El secreto de Sonagashira +19 [Mastereado] [Helyare]
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El secreto de Sonagashira +19 [Mastereado] [Helyare]
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Se estaba divirtiendo mucho, no recordaba haberlo pasado tan bien. Saltaba, reía y, de vez en cuando, empujaba a Riny para hacerla enfadar. ¡Se ponía tan seria cuando se enfadaba! Con un abrazo se le pasaba. No del todo, seguía sería; pero en el fondo de su corazón Sonagashira sabía (se imaginaba) que Riny le perdonaba. ¿Cómo no iba a perdonarla? Se lo estaban pasando muy bien saltando por encima de las hogueras que habían hecho en la playa y luego iban al juego a jugar a salpicarse entre ellas; Sona era la que mojaba a Riny y Riny la que se ponía seria delante de Sona. ¡Era muy divertido!
Todo terminó en el momento en el que la volvieron a encontrar. Un escarabajo salió de la arena y mordió el dedo gordo del pie de la chica mariposa. Sona dio un salto de miedo. Quiso pensar que era una casualidad, estaba lejos del campo de amapolas; ahí no la podían encontrar… ¡No podían! Tras el primer escarabajo vinieron muchos más. Se ponían a los pies de Sonagashira y trepaban por todo su cuerpo. Al final, no solo habían escarabajos sino toda clase de insectos: moscas, gusanos, hormigas, saltamontes, mariquitas, cigarras… Parecían que todos los insectos de Aerandir se habían reunido para hacerle daño y lo estaban consiguiendo.
No importó que Riny estuviera a su lado para ayudarla, Sona se cayó de rodillas en la arena y comenzó a llorar. Hasta su encuentro con Joto, un hombre muy malo, había podido esconderse de los insectos de papá. Eran malos, MUY Y MUY MALOS. Cuando fue niña, les había visto hacer cosas terribles que jamás podría olvidar. Podía imaginarse que lo olvidaba, igual como se imaginaba que la elfa de pelo blanco se llamaba Riny y era su mejor amiga, casi su amante, pero la realidad volvía a ella y le hacía tanto daño como los insectos que se reunían en su cuerpo.
-Me tienes que ayudar Riny- la miró directamente a los ojos, como si estuviera dando una orden que no podía negar. - Las amigas se ayudan entre ellas. ¡Eres mi amiga! Te quiero y me quieres. Las amigas que se quieren se ayudan entre ellas-.
Se llevó las manos en la cabeza y se removió su largo cabello para tirar a todos los insectos que se habían quedado pegados en él. ¡Qué asco! Nunca había necesitado una ducha con tanta urgencia como ahora. El agua estaba a penas poco metros donde se había caído de rodillas. Sona fue a rastras hacia la orilla de la playa, el miedo pesaba demasiada para volver a ponerse en pie. Una vez en el agua. Se limpió los brazos y las piernas. Las pinturas con la que los humanos habían adornado su cuerpo desaparecían allí por donde pasaba el agua. Durante unos segundos, se sintió triste por perder todos los colores de su piel; al ver que los bichos también desaparecían, la tristeza se convirtió en alivio. Se frotó con fuerza el cabello y pecho, los lugares donde las garrapatas más grandes se habían agarraban con más fuerza.
-¡Fuera, fuera! Sois malos y tenéis que iros fuera.- miro a Riny con lágrimas en los ojos – Volverán, no van a dejarme tranquila. Quieren que regrese con los demás insectos. Me harán daño porque son malos-.
Con gran dificultad, Sonagashira se puso otra vez en pie. Sus alitas se movían lentamente para espolsar el agua que había quedado impregnada en ellas. Su cuerpo reluciente por el agua salada estaba limpio de insectos.
-Te voy a contar un secreto.- fue hasta donde Riny con paso lento, como si fuera una niña a punto de cometer una travesura - Es un secreto importante, me tienes que prometer que no se lo tienes que decir a nadie-.
Apoyó sus pechos mojados a los hombros de Riny, se dejó caer sobre ella para acercarse a su oreja. Hubo unos segundos de silencio. Sonagashira, que se caracterizaba por hablar demasiado en los momentos menos oportunos, no sabía qué decir. Tragó saliva, el único sondo que Riny pudo escuchar en aquel momento era el que hizo la garganta de la mariposa. Por fin, habló con voz cortada y asustada.
-Hace un año me escapé de casa y me están buscando. Me quieren hacer daño. Pero tengo un plan, les haremos daño nosotras primero. - con la mano izquierda, acarició el pelo de Riny - ¿Vendrás? Claro que vendrás. Eres mi amiga y me quieres, me vas a ayudar-.
Los ojos de Sonagashira se tiñeron de sangre durante unos segundos. Las caricias en el cabello de Riny pasó a ser un estirón; una imagen fugaz del lado oscuro que mostraba Sonagashira cuando se asustaba.
-Me gusta tu pelo- volvió con las caricias, esta vez, con las dos manos - es blanco como la luna. ¿Qué hiciste con el de antes? El rojo también era muy bonito- volvía a ser la mariposa adorable y pesada de siempre - ¡Sé cómo hacerlo! Puede hacer volver el color rojo. Es muy fácil.- cogió la mano de Riny con el que llevaba el anillo maldito - ¿Si tú me ayudas, yo te ayudo?- le dio un lento beso en la mejilla izquierda de Riny, muy cerca de los besos - Eres mi amiga y te quiero-.
_____________________
Después del beso, Riny se quedó durmiendo. Sonagashira la llevó desde la playa hasta muy lejos. Hasta el bosque donde vivían los insectos. Cuando Riny despertó, estaba tumbada en un montón de hojarasca seca, dormía como una princesa de cuenta. De rodillas, a su lado, estaba Sonagashira. Su cuerpo volvía estar plagado de toda clase de insectos.
-¡Despierta dormilona, ya hemos llegado!-
_____________________
Helyare: No puedo obligarte que sientas lástima por Sonagashira ni que la ayudes en su cruzada. Ya eres mayorcita para saber qué está bien y qué no. A quién hay que ayudar y quién te puede hacer llorar.
Última edición por Sigel el Dom Sep 10 2017, 19:21, editado 1 vez
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Re: El secreto de Sonagashira +19 [Mastereado] [Helyare]
- Moralidad del hada:
- Moralidad malvada: Activada
Helyare contará con la siguientes penalizaciones:
-Hada asesina: El hada atacará y matará al primer NPC del hilo que se encare con Helyare. Independientemente de que sea malo o bueno. Si es un usuario, le dañará severamente.
-Mala fortuna: La primera runa del hilo que lance (no vale la de “castigo”) será la peor de las posibles.
-Castigo: El hada que acompaña a Helyare la atacará una vez por rol, de cualquier tipo. Tendrás que lanzar una runa antes de los cinco primeros turnos, si sale mala o muy mala, te causará daños graves, si no, resistirás el ataque.
Si alguien hubiese visto a Helyare meses atrás, cuando aún vivía en Sandorai, y la comparaba con quien estaba ahora mismo con Sonagashira, no habría encontrado similitud alguna entre “ambas”. La radiante elfa de ojos verdes y larga cabellera cobriza, que lucía con orgullo sus colores, que siempre tenía esa sonrisa altanera en la cara y que se caracterizaba por ser impetuosa en todo lo que hacía había dejado paso a una estatua de cera esculpida por un artista. Su sonrisa se había borrado y apenas era capaz de hacer algún gesto, más estática que nunca. Su larga cabellera cobriza ahora era blanca, y no era larga, sino corta y despeinada. Era increíble el cambio tan drástico que había pegado esa elfa. Los dioses la habían agraciado con tremenda belleza que ahora había desaparecido, al igual que su alegría.
Y ni los comentarios de Sonagashira ni sus múltiples intentos por divertirse con ella hacían efecto alguno en Helyare. Ella estaba como en una burbuja, aislada de lo que ocurría en el mundo. Tan solo pensaba en lo que había sufrido en el que fue su hogar. Condenada… No se lo creía. Y mientras tanto, la chica mariposa seguía saltando las hogueras, metiéndose en el agua… A veces sentía envidia de la alegría que emanaba de esa muchacha tan inocente. Hasta Nillë, su pequeña hada, se divertía con Sonagashira. Pero ella no era capaz de disfrutar de festividades o del mar.
Pero no todo lo que reluce es oro y ella también ocultaba algo que pronto contaría. Un secreto al que Helyare, en principio, no hizo mucho caso. La mariposa, que tanta felicidad desprendía, cayó de rodillas al lado de ella, después tuvo que ir a quitarse unos bichos de encima. La elfa miraba la escena como si fuera otro espectador, no conseguía vivir o sentir lo que la joven alada intentaba trasmitirle. La mariposa quería su ayuda, la iban a hacer daño. Se vio reflejada en ella misma, pero le daba la sensación de menos importancia a lo de Sona, pues no pensaba que su propia familia fuera contra ella. ¿Qué podía hacer?
Para su sorpresa, la joven mariposa le contó ese secreto: se había escapado de casa y la perseguían. Ahora sí que veía su reflejo en la mujer. Se mordió el labio y una sensación de impotencia recorrió todo su cuerpo. ¿A ella quién la iba a ayudar? ¿A quién podía pedir ayuda? Nadie se enfrentaría a un clan de guerreros por salvar su cabeza, lo tenía claro. Y, aparte, era una condena justa que debía cumplir. ¿Por qué perseguían a Sona? No lo preguntó. Ella apenas hablaba ya. Durante escasos segundos se sintió arropada, no porque Sona se apoyase en sus hombros, sino porque ella también estaba sufriendo algo parecido a lo que pasaba con Helyare. Su familia la perseguía e iban a matarla. Cuando notó la mano de la mariposa acariciar su pelo no hizo nada, ni siquiera cuando le dio el tirón. Parecía no sentir nada, aunque en su mente una vocecilla le había dicho que algo estaba mal con la mujer bestia.
No podía hacer nada. El tono de voz de Sona había sido autoritario, casi desquiciante. En ese momento, los ojos verdes de la elfa se encontraron con los de la mariposa, que habían adquirido un tono rojizo. Algo no estaba bien con ella. Al instante el tirón pasó a ser una caricia de nuevo y su tono de voz, igual que siempre. Aún Helyare no se había pronunciado sobre si ayudarla o no. Estaba cavilando sus opciones… Y no tenía demasiadas. La más importante era alejarse del bosque de Sandorai lo máximo posible, pues si la veían la condenarían. No tenía intenciones de ayudar a Sona, ¿o sí? Ni ella lo sabía. ¿Qué podía hacer, desarmada como estaba? Oía la voz de la muchacha, pero no la atendía. Estaba hablando de su cabello, no era un tema importante. Su mente estaba centrada en cómo hacer para salir de allí cuanto antes, pero no era capaz de irse sola. Ni siquiera se apartó cuando la tocó, algo que no le gustaba en absoluto. Y menos, el pelo, era lo que tapaba la marca que les hacían a los traidores como ella. Aun así, se mantuvo estática.
Miró a Sona. “Si tú me ayudas, yo te ayudo”, alcanzó a escuchar. ¿Ayudarla? Nadie podía ayudarla y menos esa muchacha que vivía en otro mundo. Pero era la mejor opción: salir de allí con ella. No iba a ayudarla a nada, no se veía capaz de luchar, sólo quería huir lo más lejos posible del bosque y ya. Y Sona debería hacer lo mismo, en lugar de enfrentarse a nadie. ¿Dónde había quedado su alma de guerrera? Posiblemente donde estaba su belleza.
Lo siguiente que recordaba fue el beso que Sona le dio, aunque rápidamente apartó la cara. No quería muestras de afecto, no las merecía. Y mucho menos, de otras razas.
Despertó en otro lugar, ya no estaba en la playa. Desconcertada, se incorporó de golpe mirando a todos lados. Era un bosque y eso hizo que un escalofrío recorriera todo su cuerpo. ¡No podía volver a Sandorai! Pero cuando miró con detenimiento el lugar, supo que no era el bosque de los elfos. Su miedo fue amainando, aunque seguía sin saber dónde se encontraba y qué había pasado. –¿Dónde estoy? –Quiso saber, alarmada. Hizo ademán de buscar su arco para defenderse de lo que pudiera pasar, pero no lo tenía en su espalda. Se había olvidado que ya no tenía su arma predilecta, un regalo de sus padres que no se merecía.
Miró a Sona en busca de respuestas. Estaba llenísima de insectos. No pretendía ayudarla, simplemente escapar, y ahora ni siquiera sabía dónde se encontraba para saber qué rumbo debía tomar para ir al norte.
Última edición por Helyare el Miér Ene 17 2018, 00:49, editado 1 vez
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Re: El secreto de Sonagashira +19 [Mastereado] [Helyare]
Sonrió a pesar de que los bichos le estuvieran haciendo daño. ¡Riny se había despertado! Hubo un momento en el que Sonagashira pensó que nunca despertaría. No le dio bien el beso de buenas noches (a Riny no le gustaba que le besase), tenía miedo de haberla hecho dormir para siempre. Nada de eso le diría a su amiga, no quería preocuparle. Sona tenía preparadas todas las respuestas a las posibles preguntas que Riny pudiera hacer.
-Estás cerca de mi casa, de la que fue mi casa en la que me escapé- Sonagashira se río como si acabase de decir algo tan obvio que hasta un niño pudiera entenderlo. - Llevamos mucho días de viaje. ¿No lo recuerdas? Me prometiste que me ayudarías a deshacerme de los bichos que me hacen daño; por eso hemos venido-.
Para la mariposa, aquel era una aventura que as dos amigas habían decido participar libremente. ¿Quién había dicho algo de secuestro? Riny era su amiga, sabía que le quería y que haría cualquier cosa por ella. Sonagashira, simplemente, adelantaba los preparativos de la aventura. La llevó al lugar donde empezaría al viaje, que por supuesto Riny aceptó, y le puso sobre las manos la daga que robaron en su primer encuentro. El filo brillaba con una luz que muy bonita; atraía a las mariposas como cualquier otra luz atraía al resto de insectos.
De la mochila, sacó pequeño mapa mal dibujado con lápices de colores y purpurina; la misma Sona lo había hecho. Abrió el mapa y lo puso enfrente de la cara de Riny señalando, con el dedo índice, el lugar exacto donde ellas estaban.
-¡Estamos aquí, tonta! Mira, justo antes de llegar a estos árboles-.
Si Sonagashira conociera las películas de la Tierra, compararía la aventura que estaba a punto de vivir con Riny con la película Telma y Louise.
-Tenemos que llegar aquí,- señaló lo que parecía ser una cabaña mal dibujada, un círculo pintado de gris y azul, alrededor de puntitos rosas - es el campo de amapolas de papá. A veces vengo y me escondo en las amapolas para coger cosas. Nunca me vieron, soy muy buena jugando al escondite... Lo era… - en un segundo, pareció a punto de llorar, pero luego rompió a reír de nuevo -Sé cómo hacer que a ti tampoco te vean. Prométeme que no te vas a enfadar-.
Tiró todo lo que había en el interior de la pequeña mochila al suelo: pinturas de colores, bolsas con polvos brillantes, perfumes…
-La última vez quedaste muy guapa. ¡No quiero decir que no lo seas! Quiero decir, que te hice más guapa de lo que eres-.
Lo principal fue tapar todas las cicatrices del cuerpo de Riny con maquillaje. Las mariposas eran delicadas y bonitas, no debían tener marcas de ningún tipo sino se volvían inútiles. Luego, pintó la cara de Riny como la hubo pintado en la fiesta de los disfraces. ¡Era una mariposa! Igual como Sonagashira. Faltaban las alas. Sona no sabía hacer magia como el los Dioses de los humanos, no pudo invocar unas alitas para Riny. La única solución que se le ocurrió fue la de romper la mochila por la mitad de forma que pareciese dos alas abiertas.
-Te lo regalo- dijo con la cabeza gacha.
La mochilita era la única pertenencia que Sonagashira consideraba como propia. Deshacerse de ella era complicado. En su cabeza, se imaginó que era una prueba de amor hacia Riny y su mente traumada tomó la imagen como real.
Cuando terminó de cortar la mochila, que ya parecían más un par de alas que una mochila, la adornó con las pinturas y la purpurina. Había tenido una gran idea. Riny podía sujetarse la mochila-alas con las asas y moverlas como si estuviera aleteando sin que los grandes insectos notasen que era un truco.
-Estás preciosa, Riny. ¡Guapísima!- tuvo el impulso, más bien la necesidad, de saltar encima de Riny y llenarla de besos. Si no lo hizo fue por temor a llenar a ella también de los insectos malos.
-¡Princesa, por fin la encuentro!-
Habló una persona que no parecía ser una persona. Su cara inexpresiva no era muy diferente a los rostros de cera que usan algunas tiendas como maniquíes. De la espalda del hombre, tres piernas gigantes de insecto se movían como si estuvieran corriendo. Parecía que un malvado Dios, uno que Sonagashira conocía y temía, hubiera puesto las partes de insecto en aquel hombre como un niño obliga a que dos piezas de puzles diferentes encajen a base de golpes.
Sona se puso entre Fórmico, así se llamaba el hombre con patas de insecto en la espalda, y su amiga. Extendió los brazos en cruz para que Fórmico no pudiera ver a Riny, aunque lo cierto era que la podía ver a la perfección.
-Te vamos a matar, a ti y a todos los demás- la voz de Sona sonaba vacilante. Fue imposible ocultar su miedo hacía Fórmico.
-Mi señora, déjese de juegos. He venido a ayudarle, a usted y a su nueva amiga. ¿Cómo le llaman?-
-Se llama Riny- se adelantó Sona.
-Me refería al nombre de verdad, no al que usted le ha puesto- el rostro inexpresivo comenzó a reír. Su risa, al igual que todo su cuerpo, parecía estar fuera de lugar como una pieza mal encajada. - ¿Qué tal si me acompañan? El Señor está cansado de vuestras travesuras. Déjese se juegos y venga conmigo-.
Fórmico bajo la mano para ayudar a Riny a levantarse; solo Riny. A Sonagashira no le hacía caso. Cuando hablaba, aunque parecía que se dirigiese a Sona, miraba hacia Riny; hacia la daga que Riny sostenía en las manos.
Helyare: Sonagashira te ha disfrazado de mariposa igual como hizo en el Bragiväl para que pases inadvertida en la aldea de los insectos. “Igual”, exactamente no… Tienes un nuevo incentivo y son las provisionales alas de mentira que te ha hecho con su mochilita.
Una vez disfrazada, un hombre-hormiga (por llamarlo de alguna manera) aparece en escena detrás de unos matorrales. A Sona no le gusta ese hombre, pero todavía no sabes el por qué. Te ofrece ir con él. Tuya es la decisión si quedarte con Sona o ir con ese hombre. ¿Qué es peor, una yandere o un monstruo desconocido?
-Estás cerca de mi casa, de la que fue mi casa en la que me escapé- Sonagashira se río como si acabase de decir algo tan obvio que hasta un niño pudiera entenderlo. - Llevamos mucho días de viaje. ¿No lo recuerdas? Me prometiste que me ayudarías a deshacerme de los bichos que me hacen daño; por eso hemos venido-.
Para la mariposa, aquel era una aventura que as dos amigas habían decido participar libremente. ¿Quién había dicho algo de secuestro? Riny era su amiga, sabía que le quería y que haría cualquier cosa por ella. Sonagashira, simplemente, adelantaba los preparativos de la aventura. La llevó al lugar donde empezaría al viaje, que por supuesto Riny aceptó, y le puso sobre las manos la daga que robaron en su primer encuentro. El filo brillaba con una luz que muy bonita; atraía a las mariposas como cualquier otra luz atraía al resto de insectos.
De la mochila, sacó pequeño mapa mal dibujado con lápices de colores y purpurina; la misma Sona lo había hecho. Abrió el mapa y lo puso enfrente de la cara de Riny señalando, con el dedo índice, el lugar exacto donde ellas estaban.
-¡Estamos aquí, tonta! Mira, justo antes de llegar a estos árboles-.
Si Sonagashira conociera las películas de la Tierra, compararía la aventura que estaba a punto de vivir con Riny con la película Telma y Louise.
-Tenemos que llegar aquí,- señaló lo que parecía ser una cabaña mal dibujada, un círculo pintado de gris y azul, alrededor de puntitos rosas - es el campo de amapolas de papá. A veces vengo y me escondo en las amapolas para coger cosas. Nunca me vieron, soy muy buena jugando al escondite... Lo era… - en un segundo, pareció a punto de llorar, pero luego rompió a reír de nuevo -Sé cómo hacer que a ti tampoco te vean. Prométeme que no te vas a enfadar-.
Tiró todo lo que había en el interior de la pequeña mochila al suelo: pinturas de colores, bolsas con polvos brillantes, perfumes…
-La última vez quedaste muy guapa. ¡No quiero decir que no lo seas! Quiero decir, que te hice más guapa de lo que eres-.
Lo principal fue tapar todas las cicatrices del cuerpo de Riny con maquillaje. Las mariposas eran delicadas y bonitas, no debían tener marcas de ningún tipo sino se volvían inútiles. Luego, pintó la cara de Riny como la hubo pintado en la fiesta de los disfraces. ¡Era una mariposa! Igual como Sonagashira. Faltaban las alas. Sona no sabía hacer magia como el los Dioses de los humanos, no pudo invocar unas alitas para Riny. La única solución que se le ocurrió fue la de romper la mochila por la mitad de forma que pareciese dos alas abiertas.
-Te lo regalo- dijo con la cabeza gacha.
La mochilita era la única pertenencia que Sonagashira consideraba como propia. Deshacerse de ella era complicado. En su cabeza, se imaginó que era una prueba de amor hacia Riny y su mente traumada tomó la imagen como real.
Cuando terminó de cortar la mochila, que ya parecían más un par de alas que una mochila, la adornó con las pinturas y la purpurina. Había tenido una gran idea. Riny podía sujetarse la mochila-alas con las asas y moverlas como si estuviera aleteando sin que los grandes insectos notasen que era un truco.
-Estás preciosa, Riny. ¡Guapísima!- tuvo el impulso, más bien la necesidad, de saltar encima de Riny y llenarla de besos. Si no lo hizo fue por temor a llenar a ella también de los insectos malos.
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-¡Princesa, por fin la encuentro!-
Habló una persona que no parecía ser una persona. Su cara inexpresiva no era muy diferente a los rostros de cera que usan algunas tiendas como maniquíes. De la espalda del hombre, tres piernas gigantes de insecto se movían como si estuvieran corriendo. Parecía que un malvado Dios, uno que Sonagashira conocía y temía, hubiera puesto las partes de insecto en aquel hombre como un niño obliga a que dos piezas de puzles diferentes encajen a base de golpes.
Sona se puso entre Fórmico, así se llamaba el hombre con patas de insecto en la espalda, y su amiga. Extendió los brazos en cruz para que Fórmico no pudiera ver a Riny, aunque lo cierto era que la podía ver a la perfección.
-Te vamos a matar, a ti y a todos los demás- la voz de Sona sonaba vacilante. Fue imposible ocultar su miedo hacía Fórmico.
-Mi señora, déjese de juegos. He venido a ayudarle, a usted y a su nueva amiga. ¿Cómo le llaman?-
-Se llama Riny- se adelantó Sona.
-Me refería al nombre de verdad, no al que usted le ha puesto- el rostro inexpresivo comenzó a reír. Su risa, al igual que todo su cuerpo, parecía estar fuera de lugar como una pieza mal encajada. - ¿Qué tal si me acompañan? El Señor está cansado de vuestras travesuras. Déjese se juegos y venga conmigo-.
Fórmico bajo la mano para ayudar a Riny a levantarse; solo Riny. A Sonagashira no le hacía caso. Cuando hablaba, aunque parecía que se dirigiese a Sona, miraba hacia Riny; hacia la daga que Riny sostenía en las manos.
- Mapa:
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- Fórmico:
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Helyare: Sonagashira te ha disfrazado de mariposa igual como hizo en el Bragiväl para que pases inadvertida en la aldea de los insectos. “Igual”, exactamente no… Tienes un nuevo incentivo y son las provisionales alas de mentira que te ha hecho con su mochilita.
Una vez disfrazada, un hombre-hormiga (por llamarlo de alguna manera) aparece en escena detrás de unos matorrales. A Sona no le gusta ese hombre, pero todavía no sabes el por qué. Te ofrece ir con él. Tuya es la decisión si quedarte con Sona o ir con ese hombre. ¿Qué es peor, una yandere o un monstruo desconocido?
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Re: El secreto de Sonagashira +19 [Mastereado] [Helyare]
A pesar de que Sonagashira respondía a sus preguntas, la elfa seguía desconcertada, mirando para todos lados. Pese a haber confirmado que ese lugar no era Sandorai, aún seguía temiendo que alguno de sus antiguos compañeros viniera a por ella. Estaba en alarmada sin saber bien qué hacer. Sentía que una flecha podía cruzar entre los árboles y atravesar su cabeza. Todavía notaba cómo la perseguían aunque la mariposa le estaba enseñando un mapa de dónde se encontraban. Pero, ¿cómo se iba a fiar de un mapa dibujado como si fuera una niña? Suspiró apesadumbrada, sin dejar de mirar a todos lados, a la vez que apartaba un poco el trozo de papel de su rostro. Ni siquiera recordaba haberle dicho a la muchacha que la iba a ayudar. Trataba de recordar pero nada, y eso la ponía mucho más nerviosa, porque notaba que había partes en esa historia que no cuadraban.
Estaba entre la espada y la pared, porque no sabía dónde estaba y si la hacía enfadar tal vez pudiera hacer que regresara a Sandorai. Un fuerte escalofrío recorrió su cuerpo, haciendo que incluso temblase, agarrándose las rodillas. Cualquier cosa antes de regresar al bosque de los elfos.
Mientras tanto, Sona seguía parloteando. Ni siquiera miró hacia dónde se tenían que dirigir. Algo dijo de unas amapolas, pero lo repetía tanto que al final se alegraría de estar entre esas flores rojas. Ella siempre decía que ahí estaban sus amigas, así que era una forma de que la mujer la dejase en paz. Lo bueno es que le había devuelto su daga, a Helyare no le gustaba nada porque brillaba, pero ahora mismo era lo único que tenía para defenderse, así que la tomó entre sus manos como si fuera un tesoro. Eso no lo era, lo que verdaderamente tenía valor para ella era un pequeño trozo de madera que guardaba en el saquito donde habitualmente metía al hada. Aunque ahora esta estaba fuera, revoloteando por ahí. Helyare ni siquiera prestó atención a lo que hacía, todavía no la sentía como una acompañante y si se perdía por el bosque no importaba. Pero no, la pequeña hada rondaba cerca de ella. Incluso se reía y colaboró con Sona para pintar a la elfa, por más que ella se negaba. –No me pintes. –Se quejó, pero de nada sirvió. Otra vez estaba la mariposa con las dichosas pinturitas. Por más que se retorciera acabó convirtiéndola en alguien como ella, aunque sin alas. Todo el cuerpo pintado, incluida la cara, de nuevo. Suspiró otra vez con pesadez. Sona no solía escuchar las negativas de Helyare y eso era un verdadero fastidio.
Por primera vez en su vida sintió pudor delante de ella para mostrar su cuerpo desnudo. Nunca antes lo había sentido, pero en ese momento Sona era la primera que estaba viendo sus cicatrices y no pudo evitar taparlas con sus brazos. Algo que pareció importarle poco, pues estaba muy concentrada con sus pinturas, perfumes y toda esa parafernalia. La pequeña hada también colaboraba en dar los toques finales, mientras otras mariposas se posaban en su daga y volvían a emprender el duelo. Hubiera sido una escena mágica para cualquier persona que hubiese pasado por allí, mas no para la elfa. Se sentía abrumada al ver que su opinión era ignorada, estaba incómoda y no quería volver a convertirse en una mariposa. Pero la mujer bestia rajó su mochila y se la ofreció a modo de alas, que acabó decorando también. Helyare se mordió el labio ante semejante regalo. No era gran cosa, pero por la expresión de la chica, era algo muy valioso. –No tienes que… –Trató de decir, pero volvió a ignorar sus palabras.
Al cabo de un rato, el aspecto de la elfa era totalmente distinto. Ella no paraba de tocar su cuerpo, su pelo, de mirarse incrédula. Se sentía tan extraña…
A pesar de ese aspecto tan maravilloso, su rostro seguía siendo serio, triste y acongojado. Y, aparte, estaba incómoda por tener que llevar tantas pinturas. No siempre había sido así. Verse los brazos con colores le recordó a cuando ella misma tomaba pinturas parecidas y decoraba todo su cuerpo. En su pueblo era costumbre llevar varias formas dibujadas, semejante al maquillaje de las humanas para realzar su “belleza”. En su caso, se creaban pinturas específicas para cada clase y por edades. Algunos elfos hacían verdaderas maravillas, incluso los guerreros como ella tenían un mínimo de color en sus pieles. Eran tan hermosos… Desconocía si en otros clanes también realizaban esta práctica, pero para los Eytherzair era habitual llevarla a cabo.
Helyare ya no se pintaba, no por sí sola, porque otra vez aparecía con colores sobre su nívea piel. Esos no eran los colores que ella se pondría, pero no parecía que a la muchacha alada le importase demasiado.
El hada se metió de nuevo en su saquito cuando escuchó que un insecto se acercaba. La elfa no se había dado cuenta, estaba demasiado ensimismada mirando sus pinturas, pero rápidamente clavó la mirada en ese bicho. Lo sorprendente es que había llamado “princesa” a Sona. ¿Era de la realeza? No tenía mucha pinta de serlo. Helyare seguía sin entender nada, pero la muchacha que la acompañaba rápidamente dijo que lo iban a matar. Los ojos verdes de la joven del bosque se abrieron de par en par, mostrando su sorpresa. ¿Ese era el enemigo?
–No te interesa mi nombre. –Respondió de mala gana cuando este preguntó. No quería hablar con ese ser tan abominable. ¿Por qué los dioses permitían que semejantes criaturas pudieran vivir? Hizo una mueca al mirarlo. La elfa solía respetar a los insectos, pero es que eso era una aberración. Seguro que sus antecesores habían hecho algo muy grave para hacer enfadar a los dioses. Aunque con Imbar no habría pasado. Esas razas inferiores se empeñaban en creer en dioses falsos y eran castigados por ello. Seguramente se merecía ese aspecto horrendo.
Extendió su brazo para ayudarla a levantarse, pero se puso en pie sin tocarlo y miró a Sona. Parecía asustada. Sin embargo, tampoco se fiaba del todo de ella. No estaba muy bien de la cabeza, se notaba. A lo mejor eran imaginaciones suyas.
Pasó la vista por el hombre insecto haciendo una mueca y luego volvió a mirar a Sona. –Me quedo contigo. –No quería estar sola y no se fiaba de ese tipejo. Tomó la daga por la empuñadura y esperó a ver qué haría la mariposa, que no parecía querer irse con ese ser. A pesar de que no tenía real interés en enfrentarse a nadie o salvar a-saber-a-quién, estaba mejor acompañada por Sona que vagando sola sin rumbo. Todavía estaba asustada y la mariposa servía como una especie de sedante para calmar su temor.
Estaba entre la espada y la pared, porque no sabía dónde estaba y si la hacía enfadar tal vez pudiera hacer que regresara a Sandorai. Un fuerte escalofrío recorrió su cuerpo, haciendo que incluso temblase, agarrándose las rodillas. Cualquier cosa antes de regresar al bosque de los elfos.
Mientras tanto, Sona seguía parloteando. Ni siquiera miró hacia dónde se tenían que dirigir. Algo dijo de unas amapolas, pero lo repetía tanto que al final se alegraría de estar entre esas flores rojas. Ella siempre decía que ahí estaban sus amigas, así que era una forma de que la mujer la dejase en paz. Lo bueno es que le había devuelto su daga, a Helyare no le gustaba nada porque brillaba, pero ahora mismo era lo único que tenía para defenderse, así que la tomó entre sus manos como si fuera un tesoro. Eso no lo era, lo que verdaderamente tenía valor para ella era un pequeño trozo de madera que guardaba en el saquito donde habitualmente metía al hada. Aunque ahora esta estaba fuera, revoloteando por ahí. Helyare ni siquiera prestó atención a lo que hacía, todavía no la sentía como una acompañante y si se perdía por el bosque no importaba. Pero no, la pequeña hada rondaba cerca de ella. Incluso se reía y colaboró con Sona para pintar a la elfa, por más que ella se negaba. –No me pintes. –Se quejó, pero de nada sirvió. Otra vez estaba la mariposa con las dichosas pinturitas. Por más que se retorciera acabó convirtiéndola en alguien como ella, aunque sin alas. Todo el cuerpo pintado, incluida la cara, de nuevo. Suspiró otra vez con pesadez. Sona no solía escuchar las negativas de Helyare y eso era un verdadero fastidio.
Por primera vez en su vida sintió pudor delante de ella para mostrar su cuerpo desnudo. Nunca antes lo había sentido, pero en ese momento Sona era la primera que estaba viendo sus cicatrices y no pudo evitar taparlas con sus brazos. Algo que pareció importarle poco, pues estaba muy concentrada con sus pinturas, perfumes y toda esa parafernalia. La pequeña hada también colaboraba en dar los toques finales, mientras otras mariposas se posaban en su daga y volvían a emprender el duelo. Hubiera sido una escena mágica para cualquier persona que hubiese pasado por allí, mas no para la elfa. Se sentía abrumada al ver que su opinión era ignorada, estaba incómoda y no quería volver a convertirse en una mariposa. Pero la mujer bestia rajó su mochila y se la ofreció a modo de alas, que acabó decorando también. Helyare se mordió el labio ante semejante regalo. No era gran cosa, pero por la expresión de la chica, era algo muy valioso. –No tienes que… –Trató de decir, pero volvió a ignorar sus palabras.
Al cabo de un rato, el aspecto de la elfa era totalmente distinto. Ella no paraba de tocar su cuerpo, su pelo, de mirarse incrédula. Se sentía tan extraña…
A pesar de ese aspecto tan maravilloso, su rostro seguía siendo serio, triste y acongojado. Y, aparte, estaba incómoda por tener que llevar tantas pinturas. No siempre había sido así. Verse los brazos con colores le recordó a cuando ella misma tomaba pinturas parecidas y decoraba todo su cuerpo. En su pueblo era costumbre llevar varias formas dibujadas, semejante al maquillaje de las humanas para realzar su “belleza”. En su caso, se creaban pinturas específicas para cada clase y por edades. Algunos elfos hacían verdaderas maravillas, incluso los guerreros como ella tenían un mínimo de color en sus pieles. Eran tan hermosos… Desconocía si en otros clanes también realizaban esta práctica, pero para los Eytherzair era habitual llevarla a cabo.
Helyare ya no se pintaba, no por sí sola, porque otra vez aparecía con colores sobre su nívea piel. Esos no eran los colores que ella se pondría, pero no parecía que a la muchacha alada le importase demasiado.
El hada se metió de nuevo en su saquito cuando escuchó que un insecto se acercaba. La elfa no se había dado cuenta, estaba demasiado ensimismada mirando sus pinturas, pero rápidamente clavó la mirada en ese bicho. Lo sorprendente es que había llamado “princesa” a Sona. ¿Era de la realeza? No tenía mucha pinta de serlo. Helyare seguía sin entender nada, pero la muchacha que la acompañaba rápidamente dijo que lo iban a matar. Los ojos verdes de la joven del bosque se abrieron de par en par, mostrando su sorpresa. ¿Ese era el enemigo?
–No te interesa mi nombre. –Respondió de mala gana cuando este preguntó. No quería hablar con ese ser tan abominable. ¿Por qué los dioses permitían que semejantes criaturas pudieran vivir? Hizo una mueca al mirarlo. La elfa solía respetar a los insectos, pero es que eso era una aberración. Seguro que sus antecesores habían hecho algo muy grave para hacer enfadar a los dioses. Aunque con Imbar no habría pasado. Esas razas inferiores se empeñaban en creer en dioses falsos y eran castigados por ello. Seguramente se merecía ese aspecto horrendo.
Extendió su brazo para ayudarla a levantarse, pero se puso en pie sin tocarlo y miró a Sona. Parecía asustada. Sin embargo, tampoco se fiaba del todo de ella. No estaba muy bien de la cabeza, se notaba. A lo mejor eran imaginaciones suyas.
Pasó la vista por el hombre insecto haciendo una mueca y luego volvió a mirar a Sona. –Me quedo contigo. –No quería estar sola y no se fiaba de ese tipejo. Tomó la daga por la empuñadura y esperó a ver qué haría la mariposa, que no parecía querer irse con ese ser. A pesar de que no tenía real interés en enfrentarse a nadie o salvar a-saber-a-quién, estaba mejor acompañada por Sona que vagando sola sin rumbo. Todavía estaba asustada y la mariposa servía como una especie de sedante para calmar su temor.
Helyare
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Re: El secreto de Sonagashira +19 [Mastereado] [Helyare]
Fórmico se reía con la boca cerrada. Su risa sonaba como un millar de termitas royendo madera. Sus ojos seguían fijos en la nueva mariposa, aquella que había sido entregada por la Princesa Sonagashira. Era guapa y dulce, el Señor lo agradecería. El único aspecto de su rostro el cual debía trabajar era en su sonrisa. Las mariposas tenían que sonreír como si fueran niñas. El Señor así lo ordenaba. El deber de Fórmico, y el de todas las hormigas obreras, era agachar la cabeza y obedecer a los mandatos de los Rey y la Reina insectos.
Chasqueó los dedos y las patas de su espalda. Otros cinco “Fórmicos” salieron de sus escondites. Dos de ellos estaban ocultos bajo una capa de tierra, otros dos en las copas de los árboles y el último, el más pequeño de ellos, escondido en el interior de un gran tronco del suelo. Los seis Fórmicos eran exactamente iguales. Sus rostros inexpresivos parecían haberse formado con cera caliente y las patas de sus espaldas eran piezas de puzles mal encajadas.
Los recién llegados hicieron una corta reverencia a la Princesa Sonagashira.
-Sus sirvientes le han echado de menos, mi señora-
La Princesa se puso de pie de un salto. Al principio, tenía la intención de plantar cara a los Fórmicos. Un pequeño montón de mariposas azules apareció de la nada desde la espalda de la Princesa Sonagashira. El ataque era inminente. Entonces fue que el Fórmico más pequeño sacó una bolsa de cuero del interior del bolsillo de su pantalón. Mostró la bolsa a la Princesa antes de abrirla. La estaba advirtiendo que no quería llegar a tener que usar lo que había dentro. La Princesa Sonagashira entendió la amenaza, dio unos pasos atrás alejándose de la nueva y bella mariposa y se sentó en el suelo con las manos en las rodillas en un gesto de total sumisión. Las mariposas azules, las que venían cuando la Princesa preparaba sus ataques, desaparecieron tan rápido como aparecieron. Los Fórmicos tenían vía libre para educar a la nueva mariposa antes de entregarla a los Reyes.
Fue el mismo hombre hormiga que habló primero quien cogió a la nueva mariposa por la barbilla. Con dos dedos delgados como huesos, estiró los labios de la chica para ver cómo era sonriendo. Tenía razón, era preciosa. Otros dos Fórmicos cogieron por los brazos a la chica. Tiraron la daga al suelo para que no pudiera defenderse y la ataron de brazos y piernas con unas cuerdas gruesas y duras.
-Podía haber sido una niña obediente, le di la oportunidad que así lo fuera. No se preocupe, mi señora, nosotros la educaremos de nuevo. Somos muy buenos en nuestro trabajo. Cuando acabemos con usted, será tan respetuosa como lo es la Princesa Sonagashira-.
Dirigió una amarga mirada hacia la Princesa. Ella seguía en la misma posición de sumisión. No se había movido ni un milímetro. Miraba al frente (no donde estaba Riny). Los bichos de su cuerpo le picaban y le mordían, ella no hacía nada. Era como un perro que se sienta sobre sus patas traseras al ver a su amo llegar.
Los Fórmicos empujaron a la nueva mariposa hacia el interior del bosque de crisálidas, el campo de educación como ellos lo llamaban. Los hombres hormigas trabajaban en las nuevas mariposas que les entregaban para que cumplieran con los estándares de belleza que el Señor ordenaba. A lo lejos, otro grupo de Fórmicos, tenía atrapada a una elfa maleducada que no dejaba de chillar. A ellos les gustaba que gritase, nunca amordazaban a sus (victimas) alumnas. Dejaban que agotasen todas sus fuerzas con la garganta para que luego, cuando se transformen en mariposas, no les quedase nada (El Señor así lo ordenaba). Aquel grupo puso a la elfa en el interior de una enorme crisálida, lo rellenaron de una infinidad de insectos, el cuerpo de la elfa era tan acosado por los bichos como el de la Princesa, y cerraron el capullo. Dentro de unos meses, la elfa se convertiría en una sumisa y preciosa mariposa o moriría en el intento.
El bosque estaba repleto de crisálidas gigantes como el que habían visto meter a la elfa. Algunos de los capullos estaban abiertos, la mayoría cerrados. No en todos, pero sí en gran parte de ellos, se transparentaba el rostro de los cadáveres (o mariposas) de las alumnas de los fórmicos.
-No tema, mi señora, lo vuestro será muy rápido. Con un par de semanas, no mucho más, haremos que su sonrisa sea perfecta. ¿Qué le parece?- la risa que sonaba como termitas se escuchó bajo los labios de los seis Fórmicos- Debe dar gracias a la Princesa; sin su ayuda sería tan horrenda como todas las demás chicas que nos llegan-.
Había una crisálida preparada para la nueva mariposa. El procedimiento se repitió como era costumbre. Primero, pusieron a la alumna en su interior, vomitaron insectos (dos escarabajos en especial se encargaron de pellizcar los labios de la chica para que sonriese) y cerraron el capullo.
-Recuérdelo: Dos semanas y será una mariposa en toda regla-.
Helyare: Decisión incorrecta. Debiste ser educada con Fórmico. Ahora, será el quien te eduque. Los hombres hormigas te han metido dentro de un capullo, quieren que seas una alegre y sumisa mariposa, como han hecho con Sona. Tu deber es buscar la forma de salir de la crisálida. Si lo consigues, los Fórmicos ya se habrán ido (o escondido).
Puedes elegir si rescatar a la elfa que has visto cómo la atrapaban en una crisálida o dejarla (convertir en mariposa) morir.
No voy a ser tan cruel contigo, tu hadita consiguió coger la daga de la tierra cuando los Fórmicos la tiraron. Te recomiendo que la guardes; será extremadamente útil en turnos siguientes.
Chasqueó los dedos y las patas de su espalda. Otros cinco “Fórmicos” salieron de sus escondites. Dos de ellos estaban ocultos bajo una capa de tierra, otros dos en las copas de los árboles y el último, el más pequeño de ellos, escondido en el interior de un gran tronco del suelo. Los seis Fórmicos eran exactamente iguales. Sus rostros inexpresivos parecían haberse formado con cera caliente y las patas de sus espaldas eran piezas de puzles mal encajadas.
Los recién llegados hicieron una corta reverencia a la Princesa Sonagashira.
-Sus sirvientes le han echado de menos, mi señora-
La Princesa se puso de pie de un salto. Al principio, tenía la intención de plantar cara a los Fórmicos. Un pequeño montón de mariposas azules apareció de la nada desde la espalda de la Princesa Sonagashira. El ataque era inminente. Entonces fue que el Fórmico más pequeño sacó una bolsa de cuero del interior del bolsillo de su pantalón. Mostró la bolsa a la Princesa antes de abrirla. La estaba advirtiendo que no quería llegar a tener que usar lo que había dentro. La Princesa Sonagashira entendió la amenaza, dio unos pasos atrás alejándose de la nueva y bella mariposa y se sentó en el suelo con las manos en las rodillas en un gesto de total sumisión. Las mariposas azules, las que venían cuando la Princesa preparaba sus ataques, desaparecieron tan rápido como aparecieron. Los Fórmicos tenían vía libre para educar a la nueva mariposa antes de entregarla a los Reyes.
Fue el mismo hombre hormiga que habló primero quien cogió a la nueva mariposa por la barbilla. Con dos dedos delgados como huesos, estiró los labios de la chica para ver cómo era sonriendo. Tenía razón, era preciosa. Otros dos Fórmicos cogieron por los brazos a la chica. Tiraron la daga al suelo para que no pudiera defenderse y la ataron de brazos y piernas con unas cuerdas gruesas y duras.
-Podía haber sido una niña obediente, le di la oportunidad que así lo fuera. No se preocupe, mi señora, nosotros la educaremos de nuevo. Somos muy buenos en nuestro trabajo. Cuando acabemos con usted, será tan respetuosa como lo es la Princesa Sonagashira-.
Dirigió una amarga mirada hacia la Princesa. Ella seguía en la misma posición de sumisión. No se había movido ni un milímetro. Miraba al frente (no donde estaba Riny). Los bichos de su cuerpo le picaban y le mordían, ella no hacía nada. Era como un perro que se sienta sobre sus patas traseras al ver a su amo llegar.
Los Fórmicos empujaron a la nueva mariposa hacia el interior del bosque de crisálidas, el campo de educación como ellos lo llamaban. Los hombres hormigas trabajaban en las nuevas mariposas que les entregaban para que cumplieran con los estándares de belleza que el Señor ordenaba. A lo lejos, otro grupo de Fórmicos, tenía atrapada a una elfa maleducada que no dejaba de chillar. A ellos les gustaba que gritase, nunca amordazaban a sus (victimas) alumnas. Dejaban que agotasen todas sus fuerzas con la garganta para que luego, cuando se transformen en mariposas, no les quedase nada (El Señor así lo ordenaba). Aquel grupo puso a la elfa en el interior de una enorme crisálida, lo rellenaron de una infinidad de insectos, el cuerpo de la elfa era tan acosado por los bichos como el de la Princesa, y cerraron el capullo. Dentro de unos meses, la elfa se convertiría en una sumisa y preciosa mariposa o moriría en el intento.
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El bosque estaba repleto de crisálidas gigantes como el que habían visto meter a la elfa. Algunos de los capullos estaban abiertos, la mayoría cerrados. No en todos, pero sí en gran parte de ellos, se transparentaba el rostro de los cadáveres (o mariposas) de las alumnas de los fórmicos.
-No tema, mi señora, lo vuestro será muy rápido. Con un par de semanas, no mucho más, haremos que su sonrisa sea perfecta. ¿Qué le parece?- la risa que sonaba como termitas se escuchó bajo los labios de los seis Fórmicos- Debe dar gracias a la Princesa; sin su ayuda sería tan horrenda como todas las demás chicas que nos llegan-.
Había una crisálida preparada para la nueva mariposa. El procedimiento se repitió como era costumbre. Primero, pusieron a la alumna en su interior, vomitaron insectos (dos escarabajos en especial se encargaron de pellizcar los labios de la chica para que sonriese) y cerraron el capullo.
-Recuérdelo: Dos semanas y será una mariposa en toda regla-.
- Elfa prisionera:
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Helyare: Decisión incorrecta. Debiste ser educada con Fórmico. Ahora, será el quien te eduque. Los hombres hormigas te han metido dentro de un capullo, quieren que seas una alegre y sumisa mariposa, como han hecho con Sona. Tu deber es buscar la forma de salir de la crisálida. Si lo consigues, los Fórmicos ya se habrán ido (o escondido).
Puedes elegir si rescatar a la elfa que has visto cómo la atrapaban en una crisálida o dejarla (convertir en mariposa) morir.
No voy a ser tan cruel contigo, tu hadita consiguió coger la daga de la tierra cuando los Fórmicos la tiraron. Te recomiendo que la guardes; será extremadamente útil en turnos siguientes.
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Re: El secreto de Sonagashira +19 [Mastereado] [Helyare]
El ser ese era asqueroso. Parecía formado a partir de la venganza de los dioses y Helyare se negaba a ir con él. Sonagashira estaba bastante asustada, algo que hizo que la elfa se resistiera mucho más a acompañarlo. Pero pronto acabó esa rebeldía, cuando otros cinco más de esos seres aparecieron desde varios puntos del bosque. La arquera se giró sobre sí misma para mirar a todos y cada uno de esos malditos seres, tratando de agarrar a la mariposa y salir de allí cuanto antes. Tenía miedo, mucho. Ya se había visto rodeada en Sandorai y sabía lo que vendría después. Todos se inclinaron ante Sona, ¿en serio era una princesa? Si era así no debían temer, pero todo eso le daba mala espina a la joven del sur. Seguía siendo una desconfiada y empezaba a sospechar que la mariposa quería entregarla como tributo o algo parecido. A pesar de llevar tiempo fuera de Sandorai, no conseguía entender del todo las otras culturas. Había visto que algunas personas daban a otras como si fueran objetos y a día de hoy no entendía por qué, pues un ser vivo no era un objeto, aunque fuera inferior.
Las mariposas azules empezaron a llegar, haciendo que Helyare retrocediera un par de pasos. Pero tan rápido como llegaron, se fueron y la mujer quedó sentada, como una estatua. Una fuerte ansiedad creció en el pecho de la elfa, sin saber qué pasaba y sin entender absolutamente nada. Salvo cuando uno de los bichos la agarró por la barbilla. Ella rápidamente se apartó, evitando que la tocaran. –¡No me toques! –Estaba enfadada, pues no entendía nada. De nada sirvió decir eso, los bichos asquerosos esos la agarraron y ataron. –¡¡Soltadme!! –Se retorció como pudo pero no servía de nada. –¡¡Que me dejéis en paz!!
Sona no hizo nada mientras la elfa era llevada a un lugar horrible, lleno de crisálidas gigantes. Trataba de escapar, golpear a los insectos o moverse tanto que les fuera imposible atraparla. Pero no lo conseguía. Aparte de sus gritos, pudo oír otros. Los de una elfa que trataba de escapar, como ella. Vio horrorizada todo el proceso en el que la joven del bosque era metida en un capullo y encerrada ahí, con insectos.
Se quedó petrificada, su mente no conseguía entender qué cultura permitía que se le hiciera tanto daño a seres divinos como lo eran los elfos. No entendía el mundo fuera de Sandorai. Todo era sufrimiento y ahora ella formaba parte de eso.
Volvió a gritar, a proferir insultos en élfico y en común, a tratar por todos los medios de escapar. Pero de nada sirvió. Como la elfa, ella acabó en una crisálida. –¡¡No me dejéis aquí!! ¡¡No me dejéis aquí!!
Casi tuvo que escupir uno de los bichos que le habían vomitado a la cara. ¡Era repugnante! Notaba cómo su cuerpo se iba pegando al capullo y dificultaba sus movimientos. ¿Sona los había ayudado? Entonces sí la había entregado como a un triste objeto. ¿Para eso servía ahora? ¿Para ser un “algo”? Pataleó pese a sus piernas atadas y un par de insectos se colocaron en su cara, pellizcando sus mejillas para formar una especie de sonrisa. ¿Qué iba a pasar ahora?
Cerraron la crisálida y se fueron, dejándola ahí sin entender nada. ¿Por qué estaba ahí? Esa maldita loca de Sonagashira la había entregado a los insectos, la había hecho parecer uno… ¡Iba a arrancarle la cabeza! Volvió a retorcerse para tratar de romper la tela de la crisálida, pero era imposible. Se estaba poniendo cada vez más y más nerviosa. El no poder mover las manos ni los pies hacía que sintiera, incluso, claustrofobia. Necesitaba salir de allí ya.
Su pequeña acompañante, Nillë, que revoloteaba por ahí, se había escondido mirando la escena y, en cuanto volvieron sin la elfa, no dudó en hacer vibrar el aire con gran fuerza y producir una impactante descarga de energía contra el primer fórmico, quien había sido el artífice del daño a su amiga. Fue muy rápido, tanto que el resto de los presentes no supo siquiera qué había sido ese resplandor azul intenso que había destrozado el pecho del insecto.
En su huida, agarró la daga que le habían quitado a Helyare y cargó con ella hasta el bosque de crisálidas, tratando de que no se cayera o se la robasen los fórmicos. Ahora tenía que buscar dónde estaba, pues muchos estaban cerrados y se podían ver caras inexpresivas a través de ellos.
Helyare seguía retorciéndose para intentar escapar. Tales eran las sacudidas que daba con su cuerpo que de su bolsa salió un pequeño conejo dorado. Era una estatua, pero al instante cobró vida, ante la sorpresa de la joven. –¡Ayúdame! –Fue lo único que se le ocurrió decir al animalillo de oro. No sabía si la entendería o no, pero su desesperación era tal que cualquier ayuda sería buena.
Y pareció funcionar. El pequeño animal saltó hacia sus brazos y empezó a roer las cuerdas que sujetaban sus muñecas. La elfa estaba nerviosa, quería que el conejo se apresurase, pero por fin vio un poco de esperanza para conseguir salir de allí. Respiraba entrecortadamente, tratando de tirar de la cuerda a la vez que el animal acababa de roer.
–¡Meeseeks! –Después de eso el bicho dorado desapareció y Helyare pudo soltar sus cuerdas, ya roídas. Miró a todos lados tratando de buscar dónde estaba y de dónde había salido, porque recordaba tener esa figura. Pero lo que pensaba hacer era venderla, no esperaba que fuera mágica. Se quitó a los dos escarabajos que pellizcaban su cara y se sacudió a los insectos. En ese momento notó un rasguño y cómo la punta de una daga atravesaba la crisálida. Se echó hacia atrás, evitando el filo del cuchillo.
–Chi… ri. –A la pequeña hada le costaba mover la daga tan rápido, pero al menos la había clavado. Helyare tomó el fijo, tratando de no hacerse daño e hizo que recorriera la crisálida, rajándola. El hada voló con el mango, que se movía muy rápido. Pero pronto comprendió que había sido su compañera quien había agarrado el arma para liberarse. –Chiri, chiri.
–Gracias, Nillë. Vámonos. –Dijo la elfa mientras recuperaba su daga y la usaba para cortar las cuerdas de sus pies. Sin pensarlo saltó al suelo y echó a correr, pero su hada se plantó frente a ella y señaló a la elfa que aún seguía gritando. Helyare miró al pequeño ser brillante y luego al capullo donde estaba la chica a la que había visto. Resopló y echó a correr hacia donde estaba la elfa, sin muchas ganas de hacerlo, pero podía ser buena guía para salir del lugar y, además, si volvían a atacarlos, tenía a quien la ayudara a defenderse.
Con rapidez rajó la crisálida de la chica y la sacó, sujetándola del brazo. No dijo nada, simplemente la sacó de allí y salió corriendo. Nillë agitó los brazos delante de la elfa para que siguiera a Helyare y ya, no hubo más indicaciones durante la carrera para escapar de aquel lugar.
En otra ocasión se vengaría de Sonagashira, por traidora, pero ahora era presa del miedo y la desesperación por salir de allí cuanto antes, no sabía a qué se enfrentaba, pero no quería volver a estar encerrada en un capullo rodeada de bichos. Corrió todo lo que pudo, dejando atrás ese maldito bosque blanco, pensando que hubiera sido mejor dejar allí a Sonagashira y no prestarle su ayuda.
Las mariposas azules empezaron a llegar, haciendo que Helyare retrocediera un par de pasos. Pero tan rápido como llegaron, se fueron y la mujer quedó sentada, como una estatua. Una fuerte ansiedad creció en el pecho de la elfa, sin saber qué pasaba y sin entender absolutamente nada. Salvo cuando uno de los bichos la agarró por la barbilla. Ella rápidamente se apartó, evitando que la tocaran. –¡No me toques! –Estaba enfadada, pues no entendía nada. De nada sirvió decir eso, los bichos asquerosos esos la agarraron y ataron. –¡¡Soltadme!! –Se retorció como pudo pero no servía de nada. –¡¡Que me dejéis en paz!!
Sona no hizo nada mientras la elfa era llevada a un lugar horrible, lleno de crisálidas gigantes. Trataba de escapar, golpear a los insectos o moverse tanto que les fuera imposible atraparla. Pero no lo conseguía. Aparte de sus gritos, pudo oír otros. Los de una elfa que trataba de escapar, como ella. Vio horrorizada todo el proceso en el que la joven del bosque era metida en un capullo y encerrada ahí, con insectos.
Se quedó petrificada, su mente no conseguía entender qué cultura permitía que se le hiciera tanto daño a seres divinos como lo eran los elfos. No entendía el mundo fuera de Sandorai. Todo era sufrimiento y ahora ella formaba parte de eso.
Volvió a gritar, a proferir insultos en élfico y en común, a tratar por todos los medios de escapar. Pero de nada sirvió. Como la elfa, ella acabó en una crisálida. –¡¡No me dejéis aquí!! ¡¡No me dejéis aquí!!
Casi tuvo que escupir uno de los bichos que le habían vomitado a la cara. ¡Era repugnante! Notaba cómo su cuerpo se iba pegando al capullo y dificultaba sus movimientos. ¿Sona los había ayudado? Entonces sí la había entregado como a un triste objeto. ¿Para eso servía ahora? ¿Para ser un “algo”? Pataleó pese a sus piernas atadas y un par de insectos se colocaron en su cara, pellizcando sus mejillas para formar una especie de sonrisa. ¿Qué iba a pasar ahora?
Cerraron la crisálida y se fueron, dejándola ahí sin entender nada. ¿Por qué estaba ahí? Esa maldita loca de Sonagashira la había entregado a los insectos, la había hecho parecer uno… ¡Iba a arrancarle la cabeza! Volvió a retorcerse para tratar de romper la tela de la crisálida, pero era imposible. Se estaba poniendo cada vez más y más nerviosa. El no poder mover las manos ni los pies hacía que sintiera, incluso, claustrofobia. Necesitaba salir de allí ya.
Su pequeña acompañante, Nillë, que revoloteaba por ahí, se había escondido mirando la escena y, en cuanto volvieron sin la elfa, no dudó en hacer vibrar el aire con gran fuerza y producir una impactante descarga de energía contra el primer fórmico, quien había sido el artífice del daño a su amiga. Fue muy rápido, tanto que el resto de los presentes no supo siquiera qué había sido ese resplandor azul intenso que había destrozado el pecho del insecto.
En su huida, agarró la daga que le habían quitado a Helyare y cargó con ella hasta el bosque de crisálidas, tratando de que no se cayera o se la robasen los fórmicos. Ahora tenía que buscar dónde estaba, pues muchos estaban cerrados y se podían ver caras inexpresivas a través de ellos.
Helyare seguía retorciéndose para intentar escapar. Tales eran las sacudidas que daba con su cuerpo que de su bolsa salió un pequeño conejo dorado. Era una estatua, pero al instante cobró vida, ante la sorpresa de la joven. –¡Ayúdame! –Fue lo único que se le ocurrió decir al animalillo de oro. No sabía si la entendería o no, pero su desesperación era tal que cualquier ayuda sería buena.
Y pareció funcionar. El pequeño animal saltó hacia sus brazos y empezó a roer las cuerdas que sujetaban sus muñecas. La elfa estaba nerviosa, quería que el conejo se apresurase, pero por fin vio un poco de esperanza para conseguir salir de allí. Respiraba entrecortadamente, tratando de tirar de la cuerda a la vez que el animal acababa de roer.
–¡Meeseeks! –Después de eso el bicho dorado desapareció y Helyare pudo soltar sus cuerdas, ya roídas. Miró a todos lados tratando de buscar dónde estaba y de dónde había salido, porque recordaba tener esa figura. Pero lo que pensaba hacer era venderla, no esperaba que fuera mágica. Se quitó a los dos escarabajos que pellizcaban su cara y se sacudió a los insectos. En ese momento notó un rasguño y cómo la punta de una daga atravesaba la crisálida. Se echó hacia atrás, evitando el filo del cuchillo.
–Chi… ri. –A la pequeña hada le costaba mover la daga tan rápido, pero al menos la había clavado. Helyare tomó el fijo, tratando de no hacerse daño e hizo que recorriera la crisálida, rajándola. El hada voló con el mango, que se movía muy rápido. Pero pronto comprendió que había sido su compañera quien había agarrado el arma para liberarse. –Chiri, chiri.
–Gracias, Nillë. Vámonos. –Dijo la elfa mientras recuperaba su daga y la usaba para cortar las cuerdas de sus pies. Sin pensarlo saltó al suelo y echó a correr, pero su hada se plantó frente a ella y señaló a la elfa que aún seguía gritando. Helyare miró al pequeño ser brillante y luego al capullo donde estaba la chica a la que había visto. Resopló y echó a correr hacia donde estaba la elfa, sin muchas ganas de hacerlo, pero podía ser buena guía para salir del lugar y, además, si volvían a atacarlos, tenía a quien la ayudara a defenderse.
Con rapidez rajó la crisálida de la chica y la sacó, sujetándola del brazo. No dijo nada, simplemente la sacó de allí y salió corriendo. Nillë agitó los brazos delante de la elfa para que siguiera a Helyare y ya, no hubo más indicaciones durante la carrera para escapar de aquel lugar.
En otra ocasión se vengaría de Sonagashira, por traidora, pero ahora era presa del miedo y la desesperación por salir de allí cuanto antes, no sabía a qué se enfrentaba, pero no quería volver a estar encerrada en un capullo rodeada de bichos. Corrió todo lo que pudo, dejando atrás ese maldito bosque blanco, pensando que hubiera sido mejor dejar allí a Sonagashira y no prestarle su ayuda.
- Aclaraciones:
Uso el conejo dorado que me diste en el Ostara, máster :3
Helyare
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Re: El secreto de Sonagashira +19 [Mastereado] [Helyare]
Cuando cayó de bruces de la crisálida notó el sabor de la tierra, el barro y, seguramente, la hez de los hombres insectos. Nunca, en toda su vida, había agradecido tanto notar tal sabor. Estaba tan contenta que mordió la tierra y se la tragó solo para demostrar, así misma, que había más sabores en el mundo del que había estado notando en los últimos veinte días. Besó el suelo y se dejó caer, boca abajo, sobre él como si estuviera haciendo ángeles en la nieve. Por culpa de un pequeño espasmo muscular, fruto de aquellas cosas que los hombres insectos le hicieron comer, la elfa movió sus brazos y piernas para hacer el ángel de nieve. ¡Era una niña y se llama Piny! Se dio la vuelta, se puso en posición fetal y vomitó sobre sí misma. No se llamaba Piny, su nombre auténtico era Aidhar Luh.
En unos segundos que parecieron horas, se quedó mirando la masa verde y gris que había vomitado. Con un palo que cogió del suelo, removió el empaste. Diferenciaba fragmentos de los bichos que le obligaron a comer: el ala de un mordisco, el caparazón de un escarabajo, un cuerno que no podía definir a quién perteneció, el brazo de una hormiga… Sintió nauseas de nuevo. Vomitó encima de la primera pota, el resultado no fue más agradable.
Con un segundo giro, dio la espalda a los vómitos. Siguió en el suelo en posición fetal, así se sentía cómoda. No quería moverse, solo llorar y convencerse que los últimos veinte días jamás existieron. Ella no se llamaba Piny ni nunca le habían obligado a comer insectos.
-En los días de educación, estarás atrapada sin comer ni beber. Acostúmbrate a solo tener bichos en un alrededor- dijo uno de esos hombres hormiga el primer día que le obligaron a comer. Los siguientes días no hizo falta repetirlo. El segundo y tercero le dejaron sin poder beber ni comer; al cuarto Aidhar abrió la boca y aceptó los bichos de los Fórmicos.
Después de largos minutos de llanto mudo, se atrevió a abrir los ojos. Todo lo que veía a su alrededor eran crisálidas cerradas, como en la que a ella le habían atrapado, colgada de los árboles. Allí dentro había chicas: elfas, humanas, brujas… ¡No importaba! Eran vidas. Se preguntó cuántos meses llevarían allí encerradas. Entre los capullos, había algunos más secos y otros más húmedos. Por lógica, y por comparación al suyo propio, los más húmedos serían lo más recientes. Primero a arrastras, luego de rodillas y, finalmente, se atrevió a caminar hacia uno de los capullos más secos. Limpió con el codo el lugar donde debería estar la cabeza de la chica, la crisálida se transparentó en esa misma posición. Lo que vio le hubiera hecho vomitar si antes no hubiera devuelto todo lo que había en su estómago. Era una cara, aquello era cierto, pero la cara de un muerto. Una calavera, para ser más precisos. Gusanos, escarabajos y, como no, hormigas, recorrían los orificios de la calavera como si estuviera jugando a esconderse.
Del espanto, dio un salto hacia atrás que le hizo caer de culo contra la tierra (cómoda y segura).
No fue hasta ese momento que no se preguntó quién le había sacado de allí. ¿Cómo algo tan importante como era la figura de la persona que le había rescatado podía haberle pasado tan inadvertida? Pensó que era por la trauma, por el miedo que sentía y, sobre todo, por lo agradecida que estaba de haber notado el sabor de la tierra húmeda. Tampoco recordaba nada de aquella figura misteriosa; la vio borrosa, como frente a sus ojos tuviera una (crisálida) gruesa tela. Fuera quien fuera, quería darle las gracias (¡Piny te da las gracias, eres mi mejor amiga!) por haberle rescatado. Se fue hacia el sur, de aquello estaba segura. No sabía si era un hombre o una mujer, no era un hombre insecto, eso era obvio; pero sabía que se fue hacia el sur.
Aidhar Luh caminó por el mismo camino que se tomó la persona que le había salvado la vida. Se abrazaba a sí misma, a veces hablaba en susurros llamándose y, luego, negaba con la cabeza violentamente. “¡Aidhar, Aidhar! Me llamo Aidhar Luh”. Le costaba concentrarse en las cosas que existían de verdad. No diferenciaba de la realidad. Veinte días en una estrecha jaula y unos pocos minutos dentro de la crisálida fueron suficientes para que una bonita elfa de Sandorai, que había viajado con su familia a las ciudades humanas, lugar donde había sido secuestrada por los Fórmicos, tuviera delirios de mariposa.
Helyare: Master Ger tenía razón, siempre huyes. Corre, todo lo que quieras. Te diriges hacia el sur, queda poco para que dejes atrás el bosque de crisálidas. En un momento de tu carrera, miras a tu espalda y ves a la elfa que has rescatado en un estado mental peor que el tuyo. ¿Serás capaz de ayudar a uno de los tuyos o huirás como de costumbre?
Por otra parte, notarás que tu daga empieza a brillar al acercarse a una de las crisálidas más secas. Tuya es la decisión de sacar o dejar en paz a la chica de su interior. Deberás lanzar la Voluntad de los Dioses, estos serán quienes decidan el estado mental de la chica-mariposa del interior de ésta crisálida.
En unos segundos que parecieron horas, se quedó mirando la masa verde y gris que había vomitado. Con un palo que cogió del suelo, removió el empaste. Diferenciaba fragmentos de los bichos que le obligaron a comer: el ala de un mordisco, el caparazón de un escarabajo, un cuerno que no podía definir a quién perteneció, el brazo de una hormiga… Sintió nauseas de nuevo. Vomitó encima de la primera pota, el resultado no fue más agradable.
Con un segundo giro, dio la espalda a los vómitos. Siguió en el suelo en posición fetal, así se sentía cómoda. No quería moverse, solo llorar y convencerse que los últimos veinte días jamás existieron. Ella no se llamaba Piny ni nunca le habían obligado a comer insectos.
-En los días de educación, estarás atrapada sin comer ni beber. Acostúmbrate a solo tener bichos en un alrededor- dijo uno de esos hombres hormiga el primer día que le obligaron a comer. Los siguientes días no hizo falta repetirlo. El segundo y tercero le dejaron sin poder beber ni comer; al cuarto Aidhar abrió la boca y aceptó los bichos de los Fórmicos.
Después de largos minutos de llanto mudo, se atrevió a abrir los ojos. Todo lo que veía a su alrededor eran crisálidas cerradas, como en la que a ella le habían atrapado, colgada de los árboles. Allí dentro había chicas: elfas, humanas, brujas… ¡No importaba! Eran vidas. Se preguntó cuántos meses llevarían allí encerradas. Entre los capullos, había algunos más secos y otros más húmedos. Por lógica, y por comparación al suyo propio, los más húmedos serían lo más recientes. Primero a arrastras, luego de rodillas y, finalmente, se atrevió a caminar hacia uno de los capullos más secos. Limpió con el codo el lugar donde debería estar la cabeza de la chica, la crisálida se transparentó en esa misma posición. Lo que vio le hubiera hecho vomitar si antes no hubiera devuelto todo lo que había en su estómago. Era una cara, aquello era cierto, pero la cara de un muerto. Una calavera, para ser más precisos. Gusanos, escarabajos y, como no, hormigas, recorrían los orificios de la calavera como si estuviera jugando a esconderse.
Del espanto, dio un salto hacia atrás que le hizo caer de culo contra la tierra (cómoda y segura).
No fue hasta ese momento que no se preguntó quién le había sacado de allí. ¿Cómo algo tan importante como era la figura de la persona que le había rescatado podía haberle pasado tan inadvertida? Pensó que era por la trauma, por el miedo que sentía y, sobre todo, por lo agradecida que estaba de haber notado el sabor de la tierra húmeda. Tampoco recordaba nada de aquella figura misteriosa; la vio borrosa, como frente a sus ojos tuviera una (crisálida) gruesa tela. Fuera quien fuera, quería darle las gracias (¡Piny te da las gracias, eres mi mejor amiga!) por haberle rescatado. Se fue hacia el sur, de aquello estaba segura. No sabía si era un hombre o una mujer, no era un hombre insecto, eso era obvio; pero sabía que se fue hacia el sur.
Aidhar Luh caminó por el mismo camino que se tomó la persona que le había salvado la vida. Se abrazaba a sí misma, a veces hablaba en susurros llamándose y, luego, negaba con la cabeza violentamente. “¡Aidhar, Aidhar! Me llamo Aidhar Luh”. Le costaba concentrarse en las cosas que existían de verdad. No diferenciaba de la realidad. Veinte días en una estrecha jaula y unos pocos minutos dentro de la crisálida fueron suficientes para que una bonita elfa de Sandorai, que había viajado con su familia a las ciudades humanas, lugar donde había sido secuestrada por los Fórmicos, tuviera delirios de mariposa.
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Helyare: Master Ger tenía razón, siempre huyes. Corre, todo lo que quieras. Te diriges hacia el sur, queda poco para que dejes atrás el bosque de crisálidas. En un momento de tu carrera, miras a tu espalda y ves a la elfa que has rescatado en un estado mental peor que el tuyo. ¿Serás capaz de ayudar a uno de los tuyos o huirás como de costumbre?
Por otra parte, notarás que tu daga empieza a brillar al acercarse a una de las crisálidas más secas. Tuya es la decisión de sacar o dejar en paz a la chica de su interior. Deberás lanzar la Voluntad de los Dioses, estos serán quienes decidan el estado mental de la chica-mariposa del interior de ésta crisálida.
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Re: El secreto de Sonagashira +19 [Mastereado] [Helyare]
Helyare ya había rescatado a la muchacha por insistencias de Nillë, pero no tenía intención de permanecer allí por mucho tiempo. Había conseguido escapar y no iba a estar allí esperando a que la capturasen de nuevo, quería salir del bosque blanco cuanto antes y huir lejos. Sí que quería vengarse de Sona, pero no ahora, no en su territorio, pues podía vérselas de nuevo contra los Fórmicos y no quería ser capturada de nuevo. Nillë la siguió, aunque ella sí miraba hacia atrás para ver si la elfa iba con ellas.
Y no, no iba, no por ahora. Estaba tirada en el suelo, vomitando. El hada trató de llamar la atención de Helyare, pero esta la ignoró. –Si nos detenemos, nos atraparán. –Le contestó al pequeño ser brillante, que parecía molesta por la desidia de su compañera. Se había cargado a uno hombre-insecto y, si quería, era capaz de detener a los demás, pero lo que pretendía era que la elfa hiciera caso a su congénere y la ayudase. Lo estaba pasando mal, era incapaz de moverse. Helyare resopló. –¡Van a venir!
La pequeña hada no estaba satisfecha y siguió haciendo gestos a la elfa para que ayudase a la muchacha. La joven resopló, sujetó al hada entre sus manos y siguió corriendo. –Nillë, no podemos detenernos. Nos van a atrapar. No quiero estar en una crisálida y que me torturen. –Se metió entre los árboles y no paró de correr, aunque lo seguía haciendo a duras penas, su rodilla no estaba en buen estado todavía. A pesar de eso, no se detuvo hasta que vio su daga brillar.
Le fastidiaba que brillase, pues podía desvelar su posición y no era muy eficaz para su huida. Pero si se deshacía de ella no le quedaría nada con lo que defenderse. Ya no tenía arco y ese pequeño fijo era lo único que podía garantizar su protección. La metió en la funda con intenciones de seguir su carrera, pero Nillë señaló hacía una crisálida y avanzó hacia ella, volando y chirriando como solía hacer. –No, ¡vuelve! –Susurró haciendo gestos. Pero el hada pasaba de sus palabras y se colocó cerca del capullo. Entre resoplidos Helyare fue hacia la crisálida, a duras penas, y la miró con detenimiento.
–¡Chiri! ¡Chiri! –Nillë volvía a hacer gestos espasmódicos para que la elfa ayudase a la chica, aunque parecía reticente.
–Si nos paramos a ayudar a todas nos atraparán. –Eso le dolía también a ella, le encantaría liberar a todas y cada una de las chicas que eran presas de esos insectos. Pero sabía que si la encontraban ahí, liberando a sus víctimas, acabarían tomando represalias contra ella y volverían a meterla en el capullo… como poco.
Suspiró y dio un tajo a un lateral de la envoltura, tratando de no hacer daño a la chica. –Ya está. Vámonos. –La pequeña hada trataba de deshilachar los hilos de la crisálida para que se liberase.
La verdad es que daba bastante impresión ver el rostro de las muchachas a través de las hebras del capullo blanquecino. Y peor era cuando estaban secos, parecía que quien estaba ahí dentro estaba muerta. Helyare hizo una mueca al mirar la crisálida medio abierta. Seguía estupefacta ante lo que estaba viendo, por más que intentase escapar. Era imposible dejar que esa imagen pasase inadvertida. Seguía sin entender por qué hacían eso con las chicas, qué interés tenían en convertirlas en mariposas. ¿Para qué? ¿Sona era antes otra raza?
Helyare trató de atrapar a Nillë mientras ella estaba deshilachando el capullo y no pudo evitar mirar a la chica que había dentro. –¡Eh! ¡Eh! ¡Despierta! –Abrió la crisálida y empezó a zarandear a la muchacha. –¡Eh! ¿Cómo se sale de aquí?
Un ruido la alertó y rápidamente cogió su daga. Nillë se escondió detrás del capullo y observó, atenta, el entorno. Era la otra elfa que las estaba siguiendo. Helyare miró de reojo al hada, ya no podía hacer más gestos instando a recogerla, pues había decidido seguirlas. –Vamos, ven. –Movió la mano para indicarle que fuera con ellas, aunque se notaba que estaba más estupefacta que la propia Helyare. Tenía un fuerte enlentecimiento, como si no escuchara hasta después de un rato.
Eso le dio más miedo a la elfa, que hizo otra raja a la crisálida y emprendió, de nuevo, su carrera. Si esa chica había acabado así, ¿qué no le habrían hecho? Estaba atemorizada.
La otra chica, a quien habían intentado rescatar, también parecía en estado de shock, o al menos eso le había parecido a Helyare, quien no era capaz de distinguir bien todo a su alrededor. Quería largarse de allí cuanto antes.
Un resplandor azul indicó que Nillë la estaba siguiendo. Había vuelto a dejar atrás a las chicas, pero es que sólo con ver sus caras sentía un escalofrío recorrer su cuerpo. ¡Habían intentado hacer lo mismo con ella! ¿Y si no hubiera podido salir? Notaba una fuerte presión en el pecho. Tropezó en varias ocasiones, producto del mal estado en que se encontraba su rodilla. Incluso cayó en una ocasión, pero rodó y se colocó tras un árbol, sujetándose la pierna a la vez que se mordía el labio. No se había visto aún el aspecto de su extremidad, pero la tenía hinchada, eso estaba claro. Nillë revoloteaba a su lado y también miraba cómo estaban las chicas. Parecía que ella sí se preocupaba de verdad por lo que estaba sucediendo ahí. Helyare se preocupaba, sí, pero mostraba menos humanidad, o eso intentaba. El miedo de que la atrapasen era mayor que la solidaridad con sus iguales. No quería que la encerrasen y se veía indefensa sin armas y sin poder correr al cien por cien. Trató de levantarse y ella también se quedó observando, detrás de un árbol, lo que hacían las chicas. –Vigila, Nillë…
Y no, no iba, no por ahora. Estaba tirada en el suelo, vomitando. El hada trató de llamar la atención de Helyare, pero esta la ignoró. –Si nos detenemos, nos atraparán. –Le contestó al pequeño ser brillante, que parecía molesta por la desidia de su compañera. Se había cargado a uno hombre-insecto y, si quería, era capaz de detener a los demás, pero lo que pretendía era que la elfa hiciera caso a su congénere y la ayudase. Lo estaba pasando mal, era incapaz de moverse. Helyare resopló. –¡Van a venir!
La pequeña hada no estaba satisfecha y siguió haciendo gestos a la elfa para que ayudase a la muchacha. La joven resopló, sujetó al hada entre sus manos y siguió corriendo. –Nillë, no podemos detenernos. Nos van a atrapar. No quiero estar en una crisálida y que me torturen. –Se metió entre los árboles y no paró de correr, aunque lo seguía haciendo a duras penas, su rodilla no estaba en buen estado todavía. A pesar de eso, no se detuvo hasta que vio su daga brillar.
Le fastidiaba que brillase, pues podía desvelar su posición y no era muy eficaz para su huida. Pero si se deshacía de ella no le quedaría nada con lo que defenderse. Ya no tenía arco y ese pequeño fijo era lo único que podía garantizar su protección. La metió en la funda con intenciones de seguir su carrera, pero Nillë señaló hacía una crisálida y avanzó hacia ella, volando y chirriando como solía hacer. –No, ¡vuelve! –Susurró haciendo gestos. Pero el hada pasaba de sus palabras y se colocó cerca del capullo. Entre resoplidos Helyare fue hacia la crisálida, a duras penas, y la miró con detenimiento.
–¡Chiri! ¡Chiri! –Nillë volvía a hacer gestos espasmódicos para que la elfa ayudase a la chica, aunque parecía reticente.
–Si nos paramos a ayudar a todas nos atraparán. –Eso le dolía también a ella, le encantaría liberar a todas y cada una de las chicas que eran presas de esos insectos. Pero sabía que si la encontraban ahí, liberando a sus víctimas, acabarían tomando represalias contra ella y volverían a meterla en el capullo… como poco.
Suspiró y dio un tajo a un lateral de la envoltura, tratando de no hacer daño a la chica. –Ya está. Vámonos. –La pequeña hada trataba de deshilachar los hilos de la crisálida para que se liberase.
La verdad es que daba bastante impresión ver el rostro de las muchachas a través de las hebras del capullo blanquecino. Y peor era cuando estaban secos, parecía que quien estaba ahí dentro estaba muerta. Helyare hizo una mueca al mirar la crisálida medio abierta. Seguía estupefacta ante lo que estaba viendo, por más que intentase escapar. Era imposible dejar que esa imagen pasase inadvertida. Seguía sin entender por qué hacían eso con las chicas, qué interés tenían en convertirlas en mariposas. ¿Para qué? ¿Sona era antes otra raza?
Helyare trató de atrapar a Nillë mientras ella estaba deshilachando el capullo y no pudo evitar mirar a la chica que había dentro. –¡Eh! ¡Eh! ¡Despierta! –Abrió la crisálida y empezó a zarandear a la muchacha. –¡Eh! ¿Cómo se sale de aquí?
Un ruido la alertó y rápidamente cogió su daga. Nillë se escondió detrás del capullo y observó, atenta, el entorno. Era la otra elfa que las estaba siguiendo. Helyare miró de reojo al hada, ya no podía hacer más gestos instando a recogerla, pues había decidido seguirlas. –Vamos, ven. –Movió la mano para indicarle que fuera con ellas, aunque se notaba que estaba más estupefacta que la propia Helyare. Tenía un fuerte enlentecimiento, como si no escuchara hasta después de un rato.
Eso le dio más miedo a la elfa, que hizo otra raja a la crisálida y emprendió, de nuevo, su carrera. Si esa chica había acabado así, ¿qué no le habrían hecho? Estaba atemorizada.
La otra chica, a quien habían intentado rescatar, también parecía en estado de shock, o al menos eso le había parecido a Helyare, quien no era capaz de distinguir bien todo a su alrededor. Quería largarse de allí cuanto antes.
Un resplandor azul indicó que Nillë la estaba siguiendo. Había vuelto a dejar atrás a las chicas, pero es que sólo con ver sus caras sentía un escalofrío recorrer su cuerpo. ¡Habían intentado hacer lo mismo con ella! ¿Y si no hubiera podido salir? Notaba una fuerte presión en el pecho. Tropezó en varias ocasiones, producto del mal estado en que se encontraba su rodilla. Incluso cayó en una ocasión, pero rodó y se colocó tras un árbol, sujetándose la pierna a la vez que se mordía el labio. No se había visto aún el aspecto de su extremidad, pero la tenía hinchada, eso estaba claro. Nillë revoloteaba a su lado y también miraba cómo estaban las chicas. Parecía que ella sí se preocupaba de verdad por lo que estaba sucediendo ahí. Helyare se preocupaba, sí, pero mostraba menos humanidad, o eso intentaba. El miedo de que la atrapasen era mayor que la solidaridad con sus iguales. No quería que la encerrasen y se veía indefensa sin armas y sin poder correr al cien por cien. Trató de levantarse y ella también se quedó observando, detrás de un árbol, lo que hacían las chicas. –Vigila, Nillë…
- Aclaraciones:
- He lanzado una runa para ver si mi hada me ataca o no, ya que tengo que hacerlo antes de los 5 posts. Aquí está el resultado -> [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
La runa que lance ahora por petición del máster tiene que ser la más mala, independientemente del resultado :c
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Re: El secreto de Sonagashira +19 [Mastereado] [Helyare]
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Re: El secreto de Sonagashira +19 [Mastereado] [Helyare]
Pensó que la chica le ayudaría, ella le rescató de la crisálida, podría ser que también le rescatase del bosque que no conocía. Estaba asustada, se abrazaba el pecho y se quitaba los pocos insectos que todavía quedasen agarrados a su piel. Avanzaba lentamente hacia la chica mariposa de pelo blanco cuando apareció la luz azul que le cegó los ojos. Aidhar Luh cayó de rodillas el suelo. Agachó la cabeza y cerró los ojos con fuerza. Se puso a llorar. No podía ser que la chica que le había salvado, su esperanza para salir del bosque de los insectos, hubiera muerto por una explosión desconocida. No quería pensar en ello. Negaba con la cabeza como lo hacían los chiflados. Abrió la boca para intentar gritar y llorar, fue la peor decisión que tomó.
-¡Venid a jugar con Piny, juntas iremos al campo de amapolas a vivir!- dijo la chica que los hombres insectos querían que fuera.
-Las mariposas de verdad no pueden morir. No, no, no. Los bichos me lo dijeron. Me hablaron al oído y me dijeron que las mariposas son tan guapas que la muerte no se atreve a tocarlas. ¡Y tú eres una mariposa muy guapa! La más guapa que he conocido, también la única. Soy una tonta, no me he presentado, mi nombre es Biby. Tú me has sacado de la crisálida-.
Su verdad nombre, antes de entrar en la crisálida, fue Milaya Wentilas. Como Aidhar, fue una curiosa elfa que quiso visitar bosques y ciudades más allá de las habidas en Sandorai. Su historia, simple y aburrida, parecía ser tan lejana que no la recordaba. Todo lo que sucedió antes de la crisálida era un misterio. El nombre de Milaya ya no significaba nada, se había convertido en Biby, en una mariposa. No tenía alas, antenas ni sus ojos brillaban con el negro resplandor de los insectos; físicamente, conservaba el cuerpo de la antigua Milaya. Sin embargo, su cabeza estaba infectada por las palabras y enseñanzas de los insectos. Catorce meses encerrada en una crisálida sin beber ni comer más que los gusanos y escarabajos que de vez en cuando entraban dio su resultado. La educación había finalizado. Milaya Wentilas creía ser una mariposa no muy diferente a cómo era Sonagashira. Creía llamarse Biby.
-Yo también soy una mariposa, si no ves mis alas es porque son transparentes. ¡Muy bonitas!-
Arrastraba a la mariposa del pelo blanco hacia un lugar apartado de dónde salió la luz. Se sentó detrás de ella y apoyó la cabeza de la mariposa sobre sus propias rodillas para que estuviera cómoda. Estaba muy herida. Si no fuera real lo que los bichos le habían contado, necesitaría atención médica urgente. Tenía quemaduras por todo el cuerpo y viejas heridas de cortes que a saber cómo se los había hecho. Un elfo podría curarla, pero ellos vivían muy lejos del bosque de las crisálidas. Biby era una mariposa y más allá, a unos quince metros, había otra mariposa que los bichos le dijeron que se llamaba Piny. Ninguna de las dos era elfa. Ninguna podía curar a la mariposa de pelo blanco. Tampoco necesitaba curarse, simplemente esperar. Las mariposas no podían morir porque eran muy guapas.
-Te llamas Riny, los bichos me lo han dicho. – empezó a hablar mientras acariciaba el pelo blanco de la mariposa- Me han dicen muchas cosas: quién soy, quién era, quién seré… Me lo cuentan todo. Siempre están hablando. A veces me cuentan cosas que no son importantes, pero no me importa. Me gusta escuchar sus voces. Me dijeron que serías tú quien me llevase al campo de amapolas. ¿Es verdad? Pero estás muy herida para llevarme a ningún sitio. Puedo llamar a los Fórmicos. Me obedecerán, sus insectos obreros, tienen que obedecer a las mariposas porque nosotras somos las princesas. Eso también me lo contaron los bichos de mi cabeza. – Hubo una pausa que no duró mucho tiempo- Ha habido muchas princesas mariposas, ¿lo sabías? La primera fue Sonagashira, dicen que fue la más hermosa y más desagradecida con su pueblo. Se escapó del campo de amapolas. ¿Te lo puedes creer? Se escapó y desde entonces los hombres insecto buscan más princesas para el campo de amapolas. Princesas buenas que nunca se escapen. Princesas como tú, como yo y como esa de ahí- señaló Piny que se acercaba poco a poco, tenía un aspecto horrible pero seguía siendo hermosa. - ¡Hola Piny! Vendrás con nosotras al campo de amapolas, ¿a qué sí? Iremos las tres como buenas amigas-.
-No-.
Piny tenía una piedra puntiaguda en la mano, la apretaba con fuerza hasta hacerse un pelín de sangre en la mano. Biby no se preocupó de que Piny pudiera estar haciéndose daño.
-¿Para qué esa piedra, Piny? Es para lanzarla al río y ver como chapotea en el agua. ¿He acertado? Soy muy buena en ese juego. Mis piedras darán más saltos en el agua que las tuyas-.
-No me llames así- Piny hablaba con mucha dificultad y estaba llorando. ¿Estaría enferma?
-Es tu nombre, no te puedo llamar de otra manera. Si quieres entrar al campo de amapolas tienes que decir tu nombre de mariposa. Me lo han dicho los bichos-.
-No voy a ir. Sé qué me harán, por qué me quieren. No les voy a dejar-.
Tomó la piedra puntiaguda con las dos manos y la llevó a la entre pierna. Biby pensó en detenerla, pero los bichos de su cabeza le dijeron que no hiciera nada. Piny clavó la piedra en su zona especial, la movió de lado a lado y gritó con mucha fuerza. Se estaba quitando la pureza de las niñas. Salió mucha sangre, pero a Biby no le preocupó porque los bichos le dijeron que las mariposas no podían morir desangradas. Sonrió cuando Piny cayó de espaldas contra el suelo. Tenía las manos y en las piernas llenas de sangre. Pero, por fin, dijo su nombre de verdad.
-Me llamo Piny y soy una mariposa-.
Helyare: Culpa de tu egoísmo, por no ayudar a Aidhar Luh, ella se ha rasgado el himen con una piedra. Ha preferido quitarse ella la “pureza de las niñas”, como dice Biby, antes de que se la quiten los insectos.
El daño que has recibido por culpa de tu hada es considerable, pero no para matarte. Además, Biby te está cuidando. No puede usar sus poderes de elfa porque no sabe que es una elfa. Los siguientes turnos continuarás con mucha dificultad si no consigues sanar las heridas por tu propia cuenta.
Escuchas la historia de Biby y piensas que si Sonagashira puedo salir de allí una vez, podrá hacerlo dos. Encontrarla es tu única vía de escape, además, tiene que quitarte el disfraz de mariposa. Con tus heridas no podrás ir sola, deberás usar a Biby y Piny para que te lleven hacia el campo de amapolas, el lugar donde está Sonagashira.
Recuerda el mapa, en el siguiente turno encontrarás el camino para salir del bosque. Pronto llegarás al río y al puente.
-¡Venid a jugar con Piny, juntas iremos al campo de amapolas a vivir!- dijo la chica que los hombres insectos querían que fuera.
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-Las mariposas de verdad no pueden morir. No, no, no. Los bichos me lo dijeron. Me hablaron al oído y me dijeron que las mariposas son tan guapas que la muerte no se atreve a tocarlas. ¡Y tú eres una mariposa muy guapa! La más guapa que he conocido, también la única. Soy una tonta, no me he presentado, mi nombre es Biby. Tú me has sacado de la crisálida-.
Su verdad nombre, antes de entrar en la crisálida, fue Milaya Wentilas. Como Aidhar, fue una curiosa elfa que quiso visitar bosques y ciudades más allá de las habidas en Sandorai. Su historia, simple y aburrida, parecía ser tan lejana que no la recordaba. Todo lo que sucedió antes de la crisálida era un misterio. El nombre de Milaya ya no significaba nada, se había convertido en Biby, en una mariposa. No tenía alas, antenas ni sus ojos brillaban con el negro resplandor de los insectos; físicamente, conservaba el cuerpo de la antigua Milaya. Sin embargo, su cabeza estaba infectada por las palabras y enseñanzas de los insectos. Catorce meses encerrada en una crisálida sin beber ni comer más que los gusanos y escarabajos que de vez en cuando entraban dio su resultado. La educación había finalizado. Milaya Wentilas creía ser una mariposa no muy diferente a cómo era Sonagashira. Creía llamarse Biby.
-Yo también soy una mariposa, si no ves mis alas es porque son transparentes. ¡Muy bonitas!-
Arrastraba a la mariposa del pelo blanco hacia un lugar apartado de dónde salió la luz. Se sentó detrás de ella y apoyó la cabeza de la mariposa sobre sus propias rodillas para que estuviera cómoda. Estaba muy herida. Si no fuera real lo que los bichos le habían contado, necesitaría atención médica urgente. Tenía quemaduras por todo el cuerpo y viejas heridas de cortes que a saber cómo se los había hecho. Un elfo podría curarla, pero ellos vivían muy lejos del bosque de las crisálidas. Biby era una mariposa y más allá, a unos quince metros, había otra mariposa que los bichos le dijeron que se llamaba Piny. Ninguna de las dos era elfa. Ninguna podía curar a la mariposa de pelo blanco. Tampoco necesitaba curarse, simplemente esperar. Las mariposas no podían morir porque eran muy guapas.
-Te llamas Riny, los bichos me lo han dicho. – empezó a hablar mientras acariciaba el pelo blanco de la mariposa- Me han dicen muchas cosas: quién soy, quién era, quién seré… Me lo cuentan todo. Siempre están hablando. A veces me cuentan cosas que no son importantes, pero no me importa. Me gusta escuchar sus voces. Me dijeron que serías tú quien me llevase al campo de amapolas. ¿Es verdad? Pero estás muy herida para llevarme a ningún sitio. Puedo llamar a los Fórmicos. Me obedecerán, sus insectos obreros, tienen que obedecer a las mariposas porque nosotras somos las princesas. Eso también me lo contaron los bichos de mi cabeza. – Hubo una pausa que no duró mucho tiempo- Ha habido muchas princesas mariposas, ¿lo sabías? La primera fue Sonagashira, dicen que fue la más hermosa y más desagradecida con su pueblo. Se escapó del campo de amapolas. ¿Te lo puedes creer? Se escapó y desde entonces los hombres insecto buscan más princesas para el campo de amapolas. Princesas buenas que nunca se escapen. Princesas como tú, como yo y como esa de ahí- señaló Piny que se acercaba poco a poco, tenía un aspecto horrible pero seguía siendo hermosa. - ¡Hola Piny! Vendrás con nosotras al campo de amapolas, ¿a qué sí? Iremos las tres como buenas amigas-.
-No-.
Piny tenía una piedra puntiaguda en la mano, la apretaba con fuerza hasta hacerse un pelín de sangre en la mano. Biby no se preocupó de que Piny pudiera estar haciéndose daño.
-¿Para qué esa piedra, Piny? Es para lanzarla al río y ver como chapotea en el agua. ¿He acertado? Soy muy buena en ese juego. Mis piedras darán más saltos en el agua que las tuyas-.
-No me llames así- Piny hablaba con mucha dificultad y estaba llorando. ¿Estaría enferma?
-Es tu nombre, no te puedo llamar de otra manera. Si quieres entrar al campo de amapolas tienes que decir tu nombre de mariposa. Me lo han dicho los bichos-.
-No voy a ir. Sé qué me harán, por qué me quieren. No les voy a dejar-.
Tomó la piedra puntiaguda con las dos manos y la llevó a la entre pierna. Biby pensó en detenerla, pero los bichos de su cabeza le dijeron que no hiciera nada. Piny clavó la piedra en su zona especial, la movió de lado a lado y gritó con mucha fuerza. Se estaba quitando la pureza de las niñas. Salió mucha sangre, pero a Biby no le preocupó porque los bichos le dijeron que las mariposas no podían morir desangradas. Sonrió cuando Piny cayó de espaldas contra el suelo. Tenía las manos y en las piernas llenas de sangre. Pero, por fin, dijo su nombre de verdad.
-Me llamo Piny y soy una mariposa-.
- Milaya Wentilas / Biby:
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Helyare: Culpa de tu egoísmo, por no ayudar a Aidhar Luh, ella se ha rasgado el himen con una piedra. Ha preferido quitarse ella la “pureza de las niñas”, como dice Biby, antes de que se la quiten los insectos.
El daño que has recibido por culpa de tu hada es considerable, pero no para matarte. Además, Biby te está cuidando. No puede usar sus poderes de elfa porque no sabe que es una elfa. Los siguientes turnos continuarás con mucha dificultad si no consigues sanar las heridas por tu propia cuenta.
Escuchas la historia de Biby y piensas que si Sonagashira puedo salir de allí una vez, podrá hacerlo dos. Encontrarla es tu única vía de escape, además, tiene que quitarte el disfraz de mariposa. Con tus heridas no podrás ir sola, deberás usar a Biby y Piny para que te lleven hacia el campo de amapolas, el lugar donde está Sonagashira.
Recuerda el mapa, en el siguiente turno encontrarás el camino para salir del bosque. Pronto llegarás al río y al puente.
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Re: El secreto de Sonagashira +19 [Mastereado] [Helyare]
Pensó que detrás del árbol conseguiría ocultarse, pero sentía curiosidad por lo que hacían las chicas y, junto a Nillë, se asomó. Su rodilla le dolía bastante, y más porque se había golpeado al caer. Si ya la tenía en mal estado, no quería imaginarse después del golpe, donde también se había dado en la cara y las manos. Desde que había salido de Sandorai estaba herida, pero el daño en su extremidad era el peor, dificultaba cualquier paso que diera. Ahí, aguantando el dolor, miraba detrás del árbol.
La segunda chica a la que vio se acercó a ella y la condujo a un lugar que no sabía cuál era, pese a que se resistía. –No… ¡Vámonos! ¿¡Dónde me llevas!? –Gritaba tratando de que soltase su brazo. Nillë iba detrás, aunque miraba a la primera muchacha, que estaba de rodillas. Ninguna entendía nada, salvo que estaban en peligro, y eso el hada lo sabía, pues iba mirando pequeños recovecos donde meterse. Si algo pasaba ella ayudaría a su compañera, pero debía evitar que la atrapasen.
Hablaba de que ella era una mariposa, que era bonita… ¡No entendía nada! Sí que en esos momentos llevaba el estúpido disfraz que Sona le había dejado y estaba convertida en una supuesta mariposa. Pero no quería serlo. Y menos viendo cómo trataban a las mariposas en ese sitio. Estaba aterrada, además esas chicas tenían un problema en la cabeza. No eran normales, ¿o sí? Nunca había visto a nadie actuar de ese modo tan extraño. –¡Para!
Pareció hacer caso, pero hizo que se sentase, y ella detrás. Helyare estaba muy nerviosa, no sabía qué pretendía hacer esa chica. Por lo visto, solo acariciar su pelo. Respiraba entrecortadamente, en contraste con el calmado tono de voz de la chiquilla.
“Voces”, pensó Helyare cuando la muchacha se puso a contar que los insectos hablaban con ella y le contaban todas esas cosas. Tenía que escapar de ahí cuanto antes, el mismo bosque parecía encerrarla cada vez más hasta impedir que respirase. Se estaba ahogando al estar ahí sentada, sin posibilidad de escapar. Quería correr lejos, no ver ni una crisálida más. No estaba entendiendo nada de lo que estaba ocurriendo. Los árboles parecían sombríos, la gente era rara y, a pesar de estar Nillë, se encontraba muy sola. –No los llames. –Repuso. No quería ver a ningún bicho de esos cerca. –¿Para qué quieren a las “princesas mariposas”? –Preguntó, tratando de incorporarse y mirándola. –¿Y a mí por qué me quieren aquí? No soy una princesa, ni una mariposa. –Recalcó señalándose, pese a que su aspecto no fuera exactamente el de una elfa. –¿Qué es lo que buscan de nosotras?
Helyare trató de sacar información sobre dónde se encontraban, qué sucedía en ese bosque o qué querían de ellas, pero de nada sirvió, pues la otra muchacha se estaba acercando hacia ellas con una piedra puntiaguda. La elfa se levantó, alarmada. Miró a ambas, con miedo. No sabía qué iban a hacer, todo era tan raro… Nillë se escondió entre unas hojas y observó lo que ocurría. La que estaba sentada pensaba que era un juego de tirar piedras al agua. Eso Helyare también lo había hecho cuando era más pequeña. Ella y Aranarth se iban al lago cercano al poblado muchos días y lanzaban piedras para que rebotasen sobre el agua, pero debían ser planas, no tan picudas como la que llevaba la chica en la mano.
–¿Qué te sucede? –Preguntó la elfa mientras se acercaba un paso hacia ella. Estaba llorando y no sabía por qué.
Lo siguiente dejó a Helyare petrificada. Con la piedra se estaba apuñalando la zona de la entrepierna, de donde empezó a brotar mucha sangre que recorría sus piernas y manos. Nillë se tapó la cara tras unas hojas, y con sus propias manos. Ella sí parecía entender qué estaba pasando ahí, pero su compañera no. Sí entendía que se estaba haciendo daño, pero no entendía el porqué de hacérselo en esa zona. Cayó de espaldas y la otra muchacha no había hecho nada, no se había movido. Incluso sonreía. Helyare pasó la vista por ambas, temblando de los nervios. Esa joven se había hecho daño. El grito había sido tan fuerte que era probable que aparecieran bichos y las encontrasen. Tenían que actuar cuanto antes, el charco de sangre en el suelo dejaría pistas. Y lo importante era la joven, ¿por qué se había hecho eso? Había dicho que sabía lo que querían de ella.
Avanzó hacia la muchacha que decía llamarse Piny. –¿¡Por qué has hecho esto!? ¿Por qué te haces daño? –Miró a ambas, de nuevo, esperando respuestas.
–Ellos quieren mi pureza… Y no se la voy a dar. –Aún gimoteaba a causa del dolor. –Antes me la quito yo.
–¿Qué? ¿Qué pureza? –Preguntó Helyare sin entender qué tenía que ver eso con sus heridas. No se atrevía a tocarla, movía las manos sin saber bien qué hacer, estaba muy nerviosa. Ella tampoco podía usar sus poderes desde que había tenido que dejar Sandorai, así que no podría sanar sus heridas. Miró a la chiquilla que seguía sentada, Biby, fue ella quien respondió.
–Su pureza de niña. –Sonrió. –Todas nacemos con ella.
–No te entiendo.
–Mi pureza ya… no está. No me la podrán quitar. –Movió la cabeza ligeramente, en el suelo aún. –Soy… virgen. Nunca he… estado con nadie. –Helyare trataba de pensar en algo para impedir que la sangre fluyese, pero no tenía nada para cortar esa hemorragia. La otra seguía sin hacer nada.
–¿Relaciones? –La chica asintió, y la que se hacía llamar Biby, también. –¿Qué tiene que ver eso con la pureza? –Su concepto de pureza era totalmente distinto al de esas chicas.
–Si has tenido… relaciones… –gimió a causa del dolor, acompañando las palabras con una mueca. –ya no lo… eres. Te quitan tu pureza cuando…
La elfa no era capaz de entender eso que estaba queriéndole decir la chica que se hacía llamar Piny. ¿Qué tenía que ver cuántas relaciones hubieras tenido con ser puro o no? Las miraba extrañadas, creyendo que de verdad les pasaba algo serio en la cabeza. Lo que ella veía era que esa muchacha se había autolesionado y estaba desangrándose, y la otra no hacía nada.
–Pero…Tu cuerpo... ¿Por qué te has dañado el cuerpo? –Inquirió sin entender la relación de lo que explicaban. Todo se le estaba complicando más con esa conversación que no entendía. –¡No puedes dañarlo! ¡Es un regalo de los Dioses! –Ella también había llegado a la autolesión después del enfrentamiento con la bruja y la ladrona. Se odiaba por haberse dejado dañar la piel, y por habérsela dañado ella misma. Era un pecado imperdonable ante los Dioses, y esa chica lo había cometido.
–Porque no quiero que… ellos me…
–Pero… –De nada servía explicarles que no tenía nada que ver una cosa con la otra. La pureza se encontraba en la raza, evitando el mestizaje y preservando lo que tus ancestros te daban, no midiendo las relaciones que tenías. El amor y el placer eran también regalos concedidos por los dioses y no podían ser negados, salvo que hubieses hecho algo imperdonable, como en el caso de Helyare. A ella sí se le negaban ambas cosas. –¡Da igual! ¡Vámonos! –Gritó mirando a ambas. –Se ha hecho daño, va a desangrar. –Biby pareció negar sutilmente con la cabeza. –¡Vamos! ¡Si nos encuentran nos encerrarán! –Trató de ayudar a Piny a levantarse, pero la retrasaría bastante si lo hacía, además no podía cargar peso. Ambas cayeron al suelo de nuevo en cuanto la rodilla de Helyare se resintió.
–Sí, vamos al campo de amapolas. –Biby parecía estar en su mundo. Helyare la miró, negando.
–No vamos a ir a ningún campo de amapolas. ¡Nos vamos de este lugar! ¿¡Has visto lo que nos están haciendo!? –Gritó desesperada. No quería estar allí ni un minuto más, se sentía frustrada por no entender qué sucedía, no conocía el lugar y se sentía muy perdida. Biby se acercó a ella y la sujetó como antes, cuando la había arrastrado a otra parte del bosque. En esos momentos le recordó a Sonagashira cuando estaba pidiendo ayuda.
–Claro que tenemos que ir al campo de amapolas. Debemos ser unas buenas princesas, no como la Princesa Sonagashira. –Empezó a acariciar su pelo. –Eres hermosa. Y debes ser una buena princesa que no se escape. Así les gustan a los hombres insecto. –Helyare la miró horrorizada al pensar que no podrían escapar de ahí si iban al campo ese.
–¿Para qué nos quieren? –Biby simplemente sonrió, sin articular palabra, colocando los mechones blancos de su pelo. –Y… ¿qué pasa si no eres “pura”? –Ella siempre se había considerado pura, pero su significado de pureza radicaba en otro aspecto bien distinto al de estas chicas: La raza. No tenía ningún tipo de relación con el sexo. Miró de reojo a la chica, rodeada por el charco de sangre, sin saber todavía qué hacer con ella.
Pero esas dos estaban tan mal de la cabeza que quería largarse de allí cuanto antes. Sobre todo Biby, quien se comportaba de una forma tan extraña que llegaba a asustarla. Empezó a retroceder, mirando sitios por donde poder escapar, o esconder a la chica herida.
La segunda chica a la que vio se acercó a ella y la condujo a un lugar que no sabía cuál era, pese a que se resistía. –No… ¡Vámonos! ¿¡Dónde me llevas!? –Gritaba tratando de que soltase su brazo. Nillë iba detrás, aunque miraba a la primera muchacha, que estaba de rodillas. Ninguna entendía nada, salvo que estaban en peligro, y eso el hada lo sabía, pues iba mirando pequeños recovecos donde meterse. Si algo pasaba ella ayudaría a su compañera, pero debía evitar que la atrapasen.
Hablaba de que ella era una mariposa, que era bonita… ¡No entendía nada! Sí que en esos momentos llevaba el estúpido disfraz que Sona le había dejado y estaba convertida en una supuesta mariposa. Pero no quería serlo. Y menos viendo cómo trataban a las mariposas en ese sitio. Estaba aterrada, además esas chicas tenían un problema en la cabeza. No eran normales, ¿o sí? Nunca había visto a nadie actuar de ese modo tan extraño. –¡Para!
Pareció hacer caso, pero hizo que se sentase, y ella detrás. Helyare estaba muy nerviosa, no sabía qué pretendía hacer esa chica. Por lo visto, solo acariciar su pelo. Respiraba entrecortadamente, en contraste con el calmado tono de voz de la chiquilla.
“Voces”, pensó Helyare cuando la muchacha se puso a contar que los insectos hablaban con ella y le contaban todas esas cosas. Tenía que escapar de ahí cuanto antes, el mismo bosque parecía encerrarla cada vez más hasta impedir que respirase. Se estaba ahogando al estar ahí sentada, sin posibilidad de escapar. Quería correr lejos, no ver ni una crisálida más. No estaba entendiendo nada de lo que estaba ocurriendo. Los árboles parecían sombríos, la gente era rara y, a pesar de estar Nillë, se encontraba muy sola. –No los llames. –Repuso. No quería ver a ningún bicho de esos cerca. –¿Para qué quieren a las “princesas mariposas”? –Preguntó, tratando de incorporarse y mirándola. –¿Y a mí por qué me quieren aquí? No soy una princesa, ni una mariposa. –Recalcó señalándose, pese a que su aspecto no fuera exactamente el de una elfa. –¿Qué es lo que buscan de nosotras?
Helyare trató de sacar información sobre dónde se encontraban, qué sucedía en ese bosque o qué querían de ellas, pero de nada sirvió, pues la otra muchacha se estaba acercando hacia ellas con una piedra puntiaguda. La elfa se levantó, alarmada. Miró a ambas, con miedo. No sabía qué iban a hacer, todo era tan raro… Nillë se escondió entre unas hojas y observó lo que ocurría. La que estaba sentada pensaba que era un juego de tirar piedras al agua. Eso Helyare también lo había hecho cuando era más pequeña. Ella y Aranarth se iban al lago cercano al poblado muchos días y lanzaban piedras para que rebotasen sobre el agua, pero debían ser planas, no tan picudas como la que llevaba la chica en la mano.
–¿Qué te sucede? –Preguntó la elfa mientras se acercaba un paso hacia ella. Estaba llorando y no sabía por qué.
Lo siguiente dejó a Helyare petrificada. Con la piedra se estaba apuñalando la zona de la entrepierna, de donde empezó a brotar mucha sangre que recorría sus piernas y manos. Nillë se tapó la cara tras unas hojas, y con sus propias manos. Ella sí parecía entender qué estaba pasando ahí, pero su compañera no. Sí entendía que se estaba haciendo daño, pero no entendía el porqué de hacérselo en esa zona. Cayó de espaldas y la otra muchacha no había hecho nada, no se había movido. Incluso sonreía. Helyare pasó la vista por ambas, temblando de los nervios. Esa joven se había hecho daño. El grito había sido tan fuerte que era probable que aparecieran bichos y las encontrasen. Tenían que actuar cuanto antes, el charco de sangre en el suelo dejaría pistas. Y lo importante era la joven, ¿por qué se había hecho eso? Había dicho que sabía lo que querían de ella.
Avanzó hacia la muchacha que decía llamarse Piny. –¿¡Por qué has hecho esto!? ¿Por qué te haces daño? –Miró a ambas, de nuevo, esperando respuestas.
–Ellos quieren mi pureza… Y no se la voy a dar. –Aún gimoteaba a causa del dolor. –Antes me la quito yo.
–¿Qué? ¿Qué pureza? –Preguntó Helyare sin entender qué tenía que ver eso con sus heridas. No se atrevía a tocarla, movía las manos sin saber bien qué hacer, estaba muy nerviosa. Ella tampoco podía usar sus poderes desde que había tenido que dejar Sandorai, así que no podría sanar sus heridas. Miró a la chiquilla que seguía sentada, Biby, fue ella quien respondió.
–Su pureza de niña. –Sonrió. –Todas nacemos con ella.
–No te entiendo.
–Mi pureza ya… no está. No me la podrán quitar. –Movió la cabeza ligeramente, en el suelo aún. –Soy… virgen. Nunca he… estado con nadie. –Helyare trataba de pensar en algo para impedir que la sangre fluyese, pero no tenía nada para cortar esa hemorragia. La otra seguía sin hacer nada.
–¿Relaciones? –La chica asintió, y la que se hacía llamar Biby, también. –¿Qué tiene que ver eso con la pureza? –Su concepto de pureza era totalmente distinto al de esas chicas.
–Si has tenido… relaciones… –gimió a causa del dolor, acompañando las palabras con una mueca. –ya no lo… eres. Te quitan tu pureza cuando…
La elfa no era capaz de entender eso que estaba queriéndole decir la chica que se hacía llamar Piny. ¿Qué tenía que ver cuántas relaciones hubieras tenido con ser puro o no? Las miraba extrañadas, creyendo que de verdad les pasaba algo serio en la cabeza. Lo que ella veía era que esa muchacha se había autolesionado y estaba desangrándose, y la otra no hacía nada.
–Pero…Tu cuerpo... ¿Por qué te has dañado el cuerpo? –Inquirió sin entender la relación de lo que explicaban. Todo se le estaba complicando más con esa conversación que no entendía. –¡No puedes dañarlo! ¡Es un regalo de los Dioses! –Ella también había llegado a la autolesión después del enfrentamiento con la bruja y la ladrona. Se odiaba por haberse dejado dañar la piel, y por habérsela dañado ella misma. Era un pecado imperdonable ante los Dioses, y esa chica lo había cometido.
–Porque no quiero que… ellos me…
–Pero… –De nada servía explicarles que no tenía nada que ver una cosa con la otra. La pureza se encontraba en la raza, evitando el mestizaje y preservando lo que tus ancestros te daban, no midiendo las relaciones que tenías. El amor y el placer eran también regalos concedidos por los dioses y no podían ser negados, salvo que hubieses hecho algo imperdonable, como en el caso de Helyare. A ella sí se le negaban ambas cosas. –¡Da igual! ¡Vámonos! –Gritó mirando a ambas. –Se ha hecho daño, va a desangrar. –Biby pareció negar sutilmente con la cabeza. –¡Vamos! ¡Si nos encuentran nos encerrarán! –Trató de ayudar a Piny a levantarse, pero la retrasaría bastante si lo hacía, además no podía cargar peso. Ambas cayeron al suelo de nuevo en cuanto la rodilla de Helyare se resintió.
–Sí, vamos al campo de amapolas. –Biby parecía estar en su mundo. Helyare la miró, negando.
–No vamos a ir a ningún campo de amapolas. ¡Nos vamos de este lugar! ¿¡Has visto lo que nos están haciendo!? –Gritó desesperada. No quería estar allí ni un minuto más, se sentía frustrada por no entender qué sucedía, no conocía el lugar y se sentía muy perdida. Biby se acercó a ella y la sujetó como antes, cuando la había arrastrado a otra parte del bosque. En esos momentos le recordó a Sonagashira cuando estaba pidiendo ayuda.
–Claro que tenemos que ir al campo de amapolas. Debemos ser unas buenas princesas, no como la Princesa Sonagashira. –Empezó a acariciar su pelo. –Eres hermosa. Y debes ser una buena princesa que no se escape. Así les gustan a los hombres insecto. –Helyare la miró horrorizada al pensar que no podrían escapar de ahí si iban al campo ese.
–¿Para qué nos quieren? –Biby simplemente sonrió, sin articular palabra, colocando los mechones blancos de su pelo. –Y… ¿qué pasa si no eres “pura”? –Ella siempre se había considerado pura, pero su significado de pureza radicaba en otro aspecto bien distinto al de estas chicas: La raza. No tenía ningún tipo de relación con el sexo. Miró de reojo a la chica, rodeada por el charco de sangre, sin saber todavía qué hacer con ella.
Pero esas dos estaban tan mal de la cabeza que quería largarse de allí cuanto antes. Sobre todo Biby, quien se comportaba de una forma tan extraña que llegaba a asustarla. Empezó a retroceder, mirando sitios por donde poder escapar, o esconder a la chica herida.
- off:
- Sorry, Máster Sigel, te desobedeceré un poco. No me moveré del lugar... Que no me duela mucho, por fi (?) T.T
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Re: El secreto de Sonagashira +19 [Mastereado] [Helyare]
Dio un saltito, dulce como si fuera una mariposa preparándose para volar, y cayó sobre la punta de sus pies. Estaba realmente contenta, libre al fin de la crisálida. Había pasado tanto tiempo encerrada, en la fase de aprendizaje como la llamaban los bichos, que había pensado que cuando saliese no se acordaría cómo se andaba ni cómo se comía. Los bichos no mentían, Biby podía correr, saltar, jugar, dar volteretas en el aire e, incluso, pensaba que podía volar con las transparentes que, realmente, no existían. Estaba contenta de poder moverse y, cada vez que veía la oportunidad, aprovechaba para dar un saltito. No importaba que Riny y Piny le estuvieran viendo o hablando sobre sus cosas de purezas y razas; Biby era muy feliz y lo demostraba a cada rato que podía.
La diversión paró cuando Riny dijo que se quería ir. Tenía razón, las tres tenían que ir al campo de amapolas. Piny estaba herida, sangraba mucho. En el campo de amapolas la podrían curar y los señores insectos encontrarán un buen lugar para ella, aunque no se hubiera quitado la pureza de las mariposas. No podía ser una princesa, pero había más funciones en el campo de amapolas.
-Los bichos nunca me han dicho qué pasa cuando una mariposa deja de ser pura. Sé que no la dejarán ser una princesa, pero no sé qué harán con ella. ¡Se lo preguntaré!- dio la espalda y Riny y Piny, se puso el dedo índice en la sien y habló como si dentro a lo que fuera que hubiera anidado en el interior de su cabeza- Amigos bichos, quiero saber qué pasa cuando una mariposa se quita ella sola la pureza. Sale mucha sangre y Riny y yo no sabemos qué hacer. Pero Riny tiene una daga que brilla cuando la toco, la podemos usar para hacer cosas.- inmediatamente después de hablar, dio un saltito y se giró hacia sus amigas- Mis amigos bichos dicen que no pasa nada, que tenemos que ir al campo de amapolas igualmente. ¡Podemos jugar todos juntos!-
-No quiero ir a ningún lado. Me quedo con ella- Piny gateó hasta ponerse al lado de Riny, parecía muy asustada.
-¡Tenemos que irnos! Tienen que curarte eso de ahí- Biby señaló la herida de Piny- Levántate, no seas tonta, Piny-.
-No me llames Piny, por favor-.
-Pero es tu nombre. Te llamas así, ¿verdad?-
-Creo que sí-.
-Entonces, no hay ningún problema. Te llamas Piny y yo te llamo Piny-.
-Supongo-.
-Pues venga, Piny, levántate. Tenemos que irnos al campo de amapolas. Yo me convertiré en una princesa mariposa de verdad y a ti te curarán la herida de abajo. Quizás te puedan volver a poner la pureza de niña, podrás ser una princesa conmigo y con Riny-.
-Supongo-.
-Claro que sí, verás como sí. Riny, tú también. Tienes que levantar. ¡Vamos, arriba!-
Biby se puso detrás de Riny, la única del grupo que tenía una verdadera apariencia de mariposa, y la empujó para hacerle mover. Apenas llegó a desplazarla unos centímetros de su posición.
-Piny, ayúdame a llevar a Riny. No podemos dejarle aquí sola-.
-Supongo-.
Piny se movía de una manera muy diferente a cómo lo hacia Biby. Mientras, la segunda, daba gráciles y alegres saltitos para celebrar que había salido de la crisálida y por fin se había convertido en una mariposa, la primera caminaba lenta y pesadamente con la cabeza apuntando a sus pies. Estaba triste y Biby creía conocer el motivo: cuando Piny se acercaba a la daga de Riny, el arma no brillaba cómo lo hacía con Biby. ¡Piny estaría celosa!
Fuera como fuera, ni con saltitos divertidos ni con miradas cansadas, consiguieron hacer mover a Riny de su sitio.
-Si no quieres venir al campo de amapolas, iremos sin ti- Biby se burló de Riny enseñándole la lengua- ¡Tú te lo pierdes!-
Dejaron a Riny detrás. Biby estaba ansiosa, quería llegar al campo de amapolas lo antes posible. Conocía el camino. Salir del bosque de las crisálidas fue sencillo; los bichos le decían por dónde tenía que ir. Si tuviera alguna duda, solamente debía de quedarse quieta unos instantes y llevarse el dedo índice a la sien, entonces los bichos resolvían la duda y podían seguir andando.
Biby llevaba de la mano a Piny, podía sentir cómo sudaba. La chica estaba aterrada. Había dejado de sangrar, pero había perdido muchísima sangre y se había quedado muy débil. Por mucho que Biby quisiera ir más deprisa y correr hacia el campo de amapolas, debía de ajustarse al ritmo de Piny.
No les resultó nada difícil llegar hasta el río Libélula (los bichos dijeron que se llamaba así). Era hermoso, el agua era la más clara que Biby había visto jamás. Soltó de la mano de Piny y fue corriendo al agua. Hacia muchos meses que no había bebido agua. ¡Muchísimos! Se podía decir que, en todo lo que llevaba de vida como mariposa, no había probado cómo sabía el agua. Corrió hacia el río Libélula y metió la cabeza dentro para beber. Piny, con paso lento y triste, le siguió para hacer lo mismo.
Piny fue la primera en sacar la cabeza del agua y, cuando lo hizo, chilló tan fuerte que se le podría escuchar desde el campo de amapolas.
-¡Ahí, mira eso!-
Donde señalaba Piny había un grupo de Fórmicos echando al agua el cuerpo una chica. Era deshecho, no servía para nada. Los bichos se lo habían contado a Biby.
-La conozco, es la princesa que sustituiré cuando llegue al campo de amapolas. Se llama Giny. Es un nombre muy bonito, ¿verdad que sí? Un nombre bonito para una princesa bonita.- se limpió el pelo con el agua cristalina del río - ¿Crees que les gustaré? Giny era muy guapa. Todas las princesas mariposas que descansan en el Libélula lo son. ¿Conoces a la que tenías que sustituir? ¿Está aquí? ¿Pueda verla?-
-Yo…-
La voz de Piny se quebró cuando el cadáver de una princesa caída, antes de ser mariposa fue una preciosa niña humana, chocó a la orilla donde las chicas estaban. El cuerpo estaba lleno de viejos cardenales y marcas de mordidas. Biby, como era habitual, sabían a que eran debidas todas aquellas heridas, los bichos se lo habían contado, al menos, le habían dicho una razón. Decenas de sanguijuelas recubrían el cuerpo de la difunta mariposa, se alimentaban de la poca sangre que pudiera quedar en el interior del cuerpo. Biby arrancó una sanguijuela y se la comió. Ya estaba habituada a comer bichos. Las sanguijuelas eran como los bichos del río Libélua.
-Los bichos tienen razón, todavía queda sangre- dijo tras el buen bocado. Arrancó otras sanguijuelas y se las ofreció a Piny - ¡Come, date prisa! Has perdido mucha sangre de princesa, tienes que recuperarla. Este es el único modo para poder curarte. ¡Come!-
Piny iba a apartarse cuando dos Fórmicos la levantaron por los hombros. Biby se levantó, con una sanguijuela en cada mano, y empujó los bichos del agua hacia la boca de Piny para que se los comiera.
-¡Gracias chicos, juntos ayudaremos a que Piny sea una princesa de verdad!-
-Sí, mi princesa-
Helyare: Felicidades, miss simpatía. Biby y Piny te han abandonado y han ido por su cuenta al campo de amapolas. Han llegado a las orillas del río Libélula. Allí sufren el ataque de dos Fórmicos. Aunque, para ser correctos, estaría mejor decir que Piny sufre el ataque. Desde tu posición SOLA en el bosque de las crisálidas escuchas los gritos de Piny. Puedes utilizar esos gritos para guiarte y salir del bosque o quedarte perdida por el resto del mastereado; lo que prefieras.
La diversión paró cuando Riny dijo que se quería ir. Tenía razón, las tres tenían que ir al campo de amapolas. Piny estaba herida, sangraba mucho. En el campo de amapolas la podrían curar y los señores insectos encontrarán un buen lugar para ella, aunque no se hubiera quitado la pureza de las mariposas. No podía ser una princesa, pero había más funciones en el campo de amapolas.
-Los bichos nunca me han dicho qué pasa cuando una mariposa deja de ser pura. Sé que no la dejarán ser una princesa, pero no sé qué harán con ella. ¡Se lo preguntaré!- dio la espalda y Riny y Piny, se puso el dedo índice en la sien y habló como si dentro a lo que fuera que hubiera anidado en el interior de su cabeza- Amigos bichos, quiero saber qué pasa cuando una mariposa se quita ella sola la pureza. Sale mucha sangre y Riny y yo no sabemos qué hacer. Pero Riny tiene una daga que brilla cuando la toco, la podemos usar para hacer cosas.- inmediatamente después de hablar, dio un saltito y se giró hacia sus amigas- Mis amigos bichos dicen que no pasa nada, que tenemos que ir al campo de amapolas igualmente. ¡Podemos jugar todos juntos!-
-No quiero ir a ningún lado. Me quedo con ella- Piny gateó hasta ponerse al lado de Riny, parecía muy asustada.
-¡Tenemos que irnos! Tienen que curarte eso de ahí- Biby señaló la herida de Piny- Levántate, no seas tonta, Piny-.
-No me llames Piny, por favor-.
-Pero es tu nombre. Te llamas así, ¿verdad?-
-Creo que sí-.
-Entonces, no hay ningún problema. Te llamas Piny y yo te llamo Piny-.
-Supongo-.
-Pues venga, Piny, levántate. Tenemos que irnos al campo de amapolas. Yo me convertiré en una princesa mariposa de verdad y a ti te curarán la herida de abajo. Quizás te puedan volver a poner la pureza de niña, podrás ser una princesa conmigo y con Riny-.
-Supongo-.
-Claro que sí, verás como sí. Riny, tú también. Tienes que levantar. ¡Vamos, arriba!-
Biby se puso detrás de Riny, la única del grupo que tenía una verdadera apariencia de mariposa, y la empujó para hacerle mover. Apenas llegó a desplazarla unos centímetros de su posición.
-Piny, ayúdame a llevar a Riny. No podemos dejarle aquí sola-.
-Supongo-.
Piny se movía de una manera muy diferente a cómo lo hacia Biby. Mientras, la segunda, daba gráciles y alegres saltitos para celebrar que había salido de la crisálida y por fin se había convertido en una mariposa, la primera caminaba lenta y pesadamente con la cabeza apuntando a sus pies. Estaba triste y Biby creía conocer el motivo: cuando Piny se acercaba a la daga de Riny, el arma no brillaba cómo lo hacía con Biby. ¡Piny estaría celosa!
Fuera como fuera, ni con saltitos divertidos ni con miradas cansadas, consiguieron hacer mover a Riny de su sitio.
-Si no quieres venir al campo de amapolas, iremos sin ti- Biby se burló de Riny enseñándole la lengua- ¡Tú te lo pierdes!-
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Dejaron a Riny detrás. Biby estaba ansiosa, quería llegar al campo de amapolas lo antes posible. Conocía el camino. Salir del bosque de las crisálidas fue sencillo; los bichos le decían por dónde tenía que ir. Si tuviera alguna duda, solamente debía de quedarse quieta unos instantes y llevarse el dedo índice a la sien, entonces los bichos resolvían la duda y podían seguir andando.
Biby llevaba de la mano a Piny, podía sentir cómo sudaba. La chica estaba aterrada. Había dejado de sangrar, pero había perdido muchísima sangre y se había quedado muy débil. Por mucho que Biby quisiera ir más deprisa y correr hacia el campo de amapolas, debía de ajustarse al ritmo de Piny.
No les resultó nada difícil llegar hasta el río Libélula (los bichos dijeron que se llamaba así). Era hermoso, el agua era la más clara que Biby había visto jamás. Soltó de la mano de Piny y fue corriendo al agua. Hacia muchos meses que no había bebido agua. ¡Muchísimos! Se podía decir que, en todo lo que llevaba de vida como mariposa, no había probado cómo sabía el agua. Corrió hacia el río Libélula y metió la cabeza dentro para beber. Piny, con paso lento y triste, le siguió para hacer lo mismo.
Piny fue la primera en sacar la cabeza del agua y, cuando lo hizo, chilló tan fuerte que se le podría escuchar desde el campo de amapolas.
-¡Ahí, mira eso!-
Donde señalaba Piny había un grupo de Fórmicos echando al agua el cuerpo una chica. Era deshecho, no servía para nada. Los bichos se lo habían contado a Biby.
-La conozco, es la princesa que sustituiré cuando llegue al campo de amapolas. Se llama Giny. Es un nombre muy bonito, ¿verdad que sí? Un nombre bonito para una princesa bonita.- se limpió el pelo con el agua cristalina del río - ¿Crees que les gustaré? Giny era muy guapa. Todas las princesas mariposas que descansan en el Libélula lo son. ¿Conoces a la que tenías que sustituir? ¿Está aquí? ¿Pueda verla?-
-Yo…-
La voz de Piny se quebró cuando el cadáver de una princesa caída, antes de ser mariposa fue una preciosa niña humana, chocó a la orilla donde las chicas estaban. El cuerpo estaba lleno de viejos cardenales y marcas de mordidas. Biby, como era habitual, sabían a que eran debidas todas aquellas heridas, los bichos se lo habían contado, al menos, le habían dicho una razón. Decenas de sanguijuelas recubrían el cuerpo de la difunta mariposa, se alimentaban de la poca sangre que pudiera quedar en el interior del cuerpo. Biby arrancó una sanguijuela y se la comió. Ya estaba habituada a comer bichos. Las sanguijuelas eran como los bichos del río Libélua.
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-Los bichos tienen razón, todavía queda sangre- dijo tras el buen bocado. Arrancó otras sanguijuelas y se las ofreció a Piny - ¡Come, date prisa! Has perdido mucha sangre de princesa, tienes que recuperarla. Este es el único modo para poder curarte. ¡Come!-
Piny iba a apartarse cuando dos Fórmicos la levantaron por los hombros. Biby se levantó, con una sanguijuela en cada mano, y empujó los bichos del agua hacia la boca de Piny para que se los comiera.
-¡Gracias chicos, juntos ayudaremos a que Piny sea una princesa de verdad!-
-Sí, mi princesa-
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Helyare: Felicidades, miss simpatía. Biby y Piny te han abandonado y han ido por su cuenta al campo de amapolas. Han llegado a las orillas del río Libélula. Allí sufren el ataque de dos Fórmicos. Aunque, para ser correctos, estaría mejor decir que Piny sufre el ataque. Desde tu posición SOLA en el bosque de las crisálidas escuchas los gritos de Piny. Puedes utilizar esos gritos para guiarte y salir del bosque o quedarte perdida por el resto del mastereado; lo que prefieras.
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Re: El secreto de Sonagashira +19 [Mastereado] [Helyare]
Sin entender nada de lo que sucedía, Helyare seguía quieta, como una figura de cera. No era capaz de moverse, no sabía qué hacer, ni si tenía que correr en qué dirección hacerlo, o permanecer allí. Nada. Jamás se había sentido tan desorientada como ese momento. La muchacha que se hacía llamar Piny se quedó junto a ella durante unos minutos hasta que Biby se la llevó. Y también quería llevársela a ella, pero era incapaz de moverla, y Helyare, incapaz de reaccionar. Mientras se alejaban ambas muchachas, ella se quedó mirando el charco de sangre que había sobre la hierba. Pureza… Esa palabra se le había quedado grabada más a fuego de lo que ya la usaba. Pero ahora con otro significado que no alcanzaba a comprender. Sabía que algunas humanas y brujas eran dadas a no mantener relaciones o se veía malo que lo hicieran, algo que nunca había entendido. Pero estas mariposas también parecían tener esa costumbre, ¿por qué? Daba vueltas a la cabeza, tratando de buscarle el mal sentido al afecto carnal, tanto como para que alguien llegase a dañar su propio cuerpo. Pero no lo encontraba.
Sola, sin moverse, permaneció ahí durante unos minutos. Nillë lo había visto todo y bajó volando hacia donde estaba su compañera. –Chiri, chiri. Chiri. –Trató de explicar, moviendo sus manitas. Helyare seguía sin comprender por qué tanta importancia a ese tema hasta el punto de la autolesión, pero el hadita decidió desistir y tratar de escapar de allí. Mas los gritos de una de las chicas alertaron a la pareja. Rápidamente, un destello azul salió disparada en dirección a las voces. La elfa corrió detrás, como buenamente podía permitirle su rodilla.
A trompicones llegó, justo a tiempo para ver cómo Biby trataba de alimentar a Piny con sanguijuelas. Volvió a quedar paralizada. Ya sí que no comprendía nada. ¿Las llamaban princesas y las trataban mal? ¿Por qué un rango tan alto era tan menospreciado? Llegó a pensar que “princesa” significaba otra cosa, pues eran ellas quienes se arrodillaban ante los bichos esos. Fuera de Sandorai todo era extraño, ¿pero tanto? Y si quería salvar a Piny, ¿por qué la obligaba a comer bichos? Estaban locos, todos y cada uno de ellos. Helyare tenía que salir de allí cuanto antes. Nillë no quería huir sin ayudar, pero las imágenes eran demasiado para ella y optó por meterse en el saquito de Helyare, donde se hizo bolita y comenzó a sollozar, incapaz de soportar tal cantidad de tortura sobre otras personas.
La elfa apretó la empuñadura de su daga, con furia contenida. ¿No iban a ayudar a la chica que se desangraba? Cuando se había estado autolesionando no parecía haberle importado a su amiga. Y ahora menos, pues estaba obligándola a comer sanguijuelas mientras otros bichos la sujetaban. Presa de la rabia e incapaz de pensar, se acercó a ellos, a paso lento.
No podía soportarlo más. No era amiga de las mariposas, ni ese era su lugar. No le importaban las otras vidas, pero su mente se estaba partiendo en mil pedazos al ver lo que estaba viendo. Su propio clan iba a por ella, la querían matar y había tenido que huir, casi arrastrándose por entre las raíces de los árboles para evitar se atrapada, incapaz de correr por el fatal estado de su rodilla. Había conseguido escapar y, por un momento pensó en que su vida volvería a ser tranquila cuando se alejase del bosque. Pero no fue así. Tenía que haberse lanzado a las llamas de la fiesta aquella de la playa en cuanto tuvo ocasión. Sonagashira la detuvo, pero no debió haberlo hecho. Al menos ahora, no quedaría nada de ella y no sufriría. Pero no. Después de haber conseguido escapar, pensando que podría huir lejos, que la dejarían en paz, había caído en las manos de esos seres que no paraban de torturar a las chicas que tenía enfrente. Esas torturas eran lo más horrible que había visto a lo largo de su vida. Y había visto barbaridades del pasado, a brujos matando a sus hermanos en Sandorai. Todo eso lo veía cuando se arrimaba a su antiguo hogar, pero no había color. Las atrocidades de esos insectos superaban cualquier guerra. Y no entendía por qué. Pensó que al escapar de Sandorai encontraría más paz, pero no. Al contrario. Casi era mejor volver ante los miembros de su clan y retarles, dejar que pronto pusieran fin a su vida, antes que volver a ver más torturas semejantes.
Habían metido a las chicas, a quienes llamaban princesas, en crisálidas durante días y noches, sin comer más que insectos, obligándolas a sonreír. Una de ellas se había autolesionado para que no le quitasen la pureza y nadie había hecho nada, habían permitido que alguien dañase su propio cuerpo. Y ahora la obligaban a alimentarse de bichos. ¿¡Qué maldita raza hacía arrodillarse a una princesa!?
Helyare agarró con fuerza la daga hasta posicionarse al lado de uno de los fórnicos, del que tenía más cerca y, sin mediar palabra clavó su arma en su abdomen, con fuerza. Apretando los dientes volvió a repetir las puñaladas en varias ocasiones, salpicándose con la sangre del ser. Después de asestarle más de cinco golpes, presa de la rabia, dio un paso hacia atrás y le hizo un corte en diagonal en una de las manos. Ese insecto cayó al suelo, aunque no estaba muerto, pero sí que tenía un buen charco de líquido bajo él.
Temblaba tanto como cuando había usado la daga de la bruja sobre sí misma, o cuando había pensado en usar la anterior que tenía para cortarse el cuello. En ese momento se había echado atrás. Ahora no. Avanzó hacia la que se hacía llamar Biby, con la daga entre las dos manos, clavando sus ojos verdes en ella. –Quiero que me expliques qué está pasando aquí.
Atenta a los movimientos del otro fórnico, fue avanzando hacia la chica que se hacía llamar Biby y colocó la daga muy cerca de ella, empujándola contra su piel y dejando correr un hilillo de sangre, sujetándola por uno de sus brazos. –No te muevas. ¡Y sácame de aquí ya!
Sola, sin moverse, permaneció ahí durante unos minutos. Nillë lo había visto todo y bajó volando hacia donde estaba su compañera. –Chiri, chiri. Chiri. –Trató de explicar, moviendo sus manitas. Helyare seguía sin comprender por qué tanta importancia a ese tema hasta el punto de la autolesión, pero el hadita decidió desistir y tratar de escapar de allí. Mas los gritos de una de las chicas alertaron a la pareja. Rápidamente, un destello azul salió disparada en dirección a las voces. La elfa corrió detrás, como buenamente podía permitirle su rodilla.
A trompicones llegó, justo a tiempo para ver cómo Biby trataba de alimentar a Piny con sanguijuelas. Volvió a quedar paralizada. Ya sí que no comprendía nada. ¿Las llamaban princesas y las trataban mal? ¿Por qué un rango tan alto era tan menospreciado? Llegó a pensar que “princesa” significaba otra cosa, pues eran ellas quienes se arrodillaban ante los bichos esos. Fuera de Sandorai todo era extraño, ¿pero tanto? Y si quería salvar a Piny, ¿por qué la obligaba a comer bichos? Estaban locos, todos y cada uno de ellos. Helyare tenía que salir de allí cuanto antes. Nillë no quería huir sin ayudar, pero las imágenes eran demasiado para ella y optó por meterse en el saquito de Helyare, donde se hizo bolita y comenzó a sollozar, incapaz de soportar tal cantidad de tortura sobre otras personas.
La elfa apretó la empuñadura de su daga, con furia contenida. ¿No iban a ayudar a la chica que se desangraba? Cuando se había estado autolesionando no parecía haberle importado a su amiga. Y ahora menos, pues estaba obligándola a comer sanguijuelas mientras otros bichos la sujetaban. Presa de la rabia e incapaz de pensar, se acercó a ellos, a paso lento.
No podía soportarlo más. No era amiga de las mariposas, ni ese era su lugar. No le importaban las otras vidas, pero su mente se estaba partiendo en mil pedazos al ver lo que estaba viendo. Su propio clan iba a por ella, la querían matar y había tenido que huir, casi arrastrándose por entre las raíces de los árboles para evitar se atrapada, incapaz de correr por el fatal estado de su rodilla. Había conseguido escapar y, por un momento pensó en que su vida volvería a ser tranquila cuando se alejase del bosque. Pero no fue así. Tenía que haberse lanzado a las llamas de la fiesta aquella de la playa en cuanto tuvo ocasión. Sonagashira la detuvo, pero no debió haberlo hecho. Al menos ahora, no quedaría nada de ella y no sufriría. Pero no. Después de haber conseguido escapar, pensando que podría huir lejos, que la dejarían en paz, había caído en las manos de esos seres que no paraban de torturar a las chicas que tenía enfrente. Esas torturas eran lo más horrible que había visto a lo largo de su vida. Y había visto barbaridades del pasado, a brujos matando a sus hermanos en Sandorai. Todo eso lo veía cuando se arrimaba a su antiguo hogar, pero no había color. Las atrocidades de esos insectos superaban cualquier guerra. Y no entendía por qué. Pensó que al escapar de Sandorai encontraría más paz, pero no. Al contrario. Casi era mejor volver ante los miembros de su clan y retarles, dejar que pronto pusieran fin a su vida, antes que volver a ver más torturas semejantes.
Habían metido a las chicas, a quienes llamaban princesas, en crisálidas durante días y noches, sin comer más que insectos, obligándolas a sonreír. Una de ellas se había autolesionado para que no le quitasen la pureza y nadie había hecho nada, habían permitido que alguien dañase su propio cuerpo. Y ahora la obligaban a alimentarse de bichos. ¿¡Qué maldita raza hacía arrodillarse a una princesa!?
Helyare agarró con fuerza la daga hasta posicionarse al lado de uno de los fórnicos, del que tenía más cerca y, sin mediar palabra clavó su arma en su abdomen, con fuerza. Apretando los dientes volvió a repetir las puñaladas en varias ocasiones, salpicándose con la sangre del ser. Después de asestarle más de cinco golpes, presa de la rabia, dio un paso hacia atrás y le hizo un corte en diagonal en una de las manos. Ese insecto cayó al suelo, aunque no estaba muerto, pero sí que tenía un buen charco de líquido bajo él.
Temblaba tanto como cuando había usado la daga de la bruja sobre sí misma, o cuando había pensado en usar la anterior que tenía para cortarse el cuello. En ese momento se había echado atrás. Ahora no. Avanzó hacia la que se hacía llamar Biby, con la daga entre las dos manos, clavando sus ojos verdes en ella. –Quiero que me expliques qué está pasando aquí.
Atenta a los movimientos del otro fórnico, fue avanzando hacia la chica que se hacía llamar Biby y colocó la daga muy cerca de ella, empujándola contra su piel y dejando correr un hilillo de sangre, sujetándola por uno de sus brazos. –No te muevas. ¡Y sácame de aquí ya!
Helyare
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Re: El secreto de Sonagashira +19 [Mastereado] [Helyare]
Riny apareció de la nada, fue horrible. Con la daga bonita, la que brillaba cada vez que Biby la tocaba, mató al fórmico que sujetaba a Piny para que no llorase. Ella cayó al suelo de rodillas, tenía la boca llena de sangre de princesa y la cara sucia por las lágrimas que caían desde sus ojos. Biby no entendía por qué Riny estaba tan enfadada, no había hecho nada malo. ¡Todo lo contrario! Había tenido una gran idea para ayudar a Piny y que fuera una princesa de verdad, como ella lo era. No tenía ningún sentido, era muy extraño. Se quedó quieta unos instantes, sin saber qué decir y sin saber qué hacer; pensaba que cualquier cosa podía hacer enfadar, todavía más, a Riny.
Hacer nada, también era hacer algo y ese algo parecía haber molestado mucho a Riny. En cuanto tuvo oportunidad cogió a Biby del brazo y le puso la daga bonita sobre el cuello. Brillaba mucho, era hermosa. Se alegró que algo tan bonito rozase su piel. Quizás le contagiase con el brillo. Los bichos dicen que Sonagashira era tan hermosa que todo su cuerpo brillaba con la misma intensidad que lo hacía la daga. Era la mariposa más guapa que existía en toda Aerandir. Biby se enamoró al instante de la descripción que los bichos hacían de Sonagashira. ¡Era tan bella! Los bichos continuaban hablando, contaron la historia de la daga que tenía Riny, era un regalo que Sonagashira le había dado porque estaba enamorada de ella. Biby sintió celos al instante. Tuvo ganas de llorar. En un segundo se había enamorado y en el siguiente le rompieron el corazón. Enseñó los dientes con la boca entreabierta a Riny en el momento en que un hilillo de sangre de princesa corrió por su cuello. No le preocupaba la sangre, quedaban muchas sanguijuelas pegadas en el cadáver de la princesa que flotaba en el río Libélula, el dolor que sentía venía desde el interior de su corazón.
-¡Sabes muy bien qué es lo que está pasando!- intentó zafarse del agarre de Riny, pero no tenía suficiente fuerza- Me lo acaban de contar los bichos de cabeza. Que sepas que eres una mentirosa. Creía que éramos amigas. – una lágrima solitaria descendió por su ojo derecho- Me has hecho mucho daño, ¿lo sabes? No vendrás conmigo al campo de amapolas. ¡No, no, no! Iremos Piny y yo. Piny sí que es una verdadera amiga. ¿A qué sí?- dio una patada al mentón de Piny, que seguía de rodillas, obligándole a afirmar con la con la cabeza- Mira como sí. Tú te quedarás flotando en el río Libélula. Las sanguijuelas tomaran tu sangre y los Fórmicos la recogerán para las princesas de verdad. ¡Tú no eres una princesa de verdad! Lo sé todo. La daga no es bonita cuando está conmigo. ¡Sonagashira me quiere a mí!-
Los gritos de Biby, o tal vez los bichos de su cabeza, llamaron la atención de la guardia del río Libélula. Eran cuatro hombres insectos que se especializaban en identificar qué mariposa era adapta para pasar el puente y quién debía de dar media vuelta y volver a su crisálida; no sin antes divertirse con ellas un rato. Luego del tratamiento con los bichos de las crisálidas, no se acordaría de nada. Vería los arañazos de las espalda y las cicatrices de sus piernas como si siempre hubieran estado allí. Precisamente Zogo estaba divirtiéndose con una mariposa a medio hacer cuando escuchó los gritos de Biby. Salió desnudo de la cabaña al otro lado del río; no era extraño pues, a fin de cuentas, excepto los Fórmicos, todos los otros hombres insectos habituaban a mostrar su desnudez como si fuera un trofeo. Entre los guardias, quien más orgulloso estaba de sus dones naturales era Zogo; por eso era el primero en elegir media-mariposa para llevarse a su cabaña.
El segundo en el orden jerárquico era Avos, un hombre avispa. Estaba sobrevolando las cabezas de las mariposas de las tres mariposas al otro lado del río. Había una mariposa completa, otra a medio hacer y una tercera que no parecía ser nadie pero que vestía como si fuera una mariposa de verdad. Aterrizó detrás de la mariposa a medio hacer, lo suficientemente guapa para apropiarse de ella sin que Zogo la eligiese para él. Puso una mano en el pecho de la medio mariposa, con la otra sostenía una cuerda que salía de su aguja, y la levantó del suelo empujando su espalda contra ella. La manera en que la tenía cogida era muy similar a la forma que la no mariposa retenía a la mariposa de verdad.
-Ezta ez míaz- dijo con voz de abeja.
-¡Han venido a rescatarme! Me llevaran al campo de amapolas y a ti te matarán por mala y por mentirosa.-
El tercer guardia tenía cuatro brazos acabados en gruesas cuchillas; sobre ellos cargaba cuatro grandes troncos, los Fórmicos los usarían para hacer más cabañas para la tribu. Su nombre era Curon. Era el más grande, fuerte e imbécil de los cuatro. Avos se burlaba diciéndole que era tan tonto que no sabía ni atarse los cordones de los zapatos. Curon siempre caía en la trampa, se agachaba y buscaba en sus pies desnudos unos zapatos que no existían.
En el último lugar había una mujer, una polilla. Se llamaba Kina, aunque las mariposas la bautizaban como Kiny. Todas las mujeres insecto, a excepción de las princesas mariposas, eran degradadas a engendrar y cuidar de la prole de los hombres de los machos. Kina nació con una enfermedad, así lo dijo el Rey, todos sus hijos morían en su vientre antes de nacer. La Reina, en su sabia sabiduría, le concedió el trabajo en el río Libélula. Proteger el puente y cuidar que los otros guardias no matasen a las medias mariposas. Para la Reina, las medias mariposas eran tan importantes como las auténticas. Algunas veces, las crisálidas se abrían antes de tiempo. Las mariposas no tenían suficiente bichos en su cabeza para encontrar por si solas el camino hacia el campo de amapolas. Podían llegar a convertirse de nuevo en mariposas de verdad, perfectas princesas completamente bellas y puras, pero debían de quedarse en sus crisálidas unos días más.
Al ver la espantosa escena, Kina dio un seco soplido de indignación. Los otros hombres insectos sabían diferenciar toda clase de mariposas y medias mariposas, ella no. Kina las envidiaba por su belleza; ella jamás sería tan guapa como las mariposas. Era fea. Avos se lo recordaba cada vez que podía: nadie la quería porque era horrible. Veía que las mariposas se peleaban en vez de cuidarse entre ellos y tuvo ganas de aterrizar delante y darles un guantazo a las dos para que se dieran cuenta de lo afortunadas de eran. Hubiera estado bien, sin embargo, Zogo acababa de pasar el puente. Si alguien tenía que tomar una decisión (dar guantazos) debía ser Zogo.
-Mátala- la voz de Zogo era grave, como si sonara debajo de una enorme roca - Atrévete. Estás atrapada. Ya he decido qué hacer contigo, y dejarle libre no te hará que tus días sean mejores. Sé que quieres hacer, vamos. Mátala- se quedó tan cerca de la cara de la única de las mariposas que tenía alas como Sonagashira que casi parecía que le fuera a dar un cabezazo - ¡Te estoy esperando! ¡MÁTALA!-
-¿Ma…ma…matarme? Soy una princesa, nadie puede matarme. Las princesas somos inmortales. ¡Los bichos me lo prometieron! Se supone que habéis venido a rescatarme y a llevarme al campo de amapolas, no ha decirle a Riny que me mate- Biby pataleaba a la vez que gritaba cosas sin sentido.
-¡Mátala!-
-Quieroz vez comoz la mataz- Avos empuñó su abejorro contra la chica.
-¡Sí, matar! A Curon le gustan cosas muertas-. Curon dejó los troncos al suelo y aplaudió, torpemente, con sus cuatro brazos. Kina sabía lo que estaba pensando el grandullón, era repugnante.
Kina se tapó los ojos con las dos manos. Daba igual que hiciera la chica mariposa, todo iría mal.
Helyare: Si los insectos no te han matado es porque todavía les resultas valiosa para ellos. Ya has visto, pero dudo que lo hayas entendido, que incluso la chica más rebelde puede convertirse en una sumisa mariposas con unos largos meses de tratamiento en el interior de las crisálidas. Ahora bien, estás atrapada. ¿Qué vas a hacer: entablar una batalla, pedirles por favor que te muestren la salida del bosque de los insectos o ser una buna mariposa y volver a la crisálida? Sea lo que sea, deberás deshacerte de los guardias del río Libélula.
Pista: De los cuatro guardias, Kina es la única que preferiría no estar allí. Si la tratas bien te podrá ayudar.
No te olvides de lanzar la Voluntad de los Dioses.
Hacer nada, también era hacer algo y ese algo parecía haber molestado mucho a Riny. En cuanto tuvo oportunidad cogió a Biby del brazo y le puso la daga bonita sobre el cuello. Brillaba mucho, era hermosa. Se alegró que algo tan bonito rozase su piel. Quizás le contagiase con el brillo. Los bichos dicen que Sonagashira era tan hermosa que todo su cuerpo brillaba con la misma intensidad que lo hacía la daga. Era la mariposa más guapa que existía en toda Aerandir. Biby se enamoró al instante de la descripción que los bichos hacían de Sonagashira. ¡Era tan bella! Los bichos continuaban hablando, contaron la historia de la daga que tenía Riny, era un regalo que Sonagashira le había dado porque estaba enamorada de ella. Biby sintió celos al instante. Tuvo ganas de llorar. En un segundo se había enamorado y en el siguiente le rompieron el corazón. Enseñó los dientes con la boca entreabierta a Riny en el momento en que un hilillo de sangre de princesa corrió por su cuello. No le preocupaba la sangre, quedaban muchas sanguijuelas pegadas en el cadáver de la princesa que flotaba en el río Libélula, el dolor que sentía venía desde el interior de su corazón.
-¡Sabes muy bien qué es lo que está pasando!- intentó zafarse del agarre de Riny, pero no tenía suficiente fuerza- Me lo acaban de contar los bichos de cabeza. Que sepas que eres una mentirosa. Creía que éramos amigas. – una lágrima solitaria descendió por su ojo derecho- Me has hecho mucho daño, ¿lo sabes? No vendrás conmigo al campo de amapolas. ¡No, no, no! Iremos Piny y yo. Piny sí que es una verdadera amiga. ¿A qué sí?- dio una patada al mentón de Piny, que seguía de rodillas, obligándole a afirmar con la con la cabeza- Mira como sí. Tú te quedarás flotando en el río Libélula. Las sanguijuelas tomaran tu sangre y los Fórmicos la recogerán para las princesas de verdad. ¡Tú no eres una princesa de verdad! Lo sé todo. La daga no es bonita cuando está conmigo. ¡Sonagashira me quiere a mí!-
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Los gritos de Biby, o tal vez los bichos de su cabeza, llamaron la atención de la guardia del río Libélula. Eran cuatro hombres insectos que se especializaban en identificar qué mariposa era adapta para pasar el puente y quién debía de dar media vuelta y volver a su crisálida; no sin antes divertirse con ellas un rato. Luego del tratamiento con los bichos de las crisálidas, no se acordaría de nada. Vería los arañazos de las espalda y las cicatrices de sus piernas como si siempre hubieran estado allí. Precisamente Zogo estaba divirtiéndose con una mariposa a medio hacer cuando escuchó los gritos de Biby. Salió desnudo de la cabaña al otro lado del río; no era extraño pues, a fin de cuentas, excepto los Fórmicos, todos los otros hombres insectos habituaban a mostrar su desnudez como si fuera un trofeo. Entre los guardias, quien más orgulloso estaba de sus dones naturales era Zogo; por eso era el primero en elegir media-mariposa para llevarse a su cabaña.
El segundo en el orden jerárquico era Avos, un hombre avispa. Estaba sobrevolando las cabezas de las mariposas de las tres mariposas al otro lado del río. Había una mariposa completa, otra a medio hacer y una tercera que no parecía ser nadie pero que vestía como si fuera una mariposa de verdad. Aterrizó detrás de la mariposa a medio hacer, lo suficientemente guapa para apropiarse de ella sin que Zogo la eligiese para él. Puso una mano en el pecho de la medio mariposa, con la otra sostenía una cuerda que salía de su aguja, y la levantó del suelo empujando su espalda contra ella. La manera en que la tenía cogida era muy similar a la forma que la no mariposa retenía a la mariposa de verdad.
-Ezta ez míaz- dijo con voz de abeja.
-¡Han venido a rescatarme! Me llevaran al campo de amapolas y a ti te matarán por mala y por mentirosa.-
El tercer guardia tenía cuatro brazos acabados en gruesas cuchillas; sobre ellos cargaba cuatro grandes troncos, los Fórmicos los usarían para hacer más cabañas para la tribu. Su nombre era Curon. Era el más grande, fuerte e imbécil de los cuatro. Avos se burlaba diciéndole que era tan tonto que no sabía ni atarse los cordones de los zapatos. Curon siempre caía en la trampa, se agachaba y buscaba en sus pies desnudos unos zapatos que no existían.
En el último lugar había una mujer, una polilla. Se llamaba Kina, aunque las mariposas la bautizaban como Kiny. Todas las mujeres insecto, a excepción de las princesas mariposas, eran degradadas a engendrar y cuidar de la prole de los hombres de los machos. Kina nació con una enfermedad, así lo dijo el Rey, todos sus hijos morían en su vientre antes de nacer. La Reina, en su sabia sabiduría, le concedió el trabajo en el río Libélula. Proteger el puente y cuidar que los otros guardias no matasen a las medias mariposas. Para la Reina, las medias mariposas eran tan importantes como las auténticas. Algunas veces, las crisálidas se abrían antes de tiempo. Las mariposas no tenían suficiente bichos en su cabeza para encontrar por si solas el camino hacia el campo de amapolas. Podían llegar a convertirse de nuevo en mariposas de verdad, perfectas princesas completamente bellas y puras, pero debían de quedarse en sus crisálidas unos días más.
Al ver la espantosa escena, Kina dio un seco soplido de indignación. Los otros hombres insectos sabían diferenciar toda clase de mariposas y medias mariposas, ella no. Kina las envidiaba por su belleza; ella jamás sería tan guapa como las mariposas. Era fea. Avos se lo recordaba cada vez que podía: nadie la quería porque era horrible. Veía que las mariposas se peleaban en vez de cuidarse entre ellos y tuvo ganas de aterrizar delante y darles un guantazo a las dos para que se dieran cuenta de lo afortunadas de eran. Hubiera estado bien, sin embargo, Zogo acababa de pasar el puente. Si alguien tenía que tomar una decisión (dar guantazos) debía ser Zogo.
-Mátala- la voz de Zogo era grave, como si sonara debajo de una enorme roca - Atrévete. Estás atrapada. Ya he decido qué hacer contigo, y dejarle libre no te hará que tus días sean mejores. Sé que quieres hacer, vamos. Mátala- se quedó tan cerca de la cara de la única de las mariposas que tenía alas como Sonagashira que casi parecía que le fuera a dar un cabezazo - ¡Te estoy esperando! ¡MÁTALA!-
-¿Ma…ma…matarme? Soy una princesa, nadie puede matarme. Las princesas somos inmortales. ¡Los bichos me lo prometieron! Se supone que habéis venido a rescatarme y a llevarme al campo de amapolas, no ha decirle a Riny que me mate- Biby pataleaba a la vez que gritaba cosas sin sentido.
-¡Mátala!-
-Quieroz vez comoz la mataz- Avos empuñó su abejorro contra la chica.
-¡Sí, matar! A Curon le gustan cosas muertas-. Curon dejó los troncos al suelo y aplaudió, torpemente, con sus cuatro brazos. Kina sabía lo que estaba pensando el grandullón, era repugnante.
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Pista: De los cuatro guardias, Kina es la única que preferiría no estar allí. Si la tratas bien te podrá ayudar.
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Re: El secreto de Sonagashira +19 [Mastereado] [Helyare]
La joven elfa miraba a su alrededor y veía todo como si se encontrase bajo los efectos de alguna sustancia alcohólica. Nunca había probado una gota de alcohol se decía que embotaba los sentidos e impedía un combate efectivo. Pero ahora se sentía así. ¿Por qué su maravillosa vida había acabado hacía tanto tiempo? No tenía ni un respiro, desde que había salido la primera vez del bosque todo habían sido complicaciones que se iban acrecentando más. Los dioses la estaban poniendo a prueba o, simplemente, se estaban divirtiendo con ella.
Biby gritaba cosas contra la elfa. ¿Que la había engañado? ¿Cuándo? Si ni siquiera sabía qué hacía ahí, había sido Sonagashira quien la había llevado a ese maldito lugar. Ella no pintaba nada ahí, sólo pretendía huir lo más lejos posible de Sandorai y no tenía idea de dónde se encontraba. Pero sí que sabía que estaban apareciendo bichos extraños y que no quería permanecer ahí por más tiempo. Usando su daga como defensa trató de buscar explicaciones, pero nadie se las daba, no las que ella quería. –¡¿Qué dices de los bichos?! ¡¡Basta de tonterías!! –quiso apretar más el filo contra el delicado cuello de la chica, sus manos temblaban, no quería acabar con ella, simplemente salir de allí.
Pero los dioses no estaban de su parte, o tal vez sus gritos hubieran sido los culpables de lo siguiente. Varios insectos aparecieron frente a ella y uno de ellos la retó a matar a Biby. Helyare estaba estupefacta ante la llegada de esos seres, a cada cual más horrible. Parecían abominaciones, ¿realmente sus dioses los querían? Porque no tenía mucha pinta… Todo el amor que habían empeñado en crear a las criaturas como Sona era el que les había faltado para crear a esos bichejos.
El que hablaba seguía insistiendo en que debía matarla, pero Helyare no empujaba la daga contra Biby con más fuerza, se había quedado paralizada sin saber qué hacer.
El bicho avanzó hasta quedarse muy cerca de ellas. Era bastante más alto que Helyare, de hecho, aunque su altura era media para un humano, incluso alta, para los de su raza seguía siendo muy baja, así que estaba acostumbrada a tener que alzar la cabeza para hablar con la gente. Y sabía cómo atacar, también. No iba a hacerle daño a Biby. Por muy nerviosa que pusiera a la elfa, por muy estúpidas que fueran sus ideas, parecía totalmente alienada por el mundo donde se había criado, por estar en la crisálida rodeada de bichos. Estaba completamente adoctrinada y repetía las palabras que decían los bichos. ¿Acaso pensaba que era libre? Y la otra, Piny, había llegado a herirse por a-saber-qué tipo de cultura. Ese mundo era de locos, al igual que los otros que había conocido. No entendía esas culturas tan arcaicas.
Empuñó bien el arma, mirando con auténtico odio al bicho que estaba tan cerca. Podía ver su piel, dura, como la de cualquier insecto.
El corazón de la elfa latía desbocado, incapaz de poder controlarlo a causa de los nervios, que estaban a flor de piel. Tenía que salir de ahí. Ahora es cuando más extrañaba tener su arco cerca, podría haber despachado a esos insectos desde la distancia, usando el bosque para esconderse. Pero no, solo tenía una daga. La misma que iba a usar para liberarse.
Sin pensar, apartó la daga del cuello de Biby, muy despacio, iba a rendirse ante los hombres insectos. Ellos parecían ser más fuertes y eran más numerosos.
Pero nada de eso. En cuanto bajó el arma, de un rápido empujón apartó a Biby de su camino, haciendo que cayera al río y al instante lanzó el primer ataque hacia Zogo, tratando de asestarle una puñalada en el cuello con el filo. Quería hundírselo en la yugular y hacer que se desangrase. Aunque pareciera increíble, no quería matarlo, simplemente huir. Pero sabía que no la iban a dejar irse a no ser que acabase con su vida. No podía hacer más. Hizo varias repeticiones de la puñalada, intentando atinarle a puntos vitales… O simplemente hacerle daño. Ella no era muy diestra con las armas a corta distancia, rara vez había tenido que recurrir a un cuchillo de tan cortas dimensiones. Ni siquiera sabía usar la espada. Ella prefería cubrir a los guerreros, no verse envuelta en una pelea.
Sin saber las consecuencias que su ataque hacia Zogo tuvieron en él, salió corriendo en sentido contrario. Esperaba que el resto fueran a ayudar a su jefe, no que la persiguieran. Quería pensar que su plan funcionaría: que había matado a Zogo y que podría correr tan rápido como antes lo hacía. Pero, ni sabía si había conseguido siquiera herir de gravedad al bicho, ni podía correr como cuando su rodilla no estaba afectada. Como era de esperar, cayó varias veces al suelo, pero rápidamente se levantó y siguió su camino lo más rápido que podía. No buscaba huir lejos, buscaba poder esconderse porque sabía que en carrera la atraparían. Las punzadas de dolor partían desde su extremidad y recorrían todo el cuerpo, impidiéndole seguir su paso, hasta que finalmente se dejó caer entre unos arbustos y una roca. No eran tan frondosos como los de Sandorai, pero no podía seguir más y era lo único factible para esconderse y pensar su siguiente movimiento. Su cara estaba descompuesta por las muecas de dolor, se tocaba la pierna y podía notar cómo temblaba su mano. Temblaba entera. La daga se movía espasmódicamente entre su otra mano. Estaba demasiado nerviosa, no sabía qué hacer o qué destino le esperaría, pero si tenía que acabar con más de esos seres, lo haría.
Biby gritaba cosas contra la elfa. ¿Que la había engañado? ¿Cuándo? Si ni siquiera sabía qué hacía ahí, había sido Sonagashira quien la había llevado a ese maldito lugar. Ella no pintaba nada ahí, sólo pretendía huir lo más lejos posible de Sandorai y no tenía idea de dónde se encontraba. Pero sí que sabía que estaban apareciendo bichos extraños y que no quería permanecer ahí por más tiempo. Usando su daga como defensa trató de buscar explicaciones, pero nadie se las daba, no las que ella quería. –¡¿Qué dices de los bichos?! ¡¡Basta de tonterías!! –quiso apretar más el filo contra el delicado cuello de la chica, sus manos temblaban, no quería acabar con ella, simplemente salir de allí.
Pero los dioses no estaban de su parte, o tal vez sus gritos hubieran sido los culpables de lo siguiente. Varios insectos aparecieron frente a ella y uno de ellos la retó a matar a Biby. Helyare estaba estupefacta ante la llegada de esos seres, a cada cual más horrible. Parecían abominaciones, ¿realmente sus dioses los querían? Porque no tenía mucha pinta… Todo el amor que habían empeñado en crear a las criaturas como Sona era el que les había faltado para crear a esos bichejos.
El que hablaba seguía insistiendo en que debía matarla, pero Helyare no empujaba la daga contra Biby con más fuerza, se había quedado paralizada sin saber qué hacer.
El bicho avanzó hasta quedarse muy cerca de ellas. Era bastante más alto que Helyare, de hecho, aunque su altura era media para un humano, incluso alta, para los de su raza seguía siendo muy baja, así que estaba acostumbrada a tener que alzar la cabeza para hablar con la gente. Y sabía cómo atacar, también. No iba a hacerle daño a Biby. Por muy nerviosa que pusiera a la elfa, por muy estúpidas que fueran sus ideas, parecía totalmente alienada por el mundo donde se había criado, por estar en la crisálida rodeada de bichos. Estaba completamente adoctrinada y repetía las palabras que decían los bichos. ¿Acaso pensaba que era libre? Y la otra, Piny, había llegado a herirse por a-saber-qué tipo de cultura. Ese mundo era de locos, al igual que los otros que había conocido. No entendía esas culturas tan arcaicas.
Empuñó bien el arma, mirando con auténtico odio al bicho que estaba tan cerca. Podía ver su piel, dura, como la de cualquier insecto.
El corazón de la elfa latía desbocado, incapaz de poder controlarlo a causa de los nervios, que estaban a flor de piel. Tenía que salir de ahí. Ahora es cuando más extrañaba tener su arco cerca, podría haber despachado a esos insectos desde la distancia, usando el bosque para esconderse. Pero no, solo tenía una daga. La misma que iba a usar para liberarse.
Sin pensar, apartó la daga del cuello de Biby, muy despacio, iba a rendirse ante los hombres insectos. Ellos parecían ser más fuertes y eran más numerosos.
Pero nada de eso. En cuanto bajó el arma, de un rápido empujón apartó a Biby de su camino, haciendo que cayera al río y al instante lanzó el primer ataque hacia Zogo, tratando de asestarle una puñalada en el cuello con el filo. Quería hundírselo en la yugular y hacer que se desangrase. Aunque pareciera increíble, no quería matarlo, simplemente huir. Pero sabía que no la iban a dejar irse a no ser que acabase con su vida. No podía hacer más. Hizo varias repeticiones de la puñalada, intentando atinarle a puntos vitales… O simplemente hacerle daño. Ella no era muy diestra con las armas a corta distancia, rara vez había tenido que recurrir a un cuchillo de tan cortas dimensiones. Ni siquiera sabía usar la espada. Ella prefería cubrir a los guerreros, no verse envuelta en una pelea.
Sin saber las consecuencias que su ataque hacia Zogo tuvieron en él, salió corriendo en sentido contrario. Esperaba que el resto fueran a ayudar a su jefe, no que la persiguieran. Quería pensar que su plan funcionaría: que había matado a Zogo y que podría correr tan rápido como antes lo hacía. Pero, ni sabía si había conseguido siquiera herir de gravedad al bicho, ni podía correr como cuando su rodilla no estaba afectada. Como era de esperar, cayó varias veces al suelo, pero rápidamente se levantó y siguió su camino lo más rápido que podía. No buscaba huir lejos, buscaba poder esconderse porque sabía que en carrera la atraparían. Las punzadas de dolor partían desde su extremidad y recorrían todo el cuerpo, impidiéndole seguir su paso, hasta que finalmente se dejó caer entre unos arbustos y una roca. No eran tan frondosos como los de Sandorai, pero no podía seguir más y era lo único factible para esconderse y pensar su siguiente movimiento. Su cara estaba descompuesta por las muecas de dolor, se tocaba la pierna y podía notar cómo temblaba su mano. Temblaba entera. La daga se movía espasmódicamente entre su otra mano. Estaba demasiado nerviosa, no sabía qué hacer o qué destino le esperaría, pero si tenía que acabar con más de esos seres, lo haría.
Helyare
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Re: El secreto de Sonagashira +19 [Mastereado] [Helyare]
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Tyr
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Re: El secreto de Sonagashira +19 [Mastereado] [Helyare]
Fue un milagro, un verdadero milagro. Zogo estaba más atento a que la falsa mariposa no hiciera daño a las de verdad que apenas fue consciente del ataque que recibió hasta que ya era demasiado tarde. Kina apretó sus puños y se esforzó en no aplaudir de la alegría, una labor muy difícil. Tenía muchas ganas de hacerlo, estaba muy contenta; por fin una mariposa, sin importar que fuera falsa o verdadera, conseguía escapar de los brazos de Zogo. ¡Bravo por ella! Consiguió reprimir sus sentimientos, en buena parte, gracias a Curon. El enorme hombre escarabajo estaba justo detrás de Kina. Sus brazos se movían como si estuviera aplaudiendo sin llegar a juntar las palmas de las manos; la mujer polilla sabía que Curon hacía esos extraños movimientos porque se estaba imaginando cómo sonaría el cuerpo de la falsa mariposa al ser aplastado por sus grandes manos.
Avos, mucho más rápido que el gigantón, alzó al vuelo para perseguir a la muchacha que huía por el bosque. Sujetaba el hilillo que une su cuerpo con el aguijón con las dos manos como si fuera la cadena de un lucero del alba. Las intenciones que Kina creía ver a través de la horrible sonrisa de Avos eran peores que las que podría tener Curon.
Zogo, a diferencia de los dos estúpidos, tenía la mirada perdida en alguna parte del bosque. Lo que ocurría en su mente, solamente lo sabía él. Kina apoyó una mano en el hombro del líder insecto; éste no se inmutó. ¿Tan grave herida su herida? La mano de la mujer polilla ascendió por el cuello de Zogo, le acarició el borde de la herida y terminó dándole un beso en la mejilla. Estaba bien; no había mucha sangre. Ese estado de trance se debía, pensaba Kina, a que se sentía extraño y furioso. Era la primera vez que alguien osaba lanzarse sobre él; las chicas mariposas se le arrodillaban sin ni siquiera decirles nada. Kina continuó con sus caricias, por el cuello, las antenas y ese lugar de la cabeza donde brota el pelo en los humanos, hasta que Zogo despertó del trance.
-No es una mariposa. Se le han caído las alas- en su mano derecha, tenía una mochila rota pintada de colorines.
-¿Qué quieres decir con eso? Es una simple mochila. ¿Estás…- …bien? se cayó antes de formular la pregunta, Zogo le escupiría en la cara si la llegara a decir en voz alta para demostrar lo bien que estaba; arregló la situación de la mejor manera - ¿…seguro que son sus alas? Parecía una mariposa, tú lo has visto tan bien como yo. Los Fórmidos han hecho un gran trabajo con ella-.
-Te equivocas; los Fórmidos apenas empezaron con su labor. Le he visto, cuando me ha cogido he podido ver quién era. Es una oruga. Solamente ha estado quince minutos dentro de una crisálida. Le queda mucho por madurar-.
-Es imposible. ¿La has visto bien? Brilla como una mariposa, mucho más que las otras dos-.
-La princesa la ha disfrazado-.
-¿Te refieres a…?-
-Sonagashira-.
Avoz cantaba mientraz volaba para hacer máz amena la caza:
-Erez mi preza bonita, mi preza precioza. La preza máz bella. Te cogeré. Te atraparé. Y no podraz huir. Te convertiráz en mi chica bonita. Mi chica precioza. La chica máz bella-.
Traz una marcha, relativamente corta por loz airez, vio a la maripoza de mentira echada en la tierra del bozque. Avoz ze relamió imaginandoze todo lo que haría con zu chica precioza, la maz bella.
Laz alaz de Avoz zumbaron agitadaz al dezcender (fuera de Aerandir, hoy en día compararía este sonido con el de un helicóptero). Eztaba muy entuziasmado. Zogo ze quedó mirando la nada, tarali que te vi. Era la oportunidad que el hombre avizpa hubo ezperado durante muchoz añoz; la oportunidad de zer quien manda, el líder. Tendría el derecho, no, la obligación de elegirze las maripozas máz bonitaz, todaz laz que quiziera, y la cabaña máz grande. Incluzo podía ordenar a Curon que le hiciera mazajes a loz piez todaz laz nochez para coger un mejor zueño. Zi jugaba bien zus cartaz, y ezta era la oportunidad perfecta para jugar bien, el Rey y la Reina le concederían el mayor honor que ze le podía otorgar a un abejorro obrero: el derecho a elegir.
Al llegar a tierra, dio una bofetada a la chica por el mero hecho de quedarze en una pozición zuperior. No contento con ello, le cogió del pelo con laz doz manos. Le eztiró con tanta fuerza, que la levantó un palmo del zuelo.
-Erez mía. Tú y la otra zois mías. Oz he cogido, me pertenecéiz- zin darze cuenta, continuó con el ritmo de la canción que ze hubo inventado- Me pertenecez porque erez mi chica bonita. Mi chica máz bella. Te atrapé y te convertizte en mía. Me querráz. Me amaráz. Porque erez mi chica bonita. Mi chica precioza. Mi chica máz bella-.
Helyare: Avos te ha cazado. El objetivo más obvio de este turno: debes enfrentarte contra él. Eres totalmente libre de utilizarlo de la mejor manera. Sin embargo, este no es el objetivo principal. Tu siguiente post se debe concentrar en “lo que los Fórmicos te han hecho”. Ellos convierten a las chicas en mariposas a partir de los insectos que comen y a ti te han mentido insectos en la boca cuando te hicieron sonreír. ¿Lo recuerdas? En el siguiente post, deberás hacer aparecer los primeros efectos de esta transformación.
Avos, mucho más rápido que el gigantón, alzó al vuelo para perseguir a la muchacha que huía por el bosque. Sujetaba el hilillo que une su cuerpo con el aguijón con las dos manos como si fuera la cadena de un lucero del alba. Las intenciones que Kina creía ver a través de la horrible sonrisa de Avos eran peores que las que podría tener Curon.
Zogo, a diferencia de los dos estúpidos, tenía la mirada perdida en alguna parte del bosque. Lo que ocurría en su mente, solamente lo sabía él. Kina apoyó una mano en el hombro del líder insecto; éste no se inmutó. ¿Tan grave herida su herida? La mano de la mujer polilla ascendió por el cuello de Zogo, le acarició el borde de la herida y terminó dándole un beso en la mejilla. Estaba bien; no había mucha sangre. Ese estado de trance se debía, pensaba Kina, a que se sentía extraño y furioso. Era la primera vez que alguien osaba lanzarse sobre él; las chicas mariposas se le arrodillaban sin ni siquiera decirles nada. Kina continuó con sus caricias, por el cuello, las antenas y ese lugar de la cabeza donde brota el pelo en los humanos, hasta que Zogo despertó del trance.
-No es una mariposa. Se le han caído las alas- en su mano derecha, tenía una mochila rota pintada de colorines.
-¿Qué quieres decir con eso? Es una simple mochila. ¿Estás…- …bien? se cayó antes de formular la pregunta, Zogo le escupiría en la cara si la llegara a decir en voz alta para demostrar lo bien que estaba; arregló la situación de la mejor manera - ¿…seguro que son sus alas? Parecía una mariposa, tú lo has visto tan bien como yo. Los Fórmidos han hecho un gran trabajo con ella-.
-Te equivocas; los Fórmidos apenas empezaron con su labor. Le he visto, cuando me ha cogido he podido ver quién era. Es una oruga. Solamente ha estado quince minutos dentro de una crisálida. Le queda mucho por madurar-.
-Es imposible. ¿La has visto bien? Brilla como una mariposa, mucho más que las otras dos-.
-La princesa la ha disfrazado-.
-¿Te refieres a…?-
-Sonagashira-.
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Avoz cantaba mientraz volaba para hacer máz amena la caza:
-Erez mi preza bonita, mi preza precioza. La preza máz bella. Te cogeré. Te atraparé. Y no podraz huir. Te convertiráz en mi chica bonita. Mi chica precioza. La chica máz bella-.
Traz una marcha, relativamente corta por loz airez, vio a la maripoza de mentira echada en la tierra del bozque. Avoz ze relamió imaginandoze todo lo que haría con zu chica precioza, la maz bella.
Laz alaz de Avoz zumbaron agitadaz al dezcender (fuera de Aerandir, hoy en día compararía este sonido con el de un helicóptero). Eztaba muy entuziasmado. Zogo ze quedó mirando la nada, tarali que te vi. Era la oportunidad que el hombre avizpa hubo ezperado durante muchoz añoz; la oportunidad de zer quien manda, el líder. Tendría el derecho, no, la obligación de elegirze las maripozas máz bonitaz, todaz laz que quiziera, y la cabaña máz grande. Incluzo podía ordenar a Curon que le hiciera mazajes a loz piez todaz laz nochez para coger un mejor zueño. Zi jugaba bien zus cartaz, y ezta era la oportunidad perfecta para jugar bien, el Rey y la Reina le concederían el mayor honor que ze le podía otorgar a un abejorro obrero: el derecho a elegir.
Al llegar a tierra, dio una bofetada a la chica por el mero hecho de quedarze en una pozición zuperior. No contento con ello, le cogió del pelo con laz doz manos. Le eztiró con tanta fuerza, que la levantó un palmo del zuelo.
-Erez mía. Tú y la otra zois mías. Oz he cogido, me pertenecéiz- zin darze cuenta, continuó con el ritmo de la canción que ze hubo inventado- Me pertenecez porque erez mi chica bonita. Mi chica máz bella. Te atrapé y te convertizte en mía. Me querráz. Me amaráz. Porque erez mi chica bonita. Mi chica precioza. Mi chica máz bella-.
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Helyare: Avos te ha cazado. El objetivo más obvio de este turno: debes enfrentarte contra él. Eres totalmente libre de utilizarlo de la mejor manera. Sin embargo, este no es el objetivo principal. Tu siguiente post se debe concentrar en “lo que los Fórmicos te han hecho”. Ellos convierten a las chicas en mariposas a partir de los insectos que comen y a ti te han mentido insectos en la boca cuando te hicieron sonreír. ¿Lo recuerdas? En el siguiente post, deberás hacer aparecer los primeros efectos de esta transformación.
Sigel
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Re: El secreto de Sonagashira +19 [Mastereado] [Helyare]
La elfa pensaba que su escondite sería bueno, al menos le haría ganar tiempo. Pero obvió el detalle de que algunos de los bichos sí podían volar. ¿Acaso los hombres bestia podían? No tenía mucha información sobre esos animales, nunca los había tenido en cuenta ya que le parecían monstruos. Trató de esconderse mejor pero el abejorro ese la encontró y la levantó agarrándola del pelo. –¡¡Suéltame!! –comenzó a gritar Helyare, tratando de zafarse del agarre de ese insecto. Su única vía de escape era intentar golpearlo y pronto le asestó una patada en la cara, lo que le hizo dejar de cantar su estúpida canción. Ceceaba con el deje que producían las abejas al revolotear y a la elfa le repateaba, así que pronto lo calló. Del mismo golpe la soltó, justo a tiempo en el que ella clavaba su daga en el brazo de él. Si no la soltaba con la patada, la soltaría con la cuchillada. Y así fue, en efecto apartó sus manos de ella, haciendo que cayera al suelo de pie, aunque trastabilló por el mal estado de su rodilla. Apretó con fuerza la empuñadura de su daga, la cual no paraba de brillar. –¡¡Fuera!! ¡Déjame!
Seguía temblando, nerviosa, quería escapar. En la inmensidad de ese bosque se veía encerrada y con los ojos buscaba la mejor vía de escape que pudiera ver. No tenía su arco, no podía hacer nada más que huir. Estaba en el territorio de esos bichos, ¿qué le quedaba ya? Notaba cómo la misma daga se movía espasmódicamente por sus temblores, pero no podía hacer nada. Iba a clavarla cuantas veces fueran necesarias en el cuerpo de ese abejorro si no la dejaba en paz.
–Yo no soy una de vuestras mariposas. ¡Dejadme en paz! –seguía sin entender qué estaba sucediendo en ese lugar, qué hacían con las mariposas aparte de encerrar a elfas y humanas en crisálidas. ¿Para qué las querían? Si tanto las respetaban, ¿por qué era Sona quien se había arrodillado? ¿Y por qué instaron a que matase a Biby? No entendía qué estaba pasando ahí, pero ella no iba a ser otra de sus víctimas. No iba a caer en el juego en el que habían caído las dos elfas a quienes había ayudado, que tenían el cerebro lavado por esa gentuza.
Helyare retrocedió varios pasos, mirando a todos los lados muy nerviosa, pero aún con la daga en ristre. El hombre abejorro estaba aún adolorido por la patada y el tajo que le había dejado la elfa, pero no iba a rendirse. La quería para él y sus planes de futuro, algo que no iba a permitir la muchacha –no ezcaparaz, precioza –seguía canturreando. La elfa volvió a apretar con más fuerza la daga, preparada para un nuevo ataque que rápido esquivó y, usando los árboles, echó a correr. Avoz era muy grande, si conseguía meterse en lugares estrechos podría usarlo de ventaja. Y ella era más experta a la hora de correr por entre los árboles, de no ser por su rodilla…
Pero ahora no podía permitirse frenar, no después de haber podido herir al bicho. Por desgracia no podía correr como siempre, así que acabó cayendo en un matorral, parecido a donde se había escondido. A pesar de todo, siguió corriendo. Mas algo sucedía en su interior, quería volver y no para reventarle la cabeza al maldito insecto, sino porque parecía que era lo que tenía que hacer. Sacudió su cabeza y siguió, aunque más despacio. ¿La estaba siguiendo? No escuchaba el zumbido de sus alas. ¿Y pasos? Tampoco. Se detuvo y se apoyó en el tronco de un árbol, respirando muy entrecortadamente y mirando para todos lados. ¿Por qué quería volver? No lo entendía. Todo en ese lugar era un misterio y desde que se había encontrado con Sonagashira nada parecía ser normal.
El quebrar de una ramilla se escuchó muy cerca de donde estaba y volvió a preparar la daga para defenderse. Todavía oculta tras el tronco de un árbol, asomó muy ligeramente la cabeza, sin dejarse ver. No quería ver exactamente dónde estaba, sino escuchar cualquier sonido que delatase su posición. Calmó su respiración para poder escuchar mejor, casi podía oír los propios latidos de su corazón desbocado. Pero se estaba centrando en los pasos del abejorro, que trataba de atraparla. A pesar de la firmeza con que sujetaba la daga y su aparente calma, seguía temblando. Pero no podía hacer más que esperar a tenerlo cerca de su ángulo para acabar con él.
Y apareció… pero ella no hizo nada. Como una estatua se quedó, mirándolo.
–Aquí eztaz. ¡Ya erez mía! –a pesar de las palabras, ella seguía sin moverse. Quería alzar la daga, lo tenía muy cerca, podría atravesarle un ojo y huir. Pero no lo hizo. Algo se lo impedía. ¿Iba a morir? ¿La habrían envenenado? Todas esas preguntas estaban en la cabeza de la elfa, quien tampoco hablaba. Por más insultos que pensase hacia ese bicho, no sucedía nada. Ningún sonido salía de su boca. Y lo único para lo que se movió fue para guardar la daga. De repente, tampoco veía como buena idea hacerle daño. Simplemente lo miraba y ya, con cierto terror en sus ojos, pues era consciente de que estaba cometiendo una cantidad de errores tan impresionantes que le podrían costar la vida, pero que no alcanzaba a entender por qué los estaba cometiendo.
–Vaz a venir conmigo –comentó de forma burlesca el bichejo ese y ella, sin más, aceptó. Sus pies comenzaron a moverse, una parte de ella sabía que tenía que ir. Pero su parte más racional gritaba en su mente que no diera ni un paso más. Trató de frenarse, pero duró unos segundos, luego continuó andando a paso lento, muy lento, mirando al suelo mientras seguía las indicaciones del insecto. “¿Por qué haces esto?” se repetía una y otra vez. “¡Reacciona!”. Veía gran cantidad de escapatorias posibles y no las seguía. Tenía al abejorro muy cerca, pero tampoco sacaba su daga para defenderse. Simplemente volvía sobre sus pasos en la dirección que él guiaba. Parecía que se hubiese rendido y, aunque no hiciera por defenderse, una parte de ella sabía el peligro que corría. La otra parte pensaba que no debía defenderse y debía comportarse ante esos insectos si no quería sufrir más.
Seguía temblando, nerviosa, quería escapar. En la inmensidad de ese bosque se veía encerrada y con los ojos buscaba la mejor vía de escape que pudiera ver. No tenía su arco, no podía hacer nada más que huir. Estaba en el territorio de esos bichos, ¿qué le quedaba ya? Notaba cómo la misma daga se movía espasmódicamente por sus temblores, pero no podía hacer nada. Iba a clavarla cuantas veces fueran necesarias en el cuerpo de ese abejorro si no la dejaba en paz.
–Yo no soy una de vuestras mariposas. ¡Dejadme en paz! –seguía sin entender qué estaba sucediendo en ese lugar, qué hacían con las mariposas aparte de encerrar a elfas y humanas en crisálidas. ¿Para qué las querían? Si tanto las respetaban, ¿por qué era Sona quien se había arrodillado? ¿Y por qué instaron a que matase a Biby? No entendía qué estaba pasando ahí, pero ella no iba a ser otra de sus víctimas. No iba a caer en el juego en el que habían caído las dos elfas a quienes había ayudado, que tenían el cerebro lavado por esa gentuza.
Helyare retrocedió varios pasos, mirando a todos los lados muy nerviosa, pero aún con la daga en ristre. El hombre abejorro estaba aún adolorido por la patada y el tajo que le había dejado la elfa, pero no iba a rendirse. La quería para él y sus planes de futuro, algo que no iba a permitir la muchacha –no ezcaparaz, precioza –seguía canturreando. La elfa volvió a apretar con más fuerza la daga, preparada para un nuevo ataque que rápido esquivó y, usando los árboles, echó a correr. Avoz era muy grande, si conseguía meterse en lugares estrechos podría usarlo de ventaja. Y ella era más experta a la hora de correr por entre los árboles, de no ser por su rodilla…
Pero ahora no podía permitirse frenar, no después de haber podido herir al bicho. Por desgracia no podía correr como siempre, así que acabó cayendo en un matorral, parecido a donde se había escondido. A pesar de todo, siguió corriendo. Mas algo sucedía en su interior, quería volver y no para reventarle la cabeza al maldito insecto, sino porque parecía que era lo que tenía que hacer. Sacudió su cabeza y siguió, aunque más despacio. ¿La estaba siguiendo? No escuchaba el zumbido de sus alas. ¿Y pasos? Tampoco. Se detuvo y se apoyó en el tronco de un árbol, respirando muy entrecortadamente y mirando para todos lados. ¿Por qué quería volver? No lo entendía. Todo en ese lugar era un misterio y desde que se había encontrado con Sonagashira nada parecía ser normal.
El quebrar de una ramilla se escuchó muy cerca de donde estaba y volvió a preparar la daga para defenderse. Todavía oculta tras el tronco de un árbol, asomó muy ligeramente la cabeza, sin dejarse ver. No quería ver exactamente dónde estaba, sino escuchar cualquier sonido que delatase su posición. Calmó su respiración para poder escuchar mejor, casi podía oír los propios latidos de su corazón desbocado. Pero se estaba centrando en los pasos del abejorro, que trataba de atraparla. A pesar de la firmeza con que sujetaba la daga y su aparente calma, seguía temblando. Pero no podía hacer más que esperar a tenerlo cerca de su ángulo para acabar con él.
Y apareció… pero ella no hizo nada. Como una estatua se quedó, mirándolo.
–Aquí eztaz. ¡Ya erez mía! –a pesar de las palabras, ella seguía sin moverse. Quería alzar la daga, lo tenía muy cerca, podría atravesarle un ojo y huir. Pero no lo hizo. Algo se lo impedía. ¿Iba a morir? ¿La habrían envenenado? Todas esas preguntas estaban en la cabeza de la elfa, quien tampoco hablaba. Por más insultos que pensase hacia ese bicho, no sucedía nada. Ningún sonido salía de su boca. Y lo único para lo que se movió fue para guardar la daga. De repente, tampoco veía como buena idea hacerle daño. Simplemente lo miraba y ya, con cierto terror en sus ojos, pues era consciente de que estaba cometiendo una cantidad de errores tan impresionantes que le podrían costar la vida, pero que no alcanzaba a entender por qué los estaba cometiendo.
–Vaz a venir conmigo –comentó de forma burlesca el bichejo ese y ella, sin más, aceptó. Sus pies comenzaron a moverse, una parte de ella sabía que tenía que ir. Pero su parte más racional gritaba en su mente que no diera ni un paso más. Trató de frenarse, pero duró unos segundos, luego continuó andando a paso lento, muy lento, mirando al suelo mientras seguía las indicaciones del insecto. “¿Por qué haces esto?” se repetía una y otra vez. “¡Reacciona!”. Veía gran cantidad de escapatorias posibles y no las seguía. Tenía al abejorro muy cerca, pero tampoco sacaba su daga para defenderse. Simplemente volvía sobre sus pasos en la dirección que él guiaba. Parecía que se hubiese rendido y, aunque no hiciera por defenderse, una parte de ella sabía el peligro que corría. La otra parte pensaba que no debía defenderse y debía comportarse ante esos insectos si no quería sufrir más.
Helyare
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Re: El secreto de Sonagashira +19 [Mastereado] [Helyare]
Con las manos, apretaba los laterales del corte en el cuello. Tenía miedo de perder la sangre de princesa y quedarse como Piny; débil y tonta. ¡Pobre Piny! Ella estaba en el suelo, no podía levantarse. Si Riny no se hubiera entrometido, Biby le hubiera podido salvar. Las sanguijuelas del río libélula son mágicas; se alimentan de la sangre de las princesas que los Fórmicos desechan; las más viejas y feas, las que no sirven para ser amigas de la Princesa Sonagashira. Biby se descubrió suplicando, a unos Dioses élficos a los que como mariposa no debía rezar, que Riny fuera cien veces maldita. Ella no merecía ser una mariposa. Era mala. Debían castigarla. ¡Que obedezca!
Gateó hasta los guardias de río Libélula. El líder sujetaba las alas de Riny con las dos manos. La mujer polilla tenía los brazos cruzados, como si estuviera esperando a alguien. Desde el otro lado del bosque, se escuchó a Avoz cecear de emoción al habar capturado a Riny. ¡Mariposa mala! Curon, festejó la captura dando fuertes pisadas a la tierra; el suelo temblaba bajo sus pies.
-Lleva las mariposas a El Reparador- ordenó Zogo a Curon.
-¡Yo no voy!- contestó Biby al instante- Yo me quedo. Quiero ver cómo castigáis a Riny. Le daré un puñetazo en el estómago y le estiraré de los pelos. ¡Es mala!-
Zogo se encogió de hombros. Con la mano derecha, señaló a Piny. Curon la cogió en brazos y se la llevó a la aldea, al otro lado del puente. Biby supuso que los bichos que hablaban en su cabeza, habían convencido a Zogo para que se hiciera justicia. Si por culpa de Riny, Piny no se podía convertir en una completa mariposa, Biby se encargaría de que Riny tampoco lo fuera.
Para cuando el hombre avispa regresó al puente, Biby había conseguido ponerse en pie. Había cogido una sanguijuela del río Libélula, se la comía a pequeñas bocados.
Avos dejó caer a Riny a los pies de Zogo. Rápidamente, antes de que éste hablase, Biby se acercó con un saltó y escupió el último bocado de sanguijuela en la cara de Riny. Entre sus planes también se encontraba una bonita patada en la cabeza, pero Kiny la interrumpió. Puso sus manos sobre su pecho y le arrastró unos pasos atrás.
-¡Suéltame! ¡Por su culpa Piny no es una mariposa! ¡Debe ser castigada! ¡He dicho que me sueltes! ¡Tú princesa te lo ordena!-
Kiny era muy fuerte; mucho más de lo que parecía. Biby, aunque protestase y patease, no tenía manera de escapar de su agarre.
-La Princesa Sonagashira será quien dicte el castigo- dijo Zogo.
-Y luego zeraz mía, mí precioza maripoza- dijo Avos al oído lo suficientemente fuerte para que Biby pudiera escucharlo.
El grupo liderado por Zogo pasó el puente del río Líbela. Biby iba en primer lugar, presidiendo la compañía tatareando y bailando, como si estuviera en un desfile. Detrás de ella iba Kina, quien se giraba a cada momento para vigilar a Riny. Avos sujetaba a la falsa mariposa por los hombros. Para alentarle a seguir caminando, le propinaba un puntapié en el tobillo. ¡Bien hecho Avos! En último lugar quedaba Zogo; tenía el aspecto firme y seguro de un lobo alfa (un insecto alfa).
Pronto llegaron a la entrada de la tribu de los insectos. Biby sintió que ya la había visto antes, los bichos de su cabeza se la habían descrito a la perfección. Sabía que ocurría en cada casita, quiénes vivían en ella y cuántas mariposas tenían a su servicio. Por ejemplo: en la primera cabaña de la izquierda vivía El Reparador; los bichos llamaban así a un biocibernético encargado de reparar las mariposas rotas; su nueva tarea era de la reparar a Piny. Biby no tardó en saludar con alegría a su amiga con la mano. Ella no contestó; no podía. El Reparador le había puesto una boca y unas alas nuevas; todavía se tenía que acostumbrar a ellas. Las mariposas no vivían mucho tiempo, algunas nunca conseguían adaptarse al nuevo cuerpo de metal. Biby deseaba que Piny viviese lo suficiente para poder abrazarla una vez más. Dos cabañas más adelante vivía Nona, una mujer mantis religiosa. Ella era la encargada de tejer las ropas para la tribu. A su servicio tenía tres mariposas. Una de ellas, antes de que los Fórmicos la encontrasen era elfa, como Biby, Piny y Riny, las otras dos eran humanas. Los bichos de la cabeza le dijeron a Biby que si se portaba bien, podía trabajar con Nona cuando la Princesa Sonagashira le diera su visto bueno. Justo enfrente de Nona, estaba la casa del Fórmico que encontró (capturó) a Biby. Estaba en el umbral de la puerta trabajando con una red de pesca, a su lado tenía un cubo lleno de sanguijuelas del río Libélula. Una mariposa, que antes fue una dragona, le hacía un masaje en la espalda.
-¡Yo te conozco!- le gritó Biby - Eres el Fórmico que me salvó. ¡Muchas gracias! Voy a casa de la Princesa Sonagashira a que me dé su bendición. Te demostraré que puedo ser la mejor mariposa de toda la tribu-.
El Fórmico se acercó a Biby y le dio una sanguijuela que ella comió con gusto.
Más adelante, la caza del carnicero, Bran: un hombre oruga. No tenía piernas, tampoco las necesitaba. Se apañaba muy bien arrastrándose por el suelo e impulsándose con sus fuertes manos. Sobre un tocón de madera, tenía un brazo de una difunta mariposa. En otros tiempos en los que la tribu no tenía a El Reparador, ese brazo podría haber sido el de Biby. Una mariposa le ofrecía un hacha al carnicero y otra le sostenía el tocó para que no se moviera. Faltaba una tercera. Los bichos de la cabeza de Biby dijeron, antes pasar por el puente, que el carnicero Bran tenía tres mariposas. Corrigieron: ahora eran dos. Esta tercera era vieja; perdió toda la sangre de mariposa. Como se solía a decir en la tribu: “Mariposa vieja, la cena festeja”.
-¿Te gusta tu nueva casa? A mí me encanta. Voy a ser muy feliz viviendo aquí. Los bichos me lo han dicho; trabajaré con Nona. ¿Tú donde trabajarás? Uy, me había olvidado. No podrás trabajar en ningún sitio porque eres una mariposa de mentira. ¡A ti te castigarán! - Biby se burló de Riny.
Helyare: Has entrado en la boca del lobo, o la boca del bicho, como quieras llamarlo. La única vía de escape, lógica, que tienes es compórtate bien. Seguir el camino que te lleva a la cabaña de los reyes insecto (la gran casa de arriba a la izquierda, en el mapa).
Como sé que tu personaje no es lógico, te voy a daré tres opciones:
* Abandonar el grupo e intentar huir (otra vez).
* Ir a la cabaña de "El Reparador" y recatar a Piny de los engranajes.
* Seguir hacia delante sin rechistar.
Recuerda que estás maldita. Igual que le pasa a Biby pero en menor medida, los bichos han anidado en tu cabeza y te instan a que te conviertas en mariposa.
No te olvides de lanzar la Voluntad de los Dioses si tomas combate.
Gateó hasta los guardias de río Libélula. El líder sujetaba las alas de Riny con las dos manos. La mujer polilla tenía los brazos cruzados, como si estuviera esperando a alguien. Desde el otro lado del bosque, se escuchó a Avoz cecear de emoción al habar capturado a Riny. ¡Mariposa mala! Curon, festejó la captura dando fuertes pisadas a la tierra; el suelo temblaba bajo sus pies.
-Lleva las mariposas a El Reparador- ordenó Zogo a Curon.
-¡Yo no voy!- contestó Biby al instante- Yo me quedo. Quiero ver cómo castigáis a Riny. Le daré un puñetazo en el estómago y le estiraré de los pelos. ¡Es mala!-
Zogo se encogió de hombros. Con la mano derecha, señaló a Piny. Curon la cogió en brazos y se la llevó a la aldea, al otro lado del puente. Biby supuso que los bichos que hablaban en su cabeza, habían convencido a Zogo para que se hiciera justicia. Si por culpa de Riny, Piny no se podía convertir en una completa mariposa, Biby se encargaría de que Riny tampoco lo fuera.
Para cuando el hombre avispa regresó al puente, Biby había conseguido ponerse en pie. Había cogido una sanguijuela del río Libélula, se la comía a pequeñas bocados.
Avos dejó caer a Riny a los pies de Zogo. Rápidamente, antes de que éste hablase, Biby se acercó con un saltó y escupió el último bocado de sanguijuela en la cara de Riny. Entre sus planes también se encontraba una bonita patada en la cabeza, pero Kiny la interrumpió. Puso sus manos sobre su pecho y le arrastró unos pasos atrás.
-¡Suéltame! ¡Por su culpa Piny no es una mariposa! ¡Debe ser castigada! ¡He dicho que me sueltes! ¡Tú princesa te lo ordena!-
Kiny era muy fuerte; mucho más de lo que parecía. Biby, aunque protestase y patease, no tenía manera de escapar de su agarre.
-La Princesa Sonagashira será quien dicte el castigo- dijo Zogo.
-Y luego zeraz mía, mí precioza maripoza- dijo Avos al oído lo suficientemente fuerte para que Biby pudiera escucharlo.
El grupo liderado por Zogo pasó el puente del río Líbela. Biby iba en primer lugar, presidiendo la compañía tatareando y bailando, como si estuviera en un desfile. Detrás de ella iba Kina, quien se giraba a cada momento para vigilar a Riny. Avos sujetaba a la falsa mariposa por los hombros. Para alentarle a seguir caminando, le propinaba un puntapié en el tobillo. ¡Bien hecho Avos! En último lugar quedaba Zogo; tenía el aspecto firme y seguro de un lobo alfa (un insecto alfa).
Pronto llegaron a la entrada de la tribu de los insectos. Biby sintió que ya la había visto antes, los bichos de su cabeza se la habían descrito a la perfección. Sabía que ocurría en cada casita, quiénes vivían en ella y cuántas mariposas tenían a su servicio. Por ejemplo: en la primera cabaña de la izquierda vivía El Reparador; los bichos llamaban así a un biocibernético encargado de reparar las mariposas rotas; su nueva tarea era de la reparar a Piny. Biby no tardó en saludar con alegría a su amiga con la mano. Ella no contestó; no podía. El Reparador le había puesto una boca y unas alas nuevas; todavía se tenía que acostumbrar a ellas. Las mariposas no vivían mucho tiempo, algunas nunca conseguían adaptarse al nuevo cuerpo de metal. Biby deseaba que Piny viviese lo suficiente para poder abrazarla una vez más. Dos cabañas más adelante vivía Nona, una mujer mantis religiosa. Ella era la encargada de tejer las ropas para la tribu. A su servicio tenía tres mariposas. Una de ellas, antes de que los Fórmicos la encontrasen era elfa, como Biby, Piny y Riny, las otras dos eran humanas. Los bichos de la cabeza le dijeron a Biby que si se portaba bien, podía trabajar con Nona cuando la Princesa Sonagashira le diera su visto bueno. Justo enfrente de Nona, estaba la casa del Fórmico que encontró (capturó) a Biby. Estaba en el umbral de la puerta trabajando con una red de pesca, a su lado tenía un cubo lleno de sanguijuelas del río Libélula. Una mariposa, que antes fue una dragona, le hacía un masaje en la espalda.
-¡Yo te conozco!- le gritó Biby - Eres el Fórmico que me salvó. ¡Muchas gracias! Voy a casa de la Princesa Sonagashira a que me dé su bendición. Te demostraré que puedo ser la mejor mariposa de toda la tribu-.
El Fórmico se acercó a Biby y le dio una sanguijuela que ella comió con gusto.
Más adelante, la caza del carnicero, Bran: un hombre oruga. No tenía piernas, tampoco las necesitaba. Se apañaba muy bien arrastrándose por el suelo e impulsándose con sus fuertes manos. Sobre un tocón de madera, tenía un brazo de una difunta mariposa. En otros tiempos en los que la tribu no tenía a El Reparador, ese brazo podría haber sido el de Biby. Una mariposa le ofrecía un hacha al carnicero y otra le sostenía el tocó para que no se moviera. Faltaba una tercera. Los bichos de la cabeza de Biby dijeron, antes pasar por el puente, que el carnicero Bran tenía tres mariposas. Corrigieron: ahora eran dos. Esta tercera era vieja; perdió toda la sangre de mariposa. Como se solía a decir en la tribu: “Mariposa vieja, la cena festeja”.
-¿Te gusta tu nueva casa? A mí me encanta. Voy a ser muy feliz viviendo aquí. Los bichos me lo han dicho; trabajaré con Nona. ¿Tú donde trabajarás? Uy, me había olvidado. No podrás trabajar en ningún sitio porque eres una mariposa de mentira. ¡A ti te castigarán! - Biby se burló de Riny.
- Reparación de Piny:
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- El Reparador:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Aunque en esta misión no se dice, no es relevante, El Reparador es uno de los hijos perdidos de EVHA. Quizás te suene familiar.
El hijo mayor de la familia es, el ya conocido, Adie.
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Helyare: Has entrado en la boca del lobo, o la boca del bicho, como quieras llamarlo. La única vía de escape, lógica, que tienes es compórtate bien. Seguir el camino que te lleva a la cabaña de los reyes insecto (la gran casa de arriba a la izquierda, en el mapa).
Como sé que tu personaje no es lógico, te voy a daré tres opciones:
* Abandonar el grupo e intentar huir (otra vez).
* Ir a la cabaña de "El Reparador" y recatar a Piny de los engranajes.
* Seguir hacia delante sin rechistar.
Recuerda que estás maldita. Igual que le pasa a Biby pero en menor medida, los bichos han anidado en tu cabeza y te instan a que te conviertas en mariposa.
No te olvides de lanzar la Voluntad de los Dioses si tomas combate.
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Re: El secreto de Sonagashira +19 [Mastereado] [Helyare]
¿Quién le iba a decir a ella que estaría caminando escoltada por los insectos? Sin intentar resistirse, sin intentar escapar. Sí que tenía las ideas en la mente. Si saltaba en ese momento… si sacaba la daga… O, incluso, una buena patada en las rodillas de esos seres para intentar ganar unos segundos. Había tantas posibilidades para escapar que se llamaba idiota a sí misma por no ponerlas en práctica.
Zogos, ese maldito insecto era el que iba primero. Pero no podía escapar aunque quisiera. El abejorro también caminaba junto a ella, muy a su pesar. Piny, la mariposa herida había ido a la casa del “reparador”, pero en ese momento no pensaba en quién era ese tipo. No hasta que llegó al otro lado del río Libélula.
¿¡Por qué no era capaz de hacer nada!? Le daba tanta rabia… pero en su mente había una parte que cada vez se iba notando más, y que la instaba a permanecer dócil ante los insectos. “Quieres convertirte en mariposa…”, se repetía una y otra vez. “No, no quiero…”, “sí, quieres. Envidias a esas mariposas, quieres ser como ellas”, “no, quiero salir de aquí”, “pero si sales… no serás mariposa”. Ese duelo impedía que tratase de escapar.
Zogo había hablado de la princesa Sonagashira y a Helyare se le iluminaron los ojos por un momento. Podría intentar hablar con ella, que la dejase salir y que acabase con las voces de su cabeza. Aunque, al instante siguiente dudó. Había visto cómo la mariposa se había arrodillado ante el fórnico a la entrada del bosque. Suspiró. Biby, mientras, iba soltando pullas, aunque no le prestaba atención. A ella sí que deseaba matarla. Antes de empezar a caminar por el puente, esa imbécil había osado escupir una sanguijuela en su cara y no paraba de gritar. La insecto la detuvo, pero en ese momento, Helyare pensó en lanzarla al río. Aun así, no hizo nada, para su desgracia. Esas malditas voces estaban interrumpiendo sus ganas de tomar venganza por lo que le habían hecho.
Tropezó varias veces, su rodilla no estaba bien. Pero siguió la marcha. Frente a ella estaba lo que parecía un pequeño pueblo, más bien una tribu. A la izquierda había una cabañita. Ahí se puso a saludar Biby y, al levantar la vista, Helyare vio a un ser… extraño. El supuesto reparador. Pero tenía aspecto de máquina, el mismo que le estaba dando a Piny. Sintió repulsión ante lo que estaba haciendo ese ser. No pudo evitar hacer una mueca. Estaba cambiando su cuerpo a uno metálico, ¿podía haber algo más asqueroso? – ¿Qué hace? –preguntó, más para ella misma. No esperaba respuesta, fue una reacción al horror que estaba viendo. ¿Cómo podían modificar así los cuerpos? Se detuvo un momento, mirando fijamente a Piny, quien no podía moverse. Trató de dar unos pasos hacia ese lugar, aunque Avos la detuvo sin apenas usar fuerza. Realmente, no iba a ir a rescatarla, viendo como la estaba dejando, no tenía sentido. Para estar así, mejor muerta.
–Vamoz, prezioza, camina –le dijo el abejorro y volvió a ponerse en marcha, a paso lento. Cerró los ojos un instante, apretándolos. ¡Qué horror! Pero ahí no acababa la pesadilla.
Una oruga tenía, sobre un tocón, un brazo. La elfa abrió los ojos y tuvo que volver a cerrarlos. ¿¡Qué diantres les pasaba!? ¿Cómo podía Sona vivir ahí? Si parecía angelical… ¿cómo podía ser la princesa de ese lugar? Entre las chicas en crisálidas, con bichos en la boca, esto y lo de Piny, esa aldea era un lugar terrible. Y, para más inri, colaboraban dos muchachas. Estaban con un cuchillo con intenciones de cortar ese brazo. Helyare giró la cabeza cuando el sonido del metal cortando la carne se escuchó. Se le estaba revolviendo el estómago ante semejantes actos.
La única que parecía “normal” era una mantis religiosa. Pero viendo todo lo que había visto, no se fiaba en absoluto. Bajó la vista y continuó el camino, viéndose incapaz de hacer nada. “Tú no morirás si eres una buena mariposa”, las voces en su cabeza seguían, por más que intentaba deshacerse de ellas. Y es que, también en parte, quería ser mariposa.
La voz de Biby se volvió a escuchar y la sacó de su lucha mental. Se estaba riendo de ella por ser una “mariposa de mentira”. ¿¡Ella, de mentira!? La miró de malas formas y estuvo a punto de darle un bofetón. ¿Cómo se le ocurría decir que era de mentira? Y podría trabajar en donde le dijeran. Espera… no. ¡No iba a trabajar en ese maldito lugar! ¡Tenía que salir de allí! Aún así se ofendió por cómo Biby se dirigía hacia ella.
Refunfuñó y volvió a contemplar el lugar. Nona… ¿la mantis? Era a quien miraba Biby. ¿Qué hacía? “Teje las prendas para la tribu”, comentaron sus voces. Parecía curiosa pero a la vez le daba igual, seguía esa lucha interna por ignorar a las voces de su cabeza, aunque cada vez con más deseo de convertirse en mariposa. Y con miedo de hacerlo.
Intentó zafarse del agarre de Avos, de nuevo. Estaba harta de ese insecto. Pero no sirvió. Otra vez volvió a intentar buscar rutas de escape. Pero… nada. No era capaz de irse y, aparte, tenía ganas de reencontrarse con la princesa y que les dijera a esos insectos, nunca mejor dicho, que ella sí podía ser una gran mariposa.
Zogos, ese maldito insecto era el que iba primero. Pero no podía escapar aunque quisiera. El abejorro también caminaba junto a ella, muy a su pesar. Piny, la mariposa herida había ido a la casa del “reparador”, pero en ese momento no pensaba en quién era ese tipo. No hasta que llegó al otro lado del río Libélula.
¿¡Por qué no era capaz de hacer nada!? Le daba tanta rabia… pero en su mente había una parte que cada vez se iba notando más, y que la instaba a permanecer dócil ante los insectos. “Quieres convertirte en mariposa…”, se repetía una y otra vez. “No, no quiero…”, “sí, quieres. Envidias a esas mariposas, quieres ser como ellas”, “no, quiero salir de aquí”, “pero si sales… no serás mariposa”. Ese duelo impedía que tratase de escapar.
Zogo había hablado de la princesa Sonagashira y a Helyare se le iluminaron los ojos por un momento. Podría intentar hablar con ella, que la dejase salir y que acabase con las voces de su cabeza. Aunque, al instante siguiente dudó. Había visto cómo la mariposa se había arrodillado ante el fórnico a la entrada del bosque. Suspiró. Biby, mientras, iba soltando pullas, aunque no le prestaba atención. A ella sí que deseaba matarla. Antes de empezar a caminar por el puente, esa imbécil había osado escupir una sanguijuela en su cara y no paraba de gritar. La insecto la detuvo, pero en ese momento, Helyare pensó en lanzarla al río. Aun así, no hizo nada, para su desgracia. Esas malditas voces estaban interrumpiendo sus ganas de tomar venganza por lo que le habían hecho.
Tropezó varias veces, su rodilla no estaba bien. Pero siguió la marcha. Frente a ella estaba lo que parecía un pequeño pueblo, más bien una tribu. A la izquierda había una cabañita. Ahí se puso a saludar Biby y, al levantar la vista, Helyare vio a un ser… extraño. El supuesto reparador. Pero tenía aspecto de máquina, el mismo que le estaba dando a Piny. Sintió repulsión ante lo que estaba haciendo ese ser. No pudo evitar hacer una mueca. Estaba cambiando su cuerpo a uno metálico, ¿podía haber algo más asqueroso? – ¿Qué hace? –preguntó, más para ella misma. No esperaba respuesta, fue una reacción al horror que estaba viendo. ¿Cómo podían modificar así los cuerpos? Se detuvo un momento, mirando fijamente a Piny, quien no podía moverse. Trató de dar unos pasos hacia ese lugar, aunque Avos la detuvo sin apenas usar fuerza. Realmente, no iba a ir a rescatarla, viendo como la estaba dejando, no tenía sentido. Para estar así, mejor muerta.
–Vamoz, prezioza, camina –le dijo el abejorro y volvió a ponerse en marcha, a paso lento. Cerró los ojos un instante, apretándolos. ¡Qué horror! Pero ahí no acababa la pesadilla.
Una oruga tenía, sobre un tocón, un brazo. La elfa abrió los ojos y tuvo que volver a cerrarlos. ¿¡Qué diantres les pasaba!? ¿Cómo podía Sona vivir ahí? Si parecía angelical… ¿cómo podía ser la princesa de ese lugar? Entre las chicas en crisálidas, con bichos en la boca, esto y lo de Piny, esa aldea era un lugar terrible. Y, para más inri, colaboraban dos muchachas. Estaban con un cuchillo con intenciones de cortar ese brazo. Helyare giró la cabeza cuando el sonido del metal cortando la carne se escuchó. Se le estaba revolviendo el estómago ante semejantes actos.
La única que parecía “normal” era una mantis religiosa. Pero viendo todo lo que había visto, no se fiaba en absoluto. Bajó la vista y continuó el camino, viéndose incapaz de hacer nada. “Tú no morirás si eres una buena mariposa”, las voces en su cabeza seguían, por más que intentaba deshacerse de ellas. Y es que, también en parte, quería ser mariposa.
La voz de Biby se volvió a escuchar y la sacó de su lucha mental. Se estaba riendo de ella por ser una “mariposa de mentira”. ¿¡Ella, de mentira!? La miró de malas formas y estuvo a punto de darle un bofetón. ¿Cómo se le ocurría decir que era de mentira? Y podría trabajar en donde le dijeran. Espera… no. ¡No iba a trabajar en ese maldito lugar! ¡Tenía que salir de allí! Aún así se ofendió por cómo Biby se dirigía hacia ella.
Refunfuñó y volvió a contemplar el lugar. Nona… ¿la mantis? Era a quien miraba Biby. ¿Qué hacía? “Teje las prendas para la tribu”, comentaron sus voces. Parecía curiosa pero a la vez le daba igual, seguía esa lucha interna por ignorar a las voces de su cabeza, aunque cada vez con más deseo de convertirse en mariposa. Y con miedo de hacerlo.
Intentó zafarse del agarre de Avos, de nuevo. Estaba harta de ese insecto. Pero no sirvió. Otra vez volvió a intentar buscar rutas de escape. Pero… nada. No era capaz de irse y, aparte, tenía ganas de reencontrarse con la princesa y que les dijera a esos insectos, nunca mejor dicho, que ella sí podía ser una gran mariposa.
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Re: El secreto de Sonagashira +19 [Mastereado] [Helyare]
La patrulla llegó al castillo de los reyes insectos. El castillo era una cabaña similar a las anterior con la diferencia de que estaba construida en una elevación en la que se podía ver toda la tribu y que, a su lado, tenía una granja de mariposas, un cercado con mujeres mariposas riendo y jugando en una lucha de barro.
En la puerta esperaba el rey, la reina y, entre medio de los dos, la princesa Sonagashira. El rey se llamaba Kenichi, era un hombre polilla tan grande como Kogo. Tres mujeres mariposas (meses atrás, dos de ellas fueron humanas y una fue bruja) estaban arrodilladas a los pies de Kenichi, trenzaba su barba blanca y jugaban entre ellas. La reina, imponente mujer mariposa de alas negras, se llamaba Chika. Ella era justo lo contrario de lo que era su hija Sona: fea, vieja y malvada. La princesa Sonagashira vestía con un vestido de tela trasparente y una corona de plata. Su cabeza apuntaba al suelo. Estaba llorando.
Zogo se presentó ante los reyes con una reverencia. Indicó a sus compañeros que le siguiesen. Avoz tiró del cuello de la falsa mariposa obligándola a caer de rodillas frente las escaleras del castillo. Kina se arrodilló al lado de la falsa mariposa y besó el suelo, luego, dirigió una mirada de completa sumisión hacia los reyes y la princesa.
-¿A qué es guapa? Ya te dije que la princesa era hermosa. Es un privilegio ser su amiga – Biby se tapó la boca con las dos manos como si hubiera dicho una palabrota - ¡Uy! Pero que tonta soy, había olvidado que tú eres una mentirosa y que nunca serás su amiga. ¡Te van a matar! Jijiji. Y yo me voy a reír-.
Después de la burla, Biby subió las escaleras. No era necesario que ella presentase sus respetos a los reyes, era la mejor amiga de la princesa Sonagashira y las mejores amigas no tenían que hacerse reverencias. Dio la mano al rey Kenichi y a la reina Chika, ambos le recibieron con alegría, y besó los labios de Sonagashira, ella le ignoró.
-Esa no es la educación que te hemos enseñado- la reina hizo tintinear el saquito – Recibe a tu amiga-.
-Ella no es mi amiga- contestó Sonagashira mirando a Riny (Helyare)- ¡Es ella!-
-Mis señores, permitidme- habló Zogo- Ella no es una mariposa, es una intrusa. Creemos que hizo engañar a los fórmicos para poder entrar en nuestra tribu. Quiere recibir el don de las mariposas- (Kina pensó se equivocaba, no era un don, era una maldición).
-¿Intrusa? ¿Y cómo es posible que nos haya descubierto? ¿Ha sido por tu culpa?- Chika golpeó el cuello de Sona. Mientras, Kenichi besaba a las mujeres mariposas de sus pies. – Esto ha ido demasiado lejos. Te permitimos quedar con el don con la condición que lo compartieses con tu familia. ¿Es que no te importamos? ¿No te importa? Eres una desagradecida. Se acabó, te voy a quitar el don y ordenaré al Reparador que me lo de a mí-.
Chika volvió a golpear a su hija, ella cayó al suelo. Biby se sentó al lado de Sona y le dio varios besos en el cuello. Mariposas (bichos, no mujeres) de todos los colores emergían de las alas de Sonagashira.
-Desobediente. Desagradecida. Ignorante- insultaba la reina.
Dos fórmicos salieron del castillo. El primero tenía una mordaza y el segundó un hacha. Atraparon a Sonagashira, la ataron de brazos y piernas para que no se moviera. Más mariposas y más besos de Biby. Y vino el hacha y el fórmico cortó las alas de Sonagashira.
El hechizo/maldición se desvaneció. Las mariposas dejaron de brotar y Biby comprendió que se llamaba Milaya Wentilas.
Las mujeres mariposas que el rey Kenichi besaba, igual que Biby, volvieron a ser conscientes de quienes eran. Se asustaron de ver al hombre polilla, a él no le importó. Las atrapó con sus grandes manos y continuó besándolas y acariciándolas, más violento que antes.
-El don de los insectos debe de ser mío – gritaba a la vez que agitaba las alas cortadas de su hija - ¡Yo soy la reina! Llamad a El Reparador- un fórmico fue corriendo a buscar al cibernético - Con esto, seré bella para siempre. Ya no tendré que alimentarme de mariposas (mujeres). Nunca más. Con el don, podré hacer que toda Aerandir beba de mi sangre, me adorará por siempre. Y yo agradeceré el amor que brinden. No como mi desgraciada hija, que sigue pensando en la misma tonta chica- de las alas brotaron todo tipo de insectos.
* Helyare No voy a dar ninguna explicación acerca de la trama de los 19 objetos malditos, simplemente, señalaré lo que es obvio: las alas de Sonagashira eran uno de los 19 objetos. Su poder era generar insectos que transmitían el amor y la locura de Sonagashira. Los fórmicos daban estos insectos a las mujeres que secuestraban para convertirlas en sirvientas mariposas. Los insectos de la tribu se alimentaban de las chicas secuestradas para poder acercarse, lo máximo posible, a la belleza que el objeto maldito otorgaba a Sonagashira.
Tienes un momento de consciencia debido a que un fórmico ha cortado las alas a Sonagashira. Chika tiene las alas en la mano y, si supiera cómo, las usaría para controlarte nuevamente. A ti y a las otras chicas.
Puedes aprovechar la oportunidad, el minuto de consciencia, para rescatar a Sonagashira y las otras chicas secuestradas. Puedes considerarlo el inicio de una revuelta feminista. Busca la mejor estrategia para hacerlo.
Otra opción, siempre abierta a tu personaje, es huir. Abandonar a Sona y a las demás. Dejadlas morir.
No olvides lanzar la Voluntad de los Dioses.
En la puerta esperaba el rey, la reina y, entre medio de los dos, la princesa Sonagashira. El rey se llamaba Kenichi, era un hombre polilla tan grande como Kogo. Tres mujeres mariposas (meses atrás, dos de ellas fueron humanas y una fue bruja) estaban arrodilladas a los pies de Kenichi, trenzaba su barba blanca y jugaban entre ellas. La reina, imponente mujer mariposa de alas negras, se llamaba Chika. Ella era justo lo contrario de lo que era su hija Sona: fea, vieja y malvada. La princesa Sonagashira vestía con un vestido de tela trasparente y una corona de plata. Su cabeza apuntaba al suelo. Estaba llorando.
Zogo se presentó ante los reyes con una reverencia. Indicó a sus compañeros que le siguiesen. Avoz tiró del cuello de la falsa mariposa obligándola a caer de rodillas frente las escaleras del castillo. Kina se arrodilló al lado de la falsa mariposa y besó el suelo, luego, dirigió una mirada de completa sumisión hacia los reyes y la princesa.
-¿A qué es guapa? Ya te dije que la princesa era hermosa. Es un privilegio ser su amiga – Biby se tapó la boca con las dos manos como si hubiera dicho una palabrota - ¡Uy! Pero que tonta soy, había olvidado que tú eres una mentirosa y que nunca serás su amiga. ¡Te van a matar! Jijiji. Y yo me voy a reír-.
Después de la burla, Biby subió las escaleras. No era necesario que ella presentase sus respetos a los reyes, era la mejor amiga de la princesa Sonagashira y las mejores amigas no tenían que hacerse reverencias. Dio la mano al rey Kenichi y a la reina Chika, ambos le recibieron con alegría, y besó los labios de Sonagashira, ella le ignoró.
-Esa no es la educación que te hemos enseñado- la reina hizo tintinear el saquito – Recibe a tu amiga-.
-Ella no es mi amiga- contestó Sonagashira mirando a Riny (Helyare)- ¡Es ella!-
-Mis señores, permitidme- habló Zogo- Ella no es una mariposa, es una intrusa. Creemos que hizo engañar a los fórmicos para poder entrar en nuestra tribu. Quiere recibir el don de las mariposas- (Kina pensó se equivocaba, no era un don, era una maldición).
-¿Intrusa? ¿Y cómo es posible que nos haya descubierto? ¿Ha sido por tu culpa?- Chika golpeó el cuello de Sona. Mientras, Kenichi besaba a las mujeres mariposas de sus pies. – Esto ha ido demasiado lejos. Te permitimos quedar con el don con la condición que lo compartieses con tu familia. ¿Es que no te importamos? ¿No te importa? Eres una desagradecida. Se acabó, te voy a quitar el don y ordenaré al Reparador que me lo de a mí-.
Chika volvió a golpear a su hija, ella cayó al suelo. Biby se sentó al lado de Sona y le dio varios besos en el cuello. Mariposas (bichos, no mujeres) de todos los colores emergían de las alas de Sonagashira.
-Desobediente. Desagradecida. Ignorante- insultaba la reina.
Dos fórmicos salieron del castillo. El primero tenía una mordaza y el segundó un hacha. Atraparon a Sonagashira, la ataron de brazos y piernas para que no se moviera. Más mariposas y más besos de Biby. Y vino el hacha y el fórmico cortó las alas de Sonagashira.
El hechizo/maldición se desvaneció. Las mariposas dejaron de brotar y Biby comprendió que se llamaba Milaya Wentilas.
Las mujeres mariposas que el rey Kenichi besaba, igual que Biby, volvieron a ser conscientes de quienes eran. Se asustaron de ver al hombre polilla, a él no le importó. Las atrapó con sus grandes manos y continuó besándolas y acariciándolas, más violento que antes.
-El don de los insectos debe de ser mío – gritaba a la vez que agitaba las alas cortadas de su hija - ¡Yo soy la reina! Llamad a El Reparador- un fórmico fue corriendo a buscar al cibernético - Con esto, seré bella para siempre. Ya no tendré que alimentarme de mariposas (mujeres). Nunca más. Con el don, podré hacer que toda Aerandir beba de mi sangre, me adorará por siempre. Y yo agradeceré el amor que brinden. No como mi desgraciada hija, que sigue pensando en la misma tonta chica- de las alas brotaron todo tipo de insectos.
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* Helyare No voy a dar ninguna explicación acerca de la trama de los 19 objetos malditos, simplemente, señalaré lo que es obvio: las alas de Sonagashira eran uno de los 19 objetos. Su poder era generar insectos que transmitían el amor y la locura de Sonagashira. Los fórmicos daban estos insectos a las mujeres que secuestraban para convertirlas en sirvientas mariposas. Los insectos de la tribu se alimentaban de las chicas secuestradas para poder acercarse, lo máximo posible, a la belleza que el objeto maldito otorgaba a Sonagashira.
Tienes un momento de consciencia debido a que un fórmico ha cortado las alas a Sonagashira. Chika tiene las alas en la mano y, si supiera cómo, las usaría para controlarte nuevamente. A ti y a las otras chicas.
Puedes aprovechar la oportunidad, el minuto de consciencia, para rescatar a Sonagashira y las otras chicas secuestradas. Puedes considerarlo el inicio de una revuelta feminista. Busca la mejor estrategia para hacerlo.
Otra opción, siempre abierta a tu personaje, es huir. Abandonar a Sona y a las demás. Dejadlas morir.
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Re: El secreto de Sonagashira +19 [Mastereado] [Helyare]
Quería ir a ver la princesa Sonagashira, iba a ser una buena mariposa, aunque una parte de ella no quisiera. Ya se callaría esa voz que la negaba como hermosa mariposa. ¡Y por fin llegaron! Por primera vez, las palabras de Biby le molestaron. ¿¡Que no era su amiga!? ¡Claro que lo era! Hizo una mueca de mal humor cuando escuchó a la pedante muchacha dirigirse a ella. Hizo la reverencia, un poco obligada, un poco con gusto. La dicotomía de su mente se mantenía en constante lucha entre ser una mariposa o no serlo.
Pero algo pasó.
La reina comenzó a insultar a su hija, a golpearle. Hablaban de una intrusa. ¿Ella? ¡Era una mariposa! ¡Iba a serlo! ¿O no? Sí o no… no se decidía y la lucha de sus pensamientos era inacabable. Mas tuvo que acabarla rápido. La reina Chika hizo que llamasen al reparador y dos fórnicos atraparon a la mariposa y le arrancaron sus alas. Helyare miró aquella atrocidad tapándose la boca. Sus alas… ¿¡Cómo se atrevía una madre a hacerle eso a su hija!? Aunque, ¿qué más daba la sangre ya? Había escuchado palabras de su propia madre hacia ella; nada le sorprendería ya. Pese a que era demasiado triste que una madre hiciera esas cosas con sus hijas e hijos.
Aturdida ante semejante imagen, la voz que le decía de convertirse en mariposa desapareció. Sintió un repentino alivio. Si hubiera tenido el arco… habría gastado todas sus flechas en aniquilar a cada bicho que se encontrase. Esa que se hacía llamar reina había pedido la mutilación de su hija. El rey estaba incordiando a las jóvenes, que buscaban huir. Y los soldados no tenían reparo en torturar a quien hiciera falta. Miró a su alrededor, sintiendo cómo le subía la rabia por todo el cuerpo. ¡Aquello era injusto! ¿¡Por qué hacían eso!? Sona era una pesada, pero era buena. ¿Por qué le habían tenido que hacer daño? Apretó los puños con fuerza, conteniendo las ganas de hacer una locura y lanzarse contra el primer insecto que tuviera a mano. Tenía que pensar… ¡pero rápido! Antes de que viniera el Reparador. Las mariposas dejaron de salir de las alas de Sonagashira, y todos los que habían sufrido los efectos de su don parecían haber vuelto a la normalidad. Helyare avanzó lentamente, aun cojeando, hacia la reina. Su mirada era fría pese a que intentaba mantener la compostura.
Se alimentaba de mujeres, ¿había algo más asqueroso? ¿Era una mariposa o una sanguijuela? Se detuvo frente a ella ante la atónita mirada de todos. –Mi señora, no le hace falta un don para ostentar la belleza, puesto que los dioses no se la dan a los muertos –justo al acabar de decir eso sacó la daga con extrema rapidez y se la clavó a la mujer mariposa de alas negras. Sabía que eso tendría graves repercusiones, sí, pero ya le daba igual. De perdidos al río, si no la mataban esos insectos, la matarían sus propios hermanos. Casi sin pensar, sin pararse a reaccionar bien, sacó la daga y volvió a asestarle otro golpe, presa de la rabia que la invadía. De nuevo, sacó la daga y fue a atacar al hombre insecto que estaba rodeado de chiquillas. –No quieren estar contigo.
Su tono era frío, seco, hastiado. Había llegado a un punto donde todo le importaba poco.
Notaba las manos manchadas de sangre. Ni siquiera se había fijado si los golpes habían sido mortales o meros rasguños, no tenía tiempo para eso.
No era dicha en el combate cuerpo a cuerpo, pero algo sabía, lo justo para defenderse y tratar de luchar hasta el final. No tenía nada que perder, pero esos bichos asquerosos no se saldrían con la suya. La sangre escurría por el filo de la daga, goteando y manchando el suelo, su pantalón y sus botas.
Nillë empezó a revolotear en círculos en torno a la elfa, desprendiendo su habitual color azulado. Ella, por su parte, empezó a ser recubierta por un aura tenue de color amarillento, casi imperceptible. Pero lo suficiente para servir de amenaza a quien se acercase demasiado a ella. Confiando en la guardia de Nillë, Helyare dio la espalda a los insectos para cortar las cuerdas que ataban a Sona y la ayudó a incorporarse –ya no tienes que estar aquí si no quieres.
Se giró y avanzó por las escaleras a paso lento. Por suerte para ella, Nillë había atacado a los fórnicos que estaban cerca de ella: el del hacha y el de las cuerdas. Y ahora no podían hacerle nada. Pero los otros sí. Los que la habían escoltado hasta el palacio estaban ahí, estupefactos al ver lo ocurrido. Y no dudaron en atacar a la elfa. Pero no llegaron a tocarla. Una explosión blanquecina salió del cuerpo de la joven, el aura que brillaba en torno a ella, se expandió, atrapando a los que osaban atacarla. Si no se hubieran acercado tanto… pero ahora estaban en el suelo, retorciéndose de dolor por las quemaduras. Ella siguió caminando, cogiendo el hacha del fórnico. Tampoco era experta con ese tipo de armas, pero mejor que la daga, seguro. A los que estaban en el suelo, les golpeó en la cabeza con el filo, para que no volvieran a levantarse.
Sólo usó el hacha para finiquitar a los que estaban tirados en el suelo o para defenderse de quien la atacaba. Nunca a modo de ataque, pues no era diestra en las armas de corto alcance. Sus manos no se habrían manchado de sangre de haber tenido su arco. Tampoco hizo nada a Biby y las otras chicas, sólo a los que se habían reído de ella, a quienes habían intentado dañarla.
No era consciente de si había acabado con la vida de alguno de los insectos o solo había herido. Lo único que le interesaba era salir de allí. Por suerte, Nillë estaba con ella. Corrió para salir del palacio, pese a que su pierna estuviera aún resentida, tropezase, o le flaqueasen las fuerzas para continuar. Sólo quería escapar de esa horrible pesadilla, donde esos insectos esclavizaban y se alimentaban de jóvenes.
El hacha acabó en el río cuando por fin divisó bosque, allí estaría mejor, no lo necesitaría.
Helyare
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Re: El secreto de Sonagashira +19 [Mastereado] [Helyare]
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Tyr
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Re: El secreto de Sonagashira +19 [Mastereado] [Helyare]
Las chicas obligadas a ser mariposas y amigas de Sonagashira, no fueron las únicas que recuperaron la consciencia. A la vez que Riny (¿no dijo llamarse Helyare?) clavaba la daga en el pecho de Chika, la misma Sonagashira entró en un estado de shock en el que su locura menguaba para dar lugar a la mariposa que fue un tiempo atrás. Los recuerdos que sus alas le hicieron olvidar colisionaban en su cabeza como si estuvieran empujados por el viento de una tempestad. La jaqueca no era comparable al dolor que sentía en la espalda. Se llevó una mano en la frente y, mientras Kenichi caía de espaldas por el golpe que Helyare le propuso, cerró los ojos en un turbulento sueño de recuerdos pasados.
“No quieren estar contigo” la voz que Sona creyó escuchar no fue la de Helyare, sino la de Sishy.
La princesa mariposa, quien realmente no era princesa y sin alas tampoco podía ser mariposa, levantó la mano derecha esperando que alguien se la cogiese y le llevase lejos de todo lo malo que ocurría en la tribu de los insectos.
-Sishy… yo… Lo siento. ¿Vale? Tenías razón. Fue una maldición. Si tan solo…-
Era la primera vez, en dos años, que Sonagashira pronunciaba el nombre de su amiga. Recordaba (ahora que Chika le había librado de la maldición, podía recordar) haber intento llamarla. Su nombre lo tenía siempre en la mente, pero, por algún motivo que no lograba a entender, lo confundía: Mimy, Riny, Tiny, Piny y todas las otras amigas que había inventado eran en realidad la imagen distorsionada de Sishy, de la chica de quien estuvo enamorada.
Estaba llorando. No se había dado cuenta en qué momento en empezó a chorrearle las lágrimas. ¿Cuándo le cortaron las alas, cuando Helyare mató a su madre o cuando Zogo mató a una de las inocentes elfas que tenía secuestradas? Tal vez, empezó a llorar dos años atrás, cuando las alas de Sona brillaron con intensidad, cuando cayeron bajo el embrujo de la maldición y, desde entonces, no había parado de hacerlo. ¿Por qué? Gran pregunta. ¿Por qué a ella? ¿Por qué a la tribu de los insectos?
Helyare tomó la mano tendida de Sonagashira, pero ella apenas notó el tacto de la elfa. Estaba sumida en sus pensamientos y en sus recuerdos recuperados. Miró a Helyare a los ojos y la escuchó con atención. Se quedó un rato inmóvil, pensaba en la mejor respuesta que le podía ofrecer. Debía de ser corta, no había tiempo para entretenerse dialogando, y concisa, pues de lo buena que fuera la explicación dependía la vida de la mariposa.
-Te llamas Helyare, no Riny- cuando pudo decirlo, la elfa había desaparecido de su campo de visión.
El Reparador reía como una rata hecha de hierro. Avos saltó encima de la Chika y le hizo lo que el rey llevaba tiempo sin hacer a su reina. Zogo se abría paso entre el caos, buscaba las embrujadas que posaban a los pies de la princesa Sonagashira; en mitad de ambos se interponía una furiosa elfa que se abría camino para escapar del lugar. Sona fue lenta y segura. Cogió una de las alas y siguió a Helyare. Si se hubiera parado a cargar con las dos, Zogo le habría matado.
Las chicas corrieron durante horas. Sonagashira no se detuvo hasta que Helyare no lo hizo. Quedaron perdidas en un claro del bosque. Lejos de la tribu de los insectos y lejos de los fórmicos. Sona no sabía dónde estaba pero no le importó. Se sentó en el suelo, se abrazó a su ala cortada y lloró.
-Abrázame,- pidió - me dijiste que no te gusta los abrazos, Helyare, pero hazlo por favor. Helyare- pronunció cada sílaba del nombre de la elfa como si formasen parte de un rezo sagrado.
Cuando estuvo lo suficiente cerca, Sona saltó a los brazos de su amiga. Le abrazó como abrazaría a Sishy y le besó en la boca. Tuvo que hacerlo, era la única manera de quitarle los insectos que anidaron en su cerebro.
-Voy a morir,- no se anduvo por rodeos - Lo sé. Me quema la espalda. ¿A Sishy le quemaba la cabeza cuando se la cortaron? Creo que sí. Ella era mi amiga. ¿Te hablé de ella? Creo que sí, pero tú no sabías quién era. Mejor dicho: no sabías que cuando te llamaba, en realidad llamaba a mi amiga. A ti creo que te puse el nombre de Riny. ¡Sí, eso era! Ri-ny. Suena como Sishy, es un nombre muy bonito. Deberías quedártelo. Sishy era mi amiga, pero yo no podía tener amigas porque era una princesa. Los hombres bestias somos gente libre, pero algunas tribus como la mía ansían tener la nobleza de los humanos. ¿Has visto a una princesa humana besarse con una chica común y pobre? Mis padres seguro que tampoco. Las princesas tienen que estar con los príncipes; su único deber es el de ser bonitas y dar buena descendencia. Eso decían mis padres. Sishy decía otras cosas: “Ellos no te quieren. No tienes que estar aquí si tú no quieres”. Y mis alas brillaron con fuerza. Primero la reina y luego toda la tribu, quiso ser como yo. Estaban obsesionados conmigo. Con vida y mi cuerpo. Es gracioso porque ahora me muero y no tendrán nada mío. Era tan fuerte su deseo que mataron a Sishy para luego poder repartir sus pedacitos por toda la tribu. La reina se comió la cabeza. Vinieron más mujeres, las alimentaron de las mariposas que emergían de mis alas. Las convirtieron en clones de Sishy. Y yo lloraba porque no eran Sishy; y ellos se acostaban con ellas y comían de ellas. Utilicé mis alas y mis nuevos poderes para escapar. Creí haberles perdido para siempre; pero acabaron encontrándome. Ahora siento haberte arrastrado hasta aquí. Creía que la Sishy de verdad, que tú Riny, podría vencer la maldición. Me equivoqué y casi hacen contigo lo mismo que le hicieron a Sishy y a todas las demás. Helyare…. Riny…. Lo siento-.
Se acostó en el suelo, con la espalda sangrante en la tierra y cerró los ojos. Miles de mariposas de colores rodearon el cuerpo de Sonagashira.
-Quiero pedirte dos últimas cosas:- las últimas frases fueron las más difíciles de pronunciar, ya sea por el dolor de la muerte o por el escozor de las lágrimas - quiero que te quedes con esto y que cuides de que ninguna ora tribu acabe maldita como la mía- suspiró sonoramente; debía de aprovechar las últimas bocanadas de aire para hablar - Y quiero que no te enfades si te llamo Riny. Será la última vez, lo prometo. Es un nombre muy bonito. Riny, suena como Sishy-.
Unos pocos minutos después, Sonagashira murió.
Al otro lado del bosque, un nuevo rey de los insectos se coronaba en las escaleras del palacio. Era Zogo, había perdido un ojo a causa del combate con la elfa revoltosa. En la mano derecha sujetaba con fuerza la mano de quien sería su reina: Kina. En la izquierda sostenía el objeto que le coronaba como rey: un ala de la destituida princesa Sonagashira.
* Helyare La buena noticia: Sonagashira te ha sanado de la maldición que te hacía creer una mariposa y te ha librado de la anterior maldición que te impuse: la del pelo blanco. Las malas noticias: Sona ha muerto y un nuevo rey insecto, más maligno que el anterior, ha tomado el poder de la tribu. ¿Ha merecido la pena toda esta masacre solo por teñirte el pelo? Piénsalo.
Código de colores robado/cogido/prestado a Tenzin Fang Leiden y Sarez. Créditos a ambos.
Recompensas:
* +5 ptos de base
* +4 ptos de experiencia en función a la calidad del texto
* +6 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
* 15 ptos totales de experiencia
(Para que no hayan malosentendidos me gusta explicar muy brevemente el criterio de puntuación que he utilizado: Al ser un mastereado relativamente corto se puntúa sobre 15 puntos. Doy 5 de base, hasta 4 en función de la calidad y hasta 6 en función de la originalidad.)
Obsequios:
Peto de los Fórmicos:
“No quieren estar contigo” la voz que Sona creyó escuchar no fue la de Helyare, sino la de Sishy.
La princesa mariposa, quien realmente no era princesa y sin alas tampoco podía ser mariposa, levantó la mano derecha esperando que alguien se la cogiese y le llevase lejos de todo lo malo que ocurría en la tribu de los insectos.
-Sishy… yo… Lo siento. ¿Vale? Tenías razón. Fue una maldición. Si tan solo…-
Era la primera vez, en dos años, que Sonagashira pronunciaba el nombre de su amiga. Recordaba (ahora que Chika le había librado de la maldición, podía recordar) haber intento llamarla. Su nombre lo tenía siempre en la mente, pero, por algún motivo que no lograba a entender, lo confundía: Mimy, Riny, Tiny, Piny y todas las otras amigas que había inventado eran en realidad la imagen distorsionada de Sishy, de la chica de quien estuvo enamorada.
Estaba llorando. No se había dado cuenta en qué momento en empezó a chorrearle las lágrimas. ¿Cuándo le cortaron las alas, cuando Helyare mató a su madre o cuando Zogo mató a una de las inocentes elfas que tenía secuestradas? Tal vez, empezó a llorar dos años atrás, cuando las alas de Sona brillaron con intensidad, cuando cayeron bajo el embrujo de la maldición y, desde entonces, no había parado de hacerlo. ¿Por qué? Gran pregunta. ¿Por qué a ella? ¿Por qué a la tribu de los insectos?
Helyare tomó la mano tendida de Sonagashira, pero ella apenas notó el tacto de la elfa. Estaba sumida en sus pensamientos y en sus recuerdos recuperados. Miró a Helyare a los ojos y la escuchó con atención. Se quedó un rato inmóvil, pensaba en la mejor respuesta que le podía ofrecer. Debía de ser corta, no había tiempo para entretenerse dialogando, y concisa, pues de lo buena que fuera la explicación dependía la vida de la mariposa.
-Te llamas Helyare, no Riny- cuando pudo decirlo, la elfa había desaparecido de su campo de visión.
El Reparador reía como una rata hecha de hierro. Avos saltó encima de la Chika y le hizo lo que el rey llevaba tiempo sin hacer a su reina. Zogo se abría paso entre el caos, buscaba las embrujadas que posaban a los pies de la princesa Sonagashira; en mitad de ambos se interponía una furiosa elfa que se abría camino para escapar del lugar. Sona fue lenta y segura. Cogió una de las alas y siguió a Helyare. Si se hubiera parado a cargar con las dos, Zogo le habría matado.
Las chicas corrieron durante horas. Sonagashira no se detuvo hasta que Helyare no lo hizo. Quedaron perdidas en un claro del bosque. Lejos de la tribu de los insectos y lejos de los fórmicos. Sona no sabía dónde estaba pero no le importó. Se sentó en el suelo, se abrazó a su ala cortada y lloró.
-Abrázame,- pidió - me dijiste que no te gusta los abrazos, Helyare, pero hazlo por favor. Helyare- pronunció cada sílaba del nombre de la elfa como si formasen parte de un rezo sagrado.
Cuando estuvo lo suficiente cerca, Sona saltó a los brazos de su amiga. Le abrazó como abrazaría a Sishy y le besó en la boca. Tuvo que hacerlo, era la única manera de quitarle los insectos que anidaron en su cerebro.
-Voy a morir,- no se anduvo por rodeos - Lo sé. Me quema la espalda. ¿A Sishy le quemaba la cabeza cuando se la cortaron? Creo que sí. Ella era mi amiga. ¿Te hablé de ella? Creo que sí, pero tú no sabías quién era. Mejor dicho: no sabías que cuando te llamaba, en realidad llamaba a mi amiga. A ti creo que te puse el nombre de Riny. ¡Sí, eso era! Ri-ny. Suena como Sishy, es un nombre muy bonito. Deberías quedártelo. Sishy era mi amiga, pero yo no podía tener amigas porque era una princesa. Los hombres bestias somos gente libre, pero algunas tribus como la mía ansían tener la nobleza de los humanos. ¿Has visto a una princesa humana besarse con una chica común y pobre? Mis padres seguro que tampoco. Las princesas tienen que estar con los príncipes; su único deber es el de ser bonitas y dar buena descendencia. Eso decían mis padres. Sishy decía otras cosas: “Ellos no te quieren. No tienes que estar aquí si tú no quieres”. Y mis alas brillaron con fuerza. Primero la reina y luego toda la tribu, quiso ser como yo. Estaban obsesionados conmigo. Con vida y mi cuerpo. Es gracioso porque ahora me muero y no tendrán nada mío. Era tan fuerte su deseo que mataron a Sishy para luego poder repartir sus pedacitos por toda la tribu. La reina se comió la cabeza. Vinieron más mujeres, las alimentaron de las mariposas que emergían de mis alas. Las convirtieron en clones de Sishy. Y yo lloraba porque no eran Sishy; y ellos se acostaban con ellas y comían de ellas. Utilicé mis alas y mis nuevos poderes para escapar. Creí haberles perdido para siempre; pero acabaron encontrándome. Ahora siento haberte arrastrado hasta aquí. Creía que la Sishy de verdad, que tú Riny, podría vencer la maldición. Me equivoqué y casi hacen contigo lo mismo que le hicieron a Sishy y a todas las demás. Helyare…. Riny…. Lo siento-.
Se acostó en el suelo, con la espalda sangrante en la tierra y cerró los ojos. Miles de mariposas de colores rodearon el cuerpo de Sonagashira.
-Quiero pedirte dos últimas cosas:- las últimas frases fueron las más difíciles de pronunciar, ya sea por el dolor de la muerte o por el escozor de las lágrimas - quiero que te quedes con esto y que cuides de que ninguna ora tribu acabe maldita como la mía- suspiró sonoramente; debía de aprovechar las últimas bocanadas de aire para hablar - Y quiero que no te enfades si te llamo Riny. Será la última vez, lo prometo. Es un nombre muy bonito. Riny, suena como Sishy-.
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Unos pocos minutos después, Sonagashira murió.
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Al otro lado del bosque, un nuevo rey de los insectos se coronaba en las escaleras del palacio. Era Zogo, había perdido un ojo a causa del combate con la elfa revoltosa. En la mano derecha sujetaba con fuerza la mano de quien sería su reina: Kina. En la izquierda sostenía el objeto que le coronaba como rey: un ala de la destituida princesa Sonagashira.
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* Helyare La buena noticia: Sonagashira te ha sanado de la maldición que te hacía creer una mariposa y te ha librado de la anterior maldición que te impuse: la del pelo blanco. Las malas noticias: Sona ha muerto y un nuevo rey insecto, más maligno que el anterior, ha tomado el poder de la tribu. ¿Ha merecido la pena toda esta masacre solo por teñirte el pelo? Piénsalo.
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(Para que no hayan malosentendidos me gusta explicar muy brevemente el criterio de puntuación que he utilizado: Al ser un mastereado relativamente corto se puntúa sobre 15 puntos. Doy 5 de base, hasta 4 en función de la calidad y hasta 6 en función de la originalidad.)
Obsequios:
Peto de los Fórmicos:
- armadura:
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Antes de huir de la tribu de los hombres insectos, recoges una armadura que habías visto en el suelo.
Armadura mediana (excelente para pícaros y arqueros) de calidad superior. Sin encantamientos.
- objeto 19:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Los objetos del 19 están inspirados en el anillo de poder del Señor de los Anillos. Tienen un gran beneficio mágico, pero son capaces de obsesionar a quien lo lleva hasta el punto de volverle loco. Lo has visto con la lámina de metal de la cabeza Adie o el libro de Simphony Shappire.
El ala se acopla a tu espalda y se vuelve invisible a ojos de los demás.
Las alas de Sonagashira tienen conceden la bendición de embellecer a aquel que la posea. En tus momentos de serenidad, en aquellos en los que disfrutes a solas de tu cuerpo, los signos de fealdad (cicatrices, maldiciones y marcas de nacimiento) desaparecerán paulatinamente. Es decir: en el primer tema que hagas referencia a esta bendición, tal vez veas disminuir tus cicatrices, tras ocho temas las veas mucho más tenues, después de veinte han desaparecido la gran mayoría…etc. No es precios que sigas estos números, esto es un ejemplo. Es tu personaje y es tu trama; lo diriges como mejor te convenga.
Si alguien te alcanza a ver en este estado, verá en ti a su prototipo de belleza y se sentirá atraído hacia ti.
La maldición: Es justo el lado inverso de la bendición, vas a sentir una terrible obsesión hacia tus ideales de belleza. Esto es, si alguien no te atrae por su físico lo repugnarás de una manera casi enfermiza. En cambio, si alguien te atrae, querrás estar siempre con él (o ella, que mis shippeos son homos), En el caso de que alguien te repugne, tu cuerpo se afeará tanto como nos tiene acostumbrados, tus cicatrices pasadas se abrirán y las sentirás las heridas tan vivas como el día en que te las causaron. A su vez, se volverá visible el ala que tienes acoplada a la espalda. En el caso que alguien te atraiga, tu cuerpo embellecerá como he explicado anteriormente.
Insisto una vez más: la intensidad de la maldición incremento con el tiempo. En el primer tema será muy pequeña y, al cabo de cien, será insoportable. Eres tú quien dirige tu trama, hazla como más te guste.
Una referencia bonita hacia Sonagashira, podría ser que de tu ala emergiesen, de vez en cuando, mariposas. No voy a poner esto como obligación, sino como recomendación. ¡A tu gusto!
Otro punto a tener en cuenta es que, al tener un objeto perteneciente al 19, tendrás la necesidad de hacerte con el resto de ellos. Ejemplo, si te encuentras con Thiel, querrás robarle el libro. Si te encuentras con Zatch, querrás robarle el cuerno de Nuddih o si es con Zöe, querrás El Muñeco Neil. Si por el contrario, pierdes el objeto, quedarás maldita como “Golum”.
¡Aviso! Los discípulos del Hombre Muerto podrán aparecer en tus temas (en intervenciones mías que haga sin avisar).
Ian Egdecomb, “El Hado Novato”, también podrá aparecer en tus temas.
Sigel
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