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El refugio de Marge Uther [Desafío]

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Mensaje  Sigel Miér Jul 11 2018, 16:44

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Silencio. Nadie debía oírlos. Silencio. Al exterior se escuchaban los pasos de botas de metal. Podían ser aliados de Lunargenta o enemigos. Ambas opciones resultarían igual de desastrosas. Los primeros, tomarían a las cinco familias del brazo y los arrastrarían a los refugios comunes, allí harían la separación: a los hombres, sin importar que fueran niños o ancianos, les vestirían con las armaduras que pertenecían a los muertos y les darían un arma rudimentaria; mientras que, a las mujeres, las llevarían a los almacenes y granjas que seguían activos y les obligarían a trabajar día y noche por tal de conseguir suministros para la guerra. El caso de que los pasos de metal perteneciesen a los enemigos de la ciudad, el resultado no sería más agradable. Las cinco familias preferían no pensar en las historias que se contaban acerca de los enemigos de Lunargenta; eran horripilantes, peor que cualquier pesadilla que ninguno de los presentes tuvo jamás.

Robert Gillan, de la familia de los Gillan, se acercó lentamente al vestíbulo. Puso una oreja en los tablones de madera que tapiaban la ventana y se quedó escuchando por un largo tiempo. Levantó una mano indicando a los presentes que se mantuvieran en silencio. Su mujer, Caren, fue la primera en obedecer: se puso las dos manos en la boca. Los tres niños de los Gillan imitaron a la madre. Las cinco familias se plantaron inmóviles como estatúas de piedra esperando a que la mano de Robert bajase. Esto ocurrió quince minutos después de que no se escuchase ningún ruido en el exterior del hogar. Robert decidió prevenir y esperar por miedo a precipitarse y lamentarse.

-En la despensa tenemos provisiones para doce días más. Amén de las reservas que tenemos en el sótano. Si las contamos, me atrevería a decir que nos quedan veinte días de buena comida-.

La mujer que habló se llama Marge Uther. Era, por naturaleza, de carácter amable y solidaria con sus vecinos. Cuando estalló la guerra, Marge reunió tanto supervivientes pudo en su casa y tapió las ventanas y las puertas para que nadie supiesen que estaban allí. Desde fuera, el provisional refugio parecía una de las muchas granjas abandonadas que quedaron por la guerra.

-¿Será suficiente?- intervino Robert Gillan - ¿Qué pasará si la guerra dura más de veinte días? ¿Moriremos de hambre? ¿Y si al final nos acaban encontrando? ¿Debo suponer que nunca más volveré a ver a mis hijos? Yo agradezco su ayuda señora Uther. Es usted una de las pocas personas que poseen pozo propio en la ciudad y, se lo digo desde el respeto, es usted tan previsora como una ardilla cuando se trata de almacenar comida. Nos ha salvado la vida; pero que se equivoca al insistir que sigamos aquí-.

-Merlerín nos salvará. Él está entre nosotros. Sabe que estamos aquí escondidos. Cuando llegué, usará su magia para sacarnos del apuro. Volveremos a hablar. Podremos pronunciar los nombres que hoy tenemos prohibido decir-.

-Señora Carmody, haga el favor. No es momento para sus rezos-.

Los Carmody se caracterizaban por ser delgados, por tener la piel blanca y porque sus ojos se parecían más a los de una hurraca que a los de una persona. Estos rasgos se acentuaban en la anciana Carmody. Ella era el único miembro de la familia que se encontraba de pie en aquel momento, el resto estaban sentados entorno a sus huesudas rodillas como si fueran las crías de un ave.
 
-Sí que lo es. ¡Sí que lo es! Diga el nombre prohibido si se atreve. Adelante señora Gillan, hágalo. Invito a que lo haga. Sus palabras son tan fuertes como las mías ¡HÁGALO! –Robert no contestó. –No lo va hacer, la señora Uther tampoco lo hará. ¿Sabéis por qué? Yo os lo diré: tenéis miedo. Sí, miedo. Usted tiene tanto miedo que desea salir corriendo y la señora Uther, cobarde como usted, ahoga su temor bajo la seguridad de su propio hogar. No es culpo porque yo también tengo miedo. ¿Sabéis la diferencia entre ustedes dos y yo? La diferencia está en que yo pido ayuda. ¡Merlerín vendrá a salvarnos! ¡Levantemos sus manos y demos gracias por su magia!-

-Señora Carmody, el mago Merlerín no existe realmente. Es una historieta que se cuenta a los niños. –La señora Uther habló con voz muy suave sin dejar de mirar los rostros de los niños del refugio, incluidos los nietos de la señora Carmody.

-Entonces, diga el nombre del rival de Merlerín. ¡Hágalo rata cobarde!-

-No lo haré-.

-Carmody, deje de gritar por favor. Está asustando a mis niños- suplicó el señor Gillan.

-Yo lo haré por ustedes. Cobardes. –el sonido que hizo la garganta de la señora Carmody era el del graznido de un cuervo amenazando a su presa- ¡EL HOMBRE MUERTO!-

La señora Carmody, al contrario de lo que aparentaba su desdichada apariencia, era una humana sin poderes. La magia que invocó residió el nombre. De pronto, la piel de Robert Gillan se tiñó de gris ceniza. El hombre se alejó de su familia tanto como pudo. Quiso gritar, cosa que hubo hecho a pesar de saber que estaría delatando el refugio, pero las palabras que salieron de su boca se perdieron en una tos de polvo. La lengua y el cabello fue lo primero en deshacerse. Al cabo de unos segundos, le siguieron los ojos y la piel. Por donde pasaba, dejaba un rastro de ceniza. En una habitación diferente a la que se encontraban el resto de familias, el señor Gillan terminó por transformase. Era un cadáver al que se le había reforzado con piezas de metal por tal de hacerlo más grande e imponente. Su cuerpo ya no le obedeció, pertenecía a una entidad mucho más poderoso que él.

El cadáver de metal caminó hasta la sala con los refugiados. Tomó a la señora Carmody por su cuello de ave y le clavó las uñas. La anciana terminó por desangrarse en el suelo, a vista de todos los presentes: adultos, ancianos y niños. El cadáver, que antes respondía al nombre de Robert y ahora era alguien que ninguno más se atrevió a mencionar, dio la vuelta y caminó hacia la señora Marge Uther con firmes intenciones de asesinarla.

Hombre Muerto:
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_____________________

* Bienvenido/a refugiado/a: Tu familia (puedes estar solo o acompañado por tus npcs) es una de las cinco familias que Marge Uther acogió a en su casa. Deberás delatar cómo lo hizo y el día a día en el provisional refugio. La trama de la guerra da muchísimo juego en escenarios como éste, aprovéchalo.
El segundo objetivo es, indudablemente, el más emocionante. Deberás enfrentarte contra el cadáver de metal.  Puedes elegir entre matarlo o retenerlo e interrogarlo con cualquier pregunta acerca de lo acontecido.

Sin Requisitos especiales.

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El refugio de Marge Uther [Desafío] Empty Re: El refugio de Marge Uther [Desafío]

Mensaje  Eltrant Tale Sáb Jul 14 2018, 01:27

Llevaban allí ya aproximadamente tres días.

Cruzado de piernas, sentado en un lugar apartado de la amplia habitación que Marge Uther había acondicionado para las familias de refugiados que se escondían allí, Eltrant ajustó nuevamente las correas que mantenían firmemente anclada la coraza a su pecho.

La señora Uther se había encargado de acogerles cuando nadie más estaba dispuesto a hacerlo. Era algo que agradecía menormente, en la ciudad estaban aterrados, nadie más habría accedido a hacer lo que Marge estaba haciendo.

Depositó su mirada en las distintas familias que poblaban la estancia, aun así, el castaño estaba empezando a pensar que estaba abusando de su hospitalidad, la mujer no sabría siquiera el precio que tenía su cabeza. Estaba dándoles a todos más problemas de los que creían con su mera presencia.

Pero estaba allí porque no le había quedado más remedio.

Suspiró y se rascó la barba, pensativo.

Miró a Thomas, que en aquel momento charlaba con los hijos de los Gillian y se aseguraban de que estos estaban bien aun cuando no había motivo para hacerlo. Sonrió al verle trabajar, era un buen médico, se notaba que era el único Tale con un mínimo de capacidad para los estudios.

Thomas Tale:

- Siete... – Su hermano se levantó de dónde estaba y se acercó hasta él, sonriendo. - ¿Otra vez con eso puesto? – Señaló la armadura de Eltrant y todo su equipo, que descansaba a su lado -  Lyanna tiene razón, le tienes más cariño del normal a todo ese metal. Relájate, estamos seguros… podrías incluso probar a hablar con alguien. – Añadió sentándose junto a él. – O a mirar a alguien directamente a la cara, que tu amiga se haya quedado en la granja no significa que tengas que estar de mal humor. – dijo ampliando la sonrisa.

- No me llames así. – Replicó el castaño acomodándose sobre su asiento, Thomas se ajustó las gafas y se carcajeó en voz baja. - ¿Te gustaría que te dijese “Tres”? – Preguntó a continuación, obviando prácticamente todo lo que el médico había dicho, que le dio un par de palmadas en la espalda a Eltrant.

- Cassandra lo hace. – Aseveró Thomas, tomando una pequeña libreta del bolsillo trasero de sus pantalones y comenzando a garabatear en ella palabras que, a ojos de Eltrant, eran totalmente indescifrables.

- Pero a Cass no se le puede llevar la contraria. – Mencionó Eltrant poniendo los ojos en blanco. – Te parte el cuello si lo haces. – Afirmó recordando la extraña fuerza de la que hacía gala la primogénita de los Tale.

La conversación que los hermanos estaban teniendo terminó abruptamente cuando una risa generalizada captó la atención de ambos.

Al otro lado de la habitación, lo más alejado posible de los tablones que cubrían las ventanas, Laura había reunido a los niños en un círculo y les estaba haciendo jugar, distraerse. Lo hacían en voz baja, el cabeza de familia de los Gillian no lo habría permitido de ningún otro modo.

Los niños gritaban susurros y se reían tapándose las bocas para contener el sonido que salía de ellos.

Eltrant tenía sentimientos encontrados con esto, era una mezcla entre enternecedor y triste. Parecían estar divirtiéndose, alejándose momentáneamente de una situación sobre la que no tenían ningún tipo de control, pero también era muy peligroso arriesgarse a ser oídos.

- No tendría que haber venido. – dijo Eltrant al final, depositando los ojos en su hermana pequeña, Thomas negó con la cabeza y sonrió.

Laura Tale:

- Ya sabes cómo es… – Comentó casualmente, viendo como uno de los jóvenes se levantaba y correteaba alrededor de los demás. –  No habría dejado que viniese padre en su lugar. – El séptimo Tale bajó la mirada hasta el yelmo que descansaba en sus rodillas, clavó sus ojos en las hendiduras del casco.

- Supongo que tienes razón. -

Su aldea natal, aunque estratégicamente insignificante, también había sentido los pormenores de la guerra. Por eso estaban allí, porque todos los granjeros de la zona estaban obligados a llevar la mayor parte de sus cosechas hasta los alrededores de Lunargenta.

Su padre le había pedido que transportase, junto a Thomas, la carroza con los suministros que habían podido reunir. Y al poco de cumplir con su deber como ciudadanos habían acabado allí encerrados.

Aunque era peor ser parte de las escaramuzas que se llevaban produciendo varios días seguidos en el exterior. De estar solo no le habría importado, pero tenía que pensar en Thomas y Laura, a pesar de compartir la misma sangre que ellos, no estaban hechos para pelear.

- ¿Estáis bien por aquí? – Una voz dulce y suave, la voz de una madre, sacó a Eltrant de sus cavilaciones. - ¿Necesitáis algo más? – El castaño desvió levemente la mirada cuando notó que Marge le miraba directamente a la cara.

¿Sabría la mujer que la guardia le buscaba? ¿Qué estaba dándole asilo a un fugitivo de la justicia?

- No, gracias, ya ha hecho usted suficiente por todos los que estamos aquí, señora Uther. – dijo Thomas levantándose y ofreciéndole su asiento a la mujer. – Por favor, insisto. – dijo guardando su libretita en el lugar de donde la había sacado. – Se merece un descanso. – aseveró instantes antes de marcharse.

- Bueno… - La mujer sonrió y, lentamente, se sentó junto a Eltrant. – Ya que ha insistido, no voy a ser maleducada… - dijo ensanchando la sonrisa.

La señora Uther cerró los ojos unos instantes, concentrándose en el aire que salía y entraba de sus pulmones.

Así que… - Marge no tardó en volver a hablar, apenas fueron varios segundos. – Thomas y Laura Tale… - dijo girándose hacia Eltrant, siempre con la misma expresión maternal dibujada en su rostro. Era curioso, a pesar de su forma de hablar no parecía mucho mayor que él mismo, no más de diez años. – Pero… ¿Quién es el tercer Tale que tengo a mi cobijo? Si puede saberse, claro. – Preguntó sin alterar ni un mínimo su tono de voz.

Eltrant esperaba aquella pregunta, sabía que solo era cuestión de tiempo que Marge Uther se interesase por saber qué tipo de persona estaba ocultando. Quizás si la hubiese respondido antes no habría sido tan incómodo, pero se habría arriesgado a quedarse fuera de hacerlo, a dejar a sus hermanos sin refugio.

Acabó decidiéndose por hacer lo correcto.

- Eltrant – dijo girándose hacía la mujer, devolviéndole la sonrisa, o algo parecido a una. – Siento no haber… - Marge asintió conforme.

- Un nombre muy bonito. – dijo, no parecía necesitar ninguna explicación. – Dime ¿Eres soldado, Eltrant Tale? – Preguntó Marge a continuación, Eltrant volvió a desviar la mirada.

- No. – dijo con sencillez. – Es algo más parecido a… -

- Bien, bien. – Uther volvió a asentir para sí. – Nunca he oído vuestro apellido… ¿Sois de por aquí? – Marge sacudió cuidadosamente algo del polvo que cubría su largo vestido y depositó su mirada en los niños que seguían jugando sin alzar la voz con Laura.

Aquel interrogatorio era extraño, pero Eltrant supuso que era necesario. Por supuesto, también era posible que la mujer estuviese tratando de conversar un poco; Los días allí atrapados se volvían muy largos si no hablabas con nadie.

- ¿Conoces Puente Viejo? - dijo Eltrant depositando el yelmo que tenía en las rodillas a un lado.

- No. – Respondió la mujer. – Lo siento - El castaño sonrió de forma genuina por primera vez desde que dejó la granja con los suministros, Marge incluso se permitió hacer como que trataba de recordar el nombre de su aldea, quizás por educación.

- Nadie lo hace, no te preocupes. Es demasiado pequeño para que salga en los mapas –  Explicó el castaño cruzándose de brazos.

- Bueno… - Marge Uther se levantó de la caja en la que estaba sentada y volvió a sonreír al exmercenario. – Ese tipo de aldeas son las que tienen más encanto. ¿No crees? – dijo antes de marcharse a hablar con otro de los refugiados.

[…]

Eran ya seis los días de combates ininterrumpidos que se estaban produciendo en los alrededores y nueve los que llevaban ocultos en la granja de Marge Uther. Todos comprendían que el exterior no era lo suficiente seguro como para abandonar el refugio.

Volvió a ataviarse con su equipo mientras los demás conversaban entre ellos, lo hacía por precaución principalmente, nunca sabías cuando un vampiro podía tirar la puerta abajo buscando víctimas.

Había pasado el tiempo suficiente como para que las cinco familias con las que estaban conviviendo pudiesen conocerse las unas a las otras en mayor medida.

- ¿Qué te pasa por la cabeza Siete? Últimamente estas muy callado. ¿Es por el pelo de padre? Te prometo que todos le dijimos que largo no le quedaba bien. – Laura se dejó caer a su lado y bostezó enormemente.

- ¿Tú también? – Enarcó una ceja. – Bueno, es mejor que Dalia. – Suspiró y se rascó la barba. Se dio por vencido, ya respondía a “Mortal” como si fuese su nombre, hacía mucho tiempo que había perdido la esperanza de que alguien le llamase “Eltrant”.

- Prometo no llamarte Dalia si tu no me llamas Rosa. – Respondió la benjamina de los Tale ajustando una de las correas traseras de la armadura del castaño. – …si te vas a poner esto, póntelo bien. – Susurró.

Ese fue el momento en el que Robert Gillian instó a todos a que se callasen. Mientras todos obedecían a lo que Gillian decía, Eltrant, muy lentamente, acercó su mano hacía el pomo de Olvido, siempre sin apartar su mirada de la entrada principal de la granja.

¿Estaban patrullando? ¿O era algún contingente con alguna misión especial? ¿Eran fuerzas de Lunargenta o Vampiros? Daba igual que respondiese o no a aquellas preguntas, el peligro acabó pasando.

Otra vez más.

Suspiró aliviado y soltó la espada, después aguardó paciente, con los ojos cerrados, a que los quince minutos de silencio añadido que Robert solía pedir pasasen. Si había algo bueno en todo aquello era que estaba recuperando bastantes horas de sueño.

Ese fue el momento en el que la anciana Carmony empezó a desvariar otra vez, llevaba ya varios días así, le daba algo de pena. Afirmaba que Merlelín, ese mago de las historias que Eltrant llevaba oyendo desde que era un crio, iría allí para salvarles.

Parecía completamente convencida de esto.

- Señora Carmony… - Thomas, haciendo uso del tono de voz más tranquilizador que pudo, tomó el maletín que siempre llevaba consigo y se acercó lentamente a la anciana. - ¿Quiere usted que le vuelva a dar la medicina para dormir? – La mujer estaba fuera de sí, cada vez alzaba más y más la voz, agitaba los delgados brazos y señalaba como cobarde a todo aquel que se atreviese a poner en dudas sus creencias.

Eltrant, como los demás, ya estaba acostumbrado a aquella retahíla de incoherencias, no era la primera vez que la anciana hacía aquello en los últimos días, y estaba bastante seguro de que no sería la última.

Pero, lamentablemente para todos, aquella fue la última vez que la señora Carmony diría nada.

Eltrant abrió los ojos de par en par cuando oyó aquel nombre salir de los labios de la anciana, sintió un escalofrío recorrer su espalda al ver a Robert Gillian contraerse de dolor, gesticular horriblemente según su piel se derretía, se convertía en polvo.

- Tenías que ser tú… - Masculló al ver la figura de metal en la que se había convertido el señor Gillian. - ¡Thomas! – Tiró de uno de los brazos de su hermano y le obligó a posicionarse en la pared que tenía detrás de él, hizo lo mismo con Laura y con algunos de los niños presentes. – No os mováis de ahí. – ordenó severamente.

Todo estaba pasando demasiado rápido, apenas habían pasado un par de segundos y la anciana ya estaba muerta frente al cibernético y este ahora miraba fijamente a Marge. ¿Era eso lo que era? ¿Un Bio-cibernético? ¿Cómo había podido hacer eso el Hombre Muerto? ¿Solo su nombre bastaba para matar a una persona?

- ¡Aléjate de ella! – Desenvainó a Olvido y se lanzó contra la criatura, el acero plateado golpeó en la espalda de aquella cosa momentos antes de que alcanzase su siguiente víctima y captó su atención casi al instante, pero no consiguió gran cosa más que un fuerte chasquido metálico.

Si en algún momento lo que tenía delante había sido Robert Gillian ya no lo era, tenía que matarlo.

Los brazos del ser buscaron su cuello. Eltrant retrocedió torpemente y se alejó del alcance de aquella cosa justo a tiempo para no acabar como la señora Carmony, pero, como siempre le sucedía, era bastante más rápida de lo que aparentaba ser.

Chasqueó la lengua, llegó un momento en el que se vio incapaz de retroceder más sin poner en peligro a alguno de los demás refugiados, Eltrant no tuvo más remedio que detenerse zarandear su mandoble frente a él.

Impactó varias veces, pero eso no impido que aquella cosa le golpes en el pecho. Olvido era una buena espada, de las más poderosas que conocía, pero su oponente seguía siendo completamente de metal, no iba a cortar nada.

Tras sacudir la cabeza y ganar algo de distancia, deslizó su mano sobre la hoja y acumuló el aire de la espada frente a él, mientras lo hacía, notó como uno de los pesados puños del autómata arrancaba de cuajo una de sus hombreras.

Estaba bien, puede que su oponente no fuese humano y que sus uñas estuviesen muy muy afiladas, pero seguía siendo mejor que enfrentarse a un bar repleto de gente fuera de sí.

Ignorando el dolor que se había apoderado de su hombro izquierdo se anticipó el próximo movimiento del cadáver de Gillian y lanzó un tajo en mitad del pecho de la criatura [1], liberando en el proceso toda la magia que contenía la espada, el acero de Olvido dobló el que cubría el cuerpo de Robert y se alojó firmemente en este.

Pero no era suficiente.

- ¡Deja! – Extrajo la espada del cuerpo de su oponente y volvió a hundirla con fuerza. - ¡De! – Volvió a repetir aquella acción, ignoró como buenamente pudo los puñetazos y cortes que estaba recibiendo en mitad de la cara. - ¡Moverte! - El metal que cubría a Robert acabó cediendo, un fuerte crujido metálico fue lo último que sonó antes de que el cuerpo cayese al suelo completamente inerte.

Jadeando copiosamente se limpió la sangre que resbala de su nariz con su mano izquierda y miró a los demás.

- ¿Estáis todos bien?

Pateó levemente el cadáver del ser de metal, no se movía. Suspiró amargamente, Robert era un buen hombre, no se merecía aquello. Aun no se creía lo que acababa de suceder, solo con pronunciar su nombre, solo eso había bastado para cobrarse la vida de dos personas y crear un mostró en el proceso.

No hacía sino recibir motivos de lo peligroso que era el Hombre Muerto.


___________________________________________________

[1] Primera Habilidad de Olvido: Cortaviento.

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El refugio de Marge Uther [Desafío] Empty Re: El refugio de Marge Uther [Desafío]

Mensaje  Sigel Lun Jul 16 2018, 16:00

Benny (diminutivo de Benjamín) Phran Carmody deshizo el abrazo de su padre y corrió hasta el cuerpo de su abuela. Se quedó de pie, quieto enfrente del cadáver sin decir palabra. Quiso gritar, pedir ayuda a los Dioses y a Merlerin el mago como su abuela había hecho; pero el miedo y la tristeza le impedían pronunciar ninguna palabra. En su lugar, el pequeño se limpió los ojos con la manga de la camiseta a la vez que ocultaba las lágrimas a los otros niños.

Tan solo Benjamín, el padre de Benny, prestó atención a su hijo. Se levantó de su sitio en el refugio y abrazó a su hijo por las espalda sin privarle de que pudiera despedirse de su abuela.

Los otros padres estaban ocupados tranquilizando a sus hijos. “No tengáis malo, esos señores han matado al señor malo”. Era la mentira común que estaba en boca de todos. Los niños tenían la especial habilidad de hacer preguntas difíciles en los momentos difíciles. Si bien sabían que pronunciar el nombre prohibido era algo malo y que la señora Carmody era mala, no entendían por qué el señor Gillian se convirtió en algo malo cuando era un señor muy bueno y simpático.  Tampoco entendían por qué alguien malo como era la persona del nombre prohibido mató a la mala señora Carmody. ¿No se suponía que los malos eran amigos? Si Benny tuviera la fuera para contestar diría que su abuela no era mala y que él la quería mucho. El malo era el señor Gillian por haber matado a la señora Carmody.

Los niños lo simplificaban todo definiendo a las personas como “buenas” y “malas”. Los adultos tenían una mente más compleja, no se atrevieron a realizar ninguna acusación sobre nadie. La señora Carmody era una víctima más de la magia traída por los brujos y los dragones. La angustia y el miedo se habían apoderado de ella hasta tal punto de convertirse en una fanática entusiasta de los héroes de los cuentos infantiles. Había quienes pedían ayuda a Odín, otros a Marge Uther para que les abriera las puertas del refugio y unos pocos que rezaban a unos héroes inexistentes para que viniera a salvarles la vida. La señora Carmody era una mujer muy anciana, años atrás había fue testigo de que la magia y podía dar la vida a los héroes de las leyendas. Ian Egdecomb lo hizo. Quiso expandir su fe del mismo modo que ésta hacía meya en ella: mediante el miedo.

Respecto a Robert Gillian, poco se podía decir de él más que fue maldito por obra de la casualidad y del nombre prohibido. Podía haberle tocado a cualquiera. Al decir el nombre maldito, la señora Carmody había lanzado los dados de las maldiciones, cada cara tenía el rostro de los presentes: los hermanos Tale, Marge Uther, Benjamin Carmody… Todos tenían la misma posibilidad de caer bajo el embrujo del nombre prohibido. Los Dioses, en este día, no estuvieron de parte de Gillian.

-Nos vamos- dijo Finna Grenn mientras tiraba de sus hijas hacia la puerta de la entrada. -Aquí dentro no estamos seguros. No lo estaremos en ningún sitio. Acabarán encontrándonos, otro de vosotros diréis el nombre del nigromante y suplicaréis que os perdonen la vida o peor todavía, haréis como la señora Carmody diréis el nombre para asustarnos y así obligarnos que os acompañemos en vuestra locura. No, por los Dioses nuevos y antiguos, por supuesto que no. No quiero seguir encerrada en este lugar. Tengo miedo. ¡Tengo miedo!-

Las hijas de Finna escondían sus caras en la bata de su madre. Walter Grenn se mantenía a un paso de distancia de su esposa; no se atrevía a tocarla por miedo de hacerle más año.

-¡Por favor quedaos! ¿Dónde vais a ir? Fuera no va a ser mejor. Hay ejércitos enemigos por todas partes. Os matarán-.

El señor Grenn abrió la puerta. La expresión de sus arrugas delataba que prefería estar muerto antes que escuchar de nuevo el nombre prohibido.

Las niñas pasaron primero por la puerta. Marge Uther no las retuvo. Le siguió la señora Grenn y tomó las manos de las niñas. El último hubiera sido el señor Grenn de no ser por….

-El Hombre Muerto- .

Todos giraron sus cabezas hacia Benny, dijo el nombre prohibido sin apartar los ojos del cadáver de su abuela.

El señor Grenn se transformó por la misma magia que convirtió a Gillian en un cadáver maldito. En ese momento Walter tenía la mano (ahora una garra huesuda) apoyada en el hombro de su mujer.

-El Hombre Muerto-.

Los dados de la fortuna giraron y ofrecieron a Thomas Tale la mala suerte.

-¡El Hombre Muerto! ¡El Hombre Muerto! Él es el malo. Mató a mi yaya. Quiero que muera. ¡Mátalo! ¡Mata al hombre muerto!-

Bajo de las baldosas del suelo se escuchaba la tierra regurgitar. Una espuma verde emergía de las hendiduras del tamizado. La tierra de Lunargenta estaba maldita y ni siquiera el mago Merlerin, el brujo más poderoso de la historia, sería capaz de sanarla.

-¡El Hombre Muerto!- y Benny también se transformó.

_____________________

* Eltrant Tale:   Se descubre el secreto: El Hombre Muerto aprovechó el entretenimiento de la Guerra para maldecir la tierra. La causa de que los hombres se conviertan en cadáveres de metal al pronunciar su nombre se debe a esta maldición. El refugio de Marge Uther ya no es seguro. Deberás poner a salvo a los sobrevivientes y alejar a los hombres malditos de la zona. No creo que quieras matar a tu propio hermano. Según tus acciones, se determinará si eres capaz de sanar o no a los malditos.
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El refugio de Marge Uther [Desafío] Empty Re: El refugio de Marge Uther [Desafío]

Mensaje  Eltrant Tale Lun Jul 16 2018, 17:50

- ¡Deja de decir ese nombre!

No pudo hacer nada, el joven Carmony comenzó a repetir una y otra vez el nombre del Hombre Muerto. Y cada vez que lo decía una persona más se unía al destino de Robert Gillian.

- No, no… no, no, no. – La figura de Thomas Tale, su hermano, se había vuelto metálica, como las de los demás. ¿Cómo? ¿Por qué? Las baldosas de la vivienda en la que se estaban escondiendo comenzaron a supurar liquido verduzco, la tierra temblaba lentamente a sus pies. – ¡Salid de la casa! ¡Ahora mismo! – Bramó señalando la puerta principal.

Algunos obedecieron inmediatamente, otros, cómo Laura, se quedaron estáticos, con los ojos muy abiertos, mirando las siluetas de metal que se arrastraban por la habitación.

- ¡Laura! – La tomó de un brazo y la sacudió con fuerza, la muchacha parpadeó, recobrando el sentido por unos momentos. Lagrimas comenzaron a descender por sus mejillas. - ¡Sal de aquí! – La arrojó con la señora Uther, que la tomó entre sus brazos.

- Pero… Tom...  – Marge Uther sabía lo que debía de estar pasando por la cabeza de la chica, no dejó que esta terminase la frase antes de sacarla de su hogar.

Se interpuso entre la primera figura de metal y la salida, supuso que era el señor Grenn, un hombre de aspecto amable que hablaba siempre en voz muy baja lo empujó con fuerza al otro lado de la habitación.

Respiró agitado, incapaz de pesar con claridad, contemplando como todos los muertos de metal se acercaban a él arrastrando sus pies por el suelo, rallando el firme granito del que este estaba compuesto.

¿Qué podía hacer alguien como él? Era solo un humano, no era Níniel, no era Huracán, no era alguien capaz de convocar magia de sus objetos como Asher. Eltrant Tale solo era un tipo muy terco, un granjero que solo valía para recibir puñaladas e interponerse delante de las cosas.

El hombre de metal que había sido su hermano se lanzó contra él, de su garganta brotó un graznido que le recordó al sonido que produjo el imponente barco de la guardia de Lunargenta cuando se partió en dos.

- ¡Thomas! – Alzó su espada, pero se quedó bloqueado, no fue capaz de bajarla, no fue capaz de detener a la maquina sedienta de sangre en la que se había convertido el tercer Tale.

Su hermano le placó en el pecho, dejando escapar un grito ahogado Eltrant contempló impotente como la criatura le arrastraba hasta el exterior haciéndole atravesar la puerta de madera en el proceso.

Al ver aquello, los refugiados se alejaron aún más de la casa. Todos estaban aterrados, todos querían recuperar a quien había sido un familiar cercano y, ahora, era un ente extraño que salía por el enorme agujero a un lado de la casa de Marge Uther.

- ¡Thomas…! – Era inútil, los fríos ojos de acero que le miraban no eran los de su hermano. - ¡Al granero! ¡Escondeos en…! – Su voz se apagó cuando la firme mano del ser al que estaba encarando pobremente se cerró en torno a su cuello. - ¡No… os quedéis aquí! – Thomas arrojó a Eltrant con fuerza a un lado, como si este no pesase nada.

Una vez en el suelo, bocabajo, tosió repetidamente y buscó con la mirada a Olvido, la cual había escapado de entre sus manos. A veces se le olvidaba que salvando a Laura seguía siendo el más bajito de entre todos los Tale.

Recuperó su espada y, rápidamente, instando a todo su cuerpo a que se moviese, se interpuso entre Benny y Marge Uther, la afilada mano de metal de niño traspasó a Eir y se le clavó en el vientre. No quería ni imaginar lo que le podría haber hecho a la mujer.

- ¡Va… vamos! – Pateó al niño de aceró en mitad del pecho y colocó su mano izquierda sobre el agujero de su armadura del que no paraba de salir sangre. - ¡Protegeos! – La boca le sabía a sangre, volviendo a retroceder, levantó los brazos para defenderse de los contundentes puñetazos de su hermano.

¿Qué hacía? ¿Cómo salvaba a todos? Antes se había limitado a asestarle un espadazo a Robert en el pecho. ¿Iba a hacer eso otra vez? ¿Era mejor tener un hermano muerto o una decena de personas asesinadas por sus manos? Con el señor Gillian no había dudado, había comprendido que era una amenaza para todos y lo había resuelto rápidamente.

No podía pensar, no sabía qué hacer, estaba perdido.

Su segunda hombrera salió despedida de su coraza cuando el monstruo que había sido Grenn saltó sobre él y comenzó a golpearle rápidamente, sin parar. Olvidó volvió a escapar de entre sus manos, gritó de dolor cuando una de las garras pasó por encima de su ojo derecho, todo lo que veía se tiño parcialmente de rojo.

Una maldición que se producía al pronunciar un nombre en voz alta.

No veía, era incapaz de ver.

Su guantelete mágico comenzó a palpitar con fuerza en su brazo izquierdo.

Necesitaba tiempo para pensar, necesitaba un plan. Pero se estaba viendo incapaz de hacerlo, temía herir a su hermano, temía que este matase a Laura, temía que todos los refugiados muriesen.

Pero sabía que, al menos, no le tenía miedo al Hombre Muerto.

Gritando, golpeó con toda la fuerza que pudo bajo sus pies con el guantelete encantando. [1] Un fuerte estruendo precedió a un leve movimiento de tierra que hizo que todos los que estaban a su alrededor cayesen al suelo.

Gritó de dolor.

Levantó levemente su brazo izquierdo, hasta tenerlo a la altura de los ojos, no sabía por qué, pero el pesado guantelete de metal que cubría el mágico había estallado en mil pedazos, lanzando esquirlas de metal a alta velocidad en todas direcciones.

Se tambaleó levemente, había conseguido mucha más energía que de costumbre con aquel puñetazo, pero esto parecía tener un precio: su brazo izquierdo ahora estaba repleto de cortes, no tardó en quedarse totalmente inmóvil, como si fuese un lastre pegado a su cuerpo.

Pero había conseguido unos pocos segundos para pensar.

Aunque no sirvió de mucho, Thomas fue el primer engendro de metal que se levantó. Era inexplicablemente rápido, los demás aún estaban tratando de hacerlo cuando su hermano saltó sobre Eltrant.

El aire que contenía en sus pulmones salió de golpe, rodaron por el suelo durante varios segundos, Eltrant trató por todos los medios impedir que Thomas consiguiese incapacitarle el único ojo con el que era capaz de ver en aquel momento.

- ¡Vosotros… no sois así! – Consiguió inmovilizar a su hermano bajo él, usando todo el peso de su cuerpo.

Ignoró los golpes y los cortes que, en ese momento, Thomas le estaba causando a la altura de la cintura, clavó su ojo sano en los del ente de metal.

- ¡No sois marionetas! – Desenvainó a Recuerdo, el susurro metálico que produjo la hoja al salir de la vaina se le hizo eterno, más que nunca.

Sabía que era lo que tenía que hacer, no le quedaba más remedio. No era capaz de controlar ningún tipo de magia, no tenía forma de luchar contra aquella maldición; Era un simple humano.

Alzó la espada.

- ¡Sois Walter Grenn! – Gritó, la figura del hombre al que acababa de llamar se levantó del suelo, comenzó a caminar hacia dónde estaba él, a paso lento pero constante, como si supiese que el inevitable destino del castaño estaba a punto de llegar. – ¡Benjamín Phran Carmody! – Tragó saliva, el segundo ente de metal se levantó y, como Walter, comenzó a caminar hacia dónde Eltrant mantenía sujeto a Thomas.

Le temblaba la mano con la que sujetaba a Recuerdo; Solo tenía que bajar la espada y acabaría con el primero de los tres problemas con los que estaban lidiando, un pequeño paso para salvar al resto de los refugiados.

- ¡Eres… eres Thomas Tale! – Bramó, aun incapaz de bajar el arma, notando como la afilada mano de su hermano se hundía de nuevo en su carne.

- Lo siento -

No importaba que tuviese los ojos bañados en lagrimas, sabía lo que tenía que hacer.

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[1] Habilidad Eltrant Nivel 8: Seísmo. (No uso la carga del guantelete, así que la energia se descontrola y destroza el brazo izquierdo de Eltrant)

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El refugio de Marge Uther [Desafío] Empty Re: El refugio de Marge Uther [Desafío]

Mensaje  Sigel Sáb Jul 21 2018, 10:39

Ocurrió simultáneamente: la tierra bajo las baldosas del refugio dejó de hervir, las placas de metal que habían estado adheridas en el cuerpo de los malditos se desprendió y el brujo blanco, Merlerín, quien se creía que era una leyenda, apareció envuelto en una luz blanquecina que parecía emerger de su túnica.

Merlerín golpeó tres veces el suelo con la punta de su bastón. Aquellos que habían sido malditos por la magia del de nombres prohibidos se cayeron al suelo rendidos. La magia negra desapareció. Dormían como las personas sanas que eran.

El brujo blanco se fijó en el hombre que había fallecido. Pronunció su nombre en voz baja como si fuera un secreto y dejó caer una lágrima. Los humanos no tenían la culpa. Si no hubieran matado a Robert Gillian, ellos habrían muerto y sus cadáveres servirían a los ejércitos de los enemigos. Merlerín sacó un pañuelo de tela blanca del bolsillo de su túnica y lo dejó caer en el rostro de Robert, descanse en paz.

A quien debía recibir dos agradecimientos de este día era el valiente Eltrant Tale. El primero por haber salvado a los hombres y mujeres del refugio de Marge Uther al haber matado a Robert Gillian. Había que ser muy valiente o estúpido como para desenvainar la espada contra un amigo. El segundo apretón de manos fue por el pequeño y asustadizo Benjamin Phan Carmody, Walter Green y por Thomas Tale. Eran tres los malditos y no había seguridad que más personas en el refugio acabasen pereciendo bajo las manos del nigromante de nombres prohibidos. En lugar de arremeterles con las armas, Eltrant lo hizo con su cuerpo. Las piezas rotas de su armadura y los araños en la piel eran prueba de su valía. Por ello, te damos las gracias Eltrant Tale, el séptimo de los Tale.

Merlerín estrechó la mano de Eltrant dos veces, una por cada vez que le dio las gracias. Cortó un mechón del cabello de Eltrant y lo introdujo en una pócima que se sacó del bolsillo de su túnica (parecía no tener fondo).

-Bebe, te sentirás mejor-.

Eltrant bebió y las heridas de su cuerpo sanaron de forma inmediata.

-Merlerín. Es Merlerín-.

Benjamín hablaba en sueños. Cuando despertase no se acordaría de lo sucedido: que se había convertido en un cadáver con piezas de metal y que Eltrant Tale y Merlerín el brujo blanco le habían salvado. Su último recuerdo sería desmayarse al presenciar la muerte de su anciana abuela.


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* Eltrant Tale: Recuérdalo: la esperanza es un arma más poderosa que el miedo.
Recompensas:
* +2 ptos de experiencia en función de la calidad del texto.
* +3 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
* 5 ptos totales de experiencia
Maldición:Nombres prohibidos
Cada vez que pronuncies alguno de los apodos por los que Randall Flagg se hace reconocer, un personaje cercano a ti se convertirá por un turno en los monstruos que hemos conocido en este tema. Para más interesante la maldición: ésta afectará en una primera instancia a los npcs menos “transigentes”, de no haber ninguno afectará a los acompañantes (primero los de los otros usuarios y en segundo lugar a Lyn) y finalmente a los usuarios que estén contigo. Está maldición no afectará a personajes rivales. Es aquí donde juega un gran valor las relaciones que vimos en nuestro mastereado anterior, ¿recuerdas?
Obsequio:1 cargas adicionales a tu objeto “Anillo de los Ases” y 2 cargas al objeto "Guante de Cuero"

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