Una criatura en apuros [Pasado] [Trabajo] [Zarina - Ircan]
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Una criatura en apuros [Pasado] [Trabajo] [Zarina - Ircan]
Aclaración off-rol: Este trabajo está en pasado, una aventura salida de mi estadía en Ulmer antes de la pandemia. Por esto mi equipo es una espada de calidad pobre y no la de calidad normal que llevo en este momento.
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"¡Trae algo de comida chico!" me llevé la mano a la cabeza recordando las exageradas instrucciones de Tom "¡O tendremos que comernos las chispas de mi trabajo con el metal para comer algo de caliente!" me rasqué la cabeza preocupado.
"¿¡De dónde demonios iba a sacar yo comida!?" apreté los labios y los ojos exasperado mientras caminaba sin un rumbo definido.
En mi locura, se me había ocurrido lo que se le hubiese ocurrido a cualquier licántropo; cazar en el bosque. Pero "A": Yo no era un licántropo normal, ¡ni siquiera sabía transformarme!. "B": No tenía ningún conocimiento sobre caza. Y "C": ¿¡Cómo demonios iba a cazar algo con una espada medio oxidada y roma!?
"¡Maldición! ¡Maldición! ¡Maldición!" pensé desquiciado mientras zarandeaba las manos de arriba a abajo con los puños cerrados. Algo que seguramente me convirtió en todo un espectáculo para todo aquel que me viera.
Resoplé dándome por vencido. Seguramente no conseguiría nada de comida y Tom volvería a castigarme a limpiar a fondo la fragua. ¿Por qué se me había ocurrido la estúpida idea de ir al bosque a cazar con una espada en un estado lamentable? En aquel momento no se me ocurrió pensar que el destino da giros inesperados.
Me senté a un lado del camino y me tumbé sobre la hierba totalmente presa del desanimo. Cerré los ojos y disfruté de la suave brisa primaveral y de los rayos del sol, que se colaban entre las espesas ramas de los arboles de la Arboleda Central. Pero de repente; noté como estos desaparecieron, eso no era algo usual. Abrí un poco los ojos y vi como una persona estaba parada frente a mi.
A toda prisa me reincorporé poniéndome, de una forma muy torpe, en posición de alerta, lo cual provocó que mi acompañante soltará una carcajada. Fijándome mejor no tardé en identificar aquellos cabellos rojizos acompañados de unos preciosos ojos verdes.
-¡Zarina!- exclamé con una sonrisa de oreja a oreja para luego frotarme los ojos algo incrédulo -¿Qué haces por aquí?
No había visto a aquella mujer, a la que consideraba mi amiga, desde hacía bastantes semanas, cuando nos separaron en los Bosques del Este, lugar donde nos conocimos y donde nació el inicio de aquella amistad. La verdad es que la había echado de menos. En aquel momento tenía pocas amistades, por no decir que me sobraban dedos de una mano para contarlas, y Zarina me había salvado prácticamente la vida desde el mismo momento en el que la conocí, lo que había hecho que le cogiera bastante cariño.
Con todo esto, asistí al saludo de aquella amable mujer, mientras le dedicaba una amable sonrisa. Pero aquel emotivo reencuentro no duró mucho.
-¡Espera!- le indiqué al tiempo que colocaba mi mano totalmente abierta a mediana altura -¿Escuchas eso?
Algo había sonado, era como una especie de rumor traído por el viento. Zarina se contagió de mi preocupación y también afinó el oído.
-¡Socorro!.... ¡Ayuda!.... -sonó una débil voz en la lejanía.
Miré a Zarina con una cara de complicidad. Pareció que nos entendimos al instante, pues ambos asentimos.
-¡Debemos darnos prisa! - la apresuré al mismo tiempo que salia corriendo hacia donde había sonado la voz.
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"¡Trae algo de comida chico!" me llevé la mano a la cabeza recordando las exageradas instrucciones de Tom "¡O tendremos que comernos las chispas de mi trabajo con el metal para comer algo de caliente!" me rasqué la cabeza preocupado.
"¿¡De dónde demonios iba a sacar yo comida!?" apreté los labios y los ojos exasperado mientras caminaba sin un rumbo definido.
En mi locura, se me había ocurrido lo que se le hubiese ocurrido a cualquier licántropo; cazar en el bosque. Pero "A": Yo no era un licántropo normal, ¡ni siquiera sabía transformarme!. "B": No tenía ningún conocimiento sobre caza. Y "C": ¿¡Cómo demonios iba a cazar algo con una espada medio oxidada y roma!?
"¡Maldición! ¡Maldición! ¡Maldición!" pensé desquiciado mientras zarandeaba las manos de arriba a abajo con los puños cerrados. Algo que seguramente me convirtió en todo un espectáculo para todo aquel que me viera.
Resoplé dándome por vencido. Seguramente no conseguiría nada de comida y Tom volvería a castigarme a limpiar a fondo la fragua. ¿Por qué se me había ocurrido la estúpida idea de ir al bosque a cazar con una espada en un estado lamentable? En aquel momento no se me ocurrió pensar que el destino da giros inesperados.
Me senté a un lado del camino y me tumbé sobre la hierba totalmente presa del desanimo. Cerré los ojos y disfruté de la suave brisa primaveral y de los rayos del sol, que se colaban entre las espesas ramas de los arboles de la Arboleda Central. Pero de repente; noté como estos desaparecieron, eso no era algo usual. Abrí un poco los ojos y vi como una persona estaba parada frente a mi.
A toda prisa me reincorporé poniéndome, de una forma muy torpe, en posición de alerta, lo cual provocó que mi acompañante soltará una carcajada. Fijándome mejor no tardé en identificar aquellos cabellos rojizos acompañados de unos preciosos ojos verdes.
-¡Zarina!- exclamé con una sonrisa de oreja a oreja para luego frotarme los ojos algo incrédulo -¿Qué haces por aquí?
No había visto a aquella mujer, a la que consideraba mi amiga, desde hacía bastantes semanas, cuando nos separaron en los Bosques del Este, lugar donde nos conocimos y donde nació el inicio de aquella amistad. La verdad es que la había echado de menos. En aquel momento tenía pocas amistades, por no decir que me sobraban dedos de una mano para contarlas, y Zarina me había salvado prácticamente la vida desde el mismo momento en el que la conocí, lo que había hecho que le cogiera bastante cariño.
Con todo esto, asistí al saludo de aquella amable mujer, mientras le dedicaba una amable sonrisa. Pero aquel emotivo reencuentro no duró mucho.
-¡Espera!- le indiqué al tiempo que colocaba mi mano totalmente abierta a mediana altura -¿Escuchas eso?
Algo había sonado, era como una especie de rumor traído por el viento. Zarina se contagió de mi preocupación y también afinó el oído.
-¡Socorro!.... ¡Ayuda!.... -sonó una débil voz en la lejanía.
Miré a Zarina con una cara de complicidad. Pareció que nos entendimos al instante, pues ambos asentimos.
-¡Debemos darnos prisa! - la apresuré al mismo tiempo que salia corriendo hacia donde había sonado la voz.
Ircan
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Re: Una criatura en apuros [Pasado] [Trabajo] [Zarina - Ircan]
Después de unas semanas bagando por el bosque y aprendiendo todo lo que pude acerca de las plantas de esa nueva tierra desconocida para mí, volvía a encontrarme con Ircan. El muchacho descuidado se encontraba tumbado en el suelo, en medio del césped de la Arboleda central. Estaba informada que allí podría encontrar plantas nunca vistas y puede que alguien me vendiese un libro o papel para poder seguir estudiando la naturaleza.
Cuando encontré al licántropo me dirigía hacia lo que un mercader me había informado que era la ciudad más cercana a apoderarme de papel y tinta para seguir con mis investigaciones. Pero al ver al lobito una sensación de soledad me invadió. Lo había echado de menos. Cuando me disponía a pedirle que me acompañara a la ciudad, oímos la voz de alguien pidiendo ayuda.
Era una voz débil pero no podíamos ignorar lo que oíamos. En nuestro último encuentro me había dado cuenta que mi sentido de la empatía era mucho más grande de lo que me pensaba. Así que cuando Ircan se puso a correr siguiendo la voz no dudé en seguirlo de cerca.
Él, al ser un licántropo tenía el oído más fino, por lo que no me cuestioné en ningún momento el hecho de que estuviéramos yendo en una dirección errónea. Pero de repente nos aturamos en seco. Por la cara que puso mi amigo supuse que había perdido el rastro de la voz que pedía ayuda.
- Ircan, ya no lo oigo. - Dije jadeando. - Por cierto... encantada de volver a verte. - Añadí. Me lamenté que nuestro momento del reencuentro se hubiera hecho tan corto. Hacía semanas que no sabía nada de él y eso me preocupaba. Era un buen muchacho pero no sabía como se las había apañado para sobrevivir. Pero allí estábamos, juntos otra vez, intentando ayudar a alguien que se encontraba en peligro.
-¡Que alguien me ayude por favor..! - Volvió a gritar la voz. La escuchamos clara pero aún lejana, por lo que nos pusimos otra vez a la carrera. Des del fondo de mi alma esperaba que lo que estuviera pasando no fuera grave.
Llegamos a un claro, dónde había una gran extensión de agua que se abría ante nosotros. Pude ver como el agua se extendía hasta el horizonte por lo que supuse que me encontraba delante del mar. En estas semanas pasadas había cruzado toda la arboleda central, des del Lago Heimdal hasta el mismo mar del Este.
Allí, en las orillas se encontraba un hombre que parecía malherido. Con Ircan nos acercamos a él, con cautela, intentando no asustar más al muchacho de lo que ya estaba. Era un hombre con el cabello castaño, medianamente largo. Estaba tumbado en el suelo con una mano apretada en la pantorrilla. La verdad, es que era realmente apuesto.
Aún estábamos los dos jadeando, pero dejé que Ircan preguntara qué era lo que ocurría. De repente me había puesto nerviosa, así que le di un codazo a mi compañero para que empezara la introducción.
Cuando encontré al licántropo me dirigía hacia lo que un mercader me había informado que era la ciudad más cercana a apoderarme de papel y tinta para seguir con mis investigaciones. Pero al ver al lobito una sensación de soledad me invadió. Lo había echado de menos. Cuando me disponía a pedirle que me acompañara a la ciudad, oímos la voz de alguien pidiendo ayuda.
Era una voz débil pero no podíamos ignorar lo que oíamos. En nuestro último encuentro me había dado cuenta que mi sentido de la empatía era mucho más grande de lo que me pensaba. Así que cuando Ircan se puso a correr siguiendo la voz no dudé en seguirlo de cerca.
Él, al ser un licántropo tenía el oído más fino, por lo que no me cuestioné en ningún momento el hecho de que estuviéramos yendo en una dirección errónea. Pero de repente nos aturamos en seco. Por la cara que puso mi amigo supuse que había perdido el rastro de la voz que pedía ayuda.
- Ircan, ya no lo oigo. - Dije jadeando. - Por cierto... encantada de volver a verte. - Añadí. Me lamenté que nuestro momento del reencuentro se hubiera hecho tan corto. Hacía semanas que no sabía nada de él y eso me preocupaba. Era un buen muchacho pero no sabía como se las había apañado para sobrevivir. Pero allí estábamos, juntos otra vez, intentando ayudar a alguien que se encontraba en peligro.
-¡Que alguien me ayude por favor..! - Volvió a gritar la voz. La escuchamos clara pero aún lejana, por lo que nos pusimos otra vez a la carrera. Des del fondo de mi alma esperaba que lo que estuviera pasando no fuera grave.
Llegamos a un claro, dónde había una gran extensión de agua que se abría ante nosotros. Pude ver como el agua se extendía hasta el horizonte por lo que supuse que me encontraba delante del mar. En estas semanas pasadas había cruzado toda la arboleda central, des del Lago Heimdal hasta el mismo mar del Este.
Allí, en las orillas se encontraba un hombre que parecía malherido. Con Ircan nos acercamos a él, con cautela, intentando no asustar más al muchacho de lo que ya estaba. Era un hombre con el cabello castaño, medianamente largo. Estaba tumbado en el suelo con una mano apretada en la pantorrilla. La verdad, es que era realmente apuesto.
Aún estábamos los dos jadeando, pero dejé que Ircan preguntara qué era lo que ocurría. De repente me había puesto nerviosa, así que le di un codazo a mi compañero para que empezara la introducción.
Zarina
Experto
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Re: Una criatura en apuros [Pasado] [Trabajo] [Zarina - Ircan]
-Yo también estoy encantado de verte amiga - me giré hacía ella para dedicarle una amplia y sincera sonrisa.
Eso le había dicho a mi amiga, antes de volver a escuchar la voz y reanudar la carrera en busca de aquella persona.
Cuando llegamos, pude comprender cuanto nos habíamos alejado del punto inicial. ¡Estábamos al lado del Mar! Escudriñé con la mirada aquel lugar, con la intención de buscar a la persona que gritaba. Vi que estábamos en un claro que acaba en una playa, donde las olas del Mar del Este rompían contra el continente. Dicho claro lo cruzaba un ancho camino; supuse que era el camino principal que unía a Dundarak, Ulmer y Lunargenta, el eje del comerció de las tres razas. Y allí, algo alejado del camino estando casi en la orilla, estaba nuestro objetivo. Así que, retomamos nuestra carrera para llegar, cuanto antes, a donde se encontraba.
Cuando nos acercamos un poco más, pude ver que el susodicho era un hombre moreno de estatura media, que se encontraba tumbado con una mano en la pantorrilla. Ambos, algo cansados y recuperando la respiración, nos quedamos mirándole, aunque Zarina lo hacía con unos ojos diferentes a los míos. De repente, noté un golpe en el costillar. Me giré algo confundido hacía Zarina, no sabía muy bien a qué había venido eso. Estaba a punto de replicar cuando caí en la cuenta.
-Ehhh... ¿Os encontráis bien? - pregunté mientras me acercaba al hombre para ver si estaba herido. Efectivamente, lo estaba. La mano que sujetaba su pantorrilla tenía el objetivo de parar una pequeña hemorragia. -Oh.... Dejarme que os ayude- rebusqué en mi zurrón y saque un pequeño trozo de tela. La coloqué sobre la herida.-Debes presionarla con fuerza. Así pronto pararás la hemorragia.
Obviamente, yo no tenía ningún tipo de conocimiento en medicina, pero eso era algo básico que me decía mi madre cada vez que me caía y me hacía una herida, algo que sucedía con bastante frecuencia. El hombre obedeció y me miró con gratitud.
-Gracias joven- dijo mientras mantenía apretado el pañuelo contra la herida con cara de dolor. -Ellos... Ellos.... Se la han llevado... -añadió, adelantándose a mi propia curiosidad.
-¿A quien se han llevado? ¿Que os ha ocurrido? ¿Quien ha sido? - avasallé a aquel hombre con toda una serie de preguntas impacientes, a las cuales el hombre me miró un poco incomodo. No sabía si era por el hecho del propio incidente, o por mi propia falta de tacto al dejarme llevar por mi curiosidad.
El hombre suspiró y se recostó sobre la pequeña carreta, situada a su espalda, antes de decidirse a hablar.
-No lo sé muy bien... Aún estoy algo confuso...- el hombre hablaba despacio, en casi un susurro, mientras se llevaba la mano a la cabeza intentando recordar. -Eran unos cinco... Estaban bastante bien equipados. Ni si quiera les supuse un problema.. Me apartaron de un empujón y se llevaron todas las cosas que llevaba en mi carreta, en especial a ella...- esto lo dijo con un cargado tono de dolor.
-¿Quien es ella?- pregunté algo impaciente mientras jugueteaba con mis propios dedos.
-Se llama...- hizó una pausa y cerró los ojos- Yuli... Se llama Yuli, es una [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]de mediana edad. Dijeron que sacarían mucho dinero por ella en el mercado negro. ¡Dios está en peligro! -el tono del hombre comenzó a elevarse. Cada vez estaba más alterado.
-¡Tranquilízate buen hombre! -interviné intentando tranquilizarle apuntándole con ambas palmas abiertas moviéndolas de adelante a atrás -Sólo cuéntanos que te ha pasado....
-Se que los componentes de una morski en el mercado negro se venden a buen precio. -me cortó el hombre que cada vez estaba más nervioso- ¡Debéis de ayudarme! -dejó de sujetarse el trapo y se abalanzo hacía a mi para cogerme por el cuello de mi ruinosa camisa. Aquel hombre estaba desesperado- ¡Ella es lo único que me queda! ¡El único recuerdo de mi hija! ¡Os pagaré con lo poco que me queda¡ Tengo algunas monedas aún guardadas que los salteadores no han podido encontrar. Pero por favor... ¡Tráemela con vida!
No se muy bien que estaría o en qué estaría pensando Zarina en aquellos momentos. Seguramente le resultaba algo divertida la escena al verme en esa situación o puede que estuviera más preocupada que yo por aquel hombre.
-¡Tranquilo! - lo cogí de los hombros y lo empujé hasta dejarlo bien sujeto contra la carreta. Me gustaba ayudar a la gente, pero también me gustaba mantener mi espacio personal, y aquel hombre lo había traspasado. Le miré fijamente a los ojos completamente serio. -Vamos a ayudarte, ¿de acuerdo? -le dije con un tono tranquilizador - Sólo dinos hacía donde se fueron los ladrones. Encontraremos a Yuli y te la traeremos de vuelta.
Parece que eso si que funcionó, pues el hombre comenzó a tranquilizarse.
-Vale... Si...- accedió el hombre asintiendo una y otra vez mientras recuperaba los nervios -Los ladrones se fueron por ahí. -dijo mientras señalaba un pequeño sendero que se internaba de nuevo en la Arboleda -Por favor, debéis daros prisa. Las morski mueren si están mucho tiempo sin meterse en agua salada.
-Tranquilo. ¡Seremos más rápidos que el viento! - exclamé poniendo demasiado optimismo a aquella situación. Pues aquel acto hizo dudar un poco al hombre. Ante eso noté como el rubor comenzaba a subirse a mis mejilla y baje mi cabeza avergonzado. -Entendido...
-Confió en vosotros. Se ve que sois buenas personas. - nos halagó el hombre, ignorando aquel pequeño momento vergonzoso intentando levantarnos el animo. -Esperaré vuestro pronto regreso y el de Yuli en la taberna, que hay en una aldea a unos pocos kilómetros al sur. -dijo señalando el camino hacía la izquierda - Cuando lleguéis a la aldea, preguntar por Atos. Buena suerte y que los dioses se apiaden de nosotros.
Sonreí al hombre y nos despedimos con un apretón de manos.
Sin más preámbulos, Zarina y yo comenzamos a seguir el sendero. Gracias al tiempo que había pasado con Julieta, en los bosques cercanos a Ulmer, había aprendido a seguir el rastro de algunos animales. No es algo que aún dominará, pero por suerte para mi, seguir el rastro de una panda de ladrones era mucho más fácil que el de un conejo.
-Espero que no te enfades conmigo por arrastrarte a esta situación Zarina. - me disculpé con mi amiga desviando la mirada al suelo totalmente arrepentido - Creo que me he dejado llevar demasiado por mi entusiasmo de ayudar a alguien. Debería haber pedido tu opinión.
Mientras tanto, prestaba atención a las pequeñas pistas involuntarias que habían dejado los ladrones. Por una vez quería dar la impresión de que podía hacer algo bien.
Eso le había dicho a mi amiga, antes de volver a escuchar la voz y reanudar la carrera en busca de aquella persona.
Cuando llegamos, pude comprender cuanto nos habíamos alejado del punto inicial. ¡Estábamos al lado del Mar! Escudriñé con la mirada aquel lugar, con la intención de buscar a la persona que gritaba. Vi que estábamos en un claro que acaba en una playa, donde las olas del Mar del Este rompían contra el continente. Dicho claro lo cruzaba un ancho camino; supuse que era el camino principal que unía a Dundarak, Ulmer y Lunargenta, el eje del comerció de las tres razas. Y allí, algo alejado del camino estando casi en la orilla, estaba nuestro objetivo. Así que, retomamos nuestra carrera para llegar, cuanto antes, a donde se encontraba.
Cuando nos acercamos un poco más, pude ver que el susodicho era un hombre moreno de estatura media, que se encontraba tumbado con una mano en la pantorrilla. Ambos, algo cansados y recuperando la respiración, nos quedamos mirándole, aunque Zarina lo hacía con unos ojos diferentes a los míos. De repente, noté un golpe en el costillar. Me giré algo confundido hacía Zarina, no sabía muy bien a qué había venido eso. Estaba a punto de replicar cuando caí en la cuenta.
-Ehhh... ¿Os encontráis bien? - pregunté mientras me acercaba al hombre para ver si estaba herido. Efectivamente, lo estaba. La mano que sujetaba su pantorrilla tenía el objetivo de parar una pequeña hemorragia. -Oh.... Dejarme que os ayude- rebusqué en mi zurrón y saque un pequeño trozo de tela. La coloqué sobre la herida.-Debes presionarla con fuerza. Así pronto pararás la hemorragia.
Obviamente, yo no tenía ningún tipo de conocimiento en medicina, pero eso era algo básico que me decía mi madre cada vez que me caía y me hacía una herida, algo que sucedía con bastante frecuencia. El hombre obedeció y me miró con gratitud.
-Gracias joven- dijo mientras mantenía apretado el pañuelo contra la herida con cara de dolor. -Ellos... Ellos.... Se la han llevado... -añadió, adelantándose a mi propia curiosidad.
-¿A quien se han llevado? ¿Que os ha ocurrido? ¿Quien ha sido? - avasallé a aquel hombre con toda una serie de preguntas impacientes, a las cuales el hombre me miró un poco incomodo. No sabía si era por el hecho del propio incidente, o por mi propia falta de tacto al dejarme llevar por mi curiosidad.
El hombre suspiró y se recostó sobre la pequeña carreta, situada a su espalda, antes de decidirse a hablar.
-No lo sé muy bien... Aún estoy algo confuso...- el hombre hablaba despacio, en casi un susurro, mientras se llevaba la mano a la cabeza intentando recordar. -Eran unos cinco... Estaban bastante bien equipados. Ni si quiera les supuse un problema.. Me apartaron de un empujón y se llevaron todas las cosas que llevaba en mi carreta, en especial a ella...- esto lo dijo con un cargado tono de dolor.
-¿Quien es ella?- pregunté algo impaciente mientras jugueteaba con mis propios dedos.
-Se llama...- hizó una pausa y cerró los ojos- Yuli... Se llama Yuli, es una [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]de mediana edad. Dijeron que sacarían mucho dinero por ella en el mercado negro. ¡Dios está en peligro! -el tono del hombre comenzó a elevarse. Cada vez estaba más alterado.
-¡Tranquilízate buen hombre! -interviné intentando tranquilizarle apuntándole con ambas palmas abiertas moviéndolas de adelante a atrás -Sólo cuéntanos que te ha pasado....
-Se que los componentes de una morski en el mercado negro se venden a buen precio. -me cortó el hombre que cada vez estaba más nervioso- ¡Debéis de ayudarme! -dejó de sujetarse el trapo y se abalanzo hacía a mi para cogerme por el cuello de mi ruinosa camisa. Aquel hombre estaba desesperado- ¡Ella es lo único que me queda! ¡El único recuerdo de mi hija! ¡Os pagaré con lo poco que me queda¡ Tengo algunas monedas aún guardadas que los salteadores no han podido encontrar. Pero por favor... ¡Tráemela con vida!
No se muy bien que estaría o en qué estaría pensando Zarina en aquellos momentos. Seguramente le resultaba algo divertida la escena al verme en esa situación o puede que estuviera más preocupada que yo por aquel hombre.
-¡Tranquilo! - lo cogí de los hombros y lo empujé hasta dejarlo bien sujeto contra la carreta. Me gustaba ayudar a la gente, pero también me gustaba mantener mi espacio personal, y aquel hombre lo había traspasado. Le miré fijamente a los ojos completamente serio. -Vamos a ayudarte, ¿de acuerdo? -le dije con un tono tranquilizador - Sólo dinos hacía donde se fueron los ladrones. Encontraremos a Yuli y te la traeremos de vuelta.
Parece que eso si que funcionó, pues el hombre comenzó a tranquilizarse.
-Vale... Si...- accedió el hombre asintiendo una y otra vez mientras recuperaba los nervios -Los ladrones se fueron por ahí. -dijo mientras señalaba un pequeño sendero que se internaba de nuevo en la Arboleda -Por favor, debéis daros prisa. Las morski mueren si están mucho tiempo sin meterse en agua salada.
-Tranquilo. ¡Seremos más rápidos que el viento! - exclamé poniendo demasiado optimismo a aquella situación. Pues aquel acto hizo dudar un poco al hombre. Ante eso noté como el rubor comenzaba a subirse a mis mejilla y baje mi cabeza avergonzado. -Entendido...
-Confió en vosotros. Se ve que sois buenas personas. - nos halagó el hombre, ignorando aquel pequeño momento vergonzoso intentando levantarnos el animo. -Esperaré vuestro pronto regreso y el de Yuli en la taberna, que hay en una aldea a unos pocos kilómetros al sur. -dijo señalando el camino hacía la izquierda - Cuando lleguéis a la aldea, preguntar por Atos. Buena suerte y que los dioses se apiaden de nosotros.
Sonreí al hombre y nos despedimos con un apretón de manos.
Sin más preámbulos, Zarina y yo comenzamos a seguir el sendero. Gracias al tiempo que había pasado con Julieta, en los bosques cercanos a Ulmer, había aprendido a seguir el rastro de algunos animales. No es algo que aún dominará, pero por suerte para mi, seguir el rastro de una panda de ladrones era mucho más fácil que el de un conejo.
-Espero que no te enfades conmigo por arrastrarte a esta situación Zarina. - me disculpé con mi amiga desviando la mirada al suelo totalmente arrepentido - Creo que me he dejado llevar demasiado por mi entusiasmo de ayudar a alguien. Debería haber pedido tu opinión.
Mientras tanto, prestaba atención a las pequeñas pistas involuntarias que habían dejado los ladrones. Por una vez quería dar la impresión de que podía hacer algo bien.
Ircan
Honorable
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Re: Una criatura en apuros [Pasado] [Trabajo] [Zarina - Ircan]
Después de despedirnos del hombre no sabía hasta qué punto fiarme de él. Todo había ido muy rápido. Pero ¿qué podía hacer al respeto? Nada, solo esperar que el instinto de Ircan no nos metiese más en problemas.
Repasé mentalmente la información que el hombre herido nos había dado. Su morski había sido secuestrado por cinco o seis hombres. No sabíamos nada del tamaño de la criatura, pero aún así, eran criaturas especiales. Para empezar eran raras de encontrar y poseían características que hacían que su venta fuera cara. Tienen unos colmillos de marfil que se venden a buen precio y su baba puede llegar a ser muy corrosiva. Puede que los secuestradores no solo la quisieran para fines económicos sino para fines más rebuscados y peligrosos.
Al final, antes de responder a Ircan, decidí que esa aventura podía aportarme alguna cosa interesante.
- No sufras Ircan, estoy encantada de volver a estar de aventuras contigo. - Y después de pensarlo un poco añadí: - Siempre me ha gustado tu entusiasmo lobito.
Eso último se lo dije mientras acariciaba el pelo del licántropo con la finalidad de hacerle rabiar un poco. Era un buen chico, demasiado impulsivo por mi gusto, pero era bueno. Y es cierto, el afán por ayudar a las personas le hacía mover el mundo, ¿pero a quien no? No me imaginaba nunca ayudando a alguien que necesitara mi ayuda a cambio de una recompensa. Estaba claro que ayudar no era lo mismo que contratar, pero aunque lo hagas totalmente desinteresadamente siempre va a haber la esperanza que se te dé un pequeño agradecimiento.
Nos encontrábamos siguiendo un camino que hasta el momento estaba llena de huellas. Podía distinguir unos 13 o 14 pares distintos de huellas, pero los secuestradores eran solo 5. Así que había huellas de más. Pero era algo normal, estábamos en un camino frecuentado por comerciantes que seguían la costa para ir de un lado a otro a vender sus mercaderías.
Di un codazo a Ircan al ver que un grupo de huellas se desviaba hacia fuera del camino, y se perdían entre la maleza del bosque. Eso era raro.
- Creo que estas son las huellas de los secuestradores. ¿Qué te parece si bus...?
Y entonces aparté un matojo con mi mano. Detrás había huellas que habían deformado la hierva que crecía. No eran huellas humanas, eran de una carreta. Eso me hizo suponer que los hombres se habían subido a ella, y fue lo que le comenté al chico.
- Ircan, creo que los secuestradores se han subido a una carreta y han huido bosque a través. Entonces no solo eran 5, sino que alguien se quedó esperándolos para marcharse rápidamente. Creo que todo estaba organizado. - Le dije a mi amigo.
Mi teoría tenía lógica. Señalé las huellas de la carreta y me doblé sobre mi misma para examinarlas más de cerca. Esperé a que Ircan hiciera lo mismo y reflexionara sobre lo que teníamos que hacer después.
Repasé mentalmente la información que el hombre herido nos había dado. Su morski había sido secuestrado por cinco o seis hombres. No sabíamos nada del tamaño de la criatura, pero aún así, eran criaturas especiales. Para empezar eran raras de encontrar y poseían características que hacían que su venta fuera cara. Tienen unos colmillos de marfil que se venden a buen precio y su baba puede llegar a ser muy corrosiva. Puede que los secuestradores no solo la quisieran para fines económicos sino para fines más rebuscados y peligrosos.
Al final, antes de responder a Ircan, decidí que esa aventura podía aportarme alguna cosa interesante.
- No sufras Ircan, estoy encantada de volver a estar de aventuras contigo. - Y después de pensarlo un poco añadí: - Siempre me ha gustado tu entusiasmo lobito.
Eso último se lo dije mientras acariciaba el pelo del licántropo con la finalidad de hacerle rabiar un poco. Era un buen chico, demasiado impulsivo por mi gusto, pero era bueno. Y es cierto, el afán por ayudar a las personas le hacía mover el mundo, ¿pero a quien no? No me imaginaba nunca ayudando a alguien que necesitara mi ayuda a cambio de una recompensa. Estaba claro que ayudar no era lo mismo que contratar, pero aunque lo hagas totalmente desinteresadamente siempre va a haber la esperanza que se te dé un pequeño agradecimiento.
Nos encontrábamos siguiendo un camino que hasta el momento estaba llena de huellas. Podía distinguir unos 13 o 14 pares distintos de huellas, pero los secuestradores eran solo 5. Así que había huellas de más. Pero era algo normal, estábamos en un camino frecuentado por comerciantes que seguían la costa para ir de un lado a otro a vender sus mercaderías.
Di un codazo a Ircan al ver que un grupo de huellas se desviaba hacia fuera del camino, y se perdían entre la maleza del bosque. Eso era raro.
- Creo que estas son las huellas de los secuestradores. ¿Qué te parece si bus...?
Y entonces aparté un matojo con mi mano. Detrás había huellas que habían deformado la hierva que crecía. No eran huellas humanas, eran de una carreta. Eso me hizo suponer que los hombres se habían subido a ella, y fue lo que le comenté al chico.
- Ircan, creo que los secuestradores se han subido a una carreta y han huido bosque a través. Entonces no solo eran 5, sino que alguien se quedó esperándolos para marcharse rápidamente. Creo que todo estaba organizado. - Le dije a mi amigo.
Mi teoría tenía lógica. Señalé las huellas de la carreta y me doblé sobre mi misma para examinarlas más de cerca. Esperé a que Ircan hiciera lo mismo y reflexionara sobre lo que teníamos que hacer después.
Zarina
Experto
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Re: Una criatura en apuros [Pasado] [Trabajo] [Zarina - Ircan]
La joven bruja tenía razón, había más hombres de los que pensábamos.
-Parece - me agaché para mirar las marcas que había dejado el carro para valorar su profundidad, metiendo un dedo en el surco dejado por la rueda. - que no era un simple asalto al azar. - coincidí con mi compañera mientras cogía un puñado de tierra del surco, la estruje entre los dedos determinando su humedad y su frió, y miraba el improvisado sendero que había dejado el carro - Todo esto ha sido bien planeado y preparado. No ha pasado mucho tiempo desde que pasaron por aquí, la tierra sigue algo húmeda. - me limpie la mano en el pantalón y volví a erguirme. -Puede que unas horas.
Achiné los ojos, aún mirando a las marcas que se introducían en el bosque, sopesando nuestras opciones, que habían sido modificadas ante los nuevos datos obtenidos.
"Seis hombres..." me llevé la mano a la barbilla y apoyé mi cabeza mientras me acariciaba el mentón "No parece que sean aficionados. Sin duda llevan haciendo esto bastante tiempo." miré de nuevo las huellas del carro, que denotaban que había cierta profesionalidad. "¿Cuantas personas habrán sido victimas de estos demonios?"
-Debemos continuar. Hemos dado nuestra palabra a ese pobre hombre. - le dije a mi compañera, a lo que esta asintio. Yo le sonreí, recordando como me había acariciado mi cabello apenas unos minutos antes. "Demostraré que aún quedan heroes." - pensé dejándome llevar por mi sueño infantil. Un sueño que siempre me metía en una gran cantidad de problemas.
Tras aquel momento, de breve vacilación y de intenso análisis, retomamos la marcha. Seguir el rastro de aquel carro se complicó un poco, pues aunque ya no había otras marcas que nos confundiera, las piedras del bosque hacían que de vez en cuando el rastro desapareciera. Tampoco ayudaba el hecho de que las huellas no fueran en linea recta, sino que iban serpenteando el bosque.
- Menos mal que me he encontrado contigo. - le dije a mi compañera para romper el incomodo momento de tensión y silencio que había provocado aquella búsqueda. - No creo que nadie me tema a mi. - señalé mi escuálido cuerpo. -Pero seguro que cuando te vean hacer magia salen corriendo despavoridos. Puede que piensen que es una especie de castigo divino. Seguro que no saben nada de la magia y esos les asustará. -me giré un momento para sonreirle, apartando la vista de las pistas que nos daba la tierra.
Sólo basto un brevemomento para escuchar un "click" y el leve rozar de una cuerda contra la madera de un árbol. Miré al suelo y vi como unas cuerdas, como si fueran una red de telaraña, comenzaba a elevarse para atrapar el cuerpo de Zarina. Me lancé contra mi compañera y la empujé hacía unos matorrales cercanos, quedando yo en su lugar. Noté un golpe súbito hacía arriba mientras mi cuerpo era atrapado en una maraña de cuerdas. Noté en mi estomago como caía y como quedaba luego suspendido a unos metros del suelo totalmente atrapado.
Tardé unos segundos en procesar todo lo que había ocurrido, pues mi cuerpo se había movido por pleno instinto, sin pensar. Vi como Zarina primero me descargaba una mirada de furia, que rápidamente fue sustituida por una de sorpresa para terminar siendo una de terror.
Para complicar aún más la situación, de repente comenzó a sonar una campana con la fuerza suficiente como para alertar a todo el bosque, comprendí de inmediato que había ocurrido. Habían caído en una trampa colocada por los bandidos, y estos se habían permitido el lujo de dejar una campana que les advirtiese cuando una presa desprevenida cayera en su engaño.
Mi amiga se levantó y comenzó a estirar de forma histérica de las cuerdas, pero eso no iba a servir de nada, ella lo sabía pero no podía hacer otra cosa.
-¡Zarina! - exclamé llamándola para sacarla de su estado de pánico. -¡Tranquilizate! ¡Escuchame! - la chica me miró estupefacta - Debes huir y esconderte. Debes de dejarme aquí. Si te pillan a ti también estaremos perdidos. - escuché las voces de alguien que se acercaba - Siento mucho haberte complicado las cosas. Ahora también tendrás que salvarme a mi. Como siempre. - le dedique una amplia y despreocupada sonrisa para que la chica se tranquilizase y reaccionase - Ya llegan ¡debes irte! - la apremié algo preocupado al escuchar cada vez las voces más cercanas. La chica comenzó a huir para esconderse en el bosque - Te esperare... - susurré para mi mismo, aunque en verdad tenía la esperanza de que Zarina se fuera y se salvará.
No podía obligarla a aquel peligro. Yo la había metido en todo aquello. Y yo era quien había dejado que aquella estúpida trampa saltara. Ahora me tocaba pagar el precio de todos mis actos.
-Espero que sea un jabalí muy gordo- sonó una voz detrás de unos arbustos. -La comida del ultimo mercader era un verdadero asco.
_______________________________________________________________________________________________________
Complicación: Eres capturado por los rufianes, debiendo no sólo rescatar a la criatura, sino también salvarte a ti mismo..
-Parece - me agaché para mirar las marcas que había dejado el carro para valorar su profundidad, metiendo un dedo en el surco dejado por la rueda. - que no era un simple asalto al azar. - coincidí con mi compañera mientras cogía un puñado de tierra del surco, la estruje entre los dedos determinando su humedad y su frió, y miraba el improvisado sendero que había dejado el carro - Todo esto ha sido bien planeado y preparado. No ha pasado mucho tiempo desde que pasaron por aquí, la tierra sigue algo húmeda. - me limpie la mano en el pantalón y volví a erguirme. -Puede que unas horas.
Achiné los ojos, aún mirando a las marcas que se introducían en el bosque, sopesando nuestras opciones, que habían sido modificadas ante los nuevos datos obtenidos.
"Seis hombres..." me llevé la mano a la barbilla y apoyé mi cabeza mientras me acariciaba el mentón "No parece que sean aficionados. Sin duda llevan haciendo esto bastante tiempo." miré de nuevo las huellas del carro, que denotaban que había cierta profesionalidad. "¿Cuantas personas habrán sido victimas de estos demonios?"
-Debemos continuar. Hemos dado nuestra palabra a ese pobre hombre. - le dije a mi compañera, a lo que esta asintio. Yo le sonreí, recordando como me había acariciado mi cabello apenas unos minutos antes. "Demostraré que aún quedan heroes." - pensé dejándome llevar por mi sueño infantil. Un sueño que siempre me metía en una gran cantidad de problemas.
Tras aquel momento, de breve vacilación y de intenso análisis, retomamos la marcha. Seguir el rastro de aquel carro se complicó un poco, pues aunque ya no había otras marcas que nos confundiera, las piedras del bosque hacían que de vez en cuando el rastro desapareciera. Tampoco ayudaba el hecho de que las huellas no fueran en linea recta, sino que iban serpenteando el bosque.
- Menos mal que me he encontrado contigo. - le dije a mi compañera para romper el incomodo momento de tensión y silencio que había provocado aquella búsqueda. - No creo que nadie me tema a mi. - señalé mi escuálido cuerpo. -Pero seguro que cuando te vean hacer magia salen corriendo despavoridos. Puede que piensen que es una especie de castigo divino. Seguro que no saben nada de la magia y esos les asustará. -me giré un momento para sonreirle, apartando la vista de las pistas que nos daba la tierra.
Sólo basto un brevemomento para escuchar un "click" y el leve rozar de una cuerda contra la madera de un árbol. Miré al suelo y vi como unas cuerdas, como si fueran una red de telaraña, comenzaba a elevarse para atrapar el cuerpo de Zarina. Me lancé contra mi compañera y la empujé hacía unos matorrales cercanos, quedando yo en su lugar. Noté un golpe súbito hacía arriba mientras mi cuerpo era atrapado en una maraña de cuerdas. Noté en mi estomago como caía y como quedaba luego suspendido a unos metros del suelo totalmente atrapado.
Tardé unos segundos en procesar todo lo que había ocurrido, pues mi cuerpo se había movido por pleno instinto, sin pensar. Vi como Zarina primero me descargaba una mirada de furia, que rápidamente fue sustituida por una de sorpresa para terminar siendo una de terror.
Para complicar aún más la situación, de repente comenzó a sonar una campana con la fuerza suficiente como para alertar a todo el bosque, comprendí de inmediato que había ocurrido. Habían caído en una trampa colocada por los bandidos, y estos se habían permitido el lujo de dejar una campana que les advirtiese cuando una presa desprevenida cayera en su engaño.
Mi amiga se levantó y comenzó a estirar de forma histérica de las cuerdas, pero eso no iba a servir de nada, ella lo sabía pero no podía hacer otra cosa.
-¡Zarina! - exclamé llamándola para sacarla de su estado de pánico. -¡Tranquilizate! ¡Escuchame! - la chica me miró estupefacta - Debes huir y esconderte. Debes de dejarme aquí. Si te pillan a ti también estaremos perdidos. - escuché las voces de alguien que se acercaba - Siento mucho haberte complicado las cosas. Ahora también tendrás que salvarme a mi. Como siempre. - le dedique una amplia y despreocupada sonrisa para que la chica se tranquilizase y reaccionase - Ya llegan ¡debes irte! - la apremié algo preocupado al escuchar cada vez las voces más cercanas. La chica comenzó a huir para esconderse en el bosque - Te esperare... - susurré para mi mismo, aunque en verdad tenía la esperanza de que Zarina se fuera y se salvará.
No podía obligarla a aquel peligro. Yo la había metido en todo aquello. Y yo era quien había dejado que aquella estúpida trampa saltara. Ahora me tocaba pagar el precio de todos mis actos.
-Espero que sea un jabalí muy gordo- sonó una voz detrás de unos arbustos. -La comida del ultimo mercader era un verdadero asco.
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Complicación: Eres capturado por los rufianes, debiendo no sólo rescatar a la criatura, sino también salvarte a ti mismo..
Última edición por Ircan el Vie 22 Sep - 16:41, editado 1 vez
Ircan
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Re: Una criatura en apuros [Pasado] [Trabajo] [Zarina - Ircan]
Menudo estúpido estaba hecho. Ircan se encontraba ahora en medio de una trampa puesta por los bandidos y yo estba hecha un manojo de nervios. No sabía como podía afrontar esa situación. Así que entré en mi.
En mi interior me tranquilicé, respiré hondo y pensé, todo eso en milésimas de segundo. Pude ver las distintas opciones que tenía para ayudar a mi amigo y las ordené en guiones:
Podía quedarme con él, decir que mi pobre hermano se había quedado atrapado en la trampa y que por favor que lo liberasen. Pero si eran los bandidos que habían secuestrado a la criatura, no sería fácil detenerlos de que mataran a Ircan, o que se lo llebasen igualmente.
La segunda opción era que me escondiese y siguiese a los secuestradores hasta su guarida para salvar a Ircan y a la criatura. Obviamente este plan tenía sus puntos débiles, pero era el más seguro de todos.
La tercera opción me decía de quedarme allí y enfrentarme a ellos, usar mi magia para atacarlos, pero era débil. Como fueran más de dos los secuestradores estaba perdida. Y conseguiría que nos mataran a los dos. Aún así, la idea pasó por mi cabeza. ¿Valía la pena intentarlo?
Al final, me decidí por la segunda opción, y mentalmente tracé mi plan. Me escondería detrás de un árbol, esperaría a que los secuestradores fueran a por Ircan, y luego los seguiría a su guarida.
No se oían ruidos de carros ni carretas circulando por el bosque, pero si de personas acercándose. Eso me alertó. Abrí los ojos y vi como Ircan me obligaba a marcharme, me pedía que me fuera. Lo miré una última vez con una especie de tristeza mezclada con preocupación y gratitud. -Volveré a por ti. Aunque no me veas, estaré cerca. - le dije con un hilo de voz. Y me escondí detrás del primer árbol que creí que podía ocultarme. Más tarde vi que no estaba lo suficientemente cerca de Ircan para poder ayudar.
Esperé pacientemente a que las voces se hiciesen más claras y de detrás de un arbusto aparecieron tres hombres. Como bien había supuesto, no valía la pena haber intentado luchar contra ellos. Se les veía atléticos, entrenados para matar, secuestrar y hacer todo tipo de barbaries contra la gente humilde de esos lares. Sabía que eran los secuestradores por el hecho que iban con la cara cubierta con una capucha negra, seguida de una capa larga hasta los pies. No tenían pinta ni de cazadores ni de campesinos, sino un aspecto más profesional, puede que incluso demasiado para un lobo y una maga como nosotros.
En ese momento me invadió el miedo, se estaban acercando demasiado a Ircan, y eso no era bueno, pero lo único que podía hacer era aguantar la respiración y esperar que fueran buenos con mi amigo.
No podía oír lo que decían, me había puesto a una distancia demasiado prudencial para poder escuchar la conversación. Eso era un mal punto para mí, porque no podía enterarme de lo que le estaban diciendo a Ircan, pero estaba segura que si intentaba acercarme más al lugar donde él se encontraba, mis propias pisadas por el bosque me delatarían. Así que me quedé quieta, sin apenas respirar y con el corazón en el puño.
Vi como poco a poco, la trampa en la que Ircan estaba atrapado descendía suavemente, pero sin dejar salir de la red a mi lobuno amigo. Como aún era un muchacho joven y delgado, no tuvieron ningún problema en cargarse al chico en los hombros entre dos de ellos mientras un tercero, que parecía el jefe, encabezaba la marcha por en medio del bosque.
Al verlos partir me di cuenta que seguía sin respirar, y cuando ya se habían adentrado lo suficiente en el bosque me dispuse a seguirlos, con el mayor sigilo posible. Tenía miedo, pero tenía que salvar a Ircan, era mi amigo, y nadie hace daño a mis amigos.
En mi interior me tranquilicé, respiré hondo y pensé, todo eso en milésimas de segundo. Pude ver las distintas opciones que tenía para ayudar a mi amigo y las ordené en guiones:
Podía quedarme con él, decir que mi pobre hermano se había quedado atrapado en la trampa y que por favor que lo liberasen. Pero si eran los bandidos que habían secuestrado a la criatura, no sería fácil detenerlos de que mataran a Ircan, o que se lo llebasen igualmente.
La segunda opción era que me escondiese y siguiese a los secuestradores hasta su guarida para salvar a Ircan y a la criatura. Obviamente este plan tenía sus puntos débiles, pero era el más seguro de todos.
La tercera opción me decía de quedarme allí y enfrentarme a ellos, usar mi magia para atacarlos, pero era débil. Como fueran más de dos los secuestradores estaba perdida. Y conseguiría que nos mataran a los dos. Aún así, la idea pasó por mi cabeza. ¿Valía la pena intentarlo?
Al final, me decidí por la segunda opción, y mentalmente tracé mi plan. Me escondería detrás de un árbol, esperaría a que los secuestradores fueran a por Ircan, y luego los seguiría a su guarida.
No se oían ruidos de carros ni carretas circulando por el bosque, pero si de personas acercándose. Eso me alertó. Abrí los ojos y vi como Ircan me obligaba a marcharme, me pedía que me fuera. Lo miré una última vez con una especie de tristeza mezclada con preocupación y gratitud. -Volveré a por ti. Aunque no me veas, estaré cerca. - le dije con un hilo de voz. Y me escondí detrás del primer árbol que creí que podía ocultarme. Más tarde vi que no estaba lo suficientemente cerca de Ircan para poder ayudar.
Esperé pacientemente a que las voces se hiciesen más claras y de detrás de un arbusto aparecieron tres hombres. Como bien había supuesto, no valía la pena haber intentado luchar contra ellos. Se les veía atléticos, entrenados para matar, secuestrar y hacer todo tipo de barbaries contra la gente humilde de esos lares. Sabía que eran los secuestradores por el hecho que iban con la cara cubierta con una capucha negra, seguida de una capa larga hasta los pies. No tenían pinta ni de cazadores ni de campesinos, sino un aspecto más profesional, puede que incluso demasiado para un lobo y una maga como nosotros.
En ese momento me invadió el miedo, se estaban acercando demasiado a Ircan, y eso no era bueno, pero lo único que podía hacer era aguantar la respiración y esperar que fueran buenos con mi amigo.
No podía oír lo que decían, me había puesto a una distancia demasiado prudencial para poder escuchar la conversación. Eso era un mal punto para mí, porque no podía enterarme de lo que le estaban diciendo a Ircan, pero estaba segura que si intentaba acercarme más al lugar donde él se encontraba, mis propias pisadas por el bosque me delatarían. Así que me quedé quieta, sin apenas respirar y con el corazón en el puño.
Vi como poco a poco, la trampa en la que Ircan estaba atrapado descendía suavemente, pero sin dejar salir de la red a mi lobuno amigo. Como aún era un muchacho joven y delgado, no tuvieron ningún problema en cargarse al chico en los hombros entre dos de ellos mientras un tercero, que parecía el jefe, encabezaba la marcha por en medio del bosque.
Al verlos partir me di cuenta que seguía sin respirar, y cuando ya se habían adentrado lo suficiente en el bosque me dispuse a seguirlos, con el mayor sigilo posible. Tenía miedo, pero tenía que salvar a Ircan, era mi amigo, y nadie hace daño a mis amigos.
Zarina
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Re: Una criatura en apuros [Pasado] [Trabajo] [Zarina - Ircan]
Sonreí al ver como Zarina se iba para esconderse de los bandidos, aquel simple acto hacia que nuestras posibilidades de supervivencia pasaran del uno por ciento al cinco. Me revolví en la red con furia, haciendo todo lo posible para llamar toda la atención de mis captores y que no buscaran en los alrededores.
-¡Sacarme de aquí! ¡Eh! - grité a los asaltantes que salían de entre los arbustos intentando meter mi mano entre los agujeros de la trampa, con la intención de fingir pura inocencia y desconocer que ellos eran los culpables de aquello. -¡Por favor ayudadme! -supliqué intentando ser convincente.
-¡Oh! ¡Vamos enseguida! - respondió el más gordo del grupo de forma un tanto burlesca. -A ver como podemos sacarte de aquí... - estudió la trampa mientras se rascaba el mentón. -¿Tal vez así? - y me propinó un puñetazo en el estomago, a lo que acompañaron profundas carcajadas.
-¡Aghh...! ¡Desgraciado! - exclamé mirándole furioso, quería que pensaran sólo en mi, aunque era consciente de que me estaba jugando la vida.
-¿¡Qué!?- replicó furioso propinándome más golpes. -¡Maldita sabandija! ¿¡Cómo te atreves!?- exclamó rojo de ira llevando la mano a la maza que le colgaba del cinturón.
-¡Crabbe!- le llamó el más alto con un gesto adusto y serio. Parecía ser el que mandaba, pues el tal Crabbe se quedó petrifico con su arma cargada. -Sólo es un maldito crió. No parece mucho, pero puede tener cierto valor en el mercado. ¿Cuando hemos dicho que no a ganancias extras?- se acercó a mi y me cogió del pelo tirando de mi. -Parece estar sano, tiene buenos dientes. Acojamos este improvisado regalo.
Entonces Crabbe y el otro me bajaron del árbol y me cargaron entre los dos para seguir a su líder. Miré hacía atrás y vi como Zarina se asomaba tímidamente desde detrás de un árbol.
"Por los todos los dioses, no vengas." recé a toda divinidad que quisiera escucharme. El hecho de que aquellos tipos fueran, por lo que pude deducir, mercaderes de esclavos lo empeoraba todo. "Que no venga. No podría perdonarme que por mi culpa la conviertan en esclava."
Era un joven inocente y algo inexperto en el conocimiento del mundo. Pero era de conocimiento común que la vida de un esclavo era la peor de todas, sobretodo para las mujeres.
-Bueno Crabbe, ¡no ha sido un mal día! - comenzó a hablar el otro bandido. - Primero capturamos a ese pedazo de toro que valdrá un dineral, luego a esa criatura por la que también vamos a sacar un buen pellizco y ahora este saco de huesos que seguro que nos da para pagarnos unas rondas y algunas muchachas. ¡Ja ja ja!- le dio una palmada en la espalda a su compañero, mientras soltaba una extravagante carcajada. -Así que alegra esa cara.
-Hubiese preferido aplastarlo como a un insecto con mi maza.- respondió Crabbe malhumorado resoplando como si fuera un buey.
-Piensa en las muchachas Crabbe, en las muchachas...
"Definitivamente me dan asco" pensé mirándoles con repugnancia. "¿¡Y para que demonios han capturado a un toro!?" me pregunté sin poder acallar mi malsana curiosidad, que me asaltaba pese a estar en una situación desesperada.
Los arboles y los arbustos seguían sucediéndose uno tras otro en nuestro avance, hasta que el paisaje se abrió para mostrarnos la gran cavidad de una cueva que se internaba en la montaña. En la entraba había otro de los bandidos haciendo guardia sentado en una piedra, con su lanza apoyada en su hombro y bebiendo algo de una bota (de las de beber) que tenia en su mano.
-¿Así vigilas la guarida Stif? - preguntó el líder frunciendo el ceño visiblemente molesto.
-¡Jefe! *hip* ¡Esto *hip* es un aburrimiento! ¡Por aquí no pasa ni *hip*dios! - respondió totalmente embriagado antes de pegar un trago de la bota. -¡Anda! *hip* ¡Traéis a otro! *hip*
-Ya hablaremos. - finalizó la conversación con una muestra de gran enfado ignorada por el borracho.
"¿Otro? ¿Hay alguien más?" pensé antes de que me introdujeran en aquella cueva.
-¡Sacarme de aquí! ¡Eh! - grité a los asaltantes que salían de entre los arbustos intentando meter mi mano entre los agujeros de la trampa, con la intención de fingir pura inocencia y desconocer que ellos eran los culpables de aquello. -¡Por favor ayudadme! -supliqué intentando ser convincente.
-¡Oh! ¡Vamos enseguida! - respondió el más gordo del grupo de forma un tanto burlesca. -A ver como podemos sacarte de aquí... - estudió la trampa mientras se rascaba el mentón. -¿Tal vez así? - y me propinó un puñetazo en el estomago, a lo que acompañaron profundas carcajadas.
-¡Aghh...! ¡Desgraciado! - exclamé mirándole furioso, quería que pensaran sólo en mi, aunque era consciente de que me estaba jugando la vida.
-¿¡Qué!?- replicó furioso propinándome más golpes. -¡Maldita sabandija! ¿¡Cómo te atreves!?- exclamó rojo de ira llevando la mano a la maza que le colgaba del cinturón.
-¡Crabbe!- le llamó el más alto con un gesto adusto y serio. Parecía ser el que mandaba, pues el tal Crabbe se quedó petrifico con su arma cargada. -Sólo es un maldito crió. No parece mucho, pero puede tener cierto valor en el mercado. ¿Cuando hemos dicho que no a ganancias extras?- se acercó a mi y me cogió del pelo tirando de mi. -Parece estar sano, tiene buenos dientes. Acojamos este improvisado regalo.
Entonces Crabbe y el otro me bajaron del árbol y me cargaron entre los dos para seguir a su líder. Miré hacía atrás y vi como Zarina se asomaba tímidamente desde detrás de un árbol.
"Por los todos los dioses, no vengas." recé a toda divinidad que quisiera escucharme. El hecho de que aquellos tipos fueran, por lo que pude deducir, mercaderes de esclavos lo empeoraba todo. "Que no venga. No podría perdonarme que por mi culpa la conviertan en esclava."
Era un joven inocente y algo inexperto en el conocimiento del mundo. Pero era de conocimiento común que la vida de un esclavo era la peor de todas, sobretodo para las mujeres.
-Bueno Crabbe, ¡no ha sido un mal día! - comenzó a hablar el otro bandido. - Primero capturamos a ese pedazo de toro que valdrá un dineral, luego a esa criatura por la que también vamos a sacar un buen pellizco y ahora este saco de huesos que seguro que nos da para pagarnos unas rondas y algunas muchachas. ¡Ja ja ja!- le dio una palmada en la espalda a su compañero, mientras soltaba una extravagante carcajada. -Así que alegra esa cara.
-Hubiese preferido aplastarlo como a un insecto con mi maza.- respondió Crabbe malhumorado resoplando como si fuera un buey.
-Piensa en las muchachas Crabbe, en las muchachas...
"Definitivamente me dan asco" pensé mirándoles con repugnancia. "¿¡Y para que demonios han capturado a un toro!?" me pregunté sin poder acallar mi malsana curiosidad, que me asaltaba pese a estar en una situación desesperada.
Los arboles y los arbustos seguían sucediéndose uno tras otro en nuestro avance, hasta que el paisaje se abrió para mostrarnos la gran cavidad de una cueva que se internaba en la montaña. En la entraba había otro de los bandidos haciendo guardia sentado en una piedra, con su lanza apoyada en su hombro y bebiendo algo de una bota (de las de beber) que tenia en su mano.
-¿Así vigilas la guarida Stif? - preguntó el líder frunciendo el ceño visiblemente molesto.
-¡Jefe! *hip* ¡Esto *hip* es un aburrimiento! ¡Por aquí no pasa ni *hip*dios! - respondió totalmente embriagado antes de pegar un trago de la bota. -¡Anda! *hip* ¡Traéis a otro! *hip*
-Ya hablaremos. - finalizó la conversación con una muestra de gran enfado ignorada por el borracho.
"¿Otro? ¿Hay alguien más?" pensé antes de que me introdujeran en aquella cueva.
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Off rol: Colores de los bandidos:
Lider: color=#00cccc
Crabbe: color=#6633ff
Bandido acompañante: #0066cc
Stif: color=#006666
2ª dificultad: El grupo de bandidos resulta ser un grupo de guerreros profesionales y bien armados.
Ircan
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Re: Una criatura en apuros [Pasado] [Trabajo] [Zarina - Ircan]
Acababan de llevarse a Ircan y no podía hacer nada más que seguirle. Aún era un muchacho joven y contra esos 4 bandidos supuse que no podría hacer mucho más que intentar resistir. Bueno, realmente eran 3, porque el vigilante de la guarida iba más bebido de lo que cualquier persona podría aguantar nunca.
Había escuchado perfectamente las conversaciones que esos hombres habían mantenido hasta que se metieron en la cueva, tras regañar al que parecía ser el guardián de la guarida. Tenían ya a tres prisioneros: un toro, la béstia a la que teníamos que rescatar y a Ircan. Fuera lo que fuese el toro, tenía que sacarlos a los tres, y eso significaba un combate contra 3 hombres armados y expertos.
Esos hombres eran una mezcla entre bandidos y traficantes de seres para el mercado de esclavos, y todas sus ganancias acabarían siendo para bebida y mujeres.
Mujeres. Esos hombres eran tan sumamente denigrantes que me acababan de dar la excusa perfecta para entrar en la guarida y dejar fuera de combate del todo al guardia llamado Stif.
Me solté el pelo y me lo peiné con las manos lo mejor que pude. Me bajé un poco la camiseta que llevaba para dejar entrever mis senos y estar un poco provocativa, cosa que era necesaria si quería entrar. Salí de los matojos y me acerqué acentuando el movimiento de mis caderas hacia Stif.
- Buenos días tenga señor. - Dije con voz sensual. Me fijé como aquél hombre no hacía más que mirar hacia mi pecho y me dio un escalofrío con solo pensar que aquél hombre quisiera tocarme. Que asco. Me acerqué un poco más a él y esbocé una sonrisa pícara, podía oler su apestoso aliento des del lugar donde me encontraba. - El señor Crabbe me invita a conocer a su jefe. - Y le guiñé un ojo. - Me avisó que el guardia sería muy apuesto, pero no me esperaba que lo fuera tanto. - Y le acaricié la mejilla.
"Que asco me estoy dando ahora mismo. Después de esta obligaré a Ircan a pagarme un baño." Me dije, y esperé a la respuesta de Stif.
- L-l-l-lo siento señorita, pe-pe-pero el jefe ahora está ocupado. *hip*. - Encima se hacía el duro. Pues si no podía entrar por las buenas, sería por las malas. Puse una carita de lástima totalmente fingida hacia Stif y use mi telekinesis para atraer hacia mi una piedra que estaba encima de otra más grande. Pero ups, el problema es que Stif se encontraba justo en el recorrido de la piedra y ésta le golpeó por detrás de la cabeza con fuerza, haciendo que el guardia quedase inconsciente en el suelo.
"Pobrecito.. Nah, en realidad no, eso le pasa por baboso." Con una sonrisa pícara entré en la cueva y no me di cuenta de las dimensiones que tenía hasta que mis ojos se hubieron acostumbrado a la poca luz de su interior.
Aunque fuese una cueva dentro de una montaña, estaba muy bien iluminada. Cuando mis ojos se acostumbraron, vi que una especie de pasillo daba a una enorme sala de piedra natural. Entrabas justo por arriba y tenías que seguir todo un camino hacia la base de la cueva, dónde en ese momento había 4 jaulas. Una de ellas estaba cubierta por una lona roja, impidiendo ver lo que había dentro de ella.
En la segunda jaula había una especie de bañera llena de agua y con alguna criatura que se removía dentro de ella, pero des de esa altura no podía fijarme bien en lo que era. En la tercera estaban terminando de meter a Ircan y la cuarta estaba vacía. En ese momento me entró el pánico porque estaba segura que la cuarta jaula estaba allí, vacía, esperando para encarcelarme a mi.
Había escuchado perfectamente las conversaciones que esos hombres habían mantenido hasta que se metieron en la cueva, tras regañar al que parecía ser el guardián de la guarida. Tenían ya a tres prisioneros: un toro, la béstia a la que teníamos que rescatar y a Ircan. Fuera lo que fuese el toro, tenía que sacarlos a los tres, y eso significaba un combate contra 3 hombres armados y expertos.
Esos hombres eran una mezcla entre bandidos y traficantes de seres para el mercado de esclavos, y todas sus ganancias acabarían siendo para bebida y mujeres.
Mujeres. Esos hombres eran tan sumamente denigrantes que me acababan de dar la excusa perfecta para entrar en la guarida y dejar fuera de combate del todo al guardia llamado Stif.
Me solté el pelo y me lo peiné con las manos lo mejor que pude. Me bajé un poco la camiseta que llevaba para dejar entrever mis senos y estar un poco provocativa, cosa que era necesaria si quería entrar. Salí de los matojos y me acerqué acentuando el movimiento de mis caderas hacia Stif.
- Buenos días tenga señor. - Dije con voz sensual. Me fijé como aquél hombre no hacía más que mirar hacia mi pecho y me dio un escalofrío con solo pensar que aquél hombre quisiera tocarme. Que asco. Me acerqué un poco más a él y esbocé una sonrisa pícara, podía oler su apestoso aliento des del lugar donde me encontraba. - El señor Crabbe me invita a conocer a su jefe. - Y le guiñé un ojo. - Me avisó que el guardia sería muy apuesto, pero no me esperaba que lo fuera tanto. - Y le acaricié la mejilla.
"Que asco me estoy dando ahora mismo. Después de esta obligaré a Ircan a pagarme un baño." Me dije, y esperé a la respuesta de Stif.
- L-l-l-lo siento señorita, pe-pe-pero el jefe ahora está ocupado. *hip*. - Encima se hacía el duro. Pues si no podía entrar por las buenas, sería por las malas. Puse una carita de lástima totalmente fingida hacia Stif y use mi telekinesis para atraer hacia mi una piedra que estaba encima de otra más grande. Pero ups, el problema es que Stif se encontraba justo en el recorrido de la piedra y ésta le golpeó por detrás de la cabeza con fuerza, haciendo que el guardia quedase inconsciente en el suelo.
"Pobrecito.. Nah, en realidad no, eso le pasa por baboso." Con una sonrisa pícara entré en la cueva y no me di cuenta de las dimensiones que tenía hasta que mis ojos se hubieron acostumbrado a la poca luz de su interior.
Aunque fuese una cueva dentro de una montaña, estaba muy bien iluminada. Cuando mis ojos se acostumbraron, vi que una especie de pasillo daba a una enorme sala de piedra natural. Entrabas justo por arriba y tenías que seguir todo un camino hacia la base de la cueva, dónde en ese momento había 4 jaulas. Una de ellas estaba cubierta por una lona roja, impidiendo ver lo que había dentro de ella.
En la segunda jaula había una especie de bañera llena de agua y con alguna criatura que se removía dentro de ella, pero des de esa altura no podía fijarme bien en lo que era. En la tercera estaban terminando de meter a Ircan y la cuarta estaba vacía. En ese momento me entró el pánico porque estaba segura que la cuarta jaula estaba allí, vacía, esperando para encarcelarme a mi.
Zarina
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Re: Una criatura en apuros [Pasado] [Trabajo] [Zarina - Ircan]
Me llevaron dentro de la cueva mientras mi cabeza peligró en bastantes ocasiones en colisionar contra el techo de los túneles. Por suerte el trayecto no fue muy largo, enseguida la gruta dio paso a una amplia caverna, que había sido medianamente acondicionada para el uso de los bandidos. Mientras me llevaban a mis "aposentos" miré rápidamente la estancia intentando buscar cualquier cosa o pista que pudiera serme de utilidad. A parte de aquella jaula tapada con una especie de tienda y tres jaulas de hierro oxidado, una con una especie de bañera donde seguramente estaría la criatura, había algún que otro banco con armas encima, seguramente desafiladas, incluso restos de objetos caseros, ¿puede que aquella cueva hubiese sido el hogar de algún licántropo de la arboleda?
Para despertarme de mis elucubraciones los bandidos decidieron tirarme como un saco de patatas dentro de la jaula. Mis huesos chocaron violentamente contra los barrotes y ahogué un grito producto del repentino dolor. Me quitaron la red reduciéndome a patadas en los momentos en los que aprovechaba para escapar. Ellos se reían mientras yo intentaba desesperado escapar, pero era demasiado pequeño para aquellas moles, y el hecho de ser licántropo en aquel momento no me valía de nada. Al final me cerrarón la puerta en las narices y me escupieron antes de irse riéndose a carcajadas. Les miré alejarse manteniendo el ceño fruncido y apretando los labios mientras sujetaba con furia los barrotes.
-¡Mierda! - grité dando un golpe a los barrotes.
-Es inútil chico. - sonó una voz seria y cargada de cierta amabilidad - Ya lo he intentado. -busqué con la mirada zarandeando la cabeza de un lado al otro para identificar de donde venía la voz. - Pero, por podridas que parezcan estas malditas barras, son resistentes. - sonó un golpe y la vibración de unos barrotes. - Putos barrotes.- masticó cada palabra con rabia.
Al final lo encontré, el que me hablaba estaba dentro de la jaula de dentro de la tienda. Pude verlo a través de los resquicios de la lona y me pareció ver un cuerno.
"Me he debido dar fuerte en la cabeza." pensé mientras me rascaba la cabeza confundido y seguía escudriñando dentro de la tienda. -¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?.
Hubo movimiento dentro de la tienda y de repente mi interlocutor se mostró por completo y me obligue a omitir un grito de sorpresa, en cambio me quede mirándolo con la boca totalmente abierta, sin saber bien que decir. No había soñado que había visto un cuerno, ¡de hecho tenía dos!. Lo que había dentro de aquella jaula era una gigantesca mole de carne de piel grisácea, y llena de diversas cicatrices, con una cara grande y triangular coronada con dos enormes cuernos negros y un parche que le tapaba un ojo. Vamos que yo prácticamente le llegaría casi por el ombligo con mis 1,76 metros de altura y sus brazos prácticamente eran tan anchos como la mitad de mi cuerpo.
-Buenas chico, me llaman Toro. - el gigantesco hombre bestia me miro con una mirada de satisfacción al ver mi semblante de sorpresa. -Y bueno, digamos que fue una mala noche lo que me llevó aquí.
-¿To...to...toro? - tartamudeé recuperándome de la sorpresa tragando forzadamente saliva. -Es un nombre un poco extraño, ¿no?
Toro soltó una carcajada y me miró divertido.
-Es un seudónimo chico, un... - se quedo un momento pensativo mirando su amplia mano. - un mote. No puedo decirte mi verdadero nombre, aún no...- dejo caer aquellas palabras con un gran dolor mirando a algún punto perdido en su palma. -Y bueno si nuestra situación no cambia, cosa poco probable, creo que nunca te lo diré. Lo siento chico, te quedarás con la curiosidad. - se dejo caer contra los barrotes quedando de forma que me miraba de frente.
-Oh no... yo no me voy a quedar aquí. - reaccioné volviendo a estudiar la estancia. - Tengo que salir de aquí. Tengo una misión que cumplir.
-Tu espirito es envidiable chico. - Toro me miro sonriendo mientras apoyaba sus brazos en sus rodillas. - Pero... no te ofendas... si yo no he podido tirar esto barrotes dudo que tu puedas.
-Sí, sí puedo, sólo necesito pensar... - empezaba a entrar en pánico, pero no podía mostrar debilidad, no podía caer, pues si lo hacía mi destino acabaría en aquel momento. -Sólo dame un momento... - y comencé a buscar por el suelo algo que pudiera serme útil y estuviera a mi alcance.
-¡Ja! - se jactó. - ¡Chico! Si consigues sacarnos de esta ten por seguro que tendrás un siervo para toda tu vida. Pero dudo que puedas, desgraciadamente para los dos. - echó la cabeza hacía atrás haciendo que sus cuernos y los barrotes chocaran haciendo un sonido metálico.
Encontré algunos clavos tirados por el suelo, los recogí alargando mi brazo todo lo que pude, sintiendo como llegaba a los limites de mi elasticidad. Conseguí cuatro clavos y miré la cerradura pensativo, ideando un plan.
"Clavos... Cerradura... Toro... Armas..." enumeré mentalmente mientras me rascaba el mentón. - Ya veremos Toro, ¡no hay tiempo que perder!
Cogí los clavos y me ayudé de los barrotes y el resto de clavos para comenzar a darles forma. Para mi suerte el hierro no era de muy buena calidad, bueno mejor hay que decir que era de una calidad pésima, y, aunque me costó algunas heridas, pinchazos y araños, comencé a moldear los clavos. Los presioné para doblarles la punta, y darles una forma de gancho. Me llevo mi tiempo, pero al final el metal fue cediendo a mis deseos hasta que realice con éxito tres ganzúas algo chapuceras. Pero para mi suerte el candado no parecía ser muy bueno, pues era muy antiguo. Sus resortes seguramente no pondrían muchos problemas. En aquel momento di gracias a Tom por las horas que había pasado forjando cerraduras en mi aprendizaje del oficio, si podía crearlas sabía como funcionaban y por lo tanto sabía como forzarlas.
-Saldremos de aquí Toro.- dije con un tono de confianza muy inusual en mi.
________________________________________________________________________________________________________
Off Rol: Uso mis conocimientos en herrería para crear tres ganzúas que dejaran de ser útiles en cuanto se usen en cada jaula.
Los materiales utilizados son equivalentes a 2 barras de hierro respecto a los materiales oficiales.
Color de Toro: #333366
Para despertarme de mis elucubraciones los bandidos decidieron tirarme como un saco de patatas dentro de la jaula. Mis huesos chocaron violentamente contra los barrotes y ahogué un grito producto del repentino dolor. Me quitaron la red reduciéndome a patadas en los momentos en los que aprovechaba para escapar. Ellos se reían mientras yo intentaba desesperado escapar, pero era demasiado pequeño para aquellas moles, y el hecho de ser licántropo en aquel momento no me valía de nada. Al final me cerrarón la puerta en las narices y me escupieron antes de irse riéndose a carcajadas. Les miré alejarse manteniendo el ceño fruncido y apretando los labios mientras sujetaba con furia los barrotes.
-¡Mierda! - grité dando un golpe a los barrotes.
-Es inútil chico. - sonó una voz seria y cargada de cierta amabilidad - Ya lo he intentado. -busqué con la mirada zarandeando la cabeza de un lado al otro para identificar de donde venía la voz. - Pero, por podridas que parezcan estas malditas barras, son resistentes. - sonó un golpe y la vibración de unos barrotes. - Putos barrotes.- masticó cada palabra con rabia.
Al final lo encontré, el que me hablaba estaba dentro de la jaula de dentro de la tienda. Pude verlo a través de los resquicios de la lona y me pareció ver un cuerno.
"Me he debido dar fuerte en la cabeza." pensé mientras me rascaba la cabeza confundido y seguía escudriñando dentro de la tienda. -¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?.
Hubo movimiento dentro de la tienda y de repente mi interlocutor se mostró por completo y me obligue a omitir un grito de sorpresa, en cambio me quede mirándolo con la boca totalmente abierta, sin saber bien que decir. No había soñado que había visto un cuerno, ¡de hecho tenía dos!. Lo que había dentro de aquella jaula era una gigantesca mole de carne de piel grisácea, y llena de diversas cicatrices, con una cara grande y triangular coronada con dos enormes cuernos negros y un parche que le tapaba un ojo. Vamos que yo prácticamente le llegaría casi por el ombligo con mis 1,76 metros de altura y sus brazos prácticamente eran tan anchos como la mitad de mi cuerpo.
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-Buenas chico, me llaman Toro. - el gigantesco hombre bestia me miro con una mirada de satisfacción al ver mi semblante de sorpresa. -Y bueno, digamos que fue una mala noche lo que me llevó aquí.
-¿To...to...toro? - tartamudeé recuperándome de la sorpresa tragando forzadamente saliva. -Es un nombre un poco extraño, ¿no?
Toro soltó una carcajada y me miró divertido.
-Es un seudónimo chico, un... - se quedo un momento pensativo mirando su amplia mano. - un mote. No puedo decirte mi verdadero nombre, aún no...- dejo caer aquellas palabras con un gran dolor mirando a algún punto perdido en su palma. -Y bueno si nuestra situación no cambia, cosa poco probable, creo que nunca te lo diré. Lo siento chico, te quedarás con la curiosidad. - se dejo caer contra los barrotes quedando de forma que me miraba de frente.
-Oh no... yo no me voy a quedar aquí. - reaccioné volviendo a estudiar la estancia. - Tengo que salir de aquí. Tengo una misión que cumplir.
-Tu espirito es envidiable chico. - Toro me miro sonriendo mientras apoyaba sus brazos en sus rodillas. - Pero... no te ofendas... si yo no he podido tirar esto barrotes dudo que tu puedas.
-Sí, sí puedo, sólo necesito pensar... - empezaba a entrar en pánico, pero no podía mostrar debilidad, no podía caer, pues si lo hacía mi destino acabaría en aquel momento. -Sólo dame un momento... - y comencé a buscar por el suelo algo que pudiera serme útil y estuviera a mi alcance.
-¡Ja! - se jactó. - ¡Chico! Si consigues sacarnos de esta ten por seguro que tendrás un siervo para toda tu vida. Pero dudo que puedas, desgraciadamente para los dos. - echó la cabeza hacía atrás haciendo que sus cuernos y los barrotes chocaran haciendo un sonido metálico.
Encontré algunos clavos tirados por el suelo, los recogí alargando mi brazo todo lo que pude, sintiendo como llegaba a los limites de mi elasticidad. Conseguí cuatro clavos y miré la cerradura pensativo, ideando un plan.
"Clavos... Cerradura... Toro... Armas..." enumeré mentalmente mientras me rascaba el mentón. - Ya veremos Toro, ¡no hay tiempo que perder!
Cogí los clavos y me ayudé de los barrotes y el resto de clavos para comenzar a darles forma. Para mi suerte el hierro no era de muy buena calidad, bueno mejor hay que decir que era de una calidad pésima, y, aunque me costó algunas heridas, pinchazos y araños, comencé a moldear los clavos. Los presioné para doblarles la punta, y darles una forma de gancho. Me llevo mi tiempo, pero al final el metal fue cediendo a mis deseos hasta que realice con éxito tres ganzúas algo chapuceras. Pero para mi suerte el candado no parecía ser muy bueno, pues era muy antiguo. Sus resortes seguramente no pondrían muchos problemas. En aquel momento di gracias a Tom por las horas que había pasado forjando cerraduras en mi aprendizaje del oficio, si podía crearlas sabía como funcionaban y por lo tanto sabía como forzarlas.
-Saldremos de aquí Toro.- dije con un tono de confianza muy inusual en mi.
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Ircan
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Re: Una criatura en apuros [Pasado] [Trabajo] [Zarina - Ircan]
Asomada aún a la cavidad de la cueva, observé como Ircan mantenía una conversación con lo que sea que fuese lo que había dentro de la jaula que estaba debajo de la lona. Luego, también observé como el muchacho se estiraba a recoger alguna cosa del suelo y se le iluminaba la cara con solo pensar lo que podría llegar a hacer.
En el aire había esperanza. Pero solo se interponía un problema entre el plan de Ircan y la huida: tres matones armados dispuestos a cobrar una buena recompensa.
En ese momento la escena era la siguiente: Ircan dentro de la jaula, intentando encontrar una manera de huir. Dos jaulas más con dos criaturas a las que hacía falta salvar. Tres matones observando el botín que tenían de espaldas a las jaulas, lo que daba una buena ocasión a Ircan de irse pero no la suficiente. Y yo, que me encontraba observando el panorama, con una mezcla de miedo y asombro por ver en las aventuras en las que nos metíamos.
Sabía que Ircan necesitaría una distracción para poder abrir la jaula y liberar a los otros dos prisioneros, por lo que empecé a analizar todas mis opciones.
La primera era la misma usada anteriormente, la seducción de una damisela interesada en el jefe para complacerle con lo que hiciera falta. Pero la primera vez me había funcionado a la perfección y esta seguramente no sería así por el hecho que los otros tres hombres no iban embriagados hasta los huesos. Eso descartaba la opción.
La segunda era causarles miedo. Era una cueva grande, por lo que el eco de la estancia hacía que cada ruido se intensificase y se podía crear un efecto bastante curioso. El problema estaba en que los tres bandidos eran expertos en su trabajo, llevaban lo de ser malos en sus venas. Se debían conocer esa cueva como la palma de su mano, cosa que una emboscada lo veía de lo más difícil.
Lo que sí que era cierto era que ellos se encontraban abajo y yo arriba, y eso podía usarlo a mi favor, lo que me llevaba a mi tercera opción. Atraerlos hacia mí y tenderles una trampa. Aún no tenía un gran dominio sobre la magia de la tierra, mi especialidad, pero debía encontrar la piedra perfecta para hacerla rodar colina abajo para intentar entorpecer el paso de los bandidos hacia Ircan cuando él ya estuviera libre.
Levanté la mirada, y escudriñé toda la estancia en busca de aquella piedra. La encontré al fin, pero estaba en el otro lado de la cavidad de la cueva. Era una piedra redonda, casi perfecta, de aproximadamente un metro de diámetro, lo que la hacía difícil de saltar. Justo lo que necesitaba. Pero estaba demasiado lejos. Tendría que usar mi telekinesis para atraerla sobrevolando toda la estacia hacia el lugar donde me encontraba yo.
Empecé a concentrarme. La vi vacilar un momento antes de moverse definitivamente, y empezó a planear por encima de la estancia dirección a mi. De concentración iba bien, pero aún así, el esfuerzo era tremendo, y sabía del cierto que si alguien se movía la piedra caería a plomo. Por suerte para mí todo siguió en calma y tranquilidad. No me di cuenta que había estado aguantando la respiración hasta que solté la piedra delante de mí haciendo el menor ruido posible.
Me senté en el suelo, respirando pesadamente, estaba agotada. Nunca había usado mi poder de esa forma, y sabía que me hallaba en mis reservas de energía. Había oído a magos contar la história que otros de nuestra especie habían muerto de fatiga ante un uso desmesurado de su poder. Y tenía miedo. Pero me lo tragué. Ahora tocaba llamar a los bandidos.
-Buenos días señores. Creo que lo que ustedes están haciendo no está bien. Así que amablemente les pido que cesen estas macabras prácticas y suelten a estos presos. - Grité, con una voz mucho más serena de lo que me esperaba.
Vi la cara de los bandidos, primero de asombro al no esperar a nadie más en su guarida, y al final de furia y enojo, al ver a una chica pelirroja desafiándolos de esa forma. El bandido jefe no reaccionó como yo esperaba. Se me quedó mirando con una sonrisa pícara y me contestó: -Mirad, una muchacha intentando desafiarnos. Seguro que es una de esas protectoras de los animales por las que nos pagan tan bien. ¿Qué os parece si la añadimos a la coleción? Así esta tarde nos sacamos una tajada de más.
Los otros dos bandidos rieron. El enojo se fue de sus caras y el terror se instauró en la mía. Querían hacerme prisionera y venderme al mercado de esclavos. Eso no era bueno, pero me tragué mi miedo y me propuse seguir con el plan. Volví a gritar - Si tanto os intereso, subid a por mí. - Error.
Y eso es lo que hicieron. Lo seguí con la mirada, inmóbiles. Y cuando pasaron por delante de la jaula de Ircan él y yo intercambiamos una mirada de complicidad.
Los bandidos ya subían la cuesta cuando yo empujé la piedra camino abajo. Ocupaba buena parte del camino, pero no la suficiente. La piedra impactó contra las piernas del jefe, haciéndolo caer a plomo, pero los otros dos la esquivaron con cierta facilidad. Me quedé paralizada. Los dos hombres llegaron a mi, jadeando, y me cogieron por los brazos levantándome los pies del suelo. Pasamos por al lado del jefe y el hombre situado a mi derecha le preguntó: - Jefe, ¿estás bien? - A lo que el hombre, tumbado aún en el suelo, respondió con un gemido.
Llegamos abajo y se disponían a meterme en la jaula que aún estaba libre. Volvimos a cruzar miradas con Ircan y esta vez le pedí perdón con los ojos. Me sentía fatal por como habían acontecido las cosas, por ser un desastre con la magia y por no poder defenderme yo sola. Pero para mi sorpresa, me encontré a mi compañero sonriendo.
En el aire había esperanza. Pero solo se interponía un problema entre el plan de Ircan y la huida: tres matones armados dispuestos a cobrar una buena recompensa.
En ese momento la escena era la siguiente: Ircan dentro de la jaula, intentando encontrar una manera de huir. Dos jaulas más con dos criaturas a las que hacía falta salvar. Tres matones observando el botín que tenían de espaldas a las jaulas, lo que daba una buena ocasión a Ircan de irse pero no la suficiente. Y yo, que me encontraba observando el panorama, con una mezcla de miedo y asombro por ver en las aventuras en las que nos metíamos.
Sabía que Ircan necesitaría una distracción para poder abrir la jaula y liberar a los otros dos prisioneros, por lo que empecé a analizar todas mis opciones.
La primera era la misma usada anteriormente, la seducción de una damisela interesada en el jefe para complacerle con lo que hiciera falta. Pero la primera vez me había funcionado a la perfección y esta seguramente no sería así por el hecho que los otros tres hombres no iban embriagados hasta los huesos. Eso descartaba la opción.
La segunda era causarles miedo. Era una cueva grande, por lo que el eco de la estancia hacía que cada ruido se intensificase y se podía crear un efecto bastante curioso. El problema estaba en que los tres bandidos eran expertos en su trabajo, llevaban lo de ser malos en sus venas. Se debían conocer esa cueva como la palma de su mano, cosa que una emboscada lo veía de lo más difícil.
Lo que sí que era cierto era que ellos se encontraban abajo y yo arriba, y eso podía usarlo a mi favor, lo que me llevaba a mi tercera opción. Atraerlos hacia mí y tenderles una trampa. Aún no tenía un gran dominio sobre la magia de la tierra, mi especialidad, pero debía encontrar la piedra perfecta para hacerla rodar colina abajo para intentar entorpecer el paso de los bandidos hacia Ircan cuando él ya estuviera libre.
Levanté la mirada, y escudriñé toda la estancia en busca de aquella piedra. La encontré al fin, pero estaba en el otro lado de la cavidad de la cueva. Era una piedra redonda, casi perfecta, de aproximadamente un metro de diámetro, lo que la hacía difícil de saltar. Justo lo que necesitaba. Pero estaba demasiado lejos. Tendría que usar mi telekinesis para atraerla sobrevolando toda la estacia hacia el lugar donde me encontraba yo.
Empecé a concentrarme. La vi vacilar un momento antes de moverse definitivamente, y empezó a planear por encima de la estancia dirección a mi. De concentración iba bien, pero aún así, el esfuerzo era tremendo, y sabía del cierto que si alguien se movía la piedra caería a plomo. Por suerte para mí todo siguió en calma y tranquilidad. No me di cuenta que había estado aguantando la respiración hasta que solté la piedra delante de mí haciendo el menor ruido posible.
Me senté en el suelo, respirando pesadamente, estaba agotada. Nunca había usado mi poder de esa forma, y sabía que me hallaba en mis reservas de energía. Había oído a magos contar la história que otros de nuestra especie habían muerto de fatiga ante un uso desmesurado de su poder. Y tenía miedo. Pero me lo tragué. Ahora tocaba llamar a los bandidos.
-Buenos días señores. Creo que lo que ustedes están haciendo no está bien. Así que amablemente les pido que cesen estas macabras prácticas y suelten a estos presos. - Grité, con una voz mucho más serena de lo que me esperaba.
Vi la cara de los bandidos, primero de asombro al no esperar a nadie más en su guarida, y al final de furia y enojo, al ver a una chica pelirroja desafiándolos de esa forma. El bandido jefe no reaccionó como yo esperaba. Se me quedó mirando con una sonrisa pícara y me contestó: -Mirad, una muchacha intentando desafiarnos. Seguro que es una de esas protectoras de los animales por las que nos pagan tan bien. ¿Qué os parece si la añadimos a la coleción? Así esta tarde nos sacamos una tajada de más.
Los otros dos bandidos rieron. El enojo se fue de sus caras y el terror se instauró en la mía. Querían hacerme prisionera y venderme al mercado de esclavos. Eso no era bueno, pero me tragué mi miedo y me propuse seguir con el plan. Volví a gritar - Si tanto os intereso, subid a por mí. - Error.
Y eso es lo que hicieron. Lo seguí con la mirada, inmóbiles. Y cuando pasaron por delante de la jaula de Ircan él y yo intercambiamos una mirada de complicidad.
Los bandidos ya subían la cuesta cuando yo empujé la piedra camino abajo. Ocupaba buena parte del camino, pero no la suficiente. La piedra impactó contra las piernas del jefe, haciéndolo caer a plomo, pero los otros dos la esquivaron con cierta facilidad. Me quedé paralizada. Los dos hombres llegaron a mi, jadeando, y me cogieron por los brazos levantándome los pies del suelo. Pasamos por al lado del jefe y el hombre situado a mi derecha le preguntó: - Jefe, ¿estás bien? - A lo que el hombre, tumbado aún en el suelo, respondió con un gemido.
Llegamos abajo y se disponían a meterme en la jaula que aún estaba libre. Volvimos a cruzar miradas con Ircan y esta vez le pedí perdón con los ojos. Me sentía fatal por como habían acontecido las cosas, por ser un desastre con la magia y por no poder defenderme yo sola. Pero para mi sorpresa, me encontré a mi compañero sonriendo.
Zarina
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Re: Una criatura en apuros [Pasado] [Trabajo] [Zarina - Ircan]
Miré con ojos luminosos aquellas pequeñas ganzúas que había conseguido fabricar, como si fueran las mejores obras de arte del mundo pese a que eran algo por lo cual Tom me daría de capones por semanas. Miré a los bandidos y vi como se entretenían contando las diversas ganancias de su botín de espaldas a mi, era la mejor oportunidad que iba a tener. Cogí una de las ganzúas y comencé a jugar con los resortes de la cerradura. Los fui palpando con la punta de mental, sintiendo donde estaba cada uno, conté dos, aquello no sería muy difícil. Cogí el clavo que me había sobrado, levante el primer resorte con la ganzúa y lo aseguré metiendo el clavo, se escuchó un "cllick", era hora de ir a por el segundo. Lo encontré y subí el resorte hasta escuchar otro "click" y ver como la cerradura cedía con un sonido metálico Me quedé paralizado mirando estupefacto el candado y a los bandidos a través de los barrotes. Por suerte o por desgracia, en aquel momento escuché la voz de Zarina dentro de la cueva captando la total atención de los bandidos. No sabía si enfadarme con ella por venir a un lugar tan peligroso o si darle las gracias por haber aparecido justo en el momento justo.
Sea como fuese no podía desaprovechar aquella oportunidad, abrí la jaula y fui a donde estaba Toro. Se escuchaban los gritos de los bandidos y los de Zarina. ¡No tenía mucho tiempo! Comencé a jugar con la cerradura, pero me puse nervioso y se me cayo el clavo.
-¿Qué haces aquí chico? ¿Cómo has salido? -preguntó Toro sorprendido al verme fuera de la jaula.
-¡Cállate! ¡Llamarás su atención! - le ordené mientras buscaba nervioso el clavo por el suelo. "¿De verdad le he dicho que se callara a una mole como aquella?" me pregunté sorprendido conmigo mismo.
-Ohh.. ¡Ya veo! ¡Vamos chico! ¡Vamos! - me animó cerrando los puños emocionado por salir.
Volví a tomar el clavo y me apresuré mientras escuchaba el rodar de una roca. Abrí la cerradura y la puerta cedió y Toro se dispuso a salir.
-¡No! - le ordené a Toro en un susurro alzando mi mano para indicarle que se detuviera. Toro me miró confundido. -Debemos esperar el momento oportuno, sal cuando yo hago ruido en los barrotes de mi jaula.
Toro se me quedó mirando frunciendo el ceño.
-Vale, tu mandas. - accedió sin tomarse mucho tiempo y se sentó de nuevo en la jaula en posición de alerta.
Sonreí y me giré para correr de vuelta a mi jaula. Mientras corría vi como los bandidos bajaban por una rapa pedregosa tirando de Zarina por los brazos, la habían capturado. Me metí en mi jaula y estudie la situación. Puede que el hecho de que Zarina hubiera sido captura no fuera algo totalmente desventajoso. La jaula que estaba libre estaba justo enfrente de la de Toro, era perfecto. una sonrisa se dibujo inconscientemente en mi cara y miré a Zarina. Ella estaba totalmente agotada y quise infundirle esperanza con mis ojos.
Los bandidos lanzaron a Zarina, totalmente agotada y triste, dentro de la jaula y se la quedaron mirando.
-Mmm... creo que antes deberíamos probar la mercancía. ¿No crees Bob? - dijo Crabbe mientras comenzaba a desatarse el cinturón.
-Sin duda... somos buenos comerciantes...- dijo Bob, el que hasta hora había permanecido sin nombre, relamiéndose los labios mientras miraba pecaminosamente las caderas de Zarina.
Me repugnaba todo aquello, pero sin duda no había un momento mejor para actuar. Di un golpe a los barrotes que rápidamente fue acompañado de uno aún más estridente.
-¡Pero qué dia..!. -exclamaron los dos al unisono.
Pero no pudieron terminar la frase. Toro salió embistiendo con sus cuernos, mandando a Crabbe a volar por encima de la jaula perdiendo sus pantalones y su cinturón con su arma. Bob en cambio se llevó un potente puñetazo de hombre bestia que lo hizo rodar por los suelos mientras salían algunos dientes. Toro cogió la espada que Crabbe había dejado tan amablemente.
-¡Ahora vamos a divertirnos! - grito Toro enfurecido esgrimiendo su espada como si fuera un bate dándose golpes en la mano con la parte plana de la hoja.
Yo salí de mi jaula y me dirigí a donde estaba Zarina para intentar socorrerla.
-¿Estas bien? ¿Puedes andar? - mientras esperaba su respuesta miré a mi espalda y vi como Bob y el jefe de los bandidos se habían recuperado y blandían sus armas. -Tienes que esconderte, busca algún lugar seguro y apoyamos con tu magia...- la miré bien y vi que se encontraba muy cansada. -Siempre que puedas, si no no te preocupes. -le dediqué una sonrisa y me volví para enfrentar a los enemigos que quedaban en pie. -Todo saldrá bien Zarina.- prometí esperando que mis palabras fueran ciertas.
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Bob: #0066cc
Sea como fuese no podía desaprovechar aquella oportunidad, abrí la jaula y fui a donde estaba Toro. Se escuchaban los gritos de los bandidos y los de Zarina. ¡No tenía mucho tiempo! Comencé a jugar con la cerradura, pero me puse nervioso y se me cayo el clavo.
-¿Qué haces aquí chico? ¿Cómo has salido? -preguntó Toro sorprendido al verme fuera de la jaula.
-¡Cállate! ¡Llamarás su atención! - le ordené mientras buscaba nervioso el clavo por el suelo. "¿De verdad le he dicho que se callara a una mole como aquella?" me pregunté sorprendido conmigo mismo.
-Ohh.. ¡Ya veo! ¡Vamos chico! ¡Vamos! - me animó cerrando los puños emocionado por salir.
Volví a tomar el clavo y me apresuré mientras escuchaba el rodar de una roca. Abrí la cerradura y la puerta cedió y Toro se dispuso a salir.
-¡No! - le ordené a Toro en un susurro alzando mi mano para indicarle que se detuviera. Toro me miró confundido. -Debemos esperar el momento oportuno, sal cuando yo hago ruido en los barrotes de mi jaula.
Toro se me quedó mirando frunciendo el ceño.
-Vale, tu mandas. - accedió sin tomarse mucho tiempo y se sentó de nuevo en la jaula en posición de alerta.
Sonreí y me giré para correr de vuelta a mi jaula. Mientras corría vi como los bandidos bajaban por una rapa pedregosa tirando de Zarina por los brazos, la habían capturado. Me metí en mi jaula y estudie la situación. Puede que el hecho de que Zarina hubiera sido captura no fuera algo totalmente desventajoso. La jaula que estaba libre estaba justo enfrente de la de Toro, era perfecto. una sonrisa se dibujo inconscientemente en mi cara y miré a Zarina. Ella estaba totalmente agotada y quise infundirle esperanza con mis ojos.
Los bandidos lanzaron a Zarina, totalmente agotada y triste, dentro de la jaula y se la quedaron mirando.
-Mmm... creo que antes deberíamos probar la mercancía. ¿No crees Bob? - dijo Crabbe mientras comenzaba a desatarse el cinturón.
-Sin duda... somos buenos comerciantes...- dijo Bob, el que hasta hora había permanecido sin nombre, relamiéndose los labios mientras miraba pecaminosamente las caderas de Zarina.
Me repugnaba todo aquello, pero sin duda no había un momento mejor para actuar. Di un golpe a los barrotes que rápidamente fue acompañado de uno aún más estridente.
-¡Pero qué dia..!. -exclamaron los dos al unisono.
Pero no pudieron terminar la frase. Toro salió embistiendo con sus cuernos, mandando a Crabbe a volar por encima de la jaula perdiendo sus pantalones y su cinturón con su arma. Bob en cambio se llevó un potente puñetazo de hombre bestia que lo hizo rodar por los suelos mientras salían algunos dientes. Toro cogió la espada que Crabbe había dejado tan amablemente.
-¡Ahora vamos a divertirnos! - grito Toro enfurecido esgrimiendo su espada como si fuera un bate dándose golpes en la mano con la parte plana de la hoja.
Yo salí de mi jaula y me dirigí a donde estaba Zarina para intentar socorrerla.
-¿Estas bien? ¿Puedes andar? - mientras esperaba su respuesta miré a mi espalda y vi como Bob y el jefe de los bandidos se habían recuperado y blandían sus armas. -Tienes que esconderte, busca algún lugar seguro y apoyamos con tu magia...- la miré bien y vi que se encontraba muy cansada. -Siempre que puedas, si no no te preocupes. -le dediqué una sonrisa y me volví para enfrentar a los enemigos que quedaban en pie. -Todo saldrá bien Zarina.- prometí esperando que mis palabras fueran ciertas.
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Ircan
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Re: Una criatura en apuros [Pasado] [Trabajo] [Zarina - Ircan]
¿Esconderme? El lobito lo llevaba claro. Contra esos hombres sería más eficaz un poco de magia que no de fuerza física. Además, si no me equivocaba, Ircan aún no controlaba del todo su transformación, por lo que no sabía yo hasta qué punto su dominio con las armas nos sería de ayuda.
No quería que él me viese como una dama en apuros. La verdad es que no lo era. Tenía mi magia, tenía a la tierra de mi parte, y eso en el fondo me daba más poder del que Ircan podía imaginarse. Incluso del que yo misma pudiese imaginarme. Así que me levanté y comprobé que no tenía nada roto ni apenas magullado. Miré a Ircan a los ojos, y le dije: - No voy a dejar que luches solo, y mucho menos contra esos bandidos. Así que lo siento por ti, pero voy a luchar a tu lado y no me voy a esconder.
Empecé a andar hacia el único bandido que quedaba en pie, lo miré con rabia. Levanté la mano y le estampé una roca que había por el suelo directo a su estómago. Parecía que ya habíamos ganado la pelea cuando el jefe, al que yo había dejado fuera de combate con mi roca al hacerla caer rodando des de la cima de la colina, se levantó como si no le hubiese pasado nada. Se puso en pie, se sacudió la cabeza y gruñó, cual animal salvaje.
-Quien os habéis creído que sois? No sois mas que un par de mocosos, a los que voy a descuartizar personalmente y hacer abrigos con vuestra piel la cual voy a vender a muy muy buen precio.
Una sonrisa macabra apareció en su comisura de los labios. No encontrábamos con Ircan el uno al lado del otro, mirándonos, un poco asustados. Pero sabíamos que era un dos contra dos en toda regla. Aún había posibilidades de ganar esa pelea y de huir juntamente con las dos criaturas que había en esa cueva.
Aún tambaleándose, el jefe se puso de pié, preguntó a su compañero que si estaba bien para luchar, el cual contestó que sí. Sólo entonces me di cuenta de lo que el jefe llevaba en su cuello. Era un amuleto, una joya con un gran poder mágico. Era una simple cadena con una piedrecita de color verde pero su poder se notaba des de la lejanía. Debía haberlo tenido guardado bajo la camisa por lo que el poder que amanaba de ese amuleto quedaba atenuado. Pero efectivamente, era un colgante de brujo. A saber de dónde lo habían sacado.
Pero en realidad, nuestro problema ahora era mayor que ese colgante. Ese colgante, sin la capacidad de saber canalizar la magia, le era totalmente inútil. Y por lo que había visto, ese bandido no podía usar la magia brindada por el colgante a sus anchas. Cosa que era buena para nosotros.
Entonces miré a Ircan: - Estas preparado? No se si vamos a salir de esa, pero vamos a hacer lo que podamos... ¿Verdad?
Sólo buscaba la aprobación de mi amigo. Tenía miedo, es cierto, pero la adrenalina ya corría por mis venas.
No quería que él me viese como una dama en apuros. La verdad es que no lo era. Tenía mi magia, tenía a la tierra de mi parte, y eso en el fondo me daba más poder del que Ircan podía imaginarse. Incluso del que yo misma pudiese imaginarme. Así que me levanté y comprobé que no tenía nada roto ni apenas magullado. Miré a Ircan a los ojos, y le dije: - No voy a dejar que luches solo, y mucho menos contra esos bandidos. Así que lo siento por ti, pero voy a luchar a tu lado y no me voy a esconder.
Empecé a andar hacia el único bandido que quedaba en pie, lo miré con rabia. Levanté la mano y le estampé una roca que había por el suelo directo a su estómago. Parecía que ya habíamos ganado la pelea cuando el jefe, al que yo había dejado fuera de combate con mi roca al hacerla caer rodando des de la cima de la colina, se levantó como si no le hubiese pasado nada. Se puso en pie, se sacudió la cabeza y gruñó, cual animal salvaje.
-Quien os habéis creído que sois? No sois mas que un par de mocosos, a los que voy a descuartizar personalmente y hacer abrigos con vuestra piel la cual voy a vender a muy muy buen precio.
Una sonrisa macabra apareció en su comisura de los labios. No encontrábamos con Ircan el uno al lado del otro, mirándonos, un poco asustados. Pero sabíamos que era un dos contra dos en toda regla. Aún había posibilidades de ganar esa pelea y de huir juntamente con las dos criaturas que había en esa cueva.
Aún tambaleándose, el jefe se puso de pié, preguntó a su compañero que si estaba bien para luchar, el cual contestó que sí. Sólo entonces me di cuenta de lo que el jefe llevaba en su cuello. Era un amuleto, una joya con un gran poder mágico. Era una simple cadena con una piedrecita de color verde pero su poder se notaba des de la lejanía. Debía haberlo tenido guardado bajo la camisa por lo que el poder que amanaba de ese amuleto quedaba atenuado. Pero efectivamente, era un colgante de brujo. A saber de dónde lo habían sacado.
- Colgante:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Pero en realidad, nuestro problema ahora era mayor que ese colgante. Ese colgante, sin la capacidad de saber canalizar la magia, le era totalmente inútil. Y por lo que había visto, ese bandido no podía usar la magia brindada por el colgante a sus anchas. Cosa que era buena para nosotros.
Entonces miré a Ircan: - Estas preparado? No se si vamos a salir de esa, pero vamos a hacer lo que podamos... ¿Verdad?
Sólo buscaba la aprobación de mi amigo. Tenía miedo, es cierto, pero la adrenalina ya corría por mis venas.
Zarina
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Re: Una criatura en apuros [Pasado] [Trabajo] [Zarina - Ircan]
Pareció que las energías de mi amiga eran mayores de lo que me había pensado. Tras ver su cara de cansancio tras mover aquella enorme roca, aún tenía fuerzas para seguir dando guerra, ¡algo que era fantástico! Por fin, desde que comenzamos aquella aventura, parecía que la balanza se inclinaba a nuestro favor. Muestra de todo ello había sido la reacción de la pelirroja, que le propino una buena pedrada en la boca del estomago a Bob. Supuse que estaría enfadada, algo totalmente normal después de lo que casi le iban hacer aquellos desalmados. Pero no sólo contábamos con las piedras de Zarina. Nuestro reciente compañero, Toro, también tenía unas ganas enormes de unirse a la fiesta.
- A mi me falta algún arma para estar preparado... - le mostré mis manos vacías a mi amiga. - Pero creo que nuestro nuevo amigo...
-¿¡Y a eso le llamas una amenaza!? ¡Juro que te arrancaré el cráneo, lo vaciaré, lo limpiaré y beberé cerveza en él! - espetó Toro bufando como un toro, valga la redundancia, y comenzando una embestida hacia aquellos dos.
-Sí. - asentí observando como el hombre bestia se abalanzaba sobre los bandidos.
- Definitivamente creo que nació preparado. - me giré y le dirigí una sonrisa a Zarina. - Creo que voy a aprovechar para buscar mi espada, me siento un poco inútil sin ella.
Me apresuré y salí disparado a buscar mi arma.
Mientras los sonidos del choque del metal contra el metal inundaban la estancia, yo me centraba en rebuscar entre las cosas de los asaltantes mi arma. Bueno en verdad buscaba cualquier arma, pero no había ni rastro de alguna, por lo menos en el lugar dónde yo estaba buscando.
"Vamos Ircan. ¡Piensa! ¡Piensa!" comencé a tirar las cosas a un lado y al otro deseoso por encontrar algún arma. "Pero si las has visto cuando entraste...." me detuve unos segundos. "Cuando entre..."
Intenté armar un mapa mental lo más acertado posible reconstruyendo el recorrido para hacerme una idea de dónde podía haberlas visto. En mi mente se formo una borrosa imagen que fue suficiente para dirigirme detrás de la jaula de Toro, dónde me parecía haber visto un banco con armas encima.
Los sonidos del combate seguían sonando de fondo, parece que Toro y Zarina estaban haciendo un buen trabajo con el jefe y su compañero. Yo por mi parte noté como se me iluminaba la cara cuando encontré aquel banco con mi propia espada encima.
-¡Te encontré! - grité victorioso mientras alargaba mi mano para tomar el pomo.
Pero no pude disfrutar mucho de mi victoria. Mi rabillo del ojo capto un relampagueo producido por el reflejo de la luz del fuego en una hoja de metal. Reaccioné por instinto tomando rápidamente mi arma para interponerla y salvar mi pellejo. El sonido metálico fue acompañado por una torpe caída por mi parte.
- ¡Hijos de mil perras! - la voz irritada de Crabbe llegó a mis oídos. - ¡Me las pagareis! ¡Me meare en vuestro cadáveres! - mientras me levantaba pude enfocarle y vi que caminaba con dificultad hacia mi llevándose la mano a la pierna, de la que sobresalía un extraño objeto puntiagudo y blanco. -¡Aggg! - arremetió contra mi con un golpe en horizontal.
Me hice a un lado evitando el golpe y metiéndome dentro de la tienda dónde estaba la jaula de Toro. Pude notar como Crabbe cojeaba quejosamente, para ser más exactos andaba con un sólo pie. Volvió a arremeter contra mi, pero sus movimientos eran demasiado lentos debido a su lesión no me costó mucho esquivarlo, sólo tuve que dar un paso hacía atrás. Crabbe rugía de dolor mientras intentaba acercarse a mi lo más rápido que podía. En ese momento vi el candado de la jaula en el suelo y se me ocurrió una idea. Crabbe dio otro corte en horizontal, me agaché para esquivarlo y aproveché para hacerme con el candado.
- ¡Venga hombre! ¡No estas en condiciones para luchar! - me reí para intentar sacarle de quicio y animarle a que dará un paso más. Únicamente un paso más y todo estaría perfectamente en su lugar. - ¡Deja el arma y túmbate!
-¡Maldito mocoso! - Crabbe levanto la espada con sus dos manos mirándome rojo de furia. -¡No te rías de mi!
Volví a hacerme a un lado. Crabbe, por el impulso del golpe tuvo que cojear dolorosamente, situándose justo delante de la puerta de la jaula. Aproveché el momento y le propiné un buen empujón. Su pierna lesionada le falló en el apoyo y cayó dentro de la jaula golpeándose la cabeza con uno de los hierros y quedando inmediatamente inconsciente. Cerré la puerta y eche el candado mientras miraba a Crabbe con una sonrisa.
-¡Así estas mucho mejor!
________________________________________________________________________________________________________
Zarina te cedo a Toro para que lo manejes en el combate contra los bandidos, él es un experimentado guerrero.
- A mi me falta algún arma para estar preparado... - le mostré mis manos vacías a mi amiga. - Pero creo que nuestro nuevo amigo...
-¿¡Y a eso le llamas una amenaza!? ¡Juro que te arrancaré el cráneo, lo vaciaré, lo limpiaré y beberé cerveza en él! - espetó Toro bufando como un toro, valga la redundancia, y comenzando una embestida hacia aquellos dos.
-Sí. - asentí observando como el hombre bestia se abalanzaba sobre los bandidos.
- Definitivamente creo que nació preparado. - me giré y le dirigí una sonrisa a Zarina. - Creo que voy a aprovechar para buscar mi espada, me siento un poco inútil sin ella.
Me apresuré y salí disparado a buscar mi arma.
Mientras los sonidos del choque del metal contra el metal inundaban la estancia, yo me centraba en rebuscar entre las cosas de los asaltantes mi arma. Bueno en verdad buscaba cualquier arma, pero no había ni rastro de alguna, por lo menos en el lugar dónde yo estaba buscando.
"Vamos Ircan. ¡Piensa! ¡Piensa!" comencé a tirar las cosas a un lado y al otro deseoso por encontrar algún arma. "Pero si las has visto cuando entraste...." me detuve unos segundos. "Cuando entre..."
Intenté armar un mapa mental lo más acertado posible reconstruyendo el recorrido para hacerme una idea de dónde podía haberlas visto. En mi mente se formo una borrosa imagen que fue suficiente para dirigirme detrás de la jaula de Toro, dónde me parecía haber visto un banco con armas encima.
Los sonidos del combate seguían sonando de fondo, parece que Toro y Zarina estaban haciendo un buen trabajo con el jefe y su compañero. Yo por mi parte noté como se me iluminaba la cara cuando encontré aquel banco con mi propia espada encima.
-¡Te encontré! - grité victorioso mientras alargaba mi mano para tomar el pomo.
Pero no pude disfrutar mucho de mi victoria. Mi rabillo del ojo capto un relampagueo producido por el reflejo de la luz del fuego en una hoja de metal. Reaccioné por instinto tomando rápidamente mi arma para interponerla y salvar mi pellejo. El sonido metálico fue acompañado por una torpe caída por mi parte.
- ¡Hijos de mil perras! - la voz irritada de Crabbe llegó a mis oídos. - ¡Me las pagareis! ¡Me meare en vuestro cadáveres! - mientras me levantaba pude enfocarle y vi que caminaba con dificultad hacia mi llevándose la mano a la pierna, de la que sobresalía un extraño objeto puntiagudo y blanco. -¡Aggg! - arremetió contra mi con un golpe en horizontal.
Me hice a un lado evitando el golpe y metiéndome dentro de la tienda dónde estaba la jaula de Toro. Pude notar como Crabbe cojeaba quejosamente, para ser más exactos andaba con un sólo pie. Volvió a arremeter contra mi, pero sus movimientos eran demasiado lentos debido a su lesión no me costó mucho esquivarlo, sólo tuve que dar un paso hacía atrás. Crabbe rugía de dolor mientras intentaba acercarse a mi lo más rápido que podía. En ese momento vi el candado de la jaula en el suelo y se me ocurrió una idea. Crabbe dio otro corte en horizontal, me agaché para esquivarlo y aproveché para hacerme con el candado.
- ¡Venga hombre! ¡No estas en condiciones para luchar! - me reí para intentar sacarle de quicio y animarle a que dará un paso más. Únicamente un paso más y todo estaría perfectamente en su lugar. - ¡Deja el arma y túmbate!
-¡Maldito mocoso! - Crabbe levanto la espada con sus dos manos mirándome rojo de furia. -¡No te rías de mi!
Volví a hacerme a un lado. Crabbe, por el impulso del golpe tuvo que cojear dolorosamente, situándose justo delante de la puerta de la jaula. Aproveché el momento y le propiné un buen empujón. Su pierna lesionada le falló en el apoyo y cayó dentro de la jaula golpeándose la cabeza con uno de los hierros y quedando inmediatamente inconsciente. Cerré la puerta y eche el candado mientras miraba a Crabbe con una sonrisa.
-¡Así estas mucho mejor!
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Zarina te cedo a Toro para que lo manejes en el combate contra los bandidos, él es un experimentado guerrero.
Última edición por Ircan el Mar 16 Ene - 13:29, editado 1 vez
Ircan
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Re: Una criatura en apuros [Pasado] [Trabajo] [Zarina - Ircan]
Observé de reojo parte de la secuencia de Ircan usando el ingenio para atrapar a Crabbe. Con una pequeña sonrisa acechando en mi comisura de los labios miré a Toro, que estaba aún ocupado con Bob.
Estaba justo frente a frente con el jefe de todos los bandidos. Eso no estaba del todo igualado, porque ese hombre era un guerrero experimentado, y por lo que mostraba el colgante que llevaba en el cuello, sabía algo de magia. Eso podía no ser cierto, pero viendo todas las joyas que esos rufianes poseían, aquél colgante era de todo menos ostentoso. Así que, tenía que asumir que ese hombre tenía alguna noción de magia.
Igual que Ircan, tenía que usar el intelecto para poder derrotar al jefe. Pero en ese momento, el cansancio me invadía absolutamente, y en lo único que podía pensar era en que me veía incapaz de poder hacer nada.
Aún así, cogí valor para enfrentarme a él en un duelo justo. Él debió ver mi coraje en mi ojos, porque automáticamente, y sin armas, se lanzó a por mi. Me vi acorralada ya que nadie me había instruido nunca en el combate cuerpo a cuerpo, y si ese hombre lograba llegar a mí, mi fin estaría escrito.
El hombre corría hacia mí con una velocidad de espanto, pero conseguí arrodillarme, poner una mano en el suelo y hacer salir un montículo de piedra que le llegara a la altura del pecho justo delante del recorrido del bandido. Pero el hombre era ágil y pegó un salto y se plantó a escasos metros de mi.
El miedo me hizo reaccionar rápido, y usando la Telekinesis le estampé contra sus piernas una roca que se encontraba al lado de la pared. Él cayó al suelo, soltando un gruñido, lo que me dio tiempo a levantarme y alejarme corriendo un poco. Pero ese hombre se levantó del suelo, corrió hacia mi, me alcanzó y me cogió del pelo.
Noté un dolor punzante en el lugar de donde él me había cogido y eso hizo que cayera al suelo. El jefe se abalanzó sobre mi y me inmovilizó con sus piernas. Puso sus manos alrededor de mi cuello y apretó.
Mis piernas se sacudían contra el suelo como las hojas en los árboles. Intenté forcejear cuanto pude pero ese hombre era dos veces mas grande que yo, así que todo fue inútil. Intenté pedir ayuda a Ircan, pero no podía mover la cabeza. Mi vista se iba oscureciendo poco a poco a causa de la asfixia y mi mente dejaba de funcionar. La sensación era horrible, sus manos comprimían mi tráquea, los ojos se me llenaban de lágrimas y tenía la sensación que me iba a estallar la cabeza de la presión.
Estaba todo perdido ya, ese era el fin. Cerré los ojos y esperé a mi final.
De repente, todo volvió a la luz. Pude coger una bocanada de aire y fue la mejor sensación que había tenido en toda mi vida. La vista volvió a su normalidad, podía verlo todo. Hasta que me atraganté con mi propia respiración.
Me puse como pude en modo fetal a toser y a escupir saliva. Y cuando ya me había calmado un poco, pude ver lo que había ocurrido con mi atacante.
Toro estaba allí, mirando al suelo, mirando al jefe de los bandidos se encontraba tendido allí inconsciente. Toro me miró y me preguntó que si me encontraba bien. Asentí y justo después estallé a llorar.
Estar tan cerca de la muerte te hace replantearte de arriba a bajo tu forma de vivir la vida. Y en ese momento, solo podía pensar en como un desconocido como Toro acababa de salvarme la vida.
-Gracias. - Dije con un hilo de voz. Y una mirada de complicidad fue todo lo que necesité para poder ponerme en pie y mirar a Ircan.
Estaba justo frente a frente con el jefe de todos los bandidos. Eso no estaba del todo igualado, porque ese hombre era un guerrero experimentado, y por lo que mostraba el colgante que llevaba en el cuello, sabía algo de magia. Eso podía no ser cierto, pero viendo todas las joyas que esos rufianes poseían, aquél colgante era de todo menos ostentoso. Así que, tenía que asumir que ese hombre tenía alguna noción de magia.
Igual que Ircan, tenía que usar el intelecto para poder derrotar al jefe. Pero en ese momento, el cansancio me invadía absolutamente, y en lo único que podía pensar era en que me veía incapaz de poder hacer nada.
Aún así, cogí valor para enfrentarme a él en un duelo justo. Él debió ver mi coraje en mi ojos, porque automáticamente, y sin armas, se lanzó a por mi. Me vi acorralada ya que nadie me había instruido nunca en el combate cuerpo a cuerpo, y si ese hombre lograba llegar a mí, mi fin estaría escrito.
El hombre corría hacia mí con una velocidad de espanto, pero conseguí arrodillarme, poner una mano en el suelo y hacer salir un montículo de piedra que le llegara a la altura del pecho justo delante del recorrido del bandido. Pero el hombre era ágil y pegó un salto y se plantó a escasos metros de mi.
El miedo me hizo reaccionar rápido, y usando la Telekinesis le estampé contra sus piernas una roca que se encontraba al lado de la pared. Él cayó al suelo, soltando un gruñido, lo que me dio tiempo a levantarme y alejarme corriendo un poco. Pero ese hombre se levantó del suelo, corrió hacia mi, me alcanzó y me cogió del pelo.
Noté un dolor punzante en el lugar de donde él me había cogido y eso hizo que cayera al suelo. El jefe se abalanzó sobre mi y me inmovilizó con sus piernas. Puso sus manos alrededor de mi cuello y apretó.
Mis piernas se sacudían contra el suelo como las hojas en los árboles. Intenté forcejear cuanto pude pero ese hombre era dos veces mas grande que yo, así que todo fue inútil. Intenté pedir ayuda a Ircan, pero no podía mover la cabeza. Mi vista se iba oscureciendo poco a poco a causa de la asfixia y mi mente dejaba de funcionar. La sensación era horrible, sus manos comprimían mi tráquea, los ojos se me llenaban de lágrimas y tenía la sensación que me iba a estallar la cabeza de la presión.
Estaba todo perdido ya, ese era el fin. Cerré los ojos y esperé a mi final.
De repente, todo volvió a la luz. Pude coger una bocanada de aire y fue la mejor sensación que había tenido en toda mi vida. La vista volvió a su normalidad, podía verlo todo. Hasta que me atraganté con mi propia respiración.
Me puse como pude en modo fetal a toser y a escupir saliva. Y cuando ya me había calmado un poco, pude ver lo que había ocurrido con mi atacante.
Toro estaba allí, mirando al suelo, mirando al jefe de los bandidos se encontraba tendido allí inconsciente. Toro me miró y me preguntó que si me encontraba bien. Asentí y justo después estallé a llorar.
Estar tan cerca de la muerte te hace replantearte de arriba a bajo tu forma de vivir la vida. Y en ese momento, solo podía pensar en como un desconocido como Toro acababa de salvarme la vida.
-Gracias. - Dije con un hilo de voz. Y una mirada de complicidad fue todo lo que necesité para poder ponerme en pie y mirar a Ircan.
Zarina
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Re: Una criatura en apuros [Pasado] [Trabajo] [Zarina - Ircan]
Mientras yo tenía mi baile personal con Crabbe; Toro y Zarina tenían el suyo propio con los dos bandidos restantes. Por lo que pareció, el jefe de los bandidos experimentó un radiante interés por la chica, seguramente por el hecho de haber recibido aquella pedrada.
Tomando a Toro por sorpresa, el jefe se abalanzó sobre la chica.
-¡Eh! ¡Espera! - Toro intentó evitar su avance enarbolando su espada.
-¡Tu eres mió vaca! - la rápida acción de Bob obligó a que Toro tuviera que cambiar de planes.
El bovino consiguió cambiar a tiempo la dirección de su espada, para poder desviar la estocada que iba dirigida hacía su pecho. Aprovechando el impulso del enemigo y la sorpresa que había originado en él con aquel movimiento, Toro armó el puño y le dio un gancho directo en la mandíbula, que hizo que los dientes de Bob chirriaran.
-¡Eres un cobarde! - los ojos del hombre bestia relampaguearon al mismo tiempo que masticaba su rabia.
A su espalda, la tierra comenzó a crujir. Se giró y vio como Zarina intentaba por todos los medios de los que disponía alejarse del jefe de los bandidos, algo en lo que no estaba teniendo mucho éxito. Cuando Toro volvió a intentar ir en su ayuda, escuchó el sonido de unos pasos golpeando sobre la roca. De nuevo a tiempo, pudo hacer frente a su rival bloqueando el corte en vertical de su enemigo. Este lucía furioso mientras de su boca no paraba emanar sangre. Toro lo empujo y tomó una distancia prudencial, aunque no lo pareciese, su contrincante era un profesional.
-Teh coptaré la capteza y ta usape comoh tropheo. - amenazó con un efecto algo pobre. El golpe anterior le había dejado la boca hecha polvo.
Y la batalla comenzó. Pronto pudieron escucharse por toda la cueva unos rápidos y enérgicos golpes metálicos. Bob era rápido, más de lo que Toro se hubiese imaginado. Al hombre bestia le estaba costando horrores mantener alejado de su cuerpo el file del enemigo. Este comenzó a reírse, de una forma bastante cómica debido a su nuevo "acento", a medida que tomaba más ventaja. A la espalda de Toro, se podía escuchar con facilidad unas piernas pataleando contra el suelo y los sonidos propios de una garganta desesperada por conseguir algo de aire.
"¡Maldita sea! Si no me doy prisa la chica..."
Apretó los dientes, cargó el arma a un lado y enfrentó a su rival. Se abalanzó hacía él. El contrario le propinó una nueva y mortal estocada. Toro esperaba aquel movimiento, se hizo a un lado. El filo enemigo rajo levemente su costado, y al mismo tiempo que la sangre manchaba su filo, el espadón del bovino cercenaba la cabeza de su objetivo, en la que quedo petrificado un gesto de sorpresa.
Pero no había tiempo para deleitarse en la gloría. La chica estaba siendo asfixiada por el ultimo de los bandidos. Toro, corrió hacía él. Este, demasiado ocupado en el placer sádico de dar muerte, sólo fue consciente de la presencia de Toro, cuando uno de sus cuernos le atravesó un costado, lo levantó por los aires y lo tiro al suelo. Sólo pudo mirar impasible la gigantesca figura del hombre bestia cuando este hundió por completo su espadón en su pecho.
La chica comenzó a toser, el bovino sonrió, aquello significaba que estaba viva. Le dirigió aquella sonrisa, cuando Zarina le dio las gracias con la poca voz que tenía.
-Ha sido un verdadero placer.
Fue entonces cuando yo volví a aparecer en escena, tras haber dejado encerrado al enemigo inesperado.
- Vaya... parece que os habéis divertido. - sonreí al ver a aquellos dos a salvo y a los bandidos muertos. -Bien. Cojamos a la criatura y salgamos de aquí. Creo que ya hemos pasado suficiente tiempo en este lugar.
Toro ayudo a Zarina a levantarse mientras yo me dirigía a la tercera jaula que contenía una pequeña pecera dónde reposaba la morski a la que teníamos que rescatar.
-¡Vaya, vaya!- una voz desconocida retumbó en la cueva. -Parece que alguien se ha tomado las molestias de eliminar a los intermediarios. Mejor... Todo esto será mucho más barato.
Alcé la mirada a la entrada de la cueva. Tres nuevos individuos muy bien equipados comenzaban a desenfundar sus armas. El del medio, el mismo que acababa de hablar, alzó la mano izquierda y nos apuntó con su dedo anular. Sin la necesidad de hacer nada más, sus dos compañeros comenzaron a descender hacía donde estábamos nosotros. Aquella batalla aún no había terminado.
_________________________________________________________________________________________________________
Ultima complicación: Aparecen los compradores de la morski y del hombre bestia. Es un grupo bastante bien armado, contratado por los agentes del mercado negro. Su objetivo ahora es la morski, el hombre bestia, Zarina y yo. Una verdadera ganga ya que si nos derrotan podrán quedarse con el dinero destinado para el intercambio.
Tomando a Toro por sorpresa, el jefe se abalanzó sobre la chica.
-¡Eh! ¡Espera! - Toro intentó evitar su avance enarbolando su espada.
-¡Tu eres mió vaca! - la rápida acción de Bob obligó a que Toro tuviera que cambiar de planes.
El bovino consiguió cambiar a tiempo la dirección de su espada, para poder desviar la estocada que iba dirigida hacía su pecho. Aprovechando el impulso del enemigo y la sorpresa que había originado en él con aquel movimiento, Toro armó el puño y le dio un gancho directo en la mandíbula, que hizo que los dientes de Bob chirriaran.
-¡Eres un cobarde! - los ojos del hombre bestia relampaguearon al mismo tiempo que masticaba su rabia.
A su espalda, la tierra comenzó a crujir. Se giró y vio como Zarina intentaba por todos los medios de los que disponía alejarse del jefe de los bandidos, algo en lo que no estaba teniendo mucho éxito. Cuando Toro volvió a intentar ir en su ayuda, escuchó el sonido de unos pasos golpeando sobre la roca. De nuevo a tiempo, pudo hacer frente a su rival bloqueando el corte en vertical de su enemigo. Este lucía furioso mientras de su boca no paraba emanar sangre. Toro lo empujo y tomó una distancia prudencial, aunque no lo pareciese, su contrincante era un profesional.
-Teh coptaré la capteza y ta usape comoh tropheo. - amenazó con un efecto algo pobre. El golpe anterior le había dejado la boca hecha polvo.
Y la batalla comenzó. Pronto pudieron escucharse por toda la cueva unos rápidos y enérgicos golpes metálicos. Bob era rápido, más de lo que Toro se hubiese imaginado. Al hombre bestia le estaba costando horrores mantener alejado de su cuerpo el file del enemigo. Este comenzó a reírse, de una forma bastante cómica debido a su nuevo "acento", a medida que tomaba más ventaja. A la espalda de Toro, se podía escuchar con facilidad unas piernas pataleando contra el suelo y los sonidos propios de una garganta desesperada por conseguir algo de aire.
"¡Maldita sea! Si no me doy prisa la chica..."
Apretó los dientes, cargó el arma a un lado y enfrentó a su rival. Se abalanzó hacía él. El contrario le propinó una nueva y mortal estocada. Toro esperaba aquel movimiento, se hizo a un lado. El filo enemigo rajo levemente su costado, y al mismo tiempo que la sangre manchaba su filo, el espadón del bovino cercenaba la cabeza de su objetivo, en la que quedo petrificado un gesto de sorpresa.
Pero no había tiempo para deleitarse en la gloría. La chica estaba siendo asfixiada por el ultimo de los bandidos. Toro, corrió hacía él. Este, demasiado ocupado en el placer sádico de dar muerte, sólo fue consciente de la presencia de Toro, cuando uno de sus cuernos le atravesó un costado, lo levantó por los aires y lo tiro al suelo. Sólo pudo mirar impasible la gigantesca figura del hombre bestia cuando este hundió por completo su espadón en su pecho.
La chica comenzó a toser, el bovino sonrió, aquello significaba que estaba viva. Le dirigió aquella sonrisa, cuando Zarina le dio las gracias con la poca voz que tenía.
-Ha sido un verdadero placer.
Fue entonces cuando yo volví a aparecer en escena, tras haber dejado encerrado al enemigo inesperado.
- Vaya... parece que os habéis divertido. - sonreí al ver a aquellos dos a salvo y a los bandidos muertos. -Bien. Cojamos a la criatura y salgamos de aquí. Creo que ya hemos pasado suficiente tiempo en este lugar.
Toro ayudo a Zarina a levantarse mientras yo me dirigía a la tercera jaula que contenía una pequeña pecera dónde reposaba la morski a la que teníamos que rescatar.
-¡Vaya, vaya!- una voz desconocida retumbó en la cueva. -Parece que alguien se ha tomado las molestias de eliminar a los intermediarios. Mejor... Todo esto será mucho más barato.
Alcé la mirada a la entrada de la cueva. Tres nuevos individuos muy bien equipados comenzaban a desenfundar sus armas. El del medio, el mismo que acababa de hablar, alzó la mano izquierda y nos apuntó con su dedo anular. Sin la necesidad de hacer nada más, sus dos compañeros comenzaron a descender hacía donde estábamos nosotros. Aquella batalla aún no había terminado.
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Ultima complicación: Aparecen los compradores de la morski y del hombre bestia. Es un grupo bastante bien armado, contratado por los agentes del mercado negro. Su objetivo ahora es la morski, el hombre bestia, Zarina y yo. Una verdadera ganga ya que si nos derrotan podrán quedarse con el dinero destinado para el intercambio.
Ircan
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Re: Una criatura en apuros [Pasado] [Trabajo] [Zarina - Ircan]
"Dios, ¿enserio más problemas? No puedo más, estoy exhausta." Mentalmente no podía y físicamente tampoco. El problema de los magos y la magia es que esta consume mucha energía. La extenuación es un problema, y más cuando nadie te ha enseñado a combatirla.
Me sentía totalmente desprotegida. Mi magia no era ni fuerte ni duradera, por lo que tenía que usar la cabeza para actuar. Pero el cansancio me nublaba la mente. Y ahora solo me faltaban tres hombres más armados hasta los dientes dispuestos a acabar con nosotros.
El que parecía el nuevo jefe mandó primero a sus lacayos, que iban bajando poco a poco hacia dónde estábamos nosotros. Yo aún no había recuperado el aliento, mi corazón empezó a latir fuertemente, pero de miedo. Estábamos acabados.
Inspiré y respiré profundamente para sacarme la nube que me enturbiaba la mente. Pero el hombre que había hablado lo seguía haciendo. Y su voz congelaba todos mis pensamientos.
- Hace ya bastante rato que os observo. En realidad me habéis hecho un favor ya que me habéis ahorrado intermediarios. Ahora tendremos más beneficios. Si no fuéseis un par de criajos, os pediría que os unieseis a mi, que fueseis mis guardaespaldas. Pero ahora por ahora me estorbáis. Así que, si me permitís, os voy a matar y a vender vuestra piel.
Abrí los ojos y pude ver como en la lejanía, ese hombre sonreía. Su sonrisa era aterradora. Era cierto que no era físicamente como un gorila, sino más bien al contrario. Era bajito, delgado y parecía atlético. Totalmente al contrario que sus secuaces, que parecían armarios de madera equipados con enormes armas letales.
Se fueron acercando cada vez más. A medida que lo hacían, pude ver como los dos casi neandertales sólo estaban hechos para machacar cráneos. Parecían gemelos, ambos calvos, altos, musculados, y con una sonrisa sanguinaria en sus caras. Tenían los ojos oscuros y brillaban con ansias de sangre.
Eran mucho más ágiles de lo que parecían y llevaban uno una maza y el otro una daga larga y afilada. Uno era diestro y el otro zurdo. Por lo demás, eran exactamente iguales físicamente. Ambos andaban con la misma parsimonia y pesadez, pero con paso ligero. Hacia nosotros, buscando nuestro fin y su beneficio.
¿Cuáles eran mis opciones? Ponerme a llorar. Pero eso no solucionaría nada. Así que hice el corazón fuerte e intenté analizar el ambiente. Al ser una cueva, la tierra no era precisamente lo que mancaba. Así que estaba en ventaja. El problema estaba en que no tenía apenas fuerza. Pero tenía que hacer lo que pudiese.
Alcé la mirada al techo de la cueva y de repente se me encendió la bombilla. La idea era arriesgada, pero podría llegar a funcionar. Había unas estalactitas colgadas del techo, que con un poco de magia podían caer accidentalmente encima de los atacantes. Si lo hacía todo correcto podría llegar a desarmar a alguno de ellos o en el mejor de los casos, dejar a uno inconsciente.
Primero pasé la mirada hacia Toro, y vi que se encontraba extrañamente tranquilo, lo que me hizo calmar un poco los nervios que tenía en el cuerpo. Justo después miré a Ircan. No tenía ni idea de qué era lo que le pasaba por la cabeza a ese chico.
Me sentía totalmente desprotegida. Mi magia no era ni fuerte ni duradera, por lo que tenía que usar la cabeza para actuar. Pero el cansancio me nublaba la mente. Y ahora solo me faltaban tres hombres más armados hasta los dientes dispuestos a acabar con nosotros.
El que parecía el nuevo jefe mandó primero a sus lacayos, que iban bajando poco a poco hacia dónde estábamos nosotros. Yo aún no había recuperado el aliento, mi corazón empezó a latir fuertemente, pero de miedo. Estábamos acabados.
Inspiré y respiré profundamente para sacarme la nube que me enturbiaba la mente. Pero el hombre que había hablado lo seguía haciendo. Y su voz congelaba todos mis pensamientos.
- Hace ya bastante rato que os observo. En realidad me habéis hecho un favor ya que me habéis ahorrado intermediarios. Ahora tendremos más beneficios. Si no fuéseis un par de criajos, os pediría que os unieseis a mi, que fueseis mis guardaespaldas. Pero ahora por ahora me estorbáis. Así que, si me permitís, os voy a matar y a vender vuestra piel.
Abrí los ojos y pude ver como en la lejanía, ese hombre sonreía. Su sonrisa era aterradora. Era cierto que no era físicamente como un gorila, sino más bien al contrario. Era bajito, delgado y parecía atlético. Totalmente al contrario que sus secuaces, que parecían armarios de madera equipados con enormes armas letales.
Se fueron acercando cada vez más. A medida que lo hacían, pude ver como los dos casi neandertales sólo estaban hechos para machacar cráneos. Parecían gemelos, ambos calvos, altos, musculados, y con una sonrisa sanguinaria en sus caras. Tenían los ojos oscuros y brillaban con ansias de sangre.
Eran mucho más ágiles de lo que parecían y llevaban uno una maza y el otro una daga larga y afilada. Uno era diestro y el otro zurdo. Por lo demás, eran exactamente iguales físicamente. Ambos andaban con la misma parsimonia y pesadez, pero con paso ligero. Hacia nosotros, buscando nuestro fin y su beneficio.
¿Cuáles eran mis opciones? Ponerme a llorar. Pero eso no solucionaría nada. Así que hice el corazón fuerte e intenté analizar el ambiente. Al ser una cueva, la tierra no era precisamente lo que mancaba. Así que estaba en ventaja. El problema estaba en que no tenía apenas fuerza. Pero tenía que hacer lo que pudiese.
Alcé la mirada al techo de la cueva y de repente se me encendió la bombilla. La idea era arriesgada, pero podría llegar a funcionar. Había unas estalactitas colgadas del techo, que con un poco de magia podían caer accidentalmente encima de los atacantes. Si lo hacía todo correcto podría llegar a desarmar a alguno de ellos o en el mejor de los casos, dejar a uno inconsciente.
Primero pasé la mirada hacia Toro, y vi que se encontraba extrañamente tranquilo, lo que me hizo calmar un poco los nervios que tenía en el cuerpo. Justo después miré a Ircan. No tenía ni idea de qué era lo que le pasaba por la cabeza a ese chico.
Zarina
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Re: Una criatura en apuros [Pasado] [Trabajo] [Zarina - Ircan]
"¿Tres más?" di un resoplido, aquello estaba durando más de lo que me hubiese gustado.
"¡Bienvenidos a la fiesta!" el lobo por su parte estaba exultante por salir a lucir sus dientes, con amigos y enemigos por supuesto, así era él.
Mientras intentaba reprimir los deseos del lobo y su influencia en mi Toro parecía estar exultante, al parece había estado mucho tiempo en aquella jaula y estaba encantado de mover los músculos, sobretodo después de ver la facilidad con la que se había desecho de los anteriores contrincantes. Me giré para ver la situación de Zarina, la chica daba clara muestras de cansancio, era posible que ya hubiese sobrepasado su limite hace tiempo, había usado demasiada magia.
-Chico.- Toro llamó mi atención. -Estos dos son nuestros. ¡Es nuestro deber como hombres!- gritó alzando la malograda espada.
Yo quise responderle que técnicamente aún no se me podía considerar un hombre, me consideraba demasiado joven para ello, demasiado inexperto. Pero no era momento de ponerse racionales, tener una moral alta era seguramente lo único que nos separaba de la derrota absoluta y tampoco podía seguir escudándome en la magia de Zarina, ella ya había hecho más que suficiente en aquel conflicto.
-Se van a enterar. - afirmé poniendo en mis palabras toda la confianza posible, no podía dejar que Zarina cayera en la desesperación y que eso le llevará a hacer alguna locura.
El enemigo se lanzó contra nosotros sin usar su superioridad numérica, seguramente nos consideraban demasiado poca cosa como para tomarnos en serio, puede que conmigo acertarán pero Toro... Toro era otra historia. La respuesta a su acometida fue una sonora carcajada y un relame de sus labios. Avanzó lentamente dándose golpes con la zona plana de su espada en la palma de su mano, al igual que había hecho la otra vez como si la espada fuera una sencilla porra. El hombre bestia encaró al bandido que llevaba la gran maza, mientras que a mi, si podemos considerarlo suerte, me toco el de la daga larga, que no por ello me daba menos miedo que su gemelo.
Mientras que el metal de la maza y el espadón chocaron por mi parte me centré más en esquivar el arma enemiga, que era más ágil que la mía y el choque podría jugarme alguna mala pasada. Prácticamente estuve a la defensiva, más centrado en evitar los envites del contrario más que en intentar hacerle algún daño, él era demasiado rápido como para tener la confianza de obtener un ataque con éxito. Aún así, mi estrategia tampoco era muy inteligente, yo ya estaba bastante cansado del combate anterior, mientras que mi contrincante estaba fresco, a parte de ser más experimentado, a fin de cuentas estaba destinado a fracasar.
A la par que yo me centraba en sobrevivir, las carcajadas de Toro no paraban de retumbar por toda la caverna. En su caso era al contrario, el que estaba teniendo dificultades era el enemigo. Mientras que Toro manejaba su arma con una insultante facilidad, aunque casi igualaba en peso a la del bandido, a este le costaba manejar su maza lo suficientemente rápido como para defenderse de manera efectiva de las embestidas del bóvido, que a parte de su arma contaba con sus anchos puños y sus puntiagudos cuernos.
-¡Venga chico! ¡Debes de ser más hábil para impresionar a las hembras de tu clan! - Toro reí, como si aquel lugar fuera una fiesta, como si estuviera en su casa. -Te voy a echar una mano. - como si estuviera jugando con un niño Toro detuvo la maza del contrario con la mano, jalo de ella arrebatándosela en el momento y lanzándosela en el acto a mi agresor. -¡O na maza! ¡Para ser más exactos! -el hombre bestia bramó de risa y se quitó de encima al bandido desarmado de un puñetazo directo a sus piños, descontando de su dentadura algunos miembros.
Por mi parte, la maza había llegado en el mejor momento para dar de pleno en el pecho del contrincante, que no se esperaba tal golpe. Fue entonces cuando aproveché para cambiar el curso de aquel combate lanzándome al ataque. Pero mi mayor éxito fue que en el primer tajo que le lancé, este sólo pudo dañarle levemente en la base del vientre, mi objetivo de esparcir sus tripas por el suelo fue evadido en el ultimo momento por el contrario, que hizo fuerzas de flaqueza para evitar un golpe fatal. Sin duda la situación había cambiado de forma radical.
-Maldito mocoso... ¡si muero te llevaré conmigo! - gritó el bandido escupiendo sangre.
Para mi sorpresa saltó hacía mi de forma suicida con su daga en riste, sin importarle que pudiera atravesarlo con la espada. Este acto tan temerario me dejo paralizado, incapaz de reaccionar. Después de tener la victoria al tacto de las yemas de mis dedos, la iba a perder en el ultimo momento. Sin embargo, algo tiro de mi hacía atrás, lanzándome y haciéndome rodar por los suelos. Toro apareció blandiendo su ensangrentada espada bateando al bandido esparciendo su sangre por la caverna en apenas unos segundos.
-Bueno... no ha estado del todo mal...- me miró con una sonrisa. - Jefe. - me hizo un guiñó con el único ojo que tenía.
Yo por mi parte miré para saber dónde estaba el enemigo que me faltaba, no tarde en encontrar su cabeza por un lado y su cuerpo por el otro. En ese momento comprendí que Toro había nacido para eso, para pelear.
-¡Malditos seáis! ¡Me las pagareis! ¡Os lo juro! - el que se había quedado en la parte alta gritaba furioso con la intención de escapar. Con la intención...
"¡Bienvenidos a la fiesta!" el lobo por su parte estaba exultante por salir a lucir sus dientes, con amigos y enemigos por supuesto, así era él.
Mientras intentaba reprimir los deseos del lobo y su influencia en mi Toro parecía estar exultante, al parece había estado mucho tiempo en aquella jaula y estaba encantado de mover los músculos, sobretodo después de ver la facilidad con la que se había desecho de los anteriores contrincantes. Me giré para ver la situación de Zarina, la chica daba clara muestras de cansancio, era posible que ya hubiese sobrepasado su limite hace tiempo, había usado demasiada magia.
-Chico.- Toro llamó mi atención. -Estos dos son nuestros. ¡Es nuestro deber como hombres!- gritó alzando la malograda espada.
Yo quise responderle que técnicamente aún no se me podía considerar un hombre, me consideraba demasiado joven para ello, demasiado inexperto. Pero no era momento de ponerse racionales, tener una moral alta era seguramente lo único que nos separaba de la derrota absoluta y tampoco podía seguir escudándome en la magia de Zarina, ella ya había hecho más que suficiente en aquel conflicto.
-Se van a enterar. - afirmé poniendo en mis palabras toda la confianza posible, no podía dejar que Zarina cayera en la desesperación y que eso le llevará a hacer alguna locura.
El enemigo se lanzó contra nosotros sin usar su superioridad numérica, seguramente nos consideraban demasiado poca cosa como para tomarnos en serio, puede que conmigo acertarán pero Toro... Toro era otra historia. La respuesta a su acometida fue una sonora carcajada y un relame de sus labios. Avanzó lentamente dándose golpes con la zona plana de su espada en la palma de su mano, al igual que había hecho la otra vez como si la espada fuera una sencilla porra. El hombre bestia encaró al bandido que llevaba la gran maza, mientras que a mi, si podemos considerarlo suerte, me toco el de la daga larga, que no por ello me daba menos miedo que su gemelo.
Mientras que el metal de la maza y el espadón chocaron por mi parte me centré más en esquivar el arma enemiga, que era más ágil que la mía y el choque podría jugarme alguna mala pasada. Prácticamente estuve a la defensiva, más centrado en evitar los envites del contrario más que en intentar hacerle algún daño, él era demasiado rápido como para tener la confianza de obtener un ataque con éxito. Aún así, mi estrategia tampoco era muy inteligente, yo ya estaba bastante cansado del combate anterior, mientras que mi contrincante estaba fresco, a parte de ser más experimentado, a fin de cuentas estaba destinado a fracasar.
A la par que yo me centraba en sobrevivir, las carcajadas de Toro no paraban de retumbar por toda la caverna. En su caso era al contrario, el que estaba teniendo dificultades era el enemigo. Mientras que Toro manejaba su arma con una insultante facilidad, aunque casi igualaba en peso a la del bandido, a este le costaba manejar su maza lo suficientemente rápido como para defenderse de manera efectiva de las embestidas del bóvido, que a parte de su arma contaba con sus anchos puños y sus puntiagudos cuernos.
-¡Venga chico! ¡Debes de ser más hábil para impresionar a las hembras de tu clan! - Toro reí, como si aquel lugar fuera una fiesta, como si estuviera en su casa. -Te voy a echar una mano. - como si estuviera jugando con un niño Toro detuvo la maza del contrario con la mano, jalo de ella arrebatándosela en el momento y lanzándosela en el acto a mi agresor. -¡O na maza! ¡Para ser más exactos! -el hombre bestia bramó de risa y se quitó de encima al bandido desarmado de un puñetazo directo a sus piños, descontando de su dentadura algunos miembros.
Por mi parte, la maza había llegado en el mejor momento para dar de pleno en el pecho del contrincante, que no se esperaba tal golpe. Fue entonces cuando aproveché para cambiar el curso de aquel combate lanzándome al ataque. Pero mi mayor éxito fue que en el primer tajo que le lancé, este sólo pudo dañarle levemente en la base del vientre, mi objetivo de esparcir sus tripas por el suelo fue evadido en el ultimo momento por el contrario, que hizo fuerzas de flaqueza para evitar un golpe fatal. Sin duda la situación había cambiado de forma radical.
-Maldito mocoso... ¡si muero te llevaré conmigo! - gritó el bandido escupiendo sangre.
Para mi sorpresa saltó hacía mi de forma suicida con su daga en riste, sin importarle que pudiera atravesarlo con la espada. Este acto tan temerario me dejo paralizado, incapaz de reaccionar. Después de tener la victoria al tacto de las yemas de mis dedos, la iba a perder en el ultimo momento. Sin embargo, algo tiro de mi hacía atrás, lanzándome y haciéndome rodar por los suelos. Toro apareció blandiendo su ensangrentada espada bateando al bandido esparciendo su sangre por la caverna en apenas unos segundos.
-Bueno... no ha estado del todo mal...- me miró con una sonrisa. - Jefe. - me hizo un guiñó con el único ojo que tenía.
Yo por mi parte miré para saber dónde estaba el enemigo que me faltaba, no tarde en encontrar su cabeza por un lado y su cuerpo por el otro. En ese momento comprendí que Toro había nacido para eso, para pelear.
-¡Malditos seáis! ¡Me las pagareis! ¡Os lo juro! - el que se había quedado en la parte alta gritaba furioso con la intención de escapar. Con la intención...
Ircan
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Re: Una criatura en apuros [Pasado] [Trabajo] [Zarina - Ircan]
Me sentía sin fuerzas, al borde de desmayarme. No podía hacer nada más que mirar al frente y presenciar el combate que estaban llevando a cabo mis compañeros.
Pensé en lo poco que conocía a Ircan, en lo buen chico que parecía. Me pregunté si después de tanto tiempo ya sería capaz de controlar al lobo que tenía dentro. Entonces me fijé en Toro. ¿De donde procedía una criatura así? Seguro debía haber más como él. ¿Las mujeres de su especie tendrían cara de vaca?
Mi cabeza flotaba en un mar de preguntas sin sentido, causadas por el cansancio. Había experimentado ya alguna vez esa sensación. Justo antes de dormirme después de una jornada de trabajo demasiado intensa.
Pero en esa cueva era un poco distinto. Mi mente parecía sometida en una perpetua neblina, no podía pensar en claridad y tenía trabajos para mantenerme consciente. Mi mente difuminaba las imágenes y atenuaba todos los sonidos. Los golpes del metal chocando contra el metal de los duelos de mis compañeros eran lejanos tintineos. Las risas de Toro sonaban muy lejos en mi cabeza, aunque él solo se encontraba a unos escasos pasos de mi.
Me eché al suelo, mis piernas no tenían la fuerza suficiente como para sostenerme. Me tumbé de lado, y observé como las luchas se llevaban a cabo.
Estaba observando a Ircan, moverse grácilmente por entre las estocadas del bandido y a Toro reírse con cada intercambio de golpes. Mientras mantenía la vista en Ircan, toro terminó con su oponente separándole la cabeza del cuerpo. Cuando se abalanzó para terminar con el bandido de Ircan, me dio una arcada al ver toda la sangre esparcida por la cueva.
Dicen que cuando alguien ha bebido demasiaso y saca todo su contenido del estómago siente una sensación de mejora instantánea. Pues eso fue lo que pasó en mi caso.
El asco que me causó ver toda esa sangre me hizo regurgitar todo lo que había comido ese día. Una vez terminé, mis oídos se destaparon, mi vista regresó y mis sentidos en general me volvieron. Eso sí, seguía sin poder levantarme del suelo.
Pude oír como el tercer bandido gritaba des de lo alto de la caverna: -¡Malditos seáis! ¡Me las pagareis! ¡Os lo juro!
Pretendía huir, y eso no lo podía permitir.
Seguía tumbada en el suelo. Un poco más allá estaban los restos de lo que había sido un buen desayuno. Al otro lado, un mar de sangre, mis dos compañeros y los dos cadáveres de los seres con los que soñaría durante una larga temporada.
Sin ni si quiera incorporarme, puse una mano al suelo, y canalicé toda la magia que quedaba dentro de mi hacia las rocas de la caverna. Por un instante noté como la tierra reclamaba toda la energía que estaba en mi cuerpo, y yo, ingenua, accedí a dársela.
Justo después de eso recuerdo oír un ruido como de derrumbamiento, de piedras cayendo al suelo. Recé con todas mis fuerzas que fuesen las piedras suficientes como para cortar el camino al bandido.
Después de eso, no recuerdo nada. Solo vacío. Una laguna en mi mente, una mancha negra.
Pensé en lo poco que conocía a Ircan, en lo buen chico que parecía. Me pregunté si después de tanto tiempo ya sería capaz de controlar al lobo que tenía dentro. Entonces me fijé en Toro. ¿De donde procedía una criatura así? Seguro debía haber más como él. ¿Las mujeres de su especie tendrían cara de vaca?
Mi cabeza flotaba en un mar de preguntas sin sentido, causadas por el cansancio. Había experimentado ya alguna vez esa sensación. Justo antes de dormirme después de una jornada de trabajo demasiado intensa.
Pero en esa cueva era un poco distinto. Mi mente parecía sometida en una perpetua neblina, no podía pensar en claridad y tenía trabajos para mantenerme consciente. Mi mente difuminaba las imágenes y atenuaba todos los sonidos. Los golpes del metal chocando contra el metal de los duelos de mis compañeros eran lejanos tintineos. Las risas de Toro sonaban muy lejos en mi cabeza, aunque él solo se encontraba a unos escasos pasos de mi.
Me eché al suelo, mis piernas no tenían la fuerza suficiente como para sostenerme. Me tumbé de lado, y observé como las luchas se llevaban a cabo.
Estaba observando a Ircan, moverse grácilmente por entre las estocadas del bandido y a Toro reírse con cada intercambio de golpes. Mientras mantenía la vista en Ircan, toro terminó con su oponente separándole la cabeza del cuerpo. Cuando se abalanzó para terminar con el bandido de Ircan, me dio una arcada al ver toda la sangre esparcida por la cueva.
Dicen que cuando alguien ha bebido demasiaso y saca todo su contenido del estómago siente una sensación de mejora instantánea. Pues eso fue lo que pasó en mi caso.
El asco que me causó ver toda esa sangre me hizo regurgitar todo lo que había comido ese día. Una vez terminé, mis oídos se destaparon, mi vista regresó y mis sentidos en general me volvieron. Eso sí, seguía sin poder levantarme del suelo.
Pude oír como el tercer bandido gritaba des de lo alto de la caverna: -¡Malditos seáis! ¡Me las pagareis! ¡Os lo juro!
Pretendía huir, y eso no lo podía permitir.
Seguía tumbada en el suelo. Un poco más allá estaban los restos de lo que había sido un buen desayuno. Al otro lado, un mar de sangre, mis dos compañeros y los dos cadáveres de los seres con los que soñaría durante una larga temporada.
Sin ni si quiera incorporarme, puse una mano al suelo, y canalicé toda la magia que quedaba dentro de mi hacia las rocas de la caverna. Por un instante noté como la tierra reclamaba toda la energía que estaba en mi cuerpo, y yo, ingenua, accedí a dársela.
Justo después de eso recuerdo oír un ruido como de derrumbamiento, de piedras cayendo al suelo. Recé con todas mis fuerzas que fuesen las piedras suficientes como para cortar el camino al bandido.
Después de eso, no recuerdo nada. Solo vacío. Una laguna en mi mente, una mancha negra.
Zarina
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Re: Una criatura en apuros [Pasado] [Trabajo] [Zarina - Ircan]
En un ultimo esfuerzo de la bruja, el único corredor que daba a la salida se derrumbo ante el bandido. La mezcla entre el cansancio de ambos combates seguidos y el desaliento ante ver la única salida desaparecer hizo que mi cuerpo cayera de rodillas.
-Te has pasado Zarina...- giré mi rostro a Zarina, que yacía inmóvil en el suelo. -¡Zarina! - intenté moverme hacía ella, pero mi cuerpo estaba resentido que sólo pude caer de bruces al suelo.
Los gritos de dolor de nuestro único enemigo retumbaron por la caverna.
-No se preocupe, jefe... - Toro me dirigió una sonrisa. - Usted encárguese de la chica, yo terminaré con el bandido y crearé una salida. Os habéis ganado un buen descanso. -levantó el pulgar ante nosotros en señal de aprobación.
Sonreí y me arrastré hacia Zarina mientras Toro ascendía hasta el derrumbe.
-Zarina...- apreté los dientes para intentar soportar el dolor, sentía cada fibra de musculo con múltiples cortes que se abrían al moverme. -Responde...
Pero el único sonido ajeno a mi voz eran los gritos del bandido, hasta que estos cesaron de forma abrupta. Toro había hecho su trabajo.
-No... No puede ser. - tomé a la mujer por los hombros y la zarandeé con todas mis fuerzas. No había respuesta, parecía una muñeca de trapo...
Poniéndome en lo peor deje su cuerpo en el suelo y acerqué la cabeza a su pecho, colocando mi oído entre sus suaves senos... Mi corazón, y todo mi cuerpo, respiró aliviado cuando escuche un leve pero vivo latido. Estaba inconsciente pero viva... Una gran carga desapareció de mis hombros, no me hubiera perdonado que aquella aventura hasta la que la había arrastrado le hubiese costado la vida.
-Necesita descansar...- y por primera vez fui consciente del frío que hacía en la cueva.
-¡Jefe! ¡Busca algo para cubrir su cuerpo! Debes asegurarte que su cuerpo no se enfrié. - y continuó apartando rocas para crear una salida de aquella improvisada trampa.
Asentí y toqué su brazo. Era verdad... se estaba quedando helada. Con un gran sobreesfuerzo conseguí levantarme y busqué con la mirada algún tipo de manta. Con la esperanza de encontrar algo que me fuera útil dentro de la antigua tienda de Toro me dirigí hacia ella.
-¡Sácame de aquí! ¡Maldito mocoso!- los gritos del ultimo enemigo vivo me sobresaltó y hizo que casi me cayera.
-¡Maldita sea...! ¡Ya me había olvidado de ti! - lo ignoré por completo. Bien poco me importaba que se quedara en aquella jaula toda su vida.
Me centré en lo que había ido a buscar, algo que encontré en la única mesa que había en la tienda, una vieja manta gris que seguramente utilizaron más de una vez para tapar la jaula del hombre bestia.
-¿¡Cómo osas ignorarme!? ¡Te mataré!
- Bla... bla... bla... - con una mano simulé a una boca hablando mientras con la otra tomaba la tela. Después de mucho tiempo aquel objeto haría algún bien.
Salí de la tienda, pese a los gritos del enjaulado, y volví cojeando hasta el cuerpo yacente de Zarina. La cubrí con la manta y me senté junto a ella.
Fui controlando la temperatura de la bruja cada cierto tiempo, pero está no mejoraba mucho, incluso me pareció que cada vez estaba más fría. Toro seguía apartando rocas, al parecer eso iba a llevarle un rato, y mis ojos comenzaban a pesarme. Yo también comenzaba a tener frío... Toda la adrenalina había desaparecido. Zarina seguía fría.
"Tal vez..." pensé mirando tentado por el hueco libre al lado de mi compañera bajo la manta. "Que rayos... No estamos para ponernos tiquismiquis...." levanté la manta y me tumbe junto aquella mujer, otorgándole mi calor corporal, atrapado bajo la manta que nos aislaba de la baja temperatura de la cueva.
Y sin darme cuenta, me dormí.
-Te has pasado Zarina...- giré mi rostro a Zarina, que yacía inmóvil en el suelo. -¡Zarina! - intenté moverme hacía ella, pero mi cuerpo estaba resentido que sólo pude caer de bruces al suelo.
Los gritos de dolor de nuestro único enemigo retumbaron por la caverna.
-No se preocupe, jefe... - Toro me dirigió una sonrisa. - Usted encárguese de la chica, yo terminaré con el bandido y crearé una salida. Os habéis ganado un buen descanso. -levantó el pulgar ante nosotros en señal de aprobación.
Sonreí y me arrastré hacia Zarina mientras Toro ascendía hasta el derrumbe.
-Zarina...- apreté los dientes para intentar soportar el dolor, sentía cada fibra de musculo con múltiples cortes que se abrían al moverme. -Responde...
Pero el único sonido ajeno a mi voz eran los gritos del bandido, hasta que estos cesaron de forma abrupta. Toro había hecho su trabajo.
-No... No puede ser. - tomé a la mujer por los hombros y la zarandeé con todas mis fuerzas. No había respuesta, parecía una muñeca de trapo...
Poniéndome en lo peor deje su cuerpo en el suelo y acerqué la cabeza a su pecho, colocando mi oído entre sus suaves senos... Mi corazón, y todo mi cuerpo, respiró aliviado cuando escuche un leve pero vivo latido. Estaba inconsciente pero viva... Una gran carga desapareció de mis hombros, no me hubiera perdonado que aquella aventura hasta la que la había arrastrado le hubiese costado la vida.
-Necesita descansar...- y por primera vez fui consciente del frío que hacía en la cueva.
-¡Jefe! ¡Busca algo para cubrir su cuerpo! Debes asegurarte que su cuerpo no se enfrié. - y continuó apartando rocas para crear una salida de aquella improvisada trampa.
Asentí y toqué su brazo. Era verdad... se estaba quedando helada. Con un gran sobreesfuerzo conseguí levantarme y busqué con la mirada algún tipo de manta. Con la esperanza de encontrar algo que me fuera útil dentro de la antigua tienda de Toro me dirigí hacia ella.
-¡Sácame de aquí! ¡Maldito mocoso!- los gritos del ultimo enemigo vivo me sobresaltó y hizo que casi me cayera.
-¡Maldita sea...! ¡Ya me había olvidado de ti! - lo ignoré por completo. Bien poco me importaba que se quedara en aquella jaula toda su vida.
Me centré en lo que había ido a buscar, algo que encontré en la única mesa que había en la tienda, una vieja manta gris que seguramente utilizaron más de una vez para tapar la jaula del hombre bestia.
-¿¡Cómo osas ignorarme!? ¡Te mataré!
- Bla... bla... bla... - con una mano simulé a una boca hablando mientras con la otra tomaba la tela. Después de mucho tiempo aquel objeto haría algún bien.
Salí de la tienda, pese a los gritos del enjaulado, y volví cojeando hasta el cuerpo yacente de Zarina. La cubrí con la manta y me senté junto a ella.
Fui controlando la temperatura de la bruja cada cierto tiempo, pero está no mejoraba mucho, incluso me pareció que cada vez estaba más fría. Toro seguía apartando rocas, al parecer eso iba a llevarle un rato, y mis ojos comenzaban a pesarme. Yo también comenzaba a tener frío... Toda la adrenalina había desaparecido. Zarina seguía fría.
"Tal vez..." pensé mirando tentado por el hueco libre al lado de mi compañera bajo la manta. "Que rayos... No estamos para ponernos tiquismiquis...." levanté la manta y me tumbe junto aquella mujer, otorgándole mi calor corporal, atrapado bajo la manta que nos aislaba de la baja temperatura de la cueva.
Y sin darme cuenta, me dormí.
Ircan
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Re: Una criatura en apuros [Pasado] [Trabajo] [Zarina - Ircan]
Mientras estaba ausente del mundo exterior mi subconsciente me jugó malas pasadas.
En mi sueño me encontraba andando por un sendero en un espeso bosque. Estaba descalza, vestía un camisón blanco que contrastaba con las cortezas oscuras de los árboles. Bajo mis pies había un manto de nieve, de no mas de dos o tres dedos. Cada paso que daba, la nieve crujía bajo mis pies, perturbando el silencio que reinaba en ese paraje.
La nieve bajo mis pies se convertía en hielo. Cada cristal se clavaba en mi piel, desgarrándome toda la planta del pie. Iba dejando un rastro fino de gotitas de sangre roja encima de la nieve. Cada paso era un dolor extremo, que no solo era físico, sinó que de alguna forma extraña se metía hasta mis sentimientos e iba apuñalándolos poco a poco.
De repente un ruído, una rama que crujía bajo el peso de algo o alguien que estaba justo detrás de mi. Me paré y miré por encima de mi hombro, a lo que me encontré con un ser, sin rasgos faciales, que vestía una túnica negra, larga hasta los pies y carcomida por las polillas. Ese ser, de repente, me ofreció una sonrisa. De su rostro negro y sin rasgos apareció un tajo, que le partía lo que debía haber sido una cara, por la mitad. Se iba curvando poco a poco, hasta que de la sonrisa se asomaron unos dientes puntiagudos.
En ese momento, estaba aterrada y empecé a correr, tanto como mis pies me permitieron. Me giré y vi como la figura no se movía. Seguía sonriendo, como si nada. Y de repente, con un movimiento veloz, puso su mano en el suelo.
Bajo mis pies salieron unas púas que me atravesaron el pecho. El dolor era abrumador. Las púas salían por mi espalda, me atravesaban todo el cuerpo. Y allí me quedaba yo, agonizando lentamente, muriendo.
Hasta entonces eso era lo más doloroso que había podido experimentar nunca. Y lo peor de todo era que era consciente que no era real, que era todo un sueño, pero no había manera de despertase.
Hasta que lo conseguí. Abrí poco a poco los ojos. Intenté incorporarme, pero mi cuerpo no respondía. Un dolor incesante se abría paso en mi pecho, como si el dolor del sueño se hubiese hecho físico.
Me quedé allí un par de minutos, esperando que el dolor cesara, con los ojos cerrados e intentando concentrarme solo en mi respiración. Cuando el dolor se hizo soportable, dio paso a un vacío interior que me asustó. Y fue entonces cuando me di cuenta que Ircan estaba tumbado a mi lado. Lo observé un momento, hasta que me di cuenta que tenía su mano en mi pecho.
Estaba profundamente dormido, igual que un niño pequeño, pero eso no le daba permiso a tocarme. Así que le aparté la mano con cuidado de no despertarlo e intenté incorporarme, esta vez con más suerte y menos dolor.
Oí como alguien apartaba unas pesadas rocas, por lo que supuse que era Toro. Subí la cuesta, apoyando mi mano a cada paso en la pared, para poder mantener el equilibrio. Cuando llegué arriba, vi como Toro ya había sacado la mitad de las piedras que tapiaban la entrada, por lo que con un par de hileras más de piedra sacadas, podríamos salir sin problemas.
Me dirijí a Toro con una voz suave para no sobresaltarlo: - Buenas. ¿Pudisteis parar al bandido que faltaba?
Él se me quedó mirando sorprendido. Supuse que no esperaba que me despertara tan pronto. Me dijo: - Sí, le has tirado todo este montón de piedras encima, por lo que lo has parado. Y bien.
Me ruboricé. No esperaba haberlo logrado. Estar al lado de Toro me tranquilizaba. Era un guerrero experto, hábil y bueno, por lo que se lo debíamos todo. - Esto... Muchas gracias por lo que has hecho por nosotros. Literalmente te debemos la vida. Bueno. Yo más que Ircan. En realidad les debo mi vida a los dos... - Se hizo un silencio incómodo entre los dos, por lo que lo solucioné ofreciendo mi ayuda para quitar las piedras. - Déjame ayudarte.
- Ni se te ocurra chica, ya has hecho demasiado. Descansa. Y sobretodo, estate un par de semanas sin usar la magia. Poco a poco el dolor y el vacío este que sientes se irán. - Y me guiñó el ojo que le quedaba.
Así que me senté a esperar a que pudiéramos salir o a que la Bella Durmiente (alias Ircan) se despertara.
En mi sueño me encontraba andando por un sendero en un espeso bosque. Estaba descalza, vestía un camisón blanco que contrastaba con las cortezas oscuras de los árboles. Bajo mis pies había un manto de nieve, de no mas de dos o tres dedos. Cada paso que daba, la nieve crujía bajo mis pies, perturbando el silencio que reinaba en ese paraje.
La nieve bajo mis pies se convertía en hielo. Cada cristal se clavaba en mi piel, desgarrándome toda la planta del pie. Iba dejando un rastro fino de gotitas de sangre roja encima de la nieve. Cada paso era un dolor extremo, que no solo era físico, sinó que de alguna forma extraña se metía hasta mis sentimientos e iba apuñalándolos poco a poco.
De repente un ruído, una rama que crujía bajo el peso de algo o alguien que estaba justo detrás de mi. Me paré y miré por encima de mi hombro, a lo que me encontré con un ser, sin rasgos faciales, que vestía una túnica negra, larga hasta los pies y carcomida por las polillas. Ese ser, de repente, me ofreció una sonrisa. De su rostro negro y sin rasgos apareció un tajo, que le partía lo que debía haber sido una cara, por la mitad. Se iba curvando poco a poco, hasta que de la sonrisa se asomaron unos dientes puntiagudos.
En ese momento, estaba aterrada y empecé a correr, tanto como mis pies me permitieron. Me giré y vi como la figura no se movía. Seguía sonriendo, como si nada. Y de repente, con un movimiento veloz, puso su mano en el suelo.
Bajo mis pies salieron unas púas que me atravesaron el pecho. El dolor era abrumador. Las púas salían por mi espalda, me atravesaban todo el cuerpo. Y allí me quedaba yo, agonizando lentamente, muriendo.
Hasta entonces eso era lo más doloroso que había podido experimentar nunca. Y lo peor de todo era que era consciente que no era real, que era todo un sueño, pero no había manera de despertase.
Hasta que lo conseguí. Abrí poco a poco los ojos. Intenté incorporarme, pero mi cuerpo no respondía. Un dolor incesante se abría paso en mi pecho, como si el dolor del sueño se hubiese hecho físico.
Me quedé allí un par de minutos, esperando que el dolor cesara, con los ojos cerrados e intentando concentrarme solo en mi respiración. Cuando el dolor se hizo soportable, dio paso a un vacío interior que me asustó. Y fue entonces cuando me di cuenta que Ircan estaba tumbado a mi lado. Lo observé un momento, hasta que me di cuenta que tenía su mano en mi pecho.
Estaba profundamente dormido, igual que un niño pequeño, pero eso no le daba permiso a tocarme. Así que le aparté la mano con cuidado de no despertarlo e intenté incorporarme, esta vez con más suerte y menos dolor.
Oí como alguien apartaba unas pesadas rocas, por lo que supuse que era Toro. Subí la cuesta, apoyando mi mano a cada paso en la pared, para poder mantener el equilibrio. Cuando llegué arriba, vi como Toro ya había sacado la mitad de las piedras que tapiaban la entrada, por lo que con un par de hileras más de piedra sacadas, podríamos salir sin problemas.
Me dirijí a Toro con una voz suave para no sobresaltarlo: - Buenas. ¿Pudisteis parar al bandido que faltaba?
Él se me quedó mirando sorprendido. Supuse que no esperaba que me despertara tan pronto. Me dijo: - Sí, le has tirado todo este montón de piedras encima, por lo que lo has parado. Y bien.
Me ruboricé. No esperaba haberlo logrado. Estar al lado de Toro me tranquilizaba. Era un guerrero experto, hábil y bueno, por lo que se lo debíamos todo. - Esto... Muchas gracias por lo que has hecho por nosotros. Literalmente te debemos la vida. Bueno. Yo más que Ircan. En realidad les debo mi vida a los dos... - Se hizo un silencio incómodo entre los dos, por lo que lo solucioné ofreciendo mi ayuda para quitar las piedras. - Déjame ayudarte.
- Ni se te ocurra chica, ya has hecho demasiado. Descansa. Y sobretodo, estate un par de semanas sin usar la magia. Poco a poco el dolor y el vacío este que sientes se irán. - Y me guiñó el ojo que le quedaba.
Así que me senté a esperar a que pudiéramos salir o a que la Bella Durmiente (alias Ircan) se despertara.
Zarina
Experto
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Re: Una criatura en apuros [Pasado] [Trabajo] [Zarina - Ircan]
Cuando me di cuenta de que me había dormido, ya se había formado un pequeño charco de saliva bajo mi boca. Fue cuando esa humedad se enfrió y al notar el frío que entraba por el hueco dejado por Zarina cuando me desperté. Me froté los ojos mientras intentaba despejarme. La pequeña siesta había sido como abrir y cerrar los ojos; no me había dado tiempo a soñar nada, estaba demasiado cansado para eso.
Ya más consciente de lo que acontecía a mi alrededor pude identificar el sonido del chocar de las rocas. Levanté la mirada y pude ver a Toro abriéndose paso través de un derrumbe mientras era observado por Zarina. ¿Cuánto tiempo habíamos estado atrapados? En una cueva era difícil tener noción del tiempo, pero debía de seguir siendo de día pues el lobo aún no había comenzado a molestarme.
-¡Por fin!- el gutural grito de Toro resonó por cada rincón de la caverna.
"Al fin buenas noticias..." sonreí.
Al levantarme para dirigirme a la salida y poder salir de una vez por todas de aquel lugar, sentí la sensación de que se nos olvidaba algo... algo importante...
"¡La criatura!" prácticamente había olvidado el verdadero motivo de toda aquella epopeya.
-¿Dónde está el chico? - escuché a Toro preguntar al aire más que a la propia Zarina que seguramente aún seguía a su lado.
La criatura seguía en aquella jaula con una pequeña especie de bañera.
"¿Cómo podemos sacarla de aquí?" recordé que aún me quedaba la ganzúa, fue como una revelación divina.
Me agaché hasta la cerradura y comencé a hacer uso de mis habilidades de cerrajero. Busqué los tornos y los fui asegurando poco a poco hasta que un "click" me dio la señal de que aquello ya estaba. Giré el torno y la cerradura cedió. Pero no abrí la puerta. Lo pensé mejor y era mejor llevarse la jaula, que no era muy grande debido al pequeño tamaño de la criatura. Cargando con ella me volví a acercar hasta mi amiga y al inesperado compañero que tanto nos había ayudado.
-Ya estoy listo. - sonreí cargado con la jaula con ambas manos intentando que el agua no se derramara. - ¿Nos vamos?
Aún teníamos que devolver a Yuli a su legitimo dueño.
Ya más consciente de lo que acontecía a mi alrededor pude identificar el sonido del chocar de las rocas. Levanté la mirada y pude ver a Toro abriéndose paso través de un derrumbe mientras era observado por Zarina. ¿Cuánto tiempo habíamos estado atrapados? En una cueva era difícil tener noción del tiempo, pero debía de seguir siendo de día pues el lobo aún no había comenzado a molestarme.
-¡Por fin!- el gutural grito de Toro resonó por cada rincón de la caverna.
"Al fin buenas noticias..." sonreí.
Al levantarme para dirigirme a la salida y poder salir de una vez por todas de aquel lugar, sentí la sensación de que se nos olvidaba algo... algo importante...
"¡La criatura!" prácticamente había olvidado el verdadero motivo de toda aquella epopeya.
-¿Dónde está el chico? - escuché a Toro preguntar al aire más que a la propia Zarina que seguramente aún seguía a su lado.
La criatura seguía en aquella jaula con una pequeña especie de bañera.
"¿Cómo podemos sacarla de aquí?" recordé que aún me quedaba la ganzúa, fue como una revelación divina.
Me agaché hasta la cerradura y comencé a hacer uso de mis habilidades de cerrajero. Busqué los tornos y los fui asegurando poco a poco hasta que un "click" me dio la señal de que aquello ya estaba. Giré el torno y la cerradura cedió. Pero no abrí la puerta. Lo pensé mejor y era mejor llevarse la jaula, que no era muy grande debido al pequeño tamaño de la criatura. Cargando con ella me volví a acercar hasta mi amiga y al inesperado compañero que tanto nos había ayudado.
-Ya estoy listo. - sonreí cargado con la jaula con ambas manos intentando que el agua no se derramara. - ¿Nos vamos?
Aún teníamos que devolver a Yuli a su legitimo dueño.
Ircan
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Re: Una criatura en apuros [Pasado] [Trabajo] [Zarina - Ircan]
Yo no sé que haría sin Ircan, de verdad. Cuando lo vi subiendo por la cuesta llevando a la criatura, me acordé de porqué nos habíamos puesto en aquél berenjenal. Por suerte, él había estado mucho más atento y se había acordado de ella, ya que si no llega a hacerlo, yo me hubiese olvidado completamente.
Iran subía pesadamente la cuesta. Por un segundo recodé todo lo que habíamos vivido en esa cueva, y me pasó por delante de los ojos como si de un sueño se tratara.
Habíamos sido capturados. Habíamos peleado con nuestros captores. Habíamos vencido. Nos habíamos enfrentado a expertos en armas y los habíamos derrotado de igual forma. Habíamos conocido a Toro, que había sido de gran ayuda. Y lo mejor de todo es que habíamos seguido trabajando en nuestra amistad, forjando lazos y brindado ayuda cuando más lo necesitábamos.
Creo que me había quedado absorta en mis pensamientos ya que me sobresalté cuando Toro tosió para aclararse la garganta.
-¿Nos vamos? - preguntó Ircan. A lo que yo asentí.
Salimos por la entrada de la cueva, y vimos que era de noche. Pero no entrada la noche, sino seguramente muy cerca del alba. El aire era fresco, pero no frío, por lo que respirar algo que no fuera polvo y moho, era gloria. Tomé una bocanada de aire fresco y lo solté poco a poco. Con solo respirar tranquilamente ese aire fresco, una alegría y una satisfacción absoluta invadió mi cuerpo. Estábamos vivos, teníamos lo que habíamos venido a buscar, e íbamos a devolver a Yuli a su legítimo amo.
Empezamos a andar por el bosque. Ircan y Toro conversaban y yo iba un poco más atrás pensando en mis cosas y fingiendo que escuchaba. Estaba reviviendo ese día paso a paso en mi mente, hasta que un flash verde brillante pasó por mi cabeza.
Como un flechazo me acordé del colgante de uno de los primeros mercenarios a los que nos enfrentamos. Era claramente de brujo. Como no tenía ni idea de como se usaba ni que era, mi curiosidad decidió por mi.
- Ahora vengo, no os mováis. - les dije a mis dos acompañantes, y salí corriendo otra vez hacia la cueva.
Des de la entrada ya se olía a sangre. El lugar en el que minutos antes habíamos estado atrapados, ahora estaba solo acompañado por silencio y muerte. Bajé corriendo y como pude localicé al bandido del colgante.
Le saqué la cadena del cadáver como pude, y me quedé sosteniendo el colgante con cura. Estaba frío al tacto, pero tenía un peso agradable. Cuando lo sostuve en la mano, por un segundo, hubiese jurado que brillaba en la penumbra, pero eso era imposible ¿no?.
Me puse el colgante y salí otra vez corriendo hacia el bosque.
Localicé a Ircan y a Toro muy rápido, y antes que pudiesen preguntar qué era lo que había ido a hacer, me saqué el colgante de dentro de la ropa y se lo mostré.
Con una sonrisa de oreja a oreja dije: - He ido a por esto. No sé qué es, pero quiero descubrirlo.
Iran subía pesadamente la cuesta. Por un segundo recodé todo lo que habíamos vivido en esa cueva, y me pasó por delante de los ojos como si de un sueño se tratara.
Habíamos sido capturados. Habíamos peleado con nuestros captores. Habíamos vencido. Nos habíamos enfrentado a expertos en armas y los habíamos derrotado de igual forma. Habíamos conocido a Toro, que había sido de gran ayuda. Y lo mejor de todo es que habíamos seguido trabajando en nuestra amistad, forjando lazos y brindado ayuda cuando más lo necesitábamos.
Creo que me había quedado absorta en mis pensamientos ya que me sobresalté cuando Toro tosió para aclararse la garganta.
-¿Nos vamos? - preguntó Ircan. A lo que yo asentí.
Salimos por la entrada de la cueva, y vimos que era de noche. Pero no entrada la noche, sino seguramente muy cerca del alba. El aire era fresco, pero no frío, por lo que respirar algo que no fuera polvo y moho, era gloria. Tomé una bocanada de aire fresco y lo solté poco a poco. Con solo respirar tranquilamente ese aire fresco, una alegría y una satisfacción absoluta invadió mi cuerpo. Estábamos vivos, teníamos lo que habíamos venido a buscar, e íbamos a devolver a Yuli a su legítimo amo.
Empezamos a andar por el bosque. Ircan y Toro conversaban y yo iba un poco más atrás pensando en mis cosas y fingiendo que escuchaba. Estaba reviviendo ese día paso a paso en mi mente, hasta que un flash verde brillante pasó por mi cabeza.
Como un flechazo me acordé del colgante de uno de los primeros mercenarios a los que nos enfrentamos. Era claramente de brujo. Como no tenía ni idea de como se usaba ni que era, mi curiosidad decidió por mi.
- Ahora vengo, no os mováis. - les dije a mis dos acompañantes, y salí corriendo otra vez hacia la cueva.
Des de la entrada ya se olía a sangre. El lugar en el que minutos antes habíamos estado atrapados, ahora estaba solo acompañado por silencio y muerte. Bajé corriendo y como pude localicé al bandido del colgante.
Le saqué la cadena del cadáver como pude, y me quedé sosteniendo el colgante con cura. Estaba frío al tacto, pero tenía un peso agradable. Cuando lo sostuve en la mano, por un segundo, hubiese jurado que brillaba en la penumbra, pero eso era imposible ¿no?.
Me puse el colgante y salí otra vez corriendo hacia el bosque.
Localicé a Ircan y a Toro muy rápido, y antes que pudiesen preguntar qué era lo que había ido a hacer, me saqué el colgante de dentro de la ropa y se lo mostré.
Con una sonrisa de oreja a oreja dije: - He ido a por esto. No sé qué es, pero quiero descubrirlo.
Zarina
Experto
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Nivel de PJ : : 0
Re: Una criatura en apuros [Pasado] [Trabajo] [Zarina - Ircan]
Al salir de la cueva, Toro nos escoltó, o eso deduje ya que siguió el mismo camino que nosotros; luego descubriría por qué. Con la jaula en los brazos hicimos el mismo camino de vuelta que yo había realizado en la red de los asaltadores; aunque ahora fue, con gran diferencia, un paseo más agradable.
Al poco de iniciar el regreso, Zarina se detuvo misteriosamente y nos pidió que aguardáramos un momento. Unos extensos minutos más tarde, cuando las primeras luces del alba bañaban los copos de los arboles, apareció de nuevo. Antes siquiera que pudieramos preguntarle por el motivo de su inesperada acción, mostró un medallón de un color tan verde como el de su mirada.
-Es bonito. Concuerda con tus ojos. - le dije con una sonrisa antes de proseguir nuestro avance hacía el sur, a la aldea que nos había indicado el viajero.
Cuando esta estuvo a nuestra vista, Toro se detuvo.
-Bueno creo que ya podréis hacer el resto del camino solos.
-¿Qu-qué?
-Cuando salí decidí asegurarme de que llegarías sanos y salvos a vuestro destino. No podía permitir que os pasara nada mas. -nos guiñó su único ojo con una amplia sonrisa. - Es lo menos que puedo hacer. Prácticamente me habéis hecho el trabajo, y tu chiquitín, me has salvado la vida. Estaré eternamente en deuda contigo, es la costumbre de mi tribu; al menos hasta que me liberes de dicha deuda, claro. - soltó una poderosa carcajada que resonó por todo el monte.
-Es-es-espera. ¿Q-qué trabajo?
-Los bandidos, los que me capturaron... eran el objetivo de mi misión. Soy un mercenario, y para mi vergüenza fui derrotado por una estúpida trampa... - le dio un puñetazo haciendo que el trono de este gruñera y amenazara con caerse. -Vuestra intervención a servido para que no cayera en la total deshonra. Al menos dejamos uno vivo, aunque supongo que sus cabezas también hubiesen valido. Pero ya sabes... - aleteó las manos colocándolas con las palmas hacía arriba al mismo tiempo que se encogía de hombros. - es mejor presentar algo vivo al cliente para que se fié más. Así que me vuelvo a la cueva, debo de recolectar trofeos y recoger a mi presa. -se alejó de nosotros despidiendose alzando una mano dándonos la espalda. -Cuando pase un tiempo te buscaré, jefe. Y pagaré mi deuda con creces.
No hubo más despedidas, aunque en verdad aquello sólo era un hasta luego. Yo me encogí de hombros y miré a Zarina.
-Supongo que los hombres bestia son muy peculiares. ¡Vamos! ¡Nuestro cliente estará preocupado!
Sin más dilación, nos dirigimos a la pequeña taberna de la aldea. El hombre no fue difícil de encontrar, el salón de la cantina era al aire libre. Y fue fácil encontrar el carro del susodicho, lo primero sencillo desde que comenzó aquella improvisada misión.
-Aquí tiene. Como prometimos. -dejé la jaula sobre la mesa y solté una risita. -Como acordamos.
-¡Ohhhh! ¡Mi yuli! - el viajero se apresuró a abrir la jaula y a tomar en brazos a la criatura; llenándola de abrazos y besos.
No es que fuera un insensible, pero no consideraba a aquel animal lo suficientemente mono como para realizar dichos actos; aunque cada persona es un mundo.
-¡Muchas gracias jovenes! ¡Sois muy buenos chicos! ¡Muy buenos chicos! - rebuscó entre sus ropajes. - Sabía que lo conseguirías, asi que ya lo tenía todo preparado. - soltó una bolsa sobre la mesa que al chocar contra la madera produjo sonidos metálicos. - Así que, lo prometido es deuda. -nos guiñó un ojo mientras acariciaba el lomo de la morski.
Al poco de iniciar el regreso, Zarina se detuvo misteriosamente y nos pidió que aguardáramos un momento. Unos extensos minutos más tarde, cuando las primeras luces del alba bañaban los copos de los arboles, apareció de nuevo. Antes siquiera que pudieramos preguntarle por el motivo de su inesperada acción, mostró un medallón de un color tan verde como el de su mirada.
-Es bonito. Concuerda con tus ojos. - le dije con una sonrisa antes de proseguir nuestro avance hacía el sur, a la aldea que nos había indicado el viajero.
Cuando esta estuvo a nuestra vista, Toro se detuvo.
-Bueno creo que ya podréis hacer el resto del camino solos.
-¿Qu-qué?
-Cuando salí decidí asegurarme de que llegarías sanos y salvos a vuestro destino. No podía permitir que os pasara nada mas. -nos guiñó su único ojo con una amplia sonrisa. - Es lo menos que puedo hacer. Prácticamente me habéis hecho el trabajo, y tu chiquitín, me has salvado la vida. Estaré eternamente en deuda contigo, es la costumbre de mi tribu; al menos hasta que me liberes de dicha deuda, claro. - soltó una poderosa carcajada que resonó por todo el monte.
-Es-es-espera. ¿Q-qué trabajo?
-Los bandidos, los que me capturaron... eran el objetivo de mi misión. Soy un mercenario, y para mi vergüenza fui derrotado por una estúpida trampa... - le dio un puñetazo haciendo que el trono de este gruñera y amenazara con caerse. -Vuestra intervención a servido para que no cayera en la total deshonra. Al menos dejamos uno vivo, aunque supongo que sus cabezas también hubiesen valido. Pero ya sabes... - aleteó las manos colocándolas con las palmas hacía arriba al mismo tiempo que se encogía de hombros. - es mejor presentar algo vivo al cliente para que se fié más. Así que me vuelvo a la cueva, debo de recolectar trofeos y recoger a mi presa. -se alejó de nosotros despidiendose alzando una mano dándonos la espalda. -Cuando pase un tiempo te buscaré, jefe. Y pagaré mi deuda con creces.
No hubo más despedidas, aunque en verdad aquello sólo era un hasta luego. Yo me encogí de hombros y miré a Zarina.
-Supongo que los hombres bestia son muy peculiares. ¡Vamos! ¡Nuestro cliente estará preocupado!
Sin más dilación, nos dirigimos a la pequeña taberna de la aldea. El hombre no fue difícil de encontrar, el salón de la cantina era al aire libre. Y fue fácil encontrar el carro del susodicho, lo primero sencillo desde que comenzó aquella improvisada misión.
-Aquí tiene. Como prometimos. -dejé la jaula sobre la mesa y solté una risita. -Como acordamos.
-¡Ohhhh! ¡Mi yuli! - el viajero se apresuró a abrir la jaula y a tomar en brazos a la criatura; llenándola de abrazos y besos.
No es que fuera un insensible, pero no consideraba a aquel animal lo suficientemente mono como para realizar dichos actos; aunque cada persona es un mundo.
-¡Muchas gracias jovenes! ¡Sois muy buenos chicos! ¡Muy buenos chicos! - rebuscó entre sus ropajes. - Sabía que lo conseguirías, asi que ya lo tenía todo preparado. - soltó una bolsa sobre la mesa que al chocar contra la madera produjo sonidos metálicos. - Así que, lo prometido es deuda. -nos guiñó un ojo mientras acariciaba el lomo de la morski.
Ircan
Honorable
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Re: Una criatura en apuros [Pasado] [Trabajo] [Zarina - Ircan]
RECOMPENSAS
Ha sido una historia muy entretenida y fácil de leer, aunque a veces da la impresión de ir muy rápido, pero solo son pequeños detalles que vienen de seguir las instrucciones del trabajo, ha resultado interesante la relación entre los dos personajes, Ircan aunque parezca muy rudo, termina llevándose bien con todos.
Este trabajo ha tenido ciertas particuladidades así que algunas recompensas han sido añadidas o modificadas:
Ircan: Recibes 18 puntos de experiencia, 400 aeros y 1 punto de profesión.
Zarina: Recibes 18 puntos de experiencia, 50 aeros y el Colgante de Renovación.
Colgante de renovación: Al usarlo, incrementa en 10 puntos tu inteligencia y sabiduría durante 3 turnos, lo que te otorga una renovación de tus energías para seguir luchando y una mayor potencia en tus hechizos, tiene 3 usos, luego de eso pasará a ser un objeto normal.
Este trabajo ha tenido ciertas particuladidades así que algunas recompensas han sido añadidas o modificadas:
Ircan: Recibes 18 puntos de experiencia, 400 aeros y 1 punto de profesión.
Zarina: Recibes 18 puntos de experiencia, 50 aeros y el Colgante de Renovación.
Colgante de renovación: Al usarlo, incrementa en 10 puntos tu inteligencia y sabiduría durante 3 turnos, lo que te otorga una renovación de tus energías para seguir luchando y una mayor potencia en tus hechizos, tiene 3 usos, luego de eso pasará a ser un objeto normal.
Ansur
Master
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