¿Quién decide qué es amor? [Trabajo] [Hely/Destino]
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¿Quién decide qué es amor? [Trabajo] [Hely/Destino]
Otro día más en el norte. A pesar de que la nieve empezaba a derretirse, allí aún había una buena capa blanca que cubría el suelo y los valles. ¿Algún día se iría el frío? Helyare ya dudaba sobre si en verano haría calor en ese lugar. Estaba tumbada en la gran bañera que había en la casa de la dragona, con el agua echando vaho hasta difuminar su rostro. Le gustaba mucho el agua caliente y esos baños eran los que apaciguaban el frío que se había instaurado de forma permanente en su cuerpo. Tenía los ojos cerrados y estaba relajada completamente. Hasta que algo tocó su mano y al instante abrió los ojos para ver quién era. Esperaba encontrar a Ingela ahí, aunque sabía que estaba con ese horrible hombre-bestia. No fue a ella a quien encontró, sino a una hermosa elfa que estaba metiéndose con ella en la bañera. Helyare no hizo nada más que encogerse, sin perder de vista el cuerpo desnudo de la joven. Tenía una larga melena besada por el fuego, ojos verdes que eran capaces de decir todo sin hablar, y una piel tan blanca y lisa…
–Helyare –sonrió de lado, mirando a la elfa con cierto ánimo.
–Tú… –Helyare era incapaz de quitar la vista de ella, anonadada y casi incapaz de hablar. Tan solo pudo mirar a todos lados antes de volver a clavar sus ojos verdes en la muchacha –eres…
–Tú –concluyó, sujetando sus manos y haciendo que se incorporase –. Antes de que te hicieran esto –posó sus dedos sobre la escarificada piel de la joven y la deslizó, recorriendo su cuerpo empapado.
–Pero… –trató de decir, sin entender por qué se estaba viendo a sí misma.
– ¿Qué haces aquí? ¿Huir? Este no es tu sitio.
–Ellos… iban a matarme…
– ¿Y no vas a hacer nada? –Helyare negó, apartando la mirada de su doble. Anhelaba volver a ser quien era, y parecía que Kaeltha lo notaba, tomó sus manos y las dejó reposar en sus hombros, tan blancos, tan lisos. –Tócame. Este era tu cuerpo. Y te lo destrozaron. Te destrozaron toda tu vida. ¿Y vas a quedarte aquí, sin hacer nada? –repuso con altanería, la misma que gastaba cuando estaba en Sandorai.
En ese momento desapareció. Allí estaba Helyare, de pie, sola de nuevo. Resopló y fue a vestirse, muy confundida. No quería encontrarse con nadie. ¿Se había visto a sí misma? Tantos días encerrada en casa por los fuertes temporales no le sentaban bien. Se estaba volviendo loca.
Se vistió y salió apresuradamente a la calle, en dirección al mercado. Tenía que comprar ciertas cosas para su estancia en el norte, como más ropa de abrigo y puntas para las flechas. Según Ingela y su hermana, el mercado era un lugar muy bonito y con muchas cosas para ver. Pero el significado de “bonito” para ellas era diferente a lo que Helyare estaba acostumbrada. De hecho, Dundarak no era bonita por más que dijeran que sí. Pero no le quedaba otro remedio que salir y airearse un poco. Tal vez habría sido la temperatura del agua, no paraba de pensar en eso y, rápido como iba, apenas se percató de la presencia de una joven quien, sentada cerca de una fuente, lloraba desconsolada. La miró con desdén, pensando que sería una cría que estaría buscando llamar la atención o algo así. Pero no. Era una elfa. Al instante se detuvo y fue hacia ella. ¿Qué hacía una elfa en el norte? Sabía que había algunos como ella, Ingela se lo había dicho: al igual que en su situación, muchos buscaban ocultarse.
–Aiya –saludó con voz baja, en su idioma natal. La joven levantó la cabeza, con los ojos empañados en lágrimas, y trató de mirar a quien había saludado. Otra hermana de raza. –Mani marte?
La joven no hablaba su lengua fluida, se había olvidado de muchos términos después de pasar casi toda su vida fuera de los bosques, aunque la había entendido, pero no fue capaz de responder en el mismo idioma.
–Es… es… ¡Shoren me ha dejado! –rompió a llorar de nuevo. Helyare la miró con extrañeza. ¿Acaso pensaba que si le decía el nombre sabría quién es? –¡¡Y sin motivo!! ¡Habíamos quedado hoy! Y… y… ¡ha dicho que ya no quería saber nada de mí! –Continuaba llorando ante la atónita mirada de la elfa, quien no sabía qué hacer. ¿Acaso era asunto suyo? Podía seguir su camino, sólo era una riña de enamorados – ¿¡Por qué!? Es que no lo entiendo… Yo… le quería. Me… me ha dicho… que iba a volver a las Islas… –continuó, posiblemente porque solo Helyare se había parado a ver qué sucedía, y sentía que debía desahogarse.
– ¿Es brujo? –la chica asintió, tapándose la cara, sollozando. “Pues normal que te haya dejado, no estáis destinados a estar juntos”, pensó la elfa. –Estarás mejor sin él –concluyó al conocer su raza.
No pintaba más ahí. No entendía siquiera cómo esa elfa había podido iniciar una relación con un asqueroso hechicero, como para intentar consolarla y hacer que fuera a buscarlo. No, cuanto más alejados, mejor. No iba a ayudarla en eso.
–Helyare –sonrió de lado, mirando a la elfa con cierto ánimo.
–Tú… –Helyare era incapaz de quitar la vista de ella, anonadada y casi incapaz de hablar. Tan solo pudo mirar a todos lados antes de volver a clavar sus ojos verdes en la muchacha –eres…
–Tú –concluyó, sujetando sus manos y haciendo que se incorporase –. Antes de que te hicieran esto –posó sus dedos sobre la escarificada piel de la joven y la deslizó, recorriendo su cuerpo empapado.
–Pero… –trató de decir, sin entender por qué se estaba viendo a sí misma.
– ¿Qué haces aquí? ¿Huir? Este no es tu sitio.
–Ellos… iban a matarme…
– ¿Y no vas a hacer nada? –Helyare negó, apartando la mirada de su doble. Anhelaba volver a ser quien era, y parecía que Kaeltha lo notaba, tomó sus manos y las dejó reposar en sus hombros, tan blancos, tan lisos. –Tócame. Este era tu cuerpo. Y te lo destrozaron. Te destrozaron toda tu vida. ¿Y vas a quedarte aquí, sin hacer nada? –repuso con altanería, la misma que gastaba cuando estaba en Sandorai.
En ese momento desapareció. Allí estaba Helyare, de pie, sola de nuevo. Resopló y fue a vestirse, muy confundida. No quería encontrarse con nadie. ¿Se había visto a sí misma? Tantos días encerrada en casa por los fuertes temporales no le sentaban bien. Se estaba volviendo loca.
Se vistió y salió apresuradamente a la calle, en dirección al mercado. Tenía que comprar ciertas cosas para su estancia en el norte, como más ropa de abrigo y puntas para las flechas. Según Ingela y su hermana, el mercado era un lugar muy bonito y con muchas cosas para ver. Pero el significado de “bonito” para ellas era diferente a lo que Helyare estaba acostumbrada. De hecho, Dundarak no era bonita por más que dijeran que sí. Pero no le quedaba otro remedio que salir y airearse un poco. Tal vez habría sido la temperatura del agua, no paraba de pensar en eso y, rápido como iba, apenas se percató de la presencia de una joven quien, sentada cerca de una fuente, lloraba desconsolada. La miró con desdén, pensando que sería una cría que estaría buscando llamar la atención o algo así. Pero no. Era una elfa. Al instante se detuvo y fue hacia ella. ¿Qué hacía una elfa en el norte? Sabía que había algunos como ella, Ingela se lo había dicho: al igual que en su situación, muchos buscaban ocultarse.
–Aiya –saludó con voz baja, en su idioma natal. La joven levantó la cabeza, con los ojos empañados en lágrimas, y trató de mirar a quien había saludado. Otra hermana de raza. –Mani marte?
La joven no hablaba su lengua fluida, se había olvidado de muchos términos después de pasar casi toda su vida fuera de los bosques, aunque la había entendido, pero no fue capaz de responder en el mismo idioma.
–Es… es… ¡Shoren me ha dejado! –rompió a llorar de nuevo. Helyare la miró con extrañeza. ¿Acaso pensaba que si le decía el nombre sabría quién es? –¡¡Y sin motivo!! ¡Habíamos quedado hoy! Y… y… ¡ha dicho que ya no quería saber nada de mí! –Continuaba llorando ante la atónita mirada de la elfa, quien no sabía qué hacer. ¿Acaso era asunto suyo? Podía seguir su camino, sólo era una riña de enamorados – ¿¡Por qué!? Es que no lo entiendo… Yo… le quería. Me… me ha dicho… que iba a volver a las Islas… –continuó, posiblemente porque solo Helyare se había parado a ver qué sucedía, y sentía que debía desahogarse.
– ¿Es brujo? –la chica asintió, tapándose la cara, sollozando. “Pues normal que te haya dejado, no estáis destinados a estar juntos”, pensó la elfa. –Estarás mejor sin él –concluyó al conocer su raza.
No pintaba más ahí. No entendía siquiera cómo esa elfa había podido iniciar una relación con un asqueroso hechicero, como para intentar consolarla y hacer que fuera a buscarlo. No, cuanto más alejados, mejor. No iba a ayudarla en eso.
- Elfa que llora:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
- Aclaraciones:
La primera parte es que estoy empezando el desafío de Sigel, poco a poco.
Traducciones:
Aiya: Hola
Mani marte? ¿Qué sucede?
Helyare
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Re: ¿Quién decide qué es amor? [Trabajo] [Hely/Destino]
El camino hacia el norte había sido largo y tedioso, sumamente agotador pero la cantidad de dinero en juego hacía que valiera la pena, además el pelinegro necesitaba alejarse de todo su pasado y era el reino de los dragones el único lugar donde sabía que no encontraría ningún nexo con su pasado reciente; el punto de encuentro era una vieja taberna en los bordes de la ciudad de los dragones, a la derecha el enorme muro de la ciudad lucía adornado por pinturas no muy elegantes, diversos letreros habían desfilado ante los ojos del elfo mientras caminaba con su cabeza oculta bajo la capucha, la piel blanca se le veía más pálida a causa del inclemente frío y a ratos tiritaba de frío aunque intentaba disimularlo para no parecer vulnerable.
Finalmente llegó al lugar acordado, o al menos eso parecía ser, seguramente no había muchas tabernas llamadas “Pluma de fuego”. Empujó la puerta con ambas manos y una fuerte ventisca entró antes que él silenciando a los presentes, la música dejó de sonar y todos los rostros voltearon por un instante a la puerta, aunque al ver que se trataba solo de un simple forastero volvieron a sus charlas como si nada hubiera pasado; en la mesa más lejana un hombre de sombrero negro esperaba deslizando su dedo por el borde de un vaso cuyo líquido parecía llevar horas sin ser probado; Destino caminó sin detenerse hasta llegar a la silla frente al hombre cuya apariencia coincidía con la descripción del cliente -Llegas tarde, Escorpio- El pelinegro alzó una ceja con desagrado -Destino odia ese nombre- Haló la silla para sentarse -Pero bien que te queda, el aguijón venenoso, portador de la muerte, señor de la- Con un leve puñetazo a la mesa le interrumpió el elfo -Suficiente, al grano- Un silencio selló sus labios un instante.
El cliente suspiró y tomó su vaso para dar un sorbo y luego lo volvió a dejar en la mesa -Este sujeto me ha robado algo que me pertenecía por derecho- Apretó los puños preparado para seguir explicando pero el asesino no lo dejó -A Destino no le importan tus razones, si puedes pagar, el trabajo será hecho- El elfo, cansado y amargado como andaba no tenía tiempo para escuchar problemas ajenos, el trabajo era simple, asesinar a un brujo que había robado algo, aunque no es que necesitara muchas razones para matar a un brujo, pero si le pagaban por ello resultaba muy productivo.
Una imagen de grafito con el rostro del brujo y un punto de reunión fueron todo lo que el pelinegro quien debía reunirse con alguien en la entrada de la ciudad, extrañamente el encargo era asesinar al brujo pero no hacer nada a su acompañante, una tarea que al final se podría complicar más de lo necesario, tal vez matar a ambos habría sido más sencillo y por el mismo precio; Destino tomó sus instrucciones y se levantó pero la mano del cliente se ancló en su muñeca -Por favor, completa el trabajo tal como se te indica para evitar... futuros problemas- El pelinegro se detuvo sin voltear el rostro -¿Es una amenaza?- Preguntó con voz gruesa -Es un consejo, es mejor hacer aliados que enemigos- Cerrando los ojos el elfo ojiazul respiró profundo para evitar hacer un desnalgue en el lugar y haló su mano con rabia y fuerza -El trabajo se hará- Murmuró antes de caminar hasta la puerta del lugar y comenzar el viaje hasta el punto del asesinato.
Finalmente llegó al lugar acordado, o al menos eso parecía ser, seguramente no había muchas tabernas llamadas “Pluma de fuego”. Empujó la puerta con ambas manos y una fuerte ventisca entró antes que él silenciando a los presentes, la música dejó de sonar y todos los rostros voltearon por un instante a la puerta, aunque al ver que se trataba solo de un simple forastero volvieron a sus charlas como si nada hubiera pasado; en la mesa más lejana un hombre de sombrero negro esperaba deslizando su dedo por el borde de un vaso cuyo líquido parecía llevar horas sin ser probado; Destino caminó sin detenerse hasta llegar a la silla frente al hombre cuya apariencia coincidía con la descripción del cliente -Llegas tarde, Escorpio- El pelinegro alzó una ceja con desagrado -Destino odia ese nombre- Haló la silla para sentarse -Pero bien que te queda, el aguijón venenoso, portador de la muerte, señor de la- Con un leve puñetazo a la mesa le interrumpió el elfo -Suficiente, al grano- Un silencio selló sus labios un instante.
El cliente suspiró y tomó su vaso para dar un sorbo y luego lo volvió a dejar en la mesa -Este sujeto me ha robado algo que me pertenecía por derecho- Apretó los puños preparado para seguir explicando pero el asesino no lo dejó -A Destino no le importan tus razones, si puedes pagar, el trabajo será hecho- El elfo, cansado y amargado como andaba no tenía tiempo para escuchar problemas ajenos, el trabajo era simple, asesinar a un brujo que había robado algo, aunque no es que necesitara muchas razones para matar a un brujo, pero si le pagaban por ello resultaba muy productivo.
Una imagen de grafito con el rostro del brujo y un punto de reunión fueron todo lo que el pelinegro quien debía reunirse con alguien en la entrada de la ciudad, extrañamente el encargo era asesinar al brujo pero no hacer nada a su acompañante, una tarea que al final se podría complicar más de lo necesario, tal vez matar a ambos habría sido más sencillo y por el mismo precio; Destino tomó sus instrucciones y se levantó pero la mano del cliente se ancló en su muñeca -Por favor, completa el trabajo tal como se te indica para evitar... futuros problemas- El pelinegro se detuvo sin voltear el rostro -¿Es una amenaza?- Preguntó con voz gruesa -Es un consejo, es mejor hacer aliados que enemigos- Cerrando los ojos el elfo ojiazul respiró profundo para evitar hacer un desnalgue en el lugar y haló su mano con rabia y fuerza -El trabajo se hará- Murmuró antes de caminar hasta la puerta del lugar y comenzar el viaje hasta el punto del asesinato.
Destino
Maestro de las Mil Espadas
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Re: ¿Quién decide qué es amor? [Trabajo] [Hely/Destino]
–Pero… ¿cómo puedes decir eso? –sollozó la elfa. Helyare la miró sin entender bien – ¿¡Cómo puedes decir que estaré mejor sin él!? –parecía enfadada. –Yo le quiero… ¡No estoy mejor sin él! ¡No sé por qué me ha dejado! –Se volvió a tapar la cara con ambas manos, destrozada. –Es… que… ¡no lo entiendo! Estábamos tan bien…
¿Cómo podía estar bien si salía con un hechicero? La mirada de Helyare era bastante fría, no entraban en su cabeza ese tipo de relaciones.
–Encontrarás a otro, un elfo a poder ser –trató de ayudar, aunque estaba lejos de servir de consuelo. Si Ingela o Nillë hubieran estado ahí ya le habrían dicho que se callase. No era buena consejera, sin duda. La chica lloró más al escuchar eso.
– ¡No entiendes lo que siento! ¡Eres como mi familia! ¡¡No entendéis lo que es el amor!! ¡Vete! –increpó, viendo que la elfa era incapaz de entender su sufrimiento. – ¡No sois capaces de ver más allá!
La familia de la elfa también era contraria a que se juntase con un brujo, y estaba pensando que la pelirroja que estaba junto a ella era una enviada de sus padres para ver que ya no estaba con Shoren. ¡Pues no iba a darles la alegría! –Te manda mi familia. Lo sé.
–No. Ni siquiera sé quiénes son –dijo seca, Helyare –. Pero no veo lógico que una elfa tenga una relación de afecto con un brujo. Es… antinatural.
–Antinatural, claro… –su voz sonó a un lado de ella, justo sentada a unos metros de la elfa que lloraba. Parecía que se había congelado el tiempo. En realidad no, mas Helyare sólo podía prestar atención a la otra elfa pelirroja que aparecía sentada en la fuente, sujetando un hermoso arco que parecía tallado por los mismos dioses, haciendo un diseño de alas. Su antiguo arco. La larga melena de la Kael estaba recogida en un peinado con trenzas, y su traje verde era el que usaba para hacer la guardia. Llevaba su capa, la que colgaba solo de uno de sus hombros hasta la parte de atrás de la rodilla. Era ella, su antigua ella, de nuevo –. Por supuesto que lo es, salvo porque son tus hermanos, los elfos, los que te hicieron esto. Los que te negaron el afecto y las caricias, y las cambiaron por tu dolor. Eso es antinatural. Ser devastada por tu propia raza, por tu propia familia. Y sin embargo, ¿Debo recordarte que hay brujos que te ayudaron? Creo que te equivocas de juicios –rió ladina, como ella siempre lo hacía. Ignorándola, se centró en la joven al oír su voz.
– ¡Cómo puedes decir que es antinatural! ¡No sabes lo que es el verdadero amor! ¿Tienes pareja? –Helyare negó, aunque sintió cómo su corazón se encogía al apartar a Arzhak de su lado con ese movimiento de cabeza. – ¿Has tenido? –En este caso, afirmó. – ¿Y quisiste a tu pareja? –volvió a asentir.
–A su pareja y a otros…
–Pero no era brujo –aclaró, tratando de que su voz quedase por encima de su misma voz, la de la chica que estaba sonriendo, sentada en la fuente.
– ¿Y eso qué? –Inquirió – ¡Es lo que mi familia y tú no entendéis! ¡Quiero a Shoren! ¿Alguna vez has querido a alguien y no has podido estar con esa persona? –Helyare mantuvo el silencio; el doble de su vida anterior, no.
–Di que sí. Claro que has querido a alguien. De hecho, queremos a alguien con quien no podemos estar, ¿no, “Helyare”? Arzhak ya no está pero… aunque estuviera, tampoco podrías estar ya con él. Pero yo sí –le guiñó un ojo – ¿Y Aranarth? Oh, claro… Él, ni nadie, puede tocarte –remarcó la última sílaba de “tocarte” – ¿Crees que está bien que se le niegue el afecto a alguien que luchó a su lado durante años?
– ¡Ellos no quisieron, por años, que estuviera con él! –Prosiguió –luchamos por nuestro amor y… y… ahora...
La elfa volvió a derrumbarse, frustrada porque nadie era capaz de entenderla. Helyare, sentía su cabeza al borde del colapso: sus propios pensamientos interferían con los de su otro yo y los de la muchacha afligida. Ésta quería que entendiera su punto, ese horrible amor interracial. Su otro yo, “Kaeltha”, trataba de enseñarle lo que los elfos habían hecho mal. Y ella misma, quien se negaba a ambos pensamientos. ¡Iba a estallar!
La joven elfa no aguantó más y salió corriendo. Helyare, confusa aún, salió tras ella. Su otro yo desapareció, mas su voz sonaba en su cabeza –sigue ayudando a los elfos, a quienes te hicieron daño…
– ¡Espera! ¿Dónde vas? –quiso saber, al tiempo que la alcanzaba.
– ¡Déjame! –Se quejó y trató de zafarse – ¡voy a la Casa del Zafiro! ¡Ahí había quedado con Shoren! ¡Nos íbamos a fugar juntos para empezar una vida mejor! Pero los elfos como tú y mi familia jamás entenderéis eso –sus palabras contenían rabia y frustración.
– ¿Y si no está ahí? Además… –no dijo nada, pero pensó “¿y si no te quiere?”.
– ¡Tiene que estar! ¡Yo lo sé! ¡No me dejaría tirada así! –“te ha dejado”, siguió sin hablar. Un pequeño destello azulado salió de su bolso y se posó el hombro de la joven elfita, quien se quedó atónita mirando. Era el pequeño hada.
– ¡Nillë! ¿Estabas aquí? –Helyare no pudo ocultar su sorpresa, alternando la vista entre su bolsito de cuero y su diminuta compañera.
–Chiri… chiri… –las lágrimas se caían por las mejillas de Nillë, quien voló hasta el hombro de su compañera y se secó con los pelos de su capa. Le había dado pena la historia.
– ¿Es un hada? –parecía estupefacta. Helyare asintió. La otra elfa también hizo un gesto con su cabeza antes de seguir su camino.
–Espera, no te vayas.
–Déjame, no necesito que me sigas.
– ¿Por qué quieres a un brujo?
– ¿Por qué quieres tú? –no supo qué responder. Su otro yo sí encontró respuesta, pero dirigida hacia “sí misma”.
–Quieres… equivocadamente. A quien no debes, a quien te hace daño.
–Quiero a quien tengo que querer. Arzhak y Aran son elfos –respondió. Aunque en voz alta, por lo que la descorazonada la miró, sin entender. Su otro yo, rió. –Sí, a quienes no pueden tocarte porque eres una desterrada. ¿Les enseñarías tu brazo desnudo, siquiera?
–Pues yo quiero a Shoren. Y da igual la raza.
–No… no da igual –trató de explicar. –Claro que no… sobre todo si el enemigo está en tu misma raza.
La joven elfa no iba a seguir más la conversación si se iba a juzgar a Shoren por su raza. Caminó, dispuesta a pedir explicaciones y a regresar con su amado brujo.
Mientras tanto, Shoren, daba vueltas de un lado para otro cerca de la casa del Zafiro, sin saber bien qué hacer ante las amenazas recibidas.
¿Cómo podía estar bien si salía con un hechicero? La mirada de Helyare era bastante fría, no entraban en su cabeza ese tipo de relaciones.
–Encontrarás a otro, un elfo a poder ser –trató de ayudar, aunque estaba lejos de servir de consuelo. Si Ingela o Nillë hubieran estado ahí ya le habrían dicho que se callase. No era buena consejera, sin duda. La chica lloró más al escuchar eso.
– ¡No entiendes lo que siento! ¡Eres como mi familia! ¡¡No entendéis lo que es el amor!! ¡Vete! –increpó, viendo que la elfa era incapaz de entender su sufrimiento. – ¡No sois capaces de ver más allá!
La familia de la elfa también era contraria a que se juntase con un brujo, y estaba pensando que la pelirroja que estaba junto a ella era una enviada de sus padres para ver que ya no estaba con Shoren. ¡Pues no iba a darles la alegría! –Te manda mi familia. Lo sé.
–No. Ni siquiera sé quiénes son –dijo seca, Helyare –. Pero no veo lógico que una elfa tenga una relación de afecto con un brujo. Es… antinatural.
–Antinatural, claro… –su voz sonó a un lado de ella, justo sentada a unos metros de la elfa que lloraba. Parecía que se había congelado el tiempo. En realidad no, mas Helyare sólo podía prestar atención a la otra elfa pelirroja que aparecía sentada en la fuente, sujetando un hermoso arco que parecía tallado por los mismos dioses, haciendo un diseño de alas. Su antiguo arco. La larga melena de la Kael estaba recogida en un peinado con trenzas, y su traje verde era el que usaba para hacer la guardia. Llevaba su capa, la que colgaba solo de uno de sus hombros hasta la parte de atrás de la rodilla. Era ella, su antigua ella, de nuevo –. Por supuesto que lo es, salvo porque son tus hermanos, los elfos, los que te hicieron esto. Los que te negaron el afecto y las caricias, y las cambiaron por tu dolor. Eso es antinatural. Ser devastada por tu propia raza, por tu propia familia. Y sin embargo, ¿Debo recordarte que hay brujos que te ayudaron? Creo que te equivocas de juicios –rió ladina, como ella siempre lo hacía. Ignorándola, se centró en la joven al oír su voz.
– ¡Cómo puedes decir que es antinatural! ¡No sabes lo que es el verdadero amor! ¿Tienes pareja? –Helyare negó, aunque sintió cómo su corazón se encogía al apartar a Arzhak de su lado con ese movimiento de cabeza. – ¿Has tenido? –En este caso, afirmó. – ¿Y quisiste a tu pareja? –volvió a asentir.
–A su pareja y a otros…
–Pero no era brujo –aclaró, tratando de que su voz quedase por encima de su misma voz, la de la chica que estaba sonriendo, sentada en la fuente.
– ¿Y eso qué? –Inquirió – ¡Es lo que mi familia y tú no entendéis! ¡Quiero a Shoren! ¿Alguna vez has querido a alguien y no has podido estar con esa persona? –Helyare mantuvo el silencio; el doble de su vida anterior, no.
–Di que sí. Claro que has querido a alguien. De hecho, queremos a alguien con quien no podemos estar, ¿no, “Helyare”? Arzhak ya no está pero… aunque estuviera, tampoco podrías estar ya con él. Pero yo sí –le guiñó un ojo – ¿Y Aranarth? Oh, claro… Él, ni nadie, puede tocarte –remarcó la última sílaba de “tocarte” – ¿Crees que está bien que se le niegue el afecto a alguien que luchó a su lado durante años?
– ¡Ellos no quisieron, por años, que estuviera con él! –Prosiguió –luchamos por nuestro amor y… y… ahora...
La elfa volvió a derrumbarse, frustrada porque nadie era capaz de entenderla. Helyare, sentía su cabeza al borde del colapso: sus propios pensamientos interferían con los de su otro yo y los de la muchacha afligida. Ésta quería que entendiera su punto, ese horrible amor interracial. Su otro yo, “Kaeltha”, trataba de enseñarle lo que los elfos habían hecho mal. Y ella misma, quien se negaba a ambos pensamientos. ¡Iba a estallar!
La joven elfa no aguantó más y salió corriendo. Helyare, confusa aún, salió tras ella. Su otro yo desapareció, mas su voz sonaba en su cabeza –sigue ayudando a los elfos, a quienes te hicieron daño…
– ¡Espera! ¿Dónde vas? –quiso saber, al tiempo que la alcanzaba.
– ¡Déjame! –Se quejó y trató de zafarse – ¡voy a la Casa del Zafiro! ¡Ahí había quedado con Shoren! ¡Nos íbamos a fugar juntos para empezar una vida mejor! Pero los elfos como tú y mi familia jamás entenderéis eso –sus palabras contenían rabia y frustración.
– ¿Y si no está ahí? Además… –no dijo nada, pero pensó “¿y si no te quiere?”.
– ¡Tiene que estar! ¡Yo lo sé! ¡No me dejaría tirada así! –“te ha dejado”, siguió sin hablar. Un pequeño destello azulado salió de su bolso y se posó el hombro de la joven elfita, quien se quedó atónita mirando. Era el pequeño hada.
– ¡Nillë! ¿Estabas aquí? –Helyare no pudo ocultar su sorpresa, alternando la vista entre su bolsito de cuero y su diminuta compañera.
–Chiri… chiri… –las lágrimas se caían por las mejillas de Nillë, quien voló hasta el hombro de su compañera y se secó con los pelos de su capa. Le había dado pena la historia.
– ¿Es un hada? –parecía estupefacta. Helyare asintió. La otra elfa también hizo un gesto con su cabeza antes de seguir su camino.
–Espera, no te vayas.
–Déjame, no necesito que me sigas.
– ¿Por qué quieres a un brujo?
– ¿Por qué quieres tú? –no supo qué responder. Su otro yo sí encontró respuesta, pero dirigida hacia “sí misma”.
–Quieres… equivocadamente. A quien no debes, a quien te hace daño.
–Quiero a quien tengo que querer. Arzhak y Aran son elfos –respondió. Aunque en voz alta, por lo que la descorazonada la miró, sin entender. Su otro yo, rió. –Sí, a quienes no pueden tocarte porque eres una desterrada. ¿Les enseñarías tu brazo desnudo, siquiera?
–Pues yo quiero a Shoren. Y da igual la raza.
–No… no da igual –trató de explicar. –Claro que no… sobre todo si el enemigo está en tu misma raza.
La joven elfa no iba a seguir más la conversación si se iba a juzgar a Shoren por su raza. Caminó, dispuesta a pedir explicaciones y a regresar con su amado brujo.
Mientras tanto, Shoren, daba vueltas de un lado para otro cerca de la casa del Zafiro, sin saber bien qué hacer ante las amenazas recibidas.
- Aclaraciones:
- La letra en cursiva es "mi otro yo", del desafío de Máster Sigel; solo yo puedo "verme y oírme".
Helyare
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Re: ¿Quién decide qué es amor? [Trabajo] [Hely/Destino]
Dejando atrás la taberna y al misterioso cliente, el elfo partió en primer lugar a comer algo, aún faltaba un buen rato para la hora del encuentro así que no estaba de más prepararse para ir con el estómago, además esperaba obtener algo de información de la zona, horarios de guardias, rutas de escape, escondrijos y todo lo necesario para garantizar el éxito de la fuga tras el asesinato, a fin de cuentas estas cosas no se planificaban a la ligera, sobre todo los escapes, cosa que había aprendido bien después de la incursión en el banco de Lunargenta.
Recorrió las calles durante un rato dando un rodeo a la ciudad, intrigantes mensajes pintados en las paredes sembraban algo de intriga en el elfo acerca de esa ciudad, había varios lugares que pensaba visitar a cualquier costo; no obstante a medida que deambulaba notaba que alguien lo estaba siguiendo, eran ya varias esquinas que doblaba y su perseguidor hacía lo mismo; se detenía y el otro también, cosa que hizo sospechar al elfo que algo no andaba bien -Destino tomará esto- Dijo al pasar por el mercado y tomó una manzana que de inmediato mordió -Oye, eso no es gratis- Dijo el hombre que vendía pero bastó con una mirada maliciosa del elfo para que el hombre se calmara y regresara a la calma.
Avanzó de prisa hasta doblar la esquina pero de inmediato se escondió esperando a su perseguidor que no tardó en llegar a la esquina justo para ser sorprendido por el pelinegro que le saltó encima pero el perseguidor, envuelto como estaba en una oscura dio un salto veloz hacia atrás para evitar ser atrapado, extendió su mano hacia el rostro del pelinegro y lanzó un fuerte destello que lo dejó cegado por unos instantes; Destino sacó la espada y la sostuvo al frente con ambas manos pero cuando terminó de sacudir la cabeza y recuperar la vista, ya no quedaba rastro alguno del perseguidor ¿quién era? ¿qué quería? Preguntas que quedarían sin respuesta por ahora.
Miró a todos lados sin encontrar rastro de nada, quien sea que haya sido era muy hábil, muy rápido y dominaba la magia de luz de los elfos ¿Tendría algo que ver con el encargo? ¿Habría otro asesino contratado? De cualquier manera ya no había de quién obtener respuestas, al menos no por ahora -¡¡Demonios!!- Dijo el elfo golpeando la pared con fuerza, no estaba aún acostumbrado a tolerar los fracasos aunque fueran de él mismo, no obstante ya se acercaba la hora indicada y se le había pasado el tiempo más rápido de lo que esperaba.
Avanzó de prisa hasta un lugar llamado “La casa del zafiro”, era difícil perderse con la cantidad de indicaciones que había recibido, ese cliente debía tener mucho interés en que el brujo fuera asesinado o no se habría tomado tantas molestias, incluso los trazos del dibujo estaban muy bien detallados de modo que resultaba difícil confundirse, ahora el problema sería cómo hacerlo; el pelinegro llegó antes y se ocultó bajo las sombras en la casa del frente, miraba pacientemente a todos los que pasaban hasta que uno de ellos se detuvo frente a la casa, miró el reloj de bolsillo que guardaba en su abrigo y caminó nervioso como si esperara algo con la esperanza de que no llegara.
Y finalmente como era de esperarse, llegó a quien esperaba, un rostro que de inmediato le resultó conocido a Destino, con un fuerte apretón de manos y un abrazo, el brujo recibió al mismo sujeto que había contratado al asesino -¿Pero qué está pasando aquí?- Pensó el pelinegro sin entender lo que estaba sucediendo; el brujo por su parte se veía nervioso y confundido pero feliz de tener a ese falso aliado, el mismo aliado que se mostraba algo impaciente esperando el momento en que Destino apareciera para asesinar al que le había arrebatado aquello que le pertenecía.
Recorrió las calles durante un rato dando un rodeo a la ciudad, intrigantes mensajes pintados en las paredes sembraban algo de intriga en el elfo acerca de esa ciudad, había varios lugares que pensaba visitar a cualquier costo; no obstante a medida que deambulaba notaba que alguien lo estaba siguiendo, eran ya varias esquinas que doblaba y su perseguidor hacía lo mismo; se detenía y el otro también, cosa que hizo sospechar al elfo que algo no andaba bien -Destino tomará esto- Dijo al pasar por el mercado y tomó una manzana que de inmediato mordió -Oye, eso no es gratis- Dijo el hombre que vendía pero bastó con una mirada maliciosa del elfo para que el hombre se calmara y regresara a la calma.
Avanzó de prisa hasta doblar la esquina pero de inmediato se escondió esperando a su perseguidor que no tardó en llegar a la esquina justo para ser sorprendido por el pelinegro que le saltó encima pero el perseguidor, envuelto como estaba en una oscura dio un salto veloz hacia atrás para evitar ser atrapado, extendió su mano hacia el rostro del pelinegro y lanzó un fuerte destello que lo dejó cegado por unos instantes; Destino sacó la espada y la sostuvo al frente con ambas manos pero cuando terminó de sacudir la cabeza y recuperar la vista, ya no quedaba rastro alguno del perseguidor ¿quién era? ¿qué quería? Preguntas que quedarían sin respuesta por ahora.
Miró a todos lados sin encontrar rastro de nada, quien sea que haya sido era muy hábil, muy rápido y dominaba la magia de luz de los elfos ¿Tendría algo que ver con el encargo? ¿Habría otro asesino contratado? De cualquier manera ya no había de quién obtener respuestas, al menos no por ahora -¡¡Demonios!!- Dijo el elfo golpeando la pared con fuerza, no estaba aún acostumbrado a tolerar los fracasos aunque fueran de él mismo, no obstante ya se acercaba la hora indicada y se le había pasado el tiempo más rápido de lo que esperaba.
Avanzó de prisa hasta un lugar llamado “La casa del zafiro”, era difícil perderse con la cantidad de indicaciones que había recibido, ese cliente debía tener mucho interés en que el brujo fuera asesinado o no se habría tomado tantas molestias, incluso los trazos del dibujo estaban muy bien detallados de modo que resultaba difícil confundirse, ahora el problema sería cómo hacerlo; el pelinegro llegó antes y se ocultó bajo las sombras en la casa del frente, miraba pacientemente a todos los que pasaban hasta que uno de ellos se detuvo frente a la casa, miró el reloj de bolsillo que guardaba en su abrigo y caminó nervioso como si esperara algo con la esperanza de que no llegara.
Y finalmente como era de esperarse, llegó a quien esperaba, un rostro que de inmediato le resultó conocido a Destino, con un fuerte apretón de manos y un abrazo, el brujo recibió al mismo sujeto que había contratado al asesino -¿Pero qué está pasando aquí?- Pensó el pelinegro sin entender lo que estaba sucediendo; el brujo por su parte se veía nervioso y confundido pero feliz de tener a ese falso aliado, el mismo aliado que se mostraba algo impaciente esperando el momento en que Destino apareciera para asesinar al que le había arrebatado aquello que le pertenecía.
Destino
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Re: ¿Quién decide qué es amor? [Trabajo] [Hely/Destino]
–¿Ya han roto? –preguntó una elfa jovencita, escondida tras una de las calles aledañas, pero desde la que se podía ver la Casa del Zafiro. Allí, Shoren, daba vueltas nervioso.
–Sí, tu hermana estaba en la plaza llorando.
–Pobrecita, a pesar de todo se querían… –quiso seguir, pero su madre le cortó.
–¿¡Con un brujo!? No, ¡por los dioses! ¡Qué ofensa a nuestra familia! ¡Incluso su familia está de acuerdo en que esta unión es antinatural!–se quejó la mayor, evitando cualquier tipo de queja por parte de la elfita.
Shoren estrechó la mano a alguien con un abrigo negro. ¿Quién sería? De primeras parecía un elfo.
–¿No crees que Elandor es mejor que un triste brujo para tu hermana, Anniël? Lo hacemos por su bien.
–Ya… pero… ¿matarlo es necesario?
–Es un brujo. Y no iba a dejar a tu hermana así porque sí. Lo mejor es que nos lo quitemos del medio antes de que acabe arruinando su vida. Y, además, Elandor tiene buen estatus aquí en Dundarak; la familia de ese desgraciado no es nadie aquí –finalizó, mirando la escena desde la distancia.
El brujo, por su parte, estaba nervioso. Había recibido amenazas de acabar con su vida si seguía adelante con su relación interracial, pero no había sido hasta que su pareja había entrado en esas amenazas, cuando de verdad había optado por plantearse el cortar. Y ese elfo, viejo amigo de la familia y de su pareja, se había ofrecido a ayudarle a escapar del norte. O eso creía. Por eso estaba tan contento al verlo. Una ayuda nunca estaba de más…
La joven siguió en dirección a la Casa del Zafiro; ese era el punto de reunión por excelencia, donde había quedado tiempo atrás con su, ahora, ex pareja. Helyare la seguía para tratar de convencerla de que no siguiera con el brujo, aunque era inútil. –Hay elfos mejores –trataba de explicar, pese a la negativa de la elfa. Ésta siguió andando, ignorando a la extranjera. Pero tuvo que frenar en seco en una de las bocacalles que llegaban a la Casa del Zafiro. Allí estaba Shoren, pero con alguien más.
–Elandor –musitó para sí. Era un amigo de la familia de ella. ¿Qué hacía ahí? Más que amigo, fue su prometido durante un tiempo, antes de que ella decidiera romper el arreglo matrimonial e irse con Shoren. Helyare se detuvo de golpe y miró a los dos hombres.
–¿Quién?
–Elandor, iba a ser mi marido.
–Oh –hasta para ella era raro ver a su ex prometido reunido con su “actual” pareja, así, tan felices. Y eso que Helyare había sido criada en una sociedad que no manifestaba los celos. Sí conocía que eran manifestados en el resto de sociedades y, sobre todo, entre los brujos. ¿Cómo podría estar Shoren ahí con su antiguo prometido? A no ser…
–¿Shoren conoce a Elandor? –La elfa asintió, pero luego continuó explicando qué pasó.
–No personalmente. Elandor y yo nos íbamos a casar. Ya sabes, un matrimonio arreglado –Helyare la miró sin evidencia en la cara. En su clan no se casaban por matrimonios concertados; lo que sí hacían era honrar los matrimonios que sí hermanaban clanes con los mismos ideales. Pero no se obligaba a nadie a tomar en matrimonio a quienes no deseaban. La elfa siguió contando –, y bueno… conocí a Shoren cuando hubo migraciones por la pandemia. De verdad, ¡me gustó mucho! Es un chico amable, bueno… nada que ver con los de su especie –“no me digas”, pensó Helyare – y, al final, decidí cortar el arreglo. A mi familia no les gustó. Elandor era un buen marido. Pero yo no quiero estar con él, sino con Shoren.
Helyare seguía sin comprender por qué era capaz de rechazar estar con un elfo antes que con un brujo, y no dudó en preguntárselo.
–De donde vienes, ¿hay algún elfo que te caiga mal? ¿Qué no sea tan “bueno” como todos lo somos? –Helyare iba a decir que no, pero la imagen de un elfo de pelo platino, casi blanco y mirada grisácea se cruzó en su mente: Rhiak. Por suerte, ella había estado con Arzhak. De haber tenido que casarse con Rhiak, lo habría matado antes de la ceremonia, eso seguro. –Alguien hay, lo estás pensando. Se te ve en la cara. Si conocieras a otra persona, incluso un brujo, que fuera más bueno que en quien piensas. ¿Qué harías?
La elfa no respondió, pero se quedó pensando en la comparación entre Rhiak y Vincent. Obviamente, no pensaba en matrimonio con ninguno de ellos. Pero sí que prefería estar acompañada del brujo antes que del elfo. Ese ser miserable…
Elandor pasó uno de sus brazos por los hombros de Shoren, tratando de consolarlo ante su pérdida. O eso parecía.
–Tranquilo, amigo, yo te ayudaré. No te volverán a amenazar nunca más –le recordó en voz baja, mientras lo iba guiando por una de las calles que daban a las afueras de la ciudad. Mejor si no había testigos. Mas, era evidente, que sus ansias de conseguir su objetivo eran cada vez mayores.
En cuanto vio que se alejaban, la pelirroja salió corriendo hacia ellos –¡Shoren! ¡Espera! –Helyare salió detrás de la muchacha, mas no pudo evitar que la vieran. Detuvieron su paso y miraron a ambas con cierta incredulidad. Sobre todo, el elfo. Por suerte para la arquera, las visiones habían cesado y podría centrarse en qué iban a decirse los tres.
–Sí, tu hermana estaba en la plaza llorando.
–Pobrecita, a pesar de todo se querían… –quiso seguir, pero su madre le cortó.
–¿¡Con un brujo!? No, ¡por los dioses! ¡Qué ofensa a nuestra familia! ¡Incluso su familia está de acuerdo en que esta unión es antinatural!–se quejó la mayor, evitando cualquier tipo de queja por parte de la elfita.
Shoren estrechó la mano a alguien con un abrigo negro. ¿Quién sería? De primeras parecía un elfo.
–¿No crees que Elandor es mejor que un triste brujo para tu hermana, Anniël? Lo hacemos por su bien.
–Ya… pero… ¿matarlo es necesario?
–Es un brujo. Y no iba a dejar a tu hermana así porque sí. Lo mejor es que nos lo quitemos del medio antes de que acabe arruinando su vida. Y, además, Elandor tiene buen estatus aquí en Dundarak; la familia de ese desgraciado no es nadie aquí –finalizó, mirando la escena desde la distancia.
El brujo, por su parte, estaba nervioso. Había recibido amenazas de acabar con su vida si seguía adelante con su relación interracial, pero no había sido hasta que su pareja había entrado en esas amenazas, cuando de verdad había optado por plantearse el cortar. Y ese elfo, viejo amigo de la familia y de su pareja, se había ofrecido a ayudarle a escapar del norte. O eso creía. Por eso estaba tan contento al verlo. Una ayuda nunca estaba de más…
La joven siguió en dirección a la Casa del Zafiro; ese era el punto de reunión por excelencia, donde había quedado tiempo atrás con su, ahora, ex pareja. Helyare la seguía para tratar de convencerla de que no siguiera con el brujo, aunque era inútil. –Hay elfos mejores –trataba de explicar, pese a la negativa de la elfa. Ésta siguió andando, ignorando a la extranjera. Pero tuvo que frenar en seco en una de las bocacalles que llegaban a la Casa del Zafiro. Allí estaba Shoren, pero con alguien más.
–Elandor –musitó para sí. Era un amigo de la familia de ella. ¿Qué hacía ahí? Más que amigo, fue su prometido durante un tiempo, antes de que ella decidiera romper el arreglo matrimonial e irse con Shoren. Helyare se detuvo de golpe y miró a los dos hombres.
–¿Quién?
–Elandor, iba a ser mi marido.
–Oh –hasta para ella era raro ver a su ex prometido reunido con su “actual” pareja, así, tan felices. Y eso que Helyare había sido criada en una sociedad que no manifestaba los celos. Sí conocía que eran manifestados en el resto de sociedades y, sobre todo, entre los brujos. ¿Cómo podría estar Shoren ahí con su antiguo prometido? A no ser…
–¿Shoren conoce a Elandor? –La elfa asintió, pero luego continuó explicando qué pasó.
–No personalmente. Elandor y yo nos íbamos a casar. Ya sabes, un matrimonio arreglado –Helyare la miró sin evidencia en la cara. En su clan no se casaban por matrimonios concertados; lo que sí hacían era honrar los matrimonios que sí hermanaban clanes con los mismos ideales. Pero no se obligaba a nadie a tomar en matrimonio a quienes no deseaban. La elfa siguió contando –, y bueno… conocí a Shoren cuando hubo migraciones por la pandemia. De verdad, ¡me gustó mucho! Es un chico amable, bueno… nada que ver con los de su especie –“no me digas”, pensó Helyare – y, al final, decidí cortar el arreglo. A mi familia no les gustó. Elandor era un buen marido. Pero yo no quiero estar con él, sino con Shoren.
Helyare seguía sin comprender por qué era capaz de rechazar estar con un elfo antes que con un brujo, y no dudó en preguntárselo.
–De donde vienes, ¿hay algún elfo que te caiga mal? ¿Qué no sea tan “bueno” como todos lo somos? –Helyare iba a decir que no, pero la imagen de un elfo de pelo platino, casi blanco y mirada grisácea se cruzó en su mente: Rhiak. Por suerte, ella había estado con Arzhak. De haber tenido que casarse con Rhiak, lo habría matado antes de la ceremonia, eso seguro. –Alguien hay, lo estás pensando. Se te ve en la cara. Si conocieras a otra persona, incluso un brujo, que fuera más bueno que en quien piensas. ¿Qué harías?
La elfa no respondió, pero se quedó pensando en la comparación entre Rhiak y Vincent. Obviamente, no pensaba en matrimonio con ninguno de ellos. Pero sí que prefería estar acompañada del brujo antes que del elfo. Ese ser miserable…
Elandor pasó uno de sus brazos por los hombros de Shoren, tratando de consolarlo ante su pérdida. O eso parecía.
–Tranquilo, amigo, yo te ayudaré. No te volverán a amenazar nunca más –le recordó en voz baja, mientras lo iba guiando por una de las calles que daban a las afueras de la ciudad. Mejor si no había testigos. Mas, era evidente, que sus ansias de conseguir su objetivo eran cada vez mayores.
En cuanto vio que se alejaban, la pelirroja salió corriendo hacia ellos –¡Shoren! ¡Espera! –Helyare salió detrás de la muchacha, mas no pudo evitar que la vieran. Detuvieron su paso y miraron a ambas con cierta incredulidad. Sobre todo, el elfo. Por suerte para la arquera, las visiones habían cesado y podría centrarse en qué iban a decirse los tres.
- Complicaciones:
1ª complicación: Un/a amigo/a envidioso/a es el que está intentando boicotear la relación pues siempre amó a uno de los dos. Deberéis solucionar el trío amoroso.
Helyare
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Re: ¿Quién decide qué es amor? [Trabajo] [Hely/Destino]
La espera había sido larga, sin embargo el pelinegro estaba acostumbrado a ser paciente y esperar el momento indicado para actuar, o al menos un momento para actuar, cosa que hasta ahora no había tenido, el brujo había estado un rato accesible pero en el lugar transitaban muchas personas, no sería sencillo ejecutarlo frente a tantos testigos aunque por suerte eso fue resuelto por el enigmático hombre que había contratado al asesino; de cualquier manera, el filo de la espada no era la mejor alternativa para la ocasión, tal vez algo más sutil resultaba más adecuado aunque para ello necesitaría más sigilo y acercamiento.
Tras una caminata hipócrita el brujo fue acompañado hasta una esquina donde los esperaba un callejón vacío, la oportunidad ideal había sido creada no solo para propiciar el asesinato sino también para abandonar el cadáver luego de concluir el trabajo; parecía sencillo, demasiado sencillo de hecho, tanto que comenzaba a parecer sospechoso; de la manera como pintaba el escenario parecía que el cliente podría llevar a cabo el asesinato por sí mismo, entonces ¿para qué había contratado al asesino?
Ciertas dudas comenzaban a invadir la mente del pelinegro pero si no se daba prisa la oportunidad pasaría de largo, así que Destino impregnó con veneno las agujas del guante metálico que llevaba en la mano izquierda y se lanzó en una sigilosa embestida contra su objetivo; no esperaba ser sorprendido por los gritos de una mujer detuvieron la marcha del elfo de ojos azules; escondió la mano con el veneno en su espalda pero ya era demasiado tarde y la mujer no solo se alarmaría sino que además advertiría del peligro a la víctima -¿Quién eres? ¿qué planeas hacerle a mi Shoren?- Reclamó con mezcla de preocupación y enojo, haciendo muestra de una valentía que tristemente no podría acompañar con acciones.
Destino no se inmutó siquiera por tratarse de una elfa, cosa que bien había notado desde el inicio, tenía un objetivo que no iba a pasar desapercibido -Apártate, mujer, o incrementarás la tarifa a quien me ha contratado- Dijo mirando hacia el otro elfo con determinación, para su sorpresa el mismo que lo había contratado parecía ahora estar en su contra -¡Alto ahí! Vil escoria, despiadado y peligroso asesino- Avanzó de un salto que no se podía ver más teatral, al punto que Destino solo pudo alzar una ceja y dar un paso atrás sin entender lo que sucedía -No permitiré que lastimes a esta bella dam- Mientras intentaba envolver en un abrazo a la chica para retirarla, esta lo mandó de un empujón al piso para acercarse más a su amado Shoren.
Por si la dramática chica fuera poco, tras ella aparecieron otras mujeres que posiblemente tomarían la misma actitud suicida para hacer más dramático el momento -¡No seas tonta, huye, solo vienen por mí!- Gritó el brujo con una nobleza conmovedora pero eso no sirvió para detener a Destino quien hastiado de tanto romanticismo decidió dejar atrás el sigilo y en vez de una muerte tranquila por envenenamiento, sacó su espada para concluir la tarea por las malas -¡APÁRTATE!- Gritó con decisión a la mujer que se quedó firme con los brazos abiertos y los ojos cerrados cual escudo humano.
Cuando el golpe era más inminente una extraña fuerza detuvo la espada del pelinegro a pocos centímetros de la chica que tampoco terminaba de entender lo que había sucedido, al abrir los ojos miró tras ella a su amado con las manos extendidas usando sus incipientes poderes telequinéticos, unos que por su poca práctica en batallas aún no controlaba del todo bien pero que le habían servido para salvarla, el momento se hacía cada vez más irritante para el elfo quien continuó forcejando con la nada para recuperar el control de su espada al tiempo que un par de gotas de sangre comenzaban a salir de la nariz del brujo como consecuencia de su esfuerzo, era claro que una carrera como guerrero no era su mejor opción, pero defender a su amada era todo lo que le importaba.
El pelinegro había tratado de apartar a la chica tanto como fuera posible, pero en cuanto ésta le saltó encima le fue imposible seguirla evitando, lleno de ira tomó aire y juntó energía con las manos a la altura de su pecho hasta generar una enorme esfera como una burbuja brillante que se expandió repeliendo a la chica que terminó rodando por el piso; cegado por la ira se dirigió a la chica para asesinarla en primer lugar pero ahora para su sorpresa fue detenido por Elandor con una ráfaga de luz que se estrelló contra el pecho del asesino lanzándolo hacia atrás para impedirle alcanzar a la mujer -¿De qué se trata esto? ¿A qué juegas?- Dijo Destino en voz alta pero antes que delatara a su cliente éste le atacó con otra ráfaga e incitó a los presentes a huir -No podré detenerlo mucho tiempo, huye- Miró a los ojos a la confundida elfa -No te dejaré hacer esto solo- Dijo el brujo levantándose para ponerse en pie -Lo detendremos juntos- Ante aquellas palabras el mentiroso elfo dejó salir una sonrisa de picardía y satisfacción, necesitaba alejar a la mujer para poder dejar morir al brujo a manos del asesino, no parecía un plan tan difícil pero ¿Lograrían hacer que la elfa abandonara a su amado?
Tras una caminata hipócrita el brujo fue acompañado hasta una esquina donde los esperaba un callejón vacío, la oportunidad ideal había sido creada no solo para propiciar el asesinato sino también para abandonar el cadáver luego de concluir el trabajo; parecía sencillo, demasiado sencillo de hecho, tanto que comenzaba a parecer sospechoso; de la manera como pintaba el escenario parecía que el cliente podría llevar a cabo el asesinato por sí mismo, entonces ¿para qué había contratado al asesino?
Ciertas dudas comenzaban a invadir la mente del pelinegro pero si no se daba prisa la oportunidad pasaría de largo, así que Destino impregnó con veneno las agujas del guante metálico que llevaba en la mano izquierda y se lanzó en una sigilosa embestida contra su objetivo; no esperaba ser sorprendido por los gritos de una mujer detuvieron la marcha del elfo de ojos azules; escondió la mano con el veneno en su espalda pero ya era demasiado tarde y la mujer no solo se alarmaría sino que además advertiría del peligro a la víctima -¿Quién eres? ¿qué planeas hacerle a mi Shoren?- Reclamó con mezcla de preocupación y enojo, haciendo muestra de una valentía que tristemente no podría acompañar con acciones.
Destino no se inmutó siquiera por tratarse de una elfa, cosa que bien había notado desde el inicio, tenía un objetivo que no iba a pasar desapercibido -Apártate, mujer, o incrementarás la tarifa a quien me ha contratado- Dijo mirando hacia el otro elfo con determinación, para su sorpresa el mismo que lo había contratado parecía ahora estar en su contra -¡Alto ahí! Vil escoria, despiadado y peligroso asesino- Avanzó de un salto que no se podía ver más teatral, al punto que Destino solo pudo alzar una ceja y dar un paso atrás sin entender lo que sucedía -No permitiré que lastimes a esta bella dam- Mientras intentaba envolver en un abrazo a la chica para retirarla, esta lo mandó de un empujón al piso para acercarse más a su amado Shoren.
Por si la dramática chica fuera poco, tras ella aparecieron otras mujeres que posiblemente tomarían la misma actitud suicida para hacer más dramático el momento -¡No seas tonta, huye, solo vienen por mí!- Gritó el brujo con una nobleza conmovedora pero eso no sirvió para detener a Destino quien hastiado de tanto romanticismo decidió dejar atrás el sigilo y en vez de una muerte tranquila por envenenamiento, sacó su espada para concluir la tarea por las malas -¡APÁRTATE!- Gritó con decisión a la mujer que se quedó firme con los brazos abiertos y los ojos cerrados cual escudo humano.
Cuando el golpe era más inminente una extraña fuerza detuvo la espada del pelinegro a pocos centímetros de la chica que tampoco terminaba de entender lo que había sucedido, al abrir los ojos miró tras ella a su amado con las manos extendidas usando sus incipientes poderes telequinéticos, unos que por su poca práctica en batallas aún no controlaba del todo bien pero que le habían servido para salvarla, el momento se hacía cada vez más irritante para el elfo quien continuó forcejando con la nada para recuperar el control de su espada al tiempo que un par de gotas de sangre comenzaban a salir de la nariz del brujo como consecuencia de su esfuerzo, era claro que una carrera como guerrero no era su mejor opción, pero defender a su amada era todo lo que le importaba.
El pelinegro había tratado de apartar a la chica tanto como fuera posible, pero en cuanto ésta le saltó encima le fue imposible seguirla evitando, lleno de ira tomó aire y juntó energía con las manos a la altura de su pecho hasta generar una enorme esfera como una burbuja brillante que se expandió repeliendo a la chica que terminó rodando por el piso; cegado por la ira se dirigió a la chica para asesinarla en primer lugar pero ahora para su sorpresa fue detenido por Elandor con una ráfaga de luz que se estrelló contra el pecho del asesino lanzándolo hacia atrás para impedirle alcanzar a la mujer -¿De qué se trata esto? ¿A qué juegas?- Dijo Destino en voz alta pero antes que delatara a su cliente éste le atacó con otra ráfaga e incitó a los presentes a huir -No podré detenerlo mucho tiempo, huye- Miró a los ojos a la confundida elfa -No te dejaré hacer esto solo- Dijo el brujo levantándose para ponerse en pie -Lo detendremos juntos- Ante aquellas palabras el mentiroso elfo dejó salir una sonrisa de picardía y satisfacción, necesitaba alejar a la mujer para poder dejar morir al brujo a manos del asesino, no parecía un plan tan difícil pero ¿Lograrían hacer que la elfa abandonara a su amado?
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Re: ¿Quién decide qué es amor? [Trabajo] [Hely/Destino]
Helyare no entendió nada de lo que pasó a continuación. Se encontraron con Shoren, el brujo, y el hombre que lo acompañaba, Elandor. Pero a partir de ahí, se perdió. Y apareció un tercer elfo a quien no conocían, quien estaba tratando de dañar al brujo. Hasta ahí era lógico, aunque no sabía por qué, pero los dos elfos le daban mala espina, y no les estaba dirigiendo la mejor de las miradas pese a ser de su raza. En otra ocasión, se hubiera aliado con ellos para acabar con Shoren y evitar que la elfa cometiera la atrocidad de seguir manteniendo esa relación antinatural con un brujo. Pero, ahora, no lo tenía tan claro. La reflexión que había hecho con la muchacha, sumada a la sensación de abandono y frustración que le denotaban los de su especie, estaban haciendo que se replanteara todo lo que conocía. Aun así, sólo miró, no intervino.
Elandor intentó abrazar a la joven, ésta se negó; quiso ir a por Shoren y el otro elfo trató de matarlo. Algo así había sido, a grandes rasgos. Pero, ¿eso de la tarifa? Miró de forma odiosa al atacante, ¿le habían pagado por ir a matar al brujo? Pero, ¿quién? Lo más extraño es que hubiera personas que pagasen por matar a brujos, aunque le importaba poco. Todo estaba siendo realmente confuso.
La joven pelirroja saltó contra el elfo en un intento de detener al que pretendía atacarlos. Pero no sirvió de nada, más bien acabó siendo lanzada por el mismo. ¿Qué había pasado en tan solo unos minutos? Helyare fue a ver cómo estaba su compañera, pero en ese momento, el elfo de pelo negro quiso acabar su trabajo y ésta se plantó entre la espada y el brujo, haciendo de escudo. Así iba a acabar, asesinada por uno de su raza por defender a un brujo. Triste y terriblemente idiota. Pero no. Algo detuvo la espada en el aire. La sangre de la nariz de Shoren reflejaba que había sido él quien había detenido el ataque con su habilidad. Helyare ignoró a los demás: a las dos elfas que habían salido de a-saber-donde y a Elandor. Al instante, cargó el arco con una de las flechas de madera y tensó la cuerda, colocándose en un ángulo donde no diera al hechicero. A fin de cuentas, no iba a matarle ella.
Nillë salió del bolsito de Helyare y empezó a revolotear en torno a ella, emitiendo un color azul más intenso del habitual, señal de que atacaría a la primera persona que osase dirigirse de malas formas a su compañera.
–Largo de aquí –reprendió de forma seca, apuntando al elfo del pelo negro con la flecha.
Por otro lado, Elandor se centró exclusivamente en intentar salvar a Gaël, así se refirió a ella.
–¡Tenemos que irnos! Son dos contra uno, ganarán. ¡Vamos! ¡No quiero que te hagan daño! –a pesar de las negativas rotundas de la muchacha, se la acabó llevando, dejando solos a los dos elfos y al brujo. Helyare quiso salir corriendo hacia ellos, sabía que Gaël no quería estar con ese tipo, pero era Shoren el que parecía necesitar más ayuda en esos momentos. Por suerte, ahora la elfa no estaba frente al filo de la espada. Helyare, sin dudar mucho más, soltó la cuerda de su arco, lanzando la flecha hacia el elfo de pelo negro, quien había intentado acabar con la pareja. Ya le había dado un aviso, ¿para qué más?
Shoren dejó de usar su telequinesis, apartándose rápidamente de Destino y acercándose a Helyare para darle las gracias, aunque ella no respondió. Sólo le miró durante unos segundos. Nillë aún seguía atenta al elfo.
–No entiendo qué pasa… me amenazaron, pero cumplí la promesa. La dejé –se quejó el hechicero como si Helyare tuviera algo que hacer en cuanto a sus romances. Siguió sin decir nada, ahora, tanto el hada como ella estaban centradas en Destino. La joven volvió a cargar otra flecha, dispuesta a lanzársela de nuevo.
–¿Él te pidió que la dejaras?
–No… la familia de Gaël.
–¿Porque eres brujo? –él asintió. Era lógico. Lo que no era tan lógico era que lo tratasen de matar si él se había alejado. Claro, teniendo en cuenta que la promesa era, simplemente, que se alejara. Matarlo tendría sentido si estos elfos fueran honorables y no vivieran en el norte. Helyare, directamente, no entendía nada.
–¡Suéltame! ¡Quiero ir con Shoren! –gritaba Gaël, tratando de golpear a Elandor, quien negaba una y otra vez y repetía lo mismo todo el rato: “es por tu bien”.
Elandor intentó abrazar a la joven, ésta se negó; quiso ir a por Shoren y el otro elfo trató de matarlo. Algo así había sido, a grandes rasgos. Pero, ¿eso de la tarifa? Miró de forma odiosa al atacante, ¿le habían pagado por ir a matar al brujo? Pero, ¿quién? Lo más extraño es que hubiera personas que pagasen por matar a brujos, aunque le importaba poco. Todo estaba siendo realmente confuso.
La joven pelirroja saltó contra el elfo en un intento de detener al que pretendía atacarlos. Pero no sirvió de nada, más bien acabó siendo lanzada por el mismo. ¿Qué había pasado en tan solo unos minutos? Helyare fue a ver cómo estaba su compañera, pero en ese momento, el elfo de pelo negro quiso acabar su trabajo y ésta se plantó entre la espada y el brujo, haciendo de escudo. Así iba a acabar, asesinada por uno de su raza por defender a un brujo. Triste y terriblemente idiota. Pero no. Algo detuvo la espada en el aire. La sangre de la nariz de Shoren reflejaba que había sido él quien había detenido el ataque con su habilidad. Helyare ignoró a los demás: a las dos elfas que habían salido de a-saber-donde y a Elandor. Al instante, cargó el arco con una de las flechas de madera y tensó la cuerda, colocándose en un ángulo donde no diera al hechicero. A fin de cuentas, no iba a matarle ella.
Nillë salió del bolsito de Helyare y empezó a revolotear en torno a ella, emitiendo un color azul más intenso del habitual, señal de que atacaría a la primera persona que osase dirigirse de malas formas a su compañera.
–Largo de aquí –reprendió de forma seca, apuntando al elfo del pelo negro con la flecha.
Por otro lado, Elandor se centró exclusivamente en intentar salvar a Gaël, así se refirió a ella.
–¡Tenemos que irnos! Son dos contra uno, ganarán. ¡Vamos! ¡No quiero que te hagan daño! –a pesar de las negativas rotundas de la muchacha, se la acabó llevando, dejando solos a los dos elfos y al brujo. Helyare quiso salir corriendo hacia ellos, sabía que Gaël no quería estar con ese tipo, pero era Shoren el que parecía necesitar más ayuda en esos momentos. Por suerte, ahora la elfa no estaba frente al filo de la espada. Helyare, sin dudar mucho más, soltó la cuerda de su arco, lanzando la flecha hacia el elfo de pelo negro, quien había intentado acabar con la pareja. Ya le había dado un aviso, ¿para qué más?
Shoren dejó de usar su telequinesis, apartándose rápidamente de Destino y acercándose a Helyare para darle las gracias, aunque ella no respondió. Sólo le miró durante unos segundos. Nillë aún seguía atenta al elfo.
–No entiendo qué pasa… me amenazaron, pero cumplí la promesa. La dejé –se quejó el hechicero como si Helyare tuviera algo que hacer en cuanto a sus romances. Siguió sin decir nada, ahora, tanto el hada como ella estaban centradas en Destino. La joven volvió a cargar otra flecha, dispuesta a lanzársela de nuevo.
–¿Él te pidió que la dejaras?
–No… la familia de Gaël.
–¿Porque eres brujo? –él asintió. Era lógico. Lo que no era tan lógico era que lo tratasen de matar si él se había alejado. Claro, teniendo en cuenta que la promesa era, simplemente, que se alejara. Matarlo tendría sentido si estos elfos fueran honorables y no vivieran en el norte. Helyare, directamente, no entendía nada.
–¡Suéltame! ¡Quiero ir con Shoren! –gritaba Gaël, tratando de golpear a Elandor, quien negaba una y otra vez y repetía lo mismo todo el rato: “es por tu bien”.
Helyare
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Re: ¿Quién decide qué es amor? [Trabajo] [Hely/Destino]
Un paso al frente y dos pasos atrás, solo las orejas puntiagudas de la chica habían hecho retroceder al asesino en un primer momento, sin embargo a estas alturas su misión era más importante que la supervivencia de su raza, una raza que además se mostraba débil e indigna al proteger al enemigo; esto enfatizó el enojo del pelinegro que tras lanzarse de nuevo sin remordimiento alguno acabó siendo detenido por la telequinesis del mismo brujo; por si fuera poco comenzaban a surgir más obstáculos en su camino, un pequeño destello azul que no llegó a detallar mucho debido a que su mirada quedó anclada en esa otra mujer que ahora le apuntaba con una flecha -Insensata, te atreves a apuntar a Destino con un arma tan trivial- Dijo menospreciándola totalmente para luego continuar su camino, los eliminaría a todos de ser necesario, incluso al mismo cliente después de recibir su paga si este no le daba respuestas y explicaciones.
En medio de la tensión del momento, el misterioso elfo que le había contratado consiguió llevarse a la chica para que dejara de estorbar, Destino lentamente comenzaba a entender lo que estaba ocurriendo, más aún cuando su cliente le dedicó una sonrisa maliciosa y un gesto con la mano que le indicaba eliminar al brujo -La llama de tu vida ha de extinguirse hoy, bajo el filo de esta espada- Extendió el brazo al frente apuntando al brujo con su arma y este acto de arrogancia fue un descuido que le pasaría factura de inmediato; la elfa a la que había subestimado anteriormente dejó salir una flecha directamente hacia el pelinegro; no era un disparo de advertencia como solían hacer, era un tiro directo que el de ojos azules apenas logró evitar ligeramente, incrustándose la misma en su brazo derecho -Acabas de firmar tu sentencia de muerte- Dijo el elfo con voz fuerte y evidente enojo; aunque intentaba disfrazar su dolor, soltar la espada delataba que el disparo había sido muy efectivo a pesar de no acertar como se esperaba.
Con sus fuerzas menguadas y un dolor muy evidente el pelinegro no se detuvo y ahora emplearía su guante envenenado como mejor opción, emprendió una carrera cuyos pasos quedaban ornamentados por el sendero escarlata de las gotas que brotaban de la herida en su brazo; de nuevo su embestida fue truncada no solo por la fuerza invisible de la telequinesis que lo frenó, sino que además se sumó la pequeña cosa azul brillante quien lo hizo retroceder con un ataque, por si todo fuera poco, la elfa también se preparaba para lanzar un segundo ataque, definitivamente no era el mejor momento y continuar con los intentos tan solo lo llevaría a terminar más herido de lo que ya estaba.
Con un par de saltos hacia atrás Destino marcó distancia y recuperó su espada en el camino; ahora que detallaba mejor, había una pequeña y misteriosa criatura en medio del destello azul, un hada; el pelinegro jamás había visto una en persona, pero había leído algunas cosas sobre ellas -Existen- Fue todo lo que alcanzó a decir antes de ponerse de pie y echarse a un lado para evitar ser atravesado por otra flecha; apoyó su espalda contra una columna a la orilla del camino usando ésta como escudo entre él y el extraño duo entre la arquera y su mascota -Esto no les incumbe, márchense y Destino les permitirá vivir- Dijo desde lejos, manteniéndose a salvo sin asomarse siquiera, se sabía en desventaja contra una fuerza desconocida, el brujo parecía dominar cada vez mejor su magia y había perdido el elemento sorpresa, justo en ese momento una retirada no parecía ser una mala idea.
Al mismo tiempo, el que llamaban Shoren decidió aprovechar su temporal ventaja para interrogar al asesino -¿Quién te ha enviado a matarme? Hice lo que dijeron, juro que lo hice- Gritó con desesperación -¿Estaban dispuestos a dañarla también? ¿Quién te ha enviado?- Continuó increpando, cosa que Destino aprovechó para romper su moral -Ese al que llamas Elandor, es quien ha pagado por tu cabeza- Ante aquella declaración el rostro del brujo cambió por completo -¡NO! ¡Mientes!- Apretó los puños con furia y sin darse cuenta hizo volar varios objetos a su alrededor -Dejé atrás todo lo que tengo, soy un traidor en mi pueblo por enamorarme de una elfa- Con los ojos cerrados y las manos al frente hizo que algunos de los objetos salieran despedidos y se estrellaran contra la columna tras la que se escondía Destino.
Al parecer ahora sí había atinado a un punto débil del brujo o tal vez lo había hecho enojar innecesariamente -Elandor es mi único amigo, él me ha dicho qué hacer en todo este tiempo, no permitiré que hables mal de él- Parecía hacerse más y más poderoso sin darse cuenta pero de pronto un par de cuchillos arrojadizos se clavaron en sus manos; Destino alzó la mirada para ver a un par de amenazas que antes no había contemplado y que también parecían tener como objetivo al mismo brujo -¿Pero a cuántos ha contratado?- Murmuró y una veloz carrera sirvió para que el pelinegro consiguiera detener un tercer cuchillo que se dirigía al pecho del brujo -¡Esta presa es de Destino!- Reprendió con fuerza al par de desconocidos que acechaban desde los techos -Huyan, Destino se hará cargo- Dijo al brujo para después aclarar -Esto no cambia nada, Destino y solo Destino va a matarte- Aquellas palabras significaban una tregua temporal entre elfo y brujo mientras lograban descifrar quién había enviado a estos nuevos asesinos ¿Qué hacía tan especial a este simple brujo?
En medio de la tensión del momento, el misterioso elfo que le había contratado consiguió llevarse a la chica para que dejara de estorbar, Destino lentamente comenzaba a entender lo que estaba ocurriendo, más aún cuando su cliente le dedicó una sonrisa maliciosa y un gesto con la mano que le indicaba eliminar al brujo -La llama de tu vida ha de extinguirse hoy, bajo el filo de esta espada- Extendió el brazo al frente apuntando al brujo con su arma y este acto de arrogancia fue un descuido que le pasaría factura de inmediato; la elfa a la que había subestimado anteriormente dejó salir una flecha directamente hacia el pelinegro; no era un disparo de advertencia como solían hacer, era un tiro directo que el de ojos azules apenas logró evitar ligeramente, incrustándose la misma en su brazo derecho -Acabas de firmar tu sentencia de muerte- Dijo el elfo con voz fuerte y evidente enojo; aunque intentaba disfrazar su dolor, soltar la espada delataba que el disparo había sido muy efectivo a pesar de no acertar como se esperaba.
Con sus fuerzas menguadas y un dolor muy evidente el pelinegro no se detuvo y ahora emplearía su guante envenenado como mejor opción, emprendió una carrera cuyos pasos quedaban ornamentados por el sendero escarlata de las gotas que brotaban de la herida en su brazo; de nuevo su embestida fue truncada no solo por la fuerza invisible de la telequinesis que lo frenó, sino que además se sumó la pequeña cosa azul brillante quien lo hizo retroceder con un ataque, por si todo fuera poco, la elfa también se preparaba para lanzar un segundo ataque, definitivamente no era el mejor momento y continuar con los intentos tan solo lo llevaría a terminar más herido de lo que ya estaba.
Con un par de saltos hacia atrás Destino marcó distancia y recuperó su espada en el camino; ahora que detallaba mejor, había una pequeña y misteriosa criatura en medio del destello azul, un hada; el pelinegro jamás había visto una en persona, pero había leído algunas cosas sobre ellas -Existen- Fue todo lo que alcanzó a decir antes de ponerse de pie y echarse a un lado para evitar ser atravesado por otra flecha; apoyó su espalda contra una columna a la orilla del camino usando ésta como escudo entre él y el extraño duo entre la arquera y su mascota -Esto no les incumbe, márchense y Destino les permitirá vivir- Dijo desde lejos, manteniéndose a salvo sin asomarse siquiera, se sabía en desventaja contra una fuerza desconocida, el brujo parecía dominar cada vez mejor su magia y había perdido el elemento sorpresa, justo en ese momento una retirada no parecía ser una mala idea.
Al mismo tiempo, el que llamaban Shoren decidió aprovechar su temporal ventaja para interrogar al asesino -¿Quién te ha enviado a matarme? Hice lo que dijeron, juro que lo hice- Gritó con desesperación -¿Estaban dispuestos a dañarla también? ¿Quién te ha enviado?- Continuó increpando, cosa que Destino aprovechó para romper su moral -Ese al que llamas Elandor, es quien ha pagado por tu cabeza- Ante aquella declaración el rostro del brujo cambió por completo -¡NO! ¡Mientes!- Apretó los puños con furia y sin darse cuenta hizo volar varios objetos a su alrededor -Dejé atrás todo lo que tengo, soy un traidor en mi pueblo por enamorarme de una elfa- Con los ojos cerrados y las manos al frente hizo que algunos de los objetos salieran despedidos y se estrellaran contra la columna tras la que se escondía Destino.
Al parecer ahora sí había atinado a un punto débil del brujo o tal vez lo había hecho enojar innecesariamente -Elandor es mi único amigo, él me ha dicho qué hacer en todo este tiempo, no permitiré que hables mal de él- Parecía hacerse más y más poderoso sin darse cuenta pero de pronto un par de cuchillos arrojadizos se clavaron en sus manos; Destino alzó la mirada para ver a un par de amenazas que antes no había contemplado y que también parecían tener como objetivo al mismo brujo -¿Pero a cuántos ha contratado?- Murmuró y una veloz carrera sirvió para que el pelinegro consiguiera detener un tercer cuchillo que se dirigía al pecho del brujo -¡Esta presa es de Destino!- Reprendió con fuerza al par de desconocidos que acechaban desde los techos -Huyan, Destino se hará cargo- Dijo al brujo para después aclarar -Esto no cambia nada, Destino y solo Destino va a matarte- Aquellas palabras significaban una tregua temporal entre elfo y brujo mientras lograban descifrar quién había enviado a estos nuevos asesinos ¿Qué hacía tan especial a este simple brujo?
Destino
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Re: ¿Quién decide qué es amor? [Trabajo] [Hely/Destino]
La cosa no estaba yendo muy bien en Dundarak. Era todo tan extraño…
Helyare estaba junto a Shoren, sin saber bien qué hacer. Había atacado a un elfo y estaba ayudando a un brujo. Algo iba al revés, pero es que el elfo era quien había importunado a la pareja.
Con su arco cargado y apuntando de nuevo a Destino, justo detrás de Shoren escuchó cómo este había sido traicionado por quien llamaba amigo. Frunció el ceño tratando de enterarse de todo: Gäel era la pareja de Shoren y estaba comprometida anteriormente con Elandor, aunque luego lo dejó por el brujo, algo horrible y despreciable, pero… no pudo decir nada. Y Shoren creía amigo al elfo. Sin duda, los brujos eran tontos. Pero ahí había habido una traición, ese era el problema. Y no solo que Elandor había contratado a un elfo para que asesinase al hechicero, sino que parecía que había más implicados.
Shoren parecía conmocionado ante ese descubrimiento y se repetía una y otra vez que Elandor no era el malo en esa historia. Helyare se mantuvo en silencio mientras se descubría todo, un poco impasible, pero shockeada a fin de cuentas. Intercambió miradas con el brujo, quien se negaba a admitir la traición de su amigo. Pronto, tuvieron que enfrentarse a otro problema, como si no tuvieran ya suficientes. La elfa agarró al hechicero y salió corriendo, dejando al elfo allí. Alguien les estaba atacando, y ella no se iba a quedar a averiguar quiénes eran.
–¡Para! ¿Dónde vamos? –trataba de resistirse.
–A por Gäel –respondió Helyare, seria.
–Sí, Elandor se la ha llevado.
–Por eso.
–¿Insinúas qué…? –La “no respuesta” de la elfa le confirmó lo que pensaba y frenó en seco. –¡No! ¿Tú también crees a ese indeseable? –Helyare también se detuvo y le miró con expresión tajante, asintiendo.
–Gäel me ha contado que no es buen tipo –en resumidas cuentas, eso era. No tenían tiempo para más. Shoren, atónito, miró a Helyare antes de que ésta volviese a correr en la misma dirección donde Elandor se había llevado a la muchacha. Estupefacto durante unos segundos, salió corriendo tras ella.
–¡Eh! ¡Espera! ¿¡Cómo lo sabes!? –quiso saber mientras trataba de alcanzarla, aunque era difícil, la elfa era bastante rápida. Ni siquiera respondió a eso, ya le había dicho que Gäel se lo había contado, ¿qué más quería saber ese brujo? Simplemente corrió hacia donde escuchaba los gritos de la elfa tratando de soltarse de Elandor. Habían dejado atrás al elfo de pelo negro, pero, ¿y qué? Había intentado atacarles. Si moría les daba igual, aunque sí les interesaba saber quién estaba detrás de los ataques. Habían aparecido de golpe. ¿Qué pasaba en esa ciudad? O más bien, en esa relación. Era increíble que hubiese tanta gente metida.
Una de las frases que dijo ese hechicero se había clavado en la mente de Helyare. El momento en que dijo que lo había dejado todo por estar con una elfa. No creía en la interracialidad pero…
Mientras tanto, Elandor llevaba a Gäel a un lugar apartado de la ciudad, con intenciones de “ponerla a salvo”. Aunque estaba claro que las intenciones no iban por ese camino. Shoren, por su parte, seguía dudando de la veracidad de todo lo que le habían contado. No había escuchado a su propia pareja decir nada de Elandor, solo a extranjeros y desconocidos. ¿Tenía que creer su palabra? Lo que le motivaba a seguir a la elfa era que sabía dónde estaban los dos. De no ser así, no habría seguido a la muchacha.
Helyare trató de buscar su rastro, miraba por todos lados, atenta, sobre todo, a las huellas, y corriendo en la dirección que marcaban. Allí, a las afueras de Dundarak, Gäel trataba de zafarse del elfo, y este trataba de que no lo hiciera.
–¡Gäel! ¡Para! ¡Todo está bien! Ese asesino no te hará daño aquí –apenas acabó de hablar, la muchacha le soltó un bofetón en la cara.
–¡Pero a Shoren sí! ¡¡Quiero volver!! –gritó, tratando de irse, aunque Elandor sujetó su muñeca.
–No. No puedo permitir que te pongas en peligro.
–¡Déjame! –empezó a empujar hacia atrás. –¡¡Estoy segura que es contratado por ti!! –Elandor negó, tratando de convencer a su compañera de su bondad.
–Yo no he hecho nada, créeme, querida Gäel.
–¡No me llames “querida”! ¡Quiero volver a la plaza! –bramó. Los gritos eran buena pista para la elfa, quien cargó el arco, de nuevo, preparada para dejarle un buen agujero en el cuello a ese tipo si sus argumentos no le gustaban. Los gritos se hicieron más altos a medida que se acercaba al final de las murallas.
–¿Por qué te has llevado a Gäel? –inquirió, apareciendo tras ellos, seria. Segundos después apareció el brujo. Ambos giraron la cabeza para verlos.
–¡Shoren! –Gäel se abalanzó sobre él, ante la fúrica mirada del elfo.
–Gäel, mi amor…
–Sólo quería salvarla de ese asesino –aseveró el hombre, mas las dos chicas no le creyeron.
Helyare pasó la vista por los tres, de forma sentenciante. Algo ahí no le gustaba nada. Y era ese elfo maldito...
Helyare estaba junto a Shoren, sin saber bien qué hacer. Había atacado a un elfo y estaba ayudando a un brujo. Algo iba al revés, pero es que el elfo era quien había importunado a la pareja.
Con su arco cargado y apuntando de nuevo a Destino, justo detrás de Shoren escuchó cómo este había sido traicionado por quien llamaba amigo. Frunció el ceño tratando de enterarse de todo: Gäel era la pareja de Shoren y estaba comprometida anteriormente con Elandor, aunque luego lo dejó por el brujo, algo horrible y despreciable, pero… no pudo decir nada. Y Shoren creía amigo al elfo. Sin duda, los brujos eran tontos. Pero ahí había habido una traición, ese era el problema. Y no solo que Elandor había contratado a un elfo para que asesinase al hechicero, sino que parecía que había más implicados.
Shoren parecía conmocionado ante ese descubrimiento y se repetía una y otra vez que Elandor no era el malo en esa historia. Helyare se mantuvo en silencio mientras se descubría todo, un poco impasible, pero shockeada a fin de cuentas. Intercambió miradas con el brujo, quien se negaba a admitir la traición de su amigo. Pronto, tuvieron que enfrentarse a otro problema, como si no tuvieran ya suficientes. La elfa agarró al hechicero y salió corriendo, dejando al elfo allí. Alguien les estaba atacando, y ella no se iba a quedar a averiguar quiénes eran.
–¡Para! ¿Dónde vamos? –trataba de resistirse.
–A por Gäel –respondió Helyare, seria.
–Sí, Elandor se la ha llevado.
–Por eso.
–¿Insinúas qué…? –La “no respuesta” de la elfa le confirmó lo que pensaba y frenó en seco. –¡No! ¿Tú también crees a ese indeseable? –Helyare también se detuvo y le miró con expresión tajante, asintiendo.
–Gäel me ha contado que no es buen tipo –en resumidas cuentas, eso era. No tenían tiempo para más. Shoren, atónito, miró a Helyare antes de que ésta volviese a correr en la misma dirección donde Elandor se había llevado a la muchacha. Estupefacto durante unos segundos, salió corriendo tras ella.
–¡Eh! ¡Espera! ¿¡Cómo lo sabes!? –quiso saber mientras trataba de alcanzarla, aunque era difícil, la elfa era bastante rápida. Ni siquiera respondió a eso, ya le había dicho que Gäel se lo había contado, ¿qué más quería saber ese brujo? Simplemente corrió hacia donde escuchaba los gritos de la elfa tratando de soltarse de Elandor. Habían dejado atrás al elfo de pelo negro, pero, ¿y qué? Había intentado atacarles. Si moría les daba igual, aunque sí les interesaba saber quién estaba detrás de los ataques. Habían aparecido de golpe. ¿Qué pasaba en esa ciudad? O más bien, en esa relación. Era increíble que hubiese tanta gente metida.
Una de las frases que dijo ese hechicero se había clavado en la mente de Helyare. El momento en que dijo que lo había dejado todo por estar con una elfa. No creía en la interracialidad pero…
Mientras tanto, Elandor llevaba a Gäel a un lugar apartado de la ciudad, con intenciones de “ponerla a salvo”. Aunque estaba claro que las intenciones no iban por ese camino. Shoren, por su parte, seguía dudando de la veracidad de todo lo que le habían contado. No había escuchado a su propia pareja decir nada de Elandor, solo a extranjeros y desconocidos. ¿Tenía que creer su palabra? Lo que le motivaba a seguir a la elfa era que sabía dónde estaban los dos. De no ser así, no habría seguido a la muchacha.
Helyare trató de buscar su rastro, miraba por todos lados, atenta, sobre todo, a las huellas, y corriendo en la dirección que marcaban. Allí, a las afueras de Dundarak, Gäel trataba de zafarse del elfo, y este trataba de que no lo hiciera.
–¡Gäel! ¡Para! ¡Todo está bien! Ese asesino no te hará daño aquí –apenas acabó de hablar, la muchacha le soltó un bofetón en la cara.
–¡Pero a Shoren sí! ¡¡Quiero volver!! –gritó, tratando de irse, aunque Elandor sujetó su muñeca.
–No. No puedo permitir que te pongas en peligro.
–¡Déjame! –empezó a empujar hacia atrás. –¡¡Estoy segura que es contratado por ti!! –Elandor negó, tratando de convencer a su compañera de su bondad.
–Yo no he hecho nada, créeme, querida Gäel.
–¡No me llames “querida”! ¡Quiero volver a la plaza! –bramó. Los gritos eran buena pista para la elfa, quien cargó el arco, de nuevo, preparada para dejarle un buen agujero en el cuello a ese tipo si sus argumentos no le gustaban. Los gritos se hicieron más altos a medida que se acercaba al final de las murallas.
–¿Por qué te has llevado a Gäel? –inquirió, apareciendo tras ellos, seria. Segundos después apareció el brujo. Ambos giraron la cabeza para verlos.
–¡Shoren! –Gäel se abalanzó sobre él, ante la fúrica mirada del elfo.
–Gäel, mi amor…
–Sólo quería salvarla de ese asesino –aseveró el hombre, mas las dos chicas no le creyeron.
Helyare pasó la vista por los tres, de forma sentenciante. Algo ahí no le gustaba nada. Y era ese elfo maldito...
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Re: ¿Quién decide qué es amor? [Trabajo] [Hely/Destino]
Espada en mano y con el hombro herido, el elfo se posó en medio del camino retrocediendo levemente en dirección a donde habían partido los otros -¿Quiénes son ustedes?- Preguntó el pelinegro intrigado -Un solo asesino es suficiente para acabar a ese brujo- Alzó la voz sin temor a ser escuchado, ciertamente era imprudente pero justo con la imprudencia estaba contando, de seguir así solo sería cuestión de tiempo antes que llegaran los guardias de Dundarak -Asesinar al brujo es solo una parte del trabajo, asesinaremos también a la elfa que no es digna de llevar nuestro apellido- Aquella frase encerraba una terrible revelación, parecía que la propia familia de la chica había enviado gente a eliminarla, tan solo por andar con el brujo -Tiene que ser un chiste ¿por qué matarían a una de ustedes? su propia sangre- Preguntó intrigado -Sangre que no merece llevar esa- La frase fue cortada por un par de flechas que se clavaron a los pies de los asesinos quienes al alzar la vista vieron un par de dragones a medio transformar que les apuntaban.
Destino sonrió de medio lado, justo contaba con la llegada de los caballeros dragones de la ciudad a poner orden, tristemente lo habían cerrado más pronto de lo que esperaba -Quieto ahí, princesa- Le dijo un caballero dragón al que tuvo que mirar hacia arriba de lo alto que era -No irás a ningún lado- Con su enorme mano desnuda tomó la mano izquierda del elfo y este se limitó a girarla y clavar las agujas del guante en el antebrazo del grandulón quien apenas alcanzó a quejarse antes de comenzar a ver doble y desplomarse en un profundo sueño, momento que el elfo aprovechó para iniciar una nueva persecución solo que, no tenía idea de a dónde se habían ido los otros.
Llevó la mano al hombro que comenzaba a doler; se recostó a la pared al escuchar los pasos marchantes de más caballeros y se escabulló por uno de los callejones de la ciudad, llevó la mano a su hombro y concentró algo de magia tan bien como pudo para sanarse a sí mismo aunque antes de terminar por completo escuchó algunos gritos no muy lejos de ahí; Destino se puso en marcha sin siquiera pensarlo, alguien le debía respuestas y pensaba conseguirlas.
Corrió como mejor pudo dejando atrás una batalla entre asesinos y caballeros dragón que seguramente sería cuestión de tiempo antes que los dragones doblegaran a los invasores y finalmente logró alcanzar al peculiar grupo, justo a tiempo para escuchar a su cliente diciendo que quería salvarla de él -¿Salvarla de quién?- Preguntó el pelinegro en voz alta desde la distancia -¿A qué estás jugando?- Sacó su espada y apuntó a Elandor con ella -¿Planeabas asesinar a Destino después de completar el trabajo?- Se notaba la furia del elfo de ojos azules quien solo se comenzó a detener cuando estuvo a una distancia prudente, recorrió el lugar para ubicar a la pequeña hada que tampoco le inspiraba confianza -No, no, te juro que no sé nada de eso, no sé de dónde salieron esos- Explicó -Pues ya no hay trato- Destino metió la mano en sus bolsillos y sacó una pequeña pero elegante bolsa con aeros, los que habían sido pagados por Elandor cayeron a sus pies ante la incrédula mirada del brujo quien aún parecía resistirse a aceptar la realidad.
El falso amigo retrocedió nervioso -No sé de qué habla ese asesino, jamás lo había visto, lo juro- Reía nervioso mirando a Gäel y a los otros, toda su mentira comenzaba a venirse abajo irremediablemente y ese era apenas el inicio de los problemas -Parece que esos asesinos no vienen solo por el brujo idiota- Señaló el del gremio de asesinos -Atacaron a Destino sin siquiera dudarlo, seguro eliminarán a quien se interponga en su camino- El elfo volvió a guardar su espada mientras planificaba su siguiente paso -Yo, yo sé quiénes son- Dijo tímida Gäel -Son enviados de mi familia, harán lo que sea necesario para evitar que nuestra sangre se mezcle con la de un brujo- Dijo antes de romper a llorar de nuevo -Quizá sea lo mejor- Dijo Destino tajante -Tu novio es un idiota y su rival es un mentiroso- Aquellas palabras solo dejaron más afectada a la chica que cayó de rodillas -Ellos vienen, no se detendrán, nada los detendrá- Repetía entre susurros mientras miraba a los tejados.
Destino sonrió de medio lado, justo contaba con la llegada de los caballeros dragones de la ciudad a poner orden, tristemente lo habían cerrado más pronto de lo que esperaba -Quieto ahí, princesa- Le dijo un caballero dragón al que tuvo que mirar hacia arriba de lo alto que era -No irás a ningún lado- Con su enorme mano desnuda tomó la mano izquierda del elfo y este se limitó a girarla y clavar las agujas del guante en el antebrazo del grandulón quien apenas alcanzó a quejarse antes de comenzar a ver doble y desplomarse en un profundo sueño, momento que el elfo aprovechó para iniciar una nueva persecución solo que, no tenía idea de a dónde se habían ido los otros.
Llevó la mano al hombro que comenzaba a doler; se recostó a la pared al escuchar los pasos marchantes de más caballeros y se escabulló por uno de los callejones de la ciudad, llevó la mano a su hombro y concentró algo de magia tan bien como pudo para sanarse a sí mismo aunque antes de terminar por completo escuchó algunos gritos no muy lejos de ahí; Destino se puso en marcha sin siquiera pensarlo, alguien le debía respuestas y pensaba conseguirlas.
Corrió como mejor pudo dejando atrás una batalla entre asesinos y caballeros dragón que seguramente sería cuestión de tiempo antes que los dragones doblegaran a los invasores y finalmente logró alcanzar al peculiar grupo, justo a tiempo para escuchar a su cliente diciendo que quería salvarla de él -¿Salvarla de quién?- Preguntó el pelinegro en voz alta desde la distancia -¿A qué estás jugando?- Sacó su espada y apuntó a Elandor con ella -¿Planeabas asesinar a Destino después de completar el trabajo?- Se notaba la furia del elfo de ojos azules quien solo se comenzó a detener cuando estuvo a una distancia prudente, recorrió el lugar para ubicar a la pequeña hada que tampoco le inspiraba confianza -No, no, te juro que no sé nada de eso, no sé de dónde salieron esos- Explicó -Pues ya no hay trato- Destino metió la mano en sus bolsillos y sacó una pequeña pero elegante bolsa con aeros, los que habían sido pagados por Elandor cayeron a sus pies ante la incrédula mirada del brujo quien aún parecía resistirse a aceptar la realidad.
El falso amigo retrocedió nervioso -No sé de qué habla ese asesino, jamás lo había visto, lo juro- Reía nervioso mirando a Gäel y a los otros, toda su mentira comenzaba a venirse abajo irremediablemente y ese era apenas el inicio de los problemas -Parece que esos asesinos no vienen solo por el brujo idiota- Señaló el del gremio de asesinos -Atacaron a Destino sin siquiera dudarlo, seguro eliminarán a quien se interponga en su camino- El elfo volvió a guardar su espada mientras planificaba su siguiente paso -Yo, yo sé quiénes son- Dijo tímida Gäel -Son enviados de mi familia, harán lo que sea necesario para evitar que nuestra sangre se mezcle con la de un brujo- Dijo antes de romper a llorar de nuevo -Quizá sea lo mejor- Dijo Destino tajante -Tu novio es un idiota y su rival es un mentiroso- Aquellas palabras solo dejaron más afectada a la chica que cayó de rodillas -Ellos vienen, no se detendrán, nada los detendrá- Repetía entre susurros mientras miraba a los tejados.
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Re: ¿Quién decide qué es amor? [Trabajo] [Hely/Destino]
Helyare no parecía contenta con la presencia del elfo, sorprendentemente. Sabía que no era trigo limpio y no le estaba gustando nada que estuviera cerca de Gäel. Pero poco faltó para que apareciera el otro elfo, el de pelo negro. Rápidamente, Helyare tomó su arco y lo alzó contra Destino. Si iba a atacarles, no se lo dejaría fácil.
–¿Lo ves, Kael? –rió ella misma, esa imagen que aparecía de ella misma, más bien –los elfos no son tan buenos como parecen.
–¡Cállate! –masculló en voz baja, mirándola de reojo mientras reía con la soberbia que antaño era característica en ella.
–No te puedes fiar de ellos… –siguió.
–Que te calles –advirtió, un poco más alto. Pero, en cierto modo tenía razón: tanto Destino como Elandor estaban haciendo de las suyas. Y tanto…
El elfo moreno dejó caer un saco con aeros a los pies del amigo de Shoren, ante la atónita mirada de todos los presentes, pese a su nerviosismo por tratar de evitar que le descubrieran.
–¿Te ha contratado él? –con un gesto de cabeza se dirigió a Elandor, preguntando al moreno que les había atacado anteriormente. Quería confirmar que sus sospechas frente a todos.
Gäel estaba preparada, lo sabía o lo suponía, pero no Shoren, que estaba ojiplático ante la escena. Su amigo, quien le había ayudado tanto… –Los elfos no solo te hacen daño a ti, son así… –su “otro yo” no paraba de hablar y la estaba poniendo nerviosa. Pero tenía razón. Estaba viendo cómo ese tal Elandor había mandado a un asesino a por un brujo, compinchado con la familia de Gäel. Le costaba un poco defender esos hechos, pese a que fueran a por un sucio hechicero.
La elfa comentó que, tal y como pensaban, era la familia de ella misma la que estaba confabulando la muerte del brujo. Los caballeros dragón habían aparecido en el momento idóneo, pero era imposible pensar que pronto irían a por ellos. Según había dicho la joven, no iban a detenerse hasta que la relación estuviese rota. Pese a que Helyare no era muy fan de las parejas multirraciales, Gäel miraba al brujo con intensidad y daba lástima pensar que la estaban intentando separar de él… pese a sus razones más que entendibles.
Y… no tardó en llegar lo que tanto temía Gäel. Por los tejados aparecieron varios elfos. Bueno, ellos no llegaron a ver a esos elfos, sino la lluvia de flechas que les lanzaron. Helyare consiguió esquivar las que tenía más cerca y rápidamente se puso a cubierto junto a los demás.
–¡Han venido! ¡Han venido a por nosotros! ¡Van a matar a Shoren! –gritaba la pelirroja, aterrorizada. Sí que iba en serio…
El brujo, aun en shock, estuvo a punto de recibir varios impactos, y debía agradecerle a su pareja, quien, con un escudo de luz le protegió. –¡Shoren, vamos! ¡Quieren matarte! –estaba atemorizada. Helyare miró al moreno y al otro y rápidamente fue a por el segundo, convencido de que ninguna de las flechas iría para él. Se colocó detrás y le golpeó en la parte trasera de la rodilla. –Diles que dejen de disparar –le susurró de mala gana, apuntándole con su arco en la cabeza, teniéndolo de rodillas de espaldas a ella.
–¡No tengo nada que ver con ellos! ¡Te equivocas! –gritó.
–Diles que dejen de disparar o acabarás siendo nuestro escudo –inquirió –. Si no tienes nada que ver con ellos, ¿por qué tienes sus mismos intereses?
Gäel se llevó al brujo a cubierto y salió, también, a proteger a su nueva compañera, gracias a sus escudos de luz. –¡Deteneos! –gritó. Y ese grito sí fue efectivo. Las flechas cesaron y ella se plantó frente a todos. –¡Madre! –su voz parecía potente, pero era inevitable que sintiera miedo. –¡Hermanas! ¡Dejadlo ya! ¡Sabéis que lo protegeré con mi vida si es necesario! –todo parecía haber sido silenciado.
Helyare miró a la muchacha y después a los tejados, aún con la punta de la flecha en la cabeza de Elandor. Shoren, por su parte, seguía agazapado sin saber bien qué hacer. Y, ojalá todo hubiera funcionado y hubiese sido tan fácil como atender a las peticiones de Gäel. Pero no fue así. Una orden hizo que, de nuevo, los arqueros atacasen desde los tejados.
–¿Lo ves, Kael? –rió ella misma, esa imagen que aparecía de ella misma, más bien –los elfos no son tan buenos como parecen.
–¡Cállate! –masculló en voz baja, mirándola de reojo mientras reía con la soberbia que antaño era característica en ella.
–No te puedes fiar de ellos… –siguió.
–Que te calles –advirtió, un poco más alto. Pero, en cierto modo tenía razón: tanto Destino como Elandor estaban haciendo de las suyas. Y tanto…
El elfo moreno dejó caer un saco con aeros a los pies del amigo de Shoren, ante la atónita mirada de todos los presentes, pese a su nerviosismo por tratar de evitar que le descubrieran.
–¿Te ha contratado él? –con un gesto de cabeza se dirigió a Elandor, preguntando al moreno que les había atacado anteriormente. Quería confirmar que sus sospechas frente a todos.
Gäel estaba preparada, lo sabía o lo suponía, pero no Shoren, que estaba ojiplático ante la escena. Su amigo, quien le había ayudado tanto… –Los elfos no solo te hacen daño a ti, son así… –su “otro yo” no paraba de hablar y la estaba poniendo nerviosa. Pero tenía razón. Estaba viendo cómo ese tal Elandor había mandado a un asesino a por un brujo, compinchado con la familia de Gäel. Le costaba un poco defender esos hechos, pese a que fueran a por un sucio hechicero.
La elfa comentó que, tal y como pensaban, era la familia de ella misma la que estaba confabulando la muerte del brujo. Los caballeros dragón habían aparecido en el momento idóneo, pero era imposible pensar que pronto irían a por ellos. Según había dicho la joven, no iban a detenerse hasta que la relación estuviese rota. Pese a que Helyare no era muy fan de las parejas multirraciales, Gäel miraba al brujo con intensidad y daba lástima pensar que la estaban intentando separar de él… pese a sus razones más que entendibles.
Y… no tardó en llegar lo que tanto temía Gäel. Por los tejados aparecieron varios elfos. Bueno, ellos no llegaron a ver a esos elfos, sino la lluvia de flechas que les lanzaron. Helyare consiguió esquivar las que tenía más cerca y rápidamente se puso a cubierto junto a los demás.
–¡Han venido! ¡Han venido a por nosotros! ¡Van a matar a Shoren! –gritaba la pelirroja, aterrorizada. Sí que iba en serio…
El brujo, aun en shock, estuvo a punto de recibir varios impactos, y debía agradecerle a su pareja, quien, con un escudo de luz le protegió. –¡Shoren, vamos! ¡Quieren matarte! –estaba atemorizada. Helyare miró al moreno y al otro y rápidamente fue a por el segundo, convencido de que ninguna de las flechas iría para él. Se colocó detrás y le golpeó en la parte trasera de la rodilla. –Diles que dejen de disparar –le susurró de mala gana, apuntándole con su arco en la cabeza, teniéndolo de rodillas de espaldas a ella.
–¡No tengo nada que ver con ellos! ¡Te equivocas! –gritó.
–Diles que dejen de disparar o acabarás siendo nuestro escudo –inquirió –. Si no tienes nada que ver con ellos, ¿por qué tienes sus mismos intereses?
Gäel se llevó al brujo a cubierto y salió, también, a proteger a su nueva compañera, gracias a sus escudos de luz. –¡Deteneos! –gritó. Y ese grito sí fue efectivo. Las flechas cesaron y ella se plantó frente a todos. –¡Madre! –su voz parecía potente, pero era inevitable que sintiera miedo. –¡Hermanas! ¡Dejadlo ya! ¡Sabéis que lo protegeré con mi vida si es necesario! –todo parecía haber sido silenciado.
Helyare miró a la muchacha y después a los tejados, aún con la punta de la flecha en la cabeza de Elandor. Shoren, por su parte, seguía agazapado sin saber bien qué hacer. Y, ojalá todo hubiera funcionado y hubiese sido tan fácil como atender a las peticiones de Gäel. Pero no fue así. Una orden hizo que, de nuevo, los arqueros atacasen desde los tejados.
- Segunda complicación:
- En realidad, el rompecorazones está enamorado pero descubrís que fue su familia la que le ha obligado por considerar a su correspondiente pareja indigno de su linaje. Deberéis arreglarlo, pero éstos tratarán de mataros.
- Off:
- Sorry por la tardanza D:
Helyare
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Re: ¿Quién decide qué es amor? [Trabajo] [Hely/Destino]
De nuevo el amargado pelinegro se encontraba rodeado de personas extrañas, una elfa enamorada de un brujo a la que su psicópata familia quería asesinar, y otra elfa que al parecer hablaba sola, definitivamente iba a ser otro de esos días largos y molestos; Destino se negó a responder la pregunta de la pelirroja pero en su lugar asintió con la cabeza afirmando que había sido contratado por aquel sujeto que definitivamente parecía ser el ejemplo de todo lo malo que podían tener los honorables elfos.
El ojiazul dio un paso atrás y llevó la mano al mango de su espada al notar la hostilidad en la pelirroja pero esta se enfocó en capturar al elfo traidor, el cual fue presa fácil para la hábil guerrera que no se demoró en doblegarlo y ordenarle que detuviera a los asesinos pero estos no parecían tener la intención de seguir sus órdenes, en su lugar, siguieron las órdenes de la ingenua Gäel, quien definitivamente sabía quiénes eran aquellos agresores.
Las palabras de la chica parecían calar hondo en el corazón de aquella mujer a la que llamaba madre, se quitó la máscara que cubría su rostro y dejó salir una lágrima seguida de un gesto de su mano derecha ordenando que comenzara la ejecución -¡No, madre! ¿matarías a tu propia hija solo por evitar nuestra unión?- Su progenitora guardó silencio unos instantes -Mi hija ya está muerta- Sentenció tratando de no perder la compostura -Ese brujo intentó engañarla y cuando ella se dio cuenta, quiso escapar- Inventaba la historia que dirían al volver a Sandorai -Intentamos ayudarla pero no llegamos a tiempo, afortunadamente logramos vengarla y asesinar al maldito brujo- Señaló al lugar donde se refugiaba el chico -Elandor nos ayudó a encontrarla, tristemente dio su vida intentando salvarla- Los ojos del otro elfo se abrieron como platos al escuchar aquellas palabras.
Pe-pero, qué dicen, yo, yo no, no he muerto- Dijo con una sonrisa nerviosa -No pensarán… ¡NO!- Dijo con más firmeza pero de nada serviría, la decisión estaba tomada -Vamos, me conocen desde niño, Gäel era mi prometida, yo debería ser el que…- Una flecha de deslizó a través del viento hasta clavarse en el pecho de Elandor que simplemente se quedó de pie unos segundos hasta que un mar de sangre fue escupido por su boca -Protege a Gäel- Fue lo último que alcanzó a decir, pateó de nuevo hacia el elfo la bolsa de aeros que ahora cumplía una función diferente y ante la mirada atónita de los presentes el cuerpo de Elandor se cubrió de flechas.
Los gritos no se hicieron esperar y tampoco una segunda ronda de proyectiles ahora dirigidos hacia Gäel aunque de nuevo sus escudos de luz le permitieron desviar la mayoría de los proyectiles -No podrás hacer eso todo el día- Dijo la madre al tiempo que ordenaba una segunda ola de ataques; Destino por su parte corrió a un lado para ponerse a cubierto, a todas luces parecía querer escapar, pero solo planeaba usar a la chica como distracción para sorprender a los atacantes, desde su posición le resultaba difícil hacerles frente pero si lograba subir a donde estaban ellos la historia sería diferente.
El ojiazul dio un paso atrás y llevó la mano al mango de su espada al notar la hostilidad en la pelirroja pero esta se enfocó en capturar al elfo traidor, el cual fue presa fácil para la hábil guerrera que no se demoró en doblegarlo y ordenarle que detuviera a los asesinos pero estos no parecían tener la intención de seguir sus órdenes, en su lugar, siguieron las órdenes de la ingenua Gäel, quien definitivamente sabía quiénes eran aquellos agresores.
Las palabras de la chica parecían calar hondo en el corazón de aquella mujer a la que llamaba madre, se quitó la máscara que cubría su rostro y dejó salir una lágrima seguida de un gesto de su mano derecha ordenando que comenzara la ejecución -¡No, madre! ¿matarías a tu propia hija solo por evitar nuestra unión?- Su progenitora guardó silencio unos instantes -Mi hija ya está muerta- Sentenció tratando de no perder la compostura -Ese brujo intentó engañarla y cuando ella se dio cuenta, quiso escapar- Inventaba la historia que dirían al volver a Sandorai -Intentamos ayudarla pero no llegamos a tiempo, afortunadamente logramos vengarla y asesinar al maldito brujo- Señaló al lugar donde se refugiaba el chico -Elandor nos ayudó a encontrarla, tristemente dio su vida intentando salvarla- Los ojos del otro elfo se abrieron como platos al escuchar aquellas palabras.
Pe-pero, qué dicen, yo, yo no, no he muerto- Dijo con una sonrisa nerviosa -No pensarán… ¡NO!- Dijo con más firmeza pero de nada serviría, la decisión estaba tomada -Vamos, me conocen desde niño, Gäel era mi prometida, yo debería ser el que…- Una flecha de deslizó a través del viento hasta clavarse en el pecho de Elandor que simplemente se quedó de pie unos segundos hasta que un mar de sangre fue escupido por su boca -Protege a Gäel- Fue lo último que alcanzó a decir, pateó de nuevo hacia el elfo la bolsa de aeros que ahora cumplía una función diferente y ante la mirada atónita de los presentes el cuerpo de Elandor se cubrió de flechas.
Los gritos no se hicieron esperar y tampoco una segunda ronda de proyectiles ahora dirigidos hacia Gäel aunque de nuevo sus escudos de luz le permitieron desviar la mayoría de los proyectiles -No podrás hacer eso todo el día- Dijo la madre al tiempo que ordenaba una segunda ola de ataques; Destino por su parte corrió a un lado para ponerse a cubierto, a todas luces parecía querer escapar, pero solo planeaba usar a la chica como distracción para sorprender a los atacantes, desde su posición le resultaba difícil hacerles frente pero si lograba subir a donde estaban ellos la historia sería diferente.
Destino
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Re: ¿Quién decide qué es amor? [Trabajo] [Hely/Destino]
La mirada verde de Helyare se tornó fría al escuchar lo que estaba pasando a su alrededor. Por más que Gäel intentaba frenar los disparos, sólo fue efectivo unos segundos, antes de que la lluvia de flechas acabase sobrevolando el cielo. Pero antes de eso, la elfa se había quedado petrificada al escuchar las crueles palabras de la madre de Gäel hacia su propia hija. Le sorprendían… y no. Ella misma sabía, de primera mano, lo que suponía que una madre renegase de su descendencia. Las palabras de la suya eran incapaces de irse de su mente. Ese resentimiento con el que negó haberla llevado en su interior… era el mismo tono que ahora usaba la madre de Gäel para referirse a la historia, a que su hija estaba muerta. Tragó saliva, escuchando las palabras que revolvían su estómago.
Sin más dilación, los arqueros mataron a Elandor. Instintivamente, Helyare dio un salto hacia atrás para evitar que ningún virote la alcanzase. Miró al resto: a Gäel, al brujo y al elfo contratado por la familia. Ese último podría ser fácilmente poco de fiar, pero parecía tan sorprendido como el resto. Su trabajo, si es que lo hacía, ahora sería el de proteger a la elfa de su propia familia. Todo estaba dando un giro muy extraño. Pero ya lo pensaría después, pues si tardaba más en quedarse ahí, iba a acabar con varias flechas clavadas en el pecho. Se escondió tras los escudos de la elfa, que desviaban las flechas en todas direcciones… flechas que Helyare aprovechaba. Las que caían cerca eran automáticamente suyas, si alcanzaba a cogerlas, y las volvía a disparar contra ellos, cubriéndose con los escudos de luz.
–¡Ya os estáis moviendo si no queréis que nos alcancen! –masculló en voz alta a los dos hombres que estaban ahí. Gäel protegía, como buenamente podía, a todos. Pero pronto dejaría de tener tanto poder, el cansancio haría mella. Así que tenían que actuar lo más rápido posible. Lo peor… que los arqueros también eran elfos. Si hubieran sido miserables humanos… esos seres se movían con la habilidad de una piedra, así que era más fácil atinarles –. ¡Proyecta más el escudo! –ordenó a Gäel. Quería hacer una cosa –. Cubridme.
Era raro que ella dijera algo así, confiaba poco y nada en los que estaban con las jóvenes: un brujo y un elfo traidor… Lo ideal para confiar.
Retrocedió hasta quedar oculta tras uno de los muros que tenían cerca. Las flechas sonaban bastante, ¿acaso no se acababan? Eso daba igual, tenían que actuar rápidamente. Y así fue como se movió Helyare, tratando de bordear el edificio. Entre saltos acrobáticos consiguió subirse a un tejado. Desde allí disparó un par de flechas. Les veía... estaban en fila, situados en otros tejados y azoteas. Pero los arqueros no sabrían dónde estaba situada. Tras un pequeño muro se escondió y disparó, un segundo antes de esconderse. La flecha se clavó en el cuello de uno de ellos, quien acabó cayendo por la azotea, ante la sorpresa de los que estaban a su lado, que rápidamente intentaron buscar de dónde había aparecido la flecha. Pero no lo descubrieron. Helyare se bajó de ese tejado y siguió corriendo hacia otro lugar. Desde allí, repitió la escena.
La idea era intentar solventar de algún modo su mayoría numérica. Corría por entre las calles, azoteas y tejados, disparaba una flecha que, acertase o no, les distraería. Mientras que, de frente a ellos, Gäel seguía protegiéndolos, y el brujo había empezado a defenderse. Básicamente, estaban siendo atacados por varios francos.
–¡Acabad con ellos! –gritó la madre de Gäel, nerviosa ante la situación, pues si los arqueros trataban de buscar a quien estaba disparando intermitentemente, los otros podrían darles de lleno. Y si se centraban en su hija y los demás, no podrían defenderse de la otra elfa.
Helyare repetía lugares en los que había disparado anteriormente, incluso. A veces iba hacia la derecha, otras hacia la izquierda, otras veces estaba detrás de ellos, volvía a aparecer cerca del grupo… todo para que no supieran, exactamente, dónde iba a aparecer el siguiente virote. Eso sí, era agotador… era muchísimo más fácil hacer esa técnica con árboles y no con tantísima ropa pesada como llevaba, sobre tejados. ¡Estúpida nieve! ¡Estúpido frío!
Hartos, varios de los arqueros salieron a tratar de darle caza a la elfa pelirroja. Corrían por las azoteas, se dividieron para intentar abarcar más lugares… craso error. Sí que podrían haberla atrapado y haber dejado su cuerpo como un colador, pero… de uno en uno era más sencillo. Tras una esquina aguardaba la joven a la llegada de uno de los soldados de la familia de Gäel. Sobre ella había un toldo de yute, no la podían ver… aunque ella tampoco tenía buena visión y estaba en desventaja de altura. En silencio aguardó a que uno de los arqueros, hastiado de no encontrarla, saltase por entre las azoteas, tal y como había hecho ella antes. Corriendo, Helyare salió y le disparó. Así, en movimiento, y rezando a sus dioses porque la flecha diese en el blanco. Por suerte, la puya se clavó en el costado de su abdomen, por debajo de las costillas, lo que le derribó al instante. Sin pensar ni un segundo, salió corriendo por entre las calles. Sus colegas vendrían a buscarlo. Se alejó del sitio y fue, precisamente, al lado contrario. Desde allí disparó a los que quedaban en pie que seguían centrados en Gäel y compañía.
–¿¡Qué hacéis!? ¡¡Matadlos!! –bramó la mujer. Helyare volvió a esconderse.
–¿Qué se siente al estar matando elfos para proteger a un brujo? Aunque ya lo habías hecho antes, ¿no? –su antigua imagen apareció frente a ella; Helyare no respondió a esa pregunta, sólo pensaba: nos han atacado ellos primero.
Off: uso habilidad de nivel 2: "Hija de Sandorai"
Sin más dilación, los arqueros mataron a Elandor. Instintivamente, Helyare dio un salto hacia atrás para evitar que ningún virote la alcanzase. Miró al resto: a Gäel, al brujo y al elfo contratado por la familia. Ese último podría ser fácilmente poco de fiar, pero parecía tan sorprendido como el resto. Su trabajo, si es que lo hacía, ahora sería el de proteger a la elfa de su propia familia. Todo estaba dando un giro muy extraño. Pero ya lo pensaría después, pues si tardaba más en quedarse ahí, iba a acabar con varias flechas clavadas en el pecho. Se escondió tras los escudos de la elfa, que desviaban las flechas en todas direcciones… flechas que Helyare aprovechaba. Las que caían cerca eran automáticamente suyas, si alcanzaba a cogerlas, y las volvía a disparar contra ellos, cubriéndose con los escudos de luz.
–¡Ya os estáis moviendo si no queréis que nos alcancen! –masculló en voz alta a los dos hombres que estaban ahí. Gäel protegía, como buenamente podía, a todos. Pero pronto dejaría de tener tanto poder, el cansancio haría mella. Así que tenían que actuar lo más rápido posible. Lo peor… que los arqueros también eran elfos. Si hubieran sido miserables humanos… esos seres se movían con la habilidad de una piedra, así que era más fácil atinarles –. ¡Proyecta más el escudo! –ordenó a Gäel. Quería hacer una cosa –. Cubridme.
Era raro que ella dijera algo así, confiaba poco y nada en los que estaban con las jóvenes: un brujo y un elfo traidor… Lo ideal para confiar.
Retrocedió hasta quedar oculta tras uno de los muros que tenían cerca. Las flechas sonaban bastante, ¿acaso no se acababan? Eso daba igual, tenían que actuar rápidamente. Y así fue como se movió Helyare, tratando de bordear el edificio. Entre saltos acrobáticos consiguió subirse a un tejado. Desde allí disparó un par de flechas. Les veía... estaban en fila, situados en otros tejados y azoteas. Pero los arqueros no sabrían dónde estaba situada. Tras un pequeño muro se escondió y disparó, un segundo antes de esconderse. La flecha se clavó en el cuello de uno de ellos, quien acabó cayendo por la azotea, ante la sorpresa de los que estaban a su lado, que rápidamente intentaron buscar de dónde había aparecido la flecha. Pero no lo descubrieron. Helyare se bajó de ese tejado y siguió corriendo hacia otro lugar. Desde allí, repitió la escena.
La idea era intentar solventar de algún modo su mayoría numérica. Corría por entre las calles, azoteas y tejados, disparaba una flecha que, acertase o no, les distraería. Mientras que, de frente a ellos, Gäel seguía protegiéndolos, y el brujo había empezado a defenderse. Básicamente, estaban siendo atacados por varios francos.
–¡Acabad con ellos! –gritó la madre de Gäel, nerviosa ante la situación, pues si los arqueros trataban de buscar a quien estaba disparando intermitentemente, los otros podrían darles de lleno. Y si se centraban en su hija y los demás, no podrían defenderse de la otra elfa.
Helyare repetía lugares en los que había disparado anteriormente, incluso. A veces iba hacia la derecha, otras hacia la izquierda, otras veces estaba detrás de ellos, volvía a aparecer cerca del grupo… todo para que no supieran, exactamente, dónde iba a aparecer el siguiente virote. Eso sí, era agotador… era muchísimo más fácil hacer esa técnica con árboles y no con tantísima ropa pesada como llevaba, sobre tejados. ¡Estúpida nieve! ¡Estúpido frío!
Hartos, varios de los arqueros salieron a tratar de darle caza a la elfa pelirroja. Corrían por las azoteas, se dividieron para intentar abarcar más lugares… craso error. Sí que podrían haberla atrapado y haber dejado su cuerpo como un colador, pero… de uno en uno era más sencillo. Tras una esquina aguardaba la joven a la llegada de uno de los soldados de la familia de Gäel. Sobre ella había un toldo de yute, no la podían ver… aunque ella tampoco tenía buena visión y estaba en desventaja de altura. En silencio aguardó a que uno de los arqueros, hastiado de no encontrarla, saltase por entre las azoteas, tal y como había hecho ella antes. Corriendo, Helyare salió y le disparó. Así, en movimiento, y rezando a sus dioses porque la flecha diese en el blanco. Por suerte, la puya se clavó en el costado de su abdomen, por debajo de las costillas, lo que le derribó al instante. Sin pensar ni un segundo, salió corriendo por entre las calles. Sus colegas vendrían a buscarlo. Se alejó del sitio y fue, precisamente, al lado contrario. Desde allí disparó a los que quedaban en pie que seguían centrados en Gäel y compañía.
–¿¡Qué hacéis!? ¡¡Matadlos!! –bramó la mujer. Helyare volvió a esconderse.
–¿Qué se siente al estar matando elfos para proteger a un brujo? Aunque ya lo habías hecho antes, ¿no? –su antigua imagen apareció frente a ella; Helyare no respondió a esa pregunta, sólo pensaba: nos han atacado ellos primero.
Off: uso habilidad de nivel 2: "Hija de Sandorai"
Helyare
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Re: ¿Quién decide qué es amor? [Trabajo] [Hely/Destino]
Los eventos cambiaron drásticamente, resultaba difícil imaginar que un simple contrato para asesinar a un indefenso brujo se había convertido en una historia tan llena de intriga y traiciones, lo que daba mucho qué pensar, si se traicionaban entre ellos mismos, nada indicaba que no pudieran traicionarlo a él -Maldita sea- Murmuró de mala gana observando la situación, había tomado la bolsa de aeros pero no era un asesino común, no lo hacía por dinero sino por mero deporte, por el desafío de cazar, por ser un depredador, y ahora el cazador había caído en una trampa donde lo habían convertido en una presa.
De hecho, si le hubiesen permitido marcarse se habrían ahorrado muchos problemas, y se los habrían ahorrado al pelinegro, pero al contrario, lo habían metido al mismo saco que los tontos sentimentales que se aferraban a otros al punto de sacrificarse por ellos, a ese paso solo haría falta ponerlos en riesgo de uno en uno para que se fueran sacrificando solos, unos por otros hasta que no quedara nadie en pie, vaya que habría sido más fácil para todos, pero al atacar a Destino lo habían convertido en algo personal, además de un asunto de supervivencia, ellos no lo dejarían irse y él no confiaba en que lo dejarían ir.
Rodeó una de las casas y consiguió subirse a uno de los tejados en el fortuito momento que los tiradores eran atacados desde el otro lado con una flecha que eliminó a uno y puso en alerta al resto, algo que dio al pelinegro la oportunidad de subir en una veloz carrera directo hasta el más cercano al que le incrustó la espada partiéndole en dos la columna vertebral y haciéndolo soltar un grito desgarrador que de nuevo centró la atención de los tiradores en él, tomó el cuerpo del herido sosteniéndole el cuello con una mano y usando la espada para moverlo como marioneta mientras lo usaba de escudo humano… o escudo elfo en este caso.
Esta vez inconscientemente había regresado el favor a la elfa del otro lado, quien había tenido otra oportunidad de atacar y acertar, ahora se encontraban divididos, tenían junto a ellos una amenaza en los tejados y otra atacando con intermitencia. Las palabras de la madre comenzaban a mostrar nerviosismo, haciendo que los tiradores descargaran una lluvia de flechas sobre el cuerpo de su propio compañero que apenas podía sostenerse en pie cuando terminaron con él -Eres un tonto- Le susurró Destino cerca del oído pero la respuesta del elfo le dejó atónito -El bien de la familia está por encima del bien individual, los sacrificios deben hacerse- Sonrió mientras se desplomaba dejando al de ojos azules expuesto a una lluvia de flechas.
Aunque se movió tan rápido como pudo, un par de ellas le impactaron en la pierna derecha y en el abdomen del mismo lado, el impacto en la pierna lo dejó desestabilizado, haciendo que resbalara y cayera del tejado rodando, finalmente logró sostenerse del borde con una mano pero solo durante unos segundos antes de desplomarse por completo, a pesar de los esfuerzos seguían siendo demasiados, enfrentarlos a todos era una tarea imposible, pero encargarse de una más resultaba más sencillo ahora que todos se habían disgregado.
Uno de los tiradores saltó desde el tejado y cayó justo frente a Destino que aún no se recuperaba, de inmediato llevó una mano a la espalda para tomar una flecha y cargarla en su arco pero antes que lo consiguiera, Destino le lanzó la espada directo al estómago donde se incrustó sin resistencia, el pelinegro se levantó con algo de dificultad y le revolvió la espada tomando el mango de la misma para hacerlo girar, el grito del tirador fue inevitable pero era justo lo que el espadachín esperaba.
Con ese grito, los demás estarían enfocados en ir a ese punto de origen pero si eso no fuera suficiente, también se escucharon gritos del lado contrario, también se la estaban pasando mal con la otra elfa, aprovechando la confusión, Destino retiró la espada y volvió al tejado dando algunos saltos, no contaba con su velocidad normal a causa de las heridas, pero afortunadamente la madre de la chica estaba distraída intentando matarla.
Era una oportunidad que seguramente no volvería a tener, así que corrió para tomar impulso y dio un salto que lo hizo caer detrás de la raíz del problema -Fin del juego- Susurró con malicia mientras colocaba la punta de su espada justo en el centro de la espalda de aquella fría mujer y con la otra mano la halaba hacia atrás por el cuello.
Habría sido el final, sí que lo habría sido, de no ser porque Gäel gritó para evitarlo -¡NO! ¡No la mates!- Destino lanzó una mirada de confusión y disgusto a la chica al no entender por qué evitaba que mataran a quien la quería matar, tristemente aquel instante le pasaría factura, pues la madre de Gäel no era la líder de aquel escuadrón por simple herencia, sino por haberse ganado el respeto de todos al ser una diestra guerrera, algo que quedaría en evidencia de inmediato.
En un rápido movimiento tomó la mano del elfo y giró hacia atrás haciendo que la espada se deslizara por un costado, luego un leve brillo iluminó su puño cerrado que al impactar contra el estómago del pelinegro lo dejó de rodillas, aquello no había sido un golpe normal pues el pobre ojiazul sentía como si lo hubieran roto por dentro, y tal vez así era, aquella imponente mujer lo tomó por el cabello para exhibirlo como trofeo -Aquí va la segunda víctima de tu error, Gäel ¿Cuántos más morirán por tu culpa?- Ahora con algo de astucia, la madre intentaba romper la voluntad de su hija que tristemente pecaba de ser muy buena persona, preocupándose incluso por aquellos que querían hacerle daño.
De hecho, si le hubiesen permitido marcarse se habrían ahorrado muchos problemas, y se los habrían ahorrado al pelinegro, pero al contrario, lo habían metido al mismo saco que los tontos sentimentales que se aferraban a otros al punto de sacrificarse por ellos, a ese paso solo haría falta ponerlos en riesgo de uno en uno para que se fueran sacrificando solos, unos por otros hasta que no quedara nadie en pie, vaya que habría sido más fácil para todos, pero al atacar a Destino lo habían convertido en algo personal, además de un asunto de supervivencia, ellos no lo dejarían irse y él no confiaba en que lo dejarían ir.
Rodeó una de las casas y consiguió subirse a uno de los tejados en el fortuito momento que los tiradores eran atacados desde el otro lado con una flecha que eliminó a uno y puso en alerta al resto, algo que dio al pelinegro la oportunidad de subir en una veloz carrera directo hasta el más cercano al que le incrustó la espada partiéndole en dos la columna vertebral y haciéndolo soltar un grito desgarrador que de nuevo centró la atención de los tiradores en él, tomó el cuerpo del herido sosteniéndole el cuello con una mano y usando la espada para moverlo como marioneta mientras lo usaba de escudo humano… o escudo elfo en este caso.
Esta vez inconscientemente había regresado el favor a la elfa del otro lado, quien había tenido otra oportunidad de atacar y acertar, ahora se encontraban divididos, tenían junto a ellos una amenaza en los tejados y otra atacando con intermitencia. Las palabras de la madre comenzaban a mostrar nerviosismo, haciendo que los tiradores descargaran una lluvia de flechas sobre el cuerpo de su propio compañero que apenas podía sostenerse en pie cuando terminaron con él -Eres un tonto- Le susurró Destino cerca del oído pero la respuesta del elfo le dejó atónito -El bien de la familia está por encima del bien individual, los sacrificios deben hacerse- Sonrió mientras se desplomaba dejando al de ojos azules expuesto a una lluvia de flechas.
Aunque se movió tan rápido como pudo, un par de ellas le impactaron en la pierna derecha y en el abdomen del mismo lado, el impacto en la pierna lo dejó desestabilizado, haciendo que resbalara y cayera del tejado rodando, finalmente logró sostenerse del borde con una mano pero solo durante unos segundos antes de desplomarse por completo, a pesar de los esfuerzos seguían siendo demasiados, enfrentarlos a todos era una tarea imposible, pero encargarse de una más resultaba más sencillo ahora que todos se habían disgregado.
Uno de los tiradores saltó desde el tejado y cayó justo frente a Destino que aún no se recuperaba, de inmediato llevó una mano a la espalda para tomar una flecha y cargarla en su arco pero antes que lo consiguiera, Destino le lanzó la espada directo al estómago donde se incrustó sin resistencia, el pelinegro se levantó con algo de dificultad y le revolvió la espada tomando el mango de la misma para hacerlo girar, el grito del tirador fue inevitable pero era justo lo que el espadachín esperaba.
Con ese grito, los demás estarían enfocados en ir a ese punto de origen pero si eso no fuera suficiente, también se escucharon gritos del lado contrario, también se la estaban pasando mal con la otra elfa, aprovechando la confusión, Destino retiró la espada y volvió al tejado dando algunos saltos, no contaba con su velocidad normal a causa de las heridas, pero afortunadamente la madre de la chica estaba distraída intentando matarla.
Era una oportunidad que seguramente no volvería a tener, así que corrió para tomar impulso y dio un salto que lo hizo caer detrás de la raíz del problema -Fin del juego- Susurró con malicia mientras colocaba la punta de su espada justo en el centro de la espalda de aquella fría mujer y con la otra mano la halaba hacia atrás por el cuello.
Habría sido el final, sí que lo habría sido, de no ser porque Gäel gritó para evitarlo -¡NO! ¡No la mates!- Destino lanzó una mirada de confusión y disgusto a la chica al no entender por qué evitaba que mataran a quien la quería matar, tristemente aquel instante le pasaría factura, pues la madre de Gäel no era la líder de aquel escuadrón por simple herencia, sino por haberse ganado el respeto de todos al ser una diestra guerrera, algo que quedaría en evidencia de inmediato.
En un rápido movimiento tomó la mano del elfo y giró hacia atrás haciendo que la espada se deslizara por un costado, luego un leve brillo iluminó su puño cerrado que al impactar contra el estómago del pelinegro lo dejó de rodillas, aquello no había sido un golpe normal pues el pobre ojiazul sentía como si lo hubieran roto por dentro, y tal vez así era, aquella imponente mujer lo tomó por el cabello para exhibirlo como trofeo -Aquí va la segunda víctima de tu error, Gäel ¿Cuántos más morirán por tu culpa?- Ahora con algo de astucia, la madre intentaba romper la voluntad de su hija que tristemente pecaba de ser muy buena persona, preocupándose incluso por aquellos que querían hacerle daño.
Destino
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Re: ¿Quién decide qué es amor? [Trabajo] [Hely/Destino]
Madre, ¡No lo hagas! ¡Por favor detente!- Gritó la joven elfa desconsolada mientras la madre parecía disfrutar el sufrimiento de la hija que poco a poco perdía su voluntad de pelear y se rendía a los designios de su familia -¿Vale la pena?- Preguntó el elfo a aquella matriarca de los elfos -¿Vale la pena que ella sacrifique sus sueños para que cumplas los tuyos?- Insistió el elfo soportando el dolor de los golpes recibidos y de la herida en su pierna.
Ante aquellas palabras, la madre de Gäel miró al ojiazul con desprecio, desconcertada por la pregunta y a la vez ofendida, a fin de cuentas, era la matriarca de la familia, tenía razón, en toda su vida nadie le había llevado la contraria ni habían cuestionado sus decisiones -¿Cómo te atreves?- Dijo con rabia -¿Qué puedes saber tú?- Lanzó un rodillazo a la cara del elfo que éste aprovechó para desviar la rodilla de la mujer y lanzar una patada al muslo de la otra pierna que la hizo perder el equilibrio y caer.
Tanto ella como el elfo de oscuros cabellos rodaron por el tejado hasta llegar al borde del mismo, Destino consiguió aferrarse al borde con las garras del guante metálico que llevaba en su mano izquierda pero la madre de Gäel no había tenido esa suerte y pasó de largo, aunque al último momento, el asesino consiguió tomarla de la pierna con su mano derecha para evitar que se estampara de cabeza contra el suelo.
¡Ni te atrevas a salvarme por lástima, sucio desertor!- Gritó la mujer por mero orgullo, aunque si alguien entendía bien de orgullo era aquel elfo, que sin pensarlo mucho la soltó sin más -De acuerdo- Aunque pese a todo, Destino la había soltado con cierta sutileza en dirección a unos barriles que suavizarían un poco su caída, además de hacerla caer de espalda y no de cabeza.
El mismo elfo, ya bastante débil debido a tantas luchas se dejó caer, apoyándose sobre la pierna buena y dejando salir un gesto de molestia. Aquella familia de elfos habían decorado el lugar con un montón de cuerpos, afortunadamente la mayoría tan solo estaban heridos y podrían recuperarse, pero los daños que habían causado a las casas y locales cercanos eran bastante visibles, por lo que indudablemente habían llamado la atención de la guardia de Dundarak y no tardarían mucho tiempo en llegar a donde se encontraban ellos.
Gäel y su amado brujo corrieron a abrazarse emotivamente al punto que Destino casi moría de hiperglucemia -¡Madre!- Gritó la ingenua elfa con los ojos llenos de lágrimas y corrí a donde se encontraba su madre golpeada y seguramente con algunos huesos rotos, aunque eso no impidió que antes de que la hija llegara, la matriarca extendió su brazo y le lanzó una ráfaga de luz que la mandó al piso.
La matriarca se puso en pie con claras dudas en su mirada, se había dejado llevar por la ira al punto de matar a su hija ¿era lo que realmente quería? -No puede respirar- Dijo su novio Shoren mientras le masajeaba el pecho angustiado, Gäel por su parte, se esforzaba por respirar pero al parecer, el ataque de su madre le había presionado las costillas y le aplastaba los pulmones, era solo cuestión de tiempo.
Ante aquellas palabras, la madre de Gäel miró al ojiazul con desprecio, desconcertada por la pregunta y a la vez ofendida, a fin de cuentas, era la matriarca de la familia, tenía razón, en toda su vida nadie le había llevado la contraria ni habían cuestionado sus decisiones -¿Cómo te atreves?- Dijo con rabia -¿Qué puedes saber tú?- Lanzó un rodillazo a la cara del elfo que éste aprovechó para desviar la rodilla de la mujer y lanzar una patada al muslo de la otra pierna que la hizo perder el equilibrio y caer.
Tanto ella como el elfo de oscuros cabellos rodaron por el tejado hasta llegar al borde del mismo, Destino consiguió aferrarse al borde con las garras del guante metálico que llevaba en su mano izquierda pero la madre de Gäel no había tenido esa suerte y pasó de largo, aunque al último momento, el asesino consiguió tomarla de la pierna con su mano derecha para evitar que se estampara de cabeza contra el suelo.
¡Ni te atrevas a salvarme por lástima, sucio desertor!- Gritó la mujer por mero orgullo, aunque si alguien entendía bien de orgullo era aquel elfo, que sin pensarlo mucho la soltó sin más -De acuerdo- Aunque pese a todo, Destino la había soltado con cierta sutileza en dirección a unos barriles que suavizarían un poco su caída, además de hacerla caer de espalda y no de cabeza.
El mismo elfo, ya bastante débil debido a tantas luchas se dejó caer, apoyándose sobre la pierna buena y dejando salir un gesto de molestia. Aquella familia de elfos habían decorado el lugar con un montón de cuerpos, afortunadamente la mayoría tan solo estaban heridos y podrían recuperarse, pero los daños que habían causado a las casas y locales cercanos eran bastante visibles, por lo que indudablemente habían llamado la atención de la guardia de Dundarak y no tardarían mucho tiempo en llegar a donde se encontraban ellos.
Gäel y su amado brujo corrieron a abrazarse emotivamente al punto que Destino casi moría de hiperglucemia -¡Madre!- Gritó la ingenua elfa con los ojos llenos de lágrimas y corrí a donde se encontraba su madre golpeada y seguramente con algunos huesos rotos, aunque eso no impidió que antes de que la hija llegara, la matriarca extendió su brazo y le lanzó una ráfaga de luz que la mandó al piso.
La matriarca se puso en pie con claras dudas en su mirada, se había dejado llevar por la ira al punto de matar a su hija ¿era lo que realmente quería? -No puede respirar- Dijo su novio Shoren mientras le masajeaba el pecho angustiado, Gäel por su parte, se esforzaba por respirar pero al parecer, el ataque de su madre le había presionado las costillas y le aplastaba los pulmones, era solo cuestión de tiempo.
Destino
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Re: ¿Quién decide qué es amor? [Trabajo] [Hely/Destino]
La madre se miraba las manos carcomida por la culpa y el remordimiento mientras un par de lágrimas rodaban por sus mejillas -Mátame- Se giró y le imploró al elfo que acabara con su vida -¿Es lo que haces, no? ¡Mátame!- Dijo de nuevo levantando los brazos mientras se acercaba con claros gestos de dolor en cada paso -Destino no lo hará gratis- Respondió Destino como excusa aunque de igual modo no estaba en condiciones de asesinar a nadie.
No obstante, el elfo se acercó a la desconsolada madre y le lanzó una bofetada para hacerla reaccionar, luego le señaló a su hija -Aún está viva, si quieres enmendar tu error, sánala- Destino sabía que no era un héroe, pero tampoco se consideraba un villano, simplemente hacía lo que se tenía que hacer, cuando no había nadie más que lo hiciera, y en esta oportunidad sentía que aquello era lo correcto.
La madre dio un par de pasos hacia su hija muy despacio hasta que los gritos de Shoren la hicieron darse prisa, se dejó caer de rodillas junto al cuerpo de Gäel que cada vez se veía más morado por la falta de aire, la rodeó con las manos en los costados y comenzó a enunciar unas plegarias a los dioses de su clan, sus manos brillaron y tenuemente se escuchaba el crujir de los huesos volviendo a su forma original y sanando.
Una bocanada de aire trajo a la joven enamorada de vuelta, abrió los ojos y vio a su madre y a su novio tan cerca como nunca antes habían estado, y sin tratar de matarse entre ellos -¡Madre!- Entendió entonces que su madre había aceptado su decisión de vivir el resto de su vida junto al infame brujo y extendió su mano para abrazarla.
Todo parecía indicar que habían llegado a un final feliz, sin embargo, aún faltaba para llegar a las diez respuestas del trabajo y algo tenía que suceder. Y obviamente en algún momento tenían que llegar los Nobles Caballeros Dragón, guardianes de la paz y el orden en las tierras del norte y que no dejarían impunes a los causantes de todos aquellos destrozos.
Alto en nombre del Reino de Dundarak- Dijo un hombre de avanzada edad cuya voz retumbaba y erizaba los pelos de todo el cuerpo a cualquiera. Aquel guerrero cuyas canas delataban una larga trayectoria y experiencia, venía rodeado de otros guerreros cuyos cascos escondían sus rostros -¿Qué ha sucedido aquí? ¿Quién es el responsable de este desastre?- Preguntó a los presentes mientras el resto de caballeros apuntaban con sus armas.
La madre de Gäel se levantó después de un par de intentos, completamente agotada y dolorida se preparó para aceptar sus culpas -Destino es el responsable de este desastre- Aquellas palabras del elfo sorprendieron a todos los presentes, a la madre que pensaba aceptar sus culpas, y también a los guardias que no tenían idea de quién era ese tal Destino al que se refería aquel pelinegro.
No obstante, el elfo se acercó a la desconsolada madre y le lanzó una bofetada para hacerla reaccionar, luego le señaló a su hija -Aún está viva, si quieres enmendar tu error, sánala- Destino sabía que no era un héroe, pero tampoco se consideraba un villano, simplemente hacía lo que se tenía que hacer, cuando no había nadie más que lo hiciera, y en esta oportunidad sentía que aquello era lo correcto.
La madre dio un par de pasos hacia su hija muy despacio hasta que los gritos de Shoren la hicieron darse prisa, se dejó caer de rodillas junto al cuerpo de Gäel que cada vez se veía más morado por la falta de aire, la rodeó con las manos en los costados y comenzó a enunciar unas plegarias a los dioses de su clan, sus manos brillaron y tenuemente se escuchaba el crujir de los huesos volviendo a su forma original y sanando.
Una bocanada de aire trajo a la joven enamorada de vuelta, abrió los ojos y vio a su madre y a su novio tan cerca como nunca antes habían estado, y sin tratar de matarse entre ellos -¡Madre!- Entendió entonces que su madre había aceptado su decisión de vivir el resto de su vida junto al infame brujo y extendió su mano para abrazarla.
Todo parecía indicar que habían llegado a un final feliz, sin embargo, aún faltaba para llegar a las diez respuestas del trabajo y algo tenía que suceder. Y obviamente en algún momento tenían que llegar los Nobles Caballeros Dragón, guardianes de la paz y el orden en las tierras del norte y que no dejarían impunes a los causantes de todos aquellos destrozos.
Alto en nombre del Reino de Dundarak- Dijo un hombre de avanzada edad cuya voz retumbaba y erizaba los pelos de todo el cuerpo a cualquiera. Aquel guerrero cuyas canas delataban una larga trayectoria y experiencia, venía rodeado de otros guerreros cuyos cascos escondían sus rostros -¿Qué ha sucedido aquí? ¿Quién es el responsable de este desastre?- Preguntó a los presentes mientras el resto de caballeros apuntaban con sus armas.
La madre de Gäel se levantó después de un par de intentos, completamente agotada y dolorida se preparó para aceptar sus culpas -Destino es el responsable de este desastre- Aquellas palabras del elfo sorprendieron a todos los presentes, a la madre que pensaba aceptar sus culpas, y también a los guardias que no tenían idea de quién era ese tal Destino al que se refería aquel pelinegro.
Destino
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Re: ¿Quién decide qué es amor? [Trabajo] [Hely/Destino]
La situación se había tornado bastante tensa, los caballeros dragón exigían respuestas rápidas y aquella declaración tan extraña del elfo no hizo más que despertar una serie de teorías -¿Te refieres a que el destino quiso que todo esto sucediera?- Dijo el veterano que comandaba aquel escuadrón de caballeros dragón -Destino no planeó que fuera de esta manera, pero sí lo permitió y fue incapaz de controlarlo- Continuó declarando su culpabilidad aunque de igual modo ni los soldados ni los enamorados ni la madre loca tenían idea que el nombre del elfo era “Destino”.
La madre de Gäel podría fácilmente haber aprovechado aquella oportunidad, pero para librarse del pelinegro y encargarse luego de su hija, pero de alguna manera se sentía en deuda con el asesino de ojos azules. Desde luego, la experimentada guerrera era un poco más astuta y fácilmente consiguió inventarse una mejor historia para que todos pudieran salir bien librados de aquella engorrosa situación.
Mi nombre es Anael, matriarca del Clan de las Flechas Verdes de Sandorai- Dijo la madre de la chica mientras se ponía de pie intentando mantener la compostura, había recuperado su actitud orgullosa y altiva para impresionar a aquellos caballeros de Dundarak -Hoy sufrimos una rebelión de nuestras propias tropas quienes querían asesinarme junto con mi hija para evitar que ella herede el control del clan- Señaló la cantidad de cuerpos muertos a su alrededor -Estos viles traidores se oponen a que mi amada hija se una en matrimonio con este joven y valiente brujo- Señaló a Shoren que estaba tan extrañado como su novia y Destino.
Casualmente, por caprichos del destino, este valiente joven se encontraba cerca y nos ayudó a defendernos, eliminamos a algunos atacantes y los otros huyeron- La historia dejaba varios agujeros, pero la mujer hablaba con tal convicción y certeza que los guardianes del norte no se atrevieron a contrariarla -Habríamos muerto de no ser por este valiente elfo- Señaló a Destino que se limitaba a observarla con una ceja levantada y una mirada de ironía.
Afortunadamente la escena no dio para más y la matriarca comenzó a escupir sangre, lo que puso en alerta a todos los caballeros y a su comandante que saltó al frente para sostenerla antes que cayera al piso, se miraron a los ojos por unos instantes en lo que parecía ser el inicio de otra relación interracial y los subordinados se encargaron de ayudar a Gäel y su novio a recuperarse.
En medio del momento Destino aprovechó para salir de ese lugar y continuar su camino rumbo a las heladas tierras del norte en donde tenía una importante misión que cumplir, una que lo había estado esperando por mucho tiempo.
[1] Trabajo terminado en solitario porque mi compañera huyó T.T La madre de Gäel podría fácilmente haber aprovechado aquella oportunidad, pero para librarse del pelinegro y encargarse luego de su hija, pero de alguna manera se sentía en deuda con el asesino de ojos azules. Desde luego, la experimentada guerrera era un poco más astuta y fácilmente consiguió inventarse una mejor historia para que todos pudieran salir bien librados de aquella engorrosa situación.
Mi nombre es Anael, matriarca del Clan de las Flechas Verdes de Sandorai- Dijo la madre de la chica mientras se ponía de pie intentando mantener la compostura, había recuperado su actitud orgullosa y altiva para impresionar a aquellos caballeros de Dundarak -Hoy sufrimos una rebelión de nuestras propias tropas quienes querían asesinarme junto con mi hija para evitar que ella herede el control del clan- Señaló la cantidad de cuerpos muertos a su alrededor -Estos viles traidores se oponen a que mi amada hija se una en matrimonio con este joven y valiente brujo- Señaló a Shoren que estaba tan extrañado como su novia y Destino.
Casualmente, por caprichos del destino, este valiente joven se encontraba cerca y nos ayudó a defendernos, eliminamos a algunos atacantes y los otros huyeron- La historia dejaba varios agujeros, pero la mujer hablaba con tal convicción y certeza que los guardianes del norte no se atrevieron a contrariarla -Habríamos muerto de no ser por este valiente elfo- Señaló a Destino que se limitaba a observarla con una ceja levantada y una mirada de ironía.
Afortunadamente la escena no dio para más y la matriarca comenzó a escupir sangre, lo que puso en alerta a todos los caballeros y a su comandante que saltó al frente para sostenerla antes que cayera al piso, se miraron a los ojos por unos instantes en lo que parecía ser el inicio de otra relación interracial y los subordinados se encargaron de ayudar a Gäel y su novio a recuperarse.
En medio del momento Destino aprovechó para salir de ese lugar y continuar su camino rumbo a las heladas tierras del norte en donde tenía una importante misión que cumplir, una que lo había estado esperando por mucho tiempo.
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Re: ¿Quién decide qué es amor? [Trabajo] [Hely/Destino]
Revisión
¡Menudo culebrón han montado acá! No se ha quedado rancio, lo cierto es que la historia y sus giros enganchan y animan al lector a seguir leyendo (siquiera por saber quién demonios ha contratado a quién). Entre los dos, han construido una historia sencilla y compleja a la vez; una historia "de toda la vida" con un giro de tuerca.
Es una pena que Helyare abandonase el tema, pero te las has arreglado para darle una conclusión creíble, manteniendo, además, una cierta coherencia con el resto del tema. Leyéndolo de seguido, no se nota que estuvo parado prácticamente dos años hasta que lo retomaste de nuevo y eso también tiene su mérito. Recibes 19 px y 400 aeros que ya han sido añadidos a tu perfil.
Es una pena que Helyare abandonase el tema, pero te las has arreglado para darle una conclusión creíble, manteniendo, además, una cierta coherencia con el resto del tema. Leyéndolo de seguido, no se nota que estuvo parado prácticamente dos años hasta que lo retomaste de nuevo y eso también tiene su mérito. Recibes 19 px y 400 aeros que ya han sido añadidos a tu perfil.
Fehu
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