Un encuentro... ¿poco oportuno? [CERRADO]
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Un encuentro... ¿poco oportuno? [CERRADO]
Abrió los ojos lentamente mirando a su alrededor. Estaba dormida en una cama no muy cómoda, pero por lo menos le habia permitido dormir un par de horas después de estar rebuscando información para encontrar mínimamente un mapa hacia el sur. Suspiró negando lentamente y se giró hacia el lado contrario volviendo a cerrar los ojos intentando dormir un poco más, pero no llegaba Morfeo para alcanzarle y otorgarle el favor de que pudiera dormir. Abrió sus ojos lentamente algo cansada y se levantó de la cama con solo un vestido blanco un poco transparente que usaba siempre como pijama. Miró a su alrededor y encontró el conjunto que había encontrado entre las pertenencias de su madre antes de irse del poblado. Se acercó a la silla donde tenía puesta la ropa y se desvistió completamente para colocarse el pantalón de cuero y la camisa blanca un tanto ancha. Se recogió el cabello en una coleta alta y, tras coger su espada, salió de la habitación a paso firme.
Bajó de la planta de habitaciones y llegó hasta la planta baja donde estaba el mesero limpiando una jarra. Al verla bajar se le quedó mirando y le hizo un gesto para que se acercase. Astrid se acercó y se sentó en uno de los taburetes delante de la barra. -¿Vas a tomar desayuno? Para incluirtelo junto a la noche en el precio- Dijo el hombre mientras dejaba su acción para dejar el vaso a un lado. La joven dragona asintió lentamente y el mesero marchó hacia lo que parecía ser la cocina. Astrid se frotó los ojos un poco cansada y se giró para quedar su espalda apoyada en el borde de la barra.Así podría echar un vistazo a las personas que estaban en la taberna. Realmente tenía que encontrar alguna forma de ir bien hacia el sur, era muy mala horientandose y por eso necesitaba ayuda. Sus ojos chocolate se fijaron en un grupo de personas que entraron a la posada con cara de pocos amigos. Lo cual le dio a Astrid la advertencia de que se voltease de nuevo. Y así hizo, volvió a posar los codos en la barra mirando con aburrimiento lo que había delante de ella. Nada interesante realmente. Ya sabía porqué sus familiares no salían de la aldea.
Recordó la cara de sus hermanos cuando ella les dijo que se iba a marchar por mucho tiempo. Por suerte para ellos, los dragones vivían muchísimo y seguramente en algún momento de su viaje volvería para verlos. Su padre y los demás compañeros de su aldea también sintieron pena cuando la muchacha tomó el rumbo de salir de las fronteras de su aldea. Algunos preocupados, otros aflijidos, orgullosos o incluso... enfadados. El recordar lo mal que lo había pasado hasta llegar a la ciudad de los dragones hizo que sus ojos chocolate se llenaran de lágrimas y calleran por sus mejillas sin que Astrid perdiera la postura de estar mirando hacia el frente. A los pocos segundos ladeó la cabeza un poco y observó el exterior, había comenzado a nevar y a Astrid, a pesar de su afinidad con el fuego, siempre había disfrutado jugar con sus hermanos en la nieve. Se levantó dejando lo que costó la noche y el posible desayuno que el mesero le estuviera preparando. Salió fuera de la posada y avanzó hacia la mitad de la calle notando el frío de los copos de nieve caer sobre ella. Alzó la mirada y ver aquello hizo que esbozara una amplia sonrisa ante los buenos recuerdos.
Bajó de la planta de habitaciones y llegó hasta la planta baja donde estaba el mesero limpiando una jarra. Al verla bajar se le quedó mirando y le hizo un gesto para que se acercase. Astrid se acercó y se sentó en uno de los taburetes delante de la barra. -¿Vas a tomar desayuno? Para incluirtelo junto a la noche en el precio- Dijo el hombre mientras dejaba su acción para dejar el vaso a un lado. La joven dragona asintió lentamente y el mesero marchó hacia lo que parecía ser la cocina. Astrid se frotó los ojos un poco cansada y se giró para quedar su espalda apoyada en el borde de la barra.Así podría echar un vistazo a las personas que estaban en la taberna. Realmente tenía que encontrar alguna forma de ir bien hacia el sur, era muy mala horientandose y por eso necesitaba ayuda. Sus ojos chocolate se fijaron en un grupo de personas que entraron a la posada con cara de pocos amigos. Lo cual le dio a Astrid la advertencia de que se voltease de nuevo. Y así hizo, volvió a posar los codos en la barra mirando con aburrimiento lo que había delante de ella. Nada interesante realmente. Ya sabía porqué sus familiares no salían de la aldea.
Recordó la cara de sus hermanos cuando ella les dijo que se iba a marchar por mucho tiempo. Por suerte para ellos, los dragones vivían muchísimo y seguramente en algún momento de su viaje volvería para verlos. Su padre y los demás compañeros de su aldea también sintieron pena cuando la muchacha tomó el rumbo de salir de las fronteras de su aldea. Algunos preocupados, otros aflijidos, orgullosos o incluso... enfadados. El recordar lo mal que lo había pasado hasta llegar a la ciudad de los dragones hizo que sus ojos chocolate se llenaran de lágrimas y calleran por sus mejillas sin que Astrid perdiera la postura de estar mirando hacia el frente. A los pocos segundos ladeó la cabeza un poco y observó el exterior, había comenzado a nevar y a Astrid, a pesar de su afinidad con el fuego, siempre había disfrutado jugar con sus hermanos en la nieve. Se levantó dejando lo que costó la noche y el posible desayuno que el mesero le estuviera preparando. Salió fuera de la posada y avanzó hacia la mitad de la calle notando el frío de los copos de nieve caer sobre ella. Alzó la mirada y ver aquello hizo que esbozara una amplia sonrisa ante los buenos recuerdos.
Última edición por Astrid Leggiend el Miér Dic 27 2017, 11:31, editado 1 vez
Astrid Leggiend
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Re: Un encuentro... ¿poco oportuno? [CERRADO]
La caravana de artistas era un tanto bulliciosa pero no lo suficiente como para perturbar a Sophia que viajaba con ellos desde hace varios días...
Después de su pequeña aventura por los reinos del sur y viendo que con estos artistas tendría un sitio seguro donde dormir con un poco de comida, no le pareció mala idea viajar con ellos. Eran bastante alegres y siempre estaban riendo o haciendo alguna tontería. La niña observaba pero a pesar de que su curiosidad infinita y que en su mente rondaban las mil y un preguntas, no las hacía. Se quedaba lo suficientemente cerca para observar pero también alejada con el fin de no mezclarse o que notaran su presencia.
Viajaba callada, inexpresiva. Cuando la veían ella inmediatamente esbozaba esa fría y mecánica sonrisa en la que solo hacía una curva con sus labios delgados rosados, dejando el resto de su rostro inexpresivo. A los artistas siempre les parecía extraña aquella expresión pero todos han vivido lo suficiente y visto un poco más de la vida para no juzgar las reacciones de las personas. La llevaban de viaje y gratis pues, aunque todavía no se explicaban cómo, la chica podía levantar bastante peso y ayudar velozmente con las tareas que le pedían. Y, además, Sophia aprendía viendo todo lo que hacían y gracias a su memoria podía realizar el mismo proceso cada vez, una y otra vez, de forma presta y segura. Cosa que le ahorraba trabajo y tiempo a los muchachos ya sea para prepararse ellos o el escenario allá a donde se presentaban.
Obviamente luego de terminar las cosas Sophia se metía en el público y los observaba con mucha atención. Le parecía interesante que siempre hacían el mismo papel de una u otra pero con el mismo fin, objetivo. Si imitaban a un perro fiero y guardián el ladrido siempre en un tono diferente pero la misma cantidad. Esta acción, esta forma de improvisación le parecía totalmente increíble, pero no tenía a quien preguntar sobre ello.
El viento frío del invierno como el beso dulce de la muerte se cernía sobre la caravana a medida de que llegaban a la próxima ciudad. El frío no era algo nuevo para ella, ya lo había sentido en aquel callejón de Lunargenta pero esta vez era más fuerte e intenso.
Al llegar la obra había empezado pero otra cosa llamó su atención. Del cielo, como pequeños besos de ángeles caía la nieve lenta y suavemente cubriendo todo a su paso. “¿Qué es eso?” Se preguntaba la chica. Inmediatamente vió que al otro extremo del público estaba cayendo, siguió caminando tratando de encontrar un punto de donde cayera con sentido o pudiera verse su origen.
Sin darse cuenta la pobre se había alejado ya bastante del escenario, se encontraba perdida caminando y buscando el origen de esa cosa blanca que le generaba una sensación familiar cada vez que tocaba su piel, blanca como los pétalos de una margarita. Llegado el punto en el que se topó con una muchacha de pelo castaño como el roble y una tez un tanto más oscura con la suya, vio que estaba en medio de la calle mirando al cielo.
Su camisa hacía un contraste no muy notorio con su piel y su pantalón curiosamente hacía juego con toda su vestimenta y la apariencia de la chica.
Al imitarla, Sophia se dio cuenta que las cosas blanca venían de allá arriba y todos parecían ignorarlo. “Quizás ellos no saben de dónde vienen y por eso no les prestan atención.” Pensó, pues si esa chica podía ver claramente de dónde venían y le daba importancia significaba que ella sabía que eran. Sophia no dudó ni un segundo en acercarse a la chica.
-Hola, ¿Como te llamas? ¿Sabes que es eso? -Preguntó con una voz aguda pero un tanto metálica, no la elevó mucho pues se encontraba a unos escasos 2 pasos de la espectadora del cielo.
- Música en la mente de Sophia:
Después de su pequeña aventura por los reinos del sur y viendo que con estos artistas tendría un sitio seguro donde dormir con un poco de comida, no le pareció mala idea viajar con ellos. Eran bastante alegres y siempre estaban riendo o haciendo alguna tontería. La niña observaba pero a pesar de que su curiosidad infinita y que en su mente rondaban las mil y un preguntas, no las hacía. Se quedaba lo suficientemente cerca para observar pero también alejada con el fin de no mezclarse o que notaran su presencia.
Viajaba callada, inexpresiva. Cuando la veían ella inmediatamente esbozaba esa fría y mecánica sonrisa en la que solo hacía una curva con sus labios delgados rosados, dejando el resto de su rostro inexpresivo. A los artistas siempre les parecía extraña aquella expresión pero todos han vivido lo suficiente y visto un poco más de la vida para no juzgar las reacciones de las personas. La llevaban de viaje y gratis pues, aunque todavía no se explicaban cómo, la chica podía levantar bastante peso y ayudar velozmente con las tareas que le pedían. Y, además, Sophia aprendía viendo todo lo que hacían y gracias a su memoria podía realizar el mismo proceso cada vez, una y otra vez, de forma presta y segura. Cosa que le ahorraba trabajo y tiempo a los muchachos ya sea para prepararse ellos o el escenario allá a donde se presentaban.
Obviamente luego de terminar las cosas Sophia se metía en el público y los observaba con mucha atención. Le parecía interesante que siempre hacían el mismo papel de una u otra pero con el mismo fin, objetivo. Si imitaban a un perro fiero y guardián el ladrido siempre en un tono diferente pero la misma cantidad. Esta acción, esta forma de improvisación le parecía totalmente increíble, pero no tenía a quien preguntar sobre ello.
El viento frío del invierno como el beso dulce de la muerte se cernía sobre la caravana a medida de que llegaban a la próxima ciudad. El frío no era algo nuevo para ella, ya lo había sentido en aquel callejón de Lunargenta pero esta vez era más fuerte e intenso.
Al llegar la obra había empezado pero otra cosa llamó su atención. Del cielo, como pequeños besos de ángeles caía la nieve lenta y suavemente cubriendo todo a su paso. “¿Qué es eso?” Se preguntaba la chica. Inmediatamente vió que al otro extremo del público estaba cayendo, siguió caminando tratando de encontrar un punto de donde cayera con sentido o pudiera verse su origen.
Sin darse cuenta la pobre se había alejado ya bastante del escenario, se encontraba perdida caminando y buscando el origen de esa cosa blanca que le generaba una sensación familiar cada vez que tocaba su piel, blanca como los pétalos de una margarita. Llegado el punto en el que se topó con una muchacha de pelo castaño como el roble y una tez un tanto más oscura con la suya, vio que estaba en medio de la calle mirando al cielo.
Su camisa hacía un contraste no muy notorio con su piel y su pantalón curiosamente hacía juego con toda su vestimenta y la apariencia de la chica.
Al imitarla, Sophia se dio cuenta que las cosas blanca venían de allá arriba y todos parecían ignorarlo. “Quizás ellos no saben de dónde vienen y por eso no les prestan atención.” Pensó, pues si esa chica podía ver claramente de dónde venían y le daba importancia significaba que ella sabía que eran. Sophia no dudó ni un segundo en acercarse a la chica.
-Hola, ¿Como te llamas? ¿Sabes que es eso? -Preguntó con una voz aguda pero un tanto metálica, no la elevó mucho pues se encontraba a unos escasos 2 pasos de la espectadora del cielo.
Sophia
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Re: Un encuentro... ¿poco oportuno? [CERRADO]
-Pie izquierdo… Pie derecho… Pie izquierdo… Pie derecho…- Repetía la chica con cansancio. Por mucho más que andaba no encontraba nada. Ya había perdido la cuenta de cuántos días llevaba andando, puede que ya fueran meses, incluso parecían años. Hacía un tiempo que la agradable temperatura templada se quedó atrás, dejando un paraje albo; del mismo tono que los cabellos de la chica, que ondeaban con la fría brisa del lugar. Soltó un bostezo que dejó ver sus pequeños colmillos, el cual fue interrumpido por un estornudo muy agudo. La joven se agachó, dejando su mochila delante de ella. Rebuscó hasta sacar un cubretodo de color marrón, que se colocó encima mientras tiritaba. Se puso la capucha, se colgó la mochila y siguió con su camino. La noche cayó como una gran roca, haciendo que el frío descendiera de una manera casi ilógica. Toda la madera que buscó la felina estaba húmeda -No tendré yo…- Miró en su mochila y su miedo se cumplió. Toda la búsqueda fue inútil, tenía algo de madera en la mochila. Después de un rato consiguió hacer un fuego que brindaba un poco de calor al lugar. La chiquilla se acurrucó en su saco y se quedó dormida.
Al día siguiente, cuando despertó, se percató de que el fuego se había apagado. Al levantarse se notó mareada, entonces estornudo fuerte. Tenía la nariz congestionada y la frente caliente, de donde brotaba un dolor soportable, pero molesto. - ¿Cuánto queda para llegar a una ciudad? ¿Un pueblo? ¿A algún sitio en particular?- Recogió todo como pudo y partió. Se encontraba débil y torpe, le dolía mucho la garganta, la jaqueca se hacía poderosa y los movimientos bruscos por los estornudos la empeoraba. Cuando pensaba que su vida llegaría a su fin, su cara se iluminó con una hermosa e inocente sonrisa -¡Una ciudad!- Exclamó con ilusión. No se pensó dos veces la posibilidad de entrar.
Vagó con el pensamiento de buscar ayuda, pero todo el mundo parecía amenazante. La nieve caía sobre ella, haciéndola sentir desamparada y sola. En un punto de la ciudad encontró un edificio que parecía ser una posada. Al rodearlo llegó a la parte de alante, donde vió una escena que, por alguna razón; captó su atención. Una chica de cabellera castaña miraba al cielo como si la nieve fuera la octava maravilla del mundo. -”No parece muy imponente. Seguro que le puedo pedir ayuda a ella”-
Tragó saliva, cosa que le hizo daño en su maltratada garganta, y se armó de valor para comenzar a andar hacia la extraña moza. Al dar el primer paso, paró en seco. Alguien se le había adelantado. Una chica de pelo oscuro comenzó a hablar con ella. Su misión falló; al igual que sus piernas. Estas dejaron de trabajar para la peliblanca, que cayó de culo al suelo por el cansancio, el hambre y el dolor.
Al día siguiente, cuando despertó, se percató de que el fuego se había apagado. Al levantarse se notó mareada, entonces estornudo fuerte. Tenía la nariz congestionada y la frente caliente, de donde brotaba un dolor soportable, pero molesto. - ¿Cuánto queda para llegar a una ciudad? ¿Un pueblo? ¿A algún sitio en particular?- Recogió todo como pudo y partió. Se encontraba débil y torpe, le dolía mucho la garganta, la jaqueca se hacía poderosa y los movimientos bruscos por los estornudos la empeoraba. Cuando pensaba que su vida llegaría a su fin, su cara se iluminó con una hermosa e inocente sonrisa -¡Una ciudad!- Exclamó con ilusión. No se pensó dos veces la posibilidad de entrar.
Vagó con el pensamiento de buscar ayuda, pero todo el mundo parecía amenazante. La nieve caía sobre ella, haciéndola sentir desamparada y sola. En un punto de la ciudad encontró un edificio que parecía ser una posada. Al rodearlo llegó a la parte de alante, donde vió una escena que, por alguna razón; captó su atención. Una chica de cabellera castaña miraba al cielo como si la nieve fuera la octava maravilla del mundo. -”No parece muy imponente. Seguro que le puedo pedir ayuda a ella”-
Tragó saliva, cosa que le hizo daño en su maltratada garganta, y se armó de valor para comenzar a andar hacia la extraña moza. Al dar el primer paso, paró en seco. Alguien se le había adelantado. Una chica de pelo oscuro comenzó a hablar con ella. Su misión falló; al igual que sus piernas. Estas dejaron de trabajar para la peliblanca, que cayó de culo al suelo por el cansancio, el hambre y el dolor.
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Re: Un encuentro... ¿poco oportuno? [CERRADO]
Los copos se iban posando en su piel y la dragona notaba el frío que traspasaba lentamente y le daba una sensación extraña pero agradable en comparación con su calor corporal. Se agachó y cogió un poco de nieve haciendo una bola y le dibujó dos ojos y una boca. Aquello la hizo sonreír y luego dejó caer la bola al suelo quedándose partida en cuatro trozos a sus pies. Volvió a mirar hacia el cielo y suspiró pesadamente. De repente su tranquilidad se vio interrumpida por una voz, un tanto extraña, que le hablaba. Su cuerpo se giró levemente y miró a la chica que se alzaba delante de ella. Le preguntó sobre la nieve ¿sería de muy lejos donde como mucho llovía en los días fríos? Se giró completamente y luego se agachó para coger con una mano un poco más de nieve. -Lo llaman nieve... Aquí en Dundarak no es una novedad, pero incluso viendo nevar casi siempre, los recuerdos de los juegos de nuestras infancias vuelven a nuestras cabezas... O por lo menos es lo que me viene a mi- Dijo con una sonrisa mientras hacía otra pequeña bola de nieve.
Se fijó entonces más en la joven que se encontraba delante de ella, la examinó un poco por encima y le dio una sensación extraña. En su cabeza rondaba la pregunta “¿Quién era esa chica?” “¿De dónde venía?”. Alzó una ceja mostrando un poco de curiosidad en su mirada. -Yo soy Astrid, encantada ¿eres nueva por aquí?- Alzó la mano en la cual no tenía la nieve para estrecharla con la de la muchacha en señal de presentación, pero el posible apretón se vio cortado por un sonido seco detrás de ella. Volvió a girarse por si había sido alguien y efectivamente. Vio a una chica de cabellos blancos en el suelo y con bastante mal cuerpo. No le faltó tiempo para saber qué le estaba pasando a la joven que se encontraba en el suelo. -Ayúdame con ella- Dijo esperando que la chica de cabellos negros la ayudara. Entró como una bala a la posada y salió a los pocos minutos con una de las mantas que tenía guardada en su mochila. Se acercó a la joven y le echó la manta por encima. -¿Estás bien? Vamos a entrar en la posada para que entres en calor- La ayudó a levantarse con cuidado. -Hay un desayuno recién hecho dentro, lo pedí yo en la mañana pero no tengo hambre, si gustáis- Dijo mirando la mala cara que traía la joven.
Off: Siento si es cortito, estoy con la cabeza en otro planeta y no me da para más xD Prometo que el siguiente será más extenso
Se fijó entonces más en la joven que se encontraba delante de ella, la examinó un poco por encima y le dio una sensación extraña. En su cabeza rondaba la pregunta “¿Quién era esa chica?” “¿De dónde venía?”. Alzó una ceja mostrando un poco de curiosidad en su mirada. -Yo soy Astrid, encantada ¿eres nueva por aquí?- Alzó la mano en la cual no tenía la nieve para estrecharla con la de la muchacha en señal de presentación, pero el posible apretón se vio cortado por un sonido seco detrás de ella. Volvió a girarse por si había sido alguien y efectivamente. Vio a una chica de cabellos blancos en el suelo y con bastante mal cuerpo. No le faltó tiempo para saber qué le estaba pasando a la joven que se encontraba en el suelo. -Ayúdame con ella- Dijo esperando que la chica de cabellos negros la ayudara. Entró como una bala a la posada y salió a los pocos minutos con una de las mantas que tenía guardada en su mochila. Se acercó a la joven y le echó la manta por encima. -¿Estás bien? Vamos a entrar en la posada para que entres en calor- La ayudó a levantarse con cuidado. -Hay un desayuno recién hecho dentro, lo pedí yo en la mañana pero no tengo hambre, si gustáis- Dijo mirando la mala cara que traía la joven.
Off: Siento si es cortito, estoy con la cabeza en otro planeta y no me da para más xD Prometo que el siguiente será más extenso
Astrid Leggiend
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