[EVENTO P.] Ancianas en apuros.
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[EVENTO P.] Ancianas en apuros.
[…] Entonces llegaras a una pequeña explanada, ahí, justo en el final, encontraras estas flores. Recuerda que debes cogerlas cuando aún estén verdes, ya que dos horas después de ser extraídas pierden color.
Habían sido las últimas palabras que escucho de la ancianita del puesto de la ciudad. Bueno, no las ultimas “Mucha suerte “, esas habían sido las ultimas.
La lista era larga, pero la paga era buena, así que compensaba. Las ordenes eran claras: la señora iba cada semana a la cuidad a vender sus cosas. Justo en siete días, debía de tener todas las plantas que ponía en la lista. Si todo estaba al completo el recolector ganaría una buena paga, a elegís “ya cerraremos esos puntos la semana que viene” había dicho la astuta ancianita.
Plantas… plantas, árboles, arbustos, frutas, verduras… ya podía ser alguien con mínimos conocimientos, ya que los nombre eran algo raros y los lugares donde búscalos en ocasiones aún más.
Habían sido las últimas palabras que escucho de la ancianita del puesto de la ciudad. Bueno, no las ultimas “Mucha suerte “, esas habían sido las ultimas.
La lista era larga, pero la paga era buena, así que compensaba. Las ordenes eran claras: la señora iba cada semana a la cuidad a vender sus cosas. Justo en siete días, debía de tener todas las plantas que ponía en la lista. Si todo estaba al completo el recolector ganaría una buena paga, a elegís “ya cerraremos esos puntos la semana que viene” había dicho la astuta ancianita.
Plantas… plantas, árboles, arbustos, frutas, verduras… ya podía ser alguien con mínimos conocimientos, ya que los nombre eran algo raros y los lugares donde búscalos en ocasiones aún más.
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•Tienes una larga lista de plantas que buscar, para llevarle a la anciana en una semana. Procura no equivocarte y hacerlo bien… y no toparte con monstruos ni bichos por el camino. ¡Reconocer es solo el principio!
Wyn
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Re: [EVENTO P.] Ancianas en apuros.
La bruja había acudido aquella mañana a la zona de Lunargenta donde se encontraban los negocios, en busca de algún producto interesante que la ayudase a seguir desarrollando sus habilidades alquímicas. No encontró nada, pero se fijó en un modesto puesto de hierbas que estaba al cargo de una amable anciana. Parecía que casi se había quedado sin existencias, por lo que al ver que la bruja se acercaba le preguntó de inmediato si sabía de plantas. Elen respondió afirmativamente y entonces la mujer le ofreció un trato, si buscaba todas las que necesitaba para vender la semana siguiente ella le daría una generosa paga a cambio.
La de cabellos cenicientos no se lo pensó mucho, siempre que algo podía ayudarla a seguir desarrollando sus conocimientos aceptaba, así que tomó la lista y le echó un vistazo. Gracias a su último trabajo con el alquimista Crowley conocía todas las allí escritas, pero de inmediato supo que podría ser complicado reunirlas, ya que se encontraban en zonas muy diferentes de Aerandir. Aun así no se echó atrás, escuchó las indicaciones de la anciana con atención y se despidió cordialmente de ella antes de marcharse.
Contaba con una semana, pero el tiempo se vería reducido por los desplazamientos que tendría que hacer, así que rápidamente volvió a la posada y tomó sus pertenencias. Buscó a Sombra en el establo y lo guió hasta la calle principal, donde se subió a la silla y espoleó su montura, dirigiéndola al puerto. Tras negociar con uno de los capitanes de barco, éste aceptó llevarlos a las islas de inmediato y esperar allí para traerlos de vuelta, con lo que embarcaron y pusieron rumbo a la tierra de los brujos.
Primer día
El barco arribó a las islas a media mañana, lo que daba a la maga algunas horas para reunir las diferentes plantas que necesitaba antes de emprender el regreso a Lunargenta. Tomó su caballo y se dirigió al bosque, donde esperaba encontrar con facilidad el primero de la lista. Pronto detuvo su montura, al reconocer el hongo que estaba buscando, que no era otro que el hongo Warell.
Dado su efecto potenciador de magia sólo crecía en la tierra de los brujos, así que bajó y tomó unos cuantos, cortándolos casi de raíz para acto seguido meterlos en un tarro, de modo que se conservasen bien. Esperaba que la anciana conociera los peligros que entrañaba el abuso de aquel hongo, que podía llegar a deformar a las personas, pero pensó que probablemente la mujer le extirparía el núcleo para venderlo como simple alimento.
Guardó el tarro en una de las alforjas que colgaban de la silla y volvió a subirse, para dirigirse esta vez a lo más profundo del bosque. Tardó un rato en alcanzar lo que buscaba, ya que cada vez se le hacía más complicado avanzar entre los árboles, por esto cuando la distancia apenas era de unos cincuenta metros, decidió seguir a pie. Ató las riendas a una gruesa rama y sacó uno de sus libros de la alforja donde llevaba los recipientes vacíos.
Caminó a paso ligero hacia el colorido árbol, que ya había visto durante la fiesta de año nuevo. El Vaahtera era sin duda enorme, guardó silencio y lo miró durante unos instantes, antes de centrarse en la parte que le interesaba, sus hojas. Tenían unos brillantes tonos verdes, amarillos, naranjas e incluso rojos, que daban al árbol un aspecto muy vivo y alegre. Dejó el libro que sostenía sobre una piedra cercana y empezó a tomar tres de cada color, se arrodilló junto a la roca y comenzó a poner las hojas entre las páginas, ya que estas se vendían prensadas y secas como amuletos en la ciudad.
Cerró el finamente encuadernado tomo y se levantó, pero tras unos instantes de duda decidió llevarse una también para sí, no solía creer en esas cosas pero la hoja le recordaría en todo momento su tierra. Eligió una cercana, cuyo tono rojizo parecía más brillante y vivo que el del resto, la guardó entre las últimas páginas y emprendió el camino de regreso hacia su caballo.
Prosiguió su camino a través del bosque, para encontrar la última planta que necesitaba, que resultaba ser una flor. Pasó cerca de una hora vagando por el lugar, hasta que por fin atisbó en la lejanía lo que buscaba. - Ahí están las Eonishias. - dijo con un deje de alegría en la voz, mientras bajaba al suelo nuevamente. Tomó uno de los recipientes y se acercó hasta ellas, cortó media docena y las metió dentro, deteniéndose durante unos instantes para contemplar la belleza de aquellas flores, que después de ser cortadas eran capaces de mantenerse en buen estado durante años.
Con estas últimas ya había reunido lo que necesitaba de las islas, así que volvería al puerto y embarcaría rumbo a Lunargenta de nuevo.
Segundo día
Despertó en la posada, se preparó y tomó un desayuno ligero, que la ayudase a mantener las energías durante la mañana. Esta vez tomó su montura y se dirigió a las afueras, mientras revisaba y establecía mentalmente el orden en que debía reunir el resto de plantas. Aquello era de vital importancia, ya que algunas eran más sensibles y perdían sus propiedades con rapidez, esas debía dejarlas para el último momento.
- Kortinque de flor blanca. - musitó, leyendo la que le tocaba buscar a continuación. Solo la había visto una vez pero esperaba no tener problemas para encontrarla en aquella zona, que estaba tan poblada de arbustos. Las afueras podían ser peligrosas, así que se ajustó el cinturón para tener la daga a mano por si acaso. Avanzó con lentitud, observando con atención las diferentes plantas y controlando que ningún extraño se le acercase demasiado.
Al poco reconoció las espigas que buscaba, bajó del caballo y lo ató a un árbol cercano, abrió la alforja y extrajo un tarro de tamaño considerable. Se acercó al arbusto y cortó las espigas que aún no habían florecido, ya que en la lista se especificaba claramente que eran esas y no otras las que debía tomar. Elen conocía más o menos los usos de aquella planta, cuyas hojas podían ser usadas como compresas para tratar quemaduras graves y cuya sabia ayudaba con las leves. También podían comerse crudas en caso de necesidad, siempre y cuando no tuviesen flores, ya que estas podían resultar venenosas.
Cortó cuatro espigas y las guardó en el recipiente, escuchando un sonoro relincho a su espalda, que la hizo girarse de inmediato. Un extraño se había acercado a Sombra e intentaba robar el contenido de las alforjas, pero el caballo se movía nerviosamente y le impedía conseguirlo. - ¡Eh, aléjate de mi montura! - exclamó con firmeza, sosteniendo con una mano el tarro y dejando que la electricidad le recorriese el otro brazo de forma visible. Si aquello no lo disuadía Sombra se encargaría de hacerlo, se puso en dos patas y relinchó de nuevo con fuerza, antes de dejar caer las patas delanteras sobre el suelo con ímpetu a escasos centímetros del desconocido.
El hombre asustado cayó de culo sobre unos matorrales, levantó las manos en señal de rendición y se levantó como pudo para echar a correr lejos de allí. La bruja regresó junto a su caballo y guardó el recipiente, se subió a la silla y revisó que no se hubiese llevado nada, tras lo cual decidió salir de aquella zona y volver a la ciudad.
Tercer y cuarto día
Durante los dos días siguientes la hechicera tuvo que desplazarse más lejos aún, aunque primero se hizo con otro de los productos que había en la lista, el papiro morado. Por suerte había encontrado algunos antes de abandonar la península hacia el este, tomó bastantes hojas y las colocó del mismo modo que había hecho con las de Vaahtera, ya que éstas se usaban para crear planchas de escritura y debían mantenerse prensadas.
Prosiguió su camino hacia los bosques del este, deteniéndose en algunos de los arroyos que encontraba en el camino para buscar la siguiente planta. Tardó un poco pero finalmente consiguió encontrar el alga Aldönea, que solía aparecer más en las zonas de pantanos pero también podía darse en algunos arroyos donde el agua no corriese con demasiada fuerza. Sacó dos recipientes y se arrodilló junto al cauce, sacando su daga para cortar con ella las flores y guardarlas en el primer tarro.
Aquellas eran bien apreciadas para crear perfumes, mientras que la parte del alga que alcanzaba la superficie podía usarse para guisos y ensaladas. Tomó un poco de aquella parte comestible y la guardó en el otro recipiente, cerrando ambos de inmediato para continuar su camino, no debía perder tiempo.
Quinto y sexto día
La de ojos verdes seguiría avanzando por las tierras del este durante una jornada y media más, dejando de este modo tiempo suficiente para regresar a Lunargenta, aunque quizá tuviese que cabalgar durante la noche para llegar a tiempo. El invierno había favorecido el crecimiento de algunas plantas, entre las que se encontraba el Barrimorht, otra de la lista. La maga tomó una cantidad considerable de aquella planta y siguió su camino, hacia una estepa cercana al bosque.
Allí pasó la noche del quinto día, rodeada por el brillo de las tuores que se encontraban por la zona, y que daba al lugar una extraña aura, casi mágica. Durante la mañana de la sexta jornada consiguió encontrar la florecida Belladonea, planta que había utilizado en alguna ocasión para crear pociones anestésicas, aunque prefería usar el Inhibis, ya que sabía controlar mejor la cantidad de éste para que el producto no resultase peligroso.
Antes de que marcharse, y con sumo cuidado para no pincharse, recogió unas cuantas de aquellas emparentadas con los cactus, las tuores, tachando así otra de la lista, con lo que ya solo le quedaba buscar un fruto que solía abundar en las afueras de la ciudad. Subió a su montura y emprendió el camino de regreso a Lunargenta a toda prisa, para no llegar tarde.
Séptimo día
Las ascuas de dragón fueron fáciles de encontrar, pero la mezcla entre cansancio y la premura hicieron que se despistase, con lo que no vio la pequeña y rojiza araña hasta que sintió como le ardía el dorso de la mano. Se retiró de inmediato, agitando la extremidad en un vano intento por hacer que la quemadura doliese menos. La pequeña criatura salió despedida con aquel brusco movimiento, perdiéndose entre la hierba.
- ¡Aggg maldita sea! - dijo la hechicera, aferrándose con fuerza la herida mano al tiempo que apretaba los dientes para ahogar un quejido de dolor. Se mantuvo así durante unos segundos, antes de reparar en que tenía lo que necesitaba en su habitación de la posada, las hojas de Kortinque. Terminó de recoger los frutos que necesitaba como pudo, volvió a su caballo y lo espoleó para que galopase tan rápido como pudiese hacia Lunargenta.
Cuando por fin llegó a la posada empezó a sentirse algo mareada por el dolor, dejó a Sombra con el mozo del establo y subió las escaleras. Llegó a su habitación y tomó el tarro que contenía las espigas, realizó un corte a una de ellas y se aplicó la sabia sobre el dorso de la mano de forma abundante.
Pasó un rato hasta que empezase a sentirse mejor, se vendó la zona con ayuda de un trozo de tela y recogió todos los tarros que tenía sobre la mesa, debía dirigirse a la zona de negocios para entregarlos a la amable anciana.
Llegó al puesto justo a tiempo, respiró aliviada y bajó de la silla de montar. En otras circunstancias habría ido a pie, pero con aquella molesta quemadura en la mano y los mareos que le había causado no se atrevió a hacerlo. - Buenos días, he traído todo lo que me pidió. - dijo, mientras comenzaba a sacar los productos y los depositaba sobre lo que debía ser el mostrador del puesto.
Primero colocó los tarros, para luego sacar con cuidado las hojas prensadas de las páginas del libro y dejarlas amontonadas sobre el mismo lugar. Revisó la bolsa de cuero de su cinturón y extrajo también la lista, dejándola junto a todo lo que había traído.
La de cabellos cenicientos no se lo pensó mucho, siempre que algo podía ayudarla a seguir desarrollando sus conocimientos aceptaba, así que tomó la lista y le echó un vistazo. Gracias a su último trabajo con el alquimista Crowley conocía todas las allí escritas, pero de inmediato supo que podría ser complicado reunirlas, ya que se encontraban en zonas muy diferentes de Aerandir. Aun así no se echó atrás, escuchó las indicaciones de la anciana con atención y se despidió cordialmente de ella antes de marcharse.
Contaba con una semana, pero el tiempo se vería reducido por los desplazamientos que tendría que hacer, así que rápidamente volvió a la posada y tomó sus pertenencias. Buscó a Sombra en el establo y lo guió hasta la calle principal, donde se subió a la silla y espoleó su montura, dirigiéndola al puerto. Tras negociar con uno de los capitanes de barco, éste aceptó llevarlos a las islas de inmediato y esperar allí para traerlos de vuelta, con lo que embarcaron y pusieron rumbo a la tierra de los brujos.
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Primer día
El barco arribó a las islas a media mañana, lo que daba a la maga algunas horas para reunir las diferentes plantas que necesitaba antes de emprender el regreso a Lunargenta. Tomó su caballo y se dirigió al bosque, donde esperaba encontrar con facilidad el primero de la lista. Pronto detuvo su montura, al reconocer el hongo que estaba buscando, que no era otro que el hongo Warell.
Dado su efecto potenciador de magia sólo crecía en la tierra de los brujos, así que bajó y tomó unos cuantos, cortándolos casi de raíz para acto seguido meterlos en un tarro, de modo que se conservasen bien. Esperaba que la anciana conociera los peligros que entrañaba el abuso de aquel hongo, que podía llegar a deformar a las personas, pero pensó que probablemente la mujer le extirparía el núcleo para venderlo como simple alimento.
Guardó el tarro en una de las alforjas que colgaban de la silla y volvió a subirse, para dirigirse esta vez a lo más profundo del bosque. Tardó un rato en alcanzar lo que buscaba, ya que cada vez se le hacía más complicado avanzar entre los árboles, por esto cuando la distancia apenas era de unos cincuenta metros, decidió seguir a pie. Ató las riendas a una gruesa rama y sacó uno de sus libros de la alforja donde llevaba los recipientes vacíos.
Caminó a paso ligero hacia el colorido árbol, que ya había visto durante la fiesta de año nuevo. El Vaahtera era sin duda enorme, guardó silencio y lo miró durante unos instantes, antes de centrarse en la parte que le interesaba, sus hojas. Tenían unos brillantes tonos verdes, amarillos, naranjas e incluso rojos, que daban al árbol un aspecto muy vivo y alegre. Dejó el libro que sostenía sobre una piedra cercana y empezó a tomar tres de cada color, se arrodilló junto a la roca y comenzó a poner las hojas entre las páginas, ya que estas se vendían prensadas y secas como amuletos en la ciudad.
Cerró el finamente encuadernado tomo y se levantó, pero tras unos instantes de duda decidió llevarse una también para sí, no solía creer en esas cosas pero la hoja le recordaría en todo momento su tierra. Eligió una cercana, cuyo tono rojizo parecía más brillante y vivo que el del resto, la guardó entre las últimas páginas y emprendió el camino de regreso hacia su caballo.
Prosiguió su camino a través del bosque, para encontrar la última planta que necesitaba, que resultaba ser una flor. Pasó cerca de una hora vagando por el lugar, hasta que por fin atisbó en la lejanía lo que buscaba. - Ahí están las Eonishias. - dijo con un deje de alegría en la voz, mientras bajaba al suelo nuevamente. Tomó uno de los recipientes y se acercó hasta ellas, cortó media docena y las metió dentro, deteniéndose durante unos instantes para contemplar la belleza de aquellas flores, que después de ser cortadas eran capaces de mantenerse en buen estado durante años.
Con estas últimas ya había reunido lo que necesitaba de las islas, así que volvería al puerto y embarcaría rumbo a Lunargenta de nuevo.
Segundo día
Despertó en la posada, se preparó y tomó un desayuno ligero, que la ayudase a mantener las energías durante la mañana. Esta vez tomó su montura y se dirigió a las afueras, mientras revisaba y establecía mentalmente el orden en que debía reunir el resto de plantas. Aquello era de vital importancia, ya que algunas eran más sensibles y perdían sus propiedades con rapidez, esas debía dejarlas para el último momento.
- Kortinque de flor blanca. - musitó, leyendo la que le tocaba buscar a continuación. Solo la había visto una vez pero esperaba no tener problemas para encontrarla en aquella zona, que estaba tan poblada de arbustos. Las afueras podían ser peligrosas, así que se ajustó el cinturón para tener la daga a mano por si acaso. Avanzó con lentitud, observando con atención las diferentes plantas y controlando que ningún extraño se le acercase demasiado.
Al poco reconoció las espigas que buscaba, bajó del caballo y lo ató a un árbol cercano, abrió la alforja y extrajo un tarro de tamaño considerable. Se acercó al arbusto y cortó las espigas que aún no habían florecido, ya que en la lista se especificaba claramente que eran esas y no otras las que debía tomar. Elen conocía más o menos los usos de aquella planta, cuyas hojas podían ser usadas como compresas para tratar quemaduras graves y cuya sabia ayudaba con las leves. También podían comerse crudas en caso de necesidad, siempre y cuando no tuviesen flores, ya que estas podían resultar venenosas.
Cortó cuatro espigas y las guardó en el recipiente, escuchando un sonoro relincho a su espalda, que la hizo girarse de inmediato. Un extraño se había acercado a Sombra e intentaba robar el contenido de las alforjas, pero el caballo se movía nerviosamente y le impedía conseguirlo. - ¡Eh, aléjate de mi montura! - exclamó con firmeza, sosteniendo con una mano el tarro y dejando que la electricidad le recorriese el otro brazo de forma visible. Si aquello no lo disuadía Sombra se encargaría de hacerlo, se puso en dos patas y relinchó de nuevo con fuerza, antes de dejar caer las patas delanteras sobre el suelo con ímpetu a escasos centímetros del desconocido.
El hombre asustado cayó de culo sobre unos matorrales, levantó las manos en señal de rendición y se levantó como pudo para echar a correr lejos de allí. La bruja regresó junto a su caballo y guardó el recipiente, se subió a la silla y revisó que no se hubiese llevado nada, tras lo cual decidió salir de aquella zona y volver a la ciudad.
Tercer y cuarto día
Durante los dos días siguientes la hechicera tuvo que desplazarse más lejos aún, aunque primero se hizo con otro de los productos que había en la lista, el papiro morado. Por suerte había encontrado algunos antes de abandonar la península hacia el este, tomó bastantes hojas y las colocó del mismo modo que había hecho con las de Vaahtera, ya que éstas se usaban para crear planchas de escritura y debían mantenerse prensadas.
Prosiguió su camino hacia los bosques del este, deteniéndose en algunos de los arroyos que encontraba en el camino para buscar la siguiente planta. Tardó un poco pero finalmente consiguió encontrar el alga Aldönea, que solía aparecer más en las zonas de pantanos pero también podía darse en algunos arroyos donde el agua no corriese con demasiada fuerza. Sacó dos recipientes y se arrodilló junto al cauce, sacando su daga para cortar con ella las flores y guardarlas en el primer tarro.
Aquellas eran bien apreciadas para crear perfumes, mientras que la parte del alga que alcanzaba la superficie podía usarse para guisos y ensaladas. Tomó un poco de aquella parte comestible y la guardó en el otro recipiente, cerrando ambos de inmediato para continuar su camino, no debía perder tiempo.
Quinto y sexto día
La de ojos verdes seguiría avanzando por las tierras del este durante una jornada y media más, dejando de este modo tiempo suficiente para regresar a Lunargenta, aunque quizá tuviese que cabalgar durante la noche para llegar a tiempo. El invierno había favorecido el crecimiento de algunas plantas, entre las que se encontraba el Barrimorht, otra de la lista. La maga tomó una cantidad considerable de aquella planta y siguió su camino, hacia una estepa cercana al bosque.
Allí pasó la noche del quinto día, rodeada por el brillo de las tuores que se encontraban por la zona, y que daba al lugar una extraña aura, casi mágica. Durante la mañana de la sexta jornada consiguió encontrar la florecida Belladonea, planta que había utilizado en alguna ocasión para crear pociones anestésicas, aunque prefería usar el Inhibis, ya que sabía controlar mejor la cantidad de éste para que el producto no resultase peligroso.
Antes de que marcharse, y con sumo cuidado para no pincharse, recogió unas cuantas de aquellas emparentadas con los cactus, las tuores, tachando así otra de la lista, con lo que ya solo le quedaba buscar un fruto que solía abundar en las afueras de la ciudad. Subió a su montura y emprendió el camino de regreso a Lunargenta a toda prisa, para no llegar tarde.
Séptimo día
Las ascuas de dragón fueron fáciles de encontrar, pero la mezcla entre cansancio y la premura hicieron que se despistase, con lo que no vio la pequeña y rojiza araña hasta que sintió como le ardía el dorso de la mano. Se retiró de inmediato, agitando la extremidad en un vano intento por hacer que la quemadura doliese menos. La pequeña criatura salió despedida con aquel brusco movimiento, perdiéndose entre la hierba.
- ¡Aggg maldita sea! - dijo la hechicera, aferrándose con fuerza la herida mano al tiempo que apretaba los dientes para ahogar un quejido de dolor. Se mantuvo así durante unos segundos, antes de reparar en que tenía lo que necesitaba en su habitación de la posada, las hojas de Kortinque. Terminó de recoger los frutos que necesitaba como pudo, volvió a su caballo y lo espoleó para que galopase tan rápido como pudiese hacia Lunargenta.
Cuando por fin llegó a la posada empezó a sentirse algo mareada por el dolor, dejó a Sombra con el mozo del establo y subió las escaleras. Llegó a su habitación y tomó el tarro que contenía las espigas, realizó un corte a una de ellas y se aplicó la sabia sobre el dorso de la mano de forma abundante.
Pasó un rato hasta que empezase a sentirse mejor, se vendó la zona con ayuda de un trozo de tela y recogió todos los tarros que tenía sobre la mesa, debía dirigirse a la zona de negocios para entregarlos a la amable anciana.
***
Llegó al puesto justo a tiempo, respiró aliviada y bajó de la silla de montar. En otras circunstancias habría ido a pie, pero con aquella molesta quemadura en la mano y los mareos que le había causado no se atrevió a hacerlo. - Buenos días, he traído todo lo que me pidió. - dijo, mientras comenzaba a sacar los productos y los depositaba sobre lo que debía ser el mostrador del puesto.
Primero colocó los tarros, para luego sacar con cuidado las hojas prensadas de las páginas del libro y dejarlas amontonadas sobre el mismo lugar. Revisó la bolsa de cuero de su cinturón y extrajo también la lista, dejándola junto a todo lo que había traído.
Elen Calhoun
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Re: [EVENTO P.] Ancianas en apuros.
La anciana entrecerró los ojos, intentando fijar la vista, mirado los productos que la hermosa bruja le había traído. Parcia que estaba todo… una sonrisa apareció en los labios de la anciana, de oreja a oreja, justo a tiempo para el día de mercado.
-Muchísimas gracias encanto…- dijo empezando a colocarlo todo de manera que quedase más vistoso. -…parece que sabía lo que haces… ninguna de ellas esta marchita ¡podría decirse que todas están intactas! Muy buen trabajo… si, si…- susurraba mientras su cabeza iba asintiendo, moviendo una media melena de color blanca, anudada en una cola baja.
-¿Por qué no te has ido aun? – preguntó levantando la vista hacia los verdes ojos de la muchacha. –Oh… si claro, la recompensa, ¿es por eso verdad, pequeña?- se rió un poco, de manera despreocupada. –Lo siento mi niña, la cabeza de esta anciana ya no es lo que era. Antaño mis piernas se recorrían todo Aerandir en busca de los mejores productos, ¡y ahora apenas puedo aguantar las escasas horas de mercado! Bueno, creo que me estoy dando cuerda, y una chica tan bonita como tu tendrá cosas que hacer…- la miró desde abajo, con una mirada picarona, alzando las cejas un par de veces.
–La recompensa… la recompensa…- susurraba mientras se agachaba y rebuscaba en unas cajas de madera que tenía en el suelo. -…la recompensa…- su trasero, no muy pequeño que digamos, se movía leve y rítmicamente de un lado a otro, mientras seguía buscando.
Cuando al fin la anciana asomó de nuevo la cabeza por el mostrador de la tiendecita, su rostro estaba triste. Colocó ambas manos sobre la madera, mirando a la chica a los ojos.
-Lo siento tantísimo mi niña, me temo que me he dejado las cosas en mi casita… que cabeza la mía, algún día me dejo las uñas…- su voz cada vez se iba apagando más. –Pero no temas -dijo intentando sonreír como lo había hecho hasta ahora. – tengo un trato para ti. No… no pongas esa cara, encanto. Si te voy a pagar, estate segura. Esta anciana empieza a perderse en sus pensamientos, pero no incumple una promesa.
Sacó un hoja un tanto marroncilla, y un trozo de carbón. – Te mostrare donde está mi casa, deberás ir allí. Mira aquí esta Lunargenta… la salida… las afueras…- la anciana, con la lengua en los labios, dibujaba a ojo los puntos más conocidos que había desde la ciudad hasta su casa, escondida en las afueras de la ciudad, casi tocando el bosque de los humanos. – esta algo escondidilla, pero estoy segura de que la encontraras… no me mires así, te estoy diciendo la verdad. – le tendió el papel.
-Cuando llegues, la puerta estará abierta. Entras y de todo lo que tengo en mi casa, puedes coger lo que quieras. Pero solo una cosa, eh- dijo guiñándole el ojos. – Oh se me olvidaba, mi niña. Te agradecería que no te tomaras como recompensa mi cama o mi armario… o quizás el fuego… o la misma casa o la puerta de ella. Preferiría que fuesen objetos… bueno eres una chica lista, estoy segura de que sabrás escoger con sabiduría…-
-Muchísimas gracias encanto…- dijo empezando a colocarlo todo de manera que quedase más vistoso. -…parece que sabía lo que haces… ninguna de ellas esta marchita ¡podría decirse que todas están intactas! Muy buen trabajo… si, si…- susurraba mientras su cabeza iba asintiendo, moviendo una media melena de color blanca, anudada en una cola baja.
-¿Por qué no te has ido aun? – preguntó levantando la vista hacia los verdes ojos de la muchacha. –Oh… si claro, la recompensa, ¿es por eso verdad, pequeña?- se rió un poco, de manera despreocupada. –Lo siento mi niña, la cabeza de esta anciana ya no es lo que era. Antaño mis piernas se recorrían todo Aerandir en busca de los mejores productos, ¡y ahora apenas puedo aguantar las escasas horas de mercado! Bueno, creo que me estoy dando cuerda, y una chica tan bonita como tu tendrá cosas que hacer…- la miró desde abajo, con una mirada picarona, alzando las cejas un par de veces.
–La recompensa… la recompensa…- susurraba mientras se agachaba y rebuscaba en unas cajas de madera que tenía en el suelo. -…la recompensa…- su trasero, no muy pequeño que digamos, se movía leve y rítmicamente de un lado a otro, mientras seguía buscando.
Cuando al fin la anciana asomó de nuevo la cabeza por el mostrador de la tiendecita, su rostro estaba triste. Colocó ambas manos sobre la madera, mirando a la chica a los ojos.
-Lo siento tantísimo mi niña, me temo que me he dejado las cosas en mi casita… que cabeza la mía, algún día me dejo las uñas…- su voz cada vez se iba apagando más. –Pero no temas -dijo intentando sonreír como lo había hecho hasta ahora. – tengo un trato para ti. No… no pongas esa cara, encanto. Si te voy a pagar, estate segura. Esta anciana empieza a perderse en sus pensamientos, pero no incumple una promesa.
Sacó un hoja un tanto marroncilla, y un trozo de carbón. – Te mostrare donde está mi casa, deberás ir allí. Mira aquí esta Lunargenta… la salida… las afueras…- la anciana, con la lengua en los labios, dibujaba a ojo los puntos más conocidos que había desde la ciudad hasta su casa, escondida en las afueras de la ciudad, casi tocando el bosque de los humanos. – esta algo escondidilla, pero estoy segura de que la encontraras… no me mires así, te estoy diciendo la verdad. – le tendió el papel.
-Cuando llegues, la puerta estará abierta. Entras y de todo lo que tengo en mi casa, puedes coger lo que quieras. Pero solo una cosa, eh- dijo guiñándole el ojos. – Oh se me olvidaba, mi niña. Te agradecería que no te tomaras como recompensa mi cama o mi armario… o quizás el fuego… o la misma casa o la puerta de ella. Preferiría que fuesen objetos… bueno eres una chica lista, estoy segura de que sabrás escoger con sabiduría…-
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• 4 puntos de exp. de habilidad pasiva. (El desarrollo y todo está muy bien, me ha gustado mucho, pero se te puntúa menos porque es la secundaria)
•150 aeros.
•Debes abrir un tema nuevo en el que vayas a casa de la anciana a por tu recompensa. Pon en link del tema aquí abajo, o envíamelo por mp. (Este tema se para ti, pero te agradecería que si alguien más piensa unirse me lo indiques, puesto que yo mismo tambien participare.)
Wyn
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