Sólo un trago más. Vol.3 [Libre]
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Sólo un trago más. Vol.3 [Libre]
Volví a dar un trago más a mi petaca. Aquel licor ardía en mi garganta, pero lo necesitaba si quería que aquel viaje transcurriera más deprisa.
Me habían contratado para guardar las caravanas de dos influyentes mercaderes, que habían decidido marchar hacia algún poblado poco conocido, que había comenzado a producir grandes cantidades de vino. Un vino muy exquisito, delicioso según decían. De hecho, aquello había sido una de las razones que me había llevado a aceptar aquel trabajo, además de –evidentemente– el dinero. Había marchado a caballo a un lado del convoy de las caravanas; en total eran cuatro caravanas. Y dos mercaderes que las dirigían en dirección a aquel poblado. No recuerdo el nombre de ese lugar, pero recuerdo que era bastante pequeño, lo suficiente como para resultar poco menos que un lugar de paso. La clase de lugar en la que pararía en una noche lluviosa para pedir una cama y comida a cambio de algunos aeros.
Tardamos dos días en llegar hasta aquel poblado, partiendo desde Lunargenta. Realizaron la transacción rápidamente, intercambiando monedas y otros recursos con los pobladores de aquella minúscula aldea. No estaba considerado una aldea, tan sólo era un rincón cuyas casas se habían ido construyendo a medida que las familias que habitaban allí habían crecido. Tenían una enorme edificación, no muy distinta al resto de las casas, donde tenían las bodegas de vinos. Y alrededor se podían ver las viñas, extendiéndose por lo que parecía un amplio claro del bosque que rodeaba aquella aldea. Era un lugar entrañable, sin duda. Aunque posiblemente me resultó mucho más bonito por el hecho de que iba un poco ebrio en el momento en el que había llegado. ¿Por qué había bebido aquella ocasión? ¿Qué pregunta es esa? Siempre estoy bebiendo, y siempre lo estaré. Además, contribuía el hecho de que no había oído de asaltadores de caminos desde hacía ya varias semanas, por lo que en su momento ponía las manos en el fuego a que no nos encontraríamos con ningún infortunio. Y por el momento, habíamos conseguido llegar hasta aquella aldea y no había sucedido nada que nos pudiera detener. Nada inesperado.
– ¿Quieres probar un poco? –me preguntó Ingvar. Uno de los mercaderes. Habíamos llegado en el mediodía del cuarto día, y tras hacer la transacción había un día espectacular. Cielos despejados, un calor veraniego, era un tiempo maravilloso. Su barba resplandecía al sol como el fuego.
No sabía exactamente en qué parte estábamos, pero era un lugar pacífico; lejos de Lunargenta y de cualquier ciudad. En realidad, imaginé aquel lugar como un perfecto rincón donde decidir sentar la cabeza. Una pequeña casa de madera, buen vino, bosques…
– ¿Qué clase de pregunta es esa? –fue mi respuesta. Y me acerqué rápidamente en cuanto el comerciante me tendió una botella, cuyo interior guardaba aquel líquido, rojo como la sangre.
Ya estaba abierta, así que me la llevé directamente a la boca y tomé un largo trago. Era un vino delicioso, afrutado. La transacción ya se había hecho, así que no teníamos mucho más que hacer en un lugar tan pequeño. Ellos eran todos familia, y nosotros éramos demasiada gente como para pedir hospedarnos durante aquel día, o pedir una buena comida. Éramos quince inidividuos. Tanto yo como otro hombre de tez más oscura, alto y grandullón, éramos los guardianes de las caravanas. Él estaba sobrio y tenso, yo completamente bebido y sonriente. Después estaban los dos mercaderes: De tez blanca como la nieve, una abundante cantidad de pecas que parecían haber caído como un toque de pintura que había salpicado sobre sus caras, y el cabello rojizo. Mucho más que el mío. Los demás, eran jóvenes de entre dieciocho y veinticinco años, que habían sido contratados para cargar y descargar los recursos que comerciaban; solían ir casi siempre con esos dos mercaderes.
Ya habiendo hecho todo lo que habíamos hecho, emprendimos el camino de regreso hacia Lunargenta. En cierto punto, el convoy se dividiría, y yo continuaría mi trayectoria siguiendo únicamente a uno de los mercaderes. En las caravanas llevábamos ahora menos oro del que habíamos tenido inicialmente, pero en su lugar varios barriles con vino, y decenas de botellas de lo mismo.
Me habían contratado para guardar las caravanas de dos influyentes mercaderes, que habían decidido marchar hacia algún poblado poco conocido, que había comenzado a producir grandes cantidades de vino. Un vino muy exquisito, delicioso según decían. De hecho, aquello había sido una de las razones que me había llevado a aceptar aquel trabajo, además de –evidentemente– el dinero. Había marchado a caballo a un lado del convoy de las caravanas; en total eran cuatro caravanas. Y dos mercaderes que las dirigían en dirección a aquel poblado. No recuerdo el nombre de ese lugar, pero recuerdo que era bastante pequeño, lo suficiente como para resultar poco menos que un lugar de paso. La clase de lugar en la que pararía en una noche lluviosa para pedir una cama y comida a cambio de algunos aeros.
Tardamos dos días en llegar hasta aquel poblado, partiendo desde Lunargenta. Realizaron la transacción rápidamente, intercambiando monedas y otros recursos con los pobladores de aquella minúscula aldea. No estaba considerado una aldea, tan sólo era un rincón cuyas casas se habían ido construyendo a medida que las familias que habitaban allí habían crecido. Tenían una enorme edificación, no muy distinta al resto de las casas, donde tenían las bodegas de vinos. Y alrededor se podían ver las viñas, extendiéndose por lo que parecía un amplio claro del bosque que rodeaba aquella aldea. Era un lugar entrañable, sin duda. Aunque posiblemente me resultó mucho más bonito por el hecho de que iba un poco ebrio en el momento en el que había llegado. ¿Por qué había bebido aquella ocasión? ¿Qué pregunta es esa? Siempre estoy bebiendo, y siempre lo estaré. Además, contribuía el hecho de que no había oído de asaltadores de caminos desde hacía ya varias semanas, por lo que en su momento ponía las manos en el fuego a que no nos encontraríamos con ningún infortunio. Y por el momento, habíamos conseguido llegar hasta aquella aldea y no había sucedido nada que nos pudiera detener. Nada inesperado.
– ¿Quieres probar un poco? –me preguntó Ingvar. Uno de los mercaderes. Habíamos llegado en el mediodía del cuarto día, y tras hacer la transacción había un día espectacular. Cielos despejados, un calor veraniego, era un tiempo maravilloso. Su barba resplandecía al sol como el fuego.
No sabía exactamente en qué parte estábamos, pero era un lugar pacífico; lejos de Lunargenta y de cualquier ciudad. En realidad, imaginé aquel lugar como un perfecto rincón donde decidir sentar la cabeza. Una pequeña casa de madera, buen vino, bosques…
– ¿Qué clase de pregunta es esa? –fue mi respuesta. Y me acerqué rápidamente en cuanto el comerciante me tendió una botella, cuyo interior guardaba aquel líquido, rojo como la sangre.
Ya estaba abierta, así que me la llevé directamente a la boca y tomé un largo trago. Era un vino delicioso, afrutado. La transacción ya se había hecho, así que no teníamos mucho más que hacer en un lugar tan pequeño. Ellos eran todos familia, y nosotros éramos demasiada gente como para pedir hospedarnos durante aquel día, o pedir una buena comida. Éramos quince inidividuos. Tanto yo como otro hombre de tez más oscura, alto y grandullón, éramos los guardianes de las caravanas. Él estaba sobrio y tenso, yo completamente bebido y sonriente. Después estaban los dos mercaderes: De tez blanca como la nieve, una abundante cantidad de pecas que parecían haber caído como un toque de pintura que había salpicado sobre sus caras, y el cabello rojizo. Mucho más que el mío. Los demás, eran jóvenes de entre dieciocho y veinticinco años, que habían sido contratados para cargar y descargar los recursos que comerciaban; solían ir casi siempre con esos dos mercaderes.
Ya habiendo hecho todo lo que habíamos hecho, emprendimos el camino de regreso hacia Lunargenta. En cierto punto, el convoy se dividiría, y yo continuaría mi trayectoria siguiendo únicamente a uno de los mercaderes. En las caravanas llevábamos ahora menos oro del que habíamos tenido inicialmente, pero en su lugar varios barriles con vino, y decenas de botellas de lo mismo.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: Sólo un trago más. Vol.3 [Libre]
Miré al horizonte. El corazón me latía con fuerza. Los minutos antes de un asalto siempre se me hacían eternos. Toqueteé la empuñadura de mi espada, ansioso
-Espero que Simas... nah, Simas nunca se equivoca...- murmuré. Di un suspiro tembloroso, e Irirgo me dedicó una mirada extrañada.
-No sueles estar nervioso. Relájate. Solo es un atraco más a una caravana más.- dijo. Fingía bien, pero los dos sabíamos que aquello era mentira. Aquellos mercaderes se alejaban mucho de ser, simplemente, otro par de burgueses o nobles. Si lo que nuestro informante decía era cierto, tenían mucho más entre manos. Y teníamos que acabar con ellos.
Era típico de Simas. Cuando alguien le molestaba, no iba simplemente a apuñalarlo. Se acercaba a cualquier enemigo que tuviese dicha "molestia", le daba un puñal, un mapa, dirección, carruaje, información... y les decía que hiciesen lo que les fuese natural. No me hacía mucha gracia saber que le estaba beneficiando directamente de alguna forma, pero... no podía ignorar lo que sabía.
-Eres tú el que debería estar deseando romperles el cuello.- dije, mirándole a los ojos. -Es tu gente.-
El veterano no respondió. No podía estar muy alejado de la verdad. Estábamos escondidos en la arboleda, apenas a unos metros de la carretera, y no había pasado ni un alma durante las últimas horas. Era la primera vez que planeabamos algo de ese calibre. La mayoría de las veces, deteniamos a algún noble, le haciamos sangrar un poco hasta que cediese... y nos llevabamos sus cosas. Y su orgullo, lo cual siempre era un buen añadido.
Pero aquella vez no. El plan era muy distinto, y también nuestras tácticas.
Para empezar, Dann no estaría con nosotros. Su objetivo era detener la otra caravana. Habiamos tenido que esperar a que se dividiesen para asegurarnos de que todo salía bien: tenian demasiados trabajadores, y nosotros solo eramos cuatro. Por suerte, el brujo tenía los recursos necesarios para bloquearles el paso sin alertarles.
-Se acercan. Preparaos.- dijo Syl.
Miré a Irirgo. Estaba listo.
El primer carruaje aminoró el paso. Aquella zona era algo estrecha, y el terreno resultaba algo dificil para los caballos. No era una carretera muy transitada, y había quedado muy descuidada con el paso de los años. Pero al menos era segura.
O eso podían suponer.
Todo sucedió en cuestión de segundos. Nadie había visto al hombre. Ni como se había transfigurado en un dragón de escamas grises. El ser había salido del bosque. Había tenido que estar esperando a que pasasen... no había otra explicación, porque lo primero que hizo fue embestir el carruaje con toda su fuerza.
El carro giró sobre si mismo. El impacto hizo que volase un metro por el aire, aun dando vueltas, y aterrizó en el suelo con el estruendo de decenas de botellas rompiéndose.
Los caballos del segundo carruaje entraron en pánico. Pero el dragón no iba a dejarlos ir. Se interpuso en la carretera, bloqueando el paso. Un chasquido resonó sobre el relinchar de los animales, un virote de ballesta se clavó en el costado de uno de los caballos. Segundos después, el proceso se repitió en el otro. En cuestión de momentos, ambos estaban ralentizados y aturdidos, incapaces de moverse.
Varios trabajadores salieron del primer carruaje, confusos. Y al ver la escena, intentaron correr. Pero sin rumbo y asustados, no tuvieron ninguna posibilidad. El dragón exhaló fuego, envolviendo a uno de los jóvenes en llamas, y cargó hacia el otro, derribándole al suelo, para hundir sus colmillos en su cuello.
Dos menos. Uno de ellos, el cochero, había caido cuando el dragón embistió el carro. Faltaban dos trabajadores, uno de los mercaderes, y un guardia.
Desenfundé mi espaada y me dirigí al transporte derribado. Las llamas empezaban a propagarse alrededor. Cuando miré en su interior, sonreí. El suelo estaba empapado de vino, y en medio de los cristales rotos, se encontraba el mercader, tembloroso. Lo arrastré fuera.
-Quédate ahí, ¿quieres? Tengo que encargarme del resto primero.- dije, no sin antes propinarle una patada en el estómago. El guardia tenia que estar en el otro carruaje. Desenfundé mi espada.
No iba a ser un día agradable.
-Espero que Simas... nah, Simas nunca se equivoca...- murmuré. Di un suspiro tembloroso, e Irirgo me dedicó una mirada extrañada.
-No sueles estar nervioso. Relájate. Solo es un atraco más a una caravana más.- dijo. Fingía bien, pero los dos sabíamos que aquello era mentira. Aquellos mercaderes se alejaban mucho de ser, simplemente, otro par de burgueses o nobles. Si lo que nuestro informante decía era cierto, tenían mucho más entre manos. Y teníamos que acabar con ellos.
Era típico de Simas. Cuando alguien le molestaba, no iba simplemente a apuñalarlo. Se acercaba a cualquier enemigo que tuviese dicha "molestia", le daba un puñal, un mapa, dirección, carruaje, información... y les decía que hiciesen lo que les fuese natural. No me hacía mucha gracia saber que le estaba beneficiando directamente de alguna forma, pero... no podía ignorar lo que sabía.
-Eres tú el que debería estar deseando romperles el cuello.- dije, mirándole a los ojos. -Es tu gente.-
El veterano no respondió. No podía estar muy alejado de la verdad. Estábamos escondidos en la arboleda, apenas a unos metros de la carretera, y no había pasado ni un alma durante las últimas horas. Era la primera vez que planeabamos algo de ese calibre. La mayoría de las veces, deteniamos a algún noble, le haciamos sangrar un poco hasta que cediese... y nos llevabamos sus cosas. Y su orgullo, lo cual siempre era un buen añadido.
Pero aquella vez no. El plan era muy distinto, y también nuestras tácticas.
Para empezar, Dann no estaría con nosotros. Su objetivo era detener la otra caravana. Habiamos tenido que esperar a que se dividiesen para asegurarnos de que todo salía bien: tenian demasiados trabajadores, y nosotros solo eramos cuatro. Por suerte, el brujo tenía los recursos necesarios para bloquearles el paso sin alertarles.
-Se acercan. Preparaos.- dijo Syl.
Miré a Irirgo. Estaba listo.
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El primer carruaje aminoró el paso. Aquella zona era algo estrecha, y el terreno resultaba algo dificil para los caballos. No era una carretera muy transitada, y había quedado muy descuidada con el paso de los años. Pero al menos era segura.
O eso podían suponer.
Todo sucedió en cuestión de segundos. Nadie había visto al hombre. Ni como se había transfigurado en un dragón de escamas grises. El ser había salido del bosque. Había tenido que estar esperando a que pasasen... no había otra explicación, porque lo primero que hizo fue embestir el carruaje con toda su fuerza.
El carro giró sobre si mismo. El impacto hizo que volase un metro por el aire, aun dando vueltas, y aterrizó en el suelo con el estruendo de decenas de botellas rompiéndose.
Los caballos del segundo carruaje entraron en pánico. Pero el dragón no iba a dejarlos ir. Se interpuso en la carretera, bloqueando el paso. Un chasquido resonó sobre el relinchar de los animales, un virote de ballesta se clavó en el costado de uno de los caballos. Segundos después, el proceso se repitió en el otro. En cuestión de momentos, ambos estaban ralentizados y aturdidos, incapaces de moverse.
Varios trabajadores salieron del primer carruaje, confusos. Y al ver la escena, intentaron correr. Pero sin rumbo y asustados, no tuvieron ninguna posibilidad. El dragón exhaló fuego, envolviendo a uno de los jóvenes en llamas, y cargó hacia el otro, derribándole al suelo, para hundir sus colmillos en su cuello.
Dos menos. Uno de ellos, el cochero, había caido cuando el dragón embistió el carro. Faltaban dos trabajadores, uno de los mercaderes, y un guardia.
Desenfundé mi espaada y me dirigí al transporte derribado. Las llamas empezaban a propagarse alrededor. Cuando miré en su interior, sonreí. El suelo estaba empapado de vino, y en medio de los cristales rotos, se encontraba el mercader, tembloroso. Lo arrastré fuera.
-Quédate ahí, ¿quieres? Tengo que encargarme del resto primero.- dije, no sin antes propinarle una patada en el estómago. El guardia tenia que estar en el otro carruaje. Desenfundé mi espada.
No iba a ser un día agradable.
Asher Daregan
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Re: Sólo un trago más. Vol.3 [Libre]
– ¡No! ¡El vino, el vino! –gritó uno de los mercaderes. Reconocí su particular voz al instante.
Yo continué cabalgando con normalidad. Todavía estaba un poco ebrio, por lo que pese a que debía haber reaccionado al momento, me mantuve durante algunos segundos distraído. De hecho, me reí de la voz del mercader, y lo imaginé gritando frases semejantes. Tales como, “¡el pan, el pan!”, o tal vez también “el perro, el perro”. Por alguna razón, en aquellos momentos aquello me parecía la cúspide de lo hilarante. Por fortuna, acabé dándome cuenta a tiempo de lo que estaba sucediendo; lo suficientemente a tiempo como para acabar reaccionando. Desenvainé mi espada y pretendí acercarme a la parte trasera del carromato, pues había llevado la mayor parte del tiempo al lado derecho, pero en la parte delantera de la segunda caravana.
Se había formado un caos tremendo de un momento a otro. Me dispuse a hacer “algo”, a pelear contra alguien. Había esperado un bandido, como uno de los que solíamos encontrar. Alguno de los que solía aguardar al momento más propicio para asaltar convoys de caravanas como aquel: gente mal vestida, mercenarios contratados con intenciones poco éticas, gente que en general no era más que un montón de pobres humanos que trataban de sobrevivir ganando un dinero fácil y rápido. Pero no me encontré ningún bandido harapiento, ni tampoco un mercenario bien armado. Lo que encontré fue bien distinto; y aunque en un principio no estaba muy seguro de si aquello era real o era producto de mi ebriedad, fue en cuanto vi a aquel joven ardiendo en llamas y gritando desconsoladamente, consumido por estas, cuando me di cuenta de que aquello era de verdad un dragón.
El primero que veía, en realidad. Y de haber sabido antes que aquellas criaturas existían, la verdad es que habría preferido conocerlas de un modo distinto. Alguien no muchos días atrás me había hablado de ellos: me había dicho que había conocido a una dragona llamada Alice, que se dedicaba a predicar su religión y ayudar a quienes lo necesitaban. Aquello había formado en mí un concepto sobre los dragones muy concretos. Me quedé mirando aquella bestia, que había derribado uno de los carros. A sus pies el suelo estaba teñido rojo, y no supe en un primer momento si se trataba únicamente del vino tinto, o si también era sangre. Aquel dragón, sin duda distaba mucho del concepto que me había hecho de ellos. Y lo peor de todo, era que nunca me había visto cara a cara con un dragón, y con ello tampoco me había enfrentado jamás a uno. No tenía arco, tan sólo mi espada larga y mi escudo, y claramente aquello poco podría hacer contra semejante criatura. Tampoco era prudente que me transformara en aquellos momentos, no me otorgaría mucha ventaja.
– Es un maldito dragón –protestó uno de los jóvenes que había estado cargando el vino en la aldea–. ¿Es un maldito dragón?
Se había quedado inmóvil, a pocos metros de mí. Bajé de mi montura, y dándole un golpe leve con el escudo en el trasero, hice que huyera. También empujé al joven, para hacerlo reaccionar y marcharse. Cualquiera que se quedara allí, tendría pocas posibilidades de sobrevivir, de eso estaba seguro. Incluido yo; ¿qué iba a hacer contra un maldito dragón? Y más por una bondad que surgió de alguna parte recóndita de mí, que por la tarea que había prometido cumplir a cambio de unos aeros, decidí quedarme. Si bien no era muy útil peleando, decidí quedarme por lo menos como una distracción, para que los demás jóvenes pudieran huir sin que la furia del dragón les interrumpiera la huida. Al fin y al cabo sólo eran trabajadores, jóvenes buscando algunas monedas para poder pagar sus pequeños lujos, entre los cuales estaba comer buena carne de vez en cuando, y tomar buena cerveza. ¿Qué persona con tales humildes ambiciones merecía arder en el fuego de un dragón? Me acerqué frente a frente contra el dragón, con la espada baja pero el escudo cubriéndome. Poco haría, pero por alguna razón me hacía sentir más seguro; pero teniendo mi espada en una baja posición, cualquier cosa menos ofensiva, pretendía dar a entender que no pensaba ser tan estúpido como para enfrentarme a esa criatura.
– Está bien, habéis ganado –dije, únicamente. Estaba bastante serio, más de lo habitual de hecho. Por lo general bromeaba inclusive en las peores situaciones. Pero esa criatura exigía cierto respeto. Además, no acostumbraba a perder ante un asalto.
La verdad es que tuve la confianza de que no me matarían. Al fin y al cabo, quienes solían atacar a un convoy de mercaderes eran los bandidos, y los bandidos por lo general no buscaban causar muerte, sino robar. Y por lo general caían los pobres desafortunados que estaban delante en el momento del asalto, pero no tenían por qué morir más de los necesarios. Pero claro, de ese modo habían funcionado los grupos de bandidos que había conocido hasta el momento.
Yo continué cabalgando con normalidad. Todavía estaba un poco ebrio, por lo que pese a que debía haber reaccionado al momento, me mantuve durante algunos segundos distraído. De hecho, me reí de la voz del mercader, y lo imaginé gritando frases semejantes. Tales como, “¡el pan, el pan!”, o tal vez también “el perro, el perro”. Por alguna razón, en aquellos momentos aquello me parecía la cúspide de lo hilarante. Por fortuna, acabé dándome cuenta a tiempo de lo que estaba sucediendo; lo suficientemente a tiempo como para acabar reaccionando. Desenvainé mi espada y pretendí acercarme a la parte trasera del carromato, pues había llevado la mayor parte del tiempo al lado derecho, pero en la parte delantera de la segunda caravana.
Se había formado un caos tremendo de un momento a otro. Me dispuse a hacer “algo”, a pelear contra alguien. Había esperado un bandido, como uno de los que solíamos encontrar. Alguno de los que solía aguardar al momento más propicio para asaltar convoys de caravanas como aquel: gente mal vestida, mercenarios contratados con intenciones poco éticas, gente que en general no era más que un montón de pobres humanos que trataban de sobrevivir ganando un dinero fácil y rápido. Pero no me encontré ningún bandido harapiento, ni tampoco un mercenario bien armado. Lo que encontré fue bien distinto; y aunque en un principio no estaba muy seguro de si aquello era real o era producto de mi ebriedad, fue en cuanto vi a aquel joven ardiendo en llamas y gritando desconsoladamente, consumido por estas, cuando me di cuenta de que aquello era de verdad un dragón.
El primero que veía, en realidad. Y de haber sabido antes que aquellas criaturas existían, la verdad es que habría preferido conocerlas de un modo distinto. Alguien no muchos días atrás me había hablado de ellos: me había dicho que había conocido a una dragona llamada Alice, que se dedicaba a predicar su religión y ayudar a quienes lo necesitaban. Aquello había formado en mí un concepto sobre los dragones muy concretos. Me quedé mirando aquella bestia, que había derribado uno de los carros. A sus pies el suelo estaba teñido rojo, y no supe en un primer momento si se trataba únicamente del vino tinto, o si también era sangre. Aquel dragón, sin duda distaba mucho del concepto que me había hecho de ellos. Y lo peor de todo, era que nunca me había visto cara a cara con un dragón, y con ello tampoco me había enfrentado jamás a uno. No tenía arco, tan sólo mi espada larga y mi escudo, y claramente aquello poco podría hacer contra semejante criatura. Tampoco era prudente que me transformara en aquellos momentos, no me otorgaría mucha ventaja.
– Es un maldito dragón –protestó uno de los jóvenes que había estado cargando el vino en la aldea–. ¿Es un maldito dragón?
Se había quedado inmóvil, a pocos metros de mí. Bajé de mi montura, y dándole un golpe leve con el escudo en el trasero, hice que huyera. También empujé al joven, para hacerlo reaccionar y marcharse. Cualquiera que se quedara allí, tendría pocas posibilidades de sobrevivir, de eso estaba seguro. Incluido yo; ¿qué iba a hacer contra un maldito dragón? Y más por una bondad que surgió de alguna parte recóndita de mí, que por la tarea que había prometido cumplir a cambio de unos aeros, decidí quedarme. Si bien no era muy útil peleando, decidí quedarme por lo menos como una distracción, para que los demás jóvenes pudieran huir sin que la furia del dragón les interrumpiera la huida. Al fin y al cabo sólo eran trabajadores, jóvenes buscando algunas monedas para poder pagar sus pequeños lujos, entre los cuales estaba comer buena carne de vez en cuando, y tomar buena cerveza. ¿Qué persona con tales humildes ambiciones merecía arder en el fuego de un dragón? Me acerqué frente a frente contra el dragón, con la espada baja pero el escudo cubriéndome. Poco haría, pero por alguna razón me hacía sentir más seguro; pero teniendo mi espada en una baja posición, cualquier cosa menos ofensiva, pretendía dar a entender que no pensaba ser tan estúpido como para enfrentarme a esa criatura.
– Está bien, habéis ganado –dije, únicamente. Estaba bastante serio, más de lo habitual de hecho. Por lo general bromeaba inclusive en las peores situaciones. Pero esa criatura exigía cierto respeto. Además, no acostumbraba a perder ante un asalto.
La verdad es que tuve la confianza de que no me matarían. Al fin y al cabo, quienes solían atacar a un convoy de mercaderes eran los bandidos, y los bandidos por lo general no buscaban causar muerte, sino robar. Y por lo general caían los pobres desafortunados que estaban delante en el momento del asalto, pero no tenían por qué morir más de los necesarios. Pero claro, de ese modo habían funcionado los grupos de bandidos que había conocido hasta el momento.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: Sólo un trago más. Vol.3 [Libre]
El guardia de la caravana se reveló, animando a algunos de los trabajadores a huir. Pero no podíamos permitir aquello. Syl sabía que hacer con ellos. Cada uno de los que intentaban huir recibieron una saeta en la pierna. Nada letal, pero teníamos que asegurarnos de obtener la información que buscábamos.
Por su parte, el "valiente" protector de la caravana no había quitado sus ojos de Irirgo. Este le devolvió la mirada, preparado para atacar en cualquier momento. Durante unos tensos segundos, ninguno de los dos hizo nada... hasta que el humano se rindió. Curioso. Me daba la impresión de que ni siquiera me había visto, lo cual era algo hiriente, pero nos convenia de todas formas. Me acerqué por detrás, habiendo asegurado aquella pequeña victoria.
-La gente no suele tener tanto sentido común. O instinto de supervivencia. Enhorabuena.- dije. -Suelta tus armas, y ponte las manos en tu espalda.
Saqué un objeto metálico de una de las bolsas de mi cinturón. Grilletes. Un pequeño recuerdo de la época en la que estuve con la guardia... eran los mismos grilletes que había llevado yo mismo, después de todo. Tras asegurarme de que estaban bien colocados, le di un ligero empujón, acercándolo al mercader de vino que aún se encontraba en el suelo, gimiendo.
Después, fui a recoger a los trabajadores heridos, arrastrandolos sin mucha delicadeza. Buenos modales no era algo que me pudiese permitir en aquel momento, después de todo. Syl me ayudó a recoger al otro, y, finalmente, los reunimos a todos. Dos jóvenes, con una pierna herida cada uno. Un cochero, inconsciente, y probablemente con algunos huesos rotos. Un cadaver calcinado, y otro con heridas mortales en el cuello. Un guardia, apresado pero ileso, y nuestro "amigo" el mercader. Además conseguimos reunir a un par de los caballos ilesos, además de los otros dos aún paralizados por el veneno.
-Os preguntareis por qué os he reunido aquí...- sonreí. -Básicamente, voy a hacer unas cuantas preguntas. Si la respuesta no me convence, lo pasareis mal. Si lo que me decís es la verdad, ¡enhorabuena! Vivís.- dije. Desenfundé mi espada.
-De acuerdo... tú.- dije, señalando a uno de los jóvenes con la punta. El tipo me miraba con odio... o miedo. Por su bien, era mejor lo segundo. -¿De donde venís, y cual es vuestra ruta?- pregunté. Ya conocía la respuesta, por supuesto. Pero necesitaba asegurarme de que no iban a decir cualquier mentira.
-Vete al infierno, chucho malnacido.- escupió.- Habéis matado a mi hermano...-
Suspiré. Odiaba cuando tenían familia. Incluso si lo dejaba ir, el chico no podría vivir con aquello. Se consumiría en algún absurdo deseo de venganza. Y no me hacía falta tener más lunáticos persiguiendome.
-Siento que haya sido así.- dije. Con un fluido movimiento, hundí mi espada en su pecho, atravesandole el corazón. El hombre se derrumbó sobre la tierra, inconsciente. El otro herido, algo más joven, gimió, aterrorizado. -Tienes una oportunidad. No la malgastes. Piensa lo que vas a decir.- murmuré. Sin embargo, me volví, mirando al mercader.
-Ya has visto lo que puedo hacer, Ingvar- dije, casi escupiendo su nombre.- Creo que sabes perfectamente que esto no es simplemente un robo cualquiera.
-No sé... no sé lo que quereis...- dijo, sin levantar la mirada del suelo. Suspiré y me dirigí a uno de los carruajes. Un barril estaba en el suelo, aún sellado. Debian de ser de una calidad excelente para haber aguantado tan bien. Lo hice rodar hasta el círculo de prisioneros.
-Un pajarito me ha dicho que no te has estado dedicando únicamente al vino.- empecé. -Me han dicho que, de hecho, te has puesto a vender algo que no deberías. ¿Te suena?-
El hombre se quedó quieto. Poco a poco, su expresión pasó de miedo a ira... y entonces, fue completamente consciente del dragón que se encontraba detrás de él.
-No... no sé de que estás hablando. Solo me dedico al vino. Tal vez te confundas con... con Kamprad, mi-mi hermano...- tartamudeó.
-¡No se te ocurra MENTIRME!- grité, dándole una patada en el pecho y haciendole tumbarse boca arriba. Coloqué mi pie sobre su cuello. -Tu hermano también se llevará su merecido, no lo dudes. Pero primero vas a contarme un par de cosas.-
El humano estaba prácticamente ahogandose. El temblor, el pánico, las heridas... Necesitaría un segundo. Volví con el chico, el joven.
-Escucha.- dije, con un tono mucho más suave. -Esto no tiene nada que ver contigo. Pero necesito saber algo que tu sabes. Te prometo que, si me lo dices, podrás irte. Incluso tendrás un caballo. Pero solo si hablas, ¿entendido?- pregunté. Seguía manteniendome firme. Aún tenia que temerme. Pero también tenia que darle esperanza. El muchaco asintió, con lágrimas en los ojos.
-...salimos desde Lunargenta. Tardamos dos dias en llegar a... a un pueblo. No... no recuerdo el nombre. Lo siento... era Vi... vi...- sollozó. ¿Cuantos años tenia? Apenas parecía llegar a los dieciocho.
-Videscarza. Tranquilo.- dije. -¿Que visteis allí? Cuando transportabas los barriles. Necesito saber si visteis algo fuera de lo común. Algo que no perteneciese a un viñedo.
-Yo... espera... por favor, espera...- dijo, aún entre lagrimas. El chico tragó saliva y cerró los ojos. -Si... habia algo. La mayoría de nosotros... nos habian dado de beber. Es raro. Pero había algo más... Creo...-
-Bastardos... traidores... ¡Os he pagado el doble de lo que deberia! ¡Os he dado vino! ¡MI vino! ¡Y así me lo pagais!- gritó el mercader, escupiendo sangre. Me volví, taladrándole con la mirada, y me acerqué con paso firme.
-Asher. Espera. Lo vas a matar.- me detuvo la voz de Syl. Respiré hondo, intentando tranquilizarme. Tenía razón.
-Sandoral. Escuché el nombre de Sandoral, varias veces. Hablaban de un lugar dentro del bosque... no sé más.- se lamentó, mirando al suelo. -Por favor...-
Me arrodillé junto al chico, mirando la herida de la pierna. El virote aún seguía ahí, por supuesto. Era mejor que alguien competente se lo tratase, de todos modos. Le ayudé a levantarse, soportando parte de su peso, y le moví hasta uno de los caballos que, a pesar de todo, se había tranquilizado lo suficiente.
-¿Puedes montar? Bien, bien... Ahora vete. Me da igual a quien le cuentes esta historia, pero asegurate de mencionar mi belleza y encanto personal.- dije. -Y que alguien te trate la pierna.-
El muchacho se alejó. Había tenido mucha suerte.
Eso nos dejaba con dos personas. El guardia, al que no había prestado mucha atención, e...
-Ingvar. Amigo mio.- gruñí, sin ocultar el odio de mi voz. -Es hora de comprobar si lo que has dicho es cierto. Solo vendes vino, ¿verdad?- pregunté. Me dirigí al barril y le quité el tapón que lo sellaba. Un líquido rojo empezó a fluir, pero era mucho más claro de lo que sería cualquier vino... y emitia un hedor. Un hedor a sangre, pero... dulce. Irirgo también lo notó. El dragón soltó un rugido, y se acercó lentamente al mercader.
-Honestamente, me encantaría darte lo que realmente te mereces. Pero no es mi justicia. Ah... guardia. No tienes ni idea de que es esto, ¿verdad?- pregunté, dirigiendome al hombre atado. -Esto no es vino. Ni siquiera sangre normal. Esto es una curiosa droga para los vampiros, hecha a partir de sangre de dragón. Nuestro amigo el mercader se ha estado aprovechando de la plaga de Dundarak.-
Miré a Irirgo, y asentí. El dragón abrió la boca... y un torrente de llamas envolvió al mercader. Los gritos de desesperación fueron poco consuelo. Aún quedaba mucho trabajo que hacer.
-Vamos. Tenemos que encontrar la otra caravana.- dije, haciendole una señal a Syl.
-¿Y el guardia?- preguntó este, frunciendo el ceño.
-Será nuestro testigo.- sonreí.
Minutos después, partimos. Irirgo, aún en forma de dragón, cargó con el hombre gato a vuelo. Por mi parte, tenía que ir junto al humano a caballo, asegurándome de que no escapaba pese a mis pésimas habilidades para cabalgar.
Por su parte, el "valiente" protector de la caravana no había quitado sus ojos de Irirgo. Este le devolvió la mirada, preparado para atacar en cualquier momento. Durante unos tensos segundos, ninguno de los dos hizo nada... hasta que el humano se rindió. Curioso. Me daba la impresión de que ni siquiera me había visto, lo cual era algo hiriente, pero nos convenia de todas formas. Me acerqué por detrás, habiendo asegurado aquella pequeña victoria.
-La gente no suele tener tanto sentido común. O instinto de supervivencia. Enhorabuena.- dije. -Suelta tus armas, y ponte las manos en tu espalda.
Saqué un objeto metálico de una de las bolsas de mi cinturón. Grilletes. Un pequeño recuerdo de la época en la que estuve con la guardia... eran los mismos grilletes que había llevado yo mismo, después de todo. Tras asegurarme de que estaban bien colocados, le di un ligero empujón, acercándolo al mercader de vino que aún se encontraba en el suelo, gimiendo.
Después, fui a recoger a los trabajadores heridos, arrastrandolos sin mucha delicadeza. Buenos modales no era algo que me pudiese permitir en aquel momento, después de todo. Syl me ayudó a recoger al otro, y, finalmente, los reunimos a todos. Dos jóvenes, con una pierna herida cada uno. Un cochero, inconsciente, y probablemente con algunos huesos rotos. Un cadaver calcinado, y otro con heridas mortales en el cuello. Un guardia, apresado pero ileso, y nuestro "amigo" el mercader. Además conseguimos reunir a un par de los caballos ilesos, además de los otros dos aún paralizados por el veneno.
-Os preguntareis por qué os he reunido aquí...- sonreí. -Básicamente, voy a hacer unas cuantas preguntas. Si la respuesta no me convence, lo pasareis mal. Si lo que me decís es la verdad, ¡enhorabuena! Vivís.- dije. Desenfundé mi espada.
-De acuerdo... tú.- dije, señalando a uno de los jóvenes con la punta. El tipo me miraba con odio... o miedo. Por su bien, era mejor lo segundo. -¿De donde venís, y cual es vuestra ruta?- pregunté. Ya conocía la respuesta, por supuesto. Pero necesitaba asegurarme de que no iban a decir cualquier mentira.
-Vete al infierno, chucho malnacido.- escupió.- Habéis matado a mi hermano...-
Suspiré. Odiaba cuando tenían familia. Incluso si lo dejaba ir, el chico no podría vivir con aquello. Se consumiría en algún absurdo deseo de venganza. Y no me hacía falta tener más lunáticos persiguiendome.
-Siento que haya sido así.- dije. Con un fluido movimiento, hundí mi espada en su pecho, atravesandole el corazón. El hombre se derrumbó sobre la tierra, inconsciente. El otro herido, algo más joven, gimió, aterrorizado. -Tienes una oportunidad. No la malgastes. Piensa lo que vas a decir.- murmuré. Sin embargo, me volví, mirando al mercader.
-Ya has visto lo que puedo hacer, Ingvar- dije, casi escupiendo su nombre.- Creo que sabes perfectamente que esto no es simplemente un robo cualquiera.
-No sé... no sé lo que quereis...- dijo, sin levantar la mirada del suelo. Suspiré y me dirigí a uno de los carruajes. Un barril estaba en el suelo, aún sellado. Debian de ser de una calidad excelente para haber aguantado tan bien. Lo hice rodar hasta el círculo de prisioneros.
-Un pajarito me ha dicho que no te has estado dedicando únicamente al vino.- empecé. -Me han dicho que, de hecho, te has puesto a vender algo que no deberías. ¿Te suena?-
El hombre se quedó quieto. Poco a poco, su expresión pasó de miedo a ira... y entonces, fue completamente consciente del dragón que se encontraba detrás de él.
-No... no sé de que estás hablando. Solo me dedico al vino. Tal vez te confundas con... con Kamprad, mi-mi hermano...- tartamudeó.
-¡No se te ocurra MENTIRME!- grité, dándole una patada en el pecho y haciendole tumbarse boca arriba. Coloqué mi pie sobre su cuello. -Tu hermano también se llevará su merecido, no lo dudes. Pero primero vas a contarme un par de cosas.-
El humano estaba prácticamente ahogandose. El temblor, el pánico, las heridas... Necesitaría un segundo. Volví con el chico, el joven.
-Escucha.- dije, con un tono mucho más suave. -Esto no tiene nada que ver contigo. Pero necesito saber algo que tu sabes. Te prometo que, si me lo dices, podrás irte. Incluso tendrás un caballo. Pero solo si hablas, ¿entendido?- pregunté. Seguía manteniendome firme. Aún tenia que temerme. Pero también tenia que darle esperanza. El muchaco asintió, con lágrimas en los ojos.
-...salimos desde Lunargenta. Tardamos dos dias en llegar a... a un pueblo. No... no recuerdo el nombre. Lo siento... era Vi... vi...- sollozó. ¿Cuantos años tenia? Apenas parecía llegar a los dieciocho.
-Videscarza. Tranquilo.- dije. -¿Que visteis allí? Cuando transportabas los barriles. Necesito saber si visteis algo fuera de lo común. Algo que no perteneciese a un viñedo.
-Yo... espera... por favor, espera...- dijo, aún entre lagrimas. El chico tragó saliva y cerró los ojos. -Si... habia algo. La mayoría de nosotros... nos habian dado de beber. Es raro. Pero había algo más... Creo...-
-Bastardos... traidores... ¡Os he pagado el doble de lo que deberia! ¡Os he dado vino! ¡MI vino! ¡Y así me lo pagais!- gritó el mercader, escupiendo sangre. Me volví, taladrándole con la mirada, y me acerqué con paso firme.
-Asher. Espera. Lo vas a matar.- me detuvo la voz de Syl. Respiré hondo, intentando tranquilizarme. Tenía razón.
-Sandoral. Escuché el nombre de Sandoral, varias veces. Hablaban de un lugar dentro del bosque... no sé más.- se lamentó, mirando al suelo. -Por favor...-
Me arrodillé junto al chico, mirando la herida de la pierna. El virote aún seguía ahí, por supuesto. Era mejor que alguien competente se lo tratase, de todos modos. Le ayudé a levantarse, soportando parte de su peso, y le moví hasta uno de los caballos que, a pesar de todo, se había tranquilizado lo suficiente.
-¿Puedes montar? Bien, bien... Ahora vete. Me da igual a quien le cuentes esta historia, pero asegurate de mencionar mi belleza y encanto personal.- dije. -Y que alguien te trate la pierna.-
El muchacho se alejó. Había tenido mucha suerte.
Eso nos dejaba con dos personas. El guardia, al que no había prestado mucha atención, e...
-Ingvar. Amigo mio.- gruñí, sin ocultar el odio de mi voz. -Es hora de comprobar si lo que has dicho es cierto. Solo vendes vino, ¿verdad?- pregunté. Me dirigí al barril y le quité el tapón que lo sellaba. Un líquido rojo empezó a fluir, pero era mucho más claro de lo que sería cualquier vino... y emitia un hedor. Un hedor a sangre, pero... dulce. Irirgo también lo notó. El dragón soltó un rugido, y se acercó lentamente al mercader.
-Honestamente, me encantaría darte lo que realmente te mereces. Pero no es mi justicia. Ah... guardia. No tienes ni idea de que es esto, ¿verdad?- pregunté, dirigiendome al hombre atado. -Esto no es vino. Ni siquiera sangre normal. Esto es una curiosa droga para los vampiros, hecha a partir de sangre de dragón. Nuestro amigo el mercader se ha estado aprovechando de la plaga de Dundarak.-
Miré a Irirgo, y asentí. El dragón abrió la boca... y un torrente de llamas envolvió al mercader. Los gritos de desesperación fueron poco consuelo. Aún quedaba mucho trabajo que hacer.
-Vamos. Tenemos que encontrar la otra caravana.- dije, haciendole una señal a Syl.
-¿Y el guardia?- preguntó este, frunciendo el ceño.
-Será nuestro testigo.- sonreí.
Minutos después, partimos. Irirgo, aún en forma de dragón, cargó con el hombre gato a vuelo. Por mi parte, tenía que ir junto al humano a caballo, asegurándome de que no escapaba pese a mis pésimas habilidades para cabalgar.
Asher Daregan
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Re: Sólo un trago más. Vol.3 [Libre]
Aunque había tenido la mala fortuna en el pasado, la verdad es que hacia tiempo que no tenia tanta mala fortuna como aquel día. No solo un asalto había salido exitoso… para los atacantes; sino que además nos habíamos topado nada menos que con un grupo de asaltantes mas hostiles que los que acostumbraba a encontrar. No eran los simples bandidos que paraban un convoy, mataban a los guardias, se quedaban con las pertenencias y desaparecían rápidamente en un robo fugaz y chapucero.
– Nos van a matar!! –Lloriqueaba uno de los trabajadores desde alguna parte–. Por favor, tened piedad! Es mi primer trabajo! Mi madre insistió en que viniera y trabajara.
Fuera quien fuera, no estaba presente entre nosotros. Pues su voz sonaba mucho mas lejana, de algún rincón alrededor. Me pareció estúpido el hecho de que llamara la atención de aquella manera, pero supuse que lo habrían atrapado y simplemente lo estarían manteniendo en algún lugar al que mi vista no alcanzaba. Todos parecían bastante asustados. Yo no lo estaba, de hecho todavía estaba sorprendido por la bestia que había presenciado momentos antes; y también estaba bebido, bastante ebrio, por lo que aunque era consciente de lo que estaba pasando, al mismo tiempo sentía que era la clase de sueño que comienzas a tener antes de caer completamente dormido.
– Deja al pobre –dije. Aunque no me di cuenta de que estaba hablando en un levísimo susurro, casi imposible de escuchar–. Solo gusta del buen vino, y ha encontrado un negocio en ello… nada mas, nada mas…
Luego volví la vista al cielo, y sentí que ellos habían desaparecido. Estuve durante algunos segundos, no recuerdo muy buen cuantos, distraido e inconsciente de lo que estaba pasando. Después sentí como si de alguna parte llegara una bofetada, y retorne a la realidad, incorporándome. Me di cuenta de que llevaban un rato realizando un interrogatorio. Lo vi en la expresión de los presentes. También en la disposición de los asaltantes, estaba claro que era eso lo que estaba sucediendo. Fue entonces cuando trate de estar cuan sobrio me fue posible, para prestar un poco de atención a lo que estaba sucediendo. Lo que en principio para mi había sido no mas que un trayecto hacia algún lugar para hacer un trueque comercial y regresar a la ciudad Lunargenta para buscar los beneficios planificados. Y fin de la historia. Pero parecía que había algo mas, algo mas complejo. De hecho en esos momentos reí en mis adentros, no pudiendo evitar esbozar una leve sonrisa completamente ajena a todo lo que estaba sucediendo a mi alrededor. Dado que recordé que la ultima ocasión que había trabajado para otro convoy de caravanas, meses atrás, habíamos descubierto que el convoy estaba conectado con una red de trafico de esclavos. Pensé en aquellos momentos que si continuaba con esa misma fortuna, casi me resultaría mucho mas conveniente trabajar controlando las fronteras y los productos que salían y entraban en cada región; viviría con la panza bien llena de buena cerveza y carne horneada.
Parecía que el interrogatorio había terminado. Al muchacho que había decidido hablar le dotaron de una montura, y le desearon un buen viaje; mas concretamente, fue el mismo híbrido que había estado realizando el interrogatorio previamente. Después de todo, parecía que tras instar a responder unas cuantas preguntas, de las formas mas amables que suelen pasar por la mente de un bandido, iban a dejarnos marchar, y todo continuaría con normalidad. Aunque después de la marcha de aquel muchacho, que de haber podido, habría salido volando como un pato asustado, no pareció que tuvieran la intención de soltarnos. A mi me ignoraron; era normal. Que clase de interés habría en mi? Solo era el guardia, el mismo que de hecho, había decidido ser mas o menos inteligente y rendirse. Cuestionaron a Ingvar en aquella ocasión, y se dispusieron a comprobar que el liquido de los barriles eran en efecto, vino. Era vino, o por lo menos parecía; era lo que había pensado hasta el momento en el que aquel híbrido decidió hacérmelo saber.
Y se dirigió a mi por primera vez. Y me hizo saber que aquel vino era sangre, de dragón nada menos. Una sangre que estaba siendo utilizada con fines que no merecían ni mínimamente el sacrificio que suponía su obtención. Fruncí el ceño entonces, y dirigí la mirada hacia Ingvar.
– Imagino que por eso la paga era tan grande –comente, únicamente. Nunca había visto a un dragón hasta entonces, y mucho menos sabia pues, sobre las propiedades de su sangre. Tampoco sabia donde estaba ese tal lugar Dundarak, ni sabia sobre ninguna plaga que hubiera sucedido recientemente. Por lo que simplemente, no tenia mucho mas que decir–. Esto es fantástico, entonces –sonreí–. Ya tenemos al malhechor. Podemos meterlo en un barril y lanzarlo en medio del océano, y marchar cada uno de nosotros a su casa con alegría y felicidad.
Una llamarada incendio al mercader completamente. Sus gritos fueron sonoros, y quitaron cualquier ápice de jolgorio que yo hubiera podido estar mostrando. De hecho, me volví sobrio de un momento a otro. Ya era totalmente consciente de lo que había pasado. Tuve sentimientos contradictorios, pues por una parte sentí lastima por el dragón, comprendiendo la furia que aquello le habría causado; pero al mismo tiempo me sentí mal porque Ingvar me había mostrado en todo momento gran carisma y entusiasmo, y me había tratado de un modo excelente, prometiéndome una buena suma de dinero a cambio de ayudarle a realizar la transacción exitosamente. Una suma que ahora jamas vería.
– ¿Testigo? ¿Qué? Pensaba que me dejaríais ya tranquilo. No tengo nada que proteger, así que supongo que podría marcharme –mencioné. Luego me agité incómodo y molesto, notando los grilletes apretando mis muñecas–. ¿De verdad es necesario? No sabia nada de esto –dije con sinceridad entonces, dirigiéndome hacia el híbrido que había estado realizando los interrogatorios, y manteniéndome serio. Me tomé la libertad de hablar un poco mas. Si no me habían matado a esas alturas, dudaba que llegaran a hacerlo–. Cuesta hoy en día encontrar mercaderes que te ofrezcan un buen pago con fines honestos. ¿No buscábais robar nada entonces?
– Nos van a matar!! –Lloriqueaba uno de los trabajadores desde alguna parte–. Por favor, tened piedad! Es mi primer trabajo! Mi madre insistió en que viniera y trabajara.
Fuera quien fuera, no estaba presente entre nosotros. Pues su voz sonaba mucho mas lejana, de algún rincón alrededor. Me pareció estúpido el hecho de que llamara la atención de aquella manera, pero supuse que lo habrían atrapado y simplemente lo estarían manteniendo en algún lugar al que mi vista no alcanzaba. Todos parecían bastante asustados. Yo no lo estaba, de hecho todavía estaba sorprendido por la bestia que había presenciado momentos antes; y también estaba bebido, bastante ebrio, por lo que aunque era consciente de lo que estaba pasando, al mismo tiempo sentía que era la clase de sueño que comienzas a tener antes de caer completamente dormido.
– Deja al pobre –dije. Aunque no me di cuenta de que estaba hablando en un levísimo susurro, casi imposible de escuchar–. Solo gusta del buen vino, y ha encontrado un negocio en ello… nada mas, nada mas…
Luego volví la vista al cielo, y sentí que ellos habían desaparecido. Estuve durante algunos segundos, no recuerdo muy buen cuantos, distraido e inconsciente de lo que estaba pasando. Después sentí como si de alguna parte llegara una bofetada, y retorne a la realidad, incorporándome. Me di cuenta de que llevaban un rato realizando un interrogatorio. Lo vi en la expresión de los presentes. También en la disposición de los asaltantes, estaba claro que era eso lo que estaba sucediendo. Fue entonces cuando trate de estar cuan sobrio me fue posible, para prestar un poco de atención a lo que estaba sucediendo. Lo que en principio para mi había sido no mas que un trayecto hacia algún lugar para hacer un trueque comercial y regresar a la ciudad Lunargenta para buscar los beneficios planificados. Y fin de la historia. Pero parecía que había algo mas, algo mas complejo. De hecho en esos momentos reí en mis adentros, no pudiendo evitar esbozar una leve sonrisa completamente ajena a todo lo que estaba sucediendo a mi alrededor. Dado que recordé que la ultima ocasión que había trabajado para otro convoy de caravanas, meses atrás, habíamos descubierto que el convoy estaba conectado con una red de trafico de esclavos. Pensé en aquellos momentos que si continuaba con esa misma fortuna, casi me resultaría mucho mas conveniente trabajar controlando las fronteras y los productos que salían y entraban en cada región; viviría con la panza bien llena de buena cerveza y carne horneada.
Parecía que el interrogatorio había terminado. Al muchacho que había decidido hablar le dotaron de una montura, y le desearon un buen viaje; mas concretamente, fue el mismo híbrido que había estado realizando el interrogatorio previamente. Después de todo, parecía que tras instar a responder unas cuantas preguntas, de las formas mas amables que suelen pasar por la mente de un bandido, iban a dejarnos marchar, y todo continuaría con normalidad. Aunque después de la marcha de aquel muchacho, que de haber podido, habría salido volando como un pato asustado, no pareció que tuvieran la intención de soltarnos. A mi me ignoraron; era normal. Que clase de interés habría en mi? Solo era el guardia, el mismo que de hecho, había decidido ser mas o menos inteligente y rendirse. Cuestionaron a Ingvar en aquella ocasión, y se dispusieron a comprobar que el liquido de los barriles eran en efecto, vino. Era vino, o por lo menos parecía; era lo que había pensado hasta el momento en el que aquel híbrido decidió hacérmelo saber.
Y se dirigió a mi por primera vez. Y me hizo saber que aquel vino era sangre, de dragón nada menos. Una sangre que estaba siendo utilizada con fines que no merecían ni mínimamente el sacrificio que suponía su obtención. Fruncí el ceño entonces, y dirigí la mirada hacia Ingvar.
– Imagino que por eso la paga era tan grande –comente, únicamente. Nunca había visto a un dragón hasta entonces, y mucho menos sabia pues, sobre las propiedades de su sangre. Tampoco sabia donde estaba ese tal lugar Dundarak, ni sabia sobre ninguna plaga que hubiera sucedido recientemente. Por lo que simplemente, no tenia mucho mas que decir–. Esto es fantástico, entonces –sonreí–. Ya tenemos al malhechor. Podemos meterlo en un barril y lanzarlo en medio del océano, y marchar cada uno de nosotros a su casa con alegría y felicidad.
Una llamarada incendio al mercader completamente. Sus gritos fueron sonoros, y quitaron cualquier ápice de jolgorio que yo hubiera podido estar mostrando. De hecho, me volví sobrio de un momento a otro. Ya era totalmente consciente de lo que había pasado. Tuve sentimientos contradictorios, pues por una parte sentí lastima por el dragón, comprendiendo la furia que aquello le habría causado; pero al mismo tiempo me sentí mal porque Ingvar me había mostrado en todo momento gran carisma y entusiasmo, y me había tratado de un modo excelente, prometiéndome una buena suma de dinero a cambio de ayudarle a realizar la transacción exitosamente. Una suma que ahora jamas vería.
– ¿Testigo? ¿Qué? Pensaba que me dejaríais ya tranquilo. No tengo nada que proteger, así que supongo que podría marcharme –mencioné. Luego me agité incómodo y molesto, notando los grilletes apretando mis muñecas–. ¿De verdad es necesario? No sabia nada de esto –dije con sinceridad entonces, dirigiéndome hacia el híbrido que había estado realizando los interrogatorios, y manteniéndome serio. Me tomé la libertad de hablar un poco mas. Si no me habían matado a esas alturas, dudaba que llegaran a hacerlo–. Cuesta hoy en día encontrar mercaderes que te ofrezcan un buen pago con fines honestos. ¿No buscábais robar nada entonces?
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: Sólo un trago más. Vol.3 [Libre]
-Oh, por favor. Agradece que estás ileso.- resoplé, preparando los caballos. Por suerte, ya estaban ensillados, herrados y listos para viajar, como lo habían estado haciendo durante un largo trayecto. Revisé las alforjas. Eran bastante grandes: probablemente, los habían hecho cargar con parte de la mercancía. Aparte de comida y un par de cantimploras, solo había...
Herramientas de alquimia. Alambiques, retortas de cristal e incluso un mortero. Dudaba que fuesen para destilar su propio alcohol. Aquello indicaba que, probablemente, se encargaban ellos mismos de crear aquella droga, incluso en pequeñas cantidades. Eso simplificaba las cosas, más o menos.
Suspiré y arrojé aquellos objetos junto al cadaver calcinado del mercader, rompiéndolos. Probablemente tenían su precio en Roilkat. Pero el simple recuerdo de ese tipo seria suficiente para asquearme. No iba a cargar con eso. En su lugar, recogí la espada y el escudo del guardia, y los aseguré en el caballo que iba a montar yo. Tal vez las necesitase.
Irirgo y Syl ya habían despegado. El dragón probablemente necesitaría tomar descansos a menudo, pero no era difícil adivinar que llegarían hasta el brujo antes que nosotros. Si no nos dábamos prisa, llegaríamos tarde a la fiesta.
-A mi me lo vas a decir...- sonreí ante el comentario sobre los mercaderes. -Si tanto te interesa, si que vamos a beneficiarnos de esto... saquear lo que podamos. Pero probablemente lo hiciésemos de todas formas. Es importante para Irirgo... ese es el dragón que has visto.- expliqué, llevándole hasta el caballo que usaría. Para equilibrar el peso, el suyo cargaría con los suministros que necesitásemos... y, tras pensarlo un poco, puse el escudo de su jinete en las alforjas. No iba a ser demasiado peligroso de esa forma. E iba a seguir maniatado de todos modos. -Si se te ocurre dar la vuelta e irte al galope, mataré a tu caballo. Y a ti, claro. Pero de verdad que no me haría mucha gracia hacer daño a un animal inocente, así que... no corras.- dije, seriamente. Tampoco es como si pudiese mover las riendas demasiado con los grilletes puestos.
Monté sobre el mío y empezamos la marcha. No tardé mucho en empezar a aburrirme, y aunque el ritmo del trote no implicaba demasiado movimiento, era algo incómodo. No estaba acostumbrado a usar caballos. Finalmente, decidí entablar conversación con el tipo.
-Imagino que eres un mercenario, ¿hmm?- dije. -He estado en tu lugar. Hace un par de años, incluso. No estaba mal, pero...- Pero era un trabajo sucio, que me llenaba de odio, cubría mis manos de sangre, y me dejaba aterrorizado ante el castigo que pudiese recibir después de morir. -...pero no era lo mejor. Ten cuidado de a quien te vendes.- Si lo que decía era cierto, y no sabia de la naturaleza del trabajo que había estado haciendo, tal vez tuviese algo de perdón.
-...y, antes de que digas nada, ser un salteador no es peor que lo que hacia. Estoy seguro de que la mayoría nos ven como... monstruos, desgraciados, escoria o lo que sea. Pero, honestamente, eso me da igual.- Ya me veían así, de todos modos. Incluso si no hubiese tenido el trabajo que tenia, la percepción de la gente sería casi la misma. -Solo robamos a gente que no se merece lo que tienen. Y alguien tiene que ser el lobo feroz, ¿no?- dije, girándome y esbozando una sonrisa sarcástica.
El camino permanecía constante. Aburrido, incluso. Tenia que mantenerme delante de él, para que su caballo me siguiese sin instrucciones por su parte, por lo que tenia que girarme a menudo para asegurarme de que no hacia nada que no debía.
-...venga, háblame de ti. ¿Tienes nombre?- pregunté. Aminoré el paso, quedándome junto a él, y olfateé el aire. -No hueles a humano normal. Hueles a... ugh. A vino. Y a tierra. Y a sangre.- declaré, medio bromeando. Aun así, empezaba a preguntarme si era un humano normal. Había estado demasiado asombrado por el dragón, después de todo, y los humanos eran más de despreciar que de sorprenderse.
Asher Daregan
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Re: Sólo un trago más. Vol.3 [Libre]
Frith se quedó inmóvil durante los siguientes momentos. Observó al hombre bestia, que investigaba en las alforjas. De allí sacó diversos útiles que Frith comprendió habían servido para aquellos fines que había descubierto momentos atrás. Suspiró largamente, no sabiendo cuánto tiempo le llevaría todo aquello. Cuánto más tiempo perdería con aquellos desconocidos, simplemente por haber rendido a toda la caravana. Cosa que consideró al final completamente inútil, dado que pese a que él seguía con vida, los resultados no habían sido los que había esperado. Habría esperado que, perdiendo el interés por las pertenencias de los mercaderes, simplemente los dejaran en paz, o se llevaran el oro que tenían y se marcharan fugazmente. Era lo que había visto hacer a la mayoría de los asaltantes. Pero aquello se estaba alargando demasiado.
El licántropo se quedó observando, como aquel mismo individuo tomaba la espada y escudo que habían sido de su pertenencia, y las aseguraba en el caballo.
– Bastante audaz. Son de buena calidad, no valdría la pena dejarlo tirado –comentó Frith, todavía apresado.
Subió finalmente a la montura, y escuchó con la atención suficiente a las palabras del mismo individuo. No escaparía, estaba seguro de eso. Además un ápice de curiosidad le invadía en todo aquel asunto, que, buena idea o no, lo instaba a continuar y seguir la corriente de aquellas personas. De todas formas, pensó, no le quedaba una opción mejor. Comenzaron la marcha, y esta se volvió lenta y tediosa para Frith. Se formó un silencio repentino que duró durante más tiempo del que él habría deseado. Finalmente, escuchó una voz, la del mismo individuo que le había estado dando instrucciones previamente. Frith asintió ante la pregunta, sobre si era un mercenario; luego se quedó con la vista clavada al frente, escuchando atentamente a lo que aquel dijo después.
Alguien conocido para el licántropo, había en la cercanía. Por un momento, mientras aquel individuo le había continuado hablando, sin dejar de prestarle atención clavó la vista en medio del bosque. Había vislumbrado una figura moviéndose rápidamente entre los árboles. El cabello era rojizo, de eso pudo darse cuenta. De repente se preguntó si estaban lo suficientemente lejos como para estar en la proximidad de aquel que había sido su hogar los últimos años, junto con su hermana y el ya fallecido anciano que los había acogido. Supuso que no tan cerca, pues conocía bien esos bosques; pero tal vez lo suficiente como para encontrarse con ella. El individuo terminó de hablar; pudo captar todo lo que le había dicho, lo suficiente como para continuar la conversación. Entonces se giró hacia él, y lo observó por primera vez con atención. Se quedó durante unos breves instantes analizándolo, con curiosidad, y habló.
– Suelen llamarme Frith –comenzó, y esbozó una leve sonrisa–. Mi nombre es un poco más complicado. Poca gente merece lo que tiene, y pocos tienen lo que merecen; me parece que dedicarse a balancear ese hecho tiene que ser un trabajo agotador.
Una mirada se cruzó con la de Frith por un momento. Era ella, su hermana. De pronto se dio cuenta que el trayecto junto con los mercaderes había sido realmente largo, mucho más de lo que había imaginado; lo suficiente como para llegar a la cercanía de la pequeña casa donde habían estado viviendo en el pasado. De repente, no volvió a ver a su hermana; esta desapareció entre los árboles y se alejó lo suficiente como para que nadie más que su hermano la hubiera visto. Frith comenzaba a confiar en que las cosas irían bien; había visto un ápice de coherencia en su interlocutor y de algún modo se le había generado la idea de que saldría de aquel lugar sin problema alguno. Pero el hecho de que su hermana lo hubiera visto, le daba la seguridad de que si las cosas se torcían, habría alguien ahí alerta, tal vez con suficiente compañía. “Pero el dragón” pensó fugazmente. Después se preocupó por responder rápidamente al individuo, antes de que este pudiera llegar a imaginar que Frith estaba atento a algo ajeno a ellos, pero que se encontraba en el mismo territorio.
– Fácilmente un humano puede oler a vino y a tierra, no sé qué hay de raro en eso –soltó una risotada, y en cuanto acabó volvió el semblante un poco más serio–. Soy un licántropo; no sé hasta qué punto puede alguien darse cuenta de eso.
Desde hacía varios meses, no tenía reparos en hablar sobre su propia raza. No sentía, como otros licántropos que había conocido, que aquello fuera algo que debiera esconder. Especialmente si hablaba con híbridos, pues solía encontrar varios mercenarios hombres bestia que había formado parte de guardias de caravanas en las que había trabajado, y jamás había tenido ninguna clase de problemas al hablar de sus respectivas razas.
El licántropo se quedó observando, como aquel mismo individuo tomaba la espada y escudo que habían sido de su pertenencia, y las aseguraba en el caballo.
– Bastante audaz. Son de buena calidad, no valdría la pena dejarlo tirado –comentó Frith, todavía apresado.
Subió finalmente a la montura, y escuchó con la atención suficiente a las palabras del mismo individuo. No escaparía, estaba seguro de eso. Además un ápice de curiosidad le invadía en todo aquel asunto, que, buena idea o no, lo instaba a continuar y seguir la corriente de aquellas personas. De todas formas, pensó, no le quedaba una opción mejor. Comenzaron la marcha, y esta se volvió lenta y tediosa para Frith. Se formó un silencio repentino que duró durante más tiempo del que él habría deseado. Finalmente, escuchó una voz, la del mismo individuo que le había estado dando instrucciones previamente. Frith asintió ante la pregunta, sobre si era un mercenario; luego se quedó con la vista clavada al frente, escuchando atentamente a lo que aquel dijo después.
Alguien conocido para el licántropo, había en la cercanía. Por un momento, mientras aquel individuo le había continuado hablando, sin dejar de prestarle atención clavó la vista en medio del bosque. Había vislumbrado una figura moviéndose rápidamente entre los árboles. El cabello era rojizo, de eso pudo darse cuenta. De repente se preguntó si estaban lo suficientemente lejos como para estar en la proximidad de aquel que había sido su hogar los últimos años, junto con su hermana y el ya fallecido anciano que los había acogido. Supuso que no tan cerca, pues conocía bien esos bosques; pero tal vez lo suficiente como para encontrarse con ella. El individuo terminó de hablar; pudo captar todo lo que le había dicho, lo suficiente como para continuar la conversación. Entonces se giró hacia él, y lo observó por primera vez con atención. Se quedó durante unos breves instantes analizándolo, con curiosidad, y habló.
– Suelen llamarme Frith –comenzó, y esbozó una leve sonrisa–. Mi nombre es un poco más complicado. Poca gente merece lo que tiene, y pocos tienen lo que merecen; me parece que dedicarse a balancear ese hecho tiene que ser un trabajo agotador.
Una mirada se cruzó con la de Frith por un momento. Era ella, su hermana. De pronto se dio cuenta que el trayecto junto con los mercaderes había sido realmente largo, mucho más de lo que había imaginado; lo suficiente como para llegar a la cercanía de la pequeña casa donde habían estado viviendo en el pasado. De repente, no volvió a ver a su hermana; esta desapareció entre los árboles y se alejó lo suficiente como para que nadie más que su hermano la hubiera visto. Frith comenzaba a confiar en que las cosas irían bien; había visto un ápice de coherencia en su interlocutor y de algún modo se le había generado la idea de que saldría de aquel lugar sin problema alguno. Pero el hecho de que su hermana lo hubiera visto, le daba la seguridad de que si las cosas se torcían, habría alguien ahí alerta, tal vez con suficiente compañía. “Pero el dragón” pensó fugazmente. Después se preocupó por responder rápidamente al individuo, antes de que este pudiera llegar a imaginar que Frith estaba atento a algo ajeno a ellos, pero que se encontraba en el mismo territorio.
– Fácilmente un humano puede oler a vino y a tierra, no sé qué hay de raro en eso –soltó una risotada, y en cuanto acabó volvió el semblante un poco más serio–. Soy un licántropo; no sé hasta qué punto puede alguien darse cuenta de eso.
Desde hacía varios meses, no tenía reparos en hablar sobre su propia raza. No sentía, como otros licántropos que había conocido, que aquello fuera algo que debiera esconder. Especialmente si hablaba con híbridos, pues solía encontrar varios mercenarios hombres bestia que había formado parte de guardias de caravanas en las que había trabajado, y jamás había tenido ninguna clase de problemas al hablar de sus respectivas razas.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: Sólo un trago más. Vol.3 [Libre]
Solté una ligera carcajada ante el comentario del humano.
-¡Agotador! Es una forma de decirlo... la verdad es que últimamente no paro. Pero es muy satisfactorio... deberías probarlo.- sonreí. -Un licántropo... no he conocido a muchos. O tal vez los que conozca no lo mencionan. O ambas.- dije. Era... curioso. Por cercanos que fuesen en concepto, los licántropos se me hacían completamente lejanos a mi propia especie. Tal vez era porque parecían humanos la mayor parte del tiempo.
-Vale, entonces... ¿hueles eso?- dije, deteniendo los caballos. Olisqueé el aire. Había algo distinto cerca, pero... era sutil. Alcé las orejas, atento, sin hacer ningún ruido. Durante unos segundos, no se escuchó nada. Miré alrededor lentamente. Tal vez no fuese nada, o tal vez fuese... cualquier cosa sin importancia. Habría sido prudente galopar durante parte del trayecto, pero tampoco quería cansar a los caballos demasiado deprisa. Finalmente, continué, aún algo atento a los alrededores. Tal vez hubiese sido nada, pero "nada" iba a pillarme por sorpresa.
Pasaron los minutos, y no hubo indicios de problemas, así que me calmé y reaunudé mi conversación con el licántropo.
-¿Como te sientes al estar transformado, de todos modos? Debes estar mucho más libre que en forma humana...- dije, pensativo. Para Irirgo, su forma de bestia era... Grande. Poderosa. En ocasiones, demasiado brutal. Odiaba los espacios cerrados, lo cual me parecía comprensible pudiendo volar.
Suspiré. Iba a ser un trayecto largo.
_________________________________________________________________
Unas horas después, nos empezamos a aproximar al punto de encuentro. No necesité un mapa para encontrarlo, pues lo que antes era uno de los carruajes, ahora era una enorme y humeante hoguera. No muy lejos, Irirgo estaba en su forma humana tumbado bajo un árbol.
-No podiais esperar ni cinco minutos, ¿eh?- pregunté al llegar. Me bajé del caballo cerca de la carreta. -Hola de nuevo, Dann. ¿Que tal ha salido todo?-
-Detenerlos fue fácil... Los caballos eran fáciles de asustar. Y no respondian bien cuando la tierra se levantaba delante de ellos. El problema fue...- añadió, mirando de reojo al dragón. -Que vieron a Irirgo cuando estaba llegando, y se olieron una emboscada. Asi que no pudimos esperar.-
No era dificil adivinar de quien era cada muerte. Syl era práctico y rápido: un virote a la cabeza, cuello, o corazón... o incapacitar y rematar con daga. Las del brujo tenian perforaciones o contusiones severas, debido a las estacas o pilares de roca. Y las de Irirgo...
Bueno. El mercader había sido un buen ejemplo. De todos modos, se habían esforzado en poner todos los cadáveres en la pira.
-¿Quien es ese?- preguntó el brujo, señalando al licántropo con la cabeza.
-Frith.- dije simplemente, encogiéndome de hombros.- Un lican, era el guardia de la otra caravana. Lo he traído porque se rindió y quiero que sea testigo de lo que hacemos.-
El brujo tardó unos segundos en procesar esa información. Finalmente, volvió a hablar.
-¿...para qué?-
No respondí. En su lugar, me acerqué al dragón. Estaba chorreando sudor, y parecía realmente agotado. Como si hubiese hecho todo el trayecto corriendo con esa armadura suya. Me saludó con un gesto, y dio un largo trago a una cantimplora... que no le pertenecía.
-Espero que no sea vino.- dije, sentándome cerca.
-Ja. Como si me fuese a beber algo producido por esa escoria. Esto era del guardia... tipo duro. Intentó ir a por mi en cuanto me vio. No llegó a tocarme.- dijo, señalando a la pira.
-Los cementerios suelen estar llenos de gente valiente.- comenté.
-¿Y meterse en un barco de contrabandistas por tu cuenta que es?- preguntó, ladeando la cabeza.
-Estúpido.- admití.
El dragón rió y me levanté, dejandole descansar. Vi a Syl dirigirse hacia mi, aunque sin dejar de mirar al licántropo de reojo. Estaba tan incómodo cerca de extraños que me sorprendía que pudiese respirar la mitad del tiempo.
-Deberiamos alejarnos de este lugar... no está tan apartado como el otro camino. Si nos quedamos demasiado, alguien verá el humo.- dijo el gato.
-¿Y... por qué no lo apaga Dann? Seguro que no tiene problema en esparcir polvo y tierra o lo que sea.- observé, arqueando una ceja.
-...no es buena idea. No quiero interrumpir los ritos.-
-Los... ¿ritos?- pregunté, frunciendo el ceño.-
-Si. Los ritos funerarios. Están siendo quemados. No es lo mismo que dejar los cuerpos al aire, o quemarlos como hace Irirgo... los pusimos en la pira con intención. No podemos interrumpirlo, o su espiritu se quedará a medio camino.- afirmó, seriamente. La religión de Syl era un tema importante para el hombre gato. Por mi parte, nunca me lo llegué a considerar demasiado, pero... simplemente, no podía negarle eso al felino. Además, probablemente se pondría furioso.
-Muy bien. Dale diez minutos a Irirgo, y nos ponemos en marcha.- afirmé. Videscarza no estaba lejos.
Asher Daregan
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Re: Sólo un trago más. Vol.3 [Libre]
Frith se sintió mucho más relajado en cuanto aquel híbrido continuó la conversación. Dejó de verlo como un enemigo, incluso después de haber visto lo que había visto. No era la primera vez que veía una “batalla” como aquella; se había visto envuelto en situaciones en cuyos partícipes eran mucho más violentos y sanguinarios, y muchos de ellos simplemente formaban parte de aquella escenas por puro placer. Sin embargo Frith había visto que ellos tenían un motivo, y de algún modo estaban buscando “hacer justicia”. De hecho no le resultó muy difícil cambiarse de bando al comprender lo que estaba pasando y lo que había tenido el mercader entre manos. Sin darse cuenta, se encontraba sonriendo al híbrido mientras le escuchaba con atención, como si estuviera hablando con alguien a quien ya conocía. Aunque luego recordaba que evidentemente, no era más que alguien que todavía continuaba apresado por ellos.
– No, no huelo nada en absoluto –contestó Frith. Con tranquilidad; trató de no responder demasiado rápido, la típica respuesta de alguien que se pone nervioso ante una mentira espontánea.
Lilja regresó hasta su hogar. Tras alejarse lo suficiente, se había convertido en su forma de lobo, para marchar mucho más rápido alejándose del grupo con el que su hermano se encontraba. Una vez en su casa, entró y llamó la atención de Árnar y Finnbogi, dos licántropos que había conocido recientemente, que marchaban desde Ulmer dirección hacia el oeste. Ambos habían sido amigos de Frith y habían esperado encontrar a la pareja de hermanos allí, aunque sólo se habían encontrado con Lilja. Eran grandes amigos de ambos pelirrojos, y aunque Árnar había pretendido en el pasado a Lilja, tras una disputa que duró poco más que algunos meses, la amistad entre todos se retomó, con más fuerza. Ella les hizo saber sobre la proximidad de Frith. Para ella, en un principio él se encontraba trabajando casualmente por la cercanía de su hogar; pero claramente había cambiado de opinión en cuanto había visto los grilletes que apresaban a su hermano. Incluso aunque este se encontrara tranquilo y sonriendo. Sabía que solía mantener la calma incluso aunque las cosas no iban bien.
– Es una pregunta complicada –respondió Frith al hombre bestia. Y lo miró con la mirada fija durante algunos segundos–. Duele bastante, así que trato de no convertirme salvo si es necesario. Y no suelo permanecer en esa forma en general, porque no es algo que me permita tener el dinero que necesito para una buena habitación y buen vino. Supongo que a veces ser humano es bastante cómodo, especialmente si gustas demasiado de los placeres humanos. Para ti debe ser mucho más cómodo; es como… ¿un término medio?
Tras varias horas llegaron hasta el punto de encuentro. Frith entonces permaneció en silencio, guardando atención y observando a cada uno de los presentes. Trató de reconocer alguna cara, de los bandidos que había visto con anterioridad, sin embargo no reconocía a ninguno de los presentes. El fuego se había formado con uno de los carruajes, y allí fueron lanzados los cadáveres. El pelirrojo se quedó observando cómo se consumían en el fuego los cuerpos de aquellos a quienes debía proteger en un inicio. “Bueno, todavía no me habían pagado”, trató de consolarse a sí mismo. Alguien preguntó por él, y el híbrido con el que había entablado conversación durante gran parte del viaje, comentó algo que él no llegó a escuchar. Tan sólo consiguió escuchar algunas últimas palabras: “…quiero que sea testigo de lo que hacemos. ¿Para qué?”
– Es cierto, ¿para qué? –preguntó Frith. Aunque su voz sonó demasiado débil y cansada, casi sin ganas, como para que alguien lo llegara a escuchar. Al final no fue más que un pensamiento que se había escapado, perdiéndose en el viento.
Los minutos que vinieron después, resultaron aburridos para el licántropo. Este no hacía más que mirar a su alrededor; observó a los individuos nuevamente . Pensó que a esas alturas, sería capaz de recordar sus aspectos perfectamente, si llevara unos días sin verlos. Sin embargo su interés se volcó repentinamente en el hombre gato, en cuanto escuchó sus palabras respecto al “rito” que se estaba llevando a cabo.
– Vaya –alzó la voz Frith. En parte para llamar un poco la atención y que pasara algo, comenzaba a estar cansado de estar en un rincón sin hacer nada–, bastante más consideración de la que tienen incluso algunos guardias. ¿Seguro que no sois algo así como una extensión paramilitar de la guardia? –luego se quedó callado unos segundos más, antes de volver a hablar–. No voy a haceros nada, no soy tan estúpido. ¿Podríais quitarme esto ya de una maldita vez?
– No, no huelo nada en absoluto –contestó Frith. Con tranquilidad; trató de no responder demasiado rápido, la típica respuesta de alguien que se pone nervioso ante una mentira espontánea.
Lilja regresó hasta su hogar. Tras alejarse lo suficiente, se había convertido en su forma de lobo, para marchar mucho más rápido alejándose del grupo con el que su hermano se encontraba. Una vez en su casa, entró y llamó la atención de Árnar y Finnbogi, dos licántropos que había conocido recientemente, que marchaban desde Ulmer dirección hacia el oeste. Ambos habían sido amigos de Frith y habían esperado encontrar a la pareja de hermanos allí, aunque sólo se habían encontrado con Lilja. Eran grandes amigos de ambos pelirrojos, y aunque Árnar había pretendido en el pasado a Lilja, tras una disputa que duró poco más que algunos meses, la amistad entre todos se retomó, con más fuerza. Ella les hizo saber sobre la proximidad de Frith. Para ella, en un principio él se encontraba trabajando casualmente por la cercanía de su hogar; pero claramente había cambiado de opinión en cuanto había visto los grilletes que apresaban a su hermano. Incluso aunque este se encontrara tranquilo y sonriendo. Sabía que solía mantener la calma incluso aunque las cosas no iban bien.
– Es una pregunta complicada –respondió Frith al hombre bestia. Y lo miró con la mirada fija durante algunos segundos–. Duele bastante, así que trato de no convertirme salvo si es necesario. Y no suelo permanecer en esa forma en general, porque no es algo que me permita tener el dinero que necesito para una buena habitación y buen vino. Supongo que a veces ser humano es bastante cómodo, especialmente si gustas demasiado de los placeres humanos. Para ti debe ser mucho más cómodo; es como… ¿un término medio?
Tras varias horas llegaron hasta el punto de encuentro. Frith entonces permaneció en silencio, guardando atención y observando a cada uno de los presentes. Trató de reconocer alguna cara, de los bandidos que había visto con anterioridad, sin embargo no reconocía a ninguno de los presentes. El fuego se había formado con uno de los carruajes, y allí fueron lanzados los cadáveres. El pelirrojo se quedó observando cómo se consumían en el fuego los cuerpos de aquellos a quienes debía proteger en un inicio. “Bueno, todavía no me habían pagado”, trató de consolarse a sí mismo. Alguien preguntó por él, y el híbrido con el que había entablado conversación durante gran parte del viaje, comentó algo que él no llegó a escuchar. Tan sólo consiguió escuchar algunas últimas palabras: “…quiero que sea testigo de lo que hacemos. ¿Para qué?”
– Es cierto, ¿para qué? –preguntó Frith. Aunque su voz sonó demasiado débil y cansada, casi sin ganas, como para que alguien lo llegara a escuchar. Al final no fue más que un pensamiento que se había escapado, perdiéndose en el viento.
Los minutos que vinieron después, resultaron aburridos para el licántropo. Este no hacía más que mirar a su alrededor; observó a los individuos nuevamente . Pensó que a esas alturas, sería capaz de recordar sus aspectos perfectamente, si llevara unos días sin verlos. Sin embargo su interés se volcó repentinamente en el hombre gato, en cuanto escuchó sus palabras respecto al “rito” que se estaba llevando a cabo.
– Vaya –alzó la voz Frith. En parte para llamar un poco la atención y que pasara algo, comenzaba a estar cansado de estar en un rincón sin hacer nada–, bastante más consideración de la que tienen incluso algunos guardias. ¿Seguro que no sois algo así como una extensión paramilitar de la guardia? –luego se quedó callado unos segundos más, antes de volver a hablar–. No voy a haceros nada, no soy tan estúpido. ¿Podríais quitarme esto ya de una maldita vez?
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: Sólo un trago más. Vol.3 [Libre]
Frith llamó la atención, haciendo mención a la molestia que se había tomado el felino. Sin embargo, su comentario no fue el más acertado. Levanté la comisura de los labios, mostrando los colmillos.
-No nos compares con la guardia.- gruñí. -No tenemos nada que ver. Y si crees que a ellos le importa lo más mínimo lo que le ocurra a la gente, estás muy equivocado.- dije. No escondí el amargo odio de mi voz. Mi opinión en aquella gente era muy firme, después de todo. Finalmente, resoplé, tranquilizándome un poco. -Y tampoco creas que somos algún tipo de... vigilantes bondadosos, o algo así. No lo somos.-
El licántropo pidió que le quitásemos los grilletes. Miré a los otros tres miembros de mi grupo. No es como si tuviese ninguna oportunidad contra los cuatro... y ni siquiera iba armado, después de todo. Saqué la llave de mi bolsillo y abrí los grilletes, guardándolos de nuevo en mi bolsa.
-He estado en la guardia.- admití, mirándole directamente a los ojos. -Pero no por voluntad propia. Sé como es por dentro... y es mucho peor de lo que imaginas.- dije seriamente.
-¿No crees que... te estás tomando mucha confianza?- preguntó Syl. -Últimamente estás siendo más abierto de lo que deberias. Incluso invitando a gente que apenas conocemos a quedarse con nosotros.- dijo, cruzandose de brazos. Pestañeé un par de veces, haciendo memoria.
-...tal vez. Pero tampoco es como si nos estuviese poniendo en peligro directo. Cuanta más gente tengamos, mejor, ¿no?- pregunté, bajando la voz. -Además, así es como se nos unió Dann.-
-No me lo recuerdes. No estoy seguro de que sea mejor, de todos modos. Cada uno es una boca más. No podemos ir cuidando a decenas de personas sin más.- replicó.
Frunci el ceño. ¿A que venía eso?
-Una boca más... y dos manos. Un grupo puede hacer más que uno solo.- dije, irguiendome. ¿Estaba sugiriendo que rechazasemos a todo el mundo?
-Pero esa gente también nos condiciona. Si no tuviesemos a Dann, por ejemplo, podríamos avanzar mucho más deprisa en cualquier caminata.- Su tono era serio. Defensivo. Pero lo suficientemente bajo como para que el brujo no se enterase. -Y sin Irirgo, ni siquiera estariamos haciendo esto, ¿no crees?-
-¿Entonces qué? ¿Prefieres estar por tu cuenta, sin nadie que te ayude?- respondí, dando un paso hacia delante. Syl retrocedió, ofendido. -Sin ellos dos, tal vez estaríamos muertos. Tal vez ni siquiera hubiésemos pasado de Roilkat. Tener un grupo es necesario, Syl. Prácticamente nadie está solo en el mundo... y los que están, no hacen nada. Solo viven.-
-¿Y qué tiene de malo el solo vivir?-
El gato me miró, desafiante. En cuestión de segundos, la discusión se había tornado más acalorada de lo que esperaba. Pero estaba furioso. La mera sugestión de continuar sin lo que se había convertido en mi familia era indignante. Me negaba a pensar en ello. Había estado solo por demasiado tiempo. Tras unos largos segundos, el felino se dio la vuelta sin decir nada.
Suspiré, molesto, y miré alrededor. Uno de los caballos de la caravana había sobrevivido al encuentro, y sin alejarse demasiado, así que lo traje de vuelta. Sería útil. Tras unos minutos, le hice una señal al dragón y al brujo. Syl también se acercó, aún evitando cruzar su mirada con la mía.
-Tenemos tres caballos. Dos de ellos compartidos... Mejor equilibrar pesos. Dann con Frith- dije, señalando al licántropo con la cabeza. -E Irirgo con Syl. No tardaremos más que un par de horas.-
No hubo protestas.
______________________________________________________________
El trayecto fue largo, aburrido, e incómodo. Al menos, para mi. Dann no parecía estar pasandolo mal, teniendo un nuevo "amigo" de otra raza al que atosigar con preguntas. Irirgo y Syl charlaron en voz baja, lo suficiente como para que no pudiese distinguir nada más que un susurro.
-¿La transformación es igual para todos? He oido que hay licántropos que son distintos. Algunos que no sufren al cambiar y lo hacen rápido, y otros que se vuelven algo así como... híbridos entre humano y animal. No como Asher, claro. Aunque parecidos, ahora que lo pienso...- dijo el brujo, aún con sed de aprender. -¿Sufres las mismas enfermedades que un lobo normal? ¿Tienes encantamientos en tu vestimenta para que no se rompa al cambiar? ¿Lo ves todo con el mismo color?
Casi me compadecía del licántropo.
Finalmente, llegamos a distinguir la solitaria villa a lo lejos. El plan era sencillo. Teníamos que esperar al anochecer. Bloquearíamos las entradas del caserío cuando la mayoría de trabajadores estuviesen durmiendo, y mataríamos o incapacitaríamos a todos los que estuviesen fuera antes de entrar e interrogar al resto. No podría haber demasiados guardias. Después de todo, era un lugar bastante asolado de la civilización.
Asher Daregan
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Re: Sólo un trago más. Vol.3 [Libre]
De repente despertó en aquel con quien había hablado la mayor parte del tiempo, un odio repentino. Note la ira en su voz, y me dio una opinión sobre la guardia que no había oído hasta el momento, pero que yo mismo había pensado en alguna ocasión. Si, cierto, más adelante llegue a formar parte de la guardia, pero eso es otra historia.
Pero hasta el momento, había pensado lo mismo que aquel hombre bestia. Al fin y al cabo, después de que hubieran matado a mi padre, pese a que había huido lejos con mi hermana, después de varios años había regresado a la ciudad de Lunargenta y había comprobado que la guardia había hecho poco o nada para averiguar que era lo que había sucedido. Y yo no era más que un niño cuando me había escapado de aquel lugar; no es que yo hubiera podido exigir esa ayuda.
Lo escuche, y me quede mirándolo con una mirada tranquila. Él debía tener sus propios motivos, al fin y al cabo, para pensar aquello. Sabía que las razas de los hombres bestia habían sido muy castigadas, o por lo menos eso me habían contado varias personas.
- Gracias -agradecí después de que por fin me liberaran de los grilletes. Apreté los puños y me toqué las muñecas. No dolía demasiado, pero sentía una sensación incomoda, que tardaría en marcharse.
Momentos después, preste atención a lo que el hombre bestia hablaba con el otro individuo. No parecían estar de acuerdo con la idea de que yo permaneciera con ello. Bueno, aquello habría tenido una solución muy simple: soltarme sin más. Aunque yo era lo suficientemente inteligente como para saber que, fuera no fueran bandidos, no parecían ser la clase de gente que apresaba a alguien y lo dejaba marchar después porque si. Así que lo mejor era que permaneciera junto con ellos, tratando de ser de alguna utilidad. La utilidad que te mantiene con vida cuando estas apresado.
Tras dar el las ordenes, el brujo hizo un ademan para que lo siguiera, y eso hice. Me subí a la montura que el llevaría, dado que me había tocado marchar con él. Aunque en un principio me había temido que el trayecto resultaría aburrido, lo cierto es que aquel brujo me dio bastante conversación, y pareció mucho más amable de lo que habría imaginado inicialmente. Trate de averiguar en varias ocasiones que edad debía tener, e imagine que no serían muchos más años que yo. Parecía tan solo un joven con curiosidad y necesidad de aprender, y si lo hubiera visto en otras circunstancias, lejos de sus compañeros, jamás habría imaginado que formaba parte de alguna clase de grupo de asaltantes, fueran cuales fueran sus objetivos.
- Si, así es -le respondí al brujo, ante algunas de sus incesantes preguntas. No me molestaba que mostrara tanto interés por mi raza; por lo menos no se refería a nosotros como fruto de un experimento, o como algo extraño y antinatural. Solo como algo más en medio de la naturaleza, a lo que podía investigar y comprender, y eso no me molestaba en absoluto pues compartía el mismo pensamiento tanto hacia otras razas, como hacia la mía propia-. Hay algunos para quienes la transformación es rápida, sencilla y puede ser poco más que una breve molestia. Otros, como es mi caso, sufrimos una transformación lenta y dolorosa. Sobre el tipo de transformación que hay… lo cierto es que jamás he llegado a ver a alguien que se haya transformado a medias, por así decirlo… -desvié la vista hacia Asher, mirándolo con curiosidad, e imaginando como debía ser un licántropo convertido en algo parecido a un hibrido-. Quedo desnudo tras la transformación, así que por lo general suelo llevar conmigo una alforja con una muda; soy bastante civilizado. Y… creo que mi vista es bastante buena… todavía -entrecerré los ojos.
Continuamos hasta llegar a la cercanía de una pequeña villa. No la conocía; o tal vez si. En realidad, no sabía demasiado bien en que lugar nos encontrábamos. Mas o menos había conseguido ubicarme en cuanto había visto a mi hermana rondando entre los árboles, pero eso había sido bastante atrás en el viaje. Ya estábamos bastante lejos de aquel lugar.
- ¿Que haréis aquí? -me aventure a preguntar-. ¿Otro mercader de dudosa moral?
Me quede observando a cada uno de los componentes del grupo. No tenía la menor idea de que era lo que planeaban hacer allí, pero fuera lo que fuera, pensaba ayudarlos en la medida de lo posible. Había sido mercenario decenas de veces, así que si requerían de mi ayuda a cambio de permitirme permanecer vivo, la tendrían. En el peor de los casos, podría aprovechar el caos propio de un asalto, o lo que pudiera suceder, para escapar. Aunque me habría gustado que no hubiera tenido que ser así, dado que de alguna forma estaban comenzando a caerme bien, y comenzaba a comprender los motivos que movían a aquella agrupación.
Pero hasta el momento, había pensado lo mismo que aquel hombre bestia. Al fin y al cabo, después de que hubieran matado a mi padre, pese a que había huido lejos con mi hermana, después de varios años había regresado a la ciudad de Lunargenta y había comprobado que la guardia había hecho poco o nada para averiguar que era lo que había sucedido. Y yo no era más que un niño cuando me había escapado de aquel lugar; no es que yo hubiera podido exigir esa ayuda.
Lo escuche, y me quede mirándolo con una mirada tranquila. Él debía tener sus propios motivos, al fin y al cabo, para pensar aquello. Sabía que las razas de los hombres bestia habían sido muy castigadas, o por lo menos eso me habían contado varias personas.
- Gracias -agradecí después de que por fin me liberaran de los grilletes. Apreté los puños y me toqué las muñecas. No dolía demasiado, pero sentía una sensación incomoda, que tardaría en marcharse.
Momentos después, preste atención a lo que el hombre bestia hablaba con el otro individuo. No parecían estar de acuerdo con la idea de que yo permaneciera con ello. Bueno, aquello habría tenido una solución muy simple: soltarme sin más. Aunque yo era lo suficientemente inteligente como para saber que, fuera no fueran bandidos, no parecían ser la clase de gente que apresaba a alguien y lo dejaba marchar después porque si. Así que lo mejor era que permaneciera junto con ellos, tratando de ser de alguna utilidad. La utilidad que te mantiene con vida cuando estas apresado.
Tras dar el las ordenes, el brujo hizo un ademan para que lo siguiera, y eso hice. Me subí a la montura que el llevaría, dado que me había tocado marchar con él. Aunque en un principio me había temido que el trayecto resultaría aburrido, lo cierto es que aquel brujo me dio bastante conversación, y pareció mucho más amable de lo que habría imaginado inicialmente. Trate de averiguar en varias ocasiones que edad debía tener, e imagine que no serían muchos más años que yo. Parecía tan solo un joven con curiosidad y necesidad de aprender, y si lo hubiera visto en otras circunstancias, lejos de sus compañeros, jamás habría imaginado que formaba parte de alguna clase de grupo de asaltantes, fueran cuales fueran sus objetivos.
- Si, así es -le respondí al brujo, ante algunas de sus incesantes preguntas. No me molestaba que mostrara tanto interés por mi raza; por lo menos no se refería a nosotros como fruto de un experimento, o como algo extraño y antinatural. Solo como algo más en medio de la naturaleza, a lo que podía investigar y comprender, y eso no me molestaba en absoluto pues compartía el mismo pensamiento tanto hacia otras razas, como hacia la mía propia-. Hay algunos para quienes la transformación es rápida, sencilla y puede ser poco más que una breve molestia. Otros, como es mi caso, sufrimos una transformación lenta y dolorosa. Sobre el tipo de transformación que hay… lo cierto es que jamás he llegado a ver a alguien que se haya transformado a medias, por así decirlo… -desvié la vista hacia Asher, mirándolo con curiosidad, e imaginando como debía ser un licántropo convertido en algo parecido a un hibrido-. Quedo desnudo tras la transformación, así que por lo general suelo llevar conmigo una alforja con una muda; soy bastante civilizado. Y… creo que mi vista es bastante buena… todavía -entrecerré los ojos.
Continuamos hasta llegar a la cercanía de una pequeña villa. No la conocía; o tal vez si. En realidad, no sabía demasiado bien en que lugar nos encontrábamos. Mas o menos había conseguido ubicarme en cuanto había visto a mi hermana rondando entre los árboles, pero eso había sido bastante atrás en el viaje. Ya estábamos bastante lejos de aquel lugar.
- ¿Que haréis aquí? -me aventure a preguntar-. ¿Otro mercader de dudosa moral?
Me quede observando a cada uno de los componentes del grupo. No tenía la menor idea de que era lo que planeaban hacer allí, pero fuera lo que fuera, pensaba ayudarlos en la medida de lo posible. Había sido mercenario decenas de veces, así que si requerían de mi ayuda a cambio de permitirme permanecer vivo, la tendrían. En el peor de los casos, podría aprovechar el caos propio de un asalto, o lo que pudiera suceder, para escapar. Aunque me habría gustado que no hubiera tenido que ser así, dado que de alguna forma estaban comenzando a caerme bien, y comenzaba a comprender los motivos que movían a aquella agrupación.
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Re: Sólo un trago más. Vol.3 [Libre]
La espera se hizo algo más larga que el trayecto. No podíamos encender una hoguera, pero todo el grupo tenía hambre, así que Irirgo acabó repartiendo algunas raciones: carne seca, hogazas de pan, y una manzana para cada uno. Llevábamos unos días de viaje, así que no íbamos a poder permitirnos ningún festín. Aun así, teníamos suficiente como para alimentar al prisionero, lo cual era de agradecer.
No hablé mucho durante la cena, pero cuando estabamos terminando, Syl contó lo que había visto. Habia pasado el tiempo observando la zona mientras se mantenía oculto, lo cual era nos solía dar una enorme ventaja.
-He contado doce trabajadores que hayan entrado o salido del caserío, pero es probable que haya más. Hay tres entradas posibles: una lleva directamente a la bodega, está protegida por una valla metálica. Las otras dos dan a la casa en sí, una desde la cocina, y otra más grande, en la entrada principal.- explicó, dibujando un pequeño mapa en la tierra con un palo. -El señor del viñedo no está aquí. He oido que no volverá hasta mañana.-
-Eso significa que está de viaje... probablemente en el camino de vuelta. Si averiguamos de donde viene, seguramente podamos interceptarlo.- comentó Dann, palpando su mapa de carreteras. -Si tan solo está a un día de aquí, no puede haber tenido muchas opciones.-
-Seguramente hay trabajadores que no vivan en la casa principal... dejarlos escapar es peligroso, sobre todo si saben lo que buscamos.- intervine. -Sin embargo... lo primero es bloquear las entradas y salidas.- Era la forma más segura de conseguir información, suponiendo que pudiésemos dejarlos encerrados.
-Puedo bloquear la entrada principal sin problemas, y vigilar la segunda... aunque me vendría bien algo de apoyo, por si acaso.- dijo Dann. Un muro de piedra debía ser suficiente como para impedirles el paso, pero no podía abusar de ese truco sin agotarse.
-La entrada a la bodega es la más grande, ¿no? Estaré allí.- dijo Irirgo. Era buena idea. Podrían ver a través de la rejilla que había un dragón enfadado al otro lado, lo cual era suficiente para intimidar a cualquiera. Y si era necesario, estaba seguro de que podría embestir la puerta hasta derribarla.
-Será mejor que me quede arriba. En el tejado de la casa. Es el terreno más alto, y podré ver fácilmente si alguien intenta huir.-
-Muy bien... entonces, me toca entrar al resto de viviendas y noquear o matar a los que estén dentro. Pero eso deja a Dann sin escolta.- musité.
-...siempre podemos usar a Frith.- sugirió el brujo. Arqueé una ceja. -No ibamos a tener a nadie para vigilarle de todos modos... y tampoco nos sirve de mucho el dejarlo atado a un árbol o algo así. Además, ahora mismo, es un mercenario sin trabajo.-
-Si le damos un arma, no tendrá ningún motivo para no atacarnos con ella.- protestó el dragón. Tal vez se había olvidado del motivo por el cual se rindió en primer lugar.
Las miradas se volvieron hacia mi. Después de todo, era yo el que lo había llevado. Carraspeé.
-Bueno... parece que podemos ayudarnos mutuamente, Frith. Nos ayudas con esto... y te dejamos libre. Si además te quedas, y sobrevives, te podrás llevar una parte de lo que saqueemos. Y tantas botellas de vino como quieras.- ofrecí. El vino era un buen incentivo: por el olor de su aliento, le gustaba, y no lo ibamos a llevar con nosotros de todas formas. -Si se te ocurre huir, piensa que este carcamal se puede convertir en un lagarto escupefuego. Y no es lo peor que tenemos.-
Le ofrecí una mano al licántropo. Su objetivo era sencillo, y la recompensa era alta. Además... tampoco tenía otra opción.
_________________________________________________________
Era una buena noche. La luna refulgía con claridad, lo cual nos dejaba con una excelente visibilidad. La temperatura era cómodamente cálida, y las estrellas inundaban el cielo. Habría sido un momento perfectamente tranquilo. Pero no era posible.
La tierra tembló, y con un estruendo, una pared de roca se elevó del suelo, bloqueando la primera puerta. Aquella era la señal para comenzar. Di una patada a la puerta de madera, abriéndola de golpe, y me metí en la pequeña casucha. Ni siquiera la habían cerrado bien, o tal vez estuviese rota y no hubiesen visto necesario el arreglarla. Solo había un hombre, durmiendo sobre la cama, que se levantó de un salto al oir el ruido. No tuvo oportunidad de hacer más. Cubrí la distancia que nos separaba en dos rápidas zancadas.
Llevé mi garra hasta su cuello, apretando con fuerza. No era un soldado. Probablemente no había visto ninguna ciudad en su vida. Sus ojos reflejaban pánico y sorpresa. Intentó forcejear, llevando sus manos a la garra que le estrangulaba. Esperé unos segundos, mientras su fuerza se disipaba y su cara perdía color... hasta que sus brazos cayeron, inertes. Y luego, tres segundos más. Dejé caer al hombre sobre su cama. Probablemente estaría inconsciente durante un rato... o muerto. Había tenido resultados variados con esa técnica.
Salí de la casa, fijando mi vista en la siguiente. Tal vez fuese a resultar sencillo, después de todo.
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Dannos se apoyó sobre su lanza, buscando la entrada que había mencionado el felino. No tardó demasiado en encontrarla. Aún estaba cerrada bajo llave, pero debía permanecer allí junto al licántropo. En teoría no se encontrarían con ninguna dificultad notable.
Pero la teoría no contaba con el trío de figuras que atravesaba el viñedo, desplazándose entre las sombras.
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Bueno, hora de mancharse las manos. De primeras, tendrás tres vampiros... que actuaran como si tuviesen la rabia. No dirán nada, a excepción de algunos sonidos guturales, siseos y demás. Ese trío solo es la vanguardia: van a venir más, así que puedes sacarte los que quieras de la manga.
Asher Daregan
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Re: Sólo un trago más. Vol.3 [Libre]
Entre los arbustos se deslizaba una cabellera pelirroja. Mi hermana, acompañada de otros dos individuos se acercaban a la zona por la que me habían visto la última vez. No tenían forma de saber hacia dónde había marchado, pero habían decidido buscarme para asegurarse de que estaría a salvo. Como bien dije anteriormente, ella estaba acostumbrada a verme en algunas ocasiones acompañado de carruajes y otros hombres armados, dado que solía trabajar como guardia de caravanas. Lo que era extraño, era que yo tuviera grilletes en el momento en el que ella me había visto, y eso la había llevado a pensar que seguramente me habrían apresado durante un asalto, que era precisamente lo que había sucedido. Pero la realidad ahora era bastante distinta, distinta a como la habría imaginado inicialmente por lo menos.
No estaba exactamente “apresado”, pero si que estaba en una situación de “con nosotros, o contra nosotros”, y es que, pese a que no me habían dado opción, ofrecer mi mano era el modo más seguro de mantenerme con vida, por lo que yo mismo me había puesto la única opción lógica que podría haber decidido tomar: luchar para ellos. Ser un mercenario una vez más. Con mi vida como pago, supongo.
Mientras mi hermana acompañada de dos amigos del pasado, también licántropos, se disponían a buscarme por la zona, yo me encontraba todavía con aquellos individuos. En aquella ocasión, nos encontrábamos frente a una villa, y nos habíamos dedicado a esperar durante un largo rato a que se diera la oportunidad para atacar. O eso era lo que yo pensaba, en realidad no estaba comprendiendo demasiado bien la situación, y no hacia más que seguirles la corriente para mantenerme con vida. Si era necesario luchar, lucharía, si era necesario matar a alguien, lo haría. Lo que fuera con tal de que el final de toda aquella historia fuera verme a mí mismo marchando libremente, alejándome de ellos y no volviéndolos a ver. Y si, si bien he dicho que alguno de los individuos que formaba parte de aquella agrupación me había llegado a caer en gracia… me parecía mucho más preciada la libertad que mantenerme allí con ellos teniendo una interesante conversación. En cuanto todo terminara, trataría por todos mis medios de largarme.
-Vaya, si que formáis rápido un buen plan -comente tras escucharlos.
De repente entre yo en juego, en medio de su conversación. ¿Que papel desempeñaría yo en todo aquello? Estaba claro que probablemente yo fuera poco más que una incomodidad en el caso de quedarme excluido de aquel plan, así que estaban buscándome una función. Y por fin se me ofreció la oportunidad que había estado deseando que me propusieran de una vez por todas. Les ayudaba, me soltaban, y era libre de nuevo. Posiblemente la próxima vez me lo pensaría dos veces antes de formar parte de una guardia de caravanas. Tanto por el mercader que pudiera contratarme, estando metido en asuntos turbios que en si mismos pudieran provocar un ataque, como había sucedido en aquella ocasión, como por el hecho de que no era muy seguro tampoco marchar en una guardia que tan solo tenía dos mercenarios. Además, mencionaron dos detalles importantes que terminaron de convencerme.
- Oro, vino y libertad. No necesitas seguir hablando. ¡A vuestra orden! -dije con una sonrisa.
Por lo menos ahora sabía que existía la posibilidad de salir ileso y en libertad de aquello. Simplemente tenía que seguir órdenes y hacer lo pertinente. Además de luchar. No era un soldado, ni un luchador profesional ni mucho menos, pero por lo menos sabia desenvolverme en la mayoría de las ocasiones. De algún modo tenía la convicción de que aquello “sería fácil”. Estreche la mano del hibrido, aceptando sin dudarlo un segundo más.
Aguardamos allí hasta la noche. Supuse que sería el momento que consideraban más apropiado para realizar el ataque. Teniendo en cuenta que en la mayor parte de las ocasiones yo solía formar parte de guardias de caravanas, que podían ser emboscadas en cualquier momento, por lo general pensaba lo contrario: era mejor marchar de día. Todo era más visible, y era más difícil caer ante una emboscada. Pero ahora estaba en la otra cara de la situación.
Yo seguí las instrucciones formadas antes de realizar el ataque, más o menos al pie de la letra. Aunque había prestado la atención suficiente como para saber cómo se desarrollaría todo aquello, también era consciente de que en cualquier momento podría haber un imprevisto. Y no me equivoque, pues tres individuos surgieron de entre las sombras. Estaban atravesando a toda velocidad el viñedo, en dirección a nosotros. Yo estaba acompañado de Dannos, el burgo que se había dedicado a hacerme multitud de preguntas durante el viaje. Inicialmente había imaginado que eran dos, pero luego me percaté de que no era así, y eran tres. Me di cuenta demasiado tarde como para reaccionar, pues uno de ellos se abalanzó sobre mi entre terribles chillidos de furia.
No eran humanos, pero tampoco eran hombres bestias ni nada que hubiera visto antes. Eran seres que parecían estar poseídos por algo, o simplemente enfermos. Había leído sobre criaturas enfermas por maldiciones que habían provocado los brujos; o por motivos mucho más antiguos e incomprensibles para la mayoría de la gente. Pero no sabía identificar aquella criatura; aunque no fue lo primero en lo que me puse a pensar. Estaba demasiado preocupado por sacármelo de encima, pues se había subido encima de mí, tratando de colocar todo su peso encima para poder hacer que yo cayera. Los otros dos pensaron si marchar hacia Dannos o hacia mí, decidiendo uno ir hacia Dannos, y el otro a ayudar al que ya me tenía relativamente atrapado a terminar con su trabajo.
- ¡¿Que demonio es esto?! -grite protestando, mientras daba vueltas tratando de bajar aquella criatura de encima de mí.
Finalmente pude deshacerme de ese ser, que parecía acercar sus labios a mi espalda, tratando de… ¿morderme? Golpee mi espalda repetidas veces contra una de las paredes de la casa, haciendo que el vampiro -en aquel momento no era consciente de que se trataba de esa criatura- quedara ligeramente confundido. Aun así, parecía que la furia que guardaba en su interior evitaba que cayera inconsciente. Al contrario, pareció mucho más furioso y una fuerza que no esperaba que viniera de él, hizo que me tomara de los brazos evitando que pudiera moverlos. Mi espada -la cual tenía desenvainada desde poco antes de que me atacara- y mi escudo, cayeron al suelo inevitablemente. Y trate por todos los medios de que sus brazos dejaran de sujetarme. Continué golpeándolo contra la pared, evitando a toda costa que me mordiera; aunque no conocía mucho sobre esas criaturas, ni tampoco sabía en esos momentos que se trataba de una de ellas, por alguna razón sentía que, si llegaba a morderme, todo se volvería mucho más complicado para mí de alguna forma.
El otro había estado esperando el mejor momento para poder lanzarse y atacarme también. Lo que hizo fue sencillo, pero suficiente como para colocarme en una situación delicada. Demasiado concentrado yo en deshacerme de aquel que todavía se encontraba sobre mi espalda, tomándome de los brazos, no me fije en mis propios pasos, y aquel otro vampiro aprovecho para agarrarme con fuerza de una de las piernas haciéndome caer. Una vez en el suelo le propine una patada en la cara, y se alejó unos pasos, aunque se incorporó con rapidez. Pero ciego de furia el golpeo al que todavía estaba encima de mí, el cual cayó al suelo tendido por fin. Me puse en pie con rapidez y recuperé tanto mi espada como mi escudo. Estando de pie nuevamente, me percaté de que tenía varias heridas producidas por arañazos y la presión de las manos de aquel vampiro sobre mis brazos.
Antes de que el que había tenido encima de mí se levantara nuevamente, clave rápidamente una estocada firme sobre su pecho, y por precaución rápidamente volví a asestarle otro golpe en su cráneo. Luego me volví hacia el segundo, que estaba ya cargando nuevamente contra mí, ahora con mucha más furia. Emitía los mismos chillidos que el anterior, incomprensibles, más semejantes a los gritos de un animal rabioso.
En cuanto se lanzó hacia mí, lo golpee con mi escudo repetidas veces, haciendo que se retirara algunos pasos hacia atrás. Luego me aventurero a propinarle una estocada, que fallo. Luego varias más, que consiguió evadir casi sin problemas. Avance un par de pasos tratando de golpearlo nuevamente con el escudo, haciendo que quedara levemente confundido. De repente se lanzó hacia mí, golpeando en mi escudo repetidas ocasiones con sus propios brazos. Me di cuenta entonces que era mucho más grande de cuanto había imaginado. Sus brazos eran grandes y fuertes, y en si mismo él era un poco más alto que yo, de una estructura corporal más fornida y firme. Pude frenar cada uno de sus golpes a mi escudo, y en un par de ocasiones traté de aprovechar para atacarle con mi espada, algo que fue completamente inútil. Pero cada vez me costaba un poco más defenderme utilizando mi escudo, y comenzaba a sentir un fuerte ardor doliente en la mano que lo sujetaba con fuerza.
De repente, dejo de atacarme, y se quedó a unos pocos pasos de distancia. Estaba preparándose para atacarme con fiereza y sin piedad en una multitud de ataques más propios de un loco que de alguien que se mantenía consciente de la pelea. De entre las sombras, alguien más apareció. Tenía la esperanza de que fuera el dragón que había visto en el momento en el que nos habían atacado, apareciendo para ayudarnos; pero muy lejos de la realidad, se trataba de más de aquellas criaturas. Vampiros furibundos, sedientos de muerte. Desvié la vista hacia ellos, y luego hacia el que ya estaba abalanzándose hacia mí. No sabía por dónde defenderme, o de que modo; eran demasiados y no podía contra todos al mismo tiempo. Y no había visto a Dannos todavía como para saber si podía contar con él para hacerlos arder en llamas; aunque claro, tampoco sabía del todo sobre sus capacidades.
Pero no fueron los únicos que aparecieron de entre las sombras. Tres grandes lobos se abalanzaron sobre aquellos que habían aparecido poco antes, en un ataque fatal. Uno de los lobos tenía un tono mucho más rojizo que los demás. Un tono rojo intenso, que supe reconocer a la perfección. Poco me importaba que llegaran a pensar que estaba escapando; en cuanto tuve ocasión, en medio del caos repentino di media vuelta y marché en dirección al bosque. Aquellas criaturas eran demasiado fuertes para mí en mi forma humana. Y aunque solo recurría a eso cuando de verdad significaba una necesidad, la verdad es que comenzaba a no estar muy seguro de si podría salir de allí ileso sin utilizar lo único que podía considerar mi don en aquellos tiempos. Y quería salir ileso, con oro, vino y la libertad. Y aunque bien habría podido huir perfectamente, no quería marcharme ganándome nuevos enemigos.
No estaba exactamente “apresado”, pero si que estaba en una situación de “con nosotros, o contra nosotros”, y es que, pese a que no me habían dado opción, ofrecer mi mano era el modo más seguro de mantenerme con vida, por lo que yo mismo me había puesto la única opción lógica que podría haber decidido tomar: luchar para ellos. Ser un mercenario una vez más. Con mi vida como pago, supongo.
Mientras mi hermana acompañada de dos amigos del pasado, también licántropos, se disponían a buscarme por la zona, yo me encontraba todavía con aquellos individuos. En aquella ocasión, nos encontrábamos frente a una villa, y nos habíamos dedicado a esperar durante un largo rato a que se diera la oportunidad para atacar. O eso era lo que yo pensaba, en realidad no estaba comprendiendo demasiado bien la situación, y no hacia más que seguirles la corriente para mantenerme con vida. Si era necesario luchar, lucharía, si era necesario matar a alguien, lo haría. Lo que fuera con tal de que el final de toda aquella historia fuera verme a mí mismo marchando libremente, alejándome de ellos y no volviéndolos a ver. Y si, si bien he dicho que alguno de los individuos que formaba parte de aquella agrupación me había llegado a caer en gracia… me parecía mucho más preciada la libertad que mantenerme allí con ellos teniendo una interesante conversación. En cuanto todo terminara, trataría por todos mis medios de largarme.
-Vaya, si que formáis rápido un buen plan -comente tras escucharlos.
De repente entre yo en juego, en medio de su conversación. ¿Que papel desempeñaría yo en todo aquello? Estaba claro que probablemente yo fuera poco más que una incomodidad en el caso de quedarme excluido de aquel plan, así que estaban buscándome una función. Y por fin se me ofreció la oportunidad que había estado deseando que me propusieran de una vez por todas. Les ayudaba, me soltaban, y era libre de nuevo. Posiblemente la próxima vez me lo pensaría dos veces antes de formar parte de una guardia de caravanas. Tanto por el mercader que pudiera contratarme, estando metido en asuntos turbios que en si mismos pudieran provocar un ataque, como había sucedido en aquella ocasión, como por el hecho de que no era muy seguro tampoco marchar en una guardia que tan solo tenía dos mercenarios. Además, mencionaron dos detalles importantes que terminaron de convencerme.
- Oro, vino y libertad. No necesitas seguir hablando. ¡A vuestra orden! -dije con una sonrisa.
Por lo menos ahora sabía que existía la posibilidad de salir ileso y en libertad de aquello. Simplemente tenía que seguir órdenes y hacer lo pertinente. Además de luchar. No era un soldado, ni un luchador profesional ni mucho menos, pero por lo menos sabia desenvolverme en la mayoría de las ocasiones. De algún modo tenía la convicción de que aquello “sería fácil”. Estreche la mano del hibrido, aceptando sin dudarlo un segundo más.
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Aguardamos allí hasta la noche. Supuse que sería el momento que consideraban más apropiado para realizar el ataque. Teniendo en cuenta que en la mayor parte de las ocasiones yo solía formar parte de guardias de caravanas, que podían ser emboscadas en cualquier momento, por lo general pensaba lo contrario: era mejor marchar de día. Todo era más visible, y era más difícil caer ante una emboscada. Pero ahora estaba en la otra cara de la situación.
Yo seguí las instrucciones formadas antes de realizar el ataque, más o menos al pie de la letra. Aunque había prestado la atención suficiente como para saber cómo se desarrollaría todo aquello, también era consciente de que en cualquier momento podría haber un imprevisto. Y no me equivoque, pues tres individuos surgieron de entre las sombras. Estaban atravesando a toda velocidad el viñedo, en dirección a nosotros. Yo estaba acompañado de Dannos, el burgo que se había dedicado a hacerme multitud de preguntas durante el viaje. Inicialmente había imaginado que eran dos, pero luego me percaté de que no era así, y eran tres. Me di cuenta demasiado tarde como para reaccionar, pues uno de ellos se abalanzó sobre mi entre terribles chillidos de furia.
No eran humanos, pero tampoco eran hombres bestias ni nada que hubiera visto antes. Eran seres que parecían estar poseídos por algo, o simplemente enfermos. Había leído sobre criaturas enfermas por maldiciones que habían provocado los brujos; o por motivos mucho más antiguos e incomprensibles para la mayoría de la gente. Pero no sabía identificar aquella criatura; aunque no fue lo primero en lo que me puse a pensar. Estaba demasiado preocupado por sacármelo de encima, pues se había subido encima de mí, tratando de colocar todo su peso encima para poder hacer que yo cayera. Los otros dos pensaron si marchar hacia Dannos o hacia mí, decidiendo uno ir hacia Dannos, y el otro a ayudar al que ya me tenía relativamente atrapado a terminar con su trabajo.
- ¡¿Que demonio es esto?! -grite protestando, mientras daba vueltas tratando de bajar aquella criatura de encima de mí.
Finalmente pude deshacerme de ese ser, que parecía acercar sus labios a mi espalda, tratando de… ¿morderme? Golpee mi espalda repetidas veces contra una de las paredes de la casa, haciendo que el vampiro -en aquel momento no era consciente de que se trataba de esa criatura- quedara ligeramente confundido. Aun así, parecía que la furia que guardaba en su interior evitaba que cayera inconsciente. Al contrario, pareció mucho más furioso y una fuerza que no esperaba que viniera de él, hizo que me tomara de los brazos evitando que pudiera moverlos. Mi espada -la cual tenía desenvainada desde poco antes de que me atacara- y mi escudo, cayeron al suelo inevitablemente. Y trate por todos los medios de que sus brazos dejaran de sujetarme. Continué golpeándolo contra la pared, evitando a toda costa que me mordiera; aunque no conocía mucho sobre esas criaturas, ni tampoco sabía en esos momentos que se trataba de una de ellas, por alguna razón sentía que, si llegaba a morderme, todo se volvería mucho más complicado para mí de alguna forma.
El otro había estado esperando el mejor momento para poder lanzarse y atacarme también. Lo que hizo fue sencillo, pero suficiente como para colocarme en una situación delicada. Demasiado concentrado yo en deshacerme de aquel que todavía se encontraba sobre mi espalda, tomándome de los brazos, no me fije en mis propios pasos, y aquel otro vampiro aprovecho para agarrarme con fuerza de una de las piernas haciéndome caer. Una vez en el suelo le propine una patada en la cara, y se alejó unos pasos, aunque se incorporó con rapidez. Pero ciego de furia el golpeo al que todavía estaba encima de mí, el cual cayó al suelo tendido por fin. Me puse en pie con rapidez y recuperé tanto mi espada como mi escudo. Estando de pie nuevamente, me percaté de que tenía varias heridas producidas por arañazos y la presión de las manos de aquel vampiro sobre mis brazos.
Antes de que el que había tenido encima de mí se levantara nuevamente, clave rápidamente una estocada firme sobre su pecho, y por precaución rápidamente volví a asestarle otro golpe en su cráneo. Luego me volví hacia el segundo, que estaba ya cargando nuevamente contra mí, ahora con mucha más furia. Emitía los mismos chillidos que el anterior, incomprensibles, más semejantes a los gritos de un animal rabioso.
En cuanto se lanzó hacia mí, lo golpee con mi escudo repetidas veces, haciendo que se retirara algunos pasos hacia atrás. Luego me aventurero a propinarle una estocada, que fallo. Luego varias más, que consiguió evadir casi sin problemas. Avance un par de pasos tratando de golpearlo nuevamente con el escudo, haciendo que quedara levemente confundido. De repente se lanzó hacia mí, golpeando en mi escudo repetidas ocasiones con sus propios brazos. Me di cuenta entonces que era mucho más grande de cuanto había imaginado. Sus brazos eran grandes y fuertes, y en si mismo él era un poco más alto que yo, de una estructura corporal más fornida y firme. Pude frenar cada uno de sus golpes a mi escudo, y en un par de ocasiones traté de aprovechar para atacarle con mi espada, algo que fue completamente inútil. Pero cada vez me costaba un poco más defenderme utilizando mi escudo, y comenzaba a sentir un fuerte ardor doliente en la mano que lo sujetaba con fuerza.
De repente, dejo de atacarme, y se quedó a unos pocos pasos de distancia. Estaba preparándose para atacarme con fiereza y sin piedad en una multitud de ataques más propios de un loco que de alguien que se mantenía consciente de la pelea. De entre las sombras, alguien más apareció. Tenía la esperanza de que fuera el dragón que había visto en el momento en el que nos habían atacado, apareciendo para ayudarnos; pero muy lejos de la realidad, se trataba de más de aquellas criaturas. Vampiros furibundos, sedientos de muerte. Desvié la vista hacia ellos, y luego hacia el que ya estaba abalanzándose hacia mí. No sabía por dónde defenderme, o de que modo; eran demasiados y no podía contra todos al mismo tiempo. Y no había visto a Dannos todavía como para saber si podía contar con él para hacerlos arder en llamas; aunque claro, tampoco sabía del todo sobre sus capacidades.
Pero no fueron los únicos que aparecieron de entre las sombras. Tres grandes lobos se abalanzaron sobre aquellos que habían aparecido poco antes, en un ataque fatal. Uno de los lobos tenía un tono mucho más rojizo que los demás. Un tono rojo intenso, que supe reconocer a la perfección. Poco me importaba que llegaran a pensar que estaba escapando; en cuanto tuve ocasión, en medio del caos repentino di media vuelta y marché en dirección al bosque. Aquellas criaturas eran demasiado fuertes para mí en mi forma humana. Y aunque solo recurría a eso cuando de verdad significaba una necesidad, la verdad es que comenzaba a no estar muy seguro de si podría salir de allí ileso sin utilizar lo único que podía considerar mi don en aquellos tiempos. Y quería salir ileso, con oro, vino y la libertad. Y aunque bien habría podido huir perfectamente, no quería marcharme ganándome nuevos enemigos.
Friðþjófur Rögnvaldsson
Honorable
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Re: Sólo un trago más. Vol.3 [Libre]
Las cosas nunca podían ser sencillas.
Antes de que siquiera entrase en la casa del siguiente granjero, unos gritos salvajes llamaron mi atención. Miré al caserio. Syl aún estaba sobre el techo, a juzgar por la silueta, y estaba apuntando con su ballesta a... algo en el suelo. Tres figuras más de las que deberia haber. Me preparé para correr, pero antes de que diese un paso, un olor me frenó en seco. Era casi contundente.
Desenfundé mi espada y lancé un tajo al aire. Un vampiro se materializó en el aire, surgiendo de la nada con una pequeña nube de humo. El maldito me miró con expresión feroz. Había esquivado mi golpe, aunque había sido en la dirección correcta. Tal vez se hubiese olvidado de camuflar su olor junto a su aspecto. Era dificil verle la cara... pero algo iba mal. Los gruñidos que emitía eran poco humanos. Como si hubiese perdido la cabeza.
El vampiro se lanzó sobre mi, aún desarmado. Bloqueé su avance con mi espada, manteniendola como barrera entre los dos. A pesar de estar clavandose el filo de la hoja en las manos, aún empujaba más. Como si no sintiese dolor. No cabía duda: aquellos seres no eran vampiros normales. Alcé mi rodilla, golpeandole en el estómago por sorpresa, y enviandole unos pasos atrás.
El vampiro rió. Alzó sus manos, ensangrentadas, y las lamió fervientemente, bebiendo su propia sangre mientras emitia una carcajada demencial. No iba a darle otra oportunidad. Di un paso rápido hacia adelante, siguiendolo con una estocada. Mi hoja se clavó en su pecho... y, como si nada, el vampiro continuó riendose. Esbocé una mueca ante la perturbadora imagen mientras hundía más mi espada, recibiendo casi ninguna resistencia.
Y de repente, cuando tuvo un palmo y medio de espada atravesando su torso, algo se activó dentro del ser. Abrió la boca, lanzando un rugido, y agitó sus garras salvajemente, buscando mi carne. Retrocedí, manteniendome fuera de su alcance por unos pocos centímetros. Elevé mi espada, aún alojada en su torso, causandole un enorme corte desde el pulmón hasta el hombro.
Libre de mi hoja, el vampiro intentó abalanzarse una vez más, pero ya lo había visto venir. Salté hacia un lado y ataqué a su espalda, provocando un profundo tajo. Lo suficiente como para derribar a cualquier ser humanoide.
Efectivamente, el hombre se desplomó... pero aún seguía vivo. Aunque sus piernas habian quedado inertes, sus brazos aún se movian... y todavía reía, mientras intentaba arrastrarse solo con las manos. Su sangre, aún chorreando de su espalda y pecho, empapaba la tierra, cubriendola por completo de rojo. Un segundo olor invadió el aire, pero esta vez... no fue a por mi. Al igual que el primero, otro vampiro salió de la nada, y, poniendose sobre el primero, acercó su boca hasta la herida sangrante para alimentarse de su compañero.
Esbocé una mueca. Aquella situación se estaba volviendo de lo más macabra.
Elevé mi espada sobre su cabeza y la enterré en su cráneo, aprovechando el que me estaba ignorando. La saqué con un gruñido y me dirigí a la casa principal. Iba a tener que darme prisa.
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Dann elevó una mano, generando un pilar de piedra del suelo que se lanzó hacia el vampiro. El impacto le envió un par de metros por el aire, dejándolo sin aire. Aquello solía ser suficiente para la mayoría de enemigos. Pero aquellos vampiros eran distintos. Salvajes. Feroces. Sin instinto de supervivencia.
El brujo mantuvo su lanza entre el vampiro y él. Ese ser era peligroso y errático. Dannos tenía una idea clara de la causa: aquella droga... tenia que estar volviéndolos locos. Por fortuna, eso significaba que estaban en el lugar adecuado. Pero el plan acababa de dar un enorme cambio.
El vampiro saltó hacia él, empalándose a si mismo con la lanza del brujo. Los brazos empezaron a temblarle. Dann no tenia la fuerza para aguantar aquello. Cerró los ojos, concentrándose en un conjuro que le ayudase, pero un ruido inesperado le interrumpió. El vampiro quedó inerte, gracias al virote que le había atravesado la cabeza. Dann murmuró una frase de agradecimiento al felino y dirigió su vista al viñedo. Más. Muchos más. ¿Estaban perdidos? Estaban perdidos.
Lejos de la realidad, un grupo de grandes lobos aparecieron de la nada, atacando a los vampiros. ¿De donde habían salido? El brujo solo podía asumir que tenia algo que ver con Frith. En cuyo caso, era bueno que estuviesen de su parte. ¿Pero que eran tres lobos más contra lo que eran, posiblemente, decenas de vampiros?
Por fortuna, no era el único as bajo la manga que tenían. Una enorme figura se elevó en el cielo, bloqueando la luna, y se lanzó en picado hacia el pequeño ejercito que se aproximaba. El dragón de escamas grises lanzó una potente llamarada sobre el viñedo que incendió el campo de vides sin dificultad. En cuestión de minutos, ese muro de fuego se extendería por toda la zona.
El dragón aterrizó con un estruendo, y alzó la cabeza en un potente rugido de desafío. Aquello cambiaba las tornas.
Asher Daregan
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Re: Sólo un trago más. Vol.3 [Libre]
No recuerdo con exactitud lo que sucedió momentos después. Recuerdo que me encontré en medio del bosque, en un claro, y sentí desgarradores dolores en mis articulaciones. Me mantuve allí no sé muy bien cuanto tiempo, pero el suficiente como para que mi cuerpo fuera cambiando con lentitud. El dolor era tan fuerte que por momentos quería volver atrás, pero no podía.
Pareció pasar una eternidad, cuando por fin ya me encontraba en mi forma de lobo. Me sentía mucho más grande, y fuerte. Pero estaba un poco cansado por todo el dolor que había sufrido hasta convertirme. Pero por lo general aquel cansancio me duraba poco más que algunos minutos. Minutos que aproveche para escuchar con atención la dirección de la que venía el ruido del fragor de la batalla. Así poco a poco y con cuidado fui acercándome nuevamente para buscar con la mirada a los otros tres licántropos, y a Asher.
En cuanto regresé al “campo de batalla” vi antes que a nadie a Lilja. Detrás de ella se encontraba otro lobo, que no pude reconocer. La primera vez que había visto a la pareja de lobos que acompañaba a mi hermana, había llegado a pensar que eran unos amigos del pasado, gente con la que habíamos cohabitado durante un periodo de tiempo en la pequeña casa de madera del oeste, pero luego al fijarme bien por segunda vez, me percaté de que no eran ellos.
- ¿Que demonios? -me habría gustado decir. En su lugar, deje escapar un gruñido que trataba de articular inútilmente las palabras.
Había muchos más vampiros de los que había visto antes. Muchos más de los que habría imaginado que aparecerían, incluso. Y aunque había oído en el pasado sobre esas criaturas, o en alguna ocasión incluso leído al respecto, jamás habría imaginado que serían tal y como eran los seres que estaba viendo en aquellos momentos. Se lanzaban sobre nosotros iracundos, con una fiereza loca, irracional. Uno de ellos se lanzó hacia mí, moviendo sus fauces repetidas veces. Sus dientes chochaban entre si, causando un sonido molesto. De hecho, incluso me percaté de que tenía sangre saliendo de sus encías, como si la acción recurrente de sus dientes estuviera causándole ese mismo daño.
Di un salto hacia atrás, evitando el ataque de aquel vampiro, y en seguida me lancé hacia él. Le propine un fuerte mordisco en el cuello, y escupí lejos el trozo de carne que llegue a extirparle. Aun así, continuaba realizando el mismo gesto con sus dientes, y trataba con sus brazos de apresarme. Lo evite a toda costa, arañando su rostro y mordiendo sus extremidades. Uno de los lobos que había venido con mi hermana, se lanzó encima de él, y mordió repetidas veces la cara del individuo, sujetando con sus garras el cuello de este.
La batalla se extendió durante algún tiempo más, en el que nos dedicamos a defendernos y acabar con los vampiros que iban llegando hacia nosotros. Era especialmente difícil cuando venían tres o cuatro en nuestra dirección, lanzándose varios hacia uno de nosotros. Pero en aquel caso, tratamos de mantenernos juntos de modo que fuera más sencillo mantenernos a la defensiva.
Aun así, fue el mismo dragón que había visto al principio, el partícipe del final de toda aquella batalla. Apareció y sus llamas envolvieron todo el sector donde se hallaban los viñedos, haciendo arder a los vampiros, incluso a aquellos que comenzaban a llegar desde más lejos. Estos parecían lanzarse sobre las llamas, si estas estaban en medio de su trayectoria yendo hacia nosotros; sin importarles, ni siquiera pensaban en que morirían quemados.
Nos alejamos de la zona donde habíamos mantenido la batalla, situándonos en el linde oeste del bosque, zona a la cual no llegaban los viñedos, y con estos el fuego. Y vi a mi hermana acercándose hacia mí, todavía en su forma de lobo. Ella dejo escapar un leve gruñido, aunque puede entender que era lo que me estaba diciendo.
- Debes explicarme esto -había dicho.
Desde donde estaba, pude observar como los vampiros que estaban por llegar, frenaron antes de lanzarse al fuego, no como los anteriores. Se quedaron mirando a la bestia que posaba desafiante frente a ellos, y parecía que por primera vez eran un poco coherentes y decidían dudar antes de lanzarse.
Pareció pasar una eternidad, cuando por fin ya me encontraba en mi forma de lobo. Me sentía mucho más grande, y fuerte. Pero estaba un poco cansado por todo el dolor que había sufrido hasta convertirme. Pero por lo general aquel cansancio me duraba poco más que algunos minutos. Minutos que aproveche para escuchar con atención la dirección de la que venía el ruido del fragor de la batalla. Así poco a poco y con cuidado fui acercándome nuevamente para buscar con la mirada a los otros tres licántropos, y a Asher.
En cuanto regresé al “campo de batalla” vi antes que a nadie a Lilja. Detrás de ella se encontraba otro lobo, que no pude reconocer. La primera vez que había visto a la pareja de lobos que acompañaba a mi hermana, había llegado a pensar que eran unos amigos del pasado, gente con la que habíamos cohabitado durante un periodo de tiempo en la pequeña casa de madera del oeste, pero luego al fijarme bien por segunda vez, me percaté de que no eran ellos.
- ¿Que demonios? -me habría gustado decir. En su lugar, deje escapar un gruñido que trataba de articular inútilmente las palabras.
Había muchos más vampiros de los que había visto antes. Muchos más de los que habría imaginado que aparecerían, incluso. Y aunque había oído en el pasado sobre esas criaturas, o en alguna ocasión incluso leído al respecto, jamás habría imaginado que serían tal y como eran los seres que estaba viendo en aquellos momentos. Se lanzaban sobre nosotros iracundos, con una fiereza loca, irracional. Uno de ellos se lanzó hacia mí, moviendo sus fauces repetidas veces. Sus dientes chochaban entre si, causando un sonido molesto. De hecho, incluso me percaté de que tenía sangre saliendo de sus encías, como si la acción recurrente de sus dientes estuviera causándole ese mismo daño.
Di un salto hacia atrás, evitando el ataque de aquel vampiro, y en seguida me lancé hacia él. Le propine un fuerte mordisco en el cuello, y escupí lejos el trozo de carne que llegue a extirparle. Aun así, continuaba realizando el mismo gesto con sus dientes, y trataba con sus brazos de apresarme. Lo evite a toda costa, arañando su rostro y mordiendo sus extremidades. Uno de los lobos que había venido con mi hermana, se lanzó encima de él, y mordió repetidas veces la cara del individuo, sujetando con sus garras el cuello de este.
La batalla se extendió durante algún tiempo más, en el que nos dedicamos a defendernos y acabar con los vampiros que iban llegando hacia nosotros. Era especialmente difícil cuando venían tres o cuatro en nuestra dirección, lanzándose varios hacia uno de nosotros. Pero en aquel caso, tratamos de mantenernos juntos de modo que fuera más sencillo mantenernos a la defensiva.
Aun así, fue el mismo dragón que había visto al principio, el partícipe del final de toda aquella batalla. Apareció y sus llamas envolvieron todo el sector donde se hallaban los viñedos, haciendo arder a los vampiros, incluso a aquellos que comenzaban a llegar desde más lejos. Estos parecían lanzarse sobre las llamas, si estas estaban en medio de su trayectoria yendo hacia nosotros; sin importarles, ni siquiera pensaban en que morirían quemados.
Nos alejamos de la zona donde habíamos mantenido la batalla, situándonos en el linde oeste del bosque, zona a la cual no llegaban los viñedos, y con estos el fuego. Y vi a mi hermana acercándose hacia mí, todavía en su forma de lobo. Ella dejo escapar un leve gruñido, aunque puede entender que era lo que me estaba diciendo.
- Debes explicarme esto -había dicho.
Desde donde estaba, pude observar como los vampiros que estaban por llegar, frenaron antes de lanzarse al fuego, no como los anteriores. Se quedaron mirando a la bestia que posaba desafiante frente a ellos, y parecía que por primera vez eran un poco coherentes y decidían dudar antes de lanzarse.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: Sólo un trago más. Vol.3 [Libre]
Intenté abrir la puerta de la cocina. Cerrada. Gruñí, mientras me preparaba para embestir la puerta. Me lancé una, dos, tres veces... solo conseguí hacerme daño en el hombro. A la cuarta, noté como empezaba a ceder. A la quinta, se rompió con un estruendo, y me encontré tirado en el suelo de la cocina de aquella villa.
El interior era algo lúgubre. Parecía casi desierto, pero estaba seguro de que los habitantes de ese lugar estaban muy despiertos. Empecé a explorar la casa, apresurado. Cada minuto que pasase allí era un minuto en el no estaba ayudando a mi familia. Abrí la siguiente puerta de una patada, y encontré lo que buscaba: un grupo de cinco personas de aspecto atemorizado. Una de ellas, una mujer en su treintena, estaba de pie, apuntandome con una horca.
-No eres un vampiro. ¿Que haces aquí?- preguntó, sujetando su arma improvisada con fuerza.
-Quiero información. El que no hable, muere.- dije, blandiendo mi espada.
-No vas a entrar aqui así como así y amenazarnos sin más.- escupió la mujer. No me hacía falta oir más. Saqué una piedra lisa de mi bolsillo, marcada con una runa, y la arrojé con un rápido movimiento. La piedra se rompió al impactar con el cuerpo de la mujer, y una descarga de electricidad iluminó la sala. La mujer cayó al suelo, convulsionando. Me acerqué a ella y alcé mi espada sobre su cuerpo.
-No tengo tiempo para heroes. Quiero saber de donde sacáis la sangre de dragón.- dije en voz alta. Los presentes, ya acurrucados contra las paredes, estaban aún más atemorizados. Pero nadie habló. -Que así sea.- Mi hoja se hundió sobre el estómago de la mujer, que soltó un grito de dolor. Los campesinos gimieron. Lentamente, saqué la espada, provocando que la sangre empezase a fluir de la herida. -Aún podéis hablar. Si lo hacéis ahora, tal vez sobreviva. Si no, dejaré su cadáver para los vampiros. Y elegiré a otro. ¿Quien va a ser? ¿Tú?- pregunté, señalando con la espada a un chico de unos veinte años. -¿Tú?- dije, alternando hacia una adolescente. -¿O tu?-
-Eres un monstruo.- dijo la chica.
-Tengo mis razones para serlo. Tic, tac...- repliqué, acercando mi espada al cuello de la mujer agonizante.
-Vale. Vale, hablaré. Bastardo...- musitó. -La sangre la traen los vampiros. Barriles enteros. A veces, a medias. Vienen de un pueblo. Al sur de Sandorai.-
-Nombre. Necesito un nombre.-
-Dévolan. Raíz de Dévolan.- gimió.
Salí de la habitación y me apresuré a volver al campo. Tenia lo que necesitaba.
Irirgo lanzó una poderosa llamarada. Algunos de los vampiros empezaban a dudar. Otros, aún en su estado de éxtasis, se lanzaron contra el dragón, solo para recibir un poderoso zarpazo. Entre los licántropos, el dragón, la magia de Dann y los virotes de Syl, el número de vampiros empezó a mermar rápidamente.
El dragón alzó el vuelo una vez más, dirigiendose a los vampiros de la retaguardia. Todos debian arder. Una nube de fuego se lanzó contra ellos. Algunos afortunados consiguieron evitarlo. Los demás fueron calcinados allí mismo, convirtiendose rápidamente en cenizas por su maldición.
Los últimos que quedaban no dudaron en huir, de vuelta a sus bosques. Irirgo aterrizó y lanzó un gran rugido triunfal. Habian ganado.
-¿Ha acabado?- preguntó Dann, mirando alrededor. -Gracias por vuestra ayuda.- le dijo a los licántropos.
-Tenemos lo que queriamos.- dijo Asher, acercándose al grupo. -Hemos acabado aquí... si queréis saquear la bodega, sentíos libres. Pero en cuanto terminéis, aseguraos de no dejar nada dentro.- continuó. -Todavía tenemos trabajo que hacer... esos vampiros no son los últimos. El origen de todo esto está en Sandorai. Un pueblo apartado.-
-¿Sandorai? No creo que los elfos tengan nada que ver con esto...- observó el brujo.
-En cualquier caso, deberiamos centrarnos. Descansar en Vuwulfar, reponer provisiones, y partir. Va a ser una campaña dura.-
El dragón se acercó lentamente, observando al grupo con ojos inteligentes. Sin embargo, no volvió a su forma humana. Aún le quedaba algo por hacer.
-Somos pocos para arrasar un pueblo de vampiros. Incluso con Irirgo.- dijo Syl.
-Sabeis... no sé si os interesará hacer el bien, pero estoy bastante seguro de que ese pueblo tiene que tener bastante dinero. Los ingredientes que necesitaban son caros. Si ayudais... todos podemos sacar tajada.- dijo el hombre bestia.
El grupo esperó unos minutos, permitiendo que los licántropos tomasen su decisión. Una vez hubo terminado allí, solo faltaba una cosa.
Todo ese sitio debia arder hasta los cimientos.
El interior era algo lúgubre. Parecía casi desierto, pero estaba seguro de que los habitantes de ese lugar estaban muy despiertos. Empecé a explorar la casa, apresurado. Cada minuto que pasase allí era un minuto en el no estaba ayudando a mi familia. Abrí la siguiente puerta de una patada, y encontré lo que buscaba: un grupo de cinco personas de aspecto atemorizado. Una de ellas, una mujer en su treintena, estaba de pie, apuntandome con una horca.
-No eres un vampiro. ¿Que haces aquí?- preguntó, sujetando su arma improvisada con fuerza.
-Quiero información. El que no hable, muere.- dije, blandiendo mi espada.
-No vas a entrar aqui así como así y amenazarnos sin más.- escupió la mujer. No me hacía falta oir más. Saqué una piedra lisa de mi bolsillo, marcada con una runa, y la arrojé con un rápido movimiento. La piedra se rompió al impactar con el cuerpo de la mujer, y una descarga de electricidad iluminó la sala. La mujer cayó al suelo, convulsionando. Me acerqué a ella y alcé mi espada sobre su cuerpo.
-No tengo tiempo para heroes. Quiero saber de donde sacáis la sangre de dragón.- dije en voz alta. Los presentes, ya acurrucados contra las paredes, estaban aún más atemorizados. Pero nadie habló. -Que así sea.- Mi hoja se hundió sobre el estómago de la mujer, que soltó un grito de dolor. Los campesinos gimieron. Lentamente, saqué la espada, provocando que la sangre empezase a fluir de la herida. -Aún podéis hablar. Si lo hacéis ahora, tal vez sobreviva. Si no, dejaré su cadáver para los vampiros. Y elegiré a otro. ¿Quien va a ser? ¿Tú?- pregunté, señalando con la espada a un chico de unos veinte años. -¿Tú?- dije, alternando hacia una adolescente. -¿O tu?-
-Eres un monstruo.- dijo la chica.
-Tengo mis razones para serlo. Tic, tac...- repliqué, acercando mi espada al cuello de la mujer agonizante.
-Vale. Vale, hablaré. Bastardo...- musitó. -La sangre la traen los vampiros. Barriles enteros. A veces, a medias. Vienen de un pueblo. Al sur de Sandorai.-
-Nombre. Necesito un nombre.-
-Dévolan. Raíz de Dévolan.- gimió.
Salí de la habitación y me apresuré a volver al campo. Tenia lo que necesitaba.
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Irirgo lanzó una poderosa llamarada. Algunos de los vampiros empezaban a dudar. Otros, aún en su estado de éxtasis, se lanzaron contra el dragón, solo para recibir un poderoso zarpazo. Entre los licántropos, el dragón, la magia de Dann y los virotes de Syl, el número de vampiros empezó a mermar rápidamente.
El dragón alzó el vuelo una vez más, dirigiendose a los vampiros de la retaguardia. Todos debian arder. Una nube de fuego se lanzó contra ellos. Algunos afortunados consiguieron evitarlo. Los demás fueron calcinados allí mismo, convirtiendose rápidamente en cenizas por su maldición.
Los últimos que quedaban no dudaron en huir, de vuelta a sus bosques. Irirgo aterrizó y lanzó un gran rugido triunfal. Habian ganado.
-¿Ha acabado?- preguntó Dann, mirando alrededor. -Gracias por vuestra ayuda.- le dijo a los licántropos.
-Tenemos lo que queriamos.- dijo Asher, acercándose al grupo. -Hemos acabado aquí... si queréis saquear la bodega, sentíos libres. Pero en cuanto terminéis, aseguraos de no dejar nada dentro.- continuó. -Todavía tenemos trabajo que hacer... esos vampiros no son los últimos. El origen de todo esto está en Sandorai. Un pueblo apartado.-
-¿Sandorai? No creo que los elfos tengan nada que ver con esto...- observó el brujo.
-En cualquier caso, deberiamos centrarnos. Descansar en Vuwulfar, reponer provisiones, y partir. Va a ser una campaña dura.-
El dragón se acercó lentamente, observando al grupo con ojos inteligentes. Sin embargo, no volvió a su forma humana. Aún le quedaba algo por hacer.
-Somos pocos para arrasar un pueblo de vampiros. Incluso con Irirgo.- dijo Syl.
-Sabeis... no sé si os interesará hacer el bien, pero estoy bastante seguro de que ese pueblo tiene que tener bastante dinero. Los ingredientes que necesitaban son caros. Si ayudais... todos podemos sacar tajada.- dijo el hombre bestia.
El grupo esperó unos minutos, permitiendo que los licántropos tomasen su decisión. Una vez hubo terminado allí, solo faltaba una cosa.
Todo ese sitio debia arder hasta los cimientos.
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Usada habilidad de nivel 3: Rune Elemental - Descarga
Última edición por Asher el Miér Jul 19 2017, 21:39, editado 1 vez
Asher Daregan
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Re: Sólo un trago más. Vol.3 [Libre]
La batalla había terminado. Las llamas habían dado la conclusión, y ahora se encontraba el brujo agradeciendo nuestra ayuda. Escuche lo que dijo después Asher, el hibrido. Aunque inicialmente hizo saber sobre que no había terminado todo aquello, y que debían continuar, también se refirió hacia nosotros. No solo hacia mí, sino a cada uno de los licántropos que había acabado participando en aquello sin previo aviso. Todavía conservábamos nuestra forma de lobo, por lo que no podíamos comunicarnos tal y como nos habría gustado. Aun así, nos miramos los unos a los otros; bueno, en realidad ellos se miraron entre ellos. Yo solo mire a mi hermana. Todavía había cosas que debía explicarle, y cosas que ella debía explicarme a mí.
El dragón continúo siendo un dragón, bastante inteligente por su parte. Pues claramente era una presencia intimidatoria, que también estaba haciendo que mi hermana y sus acompañantes pensaran un poco antes de decidir hacer nada. Escuchamos la oferta del hombre bestia: “podríamos sacar tajada. Ganar dinero, sacar provecho de todo aquello”. Por lo menos a mí, me parecía una oferta interesante. Dirigí la mirada nuevamente hacia mi hermana, y de algún modo nos dimos a entender que hablaríamos después de convertirnos. Mire hacia el hibrido y espere que comprendiera que, si nos marchábamos en aquel momento, seria para regresar con nuestra forma humana momentos después. Asentí con la cabeza, haciendo algún ademan que pudiera de alguna forma remota dar a entender a Asher que debía darnos un momento, y procedí a dar media vuelta y retirarme en dirección al bosque, perdiéndome entre los árboles. También mi hermana y los otros dos licántropos hicieron lo mismo.
Los perdí de vista. Y cuando me encontré lo suficientemente “seguro”, comencé a revertir la transformación. Poco a poco recupere mi forma humana, después de un intenso dolor en el proceso. Los huesos, la piel y cada una de las partes que componían mi cuerpo, iban convirtiéndose y ajustándose para formar la forma humana. Una vez termine, me quede en un rincón, con la espalda pegada a un árbol, completamente desnudo. Fue mi hermana la primera a quien diviso, quien venía con una pequeña mochila. Había hecho lo que acostumbrábamos a hacer desde hacía varios años; llevar con nosotros en nuestra forma de lobo una alforja atada con un cinto, donde colocábamos la ropa que llevaríamos después al revertir la transformación. Al fin y al cabo, no éramos salvajes, tal y como muchos licántropos se empeñaban en ser.
- ¿Y bien? ¿Me lo explicaras? -me pregunto, con una sonrisa, mientras me tendía la mochila. La tomé, me puse en pie y abrí, descubriendo algunas prendas de ropa en su interior-. ¿Quién es esta gente? ¿Porque hemos luchado? ¿Y porque te tenían apresado la primera vez que te vi, y te veo luchando para ellos en la segunda?
- Por donde comenzar… -respondí únicamente, mientras me llevaba una mano a la cabeza. Me sentía cansado y dolorido de repente. Tomé las prendas de ropa y comencé a cambiarme, mientras me disponía a explicarle resumidamente lo que había pasado-. En pocas palabras: asaltaron a los mercaderes para los que trabajaba, porque esos mercaderes estaban haciendo algo ilegal. Al final me he unido a ellos por conveniencia, y porque no me parecía que lo que hacían estuviera mal.
- Pero te tenían apresado. ¿Tan rápido te has pasado a su bando? -me pregunto, sorprendida.
- Bueno, tú también has luchado para ellos de algún modo.
- No, yo he luchado por ti. Venía a rescatarte, pensaba que te habían tomado como esclavo, o cualquier cosa.
Me había cambiado ya, en cuanto aparecieron los otros dos licántropos. Ahora en su forma humana, podía ver que uno de ellos era rubio, con el cabello ondulado cayendo sobre su pecho. Tenía los ojos oscuros, y era un poco más bajo que yo en estatura. El otro se le parecía bastante, aunque tenía mi misma estatura, y parecía tener una complexión mucho más fuerte.
- Los mercaderes para los que estaba trabajando, comerciaban con sangre de dragón -dije finalmente. Uno de los dos hombres abrió mucho los ojos, horrorizado.
- Que asco. ¿Que hijo de puta es capaz de hacer eso? -comento ese hombre.
- Solo he conocido una dragona en toda mi vida, y me horrorizaría imaginarla siendo utilizada por su sangre -comente yo. Mi hermana se quedó durante algunos segundos pensativa. Ella también había conocido a Alice, la dragona-. Supongo que no hace falta que discutamos más sobre si ayudarles o no. ¿No es así? Además, podemos sacar buen dinero de esto.
Todos asintieron, no hacía falta comentar más sobre aquello: iríamos con el hibrido y sus compañeros para terminar con aquello por lo que estaban luchando. Después nos dedicamos a presentarnos, dado que no conocía a los dos individuos. Se habían conocido en un cruce de caminos, en dirección a Lunargenta la ocasión en la que mi hermana había ido de viaje hasta Lunargenta para visitarme. Uno de ellos se llamaba Sigurd, el otro Elli, ambos eran hermanos.
Marchamos hacia el punto donde nos habíamos dividido para revertir nuestra transformación. Estábamos ya todos vestidos, cada uno con una túnica ligera de tono verde. Nos pusimos frente al hibrido y sus compañeros.
- Continuaremos con vosotros -dije yo en nombre de los licántropos.
El dragón continúo siendo un dragón, bastante inteligente por su parte. Pues claramente era una presencia intimidatoria, que también estaba haciendo que mi hermana y sus acompañantes pensaran un poco antes de decidir hacer nada. Escuchamos la oferta del hombre bestia: “podríamos sacar tajada. Ganar dinero, sacar provecho de todo aquello”. Por lo menos a mí, me parecía una oferta interesante. Dirigí la mirada nuevamente hacia mi hermana, y de algún modo nos dimos a entender que hablaríamos después de convertirnos. Mire hacia el hibrido y espere que comprendiera que, si nos marchábamos en aquel momento, seria para regresar con nuestra forma humana momentos después. Asentí con la cabeza, haciendo algún ademan que pudiera de alguna forma remota dar a entender a Asher que debía darnos un momento, y procedí a dar media vuelta y retirarme en dirección al bosque, perdiéndome entre los árboles. También mi hermana y los otros dos licántropos hicieron lo mismo.
Los perdí de vista. Y cuando me encontré lo suficientemente “seguro”, comencé a revertir la transformación. Poco a poco recupere mi forma humana, después de un intenso dolor en el proceso. Los huesos, la piel y cada una de las partes que componían mi cuerpo, iban convirtiéndose y ajustándose para formar la forma humana. Una vez termine, me quede en un rincón, con la espalda pegada a un árbol, completamente desnudo. Fue mi hermana la primera a quien diviso, quien venía con una pequeña mochila. Había hecho lo que acostumbrábamos a hacer desde hacía varios años; llevar con nosotros en nuestra forma de lobo una alforja atada con un cinto, donde colocábamos la ropa que llevaríamos después al revertir la transformación. Al fin y al cabo, no éramos salvajes, tal y como muchos licántropos se empeñaban en ser.
- ¿Y bien? ¿Me lo explicaras? -me pregunto, con una sonrisa, mientras me tendía la mochila. La tomé, me puse en pie y abrí, descubriendo algunas prendas de ropa en su interior-. ¿Quién es esta gente? ¿Porque hemos luchado? ¿Y porque te tenían apresado la primera vez que te vi, y te veo luchando para ellos en la segunda?
- Por donde comenzar… -respondí únicamente, mientras me llevaba una mano a la cabeza. Me sentía cansado y dolorido de repente. Tomé las prendas de ropa y comencé a cambiarme, mientras me disponía a explicarle resumidamente lo que había pasado-. En pocas palabras: asaltaron a los mercaderes para los que trabajaba, porque esos mercaderes estaban haciendo algo ilegal. Al final me he unido a ellos por conveniencia, y porque no me parecía que lo que hacían estuviera mal.
- Pero te tenían apresado. ¿Tan rápido te has pasado a su bando? -me pregunto, sorprendida.
- Bueno, tú también has luchado para ellos de algún modo.
- No, yo he luchado por ti. Venía a rescatarte, pensaba que te habían tomado como esclavo, o cualquier cosa.
Me había cambiado ya, en cuanto aparecieron los otros dos licántropos. Ahora en su forma humana, podía ver que uno de ellos era rubio, con el cabello ondulado cayendo sobre su pecho. Tenía los ojos oscuros, y era un poco más bajo que yo en estatura. El otro se le parecía bastante, aunque tenía mi misma estatura, y parecía tener una complexión mucho más fuerte.
- Los mercaderes para los que estaba trabajando, comerciaban con sangre de dragón -dije finalmente. Uno de los dos hombres abrió mucho los ojos, horrorizado.
- Que asco. ¿Que hijo de puta es capaz de hacer eso? -comento ese hombre.
- Solo he conocido una dragona en toda mi vida, y me horrorizaría imaginarla siendo utilizada por su sangre -comente yo. Mi hermana se quedó durante algunos segundos pensativa. Ella también había conocido a Alice, la dragona-. Supongo que no hace falta que discutamos más sobre si ayudarles o no. ¿No es así? Además, podemos sacar buen dinero de esto.
Todos asintieron, no hacía falta comentar más sobre aquello: iríamos con el hibrido y sus compañeros para terminar con aquello por lo que estaban luchando. Después nos dedicamos a presentarnos, dado que no conocía a los dos individuos. Se habían conocido en un cruce de caminos, en dirección a Lunargenta la ocasión en la que mi hermana había ido de viaje hasta Lunargenta para visitarme. Uno de ellos se llamaba Sigurd, el otro Elli, ambos eran hermanos.
Marchamos hacia el punto donde nos habíamos dividido para revertir nuestra transformación. Estábamos ya todos vestidos, cada uno con una túnica ligera de tono verde. Nos pusimos frente al hibrido y sus compañeros.
- Continuaremos con vosotros -dije yo en nombre de los licántropos.
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