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Mensaje  Sigel Sáb Dic 23 2017, 19:48

Aprovechando el tema que tenéis en Remembranzas, he querido hacer el mastereado del Hekshold en aquella misma época. Como os comenté, creo que es más lógico iniciar a vuestros personajes en la Academia en aquel entonces que hacer un tema en la época actual. Sin más dilación, bienvenidas al primer tema de Hogwarts Hekshold.

_____________________

Durante meses le habían estado advirtiendo de lo nervioso que estaría en su primera clase como catedrático del Hekshold. Según le dijeron, debía notar una presión sobre sus hombros como si estuviera sosteniendo decenas de postes de madera. Nada más lejos que la realidad. Heck Hartem, más conocido por el sobrenombre de Thundermaul, estaba muy relajado. Esta no era la primera vez que daba una clase. ¿Qué diferencia había entre enseñar con el título de maestro o de catedrático? Thundermaul no se la encontraba. Esperaba, por parte de sus alumnos, el mismo respeto y diligencia, quizás más, que había obtenido durante todo estos años.

Más por orgullo que por previsión, el maestro decidió dar una clase que conocía a la perfección: Herrería y Fundición. Llegó a descampado detrás de la forja del Hekshold, lugar donde daba la clase, quince minutos antes que sus alumnos. Cuando llegaron los primeros, el maestro Hartem todavía quedaban un par de detalles por terminar: algunas armas y armaduras que sacar del almacén, cubos de agua, martillos, cizallas…  Después de pocos minutos, el descampado se había convertido en una exposición de armas y armaduras de vidrio.

-Sean bienvenidos a la primera clase de Herrería y Fundición del año. Me presento: Soy el catedrático de la casa Hartem, Heck Hartem. También respondo por el nombre de Thundermaul –.

Hizo una demostración de por qué le llamaban así. Tomó el martillo del herrero y golpeó  el yunque que tenía enfrenta. Decenas de chispas naranjas saltaron tras el golpe.

-De antemano os digo: no me gustan los elfos ni los cobardes. Cosa que siempre viene a ser lo mismo. Si tenías las orejas acabadas en punta o tenías miedo del metal, largaos. Me niego a compartir mis enseñanzas con vosotros-.

Esperó unos segundos. Tres alumnos, dos de ellos elfos, se fueron por donde habían venido. Los demás se quedaron.

-Está bien.- soltó un bufido- Hoy os voy a presentar mi último invento, yo lo llamó: Gotas de Hartem-.

Destapó dos cubos de metal. En el primero contenía un caliente y denso líquido de color gris, el segundo agua tibia. Con ayuda de un instrumento de metal similar a una enorme cuchara, Thundermaul tomó una gota del líquido gris y lo dejó caer sobre el agua tibia. Inmediatamente, entre chispas y chirridos, se formó una gota de cristal. Cogió la gota con la mano desguantada y la dejó con cuidado sobre el golpe. Volvió a coger el martillo y golpeó con fuerza la gota de cristal. No se rompió.

[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]

-Al enfriar el cristal a gran velocidad, las tensiones se concentran en su interior. Esto hace que la gota sea resistente a todo tipo de golpes. Podéis probarlo con vuestras propias manos: por mucho que golpeéis la gota, no se rompe. En cambio, si liberáis las tensiones de su interior- Thundermaul cogió unas tenazas y pellizcó la punta de la Gota de Hartem- el cristal estalla- los pedazos tan pequeños como motas de polvo.

Se quedó unos minutos en silencio. Se apartó de los cubos y dejó que sus alumnos experimentasen por ellos mismo. Hubo graves heridas, la mayoría generados por pequeñísimas esquirlas de cristal clavadas en las manos. Quisieron ser valientes y tomar la Gota de Hartem con las manos desguantadas como el maestro; craso error; ellos carecían de la destreza necesaria para jugar con los cristales. Otras cuatro personas abandonar el grupo de alumnos, estos porque tuvieron que ir a la enfermería con las manos heridas por las esquirlas.

[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]

-Las armas y armaduras que aquí veis están hechas con el mismo principio que las Gotas de Hartem. Tú y tú- señaló a dos chicas del grupo- quiero ver qué soy capaces de hacer. Tengo un arco y una ballesta de madera que acompaña a la perfección a estas contundentes flechas de cristal. Quiero ver lo que sois capaces de hacer: quitaos los guantes y tomad las armas. Deberéis disparaos a aquellos tocones de allá. Os lo adelanto, si la cuerda del arma rasga en lo más mínimo el cristal, iréis a la enfermería a hacer compañía a vuestros amigos. ¡Enseñadme de lo que sois capaces!-

_____________________

* Ambas: Al ser el primer post en el tema, deberéis describir lo más detalladamente posible cómo es el Hekshold y en qué casa estáis. Si necesitáis información, aquí os dejo el [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
A lo que el objetivo del tema se trata, no tengo mucha más que añadir. Thundermaul lo ha dicho todo. Coged las flechas hechas con la misma técnica que las Gotas de Hartem, tened cuidado al tensarlas, y disparad contra los tocones de madera. Podéis ser justas y haced caso de las normas, o sabotear a la otra para que falle. La que acierte el tiro tiene ventaja para la siguiente prueba.
Lanzad la voluntad de los Dioses. Mala suerte, dependiendo de vuestras actuación, puede significar fallar el disparo o que se os estalle las flechas en las manos.


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Mensaje  Cassandra C. Harrowmont Miér Dic 27 2017, 19:07

- ¿Alguien sabe qué toca después? - preguntó Tebas con cara de aburrido, sobre el pupitre de madera.
- Herrería y fundición. - Comentó Annie con las mismas ganas que nuestro compañero. - Es una cátedra.
- ¡Pfff! Divertidísimo… - Añadí mientras dejaba la pluma sobre la mesa. Estaba cansada de copiar poemas que no le interesaban ya a nadie de lo antiguos que eran, pero la maestra Meitner aprovechaba cada momento para hacernos “preservar” la escritura histórica de los brujos.
Por fin anunciaron que esta clase terminaba y casi fui la primera en salir por la puerta, seguida de mi grupito de amigos. Con toda la calma del mundo bajamos al patio, sin prisa alguna, hablando, riéndonos y buscando planes que hacer en nuestras horas libres.

El Hekshold era uno de los edificios más grandes de todo Beltrexus, y la verdad es que era precioso. Parecía un enorme castillo que yo supuse que había sido habitado por reyes y reinas. Tenía cuatro torreones altísimos, pasillos interminables y muchas salas ocultas que mis amigos y yo nos poníamos a intentar descubrir cuando no nos veían. En una de ellas habíamos visto solo material, en otra, armas tapadas con sábanas, pero nada importante. Sin duda, el mejor sitio del Hekshold era el jardín, verde y lleno de árboles, era de mis lugares favoritos, sobre todo porque era tan grande que podías alejarte de la vista de los profesores cuando era necesario.

Por uno de esos pasillos íbamos hablando entre risas y bromas mis amigos y yo, estábamos en la tercera planta y aún había más hacia arriba, pero ya se podían ver bien las copas de los árboles desde aquí. Tardamos unos pocos minutos en bajar las escaleras hasta donde se encontraba la forja, nuestro paso lento no ayudaba a ir más rápido, además que para ver las presentaciones… Al profesor Hartem ya lo conocíamos. Era el encargado de mi casa, la que llevaba su apellido. Era un hombre bastante… ¿especialito?
Muy vulgar para mi gusto, pero me encantaba cómo despachaba a otras razas y sus clases se quedaban solo con los que merecíamos la pena, así que no tendría que estar soportando a elfos y humanos de compañeros. ¿A qué idiota se le había ocurrido la genial de meter en una escuela de brujos a esas razas tan inútiles? A pesar de que parecía un hombre demasiado burdo, me caía bien por esa parte.
El tema de forjar cosas no era de mi agrado tampoco, me parecía muy de clases sociales bajas. Alguien de mi status no tendría que estar forjando metales, pero observarlos me ayudaba mucho a intentar controlar mejor mis poderes. Ya sabía hacer muchas cosas con la tierra y los metales, aunque aún me faltaba un poco para conseguir dominarlos, algo que no iba aireando por ahí, claro está. Para todos los alumnos, yo era capaz de hacer todo con mi elemento.

Y yo me preguntaba mientras bajaba la escalera que qué pintaba en esa cátedra si era capaz de dar forma a cualquier metal y a cualquier mineral. ¡Menuda idiotez! Esa clase era para inútiles que no tenían ni idea, pero a mí no me hacía falta. Solo que tenía que ir si no quería tener que escuchar luego a mis padres echándome la charla por faltar. Y sin duda hubiera estado mejor en el jardín, perdiéndome, que escuchando las voces del profesor Hartem, que yo pensaba que estaba sordo de tan fuerte que hablaba.

Con resignación, tuve que ir a esa clase con mis compañeros. ¡Encima era el jefe de mi casa! Si no iba era peor, además mi expediente era impoluto y no podía fallar. Así que, cuando llegué, ya había unos pocos alumnos delante, muy atentos a lo que el profesor decía. Sucias ratas pelotas…
Me encargué de colocarme en un sitio donde el profesor me viera, así tendría constancia de que no me había escaqueado. Yo siempre era muy buena alumna y, como tal, estaba en la mejor casa de las cuatro. En esta casa sólo entraban los que valían, los mejores brujos. Y yo no estaba entre las mejores: era la mejor.
Como si realmente tuviera entusiasmo por esta clase, miré todo lo que había puesto en el suelo mientras el profesor se presentaba y largaba a unos alumnos que no eran idóneos para esta clase. No pude evitar reírme disimuladamente con mis amigos cuando esos tres alumnos se fueron.

Eché un vistazo por todos los presentes y mi mirada se clavó en una. Resoplé y le di un par de toques a Tebas, Annie y Alexa para acercarnos a donde estaba Anastasia. - Eh, creo que tampoco se admiten mestizas en esta clase. Lárgate con los elfos, son mejor compañía para ti. Id da chupar árboles o lo que sea que hagan. - Solté en voz baja, sonriendo de forma irónica.

En nuestra casa éramos bastante reacios a que otros que no fueran brujos ocupasen el poder de los que sí lo éramos. La competitividad era máxima, pero es que no nos conformábamos con ser buenos, como las otras casas. Queríamos ser los mejores. Y el resto de casas vivía en su mundo, así que estaba claro que no podíamos tener a la mestiza aquí. ¡Qué horror!

El maestro siguió hablando mientras hacía experimentos con cristal. Miré lo que hacía de forma atenta, aunque seguía desganada con el tema de la forja. Yo no me veía frente a un yunque. Eso era tan… de clase baja.
- Seguro que podría darle forma al cristal sin necesidad del martillo. - Comenté en bajito a Alexa, quien asintió muy convencida.
- No es necesario que usemos esas cosas, con nuestros poderes podemos hacer lo que sea. - Añadió Annelise. Entre su fuego, el agua de Alexa y mi control de los minerales y metales podríamos llegar a forjar casi cualquier arma sin parecer brutos herreros. ¡Hasta joyas! O esa era nuestra idea, siempre habíamos dicho que al salir del Hekshold podríamos hacer muchísimas cosas combinando nuestros elementos. Con nuestras cavilaciones, como era de esperar, no probamos a hacer nada como nuestros compañeros de clase. Y mejor, porque estaban saliendo heridos. Y yo no iba a hacerme cortes probando esa chorrada, sólo miraba cómo los otros fallaban y tenían que ir a recibir cuidados. De mi grupo de amigos, ninguno se acercó a probar.

Aunque miraba los experimentos, no estaba muy por la labor de tocar esos cristales con las manos sin protección, sólo con ver a los tontos de mis compañeros llenárselas de sangre, tenía suficiente para no cometer el mismo error. Y si podía irme para atrás y disimular mi presencia, mejor. Pero no. Siempre sucedía que cuanto más intentase ocultarme, peor. La voz grave del profesor Hartem se dirigió hacia mí y otra chica más. Yo avancé un par de pasos, no muy convencida, y luego vi a Anastasia a mi lado.
- ¡Pff! ¡La mestiza! - solté sin disimular mi disgusto. - ¿Está seguro que puede estar en su clase, profesor? - El tonito que usaba era bastante mordaz mientras me acercaba a por el arco. - Quita, Boisson. Hace demasiado sol para que salgas de tu cueva. - Comenté en bajo, dándole un hombrazo.

Tomé una de las flechas de cristal que había hecho el profesor, con sumo cuidado, y la coloqué en el arco. Durante unos instantes pensé cómo colocarla mejor para que no se arañase, aunque era bastante complicado. Demasiado sencillo que la cuerda arañase el cristal y peor si encima nos había hecho quitarnos los guantes. Resoplé suavemente y me concentré en apuntar hacia el tocón que me tocaba. Tensé la cuerda y disparé, con mucha seguridad, ante la atenta mirada de mis compañeros.
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Mensaje  Tyr Miér Dic 27 2017, 19:07

El miembro 'Cassandra C. Harrowmont' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses


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Mensaje  Anastasia Boisson Jue Dic 28 2017, 10:42

Acababa de salir de Historia y Política de Aerandir con la momia del profesor Rutherford. Una clase aburridísima en la que se había dedicado a dar la chapa hablando más de sus batallitas de joven que de explicar lo que tenía que explicar. Y se había excedido tanto de tiempo que ahora llegaba tarde a la clase del profesor Hartem. Con lo antipático, estricto y duro que era ese hombre, seguro que me echaba la bronca si llegaba un solo minuto tarde, aunque no fuera por mi culpa.

Andaba a paso muy ligero cuanto podía por la primera planta del claustro del Hekshold. Con los libros pegados al pecho. Finalmente, llegué a la parte más baja, donde estaba la fundición. El profesor Hartem, puntual como siempre, estaba ya en el interior. Pero aún no había llegado ni la mitad de la clase. Respiré tranquila.

O tal vez no debiera hacerlo, pues no tardarían en aparecer Cassandra y sus amigos. Era cierto, esa clase los Myrddin la compartíamos con los Hartem. Traté de ignorarlos, pero ellos no lo hicieron conmigo. Cassandra enseguida tuvo unas palabras contra mí, como de costumbre. – Dejadme en paz. – le respondí con cara de enfado y tristeza. ¿Es que tanto sueño le quitaba a la mujer? Iba a decirle algo más, pero justo una voz apareció a nuestra espalda.
-Buenos días, jóvenes. – Nos dimos la vuelta. ¡Era mi madre! Tan silenciosa como de costumbre. ¿Nos habría escuchado? Por supuesto, pero ella no iba a intervenir en nuestras discusiones. Jamás lo hacía. Su mera presencia, siempre vestida de negro, y con ese porte tan inmóvil y sereno, y ese gesto sonriente e inexpresivo a partes iguales.
-Madr… - Isabella carraspeó un par de veces, adelantándose a mí sin dejarme terminar siquiera la palabra. – Maestra Boisson. – Corregí. Madre era una mujer a la que encantaba la apariencia y guardar las formas. Si lo hacía a veces en casa. ¿Qué no haría allí?
-Buenos días, Anastasia. – saludó, mirando al resto de chicos del grupo. Podía ver su cara de pánico en el gesto. Era gracioso verlos a los cuatro tan calladitos ante una “murciélago” como evidentemente era mi madre. – Vais los últimos. ¿No queréis decepcionar al profesor Hartem, verdad?

Una vez dentro, conocimos al profesor Hartem, que por lo que decían otros alumnos, era un hombre durísimo y estricto. Cassandra seguro que estaba enchufada. Era primo suyo, a fin de cuentas. Expulsó a unos cuantos alumnos haciendo clásico del típico racismo Harrowmont. Con razón decía un sabio refrán que los dioses los crían, y ellos se juntan.

Con lo que no contaba era con la presencia de mi madre en la fundición. – Profesor Hartem, buenos días. – sonrió. – Me ha tocado a mí dar asistencia en su clase. – Hartem y madre no se llevaban excesivamente bien, pero el profesor tendría que aceptarlo, ya que era normativa del Hekshold la asistencia de un profesor en las asignaturas que suponen un riesgo para la salud de los alumnos. Y Fundición desde luego lo era.

-Maestra Boisson. Adelante. – comentó Thundermaul, sorprendido porque fuera mi madre la encargada. Ella era profesora asociada al departamento Skarth. Concretamente, daba Magia Elemental Avanzada. Una de las asignaturas hueso. Aunque rara vez era ella quien daba las clases pues estaba muy atareada viajando por el mundo. Apenas la veía dos o tres meses en todo el año. Ella era la Maestra Cazadora.

Elegante como era, se posicionó tras Thundermaul, con los brazos en la espalda y observó el devenir de los acontecimientos. El profesor no tardó en explicar las primeras lecciones. Y los alumnos comenzaron a tocar las gotas de Hartem con las manos. Había que ser estúpido. Mi madre se encargaba de atender a los heridos y enviarlos a la enfermería. Ella sabía bastante de primeros auxilios por sus aventuras como cazadora.

Viendo el desastre que estaba resultando la clase en cuanto a resultados, parecía que el profesor decidió tomar a sus dos mejores alumnas para las pruebas más difíciles. Por lo que nos llamó a Cassandra y a mí, que dimos un paso al frente mientras nos observaba lo que quedaba de clase. O sea, la mitad más o menos.

Cassandra, como siempre, no pudo mantener la boca cerrada. Y enseguida me acusó ante el profesor de que yo no debería estar allí. Aprovechó que mi madre estaba lejos y, creería ella, que no la escuchaba. Isabella siempre guardaba la compostura, y sabía que si tenía que hacer callar a Cassandra lo haría.

No pensaba contestar a mi compañera a su despectivo comentario. Cassandra tomó la iniciativa, cogió, el arco, la flecha y apuntó al tocón.

Ah… Y es que, ¿para qué responder? Si ya “respondía” ella solita.

Hizo el ridículo. Como no podía ser de otra manera. No era un secreto que Cassandra era una inútil. Se me escapó una sonrisa de satisfacción al ver el desastre que había montado. Mi madre, como de costumbre, se acercó a la herida de turno.
-Cassandra, querida. – comentó condescendiente. - ¿Te has hecho daño? – preguntó arrodillándose junto a Cass y sacando unos vendajes. Con la ballesta de Hartem en la mano, me acerqué y también a su grupo de pijas. Reunidos en corrillo.
-¿Para qué hablaras antes de tiempo, Harrowmont? – le pregunté con una sonrisa. - Menuda "cazadora" más inútil estás hecha. - comenté con sorna para que mi madre la escuchara y reconsiderase la opción de que ella entrase al gremio.

¡Já! La ataqué a traición. A ver si tenía ovarios a decirme algo delante de mi madre.

Lejos de ello, Isabella me miró de reojo, sentenciante. - Anastasia Boisson, aún no te hemos visto disparar a ti. - preguntó con su misteriosa voz, irónica, echándome en cara como que estaba haciendo lo mismo que Cass. - Y deja de insultar y abusar de tus compañeros. Pide disculpas a Cassandra ahora mismo. O me veré obligada a expedientarte. - ¡¿QUÉ?! Pero si era Cassandra quien siempre se estaba metiendo conmigo. ¡Y lo sabía! ¿Por qué la defendía a ella?
-Pe... Pero. - carraspeé incrédula. ¿Por qué mi propia madre me humillaba de aquella forma? - Madre, esto es injusto.
-¿Qué me has llamado? - me miró seria.
-Nad... Nada. Maestra Boisson. - hice el paripé. - Te pido disculpas, Cassandra. - e hice una pequeña reverencia a Cassandra.
-Señorita Anastasia. Su turno. – Hartem me hizo llamar. Una vez atendió a Cassandra, mi madre volvió a posicionarse a su espalda.

Muy nerviosa, viendo el negro éxito de mis compañeros. Tomé la flecha con delicadeza y la coloqué en la recámara. Notaba la punta del virote bailar. En cualquier momento el cristal iba a romperse. No era un sólido. Estaba clarísimo, y muy nerviosa. Iba a explotar en mil cachitos y me iba a pasar lo mismo que a Cassandra. Ahora no sólo el virote bailaba, también lo hacía mi ballesta por los nervios.

Pero para sorpresa de mí. Mágicamente noté como el cristal comenzaba a estabilizarse. La punta ya no bailaba. ¿Lo estaba controlando yo? ¡Já! ¡Qué poderosa era! Miré a mi madre de reojo, para que estuviera orgullosa de lo que era capaz de hacer. Y en ese momento observé como, con las manos en la espalda me guiñaba disimuladamente un ojo. Mirándola a ella, sin apuntar hacia el tocón, disparé.

Lo tenía claro. Me estaba ayudando. Ella había estabilizado la punta del virote, pero nerviosa y emocionada por creer que había sido yo, ni siquiera miré. ¿Habría disparado bien?
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Mensaje  Tyr Jue Dic 28 2017, 10:42

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Mensaje  Sigel Sáb Dic 30 2017, 17:56

Un secreto que no reconocería abiertamente: el Maestro Hartem había diseñado la prueba con el propósito que la fallasen. En una flecha convencional, no había peligro que la cuerda, ya sea del arco o de la ballesta, rascasen la madera del proyectil. Sin embargo, en una flecha enteramente construida de cristal templado; todo era muy diferente.  Un arañazo significaba el fin del proyectil y, también, de los dedos del tirador.

Un grupo de alumnos se congregó alrededor de Cassandra. Le cogían de las manos con mucha suavidad preocupados por sus heridas. Era irónico, la otra chica, Anastasia, se había hecho las mismas heridas que su compañero y, sin embargo, nadie iba a socorrerla. El maestro Hartem no le dio más importancia de la que tenía, supuso que se trataba de problemas de críos; nada que fuera de su interés.

-Apartados u os mojaré a vosotros también- Thundermaul gruñó a los alumnos que inmediatamente se alejaron de Cassandra.

Echó el agua de uno de los cubos que había utilizado en el experimento por encima de Cassandra. Con Anastasia hizo exactamente lo mismo con la diferencia que no hizo faltar decir a nadie que se apartase. Ambas tenían heridas superficiales; las mismas que hubiera provocado meter la mano en el interior de un rosal. Mientras que algunas personas iban corriendo a la enfermería nada más veían un hilillo de sangre, otras, como el maestro Hartem, eran de la opinión que decía que las heridas endurecen las manos.

-Esos tocones siguen en pie. ¿Es que están muy lejos para vosotras?- pisotón al suelo, una ola de tierra y fango provocada por la magia de Thundermaul trajo los tocones a los pies de las alumnas- Debería daros vergüenza. Os preocupáis más por poner a la otra en evidencia que el ridículo que hacéis. – dejó unos segundos de silencio para hacer pensar a sus alumnas -Dadme una buena razón para que no os expulse de mi clase-.

-Si le expulsa estará cometiendo un error- dijo la maestro Boisson señalando con la mano abierta a Cassandra- La chica tiene potencial con la tierra y el mineral, al igual que usted. Podría enseñarle mucho-.

-Hay un problema y es que ella no parece tener interés de aprender- se acercó a Cassandra. Mirándole directamente a los ojos le dijo: - ¿Lo tienes? Dime que me equivoco - a Anastasia- Lo mismo te voy a decir a ti: Demuéstrame que mereces tener el privilegio de aprender en Hekshold-.

Fue a la zona donde había decorado el campo de entrenamientos con la exposición de armas y armaduras confeccionadas con cristal templado, el mismo que el de las Gotas de Hartem. Cogió dos armaduras que el mismo había diseñado y decorado. No parecían armaduras, sino vestidos de gala. Lejos de parecer resistentes placas, los cristales de las armaduras brillaban como joyas.

-Poneos esto. Estás armaduras están diseñadas con pequeñas piezas individuales de cristal templado; el de vuestras flechas. Resistente a los golpes, frágiles a los arañazos. Quiero que combatáis con estas armaduras puestas. La vencedora, podrá participar en mis otras clases. La perdedora, la que acabe con más piezas de cristal rotas, nos dirá adiós- Hartem sonrió- tenéis todo el arsenal de esta clase a vuestra disposición. Ahora sí que tenéis un buen motivo por el cual poner en evidencia a vuestra rival- soltó una agria carcajada.

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_____________________


* Ambas: Veís la armadura. Que se os rompa una pieza de cristal no significa que se vayan a romper todas a la vez. En el turno anterior aprendisteis el punto fuerte y la debilidad de estos cristales. Ahora bien, toca ponerlo en práctica. Tenéis a vuestras manos una gran gama de armas de cristal de Gota de Hartem, destruid la armadura de la otra. La voluntad de los Dioses determinará el número de piezas que le rompéis a vuestra rival. Aunque sea suerte muy buena, no lo romperéis al completo. Todavía queda mucha clase y esas armaduras darán mucho de qué hablar.
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Mensaje  Cassandra C. Harrowmont Jue Ene 04 2018, 22:42

Yo creía que no me pasaría nada, que no tenía tan mala suerte ni era tan estúpida como el resto de mis compañeros. Y me había dado cuenta de que esa prueba era una auténtica mierda. Era imposible no arañar el cristal con la cuerda del arco o con las manos. ¡Agh! ¡Qué horror! Iba a ser la única de clase que iba a hacer la prueba bien, o eso me creía… Y al final, nada. En cuanto quise soltar la cuerda del arco, miles de mini cristales saltaron por todos lados, haciéndome pequeños cortes en las manos. Por suerte, me había dado tiempo a taparme la cara y no acabar con esquirlas ahí también. A pesar de mi extrema confianza, sí que estaba preparada por si acaso la flecha se hacía añicos. ¡Y vaya si se hizo añicos! Notaba cómo esos pequeños cristalitos me pinchaban. No era el dolor más fuerte, pero fastidiaba demasiado y, de pura rabia, tiré el arco al suelo. - ¡Putos cristales! - se me escapó a la vez que dejaba caer mi arma y corría a mirarme las manos. No solía hablar así delante de otras personas que no fueran mis amigos, pero es que estaba muy cabreada.

Al instante ya estaba rodeada de mis amigos y el resto de la clase que no había acabado en la enfermería. Todos querían saber si estaba bien. - ¡No! ¡No estoy bien! ¡¿Habéis visto mis manos?! ¿¿No quedará marca?? - las sacudí, nerviosa, pero no me atrevía a tocármelas por si me incrustaba algún cristal más. Isabella vino hacia mí para tratar de ayudarme, y también su hija, para meterse conmigo. En esos momentos me dieron ganas de darle un guantazo, pero no podía, no delante de Isabella y el profesor. Aunque, por suerte para mí, la Maestra hizo callar a su hija de la mejor forma posible. ¡Dioses! Si es que ni su madre la aguantaba…

- Acepto tus disculpas, Boisson. - Dije con una sonrisa ladina, disfrutando el momento en el que ella pedía perdón. Después se largó a disparar… y no le fue más bien que a mí. ¡Menuda bocazas! Se había reído de mí, la muy payasa, porque se me había roto la flecha y ahora ella estaba igual. - ¿Para qué hablarás antes de tiempo, Boisson? Menuda “cazadora” más inútil estás hecha. - Parafraseé, con tonito, aprovechando que su madre se había colocado tras el profesor Hartem. Quien no tardó en acercarse a nosotras hecho una furia y lanzarnos un cubo de agua, a las dos. - ¡Eh! ¿¡Por qué hace eso!? - resoplé y me quité el pelo empapado de la cara. Por muy familiar de mi padre que fuera, era idiota. ¿¡Cómo se le ocurría empaparme!?

Pero no admitió muchas quejas y siguió en plan insoportable, metiéndose con Anastasia y conmigo. Y lo que peor llevaba: insultándonos en medio de la clase. Me crucé de brazos bastante molesta y con ganas de largarme yo misma de su clase, pero sabía que si me iba se enterarían mis padres y, aparte, por orgullo quería quedarme para demostrarle a ese viejo loco que yo era la mejor alumna. No iba a irme sin más, no le daría el gusto y no me jugaría las notas porque a él le diera la gana increparme así. Si lo hacía con Boisson me daba igual, pero conmigo no. Y le iba a demostrar que no era una cría con la que se pudiera meter.
No le respondí ni una vez, sólo le miraba con la cara de enfadada y los brazos cruzados, pero no hablé. Cuando nos enseñó la armadura la cogí y fui corriendo a ponérmela, ayudada por mis amigas, quienes aún seguían preocupadas por mí, sobre todo después de ver la cara de perro que traía.
- ¡Vamos, Cassie, dale duro! - me susurró Annie emocionada. Alexa estaba acabando de abrocharme la parte de atrás para que no se me cayera y ella también me estaba animando.
- ¿Qué arma vas a coger? - No respondí a eso, mientras me ayudaban y yo acababa de cerrarla, miraba las armas que había tiradas en el suelo. Con la ventaja que había ganado en la rapidez de ponerme la armadura podría elegir una buena pero, ¿cuál? El martillo sería inútil, si no conseguía arañar el cristal resistiría los golpes. ¿La espada? Pff… Cavilé rápidamente si usar una espada larga o no. Me daría ventaja a la hora de acercarme a ella, pero el tema de los golpes… Moví la cabeza varias veces, buscando el mejor arma… hasta que lo vi: el cubo del profesor Hartem.

Sonreí para mis adentros y salí corriendo hacia ella. Tenía mi oportunidad de darle una paliza delante de su madre, incluso. Isabella vería que la mejor cazadora soy yo, y el profesor Hartem, que soy su mejor alumna.

Miré las armas, pero no cogí ninguna, simplemente extendí mi mano hacia ella sonriendo de forma pícara. Pretendía usar mi poder para hundir su armadura en su torso, para que no pudiera moverse. Si conseguía apretársela un poco, tan solo un poco, la dejaría sin respiración y me sería una gran ventaja para romper los cristales. Quería que acabase en el suelo y no se moviera de ahí. ¿Usando mi magia podría romper los cristales sin acercarme a ella? Podría probar, aprovechando que ya estaba dirigiendo mi habilidad hacia su torso.

“Se acabo, hija de puta, te voy a destrozar…”, pensé mientras trataba de concentrarme en volcar sobre ella mi don sobre la tierra y el metal. Ella era una sucia mestiza que poco podía hacer contra el poder de una bruja de verdad.



Off: uso mi maestría de tensai tierra para intentar hundir la armadura y romper los cristalitos


Última edición por Cassandra C. Harrowmont el Jue Ene 04 2018, 22:45, editado 1 vez
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Mensaje  Tyr Jue Ene 04 2018, 22:42

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Mensaje  Anastasia Boisson Dom Ene 07 2018, 13:52

Al igual que le sucedió a Cassandra, la punta cristalina de la flecha había partido al salir de la ballesta y se me habían clavado los cristales en la mano. Quedándome ésta cubierta totalmente de sangre. Proferí un grito de dolor y mi madre, al igual que había hecho con Cassandra y el resto de alumnos, vino a tratar de curarme. Nadie más vino a atenderme ni a mirar cómo estaba. Simplemente se dedicaron a reírse de mí, como si a ellos les hubiese ido mucho mejor.

Cuando me miró inquisitivamente, sin expresión, mientras me limpiaba las manos con un paño húmedo, ya supe que, además de cornuda, iba a ser apaleada. – Cometéis errores de principiante. – comenzó diciendo agachada, en voz baja. – Centráis vuestras motivaciones en superar a la otra, celebrando el fallo ajeno más que la virtud propia. – Hizo una pausa mientras quitaba cuidadosamente los cristales. – Una vez conocí a una joven que luchaba como tú. Reducía su combate a un conjunto de impulsos y sentimientos, mayoritariamente negativos. Canalizaba todas sus frustraciones y su odio en sus enemigos. – abrió la boca, esbozando una mera sonrisa, melancólica. – Esa fue su perdición. – Concluyó una vez había terminado el vendaje. - No fijes tus metas en el fracaso de los demás. – comentó. – Sino en superarte a ti misma.

La miré mosqueada y no contesté a sus palabras. Quizás tuviera razón. Pero desde luego con dieciesiete años no estaba dispuesta a aceptarlo. Cassandra era una gilipollas. Iba de diva y siempre me había menospreciado. Tenía que hacérselo pagar.

Después, nos cayó una buena reprimenda por parte del profesor Hartem, seguido de un baño de agua fría que no nos hizo ni pizca de gracia. Nos miró amenazantes. Y las dos permanecimos en silencio viendo como aquel tipo nos cantaba las cuarenta a escasos centímetros de la cara. Estuvo a un paso de expulsarnos de clase, pero mi madre intercedió, alabando las “grandes virtudes” de Cassandra.

La siguiente genial idea del maestro fue ponernos a luchar. Nos mandó vestirnos con unas armaduras de cristal templado que pesaban un montón. Siendo yo algo más pequeña, atlética y menos que Cassandra, y siendo mi elemento el viento, aquella pesada coraza no me ayudaba en nada. Apenas me permitía moverme. Mi madre lo sabía y por ello alzó una ceja sorpresiva cuando vio la brillante idea del profesor. Estaba en clara desventaja frente a su sobrina Harrowmont. Pero no podía quejarme ya que seguramente me tacharía de cobarde. Lo peor es que la niñata de Cassandra sabía que tenía una clara ventaja.

Miré a mi madre con evidente gesto de preocupación. Saltaba a la vista que había perdido mucha movilidad con la armadura. Para colmo ningún arma me convencía. Torpemente, me detuve junto a estas y revolví un poco en ellas. Cavilé cuál coger. Nunca había usado espadas ni hachas, por lo que no terminaba de tener claro. ¿Luchar con armaduras pesadas? ¿Y con armas? Aquello no tenía sentido. No eran nuestras posibilidades.

Finalmente, noté un fuerte apretón en el pecho. La armadura se estaba hundiendo. Me giré y observé como Cassandra me miraba con odio, con su mano extendida hacía mí. ¡Me había atacado a traición! Estaba apretando mi armadura contra el pecho, dejándome sin respiración. Abrí los ojos, cada vez respiraba con más dificultad. Totalmente ahogada.

Pero el ataque de Cass no se detuvo ahí. La bruja siguió insistiendo aún no pudiendo respirar. Noté como los cristales de la armadura se rompían y se incrustaron hacia dentro. Clavándose en diferentes partes de mi cuerpo y ocasionando diversas hemorragias internas que provocaron que terminara brotando sangre por mi boca. Sufrí un tremendo dolor que ni siquiera pude exteriorizar ya que no podía respirar. Cassandra, lejos de detener el ataque, parecía disfrutar con ello, mientras el resto de alumnos, incluso los amigos de Cass, se llevaban las manos a la boca, horrorizados por lo que veían. Una cosa era herir, pero aquel ataque parecía más propio de un psicópata.

Además de Cassandra, el único que parecía estar disfrutando de aquel macabro espectáculo era el profesor Hartem, que alentaba a la bruja. -¡Muy bien, pequeña! ¡Insiste! ¡Quiero ver hasta donde eres capaz de llegar! – El hombre abría los ojos y se mordía los labios. Mi madre lo miró horrorizado. Apenas podía moverme y cada vez sentía más dolor cada vez que un cristalito rompía.
-Profesor Hartem, está usted mal de la cabeza. – protestó Isabella, volviéndose molesta por cómo estaba llevando el profesor la clase. - ¿Qué tiene que ver esta masacre con “Herrería y Fundición”? ¿Forma parte del plan de estudios masacrar a sus alumnos? ¿Destrozar sus creaciones en sus cuerpos? – cuestionó. - ¿Qué clase de lecciones da usted? – preguntó muy enfadada.
-Maestra Boisson, no venga a cuestionarme a mí cómo tengo que dar mi clase. – dijo  un furioso Thundermaul con los ojos casi fuera de sus órbitas, con la mirada perdida, obsesa, en la escena.

Isabella, enfadada, no respondió a su comentario. Se puso a su lado y miró la escena, de brazos cruzados. Cassandra iba a terminar matándome si seguía así. Había algunos jóvenes incluso escandalizados, pidiéndole que se detuviera. Pero mi madre no veía esto como culpa suya, sino más bien del profesor Hartem por fomentar ese tipo de acciones psicópatas.

Sin que nadie sospechara, mantuvo su mirada fija en mi armadura, que seguía clavándose en mi cuerpo. Ella era muchísimo más poderosa que Cassandra. Ni la tensái de tierra ni nadie entendería, cómo de repente, toda la fuerza que ejercía sobre mi armadura no le serviría de nada. La armadura se estiró hacia fuera, a la inversa y por fin pude respirar y escupir la sangre acumulada en la boca. También noté como todas las esquirlas cristalinas se desprendían de ésta y salían disparados como veloces virotes mortales. Así, Isabella, como siempre, nos salvó a las dos. A mí de una muerte evidente, a Cass de hacerla cargar con un asesinato del que, de haber sido culminado, sin duda se arrepentiría.

¿Hacia dónde iban los virotes? ¿Contra Cassandra? Ni mucho menos. Para mi madre, Cassandra era joven e inexperta, y no la culparía por hacer algo que su propio profesor le estaba alentando. Todas las esquirlas de cristal iban en dirección al profesor Hartem. Todo el mundo pensaría que era un ataque mío, quizás, mal apuntado por mi parte. ¿Lo esquivaría?


*Off: Viendo la efectividad del ataque de Cassandra y las tendencias que veo en Thundermaul, la runa y mi ataque van dedicados a dañar a Hartem y no a Cass. No me mate por osada, diosa Sigel.

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Mensaje  Tyr Dom Ene 07 2018, 13:52

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Mensaje  Sigel Lun Ene 08 2018, 20:23

Pese a que estaba cuestionando sus técnicas de enseñanzas y, de una manera indirecta, su capacidad como catedrático, Heck Hartem respondió a la Isabella Boisson con una sonrisa sinuosa. Heck se sintió ofendido, pero no por ello permitió que sus emociones se adueñasen de su razón. Que ellas, la maestra y ambas alumnas incluidas, se hicieran cargo de los sentimientos. Hartem tenía otras ocupaciones: la primera era dar una lección a todos sus alumnos y la segunda demostrar a Isabella Boisson la razón de por qué era él el catedrático y ella no. Ateniendo a los proyectiles de cristal templado que la maestra dirigió en su contra, Hartem decidió cumplir primero el segundo de sus intereses.

Se quedó quieto, sonriendo, frente a la lluvia de cristales. Ninguno llegó a rozarle. Los proyectiles se detuvieron a un centímetro escaso de distancia. Usar minerales y tierra contra un tensai de dicho elemento era tan inútil como apagar un incendio con más fuego.

-Déjeme darle un consejo que le servirá para el futuro, maestra Boisson: no permita que el miedo se interponga en sus lecciones. Antes de que interrumpiera,- señaló a Anastasia - esa chica estuvo a punto de decir algo importante. Adelante, habla- Hartem se acercó a la alumna. La cogió del brazo con la precisión y la delicadeza de un cirujano. -  conoces las palabras, ¡dilas!-

Repetidas veces, el maestro Hartem hizo girar el brazo Anastasia Boisson hacia Cassandra Harrowmont. Isabella se equivocó al pensar que no estaba enseñándoles nada.

En una primera instancia, mostró (presumió) a todos sus alumnos un nuevo material diferente al que estarían acostumbrados. Les enseñó a crearlo, los ingredientes eran simples: una fuente de agua con el molde que quisieras que tuviera el arma y cristal fundido. Manipularlo, no era tan sencillo. Que se le preguntasen a aquellos que habían ido a la enfermería con las manos repletadas de arañazos. Luego, les enseñó las ventajas y desventajas del material. Disparar una flecha hecha entera de cristal templado sería imposible. Ninguno de sus alumnos pensó que sería más sencillo que solamente la punta de la flecha fuera de cristal. Hartem quiso enseñarles a pensar las artes de fundición con la primera lección, ninguno aprobó.

En una segunda instancia, quizás más importante que la primera, Thundermaul se preocupaba de la valía de sus alumnos. Les puso a prueba. Enfrentó a las dos chicas más problemáticas por ver si eran capaces de dejar sus diferencias a un lado y centrarse en la magia. A fin de cuentas, Hekshold era una Academia de Magia. La señorita Harrowmont usó sus poderes, pero con un terrible uso. Debía hacer estallar los cristal, no ahogar a su compañera. En lugar de pensar en la magia, pensaba en el odio. La señorita Boisson no era muy diferente a su compañera. Si se parecía en lo más mínimo a su madre, podría ser capaz de enfrentarse contra toda la clase al mismo tiempo. Sin embargo, se quedaba paralizada. ¿Miedo? ¿Complejo de inferioridad? Hartem no sabía la razón por la que la señorita Boisson no se defendió, pero tampoco tenía intención de averiguarlo.  

-Piensa lo siguiente: la chica que tienes delante no es Cassandra Harrowmont. Se parece y habla como ella; pero tú no la reconoces. Céntrate en el movimiento de tu brazo, en tus poderes y en lo que hoy has aprendido sobre los cristales – en el brazo de la señorita Boisson se formó una fuente de viento. Hartem sonrió mostrando la mitad de sus dientes.

Se alejó de Anastasia Boisson, ella no era la única alumna que tenía que atender. Se quedó detrás de la señorita Harrowmont y apoyó la mano en su hombro izquierdo.

-Hasta el momento, lo único que me has demostrado es que no mereces estar aquí. Me gustaría saber en qué momento dije que tenías que matar a tu compañera. Quizás pensaste que, como una de las dos había que marchase, ésta sería para ir al cementerio. Eres medio Hartem, no medio idiota. Esto es algo que ellos no te dirán: - con la mano libre, abarcó tanto a los otros a alumnos como a la maestra Boisson – eres una bruja débil y cobarde. ¿No lo sabías? Ahora, como débil que eres, tendrás un combate igualado contra una bruja desarmada- Thundermaul río con la voz del trueno - Defiende las piezas de cristal de tu armadura, que no se rompa ninguna. ¿Sabrás hacerlo sin tener que atacar a tu rival?-.

Dicho esto, el maestro volvió a su posición, al lado de la maestra Boisson. Con un pisotón en el suelo, convocó dos sillones de tierra y piedra maciza. Hizo una señal a la maestra para que tomara asiento. Thundermaul se sentó en aquel que era ligeramente más grande.

-Le recomiendo que preste atención, le servirá para sus clases. Sus alumnos se lo agradecerán-.

_____________________

* Cassandra C. Harrowmont: Tú movimiento anterior dejó a Anastasia sin armadura. Podría parecer que has ganado, y técnicamente lo has hecho, sin embargo Hartem pretende enseñarte una lección de disciplina. Busca la manera de proteger las piezas de tu armadura. No es necesario que lances la Voluntad de los Dioses en el siguiente turno.
* Huracán: En otras circunstancias, si esto no fuera un flashback, te hubiera maldecido por haber ignorado mis indicaciones en el post anterior. Cassandra sigue con la armadura intacta, la tuya ha quedado destruida. Hartem no te permitirá acceder a su arsenal para el siguiente turno. Y, por si fuera poco, estás muy herida por el estallido de las piezas de cristal templado. Ahora bien: en el siguiente turno deberás hacer estallar las piezas de cristal de Cassandra. No será fácil; en el siguiente turno, solamente tú deberás lanzar la voluntad de los Dioses. Ya que te gusta cuestionar las lecciones de Thundermaul sacar runas de muy buena suerte, veremos si eres capaz de hacerlo de nuevo: para hacer daño a los cristales de Cassandra solo admito buena o muy buena suerte.

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Mensaje  Cassandra C. Harrowmont Jue Ene 11 2018, 14:43

Mi idea principal era la de dejarla un poco sin respiración para que no pudiera moverse y no me atacase, pero no sabía cuánto poder tenía, ni era capaz de medirlo, así que al final acabé clavándole los cristalitos a Anastasia. En realidad, aunque la odiase a muerte, no era mi intención clavárselos, quería romperlos, no agujerearla. Pero la fuerza de mi habilidad, a veces, se alteraba un poco y más si estaba enfadada. Y estaba bastante mosqueada por culpa del profesor Hartem. Este parecía animarme, así que supuse que lo estaba haciendo bien e iba a conseguir una buena nota en su clase.

De pronto, los cristales volaron hacia él y rápido aparté la mano para cubrirme por si acaso me llegase a saltar alguno. Pero, por suerte, no me dio ninguno… y a él tampoco. Los detuvo y siguió como si nada, siendo tan desagradable como lo había sido durante toda su clase. Se puso a hablar con Anastasia y ese fue el momento que aproveché para mirar al resto de la clase, quienes tenían una mirada bastante aterrorizada. De reojo también miré a Isabella, aunque sabía que iba a estar enfadada por lo que le había hecho a su hija. De nuevo, fijé la vista tanto en mi compañera como en el profesor, y la primera tenía sangre en la boca. Sí… un poco me había pasado. Pero al profesor Hartem parecía importarle una mierda y estaba instándola a seguir. Quise intervenir para decir que ya era suficiente, yo era quien había ganado y punto. ¿Para qué seguir con la pelea? Si había destrozado todos sus cristales, además, ¿cómo era posible que por unos rasguños a los ineptos de mis compañeros les hubieran mandado a la enfermería y a Anastasia no?

Pero el hombre siguió con sus lecciones y vino también a por mí, como si no se hubiese quedado a gusto ya, el idiota. En cuanto apoyó su mano en mi hombro le miré mal. ¿Cómo podía ser parte de mi familia? Resoplé ante sus palabras. Trataba de callarme pero cada vez me era más imposible y al final salté.

- Sí merezco estar aquí. He destruido no una, sino todos los cristales. He superado la prueba. - Protesté a mala gana. - ¿Cómo voy a ser débil si he conseguido lo que me pidió? He demostrado que mi habilidad es fuerte y que no necesito de estúpidas armas de cristal para batir a una “bruja” - hice comillas porque Anastasia era una mestiza y no la contaba como bruja -  yo solita me valgo y me sobro. - Aclaré con la prepotencia que me caracterizaba. - Es una tontería que haga que me ataque en ese estado, ¿a eso le considera “un combate igualado? ¡Já! - Señalé a Anastasia. - He demostrado, con creces, que merezco estar en su clase. No soy débil para nada. Pero si aún así quiere seguir viendo que de verdad soy válida para estar aquí, está bien… - Con un movimiento ascendente de mis manos hice que el suelo empezase a moverse sutilmente, levantando frente a mí un muro de tierra. Era muy pequeño, me llegaba por el cuello, pero no lo quise hacer más alto, así me dejaría ver lo que iba a hacer Anastasia, aunque tal y como estaba era raro que pudiera hacerme nada, si apenas se podía mantener en pie. - Se lo demostraré… otra vez. - Remarqué con tonito.

De refilón pude ver que estaba sentado en una silla de piedra y ganas me dieron de destruírsela y que cayera de espaldas contra el suelo; estaba comportándose en plan idiota. ¿¡Cómo se atrevía a meterse conmigo!? Y más aún… frente al resto de mis compañeros. Pero no podía hacerle nada a los sillones o me caería la bronca del siglo. Así que no me quedó de otra que centrarme en el ejercicio, aunque tampoco le estaba poniendo excesivo empeño porque veía que mi compañera no estaba en condiciones de enfrentarse a nadie.

Por encima del muro pude verla, ya sin las piezas de la armadura, ¿para qué había hecho esto el profesor? E Isabella, ¿por qué no hacía porque se detuviera la clase?
Dejé de cavilar y me concentré en mantener el muro recto, era una técnica que ya dominaba y la había usado muchas veces. Sencilla, sí, pero eficaz. Tenía que protegerme el torso, perfecto. Pero si fallase, tenía otra opción, aunque tal vez no le iba a gustar mucho al profesor. Sonríe mentalmente al pensarlo, pero me traería más problemas que soluciones.
Por ahora, y viendo cómo estaba Anastasia, con el muro sobraba. Seguía pensando que era una tontería enfrentarnos cuando había quedado bien claro que la mejor era yo.




Off: Uso la habilidad tensái de tierra de nuevo

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Mensaje  Anastasia Boisson Dom Ene 14 2018, 21:59

No comprendí como las esquirlas habían terminado yendo contra el profesor. Pero tampoco tenía mucho tiempo para hacer cábalas al respecto. Respiraba helada, después de que parte de los cristales se clavaran en mi pecho y en mis pulmones. Sentía cómo sangraba por dentro, y respiraba tenuemente.

-¿Yo? ¿Miedo? – Isabella dedicó una sonrisa lateral a Hartem. – No se equivoque, profesor Hartem. Si tuviese miedo no me dedicaría a lo que me dedico. – contestó. – Pero yo tengo mis razones para mejor que nadie saber que la reprensión y la violencia no son los mejores métodos de enseñanza. – Mi madre acostumbraba a ser muy enigmática en sus contestaciones. A veces me gustaría saber por qué decía todas las cosas que contaba.

El profesor Hartem se acercó a mí. Aunque ni siquiera tuve valor de mirarle a los ojos en sus palabras. Estaba muerta de miedo y dolorida. Me instó a atacar a Cassandra. ¿Cómo iba a hacerlo? Lo que decían todos era cierto, mis poderes mestizos de viento eran una birria al lado de los de tierra de Cassandra. Sólo me valían para ser más rápida, pero al primer golpe estaba casi inconsciente. Cassandra era más grande y más fuerte que yo.

Sin responder nada al profesor. Me puse frente a la bruja, que ya se autoproclamaba vencedora de aquel duelo. Cassandra tenía odio en su mirada. Mi madre no perdía ojo de cada detalle y reacción nuestra. Se sentó en el asiento de roca que generó el profesor, agradeciéndoselo con un falso pero cortés gesto asintiendo con la cabeza.

No la soportaba. Su soberbia no conocía límites. Hacía un par de años había conseguido ponerle un ojo morado. Hacía tan sólo uno, no habría salido viva de Isla Lunar de no ser por mí. Su nulo reconocimiento y su desprecio total hacia mí se manifestaba en odio. No podía soportar a Cassandra. La odiaba a muerte. Apreté los nudillos con furia y me mordí los dientes. Tenía que destrozarla. Tenía que humillarla.

Así, debía volver a por ella. Aunque no hubiera parte de mi cuerpo que no me doliera. Desde las costillas, a la piel. Todo. Pero tenía que seguir luchando y demostrando que no era una cobarde. Cassandra se había protegido con un muro de tierra. No parecía muy resistente aunque, desde luego, no lo derribaría con una simple corriente de aire. Sin duda sería más fácil utilizarla a ella para derribar el muro. Lamentablemente, las corrientes de aire que era todo cuando sabía hacer que no fuera disparar con la ballesta. Lo que demostraba que aquel combate no era para nada igualado. Pero al menos ahora sin esa pesada armadura podía moverme con mayor agilidad.

Corrí sin mucha más dilución hacia la cazadora. Intentando hacer como que no me dolían algunos de los cristales que aún tenía clavados en el cuerpo. Podía saltar por encima de aquel muro, por supuesto, era aproximadamente de mi altura. Sin que la bruja se lo esperara, me impulsé sobre mis pies al llegar a él y, con una voltereta, pasé por encima de aquella masa de tierra. Saltando por encima de la Harrowmont y cayendo justo a su espalda.

Le agarré el pelo, tiré con fuerza de ella hacia atrás, y acerqué su oído hasta mi boca. - Hora de volar, pija de mierda. – le susurré con rabia sin que nadie me escuchara. Continué el movimiento de manera rápida, para que pareciera sincronizado. Así que rápidamente tras liberar sus rubias mechas, puse mi otra mano en su espalda y conjuré una corriente de aire. - ¡Ash balla ná! – grité con todas mis fuerzas. Sentí cómo el viento vino detrás de mí para tratar de empujar a Cassandra fuertemente contra su propio muro de tierra y hacer que lo atravesara. Si conseguía que el movimiento fuese exitoso, los cristalitos de su armadura se hundieran en ella como se hundieron en mí y Cassandra, de paso, terminara nuna mejor dicho mordiendo el polvo.

*Off: Subrayo habilidad tensái de viento.
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Mensaje  Tyr Dom Ene 14 2018, 21:59

El miembro 'Huracán' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses


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Mensaje  Sigel Lun Ene 15 2018, 20:50

La buena noticia, a todo esto, es que cumpliría su palabra: aquella que tuviera menos cristales en su armadura sería expulsada de las clases de Hartem. Las dos consiguieron destruir la armadura de la contraria, por lo tanto, ninguna iba a ser expulsada. También, podría expulsar a las dos, más bien debería hacerlo. Era una opción muy válida. Anastasia Boisson era una cobarde y Cassandra Harrowmont un incordio. Tuvieron suerte. En el primer día como catedrático, había amenazado a todos sus estudiantes y mandado a la enfermería a dos de ellos (las chicas que se habían enfrentado irían poco después). Expulsar a otros dos, sería justo y lo necesario para conseguir la mala fama que no buscaba.

Thundermaul se levantó del asiento de piedra que había invocado y aplaudió. Con el hombro, instó a Isabella Boisson para que le acompañase.

-¡Nada mal, nada mal!- celebraba sin dejar de aplaudir. – Grosero y violento, como a mí me gusta-.

_____________________


* Cassandra Harrowmont: Espero que la clase de Hartem no te lleves un mal recuerdo de la clase de Hartem; ha sido por culpa de Huracán è.é Ella ha sacado las mejores runas.
5 puntos de calidad del texto
5 puntos originalidad
10 Puntos de Experiencia
250 aeros
Adquieres: Dagas Cristal Refinado (calidad común)
Dagas Cristal Refinado:

* Huracán: Es increíble que de niña fueras tan adorable y en la actualidad seas tan… tan… tú.
5  puntos de calidad del texto
5 puntos originalidad
10 Puntos de Experiencia
250 aeros
Adquieres: Guantes Thundermaul (armadura media, calidad superior)
Guantes Thundermaul:

*   Ambas: Lo confieso, vosotras habéis sido mis cobayas de laboratorio. He querido probar con vosotras una nueva mecánica de juego a ver cómo funciona (seguramente, ya os lo advierto, cambie el nombre de "mastereado" por otro más acorde a esta mecánica "cátedra" me gusta). Esto mismo que hemos hecho, una clase donde se enseña algo mágico y empezamos a jugar en función a ese algo, me gustaría hacerlo en las futuras que vengan. No todos los temas del Hekshold serán de este estilo. A veces haremos temas de exploración por la Academia, otras haremos encantamientos, combates como los que hemos tenido… Serán temas muy rápidos entre 3-5 turnos. De ahí que solo os haya dado 10 puntos. Es el máximo que tengo pensado dar. A mí me apasiona la idea, he de confesar que estoy tan nerviosa como una colegiala. ¿A vosotras os ha gustado? ¿Creéis que pueden ser interesante, de vez en cuando, estos temas? ¿O crees que no, que son muy aburridos? Los que entren a este tema por casualidad y lean este comentario también podéis opinar. ¿Os ha gustado?  
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