[Epílogo] El Inquisidor [Níniel-Vincent]
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[Epílogo] El Inquisidor [Níniel-Vincent]
Vincent, Pipa y Lucy hicieron bastante ruido a la hora de sacar a la criatura de su escondrijo bajo la nieve en la que ésta había descansado. Por fortuna, a aquellas horas apenas había nadie despierto, y menos después de que la mayoría de la gente se quedase a escuchar la larga historia de Vincent. La ignorancia haría el resto, haciendo que muchos lo confundiesen con un dragón como los que surcaban los cielos de la llanura cada día.
-Esperemos que Níniel haya podido fabricar la poción. No quiero ni plantear la posibilidad de tener que volver por los ingredientes. – rogaba Lucy en aquella mañana fría mañana invernal a Pipa y Vincent, con quienes surcaba los cielos a lomos del argentavis, rumbo a Dundarak. El sol brillaba en lo más alto de un firmamento completamente despejado, sin una nube en el horizonte. Los únicos cirrocúmulos se aglutinaban misteriosamente en las montañas, concretamente alrededor del pico más alto de la cordillera, al que irían tras recoger a la elfa en la torre de la Logia y cuya cima permanecía invisible por la presencia de niebla y nubes. La encantadora perdía la mirada en las altas montañas en las que concluía la llanura nevada, observando con preocupación el extraño fenómeno. – Allí es donde está el Inquisidor. Espero que no esté pasando nada extraño. – deseaba en voz alta.
La reportera, dueña y señora de aquella majestuosa ave biocibernética, prefería tomárselo con más filosofía. – Es normal que se las nubes se acumulen en las montañas. – quitaba para tratar de restar importancia al asunto, aunque ella no gozaba de la experiencia de Níniel. - ¿No crees, Vincent? – le preguntó.
En algo menos de una hora Níniel, desde la torre, junto al también miembro de la logia, Reginald y la segunda de las encantadoras, Abigail o “Abbey”, permanecían expectantes la llegada de los buscadores, que aterrizaron en una planicie justo a la entrada de la torre, justo sobre Dundarak.
-Ahí vienen. – declaró Abbey, tan seria como de costumbre, sin un atisbo de alegría. Tal vez su relación con el hielo influyera. Parecía que aquella mujer odiaba en general al mundo, algo extraño para una joven que apenas había alcanzado la mayoría de edad. – Lucy, Vincent ¿estáis bien? Níniel me ha contado vuestras penurias. – preguntó, y fijó su rostro en Pipa. Se rascó las narices, no muy convencida. Pero no le dirigió la palabra a la reportera, que nada más aterrizar sacó su libreta y se puso a apuntar y dibujar cosas de todo cuanto veía, totalmente ajena a la conversación, como si la cosa no fuera con ella. A ella sólo le interesaban los artículos.
-Estamos bien, Abbey, gracias por preocuparte. – preguntó Lucy con una sonrisa un tanto forzada, girando la vista hacia la elfa. - ¿Has conseguido la poción, Níniel?
-Sí, lo ha hecho. – contestó Abbey por la ella. – Y ahora subiré con ellos.
-¿Qué? – preguntó Lucy. - ¿Y eso por qué?
-¿Acaso no ves la espesa niebla que cubre la montaña esta mañana? Esos colores no son augurio de nada bueno. – preguntó retóricamente y de mala gana, señalando la montaña con su báculo sobre cuya punta levitaba una esquirla de hielo. – Y tú no tienes capacidad para manejar el hielo, la nieve o la ventisca en tu favor. Debo ser yo quien suba. Sabes que me desenvolveré mejor. – indicó la encantadora más joven, señalándose.
-No dudo que el frío es tu territorio, Abigail, pero he sido yo la que ha hecho todo el trabajo, no es justo que seas tú la que tenga el honor de despertar al inquisidor. – protestó la encantadora de fuego. – Debes dejarme intentarlo.
Viendo la discusión estúpida que se estaba formando en la plaza, Reginald intervino. Antes de que ambas líderes del gremio llegasen a las manos o a algo peor.
-¡Excelentísimas encantadoras! No discutan por nimiedades. – discutió Reginald. – Que sean Vincent y Níniel quienes decidan, sólo ellos pueden darnos una visión objetiva de quién consideran más adecuada o con quién tienen más confianza.
-¿Desde cuándo se permite a los novatos tomar decisiones? ¿Mandar por encima de las Altas Encantadoras? - preguntó Abbey con cierta soberbia y enfadada.
-Desde que somos una comunidad democrática en ausencia del inquisidor. – reprochó – Y, sobretodo, porque quien ha fabricado la poción es quien manda. – insistió, mirando a Níniel.
El argentavis únicamente podría cargar con cuatro personas. Y los puestos de Pipa, por ser la conductora, Níniel, por ser la que sabía la dosis que se debía suministrar y era la autora de la poción y Vincent, como fuerte protector del grupo, estaban ocupados. Únicamente habría una opción para una de las dos encantadoras que se peleaban por el asiento restante.
* * * * * * * * * * *
Este será un epílogo muy breve, no más de cuatro o cinco turnos, en el que lograréis despertar al inquisidor y cumplir vuestra misión inicial. Pero no por ello estaréis libres de peligro, de hecho, esas nubes que se han acumulado en torno a la cordillera esta mañana no parecen ser augurio de nada bueno, como bien indica Abbey.
En este primer turno deberéis elegir llevar a Abbey o Lucy con vosotros. Abbey os proporcionará mejor solvencia en combate al encontrarse en su medio, pero Lucy algo más de capacidad de diálogo, confianza y podéis decidir seguir siéndole fiel. No sabéis que cualidades os serán más útiles arriba. Aunque os adelanto que ninguna os librará seguro de salir ilesas de la misma. La encantadora que suba correrá el riesgo.
Una vez decidáis quién os acompaña describid vuestro trayecto por la niebla y vuestras impresiones en la misma. Sentiréis un malestar en el momento en que entréis en ella.
-Esperemos que Níniel haya podido fabricar la poción. No quiero ni plantear la posibilidad de tener que volver por los ingredientes. – rogaba Lucy en aquella mañana fría mañana invernal a Pipa y Vincent, con quienes surcaba los cielos a lomos del argentavis, rumbo a Dundarak. El sol brillaba en lo más alto de un firmamento completamente despejado, sin una nube en el horizonte. Los únicos cirrocúmulos se aglutinaban misteriosamente en las montañas, concretamente alrededor del pico más alto de la cordillera, al que irían tras recoger a la elfa en la torre de la Logia y cuya cima permanecía invisible por la presencia de niebla y nubes. La encantadora perdía la mirada en las altas montañas en las que concluía la llanura nevada, observando con preocupación el extraño fenómeno. – Allí es donde está el Inquisidor. Espero que no esté pasando nada extraño. – deseaba en voz alta.
La reportera, dueña y señora de aquella majestuosa ave biocibernética, prefería tomárselo con más filosofía. – Es normal que se las nubes se acumulen en las montañas. – quitaba para tratar de restar importancia al asunto, aunque ella no gozaba de la experiencia de Níniel. - ¿No crees, Vincent? – le preguntó.
En algo menos de una hora Níniel, desde la torre, junto al también miembro de la logia, Reginald y la segunda de las encantadoras, Abigail o “Abbey”, permanecían expectantes la llegada de los buscadores, que aterrizaron en una planicie justo a la entrada de la torre, justo sobre Dundarak.
-Ahí vienen. – declaró Abbey, tan seria como de costumbre, sin un atisbo de alegría. Tal vez su relación con el hielo influyera. Parecía que aquella mujer odiaba en general al mundo, algo extraño para una joven que apenas había alcanzado la mayoría de edad. – Lucy, Vincent ¿estáis bien? Níniel me ha contado vuestras penurias. – preguntó, y fijó su rostro en Pipa. Se rascó las narices, no muy convencida. Pero no le dirigió la palabra a la reportera, que nada más aterrizar sacó su libreta y se puso a apuntar y dibujar cosas de todo cuanto veía, totalmente ajena a la conversación, como si la cosa no fuera con ella. A ella sólo le interesaban los artículos.
-Estamos bien, Abbey, gracias por preocuparte. – preguntó Lucy con una sonrisa un tanto forzada, girando la vista hacia la elfa. - ¿Has conseguido la poción, Níniel?
-Sí, lo ha hecho. – contestó Abbey por la ella. – Y ahora subiré con ellos.
-¿Qué? – preguntó Lucy. - ¿Y eso por qué?
-¿Acaso no ves la espesa niebla que cubre la montaña esta mañana? Esos colores no son augurio de nada bueno. – preguntó retóricamente y de mala gana, señalando la montaña con su báculo sobre cuya punta levitaba una esquirla de hielo. – Y tú no tienes capacidad para manejar el hielo, la nieve o la ventisca en tu favor. Debo ser yo quien suba. Sabes que me desenvolveré mejor. – indicó la encantadora más joven, señalándose.
-No dudo que el frío es tu territorio, Abigail, pero he sido yo la que ha hecho todo el trabajo, no es justo que seas tú la que tenga el honor de despertar al inquisidor. – protestó la encantadora de fuego. – Debes dejarme intentarlo.
Viendo la discusión estúpida que se estaba formando en la plaza, Reginald intervino. Antes de que ambas líderes del gremio llegasen a las manos o a algo peor.
-¡Excelentísimas encantadoras! No discutan por nimiedades. – discutió Reginald. – Que sean Vincent y Níniel quienes decidan, sólo ellos pueden darnos una visión objetiva de quién consideran más adecuada o con quién tienen más confianza.
-¿Desde cuándo se permite a los novatos tomar decisiones? ¿Mandar por encima de las Altas Encantadoras? - preguntó Abbey con cierta soberbia y enfadada.
-Desde que somos una comunidad democrática en ausencia del inquisidor. – reprochó – Y, sobretodo, porque quien ha fabricado la poción es quien manda. – insistió, mirando a Níniel.
El argentavis únicamente podría cargar con cuatro personas. Y los puestos de Pipa, por ser la conductora, Níniel, por ser la que sabía la dosis que se debía suministrar y era la autora de la poción y Vincent, como fuerte protector del grupo, estaban ocupados. Únicamente habría una opción para una de las dos encantadoras que se peleaban por el asiento restante.
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Este será un epílogo muy breve, no más de cuatro o cinco turnos, en el que lograréis despertar al inquisidor y cumplir vuestra misión inicial. Pero no por ello estaréis libres de peligro, de hecho, esas nubes que se han acumulado en torno a la cordillera esta mañana no parecen ser augurio de nada bueno, como bien indica Abbey.
En este primer turno deberéis elegir llevar a Abbey o Lucy con vosotros. Abbey os proporcionará mejor solvencia en combate al encontrarse en su medio, pero Lucy algo más de capacidad de diálogo, confianza y podéis decidir seguir siéndole fiel. No sabéis que cualidades os serán más útiles arriba. Aunque os adelanto que ninguna os librará seguro de salir ilesas de la misma. La encantadora que suba correrá el riesgo.
Una vez decidáis quién os acompaña describid vuestro trayecto por la niebla y vuestras impresiones en la misma. Sentiréis un malestar en el momento en que entréis en ella.
Ger
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Re: [Epílogo] El Inquisidor [Níniel-Vincent]
En algún momento de la larga y fría noche anterior, Níniel había terminado por ser derrotada por el cansancio incluso a pesar de la poción restauradora que había tomado más por necesidad que por gusto. Sóla, y con la luz que emitía la vermis que tanto cariño parecía haberle cogido como ayuda para no tropezar con los escalones, había acabado subiendo las escaleras de caracol de la torre de la logia con paso lento y pesado para una vez en su habitación dejarse caer sobre su mullida cama como un saco de patatas, quedándose dormida casi en el acto y sin haberse quitado ni las ropas ni las botas siquiera. Hacía tiempo que no dormía tan profundamente, y desde luego era un descanso merecido.
Había sido un día muy pero que muy largo, con muchas millas recorridas bajo un clima de lo más desafiante y muchos peligros que habían tenido suerte de haber vencido saliendo bastante bien parados para la magnitud del riesgo asumido. Cualquiera estaría agotado tras algo así. Quizá por ello que la alta encantadora la despertara tan temprano para recibir el informe de su misión cuando aún debían de faltar unas horas para que el resto de sus compañeros llegaran hasta allí a lomos del argentavis no fue algo que la colmara de alegría y satisfacción precisamente. ¿Es que esa mujer era ajena a la piedad? ¿Acaso solo funcionaba de manera totalmente racional y movida por intereses meramente prácticos? Níniel era una joven responsable y diligente, pero Abbey era como un témpano, siempre, con amigos y enemigos por igual.
En cualquier caso, no pudo decirle que no a la tensai, era su superiora y además entendía que quisiera enterarse de todo cuanto antes debido a la importancia de la misión que les ocupaba. Puede, solo puede, que las horas de sueño que le había dejado por escasas que estas hubiesen sido fueran en sí mismas un signo de cierta deferencia hacia la elfa y su trabajo...O puede que Níniel solo quisiera pensar así para sentir que con todo lo que había hecho allí era al menos bien valorada por ella.
-Enseguida salgo.- Dijo alzando la voz para ser oída a través de la puerta cerrada de la habitación.
La joven se levantó de la cama y se permitió un amplio bostezo mientras se estiraba de forma felina, acercándose a continuación a su pequeño tocador para limpiarse un poco y desperezarse con el agua fría que tenía en una gran jarra tras verter una buena cantidad en una pequeña palangana. Aquello tendría que bastar a falta de tiempo para un buen baño con sales perfumadas por desgracia, y tras ello la elfa salió de la habitación, acompañando a Abbey hasta el comedor donde la puso al tanto de todo lo ocurrido mientras desayunaban, algo que Níniel agradeció pues al final con todo lo ocurrido no había comido nada desde una frugal comida a base de pan del camino la tarde anterior.
-Y eso es todo. Lamentablemente el destino de aquella gente no está en nuestras manos. Quizá las autoridades del norte puedan hacer algo por ellos. Puede que con la ayuda de los Biocibernéticos de Verisar. La verdad es que me preocupa que pueda haber más de esos refugios ocultos por Aerandir. Esta vez hemos tenido suerte, quizá la próxima no tengamos tanta y esto acabe como hace un siglo. Ruego a los dioses para que nos guarden de algo así.- Terminó de explicar la sacerdotisa a una Abbey que había permanecido impasible mientras escuchaba todo el relato, mostrando únicamente algo diferente al estoicismo al ver con sus propios ojos los dos pequeños viales de la potente pócima que Níniel había preparado para el inquisidor y la descripción de sus efectos.
-Alta encantadora.- Pronunció entonces la voz de Reginald como proveniente de las propias paredes de la torre gracias al efecto de ciertas runas. - Algo muy grande se acerca volando desde la llanura. Parece que es la alta encantadora Fireheart y el resto de su grupo.- Informó. Palabras que fueron confirmadas por la peliblanca para que Abbey no tuviera dudas de que ese enorme pájaro de metal que se acercaba era el famoso argentavis de su informe y no un enemigo.
Ambas se levantaron y acudieron a buen paso hasta la entrada de la torre, escaleras abajo, donde se reunieron con un entusiasmado Reginald que parecía realmente emocionado por la situación que se estaba desarrollando, y es que rara vez se tiene la ocasión de ver algo como aquel "dios máquina". Níniel salió al exterior bien abrigada y tapada hasta las orejas, Regi también llevaba puesto un grueso abrigo, pero la alta encantadora iba mucho más ligera de ropa debido a su falta de necesidad de tales prendas para combatir las bajas temperaturas debido a su útil afinidad elemental, algo que tenía en común con Lucy.
Desde ese momento en adelante Abbey llevó la conversación por completo. Tanto de hecho que incluso parecía dispuesta a responder por ella a las preguntas que los demás le hicieran con respecto a la poción y a todo lo demás. Aquello resultaba molesto por múltiples razones, aunque la mayor de ellas es que Níniel sintió que volvía a ser la niñita pequeña que necesitaba que su madre o su prima Chandra, un par de años mayor, respondieran por ella. Por los dioses, si debían de ser de la misma edad...Claro que aquello cambió cuando por alguna extraña razón ambas encantadoras se enzarzaron en una discusión absurda que acabó con la desautorización por parte de Reginald de las altas encantadoras y puso a Níniel al cargo de resolver tal disputa.
Aquel hombre estaba loco. ¿Cómo se le ocurría decir tal cosa y ponerla, aunque solo fuera momentáneamente al frente? ¿Acaso quería que aquellas brujas la tomaran con ella? ¿Qué bobada era esa de que la logia era una democracia en ausencia del gran inquisidor? Las altas encantadoras estaban al mando, y si no estaba ninguna de ellas Geralt debía ser quién tratara de liderarlos...Y si ellas no se ponían de acuerdo, Geralt no estaba y no había nadie más...Pues el marrón se lo encasquetaban a quien fuera por cualquier excusa, aunque fuera tan endeble como estar al mando por haber creado la poción clave. Le había tocado a ella y ahora no tenía opción más que responder, pero ya ajustaría cuentas con Regi ya.
-Antes que todo recalcaré que si fuera posible iría con ambas. De hecho bastaría con decirle a Pipa que inste al Argentavis a obedecernos a los demás y problema solucionado. No me mires así Pipa, sé que te mueres por venir pero sería lo más óptimo y seguir poniéndote en riesgo es algo que no me gusta. No lo hago porque no te aprecie si no por todo lo contrario. No obstante, ya que seguramente esa cosa pueda darnos problemas si no es Pipa quien le dice las cosas directamente, pues a saber como funciona exactamente esa tecnología humana...- Miró a Vincent para ver si con algún gesto le indicaba su opinión al respecto para asegurarse. -Creo que quien debe venir es Lucy. Su compenetración con Vincent para reforzarse mutuamente es impresionante y allí arriba vamos a necesitar sus habilidades para no morir congelados. Puede que Abbey se maneje mejor allí, pero sin Lucy los demás solo estorbaremos y eso al final nos restará eficacia.- Fue su veredicto, razonado con la esperanza de que Abbey no le guardara rencor por ello.
Había sido un día muy pero que muy largo, con muchas millas recorridas bajo un clima de lo más desafiante y muchos peligros que habían tenido suerte de haber vencido saliendo bastante bien parados para la magnitud del riesgo asumido. Cualquiera estaría agotado tras algo así. Quizá por ello que la alta encantadora la despertara tan temprano para recibir el informe de su misión cuando aún debían de faltar unas horas para que el resto de sus compañeros llegaran hasta allí a lomos del argentavis no fue algo que la colmara de alegría y satisfacción precisamente. ¿Es que esa mujer era ajena a la piedad? ¿Acaso solo funcionaba de manera totalmente racional y movida por intereses meramente prácticos? Níniel era una joven responsable y diligente, pero Abbey era como un témpano, siempre, con amigos y enemigos por igual.
En cualquier caso, no pudo decirle que no a la tensai, era su superiora y además entendía que quisiera enterarse de todo cuanto antes debido a la importancia de la misión que les ocupaba. Puede, solo puede, que las horas de sueño que le había dejado por escasas que estas hubiesen sido fueran en sí mismas un signo de cierta deferencia hacia la elfa y su trabajo...O puede que Níniel solo quisiera pensar así para sentir que con todo lo que había hecho allí era al menos bien valorada por ella.
-Enseguida salgo.- Dijo alzando la voz para ser oída a través de la puerta cerrada de la habitación.
La joven se levantó de la cama y se permitió un amplio bostezo mientras se estiraba de forma felina, acercándose a continuación a su pequeño tocador para limpiarse un poco y desperezarse con el agua fría que tenía en una gran jarra tras verter una buena cantidad en una pequeña palangana. Aquello tendría que bastar a falta de tiempo para un buen baño con sales perfumadas por desgracia, y tras ello la elfa salió de la habitación, acompañando a Abbey hasta el comedor donde la puso al tanto de todo lo ocurrido mientras desayunaban, algo que Níniel agradeció pues al final con todo lo ocurrido no había comido nada desde una frugal comida a base de pan del camino la tarde anterior.
-Y eso es todo. Lamentablemente el destino de aquella gente no está en nuestras manos. Quizá las autoridades del norte puedan hacer algo por ellos. Puede que con la ayuda de los Biocibernéticos de Verisar. La verdad es que me preocupa que pueda haber más de esos refugios ocultos por Aerandir. Esta vez hemos tenido suerte, quizá la próxima no tengamos tanta y esto acabe como hace un siglo. Ruego a los dioses para que nos guarden de algo así.- Terminó de explicar la sacerdotisa a una Abbey que había permanecido impasible mientras escuchaba todo el relato, mostrando únicamente algo diferente al estoicismo al ver con sus propios ojos los dos pequeños viales de la potente pócima que Níniel había preparado para el inquisidor y la descripción de sus efectos.
-Alta encantadora.- Pronunció entonces la voz de Reginald como proveniente de las propias paredes de la torre gracias al efecto de ciertas runas. - Algo muy grande se acerca volando desde la llanura. Parece que es la alta encantadora Fireheart y el resto de su grupo.- Informó. Palabras que fueron confirmadas por la peliblanca para que Abbey no tuviera dudas de que ese enorme pájaro de metal que se acercaba era el famoso argentavis de su informe y no un enemigo.
Ambas se levantaron y acudieron a buen paso hasta la entrada de la torre, escaleras abajo, donde se reunieron con un entusiasmado Reginald que parecía realmente emocionado por la situación que se estaba desarrollando, y es que rara vez se tiene la ocasión de ver algo como aquel "dios máquina". Níniel salió al exterior bien abrigada y tapada hasta las orejas, Regi también llevaba puesto un grueso abrigo, pero la alta encantadora iba mucho más ligera de ropa debido a su falta de necesidad de tales prendas para combatir las bajas temperaturas debido a su útil afinidad elemental, algo que tenía en común con Lucy.
Desde ese momento en adelante Abbey llevó la conversación por completo. Tanto de hecho que incluso parecía dispuesta a responder por ella a las preguntas que los demás le hicieran con respecto a la poción y a todo lo demás. Aquello resultaba molesto por múltiples razones, aunque la mayor de ellas es que Níniel sintió que volvía a ser la niñita pequeña que necesitaba que su madre o su prima Chandra, un par de años mayor, respondieran por ella. Por los dioses, si debían de ser de la misma edad...Claro que aquello cambió cuando por alguna extraña razón ambas encantadoras se enzarzaron en una discusión absurda que acabó con la desautorización por parte de Reginald de las altas encantadoras y puso a Níniel al cargo de resolver tal disputa.
Aquel hombre estaba loco. ¿Cómo se le ocurría decir tal cosa y ponerla, aunque solo fuera momentáneamente al frente? ¿Acaso quería que aquellas brujas la tomaran con ella? ¿Qué bobada era esa de que la logia era una democracia en ausencia del gran inquisidor? Las altas encantadoras estaban al mando, y si no estaba ninguna de ellas Geralt debía ser quién tratara de liderarlos...Y si ellas no se ponían de acuerdo, Geralt no estaba y no había nadie más...Pues el marrón se lo encasquetaban a quien fuera por cualquier excusa, aunque fuera tan endeble como estar al mando por haber creado la poción clave. Le había tocado a ella y ahora no tenía opción más que responder, pero ya ajustaría cuentas con Regi ya.
-Antes que todo recalcaré que si fuera posible iría con ambas. De hecho bastaría con decirle a Pipa que inste al Argentavis a obedecernos a los demás y problema solucionado. No me mires así Pipa, sé que te mueres por venir pero sería lo más óptimo y seguir poniéndote en riesgo es algo que no me gusta. No lo hago porque no te aprecie si no por todo lo contrario. No obstante, ya que seguramente esa cosa pueda darnos problemas si no es Pipa quien le dice las cosas directamente, pues a saber como funciona exactamente esa tecnología humana...- Miró a Vincent para ver si con algún gesto le indicaba su opinión al respecto para asegurarse. -Creo que quien debe venir es Lucy. Su compenetración con Vincent para reforzarse mutuamente es impresionante y allí arriba vamos a necesitar sus habilidades para no morir congelados. Puede que Abbey se maneje mejor allí, pero sin Lucy los demás solo estorbaremos y eso al final nos restará eficacia.- Fue su veredicto, razonado con la esperanza de que Abbey no le guardara rencor por ello.
- Spoiler:
- Los users de Vincent y Níniel nos pusimos de acuerdo para escoger a Lucy. Ger, solo narro hasta la decisión y no la entrada en la niebla para que sea Vincent quien la describa. Aunque tal y como dices Níniel sentirá ese malestar que dices, el cual describiré en mi siguiente post con detalle.
Níniel Thenidiel
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Re: [Epílogo] El Inquisidor [Níniel-Vincent]
El brujo se había quedado dormido al poco de dejarse caer sobre la cama. Boca abajo con la cabeza ligeramente ladeada hacia un lado. Estirado cuan largo, solo habiéndose desposeído del cinto de armas y de las botas unos instantes después.
Si fuera por él, no se hubiera movido de esa mullida cama en lo que restaba del día, pero todo lo bueno tenía un final. Todo lo bueno y todo lo malo en realidad. Mas en esa ocasión, solo podía pensar en lo bien y cómodo que estaba, y que eso se había acabado por esa mañana.
- Un momento-, dijo, despejándose poco a poco del reciente sueño.
Se levantó, y se puso las botas con rapidez antes de acercarse a la puerta, donde al abrir pudo comprobar que no había errado en pensar de quien se trataba.
Por supuesto era Lucy, que ya estaba lista para partir junto con Pipa. Y aunque en principio había deseado poder quedarse todo el día en cama, la idea de poder terminar la misión que le había encomendado la Logia le parecía excitante.
Tanto tiempo sin poder descansar en condiciones, con el trayecto a la intemperie desde Dundarak por gran parte de la llanura, sumado al siguiente viaje por medio de una ventisca tras el luberus, había provocado que deseara tanto la comodidad de la cama. No obstante, había pocas cosas que le animaran más que un trabajo a punto de terminar. Estaba deseoso de comprobar si la receta alquímica que habían entregado a Níniel funcionaría, y poder ver con sus propios ojos el éxito de la misión.
Por ello, después de recoger sus armas del suelo, y algunas pertenencias más, salió siguiendo la estela de su superiora, en dirección hacia las escaleras que los conduciría al salón de la posada.
No había mucha gente en el piso de arriba, por no decir que no había nadie. Salvo alguno que otro que había terminado su celebración allí, y dormitaba en el sitio más cómodo que hubiera encontrado en el salón.
Increíblemente, también estaba el posadero, la única persona despierta aparte de ellos. Hubiera esperado encontrarse a su hijo, su mujer, o alguna sobrina para ese turno de la mañana, pues el hombre debía haberse ido a acostar más tarde que él. Pero allí estaba, de pie tras la barra, y fresco como una lechuga. Ese norteño estaba hecho de buena pasta, y le alegró bastante verle antes de partir.
El mesero le había caído bien, aunque no era solo por ello que le agradaba verlo. Irían a buscar a Níniel a la torre de la Logia con el argentavis, para luego dirigirse inmediatamente al Pico más Alto a ver al Inquisidor. Por ello, las monturas de ellos se quedarían atrás. Así que le dio unas monedas al posadero para que cuidara de los caballos y de Trickster, mientras ellos estaban fuera. Ya volverían para recogerlos en cuanto todo terminase.
El rubio salió al exterior, nada más terminar de conversar con el dueño del local, pues las damas se habían adelantado a él. Y mientras se acercaba hasta ellas, se preguntó cómo es que había tan pocas personas en la calle. El bicho con alas tenía un duro despertar y había ocasionado un escándalo digno de un dragón. Sin embargo, nadie salió de las casas de la calle, porque tenían un sueño profundo o un gran miedo de lo que fuera aquello que había originado aquel ruido.
En cualquier caso, no se quedaron el tiempo suficiente para comprobarlo, y alzaron el vuelo subidos en el lomo de la bestia como habían hecho la noche anterior para huir del refugio.
- Seguro que ha conseguido hacer la fórmula-, contestó a Lucy, que le había hablado después de un trecho de viaje. - Conozco a pocas personas más dotadas para la alquimia que ella-, dijo con confianza.
A parte de Otrore, no se le venía a la cabeza otra persona que fuera mejor que Níniel para la alquimia. De todos modos, la conversación giró pronto hacia otros derroteros, y aunque diría que Pipa tenía razón, algo dentro de él le decía que era mucha casualidad, que el cúmulo de nubes estuviera justo al lugar al que debían ir.
- Pipa tiene razón. Las nubes suelen acumularse contra las montañas-, dijo finalmente, pues no sacaba nada positivo poniendo nerviosas a sus compañeras con algo que podía no ser nada importante.
Al cabo de un tiempo alcanzaron finalmente la torre, y descendieron justo delante de esta. Y solo pudo pensar al hacerlo, que sería mejor salir con rapidez hacia las montañas, para que el pájaro no llamara la atención de nadie que pasara por casualidad por allí.
- Ha sido toda una experiencia, pero como dice Lucy, estamos bien-, respondió a la encantadora, que había sido cortes al preocuparse por ellos.
No obstante, la siguiente parte de la conversación se tornó un tanto surrealista, tanto que el brujo no sabía si esconderse, o tomar la palabra para intentar poner calma en todo el asunto. Igualmente, sonrió divertido, con el semblante oculto tras el argentavis para que no lo pudieran ver los demás, cuando Reginald se decidió por intervenir. Ese chico era valiente, sin duda.
Vinc se decidió por ayudar al muchacho con el problema en el que se había metido sin darse cuenta, pero nada más dar dos pasos al frente, supo el error que había cometido. Simplemente al notar la mirada de Níniel buscando apoyo, le recordó la mala idea que era enfadar a alguna de esas dos damas. Pero qué demonios, no podía hacer otra cosa, salvo quizás salir corriendo y huir a tierras menos frías, y con mujeres menos cabreadas y poderosas.
- Secundo a Níniel. No es por molestaros, Abbey-, dijo finalmente. - Vos podéis apoyarnos con una magia distinta a la que tenemos Nín y yo. Pero Lucy no tendrá problemas para crear su fuego allí arriba, al ser tensai, y me ayudará potenciando mis propios poderes. Creo que es lo mejor para todos. Recordemos que estamos todos en el mismo barco, y solo queremos lo mejor para la Logia y para el Inquisidor-, comentó con seguridad en sus palabras.
Ya no había vuelta atrás. Lo había dicho, y estaba seguro de que no agradaría a Abbey, pero que tampoco se opondría. Pues no habían dicho ninguna tontería, y era cierto que querían lo mejor para el grupo.
Y así fue, ya que al cabo de un rato volvían a estar en el aire. Con Pipa dando las órdenes a la bestia alada, y el resto tras ella, en ese cielo mucho más clemente que el de la noche anterior.
Tenía que reconocer, que era una gozada ir sobre ese pájaro metálico, con esas vistas tan impresionantes debajo de él. Un placer y una gran impresión, ver los caminos, los ríos y los bosques tan pequeñitos en la distancia. La hostia desde un sitio tan alto, seguro que debía de doler. Bueno, cuando llegara al suelo pasados varios minutos.
En definitiva, el viaje era algo nuevo para él, y toda una experiencia. Era muy agradable, o al menos lo fue, hasta que llegaron a los nubarrones que rodeaban la montaña donde vivía el Inquisidor.
Podría decir muchas cosas de esa niebla. Y casi todas no eran bonitas ni deseables para nadie. Era oscura como la noche, casi imposible ver más allá de varios metros, haciendo que la anterior y perfecta visión que tenía del suelo, fuera cosa del pasado. Además, tenía un tacto extraño contra la piel. Se sentía demasiado fría, incluso para ser niebla. Y también venía acompañada de unas sensaciones difíciles de describir. Hasta cierto punto, era como si costara respirar al estar dentro de ella. Como si una gran ansiedad lo abrazara, sin dejar prácticamente espacio para nada más. Le recordaba…
- Níniel, esta niebla, ¿no te recuerda a los pasillos oscuros del sótano de los Boisson? -, preguntó a la elfa, que también había estado con él en la mansión de la familia de Huracán.
De todas formas, esta vez la sensación le parecía más intensa. O simplemente era que al estar acompañada por la baja visibilidad de la niebla, los efectos resultaban más potentes por ello.
- Será mejor que vayamos con cuidado. O nos mataremos contra la montaña-, comentó, aunque eso era algo con lo que debían tener cuidado, tanto si la niebla fuera normal como si no. - Creo que hacías bien en preocuparte antes, Lucy. Este nubarrón no parece algo natural-, dijo, preparándose para lo peor
Si fuera por él, no se hubiera movido de esa mullida cama en lo que restaba del día, pero todo lo bueno tenía un final. Todo lo bueno y todo lo malo en realidad. Mas en esa ocasión, solo podía pensar en lo bien y cómodo que estaba, y que eso se había acabado por esa mañana.
- Un momento-, dijo, despejándose poco a poco del reciente sueño.
Se levantó, y se puso las botas con rapidez antes de acercarse a la puerta, donde al abrir pudo comprobar que no había errado en pensar de quien se trataba.
Por supuesto era Lucy, que ya estaba lista para partir junto con Pipa. Y aunque en principio había deseado poder quedarse todo el día en cama, la idea de poder terminar la misión que le había encomendado la Logia le parecía excitante.
Tanto tiempo sin poder descansar en condiciones, con el trayecto a la intemperie desde Dundarak por gran parte de la llanura, sumado al siguiente viaje por medio de una ventisca tras el luberus, había provocado que deseara tanto la comodidad de la cama. No obstante, había pocas cosas que le animaran más que un trabajo a punto de terminar. Estaba deseoso de comprobar si la receta alquímica que habían entregado a Níniel funcionaría, y poder ver con sus propios ojos el éxito de la misión.
Por ello, después de recoger sus armas del suelo, y algunas pertenencias más, salió siguiendo la estela de su superiora, en dirección hacia las escaleras que los conduciría al salón de la posada.
No había mucha gente en el piso de arriba, por no decir que no había nadie. Salvo alguno que otro que había terminado su celebración allí, y dormitaba en el sitio más cómodo que hubiera encontrado en el salón.
Increíblemente, también estaba el posadero, la única persona despierta aparte de ellos. Hubiera esperado encontrarse a su hijo, su mujer, o alguna sobrina para ese turno de la mañana, pues el hombre debía haberse ido a acostar más tarde que él. Pero allí estaba, de pie tras la barra, y fresco como una lechuga. Ese norteño estaba hecho de buena pasta, y le alegró bastante verle antes de partir.
El mesero le había caído bien, aunque no era solo por ello que le agradaba verlo. Irían a buscar a Níniel a la torre de la Logia con el argentavis, para luego dirigirse inmediatamente al Pico más Alto a ver al Inquisidor. Por ello, las monturas de ellos se quedarían atrás. Así que le dio unas monedas al posadero para que cuidara de los caballos y de Trickster, mientras ellos estaban fuera. Ya volverían para recogerlos en cuanto todo terminase.
El rubio salió al exterior, nada más terminar de conversar con el dueño del local, pues las damas se habían adelantado a él. Y mientras se acercaba hasta ellas, se preguntó cómo es que había tan pocas personas en la calle. El bicho con alas tenía un duro despertar y había ocasionado un escándalo digno de un dragón. Sin embargo, nadie salió de las casas de la calle, porque tenían un sueño profundo o un gran miedo de lo que fuera aquello que había originado aquel ruido.
En cualquier caso, no se quedaron el tiempo suficiente para comprobarlo, y alzaron el vuelo subidos en el lomo de la bestia como habían hecho la noche anterior para huir del refugio.
- Seguro que ha conseguido hacer la fórmula-, contestó a Lucy, que le había hablado después de un trecho de viaje. - Conozco a pocas personas más dotadas para la alquimia que ella-, dijo con confianza.
A parte de Otrore, no se le venía a la cabeza otra persona que fuera mejor que Níniel para la alquimia. De todos modos, la conversación giró pronto hacia otros derroteros, y aunque diría que Pipa tenía razón, algo dentro de él le decía que era mucha casualidad, que el cúmulo de nubes estuviera justo al lugar al que debían ir.
- Pipa tiene razón. Las nubes suelen acumularse contra las montañas-, dijo finalmente, pues no sacaba nada positivo poniendo nerviosas a sus compañeras con algo que podía no ser nada importante.
Al cabo de un tiempo alcanzaron finalmente la torre, y descendieron justo delante de esta. Y solo pudo pensar al hacerlo, que sería mejor salir con rapidez hacia las montañas, para que el pájaro no llamara la atención de nadie que pasara por casualidad por allí.
- Ha sido toda una experiencia, pero como dice Lucy, estamos bien-, respondió a la encantadora, que había sido cortes al preocuparse por ellos.
No obstante, la siguiente parte de la conversación se tornó un tanto surrealista, tanto que el brujo no sabía si esconderse, o tomar la palabra para intentar poner calma en todo el asunto. Igualmente, sonrió divertido, con el semblante oculto tras el argentavis para que no lo pudieran ver los demás, cuando Reginald se decidió por intervenir. Ese chico era valiente, sin duda.
Vinc se decidió por ayudar al muchacho con el problema en el que se había metido sin darse cuenta, pero nada más dar dos pasos al frente, supo el error que había cometido. Simplemente al notar la mirada de Níniel buscando apoyo, le recordó la mala idea que era enfadar a alguna de esas dos damas. Pero qué demonios, no podía hacer otra cosa, salvo quizás salir corriendo y huir a tierras menos frías, y con mujeres menos cabreadas y poderosas.
- Secundo a Níniel. No es por molestaros, Abbey-, dijo finalmente. - Vos podéis apoyarnos con una magia distinta a la que tenemos Nín y yo. Pero Lucy no tendrá problemas para crear su fuego allí arriba, al ser tensai, y me ayudará potenciando mis propios poderes. Creo que es lo mejor para todos. Recordemos que estamos todos en el mismo barco, y solo queremos lo mejor para la Logia y para el Inquisidor-, comentó con seguridad en sus palabras.
Ya no había vuelta atrás. Lo había dicho, y estaba seguro de que no agradaría a Abbey, pero que tampoco se opondría. Pues no habían dicho ninguna tontería, y era cierto que querían lo mejor para el grupo.
Y así fue, ya que al cabo de un rato volvían a estar en el aire. Con Pipa dando las órdenes a la bestia alada, y el resto tras ella, en ese cielo mucho más clemente que el de la noche anterior.
Tenía que reconocer, que era una gozada ir sobre ese pájaro metálico, con esas vistas tan impresionantes debajo de él. Un placer y una gran impresión, ver los caminos, los ríos y los bosques tan pequeñitos en la distancia. La hostia desde un sitio tan alto, seguro que debía de doler. Bueno, cuando llegara al suelo pasados varios minutos.
En definitiva, el viaje era algo nuevo para él, y toda una experiencia. Era muy agradable, o al menos lo fue, hasta que llegaron a los nubarrones que rodeaban la montaña donde vivía el Inquisidor.
Podría decir muchas cosas de esa niebla. Y casi todas no eran bonitas ni deseables para nadie. Era oscura como la noche, casi imposible ver más allá de varios metros, haciendo que la anterior y perfecta visión que tenía del suelo, fuera cosa del pasado. Además, tenía un tacto extraño contra la piel. Se sentía demasiado fría, incluso para ser niebla. Y también venía acompañada de unas sensaciones difíciles de describir. Hasta cierto punto, era como si costara respirar al estar dentro de ella. Como si una gran ansiedad lo abrazara, sin dejar prácticamente espacio para nada más. Le recordaba…
- Níniel, esta niebla, ¿no te recuerda a los pasillos oscuros del sótano de los Boisson? -, preguntó a la elfa, que también había estado con él en la mansión de la familia de Huracán.
De todas formas, esta vez la sensación le parecía más intensa. O simplemente era que al estar acompañada por la baja visibilidad de la niebla, los efectos resultaban más potentes por ello.
- Será mejor que vayamos con cuidado. O nos mataremos contra la montaña-, comentó, aunque eso era algo con lo que debían tener cuidado, tanto si la niebla fuera normal como si no. - Creo que hacías bien en preocuparte antes, Lucy. Este nubarrón no parece algo natural-, dijo, preparándose para lo peor
Vincent Calhoun
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Re: [Epílogo] El Inquisidor [Níniel-Vincent]
La elegida para la tarea finalmente fue Lucy. La joven no escondía que ardía en deseos de ser ella quien despertase al dragón ya que se consideraba merecedora de ello. Todas las miradas quedaron fijas ahora esperando la reacción de Abbey, a quien conociéndola no tardaría en hacerse notar, sin embargo, ésta se lo tomaría de mejor manera de lo que se esperaba.
-Me debo a la Logia, y si creéis que Lucy es quien debe ir, no me opondré a ello. Sólo rezo para que no os equivoquéis. – comentó aceptando la decisión. Bajo esa fachada de mujer fría, se escondía una joven responsable y consecuente, y que sabía aceptar lo mejor para el grupo. Abbey, antes de partir, se acercó a su compañera Alta Encantadora y sacó del bolsillo unas bolsitas. – Polvos flú. Lo único que os pido es que los utilicéis si os veis en apuros. – y se las cedió a Lucy, que con una sonrisa alegre las aceptó.
Y así, el mismo grupo que había salido exitoso del refugio 109, volvía a emprender rumbo a un nuevo destino. Esta vez su misión consistía en despertar al Inquisidor y permitir a la logia recuperar a su antiguo líder, recluido los últimos meses en el Pico Más Alto.
A medida que el argentavis se adentraba en la espesa niebla, Vincent comenzaba a verlo todo más oscuro, por no hablar de Pipa, que estaba asustada dando instrucciones a la criatura para que se mantuviese alerta, con la voz temblorosa. Una intensa migraña comenzó a levantarse en la cabeza de todos los presentes y una sensación de malestar que ya no se les quitaría en todo el ascenso comenzó a invadirles.
-¡Ay! Me duele la cabeza. – se quejó Pipa, llevándose la mano a esta.
-Es por la altura. A medida que subimos, disminuye el oxígeno. – tranquilizó Lucy con un comentario que ni ella misma se creía, pero con el que trataba de tranquilizar la moral de los activos presentes. –A ver si se quita esta dichosa niebla.
Lo cierto es que el avance era cada vez más difícil. Apenas se veía a dos metros de distancia y era muy fácil que el argentavis terminase tropezando con la dura roca caliza, suponiendo el fin del viaje para los aventureros. Eso suponiendo que fuese lo único que había allí y no se encontrasen con algo peor como un desprendimiento o un dragón furioso. Finalmente, no sucedió nada extraño, y aunque no llegó a quitárseles nunca el malestar ni el dolor de cabeza, tras un buen rato ascendiendo prácticamente en vertical la niebla terminaría por quedar bajo ellos justo en el momento en que llegaron a una plataforma.
-La niebla simplemente actuaba de barrera protectora. Para evitar el ascenso de curiosos. – dedujo la alta encantadora. – Pero no debemos bajar la guardia. - advirtió.
Estaban sobre una especie de meseta en lo alto de la cordillera, al fondo, a continuación de ésta, lucía el Pico Más Alto, el punto más elevado de todo el mundo. Y aunque estaba todo completamente nevado, el cielo estaba despejado y lucía un intenso sol. Lamentablemente, no podrían apreciar las preciosas vistas de la Llanura Nevada desde aquella meseta circular ya que la niebla bajo ésta tapaba todo tipo de visibilidad. El sol reflejaba por partida doble en la nieve y hielo, por lo que las probabilidades de quemar aumentarían, al menos en la frágil piel de la elfa o de Pipa, que no dominaban el fuego.
El argentavis aterrizaría en aquel lugar tan muerto y falto de vida, aunque no tendrían que buscar demasiado al líder de la logia ya que pronto los recién llegados verían el enorme cuerpo de un dragón albino reposando al fondo de la plataforma. Aquella criatura era enorme. Tendría unos veinte metros de largo, pero a pesar de su inmenso tamaño estaba exhausto, apenas podía respirar.
-¡Inquisidor! – gritó Lucy alterada, comenzando a correr hacia el dragón, casi partiéndose una pierna por la presencia de hielo en toda la planicie que la hacía resbalar. El inquisidor era consciente de que la alta encantadora se le acercaba, pero estaba demasiado agotado como para poder moverse o responder nada, la criatura abrió los ojos y rebufó cariñosamente, claramente reconocía a Lucy, pero por más que lo intentaba no tenía fuerzas para comunicarse con el grupo. –No digáis nada, mi maestro. Tenemos una poción para que recuperéis vuestra energía. Níniel, por favor. – dijo la hechicera acariciando al dragón e incitando a la elfa a utilizar la poción. – Vincent, mantente alerta. – ordenó.
-¿Es este el inquisidor? - preguntó Pipa señalando el dragón moribundo. - Es... imponente. - Pero algo había que no terminaba de gustar a la reportera, quien mientras elfa y bruja atendían al dragón, se dirigiría a Vincent.
-Está todo demasiado tranquilo. Algo no termina de convencerme. – objetó la humana, algo disconforme con la situación. Pipa se agachó y, a sus pies, comenzó a notar como el suelo vibraba muy ligeramente. Las pequeñas rocas y trocitos de hielo que se depositaban en el suelo comenzaron a bailar, a vibrar, a sus pies, muy levemente. Un enorme silencio dominaba la planicie más elevada de Aerandir. – Creo que voy a ir preparando el argentavis por si hay que salir de aquí a toda prisa. – aclaró. - ¿Vienes? – le preguntó la humana, que pronto iría a comprobar el estado de “su” nuevo amigo.
Níniel, es hora de utilizar la poción que tanto os ha costado crear. Utiliza las dosis que consideres y regenéralo. La poción surtirá efecto y poco a poco, el inquisidor irá recuperando sus fuerzas.
Vincent, esas vibraciones tenues del suelo no pueden ser augurio de nada bueno. De momento no puedes hacer mucho, más que permanecer alerta junto a Pipa. Te recomiendo que no te separes de la reportera.
-Me debo a la Logia, y si creéis que Lucy es quien debe ir, no me opondré a ello. Sólo rezo para que no os equivoquéis. – comentó aceptando la decisión. Bajo esa fachada de mujer fría, se escondía una joven responsable y consecuente, y que sabía aceptar lo mejor para el grupo. Abbey, antes de partir, se acercó a su compañera Alta Encantadora y sacó del bolsillo unas bolsitas. – Polvos flú. Lo único que os pido es que los utilicéis si os veis en apuros. – y se las cedió a Lucy, que con una sonrisa alegre las aceptó.
Y así, el mismo grupo que había salido exitoso del refugio 109, volvía a emprender rumbo a un nuevo destino. Esta vez su misión consistía en despertar al Inquisidor y permitir a la logia recuperar a su antiguo líder, recluido los últimos meses en el Pico Más Alto.
A medida que el argentavis se adentraba en la espesa niebla, Vincent comenzaba a verlo todo más oscuro, por no hablar de Pipa, que estaba asustada dando instrucciones a la criatura para que se mantuviese alerta, con la voz temblorosa. Una intensa migraña comenzó a levantarse en la cabeza de todos los presentes y una sensación de malestar que ya no se les quitaría en todo el ascenso comenzó a invadirles.
-¡Ay! Me duele la cabeza. – se quejó Pipa, llevándose la mano a esta.
-Es por la altura. A medida que subimos, disminuye el oxígeno. – tranquilizó Lucy con un comentario que ni ella misma se creía, pero con el que trataba de tranquilizar la moral de los activos presentes. –A ver si se quita esta dichosa niebla.
Lo cierto es que el avance era cada vez más difícil. Apenas se veía a dos metros de distancia y era muy fácil que el argentavis terminase tropezando con la dura roca caliza, suponiendo el fin del viaje para los aventureros. Eso suponiendo que fuese lo único que había allí y no se encontrasen con algo peor como un desprendimiento o un dragón furioso. Finalmente, no sucedió nada extraño, y aunque no llegó a quitárseles nunca el malestar ni el dolor de cabeza, tras un buen rato ascendiendo prácticamente en vertical la niebla terminaría por quedar bajo ellos justo en el momento en que llegaron a una plataforma.
-La niebla simplemente actuaba de barrera protectora. Para evitar el ascenso de curiosos. – dedujo la alta encantadora. – Pero no debemos bajar la guardia. - advirtió.
Estaban sobre una especie de meseta en lo alto de la cordillera, al fondo, a continuación de ésta, lucía el Pico Más Alto, el punto más elevado de todo el mundo. Y aunque estaba todo completamente nevado, el cielo estaba despejado y lucía un intenso sol. Lamentablemente, no podrían apreciar las preciosas vistas de la Llanura Nevada desde aquella meseta circular ya que la niebla bajo ésta tapaba todo tipo de visibilidad. El sol reflejaba por partida doble en la nieve y hielo, por lo que las probabilidades de quemar aumentarían, al menos en la frágil piel de la elfa o de Pipa, que no dominaban el fuego.
El argentavis aterrizaría en aquel lugar tan muerto y falto de vida, aunque no tendrían que buscar demasiado al líder de la logia ya que pronto los recién llegados verían el enorme cuerpo de un dragón albino reposando al fondo de la plataforma. Aquella criatura era enorme. Tendría unos veinte metros de largo, pero a pesar de su inmenso tamaño estaba exhausto, apenas podía respirar.
-¡Inquisidor! – gritó Lucy alterada, comenzando a correr hacia el dragón, casi partiéndose una pierna por la presencia de hielo en toda la planicie que la hacía resbalar. El inquisidor era consciente de que la alta encantadora se le acercaba, pero estaba demasiado agotado como para poder moverse o responder nada, la criatura abrió los ojos y rebufó cariñosamente, claramente reconocía a Lucy, pero por más que lo intentaba no tenía fuerzas para comunicarse con el grupo. –No digáis nada, mi maestro. Tenemos una poción para que recuperéis vuestra energía. Níniel, por favor. – dijo la hechicera acariciando al dragón e incitando a la elfa a utilizar la poción. – Vincent, mantente alerta. – ordenó.
-¿Es este el inquisidor? - preguntó Pipa señalando el dragón moribundo. - Es... imponente. - Pero algo había que no terminaba de gustar a la reportera, quien mientras elfa y bruja atendían al dragón, se dirigiría a Vincent.
-Está todo demasiado tranquilo. Algo no termina de convencerme. – objetó la humana, algo disconforme con la situación. Pipa se agachó y, a sus pies, comenzó a notar como el suelo vibraba muy ligeramente. Las pequeñas rocas y trocitos de hielo que se depositaban en el suelo comenzaron a bailar, a vibrar, a sus pies, muy levemente. Un enorme silencio dominaba la planicie más elevada de Aerandir. – Creo que voy a ir preparando el argentavis por si hay que salir de aquí a toda prisa. – aclaró. - ¿Vienes? – le preguntó la humana, que pronto iría a comprobar el estado de “su” nuevo amigo.
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Habéis llegado a la parte más elevada de Aerandir. Ahí, os encontráis al inquisidor, un enorme dragón albino que quiere comunicarse con vosotros, pero no dispone de energías suficiente como para deciros nada.Níniel, es hora de utilizar la poción que tanto os ha costado crear. Utiliza las dosis que consideres y regenéralo. La poción surtirá efecto y poco a poco, el inquisidor irá recuperando sus fuerzas.
Vincent, esas vibraciones tenues del suelo no pueden ser augurio de nada bueno. De momento no puedes hacer mucho, más que permanecer alerta junto a Pipa. Te recomiendo que no te separes de la reportera.
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Re: [Epílogo] El Inquisidor [Níniel-Vincent]
Por unos instantes Níniel esperó que su decisión de llevarse a Lucy secundada por Vincent desembocará en el estallido de una nueva y feroz discusión entre las encantadoras en la que sin duda esta vez se verían todos inmersos por haber hablado y opinado. No obstante no hubo debate alguno, tampoco estacas de hielo, llamaradas ni ninguna elfa herida. Abbey se lo tomó de una manera madura y responsable y se limitó a aceptarlo incluso ofreciéndole a la tensai de fuego más de aquellos polvos tan útiles por si se veían en apuros. Un modo de actuar muy responsable viniendo de una persona que salía de las habitaciones dando portazos cuando los objetos mágicos no la escogían o a la que había que suplicarle por la vida de un intruso ya de antemano derrotado. Desde luego no podía negarse que la logia contaba con unas oficiales...únicas.
-Decidido entonces. Haremos nuestro mejor esfuerzo alta encantadora. Además contamos con el argentavis. Si hay un peligro rondando al inquisidor que trate de impedir su recuperación sin duda no esperará que lleguemos tan rápido y a lomos de un...Bueno, algo así.- Trató de tranquilizar la peliblanca a la poderosa bruja señalando al enorme pájaro de metal que la miró ladeando la cabeza con uno de sus enormes ojos verdes. Y de paso a sí misma, pues tantas advertencias de peligro habían convertido una rápida visita médica a un santuario de reposo seguro en la antesala de algo más inquietante incluso que el refugio 109.
Pronto el grupo ocupó sus posiciones sobre el lomo del "dios máquina" del refugio y antes de darse cuenta ya surcaban el cielo despejado rumbo a la más alta de las elevaciones montañosas del mundo, sintiendo el frío aire del norte contra ellos debido a la notable velocidad de aquella alada invención era capaz de alcanzar. Sin embargo, y a pesar de aquella molestia que les obligaba a ir fuertemente abrigados y a proteger sus rostros, aquel resultó un viaje mucho mejor que el que tuvieron que realizar en plena noche de tormenta unas horas antes. Y es que no solo el clima era mucho más benigno con ellos, además con la luz del día podían disfrutar de las vistas que tan inusual montura ponía a su disposición. Volar el sueño de muchos niños y también adultos de muchas de las razas inteligentes de Aerandir. Poder ver el mundo como solo podían verlo las aves, los dragones y unos pocos hombres bestia era realmente espectacular y a lo que Níniel podría fácilmente acostumbrarse.
-Es realmente impresionante. Todo parece minúsculo desde aquí arriba. Incluso Dundarak parece pequeña.- Comentó emocionada la joven elfa aunque sin aflojar su abrazo alrededor de la cintura de Vincent por si acaso al argentavis le daba por hacer un movimiento brusco. -Ojalá estuviésemos en Sandorai. Me encantaría ver Árbol madre desde el cielo.- Añadió a continuación imaginándose tan hermosa estampa con una sonrisa infantil en los labios. Una que poco después, conforme se acercaban a la oscura niebla que cubría parte de la gran montaña, tuvo que cambiar por una expresión de seriedad y tensión ante lo que estaba por venir. La parte divertida del viaje había acabado.
-Desde luego la sensación es la misma. La de sentir que me adentro en la boca del lobo.- Respondió la sacerdotisa al comentario sobre la similitud de aquella bruma y de aquellos pasillos subterráneos convertidos en un nido de vampiros. ¿Era solo eso o había algo más? Resultaba complicado responder a aquello pero desde luego en la mansión Boisson no le había dolido la cabeza como allí, y no era por la altura como trató de explicar Lucy, sin duda para tranquilizarlos. No era un dolor "natural", ni por altura, ni por cansancio, ni por problemas de visión...Era como una presión, directamente dentro de su cabeza, y desde allí al resto de su cuerpo.
-Pipa, que nuestro amigo reduzca la velocidad y vaya con cuidado. No me gustaría encontrarme con un saliente rocoso delante por culpa de esta niebla.- Instruyó la peliblanca para que la humana no se distrajera. No podían saber si estaban a buena distancia de la roca o si la tenían a solo un par de metros, y aunque quizás el argentavis si lo supiera, era mejor ir sobre seguro. El ave metálica llevaba un cargamento muy valioso como para perderlo, y las pociones para el inquisidor también serían prácticamente irremplazables. -¿Es que no se va a acabar nunca?.- Se quejó la elfa pues empezaba a creer que aquellas nubes oscuras no tenían fin y cubrían toda la montaña. Encontrar al inquisidor así iba a resultar todo un desafío.
Por suerte no fue así y tras una travesía angustiosa a través de la oscuridad, una más que añadir a aquel viaje, terminaron por llegar a una meseta a gran altura que se extendía amplia y llana justo por encima de la bruma que acababan de dejar atrás. Allí brillaba el sol, lo cual debido a la nieve y el hielo de aquella zona instó a la elfa a protegerse no solo del frío con sus ropas si no también de las quemaduras si no quería que su blanca piel acabara roja como un cangrejo de río. -Es como si estuviésemos en una isla rodeados por un mar de nubes. Casi siento como si estuviésemos flotando sobre ellas.- Comentó la joven apreciando la extraña belleza del lugar. Aunque al poner sus pies en tierra firme y notar que el dolor de cabeza y el malestar persistía no pudo evitar pensar en por qué el inquisidor había escogido aquel lugar como su refugio. Si no era la niebla...¿No era el lugar en sí lo que causaba tan poco agradable sensación? ¿O acaso tenía que ver con el mal que aquejaba al líder de la logia?. Allí no parecía haber nadie a parte del inquisidor, el cual por el color de las escamas y los reflejos de la luz fue confundido en un primer momento por Níniel con una gran roca cubierta de nieve...Y es que apenas se movía.
-No sabía que el inquisidor era tan grande...-Murmuró sorprendida la elfa. Rara vez los semidragones alcanzaban tal tamaño por lo que tenía entendido y aún así resultaban impresionantes en su forma dracónida. Aquel era incluso mucho mayor que el que trató de comérsela meses atrás. Si incluso él, que no debía ser más que una sombra de los dioses dragón, resultaba tan impactante y digno de respeto y veneración postrado en el suelo...¿cómo no iban a tomar sus antepasados como deidades a los grandes dragones elementales? Verlo a él era ver la prueba irrefutable de la fé de los Thenidiel en sus ancestrales maestros y guías.
-Ah, sí, enseguida alta encantadora.- Dijo saliendo de su asombro la peliblanca al ser llamada por Lucy, acercándose hasta ella usando su bastón, que representaba un dragón, para no trastabillar tanto como la tensai de fuego sobre el hielo de la planicie. Entonces le dedicó a aquella formidable criatura una sentida reverencia de respeto y comenzó a evaluar su estado.
Quería saber qué era lo que le ocurría. Por lo que buscó alguna herida en su enorme cuerpo, algún síntoma de envenamiento patente en la coloración de sus escamas, garras ojos, lengua o nariz. Algo que de existir debería de ser muy sencillo de descubrir debido a su colosal tamaño. Níniel no encontró nada por lo que intercambió una mirada con Lucy. La bruja parecía estar en lo cierto sobre el hecho de que alguién drenaba sus portentosas energías, no parecía haber ninguna causa física para su estado, ni siquiera su avanzada edad y complicaciones derivadas de ello podía explicar su estado.
-Bien, es mayor de lo que esperaba pero conseguí una buena cantidad de la poción. Necesitará una dosis completa.- Expresó la alquimista mientras miraba como Pipa y Vincent intercambiaban unas palabras que no pudo escuchar debido al aullar del viento. -Un pequeño esfuerzo inquisidor, por favor. Tenéis que beber el contenido de este pequeño frasco. Enseguida hará que os sintáis mejor.- Pidió la peliblanca de nuevo con el máximo respeto, pues de otro modo le iba a ser imposible obligar a tan enorme ser a abrir la boca siquiera, mucho menos a echar la cabeza hacia atrás.
El dragón apenas podía respirar, cumplir la petición de Níniel sin duda le supuso un gran esfuerzo que le hizo emitir una serie de guturales sonidos de dolor y protesta que hicieron que la elfa apretara los labios por la consternación de ver a tan excepcional criatura sufriendo de ese modo, así como por la confianza que depositaba en ella por estar dispuesto a ese calvario. Por ello, tan pronto como pudo verter el contenido bajo su lengua la joven lo hizo sin perder un instante, tras lo cual el dragón tragó costosamente y soltó un largo suspiro volviendo a colocar su cabeza en el suelo y cerrando los ojos. Entonces Níniel se colocó a su lado y despacio colocó sus manos sobre las escamas de su cuello, comenzando a aplicar su magia sanadora. No para que se recuperase, de aquello se encargaría la poderosa poción, lo que Níniel quería era aliviar su sufrimiento mientras la pócima surtía efecto.
Poco a poco la sacerdotisa pudo notar como su respiración ganaba ritmo y profundidad, también pudo notar a su corazón latir con renovadas fuerzas y los portentosos músculos de sus extremidades tensarse para acomodar al inquisidor en una posición mucho más regia que como unos minutos antes en los que simplemente estaba tirado en el suelo sin energía para nada. Conforme todo ello pasaba, en el rostro de la peliblanca fue aumentando una sonrisa. Lo habían conseguido, y nada malo había pasado a pesar de la extraña niebla y esa sensación de malestar que todos sentían desde que habían llegado a la montaña. ¿O acaso era demasiado pronto para lanzar las campanas al vuelo?
-Decidido entonces. Haremos nuestro mejor esfuerzo alta encantadora. Además contamos con el argentavis. Si hay un peligro rondando al inquisidor que trate de impedir su recuperación sin duda no esperará que lleguemos tan rápido y a lomos de un...Bueno, algo así.- Trató de tranquilizar la peliblanca a la poderosa bruja señalando al enorme pájaro de metal que la miró ladeando la cabeza con uno de sus enormes ojos verdes. Y de paso a sí misma, pues tantas advertencias de peligro habían convertido una rápida visita médica a un santuario de reposo seguro en la antesala de algo más inquietante incluso que el refugio 109.
Pronto el grupo ocupó sus posiciones sobre el lomo del "dios máquina" del refugio y antes de darse cuenta ya surcaban el cielo despejado rumbo a la más alta de las elevaciones montañosas del mundo, sintiendo el frío aire del norte contra ellos debido a la notable velocidad de aquella alada invención era capaz de alcanzar. Sin embargo, y a pesar de aquella molestia que les obligaba a ir fuertemente abrigados y a proteger sus rostros, aquel resultó un viaje mucho mejor que el que tuvieron que realizar en plena noche de tormenta unas horas antes. Y es que no solo el clima era mucho más benigno con ellos, además con la luz del día podían disfrutar de las vistas que tan inusual montura ponía a su disposición. Volar el sueño de muchos niños y también adultos de muchas de las razas inteligentes de Aerandir. Poder ver el mundo como solo podían verlo las aves, los dragones y unos pocos hombres bestia era realmente espectacular y a lo que Níniel podría fácilmente acostumbrarse.
-Es realmente impresionante. Todo parece minúsculo desde aquí arriba. Incluso Dundarak parece pequeña.- Comentó emocionada la joven elfa aunque sin aflojar su abrazo alrededor de la cintura de Vincent por si acaso al argentavis le daba por hacer un movimiento brusco. -Ojalá estuviésemos en Sandorai. Me encantaría ver Árbol madre desde el cielo.- Añadió a continuación imaginándose tan hermosa estampa con una sonrisa infantil en los labios. Una que poco después, conforme se acercaban a la oscura niebla que cubría parte de la gran montaña, tuvo que cambiar por una expresión de seriedad y tensión ante lo que estaba por venir. La parte divertida del viaje había acabado.
-Desde luego la sensación es la misma. La de sentir que me adentro en la boca del lobo.- Respondió la sacerdotisa al comentario sobre la similitud de aquella bruma y de aquellos pasillos subterráneos convertidos en un nido de vampiros. ¿Era solo eso o había algo más? Resultaba complicado responder a aquello pero desde luego en la mansión Boisson no le había dolido la cabeza como allí, y no era por la altura como trató de explicar Lucy, sin duda para tranquilizarlos. No era un dolor "natural", ni por altura, ni por cansancio, ni por problemas de visión...Era como una presión, directamente dentro de su cabeza, y desde allí al resto de su cuerpo.
-Pipa, que nuestro amigo reduzca la velocidad y vaya con cuidado. No me gustaría encontrarme con un saliente rocoso delante por culpa de esta niebla.- Instruyó la peliblanca para que la humana no se distrajera. No podían saber si estaban a buena distancia de la roca o si la tenían a solo un par de metros, y aunque quizás el argentavis si lo supiera, era mejor ir sobre seguro. El ave metálica llevaba un cargamento muy valioso como para perderlo, y las pociones para el inquisidor también serían prácticamente irremplazables. -¿Es que no se va a acabar nunca?.- Se quejó la elfa pues empezaba a creer que aquellas nubes oscuras no tenían fin y cubrían toda la montaña. Encontrar al inquisidor así iba a resultar todo un desafío.
Por suerte no fue así y tras una travesía angustiosa a través de la oscuridad, una más que añadir a aquel viaje, terminaron por llegar a una meseta a gran altura que se extendía amplia y llana justo por encima de la bruma que acababan de dejar atrás. Allí brillaba el sol, lo cual debido a la nieve y el hielo de aquella zona instó a la elfa a protegerse no solo del frío con sus ropas si no también de las quemaduras si no quería que su blanca piel acabara roja como un cangrejo de río. -Es como si estuviésemos en una isla rodeados por un mar de nubes. Casi siento como si estuviésemos flotando sobre ellas.- Comentó la joven apreciando la extraña belleza del lugar. Aunque al poner sus pies en tierra firme y notar que el dolor de cabeza y el malestar persistía no pudo evitar pensar en por qué el inquisidor había escogido aquel lugar como su refugio. Si no era la niebla...¿No era el lugar en sí lo que causaba tan poco agradable sensación? ¿O acaso tenía que ver con el mal que aquejaba al líder de la logia?. Allí no parecía haber nadie a parte del inquisidor, el cual por el color de las escamas y los reflejos de la luz fue confundido en un primer momento por Níniel con una gran roca cubierta de nieve...Y es que apenas se movía.
-No sabía que el inquisidor era tan grande...-Murmuró sorprendida la elfa. Rara vez los semidragones alcanzaban tal tamaño por lo que tenía entendido y aún así resultaban impresionantes en su forma dracónida. Aquel era incluso mucho mayor que el que trató de comérsela meses atrás. Si incluso él, que no debía ser más que una sombra de los dioses dragón, resultaba tan impactante y digno de respeto y veneración postrado en el suelo...¿cómo no iban a tomar sus antepasados como deidades a los grandes dragones elementales? Verlo a él era ver la prueba irrefutable de la fé de los Thenidiel en sus ancestrales maestros y guías.
-Ah, sí, enseguida alta encantadora.- Dijo saliendo de su asombro la peliblanca al ser llamada por Lucy, acercándose hasta ella usando su bastón, que representaba un dragón, para no trastabillar tanto como la tensai de fuego sobre el hielo de la planicie. Entonces le dedicó a aquella formidable criatura una sentida reverencia de respeto y comenzó a evaluar su estado.
Quería saber qué era lo que le ocurría. Por lo que buscó alguna herida en su enorme cuerpo, algún síntoma de envenamiento patente en la coloración de sus escamas, garras ojos, lengua o nariz. Algo que de existir debería de ser muy sencillo de descubrir debido a su colosal tamaño. Níniel no encontró nada por lo que intercambió una mirada con Lucy. La bruja parecía estar en lo cierto sobre el hecho de que alguién drenaba sus portentosas energías, no parecía haber ninguna causa física para su estado, ni siquiera su avanzada edad y complicaciones derivadas de ello podía explicar su estado.
-Bien, es mayor de lo que esperaba pero conseguí una buena cantidad de la poción. Necesitará una dosis completa.- Expresó la alquimista mientras miraba como Pipa y Vincent intercambiaban unas palabras que no pudo escuchar debido al aullar del viento. -Un pequeño esfuerzo inquisidor, por favor. Tenéis que beber el contenido de este pequeño frasco. Enseguida hará que os sintáis mejor.- Pidió la peliblanca de nuevo con el máximo respeto, pues de otro modo le iba a ser imposible obligar a tan enorme ser a abrir la boca siquiera, mucho menos a echar la cabeza hacia atrás.
El dragón apenas podía respirar, cumplir la petición de Níniel sin duda le supuso un gran esfuerzo que le hizo emitir una serie de guturales sonidos de dolor y protesta que hicieron que la elfa apretara los labios por la consternación de ver a tan excepcional criatura sufriendo de ese modo, así como por la confianza que depositaba en ella por estar dispuesto a ese calvario. Por ello, tan pronto como pudo verter el contenido bajo su lengua la joven lo hizo sin perder un instante, tras lo cual el dragón tragó costosamente y soltó un largo suspiro volviendo a colocar su cabeza en el suelo y cerrando los ojos. Entonces Níniel se colocó a su lado y despacio colocó sus manos sobre las escamas de su cuello, comenzando a aplicar su magia sanadora. No para que se recuperase, de aquello se encargaría la poderosa poción, lo que Níniel quería era aliviar su sufrimiento mientras la pócima surtía efecto.
Poco a poco la sacerdotisa pudo notar como su respiración ganaba ritmo y profundidad, también pudo notar a su corazón latir con renovadas fuerzas y los portentosos músculos de sus extremidades tensarse para acomodar al inquisidor en una posición mucho más regia que como unos minutos antes en los que simplemente estaba tirado en el suelo sin energía para nada. Conforme todo ello pasaba, en el rostro de la peliblanca fue aumentando una sonrisa. Lo habían conseguido, y nada malo había pasado a pesar de la extraña niebla y esa sensación de malestar que todos sentían desde que habían llegado a la montaña. ¿O acaso era demasiado pronto para lanzar las campanas al vuelo?
Níniel Thenidiel
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Re: [Epílogo] El Inquisidor [Níniel-Vincent]
Níniel estuvo de acuerdo con él, en la similar sensación que daba esa niebla al adentrarse en ella. Recordaba perfectamente la tensión y ansiedad que lo rodeó aquella funesta noche de mascaradas, en los pasillos del sótano de la mansión. Y lo que más le preocupaba de ello, era el carácter tan poco natural que tenían los nubarrones que atravesaban. Alguien se había tomado molestias en complicar el trayecto hasta la guarida del Inquisidor.
Ello evidenciaba un gran problema para el grupo. Pues si había sido el propio dragón quien había creado esa protección con arcanos, no les supondría mayor dificultad que atravesarla. Pero si no había sido él…
De todos modos, lo cierto es que en esos instantes, le inquietaba más encontrarse de repente contra un saliente de la montaña. Pues poco importaba un futuro enemigo que los esperase después de la niebla, si no sobrevivían al presente. Tanto daba si los esperaba el mismísimo dragón oscuro, un idiota que solamente sabía crear niebla arcana, o absolutamente nadie. Si acababan empotrados contra la roca, todo lo demás carecía de importancia.
El argentavis se movía entre la niebla como pez en el agua. Por lo que sus preocupaciones por un choque contra la montaña, pronto pasaron a un segundo plano. Aún siendo de metal, parecía tener los mismos instintos que un pájaro de verdad. O puede que contara con algún añadido que lo ayudaba a desenvolverse en esa niebla con facilidad. A fin de cuentas, era una creación de un biocibernético, aunque este estuviera loco. Y los bio solían ser bastante especiales y peculiares, contando a veces con herramientas que eran totalmente extrañas para él. Realmente, para él y para cualquiera en Aerandir que no fuera un cibernético.
Pero bueno, tampoco era primordial saber cómo conseguía el argentavis guiarse a través de la niebla. El hecho de que lo hiciera con cierta facilidad, manteniéndoles a salvo, era lo único que necesitaba.
Aunque se permitió acariciar con el dorso de su mano enguantada, la tersa piel de la mujer que lo abrazaba por la cintura, para infundirle ánimos. Que Níniel fuera lo suficientemente fuerte, para pasar por algo así sin ayuda de nadie, no significaba que no pudiera concederle un trato de afecto por su parte. Al fin y al cabo, su relación se había consolidado poco a poco, desde el beso que le diera en Roilkat. Y desde entonces eran algo más que camaradas de armas y amigos.
- Lucy tiene razón, en las cimas de las montañas suele costar más respirar. Es algo que ya he vivido en el pasado. Lo cierto, es que impresiona la primera vez-, comentó, evocando su viaje en busca de sus padres. - Ya se nota en Dundarak, y esta montaña se llama el Pico más Alto por algo-, rió. - Así que sufriremos esos efectos como nunca.
No creía que el malestar solo fuera por causa de la altura, ya que esa niebla le daban malas vibraciones. Sin embargo, no ganaba nada preocupando más al grupo, y lo cierto es que podía ser verdad. Que la niebla solamente fueran unos nubarrones grises cargados de agua. Y que las malas sensaciones fueran causa de la altura sumada a la poca visibilidad.
Cruzaron por fin la niebla, después de un tiempo que pareció interminable, y salieron a un mundo de contrastes. De hielo y fuego. De hielo y sol. Una lucha milenaria entre los copos de nieve, que sobrevivían en las cimas de los picos altos como aquel, contra el astro solar. Y que no tenía nunca vencedor por ninguna de las partes.
El argentavis descendió sobre un terraplén bastante extenso, donde el animal podría posarse sin problemas. Curiosamente, esa bestia de metal, tenía una forma bastante sutil y delicada de tomar tierra. Algo que contrastaba con su aspecto, tan grande e imponente.
- Tienes razón. Mar de nubes es una descripción bastante acertada-, contestó a la elfa, mientras oteaba en todas direcciones en busca de peligro.
No encontró nada que pudiera ser considerado enemigo o dañino, pero sí que pudo ver un yermo sin vida. Extrañamente apacible y bello, pese a su falta de vida. Y más allá de esa isla de nieve y hielo, se podían divisar las nubes desfilar por debajo de la altura de la meseta. Hasta donde alcanzaba la vista. Hasta el mismo horizonte. Moviéndose por la fuerza del viento, y dando la sensación de que era el mar mecido por la brisa.
- Increíbles vistas-, dijo, dándole un toque cariñoso a la elfa en la cintura, nada más bajarse. - Ha merecido la pena subir aquí, solo para ver esto-, comentó con una sonrisa.
Era hermoso, y hubiera sido un lugar perfecto para quedarse un rato allí para disfrutar del paisaje en pareja. Pero no estaban allí de viaje de placer, precisamente. Debían ayudar al Inquisidor con la sustancia que había creado Níniel, así que no distrajo más a la elfa.
Y no fui difícil verlo en esa planicie. Siguieron a Lucy en cuanto se puso a correr, a lo que en un principio pensó que era una masa de hielo. Cuando sobrevolaban el sitio, había imaginado que se trataba de una montaña de hielo, pero no. Al acercarse a la meseta había notado las escamas y la forma de un dragón. Por suerte, ese dragón no solo era aliado, sino que era precisamente el famoso Inquisidor. Y menos mal. Menudo tamaño tenía el líder de la Logia. Pocos seres en Aerandir podrían enfrentarse al Inquisidor sin acabar siendo su cena.
A lo largo de su vida, había visto dos dragones más grandes que él. El dragón de la luz, y precisamente su contrario. Pera aquella vez no era más que un sueño, más vívido de lo normal por la poción de Otrore. Ahora estaba viéndolo con sus propios ojos, a unos metros de distancia. En el mundo real. Y no tenía palabras. Era el ser más grande que hubiera contemplado.
Viendo al Inquisidor. Era más fácil entender la veneración que sentía su pueblo por los dragones. Aquellos dioses que enseñaron a sus antepasados a usar la magia, como decían las leyendas.
- Así lo haré-, contestó a la encantadora, volviendo a ponerse en una postura vigilante y dejando a un lado la impresión.
Había visto a otros hombres-dragón transformados, pero ni por asomo, ninguno alcanzaba el tamaño del Inquisidor. Pensar en lo grandes que serían los dragones elementales, le daban ganas de poder contemplar alguno. No podía evitar sentir sana envidia por los primeros brujos, que aprendieron la magia bajo la tutela de tan imponentes seres. Seguramente los dragones del sueño de Otrore no hicieran justicia a los reales. Los sueños, sueños son. Por peligrosos y, en cierto modo, reales los hiciera el talento del alquimista.
Aquellos dragones eran una creación de la conjunción de las mentes de Francesco, Níniel y él mismo. Pero ellos nunca habían visto un dragón de verdad, solo sus dibujos y descripciones en libros. Así que no dejaban de ser una media verdad. Una evocación de sus mentes, y por tanto, una ilusión.
- Bueno. Aquí no vive nadie más que el Inquisidor-, contestó a la reportera. - Es normal que esté tranquilo. Pero yo también tengo la misma sensación que tú. Me enseñaron a desconfiar de la calma, supongo-, rió ligeramente.
A todo guerrero le enseñaban a estar alerta en todo momento. Algo que era imposible realmente. Pero que por los menos se intentaba inculcar, cuando eran los peores momentos para una emboscada. Las peores situaciones, tanto por el tiempo, como el clima, o el propio terreno. Y todo el mundo sabía que la calma precedía a la tormenta.
Estar expuesto allí, en una meseta yerma mientras curaban al Inquisidor, no era una buena situación. Al menos el lugar era amplio y sin montañas, colinas o bosque donde se pudieran esconder unos asaltantes. Quien quisiera atacarlos, debería saber volar, o tendría que llegar escalando. Por ello lo divisaría con facilidad, y sería en teoría, sencillo vencerlos por el esfuerzo que suponía llegar hasta allí.
Así que por ello, debía sentirse seguro. Su situación en una llanura no era la mejor para una defensa, pero si esa meseta estaba en tal altura, lo ponía peor para los atacantes. Debería sentirse tranquilo. Pero no era el caso.
Mientras pensaba en ello, sintió el suelo moverse. O eso creyó, pues al concentrarse en ello no notó nada más. ¿Se había movido la tierra unos instantes, o habían sido imaginaciones suyas? Imposible saberlo, el silencio era el dominador de aquellos lares en esos instantes.
- Sí claro. Te acompaño-, comentó, poniéndose al paso con ella. Aunque en una postura más alerta que antes. No le había gustado sentir ese temblor, aunque parecía que nadie se hubiera percatado, y por lo tanto parecía que solo había sido cosa de su mente. - Este lugar debería ser fácil de defender, sin embargo, yo también tengo tus mismas inquietudes. Supongo que me preocupa aquella niebla que atravesamos. Lucy dijo que era una barrera protectora, pero no estoy seguro, de que el Inquisidor esté en condiciones de hacer nada más que respirar y mantenerse vivo-, le dijo a la periodista, sin poder evitar echar una mirada por encima del hombro hacia el maltrecho dragón. - No quiero asustarte, pero hay algo que no me gusta en todo esto-, comentó para que estuviera alerta, y sin ánimo de asustarla, como había dicho. - Por cierto. ¿Has notado un temblor hace un momento? Creí… sentir algo… Un movimiento del suelo. Pero todos siguen actuando con normalidad, y nadie ha comentado nada al respecto. Supongo que ha sido mi imaginación.
¿La altura le estaba afectando la mente? Ya había estado en lugares altos, y sabía de lo que era capaz dicha altura. Costaba respirar en sitios así, y eso podía llegar a hacerte pensar mal. A notar cosas inexistentes, como le podía haber pasado él. A fin de cuentas, ese era el pico más alto, así que era normal que ese problema fuera más acuciante que en cualquier montaña que hubiera visitado en el pasado.
De todos modos, indiferentemente de que el temblor fuera real o no, había algo no le gustaba. Y lo peor de todo, es que no podría describir de qué se trataba. Solamente podía prepararse para lo peor.
Ello evidenciaba un gran problema para el grupo. Pues si había sido el propio dragón quien había creado esa protección con arcanos, no les supondría mayor dificultad que atravesarla. Pero si no había sido él…
De todos modos, lo cierto es que en esos instantes, le inquietaba más encontrarse de repente contra un saliente de la montaña. Pues poco importaba un futuro enemigo que los esperase después de la niebla, si no sobrevivían al presente. Tanto daba si los esperaba el mismísimo dragón oscuro, un idiota que solamente sabía crear niebla arcana, o absolutamente nadie. Si acababan empotrados contra la roca, todo lo demás carecía de importancia.
El argentavis se movía entre la niebla como pez en el agua. Por lo que sus preocupaciones por un choque contra la montaña, pronto pasaron a un segundo plano. Aún siendo de metal, parecía tener los mismos instintos que un pájaro de verdad. O puede que contara con algún añadido que lo ayudaba a desenvolverse en esa niebla con facilidad. A fin de cuentas, era una creación de un biocibernético, aunque este estuviera loco. Y los bio solían ser bastante especiales y peculiares, contando a veces con herramientas que eran totalmente extrañas para él. Realmente, para él y para cualquiera en Aerandir que no fuera un cibernético.
Pero bueno, tampoco era primordial saber cómo conseguía el argentavis guiarse a través de la niebla. El hecho de que lo hiciera con cierta facilidad, manteniéndoles a salvo, era lo único que necesitaba.
Aunque se permitió acariciar con el dorso de su mano enguantada, la tersa piel de la mujer que lo abrazaba por la cintura, para infundirle ánimos. Que Níniel fuera lo suficientemente fuerte, para pasar por algo así sin ayuda de nadie, no significaba que no pudiera concederle un trato de afecto por su parte. Al fin y al cabo, su relación se había consolidado poco a poco, desde el beso que le diera en Roilkat. Y desde entonces eran algo más que camaradas de armas y amigos.
- Lucy tiene razón, en las cimas de las montañas suele costar más respirar. Es algo que ya he vivido en el pasado. Lo cierto, es que impresiona la primera vez-, comentó, evocando su viaje en busca de sus padres. - Ya se nota en Dundarak, y esta montaña se llama el Pico más Alto por algo-, rió. - Así que sufriremos esos efectos como nunca.
No creía que el malestar solo fuera por causa de la altura, ya que esa niebla le daban malas vibraciones. Sin embargo, no ganaba nada preocupando más al grupo, y lo cierto es que podía ser verdad. Que la niebla solamente fueran unos nubarrones grises cargados de agua. Y que las malas sensaciones fueran causa de la altura sumada a la poca visibilidad.
Cruzaron por fin la niebla, después de un tiempo que pareció interminable, y salieron a un mundo de contrastes. De hielo y fuego. De hielo y sol. Una lucha milenaria entre los copos de nieve, que sobrevivían en las cimas de los picos altos como aquel, contra el astro solar. Y que no tenía nunca vencedor por ninguna de las partes.
El argentavis descendió sobre un terraplén bastante extenso, donde el animal podría posarse sin problemas. Curiosamente, esa bestia de metal, tenía una forma bastante sutil y delicada de tomar tierra. Algo que contrastaba con su aspecto, tan grande e imponente.
- Tienes razón. Mar de nubes es una descripción bastante acertada-, contestó a la elfa, mientras oteaba en todas direcciones en busca de peligro.
No encontró nada que pudiera ser considerado enemigo o dañino, pero sí que pudo ver un yermo sin vida. Extrañamente apacible y bello, pese a su falta de vida. Y más allá de esa isla de nieve y hielo, se podían divisar las nubes desfilar por debajo de la altura de la meseta. Hasta donde alcanzaba la vista. Hasta el mismo horizonte. Moviéndose por la fuerza del viento, y dando la sensación de que era el mar mecido por la brisa.
- Increíbles vistas-, dijo, dándole un toque cariñoso a la elfa en la cintura, nada más bajarse. - Ha merecido la pena subir aquí, solo para ver esto-, comentó con una sonrisa.
Era hermoso, y hubiera sido un lugar perfecto para quedarse un rato allí para disfrutar del paisaje en pareja. Pero no estaban allí de viaje de placer, precisamente. Debían ayudar al Inquisidor con la sustancia que había creado Níniel, así que no distrajo más a la elfa.
Y no fui difícil verlo en esa planicie. Siguieron a Lucy en cuanto se puso a correr, a lo que en un principio pensó que era una masa de hielo. Cuando sobrevolaban el sitio, había imaginado que se trataba de una montaña de hielo, pero no. Al acercarse a la meseta había notado las escamas y la forma de un dragón. Por suerte, ese dragón no solo era aliado, sino que era precisamente el famoso Inquisidor. Y menos mal. Menudo tamaño tenía el líder de la Logia. Pocos seres en Aerandir podrían enfrentarse al Inquisidor sin acabar siendo su cena.
A lo largo de su vida, había visto dos dragones más grandes que él. El dragón de la luz, y precisamente su contrario. Pera aquella vez no era más que un sueño, más vívido de lo normal por la poción de Otrore. Ahora estaba viéndolo con sus propios ojos, a unos metros de distancia. En el mundo real. Y no tenía palabras. Era el ser más grande que hubiera contemplado.
Viendo al Inquisidor. Era más fácil entender la veneración que sentía su pueblo por los dragones. Aquellos dioses que enseñaron a sus antepasados a usar la magia, como decían las leyendas.
- Así lo haré-, contestó a la encantadora, volviendo a ponerse en una postura vigilante y dejando a un lado la impresión.
Había visto a otros hombres-dragón transformados, pero ni por asomo, ninguno alcanzaba el tamaño del Inquisidor. Pensar en lo grandes que serían los dragones elementales, le daban ganas de poder contemplar alguno. No podía evitar sentir sana envidia por los primeros brujos, que aprendieron la magia bajo la tutela de tan imponentes seres. Seguramente los dragones del sueño de Otrore no hicieran justicia a los reales. Los sueños, sueños son. Por peligrosos y, en cierto modo, reales los hiciera el talento del alquimista.
Aquellos dragones eran una creación de la conjunción de las mentes de Francesco, Níniel y él mismo. Pero ellos nunca habían visto un dragón de verdad, solo sus dibujos y descripciones en libros. Así que no dejaban de ser una media verdad. Una evocación de sus mentes, y por tanto, una ilusión.
- Bueno. Aquí no vive nadie más que el Inquisidor-, contestó a la reportera. - Es normal que esté tranquilo. Pero yo también tengo la misma sensación que tú. Me enseñaron a desconfiar de la calma, supongo-, rió ligeramente.
A todo guerrero le enseñaban a estar alerta en todo momento. Algo que era imposible realmente. Pero que por los menos se intentaba inculcar, cuando eran los peores momentos para una emboscada. Las peores situaciones, tanto por el tiempo, como el clima, o el propio terreno. Y todo el mundo sabía que la calma precedía a la tormenta.
Estar expuesto allí, en una meseta yerma mientras curaban al Inquisidor, no era una buena situación. Al menos el lugar era amplio y sin montañas, colinas o bosque donde se pudieran esconder unos asaltantes. Quien quisiera atacarlos, debería saber volar, o tendría que llegar escalando. Por ello lo divisaría con facilidad, y sería en teoría, sencillo vencerlos por el esfuerzo que suponía llegar hasta allí.
Así que por ello, debía sentirse seguro. Su situación en una llanura no era la mejor para una defensa, pero si esa meseta estaba en tal altura, lo ponía peor para los atacantes. Debería sentirse tranquilo. Pero no era el caso.
Mientras pensaba en ello, sintió el suelo moverse. O eso creyó, pues al concentrarse en ello no notó nada más. ¿Se había movido la tierra unos instantes, o habían sido imaginaciones suyas? Imposible saberlo, el silencio era el dominador de aquellos lares en esos instantes.
- Sí claro. Te acompaño-, comentó, poniéndose al paso con ella. Aunque en una postura más alerta que antes. No le había gustado sentir ese temblor, aunque parecía que nadie se hubiera percatado, y por lo tanto parecía que solo había sido cosa de su mente. - Este lugar debería ser fácil de defender, sin embargo, yo también tengo tus mismas inquietudes. Supongo que me preocupa aquella niebla que atravesamos. Lucy dijo que era una barrera protectora, pero no estoy seguro, de que el Inquisidor esté en condiciones de hacer nada más que respirar y mantenerse vivo-, le dijo a la periodista, sin poder evitar echar una mirada por encima del hombro hacia el maltrecho dragón. - No quiero asustarte, pero hay algo que no me gusta en todo esto-, comentó para que estuviera alerta, y sin ánimo de asustarla, como había dicho. - Por cierto. ¿Has notado un temblor hace un momento? Creí… sentir algo… Un movimiento del suelo. Pero todos siguen actuando con normalidad, y nadie ha comentado nada al respecto. Supongo que ha sido mi imaginación.
¿La altura le estaba afectando la mente? Ya había estado en lugares altos, y sabía de lo que era capaz dicha altura. Costaba respirar en sitios así, y eso podía llegar a hacerte pensar mal. A notar cosas inexistentes, como le podía haber pasado él. A fin de cuentas, ese era el pico más alto, así que era normal que ese problema fuera más acuciante que en cualquier montaña que hubiera visitado en el pasado.
De todos modos, indiferentemente de que el temblor fuera real o no, había algo no le gustaba. Y lo peor de todo, es que no podría describir de qué se trataba. Solamente podía prepararse para lo peor.
Vincent Calhoun
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Re: [Epílogo] El Inquisidor [Níniel-Vincent]
La poción de Níniel iba curando poco a poco al inquisidor, por momentos parecía más una tortura que una sanación, a tenor de los guturales gritos que emitía la criatura, pero a medida que pasaba el tiempo, el inquisidor recuperaba su entereza, logrando incluso incorporarse. Lucy no dejaba de acariciarlo con esperanza, dándole ánimos constantemente y dirigiéndose a él con un gran respeto. A la criatura le costaba recuperarse, y cada gota que tomaba era una tortura para él, aunque necesaria por otra parte. Entre los sonidos guturales de la criatura, Pipa y Vincent seguían paseando por la plataforma.
-No eres el único que lo ha sentido, Vincent. – sintió Pipa, asustada. Que seguía tomando nota de que cada cosa que ocurría. – Temblores… Un fenómeno extraño, cuando vuelva a Lunargenta trataré de buscar bibliografía al respecto y ver si es algo normal. – la periodista apuntaba todo y hacía esquemas rápido con la mano, por toda la plataforma, de todo lo que veía. Era su trabajo y sabía hacerlo muy bien. Pero Vincent seguía con la mosca detrás de la oreja. Y no era para menos.
Además de la parte inferior, la niebla ocultaba uno de los picos. Fue allí de donde parecía venir el epicentro de un pequeño terremoto, mucho más fuerte que el anterior.
-¡Por los dioses! ¡El suelo se abre! – exclamó Pipa, torciendo la vista hacia el pico del que parecía venir el epicentro, que permanecía tapado por la niebla. Una enorme grieta salió de éste y comenzó a dividir en dos la plataforma sobre la que se encontraban. Tanto Vincent como Pipa, pudieron saltar ambos hacia el lado del inquisidor. A continuación Un enorme rugido se sintió a continuación. Pero no uno de un dragón normal, no. Un grito aterrador y prolongado, multiplicado por el eco de las silenciosas montañas.
El pico comenzó a despejarse según la niebla se disolvía, generando un efecto de lluvia por el repentino calor. Poco a poco pudo ir divisándose la figura de… ¡Un enorme dragón astado! ¡tan grande como una montaña! Pareció surgir de la nada, pero había sido él el que causó el terremoto, la plataforma comenzó a partirse en dos. Miraba a los presentes, y rugía. Si el Inquisidor era grande, éste tendría un tamaño algo mayor. Totalmente negro, con una especie de cámara magmática en el pecho, y de cada rugido desprendía lava por saliva.
- ¡Ataca! ¡Argentavis! – ordenó Pipa. El ave mecánica trató de abalanzarse sobre el dragón y la criatura fue atravesada con la garra oscura de la criatura, cortada en dos, y cayendo cordillera abajo.
-¡Es… es Querostraza! ¡La… la montura de…! – se respigó tan sólo de pensar el nombre. - …Frendel. – suspiró Lucy para confirmar los peores presagios de Níniel. La alta encantadora sabía quién era por palabras del inquisidor, pero nunca llegó a pensar que se manifestaría en persona. - Viene a reclamar la energía del Inquisidor. Tenemos que irnos, ahora mismo. ¿Dónde están los polvos flú? – preguntó la encantadora rebuscando con celeridad entre los bolsos de su ropa de abrigo roja. Por un momento creyó llegar a perderlos, pero poco después encontró la bolsita que le había entregado Abbey. – ¡Están aquí! Necesitaré algo de tiempo para hacer el ritu… ¡ah! – chilló. Lucy tuvo que callarse al sentir como el inquisidor la tomaba por el cuello de la ropa con su enorme boca y giraba el cuello para colocarla a su espalda. Al tiempo que rugía a Níniel para invitar a subir a sus lomos. - Necesito tiempo para hacer el ritual. Intentad aguantar. - pidió la joven, que al tener que teletransportar a una criatura tan grande como el inquisidor no le valdría con un ritual simple como el que había hecho para ayudar a Níniel a volver a la torre de la logia.
El dragón negro saltó a la plataforma desde la otra montaña, causando un nuevo terremoto. La mitad de la plataforma terminó por desprenderse, y, la que quedaba, comenzó a inclinarse por el peso de ambos dragones, enfrentados y rugiendo uno frente al otro.
Todas las misiones de nigromantes del foro no eran fruto de la casualidad. Además, cuando comenzamos la misión os advertí que habría peligro y no tenía intención de decepcionaros. Como sois dos buenos roleros veteranos y con el beneplácito de los demás masters y staff, quería recompensaros con un combate épico frente a uno de los más poderosos enemigos del lore del foro. Ni qué decir que no tenéis suficiente fuerza para derrotar a Querostraza, montura de Frendel, y que estáis en alto peligro. Vuestra victoria será huir ilesos (si es que podéis). Después de este combate, terminará la misión.
Si hubieseis llevado a Abbey, podría utilizar la nieve y las ventiscas en vuestro favor. Lucy no podrá hacer nada contra un dragón de su mismo elemento, más que realizar el ritual de los polvos flú (necesitará este turno y otro más). Tendréis que resistir dos turnos (yo intervendré como siempre por medio), usando vuestras habilidades, objetos de máster o lo que consideréis. Los dos tendréis que lanzar una runa… y rezar porque los dioses sean condescendientes con vosotros.
Níniel: A lomos del inquisidor (dragón elemental de hielo), tendrás que protegerle de los brutales ataques, embestidas, o llamaradas, que os hará el dragón. Es vuestra lucha, tenéis libertad para describirla. Aunque vuestros ataques no serán más que meras cosquillas para la montura de Frendel.
Vincent: La plataforma se inclina y Pipa y tú rodáis por el hielo, tendréis que buscar la manera de llegar hasta el Inquisidor, él tratará de ir a rescataros en el próximo turno.
-No eres el único que lo ha sentido, Vincent. – sintió Pipa, asustada. Que seguía tomando nota de que cada cosa que ocurría. – Temblores… Un fenómeno extraño, cuando vuelva a Lunargenta trataré de buscar bibliografía al respecto y ver si es algo normal. – la periodista apuntaba todo y hacía esquemas rápido con la mano, por toda la plataforma, de todo lo que veía. Era su trabajo y sabía hacerlo muy bien. Pero Vincent seguía con la mosca detrás de la oreja. Y no era para menos.
Además de la parte inferior, la niebla ocultaba uno de los picos. Fue allí de donde parecía venir el epicentro de un pequeño terremoto, mucho más fuerte que el anterior.
-¡Por los dioses! ¡El suelo se abre! – exclamó Pipa, torciendo la vista hacia el pico del que parecía venir el epicentro, que permanecía tapado por la niebla. Una enorme grieta salió de éste y comenzó a dividir en dos la plataforma sobre la que se encontraban. Tanto Vincent como Pipa, pudieron saltar ambos hacia el lado del inquisidor. A continuación Un enorme rugido se sintió a continuación. Pero no uno de un dragón normal, no. Un grito aterrador y prolongado, multiplicado por el eco de las silenciosas montañas.
El pico comenzó a despejarse según la niebla se disolvía, generando un efecto de lluvia por el repentino calor. Poco a poco pudo ir divisándose la figura de… ¡Un enorme dragón astado! ¡tan grande como una montaña! Pareció surgir de la nada, pero había sido él el que causó el terremoto, la plataforma comenzó a partirse en dos. Miraba a los presentes, y rugía. Si el Inquisidor era grande, éste tendría un tamaño algo mayor. Totalmente negro, con una especie de cámara magmática en el pecho, y de cada rugido desprendía lava por saliva.
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No tan exagerado, tiene un tamaño similar al del inquisidor.
- ¡Ataca! ¡Argentavis! – ordenó Pipa. El ave mecánica trató de abalanzarse sobre el dragón y la criatura fue atravesada con la garra oscura de la criatura, cortada en dos, y cayendo cordillera abajo.
-¡Es… es Querostraza! ¡La… la montura de…! – se respigó tan sólo de pensar el nombre. - …Frendel. – suspiró Lucy para confirmar los peores presagios de Níniel. La alta encantadora sabía quién era por palabras del inquisidor, pero nunca llegó a pensar que se manifestaría en persona. - Viene a reclamar la energía del Inquisidor. Tenemos que irnos, ahora mismo. ¿Dónde están los polvos flú? – preguntó la encantadora rebuscando con celeridad entre los bolsos de su ropa de abrigo roja. Por un momento creyó llegar a perderlos, pero poco después encontró la bolsita que le había entregado Abbey. – ¡Están aquí! Necesitaré algo de tiempo para hacer el ritu… ¡ah! – chilló. Lucy tuvo que callarse al sentir como el inquisidor la tomaba por el cuello de la ropa con su enorme boca y giraba el cuello para colocarla a su espalda. Al tiempo que rugía a Níniel para invitar a subir a sus lomos. - Necesito tiempo para hacer el ritual. Intentad aguantar. - pidió la joven, que al tener que teletransportar a una criatura tan grande como el inquisidor no le valdría con un ritual simple como el que había hecho para ayudar a Níniel a volver a la torre de la logia.
El dragón negro saltó a la plataforma desde la otra montaña, causando un nuevo terremoto. La mitad de la plataforma terminó por desprenderse, y, la que quedaba, comenzó a inclinarse por el peso de ambos dragones, enfrentados y rugiendo uno frente al otro.
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Todas las misiones de nigromantes del foro no eran fruto de la casualidad. Además, cuando comenzamos la misión os advertí que habría peligro y no tenía intención de decepcionaros. Como sois dos buenos roleros veteranos y con el beneplácito de los demás masters y staff, quería recompensaros con un combate épico frente a uno de los más poderosos enemigos del lore del foro. Ni qué decir que no tenéis suficiente fuerza para derrotar a Querostraza, montura de Frendel, y que estáis en alto peligro. Vuestra victoria será huir ilesos (si es que podéis). Después de este combate, terminará la misión.
Si hubieseis llevado a Abbey, podría utilizar la nieve y las ventiscas en vuestro favor. Lucy no podrá hacer nada contra un dragón de su mismo elemento, más que realizar el ritual de los polvos flú (necesitará este turno y otro más). Tendréis que resistir dos turnos (yo intervendré como siempre por medio), usando vuestras habilidades, objetos de máster o lo que consideréis. Los dos tendréis que lanzar una runa… y rezar porque los dioses sean condescendientes con vosotros.
Níniel: A lomos del inquisidor (dragón elemental de hielo), tendrás que protegerle de los brutales ataques, embestidas, o llamaradas, que os hará el dragón. Es vuestra lucha, tenéis libertad para describirla. Aunque vuestros ataques no serán más que meras cosquillas para la montura de Frendel.
Vincent: La plataforma se inclina y Pipa y tú rodáis por el hielo, tendréis que buscar la manera de llegar hasta el Inquisidor, él tratará de ir a rescataros en el próximo turno.
Ger
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Re: [Epílogo] El Inquisidor [Níniel-Vincent]
En un primer momento Níniel no prestó atención a los leves temblores que sacudían aquella meseta helada en la que por alguna razón el inquisidor había buscado refugio. De hecho, pendiente como estaba del estado del dragón, ni siquiera se había percatado de que eran algo más que la poderosa respiración de tan imponente ser, la cual ganaba en intensidad conforme éste mejoraba rápidamente, mostrando también claras muestras físicas de notable recuperación. Dando como resultado que cada vez pareciera más un ser digno de las más grandes leyendas y no ya una criatura finada resignada a morir como había parecido tan solo unos minutos antes.
-Es tal y como esperaba, incluso mejor. Si no la hubiera preparado yo misma diría que es un milagro obra los dioses y no una fórmula maestra de alquimia.- Comentó la joven elfa aún al lado del inquisidor para que una preocupada aunque optimista Lucy aceptara totalmente el hecho de que lo habían logrado. Que su viaje y sus desvelos en la llanura y el refugio 109 habían dado su fruto cumpliendo sus más optimistas predicciones. Y es que la alta encantadora parecía incapaz de terminar de creérselo. Como si fuera demasiado bueno para ser verdad.
No obstante pronto quedó patente que algo no iba bien. No solo es que el suelo comenzara a temblar con mayor intensidad que antes denotando que las dos jóvenes se habían confiado demasiado debido a la alegría de la fulgurante revitalización de su líder de gremio, si no que el propio comportamiento del inquisidor era una señal de alarma en sí misma; mostrándose muy alerta, con una posición defensiva y como preparado para saltar ante una amenaza de la que los demás aún no eran del todo conscientes.
-¿Qué está pasando?- Preguntó la peliblanca a Lucy mirándola a los ojos aunque sin obtener una mejor respuesta de ella que del inquisidor. Incluso podría decirse que ambos, salvando las claras diferencias, estaban comportándose de la misma manera, preparados para algo que a esas alturas Níniel no dudaba que era muy malo pero de lo que no sabía nada más. ¿Podía tratarse del terrible enemigo que la pelirroja sugiriera al comenzar el viaje el día anterior? ¿Pero cómo? ¿Acaso tan oscura amenaza había estado siempre tan cerca sin que nadie lo supiera?
En ese momento la plataforma plana donde se situaban fue surcada por una profunda grieta que separó el lugar en dos, dejando por suerte a todos los allí presentes del mismo lado y momentáneamente a salvo del riesgo de caer montaña abajo, pues era el otro lado el que parecía a punto de desprenderse. Sin embargo hasta ahí llegaba su buena fortuna. Pronto quedaría claro que a pesar del riesgo de los temblores en la montaña, aquello no era si no el menor de sus problemas.
-Dioses, protegednos.- Fue cuanto pudo musitar la sacerdotisa al escuchar aquel terrible rugido, heraldo de la llegada de un poderoso enemigo cuya silueta no tardó en recortarse con destellos rojizos entre la niebla. Una niebla que, como si pudiera sentir miedo, se apartaba y desaparecía conforme aquel adversario se acercaba y la convertía en lluvia a causa del intenso calor que generaba en forma de...¿Llamas? Parecía más bien generar lava lo que implicaba también el elemento tierra si es que eso era posible.
Aquel dragón era enorme, hasta el punto de superar en tamaño al propio inquisidor, lo que lo convertía en el ser más grande que Níniel hubiese visto en su vida si no se contaba a los árboles de Sandorai o la manifestación del gran dragón de luz que vio una vez en un sueño, el cual no podía contar pues no había sido más que el fruto de su idealización y cualquier parecido con la realidad sería una mera coincidencia. Aquello unido a su color, la lava que generaba y su más que palpable hostilidad lo dotaban de una presencia tal que el cuerpo de la joven había comenzado a temblar sin que ella se hubiese dado cuenta siquiera. Como tampoco se había dado cuenta de la fuerza con la que se aferraba a su bastón, la sangre que se había hecho al morderse el labio por la tensión o que instintivamente había retrocedido buscando la protección de su dragón aliado.
Ni siquiera el argentavis fue rival para él y acabó destrozado de un solo golpe con una facilidad pasmosa. Lo cual ponía fin a la que Níniel había considerado una de sus mejores bazas si como había resultado siendo el caso tenían que luchar en aras de salvar al inquisidor. Aquella creación mecánica no era precisamente la clase de rival fácil de vencer, fuerte, rápido y enorme...Su aplastante derrota fue un jarro de agua fría.
-"Ahora mismo" ya se me antoja demasiada espera...- No pudo evitar soltar Níniel aunque trataba de controlarse para no dejar que el miedo lograra dominarla. Su enemigo era sencillamente mucho más poderoso que ellas. Su única esperanza residía en que un recién recuperado inquisidor resultara un adversario más digno para Querostraza que el fallido "dios máquina" del 109, algo que Níniel no sabía pues no conocía la magnitud de los poderes de quien ahora le pedía que fuera su jinete.
-Anar concédeme el valor y la fuerza necesarios para luchar con honor contra mis enemigos.- Comenzó a recitar la joven como mantra para tranquilizarse y hacer las paces con sus divinidades mientras trepaba a una de las patas del inquisidor para desde allí subir más fácilmente a su lomo. Colocándose delante de Lucy quien se aferró a ella compartiendo su agradable calor corporal mientras comenzaba a acumular maná para poder usar los flú al nivel que la situación requería.
Parecía que la pelirroja tendría que centrarse en aquello y no podría ayudar en nada más, lo cual hizo que la peliblanca dudara un momento si quizá de haber escogido a Abbey hubiesen podido gozar de alguna ventaja añadida de algún tipo; idea que descartó enseguida. Si Lucy no podía hacer nada más, Abbey tampoco podría haber usado sus poderes a la vez que se preparaba para usar los polvos...Y ahora a parte de aterrada estaría congelada.
-Isil protégenos del mal que acecha en las sombras. Acude presta en auxilio de tu humilde hija.- Continuó rezando cerrando por un instante los ojos concentrándose ella también lo máximo posible para lo que estaba por comenzar. Aunque solo el poco tiempo que tardó su enemigo en llegar hasta ellos haciendo que parte de aquella zona terminara de desprenderse y la otra quedara claramente inestable. Aquel lugar no aguantaría mucho más tiempo la ferocidad del dragón negro, mucho menos un enfrentamiento entre él y el inquisidor. Si luchaban allí Vincent y Pipa acabarían precipitándose al vacío más pronto que tarde. -Madre tierra, ayúdame a mostrarme digna heredera de mis antepasados, aquellos que ya volvieron a ti y con los que yo también me reuniré llegado el momento. Diles que que ya sea hoy o dentro de 300 años mi anhelo es que se enorgullezcan de mi.- Terminó de orar llevando su mano a su bolsa y apurando de un trago una de sus pócimas; momento en el que comenzó a repartir bendiciones.
Se bendijo a sí misma y al inquisidor con un notable incremento de sus capacidades mágicas y cognitivas, haciendo que sus ojos fulgurasen en color aguamarina debido a lograr un nivel de poder tan aumentado. A continuación a Vincent y Pipa, que parecían tener problemas con el hielo y la nueva pendiente de aquel lugar, con un incremento de destreza para que les facilitara el sobreponerse a tales condiciones. Finalmente los cuatro recibieron la furia de Anar para usarla como creyeran adecuado. Puede que Níniel no pudiera ayudar al líder de la logia combatiendo directamente, pero esperaba que con esa ayuda pudieran al menos ganar el tiempo que Lucy necesitaba.
-Alcemos el vuelo, la plataforma no aguantará mucho más.- Sugirió la peliblanca entonces al inquisidor prescindiendo para ello de buena parte de la reverencia que le había procesado antes. No por gusto, pues el respeto seguía allí intacto, si no por necesidad. Si iban a luchar juntos las formas solo les ralentizarían. -Los cielos serán nuestro campo de batalla.- Añadió entonces.
El inquisidor rugió una vez más a su adversario y a modo de respuesta lanzó una ráfaga de aliento gélido contra el imponente dragón negro, la cual potenciada por las bendiciones de Níniel resultó mucho más intensa de lo que ya era capaz de producir por sí mismo el líder de la logia. La ráfaga alcanzó a su adversario de lleno llegando incluso a formar cristales de hielo en torno a su ardiente cuerpo, pero si aquello le causó un daño real desde luego no lo mostró en forma alguna. De hecho casi parecía que había recibido el ataque como un modo de demostrar lo inútil que era resistirte. Una maniobra destinada a minar la moral de aquellos que cometían la estupidez de enfrentarse a él. Y hubiese funcionado de no haber sido desde el principio el plan del dragón blanco el usar el vapor que se formó por el ataque para desaparecer de la vista y alzar el vuelo, cobrando una buena ventaja aérea para cuando Querostraza quiso darse cuenta.
Si no podían vencer con fuerza bruta, tendrían que compensarlo con ingenio y estrategia. Si además podían aprovechar el orgullo del dragón negro, que por el momento parecía su único punto débil aprovechable, quizá hasta lo lograran y todo.
-Ahora tenemos ventaja.- Instó la peliblanca diciendo algo que sin duda el inquisidor ya sabía y no necesitaba que nadie le indicara. Y desde aquella posición más elevada disparó lo que a todas luces podía ser descrito como un potente rayo de hielo que el dragón negro no pudo evitar al estar en esos momentos aún tratando de llegar hasta ellos. -Parece más pesado que nosotros.- Notó también la elfa comentandolo en alto para que su superiores actuara del modo que considerara oportuno.
De nuevo el ataque no parecía tener demasiado efecto, lo cual resultaba descorazonador, pero al menos estaban entreteniendo a tan formidable adversario e incluso manteniendo las distancias; aunque a pesar de recibir tan terrible ataque continuo la montura de Frendel si que iba ganando metros por increíble que pareciera. ¿Tan fuerte era como para no resultar lastimado de algo así y además reducir distancias? Níniel no se había enfrentado nunca a un enemigo que pudiese aguantar semejante castigo de esa manera. Gigantes, bestias marinas y hasta fortalezas sufrirían severamente ante algo así...¿A qué se estaban enfrentando exactamente?
-Apunta a sus alas, su membrana es más vulnerable. Si logramos aunque sea enfriarlas no podrá volar tan fácilmente.- Pensó en voz alta la joven. Incluso aquella cosa necesitaría sangre en sus alas para volar, de hecho si bajaban lo suficiente la temperatura de sus extremidades más vulnerables podrían causarle un shock...Al menos en teoría. Si aquella cosa era tan poderosa como para evitar incluso el daño o la pérdida de calor en sus alas o si tenía magma por sangre...Bueno, pues habría que pensar otra cosa.
En ese momento, y como si hubiese escuchado a la elfa o se hubiese cansado de juegos, Querostraza se giró en el aire y contraatacó abriendo sus fauces y disparando un potente chorro de llamas que anuló el ataque del inquisidor y causó que de nuevo una niebla cada vez más densa se formara en torno a la zona del combate. Incapaz de aguantar a ese nivel, el dragón blanco cesó en su ataque y trató de hacer un picado para esquivar la llamarada, lográndolo por los pelos, o las escamas más bien, aunque recibiendo una quemadura en el extremo de su ala derecha. No contento con ello, su enemigo cargó contra ellos dispuesto a golpear a su adversario ahora que estaba vulnerable. Por suerte Níniel fue más rápida y viendo como aquellos destellos rojizos que emitía el dragón negro se acercaban a velocidad de embestida levantó su esfera mágica cubriendo parte del cuerpo de su "montura" logrando que éste se golpeara fuertemente en la cabeza con ella y volviendo el golpe contra él de ese modo, dejándolo atontado y tornando las vueltas de la vulnerabilidad a su favor.
Puede que sus ataques no le hicieran más que cosquillas, pero aquello debía de haberle dolido al golpearse a sí mismo contra un muro impenetrable.
-!Ahora! !A sus alas!.-
-Es tal y como esperaba, incluso mejor. Si no la hubiera preparado yo misma diría que es un milagro obra los dioses y no una fórmula maestra de alquimia.- Comentó la joven elfa aún al lado del inquisidor para que una preocupada aunque optimista Lucy aceptara totalmente el hecho de que lo habían logrado. Que su viaje y sus desvelos en la llanura y el refugio 109 habían dado su fruto cumpliendo sus más optimistas predicciones. Y es que la alta encantadora parecía incapaz de terminar de creérselo. Como si fuera demasiado bueno para ser verdad.
No obstante pronto quedó patente que algo no iba bien. No solo es que el suelo comenzara a temblar con mayor intensidad que antes denotando que las dos jóvenes se habían confiado demasiado debido a la alegría de la fulgurante revitalización de su líder de gremio, si no que el propio comportamiento del inquisidor era una señal de alarma en sí misma; mostrándose muy alerta, con una posición defensiva y como preparado para saltar ante una amenaza de la que los demás aún no eran del todo conscientes.
-¿Qué está pasando?- Preguntó la peliblanca a Lucy mirándola a los ojos aunque sin obtener una mejor respuesta de ella que del inquisidor. Incluso podría decirse que ambos, salvando las claras diferencias, estaban comportándose de la misma manera, preparados para algo que a esas alturas Níniel no dudaba que era muy malo pero de lo que no sabía nada más. ¿Podía tratarse del terrible enemigo que la pelirroja sugiriera al comenzar el viaje el día anterior? ¿Pero cómo? ¿Acaso tan oscura amenaza había estado siempre tan cerca sin que nadie lo supiera?
En ese momento la plataforma plana donde se situaban fue surcada por una profunda grieta que separó el lugar en dos, dejando por suerte a todos los allí presentes del mismo lado y momentáneamente a salvo del riesgo de caer montaña abajo, pues era el otro lado el que parecía a punto de desprenderse. Sin embargo hasta ahí llegaba su buena fortuna. Pronto quedaría claro que a pesar del riesgo de los temblores en la montaña, aquello no era si no el menor de sus problemas.
-Dioses, protegednos.- Fue cuanto pudo musitar la sacerdotisa al escuchar aquel terrible rugido, heraldo de la llegada de un poderoso enemigo cuya silueta no tardó en recortarse con destellos rojizos entre la niebla. Una niebla que, como si pudiera sentir miedo, se apartaba y desaparecía conforme aquel adversario se acercaba y la convertía en lluvia a causa del intenso calor que generaba en forma de...¿Llamas? Parecía más bien generar lava lo que implicaba también el elemento tierra si es que eso era posible.
Aquel dragón era enorme, hasta el punto de superar en tamaño al propio inquisidor, lo que lo convertía en el ser más grande que Níniel hubiese visto en su vida si no se contaba a los árboles de Sandorai o la manifestación del gran dragón de luz que vio una vez en un sueño, el cual no podía contar pues no había sido más que el fruto de su idealización y cualquier parecido con la realidad sería una mera coincidencia. Aquello unido a su color, la lava que generaba y su más que palpable hostilidad lo dotaban de una presencia tal que el cuerpo de la joven había comenzado a temblar sin que ella se hubiese dado cuenta siquiera. Como tampoco se había dado cuenta de la fuerza con la que se aferraba a su bastón, la sangre que se había hecho al morderse el labio por la tensión o que instintivamente había retrocedido buscando la protección de su dragón aliado.
Ni siquiera el argentavis fue rival para él y acabó destrozado de un solo golpe con una facilidad pasmosa. Lo cual ponía fin a la que Níniel había considerado una de sus mejores bazas si como había resultado siendo el caso tenían que luchar en aras de salvar al inquisidor. Aquella creación mecánica no era precisamente la clase de rival fácil de vencer, fuerte, rápido y enorme...Su aplastante derrota fue un jarro de agua fría.
-"Ahora mismo" ya se me antoja demasiada espera...- No pudo evitar soltar Níniel aunque trataba de controlarse para no dejar que el miedo lograra dominarla. Su enemigo era sencillamente mucho más poderoso que ellas. Su única esperanza residía en que un recién recuperado inquisidor resultara un adversario más digno para Querostraza que el fallido "dios máquina" del 109, algo que Níniel no sabía pues no conocía la magnitud de los poderes de quien ahora le pedía que fuera su jinete.
-Anar concédeme el valor y la fuerza necesarios para luchar con honor contra mis enemigos.- Comenzó a recitar la joven como mantra para tranquilizarse y hacer las paces con sus divinidades mientras trepaba a una de las patas del inquisidor para desde allí subir más fácilmente a su lomo. Colocándose delante de Lucy quien se aferró a ella compartiendo su agradable calor corporal mientras comenzaba a acumular maná para poder usar los flú al nivel que la situación requería.
Parecía que la pelirroja tendría que centrarse en aquello y no podría ayudar en nada más, lo cual hizo que la peliblanca dudara un momento si quizá de haber escogido a Abbey hubiesen podido gozar de alguna ventaja añadida de algún tipo; idea que descartó enseguida. Si Lucy no podía hacer nada más, Abbey tampoco podría haber usado sus poderes a la vez que se preparaba para usar los polvos...Y ahora a parte de aterrada estaría congelada.
-Isil protégenos del mal que acecha en las sombras. Acude presta en auxilio de tu humilde hija.- Continuó rezando cerrando por un instante los ojos concentrándose ella también lo máximo posible para lo que estaba por comenzar. Aunque solo el poco tiempo que tardó su enemigo en llegar hasta ellos haciendo que parte de aquella zona terminara de desprenderse y la otra quedara claramente inestable. Aquel lugar no aguantaría mucho más tiempo la ferocidad del dragón negro, mucho menos un enfrentamiento entre él y el inquisidor. Si luchaban allí Vincent y Pipa acabarían precipitándose al vacío más pronto que tarde. -Madre tierra, ayúdame a mostrarme digna heredera de mis antepasados, aquellos que ya volvieron a ti y con los que yo también me reuniré llegado el momento. Diles que que ya sea hoy o dentro de 300 años mi anhelo es que se enorgullezcan de mi.- Terminó de orar llevando su mano a su bolsa y apurando de un trago una de sus pócimas; momento en el que comenzó a repartir bendiciones.
Se bendijo a sí misma y al inquisidor con un notable incremento de sus capacidades mágicas y cognitivas, haciendo que sus ojos fulgurasen en color aguamarina debido a lograr un nivel de poder tan aumentado. A continuación a Vincent y Pipa, que parecían tener problemas con el hielo y la nueva pendiente de aquel lugar, con un incremento de destreza para que les facilitara el sobreponerse a tales condiciones. Finalmente los cuatro recibieron la furia de Anar para usarla como creyeran adecuado. Puede que Níniel no pudiera ayudar al líder de la logia combatiendo directamente, pero esperaba que con esa ayuda pudieran al menos ganar el tiempo que Lucy necesitaba.
-Alcemos el vuelo, la plataforma no aguantará mucho más.- Sugirió la peliblanca entonces al inquisidor prescindiendo para ello de buena parte de la reverencia que le había procesado antes. No por gusto, pues el respeto seguía allí intacto, si no por necesidad. Si iban a luchar juntos las formas solo les ralentizarían. -Los cielos serán nuestro campo de batalla.- Añadió entonces.
El inquisidor rugió una vez más a su adversario y a modo de respuesta lanzó una ráfaga de aliento gélido contra el imponente dragón negro, la cual potenciada por las bendiciones de Níniel resultó mucho más intensa de lo que ya era capaz de producir por sí mismo el líder de la logia. La ráfaga alcanzó a su adversario de lleno llegando incluso a formar cristales de hielo en torno a su ardiente cuerpo, pero si aquello le causó un daño real desde luego no lo mostró en forma alguna. De hecho casi parecía que había recibido el ataque como un modo de demostrar lo inútil que era resistirte. Una maniobra destinada a minar la moral de aquellos que cometían la estupidez de enfrentarse a él. Y hubiese funcionado de no haber sido desde el principio el plan del dragón blanco el usar el vapor que se formó por el ataque para desaparecer de la vista y alzar el vuelo, cobrando una buena ventaja aérea para cuando Querostraza quiso darse cuenta.
Si no podían vencer con fuerza bruta, tendrían que compensarlo con ingenio y estrategia. Si además podían aprovechar el orgullo del dragón negro, que por el momento parecía su único punto débil aprovechable, quizá hasta lo lograran y todo.
-Ahora tenemos ventaja.- Instó la peliblanca diciendo algo que sin duda el inquisidor ya sabía y no necesitaba que nadie le indicara. Y desde aquella posición más elevada disparó lo que a todas luces podía ser descrito como un potente rayo de hielo que el dragón negro no pudo evitar al estar en esos momentos aún tratando de llegar hasta ellos. -Parece más pesado que nosotros.- Notó también la elfa comentandolo en alto para que su superiores actuara del modo que considerara oportuno.
De nuevo el ataque no parecía tener demasiado efecto, lo cual resultaba descorazonador, pero al menos estaban entreteniendo a tan formidable adversario e incluso manteniendo las distancias; aunque a pesar de recibir tan terrible ataque continuo la montura de Frendel si que iba ganando metros por increíble que pareciera. ¿Tan fuerte era como para no resultar lastimado de algo así y además reducir distancias? Níniel no se había enfrentado nunca a un enemigo que pudiese aguantar semejante castigo de esa manera. Gigantes, bestias marinas y hasta fortalezas sufrirían severamente ante algo así...¿A qué se estaban enfrentando exactamente?
-Apunta a sus alas, su membrana es más vulnerable. Si logramos aunque sea enfriarlas no podrá volar tan fácilmente.- Pensó en voz alta la joven. Incluso aquella cosa necesitaría sangre en sus alas para volar, de hecho si bajaban lo suficiente la temperatura de sus extremidades más vulnerables podrían causarle un shock...Al menos en teoría. Si aquella cosa era tan poderosa como para evitar incluso el daño o la pérdida de calor en sus alas o si tenía magma por sangre...Bueno, pues habría que pensar otra cosa.
En ese momento, y como si hubiese escuchado a la elfa o se hubiese cansado de juegos, Querostraza se giró en el aire y contraatacó abriendo sus fauces y disparando un potente chorro de llamas que anuló el ataque del inquisidor y causó que de nuevo una niebla cada vez más densa se formara en torno a la zona del combate. Incapaz de aguantar a ese nivel, el dragón blanco cesó en su ataque y trató de hacer un picado para esquivar la llamarada, lográndolo por los pelos, o las escamas más bien, aunque recibiendo una quemadura en el extremo de su ala derecha. No contento con ello, su enemigo cargó contra ellos dispuesto a golpear a su adversario ahora que estaba vulnerable. Por suerte Níniel fue más rápida y viendo como aquellos destellos rojizos que emitía el dragón negro se acercaban a velocidad de embestida levantó su esfera mágica cubriendo parte del cuerpo de su "montura" logrando que éste se golpeara fuertemente en la cabeza con ella y volviendo el golpe contra él de ese modo, dejándolo atontado y tornando las vueltas de la vulnerabilidad a su favor.
Puede que sus ataques no le hicieran más que cosquillas, pero aquello debía de haberle dolido al golpearse a sí mismo contra un muro impenetrable.
-!Ahora! !A sus alas!.-
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Última edición por Níniel Thenidiel el Sáb Feb 04, 2017 1:44 am, editado 1 vez
Níniel Thenidiel
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Re: [Epílogo] El Inquisidor [Níniel-Vincent]
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Re: [Epílogo] El Inquisidor [Níniel-Vincent]
El brujo siguió avanzando al lado de Pipa, y se giró al escuchar los gritos del Inquisidor. Por unos instantes temió que la poción no surtiera efecto, e incluso que pudiera estar haciendo el resultado contrario. Se notaba que el dragón estaba sufriendo mucho, pero pronto comenzó a moverse lentamente, y parecía que poco a poco recobraba fuerza, por lo que se permitió suspirar aliviado. El Inquisidor estaba sufriendo, más solamente era un efecto secundario de la pócima, y el remedio había funcionado. Todo el viaje al refugio ciento nueve no había sido una pérdida de tiempo.
- ¡Qué! ¿También has sentido los temblores? - comentó alarmado.
Por un momento había aceptado que había sido una fantasía de su mente. Un temblor fruto de su imaginación, por la preocupación que tenía por aquella niebla extraña. A veces el estrés provocaba esas cosas, y sumado a los delirios que podían ocasionar las grandes altitudes, tenía la excusa perfecta para haber notado un seísmo solo él.
Pero ahora las palabras de la reportera cambiaban totalmente la historia. No había sido nada imaginado. Sino algo totalmente real, que parecía que había pasado desapercibido para todos menos para ellos dos.
- No me gusta esto. Será mejor que avisemos a Lucy y Níniel-, dijo preocupado.
No podía desagradarle más la situación. Podía ser algo totalmente normal. Una simple y mera casualidad. Una niebla extraña y ahora un temblor. Pero no ganaba nada pasándolo por alto, y podía perder mucho haciéndolo. Podrían morir todos, si ambas cosas estaban relacionadas con un enemigo en las sombras.
- Volveré para decirles que algo no marcha bi…-, comenzó a decir.
Pero un nuevo temblor cortó sus palabras, y en cierto modo le ahorró el camino de vuelta hacia las chicas, pues no había mejor aviso del seísmo que esta nueva sacudida. Aunque lo más correcto era decir, que el primero había sido un aviso de este, y no al revés.
Pipa no podía tener más razón, pues el suelo se comenzó a agrietar como había mencionado. Sin embargo, seguramente ni ella ni nadie hubiera podido imaginar que la fisura se moviera tan rápido como lo hizo.
- ¡Cuidado! - gritó, al ver como la grieta se acercaba hasta ellos con una velocidad pasmosa.
Consiguió saltar a un lado junto a Pipa, justo a tiempo de no ser engullido por la hendidura en el firme, que se había formado unos instantes después en el preciso lugar que se encontraban ellos.
La precipitación del salto, y el temblor que aún seguía haciendo de las suyas mientras la grieta avanzaba por la meseta en la que se encontraban, hizo que se trastabillara por el impulso y cayera al suelo de frente.
Fue en ese momento cuando todo terminó. Tan abruptamente como había empezado. Por ello, se dio prisa en volverse, quedando de lado sobre la blanca nieve, con la mano diestra en la empuñadura de su espada. Pues ya hacía tiempo que había descartado el carácter natural de las cosas que estaban sucediendo. Y, maldita sea, había estado en suficientes batallas para saber que sus problemas habían terminado como parecía.
Un escalofrío recorrió su espalda cuando el rugido de un ser misterioso resonó por toda las montaña. Por toda la cordillera más bien, rebotando y resonando con eco a su paso. Que solamente fue el preludio de una lluvia. Una lluvia que le recordaba al ambiente húmedo del interior de la isla de su tierra natal, y muy poco a lo que debería suceder en una cima tan alta como aquella.
- Esto cada vez me gusta menos. Esta humedad, este calor no es normal-, le comentó a la reportera, intentando calibrar que podría ser lo que había generado aquel grito.
El rubio se levantó de un impulso, y siguió oteando el horizonte en busca de una señal de peligro, sin quitar su mano de la empuñadura de su acero. Una señal que no tardó en aparecer, en forma de una enorme masa negra. Una especie de dragón astado, con una gran marca de lava en el pecho, y que esputaba dicho elemento con cada grito y rugido.
- ¡Corre! ¡Corre! ¡Corre! - gritó, a la vez que tiraba de una de las manos de Pipa, apremiándola a correr como le pedía.
Esa bestia había partido al Argentavis como si de un juguete se tratara. Y la verdad, echaría de menos a ese pajarraco de metal, pues le había regalado uno de los recuerdos más memorables que poseía. Su viaje por el cielo había sido maravilloso. Pero si quería conservar esos recuerdos, debía llegar hasta el lugar donde se encontraban el Inquisidor y los demás. Por más pena que le diera el Argentavis, debía correr como alma perseguida por demonios, y quizás, realmente hacía precisamente eso. Ese dragón era de lo más extraño y siniestro. Y sus poderes parecían los propios de un brujo de fuego y tierra, y no los de un dragón. Pero claro, eso era referente a los hombres dragón. Dentro de los dragones reales, ¿qué abanico de poderes podrían tener? Lo cual lo llevaba a lo más importante, ¿ese ser era un dragón auténtico u otra cosa?
Eran preguntas para las que no tenía respuestas ahora mismo. Y lo mismo daba en esos instantes, pues ahora solamente importaba salvar el pellejo, y reunirse con los demás para escapar.
El suelo retumbó, y con una ojeada hacia atrás, pudo comprobar cómo el dragón se había posado donde antes habían estado ellos, provocando que la grieta siguiera su curso. El resto de la meseta, más allá de la hendidura se perdió de vista, y se escuchó el sonido de la gran roca retumbar montaña abajo.
- ¿La montura de Frendel? - dijo, después de escuchar el grito de Lucy. - Maldición, las leyendas y mitologías se podían haber quedado donde estaban-, comentó hastiado, sin parar de correr hacia sus compañeros.
Menudo día llevaba. Había observado con sus propios ojos, al ser más grande que había visto en su vida, en el momento que había conocido al Inquisidor. Después de ver a la montura de Frendel, solo podía opinar que no hacía falta ver nada más grande por ese día. Ya había tenido suficiente por ese día, y seguramente por el resto de su vida también.
El dragón de lava dio un saltito hacia adelante, provocando otro temblor, y que la planicie se inclinara peligrosamente hacia donde él se encontraba. Y el Inquisidor se adelantó para plantarle cara, con dos mujeres a su espalda. Aunque una en particular llamó su atención. Nada más verla, le pareció una de aquellas valkirias, que contaban algunas de las antiguas leyendas, y que en esta ocasión cabalgaba un hermoso dragón blanco para enfrentarse a un homónimo de color azabache.
Níniel estaba radiante y hermosa sobre el Inquisidor, pero la situación era demasiado apurada para quedarse contemplando embobado a su dulce elfa a lomos de un dragón. Ya que en cuanto el dragón blanco pasó a su lado para enfrentarse a la montura de Frendel, la meseta no hizo sino inclinarse aún más. Al menos por donde estaban ellos, pues donde se encontraban Lucy y Níniel anteriormente, no se notaba tanto la pendiente. Seguramente, la parte interna de la planicie se había deteriorado, formando más pendiente por la parte donde estaban los pesados dragones, y menos donde antes había estado tirado el Inquisidor.
El problema, es que tanto él como Pipa acabaron rodando por la pendiente tan pronunciada que se había formado por su zona. Convirtiendo en toda una odisea lo que a priori parecía fácil, llegar hasta un lugar más seguro corriendo.
Rodó unos pocos metros, para luego deslizarse sobre el hielo. Por lo que desenvainó su daga para intentar clavarla sobre el frío suelo. Varia veces apuñaló con fuerza el duro hielo en vano, hasta que por fin, en su desesperación, encontró un atisbo de esperanza cuando por fin el acero penetró en el suelo. Alargó el brazo libre y atrapó a una reportera que pasaba justo a su lado en ese momento, y el peso de la mujer sumada a la fuerza que llevaba en su caída, le sacó un grito grave ahogado en su pecho, cuando sintió que casi perdía el brazo por el tirón.
Seguramente la reportera había sentido algo similar, pero por suerte, los dos pudieron mantener el agarre. El brujo sobre la daga, y Pipa a su vez sobre él. Afortunadamente, el puñal también aguantó, pues en el momento que había atrapado a la morena, la hoja había cortado el hielo por la fuerza, pero no pasó nada más, aparte de eso. Siguió anclada, aunque unos centímetros más abajo de donde la había incrustado por primera vez.
- Mierda. La mañana está siendo de lo más entretenida-, bromeó, aunque con el tono tintado por el esfuerzo. - No te sueltes-, le comentó, pese a que seguramente no fuera necesario decirlo.
La plataforma dejó de inclinarse repentinamente, y se sintió un ruido seco bajo sus cuerpos cuando se volvió a estabilizar. Una mirada hacia arriba fue suficiente para saber que había pasado.
- Nín, Lucy y el Inquisidor están distrayendo a Querostraza. Debemos aprovechar el tiempo que nos están dando para correr hasta una zona más segura-, dijo, levándose del suelo y envainando su daga salvadora, y apremiando una vez más a la reportera a que corriera hacia el lugar más seguro de aquella meseta.
Volvieron a correr hacia el sitio más alejado del borde y los dragones, pero esta vez, el rubio no pudo evitar mirar al cielo preocupado. Una densa niebla se había formado por el choque de poderes de ambos dragones, y sabía que Níniel estaba en peligro dentro de esa nube que se zarandeaba por los movimientos y aleteos de ambos seres enfrentados.
- No te pares. Ya casi estamos-, comentó para animar a la reportera.
Sin embargo, él seguía preocupado por la sacerdotisa. Y poco a poco, la niebla se fue disipando un poco, lo justo para ver como el dragón negro acababa empotrado contra un muro invisible. Reconocía perfectamente los poderes de Níniel, y la jugada que había creado, e incluso escuchó como gritaba al Inquisidor para que atacar las alas de Querostraza.
No estaban demasiado altos en ese momento, quizás pudiera hacer algo para ayudar. ¿Pero el que? Sus poderes eran inútiles contra ese ser. Incluso si dominara otros elementos diferentes al fuego y el aire, no le haría más que cosquillas. El Inquisidor parecía que no lograba herirlo, y él era infinitamente más fuerte que él. Sin embargo, si pudiera atacar las alas al mismo tiempo que el dragón blanco, puede que al menos le dañara lo suficiente para ganar tiempo para Lucy.
- Maldita sea-, dijo enfadado consigo mismo, al no poder hacer nada.
Fue en ese momento cuando recordó un objeto que tenía, y que guardaba con celo desde el día que lo había conseguido.
El rubio se tanteó uno de los bolsillos interiores de su ropa, y no tardó en sacar una piedra azul de brillante color. La examinó un momento, maravillado por el poder que contenía, y miró al cielo, justo a tiempo de ver como el Inquisidor se aproximaba a la montura de Frendel.
- Menos es nada-, musitó, utilizando el poder de la piedra para crear un orbe azul justo sobre el dragón negro.
El orbe se alimentó durante unos instantes del hielo de la meseta, y del vapor de agua que se había generado en el combate entre los dos dragones. Atrayendo toda materia que contuviera agua. Y fue aumentando de brillo y tamaño hasta que se saturó de poder. En ese momento explotó, y una gran cascada de agua cayó sobre las alas de Querostraza.
Confiaba en que el ataque combinado hiciera mella en el dragón negro, y de ese modo Lucy terminara el proceso con los polvos flú. Más les valía.
- ¡Qué! ¿También has sentido los temblores? - comentó alarmado.
Por un momento había aceptado que había sido una fantasía de su mente. Un temblor fruto de su imaginación, por la preocupación que tenía por aquella niebla extraña. A veces el estrés provocaba esas cosas, y sumado a los delirios que podían ocasionar las grandes altitudes, tenía la excusa perfecta para haber notado un seísmo solo él.
Pero ahora las palabras de la reportera cambiaban totalmente la historia. No había sido nada imaginado. Sino algo totalmente real, que parecía que había pasado desapercibido para todos menos para ellos dos.
- No me gusta esto. Será mejor que avisemos a Lucy y Níniel-, dijo preocupado.
No podía desagradarle más la situación. Podía ser algo totalmente normal. Una simple y mera casualidad. Una niebla extraña y ahora un temblor. Pero no ganaba nada pasándolo por alto, y podía perder mucho haciéndolo. Podrían morir todos, si ambas cosas estaban relacionadas con un enemigo en las sombras.
- Volveré para decirles que algo no marcha bi…-, comenzó a decir.
Pero un nuevo temblor cortó sus palabras, y en cierto modo le ahorró el camino de vuelta hacia las chicas, pues no había mejor aviso del seísmo que esta nueva sacudida. Aunque lo más correcto era decir, que el primero había sido un aviso de este, y no al revés.
Pipa no podía tener más razón, pues el suelo se comenzó a agrietar como había mencionado. Sin embargo, seguramente ni ella ni nadie hubiera podido imaginar que la fisura se moviera tan rápido como lo hizo.
- ¡Cuidado! - gritó, al ver como la grieta se acercaba hasta ellos con una velocidad pasmosa.
Consiguió saltar a un lado junto a Pipa, justo a tiempo de no ser engullido por la hendidura en el firme, que se había formado unos instantes después en el preciso lugar que se encontraban ellos.
La precipitación del salto, y el temblor que aún seguía haciendo de las suyas mientras la grieta avanzaba por la meseta en la que se encontraban, hizo que se trastabillara por el impulso y cayera al suelo de frente.
Fue en ese momento cuando todo terminó. Tan abruptamente como había empezado. Por ello, se dio prisa en volverse, quedando de lado sobre la blanca nieve, con la mano diestra en la empuñadura de su espada. Pues ya hacía tiempo que había descartado el carácter natural de las cosas que estaban sucediendo. Y, maldita sea, había estado en suficientes batallas para saber que sus problemas habían terminado como parecía.
Un escalofrío recorrió su espalda cuando el rugido de un ser misterioso resonó por toda las montaña. Por toda la cordillera más bien, rebotando y resonando con eco a su paso. Que solamente fue el preludio de una lluvia. Una lluvia que le recordaba al ambiente húmedo del interior de la isla de su tierra natal, y muy poco a lo que debería suceder en una cima tan alta como aquella.
- Esto cada vez me gusta menos. Esta humedad, este calor no es normal-, le comentó a la reportera, intentando calibrar que podría ser lo que había generado aquel grito.
El rubio se levantó de un impulso, y siguió oteando el horizonte en busca de una señal de peligro, sin quitar su mano de la empuñadura de su acero. Una señal que no tardó en aparecer, en forma de una enorme masa negra. Una especie de dragón astado, con una gran marca de lava en el pecho, y que esputaba dicho elemento con cada grito y rugido.
- ¡Corre! ¡Corre! ¡Corre! - gritó, a la vez que tiraba de una de las manos de Pipa, apremiándola a correr como le pedía.
Esa bestia había partido al Argentavis como si de un juguete se tratara. Y la verdad, echaría de menos a ese pajarraco de metal, pues le había regalado uno de los recuerdos más memorables que poseía. Su viaje por el cielo había sido maravilloso. Pero si quería conservar esos recuerdos, debía llegar hasta el lugar donde se encontraban el Inquisidor y los demás. Por más pena que le diera el Argentavis, debía correr como alma perseguida por demonios, y quizás, realmente hacía precisamente eso. Ese dragón era de lo más extraño y siniestro. Y sus poderes parecían los propios de un brujo de fuego y tierra, y no los de un dragón. Pero claro, eso era referente a los hombres dragón. Dentro de los dragones reales, ¿qué abanico de poderes podrían tener? Lo cual lo llevaba a lo más importante, ¿ese ser era un dragón auténtico u otra cosa?
Eran preguntas para las que no tenía respuestas ahora mismo. Y lo mismo daba en esos instantes, pues ahora solamente importaba salvar el pellejo, y reunirse con los demás para escapar.
El suelo retumbó, y con una ojeada hacia atrás, pudo comprobar cómo el dragón se había posado donde antes habían estado ellos, provocando que la grieta siguiera su curso. El resto de la meseta, más allá de la hendidura se perdió de vista, y se escuchó el sonido de la gran roca retumbar montaña abajo.
- ¿La montura de Frendel? - dijo, después de escuchar el grito de Lucy. - Maldición, las leyendas y mitologías se podían haber quedado donde estaban-, comentó hastiado, sin parar de correr hacia sus compañeros.
Menudo día llevaba. Había observado con sus propios ojos, al ser más grande que había visto en su vida, en el momento que había conocido al Inquisidor. Después de ver a la montura de Frendel, solo podía opinar que no hacía falta ver nada más grande por ese día. Ya había tenido suficiente por ese día, y seguramente por el resto de su vida también.
El dragón de lava dio un saltito hacia adelante, provocando otro temblor, y que la planicie se inclinara peligrosamente hacia donde él se encontraba. Y el Inquisidor se adelantó para plantarle cara, con dos mujeres a su espalda. Aunque una en particular llamó su atención. Nada más verla, le pareció una de aquellas valkirias, que contaban algunas de las antiguas leyendas, y que en esta ocasión cabalgaba un hermoso dragón blanco para enfrentarse a un homónimo de color azabache.
Níniel estaba radiante y hermosa sobre el Inquisidor, pero la situación era demasiado apurada para quedarse contemplando embobado a su dulce elfa a lomos de un dragón. Ya que en cuanto el dragón blanco pasó a su lado para enfrentarse a la montura de Frendel, la meseta no hizo sino inclinarse aún más. Al menos por donde estaban ellos, pues donde se encontraban Lucy y Níniel anteriormente, no se notaba tanto la pendiente. Seguramente, la parte interna de la planicie se había deteriorado, formando más pendiente por la parte donde estaban los pesados dragones, y menos donde antes había estado tirado el Inquisidor.
El problema, es que tanto él como Pipa acabaron rodando por la pendiente tan pronunciada que se había formado por su zona. Convirtiendo en toda una odisea lo que a priori parecía fácil, llegar hasta un lugar más seguro corriendo.
Rodó unos pocos metros, para luego deslizarse sobre el hielo. Por lo que desenvainó su daga para intentar clavarla sobre el frío suelo. Varia veces apuñaló con fuerza el duro hielo en vano, hasta que por fin, en su desesperación, encontró un atisbo de esperanza cuando por fin el acero penetró en el suelo. Alargó el brazo libre y atrapó a una reportera que pasaba justo a su lado en ese momento, y el peso de la mujer sumada a la fuerza que llevaba en su caída, le sacó un grito grave ahogado en su pecho, cuando sintió que casi perdía el brazo por el tirón.
Seguramente la reportera había sentido algo similar, pero por suerte, los dos pudieron mantener el agarre. El brujo sobre la daga, y Pipa a su vez sobre él. Afortunadamente, el puñal también aguantó, pues en el momento que había atrapado a la morena, la hoja había cortado el hielo por la fuerza, pero no pasó nada más, aparte de eso. Siguió anclada, aunque unos centímetros más abajo de donde la había incrustado por primera vez.
- Mierda. La mañana está siendo de lo más entretenida-, bromeó, aunque con el tono tintado por el esfuerzo. - No te sueltes-, le comentó, pese a que seguramente no fuera necesario decirlo.
La plataforma dejó de inclinarse repentinamente, y se sintió un ruido seco bajo sus cuerpos cuando se volvió a estabilizar. Una mirada hacia arriba fue suficiente para saber que había pasado.
- Nín, Lucy y el Inquisidor están distrayendo a Querostraza. Debemos aprovechar el tiempo que nos están dando para correr hasta una zona más segura-, dijo, levándose del suelo y envainando su daga salvadora, y apremiando una vez más a la reportera a que corriera hacia el lugar más seguro de aquella meseta.
Volvieron a correr hacia el sitio más alejado del borde y los dragones, pero esta vez, el rubio no pudo evitar mirar al cielo preocupado. Una densa niebla se había formado por el choque de poderes de ambos dragones, y sabía que Níniel estaba en peligro dentro de esa nube que se zarandeaba por los movimientos y aleteos de ambos seres enfrentados.
- No te pares. Ya casi estamos-, comentó para animar a la reportera.
Sin embargo, él seguía preocupado por la sacerdotisa. Y poco a poco, la niebla se fue disipando un poco, lo justo para ver como el dragón negro acababa empotrado contra un muro invisible. Reconocía perfectamente los poderes de Níniel, y la jugada que había creado, e incluso escuchó como gritaba al Inquisidor para que atacar las alas de Querostraza.
No estaban demasiado altos en ese momento, quizás pudiera hacer algo para ayudar. ¿Pero el que? Sus poderes eran inútiles contra ese ser. Incluso si dominara otros elementos diferentes al fuego y el aire, no le haría más que cosquillas. El Inquisidor parecía que no lograba herirlo, y él era infinitamente más fuerte que él. Sin embargo, si pudiera atacar las alas al mismo tiempo que el dragón blanco, puede que al menos le dañara lo suficiente para ganar tiempo para Lucy.
- Maldita sea-, dijo enfadado consigo mismo, al no poder hacer nada.
Fue en ese momento cuando recordó un objeto que tenía, y que guardaba con celo desde el día que lo había conseguido.
El rubio se tanteó uno de los bolsillos interiores de su ropa, y no tardó en sacar una piedra azul de brillante color. La examinó un momento, maravillado por el poder que contenía, y miró al cielo, justo a tiempo de ver como el Inquisidor se aproximaba a la montura de Frendel.
- Menos es nada-, musitó, utilizando el poder de la piedra para crear un orbe azul justo sobre el dragón negro.
El orbe se alimentó durante unos instantes del hielo de la meseta, y del vapor de agua que se había generado en el combate entre los dos dragones. Atrayendo toda materia que contuviera agua. Y fue aumentando de brillo y tamaño hasta que se saturó de poder. En ese momento explotó, y una gran cascada de agua cayó sobre las alas de Querostraza.
Confiaba en que el ataque combinado hiciera mella en el dragón negro, y de ese modo Lucy terminara el proceso con los polvos flú. Más les valía.
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Última edición por Vincent Calhoun el Mar Feb 07, 2017 2:20 am, editado 1 vez (Razón : Arreglar algunas líneas donde situaba mal a Lucy)
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Re: [Epílogo] El Inquisidor [Níniel-Vincent]
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Re: [Epílogo] El Inquisidor [Níniel-Vincent]
El Inquisidor alzó el vuelo a la indicación de Níniel y ambos dragones mantuvieron una intensa batalla en el aire. El firmamento sobre las montañas se hacía pequeño para los giros y quiebros de tan enormes criaturas. Totalmente enfrascados en un intercambio de sucesivos golpes físicos y elementales en los que el albino no luchaba en igualdad de condiciones, pues había estado convaleciente y estaba luchando con la energía que le había dado la pócima de Níniel.
El Inquisidor consiguió ganar altura para ponerse por encima de su rival, visiblemente más pesado y menos ágil, pero mucho más sano, fuerte y devastador. Níniel protegía al inquisidor con su magia e incluso consiguió que el dragón negro se golpeara contra un muro mágico invisible.
El inquisidor siguió la orden de la elfa y se fue directamente a por las alas de la montura, soltó un fuerte aliento helador que consiguió congelarle el ala, aunque sólo parcialmente pues pronto el fuego interno de la criatura comenzaría a derretir el hielo del líder de la logia. Vincent también ayudó con este ataque que pareció ser efectivo, al menos para congelar su ala. El Inquisidor se lanzó entonces por la inercia de la caída con todo su peso contra ésta, con la intención de partirle los huesos, pero sólo consiguió que el dragón negro emitiera un fuerte grito tronador y se revolviera, molesto. El forcejeo continuó físicamente de criatura a criatura.
Su enorme y aterrador ojo de reptil, casi del tamaño de medio cuerpo de Níniel, se mostró a la vista de las mujeres conforme la montura de Frendel alzaba su cabeza sobre el lomo del inquisidor. Después del ojo, vino la nariz, cuya respiración casi las tira del dragón y, por último, su mandíbula, en cuya boca cargada lava, candente como la de un volcán.
-¡Inquisidor! ¡Vuela! – gritó histérica, tomando a Níniel de los hombros muy asustada cuando vio las intenciones de la montura.
El inquisidor gritó para confirmar que había entendido la orden, y dejó de pelear físicamente con el dragón, que le iba a realizar un potente ataque de magma y además le tenía sujeto con sus garras. El líder de la logia hizo un esfuerzo sobrehumano para separarse de las garras del dragón negro, desgarrando parte de su propia carne en un agónico grito, y quedando su blanquecina piel teñida del rojo de su propia sangre, pero al menos pudo realizar un quiebro para alejarse del fuego y del magma.
Dicho fuego cayó directamente sobre la plataforma en la que se encontraban Vincent y Pipa, comenzando a derretir el hielo y a caer hacia donde se encontraban ellos. No tenían sitio en el que esconderse posible, la lava caía lenta pero a velocidad constante contra ellos, que no tenían a donde huir. El peso del magma fundido sobre el otro lado pronto equilibró el pilón de roca y hielo sobre el que se encontraban y ésta se puso prácticamente horizontal, aunque aún con pendiente como para que la lava avanzara peligrosamente hacia ellos. Para colmo, la cola del Inquisidor al tratar de esquivar el ataque golpeó lo que quedaba de plataforma y terminó por destruirla.
-¡Hay que saltar! – instó la reportera. Que vio aquella como la única salida. Entonces se despegó del brujo, tomó carrerilla y saltó, gritando como una loca al precipicio y haciendo aspavientos con los brazos, mientras la plataforma se caía por completo. Ahora le quedaban aproximadamente unos 5000 metros de caída libre hasta dar con la llanura nevada.
El dragón negro seguía abalanzándose contra el Inquisidor, mientras Lucy advirtió que Pipa y Vincent volaban en caída libre contra el suelo, y no tardó en avisar de esta circunstancia al dragón.
-¡Inquisidor! ¡Nuestros compañeros se caen! ¡En picado! – imploró.
Dicho y hecho. Con una mayor agilidad pudo esquivar la última llama de fuego que terminó por quemarle la cola. Volvió a gritar y comenzaron a descender a toda prisa, en paralelo con Níniel y Vincent. A una enorme velocidad. Lucy sintió una sensación como si algo le subiese por el estómago, por la impresión de estar cayendo en picado. El dragón era más pesado, pero tenía desventaja, tenía que llegar hasta brujo y humana antes de que estos tocaran el suelo. De la que pasó, calculó mal y se llevó lo que quedaba de la plataforma, todavía impregnada de magma, que terminó cayendo.
Sin embargo, la montura de Frendel no les dejaría escapar, y un enorme estruendo furioso y más fuerte que nunca retumbó tras ellos. Lucy, giró la cabeza y, cuando pudo ver a través de los pelos de su enorme melena al vuelo, observó como el enorme dragón pesado repetía la acción y repetía el picado contra el inquisidor. – Por los dioses… viene a por nosotros. – sollozó Lucy a la elfa, ya sin fuerzas y agarrándose a la cintura de Níniel como podía. No podía parar, tenía que seguir creando la poción.
Buen combate, chicos. Muy épico y emocionante. Me gusta mucho. Estamos haciendo un combate de grandeza.
Habéis sobrevivido al primer envite. Pero aún os queda uno más antes de que Lucy os saque de allí.
Níniel: Pipa y Vincent se han quedado sin plataforma y se precipitan al vacío. Si no hacéis algo acabarán hechos papilla contra el suelo. Tendrás que poner al inquisidor en paralelo con estos para que puedan agarrarse y Lucy pueda teletransportaros a todos. No te será tan fácil. Roca y lava cae sobre vosotros, y el dragón os dará alcance una vez os pongáis a su altura. Continúa entonces el combate de la manera que desees.
Vincent: La plataforma sobre la que estás pronto es destruida por la lava, el inquisidor o lo que desees. El resultado es que caes o saltas a la nada con Pipa. Vuestra única esperanza es aferraros al Inquisidor cuando este consiga acercarse hasta vosotros. Al igual que Níniel, puedes continuar describiendo el combate una vez te encuentres a lomos del dragón.
De nuevo, tirad runas y rezad a los dioses para que sean condescendientes con vosotros. Pase lo que pase, en el próximo turno terminará la misión.
El Inquisidor consiguió ganar altura para ponerse por encima de su rival, visiblemente más pesado y menos ágil, pero mucho más sano, fuerte y devastador. Níniel protegía al inquisidor con su magia e incluso consiguió que el dragón negro se golpeara contra un muro mágico invisible.
El inquisidor siguió la orden de la elfa y se fue directamente a por las alas de la montura, soltó un fuerte aliento helador que consiguió congelarle el ala, aunque sólo parcialmente pues pronto el fuego interno de la criatura comenzaría a derretir el hielo del líder de la logia. Vincent también ayudó con este ataque que pareció ser efectivo, al menos para congelar su ala. El Inquisidor se lanzó entonces por la inercia de la caída con todo su peso contra ésta, con la intención de partirle los huesos, pero sólo consiguió que el dragón negro emitiera un fuerte grito tronador y se revolviera, molesto. El forcejeo continuó físicamente de criatura a criatura.
Su enorme y aterrador ojo de reptil, casi del tamaño de medio cuerpo de Níniel, se mostró a la vista de las mujeres conforme la montura de Frendel alzaba su cabeza sobre el lomo del inquisidor. Después del ojo, vino la nariz, cuya respiración casi las tira del dragón y, por último, su mandíbula, en cuya boca cargada lava, candente como la de un volcán.
-¡Inquisidor! ¡Vuela! – gritó histérica, tomando a Níniel de los hombros muy asustada cuando vio las intenciones de la montura.
El inquisidor gritó para confirmar que había entendido la orden, y dejó de pelear físicamente con el dragón, que le iba a realizar un potente ataque de magma y además le tenía sujeto con sus garras. El líder de la logia hizo un esfuerzo sobrehumano para separarse de las garras del dragón negro, desgarrando parte de su propia carne en un agónico grito, y quedando su blanquecina piel teñida del rojo de su propia sangre, pero al menos pudo realizar un quiebro para alejarse del fuego y del magma.
Dicho fuego cayó directamente sobre la plataforma en la que se encontraban Vincent y Pipa, comenzando a derretir el hielo y a caer hacia donde se encontraban ellos. No tenían sitio en el que esconderse posible, la lava caía lenta pero a velocidad constante contra ellos, que no tenían a donde huir. El peso del magma fundido sobre el otro lado pronto equilibró el pilón de roca y hielo sobre el que se encontraban y ésta se puso prácticamente horizontal, aunque aún con pendiente como para que la lava avanzara peligrosamente hacia ellos. Para colmo, la cola del Inquisidor al tratar de esquivar el ataque golpeó lo que quedaba de plataforma y terminó por destruirla.
- Escena aproximada:
¡Mirad que pequeñitos sois! Bueno, un pelín menos exagerado. Y en una plataforma de hielo en vez de en una torre. Lucy y Níniel estarían a lomos del dragón blanco.[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
-¡Hay que saltar! – instó la reportera. Que vio aquella como la única salida. Entonces se despegó del brujo, tomó carrerilla y saltó, gritando como una loca al precipicio y haciendo aspavientos con los brazos, mientras la plataforma se caía por completo. Ahora le quedaban aproximadamente unos 5000 metros de caída libre hasta dar con la llanura nevada.
El dragón negro seguía abalanzándose contra el Inquisidor, mientras Lucy advirtió que Pipa y Vincent volaban en caída libre contra el suelo, y no tardó en avisar de esta circunstancia al dragón.
-¡Inquisidor! ¡Nuestros compañeros se caen! ¡En picado! – imploró.
Dicho y hecho. Con una mayor agilidad pudo esquivar la última llama de fuego que terminó por quemarle la cola. Volvió a gritar y comenzaron a descender a toda prisa, en paralelo con Níniel y Vincent. A una enorme velocidad. Lucy sintió una sensación como si algo le subiese por el estómago, por la impresión de estar cayendo en picado. El dragón era más pesado, pero tenía desventaja, tenía que llegar hasta brujo y humana antes de que estos tocaran el suelo. De la que pasó, calculó mal y se llevó lo que quedaba de la plataforma, todavía impregnada de magma, que terminó cayendo.
Sin embargo, la montura de Frendel no les dejaría escapar, y un enorme estruendo furioso y más fuerte que nunca retumbó tras ellos. Lucy, giró la cabeza y, cuando pudo ver a través de los pelos de su enorme melena al vuelo, observó como el enorme dragón pesado repetía la acción y repetía el picado contra el inquisidor. – Por los dioses… viene a por nosotros. – sollozó Lucy a la elfa, ya sin fuerzas y agarrándose a la cintura de Níniel como podía. No podía parar, tenía que seguir creando la poción.
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Buen combate, chicos. Muy épico y emocionante. Me gusta mucho. Estamos haciendo un combate de grandeza.
Habéis sobrevivido al primer envite. Pero aún os queda uno más antes de que Lucy os saque de allí.
Níniel: Pipa y Vincent se han quedado sin plataforma y se precipitan al vacío. Si no hacéis algo acabarán hechos papilla contra el suelo. Tendrás que poner al inquisidor en paralelo con estos para que puedan agarrarse y Lucy pueda teletransportaros a todos. No te será tan fácil. Roca y lava cae sobre vosotros, y el dragón os dará alcance una vez os pongáis a su altura. Continúa entonces el combate de la manera que desees.
Vincent: La plataforma sobre la que estás pronto es destruida por la lava, el inquisidor o lo que desees. El resultado es que caes o saltas a la nada con Pipa. Vuestra única esperanza es aferraros al Inquisidor cuando este consiga acercarse hasta vosotros. Al igual que Níniel, puedes continuar describiendo el combate una vez te encuentres a lomos del dragón.
De nuevo, tirad runas y rezad a los dioses para que sean condescendientes con vosotros. Pase lo que pase, en el próximo turno terminará la misión.
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Re: [Epílogo] El Inquisidor [Níniel-Vincent]
!Funcionaba! No de la manera en la que cualquiera de los allí presente desearía, pero estaba funcionando. Poco a poco, ante el rayo de hielo del inquisidor y la súbita invocación de una masa de agua en el lugar y momento oportunos, una de las alas de aquel colosal dragón de magma comenzó a congelarse demostrando que su implacable enemigo no era invulnerable, que con un buen plan podían mantenerlo a raya e incluso hacerle daño. Y la siguiente embestida del dragón blanco sobre el ala afectada de su adversario y el posterior alarido de dolor de éste no hicieron si no demostrarlo y elevar los ánimos de la elfa, que veía posible, si no ganar, al menos tomar una valiosa ventaja. Con aquel ala lastimada sus opciones para seguir ganando tiempo mejoraban, aunque el dragón negro no pensaba ponérselo nada fácil.
Como si supiera que tras aquel ataque el inquisidor iba a separarse de él para tratar de sacar la mayor ventaja posible gracias a su mayor velocidad, menor peso y mejor estado de sus alas, Querostraza buscó enzarzarse en un combate cuerpo a cuerpo tratando de evitar que los miembros de la logia se apartaran. Aquello permitió al elemental de hielo lanzar una serie de zarpazos y feroces mordiscos con clara ventaja, pero era algo que Níniel sabía no podía durar. Un combate directo era algo que no podían permitirse y el inquisidor debía de saberlo, aunque no parecía poder evitarlo.
-Maldita sea.- Se quejó con amargura la peliblanca aferrada a su montura para resistir aquel tremendo intercambio de dracónicos golpes y teniendo que bajar la vista para protegerse del caliente aire que salía de sus fosas nasales, deseando en esos momentos poder disponer de alguna habilidad que fuera más allá del apoyo para poder lanzarla al ojo de su adversario y así poder hacer que les soltara. Lamentablemente lo único que podría hacer era darle un bastonazo aprovechando su proximidad, algo que seguro lo mataría, pero de la risa. -!Tenemos que salir de aquí ahora!.- Pidió gritando la elfa tratando de hacerse oír por encima de los rugidos bestiales del combate y siendo inmediatamente secundada por Lucy, quien como ella ya debía de hacerse una idea bastante clara de lo que iba a ocurrir tan pronto como la montura de Frendel terminara de ganarle la posición al inquisidor.
Solo un esfuerzo sobrehumano del dragón blanco logró ponerlos a salvo y evitar el chorro de lava en el último momento, aunque por desgracia quizá a un costo demasiado alto como para poder llamarlo éxito. Sí, se habían librado de una muerte espantosa, pero quizá hubiesen perdido toda la ventaja que con tanto esfuerzo habían logrado ganar durante la fase anterior de la batalla. Una ventaja que necesitaban desesperadamente. Además por si aquello no fuera ya lo bastante malo, la lava que habían podido evitar por los pelos acabó derramándose sobre la inestable plataforma bajo sus alas, que además recibió un fuerte golpe, poniendo de nuevo en peligro a Pipa y Vincent.
-!Derecha!- Exigió la sacerdotisa a un distraído inquisidor instándole a girar en aquella dirección para evitar ser de nuevo presa de las terribles garras de Querostraza. Y no había indicado esa dirección al azar, lo había hecho a sabiendas de que con el ala lastimada aquel era el mejor lugar al que moverse pues era hacia donde más le costaría corregir su trayectoria. -¿Cuánto te falta para poder teleportarnos Lucy?- Preguntó a la alta encantadora mientras se esforzaba por sanar al dragón blanco lo máximo posible con su magia mientras éste seguía esquivando, para que de ese modo las heridas sufridas no le ralentizasen y mermaran sus fuerzas en demasía, además de tratar de tenerlo en la mejor condición posible y recuperado para lo que estaba por venir, pues Vincent y Pipa no podrían aguantar mucho más donde estaban. Por suerte la sanación era una opción que tenían, Níniel podía curar al inquisidor en el tiempo, Querostraza estaba solo.
En ese momento la plataforma colapsó y el tiempo para las sanaciones o completar el ritual mientras distraían a Querostraza llegó a su fin. Níniel había esperado que aguantará un poco más para ir a recoger a sus compañeros en el último momento y dejar al dragón negro con dos pares de narices, pero finalmente parte de la masa de roca, lava y hielo no lo soportó más. El inquisidor no lo dudó y mostrándose cada vez más recuperado de sus heridas esquivó una nueva llamarada y se lanzó en picado en busca de los demás a toda velocidad, pegando sus alas a su cuerpo y alineando su cabeza para reducir su resistencia al viento y convirtiéndose en un flecha que dejó atrás el resto de la plataforma que también caía, aunque no así a Querostraza. Níniel, percatándose de que parte del fuego había dañado la cola del inquisidor, centró entonces sus esfuerzos en sanarla, necesitaban toda la precisión posible y la cola de los dragones era como el timón de un barco.
-Ya lo veo...Necesitamos ese polvo ya.- Gritó la joven elfa girando el rostro para ser oída por su superior a pesar del viento que golpeaba sus caras debido a la gran velocidad que llevaban y a la dificultad que suponía hablar en esas circunstancias en sí. Además tenían que retrasar a aquel maldito dragón negro o de los contrario atrapar en pleno vuelo a los demás iba a ser una misión imposible incluso aunque adecuasen las velocidades y las posiciones. Sencillamente se les echaría encima antes de lograrlo. Tenía que pensar en algo...
-Inquisidor, a mi señal use su aliento de hielo para que quede un rastro de él tras nosotros. Vamos a enseñarle que ir detrás nuestra a esa velocidad no es tan buena idea como piensa.- Indicó al dragón blanco pidiendo su atención con unos golpecitos en su lomo y girándose para ver si se producía el momento adecuado. -!Ahora!- Señaló viendo como debido a la velocidad que llevaban el aliento cristalizaba por debajo suyo dejando un rastro de punzante hielo que segundos después golpeaba al dragón negro en la cara privándole de una visión clara conforme el frío y los trocitos cristalinos se metían en sus enormes y vulnerables ojos como un millar de agujas. Esperaba que aquella cosa no pudiera seguirles si ello requería volar en picado a ciegas, pues sería tremendamente peligroso. Y si su enemigo era engullido por la avalancha que había comenzado tanto mejor.
Aquello les daría la oportunidad de recoger a sus amigos, claro que con aquel desprendimiento a sus espaldas y el suelo cada vez más cerca...Muy posiblemente no tendrían más que una oportunidad para lograrlo o morirían todos. Se lo jugaban todo a una carta, pero si alguien podía lograrlo era el líder de la logia.
El inquisidor se acercó a ellos con cuidado, ajustando su velocidad extendiendo más o menos sus alas con experiencia y pericia hasta quedar paralelo a Pipa y Vincent. Fueron momentos de gran tensión en los que por instantes parecía que solo un centímetro bastaría para que se agarrasen a ellos y esa mínima distancia a la vez parecía un mundo mientras que el tiempo se les agotaba, pero gracias a los dioses de algún modo pudieron por fin sentirse a salvo a lomos del líder de la logia. Al menos todo lo a salvo que podía sentirse alguien a esas velocidades a lomos de un dragón de veinte metros mientras se volaba justo por delante de un gran desprendimiento de rocas y lava a sabiendas de que no muy lejos de allí un dragón aún mayor y más poderoso aún hacía temblar las propias montañas con su rabioso rugido.
En ese momento y ya con todos a salvo sobre su lomo, el inquisidor se estabilizó y giró para alejarse de la montaña y evitar los cascotes que les amenazaban. Por un momento Níniel pensó que no lo conseguirían, que aquel enorme bloque de piedra que proyectaba su sombra sobre ellos iba a alcanzarles antes de poder alejarse lo suficiente o que un fragmento más pequeño les derribaría en pleno vuelo. Que sin volar en picado no eran lo suficientemente rápidos...Pero con una último esfuerzo por parte del dragón blanco lograron dejar aquella sombra atrás y suspirar aliviados al ver cómo seguía su curso montaña abajo.
-Gracias madre Isil, gracias, gracias.- Fue lo primero que salió de la boca de la joven elfa que sabía que si seguían vivos era por obra suya. -¿Estáis todos...?- Preguntó a continuación, pero un nuevo rugido la interrumpió al mismo tiempo que la imponente figura de Querostraza dejaba atrás una densa nube de polvo y los localizaba mirándolos con un profundo odio. No parecía en su mejor momento pero desde luego estaba muy pero que muy cabreado. -Maldito hijo de perra insistente...-
Como si supiera que tras aquel ataque el inquisidor iba a separarse de él para tratar de sacar la mayor ventaja posible gracias a su mayor velocidad, menor peso y mejor estado de sus alas, Querostraza buscó enzarzarse en un combate cuerpo a cuerpo tratando de evitar que los miembros de la logia se apartaran. Aquello permitió al elemental de hielo lanzar una serie de zarpazos y feroces mordiscos con clara ventaja, pero era algo que Níniel sabía no podía durar. Un combate directo era algo que no podían permitirse y el inquisidor debía de saberlo, aunque no parecía poder evitarlo.
-Maldita sea.- Se quejó con amargura la peliblanca aferrada a su montura para resistir aquel tremendo intercambio de dracónicos golpes y teniendo que bajar la vista para protegerse del caliente aire que salía de sus fosas nasales, deseando en esos momentos poder disponer de alguna habilidad que fuera más allá del apoyo para poder lanzarla al ojo de su adversario y así poder hacer que les soltara. Lamentablemente lo único que podría hacer era darle un bastonazo aprovechando su proximidad, algo que seguro lo mataría, pero de la risa. -!Tenemos que salir de aquí ahora!.- Pidió gritando la elfa tratando de hacerse oír por encima de los rugidos bestiales del combate y siendo inmediatamente secundada por Lucy, quien como ella ya debía de hacerse una idea bastante clara de lo que iba a ocurrir tan pronto como la montura de Frendel terminara de ganarle la posición al inquisidor.
Solo un esfuerzo sobrehumano del dragón blanco logró ponerlos a salvo y evitar el chorro de lava en el último momento, aunque por desgracia quizá a un costo demasiado alto como para poder llamarlo éxito. Sí, se habían librado de una muerte espantosa, pero quizá hubiesen perdido toda la ventaja que con tanto esfuerzo habían logrado ganar durante la fase anterior de la batalla. Una ventaja que necesitaban desesperadamente. Además por si aquello no fuera ya lo bastante malo, la lava que habían podido evitar por los pelos acabó derramándose sobre la inestable plataforma bajo sus alas, que además recibió un fuerte golpe, poniendo de nuevo en peligro a Pipa y Vincent.
-!Derecha!- Exigió la sacerdotisa a un distraído inquisidor instándole a girar en aquella dirección para evitar ser de nuevo presa de las terribles garras de Querostraza. Y no había indicado esa dirección al azar, lo había hecho a sabiendas de que con el ala lastimada aquel era el mejor lugar al que moverse pues era hacia donde más le costaría corregir su trayectoria. -¿Cuánto te falta para poder teleportarnos Lucy?- Preguntó a la alta encantadora mientras se esforzaba por sanar al dragón blanco lo máximo posible con su magia mientras éste seguía esquivando, para que de ese modo las heridas sufridas no le ralentizasen y mermaran sus fuerzas en demasía, además de tratar de tenerlo en la mejor condición posible y recuperado para lo que estaba por venir, pues Vincent y Pipa no podrían aguantar mucho más donde estaban. Por suerte la sanación era una opción que tenían, Níniel podía curar al inquisidor en el tiempo, Querostraza estaba solo.
En ese momento la plataforma colapsó y el tiempo para las sanaciones o completar el ritual mientras distraían a Querostraza llegó a su fin. Níniel había esperado que aguantará un poco más para ir a recoger a sus compañeros en el último momento y dejar al dragón negro con dos pares de narices, pero finalmente parte de la masa de roca, lava y hielo no lo soportó más. El inquisidor no lo dudó y mostrándose cada vez más recuperado de sus heridas esquivó una nueva llamarada y se lanzó en picado en busca de los demás a toda velocidad, pegando sus alas a su cuerpo y alineando su cabeza para reducir su resistencia al viento y convirtiéndose en un flecha que dejó atrás el resto de la plataforma que también caía, aunque no así a Querostraza. Níniel, percatándose de que parte del fuego había dañado la cola del inquisidor, centró entonces sus esfuerzos en sanarla, necesitaban toda la precisión posible y la cola de los dragones era como el timón de un barco.
-Ya lo veo...Necesitamos ese polvo ya.- Gritó la joven elfa girando el rostro para ser oída por su superior a pesar del viento que golpeaba sus caras debido a la gran velocidad que llevaban y a la dificultad que suponía hablar en esas circunstancias en sí. Además tenían que retrasar a aquel maldito dragón negro o de los contrario atrapar en pleno vuelo a los demás iba a ser una misión imposible incluso aunque adecuasen las velocidades y las posiciones. Sencillamente se les echaría encima antes de lograrlo. Tenía que pensar en algo...
-Inquisidor, a mi señal use su aliento de hielo para que quede un rastro de él tras nosotros. Vamos a enseñarle que ir detrás nuestra a esa velocidad no es tan buena idea como piensa.- Indicó al dragón blanco pidiendo su atención con unos golpecitos en su lomo y girándose para ver si se producía el momento adecuado. -!Ahora!- Señaló viendo como debido a la velocidad que llevaban el aliento cristalizaba por debajo suyo dejando un rastro de punzante hielo que segundos después golpeaba al dragón negro en la cara privándole de una visión clara conforme el frío y los trocitos cristalinos se metían en sus enormes y vulnerables ojos como un millar de agujas. Esperaba que aquella cosa no pudiera seguirles si ello requería volar en picado a ciegas, pues sería tremendamente peligroso. Y si su enemigo era engullido por la avalancha que había comenzado tanto mejor.
Aquello les daría la oportunidad de recoger a sus amigos, claro que con aquel desprendimiento a sus espaldas y el suelo cada vez más cerca...Muy posiblemente no tendrían más que una oportunidad para lograrlo o morirían todos. Se lo jugaban todo a una carta, pero si alguien podía lograrlo era el líder de la logia.
El inquisidor se acercó a ellos con cuidado, ajustando su velocidad extendiendo más o menos sus alas con experiencia y pericia hasta quedar paralelo a Pipa y Vincent. Fueron momentos de gran tensión en los que por instantes parecía que solo un centímetro bastaría para que se agarrasen a ellos y esa mínima distancia a la vez parecía un mundo mientras que el tiempo se les agotaba, pero gracias a los dioses de algún modo pudieron por fin sentirse a salvo a lomos del líder de la logia. Al menos todo lo a salvo que podía sentirse alguien a esas velocidades a lomos de un dragón de veinte metros mientras se volaba justo por delante de un gran desprendimiento de rocas y lava a sabiendas de que no muy lejos de allí un dragón aún mayor y más poderoso aún hacía temblar las propias montañas con su rabioso rugido.
En ese momento y ya con todos a salvo sobre su lomo, el inquisidor se estabilizó y giró para alejarse de la montaña y evitar los cascotes que les amenazaban. Por un momento Níniel pensó que no lo conseguirían, que aquel enorme bloque de piedra que proyectaba su sombra sobre ellos iba a alcanzarles antes de poder alejarse lo suficiente o que un fragmento más pequeño les derribaría en pleno vuelo. Que sin volar en picado no eran lo suficientemente rápidos...Pero con una último esfuerzo por parte del dragón blanco lograron dejar aquella sombra atrás y suspirar aliviados al ver cómo seguía su curso montaña abajo.
-Gracias madre Isil, gracias, gracias.- Fue lo primero que salió de la boca de la joven elfa que sabía que si seguían vivos era por obra suya. -¿Estáis todos...?- Preguntó a continuación, pero un nuevo rugido la interrumpió al mismo tiempo que la imponente figura de Querostraza dejaba atrás una densa nube de polvo y los localizaba mirándolos con un profundo odio. No parecía en su mejor momento pero desde luego estaba muy pero que muy cabreado. -Maldito hijo de perra insistente...-
Níniel Thenidiel
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Re: [Epílogo] El Inquisidor [Níniel-Vincent]
El miembro 'Níniel Thenidiel' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [Epílogo] El Inquisidor [Níniel-Vincent]
Vincent miró el ópalo una vez más, antes de guardar, justo después del ataque que había realizado contra el dragón negro con el objeto. Asombrado del poder que albergaba en su interior. Nunca lo había usado antes, y ver el resultado de la acción le había sorprendido. Tenía un cristal muy poderoso en el bolsillo, y ni siquiera sabía de lo que era capaz de hacer. Hasta ahora.
Lo tendría en cuenta para el futuro, pues seguro que se podían hacer varios tipos de ataque con la piedra preciosa. Y ya estaba recordando algunos de los poderes habituales que solían hacer los tensai de agua. Había sido interesante, ser capaz de manejar el preciado líquido, como si de un maestro de dicho elemento se tratara. Curioso, e irónicamente divertido, pues la situación en la que se encontraban, tenía de todo menos diversión.
El ataque salió mejor de lo que habría esperado, pero aún así, no podía estar feliz con el resultado. No del todo. La combinación de los poderes del Inquisidor, con los del ópalo, habían congelado el ala de la montura de Frendel, y luego el propio Inquisidor había embestido esa ala para intentar dañar seriamente al dragón rival.
No fue así. Querostraza resultó herido, pero no del modo que hubiera deseado. Pues más allá de producirle un gran dolor, su ala siguió intacta después del impacto del líder de la Logia. Era más de lo que hubiera imaginado al principio, pues no pensaba que le hiciera más que un rasguño con el poder de la piedra preciosa. No obstante, luego de ver como se había congelado el ala del dragón enemigo, había tenido la esperanza de un resultado más favorable.
Era por ello que sentía una mezcla en su interior. Una mezcolanza de haber podido ayudar más de lo que pensaba a priori, y de que sin embargo, no hubiera servido para algo más.
Eso sin tener en cuenta, que para poder haberle dado ese golpe a Querostraza, el Inquisidor se había expuesto a un combate a cuerpo a cuerpo, que de ninguna de las maneras podría ganar. Debía salir de ahí, o tanto él como las mujeres sobre su lomo estarían perdidos.
El líder de la Logia se apartó a tiempo, de no ser engullido por una cascada de lava que había lanzado el otro sobre el dragón blanco. Desgraciadamente, esa lava cayó sobre la plataforma donde estaba él con Pipa, comprometiendo la estructura, aún más de lo deteriorada que ya estaba. Esa planicie había aguantado un terremoto, un salto de Querostraza, y ahora tenía que soportar además un ataque de lava. No aguantaría mucho más, y estando encima de ella, no era una noticia que lo alegrara.
- Hicimos bien en alejarnos de la zona de combate-, le comentó a la reportera, ya que de otro modo ahora serían pasto de las llamas. La meseta estaba en muy mal estado, pero al alejarse de los dragones, al menos seguían vivos para contarlo. - Esperemos que esto aguante un poco más. Hasta que Lucy termine con los polvos.
El brujo no tardó en maldecirse por hacer dicho eso. Había olvidado que cuando solía esperar algo, ese algo, salía totalmente al revés de lo que hubiera deseado.
- No hace falta que lo digas dos veces. ¡Pero salta lo más lejos que puedas, para ganar la mayor distancia con la montaña! -, le gritó, corriendo tras ella y saltando del mismo modo que le había dicho a Pipa. - ¡Inquisidor! - gritó esta vez al dragón, rezando porque los viera.
Sentirse cayendo por un abismo, del que sabía no sobreviviría cuando llegara al suelo, era de lo más desagradable. Su corazón palpitaba desbocado, y casi podía notar que se le iba a salir por la boca, del miedo que sentía. Por suerte, al mirar hacia atrás, pudo ver como el Inquisidor iniciaba un descenso frenético hacia ellos.
Eso lo alivió un poco, pues al menos tenía la esperanza de que el dragón blanco los atrapara antes de alcanzar el fatídico final. Las probabilidades de sobrevivir se habían elevado exponencialmente, en el momento que el Inquisidor había ido tras ellos, pues era la única posibilidad que habían tenido de sobrevivir al derrumbe de la planicie.
Intentó mantenerse lo más cerca de Pipa, para facilitarle el rescate al líder de la Logia. Si se separaban, puede que pudiera salvar a uno, pero no al otro. Así que después de varios intentos y pruebas, averiguó la mejor manera de acercarse a la reportera en la caída libre. Era lo poco que podía hacer en esos instantes para ayudar.
Estaba tan nervioso y preocupado por acercarse a Pipa, que no se había dado cuenta de una cosa, tiempo más tarde de haber pasado por la zona donde debería haber estado ese algo. La niebla que les había obstaculizado su vista al subir sobre el argentavis, había desaparecido. O por lo menos en parte. No había sido oscura y mágica como antes, sino una niebla propia de atravesar las nubes. Así que supuso que el hacedor de tal conjuro estaba demasiado ocupado para seguir manteniendo la barrera. Pero quien sería. El Inquisidor o Querostraza.
Suponía que era algo que solamente sabría si el líder de la Logia los alcanzaba, y después sobrevivían a la montura de Frendel. Solo de ese modo podría preguntarle directamente al Inquisidor, y saber si era cosa suya.
De todos modos, tenía problemas mayores en los que pensar. Y antes de poder mirar una vez más hacia atrás, para ver la distancia que lo separaba con el dragón blanco, sintió un agarre alrededor de su cintura. Al mirar hacia la zona donde ahora sentía la presión de una sujeción, pudo apreciar las garras blancas de una mano gigante a su alrededor. O debería decir pata.
- Los dioses bendigan las patas delanteras del Inquisidor-, comentó después de suspirar, con gran alivio.
El dragón de hielo no tardó en dar alcance a Pipa, que estaba unos metros delante de él, y la agarró con la otra pata delantera para mayor alivio aún. Lo habían conseguido. No sabía como un plan tan desesperado había salido bien. Pero lo habían conseguido.
- Le invitaré a una copa si salimos de esta, Inquisidor. Se lo aseguro-, dijo, observando como el dragón remontaba el vuelo, y llevaba con su boca a Pipa hacia atrás. Suponía que hasta su lomo como al resto de las chicas, aunque no podía verlo desde su posición. No tardó en llegarle su turno, y el líder lo dejó rápidamente en el mejor sitio al que alcanzó. - Vaya. Babas de dragón. Que sensación tan…-, no terminó la frase, pues al menos estaba vivo gracias al Inquisidor. No tenía queja. Aunque le llenara todo el cuello de sus ropas de saliva.
El momento de corta calma se terminó abruptamente, cuando la voz de Níniel llamó su atención. Un vistazo hacia atrás le sirvió para ver al resto de sus compañeras ahora, tras él sobre el dragón, y una sombra negra que ascendía a por ellos. De Querostraza se podían decir muchas cosas, como lo feo que era, pero seguramente, el mayor rasgo que estaba demostrando en esos momentos era la persistencia.
- Debemos tomar altura, y alejarnos lo más posible de él. Rehuyamos el combate con nuestra mayor velocidad, para darle tiempo a Lucy-, comentó, mirando al frente, y dirigiéndose al Inquisidor en su posición más adelantada.
El dragón no tardó en entender el concepto. Y tomó altura con su gran velocidad. Sin embargo, la montura de Frendel no se rendía y seguía tras ellos pese a ser más tosco que el Inquisidor. No le costó mucho comprender, que el dragón de lava no llevaba carga alguna, y sin duda, el Inquisidor no hacía mucho que se había recompuesto de su malestar. Aún no había recobrado todo su potencial, y eso ayudaba a que no consiguieran distanciarse todo lo que hubiera deseado de Querostraza. Prácticamente, mantenían la misma distancia en todo momento.
Vincent miró hacia atrás, y en ese instante, atravesaron una nube que hizo desaparecer al dragón oscuro. Solamente unos segundos, el tiempo justo en que tardó la montura de Frendel en atravesar la misma nube.
Una idea cobró vida en su mente, y miró satisfecho, al encontrar justo lo que necesitaba. Por ello, le dio unos golpes al Inquisidor en el cuello, y este miró hacia atrás.
- Siga ascendiendo, y péguese a la montaña. Todo lo que pueda. Tengo un plan-, dijo, y por respuesta, el dragón asintió.
El líder de la Logia se movió veloz, hacia la pared empinada del pico. Y obedeció al brujo realizando su ascenso esta vez mucho más pegado a la roca de la montaña.
- A esta distancia está bien-, comentó, para que no se acercara más. Con eso tenía suficiente. - Ahora necesito que exhale sus poderes de hielo por encima nuestra. Cerca de mí, y de forma continuada-, le dijo esta vez.
Esta vez el Inquisidor pareció confundido por la petición del rubio en su lomo.
El rubio miró una vez más hacia atrás, y pudo ver al dragón negro a la misma distancia que antes. Pegado a la montaña como ellos, siguiendo su estela, como buen ser incansable que era. Persiguiéndolos.
- Hágame caso. Todo saldrá bien-, lo instó, afirmando con decisión con la cabeza.
El dragón hizo un ruido gutural, que debía ser un sí, pues no tardó en exhalar el polvo por encima de las cabezas del grupo a su lomo.
Maldita sea. Esperaba que todo saliera bien. Y que su plan no fuera una completa chorrada, pese a ser improvisado.
Suspiró, y sacó el pedernal de uno de sus bolsillos. Con el mineral creó una chispa de fuego. Que más tarde convirtió en un chorro de fuego sostenido por una de sus manos, con el que quemó las partículas de polvo, creando una espesa nube de niebla a su alrededor.
Le costó respirar, pero aún así no se desconcentró, y activó la segunda parte de su plan con rapidez. No podía perder el tiempo. Así que aprovechando el fuego sostenido sobre el polvo, creó con su mano libre, la diestra, tres proyectiles explosivos que lanzó contra la pared de piedra y nieve justo a su lado. Provocando con ello un desprendimiento.
Un desprendimiento de rocas y hielo. Que caería sobre un dragón oscuro limitado por la poca visibilidad dentro de la niebla, que había creado instantes antes que el propio derrumbe. Confiaba en que Querostraza simplemente pensara que estaba atravesando una nube más, y que sintiera todo el peso de la montaña antes de que pudiera llegar a salir de la niebla.
Lo tendría en cuenta para el futuro, pues seguro que se podían hacer varios tipos de ataque con la piedra preciosa. Y ya estaba recordando algunos de los poderes habituales que solían hacer los tensai de agua. Había sido interesante, ser capaz de manejar el preciado líquido, como si de un maestro de dicho elemento se tratara. Curioso, e irónicamente divertido, pues la situación en la que se encontraban, tenía de todo menos diversión.
El ataque salió mejor de lo que habría esperado, pero aún así, no podía estar feliz con el resultado. No del todo. La combinación de los poderes del Inquisidor, con los del ópalo, habían congelado el ala de la montura de Frendel, y luego el propio Inquisidor había embestido esa ala para intentar dañar seriamente al dragón rival.
No fue así. Querostraza resultó herido, pero no del modo que hubiera deseado. Pues más allá de producirle un gran dolor, su ala siguió intacta después del impacto del líder de la Logia. Era más de lo que hubiera imaginado al principio, pues no pensaba que le hiciera más que un rasguño con el poder de la piedra preciosa. No obstante, luego de ver como se había congelado el ala del dragón enemigo, había tenido la esperanza de un resultado más favorable.
Era por ello que sentía una mezcla en su interior. Una mezcolanza de haber podido ayudar más de lo que pensaba a priori, y de que sin embargo, no hubiera servido para algo más.
Eso sin tener en cuenta, que para poder haberle dado ese golpe a Querostraza, el Inquisidor se había expuesto a un combate a cuerpo a cuerpo, que de ninguna de las maneras podría ganar. Debía salir de ahí, o tanto él como las mujeres sobre su lomo estarían perdidos.
El líder de la Logia se apartó a tiempo, de no ser engullido por una cascada de lava que había lanzado el otro sobre el dragón blanco. Desgraciadamente, esa lava cayó sobre la plataforma donde estaba él con Pipa, comprometiendo la estructura, aún más de lo deteriorada que ya estaba. Esa planicie había aguantado un terremoto, un salto de Querostraza, y ahora tenía que soportar además un ataque de lava. No aguantaría mucho más, y estando encima de ella, no era una noticia que lo alegrara.
- Hicimos bien en alejarnos de la zona de combate-, le comentó a la reportera, ya que de otro modo ahora serían pasto de las llamas. La meseta estaba en muy mal estado, pero al alejarse de los dragones, al menos seguían vivos para contarlo. - Esperemos que esto aguante un poco más. Hasta que Lucy termine con los polvos.
El brujo no tardó en maldecirse por hacer dicho eso. Había olvidado que cuando solía esperar algo, ese algo, salía totalmente al revés de lo que hubiera deseado.
- No hace falta que lo digas dos veces. ¡Pero salta lo más lejos que puedas, para ganar la mayor distancia con la montaña! -, le gritó, corriendo tras ella y saltando del mismo modo que le había dicho a Pipa. - ¡Inquisidor! - gritó esta vez al dragón, rezando porque los viera.
Sentirse cayendo por un abismo, del que sabía no sobreviviría cuando llegara al suelo, era de lo más desagradable. Su corazón palpitaba desbocado, y casi podía notar que se le iba a salir por la boca, del miedo que sentía. Por suerte, al mirar hacia atrás, pudo ver como el Inquisidor iniciaba un descenso frenético hacia ellos.
Eso lo alivió un poco, pues al menos tenía la esperanza de que el dragón blanco los atrapara antes de alcanzar el fatídico final. Las probabilidades de sobrevivir se habían elevado exponencialmente, en el momento que el Inquisidor había ido tras ellos, pues era la única posibilidad que habían tenido de sobrevivir al derrumbe de la planicie.
Intentó mantenerse lo más cerca de Pipa, para facilitarle el rescate al líder de la Logia. Si se separaban, puede que pudiera salvar a uno, pero no al otro. Así que después de varios intentos y pruebas, averiguó la mejor manera de acercarse a la reportera en la caída libre. Era lo poco que podía hacer en esos instantes para ayudar.
Estaba tan nervioso y preocupado por acercarse a Pipa, que no se había dado cuenta de una cosa, tiempo más tarde de haber pasado por la zona donde debería haber estado ese algo. La niebla que les había obstaculizado su vista al subir sobre el argentavis, había desaparecido. O por lo menos en parte. No había sido oscura y mágica como antes, sino una niebla propia de atravesar las nubes. Así que supuso que el hacedor de tal conjuro estaba demasiado ocupado para seguir manteniendo la barrera. Pero quien sería. El Inquisidor o Querostraza.
Suponía que era algo que solamente sabría si el líder de la Logia los alcanzaba, y después sobrevivían a la montura de Frendel. Solo de ese modo podría preguntarle directamente al Inquisidor, y saber si era cosa suya.
De todos modos, tenía problemas mayores en los que pensar. Y antes de poder mirar una vez más hacia atrás, para ver la distancia que lo separaba con el dragón blanco, sintió un agarre alrededor de su cintura. Al mirar hacia la zona donde ahora sentía la presión de una sujeción, pudo apreciar las garras blancas de una mano gigante a su alrededor. O debería decir pata.
- Los dioses bendigan las patas delanteras del Inquisidor-, comentó después de suspirar, con gran alivio.
El dragón de hielo no tardó en dar alcance a Pipa, que estaba unos metros delante de él, y la agarró con la otra pata delantera para mayor alivio aún. Lo habían conseguido. No sabía como un plan tan desesperado había salido bien. Pero lo habían conseguido.
- Le invitaré a una copa si salimos de esta, Inquisidor. Se lo aseguro-, dijo, observando como el dragón remontaba el vuelo, y llevaba con su boca a Pipa hacia atrás. Suponía que hasta su lomo como al resto de las chicas, aunque no podía verlo desde su posición. No tardó en llegarle su turno, y el líder lo dejó rápidamente en el mejor sitio al que alcanzó. - Vaya. Babas de dragón. Que sensación tan…-, no terminó la frase, pues al menos estaba vivo gracias al Inquisidor. No tenía queja. Aunque le llenara todo el cuello de sus ropas de saliva.
El momento de corta calma se terminó abruptamente, cuando la voz de Níniel llamó su atención. Un vistazo hacia atrás le sirvió para ver al resto de sus compañeras ahora, tras él sobre el dragón, y una sombra negra que ascendía a por ellos. De Querostraza se podían decir muchas cosas, como lo feo que era, pero seguramente, el mayor rasgo que estaba demostrando en esos momentos era la persistencia.
- Debemos tomar altura, y alejarnos lo más posible de él. Rehuyamos el combate con nuestra mayor velocidad, para darle tiempo a Lucy-, comentó, mirando al frente, y dirigiéndose al Inquisidor en su posición más adelantada.
El dragón no tardó en entender el concepto. Y tomó altura con su gran velocidad. Sin embargo, la montura de Frendel no se rendía y seguía tras ellos pese a ser más tosco que el Inquisidor. No le costó mucho comprender, que el dragón de lava no llevaba carga alguna, y sin duda, el Inquisidor no hacía mucho que se había recompuesto de su malestar. Aún no había recobrado todo su potencial, y eso ayudaba a que no consiguieran distanciarse todo lo que hubiera deseado de Querostraza. Prácticamente, mantenían la misma distancia en todo momento.
Vincent miró hacia atrás, y en ese instante, atravesaron una nube que hizo desaparecer al dragón oscuro. Solamente unos segundos, el tiempo justo en que tardó la montura de Frendel en atravesar la misma nube.
Una idea cobró vida en su mente, y miró satisfecho, al encontrar justo lo que necesitaba. Por ello, le dio unos golpes al Inquisidor en el cuello, y este miró hacia atrás.
- Siga ascendiendo, y péguese a la montaña. Todo lo que pueda. Tengo un plan-, dijo, y por respuesta, el dragón asintió.
El líder de la Logia se movió veloz, hacia la pared empinada del pico. Y obedeció al brujo realizando su ascenso esta vez mucho más pegado a la roca de la montaña.
- A esta distancia está bien-, comentó, para que no se acercara más. Con eso tenía suficiente. - Ahora necesito que exhale sus poderes de hielo por encima nuestra. Cerca de mí, y de forma continuada-, le dijo esta vez.
Esta vez el Inquisidor pareció confundido por la petición del rubio en su lomo.
El rubio miró una vez más hacia atrás, y pudo ver al dragón negro a la misma distancia que antes. Pegado a la montaña como ellos, siguiendo su estela, como buen ser incansable que era. Persiguiéndolos.
- Hágame caso. Todo saldrá bien-, lo instó, afirmando con decisión con la cabeza.
El dragón hizo un ruido gutural, que debía ser un sí, pues no tardó en exhalar el polvo por encima de las cabezas del grupo a su lomo.
Maldita sea. Esperaba que todo saliera bien. Y que su plan no fuera una completa chorrada, pese a ser improvisado.
Suspiró, y sacó el pedernal de uno de sus bolsillos. Con el mineral creó una chispa de fuego. Que más tarde convirtió en un chorro de fuego sostenido por una de sus manos, con el que quemó las partículas de polvo, creando una espesa nube de niebla a su alrededor.
Le costó respirar, pero aún así no se desconcentró, y activó la segunda parte de su plan con rapidez. No podía perder el tiempo. Así que aprovechando el fuego sostenido sobre el polvo, creó con su mano libre, la diestra, tres proyectiles explosivos que lanzó contra la pared de piedra y nieve justo a su lado. Provocando con ello un desprendimiento.
Un desprendimiento de rocas y hielo. Que caería sobre un dragón oscuro limitado por la poca visibilidad dentro de la niebla, que había creado instantes antes que el propio derrumbe. Confiaba en que Querostraza simplemente pensara que estaba atravesando una nube más, y que sintiera todo el peso de la montaña antes de que pudiera llegar a salir de la niebla.
Vincent Calhoun
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Re: [Epílogo] El Inquisidor [Níniel-Vincent]
El miembro 'Vincent Calhoun' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [Epílogo] El Inquisidor [Níniel-Vincent]
Gracias a las instrucciones de Níniel, el Inquisidor supo en todo momento dónde se encontraba Querostraza y pudo dirigirse. La elfa le indicó que dejase un rastro de hielo a su espalda, algo que hizo el dragón girándose de espaldas y dejándose caer hacia abajo por la fuerza y la propia inercia, disparando una fuerte corriente de hielo a su paso que al menos dificultaba el avance de la montura de Frendel.
Extendió sus alas y la enorme criatura albina dio un giro brusco sobre su columna vertebral para volver a enfocar hacia el suelo y situarse a la altura de Pipa y Vincent, que se aferraron a él como última esperanza, una vez recibió la señal del brujo para ascender y ganar algo de tiempo. Ahora que había llegado hasta los “caídos”, era hora de alzar el vuelo. La gravedad era una aliada del dragón oscuro, por la mayor masa corporal, cuando iban cuesta bajo, pero en cambio era enemiga cuando se dirigían cuesta arriba. Vincent supo de ésta circunstancia y no tardó en advertir al inquisidor que alzaran el vuelo.
Precisamente fue el brujo quien generó una humareda tras de sí y provocó un desprendimiento cerca de las montañas gracias a sus habilidades de fuego, que detendrían aún más a Querostraza, que, pese al sufrimiento, no detenía sus esfuerzos de dar caza al inquisidor, y ya cargaba en su boca una llamarada muy potente.
-¡Lo tengo! ¡Lo tengo! – gritó Lucy por fin, que tomó rápidamente los polvos y, sin perder un instante, los roció al aire por encima del dragón albino y de todos los presentes.
Un remolino que duró una décima de segundo absorbió al inquisidor y a todos los que estaban sobre él, justo en el instante en el que la montura de Frendel emanaba una última llamarada desesperanzadora que terminó en el fondo del valle. A ésta no le había dado tiempo a llegar, sabía que habían escapado, y por ello, rugió. Rugió más fuerte que nunca en su vida. Un rugido de frustración y de odio. Se le había escapado uno de los dragones que su amo, Frendel, le había mandado utilizar de drenaje de poder.
Los héroes aparecieron por inercia en el patio junto a la torre de la logia. El líder no pudo detener la inercia que llevaba y se llevó medio patio durante el aterrizaje. Tuvieron que agarrarse bien para no terminar en el suelo o embestidos por el propio dragón, que se deslizó todavía durante unos metros. El feroz rugido de Querostraza, todavía retumbaría en la torre y también en toda Dundarak minutos después. Lucy y Pipa, al menos, no daban crédito, y la brutal llegada a la Logia seguida de esto, llamó la atención tanto de la otra encantadora, como del resto de miembros del grupo de magia allí presentes.
-¡Inquisidor! ¡Gracias a los dioses! ¡Lo habéis conseguido! – exclamó Abbey. Inmensamente feliz. Aunque los presentes estaban muy aturdidos todavía y tenían el susto demasiado presente en el cuerpo. Tenían muchas historias que contar de lo ocurrido los dos últimos días. Aquel día había salido bien, pero aún quedaban muchos misterios por resolver. ¿Qué planteaba el peligroso Frendel succionando la energía de los grandes dragones de Aerandir?
* * * * * * * * * * * * *
¡Felicidades! Habéis completado la misión. Ha sido una misión larga, pero los dos habéis hecho un gran papel. Ha resultado muy ameno y hemos creado juntos una historia épica que merece la pena de leer. ¡Os felicito! Habéis hecho un gran trabajo y para mí ha sido un placer dirigiros en esta aventura y espero volver a hacerlo en otras ocasiones.
Dicho esto, paso a entregaros vuestras recompensas.
Níniel:
- ¡Tu habilidad de Alquimia ha subido a nivel 100! ¡Enhorabuena! Eres la primera en conseguir el grado de Maestra en una habilidad pasiva en la historia de Aerandir.
- 25 puntos de experiencia (15 puntos base + 10 por buen desarrollo).
- 450 aeros.
- 10 puntos de Influencia con el gremio: Logia de Dundarak.
- El inquisidor es ahora un personaje asignable a misiones de la logia.
- Recompensa de consecuencia: ¿Gran Encantadora... Thenidiel? El inquisidor ha quedado tan satisfecho por tu gran labor que incluso plantea ascenderte a Gran Encantadora de la Logia
- Recompensa 2: Fórmula: Armadura venenosa superior de Ongilith. Armadura de nivel superior que porta púas venenosas. Si el portador es mordido o atacado físicamente con la piel descubierta, se le suministra un potente veneno de ongilith que paraliza al enemigo y le deja convaleciente. 3 usos. Necesitarás un herrero que la construya. Recargable comprando aceite de Ongilith en el mercado.
Vincent:
- 25 puntos de experiencia (15 puntos base + 10 por buen desarrollo).
- 450 aeros.
- 10 puntos de Influencia con el gremio: Logia de Dundarak.
- Recompensa: Espada zurda superior de Frendel. A los pies del inquisidor una vez aterrizó, apareció una espada mística envuelta en fuego, incluso en su funda. Esta espada es de acero inoxidable y tendrá un efecto de quemadura adicional. Es altamente destructiva. Pero cuidado, esta espada no te pertenece y te obedecerá a regañadientes. Necesitarás una gran destreza para poder utilizarla. Además, su dueño volverá a reclamarla... algún día. Entonces podrás perderla... o mejorarla. Duración: Todos los hilos que tengas abiertos y que abras durante los próximos 3 meses reales. Luego la espada perderá su condición ígnea (aunque podrás seguir usándola normal, sigue siendo mejor que la tuya) y... tendrás un problema. Este fuego es ignífugo para ti y tu ropa.
Todo se os ha sumado a vuestro perfil.
Extendió sus alas y la enorme criatura albina dio un giro brusco sobre su columna vertebral para volver a enfocar hacia el suelo y situarse a la altura de Pipa y Vincent, que se aferraron a él como última esperanza, una vez recibió la señal del brujo para ascender y ganar algo de tiempo. Ahora que había llegado hasta los “caídos”, era hora de alzar el vuelo. La gravedad era una aliada del dragón oscuro, por la mayor masa corporal, cuando iban cuesta bajo, pero en cambio era enemiga cuando se dirigían cuesta arriba. Vincent supo de ésta circunstancia y no tardó en advertir al inquisidor que alzaran el vuelo.
Precisamente fue el brujo quien generó una humareda tras de sí y provocó un desprendimiento cerca de las montañas gracias a sus habilidades de fuego, que detendrían aún más a Querostraza, que, pese al sufrimiento, no detenía sus esfuerzos de dar caza al inquisidor, y ya cargaba en su boca una llamarada muy potente.
-¡Lo tengo! ¡Lo tengo! – gritó Lucy por fin, que tomó rápidamente los polvos y, sin perder un instante, los roció al aire por encima del dragón albino y de todos los presentes.
Un remolino que duró una décima de segundo absorbió al inquisidor y a todos los que estaban sobre él, justo en el instante en el que la montura de Frendel emanaba una última llamarada desesperanzadora que terminó en el fondo del valle. A ésta no le había dado tiempo a llegar, sabía que habían escapado, y por ello, rugió. Rugió más fuerte que nunca en su vida. Un rugido de frustración y de odio. Se le había escapado uno de los dragones que su amo, Frendel, le había mandado utilizar de drenaje de poder.
Los héroes aparecieron por inercia en el patio junto a la torre de la logia. El líder no pudo detener la inercia que llevaba y se llevó medio patio durante el aterrizaje. Tuvieron que agarrarse bien para no terminar en el suelo o embestidos por el propio dragón, que se deslizó todavía durante unos metros. El feroz rugido de Querostraza, todavía retumbaría en la torre y también en toda Dundarak minutos después. Lucy y Pipa, al menos, no daban crédito, y la brutal llegada a la Logia seguida de esto, llamó la atención tanto de la otra encantadora, como del resto de miembros del grupo de magia allí presentes.
-¡Inquisidor! ¡Gracias a los dioses! ¡Lo habéis conseguido! – exclamó Abbey. Inmensamente feliz. Aunque los presentes estaban muy aturdidos todavía y tenían el susto demasiado presente en el cuerpo. Tenían muchas historias que contar de lo ocurrido los dos últimos días. Aquel día había salido bien, pero aún quedaban muchos misterios por resolver. ¿Qué planteaba el peligroso Frendel succionando la energía de los grandes dragones de Aerandir?
* * * * * * * * * * * * *
¡Felicidades! Habéis completado la misión. Ha sido una misión larga, pero los dos habéis hecho un gran papel. Ha resultado muy ameno y hemos creado juntos una historia épica que merece la pena de leer. ¡Os felicito! Habéis hecho un gran trabajo y para mí ha sido un placer dirigiros en esta aventura y espero volver a hacerlo en otras ocasiones.
Dicho esto, paso a entregaros vuestras recompensas.
Níniel:
- ¡Tu habilidad de Alquimia ha subido a nivel 100! ¡Enhorabuena! Eres la primera en conseguir el grado de Maestra en una habilidad pasiva en la historia de Aerandir.
- 25 puntos de experiencia (15 puntos base + 10 por buen desarrollo).
- 450 aeros.
- 10 puntos de Influencia con el gremio: Logia de Dundarak.
- El inquisidor es ahora un personaje asignable a misiones de la logia.
- Recompensa de consecuencia: ¿Gran Encantadora... Thenidiel? El inquisidor ha quedado tan satisfecho por tu gran labor que incluso plantea ascenderte a Gran Encantadora de la Logia
- Recompensa 2: Fórmula: Armadura venenosa superior de Ongilith. Armadura de nivel superior que porta púas venenosas. Si el portador es mordido o atacado físicamente con la piel descubierta, se le suministra un potente veneno de ongilith que paraliza al enemigo y le deja convaleciente. 3 usos. Necesitarás un herrero que la construya. Recargable comprando aceite de Ongilith en el mercado.
- Armadura:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Vincent:
- 25 puntos de experiencia (15 puntos base + 10 por buen desarrollo).
- 450 aeros.
- 10 puntos de Influencia con el gremio: Logia de Dundarak.
- Recompensa: Espada zurda superior de Frendel. A los pies del inquisidor una vez aterrizó, apareció una espada mística envuelta en fuego, incluso en su funda. Esta espada es de acero inoxidable y tendrá un efecto de quemadura adicional. Es altamente destructiva. Pero cuidado, esta espada no te pertenece y te obedecerá a regañadientes. Necesitarás una gran destreza para poder utilizarla. Además, su dueño volverá a reclamarla... algún día. Entonces podrás perderla... o mejorarla. Duración: Todos los hilos que tengas abiertos y que abras durante los próximos 3 meses reales. Luego la espada perderá su condición ígnea (aunque podrás seguir usándola normal, sigue siendo mejor que la tuya) y... tendrás un problema. Este fuego es ignífugo para ti y tu ropa.
- Espada zurda de Frendel:
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