¡Abran las puertas! [Libre]
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¡Abran las puertas! [Libre]
Ah, las mágicas y majestuosas tundras de las Llanuras Nevadas. Le recordaban a aquellas veces en las que Íngorad, su anciano mentor, le llevaba de caza junto a los demás niños de la aldea, allá en la cumbre de las Montañas Gemelas, si bien lo cierto es que era el propio guerrero quien acababa protegiendo a los rapaces de las numerosas amenazas y criaturas salvajes que moraban la estepa norteña. Se recolocó las pieles que cargaba sobre los hombros, echando de menos los viejos y agradables tiempos de una juventud repleta de despreocupaciones; notando cómo el frío le calaba despiadadamente los huesos. Tiempo atrás, su madre le había enseñado que aquellos afortunados que heredaban el don sagrado de controlar el aire eran capaces de regular su temperatura a través de la respiración; no obstante, en su adolescencia Harald había preferido aprovechar el tiempo entrenando con la espada e ignorando las enseñanzas de quien le había traído al mundo.
A lo lejos, entre la espesa niebla que le entorpecía la visión, pudo vislumbrar a duras penas la inmensa y próspera ciudad de Dundarak, que tan solo había visto cuando los cielos despejados lo permitían, allá en la cima de la cordillera. La entrada permanecía protegida por un grupo de soldados apostados en las murallas, armados con lanzas, espadas, arcos y escudos, y de seguro más que preparados para afrontar cualquier ataque enemigo. El viejo dragón se acercó a ellos lentamente, apoyándose en su vieja y deteriorada espada Hen-Dusket, el único recuerdo material que guardaba de su antiguo hogar.
— ¿Quién anda ahí? —exigió saber uno de ellos: el más bajo de todos, que ya había echado el guante a la empuñadura de su espada.
— Un pobre anciano procedente de las llanuras —había suavizado al máximo el tono de su voz, encorvando la espalda y colocando una mano tras la cintura—. Solo pido entrar a la ciudad, buen señor. Me estoy helando aquí fuera.
— ¡Ja! -rio el soldado, que finalmente desenvainó el arma que le colgaba del cinto— ¿Esperas que me crea eso, carcamal? ¿Cómo has atravesado la estepa sin congelarte, entonces? ¡Habla!
— ¡Pero bueno...! ¿Cómo te atreves a hablarle así a tus mayores? —enseguida se irguió y empuñó su preciada espada, alarmando al resto de guardas que lo acompañaban— ¡Vas a abrirme las puertas de esta ciudad como que me llamo Harald, por los Siete!
A lo lejos, entre la espesa niebla que le entorpecía la visión, pudo vislumbrar a duras penas la inmensa y próspera ciudad de Dundarak, que tan solo había visto cuando los cielos despejados lo permitían, allá en la cima de la cordillera. La entrada permanecía protegida por un grupo de soldados apostados en las murallas, armados con lanzas, espadas, arcos y escudos, y de seguro más que preparados para afrontar cualquier ataque enemigo. El viejo dragón se acercó a ellos lentamente, apoyándose en su vieja y deteriorada espada Hen-Dusket, el único recuerdo material que guardaba de su antiguo hogar.
— ¿Quién anda ahí? —exigió saber uno de ellos: el más bajo de todos, que ya había echado el guante a la empuñadura de su espada.
— Un pobre anciano procedente de las llanuras —había suavizado al máximo el tono de su voz, encorvando la espalda y colocando una mano tras la cintura—. Solo pido entrar a la ciudad, buen señor. Me estoy helando aquí fuera.
— ¡Ja! -rio el soldado, que finalmente desenvainó el arma que le colgaba del cinto— ¿Esperas que me crea eso, carcamal? ¿Cómo has atravesado la estepa sin congelarte, entonces? ¡Habla!
— ¡Pero bueno...! ¿Cómo te atreves a hablarle así a tus mayores? —enseguida se irguió y empuñó su preciada espada, alarmando al resto de guardas que lo acompañaban— ¡Vas a abrirme las puertas de esta ciudad como que me llamo Harald, por los Siete!
Harald Krigsbjørn
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Re: ¡Abran las puertas! [Libre]
De los Reinos el Este viajé a los Reinos del Norte. Mi misión final era llegar al lago helado, pero sabía que el frío no perdonaba, así que necesitaba parar en alguna ciudad importante antes de poder emprender el viaje final hasta esas tierras tan inhóspitas.
La ciudad que se me presentaba como la mejor opción era Dundarak, ya que su localización era privilegiada y porque no parecía que por esos lares hubiera alguna otra ciudad tan relevante como lo era esta. Mi llegada fue tranquila. Había oído por el camino que la entrada a Dundarak era muy vigilada y de alguna forma restringida, ya que los propios ciudadanos querían preservar la paz y la calma en todo momento. Así que, a medida que me iba acercando a la ciudad, me iba poniendo más y más nerviosa por mi entrada.
Por la gracia de los espíritus, en la entrada de la gran ciudad había un gran carromato parado que parecía llevar mercancías para vender en el mercado local. Estaba esperando a que se diera la orden de abertura de las puertas, así que apresuré el paso, me subí la capucha de mi capa y entré de incógnito justo detrás del carro. Una vez dentro, todo fue mucho más fácil.
Llevaba ya unos días instalada por la ciudad cuando pasando por delante de una de las puertas de entrada de la ciudad, escuché gritos. Un hombre mayor se discutía a gritos con un guardia, que no quería dejarle pasar. Eso no debería haberme molestado ni importado, pero ese hombre parecía afable y en un momento, me vi involucrada en el tema.
- ¡Disculpad soldados! - Dije levantando la voz por encima de los gritos del anciano. Cuando se hubieron dado la vuelta y hube acaparado toda su atención, me acerqué poco a poco a ellos - Disculpad, pero ¿sería posible dejar pasar a ese hombre? Es mi abuelo y mi madre estaba muy preocupada porque lo esperábamos hace ya un par de días. - Cuántos más detalles das, más creíble es la mentira.
Me quedé sorprendida con mi propia capacidad de improvisación delante de una situación tan peliaguda como la que nos encontrábamos. Los hombres, sobretodo el más bajito, me repasaron con la mirada de arriba a abajo, y luego se giraron al hombre mayor, aún en la puerta, y se volvieron a fijar en mi, como intentando buscar las similitudes físicas entre nosotros que denotaran tan parentesco.
- Señorita, ¿sería tan amable de darnos su documentación? - Me quedé petrificada. "¿Y ahora qué les digo?" pensé. Estaba en apuros.
- Me la he dejado en casa, si se esperan aquí un segundo voy a por ella, y de paso traigo a mi madre, a mi tía y a mis primos para que vean al abuelo. - Dije, con una sonrisa. A la que me di la vuelta para irme "a por mis papeles y mi familia" los guardias me llamaron.
- ¡Eh, eh! No hace falta, que pase... - Voceó el más bajito de todos, volviendo a envainar la espada. Lo último que querían era toda una familia entera celebrando el regreso de un ser querido en las puertas de la ciudad y en medio de su turno de trabajo.
Entonces me acerqué al hombre mayor, les di las gracias mil veces a los vigilantes y agarré a "mi abuelo" por debajo del brazo, acompañándolo hacia dentro de la ciudad, fingiendo una alegría tremenda de volver a verle.
La ciudad que se me presentaba como la mejor opción era Dundarak, ya que su localización era privilegiada y porque no parecía que por esos lares hubiera alguna otra ciudad tan relevante como lo era esta. Mi llegada fue tranquila. Había oído por el camino que la entrada a Dundarak era muy vigilada y de alguna forma restringida, ya que los propios ciudadanos querían preservar la paz y la calma en todo momento. Así que, a medida que me iba acercando a la ciudad, me iba poniendo más y más nerviosa por mi entrada.
Por la gracia de los espíritus, en la entrada de la gran ciudad había un gran carromato parado que parecía llevar mercancías para vender en el mercado local. Estaba esperando a que se diera la orden de abertura de las puertas, así que apresuré el paso, me subí la capucha de mi capa y entré de incógnito justo detrás del carro. Una vez dentro, todo fue mucho más fácil.
Llevaba ya unos días instalada por la ciudad cuando pasando por delante de una de las puertas de entrada de la ciudad, escuché gritos. Un hombre mayor se discutía a gritos con un guardia, que no quería dejarle pasar. Eso no debería haberme molestado ni importado, pero ese hombre parecía afable y en un momento, me vi involucrada en el tema.
- ¡Disculpad soldados! - Dije levantando la voz por encima de los gritos del anciano. Cuando se hubieron dado la vuelta y hube acaparado toda su atención, me acerqué poco a poco a ellos - Disculpad, pero ¿sería posible dejar pasar a ese hombre? Es mi abuelo y mi madre estaba muy preocupada porque lo esperábamos hace ya un par de días. - Cuántos más detalles das, más creíble es la mentira.
Me quedé sorprendida con mi propia capacidad de improvisación delante de una situación tan peliaguda como la que nos encontrábamos. Los hombres, sobretodo el más bajito, me repasaron con la mirada de arriba a abajo, y luego se giraron al hombre mayor, aún en la puerta, y se volvieron a fijar en mi, como intentando buscar las similitudes físicas entre nosotros que denotaran tan parentesco.
- Señorita, ¿sería tan amable de darnos su documentación? - Me quedé petrificada. "¿Y ahora qué les digo?" pensé. Estaba en apuros.
- Me la he dejado en casa, si se esperan aquí un segundo voy a por ella, y de paso traigo a mi madre, a mi tía y a mis primos para que vean al abuelo. - Dije, con una sonrisa. A la que me di la vuelta para irme "a por mis papeles y mi familia" los guardias me llamaron.
- ¡Eh, eh! No hace falta, que pase... - Voceó el más bajito de todos, volviendo a envainar la espada. Lo último que querían era toda una familia entera celebrando el regreso de un ser querido en las puertas de la ciudad y en medio de su turno de trabajo.
Entonces me acerqué al hombre mayor, les di las gracias mil veces a los vigilantes y agarré a "mi abuelo" por debajo del brazo, acompañándolo hacia dentro de la ciudad, fingiendo una alegría tremenda de volver a verle.
Zarina
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Re: ¡Abran las puertas! [Libre]
Desde los bosques avanzaba de manera firme y contemplando la naturaleza con cada paso que daba, respirando con ansias un nuevo amanecer cargado de aventuras, mi cabello ya no era rojo sino más bien negro azabache, mi contextura era la de un humano fornido, piernas gruesas y largas, un torso trabajado bíceps y triceps que estaban por explotar y por si fuese poco una alas en mi espalda de un metro y medio aproximadamente que se desplegaron de la nada y me hacían sobrevolar la floresta con gran agilidad.
De la nada el frio comenzó a consumirme, mis labios estaban morados y lo que parecía ser una cúpula de nieve cayó encima de mi haciéndome despertar, enseguida el sueño se disipó, mas bien la pesadilla pero el terror era ahora, me encontraba sumergido entre la nieve sin poder hacer muño, mis muñecas estaban entumecidas, estaba arriba en la colina y ni sabía como había llegado hasta aquél lugar, seguro había sido victima del alcohol.
Como pude me repuse, comencé a moverme para calentar mis extremidades pero quedé inconsciente de nuevo cayendo colina abajo pues no me había logrado componer del todo; pasado unos treinta minutos aún estaba en la nieve pero logrando divisar a lo lejos lo que parecía ser una entrada, muralla, límite o como fuese que le llamaran en aquél lugar, por lo qué solo dije en voz alta Light - Y enseguida los pequeños raspones qué tenía por la caída comenzaban a sanar dejando un destello dorado que pronto se disipó.
Tenía que conseguir donde pasar la noche y aquél lugar no era el mejor, tras tanto caminar observé un pelo rojizo que antes había visto, era la joven bruja que hace unos días me había topado, así que sin más seguí avanzando para ver aquella escena en la que se encontraba con su familia, los guardias ya me habían puesto el ojo así que avancé aún más rápido y cuando noté que ya estaba por entrar grité ¡Eh prima! No me dejes acá Esperando que se diera la vuelta para ingresar juntos, después de todo algún parentesco habría además qué mis orejas siempre estaban cubiertas . Guardias, vienen persiguiéndome casi me han robado - Continué gritando mientras me acercaba a Zarina para tomar al anciano por el otro brazo Tiempo sin verte.. Dije entre mis dientes mientras nos adentrábamos a la ciudad, sin voltear y observando a los guardias alejarse para buscar al ladrón.
Off: Uso mi habilidad Light para recuperarme de la caída del principio.De la nada el frio comenzó a consumirme, mis labios estaban morados y lo que parecía ser una cúpula de nieve cayó encima de mi haciéndome despertar, enseguida el sueño se disipó, mas bien la pesadilla pero el terror era ahora, me encontraba sumergido entre la nieve sin poder hacer muño, mis muñecas estaban entumecidas, estaba arriba en la colina y ni sabía como había llegado hasta aquél lugar, seguro había sido victima del alcohol.
Como pude me repuse, comencé a moverme para calentar mis extremidades pero quedé inconsciente de nuevo cayendo colina abajo pues no me había logrado componer del todo; pasado unos treinta minutos aún estaba en la nieve pero logrando divisar a lo lejos lo que parecía ser una entrada, muralla, límite o como fuese que le llamaran en aquél lugar, por lo qué solo dije en voz alta Light - Y enseguida los pequeños raspones qué tenía por la caída comenzaban a sanar dejando un destello dorado que pronto se disipó.
Tenía que conseguir donde pasar la noche y aquél lugar no era el mejor, tras tanto caminar observé un pelo rojizo que antes había visto, era la joven bruja que hace unos días me había topado, así que sin más seguí avanzando para ver aquella escena en la que se encontraba con su familia, los guardias ya me habían puesto el ojo así que avancé aún más rápido y cuando noté que ya estaba por entrar grité ¡Eh prima! No me dejes acá Esperando que se diera la vuelta para ingresar juntos, después de todo algún parentesco habría además qué mis orejas siempre estaban cubiertas . Guardias, vienen persiguiéndome casi me han robado - Continué gritando mientras me acercaba a Zarina para tomar al anciano por el otro brazo Tiempo sin verte.. Dije entre mis dientes mientras nos adentrábamos a la ciudad, sin voltear y observando a los guardias alejarse para buscar al ladrón.
Saintus L Spell
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Re: ¡Abran las puertas! [Libre]
"Pero ¿qué demonios...?", se preguntó a sí mismo el anciano tras presenciar aquella escena tan... absurda. Por los Siete, ¿estaba ocurriendo de verdad? ¿O solo estaba empezando a chochear? La joven de cabello de fuego había intervenido haciéndose pasar por su adorable nieta, y acto seguido había tomado del brazo al viejo dragón y guiado hacia el interior de la ciudad. Quiso preguntarse qué estaba pasando, quién era aquella chica, y lo más importante: por qué cojones lo estaba ayudando; pero, en aquellos precisos instantes, supo reconocer que lo más sensato, después de todo, era seguirle el juego. Volvió a encorvar la espalda mientras el soldado que momentos antes le había amenazado con la triste punta de su espada le fulminaba con aquella mirada llena de rabia, mas pareció desviar su atención cuando escuchó una voz exclamar: "¡Eh, prima!". "¿Y ahora qué?", se preguntó Harald, volviendo la cabeza para ver de qué se trataba esta vez.
A la pareja se le unió inesperadamente un hombre de cabello oscuro y complexión más bien musculosa, que lo agarró del otro brazo y masculló algunas palabras que, debido a la confusión del momento, no llegó a escuchar con claridad, pero que bastó para que gran parte de los guardas apostados en las murallas, aquellos que más cerca se encontraban de las escaleras, abandonaran sus puestos y marcharan hacia el interior de los bosques aledaños; el trío, por otra parte, se adentró en Dundarak sin más incidencias. Asegurándose de que ningún soldado los viera, y procurando no alzar demasiado la voz para no captar la atención de los transeúntes que circulaban por las calles, el dragón se zafó de las manos que lo sujetaban y clavó sus ojos en los de la muchacha.
— Gracias, joven —le agradeció con una sonrisa sincera. No tenía oro con el que pagar su amable gesto, mas quiso creer que no querría nada a cambio—. En cuanto a ti, muchacho... ¿Quién demonios eres tú?
A la pareja se le unió inesperadamente un hombre de cabello oscuro y complexión más bien musculosa, que lo agarró del otro brazo y masculló algunas palabras que, debido a la confusión del momento, no llegó a escuchar con claridad, pero que bastó para que gran parte de los guardas apostados en las murallas, aquellos que más cerca se encontraban de las escaleras, abandonaran sus puestos y marcharan hacia el interior de los bosques aledaños; el trío, por otra parte, se adentró en Dundarak sin más incidencias. Asegurándose de que ningún soldado los viera, y procurando no alzar demasiado la voz para no captar la atención de los transeúntes que circulaban por las calles, el dragón se zafó de las manos que lo sujetaban y clavó sus ojos en los de la muchacha.
— Gracias, joven —le agradeció con una sonrisa sincera. No tenía oro con el que pagar su amable gesto, mas quiso creer que no querría nada a cambio—. En cuanto a ti, muchacho... ¿Quién demonios eres tú?
Harald Krigsbjørn
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Re: ¡Abran las puertas! [Libre]
"Que...¿Qué hace él aquí?" Tenía un montón de preguntas y muy pocas respuestas. Reconocí en seguida a ese hombre: ese pelo rojizo apagado, esa complexión, esa cara hermosa, esa voz. No me lo podía creer.
Se trataba del hombre que hacía unos días nos había echado un cable (bastante pobre, la verdad) a Sasha, a Sashenka y a mi en la lucha contra los Gatos de Aresire. El hombre que le robó la carta a Sashenka por mera pedantería y que nunca llegó a presentarse al grupo. Que decidió después de la lucha desaparecer, sin despedirse siquiera.
Tenía muchas dudas de cómo había terminado aquí, de porqué se fue en su momento y de qué era lo que le había llevado a comportarse con tal desdén delante de todos nosotros. Pero lo que realmente quería saber era quien era. En su momento actuó como un desalmado y nunca supimos nada de él, por ende, no supimos ni su nombre. Me llegué a plantear que no se tratara de algún asesino o bandolero que estuviera buscado por la justicia.
Me vino de perlas que el hombre mayor al que había ayudado le estuviera pidiendo explicaciones, porque aprovecharía por exigirle algunas yo también de mi parte de la historia.
Pero primero: - No hay de qué. - Le dije al señor mayor por lo bajo, a modo de respuesta a su agradecimiento. Le devolví la sonrisa afable. Puse mi mano en su brazo y apreté un poco, era un gesto tierno.
Des de siempre, mis padres me educaron para cuidar a los mayores, a tener cura y tacto con ellos. ¡Su sabiduría podía ser infinita! Además, había estado conviviendo años con un hombre mayor después de la muerte de mis padres, así que había desarrollado algún tipo de sentimiento basado en la protección hacia ese colectivo. Aún así, el hombre que tenía delante parecía absolutamente capaz de defenderse él solito, sin ningún tipo de ayuda. Era como el abuelo que me hubiera gustado tener.
Volviendo a las calles frías de Dundarak, me giré a mirar directamente a los ojos a el muchacho que había entrado con nosotros. Me había llamado "prima" y se acordaba de mi perfectamente. Pero la mayor incógnita seguía sin ser resuelta: ¿Quién era?
Se trataba del hombre que hacía unos días nos había echado un cable (bastante pobre, la verdad) a Sasha, a Sashenka y a mi en la lucha contra los Gatos de Aresire. El hombre que le robó la carta a Sashenka por mera pedantería y que nunca llegó a presentarse al grupo. Que decidió después de la lucha desaparecer, sin despedirse siquiera.
Tenía muchas dudas de cómo había terminado aquí, de porqué se fue en su momento y de qué era lo que le había llevado a comportarse con tal desdén delante de todos nosotros. Pero lo que realmente quería saber era quien era. En su momento actuó como un desalmado y nunca supimos nada de él, por ende, no supimos ni su nombre. Me llegué a plantear que no se tratara de algún asesino o bandolero que estuviera buscado por la justicia.
Me vino de perlas que el hombre mayor al que había ayudado le estuviera pidiendo explicaciones, porque aprovecharía por exigirle algunas yo también de mi parte de la historia.
Pero primero: - No hay de qué. - Le dije al señor mayor por lo bajo, a modo de respuesta a su agradecimiento. Le devolví la sonrisa afable. Puse mi mano en su brazo y apreté un poco, era un gesto tierno.
Des de siempre, mis padres me educaron para cuidar a los mayores, a tener cura y tacto con ellos. ¡Su sabiduría podía ser infinita! Además, había estado conviviendo años con un hombre mayor después de la muerte de mis padres, así que había desarrollado algún tipo de sentimiento basado en la protección hacia ese colectivo. Aún así, el hombre que tenía delante parecía absolutamente capaz de defenderse él solito, sin ningún tipo de ayuda. Era como el abuelo que me hubiera gustado tener.
Volviendo a las calles frías de Dundarak, me giré a mirar directamente a los ojos a el muchacho que había entrado con nosotros. Me había llamado "prima" y se acordaba de mi perfectamente. Pero la mayor incógnita seguía sin ser resuelta: ¿Quién era?
Zarina
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Re: ¡Abran las puertas! [Libre]
La escena había sido un poco bochornosa la verdad, a pesar de qué los guardias se tragaron el cuento entero para los tres sujetos parecía ser un poco incomoda pero para mí era la única manera de entrar a la ciudadela y no morir de hipotermia en las colinas como estuve a punto de hacerlo horas atrás. Las heridas ya no estaban habían terminado de borrarse por completo dado de qué eran pequeños raspones y moretones.
Estando ya con las puertas a nuestras espaldas a unos cuantos metros el anciano se zafa de nosotros dedicándole una sonrisa a Zarina mientras qué a mi, me habló en un tono diferente.
¿Y a mí por qué no me agradeces? Yo pude haber saboteado su plan e incluso puedo hacerlo ahora - Comenté indignado pues la escena, ya qué parecía no darse cuenta que logramos entrar por el teatrito que montamos. Se dedicaron sonrisas mientras qué yo era cuestionado, ellos parecía que si se conocían de años, iba a alzar la voz pero me cohibí en cuanto la bruja me miró a los ojos.
Siento no haberme presentado antes - Comenté tiritando del frío, frotando con fuerza una mano con la otra para luego resoplar entre ellas.
Mi nombre es Saintus Dije por primera vez de manera amable dirigiéndome a la pelirroja y en algún momento al anciano. Lamento lo de aquella vez pero surgió algo - Siempre las excusas te sacaban la pata del barro. Pero aún así ayudé, la comandanta tenía una leve herida, que déjame decirte limpiaste muy bien y qué sin mi ayuda se pudo haber sanado pero quería reivindicarme Añadí de manera amable pues en aquella oportunidad la chica tenía un ungüento que usó en la dragona.
Muy bien hecho Dije en forma de elogio para disminuir la tensión para luego hablarle al anciano.
¿Qué hace una persona mayor, por acá y en la noche? Su apariencia no era como la de los locales, no quería parecer pesado pero si me interrogaban yo haría lo mismo, además los ancianos siempre terminan sorprendiendome.
Estando ya con las puertas a nuestras espaldas a unos cuantos metros el anciano se zafa de nosotros dedicándole una sonrisa a Zarina mientras qué a mi, me habló en un tono diferente.
¿Y a mí por qué no me agradeces? Yo pude haber saboteado su plan e incluso puedo hacerlo ahora - Comenté indignado pues la escena, ya qué parecía no darse cuenta que logramos entrar por el teatrito que montamos. Se dedicaron sonrisas mientras qué yo era cuestionado, ellos parecía que si se conocían de años, iba a alzar la voz pero me cohibí en cuanto la bruja me miró a los ojos.
Siento no haberme presentado antes - Comenté tiritando del frío, frotando con fuerza una mano con la otra para luego resoplar entre ellas.
Mi nombre es Saintus Dije por primera vez de manera amable dirigiéndome a la pelirroja y en algún momento al anciano. Lamento lo de aquella vez pero surgió algo - Siempre las excusas te sacaban la pata del barro. Pero aún así ayudé, la comandanta tenía una leve herida, que déjame decirte limpiaste muy bien y qué sin mi ayuda se pudo haber sanado pero quería reivindicarme Añadí de manera amable pues en aquella oportunidad la chica tenía un ungüento que usó en la dragona.
Muy bien hecho Dije en forma de elogio para disminuir la tensión para luego hablarle al anciano.
¿Qué hace una persona mayor, por acá y en la noche? Su apariencia no era como la de los locales, no quería parecer pesado pero si me interrogaban yo haría lo mismo, además los ancianos siempre terminan sorprendiendome.
Saintus L Spell
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Re: ¡Abran las puertas! [Libre]
Las primeras gotas de lluvia comenzaron a inundar las calles empedradas de la ciudad. Lo normal en aquellas tierras era que nevara o granizase, pero supuso que, después de todo, no era de extrañar en las inusualmente calurosas noches de verano que una vez cada tantos años azotaban la estepa norteña. Aun así, prestó suma atención a las palabras del muchacho que se había unido a ellos: había algo en esos ojos oscuros... No supo exactamente qué era, pero procuró estar alerta. "¿Y a mí por qué no me agradeces? Yo pude haber saboteado su plan, e incluso puedo hacerlo ahora".
— ¡Atrévete, malandrín! —le espetó el anciano, echando mano a la empuñadura de su espada una vez más. "¡Harald, contrólate!", se forzó a sí mismo. Lo que menos le apetecía en aquellos instantes era empezar una pelea que, con las pocas fuerzas que había logrado mantener a duras penas durante el largo viaje, sería incapaz de ganar—. Agh... Perdona, joven. No era mi intención chillarte. Estoy agotado.
Quien decía llamarse Saintus volvió la cabeza y clavó su mirada en la de la joven. Parecían conocerse de antes, pero no en circunstancias... precisamente agradables. ¿Comandanta, herida? ¿"Lamento lo de aquella vez"? Por los Siete, a saber qué demonios había pasado... Mientras tanto, oteó los alrededores en busca de una posada; de un lugar donde poder descansar, mas su búsqueda se vio interrumpida por la pregunta del rapaz.
— ¡Ja! Podré parecer mucho mayor, muchacho... ¡Pero para los de mi especie no soy más que un chaval como tú! —exclamó con cierto orgullo; pese a su deteriorado aspecto, todavía le quedaba mucha vida por delante— Y respecto a lo que hago aquí... Solo estoy de paso. Mañana por la mañana pondré rumbo al sur.
— ¡Atrévete, malandrín! —le espetó el anciano, echando mano a la empuñadura de su espada una vez más. "¡Harald, contrólate!", se forzó a sí mismo. Lo que menos le apetecía en aquellos instantes era empezar una pelea que, con las pocas fuerzas que había logrado mantener a duras penas durante el largo viaje, sería incapaz de ganar—. Agh... Perdona, joven. No era mi intención chillarte. Estoy agotado.
Quien decía llamarse Saintus volvió la cabeza y clavó su mirada en la de la joven. Parecían conocerse de antes, pero no en circunstancias... precisamente agradables. ¿Comandanta, herida? ¿"Lamento lo de aquella vez"? Por los Siete, a saber qué demonios había pasado... Mientras tanto, oteó los alrededores en busca de una posada; de un lugar donde poder descansar, mas su búsqueda se vio interrumpida por la pregunta del rapaz.
— ¡Ja! Podré parecer mucho mayor, muchacho... ¡Pero para los de mi especie no soy más que un chaval como tú! —exclamó con cierto orgullo; pese a su deteriorado aspecto, todavía le quedaba mucha vida por delante— Y respecto a lo que hago aquí... Solo estoy de paso. Mañana por la mañana pondré rumbo al sur.
Harald Krigsbjørn
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Re: ¡Abran las puertas! [Libre]
Así que... era Saintus su nombre. "¿Y porqué tanto misterio? ¿Quién es en realidad?" Mil ideas y paranoias me rondaron por la cabeza en cuestión de segundos, algunas implicaban muertes, torturas y asesinatos de reyes, pero las descarté con velocidad. Vale, sí, Saintus podía sanar a las personas, pero ¿hasta qué punto podía hacer daño a otros?
Por otra parte, estaba titiritando. No iba preparado para las temperaturas de ese lugar. Y era cierto que se acercaba ya la primavera, pero eso no implicaba que fuera eso como las tierras del sur, con su calor y su sol que tostaba la piel. La primavera en el norte implicaba que la nieve se substituía temporalmente por lluvia, pero el aumento de las temperaturas era... cuestionable.
Por lo menos parecía arrepentido por nuestro antiguo encontronazo. Y es que fue cierto que ayudó a Sashenka curando su pierna desgarrada, pero aún así, marcharse sin ni siquiera despedirse (o presentarse) había sido un poco desagradable por su parte.
Le di las gracias por los halagos de mi trabajo con el ungüento y la limpieza, yo tambíen creía que había hecho un buen trabajo, aunque no se hubiera notado. A lo largo del tiempo conseguí valorar todos y cada uno de los esfuerzos que hice a esa edad, porque, al fin y al cabo, eran lo que me habían convertido en lo que ahora soy.
Volviendo a Dundarak, el anciano parecía demostrar un cierto desagrado ante la presencia de Saintus, y no podía juzgarle por eso. Hasta que dijo LA frase.
"Para los de mi especie". ¿Qué quería decir eso? ¿Qué significaba? ¿De qué especie se trataba? Estaba muy confundida, pero interesada. Parecía que a ese hombre le había caído bien, y eso implicaba que, seguramente, fuera lo que fuera ese apacible anciano, no me haría daño. Tan segura no estaba de lo que le podía hacer a Saintus.
Con las primeras gotas de lluvia también los ojos del hombre mayor buscaron algún sitio donde resguardarse. Pensé en la posada en la que estaba alojada des de hacía ya una semana más o menos, y con la taberna que estaba justo al lado. Había frecuentado ese sitio más de lo que me hubiera gustado admitir, pero cualquier ayuda para pasar mejor el frío era bienvenida. Es más, la posadera no ponía reparo alguno en dejarme usar una parte pequeña de su cocina para elaborar jabones con aceites aormáticos, a cambio de que le dejara subministros de mis elaboraciones para ella poder ofrecerselas a la clientela.
- Estoy en una posada, y justo al lado hay una taberna. Podemos ir a tomar algo allí, pasar el rato y conversar. - Era un buen plan, debido al tiempo y a la temperatura de las calles, que cada vez estaban más vacía. - Si les parece bien, claro. - Me apresuré a decir, no quería parecer descortés con ellos, ni mucho menos.
Quería saber más del hombre mayor, y ya puestos, de Saintus, porque humano del todo tampoco parecía. - Sirven comida caliente y a muy buen precio. - Añadí rápidamente, para intentar convencer a mis acompañantes para ir hacia allí. Enderecé toda la conversación con una sonrisa tierna, la buena compañía siempre era bienvenida.
Por otra parte, estaba titiritando. No iba preparado para las temperaturas de ese lugar. Y era cierto que se acercaba ya la primavera, pero eso no implicaba que fuera eso como las tierras del sur, con su calor y su sol que tostaba la piel. La primavera en el norte implicaba que la nieve se substituía temporalmente por lluvia, pero el aumento de las temperaturas era... cuestionable.
Por lo menos parecía arrepentido por nuestro antiguo encontronazo. Y es que fue cierto que ayudó a Sashenka curando su pierna desgarrada, pero aún así, marcharse sin ni siquiera despedirse (o presentarse) había sido un poco desagradable por su parte.
Le di las gracias por los halagos de mi trabajo con el ungüento y la limpieza, yo tambíen creía que había hecho un buen trabajo, aunque no se hubiera notado. A lo largo del tiempo conseguí valorar todos y cada uno de los esfuerzos que hice a esa edad, porque, al fin y al cabo, eran lo que me habían convertido en lo que ahora soy.
Volviendo a Dundarak, el anciano parecía demostrar un cierto desagrado ante la presencia de Saintus, y no podía juzgarle por eso. Hasta que dijo LA frase.
"Para los de mi especie". ¿Qué quería decir eso? ¿Qué significaba? ¿De qué especie se trataba? Estaba muy confundida, pero interesada. Parecía que a ese hombre le había caído bien, y eso implicaba que, seguramente, fuera lo que fuera ese apacible anciano, no me haría daño. Tan segura no estaba de lo que le podía hacer a Saintus.
Con las primeras gotas de lluvia también los ojos del hombre mayor buscaron algún sitio donde resguardarse. Pensé en la posada en la que estaba alojada des de hacía ya una semana más o menos, y con la taberna que estaba justo al lado. Había frecuentado ese sitio más de lo que me hubiera gustado admitir, pero cualquier ayuda para pasar mejor el frío era bienvenida. Es más, la posadera no ponía reparo alguno en dejarme usar una parte pequeña de su cocina para elaborar jabones con aceites aormáticos, a cambio de que le dejara subministros de mis elaboraciones para ella poder ofrecerselas a la clientela.
- Estoy en una posada, y justo al lado hay una taberna. Podemos ir a tomar algo allí, pasar el rato y conversar. - Era un buen plan, debido al tiempo y a la temperatura de las calles, que cada vez estaban más vacía. - Si les parece bien, claro. - Me apresuré a decir, no quería parecer descortés con ellos, ni mucho menos.
Quería saber más del hombre mayor, y ya puestos, de Saintus, porque humano del todo tampoco parecía. - Sirven comida caliente y a muy buen precio. - Añadí rápidamente, para intentar convencer a mis acompañantes para ir hacia allí. Enderecé toda la conversación con una sonrisa tierna, la buena compañía siempre era bienvenida.
Zarina
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Re: ¡Abran las puertas! [Libre]
No era de manera exuberante, sin embargo sentí un par de gotas caer sobre mis mejillas parecía lloviznar pero fue la actitud del anciano la que me despertó del todo del mal sueño que hace una hora había tenido. me llamó malandrín ¿A que se debe?, tomé un poco de aire para responder de igual manera un tanto grosero pero fue preciso al interrumpirme para disculparse por lo que pasé la página de inmediato, estaba agotado y solo le dediqué una sonrisa para que supiera qué todo estaba bien.
Me trasladé un momento al día en el qué conocí a Sashenka, al rubio y a Zarina, recordando qué no había sido del todo educado en aquella oportunidad, seguramente me disculparía pero no ahora.
El anciano parecía buscar algo en aquél lugar, tal vez tenía amigos o familiares cerca, mientras que Zarina levantó la voz para invitarnos a una posada en la qué estaba pasando unos días, el frío ya comenzaba a hacer de las suyas así que por mi encantado, los seguiría hacia donde fuesen e incluso al Sur.
Asentía una y otra vez a todo lo que la pequeña bruja decía denotando estar de acuerdo, tenía hambre y algo caliente no me vendría mal.
¡Excelente, vayamos! - No sabía donde era el lugar, es más no tenía ni las más mínima idea pero cualquier sitio era mejor que estar en la intemperie, que en otras circunstancias me sería mucho mejor pero sin el abrigo necesario necesito cuatro paredes o al menos una cueva.
Cuando nos dispusimos a caminar me dirigí a ambos pero sin ver su rostro El señor es un dragón ¿O no? - Me atreví a comentar, ya que después de salir de los bosques por primera vez mi primer encuentro fue con un anciano, que por cierto estaba de un bueno, pero volviendo al tema, el anciano era un dragón que además se hacia llamar rey de los dragones.
Esperaba no equivocarme con mis sospechas, si bien era lo que creía no estaba del todo seguro.
Invitaré una ronda de lo qué ustedes elijan, quiero probar algo caliente - Seguía sin verlos a los ojos, sino más bien avanzaba y continuaba la conversación, no era inseguridad, no era nada en específico, era el intento por avanzar sin perder más tiempo con tanto frio fuera y la insistencia por no dejar que mis puntiagudas orejas fuesen notadas, siempre mi cabello rojo las cubría.
Off: Perdonad, ya estoy vigilando el tema.Me trasladé un momento al día en el qué conocí a Sashenka, al rubio y a Zarina, recordando qué no había sido del todo educado en aquella oportunidad, seguramente me disculparía pero no ahora.
El anciano parecía buscar algo en aquél lugar, tal vez tenía amigos o familiares cerca, mientras que Zarina levantó la voz para invitarnos a una posada en la qué estaba pasando unos días, el frío ya comenzaba a hacer de las suyas así que por mi encantado, los seguiría hacia donde fuesen e incluso al Sur.
Asentía una y otra vez a todo lo que la pequeña bruja decía denotando estar de acuerdo, tenía hambre y algo caliente no me vendría mal.
¡Excelente, vayamos! - No sabía donde era el lugar, es más no tenía ni las más mínima idea pero cualquier sitio era mejor que estar en la intemperie, que en otras circunstancias me sería mucho mejor pero sin el abrigo necesario necesito cuatro paredes o al menos una cueva.
Cuando nos dispusimos a caminar me dirigí a ambos pero sin ver su rostro El señor es un dragón ¿O no? - Me atreví a comentar, ya que después de salir de los bosques por primera vez mi primer encuentro fue con un anciano, que por cierto estaba de un bueno, pero volviendo al tema, el anciano era un dragón que además se hacia llamar rey de los dragones.
Esperaba no equivocarme con mis sospechas, si bien era lo que creía no estaba del todo seguro.
Invitaré una ronda de lo qué ustedes elijan, quiero probar algo caliente - Seguía sin verlos a los ojos, sino más bien avanzaba y continuaba la conversación, no era inseguridad, no era nada en específico, era el intento por avanzar sin perder más tiempo con tanto frio fuera y la insistencia por no dejar que mis puntiagudas orejas fuesen notadas, siempre mi cabello rojo las cubría.
Saintus L Spell
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Re: ¡Abran las puertas! [Libre]
Pareciese que la muchacha le estuviera leyendo la mente. ¿Acaso sería una hechicera? ¿Una de aquellas condenadas brujas que habían atacado su hogar tanto tiempo atrás? No, era demasiado joven, pero… Se decía que los suyos vivían más años de lo común. Puede que su aspecto, como el del anciano, engañase a los demás. La chica, que decía hospedarse en una posada de la ciudad, les planteó tomar algo en una taberna cercana. “Las tripas me rugen como cien demonios, desde luego, mas no tengo aeros con los que pagar una mísera bebida”, se lamentó, recolocándose las pieles que cubrían sus hombros y lo protegían de las heladas venideras.
— ¡Ah, muchacho! —exclamó cuando el joven de cabello de fuego descubrió su verdadera naturaleza— Veo que eres un hombre perspicaz. Dundarak sigue siendo tierra de dragones, pero… no todos reconocerían uno a simple vista.
Hacía tanto tiempo que no veía a uno de su especie que incluso a él le costaría. Después de todo, no era más que un pobre viejo al que se lo habían arrebatado todo y que se había visto forzado a vivir aislado del mundo. No era un “rey de dragones”, ni se hacía llamar así, solo un guerrero consumido por el sentimiento de venganza que había consagrado su vida a la adoración de los dragones elementales.
Le reconfortó escuchar al zagal ofrecerse a pagar la primera ronda, e hizo ademán de emprender la marcha.
— No se hable más, pues. ¡Andando!
— ¡Ah, muchacho! —exclamó cuando el joven de cabello de fuego descubrió su verdadera naturaleza— Veo que eres un hombre perspicaz. Dundarak sigue siendo tierra de dragones, pero… no todos reconocerían uno a simple vista.
Hacía tanto tiempo que no veía a uno de su especie que incluso a él le costaría. Después de todo, no era más que un pobre viejo al que se lo habían arrebatado todo y que se había visto forzado a vivir aislado del mundo. No era un “rey de dragones”, ni se hacía llamar así, solo un guerrero consumido por el sentimiento de venganza que había consagrado su vida a la adoración de los dragones elementales.
Le reconfortó escuchar al zagal ofrecerse a pagar la primera ronda, e hizo ademán de emprender la marcha.
— No se hable más, pues. ¡Andando!
Harald Krigsbjørn
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Re: ¡Abran las puertas! [Libre]
"¿UN QUÉ...?¿ESTE HOMBRE ES UN DRAGÓN?" Me quedé muerta. Nunca antes había estado en presencia de un dragón. Intenté disimular mi asombro, pero la cosa estaba complicada.
Solo había oído hablar de los dragones en los cuentos, sabía que vivían muchos años y que su vida giraba entorno al honor y a su preservación. Que tenían otros dioses y que se podían transformar a su parecer, incluso solo partes del cuerpo concretas para poder luchar con más facilidad.
Estaba fascinada. No podía sacarle los ojos de encima al anciano, de imaginarme su forma dracónida, su envergadura, su fuerza, sus alas, sus escamas. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda, menuda emoción sentía.
Una gota de agua impacto en mi coronilla, dejando en mi cuerpo una sensación de frío extraño. Me subí la capucha del abrigo otra vez y me dispuse a volver a entrar en la conversación, apartando todos los pensamientos del dragón en la medida de lo posible.
Con la oferta de Saintus se me iluminaron los ojos. Nos invitaría a comer, algo calentito y agradable. - Si queréis, os guío hasta allí. - Dije con una sonrisa claramente agradable.
Así que me puse a andar. Tardamos unos 5 minutos en llegar hasta la entrada de la taberna. Una vez dentro, me volví a bajar la capucha, dejando a la vista mi pelo rojizo. La posadera, se apresuró hasta nosotros, saludando: - ¡Zarina! Veo que hoy vienes acompañada - dijo con un tono picarón y burlesco mientras me daba un codazo.
Era una mujer bajita, encarnando la típica imagen de posadera. Sabía que su marido se encargaba de la comida porque siempre se gritaban palabras grotescas a voces. Parecía tener un carácter un tanto temperamental. Pero con los clientes, Louis era un encanto. Era cotilla, como toda buena posadera, pero sabía como tratar con borrachos, ladrones, maleantes y gente de dinero. Sabía como lidiar con los hombres que se pasaban de listos y mantenía en su lugar a las mujeres de la noche. Mantenía el local todo lo limpio que podía estar cualquier taberna, pero aún así, era un lugar agradable, y bastante frecuentado.
- Buenas Louis, ¿tendrías una mesa para nosotros? - Le dije, entre risas. - Son viejos amigos. - Le dije con un susurro, intentando acallar los posibles rumores que esa mujer pudiera esparcir.
- Se os ve mojados, os hago sitio cerca de la chimenea. - Y así, fue. Nos sentamos allí los tres, con el agradable crepitar de la chimenea encendida, el olor a alcohol y el hambre creciendo.
Solo había oído hablar de los dragones en los cuentos, sabía que vivían muchos años y que su vida giraba entorno al honor y a su preservación. Que tenían otros dioses y que se podían transformar a su parecer, incluso solo partes del cuerpo concretas para poder luchar con más facilidad.
Estaba fascinada. No podía sacarle los ojos de encima al anciano, de imaginarme su forma dracónida, su envergadura, su fuerza, sus alas, sus escamas. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda, menuda emoción sentía.
Una gota de agua impacto en mi coronilla, dejando en mi cuerpo una sensación de frío extraño. Me subí la capucha del abrigo otra vez y me dispuse a volver a entrar en la conversación, apartando todos los pensamientos del dragón en la medida de lo posible.
Con la oferta de Saintus se me iluminaron los ojos. Nos invitaría a comer, algo calentito y agradable. - Si queréis, os guío hasta allí. - Dije con una sonrisa claramente agradable.
Así que me puse a andar. Tardamos unos 5 minutos en llegar hasta la entrada de la taberna. Una vez dentro, me volví a bajar la capucha, dejando a la vista mi pelo rojizo. La posadera, se apresuró hasta nosotros, saludando: - ¡Zarina! Veo que hoy vienes acompañada - dijo con un tono picarón y burlesco mientras me daba un codazo.
Era una mujer bajita, encarnando la típica imagen de posadera. Sabía que su marido se encargaba de la comida porque siempre se gritaban palabras grotescas a voces. Parecía tener un carácter un tanto temperamental. Pero con los clientes, Louis era un encanto. Era cotilla, como toda buena posadera, pero sabía como tratar con borrachos, ladrones, maleantes y gente de dinero. Sabía como lidiar con los hombres que se pasaban de listos y mantenía en su lugar a las mujeres de la noche. Mantenía el local todo lo limpio que podía estar cualquier taberna, pero aún así, era un lugar agradable, y bastante frecuentado.
- Buenas Louis, ¿tendrías una mesa para nosotros? - Le dije, entre risas. - Son viejos amigos. - Le dije con un susurro, intentando acallar los posibles rumores que esa mujer pudiera esparcir.
- Se os ve mojados, os hago sitio cerca de la chimenea. - Y así, fue. Nos sentamos allí los tres, con el agradable crepitar de la chimenea encendida, el olor a alcohol y el hambre creciendo.
Zarina
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Re: ¡Abran las puertas! [Libre]
Hasta qué por fin el señor de edad avanzada estaba un poco más relajado y menos a la defensiva por lo qué me sentí un poco más en confianza en aquél trío. ¡Conocí antes a un dragón, son personas muy fuertes aunque su apariencia sea la de una galleta a punto de romperse, son todo lo contrario!Hice una pequeña pausa y comenté ¡Aquél, al que conocí, se hacía llamar rey de los dragones!
Solté una carcajada pues sabía que no era más que un apodo que se ponía aquel sujeto autodenominándose rey tratando de ocultar sus carencias.
Por otro lado Zarina estaba perpleja y aunque trataba de no demostrarlo no podía ocultarlo pero la escena se interrumpió cuando la marcha comenzó, ninguno lo pensó dos veces antes mi ofrecimiento, pero nadie lo haría.
¡Andando! Dije siguiendo a la joven bruja paso a paso hasta encontrar la entrada del lugar donde la tabernera se puso un poco melosa bromeando con Zarina, a lo que reí de manera perspicaz deseando entrar cuanto antes.
Una vez ya sentados estiré ambos brazos hacia arriba y a los lados como si me deshiciera de de algo, de las energías negativas que se podían acumular y escuchando el crepitar de la chimenea me sentí tan encantado que levanté la voz.
Por favor, traigales lo que deseen y adicional tres copas de ron blanco
Observé al par junto a mi en aquella mesa esperando que ordenaran la comida para todos, les dediqué una cordial sonrisa y esperando que lo tomaran de la mejor manera, me demostré indefenso ante ellos esperando qué el momento fuera lo más inofensivo posible. Últimamente cada viaje no era más que asesinato, peleas y enfrentamientos, ahí donde estaba, no creerían cuantos muertos cargaba en mi lomo.
Saintus L Spell
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Re: ¡Abran las puertas! [Libre]
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Reike
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