Princeps Draconis [Mastereado - Níniel]
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Princeps Draconis [Mastereado - Níniel]
Ciudad de Dundarak: 15:00
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El Palacio Real de Dundarak, presidiendo la ciudad en lo alto del barrio noble, permanece cubierto de nieve durante casi todo el año.
Las consecuencias de la epidemia de Dundarak parecen no tener fin. Sobre la ciudad, aún impera el miedo y el desconocimiento acerca de la pirámide que aún sigue situada en las afueras de la ciudad. Desde el Palacio Real de Dundarak, no dan señales de reunir un pequeño grupo de hombres en la mermada ciudad para afrontar los peligros de la misma. En la ciudad se escuchan rumores: “¡El rey ha enfermado! ¡Nos ha dejado en la desifia!” Auguran los malos pregoneros, para reducir la moral de la gente.
Cuidado con los conceptos. No hay que olvidar que Rey sólo hay uno. Solía gobernar en Lunargenta, antes de ser repudiado. Ya que los Reinos del Norte, como tal, son un estado vasallo de éste. Aún así, por viejas costumbres, sus líderes se autodenominan reyes, y aquello era algo generalmente mantenido por la población, que se sentía claramente identificado con la realeza.
Pero si al rey enfermaba, ¿Qué ocurría? ¿Quiénes son los herederos al trono del rey? Los Prínceps Draconis, o “Príncipes Dragón”, como por la corte se nombra a los infantes del rey mientras éste aún gobierna. De ellos se esperaba gobernar la capital de los dragones, y por lo tanto todas las tierras, algún día. Normalmente es el hijo mayor el que asciende al trono, independientemente de su sexo. Pero cuando un rey cuenta con dos mellizos, es cuando viene el problema de la herencia.
Con dos vástagos cuenta el Rey de Jarls, Godofrey Dahl-Gunderssen. Ambos contaban con apenas dieciséis años. Y, de perecer su padre, se verían con una gran responsabilidad sobre los hombros. ¿Estaban preparados para ello?
La princesa Lady Henrietta Dahl-Gunderssen, jamás quiso aspirar al trono de Dundarak. Nunca enfocó su carrera hacia el éxito. Ella, de hecho, escapó varias veces de casa. Viajó a Lunargenta y colaboró incluso con bandas de ladrones en Lunargenta[1]. Por fortuna, nunca fue atrapada por la Guardia, lo que conllevaría una pérdida de prestigio para la familia. Fue perseguida por cuidadores de su padre y obligada a retornar a la fuerza, pero en las últimas semanas, huye por las noches del palacio. Por distintos sitios, que conoce al dedillo.
Por otro lado, estaba el príncipe, Sir Rigobert Dahl-Gunderssen. Al contrario que su hermana, esta era la versión beligerante de la familia. Desde luego, sería la solución que pedía el pueblo para poner fin a la pirámide. Él llevaba meses instando a su padre a dirigir una expedición para asaltar y destruir el mal que fuera que hubiera en la pirámide, pero éste se resistía para esperar la ayuda de Lunargenta. Era implacable. Conservador. Y aplicaba con rectitud los códigos de sus antepasados. La contrapartida era su exceso de ímpetu, su contrariedad al vasallaje, y sus ansias de expansión territorial, tal vez demasiadas para gobernar la segunda ciudad más grande de Aerandir.
Una por despreocupada, el otro por temerario. En cualquier caso, los herederos al trono no parecían ser los más indicados para asumir el relevo. Las noticias de que el Rey había enfermado no podían ser más preocupantes para la ciudad. Agravadas por el momento en el que llegaban. – Y por todo esto, es por lo que la reina consorte, Lady Katarina, ha pedido ayuda a la Logia para sanar a su marido. – comentó la Alta Encantadora, Lucy Fireheart, descabalgando el caballo, mirando las enormes puertas del palacio. – Y ahí es donde entramos tú y yo.
-Las visitas al Palacio están absolutamente restringidas. Solamente tienen acceso su propia corte y sirvientes, familiares allegados y curanderos que han tratado, sin éxito, de recuperar al rey. – comentó en voz baja Lucy Fireheart, mientras picaba por un portón de una puerta lateral. – Y ahora, nosotras. – Lucy miró con admiración a Níniel. Confiaba en ella plenamente. Después de haber visto cómo conseguía salvar al Inquisidor. No le cabía la menor duda de que, una vez más, las habilidades de sanación o alquímicas de la elfa darían sus frutos. No había conocido otra igual.
Una pequeña puerta incrustada en la enorme interior, como si de una catedral se tratase, se abrió.
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Adiestrada en el Hekshold de Beltrexus, la Alta Encantadora Lucy Fireheart representa, junto a Abbey Frost, la mano derecha del Inquisidor.
* * * * * * * * *
Níniel: ¡Bienvenida! Me pediste un mastereado y aquí lo tienes. Estamos ante una misión de la Logia que, como ves por su contexto, gozará de repercusión en el mundo. Mas esta vez, no aseguro combates tan antológicos como otras veces, he preferido aprovechar las características de tu clase healer. Toda la información que describo la conoces de antemano, pues el narrador en este tema ha sido Lucy Fireheart. En este primer turno de introducción llegarás a las puertas del palacio, donde seréis recibidas por un sirviente. Podrás describir tus primeras impresiones o intercambiar inquietudes con la encantadora.
Salvo que te diga lo contrario, puedes utilizar a Lucy Fireheart durante toda la misión como un NPC más. Puedes describir con ella lo que consideres, sin entrar en aspectos clave de la trama.
[1] La princesa Henrietta ya hizo un breve cameo [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Ger
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Re: Princeps Draconis [Mastereado - Níniel]
Níniel envidiaba a la gran encantadora Fireheart. Puede que no por su exuberante belleza, pues consideraba que en ese aspecto no le iba a la zaga, aunque desde luego la pelirroja le sacaba mucho más partido a tal don, demasiado de hecho. Puede que tampoco por su poder o riquezas, pues los dioses la habían bendecido con un talento no menor al suyo en las artes arcanas y poco valoraba la posesión de más riquezas de las necesarias y su ostentación, por mucho que sintiese debilidad por los vestidos de gala. No, el motivo de su envidia era algo más relacionado con su naturaleza misma...Su odiosa, y compartida con Abbey, tolerancia al frío.
¿No debía considerarse casi un insulto que aquella mujer se paseara con reveladoras ropas por un lugar tan frío como Dundarak? ¿Esa sonrisa suya cada vez que se interesaba por el estado de Níniel y preguntaba si tenía frío? Con Abbey Frost siempre sabías que pretendía ser sarcástica y meter el dedo en la llaga. Con Lucy la cosa no estaba nunca tan clara, y mejor no preguntar, no siendo que decidiese hacerte entrar en calor al modo brujo...al modo brujo con malas pulgas.
No, definitivamente era mejor no preguntar. Y en respuesta a la pregunta de la encantadora...sí, Níniel estaba helada. Ni sus ropas de invierno ni su gruesa capa resultaban del todo suficientes para evitar sentirse incómoda y que deseara llegar ya a su destino. Parecía que la elfa no llegaría nunca a acostumbrarse al frío del norte, pero al menos el suave y cálido plumón de Trickster, su fiel upelero blanco, ayudaba a soportarlo algo mejor. A la joven le daban ganas de abrazarse a su cuello y apoyar la cabeza hasta llegar al castillo.
-Nunca hubiese imaginado que un upelero pudiese llegar a ser una montura tan práctica. Siempre los había visto como unas gallinas sobre dimensionadas y con un cerebro de guisante.- Habló la pelirroja al percatarse del modo en el que Níniel buscaba el calor del animal. Y su comentario no le hizo ninguna gracia al upelero que no dudó en darle un cabezazo al caballo de la bruja a modo de advertencia. -¿Acaso me ha entendido? Que orgulloso, me gusta. No recuerdo si me llegaste a contar cómo te hiciste con él.- Inquirió la mujer, parecía querer saberlo de verdad.
-Yo diría que al menos lo justo como para saber que debía hacerse respetar...- Se atrevió a decir la peliblanca acariciando el cuello del Trickster. -Llámalo “intuición animal”. Lo gané en un carrera, por raro que eso pueda sonar. Su anterior propietario fue incapaz de domarlo y era muy agresivo con sus mozos de cuadra. Pretendía demostrar con él que en muchas circunstancias un upelero es mejor que un caballo y...Bueno, acabó ofreciéndomelo como pago si le ayudaba en su empeño.- Explicó la joven a su interlocutora, que parecía encontrar aquel breve relato tan extraño como interesante.
-Un upelero blanco para una sacerdotisa elfa de cabello blanco, muy apropiado. Es importante que una dama como nosotras sepa que el aspecto es importante, y tú y tu montura vais incluso conjuntados.- Medio bromeó la bruja, pues aunque lo dijera tratando de hacer que sonara divertido, lo cierto es que ella sí que se tomaba muy en serio el aspecto. Tanto que de algún modo incluso a primerísima hora de la mañana ya estaba siempre fabulosa.
-No fue algo premeditado pero...sí.- Respondió Níniel con una sonrisa. No añadiendo nada más a sus palabras pues en esos momentos llegaban ya a los terrenos del castillo propiamente dicho, donde algunos sirvientes con aspecto alicaído comenzaron a seguirlas con la mirada y a apartarse del camino cuando era necesario. Ninguno dijo nada y nadie de los allí presentes hablaba, ni tan siquiera entre ellos. El silencio solo roto por el aullar del viento contra las paredes de piedra de la imponente edificación eran la tónica imperante, generando un ambiente extraño y deprimente.
-A partir de aquí me temo que se acabaron las chanzas, Níniel.- Advirtió la joven consiguiendo el sentido asentimiento de la elfa. Era agradable charlar con Lucy y que la conversación no girara siempre en torno a misiones, plagas, dragones gigantes... pero tal y como había dicho había llegado el momento de trabajar. -Ya sabes que hemos venido para que intentes tener éxito donde los demás sanadores han fracasado pero, antes de eso quiero contarte algo más. Algo importante.- Añadió la pelirroja comenzando en ese momento a hablar sobre la sucesión al trono del norte en el caso de que el rey finalmente falleciera, así como de los posibles candidatos y sus virtudes y defectos, estos últimos aparentemente mayores que los primeros.
-Ya supuse que la Logia no había sido la primera opción de la familia real. Nos ocupamos del estudio y del uso responsable de la magia y artefactos mágicos, pero no somos un hospital ni una capilla. En circunstancias normales ni lo hubiesen hecho pero...Una lucha por el trono en estos momentos...Entiendo que incluso aunque Henrietta no esté interesada en gobernar habrá figuras de poder que la vean como un modo de medrar o como una oportunidad...Solo la recuperación del rey mantendría la estabilidad ahora que es tan necesaria. Para eso estoy yo aquí. La reina debe saber que la Logia cuenta ahora con una sacerdotisa de Sandorai y cree que soy su mejor y última esperanza.- Fueron las palabras de la joven, permitiéndose puntualizar las de la gran encantadora. -Y tú lo estás como representante de alto rango de la Logia y para asegurarte de que no nos vemos arrastradas en asuntos de política...salvo los que nos convengan.-Terminó de decir la joven sacerdotisa sin recibir de su compañera una confirmación explicita de si había acertado con sus conjeturas o no.
-¿Empezamos?.- Dijo únicamente mientras las puertas del castillo se abrían lenta y perezosamente.
¿No debía considerarse casi un insulto que aquella mujer se paseara con reveladoras ropas por un lugar tan frío como Dundarak? ¿Esa sonrisa suya cada vez que se interesaba por el estado de Níniel y preguntaba si tenía frío? Con Abbey Frost siempre sabías que pretendía ser sarcástica y meter el dedo en la llaga. Con Lucy la cosa no estaba nunca tan clara, y mejor no preguntar, no siendo que decidiese hacerte entrar en calor al modo brujo...al modo brujo con malas pulgas.
No, definitivamente era mejor no preguntar. Y en respuesta a la pregunta de la encantadora...sí, Níniel estaba helada. Ni sus ropas de invierno ni su gruesa capa resultaban del todo suficientes para evitar sentirse incómoda y que deseara llegar ya a su destino. Parecía que la elfa no llegaría nunca a acostumbrarse al frío del norte, pero al menos el suave y cálido plumón de Trickster, su fiel upelero blanco, ayudaba a soportarlo algo mejor. A la joven le daban ganas de abrazarse a su cuello y apoyar la cabeza hasta llegar al castillo.
-Nunca hubiese imaginado que un upelero pudiese llegar a ser una montura tan práctica. Siempre los había visto como unas gallinas sobre dimensionadas y con un cerebro de guisante.- Habló la pelirroja al percatarse del modo en el que Níniel buscaba el calor del animal. Y su comentario no le hizo ninguna gracia al upelero que no dudó en darle un cabezazo al caballo de la bruja a modo de advertencia. -¿Acaso me ha entendido? Que orgulloso, me gusta. No recuerdo si me llegaste a contar cómo te hiciste con él.- Inquirió la mujer, parecía querer saberlo de verdad.
-Yo diría que al menos lo justo como para saber que debía hacerse respetar...- Se atrevió a decir la peliblanca acariciando el cuello del Trickster. -Llámalo “intuición animal”. Lo gané en un carrera, por raro que eso pueda sonar. Su anterior propietario fue incapaz de domarlo y era muy agresivo con sus mozos de cuadra. Pretendía demostrar con él que en muchas circunstancias un upelero es mejor que un caballo y...Bueno, acabó ofreciéndomelo como pago si le ayudaba en su empeño.- Explicó la joven a su interlocutora, que parecía encontrar aquel breve relato tan extraño como interesante.
-Un upelero blanco para una sacerdotisa elfa de cabello blanco, muy apropiado. Es importante que una dama como nosotras sepa que el aspecto es importante, y tú y tu montura vais incluso conjuntados.- Medio bromeó la bruja, pues aunque lo dijera tratando de hacer que sonara divertido, lo cierto es que ella sí que se tomaba muy en serio el aspecto. Tanto que de algún modo incluso a primerísima hora de la mañana ya estaba siempre fabulosa.
-No fue algo premeditado pero...sí.- Respondió Níniel con una sonrisa. No añadiendo nada más a sus palabras pues en esos momentos llegaban ya a los terrenos del castillo propiamente dicho, donde algunos sirvientes con aspecto alicaído comenzaron a seguirlas con la mirada y a apartarse del camino cuando era necesario. Ninguno dijo nada y nadie de los allí presentes hablaba, ni tan siquiera entre ellos. El silencio solo roto por el aullar del viento contra las paredes de piedra de la imponente edificación eran la tónica imperante, generando un ambiente extraño y deprimente.
-A partir de aquí me temo que se acabaron las chanzas, Níniel.- Advirtió la joven consiguiendo el sentido asentimiento de la elfa. Era agradable charlar con Lucy y que la conversación no girara siempre en torno a misiones, plagas, dragones gigantes... pero tal y como había dicho había llegado el momento de trabajar. -Ya sabes que hemos venido para que intentes tener éxito donde los demás sanadores han fracasado pero, antes de eso quiero contarte algo más. Algo importante.- Añadió la pelirroja comenzando en ese momento a hablar sobre la sucesión al trono del norte en el caso de que el rey finalmente falleciera, así como de los posibles candidatos y sus virtudes y defectos, estos últimos aparentemente mayores que los primeros.
-Ya supuse que la Logia no había sido la primera opción de la familia real. Nos ocupamos del estudio y del uso responsable de la magia y artefactos mágicos, pero no somos un hospital ni una capilla. En circunstancias normales ni lo hubiesen hecho pero...Una lucha por el trono en estos momentos...Entiendo que incluso aunque Henrietta no esté interesada en gobernar habrá figuras de poder que la vean como un modo de medrar o como una oportunidad...Solo la recuperación del rey mantendría la estabilidad ahora que es tan necesaria. Para eso estoy yo aquí. La reina debe saber que la Logia cuenta ahora con una sacerdotisa de Sandorai y cree que soy su mejor y última esperanza.- Fueron las palabras de la joven, permitiéndose puntualizar las de la gran encantadora. -Y tú lo estás como representante de alto rango de la Logia y para asegurarte de que no nos vemos arrastradas en asuntos de política...salvo los que nos convengan.-Terminó de decir la joven sacerdotisa sin recibir de su compañera una confirmación explicita de si había acertado con sus conjeturas o no.
-¿Empezamos?.- Dijo únicamente mientras las puertas del castillo se abrían lenta y perezosamente.
Níniel Thenidiel
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Re: Princeps Draconis [Mastereado - Níniel]
Lucy escuchó lo que Níniel tenía que contarle y sonrió pícaramente de reojo antes de picar a la puerta. A continuación, picó en el interior.
Un chambelán debidamente vestido no tardó en recibir a las dos encantadoras. Lucy ya había estado allí, pero tal vez Níniel nunca hubiese visto una estancia de recepción de semejante lujo. Perfectamente cabrían dragones en su forma reptil. Por otra parte, el Palacio no era ni mucho menos tan grande como el de Lunargenta, pero el nivel de detalle del decorado era, sino igual, muy parecido. Con bordes dorados y acabados rococós, muy cargados. Era entendible que, alguien de fuera, no entendiera como con un pueblo pasando calamidades, aquella familia viviera de aquella manera.
Lo que era el palacio en sí, no era demasiado grande, el chambelán los guiaría por una escalera de caracol ya en una zona menos amplia que subía hasta una de las torres del castillo. Donde, presumiblemente estaba el rey. Antes de abrir la puerta, el chambelán hizo una pequeña indicación a las jóvenes de la Logia.
-Cuidad de no acercaros a Su Majestad sin precauciones. La enfermedad es terriblemente contagiosa. – advirtió el sirviente, que simplemente abriría la puerta de la habitación y permanecería fuera.
El rey, postrado en su cama, parecía bastante anciano. Envejecido si cabía por la enfermedad. Tenía muchos tumores bubónicos desperdigados por manos cara y presumiblemente por otras partes del cuerpo. La reina, junto a dos personas, presumiblemente curanderas, estaban allí para atenderlo.
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La primera era una curandera de tez negra. Nórgeda, probablemente. Raramente vestida. Era lo que llamaban una sacerdotisa vudú. Aguardaba le dieran permiso para partir tras haber fallado en varios intentos. El que se encontraba atendiéndolo en ese momento era un sacerdote de la iglesia cristiana. Un exorcista. Como los llamaban. Encargado de alejar los males del rey mediante la purificación divina. Destacaba por su perfecto peinado de sacerdote.
-¡In nomine patris et filis et espiritu sanctis! – bramaba el cura mientras ponía una cruz cristiana en su nariz. Cada vez se la acercaba más y le gritaba más. Como si así lo fuera a escuchar mejor.
No importaba. El rey no era consciente siquiera de que estaba ahí. Respiraba, pero no hablaba. No escuchaba. No se comunicaba con nadie. Era como si estuviera en otro mundo. Era irrelevante. El sacerdote seguiría gritando.
-Nadie puede curar su enfermedad. - dijo resignada la sacerdotisa vudú, mirando al suelo. - Ese hombre no está enfermo. - certificó para asombro de todos. - Está maldito.
-¡Qué sabrás tú de medicina! ¡Blasfema! ¡Criatura de satán! - bramó el anciano cura hecho una furia, y siguió rezando. - Et in unum dominum iesum christum, filium dei. – cuando se percató de que dos nuevas jóvenes, depositó su vista en ellas y les indicó lo que debían hacer. - ¡Uníos a la oración, mujeres! ¡Arrodillaos y orad! ¡Pedid salud para Su Majestad! La misericordia de Dios es lo único que salvara a este buen rey de perecer. - Ridículo, a más no poder. Por su parte, la otra mujer, sentada sin apoyar sus nalgas, miraba a las recién llegadas.
La reina, Lady Katrina, una mujer rubia de aspecto cuidado, imperturbable mirada y de mediana edad, rápidamente reconoció a Lucy Fireheart, y con mirada seria se dirigió hacia ambas chicas y las instó a acompañarla fuera de la estancia.
-Es la mejor curandera de la que dispone la Logia, Katrina. – Lucy tenía confianza suficiente con la reina como para llamarla por su nombre. - Su nombre es Níniel Thenidiel, y es sacerdotisa de sandorái. – la reina, rápidamente y sin ningún cuidado de contagio, tomó la mano de Níniel. Menos mal que no tenía nada por ahora.
-¡Oh, Níniel! Por favor, curad a mi marido. – casi rogó su alteza. Pero Lucy quería llegar más allá.
-Katrina, por favor, evita el contacto dérmico. No sabemos si estás contagiada. – advirtió la alta encantadora, sin un ápice de sonrisa. Ella rápidamente alejó sus manos y se disculpó. – Deja a Níniel que acceda y haga lo que deba hacer. – presentó la encantadora, abriendo la puerta de nuevo y accediendo a la estancia. Dejando así en la elfa la responsabilidad.
Un chambelán debidamente vestido no tardó en recibir a las dos encantadoras. Lucy ya había estado allí, pero tal vez Níniel nunca hubiese visto una estancia de recepción de semejante lujo. Perfectamente cabrían dragones en su forma reptil. Por otra parte, el Palacio no era ni mucho menos tan grande como el de Lunargenta, pero el nivel de detalle del decorado era, sino igual, muy parecido. Con bordes dorados y acabados rococós, muy cargados. Era entendible que, alguien de fuera, no entendiera como con un pueblo pasando calamidades, aquella familia viviera de aquella manera.
Lo que era el palacio en sí, no era demasiado grande, el chambelán los guiaría por una escalera de caracol ya en una zona menos amplia que subía hasta una de las torres del castillo. Donde, presumiblemente estaba el rey. Antes de abrir la puerta, el chambelán hizo una pequeña indicación a las jóvenes de la Logia.
-Cuidad de no acercaros a Su Majestad sin precauciones. La enfermedad es terriblemente contagiosa. – advirtió el sirviente, que simplemente abriría la puerta de la habitación y permanecería fuera.
El rey, postrado en su cama, parecía bastante anciano. Envejecido si cabía por la enfermedad. Tenía muchos tumores bubónicos desperdigados por manos cara y presumiblemente por otras partes del cuerpo. La reina, junto a dos personas, presumiblemente curanderas, estaban allí para atenderlo.
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El rey Godofrey. Visiblemente enfermo.
La primera era una curandera de tez negra. Nórgeda, probablemente. Raramente vestida. Era lo que llamaban una sacerdotisa vudú. Aguardaba le dieran permiso para partir tras haber fallado en varios intentos. El que se encontraba atendiéndolo en ese momento era un sacerdote de la iglesia cristiana. Un exorcista. Como los llamaban. Encargado de alejar los males del rey mediante la purificación divina. Destacaba por su perfecto peinado de sacerdote.
- Sacerdotisa vudú:
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- Monje cristiano:
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-¡In nomine patris et filis et espiritu sanctis! – bramaba el cura mientras ponía una cruz cristiana en su nariz. Cada vez se la acercaba más y le gritaba más. Como si así lo fuera a escuchar mejor.
No importaba. El rey no era consciente siquiera de que estaba ahí. Respiraba, pero no hablaba. No escuchaba. No se comunicaba con nadie. Era como si estuviera en otro mundo. Era irrelevante. El sacerdote seguiría gritando.
-Nadie puede curar su enfermedad. - dijo resignada la sacerdotisa vudú, mirando al suelo. - Ese hombre no está enfermo. - certificó para asombro de todos. - Está maldito.
-¡Qué sabrás tú de medicina! ¡Blasfema! ¡Criatura de satán! - bramó el anciano cura hecho una furia, y siguió rezando. - Et in unum dominum iesum christum, filium dei. – cuando se percató de que dos nuevas jóvenes, depositó su vista en ellas y les indicó lo que debían hacer. - ¡Uníos a la oración, mujeres! ¡Arrodillaos y orad! ¡Pedid salud para Su Majestad! La misericordia de Dios es lo único que salvara a este buen rey de perecer. - Ridículo, a más no poder. Por su parte, la otra mujer, sentada sin apoyar sus nalgas, miraba a las recién llegadas.
La reina, Lady Katrina, una mujer rubia de aspecto cuidado, imperturbable mirada y de mediana edad, rápidamente reconoció a Lucy Fireheart, y con mirada seria se dirigió hacia ambas chicas y las instó a acompañarla fuera de la estancia.
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La Reina, Lady Katrina. De porte elegante. Espigada. Y aunque visiblemente afectada, mantiene su gran clase.
-¡Ay, Lucy! Menos mal que has llegado. – saludó la reina, tras cerrar la puerta, frotándose la cara, sudorosa por la tensión. Saludó a Níniel con una sonrisa nerviosa. – Hemos recurrido a los mejores médicos de Aerandir: Elfos, brujos, chamanes, curanderos de Lunargenta... Y ahora este sacerdote cristiano. Por favor, dime que traes a alguien que podrá hacer algo. – instó la dragona, mirando a Níniel.-Es la mejor curandera de la que dispone la Logia, Katrina. – Lucy tenía confianza suficiente con la reina como para llamarla por su nombre. - Su nombre es Níniel Thenidiel, y es sacerdotisa de sandorái. – la reina, rápidamente y sin ningún cuidado de contagio, tomó la mano de Níniel. Menos mal que no tenía nada por ahora.
-¡Oh, Níniel! Por favor, curad a mi marido. – casi rogó su alteza. Pero Lucy quería llegar más allá.
-Katrina, por favor, evita el contacto dérmico. No sabemos si estás contagiada. – advirtió la alta encantadora, sin un ápice de sonrisa. Ella rápidamente alejó sus manos y se disculpó. – Deja a Níniel que acceda y haga lo que deba hacer. – presentó la encantadora, abriendo la puerta de nuevo y accediendo a la estancia. Dejando así en la elfa la responsabilidad.
* * * * * * * * * * * * * *
Níniel: Ahora tienes ante ti la misión de hacer lo que mejor sabes: Curar a la gente. No será sencillo sanar el rey, y los riesgos de contagiar la peste están presentes, así que cuídate bien. Tendrás que lanzar una runa para determinar si consigues provocar una leve mejoría en el mismo. Pronto verás que, en esta ocasión, las cosas no van a ser tan sencillas. También puedes dialogar o preguntar a la sacerdotisa vudú o al monje cristiano. Aunque ellos desconocen tus rituales mágicos, tal vez puedan darte alguna pista en el próximo turno.Ger
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Re: Princeps Draconis [Mastereado - Níniel]
El ambiente lúgubre y pesado que reinaba en el exterior no cambió a pesar de cruzar el umbral de los portones del palacio propiamente dicho. Puede que ya en el interior el frío helador quedara atrás, y con él las inclementes corrientes de aire, pero ni siquiera toda la riqueza, lujo y ostentación de las que hacía gala aquel lugar parecían suficientes para levantar los ánimos de un servicio que actuaba como si guardara ya luto, anticipando el aciago destino de su regente, y con él, de todas las tierras del norte.
-¿Me permite su abrigo?.- Preguntó el chambelán dirigiéndose hacia Níniel tras dejar a ambas jóvenes los instantes de rigor para contemplar lo suntuoso de la gran sala a la que habían llegado, así como para aclimatarse a la temperatura del lugar, considerablemente más alta que la del exterior a pesar de ser sin duda la sala más grande que Níniel hubiese visto nunca, superando incluso a los salones de las mansiones de los brujos en las islas y a los de los nobles humanos de Lunargenta, al menos en lo que a dimensiones se refería, pues en cuanto a estilo resultaban sorprendentemente similares. ¿Había la cultura bruja influido en la de los dragones y humanos? Por antigüedad de las razas así podría haber sido pero...Quizá los brujos hubiesen adoptado tales costumbres a posteriori para no quedarse atrás a la hora de demostrar poder y posición. Desde luego influencia de los elfos no había sido, eso estaba claro. -¿Señorita?- Insistió el hombre al no recibir respuesta de la joven pensativa.
-¿Ah? Ah, no, no hace falta. Soy del sur y estoy más acostumbrada al calor que al frío.- Respondió con educación al final tras volver a la realidad. Limitándose a echarse hacia atrás la capucha de su capa y revelando de ese modo su cabello blanco como la nieve que se amontonaba fuera, así como sus puntiagudas orejas que demostraban su procedencia sureña. -Excelente. Por aquí entonces por favor.- Les indicaría entonces aquel sirviente de algo rango, conduciendolas diligentemente hasta su destino.
-¿Impresionante verdad?- Inquirió la gran encantadora tan pronto comenzaron a moverse pero con un tono de voz respetuosamente bajo, susurrando sus palabras cerca del oído de la elfa. Tan cerca de hecho que Níniel sintió un escalofrío al notar su cálido aliento en tan sensible zona. -No voy a tener en cuenta que algo así te deje sin habla, es normal. Sandorai es muy distinto, ¿verdad?- Siguió diciendo ajena a la sensación que causaba en la peliblanca, ya levemente ruborizada pues lejos de alejarse la bruja casi la rozaba ya.
-Es...impresionante... sí, pero ya he visto lugares similares.-Respondió Níniel separándose un poco y colocándose un mechón de pelo tras la oreja. -Pensaba más bien en qué cultura influyó en la otra viendo aquí un estilo muy similar al de los humanos y brujos. Este lugar me recuerda mucho a la mansión Harrowmont en cuanto a decoración.- Aclaró sin poder evitar percatarse de la expresión de sorpresa que se instaló en el rostro de la pelirroja al escuchar de boca de la elfa aquel apellido, el cual sin duda como bruja conocía. Su reacción era comprensible. No muchos elfos debían de visitar las islas, y muchos menos entrar en la mansión Harrowmont. Para ella debía de ser tan raro como si a la sacerdotisa le dijesen de un brujo frente a árbol madre.
-Un día de estos vas a tener que contarme cómo es que conoces el interior de esa mansión, Níniel. Presiento que es toda una historia.- Dejó en el aire Lucy antes de guardar de nuevo silencio conforme subían por unas escaleras de caracol, hacia lo que parecía la parte más alta de una gran torre. No tardaron mucho más en llegar a su destino, deteniéndose los tres, guía y visitantes, antes una puerta de madera con el escudo familiar de la casa real dibujado sobre la misma, sobre el blasón había además dibujada una gran corona dorada. No había guardias ante la puerta pero resultaba evidente que aquel sirviente las había llevado sin rodeos ni paradas en el camino ante las cámaras del propio rey.
-Tendremos cuidado.-Respondió la peliblanca a la advertencia del chambelán y pidiendo permiso con la mirada a su superiora para avanzar primero una vez la puerta estuvo abierta. -En lo relativo a la enfermedad me gustaría que se quedara un paso atrás, gran encantadora.- Pidió mostrando la deferencia que se esperaba en público hacia ella, aunque en privado ya se tuteasen como amigas. Una vez tuvo el consentimiento de la pelirroja Níniel entró, y no pudo sino quedarse estupefacta al encontrarse dentro una situación inesperada.
La habitación era amplia y espaciosa, digna de un rey sin duda, tanto por la calidad de su mobiliario como por la riqueza de su decoración, pero aquello no sorprendió a la elfa, ni siquiera el hecho de que los cojines sobre los que reposaba el rey parecieran bordados con hilo de oro. Lo que sorprendió a Níniel fueron las dos extrañas figuras que en diferentes posiciones había allí, junto a una figura de porte noble que por sus atavíos debía de ser la reina.
Centrándose los extraños, uno de ellos, próximo al lecho del regente, vestía una austera túnica y portaba alguna especie de artefacto con forma de cruz entre sus manos; un clérigo de aquella secta cristiana a todas luces. Un culto que Níniel no entendía y con el que a decir verdad siempre había acabado teniendo encuentros de lo más desagradables. La otra persona, una mujer de piel oscura, era algo más difícil de calificar incluso. Vestía ropajes blancos adornados con cadenas de cuentas, y lucía extrañas pinturas o tatuajes cubriendo su cara y cuerpo que parecían querer representar a la propia muerte. Resultaba perturbadora, pero parecía contentarse con estar de cuclillas en el suelo a cierta distancia, mientras que era el sacerdote cristiano quién en esos momentos actuaba...O más bien, a ojos de Níniel, hacía el idiota mientras se acercaba cada vez más al finado sin tomar medida alguna para prevenir el contagio.
Al menos había que concederle que tenía motivación...Claro que la motivación en los idiotas era algo peligroso, como quedó claro por su modo de responder a las palabras de la mujer calavera, convencida de que lo que afectaba al rey no era una enfermedad sino una maldición. Así como por el modo de dirigirse a las recién llegadas, totalmente desprovista de educación. Por suerte la intervención de la reina, sacando un momento a ambas fuera, evitó que ninguna tuviera que responderle. Podía estarle agradecido a ese dios carpintero suyo por eso.
De nuevo fuera Níniel le dedicó una reverencia a la reina, tal y como dictaba el protocolo, pero la dragona, tras explicar la lista de intentos médicos fracasados, parecía no tener la cabeza en esos momentos para formalidades, tomando su mano directamente en un ruego desesperado por la vida de su esposo, algo que no debió hacer como bien le señaló Lucy, por el riesgo de contagio, pero también por su posición como consorte. Debía de querer mucho a su marido para rebajarse a ese nivel y para permitir que gente como aquel sacerdote estuviese en la cámaras reales.
-Haré todo lo que esté en mi mano por salvar su vida y empezaré de inmediato.- Respondió la joven a la petición de la reina antes de volver a dirigirse hasta el interior de la habitación. - Una cosa antes, alteza. Me gustaría poder contar con la total colaboración del resto de "sanadores" implicados, y si es posible los informes de los que lo intentaron antes que ellos. Aunque no lograsen sanar al rey descaratarían opciones y harían observaciones útiles.- Pidió, esta vez sí entrando y dispuesta a tomar las riendas de aquel caso.
-Mi nombre es Níniel, del clan Thenidiel. Alta sacerdotisa del dragón de luz.- Se presentó tan pronto como entró y dirigiéndose con paso firme hasta el centro de la habitación, justo frente a la cama del rey. -Su majestad la reina ha pedido ayuda a la Logia de hechiceros y en respuesta el gran inquisidor ha enviado a la gran encantadora Lucy Fireheart...- Continuó diciendo señalando a la bruja como si presentara a una noble, lo cual de hecho era.- ...y a mi. Espero vuestra total colaboración. Con permiso comenzaré de inmediato. Apártese señor.- Terminó de decir mirando a la mujer y al sacerdote antes de girarse hacia la cama y alzar sus manos, comenzando a aplicar su magia sobre el rey, cerrando los ojos y concentrándose mientras buscaba los daños en su cuerpo y hasta dónde se había extendido aquella enfermedad para trazar un diagnóstico. Además si fuese una maldición también lo sabría.
-¿Qué significa esto, mujer? Nadie puede interrumpir las oraciones...Aprende tu lugar hija de Eva. Una mujer no...- No llegó a terminar la frase, pero al menos se había alejado un poco del enfermo y cesado lo que fuese que estaba diciendo en aquel idioma del que ella apenas entendía algo gracias a Bio.
-Cuando el rey haya sanado estaré más que contenta de demostrarte porque mi clan es matriarcal, hombre. Y mi madre se llama Ashara, no Eva. Temo que me confunde con otra.- Respondió la peliblanca cortante sin abrir los ojos. Confiaba que aquel sujeto no se atrevería ni a acercarse a ella, y que si lo hacía Lucy también disfrutaría mostrándole algo de "poder femenino".
En ese momento, disfrutando ya de algo de silencio, la sacerdotisa comenzó a aumentar el éter que canalizaba aplicando curas aquí y allá en el cuerpo de su paciente. Aquello no curaría la enfermedad pero podría ayudar al rey a mejorar y recobrar algo de sus mermadas fuerzas. Además, gracias a ser devota seguidora del camino de la restauración, la peliblanca no necesitaba un contacto directo para realizar las sanaciones, por lo que el riesgo de contagio, junto con su resistencia natural a las enfermedades, debía de ser mínimo.
-¿Cuándo exactamente empezó a sentirse enfermo? ¿Cómo empezó?¿Ha habido casos de contagio? ¿Alguien más que haya estado cerca de su majestad presenta síntomas?- Preguntó abriendo los ojos pero sin romper la aplicación de magia sanadora. Daba por hecho que el sacerdote no sería para nada de utilidad a la hora de responder a alguna de aquellas preguntas, pero quizá la mujer calavera era distinta. A pesar de ello aquellas preguntas iban más dirigidas hacia la reina, sin duda mucho más al tanto de aquellos datos que los enésimos sanadores en llegar hasta allí.
-¿Me permite su abrigo?.- Preguntó el chambelán dirigiéndose hacia Níniel tras dejar a ambas jóvenes los instantes de rigor para contemplar lo suntuoso de la gran sala a la que habían llegado, así como para aclimatarse a la temperatura del lugar, considerablemente más alta que la del exterior a pesar de ser sin duda la sala más grande que Níniel hubiese visto nunca, superando incluso a los salones de las mansiones de los brujos en las islas y a los de los nobles humanos de Lunargenta, al menos en lo que a dimensiones se refería, pues en cuanto a estilo resultaban sorprendentemente similares. ¿Había la cultura bruja influido en la de los dragones y humanos? Por antigüedad de las razas así podría haber sido pero...Quizá los brujos hubiesen adoptado tales costumbres a posteriori para no quedarse atrás a la hora de demostrar poder y posición. Desde luego influencia de los elfos no había sido, eso estaba claro. -¿Señorita?- Insistió el hombre al no recibir respuesta de la joven pensativa.
-¿Ah? Ah, no, no hace falta. Soy del sur y estoy más acostumbrada al calor que al frío.- Respondió con educación al final tras volver a la realidad. Limitándose a echarse hacia atrás la capucha de su capa y revelando de ese modo su cabello blanco como la nieve que se amontonaba fuera, así como sus puntiagudas orejas que demostraban su procedencia sureña. -Excelente. Por aquí entonces por favor.- Les indicaría entonces aquel sirviente de algo rango, conduciendolas diligentemente hasta su destino.
-¿Impresionante verdad?- Inquirió la gran encantadora tan pronto comenzaron a moverse pero con un tono de voz respetuosamente bajo, susurrando sus palabras cerca del oído de la elfa. Tan cerca de hecho que Níniel sintió un escalofrío al notar su cálido aliento en tan sensible zona. -No voy a tener en cuenta que algo así te deje sin habla, es normal. Sandorai es muy distinto, ¿verdad?- Siguió diciendo ajena a la sensación que causaba en la peliblanca, ya levemente ruborizada pues lejos de alejarse la bruja casi la rozaba ya.
-Es...impresionante... sí, pero ya he visto lugares similares.-Respondió Níniel separándose un poco y colocándose un mechón de pelo tras la oreja. -Pensaba más bien en qué cultura influyó en la otra viendo aquí un estilo muy similar al de los humanos y brujos. Este lugar me recuerda mucho a la mansión Harrowmont en cuanto a decoración.- Aclaró sin poder evitar percatarse de la expresión de sorpresa que se instaló en el rostro de la pelirroja al escuchar de boca de la elfa aquel apellido, el cual sin duda como bruja conocía. Su reacción era comprensible. No muchos elfos debían de visitar las islas, y muchos menos entrar en la mansión Harrowmont. Para ella debía de ser tan raro como si a la sacerdotisa le dijesen de un brujo frente a árbol madre.
-Un día de estos vas a tener que contarme cómo es que conoces el interior de esa mansión, Níniel. Presiento que es toda una historia.- Dejó en el aire Lucy antes de guardar de nuevo silencio conforme subían por unas escaleras de caracol, hacia lo que parecía la parte más alta de una gran torre. No tardaron mucho más en llegar a su destino, deteniéndose los tres, guía y visitantes, antes una puerta de madera con el escudo familiar de la casa real dibujado sobre la misma, sobre el blasón había además dibujada una gran corona dorada. No había guardias ante la puerta pero resultaba evidente que aquel sirviente las había llevado sin rodeos ni paradas en el camino ante las cámaras del propio rey.
-Tendremos cuidado.-Respondió la peliblanca a la advertencia del chambelán y pidiendo permiso con la mirada a su superiora para avanzar primero una vez la puerta estuvo abierta. -En lo relativo a la enfermedad me gustaría que se quedara un paso atrás, gran encantadora.- Pidió mostrando la deferencia que se esperaba en público hacia ella, aunque en privado ya se tuteasen como amigas. Una vez tuvo el consentimiento de la pelirroja Níniel entró, y no pudo sino quedarse estupefacta al encontrarse dentro una situación inesperada.
La habitación era amplia y espaciosa, digna de un rey sin duda, tanto por la calidad de su mobiliario como por la riqueza de su decoración, pero aquello no sorprendió a la elfa, ni siquiera el hecho de que los cojines sobre los que reposaba el rey parecieran bordados con hilo de oro. Lo que sorprendió a Níniel fueron las dos extrañas figuras que en diferentes posiciones había allí, junto a una figura de porte noble que por sus atavíos debía de ser la reina.
Centrándose los extraños, uno de ellos, próximo al lecho del regente, vestía una austera túnica y portaba alguna especie de artefacto con forma de cruz entre sus manos; un clérigo de aquella secta cristiana a todas luces. Un culto que Níniel no entendía y con el que a decir verdad siempre había acabado teniendo encuentros de lo más desagradables. La otra persona, una mujer de piel oscura, era algo más difícil de calificar incluso. Vestía ropajes blancos adornados con cadenas de cuentas, y lucía extrañas pinturas o tatuajes cubriendo su cara y cuerpo que parecían querer representar a la propia muerte. Resultaba perturbadora, pero parecía contentarse con estar de cuclillas en el suelo a cierta distancia, mientras que era el sacerdote cristiano quién en esos momentos actuaba...O más bien, a ojos de Níniel, hacía el idiota mientras se acercaba cada vez más al finado sin tomar medida alguna para prevenir el contagio.
Al menos había que concederle que tenía motivación...Claro que la motivación en los idiotas era algo peligroso, como quedó claro por su modo de responder a las palabras de la mujer calavera, convencida de que lo que afectaba al rey no era una enfermedad sino una maldición. Así como por el modo de dirigirse a las recién llegadas, totalmente desprovista de educación. Por suerte la intervención de la reina, sacando un momento a ambas fuera, evitó que ninguna tuviera que responderle. Podía estarle agradecido a ese dios carpintero suyo por eso.
De nuevo fuera Níniel le dedicó una reverencia a la reina, tal y como dictaba el protocolo, pero la dragona, tras explicar la lista de intentos médicos fracasados, parecía no tener la cabeza en esos momentos para formalidades, tomando su mano directamente en un ruego desesperado por la vida de su esposo, algo que no debió hacer como bien le señaló Lucy, por el riesgo de contagio, pero también por su posición como consorte. Debía de querer mucho a su marido para rebajarse a ese nivel y para permitir que gente como aquel sacerdote estuviese en la cámaras reales.
-Haré todo lo que esté en mi mano por salvar su vida y empezaré de inmediato.- Respondió la joven a la petición de la reina antes de volver a dirigirse hasta el interior de la habitación. - Una cosa antes, alteza. Me gustaría poder contar con la total colaboración del resto de "sanadores" implicados, y si es posible los informes de los que lo intentaron antes que ellos. Aunque no lograsen sanar al rey descaratarían opciones y harían observaciones útiles.- Pidió, esta vez sí entrando y dispuesta a tomar las riendas de aquel caso.
-Mi nombre es Níniel, del clan Thenidiel. Alta sacerdotisa del dragón de luz.- Se presentó tan pronto como entró y dirigiéndose con paso firme hasta el centro de la habitación, justo frente a la cama del rey. -Su majestad la reina ha pedido ayuda a la Logia de hechiceros y en respuesta el gran inquisidor ha enviado a la gran encantadora Lucy Fireheart...- Continuó diciendo señalando a la bruja como si presentara a una noble, lo cual de hecho era.- ...y a mi. Espero vuestra total colaboración. Con permiso comenzaré de inmediato. Apártese señor.- Terminó de decir mirando a la mujer y al sacerdote antes de girarse hacia la cama y alzar sus manos, comenzando a aplicar su magia sobre el rey, cerrando los ojos y concentrándose mientras buscaba los daños en su cuerpo y hasta dónde se había extendido aquella enfermedad para trazar un diagnóstico. Además si fuese una maldición también lo sabría.
-¿Qué significa esto, mujer? Nadie puede interrumpir las oraciones...Aprende tu lugar hija de Eva. Una mujer no...- No llegó a terminar la frase, pero al menos se había alejado un poco del enfermo y cesado lo que fuese que estaba diciendo en aquel idioma del que ella apenas entendía algo gracias a Bio.
-Cuando el rey haya sanado estaré más que contenta de demostrarte porque mi clan es matriarcal, hombre. Y mi madre se llama Ashara, no Eva. Temo que me confunde con otra.- Respondió la peliblanca cortante sin abrir los ojos. Confiaba que aquel sujeto no se atrevería ni a acercarse a ella, y que si lo hacía Lucy también disfrutaría mostrándole algo de "poder femenino".
En ese momento, disfrutando ya de algo de silencio, la sacerdotisa comenzó a aumentar el éter que canalizaba aplicando curas aquí y allá en el cuerpo de su paciente. Aquello no curaría la enfermedad pero podría ayudar al rey a mejorar y recobrar algo de sus mermadas fuerzas. Además, gracias a ser devota seguidora del camino de la restauración, la peliblanca no necesitaba un contacto directo para realizar las sanaciones, por lo que el riesgo de contagio, junto con su resistencia natural a las enfermedades, debía de ser mínimo.
-¿Cuándo exactamente empezó a sentirse enfermo? ¿Cómo empezó?¿Ha habido casos de contagio? ¿Alguien más que haya estado cerca de su majestad presenta síntomas?- Preguntó abriendo los ojos pero sin romper la aplicación de magia sanadora. Daba por hecho que el sacerdote no sería para nada de utilidad a la hora de responder a alguna de aquellas preguntas, pero quizá la mujer calavera era distinta. A pesar de ello aquellas preguntas iban más dirigidas hacia la reina, sin duda mucho más al tanto de aquellos datos que los enésimos sanadores en llegar hasta allí.
Níniel hace uso este turno de su maestría Plegaria. Dado que no sé si es maldición, enfermedad o cuál. He buscado ser ambigua con la aplicación de la misma a la espera de más información^^.
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Níniel Thenidiel
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Re: Princeps Draconis [Mastereado - Níniel]
Las habilidades de Níniel estaban de sobra demostradas. Y todo el mundo permaneció expectante viendo si podía curar al rey. Lucy tenía la fé plena en ella, después de ver lo que había logrado con el Inquisidor.
Pero esta ocasión no iba a tenerlo fácil. Ya que la enfermedad, o quien sabe si maldición, era mucho mayor que el mero debilitamiento físico bajo el que se encontraba el Inquisidor en el pico más alto. Aquel hombre iba a perecer sin remedio si nadie conseguía encontrar.
-Advertidos estabais. El rey, maldito está. – insistió la misteriosa bruja vudú, en cuclillas.
-¡Tú magia hereje es inútil! La oración es la única salvación. – El anciano se arrodilló a los pies de la cama, juntó sus manos, y se puso a rezar en una extraña lengua.
Níniel comenzó a hacer preguntas que difícilmente tendrían respuesta en cualquiera de los dos curanderos que allí se encontraban. Quien quizás tuviese algo que decir al respecto era la reina. Lucy depositó su mirada en ella ahora.
-Empezó a toser hace dos meses. Hicimos llamar a médicos de todo Aerandir. De un día para otro esos bultos - señaló con cierta repugnancia las bulbas que brotaban por su rostro. – empezaron a brotar por todo su cuerpo hará un mes, aproximadamente. Desde entonces no se pudo mover y hemos seguido llamando a médicos sin dilución.
-Exijo una lista de invitados y de todos los curanderos que han pasado por aquí. Sus efectos. Cualquier cosa. – pidió Lucy inmediatamente, señalando el suelo
-Mala idea el buscar culpables mientras el rey muere. Los culpables, si listos son, aquí no deberían estar. – opinó la mujer negra en cuclillas. – Buscad soluciones a la maldición. Es lo que hacer debéis.
-A veces, para sanar un árbol hay que excavar y encontrar la raíz. – replicó una seria Lucy a la chamán. - Chambelán, traedme el registro de visitas.
-Enseguida, señorita Fireheart. – afirmó el cortés hombre que había abierto la puerta.
El hombre abandonó la estancia precozmente. Yendo a por el registro de visitas. No tardó demasiado, apenas habría tiempo para intercambiar unas intrascendentes palabras entre los miembros del grupo. Para los allí presentes, era mucho mejor que se tratara de una maldición. Ya que las maldiciones no eran tan fáciles de transmitir como un virus mortal, como el que parecía tener aquel anciano.
Cuando el chambelán volvió con el enorme libro. Lucy se dirigió a las visitas recibidas un mes atrás. Tan sólo estaba en la página anterior a la que se encontraban los nombres de los invitados. A fin de cuentas, pocas visitas admitirían en aquel estado semivegetativo de su majestad.
Entre los nombres recientes, que rápidamente fueron subrayados por el dedo de Lucy, portadora del libro, figuraban el de algunas figuras tan emblemáticas como la profesora Lise Meitner, de Beltrexus; el antiguo mentor de Níniel, Otrore; el Doctor Peste de la base bio; el elfo Virgo; la condesa Erzsébeth Báthory; el veterano caballero dragón, Sir Samuel; el Padre Callaghan y el alquimista licántropo Wolfgang Lachance.
-¿Puede que alguno de estos sepa algo? Sólo conozco a la profesora Meitner y a Sir Samuel. Y dudo que alguno de ellos quisiese algo malo para el rey. – descartó la bruja. –En cualquier caso, será difícil dar con ellos.
-O puede que incluso haya sido alguien de palacio. – concluyó la reina.
De pronto, una tos seca y casi apagada, proveniente del anciano y convaleciente dragón, interrumpió la conversación. El rey miraba al grupo. Miraba a su esposa, mientras por su nariz comenzaba a emanar sangre. Parecía estar luchando por mantenerse vivo. E incapaz de decir qué sentía, pues no tenía suficiente fuerza para hablar, siquiera. Todos miraron hacia él. Se estaba ahogando en su propia sangre. En unos pulmones encharcados. Su esposa rápidamente se dio cuenta de la gravedad de la situación y corrió hacia él sumida en el llanto, tratando de levantarle. El sacerdote rezaba desesperado, pidiendo clemencia a Dios. La mujer negra, en cuclillas, quizás fuese la más sensata.
-Una nueva desgracia, en la ciudad ha caído. – dijo haciendo negaciones con la cabeza. - El rey, muerto está. – concluyó. – Los reinos del Norte, un sucesor necesitan.
Lucy agachó la cabeza. No habían llegado a tiempo. Ni siquiera fue capaz de consolar a una reina que lloraba en el cuerpo muerto de su marido. Nada ni nadie la consolaría. Necesitaba tiempo para asumirlo. Lucy envió a Níniel una mirada para testificar que todo seguía bien y se acercó hasta la desolada reina.
-¡Mi rey! ¡Mi hombre! – decía la reina sumida en un llanto.
-Majestad. – dijo en voz baja, tocando su hombro. – Sus hijos…
-¿Qué queréis? ¡Id a buscarlos! Decídselo vosotras. – dijo frustrada la reina, sumida en un llanto. – Decidles que su padre ha muerto. – clamó sin quitar la vista del marido. – Dejadme a solas... Unos minutos. – pidió.
Lucy asintió con la cabeza y el rostro claramente compungido. – Sí, majestad. –
Dicho esto. El chambelán, también muy dolido, pidió a todos los presentes que abandonarían la sala.
-La ciudad no está preparada para recibir una noticia así. Mantengamos la máxima discreción en este asunto. – ordenó la Alta Encantadora a Níniel y a los demás. La médico vudú y el sacerdote asintieron. – Mantener la integridad de los Princeps Draconis es la prioridad máxima. Chambelán, ¿sabéis dónde están? – preguntó la Encantadora.
-La Princesa Henrietta se escapa del Palacio asiduamente. Es muy difícil saber dónde está. – comenzó diciendo abrumado el hombre. – Y el Príncipe Rigobert está de patrulla con los Caballeros Dragón por la ciudad. Entrenando, supongo.
* * * * * * * * * * * * *
Níniel: Tu cura no ha sido efectiva y el rey ha muerto. No te martirices, estaba planeado así y sólo una runa buena podría haberle librado del trágico final. Ante esta hecatombe, surge el problema de buscar un nuevo heredero para la ciudad (y por supuesto, que ésta no se entere de la noticia). Tareas que, ante el bajo estado de ánimo de la reina, caen en manos de la Logia. Tendrás que encontrar a los princeps draconis e informarles de la triste noticia. ¿Pero a cuál de ellos primero? Ambos están fuera de palacio y podrían estar en peligro, pueden ser más fáciles de encontrar o puede que no se tomen la noticia de la misma manera. Difícil decisión, ¿verdad?. Nunca es sencillo nombrar un heredero.
Pero esta ocasión no iba a tenerlo fácil. Ya que la enfermedad, o quien sabe si maldición, era mucho mayor que el mero debilitamiento físico bajo el que se encontraba el Inquisidor en el pico más alto. Aquel hombre iba a perecer sin remedio si nadie conseguía encontrar.
-Advertidos estabais. El rey, maldito está. – insistió la misteriosa bruja vudú, en cuclillas.
-¡Tú magia hereje es inútil! La oración es la única salvación. – El anciano se arrodilló a los pies de la cama, juntó sus manos, y se puso a rezar en una extraña lengua.
Níniel comenzó a hacer preguntas que difícilmente tendrían respuesta en cualquiera de los dos curanderos que allí se encontraban. Quien quizás tuviese algo que decir al respecto era la reina. Lucy depositó su mirada en ella ahora.
-Empezó a toser hace dos meses. Hicimos llamar a médicos de todo Aerandir. De un día para otro esos bultos - señaló con cierta repugnancia las bulbas que brotaban por su rostro. – empezaron a brotar por todo su cuerpo hará un mes, aproximadamente. Desde entonces no se pudo mover y hemos seguido llamando a médicos sin dilución.
-Exijo una lista de invitados y de todos los curanderos que han pasado por aquí. Sus efectos. Cualquier cosa. – pidió Lucy inmediatamente, señalando el suelo
-Mala idea el buscar culpables mientras el rey muere. Los culpables, si listos son, aquí no deberían estar. – opinó la mujer negra en cuclillas. – Buscad soluciones a la maldición. Es lo que hacer debéis.
-A veces, para sanar un árbol hay que excavar y encontrar la raíz. – replicó una seria Lucy a la chamán. - Chambelán, traedme el registro de visitas.
-Enseguida, señorita Fireheart. – afirmó el cortés hombre que había abierto la puerta.
El hombre abandonó la estancia precozmente. Yendo a por el registro de visitas. No tardó demasiado, apenas habría tiempo para intercambiar unas intrascendentes palabras entre los miembros del grupo. Para los allí presentes, era mucho mejor que se tratara de una maldición. Ya que las maldiciones no eran tan fáciles de transmitir como un virus mortal, como el que parecía tener aquel anciano.
Cuando el chambelán volvió con el enorme libro. Lucy se dirigió a las visitas recibidas un mes atrás. Tan sólo estaba en la página anterior a la que se encontraban los nombres de los invitados. A fin de cuentas, pocas visitas admitirían en aquel estado semivegetativo de su majestad.
Entre los nombres recientes, que rápidamente fueron subrayados por el dedo de Lucy, portadora del libro, figuraban el de algunas figuras tan emblemáticas como la profesora Lise Meitner, de Beltrexus; el antiguo mentor de Níniel, Otrore; el Doctor Peste de la base bio; el elfo Virgo; la condesa Erzsébeth Báthory; el veterano caballero dragón, Sir Samuel; el Padre Callaghan y el alquimista licántropo Wolfgang Lachance.
-¿Puede que alguno de estos sepa algo? Sólo conozco a la profesora Meitner y a Sir Samuel. Y dudo que alguno de ellos quisiese algo malo para el rey. – descartó la bruja. –En cualquier caso, será difícil dar con ellos.
-O puede que incluso haya sido alguien de palacio. – concluyó la reina.
De pronto, una tos seca y casi apagada, proveniente del anciano y convaleciente dragón, interrumpió la conversación. El rey miraba al grupo. Miraba a su esposa, mientras por su nariz comenzaba a emanar sangre. Parecía estar luchando por mantenerse vivo. E incapaz de decir qué sentía, pues no tenía suficiente fuerza para hablar, siquiera. Todos miraron hacia él. Se estaba ahogando en su propia sangre. En unos pulmones encharcados. Su esposa rápidamente se dio cuenta de la gravedad de la situación y corrió hacia él sumida en el llanto, tratando de levantarle. El sacerdote rezaba desesperado, pidiendo clemencia a Dios. La mujer negra, en cuclillas, quizás fuese la más sensata.
-Una nueva desgracia, en la ciudad ha caído. – dijo haciendo negaciones con la cabeza. - El rey, muerto está. – concluyó. – Los reinos del Norte, un sucesor necesitan.
Lucy agachó la cabeza. No habían llegado a tiempo. Ni siquiera fue capaz de consolar a una reina que lloraba en el cuerpo muerto de su marido. Nada ni nadie la consolaría. Necesitaba tiempo para asumirlo. Lucy envió a Níniel una mirada para testificar que todo seguía bien y se acercó hasta la desolada reina.
-¡Mi rey! ¡Mi hombre! – decía la reina sumida en un llanto.
-Majestad. – dijo en voz baja, tocando su hombro. – Sus hijos…
-¿Qué queréis? ¡Id a buscarlos! Decídselo vosotras. – dijo frustrada la reina, sumida en un llanto. – Decidles que su padre ha muerto. – clamó sin quitar la vista del marido. – Dejadme a solas... Unos minutos. – pidió.
Lucy asintió con la cabeza y el rostro claramente compungido. – Sí, majestad. –
Dicho esto. El chambelán, también muy dolido, pidió a todos los presentes que abandonarían la sala.
-La ciudad no está preparada para recibir una noticia así. Mantengamos la máxima discreción en este asunto. – ordenó la Alta Encantadora a Níniel y a los demás. La médico vudú y el sacerdote asintieron. – Mantener la integridad de los Princeps Draconis es la prioridad máxima. Chambelán, ¿sabéis dónde están? – preguntó la Encantadora.
-La Princesa Henrietta se escapa del Palacio asiduamente. Es muy difícil saber dónde está. – comenzó diciendo abrumado el hombre. – Y el Príncipe Rigobert está de patrulla con los Caballeros Dragón por la ciudad. Entrenando, supongo.
* * * * * * * * * * * * *
Níniel: Tu cura no ha sido efectiva y el rey ha muerto. No te martirices, estaba planeado así y sólo una runa buena podría haberle librado del trágico final. Ante esta hecatombe, surge el problema de buscar un nuevo heredero para la ciudad (y por supuesto, que ésta no se entere de la noticia). Tareas que, ante el bajo estado de ánimo de la reina, caen en manos de la Logia. Tendrás que encontrar a los princeps draconis e informarles de la triste noticia. ¿Pero a cuál de ellos primero? Ambos están fuera de palacio y podrían estar en peligro, pueden ser más fáciles de encontrar o puede que no se tomen la noticia de la misma manera. Difícil decisión, ¿verdad?. Nunca es sencillo nombrar un heredero.
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Re: Princeps Draconis [Mastereado - Níniel]
El estado del rey era crítico sin duda, Níniel podía notarlo conforme su exploración médica mediante magia profundizaba más y más, encontrando centímetro tras centímetro y órgano tras órgano signos de la enfermedad. De poco servían sus intentos por buscar al menos una leve mejoría en el paciente aplicando pequeñas curaciones aquí y allá, era como tratar de parar una vía de agua del tamaño de un hombre en el casco de un barco con las manos...Níniel con sus grandes habilidades lograba poner decenas de manos pero, el agua seguía entrando.
A pesar de ello dos cosas estaban claras. La primera que Níniel no se rendiría o dejaría de intentarlo hasta el final, ignorando a aquellos dos sujetos que no cesaban en sus respectivas peroratas y que de poca ayuda resultaban. La segunda que aquello que había afectado al rey no era la misma enfermedad que había sumido al norte en el caos y la desesperación. Los síntomas externos tenían similitudes pero, ni los tiempos eran los mismos ni el desarrollo de la enfermedad era igual, además parecía que no era tan contagiosa o nada en absoluto, pues la reina no mencionó que hubiese nadie más mostrando ni tan siquiera los primeros síntomas, ni siquiera ella.
¿Podía ser una nueva variante de la plaga? Era una posibilidad. No sería la primera enfermedad registrada y estudiada en mostrar dichos cambios, a veces para tornarse menos agresiva, otras para ganar en virulencia. Si no era ese el caso...se trataría de una enfermedad, o una maldición que actuaba como una, dada su falta de propagación, con unos efectos muy parecidos a la plaga. El tipo de casualidad que merecía la pena investigar.
-No se puede buscar solución a lo que se desconoce. -Secundó la joven peliblanca ante las palabras de la mujer calavera hacia Lucy, que había solicitado el registro de visitas. Las maldiciones más débiles y sencillas podían ser removidas por magia de luz sin muchas preocupaciones, ciertamente, además de por otros medios. Las maldiciones más fuertes como podría ser aquella, y según la mujer calavera lo era, por el contrario requerían conocimiento de causa o removerlas podría dar como resultado consecuencias mucho peores. -Parece una experta en maldiciones, si sabe algo dígalo.- Pidió entonces Níniel sabiendo que de saber algo la extraña mujer ya habría actuado. Repetir una y otra vez lo mismo no era de ayuda. Era como decir que había que correr ante un peligro ignoto, en un terreno desconocido, sin saber hacía donde.
Las palabras de la gran encantadora y de la elfa bastaron para hacer callar a la chamán, por un rato al menos, y gracias a ello Lucy pudo leer la lista que había solicitado al chambelán, quién apenas había tardado unos instantes en salir de la sala y regresar con un voluminoso manuscrito con la información solicitada, el cual incluía nombres que Níniel conocía, siendo uno de ellos especialmente sorprendente para ella.
-Algunos de ellos de oído y por haber leído alguna de sus publicaciones. A Otrore por otro lado lo conozco en persona. Su maestría alquímica me ayudó a perfeccionar mis propias habilidades a pasos de gigante. Aún mantenemos el contacto, compartiendo información, descubrimientos y fórmulas. Puede descartarlo, gran encantadora. Por ayudar incluso a humanos que le escupían en la calle puso en riesgo su propia vida...- Compartió la elfa sin cesar en sus intentos de sanación. Aquella conversación optaba por la posibilidad del atentado contra la vida del monarca más que por la de un contagio fortuito. Para Níniel aquella opción cobraba cada vez más fuerza también, aunque no descartaba otras, por ello la siguiente pregunta de la peliblanca no podía ser otra más qué; ¿quién querría desearle mal alguno al rey, y quién saldría beneficiado con su muerte? Por desgracia aquella pregunta tendría que esperar.
Sin que Níniel pudiera evitarlo y a pesar de la sanación sostenida y sus esfuerzos por llevar sus capacidades al límite, el rey sufrió un ataque repentino que causó su muerte. Seguramente debido a su estado de conciencia alterada ni siquiera sufriera pero, aquello no compensaba los meses anteriores, solo serviría de escaso consuelo para una viuda rota por el dolor ante la pérdida de un hombre al que parecía haber amado con todo su corazón. Para Níniel fue un duro golpe perderlo, como cada vez que sus habilidades, elogiadas por muchos, no eran suficientes para salvar una vida, pero para una sanadora la muerte era la otra cara de la moneda. Una dura contrincante contra la que peleaba una batalla tras otra. Algunas las vencía, otras las perdía. Su camino para hacerse más fuerte consistía en no rendirse a pesar de las derrotas. Puede que no llegara nunca el día en el que no tuviera que derramar más lágrimas, pero aún así seguiría luchando.
Tras una corta plegaria recitada por sacerdotisa en la lengua común, contra la que ni siquiera el sacerdote del carpintero muerto podría decir nada malo, junto al resto de los allí presentes, abandonó la habitación. Mientras todos salían la reina seguía ignorando los consejos para evitar el contagio, llorando sobre su difunto esposo. Aquella escena no pasó desapercibida para la joven y nadie intentó evitarla.
Ya en el exterior, aunque el respeto por el recién fallecido se imponía, el cristiano no tardó en increpar a Níniel, culpándola por interrumpir sus oraciones y haber molestado a Dios con su magia impía. Ante aquello Níniel sencillamente lo ignoró con entereza, como si no lo oyera, pues sabía que había hecho todo lo posible en aquellas circunstancias, siempre lo hacía. Aquellas acusaciones solo eran estupideces sin fundamento, típicas de las sectas. No obstante aquel humano podía dar gracias de no haberla conocido algo de tiempo atrás, o por aquella acusación habría acabado bajando de aquella torre por el hueco de las escaleras.
Al menos el shemlen tonsurado aceptó por parte de Lucy guardar silencio por el momento sobre la muerte del máximo gobernante del norte...Era un fanático estúpido y desprovisto de los dones de los verdaderos dioses, pero al menos con algo de sentido común y preocupación por la situación.
-La guardia de la ciudad debe de registrar los guardias de patrulla y las zonas asignadas.- Sugirió la peliblanca con tono serio. -Deben de saber dónde está el príncipe Rigoberto, además seguro que le han otorgado una escolta especial...La princesa por otro lado estará sola...Necesitamos alguna pista. Dundarak es demasiado grande para dar con ella, y desde la plaga los posibles escondites están por todas partes...Casas y edificios abandonados, calles antes frecuentadas ahora abandonadas...¿Quizá en sus habitaciones haya algo que nos haga saber qué hace y dónde va cuando se escapa?- Terminó de decir la elfa, denotando que creía que era la más vulnerable de los princeps y por ende la primera con la que deberían dar, aunque dar con ambos era igual de importante. La decisión, no obstante, estaba en manos de Lucy.
A pesar de ello dos cosas estaban claras. La primera que Níniel no se rendiría o dejaría de intentarlo hasta el final, ignorando a aquellos dos sujetos que no cesaban en sus respectivas peroratas y que de poca ayuda resultaban. La segunda que aquello que había afectado al rey no era la misma enfermedad que había sumido al norte en el caos y la desesperación. Los síntomas externos tenían similitudes pero, ni los tiempos eran los mismos ni el desarrollo de la enfermedad era igual, además parecía que no era tan contagiosa o nada en absoluto, pues la reina no mencionó que hubiese nadie más mostrando ni tan siquiera los primeros síntomas, ni siquiera ella.
¿Podía ser una nueva variante de la plaga? Era una posibilidad. No sería la primera enfermedad registrada y estudiada en mostrar dichos cambios, a veces para tornarse menos agresiva, otras para ganar en virulencia. Si no era ese el caso...se trataría de una enfermedad, o una maldición que actuaba como una, dada su falta de propagación, con unos efectos muy parecidos a la plaga. El tipo de casualidad que merecía la pena investigar.
-No se puede buscar solución a lo que se desconoce. -Secundó la joven peliblanca ante las palabras de la mujer calavera hacia Lucy, que había solicitado el registro de visitas. Las maldiciones más débiles y sencillas podían ser removidas por magia de luz sin muchas preocupaciones, ciertamente, además de por otros medios. Las maldiciones más fuertes como podría ser aquella, y según la mujer calavera lo era, por el contrario requerían conocimiento de causa o removerlas podría dar como resultado consecuencias mucho peores. -Parece una experta en maldiciones, si sabe algo dígalo.- Pidió entonces Níniel sabiendo que de saber algo la extraña mujer ya habría actuado. Repetir una y otra vez lo mismo no era de ayuda. Era como decir que había que correr ante un peligro ignoto, en un terreno desconocido, sin saber hacía donde.
Las palabras de la gran encantadora y de la elfa bastaron para hacer callar a la chamán, por un rato al menos, y gracias a ello Lucy pudo leer la lista que había solicitado al chambelán, quién apenas había tardado unos instantes en salir de la sala y regresar con un voluminoso manuscrito con la información solicitada, el cual incluía nombres que Níniel conocía, siendo uno de ellos especialmente sorprendente para ella.
-Algunos de ellos de oído y por haber leído alguna de sus publicaciones. A Otrore por otro lado lo conozco en persona. Su maestría alquímica me ayudó a perfeccionar mis propias habilidades a pasos de gigante. Aún mantenemos el contacto, compartiendo información, descubrimientos y fórmulas. Puede descartarlo, gran encantadora. Por ayudar incluso a humanos que le escupían en la calle puso en riesgo su propia vida...- Compartió la elfa sin cesar en sus intentos de sanación. Aquella conversación optaba por la posibilidad del atentado contra la vida del monarca más que por la de un contagio fortuito. Para Níniel aquella opción cobraba cada vez más fuerza también, aunque no descartaba otras, por ello la siguiente pregunta de la peliblanca no podía ser otra más qué; ¿quién querría desearle mal alguno al rey, y quién saldría beneficiado con su muerte? Por desgracia aquella pregunta tendría que esperar.
Sin que Níniel pudiera evitarlo y a pesar de la sanación sostenida y sus esfuerzos por llevar sus capacidades al límite, el rey sufrió un ataque repentino que causó su muerte. Seguramente debido a su estado de conciencia alterada ni siquiera sufriera pero, aquello no compensaba los meses anteriores, solo serviría de escaso consuelo para una viuda rota por el dolor ante la pérdida de un hombre al que parecía haber amado con todo su corazón. Para Níniel fue un duro golpe perderlo, como cada vez que sus habilidades, elogiadas por muchos, no eran suficientes para salvar una vida, pero para una sanadora la muerte era la otra cara de la moneda. Una dura contrincante contra la que peleaba una batalla tras otra. Algunas las vencía, otras las perdía. Su camino para hacerse más fuerte consistía en no rendirse a pesar de las derrotas. Puede que no llegara nunca el día en el que no tuviera que derramar más lágrimas, pero aún así seguiría luchando.
Tras una corta plegaria recitada por sacerdotisa en la lengua común, contra la que ni siquiera el sacerdote del carpintero muerto podría decir nada malo, junto al resto de los allí presentes, abandonó la habitación. Mientras todos salían la reina seguía ignorando los consejos para evitar el contagio, llorando sobre su difunto esposo. Aquella escena no pasó desapercibida para la joven y nadie intentó evitarla.
Ya en el exterior, aunque el respeto por el recién fallecido se imponía, el cristiano no tardó en increpar a Níniel, culpándola por interrumpir sus oraciones y haber molestado a Dios con su magia impía. Ante aquello Níniel sencillamente lo ignoró con entereza, como si no lo oyera, pues sabía que había hecho todo lo posible en aquellas circunstancias, siempre lo hacía. Aquellas acusaciones solo eran estupideces sin fundamento, típicas de las sectas. No obstante aquel humano podía dar gracias de no haberla conocido algo de tiempo atrás, o por aquella acusación habría acabado bajando de aquella torre por el hueco de las escaleras.
Al menos el shemlen tonsurado aceptó por parte de Lucy guardar silencio por el momento sobre la muerte del máximo gobernante del norte...Era un fanático estúpido y desprovisto de los dones de los verdaderos dioses, pero al menos con algo de sentido común y preocupación por la situación.
-La guardia de la ciudad debe de registrar los guardias de patrulla y las zonas asignadas.- Sugirió la peliblanca con tono serio. -Deben de saber dónde está el príncipe Rigoberto, además seguro que le han otorgado una escolta especial...La princesa por otro lado estará sola...Necesitamos alguna pista. Dundarak es demasiado grande para dar con ella, y desde la plaga los posibles escondites están por todas partes...Casas y edificios abandonados, calles antes frecuentadas ahora abandonadas...¿Quizá en sus habitaciones haya algo que nos haga saber qué hace y dónde va cuando se escapa?- Terminó de decir la elfa, denotando que creía que era la más vulnerable de los princeps y por ende la primera con la que deberían dar, aunque dar con ambos era igual de importante. La decisión, no obstante, estaba en manos de Lucy.
On rol Lucy escogerá, pues es la jefa. Offrol me decanto por ir primero a por la princesa.
Níniel Thenidiel
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Re: Princeps Draconis [Mastereado - Níniel]
Lucy miró a Níniel con admiración. Y con desafío a la vez. Parece que la elfa por fin estaba dispuesta a asumir decisiones importantes y trascendentales. La Alta Encantadora miró con decisión al chambelán y pronto transmitió la decisión de la elfa y, por lo tanto, la suya, al sirviente.
-Chambelán, iremos a buscar a la princesa Henrietta. – dijo.
-¡Oh! Esa será sin duda una buena idea. Como ya dije, la princesa Henrietta escapa de casa y rara vez sabemos dónde se dirige. – luego miró a la elfa. Negándose a ver su propuesta. – Nadie puede entrar a la habitación de la princesa sin su consentimiento. Sólo Sus Majestades. – Lucy Fireheart se acercó al hombre y mostró su dedo índice y su larga uña roja pintada de rojo. La Encantadora Fireheart podía ser agradable en ocasiones, pero cuando daba una orden, pocos se atrevían a desafiarla.
-Nosotras sí podremos. ¿Acaso le parece poco motivo el actual? - preguntó molesta.
-Bueno, supongo que podremos hacer una excepción. – dijo el hombre agachando la cabeza. – Por aquí, por favor.
El chambelán dirigió a hechicera y sacerdotisa de nuevo hacia zonas inferiores del castillo. Portaba todas las llaves del mismo, por lo que podía acceder a cualquier estancia. El área de los dormitorios de los príncipes era más normal. De hecho, la sección de la princesa Henrietta no parecía ser demasiado lujosa. Sin duda tendría que agacharse por el pequeño portal para poder acceder.
–Las habitaciones de príncipe y princesa se encuentra en diversas esquinas del castillo, y en diferentes pisos. Por motivos de seguridad. – Lucy no pareció comprender el por qué de esta medida.
-¿Motivos de seguridad? – preguntó algo inquieta mientras el hombre introducía la llave de la habitación de la princesa en la cerradura y la giraba la para abrir.
-En caso de asalto al castillo, a los asaltantes les será más difícil atacar a ambos a la vez. Siempre se podrá dar la alerta y elaborar un plan de huida para el otro príncipe. Por el mismo motivo, los prínceps draconis tampoco viajan juntos, por lo que no tienen una relación fraternal entre hermanos, como cabría esperar. – resopló. – Son decisiones de los reyes, yo no me inmiscuyo. – se escuchó el crujir de la misma al conseguir abrir la puerta.
La habitación de la princesa, ubicada en la primera planta, no era tan lujosa como la de su padre, pero sí que era bastante espaciosa. Era óptima para su forma humana. Tenía una alcoba con sábanas amarillas, perfectamente hecha a su medida.
Lucy dio una señal gestual a Níniel para empezar la investigación en el interior de la misma. La encantadora empezó por el armario, donde Henrietta guardaba todos sus vestidos. Dejando a la elfa la parte del escritorio y un pequeño baúl a los pies de la cama.
Lucy revolvió en el armario y encontró, escondida detrás de sus ropas, una pequeña escalera de madera. También podían verse pisadas de tierra en el suelo y la alfombra. Rastros de tierra. Se asomó al balcón y, abajo, pudo ver como había suelo descuidado y embarrado. Ya que su habitación no daba al patio interior, sino a los terrenos exteriores del castillo, y al encontrarse en la primera planta, la escalera era un buen sitio para un posible acceso o huida. - ¿Baja ella o sube alguien? ¿Tú que crees Níniel? ¿Tendría necesidad siendo una dragona? – inquirió la Alta Encantadora.
Níniel podría encontrar un pequeño cachivache en el baúl, escondido detrás de unos cuantos objetos y abalorios. Algo que poco tendría que ver con los utensilios habituales de una princesa… que no fuera una biocibernética. Un objeto poco común, desde luego. Una especie de dragoncito metálico que era capaz de volar solo.
En la cómoda, Níniel podría encontrar también una carta bien escondida: “Un dragón hecho a medida para la mejor Princesa de Dundarak. ¡Pulsa su ojo y sorpréndete!”
Y si la elfa deseaba pulsarlo, podría ver cómo el pequeño dragón inanimado comenzaba a chirriar en su interior, pronto volaría y giraría, realizando un circuito prediseñado. Durante su recorrido dejaba un pequeño corazón pintado en el cielo durante unos instantes, antes de desvanecerse en el suelo.
La carta concluía con una frase:
“Ya sabéis que tengo más juguetes en mi taller de Bajaciudad. ¡Tengo muchas cosas que enseñaros! ¡Oh! Y acordaos de quemar la carta, princesa.” Juraba la misma. Aunque por lo visto, ésta se había olvidado de incendiar la misma, probablemente confiada de que respetarían su intimidad.
-¿Un admirador secreto? – preguntó el chambelán.
-¿En Bajaciudad? Más bien alguien peligroso que buscar atraerla. Cosa factible por el contenido tan... Lo que deja entrever la última frase del mensaje, vamos. – caviló Lucy. Tal y como estaba la situación en la ciudad, no había que descartar ninguna posibilidad. - Habrá que ir a buscarla ya mismo. - apremió nerviosa Lucy.
* * * * * * * * * *
Níniel: Has decidido ir a por la princesa Henrietta. Se trata de la más difícilmente localizable de los dos. ¡Por lo que es hora de investigar! Habéis encontrado pistas en su habitación que os podrían llevar hasta su paradero o ubicación. ¿Crees que podría estar peligro? ¿Crees que tenéis que apremiaros? Tendrás que compartir tus impresiones con la Encantadora y describir tu camino por los barrios bajos. Tus impresiones son muy importantes, ya que están aumentarán el “calor” de Lucy y su primera reacción ante un hipotético primer encuentro, para bien o para mal.
Sólo irá Lucy Fireheart contigo, puedes utilizarla como gustes.
Por ahora no sabrás nada del sacerdote, ni de la curandera chamán. Ellos no os siguen... Pero puede que a alguno lo encuentres a no mucho tardar.
-Chambelán, iremos a buscar a la princesa Henrietta. – dijo.
-¡Oh! Esa será sin duda una buena idea. Como ya dije, la princesa Henrietta escapa de casa y rara vez sabemos dónde se dirige. – luego miró a la elfa. Negándose a ver su propuesta. – Nadie puede entrar a la habitación de la princesa sin su consentimiento. Sólo Sus Majestades. – Lucy Fireheart se acercó al hombre y mostró su dedo índice y su larga uña roja pintada de rojo. La Encantadora Fireheart podía ser agradable en ocasiones, pero cuando daba una orden, pocos se atrevían a desafiarla.
-Nosotras sí podremos. ¿Acaso le parece poco motivo el actual? - preguntó molesta.
-Bueno, supongo que podremos hacer una excepción. – dijo el hombre agachando la cabeza. – Por aquí, por favor.
El chambelán dirigió a hechicera y sacerdotisa de nuevo hacia zonas inferiores del castillo. Portaba todas las llaves del mismo, por lo que podía acceder a cualquier estancia. El área de los dormitorios de los príncipes era más normal. De hecho, la sección de la princesa Henrietta no parecía ser demasiado lujosa. Sin duda tendría que agacharse por el pequeño portal para poder acceder.
–Las habitaciones de príncipe y princesa se encuentra en diversas esquinas del castillo, y en diferentes pisos. Por motivos de seguridad. – Lucy no pareció comprender el por qué de esta medida.
-¿Motivos de seguridad? – preguntó algo inquieta mientras el hombre introducía la llave de la habitación de la princesa en la cerradura y la giraba la para abrir.
-En caso de asalto al castillo, a los asaltantes les será más difícil atacar a ambos a la vez. Siempre se podrá dar la alerta y elaborar un plan de huida para el otro príncipe. Por el mismo motivo, los prínceps draconis tampoco viajan juntos, por lo que no tienen una relación fraternal entre hermanos, como cabría esperar. – resopló. – Son decisiones de los reyes, yo no me inmiscuyo. – se escuchó el crujir de la misma al conseguir abrir la puerta.
La habitación de la princesa, ubicada en la primera planta, no era tan lujosa como la de su padre, pero sí que era bastante espaciosa. Era óptima para su forma humana. Tenía una alcoba con sábanas amarillas, perfectamente hecha a su medida.
Lucy dio una señal gestual a Níniel para empezar la investigación en el interior de la misma. La encantadora empezó por el armario, donde Henrietta guardaba todos sus vestidos. Dejando a la elfa la parte del escritorio y un pequeño baúl a los pies de la cama.
Lucy revolvió en el armario y encontró, escondida detrás de sus ropas, una pequeña escalera de madera. También podían verse pisadas de tierra en el suelo y la alfombra. Rastros de tierra. Se asomó al balcón y, abajo, pudo ver como había suelo descuidado y embarrado. Ya que su habitación no daba al patio interior, sino a los terrenos exteriores del castillo, y al encontrarse en la primera planta, la escalera era un buen sitio para un posible acceso o huida. - ¿Baja ella o sube alguien? ¿Tú que crees Níniel? ¿Tendría necesidad siendo una dragona? – inquirió la Alta Encantadora.
Níniel podría encontrar un pequeño cachivache en el baúl, escondido detrás de unos cuantos objetos y abalorios. Algo que poco tendría que ver con los utensilios habituales de una princesa… que no fuera una biocibernética. Un objeto poco común, desde luego. Una especie de dragoncito metálico que era capaz de volar solo.
En la cómoda, Níniel podría encontrar también una carta bien escondida: “Un dragón hecho a medida para la mejor Princesa de Dundarak. ¡Pulsa su ojo y sorpréndete!”
Y si la elfa deseaba pulsarlo, podría ver cómo el pequeño dragón inanimado comenzaba a chirriar en su interior, pronto volaría y giraría, realizando un circuito prediseñado. Durante su recorrido dejaba un pequeño corazón pintado en el cielo durante unos instantes, antes de desvanecerse en el suelo.
La carta concluía con una frase:
“Ya sabéis que tengo más juguetes en mi taller de Bajaciudad. ¡Tengo muchas cosas que enseñaros! ¡Oh! Y acordaos de quemar la carta, princesa.” Juraba la misma. Aunque por lo visto, ésta se había olvidado de incendiar la misma, probablemente confiada de que respetarían su intimidad.
-¿Un admirador secreto? – preguntó el chambelán.
-¿En Bajaciudad? Más bien alguien peligroso que buscar atraerla. Cosa factible por el contenido tan... Lo que deja entrever la última frase del mensaje, vamos. – caviló Lucy. Tal y como estaba la situación en la ciudad, no había que descartar ninguna posibilidad. - Habrá que ir a buscarla ya mismo. - apremió nerviosa Lucy.
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Níniel: Has decidido ir a por la princesa Henrietta. Se trata de la más difícilmente localizable de los dos. ¡Por lo que es hora de investigar! Habéis encontrado pistas en su habitación que os podrían llevar hasta su paradero o ubicación. ¿Crees que podría estar peligro? ¿Crees que tenéis que apremiaros? Tendrás que compartir tus impresiones con la Encantadora y describir tu camino por los barrios bajos. Tus impresiones son muy importantes, ya que están aumentarán el “calor” de Lucy y su primera reacción ante un hipotético primer encuentro, para bien o para mal.
Sólo irá Lucy Fireheart contigo, puedes utilizarla como gustes.
Por ahora no sabrás nada del sacerdote, ni de la curandera chamán. Ellos no os siguen... Pero puede que a alguno lo encuentres a no mucho tardar.
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Re: Princeps Draconis [Mastereado - Níniel]
Nadie le negaba nada de esa forma a la gran encantadora Fireheart, aquel chambelán debería saberlo si es que quería jactarse de conocer bien su trabajo en la corte del norte. Podías argumentar en contra de su petición, proponer algo distinto y tentarla lo suficiente con aquella nueva idea como para que cambiara de opinión, pero, ¿decir que no? Si incluso Niniel parecía una mujer poderosa y peligrosa solo por caminar a su lado, cuando lo normal es que todo el mundo pensara que no era más que una hermana de la caridad. Tal era el aura de puro fuego calcinador que rodeaba a la impactante mujer pelirroja.
-No perdamos el tiempo entonces.- Apremió la elfa una vez que el hombrecillo lo hubo entendido, bastante rápido por cierto.-Podremos actuar con mayor libertad mientras las malas nuevas sobre la muerte del rey no se extiendan, pero eso no durará para siempre.- Añadió a su petición de premura. Pronto las piezas políticas que habían estado esperando su momento comenzarían a moverse sin el cuidado mostrado hasta ese momento, y a saber a qué estaban dispuestas en aquel confuso escenario en el que había dos extraños candidatos con igual derecho al trono, y en el que las causas de la muerte del rey no estaban claras aún.
Los aposentos de la princesa, por alguna razón, no se encontraban precisamente cerca de los de sus padres, y aquel sirviente no dudó en explicarles el motivo, seguramente porque, tras unos minutos bajando escaleras y caminando por aquel lugar, la expresión de recelo de las miembros de la logia que le seguían debían de sentirse como dardos clavándose en su espalda.
Por lo visto era por seguridad, llegando incluso a sacrificar su relación entre hermanos a cambio de la misma. Sonaba incluso a una paranoía por la seguridad, puesto que el chambelán no dijo que fuera una costumbre del norte, sino una medida tomada por sus padres, los reyes.
-Esa falta de relación entre los hermanos podría complicar aún más las cosas.- Le susurraría la peliblanca a la bruja en cuanto ambas entraron a la habitación de Henrietta y el chambelán estuvo a cierta distancia de ellas, esperando y observando lo que hacían desde la puerta sin perder detalle.
Bajo su atenta mirada, cada una de ellas comenzó a buscar alguna evidencia en una parte distinta de la habitación, repartiéndose el espacio, que no era precisamente pequeño. Lucy se ocuparía de los armarios, mientras que Níniel comenzaría por el escritorio, dedicándole especial atención a los escritos que allí hubiera y dedicándoles a todos y cada uno al menos una rápida lectura vertical antes de descartarlos. La mayoría eran peticiones de nobles para visitar sus tierras, acudir a sus fiestas y, en general, intentos por ganarse su simpatía. Más curiosos resultaban algunos panfletos de negocios que no deberían en nada interesar a una princesa, pero si aquello era alguna pista, desde luego que eran una muy mala.
-¿Bajar?- Inquirió la peliblanca girándose ante la pregunta de la bruja, la cual no entendió hasta que ésta le señaló la tierra en la alfombra y la escalera en el armario. -Ummm. El balcón es una plataforma lo bastante grande para un dragón normal.- Dijo con un escalofrío por el frío que entraba por las puertas abiertas. -Ella no lo necesitaría, ni tampoco otro dragón si viniese. Además este tipo de escalera...alguien tendría que recogerla luego desde arriba si ella la usase para bajar, si la dejase desplegada sobre la pared los guardias terminarían viéndola y se supone que nadie sabe nada sobre sus "escapadas". Parece que alguién sin alas, y sin cortesía como para quitarse los zapatos, visita a la princesa. Una visita que no quiere que nadie sepa que viene.-Declaró pensativa mientras volvía a lo suyo, buscando esta vez en el alargado baúl a los pies de la cama. Aquella había sido una revelación importante, pero necesitaban más, algo más concreto.
-Yo solo he visto cartas de nobles haciéndole la pelota...Usted al menos ha dado con algo...Menos es...Un momento.- Expresó la joven sacando parte del contenido del baúl y dejándolo sobre la cama, acción que se ganó la reprobación del chambelán al creer que estaba tratando con muy poco respeto las posesiones de su señora. -La madera en el fondo no está bien puesta...- Añadió la peliblanca, creando un pequeño orbe de luz que se deslizó por el aire hasta allí, iluminando su interior claramente. -Un doble fondo. Aquí hay algo...-Dijo al final metiendo la mano y sacando una especie de juguete metálico y una carta, una que a diferencia de las anteriores no tenía el sello de ninguna gran casa. De hecho la calidad de su papel era notoriamente inferior, pero había sido abierta con cuidado y no tenía ni una mancha, ni una arruga.
-“Un dragón hecho a medida para la mejor Princesa de Dundarak. ¡Pulsa su ojo y sorpréndete!” -Leyó la elfa antes de mirar aquel juguete y, con cierto cuidado, apretar el botón indicado, observando con curiosidad cómo alzaba el vuelo y empezaba a dar vueltas por la habitación lanzando corazones de humo. -“Ya sabéis que tengo más juguetes en mi taller de Bajaciudad. ¡Tengo muchas cosas que enseñaros! ¡Oh! Y acordaos de quemar la carta, princesa.”- Terminó de leer la elfa mientras veía como el dragoncito volvía a posarse en el suelo con cuidado. -Que artefacto más mono.- No pudo evitar decir mientras lo observaba con más atención en la palma de su mano. -No siento magia en él, debe de usar "tecnología" bio.- Sentenció. La sacerdotisa se estaba volviendo toda una experta en "tecnología", y con razón, pues no paraba de verse involucrada con ella una y otra vez.
-Tenéis razón, gran encantadora. Con la situación actual no podemos permitirnos correr riesgos.- Estuvo de acuerdo la elfa con su superiora. Aquello de quemar las cartas era algo de lo más inquietante, más digno de delincuentes e intrigantes que de un amor secreto, por mucho que este quisiese ser ocultado. -Chambelán, ¿Conoce algún lugar en baja ciudad que sea un taller? Por lo visto allí trabajan el metal, y con mucha calidad. Algo así no puede ser difícil de encontrar.- Preguntó Níniel. Si trabajaban el metal necesitaban un horno, una forja. Lugares así eran fáciles de encontrar en las ciudades, y normalmente muy conocidos entre los ciudadanos. Los artesanos con mayor habilidad ganaban renombre con rapidez.
-Calidad y en baja ciudad...Esos conceptos no suelen ir de la mano. Pero ahora que lo decis, supe hace poco que Ser Strong "el sucio" llegó el otro día a la taberna de la puerta este bastante airado. Mencionó algo sobre un acero de gran calidad, pero que el herrero se había negado a fabricarle una espada. Si no recuerdo mal lo que me contaron sobre el asunto, entre gritos dijo que era un taller en el antiguo barrio de las beldades...Ahora lo llaman el barrio negro...¿No creeréis que su alteza esté en un lugar así verdad? Oh por los ancestros...-Al hombrecillo atar cabos e imaginarse a la princesa en una zona así, anteriormente conocida principalmente por sus meretrices, parecía a punto de causarle un ataque.
-Merece la pena comprobarlo. No se preocupe, si está allí daremos con ella.- Sentenció la peliblanca, dirigiéndose entonces los tres de vuelta a la entrada del palacio, donde les devolvieron sus monturas y desde donde ya las dos solas, pues creyeron mejor no llamar la atención llevando guardias, se dirigieron sin perder ni un instante hasta uno de los barrios más golpeados por la gran mortandad. En aquel lugar, por culpa de la principal ocupación de sus habitantes, el contagio mediante fluidos había golpeado con más fuerza. Fue todo un punto caliente, y por lo que Níniel sabía, con la plaga remitiendo se había convertido en un lugar donde eran comunes la pobreza, los robos y ocupación de casas. Sencillamente sus dueños originales habían muerto casi todos y la guardia lo evitaba. No era el mejor lugar para abrir un negocio, ni tampoco para que dos jóvenes indefensas se pasearan solas. Por suerte las dos encantadoras eran damas, pero no estaban indefensas.
-No puedo evitar sentirme observada aquí.- Comentó la peliblanca conforme dejaban atrás una zona de mercado y mientras las largas zancadas de Trickster la introducían en un mundo que parecía totalmente diferente al que quedaba a sus espaldas. Sin duda antes de la enfermedad había existido diferencia entre aquellas zonas, todas las ciudades las tenían, pero la plaga las había hecho más profundas y tristes. Las casas, antaño pintorescas, en su mayoría estaban abandonadas, sus puertas y ventanas rotas por culpa de los saqueos. Algunas estaban también quemadas y su tono ennegrecido las hacía ver como caries en un diente no demasiado blanco. Carros se amontonaban aquí y allá sin orden ni concierto, y durante su camino ambas solo se encontraron a un solo habitante, un hombre demacrado y medio desnudo a pesar del frío que salió corriendo tras transformarse en dragón tan pronto como las vio a lomos de sus monturas.
-Parece que tampoco es que podamos contar con colaboración ciudadana...¿Qué clase de persona tendría su taller aquí? Y casi que prefiero no preguntar cómo descubrió un caballero dragón tal lugar.- Delante de ellas había una fuente de piedra con diseño circular de la que no salía agua. En el pasado debía de haber tenido tallada las cabezas de cuatro dragones de cuyas boca saldría el chorro, pero la mitad de las tallas estaban rotas. Bajo ellas alguien había escrito algo con un cuchillo u objeto similar de forma decentemente visible; Los ancestros están enfadados.
-Bueno Nín, no creo que lo llamen "el sucio" por nada.- Respondió la bruja mientras continuaban buscando.
-No perdamos el tiempo entonces.- Apremió la elfa una vez que el hombrecillo lo hubo entendido, bastante rápido por cierto.-Podremos actuar con mayor libertad mientras las malas nuevas sobre la muerte del rey no se extiendan, pero eso no durará para siempre.- Añadió a su petición de premura. Pronto las piezas políticas que habían estado esperando su momento comenzarían a moverse sin el cuidado mostrado hasta ese momento, y a saber a qué estaban dispuestas en aquel confuso escenario en el que había dos extraños candidatos con igual derecho al trono, y en el que las causas de la muerte del rey no estaban claras aún.
Los aposentos de la princesa, por alguna razón, no se encontraban precisamente cerca de los de sus padres, y aquel sirviente no dudó en explicarles el motivo, seguramente porque, tras unos minutos bajando escaleras y caminando por aquel lugar, la expresión de recelo de las miembros de la logia que le seguían debían de sentirse como dardos clavándose en su espalda.
Por lo visto era por seguridad, llegando incluso a sacrificar su relación entre hermanos a cambio de la misma. Sonaba incluso a una paranoía por la seguridad, puesto que el chambelán no dijo que fuera una costumbre del norte, sino una medida tomada por sus padres, los reyes.
-Esa falta de relación entre los hermanos podría complicar aún más las cosas.- Le susurraría la peliblanca a la bruja en cuanto ambas entraron a la habitación de Henrietta y el chambelán estuvo a cierta distancia de ellas, esperando y observando lo que hacían desde la puerta sin perder detalle.
Bajo su atenta mirada, cada una de ellas comenzó a buscar alguna evidencia en una parte distinta de la habitación, repartiéndose el espacio, que no era precisamente pequeño. Lucy se ocuparía de los armarios, mientras que Níniel comenzaría por el escritorio, dedicándole especial atención a los escritos que allí hubiera y dedicándoles a todos y cada uno al menos una rápida lectura vertical antes de descartarlos. La mayoría eran peticiones de nobles para visitar sus tierras, acudir a sus fiestas y, en general, intentos por ganarse su simpatía. Más curiosos resultaban algunos panfletos de negocios que no deberían en nada interesar a una princesa, pero si aquello era alguna pista, desde luego que eran una muy mala.
-¿Bajar?- Inquirió la peliblanca girándose ante la pregunta de la bruja, la cual no entendió hasta que ésta le señaló la tierra en la alfombra y la escalera en el armario. -Ummm. El balcón es una plataforma lo bastante grande para un dragón normal.- Dijo con un escalofrío por el frío que entraba por las puertas abiertas. -Ella no lo necesitaría, ni tampoco otro dragón si viniese. Además este tipo de escalera...alguien tendría que recogerla luego desde arriba si ella la usase para bajar, si la dejase desplegada sobre la pared los guardias terminarían viéndola y se supone que nadie sabe nada sobre sus "escapadas". Parece que alguién sin alas, y sin cortesía como para quitarse los zapatos, visita a la princesa. Una visita que no quiere que nadie sepa que viene.-Declaró pensativa mientras volvía a lo suyo, buscando esta vez en el alargado baúl a los pies de la cama. Aquella había sido una revelación importante, pero necesitaban más, algo más concreto.
-Yo solo he visto cartas de nobles haciéndole la pelota...Usted al menos ha dado con algo...Menos es...Un momento.- Expresó la joven sacando parte del contenido del baúl y dejándolo sobre la cama, acción que se ganó la reprobación del chambelán al creer que estaba tratando con muy poco respeto las posesiones de su señora. -La madera en el fondo no está bien puesta...- Añadió la peliblanca, creando un pequeño orbe de luz que se deslizó por el aire hasta allí, iluminando su interior claramente. -Un doble fondo. Aquí hay algo...-Dijo al final metiendo la mano y sacando una especie de juguete metálico y una carta, una que a diferencia de las anteriores no tenía el sello de ninguna gran casa. De hecho la calidad de su papel era notoriamente inferior, pero había sido abierta con cuidado y no tenía ni una mancha, ni una arruga.
-“Un dragón hecho a medida para la mejor Princesa de Dundarak. ¡Pulsa su ojo y sorpréndete!” -Leyó la elfa antes de mirar aquel juguete y, con cierto cuidado, apretar el botón indicado, observando con curiosidad cómo alzaba el vuelo y empezaba a dar vueltas por la habitación lanzando corazones de humo. -“Ya sabéis que tengo más juguetes en mi taller de Bajaciudad. ¡Tengo muchas cosas que enseñaros! ¡Oh! Y acordaos de quemar la carta, princesa.”- Terminó de leer la elfa mientras veía como el dragoncito volvía a posarse en el suelo con cuidado. -Que artefacto más mono.- No pudo evitar decir mientras lo observaba con más atención en la palma de su mano. -No siento magia en él, debe de usar "tecnología" bio.- Sentenció. La sacerdotisa se estaba volviendo toda una experta en "tecnología", y con razón, pues no paraba de verse involucrada con ella una y otra vez.
-Tenéis razón, gran encantadora. Con la situación actual no podemos permitirnos correr riesgos.- Estuvo de acuerdo la elfa con su superiora. Aquello de quemar las cartas era algo de lo más inquietante, más digno de delincuentes e intrigantes que de un amor secreto, por mucho que este quisiese ser ocultado. -Chambelán, ¿Conoce algún lugar en baja ciudad que sea un taller? Por lo visto allí trabajan el metal, y con mucha calidad. Algo así no puede ser difícil de encontrar.- Preguntó Níniel. Si trabajaban el metal necesitaban un horno, una forja. Lugares así eran fáciles de encontrar en las ciudades, y normalmente muy conocidos entre los ciudadanos. Los artesanos con mayor habilidad ganaban renombre con rapidez.
-Calidad y en baja ciudad...Esos conceptos no suelen ir de la mano. Pero ahora que lo decis, supe hace poco que Ser Strong "el sucio" llegó el otro día a la taberna de la puerta este bastante airado. Mencionó algo sobre un acero de gran calidad, pero que el herrero se había negado a fabricarle una espada. Si no recuerdo mal lo que me contaron sobre el asunto, entre gritos dijo que era un taller en el antiguo barrio de las beldades...Ahora lo llaman el barrio negro...¿No creeréis que su alteza esté en un lugar así verdad? Oh por los ancestros...-Al hombrecillo atar cabos e imaginarse a la princesa en una zona así, anteriormente conocida principalmente por sus meretrices, parecía a punto de causarle un ataque.
-Merece la pena comprobarlo. No se preocupe, si está allí daremos con ella.- Sentenció la peliblanca, dirigiéndose entonces los tres de vuelta a la entrada del palacio, donde les devolvieron sus monturas y desde donde ya las dos solas, pues creyeron mejor no llamar la atención llevando guardias, se dirigieron sin perder ni un instante hasta uno de los barrios más golpeados por la gran mortandad. En aquel lugar, por culpa de la principal ocupación de sus habitantes, el contagio mediante fluidos había golpeado con más fuerza. Fue todo un punto caliente, y por lo que Níniel sabía, con la plaga remitiendo se había convertido en un lugar donde eran comunes la pobreza, los robos y ocupación de casas. Sencillamente sus dueños originales habían muerto casi todos y la guardia lo evitaba. No era el mejor lugar para abrir un negocio, ni tampoco para que dos jóvenes indefensas se pasearan solas. Por suerte las dos encantadoras eran damas, pero no estaban indefensas.
-No puedo evitar sentirme observada aquí.- Comentó la peliblanca conforme dejaban atrás una zona de mercado y mientras las largas zancadas de Trickster la introducían en un mundo que parecía totalmente diferente al que quedaba a sus espaldas. Sin duda antes de la enfermedad había existido diferencia entre aquellas zonas, todas las ciudades las tenían, pero la plaga las había hecho más profundas y tristes. Las casas, antaño pintorescas, en su mayoría estaban abandonadas, sus puertas y ventanas rotas por culpa de los saqueos. Algunas estaban también quemadas y su tono ennegrecido las hacía ver como caries en un diente no demasiado blanco. Carros se amontonaban aquí y allá sin orden ni concierto, y durante su camino ambas solo se encontraron a un solo habitante, un hombre demacrado y medio desnudo a pesar del frío que salió corriendo tras transformarse en dragón tan pronto como las vio a lomos de sus monturas.
-Parece que tampoco es que podamos contar con colaboración ciudadana...¿Qué clase de persona tendría su taller aquí? Y casi que prefiero no preguntar cómo descubrió un caballero dragón tal lugar.- Delante de ellas había una fuente de piedra con diseño circular de la que no salía agua. En el pasado debía de haber tenido tallada las cabezas de cuatro dragones de cuyas boca saldría el chorro, pero la mitad de las tallas estaban rotas. Bajo ellas alguien había escrito algo con un cuchillo u objeto similar de forma decentemente visible; Los ancestros están enfadados.
-Bueno Nín, no creo que lo llamen "el sucio" por nada.- Respondió la bruja mientras continuaban buscando.
Níniel Thenidiel
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Re: Princeps Draconis [Mastereado - Níniel]
Tal y como la elfa Níniel había deducido, la princesa utilizaba la escalera para permitir que alguien subiera a su habitación, ya que no tendría sentido que fuese ella la que bajara y ésta volviese sola a su armario. Por tanto, aquel que quisiera verla tendría que contar con su “aval real”. De lo contrario, Henrietta no habría tardado en acusar a sus visitantes. Ahora bien, de ahí a que ese alguien fuese recomendable para la princesa, había un trecho importante.
El siguiente objetivo de la Alta Encantadora y de Níniel era ahora dar con Ser Strong, “el sucio”, en los barrios bajos de la ciudad. Donde habían apuntado la nota que Níniel encontró junto a la información del chambelán. Al llegar a aquella plaza con la fuente decorada con un demarcado dragón en piedra, vieron lo difícil que sería su tarea. Ya que no había casi nadie en las calles. Níniel y la Encantadora tuvieron que insistir en establecimientos, como posadas, burdeles, negocios, entre otros que más o menos aún permanecían activos para dar algo de vida a aquel tétrico y despoblado barrio, en busca del dichoso taller.
Aquel barrio era aún más humilde que el más pobre de Lunargenta. Pero finalmente, un mendigo al que le faltaban dos piernas no tardó en irse de la lengua por los dos aeros que Lucy le entregó. El famoso taller, por lo visto, estaba localizado en un arrabal en el interior de un viejo callejón en la ciudad. Todo estaba oscuro y apestaba a micción, vómito y alcohol. Lucy no tardó en poner una cara de repugnancia.
Finalmente, llegaron a la puerta del taller. Permanecía cerrada por una puerta doble de madera. Lucy hizo un gesto a Níniel para que no se pronunciara. Trató de abrir la misma, pero estaba atrancada.
-¿Hay alguien ahí? – comenzó preguntando la esbelta pelirroja. Acercando la oreja al mismo. Se podían escuchar risitas dentro. Hizo un gesto a Níniel para que supiera que había alguien dentro. – Abrid la puerta. Somos la Logia de Dundarak. Estamos buscando a la Princesa Henrietta. Sabemos que está aquí o que ha pasado por este taller.
Se escuchó entonces un insulto de fastidio en el interior. “Los pesados de la Logia”, podrían escuchar a lo lejos tras la puerta. Entonces se escucharon los pasos de alguien acercándose a la puerta. Pero no la llegó a abrir. La voz de una joven se escucharía a través de la puerta.
-Encantadora Fireheart y… acompañante. - ¿por dónde les estaba viendo? - Soy la princesa Henrietta y estoy perfectamente. Hemos convertido el taller del viejo Strong en una fortaleza. Así que agradecería que no molestaseis y les dijeseis a mis padres que estaré allí para la cena. – contestó la princesa.
Lucy miró a Níniel sorprendida por la reacción de la princesa y giró la cabeza varias veces reconociendo que se trataba de ella y no de una impostora. Lucy conocía de sobra no sólo la voz de la princesa, sino también su carácter gamberro y rebelde.
Una especie de dragón volador metálico con un ojo desproporcionado, similar al anterior. Sobrevoló a ambas hechiceras. Níniel podría verlo claramente, aunque Lucy estaba recostada hacia delante ya que trataba de empujar la puerta, pero estaba cerrada por dentro. “¡Wow! ¡Qué culazo tiene la Fireheart!”. Escucharía Níniel, como sonido metálico procedente del pequeño dragón metálico, que no movía boca ni nada. Sino que parecía tener un altavoz.
-Mi lady, por favor, abrid la puerta. Traigo una importante noticia para vos. – pidió Lucy con educación, dando un par de golpes en la puerta. - Vuestra madre me ha mandado en vuestra búsqueda.
–No os lo volveré a repetir, Lucy. Os recuerdo que me debéis lealtad. ¡Fuera de aquí, las dos! Estoy perfectamente segura. – volvió a advertir la joven.
-No lo discuto, princesa. - insistió Lucy. - Pero de momento, las órdenes de sus padres están por encima de las vuestras. - Su cara expresó cansancio por tener que discutir "amablemente", como tan poco le gustaba a ella, con aquella joven a la que consideraba una niñata.
-Henrietta, déjalas que entren y que comprueben lo seguros que estamos. – pidió la voz de alguien joven a su lado. El mismo que había “piropeado” a Lucy, también al otro lado de la puerta.
No se escuchó la voz de la princesa. Pero sí que les escuchó reír y correr. La puerta tardaría en abrirse aún unos instantes. Un sonido metálico se escuchó y ésta empezó a desplazarse horizontalmente hacia los lados. Estaba todo oscuro. La bruja encendió una llama en su mano.
-Princesa, basta de juegos. – dijo Lucy entrando por la puerta. A la que, justo tras poner un pie en el taller, le caería un cubo de agua helada encima.
Carcajadas se escucharon a lo lejos. Lucy quedó encogida de hombros. Apretó los dientes. También sus puños. Empezó a respirar profundo. Únicamente calentó su piel para secar más rápidamente. Tenía que controlarse por estar allí la princesa Henrietta. Pero por su mirada de enfado se veía claramente que, por gusto, quemaría a aquellos niñatos. No soportaba los adolescentes. La parte buena de aquello era que, al menos, la princesa no estaba en peligro.
-¡Luces! – gritó el joven dando una palmada. Unos focos de extraña tecnología biocibernética se prendieron en todo el taller, deslumbrando por completo a las miembros de la logia. -¡Cámara! – unos robots dragón del mismo estilo empezaron a sobrevolar la zona. Para poder grabar bien la escena. El nivel de tecnología biocibernética del taller era bastante alta. -¡Acción!
Y, tras decir esto, una especie de ballestas sincronizadas comenzaron a disparar globos de agua a las mujeres. Un joven, que no podían distinguir por el contraste de la luz, comenzó a corretear, activando diversos mecanismos por todo el taller que actuaban como trampas para tratar de derribar o encerrar a los miembros de la logia.
Níniel: Habéis encontrado a la Princesa Henrietta en el taller. Pero no parece muy dispuesta a escucharos. Te dejo a ti “inventar” las trampas que consideres. El objetivo de este turno es “sobrevivir” a las trastadas de los adolescentes. Bien tú misma o Lucy Fireheart, podéis atacar al joven en un momento de respiro para que deje de utilizar sus trampas. O bien podéis tratar de llegar a la Princesa Henrietta, en su forma humana, al fondo del taller, e incluso de tratar de atacarla para evitar que, quizás, escape.
No tendrás que tirar la runa. Sólo son unos adolescentes que no van a herir. Tus decisiones será lo que marquen el siguiente turno.
El siguiente objetivo de la Alta Encantadora y de Níniel era ahora dar con Ser Strong, “el sucio”, en los barrios bajos de la ciudad. Donde habían apuntado la nota que Níniel encontró junto a la información del chambelán. Al llegar a aquella plaza con la fuente decorada con un demarcado dragón en piedra, vieron lo difícil que sería su tarea. Ya que no había casi nadie en las calles. Níniel y la Encantadora tuvieron que insistir en establecimientos, como posadas, burdeles, negocios, entre otros que más o menos aún permanecían activos para dar algo de vida a aquel tétrico y despoblado barrio, en busca del dichoso taller.
Aquel barrio era aún más humilde que el más pobre de Lunargenta. Pero finalmente, un mendigo al que le faltaban dos piernas no tardó en irse de la lengua por los dos aeros que Lucy le entregó. El famoso taller, por lo visto, estaba localizado en un arrabal en el interior de un viejo callejón en la ciudad. Todo estaba oscuro y apestaba a micción, vómito y alcohol. Lucy no tardó en poner una cara de repugnancia.
Finalmente, llegaron a la puerta del taller. Permanecía cerrada por una puerta doble de madera. Lucy hizo un gesto a Níniel para que no se pronunciara. Trató de abrir la misma, pero estaba atrancada.
-¿Hay alguien ahí? – comenzó preguntando la esbelta pelirroja. Acercando la oreja al mismo. Se podían escuchar risitas dentro. Hizo un gesto a Níniel para que supiera que había alguien dentro. – Abrid la puerta. Somos la Logia de Dundarak. Estamos buscando a la Princesa Henrietta. Sabemos que está aquí o que ha pasado por este taller.
Se escuchó entonces un insulto de fastidio en el interior. “Los pesados de la Logia”, podrían escuchar a lo lejos tras la puerta. Entonces se escucharon los pasos de alguien acercándose a la puerta. Pero no la llegó a abrir. La voz de una joven se escucharía a través de la puerta.
-Encantadora Fireheart y… acompañante. - ¿por dónde les estaba viendo? - Soy la princesa Henrietta y estoy perfectamente. Hemos convertido el taller del viejo Strong en una fortaleza. Así que agradecería que no molestaseis y les dijeseis a mis padres que estaré allí para la cena. – contestó la princesa.
Lucy miró a Níniel sorprendida por la reacción de la princesa y giró la cabeza varias veces reconociendo que se trataba de ella y no de una impostora. Lucy conocía de sobra no sólo la voz de la princesa, sino también su carácter gamberro y rebelde.
Una especie de dragón volador metálico con un ojo desproporcionado, similar al anterior. Sobrevoló a ambas hechiceras. Níniel podría verlo claramente, aunque Lucy estaba recostada hacia delante ya que trataba de empujar la puerta, pero estaba cerrada por dentro. “¡Wow! ¡Qué culazo tiene la Fireheart!”. Escucharía Níniel, como sonido metálico procedente del pequeño dragón metálico, que no movía boca ni nada. Sino que parecía tener un altavoz.
-Mi lady, por favor, abrid la puerta. Traigo una importante noticia para vos. – pidió Lucy con educación, dando un par de golpes en la puerta. - Vuestra madre me ha mandado en vuestra búsqueda.
–No os lo volveré a repetir, Lucy. Os recuerdo que me debéis lealtad. ¡Fuera de aquí, las dos! Estoy perfectamente segura. – volvió a advertir la joven.
-No lo discuto, princesa. - insistió Lucy. - Pero de momento, las órdenes de sus padres están por encima de las vuestras. - Su cara expresó cansancio por tener que discutir "amablemente", como tan poco le gustaba a ella, con aquella joven a la que consideraba una niñata.
-Henrietta, déjalas que entren y que comprueben lo seguros que estamos. – pidió la voz de alguien joven a su lado. El mismo que había “piropeado” a Lucy, también al otro lado de la puerta.
No se escuchó la voz de la princesa. Pero sí que les escuchó reír y correr. La puerta tardaría en abrirse aún unos instantes. Un sonido metálico se escuchó y ésta empezó a desplazarse horizontalmente hacia los lados. Estaba todo oscuro. La bruja encendió una llama en su mano.
-Princesa, basta de juegos. – dijo Lucy entrando por la puerta. A la que, justo tras poner un pie en el taller, le caería un cubo de agua helada encima.
Carcajadas se escucharon a lo lejos. Lucy quedó encogida de hombros. Apretó los dientes. También sus puños. Empezó a respirar profundo. Únicamente calentó su piel para secar más rápidamente. Tenía que controlarse por estar allí la princesa Henrietta. Pero por su mirada de enfado se veía claramente que, por gusto, quemaría a aquellos niñatos. No soportaba los adolescentes. La parte buena de aquello era que, al menos, la princesa no estaba en peligro.
-¡Luces! – gritó el joven dando una palmada. Unos focos de extraña tecnología biocibernética se prendieron en todo el taller, deslumbrando por completo a las miembros de la logia. -¡Cámara! – unos robots dragón del mismo estilo empezaron a sobrevolar la zona. Para poder grabar bien la escena. El nivel de tecnología biocibernética del taller era bastante alta. -¡Acción!
Y, tras decir esto, una especie de ballestas sincronizadas comenzaron a disparar globos de agua a las mujeres. Un joven, que no podían distinguir por el contraste de la luz, comenzó a corretear, activando diversos mecanismos por todo el taller que actuaban como trampas para tratar de derribar o encerrar a los miembros de la logia.
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Níniel: Habéis encontrado a la Princesa Henrietta en el taller. Pero no parece muy dispuesta a escucharos. Te dejo a ti “inventar” las trampas que consideres. El objetivo de este turno es “sobrevivir” a las trastadas de los adolescentes. Bien tú misma o Lucy Fireheart, podéis atacar al joven en un momento de respiro para que deje de utilizar sus trampas. O bien podéis tratar de llegar a la Princesa Henrietta, en su forma humana, al fondo del taller, e incluso de tratar de atacarla para evitar que, quizás, escape.
No tendrás que tirar la runa. Sólo son unos adolescentes que no van a herir. Tus decisiones será lo que marquen el siguiente turno.
Ger
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Re: Princeps Draconis [Mastereado - Níniel]
No podía decirse precisamente que las cosas estuvieran mejorando conforme las dos jóvenes avanzaban. Cada antro en el que buscaban información tenía peor pinta que el anterior y estaba peor situado, las gentes estaban más demacradas y la suciedad y el olor se tornaban más difícilmente tolerables. Con cada paso que daban era como bajar un peldaño más en una escalera de perdición directa hasta el averno, y Níniel estaba más segura de que tendría que usar todos sus conocimientos alquímicos para crear un jabón perfumado capaz de desprender semejante aroma de sus ropajes una vez que todo aquello hubiese acabado. ¿Acaso a aquella gente les daban igual las advertencias sobre el contagio de la enfermedad? ¿Hasta tal punto había llegado su desesperación y su falta de opciones?¿A nadie le importaba? ¿Qué llevaba a una princesa a escaparse de palacio e ir habitualmente a un sitio así? Níniel esperaba que la respuesta no fuese simplemente "un chico". Era una elfa tranquila y calmada, muy madura para su edad, pero su tolerancia a las estupideces también tenía un límite... igual que su olfato.
-Ufff.-La peliblanca no pudo evitar arrugar la nariz y taparse con la tela de la capucha de su capa al entrar al callejón al que las últimas indicaciones obtenidas las habían conducido. Aquel lugar era era mucho peor con diferencia, como si toda la ciudad, o al menos buena parte de ella, se hubiese puesto de acuerdo para convertirla en su retrete. -Por todos los dioses.- Fue todo cuanto pudo decir mientras trataba de acostumbrarse, pues era un olor tan fuerte que incluso le impedía respirar con normalidad. Para cuando la alta encantadora se detuvo ante unas robustas puertas dobles de madera, que en cierto modo desentonaban con el entorno por su solidez, la elfa al menos era capaz tomar aire por la nariz, aunque aún no estaba segura de ser capaz de evitar que su última comida se sumara a las manchas de vómito de la pared contraria. Una pared a la que era mejor no acercarse.
Sin duda era el lugar que aquel tullido les había señalado. Un edificio de piedra oscurecida pero de aspecto sólido, con una gran chimenea circular en lo alto y unas puertas de madera que, según sus palabras, "distinguirían de inmediato". Ningún letrero o cartel indicaba que efectivamente aquello fuera un taller, al menos no uno abierto al público, pero aún así parecía claro que el pobre hombre no las había engañado para ganarse un par de monedas. Ante aquella certeza, y sin nada que perder, Lucy trató de abrir las puertas y luego habló hacia el interior, buscando una respuesta, quedando enseguida claro que había varias personas dentro. Ninguna de ellas abrió, pero finalmente una voz, reconocida como la de la princesa por la propia encantadora, se dignó a responder. Dijo estar bien, lo que era un alivio, pero no tenía ninguna intención de ir con ellas y sabía de algún modo que eran dos, a pesar de que la puerta no tenía ranura o rendija alguna.
-Como si fuera poco haber tenido que llegar hasta este lugar con olor a orín.- Se quejó la peliblanca en voz baja, alzando la vista en ese momento para seguir el leve sonido de unas pequeñas alas metálicas batiendo en el aire, viendo a otro de aquellos dragoncitos como el que viera en la habitación de Henrietta. Aunque aquel no soltaba corazones de humo, aquel hablaba de manera soez mientras Lucy trataba de convencer a la princesa, algo que hizo que la joven girase la cabeza con curiosidad, usando sus ojos de elfa para observar minuciosamente el aparato, que de nuevo no emitía magia alguna. -Proyecta su voz a través de ese mecanismo...y también nos ven.-Masculló comprendiéndolo cuando aquella misma voz habló desde el otro lado de la puerta sugiriendo que las dejaran pasar, aunque con un tono demasiado divertido como para implicar nada bueno. El silencio y las risas posteriores confirmaban que algo estaban tramando, aunque Níniel nunca imaginó que nadie pudiese atreverse a hacerle a la gran encantadora Fireheart lo que le ocurrió cuando finalmente las puertas se abrieron y ésta dio un paso hacia el interior.
-Oh..Ah, ¿estáis bien gran encantadora?- Fue todo cuanto se atrevió a decir notando perfectamente como el éter se concentraba violentamente en ella a niveles que harían que cualquier mago novato se meara encima. -Por favor calmaos, solo ha sido un poco de agua....- Trató de calmarla a sabiendas de que incluso sin querer abrasar a alguien vivo era más que capaz de hacerlo. Por suerte para la princesa y su acompañante, fuese quien fuese, Lucy fue capaz de controlarse. Aquellos críos habían dicho que habían convertido aquel lugar en una fortaleza, a base de infantiles trampas visto lo visto, si supieran lo cerca que habían estado de que se convirtiera en un horno crematorio, no se hubiesen reído tanto.
"Luces" espetó entonces la voz de aquel muchacho a la vez que sonó una fuerte palmada que activó una serie de fuertes luces que dificultaban la visión. "Cámaras", dijo a continuación, y Níniel no lo entendió, pero sí supo que algo iba a pasar al comprender por instinto que sus palabras eran como contar hasta tres. -!Cuidado Lucy!- Advirtió a su superiora al mismo tiempo que con su magia hacía aparecer sendas armaduras de luz sobre ellas y se echaba al suelo sin saber qué era lo que iba a pasar exactamente. "Acción" gritó la voz, y la peliblanca escuchó una serie de chasquidos.
Casi de inmediato pudo notar cómo algo la golpeaba varias veces, seguido de ruído de agua, y buscó aovillarse más pero...Pronto se dio cuenta de que aquello era apenas una leve molestia. -Pero qué...-Dijo levantándose, generando luz propia para contrarrestar la que la cegaba y comprobando como varios de aquellos proyectiles chocaban contra su armadura de luz y se rompían liberando el agua que contenían, la cual no podía mojarla puesto que el agua no podía tampoco atravesar la armadura, solo resbalar por ella. -¿Qué es esto?- Se preguntó a sí misma tomando algunos de los restos de globos rotos del suelo y estirando el material elástico del que estaban hechos. A su lado Lucy estaba cada vez más enfadada, incluso aunque también estaba protegida de los globos, cada impacto la hacía fruncir más el ceño.
-!Ya basta!.- Gritó mientras lanzaba una bola de fuego guiada que golpeó una tras otra a cada una de las lanzaderas convirtiéndolas en un amasijo de metal fundido y cenizas. Los dragones metálicos y los focos no tardaron en correr el mismo destino. -¿Por dónde se han ido Nín, les has visto?- Preguntó entonces a la elfa.
-Con esas luces solo pude ver una silueta corriendo hacia allí.- Informó de inmediato la peliblanca siguiendo a la bruja en aquella dirección, teniendo que acelerar el paso pues la pelirroja avanzaba como una exhalación hacia allí. Puede que con la princesa lograra controlarse, posiblemente, pero si se topaba con su compañero de tropelías, bueno quizá Níniel tuviera que protegerlo a él y no a la tensai. -Puede que haya más trampas gran encantadora, deberíamos tener cuidado.-
-Más agua...No voy a volver a caer en algo así.- Respondió molesta mientras avanzaban por un pasillo estrecho de paredes y suelo metálicos y totalmente lisos.
-Podrían ser otras cosas.- Trató de hacerla entrar en razón justo en el momento en el que unas planchas del mismo metal que paredes y suelo cayeron del techo, bloqueando primero su camino y luego aquel por el que habían avanzado hasta allí. Varios golpes sobre el metal comenzaron a sonar de manera ensordecedora obligando a la elfa a taparse los oídos. -Maldita sea...-Se lamentó tratando de mover sin éxito el panel metálico que les impedía el paso.
-Otra trampa de críos. Déjame Nín.- Pidió la bruja echando hacia atrás a la elfa y comenzando a aplicar su magia sobre el metal, fundiéndolo hasta hacer un agujero lo bastante grande para que ellas pudieran pasar. Sin duda aumentó su eficacia pensando que era a aquel chico al que fundía. -Se me agota la paciencia princesa. He dicho que basta de juegos.- Amenazó en voz alta mientras avanzaba, deteniéndose ante una puerta abierta ante un descansillo y compartiendo con Níniel una mirada cómplice al ver ambas un cable en el suelo. -Será posible.- Dijo antes de lanzar una pequeña llamarada que lo cortó para accionar la trampa. -¿Lo ves? Solo son niños...- Sonrió con suficiencia justo antes de que un chorro de pringue oscuro le cayera en la cabeza y luego fuera resbalando por su cuerpo, por encima nuevamente de la armadura de luz. Níniel nada pudo hacer por evitarlo, solo quedarse con la boca totalmente abierta mientras veía aquella viscosa sustancia negra resbalaba y luego como un montón de plumas comenzaba a llover desde el techo pegándose a la sustancia.
-Empiezo a pensar que con un heredero sería suficiente, Níniel.- Farfulló la bruja muy cabreada. En ese momento una risa ahogada sonó cerca de ellos y ambas se giraron, aunque no vieron nada. Había sonado cerca, muy cerca de hecho pero allí solo estaban ellas dos, o eso parecía. -¿Tu también lo has...?-
-Sssh. No me dejas oír con tus cacareos, gallina.- Soltó la joven elfa guiñándole un ojo a su superiora para que comprendiese que no la estaba insultando gratuitamente aprovechando que en esos momentos estaba cubierta de pringue y plumas, aunque la sustancia seguía deslizándose sobre la armadura de luz y pronto la encantadora estaría como nueva y sin mácula alguna. De nuevo pudo escucharse una risita ahogada. Provenía de una pared cercana donde no parecía haber nadie, solo un horrible cuadro de un caballero dragón cuya forma humana resultaba bastante repulsiva. -Ummm, supongo que solo ha sido mi imaginación...Pero hay que ver qué cuadro tan horroroso. Creo que deberíamos prenderle fuego.- Sugirió la sacerdotisa haciéndose a un lado al mismo tiempo que Lucy, que se había dado cuenta de todo, comenzaba a crear llamas en sus manos y a apuntar hacia el cuadro.
En un primer momento nada pasó, pero apenas el primer fogonazo brotó, la pared se abrió de golpe y alguien salió de detrás tan rápido que tropezó y acabó de rodillas ante ambas, dejando ver que tras él había un pequeño hueco del tamaño de un armario ropero.
-¿Tu eres el misterioso amigo de la princesa? Bueno, como dijimos antes, es realmente importante. ¿Serías tan amable de llamarla o...prefieres que te deje a solas con ella?- Miró de reojo a una Lucy que no tenía que impostar la mala leche, al contrario, estaba disimulándola y aún así resultaba tentadoramente aterradora.
-Ufff.-La peliblanca no pudo evitar arrugar la nariz y taparse con la tela de la capucha de su capa al entrar al callejón al que las últimas indicaciones obtenidas las habían conducido. Aquel lugar era era mucho peor con diferencia, como si toda la ciudad, o al menos buena parte de ella, se hubiese puesto de acuerdo para convertirla en su retrete. -Por todos los dioses.- Fue todo cuanto pudo decir mientras trataba de acostumbrarse, pues era un olor tan fuerte que incluso le impedía respirar con normalidad. Para cuando la alta encantadora se detuvo ante unas robustas puertas dobles de madera, que en cierto modo desentonaban con el entorno por su solidez, la elfa al menos era capaz tomar aire por la nariz, aunque aún no estaba segura de ser capaz de evitar que su última comida se sumara a las manchas de vómito de la pared contraria. Una pared a la que era mejor no acercarse.
Sin duda era el lugar que aquel tullido les había señalado. Un edificio de piedra oscurecida pero de aspecto sólido, con una gran chimenea circular en lo alto y unas puertas de madera que, según sus palabras, "distinguirían de inmediato". Ningún letrero o cartel indicaba que efectivamente aquello fuera un taller, al menos no uno abierto al público, pero aún así parecía claro que el pobre hombre no las había engañado para ganarse un par de monedas. Ante aquella certeza, y sin nada que perder, Lucy trató de abrir las puertas y luego habló hacia el interior, buscando una respuesta, quedando enseguida claro que había varias personas dentro. Ninguna de ellas abrió, pero finalmente una voz, reconocida como la de la princesa por la propia encantadora, se dignó a responder. Dijo estar bien, lo que era un alivio, pero no tenía ninguna intención de ir con ellas y sabía de algún modo que eran dos, a pesar de que la puerta no tenía ranura o rendija alguna.
-Como si fuera poco haber tenido que llegar hasta este lugar con olor a orín.- Se quejó la peliblanca en voz baja, alzando la vista en ese momento para seguir el leve sonido de unas pequeñas alas metálicas batiendo en el aire, viendo a otro de aquellos dragoncitos como el que viera en la habitación de Henrietta. Aunque aquel no soltaba corazones de humo, aquel hablaba de manera soez mientras Lucy trataba de convencer a la princesa, algo que hizo que la joven girase la cabeza con curiosidad, usando sus ojos de elfa para observar minuciosamente el aparato, que de nuevo no emitía magia alguna. -Proyecta su voz a través de ese mecanismo...y también nos ven.-Masculló comprendiéndolo cuando aquella misma voz habló desde el otro lado de la puerta sugiriendo que las dejaran pasar, aunque con un tono demasiado divertido como para implicar nada bueno. El silencio y las risas posteriores confirmaban que algo estaban tramando, aunque Níniel nunca imaginó que nadie pudiese atreverse a hacerle a la gran encantadora Fireheart lo que le ocurrió cuando finalmente las puertas se abrieron y ésta dio un paso hacia el interior.
-Oh..Ah, ¿estáis bien gran encantadora?- Fue todo cuanto se atrevió a decir notando perfectamente como el éter se concentraba violentamente en ella a niveles que harían que cualquier mago novato se meara encima. -Por favor calmaos, solo ha sido un poco de agua....- Trató de calmarla a sabiendas de que incluso sin querer abrasar a alguien vivo era más que capaz de hacerlo. Por suerte para la princesa y su acompañante, fuese quien fuese, Lucy fue capaz de controlarse. Aquellos críos habían dicho que habían convertido aquel lugar en una fortaleza, a base de infantiles trampas visto lo visto, si supieran lo cerca que habían estado de que se convirtiera en un horno crematorio, no se hubiesen reído tanto.
"Luces" espetó entonces la voz de aquel muchacho a la vez que sonó una fuerte palmada que activó una serie de fuertes luces que dificultaban la visión. "Cámaras", dijo a continuación, y Níniel no lo entendió, pero sí supo que algo iba a pasar al comprender por instinto que sus palabras eran como contar hasta tres. -!Cuidado Lucy!- Advirtió a su superiora al mismo tiempo que con su magia hacía aparecer sendas armaduras de luz sobre ellas y se echaba al suelo sin saber qué era lo que iba a pasar exactamente. "Acción" gritó la voz, y la peliblanca escuchó una serie de chasquidos.
Casi de inmediato pudo notar cómo algo la golpeaba varias veces, seguido de ruído de agua, y buscó aovillarse más pero...Pronto se dio cuenta de que aquello era apenas una leve molestia. -Pero qué...-Dijo levantándose, generando luz propia para contrarrestar la que la cegaba y comprobando como varios de aquellos proyectiles chocaban contra su armadura de luz y se rompían liberando el agua que contenían, la cual no podía mojarla puesto que el agua no podía tampoco atravesar la armadura, solo resbalar por ella. -¿Qué es esto?- Se preguntó a sí misma tomando algunos de los restos de globos rotos del suelo y estirando el material elástico del que estaban hechos. A su lado Lucy estaba cada vez más enfadada, incluso aunque también estaba protegida de los globos, cada impacto la hacía fruncir más el ceño.
-!Ya basta!.- Gritó mientras lanzaba una bola de fuego guiada que golpeó una tras otra a cada una de las lanzaderas convirtiéndolas en un amasijo de metal fundido y cenizas. Los dragones metálicos y los focos no tardaron en correr el mismo destino. -¿Por dónde se han ido Nín, les has visto?- Preguntó entonces a la elfa.
-Con esas luces solo pude ver una silueta corriendo hacia allí.- Informó de inmediato la peliblanca siguiendo a la bruja en aquella dirección, teniendo que acelerar el paso pues la pelirroja avanzaba como una exhalación hacia allí. Puede que con la princesa lograra controlarse, posiblemente, pero si se topaba con su compañero de tropelías, bueno quizá Níniel tuviera que protegerlo a él y no a la tensai. -Puede que haya más trampas gran encantadora, deberíamos tener cuidado.-
-Más agua...No voy a volver a caer en algo así.- Respondió molesta mientras avanzaban por un pasillo estrecho de paredes y suelo metálicos y totalmente lisos.
-Podrían ser otras cosas.- Trató de hacerla entrar en razón justo en el momento en el que unas planchas del mismo metal que paredes y suelo cayeron del techo, bloqueando primero su camino y luego aquel por el que habían avanzado hasta allí. Varios golpes sobre el metal comenzaron a sonar de manera ensordecedora obligando a la elfa a taparse los oídos. -Maldita sea...-Se lamentó tratando de mover sin éxito el panel metálico que les impedía el paso.
-Otra trampa de críos. Déjame Nín.- Pidió la bruja echando hacia atrás a la elfa y comenzando a aplicar su magia sobre el metal, fundiéndolo hasta hacer un agujero lo bastante grande para que ellas pudieran pasar. Sin duda aumentó su eficacia pensando que era a aquel chico al que fundía. -Se me agota la paciencia princesa. He dicho que basta de juegos.- Amenazó en voz alta mientras avanzaba, deteniéndose ante una puerta abierta ante un descansillo y compartiendo con Níniel una mirada cómplice al ver ambas un cable en el suelo. -Será posible.- Dijo antes de lanzar una pequeña llamarada que lo cortó para accionar la trampa. -¿Lo ves? Solo son niños...- Sonrió con suficiencia justo antes de que un chorro de pringue oscuro le cayera en la cabeza y luego fuera resbalando por su cuerpo, por encima nuevamente de la armadura de luz. Níniel nada pudo hacer por evitarlo, solo quedarse con la boca totalmente abierta mientras veía aquella viscosa sustancia negra resbalaba y luego como un montón de plumas comenzaba a llover desde el techo pegándose a la sustancia.
-Empiezo a pensar que con un heredero sería suficiente, Níniel.- Farfulló la bruja muy cabreada. En ese momento una risa ahogada sonó cerca de ellos y ambas se giraron, aunque no vieron nada. Había sonado cerca, muy cerca de hecho pero allí solo estaban ellas dos, o eso parecía. -¿Tu también lo has...?-
-Sssh. No me dejas oír con tus cacareos, gallina.- Soltó la joven elfa guiñándole un ojo a su superiora para que comprendiese que no la estaba insultando gratuitamente aprovechando que en esos momentos estaba cubierta de pringue y plumas, aunque la sustancia seguía deslizándose sobre la armadura de luz y pronto la encantadora estaría como nueva y sin mácula alguna. De nuevo pudo escucharse una risita ahogada. Provenía de una pared cercana donde no parecía haber nadie, solo un horrible cuadro de un caballero dragón cuya forma humana resultaba bastante repulsiva. -Ummm, supongo que solo ha sido mi imaginación...Pero hay que ver qué cuadro tan horroroso. Creo que deberíamos prenderle fuego.- Sugirió la sacerdotisa haciéndose a un lado al mismo tiempo que Lucy, que se había dado cuenta de todo, comenzaba a crear llamas en sus manos y a apuntar hacia el cuadro.
En un primer momento nada pasó, pero apenas el primer fogonazo brotó, la pared se abrió de golpe y alguien salió de detrás tan rápido que tropezó y acabó de rodillas ante ambas, dejando ver que tras él había un pequeño hueco del tamaño de un armario ropero.
-¿Tu eres el misterioso amigo de la princesa? Bueno, como dijimos antes, es realmente importante. ¿Serías tan amable de llamarla o...prefieres que te deje a solas con ella?- Miró de reojo a una Lucy que no tenía que impostar la mala leche, al contrario, estaba disimulándola y aún así resultaba tentadoramente aterradora.
Níniel Thenidiel
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Re: Princeps Draconis [Mastereado - Níniel]
El taller estaba lleno de trampas mecanizadas que Lucy y Níniel iban despachando con hechizos no demasiado violentos. La Alta Encantadora iba generando calor conforme su enfado aumentaba, pero pudo ir derribando las diversas pruebas que la princesa y su acompañante habían dispuesto. Finalmente, conseguirían dar con el joven, escondido en una falsa pared tras un cuadro de un caballero dragón.
Un elfo adolescente, rubio y de pelo corto, saldría en cuanto advirtió que las llamas de Lucy iban en serio. Se postró a los pies de las miembros de la logia y, poco más, comenzó a rogarles piedad.
-¡Por favor, sólo era una broma! ¡Por Imbar, que eran inofensivos globos de agua! ¡Vamos, sed simpáticas conmigo! – suplicó el joven.
-Pues ya puedes ir diciéndome donde está la princesa si no quieres que te achicharre vivo, jovenzuelo. – acompañó una enfadada Lucy la amenaza de Níniel, mirando hacia abajo al cobarde niñato. Apechugó al joven con una mano y con la otra, alzada aunque retirada hacia atrás, mantenía una llama que no pensaba retirar hasta esperar la explicación del joven.
El elfo, entre la espada y el fuego, puso un gesto de susto, imaginaba que Lucy Fireheart no dudaría en lanzar aquella llama que derretía sus pupilas contra él si no explicaba a tiempo quién era. Podía tratarse de alguien sospechoso. No tenía otra que hablar.
-¡Vale! ¡Vale! Mi nombre es Virgo – suplicó el zagal. Lucy recordó entonces que aquel era uno de los nombres que había dado el chambelán como posibles testigos asesinos del rey. – ¡Sólo soy un amigo de la princesa! ¡No me matéis! ¡No merezco morir, sólo tengo quince años, y muchas ilusiones y fabricaciones para la vida! Si muero yo, ¿quién desarrollará mis inventos? – el pequeño no paraba, revoltoso. Tenía los “atributos” de la espigada mujer muy cerca de su rostro. Trataba de evitar incluso mirar a cualquier precio. Tenía muy mal humor. – En… Encantadora Fireheart, sois una bruja. En Vulwufar había unos locos que incineraban a los elfos. ¿No serás de esas, verdad?
-Eso depende de lo que me respondas. – preguntó la hechicera con una sonrisa. - ¿Qué es este sitio y por qué querías secuestrar a la princesa?
-¡¿Qué?! ¡No! ¡Por todos los dioses! ¡Si Henrietta es mi amiga! ¿Por qué iba a hacerlo?- miró a un lado. - Vale, lo admito. Es una chica noble y yo soy un elfo pordiosero, huérfano y sin hogar, pero ha sido ella la que quería que le enseñara este sitio... - el elfó cerró los ojos, y por miedo a que le pillaran diciendo una mentira y lo incineraran no tardó en explicar sus delitos. - Bueno, confieso que una vez ayudé a dar un golpe a un banco. ¡Pero joder, no fue idea mía! La culpa fue de un lagarto pequeño y cabrón. ¡Le diré donde está si hace falta, yo…! Y una vez sacrifiqué una ardilla, ¡pero fue por la ciencia! Señorita Fireheart, por favor...
El elfo no sabía donde meterse. ¿Decía la verdad aquel pequeño adolescente? Lo cierto es que se le veía incapaz de hacer nada y la joven parecía estar allí por voluntad propia. Aunque Lucy permaneció en silencio, entrecerrando las cejas pensativa, y mirando al joven.
-Basta de amenazas, encantadoras. Apagad esa llama. – Pidió una chica rubia y rizosa que comenzó a verse salir de la parte trasera del oscuro taller tras impactar los rayos de sol que penetraban por la puerta en su impoluta armadura pesada, plateada. Aún en edad, adolescente, la joven Henrietta era muy baja en comparación a las espectaculares damas que tenía delante. Pero la actitud destructiva de las miembros de la logia no le había gustado, por lo que sería escéptica hacia ellas. Aún así, mantenía su espada enfundada y su escudo sobre la lomo.
La encantadora estaba considerablemente mojada y aunque calentaba su cuerpo no le había hecho gracia ser partícipe de aquel juego de niños. Lucy no tenía ningún humor para aquello. Pero la chica acababa de perder a su padre, tenía que ser compasiva por la grave noticia que iba a tener que darle. Soltó al elfo y apagó su llama. El joven cayó al suelo por el propio impulso que hacía para tratar de alejarse de la mujer. Tragó saliva y puso sus ojos en la princesa.
-Princesa, tenemos una noticia importante que daros. – acató la orden la encantadora. Rebajando la intensidad de discurso. Miró un poco al suelo. No sabía como se sentiría a la joven después de recibir una noticia tan fuerte, e incluso miró a Níniel tras guardar silencio. Quizás fuera mejor que la elfa lo descubriera.
Pronto sabremos más cosas…
Un elfo adolescente, rubio y de pelo corto, saldría en cuanto advirtió que las llamas de Lucy iban en serio. Se postró a los pies de las miembros de la logia y, poco más, comenzó a rogarles piedad.
- Virgo:
- Virgo, un elfo adolescente, inventor e infantil. Estuvo en la lista de visitantes del palacio.[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
-¡Por favor, sólo era una broma! ¡Por Imbar, que eran inofensivos globos de agua! ¡Vamos, sed simpáticas conmigo! – suplicó el joven.
-Pues ya puedes ir diciéndome donde está la princesa si no quieres que te achicharre vivo, jovenzuelo. – acompañó una enfadada Lucy la amenaza de Níniel, mirando hacia abajo al cobarde niñato. Apechugó al joven con una mano y con la otra, alzada aunque retirada hacia atrás, mantenía una llama que no pensaba retirar hasta esperar la explicación del joven.
El elfo, entre la espada y el fuego, puso un gesto de susto, imaginaba que Lucy Fireheart no dudaría en lanzar aquella llama que derretía sus pupilas contra él si no explicaba a tiempo quién era. Podía tratarse de alguien sospechoso. No tenía otra que hablar.
-¡Vale! ¡Vale! Mi nombre es Virgo – suplicó el zagal. Lucy recordó entonces que aquel era uno de los nombres que había dado el chambelán como posibles testigos asesinos del rey. – ¡Sólo soy un amigo de la princesa! ¡No me matéis! ¡No merezco morir, sólo tengo quince años, y muchas ilusiones y fabricaciones para la vida! Si muero yo, ¿quién desarrollará mis inventos? – el pequeño no paraba, revoltoso. Tenía los “atributos” de la espigada mujer muy cerca de su rostro. Trataba de evitar incluso mirar a cualquier precio. Tenía muy mal humor. – En… Encantadora Fireheart, sois una bruja. En Vulwufar había unos locos que incineraban a los elfos. ¿No serás de esas, verdad?
-Eso depende de lo que me respondas. – preguntó la hechicera con una sonrisa. - ¿Qué es este sitio y por qué querías secuestrar a la princesa?
-¡¿Qué?! ¡No! ¡Por todos los dioses! ¡Si Henrietta es mi amiga! ¿Por qué iba a hacerlo?- miró a un lado. - Vale, lo admito. Es una chica noble y yo soy un elfo pordiosero, huérfano y sin hogar, pero ha sido ella la que quería que le enseñara este sitio... - el elfó cerró los ojos, y por miedo a que le pillaran diciendo una mentira y lo incineraran no tardó en explicar sus delitos. - Bueno, confieso que una vez ayudé a dar un golpe a un banco. ¡Pero joder, no fue idea mía! La culpa fue de un lagarto pequeño y cabrón. ¡Le diré donde está si hace falta, yo…! Y una vez sacrifiqué una ardilla, ¡pero fue por la ciencia! Señorita Fireheart, por favor...
El elfo no sabía donde meterse. ¿Decía la verdad aquel pequeño adolescente? Lo cierto es que se le veía incapaz de hacer nada y la joven parecía estar allí por voluntad propia. Aunque Lucy permaneció en silencio, entrecerrando las cejas pensativa, y mirando al joven.
-Basta de amenazas, encantadoras. Apagad esa llama. – Pidió una chica rubia y rizosa que comenzó a verse salir de la parte trasera del oscuro taller tras impactar los rayos de sol que penetraban por la puerta en su impoluta armadura pesada, plateada. Aún en edad, adolescente, la joven Henrietta era muy baja en comparación a las espectaculares damas que tenía delante. Pero la actitud destructiva de las miembros de la logia no le había gustado, por lo que sería escéptica hacia ellas. Aún así, mantenía su espada enfundada y su escudo sobre la lomo.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
S.A.R. la Princesa Henrietta. Quizás no sea la mejor combatiente, pero sabe salir de casa bien equipada.
La encantadora estaba considerablemente mojada y aunque calentaba su cuerpo no le había hecho gracia ser partícipe de aquel juego de niños. Lucy no tenía ningún humor para aquello. Pero la chica acababa de perder a su padre, tenía que ser compasiva por la grave noticia que iba a tener que darle. Soltó al elfo y apagó su llama. El joven cayó al suelo por el propio impulso que hacía para tratar de alejarse de la mujer. Tragó saliva y puso sus ojos en la princesa.
-Princesa, tenemos una noticia importante que daros. – acató la orden la encantadora. Rebajando la intensidad de discurso. Miró un poco al suelo. No sabía como se sentiría a la joven después de recibir una noticia tan fuerte, e incluso miró a Níniel tras guardar silencio. Quizás fuera mejor que la elfa lo descubriera.
* * * * * * * * * * * *
Níniel: Lucy Fireheart te ha pasado la pelota y te toca dar la trágica noticia a la joven Princesa Henrietta. Por vuestras acciones destructivas no contáis con su aprobación. En este turno tendrás que decidir contarle o no que su padre ha muerto. También puedes indagar en los jóvenes, si sospechan del envenenamiento del rey. O incluso preguntarles por ese misterioso taller de Bajaciudad o sus inventos. Es una buena oportunidad para conocer a los personajes.Pronto sabremos más cosas…
Ger
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Re: Princeps Draconis [Mastereado - Níniel]
Visto lo visto en aquel taller; las trampas, los mecanismos, la variedad de dragones metálicos y todo lo demás, Níniel estaba segura de que la persona tras todo aquello iba a ser de lo más interesante. Un bio, un extraño inventor que resultara ser una versión adulta de su buen amigo Chimar, o algo por el estilo. Había pensando bastante sobre aquello, desde que viera el ingenio lanza corazones un rato antes, en el palacio, pero nunca habría podido imaginar que finalmente se tratara de un joven elfo incluso más joven que ella. Un niño que ni siquiera había alcanzado la plena madurez y que a Níniel le parecía estar totalmente fuera de lugar por un sin fin de razones, incluso dejando su edad a un lado. ¿De dónde había salido? Y no, la respuesta que la peliblanca quería no era algo tan simple como decir que "de detrás del cuadro".
-No has podido escoger peor momento y peor objetivo para tus "bromas".-Dejó claro la peliblanca ante las excusas del en esos momentos asustado chiquillo. Sentía una punzada de lástima por él, al fin y al cabo ambos eran hijos del bosque y bien sabido era que a diferencia de otras razas la suya no era muy prolífica, lo cual les llevaba a cuidar especialmente a los pocos niños que nacían, pero la situación era mucho más grave de lo que aquel joven creía. Si había puesto en peligro a la princesa de poco iba a servirle remolonear, tendría que asumir la culpa, y el castigo.
El chico no paraba de irse por las ramas. Que si era joven para morir, que si sus inventos, que si brujos quema elfos...Pero Lucy supo cómo hacer que se centrara y se dejara de cuentos. Según su versión; Henrietta había ido hasta allí voluntariamente y ambos eran muy buenos amigos, algo que quizá se quedaba corto pensando en el dragón de los corazones. Dijo ser inocente de secuestro, aunque culpable de ser ladrón de bancos y un cruel asesino de animales, una joyita de muchacho, vaya. Además parecía ser incapaz de decir una frase entera que no contuviera una palabra malsonante.
-¿Qué les ocurrió a tus padres, cuál es tu clan?.- Preguntó Níniel cuando pareció que el chico había dicho todo lo que tenía que decir. No parecía tener que ver con el tema pero, los elfos eran un pueblo muy unido, quizá pudiese saber más de él o si decía la verdad gracias a eso. Y para asegurarse de que decía la verdad, o para hacerle dudar y pillarle mintiendo, la peliblanca se echó hacia atrás la capucha de la capa y se colocó bien su larga melena blanca tras sus puntiagudas orejas revelando su naturaleza élfica, si es que su magia de luz no la había dejado clara ya. Gesto que no obstante se tornó inútil cuando la propia princesa apareció por su propia voluntad y dando órdenes de nuevo.
Era un retaco al que ambas encantadoras sacaban varios centímetros, dicho de manera amable. Por alguna razón llevaba puesta una armadura pesada que, si bien estaba claro que estaba hecha a su medida, la hacía parecer ridícula, como si fuera una niña queriendo jugar a la guerra. Si pensaba que algo así podía resultarle intimidante a dos miembros de la logia, estaba muy pero que muy equivocada, pero al menos no había cometido la estupidez de intentar atacarlas. Bastante habían tenido ya con las trampas como para además tener que evitar que se hiciera daño, y eso si es que sabía cómo usar todo eso que llevaba encima.
-Creo que podemos hacer lo que dice, gran encantadora. Parece que el chico dice la verdad.- Sugirió la peliblanca a su superiora en voz alta y haciendo una leve reverencia ante Henrietta, buscando asegurarse de que esa espada siguiera en su vaina y pudieran al fin hacer lo que habían ido a hacer allí. La bruja así lo hizo, pues definitivamente era lo mejor dada la situación, y a punto pareció también de darle a continuación la mala noticia sobre el fallecimiento de su padre a la joven acorazada, ya que por fin podían hablar cara a cara y la situación parecía ya más clara, pero finalmente optó por delegar tal "honor" a Níniel.
¿Por qué dudó la tensai cuando era una persona a la que nunca había visto dudar? Esa era una cuestión que tendría que esperar. Alguien tenía que decírselo a la princesa, y no podían quedarse las dos calladas como novicias ante una suma sacerdotisa tras haber llegado hasta allí.
-Princesa. Lamento tener que informaros del fallecimiento de vuestro padre. Falleció en su lecho a pesar de todos los esfuerzos por evitarlo.- Dejó unos instantes para que la joven pudiera asimilar la noticia, así como para comprobar su reacción y la del elfo. -A pesar de ser un momento triste, el norte necesita ahora más que nunca estabilidad, alteza. Una estabilidad que creemos podría verse comprometida. Hay indicios suficientes que apuntan a que el mal que aquejaba a vuestro padre, y que ha terminado causando su muerte, no fuese natural. Ante esa posibilidad y la falta de más información, no puede negarse el riesgo que corréis. Hemos venido para poneros a salvo, y como habéis podido ver, no escatimaremos esfuerzos en lograrlo mientras creamos que una sombra desconocida pueda acecharos. -De nuevo hizo una pausa para ver si ante aquella revelación la muchacha comprendía sus prisas y su modo de actuar, serio y con nula predisposición para las bromas y los juegos. Así como el riesgo que había asumido al ir a visitar a su "amiguito" en un lugar como aquel.
-Me temo que a pesar de lo que dijisteis antes, este lugar no es seguro. No podemos confiar vuestro bienestar a unos globos de agua y a un chiquillo, al cual de hecho podría estar poniendo en peligro. Si nosotras hemos llegado hasta aquí, otros podrían lograrlo también.- La peliblanca esperaba que la princesa se diera cuenta de la gravedad de la situación y mostrara un poco de madurez, si es que era capaz de ello, claro. El tiempo seguía corriendo, y aún tenían que encontrar al otro princeps draconis.
-No has podido escoger peor momento y peor objetivo para tus "bromas".-Dejó claro la peliblanca ante las excusas del en esos momentos asustado chiquillo. Sentía una punzada de lástima por él, al fin y al cabo ambos eran hijos del bosque y bien sabido era que a diferencia de otras razas la suya no era muy prolífica, lo cual les llevaba a cuidar especialmente a los pocos niños que nacían, pero la situación era mucho más grave de lo que aquel joven creía. Si había puesto en peligro a la princesa de poco iba a servirle remolonear, tendría que asumir la culpa, y el castigo.
El chico no paraba de irse por las ramas. Que si era joven para morir, que si sus inventos, que si brujos quema elfos...Pero Lucy supo cómo hacer que se centrara y se dejara de cuentos. Según su versión; Henrietta había ido hasta allí voluntariamente y ambos eran muy buenos amigos, algo que quizá se quedaba corto pensando en el dragón de los corazones. Dijo ser inocente de secuestro, aunque culpable de ser ladrón de bancos y un cruel asesino de animales, una joyita de muchacho, vaya. Además parecía ser incapaz de decir una frase entera que no contuviera una palabra malsonante.
-¿Qué les ocurrió a tus padres, cuál es tu clan?.- Preguntó Níniel cuando pareció que el chico había dicho todo lo que tenía que decir. No parecía tener que ver con el tema pero, los elfos eran un pueblo muy unido, quizá pudiese saber más de él o si decía la verdad gracias a eso. Y para asegurarse de que decía la verdad, o para hacerle dudar y pillarle mintiendo, la peliblanca se echó hacia atrás la capucha de la capa y se colocó bien su larga melena blanca tras sus puntiagudas orejas revelando su naturaleza élfica, si es que su magia de luz no la había dejado clara ya. Gesto que no obstante se tornó inútil cuando la propia princesa apareció por su propia voluntad y dando órdenes de nuevo.
Era un retaco al que ambas encantadoras sacaban varios centímetros, dicho de manera amable. Por alguna razón llevaba puesta una armadura pesada que, si bien estaba claro que estaba hecha a su medida, la hacía parecer ridícula, como si fuera una niña queriendo jugar a la guerra. Si pensaba que algo así podía resultarle intimidante a dos miembros de la logia, estaba muy pero que muy equivocada, pero al menos no había cometido la estupidez de intentar atacarlas. Bastante habían tenido ya con las trampas como para además tener que evitar que se hiciera daño, y eso si es que sabía cómo usar todo eso que llevaba encima.
-Creo que podemos hacer lo que dice, gran encantadora. Parece que el chico dice la verdad.- Sugirió la peliblanca a su superiora en voz alta y haciendo una leve reverencia ante Henrietta, buscando asegurarse de que esa espada siguiera en su vaina y pudieran al fin hacer lo que habían ido a hacer allí. La bruja así lo hizo, pues definitivamente era lo mejor dada la situación, y a punto pareció también de darle a continuación la mala noticia sobre el fallecimiento de su padre a la joven acorazada, ya que por fin podían hablar cara a cara y la situación parecía ya más clara, pero finalmente optó por delegar tal "honor" a Níniel.
¿Por qué dudó la tensai cuando era una persona a la que nunca había visto dudar? Esa era una cuestión que tendría que esperar. Alguien tenía que decírselo a la princesa, y no podían quedarse las dos calladas como novicias ante una suma sacerdotisa tras haber llegado hasta allí.
-Princesa. Lamento tener que informaros del fallecimiento de vuestro padre. Falleció en su lecho a pesar de todos los esfuerzos por evitarlo.- Dejó unos instantes para que la joven pudiera asimilar la noticia, así como para comprobar su reacción y la del elfo. -A pesar de ser un momento triste, el norte necesita ahora más que nunca estabilidad, alteza. Una estabilidad que creemos podría verse comprometida. Hay indicios suficientes que apuntan a que el mal que aquejaba a vuestro padre, y que ha terminado causando su muerte, no fuese natural. Ante esa posibilidad y la falta de más información, no puede negarse el riesgo que corréis. Hemos venido para poneros a salvo, y como habéis podido ver, no escatimaremos esfuerzos en lograrlo mientras creamos que una sombra desconocida pueda acecharos. -De nuevo hizo una pausa para ver si ante aquella revelación la muchacha comprendía sus prisas y su modo de actuar, serio y con nula predisposición para las bromas y los juegos. Así como el riesgo que había asumido al ir a visitar a su "amiguito" en un lugar como aquel.
-Me temo que a pesar de lo que dijisteis antes, este lugar no es seguro. No podemos confiar vuestro bienestar a unos globos de agua y a un chiquillo, al cual de hecho podría estar poniendo en peligro. Si nosotras hemos llegado hasta aquí, otros podrían lograrlo también.- La peliblanca esperaba que la princesa se diera cuenta de la gravedad de la situación y mostrara un poco de madurez, si es que era capaz de ello, claro. El tiempo seguía corriendo, y aún tenían que encontrar al otro princeps draconis.
Níniel Thenidiel
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Re: Princeps Draconis [Mastereado - Níniel]
El cambio de actitud de la princesa Henrietta era evidente a cada palabra del discurso de Níniel. La bajita adolescente exteriorizaba mucho sus sentimientos. Comenzó de brazos cruzados, recelosa a las palabras de la elfa, y su gesto se torció cuando se enteró del fallecimiento de su padre.
-¡Ay! No me digas eso. – pidió la incrédula rubia, tapándose las manos con la cara. No quería saber que aquello era verdad. Se agobió tanto que rompió a llorar desconsoladamente.
Los instantes siguientes fueron dramáticos. Virgo no tuvo valor para ir a consolarla. Y Lucy Fireheart tampoco sabía muy bien qué hacer o decir. Se acercó a ella y la tomó por los hombros. – Lo siento mucho, princesa. - La pequeña se aferró a ella como si fuese la única persona del mundo que la comprendía. La rodeó con los brazos y pegó su cabeza. Dejándole manchones en el vestido por las lágrimas y el llanto en el que se había sumido.
-¿Por qué? Creía que se recuperaría. No… No doy crédito. – negó una y otra vez, secándose las lágrimas de los ojos. – Mi hermano… ¿Él ya lo sabe? – preguntó.
-Creemos que aún no. Comprended ahora nuestra prioridad por poneros a salvo. - respondió Lucy, abrazándola.
Virgo quedó al lado de Níniel. Él no lloraba. Simplemente no sabía como reaccionar en aquella situación. Mientras Lucy trataba de consolar a Lady Henrietta, el elfo giró la cabeza hacia la esbelta elfa y la miró a los ojos.
-Joder, qué putada. ¿No? Lo del rey, digo. – preguntó por romper un poco el hielo. – Antes me preguntaste de qué clan era… - miró un poco al suelo y alzó una ceja. – Lo cierto es que no lo sé. Me cuidó una madame de Vulwufar que me pegaba. Al final me independicé y me fui a vivir a una casa en un árbol. Con los inventos de la chatarra que encontraba por las calles y en los basureros de la base de los bios. Hay cosas muy chulas si sabes trastear. – comentó con una sonrisa. – Tengo unos cuantos artilugios que le vendrían bien a la Logia para eso de pillar al malo de todo esto.
En cualquier caso, la atención de toda la sala estaba centrada en Lucy y la Princesa Henrietta, que seguía llorando aunque ahora más calmada.
-¿Sospecháis de alguien? – preguntó Henrietta, terminando de secarse las lágrimas.
-El chambelán nos proporcionó una lista de los visitantes. Pero vuestra madre se encontraba fatal como para evaluar. Si decís que Virgo no ha sido, la lista de sospechosos queda reducida a Sir Samuel, el Doctor Peste, la condesa Báthory, el padre Callaghan y el alquimista Lachance. - relató la Encantadora.
-Sir Samuel dudo que haya tenido nada que ver. Es el mentor de Rigobert y muy buen amigo de mi padre. – reflexionó. – El doctor Peste y el Cura Callaghan vinieron después de que enfermara y fue para tratar de curarlo, pensando que había contraído esa enfermedad. De los otros dos escuché hablar, pero no los conozco en persona.
-Menos es nada. – comentó Lucy, tachando a tres más de la lista de sospechosos. – Bien, tenemos que encontrar al otro prínceps. Ha pasado tiempo. Seguramente ya sepa la noticia. – comentó.
-En ese caso será mejor que os deis prisa. Mi hermano es muy impulsivo e infantil. – advirtió. Aunque había charlado más, seguía entristecida profundamente. Pero admitía que llorar no le serviría de nada. – Iremos con vosotras.
-Contaba con ello, princesa. – Lucy miró a Níniel. – Ahora, salgamos de aquí y vayamos al campo de entrenamiento. – comentó.
-¡Esperad a que coja unos pequeños trastos! ¡Je! – dijo Virgo colgando una amplia mochila a su espalda con algunos de sus artilugios y saliendo por la puerta. - ¡Buah! ¿Un pollo, en serio? ¿No sería más lógico un ciervo? – comentóel elfo no pudiendo ocultar su decepción al ver a Trickster. Parecía ajeno totalmente a la gravedad del asunto y le parecía gracioso chinchar a Níniel.
Níniel y Lucy se dirigieron al campo de entrenamiento, cerca del palacio, de nuevo en el barrio alto. Al haber decidido ir a por la princesa. Lo primero que encontrarían verían conforme subía sería el enorme ejército congregado a las puertas del campo de entrenamiento. La cara de Lucy mostró preocupación.
Consecuencia: Ir con la verdad por delante siempre es un acierto (o casi siempre). La princesa Henrietta ha reducido la lista de sospechosos y se ha unido a vuestra campaña. A ella no parece importarle demasiado el tema de la sucesión, pero la muerte de su padre la ha unido a su familia. Has hecho bien en ir a por ella, si no la habrían raptado y eso complicaría las cosas.
Níniel: Este es un turno de transición. Para hacer cábalas con Lucy o los chicos de lo que sabes hasta ahora y los dos temas principales de la misión: El asesinato y la sucesión. Podrás describir también como desees el campo de entrenamiento, el ejército movilizado o su llegada hasta el mismo. Pero aún no verás a Rigobert.
-¡Ay! No me digas eso. – pidió la incrédula rubia, tapándose las manos con la cara. No quería saber que aquello era verdad. Se agobió tanto que rompió a llorar desconsoladamente.
Los instantes siguientes fueron dramáticos. Virgo no tuvo valor para ir a consolarla. Y Lucy Fireheart tampoco sabía muy bien qué hacer o decir. Se acercó a ella y la tomó por los hombros. – Lo siento mucho, princesa. - La pequeña se aferró a ella como si fuese la única persona del mundo que la comprendía. La rodeó con los brazos y pegó su cabeza. Dejándole manchones en el vestido por las lágrimas y el llanto en el que se había sumido.
-¿Por qué? Creía que se recuperaría. No… No doy crédito. – negó una y otra vez, secándose las lágrimas de los ojos. – Mi hermano… ¿Él ya lo sabe? – preguntó.
-Creemos que aún no. Comprended ahora nuestra prioridad por poneros a salvo. - respondió Lucy, abrazándola.
Virgo quedó al lado de Níniel. Él no lloraba. Simplemente no sabía como reaccionar en aquella situación. Mientras Lucy trataba de consolar a Lady Henrietta, el elfo giró la cabeza hacia la esbelta elfa y la miró a los ojos.
-Joder, qué putada. ¿No? Lo del rey, digo. – preguntó por romper un poco el hielo. – Antes me preguntaste de qué clan era… - miró un poco al suelo y alzó una ceja. – Lo cierto es que no lo sé. Me cuidó una madame de Vulwufar que me pegaba. Al final me independicé y me fui a vivir a una casa en un árbol. Con los inventos de la chatarra que encontraba por las calles y en los basureros de la base de los bios. Hay cosas muy chulas si sabes trastear. – comentó con una sonrisa. – Tengo unos cuantos artilugios que le vendrían bien a la Logia para eso de pillar al malo de todo esto.
En cualquier caso, la atención de toda la sala estaba centrada en Lucy y la Princesa Henrietta, que seguía llorando aunque ahora más calmada.
-¿Sospecháis de alguien? – preguntó Henrietta, terminando de secarse las lágrimas.
-El chambelán nos proporcionó una lista de los visitantes. Pero vuestra madre se encontraba fatal como para evaluar. Si decís que Virgo no ha sido, la lista de sospechosos queda reducida a Sir Samuel, el Doctor Peste, la condesa Báthory, el padre Callaghan y el alquimista Lachance. - relató la Encantadora.
-Sir Samuel dudo que haya tenido nada que ver. Es el mentor de Rigobert y muy buen amigo de mi padre. – reflexionó. – El doctor Peste y el Cura Callaghan vinieron después de que enfermara y fue para tratar de curarlo, pensando que había contraído esa enfermedad. De los otros dos escuché hablar, pero no los conozco en persona.
-Menos es nada. – comentó Lucy, tachando a tres más de la lista de sospechosos. – Bien, tenemos que encontrar al otro prínceps. Ha pasado tiempo. Seguramente ya sepa la noticia. – comentó.
-En ese caso será mejor que os deis prisa. Mi hermano es muy impulsivo e infantil. – advirtió. Aunque había charlado más, seguía entristecida profundamente. Pero admitía que llorar no le serviría de nada. – Iremos con vosotras.
-Contaba con ello, princesa. – Lucy miró a Níniel. – Ahora, salgamos de aquí y vayamos al campo de entrenamiento. – comentó.
-¡Esperad a que coja unos pequeños trastos! ¡Je! – dijo Virgo colgando una amplia mochila a su espalda con algunos de sus artilugios y saliendo por la puerta. - ¡Buah! ¿Un pollo, en serio? ¿No sería más lógico un ciervo? – comentóel elfo no pudiendo ocultar su decepción al ver a Trickster. Parecía ajeno totalmente a la gravedad del asunto y le parecía gracioso chinchar a Níniel.
Níniel y Lucy se dirigieron al campo de entrenamiento, cerca del palacio, de nuevo en el barrio alto. Al haber decidido ir a por la princesa. Lo primero que encontrarían verían conforme subía sería el enorme ejército congregado a las puertas del campo de entrenamiento. La cara de Lucy mostró preocupación.
* * * * * * * * * * * * * * *
Consecuencia: Ir con la verdad por delante siempre es un acierto (o casi siempre). La princesa Henrietta ha reducido la lista de sospechosos y se ha unido a vuestra campaña. A ella no parece importarle demasiado el tema de la sucesión, pero la muerte de su padre la ha unido a su familia. Has hecho bien en ir a por ella, si no la habrían raptado y eso complicaría las cosas.
Níniel: Este es un turno de transición. Para hacer cábalas con Lucy o los chicos de lo que sabes hasta ahora y los dos temas principales de la misión: El asesinato y la sucesión. Podrás describir también como desees el campo de entrenamiento, el ejército movilizado o su llegada hasta el mismo. Pero aún no verás a Rigobert.
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Re: Princeps Draconis [Mastereado - Níniel]
-Creo que te llevarías bien con cierto jovencito humano de Lunargenta al que conozco.-Respondería la peliblanca quedamente y en voz baja a las palabras de Virgo. Estaba bien que el joven pareciera confiar en ella y le contara su historia pero, a tenor de la situación, aquel no era el mejor momento para hablar de ello. No mientras que a unos pasos de ellos Henrietta se derrumbaba en brazos de la alta encantadora Fireheart, rota por el dolor. -Mostremos un poco de respeto y, cuida esa lengua. No es propia de conversaciones civilizadas.- Le instó la joven quedando totalmente callada, mostrándole con el ejemplo que era momento de guardar silencio.
Fue una grata sorpresa para la elfa comprobar, gracias a su conversación con Lucy, que Henrietta podía ser mucho más que una niñita consentida, como había parecido hasta ese momento. Que detrás de una joven quizá poco amiga de las formas y la etiqueta había alguien que realmente no había decidido ignorar el grave estado de su padre para irse a jugar. Alguien que una vez llegado el momento de ponerse seria era capaz de recomponerse, incluso ante una gran pérdida, y centrarse totalmente en lo más importante, colaborando y mostrándose más al tanto de lo que podría parecer de los asuntos de palacio. Alguien que, quizá, al final no fuese tan mala candidata para el trono después de todo. Claro que no es que semejante decisión fuese cosa suya.
-La lista de sospechosos puede haberse reducido, mas no así el peligro, princesa. No conocemos sus intenciones.-Intervino la peliblanca una vez que bruja y dragona terminaron de hablar y de decidir ir todos juntos en busca del príncipe Rigoberto. -No os alejéis de mí, os protegeré si pasase algo.- Aseguró tomando aquel papel defensivo que permitiría a Lucy hacerse cargo de la ofensiva ante un hipotético ataque. Hipotético porque no podían saber siquiera qué forma adoptaría aquella amenaza fantasma. Prepararse para un ataque de cualquier tipo era lo obvio, pero bien podían estar inmersas en un juego político en el que de poco les servirían las bolas de fuego y las barreras de luz.
-¿Un ciervo? ¿Y exactamente por qué sería más lógico un ciervo?- Inquirió Níniel una vez ya en la calle ante el irrespetuoso comentario de Virgo. -En cualquier caso sería una halla, son más fuertes e inteligentes. Creo que has pasado demasiado tiempo con los humanos, escuchando sus poco imaginativos insultos hacia los elfos...-Respondió subiéndose a Trickster con soltura y acariciándole cariñosamente su largo, suave y cálido cuello. -Trickster es un upelero, noble y orgulloso. Yo que tú no le enfadaría. La última persona que lo llamó pollo acabó inconsciente sobre una pila de excrementos de caballo, tras volar unos seis metros por el aire antes.- Añadió antes de colocarse la capucha de su capa y hacer girar a su montura para demostrarle a aquel elfo la facilidad de movimiento que le otorgaba el hecho de ser bípedo.
-Y dime, ¿qué llevas en esa mochila? Antes dijiste que tenías objetos que podrían sernos útiles.- Níniel sentía curiosidad. Había visto muchos de esos artefactos mecánicos en funcionamiento y sabía de sobra de lo que eran capaces. Los dragoncitos lanza corazones podían resultar muy monos e inofensivos pero, había artefactos que no eran para tomárselos a broma.
-Je. Seguro que te mueres por saberlo. Pero antes te toca a ti responder a una pregunta. Yo respondí a la tuya. Es lo justo, ¿no?- Níniel no podía refutar la lógica de aquello, como hiciese con la de elfos montando ciervos. Tenía razón.
-Adelante pues. Pregunta.- Aceptó pensando en que el joven le preguntaría por su clan, como ella había hecho. Debía de sentir curiosidad por su cultura natal, la cual parecía desconocer en gran medida. Mientras hablaban el grupo dejaba atrás poco a poco aquella zona de la ciudad tan deprimente. Pronto habían llegado ya a la altura de la estropeada fuente de las cabezas de dragón.
-¿De qué color son tus br...-Comenzó a preguntar aquel imperturbable desvergonzado para sorpresa de Níniel. Mas su pregunta fue abortada por la voz de la princesa, lo suficientemente fuerte como para que Virgo dejara su frase a medias y optara por guardar silencio. Ser tan desenfadado, irreverente incluso, parecía ser una parte de su personalidad de la que no podía deshacerse. Una parte que por otro lado debía de gustarle a la princesa ,si tan amigos eran y tanto confiaba en él. Pero una parte que en esos momentos tendría que esforzarse por guardar.
-LO QUE...Virgo quiere preguntar es sobre la enfermedad de mi padre. ¿Cómo estás tan segura de que no ha sido natural?.-Preguntó la princesa. -Parecía haber caído víctima de la plaga pero...estar resistiéndola.- Preguntar aquello parecíó costarle, procuraba mostrarse solo triste, seria, pero de nuevo su voz comenzó a delatar lo cerca que estaba del llanto.
-Eso pensaba yo también.- Comenzó a explicar la sacerdotisa, recomponiéndose del intento de pregunta de Virgo y de su descaro. -Los síntomas son similares, pero los tiempos y fases no concordaban. Un examen más concienzudo reveló daños en su organismo que de nuevo recordaban a los de la enfermedad, pero extendidos de manera diferente. Además, de tratarse de la plaga, que es muy infecciosa, vuestra madre, el chambelán y más personas del castillo deberían mostrar síntomas también. Ese extraño sacerdote ni siquiera usaba guantes...Ante estas evidencias y si no es la plaga, la opciones más probables son dos: Un cambio fortuito en la enfermedad, o un intento malintencionado de regicidio, intentando hacer pasar un veneno, toxina o maldición por la plaga.-Hizo una pausa pues era muy consciente de que ni siquiera entre la realeza estaban extendidos conocimientos tan profundos sobre medicina y sanación. Fácilmente cualquiera podía acabar no entendiendo gran cosa. -La primera opción, aunque no imposible, requiere de confiar mucho en las casualidades, demasiadas. Por ello la opción del regicidio es la más probable, con diferencia.- Sentenció y terminó de explicar.
-Mi hermano es entonces quién más cuidado debe tener. Yo nunca he querido un trono ni he disfrutado de los agasajos y juegos de los nobles. Vestidos y joyas...Eso es lo que he recibido año tras año. Ni siquiera me conocen.- Se quejó con amargura la joven. Ciertamente a Níniel le había bastado verla como para saber que de tener que hacerle un regalo acertaría más con alguna daga u objeto similar que con un vestido.
-Pensad en la posición que ganaría cualquier noble casándose con vos. O a sabiendas de vuestras preferencias, colocando a su gracia en el trono con la esperanza de reinar en vuestro nombre. Simplemente ilumino las posibilidades, alteza. Fuerzas oscuras que parecen disfrutar del caos operan por doquier, la mera inestabilidad podría ser su objetivo.-Enumeró la peliblanca sin poder concretar nada, pues nada más sabía. No saber a qué se enfrentaba era lo más desquiciante de todo aquello. ¿Cómo se lucha contra un enemigo que no puedes ver?
Para cuando terminó de hablar el grupo estaba ya de regreso a los barrios más seguros de la ciudad, y aunque allí había más gente e incluso guardias, parecía haber algo que inquietaba enormemente a la población. Tanto como para no reconocer a su propia princesa moviéndose entre ellos.
-¿Pero qué pretenden?- Pudo captar Níniel de uno de los agitados corrillos con los que se cruzaron. -¿Acaso no hemos sufrido ya bastante?- Escuchó decir a un hombre con rostro preocupado. Expresión que compartían las dos personas cercanas a él, una de las cuales siguió al grupo con la mirada durante unos instantes que a la peliblanca le parecieron durar minutos enteros.
-Algo pasa. Quizá ya se haya extendido la noticia del fallecimiento del rey.- Dijo Lucy frunciendo el ceño. Y con razón, Níniel también había contado con más tiempo antes de que las malas nuevas les complicasen aún más las cosas. Si hasta ese momento ya habían tenido que ir con cuidado, a partir de entonces deberían moverse con pies de plomo. -Deprisa. Tenemos que llegar hasta el príncipe Rigoberto sin demora.-Apremió la bruja poniendo a su caballo al trote, siendo seguida por los demás en medio de aquella tensa situación. Sobre sus cabezas, un grupo de dragones sobrevolaba la ciudad en formación sincronizada.
Fue una grata sorpresa para la elfa comprobar, gracias a su conversación con Lucy, que Henrietta podía ser mucho más que una niñita consentida, como había parecido hasta ese momento. Que detrás de una joven quizá poco amiga de las formas y la etiqueta había alguien que realmente no había decidido ignorar el grave estado de su padre para irse a jugar. Alguien que una vez llegado el momento de ponerse seria era capaz de recomponerse, incluso ante una gran pérdida, y centrarse totalmente en lo más importante, colaborando y mostrándose más al tanto de lo que podría parecer de los asuntos de palacio. Alguien que, quizá, al final no fuese tan mala candidata para el trono después de todo. Claro que no es que semejante decisión fuese cosa suya.
-La lista de sospechosos puede haberse reducido, mas no así el peligro, princesa. No conocemos sus intenciones.-Intervino la peliblanca una vez que bruja y dragona terminaron de hablar y de decidir ir todos juntos en busca del príncipe Rigoberto. -No os alejéis de mí, os protegeré si pasase algo.- Aseguró tomando aquel papel defensivo que permitiría a Lucy hacerse cargo de la ofensiva ante un hipotético ataque. Hipotético porque no podían saber siquiera qué forma adoptaría aquella amenaza fantasma. Prepararse para un ataque de cualquier tipo era lo obvio, pero bien podían estar inmersas en un juego político en el que de poco les servirían las bolas de fuego y las barreras de luz.
-¿Un ciervo? ¿Y exactamente por qué sería más lógico un ciervo?- Inquirió Níniel una vez ya en la calle ante el irrespetuoso comentario de Virgo. -En cualquier caso sería una halla, son más fuertes e inteligentes. Creo que has pasado demasiado tiempo con los humanos, escuchando sus poco imaginativos insultos hacia los elfos...-Respondió subiéndose a Trickster con soltura y acariciándole cariñosamente su largo, suave y cálido cuello. -Trickster es un upelero, noble y orgulloso. Yo que tú no le enfadaría. La última persona que lo llamó pollo acabó inconsciente sobre una pila de excrementos de caballo, tras volar unos seis metros por el aire antes.- Añadió antes de colocarse la capucha de su capa y hacer girar a su montura para demostrarle a aquel elfo la facilidad de movimiento que le otorgaba el hecho de ser bípedo.
-Y dime, ¿qué llevas en esa mochila? Antes dijiste que tenías objetos que podrían sernos útiles.- Níniel sentía curiosidad. Había visto muchos de esos artefactos mecánicos en funcionamiento y sabía de sobra de lo que eran capaces. Los dragoncitos lanza corazones podían resultar muy monos e inofensivos pero, había artefactos que no eran para tomárselos a broma.
-Je. Seguro que te mueres por saberlo. Pero antes te toca a ti responder a una pregunta. Yo respondí a la tuya. Es lo justo, ¿no?- Níniel no podía refutar la lógica de aquello, como hiciese con la de elfos montando ciervos. Tenía razón.
-Adelante pues. Pregunta.- Aceptó pensando en que el joven le preguntaría por su clan, como ella había hecho. Debía de sentir curiosidad por su cultura natal, la cual parecía desconocer en gran medida. Mientras hablaban el grupo dejaba atrás poco a poco aquella zona de la ciudad tan deprimente. Pronto habían llegado ya a la altura de la estropeada fuente de las cabezas de dragón.
-¿De qué color son tus br...-Comenzó a preguntar aquel imperturbable desvergonzado para sorpresa de Níniel. Mas su pregunta fue abortada por la voz de la princesa, lo suficientemente fuerte como para que Virgo dejara su frase a medias y optara por guardar silencio. Ser tan desenfadado, irreverente incluso, parecía ser una parte de su personalidad de la que no podía deshacerse. Una parte que por otro lado debía de gustarle a la princesa ,si tan amigos eran y tanto confiaba en él. Pero una parte que en esos momentos tendría que esforzarse por guardar.
-LO QUE...Virgo quiere preguntar es sobre la enfermedad de mi padre. ¿Cómo estás tan segura de que no ha sido natural?.-Preguntó la princesa. -Parecía haber caído víctima de la plaga pero...estar resistiéndola.- Preguntar aquello parecíó costarle, procuraba mostrarse solo triste, seria, pero de nuevo su voz comenzó a delatar lo cerca que estaba del llanto.
-Eso pensaba yo también.- Comenzó a explicar la sacerdotisa, recomponiéndose del intento de pregunta de Virgo y de su descaro. -Los síntomas son similares, pero los tiempos y fases no concordaban. Un examen más concienzudo reveló daños en su organismo que de nuevo recordaban a los de la enfermedad, pero extendidos de manera diferente. Además, de tratarse de la plaga, que es muy infecciosa, vuestra madre, el chambelán y más personas del castillo deberían mostrar síntomas también. Ese extraño sacerdote ni siquiera usaba guantes...Ante estas evidencias y si no es la plaga, la opciones más probables son dos: Un cambio fortuito en la enfermedad, o un intento malintencionado de regicidio, intentando hacer pasar un veneno, toxina o maldición por la plaga.-Hizo una pausa pues era muy consciente de que ni siquiera entre la realeza estaban extendidos conocimientos tan profundos sobre medicina y sanación. Fácilmente cualquiera podía acabar no entendiendo gran cosa. -La primera opción, aunque no imposible, requiere de confiar mucho en las casualidades, demasiadas. Por ello la opción del regicidio es la más probable, con diferencia.- Sentenció y terminó de explicar.
-Mi hermano es entonces quién más cuidado debe tener. Yo nunca he querido un trono ni he disfrutado de los agasajos y juegos de los nobles. Vestidos y joyas...Eso es lo que he recibido año tras año. Ni siquiera me conocen.- Se quejó con amargura la joven. Ciertamente a Níniel le había bastado verla como para saber que de tener que hacerle un regalo acertaría más con alguna daga u objeto similar que con un vestido.
-Pensad en la posición que ganaría cualquier noble casándose con vos. O a sabiendas de vuestras preferencias, colocando a su gracia en el trono con la esperanza de reinar en vuestro nombre. Simplemente ilumino las posibilidades, alteza. Fuerzas oscuras que parecen disfrutar del caos operan por doquier, la mera inestabilidad podría ser su objetivo.-Enumeró la peliblanca sin poder concretar nada, pues nada más sabía. No saber a qué se enfrentaba era lo más desquiciante de todo aquello. ¿Cómo se lucha contra un enemigo que no puedes ver?
Para cuando terminó de hablar el grupo estaba ya de regreso a los barrios más seguros de la ciudad, y aunque allí había más gente e incluso guardias, parecía haber algo que inquietaba enormemente a la población. Tanto como para no reconocer a su propia princesa moviéndose entre ellos.
-¿Pero qué pretenden?- Pudo captar Níniel de uno de los agitados corrillos con los que se cruzaron. -¿Acaso no hemos sufrido ya bastante?- Escuchó decir a un hombre con rostro preocupado. Expresión que compartían las dos personas cercanas a él, una de las cuales siguió al grupo con la mirada durante unos instantes que a la peliblanca le parecieron durar minutos enteros.
-Algo pasa. Quizá ya se haya extendido la noticia del fallecimiento del rey.- Dijo Lucy frunciendo el ceño. Y con razón, Níniel también había contado con más tiempo antes de que las malas nuevas les complicasen aún más las cosas. Si hasta ese momento ya habían tenido que ir con cuidado, a partir de entonces deberían moverse con pies de plomo. -Deprisa. Tenemos que llegar hasta el príncipe Rigoberto sin demora.-Apremió la bruja poniendo a su caballo al trote, siendo seguida por los demás en medio de aquella tensa situación. Sobre sus cabezas, un grupo de dragones sobrevolaba la ciudad en formación sincronizada.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: Princeps Draconis [Mastereado - Níniel]
Lucy y Níniel tuvieron que detener la velocidad de sus monturas para invitarlas a subir más despacio por las muy estrechas calles del barrio alto. Las miembros de la logia se abrieron paso entre un mar de ciudadanos que salía de entre sus portales para comentar la gran noticia del día: La muerte del rey. Sumidos en el pesimismo y la desesperación. La princesa Henrietta con su impoluta armadura parecía invisible.
La noticia había llegado. El plan de discreción absoluta de la encantadora no funcionaría. – Maldición, tenemos que acelerar el paso. – apremió Lucy por la búsqueda del Príncipe.
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El príncipe se encontraba en el campo de entrenamiento, tal y como el chambelán había indicado. Su gesto, torcido y serio y el enfundado de sus guantaletes de guerra, parecían revelar que las intenciones del adolescente príncips draconis era prepararse para algo bélico. Y no estaba solo. Había casi medio centenar de hombres, entre los que se encontraban en el caballero dragón Sir Samuel, con quien dialogaba, dispuestos a partir, con un elevado grado de pesimismo en sus rostros.
Rigobert observó el grupo recién llegado de Lucy, pero ignorando por completo al trío de acompañantes, a los que ni siquiera miró. Se encontraba perfeccionando la gualdrapa púrpura con el escudo del Reino del Norte sobre su caballo. Un bello corcel de pelaje completamente blanco. - ¡Henrietta! ¿Dónde estabas? – preguntó sin esperar respuesta. En principio podría parecer que venía con buenas intenciones. Lejos de ello, Rigobert mostraba un carácter enfadado y unos aires de superioridad para con su hermana que evidenciaba que no mantenían una buena relación. – ¿Te has enterado de lo de papá?
-Sí. Me lo han dicho las de la Logia. – comentó su gemela. - ¿Pero a dónde vas así?
-A hacer lo que le dije a padre que debería haber hecho hace mucho. Destruir esa pirámide. Es la culpable de la enfermedad que acabó con su vida.– sentenció el joven subiéndose a lomos de su caballo. - Madre está desolada. Y tú no aportas nada más que irte con tus novios por ahí. ¿Quieres hacer algo útil? Ve a hacerle compañía. Es lo que debéis hacer las mujeres. – miró al frente, trataba con desprecio a su hermana. Y es que a ojos del príncipe, ésta se desentendía de sus obligaciones como princesa. – La guerra es para los hombres. – comentó mirando al frente.
Su hermana agachó la cabeza, sin saber muy bien qué decir. Cabizbaja. Había herido su vena sensible. Algo que no sentó muy bien a Virgo. El elfo destacó sobre la espalda de Níniel.
-¡Eh, que es tu hermana! ¡Trátala con respeto, caraculo! – inquirió Virgo, tomando una piedra del suelo y lanzándosela al caballo del Príncipe, al cual alcanzó en el lomo. Si bien no le hizo ningún daño. Sólo relinchó y se inclinó hacia atrás por el susto. Los caballeros dragón se antepusieron entre el príncipe y el grupo de recién llegados, comandado por la princesa. Virgo volvió riéndose a esconderse detrás de Níniel, asustado. - ¡Protégeme, Níniel, que me matan! – le pidió.
-¿¡Cómo has osado, vasallo!? – gritó el rubio, enfadado, sujetando las riendas de su caballo. - ¡Enviad al calabozo a este desgraciado! – pidió a sus hombres.
-Príncipe Rigobert, no creo que esa sea manera de hablarle a vuestra hermana después de lo que ha ocurrido hoy. – trató de calmar Lucy de manera serena. Los hombres se detuvieron frente a la Alta Encantadora, a quien de sobra conocían y respetaban. Ésta les ordenó parar con un gesto de mano. – Todos estamos muy tensos. Pasemos por alto la desafortunada acción del elfo Virgo. – Se giró y le miró, colocando los brazos en jarra. – Que estoy segura que no volverá a repetir, ¿verdad? – le envió una mirada sentenciante. El joven negó con la cabeza.
Tarde. El Príncipe Rigobert era un niñato caprichoso al que poco o nada le importaba lo que la encantadora opinara. Y no le había gustado un pelo que sus hombres se detuvieran tras la respuesta del alto cargo de la Logia. Cuando él daba una orden. Tenía que cumplirse. Y Rigobert siempre creyó que la logia gozaba de demasiado poder en la ciudad. No empatizaba demasiado con el grupo.
-Uh, qué miedo, la Logia… – imitó con recochineo. - ¡Encarceladlas a ellas también! Que pasen los tres una nochecita en el calabozo.
-¡No puedes, Rigobert! ¿Con qué motivo? – intercedió Henrietta colocándose delante de Lucy, y por tanto delante de los caballeros dragón. - ¡Retiraos y volved a vuestros puestos! No podéis permitir que os lleve así al suicidio.
-Yo propongo soluciones. Y tú, manos de mantequilla, me traes un elfo a que me tire piedras. – Rigobert desenfundó su espada y la alzó a los cielos. - ¡Aquel que obedezca a Henrietta será expulsado de los caballeros dragón y desterrado del reino cuando yo sea el rey!
-Pues aquel que no me lo haga a mí, será relegado a… a… - quedó pensativa. - Al servicio de jardinería o cocina del castillo. He dicho. – inquirió la princesa, mostrando su espada y escudo.
La discusión entre los dos gemelos continuó a voces. En un debate tan absurdo como innecesario. Los caballeros dragón, capitaneados por Sir Samuel, ni siquiera se pronunciaron al respecto. Unos miraban a un lado, otros buscaban al capitán preguntándose qué hacer. Lucy miró a Níniel, colocó sus brazos formando un ángulo recto con el codo y agarrotó los dedos como preguntándole si los mataba a ambos o no.
Por fortuna, la todavía reina, la madre, escuchó todo el jaleo en el patio y se acercó hasta la zona. - ¿Por qué hay tanto ruido? ¿Qué pasa? – preguntó con los ojos llorosos por la tristeza de la pérdida de su marido. Lo que hizo que los hermanos, que ya casi habían llegado a las manos, se detuvieran en el acto, como si no hubiera pasado nada. Rigobert incluso cayó del caballo por el susto. Lucy miró al cielo, dando gracias a los dioses por esta casi divina irrupción. – Encantadoras, explicadme qué sucede. – pidió tras el silencio absoluto.
Níniel: Has conocido al otro príncipe dragón y pronto te darás cuenta del peculiar carácter que tiene. Además de extremista, es machista, caprichoso e impertinente. Pero desde luego, no se le puede achacar que tenga más sangre y voluntad que su hermana, con la que por cierto, no se lleva bien. Estamos en uno de los puntos clave de la historia, en el que Lucy y tú tendréis que solucionar el pequeño conflicto entre hermanos y ponerte del lado de Rigobert (utilizar el ejército para atacar la pirámide) o de Henrietta (investigar el asesinato de su padre). Al final, cualquiera de los dos hará caso a su madre.
La noticia había llegado. El plan de discreción absoluta de la encantadora no funcionaría. – Maldición, tenemos que acelerar el paso. – apremió Lucy por la búsqueda del Príncipe.
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El Prínceps Draconis, Lord Rigobert, es un adolescente de carácter impulsivo y con deseos expansionistas.
El príncipe se encontraba en el campo de entrenamiento, tal y como el chambelán había indicado. Su gesto, torcido y serio y el enfundado de sus guantaletes de guerra, parecían revelar que las intenciones del adolescente príncips draconis era prepararse para algo bélico. Y no estaba solo. Había casi medio centenar de hombres, entre los que se encontraban en el caballero dragón Sir Samuel, con quien dialogaba, dispuestos a partir, con un elevado grado de pesimismo en sus rostros.
Rigobert observó el grupo recién llegado de Lucy, pero ignorando por completo al trío de acompañantes, a los que ni siquiera miró. Se encontraba perfeccionando la gualdrapa púrpura con el escudo del Reino del Norte sobre su caballo. Un bello corcel de pelaje completamente blanco. - ¡Henrietta! ¿Dónde estabas? – preguntó sin esperar respuesta. En principio podría parecer que venía con buenas intenciones. Lejos de ello, Rigobert mostraba un carácter enfadado y unos aires de superioridad para con su hermana que evidenciaba que no mantenían una buena relación. – ¿Te has enterado de lo de papá?
-Sí. Me lo han dicho las de la Logia. – comentó su gemela. - ¿Pero a dónde vas así?
-A hacer lo que le dije a padre que debería haber hecho hace mucho. Destruir esa pirámide. Es la culpable de la enfermedad que acabó con su vida.– sentenció el joven subiéndose a lomos de su caballo. - Madre está desolada. Y tú no aportas nada más que irte con tus novios por ahí. ¿Quieres hacer algo útil? Ve a hacerle compañía. Es lo que debéis hacer las mujeres. – miró al frente, trataba con desprecio a su hermana. Y es que a ojos del príncipe, ésta se desentendía de sus obligaciones como princesa. – La guerra es para los hombres. – comentó mirando al frente.
Su hermana agachó la cabeza, sin saber muy bien qué decir. Cabizbaja. Había herido su vena sensible. Algo que no sentó muy bien a Virgo. El elfo destacó sobre la espalda de Níniel.
-¡Eh, que es tu hermana! ¡Trátala con respeto, caraculo! – inquirió Virgo, tomando una piedra del suelo y lanzándosela al caballo del Príncipe, al cual alcanzó en el lomo. Si bien no le hizo ningún daño. Sólo relinchó y se inclinó hacia atrás por el susto. Los caballeros dragón se antepusieron entre el príncipe y el grupo de recién llegados, comandado por la princesa. Virgo volvió riéndose a esconderse detrás de Níniel, asustado. - ¡Protégeme, Níniel, que me matan! – le pidió.
-¿¡Cómo has osado, vasallo!? – gritó el rubio, enfadado, sujetando las riendas de su caballo. - ¡Enviad al calabozo a este desgraciado! – pidió a sus hombres.
-Príncipe Rigobert, no creo que esa sea manera de hablarle a vuestra hermana después de lo que ha ocurrido hoy. – trató de calmar Lucy de manera serena. Los hombres se detuvieron frente a la Alta Encantadora, a quien de sobra conocían y respetaban. Ésta les ordenó parar con un gesto de mano. – Todos estamos muy tensos. Pasemos por alto la desafortunada acción del elfo Virgo. – Se giró y le miró, colocando los brazos en jarra. – Que estoy segura que no volverá a repetir, ¿verdad? – le envió una mirada sentenciante. El joven negó con la cabeza.
Tarde. El Príncipe Rigobert era un niñato caprichoso al que poco o nada le importaba lo que la encantadora opinara. Y no le había gustado un pelo que sus hombres se detuvieran tras la respuesta del alto cargo de la Logia. Cuando él daba una orden. Tenía que cumplirse. Y Rigobert siempre creyó que la logia gozaba de demasiado poder en la ciudad. No empatizaba demasiado con el grupo.
-Uh, qué miedo, la Logia… – imitó con recochineo. - ¡Encarceladlas a ellas también! Que pasen los tres una nochecita en el calabozo.
-¡No puedes, Rigobert! ¿Con qué motivo? – intercedió Henrietta colocándose delante de Lucy, y por tanto delante de los caballeros dragón. - ¡Retiraos y volved a vuestros puestos! No podéis permitir que os lleve así al suicidio.
-Yo propongo soluciones. Y tú, manos de mantequilla, me traes un elfo a que me tire piedras. – Rigobert desenfundó su espada y la alzó a los cielos. - ¡Aquel que obedezca a Henrietta será expulsado de los caballeros dragón y desterrado del reino cuando yo sea el rey!
-Pues aquel que no me lo haga a mí, será relegado a… a… - quedó pensativa. - Al servicio de jardinería o cocina del castillo. He dicho. – inquirió la princesa, mostrando su espada y escudo.
La discusión entre los dos gemelos continuó a voces. En un debate tan absurdo como innecesario. Los caballeros dragón, capitaneados por Sir Samuel, ni siquiera se pronunciaron al respecto. Unos miraban a un lado, otros buscaban al capitán preguntándose qué hacer. Lucy miró a Níniel, colocó sus brazos formando un ángulo recto con el codo y agarrotó los dedos como preguntándole si los mataba a ambos o no.
Por fortuna, la todavía reina, la madre, escuchó todo el jaleo en el patio y se acercó hasta la zona. - ¿Por qué hay tanto ruido? ¿Qué pasa? – preguntó con los ojos llorosos por la tristeza de la pérdida de su marido. Lo que hizo que los hermanos, que ya casi habían llegado a las manos, se detuvieran en el acto, como si no hubiera pasado nada. Rigobert incluso cayó del caballo por el susto. Lucy miró al cielo, dando gracias a los dioses por esta casi divina irrupción. – Encantadoras, explicadme qué sucede. – pidió tras el silencio absoluto.
* * * * * * * * * * *
Níniel: Has conocido al otro príncipe dragón y pronto te darás cuenta del peculiar carácter que tiene. Además de extremista, es machista, caprichoso e impertinente. Pero desde luego, no se le puede achacar que tenga más sangre y voluntad que su hermana, con la que por cierto, no se lleva bien. Estamos en uno de los puntos clave de la historia, en el que Lucy y tú tendréis que solucionar el pequeño conflicto entre hermanos y ponerte del lado de Rigobert (utilizar el ejército para atacar la pirámide) o de Henrietta (investigar el asesinato de su padre). Al final, cualquiera de los dos hará caso a su madre.
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Re: Princeps Draconis [Mastereado - Níniel]
Aquella situación se estaba tornando realmente ridícula. Se suponía que la de los dragones era una raza sabia y honorable. Fieles servidores de los grandes dragones elementales y bendecidos por estos cuando aún sobrevolaban majestuosos sobre las montañas, ocultando el sol para poblados enteros bajo la sombra de sus alas...Todo elfo del clan Thenidiel crecía escuchando aquellas historias del lejano norte y sus habitantes, pocos eran los que no consideraban a los semidragones como unos aliados y hermanos naturales, dignos de respeto...¿Cuántos seguirían haciéndolo si presenciaran tan lamentable espectáculo entre los dos candidatos para ocupar el trono? Níniel había visto a niños humanos, sucios y vestidos con harapos, discutir sobre la propiedad de un dulce de forma más madura al modo en el que aquellos dos príncipes lo hacían por el mando de un puñado de caballeros. Caballeros que por otro lado no sabían ni dónde meterse. La elfa no envidiaba su posición.
Por un lado estaba Rigobert; Machista de un modo que a Níniel, proveniente de un clan matriarcal donde los hombres ocupaban posiciones secundarias, le parecía una broma de mal gusto. Hablando de hombría cuando su rostro, fino y redondeado, aún era el de un niño y no el de un adulto, sin ni siquiera una leve pelusilla sobre su labio superior. Amenazando con encarcelar a oficiales de la Logia sin más razón que la de salirse con la suya. Un déspota de manual con ínfulas de gran guerrero, aunque a la postre demostró no saber ni siquiera mantenerse a lomos de su caballo.
Por el otro Henrietta, quien había demostrado, tras una primera impresión no demasiado buena, muchas y mejores virtudes potenciales, pero que en esos momentos discutía con su hermano al mismo e infantil nivel, olvidándose por completo de la gravedad de la situación y el peligro que corría el reino, pues acababa de perder a su noble monarca muy posiblemente asesinado y aún no sabían quién lo había hecho ni por qué.
Lo único bueno de aquella disputa entre hermanos era que había servido para que Rigobert dejara de lado, al menos por el momento, su deseo de meterles a todos en el calabozo por culpa de Virgo. Lo malo era que no parecía tener fin y que aquellos dos estaban a punto de llegar a las manos sin que nadie pareciera disponer de la suficiente autoridad como para ponerle punto final. Aunque eso cambió cuando la reina hizo acto de presencia, exigiendo explicaciones.
-Majestad.- Tomó la palabra Níniel inclinándose ante la reina madre. -Como pedisteis marchamos a buscar a vuestros hijos. Recién acabamos de reunirlos con la intención de protegerlos, más, como podéis apreciar, su encuentro no ha sido miel sobre hojuelas.-Hizo una leve pausa al ser interrumpida por varias objeciones de los príncipes, que fueron rápidamente acalladas, y al captar en la mirada de la reina su aprobación para proseguir así lo hizo. - Su alteza, el príncipe Rigobert, desea atacar la pirámide con los caballeros que aquí podéis ver reunidos. Por su parte su alteza, la princesa Henrietta, al tanto ya de nuestras sospechas sobre la muerte del rey, encuentra esa idea harto peligrosa y desea profundizar en la investigación antes de tomar decisión alguna. Dada la lamentable situación actual, sus leales caballeros no saben a quién deben obedecer.- Terminó de explicar, recibiendo un reflexivo asentimiento por parte de la reina.
-¿Y cual es vuestra opinión, sacerdotisa?- Inquirió la mujer, que a pesar de tener los ojos enrojecidos por el llanto y su vestido y peinado mal arreglados aún era poseedora de esa imponente aura de nobleza. Níniel, sorprendida, alzó la mirada, sin atreverse a responder dado que no consideraba que fuese ella la indicada para hacerlo. Ella no tenía rango alguno en la corte del norte, en todo caso debería de hacerle esa pregunta a Lucy, su superiora, no a ella. -Sé que estuviste en la pirámide, y de cuantos sanadores han desfilado durante todo este tiempo por delante del lecho de mi esposo, tu eres quién más ha averiguado, a pesar de ser quien menos pudo tratarlo. Quiero saber tú opinión, nada más.- Expresó indicando sus razones para algo sin duda inusual, esperando una respuesta. En el patio de instrucción el silencio se había vuelto absoluto. Incluso los soldados clavaban su mirada en la elfa, como si las palabras de la reina la hubiesen convertido en alguien que merecía la pena escuchar o le hubiesen otorgado un título que respetar.
-Yo...Opino del mismo modo que la princesa Henrietta.- Dijo la joven al fín. -Estuve en aquella pirámide, recorrí sus pasillos. Tratamos de volver a entrar, de reunir los sellos que nos darían acceso a ella de nuevo, y casi nos cuesta la vida...Atacarla ahora no solo es un suicidio, también es inútil. No fue la plaga lo que mató al rey. - Fueron sus palabras. Y tras ellas el silencio volvió a reinar en aquel patio.
Por un lado estaba Rigobert; Machista de un modo que a Níniel, proveniente de un clan matriarcal donde los hombres ocupaban posiciones secundarias, le parecía una broma de mal gusto. Hablando de hombría cuando su rostro, fino y redondeado, aún era el de un niño y no el de un adulto, sin ni siquiera una leve pelusilla sobre su labio superior. Amenazando con encarcelar a oficiales de la Logia sin más razón que la de salirse con la suya. Un déspota de manual con ínfulas de gran guerrero, aunque a la postre demostró no saber ni siquiera mantenerse a lomos de su caballo.
Por el otro Henrietta, quien había demostrado, tras una primera impresión no demasiado buena, muchas y mejores virtudes potenciales, pero que en esos momentos discutía con su hermano al mismo e infantil nivel, olvidándose por completo de la gravedad de la situación y el peligro que corría el reino, pues acababa de perder a su noble monarca muy posiblemente asesinado y aún no sabían quién lo había hecho ni por qué.
Lo único bueno de aquella disputa entre hermanos era que había servido para que Rigobert dejara de lado, al menos por el momento, su deseo de meterles a todos en el calabozo por culpa de Virgo. Lo malo era que no parecía tener fin y que aquellos dos estaban a punto de llegar a las manos sin que nadie pareciera disponer de la suficiente autoridad como para ponerle punto final. Aunque eso cambió cuando la reina hizo acto de presencia, exigiendo explicaciones.
-Majestad.- Tomó la palabra Níniel inclinándose ante la reina madre. -Como pedisteis marchamos a buscar a vuestros hijos. Recién acabamos de reunirlos con la intención de protegerlos, más, como podéis apreciar, su encuentro no ha sido miel sobre hojuelas.-Hizo una leve pausa al ser interrumpida por varias objeciones de los príncipes, que fueron rápidamente acalladas, y al captar en la mirada de la reina su aprobación para proseguir así lo hizo. - Su alteza, el príncipe Rigobert, desea atacar la pirámide con los caballeros que aquí podéis ver reunidos. Por su parte su alteza, la princesa Henrietta, al tanto ya de nuestras sospechas sobre la muerte del rey, encuentra esa idea harto peligrosa y desea profundizar en la investigación antes de tomar decisión alguna. Dada la lamentable situación actual, sus leales caballeros no saben a quién deben obedecer.- Terminó de explicar, recibiendo un reflexivo asentimiento por parte de la reina.
-¿Y cual es vuestra opinión, sacerdotisa?- Inquirió la mujer, que a pesar de tener los ojos enrojecidos por el llanto y su vestido y peinado mal arreglados aún era poseedora de esa imponente aura de nobleza. Níniel, sorprendida, alzó la mirada, sin atreverse a responder dado que no consideraba que fuese ella la indicada para hacerlo. Ella no tenía rango alguno en la corte del norte, en todo caso debería de hacerle esa pregunta a Lucy, su superiora, no a ella. -Sé que estuviste en la pirámide, y de cuantos sanadores han desfilado durante todo este tiempo por delante del lecho de mi esposo, tu eres quién más ha averiguado, a pesar de ser quien menos pudo tratarlo. Quiero saber tú opinión, nada más.- Expresó indicando sus razones para algo sin duda inusual, esperando una respuesta. En el patio de instrucción el silencio se había vuelto absoluto. Incluso los soldados clavaban su mirada en la elfa, como si las palabras de la reina la hubiesen convertido en alguien que merecía la pena escuchar o le hubiesen otorgado un título que respetar.
-Yo...Opino del mismo modo que la princesa Henrietta.- Dijo la joven al fín. -Estuve en aquella pirámide, recorrí sus pasillos. Tratamos de volver a entrar, de reunir los sellos que nos darían acceso a ella de nuevo, y casi nos cuesta la vida...Atacarla ahora no solo es un suicidio, también es inútil. No fue la plaga lo que mató al rey. - Fueron sus palabras. Y tras ellas el silencio volvió a reinar en aquel patio.
Níniel Thenidiel
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Re: Princeps Draconis [Mastereado - Níniel]
La discusión de patio de colegio pronto terminaría. Tan pronto como la madre de ambos, la reina Lady Katarina, detuviera el ímpetu de los jóvenes con una mirada suficiente para mostrarles que tenían que cerrar la boca. Su mirada, preguntando a la elfa, que era quien tenía más cerca, no tardó en darse. Níniel expuso su opinión. La filosofía de la elfa era la prudencia. Mejor barrer primero la porquería que aún había en casa, antes de ir a limpiar la de fuera.
Katarina afirmó, sujetándose ambas manos en una posición real. Luego giró su cabeza hacia Lucy. - ¿Y qué opináis vos, Alta Encantadora? – cuestionó. Lucy también asintió.
-Es la mejor opción, sin duda. No sabemos qué secretos esconde la pirámide a ciencia cierta. A pesar de que Níniel ya ha estado dentro. – defendió Lucy, también, la posición de la elfa.
A Katarina no le quedaban muchas más razones. -Pues que así sea. – sentenció.
Esto no pareció demasiado al príncipe Rigobert. Tiró la espada con la que amenazaba a su hermana con furia y la tiró al suelo con estrépito. ¡Pero esto qué es! Pensaría el joven príncipe, que se creía el rey de la casa. Henrietta, por su parte, se cruzó de brazos y lo miró sonriente, alzando una ceja.
-Muy bien. ¡Todos queréis hacer caso a Henrietta! Perderéis el tiempo buscando al asesino de papá. Está en la pirámide esa. – dijo de mala gana, señalando a la misma.
-Por motivos de seguridad y para mantener la integridad de las pruebas o las posibles huellas, sería recomendable que nadie que no haya accedido ya al castillo entre. – pidió Lucy. – Eso descarta cualquier incursión por parte de otros miembros que no sean los príncipes, su madre, o nosotras mismas. – explicó Lucy, en especial a Samuel, el veterano líder de los caballeros dragón. – Bien, procedamos a entrar al Palacio en busca de pruebas. Usted despreocúpese, milady, bastante ha tenido. Los príncipes y nosotros entraremos. – comentó la encantadora, tomando a Katarina del brazo.
-¿Y puede entrar Virgo? – preguntó Henrietta. Lucy miró al joven. Iba a negarse. Pero su cara de “por favor”, parecía decirlo.
-Él ha estado en el palacio. Así que puede. – confirmó ésta.
Así, el grupo se dispuso a retornar al interior del palacio. La reina se dispuso a volver con su difunto marido, aún en la habitación. Y las encantadoras quedaron con los Prínceps. Rigobert, de mala gana, se quedaba en una esquina. Refunfuñando como el niño al que dejan castigado en casa un día festivo con la ropa de gala puesta.
A la enorme estancia de recepción por la que habían entrado. Tenían a su entera disposición un palacio de planta cuadrada, dos alturas, y con un patio o claustro central. ¡Casi nada! La búsqueda podría llevarles horas, pero la lista de sospechosos era ahora muy reducida. Básicamente habiendo descartado a todos: Quedaban el alquimista Lachance o la condesa Báthory.
-Si fue Báthory lo tenemos difícil. La condesa vampiro está demasiado lejos como para ir a pedirle explicaciones. – opinó Lucy. – Al alquimista Lachance no lo conozco.
-¿Lachance? - comentó la mujer encorvada. La chamana nórgeda. Que a su llegada a palacio se habían encontrado mencionando que el rey había sido maldito. No se había movido de allí dentro en ningún momento. Ni ella ni el sacerdote, aunque éste misteriosamente no estaba presente.
Se personó en el salón de entrada principal sin que nadie la viera llegar.
-¿Por qué nadie…? ¡Nadie! ¿Lo mencionó primero? – explicó visiblemente molesta. – Lachance es un cambiaformas. Un alquimista licántropo muy hábil, procedente de Ulmer. Si él quiso maldecir al rey, lo habría hecho sin ningún problema. Puede que sus intenciones hayan sido buenas. Pero debo advertir que, además de ser muy hábil con los venenos. Tiene pociones que le permiten adoptar la apariencia de cualquier persona o animal. Al ser, además, un gran imitador.
Aquella advertencia evidenció que la inexpugnable defensa del palacio no era tal como presumía.
-¿Eso significa qué…? – preguntó Henrietta, alzando una ceja.
-…Cualquiera de nosotros podría ser Lachance. – terminó su hermano. Separándose de la columna en la que se había apoyado.
-…Sólo en el hipotético caso de que haya sido tan iluso como para quedarse aquí. – comentó Virgo para esclarecer el entuerto.
Además de los presentes, los únicos que estaban en el palacio eran los príncipes, Virgo, la reina, Lucy, Níniel, el chambelán, los dos curanderos, además del personal del Palacio. Aunque éstos últimos no habían tenido acceso ni contacto con el rey.
Has optado por la opción de investigar el crimen. La otra bifurcación era, quizás, la más beliciosa. En esta, tendremos que investigar. Todas las pistas que tenéis, por ahora, os conducen a un alquimista licántropo que puede que esté lejos ya. Cualquiera de tus compañeros podría ser Lachance… (¡o incluso tú lo podrías ser para ellos!).
Estando Níniel, Lucy, Henrietta, Rigobert, Virgo y la chamana nórgeda. Te dejo a ti gestionar al grupo para iniciar la investigación. Podréis que dividiros para investigar la planta superior del castillo (aposentos de rey y príncipes, en uno ya has estado), la planta cero (zona de la capilla, comedores, cocinas) o los sótanos del castillo. También tenéis la opción de interrogar a la reina Katarina, el Sacerdote cristiano del principio de la misión, o al chambelán.
Virgo, es el genio. Como has visto, dispone de un “dragoncito cíclope volador” (no las llamaremos “cámaras”).
Henrietta es la sabiduría. Sabrá distinguir alguien que miente de alguien que no porque es la que mejor conoce a toda la corte de palacio (menos a la chamana).
Rigobert es guerra. Cualquier enfrentamiento con él conllevará una victoria sin necesidad de runa.
La chamana nórgeda podrá quitar el efecto del cambiaformas. Pero sólo una vez y con consecuencias drásticas si se equivoca para el sujeto.
A Lucy ya la conoces de sobra. Es la voz de la experiencia. Ella ha venido contigo y sabes que no puede ser la cambiaformas.
Katarina afirmó, sujetándose ambas manos en una posición real. Luego giró su cabeza hacia Lucy. - ¿Y qué opináis vos, Alta Encantadora? – cuestionó. Lucy también asintió.
-Es la mejor opción, sin duda. No sabemos qué secretos esconde la pirámide a ciencia cierta. A pesar de que Níniel ya ha estado dentro. – defendió Lucy, también, la posición de la elfa.
A Katarina no le quedaban muchas más razones. -Pues que así sea. – sentenció.
Esto no pareció demasiado al príncipe Rigobert. Tiró la espada con la que amenazaba a su hermana con furia y la tiró al suelo con estrépito. ¡Pero esto qué es! Pensaría el joven príncipe, que se creía el rey de la casa. Henrietta, por su parte, se cruzó de brazos y lo miró sonriente, alzando una ceja.
-Muy bien. ¡Todos queréis hacer caso a Henrietta! Perderéis el tiempo buscando al asesino de papá. Está en la pirámide esa. – dijo de mala gana, señalando a la misma.
-Por motivos de seguridad y para mantener la integridad de las pruebas o las posibles huellas, sería recomendable que nadie que no haya accedido ya al castillo entre. – pidió Lucy. – Eso descarta cualquier incursión por parte de otros miembros que no sean los príncipes, su madre, o nosotras mismas. – explicó Lucy, en especial a Samuel, el veterano líder de los caballeros dragón. – Bien, procedamos a entrar al Palacio en busca de pruebas. Usted despreocúpese, milady, bastante ha tenido. Los príncipes y nosotros entraremos. – comentó la encantadora, tomando a Katarina del brazo.
-¿Y puede entrar Virgo? – preguntó Henrietta. Lucy miró al joven. Iba a negarse. Pero su cara de “por favor”, parecía decirlo.
-Él ha estado en el palacio. Así que puede. – confirmó ésta.
Así, el grupo se dispuso a retornar al interior del palacio. La reina se dispuso a volver con su difunto marido, aún en la habitación. Y las encantadoras quedaron con los Prínceps. Rigobert, de mala gana, se quedaba en una esquina. Refunfuñando como el niño al que dejan castigado en casa un día festivo con la ropa de gala puesta.
A la enorme estancia de recepción por la que habían entrado. Tenían a su entera disposición un palacio de planta cuadrada, dos alturas, y con un patio o claustro central. ¡Casi nada! La búsqueda podría llevarles horas, pero la lista de sospechosos era ahora muy reducida. Básicamente habiendo descartado a todos: Quedaban el alquimista Lachance o la condesa Báthory.
-Si fue Báthory lo tenemos difícil. La condesa vampiro está demasiado lejos como para ir a pedirle explicaciones. – opinó Lucy. – Al alquimista Lachance no lo conozco.
-¿Lachance? - comentó la mujer encorvada. La chamana nórgeda. Que a su llegada a palacio se habían encontrado mencionando que el rey había sido maldito. No se había movido de allí dentro en ningún momento. Ni ella ni el sacerdote, aunque éste misteriosamente no estaba presente.
Se personó en el salón de entrada principal sin que nadie la viera llegar.
-¿Por qué nadie…? ¡Nadie! ¿Lo mencionó primero? – explicó visiblemente molesta. – Lachance es un cambiaformas. Un alquimista licántropo muy hábil, procedente de Ulmer. Si él quiso maldecir al rey, lo habría hecho sin ningún problema. Puede que sus intenciones hayan sido buenas. Pero debo advertir que, además de ser muy hábil con los venenos. Tiene pociones que le permiten adoptar la apariencia de cualquier persona o animal. Al ser, además, un gran imitador.
Aquella advertencia evidenció que la inexpugnable defensa del palacio no era tal como presumía.
-¿Eso significa qué…? – preguntó Henrietta, alzando una ceja.
-…Cualquiera de nosotros podría ser Lachance. – terminó su hermano. Separándose de la columna en la que se había apoyado.
-…Sólo en el hipotético caso de que haya sido tan iluso como para quedarse aquí. – comentó Virgo para esclarecer el entuerto.
Además de los presentes, los únicos que estaban en el palacio eran los príncipes, Virgo, la reina, Lucy, Níniel, el chambelán, los dos curanderos, además del personal del Palacio. Aunque éstos últimos no habían tenido acceso ni contacto con el rey.
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Níniel: Primero de todo, mis disculpas. Estoy teniendo unos días muy atareados. Espero poder ir algo más rápido a partir de ahora.Has optado por la opción de investigar el crimen. La otra bifurcación era, quizás, la más beliciosa. En esta, tendremos que investigar. Todas las pistas que tenéis, por ahora, os conducen a un alquimista licántropo que puede que esté lejos ya. Cualquiera de tus compañeros podría ser Lachance… (¡o incluso tú lo podrías ser para ellos!).
Estando Níniel, Lucy, Henrietta, Rigobert, Virgo y la chamana nórgeda. Te dejo a ti gestionar al grupo para iniciar la investigación. Podréis que dividiros para investigar la planta superior del castillo (aposentos de rey y príncipes, en uno ya has estado), la planta cero (zona de la capilla, comedores, cocinas) o los sótanos del castillo. También tenéis la opción de interrogar a la reina Katarina, el Sacerdote cristiano del principio de la misión, o al chambelán.
Virgo, es el genio. Como has visto, dispone de un “dragoncito cíclope volador” (no las llamaremos “cámaras”).
Henrietta es la sabiduría. Sabrá distinguir alguien que miente de alguien que no porque es la que mejor conoce a toda la corte de palacio (menos a la chamana).
Rigobert es guerra. Cualquier enfrentamiento con él conllevará una victoria sin necesidad de runa.
La chamana nórgeda podrá quitar el efecto del cambiaformas. Pero sólo una vez y con consecuencias drásticas si se equivoca para el sujeto.
A Lucy ya la conoces de sobra. Es la voz de la experiencia. Ella ha venido contigo y sabes que no puede ser la cambiaformas.
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Re: Princeps Draconis [Mastereado - Níniel]
Níniel no había vuelto a hablar desde que la reina solicitara su opinión. Había permanecido callada, pensativa, pero aún así atenta a cómo se desarrollaban las cosas a su alrededor, o más bien a cómo se complicaban. Y es que por si no era ya lo suficientemente difícil averiguar los métodos y motivaciones de un ladino asesino para asesinar a una de las personas más importantes, y por ende más protegidas de Aerandir, casi logrando que todo el norte y los mejores sanadores del mundo creyeran que había sido una muerte por la plaga, además el principal sospechoso podía adoptar la identidad de cualquiera de los allí presentes con una pasmosa y aparente facilidad. ¿Acaso podían ponerse peor las cosas?
Aquel sujeto podía ser cualquiera de ellos o del servicio, al menos en teoría. Pudiendo escabullirse en cualquier momento y a voluntad de allí, aparentando ser quién le diera la gana. Podía haber tomado la identidad de cualquiera de las personas que en algún momento tuvo acceso al rey y envenenarlo o maldecirlo sin levantar ningún tipo de sospecha, o incluso hacer que estas recayeran sobre un inocente que quizá ni siquiera había estado nunca en el norte. De hecho, ¿por qué se había presentado como Lachance para empezar? Podía haber llegado bajo otra identidad, y nadie hubiese sabido nunca que el cambia formas había estado allí, su nombre nunca habría aparecido ni mencionado. ¿Exceso de confianza o inocencia? Además, ¿por qué quedarse una vez envenenado el rey como temían algunos de los allí presentes? Cuanto más tiempo pasara oculto más riesgo correría de ser descubierto.
-Con lo que sabemos ahora mismo y ante esta nueva información, las posibilidades están en nuestra contra. Incluso aunque podamos señalar un nombre con mayor o menor certeza, hace mucho que debería haberse esfumado ya. Bathory no está aquí, y Lachance, aún con esas pócimas... Como bien dice Virgo: solo un idiota se quedaría después de cometer un regicidio. -Se detuvo un momento, de nuevo pensativa. -A no ser que creyera que parecería una muerte natural y que la muerte del rey no fuese el final de su plan...O si para que pareciese un accidente requería suministrarle el veneno o mantener la maldición constantemente... - Meditó en voz alta la peliblanca, a sabiendas de que mientras hablaba, una vez más, volvía a convertirse en el centro de atención. -Es solo una posibilidad pero, como el resto implicarían quedarse con los brazos cruzados, tendremos que creer que es cierta y actuar en consecuencia.- Expresó la joven peliblanca.
-Nuestra única esperanza de atrapar al culpable como única línea de investigación...Supongo que a eso hemos llegado. ¿Entonces qué hacemos? Si efectivamente Lachance nunca abandonó el palacio... ni siquiera podemos confiar entre nosotros.- Habló la gran encantadora, y para Níniel, en sus propias palabras estaba la respuesta a su propia pregunta.
-Lo primero será descartarnos como sospechosos.- Indicó la elfa. -Soy alquimista, mi título es el de maestra y puedo jactarme de haber aprendido de muchos de los mejores. No es la primera vez que veo una pócima con propiedades de cambio de apariencia y, puedo aseguraros, que la alquimia no puede copiar todo lo que una persona es. ¿Aspecto? Sí, no es difícil. Pero los recuerdos o sus capacidades...eso es muy distinto. Por muy buen imitador que sea, un hombre lobo no puede sentir el éter, no puede usar magia.- Declaró la joven al mismo tiempo que alzaba la mano y generaba una serie de orbes de luz pura. Lucy a su lado hizo lo propio, aunque con fuego.
-Dime Níniel, solo para confirmar ante todos que eres tú y no un hombre lobo desinformando sobre lo que la alquimia puede o no hacer...Cuando intimamos hace un par de noches en mi habitación, ¿de qué color eran mis innombrables?.- Preguntó la pelirroja haciendo que Níniel se pusiera rápidamente colorada hasta las orejas. Virgo era incapaz de cerrar la boca y Rigobert también parecía genuinamente interesado en aquella información.
-Yo, yo...yo contigo nunca...Ni siquiera he estado nunca en tu habitación. -Terminó por responder la elfa como pudo, avergonzada. Recibiendo poco después el visto bueno de Lucy, para decepción de los miembros masculinos de aquel extraño grupo, especialmente la de Virgo.
-Eres la auténtica Níniel, no hay duda. Creo que nadie sería capaz de imitar ese tono de rojo hasta la punta de las orejas. ¿Quieres confirmar que yo soy la auténtica Lucy?-Sugirió, quizá de manera más sensual de lo que la situación ameritaba, o quizá es que nunca pudiese dejar de serlo, al menos no del todo.
-Sé que eres la auténtica. Nos nos hemos separado desde esta mañana.- Confirmó la sacerdotisa mirando entonces al resto del grupo. - Bien, creo que para confirmar que nadie ha suplantado a ninguno de los príncipes, ambos deberíais, hacer algo propio de los dragones. Y tú Virgo... Tú eres el auténtico, puedes borrar ya esa expresión de tu cara, y de imaginarte cosas impropias para alguien de tu edad.- Convino la peliblanca que tras aquellas comprobaciones y algunas preguntas más pronto tuvo claro que todos ellos eran los auténticos, a excepción de la extraña humana con pintura facial de calavera. A ella parecía que nadie la conocía mucho y tampoco podía usar magia como los demás. Aunque dado que era quien les había puesto sobre aviso de la maldición-veneno y sobre Lachance, parecía estar siendo sincera con ellos.
-Siguiente paso; investigar el palacio. Si Lachance sigue aquí quizá podamos desenmascararlo del mismo modo que podemos saber que ninguno de nosotros es él. Si no, quizá al menos demos con algún indició de sus actividades, presentes o pasadas. El lugar es enorme y solo podemos contar con nosotros mismos, pero no tenemos opción. Nos separaremos y buscaremos divididos en dos grupos. Si le parece bien gran encantadora. Yo, junto con la princesa Henrrietta y la humana investigaremos arriba. Virgo, quiero que ayudes al príncipe Rigobert y a la gran encantadora a buscar en esta planta, y que te comportes. Esto es muy importante. Si en esa mochila llevas algo que pueda ayudarnos, este es el momento de utilizarlo.-Sugirió, y por la sonrisa del chico, parecía que debía de tener algo ideal para la ocasión. -Nos reuniremos de nuevo aquí en una hora.-Terminó de decir la elfa, asegurándose de que todos estaban de acuerdo antes de separarse y comenzar sus pesquisas.
-¿Empezaremos por alguna parte en especial, Níniel?- Preguntaría la princesa tan pronto como su grupo comenzó a ascender por aquellas largas escaleras de caracol que ya recorriera junto con Lucy y el Chambelán solo unas horas antes. Solo unas horas en las que la situación había cambiado drásticamente, y no para mejor precisamente. Níniel entonces había subido aquellas escaleras para atender a un hombre enfermo, intuyendo quizá algunas intrigas políticas relacionadas con lo grave de su estado y su sucesión. Ahora investigaba su asesinato en medio de una vorágine de preguntas sin respuesta. Debería habérselo imaginado. Con la Logia las cosas nunca eran fáciles.
-Ya tuvimos que registrar su habitación para poder encontrarla, alteza. Espero sepa disculparnos. Ahora me gustaría averiguar algo más sobre el arma del crimen. Nos dirigimos a la habitación donde yace su padre.- Respondió la peliblanca. Y en aquellos momentos la joven princesa entendió lo que aquello suponía. Tarde o temprano tendría que verlo, a su querido padre, muerto. Aunque conocer su inevitabilidad no debía de hacérselo más fácil. Al estar frente a su cuerpo sin vida, tendría que asumir definitivamente que lo había perdido para siempre. -Sed fuerte, princesa. Lo hacemos por él. No dejaremos que quién le ha hecho esto se salga con la suya sin más.- Buscó motivarla de cara a lo que estaba por venir.
-Quieres confirmar lo que dijiste antes, ¿verdad? Saber si Lachance tuvo que permanecer cerca del rey todo este tiempo.- Inquirió la misteriosa nórgeda, que parecía haberle encontrado el gusto a hablar desde la última vez que se vieran. No iba desencaminada en sus suposiciones. Saber aquello podía serles de gran ayuda.
-Así, es. Además la reina está allí, y también deben estarlo el Chambelán y aquel sacerdote. Las dos personas que más en contacto han estado con el rey durante estas semanas y...un humano extraño y prácticamente desconocido...-La peliblanca pensó que no necesitaba terminar de explicar sus pensamientos y razones, Henrrietta no era ninguna tonta y sabría de sobra lo que estaba insinuando. En aquella habitación iban a reunirse las personas cuya identidad más le hubiesen facilitado a Lachance su tarea, sin necesidad de tener que cambiar constantemente de aspecto, y también las personas que menos conocían y que no podían usar magia para probar no ser el impostor.
-Sí, eso creo. Al menos estaban allí cuando bajé.- Respondió la nórgeda, como si las palabras de Níniel hubiesen sido una pregunta.
Ya en la habitación, el ambiente lúgubre lo impregnaba todo por completo. La reina, más calmada pero aún sollozante, continuaba velando el cuerpo de su esposo de rodillas junto a la cama que una vez compartieron. Para Níniel, imaginar que todo aquello podía no ser más que una actuación se le antojaba difícil de creer. Solo por tener que pedirle que demostrara que era quien decía ser, a la peliblanca se le hacía un nudo en la garganta, pero debía hacerse. Menos reparos tendría en someter al tercer grado al chambelán y al sacerdote. El primero de ellos rezaba en esa lengua extraña a los pies de la cama, el segundo, aparentemente compungido, permanecía en silencio cerca de la puerta. Por cómo miraron ambos a la elfa, parecían creer que no debería estar allí.
-Madre...- Intervino la joven princesa antes de que Níniel pudiese preguntar o sugerir nada. -He venido a presentarle mis respetos a padre.-Continuó. Y ante aquello la peliblanca dio un paso atrás, dispuesta a que sus incómodas preguntas e investigaciones esperasen a que la muchacha pudiera tener un tiempo con su progenitor. La reina miró a su hija con los ojos rojos y asintió despacio, indicando que se acercara.
-Aún no puedo creerlo. Incluso estando aquí me resulta tan difícil de creer como cuando Níniel me lo dijo...Recuerdo como si fuese ayer su paciencia al enseñarme a volar. Y aquella vez en la que junto con el chambelán me llevó a ver los campos sin nieve del sur. Paramos en aquella posada y comí por primera vez pudding de vainilla.- Relató emocionada, mirando a su madre y luego al chambelán. Níniel lo comprendió enseguida. El interrogatorio ya había empezado. Por ello, y de manera disimulada, comenzó a estudiar la situación con atención. ¿Qué decían? ¿Cómo? Sus gestos...Además aprovechó su vista de elfa para mirar con atención las poco cuidadas uñas del fallecido. En ellas esperaba encontrar las marcas de un envenenamiento prolongado en el tiempo ahora que sabía que debía buscarlas.
Aquel sujeto podía ser cualquiera de ellos o del servicio, al menos en teoría. Pudiendo escabullirse en cualquier momento y a voluntad de allí, aparentando ser quién le diera la gana. Podía haber tomado la identidad de cualquiera de las personas que en algún momento tuvo acceso al rey y envenenarlo o maldecirlo sin levantar ningún tipo de sospecha, o incluso hacer que estas recayeran sobre un inocente que quizá ni siquiera había estado nunca en el norte. De hecho, ¿por qué se había presentado como Lachance para empezar? Podía haber llegado bajo otra identidad, y nadie hubiese sabido nunca que el cambia formas había estado allí, su nombre nunca habría aparecido ni mencionado. ¿Exceso de confianza o inocencia? Además, ¿por qué quedarse una vez envenenado el rey como temían algunos de los allí presentes? Cuanto más tiempo pasara oculto más riesgo correría de ser descubierto.
-Con lo que sabemos ahora mismo y ante esta nueva información, las posibilidades están en nuestra contra. Incluso aunque podamos señalar un nombre con mayor o menor certeza, hace mucho que debería haberse esfumado ya. Bathory no está aquí, y Lachance, aún con esas pócimas... Como bien dice Virgo: solo un idiota se quedaría después de cometer un regicidio. -Se detuvo un momento, de nuevo pensativa. -A no ser que creyera que parecería una muerte natural y que la muerte del rey no fuese el final de su plan...O si para que pareciese un accidente requería suministrarle el veneno o mantener la maldición constantemente... - Meditó en voz alta la peliblanca, a sabiendas de que mientras hablaba, una vez más, volvía a convertirse en el centro de atención. -Es solo una posibilidad pero, como el resto implicarían quedarse con los brazos cruzados, tendremos que creer que es cierta y actuar en consecuencia.- Expresó la joven peliblanca.
-Nuestra única esperanza de atrapar al culpable como única línea de investigación...Supongo que a eso hemos llegado. ¿Entonces qué hacemos? Si efectivamente Lachance nunca abandonó el palacio... ni siquiera podemos confiar entre nosotros.- Habló la gran encantadora, y para Níniel, en sus propias palabras estaba la respuesta a su propia pregunta.
-Lo primero será descartarnos como sospechosos.- Indicó la elfa. -Soy alquimista, mi título es el de maestra y puedo jactarme de haber aprendido de muchos de los mejores. No es la primera vez que veo una pócima con propiedades de cambio de apariencia y, puedo aseguraros, que la alquimia no puede copiar todo lo que una persona es. ¿Aspecto? Sí, no es difícil. Pero los recuerdos o sus capacidades...eso es muy distinto. Por muy buen imitador que sea, un hombre lobo no puede sentir el éter, no puede usar magia.- Declaró la joven al mismo tiempo que alzaba la mano y generaba una serie de orbes de luz pura. Lucy a su lado hizo lo propio, aunque con fuego.
-Dime Níniel, solo para confirmar ante todos que eres tú y no un hombre lobo desinformando sobre lo que la alquimia puede o no hacer...Cuando intimamos hace un par de noches en mi habitación, ¿de qué color eran mis innombrables?.- Preguntó la pelirroja haciendo que Níniel se pusiera rápidamente colorada hasta las orejas. Virgo era incapaz de cerrar la boca y Rigobert también parecía genuinamente interesado en aquella información.
-Yo, yo...yo contigo nunca...Ni siquiera he estado nunca en tu habitación. -Terminó por responder la elfa como pudo, avergonzada. Recibiendo poco después el visto bueno de Lucy, para decepción de los miembros masculinos de aquel extraño grupo, especialmente la de Virgo.
-Eres la auténtica Níniel, no hay duda. Creo que nadie sería capaz de imitar ese tono de rojo hasta la punta de las orejas. ¿Quieres confirmar que yo soy la auténtica Lucy?-Sugirió, quizá de manera más sensual de lo que la situación ameritaba, o quizá es que nunca pudiese dejar de serlo, al menos no del todo.
-Sé que eres la auténtica. Nos nos hemos separado desde esta mañana.- Confirmó la sacerdotisa mirando entonces al resto del grupo. - Bien, creo que para confirmar que nadie ha suplantado a ninguno de los príncipes, ambos deberíais, hacer algo propio de los dragones. Y tú Virgo... Tú eres el auténtico, puedes borrar ya esa expresión de tu cara, y de imaginarte cosas impropias para alguien de tu edad.- Convino la peliblanca que tras aquellas comprobaciones y algunas preguntas más pronto tuvo claro que todos ellos eran los auténticos, a excepción de la extraña humana con pintura facial de calavera. A ella parecía que nadie la conocía mucho y tampoco podía usar magia como los demás. Aunque dado que era quien les había puesto sobre aviso de la maldición-veneno y sobre Lachance, parecía estar siendo sincera con ellos.
-Siguiente paso; investigar el palacio. Si Lachance sigue aquí quizá podamos desenmascararlo del mismo modo que podemos saber que ninguno de nosotros es él. Si no, quizá al menos demos con algún indició de sus actividades, presentes o pasadas. El lugar es enorme y solo podemos contar con nosotros mismos, pero no tenemos opción. Nos separaremos y buscaremos divididos en dos grupos. Si le parece bien gran encantadora. Yo, junto con la princesa Henrrietta y la humana investigaremos arriba. Virgo, quiero que ayudes al príncipe Rigobert y a la gran encantadora a buscar en esta planta, y que te comportes. Esto es muy importante. Si en esa mochila llevas algo que pueda ayudarnos, este es el momento de utilizarlo.-Sugirió, y por la sonrisa del chico, parecía que debía de tener algo ideal para la ocasión. -Nos reuniremos de nuevo aquí en una hora.-Terminó de decir la elfa, asegurándose de que todos estaban de acuerdo antes de separarse y comenzar sus pesquisas.
-¿Empezaremos por alguna parte en especial, Níniel?- Preguntaría la princesa tan pronto como su grupo comenzó a ascender por aquellas largas escaleras de caracol que ya recorriera junto con Lucy y el Chambelán solo unas horas antes. Solo unas horas en las que la situación había cambiado drásticamente, y no para mejor precisamente. Níniel entonces había subido aquellas escaleras para atender a un hombre enfermo, intuyendo quizá algunas intrigas políticas relacionadas con lo grave de su estado y su sucesión. Ahora investigaba su asesinato en medio de una vorágine de preguntas sin respuesta. Debería habérselo imaginado. Con la Logia las cosas nunca eran fáciles.
-Ya tuvimos que registrar su habitación para poder encontrarla, alteza. Espero sepa disculparnos. Ahora me gustaría averiguar algo más sobre el arma del crimen. Nos dirigimos a la habitación donde yace su padre.- Respondió la peliblanca. Y en aquellos momentos la joven princesa entendió lo que aquello suponía. Tarde o temprano tendría que verlo, a su querido padre, muerto. Aunque conocer su inevitabilidad no debía de hacérselo más fácil. Al estar frente a su cuerpo sin vida, tendría que asumir definitivamente que lo había perdido para siempre. -Sed fuerte, princesa. Lo hacemos por él. No dejaremos que quién le ha hecho esto se salga con la suya sin más.- Buscó motivarla de cara a lo que estaba por venir.
-Quieres confirmar lo que dijiste antes, ¿verdad? Saber si Lachance tuvo que permanecer cerca del rey todo este tiempo.- Inquirió la misteriosa nórgeda, que parecía haberle encontrado el gusto a hablar desde la última vez que se vieran. No iba desencaminada en sus suposiciones. Saber aquello podía serles de gran ayuda.
-Así, es. Además la reina está allí, y también deben estarlo el Chambelán y aquel sacerdote. Las dos personas que más en contacto han estado con el rey durante estas semanas y...un humano extraño y prácticamente desconocido...-La peliblanca pensó que no necesitaba terminar de explicar sus pensamientos y razones, Henrrietta no era ninguna tonta y sabría de sobra lo que estaba insinuando. En aquella habitación iban a reunirse las personas cuya identidad más le hubiesen facilitado a Lachance su tarea, sin necesidad de tener que cambiar constantemente de aspecto, y también las personas que menos conocían y que no podían usar magia para probar no ser el impostor.
-Sí, eso creo. Al menos estaban allí cuando bajé.- Respondió la nórgeda, como si las palabras de Níniel hubiesen sido una pregunta.
Ya en la habitación, el ambiente lúgubre lo impregnaba todo por completo. La reina, más calmada pero aún sollozante, continuaba velando el cuerpo de su esposo de rodillas junto a la cama que una vez compartieron. Para Níniel, imaginar que todo aquello podía no ser más que una actuación se le antojaba difícil de creer. Solo por tener que pedirle que demostrara que era quien decía ser, a la peliblanca se le hacía un nudo en la garganta, pero debía hacerse. Menos reparos tendría en someter al tercer grado al chambelán y al sacerdote. El primero de ellos rezaba en esa lengua extraña a los pies de la cama, el segundo, aparentemente compungido, permanecía en silencio cerca de la puerta. Por cómo miraron ambos a la elfa, parecían creer que no debería estar allí.
-Madre...- Intervino la joven princesa antes de que Níniel pudiese preguntar o sugerir nada. -He venido a presentarle mis respetos a padre.-Continuó. Y ante aquello la peliblanca dio un paso atrás, dispuesta a que sus incómodas preguntas e investigaciones esperasen a que la muchacha pudiera tener un tiempo con su progenitor. La reina miró a su hija con los ojos rojos y asintió despacio, indicando que se acercara.
-Aún no puedo creerlo. Incluso estando aquí me resulta tan difícil de creer como cuando Níniel me lo dijo...Recuerdo como si fuese ayer su paciencia al enseñarme a volar. Y aquella vez en la que junto con el chambelán me llevó a ver los campos sin nieve del sur. Paramos en aquella posada y comí por primera vez pudding de vainilla.- Relató emocionada, mirando a su madre y luego al chambelán. Níniel lo comprendió enseguida. El interrogatorio ya había empezado. Por ello, y de manera disimulada, comenzó a estudiar la situación con atención. ¿Qué decían? ¿Cómo? Sus gestos...Además aprovechó su vista de elfa para mirar con atención las poco cuidadas uñas del fallecido. En ellas esperaba encontrar las marcas de un envenenamiento prolongado en el tiempo ahora que sabía que debía buscarlas.
Níniel Thenidiel
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Re: Princeps Draconis [Mastereado - Níniel]
El grupo optó por dividirse en dos. Así, Níniel, Henrietta y la chamana investigarían el piso de arriba. Mientras que Lucy, Rigobert y Virgo harían lo propio con el de abajo.
En el piso de arriba, Níniel apostó que lo mejor sería por entrevistar a los tres presentes del piso superior. Debería examinarlos uno a uno. Y descubrir si se trataba de ellos. Y qué mejor manera que utilizar a Henrietta de conejillo de indias para con su madre. Ella, mejor que nadie, tenía que conocer a la reina y su psicología. Y aquello tenía que ser muy difícil de replicar. Sus palabras no tardaron en hacer que ésta se derrumbara en cuanto fue abrazada por su hija, a la cual acogió de igual modo.
-Oh, Henrietta. Hija mía… - dijo la madre, recibiendo a su hija en brazos. A la cual abrazó de la cabeza. – Tu padre fue muy buena, hijita mía. – la madre comenzó a llorar cuando la princesa empezó a relatar sus anécdotas. Si ella era Lachance, desde luego, era un gran actor. – Recuerdo cuando tu padre te llevó al Pico más Alto. Os enseñó la inmensidad del reino desde allí y os dijo a ti y a tu hermano que algún día serías los reyes de todas esas tierras. Parecía tan lejana aquella fecha y… ahora. – la mujer sollozó.
Henrietta no pudo evitar llorar también al escuchar aquello. Sabía cómo eran los abrazos y cerró los ojos durante unos instantes. Sabía la gravedad del asunto y para lo que estaba. Con los ojos rojos y repletos de lágrimas. Miró a Níniel y asintió con la cabeza. La anécdota era cierta y poco conocida. La reina estaba exenta de culpa.
En cuanto al sacerdote, entró en cólera cuando vio entrar a ambas magas en la sala. Él ya se encontraba dando al buen rey su descanso eterno. Y aquellas herejes, creyentes de otra impía e inexistente religión, habían interrumpido su oración. Se abalanzó casi sobre ellas como un loco. Poniendo su crucifijo delante de la cara de una y luego de la otra. - ¡Chamana y elfa! ¡Sois el diablo en persona! ¡No sois bienvenidas aquí, en tierra regia! – Puso a la altura de la frente de ambas mujeres su cruz y comenzó a rezar como si estuviera haciendo un exorcismo. Parecía un loco. O directamente buscaba que lo expulsasen. - In nomine patris, fictis…
El chambelán, por su parte. Permaneció callado ante lo incómodo de la situación. Como acostumbraba a hacer. Parecía sentirse incómodo con la llegada del grupo. Y más con aquella reacción de Henrietta y el sacerdote. Notaba que sobraba allí. Por ello, y viendo que estaban todos presentes, trató de abandonar la estancia claramente nervioso, pasando al lado de Níniel y sin decir nada. Aunque tal vez la elfa no lo dejase abandonar la estancia. El tipo comenzaba a sudar visiblemente.
Por otra parte, el grupo de la encantadora Fireheart no encontró a nadie tampoco en sus pasillos. Virgo decidió instalar en la planta inferior su sistema de cámaras para ver si pasaba alguien sospechoso.
-Bien, voy a colocar varios dragones en la planta baja. ¡Con esto los cazaremos en un plis plas! Si veis dos Níniels… ¡Dejadme una para mí! – Recibió entonces un coscorrón de Lucy en la cabeza. – ¡Eh! ¡Enrollaos! ¡Qué lo decía de buenas! ¡Para detenerla!
Quien parecía cerca de perder era el Príncipe Rigobert. Él simplemente no quería estar ahí. Tenía que acabar cuanto antes con Lachance.
-Pues yo voy a revisar la capilla por mi cuenta. Y si veo a ese tal Lachance, lo mataré. – El prínceps draconis tenía demasiadas ganas de dar uso a aquella espada impoluta y de excelente acero que llevaba en su funda. No obstante, la encantadora no parecía dispuesta a que el trío se dividiera.
-¡Príncipe, esperad! ¡Debemos permanecer juntos! – Lucy fue tras él, corriendo, abandonando la estancia.
-Bueno… Yo me quedaré terminando esto. – comentó Virgo, mientras iba distribuyendo.
La Alta Encantadora perdió el rastro por las enormes salas de Palacio. Y por mucho que se desgañitó a llamar a gritos al príncipe, éste parecía querer resolver las cosas a su manera. No le contestó. Sabía que iba a la zona de la capilla. Sólo tenía que encontrar al Príncipe.
Pero entonces… la bruja vio como un pequeño frasco alquímico llegaba rodando hasta sus pies. Tenía un color verdoso. En lo que parecía ser un vial (un único vial).
-¿Qué es esto? – preguntó Lucy, observando el objeto, en el que podía verse grabado: “Perfume de Grosellas”. – Por los dioses. Hay que encontrar a Rigobert…
En cuanto a Virgo. Según iba colocando pequeñas cámaras miraba hacia atrás. Había un asesino por ahí y no le agradaba demasiado estar solo. ¿Es que no había nadie más en el Palacio? Y es que el Palacio estaba casi vacío y el personal había sido reducido al mínimo para evitar que nadie viera al rey en el pésimo en ese estado. Virgo pudo respirar tranquilo al escuchar los inconfundibles tacones de Lucy acercándose.
-No he localizado al Príncipe. ¿Lo has visto pasar? – preguntó una fatigada encantadora. Apoyándose con el brazo en una columna al lado de donde se encontraba agachado el joven virgo. Apoyó su cabeza sobre la columna. El joven al ver esta postura y conociendo el carácter de la encantadora, cambió la vista.
-Por aquí no hay ni rastro de él. Pero mis cámaras no deberían tardar en interceptarlo. – luego volvió a girar la cabeza para terminar de ajustar el sistema. – ¡Espera un segundo! ¿Cómo sé que tú eres la auténtica maga? – preguntó. La Alta Encantadora sonrió, ladeó su melena rojiza sensualmente a un lado y mostró una mirada atrevida.
-¿Y cómo lo sé yo? – cuestionó ella.
-¡Diablos! ¡Pues tienes razón! – comentó el adolescente con fastidio. Poniendo los brazos en jarra. – Pues… No sé. ¿Cómo lo hacemos?– rió llevándose la mano detrás de la cabeza.
Ambos quedaron pensativos. Sin saber muy bien qué decir. O cómo demostrar que eran los auténticos. En determinado momento, la Alta Encantadora miró nerviosa al suelo y se acercó al chico. Le sacaba algo más de una cabeza. Miró a todas partes para comprobar que no había nadie. Lo tomó por los hombros. – Si esta es la única manera... - Lucy se acercó al elfo.
-Ey,Fireheart… ¿Por qué te acercas tanto? – preguntó alzando la ceja, haciendo amago de quitarse. Ni en sus mejores sueños habría imaginado lo que estaba a punto de acontecer. - ¿No irás a...?
Lucy se perdió en los labios del adolescente durante varios segundos. Nunca se había besado con una mujer, y la primera vez que lo hacía con semejante belleza. Aunque le sacara algunos años. ¡Había triunfado!
–Ay, mi madre... – afirmó con una sonrisa nerviosa, de chico que por primera vez era besado por una prominente mujer, a la que le llegaba a la altura del pecho. - Cuando lo cuente a los colegas van a flipar...
-¡No! ¡Ni una palabra de esto! ¡A NADIE! ¿Vale? – comentó Lucy enfatizando con el índice. Que se llevó la mano a los bolsos y extrajo el frasco que había encontrado en el pasillo. - Por cierto, me he encontrado este frasco alquímico en el pasillo. ¿Qué podrá ser? – Y se lo mostró al joven.
-¡Es perfume de grosellas! ¡Es de Henrietta! ¿Dices que estaba en el pasillo? – cuestionó.
-Sí. Pero podría contener otra cosa. Será mejor que lo identifique la propia princesa. – comentó la encantadora, con una mirada pícara al elfo. –El tiempo apremia. Sube al piso de arriba y dáselo. Yo iré a buscar al príncipe Rigobert.
Virgo asintió con la cabeza y partió escaleras arriba. Con el objetivo de encontrar al trío de mujeres que buscaban en el piso de arriba. Por su parte, Lucy Fireheart abandonó la estancia a una considerable velocidad.
Tras un buen rato recorriendo el entramado de pasillos, Lucy llegó entonces a la capilla. Rigobert estaba justo en el centro de ésta. Con su impoluta espada desenvainada. Observando todo el lugar, cada detalle. Miraba la inmensidad de la capilla interior. Como si no hubiese visto una nunca.
-¡Príncipe! ¡Estáis aquí! – exclamó la fatigada encantadora. Éste se dio la vuelta y mantuvo su mirada fija en la encantadora. - ¡¿Por qué no me habéis respondido?! ¡Se supone que debíamos permanecer juntos!
-Así es. – afirmó el desconfiado y adolescente Rigobert, con su habitual mirada crecida. Alzó las cejas. – Habéis tardado en llegar encantadora. ¿Os habéis perdido en el palacio? – miró desafiante a la mujer, acercándose a ella, con la espada desenvainada. Lucy le miró compungida. Tratando de evaluar si era el auténtico príncipe. No podía atacarle a menos que estuviera completamente segura, lo cual era una ventaja si Lachance se disfrazaba uno de los prínceps. Rigobert la vio dudar. – Esperaba que dieras conmigo. ¿Por qué has tardado tanto? – preguntó.
-Príncipe, no conozco muy bien el palacio. Deberíais haberme esperado en vez de correr como pollo sin cabeza. - reprochó la encantadora, de mal humor.
-¡La Alta Encantadora de la Logia no conoce el palacio y tarda diez minutos en encontrarme! ¡Permitid que me ría! – bromeó el adolescente. Sus carcajadas retumbaron en toda la iglesia.
Rigobert hizo un movimiento rápido para tratar de herir a la encantadora. Ella lo esquivó con agilidad. Un ataque muy rápido que escamó demasiado a ésta. Aún así, no podía atacar a matar. Si verdaderamente Rigobert era Lachance, tenía que estar completamente segura de que esto era así. Si bien a Rigobert no parecía demasiado interesado en comprobarlo. Quería acabar aquello por la vía rápida.
-Príncipe, por favor. Aseguraos bien antes de atacar a nadie. - clamó la encantadora, poniendo las manos en alto. En símbolo de paz. – No voy a luchar contra vos, sin saber si sois Lachance o no. Me entregaré si es necesario. Llevadme con Níniel para poder demostrar mi identidad.
-Já ¿Esperas que baje la guardia? – clamó el adolescente. – ]Puedes quedarte quieto mientras te descuartizo. Así me ensuciaré menos. Vengaré a mi padre y demostraré que soy el Rey que Dundarak necesita. ¡En guardia! – Dijo alzando su espada contra Lucy
-Parece que no me queda otra... – Se dijo a sí misma Lucy separándose ligeramente para combatir. Concentrando el fuego en sus manos. Habiendo generado un par de llamas. Tenía que luchar, pero no podía herir al príncipe.
He creado la escena en función de la división que has hecho. A partir de ahora, mide bien tus acciones o irás perdiendo gente. Te doy una pista: Te aseguro al 100% que Lachance ha participado y hablado en este turno. ¿Sabes dónde? Síguele la pista cuidadosamente. Aún no sabes sus verdaderas intenciones.
Níniel: Parece que la Reina Katarina es auténtica. El nervioso chambelán y el sacerdote chalado... Quedará a tu juicio. De pronto, un fatigado Virgo irrumpirá en escena para hacer entrega a Henrietta del vial que Lucy encontró y le dio. Parece a todas leguas el auténtico, pero quedará a tu juicio desconfiar de él o no. Podrás permitir que la princesa Henrietta lo identifique y os de una posible pista clave. O impedírselo, quitarle el vial y estudiarlo tú misma. También puedes enfrentarte a Virgo. ¿Por qué aparece misteriosamente en la habitación cuando se le había dicho que permaneciera abajo? Gestiona la situación de la manera que consideres.
Por último, Lucy Fireheart y el Príncipe Rigobert. ¿O alguno de los dos es Lachance? Lucharán en el próximo turno. Tendrás que tirar una runa para decidir su destino. Mitad de runas malas: Gana Lucy. Mitad de runas buenas: Gana Rigobert. Esta runa a ti no te afectará en nada.
Puedes utilizar al grupo que has elegido: Chamana, Henrietta, Katarina. Y también a Virgo. Éste contará la verdad de lo sucedido, menos el beso, que únicamente se lo diría a Henrietta en privado, por confianza.
En el piso de arriba, Níniel apostó que lo mejor sería por entrevistar a los tres presentes del piso superior. Debería examinarlos uno a uno. Y descubrir si se trataba de ellos. Y qué mejor manera que utilizar a Henrietta de conejillo de indias para con su madre. Ella, mejor que nadie, tenía que conocer a la reina y su psicología. Y aquello tenía que ser muy difícil de replicar. Sus palabras no tardaron en hacer que ésta se derrumbara en cuanto fue abrazada por su hija, a la cual acogió de igual modo.
-Oh, Henrietta. Hija mía… - dijo la madre, recibiendo a su hija en brazos. A la cual abrazó de la cabeza. – Tu padre fue muy buena, hijita mía. – la madre comenzó a llorar cuando la princesa empezó a relatar sus anécdotas. Si ella era Lachance, desde luego, era un gran actor. – Recuerdo cuando tu padre te llevó al Pico más Alto. Os enseñó la inmensidad del reino desde allí y os dijo a ti y a tu hermano que algún día serías los reyes de todas esas tierras. Parecía tan lejana aquella fecha y… ahora. – la mujer sollozó.
Henrietta no pudo evitar llorar también al escuchar aquello. Sabía cómo eran los abrazos y cerró los ojos durante unos instantes. Sabía la gravedad del asunto y para lo que estaba. Con los ojos rojos y repletos de lágrimas. Miró a Níniel y asintió con la cabeza. La anécdota era cierta y poco conocida. La reina estaba exenta de culpa.
En cuanto al sacerdote, entró en cólera cuando vio entrar a ambas magas en la sala. Él ya se encontraba dando al buen rey su descanso eterno. Y aquellas herejes, creyentes de otra impía e inexistente religión, habían interrumpido su oración. Se abalanzó casi sobre ellas como un loco. Poniendo su crucifijo delante de la cara de una y luego de la otra. - ¡Chamana y elfa! ¡Sois el diablo en persona! ¡No sois bienvenidas aquí, en tierra regia! – Puso a la altura de la frente de ambas mujeres su cruz y comenzó a rezar como si estuviera haciendo un exorcismo. Parecía un loco. O directamente buscaba que lo expulsasen. - In nomine patris, fictis…
El chambelán, por su parte. Permaneció callado ante lo incómodo de la situación. Como acostumbraba a hacer. Parecía sentirse incómodo con la llegada del grupo. Y más con aquella reacción de Henrietta y el sacerdote. Notaba que sobraba allí. Por ello, y viendo que estaban todos presentes, trató de abandonar la estancia claramente nervioso, pasando al lado de Níniel y sin decir nada. Aunque tal vez la elfa no lo dejase abandonar la estancia. El tipo comenzaba a sudar visiblemente.
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Por otra parte, el grupo de la encantadora Fireheart no encontró a nadie tampoco en sus pasillos. Virgo decidió instalar en la planta inferior su sistema de cámaras para ver si pasaba alguien sospechoso.
-Bien, voy a colocar varios dragones en la planta baja. ¡Con esto los cazaremos en un plis plas! Si veis dos Níniels… ¡Dejadme una para mí! – Recibió entonces un coscorrón de Lucy en la cabeza. – ¡Eh! ¡Enrollaos! ¡Qué lo decía de buenas! ¡Para detenerla!
Quien parecía cerca de perder era el Príncipe Rigobert. Él simplemente no quería estar ahí. Tenía que acabar cuanto antes con Lachance.
-Pues yo voy a revisar la capilla por mi cuenta. Y si veo a ese tal Lachance, lo mataré. – El prínceps draconis tenía demasiadas ganas de dar uso a aquella espada impoluta y de excelente acero que llevaba en su funda. No obstante, la encantadora no parecía dispuesta a que el trío se dividiera.
-¡Príncipe, esperad! ¡Debemos permanecer juntos! – Lucy fue tras él, corriendo, abandonando la estancia.
-Bueno… Yo me quedaré terminando esto. – comentó Virgo, mientras iba distribuyendo.
La Alta Encantadora perdió el rastro por las enormes salas de Palacio. Y por mucho que se desgañitó a llamar a gritos al príncipe, éste parecía querer resolver las cosas a su manera. No le contestó. Sabía que iba a la zona de la capilla. Sólo tenía que encontrar al Príncipe.
Pero entonces… la bruja vio como un pequeño frasco alquímico llegaba rodando hasta sus pies. Tenía un color verdoso. En lo que parecía ser un vial (un único vial).
-¿Qué es esto? – preguntó Lucy, observando el objeto, en el que podía verse grabado: “Perfume de Grosellas”. – Por los dioses. Hay que encontrar a Rigobert…
En cuanto a Virgo. Según iba colocando pequeñas cámaras miraba hacia atrás. Había un asesino por ahí y no le agradaba demasiado estar solo. ¿Es que no había nadie más en el Palacio? Y es que el Palacio estaba casi vacío y el personal había sido reducido al mínimo para evitar que nadie viera al rey en el pésimo en ese estado. Virgo pudo respirar tranquilo al escuchar los inconfundibles tacones de Lucy acercándose.
-No he localizado al Príncipe. ¿Lo has visto pasar? – preguntó una fatigada encantadora. Apoyándose con el brazo en una columna al lado de donde se encontraba agachado el joven virgo. Apoyó su cabeza sobre la columna. El joven al ver esta postura y conociendo el carácter de la encantadora, cambió la vista.
-Por aquí no hay ni rastro de él. Pero mis cámaras no deberían tardar en interceptarlo. – luego volvió a girar la cabeza para terminar de ajustar el sistema. – ¡Espera un segundo! ¿Cómo sé que tú eres la auténtica maga? – preguntó. La Alta Encantadora sonrió, ladeó su melena rojiza sensualmente a un lado y mostró una mirada atrevida.
-¿Y cómo lo sé yo? – cuestionó ella.
-¡Diablos! ¡Pues tienes razón! – comentó el adolescente con fastidio. Poniendo los brazos en jarra. – Pues… No sé. ¿Cómo lo hacemos?– rió llevándose la mano detrás de la cabeza.
Ambos quedaron pensativos. Sin saber muy bien qué decir. O cómo demostrar que eran los auténticos. En determinado momento, la Alta Encantadora miró nerviosa al suelo y se acercó al chico. Le sacaba algo más de una cabeza. Miró a todas partes para comprobar que no había nadie. Lo tomó por los hombros. – Si esta es la única manera... - Lucy se acercó al elfo.
-Ey,Fireheart… ¿Por qué te acercas tanto? – preguntó alzando la ceja, haciendo amago de quitarse. Ni en sus mejores sueños habría imaginado lo que estaba a punto de acontecer. - ¿No irás a...?
Lucy se perdió en los labios del adolescente durante varios segundos. Nunca se había besado con una mujer, y la primera vez que lo hacía con semejante belleza. Aunque le sacara algunos años. ¡Había triunfado!
–Ay, mi madre... – afirmó con una sonrisa nerviosa, de chico que por primera vez era besado por una prominente mujer, a la que le llegaba a la altura del pecho. - Cuando lo cuente a los colegas van a flipar...
-¡No! ¡Ni una palabra de esto! ¡A NADIE! ¿Vale? – comentó Lucy enfatizando con el índice. Que se llevó la mano a los bolsos y extrajo el frasco que había encontrado en el pasillo. - Por cierto, me he encontrado este frasco alquímico en el pasillo. ¿Qué podrá ser? – Y se lo mostró al joven.
-¡Es perfume de grosellas! ¡Es de Henrietta! ¿Dices que estaba en el pasillo? – cuestionó.
-Sí. Pero podría contener otra cosa. Será mejor que lo identifique la propia princesa. – comentó la encantadora, con una mirada pícara al elfo. –El tiempo apremia. Sube al piso de arriba y dáselo. Yo iré a buscar al príncipe Rigobert.
Virgo asintió con la cabeza y partió escaleras arriba. Con el objetivo de encontrar al trío de mujeres que buscaban en el piso de arriba. Por su parte, Lucy Fireheart abandonó la estancia a una considerable velocidad.
Tras un buen rato recorriendo el entramado de pasillos, Lucy llegó entonces a la capilla. Rigobert estaba justo en el centro de ésta. Con su impoluta espada desenvainada. Observando todo el lugar, cada detalle. Miraba la inmensidad de la capilla interior. Como si no hubiese visto una nunca.
-¡Príncipe! ¡Estáis aquí! – exclamó la fatigada encantadora. Éste se dio la vuelta y mantuvo su mirada fija en la encantadora. - ¡¿Por qué no me habéis respondido?! ¡Se supone que debíamos permanecer juntos!
-Así es. – afirmó el desconfiado y adolescente Rigobert, con su habitual mirada crecida. Alzó las cejas. – Habéis tardado en llegar encantadora. ¿Os habéis perdido en el palacio? – miró desafiante a la mujer, acercándose a ella, con la espada desenvainada. Lucy le miró compungida. Tratando de evaluar si era el auténtico príncipe. No podía atacarle a menos que estuviera completamente segura, lo cual era una ventaja si Lachance se disfrazaba uno de los prínceps. Rigobert la vio dudar. – Esperaba que dieras conmigo. ¿Por qué has tardado tanto? – preguntó.
-Príncipe, no conozco muy bien el palacio. Deberíais haberme esperado en vez de correr como pollo sin cabeza. - reprochó la encantadora, de mal humor.
-¡La Alta Encantadora de la Logia no conoce el palacio y tarda diez minutos en encontrarme! ¡Permitid que me ría! – bromeó el adolescente. Sus carcajadas retumbaron en toda la iglesia.
Rigobert hizo un movimiento rápido para tratar de herir a la encantadora. Ella lo esquivó con agilidad. Un ataque muy rápido que escamó demasiado a ésta. Aún así, no podía atacar a matar. Si verdaderamente Rigobert era Lachance, tenía que estar completamente segura de que esto era así. Si bien a Rigobert no parecía demasiado interesado en comprobarlo. Quería acabar aquello por la vía rápida.
-Príncipe, por favor. Aseguraos bien antes de atacar a nadie. - clamó la encantadora, poniendo las manos en alto. En símbolo de paz. – No voy a luchar contra vos, sin saber si sois Lachance o no. Me entregaré si es necesario. Llevadme con Níniel para poder demostrar mi identidad.
-Já ¿Esperas que baje la guardia? – clamó el adolescente. – ]Puedes quedarte quieto mientras te descuartizo. Así me ensuciaré menos. Vengaré a mi padre y demostraré que soy el Rey que Dundarak necesita. ¡En guardia! – Dijo alzando su espada contra Lucy
-Parece que no me queda otra... – Se dijo a sí misma Lucy separándose ligeramente para combatir. Concentrando el fuego en sus manos. Habiendo generado un par de llamas. Tenía que luchar, pero no podía herir al príncipe.
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He creado la escena en función de la división que has hecho. A partir de ahora, mide bien tus acciones o irás perdiendo gente. Te doy una pista: Te aseguro al 100% que Lachance ha participado y hablado en este turno. ¿Sabes dónde? Síguele la pista cuidadosamente. Aún no sabes sus verdaderas intenciones.
Níniel: Parece que la Reina Katarina es auténtica. El nervioso chambelán y el sacerdote chalado... Quedará a tu juicio. De pronto, un fatigado Virgo irrumpirá en escena para hacer entrega a Henrietta del vial que Lucy encontró y le dio. Parece a todas leguas el auténtico, pero quedará a tu juicio desconfiar de él o no. Podrás permitir que la princesa Henrietta lo identifique y os de una posible pista clave. O impedírselo, quitarle el vial y estudiarlo tú misma. También puedes enfrentarte a Virgo. ¿Por qué aparece misteriosamente en la habitación cuando se le había dicho que permaneciera abajo? Gestiona la situación de la manera que consideres.
Por último, Lucy Fireheart y el Príncipe Rigobert. ¿O alguno de los dos es Lachance? Lucharán en el próximo turno. Tendrás que tirar una runa para decidir su destino. Mitad de runas malas: Gana Lucy. Mitad de runas buenas: Gana Rigobert. Esta runa a ti no te afectará en nada.
Puedes utilizar al grupo que has elegido: Chamana, Henrietta, Katarina. Y también a Virgo. Éste contará la verdad de lo sucedido, menos el beso, que únicamente se lo diría a Henrietta en privado, por confianza.
Ger
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Re: Princeps Draconis [Mastereado - Níniel]
"¿Tierra regia?" "In nomine Patris, et ¿ficti?". Níniel no pudo evitar notar aquel error por parte del sacerdote humano que con tanta efusividad les dió la bienvenida a los aposentos del difunto rey en el norte, montando todo un espectáculo con el cuerpo del fallecido y su familia casi al completo allí presentes y llorando la pérdida. Menuda falta de respeto, ponerse a berrear de esa manera en unas circunstancias como aquellas. -...et Filiis, et Espiritus Sancti...Amen.- Terminó la peliblanca la frase por él, acentuando la última palabra, fulminándolo con la mirada sin amilanarse ante sus palabras y mucho menos por el hecho de ponerle delante de la cara el símbolo de un carpintero muerto.
Níniel le miró con mayor intensidad aún que antes. Un sacerdote no podía cometer un error como aquel, pronunciar mal uno de los nombres de la trinidad a la que adoraban y que pronunciaban constantemente...Incluso lo más bajo de entre los miembros de esa fe eran capaces de pronunciar esas palabras como un mantra. Hasta Níniel las sabía, pues no era la primera vez que se topaba con esos sectarios. Lo más curioso es que la elfa tenía esas palabras aún frescas. Aquel mismo sacerdote las pronunció, sin error, durante su anterior encuentro, solo unas horas antes. ¿Nervios, estupidez o acaso es que no tenía delante a un sacerdote auténtico? Además, ¿no habían dejado ya atrás esa fase de los gritos absurdos cuando se separaron para ir a buscar a los prínceps?
-Sus majestades lloran la pérdida del rey.- Le dijo en un tono tranquilo y bajo. -Comportaos.- Pidió, satisfecha al ver cómo ante la intervención de la reina para poner fin a ese circo el humano aumentaba la distancia con respecto a ella y la chamana, que también había optado por intentar ignorar a aquel sujeto en la medida de lo posible, y eso que en su caso puso aquella cruz tan cerca de su rostro como para poder tocarla. -Un momento chambelán, necesito a todo el mundo aquí.- Le dijo también al sirviente cuando este trataba de salir de la sala, impidiéndoselo.
-¿Por qué has venido, elfa?- Preguntaría la reina tan pronto como el emotivo encuentro entre ella y su hija hubo acabado y aún con lágrimas en los ojos. -No creo que hayas completado ya tu cometido.- Añadió, esta vez dirigiendo una mirada interrogativa a su hija, esperando quizá encontrar algún tipo de respuesta en su rostro, seguramente como un acto reflejo fruto de la confianza y la costumbre. La misma que permitió a la princesa hacerle a Níniel un gesto leve pero claro confirmando que era la auténtica.
-Me temo que no, alteza. Seguimos investigando, con ningún avance por el momento lamentablemente.- La joven observó a los sospechosos intentando ver algún gesto ante aquella información que sin duda tanto alegraría al asesino. -Para proseguir debo comprobar algo en el cuerpo del rey.- Dijo mirando hacia el lecho apenada. Recibiendo una dura mirada por parte de la reina ante tal petición en un primer momento, aunque su aceptación resignada inmediatamente después. Tras la cual la elfa se acercó a la cama y estudió tanto las uñas como el cabello del fallecido. Aplicando también su magia para estudiar de nuevo los daños que le habían causado finalmente la muerte. No le llevó mucho tiempo confirmar su teoría sobre el envenenamiento continuado. Ojalá se hubiese fijado antes en aquellos detalles.
-¿Y bien? ¿Ya has averiguado lo que querías?- Inquirió la reina.
-Sí. Ahora puedo confirmar que nuestras precauciones no eran ninguna estupidez...Majestad, hay un asesino suelto, y es muy posible que esté entre nosotros, haciéndose pasar por quién no es gracias a una fórmula alquímica que le permite tomar el aspecto de quien quiera.- La elfa nuevamente observó las reacciones de los presentes para tratar de descubrir al culpable, especialmente al sacerdote. -Su nombre real es Lachance, un alquimista licántropo. Su nombre aparece en la lista de visitas y su nombre es el único que no ha sido descartado.-Informó la peliblanca. Las uñas del rey confirmaban el envenanimiento continuo hasta el momento de su fallecimiento, Bathory no pudo aplicarle las últimas dosis pues ya no estaba en el palacio.
-Pero eso...eso...Podría ser cualquiera. Podría...- la reina era una persona inteligente y sabia. Sin duda comprendía las posibilidades de algo así. Cualquiera podría ser el asesino, y no solo eso, todos estaban en peligro y poco podrían hacer por evitarlo salvo huír del contacto con otras personas como unos enfermos mentales. -¿Qué podemos hacer? Yo....- Preguntó Katarina.
-La princesa ya me a confirmado que sóis la autentica reina. La poción copia el aspecto, y por lo visto Lachance es un gran imitador, pero no puede imitar recuerdos, ni habilidades concretas. Es un hombre lobo, no puede sentir o usar la magia.- Explicó generando nuevamente unos orbes de luz que iluminaron la habitación por completo. -Gracias a eso, y con algunas preguntas concretas, pudimos disipar toda duda. Salvo por los humanos. Ninguno puede usar magia y todos nos son desconocidos.- En ese momento para la chamán debió de quedarle claro por qué había dividido a la gente en solo dos grupos. No solo era por protección, es que tampoco se fiaba del todo de ella. Y no podía culparla, esa precaución podría salvarles la vida. -Así pues chambelán...¿tenéis algo que decir? No habéis dicho nada sobre lo que os dijo la princesa y os noto nervioso. Demostrad que sois un dragón ya mismo, con cuidado.-Pidió la peliblanca. -Y tú, sacerdote, deberías saberte lás fórmulas básicas de esa religión vuestra. No saber ni decir bien lo más básico cuando hasta yo lo sé...Creo que tú eres Lachance...- Acusó basándose en la mencionada evidencia. -...o un sacerdote que en solo un par de horas se olvida de sus oraciones.-
-Si él es Lachance yo puedo deshacer su mentira, elfa. Pero es peligroso. Si no es Lachance podría poner en riesgo su vida. No lo haré salvo que estés totalmente segura.- Habló la chamán sorprendiendo a Níniel, pues no sabía que fuese capaz de algo así. Ni ella ni nadie.
-Culpable o inútil...No puedo asegurarlo.- Fueron las palabras de Níniel. Y ante ellas la mujer calavera negó con la cabeza, denotando que sin certeza no estaba dispuesta a hacerlo. -No puedo asegurarlo, aún. Pero tengo una idea y no correré riesgos. Dado que por el momento no puedo confirmar si sois o no quién decís ser, os vigilaré a ambos.-
-Ya supuse que no te fiabas de mi...No te preocupes, ni me moveré si no me lo dices.- Convino la humana, que nuevamente parecía totalmente sincera en sus palabras.
-¡Níniel! -Se escuchó de repente y a gritos la voz de Virgo a pesar de que la puerta de la habitación estaba cerrada. Y sus voces sorprendieron y alarmaron a todos los allí presentes -¡Níniel! ¡Henrrietta- Volvió a escucharse, y entonces de repente la puerta comenzó a abrirse, hasta que de detrás de ella apareció el joven elfo. Respiraba agitadamente, como si hubiese corrido sin descanso toda la distancia hasta allí, pero aún sin resuello se acercó hasta la elfa, no a la princesa por su cercanía con su madre, y se detuvo, tomando aire. -Lucy me envía a comprobar una...Oh..yo...vaya...- se interrumpió al ver el cuerpo sin vida del rey y al darse cuenta de que acababa de entrar corriendo y dando voces a un lugar y en una situación en la que algo así podría meterle en problemas, o incluso granjearle el enfado de su amiga dragona.
-¿Este joven está contigo, Níniel?- Preguntó la reina más sorprendida que molesta. Ciertamente la situación antes de la llegada de Virgo allí ya era lo bastante tensa como para que algo así fuese a suponer una gran diferencia en su ya alterado ánimo. -Ya veo...-
-Aunque quizás no sea él. La idea de movernos en grupo era precisamente para no tener que sospechar constantemente de nosotros.¿Qué haces solo? ¿Dónde está Lucy? ¿Eres el auténtico?.- El elfo miró a la peliblanca y, en lugar de ponerse nervioso, o molestarse porque de nuevo se dudara de él, se puso rojo como un tomate y miró los labios y los pechos a la sacerdotisa, algo que ninguno de los presentes pudo pasar por alto. -Puedes comprobarlo.- Dijo poniendo morritos como si fuera un besugo y acercándose a la joven, mucho más alta que él. -¿Qué haces? Ni se te ocurra. Como des un paso más, Virgo o no, te mando a volar por la ventana.- Amenazó Níniel haciendo que el elfo se detuviera y quedara confundido. -Yo, era para confirmar que...- Trató de explicarse.
-¿Y cómo puede un beso confirmarte nada? ¿De dónde has sacado esa absurda idea?.- Dijo la peliblanca mirando a Henrrieta que asintió y formuló una pregunta personal al elfo, el cual supo responderla confirmando así su identidad, aunque aún algo ausente. Como pensando en algo diferente.
-Lucy...me dio esto. ¿Lo reconoces Henrrietta?.- Terminó por decir el joven sacando de uno de sus bolsillos un vial pequeño con una etiqueta fácilmente visible. Según la etiqueta era un perfume de grosellas. Una buena elección de perfume para una dama, especialmente combinado con lilas.
-Es un frasco de mi perfume. ¿Dónde estaba? Siempre los guardo en mi habitación.- Confirmó la dragona sin atisbo de dudas y acercándose al chico para tomarlo. -Ugggh, no, no es mi perfume. El frasco sí pero lo de dentro...huele a mierda.- Dijo tan pronto se lo acercó a la nariz, arrugándola y apartando el vial. En ese momento Virgo les contó cuanto sabía, y mientras lo hacía, Níniel tomó aquel vial, lo olió y lo estudió cuanto pudo.
-Lucy sabe que no deberíamos separarnos. Dejar que el príncipe salga corriendo, ir sola trás él, mandarte a ti solo aquí...- Níniel no pudo evitar pensar que Lucy no sería tan tonta como para cometer todos aquellos errores. ¿Podría no haber sido ella la que le entregase el vial? ¿Estaba Níniel equivocada al señalar al sacerdote? ¿Por qué le entregaría una falsa Lucy el vial a Virgo entonces?
-No me gusta...Deberíamos ver si están bien, y también necesito acceso a un equipo de alquimia...¿Hay alguno en palacio?-
-El del antiguo médico de la corte está en el sótano. Tengo entendido que era bastante avanzado.- Respondió la reina.
-Bien, veamos. Majestad, usted y el chambelán quédense aquí y cierren la puerta cuando salgamos. No le abran a nadie si no va acompañado de otro de nosotros o si no pueden confirmar su identidad.- Pidió la elfa.- El resto conmigo. Yo llevaré al sacerdote. Virgo, princesa, necesito que vigiléis a la humana. Iremos a por el príncipe y Lucy y luego...Luego sabremos si alguno de ellos miente.- Sentenció la sacerdotisa, acercándose a cada uno de ellos y tocándolos levemente, proyectando una pequeña cantidad de magia en ellos, ya fuera en la espalda, hombros o estrechando su mano en el caso de la reina. Aquel contacto dejó en ellos una pequeña marca luminosa con forma de hoja, con la que podría reconocerlos si se separaban. Poniendo acto seguido a todo el mundo en marcha, dirigiendo a su variopinto y extraño grupo de vuelta a la planta baja del palacio.
-Veamos si mis dragones captan algo.- Se ofreció entonces el joven Virgo, que pareció haber activado algunos de ellos antes de acabar corriendo solo a través de medio palacio para dar con la princesa y con Níniel. Y sacando un extraño objeto, más tecnología de la tierra por lo que parecía, comenzó a trastear.
Aclaración: Doy por supuesto que el chambelán puede demostrar eficazmente su identidad al ser un dragón.
Níniel le miró con mayor intensidad aún que antes. Un sacerdote no podía cometer un error como aquel, pronunciar mal uno de los nombres de la trinidad a la que adoraban y que pronunciaban constantemente...Incluso lo más bajo de entre los miembros de esa fe eran capaces de pronunciar esas palabras como un mantra. Hasta Níniel las sabía, pues no era la primera vez que se topaba con esos sectarios. Lo más curioso es que la elfa tenía esas palabras aún frescas. Aquel mismo sacerdote las pronunció, sin error, durante su anterior encuentro, solo unas horas antes. ¿Nervios, estupidez o acaso es que no tenía delante a un sacerdote auténtico? Además, ¿no habían dejado ya atrás esa fase de los gritos absurdos cuando se separaron para ir a buscar a los prínceps?
-Sus majestades lloran la pérdida del rey.- Le dijo en un tono tranquilo y bajo. -Comportaos.- Pidió, satisfecha al ver cómo ante la intervención de la reina para poner fin a ese circo el humano aumentaba la distancia con respecto a ella y la chamana, que también había optado por intentar ignorar a aquel sujeto en la medida de lo posible, y eso que en su caso puso aquella cruz tan cerca de su rostro como para poder tocarla. -Un momento chambelán, necesito a todo el mundo aquí.- Le dijo también al sirviente cuando este trataba de salir de la sala, impidiéndoselo.
-¿Por qué has venido, elfa?- Preguntaría la reina tan pronto como el emotivo encuentro entre ella y su hija hubo acabado y aún con lágrimas en los ojos. -No creo que hayas completado ya tu cometido.- Añadió, esta vez dirigiendo una mirada interrogativa a su hija, esperando quizá encontrar algún tipo de respuesta en su rostro, seguramente como un acto reflejo fruto de la confianza y la costumbre. La misma que permitió a la princesa hacerle a Níniel un gesto leve pero claro confirmando que era la auténtica.
-Me temo que no, alteza. Seguimos investigando, con ningún avance por el momento lamentablemente.- La joven observó a los sospechosos intentando ver algún gesto ante aquella información que sin duda tanto alegraría al asesino. -Para proseguir debo comprobar algo en el cuerpo del rey.- Dijo mirando hacia el lecho apenada. Recibiendo una dura mirada por parte de la reina ante tal petición en un primer momento, aunque su aceptación resignada inmediatamente después. Tras la cual la elfa se acercó a la cama y estudió tanto las uñas como el cabello del fallecido. Aplicando también su magia para estudiar de nuevo los daños que le habían causado finalmente la muerte. No le llevó mucho tiempo confirmar su teoría sobre el envenenamiento continuado. Ojalá se hubiese fijado antes en aquellos detalles.
-¿Y bien? ¿Ya has averiguado lo que querías?- Inquirió la reina.
-Sí. Ahora puedo confirmar que nuestras precauciones no eran ninguna estupidez...Majestad, hay un asesino suelto, y es muy posible que esté entre nosotros, haciéndose pasar por quién no es gracias a una fórmula alquímica que le permite tomar el aspecto de quien quiera.- La elfa nuevamente observó las reacciones de los presentes para tratar de descubrir al culpable, especialmente al sacerdote. -Su nombre real es Lachance, un alquimista licántropo. Su nombre aparece en la lista de visitas y su nombre es el único que no ha sido descartado.-Informó la peliblanca. Las uñas del rey confirmaban el envenanimiento continuo hasta el momento de su fallecimiento, Bathory no pudo aplicarle las últimas dosis pues ya no estaba en el palacio.
-Pero eso...eso...Podría ser cualquiera. Podría...- la reina era una persona inteligente y sabia. Sin duda comprendía las posibilidades de algo así. Cualquiera podría ser el asesino, y no solo eso, todos estaban en peligro y poco podrían hacer por evitarlo salvo huír del contacto con otras personas como unos enfermos mentales. -¿Qué podemos hacer? Yo....- Preguntó Katarina.
-La princesa ya me a confirmado que sóis la autentica reina. La poción copia el aspecto, y por lo visto Lachance es un gran imitador, pero no puede imitar recuerdos, ni habilidades concretas. Es un hombre lobo, no puede sentir o usar la magia.- Explicó generando nuevamente unos orbes de luz que iluminaron la habitación por completo. -Gracias a eso, y con algunas preguntas concretas, pudimos disipar toda duda. Salvo por los humanos. Ninguno puede usar magia y todos nos son desconocidos.- En ese momento para la chamán debió de quedarle claro por qué había dividido a la gente en solo dos grupos. No solo era por protección, es que tampoco se fiaba del todo de ella. Y no podía culparla, esa precaución podría salvarles la vida. -Así pues chambelán...¿tenéis algo que decir? No habéis dicho nada sobre lo que os dijo la princesa y os noto nervioso. Demostrad que sois un dragón ya mismo, con cuidado.-Pidió la peliblanca. -Y tú, sacerdote, deberías saberte lás fórmulas básicas de esa religión vuestra. No saber ni decir bien lo más básico cuando hasta yo lo sé...Creo que tú eres Lachance...- Acusó basándose en la mencionada evidencia. -...o un sacerdote que en solo un par de horas se olvida de sus oraciones.-
-Si él es Lachance yo puedo deshacer su mentira, elfa. Pero es peligroso. Si no es Lachance podría poner en riesgo su vida. No lo haré salvo que estés totalmente segura.- Habló la chamán sorprendiendo a Níniel, pues no sabía que fuese capaz de algo así. Ni ella ni nadie.
-Culpable o inútil...No puedo asegurarlo.- Fueron las palabras de Níniel. Y ante ellas la mujer calavera negó con la cabeza, denotando que sin certeza no estaba dispuesta a hacerlo. -No puedo asegurarlo, aún. Pero tengo una idea y no correré riesgos. Dado que por el momento no puedo confirmar si sois o no quién decís ser, os vigilaré a ambos.-
-Ya supuse que no te fiabas de mi...No te preocupes, ni me moveré si no me lo dices.- Convino la humana, que nuevamente parecía totalmente sincera en sus palabras.
-¡Níniel! -Se escuchó de repente y a gritos la voz de Virgo a pesar de que la puerta de la habitación estaba cerrada. Y sus voces sorprendieron y alarmaron a todos los allí presentes -¡Níniel! ¡Henrrietta- Volvió a escucharse, y entonces de repente la puerta comenzó a abrirse, hasta que de detrás de ella apareció el joven elfo. Respiraba agitadamente, como si hubiese corrido sin descanso toda la distancia hasta allí, pero aún sin resuello se acercó hasta la elfa, no a la princesa por su cercanía con su madre, y se detuvo, tomando aire. -Lucy me envía a comprobar una...Oh..yo...vaya...- se interrumpió al ver el cuerpo sin vida del rey y al darse cuenta de que acababa de entrar corriendo y dando voces a un lugar y en una situación en la que algo así podría meterle en problemas, o incluso granjearle el enfado de su amiga dragona.
-¿Este joven está contigo, Níniel?- Preguntó la reina más sorprendida que molesta. Ciertamente la situación antes de la llegada de Virgo allí ya era lo bastante tensa como para que algo así fuese a suponer una gran diferencia en su ya alterado ánimo. -Ya veo...-
-Aunque quizás no sea él. La idea de movernos en grupo era precisamente para no tener que sospechar constantemente de nosotros.¿Qué haces solo? ¿Dónde está Lucy? ¿Eres el auténtico?.- El elfo miró a la peliblanca y, en lugar de ponerse nervioso, o molestarse porque de nuevo se dudara de él, se puso rojo como un tomate y miró los labios y los pechos a la sacerdotisa, algo que ninguno de los presentes pudo pasar por alto. -Puedes comprobarlo.- Dijo poniendo morritos como si fuera un besugo y acercándose a la joven, mucho más alta que él. -¿Qué haces? Ni se te ocurra. Como des un paso más, Virgo o no, te mando a volar por la ventana.- Amenazó Níniel haciendo que el elfo se detuviera y quedara confundido. -Yo, era para confirmar que...- Trató de explicarse.
-¿Y cómo puede un beso confirmarte nada? ¿De dónde has sacado esa absurda idea?.- Dijo la peliblanca mirando a Henrrieta que asintió y formuló una pregunta personal al elfo, el cual supo responderla confirmando así su identidad, aunque aún algo ausente. Como pensando en algo diferente.
-Lucy...me dio esto. ¿Lo reconoces Henrrietta?.- Terminó por decir el joven sacando de uno de sus bolsillos un vial pequeño con una etiqueta fácilmente visible. Según la etiqueta era un perfume de grosellas. Una buena elección de perfume para una dama, especialmente combinado con lilas.
-Es un frasco de mi perfume. ¿Dónde estaba? Siempre los guardo en mi habitación.- Confirmó la dragona sin atisbo de dudas y acercándose al chico para tomarlo. -Ugggh, no, no es mi perfume. El frasco sí pero lo de dentro...huele a mierda.- Dijo tan pronto se lo acercó a la nariz, arrugándola y apartando el vial. En ese momento Virgo les contó cuanto sabía, y mientras lo hacía, Níniel tomó aquel vial, lo olió y lo estudió cuanto pudo.
-Lucy sabe que no deberíamos separarnos. Dejar que el príncipe salga corriendo, ir sola trás él, mandarte a ti solo aquí...- Níniel no pudo evitar pensar que Lucy no sería tan tonta como para cometer todos aquellos errores. ¿Podría no haber sido ella la que le entregase el vial? ¿Estaba Níniel equivocada al señalar al sacerdote? ¿Por qué le entregaría una falsa Lucy el vial a Virgo entonces?
-No me gusta...Deberíamos ver si están bien, y también necesito acceso a un equipo de alquimia...¿Hay alguno en palacio?-
-El del antiguo médico de la corte está en el sótano. Tengo entendido que era bastante avanzado.- Respondió la reina.
-Bien, veamos. Majestad, usted y el chambelán quédense aquí y cierren la puerta cuando salgamos. No le abran a nadie si no va acompañado de otro de nosotros o si no pueden confirmar su identidad.- Pidió la elfa.- El resto conmigo. Yo llevaré al sacerdote. Virgo, princesa, necesito que vigiléis a la humana. Iremos a por el príncipe y Lucy y luego...Luego sabremos si alguno de ellos miente.- Sentenció la sacerdotisa, acercándose a cada uno de ellos y tocándolos levemente, proyectando una pequeña cantidad de magia en ellos, ya fuera en la espalda, hombros o estrechando su mano en el caso de la reina. Aquel contacto dejó en ellos una pequeña marca luminosa con forma de hoja, con la que podría reconocerlos si se separaban. Poniendo acto seguido a todo el mundo en marcha, dirigiendo a su variopinto y extraño grupo de vuelta a la planta baja del palacio.
-Veamos si mis dragones captan algo.- Se ofreció entonces el joven Virgo, que pareció haber activado algunos de ellos antes de acabar corriendo solo a través de medio palacio para dar con la princesa y con Níniel. Y sacando un extraño objeto, más tecnología de la tierra por lo que parecía, comenzó a trastear.
Aclaración: Doy por supuesto que el chambelán puede demostrar eficazmente su identidad al ser un dragón.
Níniel Thenidiel
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Re: Princeps Draconis [Mastereado - Níniel]
El miembro 'Níniel Thenidiel' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: Princeps Draconis [Mastereado - Níniel]
Habiendo quedado constatados que ni el chambelán ni la reina eran el alquimista Lachance, Níniel les ordenó quedarse en la habitación del rey. No permitiendo el acceso a nadie. Quedaban dudas en el sacerdote, que parecía muy asustado y casi fue agasajado por Níniel.
Una vez en el piso de abajo, en la entrada principal, Virgo se dispuso a activar los dragones, para ver si conseguía localizar algo. Con un pequeño gatillo iba cambiando de uno a otro. En los dos primeros no logró ver nada. Sin embargo, en el cuarto localizó algo muy interesante.
-¡Eh, mirad la pantalla! ¡Parece que la encantadora y el príncipe están luchando! – exclamó el elfo. Mostrando la pantalla a todos los presentes. Los dragoncitos de Virgo podían volar y moverse, y uno de ellos había llegado a la capilla. Justo en ese momento. Una bola de fuego perdida de Lucy impactó en el dragón y éste perdió la conexión.
Si Níniel, que parecía ser la jefa del grupo, conocía a Lucy, podría intuir que la encantadora no se enfrentaría al príncipe de no saber si éste era el malvado. Por otra parte, había visto el carácter beligerante y fuerte de éste.
-Pues va siendo hora de moverse. Uno de ellos como mínimo tiene que ser verdadero. – instó la chamana de tez negra. Instando al grupo a movilizarse hacia la capilla.
Henrietta no se mostró eufórica en ningún momento por el hallazgo. Al contrario, parecía ausente. Y tuvo que detener su marcha por el palacio. Comenzaba a sentirse muy mareada. – Chicos… Me encuentro muy mal. – comunicó al resto del grupo. Llegando el punto de no poder seguir avanzando por el palacio, sin ayuda. Virgo rápidamente acudió a cogerla y la sentó en el suelo.
-Henri, ¿qué te pasa? – preguntó, tomándola del brazo.
-Es como si… me mareara. – la joven había comenzado a cambiar su tonalidad de piel. La fiebre comenzaba a subir rápidamente. Como si de repente hubiese contraído una enfermedad. – Ay… Creo que… Me estoy yendo. – clamó la dragona, al ritmo que perdía el conocimiento.
-¡Henrietta! ¡HENRIETTA! – gritó el elfo en un vano intento de hacerla despertar. La princesa era ahora un peso muerto sobre sus brazos. Si bien vivía. Se había desmayado por el aumento de temperatura corporal. – ¡Haced algo curanderas, que se muere!
-Ha sido el perfume que tú le has traído. – informó la chamana a Níniel. Con un evidente rostro de preocupación. – ¡Aléjate de ella, elfo! - ordenó la chamana, apuntándole con una pequeña daga. Virgo, asustado, se alejó un poco.
-¡Juro que no he tenido nada que ver en esto! – se defendió. – Bueno, sí. He traído el frasco. ¡Pero me lo dio Lucy! ¡Y, ojo, que no soy tan tonto! Os juro que desconfié. Me extrañaba que me diera aquello. Y le pregunté su identidad. Pero entonces supe que era ella porque… ¡Porque me acorraló contra una pared y me morreó! Ella y yo sabíamos en secreto que había química entre nosotros desde lo de los globos de agua. Esa información no podía tenerla Lachance. ¿Qué más pruebas necesitaba? – Ante la gravedad del asunto, no le quedó otra que decir toda la verdad. Miró a Níniel. – Por eso lo de antes… Contigo sentía la misma magia indescriptible. - se disculpó con ésta, llevándose la mano al cogote. Con preocupación.
Cualquiera que fuera sanador y tocara a Henrietta podría saber que la joven no iba a morir. Simplemente le había subido muchísimo la fiebre por haber olfateado aquel extraño “perfume”, que no lo era, en realidad. Sino un potente veneno. La princesa necesitaría atención y, sobre todo, reposo. A saber durante cuánto tiempo.
Mientras el grupo aún hacía cábalas. Justo en ese momento, el Príncipe Rigobert irrumpió en escena por el alboroto, con su impoluta armadura, indumentaria y equipamiento. Nada más percibió a su hermana desmayada en el suelo. El joven se echó las manos a la cabeza y se acercó al barullo, empujando a todos los presentes.
-¡¿Qué?! ¡Mi hermana! ¡Pero que habéis hechos desgraciados! – bramó con su habitual mal humor! Abriéndose paso casi a empujones. – Henrietta, Henrietta… No. – sollozó el joven, tomándola en brazos y mirándola con sorpresa.
-Vaya, vaya. Un segundo príncipe. Muy rápido habéis concluido vuestra lucha contra la maga y habéis venido hasta aquí. – Hizo notar la chamana. Siempre pegada a Níniel.
-¡¿Qué?! ¿Está suplantando mi identidad? ¡Yo me separé del grupo y llevo buscando al puto alquimista por la planta baja todo el rato! – Se levantó y se llevó su mano a su espada enfundada. - ¡La encantadora está luchando contra mi copia y vosotros estáis aquí parados! ¡Ya estáis yendo a detener a ese hijo de puta! – Rigobert tomó a Henrietta con ambos brazos y la levantó. De muy mal humor. – Viendo vuestra incompetencia, llevaré a mi hermana a su habitación. ¡Ayudad a la encantadora a matar a ese puto asesino! ¡Es una orden! – gritó con su habitual mal carácter.
-Habiendo dos Rigoberts, uno de los dos tiene que ser el falso. Y estando la señorita luchando Fireheart contra uno… – dedujo la chamana en un susurro al oído de Níniel. Parecía apostar a que Lucy había dado con el falso. Pero la elfa era libre de desconsiderar esa teoría. Ella era la líder del grupo. – Puedes soltar al sacerdote. Aunque no se sepa su oración, queda descartado. Y espero que veas que yo también. Tú tienes la autoridad, miembro de la logia.
* * * * * * * * *
Lucy Fireheart renunciaba a combatir contra el príncipe dragón. Pero creyendo éste que se trataba del impostor, y no estando muy dispuesto a comprobarlo, decidió atacarla. La espada parecía pesar una tonelada. Rigobert la llevaba a rastras por el suelo y sólo la levantaba cuando tenía que atacar. Para lo cual necesitaba los dos brazos. Parecía encantada, ya que la inscripción de las runas brillaban intensamente. A pesar de éste hecho, la desplazaba con gran agilidad y habilidad por el campo de batalla.
La bruja se desplazó para evitar el corte del arma. El príncipe iba a matar. Y ante esta circunstancia, Lucy no tuvo otra que defenderse con ataques de fuego básico. No le costaría nada calcinar a aquel niñato. Pero le debía fidelidad y no podía hacerlo. Sus bolas de fuego que con elegancia conjuró en la mano con ágiles movimientos de muñecas, fueron detenidas por la espada mágica de éste en rápidos movimientos.
-¿Crees que un licántropo puede replicar los ataques? – cuestionó la encantadora.
-¿Y tú crees que no sé que existen las pociones de fuego? – preguntó Rigobert. –
El linaje de los Dahl-Günderssen estaba repleto de lengedarios guerreros. Y Rigobert, por muy imbécil que fuera, o torpe al montar a caballo, no estaba exento de estas cualidades. Así, el caballero dragón hizo gala de su gran habilidad y sorprendió a la encantadora desde la distancia. Impulsó su espada encantada hacia delante y produjo una fuerte ventisca helada de la nada. Pese a que trató de defenderse construyendo una barrera de fuego. La encantadora terminó en el suelo en un ahogado grito. Tiritando y tratando de calentar su piel para evitar la congelación.
Sin tiempo a la reacción, Rigobert clavó su espada mágica en el suelo a escasos metros de Lucy, y de ésta salieron dos grietas que comenzaron a resquebrajar el suelo, rodeando a la encantadora. Cuando se encontraron en el otro extremo, la superficie formada se derribó a los sótanos inferiores. Justo en esta ubicación había un laboratorio de Alquimia.
Rigobert se acercó, sin soltar nunca su espada, al borde del hueco que había creado. Desde allí, con prepotencia y con desprecio, pudo mirar a Lucy Fireheart, boca abajo y cuan larga era, a quien él creía que era Lachance, medio sepultada por el propio suelo. La encantadora estaba consciente, pero sangraba a borbotones. Y ya no podía defenderse.
* * * * * * * * *
Consecuencias: Has investigado muy bien. ¡Todos estáis confirmados! Pero únicamente has cometido un error (el único en lo que va de misión, de hecho, creo que has batido el récord). Has permitido que Henrietta olfateara la poción que trajo Virgo. Un poderoso veneno que, aunque no es mortal, (ningún gas lo es en pequeñas cantidades), la ha dejado inconsciente y muy debilitada para el resto de la misión. Tu buena runa, además, ha dejado a Lucy a merced del ¿falso? príncipe Rigobert.
Níniel: Cuentas con más pistas para resolver el misterio. El príncipe Rigobert ha irrumpido con vosotros. Está muy enfadado por no haber sabido cuidar de su hermana la princesa Henrietta y quiere protegerla personalmente en su habitación. Por otra parte, has visto a otro idéntico príncipe Rigobert luchando ferozmente contra Lucy. Aunque no sabes el final de la pelea, ni el desenlace. Sólo has visto tres segundos de combate. Uno de los dos Rigobert es el falso. Sigues pudiendo dividir al grupo. Pero como veo que aplicas, la unión hace la fuerza. Otra cosa más, Lucy Fireheart está en grave peligro. Si decides llegar a la capilla, verás un agujero en ésta y a Lucy en el fondo. Tendrás que interactuar con el feroz príncipe y atacarle, o acudir a sanar a la encantadora. Lo que la dejará lista para el combate.
Por otra parte, Rigobert (el que está con vosotros) está muy enfadado y se negará a acompañaros, queriendo llevarse a la princesa Henrietta a sus aposentos. Puedes atacarle ya mismo si consideras que es el falso. Advertencia: Podrías herir al segundo príncipe. Y una pista: Lucy Fireheart no morirá siempre y cuando una persona auténtica y real llegue a la capilla. Y si llegas tú y la curas antes de que pierda el conocimiento, podrás seguir usándola.
No será necesario que lances ninguna runa. Si decides enfrentarte a alguno de los dos Rigobert, ganarás el combate y lo herirás. Pero estate segura, si atacas y te equivocas... Te esperan consecuencias.
Como ves, la situación es muy delicada. Piensa muy muy bien la jugada.
Una vez en el piso de abajo, en la entrada principal, Virgo se dispuso a activar los dragones, para ver si conseguía localizar algo. Con un pequeño gatillo iba cambiando de uno a otro. En los dos primeros no logró ver nada. Sin embargo, en el cuarto localizó algo muy interesante.
-¡Eh, mirad la pantalla! ¡Parece que la encantadora y el príncipe están luchando! – exclamó el elfo. Mostrando la pantalla a todos los presentes. Los dragoncitos de Virgo podían volar y moverse, y uno de ellos había llegado a la capilla. Justo en ese momento. Una bola de fuego perdida de Lucy impactó en el dragón y éste perdió la conexión.
Si Níniel, que parecía ser la jefa del grupo, conocía a Lucy, podría intuir que la encantadora no se enfrentaría al príncipe de no saber si éste era el malvado. Por otra parte, había visto el carácter beligerante y fuerte de éste.
-Pues va siendo hora de moverse. Uno de ellos como mínimo tiene que ser verdadero. – instó la chamana de tez negra. Instando al grupo a movilizarse hacia la capilla.
Henrietta no se mostró eufórica en ningún momento por el hallazgo. Al contrario, parecía ausente. Y tuvo que detener su marcha por el palacio. Comenzaba a sentirse muy mareada. – Chicos… Me encuentro muy mal. – comunicó al resto del grupo. Llegando el punto de no poder seguir avanzando por el palacio, sin ayuda. Virgo rápidamente acudió a cogerla y la sentó en el suelo.
-Henri, ¿qué te pasa? – preguntó, tomándola del brazo.
-Es como si… me mareara. – la joven había comenzado a cambiar su tonalidad de piel. La fiebre comenzaba a subir rápidamente. Como si de repente hubiese contraído una enfermedad. – Ay… Creo que… Me estoy yendo. – clamó la dragona, al ritmo que perdía el conocimiento.
-¡Henrietta! ¡HENRIETTA! – gritó el elfo en un vano intento de hacerla despertar. La princesa era ahora un peso muerto sobre sus brazos. Si bien vivía. Se había desmayado por el aumento de temperatura corporal. – ¡Haced algo curanderas, que se muere!
-Ha sido el perfume que tú le has traído. – informó la chamana a Níniel. Con un evidente rostro de preocupación. – ¡Aléjate de ella, elfo! - ordenó la chamana, apuntándole con una pequeña daga. Virgo, asustado, se alejó un poco.
-¡Juro que no he tenido nada que ver en esto! – se defendió. – Bueno, sí. He traído el frasco. ¡Pero me lo dio Lucy! ¡Y, ojo, que no soy tan tonto! Os juro que desconfié. Me extrañaba que me diera aquello. Y le pregunté su identidad. Pero entonces supe que era ella porque… ¡Porque me acorraló contra una pared y me morreó! Ella y yo sabíamos en secreto que había química entre nosotros desde lo de los globos de agua. Esa información no podía tenerla Lachance. ¿Qué más pruebas necesitaba? – Ante la gravedad del asunto, no le quedó otra que decir toda la verdad. Miró a Níniel. – Por eso lo de antes… Contigo sentía la misma magia indescriptible. - se disculpó con ésta, llevándose la mano al cogote. Con preocupación.
Cualquiera que fuera sanador y tocara a Henrietta podría saber que la joven no iba a morir. Simplemente le había subido muchísimo la fiebre por haber olfateado aquel extraño “perfume”, que no lo era, en realidad. Sino un potente veneno. La princesa necesitaría atención y, sobre todo, reposo. A saber durante cuánto tiempo.
Mientras el grupo aún hacía cábalas. Justo en ese momento, el Príncipe Rigobert irrumpió en escena por el alboroto, con su impoluta armadura, indumentaria y equipamiento. Nada más percibió a su hermana desmayada en el suelo. El joven se echó las manos a la cabeza y se acercó al barullo, empujando a todos los presentes.
-¡¿Qué?! ¡Mi hermana! ¡Pero que habéis hechos desgraciados! – bramó con su habitual mal humor! Abriéndose paso casi a empujones. – Henrietta, Henrietta… No. – sollozó el joven, tomándola en brazos y mirándola con sorpresa.
-Vaya, vaya. Un segundo príncipe. Muy rápido habéis concluido vuestra lucha contra la maga y habéis venido hasta aquí. – Hizo notar la chamana. Siempre pegada a Níniel.
-¡¿Qué?! ¿Está suplantando mi identidad? ¡Yo me separé del grupo y llevo buscando al puto alquimista por la planta baja todo el rato! – Se levantó y se llevó su mano a su espada enfundada. - ¡La encantadora está luchando contra mi copia y vosotros estáis aquí parados! ¡Ya estáis yendo a detener a ese hijo de puta! – Rigobert tomó a Henrietta con ambos brazos y la levantó. De muy mal humor. – Viendo vuestra incompetencia, llevaré a mi hermana a su habitación. ¡Ayudad a la encantadora a matar a ese puto asesino! ¡Es una orden! – gritó con su habitual mal carácter.
-Habiendo dos Rigoberts, uno de los dos tiene que ser el falso. Y estando la señorita luchando Fireheart contra uno… – dedujo la chamana en un susurro al oído de Níniel. Parecía apostar a que Lucy había dado con el falso. Pero la elfa era libre de desconsiderar esa teoría. Ella era la líder del grupo. – Puedes soltar al sacerdote. Aunque no se sepa su oración, queda descartado. Y espero que veas que yo también. Tú tienes la autoridad, miembro de la logia.
* * * * * * * * *
La bruja se desplazó para evitar el corte del arma. El príncipe iba a matar. Y ante esta circunstancia, Lucy no tuvo otra que defenderse con ataques de fuego básico. No le costaría nada calcinar a aquel niñato. Pero le debía fidelidad y no podía hacerlo. Sus bolas de fuego que con elegancia conjuró en la mano con ágiles movimientos de muñecas, fueron detenidas por la espada mágica de éste en rápidos movimientos.
-¿Crees que un licántropo puede replicar los ataques? – cuestionó la encantadora.
-¿Y tú crees que no sé que existen las pociones de fuego? – preguntó Rigobert. –
El linaje de los Dahl-Günderssen estaba repleto de lengedarios guerreros. Y Rigobert, por muy imbécil que fuera, o torpe al montar a caballo, no estaba exento de estas cualidades. Así, el caballero dragón hizo gala de su gran habilidad y sorprendió a la encantadora desde la distancia. Impulsó su espada encantada hacia delante y produjo una fuerte ventisca helada de la nada. Pese a que trató de defenderse construyendo una barrera de fuego. La encantadora terminó en el suelo en un ahogado grito. Tiritando y tratando de calentar su piel para evitar la congelación.
Sin tiempo a la reacción, Rigobert clavó su espada mágica en el suelo a escasos metros de Lucy, y de ésta salieron dos grietas que comenzaron a resquebrajar el suelo, rodeando a la encantadora. Cuando se encontraron en el otro extremo, la superficie formada se derribó a los sótanos inferiores. Justo en esta ubicación había un laboratorio de Alquimia.
Rigobert se acercó, sin soltar nunca su espada, al borde del hueco que había creado. Desde allí, con prepotencia y con desprecio, pudo mirar a Lucy Fireheart, boca abajo y cuan larga era, a quien él creía que era Lachance, medio sepultada por el propio suelo. La encantadora estaba consciente, pero sangraba a borbotones. Y ya no podía defenderse.
* * * * * * * * *
Níniel: Cuentas con más pistas para resolver el misterio. El príncipe Rigobert ha irrumpido con vosotros. Está muy enfadado por no haber sabido cuidar de su hermana la princesa Henrietta y quiere protegerla personalmente en su habitación. Por otra parte, has visto a otro idéntico príncipe Rigobert luchando ferozmente contra Lucy. Aunque no sabes el final de la pelea, ni el desenlace. Sólo has visto tres segundos de combate. Uno de los dos Rigobert es el falso. Sigues pudiendo dividir al grupo. Pero como veo que aplicas, la unión hace la fuerza. Otra cosa más, Lucy Fireheart está en grave peligro. Si decides llegar a la capilla, verás un agujero en ésta y a Lucy en el fondo. Tendrás que interactuar con el feroz príncipe y atacarle, o acudir a sanar a la encantadora. Lo que la dejará lista para el combate.
Por otra parte, Rigobert (el que está con vosotros) está muy enfadado y se negará a acompañaros, queriendo llevarse a la princesa Henrietta a sus aposentos. Puedes atacarle ya mismo si consideras que es el falso. Advertencia: Podrías herir al segundo príncipe. Y una pista: Lucy Fireheart no morirá siempre y cuando una persona auténtica y real llegue a la capilla. Y si llegas tú y la curas antes de que pierda el conocimiento, podrás seguir usándola.
No será necesario que lances ninguna runa. Si decides enfrentarte a alguno de los dos Rigobert, ganarás el combate y lo herirás. Pero estate segura, si atacas y te equivocas... Te esperan consecuencias.
Como ves, la situación es muy delicada. Piensa muy muy bien la jugada.
Ger
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Re: Princeps Draconis [Mastereado - Níniel]
Por la gravedad de la situación Níniel no quiso expresarlo en voz alta pero, odiaba aquellas estúpidas escaleras. Siempre arriba y abajo, abajo y arriba. Con todo el dinero que debían de tener los monarcas del norte ya podían haber instalado algún tipo de elevador... Claro que para qué molestarse, allí todos tenían alas y podían volar, seguramente no es que usasen mucho las escaleras en circunstancias normales para empezar. Al menos era un buen ejercicio para reafirmar las pantorrillas, y el trasero, no es que ella lo necesitase pero...La cuestión era que les estaba haciendo perder un tiempo muy valioso.
-¿Cómo que están luchando?- Preguntó la peliblanca tan pronto como las escaleras por fin acabaron y Virgo pudo ver algo gracias a sus aparatos, tomando aquella placa de visión remota casi para ella sola y observando con los ojos abiertos como platos que las palabras del elfo eran ciertas. -Maldita sea.- Maldijo la peliblanca observando los acontecimientos, aunque pronto dejó de poder ver lo que ocurría. -Se ha roto, arreglalo.- Pidió seria entonces, volviendole a tender aquel artefacto al chico y acelerando el paso sin que hubiera necesidad de que la chamana la instara a ello. -Eso era la capilla ¿no? Y ya habéis visto esa bola de fuego. Tiene que ser la auténtica Lucy.- Expresó la peliblanca moviéndose rápido, aunque más rápido se movían sus pensamientos. -¿Por aquí?- Preguntaría a la princesa para saber que estaban yendo en la dirección correcta, pues ella no conocía el palacio. Fue entonces cuando notó que la heredera no parecía encontrarse bien. Iniciando una situación peliaguda en la que la desconfianza mutua lo complicaba todo.
-Suelta esa daga, humana.-Exigió a la chamana tan pronto como esta amenazó con ella a Virgo. -Y aléjate de la princesa. Y tú sacerdote, no muevas ni un músculo.- Añadió comenzando a acumular una notable cantidad de éter, dispuesta a aplastar a cualquiera que terminara por revelarse como una amenaza real. En ese momento Virgo reveló la información que estúpidamente había decidido guardarse para sí, aclarando al menos en parte algunas de las incógnitas en el aire. Ante aquello la chamana retrocedió, seguramente convencida de las palabras del elfo y obedeciendo a la peliblanca, bajando también el arma. Aún así la situación seguía siendo tensa.
-Eres un tonto, Virgo. ¿Por qué no dijiste nada antes?.- Le reprochó Níniel a pesar de la culpa que él mismo ya parecía sentir. De haber sabido aquello Níniel hubiese confirmado sus sospechas y Henrietta no habría ni tocado aquel vial de "perfume". Por eso había formado los grupos, por todos los dioses. Separándose como imbéciles, incapaces de comprobar ni la más sencilla de las identidades y guardándose información importante. -No me lo digas, Lucy te lo pidió. Por todos los dioses. La auténtica Lucy podría sencillamente haber usado magia, o haberte preguntado algo de lo ocurrido en tu taller.- La sacerdotisa bufó, agachándose para atender a la princesa, comprobando que efectivamente había sido víctima de un veneno. Podía haber sido ella misma la víctima de haber abierto la primera el frasco y no Henrietta.
-Ya te daré yo a ti magia indescriptible. Hombres, siempre pensando primero con la...en vez de con la cabeza. Acabas de besarte con un licántropo, felicidades.- Explicó la joven mientras sacaba de su capa multibolsillos un vial de antídoto y se lo suministraba a la princesa por vía intravenosa con la aguja hipodérmica invento de Chimar. Al menos durante todo aquel proceso ninguno de los humanos se movió. Claro que Níniel ya estaba preparada para aquella eventualidad en el caso de haberse producido. Aunque no así para la sorpresiva aparición del príncipe Rigobert ante ellos. Así sin más.
Níniel, confusa, permitió que se acercara a la princesa y la tomara en brazos, a pesar de las dudas de la chamana, la cual no obstante estaba en lo cierto. Acababan de ver a uno de los príncipes luchando contra Lucy, la auténtica. ¿Entonces era este Rigobert el auténtico? Así parecía. Lucy no se habría enfrentado contra el príncipe de tener alguna duda sobre su identidad.
Claro que...de no tener ninguna duda sobre su identidad aquel combate habría acabado antes de empezar. Pocos enemigos podrían aguantar un combate uno contra uno con una gran encantadora Fireheart luchando en serio. Níniel miró al príncipe mientras se ponía en pié. Era él, esa era su arma y esa era su...No, aquella no era su armadura. El auténtico Rigobert había caído de su caballo fuera del palacio, su armadura no estaba tan impoluta como aquella. Además ¿Qué les estaba pidiendo? ¿Que fueran a luchar los demás contra el enemigo mientras él se retiraba a cuidar de su hermana? Pero si unos minutos antes había querido atacar la pirámide con solo un puñado de hombres y sin plan alguno, jactándose de hombría...¿Evitaba el combate y vengar a su padre para cuidar a una hermana a la que no podía ni ver? ¿Era el auténtico príncipe un niñato cobarde que adoraba a su hermanita pero fingía ser todo un hombre, machista que la odiaba? Además, si tan preocupado estaba por su hermana y no pudiendo saber la gravedad de su estado...¿por qué tantas prisas por separarla de los tres curanderos de palacio sin preguntar siquiera qué le pasaba?
-Eso parece, humana.- Respondió la peliblanca a la chamana. -Ciertamente puedo dejar de sospechar de vosotros, y es un alivio.- Convino con ella. -Por supuesto, alteza. Ayudaremos a la gran encantadora enseguida...-Aceptó de parte del príncipe con una leve reverencia, mientras imbuía sus puños con magia de luz aprovechando que aquel tipo le daba la espalda. Entonces, y para sorpresa de todos, le golpeó con un golpe secó en la nuca, causando que cayera inmediatamente de rodillas sin sentido con la princesa resbalando inocuamente de sus brazos.
-¿Pero qué has hecho, elfa? Has, has atacado a uno de los prínceps draconis...¿Acaso eres tú...tu eres Lachance? ¿Cómo?.- expresó totalmente incrédulo y aterrorizado el sacerdote retrocediendo un par de pasos ante la peliblanca, temiendo ser el siguiente en sufrir el golpe de aquellos puños brillantes que con tanta contundencia parecían impactar. Virgo tampoco daba crédito, pero no parecía tan afectado por el hecho de haber visto aquel presuntuoso era golpeado, de hecho quizás comenzara a sentir curiosidad por la magia de su raza. La mirada de la chamana denotaba que quería preguntar, pero que no sabía cómo.
-Él es Lachance. Su armadura está impoluta y la del auténtico tenía manchas de tierra del patio. El auténtico además no quiere a su hermana, ni siquiera tienen trato entre ellos. Incluso aunque me creyera que su odio hacia Henrietta siempre fue impostado, si realmente se preocupara por ella no la alejaría de los tres sanadores de palacio sin ni siquiera saber su estado. Por no mencionar que al auténtico se habría lanzado de cabeza contra Lachance al confirmar por quién se está haciendo pasar. Para empezar una estupidez así es la que nos ha metido en este lio. ¿No es así Virgo?-
-Ah, sí, supongo. Salió corriendo ignorando a Lucy el muy...Y quería atacar la pirámide.- Respondió aún anonadado el elfo.
-Sacerdote, la princesa cogerá frío si sigue en el suelo. Tomadla en brazos. Virgo, chamana, tomad una de esas cortinas y usadla para arrastrar a ese con ella. Quitarle el arma y mirad si lleva algo más encima. Vamos a la capilla. Hay dos personas reales luchando entre ellas sin motivo.- Ordenó la peliblanca instando a todos a la acción, dirigiéndose entonces todos juntos hasta la capilla, donde les esperaba un tremendo espectáculo.
-¿Pero qué ha pasado aquí...?-se escapó de la boca de la sacerdotisa tan pronto como llegaron hasta allí. El suelo de buena parte del lugar se había derrumbado, dejando a la vista un socavón de varios metros de diámetro. Y no solo eso, todo el lugar estaba en muy mal estado. De pié ante el agujero del suelo se hallaba el príncipe Rigobert, el real según Níniel, con expresión satisfecha. No había ni rastro de Lucy, aunque no hacía falta más que atar cabos para saber qué había pasado y dónde estaba la pelirroja.
-¡Alto! Príncipe Rigobert, hemos dado con el impostor.- Instó la sacerdotisa haciéndose a un lado para que sus compañeros arrastraran la cortina hasta allí y le mostraran al príncipe su doble. Aunque antes de conocer su respuesta, la peliblanca se asomó al agujero en el suelo, viendo que Lucy, gracias a los dioses, seguía viva, aunque malherida. No dudando en saltar hasta allí abajo para comenzar cuanto antes a aplicarle la más grande de sus curas mágicas.
-¿Cómo que están luchando?- Preguntó la peliblanca tan pronto como las escaleras por fin acabaron y Virgo pudo ver algo gracias a sus aparatos, tomando aquella placa de visión remota casi para ella sola y observando con los ojos abiertos como platos que las palabras del elfo eran ciertas. -Maldita sea.- Maldijo la peliblanca observando los acontecimientos, aunque pronto dejó de poder ver lo que ocurría. -Se ha roto, arreglalo.- Pidió seria entonces, volviendole a tender aquel artefacto al chico y acelerando el paso sin que hubiera necesidad de que la chamana la instara a ello. -Eso era la capilla ¿no? Y ya habéis visto esa bola de fuego. Tiene que ser la auténtica Lucy.- Expresó la peliblanca moviéndose rápido, aunque más rápido se movían sus pensamientos. -¿Por aquí?- Preguntaría a la princesa para saber que estaban yendo en la dirección correcta, pues ella no conocía el palacio. Fue entonces cuando notó que la heredera no parecía encontrarse bien. Iniciando una situación peliaguda en la que la desconfianza mutua lo complicaba todo.
-Suelta esa daga, humana.-Exigió a la chamana tan pronto como esta amenazó con ella a Virgo. -Y aléjate de la princesa. Y tú sacerdote, no muevas ni un músculo.- Añadió comenzando a acumular una notable cantidad de éter, dispuesta a aplastar a cualquiera que terminara por revelarse como una amenaza real. En ese momento Virgo reveló la información que estúpidamente había decidido guardarse para sí, aclarando al menos en parte algunas de las incógnitas en el aire. Ante aquello la chamana retrocedió, seguramente convencida de las palabras del elfo y obedeciendo a la peliblanca, bajando también el arma. Aún así la situación seguía siendo tensa.
-Eres un tonto, Virgo. ¿Por qué no dijiste nada antes?.- Le reprochó Níniel a pesar de la culpa que él mismo ya parecía sentir. De haber sabido aquello Níniel hubiese confirmado sus sospechas y Henrietta no habría ni tocado aquel vial de "perfume". Por eso había formado los grupos, por todos los dioses. Separándose como imbéciles, incapaces de comprobar ni la más sencilla de las identidades y guardándose información importante. -No me lo digas, Lucy te lo pidió. Por todos los dioses. La auténtica Lucy podría sencillamente haber usado magia, o haberte preguntado algo de lo ocurrido en tu taller.- La sacerdotisa bufó, agachándose para atender a la princesa, comprobando que efectivamente había sido víctima de un veneno. Podía haber sido ella misma la víctima de haber abierto la primera el frasco y no Henrietta.
-Ya te daré yo a ti magia indescriptible. Hombres, siempre pensando primero con la...en vez de con la cabeza. Acabas de besarte con un licántropo, felicidades.- Explicó la joven mientras sacaba de su capa multibolsillos un vial de antídoto y se lo suministraba a la princesa por vía intravenosa con la aguja hipodérmica invento de Chimar. Al menos durante todo aquel proceso ninguno de los humanos se movió. Claro que Níniel ya estaba preparada para aquella eventualidad en el caso de haberse producido. Aunque no así para la sorpresiva aparición del príncipe Rigobert ante ellos. Así sin más.
Níniel, confusa, permitió que se acercara a la princesa y la tomara en brazos, a pesar de las dudas de la chamana, la cual no obstante estaba en lo cierto. Acababan de ver a uno de los príncipes luchando contra Lucy, la auténtica. ¿Entonces era este Rigobert el auténtico? Así parecía. Lucy no se habría enfrentado contra el príncipe de tener alguna duda sobre su identidad.
Claro que...de no tener ninguna duda sobre su identidad aquel combate habría acabado antes de empezar. Pocos enemigos podrían aguantar un combate uno contra uno con una gran encantadora Fireheart luchando en serio. Níniel miró al príncipe mientras se ponía en pié. Era él, esa era su arma y esa era su...No, aquella no era su armadura. El auténtico Rigobert había caído de su caballo fuera del palacio, su armadura no estaba tan impoluta como aquella. Además ¿Qué les estaba pidiendo? ¿Que fueran a luchar los demás contra el enemigo mientras él se retiraba a cuidar de su hermana? Pero si unos minutos antes había querido atacar la pirámide con solo un puñado de hombres y sin plan alguno, jactándose de hombría...¿Evitaba el combate y vengar a su padre para cuidar a una hermana a la que no podía ni ver? ¿Era el auténtico príncipe un niñato cobarde que adoraba a su hermanita pero fingía ser todo un hombre, machista que la odiaba? Además, si tan preocupado estaba por su hermana y no pudiendo saber la gravedad de su estado...¿por qué tantas prisas por separarla de los tres curanderos de palacio sin preguntar siquiera qué le pasaba?
-Eso parece, humana.- Respondió la peliblanca a la chamana. -Ciertamente puedo dejar de sospechar de vosotros, y es un alivio.- Convino con ella. -Por supuesto, alteza. Ayudaremos a la gran encantadora enseguida...-Aceptó de parte del príncipe con una leve reverencia, mientras imbuía sus puños con magia de luz aprovechando que aquel tipo le daba la espalda. Entonces, y para sorpresa de todos, le golpeó con un golpe secó en la nuca, causando que cayera inmediatamente de rodillas sin sentido con la princesa resbalando inocuamente de sus brazos.
-¿Pero qué has hecho, elfa? Has, has atacado a uno de los prínceps draconis...¿Acaso eres tú...tu eres Lachance? ¿Cómo?.- expresó totalmente incrédulo y aterrorizado el sacerdote retrocediendo un par de pasos ante la peliblanca, temiendo ser el siguiente en sufrir el golpe de aquellos puños brillantes que con tanta contundencia parecían impactar. Virgo tampoco daba crédito, pero no parecía tan afectado por el hecho de haber visto aquel presuntuoso era golpeado, de hecho quizás comenzara a sentir curiosidad por la magia de su raza. La mirada de la chamana denotaba que quería preguntar, pero que no sabía cómo.
-Él es Lachance. Su armadura está impoluta y la del auténtico tenía manchas de tierra del patio. El auténtico además no quiere a su hermana, ni siquiera tienen trato entre ellos. Incluso aunque me creyera que su odio hacia Henrietta siempre fue impostado, si realmente se preocupara por ella no la alejaría de los tres sanadores de palacio sin ni siquiera saber su estado. Por no mencionar que al auténtico se habría lanzado de cabeza contra Lachance al confirmar por quién se está haciendo pasar. Para empezar una estupidez así es la que nos ha metido en este lio. ¿No es así Virgo?-
-Ah, sí, supongo. Salió corriendo ignorando a Lucy el muy...Y quería atacar la pirámide.- Respondió aún anonadado el elfo.
-Sacerdote, la princesa cogerá frío si sigue en el suelo. Tomadla en brazos. Virgo, chamana, tomad una de esas cortinas y usadla para arrastrar a ese con ella. Quitarle el arma y mirad si lleva algo más encima. Vamos a la capilla. Hay dos personas reales luchando entre ellas sin motivo.- Ordenó la peliblanca instando a todos a la acción, dirigiéndose entonces todos juntos hasta la capilla, donde les esperaba un tremendo espectáculo.
-¿Pero qué ha pasado aquí...?-se escapó de la boca de la sacerdotisa tan pronto como llegaron hasta allí. El suelo de buena parte del lugar se había derrumbado, dejando a la vista un socavón de varios metros de diámetro. Y no solo eso, todo el lugar estaba en muy mal estado. De pié ante el agujero del suelo se hallaba el príncipe Rigobert, el real según Níniel, con expresión satisfecha. No había ni rastro de Lucy, aunque no hacía falta más que atar cabos para saber qué había pasado y dónde estaba la pelirroja.
-¡Alto! Príncipe Rigobert, hemos dado con el impostor.- Instó la sacerdotisa haciéndose a un lado para que sus compañeros arrastraran la cortina hasta allí y le mostraran al príncipe su doble. Aunque antes de conocer su respuesta, la peliblanca se asomó al agujero en el suelo, viendo que Lucy, gracias a los dioses, seguía viva, aunque malherida. No dudando en saltar hasta allí abajo para comenzar cuanto antes a aplicarle la más grande de sus curas mágicas.
Níniel usa este turno su habilidad Imbuir. Uso objeto creado desde su inventario; antídoto. Por si sirve de algo.
Níniel Thenidiel
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Re: Princeps Draconis [Mastereado - Níniel]
La chamana, el sacerdote y Virgo entrecruzaron sus ojos, petrificados, cuando Níniel atacó al príncipe Rigobert mientras éste trataba de llevarse a su hermana Henrietta a su habitación. Conociendo cómo se las gastaba el muchacho, de ser el auténtico, la elfa iba a pasar un buen tiempo en el calabozo.
Sin embargo, por diversos motivos la elfa dedujo que éste era, en realidad, Lachance. Su intuición no la había traicionado. Bien hizo la astuta sacerdotisa en detener al tipo. Efectivamente, el auténtico Rigobert se había ensuciado la armadura. Y lejos de llevarse a su hermana, cargaría contra el impostor que estaba imitándolo.
Ante el convencimiento de la elfa, la chamana no tardó en, encorvada como acostumbraba, reptar hasta la posición del falso Rigobert y aplicar sus remedios sobre el inconsciente. Olfateó al tipo. Cuando ya se sintió segura de que aquel tipo no olía a rey, vertió un extraño líquido verde de un vial sobre el rostro del inconsciente que, rápidamente, se dejó ver en su forma natural.
-Astuta. Muy astuta tú… Elfa. – dijo la seria chamana mirando a la elfa. – Quería alejar a la princesa y que fuésemos nosotros quienes despachásemos a su hermano… Pero mal ha salido su estrategia. – afirmó. Acariciando el rostro de la pequeña, aún en un avanzado estado febril.
-Joder. Es que… ¡Es horrible! – pensó Virgo. - ¿Ese tipo me ha besado? ¡Puaj!– preguntó. Ahora más horrorizado al ver el verdadero rostro de Lachance. Él había sido quien, en realidad, le había robado un beso. Bueno, él preferiría seguir quedándose con que había sido con la Alta Encantadora.
Níniel ordenó al sacerdote cargar con la princesa y a la chamana y al elfo con Lachance. La chamana se desentendió del asunto y ordenó al muchacho cargar con él. Virgo - ¿Por qué yo? – protestó. – Creo que tendré que inventar algo que cargue. - Ahora tenían que dar con el príncipe y con Lucy antes de que se mataran entre ellos.
* * * * * * * *
Cuando la elfa y el grupo llegaron a la capilla, Lucy yacía en el piso inferior. Y Rigobert se regodeaba de su gran triunfo. Su espada brillaba. Mostrando signos del gran poder que ésta tenía. El todavía príncipe señaló al grupo, desafiante.
-¡Llegáis tarde, vasallos! Parece mentira que tenga que ser yo el que tenga que solucionar las cosas. ¡He capturado a Lachance! – Bramaba golpeándose en el pecho orgulloso, mientras señalaba al fondo donde Lucy tosía el humo tragado por la rotura del piso.
-Qué va. Lachance está aquí. – negó un serio Virgo señalando al hombre que arrastraba por la pata.
Rigobert miró sorprendido al elfo, envainó su espada y se dirigió a donde se encontraba el supuesto Lachance. Miró a los ojos al hombre que había matado a su padre. Luego vio a su hermana desmayada en los brazos del párroco. Preguntó por ella. La chamana asintió y el príncipe volvió a lo que verdaderamente importaba. Wolfgang Lachance.
-Se le encerrará en el calabozo hasta que despierte. Luego, lo miraré a los ojos antes de despiezarle yo mismo. – sentenció el príncipe con odio. Casi fuego, en sus ojos. Rigobert era un hombre impulsivo y rencoroso.
En cuanto a Lucy, ésta estaba siendo atendida por Níniel en el piso inferior. Las curaciones de la elfa no tardaron en hacer efecto a la bruja. Ese hilillo de sangre que recorría su labio no le gustaba nada. Quedaba horrible en su siempre impoluta cara.
-Podría haber incinerado a ese mocoso engreído. – susurró Lucy a Níniel en confianza, sin ser escuchados. – Pero no estaba segura si era el auténtico o no, y ante ello, sólo podía defenderme. – se excusó la orgullosa Alta Encantadora. Una vez lista. Tendrían que recorrer todos los sótanos inferiores, que no eran precisamente pequeños, para dar de nuevo con la manera de llegar arriba. – Debo decirte, Níniel, que de nuevo tu labor ha sido clave. La Logia tiene una gran suerte contando contigo entre sus filas. – sonrió. – Quizás deberíamos plantearte un ascenso… La Logia lleva tiempo necesitando una nueva Alta Encantadora. – esbozó una tímida sonrisa. – Debería convencer a Abbey, aunque será lo más difícil. – Y es que la hechicera de hielo tenía un carácter bastante diferente al de Fireheart. Y aunque no se podía decir que se llevase bien con Níniel… Digamos que no le gustaba que la gente tuviese su categoría. – A todas estas… ¿Cómo lo habéis descubierto? – preguntó.
Aún les llevaría unos minutos volver al salón principal. Ya mucho más abarrotado de sirvientes de palacio y guardias. El chambelán, la reina Katrina y el príncipe Rigobert, encarnizaban la escena. Lucy miró seria a Rigobert. Éste ya había encargado a los caballeros dragón que accedieran al edificio y pasaran a encarcelar al susodicho. Su madre también había ordenado a los médicos de palacio que atendiesen a su hermana. La chamana, en calidad de experta, y Virgo, su gran amigo, habían ido con ella, a su habitación.
Níniel: Entramos en la parte del epílogo. ¡Excelente elección! ¡Has dado con el verdadero Lachance y has resuelto el misterio del regicida! El destino de Dundarak podría haber sido muy diferente de haberte equivocado. Pero has conseguido traer la paz al Reino de Dundarak. Ya era hora de que algo saliera bien. Este puede ser un buen turno para sincerarte con Lucy acerca del panorama político y personal y cuestionarle tus dudas. Lucy quedará con el príncipe Rigobert y la reina Katrina. Pero tú puedes decidir acompañar a la encantadora en este momento o ir a comprobar el estado de salud de Henrietta a su habitación. Donde Virgo y la chamana esperan. Puedes utilizar a cualquiera de ellos.
Sin embargo, por diversos motivos la elfa dedujo que éste era, en realidad, Lachance. Su intuición no la había traicionado. Bien hizo la astuta sacerdotisa en detener al tipo. Efectivamente, el auténtico Rigobert se había ensuciado la armadura. Y lejos de llevarse a su hermana, cargaría contra el impostor que estaba imitándolo.
Ante el convencimiento de la elfa, la chamana no tardó en, encorvada como acostumbraba, reptar hasta la posición del falso Rigobert y aplicar sus remedios sobre el inconsciente. Olfateó al tipo. Cuando ya se sintió segura de que aquel tipo no olía a rey, vertió un extraño líquido verde de un vial sobre el rostro del inconsciente que, rápidamente, se dejó ver en su forma natural.
-Astuta. Muy astuta tú… Elfa. – dijo la seria chamana mirando a la elfa. – Quería alejar a la princesa y que fuésemos nosotros quienes despachásemos a su hermano… Pero mal ha salido su estrategia. – afirmó. Acariciando el rostro de la pequeña, aún en un avanzado estado febril.
-Joder. Es que… ¡Es horrible! – pensó Virgo. - ¿Ese tipo me ha besado? ¡Puaj!– preguntó. Ahora más horrorizado al ver el verdadero rostro de Lachance. Él había sido quien, en realidad, le había robado un beso. Bueno, él preferiría seguir quedándose con que había sido con la Alta Encantadora.
Níniel ordenó al sacerdote cargar con la princesa y a la chamana y al elfo con Lachance. La chamana se desentendió del asunto y ordenó al muchacho cargar con él. Virgo - ¿Por qué yo? – protestó. – Creo que tendré que inventar algo que cargue. - Ahora tenían que dar con el príncipe y con Lucy antes de que se mataran entre ellos.
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Cuando la elfa y el grupo llegaron a la capilla, Lucy yacía en el piso inferior. Y Rigobert se regodeaba de su gran triunfo. Su espada brillaba. Mostrando signos del gran poder que ésta tenía. El todavía príncipe señaló al grupo, desafiante.
-¡Llegáis tarde, vasallos! Parece mentira que tenga que ser yo el que tenga que solucionar las cosas. ¡He capturado a Lachance! – Bramaba golpeándose en el pecho orgulloso, mientras señalaba al fondo donde Lucy tosía el humo tragado por la rotura del piso.
-Qué va. Lachance está aquí. – negó un serio Virgo señalando al hombre que arrastraba por la pata.
Rigobert miró sorprendido al elfo, envainó su espada y se dirigió a donde se encontraba el supuesto Lachance. Miró a los ojos al hombre que había matado a su padre. Luego vio a su hermana desmayada en los brazos del párroco. Preguntó por ella. La chamana asintió y el príncipe volvió a lo que verdaderamente importaba. Wolfgang Lachance.
-Se le encerrará en el calabozo hasta que despierte. Luego, lo miraré a los ojos antes de despiezarle yo mismo. – sentenció el príncipe con odio. Casi fuego, en sus ojos. Rigobert era un hombre impulsivo y rencoroso.
En cuanto a Lucy, ésta estaba siendo atendida por Níniel en el piso inferior. Las curaciones de la elfa no tardaron en hacer efecto a la bruja. Ese hilillo de sangre que recorría su labio no le gustaba nada. Quedaba horrible en su siempre impoluta cara.
-Podría haber incinerado a ese mocoso engreído. – susurró Lucy a Níniel en confianza, sin ser escuchados. – Pero no estaba segura si era el auténtico o no, y ante ello, sólo podía defenderme. – se excusó la orgullosa Alta Encantadora. Una vez lista. Tendrían que recorrer todos los sótanos inferiores, que no eran precisamente pequeños, para dar de nuevo con la manera de llegar arriba. – Debo decirte, Níniel, que de nuevo tu labor ha sido clave. La Logia tiene una gran suerte contando contigo entre sus filas. – sonrió. – Quizás deberíamos plantearte un ascenso… La Logia lleva tiempo necesitando una nueva Alta Encantadora. – esbozó una tímida sonrisa. – Debería convencer a Abbey, aunque será lo más difícil. – Y es que la hechicera de hielo tenía un carácter bastante diferente al de Fireheart. Y aunque no se podía decir que se llevase bien con Níniel… Digamos que no le gustaba que la gente tuviese su categoría. – A todas estas… ¿Cómo lo habéis descubierto? – preguntó.
Aún les llevaría unos minutos volver al salón principal. Ya mucho más abarrotado de sirvientes de palacio y guardias. El chambelán, la reina Katrina y el príncipe Rigobert, encarnizaban la escena. Lucy miró seria a Rigobert. Éste ya había encargado a los caballeros dragón que accedieran al edificio y pasaran a encarcelar al susodicho. Su madre también había ordenado a los médicos de palacio que atendiesen a su hermana. La chamana, en calidad de experta, y Virgo, su gran amigo, habían ido con ella, a su habitación.
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Níniel: Entramos en la parte del epílogo. ¡Excelente elección! ¡Has dado con el verdadero Lachance y has resuelto el misterio del regicida! El destino de Dundarak podría haber sido muy diferente de haberte equivocado. Pero has conseguido traer la paz al Reino de Dundarak. Ya era hora de que algo saliera bien. Este puede ser un buen turno para sincerarte con Lucy acerca del panorama político y personal y cuestionarle tus dudas. Lucy quedará con el príncipe Rigobert y la reina Katrina. Pero tú puedes decidir acompañar a la encantadora en este momento o ir a comprobar el estado de salud de Henrietta a su habitación. Donde Virgo y la chamana esperan. Puedes utilizar a cualquiera de ellos.
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Re: Princeps Draconis [Mastereado - Níniel]
Viendo la cantidad de destrozos que la capilla había sufrido y el hundimiento de buena parte de los suelos del lugar, cualquiera habría dado por supuesto un funesto desenlace para la gran encantadora Fireheart. Su estado al llegar hasta ella, allí bajo el derrumbe, tendida en el suelo y sangrando, tampoco ayudaban a calmar los corazones de nadie de los allí presentes, salvo el del príncipe, al cual por lo visto poco o nada le importaba saber que había atacado a una persona inocente. Ni siquiera se interesó por ella tras desvelarse su gran error. Sencillamente siguió actuando como si tal cosa, allí a unos metros sobre sus cabezas.
Por suerte y gracias a los dioses, desde luego no a las atenciones de aquel aborto de candidato al trono, Lucy no estaba tan mal como había podido parecer. De algún modo, seguramente gracias a sus habilidades o a que todos aquellos daños a las estructuras parecían mucho más aparatosas de lo que realmente eran, sus heridas apenas revestían importancia. Al menos desde el punto de vista de Níniel y sus habilidades sanadoras. Tras un breve lapso de tiempo la pelirroja se encontraba ya como nueva, aunque por desgracia la magia de la sacerdotisa no afectaba ni a sus ropas ni a su peinado. Tendría que cambiarse para poder volver a ser la Lucy de siempre, pero pocas mujeres podrían jactarse de mantenerse tan arrebatadoras tras sobrevivir a un derrumbe.
-No me cabe duda.- Aceptó las palabras de la bruja sin que hubiese en su tono atisbo alguno de duda o recochineo. Níniel conocía su poder y poco importaba el que pudiera haber esgrimido aquel dragón imberbe contra ella, de haberse esforzado al máximo la mitad de aquel palacio sería a esas alturas una ruina calcinada. -Me resulta increíble que la situación llegara a esos extremos, con lo sencillo que hubiese sido confirmar tu identidad...¿En qué estaba pensando? Tendrá suerte si el gran inquisidor no eleva una queja al consejo...o peor aún, a su madre.- Se permitió decir mientras avanzaban por aquellos sótanos, recordando el ridículo modo en el que el príncipe cayera del caballo solo ante la aparición de su muy noble progenitora.
-Alta encantadora...ese sería todo un ascenso. De hecho sería un rango superior al que mi madre ostentó en su día.- Meditó la peliblanca recordando que su madre también había pertenecido a la Logia durante su juventud, antes de tener que ocupar su puesto en Veyond y dejar atrás más de un siglo de aventuras fuera del bosque. -Me pregunto si Abbey estará bien. No la he visto desde el festival de invierno...-Reflexionó la sacerdotisa sin rencor alguno hacia la otra gran encantadora. Su carácter era...bueno frío y cortante como el hielo, además de ser bastante orgullosa. Pero la respetaba como persona y como oficial de la Logia, por mucho que la enviara a algunas misiones que...
-Pues se podría decir que los dioses nos han sonreído. Cuando Virgo me contó cómo os habíais separado me temí lo peor. Pero cuando bajamos uno de sus dragones-ojo captó parte de tu enfrentamiento con el príncipe en la capilla y un segundo Rigobert apareció ante nosotros... Eso eliminó la mayoría de variables; uno de los dos debía ser el falso. Cuando el que teníamos delante renunció a luchar por cuidar de su hermana...No dudé y le aticé. A lo mejor me pasé un poco, pero ya despertará en un par de horas.- Resumió la peliblanca a su superiora, la cual no pudo contener su asombro al saber que había sido ella la que había dejado fuera de combate al licántropo, y de un golpe además. -Fue una suerte, podríamos haber tardado mucho más en desenmascarar al enemigo sin aquella coincidencia. Todo por culpa de Rigobert. De hecho también tiene mucha de la culpa de que la princesa fuese envenenada. No, tranquila, solo necesita reposo.- Añadió y tranquilizó la joven a la bruja, narrando la aparición de Virgo y todo aquel asunto del vial ponzoñoso. -Suya por separarse y darle la oportunidad al enemigo, y de Virgo por dejarse engañar de ese modo. Hombres...- Terminó de decir la joven mientras la pareja se acercaba ya a las escaleras que ascendían hasta la planta principal, y aquella última palabra ambas la pronunciaron al unísono, sonriendo con complicidad.
Pronto se encontrarían con un par de caballeros dragón que las acompañarían junto al resto. Aunque a esas alturas la princesa Henrietta había sido llevada a sus habitaciones para que descansara y Virgo y la chamana habían ido con ella.
-Ah, aquí están. Gracias a vosotras, gracias a la Logia, la muerte de mi esposo ha sido aclarada. Ahora siento que su espíritu puede volar libre hasta el hogar de nuestros ancestros.- Agradeció la reina, quién parecía haberse quitado un enorme peso de encima ahora que aquel asunto había sido resuelto. Sin duda saber la verdad, aunque doloroso en parte, también ayudaba a aliviar el sentimiento de pérdida al saber que podría hacerse justicia.
-Ese malnacido no podrá volver a hacerle daño a nadie con sus insidiosas habilidades. Espero que una vez despierte podamos sonsacarle hasta el último ápice de verdad. Saber cuál era su plan al completo, por qué lo hizo y para quién. A lo mejor así al menos podremos sacar algo de esta desgracia más allá de la justicia.- Respondió la joven tras realizar las reverencias apropiadas a cada una de las figuras de la familia real. Por supuesto la inclinación ante la reina mucho más profunda que la dedicada a su hijo.
-Nos encargaremos de eso, puedes estar segura. Lady Fireheart, si me permite unos instantes, me gustaría hablar de lo ocurrido en la capilla...-Diría a continuación la reina. Quizá hubiese escuchado una versión poco convincente de parte de su hijo, y era de sabios confirmar las historias si se tenía la ocasión. ¿Aprovecharía la encantadora para meter en un lío al príncipe o por el contrario estaba dispuesta a perdonar el incidente? En cualquier caso un informe verídico no iba a dejar a Rigobert en muy buen lugar.
-Con su permiso, altezas, gran encantadora, me gustaría ir a ver a la princesa y atenderla.-Se disculpó entonces la sacerdotisa, recibiendo el beneplácito para ir escaleras arriba para ver a Henrietta. Quería asegurarse de que no necesitaba una dosis extra de antídoto y ayudarla a recuperarse cuanto antes con el resto de sus habilidades.
-Estúpidas escaleras.-Musitaría al comenzar nuevamente su ascenso. Aunque con el enemigo entre rejas, aquella vez a la elfa todos aquellos escalones se le hicieron mucho más llevaderos que las veces anteriores.
Por suerte y gracias a los dioses, desde luego no a las atenciones de aquel aborto de candidato al trono, Lucy no estaba tan mal como había podido parecer. De algún modo, seguramente gracias a sus habilidades o a que todos aquellos daños a las estructuras parecían mucho más aparatosas de lo que realmente eran, sus heridas apenas revestían importancia. Al menos desde el punto de vista de Níniel y sus habilidades sanadoras. Tras un breve lapso de tiempo la pelirroja se encontraba ya como nueva, aunque por desgracia la magia de la sacerdotisa no afectaba ni a sus ropas ni a su peinado. Tendría que cambiarse para poder volver a ser la Lucy de siempre, pero pocas mujeres podrían jactarse de mantenerse tan arrebatadoras tras sobrevivir a un derrumbe.
-No me cabe duda.- Aceptó las palabras de la bruja sin que hubiese en su tono atisbo alguno de duda o recochineo. Níniel conocía su poder y poco importaba el que pudiera haber esgrimido aquel dragón imberbe contra ella, de haberse esforzado al máximo la mitad de aquel palacio sería a esas alturas una ruina calcinada. -Me resulta increíble que la situación llegara a esos extremos, con lo sencillo que hubiese sido confirmar tu identidad...¿En qué estaba pensando? Tendrá suerte si el gran inquisidor no eleva una queja al consejo...o peor aún, a su madre.- Se permitió decir mientras avanzaban por aquellos sótanos, recordando el ridículo modo en el que el príncipe cayera del caballo solo ante la aparición de su muy noble progenitora.
-Alta encantadora...ese sería todo un ascenso. De hecho sería un rango superior al que mi madre ostentó en su día.- Meditó la peliblanca recordando que su madre también había pertenecido a la Logia durante su juventud, antes de tener que ocupar su puesto en Veyond y dejar atrás más de un siglo de aventuras fuera del bosque. -Me pregunto si Abbey estará bien. No la he visto desde el festival de invierno...-Reflexionó la sacerdotisa sin rencor alguno hacia la otra gran encantadora. Su carácter era...bueno frío y cortante como el hielo, además de ser bastante orgullosa. Pero la respetaba como persona y como oficial de la Logia, por mucho que la enviara a algunas misiones que...
-Pues se podría decir que los dioses nos han sonreído. Cuando Virgo me contó cómo os habíais separado me temí lo peor. Pero cuando bajamos uno de sus dragones-ojo captó parte de tu enfrentamiento con el príncipe en la capilla y un segundo Rigobert apareció ante nosotros... Eso eliminó la mayoría de variables; uno de los dos debía ser el falso. Cuando el que teníamos delante renunció a luchar por cuidar de su hermana...No dudé y le aticé. A lo mejor me pasé un poco, pero ya despertará en un par de horas.- Resumió la peliblanca a su superiora, la cual no pudo contener su asombro al saber que había sido ella la que había dejado fuera de combate al licántropo, y de un golpe además. -Fue una suerte, podríamos haber tardado mucho más en desenmascarar al enemigo sin aquella coincidencia. Todo por culpa de Rigobert. De hecho también tiene mucha de la culpa de que la princesa fuese envenenada. No, tranquila, solo necesita reposo.- Añadió y tranquilizó la joven a la bruja, narrando la aparición de Virgo y todo aquel asunto del vial ponzoñoso. -Suya por separarse y darle la oportunidad al enemigo, y de Virgo por dejarse engañar de ese modo. Hombres...- Terminó de decir la joven mientras la pareja se acercaba ya a las escaleras que ascendían hasta la planta principal, y aquella última palabra ambas la pronunciaron al unísono, sonriendo con complicidad.
Pronto se encontrarían con un par de caballeros dragón que las acompañarían junto al resto. Aunque a esas alturas la princesa Henrietta había sido llevada a sus habitaciones para que descansara y Virgo y la chamana habían ido con ella.
-Ah, aquí están. Gracias a vosotras, gracias a la Logia, la muerte de mi esposo ha sido aclarada. Ahora siento que su espíritu puede volar libre hasta el hogar de nuestros ancestros.- Agradeció la reina, quién parecía haberse quitado un enorme peso de encima ahora que aquel asunto había sido resuelto. Sin duda saber la verdad, aunque doloroso en parte, también ayudaba a aliviar el sentimiento de pérdida al saber que podría hacerse justicia.
-Ese malnacido no podrá volver a hacerle daño a nadie con sus insidiosas habilidades. Espero que una vez despierte podamos sonsacarle hasta el último ápice de verdad. Saber cuál era su plan al completo, por qué lo hizo y para quién. A lo mejor así al menos podremos sacar algo de esta desgracia más allá de la justicia.- Respondió la joven tras realizar las reverencias apropiadas a cada una de las figuras de la familia real. Por supuesto la inclinación ante la reina mucho más profunda que la dedicada a su hijo.
-Nos encargaremos de eso, puedes estar segura. Lady Fireheart, si me permite unos instantes, me gustaría hablar de lo ocurrido en la capilla...-Diría a continuación la reina. Quizá hubiese escuchado una versión poco convincente de parte de su hijo, y era de sabios confirmar las historias si se tenía la ocasión. ¿Aprovecharía la encantadora para meter en un lío al príncipe o por el contrario estaba dispuesta a perdonar el incidente? En cualquier caso un informe verídico no iba a dejar a Rigobert en muy buen lugar.
-Con su permiso, altezas, gran encantadora, me gustaría ir a ver a la princesa y atenderla.-Se disculpó entonces la sacerdotisa, recibiendo el beneplácito para ir escaleras arriba para ver a Henrietta. Quería asegurarse de que no necesitaba una dosis extra de antídoto y ayudarla a recuperarse cuanto antes con el resto de sus habilidades.
-Estúpidas escaleras.-Musitaría al comenzar nuevamente su ascenso. Aunque con el enemigo entre rejas, aquella vez a la elfa todos aquellos escalones se le hicieron mucho más llevaderos que las veces anteriores.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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