Las mujeres y los niños no beben [Libre 3/3]
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Las mujeres y los niños no beben [Libre 3/3]
Sus alas no habían conocido ningún control ni atadura aquellos últimos meses desde que había decidido abandonar las aisladas montañas dracónicas, allí donde, al menos para Lyssandra, la adoración rozaba la obsesión. Había ido de ciudad en ciudad, sobreviviendo con lo poco que llegaba a recaudar (o en algunos casos, robar), probando las bebidas típicas de cada lugar, entablando conversación con cualquier desconocido que estuviese dispuesto a hablar con ella solo por pura curiosidad. Había descubierto la libertad del alcohol, del sexo sin compromiso, de aquellos placeres que ni siquiera se habían llegado a mencionar en los monasterios donde Lyssandra se había criado y había crecido.
Ella tenía una visión tan inocente de la vida. Veía el mundo en colores claros y luminosos, pensaba lo mejor de cada persona, se lanzaba al riesgo y al peligro sin tener en cuenta las consecuencias solo por las fuertes emociones que despertaban de esa manera, imaginaba que el cielo siempre estaba abierto para ella y que la tempestad nunca iba a llegar. Podía imaginar todas las normas y reglas con las que había crecido como un papel que se había doblado y desdoblado muchas veces, las mismas que ella las había memorizado; Ahora no eran más que un recuerdo lejano ardiendo en el fondo de su mente. La dragona era demasiado joven para entender todos los riesgos de su comportamiento y de la manera despreocupada de vivir que tenía. Quizás por todos esos motivos y otros muchos más, estaba en aquella taberna en aquel justo instante.
La taberna se erguía en las afueras de Ulmer, en una cabaña totalmente de madera escondida entre la vegetación del bosque. El griterío de las voces provenientes del interior se escuchaban incluso cuando aún no la habías visualizado entre todos los destellos verdes de la naturaleza; Para ser una cantina tan difícil de encontrar, siempre estaba llena.
El interior era igual de rústico que el exterior y la decoración era pobre; Mesas redondas de pino, desgastadas y pegajosas por el alcohol, siempre llenas de vasos enormes (o jarras) vacías, sillas desvencijadas y roídas que probablemente estaban cojas de una pata, pocas ventanas… Era un lugar oscuro con un fuerte olor a alcohol y sudor que golpearía a cualquiera que entrase. Parecía que no solían limpiar mucho por ahí ni valorar la higiene en el sentido más general de la palabra. Esa taberna era, lo que venía siendo, un bar de malamuerte, es decir, donde Lyssandra tenía una parada obligatoria.
No había sido víctima de muchas miradas gracias a su capa gruesa marrón y la capucha que ocultaba parte de su rostro en sombras. Simplemente había entrado ignorando el olor desagradable y había pedido lo más fuerte que tuviesen al camarero. Este le había mirado desde arriba (pues era mucho más alto que ella) con desconfianza.
–No servimos alcohol a niños y por supuesto no el más fuerte. –Se burló, riéndose abiertamente. Tenía una sonrisa horrible con varios agujeros allí donde había habido dientes. Lyssandra frunció el ceño, para nada satisfecha con su respuesta y con serle negado un capricho de aquella manera.
–No soy un niño. –Se retiró la capucha hacia atrás, mostrando su cabellera dorada y sus ojos azules ahora encendidos con ira, pero no esa clase de furia enfadada, sino aquella que quería devolver la humillación. –No parecéis tener muy bien el sentido de la vista, mi señor. Es una suerte que no se necesite en vuestro oficio. ¿Me la servís ahora? –Comentó con tono burlón. El camarero estalló en una carcajada aún más estruendosa.
–¡Mucho menos se la servimos a mujeres! –Exclamó en tono despectivo, apoyando los codos sobre la barra. Lyss rogó porque se quedase pegado en la madera de lo manchada por alcohol que estaba y tuviese que pedirle a ella, llorando, que cortase sus brazos para ser libre. La dragona tenía mucha imaginación. El hombre colocó el rostro entre sus manos mientras miraba a la dragona con ojos expectantes y destellantes de superioridad, como aquel que espera la reacción de un niño pequeño. –A menos que demuestren lo bien entrenada que tienen la garganta. –Le guiñó un ojo. Pudo oler su maloliente aliento pese a la barra que los separaba.
–Oh, yo podría demostrárselo encantada. El problema es que tiendo a morder. –Le respondió ella, simulando el gesto que haría al enseñarle los dientes. Si le había ofendido el comentario del camarero, no lo demostró, aunque sus mejillas estaban ligeramente ruborizadas por el agravio. Estaba acostumbrada a ese tipo de actitudes y no había aprendido en lo más mínimo a ignorarlas por su propio bien.
–¡Tiene carácter! – Alzó la mirada hacia el resto de personas que estaba en la cantina, como si les estuviese informando de un gran descubrimiento. –Habrá que ponerle el bocado de los caballos. –Pese a la actitud divertida que parecía querer transmitir, el camarero estaba ligeramente molesto por la actitud poco sumisa de Lyssandra. Para aquel entonces casi todas las miradas de la taberna se habían centrado en ambos; Algunos interesados por la pelea, otros silbándole y soltándole comentarios poco religiosos a la rubia, alentados por el mozo. Probablemente aquellos borrachos no veían a muchas mujeres por ahí.
–¡Quién fuera jinete para domaros! –Gritó uno, riéndose mientras levantaba la copa.
–¡Venid, mi señora, a que yo le sirva! –Se escuchó entre la multitud.
A Lyssandra le gustaba ser el centro de atención pero no el de las burlas y mucho menos si aún no le habían servido el alcohol que había pedido. Sintió fuego en su estómago, extendiéndose rápido como el incendio por el resto de su cuerpo hasta la punta de sus dedos, un cosquilleo que hizo a su espalda tensarse. El iris azul que era tan claro como el agua de un lago, había reflejado por unos segundos puras llamas que Lyss alejó con un parpadeo. Maldijo el poco control que tenía sobre la transformación y sobre sus emociones. No podía hacerlo en aquel momento. No ahí.
Ella tenía una visión tan inocente de la vida. Veía el mundo en colores claros y luminosos, pensaba lo mejor de cada persona, se lanzaba al riesgo y al peligro sin tener en cuenta las consecuencias solo por las fuertes emociones que despertaban de esa manera, imaginaba que el cielo siempre estaba abierto para ella y que la tempestad nunca iba a llegar. Podía imaginar todas las normas y reglas con las que había crecido como un papel que se había doblado y desdoblado muchas veces, las mismas que ella las había memorizado; Ahora no eran más que un recuerdo lejano ardiendo en el fondo de su mente. La dragona era demasiado joven para entender todos los riesgos de su comportamiento y de la manera despreocupada de vivir que tenía. Quizás por todos esos motivos y otros muchos más, estaba en aquella taberna en aquel justo instante.
La taberna se erguía en las afueras de Ulmer, en una cabaña totalmente de madera escondida entre la vegetación del bosque. El griterío de las voces provenientes del interior se escuchaban incluso cuando aún no la habías visualizado entre todos los destellos verdes de la naturaleza; Para ser una cantina tan difícil de encontrar, siempre estaba llena.
El interior era igual de rústico que el exterior y la decoración era pobre; Mesas redondas de pino, desgastadas y pegajosas por el alcohol, siempre llenas de vasos enormes (o jarras) vacías, sillas desvencijadas y roídas que probablemente estaban cojas de una pata, pocas ventanas… Era un lugar oscuro con un fuerte olor a alcohol y sudor que golpearía a cualquiera que entrase. Parecía que no solían limpiar mucho por ahí ni valorar la higiene en el sentido más general de la palabra. Esa taberna era, lo que venía siendo, un bar de malamuerte, es decir, donde Lyssandra tenía una parada obligatoria.
No había sido víctima de muchas miradas gracias a su capa gruesa marrón y la capucha que ocultaba parte de su rostro en sombras. Simplemente había entrado ignorando el olor desagradable y había pedido lo más fuerte que tuviesen al camarero. Este le había mirado desde arriba (pues era mucho más alto que ella) con desconfianza.
–No servimos alcohol a niños y por supuesto no el más fuerte. –Se burló, riéndose abiertamente. Tenía una sonrisa horrible con varios agujeros allí donde había habido dientes. Lyssandra frunció el ceño, para nada satisfecha con su respuesta y con serle negado un capricho de aquella manera.
–No soy un niño. –Se retiró la capucha hacia atrás, mostrando su cabellera dorada y sus ojos azules ahora encendidos con ira, pero no esa clase de furia enfadada, sino aquella que quería devolver la humillación. –No parecéis tener muy bien el sentido de la vista, mi señor. Es una suerte que no se necesite en vuestro oficio. ¿Me la servís ahora? –Comentó con tono burlón. El camarero estalló en una carcajada aún más estruendosa.
–¡Mucho menos se la servimos a mujeres! –Exclamó en tono despectivo, apoyando los codos sobre la barra. Lyss rogó porque se quedase pegado en la madera de lo manchada por alcohol que estaba y tuviese que pedirle a ella, llorando, que cortase sus brazos para ser libre. La dragona tenía mucha imaginación. El hombre colocó el rostro entre sus manos mientras miraba a la dragona con ojos expectantes y destellantes de superioridad, como aquel que espera la reacción de un niño pequeño. –A menos que demuestren lo bien entrenada que tienen la garganta. –Le guiñó un ojo. Pudo oler su maloliente aliento pese a la barra que los separaba.
–Oh, yo podría demostrárselo encantada. El problema es que tiendo a morder. –Le respondió ella, simulando el gesto que haría al enseñarle los dientes. Si le había ofendido el comentario del camarero, no lo demostró, aunque sus mejillas estaban ligeramente ruborizadas por el agravio. Estaba acostumbrada a ese tipo de actitudes y no había aprendido en lo más mínimo a ignorarlas por su propio bien.
–¡Tiene carácter! – Alzó la mirada hacia el resto de personas que estaba en la cantina, como si les estuviese informando de un gran descubrimiento. –Habrá que ponerle el bocado de los caballos. –Pese a la actitud divertida que parecía querer transmitir, el camarero estaba ligeramente molesto por la actitud poco sumisa de Lyssandra. Para aquel entonces casi todas las miradas de la taberna se habían centrado en ambos; Algunos interesados por la pelea, otros silbándole y soltándole comentarios poco religiosos a la rubia, alentados por el mozo. Probablemente aquellos borrachos no veían a muchas mujeres por ahí.
–¡Quién fuera jinete para domaros! –Gritó uno, riéndose mientras levantaba la copa.
–¡Venid, mi señora, a que yo le sirva! –Se escuchó entre la multitud.
A Lyssandra le gustaba ser el centro de atención pero no el de las burlas y mucho menos si aún no le habían servido el alcohol que había pedido. Sintió fuego en su estómago, extendiéndose rápido como el incendio por el resto de su cuerpo hasta la punta de sus dedos, un cosquilleo que hizo a su espalda tensarse. El iris azul que era tan claro como el agua de un lago, había reflejado por unos segundos puras llamas que Lyss alejó con un parpadeo. Maldijo el poco control que tenía sobre la transformación y sobre sus emociones. No podía hacerlo en aquel momento. No ahí.
Última edición por Lyssandra Fayer el Sáb 1 Sep 2018 - 23:07, editado 1 vez
Lyssandra Fayer
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Re: Las mujeres y los niños no beben [Libre 3/3]
Este viaje era totalmente nuevo para mí, desde que los problemas en Lunargenta habían ido a mayor la familia había optado por buscar provisiones en otro sitio. Originalmente les había planteado la idea de continuar con mis viajes a los pueblos de la cercanía, yo no tenía problema con las caminatas y regresar a horas nocturnas, aunque aquel último dato por lo general me había traído uno que otro problema que para alguien normal se pudiese considerar "grave". Finalmente el señor Collinwood optó por proponer viajes más lejanos con transporte, hasta territorio de licántropos.
- Ya llegamos muchacho, mañana podemos aprovechar el sol matutino y salir a por cosas frescas. - Aportó el mayor, al parecer haber guiado a las mulas todo el día lo había agotado.
- Como usted guste, señor. - Respondí bajándome de la carreta y pasando la mano sobre el hocico de una de las mulas.
- Ya te he dicho que no es necesario que me digas señor, puedes llamarme por mi nombre.
- Lo sé, pero prefiero seguir usando el término "Señor", es más educado.
- Si tu gustas hacerlo así, no puedo obligarte a hacer lo contrario, Alois.
Lo siguiente en el pueblo fue conseguir un hostal donde reposar aquella noche, guardando a las mulas y la carretas en el establo. Mientras el señor Collingwood se marchaba a reposar me había dado un poco de dinero, suponía que podría gastarlo en artículos no-esenciales para la granja, después de todo había dicho "Diviértete, muchacho" al darme la pequeña bolsa.
Aún quedaba algo de sol en el poblado, cosa que aproveché para preguntar a las personas que seguían en su actividad diaria por un sitio donde conseguir alcohol, los datos recolectados me llevaron a una taberna de mala muerte "¿Es de mala muerte o de mala vida?" oculta entre la vegetación, resultaba curioso porque la mayoría de tabernas a las que había ido se encontraban a simple vista, en un sitio donde las personas pudiesen localizarla con mayor facilidad.
La decoración en cambio si parecía ser la típica de bar, con mesas de madera y sillas algo dañadas. Podía sentir el alcohol en el ambiente, los presentes se encontraban mayormente ebrios, lo cual tampoco me sorprendía. En el fondo se encontraba un sujeto que intentaba tocar una melodía con su laúd, aunque el instrumento solo soltaba ruidos sin sentido y el hombre los opacaba por una voz ronca, a la cual no se le entendía mucho.
Me senté en una de las bancas frente a la barra y solo bastó una seña para hacerle entender al encargado de aquel sitio que era lo que deseaba, los humanos que solían vender en tabernas sabían muy bien lo que sus clientes necesitaban "Aunque puede que este sea un licántropo y no humano". La jarra con bebida era de gran tamaño, no se comparaba a la que frecuentaba tomar, la tuve que levantar con una mano y detallar cuidadosamente, asegurándome de que no fuese un error en el sistema visual.
- ¿Algún problema, pelirrojo?
-No, ninguno. Solo que es la primer bebida que me sirven en un recipiente de gran tamaño.
- Pues ya sabes cómo es el asunto, es todo o nada. - Dijo el sujeto riéndose entre dientes, para acto seguido escupir al suelo.
La bebida tenía un sabor peculiar, quizá algo fuerte, aunque no resultaba totalmente de mi agrado. Aún así no aparté la jarra de mi boca hasta que la mitad del liquido servido desapareció del recipiente, secando mi boca con la manga de la chaqueta de cuero. Supuse que aquella bebida no funcionaria a la perfección para mantener mi motor en constante funcionamiento, pero aún así podría decir que resultaba confortante.
Mientras me encontraba degustando mi bebida una escena peculiar sucedió a mi lado, el tabernero principalmente se negó servirle licor a lo qué él consideraba "un niño" cosa totalmente lógica, aunque para sorpresa de este y de algunos presentes "el niño" resultó ser una joven; el problema fácilmente pudo haber acabado allí, solo que esta vez el encargado decía que a las mujeres no se le servía, una cosa muy extraña, en el pueblo vecino siempre había visto una que otra mujer bebiendo, no era algo muy frecuente pero aún así sucedía.
Yo no era ningún experto en el comportamiento social de las personas, pero podía notar como había cierta agresión pasiva yendo de un lado a otro, el tabernero no quería desistir y la chica tampoco deseaba dar el brazo a torcer. Lo que pude notar fue cierto cambio en la postura de la chica, algo muy imperceptible para mucho pero obvio para alguien con buen ojo, era notable que ella estaba molestándose o incomodándose en aquel ambiente. Con cuidado busqué entre mi mochila de pertenencias y saqué una de las botellas de vino que siempre me acompañaba, aún me quedaban un par en el bolso y utilizar una para aminorar la tensión parecía ser buena idea.
- Si sus leyes y moral no le permite servirle a mujeres, entonces seré yo quien le pida otra jarra, pero esa vez vacía. - Acoté colocando la botella sobre la barra y deslizándola sobre la madera hasta la chica. - Y para que no deba caminar de más, quisiera otra recarga de ser posible ¿Le incomoda ahora? - Pregunté para nuevamente beber de la jarra, vaciando el liquido que había quedado en esta.
- Ya llegamos muchacho, mañana podemos aprovechar el sol matutino y salir a por cosas frescas. - Aportó el mayor, al parecer haber guiado a las mulas todo el día lo había agotado.
- Como usted guste, señor. - Respondí bajándome de la carreta y pasando la mano sobre el hocico de una de las mulas.
- Ya te he dicho que no es necesario que me digas señor, puedes llamarme por mi nombre.
- Lo sé, pero prefiero seguir usando el término "Señor", es más educado.
- Si tu gustas hacerlo así, no puedo obligarte a hacer lo contrario, Alois.
Lo siguiente en el pueblo fue conseguir un hostal donde reposar aquella noche, guardando a las mulas y la carretas en el establo. Mientras el señor Collingwood se marchaba a reposar me había dado un poco de dinero, suponía que podría gastarlo en artículos no-esenciales para la granja, después de todo había dicho "Diviértete, muchacho" al darme la pequeña bolsa.
Aún quedaba algo de sol en el poblado, cosa que aproveché para preguntar a las personas que seguían en su actividad diaria por un sitio donde conseguir alcohol, los datos recolectados me llevaron a una taberna de mala muerte "¿Es de mala muerte o de mala vida?" oculta entre la vegetación, resultaba curioso porque la mayoría de tabernas a las que había ido se encontraban a simple vista, en un sitio donde las personas pudiesen localizarla con mayor facilidad.
La decoración en cambio si parecía ser la típica de bar, con mesas de madera y sillas algo dañadas. Podía sentir el alcohol en el ambiente, los presentes se encontraban mayormente ebrios, lo cual tampoco me sorprendía. En el fondo se encontraba un sujeto que intentaba tocar una melodía con su laúd, aunque el instrumento solo soltaba ruidos sin sentido y el hombre los opacaba por una voz ronca, a la cual no se le entendía mucho.
Me senté en una de las bancas frente a la barra y solo bastó una seña para hacerle entender al encargado de aquel sitio que era lo que deseaba, los humanos que solían vender en tabernas sabían muy bien lo que sus clientes necesitaban "Aunque puede que este sea un licántropo y no humano". La jarra con bebida era de gran tamaño, no se comparaba a la que frecuentaba tomar, la tuve que levantar con una mano y detallar cuidadosamente, asegurándome de que no fuese un error en el sistema visual.
- ¿Algún problema, pelirrojo?
-No, ninguno. Solo que es la primer bebida que me sirven en un recipiente de gran tamaño.
- Pues ya sabes cómo es el asunto, es todo o nada. - Dijo el sujeto riéndose entre dientes, para acto seguido escupir al suelo.
La bebida tenía un sabor peculiar, quizá algo fuerte, aunque no resultaba totalmente de mi agrado. Aún así no aparté la jarra de mi boca hasta que la mitad del liquido servido desapareció del recipiente, secando mi boca con la manga de la chaqueta de cuero. Supuse que aquella bebida no funcionaria a la perfección para mantener mi motor en constante funcionamiento, pero aún así podría decir que resultaba confortante.
Mientras me encontraba degustando mi bebida una escena peculiar sucedió a mi lado, el tabernero principalmente se negó servirle licor a lo qué él consideraba "un niño" cosa totalmente lógica, aunque para sorpresa de este y de algunos presentes "el niño" resultó ser una joven; el problema fácilmente pudo haber acabado allí, solo que esta vez el encargado decía que a las mujeres no se le servía, una cosa muy extraña, en el pueblo vecino siempre había visto una que otra mujer bebiendo, no era algo muy frecuente pero aún así sucedía.
Yo no era ningún experto en el comportamiento social de las personas, pero podía notar como había cierta agresión pasiva yendo de un lado a otro, el tabernero no quería desistir y la chica tampoco deseaba dar el brazo a torcer. Lo que pude notar fue cierto cambio en la postura de la chica, algo muy imperceptible para mucho pero obvio para alguien con buen ojo, era notable que ella estaba molestándose o incomodándose en aquel ambiente. Con cuidado busqué entre mi mochila de pertenencias y saqué una de las botellas de vino que siempre me acompañaba, aún me quedaban un par en el bolso y utilizar una para aminorar la tensión parecía ser buena idea.
- Si sus leyes y moral no le permite servirle a mujeres, entonces seré yo quien le pida otra jarra, pero esa vez vacía. - Acoté colocando la botella sobre la barra y deslizándola sobre la madera hasta la chica. - Y para que no deba caminar de más, quisiera otra recarga de ser posible ¿Le incomoda ahora? - Pregunté para nuevamente beber de la jarra, vaciando el liquido que había quedado en esta.
Alois
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Re: Las mujeres y los niños no beben [Libre 3/3]
Loki respiro para calmar su agitado corazón. Era necesario, sería impropio de él montar una escena en aquella ciudad animal. Un sitio roído por la naturaleza lleno de seres incapaces de decidir entre ser salvajes o civilizados. Horrible y bulliciosa Ulmer.
— Te daré un consejo, chico. Si quieres vender información falsa, elige mejor a tus victimas— Loki zarandeo el báculo e impacto la rodilla del tipo. No hizo falta aplicar mucha fuerza, solo tuvo que dar en el lugar exacto, justo en la articulación del hueso. Sonó un crujido, algo que no debía doblarse tanto se doblo. El tipo cayó como cabaña de mala muerte, chillando y dando vueltas.
Loki se alejo del callejón. Como brujo, fue su deber mantener el orden sobre las masas estúpidas e irrazonables. Apenas fue su primer día en la ciudad y ya tuvo que dar una lección brusca de modales. El mundo cada vez está peor.
Tosió un par de veces, la reciente actividad alboroto su sed. Él nunca fue un hombre excepcional en lo atlético, normal que necesite refrescar la garganta. Lamentablemente su bolsa de Aeros estuvo algo escasa, los pocos ahorros que guardo fueron reservados para comprar lo que vino a comprar: Información, sobre eventos o lugares misteriosos que merezcan su atención. Un tesoro, una mazmorra, un asesinato misterioso, lo que sea.
Por ahora tuvo que limitar sus opciones e ir a beber a la taberna más barata y ordinaria de la ciudad. Una tan escondida que pareció que la misma Ulmer se avergonzara de ella.
Olfateó el olor rancio y escucho el griterío a muchos pasos de distancia. En el local hubo un alboroto, quizá una pelea entre borrachos. Fabuloso, Loki siempre tomo de maravilla el entretenimiento gratuito, como observar a un par de perros revolcándose a mordiscos en el lodo. En una ciudad repleta de licántropos esa imagen lucio ideal.
El lugar fue tan deplorable como la fachada desgastada dejo entrever. Toda la clientela concentro la vista en un solo punto, con los ojos brillando como visitantes de feria. Observaron con sonrisas obscenas a una chica de rasgos afilados y cabellos dorados, la protagonista inesperada del espectáculo principal. Loki se alegro de llegar a tiempo al primer acto.
Se dirijo hasta una mesa chueca y vacía, tomando de paso una jarra de cerveza de un borracho demasiado distraído para percatarse.
— Bebió demasiado. Le hice más bien que mal— Defendió su consciencia con la lógica. Tomo asiento en el banco y tras dar un largo trago, planto los pies sobre la mesa.
Un segundo antes que el show diera inicio, un entrometido pelirrojo hablo para intentar calmar el ambiente. Tal cosa no contentó a Loki, los aguafiestas nunca son bienvenidos. Además, es obvio que esa chica quiere, o mejor dicho, necesita una pelea. ¿Quién sino poseería un aura asesina tan notable? Para un brujo como Loki fue sencillo diferenciar a los inofensivos de los peligrosos.
El sujeto de la chaqueta de cuero deslizo una botella de vino hacia la chica. Todo un caballero. Loki sonrió con complacencia. No supo si su travesura dará frutos, pero si tuvo claro que causaría una reacción. ¿Buena o mala? Ya vería. Ademas nadie sabría a primera vista que fue él.
Se sentó correctamente. Llevo la mano sobre la mesa y movió los dedos como si limpiara una miga de pan. Acto seguido, un banco desgastado salió volando, estrellándose contra la botella y la barra, estallando en astillas y fragmentos de vidrio. Lastima, parecía una buena botella.
Cayó el silencio.
— Te daré un consejo, chico. Si quieres vender información falsa, elige mejor a tus victimas— Loki zarandeo el báculo e impacto la rodilla del tipo. No hizo falta aplicar mucha fuerza, solo tuvo que dar en el lugar exacto, justo en la articulación del hueso. Sonó un crujido, algo que no debía doblarse tanto se doblo. El tipo cayó como cabaña de mala muerte, chillando y dando vueltas.
Loki se alejo del callejón. Como brujo, fue su deber mantener el orden sobre las masas estúpidas e irrazonables. Apenas fue su primer día en la ciudad y ya tuvo que dar una lección brusca de modales. El mundo cada vez está peor.
Tosió un par de veces, la reciente actividad alboroto su sed. Él nunca fue un hombre excepcional en lo atlético, normal que necesite refrescar la garganta. Lamentablemente su bolsa de Aeros estuvo algo escasa, los pocos ahorros que guardo fueron reservados para comprar lo que vino a comprar: Información, sobre eventos o lugares misteriosos que merezcan su atención. Un tesoro, una mazmorra, un asesinato misterioso, lo que sea.
Por ahora tuvo que limitar sus opciones e ir a beber a la taberna más barata y ordinaria de la ciudad. Una tan escondida que pareció que la misma Ulmer se avergonzara de ella.
Olfateó el olor rancio y escucho el griterío a muchos pasos de distancia. En el local hubo un alboroto, quizá una pelea entre borrachos. Fabuloso, Loki siempre tomo de maravilla el entretenimiento gratuito, como observar a un par de perros revolcándose a mordiscos en el lodo. En una ciudad repleta de licántropos esa imagen lucio ideal.
El lugar fue tan deplorable como la fachada desgastada dejo entrever. Toda la clientela concentro la vista en un solo punto, con los ojos brillando como visitantes de feria. Observaron con sonrisas obscenas a una chica de rasgos afilados y cabellos dorados, la protagonista inesperada del espectáculo principal. Loki se alegro de llegar a tiempo al primer acto.
Se dirijo hasta una mesa chueca y vacía, tomando de paso una jarra de cerveza de un borracho demasiado distraído para percatarse.
— Bebió demasiado. Le hice más bien que mal— Defendió su consciencia con la lógica. Tomo asiento en el banco y tras dar un largo trago, planto los pies sobre la mesa.
Un segundo antes que el show diera inicio, un entrometido pelirrojo hablo para intentar calmar el ambiente. Tal cosa no contentó a Loki, los aguafiestas nunca son bienvenidos. Además, es obvio que esa chica quiere, o mejor dicho, necesita una pelea. ¿Quién sino poseería un aura asesina tan notable? Para un brujo como Loki fue sencillo diferenciar a los inofensivos de los peligrosos.
El sujeto de la chaqueta de cuero deslizo una botella de vino hacia la chica. Todo un caballero. Loki sonrió con complacencia. No supo si su travesura dará frutos, pero si tuvo claro que causaría una reacción. ¿Buena o mala? Ya vería. Ademas nadie sabría a primera vista que fue él.
Se sentó correctamente. Llevo la mano sobre la mesa y movió los dedos como si limpiara una miga de pan. Acto seguido, un banco desgastado salió volando, estrellándose contra la botella y la barra, estallando en astillas y fragmentos de vidrio. Lastima, parecía una buena botella.
Cayó el silencio.
Loki
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Re: Las mujeres y los niños no beben [Libre 3/3]
Fue la intromisión del pelirrojo lo que hizo que Lyssandra dejase de estar tan concentrada en su propio temperamento, mirando a quien había intervenido por ella con ojos curiosos. No se había dado cuenta de lo fuerte que había estado apretando sus puños hasta que había alzado una mano para atrapar la botella de vino que Alois había deslizado por la barra, observando la marca de medialuna que las uñas habían dejado en la palma. No pudo evitar dedicarle una mirada de respeto e interés; cualquier hombre que supiese utilizar su voz sin miedo era digno de su atención, quizás porque ella también era muy deslenguada. Aún así no le demostró timidez ni agradecimiento por el gesto, sino que levantó la barbilla de forma altiva, con orgullo, sin dejar vislumbrar la falta de control que había sufrido unos segundos atrás y como si el gesto de Alois fuese el que correspondía a cualquier hombre con dos dedos de frente.
–¿Para qué querrías una jarra vacía? Si ese ha sido un intento de acobardarme, es muy pobre, caballero. En mi negocio, el cliente no siempre tiene la razón. A veces el cliente necesita que le bajen los humos. –Contestó el camarero con una mueca de enojo en el rostro. “Dios, es incluso más horroroso con el ceño fruncido” pensó Lyss. La taberna no parecía apoyar ni a uno ni a otro, simplemente se reían de las contestaciones de ambos y alentaban la discusión con gritos. Aún así era obvio a quién iban a ayudar si el conflicto escalaba y Lyss, pese a ser consciente de eso, se sentaba delante de la barra en el centro de la taberna, justo al lado de Alois, sintiendo millones de miradas en la dirección de ambos. Nadie la iba a ganar en chulería y orgullo.
–¡Vamos, Barry! –Exclamó otro camarero dentro de la barra. Este tenía una sonrisa más amable y una barba tan larga que podría haber servido para limpiar los restos de alcohol de la mesa y, por lo grasienta que era, Lyss no dudó que ese fuera su uso. Rodeó los hombros de Barry con un brazo y, aunque parecía un gesto de compañerismo, se notaba que tenía poder y autoridad sobre él. –Llevabas una semana sin causar conflictos. Sírvele la recarga al caballero. Te invito a la siguiente jarra, señorita. –Guiñó un ojo a Lyss con complicidad más que con intención de coqueteo. La tensión pareció desaparecer mientras Barry desaparecía en la sala de la despensa gruñendo insultos por lo bajo. Por mucho que el conflicto se extinguiese y con ello la ira de Lyssandra fuese reducida a cenizas, ambos tenían la atención de la taberna.
–Tenéis agallas. –Le concedió la dragona a Alois, girando todo su cuerpo en su dirección. Lyssandra siempre tenía esa manera arcaica de hablar, formal y educada, por mucho que sus acciones poco meditadas y su inmadurez demostrasen todo lo contrario. En aquel ambiente no se necesitaba tanta corrección al hablar teniendo en cuenta que la mayoría no sabría ni leer, pero la educación impuesta sobre la joven era muy difícil de borrar. –¿A quién debo agradecer la bebida? –Preguntó por su nombre. Lo registró con la mirada de arriba abajo con ojos traviesos y una sonrisa ladeada formándose en la comisura derecha de sus labios. –Es descortés por mi parte preguntaros vuestro nombre y no ofreceros el mío. Soy Lyss, la mujer que bebe. Lo sé, suena imposible en estos tiempos al parecer. –Soltó con cierto humor, destapando la botella de vino. Había sido cautelosa diciéndole su diminutivo y no queriendo que la conociese el nombre completo y aún así estaba a punto de beber el licor que un inesperado héroe le había ofrecido. Lyssandra era la ironía personificada.
“A punto de” era un buen término para describir la situación. La dragona estaba observando a Alois mientras sujetaba la botella de vino en una mano, los labios en la obertura de esta, inclinándola ligeramente para que el contenido carmesí oscuro resbalase por el vidrio. El olor había sido tan fuerte que prácticamente había podido saborearlo en la boca. El vino estaba apenas a un centímetro de besar sus labios cuando la botella le fue arrebatada de las manos, o más bien, destruida.
Todo sucedió muy rápido. El banco voló hacia la barra, estallando en astillas y trozos de madera, golpeando el frasco en las manos de Lyssandra y rompiéndose en una lluvia de cristales. La dragona no exclamó por la sorpresa, ni siquiera se movió del lugar mientras la sangre brotaba de la palma que había sostenido el licor. Era una herida superficial e inofensiva para la dragona aunque la sangre pudiese asustar a cualquiera con el corazón muy sensible. Se hizo el silencio en la taberna mientras todos se miraban entre todos, intentando averiguar la mano ejecutora de la violencia. Lyssandra tomó una bocanada de aire tras otra, sintiendo como la furia que se había convertido en cenizas mal apagadas ahora explotaba en un incendio que ni Alois ni sus modales iban a apagar. Ella era de mecha corta, mostrando muy poco autocontrol en cuanto a carácter se refería. Se levantó lentamente de la silla con la calma que precede a la tempestad.
–Yo solo quería beber. –Murmuró. No necesitó gritar para que su voz se escuchase en aquel lugar. –Solo quería beber… –Repitió. Sus facciones, afiladas como cuchillos, parecieron mucho más letales cuando alzó la mirada y su siguiente frase salió como un bramido poco natural. –Panda de borrachos inútiles… –Quien se fijase podría ver incluso el comienzo de una gruesa dentadura que poco tenía que ver a la humana. Alois en concreto, que estaba al lado de Lyss, sintió la temperatura subir a su alrededor y notó el olor de madera quemada allí donde la joven había apoyado las manos en la barra cuando la botella había estallado. –QUIÉN HA SIDO EL DESGRACIADO. –Rugió, sintiendo el cosquilleo de la transformación por la piel, imposible de evitar.
–¡Ha sido él! –Soltó un hombre, levantándose con su jarra llena en su mano y rompiéndola contra la cabeza de la persona a su derecha que parecía dormida. Se despertó bañado en cerveza amarga.
–¡Debió ser él, que ha sido el primero en acusar! –Vociferó alguien en la otra punta de la sala, señalándole con una firmeza que Lyssandra, de no haber estado tan centrada en el acelerado latido de su corazón retumbando en sus oídos, habría pensado que era una certeza injustificada.
Y así empezó todo. Los cristales comenzaron a volar por la taberna, a veces encontrando su objetivo y otras veces reventándose contra la pared. Varias mesas ya estaban por los suelos mientras la pelea física empezaba y aquellos que no se sentían seguros de sus puños usaban las sillas para estamparlas contra sus enemigos. ¿Quién era el rival de quién? En las peleas de las tabernas eso no se sabía nunca a ciencia cierta. Simplemente consistía en repartir golpes a diestro y siniestro y ser el último en pie. Algo así como Los Juegos del Hambre pero en la Edad Media y con mucho más alcohol en vena.
–¿Para qué querrías una jarra vacía? Si ese ha sido un intento de acobardarme, es muy pobre, caballero. En mi negocio, el cliente no siempre tiene la razón. A veces el cliente necesita que le bajen los humos. –Contestó el camarero con una mueca de enojo en el rostro. “Dios, es incluso más horroroso con el ceño fruncido” pensó Lyss. La taberna no parecía apoyar ni a uno ni a otro, simplemente se reían de las contestaciones de ambos y alentaban la discusión con gritos. Aún así era obvio a quién iban a ayudar si el conflicto escalaba y Lyss, pese a ser consciente de eso, se sentaba delante de la barra en el centro de la taberna, justo al lado de Alois, sintiendo millones de miradas en la dirección de ambos. Nadie la iba a ganar en chulería y orgullo.
–¡Vamos, Barry! –Exclamó otro camarero dentro de la barra. Este tenía una sonrisa más amable y una barba tan larga que podría haber servido para limpiar los restos de alcohol de la mesa y, por lo grasienta que era, Lyss no dudó que ese fuera su uso. Rodeó los hombros de Barry con un brazo y, aunque parecía un gesto de compañerismo, se notaba que tenía poder y autoridad sobre él. –Llevabas una semana sin causar conflictos. Sírvele la recarga al caballero. Te invito a la siguiente jarra, señorita. –Guiñó un ojo a Lyss con complicidad más que con intención de coqueteo. La tensión pareció desaparecer mientras Barry desaparecía en la sala de la despensa gruñendo insultos por lo bajo. Por mucho que el conflicto se extinguiese y con ello la ira de Lyssandra fuese reducida a cenizas, ambos tenían la atención de la taberna.
–Tenéis agallas. –Le concedió la dragona a Alois, girando todo su cuerpo en su dirección. Lyssandra siempre tenía esa manera arcaica de hablar, formal y educada, por mucho que sus acciones poco meditadas y su inmadurez demostrasen todo lo contrario. En aquel ambiente no se necesitaba tanta corrección al hablar teniendo en cuenta que la mayoría no sabría ni leer, pero la educación impuesta sobre la joven era muy difícil de borrar. –¿A quién debo agradecer la bebida? –Preguntó por su nombre. Lo registró con la mirada de arriba abajo con ojos traviesos y una sonrisa ladeada formándose en la comisura derecha de sus labios. –Es descortés por mi parte preguntaros vuestro nombre y no ofreceros el mío. Soy Lyss, la mujer que bebe. Lo sé, suena imposible en estos tiempos al parecer. –Soltó con cierto humor, destapando la botella de vino. Había sido cautelosa diciéndole su diminutivo y no queriendo que la conociese el nombre completo y aún así estaba a punto de beber el licor que un inesperado héroe le había ofrecido. Lyssandra era la ironía personificada.
“A punto de” era un buen término para describir la situación. La dragona estaba observando a Alois mientras sujetaba la botella de vino en una mano, los labios en la obertura de esta, inclinándola ligeramente para que el contenido carmesí oscuro resbalase por el vidrio. El olor había sido tan fuerte que prácticamente había podido saborearlo en la boca. El vino estaba apenas a un centímetro de besar sus labios cuando la botella le fue arrebatada de las manos, o más bien, destruida.
Todo sucedió muy rápido. El banco voló hacia la barra, estallando en astillas y trozos de madera, golpeando el frasco en las manos de Lyssandra y rompiéndose en una lluvia de cristales. La dragona no exclamó por la sorpresa, ni siquiera se movió del lugar mientras la sangre brotaba de la palma que había sostenido el licor. Era una herida superficial e inofensiva para la dragona aunque la sangre pudiese asustar a cualquiera con el corazón muy sensible. Se hizo el silencio en la taberna mientras todos se miraban entre todos, intentando averiguar la mano ejecutora de la violencia. Lyssandra tomó una bocanada de aire tras otra, sintiendo como la furia que se había convertido en cenizas mal apagadas ahora explotaba en un incendio que ni Alois ni sus modales iban a apagar. Ella era de mecha corta, mostrando muy poco autocontrol en cuanto a carácter se refería. Se levantó lentamente de la silla con la calma que precede a la tempestad.
–Yo solo quería beber. –Murmuró. No necesitó gritar para que su voz se escuchase en aquel lugar. –Solo quería beber… –Repitió. Sus facciones, afiladas como cuchillos, parecieron mucho más letales cuando alzó la mirada y su siguiente frase salió como un bramido poco natural. –Panda de borrachos inútiles… –Quien se fijase podría ver incluso el comienzo de una gruesa dentadura que poco tenía que ver a la humana. Alois en concreto, que estaba al lado de Lyss, sintió la temperatura subir a su alrededor y notó el olor de madera quemada allí donde la joven había apoyado las manos en la barra cuando la botella había estallado. –QUIÉN HA SIDO EL DESGRACIADO. –Rugió, sintiendo el cosquilleo de la transformación por la piel, imposible de evitar.
–¡Ha sido él! –Soltó un hombre, levantándose con su jarra llena en su mano y rompiéndola contra la cabeza de la persona a su derecha que parecía dormida. Se despertó bañado en cerveza amarga.
–¡Debió ser él, que ha sido el primero en acusar! –Vociferó alguien en la otra punta de la sala, señalándole con una firmeza que Lyssandra, de no haber estado tan centrada en el acelerado latido de su corazón retumbando en sus oídos, habría pensado que era una certeza injustificada.
Y así empezó todo. Los cristales comenzaron a volar por la taberna, a veces encontrando su objetivo y otras veces reventándose contra la pared. Varias mesas ya estaban por los suelos mientras la pelea física empezaba y aquellos que no se sentían seguros de sus puños usaban las sillas para estamparlas contra sus enemigos. ¿Quién era el rival de quién? En las peleas de las tabernas eso no se sabía nunca a ciencia cierta. Simplemente consistía en repartir golpes a diestro y siniestro y ser el último en pie. Algo así como Los Juegos del Hambre pero en la Edad Media y con mucho más alcohol en vena.
Lyssandra Fayer
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Re: Las mujeres y los niños no beben [Libre 3/3]
- Créame que no le deseo acobardar, nunca he tenido tal intención con las personas. - Dije arrugando el ceño mientras veía al tabernero que parecía tomar un comportamiento más hostil, al parecer era de esas personas que no aceptaban segundas opciones. - Lo último que deseo es acudir a la violencia, se lo aseguro.
Por fortuna en el sitio había otro encargado mucho más sensato que el hombre arisco, alguien que si parecía poseer sentido común después de todo. Agradecía la presencia del sujeto barbudo, parecía ser de esa clase de personas que apoyaban la no-violencia para solventar los problemas en el mundo "O al menos en este local." En señal de gratitud y amabilidad, repetí un gesto que solía hacer la gente, colocando dos dedos en mi frente para luego mover la mano hacía abajo, aunque desconocía el significado exacto de aquel movimiento.
La chica que ahora parecía menos tensa no dudó en buscar charla, por lo visto buscaba resaltar un par de puntos y a la vez mostrarse agradecida por el gesto mostrado posteriormente, aunque había cierta extrañeza en su forma de verme. La mujer se llamaba "Lys" o al menos era eso lo que ella afirmaba, añadiendo a su título la cualidad de "la mujer que bebe."
- No son agallas, simplemente es lo adecuado. - Contesté regresando la mirada al frente, esperando nuevamente el licor. - Y una mujer que bebe no es imposible, es algo poco probable pero no imposible. - Asentí con la cabeza reafirmando mis palabras. - Mi nombre es Alois, Alois Felce para ser exacto, debo suponer que es un gusto.
Observé la jarra de licor que estaba llena nuevamente y hundí parte del dedo en el espumoso liquido, luego del inconveniente vivido debía asegurarme que el licor no tuviese algún elemento adicional. Mi concentración se vio interrumpida por un sonido estridente de la cercanía, giré la cabeza para toparme con una botella de vino rota y una mujer con la mano sangrante. Miré un par de segundos como la sangre de la chica caía y se combinaba con el licor que había dado a parar sobre la barra, lo peor de todo era que el porte de ella definitivamente había cambiado, y lastimosamente no para bien.
Por laguna razón el calor parecía aumentar lentamente, dato que me preocupó y me obligó a analizar mi sistema, por la información vista podía saber que la temperatura no era un problema interno o la falta de "refrigerante" en mi sistema, todo seguía en perfecto funcionamiento y armonía ¿Entonces que causaba aquella sensación? Volví a mirar a la chica cuando escuché un sonido nada natural en humanos, notando como parte de sus facciones iban cambiando lentamente, ya había estado en compañía de seres similares en el pasado, si mis deducciones eran exactas y esa mujer era como aquel par "No es buena señal..."
Las palabras de Lys fueron suficientes para desatar el caos en aquel sitio de mala muertes, todos los presentes solo habían estado esperando una chispa y la rubia fue quien les dio esa chispa. Las acusaciones comenzaron a ir de aquí para allá, seguido con sillas, jarras y golpes. Regresé la mirada a la barra y pasé mis manos por la corta barba, siempre que quería beber un trago sin problema, o simplemente buscar provisiones acababa metido en un lío. Di un corto trago a la cerveza que me habían servido antes de la disputa y me coloqué de pie, debía cumplir con mi deber.
- Señorita, le debo recomendar mantenerse a raya de la disputa. Estos encuentros no suelen ser amables y la violencia mayormente solo progresa cada segundo. - Aporté apoyando una mano en el hombro de Lys. - En tal caso de que mis palabras no basten para convencerla, solo he de pedirle que no asesine a nadie... y espero que todo acto que realice sea en su defensa y no para avivar las llamas de la disputa ¿Comprende lo que digo?
Alejé la mano de la chica y caminé al centro de la disputa, por lo general en el centro es donde el problema solía tornarse peor, aún recordaba cuando habían tratado de apuñalarme aquella vez junto al brujo y él licántropo. El primer objetivo fue un hombre que no parecía estar tan ebrio como el resto, había partido una silla y usaba una pata de esta como porra. Al advertir que me acercaba él solo sonrió dejando presenciar una dentadura dañada, con matices negros y amarillos, acercándose igualmente con calma. El primer golpe fue de él, tomando confianza movilizó su porra improvisada buscando darme en la cabeza, usando mi brazo sintético detuve el impacto nulificando el dolor del golpe, agachando mi cuerpo y descargando sobre su vientre un golpe . El ebrio no demoró en perder el aire pero aún así seguía de pie, aprovechando la ventaja moví el brazo de cobre hacía atrás alejando la pata de silla que este aún sostenía y tomando impulso conecté un golpe contra su pómulo derecho, dejándolo fuera de combate en el acto.
- Uno menos... lastimosamente faltan muchos. - Dije por lo bajo al ver como otro borracho golpeaba en la nariz a un chico que ya estaba tirado en el suelo "¿Por qué se vuelven tan violentos con la bebida?"
Por fortuna en el sitio había otro encargado mucho más sensato que el hombre arisco, alguien que si parecía poseer sentido común después de todo. Agradecía la presencia del sujeto barbudo, parecía ser de esa clase de personas que apoyaban la no-violencia para solventar los problemas en el mundo "O al menos en este local." En señal de gratitud y amabilidad, repetí un gesto que solía hacer la gente, colocando dos dedos en mi frente para luego mover la mano hacía abajo, aunque desconocía el significado exacto de aquel movimiento.
La chica que ahora parecía menos tensa no dudó en buscar charla, por lo visto buscaba resaltar un par de puntos y a la vez mostrarse agradecida por el gesto mostrado posteriormente, aunque había cierta extrañeza en su forma de verme. La mujer se llamaba "Lys" o al menos era eso lo que ella afirmaba, añadiendo a su título la cualidad de "la mujer que bebe."
- No son agallas, simplemente es lo adecuado. - Contesté regresando la mirada al frente, esperando nuevamente el licor. - Y una mujer que bebe no es imposible, es algo poco probable pero no imposible. - Asentí con la cabeza reafirmando mis palabras. - Mi nombre es Alois, Alois Felce para ser exacto, debo suponer que es un gusto.
Observé la jarra de licor que estaba llena nuevamente y hundí parte del dedo en el espumoso liquido, luego del inconveniente vivido debía asegurarme que el licor no tuviese algún elemento adicional. Mi concentración se vio interrumpida por un sonido estridente de la cercanía, giré la cabeza para toparme con una botella de vino rota y una mujer con la mano sangrante. Miré un par de segundos como la sangre de la chica caía y se combinaba con el licor que había dado a parar sobre la barra, lo peor de todo era que el porte de ella definitivamente había cambiado, y lastimosamente no para bien.
Por laguna razón el calor parecía aumentar lentamente, dato que me preocupó y me obligó a analizar mi sistema, por la información vista podía saber que la temperatura no era un problema interno o la falta de "refrigerante" en mi sistema, todo seguía en perfecto funcionamiento y armonía ¿Entonces que causaba aquella sensación? Volví a mirar a la chica cuando escuché un sonido nada natural en humanos, notando como parte de sus facciones iban cambiando lentamente, ya había estado en compañía de seres similares en el pasado, si mis deducciones eran exactas y esa mujer era como aquel par "No es buena señal..."
Las palabras de Lys fueron suficientes para desatar el caos en aquel sitio de mala muertes, todos los presentes solo habían estado esperando una chispa y la rubia fue quien les dio esa chispa. Las acusaciones comenzaron a ir de aquí para allá, seguido con sillas, jarras y golpes. Regresé la mirada a la barra y pasé mis manos por la corta barba, siempre que quería beber un trago sin problema, o simplemente buscar provisiones acababa metido en un lío. Di un corto trago a la cerveza que me habían servido antes de la disputa y me coloqué de pie, debía cumplir con mi deber.
- Señorita, le debo recomendar mantenerse a raya de la disputa. Estos encuentros no suelen ser amables y la violencia mayormente solo progresa cada segundo. - Aporté apoyando una mano en el hombro de Lys. - En tal caso de que mis palabras no basten para convencerla, solo he de pedirle que no asesine a nadie... y espero que todo acto que realice sea en su defensa y no para avivar las llamas de la disputa ¿Comprende lo que digo?
Alejé la mano de la chica y caminé al centro de la disputa, por lo general en el centro es donde el problema solía tornarse peor, aún recordaba cuando habían tratado de apuñalarme aquella vez junto al brujo y él licántropo. El primer objetivo fue un hombre que no parecía estar tan ebrio como el resto, había partido una silla y usaba una pata de esta como porra. Al advertir que me acercaba él solo sonrió dejando presenciar una dentadura dañada, con matices negros y amarillos, acercándose igualmente con calma. El primer golpe fue de él, tomando confianza movilizó su porra improvisada buscando darme en la cabeza, usando mi brazo sintético detuve el impacto nulificando el dolor del golpe, agachando mi cuerpo y descargando sobre su vientre un golpe . El ebrio no demoró en perder el aire pero aún así seguía de pie, aprovechando la ventaja moví el brazo de cobre hacía atrás alejando la pata de silla que este aún sostenía y tomando impulso conecté un golpe contra su pómulo derecho, dejándolo fuera de combate en el acto.
- Uno menos... lastimosamente faltan muchos. - Dije por lo bajo al ver como otro borracho golpeaba en la nariz a un chico que ya estaba tirado en el suelo "¿Por qué se vuelven tan violentos con la bebida?"
Alois
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Re: Las mujeres y los niños no beben [Libre 3/3]
Loki meneo el líquido en su jarra, inhalo el aroma a cerveza pobremente destilada. Dio un sorbo, dejo que el regusto amargo condimentara su boca antes de tragar. Mejor poco que nada.
Un borracho cayó de bruces contra su mesa, inconsciente y con la boca sangrando, Loki uso la punta de su báculo para apártalo del campo visual. Una botella salió volando en su dirección, el brujo se limita a inclinar la cabeza y dejar que pasara inofensiva.
La bulla, la riña y el descontrol se esparció como el fuego. Las personas cayeron a golpes revelando su naturaleza rustica y barbará, sazonada por las gotas de alcohol—. Un espectáculo salvaje para una ciudad salvaje— Susurro, asintiendo con severidad.
En el centro del alboroto, aquel “caballero” se despacho a unos cuantos con la facilidad de respirar aire fresco. Loki aplaudió por la excepcional demostración de destreza—. ¡Bravo! ¡Justo en el ojo! ¡Hasta sus ancestros lo sintieron!— Silbo y todo.
Pero cierta persona lo distrajo de la diversión. Junto la barra permaneció aquella mujer rubia, conteniendo a duras penas la creciente sed de sangre. Loki crispo una ceja. Cerca de la mujer, la madera chispeo y el líquido derramado comenzó a burbujear.
— Eso no es normal...— Murmuro. Planto ambas manos sobre la mesa y se inclino para evaluarla con mayor detenimiento— ¿Sera una bruja...?— Cayo en cuenta de los rasgos cambiantes, de esos dientes nacidos para aplastar rocas. El brujo sintió como una gota de sudor se deslizo por su frente. Historia de feroces lagartos escupe fuego vinieron de golpe a su cabeza—. No puede ser, esto, tiene que ser una broma... Ella es... ¡¿Un Dragón?!— Exclamo más alto de lo que quería.
— ¿Dragón...?— Cuestiono un borracho entre el tumulto.
— ¿Qué Dragón?— Dijo otro, en mitad de estrellar una silla contra la ventana.
— ¿Alguien dijo Dragón?— Pregunto uno levantando la cabeza de su propio vomito.
Detuvieron la pelea por el momento. Todos siguieron la vista petrificada de Loki hasta llegar a la mujer. Por la embriaguez les fue imposible entender de inmediato que estaba pasando, pero el instinto se encargo de dejarles claro que algo no andaba bien.
Un hombrecillo menos avispado que los demás, siguió en su propio mundo, con sus olorosas botas en las manos, dando vuelta hasta que salieron disparadas sin destino ni control. Para horror de Loki, ambas se dirigieron directo a la rubia.
— ¡Detenga eso!— Trato de usar telequinesís para desviarlas, pero solo logro empujar una. La otra siguió libre, siendo la última gota que bastaría para derramar el vaso.
Loki
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Re: Las mujeres y los niños no beben [Libre 3/3]
Lyssandra ya había abandonado el punto de control y se había dejado caer por la espiral de la ira y los instintos. Era sorprendente que algo tan simple como que derramasen la bebida que con tanto esfuerzo había conseguido lograse hacer que su paciencia se agotase y su carácter explotase en un incendio. Lyssandra era así; una bomba de relojería, alguien de mecha corta. Cualquier excusa era buena para dejarse llevar y expulsar el fuego que ardía en su estómago cuando era humana; Amaba la libertad que sus alas le otorgaban y, cuando esa libertad estaba encadenada bajo las limitaciones mortales de un cuerpo corriente, se volvía muy susceptible.
Las palabras de Alois no lograron apaciguarla y mucho menos su tacto en el hombro. Él intentó ser pacífico y tranquilizador pero ella no podía verlo, cegada por la adrenalina de la situación. Le respondió en un rugido que pareció ser una risa irónica. –Yo no avivo las llamas, Alois Felce. –Él ya le había dado la espalda para internarse en la pelea. –Yo las traigo. –Le vio desaparecer entre el gentío y cuestionó sus métodos de paz; Detener el conflicto a base de dejar a todos los presentes inconscientes le parecía efectivo pero de cuestionable moralidad, una opción que Lyssandra hubiese tomado, por lo que le pareció extraño que Alois se inclinase por ella también.
Las llamas le rodearon y el cuerpo de Lyssandra desapareció por completo para ser sustituido por un dragón de cuatro metros de largo, cuya cola azotó toda la barra hasta convertirla en astillas bañadas de alcohol. Era negro como el carbón y se podían distinguir sus escamas individualmente por la luz del día; Si hubiese sido de noche, la dragona hubiese parecido de un tono negro liso. Sus ojos seguían siendo tan azules como en un principio excepto que había un brillo cruel y travieso en ellos, el tipo de resplandor que te advertía que la dragona era capaz de quemar una casa hasta sus cimientos solo por diversión.
La pelea se detuvo por la exclamación de Loki mientras los pares de ojos se giraban hacia ella. Algunos no podían procesar lo que estaba pasando por el alcohol, otros soltaron lo que tenían en la mano por la impresión, la gran mayoría entreabrió sus labios con sorpresa y temor. Ellos estaban acostumbrados a otro tipo de bestias a las afueras de Ulmer, no unas con alas y con un hocico que no podía contener nada bueno. Un silencio tenso se hizo durante un segundo entre los de la taberna y Lyss mientras la bota giraba dramáticamente en su dirección. Nadie podría evitar el impacto.
La cabeza de la dragona se giró con admirables reflejos hacia el zapato y abrió sus fauces. Los presentes pudieron ver cómo el fondo de su garganta se iluminaba y, antes de que la bota le impactase, esta fue consumida por la llamarada que arrojó Lyssandra y que se extendió incluso más allá del calzado, en dirección hacia donde habían sido lanzadas.
—¡HA DICHO DRAGÓN!—Aseguró el borracho la obviedad, resbalándose con su propio vómito cuando intentó levantarse aparatosamente para correr.
Qué mala suerte que la taberna fuese tan rústica. El fuego pronto se extendió y los gritos de guerra fueron sustituidos por maldiciones y por luchas por salir de la taberna en llamas. Todos dejaron lo que estaban haciendo para huir.
—¡APARTA, ESTOY CASADO! —Exclamó uno.
—¡Yo tengo hijos y soy lo único que les queda! —Aseguró otro.
—¡YO SOY MADRE! —Sentenció el más borracho.
Lyssandra avanzó hasta el centro, allí donde Alois había estado peleando, y abrió sus fauces de nuevo, totalmente descontrolada por la adrenalina… “No, amigo, alcohol.” Fue un pensamiento simple que le hizo cerrar el hocico y desviar la mirada. En su lugar, sus ojos se centraron en Loki y se fruncieron con desconfianza. Él había gritado la advertencia. “No amigo”. Comenzó a acercarse en su dirección, zarandeando la cola de lado a lado.
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Habilidad Racial = Transformación en dragón.
Las palabras de Alois no lograron apaciguarla y mucho menos su tacto en el hombro. Él intentó ser pacífico y tranquilizador pero ella no podía verlo, cegada por la adrenalina de la situación. Le respondió en un rugido que pareció ser una risa irónica. –Yo no avivo las llamas, Alois Felce. –Él ya le había dado la espalda para internarse en la pelea. –Yo las traigo. –Le vio desaparecer entre el gentío y cuestionó sus métodos de paz; Detener el conflicto a base de dejar a todos los presentes inconscientes le parecía efectivo pero de cuestionable moralidad, una opción que Lyssandra hubiese tomado, por lo que le pareció extraño que Alois se inclinase por ella también.
Las llamas le rodearon y el cuerpo de Lyssandra desapareció por completo para ser sustituido por un dragón de cuatro metros de largo, cuya cola azotó toda la barra hasta convertirla en astillas bañadas de alcohol. Era negro como el carbón y se podían distinguir sus escamas individualmente por la luz del día; Si hubiese sido de noche, la dragona hubiese parecido de un tono negro liso. Sus ojos seguían siendo tan azules como en un principio excepto que había un brillo cruel y travieso en ellos, el tipo de resplandor que te advertía que la dragona era capaz de quemar una casa hasta sus cimientos solo por diversión.
La pelea se detuvo por la exclamación de Loki mientras los pares de ojos se giraban hacia ella. Algunos no podían procesar lo que estaba pasando por el alcohol, otros soltaron lo que tenían en la mano por la impresión, la gran mayoría entreabrió sus labios con sorpresa y temor. Ellos estaban acostumbrados a otro tipo de bestias a las afueras de Ulmer, no unas con alas y con un hocico que no podía contener nada bueno. Un silencio tenso se hizo durante un segundo entre los de la taberna y Lyss mientras la bota giraba dramáticamente en su dirección. Nadie podría evitar el impacto.
La cabeza de la dragona se giró con admirables reflejos hacia el zapato y abrió sus fauces. Los presentes pudieron ver cómo el fondo de su garganta se iluminaba y, antes de que la bota le impactase, esta fue consumida por la llamarada que arrojó Lyssandra y que se extendió incluso más allá del calzado, en dirección hacia donde habían sido lanzadas.
—¡HA DICHO DRAGÓN!—Aseguró el borracho la obviedad, resbalándose con su propio vómito cuando intentó levantarse aparatosamente para correr.
Qué mala suerte que la taberna fuese tan rústica. El fuego pronto se extendió y los gritos de guerra fueron sustituidos por maldiciones y por luchas por salir de la taberna en llamas. Todos dejaron lo que estaban haciendo para huir.
—¡APARTA, ESTOY CASADO! —Exclamó uno.
—¡Yo tengo hijos y soy lo único que les queda! —Aseguró otro.
—¡YO SOY MADRE! —Sentenció el más borracho.
Lyssandra avanzó hasta el centro, allí donde Alois había estado peleando, y abrió sus fauces de nuevo, totalmente descontrolada por la adrenalina… “No, amigo, alcohol.” Fue un pensamiento simple que le hizo cerrar el hocico y desviar la mirada. En su lugar, sus ojos se centraron en Loki y se fruncieron con desconfianza. Él había gritado la advertencia. “No amigo”. Comenzó a acercarse en su dirección, zarandeando la cola de lado a lado.
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Lyssandra Fayer
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Re: Las mujeres y los niños no beben [Libre 3/3]
El conflicto no era nada complicado en aquel punto, por el momento no había conseguido a la primer persona que pudiese haber dañado mi integridad física. Había controlado todo lo posible la fuerza ejercida para dejar a los más problemáticos fuera de combate, el análisis de sistema indicaba que todo funcionaba aún a la perfección. Tenía inmovilizado a un hombre de espesa barba por el brazo cuando un grito de alerta se presentó, un hombre había gritado "Dragón", confirmando mis preocupaciones.
Todas las peleas se detuvieron, hasta yo había dejado libre al hombre que posteriormente estaba deteniendo, girándome para observar a aquel reptil gigante de color oscuro . Todos parecían estar sorprendidos, todos menos aquel que se atrevió a arrojar un par de zapatos a la dragona. La reptil sin mucho esfuerzo exterminó aquel peligro con una bocanada de fuego, fuego que se extendió más allá de la bota.
Aquel simple gesto bastó para volver a activar a los presentes, pero esta vez no en forma de disputa, todos gritaban cosas obvias y deseaban escapar del sitio. El verdadero problema fue cuando la dragona se acercó, había abierto sus fauces lo cual significaba que no venía en tono amigable. Estaba preparándome para defenderme, si ella quería atacar mi única alternativa era contenerla, afortunadamente ella había cambiado de parecer, solo que se desvió por un nuevo objetivo, el sujeto que había dado la señal de alerta.
Ahora la situación si me obligaba a ayudar y enfrentarme a la dragona, solo que un quejido bajo bastó para olvidar al sujeto. Bajé la mirada a todos los ebrios que estaban tendidos, algunos por mis actos, otros por heridas en el combate y algunos simplemente se habían desmayado ante la presencia de la reptil. Allí es donde iniciaba mi dilema, el fuego se extendía y por descarte sabía muy bien que si la estructura se consumía lo suficiente aquel establecimiento se vendría abajo, aquello implicaría la muerte de gran parte de las personas en el suelo, pero si me centraba en ayudar a aquellos, la dragona podría herir de gravedad al indefenso hombre.
- Sacrificios... debo elegir el lado más afectado. - Tomé la cantimplora que colgaba de mi cadera y le di un trago al vino, si analizaba con más calma el hombre podría correr o defenderse, él podía cuidarse más. - ¡Tú! - Dije alzando la voz esperando que la victima me escuchase. - Escapa, corre, escóndete. Si sigues vivo cuando termine, te ayudaré.
Volví a colgar la cantimplora y volteé la mesa más cercana, apilando sobre ella a tres sujetos inconscientes. Tomé las patas de la mesa y la jalé hasta la salida o entrada de la taberna, el humo comenzaba a expandirse y el calor a crecer, aquel era el dato que más me preocupaba, al llegar a la salida tomé a las personas y las dejé tendidas en el césped fuera del establecimiento. Ahora solo me quedaba otro par de viajes, lo suficiente para pensar cómo controlar a una dragona.
Todas las peleas se detuvieron, hasta yo había dejado libre al hombre que posteriormente estaba deteniendo, girándome para observar a aquel reptil gigante de color oscuro . Todos parecían estar sorprendidos, todos menos aquel que se atrevió a arrojar un par de zapatos a la dragona. La reptil sin mucho esfuerzo exterminó aquel peligro con una bocanada de fuego, fuego que se extendió más allá de la bota.
Aquel simple gesto bastó para volver a activar a los presentes, pero esta vez no en forma de disputa, todos gritaban cosas obvias y deseaban escapar del sitio. El verdadero problema fue cuando la dragona se acercó, había abierto sus fauces lo cual significaba que no venía en tono amigable. Estaba preparándome para defenderme, si ella quería atacar mi única alternativa era contenerla, afortunadamente ella había cambiado de parecer, solo que se desvió por un nuevo objetivo, el sujeto que había dado la señal de alerta.
Ahora la situación si me obligaba a ayudar y enfrentarme a la dragona, solo que un quejido bajo bastó para olvidar al sujeto. Bajé la mirada a todos los ebrios que estaban tendidos, algunos por mis actos, otros por heridas en el combate y algunos simplemente se habían desmayado ante la presencia de la reptil. Allí es donde iniciaba mi dilema, el fuego se extendía y por descarte sabía muy bien que si la estructura se consumía lo suficiente aquel establecimiento se vendría abajo, aquello implicaría la muerte de gran parte de las personas en el suelo, pero si me centraba en ayudar a aquellos, la dragona podría herir de gravedad al indefenso hombre.
- Sacrificios... debo elegir el lado más afectado. - Tomé la cantimplora que colgaba de mi cadera y le di un trago al vino, si analizaba con más calma el hombre podría correr o defenderse, él podía cuidarse más. - ¡Tú! - Dije alzando la voz esperando que la victima me escuchase. - Escapa, corre, escóndete. Si sigues vivo cuando termine, te ayudaré.
Volví a colgar la cantimplora y volteé la mesa más cercana, apilando sobre ella a tres sujetos inconscientes. Tomé las patas de la mesa y la jalé hasta la salida o entrada de la taberna, el humo comenzaba a expandirse y el calor a crecer, aquel era el dato que más me preocupaba, al llegar a la salida tomé a las personas y las dejé tendidas en el césped fuera del establecimiento. Ahora solo me quedaba otro par de viajes, lo suficiente para pensar cómo controlar a una dragona.
Alois
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Re: Las mujeres y los niños no beben [Libre 3/3]
Loki no presto atención a los gritos y quejas de personas que lo rodearon, estuvo demasiado preocupado por la calamidad que se le venía encima. Una bestia de escamas negras cuya ferocidad se vio acentuada por el fuego que se extendía en la taberna.
El brujo corrió en dirección contraria, saltando entre las mesas, mientras con su báculo arrojo hacia atrás taburetes y jarras, tratando de abrir el mayor espació posible entre él y la dragona. El tipo de la chaqueta de cuero empezó a aconsejar lo obvio—. ¡¿Y qué crees que iba a ser?! ¡¿Bailarle?! ¡¿Rogarle que no me coma?! ¡Deja de perder el tiempo con esos inútiles y ayúdame, chico brillante!— Añadió el apodo con dosis extra de sarcasmo.
Al sentir el calor de las llamas lamiéndole la espalda, Loki contuvo un grito y aumento las prisas. Los pasos de la dragona sonaron como campanadas de muerte en su cabeza. Finalmente quedo sin lugares donde escabullirse y termino acorralado en una esquina. La silueta de la dragona empequeñeciendo la suya le hizo voltear, su rostro pálido y sudado.
— ¿Piensas que le temeré a un lagarto con alas sobrealimentado y con pésimo aliento?— Alzo el mentón y sonó confiado, tratando que el temblor en sus piernas se malinterpretara como ansias por la batalla— ¡Soy Loki Paradayne, el hechicero del cosmos y la eternidad! ¡Y este es mi poder!— Subió el báculo hacia lo alto— ¡Todo el que me oiga! ¡Cierren los ojos!
Con la advertencia dada, Loki bajo los parpados. Golpeo el suelo con todas sus fuerzas. Sobrecargo de mana el báculo del Dios ahogado, tanto que casi le quemo la mano. El objeto se ilumino como un sol de mediodía, cegando la visión de todo aquel que lo miro directo. El efecto de luz duro apenas unos tres segundos, pero basto para que los pocos borrachos pasmados entre el fuego, cayeran al piso llorando y tapándose los ojos.
___________
Habilidad: Luminiscencia.
El brujo corrió en dirección contraria, saltando entre las mesas, mientras con su báculo arrojo hacia atrás taburetes y jarras, tratando de abrir el mayor espació posible entre él y la dragona. El tipo de la chaqueta de cuero empezó a aconsejar lo obvio—. ¡¿Y qué crees que iba a ser?! ¡¿Bailarle?! ¡¿Rogarle que no me coma?! ¡Deja de perder el tiempo con esos inútiles y ayúdame, chico brillante!— Añadió el apodo con dosis extra de sarcasmo.
Al sentir el calor de las llamas lamiéndole la espalda, Loki contuvo un grito y aumento las prisas. Los pasos de la dragona sonaron como campanadas de muerte en su cabeza. Finalmente quedo sin lugares donde escabullirse y termino acorralado en una esquina. La silueta de la dragona empequeñeciendo la suya le hizo voltear, su rostro pálido y sudado.
— ¿Piensas que le temeré a un lagarto con alas sobrealimentado y con pésimo aliento?— Alzo el mentón y sonó confiado, tratando que el temblor en sus piernas se malinterpretara como ansias por la batalla— ¡Soy Loki Paradayne, el hechicero del cosmos y la eternidad! ¡Y este es mi poder!— Subió el báculo hacia lo alto— ¡Todo el que me oiga! ¡Cierren los ojos!
Con la advertencia dada, Loki bajo los parpados. Golpeo el suelo con todas sus fuerzas. Sobrecargo de mana el báculo del Dios ahogado, tanto que casi le quemo la mano. El objeto se ilumino como un sol de mediodía, cegando la visión de todo aquel que lo miro directo. El efecto de luz duro apenas unos tres segundos, pero basto para que los pocos borrachos pasmados entre el fuego, cayeran al piso llorando y tapándose los ojos.
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Última edición por Loki el Jue 13 Sep 2018 - 2:19, editado 1 vez
Loki
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Re: Las mujeres y los niños no beben [Libre 3/3]
Las llamas besaban las escamas negras de la dragona y esta no parecía afectada por ellas en lo absoluto. Se podría decir que Lyssandra se lo estaba pasando bien desatando el caos y dejando salir su ira en forma de incendio sobre aquella cabaña que no había tenido el mejor de los recibimientos con ella. En aquel momento perseguía a Loki paso por paso, casi de forma traviesa, zarandeando la cola tras de ella y derribando así los restos de madera que aún no habían sido quemados. “Es divertido” pensó la dragona al ver al brujo saltar por las mesas y desviar cualquier objeto con su largo báculo mientras que ella extinguía los obstáculos de una simple bocanada de fuego. “Si me bailase estoy segura de que dejaría de asustarle. Creo que no es consciente de ello”. ¡La magia de un baile y de un movimiento inesperado! Cómo subestimaban el humor de Lyssandra…
Se irguió enorme delante de Loki cuando lo acorraló contra una esquina, la sombra de su silueta tragándose la del brujo de forma evidente. Ladeó su cabeza mientras escuchaba el discurso que este le tenía preparado, lleno de valentía y honor, y sus piernas temblaban como dos palos inestables. Si un dragón pudiese reírse, ella lo hubiese hecho. Abrió sus fauces, concentrando el fuego en el fondo de su garganta pero sin intención de soltar la llamarada, solo esperando provocar algún tipo de impacto en él. “¿Por qué grita que cierren los ojos?” Lyssandra habría alzado una ceja. “¿Para que no vean cómo está a punto de mearse encim… ¡AGH!” Sintió el calor emanar del báculo y después la luz que la cejó de lleno. Su postura antes erguida se rompió, retorciéndose en el suelo con un rugido, su cola totalmente encogida contra su cuerpo. Loki podría escapar rápidamente si lo quisiese, Lyssandra no podría evitárselo. “¡SERÁ DESGRACIADO! ¡QUE NO LE HE HECHO NADA! Bueno, nada…” pensó mientras su visión poco a poco se acostumbraba a las sombras y a las luces con mucho esfuerzo. “He quemado hasta los cimientos una taberna con él dentro. ¡Pero no era personal!”
Batió sus alas con torpeza para ayudarse a impulsarse y se abalanzó hacia la puerta como un animal asustado que busca alejarse del peligro. Su cuerpo derrapó contra el césped fuera de la taberna, llevándose consigo cualquier tipo de flor o vegetación en el camino. Destruyó parte del terreno con su imponente cuerpo dracónico y, cuando se levantó la nube de polvo que había creado de esa manera, solamente quedó la figura de una mujer en medio de todo ese gran destrozo: Lyssandra.
Tenía el pelo sucio y estaba semidesnuda con la tela de su ropa rota aquí y allá. Se arropó con su capa marrón para taparse, levantándose lentamente con el cuerpo ligeramente adolorido por la repentina huida. Frunció el ceño mientras poco a poco sus ojos volvían a funcionar y veían la taberna ardiendo y creando una columna de humo negro que se perdía en el cielo claro. Buscó a Loki con la mirada. –¡Qué tengo los ojos azules, soy sensible a la luz, imbécil! –Gritó indignada. Era más importante que él la hubiese cegado que el hecho de que ella hubiese incendiado un edificio entero. Se giró y se encontró con las miradas desconcertadas de aquellos que habían logrado salir. Algunos se quedaron paralizados y otros simplemente retrocedieron hasta el bosque. Volvió a encarar a Loki y a Alois. –No era nada personal, chicos. Lo necesitaba. Siento que ahora puedo respirar mucho mejor… Irónicamente. El humo no me afecta mucho teniendo en cuenta que yo lo escupo por la boca… –Habló mucho y rápido con confianzas que quizás Alois y Loki no le habían dado. Sin duda era un espectáculo digno de ver: Aquella dragona que había destruido una taberna entera por irrespetuosos, hablando semidesnuda como si aquel mal fuese necesario, con toda la seguridad del mundo. –Quizás deberíamos movernos antes de que los de Ulmer se acerquen a ver qué ha pasado. No sé vosotros pero yo huelo a dragona. –Dio una vuelta sobre sus talones, dispuesta a perderse por el bosque, como si esperase que ellos la siguiesen. Se quedó quieta en medio camino. –¡ALOIS FELCER! ¿Tenéis más de ese vino? –Las prioridades eran claras. –Y lo de bailarme no era mala idea. –Escondía su culpabilidad en bromas y despreocupación. Táctica básica del manual "Cómo liarla y salir bien parado".
Se irguió enorme delante de Loki cuando lo acorraló contra una esquina, la sombra de su silueta tragándose la del brujo de forma evidente. Ladeó su cabeza mientras escuchaba el discurso que este le tenía preparado, lleno de valentía y honor, y sus piernas temblaban como dos palos inestables. Si un dragón pudiese reírse, ella lo hubiese hecho. Abrió sus fauces, concentrando el fuego en el fondo de su garganta pero sin intención de soltar la llamarada, solo esperando provocar algún tipo de impacto en él. “¿Por qué grita que cierren los ojos?” Lyssandra habría alzado una ceja. “¿Para que no vean cómo está a punto de mearse encim… ¡AGH!” Sintió el calor emanar del báculo y después la luz que la cejó de lleno. Su postura antes erguida se rompió, retorciéndose en el suelo con un rugido, su cola totalmente encogida contra su cuerpo. Loki podría escapar rápidamente si lo quisiese, Lyssandra no podría evitárselo. “¡SERÁ DESGRACIADO! ¡QUE NO LE HE HECHO NADA! Bueno, nada…” pensó mientras su visión poco a poco se acostumbraba a las sombras y a las luces con mucho esfuerzo. “He quemado hasta los cimientos una taberna con él dentro. ¡Pero no era personal!”
Batió sus alas con torpeza para ayudarse a impulsarse y se abalanzó hacia la puerta como un animal asustado que busca alejarse del peligro. Su cuerpo derrapó contra el césped fuera de la taberna, llevándose consigo cualquier tipo de flor o vegetación en el camino. Destruyó parte del terreno con su imponente cuerpo dracónico y, cuando se levantó la nube de polvo que había creado de esa manera, solamente quedó la figura de una mujer en medio de todo ese gran destrozo: Lyssandra.
Tenía el pelo sucio y estaba semidesnuda con la tela de su ropa rota aquí y allá. Se arropó con su capa marrón para taparse, levantándose lentamente con el cuerpo ligeramente adolorido por la repentina huida. Frunció el ceño mientras poco a poco sus ojos volvían a funcionar y veían la taberna ardiendo y creando una columna de humo negro que se perdía en el cielo claro. Buscó a Loki con la mirada. –¡Qué tengo los ojos azules, soy sensible a la luz, imbécil! –Gritó indignada. Era más importante que él la hubiese cegado que el hecho de que ella hubiese incendiado un edificio entero. Se giró y se encontró con las miradas desconcertadas de aquellos que habían logrado salir. Algunos se quedaron paralizados y otros simplemente retrocedieron hasta el bosque. Volvió a encarar a Loki y a Alois. –No era nada personal, chicos. Lo necesitaba. Siento que ahora puedo respirar mucho mejor… Irónicamente. El humo no me afecta mucho teniendo en cuenta que yo lo escupo por la boca… –Habló mucho y rápido con confianzas que quizás Alois y Loki no le habían dado. Sin duda era un espectáculo digno de ver: Aquella dragona que había destruido una taberna entera por irrespetuosos, hablando semidesnuda como si aquel mal fuese necesario, con toda la seguridad del mundo. –Quizás deberíamos movernos antes de que los de Ulmer se acerquen a ver qué ha pasado. No sé vosotros pero yo huelo a dragona. –Dio una vuelta sobre sus talones, dispuesta a perderse por el bosque, como si esperase que ellos la siguiesen. Se quedó quieta en medio camino. –¡ALOIS FELCER! ¿Tenéis más de ese vino? –Las prioridades eran claras. –Y lo de bailarme no era mala idea. –Escondía su culpabilidad en bromas y despreocupación. Táctica básica del manual "Cómo liarla y salir bien parado".
Lyssandra Fayer
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Re: Las mujeres y los niños no beben [Libre 3/3]
En cierta parte el tono empleado por el sujeto en peligro no me resultó agradable, se notaba la agresividad y desesperación en sus palabras, aunque comprendía muy bien la actitud presentada por el presente, cuando tienes a un dragón frente a ti amenazando tú seguridad muy poco debía importarte el respeto por los otros seres presentes. Al retirar otro grupo de ebrios tomé un leve descanso de un par de segundos, dando un trago al vino que colgaba de mi cinturón esta vez más por necesidad que por gusto, la señal de alerta había comenzado a parpadear y lo más sensato era acatar la orden y encargarme de que el combustible llegara al motor.
Al terminar de beber regresé la mirada al sujeto acorralado, por alguna razón este gritaba algo de cerrar los ojos. Con cierta curiosidad pero obedeciendo las palabras de este levanté la mano de cobre a la altura de mis ojos, justo a tiempo para proteger mis ojos de un brillo cegador. Logré escuchar gruñidos y golpes, lo siguiente fue la silueta de aquel ser oscuro saliendo para terminar en el césped.
- Esto no es bueno. - Susurré bajando la mano, topándome con aquel indefenso sujeto aún en el rincón "Aquel brillo parece haberlo salvado".
Las flamas en el establecimiento crecían cada vez más, la madera del techo caía y las astillas resonaban al quebrarse. Mi labor principal al salvar a los más desdichados había quedado completa, ahora era el turno de encargarme de aquel hombre. Regresando a su posición original la mesa utilizada como transporte, la tomé de una pata con el brazo artificial, inclinándome un poco para levantarla sobre mi cuerpo y usarla de escudo.
Avancé por el establecimiento en llamas, sintiendo como los escombros caían y golpeaban mi escudo improvisado. La temperatura comenzaba a subir gradualmente y eso era alarmante, aceleré el paso hasta llegar al hombre de apariencia desaliñada, con un simple análisis bastó para saber que la condición externa de este se encontraba bien.
- Quiero disculpar de antemano los métodos que utilizaré a continuación, espero que entienda que es por su bien. - Sujeté con fuerza la camisa del individuo con mi brazo libre y lo comencé a arrastrar hasta la salida del local. Por lo general las personas tendían a congelarse cuando la situación se volvía más tensa o peligrosa, lo último que necesitaba es que aquel hombre quedase paralizado y provocara que ambos terminásemos sepultados en los escombros.
Una vez en la salida empujé al hombre al exterior, dejando caer la mesa para alejarme todo lo posible de aquel sitio, no tardaría en sucumbir ante las llamas, de eso estaba seguro. Me quité la boina de cuero y sacudí el polvo que había en esta, retirando pequeños pedazos de estructura. Todo parecía regresar a la calma hasta que la dragona comenzó a hablar, a diferencia de antes, ahora se encontraba mayormente desnuda y parloteaba sin parar, aquel no era el único cambio, también había cambiado la actitud de esta.
- Efectivamente poseo más vino, pero dudo que ahora sea una buena opción entregártelo, luego de presenciar tu desastre. - Me acerqué a la joven y posé una mano sobre su hombro, ejerciendo una leve presión para que no se alejase. - Considero que lo mejor es esperar a que los habitantes se acerquen a observar que pasó, la culpable de tal caos debe ofrecer explicaciones. No sólo quemaste una edificación, también estuviste por devorar a aquel hombre. - Agregué señalando al individuo harapiento con la otra mano. - Tú naturaleza no te da derecho a perjudicar a personas y salirte con la tuya como si nada hubiese pasado ¿Alguien quiere acotar algo más?
Al terminar de beber regresé la mirada al sujeto acorralado, por alguna razón este gritaba algo de cerrar los ojos. Con cierta curiosidad pero obedeciendo las palabras de este levanté la mano de cobre a la altura de mis ojos, justo a tiempo para proteger mis ojos de un brillo cegador. Logré escuchar gruñidos y golpes, lo siguiente fue la silueta de aquel ser oscuro saliendo para terminar en el césped.
- Esto no es bueno. - Susurré bajando la mano, topándome con aquel indefenso sujeto aún en el rincón "Aquel brillo parece haberlo salvado".
Las flamas en el establecimiento crecían cada vez más, la madera del techo caía y las astillas resonaban al quebrarse. Mi labor principal al salvar a los más desdichados había quedado completa, ahora era el turno de encargarme de aquel hombre. Regresando a su posición original la mesa utilizada como transporte, la tomé de una pata con el brazo artificial, inclinándome un poco para levantarla sobre mi cuerpo y usarla de escudo.
Avancé por el establecimiento en llamas, sintiendo como los escombros caían y golpeaban mi escudo improvisado. La temperatura comenzaba a subir gradualmente y eso era alarmante, aceleré el paso hasta llegar al hombre de apariencia desaliñada, con un simple análisis bastó para saber que la condición externa de este se encontraba bien.
- Quiero disculpar de antemano los métodos que utilizaré a continuación, espero que entienda que es por su bien. - Sujeté con fuerza la camisa del individuo con mi brazo libre y lo comencé a arrastrar hasta la salida del local. Por lo general las personas tendían a congelarse cuando la situación se volvía más tensa o peligrosa, lo último que necesitaba es que aquel hombre quedase paralizado y provocara que ambos terminásemos sepultados en los escombros.
Una vez en la salida empujé al hombre al exterior, dejando caer la mesa para alejarme todo lo posible de aquel sitio, no tardaría en sucumbir ante las llamas, de eso estaba seguro. Me quité la boina de cuero y sacudí el polvo que había en esta, retirando pequeños pedazos de estructura. Todo parecía regresar a la calma hasta que la dragona comenzó a hablar, a diferencia de antes, ahora se encontraba mayormente desnuda y parloteaba sin parar, aquel no era el único cambio, también había cambiado la actitud de esta.
- Efectivamente poseo más vino, pero dudo que ahora sea una buena opción entregártelo, luego de presenciar tu desastre. - Me acerqué a la joven y posé una mano sobre su hombro, ejerciendo una leve presión para que no se alejase. - Considero que lo mejor es esperar a que los habitantes se acerquen a observar que pasó, la culpable de tal caos debe ofrecer explicaciones. No sólo quemaste una edificación, también estuviste por devorar a aquel hombre. - Agregué señalando al individuo harapiento con la otra mano. - Tú naturaleza no te da derecho a perjudicar a personas y salirte con la tuya como si nada hubiese pasado ¿Alguien quiere acotar algo más?
Alois
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Re: Las mujeres y los niños no beben [Libre 3/3]
Una amplia sonrisa apareció en el rostro de Loki tras ver que su truco funciono. La dragona se encogió y tomo distancia para salir volando lejos del establecimiento llameante. Apenas la figura de la bestia dejo de imponerse sobre la suya, él carcajeo y exclamo bien alto—. ¡Regocíjense frente mi infinito coraje, tugurio de Ulmer! ¡Yo, el gran Loki, espante un dragón con mi simple presencia!— El triunfo le hizo ignorar los trozos de madera ardiente que se desprendieron del techo.
El sujeto llamado Alois le empezó a jalar de su túnica hasta la salida. Loki ni se molesto en mirarlo, sus ojos seguían brillando por los delirios de grandeza—. ¿Lo viste, chico brillante? Apuesto que casi se infarta. Los lagartos alados son mucho rugido y poca voluntad— Se rió tanto que empezó a toser por el humo.
Al poco tiempo de escapar, la taberna se desplomo en una nube de humo, llamas y ceniza. Loki notó como los habitantes de la ciudad rodearon el desastre, sudando, hechos un manojo de nervios. Comenzaron a arrojar tierra y agua en un difícil intento de apagar el incendio, queriendo evitar que se extendiera hasta los arboles y más allá,
Pero ni la mirada ni atención de Loki se fijo mucho en la tragedia, si fuera por él dejaría que Ulmer arda hasta los cimientos contar no le perjudique. Ahora estuvo más pendiente del tono hostil con que aquella mucho se dirigió a su persona—. ¿Imbécil yo? Posiblemente sea el mayor genio que ha visto Aerandir desde...— Guardo silencio y puso una mano bajo la barbilla, buscando cualquier gran nombre en su memoria. Solo sé le ocurrió el suyo—. Desde siempre.
La dragona empezó a parlotear con total despreocupación y confianza, incluso se permitió soltar comentarios ligeros en tono de broma. Loki hizo una mueca amarga, sospechó que la mujer no estaba bien de la cabeza y la compadeció.
Ella dio la vuelta dispuesta huir del desastre. Entonces él brujo comprendió que no era ninguna tonta, sino que era terriblemente descarada.
— ¿Quemaste una propiedad ajena y lo único que se te ocurre es desaparecer como una forajida?— Dijo con una expresión de reproche, trato de imitar el tono serio que Alois usó. Pero su careta duro poco, una sonrisa complaciente obtuvo lugar, seguida por una risotada—. ¡Tienes razón, tienes toda la jodida razón! ¡Alejarnos de este alboroto sería bastante sensato! ¡Especialmente para ti!
Las ultimas palabras del Alois atrajeron la mirada del brujo. Lokí le señalo con él báculo y asintió—. Estoy de acuerdo contigo, chico brillante. La culpable de este caos tiene que pagar y con creces. Si la impunidad gana, también gana el peor lado de los seres inteligentes como nosotros. Ni yo, ni nadie, quiere eso— El hechicero coloco una palma sobre sus frente y miro a las lejanías—. ¡Estoy seguro que se fue volando por allá! ¡Vamos, hay que encontrarla y traerla delante la justicia!
Camino directo hacia el bosque. Paso junto la mujer semi-desnuda enviándole nada más que un gesto para que se moviera.
El sujeto llamado Alois le empezó a jalar de su túnica hasta la salida. Loki ni se molesto en mirarlo, sus ojos seguían brillando por los delirios de grandeza—. ¿Lo viste, chico brillante? Apuesto que casi se infarta. Los lagartos alados son mucho rugido y poca voluntad— Se rió tanto que empezó a toser por el humo.
Al poco tiempo de escapar, la taberna se desplomo en una nube de humo, llamas y ceniza. Loki notó como los habitantes de la ciudad rodearon el desastre, sudando, hechos un manojo de nervios. Comenzaron a arrojar tierra y agua en un difícil intento de apagar el incendio, queriendo evitar que se extendiera hasta los arboles y más allá,
Pero ni la mirada ni atención de Loki se fijo mucho en la tragedia, si fuera por él dejaría que Ulmer arda hasta los cimientos contar no le perjudique. Ahora estuvo más pendiente del tono hostil con que aquella mucho se dirigió a su persona—. ¿Imbécil yo? Posiblemente sea el mayor genio que ha visto Aerandir desde...— Guardo silencio y puso una mano bajo la barbilla, buscando cualquier gran nombre en su memoria. Solo sé le ocurrió el suyo—. Desde siempre.
La dragona empezó a parlotear con total despreocupación y confianza, incluso se permitió soltar comentarios ligeros en tono de broma. Loki hizo una mueca amarga, sospechó que la mujer no estaba bien de la cabeza y la compadeció.
Ella dio la vuelta dispuesta huir del desastre. Entonces él brujo comprendió que no era ninguna tonta, sino que era terriblemente descarada.
— ¿Quemaste una propiedad ajena y lo único que se te ocurre es desaparecer como una forajida?— Dijo con una expresión de reproche, trato de imitar el tono serio que Alois usó. Pero su careta duro poco, una sonrisa complaciente obtuvo lugar, seguida por una risotada—. ¡Tienes razón, tienes toda la jodida razón! ¡Alejarnos de este alboroto sería bastante sensato! ¡Especialmente para ti!
Las ultimas palabras del Alois atrajeron la mirada del brujo. Lokí le señalo con él báculo y asintió—. Estoy de acuerdo contigo, chico brillante. La culpable de este caos tiene que pagar y con creces. Si la impunidad gana, también gana el peor lado de los seres inteligentes como nosotros. Ni yo, ni nadie, quiere eso— El hechicero coloco una palma sobre sus frente y miro a las lejanías—. ¡Estoy seguro que se fue volando por allá! ¡Vamos, hay que encontrarla y traerla delante la justicia!
Camino directo hacia el bosque. Paso junto la mujer semi-desnuda enviándole nada más que un gesto para que se moviera.
Loki
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