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Mensaje  Elen Calhoun Dom 15 Abr - 13:51


Aclaración cronológica: este tema tiene lugar durante la noche del evento del día de los muertos, Elen aún no se ha transformado en vampira y tampoco tiene la relación con Alister.


Reunidos en torno al altar que la hechicera y el dragón habían preparado aquella tarde, los tres compartían buenos momentos del pasado para mantener vivo el recuerdo de sus seres queridos, aquellos cuyos retratos descansaban entre las flores y velas. - Siempre quise seguir los pasos de mi padre y convertirme en caballero dragón, soñaba con proteger Dundarak a su lado algún día y conseguir que estuviese orgulloso de mí. - dijo Alister, tratando de mantenerse animado a pesar de que aquel tema le resultaba difícil de abordar. - Estoy segura de que ya lo estaba. - intervino la de cabellos cenicientos, cruzando con una mirada con el cazador.

Alister esbozó una pequeña sonrisa en respuesta a sus palabras y luego guardó silencio, permitiendo que cualquiera de las hechiceras continuase con aquella noche de revelaciones e historias. Los verdes ojos de la tensai se alzaron para ver el cielo, con aquel oscuro manto lleno de estrellas que cubría sus cabezas, y tras respirar profundamente decidió confesar algo que hasta el momento no había dicho a nadie. - Cuando estuvimos en la guarida de la Hermandad vi cosas… cosas que había olvidado por completo. - comenzó, bajando la vista hacia su madre, a la cual solía contar sus “aventuras” solo de forma parcial para no preocuparla.

- Escuchaba la voz del Inmortal dentro de mi cabeza pero no solo eso… Vladimir utilizó sus poderes mentales conmigo para mostrarme fragmentos de mi infancia, antes de que os marchaseis al norte. - prosiguió, y su revelación provocó que el alado frunciese el ceño. - ¿Por qué no me dijiste nada de eso? - inquirió, preocupado porque aquel vampiro no solo tuviese acceso a la mente de la hechicera sino que también pudiese hallar el modo de manipularla. - Mi intención era salvarlo del gremio y conseguir su ayuda, estábamos en el mismo bando así que no le di importancia. - respondió la tensai, sin mencionar el vínculo que había sentido con el centinela del oeste.

- Os vi a los dos, me felicitabais por haber elaborado una de sus pociones. - contó, centrando su atención nuevamente sobre Yennefer. - Recuerdo perfectamente ese día, tu padre se alegró mucho al ver que compartías su pasión por la alquimia. - una sonrisa se dibujó en el rostro de la morena, mientras las imágenes se sucedían en su cabeza. - Desde muy pequeña te gustaba ir a su estudio para que te leyese sus libros, ni siquiera llegabas a la mesa del escritorio así que te sentaba en su regazo y te mostraba los dibujos de las plantas mientras leía… - continuó, ayudando a la tensai a recuperar parte de lo que había olvidado con los años.

Elen vio el rostro del brujo, sus cenicientos cabellos y la arreglada barba que solía llevar, cerró los ojos y se transportó por unos instantes al momento que había descrito su madre. Aún recordaba su voz, como la rodeaba con un brazo mientras pasaba las páginas de un grueso tomo con la otra mano para enseñarle tanto como podía, a pesar de que no era lo suficientemente mayor para iniciar su preparación como alquimista. Su intención era despertar el interés de la niña hacia aquella rama de conocimiento, y claramente lo había conseguido, ahora era capaz de crear muchas pociones y remedios diferentes, y su curiosidad no había desaparecido, cada vez que tenía acceso a algún libro nuevo lo aprovechaba para seguir mejorando sus habilidades.

Con una amplia sonrisa en los labios, la benjamina de los Calhoun abrió los ojos y buscó la mirada de Yen, tenía más cosas que decir. - También vi el día en que descubrí que podía manejar la electricidad y como me abrazabas, fue entonces cuando comenzaste a llamarme Chispa. - relató, provocando que a la morena se le escapase una lágrima. Su viaje al norte le había robado muchos años con sus hijos pero estaba dispuesta a recuperar el tiempo perdido como fuese, quería compartir sus vidas y crear muchos más recuerdos felices como aquellos que ahora mencionaban. Sentada como estaba, junto a su pequeña, Yen estiró los brazos y envolvió con ellos a la joven, estrechándola con fuerza antes de volver a soltarla.

- Yo sabía que habías salido a mí, siempre lo supe. - musitó, en relación a que ambas compartían elemento y a diferencia de Vincent, que podía manejar dos, ellas solo controlaban el aire y la forma avanzada de este. La morena le apartó un ceniciento mechón del rostro y acarició su mejilla ignorando la cicatriz que la cruzaba, marca que aún no le había explicado. Alister intentó imaginarse a la tensai en su infancia, lo cual no le resultó demasiado complicado ya que Yen guardaba varios retratos en la casa familiar, tanto de los hermanos como de ellos. Había uno en particular que gustaba a su compañera, el que guardaba siempre en el primer cajón de aquel escritorio en que ahora era ella la que estudiaba alquimia, y que mostraba a padre e hija abrazados poco antes de que el matrimonio abandonase las islas.

Retrato:

Elen no solía hablar de aquella época pero conservaba con cariño los pocos objetos que le recordaban a sus padres.


Última edición por Elen Calhoun el Sáb 5 Mayo - 11:28, editado 1 vez
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Mensaje  Elen Calhoun Miér 18 Abr - 11:28

Durante la siguiente media hora Yennefer compartió con el par de jóvenes varios recuerdos felices de su juventud, cómo había conocido al que se convertiría en su esposo mientras ambos estudiaban en la academia de alquimistas, sus años de noviazgo hasta que terminaron sus estudios y decidieron casarse, la alegría con que habían recibido la noticia de que serían padres… El matrimonio Calhoun había sido muy feliz durante años, pero su sed de conocimientos los llevó a emprender un viaje del que no regresarían juntos. Todo lo relacionado con el poblado abandonado causaba dolor a la hechicera, que evitó el tema y prefirió quedarse con los momentos en que aún estaba la familia al completo en las islas.

- ¿Y vosotros dos? Sé que llevas viajando con mi hija bastante tiempo pero nunca me ha contado dónde os conocisteis. - inquirió la morena, dando la palabra a cualquiera de los dos. - Es una historia divertida… fue cerca de Sacrestic Ville… - comenzó a decir Elen, mientras el dragón la miraba con cara de circunstancias. - Aquí donde le ves me puso una espada al cuello nada más verme. - explicó la bruja, con una leve sonrisa en los labios. - Fue una confusión, lo sabes. - intervino Alister para excusarse antes de que la morena pudiese reaccionar mal a las palabras de la centinela. - Cierto, me confundió con el recipiente de una posesión y tuvimos una pelea, luego apareció el verdadero demonio al que buscábamos y nos vimos obligados a cooperar para vencerle. - continuó la de ojos verdes. - No fue fácil pero lo conseguimos, y tras ver que la cicatriz que me hicieron los jinetes era igual a la de su difunta hermana podrás imaginarte el resto, se empeñó en acompañarme para conocer algo más de los Tarmúnil y como destruirlos. - dijo para terminar, aunque su tono de voz cambió al referirse a Emily.

Sabía que el suicidio de la dragona seguía atormentando a su compañero a pesar del tiempo que había pasado, así que prefería no mencionar el tema para evitar que la tristeza y el remordimiento que sentía lo abordasen. Aquella noche debía ser alegre, debían recordar los momentos buenos que habían compartido con sus seres queridos, esa era la finalidad de la celebración en honor a los muertos. Quizá en el norte tuviesen otras costumbres pero al alado no le costó demasiado adaptarse a los festejos de las islas, poco a poco se había acostumbrado a la hechicera y a los eventos a los que ella acudía, dejando atrás a la versión de sí mismo que se sentía incómodo con las multitudes.

- Seguro que hay alguna anécdota divertida de la infancia de Elen, me gustaría saber cómo era entonces. - comentó el cazador, dirigiendo su mirada hacia Yen. - Muchas, era una niña muy inquieta. - le respondió la bruja, que sin perder ni un segundo comenzó a relatar una de tantas. La de ojos verdes solo podía esperar que no la avergonzase, pero pronto su atención se centró en algo ajeno a ellos y a su altar, una silueta conocida que le hacía gestos para que se acercase.

- ¿Ocurre algo? - preguntó la morena al ver que se levantaba, haciendo una pausa en su historia. - No es nada, continúa, ahora vuelvo. - le indicó la tensai, para acto seguido abandonar el árbol en torno al cual habían montado su altar e internarse ligeramente en el bosque. Alister la siguió con la mirada hasta perderla de vista, pero haciendo caso a lo que había dicho, Yennefer prosiguió con su relato, captando de nuevo su atención.

La de cabellos cenicientos avanzó lentamente hasta ver con claridad a quien la había llamado, aunque difícilmente podría confundirlo con otra persona, el profeta no se parecía a nadie que conociese. - Me has llamado, ¿qué ocurre? - preguntó, situándose frente al oráculo. - Los dioses te han estado observando… - respondió el anciano, al tiempo que se apoyaba en su largo bastón de madera. - ¿Te han dicho algo? ¿Ganaré la batalla contra los Tarmúnil? - se apresuró a formular la centinela, con la esperanza de que estuviesen de su lado de cara al combate que marcaría un antes y un después en su vida. - No, no han querido revelarme nada acerca de esa batalla… - contestó, provocando que el rostro de la benjamina de los Calhoun reflejase su decepción.

- Te aguardan tiempos difíciles bruja, eso sí me lo han dicho, pero tu espíritu combativo les complace… por eso han decidido enviarte un regalo. - reveló, sacando de su bolsillo una pequeña piedra negra. Elen extendió la mano y aceptó el presente que le daba el profeta sin tener idea de para qué serviría, lo examinó con interés y luego volvió a elevar la vista hacia el anciano. - ¿Qué es? - preguntó, mientras el oráculo extraía de su túnica un pequeño frasco con un líquido rojizo en su interior. - Una piedra de resurrección, hazla girar tres veces y piensa en el difunto al que querrías volver a ver… pero que su nombre no te engañe, solo volverá a este mundo por un rato. - explicó, mientras destapaba el frasco y manchaba su dedo índice, con el que dibujó una runa en la frente de la joven y un par de líneas verticales en su barbilla. - Ahora he de irme, que los dioses te guarden. - dijo para despedirse, encaminándose hacia otra parte del bosque, quizá para llamar a otro afortunado.

Elen se quedó inmóvil, con la vista clavada en la piedra, aquel objeto le daba la oportunidad de ver a su padre una vez más y decirle adiós, tenía que volver al altar y contarles lo ocurrido a su madre y a Alister.


Off: Utilizo al oráculo para recibir la piedra del evento del día de los difuntos de master Wyn.

Profeta:


Última edición por Elen Calhoun el Dom 22 Abr - 15:08, editado 1 vez
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Mensaje  Elen Calhoun Vie 20 Abr - 22:44

En cuanto el profeta se desvaneció en la oscuridad del bosque la joven emprendió a toda prisa el camino de vuelta al altar, donde la hechicera de cabellos negros como ala de cuervo seguía contando anécdotas de la infancia de su benjamina. Ambos alzaron la mirada al escucharla llegar y en sus caras pudo ver la confusión, no entendían las nuevas marcas de sangre que pintaban el rostro de la tensai, ya de por sí maquillado para la ocasión. - El profeta ha venido a verme. - anunció Elen, antes de que ninguno de los dos tuviese ocasión de preguntar. - ¿El anciano? Se ha alejado mucho de su cabaña en el acantilado. - comentó Yen, con cierta intriga. - Es la noche de los difuntos y se dice que él vive entre el mundo de los vivos y el de los muertos, puede que haya venido a ver cómo honramos a nuestros caídos. - le contestó la de ojos verdes, que seguía en pie y de cara a ambos.

- ¿Qué te ha dicho? - intervino Alister, que había oído hablar acerca de aquel oráculo pero aún no se había atrevido a visitar su casa. - Me ha entregado un regalo de los dioses, según él han estado observándome y mi espíritu de lucha les complace. - respondió, acercándose a ellos y abriendo la mano para dejar a la vista la negra piedra. - ¿Qué se supone que es? - inquirió la morena, segura de que viniendo del profeta no podía ser un mero trozo de roca. - Una piedra de resurrección, puede traer de vuelta a un difunto hasta este mundo… pero solo por un rato. - explicó, ante la atónita mirada de los dos. Aquel era un objeto muy valioso, más aun teniendo en cuenta la noche que era, muchos habrían dado cualquier cosa por tener la oportunidad que a ella se le había brindado.

Lentamente, Elen avanzó y tomó asiento entre los dos, sin quitar ojo al inesperado regalo que había recibido. Los ojos de Yennefer se clavaron en el retrato de su esposo, ¿sería cierto? ¿podría volver a verlo aunque solo fuese por unos minutos? Mucho había pasado desde que se despidieron en el poblado abandonado, y aunque un reencuentro podía resultar doloroso ahora que había hallado las fuerzas para seguir con su vida no podía evitar que su corazón se emocionase al pensar en la idea de tenerlo frente a sí una última vez. El silencio se apoderó del lugar durante unos segundos, y sin decir nada, la de cabellos cenicientos volvió a levantarse para caminar hacia el altar y tomar el retrato de su padre.

Sin Vincent presente no parecía justo hacer uso de la piedra, el rubio tenía tanto derecho como ellas a despedirse, o al menos eso fue lo que pensó la joven, hasta que su mirada se desvió a las fotos que el dragón había colocado entre las velas y flores. Ella aún tenía a su madre y a su hermano, había sufrido una pérdida pero no podía compararse a la de Alister, que no tenía absolutamente a nadie. Sin familia alguna lo único que quedaba al cazador era aquella misión que se había autoimpuesto, su venganza contra los Tarmúnil, eso y la hechicera, su apoyo. - ¿Qué ocurre? - preguntó la tensai de viento, al ver a su hija algo dubitativa.

Elen devolvió el retrato de su padre al altar y esbozó una leve sonrisa de espaldas a ellos. - A pesar de la distancia ¿él nunca nos olvidó verdad? - inquirió, sin darse la vuelta. - Nunca, os teníamos muy presentes en nuestros pensamientos. - respondió la morena, sin saber a qué venía la pregunta. No importaba dónde estuviese el alma del brujo, sin duda sabría que sus hijos lo habían perdonado por marcharse y que seguían queriéndolo y acordándose de él. - Entonces no tengo nada que decirle, nada que no sepa ya. - musitó, al tiempo que tomaba la foto de Emily y se giraba para acercarse al dragón. La tensai tomó una de las manos del alado y la colocó con la palma hacia arriba para depositar en ella tanto la piedra como el retrato de la dragona, gesto que lo cogió totalmente por sorpresa.

- Tú la necesitas más que yo… no pudiste despedirte de ella, es hora de que cierres esa herida. - dijo la joven, ante la atónita mirada de su compañero. - Pero Elen… los dioses enviaron este regalo para ti… - consiguió pronunciar Alister, pero pronto la bruja cortó su frase. - Y yo decido dártelo, estoy segura de que entenderán mis motivos. - contestó, dedicándole una sonrisa. Yennefer los observaba incrédula, ¿cómo podía su benjamina renunciar así a la oportunidad de volver a encontrarse con su difunto padre y decirle adiós? Por un momento quiso intervenir, instar a su hija a reconsiderar lo que estaba haciendo con la piedra, pero pronto aquella parte egoísta que quería imponerse fue acallada por completo, en cuanto vio la forma en que su pequeña miraba al cazador.

Elen ya no era aquella niña que había dejado en las islas al marcharse, los años la habían convertido en toda una mujer y no le hacía falta preguntar para saber que sentía algo especial por el alado, su rostro lo decía todo. Alister no solo era su compañero de viaje sino que con el tiempo se había vuelto alguien importante para ella, mucho más de lo que la morena podría haber imaginado hasta aquel instante. - Cierra los ojos, piensa en Emily y hazla girar tres veces. - indicó la centinela, para acto seguido apartarse un poco y sentarse junto a su madre, quien de inmediato le tomó una de las manos. Yen no dijo nada, se limitó a sonreír a su hija y esperar a que el dragón hiciese lo que le había dicho, ya tendrían tiempo para hablar las dos a solas, y llegado ese momento Elen tendría que sincerarse con ella acerca de lo que estaba pasando entre ambos.

- No sé cómo podré pagarte esto… - comentó Alister, aunque conociendo a la joven como la conocía sabía que no sería necesario. Cerró los ojos y se concentró en la imagen que guardaba de su hermana, consiguiendo que viniese a su mente de forma clara, y entonces la piedra comenzó a girar entre sus dedos.
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Mensaje  Elen Calhoun Dom 22 Abr - 15:07

Una, dos, tres vueltas dio la piedra entre los dedos del cazador, y entonces una fría brisa alcanzó al grupo y amenazó con apagar las velas del altar, que se mantuvieron encendidas por los pelos. Alister abrió los ojos y todos aguardaron expectantes, hasta que poco a poco, la imagen de su hermana fue cobrando forma ante ellos, con una extraña aura ligeramente brillante a su alrededor. Sin poder evitarlo el dragón se levantó a toda prisa para acercarse a ella y abrazarla, pero lo que tenía ante sí no era más que un espíritu incorpóreo, en cuanto su mano alcanzó el hombro de la mujer lo atravesó como si no hubiese nada. Lo único que pudo sentir fue un frío antinatural, que le hizo retroceder un par de pasos, incapaz de ocultar algo de decepción.

- Estás aquí. - comentó, intentando dejar aquello de lado para no desaprovechar el regalo que Elen le había dado. - ¿Alister? ¿cómo es posible? - preguntó Emily, mirando a su alrededor con la confusión grabada en el rostro. No reconocía aquel bosque, ni siquiera se parecía al lugar en que se habían criado, pero además de eso su hermano no estaba solo, dos extrañas lo acompañaban y tenían sus miradas clavadas en ella. - Yo te he traído, con esto. - respondió, mostrándole la negra piedra. - ¿Dónde estamos? - inquirió la dragona, intentando ignorar al par de hechiceras para centrarse únicamente en Alister. - En las islas Illidenses, el hogar de los brujos. - explicó él, mientras el espíritu recorría con la mirada los alrededores.

- Te has marchado muy lejos del lugar que nos vio nacer… - musitó Emily, mientras el altar de difuntos captaba su atención. - Después de lo que te pasó a ti y a nuestro padre no podía seguir viviendo en Dundarak. - se excusó el alado, con un deje de tristeza en la voz. - Sigues vivo y parece que estás bien, eso es lo que importa. - volvió a tomar la palabra, dedicando una sonrisa a su hermano. - Deberíamos dejaros solos. - propuso Elen, que hasta el momento se había mantenido en silencio. Aquel reencuentro y despedida serían duros para su compañero pero también necesarios, lo único que le preocupaba a la de cabellos cenicientos era que en vez de ayudarle lo hiciese volver al punto en que estaba cuando lo conoció, con aquella sed de venganza que iba a conducirlo a una muerte segura.

- No por favor, quedaos. - pidió el cazador, tomando momentáneamente la mano de la tensai, que se había levantado con la intención de marcharse. Ese gesto no pasó inadvertido a ojos de la dragona, que comenzó a interesarse por aquella mujer de la cicatriz en el rostro y lo que ésta pudiese tener que ver con su hermano. Con la bruja de nuevo en su asiento Alister se giró hacia ella, asimilando aún que de verdad la tenía frente a sí. - Ha pasado tanto tiempo… nunca creí que volvería a verte. - dijo, sin soltar el retrato que había usado para invocarla. - Yo tampoco, pero me alegro de haberme equivocado. - contestó, antes de abordar el espinoso tema de su muerte. - Siento haberte abandonado como lo hice pero no podía soportar aquel tormento, lo intenté con todas mis fuerzas pero era demasiado para mi… necesitaba que todo acabase. - trató de explicarse, con una mezcla de preocupación y temor en su semblante.

- Cuando decidí acabar con mi vida no tuve en cuenta el daño que iba a hacerte, solo podía pensar en escapar de ellos… - continuó poco después, salvando la escasa distancia que los separaba y alzando una mano para pasarla por su mejilla, aunque en realidad no podía tocarlo. - Si te hubiese creído desde el principio podría haberte ayudado. - soltó el alado, que aún no se había librado de la culpa. - No había nada que pudieses hacer por mí, no te atormentes con eso. - le pidió Emily, aunque iba a resultarle complicado. - No pude salvarte pero los jinetes pagarán por tu muerte. - aseguró, y sus palabras preocuparon aún más al espíritu de la dragona. - No, no debes acercarte a ellos Alister, no son de este plano, acabarán contigo. - dijo la joven, mientras su temor aumentaba.

- Lo sé, pero no seré yo quien luche contra ellos, aunque me gustaría. - respondió, tomándose un momento para dirigir su mirada hacia la de ojos verdes y extender su mano hacia ella. La hechicera aceptó su gesto y se puso en pie para situarse junto a su compañero, sin saber qué tenía en mente. - Ella es Elen, una centinela, tiene el poder para enfrentarse a ellos y matarlos en su propio plano. - comenzó a contar, haciendo que el interés del espíritu por aquella extraña aumentase por momentos. - Confío en ella, los destruirá. - aseguró el cazador, que tenía todas sus esperanzas puestas en la misión de la tensai. - ¿Por qué luchas contra ellos? ¿Mi hermano te ha convencido de que lo hagas? - preguntó Emily, clavando sus ojos en los de la benjamina de los Calhoun. - No le hizo falta, tenía mis motivos antes de conocerlo. - respondió la de cabellos cenicientos, mientras tiraba ligeramente de la tela de su vestido para mostrar la cicatriz que los Tarmúnil le habían dejado al cruzarse en su camino.

La dragona miró atónita la marca que un día ella también había tenido, sin comprender cómo aquella mujer podía estar tan tranquila cuando ella aún sentía escalofríos con solo recordar aquella terrible época de su vida. - No puede ser, estás maldita como lo estuve yo pero no veo miedo en tus ojos… de verdad planeas combatirlos. - musitó, aún algo incrédula. - Dejé eso atrás hace años, ahora solo pienso en acabar con ellos para que no puedan volver a hacerle esto a nadie más. - las palabras de la bruja hicieron que el asombro de la difunta creciese, ¿había dicho años? ¿de verdad había logrado aguantar tanto bajo los terribles efectos de la maldición?

Con cada instante que pasaba quería saber más sobre aquella extraña pero no tenía idea de cuánto tiempo podría estar allí con ellos, debía tener cuidado de no marcharse sin despedirse de su hermano.


Emily:
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Mensaje  Elen Calhoun Mar 24 Abr - 11:53

Al encontrarse más cerca del espíritu la de cabellos cenicientos notó también aquel frío antinatural que envolvía a la dragona, una extraña sensación que le resultó desagradable, y que sin saber cómo comenzó a afectar a su estado de ánimo, como si aparte del frío un halo de tristeza rodease a la joven. - Lo ves Em, Elen lo hará posible, terminará con los jinetes y entonces podrás descansar en paz. - aseguró el cazador, movido por la emoción de tener a su hermana nuevamente frente a sí. - Que los dioses te oigan, nadie merece pasar por esto. - contestó, paseando su mirada de uno a otro. - ¿Cómo conseguiste aguantar? - inquirió, sin poder reprimir su curiosidad.

- Al igual que tú hubo momentos en los que me planteé tomar la vía de escape más fácil… pero no pude hacerlo, simplemente no pude, tenía una misión y no podía abandonar a mi hermano. - confesó, provocando que tanto el alado como su madre la mirasen con una mezcla de sorpresa y aflicción. Vincent era el único que la había visto en su peor momento, pero aquella revelación les daba una imagen aproximada de lo mal que debía haberlo pasado durante los primeros meses. Yennefer apretó los puños contra la falda de su vestido y cerró los ojos, todo aquello había sido culpa suya y de su marido, si no hubiesen abandonado las islas para buscar el poblado abandonado su hija no habría viajado a Verisar ni habría resultado maldita.

- Tu voluntad fue más fuerte que la mía. - comentó Emily, con una amarga sonrisa en los labios. - Lo siento Elen, todo esto ha pasado por mi culpa. - musitó la morena, consiguiendo que su benjamina se girase para mirarla y de inmediato avanzara hacia ella. - No digas eso. - instó la centinela, sentándose junto a su madre y colocando una de sus manos sobre las de Yen. - Nadie está a salvo de los Tarmúnil, podrían haber llegado hasta mí en cualquier momento y lugar. - continuó, quitando importancia a su marcha. - Pero si no hubieses estado en ese callejón quizá te hubieses salvado, quizá nunca se hubiesen cruzado en tu camino. - replicó la bruja.

- Entonces habrían arruinado la vida de otra persona en mi lugar, puede que el destino me llevase hasta allí para evitar la muerte de otra víctima. - dijo con tono tranquilo, mientras recordaba cada detalle de la noche en que resultó maldita, y todas las decisiones que de haber tomado de forma diferente, podrían haber cambiado por completo su historia. Si se hubiese quedado en la posada en vez de salir a pasear, o si en vez de internarse en lo profundo y desconocido de Lunargenta se hubiese limitado a recorrer las calles principales que rodeaban la plaza nada de aquello habría pasado, pero todo ocurre por una razón, o eso es lo que se solía decir la tensai. - La maldición me ha hecho mucho más fuerte de lo que podría haber sido teniendo una vida normal aquí, y aunque sé que lo más difícil está por venir no quisiera encontrarme en otro lugar ni con otra gente. - aseguró, mirando a su madre y luego al dragón.

Sin embargo, Yennefer no pudo evitar imaginarse cómo debería haber sido la vida de su pequeña, con su edad ya podría ser profesora en la academia, quizá de alquimia, se habría casado y tenido hijos, eso era lo que quería para ella, no una inminente batalla de la cual no sabía si iba a regresar. - Demos un paseo, ya hemos hablado bastante de los jinetes. - instó la de cabellos cenicientos, tomando la mano de su madre para que la acompañase. - Vosotros aprovechad el tiempo, el profeta no me dijo cuánto duraría el efecto de la piedra pero no será mucho. - indicó, mientras la morena se ponía en pie a su lado. - Me alegro de haberte conocido  Emily. - añadió, esbozando una leve sonrisa. - Lo mismo digo centinela, que los dioses te ayuden a cumplir tu misión. - se despidió la dragona, para luego guardar silencio hasta que perdieron de vista al par de brujas.

- Es una mujer valiente. - comentó, en cuanto se encontró a solas con su hermano. - No sabes cuánto. - respondió Alister, sin poder evitar que sus labios se curvasen en una tímida sonrisa. Desde que su camino se había cruzado con el de la benjamina de los Calhoun la había visto enfrentarse a muchas cosas y salir victoriosa, de ahí que sus esperanzas estuviesen puestas en ella. - Si el profeta le entregó esa piedra a ella ¿por qué estoy yo aquí? - preguntó, reparando en que aparte del retrato de sus padres había otro de un hombre en el altar, y que la negra roca perdía su poder por momentos. - Renunció a ver a su padre para que yo pudiese despedirme de ti y cerrar la herida que tu muerte me causó. - explicó el cazador, que aún sostenía la piedra y la acariciaba con los dedos.

Aquel gesto, unido a otros pequeños detalles que había percibido entre los dos, le dieron una idea de lo que su hermano estaba omitiendo, que existía algo especial entre ambos. - Ella es importante para ti ¿verdad? - formuló, y el alado echó la vista a un lado para comprobar que la joven no se encontraba cerca antes de responder en un susurro. - Mucho. - dijo, sin mirar directamente a los ojos del espíritu. - Cuando pasé al mundo de los difuntos temí que el dolor te cegara y cometieses una estupidez, que permitieses que el odio se apoderase de ti… pero parece que no ha sido el caso. - comenzó a decir, sin saber que ciertamente, Alister había pasado años entregado únicamente a su sed de venganza.

- Me alegra ver que has encontrado una razón para seguir adelante, una esperanza de futuro. - continuó, refiriéndose a la centinela, aunque si de verdad ésta iba a enfrentarse a los Tarmúnil quizá no tardase mucho en reencontrarse con ella en el Hel.
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Mensaje  Elen Calhoun Vie 27 Abr - 8:59

Alister no dijo nada, hablar con su hermana de lo que sentía por la hechicera le resultaba algo incómodo, quizá porque mientras estuvo en vida nunca habían tratado nada semejante, la oscuridad de los Tarmúnil se había cernido sobre su familia antes de que pudiese conocer a nadie. Para Emily era suficiente con saber que no se había dejado dominar por la ira y que estaba bien, así que decidió no hacer hincapié en aquel tema, sobretodo porque la piedra seguía perdiendo poder y con cada minuto que pasaba ella misma comenzaba a sentir que le ocurría lo mismo. - No nos queda mucho tiempo. - anunció, con un deje de tristeza en la voz. - ¿Dónde estás Em? - preguntó, sin saber si realmente quería conocer la respuesta.

Solo los caídos en combate tenían la suerte de ser llevados a los majestuosos salones del Valhalla o a los campos de Fólkvangr, pero la muerte de su hermana, a pesar de haber luchado contra la maldición que pesaba sobre ella, no podía considerarse un combate. - En el oscuro reino de Hela. - contestó el espíritu, tras guardar silencio durante unos interminables instantes. Aquella información no ayudaría al cazador a pasar página, pero tampoco podía mentirle. - Ese no es tu lugar, no deberías estar ahí. - masculló el alado, con la vista clavada en el rostro de la joven. La tristeza y la frustración se apoderaron de su semblante mientras cerraba los puños con fuerza, Emily no se merecía acabar en un sitio tan lúgubre y lleno de desesperación, ¿acaso no iba a encontrar el descanso eterno ni después de muerta?

- La enfermedad y mi decisión de suicidarme me llevaron hasta allí, pero que eso no te aflija, ya me he acostumbrado al frío del Helheim y no estoy sola… muchos de los que un día fueron mis pacientes están ahora conmigo. - reveló la dragona, intentando animar a su hermano mayor. - ¿Y nuestros padres? - inquirió Alister, provocando que el espíritu negase con la cabeza. - No los he visto, quizá los dioses hayan decidido llevarlos a un lugar mejor. - respondió, esperando que realmente estuviesen en otro sitio menos desolador. - Cuando todo esto termine volveré a casa para visitar vuestras tumbas, con los jinetes erradicados hallarás el descanso que necesitas. - soltó sin dudar, era lo mínimo que podía hacer por ella y por todas aquellas personas que al igual que la muchacha, habían padecido por culpa de los Tarmúnil.

- No permitas que esa lucha se convierta en lo más importante de tu vida, yo me rendí, no tuve fuerzas para aguantar… pero tú tienes la oportunidad de hacer algo mejor… - dijo Emily, mientras alargaba una mano para pasarla por la mejilla del cazador, aunque él solo pudiese sentir el frío del Hel. - Si encuentras la felicidad aférrate a ella y no la dejes escapar, haz eso por mí. - pidió, ofreciendo una cálida sonrisa al dragón. Alister se limitó a asentir con la cabeza pero le resultaría difícil dejar de lado la sed de venganza que volvía a adueñarse de su interior al ver cómo había terminado la joven, condenada a pasar el resto de la eternidad bajo el gobierno de la monstruosa hija de Loki en un sombrío y gélido páramo, alejada de sus seres queridos.

Por suerte para él no estaba solo, y si algo había conseguido la influencia de la benjamina de los Calhoun desde que empezaron a viajar juntos era apaciguar su ira.


Elen

Las hechiceras paseaban entre los altares que invadían la zona cercana al bosque, primero en silencio, observando cada uno de ellos y las coloridas ofrendas que habían colocado para honrar a los difuntos, pero cuando estuvieron lo suficientemente lejos del suyo, Yen tomó la palabra. - Así que… ¿Alister y tú…? - preguntó, consiguiendo incomodar a su hija, de la cual iba del brazo mientras caminaban. - ¿Qué? No, no hay nada entre nosotros. - respondió rápidamente la de cabellos cenicientos, rehuyendo la mirada de su madre. - Puede que todavía no pero os he visto, le has regalado la piedra sin dudarlo, a pesar de que era la única forma de volver a ver a tu padre… le quieres, no me lo niegues. - dijo, sin apartar la vista del rostro de su pequeña.

Elen guardó silencio, mentir no le serviría de nada y lo sabía perfectamente, a pesar de los años que habían perdido la morena la conocía lo suficiente como para saber cuándo decía la verdad y cuando no. - ¿Y él? ¿siente lo mismo? ¿lo habéis hablado? - inquirió la bruja, rompiendo el silencio. - No le he dicho nada, pero ¿qué importa? Aunque me quisiese no podríamos estar juntos. - soltó de forma tajante y algo brusca. - ¿Por qué no? - formuló Yennefer, sorprendida ante el duro tono de su hija. - Me preparo para cruzar al Oblivion y aunque consiga mi objetivo puede que no regrese de esa batalla, no sería justo para él, ya ha perdido bastante. - contestó la centinela, sin dejar de andar.

Durante unos instantes ninguna de las dos añadió nada más, el miedo de perderla se apoderó de la morena, que no quería ni imaginar algo semejante. Después de lo que le había costado reencontrarse con sus hijos no estaba preparada para decir adiós a una de ellos, así que cerró los ojos y rezó a los dioses, pidiéndoles que protegiesen a su benjamina y le permitiesen regresar del plano de los jinetes con vida. - Te entiendo pero yo creo en ti Chispa, cuando vuelvas del Oblivion no te niegues un poco de felicidad, después de todo lo que has tenido que pasar te la has ganado. - musitó la tensai, tomando por los hombros a la joven. Elen no dijo nada, se limitó a seguir andando por entre los altares junto a su madre, intentando mantener la mente distraída con algo que no tuviese que ver con el dragón.
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Mensaje  Elen Calhoun Jue 3 Mayo - 10:04

- Hay tantas cosas que me gustaría preguntarte. - comentó Emily, pero era consciente de que tenía un tiempo limitado para estar en aquel plano. - Me hubiese gustado ver Dundarak de nuevo… pero estos bosques no están nada mal. - prosiguió poco después. - Créeme hermana, no querrías ver la ciudad de los dragones tal y como está ahora… una pandemia ha asolado casi todo Aerandir… la islas son lo único que ha permanecido fuera de su alcance. - le reveló el cazador, al que tampoco le agradaría ver su hogar destruido por la enfermedad. El rosto de la joven se tornó ligeramente triste al escuchar lo que le decía, pero tras unos instantes se recompuso, no podía perder el tiempo que les habían regalado pensando en cosas como aquella.

Fue entonces cuando comenzó a notar que su imagen se desvanecía lentamente. - ¡La piedra! ¡Su poder se está acabando! - exclamó, consiguiendo que el alado bajase la vista hacia el negro trozo de roca. Alister lo apretó dentro de su puño, deseando que su efecto durase algo más, pero pronto se dio cuenta de que no había nada que pudiese hacer para que la dragona se quedase, solo les quedaban unos instantes antes de que su espíritu volviese al lúgubre reino de Hela. - Sé fuerte, no dejes que esta lucha acabe contigo Alister, te mereces algo mejor. - dijo la joven, de forma apresurada. - No te preocupes por mí Em. - le instó él, clavando su mirada en ella para guardar aquella última imagen en su memoria, una muy diferente a la que solía venirle a la cabeza cuando pensaba en la curandera.

Tendida en una cama, inerte y con la sangre escapando de sus muñecas, así la recordaba, y esa visión lo había atormentado durante años, ahora que habían hablado podría pasar página y dejar de culparse por lo sucedido. - Que los dioses te guarden a ti y a tu centinela, si conseguís vuestro objetivo nadie más volverá a pasar por lo mismo que yo. - musitó, extendiendo una mano para rozar la del cazador. - Si logra acabar con ellos y regresar no lo dudes, aférrate a ella y sé feliz. - continuó, mientras a lo lejos aparecían las figuras del par de brujas, que tras su paseo tornaban al altar de sus difuntos.

- Me ha alegrado mucho verte hermano, pero espero no volver a hacerlo… eso querría decir que estás en un lugar mejor. - añadió, apartándose de él y desviando la vista hacia la de cabellos cenicientos, que ya se encontraba lo suficientemente cerca como para escucharla. - Gracias por haber permitido que nos reuniésemos una vez más… cuida de él. - pidió, y solo unos segundos después su imagen se desvaneció por completo, provocando una fría brisa que recorrió el lugar antes de desaparecer. El dragón echó la vista atrás para ver a la de cabellos cenicientos, con una mezcla entre tristeza y alivio en el semblante, apretó el puño en que guardaba la piedra de resurrección y avanzó rápidamente hacia la tensai para estrecharla entre sus brazos, gesto que la tomó por sorpresa.

- Gracias. - susurró, sin soltarla. Elen tardó un poco en reaccionar, pero cuando lo hizo devolvió el abrazo a su compañero, cerró los ojos y disfrutó durante unos instantes de su cercanía, sin pararse a pensar en que su madre estaba también presente. Yen no dijo nada, por un momento deseó que todo hubiese acabado ya, que los jinetes no fuesen más que un mal recuerdo y que su benjamina pudiese obtener la felicidad que tanto la había esquivado, pero no podía ser tan fácil, a ambos les quedaba un largo camino por delante y estaría plagado de peligros. Se dijo mentalmente que hacían buena pareja, y que el alado cuidaría bien de su pequeña, para una madre eso era suficiente.

Cuando finalmente se separaron, Alister tomó la mano de la hechicera y depositó la negra piedra sobre su palma, ya no tenía poder alguno pero quizá Elen quisiese conservarla, había sido un regalo de los dioses y algo así no se tiraba a la ligera. - ¿Te ha servido? - preguntó la tensai, que le había cedido aquel objeto para que pudiese cerrar un triste capítulo de su pasado. - Sí, Emily tenía razón, no podría haber hecho nada más… ninguno de los dos estábamos preparados para lo que ocurrió. - respondió en voz baja, sin apartar la vista de la joven. - Ya no pueden hacerle daño, piensa en eso. - aconsejó, antes de que la morena decidiese intervenir. - Es un poco tarde, creo que regresaré a casa a descansar, os veo por la mañana. - dijo, dando por sentado que querrían quedarse un rato más junto al altar, y ciertamente así era.

Con esto Yen les estaba brindando la oportunidad de pasar un poco de tiempo a solas, algo que les haría falta sin duda, sobre todo después de enterarse de los sentimientos de su hija y ver cómo su acompañante se comportaba con ella, Elen no era la única que había caído en las redes del amor, de eso estaba segura. - Buenas noches madre. - se despidió la de ojos verdes, siguiendo a la morena con la mirada hasta perderla de vista. Tras hacer lo propio para despedirse, Alister volvió a mirar el retrato de la dragona y avanzó hacia el altar para colocarlo donde debía estar, junto al de sus padres.

Ambos tomaron asiento cerca del mismo y guardaron silencio durante unos instantes, en los que solo se escuchó la brisa y la música lejana de otras familias, que a pesar de la hora seguían celebrando y honrando a sus muertos.
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Mensaje  Elen Calhoun Sáb 5 Mayo - 11:28

- Lo que has hecho por mí esta noche… - comenzó a decir el cazador, rompiendo el silencio. - No ha sido nada. - le cortó ella, quitando importancia al asunto. - Sí que lo ha sido, has sacrificado la única oportunidad de ver de nuevo a tu padre por mí, para que yo pudiese pasar página. - continuó, sin apartar la vista de la joven, quien prefería concentrarse en el altar. - Lo necesitabas más que yo, sé que no sueles hablar sobre lo ocurrido pero te atormenta, ahora puedes seguir adelante sin el peso de la culpa. - respondió Elen, mientras sus ojos recorrían cada uno de los detalles que habían puesto para honrar a sus difuntos. Las velas estaban a punto de consumirse después de permanecer encendidas durante horas, pronto tendrían que apagarlas para que no quemasen las flores ni los retratos, pero aún les quedaban unos minutos antes de verse obligados a ello.

- Emily ha sido castigada, la han enviado al Helheim. - reveló, con un deje de tristeza en la voz. - Lo siento. - susurró la tensai, consciente de que en el lúgubre reino de la hija de Loki el alma de la dragona no hallaría el descanso que merecía. - No puedo hacer nada por ella. - continuó, bajando la vista al suelo y uniendo las manos con cierta frustración. - Mantén vivo su recuerdo, no importa dónde esté, una parte de ella seguirá acompañándote. - trató de animarlo la de cabellos cenicientos, colocando una de sus manos en el hombro del alado. Alister la miró y asintió con la cabeza, recordando las palabras de su hermana, si los dos conseguían salir con vida de aquella peligrosa misión hablaría con la benjamina de los Calhoun y le diría lo que sentía por ella, sin dejar que el miedo a lo que pudiese responder lo bloquease.

- Deberíamos apagar las velas. - propuso la joven, poniéndose en pie para acercarse al altar. Una vez extinguidas las llamas recuperaron los retratos y dejaron el resto tal como estaba, era su ofrenda a los difuntos y se mantendría allí hasta el día siguiente, momento en que regresarían para recogerlo todo. Sin perder tiempo, ya que se les había hecho un poco tarde, ambos iniciaron el camino de vuelta a la casa de los Calhoun, aprovechando el trayecto para tratar algunos temas banales, totalmente opuestos a todo lo hablado durante aquel evento.

Para cuando llegaron a la vivienda Yennefer ya dormía plácidamente en su habitación, había sido una noche larga para todos así que tocaba descansar, hecho por el cual se dirigieron directamente a sus respectivas habitaciones, despidiéndose en el pasillo. Alister se deshizo del disfraz y tras lavarse la cara se recostó sobre su cama, tratando de asimilar todo lo que había pasado, mientras en el otro cuarto la de ojos verdes observaba con interés la runa que el profeta le había dibujado con sangre en la frente. Con cuidado retiró el maquillaje de su rostro a excepción de esa zona, no sabía si el anciano la había marcado por alguna razón así que al menos la dejaría estar hasta la mañana siguiente, por si acaso.

Los dioses la observaban y su espíritu luchador les complacía, eso era algo que le daba cierta esperanza de cara a su batalla con los Tarmúnil, aunque no podía confiarse, debía seguir trabajando y mejorando para estar a la altura de su enemigo. Una vez reemplazado su vestido por la holgada camisa que solía utilizar para dormir, la hechicera caminó hasta su cama y se sentó al borde de la misma durante unos instantes, en los que examinó con detalle la negra piedra de resurrección, ya sin poder alguno. No volvería a ver a su padre pero no importaba, donde quiera que estuviese sabría que lo quería, de eso no le cabía duda.

Tras depositar el regalo del profeta sobre su mesilla de noche apagó con una suave brisa la lámpara de aceite y se metió entre las mantas, permitiendo que el sopor se apoderase de ella y sumiéndose en un tranquilo sueño que duraría hasta bien entrada la mañana del día siguiente.
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