo bastante pequeño como para llamar montículo. Era de noche. Las únicas luces con las que guiaba eran la de la Luna Llena y la de la antorcha que sujetaba con ambas manos. Nunca había destacado por su fuerza, sí por su inteligencia y su astucia. Si alguna vez tenía que realizar algún trabajo forzado, fuera tan simple como llevar una antorcha, lo hacía El Pequeño Boomer en su lugar. Emily recordó todas aquellas veces que el Grandullón, entre risas, se había prestado voluntario para ayudarla a recoger las redes de los acróbatas, los montones de disfraces de los payasos, las jaulas de metal de las contorsionistas y los yunques de los forzudos. Nada se resistía a los brazos de Boomer. Shimphony Shappire, el alter ego de Emily, se obligó a sí misma a concentrarse en lo que estaba haciendo. La antorcha se le estaba cayendo de las manos. No era el momento de pensar en el Grandullón. Si lo hacía, corría el riesgo de que se le resbalase la antorcha e incendiar todo el bosque. Debía concentrarse, utilizar las escasas fuerzas que tuviera y subir a lo alto de la colina. Emily era despistada, inocente y torpe. La decisión de pintarse el pelo de azul y maquillarse como hacía mucho tiempo que no hacía le daba la fuerza y la determinación necesaria para concentrarse y que no se le cayera la antorcha.
Una vez en lo alto del camino, dejó caer la antorcha y la rodeó de las rocas más grandes que pudiera mover. La intención fue la de formar una hoguera; sin embargo, el resultado final fue mucho más que ello. Desde todas las ciudades de Verisar se podía ver un punto de fuego, como si fuera una corona de color rojo y amarillo, en lo alto de la colina que había subido Shappy.
Decenas, casi un centenar, de personas acudieron a la llamada de la payasa. Subieron por el mismo camino empinaron y estuvo a punto que, a más de uno, se le resbalase la antorcha. Todos se congregaban alrededor de la gran hoguera. Algunos se sentaron sobre piedras, otros sobre tocones de madera secos, a quienes preferían sentarse directamente en el suelo y también estaban los que preferían quedarse en pie. Shappy era de las que estaba de pie, lo más cerca de la hoguera que podía estar, con los brazos en alto. La ceremonia estaba a punto de empezar y ella era la encargada de darle comienzo.
Antes de decir ni una sola palabra, miró a su público como una vez hubo mirado al público del Circo de la Alegría (nunca más de los Horrores). ¿Y bien, quién empezaba? Podía verlos en sus ojos: Todos tenían una historia que contar. En sus vidas había alguien que admiraban y querían más que nada y más que a nadie. La payasa dio una palmada para llamar la atención de los presentes. Pudo distinguir al pequeño héroe Hont, el predicador cristiano Padre Callahan, Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones… ¿Dónde estaba Boomer? (Boomer no era muy listo. Boomer no se dio cuenta que Shappy le estaba llamando).
-¡Amigos y amigas, damas y caballeros, grandes y pequeños!- así era como el padre de Emily iniciaba los espectáculos circenses del Circo de la Alegría. -Mi nombre no es el importante, como tampoco es el vuestro. Hoy, los nombres que escucharan nuestros Dioses serán aquellos de las personas que tenemos en nuestro corazón-.
Shimphony Shappire se quitó el colgante que una vez le regaló Boomer. Era, simplemente, una piedra blanca en forma de corazón que Boomer había encontrado una vez el bosque. Le hizo un agujero, lo unió a un trozo de gruesa cuerda (las manos del Grandullón no eran buenas para los hilos ni las agujas) y se lo regaló a Shappy repitiendo la frase que siempre decía: “Shappy es la más buena. Boomer quiere dar las gracias a Shappy por ser tan buena”. Era adorable.
La payasa observó el colgante por unos instantes y lo lanzó a la hoguera donde se consumió en escasos segundos.
-El nombre que reside en mi corazón es el de mi buen amigo Boomer y ésta es su historia-.
Relató, a veces riendo y otras veces riendo, todo cuanto había vivido con el grandullón. Las lágrimas hicieron que se corriera gran parte del maquillaje y la pintura azul de su cabello. Merecía la pena. No se lo podía callar más. La gente de Aerandir tenía que saberlo. Hoy, el día de la Diosa Bealtaine, era el momento perfecto para decirles a todos:
-Lo amó. Amó a ese adorable y estúpido gigante cabeza hueca-.
_____________________
Los que ya me conocéis sabéis que me encanta usar mis personajes más queridos en casi todo lo que hago. Este Evento no es una excepción. Quién inicie la fiesta por la Diosa Bealtaine es Shimphony Shappire ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]), una payasa bastante recurrente en mis historias, enamorada de un payaso llamado [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. Ella os ha contado la historia de Boomer y ahora es el momento de contar, cada uno de vosotros, la historia del personaje que os he indicado por mp. Estoy muy emocionada por este evento pues tengo la suerte de conocer a muchas de vosotros y sé que, cuando toca escribir para alguien más, dais lo mejor de vosotros mismos. Pueden salir cosas realmente hermosas de este Evento. ¡Espero que os divirtáis tanto leyendo como escribiendo!
Información:
* Solo podrán participar aquellos que se apuntaron previamente [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
* El evento finalizará el 4 de junio o cuando todos los participantes contéis vuestras historias.
* Si por algún casual, llega la ficha límite y alguien no ha relatado la historia sobre el personaje que le ha tocado, éste será penalizado con una maldición y la perdida de 5puntos de experiencia. Considero que es una falta grandísima que alguien quede sin escuchar su historia contada por otra persona cuando, muy posiblemente, ese alguien sí se ha esforzado para contar su historia. Aunque no deseo que ocurra, si llega a quedarse alguien sin historia, yo misma me comprometo a escribirla para que no se quede sin ella.
* Está permitido interactuar con mis npjs masters registrados que hayáis conocido en misiones o desafíos (todos a excepción de Boomer que no se encuentra en ese lugar)
* Recordad lanzad un objeto a la hoguera relacionado con el personaje de quien tenéis que contar la historia. TODO se quema en la hoguera de Bealtaine.
* Runa Thorgil no robes el fuego.
Recompensas:
* +5 ptos de experiencia
* 50 aeros
* Objeto recordatorio del evento.
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Re: Bealtaine: Intercambio de Historias [Evento]
Korax había llegado a lo alto de esa montaña pequeña debido a su curiosidad, que muchas veces la llevaba a hacer cosas inesperadas y desde luego que no estaban en sus planes.
La joven utilizó su heks para iluminar el camino hasta la gran hoguera aunque deshizo su llama mágica a unos cincuenta metros distancia porque la luz que esta emanaba era suficiente para avanzar con seguridad.
Una vez allí se sorprendió de ver caras conocidas, allí estaban Bio y Yomo con los que había compartido aventuras, ese misterioso hombre alto de pelo dorado que se había encontrado en la ciudad vampírica y... Azfanath.
Recordaba con lucidez cada instante pasado a su lado y es que no la había dejado indiferente su encuentro con él.
Korax decidió de sentarse a su lado, en silencio, directamente sobre el suelo, posando su mentón en sus rodillas, rodeándolas. Evito mirar en su dirección pero sabía que él la observaba, y tan solo eso la hizo ruborizarse levemente.
Algo de todo ese ambiente era mágico y la primera persona que habló fue una chica de pelo azul y maquillaje intenso, contando una divertida y conmovedora historia sobre quién debía ser un amigo muy cercano para esta.
Al escuchar la pregunta de quien sería el siguiente, obligada por los graznidos de su voz interior, se levantó con recelo y se acercó con pesados pasos hasta a un metro de la hoguera. Podía sentir su calor pero ya no temía el fuego. Era su elemento y lo respetaba pero ya nunca la tendría miedo.
De su bolsillo sacó un trozo de tela de algodón que una vez fue blanco, ahora estaba rasgado, manchado de verde de la hierba y de tierra. Era parte de la camisa que había llevado en su búsqueda de las legendarias biusas a las afueras de Beltrexus. Lo había guardado como recuerdo de su primer beso con Azfanath y de sus peripecias juntos. El corazón se le quería salir del pecho, iba a hablar de él en frente suya y aún no sabía si estaba preparada para aquello pero era el día de Bealtaine y el momento adecuado para hacerlo, además esperaba que sus palabras calentasen su corazón y lo acercasen mas a ella.
Extendió su mano lo suficiente como para arrojarlo al rojo intenso de la hoguera que pronto lo desintegro liberando pequeñas chispas brillantes que bailaban alocadas elevándose hasta lo mas oscuro de la noche.
-No se si sabéis de este maravilloso chico-empezó hablando muy bajo pero consiguió inspirar y expirar para relajarse y alzar un poco la voz-Azfanath, alguien a quien apenas conozco y ya ha dejado marca en mi corazón. En una de nuestras primeras conversaciones me permitió mi osadía preguntarle algo quizás descortés, pero deseaba saber mas de él y no me pude morder la lengua. ¿Cómo alguien como él, alguien que había crecido en una aldea pequeña, como sabia leer y escribir y estaba tan interesado por la magia?
Tragó saliva, no era fácil hablar sobre aquello, aunque era algo sin importancia, y agradecía estar de perfil en comparación a donde quedaba él, así solamente si a ella se le ocurría girar la cabeza vería su expresión, y por el momento no iba a hacerlo.
-Él me contó de como desde que nació la gente lo consideró diferente, quizás por su cabello blanco como la nieve, que no es tan común. Debido a las burlas de algunos de los de su edad se solía quedar en casa o salir a cazar con su padre. Eso sí, la influencia de éste no fue la única que recibió. Al igual que mi propia madre, la suya le dio uno de los mejores regalos y ese es el de poder descubrir mundos nuevos mediante la lectura.
Un día cuando este estaba mas triste de lo habitual su mamá le trajo como regalo un cuento para niños, comprado del mercado de Beltrexus. Al deshacer el papel que lo envolvía me imagino que el pequeño Azfanath no sabía muy bien que es lo que tenía en frente, pero los dibujos con colores vividos de la portada de seguro le arrancaron una sonrisa. Las primeras decenas de veces su madre se lo leía, imitando la voz de los personajes, haciendo la de uno mas grave y la del otro mas aguda, dándole vida a su historia.
Quizás lo mejor sería que os cuente también eso. La recuerdo perfectamente e incluso creo que era de mis preferidas de pequeña, seguro que la conocéis, se trata del astuto Ragueto y el pobre Tiquirrojo.
Y así empieza la historia, la cría de Ragueto se hizo amigo del Tiquirrojo y estos jugaban juntos a todas horas y se visitaban a sus casas. Quizás la personalidad juguetona del felino lo hizo planear una broma que gastarle al ave, lo invito a su madriguera y le preparo la cena, pero le sirvió la sopa en un plato muy llano. El Tiquirrojo no podía sorber la comida de esa manera y solo terminó en mover su cabeza de forma patética intentándolo lo que provocó una risa descontrolada por parte del Ragueto que encima se estaba llenando la panza sin dificultad alguna ya que podía lamer el jugo del plato. El pobre ave se fue a casa hambriento pero aun así no le reprochó nada a su amigo, aún mas, lo invitó también a cenar.
Esta vez la sopa fue servida en jarras de cuello alto, devuelta la broma, el Ragueto no podía llegar a sorber la sopa y se conformó con lamer el cuello de la vasija, quedando con hambre y herido su orgullo.
El argumento no es complicado, se nos devuelve el trato que ofrecemos. Olvidé contaros que con el tiempo fue Azfanath quien le leía el cuento a su madre y nació en el una sed de conocimientos que lo ayudó a ser el inteligente hombre que es hoy.
Korax hizo una pausa para recuperar su aliento y esta vez sí mirar en su dirección, sonriéndole con candor. No podía dejar su relato inacabado así que reanudó su discurso:
-En este caso se habla de lo malo, pero no hay que olvidar mencionar también lo bueno. Cuando este joven encantador y yo nos conocimos no me fue difícil confiar en él desde la primera mirada y no nos faltaron ocasiones para ponerla a prueba.
La joven de pelo oscuro rió por lo bajo recordando alguna que otra situación que había pasado a su lado.
-¡Pisé un nido de Annuras! Y tuvimos que salir corriendo por todo el bosque, y cuando nos dimos cuenta de que uno de ellos me había picado el cuidó de mi hasta que pasó el efecto de su veneno. Azfanath es una persona a la que le ofreces una sonrisa y te devuelve un abrazo. Cualquier acto gentil que le regales, él te lo recompensara mil veces multiplicado. Es el hombre mas generoso que conozco, el mas amable. Y sí, no lo conozco desde hace mucho tiempo pero...
No podía continuar, las palabras se le atragantaron. ¿Qué estaba ocurriendo? No podía decirle eso, claro que no.
-Pero...
"Korax, ¿qué estas haciendo?, eso es imposible, no lo digas."
-Pero me estoy enamorando de él.
No pudo evitar llevarse las manos a la boca, tapando esa cruel delatora. Ya no había vuelta atrás, casi se sintió obligada por el fuego que envolvía la oscuridad a escupir esas palabras.
Bajó la cabeza y se alejó de la hoguera, volviendo a sentarse junto a él pero a cierta distancia de éste, aún sin poder mirarlo a los ojos. ¿Qué pensaría él de todo aquello? Deseaba saberlo pero no se arrepentía de haber contado algo sobre la que era una de sus personas favoritas del momento.
La joven utilizó su heks para iluminar el camino hasta la gran hoguera aunque deshizo su llama mágica a unos cincuenta metros distancia porque la luz que esta emanaba era suficiente para avanzar con seguridad.
Una vez allí se sorprendió de ver caras conocidas, allí estaban Bio y Yomo con los que había compartido aventuras, ese misterioso hombre alto de pelo dorado que se había encontrado en la ciudad vampírica y... Azfanath.
Recordaba con lucidez cada instante pasado a su lado y es que no la había dejado indiferente su encuentro con él.
Korax decidió de sentarse a su lado, en silencio, directamente sobre el suelo, posando su mentón en sus rodillas, rodeándolas. Evito mirar en su dirección pero sabía que él la observaba, y tan solo eso la hizo ruborizarse levemente.
Algo de todo ese ambiente era mágico y la primera persona que habló fue una chica de pelo azul y maquillaje intenso, contando una divertida y conmovedora historia sobre quién debía ser un amigo muy cercano para esta.
Al escuchar la pregunta de quien sería el siguiente, obligada por los graznidos de su voz interior, se levantó con recelo y se acercó con pesados pasos hasta a un metro de la hoguera. Podía sentir su calor pero ya no temía el fuego. Era su elemento y lo respetaba pero ya nunca la tendría miedo.
De su bolsillo sacó un trozo de tela de algodón que una vez fue blanco, ahora estaba rasgado, manchado de verde de la hierba y de tierra. Era parte de la camisa que había llevado en su búsqueda de las legendarias biusas a las afueras de Beltrexus. Lo había guardado como recuerdo de su primer beso con Azfanath y de sus peripecias juntos. El corazón se le quería salir del pecho, iba a hablar de él en frente suya y aún no sabía si estaba preparada para aquello pero era el día de Bealtaine y el momento adecuado para hacerlo, además esperaba que sus palabras calentasen su corazón y lo acercasen mas a ella.
Extendió su mano lo suficiente como para arrojarlo al rojo intenso de la hoguera que pronto lo desintegro liberando pequeñas chispas brillantes que bailaban alocadas elevándose hasta lo mas oscuro de la noche.
-No se si sabéis de este maravilloso chico-empezó hablando muy bajo pero consiguió inspirar y expirar para relajarse y alzar un poco la voz-Azfanath, alguien a quien apenas conozco y ya ha dejado marca en mi corazón. En una de nuestras primeras conversaciones me permitió mi osadía preguntarle algo quizás descortés, pero deseaba saber mas de él y no me pude morder la lengua. ¿Cómo alguien como él, alguien que había crecido en una aldea pequeña, como sabia leer y escribir y estaba tan interesado por la magia?
Tragó saliva, no era fácil hablar sobre aquello, aunque era algo sin importancia, y agradecía estar de perfil en comparación a donde quedaba él, así solamente si a ella se le ocurría girar la cabeza vería su expresión, y por el momento no iba a hacerlo.
-Él me contó de como desde que nació la gente lo consideró diferente, quizás por su cabello blanco como la nieve, que no es tan común. Debido a las burlas de algunos de los de su edad se solía quedar en casa o salir a cazar con su padre. Eso sí, la influencia de éste no fue la única que recibió. Al igual que mi propia madre, la suya le dio uno de los mejores regalos y ese es el de poder descubrir mundos nuevos mediante la lectura.
Un día cuando este estaba mas triste de lo habitual su mamá le trajo como regalo un cuento para niños, comprado del mercado de Beltrexus. Al deshacer el papel que lo envolvía me imagino que el pequeño Azfanath no sabía muy bien que es lo que tenía en frente, pero los dibujos con colores vividos de la portada de seguro le arrancaron una sonrisa. Las primeras decenas de veces su madre se lo leía, imitando la voz de los personajes, haciendo la de uno mas grave y la del otro mas aguda, dándole vida a su historia.
Quizás lo mejor sería que os cuente también eso. La recuerdo perfectamente e incluso creo que era de mis preferidas de pequeña, seguro que la conocéis, se trata del astuto Ragueto y el pobre Tiquirrojo.
Y así empieza la historia, la cría de Ragueto se hizo amigo del Tiquirrojo y estos jugaban juntos a todas horas y se visitaban a sus casas. Quizás la personalidad juguetona del felino lo hizo planear una broma que gastarle al ave, lo invito a su madriguera y le preparo la cena, pero le sirvió la sopa en un plato muy llano. El Tiquirrojo no podía sorber la comida de esa manera y solo terminó en mover su cabeza de forma patética intentándolo lo que provocó una risa descontrolada por parte del Ragueto que encima se estaba llenando la panza sin dificultad alguna ya que podía lamer el jugo del plato. El pobre ave se fue a casa hambriento pero aun así no le reprochó nada a su amigo, aún mas, lo invitó también a cenar.
Esta vez la sopa fue servida en jarras de cuello alto, devuelta la broma, el Ragueto no podía llegar a sorber la sopa y se conformó con lamer el cuello de la vasija, quedando con hambre y herido su orgullo.
El argumento no es complicado, se nos devuelve el trato que ofrecemos. Olvidé contaros que con el tiempo fue Azfanath quien le leía el cuento a su madre y nació en el una sed de conocimientos que lo ayudó a ser el inteligente hombre que es hoy.
Korax hizo una pausa para recuperar su aliento y esta vez sí mirar en su dirección, sonriéndole con candor. No podía dejar su relato inacabado así que reanudó su discurso:
-En este caso se habla de lo malo, pero no hay que olvidar mencionar también lo bueno. Cuando este joven encantador y yo nos conocimos no me fue difícil confiar en él desde la primera mirada y no nos faltaron ocasiones para ponerla a prueba.
La joven de pelo oscuro rió por lo bajo recordando alguna que otra situación que había pasado a su lado.
-¡Pisé un nido de Annuras! Y tuvimos que salir corriendo por todo el bosque, y cuando nos dimos cuenta de que uno de ellos me había picado el cuidó de mi hasta que pasó el efecto de su veneno. Azfanath es una persona a la que le ofreces una sonrisa y te devuelve un abrazo. Cualquier acto gentil que le regales, él te lo recompensara mil veces multiplicado. Es el hombre mas generoso que conozco, el mas amable. Y sí, no lo conozco desde hace mucho tiempo pero...
No podía continuar, las palabras se le atragantaron. ¿Qué estaba ocurriendo? No podía decirle eso, claro que no.
-Pero...
"Korax, ¿qué estas haciendo?, eso es imposible, no lo digas."
-Pero me estoy enamorando de él.
No pudo evitar llevarse las manos a la boca, tapando esa cruel delatora. Ya no había vuelta atrás, casi se sintió obligada por el fuego que envolvía la oscuridad a escupir esas palabras.
Bajó la cabeza y se alejó de la hoguera, volviendo a sentarse junto a él pero a cierta distancia de éste, aún sin poder mirarlo a los ojos. ¿Qué pensaría él de todo aquello? Deseaba saberlo pero no se arrepentía de haber contado algo sobre la que era una de sus personas favoritas del momento.
Korax Crow
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Re: Bealtaine: Intercambio de Historias [Evento]
Atención: Este post tiene cierto contenido considerado +18 (Sigel no me odies que ahora sí he avisado).
Hacía más de dos semanas que no podía conciliar el sueño. El abusivo uso del alcohol y los somníferos no me causaba otra cosa que enloquecerme todavía más. Solo un loco o un hombre maldecido por los Dioses era capaz de dormir solamente dos horas al día. No era culpa mía, al menos, no toda la culpa la tenía yo. Si tenía que acusar a alguien esa sería Duna, la niña que había matado a sus padres para dar de comer una pandilla de cuervos. Estaba loca y por culpa de la maldición que los Dioses que quisieron ofrecerme por haberme enfrentado a ella, yo también me estaba volviendo loco. Cada vez que perdía el control de mis pensamientos sentía como un centenar de cuervos invisibles me picoteaban por todo el cuerpo; empezando por el brazo izquierdo: lugar donde Duna me marcó con el tatuaje de un cuervo negro y miembro que más de una vez pensé en cercenar. Bajo la camiseta, en mi hombro, se podía observar los tajos vacilantes que yo mismo me había hecho con el cuchillo para cortarme el brazo. Si desaparecía la marca del cuervo negro, pensaba que también desaparecería la maldición. Creí mal y ahora, baja la manga izquierda de la camiseta, estaba el tatuaje del cuervo y las heridas que yo mismo me había hecho escarbando con la punta del cuchillo para intentar borrarlo. ¡Idiota! Cada vez que usaba la violencia o pensaba en ser violento, los picotazos de los cuervos invisibles se volvían más intensos. No me dejaban dormir, no me dejan soñar y no me dejaban vivir.
Encontrar una cura estaba resultando más difícil de lo que había creído. Los brujos de Belltrexus se daban la vuelta y fingían estar ocupados en cuanto me levantaba la manga izquierda de la camiseta para enseñarles la marca del cuervo negro. Eran unos malditos cobardes. Probé suerte en Sacrestic Vile. Los brujos más valientes, aquellos que deseaban leer libros censurados y estudiar magia prohibida residían en la ciudad de los vampiros. También allí tuvieron miedo al tratarme. Pedí, más bien suplicaba, que me dieran cualquier medicina. No me importaba pagar lo que fuera necesario y me daba igual que las pócimas solo hubieran sido probadas con ratones o que ni siquiera hubieran sido probadas. Necesitaba curarme. No soportaba más los picotazos de los cuervos invisibles que se intensificaban, proporcionalmente, de acuerdo a cuanto más era la violencia que anidaba en mi corazón. Y no es poca la violencia que solía acumular cada vez que los recuerdos de la guerra que Samhain se inventó volvían a mi mente.
Era por culpa de esa violencia que, al último alquimista que me rechazó darme una medicina, un viejo humano con cara de pocos amigos, lo cogí la barba y estampé su cara contra la mesa donde exponía todas sus pociones. Los frascos se rompieron y los brebajes que contenían se desparramaron por toda la mesa, suelo y rostro del viejo. El alquimista rugió de dolor al tener la cara quemado y yo lo hice por todos los picotazos de la maldición.
-¿Estás seguro que no tienes nada para mí?- levanté la cabeza con la piel derretida del viejo para que me contestase a la cara- No sirves para nada- respondí al darme cuenta que ya había muerto. – Espero que por lo menos tengas un buen vino entre toda esta mugre:- recorrí con dos las etiquetas de los licores que habían sobre una estantería- Cerveza, hidromiel, licor de lagarto, vino blanco… Me defraudas mi difunto amigo. Pensé que tendrías algo más fuerte para el brujo que te ha matado. – una botella me llamó la atención y la saqué de su lugar en la estantería- Vino de Uva Dorada, esto es nuevo. No es lo que estaba buscando, pero he oído que hay cierta demanda por este vino.- en la etiqueta ponía el precio- 500 aeros son muchos aeros. ¿No te importará que me lo lleve, verdad? Tomaré tú silencio como un no-.
Antes de irme, Suuri quiso despedirse del cadáver del alquimista con uno de sus fríos besos de metal. Los picotazos de los cuervos invisibles merecieron la pena por ver la cabeza del viejo aplastada por mi martillo.
Fue entonces cuando lo vi. Al salir de la casa del alquimista, vi un resplandor en la cumbre de una pequeña elevación más allá de las murallas de Lunargenta. Era como un minúsculo sol ardiendo solitario en la inmensidad de la oscura noche. Nunca fui un buen poeta. Si hubiera dedicado más tiempo a leer y a escribir que a guerrear, hubiera conocido otras formas de describir el fuego y el atractivo que me producía más precisas que llamarlo: “minúsculo Sol solitario”. Ni siquiera sabía por qué me llamaba atención, y eso también creía que era por mi falta de estudios. No sabía nada acerca de cómo había aparecido ni por qué estaba ahí. Y, aun así, sentía como el fuego me llamaba. Era como si me propusiera un cambio: el fuego hacía calmar los picotazos de los cuervos a cambio de que fuera allá arriba.
-Trato hecho-
No era la única persona que sentía la atracción por el fuego de la colina. Desde Lunargenta, quizás desde todas las ciudades de Verisar, pequeños grupos de feligreses salían de las murallas rumbo al mismo lugar donde yo me dirigía. ¿Era necesario unirse a ellos? No me sentía cómodo en los lugares donde había una gran multitud de personas. Demasiados ojos y demasiadas bocas. Miradas de desaprobación, falsos rumores malevolentes que surgían por la envidia y el desagrado, sonrisas despectivas, secretos y mentiras. Multitudes de secretos y mentiras. No, eso no era para mí.
Me alejé de los grupos principales que se dirigían a la colina. Fui por los senderos menos transitados e iluminados. Me ahorré preguntas tan estúpidas y banales tales como: ¿Tú también te diriges allí arriba? ¿Qué hermoso que es el fuego, verdad? ¿Qué son esas marchas de rojas de tu camiseta? Si alguien me hubiera hecho una de esas tres preguntas, hubiera recibido un frío y fuerte beso de mi martillo. Quería estar solo. Tan solitario como el pequeño sol que había caído en la colina.
Subí a la colina por una muy empinada pendiente envuelta en un mar de cipreses. Casi resbalé en un pequeño charco agua causado por la humedad del rocío. Tuve suerte de poder cogerme a la rama de un árbol antes de caer al suelo. Yo no caía al suelo y la botella de vino de uva dorada no recibió ningún rasguñó. La culpa fue mía. Bien podría haberme redimido y viajar por el camino libre de charcos y árboles por el que iban las demás personas. Pero no, yo tenía que ser especial. Tenía que dar el cante incluso escogiendo camino.
Una vez arriba en la cima de la colina, nada impidió que estuviera rodeado de una inmensa multitud de hombres y mujeres que no me importaban más de lo que me importaba el viejo alquimista que acababa de matar.
-Podría estar horas viendo el fuego- dijo un hombre detrás mías- ¿No crees que es hermoso?- Y ahí estaba, una de las tres preguntas que había estado esquivando con tal de no entablar conversación con nadie.
-No lo es-.
Mi respuesta sonó seca y agría. En cuanto la dije, seguí mi camino y me senté en el suelo a ver la hoguera. ¿Qué clase de magia tenía el fuego que era capaz de calmar toda la ira que sentía mi corazón hasta tal punto que hacía desaparecer todo rastro de cuervos invisibles? Me levanté la manga izquierda para comprobar que la marca del cuervo negro todavía estuviera. Efectivamente, el hechizo del fuego solo era un calmante momentáneo. Como una droga o como un trago de un fuerte alcohol. Cuando acabase el hechizo y solo quedase unas pocas brasas en la gran hoguera, los cuervos volverían a picarme como habían estado haciendo. Debía aprovechar mientras estuviera aquí. Respiré hondo y sosegado, entrecerré los ojos y, por un momento, creí que estaba durmiendo.
Me despertó la dulce voz de una mujer. Los únicos sonidos que se escuchaban era su voz el centellear de las llamas. Todos los presentes estaban callados. La chica de pelo azul y maquillaje de payaso tenía algo importante que decir. Ella nos había traído con su magia para contarnos la historia de su amado: El Pequeño Boomer.
Escuché el relato de la payasa sin apartar la mirada de las llamas. Reconozco que me perdí gran parte de la actuación. Shimphony Shappire, así se llamaba la payasa, acompañaba sus palabras con gestos y pasos de baile. En lugar de quedarse quieta narrando una historia, ella, lo que hacía, era dar vida al relato. Si en la historia, Boomer cargaba con una enorme roca, Shappy fingía levantar una enorme roca invisible sin dejar; si Boomer se asustaba del villano el Maestro de Ceremonias, Shappy se encogía haciéndose bola en el suelo y si Boomer protegía a la payasa, Shappy se erguía para parecer más alta de lo que era en realidad. ¿Y para eso nos habían hecho venir? ¿Para ver como una payasa que se había incendiado y luego escapado de su circo nos contaba la historia de un gigante retrasado? De no ser por el efecto calmante de la hoguera, jamás hubiera venido.
La siguiente en relatar la historia de un ser querido fue la chica que conocí en la ciudad de los vampiros. No me extrañé al ver ahí. Ella, al igual que yo, tenía sus propios cuervos que hacer callar. No presté atención en la historia que contaba. Era una gran oradora, al nivel de la payasa Shappire. Sin embargo, ni me interesaban las historias sobre raguetos y tiquirrojos ni conocía a aquel tipo del que tanto hablaba: Azfanath. Por mi parte, seguí con la mirada clavada en la hoguera. El único gesto que hice, signo de que una parte de mi cabeza estaba escuchando la historia, fue el de arquear una ceja cuando la chica dijo que estaba enamorándose de Azfanath.
Una vez terminó, la payasa de pelo azul volvió al centro del grupo y, con los brazos en alto, invitó a cualquiera de los presentes que narrase su historia.
-No seáis tímidos, mis buenos amigos, antes de que acabe el día, todos tenemos que contar nuestra historia. ¡Que se levante el segundo voluntario!- Shappy me señaló con el dedo- ¿Y tú qué nos dices? Veo que ya tienes preparada tu ofrenda- con la otra mano libre señaló la botella de vino de uva dorada- Adelante, el escenario es todo tuyo-.
Fue imposible negarme. Todos me estaban mirando y, aunque no decían nada, sentía cómo sus ojos me empujaban a levantarme y a “salir al escenario”. Incluso la misma hoguera (el minúsculo Sol solitario) me empujaba a relatar la historia. Miré la etiqueta de la botella de vino de uva dorada y la lancé a la hoguera. 500 aeros que se perdieron en las llamas.
-Conozco una historia,- empecé a hablar a medida que me levantaba del suelo- pero no crea que sea el más indicado para contarla. No me malinterpretéis, es una historia hermosa que a mí, personalmente, me divierte y me agrada. Si no creo que sea el mejor hombre para contarla es porque no se me da bien hablar. Soy más de actuar, igual que el protagonista de mi historia. Dadme una mujer y sabré qué hacer con ella, dadme un arma y me dedicaré a matar con ella, dadme una bolsa repleta de aeros y me los gastaré en toda clase de excesos. Son palabras que yo mismo diría. Sin embargo, esta noche, pertenecen a Zatch.
Nunca un nombre dijo tanto de alguien: Zatch. No tiene apellidos porque no tiene familia. Nació del vientre de una mujer que tenía el cabello del mismo color que la hoguera que hoy nos acompaña y el hombre que la fecundó era un hombre-bestia (un zorro bípedo) que gustaba de entrar por las ventanas de las casas ajenas a probar suerte, o ganaba una noche de sexo con una inocente doncella o robaba todas las joyas que estuvieran a la alcance de su mano. La mujer pelirroja, a la que pronto llamaremos: la puta que abandonó a su hijo, y el zorro humanoide, el que será el hombre que jamás regresó, se conocieron una noche en la que, probando suerte, el zorro encontró la joya más querida de una de las familias más adineradas de Roilkat: la hija primogénita de la familia.
Si hubo o no hubo amor en aquella relación era algo que no me interesa saber. Yo no creo en el amor. Para mí besar a una mujer que me agrada y estoy cómodo con ella es algo tan necesario como beber cuando tengo sed o comer cuando tengo hambre. No creo que el zorro sin nombre (nunca me contaron cómo se llamaba el padre ni la madre de Zatch) me lo discuta. Dejó de entrar cada noche a una mansión diferente para entrar siempre en la misma porque tiene sed y hambre de la chica de cabellos de fuego. Ella, por su parte, sentía lo mismo que su amante. Le esperaba sentada, desnuda, envuelta en las finas sábanas blancas para que, cuando su amante apareciese por la ventana, viera las curvas de su cadera y sus pechos.
Ocurrió lo inevitable. La chica se quedó embarazada del zorro. ¿Qué esperaba? Habían estado follando durante meses sin que nadie lo supiera y, ahora, todos podían notar que el vientre de la joven mujer estaba, ligeramente, más hinchado. Al principio, los padres de ella, creyeron que estaba enferma. Aseguraron a todos los médicos de Aerandir que jamás había conocido varón. Una mujer no podía estar embarazada si todavía no había conocido varón. ¿Obra de los Dioses? También la llevaron a que la vieran toda clase de sacerdotes de túnicas grises y caras recubiertas de polvo de maquillaje blanco. Tanto médicos como sacerdotes coincidieron en lo mismo al estudiar a la joven: La chica había sido fecundada por un varón.
“Mamá, papá… tengo que deciros una cosa…”
Se acabaron los secretos. No pudo soportarlo más. Estaba entre la espada y la pared, la única salida era contar todo lo que había sucedido con aquel zorro que había entrado en su habitación una noche de luna llena y que, a partir de entonces, todas las noches fue a visitarla.
El padre de la chica le contestó con una bofetada en la cara y la madre se puso a llorar. Pronto, la pelirroja también lloró, más por la culpa que por el golpe. Zatch no fue bien recibido por su familia.
Aquella noche. El padre de la chica esperó al amante escondido debajo de la cama. Cuando el zorro apareció por la ventana, tal y como había prometido la chica, cogió su bastón y le estuvo golpeando en la cara y en la espalda hasta que el zorro apenas podía mantenerse en pie.
“¡Y no vuelvas!”
El zorro escapó por la ventana gateando. De su boca salía sangre. Tenía una pierna rota y decenas de cardenales por todo el lomo. La chica pelirroja lloraba envuelta en sabanas.
Os dije que no creo en el amor y aquí tenéis la prueba de que el amor no es cómo os lo han contado. Los amantes se necesitaban el uno al otro. Sin embargo, a la hora de la verdad, ninguno de los dos luchó por conservar las noches que pasaron juntos. Ella no escapó de su casa a buscar al zorro y él no volvió a intentar entrar por la ventana de la chica pelirroja nunca más.
Zatch nació sin pena ni gloria. Durante largos meses, la chica había estado prisionera en su propia habitación. De cara al público, nadie podía notar que estaba embarazada. ¿Qué iban a pensar las grandes familias de los humanos si la primogénita y heredera de la mayor familia de Roilkat estaba embarazada de un vulgar zorro ladrón de joyas y corazones? Hubo cierto temor a que la familia perdiera todos sus ingresos por culpa de un desvergonzado calentón. El padre se encargó de recordarle a la pelirroja, a base de golpes de bastón, que todo era culpa suya. ¿Estaría contenta? Por su culpa toda la reputación y honores de la familia estaban en juego.
Siento empatía por la pelirroja. Mi padre era igual que el suyo. La diferencia entre nosotros dos era que yo maté al mío y ella se quedó llorando sin hacer nada mientras acurrucaba a su bebé en brazos.
Ni la madre ni el niño podían salir de la habitación a plena luz del día. De todo el servicio de limpieza que trabajaba en la mansión, tan solo dos criadas conocían de la existencia del bebé. Una se encargaba de traer sábanas limpias y llevarse las sucias y la otra se encargaba de la comida. Nadie más debía saber que Zatch, un niño que se parecía demasiado a su padre, había nacido.
A pesar de ello, fue criado con cariño. Su “madre”, no tardará demasiado en dejar de serlo, le contó mil y un cuentos infantiles, le cantó nanas para acunarle en brazos, le enseñó a leer y escribir con carboncillo y papel que, muy de vez en cuando, la doncella de las sábanas traía a la habitación/cárcel.
El pequeño Zatch era una diablura muy adorable. Una vez aprendió a dibujar, se podía pasar horas enteras dibujando en el papel, en las paredes o en las sábanas blancas que traía la doncella. Cuando creció un par de años más y su curiosidad más grande que él mismo, se podía pasar horas enteras mirando por la misma ventana que su progenitor había entrado para estar con su madre.
“¿Qué hay más allá? ¿Por qué no podemos salir? Quiero saber lo que hay fuera. Mamá, ¿mañana podremos salir a jugar fuera?”
En compañía de la doncella de las sabanas, madre e hijo salieron de noche a pasear por los jardines de la mansión. Tenían que aprovechar las horas de sueño. Nadie debía verlos ni oírlos. Cosa que se estaba haciendo cada vez más difícil. Zatch había crecido mucho estos últimos años. Cuando estaba en los jardines, corría y saltaba pegando toda clase de gritos de celebración. Por mucho que su madre le mandaba callar, él seguía gritando. El niño estaba feliz. Había descubierto un mundo nuevo fuera de la habitación de mamá. No podía entender por qué no le dejaban ser feliz. Su madre debía de alegrarse de que su pequeño zorro estuviera tan feliz. Una madre de verdad se hubiera alegrado.
Ella, sin embargo, no era una madre de verdad. Sus labios eran una perfecta línea recta. No sonreía ni tampoco lloraba. Nada de alegría ni nada de felicidad. Ella solo quería acabar con todo. Recordaba muy bien las noches que había pasado con su amante y los llantos que había derramado por los gritos de su padre. La vida de la mujer residía en los recuerdos, los malos y los buenos. Criaba a su hijo porque era su obligación como mujer, pero dudo que disfrutase haciéndolo.
No. Me niego a llamarla “madre” otra vez. Una madre no hubiera hecho lo que ella había hizo a su hijo el mismo día que cumplió nueve años. Zatch no tuvo ninguna madre. Hubo una mujer que le crío como si fuera su madre, pero nunca lo fue.
Una madre no abandona a su niño.
Aquel día, durante la mañana y no durante la noche, mujer e hijo salieron a dar un paseo más allá de los jardines de la mansión. Zatch estaba boquiabierto por todas las cosas nuevas que estaba conociendo. Saltaba y corría a cuatro patas persiguiendo insectos, se balanceaba en las ramas más cortas de los árboles y daba piruetas en el suelo en la hierba todavía húmeda por el rocío. Todos nosotros, de niños, hemos tenido un día como el que tuvo Zatch. Sabemos muy bien lo cansado por estar jugando que era capaz de dormirse en cualquier sitio. El lugar donde descansó la pequeña cabeza del niño fue las rodillas de su madre. Empezó observando las nubes y el sol, no quería perderlos de vista. Terminó durmiendo y roncando como nunca lo había estado haciendo.
Cuando despertó la mujer que le crío no estaba. Había escapado. Un carruaje, pagado por su padre, le esperaba en un claro del bosque. Si Zatch hubiera visto los caballos o cómo la mujer que quería como una madre se marchaba hubiera llorado más de lo que lo había estado haciendo.
No soy un buen orador. Jamás podré haceros comprender lo mal que lo pasó el pequeño zorro. Os advertí. No soy el indicado para contaros esta historia. No porque no me guste, sino porque soy incapaz de transmitir todas las emociones que recorrieron por la cabeza de Zatch en el momento que se despertó sin su madre: Confusión, tristeza, soledad…. Jamás lo comprenderéis, y es por mi culpa. Jamás sabréis lo que Zatch tuvo que pasar.
Corrió por el bosque buscando una salida que jamás encontró. Se preguntó dónde estaba él y dónde estaba su madre (jamás había tenido una madre). No hubo respuesta. Nadie, nunca más, lo acunaría en brazos, le cogería de la mano en los pasos nocturnos, le enseñaría a pintar, le rengaría por pintar en las sábanas blancas ni le abrazaría cuando se asomase en la ventana para ver lo que había fuera de su habitación. Llegó la noche y todos esos pensamientos anidaron su mente. Se abrazó su larga cola de la misma manera que abrazaba a la mujer que creía que era su madre. Si fuera más mayor entendería lo que hubiera pasado. Un niño tan pequeño, nueve años, solo era capaz de llorar y preguntarse:
“¿Por qué?”
500 aeros. Eso era lo que costaba el vino de uva dorada que he tirado antes en la hoguera. Era un vino muy claro y cualquiera pudiera pensar que lo he lanzado a las llamas haciendo alusión a lo rica que era la familia de la mujer que crío a Zatch. Os equivocáis. Lo he tirado porque, en la segunda noche que los progenitores de Zatch se encontraron entre las sábanas, una botella de vino de uva dorada estaba vacía a los pies de la cama. El zorro la había traído para festejar la unión que se había formado entre los dos amantes. Había robado el vino de una bodega de la ciudad. Según le dijo a la muchacha, era un vino muy caro por lo difícil que era refinarlo. Si no se hacía correctamente, causaba una enfermedad a quien lo bebía que lo recubría de un millar de pústulas naranjas. En cambio, si se hacía el refinado era bueno, causaba efecto un efecto afrodisiaco tan válido para hombres como para mujeres. Zatch fue concebido el día en el que sus “padres” se bebieron la botella entera.-
Con esa última frase di por finalizada la historia. Shappy fue la primera en aplaudir, a su aplauso le siguió el de todos los demás.
-¿Qué fue de Zatch?- preguntó un hombre que no pude distinguir entre la multitud. Por el tono de su voz parecía que estuviera llorando.
-No lo sé, pero tampoco me importa. Solo conozco esta parte de la historia. Me la contó la doncella que llevaba las sábanas limpias a la habitación. Suya es la frase: “Pequeña diablura adorable”. Solo me limito a conocer la parte de la historia que conozco. – me dirigí hacia la payasa- Me pediste una historia y ahí la tienes-.
-Es muy buena historia. Te doy gracias por compartirla con nosotros.- ella también parecía que estaba llorando- ¿Y bien? ¿Quién es siguiente?- volvió a levantar los brazos y a alzar la voz con una agradable sonrisa.
Hacía más de dos semanas que no podía conciliar el sueño. El abusivo uso del alcohol y los somníferos no me causaba otra cosa que enloquecerme todavía más. Solo un loco o un hombre maldecido por los Dioses era capaz de dormir solamente dos horas al día. No era culpa mía, al menos, no toda la culpa la tenía yo. Si tenía que acusar a alguien esa sería Duna, la niña que había matado a sus padres para dar de comer una pandilla de cuervos. Estaba loca y por culpa de la maldición que los Dioses que quisieron ofrecerme por haberme enfrentado a ella, yo también me estaba volviendo loco. Cada vez que perdía el control de mis pensamientos sentía como un centenar de cuervos invisibles me picoteaban por todo el cuerpo; empezando por el brazo izquierdo: lugar donde Duna me marcó con el tatuaje de un cuervo negro y miembro que más de una vez pensé en cercenar. Bajo la camiseta, en mi hombro, se podía observar los tajos vacilantes que yo mismo me había hecho con el cuchillo para cortarme el brazo. Si desaparecía la marca del cuervo negro, pensaba que también desaparecería la maldición. Creí mal y ahora, baja la manga izquierda de la camiseta, estaba el tatuaje del cuervo y las heridas que yo mismo me había hecho escarbando con la punta del cuchillo para intentar borrarlo. ¡Idiota! Cada vez que usaba la violencia o pensaba en ser violento, los picotazos de los cuervos invisibles se volvían más intensos. No me dejaban dormir, no me dejan soñar y no me dejaban vivir.
Encontrar una cura estaba resultando más difícil de lo que había creído. Los brujos de Belltrexus se daban la vuelta y fingían estar ocupados en cuanto me levantaba la manga izquierda de la camiseta para enseñarles la marca del cuervo negro. Eran unos malditos cobardes. Probé suerte en Sacrestic Vile. Los brujos más valientes, aquellos que deseaban leer libros censurados y estudiar magia prohibida residían en la ciudad de los vampiros. También allí tuvieron miedo al tratarme. Pedí, más bien suplicaba, que me dieran cualquier medicina. No me importaba pagar lo que fuera necesario y me daba igual que las pócimas solo hubieran sido probadas con ratones o que ni siquiera hubieran sido probadas. Necesitaba curarme. No soportaba más los picotazos de los cuervos invisibles que se intensificaban, proporcionalmente, de acuerdo a cuanto más era la violencia que anidaba en mi corazón. Y no es poca la violencia que solía acumular cada vez que los recuerdos de la guerra que Samhain se inventó volvían a mi mente.
Era por culpa de esa violencia que, al último alquimista que me rechazó darme una medicina, un viejo humano con cara de pocos amigos, lo cogí la barba y estampé su cara contra la mesa donde exponía todas sus pociones. Los frascos se rompieron y los brebajes que contenían se desparramaron por toda la mesa, suelo y rostro del viejo. El alquimista rugió de dolor al tener la cara quemado y yo lo hice por todos los picotazos de la maldición.
-¿Estás seguro que no tienes nada para mí?- levanté la cabeza con la piel derretida del viejo para que me contestase a la cara- No sirves para nada- respondí al darme cuenta que ya había muerto. – Espero que por lo menos tengas un buen vino entre toda esta mugre:- recorrí con dos las etiquetas de los licores que habían sobre una estantería- Cerveza, hidromiel, licor de lagarto, vino blanco… Me defraudas mi difunto amigo. Pensé que tendrías algo más fuerte para el brujo que te ha matado. – una botella me llamó la atención y la saqué de su lugar en la estantería- Vino de Uva Dorada, esto es nuevo. No es lo que estaba buscando, pero he oído que hay cierta demanda por este vino.- en la etiqueta ponía el precio- 500 aeros son muchos aeros. ¿No te importará que me lo lleve, verdad? Tomaré tú silencio como un no-.
Antes de irme, Suuri quiso despedirse del cadáver del alquimista con uno de sus fríos besos de metal. Los picotazos de los cuervos invisibles merecieron la pena por ver la cabeza del viejo aplastada por mi martillo.
Fue entonces cuando lo vi. Al salir de la casa del alquimista, vi un resplandor en la cumbre de una pequeña elevación más allá de las murallas de Lunargenta. Era como un minúsculo sol ardiendo solitario en la inmensidad de la oscura noche. Nunca fui un buen poeta. Si hubiera dedicado más tiempo a leer y a escribir que a guerrear, hubiera conocido otras formas de describir el fuego y el atractivo que me producía más precisas que llamarlo: “minúsculo Sol solitario”. Ni siquiera sabía por qué me llamaba atención, y eso también creía que era por mi falta de estudios. No sabía nada acerca de cómo había aparecido ni por qué estaba ahí. Y, aun así, sentía como el fuego me llamaba. Era como si me propusiera un cambio: el fuego hacía calmar los picotazos de los cuervos a cambio de que fuera allá arriba.
-Trato hecho-
No era la única persona que sentía la atracción por el fuego de la colina. Desde Lunargenta, quizás desde todas las ciudades de Verisar, pequeños grupos de feligreses salían de las murallas rumbo al mismo lugar donde yo me dirigía. ¿Era necesario unirse a ellos? No me sentía cómodo en los lugares donde había una gran multitud de personas. Demasiados ojos y demasiadas bocas. Miradas de desaprobación, falsos rumores malevolentes que surgían por la envidia y el desagrado, sonrisas despectivas, secretos y mentiras. Multitudes de secretos y mentiras. No, eso no era para mí.
Me alejé de los grupos principales que se dirigían a la colina. Fui por los senderos menos transitados e iluminados. Me ahorré preguntas tan estúpidas y banales tales como: ¿Tú también te diriges allí arriba? ¿Qué hermoso que es el fuego, verdad? ¿Qué son esas marchas de rojas de tu camiseta? Si alguien me hubiera hecho una de esas tres preguntas, hubiera recibido un frío y fuerte beso de mi martillo. Quería estar solo. Tan solitario como el pequeño sol que había caído en la colina.
Subí a la colina por una muy empinada pendiente envuelta en un mar de cipreses. Casi resbalé en un pequeño charco agua causado por la humedad del rocío. Tuve suerte de poder cogerme a la rama de un árbol antes de caer al suelo. Yo no caía al suelo y la botella de vino de uva dorada no recibió ningún rasguñó. La culpa fue mía. Bien podría haberme redimido y viajar por el camino libre de charcos y árboles por el que iban las demás personas. Pero no, yo tenía que ser especial. Tenía que dar el cante incluso escogiendo camino.
Una vez arriba en la cima de la colina, nada impidió que estuviera rodeado de una inmensa multitud de hombres y mujeres que no me importaban más de lo que me importaba el viejo alquimista que acababa de matar.
-Podría estar horas viendo el fuego- dijo un hombre detrás mías- ¿No crees que es hermoso?- Y ahí estaba, una de las tres preguntas que había estado esquivando con tal de no entablar conversación con nadie.
-No lo es-.
Mi respuesta sonó seca y agría. En cuanto la dije, seguí mi camino y me senté en el suelo a ver la hoguera. ¿Qué clase de magia tenía el fuego que era capaz de calmar toda la ira que sentía mi corazón hasta tal punto que hacía desaparecer todo rastro de cuervos invisibles? Me levanté la manga izquierda para comprobar que la marca del cuervo negro todavía estuviera. Efectivamente, el hechizo del fuego solo era un calmante momentáneo. Como una droga o como un trago de un fuerte alcohol. Cuando acabase el hechizo y solo quedase unas pocas brasas en la gran hoguera, los cuervos volverían a picarme como habían estado haciendo. Debía aprovechar mientras estuviera aquí. Respiré hondo y sosegado, entrecerré los ojos y, por un momento, creí que estaba durmiendo.
Me despertó la dulce voz de una mujer. Los únicos sonidos que se escuchaban era su voz el centellear de las llamas. Todos los presentes estaban callados. La chica de pelo azul y maquillaje de payaso tenía algo importante que decir. Ella nos había traído con su magia para contarnos la historia de su amado: El Pequeño Boomer.
Escuché el relato de la payasa sin apartar la mirada de las llamas. Reconozco que me perdí gran parte de la actuación. Shimphony Shappire, así se llamaba la payasa, acompañaba sus palabras con gestos y pasos de baile. En lugar de quedarse quieta narrando una historia, ella, lo que hacía, era dar vida al relato. Si en la historia, Boomer cargaba con una enorme roca, Shappy fingía levantar una enorme roca invisible sin dejar; si Boomer se asustaba del villano el Maestro de Ceremonias, Shappy se encogía haciéndose bola en el suelo y si Boomer protegía a la payasa, Shappy se erguía para parecer más alta de lo que era en realidad. ¿Y para eso nos habían hecho venir? ¿Para ver como una payasa que se había incendiado y luego escapado de su circo nos contaba la historia de un gigante retrasado? De no ser por el efecto calmante de la hoguera, jamás hubiera venido.
La siguiente en relatar la historia de un ser querido fue la chica que conocí en la ciudad de los vampiros. No me extrañé al ver ahí. Ella, al igual que yo, tenía sus propios cuervos que hacer callar. No presté atención en la historia que contaba. Era una gran oradora, al nivel de la payasa Shappire. Sin embargo, ni me interesaban las historias sobre raguetos y tiquirrojos ni conocía a aquel tipo del que tanto hablaba: Azfanath. Por mi parte, seguí con la mirada clavada en la hoguera. El único gesto que hice, signo de que una parte de mi cabeza estaba escuchando la historia, fue el de arquear una ceja cuando la chica dijo que estaba enamorándose de Azfanath.
Una vez terminó, la payasa de pelo azul volvió al centro del grupo y, con los brazos en alto, invitó a cualquiera de los presentes que narrase su historia.
-No seáis tímidos, mis buenos amigos, antes de que acabe el día, todos tenemos que contar nuestra historia. ¡Que se levante el segundo voluntario!- Shappy me señaló con el dedo- ¿Y tú qué nos dices? Veo que ya tienes preparada tu ofrenda- con la otra mano libre señaló la botella de vino de uva dorada- Adelante, el escenario es todo tuyo-.
Fue imposible negarme. Todos me estaban mirando y, aunque no decían nada, sentía cómo sus ojos me empujaban a levantarme y a “salir al escenario”. Incluso la misma hoguera (el minúsculo Sol solitario) me empujaba a relatar la historia. Miré la etiqueta de la botella de vino de uva dorada y la lancé a la hoguera. 500 aeros que se perdieron en las llamas.
-Conozco una historia,- empecé a hablar a medida que me levantaba del suelo- pero no crea que sea el más indicado para contarla. No me malinterpretéis, es una historia hermosa que a mí, personalmente, me divierte y me agrada. Si no creo que sea el mejor hombre para contarla es porque no se me da bien hablar. Soy más de actuar, igual que el protagonista de mi historia. Dadme una mujer y sabré qué hacer con ella, dadme un arma y me dedicaré a matar con ella, dadme una bolsa repleta de aeros y me los gastaré en toda clase de excesos. Son palabras que yo mismo diría. Sin embargo, esta noche, pertenecen a Zatch.
Nunca un nombre dijo tanto de alguien: Zatch. No tiene apellidos porque no tiene familia. Nació del vientre de una mujer que tenía el cabello del mismo color que la hoguera que hoy nos acompaña y el hombre que la fecundó era un hombre-bestia (un zorro bípedo) que gustaba de entrar por las ventanas de las casas ajenas a probar suerte, o ganaba una noche de sexo con una inocente doncella o robaba todas las joyas que estuvieran a la alcance de su mano. La mujer pelirroja, a la que pronto llamaremos: la puta que abandonó a su hijo, y el zorro humanoide, el que será el hombre que jamás regresó, se conocieron una noche en la que, probando suerte, el zorro encontró la joya más querida de una de las familias más adineradas de Roilkat: la hija primogénita de la familia.
Si hubo o no hubo amor en aquella relación era algo que no me interesa saber. Yo no creo en el amor. Para mí besar a una mujer que me agrada y estoy cómodo con ella es algo tan necesario como beber cuando tengo sed o comer cuando tengo hambre. No creo que el zorro sin nombre (nunca me contaron cómo se llamaba el padre ni la madre de Zatch) me lo discuta. Dejó de entrar cada noche a una mansión diferente para entrar siempre en la misma porque tiene sed y hambre de la chica de cabellos de fuego. Ella, por su parte, sentía lo mismo que su amante. Le esperaba sentada, desnuda, envuelta en las finas sábanas blancas para que, cuando su amante apareciese por la ventana, viera las curvas de su cadera y sus pechos.
Ocurrió lo inevitable. La chica se quedó embarazada del zorro. ¿Qué esperaba? Habían estado follando durante meses sin que nadie lo supiera y, ahora, todos podían notar que el vientre de la joven mujer estaba, ligeramente, más hinchado. Al principio, los padres de ella, creyeron que estaba enferma. Aseguraron a todos los médicos de Aerandir que jamás había conocido varón. Una mujer no podía estar embarazada si todavía no había conocido varón. ¿Obra de los Dioses? También la llevaron a que la vieran toda clase de sacerdotes de túnicas grises y caras recubiertas de polvo de maquillaje blanco. Tanto médicos como sacerdotes coincidieron en lo mismo al estudiar a la joven: La chica había sido fecundada por un varón.
“Mamá, papá… tengo que deciros una cosa…”
Se acabaron los secretos. No pudo soportarlo más. Estaba entre la espada y la pared, la única salida era contar todo lo que había sucedido con aquel zorro que había entrado en su habitación una noche de luna llena y que, a partir de entonces, todas las noches fue a visitarla.
El padre de la chica le contestó con una bofetada en la cara y la madre se puso a llorar. Pronto, la pelirroja también lloró, más por la culpa que por el golpe. Zatch no fue bien recibido por su familia.
Aquella noche. El padre de la chica esperó al amante escondido debajo de la cama. Cuando el zorro apareció por la ventana, tal y como había prometido la chica, cogió su bastón y le estuvo golpeando en la cara y en la espalda hasta que el zorro apenas podía mantenerse en pie.
“¡Y no vuelvas!”
El zorro escapó por la ventana gateando. De su boca salía sangre. Tenía una pierna rota y decenas de cardenales por todo el lomo. La chica pelirroja lloraba envuelta en sabanas.
Os dije que no creo en el amor y aquí tenéis la prueba de que el amor no es cómo os lo han contado. Los amantes se necesitaban el uno al otro. Sin embargo, a la hora de la verdad, ninguno de los dos luchó por conservar las noches que pasaron juntos. Ella no escapó de su casa a buscar al zorro y él no volvió a intentar entrar por la ventana de la chica pelirroja nunca más.
Zatch nació sin pena ni gloria. Durante largos meses, la chica había estado prisionera en su propia habitación. De cara al público, nadie podía notar que estaba embarazada. ¿Qué iban a pensar las grandes familias de los humanos si la primogénita y heredera de la mayor familia de Roilkat estaba embarazada de un vulgar zorro ladrón de joyas y corazones? Hubo cierto temor a que la familia perdiera todos sus ingresos por culpa de un desvergonzado calentón. El padre se encargó de recordarle a la pelirroja, a base de golpes de bastón, que todo era culpa suya. ¿Estaría contenta? Por su culpa toda la reputación y honores de la familia estaban en juego.
Siento empatía por la pelirroja. Mi padre era igual que el suyo. La diferencia entre nosotros dos era que yo maté al mío y ella se quedó llorando sin hacer nada mientras acurrucaba a su bebé en brazos.
Ni la madre ni el niño podían salir de la habitación a plena luz del día. De todo el servicio de limpieza que trabajaba en la mansión, tan solo dos criadas conocían de la existencia del bebé. Una se encargaba de traer sábanas limpias y llevarse las sucias y la otra se encargaba de la comida. Nadie más debía saber que Zatch, un niño que se parecía demasiado a su padre, había nacido.
A pesar de ello, fue criado con cariño. Su “madre”, no tardará demasiado en dejar de serlo, le contó mil y un cuentos infantiles, le cantó nanas para acunarle en brazos, le enseñó a leer y escribir con carboncillo y papel que, muy de vez en cuando, la doncella de las sábanas traía a la habitación/cárcel.
El pequeño Zatch era una diablura muy adorable. Una vez aprendió a dibujar, se podía pasar horas enteras dibujando en el papel, en las paredes o en las sábanas blancas que traía la doncella. Cuando creció un par de años más y su curiosidad más grande que él mismo, se podía pasar horas enteras mirando por la misma ventana que su progenitor había entrado para estar con su madre.
“¿Qué hay más allá? ¿Por qué no podemos salir? Quiero saber lo que hay fuera. Mamá, ¿mañana podremos salir a jugar fuera?”
En compañía de la doncella de las sabanas, madre e hijo salieron de noche a pasear por los jardines de la mansión. Tenían que aprovechar las horas de sueño. Nadie debía verlos ni oírlos. Cosa que se estaba haciendo cada vez más difícil. Zatch había crecido mucho estos últimos años. Cuando estaba en los jardines, corría y saltaba pegando toda clase de gritos de celebración. Por mucho que su madre le mandaba callar, él seguía gritando. El niño estaba feliz. Había descubierto un mundo nuevo fuera de la habitación de mamá. No podía entender por qué no le dejaban ser feliz. Su madre debía de alegrarse de que su pequeño zorro estuviera tan feliz. Una madre de verdad se hubiera alegrado.
Ella, sin embargo, no era una madre de verdad. Sus labios eran una perfecta línea recta. No sonreía ni tampoco lloraba. Nada de alegría ni nada de felicidad. Ella solo quería acabar con todo. Recordaba muy bien las noches que había pasado con su amante y los llantos que había derramado por los gritos de su padre. La vida de la mujer residía en los recuerdos, los malos y los buenos. Criaba a su hijo porque era su obligación como mujer, pero dudo que disfrutase haciéndolo.
No. Me niego a llamarla “madre” otra vez. Una madre no hubiera hecho lo que ella había hizo a su hijo el mismo día que cumplió nueve años. Zatch no tuvo ninguna madre. Hubo una mujer que le crío como si fuera su madre, pero nunca lo fue.
Una madre no abandona a su niño.
Aquel día, durante la mañana y no durante la noche, mujer e hijo salieron a dar un paseo más allá de los jardines de la mansión. Zatch estaba boquiabierto por todas las cosas nuevas que estaba conociendo. Saltaba y corría a cuatro patas persiguiendo insectos, se balanceaba en las ramas más cortas de los árboles y daba piruetas en el suelo en la hierba todavía húmeda por el rocío. Todos nosotros, de niños, hemos tenido un día como el que tuvo Zatch. Sabemos muy bien lo cansado por estar jugando que era capaz de dormirse en cualquier sitio. El lugar donde descansó la pequeña cabeza del niño fue las rodillas de su madre. Empezó observando las nubes y el sol, no quería perderlos de vista. Terminó durmiendo y roncando como nunca lo había estado haciendo.
Cuando despertó la mujer que le crío no estaba. Había escapado. Un carruaje, pagado por su padre, le esperaba en un claro del bosque. Si Zatch hubiera visto los caballos o cómo la mujer que quería como una madre se marchaba hubiera llorado más de lo que lo había estado haciendo.
No soy un buen orador. Jamás podré haceros comprender lo mal que lo pasó el pequeño zorro. Os advertí. No soy el indicado para contaros esta historia. No porque no me guste, sino porque soy incapaz de transmitir todas las emociones que recorrieron por la cabeza de Zatch en el momento que se despertó sin su madre: Confusión, tristeza, soledad…. Jamás lo comprenderéis, y es por mi culpa. Jamás sabréis lo que Zatch tuvo que pasar.
Corrió por el bosque buscando una salida que jamás encontró. Se preguntó dónde estaba él y dónde estaba su madre (jamás había tenido una madre). No hubo respuesta. Nadie, nunca más, lo acunaría en brazos, le cogería de la mano en los pasos nocturnos, le enseñaría a pintar, le rengaría por pintar en las sábanas blancas ni le abrazaría cuando se asomase en la ventana para ver lo que había fuera de su habitación. Llegó la noche y todos esos pensamientos anidaron su mente. Se abrazó su larga cola de la misma manera que abrazaba a la mujer que creía que era su madre. Si fuera más mayor entendería lo que hubiera pasado. Un niño tan pequeño, nueve años, solo era capaz de llorar y preguntarse:
“¿Por qué?”
500 aeros. Eso era lo que costaba el vino de uva dorada que he tirado antes en la hoguera. Era un vino muy claro y cualquiera pudiera pensar que lo he lanzado a las llamas haciendo alusión a lo rica que era la familia de la mujer que crío a Zatch. Os equivocáis. Lo he tirado porque, en la segunda noche que los progenitores de Zatch se encontraron entre las sábanas, una botella de vino de uva dorada estaba vacía a los pies de la cama. El zorro la había traído para festejar la unión que se había formado entre los dos amantes. Había robado el vino de una bodega de la ciudad. Según le dijo a la muchacha, era un vino muy caro por lo difícil que era refinarlo. Si no se hacía correctamente, causaba una enfermedad a quien lo bebía que lo recubría de un millar de pústulas naranjas. En cambio, si se hacía el refinado era bueno, causaba efecto un efecto afrodisiaco tan válido para hombres como para mujeres. Zatch fue concebido el día en el que sus “padres” se bebieron la botella entera.-
Con esa última frase di por finalizada la historia. Shappy fue la primera en aplaudir, a su aplauso le siguió el de todos los demás.
-¿Qué fue de Zatch?- preguntó un hombre que no pude distinguir entre la multitud. Por el tono de su voz parecía que estuviera llorando.
-No lo sé, pero tampoco me importa. Solo conozco esta parte de la historia. Me la contó la doncella que llevaba las sábanas limpias a la habitación. Suya es la frase: “Pequeña diablura adorable”. Solo me limito a conocer la parte de la historia que conozco. – me dirigí hacia la payasa- Me pediste una historia y ahí la tienes-.
-Es muy buena historia. Te doy gracias por compartirla con nosotros.- ella también parecía que estaba llorando- ¿Y bien? ¿Quién es siguiente?- volvió a levantar los brazos y a alzar la voz con una agradable sonrisa.
- Para Zatch. No leer si no eres Zatch:
- Hola Zath *^* Espero que te haya gustado mi pequeño regalo para este Evento.
Yo me he divertido muchísimo escribiéndola.Me encanta tu personaje y en cuanto el Master me dijo: "Tienes que escribir para Zatch" pegué un grito de emoción. Desde el primer momento sabía qué parte de tu historia contar y cómo contarla. Creo que al final me he emocionado demasiado y me he inventado un par de detalles que no ponen en tu ficha, a lo mejor la he cagado inventando esas partes. Lo siento mucho si así ha sido >.< Me he emocionado demasiado con tu personaje. Tienes una historia que emociona ♥.♥ Tanto la de Zatch como la de Thiel. Los dos emocionan <3
¡Un abrazo!
Gerrit Nephgerd
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Re: Bealtaine: Intercambio de Historias [Evento]
Caminando por las afueras de la ciudad me percate de que una luz de fuego se alzaba en la cima de una colina y al parecer no era la única que se había percatado de la luz por que salieron en la llamada del fuego, al ver a un gran grupo de personas dirigirse hacia la cima yo también me encamine detrás del grupo de personas.
Al llegar a la cima me encontré con una hoguera… Una gran hoguera en la cual muchas personas de todas las especie sentadas alrededor del fuego, me senté en el suelo con las piernas cruzadas mirando el fuego de la misma manera que hacía de pequeña cuando acampaba con mi familia, a mi lado vi a una muchacha de cabello azul y mucho maquillaje, una payasa, supuse mientras nos daba la bienvenida a la hoguera y nos relataba su historia de amor la cual comenzó luego de haber lanzado su collar al fuego.
Luego de su historia otra muchacha se levanto y lanzo un trapo al fuego para luego comenzar con su historia de amor, me parecía más bien una confesión de amor ya que muchas veces miro al sujeto que tenia al lado no lo logre distinguir ya que estaban del otro lado de la hoguera, luego de que la muchacha se sentara otra persona se levanto y esta vez un hombre, muy simpático a mi parecer, el hombre lanzo no sé bien que fue lo que lanzo al fuego pero debo admitir que su historia estuvo muy buena, no pude evitar aplaudir ante tan buena historia aunque si me daba curiosidad ¿Qué será de la vida del protagonista de esa historia?
Como fuera la payasa nuevamente pregunto en un tono alegre – Bueno, quien quiere ser nuestro próximo participante venga queremos escuchar otra historia ¿no? – Dijo con una sonrisa.
Yo solo me levante y estire los brazos y de mi bolso saque lo que quedaba de comida una pata de hurón luego me aclare la garganta – Yo esta noche les hablare de un joven que viaja para conocer los sabores del mundo o eso fue el que me contaron – Dije rascándome la nuca para luego empezar la historia – Bueno comencemos por el principio, Obvio ¿no? – Dije entre risas
– Todo comenzó en un pequeñísimo pueblo de las vastas Islas Illidenses la cual nadie conoce el nombre ni siquiera el viejo cascarrabias que me conto sobre este hombre, en este sitio tenían la ley de solo alimentarse de las cosechas – Hice una mueca en ese instante yo no aguantaría vivir sin poder comer carne
– Nerum creció como un granjero que tenia la habilidad de manipular el fuego aunque muy pocas veces lo hacía, como todo niño bueno ayudaba a sus padres con los deberes en su casa y ayudaba con las cosechas, una vida tranquila para el niño, hasta que un día una horrible plaga ataco al pueblito devorando todas las cosechas y provisiones para el invierno de los aldeanos por lo cual la desesperación llego a la puertas de todos los hogares incluso al de Nerum – Dije encogiéndome de hombros – Ahora es cuando la vida de nuestro pequeño Nerum es azotada por el temor y desesperación, la llegada del invierno no fue muy bien recibida ese año, muchos al paso de las semanas se fueron quedando sin las pocas provisiones que habían logrado salvar por lo cual llegaron a pensar en la posibilidad de comerse los insectos de la plaga ya que al tener cierta cantidad quitaba el hambre pero no pensaron en la intoxicación que causaban la cual llevo a la muerte a muchos campesinos, al paso de unos meses ya la mitad del pueblo había muerto por falta de alimento y otros por huir al bosque en busca de ayuda lo cual causo muchas desapariciones, el pequeño Nerum contemplaba todo eso desde su casa donde sus padres preocupados por su hijo dejaron de alimentarse para que la provisiones alcanzaran para que el pequeño Nerum de 7 años sobreviviera ese invierno – Volví a hacer una pequeña pausa y soltar un pequeño suspiro.
– Sus padres hicieron el mayor sacrificio por su hijo, murieron por el hambre dejando solo a Nerum en el mundo. Cuando al pequeño se le acabaron las provisiones el niño entro en la desesperación que cualquiera tendría en esa situación, el ingenioso niño se le ocurrió romper la ley más importante de su pueblito, comer carne, gracias al frio el niño recurrió al canibalismo, ¿y quién no lo haría? Yo lo hubiera hecho hace años en su lugar pero volviendo al tema, que gracias al fría los cuerpos de los padres de Nerum seguían en buen estado por lo cual gracias a sus poderes logro cocinarlos y comerlos dándole más días de vida a nuestro protagonista, Nerum seguido salía a casar para alimentarse, la carne dejo de parecerle algo extraño y su sabor le empezó a gustar, aunque el invierno empeoraba el niño seguía sobreviviendo, uno de los días en que Nerum salía de caza se percata de que un animalillo ya no se sentía a salvo gracias a la amenaza del niño, este día tras día fue dejando carnadas hasta que con el paso de unos cuantos días logro atrapar a el hurón del cual se encariño y decidió domesticarlo lo cual le causo unas cuantas mordidas pero lo consiguió. Cuando el invierno por fin había acabado el niño se encargo de deshacerse los cuerpos de los que había comido y de los demás muertos de hambres del pueblo calcinándolos para evitar que un depredador fuera buscando algo de alimento luego del invierno. Pasaron los mese y siguió en el pueblito solo acompañado por sus dos compañeros hurones a los cuales les había apodado primera generación, luego de tres meses un pariente de su madre llego al pueblo desolado en el que solo quedaba él y el pequeño Nerum le explico lo sucedido, el cascarrabias estaba sasdisfecho y se llevo al niño consigo y lo dejo en una prestigiosa academia de magos en donde empezó a experimentar con la magia y estudiar sobre otras especies, luego a los 23 años lo expulsaron por estarse comiendo los especímenes que tenia guardados – Dije mientras me volvía a sentarme – Eso fue todo lo que el cascarrabias me conto.
Luego de eso la payasa aplaudió y llamo a otro para que contara su historia y me puse a prestar atención al resto de las historias
Al llegar a la cima me encontré con una hoguera… Una gran hoguera en la cual muchas personas de todas las especie sentadas alrededor del fuego, me senté en el suelo con las piernas cruzadas mirando el fuego de la misma manera que hacía de pequeña cuando acampaba con mi familia, a mi lado vi a una muchacha de cabello azul y mucho maquillaje, una payasa, supuse mientras nos daba la bienvenida a la hoguera y nos relataba su historia de amor la cual comenzó luego de haber lanzado su collar al fuego.
Luego de su historia otra muchacha se levanto y lanzo un trapo al fuego para luego comenzar con su historia de amor, me parecía más bien una confesión de amor ya que muchas veces miro al sujeto que tenia al lado no lo logre distinguir ya que estaban del otro lado de la hoguera, luego de que la muchacha se sentara otra persona se levanto y esta vez un hombre, muy simpático a mi parecer, el hombre lanzo no sé bien que fue lo que lanzo al fuego pero debo admitir que su historia estuvo muy buena, no pude evitar aplaudir ante tan buena historia aunque si me daba curiosidad ¿Qué será de la vida del protagonista de esa historia?
Como fuera la payasa nuevamente pregunto en un tono alegre – Bueno, quien quiere ser nuestro próximo participante venga queremos escuchar otra historia ¿no? – Dijo con una sonrisa.
Yo solo me levante y estire los brazos y de mi bolso saque lo que quedaba de comida una pata de hurón luego me aclare la garganta – Yo esta noche les hablare de un joven que viaja para conocer los sabores del mundo o eso fue el que me contaron – Dije rascándome la nuca para luego empezar la historia – Bueno comencemos por el principio, Obvio ¿no? – Dije entre risas
– Todo comenzó en un pequeñísimo pueblo de las vastas Islas Illidenses la cual nadie conoce el nombre ni siquiera el viejo cascarrabias que me conto sobre este hombre, en este sitio tenían la ley de solo alimentarse de las cosechas – Hice una mueca en ese instante yo no aguantaría vivir sin poder comer carne
– Nerum creció como un granjero que tenia la habilidad de manipular el fuego aunque muy pocas veces lo hacía, como todo niño bueno ayudaba a sus padres con los deberes en su casa y ayudaba con las cosechas, una vida tranquila para el niño, hasta que un día una horrible plaga ataco al pueblito devorando todas las cosechas y provisiones para el invierno de los aldeanos por lo cual la desesperación llego a la puertas de todos los hogares incluso al de Nerum – Dije encogiéndome de hombros – Ahora es cuando la vida de nuestro pequeño Nerum es azotada por el temor y desesperación, la llegada del invierno no fue muy bien recibida ese año, muchos al paso de las semanas se fueron quedando sin las pocas provisiones que habían logrado salvar por lo cual llegaron a pensar en la posibilidad de comerse los insectos de la plaga ya que al tener cierta cantidad quitaba el hambre pero no pensaron en la intoxicación que causaban la cual llevo a la muerte a muchos campesinos, al paso de unos meses ya la mitad del pueblo había muerto por falta de alimento y otros por huir al bosque en busca de ayuda lo cual causo muchas desapariciones, el pequeño Nerum contemplaba todo eso desde su casa donde sus padres preocupados por su hijo dejaron de alimentarse para que la provisiones alcanzaran para que el pequeño Nerum de 7 años sobreviviera ese invierno – Volví a hacer una pequeña pausa y soltar un pequeño suspiro.
– Sus padres hicieron el mayor sacrificio por su hijo, murieron por el hambre dejando solo a Nerum en el mundo. Cuando al pequeño se le acabaron las provisiones el niño entro en la desesperación que cualquiera tendría en esa situación, el ingenioso niño se le ocurrió romper la ley más importante de su pueblito, comer carne, gracias al frio el niño recurrió al canibalismo, ¿y quién no lo haría? Yo lo hubiera hecho hace años en su lugar pero volviendo al tema, que gracias al fría los cuerpos de los padres de Nerum seguían en buen estado por lo cual gracias a sus poderes logro cocinarlos y comerlos dándole más días de vida a nuestro protagonista, Nerum seguido salía a casar para alimentarse, la carne dejo de parecerle algo extraño y su sabor le empezó a gustar, aunque el invierno empeoraba el niño seguía sobreviviendo, uno de los días en que Nerum salía de caza se percata de que un animalillo ya no se sentía a salvo gracias a la amenaza del niño, este día tras día fue dejando carnadas hasta que con el paso de unos cuantos días logro atrapar a el hurón del cual se encariño y decidió domesticarlo lo cual le causo unas cuantas mordidas pero lo consiguió. Cuando el invierno por fin había acabado el niño se encargo de deshacerse los cuerpos de los que había comido y de los demás muertos de hambres del pueblo calcinándolos para evitar que un depredador fuera buscando algo de alimento luego del invierno. Pasaron los mese y siguió en el pueblito solo acompañado por sus dos compañeros hurones a los cuales les había apodado primera generación, luego de tres meses un pariente de su madre llego al pueblo desolado en el que solo quedaba él y el pequeño Nerum le explico lo sucedido, el cascarrabias estaba sasdisfecho y se llevo al niño consigo y lo dejo en una prestigiosa academia de magos en donde empezó a experimentar con la magia y estudiar sobre otras especies, luego a los 23 años lo expulsaron por estarse comiendo los especímenes que tenia guardados – Dije mientras me volvía a sentarme – Eso fue todo lo que el cascarrabias me conto.
Luego de eso la payasa aplaudió y llamo a otro para que contara su historia y me puse a prestar atención al resto de las historias
Zukura Kito
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Re: Bealtaine: Intercambio de Historias [Evento]
Wind y Fuga continuaban con su incansable viaje. Hacía apenas unos días que había ocurrido el Ostara y el incendio, por lo que, después de descansar unos cuantos días en Lunargenta y reabastecer su bolsa con comida y algunos materiales básicos, era el momento de volver a ponerse en camino. Ninguna de las dos muchachas tenía una especial ilusión por dormir a la intemperie de nuevo, ni de dejar los guisos de las tabernas a un lado hasta que encontraran otro pueblo, pero el viaje era necesario para un fin mayor, así que la pequeña Fuga se abstuvo de quejarse y Wind simplemente suspiró un par de veces durante la mañana para no mermar aún más la moral y las escasas ganas de reemprender la marcha.
Al final, acabaron saliendo de Lunargenta después de comer, una hora tan buena como cualquier otra para salir a los caminos, especialmente, cuando no se tienen ganas de caminar. Sopesaron la idea de buscar algún carro o alguna caravana que viajara hacia el norte, pero la idea quedó descartada al ver lo vacía que estaba la bolsa de la elfina -Tocará ir andando- Comentó Wind mientras miraba el cielo abatida -Como siempre- Respondió la pequeña con neutralidad -Al menos esta vez, llevamos comida- Acarició la cabeza de la pequeña y salieron de la ciudad junto con una enorme marabunta de gente que entraban y se alejaban de las puertas de Lunargenta.
Caminaron hasta la mitad de la tarde, una al lado de la otra, en relativo silencio y rompiéndolo de vez en cuando con comentarios explicativos sobre las plantas del bosque, sobre arcanos y sobre cuales serían sus siguientes paradas. Lo cierto era, que tampoco les molestaba lo más mínimo caminar amparadas por el silencio que ellas mismas creaban, se habían acostumbrado a él hasta el punto de que les resultaba tan agradable como mantener la conversación más interesante del mundo. La tranquilidad que transmitían más muchachas, se entremezclaba con los sonidos naturales del bosque, que a veces iban acompañados de preguntas por parte de Fuga para conocer mejor la fauna de aquella zona y, ya de paso, aprender algo sobre la caza -¿Y eso que grazna?- Preguntó una vez la pequeña -Eso parece un cuervo- Respondió Wind mientras miraba alrededor, buscando al pájaro -¿Se come?- La elfina se rio ante aquella pregunta -No creo que sea demasiado apetecible- Fuga ya no contestó, se quedó pensativa ante aquella nueva información, asimilándola y buscando con los ojos al pájaro.
Tras unos minutos, se percató de que no encontraría al cuervo, pero había una pluma negra y brillante en el suelo - ¿Esto es del cuervo? - Preguntó enseñándole su pequeña adquisición a la elfina. Wind cogió la pluma y la examinó unos instantes, sonrió ampliamente y asintió -Exacto. Dentro de poco, serás mejor rastreadora que yo- Soltó la mano de Fuga, le devolvió la pluma y la abrazó con el brazo sin dejar de caminar. A la pequeña se le colorearon los mofletes ligeramente de rojo y se guardó la pluma de nuevo en su bolsita.
A pesar de que los pasos de las muchachas iban siguiendo los senderos y caminos ya marcados, hubo algo que llamó la atención de la elfina. A lo lejos, sobre una colina, una enorme fogata iluminaba todo su alrededor. Apenas veían las lenguas de fuego que se lanzaban hacia el cielo, pero estaba claro que aquella era una hoguera bastante imponente, mucho más que un simple fuego de campamento - ¿Qué está pasando? ¿Hay más fiestas? - Preguntó Fuga cuando la elfina se quedó clavada en el suelo mirando el fuego -No creo… No me suena que en esta fecha haya alguna celebración…- Wind frunció el ceño -Pero podemos ir a echar un vistazo, tal vez cenemos gratis- La esperanza de que hubiera cena alrededor de semejante hoguera era escasa, pero quién sabía, tal vez podían colarse en la fiesta que fuera y así comer algo sin que nadie las viera -Vamos- respondió la licántropa al pensar en comida gratis.
Las muchachas caminaron hasta que la noche empezó a caer sobre ellas mientras la fogata, que parecía estar bastante cerca en un principio, comenzaba a aumentar en tamaño. Era más grande de lo que habían imaginado y también estaba más lejos de lo que ellas esperaban, pero una vez estando tan cerca, no tenía sentido desandar el camino para volver a su itinerario original.
Subieron aquella colina infernalmente empinada con cuidado, iluminadas por la luna llena y por la luz de la hoguera. Era una cuesta bastante empinada, Fuga iba delante y Wind detrás, como si fuera una red de protección por si acaso la pequeña resbalaba. Era incómoda de subir, pero la promesa del calor de una fogata y quizás algo de comida, hizo que todo aquello mereciera la pena.
Cuando por fin alcanzaron la cima, observaron la escena con detenimiento. Había muchísima gente allí reunida alrededor de la hoguera, algunos solos y otros acompañados. Algunos miraban el fuego con tristeza y otros con una sonrisa. La diferencia de razas también era palpable, se veían elfos, hombres-bestia y aparentes humanos reunidos como si fueran todos del mismo grupo de amigos, incluso creía haber visto algún licántropo en su forma lupina en las partes más alejadas de la hoguera -No hay comida- La voz de su pequeña amiga la sacó de su escrutinio, haciendo que se centrara de nuevo en ella -No parece…- Suspiró y acarició la cabeza de la pequeña - ¿Nos sentamos? Al menos podemos cenar algo de lo que hemos comprado con el calor del fuego- Sonrió a Fuga y ésta asintió.
Estaban cansadas y, a pesar de la falta de comida, no le iban a hacer ascos al calor y la luz del fuego.
Las muchachas se sentaron a una distancia prudente del fuego, lo suficientemente cerca para tener luz y calor, pero tampoco demasiado para no acabar demasiado quemadas ni acaloradas. Wind sacó un par de manzanas del morral y le dio una a Fuga.
En cuanto dieron el primer mordisco, una chica de pelo azul y pintada como un payaso, comenzó a hablar, como si fuera la directora de un circo. Las miradas de las dos amigas se dirigieron a ella, sorprendidas de que aquello fuera un espectáculo, sobre todo, un espectáculo gratuito, pero no hablaron, ambas chiquillas quedaron en silencio mientras la payasa relataba una historia llena de tristeza y cariño.
Cuando la historia terminó, las muchachas se quedaron allí expectantes, esperando a la siguiente. Ya casi se habían terminado las manzanas, pero pensaban quedarse allí hasta que el espectáculo o las historias tocaran a su fin.
La siguiente en hablar fue una chica morena que contó una preciosa historia sobre el chico que estaba sentado a su lado. Wind y Fuga quedaron boquiabiertas al escuchar aquella última declaración, no dijeron nada, pero la elfina pudo notar cómo ella misma se ruborizaba al escuchar una declaración de amor en público.
Tras ella, otro hombre echó una botella de vino al fuego y comenzó a hablar sobre una historia sobre un tal Zatch que las hizo contener la respiración cada vez que algo malo le pasaba al hombre-bestia. Aun así, las muchachas guardaron silencio, expectantes sobre como acabaría la historia, mirando al hombre al que hacía un tiempo Wind se había enfrentado para que ayudara en el Ostara.
La tercera historia terminó y la payasa comenzó a buscar a alguien para contar la siguiente. Su mirada paseó entre todos los asistentes que allí había. Observó a todos dos veces y detuvo sus ojos sobre la elfina, esbozó una sonrisa y habló con alegría - ¿Y qué tal tú? Tus ojos dicen que conoces una historia, además, alguna historia de los aquí presentes- Señaló a la elfina y con las manos hizo un gesto para que se levantara y se acercara a ella.
Wind miró a Fuga sin saber muy bien que hacer, esperando que la pequeña le diera alguna buena excusa para no tener que ponerse en frente de toda aquella gente, pero la licántropa le dio la pluma que había encontrado antes -Puede servir de ofrenda- La peliazul la cogió de un modo automático y suspiró con fuerza -Está bien…- Se levantó y se acercó a la chiquilla que hacía de maestra de ceremonias -Si tú crees que conozco alguna historia…- Sonrió con timidez y tiró la pluma al fuego mientras la payasa se alejaba unos pasos, dejando a Wind todo el espacio del mundo para que contara su historia.
La elfa sabía hablar en público, pero no delante de un público tan amplio, especialmente cuando no tenía claro que era lo que debía contar ¿Una historia de los allí presentes? No sabía a qué se estaba refiriendo, pero miró a la chica que había contado la primera historia y la observó unos instantes. Tal vez no fuera una historia verídica, pero con un poco de observación y algo de imaginación, podría contar una buena historia sobre ella.
La morena de ojos vivarachos y armada con una daga era tan buen objeto de historia como cualquier otra persona, así que Wind sonrió, se aclaró la garganta y comenzó a contar su historia. -Bueno… no soy muy buena hablando delante de tanta gente, pero haré mi mejor esfuerzo- Ensanchó la sonrisa y empezó a hablar mientras las palabras formaban una historia en su cabeza.
-La historia que os voy a contar, narra una parte de la vida de una hermosa muchacha, de ojos valientes y cabello brillante, capaz de volver loco a cualquier hombre con su mirada y con siete palabras conseguir cualquier cosa que desee de cualquier persona del mundo. Pero la historia no trata sobre una aventura fantástica o de cómo derrotó a un monstruo en medio del océano con sus poderes, sino que trata de cuando era niña. Una niña feliz, ansiosa de conocimiento y amada por su familia, una niña lista como un cuervo y observadora como un búho -Miró a todos los allí presentes y retomó la historia.
-Era una tarde de primavera, el sol iluminaba la ciudad y el ligero viento hacía ondear la ropa de la colada ya tendida. Pero lo importante no era la ciudad, sino el interior, el interior de la vivienda de esta familia donde el olor a lavanda recorría todas las habitaciones de la estancia, daba un aspecto limpio y agradable a pesar de estar dentro de una ciudad. Los canturreos de la madre mientras comenzaba a preparar un pastel de manzana y canela, llenaban la planta baja de alegría y las risas de un padre jugando con su hija, llenaban de felicidad el segundo piso.
Aquel hogar era la definición de felicidad. Una vida idílica para cualquier familia. - Wind, que había comenzado a ponerse seria, volvió a sonreír con su propia descripción -Pero la vida idílica tampoco era lo importante, ni siquiera la exquisita tarta de manzana o el olor a lavanda. Lo importante, era la niña y su felicidad, un dia feliz y normal en su vida - Levantó un dedo con un gesto dramático, dando a entender que ahí era donde realmente comenzaba lo interesante.
-La niña de escasos diez años y su padre estaban jugando en la planta de arriba, saltaban y corrían por todas partes. El hombre tratando de huir de la pequeña y ésta corriendo tan rápido como era capaz mientras se reía a carcajadas. “Enséñame a jugar” Le pedía la pequeña mientras perseguía su padre “Eres muy pequeña aun” Le contestaba éste con un cariño enternecedor. Al final, el padre se dejó pillar. La niña se agarró a su pierna y miró con sus enormes ojos marrones a su padre “¡Quiero aprender!” El hombre suspiró con una sonrisa en el rostro “Está bien, pero solo un poco” El hombre, acabó cediendo, pero vosotros aún no sabéis a qué. - Ensanchó la sonrisa pícara – La niña se separó y miró con intensidad a su progenitor, desde que había visto jugar a las cartas a unos hombres, había querido aprender y sólo se le ocurrió pedírselo a su padre- Wind tomó aire y paseó la vista entre los asistentes.
-Los dos, bajaron a la planta baja donde la madre estaba terminando de cortar las manzanas. Dejó de tararear y dedicó una cálida sonrisa a su marido y a su hija mayor “¿Os habéis cansado de correr?” El marido se rio y asintió “Me va a enseñar a jugar a las cartas” Respondió la pequeña. La mujer refunfuñó por lo bajo y miró a su marido con el ceño fruncido “¿No sería mejor que le cuentes alguna historia o la ayudes a mejorar su escritura?” El hombre miró a su esposa y sonrió “Es ella la que insiste” Respondió con tranquilidad “Siempre le enseñas unas cosas que…” Pero no terminó la frase, con un gesto de la mano, les indicó que se fueran a jugar a otra parte mientras ella terminaba de hacer el pastel – Wind imitó el gesto con sus manos y una ligera risa recorrió el público – La niña estaba contenta, iba a aprender a jugar a las cartas y, aunque creía tener las mecánicas sobre las reglas, no estaría mal que alguien se las explicara con claridad. El padre cogió una baraja y se sentó en la mesa del comedor con la pequeña enfrente, observándole con sus preciosos luceros “Vale… vamos a ver cariño.” Carraspeó y señaló las cartas de su mano “En este juego, necesitas poner tres objetos pequeños delante de ti, pueden ser lo que quieras, pero los adultos jugamos con dinero” El padre sacó seis aeros y puso tres delante suyo y otros tres delante de la pequeña “Y vamos a suponer que hay otra persona más” Sacó otras tres monedas y las puso a su izquierda, dejó el taco en el centro y continuó con la explicación de “El muerto” “Ahora, cada uno irá sacando una carta del taco y, cada vez que toque a alguien una sota, esa persona tendrá que dar uno de sus aeros a la persona de su izquierda mientras que si es un caballo, se lo entregará a la de la derecha” Las reglas eran sencillas y la niña era lista, así que, tras la primera partida de prueba, la pequeña comenzó a disfrutar de aquel juego de azar “Pero esto se gana por suerte” comentó la niña frunciendo el ceño “Si, pero es divertido” La siguiente partida, la ganó el padre “Si no fuera de azar…” Pensó la pequeña “Tú ganarías sin duda” Respondió la voz de su cabeza.
Después de dos partidas más, el padre dio por terminada la lección “¿Me enseñarás otro juego?” Preguntó la niña mirando las cartas “Pero otro día, hoy es hora de cenar y de dormir” El padre le dio un beso en la cabeza a su hija y añadió “Recuerda que mañana tengo que seguir enseñándote a manejar la daga” A pesar de lo poco que a la niña le apetecía asintió con una pequeña sonrisa “Mañana podré ganarte” Pensó con cierto optimismo mientras se levantaba y acudía a la mesa de la cocina para cenar y poder probar la rica tarta de manzana que su madre había preparado – Wind sonrió con nostalgia y suspiró ligeramente antes de terminar su historia.
-Aquel pequeño juego, comenzó a hacer que la niña sintiera curiosidad por los juegos de cartas, quería aprender más juegos. Las cartas, como los libros, eran puro conocimiento y cuantos más conocimientos adquiriera la pequeña, mejor.
La cena fue tranquila, comieron y rieron. La niña explicó a su madre con una sonrisa cómo había aprendido a jugar a las cartas y cómo quería aprender al día siguiente más juegos. “¿Luego quieres que te cuente un cuento?” Preguntó su progenitora mientras llevaba la tarta a la mesa y la servía “Uno de una princesa preciosa de un reino lejano y de cómo aprendió a defenderse” La pequeña asintió contenta ante aquella perspectiva “Es la mejor tarta del mundo, quiero aprender a hacerla también” Pidió la niña mientras devoraba el pastel “Claro cariño, la próxima vez, me ayudarás a hacerla” Y así, la cena terminó en calma, con sonrisas y felicidad.- Wind miró a la gente y sonrió, sabiendo que esperaban el cuento sobre la princesa.
-La niña se fue a la cama y tras unos minutos apareció su madre “No se me ha olvidado el cuento” Dio un beso cariñoso a su hija y se acomodó en el borde de la cama “En un reino lejano, dónde el mapa encuentra sus bordes, había una princesa de ojos castaños y cabello oscuro. Casi tan guapa como tú” Sonrió y la pequeña le devolvió el gesto “La princesa estaba encerrada en el palacio, podía ir donde quisiera, pero estaba encerrada y no podía salir de sus muros. Un día, un apuesto príncipe a lomos de un aion blanco apareció ofreciéndose a sacarla de allí, pero ella le rechazó. No quería que tuvieran que salvarla, sino que ella misma quería encargarse de su problema, así que, desde ese día, comenzó a practicar por las noches con un cuchillo que había cogido de las cocinas. Aprendió a manejarlo como si fuera una daga, con la maestría de cualquier príncipe y con la velocidad de cualquier asesino. Al final, se enfrentó a su captor, le inmovilizó con el cuchillo y éste se vio obligado a liberarla para salvar su vida” La mujer acarició el pelo de su hija “¿Por eso papá quiere que aprenda a usarla?” Preguntó mirando a su madre “Si cariño, porque hay peligros ahí fuera de los que tienes que aprender a protegerte” Se levantó y le dio un beso en la frente a su pequeña “Buenas noches mi vida” apagó la vela y salió de la habitación “Buenas noches mamá” La pequeña cerró los ojos y se sumió en un profundo sueño.
La alegría inundó aquel día desde la mañana hasta la noche, haciendo que aquella niña fuera un poco más lista y estuviera un poco más preparada para el mundo que la rodeaba. Además, al día siguiente las lecciones con su daga continuaron y, siguiendo la lección de la princesa del cuento, aprendió a defenderse por sí misma- Wind se enderezó y sonrió -No es una historia fantástica, pero espero que haya sido de vuestro agrado- Ensanchó la sonrisa y se dirigió al lado de Fuga de nuevo mientras la payasa pedía al siguiente voluntario.
Al final, acabaron saliendo de Lunargenta después de comer, una hora tan buena como cualquier otra para salir a los caminos, especialmente, cuando no se tienen ganas de caminar. Sopesaron la idea de buscar algún carro o alguna caravana que viajara hacia el norte, pero la idea quedó descartada al ver lo vacía que estaba la bolsa de la elfina -Tocará ir andando- Comentó Wind mientras miraba el cielo abatida -Como siempre- Respondió la pequeña con neutralidad -Al menos esta vez, llevamos comida- Acarició la cabeza de la pequeña y salieron de la ciudad junto con una enorme marabunta de gente que entraban y se alejaban de las puertas de Lunargenta.
Caminaron hasta la mitad de la tarde, una al lado de la otra, en relativo silencio y rompiéndolo de vez en cuando con comentarios explicativos sobre las plantas del bosque, sobre arcanos y sobre cuales serían sus siguientes paradas. Lo cierto era, que tampoco les molestaba lo más mínimo caminar amparadas por el silencio que ellas mismas creaban, se habían acostumbrado a él hasta el punto de que les resultaba tan agradable como mantener la conversación más interesante del mundo. La tranquilidad que transmitían más muchachas, se entremezclaba con los sonidos naturales del bosque, que a veces iban acompañados de preguntas por parte de Fuga para conocer mejor la fauna de aquella zona y, ya de paso, aprender algo sobre la caza -¿Y eso que grazna?- Preguntó una vez la pequeña -Eso parece un cuervo- Respondió Wind mientras miraba alrededor, buscando al pájaro -¿Se come?- La elfina se rio ante aquella pregunta -No creo que sea demasiado apetecible- Fuga ya no contestó, se quedó pensativa ante aquella nueva información, asimilándola y buscando con los ojos al pájaro.
Tras unos minutos, se percató de que no encontraría al cuervo, pero había una pluma negra y brillante en el suelo - ¿Esto es del cuervo? - Preguntó enseñándole su pequeña adquisición a la elfina. Wind cogió la pluma y la examinó unos instantes, sonrió ampliamente y asintió -Exacto. Dentro de poco, serás mejor rastreadora que yo- Soltó la mano de Fuga, le devolvió la pluma y la abrazó con el brazo sin dejar de caminar. A la pequeña se le colorearon los mofletes ligeramente de rojo y se guardó la pluma de nuevo en su bolsita.
A pesar de que los pasos de las muchachas iban siguiendo los senderos y caminos ya marcados, hubo algo que llamó la atención de la elfina. A lo lejos, sobre una colina, una enorme fogata iluminaba todo su alrededor. Apenas veían las lenguas de fuego que se lanzaban hacia el cielo, pero estaba claro que aquella era una hoguera bastante imponente, mucho más que un simple fuego de campamento - ¿Qué está pasando? ¿Hay más fiestas? - Preguntó Fuga cuando la elfina se quedó clavada en el suelo mirando el fuego -No creo… No me suena que en esta fecha haya alguna celebración…- Wind frunció el ceño -Pero podemos ir a echar un vistazo, tal vez cenemos gratis- La esperanza de que hubiera cena alrededor de semejante hoguera era escasa, pero quién sabía, tal vez podían colarse en la fiesta que fuera y así comer algo sin que nadie las viera -Vamos- respondió la licántropa al pensar en comida gratis.
Las muchachas caminaron hasta que la noche empezó a caer sobre ellas mientras la fogata, que parecía estar bastante cerca en un principio, comenzaba a aumentar en tamaño. Era más grande de lo que habían imaginado y también estaba más lejos de lo que ellas esperaban, pero una vez estando tan cerca, no tenía sentido desandar el camino para volver a su itinerario original.
Subieron aquella colina infernalmente empinada con cuidado, iluminadas por la luna llena y por la luz de la hoguera. Era una cuesta bastante empinada, Fuga iba delante y Wind detrás, como si fuera una red de protección por si acaso la pequeña resbalaba. Era incómoda de subir, pero la promesa del calor de una fogata y quizás algo de comida, hizo que todo aquello mereciera la pena.
Cuando por fin alcanzaron la cima, observaron la escena con detenimiento. Había muchísima gente allí reunida alrededor de la hoguera, algunos solos y otros acompañados. Algunos miraban el fuego con tristeza y otros con una sonrisa. La diferencia de razas también era palpable, se veían elfos, hombres-bestia y aparentes humanos reunidos como si fueran todos del mismo grupo de amigos, incluso creía haber visto algún licántropo en su forma lupina en las partes más alejadas de la hoguera -No hay comida- La voz de su pequeña amiga la sacó de su escrutinio, haciendo que se centrara de nuevo en ella -No parece…- Suspiró y acarició la cabeza de la pequeña - ¿Nos sentamos? Al menos podemos cenar algo de lo que hemos comprado con el calor del fuego- Sonrió a Fuga y ésta asintió.
Estaban cansadas y, a pesar de la falta de comida, no le iban a hacer ascos al calor y la luz del fuego.
Las muchachas se sentaron a una distancia prudente del fuego, lo suficientemente cerca para tener luz y calor, pero tampoco demasiado para no acabar demasiado quemadas ni acaloradas. Wind sacó un par de manzanas del morral y le dio una a Fuga.
En cuanto dieron el primer mordisco, una chica de pelo azul y pintada como un payaso, comenzó a hablar, como si fuera la directora de un circo. Las miradas de las dos amigas se dirigieron a ella, sorprendidas de que aquello fuera un espectáculo, sobre todo, un espectáculo gratuito, pero no hablaron, ambas chiquillas quedaron en silencio mientras la payasa relataba una historia llena de tristeza y cariño.
Cuando la historia terminó, las muchachas se quedaron allí expectantes, esperando a la siguiente. Ya casi se habían terminado las manzanas, pero pensaban quedarse allí hasta que el espectáculo o las historias tocaran a su fin.
La siguiente en hablar fue una chica morena que contó una preciosa historia sobre el chico que estaba sentado a su lado. Wind y Fuga quedaron boquiabiertas al escuchar aquella última declaración, no dijeron nada, pero la elfina pudo notar cómo ella misma se ruborizaba al escuchar una declaración de amor en público.
Tras ella, otro hombre echó una botella de vino al fuego y comenzó a hablar sobre una historia sobre un tal Zatch que las hizo contener la respiración cada vez que algo malo le pasaba al hombre-bestia. Aun así, las muchachas guardaron silencio, expectantes sobre como acabaría la historia, mirando al hombre al que hacía un tiempo Wind se había enfrentado para que ayudara en el Ostara.
La tercera historia terminó y la payasa comenzó a buscar a alguien para contar la siguiente. Su mirada paseó entre todos los asistentes que allí había. Observó a todos dos veces y detuvo sus ojos sobre la elfina, esbozó una sonrisa y habló con alegría - ¿Y qué tal tú? Tus ojos dicen que conoces una historia, además, alguna historia de los aquí presentes- Señaló a la elfina y con las manos hizo un gesto para que se levantara y se acercara a ella.
Wind miró a Fuga sin saber muy bien que hacer, esperando que la pequeña le diera alguna buena excusa para no tener que ponerse en frente de toda aquella gente, pero la licántropa le dio la pluma que había encontrado antes -Puede servir de ofrenda- La peliazul la cogió de un modo automático y suspiró con fuerza -Está bien…- Se levantó y se acercó a la chiquilla que hacía de maestra de ceremonias -Si tú crees que conozco alguna historia…- Sonrió con timidez y tiró la pluma al fuego mientras la payasa se alejaba unos pasos, dejando a Wind todo el espacio del mundo para que contara su historia.
La elfa sabía hablar en público, pero no delante de un público tan amplio, especialmente cuando no tenía claro que era lo que debía contar ¿Una historia de los allí presentes? No sabía a qué se estaba refiriendo, pero miró a la chica que había contado la primera historia y la observó unos instantes. Tal vez no fuera una historia verídica, pero con un poco de observación y algo de imaginación, podría contar una buena historia sobre ella.
La morena de ojos vivarachos y armada con una daga era tan buen objeto de historia como cualquier otra persona, así que Wind sonrió, se aclaró la garganta y comenzó a contar su historia. -Bueno… no soy muy buena hablando delante de tanta gente, pero haré mi mejor esfuerzo- Ensanchó la sonrisa y empezó a hablar mientras las palabras formaban una historia en su cabeza.
-La historia que os voy a contar, narra una parte de la vida de una hermosa muchacha, de ojos valientes y cabello brillante, capaz de volver loco a cualquier hombre con su mirada y con siete palabras conseguir cualquier cosa que desee de cualquier persona del mundo. Pero la historia no trata sobre una aventura fantástica o de cómo derrotó a un monstruo en medio del océano con sus poderes, sino que trata de cuando era niña. Una niña feliz, ansiosa de conocimiento y amada por su familia, una niña lista como un cuervo y observadora como un búho -Miró a todos los allí presentes y retomó la historia.
-Era una tarde de primavera, el sol iluminaba la ciudad y el ligero viento hacía ondear la ropa de la colada ya tendida. Pero lo importante no era la ciudad, sino el interior, el interior de la vivienda de esta familia donde el olor a lavanda recorría todas las habitaciones de la estancia, daba un aspecto limpio y agradable a pesar de estar dentro de una ciudad. Los canturreos de la madre mientras comenzaba a preparar un pastel de manzana y canela, llenaban la planta baja de alegría y las risas de un padre jugando con su hija, llenaban de felicidad el segundo piso.
Aquel hogar era la definición de felicidad. Una vida idílica para cualquier familia. - Wind, que había comenzado a ponerse seria, volvió a sonreír con su propia descripción -Pero la vida idílica tampoco era lo importante, ni siquiera la exquisita tarta de manzana o el olor a lavanda. Lo importante, era la niña y su felicidad, un dia feliz y normal en su vida - Levantó un dedo con un gesto dramático, dando a entender que ahí era donde realmente comenzaba lo interesante.
-La niña de escasos diez años y su padre estaban jugando en la planta de arriba, saltaban y corrían por todas partes. El hombre tratando de huir de la pequeña y ésta corriendo tan rápido como era capaz mientras se reía a carcajadas. “Enséñame a jugar” Le pedía la pequeña mientras perseguía su padre “Eres muy pequeña aun” Le contestaba éste con un cariño enternecedor. Al final, el padre se dejó pillar. La niña se agarró a su pierna y miró con sus enormes ojos marrones a su padre “¡Quiero aprender!” El hombre suspiró con una sonrisa en el rostro “Está bien, pero solo un poco” El hombre, acabó cediendo, pero vosotros aún no sabéis a qué. - Ensanchó la sonrisa pícara – La niña se separó y miró con intensidad a su progenitor, desde que había visto jugar a las cartas a unos hombres, había querido aprender y sólo se le ocurrió pedírselo a su padre- Wind tomó aire y paseó la vista entre los asistentes.
-Los dos, bajaron a la planta baja donde la madre estaba terminando de cortar las manzanas. Dejó de tararear y dedicó una cálida sonrisa a su marido y a su hija mayor “¿Os habéis cansado de correr?” El marido se rio y asintió “Me va a enseñar a jugar a las cartas” Respondió la pequeña. La mujer refunfuñó por lo bajo y miró a su marido con el ceño fruncido “¿No sería mejor que le cuentes alguna historia o la ayudes a mejorar su escritura?” El hombre miró a su esposa y sonrió “Es ella la que insiste” Respondió con tranquilidad “Siempre le enseñas unas cosas que…” Pero no terminó la frase, con un gesto de la mano, les indicó que se fueran a jugar a otra parte mientras ella terminaba de hacer el pastel – Wind imitó el gesto con sus manos y una ligera risa recorrió el público – La niña estaba contenta, iba a aprender a jugar a las cartas y, aunque creía tener las mecánicas sobre las reglas, no estaría mal que alguien se las explicara con claridad. El padre cogió una baraja y se sentó en la mesa del comedor con la pequeña enfrente, observándole con sus preciosos luceros “Vale… vamos a ver cariño.” Carraspeó y señaló las cartas de su mano “En este juego, necesitas poner tres objetos pequeños delante de ti, pueden ser lo que quieras, pero los adultos jugamos con dinero” El padre sacó seis aeros y puso tres delante suyo y otros tres delante de la pequeña “Y vamos a suponer que hay otra persona más” Sacó otras tres monedas y las puso a su izquierda, dejó el taco en el centro y continuó con la explicación de “El muerto” “Ahora, cada uno irá sacando una carta del taco y, cada vez que toque a alguien una sota, esa persona tendrá que dar uno de sus aeros a la persona de su izquierda mientras que si es un caballo, se lo entregará a la de la derecha” Las reglas eran sencillas y la niña era lista, así que, tras la primera partida de prueba, la pequeña comenzó a disfrutar de aquel juego de azar “Pero esto se gana por suerte” comentó la niña frunciendo el ceño “Si, pero es divertido” La siguiente partida, la ganó el padre “Si no fuera de azar…” Pensó la pequeña “Tú ganarías sin duda” Respondió la voz de su cabeza.
Después de dos partidas más, el padre dio por terminada la lección “¿Me enseñarás otro juego?” Preguntó la niña mirando las cartas “Pero otro día, hoy es hora de cenar y de dormir” El padre le dio un beso en la cabeza a su hija y añadió “Recuerda que mañana tengo que seguir enseñándote a manejar la daga” A pesar de lo poco que a la niña le apetecía asintió con una pequeña sonrisa “Mañana podré ganarte” Pensó con cierto optimismo mientras se levantaba y acudía a la mesa de la cocina para cenar y poder probar la rica tarta de manzana que su madre había preparado – Wind sonrió con nostalgia y suspiró ligeramente antes de terminar su historia.
-Aquel pequeño juego, comenzó a hacer que la niña sintiera curiosidad por los juegos de cartas, quería aprender más juegos. Las cartas, como los libros, eran puro conocimiento y cuantos más conocimientos adquiriera la pequeña, mejor.
La cena fue tranquila, comieron y rieron. La niña explicó a su madre con una sonrisa cómo había aprendido a jugar a las cartas y cómo quería aprender al día siguiente más juegos. “¿Luego quieres que te cuente un cuento?” Preguntó su progenitora mientras llevaba la tarta a la mesa y la servía “Uno de una princesa preciosa de un reino lejano y de cómo aprendió a defenderse” La pequeña asintió contenta ante aquella perspectiva “Es la mejor tarta del mundo, quiero aprender a hacerla también” Pidió la niña mientras devoraba el pastel “Claro cariño, la próxima vez, me ayudarás a hacerla” Y así, la cena terminó en calma, con sonrisas y felicidad.- Wind miró a la gente y sonrió, sabiendo que esperaban el cuento sobre la princesa.
-La niña se fue a la cama y tras unos minutos apareció su madre “No se me ha olvidado el cuento” Dio un beso cariñoso a su hija y se acomodó en el borde de la cama “En un reino lejano, dónde el mapa encuentra sus bordes, había una princesa de ojos castaños y cabello oscuro. Casi tan guapa como tú” Sonrió y la pequeña le devolvió el gesto “La princesa estaba encerrada en el palacio, podía ir donde quisiera, pero estaba encerrada y no podía salir de sus muros. Un día, un apuesto príncipe a lomos de un aion blanco apareció ofreciéndose a sacarla de allí, pero ella le rechazó. No quería que tuvieran que salvarla, sino que ella misma quería encargarse de su problema, así que, desde ese día, comenzó a practicar por las noches con un cuchillo que había cogido de las cocinas. Aprendió a manejarlo como si fuera una daga, con la maestría de cualquier príncipe y con la velocidad de cualquier asesino. Al final, se enfrentó a su captor, le inmovilizó con el cuchillo y éste se vio obligado a liberarla para salvar su vida” La mujer acarició el pelo de su hija “¿Por eso papá quiere que aprenda a usarla?” Preguntó mirando a su madre “Si cariño, porque hay peligros ahí fuera de los que tienes que aprender a protegerte” Se levantó y le dio un beso en la frente a su pequeña “Buenas noches mi vida” apagó la vela y salió de la habitación “Buenas noches mamá” La pequeña cerró los ojos y se sumió en un profundo sueño.
La alegría inundó aquel día desde la mañana hasta la noche, haciendo que aquella niña fuera un poco más lista y estuviera un poco más preparada para el mundo que la rodeaba. Además, al día siguiente las lecciones con su daga continuaron y, siguiendo la lección de la princesa del cuento, aprendió a defenderse por sí misma- Wind se enderezó y sonrió -No es una historia fantástica, pero espero que haya sido de vuestro agrado- Ensanchó la sonrisa y se dirigió al lado de Fuga de nuevo mientras la payasa pedía al siguiente voluntario.
- Varias cosas Crowy <3:
- Lo primero, decirte que he disfrutado como una enana haciendo esta historia, siento si esperabas algo épico o que narrara algo distinto, pero me ha parecido que un pequeño día en tu infancia, sería divertido, al menos yo me he divertido n.n
Lo segundo, siento si ha quedado largo el post o corta la historia o algo de eso, no soy buena calculando tamaños. Y dentro de esta linea, siento el arcoiris de parrafos, pero como hablaban tres personas, creía que no estaría de más meter los colores, pero si crees que sobran o te molestan a la hora de leer, los quito sin problemas n.n
Lo tercero, espero que te haya gustado casi tanto como a mi hacerlo <3
Windorind Crownguard
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Re: Bealtaine: Intercambio de Historias [Evento]
Zatch siempre lo decía: Las grandes congregaciones de gente eran excelentes para meter mano en bolsillos ajenos, especialmente si se trataban de eventos que rendían culto a los dioses, donde todos estaban emocionados y distraídos y jamás notaban el ágil manoseo entre sus ropas.
El zorro estaba en el bosque lindante a Lunargenta, contando sus ganancias tras un largo día de trabajo cuando, al barrer el horizonte con la mirada, percibió un punto luminoso en lo alto de una colina no muy lejana. El joven sinvergüenza decidió acercarse a ver qué acontecía y se encontró con una peregrinación considerablemente abultada. Parando las orejas, escuchó algo sobre una diosa llamada Bealtaine y cómo festejarían en su nombre en torno a una enorme hoguera. ¡Perfecto! Aunque tenía las patas cansadas y no le apetecía mucho socializar, decidió que nunca era demasiado tarde para hacerse con algunos aeros más.
Se caló la capucha de su gruesa capa verde oscura, de modo que apenas asomaban bajo ésta sus largos bigotes negros, y la cerró bien por delante para que no se viese su torso zorruno. Sólo alcanzaban a verse sus manos y patas peludas y la punta blanca de una tupida cola.
Afortunadamente la penumbra y las variadas pintas de los demás feligreses le permitía pasar desapercibido. Así pues, se unió a la fila de quienes subían paso a paso el pequeño cerro y, al llegar donde la vivaz llamarada, se sentó sobre un tronco a pocos metros del fuego, detrás de un par de humanos que habían tomado asiento en la tierra. A diferencia del tributo a los dioses de la primavera, la última fiesta en honor a las deidades a la que había ido, ésta vez no habían grandes estatuas ni opulentos puestos de comida, ídolos y amuletos que aprovechaban la oportunidad para hacer sus negocios. En esta ocasión sólo había fuego, botellas de variadas bebidas alcohólicas que pasaban de mano en mano con inesperada solidaridad, y una mujer aparatosamente maquillaba que proclamaba que el tributo, en el caso de ésta diosa, se trataba de historias y objetos que podían ser del más nimio al más valioso. Zatch rodó los ojos ante la cursilería que manaba de los labios de la payasa y empinó con grosería una botella de vino que había llegado hasta sus garras, atento a cualquier descuido que pudiese tener alguno de quienes lo rodeaban para echar mano a sus pertenencias.
Una tras otras, las botellas de licor y las historias se fueron sucediendo; en lo alto, las estrellas avanzaban lenta e incesantemente. Cada relato trataba de personas que no le interesaban en lo más mínimo y le parecían uno más meloso, innecesariamente dramático y cursi que el anterior. Estaba aburrido y ya bastante alcoholizado cuando un hombre rubio, tosco y de modales cuestionables tomó la palabra... y mencionó su nombre. Pegó un respingo, echando la capucha más hacia abajo y moviendo con gracia las orejas, tornándolas hacia el tipo con suma atención.
Al principio se asustó porque su nombre fuese conocido por un hombre que jamás había visto en su vida. Luego, su pecho se hinchó de vanidad al decirse que estaba comenzando a tener fama, y una fama bien merecida. Estuvo seguro de que escucharía el fantástico relato de alguna de sus hazañas... bueno, de sus fechorías. Quizás hablaría de alguna de sus aparatosas aventuras, o de cuando su heroicidad le había empujado a salvar del vampiro a la niña del campamento, o cuando había destrozado a las gárgolas vivientes en la plaza de Lunargenta, o cuando...
Pero no. Para su sorpresa, y enseguida para su espanto, el desconocido comenzó a relatar su infancia. Zatch, helado y con los sentimientos a flor de piel por culpa del maldito alcohol, se quedó pasmado en su asiento, olvidando por completo sus deshonestas razones de estar allí. Simplemente escuchó, con el corazón adolorido y la boca abierta, detalles que ni él mismo conocía de su propia infancia. Bueno, era lógico que no supiera varias cosas, tomando en cuenta que sólo se trataba de un niño pequeño que había vivido todo desde la pueril inocencia y la historia había salido de la bocaza de aquella mujer a quien apenas recordaba, la doncella de la odiosa familia Mikaelson. Su familia.
Se vio forzado a recordar a su madre, sus cálidas manos, su gélida mirada, los paseos por el jardín, las tortuosas escenas de una infancia feliz que había terminado ahogándolo en abandono, rencor y una vida de mierda. Para cuando quiso darse cuenta, el pelaje de sus mejillas era surcado por dos largos caminos húmedos y tibios. Las manos le temblaban y su voz interior le gritaba que se largase de allí. No obstante, sus piernas no se movieron. Le enfurecía que aquel desconocido conociese su historia, más aún que se la hubiese contado a otros exponiendo su nombre. ¿Qué sería de su reputación? ¿Qué pensaría ahora la gente cuando viera los carteles de busca y captura con su rostro y la copiosa recompensa? ¿Achacarían su comportamiento criminal a las carencias de su infancia? ¡Puaj! Estaba demasiado compungido para hacer algo más aparte de vaciar la botella, ahora una de hidromiel, que tenía entre manos. Ah, el alcohol. La sabrosa sensación de mareo le dibujó una sonrisa en los labios, aunque sus ojos seguían derramando lágrimas en lastimoso desasosiego. Y más rabioso y confuso se sintió cuando vio que su patético pasado había hecho lagrimear a otros presentes. ¡Estúpida condescendencia! ¡Él ya no era aquel maldito niño llorón y debilucho de la historia! Apretó los puños. Una botella de cerveza llegó a sus manos; la cálida bebida acarició su garganta reseca y contribuyó a suavizar su ácido humor.
Otro par de historias pasaron luego de la suya, llegaron a sus tímpanos pero su turbada mente no intentó procesarlas. Cuando la última palabra de la última historia quedó resonando en el ambiente y la muchacha que la había contado retornó a su sitio, la joven de cabellos azules entreabrió los labios para alentar al siguiente narrador. Sin embargo, antes de que pudiera hablar, la voz grave y áspera del zorro se alzó, sobresaltando a quienes tenía delante.
-¡Yo tengo una historia! -Exclamó, arrastrando las palabras mientras se ponía de pie y se abría paso, no sin propinar un par de patadas “accidentales”, hasta llegar junto a la fogata. Aunque no se le veía la cara se notaba que estaba borracho; el andar oscilante y los modos exhibicionistas delataban su ebriedad. En otras circunstancias jamás se hubiese expuesto de aquella manera y, de hecho, en realidad no tenía ninguna historia en mente que contar. Así pues metió la mano libre (en la otra tenía una nueva botella de vaya a saber qué licor) en el bolsillo de su capa en búsqueda de algún objeto que le sirviese de inspiración; poco de lo que tenía encima le pertenecía y, a lo mejor, podía contar algo sobre alguna víctima cuyo objeto robado llevase consigo.
De su bolsillo sacó un cuadrado de tela blanco con una “V” bordada a mano en color vino; un pañuelo con fino dobladillo de encaje en los bordes y un fuerte olor masculino que la hábil nariz de Zatch podía captar con claridad. Hizo memoria y recordó que lo había obtenido de cierto vampiro que conoció una noche lluviosa en que habían colaborado, junto a una hermosa elfa, para resolver un extraño caso que incluía un espejo mágico y una perturbadora pero sensual doble asesina. El tipo le había parecido tan amistoso como intrigante y luego de conocerlo se encargó de averiguar tanto como pudo sobre él. Tenía muchos contactos y, tal como acababa de constatar con su propia historia, nadie se libra de estar en boca ajena en alguna ocasión. Así pues se enteró de la vida de quien se había presentado como Bio, pero en realidad se llamaba Victor, y debía contar lo que sabía de él dado que el destino, al ponerle el pañuelo en la mano, así acababa de dictarle que hiciera. En cuanto a cómo había obtenido el trozo de tela... Bueno, Bio le había pasado los brazos sobre los hombros y el zorro había deslizado sus rápidas garras dentro del bolsillo del hombre. ¿Qué? ¡No era su culpa que el vampiro fuese un descuidado!
Lanzó el pañuelo al fuego y se aclaró la voz, junto con las ideas. Aunque en un principio la historia no le había suscitado gran interés, el alcohol que corría por sus venas le hizo sentir que contaría el relato más dramático de todos los tiempos. Buscó las miradas ajenas por debajo de la sombra de la capucha, disfrutó por un instante que toda la atención estuviese sobre él, y entreabrió los labios para romper el expectante silencio de una vez por todas.
-Hace no mucho tiempo conocí a un vampiro. Era simpático y bonachón, pero en sus ojos pude ver el intrigante brillo de la amargura. -Zatch era un gran lector y tenía buen vocabulario; desafortunadamente sentía la lengua entorpecida y anestesiada y algunas palabras no se le entendían muy bien- No me pregunten cómo conocí a fondo su historia; ustedes también habrían investigando luego de haber conocido a tan extraño tipo. Bio, así se hizo llamar, era un humano -naturalmente, como todo vampiro alguna vez lo fue- y tenía una buena vida, un buen trabajo, una buena esposa. ¡Lo que todos desearían! Sin embargo la felicidad no es eterna y, cierto día, las garras de la enfermedad le arrebataron la vida a su mujer. Victor, como en realidad se llama, se quedó solo. Incapaz de seguir adelante, se aferró al recuerdo de la mujer que amaba y buscó durante largo tiempo traerla de vuelta. En el camino, un chupasangre compartió con él su maldición. O, bueno, su bendición, dado que así el hombre tendría más tiempo de vida para dedicar a la eterna, desgastante y enfermiza búsqueda para recuperar a su amada.
Muchos aquí sabrán las estupideces que hace uno por amor. -Algunos asintieron, otros miraron hacia un costado con desdén, quizás recordando las tonterías que habían hecho por supuestos amores que al final no habían valido la pena el esfuerzo- El nuevo vampiro jamás abandonó la idea de recobrar a la mujer e hizo atrocidades con el fin de conseguirlo, y también para saldar la deuda con su creador. Pero Bio no era en sí un ser malvado y ningún hombre de bien podría haber soportado eternamente la mala vida que llevaba, matando brujos como parte de su retribución, llevándose vidas así como la enfermedad, implacable e impetuosa, se había llevado a su más querida persona. Irónico, ¿no? Quizás habría seguido así hasta que la sombra de la muerte le borrase el último rastro de cordura. Pero afortunadamente un día, unos ojos grandes y dulces, unos ojos que brillaban con la misma vibrante calidez que los de su esposa, observaron lo más íntimo de su alma y lo absolvieron de todo pecado. Aquellos ojos pertenecían a quien se convertiría en su hija, en la niña que representaría el tercer nacimiento del hombre, del vampiro, del padre llamado Bio.
La niña era una bruja y Victor odiaba a los brujos. Sin embargo, la inocencia de la criatura alejaba toda la oscuridad del vampiro, quien se dedicó a criarla tal como habría criado a una hija legítima. La vacía vida del hombre tenía ahora una razón de ser más fuerte que el anhelo de una persona que sólo vivía en su memoria, y toda su existencia se volcó en favor de proteger y mimar a su hija. Así la niña creció, acaparando el corazón de su padre, siendo el bálsamo de sus heridas. Aunque no dejaba de ser un vampiro cuya existencia se mantenía gracias a la sangre de las personas, Bio volvió a ser un buen hombre, un hombre del que su niña podría estar orgullosa. Pero, cómo no, la providencia no deseaba que la dicha fuese duradera en la vida del pobre Victor.
Dado que no había saldado la deuda con quien le había dado la maldición, Bio tuvo que desaparecer a causa de la amenaza de los de su propia estirpe. Para que la pequeña bruja no sufriera la pesada carga de su padre, se vio obligada a dejarla atrás. ¿Se imaginan dejar atrás a un hijo? A un hijo amado, claro -Zatch no supo si reír o llorar ante sus propias palabras, recordando su pasado con desdén- Pues Bio debió hacerlo durante mucho tiempo, haciendo de tripas corazón con tal de protegerla. El hombre volvió a su turbia vida y retornó a los problemas... o, mejor dicho, los problemas regresaron a él. Pero ya jamás volvería a ser el vampiro que, obsesionado con un imposible, hacía lo que fuese aún si aquello significaba asesinar familias enteras de brujos. La calidez que la niña había despertado en su pecho no se apagaría nunca. Y, llamados por esa calidez, por esa luz que los une, seguramente sus caminos volverán a encontrarse. ¿Podrá el vampiro tener algún día una vida tranquila, libre de persecuciones y anhelos? -El zorro se encogió de hombros y llevó la botella de licor a sus labios para dar un breve trago, antes de mascullar con inusitada benevolencia: -Ojalá que sí.
Entonces, con la garganta seca por tanto hablar, retornó a su lugar con pasos zigzagueantes, dejando sitio para que la payasa continuase asignando voluntarios. No se molestó en leer las expresiones de sus oyentes para averiguar si la historia les había gustado; estaba demasiado ocupado con sus pensamientos, los recuerdos de su infancia, la historia del vampiro que en un descuido se había dejado robar el pañuelo, las vueltas injustas de la vida y el rayo de esperanza que siempre hay al final de las buenas historias.
Con tanta cursilería ya no tenía ganas de robarle a nadie.
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El zorro estaba en el bosque lindante a Lunargenta, contando sus ganancias tras un largo día de trabajo cuando, al barrer el horizonte con la mirada, percibió un punto luminoso en lo alto de una colina no muy lejana. El joven sinvergüenza decidió acercarse a ver qué acontecía y se encontró con una peregrinación considerablemente abultada. Parando las orejas, escuchó algo sobre una diosa llamada Bealtaine y cómo festejarían en su nombre en torno a una enorme hoguera. ¡Perfecto! Aunque tenía las patas cansadas y no le apetecía mucho socializar, decidió que nunca era demasiado tarde para hacerse con algunos aeros más.
Se caló la capucha de su gruesa capa verde oscura, de modo que apenas asomaban bajo ésta sus largos bigotes negros, y la cerró bien por delante para que no se viese su torso zorruno. Sólo alcanzaban a verse sus manos y patas peludas y la punta blanca de una tupida cola.
Afortunadamente la penumbra y las variadas pintas de los demás feligreses le permitía pasar desapercibido. Así pues, se unió a la fila de quienes subían paso a paso el pequeño cerro y, al llegar donde la vivaz llamarada, se sentó sobre un tronco a pocos metros del fuego, detrás de un par de humanos que habían tomado asiento en la tierra. A diferencia del tributo a los dioses de la primavera, la última fiesta en honor a las deidades a la que había ido, ésta vez no habían grandes estatuas ni opulentos puestos de comida, ídolos y amuletos que aprovechaban la oportunidad para hacer sus negocios. En esta ocasión sólo había fuego, botellas de variadas bebidas alcohólicas que pasaban de mano en mano con inesperada solidaridad, y una mujer aparatosamente maquillaba que proclamaba que el tributo, en el caso de ésta diosa, se trataba de historias y objetos que podían ser del más nimio al más valioso. Zatch rodó los ojos ante la cursilería que manaba de los labios de la payasa y empinó con grosería una botella de vino que había llegado hasta sus garras, atento a cualquier descuido que pudiese tener alguno de quienes lo rodeaban para echar mano a sus pertenencias.
Una tras otras, las botellas de licor y las historias se fueron sucediendo; en lo alto, las estrellas avanzaban lenta e incesantemente. Cada relato trataba de personas que no le interesaban en lo más mínimo y le parecían uno más meloso, innecesariamente dramático y cursi que el anterior. Estaba aburrido y ya bastante alcoholizado cuando un hombre rubio, tosco y de modales cuestionables tomó la palabra... y mencionó su nombre. Pegó un respingo, echando la capucha más hacia abajo y moviendo con gracia las orejas, tornándolas hacia el tipo con suma atención.
Al principio se asustó porque su nombre fuese conocido por un hombre que jamás había visto en su vida. Luego, su pecho se hinchó de vanidad al decirse que estaba comenzando a tener fama, y una fama bien merecida. Estuvo seguro de que escucharía el fantástico relato de alguna de sus hazañas... bueno, de sus fechorías. Quizás hablaría de alguna de sus aparatosas aventuras, o de cuando su heroicidad le había empujado a salvar del vampiro a la niña del campamento, o cuando había destrozado a las gárgolas vivientes en la plaza de Lunargenta, o cuando...
Pero no. Para su sorpresa, y enseguida para su espanto, el desconocido comenzó a relatar su infancia. Zatch, helado y con los sentimientos a flor de piel por culpa del maldito alcohol, se quedó pasmado en su asiento, olvidando por completo sus deshonestas razones de estar allí. Simplemente escuchó, con el corazón adolorido y la boca abierta, detalles que ni él mismo conocía de su propia infancia. Bueno, era lógico que no supiera varias cosas, tomando en cuenta que sólo se trataba de un niño pequeño que había vivido todo desde la pueril inocencia y la historia había salido de la bocaza de aquella mujer a quien apenas recordaba, la doncella de la odiosa familia Mikaelson. Su familia.
Se vio forzado a recordar a su madre, sus cálidas manos, su gélida mirada, los paseos por el jardín, las tortuosas escenas de una infancia feliz que había terminado ahogándolo en abandono, rencor y una vida de mierda. Para cuando quiso darse cuenta, el pelaje de sus mejillas era surcado por dos largos caminos húmedos y tibios. Las manos le temblaban y su voz interior le gritaba que se largase de allí. No obstante, sus piernas no se movieron. Le enfurecía que aquel desconocido conociese su historia, más aún que se la hubiese contado a otros exponiendo su nombre. ¿Qué sería de su reputación? ¿Qué pensaría ahora la gente cuando viera los carteles de busca y captura con su rostro y la copiosa recompensa? ¿Achacarían su comportamiento criminal a las carencias de su infancia? ¡Puaj! Estaba demasiado compungido para hacer algo más aparte de vaciar la botella, ahora una de hidromiel, que tenía entre manos. Ah, el alcohol. La sabrosa sensación de mareo le dibujó una sonrisa en los labios, aunque sus ojos seguían derramando lágrimas en lastimoso desasosiego. Y más rabioso y confuso se sintió cuando vio que su patético pasado había hecho lagrimear a otros presentes. ¡Estúpida condescendencia! ¡Él ya no era aquel maldito niño llorón y debilucho de la historia! Apretó los puños. Una botella de cerveza llegó a sus manos; la cálida bebida acarició su garganta reseca y contribuyó a suavizar su ácido humor.
Otro par de historias pasaron luego de la suya, llegaron a sus tímpanos pero su turbada mente no intentó procesarlas. Cuando la última palabra de la última historia quedó resonando en el ambiente y la muchacha que la había contado retornó a su sitio, la joven de cabellos azules entreabrió los labios para alentar al siguiente narrador. Sin embargo, antes de que pudiera hablar, la voz grave y áspera del zorro se alzó, sobresaltando a quienes tenía delante.
-¡Yo tengo una historia! -Exclamó, arrastrando las palabras mientras se ponía de pie y se abría paso, no sin propinar un par de patadas “accidentales”, hasta llegar junto a la fogata. Aunque no se le veía la cara se notaba que estaba borracho; el andar oscilante y los modos exhibicionistas delataban su ebriedad. En otras circunstancias jamás se hubiese expuesto de aquella manera y, de hecho, en realidad no tenía ninguna historia en mente que contar. Así pues metió la mano libre (en la otra tenía una nueva botella de vaya a saber qué licor) en el bolsillo de su capa en búsqueda de algún objeto que le sirviese de inspiración; poco de lo que tenía encima le pertenecía y, a lo mejor, podía contar algo sobre alguna víctima cuyo objeto robado llevase consigo.
De su bolsillo sacó un cuadrado de tela blanco con una “V” bordada a mano en color vino; un pañuelo con fino dobladillo de encaje en los bordes y un fuerte olor masculino que la hábil nariz de Zatch podía captar con claridad. Hizo memoria y recordó que lo había obtenido de cierto vampiro que conoció una noche lluviosa en que habían colaborado, junto a una hermosa elfa, para resolver un extraño caso que incluía un espejo mágico y una perturbadora pero sensual doble asesina. El tipo le había parecido tan amistoso como intrigante y luego de conocerlo se encargó de averiguar tanto como pudo sobre él. Tenía muchos contactos y, tal como acababa de constatar con su propia historia, nadie se libra de estar en boca ajena en alguna ocasión. Así pues se enteró de la vida de quien se había presentado como Bio, pero en realidad se llamaba Victor, y debía contar lo que sabía de él dado que el destino, al ponerle el pañuelo en la mano, así acababa de dictarle que hiciera. En cuanto a cómo había obtenido el trozo de tela... Bueno, Bio le había pasado los brazos sobre los hombros y el zorro había deslizado sus rápidas garras dentro del bolsillo del hombre. ¿Qué? ¡No era su culpa que el vampiro fuese un descuidado!
Lanzó el pañuelo al fuego y se aclaró la voz, junto con las ideas. Aunque en un principio la historia no le había suscitado gran interés, el alcohol que corría por sus venas le hizo sentir que contaría el relato más dramático de todos los tiempos. Buscó las miradas ajenas por debajo de la sombra de la capucha, disfrutó por un instante que toda la atención estuviese sobre él, y entreabrió los labios para romper el expectante silencio de una vez por todas.
-Hace no mucho tiempo conocí a un vampiro. Era simpático y bonachón, pero en sus ojos pude ver el intrigante brillo de la amargura. -Zatch era un gran lector y tenía buen vocabulario; desafortunadamente sentía la lengua entorpecida y anestesiada y algunas palabras no se le entendían muy bien- No me pregunten cómo conocí a fondo su historia; ustedes también habrían investigando luego de haber conocido a tan extraño tipo. Bio, así se hizo llamar, era un humano -naturalmente, como todo vampiro alguna vez lo fue- y tenía una buena vida, un buen trabajo, una buena esposa. ¡Lo que todos desearían! Sin embargo la felicidad no es eterna y, cierto día, las garras de la enfermedad le arrebataron la vida a su mujer. Victor, como en realidad se llama, se quedó solo. Incapaz de seguir adelante, se aferró al recuerdo de la mujer que amaba y buscó durante largo tiempo traerla de vuelta. En el camino, un chupasangre compartió con él su maldición. O, bueno, su bendición, dado que así el hombre tendría más tiempo de vida para dedicar a la eterna, desgastante y enfermiza búsqueda para recuperar a su amada.
Muchos aquí sabrán las estupideces que hace uno por amor. -Algunos asintieron, otros miraron hacia un costado con desdén, quizás recordando las tonterías que habían hecho por supuestos amores que al final no habían valido la pena el esfuerzo- El nuevo vampiro jamás abandonó la idea de recobrar a la mujer e hizo atrocidades con el fin de conseguirlo, y también para saldar la deuda con su creador. Pero Bio no era en sí un ser malvado y ningún hombre de bien podría haber soportado eternamente la mala vida que llevaba, matando brujos como parte de su retribución, llevándose vidas así como la enfermedad, implacable e impetuosa, se había llevado a su más querida persona. Irónico, ¿no? Quizás habría seguido así hasta que la sombra de la muerte le borrase el último rastro de cordura. Pero afortunadamente un día, unos ojos grandes y dulces, unos ojos que brillaban con la misma vibrante calidez que los de su esposa, observaron lo más íntimo de su alma y lo absolvieron de todo pecado. Aquellos ojos pertenecían a quien se convertiría en su hija, en la niña que representaría el tercer nacimiento del hombre, del vampiro, del padre llamado Bio.
La niña era una bruja y Victor odiaba a los brujos. Sin embargo, la inocencia de la criatura alejaba toda la oscuridad del vampiro, quien se dedicó a criarla tal como habría criado a una hija legítima. La vacía vida del hombre tenía ahora una razón de ser más fuerte que el anhelo de una persona que sólo vivía en su memoria, y toda su existencia se volcó en favor de proteger y mimar a su hija. Así la niña creció, acaparando el corazón de su padre, siendo el bálsamo de sus heridas. Aunque no dejaba de ser un vampiro cuya existencia se mantenía gracias a la sangre de las personas, Bio volvió a ser un buen hombre, un hombre del que su niña podría estar orgullosa. Pero, cómo no, la providencia no deseaba que la dicha fuese duradera en la vida del pobre Victor.
Dado que no había saldado la deuda con quien le había dado la maldición, Bio tuvo que desaparecer a causa de la amenaza de los de su propia estirpe. Para que la pequeña bruja no sufriera la pesada carga de su padre, se vio obligada a dejarla atrás. ¿Se imaginan dejar atrás a un hijo? A un hijo amado, claro -Zatch no supo si reír o llorar ante sus propias palabras, recordando su pasado con desdén- Pues Bio debió hacerlo durante mucho tiempo, haciendo de tripas corazón con tal de protegerla. El hombre volvió a su turbia vida y retornó a los problemas... o, mejor dicho, los problemas regresaron a él. Pero ya jamás volvería a ser el vampiro que, obsesionado con un imposible, hacía lo que fuese aún si aquello significaba asesinar familias enteras de brujos. La calidez que la niña había despertado en su pecho no se apagaría nunca. Y, llamados por esa calidez, por esa luz que los une, seguramente sus caminos volverán a encontrarse. ¿Podrá el vampiro tener algún día una vida tranquila, libre de persecuciones y anhelos? -El zorro se encogió de hombros y llevó la botella de licor a sus labios para dar un breve trago, antes de mascullar con inusitada benevolencia: -Ojalá que sí.
Entonces, con la garganta seca por tanto hablar, retornó a su lugar con pasos zigzagueantes, dejando sitio para que la payasa continuase asignando voluntarios. No se molestó en leer las expresiones de sus oyentes para averiguar si la historia les había gustado; estaba demasiado ocupado con sus pensamientos, los recuerdos de su infancia, la historia del vampiro que en un descuido se había dejado robar el pañuelo, las vueltas injustas de la vida y el rayo de esperanza que siempre hay al final de las buenas historias.
Con tanta cursilería ya no tenía ganas de robarle a nadie.
_____________
- PARA BIO::
- Querido Biucho, espero que te haya gustado la historia, sé que no es más que lo que ya conoces contado desde la perspectiva de mi personaje; no quería inventarme una escena por temor a que no encajase bien en tu cronología a riesgo de causarte un problema. Adoro a tu personaje, tenía muchas ganas de escribir sobre él, pero lamentablemente siento que no fui capaz de plasmar aquí toda la esencia de tu gracioso y entrañable vampiro. Ojalá, de todas maneras, la disfrutes aunque sea un poquito.
Un abrazo y gracias por leer <3
P.D.: También gracias a Sigel por seguir trayéndonos tan bonitos eventos.
Zatch
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Re: Bealtaine: Intercambio de Historias [Evento]
Se llevó las manos hasta las sienes. ¿Qué diantres estaba haciendo? Había perdido la noción del tiempo oyendo las diferentes historias que se relataban en aquel lugar sin ni siquiera estar seguro como había acabado allí para empezar. Por otro lado, no podía evitar admitir que muchas de estas tenían su encanto, así como los protagonistas de algunas le resultaban extrañamente familiares, casi sentía que, de algún modo, les conocía.
Suspiró y siguió escuchando, atentamente, todo lo que se iba contando. Finalmente, al cabo de varias historias, la colina quedó en silencio, nadie parecía querer contar nada más, no en aquel momento.
Torció el gesto y, tras mirar hacía los dos lados, buscando quizás a alguien que estuviese dispuesto a ocupar su lugar en el último segundo, se levantó – ¿Qué puedo perder…? - Dijo para sí. Estiró ambos brazos y, tras sortear a varios de los asistentes, sin dudarlo un instante, arrojó un pesado fragmento rallado de armadura al fuego, principalmente por curiosidad. No recordaba con exactitud que uso tenía aquella pieza, pero sí sabía que había quedado en aquel estado por uno de los ataques de aquella dichosa bruja engreída, sonrió muy a su pesar acordándose de la trifulca que había tenido con esta y se encogió de hombros. Después de todo, ¿Qué mejor lugar que aquel para deshacerse de aquel trasto inservible?
Se atusó la barba al ver como el objeto ardía con tanta facilidad como el papel en aquella hoguera que, tras ver aquello, no cabía la menor duda de que era mágica; tan mágica era que, de aquel trozo de armadura desgastado, comenzaron a brotar sendas nubes blancas, nubes que se arremolinaron en torno a la hoguera y que, como si de un lienzo se tratase, comenzaron a relatar una historia a partir de diferentes imágenes que se iban formando en estas.
- Menos mal – Susurró para sí, sentándose de nuevo entre los asistentes y evitando las miradas que esperaban un relato por su parte – Se me da fatal narrar historias. – Murmuró clavando sus ojos en las nubes.
***
“Eres especial”
Las dos palabras que más había oído a lo largo de su corta vida, dos palabras que habían definido quien era, como se comportaba. Ocasionalmente estas venían seguidas de algún cumplido, algunas veces estas elogiaban su habilidad con el arco, otras simplemente glorificaban la sangre que recorría sus venas.
Daban igual los detalles, lo importante eran aquellas dos simples palabras, lo que significaban para ella, lo que significaban para todos.
“Eres especial”
La profunda voz del hombre que le acompañaba le devolvió bruscamente al desértico camino en el que se encontraba. - ¿Me oyes? – Enarcó una ceja y asintió levemente. El sujeto que iba con ella sonrió levemente y asintió con la cabeza - ¿Nerviosa, Harrowmont? – Cassandra negó con la cabeza ¿Cómo iba a estarlo? Ella era especial. – Como era de esperar de la hija de James – Añadió inmediatamente el hombre, guiñando un ojo a la muchacha.
Cass suspiró, el sol seguía bien alto, tenían tiempo.
Dio un par de saltitos dónde se encontraba y cerró los ojos, sintió su carcaj en su espalda, sintió el peso de su preciado arco descansar entre sus manos. – Vamos allá – Dijo a su acompañante comenzando a andar inmediatamente – Sabes que tengo un nombre ¿Verdad? – Dijo el avezado cazador atusándose la poblada barba que, desarreglada, indicaba que este se encontraba mucho más allá de la treintena. – Vamos, Karl – Dijo Cassandra de nuevo, esta vez con una evidente impaciencia en su voz. – No tengas prisa, la paciencia es… - Cassandra se cruzó de brazos – La paciencia no es nada – Sentenció. Karl sonrió escuetamente y negó con la cabeza – La paciencia es una virtud, Harrowmont – Dijo con sencillez, dejando caer una de sus manos hasta el hombro de la cazadora novata. – No quieras correr antes de caminar ¿Entiendes lo que trato de decir? – Cassandra puso los ojos en blanco y negó con la cabeza, llevaba todo el camino escuchando metáforas absurdas y moralejas extrañas. – Ten en cuenta lo que te he dicho. – Dijo Karl antes de comenzar a caminar en dirección a la aldea que se veía a lo lejos - ...Si quieres vivir lo suficiente para heredar algo.
Cassandra torció aún más el gesto si fuese posible. ¿Por qué tenía que ir con él? ¿Por qué tenía que acompañar a un hombre que llevaba años estancado en los estamentos más bajos de la hermandad? ¿Por qué el inútil de su padre había decidido que aquello era lo más conveniente para ella? En cierto modo se sentía incluso insultada.
No podía evitar pensar en Anastasia y sus increíbles aventuras con cazadores de rango alto, cada vez que lo hacía sentía como el corazón se le aceleraba, como su expresión se endurecía irremediablemente – Niñata de los… - Karl se aclaró la garganta al escuchar a la joven pronunciar aquellas palabras, llamando su atención. - ¿Qué? No he dicho nada, no del todo. ¿Cómo puedes saber a quién me refiero? – El hombre se encogió de hombros. – No es como si necesitase un croquis para saberlo… - Contestó este de inmediato.
Apenas una media hora más tarde, la población que había reclamado su ayuda se encontraba a su alrededor, una multitud de personas se arremolinaron en torno a ellos, inquiriendo acerca de sus habilidades, preguntando acerca de las capacidades con las que contaba el dúo.
Karl se limitó a explicar a los lugareños como debían de actuar mientras que Cassandra se apartó a un lado un se encargó de juzgar a todos los presentes con la mirada. ¿Qué estaba haciendo allí? Esa pregunta rebotaba en el interior de su cabeza, podía estar luchando contra la Hermandad, podría estar haciendo cosas importantes. Todos lo decían, era especial.
- ¿Preparada? – El curtido rostro de Karl se colocó justo frente a ella y le revolvió el pelo – Por lo que sabemos – El hombre se sentó junto a la muchacha haciendo caso omiso a las distintas miradas que esta le lanzaba – Dos chupasangres rondan esta aldea desde hace un par de meses, se dedican a pedir "tributos" en la plaza mayor – Dijo estirando los brazos – Los pobres están horrorizados – Negó con la cabeza, Cassandra se encogió de hombros – Deberían lidiar ellos con el asunto – Aseguró la joven – No es como si estuviesen indefensos. Entre todos podrían matar a los dos chupasangres. Inútiles. – Karl miró fijamente a los aldeanos, que, después de que el cazador hubiese despejado las dudas que estos tenían acerca de ellos, volvían a sus tareas cotidianas. – No es cuestión de que esten o no indefensos, Cassandra. – Dijo cruzándose de brazos, para entonces señalar a los niños que jugaban no muy lejos de dónde se encontraban – Es cuestión de que quieren sobrevivir. Del miedo que tienen a la noche. – Cerró los ojos y suspiró - Nosotros combatimos ese miedo. ¿A cuántos vampiros te has enfrentado, niña? – Preguntó ahora girándose hacía ella. Harrowmont entornó los ojos y mantuvo la mirada del cazador sin siquiera pestañear ¿Cómo se atrevía? ¿Niña? Tenía diecinueve años, no era ninguna mocosa, estaba segura de que podía ganar a aquel viejo en combate – A más de los que te imaginas – Mintió - Ya veo… - Respondió este entonces, ligeramente sorprendido por la respuesta. – En ese caso, deberías comprender a que nos enfrentamos.
De forma lenta, pero inexorable, el sol siguió moviéndose por el firmamento. Pronto, tonalidades anaranjadas pintaron el cielo y los aldeanos de aquella remota aldea de Verisar comenzaron a ocultarse en sus hogares, deseando que todo, por fin, se acabase aquella noche.
Se arrastró a través de los tejados con una agilidad felina hasta que, finalmente, encontró un lugar en el que tenía una visibilidad absoluta de la plaza en la que los vampiros solían exigir a los pueblerinos los tributos. – Bien – Dijo acomodándose a su posición. – Ahora… a esperar. - El plan era sencillo, Karl nunca había sido precisamente diestro con las armas a distancia, pero según había oído el hombre se desenvolvía bastante bien con la espada a pesar de su edad. Atraería a ambos hasta el centro de la plaza del poblado, dónde habían colocado durante la tarde una trampa cuidadosamente pensada por los ingenieros de la hermandad. Si todo salía según lo previsto, habrían acabado antes de medianoche – Espero que no se hernie – Musitó colocando una flecha en su arco, vigilando a su compañero en la distancia.
Las ultimas luces del día comenzaron a apagarse y, lentamente, los cazadores se quedaron a solas con el albor escarlata de la luna. Tragó saliva, le temblaban un poco las manos, más de lo que le gustaba admitir. Se forzó a controlar sus emociones, eso era lo que le habían enseñado, eso era lo que esperaban de ella, no podía permitir que algo tan nimio le pusiese nerviosa ¿Es que acaso no era una Harrowmont? ¿Es que acaso no era parte de la elite de los cazadores de vampiros?
Finalmente, una figura solitaria emergió de entre las sombras. Tensó su arco y apuntó directamente a la cabeza de la silueta – Te tengo… - Siguió a aquel sujeto con la mirada, sin apartar un instante la flecha que tenía preparada de su futuro objetivo – Tan sencillo, podría acabar contigo solo con soltar… - Podía seguir hablando consigo misma todo lo que quisiera, pero lo cierto es que faltaba un actor en aquella escena, solo había una silueta cuando debería de haber dos desconocidos frente a Karl – … tan sencillo – Tomó aire, podía acabar con una de aquellas cosas con una sola saeta, podía facilitarle las cosas al viejo y, además, cubrirse de gloria. ¿Por qué no iba a hacerlo? Sonriendo mordazmente, dejó escapar la saeta que tenía retenida.
La flecha se deslizó a través del aire sin hacer sonido alguno y acabó firmemente clavada en el cuello del supuesto vampiro, quien se desplomó en el suelo de inmediato, convulsionando. - ¡Te dí! – Exclamó Cassandra, orgullosa de su puntería. No eran muchas las personas que podrían acertar desde aquella distancia, ¿Pero ella? Estaba claro que ella era la excepción. - ¡Maldita sea niña! ¡Baja de ahí! – Buscó la voz del veterano, de Karl, que por algún motivo parecía alterado. Mientras tanto, la silueta de su objetivo, el vampiro al que creía haber abatido se disolvió en una nube de humo negro - ¡Baja ahora mismo! – Entrecerró los ojos. ¿No le había matado? – Parece que hoy tenemos invitados inesperados… - Se le paró el corazón, instintivamente cargó otra flecha en su arma y la dejó escapar en la dirección opuesta a la que estaba mirando, la flecha atravesó la figura de humo negro que tenía tras ella y que, por lo que parecía, era uno de los vampiros a los que tenían que encarar. – Me parece que vas a tener que intentar otra cosa encanto… - Aquellas palabras precedieron lo que fue el mayor golpe que la joven había sentido en su corta vida; Con una fuerza abrumadora, aquel hombre de tez pálida le golpeó en el pecho, arrojándola al vacío desde el tejado.
Cayó sobre una pila de cajas y demás utensilios de madera, tosió copiosamente y se llevó la mano al costado dolorida. - ¿Qué…? – Antes de que pudiese formular una pregunta completa, una mano tiro de ella, levantándola - ¿¡Que te dije de la paciencia?! – Exclamó Karl colocándose frente a ella - ¡Prepárate! – Añadió justo después. Cassandra seguía confusa ¿Prepararse para qué? ¿No acababa de caer desde un segundo piso? ¿Estaban perdiendo? ¿Eso era posible?
Obedeció al veterano, agitadamente e ignorando el incesante dolor que sentía en el costado, extrajo otra flecha del carcaj y la colocó en el arco . – ¡Ahí vienen! – Dos nubes de humo negro, independientes entre sí, bailaron frente a ellos, haciendo acrobacias y tomando formas imposibles para el cuerpo humano, riéndose de su mera presencia en el lugar - ¿¡Que son!? – Exclamó la muchacha, sin apartar la vista de ellos - ¡Tu no les piernas de vista! – Respondió el hombre bloqueando una daga que, sin previo aviso, salió disparada desde una de las siluetas.
La primera de las figuras atacó directamente a Cassandra, disparó la flecha que tenía preparada de forma que aquella cosa no tuvo más remedio que detenerse - ¡Eso es! – Vociferó Karl lanzándose contra la niebla enarbolado su espada, atravesándola de par en par, sacando de ella la figura, evidentemente humanoide, que se escondía en su interior. - ¿Te crees que esos trucos van a poder con nosotros? – Preguntó lanzando al sujeto por encima de su cabeza contra el suelo. - ¡Dispárale a ese otro! – Harrowmont chasqueó la lengua, ahora que comenzaba a recobrar la compostura en aquel contrataque estaba empezando a notar como Karl le daba órdenes, pero tenía razón, no podía dejar que el viejo se enfrentase por su cuenta a aquellas dos cosas.
Otro dardo surcó la noche y atravesó la oscura neblina de igual forma que lo había hecho con el aire, esto hizo, no obstante, que la silueta amorfa se detuviese antes de alcanzar a Karl y a su aliado de la noche. - ¡Bien! ¡Bien! – Dijo el cazador mientras intercambiaba espadazos contra el vampiro al que había conseguido devolver a su forma corpórea. – No pierdas el ritmo niña. – Aquella última palabra resonó en su cabeza como si se la hubiesen cincelado. – Te voy a demostrar yo quien es una niña. – Guardó su arco, aquellos eres parecían ser fuertes, pero se podía valer de sus dagas y su astucia, les iba a demostrar a todos porque era una Harrowmont.
Y por esa decisión, de algún modo, momentos después, la fría hoja de uno de los vampiros acabó clavada en el pecho del veterano.
Cassandra temblaba, miraba impotente como el hombre al que había menospreciado momentos atrás daba su vida por ella, observaba, sin poder hacer nada para evitarlo, como Karl se interponía entre ella y la hoja del vampiro con el que peleaba.
¿Qué había pasado? No podía explicárselo, no podía creerlo. Hacía unos minutos había estado encarando a aquellos vampiros, había estado venciendo, haciendo uso de sus habilidades de Tensai y demostrando de lo que era capaz de hacer, y, ahora, por su culpa, Karl yacía ensartado a sus pies.
Tenía que hacer algo, tenía que actuar, tenía que comportarse como todos esperaban que lo hiciera. Se levantó, aun cuando sendas lagrimas resbalaban por sus mejillas, encontró la fuerza para levantarse y hacerse con su arco. - ¿Quiénes…? – Karl seguía vivo, tenía que seguir vivo, le veía moverse, solo tenía que acabar con aquellos seres rápido, tenía que destrozarles. Podría curar después a Karl ¿Qué era un poco de magia curativa para una Harrowmont? - ¿Quiénes sois vosotros para pretender que yo, Cassadra Cecilia Harrowmont, me arrodille? – Escupió cada palabra que dedicó a los vampiros, estaban llenas de un odio tan visceral, tan primario, que apenas podía discernir lo que pronunciaba – ¡Os voy a destruir! ¡Vais a desear haber muerto mucho antes de haberme encontrado! – Alzó ambas manos, la tierra temblaba a sus pies, las espadas que los señores de la noche blandían se encorvaron sobre sí mismas, se convirtieron en esferas de metal que no tuvieron más remedio que dejar caer a un lado. – ¡No podéis huir! – Pisó con fuerza el suelo, creando varias grietas a sus pies - ¡No os lo voy a permitir! – La tierra tembló con más intensidad, un muro se alzó justo tras los vampiros, no sabía cómo lo había hecho, pero daba igual. - ¡Vais a morir! – Arrojó el arco a un lado ¿De verdad lo necesitaba? Como si estuviese moldeando el aire con sus manos, elevó las flechas que guardaba en su carcaj, manipuló las puntas metálicas de las mismas como si fuesen una extensión de su propio ser y, antes de que el dúo de la noche pudiese desvanecerse en la misma, les arrojó todo el metal que llevaba encima a una velocidad endiablada.
Los vampiros quedaron convertidos en poco más que alfileteros glorificados, uno de ellos murió al instante, el segundo se arrastró lo suficiente como para que Harrowmont se molestase en acercarse y acabar con su último aliento de un fuerte pisotón en el cuello.
Jadeó, tosió, lloró, cayó de rodillas. No tenía la más remota idea de lo que acababa de pasar, aun así, se arrastró hasta dónde Karl estaba, respirando con dificultad. – Eres… una caja de sorpresas, Harrowmont. Tú... sola – Dijo este cuando Cassandra, cuidadosamente, levantó su cabeza – Yo… puedo curarte – Dijo buscando desesperadamente en el interior de su cabeza todo lo que sabía de magia curativa. ¡Daba igual que fuese cosa de elfos! ¡Ella podía hacerlo! ¡Debía hacerlo! – Puedo curarte… - Sollozó, afrontando la realidad – No… puedo… - Karl levanto una de sus manos, no sin esfuerzo, y acarició la cara de su protegida – No llores, niña... no por un viejo – Karl sonrió, aquellas palabras tuvieron el efecto contrario en la muchacha, Cassandra rodeó aún con más fuerza al herido - ¿Por qué…? – Preguntó la muchacha con un hilo de voz - ¿Por qué…? – Repitió, no le encontraba sentido, no podía hacerlo. Karl ensanchó su sonrisa y depositó su mirada en las distantes luces de la tímida alborada – Porque… eres especial. – Susurró - … no en el sentido en el que crees. – Volvió a acariciar el rostro de la novata, limpiando alguna de sus lágrimas en el proceso – Pero lo eres… - Cassadra cerró los ojos con y abrazó al hombre con fuerza - …Estas destinada… a grandes cosas, niña. – Añadió llevándose la mano libre hasta la herida sangrante, Cassandra le ayudó a hacerlo – Recuerda siempre… quien eres… – Con sus últimas fuerzas Karl, un cazador de bajo nivel y de baja casta, un hombre que no aspiraba a grandes cosas, sonrió a la heredera de la casa Harrowmont – Pero no… dejes que te consuma.
Las primeras luces de un nuevo día anunciaron el final de la primera aventura de Cassandra C. Harrowmont, heredera de una poderosa casa de Beltrexus, Tensai de tierra. Dos cazadores habían partido a Verisar, dos personas habían arriesgado sus vidas para arrojar algo de luz a una ya de por sí oscura noche. Y solo una había vuelto.
Suspiró y siguió escuchando, atentamente, todo lo que se iba contando. Finalmente, al cabo de varias historias, la colina quedó en silencio, nadie parecía querer contar nada más, no en aquel momento.
Torció el gesto y, tras mirar hacía los dos lados, buscando quizás a alguien que estuviese dispuesto a ocupar su lugar en el último segundo, se levantó – ¿Qué puedo perder…? - Dijo para sí. Estiró ambos brazos y, tras sortear a varios de los asistentes, sin dudarlo un instante, arrojó un pesado fragmento rallado de armadura al fuego, principalmente por curiosidad. No recordaba con exactitud que uso tenía aquella pieza, pero sí sabía que había quedado en aquel estado por uno de los ataques de aquella dichosa bruja engreída, sonrió muy a su pesar acordándose de la trifulca que había tenido con esta y se encogió de hombros. Después de todo, ¿Qué mejor lugar que aquel para deshacerse de aquel trasto inservible?
Se atusó la barba al ver como el objeto ardía con tanta facilidad como el papel en aquella hoguera que, tras ver aquello, no cabía la menor duda de que era mágica; tan mágica era que, de aquel trozo de armadura desgastado, comenzaron a brotar sendas nubes blancas, nubes que se arremolinaron en torno a la hoguera y que, como si de un lienzo se tratase, comenzaron a relatar una historia a partir de diferentes imágenes que se iban formando en estas.
- Menos mal – Susurró para sí, sentándose de nuevo entre los asistentes y evitando las miradas que esperaban un relato por su parte – Se me da fatal narrar historias. – Murmuró clavando sus ojos en las nubes.
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“Eres especial”
Las dos palabras que más había oído a lo largo de su corta vida, dos palabras que habían definido quien era, como se comportaba. Ocasionalmente estas venían seguidas de algún cumplido, algunas veces estas elogiaban su habilidad con el arco, otras simplemente glorificaban la sangre que recorría sus venas.
Daban igual los detalles, lo importante eran aquellas dos simples palabras, lo que significaban para ella, lo que significaban para todos.
“Eres especial”
La profunda voz del hombre que le acompañaba le devolvió bruscamente al desértico camino en el que se encontraba. - ¿Me oyes? – Enarcó una ceja y asintió levemente. El sujeto que iba con ella sonrió levemente y asintió con la cabeza - ¿Nerviosa, Harrowmont? – Cassandra negó con la cabeza ¿Cómo iba a estarlo? Ella era especial. – Como era de esperar de la hija de James – Añadió inmediatamente el hombre, guiñando un ojo a la muchacha.
Cass suspiró, el sol seguía bien alto, tenían tiempo.
Dio un par de saltitos dónde se encontraba y cerró los ojos, sintió su carcaj en su espalda, sintió el peso de su preciado arco descansar entre sus manos. – Vamos allá – Dijo a su acompañante comenzando a andar inmediatamente – Sabes que tengo un nombre ¿Verdad? – Dijo el avezado cazador atusándose la poblada barba que, desarreglada, indicaba que este se encontraba mucho más allá de la treintena. – Vamos, Karl – Dijo Cassandra de nuevo, esta vez con una evidente impaciencia en su voz. – No tengas prisa, la paciencia es… - Cassandra se cruzó de brazos – La paciencia no es nada – Sentenció. Karl sonrió escuetamente y negó con la cabeza – La paciencia es una virtud, Harrowmont – Dijo con sencillez, dejando caer una de sus manos hasta el hombro de la cazadora novata. – No quieras correr antes de caminar ¿Entiendes lo que trato de decir? – Cassandra puso los ojos en blanco y negó con la cabeza, llevaba todo el camino escuchando metáforas absurdas y moralejas extrañas. – Ten en cuenta lo que te he dicho. – Dijo Karl antes de comenzar a caminar en dirección a la aldea que se veía a lo lejos - ...Si quieres vivir lo suficiente para heredar algo.
Cassandra torció aún más el gesto si fuese posible. ¿Por qué tenía que ir con él? ¿Por qué tenía que acompañar a un hombre que llevaba años estancado en los estamentos más bajos de la hermandad? ¿Por qué el inútil de su padre había decidido que aquello era lo más conveniente para ella? En cierto modo se sentía incluso insultada.
No podía evitar pensar en Anastasia y sus increíbles aventuras con cazadores de rango alto, cada vez que lo hacía sentía como el corazón se le aceleraba, como su expresión se endurecía irremediablemente – Niñata de los… - Karl se aclaró la garganta al escuchar a la joven pronunciar aquellas palabras, llamando su atención. - ¿Qué? No he dicho nada, no del todo. ¿Cómo puedes saber a quién me refiero? – El hombre se encogió de hombros. – No es como si necesitase un croquis para saberlo… - Contestó este de inmediato.
Apenas una media hora más tarde, la población que había reclamado su ayuda se encontraba a su alrededor, una multitud de personas se arremolinaron en torno a ellos, inquiriendo acerca de sus habilidades, preguntando acerca de las capacidades con las que contaba el dúo.
Karl se limitó a explicar a los lugareños como debían de actuar mientras que Cassandra se apartó a un lado un se encargó de juzgar a todos los presentes con la mirada. ¿Qué estaba haciendo allí? Esa pregunta rebotaba en el interior de su cabeza, podía estar luchando contra la Hermandad, podría estar haciendo cosas importantes. Todos lo decían, era especial.
- ¿Preparada? – El curtido rostro de Karl se colocó justo frente a ella y le revolvió el pelo – Por lo que sabemos – El hombre se sentó junto a la muchacha haciendo caso omiso a las distintas miradas que esta le lanzaba – Dos chupasangres rondan esta aldea desde hace un par de meses, se dedican a pedir "tributos" en la plaza mayor – Dijo estirando los brazos – Los pobres están horrorizados – Negó con la cabeza, Cassandra se encogió de hombros – Deberían lidiar ellos con el asunto – Aseguró la joven – No es como si estuviesen indefensos. Entre todos podrían matar a los dos chupasangres. Inútiles. – Karl miró fijamente a los aldeanos, que, después de que el cazador hubiese despejado las dudas que estos tenían acerca de ellos, volvían a sus tareas cotidianas. – No es cuestión de que esten o no indefensos, Cassandra. – Dijo cruzándose de brazos, para entonces señalar a los niños que jugaban no muy lejos de dónde se encontraban – Es cuestión de que quieren sobrevivir. Del miedo que tienen a la noche. – Cerró los ojos y suspiró - Nosotros combatimos ese miedo. ¿A cuántos vampiros te has enfrentado, niña? – Preguntó ahora girándose hacía ella. Harrowmont entornó los ojos y mantuvo la mirada del cazador sin siquiera pestañear ¿Cómo se atrevía? ¿Niña? Tenía diecinueve años, no era ninguna mocosa, estaba segura de que podía ganar a aquel viejo en combate – A más de los que te imaginas – Mintió - Ya veo… - Respondió este entonces, ligeramente sorprendido por la respuesta. – En ese caso, deberías comprender a que nos enfrentamos.
De forma lenta, pero inexorable, el sol siguió moviéndose por el firmamento. Pronto, tonalidades anaranjadas pintaron el cielo y los aldeanos de aquella remota aldea de Verisar comenzaron a ocultarse en sus hogares, deseando que todo, por fin, se acabase aquella noche.
Se arrastró a través de los tejados con una agilidad felina hasta que, finalmente, encontró un lugar en el que tenía una visibilidad absoluta de la plaza en la que los vampiros solían exigir a los pueblerinos los tributos. – Bien – Dijo acomodándose a su posición. – Ahora… a esperar. - El plan era sencillo, Karl nunca había sido precisamente diestro con las armas a distancia, pero según había oído el hombre se desenvolvía bastante bien con la espada a pesar de su edad. Atraería a ambos hasta el centro de la plaza del poblado, dónde habían colocado durante la tarde una trampa cuidadosamente pensada por los ingenieros de la hermandad. Si todo salía según lo previsto, habrían acabado antes de medianoche – Espero que no se hernie – Musitó colocando una flecha en su arco, vigilando a su compañero en la distancia.
Las ultimas luces del día comenzaron a apagarse y, lentamente, los cazadores se quedaron a solas con el albor escarlata de la luna. Tragó saliva, le temblaban un poco las manos, más de lo que le gustaba admitir. Se forzó a controlar sus emociones, eso era lo que le habían enseñado, eso era lo que esperaban de ella, no podía permitir que algo tan nimio le pusiese nerviosa ¿Es que acaso no era una Harrowmont? ¿Es que acaso no era parte de la elite de los cazadores de vampiros?
Finalmente, una figura solitaria emergió de entre las sombras. Tensó su arco y apuntó directamente a la cabeza de la silueta – Te tengo… - Siguió a aquel sujeto con la mirada, sin apartar un instante la flecha que tenía preparada de su futuro objetivo – Tan sencillo, podría acabar contigo solo con soltar… - Podía seguir hablando consigo misma todo lo que quisiera, pero lo cierto es que faltaba un actor en aquella escena, solo había una silueta cuando debería de haber dos desconocidos frente a Karl – … tan sencillo – Tomó aire, podía acabar con una de aquellas cosas con una sola saeta, podía facilitarle las cosas al viejo y, además, cubrirse de gloria. ¿Por qué no iba a hacerlo? Sonriendo mordazmente, dejó escapar la saeta que tenía retenida.
La flecha se deslizó a través del aire sin hacer sonido alguno y acabó firmemente clavada en el cuello del supuesto vampiro, quien se desplomó en el suelo de inmediato, convulsionando. - ¡Te dí! – Exclamó Cassandra, orgullosa de su puntería. No eran muchas las personas que podrían acertar desde aquella distancia, ¿Pero ella? Estaba claro que ella era la excepción. - ¡Maldita sea niña! ¡Baja de ahí! – Buscó la voz del veterano, de Karl, que por algún motivo parecía alterado. Mientras tanto, la silueta de su objetivo, el vampiro al que creía haber abatido se disolvió en una nube de humo negro - ¡Baja ahora mismo! – Entrecerró los ojos. ¿No le había matado? – Parece que hoy tenemos invitados inesperados… - Se le paró el corazón, instintivamente cargó otra flecha en su arma y la dejó escapar en la dirección opuesta a la que estaba mirando, la flecha atravesó la figura de humo negro que tenía tras ella y que, por lo que parecía, era uno de los vampiros a los que tenían que encarar. – Me parece que vas a tener que intentar otra cosa encanto… - Aquellas palabras precedieron lo que fue el mayor golpe que la joven había sentido en su corta vida; Con una fuerza abrumadora, aquel hombre de tez pálida le golpeó en el pecho, arrojándola al vacío desde el tejado.
Cayó sobre una pila de cajas y demás utensilios de madera, tosió copiosamente y se llevó la mano al costado dolorida. - ¿Qué…? – Antes de que pudiese formular una pregunta completa, una mano tiro de ella, levantándola - ¿¡Que te dije de la paciencia?! – Exclamó Karl colocándose frente a ella - ¡Prepárate! – Añadió justo después. Cassandra seguía confusa ¿Prepararse para qué? ¿No acababa de caer desde un segundo piso? ¿Estaban perdiendo? ¿Eso era posible?
Obedeció al veterano, agitadamente e ignorando el incesante dolor que sentía en el costado, extrajo otra flecha del carcaj y la colocó en el arco . – ¡Ahí vienen! – Dos nubes de humo negro, independientes entre sí, bailaron frente a ellos, haciendo acrobacias y tomando formas imposibles para el cuerpo humano, riéndose de su mera presencia en el lugar - ¿¡Que son!? – Exclamó la muchacha, sin apartar la vista de ellos - ¡Tu no les piernas de vista! – Respondió el hombre bloqueando una daga que, sin previo aviso, salió disparada desde una de las siluetas.
La primera de las figuras atacó directamente a Cassandra, disparó la flecha que tenía preparada de forma que aquella cosa no tuvo más remedio que detenerse - ¡Eso es! – Vociferó Karl lanzándose contra la niebla enarbolado su espada, atravesándola de par en par, sacando de ella la figura, evidentemente humanoide, que se escondía en su interior. - ¿Te crees que esos trucos van a poder con nosotros? – Preguntó lanzando al sujeto por encima de su cabeza contra el suelo. - ¡Dispárale a ese otro! – Harrowmont chasqueó la lengua, ahora que comenzaba a recobrar la compostura en aquel contrataque estaba empezando a notar como Karl le daba órdenes, pero tenía razón, no podía dejar que el viejo se enfrentase por su cuenta a aquellas dos cosas.
Otro dardo surcó la noche y atravesó la oscura neblina de igual forma que lo había hecho con el aire, esto hizo, no obstante, que la silueta amorfa se detuviese antes de alcanzar a Karl y a su aliado de la noche. - ¡Bien! ¡Bien! – Dijo el cazador mientras intercambiaba espadazos contra el vampiro al que había conseguido devolver a su forma corpórea. – No pierdas el ritmo niña. – Aquella última palabra resonó en su cabeza como si se la hubiesen cincelado. – Te voy a demostrar yo quien es una niña. – Guardó su arco, aquellos eres parecían ser fuertes, pero se podía valer de sus dagas y su astucia, les iba a demostrar a todos porque era una Harrowmont.
Y por esa decisión, de algún modo, momentos después, la fría hoja de uno de los vampiros acabó clavada en el pecho del veterano.
Cassandra temblaba, miraba impotente como el hombre al que había menospreciado momentos atrás daba su vida por ella, observaba, sin poder hacer nada para evitarlo, como Karl se interponía entre ella y la hoja del vampiro con el que peleaba.
¿Qué había pasado? No podía explicárselo, no podía creerlo. Hacía unos minutos había estado encarando a aquellos vampiros, había estado venciendo, haciendo uso de sus habilidades de Tensai y demostrando de lo que era capaz de hacer, y, ahora, por su culpa, Karl yacía ensartado a sus pies.
Tenía que hacer algo, tenía que actuar, tenía que comportarse como todos esperaban que lo hiciera. Se levantó, aun cuando sendas lagrimas resbalaban por sus mejillas, encontró la fuerza para levantarse y hacerse con su arco. - ¿Quiénes…? – Karl seguía vivo, tenía que seguir vivo, le veía moverse, solo tenía que acabar con aquellos seres rápido, tenía que destrozarles. Podría curar después a Karl ¿Qué era un poco de magia curativa para una Harrowmont? - ¿Quiénes sois vosotros para pretender que yo, Cassadra Cecilia Harrowmont, me arrodille? – Escupió cada palabra que dedicó a los vampiros, estaban llenas de un odio tan visceral, tan primario, que apenas podía discernir lo que pronunciaba – ¡Os voy a destruir! ¡Vais a desear haber muerto mucho antes de haberme encontrado! – Alzó ambas manos, la tierra temblaba a sus pies, las espadas que los señores de la noche blandían se encorvaron sobre sí mismas, se convirtieron en esferas de metal que no tuvieron más remedio que dejar caer a un lado. – ¡No podéis huir! – Pisó con fuerza el suelo, creando varias grietas a sus pies - ¡No os lo voy a permitir! – La tierra tembló con más intensidad, un muro se alzó justo tras los vampiros, no sabía cómo lo había hecho, pero daba igual. - ¡Vais a morir! – Arrojó el arco a un lado ¿De verdad lo necesitaba? Como si estuviese moldeando el aire con sus manos, elevó las flechas que guardaba en su carcaj, manipuló las puntas metálicas de las mismas como si fuesen una extensión de su propio ser y, antes de que el dúo de la noche pudiese desvanecerse en la misma, les arrojó todo el metal que llevaba encima a una velocidad endiablada.
Los vampiros quedaron convertidos en poco más que alfileteros glorificados, uno de ellos murió al instante, el segundo se arrastró lo suficiente como para que Harrowmont se molestase en acercarse y acabar con su último aliento de un fuerte pisotón en el cuello.
Jadeó, tosió, lloró, cayó de rodillas. No tenía la más remota idea de lo que acababa de pasar, aun así, se arrastró hasta dónde Karl estaba, respirando con dificultad. – Eres… una caja de sorpresas, Harrowmont. Tú... sola – Dijo este cuando Cassandra, cuidadosamente, levantó su cabeza – Yo… puedo curarte – Dijo buscando desesperadamente en el interior de su cabeza todo lo que sabía de magia curativa. ¡Daba igual que fuese cosa de elfos! ¡Ella podía hacerlo! ¡Debía hacerlo! – Puedo curarte… - Sollozó, afrontando la realidad – No… puedo… - Karl levanto una de sus manos, no sin esfuerzo, y acarició la cara de su protegida – No llores, niña... no por un viejo – Karl sonrió, aquellas palabras tuvieron el efecto contrario en la muchacha, Cassandra rodeó aún con más fuerza al herido - ¿Por qué…? – Preguntó la muchacha con un hilo de voz - ¿Por qué…? – Repitió, no le encontraba sentido, no podía hacerlo. Karl ensanchó su sonrisa y depositó su mirada en las distantes luces de la tímida alborada – Porque… eres especial. – Susurró - … no en el sentido en el que crees. – Volvió a acariciar el rostro de la novata, limpiando alguna de sus lágrimas en el proceso – Pero lo eres… - Cassadra cerró los ojos con y abrazó al hombre con fuerza - …Estas destinada… a grandes cosas, niña. – Añadió llevándose la mano libre hasta la herida sangrante, Cassandra le ayudó a hacerlo – Recuerda siempre… quien eres… – Con sus últimas fuerzas Karl, un cazador de bajo nivel y de baja casta, un hombre que no aspiraba a grandes cosas, sonrió a la heredera de la casa Harrowmont – Pero no… dejes que te consuma.
Las primeras luces de un nuevo día anunciaron el final de la primera aventura de Cassandra C. Harrowmont, heredera de una poderosa casa de Beltrexus, Tensai de tierra. Dos cazadores habían partido a Verisar, dos personas habían arriesgado sus vidas para arrojar algo de luz a una ya de por sí oscura noche. Y solo una había vuelto.
- Off:
- Lamento el tocho Cass, espero que te haya gustado y que haya sido fiel al personaje. *^*
Me lo he pasado pipa roleando a tu personaje.
Eltrant Tale
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Re: Bealtaine: Intercambio de Historias [Evento]
Y ahí estaba, subiendo junto al tumulto de gente hasta quién sabe dónde, no es como que me interesara a dónde íbamos pero ya que todos iban y parecía ser gratis ¿Por qué no yo?; según había escuchado decir era una de esas cosas tradicionales de los habitantes del sur de Verisar; para mi sorpresa había algunas caras conocidas, lo que me ayudó a relajarme un poco y es que para variar, mi motivo de estar ahí era simplemente escapar de esos molestos cazadores de vampiros que tanto se esforzaban en molestarme una y otra vez.
Levanté la mano para saludar a la guapa jovencita Kordax, al intrigante y a veces oportuno Tomo e incluso se encontraba por ahí aquella jovencita malhumorada que había conocido en mi viaje por Ulmer, un viaje que definitivamente no había salido nada bien, pero a fin de cuentas me había hecho con dos valiosas nuevas amigas, una adorable y rarita licántropa y una pequeña y hermosa piedra que había tomado del piso como recuerdo.
Me tomó completamente por sorpresa cuando comenzaron a contar historias, primero una payasa rarita, luego mi amiga la bruja rarita, luego otro rubio rarito... o más bien rarote porque era como si unieran a varios yo en un solo cuerpo, parecía que tenía músculos hasta en las orejas, aunque era algo que no esperaba tener que averiguar; incluso había una elfa rarita que recordaba claramente al ser parte del gremio -Wildorin- Susurré su nombre que recordaba con total precisión, aunque le quedaría mejor un nombre más corto y artístico como Wilducho, pero eso ya era historia para otro día. Me limité a sentarme en un lugar apartado esperando no llamar demasiado la atención.
Me puse cómodo escuchando las diferentes historias hasta que otra cara conocida se hizo presente, nada más y nada menos que Pelucho, mi lobo favorito estaba ahí para... bueno, al parecer como todos, contar una historia; el cansancio del camino comenzaba a pasarme factura y comenzaba a quedarme dormido; me recosté a una piedra mientras escuchaba la loca historia que seguramente contaría el lobo Zatch, pero algo en su historia me parecía conocido.
De un momento a otro grité como niña con toda la masculinidad que se podía tener en un grito al sentir que algo me mordía el cuello; comencé a golpear mi cuello hasta quitar de ahí una especie de babosa extraña y asquerosa cuyos efectos conocería luego -Hey- Protesté al seguir el hilo del relato que contaba el lobo, sin fijarme que la babosa seguía ahora pegada a mi mano; algo en la historia de Pelucho me parecía conocido, pero a ratos mi cordura se iba y comenzaba a ver biusas de todos los colores flotando en el cielo y bailando una danza graciosa y extraña.
Me sentía intrigado por saber cómo era que aquel personaje sabía las cosas que sabía así que me levanté... o más bien intenté levantarme y me fui al piso repitiendo la misma escena un par de veces más hasta que finalmente y tras una larga caminata conseguí llegar a donde se encontraba el peludo sujeto que ya venía saliendo; lo tomé por el cuello solo para darme cuenta que no era el mismo, al parecer la llegada me había tomado más tiempo del que pensaba y era ahora un barbudo quien salía de escena; también lo recordaba de algún lado pero ese arcoíris saliendo de su nariz como mocos de colores servía para confundir a cualquiera.
Fue así como sin darme cuenta fui a parar en medio de escenario ante la vista de todos los presentes -¡No! ¡No me miren!- Grité celoso -¡Los monos voladores de caramelo son míos!- Retrocedí lentamente mientras los presentes se miraban unos a otros un poco desconcertados por mis incoherencias -¿Ah, conque quieren una historia?- Me tambaleaba de un lado a otro por el efecto alucinógeno de la babosa -Pues yo les daré una historia- Levanté la mano derecha con el dedo índice señalando al cielo y mis ojos cerrados; momento que se extendió más de la cuenta pues aunque el punto era crear suspenso, la verdad era que me había quedado dormido.
Un profundo y completo silencio se adueñó de la escena mientras todos aguardaban por lo que ahora diría -Y ahí estaba- Dije aún con los ojos cerrados en una especie de sonambulismo que me permitía hablar mientras dormía parado -Cabalgando velozmente mientras esa pequeña criatura me lanzaba excremento sin consideración- Mi cuerpo se balanceó hacia adelante como si fuera a caer pero conseguí mantenerme en pie -Así que me dije a mí mismo: mí mismo... ¿Quién rayos es esa niña?- Agité la mano que aún mantenía en alto.
Se me estaba cansando la mano, pero no podía bajarla, no ahora que ésta se había convertido en el inexpugnable símbolo de... pues... de que tenía la mano en algo, como fuera era un símbolo -Así que les contaré la historia de la valiente jinete lanza-cacas- Tomé aire para comenzar la historia -Algunos dicen que no tiene padres, que nació de un árbol y una estrella- Comencé a tambalearme de nuevo -No me pregunten como le hicieron pero el punto es que yo también creo eso porque sus ojos son brillantes destellos como las lumbreras del cielo pero además, su voluntad parece tan fuerte como la madera más dura y su piel tan frágil como el... bueno... como algo muy frágil- A estas alturas ya no sabía ni qué estaba diciendo.
Algo en las caras de los espectadores me decía que el margen de la coherencia había quedado atrás hace mucho rato -Pero a fin de cuentas... el punto es que...- Estaba a punto de sufrir un desgarre muscular por el tiempo que llevaba con la mano levantada cuando vino a mi cabeza la iluminación, y cuando lo digo me refiero a que un par de antorchas se vinieron misteriosamente sobre mi cabeza, aunque conseguí esquivarlas sin saber siquiera como y antes que pudiera darme cuenta un par de chiquillos corrieron a poner todo en orden.
Me pesaban los párpados y ese agresivo elefante rosado no dejaba de señalarme, algo no estaba bien pero no me iría de ese lugar sin terminar mi historia, historia ¿Qué historia? ¡Claro! ¡Esa historia! Di un par de pasos al frente para acercarme al público -El punto es que ella es especial porque es el jinete de la alegría- Seguía con mi brazo levantado y ya ni siquiera lo sentía -Es imposible no reír en su compañía y por eso- Retrocedí dos pasos con poco equilibrio -Por eso- Avancé de nuevo dos pasos -Ella es mi persona favorita en este mundo... Y no le digo eso a todo el mundo- Agité la mano hasta deshacerme por fin de la babosa que se me había quedado pegada y ésta fue a caer a la hoguera, aunque eso me hizo perder el equilibrio hasta terminar de bruces en el suelo.
Lo último que supe fue que un par de chicos me arrastraban fuera del escenario arrastrándome por los pies; de ahí me quedé dormido un largo rato en que no supe más nada de nada ni de nadie, era solo yo, acostado sobre ese cómodo y acolchadito elefante rosado de algodón esponjado y dulce.
Levanté la mano para saludar a la guapa jovencita Kordax, al intrigante y a veces oportuno Tomo e incluso se encontraba por ahí aquella jovencita malhumorada que había conocido en mi viaje por Ulmer, un viaje que definitivamente no había salido nada bien, pero a fin de cuentas me había hecho con dos valiosas nuevas amigas, una adorable y rarita licántropa y una pequeña y hermosa piedra que había tomado del piso como recuerdo.
Me tomó completamente por sorpresa cuando comenzaron a contar historias, primero una payasa rarita, luego mi amiga la bruja rarita, luego otro rubio rarito... o más bien rarote porque era como si unieran a varios yo en un solo cuerpo, parecía que tenía músculos hasta en las orejas, aunque era algo que no esperaba tener que averiguar; incluso había una elfa rarita que recordaba claramente al ser parte del gremio -Wildorin- Susurré su nombre que recordaba con total precisión, aunque le quedaría mejor un nombre más corto y artístico como Wilducho, pero eso ya era historia para otro día. Me limité a sentarme en un lugar apartado esperando no llamar demasiado la atención.
Me puse cómodo escuchando las diferentes historias hasta que otra cara conocida se hizo presente, nada más y nada menos que Pelucho, mi lobo favorito estaba ahí para... bueno, al parecer como todos, contar una historia; el cansancio del camino comenzaba a pasarme factura y comenzaba a quedarme dormido; me recosté a una piedra mientras escuchaba la loca historia que seguramente contaría el lobo Zatch, pero algo en su historia me parecía conocido.
De un momento a otro grité como niña con toda la masculinidad que se podía tener en un grito al sentir que algo me mordía el cuello; comencé a golpear mi cuello hasta quitar de ahí una especie de babosa extraña y asquerosa cuyos efectos conocería luego -Hey- Protesté al seguir el hilo del relato que contaba el lobo, sin fijarme que la babosa seguía ahora pegada a mi mano; algo en la historia de Pelucho me parecía conocido, pero a ratos mi cordura se iba y comenzaba a ver biusas de todos los colores flotando en el cielo y bailando una danza graciosa y extraña.
Me sentía intrigado por saber cómo era que aquel personaje sabía las cosas que sabía así que me levanté... o más bien intenté levantarme y me fui al piso repitiendo la misma escena un par de veces más hasta que finalmente y tras una larga caminata conseguí llegar a donde se encontraba el peludo sujeto que ya venía saliendo; lo tomé por el cuello solo para darme cuenta que no era el mismo, al parecer la llegada me había tomado más tiempo del que pensaba y era ahora un barbudo quien salía de escena; también lo recordaba de algún lado pero ese arcoíris saliendo de su nariz como mocos de colores servía para confundir a cualquiera.
Fue así como sin darme cuenta fui a parar en medio de escenario ante la vista de todos los presentes -¡No! ¡No me miren!- Grité celoso -¡Los monos voladores de caramelo son míos!- Retrocedí lentamente mientras los presentes se miraban unos a otros un poco desconcertados por mis incoherencias -¿Ah, conque quieren una historia?- Me tambaleaba de un lado a otro por el efecto alucinógeno de la babosa -Pues yo les daré una historia- Levanté la mano derecha con el dedo índice señalando al cielo y mis ojos cerrados; momento que se extendió más de la cuenta pues aunque el punto era crear suspenso, la verdad era que me había quedado dormido.
Un profundo y completo silencio se adueñó de la escena mientras todos aguardaban por lo que ahora diría -Y ahí estaba- Dije aún con los ojos cerrados en una especie de sonambulismo que me permitía hablar mientras dormía parado -Cabalgando velozmente mientras esa pequeña criatura me lanzaba excremento sin consideración- Mi cuerpo se balanceó hacia adelante como si fuera a caer pero conseguí mantenerme en pie -Así que me dije a mí mismo: mí mismo... ¿Quién rayos es esa niña?- Agité la mano que aún mantenía en alto.
Se me estaba cansando la mano, pero no podía bajarla, no ahora que ésta se había convertido en el inexpugnable símbolo de... pues... de que tenía la mano en algo, como fuera era un símbolo -Así que les contaré la historia de la valiente jinete lanza-cacas- Tomé aire para comenzar la historia -Algunos dicen que no tiene padres, que nació de un árbol y una estrella- Comencé a tambalearme de nuevo -No me pregunten como le hicieron pero el punto es que yo también creo eso porque sus ojos son brillantes destellos como las lumbreras del cielo pero además, su voluntad parece tan fuerte como la madera más dura y su piel tan frágil como el... bueno... como algo muy frágil- A estas alturas ya no sabía ni qué estaba diciendo.
Algo en las caras de los espectadores me decía que el margen de la coherencia había quedado atrás hace mucho rato -Pero a fin de cuentas... el punto es que...- Estaba a punto de sufrir un desgarre muscular por el tiempo que llevaba con la mano levantada cuando vino a mi cabeza la iluminación, y cuando lo digo me refiero a que un par de antorchas se vinieron misteriosamente sobre mi cabeza, aunque conseguí esquivarlas sin saber siquiera como y antes que pudiera darme cuenta un par de chiquillos corrieron a poner todo en orden.
Me pesaban los párpados y ese agresivo elefante rosado no dejaba de señalarme, algo no estaba bien pero no me iría de ese lugar sin terminar mi historia, historia ¿Qué historia? ¡Claro! ¡Esa historia! Di un par de pasos al frente para acercarme al público -El punto es que ella es especial porque es el jinete de la alegría- Seguía con mi brazo levantado y ya ni siquiera lo sentía -Es imposible no reír en su compañía y por eso- Retrocedí dos pasos con poco equilibrio -Por eso- Avancé de nuevo dos pasos -Ella es mi persona favorita en este mundo... Y no le digo eso a todo el mundo- Agité la mano hasta deshacerme por fin de la babosa que se me había quedado pegada y ésta fue a caer a la hoguera, aunque eso me hizo perder el equilibrio hasta terminar de bruces en el suelo.
Lo último que supe fue que un par de chicos me arrastraban fuera del escenario arrastrándome por los pies; de ahí me quedé dormido un largo rato en que no supe más nada de nada ni de nadie, era solo yo, acostado sobre ese cómodo y acolchadito elefante rosado de algodón esponjado y dulce.
- Para Iliaki:
- Buuu
Como no somos cursis ni nos gustan esas cosas, pensé en hacerte algo muy loco e incoherente que te sacara al menos una sonrisa, las cosas que dice Bio son las que piensa su user acerca de tu personaje; gracias por hacerme reír como lo haces,
te aprecio mucho.
Última edición por Bio el Vie 19 Mayo - 4:18, editado 1 vez
Bio
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Re: Bealtaine: Intercambio de Historias [Evento]
Tenía la leve impresión de que una actividad parecida había presenciado ya hace un tiempo; el sentarse y escuchar historias heroicas y graciosas de otras personas no era algo nuevo. ¿Y por qué no ir esta vez a contar yo una historia? Aquella idea me ponía un poco nerviosa porque no había dado un discurso a tantas personas antes, y tampoco tenía algo tan preparado y y… ¡Que nervios!
Esperaba no hacer un desastre con mi intervención. Llegué un poco tarde al evento, lo que no me permitió escuchar desde un principio todas las historias, eso había sido culpa de Pelusa, tardó mucho en peinarse esa noche y me retrasó toda. Cada paso que daba sentía como mi estómago se retorcía de nervios, habían muchas personas en el lugar y, sí me gusta ser una persona socialmente conocida y vanagloriada, no me mal interpreten, pero tenía que hablar delante de todos y era mi primera vez.
...
Quién diría que después de tanto alardear sobre mis habilidades sociales estaría tan nerviosa. No tenía nada preparado, lo único que sabía es que iba a hablar de una chica que conocí en una aventura en las catacumbas, una joven impresionantemente violenta.
“Un día como cualquier otro...” , era una forma bastante común de empezar una historia. Mi cabeza estaba desesperada y nerviosa buscando otra forma de empezar el cuento. -Woaoo. ¡Qué nervios Pelusa! Jamás había estado tan preocupada.- le dije mientras le acariciaba el lomo -Tengo ganitas de hacer pusito- apreté mis ojos para no caer por completo en la desesperación de ir al monte a hacer mis necesidades por nervios. -¡Controlate!-
Inmersa en mis pensamientos sólo me había dado cuenta de que había muchísima gente, pero no le había prestado atención a quienes estaban realmente presentes ahí; hasta que una voz conocida sonó; decía incoherencias y parecían influencias de una muy fuerte planta alucinógena. Sacudí mi cabeza, no podía creer lo que estaba viendo. Me reí ante la ridícula escena que hacía mi papá agradeciendo que no tuviésemos parentesco, y le dije a Pelusa -¡Ya! Es ahora o nunca -
Esperé que retiraran a mi papá del escenario y camine vacilante al escenario en donde pronto la mirada de todos se posaría en mí. Estaba a punto de desmayarme por la presión que sentía, me quedé un tanto paralizada y luego empecé a moverme de un lado a otro sin saber cómo comenzar. Gracias al cielo Pelusa se acercó a mi rescate y me acarició la barriga con su hocico, cosa que me tranquilizo lo suficiente como para abrir mi boca e intentar decir algo. Segundo después de tener la boca abierta sin poder decir nada sacudí mi cabeza y empecé con algo para romper el hielo.
-Risa sublime, blanca y pura…- ¿qué tonterías poéticas estaba diciendo? -La luna se adueñó por completo del cielo, dejando sólo su luz como refugio para los que lo necesitaran- tomé aire y junté mis manitos – Los arboles estaban agitados, el viento y algo más le daban vida al bosque- hice una pausa -Sus ojos marrones como la madera disminuyeron su intensidad hasta convertirse en unos ojos color miel, y un aullido rompió el silencio del lugar- volteé a ver a los que estaban presentes y la vi, sentada escuchando todo lo que decía; no pude evitar ruborizarme, pero aquello me dio fuerzas para contar una historia impresionante.
Olvidé mi temor y seguí con el cuento -Se trataba de una joven morena, con pintura en la cara y un espíritu lleno de energía. Corría por el bosque a toda velocidad. Podía oír su corazón acelerado mientras escapaba de su pasado y su futuro al mismo tiempo. Esquivaba todo a su paso, saltaba con gran agilidad los obstáculos que el bosque le ponía, y seguía su rumbo hasta el acantilado en dónde sería su fin o su inicio…- dije en tono épico -Se lanzó con los brazos abiertos dejando su alma y su espíritu en aquella carrera. El aire batía su trenza mientras ella caía cada segundo con mayor velocidad. Cualquiera pensaría que su fin había llegado, pero yo estaba segura de que no era así.-
...
-Zafiro, un dragón purpura brillante, voló bajo la guerrera y la salvó de aquella caída. Al parecer eran un equipo. Zuki calló sentada en ella como si no fuese la primera vez que hacían aquella maniobra. Volaron alto, mientras la respiración de la joven se calmaba y se compenetraba con su amiga en el aire. Surcaron los cielos fríos mientras las nubes espesas les hacían compañía. La joven sacó sus armas y se paró en el lomo de la dragona lista para saltar y atacar. La dragona descendió velozmente hasta una casa roja como la sangre, y sin tener que aterrizar, la joven saltó por los techos. Partió uno de los vidrios de los ventanales con su hacha, para luego hacer una maniobra y entrar por aquella ventana. Dio una vuelta canela en el suelo, se levantó rápido y lanzó su hacha al anciano que se encontraba en aquella habitación. Corrió a desenterrar su arma del cráneo del desdichado y la sacudió para guardar su armamento.- suspiré imaginándome todo aquello y narrándole a todos lo que en mi cabeza pasaba.
-Un suspiro ahogado salió de los labios de la chica, que en cuestiones de segundos abrió la puerta desde adentro y salió por los pasillos sigilosa matando a todos los que ahí se encontraban, con el sublime modus operandi de ponerse atrás de ellos y con su arma en la muñeca hacerles un leve pero letal corte en el cuello a todos. Aquella hoja oculta sería el fin de más de uno en aquel lugar.- respiré para bajar la velocidad de mi relato, ya que me había emocionado tanto que no podía parar de hablar.
-Karma, aquella energía negativa que había oculta en las vidas pasadas de la joven, había florecido en su interior desde que fue atrapada hace unos años por brujos oscuros; habían convertido a la Zuki que todos conocíamos en una asesina a sueldo, la más buscada por la guardia y la más letal de todas- empecé a dar salticos de la emoción y luego me tiré en el piso para hacer movimientos “furtivos” -La chica llegó al cuarto de su victima y se arrastró por el suelo con mucha experiencia, rodó bajo la cama de la princesa dormida, y oculta bajo sabanas hizo que su hoja malvada atravesara el colchón y el corazón de la pobre joven que aún dormía- me puse boca arriba e hice un movimiento como si le estuviera clavando un cuchillo a alguien encima de mí.
-Un micro segundo bastó para que el hechizo se rompiera y la joven asesina recuperara el control; ya no tenía ganas de matar, ya no sabía que hacer. Guardó su arma y se quedo mirando la parte de abajo del colchón con horribles recuerdos de todo lo que había tenido que matar para aquella despiadada bruja del mal. El encantamiento se iba a romper al matar a la persona 430, que era el número que representaba la edad de la chica, más la edad de su hermano, más un 0 a un lado; número elegido por la bruja para vengarse por las decisiones que el hermano de la chica había tomado en contra de la asociación de brujos malvados anónimos de Ulmer.- suspiré para no perder el aire.
-Rápidamente la chica rodó para salir de la cama. Su lado bueno estaba aterrado, mientras que su aprendizaje asesino le advertía que era momento de irse del lugar. Zafiro la estaba esperando afuera en los aires. Zuki saltó por instinto a la espalda morada que la esperaba y se agarró fuerte como lo había hecho ya más de cincuenta veces.- hice una pausa – Se encontraban en el aire, pasaron sobre un bosque y …- hice una pausa de suspenso -La chica se lanzó del dragón, miró para arriba y este había cambiado a un color negro. Zuki se aterró porque seguramente se trataba de un truco de aquella bruja malvada y salió corriendo por el bosque- suspiré – Los arboles estaban agitados, el viento y algo más le daba vida al bosque. Sus ojos marrones como la madera disminuyeron su intensidad hasta convertirse en unos ojos color miel, y un aullido rompió el silencio del lugar. Corría por el bosque a toda velocidad. Podía oír su corazón acelerado mientras escapaba de su pasado y su futuro al mismo tiempo. Esquivaba todo a su paso, saltaba con gran agilidad los obstáculos que el bosque le ponía y seguía su rumbo hasta el acantilado en dónde sería su fin o su inicio…- terminé la historia en tono épico.
Asentí ante los espectadores para hacer una especie de reverencia por haber escuchado mi historia, le dediqué una sonrisa especial a Zukura y con telekinesis le arranque un mechonsito de cabello, el cuál fingí haber sacado de mis ropas para luego lanzarlo a la hoguera; luego me fui a sentar con los demás esperando la siguiente historia.
Esperaba no hacer un desastre con mi intervención. Llegué un poco tarde al evento, lo que no me permitió escuchar desde un principio todas las historias, eso había sido culpa de Pelusa, tardó mucho en peinarse esa noche y me retrasó toda. Cada paso que daba sentía como mi estómago se retorcía de nervios, habían muchas personas en el lugar y, sí me gusta ser una persona socialmente conocida y vanagloriada, no me mal interpreten, pero tenía que hablar delante de todos y era mi primera vez.
...
Quién diría que después de tanto alardear sobre mis habilidades sociales estaría tan nerviosa. No tenía nada preparado, lo único que sabía es que iba a hablar de una chica que conocí en una aventura en las catacumbas, una joven impresionantemente violenta.
“Un día como cualquier otro...” , era una forma bastante común de empezar una historia. Mi cabeza estaba desesperada y nerviosa buscando otra forma de empezar el cuento. -Woaoo. ¡Qué nervios Pelusa! Jamás había estado tan preocupada.- le dije mientras le acariciaba el lomo -Tengo ganitas de hacer pusito- apreté mis ojos para no caer por completo en la desesperación de ir al monte a hacer mis necesidades por nervios. -¡Controlate!-
Inmersa en mis pensamientos sólo me había dado cuenta de que había muchísima gente, pero no le había prestado atención a quienes estaban realmente presentes ahí; hasta que una voz conocida sonó; decía incoherencias y parecían influencias de una muy fuerte planta alucinógena. Sacudí mi cabeza, no podía creer lo que estaba viendo. Me reí ante la ridícula escena que hacía mi papá agradeciendo que no tuviésemos parentesco, y le dije a Pelusa -¡Ya! Es ahora o nunca -
Esperé que retiraran a mi papá del escenario y camine vacilante al escenario en donde pronto la mirada de todos se posaría en mí. Estaba a punto de desmayarme por la presión que sentía, me quedé un tanto paralizada y luego empecé a moverme de un lado a otro sin saber cómo comenzar. Gracias al cielo Pelusa se acercó a mi rescate y me acarició la barriga con su hocico, cosa que me tranquilizo lo suficiente como para abrir mi boca e intentar decir algo. Segundo después de tener la boca abierta sin poder decir nada sacudí mi cabeza y empecé con algo para romper el hielo.
-Risa sublime, blanca y pura…- ¿qué tonterías poéticas estaba diciendo? -La luna se adueñó por completo del cielo, dejando sólo su luz como refugio para los que lo necesitaran- tomé aire y junté mis manitos – Los arboles estaban agitados, el viento y algo más le daban vida al bosque- hice una pausa -Sus ojos marrones como la madera disminuyeron su intensidad hasta convertirse en unos ojos color miel, y un aullido rompió el silencio del lugar- volteé a ver a los que estaban presentes y la vi, sentada escuchando todo lo que decía; no pude evitar ruborizarme, pero aquello me dio fuerzas para contar una historia impresionante.
Olvidé mi temor y seguí con el cuento -Se trataba de una joven morena, con pintura en la cara y un espíritu lleno de energía. Corría por el bosque a toda velocidad. Podía oír su corazón acelerado mientras escapaba de su pasado y su futuro al mismo tiempo. Esquivaba todo a su paso, saltaba con gran agilidad los obstáculos que el bosque le ponía, y seguía su rumbo hasta el acantilado en dónde sería su fin o su inicio…- dije en tono épico -Se lanzó con los brazos abiertos dejando su alma y su espíritu en aquella carrera. El aire batía su trenza mientras ella caía cada segundo con mayor velocidad. Cualquiera pensaría que su fin había llegado, pero yo estaba segura de que no era así.-
...
-Zafiro, un dragón purpura brillante, voló bajo la guerrera y la salvó de aquella caída. Al parecer eran un equipo. Zuki calló sentada en ella como si no fuese la primera vez que hacían aquella maniobra. Volaron alto, mientras la respiración de la joven se calmaba y se compenetraba con su amiga en el aire. Surcaron los cielos fríos mientras las nubes espesas les hacían compañía. La joven sacó sus armas y se paró en el lomo de la dragona lista para saltar y atacar. La dragona descendió velozmente hasta una casa roja como la sangre, y sin tener que aterrizar, la joven saltó por los techos. Partió uno de los vidrios de los ventanales con su hacha, para luego hacer una maniobra y entrar por aquella ventana. Dio una vuelta canela en el suelo, se levantó rápido y lanzó su hacha al anciano que se encontraba en aquella habitación. Corrió a desenterrar su arma del cráneo del desdichado y la sacudió para guardar su armamento.- suspiré imaginándome todo aquello y narrándole a todos lo que en mi cabeza pasaba.
-Un suspiro ahogado salió de los labios de la chica, que en cuestiones de segundos abrió la puerta desde adentro y salió por los pasillos sigilosa matando a todos los que ahí se encontraban, con el sublime modus operandi de ponerse atrás de ellos y con su arma en la muñeca hacerles un leve pero letal corte en el cuello a todos. Aquella hoja oculta sería el fin de más de uno en aquel lugar.- respiré para bajar la velocidad de mi relato, ya que me había emocionado tanto que no podía parar de hablar.
-Karma, aquella energía negativa que había oculta en las vidas pasadas de la joven, había florecido en su interior desde que fue atrapada hace unos años por brujos oscuros; habían convertido a la Zuki que todos conocíamos en una asesina a sueldo, la más buscada por la guardia y la más letal de todas- empecé a dar salticos de la emoción y luego me tiré en el piso para hacer movimientos “furtivos” -La chica llegó al cuarto de su victima y se arrastró por el suelo con mucha experiencia, rodó bajo la cama de la princesa dormida, y oculta bajo sabanas hizo que su hoja malvada atravesara el colchón y el corazón de la pobre joven que aún dormía- me puse boca arriba e hice un movimiento como si le estuviera clavando un cuchillo a alguien encima de mí.
-Un micro segundo bastó para que el hechizo se rompiera y la joven asesina recuperara el control; ya no tenía ganas de matar, ya no sabía que hacer. Guardó su arma y se quedo mirando la parte de abajo del colchón con horribles recuerdos de todo lo que había tenido que matar para aquella despiadada bruja del mal. El encantamiento se iba a romper al matar a la persona 430, que era el número que representaba la edad de la chica, más la edad de su hermano, más un 0 a un lado; número elegido por la bruja para vengarse por las decisiones que el hermano de la chica había tomado en contra de la asociación de brujos malvados anónimos de Ulmer.- suspiré para no perder el aire.
-Rápidamente la chica rodó para salir de la cama. Su lado bueno estaba aterrado, mientras que su aprendizaje asesino le advertía que era momento de irse del lugar. Zafiro la estaba esperando afuera en los aires. Zuki saltó por instinto a la espalda morada que la esperaba y se agarró fuerte como lo había hecho ya más de cincuenta veces.- hice una pausa – Se encontraban en el aire, pasaron sobre un bosque y …- hice una pausa de suspenso -La chica se lanzó del dragón, miró para arriba y este había cambiado a un color negro. Zuki se aterró porque seguramente se trataba de un truco de aquella bruja malvada y salió corriendo por el bosque- suspiré – Los arboles estaban agitados, el viento y algo más le daba vida al bosque. Sus ojos marrones como la madera disminuyeron su intensidad hasta convertirse en unos ojos color miel, y un aullido rompió el silencio del lugar. Corría por el bosque a toda velocidad. Podía oír su corazón acelerado mientras escapaba de su pasado y su futuro al mismo tiempo. Esquivaba todo a su paso, saltaba con gran agilidad los obstáculos que el bosque le ponía y seguía su rumbo hasta el acantilado en dónde sería su fin o su inicio…- terminé la historia en tono épico.
Asentí ante los espectadores para hacer una especie de reverencia por haber escuchado mi historia, le dediqué una sonrisa especial a Zukura y con telekinesis le arranque un mechonsito de cabello, el cuál fingí haber sacado de mis ropas para luego lanzarlo a la hoguera; luego me fui a sentar con los demás esperando la siguiente historia.
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OffRol
Por lo general Maga habla con rosadito, pero en esta ocasión dejo el color de la historia
en gris para resaltar el mensaje oculto en las primeras letras del post :3
Espero que te guste Zuki. Obviamente tiene mucha ficción...
Y sorry por arrancarte el cabello, culpa a Sigel por eso...
Si alguien quiere darle sazón a la historia les dejo el toque...
Que buenas están las historias de todos.
OffRol
Por lo general Maga habla con rosadito, pero en esta ocasión dejo el color de la historia
en gris para resaltar el mensaje oculto en las primeras letras del post :3
Espero que te guste Zuki. Obviamente tiene mucha ficción...
Y sorry por arrancarte el cabello, culpa a Sigel por eso...
Si alguien quiere darle sazón a la historia les dejo el toque...
- Pimienta para sazonar:
Que buenas están las historias de todos.
- Todos:
- Korax, esa revelación fue :0
Gerrit, muy violento... menos mal que Maguis no escucho lo de las P*t@$
Zuki, me asustó el canibalismo de Nerum (menos mal Maga estaba nerviosa y no oía nada)
Wind super cute
Zatch, mi historia fav hasta ahora porque sale baby maguis :3 conquistando el corazón de mi daddy.
Eltrant, me gusta mucho como escribes y la historia de Cass estuvo genial.
Y daddy, tu historia fue... Me reí mucho.
Magazubi
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Re: Bealtaine: Intercambio de Historias [Evento]
Corría deprisa por la ladera, tropezándome varias veces y golpeándome con las ramas y matojos en la cara, estaba hacía un momento tranquilamente cenando en una taberna, bueno, tal vez cenando no era la palabra adecuada para el pollo seco y el vaso de cerveza que me había alcanzado comprar con los aeros que llevaba, cuando un tipo entró acalorado en la taberna diciendo no sé qué de unas historias y de una hoguera para luego irse corriendo, yo y muchos de los que estábamos allí salimos en tropel y fuimos en la dirección que nos indicó el hombre a ver de qué se trataba tanto escándalo, y pude ver, a lo lejos, un nutrido grupo de gente alrededor de una gran hoguera en un montecillo cercano, una realmente grande, no estaba seguro de si habría que dar parte a alguna autoridad, seguramente se viese desde Baslodia incluso, así que me apresuré a ir para allá..
Parece que llegué tarde, la gente estaba contando historias y no se hacía cuanto habían empezado, una joven de pelo negro e indudable belleza estaba terminando de contar su relato sobre alguien al que amaba, un tipo con suerte supongo.
Busqué algún sitio libre, y acabe sentándome en una piedra relativamente cómoda, cerca de un tipo rubio enorme, estuve a punto de tocarle la espalda y preguntarle si había empezado hace mucho pero me contuve, no quería perderme detalle de la historia.
El siguiente en salir a hablar fue casualmente él, que tras arrojar algo al fuego, contó una buena historia algo picantona, miré a mi alrededor a ver si había algún niño presente, pero supongo que dadas las altas horas de la noche que eran si había alguno estaría ya crecidito.
Después del tipo rubio otra joven se irguió para tirar algo al fuego y contar una historia, que me dejo la piel de gallina, aplaudí lentamente tratando de asimilar lo que había escuchado ¿era una historia real no?
Otra joven fue llamada por la anfitriona, pintada de manera muy extraña, para narrar su relato, una historia muy tierna que me hizo aplaudir fuertemente al acabar, la velada estaba resultando estupenda, solo esperaba que no me señalase a mí, me daba mucho corte hablar con tanto público.
Por suerte otro fue llamado a hablar, un tipo que resultó ser un hombre bestia, parecido a un zorro que me golpeó sin querer al pasar, estaba borracho perdido pero me sorprendió que no lo bastante como para impedirle narrar una historia, una trágica sobre un vampiro, muy buena, que realmente me conmovió, aplaudí nuevamente al final, aunque parece que el tipo ni se inmutó.
Para mi enorme sorpresa el siguiente participante resultó ser Eltrant, al que no había visto antes, no le hice ningún gesto para no interrumpirle, pero me quedé de piedra cuando la hoguera comenzó a hacer cosas extras y mostrarnos hechos e imágenes, esto sí que no me lo esperaba.
La hoguera de Eltrant narraba una historia de acción desenfrenada de una pareja de cazadores de vampiros, no pude evitar llevarme las manos a la cara con espanto ante el amargo final, la chica me resultaba bastante familiar, aunque era difícil saberlo entre las neblinas de la hoguera, de todas formas el nombre no me sonaba de nada, aunque debía de ser una mujer increíble, ojalá pudiera conocerla.
Antes de que pudiera felicitar a Eltrant por tan buena historia un tipo mucho más borracho que el anterior irrumpió en escena soltando desvaríos, no pude evitar sonreír, el tipo parecía estar en algún tipo de trance y mientras luchaba por no caer redondo mascullaba una historia que creo no llegué a entender del todo bien pero que me hizo soltar un par de carcajadas, finalmente el tipo no pudo más y cayó cual largo era, un par de chiquillos corrieron a sacarle a rastras de allí, todo bastante cómico
La siguiente en salir fue ni más ni menos que una niña pequeña de unos nueve o diez años, que iba a acompañada con ¿era acaso un Aion?, si, si lo era, uno aun joven, nunca había visto ninguno en vivo, fuera de las gastadas páginas de los bestiarios, era una criatura fantástica.
La niña nos contó una historia muy vivida y trágica sobre una asesina maldita, me levanté y aplaudí como el que más cuando terminó, era increíble como esa chiquilla había contado una historia tan genial, por desgracia parece que mi efusividad me jugó una mala pasada cuando noté la voz de la mujer pintada tras de mí.
-¿Ah, eres el siguiente voluntario?, bien disponte a ello- Me dijo empujándome al centro.
-¿Eh? nono.si yo..no.solo me había levantado…yo..si yo no.- Un momento de pánico me recorrió, mire a todas partes, había gente hasta donde alcanzaba la vista tenuemente iluminadas por el centellear del fuego, mierda, ahora no podía echarme atrás, ojalá hubiese tenido más dinero para beber algo más de valor embotellado.
-Yo..oh..si..yo eh bien..si- dije rebuscando en mi sobrecargada bandolera, tenía muchos recuerdos inútiles y cachivaches, incluso me pareció tocar un par de aeros, seguí rebuscando hasta que palpé algo que me podía servir, era una hebilla suelta de la mochila de Runa, creo recordar que la perdió huyendo en las alcantarillas hace ya bastante tiempo, ah que recuerdos, se debió de soltar antes de que se la devolviera.
Dubitativo arrojé la hebilla al fuego, y para mi sorpresa esta se consumió, desde luego este no era un fuego normal.
-Bu..bueno pues vamos a ello…ejem..ejem..ejejem..- dije aclarándome la voz y calmando los nervios, un brujo me dijo en una ocasión que lo mejor era imaginárselos a todos desnudos, pero creo que este no era el momento ni el lugar, así que me limité a hacer de tripas corazón y hacerlo lo mejor que pudiera, los narradores anteriores habían estado soberbios, dudo que pudiera igualarlos pero al menos trataría de contar algo decente, a ver qué tal.
-Ejejem…bueno damas y caballeros, nuestra historia comienza no muy lejos de aquí, en las zonas más ricas de Lunargenta, calles opulentas, bien adoquinadas donde los más pudientes y nobles vivían cómodamente, allí tenía su negocio Lord Hasselhoff, el villano de esta historia, un tipo malo, malvado, que quizás a algunos os suene por haber sido hace poco juzgado y encarcelado por evasión de impuestos a la corona- Un par de tipos al fondo asintieron con la cabeza.
-Por aquel entonces Lord Hasselhoff dirigía un cruel negocio como prestamista y usurero, prestando dinero a la gente que no tenía otra opción a intereses desmesurados, asegurándose de que no pudieran devolverlo, aumentaba las deudas que tenían con él y exprimía cada aero que las pobres gentes ganaban arruinando la vida de más y más pobres familias que se acababan quedando sin nada, muchos pedían ayuda, algunos incluso morían, pero el Lord tenía influencias en las altas esferas y todas las quejas y reclamaciones terminaban cayendo en saco roto, la situación continuaba año tras año, destrozando más y más sueños, hasta que el caprichoso destino quiso que nuestra heroína, la protagonista de esta historia se cruzase en su camino- sonreí.
-Ella era una joven ladrona, rápida como el rayo, ágil como un felino, que se deslizaba en silencio por los tejados de la ciudad sin llamar la atención, la guardia no podía siquiera encontrarla mucho menos alcanzarla, era una sombra en la oscuridad, nuestra joven protagonista andaba como de costumbre huyendo de las autoridades, acababa de robar un buen par de hogazas directamente de la despensa de Lord Baldwick, y la guardia había sido rápida en acudir y perseguirla- Me aclaré la garganta y continué, era extraño, las palabras casi fluían solas.
-Tras una trepidante persecución por la ciudad que involucró a varias docenas de guardias- algunos espectadores me miraron con cara de incredulidad –Bueno quizás media docena, más o menos, las fuentes no se ponen de acuerdo, el hecho, es que logró escabullirse buscando refugio por el balcón de una humilde casa, la cara de la familia fue todo un cuadro al ver entrar por la ventana del primer piso a la joven-
-Nuestra protagonista se disculpó por su aparatosa entrada y pidió a la familia que por favor no la entregasen que se iría enseguida, la familia, gente humilde y honesta no dudó en ofrecerle un sitio para descansar y tomar parte de su propia cena, que sería la última, puesto que al día siguiente abandonarían la casa, se podía incluso escuchar como varias personas se llevaban los escasos muebles del piso inferior, nuestra joven preguntó a que se debía todo esto, la familia le contó su desdichada historia.
El padre se había lesionado el brazo en el taller y no podía trabajar, Lord Hasselhoff, al que se habían visto obligados pedir prestado dinero para pasar el duro invierno no consintió ni el más mínimo retraso de la cuota, y la familia, al no poder frente a las deudas vio cómo su casa y todos sus bienes era embargados para hacer frente al pago, bueno, tan solo a los intereses, aun incluso le seguirían debiendo dinero- Varios murmullos entre los asistentes indicaron que conocían situaciones similares, situaciones abusivas, pagos completamente injustos y deudas que se llegaban a transmitir de padres a hijos.
Volví a alzar la voz y continuar –Y por supuesto nuestra ladrona no podía consentir ésta situación y rápidamente ofreció su ayuda a la pobre familia, ella terminaría con su calvario destruyendo el contrato que los mantenía encadenados, pero eso no iba a ser fácil, todas las cuentas, nóminas y contratos de Lord Hasselhoff se guardaban en su grueso libro de contabilidad, todos los acuerdos y firmas, con los que Lord Hasselhoff oprimía a sus desdichados clientes estaban allí, si ese libro desaparecía, no solo la pobre familia, sino muchas otras se verían liberadas de sus crueles ataduras y Lord Hasselhoff no podría seguir exprimiéndolos más-
-Nuestra ladrona estaba ya maquinando un plan, pero no iba a ser fácil, Lord Hasselhoff no tenía copias del libro, pero eso era porque éste se encontraba muy seguro en una gruesa e impenetrable caja fuerte en lo más alto de la más alta torre de su palacio- dije gesticulado cual alta era la torre.
-Bah, esos son pamplinas, ¿Qué era eso?¿El castillo real?- Comentó un tipo.
-Bueno bueno, puede que fuese solo una torre y no fuese tan alta, pero era una torre, de piedra, grande, eso seguro- sentencié para proseguir.
-La misión parecía imposible, en el difícil caso de que lograse llegar al palacio y entrar en la torre, ¿Cómo diantres abriría la caja fuerte?, eso le ocupaba todos los pensamientos, se vio pues obligada a pedir consejo a Basalgul, un hábil y famoso ladrón del gremio, temido incluso por los otros ladrones, que se decía conocía como abrir la caja fuerte de Lord Hasselhoff, nuestra joven no tuvo más remedio que acudir a las profundas catacumbas donde los ladrones moraban para buscarle-
-Va, venga ya, ¿ya es casualidad no?- Dijo otro tipo, o quizás el mismo.
-No, es poco probable, pero posible, así que por favor, chssss, déjenme proseguir- sentencié de nuevo.
-Ejejem, nuestra heroína avanzó por antiguos y secretos pasadizos hasta hallarle, Basalgul rio cuando la vio, como osaba una joven ladrona sin posición en el gremio siquiera preguntarle, además en el caso de que conociese esa información, ¿Por qué diantres la iba a compartir con ella? Pero nuestra protagonista era muy lista, y supo explotar la mayor debilidad de Basalgul-
-¿La lujuria?- dijo otro.
-Si... bueno, pues entonces la segunda, la codicia, si compartía con ella la información, nuestra ladrona le traería la joya más valiosa que encontrase en el palacio de Hasselhoff, Basalgul, divertido con la propuesta aceptó, si él no había ido antes al palacio de Lord Hasselhoff era porque era una misión imposible, mercenarios privados, lisas paredes, gruesas puertas, habría que ser un loco para entrar allí. ¿O no?- sonreí al público.
-Basalgul contó a nuestra ladrona que hace no mucho habían asaltado el taller de un famoso herrero artesano de cajas fuertes, el maestro no estaba, pero allí tenía un aprendiz, un joven herrero muy hábil aunque un negado en combate, al que tras robarle todo lo que tenía y a cambio de su vida, confesó que había un fallo de diseño en la caja fuerte de Lord Hasselhoff, uno que no había arreglado por lo tacaño que había sido el Lord con el pago de su propia caja fuerte, irónico verdad, bueno, por lo visto si la golpeabas varias veces con un objeto duro justo bajo la esquina derecha mientras empujabas los diales los engranajes saltaban y el mecanismo se abría, nuestra protagonista no perdió el tiempo, y se dirigió rauda para allá no sin antes tomar prestados un par de anillos de Basalgul que seguro venían bien para comprar una cuarta pared para los niños del orfanato- Un par de espectadores rieron –Bueno, o comida, las versiones discrepan-
Respiré un momento para retomar el aliento y continuar de nuevo la historia.
-Y llegó el momento, era noche cerrada, las puertas de la ciudadela estaban cerradas a cal y canto, nadie entraría ni saldría, nuestra joven ladrona debería usar todo su ingenio y habilidad para no despertar la alarma, y allí estaba, en pie, en la calle, bajo la imponente sobra del palacio de Lord Hasselhoff, la dificultad, máxima, las posibilidades de éxito, mínimas, pero tenía que hacerlo, estaba decidida-
Aguarde unos instantes para crear expectación y proseguí –Entonces nuestra heroína se alzó grácil por la pared, rápida como un felino, liviana como una pluma, segura como una cabra montesa, sin pausa, y sin más apoyo que el de sus manos y pies, sujetándose en cada recoveco de la pared, en cada saliente en cada hendidura, allá donde cualquier otro lo habría dejado por imposible ella prosiguió decidida, y finalmente, tras muchos esfuerzos, logró encaramarse a lo más alto de la más alta torre sin tan siquiera ser vista por nadie-
-Oye…y si no fue vista por nadie…¿cómo se sabe que subió así?- preguntó en voz alta algún listillo entre el público.
-Ehh...uuuu…pues…..- me pregunté, lo cierto es que a ese tipo no le faltaba razón –Bueno eso se sabe, aconteció así, no le des más vueltas, sigamos- le dije al tipo para luego proseguir
-Por donde iba… ah sí, nuestra joven ladrona logró entrar por la ventana sin siquiera hacer ruido, justo al despacho de Lord Hasselhoff, donde seguro se hallaba la preciada caja fuerte, recorrió con su mirada el despacho, iluminado tan solo por la tenue luz de la luna que se filtraba por un gran ventanal, su rápida mente buscó donde estaría oculta la caja fuerte, una gran mesa, varias grandes estanterías, un sofá, un feo busto…. y sus ojos se terminaron posando sobre un gran retrato de Lord Hasselhoff, uno en el que aparentaba ser más alto y más guapo de lo que realmente era, sin dilación descolgó el gran retrato para darse cuenta de….- hice una teatral pausa.
–¿De qué? Diablos ¿de qué?- gritó alguien.
-…De que allí detrás no había nada- sonreí.
-¡Claro si es que era la mar de obvio, mierda!- gritó otro.
-Pero nuestra historia no acaba aquí, en la pared opuesta nuestra joven vio algo brillar sobre una gran estantería que llegaba al techo, se acercó y allí estaba, una gran caja fuerte, de unos dos codos de ancho, encaramada en lo alto de la estantería, nuestra heroína no dudó y se encaramó sobre las baldas hasta llegar a ella, recordó las palabras que Basalgul le arrancó a ese desdichado herrero, y se dispuso abrirla como le indicaron, necesitaba algo duro y contundente, recordó pues el feo busto de Lord Hasselhoff que descansaba junto a la mesa, en un instante lo recogió y comenzó a golpear la caja fuerte como le indicaron, sin embargo estaba haciendo mucho ruido, el sonoro clonk de la calva del busto de Lord Hasselhoff contra el metal rompían el apacible silencio de la noche-
-Nuestra heroína suspiraba, parecía que aquello no iba a ceder, que todo el palacio se alertaría cuando de repente, con un fuerte ruido, el busto se partió en dos y la puerta de la caja fuerte se abrió.
Jajaja, parecía que ya lo tenía allí estaba, el libro de cuentas, así como una enorme cantidad de Aeros, sin duda amasados con crueles tácticas económicas, cogió el libro y se dispuso a saltar de la estantería cuando la pesada puerta del despacho se abrió de par en par y apareció la delgada figura de Lord Hasselhoff iluminando con una ornamentada lámpara de aceite.
-¡Agggg, mi cuadro, Aggggg mi busto…!. Clamaba Lord Hasselhoff rojo de ira viendo sus preciadas posesiones maltrechas en el suelo- dije imitando una aguda voz –Aghhhh, una ladrona!, ¡Al ladrón, mis hombres, a ella!, comenzó a gritar, increíblemente raudos, dos enormes mercenarios armados con sendas cimitarras acudieron a la habitación- dije gesticulando cual grandes eran los hombres y las armas
-Y entonces allí se libró una épica lucha, nuestra heroína, armada tan solo con un largo bastón, pero con el que era sumamente hábil, combatió sin dudar a los dos mercenarios, el combate fue cruento, todos expertos en la acción, llovieron patadas, golpes espadazos, puñetazos giros, ayiua, yiiiiia, yia, uuuuaaaa- Gritaba y gesticulaba mientras hacía torpes movimientos de combate
-Finalmente nuestra joven ladrona acabó dejando fuera de combate a los dos mercenarios que gimoteaban en el suelo, Lord Hasselhoff ardía de rabia, su libro de contratos, en manos de una ladrona, sin él estaba sin poder, sin pensarlo, arrojó la lámpara contra nuestra heroína dispuesto a perderla fuego, sin embargo, sus reflejos felinos actuaron de nuevo y nuestra joven logró cubrirse con el grueso libro que estalló en llamas al recibir el impacto de la lámpara cargada de aceite, sorprendida lo arrojó al suelo donde comenzó a consumirse rápidamente.
-¡Auaaaa, mi libro, mi libro, ladrona, matadla, matadla! Gritaba Lord Hasselhoff tratando de apagarlo logrando tan solo quemarse la punta de los dedos, otro nuevo mercenario, más grande que la propia puerta entró corriendo en la sala, tan rápido que no vio como el bastón de nuestra heroína oculta en las sombras le golpeaba en la nuca lanzador de bruces contra la gran estantería, que se agrietó bajo su peso.
Lord Hasselhoff aprovechó el descuido para abalanzarse sobre nuestra protagonista, pero ella era rápida, muy ágil, y de un salto se apartó y golpeó a Lord Hasselhoff con lo primero que pilló a mano, su gran cuadro, que le estampó en la cabeza haciendo un boquete e inmovilizándole los hombros-
-Si hombre, y justo la cabeza del tipo coincidió con la del cuadro- dijo otro hombre.
-Pues no, se lo atravesó al revés, ala por listo- sonreí.
-Bueno, Lord Hasselhoff estaba ciego de furia Aaaarggg acabaré contigo ladrona…agggg gritaba retorciéndose de una manera bastante cómica, nuestra joven se encaramó a la ventana dispuesta a abandonar el palacio, su labor había concluido, pero el destino aun le guardaba un desafío más, la estantería, agrietada con el golpe del mercenario se curvaba bajo el peso de la caja fuerte y comenzaba a inclinarse sobre la habitación, una a una las patas de la estantería se rompieron y ésta cayó justo sobre la ventana donde nuestra protagonista se encontraba, pero nuevamente fue rápida, muy rápida, y se deslizó fuera bajo el alfeizar de la ventana justo cuando la gruesa estantería golpeó rompiendo la cristalera el marco y parte del muro, el golpe y un montón de cascotes hicieron perder el equilibrio a nuestra joven, que se precipitó a la calle desde una enorme altura parecía el fin…- dije deteniéndome deliberadamente.
-Y…¿y qué pasó?...- Dijo un chaval.
-Eso eso, ¿qué diantres pasó?- gritaron algunos.
Sonreí –Nuestra ladrona, haciendo uso de su increíble habilidad con el bastón, lo clavó entre los gruesos ladrillos del palacio y fue deslizándose agarrada el por la pared dejando tras de sí una gruesa grieta en el adobe-
-¿Ey pero no era de piedra?-
-Sí, eso de bajar con el bastón es una chorrada, no puede hacerse, ni de coña- Gritaban varios.
-Que sí que sí, que eso se ha hecho muchas veces… ¿a qué si?- le dije a un borracho que estaba casi dormitando cerca de mí.
-¿Eh?- Dijo el tipo.
-¿Lo ven?, bueno no me distraigan más, el caso es que nuestra joven logró bajar sin un rasguño bajo la intensa lluvia de cascotes y libros que caían de arriba, mucha gente de la calle se despertó y se asomaba a las ventanas buscando la causa del alboroto.
Nuestra heroína puso ambos pies en el suelo y se sacudió el polvo de los ropajes , pero entonces..oh por los dioses…la gruesa caja fuerte acabó de resbalar sobre la estantería y se precipitó al vació sobre ella-
Sonreí cuando un par de chavales se llevaron las manos a la cara preocupados ]–Jajá, pero esto tampoco podría con nuestra heroína, que con un grácil salto se apartó instantes antes de que la caja se estrellase sonoramente contra el suelo- Sonreí pegando yo el salto -Reventando y desparramando una gran cantidad de Aeros por toda la calle, y en apenas unos instantes un gran número de gentes del lugar ya estaban allí aferrando todas las monedas que podían, nuestra joven se agachó y simplemente sonrió y recogió un maltrecho libro del suelo, era justo lo que necesitaba-
-Atraídos por el jaleo un gran número de guardias aparecieron, Lord Hasselhoff desde la ventana seguía maldiciendo, gritando improperios contra nuestra protagonista y a las pobres gentes que dejasen su dinero, sin éxito, los guardias, azuzados por Lord Hasselhoff, fueron tras nuestra protagonista que echó a correr calle abajo.
La persecución fue trepidante, lo menos cuarenta guardias iban tras ella….-
Muchos tosidos de incredulidad entre el publico
-Bueno, quizás eran algunos menos, pero eso no es importante, el caso es que logró escabullirse por las calles de la ciudad, ahora llenas de gente que corría ante el rumor de la lluvia de Aeros, después de unos elegantes esquives a la guardia y tras tirar por accidente a un pobre pelirrojo que pasaba por allí al canal nuestra heroína salió corriendo por las puertas abiertas de la ciudadela y se fundió en las oscuras sombras de la noche de Lunargenta y nadie logró encontrarla- Sonreí acabando la historia con una elegante tonalidad, al final no había quedado nada mal.
-Ey ey, espera, ¿qué pasó con el trato con Basalgul?- dijo un tipo.
-Si eso, ¿y ese libro que se llevó de la mansión?- clamó otro.
-Bueno bueno calma, es verdad, a la mañana siguiente nuestra heroína fue a encontrarse con Basalgul, que estaba expectante de recibir la joya más valiosa que nuestra ladrona había prometido encontrar en el palacio, y así fue, le entregó el libro que felizmente había recogido de la estantería rota “La Joya más valiosa” Un clásico tratado del maestre Oemon sobre la amistad, que no puede faltar en cualquier biblioteca, Basalgul, sonrió derrotado ante el ingenio de nuestra protagonista y la dejo marchar habiendo aprendido una valiosa lección-
Murmullos de risa y aprobación, sonreí ya había acabado mi labor.
-Ey ey ey, espera, al principio de la historia dijiste que las puertas de la ciudadela estaban cerradas y al final has dicho que huyó por las puertas abiertas ¿Qué pasa con eso?- dijo otro listillo entre el público.
-Emm..bueno….si..eso..lo hizo un brujo- Sentencié
Varios murmullos de aceptación, había bastantes brujos en Aerandir, y abrir puertas era una de las cosas que fácilmente podrían hacer.
Sonriendo avergonzado ante el público me volví a sentar rápidamente antes de que mis temblorosas piernas me fallasen, no me permití suspirar aliviado hasta que estuve sobre la seguridad de mi piedra, ahora sería otro el que tuviese que salir y aguantar el tipo delante de tanta gente, suerte.
Parece que llegué tarde, la gente estaba contando historias y no se hacía cuanto habían empezado, una joven de pelo negro e indudable belleza estaba terminando de contar su relato sobre alguien al que amaba, un tipo con suerte supongo.
Busqué algún sitio libre, y acabe sentándome en una piedra relativamente cómoda, cerca de un tipo rubio enorme, estuve a punto de tocarle la espalda y preguntarle si había empezado hace mucho pero me contuve, no quería perderme detalle de la historia.
El siguiente en salir a hablar fue casualmente él, que tras arrojar algo al fuego, contó una buena historia algo picantona, miré a mi alrededor a ver si había algún niño presente, pero supongo que dadas las altas horas de la noche que eran si había alguno estaría ya crecidito.
Después del tipo rubio otra joven se irguió para tirar algo al fuego y contar una historia, que me dejo la piel de gallina, aplaudí lentamente tratando de asimilar lo que había escuchado ¿era una historia real no?
Otra joven fue llamada por la anfitriona, pintada de manera muy extraña, para narrar su relato, una historia muy tierna que me hizo aplaudir fuertemente al acabar, la velada estaba resultando estupenda, solo esperaba que no me señalase a mí, me daba mucho corte hablar con tanto público.
Por suerte otro fue llamado a hablar, un tipo que resultó ser un hombre bestia, parecido a un zorro que me golpeó sin querer al pasar, estaba borracho perdido pero me sorprendió que no lo bastante como para impedirle narrar una historia, una trágica sobre un vampiro, muy buena, que realmente me conmovió, aplaudí nuevamente al final, aunque parece que el tipo ni se inmutó.
Para mi enorme sorpresa el siguiente participante resultó ser Eltrant, al que no había visto antes, no le hice ningún gesto para no interrumpirle, pero me quedé de piedra cuando la hoguera comenzó a hacer cosas extras y mostrarnos hechos e imágenes, esto sí que no me lo esperaba.
La hoguera de Eltrant narraba una historia de acción desenfrenada de una pareja de cazadores de vampiros, no pude evitar llevarme las manos a la cara con espanto ante el amargo final, la chica me resultaba bastante familiar, aunque era difícil saberlo entre las neblinas de la hoguera, de todas formas el nombre no me sonaba de nada, aunque debía de ser una mujer increíble, ojalá pudiera conocerla.
Antes de que pudiera felicitar a Eltrant por tan buena historia un tipo mucho más borracho que el anterior irrumpió en escena soltando desvaríos, no pude evitar sonreír, el tipo parecía estar en algún tipo de trance y mientras luchaba por no caer redondo mascullaba una historia que creo no llegué a entender del todo bien pero que me hizo soltar un par de carcajadas, finalmente el tipo no pudo más y cayó cual largo era, un par de chiquillos corrieron a sacarle a rastras de allí, todo bastante cómico
La siguiente en salir fue ni más ni menos que una niña pequeña de unos nueve o diez años, que iba a acompañada con ¿era acaso un Aion?, si, si lo era, uno aun joven, nunca había visto ninguno en vivo, fuera de las gastadas páginas de los bestiarios, era una criatura fantástica.
La niña nos contó una historia muy vivida y trágica sobre una asesina maldita, me levanté y aplaudí como el que más cuando terminó, era increíble como esa chiquilla había contado una historia tan genial, por desgracia parece que mi efusividad me jugó una mala pasada cuando noté la voz de la mujer pintada tras de mí.
-¿Ah, eres el siguiente voluntario?, bien disponte a ello- Me dijo empujándome al centro.
-¿Eh? nono.si yo..no.solo me había levantado…yo..si yo no.- Un momento de pánico me recorrió, mire a todas partes, había gente hasta donde alcanzaba la vista tenuemente iluminadas por el centellear del fuego, mierda, ahora no podía echarme atrás, ojalá hubiese tenido más dinero para beber algo más de valor embotellado.
-Yo..oh..si..yo eh bien..si- dije rebuscando en mi sobrecargada bandolera, tenía muchos recuerdos inútiles y cachivaches, incluso me pareció tocar un par de aeros, seguí rebuscando hasta que palpé algo que me podía servir, era una hebilla suelta de la mochila de Runa, creo recordar que la perdió huyendo en las alcantarillas hace ya bastante tiempo, ah que recuerdos, se debió de soltar antes de que se la devolviera.
Dubitativo arrojé la hebilla al fuego, y para mi sorpresa esta se consumió, desde luego este no era un fuego normal.
-Bu..bueno pues vamos a ello…ejem..ejem..ejejem..- dije aclarándome la voz y calmando los nervios, un brujo me dijo en una ocasión que lo mejor era imaginárselos a todos desnudos, pero creo que este no era el momento ni el lugar, así que me limité a hacer de tripas corazón y hacerlo lo mejor que pudiera, los narradores anteriores habían estado soberbios, dudo que pudiera igualarlos pero al menos trataría de contar algo decente, a ver qué tal.
-Ejejem…bueno damas y caballeros, nuestra historia comienza no muy lejos de aquí, en las zonas más ricas de Lunargenta, calles opulentas, bien adoquinadas donde los más pudientes y nobles vivían cómodamente, allí tenía su negocio Lord Hasselhoff, el villano de esta historia, un tipo malo, malvado, que quizás a algunos os suene por haber sido hace poco juzgado y encarcelado por evasión de impuestos a la corona- Un par de tipos al fondo asintieron con la cabeza.
-Por aquel entonces Lord Hasselhoff dirigía un cruel negocio como prestamista y usurero, prestando dinero a la gente que no tenía otra opción a intereses desmesurados, asegurándose de que no pudieran devolverlo, aumentaba las deudas que tenían con él y exprimía cada aero que las pobres gentes ganaban arruinando la vida de más y más pobres familias que se acababan quedando sin nada, muchos pedían ayuda, algunos incluso morían, pero el Lord tenía influencias en las altas esferas y todas las quejas y reclamaciones terminaban cayendo en saco roto, la situación continuaba año tras año, destrozando más y más sueños, hasta que el caprichoso destino quiso que nuestra heroína, la protagonista de esta historia se cruzase en su camino- sonreí.
-Ella era una joven ladrona, rápida como el rayo, ágil como un felino, que se deslizaba en silencio por los tejados de la ciudad sin llamar la atención, la guardia no podía siquiera encontrarla mucho menos alcanzarla, era una sombra en la oscuridad, nuestra joven protagonista andaba como de costumbre huyendo de las autoridades, acababa de robar un buen par de hogazas directamente de la despensa de Lord Baldwick, y la guardia había sido rápida en acudir y perseguirla- Me aclaré la garganta y continué, era extraño, las palabras casi fluían solas.
-Tras una trepidante persecución por la ciudad que involucró a varias docenas de guardias- algunos espectadores me miraron con cara de incredulidad –Bueno quizás media docena, más o menos, las fuentes no se ponen de acuerdo, el hecho, es que logró escabullirse buscando refugio por el balcón de una humilde casa, la cara de la familia fue todo un cuadro al ver entrar por la ventana del primer piso a la joven-
-Nuestra protagonista se disculpó por su aparatosa entrada y pidió a la familia que por favor no la entregasen que se iría enseguida, la familia, gente humilde y honesta no dudó en ofrecerle un sitio para descansar y tomar parte de su propia cena, que sería la última, puesto que al día siguiente abandonarían la casa, se podía incluso escuchar como varias personas se llevaban los escasos muebles del piso inferior, nuestra joven preguntó a que se debía todo esto, la familia le contó su desdichada historia.
El padre se había lesionado el brazo en el taller y no podía trabajar, Lord Hasselhoff, al que se habían visto obligados pedir prestado dinero para pasar el duro invierno no consintió ni el más mínimo retraso de la cuota, y la familia, al no poder frente a las deudas vio cómo su casa y todos sus bienes era embargados para hacer frente al pago, bueno, tan solo a los intereses, aun incluso le seguirían debiendo dinero- Varios murmullos entre los asistentes indicaron que conocían situaciones similares, situaciones abusivas, pagos completamente injustos y deudas que se llegaban a transmitir de padres a hijos.
Volví a alzar la voz y continuar –Y por supuesto nuestra ladrona no podía consentir ésta situación y rápidamente ofreció su ayuda a la pobre familia, ella terminaría con su calvario destruyendo el contrato que los mantenía encadenados, pero eso no iba a ser fácil, todas las cuentas, nóminas y contratos de Lord Hasselhoff se guardaban en su grueso libro de contabilidad, todos los acuerdos y firmas, con los que Lord Hasselhoff oprimía a sus desdichados clientes estaban allí, si ese libro desaparecía, no solo la pobre familia, sino muchas otras se verían liberadas de sus crueles ataduras y Lord Hasselhoff no podría seguir exprimiéndolos más-
-Nuestra ladrona estaba ya maquinando un plan, pero no iba a ser fácil, Lord Hasselhoff no tenía copias del libro, pero eso era porque éste se encontraba muy seguro en una gruesa e impenetrable caja fuerte en lo más alto de la más alta torre de su palacio- dije gesticulado cual alta era la torre.
-Bah, esos son pamplinas, ¿Qué era eso?¿El castillo real?- Comentó un tipo.
-Bueno bueno, puede que fuese solo una torre y no fuese tan alta, pero era una torre, de piedra, grande, eso seguro- sentencié para proseguir.
-La misión parecía imposible, en el difícil caso de que lograse llegar al palacio y entrar en la torre, ¿Cómo diantres abriría la caja fuerte?, eso le ocupaba todos los pensamientos, se vio pues obligada a pedir consejo a Basalgul, un hábil y famoso ladrón del gremio, temido incluso por los otros ladrones, que se decía conocía como abrir la caja fuerte de Lord Hasselhoff, nuestra joven no tuvo más remedio que acudir a las profundas catacumbas donde los ladrones moraban para buscarle-
-Va, venga ya, ¿ya es casualidad no?- Dijo otro tipo, o quizás el mismo.
-No, es poco probable, pero posible, así que por favor, chssss, déjenme proseguir- sentencié de nuevo.
-Ejejem, nuestra heroína avanzó por antiguos y secretos pasadizos hasta hallarle, Basalgul rio cuando la vio, como osaba una joven ladrona sin posición en el gremio siquiera preguntarle, además en el caso de que conociese esa información, ¿Por qué diantres la iba a compartir con ella? Pero nuestra protagonista era muy lista, y supo explotar la mayor debilidad de Basalgul-
-¿La lujuria?- dijo otro.
-Si... bueno, pues entonces la segunda, la codicia, si compartía con ella la información, nuestra ladrona le traería la joya más valiosa que encontrase en el palacio de Hasselhoff, Basalgul, divertido con la propuesta aceptó, si él no había ido antes al palacio de Lord Hasselhoff era porque era una misión imposible, mercenarios privados, lisas paredes, gruesas puertas, habría que ser un loco para entrar allí. ¿O no?- sonreí al público.
-Basalgul contó a nuestra ladrona que hace no mucho habían asaltado el taller de un famoso herrero artesano de cajas fuertes, el maestro no estaba, pero allí tenía un aprendiz, un joven herrero muy hábil aunque un negado en combate, al que tras robarle todo lo que tenía y a cambio de su vida, confesó que había un fallo de diseño en la caja fuerte de Lord Hasselhoff, uno que no había arreglado por lo tacaño que había sido el Lord con el pago de su propia caja fuerte, irónico verdad, bueno, por lo visto si la golpeabas varias veces con un objeto duro justo bajo la esquina derecha mientras empujabas los diales los engranajes saltaban y el mecanismo se abría, nuestra protagonista no perdió el tiempo, y se dirigió rauda para allá no sin antes tomar prestados un par de anillos de Basalgul que seguro venían bien para comprar una cuarta pared para los niños del orfanato- Un par de espectadores rieron –Bueno, o comida, las versiones discrepan-
Respiré un momento para retomar el aliento y continuar de nuevo la historia.
-Y llegó el momento, era noche cerrada, las puertas de la ciudadela estaban cerradas a cal y canto, nadie entraría ni saldría, nuestra joven ladrona debería usar todo su ingenio y habilidad para no despertar la alarma, y allí estaba, en pie, en la calle, bajo la imponente sobra del palacio de Lord Hasselhoff, la dificultad, máxima, las posibilidades de éxito, mínimas, pero tenía que hacerlo, estaba decidida-
Aguarde unos instantes para crear expectación y proseguí –Entonces nuestra heroína se alzó grácil por la pared, rápida como un felino, liviana como una pluma, segura como una cabra montesa, sin pausa, y sin más apoyo que el de sus manos y pies, sujetándose en cada recoveco de la pared, en cada saliente en cada hendidura, allá donde cualquier otro lo habría dejado por imposible ella prosiguió decidida, y finalmente, tras muchos esfuerzos, logró encaramarse a lo más alto de la más alta torre sin tan siquiera ser vista por nadie-
-Oye…y si no fue vista por nadie…¿cómo se sabe que subió así?- preguntó en voz alta algún listillo entre el público.
-Ehh...uuuu…pues…..- me pregunté, lo cierto es que a ese tipo no le faltaba razón –Bueno eso se sabe, aconteció así, no le des más vueltas, sigamos- le dije al tipo para luego proseguir
-Por donde iba… ah sí, nuestra joven ladrona logró entrar por la ventana sin siquiera hacer ruido, justo al despacho de Lord Hasselhoff, donde seguro se hallaba la preciada caja fuerte, recorrió con su mirada el despacho, iluminado tan solo por la tenue luz de la luna que se filtraba por un gran ventanal, su rápida mente buscó donde estaría oculta la caja fuerte, una gran mesa, varias grandes estanterías, un sofá, un feo busto…. y sus ojos se terminaron posando sobre un gran retrato de Lord Hasselhoff, uno en el que aparentaba ser más alto y más guapo de lo que realmente era, sin dilación descolgó el gran retrato para darse cuenta de….- hice una teatral pausa.
–¿De qué? Diablos ¿de qué?- gritó alguien.
-…De que allí detrás no había nada- sonreí.
-¡Claro si es que era la mar de obvio, mierda!- gritó otro.
-Pero nuestra historia no acaba aquí, en la pared opuesta nuestra joven vio algo brillar sobre una gran estantería que llegaba al techo, se acercó y allí estaba, una gran caja fuerte, de unos dos codos de ancho, encaramada en lo alto de la estantería, nuestra heroína no dudó y se encaramó sobre las baldas hasta llegar a ella, recordó las palabras que Basalgul le arrancó a ese desdichado herrero, y se dispuso abrirla como le indicaron, necesitaba algo duro y contundente, recordó pues el feo busto de Lord Hasselhoff que descansaba junto a la mesa, en un instante lo recogió y comenzó a golpear la caja fuerte como le indicaron, sin embargo estaba haciendo mucho ruido, el sonoro clonk de la calva del busto de Lord Hasselhoff contra el metal rompían el apacible silencio de la noche-
-Nuestra heroína suspiraba, parecía que aquello no iba a ceder, que todo el palacio se alertaría cuando de repente, con un fuerte ruido, el busto se partió en dos y la puerta de la caja fuerte se abrió.
Jajaja, parecía que ya lo tenía allí estaba, el libro de cuentas, así como una enorme cantidad de Aeros, sin duda amasados con crueles tácticas económicas, cogió el libro y se dispuso a saltar de la estantería cuando la pesada puerta del despacho se abrió de par en par y apareció la delgada figura de Lord Hasselhoff iluminando con una ornamentada lámpara de aceite.
-¡Agggg, mi cuadro, Aggggg mi busto…!. Clamaba Lord Hasselhoff rojo de ira viendo sus preciadas posesiones maltrechas en el suelo- dije imitando una aguda voz –Aghhhh, una ladrona!, ¡Al ladrón, mis hombres, a ella!, comenzó a gritar, increíblemente raudos, dos enormes mercenarios armados con sendas cimitarras acudieron a la habitación- dije gesticulando cual grandes eran los hombres y las armas
-Y entonces allí se libró una épica lucha, nuestra heroína, armada tan solo con un largo bastón, pero con el que era sumamente hábil, combatió sin dudar a los dos mercenarios, el combate fue cruento, todos expertos en la acción, llovieron patadas, golpes espadazos, puñetazos giros, ayiua, yiiiiia, yia, uuuuaaaa- Gritaba y gesticulaba mientras hacía torpes movimientos de combate
-Finalmente nuestra joven ladrona acabó dejando fuera de combate a los dos mercenarios que gimoteaban en el suelo, Lord Hasselhoff ardía de rabia, su libro de contratos, en manos de una ladrona, sin él estaba sin poder, sin pensarlo, arrojó la lámpara contra nuestra heroína dispuesto a perderla fuego, sin embargo, sus reflejos felinos actuaron de nuevo y nuestra joven logró cubrirse con el grueso libro que estalló en llamas al recibir el impacto de la lámpara cargada de aceite, sorprendida lo arrojó al suelo donde comenzó a consumirse rápidamente.
-¡Auaaaa, mi libro, mi libro, ladrona, matadla, matadla! Gritaba Lord Hasselhoff tratando de apagarlo logrando tan solo quemarse la punta de los dedos, otro nuevo mercenario, más grande que la propia puerta entró corriendo en la sala, tan rápido que no vio como el bastón de nuestra heroína oculta en las sombras le golpeaba en la nuca lanzador de bruces contra la gran estantería, que se agrietó bajo su peso.
Lord Hasselhoff aprovechó el descuido para abalanzarse sobre nuestra protagonista, pero ella era rápida, muy ágil, y de un salto se apartó y golpeó a Lord Hasselhoff con lo primero que pilló a mano, su gran cuadro, que le estampó en la cabeza haciendo un boquete e inmovilizándole los hombros-
-Si hombre, y justo la cabeza del tipo coincidió con la del cuadro- dijo otro hombre.
-Pues no, se lo atravesó al revés, ala por listo- sonreí.
-Bueno, Lord Hasselhoff estaba ciego de furia Aaaarggg acabaré contigo ladrona…agggg gritaba retorciéndose de una manera bastante cómica, nuestra joven se encaramó a la ventana dispuesta a abandonar el palacio, su labor había concluido, pero el destino aun le guardaba un desafío más, la estantería, agrietada con el golpe del mercenario se curvaba bajo el peso de la caja fuerte y comenzaba a inclinarse sobre la habitación, una a una las patas de la estantería se rompieron y ésta cayó justo sobre la ventana donde nuestra protagonista se encontraba, pero nuevamente fue rápida, muy rápida, y se deslizó fuera bajo el alfeizar de la ventana justo cuando la gruesa estantería golpeó rompiendo la cristalera el marco y parte del muro, el golpe y un montón de cascotes hicieron perder el equilibrio a nuestra joven, que se precipitó a la calle desde una enorme altura parecía el fin…- dije deteniéndome deliberadamente.
-Y…¿y qué pasó?...- Dijo un chaval.
-Eso eso, ¿qué diantres pasó?- gritaron algunos.
Sonreí –Nuestra ladrona, haciendo uso de su increíble habilidad con el bastón, lo clavó entre los gruesos ladrillos del palacio y fue deslizándose agarrada el por la pared dejando tras de sí una gruesa grieta en el adobe-
-¿Ey pero no era de piedra?-
-Sí, eso de bajar con el bastón es una chorrada, no puede hacerse, ni de coña- Gritaban varios.
-Que sí que sí, que eso se ha hecho muchas veces… ¿a qué si?- le dije a un borracho que estaba casi dormitando cerca de mí.
-¿Eh?- Dijo el tipo.
-¿Lo ven?, bueno no me distraigan más, el caso es que nuestra joven logró bajar sin un rasguño bajo la intensa lluvia de cascotes y libros que caían de arriba, mucha gente de la calle se despertó y se asomaba a las ventanas buscando la causa del alboroto.
Nuestra heroína puso ambos pies en el suelo y se sacudió el polvo de los ropajes , pero entonces..oh por los dioses…la gruesa caja fuerte acabó de resbalar sobre la estantería y se precipitó al vació sobre ella-
Sonreí cuando un par de chavales se llevaron las manos a la cara preocupados ]–Jajá, pero esto tampoco podría con nuestra heroína, que con un grácil salto se apartó instantes antes de que la caja se estrellase sonoramente contra el suelo- Sonreí pegando yo el salto -Reventando y desparramando una gran cantidad de Aeros por toda la calle, y en apenas unos instantes un gran número de gentes del lugar ya estaban allí aferrando todas las monedas que podían, nuestra joven se agachó y simplemente sonrió y recogió un maltrecho libro del suelo, era justo lo que necesitaba-
-Atraídos por el jaleo un gran número de guardias aparecieron, Lord Hasselhoff desde la ventana seguía maldiciendo, gritando improperios contra nuestra protagonista y a las pobres gentes que dejasen su dinero, sin éxito, los guardias, azuzados por Lord Hasselhoff, fueron tras nuestra protagonista que echó a correr calle abajo.
La persecución fue trepidante, lo menos cuarenta guardias iban tras ella….-
Muchos tosidos de incredulidad entre el publico
-Bueno, quizás eran algunos menos, pero eso no es importante, el caso es que logró escabullirse por las calles de la ciudad, ahora llenas de gente que corría ante el rumor de la lluvia de Aeros, después de unos elegantes esquives a la guardia y tras tirar por accidente a un pobre pelirrojo que pasaba por allí al canal nuestra heroína salió corriendo por las puertas abiertas de la ciudadela y se fundió en las oscuras sombras de la noche de Lunargenta y nadie logró encontrarla- Sonreí acabando la historia con una elegante tonalidad, al final no había quedado nada mal.
-Ey ey, espera, ¿qué pasó con el trato con Basalgul?- dijo un tipo.
-Si eso, ¿y ese libro que se llevó de la mansión?- clamó otro.
-Bueno bueno calma, es verdad, a la mañana siguiente nuestra heroína fue a encontrarse con Basalgul, que estaba expectante de recibir la joya más valiosa que nuestra ladrona había prometido encontrar en el palacio, y así fue, le entregó el libro que felizmente había recogido de la estantería rota “La Joya más valiosa” Un clásico tratado del maestre Oemon sobre la amistad, que no puede faltar en cualquier biblioteca, Basalgul, sonrió derrotado ante el ingenio de nuestra protagonista y la dejo marchar habiendo aprendido una valiosa lección-
Murmullos de risa y aprobación, sonreí ya había acabado mi labor.
-Ey ey ey, espera, al principio de la historia dijiste que las puertas de la ciudadela estaban cerradas y al final has dicho que huyó por las puertas abiertas ¿Qué pasa con eso?- dijo otro listillo entre el público.
-Emm..bueno….si..eso..lo hizo un brujo- Sentencié
Varios murmullos de aceptación, había bastantes brujos en Aerandir, y abrir puertas era una de las cosas que fácilmente podrían hacer.
Sonriendo avergonzado ante el público me volví a sentar rápidamente antes de que mis temblorosas piernas me fallasen, no me permití suspirar aliviado hasta que estuve sobre la seguridad de mi piedra, ahora sería otro el que tuviese que salir y aguantar el tipo delante de tanta gente, suerte.
- Off:
- Bueno espero que les haya gustado la historia, siento si me ha quedado algo larga, supongo que estaba inspirado, no se : )
Runa, tú me convenciste para participar así que me puse muy contento cuando vi que me habías tocado, espero que la historia este al nivel de la leyenda, ¿o se dice al revés?, bueno como sea.
Estoy disfrutando enormemente con el resto de vuestras historias, sois geniales, espero haber estado a la altura, ah y gracias al admin por el evento, mis felicitaciones.
Schott
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Re: Bealtaine: Intercambio de Historias [Evento]
Noche entrada, una luna más grande que cualquiera de las que hubiera podido ver en más de diez años, el cielo azul marino salpicado de puntos blancos, las estrellas relucían con calma mientras la joven contemplaba la hoguera ensimismada jugueteando con el colgante que tenía a su cuello.
Las llamas parecían enredarse, como si fueran dos cinta que se hubieran colgado a secar en un tendedero, y las historias se sucedían entre si como si fueran olas chocando en la arena. Las horas habían ido pasando una tras otra, y ella, como un niño que escucha un cuento, se había quedado embobada oyendo hablar de héroes y villanos, de luces y sombras, de aventuras y desventuras. Como siempre, le maravillaban los cuentos, y, como no, las historias.
Sonrió para si mirando las imágenes de la hoguera sucederse como si pasaran frente a sus ojos, que brillaban inocentes a la espera de la siguiente narración. Llegar allí había sido una suerte, no sabía si lo que se contaba era, o no era cierto, lo que sabía era que para ella, lo fuera o no, se quedarían en su cabeza como cuentos que contar antes de dormir, y como sueños que soñar por la noche, intentando que las pesadillas no superasen esas historias inocentes, o no tanto, que comenzaban a llenar su cabeza.
Pasaron varios minutos en silencio, como si nadie más quisiera hablar, y se levantó entonces, notando un trozo de metal en el bolsillo. Un metal de puntas redondeadas, probablemente roto de algún armadura, una rotura curiosa, parecía su colgante de media luna, pero no era eso lo que la molestaba, una hebra, una simple hebra de paja que se le debía haber pegado durante el viaje al pantalón, le pinchaba en la pierna.
Tomo ambas cosas y decidió lanzarlas al fuego, dispuesta a volver a sentarse cuando un estallido ligerísimo, “buf”, pareció llamarla. Se giró lentamente, a tiempo de ver en campo de heno frente a ella. Respiró hondo, conocía bien esa plantación, tan bien como la casa que veía a lo lejos, tan bien como la mano que se mecía sobre el campo, tosca, grande, callosa, pero mucho menos herida de lo que estaba en ese momento.
Lo reconoció tan bien, que pensó que había vuelto atrás en el tiempo mientras la imagen de tonos rojos, amarillos y naranjas tomaba más forma, se volvía más real, y, prácticamente la introducía en ese lugar, en ese campo, en esa granja que tantos recuerdos le traía. Fue entonces cuando la voz de Alanna comenzó a sonar, suave, con un susurro a penas, elevándose entre las llamas
El viento soplaba fuerte y delicado esa mañana de verano, los campos de trigo habían crecido fuertes, y los habitantes de la granja se preparaban para recogerlo, unos pájaros piaban entre los ramajes de un bosque no demasiado lejano. Un joven de barba incipiente caminaba, casi corría, con seguridad entre los campos de centeno, acariciando con sus manos toscas las hebras que se alzaban envolviéndole los pies.
Miraba hacia su casa, ese hogar que llevaba tiempo deseando dejar. Tal vez porque, como decía su madre, los libros le habían metido ideas raras en la cabeza. El sol le cegó por un instante mientras apretaba algunos granos que cayeron al suelo y se rascaba la barba, no tenía idea alguna de como decirles a su familia lo que le pasaba por la cabeza.
Con un suspiro cansado, pasando la mano por su pelo, volvió a emprender la marcha hacia su casa, resignado, debería decirlo, pero cómo. No era tan simple contarle a su familia que nada de lo que habían pensado para él era lo que él quería, no era fácil decirles que no planeaba casarse con una joven del pueblo y darles nietos tan pronto como pudieran, no era fácil decirles que no planeaba heredar la granja, ni que no sería el hijo perfecto nunca, como no lo había sido antes.
Pasó el día ayudando, como era usual, en la granja, hasta que la luna cayó sobre el hogar de los Tale y, tras la cena, el sonido fue sorbido por la luna y los grillos acompañaron el trasteo de ropa en un cuarto con libros, el único de la casa.
Allí, el séptimo de los Tale revolvía su armario cogiendo sus pocas pertenencias útiles para emprender su viaje. Lunargenta, la ciudad de sus sueños, esperaba a pocas lunas de distancia. Salió a pie, cerrando la verja a sus espaldas, sin mirar atrás, y alzó, decidido, la cabeza hacia el cielo. Ese día la luna estaba creciente.
La tierra seca del verano le ensució las botas de polvo mientras pasaba de largo el pueblo y se adentraba en el bosque. Los árboles frondosos hacían resonar con suavidad sus hojas con la fresca brisa nocturna de ese verano, un riachuelo sonaba cerca, y tras varias horas de camino, el agotamiento hizo que el aventurero se rascase la barba y se sentara a descansar.
Eltrant sacó una bota de agua y dio un trago largo mientras reposaba su espalda en el tronco de un árbol. Estaba cansado y le comenzaban a doler los pies, además, el haberse marchado sin decir palabra le carcomía la conciencia, pero las expectativas por llegar a Lunargenta superaban cualquier remordimiento, deseaba tanto ver nuevamente esa ciudad que era imposible para él volver atrás, no en ese momento, ya no.
El sonido de una charla pareció escucharse no muy lejos, una voces bajas y gruesas hablaban entre susurros mientras el sonido de monedas cortaba las palabras. Con ceño fruncido, el chico se acercó a escuchar tras unos arbustos, curioso, y la conversación sonó, más clara, en sus oídos.
- Ya te he dejado a la chica en el carro.- Decía uno mientras hacía recuento de las monedas que parecía haberle dado el hombre frente a él.- Es joven aun, pero creo que es quien buscabas, era huerfana, no protestarán por ella.- sonrió de oreja a oreja el tipo de las monedas, con sus orejas de soplillo rojas por el entusiasmo y sus dientes maltrechos sobresaliendo de su barba oscura. El otro hombre, manteniéndose en silencio, lo miraba a la espera, deseoso de que se fuera.- Está todo.- confirmó el orejudo.- un placer hacer negocios con usted, cuando necesite algo más, puede llamarme de nuevo.- Sonrió dando media vuelta antes de desaparecer en la espesura.
Quedó solo el hombre alto de pelo largo mirando el carro con gesto serio. Con ceño fruncido, se acercó a la puerta, desenvainó la espada y abrió la puerta del carro apuntando hacia él con precaución. Una niña se asomó, temblorosa y lo miró con ojos caídos, parecía seriamente asustada. A penas había bajado un pie para tocar la hierva cuando el hombre cayo sobre la niña intentando darle de lleno.
El joven Tale no pudo tolerarlo, y saltó con un simple palo, a detener la espada. Cuando la rama, con hojas incluidas, se cruzó en el camino de la espada, el hombre palideció y forcejeó intentando librarse del chico que parecía dispuesto a defender a la niña.
- ¿Qué haces?- preguntó nervioso el hombre de pelo oscuro.
- ¿Crees que alguien normal se quedaría quieto al ver lo que intentas hacerle a una niña?- replicó Eltrant intentando recuperar su rama-espada
- ¡¿Niña?!- Soltó incrédulo el hombre- No sabes que has hecho, ¡insensato!- exclamó el otro justo antes de que un trueno impactase contra su hombro y lo hiciera soltar su acero.
Eltrant se giró sorprendido, rama en alto, mientras la espada caía al suelo por su propio peso, y enarboló la rama mientras la cara de la chiquilla se cubría de una sonrisa siniestra. El pelo rojizo cubría sus ojos. El viento sopló ligero y pudo ver, entonces, que no había pupila alguna en el rostro de la chica.
El granjero tragó saliva y se retiró un paso mientras el hombre de pelo largo se reincorporaba, dolorido. ¿Qué era eso? Tragó saliva y miró de reojo como se levantaba el otro hombre, que parecía algo atontado por el golpe y mareado. Se le notaba nervioso, había perdido su oportunidad y ahora sería más difícil acabar con la amenaza.
- ¿Qué hace?- preguntó el séptimo de los Tale claramente extrañado.
- Matarnos, chaval- explicó el otro alzando nuevamente su espada..- lleva más de ocho muertos a su espalda, me contrataron para acabar con ella antes de que provocara más muertes.
Eltrant palideció, ¿una niña podía matar tan descaradamente? Un nuevo rayo le respondió, sí, sí podía. Lo esquivó dando un salto a un lado, nervioso, y comenzó a observar. El hombre de pelo largo se movía veloz, la niña lo seguía con la mirada sin lanzar ataque alguno.
Cuando el hombre estuvo justo frente a la pequeña esta rechazo su ataque sin demasiado esfuerzo, con una simple corriente eléctrica que lo lanzó a los pies del granjero. Eltrant, mirando al hombre alzó la cabeza a la niña que se acercaba a pasos cortos y antes de que un nuevo trueno impactase contra el moreno, se lanzó protegiéndolo con su propio cuerpo, después de todo, el granjero siempre había tenido cierto complejo de escudo.
El rayo iluminó ambos cuerpos por un instante y el joven recién salido de los campos de maíz y de cuidar gallinas se tiró a un lado, rodando, aun tembloroso por la descarga eléctrica mientras el guerrero estiraba la mano para coger la espada y decidía lavantarse adelantando una pierna para estirar su brazo y dar una estocada que atravesó a la niña que quedó inmóvil un instante antes de caer al suelo, con un fino hilo de sangre descendiendo por su boca.
- Preparemos una hoguera, más vale no confiarnos...- musitó el hombre.
El fuego ardió esa noche, elevándose hacia las estrellas, y la caravana partió al amanecer, con un pasajero extra, en dirección a Lunargenta. Eltrant no lo sabía aun, pero en cuanto sus pies tocaran la piedra de la ciudad, una decisión que ya rondaba por su cabeza terminaría de tomar forma, y una simple visita se volvería mucho más, se volvería una vida entera.
Alanna dejó de contemplar la hoguera y sus ojos dejaron de reflejar las llamas para mirar al exmercenario que había contado una historia un rato antes que ella. Le sonrió con calma y alzó su colgante mostrandole que aun lo conservaba, ya entendía el porque la luna creciente. Lo apretó entre sus manos y se volvió a sentar con las mejillas encendidas por el calor de las llamas que habían bailado frente a ella mientras su voz subía por el aire.
Ahora comprendía porque tenía que acompañarle a la granja, había sido Eltrant, simple y llanamente, Eltrant. Soltó un bufido de risa para si y volvio a mirar al chico antes de regresar sus ojos a la hoguera, ya le preguntaria o él le contaría lo que quisiera, más tarde, en ese momento solo quería seguir disfrutando de las historias.
Las llamas parecían enredarse, como si fueran dos cinta que se hubieran colgado a secar en un tendedero, y las historias se sucedían entre si como si fueran olas chocando en la arena. Las horas habían ido pasando una tras otra, y ella, como un niño que escucha un cuento, se había quedado embobada oyendo hablar de héroes y villanos, de luces y sombras, de aventuras y desventuras. Como siempre, le maravillaban los cuentos, y, como no, las historias.
Sonrió para si mirando las imágenes de la hoguera sucederse como si pasaran frente a sus ojos, que brillaban inocentes a la espera de la siguiente narración. Llegar allí había sido una suerte, no sabía si lo que se contaba era, o no era cierto, lo que sabía era que para ella, lo fuera o no, se quedarían en su cabeza como cuentos que contar antes de dormir, y como sueños que soñar por la noche, intentando que las pesadillas no superasen esas historias inocentes, o no tanto, que comenzaban a llenar su cabeza.
Pasaron varios minutos en silencio, como si nadie más quisiera hablar, y se levantó entonces, notando un trozo de metal en el bolsillo. Un metal de puntas redondeadas, probablemente roto de algún armadura, una rotura curiosa, parecía su colgante de media luna, pero no era eso lo que la molestaba, una hebra, una simple hebra de paja que se le debía haber pegado durante el viaje al pantalón, le pinchaba en la pierna.
Tomo ambas cosas y decidió lanzarlas al fuego, dispuesta a volver a sentarse cuando un estallido ligerísimo, “buf”, pareció llamarla. Se giró lentamente, a tiempo de ver en campo de heno frente a ella. Respiró hondo, conocía bien esa plantación, tan bien como la casa que veía a lo lejos, tan bien como la mano que se mecía sobre el campo, tosca, grande, callosa, pero mucho menos herida de lo que estaba en ese momento.
Lo reconoció tan bien, que pensó que había vuelto atrás en el tiempo mientras la imagen de tonos rojos, amarillos y naranjas tomaba más forma, se volvía más real, y, prácticamente la introducía en ese lugar, en ese campo, en esa granja que tantos recuerdos le traía. Fue entonces cuando la voz de Alanna comenzó a sonar, suave, con un susurro a penas, elevándose entre las llamas
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El viento soplaba fuerte y delicado esa mañana de verano, los campos de trigo habían crecido fuertes, y los habitantes de la granja se preparaban para recogerlo, unos pájaros piaban entre los ramajes de un bosque no demasiado lejano. Un joven de barba incipiente caminaba, casi corría, con seguridad entre los campos de centeno, acariciando con sus manos toscas las hebras que se alzaban envolviéndole los pies.
Miraba hacia su casa, ese hogar que llevaba tiempo deseando dejar. Tal vez porque, como decía su madre, los libros le habían metido ideas raras en la cabeza. El sol le cegó por un instante mientras apretaba algunos granos que cayeron al suelo y se rascaba la barba, no tenía idea alguna de como decirles a su familia lo que le pasaba por la cabeza.
Con un suspiro cansado, pasando la mano por su pelo, volvió a emprender la marcha hacia su casa, resignado, debería decirlo, pero cómo. No era tan simple contarle a su familia que nada de lo que habían pensado para él era lo que él quería, no era fácil decirles que no planeaba casarse con una joven del pueblo y darles nietos tan pronto como pudieran, no era fácil decirles que no planeaba heredar la granja, ni que no sería el hijo perfecto nunca, como no lo había sido antes.
Pasó el día ayudando, como era usual, en la granja, hasta que la luna cayó sobre el hogar de los Tale y, tras la cena, el sonido fue sorbido por la luna y los grillos acompañaron el trasteo de ropa en un cuarto con libros, el único de la casa.
Allí, el séptimo de los Tale revolvía su armario cogiendo sus pocas pertenencias útiles para emprender su viaje. Lunargenta, la ciudad de sus sueños, esperaba a pocas lunas de distancia. Salió a pie, cerrando la verja a sus espaldas, sin mirar atrás, y alzó, decidido, la cabeza hacia el cielo. Ese día la luna estaba creciente.
La tierra seca del verano le ensució las botas de polvo mientras pasaba de largo el pueblo y se adentraba en el bosque. Los árboles frondosos hacían resonar con suavidad sus hojas con la fresca brisa nocturna de ese verano, un riachuelo sonaba cerca, y tras varias horas de camino, el agotamiento hizo que el aventurero se rascase la barba y se sentara a descansar.
Eltrant sacó una bota de agua y dio un trago largo mientras reposaba su espalda en el tronco de un árbol. Estaba cansado y le comenzaban a doler los pies, además, el haberse marchado sin decir palabra le carcomía la conciencia, pero las expectativas por llegar a Lunargenta superaban cualquier remordimiento, deseaba tanto ver nuevamente esa ciudad que era imposible para él volver atrás, no en ese momento, ya no.
El sonido de una charla pareció escucharse no muy lejos, una voces bajas y gruesas hablaban entre susurros mientras el sonido de monedas cortaba las palabras. Con ceño fruncido, el chico se acercó a escuchar tras unos arbustos, curioso, y la conversación sonó, más clara, en sus oídos.
- Ya te he dejado a la chica en el carro.- Decía uno mientras hacía recuento de las monedas que parecía haberle dado el hombre frente a él.- Es joven aun, pero creo que es quien buscabas, era huerfana, no protestarán por ella.- sonrió de oreja a oreja el tipo de las monedas, con sus orejas de soplillo rojas por el entusiasmo y sus dientes maltrechos sobresaliendo de su barba oscura. El otro hombre, manteniéndose en silencio, lo miraba a la espera, deseoso de que se fuera.- Está todo.- confirmó el orejudo.- un placer hacer negocios con usted, cuando necesite algo más, puede llamarme de nuevo.- Sonrió dando media vuelta antes de desaparecer en la espesura.
Quedó solo el hombre alto de pelo largo mirando el carro con gesto serio. Con ceño fruncido, se acercó a la puerta, desenvainó la espada y abrió la puerta del carro apuntando hacia él con precaución. Una niña se asomó, temblorosa y lo miró con ojos caídos, parecía seriamente asustada. A penas había bajado un pie para tocar la hierva cuando el hombre cayo sobre la niña intentando darle de lleno.
El joven Tale no pudo tolerarlo, y saltó con un simple palo, a detener la espada. Cuando la rama, con hojas incluidas, se cruzó en el camino de la espada, el hombre palideció y forcejeó intentando librarse del chico que parecía dispuesto a defender a la niña.
- ¿Qué haces?- preguntó nervioso el hombre de pelo oscuro.
- ¿Crees que alguien normal se quedaría quieto al ver lo que intentas hacerle a una niña?- replicó Eltrant intentando recuperar su rama-espada
- ¡¿Niña?!- Soltó incrédulo el hombre- No sabes que has hecho, ¡insensato!- exclamó el otro justo antes de que un trueno impactase contra su hombro y lo hiciera soltar su acero.
Eltrant se giró sorprendido, rama en alto, mientras la espada caía al suelo por su propio peso, y enarboló la rama mientras la cara de la chiquilla se cubría de una sonrisa siniestra. El pelo rojizo cubría sus ojos. El viento sopló ligero y pudo ver, entonces, que no había pupila alguna en el rostro de la chica.
El granjero tragó saliva y se retiró un paso mientras el hombre de pelo largo se reincorporaba, dolorido. ¿Qué era eso? Tragó saliva y miró de reojo como se levantaba el otro hombre, que parecía algo atontado por el golpe y mareado. Se le notaba nervioso, había perdido su oportunidad y ahora sería más difícil acabar con la amenaza.
- ¿Qué hace?- preguntó el séptimo de los Tale claramente extrañado.
- Matarnos, chaval- explicó el otro alzando nuevamente su espada..- lleva más de ocho muertos a su espalda, me contrataron para acabar con ella antes de que provocara más muertes.
Eltrant palideció, ¿una niña podía matar tan descaradamente? Un nuevo rayo le respondió, sí, sí podía. Lo esquivó dando un salto a un lado, nervioso, y comenzó a observar. El hombre de pelo largo se movía veloz, la niña lo seguía con la mirada sin lanzar ataque alguno.
Cuando el hombre estuvo justo frente a la pequeña esta rechazo su ataque sin demasiado esfuerzo, con una simple corriente eléctrica que lo lanzó a los pies del granjero. Eltrant, mirando al hombre alzó la cabeza a la niña que se acercaba a pasos cortos y antes de que un nuevo trueno impactase contra el moreno, se lanzó protegiéndolo con su propio cuerpo, después de todo, el granjero siempre había tenido cierto complejo de escudo.
El rayo iluminó ambos cuerpos por un instante y el joven recién salido de los campos de maíz y de cuidar gallinas se tiró a un lado, rodando, aun tembloroso por la descarga eléctrica mientras el guerrero estiraba la mano para coger la espada y decidía lavantarse adelantando una pierna para estirar su brazo y dar una estocada que atravesó a la niña que quedó inmóvil un instante antes de caer al suelo, con un fino hilo de sangre descendiendo por su boca.
- Preparemos una hoguera, más vale no confiarnos...- musitó el hombre.
El fuego ardió esa noche, elevándose hacia las estrellas, y la caravana partió al amanecer, con un pasajero extra, en dirección a Lunargenta. Eltrant no lo sabía aun, pero en cuanto sus pies tocaran la piedra de la ciudad, una decisión que ya rondaba por su cabeza terminaría de tomar forma, y una simple visita se volvería mucho más, se volvería una vida entera.
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Alanna dejó de contemplar la hoguera y sus ojos dejaron de reflejar las llamas para mirar al exmercenario que había contado una historia un rato antes que ella. Le sonrió con calma y alzó su colgante mostrandole que aun lo conservaba, ya entendía el porque la luna creciente. Lo apretó entre sus manos y se volvió a sentar con las mejillas encendidas por el calor de las llamas que habían bailado frente a ella mientras su voz subía por el aire.
Ahora comprendía porque tenía que acompañarle a la granja, había sido Eltrant, simple y llanamente, Eltrant. Soltó un bufido de risa para si y volvio a mirar al chico antes de regresar sus ojos a la hoguera, ya le preguntaria o él le contaría lo que quisiera, más tarde, en ese momento solo quería seguir disfrutando de las historias.
- Off:
- Espero que te guste Elt, te debía una y espero haberla devuelto, ojala disfrutes leyendo y haya captado bien a tu pj <3
Alanna Delteria
Aerandiano de honor
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*Off: Antes de nada, al que lo quiera leer, que sepa que esto tiene bastante contenido +18. Pero para ser fiel al personaje del que me tocó narrar tiene que serlo.
Tras la trascendente batalla de Sacrestic Ville, ahora yo era la más buscada por un amplio sector de los chupasangres. El vacío que habían dejado Bella y la Dama Mortagglia tras la destrucción de la Hermandad, lo había tomado yo. Otra Boisson. Mi figura tenía, para los vampiros, una repercusión similar a la que en su día tuvo mi abuela la Dama o mi madre Belladonna. Sólo que esta vez, el poderoso estaba en otro bando.
La diferencia era que yo no iba a conducir a mis seres queridos a una muerte segura. Ahora nosotros estábamos en el punto álgido, pero como decía el maestro Dorian: “Ningún imperio dura para siempre. Y los ciclos no tardan en repetirse”. No, no iba a permitir que el ciclo se repitiera. No fue sencillo para mí hacer creer a Cassandra, Jules, Rachel o Elen de que había muerto. De que Anastasia Boisson ya no existía. Pero para ellos, era mejor así. Cuanto más lejos estuviesen de mí, menos problemas correrían. Y el gremio estaría en buenas manos en manos de Cassandra.
Entonces aquella dichosa hoguera se topó en mi camino. Había bastante gente, por lo que me tapé con la capucha y traté de pasar corriendo. Tiraban cosas a la hoguera. Pasé entre la multitud sin fijarme en nadie específicamente, cuando un hombre me tomó de la muñeca. Me asustó. ¿Cómo se atrevía? Le envié una mirada sentenciante.
-¿A dónde vas tan rápido? Tira algo a la hoguera y cuenta una historia de alguien que conozas. – me dijo el hombre con alegría.
–Vete a la mierda. – dije con enfado, tirando con fuerza de su brazo y alejándolo. – No estoy aquí para contar nada. – le comenté. – Y como vuelvas a tocarme, te partiré tu mugriento brazo, repugnante pordiosero. – Le miré con odio y apreté el puño con fuerza. Algo no iba bien en mí. Mi carácter había cambado tras la batalla final, tras el tiempo que llevaba en soledad.
El hombre se apartó. Tenía miedo. Temor hacia mi persona. Me miraba con los mismos ojos que los inocentes miraban a la Dama segundos antes de que ésta les hiciese ejecutar. Una parte cabal volvió a mi cabeza. ¿Qué le había dicho? Joder. Me había excedido demasiado.
“Los ciclos no tardan en repetirse”, “los ciclos no tardan en repetirse”, “los ciclos no tardan en repetirse."
Esa frase me torturaba y retumbaba en mi cabeza. Y no iba a dejar que me venciese. Era poderosa. Era fuerte y resistente. Tenía un pasado difícil, un nombre y un apellido ensangrentado, y unos genes muy oscuros. Pero aún mantenía la cordura. Gruñí, tomé un trozo de papel del bolsillo y lo tiré a la hoguera con rapidez, sin quitar mi mala cara. Confiaba que contar una historia me hiciese sentirme bien. Pero estando como estaba, ¿de quién podría contar una historia lo suficientemente intrascendente y que, al contarla, reprimiera mis ganas de destrucción? No me llevó más que treinta segundos pensarlo.
-Gerrit Nephgerd… - dije. Recordando una vieja historia que me habían contado.
Una fina brisa golpeando mi pecho desnudo me había despertado aquella tarde soleada en Tyretus. Danzaban al son del viento las cortinas y la melena cobriza de Keira Brabery. Habíamos pasado toda la noche follando. Pero nunca era suficiente. No para alguien como yo.
Quería despertarla y decirle que follásemos. Pero olía a mierda. A sudor y a orina. Me daba tanto asco a mí mismo que no podía hacerle eso a Keira. Y aún tenía ese dichoso tatuaje en el antebrazo, la quemadura de la puta de los cuervos, Duna.
Me había duchado varias veces, pero aún no se quitaba ese olor a excremento, no me duraba más que unos treinta minutos. Repugnante. Pero suficientes para poder surcar las curvas de Keira. La desperté con una caricia y me puse encima de ella. Yo dirigiría el juego del sexo. Una vez más. - ¿Estás preparada? – la miré a los ojos. – Yo sí lo estoy.
El fuego asintió, con las cartas sobre la mesa, el juego comenzó. Primero comencé dándole besos en la nuca. Mordiendo cada parte de su piel. Le hacía daño. Pero quería hacérselo. Ella gemía de dolor. Pero lo necesitaba. Me pedía más. Ansiosa. Estaba tan excitado que no pude detenerme. Estaba dentro de ella. Sin juegos previos era más difícil. Gritó de dolor, o tal vez de placer. Pero al poco tiempo, ya estábamos acompasados, uno frente al otro, cuando yo subía, ella subía, cuando yo bajaba, ella también. Fuimos uno por momentos.
Al concluir, y aún cuando Keira perdía sus piernas entre las sábanas, sentí como el repugnante olor volvió a mí. – Volveré enseguida. Descansa. – le dije colocando su pelo. Volvían a dolerme los picotazos de los cuervos. Volví a la ducha. Tenía que salir de allí, la dejaría dormir mientras yo me emborrachaba. ¿A dónde dirigirme? No demasiado lejos, a la parte inferior del piso en el que nos encontrábamos, la pútrida taberna del pueblo. La mesonera estaba allí.
-Si me guarda un secreto se lo diré. – dejé unos segundos de suspense. – He pasado todo el día con una bella mujer. Ella sigue en la cama sin poder moverse. ¿Por qué no nos prepara una cena a ambos? Cuando se despierte la chica tendrá hambre. – termine guiñando un ojo a la mesera.
Salí de la taberna a ver si me daba el sol, y allí estaba la niña. Me recordaba a Duna, la puta de los cuervos. Estaba harto. – Odio los cuervos. – dije, sin dejar de mantener el círculo sobre la bandada que giraba en círculos alrededor del pueblo, toméa Suuri y me dirigí hacia ellos. Una buena descarga los espantaría.
La voz de la puta loca robot que había provocado la explosión del Ostara me abstrajo durante unos instantes de mi objetivo. Como si no tuviera ya bastante con el asco que me daba yo mismo, la niña que se parecía a Duna y el grupo de cuervos. Contuve mis ganas de romperle la cara de un martillazo y me centré en los cuervos. Tenía que espantarlos como fuese.
Uno de ellos se posó sobre mi hombro, momento en el que apareció un tipo para llamarme maldito. ¿Quieres jugar? Jugaremos. Primero se lo advertí, no quería sentirme picoteado en todo el cuerpo, pero a la segunda ya no le di más oportunidad. Mis ganas de acabar con él hicieron que, primero, le impactara con un rayo en el pecho y, a continuación, le destrozara la cabeza con el martillo.
La robot comenzó a echarme en cara el asesinato de aquel hombre. ¡Qué pena tan grande! Había dejado huerfanitos a dos inocentes niñitos… O eso creía yo, pues una de ellos era ni más ni menos que Duna, la puta niña de los cuervos. Bien. Ella sería la siguiente. Había que aplastarle la cabeza, acabar con ella de raíz, se acabaría el problema de los cuervos y también la maldición. Los cuervos picoteaban todo mi cuerpo con fuerza, pero resistiría. Sólo unos segundos más.
-¡No puedes hacerle nada! ¡Asesino! ¡Sólo es una niña! – me gritaba la puta loca de la cabeza. ¿Qué tenía que decir al respecto? No era rival para mí. Tomé mi martillo y la aparté de un fuerte golpe con el mismo. Pero a ésta no la había reventado, simplemente la había hecho salir hacia atrás. ¿De qué cojones estaba hecha esa tía? - ¿Qué haces? ¿Por qué me has pegado? ¡Asesino! – me gritó desde el suelo, loca.
-Rachel Roche, para que mentir… – me puse ante la gimoteante cibernética, mirándola con risas. – Ya tuve ganas de matarte en el Ostara. – y le guiñé un ojo.
-No… No por favor. – gimoteaba la chica, desde el suelo, protegiéndose con los brazos.
Comencé a golpearla con el martillo con fuerza, primero en los brazos, haciéndola caer al suelo del fuerte impacto del metal, y luego comencé a golpearla, en las piernas, generando intensidad en su cuerpo. – Déjame, por favor, déjame. Basta.– me suplicaba. No importaba. Ya estaba tumbada. Como cuando me follaba a Keira, sólo que a ésta no la partía a martillazos.
Debía reconocer que era resistente, mis golpes sólo abollaban su cuerpo por determinados lugares, pero resistir hasta cinco golpes y no causarle más que abollones, era demasiado.
Para mí sorpresa, la joven reaccionó, y terminó tomando el martillo con fuerza, deteniéndome. Vi como sus ojos se habían tornado en un color carmesí. Su mirada había cambiado. No era humana. No era ella misma. – Identidad del sujeto preestablecida: Psicópata. Objetivo: Eliminación. – Le había cambiado la voz.
Con fuerza inhumana me levantó y me empotró contra un árbol. Antepuse a Suuri y me hizo partirlo en parte, pero parte de las astillas se clavaron en mi espinazo. Dolían tanto o más que los cuervos. Un dolor inimaginable. Pero tenía que aguantar. -¿Te crees más fuerte que yo, furcia? – apreté los dientes y la miré con desprecio. Corría hacia mí. Yo corrí hacia ella, con el martillo en mano.
Fue más rápida, me propinó un golpe en el costado y se puso sobre mí. Cada golpe de aquella puta de metal lo sentía como si me partiera un hueso. Sentí mis costillas clavarse en mis pulmones, como me desangraba por dentro. Y la puta Duna, seguía riendo, como si aquello fuese un juego.
Una descarga hizo que la loca robot terminara desestabilizada en el suelo. Ahora era mi turno, puta. Con mis costillas hundidas me erguí y aplasté a Suuri con todas mis fuerzas en su costado, aumentando la intensidad por medio de una descarga que llenó mi martillo. La loca robot no tardó en terminar por el suelo. Grité con fuerza y fui a por ella. Salté y caí sobre su cuerpo con todo mi peso y aplasté su cabeza con martillo. Resistió el primer impacto. Pero volví a impactarlo una vez, y otra, y otra, y otra. Era resistente. Su piel terminó por correrse, aunque su cabeza, ahora totalmente metalizada, aguantaba. Su voz comenzó a cambiar. Me tomó por el brazo y me lanzó de nuevo contra un árbol. Por poco caí contra una rama salida que servía de pincho empalador. Su cabeza emitía chispas, pero seguía en pie. Era un combate a muerte. Ella no iba a parar. Yo tampoco. – Diagnóstico de resistencia de la coraza del biocibernético: Daños muy severos. Se recomienda terminar pronto con el problema ante la inminente destrucción del sistema.- se dijo.
Pero la chica no se detuvo, volvió a por mí, pero con mi martillo pude detenerla. Clavé su mirada en la suya, su cabeza chispeaba. Ella empujaba muy fuerte, pero entonces fui más listo que ella y cedí mi fuerza.
Se empaló a sí misma contra el abdomen, quedando de cara a mí. Pude ver la sangre impregnando la rama. Parecía que tenía sangre, y bastante, después de todo. – Se acabó, Roche. – Dije con satisfacción, y con mi martillo con fuerza, y generando electricidad en el mismo le hice un gancho en su cabeza de abajo a arriba que hizo que ésta se despegara de su cuerpo y rodara hasta donde estaba Duna. Su sangre comenzó a salir como una fuente por la arteria del cuello y me impregné en esta casi por completo. Su interior era un espeso cilindro de metal con partes orgánicas en su interior.
-E…li…mi… - se apagó la voz de su cabeza rodante, que había formado un reguero de sangre a los pies de Duna. Había perdido. Yo tenía un brazo roto, y los pulmones encharcados en sangre. Cada picotazo era ahora una aguja. Iba a morir. Pronto. Pero aún tenía que hacer una cosa.
-Voy a morir, Duna. – le sonreí. – Pero tú también. – Tomé mi martillo, dirigiéndome a ella. Estaba esperando a que la matase, ¿por qué se reía? ¿Aceptaba su muerte? Acabaría con ella. De la manera más cruel y dolorosa. No me quedaba mucho tiempo de vida. Unos minutos, tal vez menos. La niña no se defendía. La miré con odio y con desprecio. Y alcé mi martillo con la misma fuerza con la que había hecho para que la cabeza de la puta loca robot saliese por los aires. Iba a...
Entonces desperté de mi ensimismamiento. Nerviosa. Me estaba emocionando contando aquella historia. No. Rachel no me la había contado así. Me lo contó hace meses. Pero eso NO fue lo que pasó. ¿Y entonces por qué lo había contado de aquella versión? ¡Por los dioses! ¿por qué… por qué había contado esa historia? Algo me estaba pasando. Me sentía muy mal. Tenía que marcharme.
-Ten… Tengo que irme. – musité como excusa, y salí rápidamente corriendo. Asustada de mí misma.
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Tras la trascendente batalla de Sacrestic Ville, ahora yo era la más buscada por un amplio sector de los chupasangres. El vacío que habían dejado Bella y la Dama Mortagglia tras la destrucción de la Hermandad, lo había tomado yo. Otra Boisson. Mi figura tenía, para los vampiros, una repercusión similar a la que en su día tuvo mi abuela la Dama o mi madre Belladonna. Sólo que esta vez, el poderoso estaba en otro bando.
La diferencia era que yo no iba a conducir a mis seres queridos a una muerte segura. Ahora nosotros estábamos en el punto álgido, pero como decía el maestro Dorian: “Ningún imperio dura para siempre. Y los ciclos no tardan en repetirse”. No, no iba a permitir que el ciclo se repitiera. No fue sencillo para mí hacer creer a Cassandra, Jules, Rachel o Elen de que había muerto. De que Anastasia Boisson ya no existía. Pero para ellos, era mejor así. Cuanto más lejos estuviesen de mí, menos problemas correrían. Y el gremio estaría en buenas manos en manos de Cassandra.
Entonces aquella dichosa hoguera se topó en mi camino. Había bastante gente, por lo que me tapé con la capucha y traté de pasar corriendo. Tiraban cosas a la hoguera. Pasé entre la multitud sin fijarme en nadie específicamente, cuando un hombre me tomó de la muñeca. Me asustó. ¿Cómo se atrevía? Le envié una mirada sentenciante.
-¿A dónde vas tan rápido? Tira algo a la hoguera y cuenta una historia de alguien que conozas. – me dijo el hombre con alegría.
–Vete a la mierda. – dije con enfado, tirando con fuerza de su brazo y alejándolo. – No estoy aquí para contar nada. – le comenté. – Y como vuelvas a tocarme, te partiré tu mugriento brazo, repugnante pordiosero. – Le miré con odio y apreté el puño con fuerza. Algo no iba bien en mí. Mi carácter había cambado tras la batalla final, tras el tiempo que llevaba en soledad.
El hombre se apartó. Tenía miedo. Temor hacia mi persona. Me miraba con los mismos ojos que los inocentes miraban a la Dama segundos antes de que ésta les hiciese ejecutar. Una parte cabal volvió a mi cabeza. ¿Qué le había dicho? Joder. Me había excedido demasiado.
“Los ciclos no tardan en repetirse”, “los ciclos no tardan en repetirse”, “los ciclos no tardan en repetirse."
Esa frase me torturaba y retumbaba en mi cabeza. Y no iba a dejar que me venciese. Era poderosa. Era fuerte y resistente. Tenía un pasado difícil, un nombre y un apellido ensangrentado, y unos genes muy oscuros. Pero aún mantenía la cordura. Gruñí, tomé un trozo de papel del bolsillo y lo tiré a la hoguera con rapidez, sin quitar mi mala cara. Confiaba que contar una historia me hiciese sentirme bien. Pero estando como estaba, ¿de quién podría contar una historia lo suficientemente intrascendente y que, al contarla, reprimiera mis ganas de destrucción? No me llevó más que treinta segundos pensarlo.
-Gerrit Nephgerd… - dije. Recordando una vieja historia que me habían contado.
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Una fina brisa golpeando mi pecho desnudo me había despertado aquella tarde soleada en Tyretus. Danzaban al son del viento las cortinas y la melena cobriza de Keira Brabery. Habíamos pasado toda la noche follando. Pero nunca era suficiente. No para alguien como yo.
Quería despertarla y decirle que follásemos. Pero olía a mierda. A sudor y a orina. Me daba tanto asco a mí mismo que no podía hacerle eso a Keira. Y aún tenía ese dichoso tatuaje en el antebrazo, la quemadura de la puta de los cuervos, Duna.
Me había duchado varias veces, pero aún no se quitaba ese olor a excremento, no me duraba más que unos treinta minutos. Repugnante. Pero suficientes para poder surcar las curvas de Keira. La desperté con una caricia y me puse encima de ella. Yo dirigiría el juego del sexo. Una vez más. - ¿Estás preparada? – la miré a los ojos. – Yo sí lo estoy.
El fuego asintió, con las cartas sobre la mesa, el juego comenzó. Primero comencé dándole besos en la nuca. Mordiendo cada parte de su piel. Le hacía daño. Pero quería hacérselo. Ella gemía de dolor. Pero lo necesitaba. Me pedía más. Ansiosa. Estaba tan excitado que no pude detenerme. Estaba dentro de ella. Sin juegos previos era más difícil. Gritó de dolor, o tal vez de placer. Pero al poco tiempo, ya estábamos acompasados, uno frente al otro, cuando yo subía, ella subía, cuando yo bajaba, ella también. Fuimos uno por momentos.
Al concluir, y aún cuando Keira perdía sus piernas entre las sábanas, sentí como el repugnante olor volvió a mí. – Volveré enseguida. Descansa. – le dije colocando su pelo. Volvían a dolerme los picotazos de los cuervos. Volví a la ducha. Tenía que salir de allí, la dejaría dormir mientras yo me emborrachaba. ¿A dónde dirigirme? No demasiado lejos, a la parte inferior del piso en el que nos encontrábamos, la pútrida taberna del pueblo. La mesonera estaba allí.
-Si me guarda un secreto se lo diré. – dejé unos segundos de suspense. – He pasado todo el día con una bella mujer. Ella sigue en la cama sin poder moverse. ¿Por qué no nos prepara una cena a ambos? Cuando se despierte la chica tendrá hambre. – termine guiñando un ojo a la mesera.
Salí de la taberna a ver si me daba el sol, y allí estaba la niña. Me recordaba a Duna, la puta de los cuervos. Estaba harto. – Odio los cuervos. – dije, sin dejar de mantener el círculo sobre la bandada que giraba en círculos alrededor del pueblo, toméa Suuri y me dirigí hacia ellos. Una buena descarga los espantaría.
La voz de la puta loca robot que había provocado la explosión del Ostara me abstrajo durante unos instantes de mi objetivo. Como si no tuviera ya bastante con el asco que me daba yo mismo, la niña que se parecía a Duna y el grupo de cuervos. Contuve mis ganas de romperle la cara de un martillazo y me centré en los cuervos. Tenía que espantarlos como fuese.
Uno de ellos se posó sobre mi hombro, momento en el que apareció un tipo para llamarme maldito. ¿Quieres jugar? Jugaremos. Primero se lo advertí, no quería sentirme picoteado en todo el cuerpo, pero a la segunda ya no le di más oportunidad. Mis ganas de acabar con él hicieron que, primero, le impactara con un rayo en el pecho y, a continuación, le destrozara la cabeza con el martillo.
La robot comenzó a echarme en cara el asesinato de aquel hombre. ¡Qué pena tan grande! Había dejado huerfanitos a dos inocentes niñitos… O eso creía yo, pues una de ellos era ni más ni menos que Duna, la puta niña de los cuervos. Bien. Ella sería la siguiente. Había que aplastarle la cabeza, acabar con ella de raíz, se acabaría el problema de los cuervos y también la maldición. Los cuervos picoteaban todo mi cuerpo con fuerza, pero resistiría. Sólo unos segundos más.
-¡No puedes hacerle nada! ¡Asesino! ¡Sólo es una niña! – me gritaba la puta loca de la cabeza. ¿Qué tenía que decir al respecto? No era rival para mí. Tomé mi martillo y la aparté de un fuerte golpe con el mismo. Pero a ésta no la había reventado, simplemente la había hecho salir hacia atrás. ¿De qué cojones estaba hecha esa tía? - ¿Qué haces? ¿Por qué me has pegado? ¡Asesino! – me gritó desde el suelo, loca.
-Rachel Roche, para que mentir… – me puse ante la gimoteante cibernética, mirándola con risas. – Ya tuve ganas de matarte en el Ostara. – y le guiñé un ojo.
-No… No por favor. – gimoteaba la chica, desde el suelo, protegiéndose con los brazos.
Comencé a golpearla con el martillo con fuerza, primero en los brazos, haciéndola caer al suelo del fuerte impacto del metal, y luego comencé a golpearla, en las piernas, generando intensidad en su cuerpo. – Déjame, por favor, déjame. Basta.– me suplicaba. No importaba. Ya estaba tumbada. Como cuando me follaba a Keira, sólo que a ésta no la partía a martillazos.
Debía reconocer que era resistente, mis golpes sólo abollaban su cuerpo por determinados lugares, pero resistir hasta cinco golpes y no causarle más que abollones, era demasiado.
Para mí sorpresa, la joven reaccionó, y terminó tomando el martillo con fuerza, deteniéndome. Vi como sus ojos se habían tornado en un color carmesí. Su mirada había cambiado. No era humana. No era ella misma. – Identidad del sujeto preestablecida: Psicópata. Objetivo: Eliminación. – Le había cambiado la voz.
Con fuerza inhumana me levantó y me empotró contra un árbol. Antepuse a Suuri y me hizo partirlo en parte, pero parte de las astillas se clavaron en mi espinazo. Dolían tanto o más que los cuervos. Un dolor inimaginable. Pero tenía que aguantar. -¿Te crees más fuerte que yo, furcia? – apreté los dientes y la miré con desprecio. Corría hacia mí. Yo corrí hacia ella, con el martillo en mano.
Fue más rápida, me propinó un golpe en el costado y se puso sobre mí. Cada golpe de aquella puta de metal lo sentía como si me partiera un hueso. Sentí mis costillas clavarse en mis pulmones, como me desangraba por dentro. Y la puta Duna, seguía riendo, como si aquello fuese un juego.
Una descarga hizo que la loca robot terminara desestabilizada en el suelo. Ahora era mi turno, puta. Con mis costillas hundidas me erguí y aplasté a Suuri con todas mis fuerzas en su costado, aumentando la intensidad por medio de una descarga que llenó mi martillo. La loca robot no tardó en terminar por el suelo. Grité con fuerza y fui a por ella. Salté y caí sobre su cuerpo con todo mi peso y aplasté su cabeza con martillo. Resistió el primer impacto. Pero volví a impactarlo una vez, y otra, y otra, y otra. Era resistente. Su piel terminó por correrse, aunque su cabeza, ahora totalmente metalizada, aguantaba. Su voz comenzó a cambiar. Me tomó por el brazo y me lanzó de nuevo contra un árbol. Por poco caí contra una rama salida que servía de pincho empalador. Su cabeza emitía chispas, pero seguía en pie. Era un combate a muerte. Ella no iba a parar. Yo tampoco. – Diagnóstico de resistencia de la coraza del biocibernético: Daños muy severos. Se recomienda terminar pronto con el problema ante la inminente destrucción del sistema.- se dijo.
Pero la chica no se detuvo, volvió a por mí, pero con mi martillo pude detenerla. Clavé su mirada en la suya, su cabeza chispeaba. Ella empujaba muy fuerte, pero entonces fui más listo que ella y cedí mi fuerza.
Se empaló a sí misma contra el abdomen, quedando de cara a mí. Pude ver la sangre impregnando la rama. Parecía que tenía sangre, y bastante, después de todo. – Se acabó, Roche. – Dije con satisfacción, y con mi martillo con fuerza, y generando electricidad en el mismo le hice un gancho en su cabeza de abajo a arriba que hizo que ésta se despegara de su cuerpo y rodara hasta donde estaba Duna. Su sangre comenzó a salir como una fuente por la arteria del cuello y me impregné en esta casi por completo. Su interior era un espeso cilindro de metal con partes orgánicas en su interior.
-E…li…mi… - se apagó la voz de su cabeza rodante, que había formado un reguero de sangre a los pies de Duna. Había perdido. Yo tenía un brazo roto, y los pulmones encharcados en sangre. Cada picotazo era ahora una aguja. Iba a morir. Pronto. Pero aún tenía que hacer una cosa.
-Voy a morir, Duna. – le sonreí. – Pero tú también. – Tomé mi martillo, dirigiéndome a ella. Estaba esperando a que la matase, ¿por qué se reía? ¿Aceptaba su muerte? Acabaría con ella. De la manera más cruel y dolorosa. No me quedaba mucho tiempo de vida. Unos minutos, tal vez menos. La niña no se defendía. La miré con odio y con desprecio. Y alcé mi martillo con la misma fuerza con la que había hecho para que la cabeza de la puta loca robot saliese por los aires. Iba a...
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Entonces desperté de mi ensimismamiento. Nerviosa. Me estaba emocionando contando aquella historia. No. Rachel no me la había contado así. Me lo contó hace meses. Pero eso NO fue lo que pasó. ¿Y entonces por qué lo había contado de aquella versión? ¡Por los dioses! ¿por qué… por qué había contado esa historia? Algo me estaba pasando. Me sentía muy mal. Tenía que marcharme.
-Ten… Tengo que irme. – musité como excusa, y salí rápidamente corriendo. Asustada de mí misma.
- Para Gerrit:
- Por respeto hacia todos los usuarios, siempre trato de esmerarme cuando cojo el personaje de otro. Pero contigo ha hecho un esfuerzo especial pues, a parte de usuario y que me encanta Gerrit, sabes que para mí eres un gran "bro" off-rol xD. Espero que te haya gustado la historia. Quería escribir algo que te gustase y que a la vez sirviese a mi personaje. Y se me ocurrió la idea de hacer un "y si...". Pues aquí tienes un "final alternativo" para nuestra quest del Alma de Talisa con master Fehu, ya que sé que seguramente no tengamos un final así, pero seguramente lo hayas pensado xD. Espero que te haya gustado.
Anastasia Boisson
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Re: Bealtaine: Intercambio de Historias [Evento]
- Leer antes del post:
- Para entender mejor cómo está escrito:
Lo que está entre "‹‹" y "››" es la parte de la historia que os cuento, cuando empiezo a narrar. Lo que está en cursiva, son pensamientos que tengo mientras cuento la historia.
Todo esto se aplica en cuanto empiezo a narrar en la hoguera. Espero que esté bien.
Abrí y cerré los dedos un par de veces al quitarme las vendas que había llevado durante varios días. Apenas quedaban ya más que las costras en mis nudillos, cerrando las heridas poco a poco. ¿Contra qué había golpeado para hacerme eso? Bueno, contra qué no había golpeado. Ya ni me acordaba, creo que fue la mesa del despacho. Tan solo la rabia, la impotencia y un sinfín de emociones parecidas se agolpaban en mí y trataban de salir como si fueran un volcán en erupción. Aquel combate había sido demasiado. Sí, sabía que me iba a enfrentar a esas cosas siendo cazadora y quería regresar a Beltrexus como una heroína pero… ¿A costa de qué? Por fin había conseguido el que era mi sueño, el gremio era mío, habíamos luchado contra la Hermandad. Tenía la oportunidad de ser una heroína. Y sin embargo no sentía la alegría que pensaba que iba a sentir.
Seguía mirando mis nudillos enrojecidos. Por suerte eso no me iba a dejar marca en las manos, pero sorprendentemente no me preocupaba de eso. No sé cuántos días habían pasado desde la última batalla con la Hermandad, ni si habían pasado semanas o meses. Yo había estado ausente de mis tareas como cazadora e incluso en mi nuevo puesto en el gremio. Sí, había estado en el despacho, pero sin hacer nada. Tan solo me sentaba, cerraba la puerta, y pasaba las horas releyendo antiguos contratos hasta que no podía más y acababan tirados por ahí. Posiblemente Natasha estaría hasta las narices de mí, pero me daba igual. Al principio sólo eran papeles, pero llegó un momento en que destrocé el despacho. No recuerdo si era cosa de mis nervios o de verdad la tierra empezó a moverse, si yo había sido la que había golpeado los objetos o ellos se cayeron. Supongo que yo tiré varias cosas y las marcas de mis nudillos demostraban que había dejado una mella en la madera de la mesa.
Bueno, sólo sé que acabé en un rincón y el señor Fox avisó a mis padres porque algo no iba bien. ¿¡Qué querían que fuera bien!?
Otros tantos días en mi casa, sin poder ir a mi puesto, con mi madre preocupada a cada rato en mi habitación. Con una gran cantidad de doctores, de gente visitándome, todos ahí atentos a mí. ¿¡Por qué no me dejaban en paz!? Si yo estaba bien.
Cuando ya me harté de estar ahí postrada, dándole vueltas y más vueltas a la cabeza, cosa que no me venía nada bien, quise volver al trabajo. Pero no me dejaron. Mi madre se negaba a que volviera a mi puesto. Si ya de por sí nunca le había gustado que me dedicase a cazar vampiros porque no era “propio de una dama”, mucho menos ahora con todo lo que había sucedido. Obviamente me dio igual. Pero mi padre tampoco me dejaba regresar.
- ¡Tenemos cosas que hacer! - Grité, dando vueltas en la habitación como si fuera un animal encerrado.
- No estás en condiciones para volver al trabajo, Cassie. - Hizo un gesto de preocupación que me molestó. No entendía por qué no me dejaban regresar a mi trabajo. ¡Todavía había vampiros por Aerandir!
-¿¡Por qué no!?
- Destrozaste el despacho… - Empezó a enumerar. - Has gritado a todos y cada uno de los empleados diciéndoles cosas impropias de ti. Has tratado mal a los nuevos cazadores, has despedido a otros tantos. Te has hecho daño a ti misma. Te encerrabas en el despacho y no aceptabas nuevos contratos… No estás en condiciones, cariño. Necesitas tomarte un descanso.
Y… Aquí estaba, “descansando” en Lunargenta pese a mis múltiples negaciones. Les faltó meterme en un barco a la fuerza bruta. Con las festividades que había por la ciudad se suponía que iba a desconectar. Esa noche íbamos a ir a yo-que-sé-qué-sitio donde contaban historias. Ideas de mi madre para hacer que se me quitase de la cabeza lo de seguir en el gremio. Había venido conmigo y con algunas doncellas y curanderos para que cuidasen de mí. ¡Ni que fuera una cría! Había aceptado ir a su mierda de fiesta y no eran capaces de darme cinco minutos a solas. Tan solo había conseguido estar sin nadie cuando me quité la dichosa venda de la mano y me revisé las heridas de mis nudillos. A los pocos minutos, una de las doncellas golpeó la puerta del baño y entró.
- Señorita Harrowmont, ¿está lista? Su madre quiere que vaya a las afueras, donde se celebrará Bealtaine. - Resoplé y asentí. Aun así se acercó para peinarme. Ni me inmuté. Dejé que lo hiciera mientras me estiraba las mangas del vestido para que quedasen bien. No llevaba el traje de cazadora, ni siquiera el arco. Aunque lo pedí, mi madre se negó a dejarme llevar armas así que, de nuevo, tocó discutir con ella y salí de la posada enfadada por no salirme con la mía. ¡Me estaban haciendo la vida imposible!
- ¿Al final decidió sobre la decoración del despacho? - Preguntó la joven doncella que me acompañaba.
- Dije que quería que restaurasen todo como estaba. - Respondí, muy seca. Ya me lo habían preguntado varias veces desde que habíamos embarcado, como tratando de convencerme de que lo modificase.
- Sí, pero ese estilo, según su madre…
- Me da igual lo que diga. Ella no es cazadora. Ella no va a pisar ese despacho. Quiero que quede igual que estaba.
La conversación banal se acabó una vez empezamos a subir la colina. No quería hablar más y menos sobre la decoración.
Sin mediar palabra me senté en un lugar alejado del fuego, no quería involucrarme mucho, sólo estaba ahí por no escuchar más a mi madre y porque no podía montarme en el primer barco que partiera a Beltrexus sin que me lo impidiera alguien. Así que me tocaba tragar con la fiestecita. Había más gente a la que no hice ni caso, ni siquiera presté atención a los otros que contaban historias, estaba más entretenida arrancando hierbecillas que atendiendo a lo que hablaban. Me daban igual totalmente. ¡Que acabase pronto esta tortura!
Pero la tortura fue que la mujer que llevaba el evento me eligió a mí para contar una historia de alguien a quien tuviera en mi corazón. Mi primera reacción fue decir que pasaba de hacerlo, pero insistió y como la gente empezó a mirar y la doncella que me acompañaba empezó a insistir… Resignada me incorporé y me dirigí hacia el fuego, sin mirar a nadie.
- ¡Vamos, no seas tímida! - ¿Por qué estaba tan jodidamente feliz? La miré de reojo y balbuceé sin saber bien qué decir.
- Ahm… ¿Cuento algo?
- ¡Claro!
- Bien… Pues… - Me paré a pensar. No esperaba que me tocase salir a mí así que no tenía nada preparado y los presentes parecían apremiar para escuchar algo interesante. ¿De quién podía hablar? ¿De mi familia? No se me ocurrían más que anécdotas familiares que a esa gente le tendrían que dar igual. No les interesaba ver cómo jugaba con mi hermano cuando éramos pequeños o temas de mis amigas. ¿Y de alguien del gremio? Sí, las aventuras del gremio solían ser más entretenidas. ¿Jules, por ejemplo? Suspiré para mis adentros. Extrañaba mucho a ese hombre a pesar de sus bromitas. No, tenía a alguien más sobre quien hablar y me pareció buena idea mostrar una parte de su historia ahora que ya no estaba. Me mordí el labio mirando el fuego mientras buscaba en mi cabeza algo bueno que contar. - Ya… Creo que tengo algo.
Estaría bien contar a esa gente la última batalla pero no me veía preparada para rememorar lo sucedido. Era mejor algo más banal.
- Pues… Hace unos años…
- ¡Espera, espera! Tienes que tirar algo al fuego antes de empezar a contarnos tu historia. - Comentó la muchacha con gran amabilidad. Asentí y busqué en mi bolsa de cuero a ver si tenía algo que hiciera referencia hasta que encontré un papel enrollado, arrugado y ya casi roto. - ¿Qué es?
- Un título de la Escuela Tensái. - Dije a la vez que lo lanzaba. Era de la Escuela Tensái de Viento. Al ver que no iba a volver a hablar, proseguí.- Como iba diciendo, hace unos años. Tres o así. Algunos brujos se preparaban los exámenes para entrar a ser maestros en la Escuela. La verdad es que son pruebas muy duras y necesitamos muchísimo entrenamiento. No todos lo consiguen. Y no todos a tan pronta edad, como de quien os voy a hablar. - Me quedé un momento pensando en aquel día. - Con tan solo veintidós años. Menuda locura… Yo ni siquiera me molesté en presentarme ese año. Pero una amiga sí, así que un pequeño grupo fuimos a apoyarla en esos momentos. Se estaba preparando para ser maestra de la especialidad del viento pero… Nada. - Me encogí de hombros haciendo una pequeña mueca. - No lo consiguió. En su lugar obtuvo el puesto de Maestra Tensái otra chica, más joven que mi amiga. La que os digo que tenía veintidós años. Por suerte o por desgracia, la conozco bien. Empezaré desde el principio.
‹‹Esa chica era compañera mía de clase desde que éramos muy pequeñas. Y la verdad, nunca me cayó bien. Aparte de ser una rara, antipática y un montón de cosas más, era muy pedante. - Suspiré. - Destacaba mucho en todo lo que hacía aunque me cueste admitirlo. Y eso que no era la más poderosa de la clase porque era mestiza –“O hasta hace poco yo lo creía” –, pero tenía un… “algo” que la hacía destacar. Y me daba un asco… ¡Pff! - Sonreí con resignación y alcé la vista hacia el cielo para tomar aire un segundo antes de proseguir. - Digamos que siempre hemos tenido ciertas rivalidades. No quería dejar que una mestiza tan rara como ella me ganase. Yo quería ser la mejor. ››
Sí, Anastasia era muy molesta pero ahora sentía su pérdida de una forma que ni yo misma me lo creía. Era increíble pensar que alguien que había estado contigo toda tu vida pudiese irse tan de golpe. Pero no era el momento para eso ahora. Volví a mirar al fuego para continuar.
‹‹Esa idiota se quería presentar a ser Maestra pero nadie daba un aero por ella, la verdad. Ni gente con más experiencia lo había conseguido, ¿cómo lo iba a hacer ella? Si ni siquiera controlaba sus poderes. Entrar en la Escuela como parte del profesorado es realmente complicado. Pero bueno, los candidatos a ser maestros se preparaban para esos días en los que tendrían que pasar varias pruebas eliminatorias. Ya habían pasado los exámenes de teoría y en esos días tocaba el práctico. Sorprendentemente, la chica pasó la teoría, y con una alta puntuación. Me acuerdo de ese día… Me reí de ella con ciertas insinuaciones de favoritismo. De hecho, mucha gente lo hizo. ››
¡Como para olvidarlo! Cuando salieron las calificaciones yo esperaba ver la de mi amiga y, obviamente, también pasé la vista por las de la Boisson para poder reírme un rato de su fracaso. ¡Menudo chasco! ¿¡Quién mierdas sacaba esas notazas?
- Vaya, Anastasia… ¿Le has pedido ayuda al Maestro Dorian para aprobar? Cómo se notan las influencias…
- ¿Hablas tú de influencias? - Me replicó enarcando una ceja y con su maldita soberbia. - Si estás aquí es gracias al dinero de tu papá. - Y dicho eso se atrevió a darme la espalda para irse.
- No vayas de subidita. No pasarás el práctico, mestiza. Ser Maestra Tensái sólo es para brujos de verdad.
- ¿Qué brujos son esos? ¿Los que consiguen las cosas con los aeros? Que te jodan, Cassandra, déjame en paz.
Y como esas, muchas. ¡Me daba rabia que esa imbécil estuviera por delante de otros hechiceros con más… Bueno, no, siendo sincera me daba rabia que ella había superado el examen y yo ni siquiera me había presentado.
Pero volví a centrarme en la historia que estaba contando a los presentes, pues me había quedado un poco dispersa mirando las llamas.
‹‹Resumiendo, llegó el día del examen práctico para ser Tensái de Viento y la maestra se encargaba de hacer las pruebas. Mi grupo de amigas y yo fuimos a apoyar a la que se presentaba y como era al aire libre pudimos sentarnos a ver. ››
No iba a contar a los desconocidos tantos detalles. Estábamos a las afueras del edificio de Viento y mis amigas y yo nos sentamos en unos bancos a ver qué tal lo hacía Elizabeth. Anastasia también apareció allí y supuso la risa de mi grupillo.
- ¡Espero que Elisabeth te mande a volar! - Gritó una de mis amigas, que tampoco quería tener cerca a esa chica.
- ¡Te van a pisotear, mestiza! - Las risas entre mis compañeros se fueron acrecentando.
- No te preocupes, Anastasia, aprobarás. - Comencé a decir en voz alta cargada de ironía, sobre todo con la intención de que mis amigos me escuchasen. - Tienes al Maestro Dorian para eso. - De nuevo, las risas y los ruiditos provocadores. Sabíamos todos la escasa paciencia que tenía la bruja y lo incontrolable de sus poderes. Algunos intentaban provocarla porque si se enfadaba y no se controlaba, estaría suspensa.
A pesar de que Anastasia parecía ignorarnos, el cielo comenzó a nublarse. Ese día parecía estar nerviosa aunque, como siempre, trataba de disimularlo con esa coraza de tipa dura y su cara de rancia en plan “me da igual todo”. Sin embargo, la maestra Pantine, quien se encargaría de evaluar, sí nos reprendió por vocear. A la próxima nos tendríamos que ir de allí.
Había otros aspirantes a maestros pero estaba claro que no iban a pasar todos.
Dirigí la mirada hacia la chica que me había pedido que contase una historia.
‹‹A los de Viento les tocaba, primero: dirigir un objeto pesado y colocarlo en algún lugar específico. Segundo: Conjurar varios tipos de hechizos para hacer diferentes cosas con el poder. Tercero: Conseguir una buena puntuación en una especie de combate. Mi amiga Elizabeth consiguió mover el objeto con delicadeza, aunque con tanta que se quedó a la mitad. El segundo lo hizo muy bien. Pero se quedó a poco de conseguir aprobar el tercer reto. La chica de la que hablo lo consiguió. ››
Así contado parecía fácil, pero a esa gente no les interesaba cada una de las pruebas.
En mi mente aún las recordaba.
Se colocaron los, más o menos, veinte aspirantes e iban pasando uno a uno. El objeto parecía una roca pero en forma de cofre. Tenían que conseguir levantarla sin usar su telequinesis, sólo corrientes para empezar, y moverla hacia diferentes puntos. Varios profesores evaluaban.
Parecía fácil, así dicho. Pero más de la mitad ni siquiera pudieron levantarlo. Meter corrientes de viento por debajo de un objeto que no tenía huecos entre su base y el suelo era difícil. Y quien lo conseguía no tenía suficiente poder para moverlo. ¡Y eso que estaban entrenados!
Como estaba contando a la gente de la hoguera, Elizabeth falló y el cofre de roca se quedó a medio camino. Al menos había conseguido levantarlo y esperábamos que no suspendiese por eso. Tres turnos después, llegó Anastasia. Volvimos a gritar cosas para desconcentrarla y, aunque parecía querer matarnos, se centró en su objetivo y a la primera, con muchísima fuerza, el pesado bloque se movió, primero rodó un poco y en cuanto pudieron entrar las corrientes de aire por debajo, se elevó. Aunque lo dejó caer con demasiada fuerza en el punto donde debía hacerlo, hundiéndolo varios centímetros en el suelo. Incluso los profesores tuvieron que usar su magia para sacarlo. ¿Qué serían eso, unas décimas menos? ¡Maldita mestiza!
En la segunda prueba muchos conjuraron varios hechizos para intentar atacar a puntos concretos. Ahí pocos fallaban. Creo que era para lo que más se preparaban, para acertar objetivos. Y Anastasia seguía golpeando demasiado fuerte a los puntos que debía. Destrozó unos pocos. Aún así no fallaba la muy desgraciada y me daban ganas de hacer algo para desconcentrarla.
Si tenía alguna idea pronto se me acabó la inspiración cuando el Maestro Dorian apareció y se sentó junto al resto de profesores. No sabía por qué había llegado tarde, pero estaba listo para ver y evaluar la tercera prueba. La más complicada.
La maestra Pantine lanzaba algunos conjuros contra los alumnos y ellos tenían que repelerlos y atacar. Tenían que conseguir ciertas puntuaciones por ataques complicados. Elizabeth lo estaba intentando y recuerdo que Anastasia estaba sentada unos bancos más delante de donde yo me encontraba, apartada del resto.
En silencio me acerqué y me senté a su lado.
- ¿Qué quieres, Cassandra? - Ni me miró.
- Darte ánimos. - Sonreí falsamente.
- No te lo crees ni tú. Si has venido a molestar, lárgate.
- ¡Qué poco te fías de mí! - Giró levemente la cabeza para mirarme, sin decir nada. -¿Nerviosa? Sabes que vas a caer en esta prueba. - Sólo obtuve como respuesta un bufido de pesadez y volvió a mirar al frente. - Tranquila, no estés nerviosa. Al menos hoy ha venido alguien a verte. - Señalé al maestro Dorian con la cabeza. - Además, es una suerte que tu madre no te vea fracasar estrepitosamente. - Solté una risita y me volví a mi puesto antes de que pudiera recriminarme algo.
Algunos familiares de los brujos que se presentaban habían venido a verlos. La madre de Anastasia no solía estar presente y el Maestro Dorian era quien más la acompañaba. En cuanto me fui le tocó a ella. ¿Había conseguido ponerla nerviosa? Más bien estaba malhumorada, aunque eso lo estaba siempre así que no había mucha diferencia.
Le tocó enfrentarse con la Maestra Pantine, el resto de profesores e incluso el Maestro Dorian estaban muy, muy atentos. Alguna vez había escuchado decir a ese hombre que Anastasia tenía un gran poder, pero no le creía. Era una mestiza, como mucho sabía dar saltos. ¿¡Qué poder iba a tener esa!?
El combate empezó y la maestra lanzó hacia mi compañera una fuerte corriente de aire que incluso la notamos en las gradas, pero Anastasia dirigió sus manos hacia el suelo y se elevó. Acto seguido volvió dar otro salto para esquivar otra corriente de aire. Lo siguiente no lo pudo repeler, pues la maestra Pantine lanzó un rayo y la joven Boisson cayó al suelo, aunque pudo amortiguar su golpe con un poco de aire que dirigió con sus manos. Aun así, el golpe sonó.
¡Tres segundos! Si no se levantaba del suelo suspendería. Muy claro teníamos que el puesto de maestra no era para alguien como ella. Pero, sorprendentemente, se incorporó poco a poco. Aún tratando de recomponerse del golpe lanzó otro ataque.
- ¡Ash balla ná! - Gritó y una corriente de aire salió de su mano hacia la maestra que, hábilmente, lo esquivó. ¿Qué esperaba? No estaba preparada para eso y la maestra lo era por algo. En sus brazos se podían chispas azuladas por la corriente que los recorría, lista para ser lanzada contra la alumna. En esos momentos me alegraba de no presentarme. En mi elemento tal vez me enterrasen viva o algo. De nuevo, Anastasia volvió a elevarse dando saltitos. ¿No sabía hacer otra cosa que dar brincos?
Nosotros no parábamos de vitorear a la maestra, tratando de mellar más la confianza en sí misma de Anastasia.
- ¡Vamos! ¡Deja de saltar! ¡Lucha! ¡Menuda maestra vas a ser, cobarde! - Gritaban algunos de mis amigos a pesar de las advertencias de los profesores. Por supuesto, me uní a las risas.
La prueba se extendió unos minutos más que me parecieron eternos. Deseaba que la bruja acabase pronto y suspendiera.
Una de las cosas que habían tenido que hacer en la prueba dos era arrancar una rama con su poder, y fue lo que Huracán lanzó cuando vio a la maestra adelantar los brazos para lanzar otra corriente de nuevo, la cual chocó contra la rama, calcinándola. Algo que aprovechó ella para avanzar a gran velocidad, saltando sobre la rama quemada e incluso sobre la maestra, haciendo volteretas y quedarse a su espalda.
- Ash ba…
- ¡Se acabó! - Dijo en voz alta uno de los miembros del profesorado que se encargaba de evaluar. Sabíamos que si hubiese querido, la maestra Pantine podría haberse defendido. Pero esto no era un combate real, no trataban de herirse, no mucho. Los puntos se contaban por ingenio, ataque, capacidad de reacción… Y esa maldita mestiza había conseguido una gran nota, o eso dijeron cuando comunicaron las calificaciones. Se había quedado a poco menos de un punto para la perfección. Yo resoplé al enterarme. ¿¡En serio!? ¿¡Esa marginada lo había conseguido!? Incluso por encima de mi amiga, que era una bruja de sangre limpia. Incluso por encima de otros más mayores, con más experiencia, con más control.
Me levanté y me fui. No sé qué le dijeron, ni cuándo sería su ceremonia. Ni nada. No quería saber nada más de esa estúpida Boisson.
‹‹Y, bueno… Eso es todo. Ella pasó las pruebas y fue Maestra Tensái de Viento. ››
Miré a la mujer que dirigía el evento, de nuevo. La palabra que más me costó decir, “fue”, porque ya no estaba. No era la mejor historia, estaba segura que los demás habían contado aventuras dignas de ser escuchadas, pero no había hecho caso a ninguno. Mi humor ni mi mente estaban para ponerme a contar una historia fantástica, de acción, con elfos cantarines o bravos guerreros. Para todos los que me escuchaban sólo era la historia de alguien que trataba de pasar el examen para ser maestra.
Ahora mismo era más que eso, un recuerdo que, a pesar de parecer banal, significaba mucho para mí a pesar de no haber compartido con ellos más que una pequeña parte de la historia.
Sin decir nada más, regresé a mi sitio y continué arrancando hierbecitas al lado de la doncella que me acompañaba.
-¿Has contado la historia de la Maestra Huracán? - No me había fijado que en ningún momento había dicho su nombre al público. Asentí de forma imperceptible, como si me diera igual, y continué haciendo tiempo para poder regresar a la posada sin tener bronca con mi madre.
Seguía mirando mis nudillos enrojecidos. Por suerte eso no me iba a dejar marca en las manos, pero sorprendentemente no me preocupaba de eso. No sé cuántos días habían pasado desde la última batalla con la Hermandad, ni si habían pasado semanas o meses. Yo había estado ausente de mis tareas como cazadora e incluso en mi nuevo puesto en el gremio. Sí, había estado en el despacho, pero sin hacer nada. Tan solo me sentaba, cerraba la puerta, y pasaba las horas releyendo antiguos contratos hasta que no podía más y acababan tirados por ahí. Posiblemente Natasha estaría hasta las narices de mí, pero me daba igual. Al principio sólo eran papeles, pero llegó un momento en que destrocé el despacho. No recuerdo si era cosa de mis nervios o de verdad la tierra empezó a moverse, si yo había sido la que había golpeado los objetos o ellos se cayeron. Supongo que yo tiré varias cosas y las marcas de mis nudillos demostraban que había dejado una mella en la madera de la mesa.
Bueno, sólo sé que acabé en un rincón y el señor Fox avisó a mis padres porque algo no iba bien. ¿¡Qué querían que fuera bien!?
Otros tantos días en mi casa, sin poder ir a mi puesto, con mi madre preocupada a cada rato en mi habitación. Con una gran cantidad de doctores, de gente visitándome, todos ahí atentos a mí. ¿¡Por qué no me dejaban en paz!? Si yo estaba bien.
Cuando ya me harté de estar ahí postrada, dándole vueltas y más vueltas a la cabeza, cosa que no me venía nada bien, quise volver al trabajo. Pero no me dejaron. Mi madre se negaba a que volviera a mi puesto. Si ya de por sí nunca le había gustado que me dedicase a cazar vampiros porque no era “propio de una dama”, mucho menos ahora con todo lo que había sucedido. Obviamente me dio igual. Pero mi padre tampoco me dejaba regresar.
- ¡Tenemos cosas que hacer! - Grité, dando vueltas en la habitación como si fuera un animal encerrado.
- No estás en condiciones para volver al trabajo, Cassie. - Hizo un gesto de preocupación que me molestó. No entendía por qué no me dejaban regresar a mi trabajo. ¡Todavía había vampiros por Aerandir!
-¿¡Por qué no!?
- Destrozaste el despacho… - Empezó a enumerar. - Has gritado a todos y cada uno de los empleados diciéndoles cosas impropias de ti. Has tratado mal a los nuevos cazadores, has despedido a otros tantos. Te has hecho daño a ti misma. Te encerrabas en el despacho y no aceptabas nuevos contratos… No estás en condiciones, cariño. Necesitas tomarte un descanso.
Y… Aquí estaba, “descansando” en Lunargenta pese a mis múltiples negaciones. Les faltó meterme en un barco a la fuerza bruta. Con las festividades que había por la ciudad se suponía que iba a desconectar. Esa noche íbamos a ir a yo-que-sé-qué-sitio donde contaban historias. Ideas de mi madre para hacer que se me quitase de la cabeza lo de seguir en el gremio. Había venido conmigo y con algunas doncellas y curanderos para que cuidasen de mí. ¡Ni que fuera una cría! Había aceptado ir a su mierda de fiesta y no eran capaces de darme cinco minutos a solas. Tan solo había conseguido estar sin nadie cuando me quité la dichosa venda de la mano y me revisé las heridas de mis nudillos. A los pocos minutos, una de las doncellas golpeó la puerta del baño y entró.
- Señorita Harrowmont, ¿está lista? Su madre quiere que vaya a las afueras, donde se celebrará Bealtaine. - Resoplé y asentí. Aun así se acercó para peinarme. Ni me inmuté. Dejé que lo hiciera mientras me estiraba las mangas del vestido para que quedasen bien. No llevaba el traje de cazadora, ni siquiera el arco. Aunque lo pedí, mi madre se negó a dejarme llevar armas así que, de nuevo, tocó discutir con ella y salí de la posada enfadada por no salirme con la mía. ¡Me estaban haciendo la vida imposible!
- ¿Al final decidió sobre la decoración del despacho? - Preguntó la joven doncella que me acompañaba.
- Dije que quería que restaurasen todo como estaba. - Respondí, muy seca. Ya me lo habían preguntado varias veces desde que habíamos embarcado, como tratando de convencerme de que lo modificase.
- Sí, pero ese estilo, según su madre…
- Me da igual lo que diga. Ella no es cazadora. Ella no va a pisar ese despacho. Quiero que quede igual que estaba.
La conversación banal se acabó una vez empezamos a subir la colina. No quería hablar más y menos sobre la decoración.
Sin mediar palabra me senté en un lugar alejado del fuego, no quería involucrarme mucho, sólo estaba ahí por no escuchar más a mi madre y porque no podía montarme en el primer barco que partiera a Beltrexus sin que me lo impidiera alguien. Así que me tocaba tragar con la fiestecita. Había más gente a la que no hice ni caso, ni siquiera presté atención a los otros que contaban historias, estaba más entretenida arrancando hierbecillas que atendiendo a lo que hablaban. Me daban igual totalmente. ¡Que acabase pronto esta tortura!
Pero la tortura fue que la mujer que llevaba el evento me eligió a mí para contar una historia de alguien a quien tuviera en mi corazón. Mi primera reacción fue decir que pasaba de hacerlo, pero insistió y como la gente empezó a mirar y la doncella que me acompañaba empezó a insistir… Resignada me incorporé y me dirigí hacia el fuego, sin mirar a nadie.
- ¡Vamos, no seas tímida! - ¿Por qué estaba tan jodidamente feliz? La miré de reojo y balbuceé sin saber bien qué decir.
- Ahm… ¿Cuento algo?
- ¡Claro!
- Bien… Pues… - Me paré a pensar. No esperaba que me tocase salir a mí así que no tenía nada preparado y los presentes parecían apremiar para escuchar algo interesante. ¿De quién podía hablar? ¿De mi familia? No se me ocurrían más que anécdotas familiares que a esa gente le tendrían que dar igual. No les interesaba ver cómo jugaba con mi hermano cuando éramos pequeños o temas de mis amigas. ¿Y de alguien del gremio? Sí, las aventuras del gremio solían ser más entretenidas. ¿Jules, por ejemplo? Suspiré para mis adentros. Extrañaba mucho a ese hombre a pesar de sus bromitas. No, tenía a alguien más sobre quien hablar y me pareció buena idea mostrar una parte de su historia ahora que ya no estaba. Me mordí el labio mirando el fuego mientras buscaba en mi cabeza algo bueno que contar. - Ya… Creo que tengo algo.
Estaría bien contar a esa gente la última batalla pero no me veía preparada para rememorar lo sucedido. Era mejor algo más banal.
- Pues… Hace unos años…
- ¡Espera, espera! Tienes que tirar algo al fuego antes de empezar a contarnos tu historia. - Comentó la muchacha con gran amabilidad. Asentí y busqué en mi bolsa de cuero a ver si tenía algo que hiciera referencia hasta que encontré un papel enrollado, arrugado y ya casi roto. - ¿Qué es?
- Un título de la Escuela Tensái. - Dije a la vez que lo lanzaba. Era de la Escuela Tensái de Viento. Al ver que no iba a volver a hablar, proseguí.- Como iba diciendo, hace unos años. Tres o así. Algunos brujos se preparaban los exámenes para entrar a ser maestros en la Escuela. La verdad es que son pruebas muy duras y necesitamos muchísimo entrenamiento. No todos lo consiguen. Y no todos a tan pronta edad, como de quien os voy a hablar. - Me quedé un momento pensando en aquel día. - Con tan solo veintidós años. Menuda locura… Yo ni siquiera me molesté en presentarme ese año. Pero una amiga sí, así que un pequeño grupo fuimos a apoyarla en esos momentos. Se estaba preparando para ser maestra de la especialidad del viento pero… Nada. - Me encogí de hombros haciendo una pequeña mueca. - No lo consiguió. En su lugar obtuvo el puesto de Maestra Tensái otra chica, más joven que mi amiga. La que os digo que tenía veintidós años. Por suerte o por desgracia, la conozco bien. Empezaré desde el principio.
‹‹Esa chica era compañera mía de clase desde que éramos muy pequeñas. Y la verdad, nunca me cayó bien. Aparte de ser una rara, antipática y un montón de cosas más, era muy pedante. - Suspiré. - Destacaba mucho en todo lo que hacía aunque me cueste admitirlo. Y eso que no era la más poderosa de la clase porque era mestiza –“O hasta hace poco yo lo creía” –, pero tenía un… “algo” que la hacía destacar. Y me daba un asco… ¡Pff! - Sonreí con resignación y alcé la vista hacia el cielo para tomar aire un segundo antes de proseguir. - Digamos que siempre hemos tenido ciertas rivalidades. No quería dejar que una mestiza tan rara como ella me ganase. Yo quería ser la mejor. ››
Sí, Anastasia era muy molesta pero ahora sentía su pérdida de una forma que ni yo misma me lo creía. Era increíble pensar que alguien que había estado contigo toda tu vida pudiese irse tan de golpe. Pero no era el momento para eso ahora. Volví a mirar al fuego para continuar.
‹‹Esa idiota se quería presentar a ser Maestra pero nadie daba un aero por ella, la verdad. Ni gente con más experiencia lo había conseguido, ¿cómo lo iba a hacer ella? Si ni siquiera controlaba sus poderes. Entrar en la Escuela como parte del profesorado es realmente complicado. Pero bueno, los candidatos a ser maestros se preparaban para esos días en los que tendrían que pasar varias pruebas eliminatorias. Ya habían pasado los exámenes de teoría y en esos días tocaba el práctico. Sorprendentemente, la chica pasó la teoría, y con una alta puntuación. Me acuerdo de ese día… Me reí de ella con ciertas insinuaciones de favoritismo. De hecho, mucha gente lo hizo. ››
¡Como para olvidarlo! Cuando salieron las calificaciones yo esperaba ver la de mi amiga y, obviamente, también pasé la vista por las de la Boisson para poder reírme un rato de su fracaso. ¡Menudo chasco! ¿¡Quién mierdas sacaba esas notazas?
- Vaya, Anastasia… ¿Le has pedido ayuda al Maestro Dorian para aprobar? Cómo se notan las influencias…
- ¿Hablas tú de influencias? - Me replicó enarcando una ceja y con su maldita soberbia. - Si estás aquí es gracias al dinero de tu papá. - Y dicho eso se atrevió a darme la espalda para irse.
- No vayas de subidita. No pasarás el práctico, mestiza. Ser Maestra Tensái sólo es para brujos de verdad.
- ¿Qué brujos son esos? ¿Los que consiguen las cosas con los aeros? Que te jodan, Cassandra, déjame en paz.
Y como esas, muchas. ¡Me daba rabia que esa imbécil estuviera por delante de otros hechiceros con más… Bueno, no, siendo sincera me daba rabia que ella había superado el examen y yo ni siquiera me había presentado.
Pero volví a centrarme en la historia que estaba contando a los presentes, pues me había quedado un poco dispersa mirando las llamas.
‹‹Resumiendo, llegó el día del examen práctico para ser Tensái de Viento y la maestra se encargaba de hacer las pruebas. Mi grupo de amigas y yo fuimos a apoyar a la que se presentaba y como era al aire libre pudimos sentarnos a ver. ››
No iba a contar a los desconocidos tantos detalles. Estábamos a las afueras del edificio de Viento y mis amigas y yo nos sentamos en unos bancos a ver qué tal lo hacía Elizabeth. Anastasia también apareció allí y supuso la risa de mi grupillo.
- ¡Espero que Elisabeth te mande a volar! - Gritó una de mis amigas, que tampoco quería tener cerca a esa chica.
- ¡Te van a pisotear, mestiza! - Las risas entre mis compañeros se fueron acrecentando.
- No te preocupes, Anastasia, aprobarás. - Comencé a decir en voz alta cargada de ironía, sobre todo con la intención de que mis amigos me escuchasen. - Tienes al Maestro Dorian para eso. - De nuevo, las risas y los ruiditos provocadores. Sabíamos todos la escasa paciencia que tenía la bruja y lo incontrolable de sus poderes. Algunos intentaban provocarla porque si se enfadaba y no se controlaba, estaría suspensa.
A pesar de que Anastasia parecía ignorarnos, el cielo comenzó a nublarse. Ese día parecía estar nerviosa aunque, como siempre, trataba de disimularlo con esa coraza de tipa dura y su cara de rancia en plan “me da igual todo”. Sin embargo, la maestra Pantine, quien se encargaría de evaluar, sí nos reprendió por vocear. A la próxima nos tendríamos que ir de allí.
Había otros aspirantes a maestros pero estaba claro que no iban a pasar todos.
Dirigí la mirada hacia la chica que me había pedido que contase una historia.
‹‹A los de Viento les tocaba, primero: dirigir un objeto pesado y colocarlo en algún lugar específico. Segundo: Conjurar varios tipos de hechizos para hacer diferentes cosas con el poder. Tercero: Conseguir una buena puntuación en una especie de combate. Mi amiga Elizabeth consiguió mover el objeto con delicadeza, aunque con tanta que se quedó a la mitad. El segundo lo hizo muy bien. Pero se quedó a poco de conseguir aprobar el tercer reto. La chica de la que hablo lo consiguió. ››
Así contado parecía fácil, pero a esa gente no les interesaba cada una de las pruebas.
En mi mente aún las recordaba.
Se colocaron los, más o menos, veinte aspirantes e iban pasando uno a uno. El objeto parecía una roca pero en forma de cofre. Tenían que conseguir levantarla sin usar su telequinesis, sólo corrientes para empezar, y moverla hacia diferentes puntos. Varios profesores evaluaban.
Parecía fácil, así dicho. Pero más de la mitad ni siquiera pudieron levantarlo. Meter corrientes de viento por debajo de un objeto que no tenía huecos entre su base y el suelo era difícil. Y quien lo conseguía no tenía suficiente poder para moverlo. ¡Y eso que estaban entrenados!
Como estaba contando a la gente de la hoguera, Elizabeth falló y el cofre de roca se quedó a medio camino. Al menos había conseguido levantarlo y esperábamos que no suspendiese por eso. Tres turnos después, llegó Anastasia. Volvimos a gritar cosas para desconcentrarla y, aunque parecía querer matarnos, se centró en su objetivo y a la primera, con muchísima fuerza, el pesado bloque se movió, primero rodó un poco y en cuanto pudieron entrar las corrientes de aire por debajo, se elevó. Aunque lo dejó caer con demasiada fuerza en el punto donde debía hacerlo, hundiéndolo varios centímetros en el suelo. Incluso los profesores tuvieron que usar su magia para sacarlo. ¿Qué serían eso, unas décimas menos? ¡Maldita mestiza!
En la segunda prueba muchos conjuraron varios hechizos para intentar atacar a puntos concretos. Ahí pocos fallaban. Creo que era para lo que más se preparaban, para acertar objetivos. Y Anastasia seguía golpeando demasiado fuerte a los puntos que debía. Destrozó unos pocos. Aún así no fallaba la muy desgraciada y me daban ganas de hacer algo para desconcentrarla.
Si tenía alguna idea pronto se me acabó la inspiración cuando el Maestro Dorian apareció y se sentó junto al resto de profesores. No sabía por qué había llegado tarde, pero estaba listo para ver y evaluar la tercera prueba. La más complicada.
La maestra Pantine lanzaba algunos conjuros contra los alumnos y ellos tenían que repelerlos y atacar. Tenían que conseguir ciertas puntuaciones por ataques complicados. Elizabeth lo estaba intentando y recuerdo que Anastasia estaba sentada unos bancos más delante de donde yo me encontraba, apartada del resto.
En silencio me acerqué y me senté a su lado.
- ¿Qué quieres, Cassandra? - Ni me miró.
- Darte ánimos. - Sonreí falsamente.
- No te lo crees ni tú. Si has venido a molestar, lárgate.
- ¡Qué poco te fías de mí! - Giró levemente la cabeza para mirarme, sin decir nada. -¿Nerviosa? Sabes que vas a caer en esta prueba. - Sólo obtuve como respuesta un bufido de pesadez y volvió a mirar al frente. - Tranquila, no estés nerviosa. Al menos hoy ha venido alguien a verte. - Señalé al maestro Dorian con la cabeza. - Además, es una suerte que tu madre no te vea fracasar estrepitosamente. - Solté una risita y me volví a mi puesto antes de que pudiera recriminarme algo.
Algunos familiares de los brujos que se presentaban habían venido a verlos. La madre de Anastasia no solía estar presente y el Maestro Dorian era quien más la acompañaba. En cuanto me fui le tocó a ella. ¿Había conseguido ponerla nerviosa? Más bien estaba malhumorada, aunque eso lo estaba siempre así que no había mucha diferencia.
Le tocó enfrentarse con la Maestra Pantine, el resto de profesores e incluso el Maestro Dorian estaban muy, muy atentos. Alguna vez había escuchado decir a ese hombre que Anastasia tenía un gran poder, pero no le creía. Era una mestiza, como mucho sabía dar saltos. ¿¡Qué poder iba a tener esa!?
El combate empezó y la maestra lanzó hacia mi compañera una fuerte corriente de aire que incluso la notamos en las gradas, pero Anastasia dirigió sus manos hacia el suelo y se elevó. Acto seguido volvió dar otro salto para esquivar otra corriente de aire. Lo siguiente no lo pudo repeler, pues la maestra Pantine lanzó un rayo y la joven Boisson cayó al suelo, aunque pudo amortiguar su golpe con un poco de aire que dirigió con sus manos. Aun así, el golpe sonó.
¡Tres segundos! Si no se levantaba del suelo suspendería. Muy claro teníamos que el puesto de maestra no era para alguien como ella. Pero, sorprendentemente, se incorporó poco a poco. Aún tratando de recomponerse del golpe lanzó otro ataque.
- ¡Ash balla ná! - Gritó y una corriente de aire salió de su mano hacia la maestra que, hábilmente, lo esquivó. ¿Qué esperaba? No estaba preparada para eso y la maestra lo era por algo. En sus brazos se podían chispas azuladas por la corriente que los recorría, lista para ser lanzada contra la alumna. En esos momentos me alegraba de no presentarme. En mi elemento tal vez me enterrasen viva o algo. De nuevo, Anastasia volvió a elevarse dando saltitos. ¿No sabía hacer otra cosa que dar brincos?
Nosotros no parábamos de vitorear a la maestra, tratando de mellar más la confianza en sí misma de Anastasia.
- ¡Vamos! ¡Deja de saltar! ¡Lucha! ¡Menuda maestra vas a ser, cobarde! - Gritaban algunos de mis amigos a pesar de las advertencias de los profesores. Por supuesto, me uní a las risas.
La prueba se extendió unos minutos más que me parecieron eternos. Deseaba que la bruja acabase pronto y suspendiera.
Una de las cosas que habían tenido que hacer en la prueba dos era arrancar una rama con su poder, y fue lo que Huracán lanzó cuando vio a la maestra adelantar los brazos para lanzar otra corriente de nuevo, la cual chocó contra la rama, calcinándola. Algo que aprovechó ella para avanzar a gran velocidad, saltando sobre la rama quemada e incluso sobre la maestra, haciendo volteretas y quedarse a su espalda.
- Ash ba…
- ¡Se acabó! - Dijo en voz alta uno de los miembros del profesorado que se encargaba de evaluar. Sabíamos que si hubiese querido, la maestra Pantine podría haberse defendido. Pero esto no era un combate real, no trataban de herirse, no mucho. Los puntos se contaban por ingenio, ataque, capacidad de reacción… Y esa maldita mestiza había conseguido una gran nota, o eso dijeron cuando comunicaron las calificaciones. Se había quedado a poco menos de un punto para la perfección. Yo resoplé al enterarme. ¿¡En serio!? ¿¡Esa marginada lo había conseguido!? Incluso por encima de mi amiga, que era una bruja de sangre limpia. Incluso por encima de otros más mayores, con más experiencia, con más control.
Me levanté y me fui. No sé qué le dijeron, ni cuándo sería su ceremonia. Ni nada. No quería saber nada más de esa estúpida Boisson.
‹‹Y, bueno… Eso es todo. Ella pasó las pruebas y fue Maestra Tensái de Viento. ››
Miré a la mujer que dirigía el evento, de nuevo. La palabra que más me costó decir, “fue”, porque ya no estaba. No era la mejor historia, estaba segura que los demás habían contado aventuras dignas de ser escuchadas, pero no había hecho caso a ninguno. Mi humor ni mi mente estaban para ponerme a contar una historia fantástica, de acción, con elfos cantarines o bravos guerreros. Para todos los que me escuchaban sólo era la historia de alguien que trataba de pasar el examen para ser maestra.
Ahora mismo era más que eso, un recuerdo que, a pesar de parecer banal, significaba mucho para mí a pesar de no haber compartido con ellos más que una pequeña parte de la historia.
Sin decir nada más, regresé a mi sitio y continué arrancando hierbecitas al lado de la doncella que me acompañaba.
-¿Has contado la historia de la Maestra Huracán? - No me había fijado que en ningún momento había dicho su nombre al público. Asentí de forma imperceptible, como si me diera igual, y continué haciendo tiempo para poder regresar a la posada sin tener bronca con mi madre.
- Spoiler:
- Off: ¡Perdón por el ladrillo! Quería intentar hacer una buena historia. Si es necesario, editaré ^-^ Espero que te guste, Huri <3<3
Si he metido mucho la pata dime y lo cambio. <3
Cassandra C. Harrowmont
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Re: Bealtaine: Intercambio de Historias [Evento]
Había anochecido en aquella ciudad tan variante y tan llena de historias escondidas en las bocas de aquellos habitantes. Runa se encontraba como cada noche en el tejado de la viejita Marie mirando a la nada, absorta en sus rutinarios pensamientos tipo ciempiés, pero las luces de unas antorchas colina arriba llamaron aquella atención haciendo que mentón se alzara y se cuestionara qué demonios estaban haciendo.
- ¿Qué dan allí? ¿Dinero?
Bajó del tejado hacia la dirección donde se había fijado, era una pequeña parte de monte a las afueras, donde se marcaba un pequeño camino colina arriba para facilitar la subida. Algunos más inteligentes subían por nombrado camino, otros no tanto, tropezaban y casi rodaban colina abajo con el tamaño de aquellos pedruscos y más que otra rama cruzada en el camino.
Runa subió siguiendo a una pequeña que hablaba con un animalito mostrando así su nerviosismo por el tal evento que se estaba formando, la chica no pudo evitar reírse al parecerle adorable ese comportamiento, la alegría de los niños siempre apagaba de cierta forma las desgracias ajenas de cada mundo adulto. Apenas casi sin darse cuenta se encontraba ya en la cina, observó como el lugar se encontraba repleto de todo tipo de criaturas, que ya sentadas en troncos talados, o incluso rocas, o en trozos del mismo suelo los menos escrupulosos y refinados de la manada.
Al parecer esa misma mágica noche, al lado de una gran hoguera donde una mujer vestida de payaso gesticulaba exageradamente mientras contaba una historia deprimente sobre un hombre llamado Boomer, donde dejaba claro que poseía una especialidad que ninguno de los presentes jamás aportaría. La chica comenzó a llorar un poco emocionada y propuso que salieran más personas a compartir su historia, y así fue como rotaron los turnos.
La persona salía, lanzaba algo sobre la persona de la cual contaría una historia y comenzaría a narrar dicha aventura, y así empezaron a soltar todas aquellas historias escondidas, donde la chica trataba de escuchar atentamente mientras reconocía algunos rostros. Lejos de ella reconoció a aquel vampiro de la cacería de monstruos, o Alanna que salía hace un momento anterior a Huracán, incluso reconoció el pelo rojo del herrero sentado tímidamente como siempre, al que también le tocó contar una historia sobre ella.
Ciertamente Runa tuvo un millón de sentimientos mezclados esa misma noche, había sentido alegría, tristeza ante algunas historias, intriga, miedo o incluso le habían puesto la piel de gallina, y aunque debido a su hiperactividad solía distraerse y aparentar que no prestaba atención mientras pinchaba con un palo al borracho que dormía a su lado, le aparecía el rostro corrido de Shappy, aquella payasa enamorada que la miraba efusiva como si de una loca se tratase.
- Creo que es tu turno. Miraba con los ojos abiertos como orbitas tratando de sacarla al escenario
- ¿Mi qué? , Oh no, no. No soy buena narradora…
Pero como siempre, no la hacían caso y la empujaban al centro del circulo para narrar su propia historia.
- Pero yo no… Realmente se encontraba en un problema y todo el mundo la observaba fijamente esperando escuchar otra gran historia. Comenzó a girarse alcanzando a ver cada uno de los rostros presentes lentamente, algunos de ellos se mostraban tranquilos, otros no tanto pero aun así permanecían por algún tipo de compromiso en esa cálida noche, y mientras despacio se había girado casi sobre si misma viendo las llamas de aquella hoguera, observó los tímidos ojos del pelirrojo durante unos segundos que pasaron a ser eternos y le regaló una sonrisa. Ahora tenía una historia, ahora estaba tranquila y confiada.
Agarró un mechón de pelo rojizo que se clavó en una de las asas ,tras aquella vieja persecución en las catatumbas, y bastante poco expresiva lo lanzó mirando al fuego, en silencio.
- ¿Y bien? ¿Nuestra historia? Preguntó Shappy curiosa ante su silencio.
- Esta historia trata sobre el hijo del herrero que nombraron antes en la historia de Lord Hasselhoff
El sol entraba a través de aquellos ventanales sucios, en aquella vieja casa casi a las afueras de Lunargenta, donde una mujer con el cabello del color como el mismo fuego que observamos delante de nuestros ojos, decidió dar a luz a un varón que heredaría ese color rojizo tan bonito, sedoso y brillante que poseía. Ella era la mujer de un minero, un hombre noble y sobre todo trabajador, al que solo deseaba el bien de su esposa y su bebé, un bebé que bautizarían con el nombre de Ronald.
Pasaron los años en esa familia de mineros, y el pequeño Ronald con tan solo once años, heredaba la responsabilidad de una mina y el trabajo hostigador de estar bajo una de ellas. Sí, mi querido público, antes de ser hijo de un herrero, fue minero.
- Pero ¿si su padre resultaba ser minero como es que luego era herrero? Preguntó un curioso entre el grupo.
- Esa ya es otra historia distinta, y no tengo toda la noche para contarlo, así que a callar… Hizo un gesto con su dedo índice haciendo una señal de silencio.
El caso es que una mañana de primavera, cuando al fin todos los bordes de las callejuelas estaban decorados de aquellas pequeñas flores amarillas, mientras el viejo Juancho daba su pequeño paseo rutinario para bajar aquellos tragos de lujurioso vino, tocando su gorda y extensa panza, nuestro pequeño Ronald que solo había salido por el encargo de su madre hacia la fragua de unos amigos a por un nuevo pico para las excavaciones, chocó de frente con una pequeña niña de más o menos su edad, con el cabello dorado y unos hermosos ojos azules como la misma mar que aun no había tenido ocasión de conocer.
La niña se llamaba Anya. Era hija de aquellos taberneros que tuvieron el pequeño local por poco tiempo antes que el alocado de Judas lo tomara por negocio, oh sí, es una pequeña taberna oculta, así que no todos tendréis conocimiento de ello. Al parecer Ronald aquel día tras su linda timidez cayó en gracia a la pequeña Anya, la cual todos los días lograba escaparse y esperarle a propósito detrás de la fragua, para asaltarle y gastarle alguna que otra broma de niños.
Ciertamente al final Anya, al paso de los días logró hacerse amiga de aquel chico con el cabello tan rojizo como las hojas de las trepadoras que daban a la mansión de unos viejos duques.
Un día, después del duro trabajo, Ronald salió acelerado hacia la plaza del pueblo sin ni siquiera percatarse que había dejado toda la herramienta tirada, quizás la emoción de ver a su nueva amiga le embriagaba el estomago, siempre dicen que el amor inocente es el más bonito y el más desconcertante, así que la historia iba encaminada por esa rama. Llegó a la plaza del pueblo y trató de convencerse así mismo que debía estar tranquilo, podía hablar con Anya.- A A A AA AAAN AAAANYA, qu quu que di día mmm mmm ma más boni bonito ha haaa hace Sus ensayos ciertamente no estaban marchando como él deseaba, estaba realmente tan nervioso que cuando apareció aquella niña se asustó tanto que se volvió a esconder sobre sí mismo y el color de su cara volvió a ponerse rojo como su pelo. Anya lo abrazó llena de ternura y agarrando su mano llena de carbón lo llevó cerca de un viejo riachuelo para pasar ambos la tarde, así mirando el agua y el sol. Como decía Anya, iban a hacer cosas de adultos.
No, no penséis en cosas malas, pervertidos. Los niños captan un mundo distinto al nuestro, donde para ellos, bajo un árbol y tras unas cuantas sonrisas tímidas, chocar tus pequeños labios contra los de otro niño, es lo más guay y adulto del mundo. Así fue, como Anya, apartó el mechón de la cara de Ronald que aun la miraba un poco avergonzado.
-Roni, ¿Puedo darte un beso en los labios? Cuestionó curiosa la pequeña esperando su respuesta.
-Eeeeem ummmm y yo yoo… Estooo… Bu buu buenooo…
Y ese mismo día, como dije anteriormente, la carita de niña buena de Anya se acercó al rostro del pelirrojo que aun permanecía inmóvil tras recibir su primer e inocente beso.
Pero inevitablemente, nuestro protagonista nunca apuntaba maneras con las mujeres, y es que resulta que era una situación que ya le ocurría desde pequeño. Mientras las horas que disfrutó con la pequeña Anya cerca del riachuelo hasta la hora de cenar, los padres oportunistas de aquella niña, no eran nada más y nada menos que viejos bandidos conocidos por todas las regiones. Robaron gran parte del material, picos, carros, sacos de carbón y todo lo que pillaron a tiempo, para revender y cerrar aquella taberna llevándose al día siguiente a la pequeña con ellos.
Aquella mañana, cuando aun el sol no se había puesto, el padre fue directo a la mina dejando en el hogar todavía al pequeño y a su esposa. Su rostro al ver que estaban en la completa quiebra fue desgarrador, no tardó en volver al hogar a contar todo lo sucedido a su gran esposa,al pilar de su vida.
-Nos han robado todo, pensé que estaría sellado y protegido como siempre…
- No te preocupes amor, volveremos a recuperar todo, ya lo verás. Ronald te ayudará.
El chico escuchaba todo a través del filo de la puerta de su cuarto, y realmente se dio cuenta que no solo dejó el material tirado, sino que no selló la mina aquella tarde y eso provocó que alguien entrara y se aprovechara de ello. Las lagrimas comenzaron a brotar por las mejillas del joven debido a la culpabilidad que sentía, así que antes que ambos pudieran verle llorar, salió por la puerta trasera en busca de su amiga para contarle lo sucedido, pero ella no estaba detrás de la fragua, y escuchó a un par de hombres borrachos mencionar su nombre y el de sus padres.
- Perdonen, ¿Do donde está Anya?
- ¿Por qué lloras muchacho? Se sorprendió uno de ellos que aun se mantenía bastante estable. -¿Anya? La hija de esa mugre se ha largado tras robar una mina.
Las palabras de aquel mugriento señor se clavaron en la cabeza del muchacho, como si de un cuchillo en la sien se tratase, y hundido su cuerpo comenzó a bajar pegado a la pared cuando su llanto se volvió roto e inocente.
Un grupo de pequeños ladronzuelos que se encontraba en el lugar, se acercaron para ver que le pasaba al muchacho. Uno de ellos, grosero y terco, al ver que lloraba como una niña, o así lo consideraba, decidió molestarle a base de empujones. Una de ellos, todavía más terca y bruta que el primero lo empujo y se puso delante del pelirrojo para defenderle
- Déjale en paz Aaron. Este niño no te ha hecho nada…
- Eres una aguafiestas Ru Rechistó el otro y decidió darse la vuelta llevándose al grupo menos a ella y otra niña que esperaba por la ladrona.
- Márchate de aquí, no es una buena zona para alguien como tú Se giró y miro al muchacho, callada metió la mano en su pequeña mochila y le dio en la mano una hogaza de pan.
- Gr…gracias… Casi no pudo musitar el pequeño y se levantó despacio con la cabeza cabizbaja otra vez hacia su hogar.
Aquella noche, Ronald contó lo sucedido a sus padres, y tras varias horas disculpándose, su madre con todo el calor de su corazón, y aquellos brazos reconfortantes que lo calmaban tras estar tantas horas llorando. El disgusto se minimizaba cuando ella le susurraba “Te protegeré hasta los pies de tu cama, mi pequeño Ronald”, cuando aquellos a los que querías te querían tal cual y como eras, al final era una bendición.
Poco tiempo después pudieron recuperar la mayoría del material, y retomar el trabajo. La producción volvía cuesta arriba, padre e hijo trabajaban pico con pico hasta caer el sol.
Una vez aquella mujer de cabello rojizo contó que escuchar los silbidos de ambos, era la propia adrenalina de la felicidad..
Runa permaneció en silencio mientras todos aplaudieron y volviendo a girar la mirada sobre sus conocidos, se cuestionó que hubiera ocurrido si aquella niña, Anya, hubiera sido ella misma. Había cosas que era mejor no pensar, así volvió a su puesto mientras Shappy sacaba a su "nueva victima para contar.
- ¿Qué dan allí? ¿Dinero?
Bajó del tejado hacia la dirección donde se había fijado, era una pequeña parte de monte a las afueras, donde se marcaba un pequeño camino colina arriba para facilitar la subida. Algunos más inteligentes subían por nombrado camino, otros no tanto, tropezaban y casi rodaban colina abajo con el tamaño de aquellos pedruscos y más que otra rama cruzada en el camino.
Runa subió siguiendo a una pequeña que hablaba con un animalito mostrando así su nerviosismo por el tal evento que se estaba formando, la chica no pudo evitar reírse al parecerle adorable ese comportamiento, la alegría de los niños siempre apagaba de cierta forma las desgracias ajenas de cada mundo adulto. Apenas casi sin darse cuenta se encontraba ya en la cina, observó como el lugar se encontraba repleto de todo tipo de criaturas, que ya sentadas en troncos talados, o incluso rocas, o en trozos del mismo suelo los menos escrupulosos y refinados de la manada.
Al parecer esa misma mágica noche, al lado de una gran hoguera donde una mujer vestida de payaso gesticulaba exageradamente mientras contaba una historia deprimente sobre un hombre llamado Boomer, donde dejaba claro que poseía una especialidad que ninguno de los presentes jamás aportaría. La chica comenzó a llorar un poco emocionada y propuso que salieran más personas a compartir su historia, y así fue como rotaron los turnos.
La persona salía, lanzaba algo sobre la persona de la cual contaría una historia y comenzaría a narrar dicha aventura, y así empezaron a soltar todas aquellas historias escondidas, donde la chica trataba de escuchar atentamente mientras reconocía algunos rostros. Lejos de ella reconoció a aquel vampiro de la cacería de monstruos, o Alanna que salía hace un momento anterior a Huracán, incluso reconoció el pelo rojo del herrero sentado tímidamente como siempre, al que también le tocó contar una historia sobre ella.
Ciertamente Runa tuvo un millón de sentimientos mezclados esa misma noche, había sentido alegría, tristeza ante algunas historias, intriga, miedo o incluso le habían puesto la piel de gallina, y aunque debido a su hiperactividad solía distraerse y aparentar que no prestaba atención mientras pinchaba con un palo al borracho que dormía a su lado, le aparecía el rostro corrido de Shappy, aquella payasa enamorada que la miraba efusiva como si de una loca se tratase.
- Creo que es tu turno. Miraba con los ojos abiertos como orbitas tratando de sacarla al escenario
- ¿Mi qué? , Oh no, no. No soy buena narradora…
Pero como siempre, no la hacían caso y la empujaban al centro del circulo para narrar su propia historia.
- Pero yo no… Realmente se encontraba en un problema y todo el mundo la observaba fijamente esperando escuchar otra gran historia. Comenzó a girarse alcanzando a ver cada uno de los rostros presentes lentamente, algunos de ellos se mostraban tranquilos, otros no tanto pero aun así permanecían por algún tipo de compromiso en esa cálida noche, y mientras despacio se había girado casi sobre si misma viendo las llamas de aquella hoguera, observó los tímidos ojos del pelirrojo durante unos segundos que pasaron a ser eternos y le regaló una sonrisa. Ahora tenía una historia, ahora estaba tranquila y confiada.
Agarró un mechón de pelo rojizo que se clavó en una de las asas ,tras aquella vieja persecución en las catatumbas, y bastante poco expresiva lo lanzó mirando al fuego, en silencio.
- ¿Y bien? ¿Nuestra historia? Preguntó Shappy curiosa ante su silencio.
- Esta historia trata sobre el hijo del herrero que nombraron antes en la historia de Lord Hasselhoff
El sol entraba a través de aquellos ventanales sucios, en aquella vieja casa casi a las afueras de Lunargenta, donde una mujer con el cabello del color como el mismo fuego que observamos delante de nuestros ojos, decidió dar a luz a un varón que heredaría ese color rojizo tan bonito, sedoso y brillante que poseía. Ella era la mujer de un minero, un hombre noble y sobre todo trabajador, al que solo deseaba el bien de su esposa y su bebé, un bebé que bautizarían con el nombre de Ronald.
Pasaron los años en esa familia de mineros, y el pequeño Ronald con tan solo once años, heredaba la responsabilidad de una mina y el trabajo hostigador de estar bajo una de ellas. Sí, mi querido público, antes de ser hijo de un herrero, fue minero.
- Pero ¿si su padre resultaba ser minero como es que luego era herrero? Preguntó un curioso entre el grupo.
- Esa ya es otra historia distinta, y no tengo toda la noche para contarlo, así que a callar… Hizo un gesto con su dedo índice haciendo una señal de silencio.
El caso es que una mañana de primavera, cuando al fin todos los bordes de las callejuelas estaban decorados de aquellas pequeñas flores amarillas, mientras el viejo Juancho daba su pequeño paseo rutinario para bajar aquellos tragos de lujurioso vino, tocando su gorda y extensa panza, nuestro pequeño Ronald que solo había salido por el encargo de su madre hacia la fragua de unos amigos a por un nuevo pico para las excavaciones, chocó de frente con una pequeña niña de más o menos su edad, con el cabello dorado y unos hermosos ojos azules como la misma mar que aun no había tenido ocasión de conocer.
La niña se llamaba Anya. Era hija de aquellos taberneros que tuvieron el pequeño local por poco tiempo antes que el alocado de Judas lo tomara por negocio, oh sí, es una pequeña taberna oculta, así que no todos tendréis conocimiento de ello. Al parecer Ronald aquel día tras su linda timidez cayó en gracia a la pequeña Anya, la cual todos los días lograba escaparse y esperarle a propósito detrás de la fragua, para asaltarle y gastarle alguna que otra broma de niños.
Ciertamente al final Anya, al paso de los días logró hacerse amiga de aquel chico con el cabello tan rojizo como las hojas de las trepadoras que daban a la mansión de unos viejos duques.
Un día, después del duro trabajo, Ronald salió acelerado hacia la plaza del pueblo sin ni siquiera percatarse que había dejado toda la herramienta tirada, quizás la emoción de ver a su nueva amiga le embriagaba el estomago, siempre dicen que el amor inocente es el más bonito y el más desconcertante, así que la historia iba encaminada por esa rama. Llegó a la plaza del pueblo y trató de convencerse así mismo que debía estar tranquilo, podía hablar con Anya.- A A A AA AAAN AAAANYA, qu quu que di día mmm mmm ma más boni bonito ha haaa hace Sus ensayos ciertamente no estaban marchando como él deseaba, estaba realmente tan nervioso que cuando apareció aquella niña se asustó tanto que se volvió a esconder sobre sí mismo y el color de su cara volvió a ponerse rojo como su pelo. Anya lo abrazó llena de ternura y agarrando su mano llena de carbón lo llevó cerca de un viejo riachuelo para pasar ambos la tarde, así mirando el agua y el sol. Como decía Anya, iban a hacer cosas de adultos.
No, no penséis en cosas malas, pervertidos. Los niños captan un mundo distinto al nuestro, donde para ellos, bajo un árbol y tras unas cuantas sonrisas tímidas, chocar tus pequeños labios contra los de otro niño, es lo más guay y adulto del mundo. Así fue, como Anya, apartó el mechón de la cara de Ronald que aun la miraba un poco avergonzado.
-Roni, ¿Puedo darte un beso en los labios? Cuestionó curiosa la pequeña esperando su respuesta.
-Eeeeem ummmm y yo yoo… Estooo… Bu buu buenooo…
Y ese mismo día, como dije anteriormente, la carita de niña buena de Anya se acercó al rostro del pelirrojo que aun permanecía inmóvil tras recibir su primer e inocente beso.
Pero inevitablemente, nuestro protagonista nunca apuntaba maneras con las mujeres, y es que resulta que era una situación que ya le ocurría desde pequeño. Mientras las horas que disfrutó con la pequeña Anya cerca del riachuelo hasta la hora de cenar, los padres oportunistas de aquella niña, no eran nada más y nada menos que viejos bandidos conocidos por todas las regiones. Robaron gran parte del material, picos, carros, sacos de carbón y todo lo que pillaron a tiempo, para revender y cerrar aquella taberna llevándose al día siguiente a la pequeña con ellos.
Aquella mañana, cuando aun el sol no se había puesto, el padre fue directo a la mina dejando en el hogar todavía al pequeño y a su esposa. Su rostro al ver que estaban en la completa quiebra fue desgarrador, no tardó en volver al hogar a contar todo lo sucedido a su gran esposa,al pilar de su vida.
-Nos han robado todo, pensé que estaría sellado y protegido como siempre…
- No te preocupes amor, volveremos a recuperar todo, ya lo verás. Ronald te ayudará.
El chico escuchaba todo a través del filo de la puerta de su cuarto, y realmente se dio cuenta que no solo dejó el material tirado, sino que no selló la mina aquella tarde y eso provocó que alguien entrara y se aprovechara de ello. Las lagrimas comenzaron a brotar por las mejillas del joven debido a la culpabilidad que sentía, así que antes que ambos pudieran verle llorar, salió por la puerta trasera en busca de su amiga para contarle lo sucedido, pero ella no estaba detrás de la fragua, y escuchó a un par de hombres borrachos mencionar su nombre y el de sus padres.
- Perdonen, ¿Do donde está Anya?
- ¿Por qué lloras muchacho? Se sorprendió uno de ellos que aun se mantenía bastante estable. -¿Anya? La hija de esa mugre se ha largado tras robar una mina.
Las palabras de aquel mugriento señor se clavaron en la cabeza del muchacho, como si de un cuchillo en la sien se tratase, y hundido su cuerpo comenzó a bajar pegado a la pared cuando su llanto se volvió roto e inocente.
Un grupo de pequeños ladronzuelos que se encontraba en el lugar, se acercaron para ver que le pasaba al muchacho. Uno de ellos, grosero y terco, al ver que lloraba como una niña, o así lo consideraba, decidió molestarle a base de empujones. Una de ellos, todavía más terca y bruta que el primero lo empujo y se puso delante del pelirrojo para defenderle
- Déjale en paz Aaron. Este niño no te ha hecho nada…
- Eres una aguafiestas Ru Rechistó el otro y decidió darse la vuelta llevándose al grupo menos a ella y otra niña que esperaba por la ladrona.
- Márchate de aquí, no es una buena zona para alguien como tú Se giró y miro al muchacho, callada metió la mano en su pequeña mochila y le dio en la mano una hogaza de pan.
- Gr…gracias… Casi no pudo musitar el pequeño y se levantó despacio con la cabeza cabizbaja otra vez hacia su hogar.
Aquella noche, Ronald contó lo sucedido a sus padres, y tras varias horas disculpándose, su madre con todo el calor de su corazón, y aquellos brazos reconfortantes que lo calmaban tras estar tantas horas llorando. El disgusto se minimizaba cuando ella le susurraba “Te protegeré hasta los pies de tu cama, mi pequeño Ronald”, cuando aquellos a los que querías te querían tal cual y como eras, al final era una bendición.
Poco tiempo después pudieron recuperar la mayoría del material, y retomar el trabajo. La producción volvía cuesta arriba, padre e hijo trabajaban pico con pico hasta caer el sol.
Una vez aquella mujer de cabello rojizo contó que escuchar los silbidos de ambos, era la propia adrenalina de la felicidad..
Runa permaneció en silencio mientras todos aplaudieron y volviendo a girar la mirada sobre sus conocidos, se cuestionó que hubiera ocurrido si aquella niña, Anya, hubiera sido ella misma. Había cosas que era mejor no pensar, así volvió a su puesto mientras Shappy sacaba a su "nueva victima para contar.
- Off:
- Espero que te guste con todo el corazón pelirrojo al igual que disfrute de la tuya ;).
A los demás he disfrutado mucho con vuestras historias, sin duda mereció la pena entrar, es bonita la idea la de escribir sobre otro personaje :3
Runa Thorgil
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Re: Bealtaine: Intercambio de Historias [Evento]
Que pudiera divisar la inmensa flor de fuego cuyo fulgor resaltaba en la oscuridad de la noche era otra simple casualidad del destino. Me encontraba en los bosques de las afueras de Lunargenta visitando al adorable dúo de elfas en el Rancho Mu-Mu. Ya ha pasado un tiempo desde que me vi envuelto en ese extraño ataque a su hacienda de parte de unas misteriosas criaturas sombrías, y debía asegurarme de que todo seguía bajo control. Nunca antes había visto algo como esos seres a los que suelo referirme como Cucarachas, ya sabes, por las antenas. De vez en cuando aún puedo sentir esa fría energía negativa que emanaban con solamente su presencia. Cuando vi nacer aquella incandescente llama ya partía de la hacienda y temí que se tratara de un incendio que pronto consumiría todo el bosque con el rancho incluido, descarte la idea después que pasados unos minutos, un fuego de semejante magnitud seguía sin avanzar ni un centímetro. Solo quedaba la opción de que se tratara de una hoguera gigante. Decidí ir al lugar a comprobar que todo estuviera en orden, ya había tenido problemas por ignorar una hoguera en el momento en que conocí a Edrielle y las cosas no salieron nada bien.
Me sorprendió hallar en el trayecto hacia la cima de la empinada colina, a varias personas cuya misión era llegar hasta aquella corona de brasas para una especie de ceremonia que llevaba por nombre Bealtaine. No era lo que esperaba, pero ya me encontraba aquí y no iba a devolverme. En la cima se hallaba una mujer que, con el rostro lleno de maquillaje y una escalofriante sonrisa de oreja a oreja, parecía un espanto, he ido a un par de circos y puedo ver que se trata de una payasa, que no me haga nada de gracia ya es otra cosa aparte. Todo la inmensa multitud que empezaba a llegar se arremolinaba y ponía cómoda alrededor de la hoguera, así que yo hice lo mismo sentándome en uno de los múltiples tocones que rodeaban la incesante llama. El calor de la fogata, la armonía espiritual de tantas personas unidas por un mismo motivo, todo aquello me hacía evocar la ceremonia de bienvenida que se celebraba en honor a los nuevos miembros de mi extinto clan, ceremonia de la cual nunca tuve la dicha de ser participe. Aunque era un recuerdo doloroso, me hace sonreír e imaginar la resurrección del clan que alguna vez brillo con tanta intensidad.
El incesante fulgor de las llamas también me hace reflexionar sobre mi evolución como cambiapieles estas últimas semanas. Liberar a la bestia que yo mismo había encadenado en lo profundo de mi espíritu. Mi decisión de no temerle más y enfrentarme a ella para recobrar el equilibrio de mi ser. Empezar a recuperar la conexión con mi lado espiritual. Marcar mi pectoral, hombro, brazo y dorso de la mano izquierda con mi primer tatuaje de cambiapieles. Todo había cooperado para desplazar mi rebeldía y mis constantes intentos de evadir la responsabilidad a un segundo plano, no es que ya esté dispuesto a aceptar mi ineludible destino como guía del clan, pero al menos ha empezado a parecerme un final menos fatal. Todo lo que he logrado se lo debo al difunto anciano que me guió al camino correcto, el que me enseño el verdadero significado de ser un cambiapieles, él me hizo lo que soy hoy y por eso me honra tener la dicha de llevar su vestimenta en su honor, por hoy y por el resto de mis días.
Mi momento de reflexión y paz fue quebrado cuando me alegre de ver entre la muchedumbre un par de rostros familiares. El patético hombre de rizos blancos, miembro de mi escuadrón de protección vacuno bajo el alias de El Copo, Azfarranth. La caja de sorpresas y compañera de aventuras, Korax. Y la piltrafa de Bio. Encontrarme con mis camaradas me dio la esperanza de que tal vez, solo tal vez, tendría la oportunidad de volver a verle. Descarte el pensamiento después de preguntarme: ¿Que haría precisamente si ella aparece? ¿Huir? Desde que le libere definitivamente en el Rancho Mu-Mu hasta la actualidad, se puede decir que he conseguido un par de progresos recobrando el control de mi lado bestial. Más no es suficiente, nunca es suficiente. Su simple recuerdo desplaza mi razonamiento humano y pone al mando a mis instintos animales, pues los sentimientos que ella provoca en mi fueron los que en un principio desencadenaron el despertar de mi bestia. Por eso debo mantenerme alejado de ella, no solo porque neutralice todos mis esfuerzos por mantenerme controlado, lo hago porque no puedo correr el riesgo de dejarle a su merced. Quiero protegerle de todo aquel que sea peligroso para ella, aún si esa persona soy yo.
Sin embargo, ella nunca apareció. Debería estar aliviado, pero al contrario, me encuentro desilusionado de no tener la dicha de volver a mirar su dulce rostro y esos orbes azules que resplandecían cual cristal. Vaya que soy egoísta, soy consciente de que soy un riesgo para ella y aun así no puedo controlar mis ansias de volver a verle. La payasa llamo la atención de todos los presentes dando inicio a la ceremonia que parecía consistir en pararte frente a todos y contar la historia de una persona especial tras previamente arrojar un objeto a la hoguera. Ja, y una mierda, están realmente mal de la cabeza si piensan que yo haré eso. Me quedo a oír las historias, pero tendrán que molerme a palos si quieren que salga a hablar de alguien. Ademas ¿De quién podría hablar? ¿De cómo Bio me sacó de quicio con toda la mierda que salía por su sucia boca en el Mary? ¿De la patética travesía de Azfranth antes de llegar al rancho que ni siquiera recuerdo bien? Tal vez podría narrar de como Korax incendio medio barco, de seguro a los Dioses les encantara.
La payasa anfitriona, cuyo nombre era Shimpony Shappire, fue la primera en relatar, al menos agradezco no tener que ser el primero, no le preste demasiada atención en realidad, solo entendí que se trataba de una declaración de amor pública a un tal Boomer. Ni en mi peor estado de embriaguez declararía algo semejante y menos frente a una multitud, o bueno, tal vez si, nunca subestimes a un cambiapieles borracho. El punto es que, en pleno uso de mis cinco sentidos, jamás haría algo similar, muy al contrario de Korax que, siguiendo el ejemplo de la payasa, confeso frente a toda la multitud tener sentimientos por nada más y nada menos que Azrafath. ¡Venga! ¡El copito no pierde tiempo! Y yo que pensaba que era un bueno para nada. Los siguientes relatos fueron menos empalagosos, pero solo un par logro captar mi atención. Por ejemplo el de aquel hombre-bestia que nos contó sobre el pasado de Bio, revelando que mi elocuente compañero se trataba de un vampiro, no tenía idea. Y hablando de Bio, ya sabía que no tardaría en montar un numerito como los que uso para engañar a los tripulantes del barco ladrón, pero no me esperaba que hiciera semejante chorrada. No sé ni cómo explicar lo que acabo de presenciar, hay tantas cosas que están mal que no se ni por donde comenzar, creo que es mejor abstenerme de intentarlo.
Finalmente, un par de sujetos nos hicieron el favor de retirar el posible cadáver de Bio del medio del escenario, dándole paso a otro rostro familiar. ¡Es Magazubi! La niña que también me había acompañado a defender a las vacas en el rancho. De por sí ya tengo cierta debilidad por los niños, pero Maga tenía algo especial, un don natural que le otorgo mi respeto y admiración desde una primera instancia. ¡Claro! Ella era la candidata perfecta. No parece que pueda escapar de este lugar sin haber narrado algo para los dioses, así que la niña es mi única salvación para contar una historia medianamente decente. Incluso ya había hecho algo para ella en agradecimiento por la pócima que me regalo y que aún guardo en mi bolsa, es el objeto perfecto para lanzar al fuego del Bealtaine, la idea original no era quemarlo, pero es más simbólico y especial de ese modo. Tenía que tomarme un tiempo para elegir las palabras adecuadas para comenzar, así que seguí escuchando un par de historias más antes de armarme de valor y pasar al frente.
— ¡Oh! ¡Otro voluntario! Vamos, cuéntanos, cuéntanos. —dijo la payasa a un nivel ridículo de felicidad. Paso de ella y su fallido intento de contagiarme su regocijo, aunque le agradezco que lo haya intentado, pues debo admitir que estoy algo nervioso.
— Pues... esta noche quiero contaros sobre una niña. —dije un tanto inseguro. Busque entre la multitud a la jovencita del relato que estaba a punto de narrar, mirar sus ojos alegres y expectantes me llenaron de energía para continuar con una ahora notable emoción. — La historia de una adorable pero feroz heroína. El vivo ejemplo de que la verdadera fuerza no está en el tamaño ni los músculos, —inicie irónicamente flexionando mi brazo derecho para resaltar que toda mi fuerza venia de mi abrupto y voluminoso cuerpo de casi dos metros. — sino en el corazón. —y finalice dejando una breve pausa antes de dar comienzo a la narración de los hechos que habían acontecido en el Rancho Mu-Mu aquella fría noche.
Los rayos del sol atravesaban el translúcido material de la ventana e impactaban con suavidad en el rostro de la niña que, con gracia y rectitud, escribía en las finas hojas de un lindo libro de cuero. Las palabras eran plasmadas con suma rapidez y fluidez, la pequeña no perdía ni un segundo y solo se detenía para recargar la pluma con otra dosis de tinta. Estaba inspirada, estaba feliz, los vaivenes del destino habían girado a su favor y ahora todo parecía sonreírle. Un suspiro marco el final de su obra, le hecho un rápido vistazo al fruto de su regocijo justo antes de celebrar con un bailecito y varias poses de victoria que demostraban su complacencia con sus escrituras. Un sonido alerto a la niña, su rostro volvió a iluminarse con una sonrisa, reconocía ese sonido, su querido amigo Pelusa le llamaba y ella no dudo en salir a su encuentro, dejando el libro reposar frente a la ventana para que la tinta y el papiro se vuelvan uno solo. Una vez abandonada la habitación, una inusual cortina de viento sacudió las páginas del libro hasta llevarnos hasta su comienzo, el inicio del libro que Magazubi actualizaba día tras día con el fin de entregárselo a una persona muy especial cuando ocurriera su reencuentro y así él no se perdería nada de lo que le acontecía mientras no podían estar juntos.
‹‹Día 1
Este...¿Cómo comienzo? ¡Hola papito!
De seguro te preguntaras "¿Que es este librito, mija?" ¡Pues es un diario! ¡Lo hice para ti! Ya han pasado unos tres días y aun no vuelves a casa... no estoy segura de si aparecerás esta noche o si estarás fuera por más tiempo. Así que como sé que te gustan mucho los libros, ¡he hecho uno de todo lo que me ocurra mientras no estás en casa! ¿Ves cómo soy buena hija?
Imagino que te debe estar yendo muy bien... en lo que sea que estés haciendo. ¡Más te vale traerme muchas golosinas! ¡Y no olvides comer mucho! Cuando vuelvas a casa espero que aun mantengas esa linda y suave pancita. Por mí no te preocupes, puedo sólita, o al menos de momento. Espero que llegues esta noche, aunque pensándolo bien eso significaría que todo esto fue para nada... en fin.
¡Te quiero mucho!››
‹‹Día 3
Buenos días, papaíto.
Te he estado esperando estos días... pero aún no has vuelto. ¡No te preocupes! ¡Que no me he muerto! Lo estoy haciendo muy bien sólita.
Adivina que. ¡Me he contado un cuento yo sólita antes de dormir! ¡Ya cuando vuelvas a casa podremos invertir los papeles! Yo te contare cuentitos a ti mientras tú te duermes como una diminuta, dulce y suavecita bebecita chiquitita, o bueno no, una bebecita grande, peluda y panzona. Ahora que lo pienso, si tú me contabas cuentos para que pudiera dormir... ¿cómo le hacías tú? ¿Quién te contaba cuentos a ti? Bueno, ya te lo preguntare cuando vuelvas. Por cierto, ayer he dormido en tu recamara. ¡Es que te extrañaba mucho! Ojala vuelvas pronto.
¡Te quiero!››
La siguiente entrada está hecha un desastre, la tinta esta corrida y el papiro esta todo arrugado, con dificultad se pueden entender pequeñas palabras.
‹‹Día 7
¿Papá?
¿Don as? He est ndo.......................e apareces¿Estas muerto?
Te extraño demasiado, no .. ... ....., .engo .......
Por favor, vuelve pronto.››
‹‹Día 10
Papito de mi vida, papito de mi corazón
¿Cómo estás? Yo estoy un poquitín nerviosa. ¡No me ha pasado nada! ¡No te asustes! Solo es que tengo contarte un secretito, ¡pero debes prometer que no te molestaras! ¿Ok? Bien, aquí voy.
Yo...
He salido...
A...
Lunargenta.
¡No te enfades! ¡Lo prometiste! (o eso creo) No me he portado mal, ¡incluso he hecho amigas! No puedo contarte al respecto, entiende que es un secretito que le guarde a alguien. No te preocupes, me la he pasado bomba y he sido una niña muy buena. ¡Sé que volverás muy pronto y no te enfadaras conmigo! ¿Cierto?
¡Te quiero muchote, papaote!››
‹‹Día 11
¡Papá! ¡Pepé! ¡Pipí!
Quería contarte un... pequeño detallito que me salte ayer. Yo... bueno, yo ya no estoy en casa. ¡En mi defensa tú has tardado un montón! Así que creo que ya es hora de que salga a buscarte. ¿Quién sabe que te pudo haber pasado? ¿Te comiste un pescado con sabor a popo de vaca? ¿Te golpeaste la cabecita tras resbalarte con un par de limones? ¿Te lanzaron por una ventana? Tantos líos en que pudiste haberte metido, papaíto.
Otra cosa, no te preocupes porque me deprima, ya no estoy sola. Me estoy quedando con un gruñoncito llamado Zach, creo que se llevarían muy bien, los dos son tercos y les gusta jugar bromistas, pero en el fondo son adorables Dimmos. Te lo presentare apenas te encuentre y me des una muy pero muy buena explicación de donde estabas, por ejemplo, que me hayas estado consiguiendo una mamita.
¡Espero que sea eso! ¡Te quiero mucho!››
‹‹Día 16
¡Papá! ¡Papá! ¡Papááá!
No sé ni cómo explicarte esto. Creo que escuche alguna vez decir a alguien que cuando vas creciendo, llega un tiempo en el que tu voz se pone súper gruesa y fea. ¡Pues eso es justo lo que me ha pasado hoy! ¡Mi voz sonaba como si me hubiera tragado la dentadura de un abuelito terco y gruñón, como tú a veces! Lo irónico es que eso hizo uno de mis sueños realidad: He sido una princesa, vieja y gruñona, pero una princesa. ¡Incluso me dieron galletas! Ya podremos hablar de todo esto cuando dejes que te encuentre, ¿ok?
¡Un besito en tu pancita peluda!››
‹‹Día 20
¡Al que madruga, los dioses le ayudan!
Papi, te escribo tempranito porque quiero contarte algo importante. He aprendido muchas cosas mientras no estás aquí. ¿Recuerdas que una vez me preguntaste que quería ser cuando fuera grande y yo inmediatamente te dije princesa? Pues aun voy a serlo, pero también quiero estudiar y aprender muchísimo. Quiero que ese sea mi camino, ¡seré la princesa del estudio y el aprender!
Tengo que seguir yendo a lo desconocido para seguir aprendiendo cositas nuevas, pero no te preocupes, he estado practicando con el arco y me estoy volviendo realmente buena. He dedicado otro diario entero para mis progresos con el arco, ¡te lo enseñare junto a este!
Hasta pronto.››
‹‹Día 34
¡Papááá!
¡Estoy muy feliz! ¡He conseguido una mascota! Es un aioncito, lo he llamado Pelusa, es todavía pequeñito y un tanto miedosito. Nos conocimos en... un lugar con aire y tierra. El punto es que yo lo dibuje y el vino a mí y entonces... ¡Hubo una conexión entre los dos! ¡Pelusa empezó a hablarme! Luego pasaron varias cosas y ahora Pelusa vive conmigo.
Zach no quiso que Pelusa se quedara en un principio, pero luego de un berrinche se le paso. Espero que venga pronto y puedas ver a Pelusa. No eres alérgico a los aiones, ¿cierto? Espero que no.
Te quiero mucho, papi.››
‹‹Día 41
Oh padre mío, atento a estas palabras.
¡Hoy finalmente lo he hecho! ¡He usado mis poderes! No solo he movido una sola piedrita, ¡he movido varias! ¡Y al mismo tiempo! ¡Es muy genial y súper divertido! Ya cuando te encuentre podre enseñarte truquitos de magia y tu podrás enseñarme un par de cosas también, ¿cierto? Sé que te hace bastante ilusión enseñarme algún día algo de magia.
También me ha pasado algo muy raro hoy, incluso llegue a pensar que estaba a punto de morir. ¡De pronto empecé a tener un sangrado entre mis piernas y un dolor muy fuerte! ¿Crees que tenga que ver con que haya desarrollado mis poderes de brujita? Solo espero que solo sea por una sola vez y que no tenga que volver a pasar por eso nunca más en mi vida. Por cierto, ¡muchas graciaaas! Cuando el dolor me golpeo, recordé tus enseñanzas de que el dolor solo es mental y concentrándome logre curarme, o algo así.
No se cómo le hago para sobrevivir sin ti, papito, ¡te quiero muchote!››
‹‹Día 49
¡Saluditos!
Ha sido otro día raro, papito. ¡Me convertí en una cerdita y en otras cosas! Como veras ya estoy mejorando un poquitico con la magia, aunque en días como hoy suelo meter la pata.
Y no solo eso, aparte es mi cumpleaños, ¡Y ni siquiera me había dado cuenta! ¿Finalmente aparecerás hoy, papito? ¡Sería el regalo de cumpleaños perfecto! ¡Y más si vienes con una compañía femenina, por favor!
Te voy a estar esperando, ¡nos vemos en un rato, Papito!››
Estas páginas tienen la tinta un poco corrida, aún se entiende el texto plasmado en ellas, pero es como si alguien hubiera estado llorando encima de ellas.
‹‹Día ௲
Se equivoca.
Es un mentiroso.
Yo sé que estás ahí afuera y que vendrás a por mí.
No estás muerto.
...
¿Cierto?››
‹‹Día 83
Pelusa. No he podido protegerle, se lo han llevado. Mi único amigo. Mi refugio.
Le voy a encontrar, papito. Cueste lo que cueste.››
‹‹Día 90
Lo he encontrado, ya está conmigo, pero he tenido que pagar un precio muy alto.
Ahora él está muerto, y todo por mi culpa, yo he sido la culpable, yo he sido quien le ha matado.››
El final del diario, la entrada que había sido escrita apenas hace un par de minutos.
‹‹Día 112
Mi querido papito.
Siempre lo supe, siempre supe que estabas ahí afuera en algún lado y que deseabas verme tanto como yo quería verte a ti. No importa cuántas veces intente dudarlo, al final siempre sabía que tu amor me acompañaba a todos lados. Me alegra que te hayas llevado bien con Pelusa, desde un principio sabía que te encantaría, es lo más tierno del mundo.
No te lo dije en su momento, pero gracias, gracias por haberme dado la oportunidad de volver a verte, gracias por todo lo que hiciste por mí. ¡Lo que no agradezco es que se te haya olvidado traerme una mamá y mis golosinas! Ya discutiremos eso más tarde.
Esta es la última entrada que escribiré, intentare reunir el valor para entregártelo y que sepas lo que he estado haciendo todo este tiempo sin ti.
Si para este punto aún no has lanzado el libro por la ventana a alguien, quiero decirte que.
¡TE AMO PAPITO!
Eres el mejor papá papasote de todos los papis papurros con las mejores habilidades paternamente paternas de toda la historia paternística. ››
————————————————————————————————————————————
— ¡Y así fue como la Tigra, subida al lomo de su fiel amigo Pelusa, expulso a esas horribles criaturas del Rancho Mu-Mu! —anuncie con dramatismo, dándole punto final a mi relato. Los aplausos no tardaron en hacerse presentes, ¿a quién no le gustaban las historias dramáticas de niños que salvan el día? Solo hay que ver a Shimpony Shappire, esta tirada en el suelo llorando dramáticamente... ¡y ni siquiera hay algún motivo real por el cual llorar por mi historia! Le di todo el crédito a Maguita por el rescate del Rancho... tampoco es todo una mentira, quizás fue verdad, considerando que yo estuve durante toda la batalla sumido en un trance y no tengo idea de cómo transcurrió el enfrentamiento contra las Cucarachas. Aún faltaba la parte más importante: quemar algo en tributo a la pequeña Maga. Saque de mi bolsa una linda capa de piel, muy similar a la capa que cuelga de mis hombros en estos momentos, solo que esta es como tres veces más pequeña y está hecha de piel de tigre.
— Me complace haber tenido la dicha de relatar tu historia. —dije mirando a Maga y sosteniendo la capa en alto para que ella pudiera apreciarla. —Magazubi. —afirme su nombre justo antes de soltar la capa en las flamas del Bealtaine. Juro que pude escuchar el rugido de un tigre en el momento en el que la capa fue arropada y consumida por el rebelde fuego, acompañado de Shimpony Shappire que, tras dar un brinco y aplaudir efusivamente, le dio el paso al siguiente relato de la noche.
Me sorprendió hallar en el trayecto hacia la cima de la empinada colina, a varias personas cuya misión era llegar hasta aquella corona de brasas para una especie de ceremonia que llevaba por nombre Bealtaine. No era lo que esperaba, pero ya me encontraba aquí y no iba a devolverme. En la cima se hallaba una mujer que, con el rostro lleno de maquillaje y una escalofriante sonrisa de oreja a oreja, parecía un espanto, he ido a un par de circos y puedo ver que se trata de una payasa, que no me haga nada de gracia ya es otra cosa aparte. Todo la inmensa multitud que empezaba a llegar se arremolinaba y ponía cómoda alrededor de la hoguera, así que yo hice lo mismo sentándome en uno de los múltiples tocones que rodeaban la incesante llama. El calor de la fogata, la armonía espiritual de tantas personas unidas por un mismo motivo, todo aquello me hacía evocar la ceremonia de bienvenida que se celebraba en honor a los nuevos miembros de mi extinto clan, ceremonia de la cual nunca tuve la dicha de ser participe. Aunque era un recuerdo doloroso, me hace sonreír e imaginar la resurrección del clan que alguna vez brillo con tanta intensidad.
El incesante fulgor de las llamas también me hace reflexionar sobre mi evolución como cambiapieles estas últimas semanas. Liberar a la bestia que yo mismo había encadenado en lo profundo de mi espíritu. Mi decisión de no temerle más y enfrentarme a ella para recobrar el equilibrio de mi ser. Empezar a recuperar la conexión con mi lado espiritual. Marcar mi pectoral, hombro, brazo y dorso de la mano izquierda con mi primer tatuaje de cambiapieles. Todo había cooperado para desplazar mi rebeldía y mis constantes intentos de evadir la responsabilidad a un segundo plano, no es que ya esté dispuesto a aceptar mi ineludible destino como guía del clan, pero al menos ha empezado a parecerme un final menos fatal. Todo lo que he logrado se lo debo al difunto anciano que me guió al camino correcto, el que me enseño el verdadero significado de ser un cambiapieles, él me hizo lo que soy hoy y por eso me honra tener la dicha de llevar su vestimenta en su honor, por hoy y por el resto de mis días.
Mi momento de reflexión y paz fue quebrado cuando me alegre de ver entre la muchedumbre un par de rostros familiares. El patético hombre de rizos blancos, miembro de mi escuadrón de protección vacuno bajo el alias de El Copo, Azfarranth. La caja de sorpresas y compañera de aventuras, Korax. Y la piltrafa de Bio. Encontrarme con mis camaradas me dio la esperanza de que tal vez, solo tal vez, tendría la oportunidad de volver a verle. Descarte el pensamiento después de preguntarme: ¿Que haría precisamente si ella aparece? ¿Huir? Desde que le libere definitivamente en el Rancho Mu-Mu hasta la actualidad, se puede decir que he conseguido un par de progresos recobrando el control de mi lado bestial. Más no es suficiente, nunca es suficiente. Su simple recuerdo desplaza mi razonamiento humano y pone al mando a mis instintos animales, pues los sentimientos que ella provoca en mi fueron los que en un principio desencadenaron el despertar de mi bestia. Por eso debo mantenerme alejado de ella, no solo porque neutralice todos mis esfuerzos por mantenerme controlado, lo hago porque no puedo correr el riesgo de dejarle a su merced. Quiero protegerle de todo aquel que sea peligroso para ella, aún si esa persona soy yo.
Sin embargo, ella nunca apareció. Debería estar aliviado, pero al contrario, me encuentro desilusionado de no tener la dicha de volver a mirar su dulce rostro y esos orbes azules que resplandecían cual cristal. Vaya que soy egoísta, soy consciente de que soy un riesgo para ella y aun así no puedo controlar mis ansias de volver a verle. La payasa llamo la atención de todos los presentes dando inicio a la ceremonia que parecía consistir en pararte frente a todos y contar la historia de una persona especial tras previamente arrojar un objeto a la hoguera. Ja, y una mierda, están realmente mal de la cabeza si piensan que yo haré eso. Me quedo a oír las historias, pero tendrán que molerme a palos si quieren que salga a hablar de alguien. Ademas ¿De quién podría hablar? ¿De cómo Bio me sacó de quicio con toda la mierda que salía por su sucia boca en el Mary? ¿De la patética travesía de Azfranth antes de llegar al rancho que ni siquiera recuerdo bien? Tal vez podría narrar de como Korax incendio medio barco, de seguro a los Dioses les encantara.
La payasa anfitriona, cuyo nombre era Shimpony Shappire, fue la primera en relatar, al menos agradezco no tener que ser el primero, no le preste demasiada atención en realidad, solo entendí que se trataba de una declaración de amor pública a un tal Boomer. Ni en mi peor estado de embriaguez declararía algo semejante y menos frente a una multitud, o bueno, tal vez si, nunca subestimes a un cambiapieles borracho. El punto es que, en pleno uso de mis cinco sentidos, jamás haría algo similar, muy al contrario de Korax que, siguiendo el ejemplo de la payasa, confeso frente a toda la multitud tener sentimientos por nada más y nada menos que Azrafath. ¡Venga! ¡El copito no pierde tiempo! Y yo que pensaba que era un bueno para nada. Los siguientes relatos fueron menos empalagosos, pero solo un par logro captar mi atención. Por ejemplo el de aquel hombre-bestia que nos contó sobre el pasado de Bio, revelando que mi elocuente compañero se trataba de un vampiro, no tenía idea. Y hablando de Bio, ya sabía que no tardaría en montar un numerito como los que uso para engañar a los tripulantes del barco ladrón, pero no me esperaba que hiciera semejante chorrada. No sé ni cómo explicar lo que acabo de presenciar, hay tantas cosas que están mal que no se ni por donde comenzar, creo que es mejor abstenerme de intentarlo.
Finalmente, un par de sujetos nos hicieron el favor de retirar el posible cadáver de Bio del medio del escenario, dándole paso a otro rostro familiar. ¡Es Magazubi! La niña que también me había acompañado a defender a las vacas en el rancho. De por sí ya tengo cierta debilidad por los niños, pero Maga tenía algo especial, un don natural que le otorgo mi respeto y admiración desde una primera instancia. ¡Claro! Ella era la candidata perfecta. No parece que pueda escapar de este lugar sin haber narrado algo para los dioses, así que la niña es mi única salvación para contar una historia medianamente decente. Incluso ya había hecho algo para ella en agradecimiento por la pócima que me regalo y que aún guardo en mi bolsa, es el objeto perfecto para lanzar al fuego del Bealtaine, la idea original no era quemarlo, pero es más simbólico y especial de ese modo. Tenía que tomarme un tiempo para elegir las palabras adecuadas para comenzar, así que seguí escuchando un par de historias más antes de armarme de valor y pasar al frente.
— ¡Oh! ¡Otro voluntario! Vamos, cuéntanos, cuéntanos. —dijo la payasa a un nivel ridículo de felicidad. Paso de ella y su fallido intento de contagiarme su regocijo, aunque le agradezco que lo haya intentado, pues debo admitir que estoy algo nervioso.
— Pues... esta noche quiero contaros sobre una niña. —dije un tanto inseguro. Busque entre la multitud a la jovencita del relato que estaba a punto de narrar, mirar sus ojos alegres y expectantes me llenaron de energía para continuar con una ahora notable emoción. — La historia de una adorable pero feroz heroína. El vivo ejemplo de que la verdadera fuerza no está en el tamaño ni los músculos, —inicie irónicamente flexionando mi brazo derecho para resaltar que toda mi fuerza venia de mi abrupto y voluminoso cuerpo de casi dos metros. — sino en el corazón. —y finalice dejando una breve pausa antes de dar comienzo a la narración de los hechos que habían acontecido en el Rancho Mu-Mu aquella fría noche.
ᛂᛚᛋᚢᛋᚢᚱᚱᚮᛑ α ᛂ ᛚᚮᛋ ᛑᛁᚮᛋᛂᛋ
————————————————————————————————————————————Los rayos del sol atravesaban el translúcido material de la ventana e impactaban con suavidad en el rostro de la niña que, con gracia y rectitud, escribía en las finas hojas de un lindo libro de cuero. Las palabras eran plasmadas con suma rapidez y fluidez, la pequeña no perdía ni un segundo y solo se detenía para recargar la pluma con otra dosis de tinta. Estaba inspirada, estaba feliz, los vaivenes del destino habían girado a su favor y ahora todo parecía sonreírle. Un suspiro marco el final de su obra, le hecho un rápido vistazo al fruto de su regocijo justo antes de celebrar con un bailecito y varias poses de victoria que demostraban su complacencia con sus escrituras. Un sonido alerto a la niña, su rostro volvió a iluminarse con una sonrisa, reconocía ese sonido, su querido amigo Pelusa le llamaba y ella no dudo en salir a su encuentro, dejando el libro reposar frente a la ventana para que la tinta y el papiro se vuelvan uno solo. Una vez abandonada la habitación, una inusual cortina de viento sacudió las páginas del libro hasta llevarnos hasta su comienzo, el inicio del libro que Magazubi actualizaba día tras día con el fin de entregárselo a una persona muy especial cuando ocurriera su reencuentro y así él no se perdería nada de lo que le acontecía mientras no podían estar juntos.
‹‹Día 1
Este...
De seguro te preguntaras "¿Que es este librito, mija?" ¡Pues es un diario! ¡Lo hice para ti! Ya han pasado unos tres días y aun no vuelves a casa... no estoy segura de si aparecerás esta noche o si estarás fuera por más tiempo. Así que como sé que te gustan mucho los libros, ¡he hecho uno de todo lo que me ocurra mientras no estás en casa! ¿Ves cómo soy buena hija?
Imagino que te debe estar yendo muy bien... en lo que sea que estés haciendo. ¡Más te vale traerme muchas golosinas! ¡Y no olvides comer mucho! Cuando vuelvas a casa espero que aun mantengas esa linda y suave pancita. Por mí no te preocupes, puedo sólita, o al menos de momento. Espero que llegues esta noche, aunque pensándolo bien eso significaría que todo esto fue para nada... en fin.
¡Te quiero mucho!››
‹‹Día 3
Buenos días, papaíto.
Te he estado esperando estos días... pero aún no has vuelto. ¡No te preocupes! ¡Que no me he muerto! Lo estoy haciendo muy bien sólita.
Adivina que. ¡Me he contado un cuento yo sólita antes de dormir! ¡Ya cuando vuelvas a casa podremos invertir los papeles! Yo te contare cuentitos a ti mientras tú te duermes como una diminuta, dulce y suavecita bebecita chiquitita, o bueno no, una bebecita grande, peluda y panzona. Ahora que lo pienso, si tú me contabas cuentos para que pudiera dormir... ¿cómo le hacías tú? ¿Quién te contaba cuentos a ti? Bueno, ya te lo preguntare cuando vuelvas. Por cierto, ayer he dormido en tu recamara. ¡Es que te extrañaba mucho! Ojala vuelvas pronto.
¡Te quiero!››
La siguiente entrada está hecha un desastre, la tinta esta corrida y el papiro esta todo arrugado, con dificultad se pueden entender pequeñas palabras.
‹‹
¿Papá?
¿Don as? He est ndo.......................e apareces
Te extraño demasiado, no .. ... ....., .engo .......
Por favor, vuelve pronto.››
‹‹Día 10
Papito de mi vida, papito de mi corazón
¿Cómo estás? Yo estoy un poquitín nerviosa. ¡No me ha pasado nada! ¡No te asustes! Solo es que tengo contarte un secretito, ¡pero debes prometer que no te molestaras! ¿Ok? Bien, aquí voy.
Yo...
He salido...
A...
Lunargenta.
¡No te enfades! ¡Lo prometiste! (o eso creo) No me he portado mal, ¡incluso he hecho amigas! No puedo contarte al respecto, entiende que es un secretito que le guarde a alguien. No te preocupes, me la he pasado bomba y he sido una niña muy buena. ¡Sé que volverás muy pronto y no te enfadaras conmigo! ¿Cierto?
¡Te quiero muchote, papaote!››
‹‹Día 11
¡Papá! ¡Pepé! ¡Pipí!
Quería contarte un... pequeño detallito que me salte ayer. Yo... bueno, yo ya no estoy en casa. ¡En mi defensa tú has tardado un montón! Así que creo que ya es hora de que salga a buscarte. ¿Quién sabe que te pudo haber pasado? ¿Te comiste un pescado con sabor a popo de vaca? ¿Te golpeaste la cabecita tras resbalarte con un par de limones? ¿Te lanzaron por una ventana? Tantos líos en que pudiste haberte metido, papaíto.
Otra cosa, no te preocupes porque me deprima, ya no estoy sola. Me estoy quedando con un gruñoncito llamado Zach, creo que se llevarían muy bien, los dos son tercos y les gusta jugar bromistas, pero en el fondo son adorables Dimmos. Te lo presentare apenas te encuentre y me des una muy pero muy buena explicación de donde estabas, por ejemplo, que me hayas estado consiguiendo una mamita.
¡Espero que sea eso! ¡Te quiero mucho!››
‹‹Día 16
¡Papá! ¡Papá! ¡Papááá!
No sé ni cómo explicarte esto. Creo que escuche alguna vez decir a alguien que cuando vas creciendo, llega un tiempo en el que tu voz se pone súper gruesa y fea. ¡Pues eso es justo lo que me ha pasado hoy! ¡Mi voz sonaba como si me hubiera tragado la dentadura de un abuelito terco y gruñón, como tú a veces! Lo irónico es que eso hizo uno de mis sueños realidad: He sido una princesa, vieja y gruñona, pero una princesa. ¡Incluso me dieron galletas! Ya podremos hablar de todo esto cuando dejes que te encuentre, ¿ok?
¡Un besito en tu pancita peluda!››
‹‹Día 20
¡Al que madruga, los dioses le ayudan!
Papi, te escribo tempranito porque quiero contarte algo importante. He aprendido muchas cosas mientras no estás aquí. ¿Recuerdas que una vez me preguntaste que quería ser cuando fuera grande y yo inmediatamente te dije princesa? Pues aun voy a serlo, pero también quiero estudiar y aprender muchísimo. Quiero que ese sea mi camino, ¡seré la princesa del estudio y el aprender!
Tengo que seguir yendo a lo desconocido para seguir aprendiendo cositas nuevas, pero no te preocupes, he estado practicando con el arco y me estoy volviendo realmente buena. He dedicado otro diario entero para mis progresos con el arco, ¡te lo enseñare junto a este!
Hasta pronto.››
‹‹Día 34
¡Papááá!
¡Estoy muy feliz! ¡He conseguido una mascota! Es un aioncito, lo he llamado Pelusa, es todavía pequeñito y un tanto miedosito. Nos conocimos en... un lugar con aire y tierra. El punto es que yo lo dibuje y el vino a mí y entonces... ¡Hubo una conexión entre los dos! ¡Pelusa empezó a hablarme! Luego pasaron varias cosas y ahora Pelusa vive conmigo.
Zach no quiso que Pelusa se quedara en un principio, pero luego de un berrinche se le paso. Espero que venga pronto y puedas ver a Pelusa. No eres alérgico a los aiones, ¿cierto? Espero que no.
Te quiero mucho, papi.››
‹‹Día 41
Oh padre mío, atento a estas palabras.
¡Hoy finalmente lo he hecho! ¡He usado mis poderes! No solo he movido una sola piedrita, ¡he movido varias! ¡Y al mismo tiempo! ¡Es muy genial y súper divertido! Ya cuando te encuentre podre enseñarte truquitos de magia y tu podrás enseñarme un par de cosas también, ¿cierto? Sé que te hace bastante ilusión enseñarme algún día algo de magia.
También me ha pasado algo muy raro hoy, incluso llegue a pensar que estaba a punto de morir. ¡De pronto empecé a tener un sangrado entre mis piernas y un dolor muy fuerte! ¿Crees que tenga que ver con que haya desarrollado mis poderes de brujita? Solo espero que solo sea por una sola vez y que no tenga que volver a pasar por eso nunca más en mi vida. Por cierto, ¡muchas graciaaas! Cuando el dolor me golpeo, recordé tus enseñanzas de que el dolor solo es mental y concentrándome logre curarme, o algo así.
No se cómo le hago para sobrevivir sin ti, papito, ¡te quiero muchote!››
‹‹Día 49
¡Saluditos!
Ha sido otro día raro, papito. ¡Me convertí en una cerdita y en otras cosas! Como veras ya estoy mejorando un poquitico con la magia, aunque en días como hoy suelo meter la pata.
Y no solo eso, aparte es mi cumpleaños, ¡Y ni siquiera me había dado cuenta! ¿Finalmente aparecerás hoy, papito? ¡Sería el regalo de cumpleaños perfecto! ¡Y más si vienes con una compañía femenina, por favor!
Te voy a estar esperando, ¡nos vemos en un rato, Papito!››
Estas páginas tienen la tinta un poco corrida, aún se entiende el texto plasmado en ellas, pero es como si alguien hubiera estado llorando encima de ellas.
‹‹Día ௲
Se equivoca.
Es un mentiroso.
Yo sé que estás ahí afuera y que vendrás a por mí.
No estás muerto.
...
¿Cierto?››
‹‹Día 83
Pelusa. No he podido protegerle, se lo han llevado. Mi único amigo. Mi refugio.
Le voy a encontrar, papito. Cueste lo que cueste.››
‹‹Día 90
Lo he encontrado, ya está conmigo, pero he tenido que pagar un precio muy alto.
Ahora él está muerto, y todo por mi culpa, yo he sido la culpable, yo he sido quien le ha matado.››
El final del diario, la entrada que había sido escrita apenas hace un par de minutos.
‹‹Día 112
Mi querido papito.
Siempre lo supe, siempre supe que estabas ahí afuera en algún lado y que deseabas verme tanto como yo quería verte a ti. No importa cuántas veces intente dudarlo, al final siempre sabía que tu amor me acompañaba a todos lados. Me alegra que te hayas llevado bien con Pelusa, desde un principio sabía que te encantaría, es lo más tierno del mundo.
No te lo dije en su momento, pero gracias, gracias por haberme dado la oportunidad de volver a verte, gracias por todo lo que hiciste por mí. ¡Lo que no agradezco es que se te haya olvidado traerme una mamá y mis golosinas! Ya discutiremos eso más tarde.
Esta es la última entrada que escribiré, intentare reunir el valor para entregártelo y que sepas lo que he estado haciendo todo este tiempo sin ti.
Si para este punto aún no has lanzado el libro por la ventana a alguien, quiero decirte que.
¡TE AMO PAPITO!
Eres el mejor papá papasote de todos los papis papurros con las mejores habilidades paternamente paternas de toda la historia paternística. ››
————————————————————————————————————————————
ᛘᛆᚱᛁᚴᚮᛂᛚᚴ ᛂ Ω ᛚᚮᛐᚱᛆᛑᚢᛋᚴᛆ
— ¡Y así fue como la Tigra, subida al lomo de su fiel amigo Pelusa, expulso a esas horribles criaturas del Rancho Mu-Mu! —anuncie con dramatismo, dándole punto final a mi relato. Los aplausos no tardaron en hacerse presentes, ¿a quién no le gustaban las historias dramáticas de niños que salvan el día? Solo hay que ver a Shimpony Shappire, esta tirada en el suelo llorando dramáticamente... ¡y ni siquiera hay algún motivo real por el cual llorar por mi historia! Le di todo el crédito a Maguita por el rescate del Rancho... tampoco es todo una mentira, quizás fue verdad, considerando que yo estuve durante toda la batalla sumido en un trance y no tengo idea de cómo transcurrió el enfrentamiento contra las Cucarachas. Aún faltaba la parte más importante: quemar algo en tributo a la pequeña Maga. Saque de mi bolsa una linda capa de piel, muy similar a la capa que cuelga de mis hombros en estos momentos, solo que esta es como tres veces más pequeña y está hecha de piel de tigre.
— Me complace haber tenido la dicha de relatar tu historia. —dije mirando a Maga y sosteniendo la capa en alto para que ella pudiera apreciarla. —Magazubi. —afirme su nombre justo antes de soltar la capa en las flamas del Bealtaine. Juro que pude escuchar el rugido de un tigre en el momento en el que la capa fue arropada y consumida por el rebelde fuego, acompañado de Shimpony Shappire que, tras dar un brinco y aplaudir efusivamente, le dio el paso al siguiente relato de la noche.
——————————————————
offrol:
¡Mi querida Maguita! Sé que acabo de asesinar tu cronología, pero espero que te haya gustado lo que he hecho para ti.
Es un poco diferente, ¡pero me la he pasado genial haciéndolo y roleando tu personaje!
Cualquier cosa dame un toque con un mp ^^
offrol:
¡Mi querida Maguita! Sé que acabo de asesinar tu cronología, pero espero que te haya gustado lo que he hecho para ti.
Es un poco diferente, ¡pero me la he pasado genial haciéndolo y roleando tu personaje!
Cualquier cosa dame un toque con un mp ^^
Asger Björn
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Re: Bealtaine: Intercambio de Historias [Evento]
Ya estaba algo cansado de la gran caminata que había comenzado desde hace días y que todavía ni siquiera había llegado a su fin. Varias noches ya había que tenido que dormir entre puntiagudos arbustos y duras rocas que no hacían más que empeorar el dolor de espalda que sufría una vez tras otra cada vez que tenía que adecuarse a esas condiciones. El resto de noches eran frías, aburridas, sin que se oyese nada más que los pocos pájaros y otros seres vivos capaces de emitir sonidos a aquellas horas de la noche. Esta vez era distinto, a pesar del frío había una sensación cálida, que me brindaba todavía un mayor afán por continuar caminando aun sabiendo que debía descansar a esas horas a no ser que estuviese buscando un gran cansancio a la mañana siguiente. Este sentimiento comenzó a recorrer mi mente hasta que pensé que estaba delirando y solté una carcajada debido a la tontería que acababa de pasar. Pero aun así, había logrado sacar de mi una sonrisa que no había logrado sacar yo mismo en semanas. Sin duda tendría que significar algo. Me dio por levantar la vista algo más de lo normal y me pareció ver una luz sobre una colina.
"Unos tonos anaranjados...debe de ser una hoguera, quizá pueda acercarme. Cambié mi rumbo y me dirigí directo a esa especie de fogata cuya luz iluminada los árboles adyacentes a la misma. Según me iba acercando el tamaño de la luz iba aumentando y cada vez me asombraba más por su tamaño. Ya a escasos metros vi un gran tumulto de gente rodeando la gran llama. De repente ya sentado revisando en busca de rostros conocidos la vi... era Korax. Se sentó a mi lado de forma silenciosa. Tras observarla unos instantes me dispuse a enterarme de lo que estaba sucediendo allí. Había una joven que parecía ser la organizadora del evento. La hoguera era espectadora de historias que algunos contaban sobre gente tirando un objeto simbólico justo antes de narrarlas. "Curioso...quizá me apunte" Tras escuchar varias historias de personas que no había visto en la vida ella dio un paso al frente y tiró algo que me recordó a nuestra aventura...era un pequeño fragmento deteriorado por factores como la humedad que una vez perteneció a su camisa y que se arrancó para cubrir mi herida. Esa aventura despertó muchos sentimientos hacia ella. Tras contar su historia sobre mi comentando aspectos incluso sobre nuestra experiencia con los Annuras remató añadiendo de forma tímida una frase que me sacó de mi estado de meditación. Admitió delante de esa multitud que se estaba enamorando de mi.
"¡Qué vergüenza!"-pensé tapándome la cara sonrojada que aquella afirmación había producido en mi. Después de eso se sentó de nuevo y continuaron contando historias durante un buen rato. La que parecía liderar este evento preguntó por el siguiente voluntario y sin dudarlo demasiado me levanté y me acerqué a la hoguera. Tomé una pequeña pero hermosa flor que había encontrado y después guardado en mi bolsillo. Era una flor que a pesar de su tamaño tenía unas tonalidades muy bonitas. Mientras acercaba dicho objeto a la llama pronuncié la explicación que resumía porqué la había elegido.
-Esta flor para muchos no tendrá ningún sentido, pero para mi es un signo del futuro. La flor es el futuro de una semilla que tuvo la suerte de germinar.-añadí evitando pensar lo que la gente pensara acerca de mi cordura en ese momento.
-Bueno os voy a contar una historia que ha surgido totalmente de mi imaginación, pero todo eso parte de un principio...Hace cierto tiempo decidí entrar en Lunargenta, tenía hambre y sed que no se iban a solucionar continuando con mi travesía. Tenía una gran expresión de asombro por la cantidad de gente que había en sus calles. Desde madres con sus hijos correteando con sus amigos a comerciantes que invitaban a la gente a probar sus productos para que se acercara a sus pequeños comercios. Rápidamente encontré una taberna donde podría saciar mis necesidades. A pesar del fuerte olor a alcohol y a la cantidad insana de borrachos me senté en una mesa. Tras pedir algo de beber, me quedé observando a una joven que ya había llamado mi atención cuando entré al local. Parecía agradable o por lo menos así era con la gente que hablaba. Parecía hacerse llamar Alanna. Realmente me gustaría conocerla, y quizás entablar una amistad para vivir alguna que otra aventura que ponga nuestras capacidades al límite...Y de ahí viene la flor, ya que en el futuro me gustaría conocerla, debido a que desperdicié la oportunidad en esa ocasión. La noche de aquel día tuve un sueño, que va a ser en lo que se va a basar mi historia.
Tanto ella como yo nos encontrábamos en una posada, como si misteriosamente fuéramos amigos de toda la vida. Nos reíamos bromeando sobre qué aventura deberíamos comenzar mientras el alcohol despertaba en nosotros algo más de alegría de lo habitual. Era mediodía y era un día soleado, pero aun así nosotros empleábamos nuestro tiempo metidos en una taberna. De repente apareció un viejo por la puerta pidiendo ayuda. De forma agitada y con una respiración entrecortada pedía ayuda debido a que habían secuestrado a su nieta unos bandidos delante de sus ojos. Debido a su edad no pudo hacer nada para evitarlo. Por sus expresiones parecía hablar en serio. Miré a mi compañera que ya había adoptado una expresión seria y ambos pensamos en lo mismo... había que ayudar a aquel señor.
Tras pedirle detalles sobre el suceso nos resumió tras agradecer nuestra colaboración que aquellos bandidos llevaban atormentándole desde hacía unas semanas. Ya habían logrado robarle alguna posesión, alguna vez habían intentado herirle a él directamente y al final se habían decidido a raptar a su querida nieta, la única familia que le quedaba al anciano. Tras aquello rompió a llorar, algo normal en una situación como esta. Le di unas palmadas en la espalda intentando calmarle diciendo que no se preocupara que nosotros daríamos con ella.
Desde aquel momento emprendimos una búsqueda utilizando muchos métodos...preguntando a la gente de la zona sobre otros posibles incidentes, hablando con algún bandido algo más considerado acerca de ello, buscando una posible guarida...Pero nada, nadie sabía nada. De repente cuando ya comenzábamos a perder nuestra esperanza de poder ayudar a la niña apareció un sujeto encapuchado que se quedó observándonos desde la esquina de una pequeña calle. Avisé a mi compañera y el individuo echó a correr. Comenzamos a perseguirlo, era ágil y rápido pero no nos daría esquinazo tan fácilmente. Por lo que parecía ser un error suyo se metió en un callejón sin salida donde pudimos acorralarle y preguntarle sobre sus actos. Logramos conocer que se trataba de un espía perteneciente a la agrupación de bandidos que había cometido el secuestro. Nos dijo que nos esperarían en un edificio abandonado si es que nos atrevíamos a ir. Soltó una carcajada y de una forma veloz e imprevisible nos esquivó y logró escaparse. ¿Cómo sabían de nuestra existencia en aquella banda? Ya sabíamos el lugar donde se encontraban pero no sonaba muy seguro... más bien sonaba a una emboscada, pero eso no nos iba a frenar.
Sin pensarlo más fuimos a dicho lugar y de forma silenciosa entramos al mismo. No había nadie, pero era muy sospechoso. De repente el oído de Alanna percibió lo que parecía ser un sollozo de niña al fondo del edificio, de lo que me avisó rápidamente. Corrimos hacia el interior y allí estaba, la pequeña joven amordazada pero, por suerte, parecía sana y salva. En ese momento noté una presencia en nuestra espalda. Me giré y vi a muchos hombres armados de los que destacaba uno de un tamaño superior que tras mirar nuestras caras comenzó a reírse.
-¡Jajaja! Así que al final habéis tenido las agallas para venir... que actitud más valerosa por vuestra parte. Va a ser una pena que no vayáis a lograr vuestro objetivo...
Mientras mi compañera desataba a la niña rápidamente desenvainé mi espada ya que parecían estar a punto de abalanzarse sobre nosotros. Efectivamente no pasaron más que unos segundos después de la intervención del que parecía ser el líder para que fueran acercándose varios bandidos armados con espadas por oleadas. De momento aguantaba los golpes e iba acabando con ellos. Alanna me echó atrás y se dispuso a pelear. Tenía una gran habilidad, sin duda mejor que la mía. Todavía quedaban muchos pero el líder parecía haberse cansado así que les mando retirarse y saco una espada.
-Parece que sois una mayor molestia de la que me imaginaba... Tendré que encargarme personalmente...
Echó a correr hacia mi y con gran fuerza comenzó a asestar golpes que cada vez me eran más difíciles de esquivar. Grité a mi compañera que dejara de luchar y escapara con la niña, era la que mejor podía protegerla, que yo me encargaba de la situación y pese a que tardó en reaccionar ,dado que no parecía querer dejarme solo frente a los bandidos, acabó por aceptar y echó a correr con la niña subida sobre su espalda. Ya lejos de la batalla me miró sin detenerse. Me despisté con esa mirada mientras a la vez observaba como escapaban, oportunidad que aprovechó mi contrincante para asestarme un golpe que me tiró al suelo. Sin posibilidad de hacer nada, a pesar de que el plan había sido exitoso, entretener a los bandidos para que Alanna y la niña escaparan, el líder algo más enfadado que antes, pero con una sonrisa sádica en su rostro, clavó su espada en mi pecho.
-En ese momento me desperté del sueño, todavía algo tenso por la situación que había puesto fin al mismo, y tras dar un suspiro pensando en aquella breve y espontánea aventura que acababa de soñar con alguien que ni siquiera me había dirigido una palabra pensé. ¿Habrá sido una señal? De cualquier modo, fin de mi historia.-rematé volviendo a mi sitio sonriente.
"Unos tonos anaranjados...debe de ser una hoguera, quizá pueda acercarme. Cambié mi rumbo y me dirigí directo a esa especie de fogata cuya luz iluminada los árboles adyacentes a la misma. Según me iba acercando el tamaño de la luz iba aumentando y cada vez me asombraba más por su tamaño. Ya a escasos metros vi un gran tumulto de gente rodeando la gran llama. De repente ya sentado revisando en busca de rostros conocidos la vi... era Korax. Se sentó a mi lado de forma silenciosa. Tras observarla unos instantes me dispuse a enterarme de lo que estaba sucediendo allí. Había una joven que parecía ser la organizadora del evento. La hoguera era espectadora de historias que algunos contaban sobre gente tirando un objeto simbólico justo antes de narrarlas. "Curioso...quizá me apunte" Tras escuchar varias historias de personas que no había visto en la vida ella dio un paso al frente y tiró algo que me recordó a nuestra aventura...era un pequeño fragmento deteriorado por factores como la humedad que una vez perteneció a su camisa y que se arrancó para cubrir mi herida. Esa aventura despertó muchos sentimientos hacia ella. Tras contar su historia sobre mi comentando aspectos incluso sobre nuestra experiencia con los Annuras remató añadiendo de forma tímida una frase que me sacó de mi estado de meditación. Admitió delante de esa multitud que se estaba enamorando de mi.
"¡Qué vergüenza!"-pensé tapándome la cara sonrojada que aquella afirmación había producido en mi. Después de eso se sentó de nuevo y continuaron contando historias durante un buen rato. La que parecía liderar este evento preguntó por el siguiente voluntario y sin dudarlo demasiado me levanté y me acerqué a la hoguera. Tomé una pequeña pero hermosa flor que había encontrado y después guardado en mi bolsillo. Era una flor que a pesar de su tamaño tenía unas tonalidades muy bonitas. Mientras acercaba dicho objeto a la llama pronuncié la explicación que resumía porqué la había elegido.
-Esta flor para muchos no tendrá ningún sentido, pero para mi es un signo del futuro. La flor es el futuro de una semilla que tuvo la suerte de germinar.-añadí evitando pensar lo que la gente pensara acerca de mi cordura en ese momento.
-Bueno os voy a contar una historia que ha surgido totalmente de mi imaginación, pero todo eso parte de un principio...Hace cierto tiempo decidí entrar en Lunargenta, tenía hambre y sed que no se iban a solucionar continuando con mi travesía. Tenía una gran expresión de asombro por la cantidad de gente que había en sus calles. Desde madres con sus hijos correteando con sus amigos a comerciantes que invitaban a la gente a probar sus productos para que se acercara a sus pequeños comercios. Rápidamente encontré una taberna donde podría saciar mis necesidades. A pesar del fuerte olor a alcohol y a la cantidad insana de borrachos me senté en una mesa. Tras pedir algo de beber, me quedé observando a una joven que ya había llamado mi atención cuando entré al local. Parecía agradable o por lo menos así era con la gente que hablaba. Parecía hacerse llamar Alanna. Realmente me gustaría conocerla, y quizás entablar una amistad para vivir alguna que otra aventura que ponga nuestras capacidades al límite...Y de ahí viene la flor, ya que en el futuro me gustaría conocerla, debido a que desperdicié la oportunidad en esa ocasión. La noche de aquel día tuve un sueño, que va a ser en lo que se va a basar mi historia.
Tanto ella como yo nos encontrábamos en una posada, como si misteriosamente fuéramos amigos de toda la vida. Nos reíamos bromeando sobre qué aventura deberíamos comenzar mientras el alcohol despertaba en nosotros algo más de alegría de lo habitual. Era mediodía y era un día soleado, pero aun así nosotros empleábamos nuestro tiempo metidos en una taberna. De repente apareció un viejo por la puerta pidiendo ayuda. De forma agitada y con una respiración entrecortada pedía ayuda debido a que habían secuestrado a su nieta unos bandidos delante de sus ojos. Debido a su edad no pudo hacer nada para evitarlo. Por sus expresiones parecía hablar en serio. Miré a mi compañera que ya había adoptado una expresión seria y ambos pensamos en lo mismo... había que ayudar a aquel señor.
Tras pedirle detalles sobre el suceso nos resumió tras agradecer nuestra colaboración que aquellos bandidos llevaban atormentándole desde hacía unas semanas. Ya habían logrado robarle alguna posesión, alguna vez habían intentado herirle a él directamente y al final se habían decidido a raptar a su querida nieta, la única familia que le quedaba al anciano. Tras aquello rompió a llorar, algo normal en una situación como esta. Le di unas palmadas en la espalda intentando calmarle diciendo que no se preocupara que nosotros daríamos con ella.
Desde aquel momento emprendimos una búsqueda utilizando muchos métodos...preguntando a la gente de la zona sobre otros posibles incidentes, hablando con algún bandido algo más considerado acerca de ello, buscando una posible guarida...Pero nada, nadie sabía nada. De repente cuando ya comenzábamos a perder nuestra esperanza de poder ayudar a la niña apareció un sujeto encapuchado que se quedó observándonos desde la esquina de una pequeña calle. Avisé a mi compañera y el individuo echó a correr. Comenzamos a perseguirlo, era ágil y rápido pero no nos daría esquinazo tan fácilmente. Por lo que parecía ser un error suyo se metió en un callejón sin salida donde pudimos acorralarle y preguntarle sobre sus actos. Logramos conocer que se trataba de un espía perteneciente a la agrupación de bandidos que había cometido el secuestro. Nos dijo que nos esperarían en un edificio abandonado si es que nos atrevíamos a ir. Soltó una carcajada y de una forma veloz e imprevisible nos esquivó y logró escaparse. ¿Cómo sabían de nuestra existencia en aquella banda? Ya sabíamos el lugar donde se encontraban pero no sonaba muy seguro... más bien sonaba a una emboscada, pero eso no nos iba a frenar.
Sin pensarlo más fuimos a dicho lugar y de forma silenciosa entramos al mismo. No había nadie, pero era muy sospechoso. De repente el oído de Alanna percibió lo que parecía ser un sollozo de niña al fondo del edificio, de lo que me avisó rápidamente. Corrimos hacia el interior y allí estaba, la pequeña joven amordazada pero, por suerte, parecía sana y salva. En ese momento noté una presencia en nuestra espalda. Me giré y vi a muchos hombres armados de los que destacaba uno de un tamaño superior que tras mirar nuestras caras comenzó a reírse.
-¡Jajaja! Así que al final habéis tenido las agallas para venir... que actitud más valerosa por vuestra parte. Va a ser una pena que no vayáis a lograr vuestro objetivo...
Mientras mi compañera desataba a la niña rápidamente desenvainé mi espada ya que parecían estar a punto de abalanzarse sobre nosotros. Efectivamente no pasaron más que unos segundos después de la intervención del que parecía ser el líder para que fueran acercándose varios bandidos armados con espadas por oleadas. De momento aguantaba los golpes e iba acabando con ellos. Alanna me echó atrás y se dispuso a pelear. Tenía una gran habilidad, sin duda mejor que la mía. Todavía quedaban muchos pero el líder parecía haberse cansado así que les mando retirarse y saco una espada.
-Parece que sois una mayor molestia de la que me imaginaba... Tendré que encargarme personalmente...
Echó a correr hacia mi y con gran fuerza comenzó a asestar golpes que cada vez me eran más difíciles de esquivar. Grité a mi compañera que dejara de luchar y escapara con la niña, era la que mejor podía protegerla, que yo me encargaba de la situación y pese a que tardó en reaccionar ,dado que no parecía querer dejarme solo frente a los bandidos, acabó por aceptar y echó a correr con la niña subida sobre su espalda. Ya lejos de la batalla me miró sin detenerse. Me despisté con esa mirada mientras a la vez observaba como escapaban, oportunidad que aprovechó mi contrincante para asestarme un golpe que me tiró al suelo. Sin posibilidad de hacer nada, a pesar de que el plan había sido exitoso, entretener a los bandidos para que Alanna y la niña escaparan, el líder algo más enfadado que antes, pero con una sonrisa sádica en su rostro, clavó su espada en mi pecho.
-En ese momento me desperté del sueño, todavía algo tenso por la situación que había puesto fin al mismo, y tras dar un suspiro pensando en aquella breve y espontánea aventura que acababa de soñar con alguien que ni siquiera me había dirigido una palabra pensé. ¿Habrá sido una señal? De cualquier modo, fin de mi historia.-rematé volviendo a mi sitio sonriente.
Azfa
Experto
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Re: Bealtaine: Intercambio de Historias [Evento]
Recuerdo que mañana se cierra el evento y todavía nos quedan dos historias por conocer. También, debería recordaros que existe un castigo para quienes no hayan posteado, pero no me gustaría recordar tal cosa.
Iliaki y Nerum. Los Dioses están ansiosos por escuchar las historias que nos tenéis que contar.
Editado día 04/06/2017: A petición de Iliaki, extiendo el plazo del cierre del tema hasta el día 8 de este mismo mes.
Iliaki y Nerum. Los Dioses están ansiosos por escuchar las historias que nos tenéis que contar.
Editado día 04/06/2017: A petición de Iliaki, extiendo el plazo del cierre del tema hasta el día 8 de este mismo mes.
Sigel
Master
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Re: Bealtaine: Intercambio de Historias [Evento]
No recordaba que alguna vez se hubiese celebrado algo así, en especial cuando cuantiosos juglares se las apañaban en las plazas de Lunargenta para tocar su pequeña orquesta, cantar, hacer malabares y burlarse de algún bien acomodado que se cruzase solamente para hacernos llegar las historias de los grandes héroes. Bueno, ese era su trabajo.
Hoy toca a los espectadores contar las historias, ¡sobre cualquier cosa: si alguno ha matado a un ejército entero, vencido a la muerte o sacado un moco con el meñique del pie! Pero, al llegar, no imaginé que todos, repito, TODOS tuvieran que contar algo. Qué maaala suerte, pero siempre puedo aplicar la del ropavejero: Sentarse atrás y al que me hable le pico el cuero.
Los telones altos enmarcaban el recuadro de un viejo escenario que tenía la pinta de haber sido muy ostentoso en sus años jóvenes. Docenas de personas, grandes, chicos, pobres y nobles asistían al Bealtaine con el propósito en común de escuchar una buena historia. Algo tienen las historias, un encanto especial que hace que todos sean iguales a la hora de sorprenderse, permitiendo deleitarse con el poder del saber y con la nostalgia que les generaba al recordar que eso mismo sentían a la hora de dormir.
Al llegar, mi táctica estaba totalmente lista y planeada, evitando así encontrarme con cualquier conocido que pudiera echarme de cabeza al escenario. Esquivé a algunos, escapé de algunos otros como a la buena de Adda, la mujer que conocí en el bosque, quien se encontraba charlando alegremente con un par de personas. Todo iba bien, hasta que me crucé con un niño castroso que me hizo imposible el resto de la noche.
- Buenas tardes, señorita – me saludó cortésmente un niño de unos 7 años con modales suaves, vestido de frac y de bombín. – Pase por aquí, por favor.
Irritante. Hice lo que pude para escabullirme y lograr sentarme en el sitio que quería. La cortesía del enano delataba que había sido comisionado para auxiliar en el evento, pero lo más molesto es que, creyendo que se había ido, el chico corrió a sentarse a mi lado para seguir enchinchando con aire parlanchín el resto de la tarde. Lo único que atiné a hacer entonces es recoger algo del barro que habían dejado las lluvias y comenzar a modelar una pequeña figurilla con aquello.
Pero ganas de dormir no faltaron, y esa voz chillona sirvió siquiera para que, al final de la noche, comenzara a cabecear sosteniéndome sobre los codos lo que parecía un peso de plomo. Supongo que me quedé adormilada un buen rato, pues ahora, que he despertado de pronto en medio de este jolgorio, la luna ya asoma por los agujeros de la carpa.
- Y así fue como en mi vecindario conocieron a Windorind. – remataba el chico alguna anécdota que Iliaki había tenido la gentileza de ignorar.
Ya era la noche, y la gran mayoría de los entusiastas ya habían pasado a contar alguna historia verdaderamente interesante, e Iliaki se habría librado de no ser porque justo en ese momento, mientras sus babas caían libremente, en el escenario se pedía a alguien de la audiencia para contar una de las últimas historias de la noche.
El chiquillo que le hacía compañía entonces había tenido la espectacular idea de que quizá a la que consideraba la compañera de su noche podría ser capaz de narrar algo magnífico.
- ¡Ella, ella, claro que quiere ella! – exclamaba emocionado el niño mientras la señalaba con gran ahínco.
- ¡¿Q-qué?! – alcanzó a tartamudear la elfina, sobresaltada por los repentinos gritos del chiquillo, provocando que aquello casi la tirara de su asiento. - ¿Qué yo qué? ¿En qué me metiste, mirruña? – volvió a preguntar en un tono más bajo pero igual de desesperado.
Sin gracia ni tino, pero sí con muchas ganas, el elegante niño arrastró a la ladronzuela entre jaloneos y protestas hasta el gran taburete. Dando unos manotazos al aire, quedose en un instante congelada al percatarse que había toda una multitud ansiosa de escucharla.
Me las pagarás, malnacido.
- Bueno… yo… eh… - comenzó balbuceando la chica. En el fondo, alcanzó a ver al pequeño traidor que la había llevado a tal situación. Pero la visión de este, en vez de provocarle ira, le proporcionó una gran idea. – Je, je, pues bueno…
» Esta era la historia de… ¡De Windorind! Sí, eso es… ella… - carraspeando un poco, continuó – ella era una poderosa elfina, sin embargo, sus poderes, aunque con ellos se podía hacer el mejor emparedado del mundo, jamás superarían sus sueños y su ansia de libertad.
» Si me preguntan de dónde proviene… ¡Pues ni idea! Pero lo que sé es que pertenece al mundo entero, que su bondad puede ser reflejada con el simple dejo de su mirada, y que de la tierra puede replicar los poderes de los dioses que dominan el recuerdo de estos lares.
» Cuentan las viejas lenguas que una vez llegó a un lago en uno de sus largos viajes, y que por alguna razón que también desconozco, su corazón se hallaba repleto de dolor y nostalgia. Era un corazón bueno, la luz entre tinieblas que en ese entonces comenzaba a parpadear y temblar en el frío del infinito.
Observando que el público había guardado silencio, se aclaró la garganta, estiró el cuello de su camisa y continuó. Su rostro había cambiado de pronto su expresión, y la disposición a comenzar su relato aumentaba notablemente. La leyenda de Windorind se escucharía en los confines del mundo hasta su muerte.
» En aquel lugar que el pueblo conoce como el Lago de la Luna, en ese mismo sitio donde los más grandes sabios, pensadores, enamorados y guerreros iban para buscar paz en su alma, buscó refugio para descansar la elfina Windorind. La rayos plateados cruzaban el espejo de agua, invitándola a quedarse un rato para contemplarlas, a que les contara sus pesares, sus sueños y esperanzas.
» La mirada que llamaba a la claridad fue entonces atrapada por la claridad misma del reflejo platino. La esfera que iluminaba el cielo entonces arrastró aquella mirada hasta el lugar en donde los hombres guardan sus sueños. Dejó el arco en el suelo, las botas en la orilla. Una idea florida la elevaba inmensamente.
» La Luna misma la llamaba y ella acudía al llamado que sólo puede ser escuchado por los que pregonan la esperanza y la valentía. Con las habilidades que la Madre Tierra le había otorgado, forjó del fango de las entrañas del lago una barca de la cual pendían un par de alas, impulsado por un par de remos conducidos por un niño cuya inocencia se filtraba en las finas características de la arcilla. Adornando la quilla, se encontraban cientos de florecillas y animales en barro blanco que se movían con vida propia.
» Llamó al niño, y al llegar este a la orilla, ella subió a la barca. Navegaron durante horas, durante las cuales jamás se puso la Luna en el horizonte. Era una conversación silenciosa, donde la única música y sonido que había era el cantar de un grillo que iba de polizón y los latidos de Windorind.
» El remo se hundía en el agua, y en el agua se formaban ondas que se desplazaban hasta dejar la superficie del lago en profundo reposo de nuevo. ¿Qué pasaría por su mente? ¿Acaso el difuso pasado que insistía como una astilla para no ser olvidado? ¿La familia que había dejado atrás? ¿Y qué tal la familia que vendría en el futuro? ¿De verdad pertenecía a algún sitio?
» Ahí, en la tierra donde desde el más chico hasta el más grande guarda sus sueños, le fue abierta una puerta. El Lago había llegado a su fin, pero la Puerta permanecía aún lejos. Tocaba realizar la prueba que nadie se había atrevido a realizar jamás: Ir más allá.
» Las aguas eran el límite y prevención a una profunda nada, caer sobre ella significaba la perdición. Pero una luz titilante como lo es un corazón lleno de esperanza no duda en alcanzar al resto de las estrellas en el cielo. La barca cobró movimiento en sus alas, y el niño entonces quedó dormido.
» ¡A las estrellas, a las estrellas! El rostro de la Luna estaba cada vez más cerca, y la Puerta se cerraba más deprisa a medida que se acercaban. Con el arco en tierra, los peces del lago habían corrido a contar de la hazaña de la muchacha al Niño que cuidaba la Lluvia. Él, que un principio no comprendía cómo una raza que prefería permanecer con los pies en la tierra había logrado y querido ir más allá.
» Entonces mandó a que su propio arco y flechas, hechos de agua y cristal fuesen entregados por tres banshees hasta ella, con el fin que pudiera evitar que la Puerta se cerrara a su paso. Ellas tres llegaron lamentándose, pero los gritos y tristezas que componían su naturaleza no las dejaron entregar el arma sin secuelas.
» En su llanto, el sonido de un recuerdo desgarró la memoria de Windorind. ¿De dónde provenía? ¿Y por qué justo cuando estaba a punto de saber lo que había detrás de la Puerta? El arco fue entregado, pero al hacer contacto su piel con la de las frías manos de las banshees, cruentas visiones de la realidad en Aerandir se suscitaron, las guerras del antes, del ahora y del porvenir.
» Alma brillante, alma que tiembla ¿De verdad quieres saber qué hay detrás? Tomó el arco y las flechas, apuntando a la rejilla que estaba a punto de desaparecer, logrando destrozar el material que osaba cerrar y cortar el camino de la barca.
» Las banshees continuaban llorando, los desgarradores gritos hacían que el niño de la barca comenzara a despertarse, pero ¡No importaba, quedaba detrás! En cambio, un dulce canto emanaba luminoso de la Puerta: Había llegado a la Luna.
» Al atravesar el marco hecho de roca blanquecina, sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas: No había nada detrás del marco, solo el frío y claro horizonte en el cual todos los seres de nuestra tierra ponen sus esperanzas.
» Cada uno de los sueños, cada una de las expectativas en el futuro estaban ahí como gotas de agua. Tomó algunas del suelo, encontrándose con la sorpresa de que todas comenzaban a suspenderse en el aire. Con gran curiosidad, golpeó una con su dedo índice, logrando que la gota se elevara cada vez más rápido hasta salirse de la vista.
» Impresionada, la vista que obtuvo en su cénit fue aún más maravillosa; nuestro mundo como una Luna, era ese sitio en donde nacían los sueños.
» Luego gritó, un gran y largo grito que despertó a todo el bosque. Una lagartija acuática le había mordido el pulgar del pie derecho.
- ¿Entonces fue un sueño? – preguntaba con cierto aire decepcionado una voz entre el público.
- ¿Sueño? ¡Qué va, si eso fuera cierto, yo no tendría la prueba de ello en mi mano! – exclamó mostrando la detallada flor que había moldeado entre los parloteos del niño que, al darse cuenta de ello, entonces ya no se encontraba más en las butacas.
Al romper algunos aplausos como con el resto de los participantes, Iliak bajó del escenario comenzó a correr con cierta preocupación en busca del chiquillo. Buscó durante un largo rato hasta darse por vencida, pero al niño no lo volvió a ver.
Entonces, presintiendo quizá algo maravilloso o que quizá había vuelto a comer setas prohibida por descuido, volvió al viejo auditorio hasta llegar frente a la fogata, en donde lanzó aquella florecilla de barro que gran alegría había logrado construir.
Y el niño, detrás de la arboleda, en un instante se evaporó.
Hoy toca a los espectadores contar las historias, ¡sobre cualquier cosa: si alguno ha matado a un ejército entero, vencido a la muerte o sacado un moco con el meñique del pie! Pero, al llegar, no imaginé que todos, repito, TODOS tuvieran que contar algo. Qué maaala suerte, pero siempre puedo aplicar la del ropavejero: Sentarse atrás y al que me hable le pico el cuero.
Los telones altos enmarcaban el recuadro de un viejo escenario que tenía la pinta de haber sido muy ostentoso en sus años jóvenes. Docenas de personas, grandes, chicos, pobres y nobles asistían al Bealtaine con el propósito en común de escuchar una buena historia. Algo tienen las historias, un encanto especial que hace que todos sean iguales a la hora de sorprenderse, permitiendo deleitarse con el poder del saber y con la nostalgia que les generaba al recordar que eso mismo sentían a la hora de dormir.
Al llegar, mi táctica estaba totalmente lista y planeada, evitando así encontrarme con cualquier conocido que pudiera echarme de cabeza al escenario. Esquivé a algunos, escapé de algunos otros como a la buena de Adda, la mujer que conocí en el bosque, quien se encontraba charlando alegremente con un par de personas. Todo iba bien, hasta que me crucé con un niño castroso que me hizo imposible el resto de la noche.
- Buenas tardes, señorita – me saludó cortésmente un niño de unos 7 años con modales suaves, vestido de frac y de bombín. – Pase por aquí, por favor.
Irritante. Hice lo que pude para escabullirme y lograr sentarme en el sitio que quería. La cortesía del enano delataba que había sido comisionado para auxiliar en el evento, pero lo más molesto es que, creyendo que se había ido, el chico corrió a sentarse a mi lado para seguir enchinchando con aire parlanchín el resto de la tarde. Lo único que atiné a hacer entonces es recoger algo del barro que habían dejado las lluvias y comenzar a modelar una pequeña figurilla con aquello.
Pero ganas de dormir no faltaron, y esa voz chillona sirvió siquiera para que, al final de la noche, comenzara a cabecear sosteniéndome sobre los codos lo que parecía un peso de plomo. Supongo que me quedé adormilada un buen rato, pues ahora, que he despertado de pronto en medio de este jolgorio, la luna ya asoma por los agujeros de la carpa.
- Y así fue como en mi vecindario conocieron a Windorind. – remataba el chico alguna anécdota que Iliaki había tenido la gentileza de ignorar.
Ya era la noche, y la gran mayoría de los entusiastas ya habían pasado a contar alguna historia verdaderamente interesante, e Iliaki se habría librado de no ser porque justo en ese momento, mientras sus babas caían libremente, en el escenario se pedía a alguien de la audiencia para contar una de las últimas historias de la noche.
El chiquillo que le hacía compañía entonces había tenido la espectacular idea de que quizá a la que consideraba la compañera de su noche podría ser capaz de narrar algo magnífico.
- ¡Ella, ella, claro que quiere ella! – exclamaba emocionado el niño mientras la señalaba con gran ahínco.
- ¡¿Q-qué?! – alcanzó a tartamudear la elfina, sobresaltada por los repentinos gritos del chiquillo, provocando que aquello casi la tirara de su asiento. - ¿Qué yo qué? ¿En qué me metiste, mirruña? – volvió a preguntar en un tono más bajo pero igual de desesperado.
Sin gracia ni tino, pero sí con muchas ganas, el elegante niño arrastró a la ladronzuela entre jaloneos y protestas hasta el gran taburete. Dando unos manotazos al aire, quedose en un instante congelada al percatarse que había toda una multitud ansiosa de escucharla.
Me las pagarás, malnacido.
- Bueno… yo… eh… - comenzó balbuceando la chica. En el fondo, alcanzó a ver al pequeño traidor que la había llevado a tal situación. Pero la visión de este, en vez de provocarle ira, le proporcionó una gran idea. – Je, je, pues bueno…
» Esta era la historia de… ¡De Windorind! Sí, eso es… ella… - carraspeando un poco, continuó – ella era una poderosa elfina, sin embargo, sus poderes, aunque con ellos se podía hacer el mejor emparedado del mundo, jamás superarían sus sueños y su ansia de libertad.
» Si me preguntan de dónde proviene… ¡Pues ni idea! Pero lo que sé es que pertenece al mundo entero, que su bondad puede ser reflejada con el simple dejo de su mirada, y que de la tierra puede replicar los poderes de los dioses que dominan el recuerdo de estos lares.
» Cuentan las viejas lenguas que una vez llegó a un lago en uno de sus largos viajes, y que por alguna razón que también desconozco, su corazón se hallaba repleto de dolor y nostalgia. Era un corazón bueno, la luz entre tinieblas que en ese entonces comenzaba a parpadear y temblar en el frío del infinito.
Observando que el público había guardado silencio, se aclaró la garganta, estiró el cuello de su camisa y continuó. Su rostro había cambiado de pronto su expresión, y la disposición a comenzar su relato aumentaba notablemente. La leyenda de Windorind se escucharía en los confines del mundo hasta su muerte.
» En aquel lugar que el pueblo conoce como el Lago de la Luna, en ese mismo sitio donde los más grandes sabios, pensadores, enamorados y guerreros iban para buscar paz en su alma, buscó refugio para descansar la elfina Windorind. La rayos plateados cruzaban el espejo de agua, invitándola a quedarse un rato para contemplarlas, a que les contara sus pesares, sus sueños y esperanzas.
» La mirada que llamaba a la claridad fue entonces atrapada por la claridad misma del reflejo platino. La esfera que iluminaba el cielo entonces arrastró aquella mirada hasta el lugar en donde los hombres guardan sus sueños. Dejó el arco en el suelo, las botas en la orilla. Una idea florida la elevaba inmensamente.
» La Luna misma la llamaba y ella acudía al llamado que sólo puede ser escuchado por los que pregonan la esperanza y la valentía. Con las habilidades que la Madre Tierra le había otorgado, forjó del fango de las entrañas del lago una barca de la cual pendían un par de alas, impulsado por un par de remos conducidos por un niño cuya inocencia se filtraba en las finas características de la arcilla. Adornando la quilla, se encontraban cientos de florecillas y animales en barro blanco que se movían con vida propia.
» Llamó al niño, y al llegar este a la orilla, ella subió a la barca. Navegaron durante horas, durante las cuales jamás se puso la Luna en el horizonte. Era una conversación silenciosa, donde la única música y sonido que había era el cantar de un grillo que iba de polizón y los latidos de Windorind.
» El remo se hundía en el agua, y en el agua se formaban ondas que se desplazaban hasta dejar la superficie del lago en profundo reposo de nuevo. ¿Qué pasaría por su mente? ¿Acaso el difuso pasado que insistía como una astilla para no ser olvidado? ¿La familia que había dejado atrás? ¿Y qué tal la familia que vendría en el futuro? ¿De verdad pertenecía a algún sitio?
» Ahí, en la tierra donde desde el más chico hasta el más grande guarda sus sueños, le fue abierta una puerta. El Lago había llegado a su fin, pero la Puerta permanecía aún lejos. Tocaba realizar la prueba que nadie se había atrevido a realizar jamás: Ir más allá.
» Las aguas eran el límite y prevención a una profunda nada, caer sobre ella significaba la perdición. Pero una luz titilante como lo es un corazón lleno de esperanza no duda en alcanzar al resto de las estrellas en el cielo. La barca cobró movimiento en sus alas, y el niño entonces quedó dormido.
» ¡A las estrellas, a las estrellas! El rostro de la Luna estaba cada vez más cerca, y la Puerta se cerraba más deprisa a medida que se acercaban. Con el arco en tierra, los peces del lago habían corrido a contar de la hazaña de la muchacha al Niño que cuidaba la Lluvia. Él, que un principio no comprendía cómo una raza que prefería permanecer con los pies en la tierra había logrado y querido ir más allá.
» Entonces mandó a que su propio arco y flechas, hechos de agua y cristal fuesen entregados por tres banshees hasta ella, con el fin que pudiera evitar que la Puerta se cerrara a su paso. Ellas tres llegaron lamentándose, pero los gritos y tristezas que componían su naturaleza no las dejaron entregar el arma sin secuelas.
» En su llanto, el sonido de un recuerdo desgarró la memoria de Windorind. ¿De dónde provenía? ¿Y por qué justo cuando estaba a punto de saber lo que había detrás de la Puerta? El arco fue entregado, pero al hacer contacto su piel con la de las frías manos de las banshees, cruentas visiones de la realidad en Aerandir se suscitaron, las guerras del antes, del ahora y del porvenir.
» Alma brillante, alma que tiembla ¿De verdad quieres saber qué hay detrás? Tomó el arco y las flechas, apuntando a la rejilla que estaba a punto de desaparecer, logrando destrozar el material que osaba cerrar y cortar el camino de la barca.
» Las banshees continuaban llorando, los desgarradores gritos hacían que el niño de la barca comenzara a despertarse, pero ¡No importaba, quedaba detrás! En cambio, un dulce canto emanaba luminoso de la Puerta: Había llegado a la Luna.
» Al atravesar el marco hecho de roca blanquecina, sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas: No había nada detrás del marco, solo el frío y claro horizonte en el cual todos los seres de nuestra tierra ponen sus esperanzas.
» Cada uno de los sueños, cada una de las expectativas en el futuro estaban ahí como gotas de agua. Tomó algunas del suelo, encontrándose con la sorpresa de que todas comenzaban a suspenderse en el aire. Con gran curiosidad, golpeó una con su dedo índice, logrando que la gota se elevara cada vez más rápido hasta salirse de la vista.
» Impresionada, la vista que obtuvo en su cénit fue aún más maravillosa; nuestro mundo como una Luna, era ese sitio en donde nacían los sueños.
» Luego gritó, un gran y largo grito que despertó a todo el bosque. Una lagartija acuática le había mordido el pulgar del pie derecho.
- ¿Entonces fue un sueño? – preguntaba con cierto aire decepcionado una voz entre el público.
- ¿Sueño? ¡Qué va, si eso fuera cierto, yo no tendría la prueba de ello en mi mano! – exclamó mostrando la detallada flor que había moldeado entre los parloteos del niño que, al darse cuenta de ello, entonces ya no se encontraba más en las butacas.
Al romper algunos aplausos como con el resto de los participantes, Iliak bajó del escenario comenzó a correr con cierta preocupación en busca del chiquillo. Buscó durante un largo rato hasta darse por vencida, pero al niño no lo volvió a ver.
Entonces, presintiendo quizá algo maravilloso o que quizá había vuelto a comer setas prohibida por descuido, volvió al viejo auditorio hasta llegar frente a la fogata, en donde lanzó aquella florecilla de barro que gran alegría había logrado construir.
Y el niño, detrás de la arboleda, en un instante se evaporó.
- Para Wind, Wind, Wind, Windorind:
- Perdona los mal narrados garabatos de esta vieja loca, perdona el tiempo que te he hecho esperar y perdona tal historia tan fumada. Sinceramente me ha costado intentar escribir algo de acuerdo a la historia,
y para ser sincera, no pude (:v), así que te traje esta pera. - Nah - así que te traje una historia que espero sea de tu agrado.
Bonito día, tarde o noche.
Iliaki
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Re: Bealtaine: Intercambio de Historias [Evento]
Bealtraine: Intercambios de Historias
Quedaban pocas horas para que terminase la noche, las suficientes para contar una historia más. Shappy echó un rápido vistazo al rostro de todos los presentes. Miró de frente al hombre que quedaba por participar, un brujo cuyo nombre no conocía ni le interesaba conocer. ¿Qué interés podía tener en conocer a un chico que no quiere contar una historia? Todos los demás contaron las suyas. A algunos, la mayoría, les tuvo que animar a que se levantasen, otros se pusieron con junto en frente de la hoguera y levantaron la voz para honrar a la persona de su relato. ¿Y bien, qué había de la última persona? Le hizo un suave y disimulado gesto con la mano (más propio de Emily Shawn que de la payasa) invitándolo a levantarse, luego se puso delante de él con las manos en la cintura en una posición de firmeza y, por último, le dio la espalda con un frío gesto acorde con la fría personalidad de la payasa Shappire.
-Dejadlo en paz, no quiere contar su historia-.
Shappire chasqueó los dedos e invocó una muralla de huesos que rodeó al brujo como si fuera una jaula. Aprendió muchos trucos desde que hubo dejado el Circo de los Horrores. Al fin de cuentas, los libros del monstruo de su infancia (el hombre que se ríe como un muerto) no eran tan inútiles como pensó en un primer momento.
-No os preocupéis, seré yo quien cuenta la historia de los dos últimos cambiapieles que quedan vivos. Es una lástima que aquí, nuestro desafortunado amigo, no quiera contar esta historia; es realmente buena.
Todos conocemos los humanos, los vampiros, los licántropos y los vampiros. Muchas de las historias que hoy hemos escuchado contaban la vida de alguna de éstas personas. Pero, decidme, ¿alguien ha oído alguna vez algo acerca de los cambiapieles? Quizás sí, quizás no; lo más probable es que no.
Decir que los cambiapieles son humanos es cometer el error más grande que jamás habéis cometido. Pues ellos no son humanos, aunque algunos crean que lo son. No viven en las ciudades de piedra ni tampoco trabajan con el metal. No tienen ningún rey y no hay ninguna Guardia que les proteja. Los cambiapieles son como animales. Viven por y para ser como sus animales. ¿Hombres bestia? ¡No seáis estúpidos! No tienen apariencia de animal; viven para ser como sus espíritus animales. Son dos cosas muy diferentes.
Como ya debéis suponer, los cambiapieles suelen vivir en clanes muy cerca de los licántropos y los hombres bestias más salvajes. La naturaleza es su casa y su devoción es formar parte de ella. Los licántropos tienen un monstruo lobuno viviendo en su interior, los hombres bestias se comportan como lo que son y los cambiapieles adoran a las bestias y los monstruos lobunos como si fueran dioses que algún día se parecerán a ellos.
Una vez conocí a un cambiapiel tan astuto y ágil como un zorro. No necesitaba ningún arma para atacar, sus uñas y su agilidad eran suficientes para arremeter contra cualquier hombre. Hubo otro que era robusto y grande como un toro; no era tan alto como lo es Boomer, pero su fuerza era mucho mayor y sus embestidas podían derribar a un toro de verdad. No olvidaré el cambiapiel que adoraba a los halcones; era alto y esbelto, tenía una vista equiparable a la de los elfos y, muy cerca de su cabeza, a escaso metro y media, siempre volaba un halcón que le servía tanto de guía, compañero y dios.
Estos son los cambiapieles. Unas personas, cuanto menos interesantes. Y, ahora que ya hemos hablado de ellos, dejad que os hable de Yomo Taemasu:
Es el nieto del antiguo líder un clan ya muerto e hijo del padre que falleció cuando el clan murió.
El clan era enorme, era una pequeña Lunargenta que, en lugar de estar construida de casas de piedra, estaba hecha de una gran multitud de cabañas de paja, madera y esparto. Bestias, licántropos y cambiapieles, las tres razas vivían en plena armonía sin llegar a enfrentarse los unos con los otros. Los cambiapieles tenían a su líder: Yamato Taemasu (padre de Yomo), los licántropos tenían a su macho alfa Colmillo Negro y los hombres bestias (en su mayoría roedores y felinos) no tenían a nadie a quien seguir por lo que se dejaban liderar por Yamato y Colmillo Negro.
El clan estaba situado a los lindes del bosque del Este, próximo a territorio de los vampiros. Las guerras contra ellos eran constantes. Los hombres bestias, especialmente los roedores, se dedicaban a recuperar las armas y armaduras que caían en el combate. Los cambiapieles más feroces se dedicaban a proteger la entrada de la del clan armados con lo que fuera que les dieran los roedores. No tenían más armas para protegerse. En el bosque no había fraguas con las que fabricar grandes armas y armaduras de metal, aquel negocio pertenecía a los humanos. Tenían que ayudarse de las armas que, en ocasiones, perdían los vampiros. Nunca fueron las suficientes.
Los vampiros atacaban día tras día y noche tras noche; durante el día mandaban a sus súbditos humanos y, durante la noche, venían las voces y las sombras.
Fueron muchos los cambiapieles que, pensando que habían abierto todos sus chakras y visto su espíritu interior, fueron a perseguir las voces y las sombras de los vampiros cayendo así en el engaño. Otros, más fuertes de corazón, se pusieron a cuatro partes (como el animal que adoraban) y rugieron al engaño.
Cada noche era peor que el anterior. Una mujer con cuernos, dos piernas y piel de antílope, protegía a su hijo en brazos que lloraba desconsoladamente. Fuera de las cabañas, solo se escuchaban gritos y rugidos. Los vampiros volvían a atacar. Aparecían de la nada. Colmillo Negro dejó salir su lado más salvaje y aulló a la luna junto con otros muchos lobos. Un centellar de ballestas que estaban escondidas encima de los árboles centellearon. ¡Era una trampa! Los licántropos fueron los primeros en caer. Muchos de ellos murieron en aquella noche. Dama, esposa de Colmillo Negro, fue uno de ellos. Cuanto más grande es el objetivo, más fácil es apuntar a su cabeza.
Los hombres bestias y algunos cambiapieles treparon a los árboles a sacar a los ballesteros escondidos. Entre ellos estaban Yamato, el padre de Yomo. Cogió de la pechera a uno de los vampiros escondidos, lo lamentó casi sin esfuerzo y lo estrelló contra la tierra. Los otros cambiapieles que fueron a ayudarle, fieles como solo los animales sabían ser, lo imitaron a la perfección.
Los vampiros iban a pagar por lo que habían hecho. Si uno de ellos caía vivo al suelo, ya se encargaría otro cambiapiel o algún licántropo vengativo de darles muerte. ¡Venganza!
Hubo un momento en el que Yomo se quedó mirando a Colmillo Negro. Todavía con la forma de lobo monstruoso, tenía en brazos a Dama y aullaba a la luna, sin moverse ni un milímetro de su posición, con un grito que de puro dolor. (Es el cuarto chakra, el del amor).
De repente, Colmillo Negro dejó de aullar y fue cuando un escalofrío recorrió el cuerpo de Yomo. Yamato celebraba haber matado nueve vampiros, les había arrancado la cabellera para demostrarlo. Un hombre hiena reía y contó un chiste que empezaba preguntando: ¿cuántos vampiros hacen falta para encender una hoguera? Yomo siempre recordará la respuesta a ese chiste: Solo uno.
El hombre hiena, junto con otros hombres bestias, se pusieron a combatir contra los cambiapieles en el mismo momento que un centenar de vampiros armados y protegidos con el metal, salieron desde las sombras. El hombre hiena tenía una antorcha en la mano y la usó para quemar tantas cabañas como le fue posible; detrás suya siempre hubo alguien que se encargó de tapar la salida de alguna de las cabañas con un cajón un fardo de paja. (El bebé antílope dejó de llorar porque el fuego le mató).
Colmillo Negro no hizo por defenderse. Una espada le cercenó la cabeza. Yamato sostenía quince cabelleras de vampiro y dos de hombres tigre en su mano izquierda, con la derecha empuñaba un martillo que robó a uno de los vampiros que había matado. Al final, solo hizo falta dos flechas para acabar con él: Una primera flecha en el talón para hacerle caer y una segunda en la cabeza para darle muerte.
Yomo estaba asustado. No sabía qué hacer. Mirase dónde mirase solo vio muerte. En un segundo: El hombre ardilla que disparaba flechas contra los vampiros con su pequeño arco de madera, se convirtió en el hombre ardilla que le faltaba un brazo porque uno de los vampiros se lo había arrancado. El licántropo que mordía por la yugular a un vampiro de armadura plateada, se convirtió en el licántropo que moría atravesado por un mandoble en el pecho.
Yomo era casi un hombre, más bien un adolescente; eso no impidió que apretase los puños y que llorase pidiendo ayuda a la madre que nunca llegó a conocer y al padre que acababa de ver morir.
Fue entonces cuando una gran mano cogió por le cogió por el cuello y lo arrastró hacia fuera. Hasta que no estuvo lo suficientemente lejos de la carnicería, no se atrevió a limpiarse las lágrimas de los ojos y ver quién le había salvado. Fue su abuelo: Yoshirama. Todos los demás hombres, mujeres y bestias del clan habían muerto. Ahora solo quedaban ellos dos. Los dos últimos cambiapieles-.
La historia acabó en el mismo momento en que la luz del sol comenzó a aparecer detrás de las montañas. Los vampiros que habían participado en la celebración deberían darse prisa o acabarían muertos. Shimphony Shappire dio mandó un beso a la hoguera. Aquel era el objeto que quería mandar a Yomo. Así es como Shappy abría su cuarto chakra; el que creía que Yomo más necesitaría después de haber perdido todo lo que perdió.
_____________________
Recompensas:
* +5 ptos de experiencia
* 50 aeros
* Todos los participantes recibís un Árbol Bealtraine es un pequeño arbusto de veinte centímetros, con forma de mujer, que ha crecido en las cenizas de la hoguera. Tiene la habilidad de narrar una historia ficticia. Cualquiera que escuche la historia que narre un Árbol Bealtraine la tomará como cierta. Un objeto perfecto para los personajes más mentirosos.
- bollos de pájaro:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
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Os digo lo mismo que siempre. Me encantaría escuchar vuestras opiniones e ideas para futuros Eventos. Un Evento de estos al mes no hace daño, además que veo que a muchos de vosotros os encanta y a mí, personalmente, también me encanta leeros. Es un We Win, como dicen en inglés. Espero de corazón que hayáis disfrutado mucho con las historias. Yo lo he hecho.
Yomo Taemasu: No me correspondía hacer a mí tu historia y no me arrepiento de haberlo hecho. Me encantaría saber si tu opinión, yo he disfrutado mucho tu historia.
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