¡Esas mujeres están locas! [Trabajo]
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¡Esas mujeres están locas! [Trabajo]
–Jamás creí que me convertiría en mamá –dije sin dejar de caminar. Miré hacia mi hombro izquierdo. El pequeño Bahaw blanco seguía ahí, silbando o algo así. Volví a mirar hacia adelante y suspiré profundamente, logrando ver mi aliento frente a mí gracias al clima gélido–. Pero recuerda, amiguito, que si se acaba la comida y estás conmigo…, entonces te comeré –advertí con malicia, intentando asustarlo. Pero él me ignoró. Supongo que sabía que yo no lo vería nunca como alimento o, simplemente, lo más razonable, no entendió mis palabras.
De pronto vi algo adelante. Entrecerré los ojos y centré toda mi atención en ello.
–Un… campamento –noté–, ¿tal vez?
Eché un vistazo a mi alrededor antes de caminar hacia ese extraño campamento en medio de la nada.
Estando lo suficientemente cerca descubrí que solo había mujeres en el campamento. Guerreras a simple vista. Teniendo eso en cuenta preferí seguir mi camino y llegar a la montaña cuanto antes, al lugar donde debía estar el misterioso mineral que necesitaba.
–¡Hey, tú –gritó alguien, una chica morena y de cabello castaño claro–, ¿quién eres?!
Chasqueé la lengua. Ya solo me quedaba esperar que no intentaran matarme por algún motivo. Me giré hacia la morena, que se acercó corriendo.
–¿Eres el herrero que sabe pelear bien o el experto en magia arcana que sabe pelear bien? –preguntó. Arqueé una ceja. Ella me miró con desconfianza–. ¿Entonces qué haces aquí?
–Vengo a buscar algo en la montaña… Pero soy un herrero que sabe pelear bien –me atreví a decir, y el pequeño bahaw silbó como afirmando.
De pronto vi algo adelante. Entrecerré los ojos y centré toda mi atención en ello.
–Un… campamento –noté–, ¿tal vez?
Eché un vistazo a mi alrededor antes de caminar hacia ese extraño campamento en medio de la nada.
Estando lo suficientemente cerca descubrí que solo había mujeres en el campamento. Guerreras a simple vista. Teniendo eso en cuenta preferí seguir mi camino y llegar a la montaña cuanto antes, al lugar donde debía estar el misterioso mineral que necesitaba.
–¡Hey, tú –gritó alguien, una chica morena y de cabello castaño claro–, ¿quién eres?!
Chasqueé la lengua. Ya solo me quedaba esperar que no intentaran matarme por algún motivo. Me giré hacia la morena, que se acercó corriendo.
–¿Eres el herrero que sabe pelear bien o el experto en magia arcana que sabe pelear bien? –preguntó. Arqueé una ceja. Ella me miró con desconfianza–. ¿Entonces qué haces aquí?
–Vengo a buscar algo en la montaña… Pero soy un herrero que sabe pelear bien –me atreví a decir, y el pequeño bahaw silbó como afirmando.
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Cuando me di cuenta, ya estaba dentro de la tienda más grande del campamento, tan grande que pensé que era de un circo. Dentro, todo era oscuro. La única luz que había era proveída por los cetros brillantes de un par de elfas que flanqueaban a una mujer… ¿pintoresca?
–Ama Azaril –habló con cortesía la morena de antes, quien me escoltó hasta ese lugar. Hizo una reverencia hacia la enmascarada–. Por fin vino alguien para hacer el trabajo que solicitó.
–Oh, sí. ¡Hola! –dije alegremente, agitando una mano como saludo. Todas hicieron una mueca de disgusto, excepto la tal Azaril; ella apuntó su nariz hacia mí, como si pudiera verme perfectamente aun con su máscara, y sus labios formaron una sonrisa acogedora.
–Bienvenido, joven –dijo. Su voz era serena–. Espero estés preparado para este trabajo. –Le sonreí con suficiencia y luego ella sonrío complacida–. Sí, puedo verlo. Entonces te explicaré lo que debes hacer.
Luego de escuchar todos los detalles comprendí que ese trabajo era una oportunidad que no podía desaprovechar. Una mina de excavación de Azaril, justo donde estaba ese mineral que, por sorpresa, tanto ella como yo buscábamos igualmente, había sido tomada por todas las guerreras que envió hacia allí. Por algún motivo se rebelaron contra su ama, pero luego todas huyeron hacia distintas direcciones, dejando la mina completamente sola.
Mi misión era solo entrar en la mina, identificar el mineral y entregarle un trozo de este a Azaril, quien se encargaría de mostrárselo a sus siguientes trabajadoras que continuarían con la excavación. Y yo aprovecharía para llevarme un trozo de ese mineral para mí, que para eso acepté el trabajo, pero eso no se lo diría a nadie.
Por desgracia, cuando las guerreras rebeldes huyeron, dejaron todas las trampas activadas, trampas basadas en la magia arcana que la propia Azaril colocó para, originalmente, activarse solo cuando detectaran la presencia de un intruso. Por ello, una tal Yakovlev y otro sujeto me acompañarían y desactivarían las trampas de algún modo. ¿Por qué Azaril no iría a desactivar sus propias trampas? No me dijo y tampoco me interesó la respuesta.
–Partirás con ellos dentro… de tres horas –finalizó Azaril–. Entonces... adiós, joven. Que la buena fortuna te acompañe.
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–Ama Azaril –habló con cortesía la morena de antes, quien me escoltó hasta ese lugar. Hizo una reverencia hacia la enmascarada–. Por fin vino alguien para hacer el trabajo que solicitó.
–Oh, sí. ¡Hola! –dije alegremente, agitando una mano como saludo. Todas hicieron una mueca de disgusto, excepto la tal Azaril; ella apuntó su nariz hacia mí, como si pudiera verme perfectamente aun con su máscara, y sus labios formaron una sonrisa acogedora.
–Bienvenido, joven –dijo. Su voz era serena–. Espero estés preparado para este trabajo. –Le sonreí con suficiencia y luego ella sonrío complacida–. Sí, puedo verlo. Entonces te explicaré lo que debes hacer.
Luego de escuchar todos los detalles comprendí que ese trabajo era una oportunidad que no podía desaprovechar. Una mina de excavación de Azaril, justo donde estaba ese mineral que, por sorpresa, tanto ella como yo buscábamos igualmente, había sido tomada por todas las guerreras que envió hacia allí. Por algún motivo se rebelaron contra su ama, pero luego todas huyeron hacia distintas direcciones, dejando la mina completamente sola.
Mi misión era solo entrar en la mina, identificar el mineral y entregarle un trozo de este a Azaril, quien se encargaría de mostrárselo a sus siguientes trabajadoras que continuarían con la excavación. Y yo aprovecharía para llevarme un trozo de ese mineral para mí, que para eso acepté el trabajo, pero eso no se lo diría a nadie.
Por desgracia, cuando las guerreras rebeldes huyeron, dejaron todas las trampas activadas, trampas basadas en la magia arcana que la propia Azaril colocó para, originalmente, activarse solo cuando detectaran la presencia de un intruso. Por ello, una tal Yakovlev y otro sujeto me acompañarían y desactivarían las trampas de algún modo. ¿Por qué Azaril no iría a desactivar sus propias trampas? No me dijo y tampoco me interesó la respuesta.
–Partirás con ellos dentro… de tres horas –finalizó Azaril–. Entonces... adiós, joven. Que la buena fortuna te acompañe.
Rauko
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Re: ¡Esas mujeres están locas! [Trabajo]
Huir, tan lejos como fuera posible, había sido un terrible error ir al norte en vez de buscar refugio en la base de los informantes o incluso en mi propia torre del clan, pero al mismo tiempo, había sido una reacción inconsciente para evitar meterlos en problemas, Manuela ya se arriesgaba mucho al tener a un vampiro criminal buscado en su resguardo, pedirle ahora que se enfrentara también a las acusaciones de albergar a un vampiro podrían incluso llevar a la ruina a los informantes, y ni hablar del Séptimo Círculo quienes tenían menos recursos para defenderse de alguna agresión, en el fondo aunque no lo había elegido, sabía que mi retiro a las heladas tierras del norte eran por ahora la mejor opción.
Por el camino, encontré un sendero de sangre que me llevó hasta el cuerpo de un brujo, parecía haber sido asesinado para despojarlo de sus pertenencias pues muy poco le habían dejado, no había nada qué hacer por él. Al buscar su identidad en algún documento encontré una carta dirigida a un tal Iván Piro, una conveniente señal del destino considerando que yo eran un vam piro, en fin, como sea, ese raro juego de palabras acababa de darme un destino y una identidad.
Obviamente y como cualquier persona con valores y principios debería hacer, tomé las pertenencias del muerto y lo arrastré lejos del camino para que nadie lo encontrara, o al menos no pronto, y continué mi camino hacia un lugar llamado Villa Nasaki, un nombre intrigantemente perturbador pero ni modo, no soy quién para juzgar malos nombres. Extrañamente y como dato curioso, encontré algunos viajeros con los que apenas logré cruzarme pero todos rumoraban lo mismo, una rara ola de mujeres locas, desquiciadas que balbuceaban cosas sin sentido aparente, y al parecer por sus ropas, su locura había comenzado hacía poco tiempo.
Al llegar encontré un lugar bastante rarito, sobre todo porque el lugar estaba habitado únicamente por mujeres, al principio me emocioné como cualquier hombre pero luego pensé que podrían ser alguna especie de hombrívoras, sería mejor tener cuidado y estar preparado para correr, con lo extendida que estaba la noticia de los vampiros, llevábamos una diana en la frente todo el tiempo así que de momento me interesaba seguir aparentando que no era un vampiro sino un brujo, un brujo arcano llamado Iván.
Al llegar fui recibido por una mujer joven que intentaba parecer ruda a la fuerza, era bastante graciosa y tierna pero resultaba mejor no decirlo en voz alta -Sí, sí, soy yo- Respondí de inmediato cuando me preguntó si yo era yo, y claro que lo era, aunque no tanto porque para ella yo no era yo sino el otro sujeto, en fin, esta idea ya va muy rara, siguiente párrafo.
Acompáñeme, señor Iván- Me dijo y la seguí sin rechistar hasta una gran carpa en cuyo interior se encontraba una chica bastante rarita acompañada de otras dos mujeres de apariencia élfica -Ama Azaril- Dijo la chica al tiempo que hacía una reverencia -Por fin vino alguien para hacer el trabajo que solicitó- Me señaló mientras decía mi nombre, bueno, el que pensaban que era mi nombre.
Bienvenido, Maestro Ivan- Dijo en tono respetuoso aquella fulana Azaril con tono de respeto, este tipo debía ser muy importante, pero no muy diestro porque estaba muerto, aparte que fue una suerte que no lo conociera en persona a pesar de su fama -Luce más joven de lo que esperaba- Dijo y me puso los pelos de punta -Ah sí, es que, ya sabe, me alimento con leche de gallina- Repliqué de prisa -Mejor deme los detalles del asunto- Intenté de prisa cambiar de tema y así conseguí su explicación de lo que estaba sucediendo.
Al terminar los relatos y explicaciones me llevaron a una carpa más pequeña donde podría descansar un par de horas hasta la salida, formaría parte de un grupo del que faltaba un integrante más. Aproveché el poco tiempo disponible para descansar un rato y finalmente me quedé dormido, no supe por cuánto tiempo pues fui despertado bruscamente para decirme que el otro integrante había llegado y partiríamos en un rato.
Preparé mis cosas que eran básicamente mis dagas y el bolso que llevaba e verdadero Iván, el cual seguro pesaba menos de lo que debería pesar, si alguna vez llevaba ahí las herramientas necesarias para hacer su trabajo, entonces me tocaría improvisar, de cualquier manera estaba esperando en el punto de partida cuando de pronto vi acercarse un rostro conocido y desató una serie de súplicas en mi mente -Que no diga mi nombre, que no diga mi nombre.
Por el camino, encontré un sendero de sangre que me llevó hasta el cuerpo de un brujo, parecía haber sido asesinado para despojarlo de sus pertenencias pues muy poco le habían dejado, no había nada qué hacer por él. Al buscar su identidad en algún documento encontré una carta dirigida a un tal Iván Piro, una conveniente señal del destino considerando que yo eran un vam piro, en fin, como sea, ese raro juego de palabras acababa de darme un destino y una identidad.
Obviamente y como cualquier persona con valores y principios debería hacer, tomé las pertenencias del muerto y lo arrastré lejos del camino para que nadie lo encontrara, o al menos no pronto, y continué mi camino hacia un lugar llamado Villa Nasaki, un nombre intrigantemente perturbador pero ni modo, no soy quién para juzgar malos nombres. Extrañamente y como dato curioso, encontré algunos viajeros con los que apenas logré cruzarme pero todos rumoraban lo mismo, una rara ola de mujeres locas, desquiciadas que balbuceaban cosas sin sentido aparente, y al parecer por sus ropas, su locura había comenzado hacía poco tiempo.
Al llegar encontré un lugar bastante rarito, sobre todo porque el lugar estaba habitado únicamente por mujeres, al principio me emocioné como cualquier hombre pero luego pensé que podrían ser alguna especie de hombrívoras, sería mejor tener cuidado y estar preparado para correr, con lo extendida que estaba la noticia de los vampiros, llevábamos una diana en la frente todo el tiempo así que de momento me interesaba seguir aparentando que no era un vampiro sino un brujo, un brujo arcano llamado Iván.
Al llegar fui recibido por una mujer joven que intentaba parecer ruda a la fuerza, era bastante graciosa y tierna pero resultaba mejor no decirlo en voz alta -Sí, sí, soy yo- Respondí de inmediato cuando me preguntó si yo era yo, y claro que lo era, aunque no tanto porque para ella yo no era yo sino el otro sujeto, en fin, esta idea ya va muy rara, siguiente párrafo.
Acompáñeme, señor Iván- Me dijo y la seguí sin rechistar hasta una gran carpa en cuyo interior se encontraba una chica bastante rarita acompañada de otras dos mujeres de apariencia élfica -Ama Azaril- Dijo la chica al tiempo que hacía una reverencia -Por fin vino alguien para hacer el trabajo que solicitó- Me señaló mientras decía mi nombre, bueno, el que pensaban que era mi nombre.
Bienvenido, Maestro Ivan- Dijo en tono respetuoso aquella fulana Azaril con tono de respeto, este tipo debía ser muy importante, pero no muy diestro porque estaba muerto, aparte que fue una suerte que no lo conociera en persona a pesar de su fama -Luce más joven de lo que esperaba- Dijo y me puso los pelos de punta -Ah sí, es que, ya sabe, me alimento con leche de gallina- Repliqué de prisa -Mejor deme los detalles del asunto- Intenté de prisa cambiar de tema y así conseguí su explicación de lo que estaba sucediendo.
Al terminar los relatos y explicaciones me llevaron a una carpa más pequeña donde podría descansar un par de horas hasta la salida, formaría parte de un grupo del que faltaba un integrante más. Aproveché el poco tiempo disponible para descansar un rato y finalmente me quedé dormido, no supe por cuánto tiempo pues fui despertado bruscamente para decirme que el otro integrante había llegado y partiríamos en un rato.
Preparé mis cosas que eran básicamente mis dagas y el bolso que llevaba e verdadero Iván, el cual seguro pesaba menos de lo que debería pesar, si alguna vez llevaba ahí las herramientas necesarias para hacer su trabajo, entonces me tocaría improvisar, de cualquier manera estaba esperando en el punto de partida cuando de pronto vi acercarse un rostro conocido y desató una serie de súplicas en mi mente -Que no diga mi nombre, que no diga mi nombre.
Última edición por Bio el Miér Ene 30 2019, 00:42, editado 1 vez
Bio
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Re: ¡Esas mujeres están locas! [Trabajo]
Luego de estar tres horas intentando hacer que mi pequeño bahaw me esperara dentro de una pequeña carpa que me ofrecieron, fui al punto de encuentro sin haber logrado mi objetivo.
–Vale, vale. Pero no me culpes si te sucede algo ahí, ¿está bien? –dije de mala gana a la criatura blanca en mi hombro. Él solo siguió silbando hasta que me reuní con el resto del equipo.
Fue justo entonces cuando noté quién era el único hombre a parte de mí en el lugar. Lo primero que pensé fue que Bio había escogido el peor sitio a donde huir después de la guerra: al norte, donde se ofrecía una enorme recompensa por su cabeza tras haberse infiltrado en la base de la Logia. Pero, si nadie lo había capturado aún, significaba que nadie lo había identificado o lo necesitaban. Sea como sea, preferí no decir su nombre.
–Hola…, colega. No esperaba verte aquí. –Le mostré una sonrisa perezosa. Miré a la otra persona con nosotros: una chica con líneas negras pintadas en su rostro y con una mirada bastante seria–. Hola a ti también, por cierto. –Fui ignorado, y aun así seguí–. Tú debes ser Yako, ¿no? –Ella negó con la cabeza y se cruzó de brazos, no para acentuar su “seriedad” sino porque estaba temblando de frío.
Una chica con anteojos, delgada y con la mirada pegada en su libro llegó a la escena, acompañada por otras dos mujeres que, a diferencia de la anterior, sí parecían guerreras.
–¡Celebren, chicos, porque las mejores mujeres que verán en sus vidas están aquí! –anunció una de las guerreras. No había gracia ni elegancia en su voz.
–Por favor, Ingrid, compórtate –le increpó su compañera, mirándola por el rabillo del ojo. Luego hizo una reverencia y se presentó–. Disculpen la tardanza. Tuvimos un inconveniente, pero ya estamos aquí. Soy Kano.
–¡Y yo soy Ingrid! –interrumpió la otra, colocándose entre Kano y nosotros. Kano la apartó a la fuerza y continuó.
–Ella es Yakovlev. –Señaló a la de lentes, quien, por fin, apartó la mirada de su libro.
–N-no… no… p-puede… ser –tartamudeó, pero no por el frío. La imagen de Bio era lo único en su campo de visión–. ¡¿El Maestro Iván Piro?! ¡De verdad es…! –Hizo una reverencia un poco exagerada–. ¡Es un honor conocerlo!
–Apenas lo ves y ya quieres un hijo de él –dijo Ingrid, burlándose.
–¡COMPÓRTATE DE UNA BUENA VEZ, MALDITA SEA! –Un poderoso manotazo de Kano resonó en todo el campamento.
–Vale, vale. Pero no me culpes si te sucede algo ahí, ¿está bien? –dije de mala gana a la criatura blanca en mi hombro. Él solo siguió silbando hasta que me reuní con el resto del equipo.
Fue justo entonces cuando noté quién era el único hombre a parte de mí en el lugar. Lo primero que pensé fue que Bio había escogido el peor sitio a donde huir después de la guerra: al norte, donde se ofrecía una enorme recompensa por su cabeza tras haberse infiltrado en la base de la Logia. Pero, si nadie lo había capturado aún, significaba que nadie lo había identificado o lo necesitaban. Sea como sea, preferí no decir su nombre.
–Hola…, colega. No esperaba verte aquí. –Le mostré una sonrisa perezosa. Miré a la otra persona con nosotros: una chica con líneas negras pintadas en su rostro y con una mirada bastante seria–. Hola a ti también, por cierto. –Fui ignorado, y aun así seguí–. Tú debes ser Yako, ¿no? –Ella negó con la cabeza y se cruzó de brazos, no para acentuar su “seriedad” sino porque estaba temblando de frío.
- Laila:
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Una chica con anteojos, delgada y con la mirada pegada en su libro llegó a la escena, acompañada por otras dos mujeres que, a diferencia de la anterior, sí parecían guerreras.
–¡Celebren, chicos, porque las mejores mujeres que verán en sus vidas están aquí! –anunció una de las guerreras. No había gracia ni elegancia en su voz.
- Ingrid:
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–Por favor, Ingrid, compórtate –le increpó su compañera, mirándola por el rabillo del ojo. Luego hizo una reverencia y se presentó–. Disculpen la tardanza. Tuvimos un inconveniente, pero ya estamos aquí. Soy Kano.
- Kano:
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–¡Y yo soy Ingrid! –interrumpió la otra, colocándose entre Kano y nosotros. Kano la apartó a la fuerza y continuó.
–Ella es Yakovlev. –Señaló a la de lentes, quien, por fin, apartó la mirada de su libro.
- Yako:
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–N-no… no… p-puede… ser –tartamudeó, pero no por el frío. La imagen de Bio era lo único en su campo de visión–. ¡¿El Maestro Iván Piro?! ¡De verdad es…! –Hizo una reverencia un poco exagerada–. ¡Es un honor conocerlo!
–Apenas lo ves y ya quieres un hijo de él –dijo Ingrid, burlándose.
–¡COMPÓRTATE DE UNA BUENA VEZ, MALDITA SEA! –Un poderoso manotazo de Kano resonó en todo el campamento.
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Ingrid estuvo durante toda la caminata acariciándose con una mano la parte posterior de su cabeza, pero no parecía arrepentida. Por su parte, Yakovlev se dedicó a explicarle a Bio lo que tenían que hacer, mientras que las otras dos chicas simplemente nos escoltaron en silencio.
Una vez en la entrada de una cueva, solo Yakovlev entró, indicándole a Bio exactamente por donde caminar. Yo los seguí y las otras tres se quedaron atrás.
–Nosotras nos quedaremos aquí para resguardar la entrada –dijo Kano.
–Eso es muy aburrido –respondió Ingrid con una enorme sonrisa traviesa. Kano le lanzó una mirada amenazadora–. Iré con ellos.
–Ay, no puede ser –murmuré. Sabía que se venía otra discusión innecesaria.
–¡Nuestra misión es cuidar la entrada! ¡¿Acaso piensas desobedecer a la Ama Azaril?! –protestó Kano.
–Nuestra misión ni sentido tiene. ¿Para qué vigilar la entrada? ¿Quién va a venir a este lugar en medio de la nada? Mejor entremos. Aquí dentro está calientito. –Ingrid colocó sus manos en la nuca y me siguió despreocupadamente.
–Pero… pero… –Kano apretó los puños y parecía estar haciendo pucheros. Luego sus ojos se abrieron de par en par al ver a la de las líneas negras en la cara entrar sin decir nada–. ¡¿Tú también, Laila?! –Ahora su voz parecía un sollozo. Ingrid rio entre dientes.
Seguimos caminando al interior de la cueva. A los pocos segundos vimos a Kano entrar también, y no se veía feliz.
Repentinamente mi bahaw empezó a temblar y a emitir un chillido leve.
–¿Qué le pasa a tu pájaro? –preguntó Ingrid, curiosa.
–Ahm… No lo sé –confesé, examinando con la mirada al animal.
El pequeño bahaw saltó de mi hombro y huyó hasta la salida, separándose de mí por primera vez. Y tuve un terrible mal presentimiento.
Una vez en la entrada de una cueva, solo Yakovlev entró, indicándole a Bio exactamente por donde caminar. Yo los seguí y las otras tres se quedaron atrás.
–Nosotras nos quedaremos aquí para resguardar la entrada –dijo Kano.
–Eso es muy aburrido –respondió Ingrid con una enorme sonrisa traviesa. Kano le lanzó una mirada amenazadora–. Iré con ellos.
–Ay, no puede ser –murmuré. Sabía que se venía otra discusión innecesaria.
–¡Nuestra misión es cuidar la entrada! ¡¿Acaso piensas desobedecer a la Ama Azaril?! –protestó Kano.
–Nuestra misión ni sentido tiene. ¿Para qué vigilar la entrada? ¿Quién va a venir a este lugar en medio de la nada? Mejor entremos. Aquí dentro está calientito. –Ingrid colocó sus manos en la nuca y me siguió despreocupadamente.
–Pero… pero… –Kano apretó los puños y parecía estar haciendo pucheros. Luego sus ojos se abrieron de par en par al ver a la de las líneas negras en la cara entrar sin decir nada–. ¡¿Tú también, Laila?! –Ahora su voz parecía un sollozo. Ingrid rio entre dientes.
Seguimos caminando al interior de la cueva. A los pocos segundos vimos a Kano entrar también, y no se veía feliz.
Repentinamente mi bahaw empezó a temblar y a emitir un chillido leve.
–¿Qué le pasa a tu pájaro? –preguntó Ingrid, curiosa.
–Ahm… No lo sé –confesé, examinando con la mirada al animal.
El pequeño bahaw saltó de mi hombro y huyó hasta la salida, separándose de mí por primera vez. Y tuve un terrible mal presentimiento.
(☞゚∀゚)☞ OFFROL ☜(゚∀゚☜)
Lanzo runa que determinará el avance de mi maldición.Última edición por Rauko el Mar Ene 29 2019, 20:24, editado 1 vez
Rauko
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Re: ¡Esas mujeres están locas! [Trabajo]
El miembro 'Rauko' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: ¡Esas mujeres están locas! [Trabajo]
Afortunadamente Rauko no mencionó mi nombre ni nada que me pusiera en evidencia así que yo hice lo mismo mostrando mis mejores atributos para la actuación -Hola, colega desconocido al que jamás he visto en ningún otro lado- Le saludé amablemente meneando la mano de un lado a otro -Veo que ya eres padre también- Señalé al extraño pajarraco que lo acompañaba, vaya que había crecido ese chico, hacía muy poco era un solitario y ahora tenía una novia y una mascota, que rápido crecen.
De cualquier manera, no había tiempo para melancolizarnos, si es que esa palabra existe y si no pues bueno, ya fue, de cualquier manera lo que siguió fue una serie de presentaciones de parte de unas chicas bastante variopintas, alcé una ceja ante las presentaciones de cada una de ellas aunque la más llamativa fue la última chica que parecía toda una sabionda y me reconoció como Ivan Piro -Sí, sí, ese soy, el gran Ivan Piro- Al parecer el tipo era algo importante y eso era un peligro porque tal vez podrían conocer su rostro pero por suerte no fue así.
Sonreí levemente y la saludé de vuelta para luego caminar rumbo al lugar de trabajo que por suerte quedaba alejado de todo, durante la marcha me explicó los detalles del trabajo y me limité a asentir con la cabeza una y otra vez pues no me parecía que fuera gran cosa, solo entrar, tomar algo y salir, pan comido, mi misión era entonces, estar ahí y verme bonito.
Fue entonces cuando llegamos al llegadero, aunque al parecer alguien tenía severos problemas de autoridad, al final el plan se fue al traste y todas las chicas quisieron entrar con nosotros a buscar esa cosa que íbamos a buscar aunque no pasó mucho tiempo antes que algo comenzara a suceder, el pajarraco salió huyendo demostrando que la lealdad y la valentía no estaban entre sus aspectos a resaltar, pero había cosas más importantes que eso.
Se escucharon extraños ruidos viniendo desde el interior de aquellos túneles en donde habíamos entrado, miré a todos los presentes y traté de calmarlos agachándome e invitándoles a hacer lo mismo -Silencio ¿Dónde están las que vinieron antes?- Pregunté alarmado antes de darme cuenta que los ojos de Rauko se mostraban de un tono diferente. Miré al resto de las chicas para ver si sufrían el mismo cambio pero él era el único que presentaba esa característica.
De cualquier manera, no había tiempo para melancolizarnos, si es que esa palabra existe y si no pues bueno, ya fue, de cualquier manera lo que siguió fue una serie de presentaciones de parte de unas chicas bastante variopintas, alcé una ceja ante las presentaciones de cada una de ellas aunque la más llamativa fue la última chica que parecía toda una sabionda y me reconoció como Ivan Piro -Sí, sí, ese soy, el gran Ivan Piro- Al parecer el tipo era algo importante y eso era un peligro porque tal vez podrían conocer su rostro pero por suerte no fue así.
Sonreí levemente y la saludé de vuelta para luego caminar rumbo al lugar de trabajo que por suerte quedaba alejado de todo, durante la marcha me explicó los detalles del trabajo y me limité a asentir con la cabeza una y otra vez pues no me parecía que fuera gran cosa, solo entrar, tomar algo y salir, pan comido, mi misión era entonces, estar ahí y verme bonito.
Fue entonces cuando llegamos al llegadero, aunque al parecer alguien tenía severos problemas de autoridad, al final el plan se fue al traste y todas las chicas quisieron entrar con nosotros a buscar esa cosa que íbamos a buscar aunque no pasó mucho tiempo antes que algo comenzara a suceder, el pajarraco salió huyendo demostrando que la lealdad y la valentía no estaban entre sus aspectos a resaltar, pero había cosas más importantes que eso.
Se escucharon extraños ruidos viniendo desde el interior de aquellos túneles en donde habíamos entrado, miré a todos los presentes y traté de calmarlos agachándome e invitándoles a hacer lo mismo -Silencio ¿Dónde están las que vinieron antes?- Pregunté alarmado antes de darme cuenta que los ojos de Rauko se mostraban de un tono diferente. Miré al resto de las chicas para ver si sufrían el mismo cambio pero él era el único que presentaba esa característica.
Bio
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Re: ¡Esas mujeres están locas! [Trabajo]
Mi corazón golpeó mi pecho y bombeó una sangre diferente. Era sangre fría, y congeló las venas que recorrió. Pero al siguiente instante recuperé mi calor habitual.
–Ya pasó. No vale la pena preocuparme por eso –pensé. Luego, estando de espaldas a la entrada de la cueva, giré mi cabeza para mirar por el rabillo del ojo al pequeño bahaw que no tardó en desaparecer–. Tampoco vale la pena preocuparme por un simple animal que acabo de conocer.
Reconociendo que esos no eran pensamientos propios de mí, sacudí mi cabeza negativamente, como para liberarme de esa actitud despreciable.
Unos ruidos provenientes de las profundidades de los túneles evitaron que pudiera reflexionar más sobre mi extraño comportamiento. Todas las chicas se tensaron. Ingrid mostró una sonrisa nerviosa y sus ojos confesaban que estaba considerando volver para resguardar la entrada. Kano nos miró a cada uno, como pidiendo tímidamente una respuesta tranquilizadora. Laila no apartó su mirada del final del túnel, sin duda ni miedo.
–A-ah, s-sí –le respondió Yako a Bio, con la voz entrecortada. Todos nos agachamos. Yako se acomodó sus anteojos, sin poder ocultar el temblor de su mano–. Pues…, e-ellas se… –Viendo que Yako no recuperaba la compostura, Laila intervino.
–Huyeron. Todas y cada una de nuestras compañeras huyeron de aquí… o eso es lo que nos informaron –explicó, sin emoción en su voz y sin mirar a nadie en concreto.
–Entonces ¿qué es ese ruido? –inquirí.
–No lo sé… –dijo Ingrid–. Pero no olvidemos que nosotras tres solamente debemos resguardar la entrada –agregó rápidamente–. Como honorables sirvientas de la Ama Azaril, estamos obligadas a cumplir con nuestro rol. Así que adiosito. –Procedió a levantarse para luego iniciar su caminata hacia la salida.
–¿“Obligadas a cumplir con nuestro rol”? Mira quién lo dice –murmuró Kano, pero se levantó para seguir a Ingrid. No obstante, ambas se detuvieron al poder escuchar mejor lo que se acercaba.
El extraño ruido al fondo de los túneles fue haciéndose más cercano y, en consecuencia, más claro, hasta que finalmente distinguimos que eran gritos de mujeres aterrorizadas. Luego escuchamos relámpagos, llamas, metales chocando y estallidos, cada uno acompañado por alaridos de dolor o agonía y sacudidas de la cueva.
–A-alguien e-está cayendo en todas… –empezó Yako, perpleja–. No, ¡varias mujeres están cayendo en todas las trampas!
–¡¿Eh?! –exclamaron al unísono Ingrid y Kano. Yo simplemente arqueé ambas cejas–. ¡¿Esas mujeres están locas o qué les pasa?! –continuó solo Ingrid–. ¡¿Y no se suponía que todas se habían ido?!
–Pero ellas no llegarán hasta aquí, ¿o sí, Yako? –preguntó Laila con su tono habitual. Llevó sus manos hacia sus caderas y desenfundó dos espadas cortas.
–Las trampas solo funcionan una vez. –Volvió a acomodar sus anteojos–. Después… el camino estará libre.
–Algo se acerca –noté. Desenvainé mi espada. Las demás chicas siguieron la dirección de mi mirada. Luego Ingrid y Kano empuñaron sus respectivas armas, mientras que Yako se refugió tras Bio.
Vimos la silueta de una mujer aparecer desde el fondo de un túnel oscuro, caminando deprisa, aunque con pasos irregulares, y con un brazo que le colgaba como si estuviera roto. Pero antes de alcanzar a distinguir su rostro, vimos aparecer un círculo de runas en el suelo, alrededor de aquella extraña. Las runas emitieron un potente brillo color zafiro y, justo después, sin darnos oportunidad de cubrir nuestros ojos, fuimos deslumbrados por un destello azul.
No tuve oportunidad de ver qué sucedió con la extraña mujer. El túnel donde ocurrió la explosión se derrumbó de inmediato, y el techo donde estábamos empezó a derrumbarse también.
–¡Vámonos de aquí! –gritó Ingrid corriendo hacia la salida. La seguí sin pensarlo. Pero ella tropezó con Kano y cayeron. No tuve tiempo para reaccionar y tropecé con ambas también–. ¡MALDICIÓN!
De pronto el suelo bajo nosotros se agrietó y se abrió, haciéndonos caer al vacío como resultado final de nuestra torpeza.
–Ya pasó. No vale la pena preocuparme por eso –pensé. Luego, estando de espaldas a la entrada de la cueva, giré mi cabeza para mirar por el rabillo del ojo al pequeño bahaw que no tardó en desaparecer–. Tampoco vale la pena preocuparme por un simple animal que acabo de conocer.
Reconociendo que esos no eran pensamientos propios de mí, sacudí mi cabeza negativamente, como para liberarme de esa actitud despreciable.
Unos ruidos provenientes de las profundidades de los túneles evitaron que pudiera reflexionar más sobre mi extraño comportamiento. Todas las chicas se tensaron. Ingrid mostró una sonrisa nerviosa y sus ojos confesaban que estaba considerando volver para resguardar la entrada. Kano nos miró a cada uno, como pidiendo tímidamente una respuesta tranquilizadora. Laila no apartó su mirada del final del túnel, sin duda ni miedo.
–A-ah, s-sí –le respondió Yako a Bio, con la voz entrecortada. Todos nos agachamos. Yako se acomodó sus anteojos, sin poder ocultar el temblor de su mano–. Pues…, e-ellas se… –Viendo que Yako no recuperaba la compostura, Laila intervino.
–Huyeron. Todas y cada una de nuestras compañeras huyeron de aquí… o eso es lo que nos informaron –explicó, sin emoción en su voz y sin mirar a nadie en concreto.
–Entonces ¿qué es ese ruido? –inquirí.
–No lo sé… –dijo Ingrid–. Pero no olvidemos que nosotras tres solamente debemos resguardar la entrada –agregó rápidamente–. Como honorables sirvientas de la Ama Azaril, estamos obligadas a cumplir con nuestro rol. Así que adiosito. –Procedió a levantarse para luego iniciar su caminata hacia la salida.
–¿“Obligadas a cumplir con nuestro rol”? Mira quién lo dice –murmuró Kano, pero se levantó para seguir a Ingrid. No obstante, ambas se detuvieron al poder escuchar mejor lo que se acercaba.
El extraño ruido al fondo de los túneles fue haciéndose más cercano y, en consecuencia, más claro, hasta que finalmente distinguimos que eran gritos de mujeres aterrorizadas. Luego escuchamos relámpagos, llamas, metales chocando y estallidos, cada uno acompañado por alaridos de dolor o agonía y sacudidas de la cueva.
–A-alguien e-está cayendo en todas… –empezó Yako, perpleja–. No, ¡varias mujeres están cayendo en todas las trampas!
–¡¿Eh?! –exclamaron al unísono Ingrid y Kano. Yo simplemente arqueé ambas cejas–. ¡¿Esas mujeres están locas o qué les pasa?! –continuó solo Ingrid–. ¡¿Y no se suponía que todas se habían ido?!
–Pero ellas no llegarán hasta aquí, ¿o sí, Yako? –preguntó Laila con su tono habitual. Llevó sus manos hacia sus caderas y desenfundó dos espadas cortas.
–Las trampas solo funcionan una vez. –Volvió a acomodar sus anteojos–. Después… el camino estará libre.
–Algo se acerca –noté. Desenvainé mi espada. Las demás chicas siguieron la dirección de mi mirada. Luego Ingrid y Kano empuñaron sus respectivas armas, mientras que Yako se refugió tras Bio.
Vimos la silueta de una mujer aparecer desde el fondo de un túnel oscuro, caminando deprisa, aunque con pasos irregulares, y con un brazo que le colgaba como si estuviera roto. Pero antes de alcanzar a distinguir su rostro, vimos aparecer un círculo de runas en el suelo, alrededor de aquella extraña. Las runas emitieron un potente brillo color zafiro y, justo después, sin darnos oportunidad de cubrir nuestros ojos, fuimos deslumbrados por un destello azul.
No tuve oportunidad de ver qué sucedió con la extraña mujer. El túnel donde ocurrió la explosión se derrumbó de inmediato, y el techo donde estábamos empezó a derrumbarse también.
–¡Vámonos de aquí! –gritó Ingrid corriendo hacia la salida. La seguí sin pensarlo. Pero ella tropezó con Kano y cayeron. No tuve tiempo para reaccionar y tropecé con ambas también–. ¡MALDICIÓN!
De pronto el suelo bajo nosotros se agrietó y se abrió, haciéndonos caer al vacío como resultado final de nuestra torpeza.
(☞゚∀゚)☞ OFFROL ☜(゚∀゚☜)
Gracias a la runa anterior, la maldición avanzó 2 puntos, por lo que el Raukonómetro queda en +2.Última edición por Rauko el Dom Feb 10 2019, 00:33, editado 1 vez
Rauko
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Re: ¡Esas mujeres están locas! [Trabajo]
Ante mi pregunta de lo que había sucedido a las otras chicas, que de hecho, era una pregunta retórica porque ya nos habían dicho que habían escapado, pero ya que confirmamos pues, mejor que sobren y no que falten; igual parecía que nos habían mentido un poco porque esa mina estaba plagada de mujeres, lo que me hacía pensar en algo muy importante y que hasta ahora me había dado miedo preguntar ¿Dónde estaban los hombres de aquel campamento de chicas? Sería un paraíso para cualquiera, alguna trampa tendría que haber detrás de todo el asunto.
De cualquier manera, las chicas comenzaron a ponerse nerviosas, y no es que yo no lo estuviera pero debía mostrarme como el hombre adulto responsable ya que Rauko era muy joven para eso, nos miramos unos a otros en un momento de tensión y nervios hasta que mencionaron que había mujeres cayendo en las trampas -¿Cómo sabes que son mujeres?- Cuestioné, podrían ser hombres de voz aguda, pero bueno, no les iba a llevar la contraria, eran muchas contra mí solito.
Al menos nos dieron la buena noticia que las trampas solo se activaban una vez, así que solo debíamos sentarnos un rato hasta que las fulanas mujeres activatrampas terminaran de activar las trampas, al paso que iban no debería tomarles mucho tiempo y además me iban a ahorrar el trabajo, dejé escapar una discreta media sonrisa pero luego todo cambió al ver a aquella silueta que venía caminando hacia nosotros, o nosotras, bueno, nosotres.
En medio del caos Yako se escondió detrás de mí como si yo planeara invertir el más mínimo esfuerzo en salvarla de algo, ilusa. Parecía ser una chica pero antes que lográramos identificarla se volvió rompecabezas y quedó estampada en todos lados -Oh, rayos- Retrocedí un poco y casi piso a la pobre Yako -Disculpa- Dije un poco apenado pero no había tiempo para disculpas, el tiempo era de correr -El techo... se cae- Murmuró Yako señalando a la salida, ella intentó correr pero cuando pensaba que casi la pisaba, me equivoqué y sí la había pisado, así que se fue al piso y aunque le salté por encima para dejarla atrás sin remordimiento alguno, al final terminé regresando para ayudarla.
Levántate rápido antes que…- Apenas iba terminando de decir aquellas palabras cuando, todo se derrumbó, dentro de aquí, dentro de aquí -¡Rauko!- Grité mientras el lugar se desplomaba y una nube de polvo nos bañaba, que no era tan malo, peor sería que nos bañaran las piedras, pero como tenía la boca abierta sí fue un poco desagradable y terminé tragándome la tierra solo para no demostrarle a Yako el vergonzoso momento -¿Estás bien?- Le pregunté mientras me apartaba de encima de ella donde había terminado cómodamente sentado.
Me levanté sacudiendo mi ropa y tocándome por todos lados en busca de algo que doliera pero afortunadamente a pesar de algunos raspones aquí y allá, estaba bien, le ofrecí la mano a la chica para ayudarla a levantarse y comencé a buscar una salida -Parece que no podremos volver por donde entramos- Suspiré con pesar -¿Crees que estén…?- Preguntó Yako sin atreverse a decir lo que estaba pensando -No, vamos, seguro que están todos bien- Dije aunque en mi mente la verdad era otra -Bien aplastados como cucarachas, lástima, eran agradables, pero ya fueron- Pensé sin decir nada y señalé el camino que íbamos a tomar ahora.
Me parece que lo más sensato y razonable es alejarnos de la entrada, adentrarnos en este lugar lleno de peligros en donde tal vez no haya otra salida y correr el riesgo de perdernos o morir en alguna de las trampas- Dije mientras tomaba la mano de la jovencita para guiarla en el oscuro lugar -Espera, no puedo ver- Y tenía razón ella al decirlo, la explosión arcana había dejado pequeños orbes brillantes en el aire que iluminaban tenuemente pero se apagaban poco a poco, pronto nos íbamos a quedar sin luz.
[1]Aparece una complicación: El lugar por el que has entrado se derrumba, deberás de encontrar otra salida. De cualquier manera, las chicas comenzaron a ponerse nerviosas, y no es que yo no lo estuviera pero debía mostrarme como el hombre adulto responsable ya que Rauko era muy joven para eso, nos miramos unos a otros en un momento de tensión y nervios hasta que mencionaron que había mujeres cayendo en las trampas -¿Cómo sabes que son mujeres?- Cuestioné, podrían ser hombres de voz aguda, pero bueno, no les iba a llevar la contraria, eran muchas contra mí solito.
Al menos nos dieron la buena noticia que las trampas solo se activaban una vez, así que solo debíamos sentarnos un rato hasta que las fulanas mujeres activatrampas terminaran de activar las trampas, al paso que iban no debería tomarles mucho tiempo y además me iban a ahorrar el trabajo, dejé escapar una discreta media sonrisa pero luego todo cambió al ver a aquella silueta que venía caminando hacia nosotros, o nosotras, bueno, nosotres.
En medio del caos Yako se escondió detrás de mí como si yo planeara invertir el más mínimo esfuerzo en salvarla de algo, ilusa. Parecía ser una chica pero antes que lográramos identificarla se volvió rompecabezas y quedó estampada en todos lados -Oh, rayos- Retrocedí un poco y casi piso a la pobre Yako -Disculpa- Dije un poco apenado pero no había tiempo para disculpas, el tiempo era de correr -El techo... se cae- Murmuró Yako señalando a la salida, ella intentó correr pero cuando pensaba que casi la pisaba, me equivoqué y sí la había pisado, así que se fue al piso y aunque le salté por encima para dejarla atrás sin remordimiento alguno, al final terminé regresando para ayudarla.
Levántate rápido antes que…- Apenas iba terminando de decir aquellas palabras cuando, todo se derrumbó, dentro de aquí, dentro de aquí -¡Rauko!- Grité mientras el lugar se desplomaba y una nube de polvo nos bañaba, que no era tan malo, peor sería que nos bañaran las piedras, pero como tenía la boca abierta sí fue un poco desagradable y terminé tragándome la tierra solo para no demostrarle a Yako el vergonzoso momento -¿Estás bien?- Le pregunté mientras me apartaba de encima de ella donde había terminado cómodamente sentado.
Me levanté sacudiendo mi ropa y tocándome por todos lados en busca de algo que doliera pero afortunadamente a pesar de algunos raspones aquí y allá, estaba bien, le ofrecí la mano a la chica para ayudarla a levantarse y comencé a buscar una salida -Parece que no podremos volver por donde entramos- Suspiré con pesar -¿Crees que estén…?- Preguntó Yako sin atreverse a decir lo que estaba pensando -No, vamos, seguro que están todos bien- Dije aunque en mi mente la verdad era otra -Bien aplastados como cucarachas, lástima, eran agradables, pero ya fueron- Pensé sin decir nada y señalé el camino que íbamos a tomar ahora.
Me parece que lo más sensato y razonable es alejarnos de la entrada, adentrarnos en este lugar lleno de peligros en donde tal vez no haya otra salida y correr el riesgo de perdernos o morir en alguna de las trampas- Dije mientras tomaba la mano de la jovencita para guiarla en el oscuro lugar -Espera, no puedo ver- Y tenía razón ella al decirlo, la explosión arcana había dejado pequeños orbes brillantes en el aire que iluminaban tenuemente pero se apagaban poco a poco, pronto nos íbamos a quedar sin luz.
Última edición por Bio el Miér Mayo 29 2019, 21:26, editado 2 veces
Bio
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Re: ¡Esas mujeres están locas! [Trabajo]
Mientras la gravedad nos llevaba hacia nuestro fin, recibí golpes hasta que terminamos aterrizando en un mundo sin luz. Por suerte no habíamos descendido más que unos 4 metros, pero caer con dos personas que no dejaban de sacudirse lo hizo doloroso. Cuando nuestros cuerpos sintieron la dureza del suelo, de inmediato fuimos bañados por una enorme cantidad de tierra.
–¡Ay, mis nalgas! –exclamó Ingrid, adolorida.
Me levanté como pude y me sacudí para quitarme toda la montaña de tierra de encima. Notando que no había ningún tipo de iluminación, concentré mi energía en mi mano izquierda para hacer que esta brillara. Levanté la mano y logré ver a las otra dos, que habían quedado en una posición incómoda y vergonzosa que prefiero no detallar.
–¿Están bien? –Di un respingo al escuchar la voz de Laila a mi lado. Ella no tenía ningún rasguño y estaba en calma. Ingrid y Kano respondieron con un sonido que no supe si era un “sí” o un “me duele hasta el alma”.
–¿También caíste con nosotros, Laila? –hice una pregunta cuya respuesta era obvia.
–Elfo, sánalas mientras busco nuestras armas. –No era la respuesta que esperaba, pero me pareció un buen plan. Habíamos perdido las armas al caer como idiotas y a mí me daba flojera buscar con tan poca luz. Asentí con la cabeza y me preparé para comenzar con mi labor. Miré hacia arriba por un instante, preguntándome si Bio y Yako estaban bien.
–¡Ay, mis nalgas! –exclamó Ingrid, adolorida.
Me levanté como pude y me sacudí para quitarme toda la montaña de tierra de encima. Notando que no había ningún tipo de iluminación, concentré mi energía en mi mano izquierda para hacer que esta brillara. Levanté la mano y logré ver a las otra dos, que habían quedado en una posición incómoda y vergonzosa que prefiero no detallar.
–¿Están bien? –Di un respingo al escuchar la voz de Laila a mi lado. Ella no tenía ningún rasguño y estaba en calma. Ingrid y Kano respondieron con un sonido que no supe si era un “sí” o un “me duele hasta el alma”.
–¿También caíste con nosotros, Laila? –hice una pregunta cuya respuesta era obvia.
–Elfo, sánalas mientras busco nuestras armas. –No era la respuesta que esperaba, pero me pareció un buen plan. Habíamos perdido las armas al caer como idiotas y a mí me daba flojera buscar con tan poca luz. Asentí con la cabeza y me preparé para comenzar con mi labor. Miré hacia arriba por un instante, preguntándome si Bio y Yako estaban bien.
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–Y estaríamos a salvo si no hubieras desobedecido a la Ama Azaril –le reprochó Kano a Ingrid, otra vez.
–Ya, ya. Tranquilízate –rogó Ingrid, otra vez.
–¿Ya vas a terminar? –me preguntó Laila, otra vez.
–Falta poco –dije, por primera vez, rompiendo el ciclo que habíamos mantenido en los últimos minutos.
Ya habíamos recuperado nuestras armas y yo era el único aún con moretones y rasguños por sanar. Y ya hubiera estado como nuevo incluso con mis patéticas habilidades curativas si no fuera porque me desconcentraba la discusión interminable de Ingrid y Kano.
Cuando hubo un nuevo momento de silencio, Laila lo aprovechó para decirnos:
–El agujero por donde caímos está bloqueado, así que tenemos que buscar una nueva salida. –Miró hacia el único camino disponible–. Todos los túneles están conectados; si avanzamos, es posible encontrarnos con Yako y el Maestro Iván Piro.
–¿A él le dices maestro y a mí solamente elfo? Pero qué falta de respeto –pensé, sintiéndome menospreciado.
Entonces Laila me examinó con la mirada y asintió para ella misma.
–Ya estás bien. Partamos ahora –dijo mientras comenzaba a caminar.
–¿Me hiciste sanar cada pequeño raspón en las otras dos, pero a mí no me dejas sanarme por completo? Pero qué falta de respeto –pensé, sintiéndome más menospreciado.
–Oye, ¿desde cuándo eres la líder? –murmuró Kano, con los brazos cruzados.
–¿Tienes un mejor plan? –respondió Laila, dándole la espalda. Kano solo pudo apartar la mirada–. Entonces no te quejes.
–Ya, ya. Tranquilízate –rogó Ingrid, otra vez.
–¿Ya vas a terminar? –me preguntó Laila, otra vez.
–Falta poco –dije, por primera vez, rompiendo el ciclo que habíamos mantenido en los últimos minutos.
Ya habíamos recuperado nuestras armas y yo era el único aún con moretones y rasguños por sanar. Y ya hubiera estado como nuevo incluso con mis patéticas habilidades curativas si no fuera porque me desconcentraba la discusión interminable de Ingrid y Kano.
Cuando hubo un nuevo momento de silencio, Laila lo aprovechó para decirnos:
–El agujero por donde caímos está bloqueado, así que tenemos que buscar una nueva salida. –Miró hacia el único camino disponible–. Todos los túneles están conectados; si avanzamos, es posible encontrarnos con Yako y el Maestro Iván Piro.
–¿A él le dices maestro y a mí solamente elfo? Pero qué falta de respeto –pensé, sintiéndome menospreciado.
Entonces Laila me examinó con la mirada y asintió para ella misma.
–Ya estás bien. Partamos ahora –dijo mientras comenzaba a caminar.
–¿Me hiciste sanar cada pequeño raspón en las otras dos, pero a mí no me dejas sanarme por completo? Pero qué falta de respeto –pensé, sintiéndome más menospreciado.
–Oye, ¿desde cuándo eres la líder? –murmuró Kano, con los brazos cruzados.
–¿Tienes un mejor plan? –respondió Laila, dándole la espalda. Kano solo pudo apartar la mirada–. Entonces no te quejes.
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Mi linterna improvisada no iluminaba demasiado, pero por lo menos podíamos ver por dónde caminábamos. Aun así, todos estábamos tensos, manteniéndonos alerta ante cualquier sonido sospechoso. Aunque ninguno sabía por qué todavía había mujeres en los túneles o por qué esas mujeres estaban locas, sí sabíamos que podría ser fatal no estar preparados para un encuentro con ellas.
No obstante, estábamos más nerviosos de lo que deberíamos. Sentíamos que algo nos acechaba en la oscuridad, una amenaza que podría desgarrar nuestros cuellos si bajábamos la guardia por tan solo un instante. Ninguno lo admitió, pero un vistazo era suficiente para ver que todos teníamos miedo, incluso la inexpresiva Laila.
Nos detuvimos cuando llegamos a un punto donde el túnel se ramificaba en dos.
–¿Y qué camino tomamos ahora? –preguntó Ingrid, casi quejándose. Laila no respondió esta vez.
–¿Este, tal vez? –propuse, señalando hacia la derecha. Todas me miraron–. Corriente de aire –añadí, esperando que eso bastara para ellas… Aunque la verdad es que tomé la decisión dejándolo a la suerte.
–¡Estoy de acuerdo! –gritó Kano, con una voz demasiado huidiza.
–¿Eh? ¿Pero qué te sucede? –preguntó Ingrid, más extrañada que preocupada–. ¿Te estás volviendo loca también o qué?
–No. Es solo que… –habló con timidez– siento que hay algo muy malo por ahí. –Señaló el túnel a la izquierda.
Todos miramos a esa dirección y sentimos un desagradable escalofrío que grabó en nuestros cuerpos un mismo mensaje: Toma este camino y no volverás a ver la luz.
–El que quiera ir por la derecha, ¡que levante la mano! –dijo Ingrid de inmediato, con su mano ya alzada. Todos levantamos una mano con la misma rapidez, y Laila no fue la excepción–. Entonces ¿qué estás esperando, elfo? ¡Camina ya!
No obstante, estábamos más nerviosos de lo que deberíamos. Sentíamos que algo nos acechaba en la oscuridad, una amenaza que podría desgarrar nuestros cuellos si bajábamos la guardia por tan solo un instante. Ninguno lo admitió, pero un vistazo era suficiente para ver que todos teníamos miedo, incluso la inexpresiva Laila.
Nos detuvimos cuando llegamos a un punto donde el túnel se ramificaba en dos.
–¿Y qué camino tomamos ahora? –preguntó Ingrid, casi quejándose. Laila no respondió esta vez.
–¿Este, tal vez? –propuse, señalando hacia la derecha. Todas me miraron–. Corriente de aire –añadí, esperando que eso bastara para ellas… Aunque la verdad es que tomé la decisión dejándolo a la suerte.
–¡Estoy de acuerdo! –gritó Kano, con una voz demasiado huidiza.
–¿Eh? ¿Pero qué te sucede? –preguntó Ingrid, más extrañada que preocupada–. ¿Te estás volviendo loca también o qué?
–No. Es solo que… –habló con timidez– siento que hay algo muy malo por ahí. –Señaló el túnel a la izquierda.
Todos miramos a esa dirección y sentimos un desagradable escalofrío que grabó en nuestros cuerpos un mismo mensaje: Toma este camino y no volverás a ver la luz.
–El que quiera ir por la derecha, ¡que levante la mano! –dijo Ingrid de inmediato, con su mano ya alzada. Todos levantamos una mano con la misma rapidez, y Laila no fue la excepción–. Entonces ¿qué estás esperando, elfo? ¡Camina ya!
Última edición por Rauko el Dom Feb 10 2019, 04:30, editado 1 vez
Rauko
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Re: ¡Esas mujeres están locas! [Trabajo]
El miembro 'Rauko' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: ¡Esas mujeres están locas! [Trabajo]
¿Seguro que es una buena idea? Maestro Iván- Preguntó sin querer llevarme la contraria aunque con algunas dudas rondando su mente, y es que adentrarse en tan peligroso camino no parecía el mejor de los planes, pero al final se aferró a mi camisa y me siguió una vez que comencé a caminar sin saber hacia dónde. Como era de esperarse, tropecé y caímos de nuevo al piso -Maestro Iván, no respiro- Dijo con la voz forzada y me hizo levantarme de prisa -Un momento, por favor- Dijo con timidez y empezó a buscar entre los bolsillos de su ropa hasta que dio con unos pequeños cristales azules -Esto nos ayudará a ver mejor- Tras aquellas palabras golpeó un par de ellos y comenzaron a emitir un brillo que aunque no eran tan potentes por lo menos nos permitiría caminar sin tropezarnos a cada rato.
Sonreí ante la buena idea, al parecer me había quedado con la más lista del grupo -Bien hecho- Le dije para animarla y le tendí la mano para adentrarnos en aquel lugar. Lo primero que hicimos fue llegar al lugar donde había explotado la otra mujer, no quedaba mucho de ella más allá de ropas chamuscadas y trozos de carne; a diferencia de una explosión normal donde los cuerpos eran despedazados de manera sangrienta, las explosiones mágicas en ocasiones causaban otras reacciones, en este caso era como si la explosión devorara la piel en lugar de despedazarla, algo bastante curioso que intentaría recordar luego.
Mama-estro Iván- Dijo la chica señalando un cuerpo que flotaba a lo lejos aparentemente sujetado por lo que parecía ser hilos mágicos, como una telaraña azulada que la mantenía separada del suelo -Parece que está viva- Movía sus manos o más bien, intentaba moverlas, parecía que estaba pidiendo ayuda -Hay que ayudarla- Dijo Yako intentando acercarse pero la detuve de inmediato sujetando su muñeca y le señalé un extraño punto brillante cerca del cuerpo.
Me agaché para tomar un pedazo de roca y la lancé cerca del punto brillante y no pasó nada, al menos por un rato, porque luego el pedazo de roca comenzó a derretirse como si hiciera un calor inmenso -No creo que debamos pasar por ahí- Sugerí aunque no es que hubiera muchas opciones, afortunadamente parecía haber un sendero hacia arriba, así que tras señalárselo a mi compañera le sugerí ir en esa dirección, a fin de cuentas, ir hacia arriba siempre es bueno, di un par de saltos para elevarme y alcanzar el borde del agujero y luego de haber subido tendí la mano a Yako para ayudarla a subir -Necesitas comer menos frijoles- Le dije en referencia a su peso y con algo de esfuerzo terminé de subirla.
Por desgracia no parecía que estuviésemos a salvo, en la parte superior había una serie de túneles que se bifurcaban una y otra vez, avanzamos entre las penumbras, iluminados tenuemente por aquellos cristales que apenas iluminaban unos cuantos pasos más allá de nuestras narices -Deberíamos volver, no me gusta este camino- Suspiré profundamente y negué con la cabeza, no porque yo no quisiera volver, sino porque no sabía por dónde, fue entonces cuando un escalofrío recorrió mi espalda y de inmediato Yako me empujó y comenzó a correr -¿Pero qué te pasa?- Pregunté indignado y corrí tras ella esperando no tener que recuperarla en pedacitos.
¡Yaaakooo!- Grité luego de un rato, la había perdido de vista en un instante como si de pronto se conociera los túneles de memoria, la habría dado por perdida de no ser porque un leve pero constante lloriqueo llegó a mis oídos, me acerqué con cuidado al origen de los sonidos, entonces la encontré hecha bolita en un rincón susurrando cosas raras y al verme todo empeoró -Tú, eres uno de ellos, eres uno de ellos- Me señaló con miedo -Ah, ya ni siquiera soy maestro- Murmuré de mala gana pero aquello era más serio de lo que parecía.
La chica se levantó como si estuviera poseída y se lanzó sobre mí cuando intenté acercarme para calmarla -Hey, espera, no- Intenté calmarla pero estaba completamente loca, lanzaba golpes, arañazos, patadas, mordiscos, y no parecía que fuera a mejorar -¿Cómo que de ellos?- Pregunté por eso que no dejaba de repetir una y otra vez, sujeté sus muñecas pero me pegó varios rodillazos por las costillas, rodamos un rato hasta que caímos sobre algo que no debíamos caer.
Habíamos caído sobre alguna de las trampas, lo supe porque un raro y siniestro círculo brillante nos rodeó; abrí los ojos como platos y haciendo uso de toda mi fuerza agarré a la chica abrazándola y giramos por el piso para escapar de lo que luego se convirtió en una explosión que casi nos vuelve trocitos.
De pronto ella dejó de hablar, no hacía ningún ruido, de hecho, nada hacía ruido, fue entonces cuando entendí que la explosión me había dejado sordo, un pitido se adueñó de mis oídos, tenía raspones y golpes por los brazos y la cara, y la espalda, y las piernas, sí, por todos lados, pero a Yako le había ido peor, estaba… ilesa pero inconsciente, al menos eso la mantendría quieta por un rato, aunque me seguía quedando la duda ¿A qué se refería con ser uno de ellos? ¿Por qué se había vuelto loca repentinamente? ¿Por dónde saldríamos de ese horrible lugar? ¿Qué pasaba si quería comer una biusa con sabor a biusa? Incógnitas sin respuesta… por ahora.
Sonreí ante la buena idea, al parecer me había quedado con la más lista del grupo -Bien hecho- Le dije para animarla y le tendí la mano para adentrarnos en aquel lugar. Lo primero que hicimos fue llegar al lugar donde había explotado la otra mujer, no quedaba mucho de ella más allá de ropas chamuscadas y trozos de carne; a diferencia de una explosión normal donde los cuerpos eran despedazados de manera sangrienta, las explosiones mágicas en ocasiones causaban otras reacciones, en este caso era como si la explosión devorara la piel en lugar de despedazarla, algo bastante curioso que intentaría recordar luego.
Mama-estro Iván- Dijo la chica señalando un cuerpo que flotaba a lo lejos aparentemente sujetado por lo que parecía ser hilos mágicos, como una telaraña azulada que la mantenía separada del suelo -Parece que está viva- Movía sus manos o más bien, intentaba moverlas, parecía que estaba pidiendo ayuda -Hay que ayudarla- Dijo Yako intentando acercarse pero la detuve de inmediato sujetando su muñeca y le señalé un extraño punto brillante cerca del cuerpo.
Me agaché para tomar un pedazo de roca y la lancé cerca del punto brillante y no pasó nada, al menos por un rato, porque luego el pedazo de roca comenzó a derretirse como si hiciera un calor inmenso -No creo que debamos pasar por ahí- Sugerí aunque no es que hubiera muchas opciones, afortunadamente parecía haber un sendero hacia arriba, así que tras señalárselo a mi compañera le sugerí ir en esa dirección, a fin de cuentas, ir hacia arriba siempre es bueno, di un par de saltos para elevarme y alcanzar el borde del agujero y luego de haber subido tendí la mano a Yako para ayudarla a subir -Necesitas comer menos frijoles- Le dije en referencia a su peso y con algo de esfuerzo terminé de subirla.
Por desgracia no parecía que estuviésemos a salvo, en la parte superior había una serie de túneles que se bifurcaban una y otra vez, avanzamos entre las penumbras, iluminados tenuemente por aquellos cristales que apenas iluminaban unos cuantos pasos más allá de nuestras narices -Deberíamos volver, no me gusta este camino- Suspiré profundamente y negué con la cabeza, no porque yo no quisiera volver, sino porque no sabía por dónde, fue entonces cuando un escalofrío recorrió mi espalda y de inmediato Yako me empujó y comenzó a correr -¿Pero qué te pasa?- Pregunté indignado y corrí tras ella esperando no tener que recuperarla en pedacitos.
¡Yaaakooo!- Grité luego de un rato, la había perdido de vista en un instante como si de pronto se conociera los túneles de memoria, la habría dado por perdida de no ser porque un leve pero constante lloriqueo llegó a mis oídos, me acerqué con cuidado al origen de los sonidos, entonces la encontré hecha bolita en un rincón susurrando cosas raras y al verme todo empeoró -Tú, eres uno de ellos, eres uno de ellos- Me señaló con miedo -Ah, ya ni siquiera soy maestro- Murmuré de mala gana pero aquello era más serio de lo que parecía.
La chica se levantó como si estuviera poseída y se lanzó sobre mí cuando intenté acercarme para calmarla -Hey, espera, no- Intenté calmarla pero estaba completamente loca, lanzaba golpes, arañazos, patadas, mordiscos, y no parecía que fuera a mejorar -¿Cómo que de ellos?- Pregunté por eso que no dejaba de repetir una y otra vez, sujeté sus muñecas pero me pegó varios rodillazos por las costillas, rodamos un rato hasta que caímos sobre algo que no debíamos caer.
Habíamos caído sobre alguna de las trampas, lo supe porque un raro y siniestro círculo brillante nos rodeó; abrí los ojos como platos y haciendo uso de toda mi fuerza agarré a la chica abrazándola y giramos por el piso para escapar de lo que luego se convirtió en una explosión que casi nos vuelve trocitos.
De pronto ella dejó de hablar, no hacía ningún ruido, de hecho, nada hacía ruido, fue entonces cuando entendí que la explosión me había dejado sordo, un pitido se adueñó de mis oídos, tenía raspones y golpes por los brazos y la cara, y la espalda, y las piernas, sí, por todos lados, pero a Yako le había ido peor, estaba… ilesa pero inconsciente, al menos eso la mantendría quieta por un rato, aunque me seguía quedando la duda ¿A qué se refería con ser uno de ellos? ¿Por qué se había vuelto loca repentinamente? ¿Por dónde saldríamos de ese horrible lugar? ¿Qué pasaba si quería comer una biusa con sabor a biusa? Incógnitas sin respuesta… por ahora.
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Re: ¡Esas mujeres están locas! [Trabajo]
Una vez más mi corazón golpeó mi pecho y bombeó sangre helada. Por un instante sentí mi interior congelarse y al siguiente instante recuperé mi calor. Llevé una mano al pecho y cerré los ojos. Si había algo mal dentro de mí, tal vez podría sentirlo y arreglarlo con mis mediocres habilidades curativas. Sin embargo, no pude ver qué era lo que estaba mal.
–Por fin encontramos un camino –celebró Ingrid al ver el túnel ascendente. Eso me sacó de mi ensimismamiento. Justo entonces escuchamos una explosión lejana y el túnel frente a nosotros se derrumbó–. ¡Ay, no, ¿por qué los dioses me odian?! –lloriqueó cayendo de rodillas. Obviamente estaba sobreactuando un poco.
–Mal… di… ción –murmuró Kano, desesperanzada.
Laila siguió inexpresiva y no apartó la mirada del ahora camino bloqueado. Por mi parte, no me sentí frustrado, aunque sería lo normal. Simplemente acepté lo sucedido como si mi vida no estuviera en juego. Laila giró sobre sus talones y empezó a caminar por donde habíamos llegado.
–No es momento de llorar –dijo. Luego me agarró por los hombros para darme la vuelta y empujarme hacia nuestro nuevo destino–. Aún queda un camino.
–¡¿Eh?! –exclamamos los otros tres. Finalmente volví a sentir una emoción, y fue miedo. Kano e Ingrid seguramente se horrorizaron más que yo.
–No queda de otra si queremos salir de aquí –aseveró Laila, y me empujó con más fuerza al verme avanzar a medias.
–Pero ese túnel tiene muy mala pinta –nos recordó Ingrid rápidamente–. Además, todos votamos por tomar este camino en vez de ese, así que creo que lo ideal es que nos acostumbremos a vivir aquí de ahora en adelante. ¿Quién vota por mi idea? –Levantó una mano y nos miró a Kano y a mí, esperando que la apoyáramos. Por supuesto, su idea me parecía tan absurda que la ignoré.
–Pasar el resto de mi vida aquí, contigo –dijo Kano, pensativa. No tardó ni un segundo en encontrar su respuesta–. ¡Ni loca! –Empezó a caminar tras Laila.
Ingrid abrió la boca para protestar, pero al final se quedó en silencio.
–Por fin encontramos un camino –celebró Ingrid al ver el túnel ascendente. Eso me sacó de mi ensimismamiento. Justo entonces escuchamos una explosión lejana y el túnel frente a nosotros se derrumbó–. ¡Ay, no, ¿por qué los dioses me odian?! –lloriqueó cayendo de rodillas. Obviamente estaba sobreactuando un poco.
–Mal… di… ción –murmuró Kano, desesperanzada.
Laila siguió inexpresiva y no apartó la mirada del ahora camino bloqueado. Por mi parte, no me sentí frustrado, aunque sería lo normal. Simplemente acepté lo sucedido como si mi vida no estuviera en juego. Laila giró sobre sus talones y empezó a caminar por donde habíamos llegado.
–No es momento de llorar –dijo. Luego me agarró por los hombros para darme la vuelta y empujarme hacia nuestro nuevo destino–. Aún queda un camino.
–¡¿Eh?! –exclamamos los otros tres. Finalmente volví a sentir una emoción, y fue miedo. Kano e Ingrid seguramente se horrorizaron más que yo.
–No queda de otra si queremos salir de aquí –aseveró Laila, y me empujó con más fuerza al verme avanzar a medias.
–Pero ese túnel tiene muy mala pinta –nos recordó Ingrid rápidamente–. Además, todos votamos por tomar este camino en vez de ese, así que creo que lo ideal es que nos acostumbremos a vivir aquí de ahora en adelante. ¿Quién vota por mi idea? –Levantó una mano y nos miró a Kano y a mí, esperando que la apoyáramos. Por supuesto, su idea me parecía tan absurda que la ignoré.
–Pasar el resto de mi vida aquí, contigo –dijo Kano, pensativa. No tardó ni un segundo en encontrar su respuesta–. ¡Ni loca! –Empezó a caminar tras Laila.
Ingrid abrió la boca para protestar, pero al final se quedó en silencio.
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Ya nos habíamos adentrado en el túnel que antes habíamos evitado. Ahí el aire era caliente, húmedo y bastante pesado. Es más, sentíamos que nuestra piel estaba cubierta por una membrana invisible.
Ahora estábamos demasiado tensos. Hasta nos negábamos a parpadear. Pero ni siquiera habíamos visto algún indicio de peligro. No nos habíamos topado con trampas o algo que justificara nuestro miedo.
–¿Azaril no puso trampas en todos los túneles? –pregunté en un intento de aliviar la tensión.
–Ama Azaril –me corrigió Kano–. Y se supone que sí. Es raro que por aquí no haya trampas.
–Tal vez alguien ya cayó en ellas y dejó el camino despejado –dijo Ingrid, recordando las palabras de Yako.
–Pero deberían quedar runas en el suelo o en las paredes si ese fuera el caso, y no he visto ninguna hasta ahora. Además, es imposible que alguien caiga en una trampa creada por la Ama Azaril y salga ileso, por lo que ya deberíamos haber encontrado sangre por lo menos. –señaló Laila.
Kano se detuvo repentinamente y preparó su arco para dispararle a… algo que nadie veía. El resto empuñamos nuestras armas y buscamos con la mirada a la amenaza desconocida, pero sin encontrar nada más que oscuridad.
–¡¿Qué?! ¡¿Qué viste?! –preguntó Ingrid, nerviosa pero lista para cortar lo que sea con su enorme espada. De pronto dio un respingo y en seguida lanzó un tajo veloz. Sea lo que sea que intentó cortar, escapó de su cuchilla.
–¡Pero ¿qué es lo que están vie…?! –Antes de terminar mi pregunta pude ver aproximarse volando a una persona cubierta por fuego negro e intenso. Sus ojos y boca desprendían un brillo blanco. Su rostro expresaba agonía y desesperación. No tenía piernas. Y sus dedos terminaban en unas largas garras rojas incandescentes.
Instintivamente lancé un ataque para cortarlo por la mitad. Y lo logré. Pero luego el fuego negro se convirtió en humo y aquella entidad desapareció en la oscuridad.
–Corre, Rauko, corre y olvida a las chicas –escuché en mi mente. Eran otra vez pensamientos impropios de mí. Negué con la cabeza. Era una mala idea separarme de ellas en esta situación.
–¡Sigamos! –nos ordenó Laila, señalando hacia una pequeña luz blanca al final del túnel–. Aquí somos un blanco fácil para estas criaturas. –Cortó el aire con sus dos espadas cortas, pero no vi a ningún enemigo cerca de ella.
–No es real –grité–, es solo una ilusión.
Cuando apenas dije eso, Ingrid se abalanzó sobre mí para dejar caer su espada sobre mi cabeza. Laila usó la empuñadura de una de sus espadas para darle un golpe contundente en la sien a Ingrid, quien cayó inconsciente. Laila enfundó sus armas y también guardó la espada de Ingrid en la vaina de su dueña. Luego cargó el cuerpo inerte sobre su espalda.
–Vamos, Kano, corramos –la instó a seguirnos y después me dio un empujón–. Tú también, elfo, ¡corre!
No lo pensé más y corrí ignorando la molesta sensación de una membrana abrigándome e ignorando a los múltiples hombres en llamas negras que no dejaban de atacarme.
–No son reales, no son reales, no son reales –me repetí una y otra vez hasta que finalmente llegamos al final del túnel.
Ahora estábamos demasiado tensos. Hasta nos negábamos a parpadear. Pero ni siquiera habíamos visto algún indicio de peligro. No nos habíamos topado con trampas o algo que justificara nuestro miedo.
–¿Azaril no puso trampas en todos los túneles? –pregunté en un intento de aliviar la tensión.
–Ama Azaril –me corrigió Kano–. Y se supone que sí. Es raro que por aquí no haya trampas.
–Tal vez alguien ya cayó en ellas y dejó el camino despejado –dijo Ingrid, recordando las palabras de Yako.
–Pero deberían quedar runas en el suelo o en las paredes si ese fuera el caso, y no he visto ninguna hasta ahora. Además, es imposible que alguien caiga en una trampa creada por la Ama Azaril y salga ileso, por lo que ya deberíamos haber encontrado sangre por lo menos. –señaló Laila.
Kano se detuvo repentinamente y preparó su arco para dispararle a… algo que nadie veía. El resto empuñamos nuestras armas y buscamos con la mirada a la amenaza desconocida, pero sin encontrar nada más que oscuridad.
–¡¿Qué?! ¡¿Qué viste?! –preguntó Ingrid, nerviosa pero lista para cortar lo que sea con su enorme espada. De pronto dio un respingo y en seguida lanzó un tajo veloz. Sea lo que sea que intentó cortar, escapó de su cuchilla.
–¡Pero ¿qué es lo que están vie…?! –Antes de terminar mi pregunta pude ver aproximarse volando a una persona cubierta por fuego negro e intenso. Sus ojos y boca desprendían un brillo blanco. Su rostro expresaba agonía y desesperación. No tenía piernas. Y sus dedos terminaban en unas largas garras rojas incandescentes.
Instintivamente lancé un ataque para cortarlo por la mitad. Y lo logré. Pero luego el fuego negro se convirtió en humo y aquella entidad desapareció en la oscuridad.
–Corre, Rauko, corre y olvida a las chicas –escuché en mi mente. Eran otra vez pensamientos impropios de mí. Negué con la cabeza. Era una mala idea separarme de ellas en esta situación.
–¡Sigamos! –nos ordenó Laila, señalando hacia una pequeña luz blanca al final del túnel–. Aquí somos un blanco fácil para estas criaturas. –Cortó el aire con sus dos espadas cortas, pero no vi a ningún enemigo cerca de ella.
–No es real –grité–, es solo una ilusión.
Cuando apenas dije eso, Ingrid se abalanzó sobre mí para dejar caer su espada sobre mi cabeza. Laila usó la empuñadura de una de sus espadas para darle un golpe contundente en la sien a Ingrid, quien cayó inconsciente. Laila enfundó sus armas y también guardó la espada de Ingrid en la vaina de su dueña. Luego cargó el cuerpo inerte sobre su espalda.
–Vamos, Kano, corramos –la instó a seguirnos y después me dio un empujón–. Tú también, elfo, ¡corre!
No lo pensé más y corrí ignorando la molesta sensación de una membrana abrigándome e ignorando a los múltiples hombres en llamas negras que no dejaban de atacarme.
–No son reales, no son reales, no son reales –me repetí una y otra vez hasta que finalmente llegamos al final del túnel.
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Con la runa anterior mi maldición avanzó 1 punto, por lo que el Raukonómetro queda en +3Rauko
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Re: ¡Esas mujeres están locas! [Trabajo]
Me levanté un poco mareado y débil, no podía escuchar nada pero al menos podía ver, la explosión arcana había llenado el lugar con una especie de chispitas azules que caían lentamente por todos lados, algo bastante conveniente para resolver el problema de la iluminación al menos por ahora -¿Yako?- Dije en voz alta al escuchar pasos cercanos pero al mirar en la dirección que esta se encontraba no pude ver a nadie -Oh rayos- Murmuré de maña gana, no sabía cómo iba a explicar eso al salir de ahí, o tal vez sí, solo era necesario decir la verdad, fue devorada por una babosa gigante de color violeta, intenté salvarla pero no pude, era completamente creíble.
Teniendo eso resuelto decidí adentrarme en el túnel que tenía frente a mí, y no es que tuviera más opciones de todos modos, a donde quiera que se hubiese ido Yako, la encontraría si seguía el único camino que había quedado en pie -Sí, lo sé, lo sé, soy muy listo- Me dije a mí mismo sin dejar de avanzar hasta que nuevamente el sendero comenzó a bifurcarse, a la derecha o a la izquierda, hacia arriba o abajo, me basé siempre en mi instinto superior e hice lo opuesto a lo que mi mente me decía, eso debería mantenerme a salvo, aunque había algo que comenzaba a incomodarme.
A medida que avanzaba sentía que había alguien detrás de mí -¿Yako?- Dije de nuevo deteniéndome un instante para hacer silencio y pensar pero no parecía haber nadie -Yako Nozco Tuse Creto- Dije de nuevo pero otra vez no hubo respuesta, seguramente era mi imaginación aunque luego mi imaginación comenzó a volverse más invasiva -Vienen por ti, están por todos lados- Escuché en una voz susurrante -¿Quién anda ahí? ¡Muéstrate!- Miré en todas direcciones sin poder ver a nadie -Van a traicionarte, es una trampa, todos mienten- Escuché de nuevo y comenzaron a mostrarse en mi mente algunas escenas donde las chicas y el mismo Rauko me entregaban atado a los Caballeros Dragón de Dundarak para luego ejecutarme como la vez anterior.
Sacudí la cabeza con los ojos cerrados para sacar esos pensamientos raros de mi cabeza, había algo mal en ese lugar, algo además de estar atrapados y sin salida y a oscuras y rodeados de trampas, algo que no nos habían dicho o tal vez no me lo habían dicho a mí, sacudí mi cabeza de nuevo, los pensamientos eran cada vez más recurrentes, una extraña paranoia comenzaba a invadir mi cabeza al punto de causarme mareos, casi perdí el equilibrio y extendí una mano para apoyarme a una pared y fue entonces cuando pude notarlo, mi mano se apoyó sobre unas rocas que eran más que eso, unos cristales opacos como los que había sacado Yako para iluminarnos pero carentes de brillo, aunque al contacto con mi mano comenzaban a brillar con más intensidad cada vez al tiempo que yo me debilitaba.
Alejé la mano por mero reflejo y retrocedí un par de pasos, finalmente parecía ser un pequeño brote del material que habíamos ido a buscar, era una pequeña cantidad pero se había más abundante a medida que nos adentrábamos en ese lugar y también a medida que me adentraba, las voces en mi cabeza se hacían más fuertes y molestas. De nuevo escuché pasos ahora acompañados de risas, me apresuré en llegar y el girar en varios túneles llegué a un gran salón iluminado en el azul de los cristales, un zumbido me retumbó en los oídos hasta casi hacerme perder el equilibrio y al recomponerme pude ver de nuevo a Yako parada en el centro de todo.
Yako ¿Estás bien?- Pregunté pero no hubo respuesta de su parte, solo me miró con cara de loca -Ven, salgamos de aquí- Le ofrecí mi mano invitándola a acompañarme pero solo rugió como una bestia. Abrí los ojos como platos y traté de tranquilizarla con las manos hacia adelante -Hey, vamos a calmarnos- Su mirada era errática y perdida, me miraba a ratos y luego giraba la cabeza a todos lados como buscando a alguien más -Estás con ellos, lo sé, quieren quitarme lo que es mío- Dijo como si estuviera poseída -¿Quitarte qué?- Pregunté alzando una ceja pero tampoco hubo respuesta, solo se lanzó sobre mí otra vez pero ahora con más bestialidad.
Extrañamente, en mi cabeza comenzaban a sonar las mismas ideas raras, una extraña sensación de soledad, una extraña sensación de vaciedad, y la rara idea de que Yako era parte de alguna conspiración para quitarme lo que era mío, cosa que no tenía mucho sentido porque yo no cargaba casi nada encima, pero bueno, finalmente comenzaba a comprender, aquel lugar parecía estar lleno de algo que alteraba nuestra percepción y todo apuntaba a que eran los fulanos cristales…
Teniendo eso resuelto decidí adentrarme en el túnel que tenía frente a mí, y no es que tuviera más opciones de todos modos, a donde quiera que se hubiese ido Yako, la encontraría si seguía el único camino que había quedado en pie -Sí, lo sé, lo sé, soy muy listo- Me dije a mí mismo sin dejar de avanzar hasta que nuevamente el sendero comenzó a bifurcarse, a la derecha o a la izquierda, hacia arriba o abajo, me basé siempre en mi instinto superior e hice lo opuesto a lo que mi mente me decía, eso debería mantenerme a salvo, aunque había algo que comenzaba a incomodarme.
A medida que avanzaba sentía que había alguien detrás de mí -¿Yako?- Dije de nuevo deteniéndome un instante para hacer silencio y pensar pero no parecía haber nadie -Yako Nozco Tuse Creto- Dije de nuevo pero otra vez no hubo respuesta, seguramente era mi imaginación aunque luego mi imaginación comenzó a volverse más invasiva -Vienen por ti, están por todos lados- Escuché en una voz susurrante -¿Quién anda ahí? ¡Muéstrate!- Miré en todas direcciones sin poder ver a nadie -Van a traicionarte, es una trampa, todos mienten- Escuché de nuevo y comenzaron a mostrarse en mi mente algunas escenas donde las chicas y el mismo Rauko me entregaban atado a los Caballeros Dragón de Dundarak para luego ejecutarme como la vez anterior.
Sacudí la cabeza con los ojos cerrados para sacar esos pensamientos raros de mi cabeza, había algo mal en ese lugar, algo además de estar atrapados y sin salida y a oscuras y rodeados de trampas, algo que no nos habían dicho o tal vez no me lo habían dicho a mí, sacudí mi cabeza de nuevo, los pensamientos eran cada vez más recurrentes, una extraña paranoia comenzaba a invadir mi cabeza al punto de causarme mareos, casi perdí el equilibrio y extendí una mano para apoyarme a una pared y fue entonces cuando pude notarlo, mi mano se apoyó sobre unas rocas que eran más que eso, unos cristales opacos como los que había sacado Yako para iluminarnos pero carentes de brillo, aunque al contacto con mi mano comenzaban a brillar con más intensidad cada vez al tiempo que yo me debilitaba.
Alejé la mano por mero reflejo y retrocedí un par de pasos, finalmente parecía ser un pequeño brote del material que habíamos ido a buscar, era una pequeña cantidad pero se había más abundante a medida que nos adentrábamos en ese lugar y también a medida que me adentraba, las voces en mi cabeza se hacían más fuertes y molestas. De nuevo escuché pasos ahora acompañados de risas, me apresuré en llegar y el girar en varios túneles llegué a un gran salón iluminado en el azul de los cristales, un zumbido me retumbó en los oídos hasta casi hacerme perder el equilibrio y al recomponerme pude ver de nuevo a Yako parada en el centro de todo.
Yako ¿Estás bien?- Pregunté pero no hubo respuesta de su parte, solo me miró con cara de loca -Ven, salgamos de aquí- Le ofrecí mi mano invitándola a acompañarme pero solo rugió como una bestia. Abrí los ojos como platos y traté de tranquilizarla con las manos hacia adelante -Hey, vamos a calmarnos- Su mirada era errática y perdida, me miraba a ratos y luego giraba la cabeza a todos lados como buscando a alguien más -Estás con ellos, lo sé, quieren quitarme lo que es mío- Dijo como si estuviera poseída -¿Quitarte qué?- Pregunté alzando una ceja pero tampoco hubo respuesta, solo se lanzó sobre mí otra vez pero ahora con más bestialidad.
Extrañamente, en mi cabeza comenzaban a sonar las mismas ideas raras, una extraña sensación de soledad, una extraña sensación de vaciedad, y la rara idea de que Yako era parte de alguna conspiración para quitarme lo que era mío, cosa que no tenía mucho sentido porque yo no cargaba casi nada encima, pero bueno, finalmente comenzaba a comprender, aquel lugar parecía estar lleno de algo que alteraba nuestra percepción y todo apuntaba a que eran los fulanos cristales…
Última edición por Bio el Miér Mayo 29 2019, 21:29, editado 1 vez
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Re: ¡Esas mujeres están locas! [Trabajo]
A Kano le fue imposible igualar mi velocidad, así que fue quedándose poco a poco muy atrás, aunque no tanto como Laila. Me sentí miserable al no esperarlas, pero me dije a mí mismo que dejarlas atrás no significaba dejarlas morir, pues no había peligro real. No obstante, yo era la única fuente de luz en el túnel, por lo que ahora apenas era visible la silueta de Laila en la oscuridad.
–No seas sentimental. Llegarán a salvo contigo o sin ti. –Otra vez un pensamiento desagradable, pero tenía razón. Sin embargo, si no había peligro real, ¿por qué no esperarlas? Es lo que hubiera hecho normalmente, y si no lo hacía, entonces no había duda de que algo estaba mal en mí en ese momento.
Tropecé con una piedra y terminé rodando por el suelo. Me levanté de inmediato y miré hacia todos lados, notando que ya me encontraba donde estaba la luz blanca: una sala perfectamente cúbica y hecha de piedras, con una única puerta por donde entrar y salir, y en cada pared había dos antorchas que, en vez de fuego, tenían una esfera de luz. Tuve la impresión de que estaba en un templo subterráneo.
Más importante que todo eso: ahí no me sentía en peligro y tampoco había ilusiones, pero el aire seguía siendo pesado y húmedo.
Kano entró al lugar y se dejó caer sobre sus rodillas para luego soltar el arco y abrazarse a sí misma, llorando de alegría. Unos cuantos segundos después, en los que estuve tenso por la ausencia de Laila, finalmente llegó la chica en cuestión cargando a Ingrid.
–Oh, estás bien –dije con alivio. Laila colocó a Ingrid en el suelo con delicadeza y luego caminó deprisa hacia mí. Con una velocidad destellante, Laila me dio un puñetazo en una mejilla, haciéndome caer sobre mi trasero.
–Eres idiota –dijo con su usual tono neutro, que esta vez parecía contener algo de severidad al igual que sus ojos, los cuales tenían lágrimas contenidas–. No sé qué código moral tengas, pero una sirvienta de la Ama Azaril jamás abandonaría a un aliado. Y si te consideras un aliado de nosotras, no vuelvas a dejarnos atrás. –Se giró para mirar directamente a los ojos de Kano. No hicieron falta palabras para darle el mensaje. Kano apartó la mirada, avergonzada–. Elfo, usa tu magia sanadora para despertar a Ingrid –me ordenó, y después empezó a examinar el lugar.
–No seas sentimental. Llegarán a salvo contigo o sin ti. –Otra vez un pensamiento desagradable, pero tenía razón. Sin embargo, si no había peligro real, ¿por qué no esperarlas? Es lo que hubiera hecho normalmente, y si no lo hacía, entonces no había duda de que algo estaba mal en mí en ese momento.
Tropecé con una piedra y terminé rodando por el suelo. Me levanté de inmediato y miré hacia todos lados, notando que ya me encontraba donde estaba la luz blanca: una sala perfectamente cúbica y hecha de piedras, con una única puerta por donde entrar y salir, y en cada pared había dos antorchas que, en vez de fuego, tenían una esfera de luz. Tuve la impresión de que estaba en un templo subterráneo.
Más importante que todo eso: ahí no me sentía en peligro y tampoco había ilusiones, pero el aire seguía siendo pesado y húmedo.
Kano entró al lugar y se dejó caer sobre sus rodillas para luego soltar el arco y abrazarse a sí misma, llorando de alegría. Unos cuantos segundos después, en los que estuve tenso por la ausencia de Laila, finalmente llegó la chica en cuestión cargando a Ingrid.
–Oh, estás bien –dije con alivio. Laila colocó a Ingrid en el suelo con delicadeza y luego caminó deprisa hacia mí. Con una velocidad destellante, Laila me dio un puñetazo en una mejilla, haciéndome caer sobre mi trasero.
–Eres idiota –dijo con su usual tono neutro, que esta vez parecía contener algo de severidad al igual que sus ojos, los cuales tenían lágrimas contenidas–. No sé qué código moral tengas, pero una sirvienta de la Ama Azaril jamás abandonaría a un aliado. Y si te consideras un aliado de nosotras, no vuelvas a dejarnos atrás. –Se giró para mirar directamente a los ojos de Kano. No hicieron falta palabras para darle el mensaje. Kano apartó la mirada, avergonzada–. Elfo, usa tu magia sanadora para despertar a Ingrid –me ordenó, y después empezó a examinar el lugar.
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–Por lo tanto, estar cerca del elfo o tener estas antorchas nos protegerá de las ilusiones –concluyó Laila.
Al parecer las antorchas brillaban usando la misma energía pura de los elfos, tal vez gracias a algún conjuro arcano. Mientras más lejos estuviéramos de las antorchas, más inseguros nos sentíamos. Kano y Laila dijeron cómo se sintieron cuando las dejé atrás en el túnel, y tras comparar las palabras de ambas concluimos que la luz que yo podía hacer tenía el mismo efecto de las antorchas, pero notablemente en menor medida. Decidimos ver si era cierto con un experimento y sí, era cierto.
–Tal vez la luz élfica no funciona por mucho si no tienes resistencia mental –agregó Kano, sin estar muy segura–. Supongo que ese fue el caso con Ingrid cuando atacó al elfo, ¿no creen?
Laila siseó de pronto, presionando sus labios con el dedo índice. Escuchamos unas voces distantes que provenían del otro lado de la puerta, y estaban acercándose. Sin lugar donde escondernos, todos nos pusimos en guardia y empuñamos nuestras armas.
–Dame la túnica para no volverme loco por el camino –dijo un hombre.
–No te queda. Además, para eso puedes llevarte una antorcha –respondió una mujer. Por su tono parecía una persona un poco engreída.
–Pero tengo las dos manos ocupadas. ¿Cómo voy a…?
La puerta se abrió y los vimos entrar. Ambos se callaron al notar nuestra presencia. Una mujer vestida de negro y con una ominosa capucha decorada con runas rojas. A su lado estaba un hombre con ropas oscuras también, con una máscara blanca y negra ocultando su rostro. El hombre cargaba un bolso que, sea lo que sea que lo llenaba, era pesado, y lo dejó en el suelo antes de preguntarnos:
–¿Cómo descubrieron el túnel?
–Da igual –le dijo la encapuchada–. Lo importante es que no volveré a pedirte que hagas rutas secretas. –Negó con la cabeza, decepcionada. Luego nos miró con el mentón levemente alzado. De alguna manera sentí su intención asesina y un escalofrío bajó por mi espalda–. Antes de que los asesinemos, quiero que respondan: ¿esa tal Azaril ya sabe de nosotros?
Ninguno supo qué responder, excepto Ingrid, quien se atrevió a decirle osadamente:
–Por supuesto. –Todos la miramos. Tanto sus compañeras como yo teníamos la misma expresión de desconcierto–. Fuimos seleccionadas para explorar tu “ruta secreta”. Si no volvemos dentro de unos minutos, el resto vendrán y no dudarán en matarlos. Y ya sabemos cómo evitar las alucinaciones, ¿oíste?
La encapuchada alzó una ceja, mirándonos inquisitivamente. Luego esbozó una media sonrisa y nos lanzó una mirada burlesca.
–Encárgate de ellas antes de irte –le ordenó al enmascarado, sin darnos demasiada importancia–. Iré a informarle a Erer que ya terminaste tu trabajo. –Y regresó por donde vino. Se fue caminando despreocupadamente.
–Sí, sí, sí. Como digas, Ceress –murmuró el enmascarado de mala gana, tomando una postura de combate.
Al parecer las antorchas brillaban usando la misma energía pura de los elfos, tal vez gracias a algún conjuro arcano. Mientras más lejos estuviéramos de las antorchas, más inseguros nos sentíamos. Kano y Laila dijeron cómo se sintieron cuando las dejé atrás en el túnel, y tras comparar las palabras de ambas concluimos que la luz que yo podía hacer tenía el mismo efecto de las antorchas, pero notablemente en menor medida. Decidimos ver si era cierto con un experimento y sí, era cierto.
–Tal vez la luz élfica no funciona por mucho si no tienes resistencia mental –agregó Kano, sin estar muy segura–. Supongo que ese fue el caso con Ingrid cuando atacó al elfo, ¿no creen?
Laila siseó de pronto, presionando sus labios con el dedo índice. Escuchamos unas voces distantes que provenían del otro lado de la puerta, y estaban acercándose. Sin lugar donde escondernos, todos nos pusimos en guardia y empuñamos nuestras armas.
–Dame la túnica para no volverme loco por el camino –dijo un hombre.
–No te queda. Además, para eso puedes llevarte una antorcha –respondió una mujer. Por su tono parecía una persona un poco engreída.
–Pero tengo las dos manos ocupadas. ¿Cómo voy a…?
La puerta se abrió y los vimos entrar. Ambos se callaron al notar nuestra presencia. Una mujer vestida de negro y con una ominosa capucha decorada con runas rojas. A su lado estaba un hombre con ropas oscuras también, con una máscara blanca y negra ocultando su rostro. El hombre cargaba un bolso que, sea lo que sea que lo llenaba, era pesado, y lo dejó en el suelo antes de preguntarnos:
–¿Cómo descubrieron el túnel?
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–Da igual –le dijo la encapuchada–. Lo importante es que no volveré a pedirte que hagas rutas secretas. –Negó con la cabeza, decepcionada. Luego nos miró con el mentón levemente alzado. De alguna manera sentí su intención asesina y un escalofrío bajó por mi espalda–. Antes de que los asesinemos, quiero que respondan: ¿esa tal Azaril ya sabe de nosotros?
Ninguno supo qué responder, excepto Ingrid, quien se atrevió a decirle osadamente:
–Por supuesto. –Todos la miramos. Tanto sus compañeras como yo teníamos la misma expresión de desconcierto–. Fuimos seleccionadas para explorar tu “ruta secreta”. Si no volvemos dentro de unos minutos, el resto vendrán y no dudarán en matarlos. Y ya sabemos cómo evitar las alucinaciones, ¿oíste?
La encapuchada alzó una ceja, mirándonos inquisitivamente. Luego esbozó una media sonrisa y nos lanzó una mirada burlesca.
–Encárgate de ellas antes de irte –le ordenó al enmascarado, sin darnos demasiada importancia–. Iré a informarle a Erer que ya terminaste tu trabajo. –Y regresó por donde vino. Se fue caminando despreocupadamente.
–Sí, sí, sí. Como digas, Ceress –murmuró el enmascarado de mala gana, tomando una postura de combate.
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Y aparece otra complicación: No eres el único que quiere hacerse con el objeto; otro grupo también está interesado en él, poniéndote en graves dificultades.Última edición por Rauko el Miér Mayo 29 2019, 22:15, editado 2 veces
Rauko
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Re: ¡Esas mujeres están locas! [Trabajo]
El miembro 'Rauko' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: ¡Esas mujeres están locas! [Trabajo]
Para mi fortuna, Yako no era muy fuerte que digamos, lo que me hizo fácil doblegarla sujetándola por los brazos que logré doblar hasta su espalda y ante su imposibilidad de defenderse no tuvo más remedio que avanzar hasta donde yo le indicaba. Así recorrimos un largo pasillo que nos llevó hasta una misteriosa sala que parecía diferente al resto de ese lugar, paredes de piedra dibujaban una amplia sala cúbica en la que no había nada más que una especie de altar en el centro rodeado por un círculo de runas -Mira eso- Dijo Yako que de momento parecía más calmada.
De alguna manera al entrar ahí había cesado un poco la extraña paranoia que nos había acosado hasta ahora y podíamos ver la situación con un poco más de calma, a los lados habían antorchas que en vez de fuego brillaban con algún tipo de luz mágica, curiosamente al acercarnos a ella, las dudas y temores desaparecían como si tuviera algún tipo de efecto anestésico -Que loco todo esto- Dije sin terminar de entender muy bien en qué me había metido, entonces escuché pasos acercarse -ssshhh- Pedí silencio a Yako al tiempo que la tomaba del brazo para escondernos en… bueno, sala casi vacía, no había donde escondernos, el punto es que nos pegamos a la pared.
No presiones tu suerte- Se escuchó una voz femenina y un tanto amargada -Esta alianza solo será hasta lograr nuestros planes, recuperaré lo que la infame Azaril me ha quitado- Al apenas entrar, Yako se sorprendió y casi dio un grito que nos delataría más rápido, por suerte logré cubrir su boca con mi mano aunque solo era cuestión de tiempo para que nos vieran.
Tal vez seas tú quien no debe presionar su suerte- Le respondió aquel sujeto en tono soberbio, si algo estaba claro era que no se llevaban muy bien, algo que tal vez podríamos usar en su contra. La mujer comenzaba a enojarse pero antes de responder su mirada se cruzó con nuestros cuerpos, estampados contra la pared y fingiendo no estar ahí -¿Miau?- Dije al sentirme descubierto -¡Intrusos!- Dijo la mujer señalándonos.
Aquella pelirroja de aspecto rudo y guerrero tenía algo que me llamaba particularmente la atención, una especie de tatuaje en su frente con la forma de una telaraña me hizo quedarme frío durante unos instantes, momento que Yako aprovechó para liberarse de mí y encarar a la pelirroja marcada -Raggy, estás, estás viva- Yo no entendía nada pero al parecer era alguna conocida -Claro que estoy viva, y no gracias a ustedes, me abandonaron aquella noche- Sí, definitivamente se conocían -Yo… yo no quería, la Ama Azaril dijo que, lo lamento- Yako bajó los brazos llena de culpa.
Azaril dijo que si intentaban salvarme podrían morir todas- Dijo en tono calmado mientras que Yako afirmaba con la cabeza -¿Te parece que estoy muerta? No se imaginan el poder que encontré esa noche, el poder que pudo ser suyo también- Apretó el puño y el tatuaje en su frente comenzó a tomar un tono rojizo -oh oh- Mis ojos estaban tan abiertos que parecía que mis orbes se iban a caer, me temblaban las manos y comenzaba a sudar frío -Esa marca, esa marca- Me había concentrado tanto en esa mujer que había perdido de vista al hombre junto a ella, un error que ahora pasaría factura.
Buenas noches- Aquellas palabras junto al codo del misterioso personaje en mi rostro fueron lo último que percibí, junto a una frágil Yako que lloraba de rodillas dividida entre la culpa por haber abandonado a Raggy y la alegría de volverla a ver con vida aunque para su desgracia, ella jamás volvería a ser la misma.
De alguna manera al entrar ahí había cesado un poco la extraña paranoia que nos había acosado hasta ahora y podíamos ver la situación con un poco más de calma, a los lados habían antorchas que en vez de fuego brillaban con algún tipo de luz mágica, curiosamente al acercarnos a ella, las dudas y temores desaparecían como si tuviera algún tipo de efecto anestésico -Que loco todo esto- Dije sin terminar de entender muy bien en qué me había metido, entonces escuché pasos acercarse -ssshhh- Pedí silencio a Yako al tiempo que la tomaba del brazo para escondernos en… bueno, sala casi vacía, no había donde escondernos, el punto es que nos pegamos a la pared.
No presiones tu suerte- Se escuchó una voz femenina y un tanto amargada -Esta alianza solo será hasta lograr nuestros planes, recuperaré lo que la infame Azaril me ha quitado- Al apenas entrar, Yako se sorprendió y casi dio un grito que nos delataría más rápido, por suerte logré cubrir su boca con mi mano aunque solo era cuestión de tiempo para que nos vieran.
Tal vez seas tú quien no debe presionar su suerte- Le respondió aquel sujeto en tono soberbio, si algo estaba claro era que no se llevaban muy bien, algo que tal vez podríamos usar en su contra. La mujer comenzaba a enojarse pero antes de responder su mirada se cruzó con nuestros cuerpos, estampados contra la pared y fingiendo no estar ahí -¿Miau?- Dije al sentirme descubierto -¡Intrusos!- Dijo la mujer señalándonos.
Aquella pelirroja de aspecto rudo y guerrero tenía algo que me llamaba particularmente la atención, una especie de tatuaje en su frente con la forma de una telaraña me hizo quedarme frío durante unos instantes, momento que Yako aprovechó para liberarse de mí y encarar a la pelirroja marcada -Raggy, estás, estás viva- Yo no entendía nada pero al parecer era alguna conocida -Claro que estoy viva, y no gracias a ustedes, me abandonaron aquella noche- Sí, definitivamente se conocían -Yo… yo no quería, la Ama Azaril dijo que, lo lamento- Yako bajó los brazos llena de culpa.
Azaril dijo que si intentaban salvarme podrían morir todas- Dijo en tono calmado mientras que Yako afirmaba con la cabeza -¿Te parece que estoy muerta? No se imaginan el poder que encontré esa noche, el poder que pudo ser suyo también- Apretó el puño y el tatuaje en su frente comenzó a tomar un tono rojizo -oh oh- Mis ojos estaban tan abiertos que parecía que mis orbes se iban a caer, me temblaban las manos y comenzaba a sudar frío -Esa marca, esa marca- Me había concentrado tanto en esa mujer que había perdido de vista al hombre junto a ella, un error que ahora pasaría factura.
Buenas noches- Aquellas palabras junto al codo del misterioso personaje en mi rostro fueron lo último que percibí, junto a una frágil Yako que lloraba de rodillas dividida entre la culpa por haber abandonado a Raggy y la alegría de volverla a ver con vida aunque para su desgracia, ella jamás volvería a ser la misma.
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Re: ¡Esas mujeres están locas! [Trabajo]
–Oye... –le habló Ingrid al enmascarado en voz baja–, ¿no se suponía que debían dejarnos ir para…, ya saben, evitar que vengan mis refuerzos a matarlos?
–No lo intentes más –respondió Kano–. Todos sabemos que era mentira, y por eso esa Ceress ni nos consideró una amenaza.
–¡Eso es porque ustedes son horribles actuando!
Laila, sin apartar la mirada del enmascarado y sin abandonar su postura de combate, se aclaró la garganta para llamar la atención de sus compañeras. Ambas la miraron y volvieron a ponerse en guardia.
–En serio, ¿cómo descubrieron ese túnel? –preguntó el enmascarado.
–En realidad llegamos por la entrada principal. Una explosión causó un derrumbe e hizo colapsar el suelo, así que terminamos cayendo en tu túnel secreto, que ahora está obstruido por escombros –me tomé la molestia de explicarle, pues, si él había hecho ese túnel, tal vez podría hacer uno nuevo para que pudiéramos salir–. Si los demás túneles están llenos de trampas, eso significa que no hay forma de salir de aquí. –Aunque Yako podía desactivar esas trampas, no podíamos contar con ella si ni sabíamos si seguía con vida.
–Me será sencillo deshacerme de los escombros y reabrir el túnel.
–Entonces podemos dejarte ir si prometes hacer eso –le propuse de inmediato, pero él negó con la cabeza.
–Lo lamento. De verdad me gustaría, en serio, pero estoy atado al pacto del intercambio que hice con Ceress. Yo obtuve lo que pedí y ahora yo debo darle lo que ella pidió: mi obediencia absoluta.
–¿Pacto del intercambio? –Ladeé la cabeza.
–¿Por qué darías tu obediencia? –inquirió Laila, incrédula–. ¿Lo que pediste de verdad valía ese precio?
–Si es por el bien de mi protegida, pagaría cualquier precio –dijo el enmascarado.
–No estoy entendiendo –confesé.
–Pues yo tampoco, la verdad –comentó Ingrid.
–Entonces, por mi honor de sirvienta de la Ama Azaril, juro liberarte –declaró Laila, mirando con lástima al enmascarado, quien asintió con la cabeza.
–Sigo sin entender –dije otra vez.
Justo entonces el enmascarado salió disparado hacia Laila. En el último momento él cambió su dirección y fue a por Kano. Ella disparó una flecha rápidamente y dio justo en el blanco: en el entrecejo de la máscara. No obstante, la flecha rebotó.
–¡¿Qué…?! –exclamó Kano, estupefacta, y dio un salto hacia atrás para escapar del puño que iba hacia su nariz. Pero el enmascarado detuvo el ataque y contrajo el brazo, logrando por poco evitar que la espada de Ingrid lo amputara. Luego lanzó una patada lateral y golpeó con su talón las costillas de Ingrid, quien terminó desplomándose.
Laila y yo nos lanzamos hacia él de inmediato. Nuestras cuchillas cortaron el viento y se detuvieron al chocar con sus antebrazos; sus brazaletes resultaron ser más duros de lo que aparentaban.
El enmascarado se alejó con un salto y corrió hacia la única puerta de la sala. Todos le seguimos, excepto Kano, quien se mantuvo quieta pero lista para disparar cuando Ingrid, Laila y yo no estuviéramos entre ella y su objetivo.
El enmascarado derrumbó la puerta y se adentró en un pasillo largo, alto y horizontalmente bastante estrecho. Ahí se dio media vuelta y se enfrentó a su enemigo más cercano: Laila.
Las dos espadas cortas se movieron en una danza feroz, creando chispas cada vez que chocaban con los antebrazos del enemigo. Laila fue incrementando su velocidad gradualmente y llegó un momento en el que sus brazos parecían borrones, pero, aun así, cada ataque fue bloqueado. En cambio, el enmascarado no tenía oportunidad de hacer más que defenderse; un mal movimiento y era obvio que sería su fin.
No había suficiente espacio hacia los lados para que Ingrid o yo pudiéramos llegar hasta nuestro enemigo. No obstante, aunque ella solo podía ver el espectáculo, yo sí tenía un camino.
Imbuí mis piernas con energía y di un potente salto. Aterricé un par de metros detrás del enmascarado.[1]
–Steinmauer, steh auf –murmuró él, y una runa con un brillo naranja se dibujó en el dorso de sus manos y pies. Luego saltó hacia mí y dio un pisotón al suelo. Al instante emergió un muro de piedra entre él y Laila, revelando su identidad como tensai de tierra, o mago arcano, o como ambos.
Realicé una rápida sucesión de ataques, imbuyendo mis músculos y huesos con más y más energía de luz, haciendo con esto que mi piel adquiriera un tenue brillo y mis movimientos una velocidad creciente.[2] Desafortunadamente nunca llegué a igualar la velocidad que exhibió Laila, por lo que al enmascarado no le fue difícil bloquear mi espada una y otra vez.
Cuando ejecuté un tajo vertical descendente, varias piedras pequeñas, que se desprendieron del suelo, techo y paredes, rodearon una mano del enmascarado y, con este guante improvisado, agarró mi espada para luego hundir su pie en mi abdomen.
Salí impelido hacia atrás, ahora desarmado, pero recuperé la compostura en seguida. Esta vez concentré mi energía en mis manos. Junté las muñecas y apunté con mis palmas.
El enmascarado dio un paso hacia mí, pero se detuvo al notar el halo de luz que se formó entre mis palmas.[3]
Solté un grito de guerra y el halo respondió convirtiéndose en un potente rayo de luz. El enmascarado recibió el ataque en su pecho, salió disparado hacia atrás y atravesó el muro que creó.
Laila e Ingrid no alcanzaron a evadir al enmascarado y los escombros que cayeron sobre ambas. Él no tardó en levantarse y luego dio varios saltos para alejarse de mí y de las chicas, que estaban levantándose también.
–Explosive Schüsse –susurró Kano, con tres flechas listas en su arco, y en la punta de las tres apareció una misma runa con un brillo escarlata. Entonces disparó.
El enmascarado se dio vuelta al recordar a la arquera, pero le fue imposible defenderse. Las flechas explotaron al hacer contacto, desencadenando un estruendo y un destello del mismo color escarlata de las runas. Él salió impelido hacia atrás y milagrosamente se mantuvo de pie, aunque con su pecho al descubierto y con tres enormes y horrendas quemaduras en su piel morena.
Emitiendo un grito de guerra y empuñando su espada con ambas manos, Ingrid corrió hacia el enmascarado. Este instintivamente se giró para encararla y cruzó los antebrazos sobre la cabeza. Sus piernas temblaron por el impacto, pero logró parar la cuchilla.
En ese mismo instante Laila pasó por un lado de Ingrid y dibujó dos líneas rojas en el pecho del ahora indefenso enmascarado.
El tiempo pareció detenerse. Todos estuvimos quietos y en silencio por unos segundos.
Eso acabó cuando el enmascarado, en un susurro, pronunció con honestidad:
–Gracias.
Su cuerpo se fue hacia un lado y levantó una nube de polvo al caer.
–No lo intentes más –respondió Kano–. Todos sabemos que era mentira, y por eso esa Ceress ni nos consideró una amenaza.
–¡Eso es porque ustedes son horribles actuando!
Laila, sin apartar la mirada del enmascarado y sin abandonar su postura de combate, se aclaró la garganta para llamar la atención de sus compañeras. Ambas la miraron y volvieron a ponerse en guardia.
–En serio, ¿cómo descubrieron ese túnel? –preguntó el enmascarado.
–En realidad llegamos por la entrada principal. Una explosión causó un derrumbe e hizo colapsar el suelo, así que terminamos cayendo en tu túnel secreto, que ahora está obstruido por escombros –me tomé la molestia de explicarle, pues, si él había hecho ese túnel, tal vez podría hacer uno nuevo para que pudiéramos salir–. Si los demás túneles están llenos de trampas, eso significa que no hay forma de salir de aquí. –Aunque Yako podía desactivar esas trampas, no podíamos contar con ella si ni sabíamos si seguía con vida.
–Me será sencillo deshacerme de los escombros y reabrir el túnel.
–Entonces podemos dejarte ir si prometes hacer eso –le propuse de inmediato, pero él negó con la cabeza.
–Lo lamento. De verdad me gustaría, en serio, pero estoy atado al pacto del intercambio que hice con Ceress. Yo obtuve lo que pedí y ahora yo debo darle lo que ella pidió: mi obediencia absoluta.
–¿Pacto del intercambio? –Ladeé la cabeza.
–¿Por qué darías tu obediencia? –inquirió Laila, incrédula–. ¿Lo que pediste de verdad valía ese precio?
–Si es por el bien de mi protegida, pagaría cualquier precio –dijo el enmascarado.
–No estoy entendiendo –confesé.
–Pues yo tampoco, la verdad –comentó Ingrid.
–Entonces, por mi honor de sirvienta de la Ama Azaril, juro liberarte –declaró Laila, mirando con lástima al enmascarado, quien asintió con la cabeza.
–Sigo sin entender –dije otra vez.
Justo entonces el enmascarado salió disparado hacia Laila. En el último momento él cambió su dirección y fue a por Kano. Ella disparó una flecha rápidamente y dio justo en el blanco: en el entrecejo de la máscara. No obstante, la flecha rebotó.
–¡¿Qué…?! –exclamó Kano, estupefacta, y dio un salto hacia atrás para escapar del puño que iba hacia su nariz. Pero el enmascarado detuvo el ataque y contrajo el brazo, logrando por poco evitar que la espada de Ingrid lo amputara. Luego lanzó una patada lateral y golpeó con su talón las costillas de Ingrid, quien terminó desplomándose.
Laila y yo nos lanzamos hacia él de inmediato. Nuestras cuchillas cortaron el viento y se detuvieron al chocar con sus antebrazos; sus brazaletes resultaron ser más duros de lo que aparentaban.
El enmascarado se alejó con un salto y corrió hacia la única puerta de la sala. Todos le seguimos, excepto Kano, quien se mantuvo quieta pero lista para disparar cuando Ingrid, Laila y yo no estuviéramos entre ella y su objetivo.
El enmascarado derrumbó la puerta y se adentró en un pasillo largo, alto y horizontalmente bastante estrecho. Ahí se dio media vuelta y se enfrentó a su enemigo más cercano: Laila.
Las dos espadas cortas se movieron en una danza feroz, creando chispas cada vez que chocaban con los antebrazos del enemigo. Laila fue incrementando su velocidad gradualmente y llegó un momento en el que sus brazos parecían borrones, pero, aun así, cada ataque fue bloqueado. En cambio, el enmascarado no tenía oportunidad de hacer más que defenderse; un mal movimiento y era obvio que sería su fin.
No había suficiente espacio hacia los lados para que Ingrid o yo pudiéramos llegar hasta nuestro enemigo. No obstante, aunque ella solo podía ver el espectáculo, yo sí tenía un camino.
Imbuí mis piernas con energía y di un potente salto. Aterricé un par de metros detrás del enmascarado.[1]
–Steinmauer, steh auf –murmuró él, y una runa con un brillo naranja se dibujó en el dorso de sus manos y pies. Luego saltó hacia mí y dio un pisotón al suelo. Al instante emergió un muro de piedra entre él y Laila, revelando su identidad como tensai de tierra, o mago arcano, o como ambos.
Realicé una rápida sucesión de ataques, imbuyendo mis músculos y huesos con más y más energía de luz, haciendo con esto que mi piel adquiriera un tenue brillo y mis movimientos una velocidad creciente.[2] Desafortunadamente nunca llegué a igualar la velocidad que exhibió Laila, por lo que al enmascarado no le fue difícil bloquear mi espada una y otra vez.
Cuando ejecuté un tajo vertical descendente, varias piedras pequeñas, que se desprendieron del suelo, techo y paredes, rodearon una mano del enmascarado y, con este guante improvisado, agarró mi espada para luego hundir su pie en mi abdomen.
Salí impelido hacia atrás, ahora desarmado, pero recuperé la compostura en seguida. Esta vez concentré mi energía en mis manos. Junté las muñecas y apunté con mis palmas.
El enmascarado dio un paso hacia mí, pero se detuvo al notar el halo de luz que se formó entre mis palmas.[3]
Solté un grito de guerra y el halo respondió convirtiéndose en un potente rayo de luz. El enmascarado recibió el ataque en su pecho, salió disparado hacia atrás y atravesó el muro que creó.
Laila e Ingrid no alcanzaron a evadir al enmascarado y los escombros que cayeron sobre ambas. Él no tardó en levantarse y luego dio varios saltos para alejarse de mí y de las chicas, que estaban levantándose también.
–Explosive Schüsse –susurró Kano, con tres flechas listas en su arco, y en la punta de las tres apareció una misma runa con un brillo escarlata. Entonces disparó.
El enmascarado se dio vuelta al recordar a la arquera, pero le fue imposible defenderse. Las flechas explotaron al hacer contacto, desencadenando un estruendo y un destello del mismo color escarlata de las runas. Él salió impelido hacia atrás y milagrosamente se mantuvo de pie, aunque con su pecho al descubierto y con tres enormes y horrendas quemaduras en su piel morena.
Emitiendo un grito de guerra y empuñando su espada con ambas manos, Ingrid corrió hacia el enmascarado. Este instintivamente se giró para encararla y cruzó los antebrazos sobre la cabeza. Sus piernas temblaron por el impacto, pero logró parar la cuchilla.
En ese mismo instante Laila pasó por un lado de Ingrid y dibujó dos líneas rojas en el pecho del ahora indefenso enmascarado.
El tiempo pareció detenerse. Todos estuvimos quietos y en silencio por unos segundos.
Eso acabó cuando el enmascarado, en un susurro, pronunció con honestidad:
–Gracias.
Su cuerpo se fue hacia un lado y levantó una nube de polvo al caer.
(☞゚∀゚)☞ OFFROL ☜(゚∀゚☜)
Mi maldición no avanzó esta vez =D[1] Efecto de mi habi nivel 2: Con el viento.
[2] Efecto de mi habi nivel 3: Con la ventisca
[3] Habi nivel 0: Lente convergente.
Rauko
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Re: ¡Esas mujeres están locas! [Trabajo]
Oscuridad, todo era oscuridad, mi cuerpo comenzaba a responder poco a poco, sacudí la cabeza y me invadió un dolor en el cuello, abrí los ojos con la vista borrosa y logré ver a Yako tirada en el piso con el rostro sangrando, intenté levantarme y noté que mis manos estaban atadas a mi espalda y caí de nuevo al piso por mera gravedad pero mi agitación llamó la atención de aquellos sujetos quienes de nuevo se enfocaron en mí.
¡Déjenla ir!- Ordené sin poder hacer nada realmente pero eso solo causó la burla de aquella misteriosa mujer con la telaraña tatuada en su frente -Solo estás vivo porque tu cabeza vale dinero, de no ser por eso serías historia- Dijo confiada. Intenté forzar las ataduras para liberarme pero de momento no era posible y no podía más que observar como seguían golpeando a Yako pidiéndole algo que ella aseguraba no tener o no saber.
Las lágrimas ligeramente enrojecidas de la jovencita me hicieron sacar fuerzas de donde no tenía, [1] apreté los dientes y luego grité poniendo toda mi fuerza en los brazos hasta que las sogas comenzaron a ceder y acabaron por romperse, estaba lleno de rabia y frustración, lo que se tradujo en una veloz carrera hacia Erer y aunque en principio consiguió esquivar mi primer golpe moviéndose a un lado, me giré y estiré mi mano derecha para golpearlo en la cabeza, retrocedió un par de pasos y acomodó su capucha.
Mi rostro estaba rojo de furia y no lograba pensar con mucha claridad, pero ese golpe había sido con mucha más fuerza de lo normal -¡Pagarán!- [2] Grité hacia aquel sujeto afectándolo ligeramente, no logré ver rastros en su rostro de dolor pero sus pasos se tambalearon un par de veces y perdió su guardia.
Vi la oportunidad y me abalancé de nuevo hacia él pero fui detenido por una patada de la mujer que lo acompañaba, levanté mis manos para bloquear la patada con mis antebrazos pero a pesar de la fuerza de sus piernas no logró moverme hacia atrás, rápidamente la agarré por una pata y la halé con fuerza haciéndola perder el equilibrio. La pierna que la sostenía cedió pero antes que su cabeza tocara el piso usó su mano derecha para evitar el impacto contra el piso y su codo izquierdo para golpear mi rodilla.
Grité de dolor y perdí el equilibrio pero levanté la pierna de la mujer y luego me dejé caer con el codo en sus costillas del lado izquierdo donde un fuerte crujido delató el daño recibido. Apoyando las manos en el piso e impulsándome con las piernas conseguí ponerme en pie, la descarga de adrenalina me hizo ignorar momentáneamente el daño en mi rodilla y avancé hacia la chica que se comenzaba a incorporar con las manos en su costado.
A este punto no tenía razón ni limitaciones morales, tan solo un deseo inherente de exterminarlos, avancé hacia ella en un destello de velocidad que la tomó por sorpresa y aunque intentó usar sus manos para detenerme, las hice a los lados y con ambos puños volví a golpear su costilla rota arrancándole un grito de dolor.
Retrocedió y cayó al piso pero cuando estaba a punto de dar el golpe de gracia emergió saltando sobre ella aquel sujeto y con una matada me hizo rodar por el piso, continué el mismo impulso girando hasta que mis pies volvieron al suelo y me impulsé hacia adelante pero aquel sujeto solo levantó su mano y de la nada me estrellé contra un muro invisible, una especie de escudo arcano que me detuvo en seco.
Sacudí mi cabeza un poco aturdido y volví a la carga pero antes de poder alcanzarlo, el sujeto puso su mano en el piso y comenzó a brotar un vapor negro y apestoso, cubrí mi nariz y boca con el antebrazo y retrocedí, para cuando busqué con la mirada ambos habían desaparecido y no solo eso, la puerta por donde entramos comenzaba a cerrarse muy de prisa dejándome solo ver los pasos de aquel sujeto con la mujer en sus brazos.
Correr tras ellos era una opción, no me tomaría mucho llegar a la puerta y deslizarme bajo ella antes que terminara de cerrarse pero Yako tosía sangre, estaba débil y golpeada, no sobreviviría si la dejaba allí -¡Maldición!- Grité frustrado y regresé a buscar a mi compañera, la levanté cargada hasta un rincón en donde la dejé recostada mientras pensaba qué hacer.
Miré el gas que antes me había repelido y noté que no solo era apestoso sino también ligeramente corrosivo, las piedras del piso parecían danzar evitando su paso y terminaban por romperse, la única entrada y salida estaba cerrada y el gas no dejaba de salir -Piensa, piensa, piensa- Golpeé mi cabeza sucesivamente hasta que llegué a dos conclusiones, mi primera opción era utilizar magia arcana para contrarrestar lo que fuera esa cosa, algo que en mi desconocimiento tenía bastante difícil, pero la segunda era un poco más viable…
[1] Habilidad de Nivel 8: Nunca Más ¡Déjenla ir!- Ordené sin poder hacer nada realmente pero eso solo causó la burla de aquella misteriosa mujer con la telaraña tatuada en su frente -Solo estás vivo porque tu cabeza vale dinero, de no ser por eso serías historia- Dijo confiada. Intenté forzar las ataduras para liberarme pero de momento no era posible y no podía más que observar como seguían golpeando a Yako pidiéndole algo que ella aseguraba no tener o no saber.
Las lágrimas ligeramente enrojecidas de la jovencita me hicieron sacar fuerzas de donde no tenía, [1] apreté los dientes y luego grité poniendo toda mi fuerza en los brazos hasta que las sogas comenzaron a ceder y acabaron por romperse, estaba lleno de rabia y frustración, lo que se tradujo en una veloz carrera hacia Erer y aunque en principio consiguió esquivar mi primer golpe moviéndose a un lado, me giré y estiré mi mano derecha para golpearlo en la cabeza, retrocedió un par de pasos y acomodó su capucha.
Mi rostro estaba rojo de furia y no lograba pensar con mucha claridad, pero ese golpe había sido con mucha más fuerza de lo normal -¡Pagarán!- [2] Grité hacia aquel sujeto afectándolo ligeramente, no logré ver rastros en su rostro de dolor pero sus pasos se tambalearon un par de veces y perdió su guardia.
Vi la oportunidad y me abalancé de nuevo hacia él pero fui detenido por una patada de la mujer que lo acompañaba, levanté mis manos para bloquear la patada con mis antebrazos pero a pesar de la fuerza de sus piernas no logró moverme hacia atrás, rápidamente la agarré por una pata y la halé con fuerza haciéndola perder el equilibrio. La pierna que la sostenía cedió pero antes que su cabeza tocara el piso usó su mano derecha para evitar el impacto contra el piso y su codo izquierdo para golpear mi rodilla.
Grité de dolor y perdí el equilibrio pero levanté la pierna de la mujer y luego me dejé caer con el codo en sus costillas del lado izquierdo donde un fuerte crujido delató el daño recibido. Apoyando las manos en el piso e impulsándome con las piernas conseguí ponerme en pie, la descarga de adrenalina me hizo ignorar momentáneamente el daño en mi rodilla y avancé hacia la chica que se comenzaba a incorporar con las manos en su costado.
A este punto no tenía razón ni limitaciones morales, tan solo un deseo inherente de exterminarlos, avancé hacia ella en un destello de velocidad que la tomó por sorpresa y aunque intentó usar sus manos para detenerme, las hice a los lados y con ambos puños volví a golpear su costilla rota arrancándole un grito de dolor.
Retrocedió y cayó al piso pero cuando estaba a punto de dar el golpe de gracia emergió saltando sobre ella aquel sujeto y con una matada me hizo rodar por el piso, continué el mismo impulso girando hasta que mis pies volvieron al suelo y me impulsé hacia adelante pero aquel sujeto solo levantó su mano y de la nada me estrellé contra un muro invisible, una especie de escudo arcano que me detuvo en seco.
Sacudí mi cabeza un poco aturdido y volví a la carga pero antes de poder alcanzarlo, el sujeto puso su mano en el piso y comenzó a brotar un vapor negro y apestoso, cubrí mi nariz y boca con el antebrazo y retrocedí, para cuando busqué con la mirada ambos habían desaparecido y no solo eso, la puerta por donde entramos comenzaba a cerrarse muy de prisa dejándome solo ver los pasos de aquel sujeto con la mujer en sus brazos.
Correr tras ellos era una opción, no me tomaría mucho llegar a la puerta y deslizarme bajo ella antes que terminara de cerrarse pero Yako tosía sangre, estaba débil y golpeada, no sobreviviría si la dejaba allí -¡Maldición!- Grité frustrado y regresé a buscar a mi compañera, la levanté cargada hasta un rincón en donde la dejé recostada mientras pensaba qué hacer.
Miré el gas que antes me había repelido y noté que no solo era apestoso sino también ligeramente corrosivo, las piedras del piso parecían danzar evitando su paso y terminaban por romperse, la única entrada y salida estaba cerrada y el gas no dejaba de salir -Piensa, piensa, piensa- Golpeé mi cabeza sucesivamente hasta que llegué a dos conclusiones, mi primera opción era utilizar magia arcana para contrarrestar lo que fuera esa cosa, algo que en mi desconocimiento tenía bastante difícil, pero la segunda era un poco más viable…
[2] Habilidad de Nivel 0: El que susurra en la oscuridad (+)
Última edición por Bio el Dom Mar 24 2019, 00:31, editado 1 vez
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Re: ¡Esas mujeres están locas! [Trabajo]
Mientras las chicas descansaban decidí examinar la bolsa que el enmascarado cargaba antes de empezar el combate. Y lo que encontré, tal como lo deduje fácilmente, era algo que no estuvo entre las opciones que imaginé: muchas piedritas raras, el mineral que fui a buscar y que todavía no sabía si tenía nombre o no.
–¿Qué es? ¿Qué es? –preguntó Ingrid con bastante curiosidad, sentada en el suelo y con su espalda apoyada en la pared.
–Justo lo que vinimos a buscar… –respondí mientras agarraba una de las piedras–, supongo –agregué al sentir que la energía vital en mi mano estaba siendo drenada hacia la piedra. Además de eso, empecé a sentirme un poco enfermo e inseguro.
–¿Qué pasa? –preguntó al ver que hice una cara complicada.
–Se supone que esto sirve para repeler la magia, sin embargo, está absorbiendo mi energía. Eso es justo lo contrario a lo que debería hacer.
–¿Entonces… es o no es? No estoy entendiendo.
Cerré mis ojos y me esforcé en recordar las instrucciones dadas por aquel sombrío “proscrito” o sea lo que fuera este. Entonces llegué a dos conclusiones.
–Me dio información errónea o incompleta, o este no es el mineral –dije para mí mismo, en voz baja, temiendo que la primera posibilidad fuese la correcta. Después miré a las chicas–. Creo que seguiremos buscando. –Guardé la piedra en la bolsa de donde la saqué, pues no quería seguir sintiéndome enfermo e inseguro, y caminé hasta una pared para tomar una de las antorchas. Luego, finalmente, continuamos con la exploración.
Cuando estábamos llegando al final del pasillo, Ingrid me preguntó:
–¿No puedes usar esa luz mágica para sanarnos?
Ladeé la cabeza y me planteé si era posible. Sin vacilar acerqué la punta de la antorcha a mi abdomen, al lugar donde estaba grabado un moretón. Para mi sorpresa, fui invadido por una sensación de bienestar enorme.
Ingrid y Kano empezaron a reírse. Aparté la antorcha y les pregunté, confundido:
–¿Qué sucede?
–Es que… es que… –A Ingrid se le dificultaba contener las risas–. Tu cara…
Se me acabó la paciencia y acerqué la antorcha a su abdomen. Al instante también quise reírme, pues Ingrid puso una cara de éxtasis. Cuando Kano explotó a carcajadas, acerqué la antorcha a ella, haciéndola poner la misma expresión.
–No es momento para jugar –señaló Laila, impasible, sin dejar de caminar.
Los labios de Ingrid se convirtieron en una sonrisa macabra. Me arrebató la antorcha y se acercó a Laila. Con solo verla supimos que ninguno podríamos detenerla.
Pero se detuvo, y fue por el mismo motivo que todos fijamos nuestra atención en lo que teníamos adelante: una desagradable obra de arte que hizo sentir náuseas a las chicas y a mí un profundo desprecio hacia el artista.
Adelante teníamos un enorme salón hexagonal. En cada pared de este había un pasillo que conducía hacia un camino oscuro. Había varias columnas en lugares estratégicos, adornados con runas talladas y algunos con antorchas de luz élfica. En el centro, justo al frente de donde estaba parada Ceress, un obelisco hecho del mineral sin nombre. Y en dicho obelisco, que desprendía una abrumadora aura negra que presagiaba una espantosa muerte para todos, permanecían clavadas una enorme y aterradora cantidad de cabezas de mujeres con una profunda agonía aún pintada en sus rostros.
–Azaril no vino –escuchamos. Era la voz de un hombre. Miramos hacia uno de los pasillos y distinguimos la silueta de dos personas entrando al salón. Cuando vimos que eran un sujeto con ropas similares a las de Ceress y una mujer con tatuajes, mis compañeras quedaron estupefactas.
–¿Esa es… Raggy? ¿Está viva? –susurró Kano, feliz, pero muy confundida. Laila alzó una mano para indicarle que callara.
–De hecho, no sabe de nosotros ni de este templo subterráneo. Por eso solo envió a un par de inútiles –continuó el sujeto acercándose a Ceress. Deduje que ese “par de inútiles” podrían ser Bio y Yako, y tuve un mal presentimiento.
–¿Los inútiles le hicieron eso a Raggy? –le preguntó Ceress con una media sonrisa, claramente sabiendo la respuesta. Raggy, que estaba con las manos puestas en un costado, que a su vez estaba envuelto por vendajes brillantes con runas amarillas sobre este, apartó la mirada y murmuró algo que no llegó a mis oídos.
–Vale, no eran tan inútiles –El sujeto se encogió de hombros–. Pero ya no molestarán.
–¿Seguro, Erer, seguro? –inquirió Ceress, arqueando una ceja.
–Vale, vale. No los asesiné, pero no creo que sobrevivan al gas corrosivo.
–¿Y si lo hacen?
–Vale, vale, vale. Si sobreviven, entonces entendería por qué Azaril los envió en vez de venir ella misma.
–¿Podríamos usar sus corazones como catalizadores en ese caso?
–Oh, ya veo lo que quieres. Pero no. No poseen eso que Azaril sí. Todavía tenemos ese problema.
–No, descuida, ya lo tengo resuelto. –Ceress se dio media vuelta y miró hacia el pasillo donde estábamos. Mis compañeras y yo nos tensamos–. Planeaba asesinarlos sin más, pero ahora uno de sus corazones nos será útil. –Varias runas rojas aparecieron alrededor de su cuello y, en menos de cinco segundos, recitó–: Dank des Äthers derer, die nicht mehr da sind, werden die vier gehorchen. Niemand wird sich ohne meine Erlaubnis bewegen.
La membrana invisible que sentimos en los túneles regresó, más rígida, más pesada y más sofocante, y nos empujó hacia abajo. Caímos de rodillas y apoyamos las manos en el suelo. Intentamos movernos, pero ni siquiera podíamos alzar la cabeza.
–¿Estás usando el poder que recolectó el obelisco? –preguntó Erer, apenas un poco sorprendido–. Qué buena manera de incrementar tus poderes.
–Elimínalos. Rápido –ordenó Ceress, entre dientes, como si hablar requiriera esfuerzo–. No resistiré demasiado.
–Vale. –Erer tronó sus dedos y caminó hacia nosotros–. Raggy, deberías empezar ya el ritual. No tardaré en darte un catalizador.
–¿Qué es? ¿Qué es? –preguntó Ingrid con bastante curiosidad, sentada en el suelo y con su espalda apoyada en la pared.
–Justo lo que vinimos a buscar… –respondí mientras agarraba una de las piedras–, supongo –agregué al sentir que la energía vital en mi mano estaba siendo drenada hacia la piedra. Además de eso, empecé a sentirme un poco enfermo e inseguro.
–¿Qué pasa? –preguntó al ver que hice una cara complicada.
–Se supone que esto sirve para repeler la magia, sin embargo, está absorbiendo mi energía. Eso es justo lo contrario a lo que debería hacer.
–¿Entonces… es o no es? No estoy entendiendo.
Cerré mis ojos y me esforcé en recordar las instrucciones dadas por aquel sombrío “proscrito” o sea lo que fuera este. Entonces llegué a dos conclusiones.
–Me dio información errónea o incompleta, o este no es el mineral –dije para mí mismo, en voz baja, temiendo que la primera posibilidad fuese la correcta. Después miré a las chicas–. Creo que seguiremos buscando. –Guardé la piedra en la bolsa de donde la saqué, pues no quería seguir sintiéndome enfermo e inseguro, y caminé hasta una pared para tomar una de las antorchas. Luego, finalmente, continuamos con la exploración.
Cuando estábamos llegando al final del pasillo, Ingrid me preguntó:
–¿No puedes usar esa luz mágica para sanarnos?
Ladeé la cabeza y me planteé si era posible. Sin vacilar acerqué la punta de la antorcha a mi abdomen, al lugar donde estaba grabado un moretón. Para mi sorpresa, fui invadido por una sensación de bienestar enorme.
Ingrid y Kano empezaron a reírse. Aparté la antorcha y les pregunté, confundido:
–¿Qué sucede?
–Es que… es que… –A Ingrid se le dificultaba contener las risas–. Tu cara…
Se me acabó la paciencia y acerqué la antorcha a su abdomen. Al instante también quise reírme, pues Ingrid puso una cara de éxtasis. Cuando Kano explotó a carcajadas, acerqué la antorcha a ella, haciéndola poner la misma expresión.
–No es momento para jugar –señaló Laila, impasible, sin dejar de caminar.
Los labios de Ingrid se convirtieron en una sonrisa macabra. Me arrebató la antorcha y se acercó a Laila. Con solo verla supimos que ninguno podríamos detenerla.
Pero se detuvo, y fue por el mismo motivo que todos fijamos nuestra atención en lo que teníamos adelante: una desagradable obra de arte que hizo sentir náuseas a las chicas y a mí un profundo desprecio hacia el artista.
Adelante teníamos un enorme salón hexagonal. En cada pared de este había un pasillo que conducía hacia un camino oscuro. Había varias columnas en lugares estratégicos, adornados con runas talladas y algunos con antorchas de luz élfica. En el centro, justo al frente de donde estaba parada Ceress, un obelisco hecho del mineral sin nombre. Y en dicho obelisco, que desprendía una abrumadora aura negra que presagiaba una espantosa muerte para todos, permanecían clavadas una enorme y aterradora cantidad de cabezas de mujeres con una profunda agonía aún pintada en sus rostros.
–Azaril no vino –escuchamos. Era la voz de un hombre. Miramos hacia uno de los pasillos y distinguimos la silueta de dos personas entrando al salón. Cuando vimos que eran un sujeto con ropas similares a las de Ceress y una mujer con tatuajes, mis compañeras quedaron estupefactas.
–¿Esa es… Raggy? ¿Está viva? –susurró Kano, feliz, pero muy confundida. Laila alzó una mano para indicarle que callara.
–De hecho, no sabe de nosotros ni de este templo subterráneo. Por eso solo envió a un par de inútiles –continuó el sujeto acercándose a Ceress. Deduje que ese “par de inútiles” podrían ser Bio y Yako, y tuve un mal presentimiento.
–¿Los inútiles le hicieron eso a Raggy? –le preguntó Ceress con una media sonrisa, claramente sabiendo la respuesta. Raggy, que estaba con las manos puestas en un costado, que a su vez estaba envuelto por vendajes brillantes con runas amarillas sobre este, apartó la mirada y murmuró algo que no llegó a mis oídos.
–Vale, no eran tan inútiles –El sujeto se encogió de hombros–. Pero ya no molestarán.
–¿Seguro, Erer, seguro? –inquirió Ceress, arqueando una ceja.
–Vale, vale. No los asesiné, pero no creo que sobrevivan al gas corrosivo.
–¿Y si lo hacen?
–Vale, vale, vale. Si sobreviven, entonces entendería por qué Azaril los envió en vez de venir ella misma.
–¿Podríamos usar sus corazones como catalizadores en ese caso?
–Oh, ya veo lo que quieres. Pero no. No poseen eso que Azaril sí. Todavía tenemos ese problema.
–No, descuida, ya lo tengo resuelto. –Ceress se dio media vuelta y miró hacia el pasillo donde estábamos. Mis compañeras y yo nos tensamos–. Planeaba asesinarlos sin más, pero ahora uno de sus corazones nos será útil. –Varias runas rojas aparecieron alrededor de su cuello y, en menos de cinco segundos, recitó–: Dank des Äthers derer, die nicht mehr da sind, werden die vier gehorchen. Niemand wird sich ohne meine Erlaubnis bewegen.
La membrana invisible que sentimos en los túneles regresó, más rígida, más pesada y más sofocante, y nos empujó hacia abajo. Caímos de rodillas y apoyamos las manos en el suelo. Intentamos movernos, pero ni siquiera podíamos alzar la cabeza.
–¿Estás usando el poder que recolectó el obelisco? –preguntó Erer, apenas un poco sorprendido–. Qué buena manera de incrementar tus poderes.
–Elimínalos. Rápido –ordenó Ceress, entre dientes, como si hablar requiriera esfuerzo–. No resistiré demasiado.
–Vale. –Erer tronó sus dedos y caminó hacia nosotros–. Raggy, deberías empezar ya el ritual. No tardaré en darte un catalizador.
Rauko
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Re: ¡Esas mujeres están locas! [Trabajo]
El miembro 'Rauko' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: ¡Esas mujeres están locas! [Trabajo]
El gas comenzaba a expandirse rápidamente y por si parecía que aquel peligro no era suficiente, el techo comenzó a hacer ruidos extraños -Dime que no es lo que creo que es- Le dije a Yako mientras señalaba los bordes del techo que lentamente comenzaba a deslizarse hacia abajo al tiempo que el gas opacaba y apagaba la luz de aquellas extrañas antorchas de luz mágica en las paredes -Hay que salir de aquí- Miré a todos lados en busca de una salida pero no había ninguna opción más allá de intentar algo aprovechando el mismo gas.
¿Puedes levantarte? Ve hasta el otro rincón- Le dije al tiempo que la ayudaba a levantarse casi a la fuerza, si no podía caminar entonces tendría que cargarla y me daba mucha pereza, por suerte ya comenzaba a recuperar sus fuerzas así que solo la ayudé a ponerse en pie y dejé que se fuera por su cuenta, regresé entonces al borde del gas que se expandía cada vez más y me preparé para lo peor.
Saqué una de mis dagas y rasgué un poco mi mano para dejar salir un poco de sangre, luego mojé mis dedos en el líquido vital para dibujar un círculo de runas en el piso, no era capaz de revertir lo que fuera que aquel sujeto había hecho, pero estaba seguro de poder utilizarlo para escapar de ese lugar, la muestra de su potencia era la manera como rompía las piedras a su paso de una manera impresionante.
Vamos, vamos- Me di un poco de ánimos y prisa al notar que el gas se acercaba de prisa al punto que había elegido para hacer mi pequeño truco, en primer lugar el círculo de runas tendría la función de absorber el gas y canalizarlo hacia abajo, en segundo lugar serviría como una especie de cilindro mágico para contenerlo y finalmente, en el centro del círculo dejé un pequeño pergamino explosivo que había guardado en mi bolsillo para alguna ocasión como esta -Aspircor- [1] Dije mientras dejaba el hechizo listo y me alejaba de un salto.
Corrí de prisa y abracé a Yako colocándome sobre ella para evitar que saliera muy dañada en caso que algo saliera mal, al instante un brillo azulado bañó el circulo de runas y el gas comenzó a dirigirse al centro del mismo donde poco a poco iba quedando atrapado y comenzaban los nervios, podría parecer que sabía lo que hacía pero realmente solo era una corazonada. El gas no terminaba de encerrarse y el pergamino comenzaba a corroerse -Rayos- Murmuré pensando que no alcanzaría el tiempo pero finalmente el pergamino se activó generando una explosión que retumbó en dos direcciones.
Un lado de la explosión generó una llamarada hacia arriba que dejó una marca negra en el techo y consumió gran parte del gas, aunque en consecuencia el techo comenzó a descender más rápido que antes -Ah vamos, dame un respiro- El otro lado de la explosión fue hacia abajo y aunque las llamas verdes no dejaban ver, la explosión y lo corrosivo del gas habían dibujado un agujero hacia el piso inferior -¡Funcionó! Qué bien- Dije con los ojos abiertos como platos pero luego el piso comenzó a desmoronarse de prisa más allá del simple pedazo al que había calculado el daño.
Funcionó, que mal- No me quedaba más remedio que bajar por mi cuenta antes que el derrumbe me bajara -Saltaré yo primero, luego saltas y te atraparé- Di instrucciones a Yako -¿Estás lista?- La asustada chica negó con la cabeza repetidamente -Bien, se ve como que estás lista- Negó con más firmeza -Yo creo que sí- Más asustada se aferró a mi cintura por lo que no tuve más remedio que abrazarla y cargarla en mis brazos.
Está bien, buscaremos otra solución- Me acerqué al borde del piso y miré hasta abajo donde había un escenario bastante similar -Sé que estás asustada, te aseguro que no tendremos que saltar- Le dije y con ella en mis brazos salté...
Tras unos instantes de suspenso mis pies aterrizaron sobre algo suave y esponjoso que además dio un quejido, perdí el equilibrio y aunque traté de no caerme para no lastimar a Yako, al final terminé acostado en el piso con ella sobre mí, rodeados de rostros conocidos y desconocidos que nos miraban intrigados, el salón en la parte superior parecía desmoronarse y seguramente era solo cuestión de tiempo para que el de abajo, donde nos encontrábamos actualmente iniciara el mismo camino.
[1] Subrayado el inicio y final del uso de la profesión Arcanos ¿Puedes levantarte? Ve hasta el otro rincón- Le dije al tiempo que la ayudaba a levantarse casi a la fuerza, si no podía caminar entonces tendría que cargarla y me daba mucha pereza, por suerte ya comenzaba a recuperar sus fuerzas así que solo la ayudé a ponerse en pie y dejé que se fuera por su cuenta, regresé entonces al borde del gas que se expandía cada vez más y me preparé para lo peor.
Saqué una de mis dagas y rasgué un poco mi mano para dejar salir un poco de sangre, luego mojé mis dedos en el líquido vital para dibujar un círculo de runas en el piso, no era capaz de revertir lo que fuera que aquel sujeto había hecho, pero estaba seguro de poder utilizarlo para escapar de ese lugar, la muestra de su potencia era la manera como rompía las piedras a su paso de una manera impresionante.
Vamos, vamos- Me di un poco de ánimos y prisa al notar que el gas se acercaba de prisa al punto que había elegido para hacer mi pequeño truco, en primer lugar el círculo de runas tendría la función de absorber el gas y canalizarlo hacia abajo, en segundo lugar serviría como una especie de cilindro mágico para contenerlo y finalmente, en el centro del círculo dejé un pequeño pergamino explosivo que había guardado en mi bolsillo para alguna ocasión como esta -Aspircor- [1] Dije mientras dejaba el hechizo listo y me alejaba de un salto.
Corrí de prisa y abracé a Yako colocándome sobre ella para evitar que saliera muy dañada en caso que algo saliera mal, al instante un brillo azulado bañó el circulo de runas y el gas comenzó a dirigirse al centro del mismo donde poco a poco iba quedando atrapado y comenzaban los nervios, podría parecer que sabía lo que hacía pero realmente solo era una corazonada. El gas no terminaba de encerrarse y el pergamino comenzaba a corroerse -Rayos- Murmuré pensando que no alcanzaría el tiempo pero finalmente el pergamino se activó generando una explosión que retumbó en dos direcciones.
Un lado de la explosión generó una llamarada hacia arriba que dejó una marca negra en el techo y consumió gran parte del gas, aunque en consecuencia el techo comenzó a descender más rápido que antes -Ah vamos, dame un respiro- El otro lado de la explosión fue hacia abajo y aunque las llamas verdes no dejaban ver, la explosión y lo corrosivo del gas habían dibujado un agujero hacia el piso inferior -¡Funcionó! Qué bien- Dije con los ojos abiertos como platos pero luego el piso comenzó a desmoronarse de prisa más allá del simple pedazo al que había calculado el daño.
Funcionó, que mal- No me quedaba más remedio que bajar por mi cuenta antes que el derrumbe me bajara -Saltaré yo primero, luego saltas y te atraparé- Di instrucciones a Yako -¿Estás lista?- La asustada chica negó con la cabeza repetidamente -Bien, se ve como que estás lista- Negó con más firmeza -Yo creo que sí- Más asustada se aferró a mi cintura por lo que no tuve más remedio que abrazarla y cargarla en mis brazos.
Está bien, buscaremos otra solución- Me acerqué al borde del piso y miré hasta abajo donde había un escenario bastante similar -Sé que estás asustada, te aseguro que no tendremos que saltar- Le dije y con ella en mis brazos salté...
Tras unos instantes de suspenso mis pies aterrizaron sobre algo suave y esponjoso que además dio un quejido, perdí el equilibrio y aunque traté de no caerme para no lastimar a Yako, al final terminé acostado en el piso con ella sobre mí, rodeados de rostros conocidos y desconocidos que nos miraban intrigados, el salón en la parte superior parecía desmoronarse y seguramente era solo cuestión de tiempo para que el de abajo, donde nos encontrábamos actualmente iniciara el mismo camino.
Última edición por Bio el Miér Mayo 29 2019, 21:40, editado 1 vez
Bio
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Re: ¡Esas mujeres están locas! [Trabajo]
Oí un estruendo sobre nuestras cabezas y la sala tembló. Acompañado por sonidos estridentes, se dibujaron grietas en las paredes y las columnas mientras polvo se desprendía del techo, el cual amenazaba con derrumbarse. Si no escapábamos pronto, aquel templo subterráneo se convertiría en nuestra tumba.
Intenté levantarme de nuevo, al igual que mis compañeras, y todos apretamos los dientes y gruñimos mientras nos esforzábamos, por desgracia, en vano.
Antes de seguir hundiéndonos en la desesperación y la abrumadora impotencia, sentí cómo la presión ejercida sobre mi cuerpo disminuía de forma paulatina. Intenté de nuevo y, no sin esfuerzo, logré levantar la cabeza, al menos lo suficiente para ver al llamado Erer.
–¡¿Qué haces, idiota?! ¡No pierdas el tiempo y aniquílalos! –espetó Ceress, cuyas venas, por alguna razón negras, destacaban sobre la pálida piel de su rostro ahora sudoroso.
Erer, por su parte, siguió mirando hacia el techo. Entornó los ojos para intentar agudizar su visión. Unos segundos después, de pronto, mostró una sonrisa torva, y sentí un escalofrío recorrer mi espalda.
–Ya no hay tiempo –señaló Erer con prisa–. Resiste solo unos segundos más.
Rápidamente agarró a Kano por el cuello. Ella apenas pudo sacudirse un poco en un patético intento por liberarse. Luego la dejó caer unos tres metros delante de nosotros.
–Bien, suéltalos, Ceress –dijo Erer, finalmente, dando un paso atrás y cruzándose de brazos.
Las runas en el cuello de Ceress desaparecieron y ella, al instante, se encorvó para luego tomar aire. Con nuestros cuerpos libres, mis compañeras y yo procedimos a levantarnos en seguida.
Fue justo en ese momento que algo aterrizó violentamente sobre Kano. Cuando volteamos a su dirección, la vimos tumbada en el suelo. Estaba escupiendo sangre y emitiendo gemidos de dolor.
Y, sobre su espalda, estaban Bio y Yako, quien, a diferencia del vampiro, estaba severamente lastimada y con el rostro bañado en sangre.
Ignorando la confusión, alegría y horror que nos provocara esa situación, Ingrid empuñó su mandoble, el cual parecía pesar mucho menos de lo que aparentaba, y se abalanzó, furiosa, sobre el enemigo más cercano.
–Oh, ¿te hice enojar, señorita? –preguntó Erer con un tono socarrón–. Vale, vale. Intenta tocarme, si puedes –agregó, desafiante, corriendo hacia atrás, manteniendo una sonrisa burlesca que enfurecía más a Ingrid.
–No tenemos tiempo –indicó Laila, impasible como siempre–. Hay que evitar que termine el conjuro o un derrumbe no será lo que nos mate –le dijo a Bio. Señaló con el dedo índice a Raggy, quien parecía estar en trance mientras rezaba en un idioma desconocido al lado del obelisco mientras que, con cada palabra que pronunciaba, un misterioso malestar se acentuaba en nuestros cuerpos–. El elfo y yo nos encargaremos de los otros dos.
Dicho eso corrió para unirse a Ingrid. Me tomó un segundo reaccionar y seguirla, aunque no terminaba de entender la situación.
–Ceress, encárgate de ellos –pidió Erer. Desvió su mirada hacia Bio–. Voy por la revancha. –Y corrió hacia su objetivo.
–No huyas, maldito infe… –Ingrid calló al ver a Ceress interponerse en su camino, pero no se detuvo; aceleró el paso y realizó un poderoso tajo horizontal, logrando, además, que la cuchilla disparara una cortante ráfaga de viento en forma de luna menguante.
Ceress dio una voltereta justo a tiempo y la ráfaga pasó a centímetros debajo de ella. Cuando sus botas tocaron el suelo, sin embargo, solo pudo ver un mandoble cortar el aire hasta segar su cabeza.
Pero eso fue solo lo que vio Ingrid desde su perspectiva.
En realidad, la imagen de Ceress se había multiplicado en dos; una saltó hacia atrás, evitando ser cortada, mientras que la otra, inmóvil, esperó a ser decapitada y se convirtió en humo negro, que luego fue atravesado por la verdadera Ceress lanzando una patada giratoria. Su pie golpeó la sien de Ingrid, que fue tomada por sorpresa, y esta perdió la consciencia sin comprender qué había sucedido.
–Quedan dos, todavía –musitó Ceress, malhumorada–. Refuerzos no me vendrán mal. –Las runas de su capucha se iluminaron. Mágicamente Ceress se multiplicó en tres y todas se lanzaron contra Laila.
Aceleré el paso para ayudar, pero no parecía necesario. Laila evadía con absurda facilidad la lluvia incesante de puñetazos y patadas de las tres enemigas, esperando con paciencia el momento indicado para contraatacar.
Pero yo no esperé.
Las cuchillas duales de mi espada silbaron en una veloz estocada, y atravesaron el cráneo de una de las Ceress, que procedió a convertirse en humo y disiparse.
Otra de las Ceress desvió su mirada hacia mí por un breve momento, menos de un segundo, tiempo suficiente para Laila. Esta blandió sus espadas con una velocidad destellante. En apenas un parpadeo, la Ceress había sido seccionada en tres. No obstante, también se convirtió en humo.
Imbuí mis piernas con energía de luz y salí disparado hacia el objetivo restante, que me evadió dando un enorme salto acrobático por encima de mi cabeza. Al caer detrás de mí, por desgracia para ella, fue recibida por las espadas gemelas de Laila.
Fue por un pequeño instante, pero distinguí confusión en el rostro de Laila. Luego una fuerza invisible golpeó su nuca, y la Ceress restante se desvaneció como las anteriores.
Tras contemplar a Laila caer de bruces delante de ella, una nueva Ceress apareció de la nada: había permanecido invisible mientras Laila y yo luchábamos contra simples imitaciones ilusorias. Comprenderlo me hizo sentir una mezcla de odio, temor y admiración hacia esa astuta enemiga.
–Es tu turno, querido –siseó. Forzó una sonrisa y tendió una mano hacia mí, con la palma hacia arriba y los dedos extendidos delicadamente–. Ven, no me tengas miedo –agregó al notar que no me moví de mi sitio.
–No quería usar esto porque les crearía problemas a todos, pues no lo manejo muy bien, pero no me has dejado alternativa –comenté con calma, aunque en el fondo estaba nervioso. Además, gracias a lo que sea que estaba haciendo Raggy, ahora la fatiga pesaba demasiado sobre mí.
Envainé mi espada y luego, lentamente, mis dedos rodearon la empuñadura de otra, de mi última pero mejor carta. Ceress se cruzó de brazos y se limitó a observar.
–¿Qué pasa? –pregunté–. ¿No me atacarás porque eres otra ilusión?
–Ya llegué a mi límite: no puedo crear más impostoras –aclaró con naturalidad–. Por eso no quiero arriesgarme a atacar sin saber qué estás tramando. –Sus labios se transformaron en una sonrisa maliciosa–. Pero descuida, puedo vencerte aun sin magia.
Esbocé una sonrisa, maliciosa como la de ella, y le dije:
–Ya veremos.
Intenté levantarme de nuevo, al igual que mis compañeras, y todos apretamos los dientes y gruñimos mientras nos esforzábamos, por desgracia, en vano.
Antes de seguir hundiéndonos en la desesperación y la abrumadora impotencia, sentí cómo la presión ejercida sobre mi cuerpo disminuía de forma paulatina. Intenté de nuevo y, no sin esfuerzo, logré levantar la cabeza, al menos lo suficiente para ver al llamado Erer.
–¡¿Qué haces, idiota?! ¡No pierdas el tiempo y aniquílalos! –espetó Ceress, cuyas venas, por alguna razón negras, destacaban sobre la pálida piel de su rostro ahora sudoroso.
Erer, por su parte, siguió mirando hacia el techo. Entornó los ojos para intentar agudizar su visión. Unos segundos después, de pronto, mostró una sonrisa torva, y sentí un escalofrío recorrer mi espalda.
–Ya no hay tiempo –señaló Erer con prisa–. Resiste solo unos segundos más.
Rápidamente agarró a Kano por el cuello. Ella apenas pudo sacudirse un poco en un patético intento por liberarse. Luego la dejó caer unos tres metros delante de nosotros.
–Bien, suéltalos, Ceress –dijo Erer, finalmente, dando un paso atrás y cruzándose de brazos.
Las runas en el cuello de Ceress desaparecieron y ella, al instante, se encorvó para luego tomar aire. Con nuestros cuerpos libres, mis compañeras y yo procedimos a levantarnos en seguida.
Fue justo en ese momento que algo aterrizó violentamente sobre Kano. Cuando volteamos a su dirección, la vimos tumbada en el suelo. Estaba escupiendo sangre y emitiendo gemidos de dolor.
Y, sobre su espalda, estaban Bio y Yako, quien, a diferencia del vampiro, estaba severamente lastimada y con el rostro bañado en sangre.
Ignorando la confusión, alegría y horror que nos provocara esa situación, Ingrid empuñó su mandoble, el cual parecía pesar mucho menos de lo que aparentaba, y se abalanzó, furiosa, sobre el enemigo más cercano.
–Oh, ¿te hice enojar, señorita? –preguntó Erer con un tono socarrón–. Vale, vale. Intenta tocarme, si puedes –agregó, desafiante, corriendo hacia atrás, manteniendo una sonrisa burlesca que enfurecía más a Ingrid.
–No tenemos tiempo –indicó Laila, impasible como siempre–. Hay que evitar que termine el conjuro o un derrumbe no será lo que nos mate –le dijo a Bio. Señaló con el dedo índice a Raggy, quien parecía estar en trance mientras rezaba en un idioma desconocido al lado del obelisco mientras que, con cada palabra que pronunciaba, un misterioso malestar se acentuaba en nuestros cuerpos–. El elfo y yo nos encargaremos de los otros dos.
Dicho eso corrió para unirse a Ingrid. Me tomó un segundo reaccionar y seguirla, aunque no terminaba de entender la situación.
–Ceress, encárgate de ellos –pidió Erer. Desvió su mirada hacia Bio–. Voy por la revancha. –Y corrió hacia su objetivo.
–No huyas, maldito infe… –Ingrid calló al ver a Ceress interponerse en su camino, pero no se detuvo; aceleró el paso y realizó un poderoso tajo horizontal, logrando, además, que la cuchilla disparara una cortante ráfaga de viento en forma de luna menguante.
Ceress dio una voltereta justo a tiempo y la ráfaga pasó a centímetros debajo de ella. Cuando sus botas tocaron el suelo, sin embargo, solo pudo ver un mandoble cortar el aire hasta segar su cabeza.
Pero eso fue solo lo que vio Ingrid desde su perspectiva.
En realidad, la imagen de Ceress se había multiplicado en dos; una saltó hacia atrás, evitando ser cortada, mientras que la otra, inmóvil, esperó a ser decapitada y se convirtió en humo negro, que luego fue atravesado por la verdadera Ceress lanzando una patada giratoria. Su pie golpeó la sien de Ingrid, que fue tomada por sorpresa, y esta perdió la consciencia sin comprender qué había sucedido.
–Quedan dos, todavía –musitó Ceress, malhumorada–. Refuerzos no me vendrán mal. –Las runas de su capucha se iluminaron. Mágicamente Ceress se multiplicó en tres y todas se lanzaron contra Laila.
Aceleré el paso para ayudar, pero no parecía necesario. Laila evadía con absurda facilidad la lluvia incesante de puñetazos y patadas de las tres enemigas, esperando con paciencia el momento indicado para contraatacar.
Pero yo no esperé.
Las cuchillas duales de mi espada silbaron en una veloz estocada, y atravesaron el cráneo de una de las Ceress, que procedió a convertirse en humo y disiparse.
Otra de las Ceress desvió su mirada hacia mí por un breve momento, menos de un segundo, tiempo suficiente para Laila. Esta blandió sus espadas con una velocidad destellante. En apenas un parpadeo, la Ceress había sido seccionada en tres. No obstante, también se convirtió en humo.
Imbuí mis piernas con energía de luz y salí disparado hacia el objetivo restante, que me evadió dando un enorme salto acrobático por encima de mi cabeza. Al caer detrás de mí, por desgracia para ella, fue recibida por las espadas gemelas de Laila.
Fue por un pequeño instante, pero distinguí confusión en el rostro de Laila. Luego una fuerza invisible golpeó su nuca, y la Ceress restante se desvaneció como las anteriores.
Tras contemplar a Laila caer de bruces delante de ella, una nueva Ceress apareció de la nada: había permanecido invisible mientras Laila y yo luchábamos contra simples imitaciones ilusorias. Comprenderlo me hizo sentir una mezcla de odio, temor y admiración hacia esa astuta enemiga.
–Es tu turno, querido –siseó. Forzó una sonrisa y tendió una mano hacia mí, con la palma hacia arriba y los dedos extendidos delicadamente–. Ven, no me tengas miedo –agregó al notar que no me moví de mi sitio.
–No quería usar esto porque les crearía problemas a todos, pues no lo manejo muy bien, pero no me has dejado alternativa –comenté con calma, aunque en el fondo estaba nervioso. Además, gracias a lo que sea que estaba haciendo Raggy, ahora la fatiga pesaba demasiado sobre mí.
Envainé mi espada y luego, lentamente, mis dedos rodearon la empuñadura de otra, de mi última pero mejor carta. Ceress se cruzó de brazos y se limitó a observar.
–¿Qué pasa? –pregunté–. ¿No me atacarás porque eres otra ilusión?
–Ya llegué a mi límite: no puedo crear más impostoras –aclaró con naturalidad–. Por eso no quiero arriesgarme a atacar sin saber qué estás tramando. –Sus labios se transformaron en una sonrisa maliciosa–. Pero descuida, puedo vencerte aun sin magia.
Esbocé una sonrisa, maliciosa como la de ella, y le dije:
–Ya veremos.
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Re: ¡Esas mujeres están locas! [Trabajo]
Sin esperar que mi compañera estuviera lista me lancé con ella a la parte inferior sin notar que allí se libraba otra batalla. Aterrizamos sobre algo esponjoso que pataleaba y tarde fue cuando nos dimos cuenta que se trataba de Kano quien nos había ablandado la caída, tristemente no solo caímos nosotros sino también algunos pedazos de roca que intenté desviar con las manos causándome algunas pequeñas lesiones pero evitando otra peores tanto para mí como para las chicas.
¡Kano!- Gritó Yako angustiada mientras la tomaba en sus brazos, yo por mi parte me interpuse entre ellas y los despiadados enemigos que nos habían tocado, busqué con la vista a Rauko para que hiciera lo suyo pero Yako tenía una mejor idea -Las antorchas- Comenzó a mirar a todos lados hasta que por suerte encontró una tirada en el piso, respiré aliviado al ver la cara de tranquilidad de Yako, no tenía idea de lo que intentaba pero me daba cierta tranquilidad
De nuevo le veía la cara a aquel manejador de magia arcana al que no pensaba dejar escapar de nuevo -Si me buscas, me encuentras- Dije chocando los puños y levantándome para colocarme entre mis compañeras y ellos, mientras de su lado le daban instrucciones para deshacerse de nosotros, de nuestro lado Laila hacía lo mismo, señalándome que debíamos detener a Raggy antes que hiciera lo que sea que estaba haciendo.
Ahora tenía un objetivo asignado, pero aquel sujeto se había interpuesto entre mi objetivo y yo, y no es que me molestara hacerle frente pero con el tiempo en contra sí se podía volver una molestia. Sabía que no podía vencerlo en su mismo juego, aquello me golpeaba el orgullo pero tampoco había tiempo para ser orgulloso, era necesario ser práctico y fue entonces cuando se me ocurrió una idea que podría humillarlo y eliminarlo a la vez.
Tomé mis dos dagas y las junté como si fueran una sola, luego recité algunas palabras mágicas y me lancé hacia él, se cubrió con sus guantes que a pesar de ser de tela lucían demasiado resistentes al punto de rechazar todos los cortes -Rayos- Murmuré de mala gana siendo obligado a usar algo más -¡Basta!- [1] Di un grito cargado de magia que lo hizo sucumbir por un instante, cubrió sus oídos aunque ya era demasiado tarde y el dolor que sentía lo hizo bajar la guardia, aproveché el instante para lanzar un corte a su cuello y aunque logró dejarse caer hacia atrás para evitarme, logré tomar un poco de su sangre que era todo lo que necesitaba.
Retrocedí de un salto, guardé una de mis dagas para dejar solamente la que había llenado con su sangre y usé mi dedo para escribir en su hoja con el mismo líquido vital de mi enemigo la palabra “Negata”, susurré la misma palabra para activarla y la hoja de la daga comenzó a tomar un color azul brillante, reí de medio lado y corrí hacia él despreocupadamente, ante lo cual se limitó a reír y lanzar un golpe directo a mi cara, mi nariz había quedado rota pero había tomado su brazo con mi mano derecha y con la izquierda incrusté la daga en su muñeca que para su sorpresa, atravesó el guante cual si fuera mantequilla.
Me empujó y retrocedió, miró su muñeca y no había ningún daño, la daga había entrado y salido sin dejar ningún rastro, rió nervioso y preguntó -¿Qué demonios fue eso?- Mi sonrisa superó a la suya, lentamente los hechizos en su ropa comenzaban a romperse dejándolo completamente expuesto y vulnerable, saqué de nuevo la otra daga sosteniéndola con la mano derecha y avancé hacia él, di una finta para evadir su primer contraataque y luego hice un corte vertical de abajo hacia arriba que destruyó su ropa y dibujó una línea roja desde su abdomen hasta el cuello por donde comenzó a sangrar.
Innegablemente era un diestro guerrero arcano, pero se había confiado demasiado en sus defensas encantadas y al final estas le habían fallado, no iba a morir por esa herida, pero seguramente el golpe emocional de haber sido superado lo había dejado sin ánimos de luchar, así que con una daga aun brillando en un azul celeste corrí hacia Raggy que indefensa solo pudo ver como mi daga se incrustaba en su pecho y salía de nuevo sin causar ningún daño.
Miré hacia atrás victorioso pero mis compañeros habían ido cayendo de uno en uno y se ponía peor -Tonto, no sabes lo que has hecho- Dijo Raggy dejándose caer hacia atrás con la mirada perdida -Ahora nadie podrá controlarlo- Apenas ella dejó de emitir magia, el misterioso obelisco comenzó a emitir un sonido bastante molesto. Llevé mis manos a los oídos y noté cómo el cuerpo se me hacía cada vez más pesado y molesto, como si la vida misma me estorbara, las cabezas dibujadas en el obelisco de desbarataron lentamente y acto seguido el mismo objeto se hizo pedazos.
Parecía que había terminado pero tenía un espantoso mal presentimiento -Hay que salir de aquí, no saben lo que han hecho- Dijo Erer aterrado y con los ojos como platos, en principio no podía ver nada, pero un pequeño círculo negro se formó en la base del obelisco y comenzó a crecer rápidamente, el piso mostraba algunas fisuras negras que se expandían pero no se podía ver nada de bajo, solo oscuridad y vacío -¡¿Pero qué rayos es eso?!- Exclamé asustado y retrocediendo, un par de tentáculos emergieron del agujero buscando los pies de Raggy y comenzaron a atraerla para devorarla mientras ella gritaba aterrada.
No tenía idea de lo que estaba sucediendo, pero no se me antojaba dejar que esa cosa, fuera lo que fuera la tragara, así que corrí hacia ella de prisa, salté sobre el agujero de donde salían los tentáculos y le di un par de patadas al que la estaba halando, obviamente no funcionaron así que di unas patadas más y finalmente comencé a puñalearlo con ambas dagas hasta que goteando líquido negro el tentáculo volvió a esconderse, apareciendo otros dos en su lugar -¿Y ahora qué hacemos?- Pregunté a Raggy que parecía saber lo que era esa cosa y tal vez, cómo detenerla.
¡Kano!- Gritó Yako angustiada mientras la tomaba en sus brazos, yo por mi parte me interpuse entre ellas y los despiadados enemigos que nos habían tocado, busqué con la vista a Rauko para que hiciera lo suyo pero Yako tenía una mejor idea -Las antorchas- Comenzó a mirar a todos lados hasta que por suerte encontró una tirada en el piso, respiré aliviado al ver la cara de tranquilidad de Yako, no tenía idea de lo que intentaba pero me daba cierta tranquilidad
De nuevo le veía la cara a aquel manejador de magia arcana al que no pensaba dejar escapar de nuevo -Si me buscas, me encuentras- Dije chocando los puños y levantándome para colocarme entre mis compañeras y ellos, mientras de su lado le daban instrucciones para deshacerse de nosotros, de nuestro lado Laila hacía lo mismo, señalándome que debíamos detener a Raggy antes que hiciera lo que sea que estaba haciendo.
Ahora tenía un objetivo asignado, pero aquel sujeto se había interpuesto entre mi objetivo y yo, y no es que me molestara hacerle frente pero con el tiempo en contra sí se podía volver una molestia. Sabía que no podía vencerlo en su mismo juego, aquello me golpeaba el orgullo pero tampoco había tiempo para ser orgulloso, era necesario ser práctico y fue entonces cuando se me ocurrió una idea que podría humillarlo y eliminarlo a la vez.
Tomé mis dos dagas y las junté como si fueran una sola, luego recité algunas palabras mágicas y me lancé hacia él, se cubrió con sus guantes que a pesar de ser de tela lucían demasiado resistentes al punto de rechazar todos los cortes -Rayos- Murmuré de mala gana siendo obligado a usar algo más -¡Basta!- [1] Di un grito cargado de magia que lo hizo sucumbir por un instante, cubrió sus oídos aunque ya era demasiado tarde y el dolor que sentía lo hizo bajar la guardia, aproveché el instante para lanzar un corte a su cuello y aunque logró dejarse caer hacia atrás para evitarme, logré tomar un poco de su sangre que era todo lo que necesitaba.
Retrocedí de un salto, guardé una de mis dagas para dejar solamente la que había llenado con su sangre y usé mi dedo para escribir en su hoja con el mismo líquido vital de mi enemigo la palabra “Negata”, susurré la misma palabra para activarla y la hoja de la daga comenzó a tomar un color azul brillante, reí de medio lado y corrí hacia él despreocupadamente, ante lo cual se limitó a reír y lanzar un golpe directo a mi cara, mi nariz había quedado rota pero había tomado su brazo con mi mano derecha y con la izquierda incrusté la daga en su muñeca que para su sorpresa, atravesó el guante cual si fuera mantequilla.
Me empujó y retrocedió, miró su muñeca y no había ningún daño, la daga había entrado y salido sin dejar ningún rastro, rió nervioso y preguntó -¿Qué demonios fue eso?- Mi sonrisa superó a la suya, lentamente los hechizos en su ropa comenzaban a romperse dejándolo completamente expuesto y vulnerable, saqué de nuevo la otra daga sosteniéndola con la mano derecha y avancé hacia él, di una finta para evadir su primer contraataque y luego hice un corte vertical de abajo hacia arriba que destruyó su ropa y dibujó una línea roja desde su abdomen hasta el cuello por donde comenzó a sangrar.
Innegablemente era un diestro guerrero arcano, pero se había confiado demasiado en sus defensas encantadas y al final estas le habían fallado, no iba a morir por esa herida, pero seguramente el golpe emocional de haber sido superado lo había dejado sin ánimos de luchar, así que con una daga aun brillando en un azul celeste corrí hacia Raggy que indefensa solo pudo ver como mi daga se incrustaba en su pecho y salía de nuevo sin causar ningún daño.
Miré hacia atrás victorioso pero mis compañeros habían ido cayendo de uno en uno y se ponía peor -Tonto, no sabes lo que has hecho- Dijo Raggy dejándose caer hacia atrás con la mirada perdida -Ahora nadie podrá controlarlo- Apenas ella dejó de emitir magia, el misterioso obelisco comenzó a emitir un sonido bastante molesto. Llevé mis manos a los oídos y noté cómo el cuerpo se me hacía cada vez más pesado y molesto, como si la vida misma me estorbara, las cabezas dibujadas en el obelisco de desbarataron lentamente y acto seguido el mismo objeto se hizo pedazos.
Parecía que había terminado pero tenía un espantoso mal presentimiento -Hay que salir de aquí, no saben lo que han hecho- Dijo Erer aterrado y con los ojos como platos, en principio no podía ver nada, pero un pequeño círculo negro se formó en la base del obelisco y comenzó a crecer rápidamente, el piso mostraba algunas fisuras negras que se expandían pero no se podía ver nada de bajo, solo oscuridad y vacío -¡¿Pero qué rayos es eso?!- Exclamé asustado y retrocediendo, un par de tentáculos emergieron del agujero buscando los pies de Raggy y comenzaron a atraerla para devorarla mientras ella gritaba aterrada.
No tenía idea de lo que estaba sucediendo, pero no se me antojaba dejar que esa cosa, fuera lo que fuera la tragara, así que corrí hacia ella de prisa, salté sobre el agujero de donde salían los tentáculos y le di un par de patadas al que la estaba halando, obviamente no funcionaron así que di unas patadas más y finalmente comencé a puñalearlo con ambas dagas hasta que goteando líquido negro el tentáculo volvió a esconderse, apareciendo otros dos en su lugar -¿Y ahora qué hacemos?- Pregunté a Raggy que parecía saber lo que era esa cosa y tal vez, cómo detenerla.
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Re: ¡Esas mujeres están locas! [Trabajo]
Ceress y yo nos mirábamos fijamente, esperando encontrar cualquier abertura para iniciar el ataque que decidiría el combate. Consciente de que ella podría tener un truco bajo la manga aún, imbuí mis piernas con energía de luz para, por lo menos, poder moverme con rapidez si era necesario una acción evasiva.
Y, a pesar de toda mi preparación, giré mi cabeza para ver a Raggy, involuntariamente, cuando esta dijo algo desconcertante, palabras acompañadas por un mal presagio.
Eso fue un descuido que duró apenas un breve instante, pero fue suficiente.
Cuando volví a mirar adelante, descubrí a Ceress muy cerca de mí y con su mano apoyada en mi pecho.
–Plötzlicher Tod... –comenzó, usando un tono solemne, sin embargo, se vio obligada a llevarse las manos a los oídos para intentar no escuchar el irritante ruido que empezó a emitir el obelisco. Yo la imité sin poder evitarlo y ambos caímos al suelo, de pronto, al sentir un inmenso malestar creciente en nuestros cuerpos, que se sentían cada vez más pesados. Incluso en cada segundo era más difícil mantenerse consciente.
No tardé en llegar a la conclusión de que estábamos muriendo, y eso me aterraba.
Afortunadamente, el terror desapareció cuando el obelisco se desmoronó y su ruido y maldiciones desaparecieron. Aun así, el rostro de horror en Ceress me confirmó, a mi pesar, que algo malo iba a suceder.
Erer también estaba atemorizado y no dudó en sugerir que huyéramos. Miré los cuerpos inertes de Ingrid y Laila. Si había que correr para sobrevivir, no podría salvarlas. No obstante, por alguna razón Yako y Kano apenas tenían heridas, y la antorcha de luz en las manos de una de ellas me hizo deducir que este sí servía para sanar, después de todo. Ahora que estaban en buen estado, tal vez ellas podrían ayudar.
Pero apenas fui capaz de pensar sobre ello. Algo más atrajo mi atención, algo en el centro de la sala: un enorme agujero negro en el lugar donde antes estaba el obelisco.
–¡¿Eh?! –exclamé, asustado y desconcertado al ver tentáculos negros emerger del agujero. Finalmente me levanté y volteé hacia Yako y Kano–. ¡Chicas, hay que sacar a las dos de aquí! –ordené, señalando a las que aún permanecían inconscientes.
Los tentáculos se agitaban con violencia mientras buscaban atrapar a cualquier desafortunado. Y Raggy fue la desafortunada; un tentáculo sujetó su pierna, procediendo a arrastrarla ignorando los desesperados e inútiles intentos de esta por liberarse.
Otros tentáculos buscaron a Ingrid, quien estaba más cerca del agujero que el resto. Fui en su rescate, sin embargo, una flecha se me adelantó clavándose entre Ingrid y el agujero. Al instante, justo en ese lugar, emergió un pequeño muro de hielo que impediría el avance de los tentáculos por unos minutos antes de ceder y romperse.
–Eso nos dará tiempo para sacarlas de ahí –señaló Kano, arco en mano. Asentí y, junto con Yako, corrí hacia donde estaban las otras dos para luego apartarlas.
Fue entonces, cuando me acerqué a los restos del obelisco, que noté que estos ahora tenían una característica especial: emitían una leve pero notable fuerza repelente.
–¿Tal vez sean…? –Sí, debían ser lo que buscábamos. Agarré unas cuantas de esas piedras y las guardé en mi pequeño bolso.
Mientras tanto, tras ser salvada por Bio, Raggy, consternada, fue alejándose con pasos lentos, sin apartar la vista del agujero.
–Debemos huir cuanto antes –fue lo que le respondió al vampiro.
–¿Huir por dónde? Su “túnel secreto” está obstruido por escombros –informó Kano, suplicando mentalmente que los enemigos tuvieran otra vía de escape.
–Maldición, el estúpido de la máscara podría haber reabierto el túnel –gruñó Ceress–. Vamos, Raggy, tiene que haber una manera de cerrar el Ginnungagap.
Raggy miró hacia el techo, que seguía desprendiendo partes de sí. Luego miró a los tentáculos.
–Hay que dejar que se derrumbe este lugar sobre el agujero –explicó–. Si entran muchas piedras a través de él, la puerta al Ginnungagap se desestabilizará y se cerrará, así esa cosa no saldrá. Sin embargo, si logramos cerrarlo, todo el odio y el miedo que sintieron las chicas sacrificadas llenarán el templo, así que tendremos que huir, de todas maneras, o perderemos la cordura.
Eso fue suficiente para que yo tuviera una idea de qué hacer, aunque dicha idea no fuera una brillante.
–Yako, Kano, Bio, llévense a las chicas –ordené, serio–. Espero que tengan el ingenio necesario para encontrar una salida. –Volteé hacia Ceress y Erer–. No quiero admitirlo, pero necesito la ayuda de ambos para cerrar el agujero rápidamente.
–¿Seguro? –preguntó Erer con desconfianza. Asentí con la cabeza–. Vale, lo que sea por sobrevivir.
–Bien, Bio, chicas, lárguense.
Yako y Kano, dubitativas, me miraron unos segundos antes de asentir y marcharse con las demás y Bio.
–Ya estamos aquí, ¿qué debemos hacer, intrépido líder? –inquirió Ceress, con sorna en la última parte, aunque sin poder disimular que tanto ella como su compañero estaban demasiado tensos y no apartaban la mirada de los tentáculos.
Por fin desenvainé, y con un movimiento fluido, la Espada Retniw, la cual desprendía una refrescante brisa. La empuñé con ambas manos, cerré los ojos y entregué mi propia energía al arma.
La espada liberó una explosiva tormenta de nieve. Torbellinos gélidos golpearon a Erer y Ceress, tumbándolos y cubriéndolos con una delgada capa de hielo que los inmovilizó antes de que tuvieran oportunidad de reaccionar. [1]
Una sonrisa maliciosa se dibujó en mi rostro.
Le entregué más energía a mi espada. Se formó un impetuoso torbellino a mi alrededor que llegó hasta el techo. Unos segundos después se dispersó, cuando, justo sobre mí, apareció un dragón completamente de hielo, un dragón sin extremidades, pero cuyo cuerpo y cola eran como los de una enorme serpiente con escamas puntiagudas. [2]
–Incompleto otra vez –noté–. Lo lamento, la próxima vez haré una mejor invocación. Pero ahora necesito de tu ayuda.
La enorme criatura sobre mí ascendió con gracia y explotó en pedazos al impactar con el techo, que procedió a desplomarse.
Al bajar la mirada vi cómo la imagen de Ceress y Erer se convirtieron en humo negro y luego se desvanecieron.
–¿Ambos eran ilusiones? –me pregunté, confundido y preocupado. Al parecer no fueron tan tontos y se prepararon para una posible trampa–. Bueno, da igual, debo huir de aquí.
Envainé la Espada Retniw y emprendí mi vertiginosa carrera hacia la salida.
Corrí por el pasillo, pasando por donde reposaba el cadáver del enmascarado. En la última sala tomé una de las antorchas y me adentré en los túneles de la mina.
Unos segundos después sentí un escalofrío acompañado por una jaqueca. Para mi desgracia, volvieron a aparecer las criaturas de las garras rojas por doquier. Sabía que eran ilusiones, pero sentí terror, demasiado, mucho más que antes, y se intensificaba cuando me atacaban.
Fui empapándome en sudor frío y ya no pude controlar mi respiración irregular. Sin saber por qué, empecé a gritar desesperadamente y a llorar, sintiendo mi corazón golpear rápidamente mi pecho y náuseas terribles. Si mi vejiga no hubiera estado vacía, seguramente me hubiera orinado también. Además, para empeorar las cosas, mi visión se estaba tornando borrosa y oscura, y mi cuerpo se entumecía a una velocidad desesperanzadora.
Rezando para no perder la consciencia, corrí y corrí sin detenerme, hasta que todo color fue sustituido por negro y toda sensación quedó ausente.
Y, a pesar de toda mi preparación, giré mi cabeza para ver a Raggy, involuntariamente, cuando esta dijo algo desconcertante, palabras acompañadas por un mal presagio.
Eso fue un descuido que duró apenas un breve instante, pero fue suficiente.
Cuando volví a mirar adelante, descubrí a Ceress muy cerca de mí y con su mano apoyada en mi pecho.
–Plötzlicher Tod... –comenzó, usando un tono solemne, sin embargo, se vio obligada a llevarse las manos a los oídos para intentar no escuchar el irritante ruido que empezó a emitir el obelisco. Yo la imité sin poder evitarlo y ambos caímos al suelo, de pronto, al sentir un inmenso malestar creciente en nuestros cuerpos, que se sentían cada vez más pesados. Incluso en cada segundo era más difícil mantenerse consciente.
No tardé en llegar a la conclusión de que estábamos muriendo, y eso me aterraba.
Afortunadamente, el terror desapareció cuando el obelisco se desmoronó y su ruido y maldiciones desaparecieron. Aun así, el rostro de horror en Ceress me confirmó, a mi pesar, que algo malo iba a suceder.
Erer también estaba atemorizado y no dudó en sugerir que huyéramos. Miré los cuerpos inertes de Ingrid y Laila. Si había que correr para sobrevivir, no podría salvarlas. No obstante, por alguna razón Yako y Kano apenas tenían heridas, y la antorcha de luz en las manos de una de ellas me hizo deducir que este sí servía para sanar, después de todo. Ahora que estaban en buen estado, tal vez ellas podrían ayudar.
Pero apenas fui capaz de pensar sobre ello. Algo más atrajo mi atención, algo en el centro de la sala: un enorme agujero negro en el lugar donde antes estaba el obelisco.
–¡¿Eh?! –exclamé, asustado y desconcertado al ver tentáculos negros emerger del agujero. Finalmente me levanté y volteé hacia Yako y Kano–. ¡Chicas, hay que sacar a las dos de aquí! –ordené, señalando a las que aún permanecían inconscientes.
Los tentáculos se agitaban con violencia mientras buscaban atrapar a cualquier desafortunado. Y Raggy fue la desafortunada; un tentáculo sujetó su pierna, procediendo a arrastrarla ignorando los desesperados e inútiles intentos de esta por liberarse.
Otros tentáculos buscaron a Ingrid, quien estaba más cerca del agujero que el resto. Fui en su rescate, sin embargo, una flecha se me adelantó clavándose entre Ingrid y el agujero. Al instante, justo en ese lugar, emergió un pequeño muro de hielo que impediría el avance de los tentáculos por unos minutos antes de ceder y romperse.
–Eso nos dará tiempo para sacarlas de ahí –señaló Kano, arco en mano. Asentí y, junto con Yako, corrí hacia donde estaban las otras dos para luego apartarlas.
Fue entonces, cuando me acerqué a los restos del obelisco, que noté que estos ahora tenían una característica especial: emitían una leve pero notable fuerza repelente.
–¿Tal vez sean…? –Sí, debían ser lo que buscábamos. Agarré unas cuantas de esas piedras y las guardé en mi pequeño bolso.
Mientras tanto, tras ser salvada por Bio, Raggy, consternada, fue alejándose con pasos lentos, sin apartar la vista del agujero.
–Debemos huir cuanto antes –fue lo que le respondió al vampiro.
–¿Huir por dónde? Su “túnel secreto” está obstruido por escombros –informó Kano, suplicando mentalmente que los enemigos tuvieran otra vía de escape.
–Maldición, el estúpido de la máscara podría haber reabierto el túnel –gruñó Ceress–. Vamos, Raggy, tiene que haber una manera de cerrar el Ginnungagap.
Raggy miró hacia el techo, que seguía desprendiendo partes de sí. Luego miró a los tentáculos.
–Hay que dejar que se derrumbe este lugar sobre el agujero –explicó–. Si entran muchas piedras a través de él, la puerta al Ginnungagap se desestabilizará y se cerrará, así esa cosa no saldrá. Sin embargo, si logramos cerrarlo, todo el odio y el miedo que sintieron las chicas sacrificadas llenarán el templo, así que tendremos que huir, de todas maneras, o perderemos la cordura.
Eso fue suficiente para que yo tuviera una idea de qué hacer, aunque dicha idea no fuera una brillante.
–Yako, Kano, Bio, llévense a las chicas –ordené, serio–. Espero que tengan el ingenio necesario para encontrar una salida. –Volteé hacia Ceress y Erer–. No quiero admitirlo, pero necesito la ayuda de ambos para cerrar el agujero rápidamente.
–¿Seguro? –preguntó Erer con desconfianza. Asentí con la cabeza–. Vale, lo que sea por sobrevivir.
–Bien, Bio, chicas, lárguense.
Yako y Kano, dubitativas, me miraron unos segundos antes de asentir y marcharse con las demás y Bio.
–Ya estamos aquí, ¿qué debemos hacer, intrépido líder? –inquirió Ceress, con sorna en la última parte, aunque sin poder disimular que tanto ella como su compañero estaban demasiado tensos y no apartaban la mirada de los tentáculos.
Por fin desenvainé, y con un movimiento fluido, la Espada Retniw, la cual desprendía una refrescante brisa. La empuñé con ambas manos, cerré los ojos y entregué mi propia energía al arma.
La espada liberó una explosiva tormenta de nieve. Torbellinos gélidos golpearon a Erer y Ceress, tumbándolos y cubriéndolos con una delgada capa de hielo que los inmovilizó antes de que tuvieran oportunidad de reaccionar. [1]
Una sonrisa maliciosa se dibujó en mi rostro.
Le entregué más energía a mi espada. Se formó un impetuoso torbellino a mi alrededor que llegó hasta el techo. Unos segundos después se dispersó, cuando, justo sobre mí, apareció un dragón completamente de hielo, un dragón sin extremidades, pero cuyo cuerpo y cola eran como los de una enorme serpiente con escamas puntiagudas. [2]
–Incompleto otra vez –noté–. Lo lamento, la próxima vez haré una mejor invocación. Pero ahora necesito de tu ayuda.
La enorme criatura sobre mí ascendió con gracia y explotó en pedazos al impactar con el techo, que procedió a desplomarse.
Al bajar la mirada vi cómo la imagen de Ceress y Erer se convirtieron en humo negro y luego se desvanecieron.
–¿Ambos eran ilusiones? –me pregunté, confundido y preocupado. Al parecer no fueron tan tontos y se prepararon para una posible trampa–. Bueno, da igual, debo huir de aquí.
Envainé la Espada Retniw y emprendí mi vertiginosa carrera hacia la salida.
Corrí por el pasillo, pasando por donde reposaba el cadáver del enmascarado. En la última sala tomé una de las antorchas y me adentré en los túneles de la mina.
Unos segundos después sentí un escalofrío acompañado por una jaqueca. Para mi desgracia, volvieron a aparecer las criaturas de las garras rojas por doquier. Sabía que eran ilusiones, pero sentí terror, demasiado, mucho más que antes, y se intensificaba cuando me atacaban.
Fui empapándome en sudor frío y ya no pude controlar mi respiración irregular. Sin saber por qué, empecé a gritar desesperadamente y a llorar, sintiendo mi corazón golpear rápidamente mi pecho y náuseas terribles. Si mi vejiga no hubiera estado vacía, seguramente me hubiera orinado también. Además, para empeorar las cosas, mi visión se estaba tornando borrosa y oscura, y mi cuerpo se entumecía a una velocidad desesperanzadora.
Rezando para no perder la consciencia, corrí y corrí sin detenerme, hasta que todo color fue sustituido por negro y toda sensación quedó ausente.
(☞゚∀゚)☞ OFFROL ☜(゚∀゚☜)
[1] Uso de la primera habilidad de la Espada Retniw.[2] Uso de la tercera habilidad de la Espada Retniw.
Última edición por Rauko el Miér Mayo 29 2019, 22:05, editado 2 veces
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Re: ¡Esas mujeres están locas! [Trabajo]
Finalmente había llegado ese hermoso momento en que todos nos dábamos la mano porque las madres de todos se llamaban “Martha” un momento conmovedor en que todos teníamos que ponernos del mismo lado para luchar por nuestras vidas. De momento solo Rauko tenía una idea y tendríamos que trabajar en equipo para poder salir con vida.
En primer lugar tomé una de aquellas antorchas mágicas para sanar a mis compañeras que estaban bastante golpeadas, aunque la restauración sería solo parcial pues no había tiempo para más, el plan de Rauko era bastante sencillos, irnos a buscar una salida mientras lo abandonábamos a su suerte, vaya fomento de la amistad.
Estaba listo para marcharme junto a mis compañeras, pero un vistazo atrás me dejó con el remordimiento de dejar a Raggy devastada y tirada en el piso, parecía resignada a morir en ese lugar y considerando lo ocurrido seguramente sería lo mejor, pero hacer lo mejor no siempre es lo mejor, esa frase se había escuchado mejor en mi mente, al decirla ya parecía un disparate, el punto es que me acerqué a Raggy y la cargué como un costal de papas sobre mi hombro derecho.
Me lo agradecerás luego- Le dije mientras aguantaba su pataleo y sus golpes en mi espalda, que le parecía una grosería, una ofensa o todo lo que se le antojó gritar, pero le estaba salvando la vida. Mientras caminamos un fuerte estruendo se escuchó tras nosotros por donde se encontraba Rauko, me preocupé pero al intentar volver, el piso se abrió bajo nosotros mostrando un canal inferior por donde corría agua.
Si el agua corre, debe ser un canal subterraneo que desemboca en algún lado- Dije señalando y lancé a Raggy sin siquiera avisarle, me maldijo un par de veces mientras luchaba por mantener su cabeza fuera del agua -Dice que es seguro, vamos- Alenté a mis compañeras a saltar y nos dejamos llevar en el sentido de la corriente.
Si bien el camino nos estaba llevando a una posible salida, el mismo no era nada fácil y a ratos parecía que las rocas que se desprendían nos iban a aplastar en cualquier momento -Cuidado- Señalé un tramo donde se estaba desprendiendo el techo, afortunadamente el túnel se bifurcaba y luchamos para desviarnos mientras el otro sendero era bloqueado por un derrumbe.
Y aunque parecía que nos habíamos salvado del derrumbe en el otro lado, tuvimos nuestro propio derrumbe en esta vía, aunque en esta ocasión el derrumbe vino cuando ya habíamos pasado, grandes rocas se vinieron abajo y comenzaron a girar tras nosotros llevadas por la corriente -Ah, genial- Miré hacia los lados en busca de algún desvío para dejar pasar las rocas pero entonces las chicas me señalaron algo bastante peculiar, a nuestro lado pasó un Rauko inconsciente frotando llevado por la corriente.
¡¡Rauko!!- Grité intentando despertarlo pero fue en vano, estaba demasiado dormido, tal vez en uno de los derrumbes la tierra bajo sus pies lo había traído al caudal subterráneo -Voy por él- Dije nadando para tratar de alcanzarlo, aunque de todos modos no es que hubieran muchas opciones con un mar de rocas detrás de nosotros.
Conseguí sujetarle un brazo para al menos mantener su cabeza fuera del agua hasta que finalmente vimos una luz al final del túnel, aunque no de la mejor manera, un pedazo de roca se desprendió frente a nosotros y aunque podrían aplastarnos si nos quedábamos ahí, las usamos para salir del arroyo y volver a las cavernas que se seguían derrumbando, pero al menos se podía ver una salida, llevé cargado a Rauko que aún no despertaba y corrimos todos, me sentía cada vez más débil y cansado pero no me detuve hasta que finalmente estuvimos fuera, vivos y a salvo, justo ahí me dejé caer al piso a descansar.
No supe cuánto tiempo me quedé dormido, desperté un rato más tarde al lado de una fogata encendida por las chicas, y como era de esperarse, Raggy se había marchado sin decir nada, pero al menos no nos había matado a la primera oportunidad, lo cual era un gran logro. La tranquilidad de las chicas me dio a entender que Rauko estaba bien, solo dormía inconsciente -Ahora nos toca regresar, con las manos vacías, pero con vida- Dije un poco deprimido al no encontrar lo que habíamos ido a buscar, pero las miradas pícaras y cómplices de las chicas me sorprendieron pues Rauko había conseguido hacerse con aquello que buscábamos, así que el encargo estaba cumplido.
[1] Una pequeña complicación extra: Al tomar el objeto se activa una trampa oculta, tendrás que escapar mientras todo comienza a derrumbarse. En primer lugar tomé una de aquellas antorchas mágicas para sanar a mis compañeras que estaban bastante golpeadas, aunque la restauración sería solo parcial pues no había tiempo para más, el plan de Rauko era bastante sencillos, irnos a buscar una salida mientras lo abandonábamos a su suerte, vaya fomento de la amistad.
Estaba listo para marcharme junto a mis compañeras, pero un vistazo atrás me dejó con el remordimiento de dejar a Raggy devastada y tirada en el piso, parecía resignada a morir en ese lugar y considerando lo ocurrido seguramente sería lo mejor, pero hacer lo mejor no siempre es lo mejor, esa frase se había escuchado mejor en mi mente, al decirla ya parecía un disparate, el punto es que me acerqué a Raggy y la cargué como un costal de papas sobre mi hombro derecho.
Me lo agradecerás luego- Le dije mientras aguantaba su pataleo y sus golpes en mi espalda, que le parecía una grosería, una ofensa o todo lo que se le antojó gritar, pero le estaba salvando la vida. Mientras caminamos un fuerte estruendo se escuchó tras nosotros por donde se encontraba Rauko, me preocupé pero al intentar volver, el piso se abrió bajo nosotros mostrando un canal inferior por donde corría agua.
Si el agua corre, debe ser un canal subterraneo que desemboca en algún lado- Dije señalando y lancé a Raggy sin siquiera avisarle, me maldijo un par de veces mientras luchaba por mantener su cabeza fuera del agua -Dice que es seguro, vamos- Alenté a mis compañeras a saltar y nos dejamos llevar en el sentido de la corriente.
Si bien el camino nos estaba llevando a una posible salida, el mismo no era nada fácil y a ratos parecía que las rocas que se desprendían nos iban a aplastar en cualquier momento -Cuidado- Señalé un tramo donde se estaba desprendiendo el techo, afortunadamente el túnel se bifurcaba y luchamos para desviarnos mientras el otro sendero era bloqueado por un derrumbe.
Y aunque parecía que nos habíamos salvado del derrumbe en el otro lado, tuvimos nuestro propio derrumbe en esta vía, aunque en esta ocasión el derrumbe vino cuando ya habíamos pasado, grandes rocas se vinieron abajo y comenzaron a girar tras nosotros llevadas por la corriente -Ah, genial- Miré hacia los lados en busca de algún desvío para dejar pasar las rocas pero entonces las chicas me señalaron algo bastante peculiar, a nuestro lado pasó un Rauko inconsciente frotando llevado por la corriente.
¡¡Rauko!!- Grité intentando despertarlo pero fue en vano, estaba demasiado dormido, tal vez en uno de los derrumbes la tierra bajo sus pies lo había traído al caudal subterráneo -Voy por él- Dije nadando para tratar de alcanzarlo, aunque de todos modos no es que hubieran muchas opciones con un mar de rocas detrás de nosotros.
Conseguí sujetarle un brazo para al menos mantener su cabeza fuera del agua hasta que finalmente vimos una luz al final del túnel, aunque no de la mejor manera, un pedazo de roca se desprendió frente a nosotros y aunque podrían aplastarnos si nos quedábamos ahí, las usamos para salir del arroyo y volver a las cavernas que se seguían derrumbando, pero al menos se podía ver una salida, llevé cargado a Rauko que aún no despertaba y corrimos todos, me sentía cada vez más débil y cansado pero no me detuve hasta que finalmente estuvimos fuera, vivos y a salvo, justo ahí me dejé caer al piso a descansar.
No supe cuánto tiempo me quedé dormido, desperté un rato más tarde al lado de una fogata encendida por las chicas, y como era de esperarse, Raggy se había marchado sin decir nada, pero al menos no nos había matado a la primera oportunidad, lo cual era un gran logro. La tranquilidad de las chicas me dio a entender que Rauko estaba bien, solo dormía inconsciente -Ahora nos toca regresar, con las manos vacías, pero con vida- Dije un poco deprimido al no encontrar lo que habíamos ido a buscar, pero las miradas pícaras y cómplices de las chicas me sorprendieron pues Rauko había conseguido hacerse con aquello que buscábamos, así que el encargo estaba cumplido.
[2] Manejo un poco a Rauko con su autorización.
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