Doble fuego, doble explosión [Privado - Lyssandra]
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Doble fuego, doble explosión [Privado - Lyssandra]
Tengo hambre. Mi estomago corrobora mi afirmación con un gruñido.
¡Cállate! Me pego una palmada en la barriga.
¡Debería haber traído el dinero!
¿Para perderlo o que nos lo quiten si nos pillan? ¡Brillante!
¡Ahora moriré de hambre!
Esto me esta afectando demasiado... Me llevo la mano a la frente y niego mientras ando a ciegas.
Tropiezo con una raíz que sobresale y caigo rodando por una pendiente. Noto como mi cuerpo choca contra el suelo, casi puedo sentir los hematomas que comienzan a abrirse en mi interior. Pequeñas ramitas y espinas de los arbustos, y otras plantas del sotobosque, se clavan en mi piel. Al final, mis huesos dan contra la elevación de una pequeña zanja y quedo encajado durante unos instantes. Mi cabeza da vueltas y mi cuerpo está tan entumecido que no puedo moverme.
¡Maldita sea mi estampa!
El sonido de una carreta interrumpe mi serie de maldiciones a todo lo viviente.
¿Un golpe de buena suerte?
-¿Está usted bien?- el carretero, un hombro bastante rechoncho y con una tupida barba, detiene el carro para atenderme. ¿Un buen samaritano? Vaya por los dioses, no ha podido tener más mala suerte. Puede que en otras circunstancias...
-¿¡Qué si estoy bien!? - mi cuerpo se envuelve en mis llamas carmesí -¿¡Te estas burlando de mi!?- mi fuego estalla en una pequeña onda, sin dejar de estar prendido. La rabia, el dolor y el sentimiento de vergüenza de recibir caridad se convierten rápidamente en un furioso combustible.
El carretero no tarda en bajar de la carreta y huir despavorido dándole la máxima velocidad a sus cortas y rechonchas piernas. Ese repentino temor a mi persona me arregla algo el día, sacándome una pequeña sonrisa. Me acercó a la carreta. En ella encuentro sustanciosos víveres.
Vaya mi inesperado héroe a resultado ser un granjero bendecido con una buena cosecha. Tomó más de la cuenta aunque no me gusten mucho las verduras y hortalizas. Con el estomago vació no puedo ser exquisito.
Aún así, no lo cojo todo y dejo bastante de la mercancía.
No soy un monstruo, debo de ser generoso con aquellos que me temen y me muestran el debido respeto.
¡Cállate! Me pego una palmada en la barriga.
¡Debería haber traído el dinero!
¿Para perderlo o que nos lo quiten si nos pillan? ¡Brillante!
¡Ahora moriré de hambre!
Esto me esta afectando demasiado... Me llevo la mano a la frente y niego mientras ando a ciegas.
Tropiezo con una raíz que sobresale y caigo rodando por una pendiente. Noto como mi cuerpo choca contra el suelo, casi puedo sentir los hematomas que comienzan a abrirse en mi interior. Pequeñas ramitas y espinas de los arbustos, y otras plantas del sotobosque, se clavan en mi piel. Al final, mis huesos dan contra la elevación de una pequeña zanja y quedo encajado durante unos instantes. Mi cabeza da vueltas y mi cuerpo está tan entumecido que no puedo moverme.
¡Maldita sea mi estampa!
El sonido de una carreta interrumpe mi serie de maldiciones a todo lo viviente.
¿Un golpe de buena suerte?
-¿Está usted bien?- el carretero, un hombro bastante rechoncho y con una tupida barba, detiene el carro para atenderme. ¿Un buen samaritano? Vaya por los dioses, no ha podido tener más mala suerte. Puede que en otras circunstancias...
-¿¡Qué si estoy bien!? - mi cuerpo se envuelve en mis llamas carmesí -¿¡Te estas burlando de mi!?- mi fuego estalla en una pequeña onda, sin dejar de estar prendido. La rabia, el dolor y el sentimiento de vergüenza de recibir caridad se convierten rápidamente en un furioso combustible.
El carretero no tarda en bajar de la carreta y huir despavorido dándole la máxima velocidad a sus cortas y rechonchas piernas. Ese repentino temor a mi persona me arregla algo el día, sacándome una pequeña sonrisa. Me acercó a la carreta. En ella encuentro sustanciosos víveres.
Vaya mi inesperado héroe a resultado ser un granjero bendecido con una buena cosecha. Tomó más de la cuenta aunque no me gusten mucho las verduras y hortalizas. Con el estomago vació no puedo ser exquisito.
Aún así, no lo cojo todo y dejo bastante de la mercancía.
No soy un monstruo, debo de ser generoso con aquellos que me temen y me muestran el debido respeto.
Rumpel
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Re: Doble fuego, doble explosión [Privado - Lyssandra]
Una hora antes de que ocurriese el curioso accidente de Rumpel y el pobre samaritano se detuviese para comprobar su estado, Lyssandra ya había abusado de aquel rechoncho hombre.
No lo había hecho huir espantado dejando toda su mercancía atrás como un cobarde, pero sin duda había aprovechado la debilidad que todos los hombres, según la dragona había descubierto estos días de viaje, tenían; las mujeres. Había conseguido comer gratis, hospedarse por el mínimo precio y a veces incluso beber en las tabernas sin tener que soltar ni un solo Aero. Y engañar a los hombres, seduciéndolos y sin tener que cumplir con esta seducción, era bastante fácil. Su otra debilidad era el ego. Ellos pensaban que eran cazadores emborrachando a su presa y en cuestión de segundos eran ellos los que caían redondos por el alcohol y la espera.
El caso de este mercantil, sin embargo, había sido diferente y considerablemente más fácil. Lyssandra le había ofrecido conversación y parpadeos coquetos, agarrándose a su brazo cuando tuvo que suplicarle por un favor. La dragona no era precisamente femenina en aquel momento pues los objetivos de sus telas eran ser útiles y cómodas para el viaje, pero era innegable la belleza exótica de Lyss y la ropa dejaba vislumbrar algo de la figura de su cuerpo, dando espacio para la imaginación. Él se sintió halagado, como todo hombre casado de su estatus social cuando una jovencita de 19 años necesita algo de ellos. Quizás no era tan buen samaritano a fin de cuentas.
“¡Por supuesto, hermosa! Yo os llevo. Espero que no os sintáis demasiado incómoda en mi carro, no hay mucho espacio. Tengo que llevar este pedido al Norte así que nos espera un largo recorrido.” Respondió él, aparentemente modesto pero con otras intenciones en su última oración. Lyssandra también se mostró humilde y aceptó cualquier trato siempre y cuando la llevase en su carro. No le importaba su destino, simplemente quería viajar, y ese era el efecto colateral de la libertad; la negligencia.
Mantuvieron una alegre conversación, o al menos eso creyó el conductor. Ella estaba ciertamente aburrida, observando el leve resquicio de paisaje que se podía ver cuando la tela se abría un poco por el galope de los caballos. Ella estaba sentada entre las cajas, portando una capa del mismo tono que la madera, por lo que inconscientemente estaba bastante oculta entre las sombras de la carpa.
* * *
Después de una hora de viaje, el carromato frenó de forma repentina. Lyssandra escuchó a los caballos relinchar y la voz de un hombre que le era ajena, mas no logró distinguir sus palabras con exactitud. Consecutivamente sintió cómo el conductor se bajaba de su asiento y salía corriendo, haciendo bastante ruido al pisar el césped de forma patosa. También vio un ligero fogonazo de luz, probablemente fuego, y por la intensidad Lyss supuso que sería un brujo haciendo gala de sus habilidades. “¿Quién deja sus caballos, su carro y su mercancía de esta manera?” Se preguntó ella, más divertida que asustada por lo que hubiese pasado.
La lona se abrió y Lyssandra se tuvo que tapar un poco los ojos, poco acostumbrada a la luz en aquel momento. Poco a poco su vista se fue acomodando a la nueva iluminación, revelándole la figura de Rampel robando parte de la mercancía del cobarde señor. La dragona se levantó, revelando de esta manera su ubicación, aparentemente indiferente y segura de sí misma.
–Dos cosas. –Empezó, sin siquiera presentarse y sin rodeos. Mostró dos dedos. –Espero que sepais llevar un carro, antorcha humana. Porque no he aguantado a ese granjero una hora de viaje para no llegar a ningún lado. –Bajó uno de los dedos.—Y es muy generoso por vuestra parte dejar parte de la cosecha. Según me ha contado, le ha costado “sudor y esfuerzo de hombre” recolectar toda esta mercancía.
Dicho esto, se bajó del carromato y estiró los brazos, desperezándose como un gato. Agradeció los rayos de Sol en su piel después de tanto tiempo sentada en la oscuridad oliendo a verdura. No se había mostrado para nada cautelosa con ese hombre, pues Lyssandra siempre tenía esa actitud indiferente y dispuesta a las aventuras y a la diversión, sin embargo su cuerpo estaba tenso como la cuerda de un violín desde el momento en el que le dio la espalda. No le gustaba ser arisca o desconfiada con la gente pues, si quería seguir viajando por Aerandir, necesitaba amistades y experiencias. Se quitó la capucha, revelando su rubio y aplatinado cabello. Miró con ojos curiosos y perspicaces a Rumpel, pues no se había fijado en él con detalle hasta ese momento. En aquel momento tenía un aspecto ciertamente desaliñado por todas las ramas, plantas y tierra que habían manchado su ropaje en el accidente. Alzó ambas cejas.
–¿Qué os ha pasado? ¿Tan ansioso estabais por asaltar este convoy? –Le sonrió. Más que burlarse de él, parecía querer bromear junto a él. Lyssandra tenía una manera de hablar bastante correcta y tradicional, producto de su educación en las altas montañas. –Por cierto, ¿hacia dónde vais con tanta comida? ¿Estais de viaje? –Sí, sin duda era una mujer curiosa.
No lo había hecho huir espantado dejando toda su mercancía atrás como un cobarde, pero sin duda había aprovechado la debilidad que todos los hombres, según la dragona había descubierto estos días de viaje, tenían; las mujeres. Había conseguido comer gratis, hospedarse por el mínimo precio y a veces incluso beber en las tabernas sin tener que soltar ni un solo Aero. Y engañar a los hombres, seduciéndolos y sin tener que cumplir con esta seducción, era bastante fácil. Su otra debilidad era el ego. Ellos pensaban que eran cazadores emborrachando a su presa y en cuestión de segundos eran ellos los que caían redondos por el alcohol y la espera.
El caso de este mercantil, sin embargo, había sido diferente y considerablemente más fácil. Lyssandra le había ofrecido conversación y parpadeos coquetos, agarrándose a su brazo cuando tuvo que suplicarle por un favor. La dragona no era precisamente femenina en aquel momento pues los objetivos de sus telas eran ser útiles y cómodas para el viaje, pero era innegable la belleza exótica de Lyss y la ropa dejaba vislumbrar algo de la figura de su cuerpo, dando espacio para la imaginación. Él se sintió halagado, como todo hombre casado de su estatus social cuando una jovencita de 19 años necesita algo de ellos. Quizás no era tan buen samaritano a fin de cuentas.
“¡Por supuesto, hermosa! Yo os llevo. Espero que no os sintáis demasiado incómoda en mi carro, no hay mucho espacio. Tengo que llevar este pedido al Norte así que nos espera un largo recorrido.” Respondió él, aparentemente modesto pero con otras intenciones en su última oración. Lyssandra también se mostró humilde y aceptó cualquier trato siempre y cuando la llevase en su carro. No le importaba su destino, simplemente quería viajar, y ese era el efecto colateral de la libertad; la negligencia.
Mantuvieron una alegre conversación, o al menos eso creyó el conductor. Ella estaba ciertamente aburrida, observando el leve resquicio de paisaje que se podía ver cuando la tela se abría un poco por el galope de los caballos. Ella estaba sentada entre las cajas, portando una capa del mismo tono que la madera, por lo que inconscientemente estaba bastante oculta entre las sombras de la carpa.
* * *
Después de una hora de viaje, el carromato frenó de forma repentina. Lyssandra escuchó a los caballos relinchar y la voz de un hombre que le era ajena, mas no logró distinguir sus palabras con exactitud. Consecutivamente sintió cómo el conductor se bajaba de su asiento y salía corriendo, haciendo bastante ruido al pisar el césped de forma patosa. También vio un ligero fogonazo de luz, probablemente fuego, y por la intensidad Lyss supuso que sería un brujo haciendo gala de sus habilidades. “¿Quién deja sus caballos, su carro y su mercancía de esta manera?” Se preguntó ella, más divertida que asustada por lo que hubiese pasado.
La lona se abrió y Lyssandra se tuvo que tapar un poco los ojos, poco acostumbrada a la luz en aquel momento. Poco a poco su vista se fue acomodando a la nueva iluminación, revelándole la figura de Rampel robando parte de la mercancía del cobarde señor. La dragona se levantó, revelando de esta manera su ubicación, aparentemente indiferente y segura de sí misma.
–Dos cosas. –Empezó, sin siquiera presentarse y sin rodeos. Mostró dos dedos. –Espero que sepais llevar un carro, antorcha humana. Porque no he aguantado a ese granjero una hora de viaje para no llegar a ningún lado. –Bajó uno de los dedos.—Y es muy generoso por vuestra parte dejar parte de la cosecha. Según me ha contado, le ha costado “sudor y esfuerzo de hombre” recolectar toda esta mercancía.
Dicho esto, se bajó del carromato y estiró los brazos, desperezándose como un gato. Agradeció los rayos de Sol en su piel después de tanto tiempo sentada en la oscuridad oliendo a verdura. No se había mostrado para nada cautelosa con ese hombre, pues Lyssandra siempre tenía esa actitud indiferente y dispuesta a las aventuras y a la diversión, sin embargo su cuerpo estaba tenso como la cuerda de un violín desde el momento en el que le dio la espalda. No le gustaba ser arisca o desconfiada con la gente pues, si quería seguir viajando por Aerandir, necesitaba amistades y experiencias. Se quitó la capucha, revelando su rubio y aplatinado cabello. Miró con ojos curiosos y perspicaces a Rumpel, pues no se había fijado en él con detalle hasta ese momento. En aquel momento tenía un aspecto ciertamente desaliñado por todas las ramas, plantas y tierra que habían manchado su ropaje en el accidente. Alzó ambas cejas.
–¿Qué os ha pasado? ¿Tan ansioso estabais por asaltar este convoy? –Le sonrió. Más que burlarse de él, parecía querer bromear junto a él. Lyssandra tenía una manera de hablar bastante correcta y tradicional, producto de su educación en las altas montañas. –Por cierto, ¿hacia dónde vais con tanta comida? ¿Estais de viaje? –Sí, sin duda era una mujer curiosa.
Lyssandra Fayer
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Re: Doble fuego, doble explosión [Privado - Lyssandra]
La madre que la parió. me llevo la mano al corazón sorprendido por la inesperada aparición. ¿De dónde sale está? la miro de arriba a bajo mientras plantea sus exigencias. No está mal, bastante atlética, sus glúteos parecen tan firmes como una buena manzana recién madurada. Pero no tengo animo para fijarme en eso, sigo cabreado.
Siento el irresistible deseo de concederle su deseo, prenderle fuego al suelo bajo los caballos y hacer que salgan corriendo encabritados. Pero antes de que pueda cumplir mi deseo la mujer se baja del carro frustrando mis planes.
Me da la espalda.
¿Pero quien se ha creído que es? Arrugo la nariz. Suelo tener paciencia con las mujeres pero... ¡no es el momento para tonterías!
Me estudia con la mirada.
¿Curiosidad o superioridad?
Alza las cejas y sonríe mientras comenta sobre mi aspecto.
Se burla. aprieto los puños y le dirijo una mirada asesina. -No entraba en mis planes asaltarlo...- me contengo, es una mujer debo de ser más consciente. Es joven. No lo hace con maldad, ¿verdad? suspiro largamente para intentar enfriarme un poco. - Ha sido más bien fruto de un accidente. No siento ningún interés por él. - miro a la mujer pensativo.La comida robada no se puede identificar, un carro es otra cosa. Pueden poner alerta a las autoridades de este lugar y meterme en problemas. Ya llevo a mis espaldas el asalto a un banco, por ahora tengo que ser más... sigiloso. Me cargo el saco con comida al hombro. - La comida es para nos y el viaje... - achino los ojos. - valdría decir que soy un alma errante. frunzo los labios. Demasiadas preguntas por hoy. Vuelvo a ponerme en camino. -Haced lo que deseis con el carro. A nos nos es indiferente.
Camino intentando quitarme las ramas y espinas que están incrustadas en mi piel y que hacen que esta me escueza.
No es común encontrarse jóvenes bellezas por el camino. Menos aún que no me detenga a admirarlas. Hago una mueca por el dolor que me produce una rama al ser arrancada. Pero... Miro la rama tintara de rojo con odio. Ahora mismo es más probable que la ase como a un pollo que le ponga mirando para Dundarak. Le sonrió a la rama y la dejo caer. Aunque ambas ideas no dejan de ser atractivas...
Siento el irresistible deseo de concederle su deseo, prenderle fuego al suelo bajo los caballos y hacer que salgan corriendo encabritados. Pero antes de que pueda cumplir mi deseo la mujer se baja del carro frustrando mis planes.
Me da la espalda.
¿Pero quien se ha creído que es? Arrugo la nariz. Suelo tener paciencia con las mujeres pero... ¡no es el momento para tonterías!
Me estudia con la mirada.
¿Curiosidad o superioridad?
Alza las cejas y sonríe mientras comenta sobre mi aspecto.
Se burla. aprieto los puños y le dirijo una mirada asesina. -No entraba en mis planes asaltarlo...- me contengo, es una mujer debo de ser más consciente. Es joven. No lo hace con maldad, ¿verdad? suspiro largamente para intentar enfriarme un poco. - Ha sido más bien fruto de un accidente. No siento ningún interés por él. - miro a la mujer pensativo.La comida robada no se puede identificar, un carro es otra cosa. Pueden poner alerta a las autoridades de este lugar y meterme en problemas. Ya llevo a mis espaldas el asalto a un banco, por ahora tengo que ser más... sigiloso. Me cargo el saco con comida al hombro. - La comida es para nos y el viaje... - achino los ojos. - valdría decir que soy un alma errante. frunzo los labios. Demasiadas preguntas por hoy. Vuelvo a ponerme en camino. -Haced lo que deseis con el carro. A nos nos es indiferente.
Camino intentando quitarme las ramas y espinas que están incrustadas en mi piel y que hacen que esta me escueza.
No es común encontrarse jóvenes bellezas por el camino. Menos aún que no me detenga a admirarlas. Hago una mueca por el dolor que me produce una rama al ser arrancada. Pero... Miro la rama tintara de rojo con odio. Ahora mismo es más probable que la ase como a un pollo que le ponga mirando para Dundarak. Le sonrió a la rama y la dejo caer. Aunque ambas ideas no dejan de ser atractivas...
Rumpel
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Re: Doble fuego, doble explosión [Privado - Lyssandra]
TEMA CERRADO POR ABANDONO
Rumpel: los 2 puntos de experiencia correspondientes ya han sido añadidos a tu perfil.
Zatch
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