[misión] Amor a tres bandas

Habían alzado las tiendas dibujando un perfecto circulo, estructura más que estudiada para que en el centro de estas quedase gran espacio donde la protagonista era una hoguera que no se apagaba nunca. Aquella zona era denominada el claro, donde hacían gran parte de la vida antes de recoger sus cosas y continuar con el camino.
No eran muchos los integrantes de aquella aldea, en los últimos años muchos de los jóvenes habían decidido dejar la vida nómada con su familia para asentarse en una de las ciudades, para ganar estabilidad y comodidad. Aun así, la aldea aun contaba por lo menos con diez familias.
Cuando llegaban a un nuevo lugar se centraban en montar las tiendas y encender la hoguera del claro, después se dividían en grupos: el primero estaba compuesto por la gente más fuerte y resistente de la aldea, estos se encargaban de buscar el alimento para todos. En el segundo estaban las personas que se encargaban de la protección, este era el grupo más grande, que se dividía en proteger de la aldea, de los pequeños que no tenía edad para estar asignados a un grupo, de los víveres y armamento. Y el tercer grupo eran los exploradores, en este estaban los integrantes más rápidos de la aldea, que inspeccionaban la zona.
Todos sabían cuál era su lugar.

Axel se ocupaba de cuidar de los más jóvenes, le encantaban los niños y parecía que aquel cariño era mutuo. Su carácter amable y tierno hacía que todos los pequeños quisieran estar con él. Siempre había soñado que un día, entre todos aquellos mocosos que no levantaban más de un palmo del suelo, estarían también sus hijos. Sería unos niños preciosos, sobre todo si se parecía a la madre. Tenía muy claro quién debía ser aquella madre: Liv. Liv era su gran y único amor, era la mujer más bella que había visto jamás. Desde que eran pequeños que solo tenía ojos para ella. Le había declarado su amor hacía ya un tiempo, desde el cual pasaban largas noches de amor y cariño, repletas de besos y caricias. Axel sabía que no era el único hombre en su vida, y eso le entristecía, él quería que Liv fuese solo para ella, pero temía proponerle un cambio en su relación y que ella se negase, o aun peor, que rompiese aquello tan hermoso que tenían.

Rurik era cazador. Se despertaba bien pronto y se dirigía a los bosques con su arco y daga en busca de un buen ejemplar. Competitivo y perfeccionista, este hombre bestia no podía volver a la aldea sin algo en las manos. A pesar de ser joven, era el encargado de escoger entre los adolescentes los que formaría parte del primer grupo. Cuando no estaba haciendo tareas, Rurik pasaba las horas entre las faldas de su amante, con ella todo era pasión. Jamás se hubiese imaginado que acabaría con la pequeña Liv, pero lo que comenzó como unos encuentros casuales y esporádicos, terminó en un amor salvaje. No lo había hablado con ella, incluso ninguno de los dos había jurado fidelidad al otro, pero a medida que la relación iba avanzando Rurik dejó de verse con otras mujeres, ya solo tenía ojos para ella. Él no era hombre de ir jurando amor eterno por las esquinas, pero había dejado más que claro en un par de ocasiones, por su forma de actuar, que estaba listo para que su relación pasase a otro nivel.

Liv era exploradora, amaba aquel trabajo. Le encantaba correr por el bosque y los prados, inspeccionar y rastrear. Era una joven muy curiosa, observadora y perspicaz, no había nada que se le escapase. Otro de los motivos por el que le gustaba ser exploradora era que sabía que era lo que tenía que hacer en todo momento. El resto de su vida sentía que se le escapaba de las manos. Liv tenía el corazón dividido. Amaba a Axel, su ternura y delicadeza, sus palabras de amor y lo mucho que la cuidaba. Pero también amaba a Rurik, un amor ardiente y peligroso. Adoraba la manera en que le tocaba y la poseía. Cada uno era especial a su manera y se sentía incapaz de escoger entre uno de ellos. Su poliamor era algo que llevaba en secreto puesto que ambos amantes eran hermanos. Perder a uno de ellos era como perder una parte de sí misma.




Se encontraban en el bosque del este, uno de los lugares preferidos de Liv. Aquella mañana se despertó pronto, incluso más que Rurik. Este ronroneó dándose la vuelta a notar un rayo de sol contra la cara.

- ¿Ya te vas?

- Si, quiero ir a…

- Si, ya se. – alargó la mano para tocar su trasero. Liv sonrió antes de girarse y besar su mano. - Que tengas un buen día, preciosa.

Rurik la miraba mientras se iba, miraba su espalda y sus caderas, sus piernas y cintura, le encantaban las curvas que dibujaban su cuerpo. Se mordió el labio inferior deseando poder recorrerlo de nuevo con la lengua. Cuando esta se perdió entre los arboles el hombre se llevó las manos a la cara y tras restregar sus ojos, se levantó dispuesto a salir en busca de algo para comer. Apenas hacía unas horas que habían llegado y ya había descasado gran parte de la noche, era hora de trabajar.

Liv corría saltando piedras y sorteando arbustos, era muy rápida pero sobre todo era sigilosa, apenas hacía ruido por muy veloz que fuese.

Axel se despertó cuando ya había movimiento en el claro, algunos ya habían empezado con sus tareas. Miró hacía la tienda de Liv, tenía la cortina recogida, eso quería decir que ya se había despertado. Suspiró lamentándose por no haber podido darle al menos un beso aquella mañana.

- Axel, te necesitamos, uno de los niños no deja de llorar.

- Claro, ahora mismo voy…

***

Frunció el ceño, mirando al hombre bestia con una ceja alzada.

- ¿Pasa algo? – volvió a repetir, esta vez siguiendo la mirada de su compañero para encontrarse con una elfa.
Dos forasteros relativamente cerca del campamento, ninguno de los dos parecía realmente una amenaza, al menos a simple vista, pensó la mujer bestia acabando de examinar a la rubia.
Sus compañeros tardarían aun un poco en salir a hacer el reconocimiento, así que disponía de un valioso tiempo para hablar con los forasteros. Le podía la curiosidad.

- ¿Os conocéis? – pregunto con una comisura de los labios lazada, dibujando media sonrisa en su rostro.



Axel había visto aquel hombre bestia enorme desde que había puesto un pie en el campamento. Llevaba días dándole vueltas al tema de su amor con Liv, y por más que él se esforzaba parecía que no era suficiente. Debía actuar, ¿pero cómo?
Sabía que Liv se estaba viendo con otro hombre, pero ella se había encargado de guardar bien su identidad. Axel no se consideraba un hombre violento, pero al ver aquel hombre perro se le pasó una idea por la cabeza. Eliminar a su adversario.

- Margot, necesito que te ocupes de ellos un rato, tengo un par de cosas que hacer. – le dijo a la anciana señalando a los pequeños del clan antes de salir de la carpa, pisándole los talones al hombre con la suficiente distancia como para que no le escuchase.

Paró en seco al escuchar la dulce voz de su amor. Su corazón empezó la latir con fuerza, le ardían las mejillas, sus manos sudaban. Se escondió tras un árbol intentando pasar desapercibido. Asomó la cabeza para ver que estaba pasando: Liv estaba en con el hombre perro y una… una joven de cabellos muy claros.
Movía los pies muy lentamente, intentando no pisar una hoja o hacer crujir un palo que descubrirse su posición. Hablaría con el hombre perro cuando se encontrase solo.



- Ho-hola – carraspeó para aclarar la voz. –Necesito tu ayuda… - estaba más que seguro que se encontraba a solas con el hombre, era el momento, ahora o nunca.




Rurik se encontraba sentado sobre una piedra, con la cara entre las manos. No podía creer lo que le estaba pasando.

- Maldiciones, Rurik, piensa con la cabeza. – dijo el moreno antes de darse un golpe en la frente.
Nuca una mujer había logrado estar tanto en su cabeza como para interrumpir en sus tareas. Pero sabía que Liv era especial. Su cuerpo, su olor, todo lo que ella le causaba era totalmente diferente a lo que había sentido con otras personas.

- Creo que es hora de hacer algo, esto no puede seguir así. Cuando pienso que estas con él… No, suena muy agresivo… - se corrigió el hombre levantándose de la piedra para ponerse a andar en círculos. – Liv, tú ya sabes lo que siento por ti, ¿Tu sientes…? ¡No, no, no! ¿Por qué tiene que ser tan difícil? – el hombre bestia alzó la cabeza de golpe, fijando la vista en dirección a la persona que sabía que le estaba observando. - ¿Cuánto tiempo llevas ahí? -  intentó sonar amenazador, pero la timidez ganó, sintiéndose avergonzado de que alguien lo estuviese viendo tan vulnerable.

***

Axel miraba al suelo, se sentía miserable por el simple hecho de haber pensado algo tan ruin como aquello. El desconocido tenía razón.

- Sería tan sencillo… Solo con que abandonase la aldea. Estoy seguro de que con ese pequeño empujón Liv se decidiría. Ella… es complicada, nunca quiere hablar del tema…

Miró al hombre perro, aun con la vergüenza en la mirada.

- Siento si te he molestado, no era mi intención. Deja que haga algo para compensarlo. Vamos a la aldea, te invito a beber aguamiel – hizo un gesto con la mano para que le siguiese.  




- ¿Por qué tiene que ser tan complicado? Ella es complicada, ¿sabes? Desde hace un tiempo intento hablar con ella de este tema, pero nunca es el momento, o… nos interrumpen. – se lleva las manos a la cabeza y tira de sus cabellos. – Pero esta noche se lo diré, no puedo aguantar más. Yo… la amo.
>> Liv, te amo. Eso es lo que llevo tanto tiempo intentando decirte. Lo que empezó como una aventura ha terminado por… sé que quiero pasar el resto de mi vida contigo, no necesito nada ni a nadie más, tú me completas.
Estaba andando de un lado a otro, como si se lo estuviese diciendo a la misma Liv. En ese momento se sentía con el valor de poder decir aquello, aunque era la primera vez que lo decía en voz alta, pero una vez que la tuviese en frente seguro que no le saldrían las palabras.

- ¿Rurik? Esto debe ser todo una simple equivocación. ¿Verdad?
El moreno se giró de golpe al escuchar la voz de Axel.

- Hermano, ¿qué haces aquí? – pregunto intentando distraerle. Se sentía un poco estúpido al pensar que le había pillado en media confesión.

- ¿Has dicho que amas a Liv?

- Bueno…yo… - suspira – Si, no te lo he contado porque no era algo serio. Pero la amo, esta noche le voy a pedir…

- Así que eres tu… - le interrumpe, su mirada lo decía todo.

- Tu eres el otro… - dice incrédulo

- ¡¿El otro?! – se acercó a él, dándole un empujón en el pecho que le hizo retroceder un paso. – Te pregunté mil veces si estabas con alguna mujer y siempre me decías que solo eran aventuras de una noche. ¡Y tienes que meterte en las sabanas de la mujer que amo?

- ¡Tú tampoco me dijiste que estuvieses con ella! – cogió impulso y le devolvió el empujón. – Y si, era una aventura, pero me he enamorado de ella. ¿Qué quieres que le haga?
Ambos se quedaron mirándose el uno al otro, sin saber bien que hacer ni como ordenar aquellos sentimientos.

***

El rubio miraba al hombre perro con la cara desencajada. En cierto modo tenía razón, la única persona que podría haber evitado aquello era Liv, y nunca hizo nada.
Se llevó la mano a la zona donde le había propinado el calambrazo, la piel le ardía.

Rurik apretó los puños con fuerza, hasta el punto que sus nudillos adquirieron una tonalidad más pálida que el resto de su piel. Bajó la cabeza, clavando la mirada en el suelo, aun no asimilaba lo que acababa de pasar.


Liv caminaba por el bosque, pensativa. Le dio una tapada a una piedra con fuerza, intentando liberar un poco aquel nervio que se apoderaba de ella, pero tan solo recibió una punzada de dolor en los dedos del pie. Apoyó la espalda en el tronco de un árbol para tocarse la zona dolorida.

- Que tonta eres, Liv... – se dijo a sí misma tomándose su tiempo en colocarse bien la bota para continuar andando. – Esa voz la conozco… -añadió en un susurro.

Caminaba guiada por esa voz, una voz que le había susurrado en las noches. Parecía más animada a cada paso que deba, quizás aquel fuese un buen momento para hablar con él sobre…
!Rurik!
Liv paró en seco. No debería ser tan sorprendente encontrar a dos hermanos juntos, pero Axel y Rurik estaba peleando, y Liv sabía perfectamente por qué. Su corazón empezó a latir rápido y fuerte y sentía que le costaba respirar.
Fue a dar un paso al frente, debía acabar con aquella situación, pero Asher estaba con ellos, parecía estar poniendo paz.
Esperó un poco más, pero sabía que no tardarían mucho en saber que estaba ahí.

- Axel, Rurik, ¿Qué hacéis aquí? – dijo con un hilo de voz. Se acercaba a ellos a paso lento, intentando alargar lo máximo posible el momento de deshacer aquel lio.
Axel dio un paso al frente, su expresión denotaba que no sabía cómo gestionar los sentimientos tan contradictorios que sentía en aquel momento.
Rurik por otro lado no quiso ni mirar a su amada a los ojos.

Al no obtener respuesta, continuó.

- Creo que deberíamos hablar los tres… a solas…

- No veo porque no puedes hacerlo aquí, ahora. Has tenido mucho tiempo para cogernos a los dos ya hablar, así que, si quieres hacerlo, es tu última oportunidad.
Axel miró a su hermano y se sorprendió al ver su expresión. Sintió un dolor en el estómago, ¿era realmente posible que los dos la amasen?

- Yo… quiero disculparme… - sus ojos se posaron en la rubia y después en el hombre perro, parecía que estaba un poco incomoda con toda aquella situación. – Os quiero, a los dos. Al principio no pensaba que esto pudiese pasar, pensaba que tenía mis sentimientos controlados, no tenía por qué salir nada mal. Pero los dos sois geniales, cada uno con sus virtudes y sus fallos. Llegó un momento en que la situación se me empezó a ir de las manos, y ahora no sé qué decir o hacer para no perderos.

- ¿Pero comprendes que al tomar una decisión puedes perder uno de nosotros?

- O a ambos…

* * *

Liv se quedó callada cuando el hombre perro empezó a hablar, cada una de las palabras parecían impactar en ella como metralla. Se sentía mal por lo que había hecho, bueno, mejor dicho, por lo que había ocultado.
Alzó la mirada para mirar a ambos hermanos a los ojos: Axel la miró con pena, no se podía creer lo que acababa de pasar, ya no solo tenía que lidiar con que Liv estuviese con otro hombre, ahora tenía que hacerse a la idea de que aquel hombre era su propio hermano. La quería y aquello no desaparecería de un día para el otro, pero aquello había sido una jugarreta de mal gusto. Rurik ni siquiera la miraba, tenía los ojos clavados en el suelo, parecía pensativo.

Rurik giró un poco la cabeza para mirar a la elfa que le estaba hablando, aquello hizo que Liv sintiese una punzada de dolor en el estómago ¿a ella sí que la escuchas? Podía sentir como su cabeza se calentaba y tan solo tenía ganas de grita, ¿desde cuándo Rurik simpatizaba con los de orejas puntiagudas? ¿Y qué era eso de Rur? Ella jamás le había llamado por un mote o diminutivo, ¿quién se creía esa para llamar así a Rurik?
El moreno sostuvo la mirada de la elfa, no tenía muy claro que es lo que quería, pero estaba muy seguro de lo que no deseaba tener en su vida.

Axel no apartaba la mirada de Liv, pudo ver sus ojos y el fuego que había en ellos cuando miraba a Rurik, entonces lo entendió todo.

- Liv, yo te quiero… pero entiendo que…

- No, Axel, lo siento. – le interrumpió. –Rurik, perdóname, no volverán a reinar los secretos entre nosotros dos. Siento mucho todo esto, de verdad, ahora solo estaremos tu y yo. – aquellos celos no los sentiría nunca por el rubio, eso la ayudó a decidir.

Axel se quedó mudo, había entendido que su amor no era correspondido, al menos con la misma intensidad, y encima, en vez de dejarle hablar, le interrumpe para dejarlo en ridículo. Se sentía fatal, y no hacía falta ser muy astuto para notárselo.
Rurik miró a Liv mientras se disculpaba, no se podía creer que estuviese escuchando aquellas palabras. Después miró a su hermano, se le encogió el corazón al ver su expresión abatida, él también la quería, no hacían falta las palabras, estaba sufriendo.

Liv se acercó al moreno y le tomó las manos, acercándolas a su pecho.

- ¿Vamos?

Rurik se quedó mirándola, miró sus preciosos ojos oscuros, aquellas manchas en su piel que tanto le encantaban, miró aquellos cuernos que tan extravagantes le parecieron la primera vez que la vio. Pero nada de aquello superaba la tristeza en los ojos de Axel.

- Lo siento. – puso una mano en su hombro y la rodeó, para plantarse frente a su hermano. –Volvamos a casa, Axel.

El rubio frunció el ceño sin acabar de entender lo que estaba sucediendo. Rurik negó con la cabeza para que no dijese nada.

- Elfa, te debo una, espero que nos volvamos a encontrar. Y no le cuentes a nadie lo de antes… - dijo sonriendo mientras hacía un gesto con la mano a modo de despedida.

- Gra-gracias… - susurró el rubio mirando al hombre perro antes de desaparecer con su hermano en el bosque.

Liv se quedó ahí plantada, viendo como sus dos amantes desaparecían. ¿Qué había hecho mal?

- Axel, espera…- dijo antes de salir corriendo tras los hermanos, pero al ver que estos no se daban ni la vuelta, paró en seco. Se agachó, apoyado las rodillas en el suelo, tenía ganas de llorar por la impotencia que sentía.

* * *