[Guerra de Lunargenta][Libre][3/3] Exención [Cerrado]
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[Guerra de Lunargenta][Libre][3/3] Exención [Cerrado]
Cuando Lyath abrió los ojos, lo primero que vio fue la repugnante cara de Peryr. Él se había quitado el casco, y la observaba entre los barrotes con una sonrisa diabólica.
– Me pregunto cuánto nos podrán pagar por ti, preciosa –le dijo.
Lyath sintió aquella voz a medias, todavía tratando de despertar. Sus ojos estaban pegados, y no era consciente de cuánto tiempo había pasado durmiendo. Las pocas veces que se había despertado con anterioridad, había sido porque le habían lanzado varios gritos diciendo que tenía que comer. Luego, con los mismos gritos se acababa durmiendo, cuando le decían que tenía que descansar. Al principio había sido difícil atender a esas órdenes, pero día tras día se iba acostumbrando, y resultaba un poco más fácil. Al principio se había resistido; no comía, golpeaba los barrotes con sus puños y sus pies, escupía a los saqueadores y los maldecía. Con el tiempo se dio cuenta de que no conseguía nada haciendo aquello, sólo sentirse más desganada, débil. Comenzó a comer, y simplemente se dedicó a atender las órdenes que le daban, únicamente esas dos: Come, duerme.
Hacía mucho tiempo que había dejado de reconocer las zonas por las que se movían. Todo era nuevo, cada día un lugar distinto, más extraño que el anterior. Estaba muy lejos de las estepas del norte, de eso no le cabía duda. Había estudiado lo suficiente como para reconocer algunas ciudades por el camino, pero sin un mapa o un libro delante, era incapaz de situar muchos de los lugares por los que pasaba. Si de algo estaba segura, era de que aquel calor infernal era propio del Sur. Aquella mañana, se encontraban en los suburbios de Lunargenta. Al entrar en la ciudad, habían tapado la enorme jaula con telas, y habían colocado sobre esta enormes cajas llenas de tocino y quesos. Cuando el carruaje paró, Lyath escuchó cómo varias de esas cajas se movían. Las oyó caer al suelo, causando un gran estruendo, y también oyó varias voces y risas.
– ¿Todavía sigues aceptando mercancía exótica? –escuchó hablar a Peryr, dirigiéndose hacia un tercero.
Los saqueadores quitaron las telas que habían cubierto la jaula, y la luz de múltiples antorchas cegó durante un instante a Lyath. Estaban allí los seis saqueadores, y dos individuos, un hombre enorme con el ceño fruncido, y una mujer con el mismo rostro furibundo.
– Fue demasiado fácil –dijo uno de los saqueadores–. Estaba en una torre en el Norte, tal vez sea un dragón, aunque de serlo se habría transformado, supongo. No sé cómo funcionan esos bichos. Sabe pelear, eso sin duda. Nos costó bastante desarmarla.
Con aquel último comentario, Lyath sintió el poco orgullo que le quedaba. El hombre enorme miró a la mujer, que asintió despacio.
– Puede ser útil, sí. Temo que sea una dragona y lo incendie todo en cuanto se vea libre, pero ya trataremos ese tema en otro momento –habló el hombre enorme–. Por ahora, discutamos el precio.
Volvieron a tapar la jaula donde Lyath se encontraba, y ella pudo oír como los múltiples pasos de los presentes iban haciéndose poco a poco más distantes. Si había alguna oportunidad de que escapara, era aquella. Estaba sóla, y ellos distraídos habiendo sido tan estúpidos de no dejar a nadie en guardia.
– Me pregunto cuánto nos podrán pagar por ti, preciosa –le dijo.
Lyath sintió aquella voz a medias, todavía tratando de despertar. Sus ojos estaban pegados, y no era consciente de cuánto tiempo había pasado durmiendo. Las pocas veces que se había despertado con anterioridad, había sido porque le habían lanzado varios gritos diciendo que tenía que comer. Luego, con los mismos gritos se acababa durmiendo, cuando le decían que tenía que descansar. Al principio había sido difícil atender a esas órdenes, pero día tras día se iba acostumbrando, y resultaba un poco más fácil. Al principio se había resistido; no comía, golpeaba los barrotes con sus puños y sus pies, escupía a los saqueadores y los maldecía. Con el tiempo se dio cuenta de que no conseguía nada haciendo aquello, sólo sentirse más desganada, débil. Comenzó a comer, y simplemente se dedicó a atender las órdenes que le daban, únicamente esas dos: Come, duerme.
Hacía mucho tiempo que había dejado de reconocer las zonas por las que se movían. Todo era nuevo, cada día un lugar distinto, más extraño que el anterior. Estaba muy lejos de las estepas del norte, de eso no le cabía duda. Había estudiado lo suficiente como para reconocer algunas ciudades por el camino, pero sin un mapa o un libro delante, era incapaz de situar muchos de los lugares por los que pasaba. Si de algo estaba segura, era de que aquel calor infernal era propio del Sur. Aquella mañana, se encontraban en los suburbios de Lunargenta. Al entrar en la ciudad, habían tapado la enorme jaula con telas, y habían colocado sobre esta enormes cajas llenas de tocino y quesos. Cuando el carruaje paró, Lyath escuchó cómo varias de esas cajas se movían. Las oyó caer al suelo, causando un gran estruendo, y también oyó varias voces y risas.
– ¿Todavía sigues aceptando mercancía exótica? –escuchó hablar a Peryr, dirigiéndose hacia un tercero.
Los saqueadores quitaron las telas que habían cubierto la jaula, y la luz de múltiples antorchas cegó durante un instante a Lyath. Estaban allí los seis saqueadores, y dos individuos, un hombre enorme con el ceño fruncido, y una mujer con el mismo rostro furibundo.
– Fue demasiado fácil –dijo uno de los saqueadores–. Estaba en una torre en el Norte, tal vez sea un dragón, aunque de serlo se habría transformado, supongo. No sé cómo funcionan esos bichos. Sabe pelear, eso sin duda. Nos costó bastante desarmarla.
Con aquel último comentario, Lyath sintió el poco orgullo que le quedaba. El hombre enorme miró a la mujer, que asintió despacio.
– Puede ser útil, sí. Temo que sea una dragona y lo incendie todo en cuanto se vea libre, pero ya trataremos ese tema en otro momento –habló el hombre enorme–. Por ahora, discutamos el precio.
Volvieron a tapar la jaula donde Lyath se encontraba, y ella pudo oír como los múltiples pasos de los presentes iban haciéndose poco a poco más distantes. Si había alguna oportunidad de que escapara, era aquella. Estaba sóla, y ellos distraídos habiendo sido tan estúpidos de no dejar a nadie en guardia.
Última edición por Lyath el Mar Mayo 01 2018, 12:33, editado 1 vez
Lyath
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Re: [Guerra de Lunargenta][Libre][3/3] Exención [Cerrado]
La osa había llegado finalmente a la capital de los reinos humanos, después de muchos días de viaje, y de perderse un par de veces, ahora finalmente conocía en qué clase de villas se juntaban los “sin pelo” y tuvo que decir que… era muy apretado.
Las calles angostas y infestada de gente, animales, carros y cajas le resultaban muy incomodas de recorrer debido a su tamaño, y en más de una ocasión se metió en problemas debido a no poder medir su fuerza, por no decir lo que sufrió cuando se perdió en el mercado de pescado de la ciudad y no pudo probar ni un bocado de todo ese rico salmón, debido a que no cargaba nada de “dinero”, eso y que las pequeñas crías de los humanos, que correteaban por las calles no dejaban de colgarse de su pelaje y prendas, o pasar por debajo de sus piernas, dificultándole aun mas una movilidad ya impedida, se tradujo a un día muy estresante para la joven osa, quien se encontraba reposando en un callejón de la ciudad por la noche, cuando ya no había tanta gente en la calle.
Una vez que pudo recuperarse del aturdimiento del día, la osa recordó algo muy importante, no había comido nada en todo el día, aparte de unas liebres que ella misma había capturado antes de entrar a la ciudad, para nada alimento suficiente para la ursina, quien ahora permanecía sentada en ese callejón meditando sobre sus opciones. Salir de la ciudad a buscar alimento en los bosques estaba fuera de discusión, debido al tamaño de la misma y lo mucho que la osa se había adentrado en ella, dentro de la misma no podía conseguir alimento sin dinero, y tampoco le apetecía intentar robar, era muy grande como para poder escabullirse fácilmente.
Bruna permaneció sentada con el estomago gruñendo sin saber qué hacer por un rato, hasta que un delicioso aroma de queso y tocino le llego a la nariz. Desesperada por el hambre siguió su nariz por las angostas calles de los barrios bajos de la ciudad, hasta alcanzar una carreta, cubierta por una gran tela y rodeada de varias cajas que desprendían el delicioso aroma que tanto la llamaban, la osa apoyo su enorme martillo de guerra contra la carreta y se dispuso a abrir la primera de las cajas con sus propias garras.
Para su deleite, la caja estaba llena de deliciosos tocino, el cual empezó a devorar sin miramiento, ya había llegado a la mitad de la caja cuando escucho unos sonidos provenientes de debajo de la tela del carro, la osa, movida por la curiosidad, decide ver por debajo de la tea y se da cuenta que se trata de una jaula, y adentro de ella estaba lo que parecía una figura humana.
Al darse cuenta de esto, Bruna quita completamente la tela espantada, y ve con horror que se trataba de una mujer enjaulada como si fuera un animal de ganado, era muy alta y fornida para los estándares de las mujeres humanas, sin duda una guerrera, la osa se da cuenta del candando que bloqueaba la cerradura de su jaula, y sin pensárselo dos veces agarra su martillo con las dos manos y mira a la chica enjaulada –¿estás bien? ¿Puedes caminar?- le pregunta antes de empezar a golpear el candando con su martillo de roble, la madera era más resistente y tena mas masa que ese metal viejo y oxidado, y no le tomo más de un golpe, y un fuerte tirón con mano derecha para romperlo completamente –¡te sacare de aquí!- dijo tendiéndole la mano a la joven.
Las calles angostas y infestada de gente, animales, carros y cajas le resultaban muy incomodas de recorrer debido a su tamaño, y en más de una ocasión se metió en problemas debido a no poder medir su fuerza, por no decir lo que sufrió cuando se perdió en el mercado de pescado de la ciudad y no pudo probar ni un bocado de todo ese rico salmón, debido a que no cargaba nada de “dinero”, eso y que las pequeñas crías de los humanos, que correteaban por las calles no dejaban de colgarse de su pelaje y prendas, o pasar por debajo de sus piernas, dificultándole aun mas una movilidad ya impedida, se tradujo a un día muy estresante para la joven osa, quien se encontraba reposando en un callejón de la ciudad por la noche, cuando ya no había tanta gente en la calle.
Una vez que pudo recuperarse del aturdimiento del día, la osa recordó algo muy importante, no había comido nada en todo el día, aparte de unas liebres que ella misma había capturado antes de entrar a la ciudad, para nada alimento suficiente para la ursina, quien ahora permanecía sentada en ese callejón meditando sobre sus opciones. Salir de la ciudad a buscar alimento en los bosques estaba fuera de discusión, debido al tamaño de la misma y lo mucho que la osa se había adentrado en ella, dentro de la misma no podía conseguir alimento sin dinero, y tampoco le apetecía intentar robar, era muy grande como para poder escabullirse fácilmente.
Bruna permaneció sentada con el estomago gruñendo sin saber qué hacer por un rato, hasta que un delicioso aroma de queso y tocino le llego a la nariz. Desesperada por el hambre siguió su nariz por las angostas calles de los barrios bajos de la ciudad, hasta alcanzar una carreta, cubierta por una gran tela y rodeada de varias cajas que desprendían el delicioso aroma que tanto la llamaban, la osa apoyo su enorme martillo de guerra contra la carreta y se dispuso a abrir la primera de las cajas con sus propias garras.
Para su deleite, la caja estaba llena de deliciosos tocino, el cual empezó a devorar sin miramiento, ya había llegado a la mitad de la caja cuando escucho unos sonidos provenientes de debajo de la tela del carro, la osa, movida por la curiosidad, decide ver por debajo de la tea y se da cuenta que se trata de una jaula, y adentro de ella estaba lo que parecía una figura humana.
Al darse cuenta de esto, Bruna quita completamente la tela espantada, y ve con horror que se trataba de una mujer enjaulada como si fuera un animal de ganado, era muy alta y fornida para los estándares de las mujeres humanas, sin duda una guerrera, la osa se da cuenta del candando que bloqueaba la cerradura de su jaula, y sin pensárselo dos veces agarra su martillo con las dos manos y mira a la chica enjaulada –¿estás bien? ¿Puedes caminar?- le pregunta antes de empezar a golpear el candando con su martillo de roble, la madera era más resistente y tena mas masa que ese metal viejo y oxidado, y no le tomo más de un golpe, y un fuerte tirón con mano derecha para romperlo completamente –¡te sacare de aquí!- dijo tendiéndole la mano a la joven.
Bruna
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Re: [Guerra de Lunargenta][Libre][3/3] Exención [Cerrado]
-¡Venga jefe! ¡Anímese! - Toro bramaba por encima de todo el sonido de la ya estridente taberna. - Beba, beba. ¡Es la solución para las rupturas!
Toro me acercó otra jarra, comenzaba a perder la cuenta de las que me había acercado ya; la estancia comenzaba a moverse a mis ojos.
-¿¡Pero que ruptura!? *Hips* - me recosté sobre el respaldo de la silla mirando la cerveza, no quería más, ¿o si?. Al menos el licor parecía afectar también a mi lobo interno, que estaba sorprendentemente callado. - No ha habido *hips* ninguna ruptura... Es mejor así...- mi dedo indice comenzó a acariciar el borde de la jarra, recorriendo su forma circular. - Sólo he *hips* dicho que podría haberse despedido... *hips*- me golpeé el pecho. - Maldito hipo...
Toro volvió a estallar en una de sus sonoras carcajadas al mismo tiempo que me daba un poderoso golpe en la espalda; que hizo que casi me subiera sobre la mesa.
- ¡Claro que si jefe! ¡Así se habla! ¡Beba! ¡Beba!
- ¡Pero que manía con beber...! *hips* ¡Que no quierromás...!- intenté centrarme, esa sensación era casi más molesta que cuando me invadía el lobo. -Tengo que mear...
-Vale, vale, vayamanos. ¡Tabernero! - pegó un silbido y dejo unas monedas en la mesa indicándole el pago. El mesonero no tardaría en pasarse a por ellas. -Venga, le acompaño.
-¿¡Que me vas a acompañar a mear también!?- intenté levantarme de la mesa sin mucho éxito, por algún extraño motivo mi cuerpo no reaccionaba como esperaba.
-Por supuesto, Jefe. -Toro me tomó de la axila y me levantó con una insultante facilidad. -Yo con usted al fin del mundo. ¿No tendrá vergüenza? ¿Verdad?
-¡Oh, por los dioses! - resoplé enfadado girándome para no verle.
Una vez de pie me fue más fácil entablar el paso para salir de aquel lugar.
La unión de la poca luz que daban las antorchas de la calle, con mi pequeño estado de embriaguez fueron suficientes como para que estuviera más ciego que un topo.
-Me cago en todo...- alargó las manos con la esperanza de guiarme de alguna forma.
-Por aquí Jefe. -noté como me cogiá del brazo para guiarme. -Esa pared parece adecuada.
-Ahhh... -suspiré profundamente mientras comienzaba a desatarme los pantalones -Es la *hips* ultima vez que te hago caso...
-Puede que no haya sido mi mejor idea... - reconoció el hombre bestia sin dejar muy claro si en verdad lo pensaba.
Un pequeño estruendo, que sonó muy cercano, interrumpe nuestra "charla". El sonido del metal es rápidamente acompañado por los gritos de una voz conocida. Y en apenas en unos segundos escuché como la puerta de la taberna se abrió de una patada.
-¿¡Es que uno no puede mear tranquilo!? - grité totalmente bajo los efectos del alcohol. Me volví a abrochar y me giré airado.
-Jefe... no es el momento...
-¿Quienes sois vosotros? ¿Qué hacéis aquí?
Oí como el sonido de una hoja salía de su vaina. De haber estado más lucido, podría haber visto a los seis hombres parados frente a nosotros; armados hasta los dientes.
-¿¡Dónde está la chica!?
Toro me acercó otra jarra, comenzaba a perder la cuenta de las que me había acercado ya; la estancia comenzaba a moverse a mis ojos.
-¿¡Pero que ruptura!? *Hips* - me recosté sobre el respaldo de la silla mirando la cerveza, no quería más, ¿o si?. Al menos el licor parecía afectar también a mi lobo interno, que estaba sorprendentemente callado. - No ha habido *hips* ninguna ruptura... Es mejor así...- mi dedo indice comenzó a acariciar el borde de la jarra, recorriendo su forma circular. - Sólo he *hips* dicho que podría haberse despedido... *hips*- me golpeé el pecho. - Maldito hipo...
Toro volvió a estallar en una de sus sonoras carcajadas al mismo tiempo que me daba un poderoso golpe en la espalda; que hizo que casi me subiera sobre la mesa.
- ¡Claro que si jefe! ¡Así se habla! ¡Beba! ¡Beba!
- ¡Pero que manía con beber...! *hips* ¡Que no quierromás...!- intenté centrarme, esa sensación era casi más molesta que cuando me invadía el lobo. -Tengo que mear...
-Vale, vale, vayamanos. ¡Tabernero! - pegó un silbido y dejo unas monedas en la mesa indicándole el pago. El mesonero no tardaría en pasarse a por ellas. -Venga, le acompaño.
-¿¡Que me vas a acompañar a mear también!?- intenté levantarme de la mesa sin mucho éxito, por algún extraño motivo mi cuerpo no reaccionaba como esperaba.
-Por supuesto, Jefe. -Toro me tomó de la axila y me levantó con una insultante facilidad. -Yo con usted al fin del mundo. ¿No tendrá vergüenza? ¿Verdad?
-¡Oh, por los dioses! - resoplé enfadado girándome para no verle.
Una vez de pie me fue más fácil entablar el paso para salir de aquel lugar.
La unión de la poca luz que daban las antorchas de la calle, con mi pequeño estado de embriaguez fueron suficientes como para que estuviera más ciego que un topo.
-Me cago en todo...- alargó las manos con la esperanza de guiarme de alguna forma.
-Por aquí Jefe. -noté como me cogiá del brazo para guiarme. -Esa pared parece adecuada.
-Ahhh... -suspiré profundamente mientras comienzaba a desatarme los pantalones -Es la *hips* ultima vez que te hago caso...
-Puede que no haya sido mi mejor idea... - reconoció el hombre bestia sin dejar muy claro si en verdad lo pensaba.
Un pequeño estruendo, que sonó muy cercano, interrumpe nuestra "charla". El sonido del metal es rápidamente acompañado por los gritos de una voz conocida. Y en apenas en unos segundos escuché como la puerta de la taberna se abrió de una patada.
-¿¡Es que uno no puede mear tranquilo!? - grité totalmente bajo los efectos del alcohol. Me volví a abrochar y me giré airado.
-Jefe... no es el momento...
-¿Quienes sois vosotros? ¿Qué hacéis aquí?
Oí como el sonido de una hoja salía de su vaina. De haber estado más lucido, podría haber visto a los seis hombres parados frente a nosotros; armados hasta los dientes.
-¿¡Dónde está la chica!?
Ircan
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Re: [Guerra de Lunargenta][Libre][3/3] Exención [Cerrado]
Lyath alzó la vista pausadamente. Se encontraba débil, casi tan hambrienta como sedienta. Por un momento pensó que aquello sería alguna clase de broma, una tortura en la que le hacían pensar que por fin sería liberada, podría regresar a la torre con sus padres y volver a la rutina de siempre. Cómo se arrepentía en aquellos momentos de haber despreciado e infravalorado la fortuna que había tenido de haber nacido lejos de todos aquellos inconvenientes, con todo el tiempo del mundo para continuar aprendiendo y mejorando. Apartó esos pensamientos de sí, y mantuvo uno en concreto, el que la ayudaría a ser fuerte. Que tal vez jamás habría podido desarrollar su fortaleza, de no haberse visto envuelta en esas circunstancias. Debía aprender mucho, y parte de su aprendizaje era saber reconocer una buena oportunidad.
– Sí, sí –dijo rápidamente, con la voz frágil. Pero quería hacer saber a quien hubiera ido a socorrerla, que estaba allí, viva–. Puedo caminar, puedo hacerlo.
Por una parte lo decía respondiendo a quien estaba allí, al otro lado de los barrotes, pero también se lo decía a sí misma. Si estaba convencida de que podía caminar, podría hacerlo, pensó. Se movió fragilmente dentro de la jaula, tratando de incorporarse. Hubo un estruendo, cuando la osa destrozó la jaula permitiendo que Lyath pudiera salir. Hizo un último esfuerzo y salió con cierta dificultad de la jaula. Tomó la mano que le había ofrecido, para poder ayudarse a terminar de salir. Cayó de rodillas una vez fuera; había perdido la costumbre de estar de pie, después de tan largo trayecto; sus piernas estaban adormiladas y difícilmente le respondían. Pero luchó contra ello, y tomando la poca fuerza que tenía en aquellos momentos, se puso en pie. Fruncía el ceño, furibunda por verse tan débil y en tan penosas circunstancias. Y entonces, por primera vez, observó a Bruna directamente.
– Gracias –le agradeció, mientras se apoyaba rodeando con la mano uno de los barrotes–. Vámonos, por favor.
No quería que aquello sonara como una súplica, pero no quería perder el tiempo. Incluso aunque su salvadora fuera una criatura inmensa, no quería tomar el más mínimo riesgo de que pudieran atraparla nuevamente. Sabía que no la matarían, su vida era lo que menos le importaba. Pero no soportaría un sólo día más dentro de una jaula, no pudiendo extender sus extremidades, no pudiendo sentir la libertad. Se alejaron de la jaula aunque Lyath pudo escuchar los pasos acelerados de sus captores.
– ¡¿Qué demonios ha sido eso?! –escuchó el grito de uno de ellos.
Lyath sintió que la poca fuerza que quedaba en su cuerpo parecía amplificarse en cuanto oyó la voz. No podían atraparla, tenía que irse. Tal vez más adelante ellos pagarían por todo lo que le habían hecho, pero ese no era el momento. Corrió desesperadamente, sin siquiera mirar a la osa, la cual esperó que hubiera seguido su carrera. Pasó atropelladamente por un callejón, llevando por delante a un muchacho que trataba de orinar en la pared, y su gigantesco acompañante, que parecía brindarle cierta protección especial.
– ¡Ha ido por ahí! –gritó otro de los captores. Las hojas sonaron al salir de sus vainas en un sonido amenazador. Se llevarían todo lo que hubiera por delante hasta capturar a Lyath. Ella no era tan valiosa, pero sí lo que sabía. Su sufrimiento y lo poco que sabía sobre aquel sucio negocio eran razón suficiente para atraparla, o en el peor de los casos, arrancarle la vida.
– Sí, sí –dijo rápidamente, con la voz frágil. Pero quería hacer saber a quien hubiera ido a socorrerla, que estaba allí, viva–. Puedo caminar, puedo hacerlo.
Por una parte lo decía respondiendo a quien estaba allí, al otro lado de los barrotes, pero también se lo decía a sí misma. Si estaba convencida de que podía caminar, podría hacerlo, pensó. Se movió fragilmente dentro de la jaula, tratando de incorporarse. Hubo un estruendo, cuando la osa destrozó la jaula permitiendo que Lyath pudiera salir. Hizo un último esfuerzo y salió con cierta dificultad de la jaula. Tomó la mano que le había ofrecido, para poder ayudarse a terminar de salir. Cayó de rodillas una vez fuera; había perdido la costumbre de estar de pie, después de tan largo trayecto; sus piernas estaban adormiladas y difícilmente le respondían. Pero luchó contra ello, y tomando la poca fuerza que tenía en aquellos momentos, se puso en pie. Fruncía el ceño, furibunda por verse tan débil y en tan penosas circunstancias. Y entonces, por primera vez, observó a Bruna directamente.
– Gracias –le agradeció, mientras se apoyaba rodeando con la mano uno de los barrotes–. Vámonos, por favor.
No quería que aquello sonara como una súplica, pero no quería perder el tiempo. Incluso aunque su salvadora fuera una criatura inmensa, no quería tomar el más mínimo riesgo de que pudieran atraparla nuevamente. Sabía que no la matarían, su vida era lo que menos le importaba. Pero no soportaría un sólo día más dentro de una jaula, no pudiendo extender sus extremidades, no pudiendo sentir la libertad. Se alejaron de la jaula aunque Lyath pudo escuchar los pasos acelerados de sus captores.
– ¡¿Qué demonios ha sido eso?! –escuchó el grito de uno de ellos.
Lyath sintió que la poca fuerza que quedaba en su cuerpo parecía amplificarse en cuanto oyó la voz. No podían atraparla, tenía que irse. Tal vez más adelante ellos pagarían por todo lo que le habían hecho, pero ese no era el momento. Corrió desesperadamente, sin siquiera mirar a la osa, la cual esperó que hubiera seguido su carrera. Pasó atropelladamente por un callejón, llevando por delante a un muchacho que trataba de orinar en la pared, y su gigantesco acompañante, que parecía brindarle cierta protección especial.
– ¡Ha ido por ahí! –gritó otro de los captores. Las hojas sonaron al salir de sus vainas en un sonido amenazador. Se llevarían todo lo que hubiera por delante hasta capturar a Lyath. Ella no era tan valiosa, pero sí lo que sabía. Su sufrimiento y lo poco que sabía sobre aquel sucio negocio eran razón suficiente para atraparla, o en el peor de los casos, arrancarle la vida.
Lyath
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Re: [Guerra de Lunargenta][Libre][3/3] Exención [Cerrado]
Bruna vio con preocupación como la chica intentaba reincorporarse, quién sabe cuánto tiempo llevaba atrapada en esa jaula, se notaba que no tenía fuerzas, quizás ni la alimentasen, pero al final la muchacha pudo pararse y salir corriendo al escuchar el grito de lo que sonaba como uno de sus captores.
La osa no se lo pensó dos veces, su martillo, la caja de tocino y otra caja que olía a quesos y salió corriendo detrás de la prisionera fugada para que no se metiera en más problemas, pero esta termino chocando con un pobre desafortunado que estaba acudiendo al llamado de la naturaleza en ese callejón, quien iba acompañado de un hombre bestia inmenso, quizás más grande que la misma Bruna.
La ursina no tuvo mucho tiempo para poder analizar la situación, los captores de la muchacha ya estaban encima de ellas, seis sujetos armados con espadas, y vestidos con armaduras de placas, la osa se dio cuenta que escapar no se les aria fácil en esa situación, dejo caer las cajas y se planto en el medio del callejón con su martillo en las dos zarpas, encarando a los “caballeros”, enseñando los dientes de forma amenazante.
La inmensa criatura soltó un rugido de guerra digno de la estirpe guerrera de su raza, los maleantes se ven forzados a dar unos cuantos pasos atrás asustados, de pronto la osa se lanza al frente con la intención de aplastar al líder del grupo bajo el peso de su martillo, este logra evadir el golpe dando un rápido salto asía atrás, el arma impacta el suelo con tanta fuerza que las armaduras de de los maleantes empiezan a sacudirse por las vibraciones del piso.
Presos por el pánico estos intenta contra atacar liderados por el que antes había evadido una muerte segura por unos meros instantes, pero el siguiente golpe no lo evadiría, la osa usa su martillo como lanza improvisada y embiste con este al estomago del jefe de los esclavistas con tanta fuerza que lo manda a volar varios metros llevándose por delante a dos de sus hombres, por suerte para él, desde esa posición el golpe no llevaba la suficiente fuerza como para matarlo o herirlo de gravedad, pero le sería difícil volver a levantarse a los tres.
Los otros tres bandidos interrumpen súbitamente su embestida ante la sorpresa que suponía para ellos la fuerza bruta y ferocidad de su nueva contrincante, Bruna se volvía a colocar en posición de combate, mirando a sus enemigos con furia y odio en sus ojos, esta noche la osa enorgullecería a sus ancestros guerreros.
La osa no se lo pensó dos veces, su martillo, la caja de tocino y otra caja que olía a quesos y salió corriendo detrás de la prisionera fugada para que no se metiera en más problemas, pero esta termino chocando con un pobre desafortunado que estaba acudiendo al llamado de la naturaleza en ese callejón, quien iba acompañado de un hombre bestia inmenso, quizás más grande que la misma Bruna.
La ursina no tuvo mucho tiempo para poder analizar la situación, los captores de la muchacha ya estaban encima de ellas, seis sujetos armados con espadas, y vestidos con armaduras de placas, la osa se dio cuenta que escapar no se les aria fácil en esa situación, dejo caer las cajas y se planto en el medio del callejón con su martillo en las dos zarpas, encarando a los “caballeros”, enseñando los dientes de forma amenazante.
La inmensa criatura soltó un rugido de guerra digno de la estirpe guerrera de su raza, los maleantes se ven forzados a dar unos cuantos pasos atrás asustados, de pronto la osa se lanza al frente con la intención de aplastar al líder del grupo bajo el peso de su martillo, este logra evadir el golpe dando un rápido salto asía atrás, el arma impacta el suelo con tanta fuerza que las armaduras de de los maleantes empiezan a sacudirse por las vibraciones del piso.
Presos por el pánico estos intenta contra atacar liderados por el que antes había evadido una muerte segura por unos meros instantes, pero el siguiente golpe no lo evadiría, la osa usa su martillo como lanza improvisada y embiste con este al estomago del jefe de los esclavistas con tanta fuerza que lo manda a volar varios metros llevándose por delante a dos de sus hombres, por suerte para él, desde esa posición el golpe no llevaba la suficiente fuerza como para matarlo o herirlo de gravedad, pero le sería difícil volver a levantarse a los tres.
Los otros tres bandidos interrumpen súbitamente su embestida ante la sorpresa que suponía para ellos la fuerza bruta y ferocidad de su nueva contrincante, Bruna se volvía a colocar en posición de combate, mirando a sus enemigos con furia y odio en sus ojos, esta noche la osa enorgullecería a sus ancestros guerreros.
Bruna
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Re: [Guerra de Lunargenta][Libre][3/3] Exención [Cerrado]
No bastaba con el interrumpirme en un momento tan intimo, ahora también me empujaban. Casi me caí en lo que acababa de orinar.
-¡Maldita sea!- me giré prácticamente totalmente ciego hacía la sombra que me había empujado, notablemente enfadado.
-¡Por ahí! ¡A por ella!
-¡Ya me habéis cabreado! - por una vez era yo el que perdía los papeles y no el lobo, que al parecer había caído rendido por el alcohol. Busqué torpemente mis espadas, pero sólo logré alcanzar a Marlowe.
Pero no tuve mucho tiempo para meterme como un suicida en aquella pelea. Una enorme sombra apareció del mismo sitio que la anterior, blandiendo algún tipo de arma, que derribó a las otras figuras que habían gritado. Sin previo aviso noté como fui levantado del suelo y colocado sobre una superficie bastante dura.
-¡Vamonos jefe! La osa puede cuidarse de si misma. - la voz de Toro sonaba entrecortada, como si estuviera corriendo.
-¿La osa...? - de repente me sentí muy mareado, el estomago me daba vueltas.
-¡Ahhh! - escuché un sonido metálico y luego un quejido - ¡La próxima vez no te pondrás en el camino de Toro! - hizo una pausa para respirar. -Debemos de recoger a la chica, no puede andar bien. No llegará muy lejos sin nosotros.
-¿Que chica...? -
Por un momento sentí como nos deteníamos, y mi olfato pudo aprecíar la presencia de una tercera persona1.
-¡Bajame Toro! - golpeé su espalda, justo en la zona de la espaldera de su armadura, haciéndome más daño yo que él. -¡Me las van a pagar porinterhrumpirme...!
-Luego Jefe. - Toro exhaló un suspiro de esfuerzo al mismo tiempo que escuchaba el crujido de la madera. -Antes debemos de poner a salvo a la dama.
________________________________________________________________________________________________________
1: Mención de habilidad nivel 2: Sentidos mejorados (Rasgo): Uno de los efectos en cuestión permite a Ircan saber la hubicación de todo aquel que se encuentre en un radio de 5 metros.
Bueno, a ver... algunas aclaraciones. Ircan está borracho asi que no es que pueda ver muy bien todo lo que ocurre, más bien capta cosas sueltas. Por ello tenéis libertad a la hora de marcar el trayecto de Toro, siempre haciendo referencia a lo captado con Ircan. Por ejemplo, no estrelléis a Toro contra un muro para que la derribe, pues eso no ha sucedido ya que no ha sido percibido por Ircan.
PD: Lo siento Bruna, alguien debía de cargar a Lyath
-¡Maldita sea!- me giré prácticamente totalmente ciego hacía la sombra que me había empujado, notablemente enfadado.
-¡Por ahí! ¡A por ella!
-¡Ya me habéis cabreado! - por una vez era yo el que perdía los papeles y no el lobo, que al parecer había caído rendido por el alcohol. Busqué torpemente mis espadas, pero sólo logré alcanzar a Marlowe.
Pero no tuve mucho tiempo para meterme como un suicida en aquella pelea. Una enorme sombra apareció del mismo sitio que la anterior, blandiendo algún tipo de arma, que derribó a las otras figuras que habían gritado. Sin previo aviso noté como fui levantado del suelo y colocado sobre una superficie bastante dura.
-¡Vamonos jefe! La osa puede cuidarse de si misma. - la voz de Toro sonaba entrecortada, como si estuviera corriendo.
-¿La osa...? - de repente me sentí muy mareado, el estomago me daba vueltas.
-¡Ahhh! - escuché un sonido metálico y luego un quejido - ¡La próxima vez no te pondrás en el camino de Toro! - hizo una pausa para respirar. -Debemos de recoger a la chica, no puede andar bien. No llegará muy lejos sin nosotros.
-¿Que chica...? -
Por un momento sentí como nos deteníamos, y mi olfato pudo aprecíar la presencia de una tercera persona1.
-¡Bajame Toro! - golpeé su espalda, justo en la zona de la espaldera de su armadura, haciéndome más daño yo que él. -¡Me las van a pagar porinterhrumpirme...!
-Luego Jefe. - Toro exhaló un suspiro de esfuerzo al mismo tiempo que escuchaba el crujido de la madera. -Antes debemos de poner a salvo a la dama.
________________________________________________________________________________________________________
1: Mención de habilidad nivel 2: Sentidos mejorados (Rasgo): Uno de los efectos en cuestión permite a Ircan saber la hubicación de todo aquel que se encuentre en un radio de 5 metros.
Bueno, a ver... algunas aclaraciones. Ircan está borracho asi que no es que pueda ver muy bien todo lo que ocurre, más bien capta cosas sueltas. Por ello tenéis libertad a la hora de marcar el trayecto de Toro, siempre haciendo referencia a lo captado con Ircan. Por ejemplo, no estrelléis a Toro contra un muro para que la derribe, pues eso no ha sucedido ya que no ha sido percibido por Ircan.
PD: Lo siento Bruna, alguien debía de cargar a Lyath
Ircan
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Re: [Guerra de Lunargenta][Libre][3/3] Exención [Cerrado]
Lyath continuó corriendo apresuradamente cuanto pudo. Notaba cómo sus piernas empezaban a fallarle; las sintió adormecerse y de hecho, por un momento dejó de sentirlas. Casi era como si siguieran el curso de la carrera de forma independiente, ignorando las órdenes de aquella a quien pertenecían. Mucho mejor que fuera de aquel modo, dado que de haber sido Lyath quién hubiera tenido control sobre ellas, estas habrían decidido dejar a la dragona caer al suelo. Estuvo casi a punto de caer al suelo, cuando notó que una fuerza se lo impedía. Por un instante, pensó que ya había desfallecido y estaba comenzando a soñar; pero no, aquello era muy real. Dos gigantescas manos rodeaban su cuerpo y la alzaban. No habría podido describir el agradecimiento que sentía porque aquello hubiera sucedido, incluso aun sin saber si había sido por parte de sus captores. Sus captores.
– Mierda –pensó en voz alta. Comenzó a removerse tratando de escapar de las enormes manos de su captor.
Cuando abrió los ojos y vio el rostro de Toro, que esbozaba una leve sonrisa amistosa, no fue lo más mínimamente tranquilizador. Lyath emitió un fuerte grito y volvió a agitarse con fuerza tratando de escapar de él. Los captores escucharon el grito.
– Tratad de ignorar a la osa –ordenó uno de los captores.
– ¿Bromeas? –preguntó otro de ellos mirándolo estupefacto. Todos se encontraban frente a la mujer bestia, armados y preparados para defenderse en el caso de ser necesario.
– Sorteémos las calles y evadámosla. Es una criatura grande, podemos evitarla.
No muy seguros, trataron de acatar las órdenes. Tomando las callejuelas más pequeñas, corrieron en paralelo a la dirección en la que había huído Lyath, perdiendo de vista a la osa. Si esta trataba de perseguirlos por las mismas rutas que estos habían escogido, lo más probable era que pudiera quedarse atrapada entre pared y pared. Debía ser prudente. Lyath escuchó los pasos metálicos y pesados de los captores aproximándose; Toro no formaba parte de ellos, acabó pensando, sino la habría matado ya mismo. Al fin y al cabo, Lyath había acabado resultando un completo inconveniente, estaba mejor muerta. Toro comenzó a avanzar por la misma calle dando largas zancadas. Dos de los captores aparecieron frente a él saliendo de dos callejuelas. Se quedaron mirando estupefactos a Toro, con los ojos abiertos pero el ceño fruncido.
– ¡¿Qué clase de monstruo…?! –exclamó uno de ellos.
– Primero la osa, y ahora esta bestia fea y cornuda.
Uno de ellos tuvo la imprudencia de enfrentarse directamente a Toro. No le supuso un esfuerzo importante aplastar al armado individuo. Con su armadura deformada, se vio atrapado en esta. Dejó escapar un grito ahogado, y cayó al suelo tendido, muerto. Lyath entonces supo que definitivamente, Toro podía considerarse un aliado. El otro captor se mantuvo a varios metros de distancia de Toro, perimiténdole continuar su camino.
– ¡Retirada! –gritó el captor. Los demás salieron de las callejuelas–. Larguémonos, antes de que la otra bestia llegue hasta nosotros.
– Pero los vamp… –trató de decir con seriedad uno de ellos.
– He dicho que nos retiramos –reafirmó–. Ya nos ocuparemos de esto en otro momento. Es más importante vivir.
Los captores rápidamente desaparecieron entre las callejuelas nuevamente, perdiéndose de la vista de Toro, Ircan y la osa, que se encontraba mucho más atrás. Tan solo uno de los captores se había rezagado, quedándose muy cerca de la osa. Vivir o morir. No muy seguro de poder escapar a la bestia, aquel guerrero prefirió enfrentarse diréctamente a la osa.
– Mierda –pensó en voz alta. Comenzó a removerse tratando de escapar de las enormes manos de su captor.
Cuando abrió los ojos y vio el rostro de Toro, que esbozaba una leve sonrisa amistosa, no fue lo más mínimamente tranquilizador. Lyath emitió un fuerte grito y volvió a agitarse con fuerza tratando de escapar de él. Los captores escucharon el grito.
– Tratad de ignorar a la osa –ordenó uno de los captores.
– ¿Bromeas? –preguntó otro de ellos mirándolo estupefacto. Todos se encontraban frente a la mujer bestia, armados y preparados para defenderse en el caso de ser necesario.
– Sorteémos las calles y evadámosla. Es una criatura grande, podemos evitarla.
No muy seguros, trataron de acatar las órdenes. Tomando las callejuelas más pequeñas, corrieron en paralelo a la dirección en la que había huído Lyath, perdiendo de vista a la osa. Si esta trataba de perseguirlos por las mismas rutas que estos habían escogido, lo más probable era que pudiera quedarse atrapada entre pared y pared. Debía ser prudente. Lyath escuchó los pasos metálicos y pesados de los captores aproximándose; Toro no formaba parte de ellos, acabó pensando, sino la habría matado ya mismo. Al fin y al cabo, Lyath había acabado resultando un completo inconveniente, estaba mejor muerta. Toro comenzó a avanzar por la misma calle dando largas zancadas. Dos de los captores aparecieron frente a él saliendo de dos callejuelas. Se quedaron mirando estupefactos a Toro, con los ojos abiertos pero el ceño fruncido.
– ¡¿Qué clase de monstruo…?! –exclamó uno de ellos.
– Primero la osa, y ahora esta bestia fea y cornuda.
Uno de ellos tuvo la imprudencia de enfrentarse directamente a Toro. No le supuso un esfuerzo importante aplastar al armado individuo. Con su armadura deformada, se vio atrapado en esta. Dejó escapar un grito ahogado, y cayó al suelo tendido, muerto. Lyath entonces supo que definitivamente, Toro podía considerarse un aliado. El otro captor se mantuvo a varios metros de distancia de Toro, perimiténdole continuar su camino.
– ¡Retirada! –gritó el captor. Los demás salieron de las callejuelas–. Larguémonos, antes de que la otra bestia llegue hasta nosotros.
– Pero los vamp… –trató de decir con seriedad uno de ellos.
– He dicho que nos retiramos –reafirmó–. Ya nos ocuparemos de esto en otro momento. Es más importante vivir.
Los captores rápidamente desaparecieron entre las callejuelas nuevamente, perdiéndose de la vista de Toro, Ircan y la osa, que se encontraba mucho más atrás. Tan solo uno de los captores se había rezagado, quedándose muy cerca de la osa. Vivir o morir. No muy seguro de poder escapar a la bestia, aquel guerrero prefirió enfrentarse diréctamente a la osa.
Lyath
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Re: [Guerra de Lunargenta][Libre][3/3] Exención [Cerrado]
Bruna escucho de repente los gritos de la chica que intento rescatar y al darse vuelta se vio como el enorme hombre bestia cornudo se marchaba con ella a cuestas, más el otro sujeto borracho de antes; la osa intentaba decidirse si ira a rescatar a su amiga y terminar su pelea contra los bandidos, desgraciadamente, todos menos uno de ellos se habían marchado, el pobre infeliz decidió que era buena idea intentar combatir contra la mujer bestia que casa mata de un golpe a su líder sin ayuda para el disgusto de la misma ursina.
El guerrero cargo contra la mujer bestia lanzando feroces golpes de mandoble con su espada mientras esta se defendía con su martillo de madera, sorprendida por el ímpetu de su adversario. Los golpes de la espada del bandido eran feroces, pero a su espada le faltaba el filo y a sus brazos la fuerza como para hacerle algún daño substancial a la gruesa cabeza y el duro mango del arma de la osa, quien intento responder con un golpe del otro extremo del mango del martillo.
El bandido era alguien más experimentado en el combate, y fue fácilmente capaz de evadir el golpe dando un leve salto asía atrás, después recupero rápidamente su postura y se lanzo de nuevo a por la osa, sabiendo que no podía darle espacio para reaccionar, de otro modo moriría en cuestión de segundos, pero su suerte se termino en el instante que su pie se resbalara en un charco de orina de algún borracho provocando que dejara expuesto su flanco izquierdo, apertura que la ursina supo aprovechar agarrando su hombro con su gran zarpa y arrojando al delincuente al piso violentamente, la fuerza del impacto fue tal que provoco que al guerrero se le escapara su espada de sus dedos, este intento con desesperación intentar rodar en dirección a su espada y levantarse lo más rápido posible, pero cuando se encontraba en medio del movimiento, panza al piso, sintió como el enorme peso de la osa le caía encima de golpe, la osa, harta de todo esto, termino la pelea dejándose caer sobre el bandido que quedo inconsciente al faltarle el aire.
Cuando Bruna se volvió a levantar, recordó que la chica que había rescatado estaba siendo secuestrada de nuevo y salió en persecución del hombre toro, tarea facilitada por las huellas de cajas rotas y paredes abolladas que dejo en su andar.
Después de un rato de correr por callejones medio destrozados, la osa por fin alcanzo al hombre bestia que aun estaba cargando a la muchacha y al borracho y estaba parado frente al cadáver de uno de los bandidos -¡¿Dónde crees que te llevas a esa chica?!- bramo la osa mientras señalaba al toro con su mano libre mientras que en la otra aun tenía su martillo listo para el combate.
El guerrero cargo contra la mujer bestia lanzando feroces golpes de mandoble con su espada mientras esta se defendía con su martillo de madera, sorprendida por el ímpetu de su adversario. Los golpes de la espada del bandido eran feroces, pero a su espada le faltaba el filo y a sus brazos la fuerza como para hacerle algún daño substancial a la gruesa cabeza y el duro mango del arma de la osa, quien intento responder con un golpe del otro extremo del mango del martillo.
El bandido era alguien más experimentado en el combate, y fue fácilmente capaz de evadir el golpe dando un leve salto asía atrás, después recupero rápidamente su postura y se lanzo de nuevo a por la osa, sabiendo que no podía darle espacio para reaccionar, de otro modo moriría en cuestión de segundos, pero su suerte se termino en el instante que su pie se resbalara en un charco de orina de algún borracho provocando que dejara expuesto su flanco izquierdo, apertura que la ursina supo aprovechar agarrando su hombro con su gran zarpa y arrojando al delincuente al piso violentamente, la fuerza del impacto fue tal que provoco que al guerrero se le escapara su espada de sus dedos, este intento con desesperación intentar rodar en dirección a su espada y levantarse lo más rápido posible, pero cuando se encontraba en medio del movimiento, panza al piso, sintió como el enorme peso de la osa le caía encima de golpe, la osa, harta de todo esto, termino la pelea dejándose caer sobre el bandido que quedo inconsciente al faltarle el aire.
Cuando Bruna se volvió a levantar, recordó que la chica que había rescatado estaba siendo secuestrada de nuevo y salió en persecución del hombre toro, tarea facilitada por las huellas de cajas rotas y paredes abolladas que dejo en su andar.
Después de un rato de correr por callejones medio destrozados, la osa por fin alcanzo al hombre bestia que aun estaba cargando a la muchacha y al borracho y estaba parado frente al cadáver de uno de los bandidos -¡¿Dónde crees que te llevas a esa chica?!- bramo la osa mientras señalaba al toro con su mano libre mientras que en la otra aun tenía su martillo listo para el combate.
Bruna
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Re: [Guerra de Lunargenta][Libre][3/3] Exención [Cerrado]
Me llevé la mano a la boca intentando reprimir una arcada, demasiado movimiento.
-Jefe, ¿está bien?
-Bájame... - reprimí otra. -¡Bájame!
Toro accedió rápidamente a mis demandas cuando fue consciente del sonido de alarma. Luego dejo en el suelo a la chica que había recogido por el camino.
Yo por mi parte me retiré todo lo que pude con una mano en el estomago y otra en la boca, hasta que encontré una esquina apetecible dónde eché todo lo cenado y bastante de lo bebido. Salvo por el asqueroso sabor en la boca y el dolor en el vientre y la garganta, por el resto comencé a sentirme algo mejor, mi visión se había aclarado un poco.
Fue entonces cuando escuche de nuevo a una voz conocida gritar, para unos segundos después escuchar unos pechos golpes antes de que sonara como un cuerpo pesado era estampado contra una pared.
Agucé la vista y pude ver a Toro agarrando por el cuello a otra figura enorme mientras llevaba la mano a su mandoble.
-¿Y tu quien eres osita? Pensé que estabas con nosotros, ¿por qué nos amenazas?
-¿Bruna...? -ladeé la cabeza hacía un lado con la esperanza de ver un poco mejor a la presa del hombre bestia.
-¿La conoce jefe? ¿Es peligrosa? - Toro seguía mirando desconfiando a la osa, acariciando el pomo de su espada.
-A medias... - dije en un pequeño susurro mientras me acercaba lo más rápido que podía. -Pero no... no es una enemiga... O eso creo.
Ante mi respuesta, Toro no tarda en soltar a Bruna. Sin embargo, la sigue mirando desconfiado; después de verla en acción se ha ganado el honor de que no le quite el ojo de encima. Mientras tanto busco con la mirada a la supuesta rescatada, una joven mujer que aún sigue agotada en el suelo.
- ¿Y tú de donde sales?
Mi mente seguía bastante obnubilada, pero al parecer el hecho de tener que enfrentarme a un estado similar cuando estaba el lobo me había otorgado cierta resistencia al alcohol...
-¿Quienes son esos tíos...? Y tu Bruna, ¿Cómo te has metido en esto? No me cuadra verte en una ciudad.
Últimamente las cosas estaban muy movidas en la ciudad de los humanos. Bueno... "de los humanos", desde hacia meses la ciudad no conocía más gobernadores que los vampiros y los astutos mercaderes que habían poblado las calles con sus matones.
-Jefe, ¿está bien?
-Bájame... - reprimí otra. -¡Bájame!
Toro accedió rápidamente a mis demandas cuando fue consciente del sonido de alarma. Luego dejo en el suelo a la chica que había recogido por el camino.
Yo por mi parte me retiré todo lo que pude con una mano en el estomago y otra en la boca, hasta que encontré una esquina apetecible dónde eché todo lo cenado y bastante de lo bebido. Salvo por el asqueroso sabor en la boca y el dolor en el vientre y la garganta, por el resto comencé a sentirme algo mejor, mi visión se había aclarado un poco.
Fue entonces cuando escuche de nuevo a una voz conocida gritar, para unos segundos después escuchar unos pechos golpes antes de que sonara como un cuerpo pesado era estampado contra una pared.
Agucé la vista y pude ver a Toro agarrando por el cuello a otra figura enorme mientras llevaba la mano a su mandoble.
-¿Y tu quien eres osita? Pensé que estabas con nosotros, ¿por qué nos amenazas?
-¿Bruna...? -ladeé la cabeza hacía un lado con la esperanza de ver un poco mejor a la presa del hombre bestia.
-¿La conoce jefe? ¿Es peligrosa? - Toro seguía mirando desconfiando a la osa, acariciando el pomo de su espada.
-A medias... - dije en un pequeño susurro mientras me acercaba lo más rápido que podía. -Pero no... no es una enemiga... O eso creo.
Ante mi respuesta, Toro no tarda en soltar a Bruna. Sin embargo, la sigue mirando desconfiado; después de verla en acción se ha ganado el honor de que no le quite el ojo de encima. Mientras tanto busco con la mirada a la supuesta rescatada, una joven mujer que aún sigue agotada en el suelo.
- ¿Y tú de donde sales?
Mi mente seguía bastante obnubilada, pero al parecer el hecho de tener que enfrentarme a un estado similar cuando estaba el lobo me había otorgado cierta resistencia al alcohol...
-¿Quienes son esos tíos...? Y tu Bruna, ¿Cómo te has metido en esto? No me cuadra verte en una ciudad.
Últimamente las cosas estaban muy movidas en la ciudad de los humanos. Bueno... "de los humanos", desde hacia meses la ciudad no conocía más gobernadores que los vampiros y los astutos mercaderes que habían poblado las calles con sus matones.
Ircan
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Re: [Guerra de Lunargenta][Libre][3/3] Exención [Cerrado]
OffRoL: ¡Qué mala pata morir por la desventaja de resbalarse por la orina! XD
___________________________
Unos gritos en la lejanía me volvieron a despertar, cuando había creído perder la consciente. Aunque tal vez aquello fuera producto de mi inconsciencia; no estaba segura de ello. Alguien clamaba que la bestia de la cornamenta me liberara. ¿Era aquel ser uno de los captores también? Comenzaba a no estar muy segura de quién trataba de ayudarme y quién no. Poco después fueron los gritos del joven que acompañaba a aquella criatura, los que terminaron de devolverme a la realidad. Abrí los ojos, la luz me hizo cerrarlos repentinamente de nuevo, pero sin embargo volví a abrirlos. Una vez me acostumbré a la luz, pude darme cuenta de que el ser cornamentado me estaba bajando. Al colocarme sobre la superficie, noté cómo aquel mareo que había tenido con anterioridad volvía a apoderarse de mí. Aun así, traté de controlarlo. Me alejé de ellos, dando unos pasos atrás apresuradamente y los observé desde unos metros atrás desde dónde me encontraba. Habría continuado corriendo, pero tenía las piernas adormecidas, demasiado cansadas como para continuar con mi escapada. Me repetí una vez más que aquellos no debían ser los captores, ya que, de haberlo sido, ni me habrían dejado en libertad como acababa de hacer, ni vivir tampoco, muy probablemente.
– ¿Quiénes sois? –pregunté finalmente, sin apartar la vista del ser cornamentado. Por primera vez me fijé en su rostro. No habiéndolo visto bien antes, tan solo fijándome en su cornamenta, no me había dado cuenta hasta aquel momento de que tenía un aspecto muy humano.
Alguien más continuó gritando al fondo, pero aquella voz se había vuelto mucho más cercana. La enorme osa con la que me había encontrado con anterioridad, la misma que me había ayudado a salir de la jaula, ahora se acercaba corriendo apresuradamente hacia ellos. ¡Entonces ellos debían ser los captores! Al fin y al cabo, era la osa la única a quien recordaba hacer algo por ayudarme; cuando el individuo de la cornamenta y su acompañante ya me estaban conduciendo calle en adelante, yo había despertado de la inconsciencia sin saber en qué momento había pasado a estar con ellos. Para mí, eran completos desconocidos en comparación a la osa. El individuo de la cornamenta de repente agarró por el cuello a la osa. Abrí los ojos como platos por la sorpresa y comencé a gritar.
– ¡No! ¡Suéltala! ¡Eh! –llamé al cornudo. Aunque al mismo tiempo también el joven borracho que lo acompañaba le dio la orden de soltarla, cosa que el cornudo hizo segundos después.
Por lo que dijeron segundos después, parecía que todos ellos se conocían. Tanto el cornudo, como el muchacho y la osa, debían haberse encontrado tiempo atrás. Yo estaba completamente confundida, y tan solo esperaba una respuesta que me hiciera saber quiénes eran, porque estaban allí y por qué habían tomado la decisión de ayudarme. Pero, sobre todo, necesitaba saber si me ayudarían a alejarme de aquella zona; no quería volver a tener un encontronazo con los captores y mucho menos ser atrapada. Aunque por supuesto, después de lo que había visto, de ser ellos mis aliados, sabría que estaría bien protegida por el momento.
– ¿Quiénes sois? –pregunté finalmente, sin apartar la vista del ser cornamentado. Por primera vez me fijé en su rostro. No habiéndolo visto bien antes, tan solo fijándome en su cornamenta, no me había dado cuenta hasta aquel momento de que tenía un aspecto muy humano.
Alguien más continuó gritando al fondo, pero aquella voz se había vuelto mucho más cercana. La enorme osa con la que me había encontrado con anterioridad, la misma que me había ayudado a salir de la jaula, ahora se acercaba corriendo apresuradamente hacia ellos. ¡Entonces ellos debían ser los captores! Al fin y al cabo, era la osa la única a quien recordaba hacer algo por ayudarme; cuando el individuo de la cornamenta y su acompañante ya me estaban conduciendo calle en adelante, yo había despertado de la inconsciencia sin saber en qué momento había pasado a estar con ellos. Para mí, eran completos desconocidos en comparación a la osa. El individuo de la cornamenta de repente agarró por el cuello a la osa. Abrí los ojos como platos por la sorpresa y comencé a gritar.
– ¡No! ¡Suéltala! ¡Eh! –llamé al cornudo. Aunque al mismo tiempo también el joven borracho que lo acompañaba le dio la orden de soltarla, cosa que el cornudo hizo segundos después.
Por lo que dijeron segundos después, parecía que todos ellos se conocían. Tanto el cornudo, como el muchacho y la osa, debían haberse encontrado tiempo atrás. Yo estaba completamente confundida, y tan solo esperaba una respuesta que me hiciera saber quiénes eran, porque estaban allí y por qué habían tomado la decisión de ayudarme. Pero, sobre todo, necesitaba saber si me ayudarían a alejarme de aquella zona; no quería volver a tener un encontronazo con los captores y mucho menos ser atrapada. Aunque por supuesto, después de lo que había visto, de ser ellos mis aliados, sabría que estaría bien protegida por el momento.
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Re: [Guerra de Lunargenta][Libre][3/3] Exención [Cerrado]
Su pregunta fue recibida con violencia, cuando el gigantesco toro, trato de inmovilizarla agarrándolo del cuello, a lo que la osa respondió agarrándole el brazo con su mano libre e intentando apartarla de su cuello, por desgracia el toro era más fuerte que la osa, pero no demasiado, con la ursina aplicando fuerza en su contra no era capaz de apretar su cuello tanto como para cortarle la respiración, pero ella tampoco era capaz de apartar su mano, por ende, ambos se prepararon para usar sus armas, pero en esta situación la osa tenía la ventaja de tener su arma ya desenfundada y lista para golpear, mientras que la espada del toro aun estaba guardada.
Pero su competencia de velocidad no se daría, pues una figura conocida le comandaría al toro que soltara a Bruna, a lo que el toro obedeció sin rechistar mientras la osa apartaba su mano despectivamente, quien luego se dio vuelta para ver de quien se trataba -¿Ircan?- la osa casi salta a abrazar a su reencontrado amigo, cuando se percata de la chica que yacía en el suelo, a la cual corrió a socorrer inmediatamente, recogiéndola en sus brazos como a una cría mientras dejaba su martillo en el suelo -la encontré encerrada en una jaula debajo de una gran rodeada de cajas llenas de comida…- dijo dando la vuelta asía Ircan. De pronto la osa se acordó de las dos cajas de queso y tocino que dejo atrás, junto al bandido que yacía inconsciente -¡hay que volver! Deje dos cajas de comida y a uno de los bandidos tumbados en ese callejón, necesito… ¡la chica necesita la comida!- dijo sobre saltada, lo cierto es que aun tenía mucha hambre, sobre todo después de todo ese ejercicio, y la muchacha de la jaula aun necesitaba alimento y descanso a quien la osa sostuvo acercando su rostro más al de la ursina –mi nombre es Bruna, ¿tu quien eres?- le pregunto con una sonrisa en el rostro.
Bruna decide bajar a la chica sin soltarle el costado con su mano para que le fuera más fácil caminar, para luego recoger su martillo con algo de torpeza a causa de que no quería alejarse de la muchacha, ya se la habían tratado de llevar de su lado cuando la rescato y no quería arriesgarse hasta que recuperara sus fuerzas, por lo que la osa empezó a devolveré las miradas de sospechas al toro que aun la observaba atento.
Pero su competencia de velocidad no se daría, pues una figura conocida le comandaría al toro que soltara a Bruna, a lo que el toro obedeció sin rechistar mientras la osa apartaba su mano despectivamente, quien luego se dio vuelta para ver de quien se trataba -¿Ircan?- la osa casi salta a abrazar a su reencontrado amigo, cuando se percata de la chica que yacía en el suelo, a la cual corrió a socorrer inmediatamente, recogiéndola en sus brazos como a una cría mientras dejaba su martillo en el suelo -la encontré encerrada en una jaula debajo de una gran rodeada de cajas llenas de comida…- dijo dando la vuelta asía Ircan. De pronto la osa se acordó de las dos cajas de queso y tocino que dejo atrás, junto al bandido que yacía inconsciente -¡hay que volver! Deje dos cajas de comida y a uno de los bandidos tumbados en ese callejón, necesito… ¡la chica necesita la comida!- dijo sobre saltada, lo cierto es que aun tenía mucha hambre, sobre todo después de todo ese ejercicio, y la muchacha de la jaula aun necesitaba alimento y descanso a quien la osa sostuvo acercando su rostro más al de la ursina –mi nombre es Bruna, ¿tu quien eres?- le pregunto con una sonrisa en el rostro.
Bruna decide bajar a la chica sin soltarle el costado con su mano para que le fuera más fácil caminar, para luego recoger su martillo con algo de torpeza a causa de que no quería alejarse de la muchacha, ya se la habían tratado de llevar de su lado cuando la rescato y no quería arriesgarse hasta que recuperara sus fuerzas, por lo que la osa empezó a devolveré las miradas de sospechas al toro que aun la observaba atento.
Bruna
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Re: [Guerra de Lunargenta][Libre][3/3] Exención [Cerrado]
-Eso no responde a todas mis preguntas...- me llevé la mano a la cabeza en un intento de combatir el preponderante mareo y malestar. -Me gustaría saber en qué lió me he metido... Lo volveré a repetir... - suspiré, mantener aquella conversación en ese estado era agotador. -¿Quienes son esos hombres?
La chica no confiaba en nosotros, a lo mucho en Bruna pues la había dejado acercarse, pero después de todo aquello era normal. Pero no estábamos para perder el tiempo en juegos de confianza, necesitaba una respuesta rápida y clara.
-Comprendo que no te fíes pero... - me llevé la mano a la barriga tras un pequeño rugido lleno de malestar. - Somos tu mejor opción... Hace meses que la Guardia abandonó la ciudad, los matones de los mercaderes no van a ayudarte, en todo caso venderte, y lo mismo va para los vampiros, estos a lo mucho te sacaran la sangre.
Lo que había dicho Bruna tenía sentido. A la chica se la veía con principios de desnutrición, lo mostraba en la debilidad que emanaba su cuerpo. Además, puede que un acto caritativo como ese aumentará la confianza con nosotros.
"¿Pero quién debe de ir a por las cajas?" me rasqué el mentón mientras sopesaba las posibilidades. "Ahora mismo soy el menos indicado, junto a la chica, como para moverme para cargar cosas, eso nos deja a..." mire a Bruna, que estaba meciendo a la mujer como si fuera su madre y a Toro, que seguía mostrando un rostro desconfiado, pero ya no por Bruna, sino por la situación en la que nos acabábamos de meter. -No deberíamos dejar a nadie sólo, lo mejor es que Toro y Bruna vayan a por las provisiones, así se reduce la posibilidad de una emboscada en el camino. Eso sin mencionar el hecho de que no creo que nadie en su sano juicio se pusiera a pegarse con dos moles como ellos...
Tampoco estuviera en la mejor condición para ser el guardián de la muchacha, pero al menos mi oído y olfato nos alertaría de cualquier peligro cercano antes de que este nos alcanzará de improvisto.
_________________________________________________________________________________________________________
Abro la posibilidad de que Bruna vaya con Toro a por las cajas, por lo que de hacerlo en el siguiente post de Bruna podrá controlar a Toro. Si Bruna no quiere ir, irá Toro sólo jajaja. O viceversa, si Bruna quiere puede ir ella sola.
La chica no confiaba en nosotros, a lo mucho en Bruna pues la había dejado acercarse, pero después de todo aquello era normal. Pero no estábamos para perder el tiempo en juegos de confianza, necesitaba una respuesta rápida y clara.
-Comprendo que no te fíes pero... - me llevé la mano a la barriga tras un pequeño rugido lleno de malestar. - Somos tu mejor opción... Hace meses que la Guardia abandonó la ciudad, los matones de los mercaderes no van a ayudarte, en todo caso venderte, y lo mismo va para los vampiros, estos a lo mucho te sacaran la sangre.
Lo que había dicho Bruna tenía sentido. A la chica se la veía con principios de desnutrición, lo mostraba en la debilidad que emanaba su cuerpo. Además, puede que un acto caritativo como ese aumentará la confianza con nosotros.
"¿Pero quién debe de ir a por las cajas?" me rasqué el mentón mientras sopesaba las posibilidades. "Ahora mismo soy el menos indicado, junto a la chica, como para moverme para cargar cosas, eso nos deja a..." mire a Bruna, que estaba meciendo a la mujer como si fuera su madre y a Toro, que seguía mostrando un rostro desconfiado, pero ya no por Bruna, sino por la situación en la que nos acabábamos de meter. -No deberíamos dejar a nadie sólo, lo mejor es que Toro y Bruna vayan a por las provisiones, así se reduce la posibilidad de una emboscada en el camino. Eso sin mencionar el hecho de que no creo que nadie en su sano juicio se pusiera a pegarse con dos moles como ellos...
Tampoco estuviera en la mejor condición para ser el guardián de la muchacha, pero al menos mi oído y olfato nos alertaría de cualquier peligro cercano antes de que este nos alcanzará de improvisto.
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Abro la posibilidad de que Bruna vaya con Toro a por las cajas, por lo que de hacerlo en el siguiente post de Bruna podrá controlar a Toro. Si Bruna no quiere ir, irá Toro sólo jajaja. O viceversa, si Bruna quiere puede ir ella sola.
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Re: [Guerra de Lunargenta][Libre][3/3] Exención [Cerrado]
Después de que se diera el reencuentro y se reconocieran los unos a los otros, pude ver que la situación se calmaba poco a poco. No vi por ninguna parte a los captores, por lo que me relajé ligeramente. Todavía estaba agotada, hambrienta y extremadamente sedienta. Apenas me podía mantener en pie, pero al menos tenía energía suficiente como para mantenerme consciente. Observe a la osa. Ella tenía razón, debía regresar a por la comida. ¡Era gratis! Habría sido estúpido desperdiciar la oportunidad de comer todo cuanto necesitaba en aquellos momentos. La osa me había alzado en sus barcos, ayudándome a que no necesitara continuar manteniéndome forzosamente en pie. Me observaba, con un gesto tierno en su rostro, y se presentó ante mi como Bruna. Jamás había imaginado que podría ver a una criatura con aquella, hablando con la misma claridad con la que hablaría un humano, y casi teniendo las mismas reacciones ye expresiones. Era asombroso cuando algo que llevaba gran parte de mi vida leyendo y estudiando, se tornaba real, los hombres bestias.
– Mi nombre es Lyath –me presente, de forma escueta. Todavía no tenía mucha energía para hablar, y tenía los labios secos y cortados. Además, sentía que cada palabra que dejaba escapar me raspaba la garganta–. ¿Dónde estoy? ¿Qué lugar es este?
En aquellos momentos la ciudad era desconocida para mí. De haber sabido el nombre, la habría podido identificar con lo que había leído con anterioridad sobre Lunargenta; pero para mí en aquellos momentos tan solo era un conjunto de callejuelas que podrían pertenecer a cualquier otra ciudad de Aerandir. Estaba completamente perdida, y no era consciente de que tan al sur me encontraba. Entonces fue el muchacho ebrio que iba acompañado del hombre toro, quien hablo. ¿Que quienes eran aquellos hombres? Esa era una pregunta difícil. Lo cierto es que no tenía la menor idea sobre ellos. Mientras yo había estado en el torreón de Lyath, tranquilamente vigilándolo durante la ausencia de mis padres, aquellos forajidos habían aparecido de repente para saquear el torreón y me habían tomado a mí con finalidades desconocidas. No había llegado a hablar mucho con ellos, y lo poco que me decían cuando se dirigían a mí era que comiera para no morirme, y que me mantuviera en silencio.
El muchacho me dijo desconsoladoramente que mis opciones eran escasas. Confiar en ellos era la nica opción. A decir verdad, confiaba en Bruna, quien se había dispuesto a ayudarme desde un primer instante sin siquiera pensarlo. Pero, si Bruna conocía a aquella pareja y parecía que había amistado entre ellos –muy pese a la actitud violenta del hombre toro hacia la osa–, debía ser porque eran de fiar. De todas formas, tampoco tenía muchas opciones, tal y como el muchacho había mencionado.
La última sugerencia del muchacho, fue que fueran su compañero y la osa a buscar la caja con comida. Me aprecio una idea terrible. Dejarnos solos a mí, que estaba todavía débil e incapaz de prácticamente moverme un metro de donde estaba, y un joven ebrio. Era una muy mala idea, pero no me sentí con energía suficiente como para poder rebatirla. Al fin y al cabo, tampoco había muchas más opciones.
– Pero por favor, daros prisa –pedí entonces. Todavía me sentía bastante nerviosa porque pudieran aparecer en cualquier momento nuevamente los forajidos. Después del encontronazo con los dos hombres bestia, era bastante improbable, pero todavía tenía el temor clavado en la mente. Me gire hacia el chico–. Lo siento, pero no sé quiénes son esos hombres. Llevo meses con ellos, pero jamás los había visto antes de que me capturaran. Tampoco sé muy bien que finalidades tenían. Estaban hablando con alguien para venderme, creo, aunque no sé para qué. –Callé. Había hablado demasiado, y ahora sentía la garganta seca a irritada.
– Mi nombre es Lyath –me presente, de forma escueta. Todavía no tenía mucha energía para hablar, y tenía los labios secos y cortados. Además, sentía que cada palabra que dejaba escapar me raspaba la garganta–. ¿Dónde estoy? ¿Qué lugar es este?
En aquellos momentos la ciudad era desconocida para mí. De haber sabido el nombre, la habría podido identificar con lo que había leído con anterioridad sobre Lunargenta; pero para mí en aquellos momentos tan solo era un conjunto de callejuelas que podrían pertenecer a cualquier otra ciudad de Aerandir. Estaba completamente perdida, y no era consciente de que tan al sur me encontraba. Entonces fue el muchacho ebrio que iba acompañado del hombre toro, quien hablo. ¿Que quienes eran aquellos hombres? Esa era una pregunta difícil. Lo cierto es que no tenía la menor idea sobre ellos. Mientras yo había estado en el torreón de Lyath, tranquilamente vigilándolo durante la ausencia de mis padres, aquellos forajidos habían aparecido de repente para saquear el torreón y me habían tomado a mí con finalidades desconocidas. No había llegado a hablar mucho con ellos, y lo poco que me decían cuando se dirigían a mí era que comiera para no morirme, y que me mantuviera en silencio.
El muchacho me dijo desconsoladoramente que mis opciones eran escasas. Confiar en ellos era la nica opción. A decir verdad, confiaba en Bruna, quien se había dispuesto a ayudarme desde un primer instante sin siquiera pensarlo. Pero, si Bruna conocía a aquella pareja y parecía que había amistado entre ellos –muy pese a la actitud violenta del hombre toro hacia la osa–, debía ser porque eran de fiar. De todas formas, tampoco tenía muchas opciones, tal y como el muchacho había mencionado.
La última sugerencia del muchacho, fue que fueran su compañero y la osa a buscar la caja con comida. Me aprecio una idea terrible. Dejarnos solos a mí, que estaba todavía débil e incapaz de prácticamente moverme un metro de donde estaba, y un joven ebrio. Era una muy mala idea, pero no me sentí con energía suficiente como para poder rebatirla. Al fin y al cabo, tampoco había muchas más opciones.
– Pero por favor, daros prisa –pedí entonces. Todavía me sentía bastante nerviosa porque pudieran aparecer en cualquier momento nuevamente los forajidos. Después del encontronazo con los dos hombres bestia, era bastante improbable, pero todavía tenía el temor clavado en la mente. Me gire hacia el chico–. Lo siento, pero no sé quiénes son esos hombres. Llevo meses con ellos, pero jamás los había visto antes de que me capturaran. Tampoco sé muy bien que finalidades tenían. Estaban hablando con alguien para venderme, creo, aunque no sé para qué. –Callé. Había hablado demasiado, y ahora sentía la garganta seca a irritada.
Lyath
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Re: [Guerra de Lunargenta][Libre][3/3] Exención [Cerrado]
Al tener cerca a la chica Bruna si dio cuenta de cuan mal era su estado, no solo estaba poco alimentada, pero casi ni le daban agua, la osa le paso su cantimplora, que ya no tenía mucha agua, un trago para un hombre oso, pero para un humano eran dos vasos completos, Bruna fue tan lejos como para ayudar a Lyath a beber, sosteniendo la cantimplora por ella.
A la osa no le agradaba la idea de separarse de Lyath ahora que había conseguido reunirse con ella, pero Ircan tenía razón de que alguien tendría que ir a por las cajas, por unos momentos se le ocurrió de llevarse a cuestas, pero ya cargaba con su martillo y no le tenía la confianza al toro como para dejarlo cargar a él solo las cajas –no me agrada la idea, pero no tenemos muchas opciones ¿o si?- la osa dejo a su nueva amiga sentada en el suelo con el cuidado que tiene alguien que maneja una escultura de vidrio, le dejo la cantimplora con la poco agua que aun cargaba y recogió su martillo antes de encaminarse de vuelta a aquel callejón junto con “Toro”.
El recorrido de vuelta fue marcado por un incomodo silencio, ni el toro ni la osa se tenían mucha confianza el uno al otro como para entablar conversación, aparte, ambos estaban vigilando si no volvían a aparecer los bandidos de antes. Finalmente llegaron donde Bruna había dejado las cajas y Toro pudo notar como uno de los bandidos de antes aun permanecía tumbado a unos pocos metros donde Ircan estaba soltando toda el “agua” que bebió antes, mientras que la osa se disponía a recoger las cajas y cargarlas sobre su hombro izquierdo, el hombre bestia reviso al bandido para descubrir que aun seguía con vida –deberíamos llevárnoslo, nos puede dar información- dijo el toro cargando el cuerpo inerte del guerrero sobre su hombro –yo llevare las dos cajas pues...- respondió Bruna –¿cómo fue que lo venciste sin matarlo?- pregunto Toro sin disfrazar su sorpresa, seguramente estaba convencido de que la osa no sería capaz de controlarse hasta ese punto –se resbalo con la “marca” de Ircan, aproveche lo tumbe al piso y me le tire encima- dijo la osa con una sonrisa de confianza a lo que el toro respondió -¡diablos!- con una mueca de dolor en su rostro.
En poco tiempo llegaron de vuelta con Ircan y Lyath, en la calle más larga donde Bruna se dispuso a abrir la caja de los quesos, para ofrecérselos a Lyath junto con el tocino, no sin comer un poco frente a ella, parte para que entrara en confianza, parte, porque ella también tenia hambre, mientras Toro dejaba caer al bandido aun inconsciente frente a Ircan.
A la osa no le agradaba la idea de separarse de Lyath ahora que había conseguido reunirse con ella, pero Ircan tenía razón de que alguien tendría que ir a por las cajas, por unos momentos se le ocurrió de llevarse a cuestas, pero ya cargaba con su martillo y no le tenía la confianza al toro como para dejarlo cargar a él solo las cajas –no me agrada la idea, pero no tenemos muchas opciones ¿o si?- la osa dejo a su nueva amiga sentada en el suelo con el cuidado que tiene alguien que maneja una escultura de vidrio, le dejo la cantimplora con la poco agua que aun cargaba y recogió su martillo antes de encaminarse de vuelta a aquel callejón junto con “Toro”.
El recorrido de vuelta fue marcado por un incomodo silencio, ni el toro ni la osa se tenían mucha confianza el uno al otro como para entablar conversación, aparte, ambos estaban vigilando si no volvían a aparecer los bandidos de antes. Finalmente llegaron donde Bruna había dejado las cajas y Toro pudo notar como uno de los bandidos de antes aun permanecía tumbado a unos pocos metros donde Ircan estaba soltando toda el “agua” que bebió antes, mientras que la osa se disponía a recoger las cajas y cargarlas sobre su hombro izquierdo, el hombre bestia reviso al bandido para descubrir que aun seguía con vida –deberíamos llevárnoslo, nos puede dar información- dijo el toro cargando el cuerpo inerte del guerrero sobre su hombro –yo llevare las dos cajas pues...- respondió Bruna –¿cómo fue que lo venciste sin matarlo?- pregunto Toro sin disfrazar su sorpresa, seguramente estaba convencido de que la osa no sería capaz de controlarse hasta ese punto –se resbalo con la “marca” de Ircan, aproveche lo tumbe al piso y me le tire encima- dijo la osa con una sonrisa de confianza a lo que el toro respondió -¡diablos!- con una mueca de dolor en su rostro.
En poco tiempo llegaron de vuelta con Ircan y Lyath, en la calle más larga donde Bruna se dispuso a abrir la caja de los quesos, para ofrecérselos a Lyath junto con el tocino, no sin comer un poco frente a ella, parte para que entrara en confianza, parte, porque ella también tenia hambre, mientras Toro dejaba caer al bandido aun inconsciente frente a Ircan.
Bruna
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Re: [Guerra de Lunargenta][Libre][3/3] Exención [Cerrado]
Los hombres bestia obedecieron y me dejaron a solas con Lyath, algo en ella me hacía recordar a Astrid... Zarandeé la cabeza para alejar aquel penumbroso pensamiento de mi mente.
- Bebe... te hará bien... Y a mi... - yo también sentía la garganta bastante seca. Agarré mi pellejo y vertí agua sobre mi gaznate. - Así que comercio de esclavos... Bien... Nos hemos metido de lleno en un buen lío. Y supongo que estamos dentro de la sede el comprador. Tus raptores pronto serán el menor de nuestros problemas...
Pude notar la desconfiada mirada que me dirigía la chica. Esta podía ser por dos motivos... O bien no confiará en que fuera un aliado, o bien no me veía cumpliendo con funciones como protector. No podía culparla, sólo era un chico de casi diecisiete años al que no había conocido en su mejor estado.
- Por cierto... Me llamó Ircan. - le sonreí. - Siento que me hayas conocido en... un bajo estado de forma... Pero no debes de preocuparte. Tus raptores no van a ser los primeros enemigos a los que enfrente, ni serán los más poderosos.
Aquellos hombres, por muy fuertes que fueran no eran comparables a los leónicos, ni a las pesadillas de Discordía, ni a los ex-miembros de la manada ni a Randall. De repente comencé a sentirme bastante motivado, pese a que siempre me había salvado por los pelos, y a veces con grandes sacrificios. Volví a beber de mi bota, ocultando una sonrisa.
Ambas moles de carne no tardaron mucho en venir, pero lo hicieron acompañados de un raptor moribundo.
-¡Jefe! ¡Hemos capturado a este! - lanzó al hombre a mis pies. - Seguro que nos puede decir unas cuantas cosas.
-¡No os contaré una mierda! ¡Y tú! - señaló a la chica. - ¡Lamentarás cuando te encuentren! ¡Todos lo lamen...! - no pudo terminar las frase, ya que Toro le hizo desprenderse de unos cuantos dientes con un manotazo de su guantelete acorazado. - Magditho...
-Si no quieres perder más que los dientes... Te sugiero que comiences a hablar rápido... Toro no tiene tanta paciencia como yo... - el bóvido desenfundo a Cuerno, la daga que le había fabricado hacía unos meses. -O mejor... Toro átalo bien. - mi compañero obedeció con una sonrisa, seguramente sabiendo que planeaba. -Dale tu cuchillo a la chica... Dejemos que la presa se vengue del cazador... - Toro se acercó a la joven y le dio el cuchillo. - Es todo tuyo.
-¡No cofefireis uga mierfa! - podía gritar cuanto quisiese, pero sus ojos bien mostraban que sabía que Lyath no iba a mostrar ningún tipo de piedad.
-Ya veremos...
No era una frialdad que se pudiese esperar de alguien tan joven como era... pero a esas alturas si no te endurecías con la vida estaba acababa por aplastarte. Eso y que no tenía ningún apreció a aquellos que se dedicaban a la trata de personas.
- Bebe... te hará bien... Y a mi... - yo también sentía la garganta bastante seca. Agarré mi pellejo y vertí agua sobre mi gaznate. - Así que comercio de esclavos... Bien... Nos hemos metido de lleno en un buen lío. Y supongo que estamos dentro de la sede el comprador. Tus raptores pronto serán el menor de nuestros problemas...
Pude notar la desconfiada mirada que me dirigía la chica. Esta podía ser por dos motivos... O bien no confiará en que fuera un aliado, o bien no me veía cumpliendo con funciones como protector. No podía culparla, sólo era un chico de casi diecisiete años al que no había conocido en su mejor estado.
- Por cierto... Me llamó Ircan. - le sonreí. - Siento que me hayas conocido en... un bajo estado de forma... Pero no debes de preocuparte. Tus raptores no van a ser los primeros enemigos a los que enfrente, ni serán los más poderosos.
Aquellos hombres, por muy fuertes que fueran no eran comparables a los leónicos, ni a las pesadillas de Discordía, ni a los ex-miembros de la manada ni a Randall. De repente comencé a sentirme bastante motivado, pese a que siempre me había salvado por los pelos, y a veces con grandes sacrificios. Volví a beber de mi bota, ocultando una sonrisa.
Ambas moles de carne no tardaron mucho en venir, pero lo hicieron acompañados de un raptor moribundo.
-¡Jefe! ¡Hemos capturado a este! - lanzó al hombre a mis pies. - Seguro que nos puede decir unas cuantas cosas.
-¡No os contaré una mierda! ¡Y tú! - señaló a la chica. - ¡Lamentarás cuando te encuentren! ¡Todos lo lamen...! - no pudo terminar las frase, ya que Toro le hizo desprenderse de unos cuantos dientes con un manotazo de su guantelete acorazado. - Magditho...
-Si no quieres perder más que los dientes... Te sugiero que comiences a hablar rápido... Toro no tiene tanta paciencia como yo... - el bóvido desenfundo a Cuerno, la daga que le había fabricado hacía unos meses. -O mejor... Toro átalo bien. - mi compañero obedeció con una sonrisa, seguramente sabiendo que planeaba. -Dale tu cuchillo a la chica... Dejemos que la presa se vengue del cazador... - Toro se acercó a la joven y le dio el cuchillo. - Es todo tuyo.
-¡No cofefireis uga mierfa! - podía gritar cuanto quisiese, pero sus ojos bien mostraban que sabía que Lyath no iba a mostrar ningún tipo de piedad.
-Ya veremos...
No era una frialdad que se pudiese esperar de alguien tan joven como era... pero a esas alturas si no te endurecías con la vida estaba acababa por aplastarte. Eso y que no tenía ningún apreció a aquellos que se dedicaban a la trata de personas.
Ircan
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Re: [Guerra de Lunargenta][Libre][3/3] Exención [Cerrado]
En cuanto la sea me ofreció agua, pegue mis labios a la cantimplora casi con completa desesperación. Habían pasado largas horas desde la última vez que había podido mojarme los labios con un poco de agua fresca, y en cuanto había tenido ocasión de hacerlo, no había podido probar precisamente bastante. Había sido mucho, mucho antes de llegar a la ciudad, y tan solo había podido saborear un leve trago de agua, que en aquellos momentos me había sabido como si me hubieran estado devolviendo la vida por unos instantes. Para luego arrebatármela de nuevo con largas horas de viaje, sedienta y con mi estomago rugiendo por el hambre.
Bebí tanto que mi garganta comenzó a doler. Ardía, y especialmente mucho más al continuar dando tragos largos y bruscos de agua. Llegue a tomar la equivalencia a dos grandes vasos de agua, que, si bien no era todo lo que necesitaba para calmar mi sed, sí que era lo suficiente como para poder reanimarme. Ya podría beber más adelante, ahora tenía que marcharme, encontrar un lugar seguro, hasta estar completamente bien. La osa se marchó finalmente junto con el hombre toro a por las cajas de alimentos, y mientras dejo su cantimplora reposando a mi lado. Termine de beber lo poco que quedaba. Mientras que en un principio la cantimplora me había resultado tan pesada que había necesitado la ayuda de Bruna para poder sostenerla, ahora mucho más facial no pesaba tanto y pude terminar de beber por mi cuenta. Además, sorprende mente el hecho de haber bebido un poco me hizo sentir mucho más fuerte, en comparación a momentos atrás, que yo había estado completamente desganada.
Mientras ambos se marcharon a por las cajas, el joven se presentó a sí mismo como Ircan. Todavía se lo veía muy ebrio, y continuaba sin despertarme confianza suficiente. Lo cierto es que al poco de haberlos visto a él y al enorme hombre bestia, me había llegado a preguntar si el chico se trataba de la mascota del gigantesco hombre toro. Poco después, me di cuenta de que no eran más que amigos, con alguna clase de vinculo especial entre ellos. ¿Quién sabia? La mayoría de las veces todo tenía toda una larga historia detrás.
– Mi nombre es Lyath –me presente finalmente–. ¿La sede del comprador? Pero… –intente pensar nuevamente. No estaba segura de sí lo había dicho anteriormente, aunque realmente si lo hubiera dicho–. ¿Dónde estoy? ¿Qué lugar es este?
En cuanto regresaron la osa y el hombre toro, volvieron no solamente con los alimentos, sino también con uno de los captores. Abrí los ojos sorprendida, y ligeramente aterrada. ¿Por qué lo habían traído hasta nosotros? Quería perderlos de vista, no quería volver a verlos jamás, a menos que me encontrara en óptimas condiciones, con una espada en mi mano y preparada para asestarles una estocada firme y definitiva. Pero esas eran por mucho, unas circunstancias realmente lejanas.
En cuanto el tipo comenzó a hablar, apreté los dientes mientras lo miraba a los ojos. Y me quede observándolo a los ojos. Se veía mucho más patético ahora, especialmente después del manotazo que le propicio el hombre toro. Era ridículo, un ser estúpido que se había atrevido a introducirse en el tipo de negocio equivocado. Gente así, siempre tarde o temprano acababa mal. El captor se negaba a decir una sola cosa en relación a las razones del rapto. Era algo que había querido saber desde el primer momento en el que me habían atrapado, y allí estaba esa opción, la de conocer las verdaderas razones del sufrimiento y el tormento que había tenido que padecer durante los últimos meses. El hombre toro se me acerco finalmente con un cuchillo en su mano, tendiéndomelo para que lo utilizaría contra aquel captor. Lo empuñé con fuerza, y sentí el dolor de mis manos, cuya piel todavía estaba demasiado sensible y débil, como el resto de mi cuerpo. Bien, había imaginado que me vengaría encontrándome en condiciones óptimas, y con una espada empuñada en lugar de una daga; pero aquello era más de lo que podía pedir en aquellos momentos. Sonreí al hombre bestia mientras Aceptaba la daga, y me dirigí con el ceño fruncido hacia el captor. Este trato de escupirme, aunque con los dientes rotos y los labios amoratados su saliva cayo patéticamente al suelo, sobre sus rodillas. Estuve a punto de reír, pero no era momento para risas. Aquel, junto con sus compañeros, eran el motivo de mi sufrimiento, y era el momento de vengarme. A menos que hablara, entonces tal vez tendría algunos minutos de vida más. Si lo dejaría vivir después… todavía no estaba completamente segura de ello.
– Espera, espera –pidió entonces. Su gesto, que había sido de asco y odio segundos antes, pedía clemencia–. Os daré información. Os diré lo que queráis saber.
– Habla –dije únicamente.
Mi voz continuaba siendo débil. Me veía a mí misma muy débil. Pero esta vez tenía una daga, y él se encontraba en una muy peor situación que la mía. Eso me hizo sentir fuerte, dentro de lo que cabía.
– Era demasiado dinero como para poder rechazarlo –comenzó a hablar entonces, lentamente para poder pronunciar cada una de las palabras apropiadamente, dentro de lo que su torturada boca le permitía. Jadeaba cada poca palabra–. Tienes que entenderlo. Cuando te ofrecen tanto dinero, dejas de plantearte si lo que haces está bien o mal. Solo piensas en que es una oportunidad única. Y luego aparece otra oportunidad única, y luego otra, y luego otra… y así funciona siempre. No es culpa mía… –le escupí. ¡¿No era culpa suya?! Se quedó callado durante algunos segundos, con los ojos cerrados y el ceño fruncido. Luego, siguió hablando–. Nos ofrecieron muy buen precio por todas las ventas que hiciéramos aquí, en este lugar. Desconozco la finalidad, pero era mucho, mucho dinero. Así que aceptamos sin dudarlo. Y te atrapamos a ti, y a muchos más antes que tú, y se los entregamos a ellos. Al poco tiempo vimos a esas mismas personas que habíamos vendido, sirviendo voluntariamente a los compradores. Así que pensábamos; ¡bueno, no debe ser tan malo! Al poco tiempo nos enteramos de Lunargenta, los vampiros, y toda esta mierda… es todo lo que se. ¿Puedo irme? Dejadme vivir, seguro que entendéis mis acciones, podéis entenderlo… seguro que vosotros haríais lo mismo… –lo suplicaba, y continuaba jadeando.
Dude. Tenía mis dedos apretados sobre la empuñadura del cuchillo, y lo miraba a los ojos con furia. El trataba de mirarme con miedo, lastima, con temor por la proximidad a la muerte. Aunque no me daba ninguna lastima. Estuve a punto de clavarle el cuchillo en el cuello, hasta que decidió añadir algo más, con un grito.
– ¡Os puedo decir donde están! ¡Si me matas no puedo decirte donde están! Este solo fue un punto de encuentro. Tal vez quieras evitar que le pase esto a más gente –el trato de buscar alguna forma de crear interés en sus palabras, para que no lo matáramos–. Conozco el lugar de reunión. Es aquí, en Lunargenta, pero os puedo decir en qué parte. –Entonces supe por primera vez, que me encontraba en Lunargenta. ¿De verdad me habían traído tan lejos de mi hogar?
Bebí tanto que mi garganta comenzó a doler. Ardía, y especialmente mucho más al continuar dando tragos largos y bruscos de agua. Llegue a tomar la equivalencia a dos grandes vasos de agua, que, si bien no era todo lo que necesitaba para calmar mi sed, sí que era lo suficiente como para poder reanimarme. Ya podría beber más adelante, ahora tenía que marcharme, encontrar un lugar seguro, hasta estar completamente bien. La osa se marchó finalmente junto con el hombre toro a por las cajas de alimentos, y mientras dejo su cantimplora reposando a mi lado. Termine de beber lo poco que quedaba. Mientras que en un principio la cantimplora me había resultado tan pesada que había necesitado la ayuda de Bruna para poder sostenerla, ahora mucho más facial no pesaba tanto y pude terminar de beber por mi cuenta. Además, sorprende mente el hecho de haber bebido un poco me hizo sentir mucho más fuerte, en comparación a momentos atrás, que yo había estado completamente desganada.
Mientras ambos se marcharon a por las cajas, el joven se presentó a sí mismo como Ircan. Todavía se lo veía muy ebrio, y continuaba sin despertarme confianza suficiente. Lo cierto es que al poco de haberlos visto a él y al enorme hombre bestia, me había llegado a preguntar si el chico se trataba de la mascota del gigantesco hombre toro. Poco después, me di cuenta de que no eran más que amigos, con alguna clase de vinculo especial entre ellos. ¿Quién sabia? La mayoría de las veces todo tenía toda una larga historia detrás.
– Mi nombre es Lyath –me presente finalmente–. ¿La sede del comprador? Pero… –intente pensar nuevamente. No estaba segura de sí lo había dicho anteriormente, aunque realmente si lo hubiera dicho–. ¿Dónde estoy? ¿Qué lugar es este?
En cuanto regresaron la osa y el hombre toro, volvieron no solamente con los alimentos, sino también con uno de los captores. Abrí los ojos sorprendida, y ligeramente aterrada. ¿Por qué lo habían traído hasta nosotros? Quería perderlos de vista, no quería volver a verlos jamás, a menos que me encontrara en óptimas condiciones, con una espada en mi mano y preparada para asestarles una estocada firme y definitiva. Pero esas eran por mucho, unas circunstancias realmente lejanas.
En cuanto el tipo comenzó a hablar, apreté los dientes mientras lo miraba a los ojos. Y me quede observándolo a los ojos. Se veía mucho más patético ahora, especialmente después del manotazo que le propicio el hombre toro. Era ridículo, un ser estúpido que se había atrevido a introducirse en el tipo de negocio equivocado. Gente así, siempre tarde o temprano acababa mal. El captor se negaba a decir una sola cosa en relación a las razones del rapto. Era algo que había querido saber desde el primer momento en el que me habían atrapado, y allí estaba esa opción, la de conocer las verdaderas razones del sufrimiento y el tormento que había tenido que padecer durante los últimos meses. El hombre toro se me acerco finalmente con un cuchillo en su mano, tendiéndomelo para que lo utilizaría contra aquel captor. Lo empuñé con fuerza, y sentí el dolor de mis manos, cuya piel todavía estaba demasiado sensible y débil, como el resto de mi cuerpo. Bien, había imaginado que me vengaría encontrándome en condiciones óptimas, y con una espada empuñada en lugar de una daga; pero aquello era más de lo que podía pedir en aquellos momentos. Sonreí al hombre bestia mientras Aceptaba la daga, y me dirigí con el ceño fruncido hacia el captor. Este trato de escupirme, aunque con los dientes rotos y los labios amoratados su saliva cayo patéticamente al suelo, sobre sus rodillas. Estuve a punto de reír, pero no era momento para risas. Aquel, junto con sus compañeros, eran el motivo de mi sufrimiento, y era el momento de vengarme. A menos que hablara, entonces tal vez tendría algunos minutos de vida más. Si lo dejaría vivir después… todavía no estaba completamente segura de ello.
– Espera, espera –pidió entonces. Su gesto, que había sido de asco y odio segundos antes, pedía clemencia–. Os daré información. Os diré lo que queráis saber.
– Habla –dije únicamente.
Mi voz continuaba siendo débil. Me veía a mí misma muy débil. Pero esta vez tenía una daga, y él se encontraba en una muy peor situación que la mía. Eso me hizo sentir fuerte, dentro de lo que cabía.
– Era demasiado dinero como para poder rechazarlo –comenzó a hablar entonces, lentamente para poder pronunciar cada una de las palabras apropiadamente, dentro de lo que su torturada boca le permitía. Jadeaba cada poca palabra–. Tienes que entenderlo. Cuando te ofrecen tanto dinero, dejas de plantearte si lo que haces está bien o mal. Solo piensas en que es una oportunidad única. Y luego aparece otra oportunidad única, y luego otra, y luego otra… y así funciona siempre. No es culpa mía… –le escupí. ¡¿No era culpa suya?! Se quedó callado durante algunos segundos, con los ojos cerrados y el ceño fruncido. Luego, siguió hablando–. Nos ofrecieron muy buen precio por todas las ventas que hiciéramos aquí, en este lugar. Desconozco la finalidad, pero era mucho, mucho dinero. Así que aceptamos sin dudarlo. Y te atrapamos a ti, y a muchos más antes que tú, y se los entregamos a ellos. Al poco tiempo vimos a esas mismas personas que habíamos vendido, sirviendo voluntariamente a los compradores. Así que pensábamos; ¡bueno, no debe ser tan malo! Al poco tiempo nos enteramos de Lunargenta, los vampiros, y toda esta mierda… es todo lo que se. ¿Puedo irme? Dejadme vivir, seguro que entendéis mis acciones, podéis entenderlo… seguro que vosotros haríais lo mismo… –lo suplicaba, y continuaba jadeando.
Dude. Tenía mis dedos apretados sobre la empuñadura del cuchillo, y lo miraba a los ojos con furia. El trataba de mirarme con miedo, lastima, con temor por la proximidad a la muerte. Aunque no me daba ninguna lastima. Estuve a punto de clavarle el cuchillo en el cuello, hasta que decidió añadir algo más, con un grito.
– ¡Os puedo decir donde están! ¡Si me matas no puedo decirte donde están! Este solo fue un punto de encuentro. Tal vez quieras evitar que le pase esto a más gente –el trato de buscar alguna forma de crear interés en sus palabras, para que no lo matáramos–. Conozco el lugar de reunión. Es aquí, en Lunargenta, pero os puedo decir en qué parte. –Entonces supe por primera vez, que me encontraba en Lunargenta. ¿De verdad me habían traído tan lejos de mi hogar?
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OffRoL: Por si escribís en vuestros posts que el captor dice donde se encuentra ese lugar, si es que no lo matáis antes de que diga nada, os diré donde se encuentra. El lugar de reunión está en la parte oeste de Lunargenta, justo en un sótano que hay bajo la muralla al que se accede desde una casa particular. Podéis describirlo como queráis, es lo que más o menos imagine. Una vez allí, se supone que hay un grupo de vampiros que se dedican a comprar las ventas que ofrecen los esclavistas, para poder convertirlos en vampiros y hacerlos soldados de su guardia, para poder aumentar el dominio en Lunargenta.Lyath
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Re: [Guerra de Lunargenta][Libre][3/3] Exención [Cerrado]
Mientras el interrogatorio del humillado matón proseguía Bruna se concentraba en comer de la caja de queso y de la de tocino asegurándose de dejar algo para Lyath, ella no tenía experiencia en parecer intimidante para sacar información de alguien así que, prefirió dejárselo a sus nuevos compañeros que parecían más expertos en esta materia.
No les tomo mucho tiempo hacer que ese desgraciado cantara como pajarito, el bastardo trabajaba vendiendo esclavos a los vampiros, excusándose con la escusa de que la oferta de dinero era demasiada como para poder rechazarla –seguramente para ellos, lo que te pagaban era una mera miseria...- dijo la osa como burlándose de un matón de pocas vistas, sin siquiera darse la vuelta para verle a la cara –y nunca se te ocurrió que, siendo vampiros, pudieran estar usando controles mentales para mantener tranquilas a las víctimas que les vendías- Bruna finalmente se distancio de las cajas poniéndolas junto a Lyath, a la quien aparto del bandido indicándole que comiera algo de una vez.
Bruna se agacho frente al matón y lo agarro de la cabeza para forzarlo a mirarla a los ojos –mi padre siempre decía que los vampiros ven a las demás razas de tres modos: como comida, como molestias y como mano de obra que les hace las labores más sucias hasta que se vuelven comida- la voz de la osa no expresaba ni rabia ni odio, solo un tono que se podría atribuirle a una persona mayor regañando a un joven tonto por su insensatez –tarde o temprano compartirías el destino de tus victimas, quizás tus jefes se estén comiendo a tus amigos en este momento- le dijo con una sonrisa de confianza –ahora nos dirás donde esta ese lugar y luego te dejare ir.
De acuerdo, de acuerdo!- dijo el bandolero con desesperación, la promesa de que lo dejarían con vida fue más que suficiente como para poder convencerlo definitivamente –busquen una casa en el lado oeste de la ciudad, de ahí se entra a un sótano debajo de las murallas- decía con dificultad debido a su repentina falta de dentadura –ahí es donde nos solemos reunir para vender a los que capturamos, la casa tiene tres pisos, de paredes blancas y techo marrón claro, la puerta principal está marcada con una flecha que apunta asía abajo- al escuchar eso la osa dejo libre de su agarre la cabeza del sujeto y empezó a mirar a su alrededor, cuando vio la letrina exterior de la taberna de la cual salieron Ircan y Toro, entonces la osa le sonrió al criminal y dijo alegremente -¡graaaciaaas~!- para después arrojarlo de cabeza en la letrina usada y encerrarlo dentro con unos pesados cajones.
Después de haber terminado con el bandido, e ignorando sus gritos de asco y auxilio, la osa volvió con sus compañeros sacudiéndose el polvo de las zarpas –bueno amigos... sugiero que esperemos a que Lyath se recupere para poder ir a esa casa, si realmente son vampiros, dudo mucho que sea conveniente que ella vaya en este estado.
No les tomo mucho tiempo hacer que ese desgraciado cantara como pajarito, el bastardo trabajaba vendiendo esclavos a los vampiros, excusándose con la escusa de que la oferta de dinero era demasiada como para poder rechazarla –seguramente para ellos, lo que te pagaban era una mera miseria...- dijo la osa como burlándose de un matón de pocas vistas, sin siquiera darse la vuelta para verle a la cara –y nunca se te ocurrió que, siendo vampiros, pudieran estar usando controles mentales para mantener tranquilas a las víctimas que les vendías- Bruna finalmente se distancio de las cajas poniéndolas junto a Lyath, a la quien aparto del bandido indicándole que comiera algo de una vez.
Bruna se agacho frente al matón y lo agarro de la cabeza para forzarlo a mirarla a los ojos –mi padre siempre decía que los vampiros ven a las demás razas de tres modos: como comida, como molestias y como mano de obra que les hace las labores más sucias hasta que se vuelven comida- la voz de la osa no expresaba ni rabia ni odio, solo un tono que se podría atribuirle a una persona mayor regañando a un joven tonto por su insensatez –tarde o temprano compartirías el destino de tus victimas, quizás tus jefes se estén comiendo a tus amigos en este momento- le dijo con una sonrisa de confianza –ahora nos dirás donde esta ese lugar y luego te dejare ir.
De acuerdo, de acuerdo!- dijo el bandolero con desesperación, la promesa de que lo dejarían con vida fue más que suficiente como para poder convencerlo definitivamente –busquen una casa en el lado oeste de la ciudad, de ahí se entra a un sótano debajo de las murallas- decía con dificultad debido a su repentina falta de dentadura –ahí es donde nos solemos reunir para vender a los que capturamos, la casa tiene tres pisos, de paredes blancas y techo marrón claro, la puerta principal está marcada con una flecha que apunta asía abajo- al escuchar eso la osa dejo libre de su agarre la cabeza del sujeto y empezó a mirar a su alrededor, cuando vio la letrina exterior de la taberna de la cual salieron Ircan y Toro, entonces la osa le sonrió al criminal y dijo alegremente -¡graaaciaaas~!- para después arrojarlo de cabeza en la letrina usada y encerrarlo dentro con unos pesados cajones.
Después de haber terminado con el bandido, e ignorando sus gritos de asco y auxilio, la osa volvió con sus compañeros sacudiéndose el polvo de las zarpas –bueno amigos... sugiero que esperemos a que Lyath se recupere para poder ir a esa casa, si realmente son vampiros, dudo mucho que sea conveniente que ella vaya en este estado.
Bruna
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Re: [Guerra de Lunargenta][Libre][3/3] Exención [Cerrado]
Al final la chica no le hizo nada al bandido más que coger el cuchillo y mirarlo con odio, ¿falta de coraje o compasión? Era difícil saber que había movido a Lyath en sus acciones. Me quedé mirándola un rato, puede que tuviera un buen potencial...
-Como por ahora vas desarmada creo que Toro no tendrá inconvenientes en prestarte el cuchillo, ¿verdad? -Toro negó con la cabeza esbozando una sonrisa. - Pero procura hacerlo creo que los hombres bestia... - miré a Bruna. -Bueno... al menos él, tiene en un alta consideración sus armas.
La ursina fue entonces la que se dedicó a sacarle toda la información que le quedaba a nuestro informante. De forma poco convencional y con cierta inteligencia, algo que me sorprendió en ella. Una vez lo dejó secó, lo saco arrastras del improvisados piso franco y no supimos más de él.
-Me parece correcto, yo también necesito recomponerme un poco... - accedí al plan de la ursina. - Pero... me gustaría añadir a unos detalles .- miré a la muchacha que por fin había podido comenzar a comer, se notaba que tenía hambre. - Lyath debe de volver a la jaula...
La tensión creció de forma abrupta y prácticamente palpable. Alcé los brazos para tranquilizarlos.
-Tranquilos...- me lleve la mano a la cabeza, aún me sentía mareado. -Si nos ven llevando a una prisionera podremos pillarlos por sorpresa... Puede que incluso eliminarlos poco a poco uno a uno sin ni siquiera que se den cuenta. Puede que incluso podamos liberar a otros prisioneros.
Tomé un trago de mi cantimplora con la esperanza de despejarme de una vez, aquella misión iba a requerir de todo mi potencial.
-Toro y yo llevamos armaduras, podemos pasar perfectamente por mercenarios.- señale tanto la armadura de Toro como la mía. -Bruna puede ir en la retaguardia, para abrir la jaula de Lyath en caso de que algo salga mal y no por ello se vea impedida. Obviamente la jaula no tendrá un candado. - mire a las mujeres con tal de convencerlas. -Podemos matarlos en silencio antes de que tomen cualquier tipo de rehén. Así podemos evitar cargar con la muerte de inocentes en nuestra conciencia. - me levanté, por fin empezaba a sentirme algo mejor. -Eso si, necesitaremos volver a por la carreta. ¿Os parece bien?
________________________________________________________________________________________________________
Off rol: Con tal de agilizar un poco la cosa, he pensado que de gustar el plan, se puede reaccionar a lo dicho por Ircan y hacer un salto temporal directo al momento de encuentro con los vampiros esos de la puerta. Si os parece bien. Siento el post corto.
-Como por ahora vas desarmada creo que Toro no tendrá inconvenientes en prestarte el cuchillo, ¿verdad? -Toro negó con la cabeza esbozando una sonrisa. - Pero procura hacerlo creo que los hombres bestia... - miré a Bruna. -Bueno... al menos él, tiene en un alta consideración sus armas.
La ursina fue entonces la que se dedicó a sacarle toda la información que le quedaba a nuestro informante. De forma poco convencional y con cierta inteligencia, algo que me sorprendió en ella. Una vez lo dejó secó, lo saco arrastras del improvisados piso franco y no supimos más de él.
-Me parece correcto, yo también necesito recomponerme un poco... - accedí al plan de la ursina. - Pero... me gustaría añadir a unos detalles .- miré a la muchacha que por fin había podido comenzar a comer, se notaba que tenía hambre. - Lyath debe de volver a la jaula...
La tensión creció de forma abrupta y prácticamente palpable. Alcé los brazos para tranquilizarlos.
-Tranquilos...- me lleve la mano a la cabeza, aún me sentía mareado. -Si nos ven llevando a una prisionera podremos pillarlos por sorpresa... Puede que incluso eliminarlos poco a poco uno a uno sin ni siquiera que se den cuenta. Puede que incluso podamos liberar a otros prisioneros.
Tomé un trago de mi cantimplora con la esperanza de despejarme de una vez, aquella misión iba a requerir de todo mi potencial.
-Toro y yo llevamos armaduras, podemos pasar perfectamente por mercenarios.- señale tanto la armadura de Toro como la mía. -Bruna puede ir en la retaguardia, para abrir la jaula de Lyath en caso de que algo salga mal y no por ello se vea impedida. Obviamente la jaula no tendrá un candado. - mire a las mujeres con tal de convencerlas. -Podemos matarlos en silencio antes de que tomen cualquier tipo de rehén. Así podemos evitar cargar con la muerte de inocentes en nuestra conciencia. - me levanté, por fin empezaba a sentirme algo mejor. -Eso si, necesitaremos volver a por la carreta. ¿Os parece bien?
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Off rol: Con tal de agilizar un poco la cosa, he pensado que de gustar el plan, se puede reaccionar a lo dicho por Ircan y hacer un salto temporal directo al momento de encuentro con los vampiros esos de la puerta. Si os parece bien. Siento el post corto.
Ircan
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Re: [Guerra de Lunargenta][Libre][3/3] Exención [Cerrado]
Tras el interrogatorio, Bruna dejo caer al captor sobre la mierda, quedando sepultado en esta. Lyath habría reído, pero solo llego a rebosar una leve sonrisa; estaba demasiado débil todavía. Hizo caso a lo que la osa le dijo, y empezó a comer, casi con completa desesperación. Comida; hacia tanto que no podía ponerse a comer libremente, sin raciones mínimas. A medida que comía, se daba cuenta de que su estómago empezaba a llenarse poco a poco, como si estuviera llenando un pozo de agua seca con las primeras gotas de agua de lluvia. Le dolía la garganta al comer, y el dolor continuaba hasta su estómago, pero aquello no la freno. Continuó comiendo durante algunos minutos, hasta que no pudo más. Entonces dirigió la mirada hacia la osa y asintió levemente. Ya se sentía mucho mejor, pero ni la mitad de lo bien que se sentiría minutos después, cuando la comida hubiera empezado a proporcionarle de verdad la energía que le había faltado hasta el momento. Pero tuvo la energía suficiente como para poder seguir el rumbo de la conversación, y escuchar las palabras de Ircan.
– No –se negó rotundamente ante la idea de volver a la jaula–. No, no, no.
Entonces escucho con atención a las palabras de Ircan, el plan que tenía. Ahora lo comprendía, y aun así la idea de volver a entrar en que la jaula le provocaba un inmenso pánico. Por un momento pensó que lo mejor era irse, dejar que los vampiros hicieran lo que quisieran hacer y regresar en cuanto esa verdad se sintiera con fuerzas. Pero, por otro lado, Lyath sabia tan bien como ellos que aquella era una oportunidad excepcional. Tal vez ellos estarían esperando a los captores todavía, para poder recibir una venta que ya habrían acordado previamente. Ese podría ser el factor sorpresa que necesitarían para poder cortar de raíz con el problema. Y también la oportunidad más fácil que ella tenía a su disposición para poder vengarse. Lyath finalmente asintió ante las palabras del licántropo.
– De acuerdo. Siendo así… está bien –dijo ella–. Nunca he estado en esta ciudad, aunque recuerdo haber estudiado algunos mapas. Pero… no. No sabría localizar un lugar tan concreto como el que ha mencionado él.
En cuanto Lyath se sintió lo suficientemente bien, regresaron atrás allá a donde Bruna había encontrado a Lyath, y esta se acercó pausadamente a la jaula. Estaba destrozada allá donde bruna había causado la obertura para que Lyath pudiera salir, pero era algo que se podía camuflar de algún modo. Al tratarse de la parte trasera de la jaula respecto al carro, quienes los recibieran no se percatarían de aquello. Lyath entro despacio en la jaula, que todavía permanecía encima de la carreta. Mientras que durante el trayecto que había hecho Lyath hasta Lunargenta la carreta había sido arrastrada por uno de los caballos, ahora esta reposaba solitaria y fue Toro quien se encargó de esta. Emprendieron marcha finalmente hacia el lugar que el hombre les había indicado.
La casa que había justo a un lado del muro, se veía sospechosamente elegante en comparación con el resto de las que había a su alrededor. Lyath se percató de aquello nada más verla. Mientras que todos los edificios que había alrededor formaban parte de un suburbio pobre de Lunargenta, aquel edificio se veía esplendido, con una estructura que se veía nueva, bien cuidada y perteneciente a alguien con bastante dinero como para poder mantenerla en óptimas condiciones. Una vez se acecharon a la puerta, alguien se asomó por la pequeña ventanita semiopaca que tenía la puerta en la parte superior. Eran unos ojos oscuros, y el rostro de un viejo arrugado, mostrándose parcialmente tras la pequeña ventana.
– ¡¿Quiénes sois?! –grito entonces–. Fuera de aquí. Esta es mi casa, no debéis estar aquí –entonces fue cuando se fijó en la carreta, y quien iba dentro de esta–. Ah, bueno, claro. Eso es otra cosa.
– No –se negó rotundamente ante la idea de volver a la jaula–. No, no, no.
Entonces escucho con atención a las palabras de Ircan, el plan que tenía. Ahora lo comprendía, y aun así la idea de volver a entrar en que la jaula le provocaba un inmenso pánico. Por un momento pensó que lo mejor era irse, dejar que los vampiros hicieran lo que quisieran hacer y regresar en cuanto esa verdad se sintiera con fuerzas. Pero, por otro lado, Lyath sabia tan bien como ellos que aquella era una oportunidad excepcional. Tal vez ellos estarían esperando a los captores todavía, para poder recibir una venta que ya habrían acordado previamente. Ese podría ser el factor sorpresa que necesitarían para poder cortar de raíz con el problema. Y también la oportunidad más fácil que ella tenía a su disposición para poder vengarse. Lyath finalmente asintió ante las palabras del licántropo.
– De acuerdo. Siendo así… está bien –dijo ella–. Nunca he estado en esta ciudad, aunque recuerdo haber estudiado algunos mapas. Pero… no. No sabría localizar un lugar tan concreto como el que ha mencionado él.
En cuanto Lyath se sintió lo suficientemente bien, regresaron atrás allá a donde Bruna había encontrado a Lyath, y esta se acercó pausadamente a la jaula. Estaba destrozada allá donde bruna había causado la obertura para que Lyath pudiera salir, pero era algo que se podía camuflar de algún modo. Al tratarse de la parte trasera de la jaula respecto al carro, quienes los recibieran no se percatarían de aquello. Lyath entro despacio en la jaula, que todavía permanecía encima de la carreta. Mientras que durante el trayecto que había hecho Lyath hasta Lunargenta la carreta había sido arrastrada por uno de los caballos, ahora esta reposaba solitaria y fue Toro quien se encargó de esta. Emprendieron marcha finalmente hacia el lugar que el hombre les había indicado.
***
La casa que había justo a un lado del muro, se veía sospechosamente elegante en comparación con el resto de las que había a su alrededor. Lyath se percató de aquello nada más verla. Mientras que todos los edificios que había alrededor formaban parte de un suburbio pobre de Lunargenta, aquel edificio se veía esplendido, con una estructura que se veía nueva, bien cuidada y perteneciente a alguien con bastante dinero como para poder mantenerla en óptimas condiciones. Una vez se acecharon a la puerta, alguien se asomó por la pequeña ventanita semiopaca que tenía la puerta en la parte superior. Eran unos ojos oscuros, y el rostro de un viejo arrugado, mostrándose parcialmente tras la pequeña ventana.
– ¡¿Quiénes sois?! –grito entonces–. Fuera de aquí. Esta es mi casa, no debéis estar aquí –entonces fue cuando se fijó en la carreta, y quien iba dentro de esta–. Ah, bueno, claro. Eso es otra cosa.
Lyath
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Re: [Guerra de Lunargenta][Libre][3/3] Exención [Cerrado]
A la ursina no le gusto para nada el plan que presento Ircan y lo demostró físicamente al plantarse en medio de él y Lyath golpeando el piso con el extremo del mango de su martillo - ¡por supuesto que no! - bramo la osa enfurecida - ¡no pasamos por todos los problemas que costaron sacarla solo para que la vuelvas a encerrar en esa jaula a causa de tus delirios de ebrio! - Bruna seguía expresando sus quejas sobre el plan, pero al final, incluso Lyath estuvo de acuerdo.
A pesar de su negativa, Bruna se vio forzada a seguir adelante con el plan, por más que no estuviese de acuerdo -esto no va a funcionar...- se repetía en voz baja -nunca se lo van a tragar...- seguía repitiéndose mientras observaba a su amiga con preocupación dentro de esa espantosa jaula mientras Toro seguía jalando la carreta.
Luego de un rato llegaron a la casa que el matón de antes les había señalado, una mansión muy lujosa para lo que era ese barrio en decadencia, destacaba demasiado para la opinión de la osa, era como ver un pez fuera del agua, no era normal.
Cuando se acercaron a la entrada los recibió un humano anciano que en un principio se mostró hostil, pero que no tardo en cambiar de tono al ver la carreta -Ustedes deben ser los rufianes que se robaron la mercancía de mis muchachos- dijo soltando una leve risa -y creyeron que este truquito suyo les bastaría para que abra mis puertas de par en par- la sonrisa del anciano se hizo cada vez más tétrica y sus ojos se volvieron tan oscuros como un abismo -díganme... ¿dónde está la "osa"?
De repente la puerta era embestida brutalmente por Bruna que uso su martillo cual ariete - ¡aquí! - rugió la osa enfurecida mientras se preparaba para atropellar la puerta de nuevo, cuatro sólidos golpes después, la puerta se vino abajo y la osa entro con arma en mano - ¡válgame! - exclamo el viejo al ver aquello, Bruna avanzo al frente para agarrar al anciano decrepito y sacarle toda la información que necesitara, pero cuando lo tuvo a la distancia de sus zarpas el viejo desapareció.
De repente las luces de toda la casa se extinguieron al unísono, un frió fantasmal inundo cada cuarto de la misma, y la malévola risa de una mujer comenzó a resonar por todo el edificio -veo que los de tu estirpe nunca pasan por alto la oportunidad de hacer honor a su nombre de "bestia"- dijo la misteriosa voz sin ocultar su profundo desprecio -tantas presas y solo una apetitosa- continúo decepcionada -venid pues, ¡adentrarnos al jardín de la locura!
A pesar de su negativa, Bruna se vio forzada a seguir adelante con el plan, por más que no estuviese de acuerdo -esto no va a funcionar...- se repetía en voz baja -nunca se lo van a tragar...- seguía repitiéndose mientras observaba a su amiga con preocupación dentro de esa espantosa jaula mientras Toro seguía jalando la carreta.
Luego de un rato llegaron a la casa que el matón de antes les había señalado, una mansión muy lujosa para lo que era ese barrio en decadencia, destacaba demasiado para la opinión de la osa, era como ver un pez fuera del agua, no era normal.
Cuando se acercaron a la entrada los recibió un humano anciano que en un principio se mostró hostil, pero que no tardo en cambiar de tono al ver la carreta -Ustedes deben ser los rufianes que se robaron la mercancía de mis muchachos- dijo soltando una leve risa -y creyeron que este truquito suyo les bastaría para que abra mis puertas de par en par- la sonrisa del anciano se hizo cada vez más tétrica y sus ojos se volvieron tan oscuros como un abismo -díganme... ¿dónde está la "osa"?
De repente la puerta era embestida brutalmente por Bruna que uso su martillo cual ariete - ¡aquí! - rugió la osa enfurecida mientras se preparaba para atropellar la puerta de nuevo, cuatro sólidos golpes después, la puerta se vino abajo y la osa entro con arma en mano - ¡válgame! - exclamo el viejo al ver aquello, Bruna avanzo al frente para agarrar al anciano decrepito y sacarle toda la información que necesitara, pero cuando lo tuvo a la distancia de sus zarpas el viejo desapareció.
De repente las luces de toda la casa se extinguieron al unísono, un frió fantasmal inundo cada cuarto de la misma, y la malévola risa de una mujer comenzó a resonar por todo el edificio -veo que los de tu estirpe nunca pasan por alto la oportunidad de hacer honor a su nombre de "bestia"- dijo la misteriosa voz sin ocultar su profundo desprecio -tantas presas y solo una apetitosa- continúo decepcionada -venid pues, ¡adentrarnos al jardín de la locura!
Bruna
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Re: [Guerra de Lunargenta][Libre][3/3] Exención [Cerrado]
Antes siquiera de que pudiera rebatir la argucia del anciano, porque... ¿que persona que dispondría de "muchachos mercenarios" iba a estar de portero de la mansión? Era una pregunta trampa, obviamente, pero no todos eran tan tranquilos para resistir la tentación de ponerse a derribar puertas. Me llevé la cara al rostro al ver como la osa entraba a saco rompiendo todo. Toda posibilidad de que los rehenes no fueran usados como escudos o sacrificados en venganza se desvanecía rápidamente. Había que darse prisa.
-Toro. Ayuda a Lyath a salir del carro y protegela. - miré al hombre bestia. - Intentar encontrar a los posibles rehenes cuanto antes.
Desenvainé ambas espadas e intenté aclarar mi mente. Pero fue más difícil de lo esperado.
"¿Nos vas a meter de nuevo en problemas estúpido?" podía sentir la influencia del lobo en mi. Mi sed de sangre y muerte aumentaba.
"Creo que no me vas a venir del todo mal esta noche..."
Corrí tras el reguero de destrucción dejado por Bruna. Esta se enfrentaba a una especie de sombra que iba cambiando de lugar a voluntad.
"Vampiros..." esquive tanto a la ursina como al reflejo de su rival. -¡Te encargo ese a ti! ¡Voy a adelantarme!
Los pasillos de aquella mansión eran angostos y peliagudos. Y no solamente eran pasillos... Aquello era una maldita fortaleza en su interior. Mis oídos captaron un "clack" y el sonido de una cadena metálica deslizarse.1 Me lancé a tiempo para evitar darme de bruces contra un rastrillo de metal, o por aún, que me cayera encima.
No fue lo único que capté.1 Al poco de levantarme sentí una presencia a mi espalda. Reaccioné lo suficientemente rápido como para bloquear el ataque enemigo. El rostro de un humano con unos colmillos muy largos bramó furioso. Una nueva presencia apareció al lado mía, como salida de las sombras con espada en mano. Mis ojos relampaguearon con la ira nocturna el lobo2 y conseguí evitar el ataque con una finta, haciendo que el primer enemigo cayera hacía delante cuando deje de ejercer fuerza contra él.
El siguiente envite no tardó en llegar, pero era demasiado lento para mis reflejos. Con un movimiento de Colmillo, conseguí desviar ese primer ataque, desequilibrando a mi enemigo. Antes de que pudiera respónderle, el primer contrincante alcanzó a resarcirse y me envió una estocada directa a mis tripas. La desvié con Marlowe mientras giraba hacia un lado, oscilando a Colmillo en el aire, partiendo el rostro del primer atacante y cambiando, tomando el pomo de Marlowe a la inversa, aproveché el giro para terminar por acuchillar al vampiro que había dado la estocada3.El lobo de mi interior lanzó un gruñido gutural mientras los dos chupasangres caían muertos al suelo.
"Esto ya me va gustando más..." su influencia sobre mi cada vez era mayor, y no podía impedírselo. Aquellos seres eran vampiros, los responsables de la pesadilla que viví prácticamente un año atrás. Fueron sus congéneres los que me separaron de mi madre.
Continué mi avance prácticamente poseído por mi sed de venganza. De repente me había olvidado de los rehenes y sólo quería hacer una cosa, matar vampiros. El corredor, me llevó hasta una gran puerta custodiada por un centinela, supuse que de la misma raza que la anterior, que contaba con un mejor armamento. Al acercarme, su cuerpo se convirtió en un bandada de vampiros que comenzó a avasallarme, destransfomándose, para propinarme golpes con su maza, que lograba esquivar por casualidad, y transformándose para evitar mis replicas. Cansado de ese juego, saque un pergamino explosivo de uno de mis múltiples bolsillos y lo coloqué en el suelo4.
"5" salté hacía un lado esquivando a aquellos oscuros animales. "4" conseguí bloquear la maza con el filo de mis dos espadas, pero sin tener la opción de contraatacar. "3" comencé a moverme hacia el pergamino de nuevo, tentando a mi enemigo a que optará por la posición que yo deseaba. "2" faltaba muy poco, me coloqué de espaldas al pergamino, revelándole a posta un hueco por el cual atacarme. "1" había funcionado. Sentí la presencia de mi enemigo milésimas de segundos antes de que volviera a la forma humanoide para intentar aplastarme el cráneo. -¡YA!.
La pequeña explosión tomó por sorpresa al vampiro. Y aunque esta no le provocara apenas daños, si que sirvió para aturdirlo los segundos suficientes como para rebanarle aquello que más sobresalía de su armadura, su gaznate. Una vez mi rival se estaba ahogando con su sangre, me dirigí hacia la puerta que había estado custodiando.
Al abrir la puerta llegué a un amplio salón. Al final del mismo había una figura con una túnica roja sentada en un trono. Una túnica roja...
-Hace mucho que no nos vemos... joven licántropo. - una risa malvada y seca resonó por la solitaria sala.
"Una túnica roja...Son ellos." miré mejor a aquel hombre que se levantaba mientras que el ritmo de mi corazón se aceleraba y sentía como la mentalidad del lobo se iba superponiendo a la mía propia.
-Al final has venido a nosotros. - el vampiro mostró sus afilados y largos dientes con una sonrisa ladina y muerta en un rostro totalmente pálido y arrugado.
-¡VOY A MATARTE! - el grito terminó por convertirse en un gruñido mientras se daba inicio a mi transformación. El lobo se encargaría de hacerle pagar por todo lo que había sufrido.
_________________________________________________________________________________________________________
Off rol:
1: Efectos de mi habilidad de nivel 2 "Sentidos mejorados (rasgo): Saber la presencia enemiga en un rango de 5m, un 5% más ágil a la hora de esquivar (+1 agilidad) y penetración de armadura de un 15%
2: Efectos de mi habilidad de nivel 0 "Un solo ser": Aumento de mis atributos de fuerza y constitución en 4 puntos y descenso de mi agilidad en 1 punto y de mi inteligencia y sabiduría en 2 puntos).
3: Uso de mi habilidad de nivel 1 "Contraataque licántropo (Gatillable)": Esquiva y realiza un contraataque con una fuerza un 30% superior.
4: Uso de un Pergamino explosivo menor.
COSA IMPORTANTE: El vampiro que acabo de encontrar es importante para mi trama personal, así que agradecería que se me dejara este asunto a mi. Tenéis el resto de la mansión no seáis avariciosos ¬¬.
COSA IMPORTANTE 2: Le ceso el uso total de Toro a Lyath
-Toro. Ayuda a Lyath a salir del carro y protegela. - miré al hombre bestia. - Intentar encontrar a los posibles rehenes cuanto antes.
Desenvainé ambas espadas e intenté aclarar mi mente. Pero fue más difícil de lo esperado.
"¿Nos vas a meter de nuevo en problemas estúpido?" podía sentir la influencia del lobo en mi. Mi sed de sangre y muerte aumentaba.
"Creo que no me vas a venir del todo mal esta noche..."
Corrí tras el reguero de destrucción dejado por Bruna. Esta se enfrentaba a una especie de sombra que iba cambiando de lugar a voluntad.
"Vampiros..." esquive tanto a la ursina como al reflejo de su rival. -¡Te encargo ese a ti! ¡Voy a adelantarme!
Los pasillos de aquella mansión eran angostos y peliagudos. Y no solamente eran pasillos... Aquello era una maldita fortaleza en su interior. Mis oídos captaron un "clack" y el sonido de una cadena metálica deslizarse.1 Me lancé a tiempo para evitar darme de bruces contra un rastrillo de metal, o por aún, que me cayera encima.
No fue lo único que capté.1 Al poco de levantarme sentí una presencia a mi espalda. Reaccioné lo suficientemente rápido como para bloquear el ataque enemigo. El rostro de un humano con unos colmillos muy largos bramó furioso. Una nueva presencia apareció al lado mía, como salida de las sombras con espada en mano. Mis ojos relampaguearon con la ira nocturna el lobo2 y conseguí evitar el ataque con una finta, haciendo que el primer enemigo cayera hacía delante cuando deje de ejercer fuerza contra él.
El siguiente envite no tardó en llegar, pero era demasiado lento para mis reflejos. Con un movimiento de Colmillo, conseguí desviar ese primer ataque, desequilibrando a mi enemigo. Antes de que pudiera respónderle, el primer contrincante alcanzó a resarcirse y me envió una estocada directa a mis tripas. La desvié con Marlowe mientras giraba hacia un lado, oscilando a Colmillo en el aire, partiendo el rostro del primer atacante y cambiando, tomando el pomo de Marlowe a la inversa, aproveché el giro para terminar por acuchillar al vampiro que había dado la estocada3.El lobo de mi interior lanzó un gruñido gutural mientras los dos chupasangres caían muertos al suelo.
"Esto ya me va gustando más..." su influencia sobre mi cada vez era mayor, y no podía impedírselo. Aquellos seres eran vampiros, los responsables de la pesadilla que viví prácticamente un año atrás. Fueron sus congéneres los que me separaron de mi madre.
Continué mi avance prácticamente poseído por mi sed de venganza. De repente me había olvidado de los rehenes y sólo quería hacer una cosa, matar vampiros. El corredor, me llevó hasta una gran puerta custodiada por un centinela, supuse que de la misma raza que la anterior, que contaba con un mejor armamento. Al acercarme, su cuerpo se convirtió en un bandada de vampiros que comenzó a avasallarme, destransfomándose, para propinarme golpes con su maza, que lograba esquivar por casualidad, y transformándose para evitar mis replicas. Cansado de ese juego, saque un pergamino explosivo de uno de mis múltiples bolsillos y lo coloqué en el suelo4.
"5" salté hacía un lado esquivando a aquellos oscuros animales. "4" conseguí bloquear la maza con el filo de mis dos espadas, pero sin tener la opción de contraatacar. "3" comencé a moverme hacia el pergamino de nuevo, tentando a mi enemigo a que optará por la posición que yo deseaba. "2" faltaba muy poco, me coloqué de espaldas al pergamino, revelándole a posta un hueco por el cual atacarme. "1" había funcionado. Sentí la presencia de mi enemigo milésimas de segundos antes de que volviera a la forma humanoide para intentar aplastarme el cráneo. -¡YA!.
La pequeña explosión tomó por sorpresa al vampiro. Y aunque esta no le provocara apenas daños, si que sirvió para aturdirlo los segundos suficientes como para rebanarle aquello que más sobresalía de su armadura, su gaznate. Una vez mi rival se estaba ahogando con su sangre, me dirigí hacia la puerta que había estado custodiando.
Al abrir la puerta llegué a un amplio salón. Al final del mismo había una figura con una túnica roja sentada en un trono. Una túnica roja...
-Hace mucho que no nos vemos... joven licántropo. - una risa malvada y seca resonó por la solitaria sala.
"Una túnica roja...Son ellos." miré mejor a aquel hombre que se levantaba mientras que el ritmo de mi corazón se aceleraba y sentía como la mentalidad del lobo se iba superponiendo a la mía propia.
-Al final has venido a nosotros. - el vampiro mostró sus afilados y largos dientes con una sonrisa ladina y muerta en un rostro totalmente pálido y arrugado.
-¡VOY A MATARTE! - el grito terminó por convertirse en un gruñido mientras se daba inicio a mi transformación. El lobo se encargaría de hacerle pagar por todo lo que había sufrido.
_________________________________________________________________________________________________________
Off rol:
1: Efectos de mi habilidad de nivel 2 "Sentidos mejorados (rasgo): Saber la presencia enemiga en un rango de 5m, un 5% más ágil a la hora de esquivar (+1 agilidad) y penetración de armadura de un 15%
2: Efectos de mi habilidad de nivel 0 "Un solo ser": Aumento de mis atributos de fuerza y constitución en 4 puntos y descenso de mi agilidad en 1 punto y de mi inteligencia y sabiduría en 2 puntos).
3: Uso de mi habilidad de nivel 1 "Contraataque licántropo (Gatillable)": Esquiva y realiza un contraataque con una fuerza un 30% superior.
4: Uso de un Pergamino explosivo menor.
COSA IMPORTANTE: El vampiro que acabo de encontrar es importante para mi trama personal, así que agradecería que se me dejara este asunto a mi. Tenéis el resto de la mansión no seáis avariciosos ¬¬.
COSA IMPORTANTE 2: Le ceso el uso total de Toro a Lyath
Ircan
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Re: [Guerra de Lunargenta][Libre][3/3] Exención [Cerrado]
Bruna embistió la puerta, y todo pareció de repente pasar muchísimo más deprisa. Parecía que todos habían reaccionado casi de la misma manera fugaz. Los vampiros en seguida se habían dispuesto para pelear y defenderse de la repentina ofensiva por parte de los hombres bestia y el licántropo, y aunque Lyath se encontraba un poco más atrás, todavía saliendo de la jaula, también estaba preparada para pelear dentro de sus posibilidades. Pareció que el avance de Ircan y la osa era fortuito, dado que consiguieron deshacerse de varios de los vampiros que se habían antepuesto en su camino, pero para desgracia de quienes se encontraban atrapados en las profundidades de la casa, los vampirizo decidieron tomar aquello como una forma de negociar un cese de la ofensiva de sus repentinos atacantes.
Desde las mismas calles se pudieron escuchar durante varios segundos, los gritos de horror, de dolor y de miedo que surgían desde lo más profundo del sótano de aquella casa. Los gritos eran acallados rápidamente, mientras varios de aquellos vampiros pasaban sus colmillos por sus víctimas, o decidían simplemente matarlas directamente, arrancándoles la carne del cuello con un cuchillo, y bebiendo la sangre que de estos emanaba. Los gritos e a hacían más intensos, y Lyath empezó a sentirse desesperada al escucharlos. Estos habían comenzado en el mismo momento en el que bruna había decidido tirar abajo la puerta.
El licántropo se quedó a solas en el gran salón principal.
– Tengo una amable recomendación –dijo una voz en la penumbra. Era la voz de una mujer, grave, sin embargo–. Podéis dar la vuelta, marcharos por la puerta por la que habéis entrado. O bien, podéis quedaros, morir, y además adelantar la muerte de quienes se encuentran a nuestro buen “recaudo”. Todavía estáis a tiempo de decidir.
La dragona tuvo claro entonces, que marchar avanzar violentamente a lo loco ya no era una opción. Si continuarían haciendo aquello, la poca gente que todavía continuaba viva en el sótano de la casa, moriría. Y no podía permitir que eso pasara. Sin embargo, el vampiro que se había adelantado desde las penumbras, con una túnica escarlata, la misma que la mujer que pocos segundos después se mostró ante la luz frente a ellos, despertó la ira en Ircan, haciendo que este se convirtiera en un licántropo repentinamente. Un gran portón de hierro se cerró justo por detrás de Ircan, ya convertido en lobo, y el hombre toro, dejando fuera a Lyath y Bruna.
– No, no, ahora no –abrió los ojos Lyath. Aquello iba a significar la muerte de quienes fueran que estaban bajo su “buen recaudo”. Gente que había padecido el mismo destino que ella había estado a punto de sufrir. No era justo dejarlos morir así, de aquella manera. Pero ahora Ircan se había convertido en aquella bestia, y Lyath había leído lo suficiente como para saber que aquellos seres no erran especialmente razonables en su forma natural–. ¡Detenlo! –se giró hacia Toro, esperando que el hiciera algo–. ¡No puedes dejarlo lanzarse así! ¡Ya has oído lo que ha dicho! ¡Detenlo!
Toro dudo durante un instante, pero al final prefirió no hacer caso a las palabras de Lyath. Decidió confiar en que el lobo podría darse suficiente prisa como para poder deshacerse de los vampiros.
– Muy bien –dijo la mujer, mientras se ponía en posición para recibir junto con el otro vampiro, la ofensiva del lobo, justo después de chasquear sus dedos.
Los gritos en el inmenso sótano volvieron a hacerse muy audibles. Estaban comenzado a matarlos a todos, alguien debía haber estado dando el chivatazo de sus acciones, para saber en qué preciso instante debían comenzar a matar a sus rehenes. Lyath pensó rápido: mientras que Ircan y su compañero se enfrentaban a los vampiros, tal vez ella y Bruna tendrían alguna posibilidad de encontrar el gran portón que conducía a las escaleras para acceder al enorme sótano. Toro avanzo violentamente contra los vampiros junto con su jefe, aunque varios vampiros aparecieron a su lado, haciendo que se tuviera que enfocar en enemigos distintos. Lyath solo se vio interrumpida por dos vampiros, completamente irracionales, recién convertidos y se dientes de sangre. Los acuchillo con la daga que todavía permanecía en su posesión, con un corte limpio en sus cuellos. Luego avanzo hacia la penumbra yendo a un extremo desde el portón, con Bruna detrás repartiendo patadas y puñetazos y haciendo volar a los vampiros que lograban acercarse hasta ella. Lyath llego hasta la pared en un extremo lateral -respecto al portón que daba al gran salón donde se encontraba Ircan-, y comenzó a palpar la pared oscura, tratando de hallar algún portón o acceso hasta el sótano. Parecían ser mas de los que habían imaginado; la mayoría recién convertidos, sin embargo, descontrolados y ciegos por la sed de sangre.
– Osa, ayúdame, tenemos que encontrar alguna entrada para bajar al sótano –dijo con desesperación Lyath. Aunque antes de que pudiera escucharla, dos vampiros se subieron sobre el lomo de la osa.
El sótano era gigantesco. Una enorme sala amplia, de una sola habitación y con las paredes de piedra húmeda y llena de musgo. El suelo estaba lleno de sangre, y había diferentes columnas de madera que se alzaban hasta el techo. Grupos de diez individuos, la mayoría humanos, estaban atadas a esas mismas columnas. Los vampiros se acercaban hasta estos y los agarraban violentamente, para lanzarlos contra el suelo y poco después acuchillarlos, o directamente clavar sus colmillos sobre sus carnes. La gente gritaba, a veces comiendo el mismo trapo que tapaba sus labios momentos atrás, solo para poder gritar, como si aquello fuera a hacer desaparecer el dolor. Todavía quedaban allí abajo cerca de cuarenta personas, que, si no se daban prisa, iban a ser masacradas sin piedad.
_____________ Desde las mismas calles se pudieron escuchar durante varios segundos, los gritos de horror, de dolor y de miedo que surgían desde lo más profundo del sótano de aquella casa. Los gritos eran acallados rápidamente, mientras varios de aquellos vampiros pasaban sus colmillos por sus víctimas, o decidían simplemente matarlas directamente, arrancándoles la carne del cuello con un cuchillo, y bebiendo la sangre que de estos emanaba. Los gritos e a hacían más intensos, y Lyath empezó a sentirse desesperada al escucharlos. Estos habían comenzado en el mismo momento en el que bruna había decidido tirar abajo la puerta.
El licántropo se quedó a solas en el gran salón principal.
– Tengo una amable recomendación –dijo una voz en la penumbra. Era la voz de una mujer, grave, sin embargo–. Podéis dar la vuelta, marcharos por la puerta por la que habéis entrado. O bien, podéis quedaros, morir, y además adelantar la muerte de quienes se encuentran a nuestro buen “recaudo”. Todavía estáis a tiempo de decidir.
La dragona tuvo claro entonces, que marchar avanzar violentamente a lo loco ya no era una opción. Si continuarían haciendo aquello, la poca gente que todavía continuaba viva en el sótano de la casa, moriría. Y no podía permitir que eso pasara. Sin embargo, el vampiro que se había adelantado desde las penumbras, con una túnica escarlata, la misma que la mujer que pocos segundos después se mostró ante la luz frente a ellos, despertó la ira en Ircan, haciendo que este se convirtiera en un licántropo repentinamente. Un gran portón de hierro se cerró justo por detrás de Ircan, ya convertido en lobo, y el hombre toro, dejando fuera a Lyath y Bruna.
– No, no, ahora no –abrió los ojos Lyath. Aquello iba a significar la muerte de quienes fueran que estaban bajo su “buen recaudo”. Gente que había padecido el mismo destino que ella había estado a punto de sufrir. No era justo dejarlos morir así, de aquella manera. Pero ahora Ircan se había convertido en aquella bestia, y Lyath había leído lo suficiente como para saber que aquellos seres no erran especialmente razonables en su forma natural–. ¡Detenlo! –se giró hacia Toro, esperando que el hiciera algo–. ¡No puedes dejarlo lanzarse así! ¡Ya has oído lo que ha dicho! ¡Detenlo!
Toro dudo durante un instante, pero al final prefirió no hacer caso a las palabras de Lyath. Decidió confiar en que el lobo podría darse suficiente prisa como para poder deshacerse de los vampiros.
– Muy bien –dijo la mujer, mientras se ponía en posición para recibir junto con el otro vampiro, la ofensiva del lobo, justo después de chasquear sus dedos.
Los gritos en el inmenso sótano volvieron a hacerse muy audibles. Estaban comenzado a matarlos a todos, alguien debía haber estado dando el chivatazo de sus acciones, para saber en qué preciso instante debían comenzar a matar a sus rehenes. Lyath pensó rápido: mientras que Ircan y su compañero se enfrentaban a los vampiros, tal vez ella y Bruna tendrían alguna posibilidad de encontrar el gran portón que conducía a las escaleras para acceder al enorme sótano. Toro avanzo violentamente contra los vampiros junto con su jefe, aunque varios vampiros aparecieron a su lado, haciendo que se tuviera que enfocar en enemigos distintos. Lyath solo se vio interrumpida por dos vampiros, completamente irracionales, recién convertidos y se dientes de sangre. Los acuchillo con la daga que todavía permanecía en su posesión, con un corte limpio en sus cuellos. Luego avanzo hacia la penumbra yendo a un extremo desde el portón, con Bruna detrás repartiendo patadas y puñetazos y haciendo volar a los vampiros que lograban acercarse hasta ella. Lyath llego hasta la pared en un extremo lateral -respecto al portón que daba al gran salón donde se encontraba Ircan-, y comenzó a palpar la pared oscura, tratando de hallar algún portón o acceso hasta el sótano. Parecían ser mas de los que habían imaginado; la mayoría recién convertidos, sin embargo, descontrolados y ciegos por la sed de sangre.
– Osa, ayúdame, tenemos que encontrar alguna entrada para bajar al sótano –dijo con desesperación Lyath. Aunque antes de que pudiera escucharla, dos vampiros se subieron sobre el lomo de la osa.
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El sótano era gigantesco. Una enorme sala amplia, de una sola habitación y con las paredes de piedra húmeda y llena de musgo. El suelo estaba lleno de sangre, y había diferentes columnas de madera que se alzaban hasta el techo. Grupos de diez individuos, la mayoría humanos, estaban atadas a esas mismas columnas. Los vampiros se acercaban hasta estos y los agarraban violentamente, para lanzarlos contra el suelo y poco después acuchillarlos, o directamente clavar sus colmillos sobre sus carnes. La gente gritaba, a veces comiendo el mismo trapo que tapaba sus labios momentos atrás, solo para poder gritar, como si aquello fuera a hacer desaparecer el dolor. Todavía quedaban allí abajo cerca de cuarenta personas, que, si no se daban prisa, iban a ser masacradas sin piedad.
Ircan, tu podrías enfrentarte a tu super enemigo mortal y a la otra moza, y a los otros vampiros recién convertidos que hay alrededor tratando de fastidiaros la pelea. Bruna, intenta ayudarme a encontrar alguna entrada de acceso hasta el sótano. Puede ser una puerta oculta, una pared tapiada, o lo que quieras (ya que te gusta derribar cosas XD ). Cualquier cosa con la que no estéis de acuerdo, decídmelo y edito.
Lyath
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Re: [Guerra de Lunargenta][Libre][3/3] Exención [Cerrado]
El caos se había apoderado del lugar, Ircan perdió el control de sus instintos salvajes y se lanzo a por los vampiros hecho una furia mientras que Toro lo apoyaba de cerca, las sanguijuelas empezaban a masacrar a sus prisioneros en un intento de disuadir a sus atacantes mientras que Lyath buscaba rescatarlos desesperadamente, esta incluso trato de pedir la ayuda de Bruna, pero dos vampiros la habían emboscado por detrás tratando de subirse a su lomo para poder llegar a su cuello con más facilidad; instintivamente la osa estrello su espalda contra una pared en un intento de sacarse de encima esos “bichos”, lo cual resulto mejor de lo esperado. Uno de los vampiros consigo saltar a tiempo a un costado y logro evadir el golpe, pero el segundo no reacciono a tiempo y fue aplastado entre la osa y la pared, aunque no recibió fuertes daños, el golpe fue lo bastante fuerte como para aturdirlo y provocar que se soltara de su “presa”.
En medio del caos la osa logro patear una espada que pertenecía a uno de los vampiros que Ircan había ya despachado hacia Lyath, cuando el otro vampiro que logro esquivar la reacción de Bruna le volvió a saltar encima soltando un fuerte chillido que lo condeno, la osa se había percatado del segundo asalto gracias al ruido provocado por su atacante, y lo recibió atrapándolo en pleno aire con sus zarpas para estrellarlo violentamente contra el piso y proceder a desgarrar su carne de forma brutal; la ursina había descartado su enorme martillo, viendo que era inútil en esos espacio tan angostos, y opto por pelear con sus garras, ya había provocado unas horrendas y profundas heridas en el tórax del primer vampiro, cuando el segundo se reincorporo y se lanzo sobre la ursina intentando someterla, el primer vampiro lo siguió de cerca a pesar de sus heridas y los tres dieron lugar a un espantoso combate de garras y dientes a muy corta distancia.
Los dos chupa sangre se lanzaban a por la mujer bestia sin pausa ni piedad como poseídos por una rabia sobrenatural, esta retribuía con igual furia, mordiendo, rajando y desgarrando, su pelaje empezó a enrojecerse por la sangre, tanto suya como de sus rivales a quienes continuaba agrediendo de forma brutal con sus garras y estrellándolos contra las paredes piso y techo de la casa; a pesar del nivel de agresión ninguna de las dos partes parecía ceder, pero un punto de inflexión se dio cuando la osa alcanzo a arrojar a uno de sus rivales por una puerta escondida de la cual se empezaron a escuchar los gritos de los rehenes.
Bruna inmediatamente intento lanzarse al rescate cuando el otro vampiro intento interponerse en su camino, solo para ser lanzando a un lado por un zarpazo de la osa a la cara que lo dejaría ciego y tirándolo a los pies de Lyath, el otro vampiro que en ese momento estaba en aquel sótano, intentando ponerse de pie con dificultad, cuando la ursina por fin había conseguido bajar y se lanzo a rematarlo visceralmente, arrancándole el brazo izquierdo a mordiscos para luego proceder a abrirle completamente el tórax con sus garras y sacarle su corazón podrido del pecho.
Entonces Bruna encaro al resto de vampiros dentro de aquel sótano que la miraban fijamente con espanto en sus ojos, sus garras y boca estaban completamente cubiertas de sangre, estaba jadeando con fuerza y su cuerpo estaba muy adolorido, pero aún le quedaban fuerzas para seguir peleando, entonces soltó un poderoso rugido en contra de sus adversarios enseñándole sus garras y dientes cubiertos de sangre, los vampiros que se encontraban dentro de ese sótano apenas contaban con unas dagas y sus propios colmillos para hacer frente a esa fiera; estaban en desventaja y eran consientes de ello, aun así, no tenían donde retirarse.
En medio del caos la osa logro patear una espada que pertenecía a uno de los vampiros que Ircan había ya despachado hacia Lyath, cuando el otro vampiro que logro esquivar la reacción de Bruna le volvió a saltar encima soltando un fuerte chillido que lo condeno, la osa se había percatado del segundo asalto gracias al ruido provocado por su atacante, y lo recibió atrapándolo en pleno aire con sus zarpas para estrellarlo violentamente contra el piso y proceder a desgarrar su carne de forma brutal; la ursina había descartado su enorme martillo, viendo que era inútil en esos espacio tan angostos, y opto por pelear con sus garras, ya había provocado unas horrendas y profundas heridas en el tórax del primer vampiro, cuando el segundo se reincorporo y se lanzo sobre la ursina intentando someterla, el primer vampiro lo siguió de cerca a pesar de sus heridas y los tres dieron lugar a un espantoso combate de garras y dientes a muy corta distancia.
Los dos chupa sangre se lanzaban a por la mujer bestia sin pausa ni piedad como poseídos por una rabia sobrenatural, esta retribuía con igual furia, mordiendo, rajando y desgarrando, su pelaje empezó a enrojecerse por la sangre, tanto suya como de sus rivales a quienes continuaba agrediendo de forma brutal con sus garras y estrellándolos contra las paredes piso y techo de la casa; a pesar del nivel de agresión ninguna de las dos partes parecía ceder, pero un punto de inflexión se dio cuando la osa alcanzo a arrojar a uno de sus rivales por una puerta escondida de la cual se empezaron a escuchar los gritos de los rehenes.
Bruna inmediatamente intento lanzarse al rescate cuando el otro vampiro intento interponerse en su camino, solo para ser lanzando a un lado por un zarpazo de la osa a la cara que lo dejaría ciego y tirándolo a los pies de Lyath, el otro vampiro que en ese momento estaba en aquel sótano, intentando ponerse de pie con dificultad, cuando la ursina por fin había conseguido bajar y se lanzo a rematarlo visceralmente, arrancándole el brazo izquierdo a mordiscos para luego proceder a abrirle completamente el tórax con sus garras y sacarle su corazón podrido del pecho.
Entonces Bruna encaro al resto de vampiros dentro de aquel sótano que la miraban fijamente con espanto en sus ojos, sus garras y boca estaban completamente cubiertas de sangre, estaba jadeando con fuerza y su cuerpo estaba muy adolorido, pero aún le quedaban fuerzas para seguir peleando, entonces soltó un poderoso rugido en contra de sus adversarios enseñándole sus garras y dientes cubiertos de sangre, los vampiros que se encontraban dentro de ese sótano apenas contaban con unas dagas y sus propios colmillos para hacer frente a esa fiera; estaban en desventaja y eran consientes de ello, aun así, no tenían donde retirarse.
Bruna
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Re: [Guerra de Lunargenta][Libre][3/3] Exención [Cerrado]
-Lyath, esa gente estaba condenada en el momento en que la capturaron. - le gritó Toro al otro lado de las barras de metal, - Antes o después los matarían o lo convertirían. ¡Somos su única esperanza! ¡Hay que pelear! ¡Confía en el Jefe!
Sin detenerse más en el dialogo, Toro avanzó a grandes pasos hasta donde estaba yo.
Mis huesos comenzaron a agrandarse en algunas zonas y a empequeñecerse en otras. Mis músculos y mi piel se tensaron y fueron adaptándose a mi modificado cuerpo. Todo aquello me estaba produciendo un dolor insoportable, pero la rabia posiblemente sea el mejor analgésico con el que contamos. Prácticamente ni noté la transformación, mi dolor era más profundo, más espiritual, y quería transmitírselo a mi enemigo. Estaba deseoso por hacerlo.
Mi consciencia cambió; el lobo tomó el dominio físico. Podía sentir su sentimiento de victoria una vez fuera, y lo ansioso que estaba por destrozar a aquellos vampiros, pues durante la transformación había aparecido otra persona, una mujer con la misma túnica.
"Voy a merendarmelos." El can blanco les gruñó antes de relamerse los dientes y el hocico.
"Ten cuidado... Ahora son dos..." a duras penas conseguía tener una presencia en la mente de mi yo animal.
"¡No soy tan débil como tu!" ahora el gruñido fue dirigido hacía mi.
Pese al momento de despiste, el lobo se puso alerta haciendo gala de sus desarrollados sentidos, y consiguió esquivar al cuerpo del viejo que salía de las sombras con una extraña garra en las manos... Sin embargo, no pude reaccionar al ataque de la mujer, que rasgó con una zarpa oscura, parecida a la de su compañero, su flanco izquierdo. Ambos aullamos de dolor al sentir como sus oscuras hojas se unían en nuestra piel y hacía que nuestra sangre comenzará a fluir. El lobo lanzó un mordisco en respuesta, pero sólo alcanzó a morder las sombras en las que se había convertido su contrincante.
"¡Malditos!"
-No te despistes perrito. - aquella voz que sonaba a mi espalda me heló la sangre.
El lobo me permitió ver al vampiro anciano cuando volvió la mirada para mirar impasible como con sus oscuras garras avanzaba hacía nuestros puntos más vitales. Pero de repente, en una escena que avanzó a cámara lenta a mis ojos, dos cuernos sobresalieron de su vientre y el centro de su pecho mientras su cuerpo era impulsado por otro mucho más grande a su espalda; pasando ambos por encima mía. Pero a los pocos segundos, el anciano tomó distancia convirtiendo de nuevo su cuerpo en sombras volviendo al improvisado trono, visiblemente herido.
-¡Cómo osáis! - la furia de la vampiresa hizo que sus colmillos resultaran más que evidentes en su estridente grito.
-Tranquila querida... - el anciano se llevó las manos a las heridas. -Sólo estábamos calentando...- chascó los dedos.
Al momento se aparecieron, cuatro vampiros más de entre las sombras. Uno de ellos, como si no tuviera personalidad o conciencia alguna, se acercó al anciano; el resto formó una barrera con sus cuerpos ante nosotros. El anciano, tomó el cuello del joven vampiro y comenzó a succionar su sangre. A medida que lo hacía sus heridas sanaron.
-¡Eso es trampa! - gritó Toro a mi lado. Me había costado darme cuenta de que había sido él mi salvador hasta entonces anonimo. Aunque a los ojos del lobo sólo era un elemento más al que masacrar.
"Lo matare..."
"¡No!" intenté ejercer cierto control sobre el lobo para evitar que atacara a nuestro único aliado. "Es nuestra única ayuda... ¡Son muchos! ¡Y nosotros ya estamos heridos"
El lobo aulló furioso, supongo que el hecho de haberle recordado nuestra patética acción inicial había influido en algo.
"¡Esta bien!" rechinó los dientes. "¡Lo mataré despues!"
Bueno, aunque no lo pareciese, acabábamos de hacer un gran avance en nuestra extraña relación.
________________________________________________________________________________________________________
Off rol: Subrayada el uso de habilidad racial "Transformación en lobo"
Sin detenerse más en el dialogo, Toro avanzó a grandes pasos hasta donde estaba yo.
Mis huesos comenzaron a agrandarse en algunas zonas y a empequeñecerse en otras. Mis músculos y mi piel se tensaron y fueron adaptándose a mi modificado cuerpo. Todo aquello me estaba produciendo un dolor insoportable, pero la rabia posiblemente sea el mejor analgésico con el que contamos. Prácticamente ni noté la transformación, mi dolor era más profundo, más espiritual, y quería transmitírselo a mi enemigo. Estaba deseoso por hacerlo.
Mi consciencia cambió; el lobo tomó el dominio físico. Podía sentir su sentimiento de victoria una vez fuera, y lo ansioso que estaba por destrozar a aquellos vampiros, pues durante la transformación había aparecido otra persona, una mujer con la misma túnica.
"Voy a merendarmelos." El can blanco les gruñó antes de relamerse los dientes y el hocico.
"Ten cuidado... Ahora son dos..." a duras penas conseguía tener una presencia en la mente de mi yo animal.
"¡No soy tan débil como tu!" ahora el gruñido fue dirigido hacía mi.
Pese al momento de despiste, el lobo se puso alerta haciendo gala de sus desarrollados sentidos, y consiguió esquivar al cuerpo del viejo que salía de las sombras con una extraña garra en las manos... Sin embargo, no pude reaccionar al ataque de la mujer, que rasgó con una zarpa oscura, parecida a la de su compañero, su flanco izquierdo. Ambos aullamos de dolor al sentir como sus oscuras hojas se unían en nuestra piel y hacía que nuestra sangre comenzará a fluir. El lobo lanzó un mordisco en respuesta, pero sólo alcanzó a morder las sombras en las que se había convertido su contrincante.
"¡Malditos!"
-No te despistes perrito. - aquella voz que sonaba a mi espalda me heló la sangre.
El lobo me permitió ver al vampiro anciano cuando volvió la mirada para mirar impasible como con sus oscuras garras avanzaba hacía nuestros puntos más vitales. Pero de repente, en una escena que avanzó a cámara lenta a mis ojos, dos cuernos sobresalieron de su vientre y el centro de su pecho mientras su cuerpo era impulsado por otro mucho más grande a su espalda; pasando ambos por encima mía. Pero a los pocos segundos, el anciano tomó distancia convirtiendo de nuevo su cuerpo en sombras volviendo al improvisado trono, visiblemente herido.
-¡Cómo osáis! - la furia de la vampiresa hizo que sus colmillos resultaran más que evidentes en su estridente grito.
-Tranquila querida... - el anciano se llevó las manos a las heridas. -Sólo estábamos calentando...- chascó los dedos.
Al momento se aparecieron, cuatro vampiros más de entre las sombras. Uno de ellos, como si no tuviera personalidad o conciencia alguna, se acercó al anciano; el resto formó una barrera con sus cuerpos ante nosotros. El anciano, tomó el cuello del joven vampiro y comenzó a succionar su sangre. A medida que lo hacía sus heridas sanaron.
-¡Eso es trampa! - gritó Toro a mi lado. Me había costado darme cuenta de que había sido él mi salvador hasta entonces anonimo. Aunque a los ojos del lobo sólo era un elemento más al que masacrar.
"Lo matare..."
"¡No!" intenté ejercer cierto control sobre el lobo para evitar que atacara a nuestro único aliado. "Es nuestra única ayuda... ¡Son muchos! ¡Y nosotros ya estamos heridos"
El lobo aulló furioso, supongo que el hecho de haberle recordado nuestra patética acción inicial había influido en algo.
"¡Esta bien!" rechinó los dientes. "¡Lo mataré despues!"
Bueno, aunque no lo pareciese, acabábamos de hacer un gran avance en nuestra extraña relación.
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Ircan
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Re: [Guerra de Lunargenta][Libre][3/3] Exención [Cerrado]
Ircan se transformó de forma total en una bestia blanca, un lobo blanco grande y que se abalanzo violentamente dispuesto a despedazar a sus enemigos. Era la primera vez que yo vislumbraba a aquella criatura. Y su transformación había resultado ser incluso mucho más espantosa de lo que se describa en los libros gracias a los que conocía lo poco que sabía sobre aquellas bestias. ¿Era la misma persona? ¿Era Ircan quien controlaba al a bestia, o había algo más, un lobo con su propia voluntad a parte? Todavía no comprendía demasiado bien, y tampoco era exactamente el mejor momento para ponerme a preguntar al respecto; pero lo haría, en el caso de tener ocasión.
Un vampiro cayo a mis pies, habiendo sido lanzado por Bruna. Aproveche aquel momento para atravesarle el cuello con la daga. No muy segura de que aquel vampiro pudiera morir únicamente con aquello, lo apuñale repetidas veces hasta estar segura de que no volvería a levantarse. Dirigí la mirada hacia la osa, preguntándome si habría encontrad alguna forma de bajar hasta el sótano para poder ayudar a la gente, de cuyos gritos se volvían cada vez más abundantes y audibles. No podíamos dejar pasar el tiempo, cada segundo que pasaba, sacrificaban a uno más. Y tal vez estarían convirtiéndolos en aquel preciso instante, lo cual no mejoraba la situación. Vislumbre entonces la puerta secreta por la que la osa había lanzado uno de los vampiros, y baje junto con ella hasta la planta inferior. El sótano estaba lleno de sangre, se había sucedido una cruel carnicería mientras nosotros nos habíamos encontrado arriba peleando. Yo solo contaba con una daga, y no estaba segura de sí sería capaz de hacerme uso de ella para poder ser de real utilidad allí abajo.
– ¿Crees que estarán bien Ircan y el hombre toro arriba? –pregunte apresurada a la osa, mientras me preparaba; los vampiros ya estaban viniendo hacia nosotras. Algunos simplemente se dedicaban a continuar masacrando a los prisioneros, mientras nos dirigían una malévola sonrisa.
En cuanto uno de ellos se lanzó contra mí, me agache, placándolo hacia delante por el estómago en cuanto salto hacia mi bruscamente. Aproveche que estaba ahora en el suelo, para poder acorralarlo y clavarle la daga una y otra vez. Él tenía algo parecido a una espada oxidada en su mano izquierda, y trataba de utilizarla contra mí, pero pude inmovilizar su brazo. Le clavé la daga en la muñeca, obligándolo a soltar al espada, y luego en el cuello, en cuanto tuve ocasión. Me puse en pie y tomé la espada con mi mano derecha. Era una ruina de espada, pero era mucho mejor que valerme únicamente de una daga. Furibundos, los vampiros restantes del sótano dejaron finalmente en paz a los prisioneros que quedaban aún con vida, para lanzarse contra la osa y contra mí, para acabar con nosotras de una vez por todas. Ya se habían dado cuenta de que no dejaríamos de pelear hasta acabar con ellos, o hasta que ellos acabaran con nosotros; de poco Valia que continuaran acabando con la vida de aquellos inocentes.
Un vampiro cayo a mis pies, habiendo sido lanzado por Bruna. Aproveche aquel momento para atravesarle el cuello con la daga. No muy segura de que aquel vampiro pudiera morir únicamente con aquello, lo apuñale repetidas veces hasta estar segura de que no volvería a levantarse. Dirigí la mirada hacia la osa, preguntándome si habría encontrad alguna forma de bajar hasta el sótano para poder ayudar a la gente, de cuyos gritos se volvían cada vez más abundantes y audibles. No podíamos dejar pasar el tiempo, cada segundo que pasaba, sacrificaban a uno más. Y tal vez estarían convirtiéndolos en aquel preciso instante, lo cual no mejoraba la situación. Vislumbre entonces la puerta secreta por la que la osa había lanzado uno de los vampiros, y baje junto con ella hasta la planta inferior. El sótano estaba lleno de sangre, se había sucedido una cruel carnicería mientras nosotros nos habíamos encontrado arriba peleando. Yo solo contaba con una daga, y no estaba segura de sí sería capaz de hacerme uso de ella para poder ser de real utilidad allí abajo.
– ¿Crees que estarán bien Ircan y el hombre toro arriba? –pregunte apresurada a la osa, mientras me preparaba; los vampiros ya estaban viniendo hacia nosotras. Algunos simplemente se dedicaban a continuar masacrando a los prisioneros, mientras nos dirigían una malévola sonrisa.
En cuanto uno de ellos se lanzó contra mí, me agache, placándolo hacia delante por el estómago en cuanto salto hacia mi bruscamente. Aproveche que estaba ahora en el suelo, para poder acorralarlo y clavarle la daga una y otra vez. Él tenía algo parecido a una espada oxidada en su mano izquierda, y trataba de utilizarla contra mí, pero pude inmovilizar su brazo. Le clavé la daga en la muñeca, obligándolo a soltar al espada, y luego en el cuello, en cuanto tuve ocasión. Me puse en pie y tomé la espada con mi mano derecha. Era una ruina de espada, pero era mucho mejor que valerme únicamente de una daga. Furibundos, los vampiros restantes del sótano dejaron finalmente en paz a los prisioneros que quedaban aún con vida, para lanzarse contra la osa y contra mí, para acabar con nosotras de una vez por todas. Ya se habían dado cuenta de que no dejaríamos de pelear hasta acabar con ellos, o hasta que ellos acabaran con nosotros; de poco Valia que continuaran acabando con la vida de aquellos inocentes.
Lyath
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