Cuando la inocencia es abrasada [Privado-Consecuencia del Ohdà] [Cerrado]
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Cuando la inocencia es abrasada [Privado-Consecuencia del Ohdà] [Cerrado]
Tenía los ojos cerrados, se mente había logrado disiparse del mundo exterior y concentrarse en el "yo" interno. Se había puesto el colgante, el llamado "Tifón de Voluntad" que Erik le entregó aquel fatídico día.[1] Ese colgante le recordaba a Luna, su hermana, pero también a todo lo que aconteció aquella trágica noche. Cada vez que se lo ponía sentía miedo, desesperación y nervios. Pero tenía que calmarse para así poder escuchar...
-...Alward...-Era la voz de su hermana-...Alward... Alward...-Se escuchaba en la lejanía, a mucha distancia, como si le hablaran desde lo alto de una montaña y él estuviese a sus pies
Intentó concentrarse más, pero nada más que encontró el silencio. Ninguna palabra más resonó en su cabeza.
De buenas a primeras, abrió los ojos, cortando la conexión con su interior y volviendo al mundo real. Notó en primera instancia el calor del sol en su piel y la luz del mediodía le molestándole. Tuvo que taparse un poco la cara hasta que su vista se acostumbrase en pocos segundos. También notó el peso de su armadura y cómo los músculos se dormían. Tras eso, pudo escuchar el cantar de los pájaros de la zona y cómo el agua fluía a su derecha en un minúsculo riachuelo que desembocaba en el enorme Lago Heimdal. El humano se encontraba sentado en una enorme roca, con las piernas cruzadas y mirando hacia el casi infinito lago que se encontraba en mitad del continente a orillas de la zona oriental. Sus dos espadas reposaban a su lado tendidas en la roca, cada uno en sus respectivas fundas. El Sevna estaba lejos de cualquier núcleo importante de población o caminos transitados, ya que había montado su campamento en esa zona, en plena naturaleza.
Tomó aire hasta llenar al máximo sus pulmones y luego lo soltó despacio. En ese momento, pudo escuchar cómo unos pasos se acercaban a él tras su espalda. El castaño volteó medio tronco y pudo ver a Raven Mars.
-¿Qué escuchaste?
-Su voz...-Se volteó de nuevo mirando hacia el lago. Tanta inmensidad de agua y en tal calma eran un remanso de paz envidiable-Al norte-Aclaró señalando hacia dicho punto cardinal
-Hmm...-Se cruzó de brazos y fijó su mirada hacia donde Alward señalaba-Hacia allí está el paso que da al territorio de los dragones. Y lo más al norte que podremos ir es a Dundarak, su capital
-¿Crees que estará en Dundarak?-Preguntó sin quitar la vista del horizonte
-¿Quién, Erik o tu hermana?-Lo miró de reojo
-Espero que ambos...-Contestó mientras se llevaba una mano hacia el colgante y miraba su brillo-Cuanto más al norte vamos, más brilla. Además, su voz viene de allí-Apretó el accesorio con resentimiento
-...-Quedó unos segundos en silencio hasta que dio dos tímidos pasos hacia atrás-Es hora de irnos
-¿Y Oromë?-Preguntó volteándose por completo pero aún sentado y en la misma postura
-No sé dónde se habrá metido, no está en el campamento. Al menos no cuando yo estaba. Pero más le vale aparecer.-Se volteó y empezó a caminar en dirección al lugar que mencionó, aunque no sin antes volver a hablar-Tú también debes de darte prisa
Alward asintió y Raven terminó de marcharse. El Sevna se quedó allí un par de minutos más, volviendo a girarse hacia el lago y quedándose admirando toda su belleza antes de poder partir. Sin duda había oído historias de la magia que desprendía ese lugar alejado de toda civilización, pero jamás se había pensado que podría llegar a ser tan hermoso.
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Usado el objeto: Tifón de voluntad [1]
-...Alward...-Era la voz de su hermana-...Alward... Alward...-Se escuchaba en la lejanía, a mucha distancia, como si le hablaran desde lo alto de una montaña y él estuviese a sus pies
Intentó concentrarse más, pero nada más que encontró el silencio. Ninguna palabra más resonó en su cabeza.
De buenas a primeras, abrió los ojos, cortando la conexión con su interior y volviendo al mundo real. Notó en primera instancia el calor del sol en su piel y la luz del mediodía le molestándole. Tuvo que taparse un poco la cara hasta que su vista se acostumbrase en pocos segundos. También notó el peso de su armadura y cómo los músculos se dormían. Tras eso, pudo escuchar el cantar de los pájaros de la zona y cómo el agua fluía a su derecha en un minúsculo riachuelo que desembocaba en el enorme Lago Heimdal. El humano se encontraba sentado en una enorme roca, con las piernas cruzadas y mirando hacia el casi infinito lago que se encontraba en mitad del continente a orillas de la zona oriental. Sus dos espadas reposaban a su lado tendidas en la roca, cada uno en sus respectivas fundas. El Sevna estaba lejos de cualquier núcleo importante de población o caminos transitados, ya que había montado su campamento en esa zona, en plena naturaleza.
Tomó aire hasta llenar al máximo sus pulmones y luego lo soltó despacio. En ese momento, pudo escuchar cómo unos pasos se acercaban a él tras su espalda. El castaño volteó medio tronco y pudo ver a Raven Mars.
-¿Qué escuchaste?
-Su voz...-Se volteó de nuevo mirando hacia el lago. Tanta inmensidad de agua y en tal calma eran un remanso de paz envidiable-Al norte-Aclaró señalando hacia dicho punto cardinal
-Hmm...-Se cruzó de brazos y fijó su mirada hacia donde Alward señalaba-Hacia allí está el paso que da al territorio de los dragones. Y lo más al norte que podremos ir es a Dundarak, su capital
-¿Crees que estará en Dundarak?-Preguntó sin quitar la vista del horizonte
-¿Quién, Erik o tu hermana?-Lo miró de reojo
-Espero que ambos...-Contestó mientras se llevaba una mano hacia el colgante y miraba su brillo-Cuanto más al norte vamos, más brilla. Además, su voz viene de allí-Apretó el accesorio con resentimiento
-...-Quedó unos segundos en silencio hasta que dio dos tímidos pasos hacia atrás-Es hora de irnos
-¿Y Oromë?-Preguntó volteándose por completo pero aún sentado y en la misma postura
-No sé dónde se habrá metido, no está en el campamento. Al menos no cuando yo estaba. Pero más le vale aparecer.-Se volteó y empezó a caminar en dirección al lugar que mencionó, aunque no sin antes volver a hablar-Tú también debes de darte prisa
Alward asintió y Raven terminó de marcharse. El Sevna se quedó allí un par de minutos más, volviendo a girarse hacia el lago y quedándose admirando toda su belleza antes de poder partir. Sin duda había oído historias de la magia que desprendía ese lugar alejado de toda civilización, pero jamás se había pensado que podría llegar a ser tan hermoso.
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Usado el objeto: Tifón de voluntad [1]
Última edición por Alward Sevna el Miér Mayo 29 2019, 23:22, editado 1 vez
Alward Sevna
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Re: Cuando la inocencia es abrasada [Privado-Consecuencia del Ohdà] [Cerrado]
Necesitaba pensar, un momento de claridad solitaria no muy lejos del lugar donde estaban acampando.
Honestamente estaba comenzando a sentir dudas mientras se acercaban cada vez más a Dundarak; aún así se tragó con fuerza su incomodidad creciente.
Sentada sobre la rama de un árbol podía visualizar perfectamente toda la extensión del lago y a su derecha el camino que los guiaría a Ulmer y luego a El Paso.
A pesar de sus dudas de si debía ir o no, cuando Alward le contó sus problemas ella había decido acompañarle sin rechistar. Primero que nada por él, porque comprendía -o al menos se hacia una idea- el sufrimiento de que algo le pasara a su familia, y en su caso su hermana era todo lo que tenía.
Segundo, Dundarak no era un lugar fácil de recorrer si no lo conocías y siendo ella un dragón, ademas de haber formado parte del ejercito en su anterior vida, sabía a la perfección que lugares había que evitar y donde centrar su atención si buscabas información.
Pero, y siempre había un pero, y era la carta que había enviado a Elide, su hermana mas joven y comprensible de todas. Todo el trayecto se arrepintió de haberlo hecho, apretando en su bolsillo la respuesta de esta.
No, no era una negativa, al contrario no solo la recibiría apenas cruzaran El Paso, sino que las gemelas habían ingresado a la ecuación y no sabía si eso era una buena o mala idea.
Bajó del árbol con una elegancia lograda luego de años de caerse de cabeza de los arboles de naranjo de su abuela, y caminó de regreso para encontrar a Alward observando el lago. -Espero hayas traído abrigo, el clima en Dundarak no perdona a nadie- Llevaba su capa roja característica sobre su traje oscuro habitual, solo que este abrigo llevaba un forro de piel por dentro. -Por cierto... Faline y Fallon, mis hermanas, por alguna razón han decido ayudar. Elide debe de haberles dicho algo; en todo caso, son buenas espías y cualquier cosa que sepan que pueda ser de interés lo sabremos al llegar.- De esta respuesta ya habían pasado días, recién ahora se animaba a comentar ese hecho -solo se había tardado porque aun no caía en la idea de que vería no solamente a Elide- y esperaba por los Dragones Ancestrales, que encontraran algo útil.
Se detuvo a su lado y lo observó directo a los ojos, luego al collar que llevaba en su cuello. -No hay muchos lugares en Dundarak donde pueda esconderse sin sufrir las inclemencias del clima. La otra opción es la isla volcánica y no es mucho mejor- Odiaba tener que decirle esto pero lo mejor era que estuviera listo para cualquier cosa.
Honestamente estaba comenzando a sentir dudas mientras se acercaban cada vez más a Dundarak; aún así se tragó con fuerza su incomodidad creciente.
Sentada sobre la rama de un árbol podía visualizar perfectamente toda la extensión del lago y a su derecha el camino que los guiaría a Ulmer y luego a El Paso.
A pesar de sus dudas de si debía ir o no, cuando Alward le contó sus problemas ella había decido acompañarle sin rechistar. Primero que nada por él, porque comprendía -o al menos se hacia una idea- el sufrimiento de que algo le pasara a su familia, y en su caso su hermana era todo lo que tenía.
Segundo, Dundarak no era un lugar fácil de recorrer si no lo conocías y siendo ella un dragón, ademas de haber formado parte del ejercito en su anterior vida, sabía a la perfección que lugares había que evitar y donde centrar su atención si buscabas información.
Pero, y siempre había un pero, y era la carta que había enviado a Elide, su hermana mas joven y comprensible de todas. Todo el trayecto se arrepintió de haberlo hecho, apretando en su bolsillo la respuesta de esta.
No, no era una negativa, al contrario no solo la recibiría apenas cruzaran El Paso, sino que las gemelas habían ingresado a la ecuación y no sabía si eso era una buena o mala idea.
Bajó del árbol con una elegancia lograda luego de años de caerse de cabeza de los arboles de naranjo de su abuela, y caminó de regreso para encontrar a Alward observando el lago. -Espero hayas traído abrigo, el clima en Dundarak no perdona a nadie- Llevaba su capa roja característica sobre su traje oscuro habitual, solo que este abrigo llevaba un forro de piel por dentro. -Por cierto... Faline y Fallon, mis hermanas, por alguna razón han decido ayudar. Elide debe de haberles dicho algo; en todo caso, son buenas espías y cualquier cosa que sepan que pueda ser de interés lo sabremos al llegar.- De esta respuesta ya habían pasado días, recién ahora se animaba a comentar ese hecho -solo se había tardado porque aun no caía en la idea de que vería no solamente a Elide- y esperaba por los Dragones Ancestrales, que encontraran algo útil.
Se detuvo a su lado y lo observó directo a los ojos, luego al collar que llevaba en su cuello. -No hay muchos lugares en Dundarak donde pueda esconderse sin sufrir las inclemencias del clima. La otra opción es la isla volcánica y no es mucho mejor- Odiaba tener que decirle esto pero lo mejor era que estuviera listo para cualquier cosa.
Oromë Vánadóttir
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Re: Cuando la inocencia es abrasada [Privado-Consecuencia del Ohdà] [Cerrado]
Un par de minutos después de que se marchara Mars, escuchó a Oromë venir desde atrás también. Era extraño que no se hubieran cruzado, o quizás la dragona vendría desde una de las orillas. Desvió la mirada y medio tronco hacia la recién llegada.
-Nunca salí de la península de Verisar, así que todo lo que no sea el clima de allí es nuevo para mí.-Sonrió para luego devolver la vista al lago. Era cierto que era la primera vez que se aventuraba tan lejos de su hogar, pero por suerte, Raven fue precavido y compró todos los recursos necesarios para el viaje en unos contactos que tenía en Ciudad Lagarto-Allí, en Verisar hay muchos poblados y siempre te encuentras con alguien, pero desde que pasamos Ciudad Lagarto han sido pocos los asentamientos que nos hemos encontrado...-Cerró los ojos, inspiró profundamente y exhaló con suavidad-...Todo este camino ha sido un remanso de paz...
Abrió los ojos y volteó todo su cuerpo hacia la dragona, aún sentado con las piernas cruzadas en aquella gran roca.
-¡Eso es genial!-Sonrió y asintió ante el comentario sobre las hermanas de Oromë-...Entonces... ¿Les has contado quién soy y de qué te conozco?-No quería decir directamente "¿Les has contado el tipo de relación que tenemos?", porque realmente no sabía si lo que ellos tenían era algo serio. Cuando llegasen a Dundarak quizás se separarían para siempre, y además estaba el tema de su hermana... Quizás, para el humano, solo fuese un viaje de ida, pero merecía la pena si quería recuperar lo único que le quedaba; A Luna.
-Erik me prometió que la mantendría a salvo, él no debe de saber que voy en su busca o quizás le ocurra algo horrible a Luna, por eso decidí dejar a mis amigos en Lunargenta y hacer este viaje solo...-Dijo con rotundidad mientras miraba a los ojos a Oromë. Luego, desvió la vista hacia el camino que llevaba al campamento y luego la centró de nuevo en la dragona-Bueno, más o menos-Aclaró ante la obviedad de que no viajaba precisamente solo.
De pronto, su gesto cambió a uno más serio. Algo se le había cruzado en sus pensamientos; una preocupación, y no tardó en hacerla notar. Se puso en pie con cuidado y se acercó a Oromë, bajándose de la roca y tomando sus dos manos, mirándola directamente a los ojos.
-Escúchame, una vez que consigamos la información, tengo que encargarme yo solo, ¿De acuerdo? No quiero que te veas involucrada en todo esto.-Apretó sus manos y las llevó a su pecho-Esa gente es peligrosa, y no me perdonaría que volviesen a hacer daño a gente que quiero-Soltó una de sus manos para acariciar un lado de su rostro, apartando así un mechón de pelo que se había interpuesto.-¿Está bien?
Tras aquella conversación, ambos decidieron que era hora de poner rumbo hacia el campamento, era hora de marcharse y seguir con el camino. Ya quedaba poco, comparado con todo lo que habían tenido que recorrer hasta la fecha.
Cuando llegaron hasta donde estaba Mars, pudieron ver cómo ya todo el campamento estaba levantado, tan solo quedando las brasas de una hoguera dispersadas y los troncos quemados.
-Ya era hora-Dijo el ex-mercenario, el cual se encontraba al lado de su caballo-Os he ensillado a los caballos y he recogido todas las cosas, podemos salir cuando queráis
-Gracias, Jefe-Se acercó hasta su yegua y la acarició-¿Estás lista?-Le susurró. La equina respondió bufando y sacudiendo su cabeza y su crin, eso solo podía significar que sí. Alward sonrió y la dio un par de palmadas suaves en el cuello. Tras eso, se montó en su silla.
El Sevna miró a sus compañeros, asegurándose de que estaban preparados para irse. Una vez que vio que así era, asintió y se pusieron en marcha.
-En el camino nos encontraremos con una granja enorme, podemos pararnos para comprar comida, ya estamos escasos.-Propuso Mars. Se conocía los mapas del lugar y bastantes caminos, era un hombre de mundo, así que junto a él no tendrían problemas para orientarse llegado el caso.
Alward asintió. Sería lo más inteligente, ya que aún quedaba para llegar al Paso Norte y siempre es mejor tener los suficientes recursos y que sobren a que falten.
-Nunca salí de la península de Verisar, así que todo lo que no sea el clima de allí es nuevo para mí.-Sonrió para luego devolver la vista al lago. Era cierto que era la primera vez que se aventuraba tan lejos de su hogar, pero por suerte, Raven fue precavido y compró todos los recursos necesarios para el viaje en unos contactos que tenía en Ciudad Lagarto-Allí, en Verisar hay muchos poblados y siempre te encuentras con alguien, pero desde que pasamos Ciudad Lagarto han sido pocos los asentamientos que nos hemos encontrado...-Cerró los ojos, inspiró profundamente y exhaló con suavidad-...Todo este camino ha sido un remanso de paz...
Abrió los ojos y volteó todo su cuerpo hacia la dragona, aún sentado con las piernas cruzadas en aquella gran roca.
-¡Eso es genial!-Sonrió y asintió ante el comentario sobre las hermanas de Oromë-...Entonces... ¿Les has contado quién soy y de qué te conozco?-No quería decir directamente "¿Les has contado el tipo de relación que tenemos?", porque realmente no sabía si lo que ellos tenían era algo serio. Cuando llegasen a Dundarak quizás se separarían para siempre, y además estaba el tema de su hermana... Quizás, para el humano, solo fuese un viaje de ida, pero merecía la pena si quería recuperar lo único que le quedaba; A Luna.
-Erik me prometió que la mantendría a salvo, él no debe de saber que voy en su busca o quizás le ocurra algo horrible a Luna, por eso decidí dejar a mis amigos en Lunargenta y hacer este viaje solo...-Dijo con rotundidad mientras miraba a los ojos a Oromë. Luego, desvió la vista hacia el camino que llevaba al campamento y luego la centró de nuevo en la dragona-Bueno, más o menos-Aclaró ante la obviedad de que no viajaba precisamente solo.
De pronto, su gesto cambió a uno más serio. Algo se le había cruzado en sus pensamientos; una preocupación, y no tardó en hacerla notar. Se puso en pie con cuidado y se acercó a Oromë, bajándose de la roca y tomando sus dos manos, mirándola directamente a los ojos.
-Escúchame, una vez que consigamos la información, tengo que encargarme yo solo, ¿De acuerdo? No quiero que te veas involucrada en todo esto.-Apretó sus manos y las llevó a su pecho-Esa gente es peligrosa, y no me perdonaría que volviesen a hacer daño a gente que quiero-Soltó una de sus manos para acariciar un lado de su rostro, apartando así un mechón de pelo que se había interpuesto.-¿Está bien?
Tras aquella conversación, ambos decidieron que era hora de poner rumbo hacia el campamento, era hora de marcharse y seguir con el camino. Ya quedaba poco, comparado con todo lo que habían tenido que recorrer hasta la fecha.
Cuando llegaron hasta donde estaba Mars, pudieron ver cómo ya todo el campamento estaba levantado, tan solo quedando las brasas de una hoguera dispersadas y los troncos quemados.
-Ya era hora-Dijo el ex-mercenario, el cual se encontraba al lado de su caballo-Os he ensillado a los caballos y he recogido todas las cosas, podemos salir cuando queráis
-Gracias, Jefe-Se acercó hasta su yegua y la acarició-¿Estás lista?-Le susurró. La equina respondió bufando y sacudiendo su cabeza y su crin, eso solo podía significar que sí. Alward sonrió y la dio un par de palmadas suaves en el cuello. Tras eso, se montó en su silla.
El Sevna miró a sus compañeros, asegurándose de que estaban preparados para irse. Una vez que vio que así era, asintió y se pusieron en marcha.
-En el camino nos encontraremos con una granja enorme, podemos pararnos para comprar comida, ya estamos escasos.-Propuso Mars. Se conocía los mapas del lugar y bastantes caminos, era un hombre de mundo, así que junto a él no tendrían problemas para orientarse llegado el caso.
Alward asintió. Sería lo más inteligente, ya que aún quedaba para llegar al Paso Norte y siempre es mejor tener los suficientes recursos y que sobren a que falten.
Alward Sevna
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Re: Cuando la inocencia es abrasada [Privado-Consecuencia del Ohdà] [Cerrado]
Su sonrisa ladeada se profundizó al saber que él nunca había ido mas lejos, mientras que ella ya había recorrido casi todo el mundo luego de tantas décadas de vida. -Mejor prepárate, el frío podría hacer que se te caigan los dedos de un soplo... O algo más extrañable- Lo recorrió con la mirada de arriba a abajo y soltó una suave risa.
-Es una zona llena de naturaleza y muy pocos se atreven a hacer el camino. No cualquiera puede cruzar El Paso, y los mercaderes que lo hacen suelen contratar guardianes y guías para defenderse de las bestias y cualquier otra cosa.- Básicamente Raven y ella cumplían esos papeles y Oromë en su cabeza trataba de verlo como si de un trabajo se tratara y nada mas... Uno sin paga, algo que podía olvidar cuando veía a Alward a los ojos.
Tendría que haber obviado esa parte de la historia, ahora no tenía manera de huir de aquello salvo su tan basto sarcasmo. -¿Sobre que logré que un mercenario fiel a la Guardia dejara todo en lo que creía para pasarse al bando de los malos y así llevarlo a mi cama?- Se ahogó con sus ultimas palabras, un suave calor recorriendo su vientre, pero lo ignoró. No era el momento para pensar en suaves sabanas y cuerpos calientes. -Elide sabe lo suficiente de ti como para saber que me importas, no es tonta. Las gemelas por otra parte no creo que lo sepan y mejor si no lo hacen, son muy bocazas- Se quitó un cabello blanco de su ropa, restandole importancia al asunto.
Sujetó sus manos, la intensidad de sus sentimientos en aquel fuerte agarre y suspiró. -Lo sé y lo entiendo. Yo tampoco podré quedarme mucho tiempo en Dundarak sin llamar la atención por lo que una vez sepamos todo, deberé de irme de regreso a Ciudad Lagarto. Ademas Owens es un vago insoportable y seguramente tendré mucho que hacer cuando llegue- Puso los ojos en blanco y chasqueó la lengua.
De regreso al campamento improvisado, los esperaban sus caballos y todo perfectamente guardado y acomodado. Le agradeció a Raven con un simple movimiento de cabeza y se puso al lado de su caballo. Una hermosa yegua negra y blanca. -Farayah- Llamó suavemente al animal y acarició su hocico para luego subirse en ella de un rápido movimiento. Una vez arriba tomó una cuerda de uno de sus bolsillos y comenzó a trenzar su cabello. -Es mas fácil cazar la carne que comprarla, los campesinos por aquí son un poco nerviosos y nosotros no aspiramos mucha confianza- Recapacitó casi para sus adentros.
Para su suerte tenían lo necesario para que los caballos no perdieran su estamina, no pasó mucho para que llegaran a la granja y mucho menos tiempo transcurrió para que Oromë frunciera el ceño y olisqueara el aire con desagrado. -Por los Dioses... Apesta a sangre y...¡Diablos! - Y algo más pero no podría decir exactamente el qué. Era dulce y le quemaba las fosas nasales. Se cubrió la nariz mientras obligaba a su caballo a avanzar y ver el desastre que no lucía como una granja sino como si un tornado hubiera pasado por allí.
-Es una zona llena de naturaleza y muy pocos se atreven a hacer el camino. No cualquiera puede cruzar El Paso, y los mercaderes que lo hacen suelen contratar guardianes y guías para defenderse de las bestias y cualquier otra cosa.- Básicamente Raven y ella cumplían esos papeles y Oromë en su cabeza trataba de verlo como si de un trabajo se tratara y nada mas... Uno sin paga, algo que podía olvidar cuando veía a Alward a los ojos.
Tendría que haber obviado esa parte de la historia, ahora no tenía manera de huir de aquello salvo su tan basto sarcasmo. -¿Sobre que logré que un mercenario fiel a la Guardia dejara todo en lo que creía para pasarse al bando de los malos y así llevarlo a mi cama?- Se ahogó con sus ultimas palabras, un suave calor recorriendo su vientre, pero lo ignoró. No era el momento para pensar en suaves sabanas y cuerpos calientes. -Elide sabe lo suficiente de ti como para saber que me importas, no es tonta. Las gemelas por otra parte no creo que lo sepan y mejor si no lo hacen, son muy bocazas- Se quitó un cabello blanco de su ropa, restandole importancia al asunto.
Sujetó sus manos, la intensidad de sus sentimientos en aquel fuerte agarre y suspiró. -Lo sé y lo entiendo. Yo tampoco podré quedarme mucho tiempo en Dundarak sin llamar la atención por lo que una vez sepamos todo, deberé de irme de regreso a Ciudad Lagarto. Ademas Owens es un vago insoportable y seguramente tendré mucho que hacer cuando llegue- Puso los ojos en blanco y chasqueó la lengua.
De regreso al campamento improvisado, los esperaban sus caballos y todo perfectamente guardado y acomodado. Le agradeció a Raven con un simple movimiento de cabeza y se puso al lado de su caballo. Una hermosa yegua negra y blanca. -Farayah- Llamó suavemente al animal y acarició su hocico para luego subirse en ella de un rápido movimiento. Una vez arriba tomó una cuerda de uno de sus bolsillos y comenzó a trenzar su cabello. -Es mas fácil cazar la carne que comprarla, los campesinos por aquí son un poco nerviosos y nosotros no aspiramos mucha confianza- Recapacitó casi para sus adentros.
Para su suerte tenían lo necesario para que los caballos no perdieran su estamina, no pasó mucho para que llegaran a la granja y mucho menos tiempo transcurrió para que Oromë frunciera el ceño y olisqueara el aire con desagrado. -Por los Dioses... Apesta a sangre y...¡Diablos! - Y algo más pero no podría decir exactamente el qué. Era dulce y le quemaba las fosas nasales. Se cubrió la nariz mientras obligaba a su caballo a avanzar y ver el desastre que no lucía como una granja sino como si un tornado hubiera pasado por allí.
Oromë Vánadóttir
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Re: Cuando la inocencia es abrasada [Privado-Consecuencia del Ohdà] [Cerrado]
Se suponía que tenían que llegar a una gran granja, llena de cosechas y animales, un buen sitio para comprar suministros y donde quizás informarse de las rutas seguras a escoger para no toparse con sorpresas imprevistas. Esto último era lo de menos preocupación, pero siempre era preferible un viaje tranquilo a uno con peligros en cada rincón.
Oromë fue la primera en quejarse, y con razón, un olor a azufre y sangre impregnaba ese lugar. El edificio que veían de lejos parecía estar en perfectas condiciones y no tener nada extraño, así que decidieron seguir hasta la granja. En la entrada podrían observar lo que tuvo que ser hace escasas horas una pira funeraria, ahora calcinada casi por completo.
-Humanos-Comentó-Curioso
Alward miró a Raven, luego a Oromë, no dijo nada. Los caballos siguieron hasta pasar la valla de entrada del recinto, donde se encontrarían con la zona de cultivos... O lo que debería de ser, ya que la mitad de la tierra cultivable estaba calcinada. Un olor a azufre emanaba del mismísimo suelo, como si una tormenta de fuego devorador y potente hubiese pasado por ahí.
-¿Bandidos?-Lanzó la pregunta al aire, intentando buscar el razonamiento más lógico
-Puede ser-Contestó-Me temo que no podremos abastecernos
Intentaron llegar más adentro, pasando los cultivos, pero el paisaje que se encontraron a continuación no era más alentador que el primero; sangre y cadáveres de animales por todos lados. Dichos cadáveres presentaban mordeduras, ensañamiento y alguna inclusos abiertos con los órganos internos desparramados por doquier. Habían vacas, terneros, ovejas, carneros, cabras y alguna que otra gallina. El emplazamiento de los animales era incluso más grande que la zona de los cultivos, por lo que el escenario era más aterrador, todo ello mezclado con un olor a sangre y muerte.
Una mueca de desgrado y malestar se hizo notable en Alward, mientras que Raven se mantenía impasible pero también algo sorprendido por encontrarse con aquello.
-Ahora parece que ha pasado por aquí una manada de bestias salvajes
-¿Bestias y fuego?-Preguntó intentando buscar alguna coherencia
-Todo esto es demasiado extraño-Sentenció al escaparse de toda lógica aquello
Finalmente, llegaron al edificio principal. Se bajaron de los caballos y subieron una pequeñas escaleras que se subían sobre los cimientos de aquella casa. Las maderas crujían con cada paso, tenían pinta de ser bastante antiguas, pero aguantaban. Al llegar a la puerta, Raven, seguido por Alward y Oromë, llamó a la puerta. Mientras esperaban a que alguien abriese, el Sevna se agarró a uno de los postes que sujetaban aquel rellano y echó otro vistazo al terrible paisaje de la granja desde ahí.
-¿Crees que ha podido ser un dragón?-Preguntó a la peliplateada-Ya sabes, dais bastante miedo y eso-Bromeó para intentar quitarle tensión al asunto.
De pronto, al puerta se entreabrió de primeras y tras eso, poco a poco se abría más hasta dejar ver la figura de un demacrado, delgado y asustado hombre con más pelo por barba que en la cabeza, donde empezaba ya a escasear. El tipo observó al trío de arriba a abajo, con cierta desgana y derrotismo en su mirada.
-¿Sois bandidos?-Suspiró-Como podéis ver, poco podréis llevaros de aquí-Hizo referencia al estado de la granja
-Somos viajeros-Aclaró Mars-¿Qué ha pasado aquí?
-...-En un principio, dudó si hablar, pero luego se resignó-...Un monstruo de fuego, eso es lo que ha pasado...
-¿"Monstruo de fuego"?
-Un salvaje monstruo con forma de lobo brillante, como el mismo sol, que arrasó la cosecha con solo su caminar y que junto a otros lobos destrozó gran parte de mi ganado...-Suspiró de nuevo-Ocurrió anoche. Me quedan aún unos cuantos animales, a los cuales he encerrado en los establos, pero como vuelvan otra vez...-No quiso acabar la frase para no ser pájaro de mal agüero, pero sin duda daba a entender que sería su fin-Han matado a mi hijo mayor, que intentó defender la granja y echarlos, seguramente hayáis visto la pira a la entrada... Solo quedamos mi hija menor, mi mujer y yo
-Increíble-Soltó, sorprendido.
-Supongo que no es un buen momento para comprarte suministros, ¿Verdad?
-Estoy bien jodido-Dijo con resquemor-Si esos lobos vienen otra vez esta noche, mi familia estará acabada. La granja que ha pasado de generación en generación entre los míos quedará destrozada... Una deshonra para mí y casi la muerte segura para mi familia... Por eso, lo poco que me queda lo usaré para viajar a Verisar para afrontar una nueva vida, lo siento...
-Una lástima-Se cruzó de brazos-Siento lo que os ha pasado
Alward, por su parte, suspiró. Era una triste historia, y bastante injusta. El mundo estaba lleno de penurias y miseria, y algunos no se merecían que les pasara tales cosas, pero así eran las cosas.
De pronto, pareció que al granjero se le ocurrió algo.
-Parecéis personas fuertes y bien armadas, ¿Os interesaría ocuparos de aquel monstruo por mí? A cambio, os daré los suministros que necesitéis para vuestro viaje-Dijo, no muy convencido, pero a la vez desesperado
-Si nos das lo que tienes, ¿Cómo podréis sobrevivir?
-Me quedan unos pocos animales todavía-Replicó-Prefiero pasar un poco de dificultades pero salvar la granja a perderla por completo si esas bestias vuelven
-Parece un buen trato-Miró a Alward-Chico, tú y Cinan os dirigiréis al bosque para cazar a la bestia, yo me quedaré por aquí por si le da por volver.
-¿Haríais eso por mí?
-...No nos queda otra-Se encogió de hombros-Además...-Puso sus brazos en jarras en las caderas-Siempre es un placer ayudar y hacer el bien-Le dedicó una sonrisa amplia y sincera al mismo tiempo que asentía con la cabeza
-¡Eso es genial!-Dijo emocionado-¡Os estaría agradecidos de por vida!-Agarró las manos de Alward y luego de la de Oromë, haciendo un pequeña reverencia a modo de agradecimiento. Acto seguido, volvió al marco de la puerta-Pero tened cuidado, os advierto que esa criatura brillante no es nada que os debáis tomar a la ligera, viajeros
-Tranquilo-Asintió-Estamos experimentados en "cosas que no hay que tomar a la ligera"-Le dedicó una mirada cómplice a la peliplateada-Y puede llamarme Alward-Se golpeó un par de veces el pectoral de la armadura con vigor-Ella es Oromë-Hizo referencia a la mujer
-El hombre asintió-Yo soy Rufus. Si queréis, podéis entrar para estar más cómodos y preparar algún tipo de estrategia-Hizo una indicación de pasar hacia el interior si estos así lo querían-O, si queréis preguntar algo, aquí estoy-Se señaló-Y si queréis acabar cuanto antes, podéis dirigiros al este, que es por donde se fueron aquellas malditas bestias horrendas-Les indicó
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Oromë fue la primera en quejarse, y con razón, un olor a azufre y sangre impregnaba ese lugar. El edificio que veían de lejos parecía estar en perfectas condiciones y no tener nada extraño, así que decidieron seguir hasta la granja. En la entrada podrían observar lo que tuvo que ser hace escasas horas una pira funeraria, ahora calcinada casi por completo.
-Humanos-Comentó-Curioso
Alward miró a Raven, luego a Oromë, no dijo nada. Los caballos siguieron hasta pasar la valla de entrada del recinto, donde se encontrarían con la zona de cultivos... O lo que debería de ser, ya que la mitad de la tierra cultivable estaba calcinada. Un olor a azufre emanaba del mismísimo suelo, como si una tormenta de fuego devorador y potente hubiese pasado por ahí.
-¿Bandidos?-Lanzó la pregunta al aire, intentando buscar el razonamiento más lógico
-Puede ser-Contestó-Me temo que no podremos abastecernos
Intentaron llegar más adentro, pasando los cultivos, pero el paisaje que se encontraron a continuación no era más alentador que el primero; sangre y cadáveres de animales por todos lados. Dichos cadáveres presentaban mordeduras, ensañamiento y alguna inclusos abiertos con los órganos internos desparramados por doquier. Habían vacas, terneros, ovejas, carneros, cabras y alguna que otra gallina. El emplazamiento de los animales era incluso más grande que la zona de los cultivos, por lo que el escenario era más aterrador, todo ello mezclado con un olor a sangre y muerte.
Una mueca de desgrado y malestar se hizo notable en Alward, mientras que Raven se mantenía impasible pero también algo sorprendido por encontrarse con aquello.
-Ahora parece que ha pasado por aquí una manada de bestias salvajes
-¿Bestias y fuego?-Preguntó intentando buscar alguna coherencia
-Todo esto es demasiado extraño-Sentenció al escaparse de toda lógica aquello
Finalmente, llegaron al edificio principal. Se bajaron de los caballos y subieron una pequeñas escaleras que se subían sobre los cimientos de aquella casa. Las maderas crujían con cada paso, tenían pinta de ser bastante antiguas, pero aguantaban. Al llegar a la puerta, Raven, seguido por Alward y Oromë, llamó a la puerta. Mientras esperaban a que alguien abriese, el Sevna se agarró a uno de los postes que sujetaban aquel rellano y echó otro vistazo al terrible paisaje de la granja desde ahí.
-¿Crees que ha podido ser un dragón?-Preguntó a la peliplateada-Ya sabes, dais bastante miedo y eso-Bromeó para intentar quitarle tensión al asunto.
De pronto, al puerta se entreabrió de primeras y tras eso, poco a poco se abría más hasta dejar ver la figura de un demacrado, delgado y asustado hombre con más pelo por barba que en la cabeza, donde empezaba ya a escasear. El tipo observó al trío de arriba a abajo, con cierta desgana y derrotismo en su mirada.
-¿Sois bandidos?-Suspiró-Como podéis ver, poco podréis llevaros de aquí-Hizo referencia al estado de la granja
-Somos viajeros-Aclaró Mars-¿Qué ha pasado aquí?
-...-En un principio, dudó si hablar, pero luego se resignó-...Un monstruo de fuego, eso es lo que ha pasado...
-¿"Monstruo de fuego"?
-Un salvaje monstruo con forma de lobo brillante, como el mismo sol, que arrasó la cosecha con solo su caminar y que junto a otros lobos destrozó gran parte de mi ganado...-Suspiró de nuevo-Ocurrió anoche. Me quedan aún unos cuantos animales, a los cuales he encerrado en los establos, pero como vuelvan otra vez...-No quiso acabar la frase para no ser pájaro de mal agüero, pero sin duda daba a entender que sería su fin-Han matado a mi hijo mayor, que intentó defender la granja y echarlos, seguramente hayáis visto la pira a la entrada... Solo quedamos mi hija menor, mi mujer y yo
-Increíble-Soltó, sorprendido.
-Supongo que no es un buen momento para comprarte suministros, ¿Verdad?
-Estoy bien jodido-Dijo con resquemor-Si esos lobos vienen otra vez esta noche, mi familia estará acabada. La granja que ha pasado de generación en generación entre los míos quedará destrozada... Una deshonra para mí y casi la muerte segura para mi familia... Por eso, lo poco que me queda lo usaré para viajar a Verisar para afrontar una nueva vida, lo siento...
-Una lástima-Se cruzó de brazos-Siento lo que os ha pasado
Alward, por su parte, suspiró. Era una triste historia, y bastante injusta. El mundo estaba lleno de penurias y miseria, y algunos no se merecían que les pasara tales cosas, pero así eran las cosas.
De pronto, pareció que al granjero se le ocurrió algo.
-Parecéis personas fuertes y bien armadas, ¿Os interesaría ocuparos de aquel monstruo por mí? A cambio, os daré los suministros que necesitéis para vuestro viaje-Dijo, no muy convencido, pero a la vez desesperado
-Si nos das lo que tienes, ¿Cómo podréis sobrevivir?
-Me quedan unos pocos animales todavía-Replicó-Prefiero pasar un poco de dificultades pero salvar la granja a perderla por completo si esas bestias vuelven
-Parece un buen trato-Miró a Alward-Chico, tú y Cinan os dirigiréis al bosque para cazar a la bestia, yo me quedaré por aquí por si le da por volver.
-¿Haríais eso por mí?
-...No nos queda otra-Se encogió de hombros-Además...-Puso sus brazos en jarras en las caderas-Siempre es un placer ayudar y hacer el bien-Le dedicó una sonrisa amplia y sincera al mismo tiempo que asentía con la cabeza
-¡Eso es genial!-Dijo emocionado-¡Os estaría agradecidos de por vida!-Agarró las manos de Alward y luego de la de Oromë, haciendo un pequeña reverencia a modo de agradecimiento. Acto seguido, volvió al marco de la puerta-Pero tened cuidado, os advierto que esa criatura brillante no es nada que os debáis tomar a la ligera, viajeros
-Tranquilo-Asintió-Estamos experimentados en "cosas que no hay que tomar a la ligera"-Le dedicó una mirada cómplice a la peliplateada-Y puede llamarme Alward-Se golpeó un par de veces el pectoral de la armadura con vigor-Ella es Oromë-Hizo referencia a la mujer
-El hombre asintió-Yo soy Rufus. Si queréis, podéis entrar para estar más cómodos y preparar algún tipo de estrategia-Hizo una indicación de pasar hacia el interior si estos así lo querían-O, si queréis preguntar algo, aquí estoy-Se señaló-Y si queréis acabar cuanto antes, podéis dirigiros al este, que es por donde se fueron aquellas malditas bestias horrendas-Les indicó
Alward Sevna
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Re: Cuando la inocencia es abrasada [Privado-Consecuencia del Ohdà] [Cerrado]
Oromë tenía la vista fija en su entorno. Decir que la granja era un desastre quedaba corto... "Un tornado, si claro. Uno hecho de puro fuego" pensó.
Decidió bajarse del caballo y llevarlo de las riendas, de esta forma lograba ver mejor el suelo que pisaba y asegurarse que Farayah no caminara sobre las pequeñas brasas que aún parecían humear.
-Deben de ser terribles bandidos para dejar tanto desastre- Solo bastaba con mirar, la dragona pateó un trozo de carne de vaca, se podía notar el cuero manchado en blanco y negro en un costado. -Que desperdicio, definitivamente no fueron ladrones- musitó a nadie en particular.
Con cada paso que daban dentro del terreno, el espectáculo de cadáveres era mayor. Oromë dejaba muy en claro el disgusto en su rostro, más por lo que representaba para ellos el no conseguir suministros que la masacre animal en si.
Sus dorados ojos solo vagaban mirando sin mirar, pero se centraron un momento en los de Alward y no había diversión en ellos. -De haber sido un dragón lo único que quedaría serían humo y cenizas- La verdadera preguntaba flotaba en el aire, ¿Qué clase de bestia sería capaz de tal acción? Ni siquiera los osos eran tan chapuceros.
Dejó a los hombres hablar, no había nada que pudiera agregar a la conversación y dudaba que sus condolencias sirvieran de algo. El dueño estaba arruinado en todos los sentidos posibles: perder a su hijo varón y todo lo que tenían; su hija carecía de valor matrimonial con tales perdidas. Nadie aceptaría a una mujer pobre.
Nadie en su sano juicio seguiría adelante con la amenaza de una manada de lobos salvajes... Pero aquí estaba ellos.
Ciertamente era triste, pero la dragona no lograba llegar a la profundidad que tal vez Alward y Raven lo hacían, algo la estaba molestando y no podía quitarse de la cabeza esa sensación de su mente y de su cuerpo que comenzaba a erizarle la piel. "¿Qué me pasa?" No le gustaba, para nada.
Le gustó muchísimo menos cuando sus acompañantes prácticamente aceptaron sin rechistar, estaba abstraída en sus pensamientos que era tarde para que los reprochara, así que simplemente se tragó su disgusto y agregó. -Siempre podemos quedarnos con algo de la carne de los lobos y darles la piel para que la vendan- Se acercó a Alward y le susurró al oído. -Mejor ahora que es de día a tener que preocuparnos por cruzarnoslos en la noche.-
Caminó dentro de la casa y se quitó de encima la capa y su bolso con sus pertenencias. Observó su espada un buen rato y decidió dejarla. -No será fácil Al... Debe ser una manada muy grande para haber ocasionado tal desastre y admitiré que me preocupaba ese lobo brillante. Nunca escuché nada igual en cinco décadas de vida- Suspiró y se encaminó fuera. -Trataré de ver algo en el cielo, aunque no tengo una vista de águila ni la nariz de un sabueso- Sonrió de lado, sus pupilas dos rendijas alargadas, su cuerpo mutando lentamente en un reptil alado.
Una vez fuera se lanzó al cielo su vista fija en el este. Todo lucía normal, las copas de los arboles eran, como se esperaba, un buen camuflaje de lo que había en el suelo. Se preguntó si tal vez no habría algún fuego naciendo en alguna parte pero no.
Volvió a bajar y lanzó un improperio mientras regresaba a su apariencia humana. -Si esa cosa es la que prendió fuego este lugar no me explico como es que al irse no dejo un rastro llameante al pasar... Al menos las huellas de seguro no se borraran tan fácilmente- Y sin más fue a lo profundo del bosque.
Era cierto, las marcas en el suelo y en el follaje dejaban más que claro del paso de los lobos, ¿Pero que tan lejos estaban? Ojala los encontraran antes del anochecer o tendrían que considerarse unos nuevos cadáveres para la pira aún caliente en la granja.
-Alward... esto no me gusta nada.- Lo dijo en una exhalación tan profunda que bien podría confundirse con el sonido del viento. Quería explicarse mejor pero no encontraba palabras que definieran tal sensación incomprensible.
No estaba del todo segura de cuanto tiempo llevaban caminando, se lamentó no haber traído a su montura pero la realidad era que de haberlo hecho solo causarían más problemas que soluciones. Se asustarían fácilmente y en el peor de los casos saldrían volando del lomo para ser presas fáciles... Ademas, lo que ahora miraba en el suelo ya le aflojaba lo suficiente las piernas como para caerse solita: Una huella de lobo mucho más grande que las demás, considerablemente enorme. -Aún estamos a tiempo de regresar...- Tragó y duro mientras comparaba el tamaño de su mano con la del lobo, la primera lucía ridículamente pequeña en comparación.
Decidió bajarse del caballo y llevarlo de las riendas, de esta forma lograba ver mejor el suelo que pisaba y asegurarse que Farayah no caminara sobre las pequeñas brasas que aún parecían humear.
-Deben de ser terribles bandidos para dejar tanto desastre- Solo bastaba con mirar, la dragona pateó un trozo de carne de vaca, se podía notar el cuero manchado en blanco y negro en un costado. -Que desperdicio, definitivamente no fueron ladrones- musitó a nadie en particular.
Con cada paso que daban dentro del terreno, el espectáculo de cadáveres era mayor. Oromë dejaba muy en claro el disgusto en su rostro, más por lo que representaba para ellos el no conseguir suministros que la masacre animal en si.
Sus dorados ojos solo vagaban mirando sin mirar, pero se centraron un momento en los de Alward y no había diversión en ellos. -De haber sido un dragón lo único que quedaría serían humo y cenizas- La verdadera preguntaba flotaba en el aire, ¿Qué clase de bestia sería capaz de tal acción? Ni siquiera los osos eran tan chapuceros.
Dejó a los hombres hablar, no había nada que pudiera agregar a la conversación y dudaba que sus condolencias sirvieran de algo. El dueño estaba arruinado en todos los sentidos posibles: perder a su hijo varón y todo lo que tenían; su hija carecía de valor matrimonial con tales perdidas. Nadie aceptaría a una mujer pobre.
Nadie en su sano juicio seguiría adelante con la amenaza de una manada de lobos salvajes... Pero aquí estaba ellos.
Ciertamente era triste, pero la dragona no lograba llegar a la profundidad que tal vez Alward y Raven lo hacían, algo la estaba molestando y no podía quitarse de la cabeza esa sensación de su mente y de su cuerpo que comenzaba a erizarle la piel. "¿Qué me pasa?" No le gustaba, para nada.
Le gustó muchísimo menos cuando sus acompañantes prácticamente aceptaron sin rechistar, estaba abstraída en sus pensamientos que era tarde para que los reprochara, así que simplemente se tragó su disgusto y agregó. -Siempre podemos quedarnos con algo de la carne de los lobos y darles la piel para que la vendan- Se acercó a Alward y le susurró al oído. -Mejor ahora que es de día a tener que preocuparnos por cruzarnoslos en la noche.-
Caminó dentro de la casa y se quitó de encima la capa y su bolso con sus pertenencias. Observó su espada un buen rato y decidió dejarla. -No será fácil Al... Debe ser una manada muy grande para haber ocasionado tal desastre y admitiré que me preocupaba ese lobo brillante. Nunca escuché nada igual en cinco décadas de vida- Suspiró y se encaminó fuera. -Trataré de ver algo en el cielo, aunque no tengo una vista de águila ni la nariz de un sabueso- Sonrió de lado, sus pupilas dos rendijas alargadas, su cuerpo mutando lentamente en un reptil alado.
Una vez fuera se lanzó al cielo su vista fija en el este. Todo lucía normal, las copas de los arboles eran, como se esperaba, un buen camuflaje de lo que había en el suelo. Se preguntó si tal vez no habría algún fuego naciendo en alguna parte pero no.
Volvió a bajar y lanzó un improperio mientras regresaba a su apariencia humana. -Si esa cosa es la que prendió fuego este lugar no me explico como es que al irse no dejo un rastro llameante al pasar... Al menos las huellas de seguro no se borraran tan fácilmente- Y sin más fue a lo profundo del bosque.
Era cierto, las marcas en el suelo y en el follaje dejaban más que claro del paso de los lobos, ¿Pero que tan lejos estaban? Ojala los encontraran antes del anochecer o tendrían que considerarse unos nuevos cadáveres para la pira aún caliente en la granja.
-Alward... esto no me gusta nada.- Lo dijo en una exhalación tan profunda que bien podría confundirse con el sonido del viento. Quería explicarse mejor pero no encontraba palabras que definieran tal sensación incomprensible.
No estaba del todo segura de cuanto tiempo llevaban caminando, se lamentó no haber traído a su montura pero la realidad era que de haberlo hecho solo causarían más problemas que soluciones. Se asustarían fácilmente y en el peor de los casos saldrían volando del lomo para ser presas fáciles... Ademas, lo que ahora miraba en el suelo ya le aflojaba lo suficiente las piernas como para caerse solita: Una huella de lobo mucho más grande que las demás, considerablemente enorme. -Aún estamos a tiempo de regresar...- Tragó y duro mientras comparaba el tamaño de su mano con la del lobo, la primera lucía ridículamente pequeña en comparación.
Oromë Vánadóttir
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Re: Cuando la inocencia es abrasada [Privado-Consecuencia del Ohdà] [Cerrado]
Acompañó hacia el interior de la casa a Oromë. Dentro, pudieron ver a la hija y mujer del granjero con el que habían estado hablando. Ambas estaban sentadas alrededor de una mesa pequeña, la cual ostentaba en su superficie tan solo una vela consumida hasta la mitad y, en ese momento, apagada. La dragona depositó sus cosas en otra mesa que había cercana a la entrada y en la cual no había objetos, esta no saludó, pero Alward hizo un breve reverencia con la cabeza como saludo. Ambas granjeras se quedaron mirando extrañadas a los visitantes, pero una voz de Rufus desde afuera les advirtió que eran de fiar.
-He luchado contra tipos más peligrosos que unos cuantos lobos, y no me asusta ese "lobo de fuego". Es más, me da curiosidad.-Dijo con una confianza plena el humano. Acto seguido, se golpeó el peto de la armadura un par de veces mientras le guiñaba un ojo a la peliplateada-¡Podremos con esto!-Aseguró
De un momento a otro, la dragona se encontraba transformada, asustando así a las dos granjeras. Oromë salió sin más de la casa y echó a volar. Alward, se quedó en el edificio mientras se rascaba la cabeza en señal de vergüenza, a todo esto, Rufus también cruzó el umbral de la puerta en el sentido inverso al que lo había hecho la dragona, igual de escandalizado que su familia.
-¿¡Q-qué...!?-No terminó la frase, y el Sevna, aún con la mano tras la cabeza y una sonrisa falsa en su rostro, hizo gestos con su mano libre al hombre para que lo dejase estar y no se preocupara
-Tranquilos, aunque pueda dar miedo, es buena gente...-Excusó
Alward finalmente salió de la casa, y afuera le esperaba Raven, apoyado en la barandilla del rellano y con los brazos cruzados.
-Se ha ido por allí-Señaló la dirección en la que había partido Oromë
El castaño asintió y caminó apresuradamente hacia dicha posición. Tras encontrarse en terreno abierto, donde se encontraba el esparcimiento de cadáveres de animales, echó la mirada hacia arriba, en busca de la dragona. Tuvo que taparse un poco por el sol, pero una vez que su vista se acostumbró, pudo divisar a la reptil plateada surcando el cielo.
-¿Has visto alg...--Le cortó, lanzando improperios en clara negativa hacia la pregunta que el humano dejó a medio formular. Alward suspiró y se encogió de hombros.
-Pues vayamos al bosque
Siguieron el camino en el que Oromë indicó que habían pasado los lobos, más allá de un par de huellas y ramas rotas, Alward no pudo identificar nada extraño, pero en cambio, la dragona parecía estar completamente segura de ello. Después de todo, la peliplateada tenía más experiencia en ese mundo más salvaje y exterior que a lo que el castaño estaba acostumbrado.
No hablaron mucho durante dicho recorrido, ya que Oromë parecía estar absorta en seguir el rastro de la manada de lobos, Alward mientras tanto, la seguía y miraba hacia los alrededores por si lograba visualizar algo.
-¿Qué problema hay?-Arrugó el ceño, en señal de extrañeza-Son lobos, nada con lo que no podamos ocuparnos-Se encogió de hombros-¿Acaso... Tienes miedo?-Enarcó ambas cejas mientras bromeaba y se reía
Siguieron andando un poco más, hasta que se toparon con algo que hasta el humano pudo identificar, más que de un lobo, parecía la de un oso. La peliplateada posó su mano en la tierra para ver exactamente cuán grande era en comparación a la suya propia, y el resultado la dejó perpleja. Ahí fue cuando Alward pudo notar cierta tensión y su actitud cambió completamente a una más seria, aunque intentando mantener su compostura relajada y segura de sí mismo.
-Ahora, ha llamado más mi atención-Afirmó ante la tentativa de la dragona de regresar-Si quieres, puedes volver tú-Se agachó y posó su mano en el hombro de la mujer-Yo le di mi palabra a ese hombre de que lo ayudaría, y no puedo irme sin al menos saber la verdad o intentarlo.Suspiró preocupado, pero acto seguido soltó una sonrisa-En eso se basa el honor, ¿Recuerdas?
El camino siguió, aunque no tardó mucho más que la vez anterior para que una anomalía le obligase a parar. Más adelante, en un pequeño claro del bosque, al lado de la ruta pudo ver cómo unas bestias de color negro estaban todas reunidas entorno a un centro al azar. El Sevna se detuvo e intentó visualizar la escena desde su posición, pero rápidamente pensó que era mejor esconderse detrás de un árbol o de unos matorrales, y así poder acercarse mejor para ver qué ocurría. Así que eso hizo, con pies de plomo y con sumo cuidado, se agachó y anduvo casi en cuclillas hasta acercarse a un grupo de árboles cubiertos de abundante maleza donde pudo esconder del todo su figura y mirar con más detenimiento y de cerca.
Finalmente los encontró, al menos eso quería creer, porque como hubiesen más no sabría ni por dónde seguir la búsqueda; una manada de lobos, casi de diez o más de estos animales entorno a un centro. No podía divisar qué había en dicho epicentro, por más que forzara su vista o intentara buscar otros ángulos.
-¿Estarán comiendo?-Susurró-Quizás hayan cazado algo-Desvió su mirada hacia Oromë-¿Ves cómo no eran más que unos simples lobos?
Desenvainó una de sus espadas; la diestra, la que tenía el encantamiento eléctrico. No lo había activado aún, pero seguramente sería una buena baza si entrase en combate directo contra todos esos lobos.
-Podemos acabar esto aquí y ahora-Dijo mirando por el rabillo del ojo a Oromë mientras prestaba su total atención a la manada-¿Lista?-Apretó la empuñadura de su arma y se preparó para salir al ataque
-He luchado contra tipos más peligrosos que unos cuantos lobos, y no me asusta ese "lobo de fuego". Es más, me da curiosidad.-Dijo con una confianza plena el humano. Acto seguido, se golpeó el peto de la armadura un par de veces mientras le guiñaba un ojo a la peliplateada-¡Podremos con esto!-Aseguró
De un momento a otro, la dragona se encontraba transformada, asustando así a las dos granjeras. Oromë salió sin más de la casa y echó a volar. Alward, se quedó en el edificio mientras se rascaba la cabeza en señal de vergüenza, a todo esto, Rufus también cruzó el umbral de la puerta en el sentido inverso al que lo había hecho la dragona, igual de escandalizado que su familia.
-¿¡Q-qué...!?-No terminó la frase, y el Sevna, aún con la mano tras la cabeza y una sonrisa falsa en su rostro, hizo gestos con su mano libre al hombre para que lo dejase estar y no se preocupara
-Tranquilos, aunque pueda dar miedo, es buena gente...-Excusó
Alward finalmente salió de la casa, y afuera le esperaba Raven, apoyado en la barandilla del rellano y con los brazos cruzados.
-Se ha ido por allí-Señaló la dirección en la que había partido Oromë
El castaño asintió y caminó apresuradamente hacia dicha posición. Tras encontrarse en terreno abierto, donde se encontraba el esparcimiento de cadáveres de animales, echó la mirada hacia arriba, en busca de la dragona. Tuvo que taparse un poco por el sol, pero una vez que su vista se acostumbró, pudo divisar a la reptil plateada surcando el cielo.
-¿Has visto alg...--Le cortó, lanzando improperios en clara negativa hacia la pregunta que el humano dejó a medio formular. Alward suspiró y se encogió de hombros.
-Pues vayamos al bosque
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Siguieron el camino en el que Oromë indicó que habían pasado los lobos, más allá de un par de huellas y ramas rotas, Alward no pudo identificar nada extraño, pero en cambio, la dragona parecía estar completamente segura de ello. Después de todo, la peliplateada tenía más experiencia en ese mundo más salvaje y exterior que a lo que el castaño estaba acostumbrado.
No hablaron mucho durante dicho recorrido, ya que Oromë parecía estar absorta en seguir el rastro de la manada de lobos, Alward mientras tanto, la seguía y miraba hacia los alrededores por si lograba visualizar algo.
-¿Qué problema hay?-Arrugó el ceño, en señal de extrañeza-Son lobos, nada con lo que no podamos ocuparnos-Se encogió de hombros-¿Acaso... Tienes miedo?-Enarcó ambas cejas mientras bromeaba y se reía
Siguieron andando un poco más, hasta que se toparon con algo que hasta el humano pudo identificar, más que de un lobo, parecía la de un oso. La peliplateada posó su mano en la tierra para ver exactamente cuán grande era en comparación a la suya propia, y el resultado la dejó perpleja. Ahí fue cuando Alward pudo notar cierta tensión y su actitud cambió completamente a una más seria, aunque intentando mantener su compostura relajada y segura de sí mismo.
-Ahora, ha llamado más mi atención-Afirmó ante la tentativa de la dragona de regresar-Si quieres, puedes volver tú-Se agachó y posó su mano en el hombro de la mujer-Yo le di mi palabra a ese hombre de que lo ayudaría, y no puedo irme sin al menos saber la verdad o intentarlo.Suspiró preocupado, pero acto seguido soltó una sonrisa-En eso se basa el honor, ¿Recuerdas?
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El camino siguió, aunque no tardó mucho más que la vez anterior para que una anomalía le obligase a parar. Más adelante, en un pequeño claro del bosque, al lado de la ruta pudo ver cómo unas bestias de color negro estaban todas reunidas entorno a un centro al azar. El Sevna se detuvo e intentó visualizar la escena desde su posición, pero rápidamente pensó que era mejor esconderse detrás de un árbol o de unos matorrales, y así poder acercarse mejor para ver qué ocurría. Así que eso hizo, con pies de plomo y con sumo cuidado, se agachó y anduvo casi en cuclillas hasta acercarse a un grupo de árboles cubiertos de abundante maleza donde pudo esconder del todo su figura y mirar con más detenimiento y de cerca.
Finalmente los encontró, al menos eso quería creer, porque como hubiesen más no sabría ni por dónde seguir la búsqueda; una manada de lobos, casi de diez o más de estos animales entorno a un centro. No podía divisar qué había en dicho epicentro, por más que forzara su vista o intentara buscar otros ángulos.
-¿Estarán comiendo?-Susurró-Quizás hayan cazado algo-Desvió su mirada hacia Oromë-¿Ves cómo no eran más que unos simples lobos?
Desenvainó una de sus espadas; la diestra, la que tenía el encantamiento eléctrico. No lo había activado aún, pero seguramente sería una buena baza si entrase en combate directo contra todos esos lobos.
-Podemos acabar esto aquí y ahora-Dijo mirando por el rabillo del ojo a Oromë mientras prestaba su total atención a la manada-¿Lista?-Apretó la empuñadura de su arma y se preparó para salir al ataque
Alward Sevna
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Re: Cuando la inocencia es abrasada [Privado-Consecuencia del Ohdà] [Cerrado]
¿Qué era esa sensación nueva y la vez conocida? Juraría que algo más la guiaba y no eran solamente las huellas ni aquel rastro que los animales dejaban en el camino. "Es tan familiar" Se dijo a si misma mientras comprobaba el suelo con sus manos u observaba con atención pequeñas ramas rotas, como si alguien o algo hubiera pasado deprisa por allí.
Se giró a verlo mientras detenía su paso hasta tenerlo a un metro de distancia de ella. Se acarició el brazo en un gesto poco común en ella, como si fuera otra persona completamente distinta. Por un instante se sintió una niña al tratar de explicarse -No lo sé, se siente raro. Todo esto es demasiado extraño ¿No lo crees?... Tal vez solo estoy siendo cuidadosa al borde de ser paranoica.- Se encogió de hombros tratando de restarle importancia, pero aún así no podía ignorar esa sensación.
Ojala solo fuera paranoia y no ese mal presentimiento que comenzaba a volverse real. Aquella huella gigantesca tal vez era la de un oso, y si se lo repetía muchas veces hasta podría llegar a creérselo.
Observó la reacción de Alward de soslayo y luego negó con la cabeza mientras suspiraba. -El honor no te servirá de nada si estas muerto Alward.- Clavó su mirada en la de él por un momento que pareció eterno y sin permitirse el pensarlo demasiado colocó su mano en la mejilla ajena. -No regresaré para esperar como una damisela inútil, ademas tu eres demasiado confiado y esto no es como pelear con una persona- Se irguió y sacudió la tierra de su pantalón. -No digo que seas mal luchador, al contrario, eres excelente con las espadas. Pero a los animales eso no les importa, si quieres un ejemplo, los ladrones y asesinos son iguales que una manada de lobos. Jugaran sucio y no esperaran su turno para lucirse; la supervivencia es todo lo que cuenta, es la ley de la naturaleza, así que olvida por un momento ese estúpido honor- Tal vez el ex mercenario había pasado por alto que eran dos contra toda una manada de animales salvajes y que en comparación ellos eran poca cosa. Oromë sintió que le estaba pidiendo demasiado, olvidarse por un momento el ser racional que era y que pensara mas como ellos, con un poco de suerte se daría cuenta que salir vivos era todo lo que realmente importaba, de otra forma el granjero lo perdería todo, Luna no vería a su hermano y ella tampoco se reuniría con sus hermanas. -Con un poco de suerte consiga un bello abrigo de piel- Dijo con una sonrisa socarrona en sus labios para continuar la búsqueda.
Él fue el primero en verlos y se movieron al unisono para esconderse. La piel de Oromë se erizaba mientras observaba a la manada reunida. Le era imposible saber que hacían. -Siguen siendo demasiados como para preocuparnos lo suficiente- Dijo en el mismo tono bajo que su compañero.
Cerró los ojos, concentrándose en la tarea frente a ella. Una vez abiertos sus ojos eran los de un serpiente, lista para atacar, sus manos surcadas por grandes garras. -No lo olvides, son animales. Si uno te clava los dientes estas perdido.- Ella estaba lista para atacar. Sus ojos estaban en el que lucia más grande, posiblemente el alfa del grupo.
Estaba a punto de levantarse cuando el viento soplo una vez, dos, y reconoció el error cuando ya fue demasiado tarde. -Al... Estamos de espaldas al viento- Gimió a la vez que los lobos interceptaban su aroma y comenzaban a volverse hacia ellos, gruñendo y dejando a la vista un cadáver de un animal a medio comer. ¿Como lo habían traído hasta aquí? Dudaba que la presa hubiera llegado tan lejos solamente huyendo.
Saltó de su sitio cuando los lobos comenzaron a acercarse, uno de ellos se abalanzó sobre ella y Oromë hundió sus garras en la zona blanda de su cuerpo y lo arrojó con contra el árbol más cercano, impulsada por la fuerza de la bestia más que la suya propia al intentar defenderse. Un segundo más pequeño quiso cerrar su mandíbula en la pierna de ella pero dio un giro sobre si misma y le propinó una patada en la garganta. "¿Cuantos más faltan?" Se pregunto mientras arrastraba sus afiladas uñas en el vientre del mismo para dejarlo fuera de combate.
Miró a su alrededor y visualizó al que creyó era el alfa el cual seguía en su mismo lugar. Levantó su hocico al cielo y aulló, unos segundos después hubo otro aullido en respuesta y lo supo, lo sintió en la tierra bajo sus pies y como si eso no fuera suficiente logró verlo, uno lobo el doble de grande que el supuesto jefe de la manada y su color era como describirían la luz liquida, tan profunda como el dorado en los ojos de la dragona, una estrella rutilante.
Se giró a verlo mientras detenía su paso hasta tenerlo a un metro de distancia de ella. Se acarició el brazo en un gesto poco común en ella, como si fuera otra persona completamente distinta. Por un instante se sintió una niña al tratar de explicarse -No lo sé, se siente raro. Todo esto es demasiado extraño ¿No lo crees?... Tal vez solo estoy siendo cuidadosa al borde de ser paranoica.- Se encogió de hombros tratando de restarle importancia, pero aún así no podía ignorar esa sensación.
Ojala solo fuera paranoia y no ese mal presentimiento que comenzaba a volverse real. Aquella huella gigantesca tal vez era la de un oso, y si se lo repetía muchas veces hasta podría llegar a creérselo.
Observó la reacción de Alward de soslayo y luego negó con la cabeza mientras suspiraba. -El honor no te servirá de nada si estas muerto Alward.- Clavó su mirada en la de él por un momento que pareció eterno y sin permitirse el pensarlo demasiado colocó su mano en la mejilla ajena. -No regresaré para esperar como una damisela inútil, ademas tu eres demasiado confiado y esto no es como pelear con una persona- Se irguió y sacudió la tierra de su pantalón. -No digo que seas mal luchador, al contrario, eres excelente con las espadas. Pero a los animales eso no les importa, si quieres un ejemplo, los ladrones y asesinos son iguales que una manada de lobos. Jugaran sucio y no esperaran su turno para lucirse; la supervivencia es todo lo que cuenta, es la ley de la naturaleza, así que olvida por un momento ese estúpido honor- Tal vez el ex mercenario había pasado por alto que eran dos contra toda una manada de animales salvajes y que en comparación ellos eran poca cosa. Oromë sintió que le estaba pidiendo demasiado, olvidarse por un momento el ser racional que era y que pensara mas como ellos, con un poco de suerte se daría cuenta que salir vivos era todo lo que realmente importaba, de otra forma el granjero lo perdería todo, Luna no vería a su hermano y ella tampoco se reuniría con sus hermanas. -Con un poco de suerte consiga un bello abrigo de piel- Dijo con una sonrisa socarrona en sus labios para continuar la búsqueda.
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Él fue el primero en verlos y se movieron al unisono para esconderse. La piel de Oromë se erizaba mientras observaba a la manada reunida. Le era imposible saber que hacían. -Siguen siendo demasiados como para preocuparnos lo suficiente- Dijo en el mismo tono bajo que su compañero.
Cerró los ojos, concentrándose en la tarea frente a ella. Una vez abiertos sus ojos eran los de un serpiente, lista para atacar, sus manos surcadas por grandes garras. -No lo olvides, son animales. Si uno te clava los dientes estas perdido.- Ella estaba lista para atacar. Sus ojos estaban en el que lucia más grande, posiblemente el alfa del grupo.
Estaba a punto de levantarse cuando el viento soplo una vez, dos, y reconoció el error cuando ya fue demasiado tarde. -Al... Estamos de espaldas al viento- Gimió a la vez que los lobos interceptaban su aroma y comenzaban a volverse hacia ellos, gruñendo y dejando a la vista un cadáver de un animal a medio comer. ¿Como lo habían traído hasta aquí? Dudaba que la presa hubiera llegado tan lejos solamente huyendo.
Saltó de su sitio cuando los lobos comenzaron a acercarse, uno de ellos se abalanzó sobre ella y Oromë hundió sus garras en la zona blanda de su cuerpo y lo arrojó con contra el árbol más cercano, impulsada por la fuerza de la bestia más que la suya propia al intentar defenderse. Un segundo más pequeño quiso cerrar su mandíbula en la pierna de ella pero dio un giro sobre si misma y le propinó una patada en la garganta. "¿Cuantos más faltan?" Se pregunto mientras arrastraba sus afiladas uñas en el vientre del mismo para dejarlo fuera de combate.
Miró a su alrededor y visualizó al que creyó era el alfa el cual seguía en su mismo lugar. Levantó su hocico al cielo y aulló, unos segundos después hubo otro aullido en respuesta y lo supo, lo sintió en la tierra bajo sus pies y como si eso no fuera suficiente logró verlo, uno lobo el doble de grande que el supuesto jefe de la manada y su color era como describirían la luz liquida, tan profunda como el dorado en los ojos de la dragona, una estrella rutilante.
Oromë Vánadóttir
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Re: Cuando la inocencia es abrasada [Privado-Consecuencia del Ohdà] [Cerrado]
Antes de salir al ataque, miró de reojo a su compañera, estaba transformándose, estaba lista. Esbozó una sonrisa y volvió a poner atención a su frente, hacia la manada objetivo.
Asintió ante las palabras de la dragona, y frunció el ceño, dándose a sí mismo toda la concentración y motivación necesaria para encarar aquella exterminación. Era por el bien de la familia granjera, así que eso le empujaba a hacerlo lo mejor posible.
Justo antes de poder salir, notó cómo el viento sopló a su espalda, Oromë entonces pareció preocuparse en demasía, ya estaba tardando en atacar, y eso sumado a su frase, dejó al Sevna bastante descolocado.
-...¿Y qué?-Preguntó con desconocimiento
De pronto, pudo notar como los lobos dejaron de centrarse en aquel extraño epicentro y uno a uno se giraban en dirección a los arbustos, con una mirada salvaje y llena de rabia. Había algo extraño en esos lobos, pero Alward no podía identificar el qué, simplemente sabía que ahora eran una amenaza directa y había que ocuparse de ellos.
Lo que parecían rodear era el cadáver de un animal, no podía identificar bien qué era, pero tenía cuernos, así que probablemente se tratase de un ciervo. Los lobos gruñían y arrugaban sus rostros, en señal de advertencia para lo que venía.
Al fin, Oromë salió al ataque y Alward la acompañó. En carrera, el castaño hizo una floritura con su arma desenvainada y activó consigo el encantamiento eléctrico que esta poseía, haciendo que un chispazo saliese desde la guarda de la espada hasta la punta, recorriendo toda la zona intermedia de esta. Toda la hoja cobró el aspecto eléctrico que la caracterizaba cuando estaba activado el encantamiento, un solo toque podría electrocutar a un oponente y hacerle serias heridas y quemaduras.
Se encaró a un lobo y, sin ni siquiera detenerse en su carrera, le atacó con una estocada directa en la zona del cuello. El resultado fue beneficioso, el animal quedó ensartado y electrocutado, uno menos.
Notó como otro de ellos se le abalanzaba encima desde el costado izquierdo y empezaba a morderle por la zona del hombro, por suerte, su armadura repelió todas las mordidas y arañazos del cánido. El castaño se revolvía intentando quitarse a ese lobo de encima, mientras tanto otros dos se acercaban para intentar morderle por las piernas. Pateó a uno, y este gruñó del dolor, el siguiente estuvo apunto de morderle de lleno en el pie izquierdo, pero por suerte lo esquivó antes.
Se pudo quitar al que tenía encima y liberarse, ahora tenía a tres de esos animales en su contra directa, mal asunto. Sin perder la atención en sus enemigos, el Sevna ahora desenvainó su espada zurda, era el momento de ponerse serio.
Dos de ellos se abalanzaron contra el humano, a uno pudo patearlo, y el otro se llevó una estocada que le hizo retroceder, se llevó un buen corte, pero para un animal salvaje, eso no iba a ser un impedimento para seguir batallando. Sin un segundo para descansar, el que quedaba fue ahora el que atacó. El castaño dio un paso hacia atrás para así esquivarlo, y en ese momento, le ensartó en el cuello con su espada diestra, otra baja.
De pronto, se escuchó un aullido escalofriante y sobrecogedor, uno que venía del mismísmo bosque, una respuesta a la llamada que uno de los lobos allí presentes había solicitado y la cual estaba siendo respondida.
Los cánidos que quedaban en pie regresaban junto al que parecía el lobo mayor, el alfa, el más grande. Pronto, Alward se dio cuenta de que verdaderamente ese no era el lobo alfa. Un brillo incesante y llameante si hizo notable más allá de los lobos, entre los árboles del bosque, como si una criatura hecha de puro fuego caminase hacia esa posición. El Sevna se recolocó junto a Oromë, mientras la miraba por el rabillo del ojo, sin dejar nunca de apartar la atención de su frente y de aquellos lobos que los miraban con ansias de sangre.
Sin lugar a dudas era una criatura hermosa a la vista, ese brillo llameante que rodeaba todo su cuerpo embellecían al animal, dándole un aire majestuoso y respetado, y esa mirada penetrante daba escalofríos hasta al más duro de entre los mortales.
El lobo de fuego alzó su cabeza y aulló al cielo. Esa era la orden, ahí estaba el comienzo del segundo asalto. Su manada entonces empezó a correr de nuevo hacia ambos mortales, con agresividad en sus intenciones.
Se detuvo por un segundo, jadeaba, pero no parecía que ningún otro lobo se encontrase en su camino. Sacó las espadas del cuerpo de ambos animales y las miró un solo segundo, sorprendiéndose a sí mismo por lo que acababa de ocurrir. Casi parecía magia.
-...Esto es nuevo
Asintió ante las palabras de la dragona, y frunció el ceño, dándose a sí mismo toda la concentración y motivación necesaria para encarar aquella exterminación. Era por el bien de la familia granjera, así que eso le empujaba a hacerlo lo mejor posible.
Justo antes de poder salir, notó cómo el viento sopló a su espalda, Oromë entonces pareció preocuparse en demasía, ya estaba tardando en atacar, y eso sumado a su frase, dejó al Sevna bastante descolocado.
-...¿Y qué?-Preguntó con desconocimiento
De pronto, pudo notar como los lobos dejaron de centrarse en aquel extraño epicentro y uno a uno se giraban en dirección a los arbustos, con una mirada salvaje y llena de rabia. Había algo extraño en esos lobos, pero Alward no podía identificar el qué, simplemente sabía que ahora eran una amenaza directa y había que ocuparse de ellos.
Lo que parecían rodear era el cadáver de un animal, no podía identificar bien qué era, pero tenía cuernos, así que probablemente se tratase de un ciervo. Los lobos gruñían y arrugaban sus rostros, en señal de advertencia para lo que venía.
Al fin, Oromë salió al ataque y Alward la acompañó. En carrera, el castaño hizo una floritura con su arma desenvainada y activó consigo el encantamiento eléctrico que esta poseía, haciendo que un chispazo saliese desde la guarda de la espada hasta la punta, recorriendo toda la zona intermedia de esta. Toda la hoja cobró el aspecto eléctrico que la caracterizaba cuando estaba activado el encantamiento, un solo toque podría electrocutar a un oponente y hacerle serias heridas y quemaduras.
Se encaró a un lobo y, sin ni siquiera detenerse en su carrera, le atacó con una estocada directa en la zona del cuello. El resultado fue beneficioso, el animal quedó ensartado y electrocutado, uno menos.
Notó como otro de ellos se le abalanzaba encima desde el costado izquierdo y empezaba a morderle por la zona del hombro, por suerte, su armadura repelió todas las mordidas y arañazos del cánido. El castaño se revolvía intentando quitarse a ese lobo de encima, mientras tanto otros dos se acercaban para intentar morderle por las piernas. Pateó a uno, y este gruñó del dolor, el siguiente estuvo apunto de morderle de lleno en el pie izquierdo, pero por suerte lo esquivó antes.
Se pudo quitar al que tenía encima y liberarse, ahora tenía a tres de esos animales en su contra directa, mal asunto. Sin perder la atención en sus enemigos, el Sevna ahora desenvainó su espada zurda, era el momento de ponerse serio.
Dos de ellos se abalanzaron contra el humano, a uno pudo patearlo, y el otro se llevó una estocada que le hizo retroceder, se llevó un buen corte, pero para un animal salvaje, eso no iba a ser un impedimento para seguir batallando. Sin un segundo para descansar, el que quedaba fue ahora el que atacó. El castaño dio un paso hacia atrás para así esquivarlo, y en ese momento, le ensartó en el cuello con su espada diestra, otra baja.
De pronto, se escuchó un aullido escalofriante y sobrecogedor, uno que venía del mismísmo bosque, una respuesta a la llamada que uno de los lobos allí presentes había solicitado y la cual estaba siendo respondida.
Los cánidos que quedaban en pie regresaban junto al que parecía el lobo mayor, el alfa, el más grande. Pronto, Alward se dio cuenta de que verdaderamente ese no era el lobo alfa. Un brillo incesante y llameante si hizo notable más allá de los lobos, entre los árboles del bosque, como si una criatura hecha de puro fuego caminase hacia esa posición. El Sevna se recolocó junto a Oromë, mientras la miraba por el rabillo del ojo, sin dejar nunca de apartar la atención de su frente y de aquellos lobos que los miraban con ansias de sangre.
-¿Estás bien?-Preguntó mientras tensaba su pose y se preparaba para lo que venía-Parece que la historia del granjero era cierta.-Confirmó cuando, de entre los lobos, apareció la llameante figura del lobo alfa, el doble de grande, con una mirada fría y casi juzgadora, observaba tanto a Alward y a Oromë mientras se colocaba en primera fila y a paso lento, los estaba analizando, mientras, los suyos gruñían y esperaban con ansias la orden de ataque de su líder. | [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] |
El lobo de fuego alzó su cabeza y aulló al cielo. Esa era la orden, ahí estaba el comienzo del segundo asalto. Su manada entonces empezó a correr de nuevo hacia ambos mortales, con agresividad en sus intenciones.
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Con valor, Alward respondió ante aquella llamada con las mismas intenciones. empezó a correr hacia los lobos. Se encaró concretamente con dos de ellos, los cuales no dudaron abalanzarse directamente contra el humano. Como eran animales salvajes y no se movían igual que otros oponentes, el Sevna optó por ir con todo para quitárselos de encima; puso sus espadas en forma de "X" y soltó un ataque con ambas que, sumado al encantamiento eléctrico, como resultado, la otra hoja se contagió brevemente de aquellos chispazos y estos fueron liberados en forma de energía del mismo aparato eléctrico que hizo que llegase hasta los dos lobos y los electrocutase en el mismo aire, y como final, el castaño acabó rematando a ambos cánidos con las dos espadas a la vez, dos menos.Se detuvo por un segundo, jadeaba, pero no parecía que ningún otro lobo se encontrase en su camino. Sacó las espadas del cuerpo de ambos animales y las miró un solo segundo, sorprendiéndose a sí mismo por lo que acababa de ocurrir. Casi parecía magia.
-...Esto es nuevo
Alward Sevna
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Re: Cuando la inocencia es abrasada [Privado-Consecuencia del Ohdà] [Cerrado]
Adiós al ataque sorpresa, ahora los lobos estaban perfectamente preparados -tampoco es como si fueran a ser capaces de sorprenderlos demasiado antes-. De todas formas Oromë no había tenido ningún plan al respecto de como encarar la situación, simplemente había ido allí, rastreado a la manada y pensando que debía deshacerse de ella... Ahora hubiera deseado tomarse el tiempo para plantar unas cuantas trampas o ser buena con el arco para subirse a un árbol y jugar tiro al blanco con sus cabezas.
"Cien puntos si les doy en los ojos" pensó mientras clavaba sus uñas dentro de los globos oculares de uno y este se derrumbaba en el suelo.
Oromë había elegido un cambio parcial, solo sus manos y dientes. Los muy malditos lobos no le habían dado tiempo a uno completo, y considerando que eran demasiados y saltaban uno detrás de otro, como lo intentara sería la siguiente presa para la jauría.
Trató de no pensar como si fuera una persona, sino que se centró en su parte bestial, en su modo de lucha y casi podía saber como actuaban ellos y marcar sus pasos en consonancia para lograr el mejor resultado. Si demostraba su poderío ellos reconsiderarían tal vez el escapar al ver que no era solo humana sin mas... O eso esperaba, hasta el momento había matado a varios y otras estaban gravemente heridos. Quedaba mucho por hacer.
Uno la tomó por sorpresa y saltó sobre su espalda el muy escurridizo, logrando que mordiera el polvo y sintiera la vibración de sus dientes chocando en su cabeza. De algún modo encajarle un codazo en el hocico y voltearle lo suficiente para estar sobre él y apretar su cuello entre sus brazos, y no se detuvo hasta escuchar el crack de sus huesos, su cabeza cayendo sin fuerza, los ojos del animal abiertos de par en par.
La mirada de la dragona estaba perdida en aquel lobo salido de cuentos inimaginables. Refulgía como el sol y al respirar una llama de fuego salía de su hocico y por su nariz.
Su apariencia era algo imposible de ignorar, pero algo más en el animal evitaba que Oromë pronunciara palabra alguna como si hubiera olvidado quien era o que era y desconociera cualquier aspecto humano posible. Se sintió hundir dentro de aquella bestia y todo lo que presencio era un fuego que lo arrasaba todo. Conocía esa sensación.
El alfa llamó al resto para que atacaran con todo lo que tenían pero ella se quedó allí como una estatua un segundo más que Alward. El lobo la miró y ella a él, y de no ser porque sabía que seria una locura, juraría que realmente la observó y no solo a su apariencia.
Pestañeó y volvió a si misma justo a tiempo para esquivar un ataque directo a su cuello y patear por décima vez a uno y corrió con toda su fuerza directo hacía aquel animal sumido en fuego. Dolería, lo sabía pero tenía que hacerlo; dio un salto encima del siguiente atacante y partió su columna al aterrizar sobre él y continuó corriendo hasta estar casi a la altura del líder de la manada.
Estiró su brazo a un costado al mismo momento que este abría sus enormes fauces, y mientras ella alcanzaba la unión entre una de sus patas delanteras y el lomo, este encajaba sus dientes en su brazo contrario y apretó hasta cortar la carne.
Era descomunal y el dolor estalló en ella con la misma fuerza que cientos de golpes. No, no era solo por eso, la estaba quemando, y mientras la sacudía lo suficiente para mandarla a volar unos pocos metros, al menos se alegró de haber clavado profundamente sus garras, ya que con ese mismo movimiento que el lobo hizo había agrandado su propia herida.
Apenas si logró levantarse del suelo, incapaz de sujetarse el brazo. La mano que había usado para atacar estaba cubierta de quemaduras y no solo del fuego, sino de sangre brillante como oro liquido que estaba casi o más caliente. Su otro brazo rezumaba su propia sangre roja y compartía las mismas quemaduras. Al menos daba gracias a los Dioses de que no le había roto el brazo de puro milagro, y considerando que pudo habérselo arrancado, se consideraba con suerte a pesar de cuanto le dolía.
"Cien puntos si les doy en los ojos" pensó mientras clavaba sus uñas dentro de los globos oculares de uno y este se derrumbaba en el suelo.
Oromë había elegido un cambio parcial, solo sus manos y dientes. Los muy malditos lobos no le habían dado tiempo a uno completo, y considerando que eran demasiados y saltaban uno detrás de otro, como lo intentara sería la siguiente presa para la jauría.
Trató de no pensar como si fuera una persona, sino que se centró en su parte bestial, en su modo de lucha y casi podía saber como actuaban ellos y marcar sus pasos en consonancia para lograr el mejor resultado. Si demostraba su poderío ellos reconsiderarían tal vez el escapar al ver que no era solo humana sin mas... O eso esperaba, hasta el momento había matado a varios y otras estaban gravemente heridos. Quedaba mucho por hacer.
Uno la tomó por sorpresa y saltó sobre su espalda el muy escurridizo, logrando que mordiera el polvo y sintiera la vibración de sus dientes chocando en su cabeza. De algún modo encajarle un codazo en el hocico y voltearle lo suficiente para estar sobre él y apretar su cuello entre sus brazos, y no se detuvo hasta escuchar el crack de sus huesos, su cabeza cayendo sin fuerza, los ojos del animal abiertos de par en par.
La mirada de la dragona estaba perdida en aquel lobo salido de cuentos inimaginables. Refulgía como el sol y al respirar una llama de fuego salía de su hocico y por su nariz.
Su apariencia era algo imposible de ignorar, pero algo más en el animal evitaba que Oromë pronunciara palabra alguna como si hubiera olvidado quien era o que era y desconociera cualquier aspecto humano posible. Se sintió hundir dentro de aquella bestia y todo lo que presencio era un fuego que lo arrasaba todo. Conocía esa sensación.
El alfa llamó al resto para que atacaran con todo lo que tenían pero ella se quedó allí como una estatua un segundo más que Alward. El lobo la miró y ella a él, y de no ser porque sabía que seria una locura, juraría que realmente la observó y no solo a su apariencia.
Pestañeó y volvió a si misma justo a tiempo para esquivar un ataque directo a su cuello y patear por décima vez a uno y corrió con toda su fuerza directo hacía aquel animal sumido en fuego. Dolería, lo sabía pero tenía que hacerlo; dio un salto encima del siguiente atacante y partió su columna al aterrizar sobre él y continuó corriendo hasta estar casi a la altura del líder de la manada.
Estiró su brazo a un costado al mismo momento que este abría sus enormes fauces, y mientras ella alcanzaba la unión entre una de sus patas delanteras y el lomo, este encajaba sus dientes en su brazo contrario y apretó hasta cortar la carne.
Era descomunal y el dolor estalló en ella con la misma fuerza que cientos de golpes. No, no era solo por eso, la estaba quemando, y mientras la sacudía lo suficiente para mandarla a volar unos pocos metros, al menos se alegró de haber clavado profundamente sus garras, ya que con ese mismo movimiento que el lobo hizo había agrandado su propia herida.
Apenas si logró levantarse del suelo, incapaz de sujetarse el brazo. La mano que había usado para atacar estaba cubierta de quemaduras y no solo del fuego, sino de sangre brillante como oro liquido que estaba casi o más caliente. Su otro brazo rezumaba su propia sangre roja y compartía las mismas quemaduras. Al menos daba gracias a los Dioses de que no le había roto el brazo de puro milagro, y considerando que pudo habérselo arrancado, se consideraba con suerte a pesar de cuanto le dolía.
Oromë Vánadóttir
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Re: Cuando la inocencia es abrasada [Privado-Consecuencia del Ohdà] [Cerrado]
Pudo observar cómo lo que quedaba de la manada se abalanzaba sobre Oromë, y cómo esta se deshacía de todos ellos con aparente normalidad, envidiaba ese estilo de lucha salvaje y tosco, en aquella situación era bastante ventajoso, ya que como bien había dicho la dragona antes, los lobos no pelean como el resto de los humanos.
La mujer y el lobo de fuego se enfrentaron entre sí, teniendo un intercambio de golpes bastante duro y encarnizado. Al final, ganó la bestia, lanzando a Oromë bien lejos.
Fue entonces cuando Alward reaccionó, sabía que ahora sería su turno. Oromë lo había hecho bien, pero aquella bestia le había ganado el primer asalto. El Sevna, con ímpetu y premura, se interpuso entre el lobo ígneo y la dragona, con una postura tensa y a la defensiva, mientras miraba a los ojos a la susodicha criatura.
-¿Estás bien?-Preguntó realmente preocupado desviando por un instante su atención hacia la mujer
En aquel momento, la agresividad del lobo pareció bajar, simplemente se limitaba a observar con su, hasta ahora mostrada, pose majestuosa y su mirada penetrante, ¿Qué intrincados "pensamientos", si así se les pudiese llamar, recorrerían la mente del animal? Lo que estaba claro es que aquella criatura era demasiado mítica como para ser siquiera tratada como una bestia común y corriente más. Casi parecía sacada de un cuento para asustar a los niños.
De un momento a otro, y con total parsimonia, el lobo decidió darse media vuelta, no sin antes lamerse la herida que le había dejado Oromë, la cual sangraba con un líquido viscoso parecido a la propia sangre, pero con un tono amarillento y brillante, como si de propia luz líquida se tratara. Echó a correr y escapó, sin más.
El Sevna quedó algo sorprendido por ello, no había podido enfrentarse a la bestia, lo cual en parte agradecía ya que posiblemente acabara como Oromë. Ahora, más que antes, sentía una tremenda curiosidad por aquel lobo, y aún tenía que cumplir su palabra para con el granjero, debía de acabar con ese lobo.
Aquella zona del bosque se había convertido en un pequeño campo de batalla salvaje, decorado siniestramente por los cadáveres de la manada de lobos.
Alward se acercó a la peliplateada para comprobar su estado
-Tenías razón; era peligroso-Admitió-Pero aún tenemos que acabar con ese lobo o seguirá causando estragos
Acto seguido, el Sevna miró hacia donde había escapado la bestia
-Se ha ido por ahí-Miró de nuevo a la dragona, observando sus heridas-...¿Estás en condiciones de seguir?-"No, en realidad", era la respuesta que la cabeza de Alward vaticinó, pero sabía que Oromë no lo admitiría.
La mujer y el lobo de fuego se enfrentaron entre sí, teniendo un intercambio de golpes bastante duro y encarnizado. Al final, ganó la bestia, lanzando a Oromë bien lejos.
Fue entonces cuando Alward reaccionó, sabía que ahora sería su turno. Oromë lo había hecho bien, pero aquella bestia le había ganado el primer asalto. El Sevna, con ímpetu y premura, se interpuso entre el lobo ígneo y la dragona, con una postura tensa y a la defensiva, mientras miraba a los ojos a la susodicha criatura.
-¿Estás bien?-Preguntó realmente preocupado desviando por un instante su atención hacia la mujer
En aquel momento, la agresividad del lobo pareció bajar, simplemente se limitaba a observar con su, hasta ahora mostrada, pose majestuosa y su mirada penetrante, ¿Qué intrincados "pensamientos", si así se les pudiese llamar, recorrerían la mente del animal? Lo que estaba claro es que aquella criatura era demasiado mítica como para ser siquiera tratada como una bestia común y corriente más. Casi parecía sacada de un cuento para asustar a los niños.
De un momento a otro, y con total parsimonia, el lobo decidió darse media vuelta, no sin antes lamerse la herida que le había dejado Oromë, la cual sangraba con un líquido viscoso parecido a la propia sangre, pero con un tono amarillento y brillante, como si de propia luz líquida se tratara. Echó a correr y escapó, sin más.
El Sevna quedó algo sorprendido por ello, no había podido enfrentarse a la bestia, lo cual en parte agradecía ya que posiblemente acabara como Oromë. Ahora, más que antes, sentía una tremenda curiosidad por aquel lobo, y aún tenía que cumplir su palabra para con el granjero, debía de acabar con ese lobo.
Aquella zona del bosque se había convertido en un pequeño campo de batalla salvaje, decorado siniestramente por los cadáveres de la manada de lobos.
Alward se acercó a la peliplateada para comprobar su estado
-Tenías razón; era peligroso-Admitió-Pero aún tenemos que acabar con ese lobo o seguirá causando estragos
Acto seguido, el Sevna miró hacia donde había escapado la bestia
-Se ha ido por ahí-Miró de nuevo a la dragona, observando sus heridas-...¿Estás en condiciones de seguir?-"No, en realidad", era la respuesta que la cabeza de Alward vaticinó, pero sabía que Oromë no lo admitiría.
Alward Sevna
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Re: Cuando la inocencia es abrasada [Privado-Consecuencia del Ohdà] [Cerrado]
¿Estaba imaginandose cosas? Lo dudaba, no cuando ella eran tan extraña como la bestia brillante frente a ella.
Alward había llegado a su encuentro pero apenas si le dedicó una mirada mientas sus pensamientos se remontaban a aquel tiempo donde todo lo que podía ver era el fuego ardiente devorandola desde dentro. -¡Haz que paré!- Gritó a nadie en particular mientras hacía crujir sus dientes con fuerza. Ya no se encontraba en el ahora, no con el lobo de luz de estrellas sino con su propia imagen refulgente, su piel burbujeante desintegrandose.
"Ya estas bien, ya no duele" se dijo a si misma, inhalando y luego exhalando. Se concentró en la parte donde su piel estaba inmaculada hasta que ya no se veía como cuando tragó el objeto.
Para cuando prestó atención a su alrededor el lobo estaba marchándose como si nada y la duda se plantó entre sua cejas y en la postura apretada de sus labios.
-Yo...estaré bien. Solo necesito algo- Se levantó como pudo y comenzó a buscar entre los cadaveres, siguiendo un instinto que no era suyo pero que se sentía como si lo fuera. -Esa cosa pudo arrancarme el brazo si hubiera querido. Tengo la sospecha de que se contuvo- Hablaba mientras rebuscaba hasta que enfocó sus ojos dorados en un lobo que seguía respirando, aunque débilmente. -Hay algo que no te he dicho Al. Cuando ocurrió lo de la ciudad yo me tragué el objeto- Habló como si nada, como si fuera la cosa mas comun del mundo, y eso no solo era lo raro, sino también la paciencia que mostraba mientras metía su mano en la cavidad ocular del agonizante animal y arrancaba el ojo de cuajo.
Se volteó para encarar a Alward mientras giraba el ojo entre sus dedos sangrientos y quemados. -¿Cuando nos vimos en el ohda, no lo sentiste? Por que yo si, era como si me llamaras y esta cosa en mi te llamaba igual. Y no dejo de preguntarme si estoy aquí contigo solo porque lo que es igual llama a lo similar, y tu que bebiste del frasco te sientes atraido por lo que arde dentro mio- Le dedicó una sonrisa amarga y luego se tragó el ojo completo sin masticar. Unos pocos segundos despues la herida en su brazo y las quemaduras habían desaparecido por completo.
-Dije que te acompañaría ¿no?. Espero que esta revelación no sea ningún problema para ti. Yo recibiré los ataques en tu lugar así que sigamos, no debe de estar demasiado lejos-
Alward había llegado a su encuentro pero apenas si le dedicó una mirada mientas sus pensamientos se remontaban a aquel tiempo donde todo lo que podía ver era el fuego ardiente devorandola desde dentro. -¡Haz que paré!- Gritó a nadie en particular mientras hacía crujir sus dientes con fuerza. Ya no se encontraba en el ahora, no con el lobo de luz de estrellas sino con su propia imagen refulgente, su piel burbujeante desintegrandose.
"Ya estas bien, ya no duele" se dijo a si misma, inhalando y luego exhalando. Se concentró en la parte donde su piel estaba inmaculada hasta que ya no se veía como cuando tragó el objeto.
Para cuando prestó atención a su alrededor el lobo estaba marchándose como si nada y la duda se plantó entre sua cejas y en la postura apretada de sus labios.
-Yo...estaré bien. Solo necesito algo- Se levantó como pudo y comenzó a buscar entre los cadaveres, siguiendo un instinto que no era suyo pero que se sentía como si lo fuera. -Esa cosa pudo arrancarme el brazo si hubiera querido. Tengo la sospecha de que se contuvo- Hablaba mientras rebuscaba hasta que enfocó sus ojos dorados en un lobo que seguía respirando, aunque débilmente. -Hay algo que no te he dicho Al. Cuando ocurrió lo de la ciudad yo me tragué el objeto- Habló como si nada, como si fuera la cosa mas comun del mundo, y eso no solo era lo raro, sino también la paciencia que mostraba mientras metía su mano en la cavidad ocular del agonizante animal y arrancaba el ojo de cuajo.
Se volteó para encarar a Alward mientras giraba el ojo entre sus dedos sangrientos y quemados. -¿Cuando nos vimos en el ohda, no lo sentiste? Por que yo si, era como si me llamaras y esta cosa en mi te llamaba igual. Y no dejo de preguntarme si estoy aquí contigo solo porque lo que es igual llama a lo similar, y tu que bebiste del frasco te sientes atraido por lo que arde dentro mio- Le dedicó una sonrisa amarga y luego se tragó el ojo completo sin masticar. Unos pocos segundos despues la herida en su brazo y las quemaduras habían desaparecido por completo.
-Dije que te acompañaría ¿no?. Espero que esta revelación no sea ningún problema para ti. Yo recibiré los ataques en tu lugar así que sigamos, no debe de estar demasiado lejos-
Oromë Vánadóttir
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Re: Cuando la inocencia es abrasada [Privado-Consecuencia del Ohdà] [Cerrado]
La escena que presenció el espadachín a continuación no fue nada convencional, un tanto extraña y macabra; Oromë le arrancó el ojo a uno de los lobos que seguía vivo, pero moribundo, y no contenta con eso, se lo tragó sin masticarlo. La explicación que la dragona dio tampoco ayudó a tranquilizar al humano, ni mucho menos normalizó la situación, pero era en serio, era verdad... Aunque pareciese increíble.
-Desde que bebí del frasco no me he vuelto a sentir nada extraño-Dijo-...Lo que hice en el Ohdà fue porque verdaderamente lo sentía-Apartó la mirada de la mujer, con cierto resquemor, ¿Todo lo que Oromë hizo era porque de verdad era lo que sentía y quería, o fue a causa del objeto maldito? Asher le explicó que esos objetos causan locura y hacen hacer cosas a sus portadores que normalmente no harían... ¿Sería este el caso?
Siguió un silencio incómodo, fue breve, pero para Alward fue mucho más que eso, hasta que Oromë lo rompió con su última frase.
-No-Respondió de una forma seca mientras envainaba sus dos espadas-Mi objetivo sigue siendo el mismo-Dijo mientras se ponía de nuevo en marcha, sin molestarse a mirar si realmente la dragona estaba bien, aunque podía suponerlo; aquel objeto le regeneró a él mismo su mano y su nariz.
Una vez emprendida la marcha, se adentraron aún más por en el bosque, en dirección hacia donde aquella misteriosa criatura había huido. En ciertos tramos del camino, se podía ver cómo la sangre brillante del animal se hacía notar en el camino, ¿Cómo no ver una cosa así? Eran casi como si de pequeñas antorchas tiradas en el suelo se tratara.
En una de estas, el Sevna se paró y se agachó para examinar la sangre. La tocó con sus dedos; era viscosa y estaba muy caliente, tanto que incluso tuvo que apartar rápidamente su mano para no quemarse.
-No debería de ir muy lejos-Comentó
Se puso en pie y emprendió de nuevo la marcha, sin mediar más palabra de la necesaria.
Tras seguir caminando otros tantos minutos, pudo ver algo en una distancia de apenas sesenta metros lo que parecía ser un cuerpo tirado en el suelo, parecía estar inconsciente... O muerto.
Aceleró el caminar hasta llegar a dicho punto, donde pudo ver con claridad de qué se trataba; era el cuerpo de una niña, la cual estaba recostada boca abajo en el suelo, con una especie de túnica blanca como única prenda, la cual estaba bastante rajada y harapienta. Lo de "Túnica blanca" se le intuía por ciertas tonalidades que no parecían estar tan sucias como toda la mayoría de la prenda en sí. Su cabello castaño, largo y ondulado, le tapaba por completo el rostro.
La chica respiraba, fue entonces cuando el Sevna miró a la dragona y un rostro dubitativo se hizo presente.
Acto seguido, el castaño optó por agarrar entre sus brazos a la pequeña, la cual no tendría más de diez años; once o doce como mucho, pero sin duda, no más. Le miró el rostro, y fue entonces cuando un gesto de sorpresa total impregnó al humano.
-¡C-Claire!-Abría los ojos como platos. Depositó brevemente la mirada en Oromë, sin salir de su asombro-¡E-es Claire!
Era Claire, la niña huérfana que ambos se habían encontrado en el Ohdà. Tenía un rostro angelical, y parecía estar plácidamente dormida. Era desconcertante cómo se había encontrado en una situación así, tan alejada de Lunargenta, y sola...
-Desde que bebí del frasco no me he vuelto a sentir nada extraño-Dijo-...Lo que hice en el Ohdà fue porque verdaderamente lo sentía-Apartó la mirada de la mujer, con cierto resquemor, ¿Todo lo que Oromë hizo era porque de verdad era lo que sentía y quería, o fue a causa del objeto maldito? Asher le explicó que esos objetos causan locura y hacen hacer cosas a sus portadores que normalmente no harían... ¿Sería este el caso?
Siguió un silencio incómodo, fue breve, pero para Alward fue mucho más que eso, hasta que Oromë lo rompió con su última frase.
-No-Respondió de una forma seca mientras envainaba sus dos espadas-Mi objetivo sigue siendo el mismo-Dijo mientras se ponía de nuevo en marcha, sin molestarse a mirar si realmente la dragona estaba bien, aunque podía suponerlo; aquel objeto le regeneró a él mismo su mano y su nariz.
Una vez emprendida la marcha, se adentraron aún más por en el bosque, en dirección hacia donde aquella misteriosa criatura había huido. En ciertos tramos del camino, se podía ver cómo la sangre brillante del animal se hacía notar en el camino, ¿Cómo no ver una cosa así? Eran casi como si de pequeñas antorchas tiradas en el suelo se tratara.
En una de estas, el Sevna se paró y se agachó para examinar la sangre. La tocó con sus dedos; era viscosa y estaba muy caliente, tanto que incluso tuvo que apartar rápidamente su mano para no quemarse.
-No debería de ir muy lejos-Comentó
Se puso en pie y emprendió de nuevo la marcha, sin mediar más palabra de la necesaria.
Tras seguir caminando otros tantos minutos, pudo ver algo en una distancia de apenas sesenta metros lo que parecía ser un cuerpo tirado en el suelo, parecía estar inconsciente... O muerto.
Aceleró el caminar hasta llegar a dicho punto, donde pudo ver con claridad de qué se trataba; era el cuerpo de una niña, la cual estaba recostada boca abajo en el suelo, con una especie de túnica blanca como única prenda, la cual estaba bastante rajada y harapienta. Lo de "Túnica blanca" se le intuía por ciertas tonalidades que no parecían estar tan sucias como toda la mayoría de la prenda en sí. Su cabello castaño, largo y ondulado, le tapaba por completo el rostro.
La chica respiraba, fue entonces cuando el Sevna miró a la dragona y un rostro dubitativo se hizo presente.
Acto seguido, el castaño optó por agarrar entre sus brazos a la pequeña, la cual no tendría más de diez años; once o doce como mucho, pero sin duda, no más. Le miró el rostro, y fue entonces cuando un gesto de sorpresa total impregnó al humano.
-¡C-Claire!-Abría los ojos como platos. Depositó brevemente la mirada en Oromë, sin salir de su asombro-¡E-es Claire!
Era Claire, la niña huérfana que ambos se habían encontrado en el Ohdà. Tenía un rostro angelical, y parecía estar plácidamente dormida. Era desconcertante cómo se había encontrado en una situación así, tan alejada de Lunargenta, y sola...
- Claire:
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Alward Sevna
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Re: Cuando la inocencia es abrasada [Privado-Consecuencia del Ohdà] [Cerrado]
Esa mirada... La conocía muy bien y no porque fuera una habitue en Alward sino porque la había visto en otros, de lo que ella podía ser capaz de hacer o como deberían de tratarla: como si fuera una persona o una clase de Dios a quien temer y pedir misericordia. No le agradaban ninguna de las opciones. Ella nunca había sido una humana y ahora estaba lejos de ser un dragón simple y llanamente. Se conformaba con sentirse ella y no tener que fingir a veces con frases mordaces premeditadas.
Jugaba con sus dedos como una niña, el peso de la nueva actitud de Alward hundiendose en ella como un ladrillo. -No entiendes... Yo lo hice porque quería acabar con todo. Pensé que de esta forma alguien se aprovecharía y me mataría y el poder desaparecería... Fue una sorpresa saber que seguía con vida pero no porque se preocupaban por mi, sino por esto- Se miró a si misma, a sus manos a su estómago como si pudiera discernir donde se encontraba realmente o si viajaba con su sangre, por sus venas, incontrolable y a la vez contenido.
Oromë nunca explicaba nada referente a sus propios pensamientos o miedos pero incluso con las dudas de Alward se sintió mas tranquila de ella misma. -Si tu no lo sentiste entonces debe haber sido mi imaginación... No puedo preguntarle a nadie porque no lo entenderían, pero yo siento que hice algo que quería... No tenía culpas ni miedo y ultimamente es algo que tengo en mi cabeza todo el rato, que manipulo sin intenciones. ¿Te sentiste manipulado Alward? Quiero saber- Había pesar en su voz mientras hablaba y caminaban con una distancia notoria entre ambos.
Quería confiar en que eran sus propias ideas la que la habían atraído hasta él y no un espejismo causado por su estupidez. Necesitaba que alguien más le dijera que era real, que lo que sea que fueran se lo había ganado ella y no un truco barato conseguido por la fuerza de un objeto maldito.
Las manchas de sangre no parecían perder aquel brillo especial, ni mucho menos dejaban de quemar, podía notarlo gracias a las pequeñas nubes de humo que salían de las plantas que se encontraban en contacto directo.
Se sorprendió un poco de que Alward ignorara el antiguo estado de sus manos y decidiera poner las suyas en la sangre del lobo. Pudo haber dicho algo al respecto pero no lo hizo, dudaba que consiguiera una respuesta que fuera adecuada a cambio.
Al encontrar aquel cuerpo en el suelo, Oromë se puso alerta de nuevo. Sus ojos viajaban por todo el bosque pero no había nada ni nadie y eso no la calmó ni un poco. -¿La atacaron los lobos?- Preguntó, pero en la postura en la que se encontraba no veía heridas y tampoco había sangre a su alrededor.
En un principio, la dragona había pasado por alto el rostro sucio de la niña a pesar de la exclamación de su compañero, como si le costara comprender sus palabras hasta que poco a poco su recuerdo fugaz de la pequeña Claire se unió con este momento y su cara se volvió el reflejo de la de Alward, sorpresa y angustia entremezcladas así como la duda de su presencia en el bosque.
-¿Por qué esta aquí? Se supone que está en el orfanato.- Sus manos buscaban en su pequeña figura cualquier herida que sanar. No le importaba tener que tragarse todo lo que viviera en el bosque si eso significaba que la niña estaría sana y salva. Pero mas alla de unos cuantos rasguños y capas de suciedad, no lucía como si tuviera a la muerte aferrandose a ella. Sí se sentía febril, tal vez un poco mucho y tuvo que alejar sus manos de golpe cuando estas le comenzaron a doler y descubría el mismo líquido brillante por segunda vez en ella. -Esto es...- No terminó su frase mientras levantaba las mangas de Claire y encontraba bajo una piel sana y sin quemaduras un corte supurando aquella sangre dorada. -Oh Dioses- Gimió mientras se cubría la cara con sus manos y encajaba aquella herida con la que le había causado al lobo alfa.
Jugaba con sus dedos como una niña, el peso de la nueva actitud de Alward hundiendose en ella como un ladrillo. -No entiendes... Yo lo hice porque quería acabar con todo. Pensé que de esta forma alguien se aprovecharía y me mataría y el poder desaparecería... Fue una sorpresa saber que seguía con vida pero no porque se preocupaban por mi, sino por esto- Se miró a si misma, a sus manos a su estómago como si pudiera discernir donde se encontraba realmente o si viajaba con su sangre, por sus venas, incontrolable y a la vez contenido.
Oromë nunca explicaba nada referente a sus propios pensamientos o miedos pero incluso con las dudas de Alward se sintió mas tranquila de ella misma. -Si tu no lo sentiste entonces debe haber sido mi imaginación... No puedo preguntarle a nadie porque no lo entenderían, pero yo siento que hice algo que quería... No tenía culpas ni miedo y ultimamente es algo que tengo en mi cabeza todo el rato, que manipulo sin intenciones. ¿Te sentiste manipulado Alward? Quiero saber- Había pesar en su voz mientras hablaba y caminaban con una distancia notoria entre ambos.
Quería confiar en que eran sus propias ideas la que la habían atraído hasta él y no un espejismo causado por su estupidez. Necesitaba que alguien más le dijera que era real, que lo que sea que fueran se lo había ganado ella y no un truco barato conseguido por la fuerza de un objeto maldito.
Las manchas de sangre no parecían perder aquel brillo especial, ni mucho menos dejaban de quemar, podía notarlo gracias a las pequeñas nubes de humo que salían de las plantas que se encontraban en contacto directo.
Se sorprendió un poco de que Alward ignorara el antiguo estado de sus manos y decidiera poner las suyas en la sangre del lobo. Pudo haber dicho algo al respecto pero no lo hizo, dudaba que consiguiera una respuesta que fuera adecuada a cambio.
Al encontrar aquel cuerpo en el suelo, Oromë se puso alerta de nuevo. Sus ojos viajaban por todo el bosque pero no había nada ni nadie y eso no la calmó ni un poco. -¿La atacaron los lobos?- Preguntó, pero en la postura en la que se encontraba no veía heridas y tampoco había sangre a su alrededor.
En un principio, la dragona había pasado por alto el rostro sucio de la niña a pesar de la exclamación de su compañero, como si le costara comprender sus palabras hasta que poco a poco su recuerdo fugaz de la pequeña Claire se unió con este momento y su cara se volvió el reflejo de la de Alward, sorpresa y angustia entremezcladas así como la duda de su presencia en el bosque.
-¿Por qué esta aquí? Se supone que está en el orfanato.- Sus manos buscaban en su pequeña figura cualquier herida que sanar. No le importaba tener que tragarse todo lo que viviera en el bosque si eso significaba que la niña estaría sana y salva. Pero mas alla de unos cuantos rasguños y capas de suciedad, no lucía como si tuviera a la muerte aferrandose a ella. Sí se sentía febril, tal vez un poco mucho y tuvo que alejar sus manos de golpe cuando estas le comenzaron a doler y descubría el mismo líquido brillante por segunda vez en ella. -Esto es...- No terminó su frase mientras levantaba las mangas de Claire y encontraba bajo una piel sana y sin quemaduras un corte supurando aquella sangre dorada. -Oh Dioses- Gimió mientras se cubría la cara con sus manos y encajaba aquella herida con la que le había causado al lobo alfa.
Oromë Vánadóttir
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Re: Cuando la inocencia es abrasada [Privado-Consecuencia del Ohdà] [Cerrado]
Oromë trató de ayudar a la pequeña, intentando encontrar la causa que le afligía. El rostro de la dragona cambió al notar que, la niña tenía una herida abierta en su hombro derecho, una que sangraba el líquido viscoso, brillante y amarillento que había dejado el lobo llameante como rastro.
-N-no puede ser...-Miró a Oromë a los ojos, ambos, sin decir una sola palabra, sabían qué pasaba, o al menos lo intuían. No podía ser coincidencia, y no en el mismo lugar en el que la misma dragona le había herido.
Aún sostenía a la pequeña en brazos, seguía inconsciente, pero ahora temía que despertara... ¿Qué ocurriría? ¿Sería de verdad lo que sospechaban?
-Tenemos que sacarla de aquí-Volvió a levantar de nuevo la vista para hablarle a Oromë
En ese momento, Claire hizo pequeños movimientos; se estaba despertando. Poco a poco abría los ojos, Alward entonces se puso un poco nervioso.
-Cl-Claire...-Dijo al tiempo que ambos cruzaban sus miradas
-...-Unos pocos segundos duró el proceso del despertar y la plena consciencia de sí misma, el suficiente como para asustarse y transformar su gesto apacible en uno de puro terror y desorientación.
-Tranquila, aquí estás a salvo-Adoptó un tono neutral y apaciguador
La joven, lejos de calmarse, empezó a moverse de forma inquieta entre los brazos del castaño. Arrugó el rostro, y poco a poco su piel se notaba más y más caliente hasta adoptar alrededor suya una espeluznante aura cálida y con un tono rojizo. La temperatura ambiente pronto subió, y el Sevna terminó por soltar de sus brazos a la niña, la cual se había rodeado por completo del aura, la cual se había intensificado tanto en potencia como en color, parecía una esfera de fuego pura. Con miedo, el humano dio un par de pasos atrás, pero luego rectificó, frunció el ceño y tiró de valentía.
-¡Claire, soy yo; Alward!-Dijo alzando su brazo derecho a media altura, intentando calmar la tensión que de pronto había surgido en el ambiente, al mismo tiempo que de forma simbólica trataba de poder coger la gran esfera, aunque eso sería un acto poco inteligente, por lo que se quedó a medio camino.
De pronto, de forma inesperada, el Claire salió de esa esfera transformada en el gran lobo que antes se habían encontrado. Las sospechas se confirmaban; era ella. La esfera había quedado como una estela de humo que poco a poco desaparecía en el aire, y la bestia salvaje se abalanzó sin dudarlo un solo segundo sobre Alward, al cual interceptó en su pecho, lo agarró con sus patas delanteras y acabó por tirarlo al suelo.
El Sevna sentía calor, muchísima calor, el aura que rodeaba al lobo se había incrementado y brillaba con más fuerza que nunca, parecía fuera de sí. Este atacaba al humano sin cesar, con sus patas y sus fauces, mientras tanto, el castaño trataba de defenderse como podía. Suerte que tenía una buena armadura, pero su suerte no dudaría eternamente, y el calor iba en aumento. Tenía que quitarse a la bestia de encima, antes de que sus fuerzas se agotasen y se desencadenara el más desastroso final posible.
-N-no puede ser...-Miró a Oromë a los ojos, ambos, sin decir una sola palabra, sabían qué pasaba, o al menos lo intuían. No podía ser coincidencia, y no en el mismo lugar en el que la misma dragona le había herido.
Aún sostenía a la pequeña en brazos, seguía inconsciente, pero ahora temía que despertara... ¿Qué ocurriría? ¿Sería de verdad lo que sospechaban?
-Tenemos que sacarla de aquí-Volvió a levantar de nuevo la vista para hablarle a Oromë
En ese momento, Claire hizo pequeños movimientos; se estaba despertando. Poco a poco abría los ojos, Alward entonces se puso un poco nervioso.
-Cl-Claire...-Dijo al tiempo que ambos cruzaban sus miradas
-...-Unos pocos segundos duró el proceso del despertar y la plena consciencia de sí misma, el suficiente como para asustarse y transformar su gesto apacible en uno de puro terror y desorientación.
-Tranquila, aquí estás a salvo-Adoptó un tono neutral y apaciguador
La joven, lejos de calmarse, empezó a moverse de forma inquieta entre los brazos del castaño. Arrugó el rostro, y poco a poco su piel se notaba más y más caliente hasta adoptar alrededor suya una espeluznante aura cálida y con un tono rojizo. La temperatura ambiente pronto subió, y el Sevna terminó por soltar de sus brazos a la niña, la cual se había rodeado por completo del aura, la cual se había intensificado tanto en potencia como en color, parecía una esfera de fuego pura. Con miedo, el humano dio un par de pasos atrás, pero luego rectificó, frunció el ceño y tiró de valentía.
-¡Claire, soy yo; Alward!-Dijo alzando su brazo derecho a media altura, intentando calmar la tensión que de pronto había surgido en el ambiente, al mismo tiempo que de forma simbólica trataba de poder coger la gran esfera, aunque eso sería un acto poco inteligente, por lo que se quedó a medio camino.
De pronto, de forma inesperada, el Claire salió de esa esfera transformada en el gran lobo que antes se habían encontrado. Las sospechas se confirmaban; era ella. La esfera había quedado como una estela de humo que poco a poco desaparecía en el aire, y la bestia salvaje se abalanzó sin dudarlo un solo segundo sobre Alward, al cual interceptó en su pecho, lo agarró con sus patas delanteras y acabó por tirarlo al suelo.
El Sevna sentía calor, muchísima calor, el aura que rodeaba al lobo se había incrementado y brillaba con más fuerza que nunca, parecía fuera de sí. Este atacaba al humano sin cesar, con sus patas y sus fauces, mientras tanto, el castaño trataba de defenderse como podía. Suerte que tenía una buena armadura, pero su suerte no dudaría eternamente, y el calor iba en aumento. Tenía que quitarse a la bestia de encima, antes de que sus fuerzas se agotasen y se desencadenara el más desastroso final posible.
Alward Sevna
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Re: Cuando la inocencia es abrasada [Privado-Consecuencia del Ohdà] [Cerrado]
-¿Qué otra explicación habría? ¡Mírala!- Oromë estaba desenfrenada, la niña no era humana sino una bestia. ¿Por que? Entendería si fuera un licantropo pero estos no brillaban como pequeños soles ardientes. Algo estaba mal, y ahora era más consciente de esa sensación aplastante en ella.
Tragó con fuerza y sintió como si su saliva fuese ácido, aún así asintió hacia Alward y se levantó esperando a que su compañero cargara a la niña para regresar a la casa del granjero.
---------------------------
Si las cosas fueran más simples la niña no se habría despertado hasta llegar a la casa pero ¿Quién habría esperado una reacción así? Mejor que pasara en los bosques y no rodeada de más personas y toneladas de madera.
-Claire...- Trató suavemente pero fue inútil, la pequeña seguía ardiendo más y más y su propio estomago se contrajo y la sensación de ardor creciendo dentro de ella era cada vez más insoportable. "Te conozco, te conozco" Pensó con horror, pero no era ella quien hablaba y tampoco se refería a la pequeña Claire, era algo mas.
Solo fueron segundos pero se sintieron eternos mientras ahora la loba saltaba sobre Alward y chasqueaba sus dientes hacía él, su propio peso y calor a nada de fundir la armadura y luego su piel y su carne hasta no dejar nada. -¡Alward!- Gritó, el miedo de que algo le pasara fue desgarrador, mientras su propio cuerpo se abalanzaba hacía ellos y empujaba a la enorme bestia lejos de Alward. Sus manos eran puramente humanas y estas se sujetaban con fuerza al cuello de Claire, los gruñidos de ella y los gritos de dolor de Oromë entremezclándose.
Ella se sacudía con fuerza para que la dragona la soltara, y luchaba para morderla, pero la postura que llevaban incapacitaba tal acción, pero así como Alward se podría haber convertido en una antorcha humana, ella pronto acabaría igual. Pero no podía soltarla.
-¡Claire! Por favor, yo lo sé... se lo que se siente, no eres tu ¿verdad?- Su voz era tan difícil de convocar cuando se sentía llena de burbujas a punto de explotar, las puntas de su cabello chamuscándose a cada segundo. -Sientes que vas a explotar y que vomitaras todo como un volcán en erupción, que no hay un lugar lo suficientemente oscuro o frío para apagar toda esa luz ni tampoco ahogar tanto fuego... Yo lo sé, lo sentí... a veces lo siento y no puedo dormir porque el día no se acaba ni cuando cierro mis ojos...- Sus manos no daban más, su cuerpo tampoco. Su ropa estaba quemada en varias partes y su piel estaba al rojo vivo. -Eso no te maneja, tu lo controlas, eres un Stellazios...- Y la soltó, se dejó caer con fuerza al suelo y gruñó entre dientes para no seguir gritando. Lo soportaría, ya había soportado algo mucho peor y la habían salvado de ello. Solo esperaba ser capaz de ayudar a la niña al recordar aquella pequeña charla en aquel Ohda tan lejano. Lo que daría por regresar a aquel día.
La loba aún gruñía pero no se acercó a atacarla, simplemente se limitaba a observarla con aquellos ojos ardientes en fuego. -Déjame ver tu cara Claire...yo sé que no quieres herir a nadie y mucho menos a Alward-
Tragó con fuerza y sintió como si su saliva fuese ácido, aún así asintió hacia Alward y se levantó esperando a que su compañero cargara a la niña para regresar a la casa del granjero.
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Si las cosas fueran más simples la niña no se habría despertado hasta llegar a la casa pero ¿Quién habría esperado una reacción así? Mejor que pasara en los bosques y no rodeada de más personas y toneladas de madera.
-Claire...- Trató suavemente pero fue inútil, la pequeña seguía ardiendo más y más y su propio estomago se contrajo y la sensación de ardor creciendo dentro de ella era cada vez más insoportable. "Te conozco, te conozco" Pensó con horror, pero no era ella quien hablaba y tampoco se refería a la pequeña Claire, era algo mas.
Solo fueron segundos pero se sintieron eternos mientras ahora la loba saltaba sobre Alward y chasqueaba sus dientes hacía él, su propio peso y calor a nada de fundir la armadura y luego su piel y su carne hasta no dejar nada. -¡Alward!- Gritó, el miedo de que algo le pasara fue desgarrador, mientras su propio cuerpo se abalanzaba hacía ellos y empujaba a la enorme bestia lejos de Alward. Sus manos eran puramente humanas y estas se sujetaban con fuerza al cuello de Claire, los gruñidos de ella y los gritos de dolor de Oromë entremezclándose.
Ella se sacudía con fuerza para que la dragona la soltara, y luchaba para morderla, pero la postura que llevaban incapacitaba tal acción, pero así como Alward se podría haber convertido en una antorcha humana, ella pronto acabaría igual. Pero no podía soltarla.
-¡Claire! Por favor, yo lo sé... se lo que se siente, no eres tu ¿verdad?- Su voz era tan difícil de convocar cuando se sentía llena de burbujas a punto de explotar, las puntas de su cabello chamuscándose a cada segundo. -Sientes que vas a explotar y que vomitaras todo como un volcán en erupción, que no hay un lugar lo suficientemente oscuro o frío para apagar toda esa luz ni tampoco ahogar tanto fuego... Yo lo sé, lo sentí... a veces lo siento y no puedo dormir porque el día no se acaba ni cuando cierro mis ojos...- Sus manos no daban más, su cuerpo tampoco. Su ropa estaba quemada en varias partes y su piel estaba al rojo vivo. -Eso no te maneja, tu lo controlas, eres un Stellazios...- Y la soltó, se dejó caer con fuerza al suelo y gruñó entre dientes para no seguir gritando. Lo soportaría, ya había soportado algo mucho peor y la habían salvado de ello. Solo esperaba ser capaz de ayudar a la niña al recordar aquella pequeña charla en aquel Ohda tan lejano. Lo que daría por regresar a aquel día.
La loba aún gruñía pero no se acercó a atacarla, simplemente se limitaba a observarla con aquellos ojos ardientes en fuego. -Déjame ver tu cara Claire...yo sé que no quieres herir a nadie y mucho menos a Alward-
Oromë Vánadóttir
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Re: Cuando la inocencia es abrasada [Privado-Consecuencia del Ohdà] [Cerrado]
Notaba todo el calor de ese ser llameante sobre su pecho, su rostro se tintó de negro, como si fuera un carbonero. Por suerte, su armadura resistió a aquel ataque, y al protegerse con los brazos, el fuego no le quemó la cara.
Quedó un poco desorientado y aturdido, intentó levantarse, pero veía que le costaba. Necesitaba unos segundos para recobrar el aliento. Escuchaba a Oromë gritarle a Claire, la intentaba calmar... ¿Sería capaz? No podía aventurarse en decirlo. Quería ayudar, pero no podía en ese momento. Apretó los dientes y se puso a gatas, agarrando así la tierra blanda de aquel suelo con fuerza.
Cuando vio que volvía en sí y todo se le pasaba, se puso de rodillas, relajando el agarre y soltando toda la tierra que había acumulado en las palmas de sus manos. Se pasó su mano derecha por el rostro para limpiarse todo el rastro de aquella capa negruzca que le recubría, aunque más que mejorarlo, ahora se llenó también de tierra.
Pudo ver a Oromë y Claire juntas. La pequeña aún en su forma de lobo, pero el brillo fulgurante de su alrededor poco a poco menguaba hasta que quedó en nada y nuevamente se transformó en humana, con la túnica blanca e intacta que antes portaba, un detalle a tener en cuenta, sabiendo que por lo general, los licántropos pierden sus ropas al transformarse... ¿Sería también efecto de aquel tipo de "magia" que la envolvía?
"Eres una Stellazio", oyó. Eso hizo que el humano esbozara una sonrisa fugaz, la cual fue sustituida por un gesto de esfuerzo al intentar ponerse en pie, cosa que logró. Sentía como si le hubiese pasado por encima un dragón y le hubieran metido en una caldera a fuego vivo.
La niña respiraba con pesadez, recostada de lado en el suelo, mirando hacia la dragona. Estaba asustada y desorientada, eso le llevó a casi un estado de parálisis momentáneo.
Alward llegó caminando con esfuerzo. Poco a poco iba recuperando sus fuerzas, pero no podía esconder que estaba dolorido.
-...Claire...-Echó gran cantidad de aire de sus pulmones, para luego retomar un poco la respiración normal-No tienes nada que temer. Estás a salvo...-Le tendió una mano para ayudarla a levantarse, cosa que, temblorosa y llena de dudas, la niña aceptó.
Así la chica se levantó. Le temblaban las rodillas, por lo que no soltó la mano de Alward hasta que estuvo segura de que podía estabilizarse. Incluso el humano le tendió la otra mano, cosa que la joven aceptó.
-...Al...-Lo miró a los ojos-¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado?
-Calma...-Le dijo con un tono tranquilizador-¿Puedes andar?
-S-sí...-Dijo soltándose de las manos del castaño. Acto seguido, miró hacia Oromë-...La mujer de los ojos bonitos...
Alward se agachó, para ponerse a la altura de Claire, hincando así una rodilla en el suelo
-Claire... Haz memoria, ¿Cómo has llegado aquí?
La joven suspiró e hizo un gesto de esfuerzo, arrugando el rostro y frunciendo el ceño
-Recuerdo... El Ohdà-Al decir esto, Alward miró a Oromë por un segundo, para luego volver a centrar su atención en la pequeña-Tras encontrarnos con vosotros, dejé de estar con Puck y Ned. Me fui con otras niñas del orfanato para ver los rituales... Y quise ser como ellas, así que me vestí como tal y me colé en los altares junto a los ídolos...-Se pausó, para poder recordar más-Luego, me acuerdo de un destello y... Nada más, hasta ahora
-...-Miró nuevamente a Oromë-¿Qué piensas?-Le preguntó
Tras la respuesta de la dragona, supo qué tenía que hacer, al menos de momento. No podía dejarla allí sola, a su suerte.
-Acompáñanos, Claire. Vamos a llevarte a un lugar seguro.
Quedó un poco desorientado y aturdido, intentó levantarse, pero veía que le costaba. Necesitaba unos segundos para recobrar el aliento. Escuchaba a Oromë gritarle a Claire, la intentaba calmar... ¿Sería capaz? No podía aventurarse en decirlo. Quería ayudar, pero no podía en ese momento. Apretó los dientes y se puso a gatas, agarrando así la tierra blanda de aquel suelo con fuerza.
Cuando vio que volvía en sí y todo se le pasaba, se puso de rodillas, relajando el agarre y soltando toda la tierra que había acumulado en las palmas de sus manos. Se pasó su mano derecha por el rostro para limpiarse todo el rastro de aquella capa negruzca que le recubría, aunque más que mejorarlo, ahora se llenó también de tierra.
Pudo ver a Oromë y Claire juntas. La pequeña aún en su forma de lobo, pero el brillo fulgurante de su alrededor poco a poco menguaba hasta que quedó en nada y nuevamente se transformó en humana, con la túnica blanca e intacta que antes portaba, un detalle a tener en cuenta, sabiendo que por lo general, los licántropos pierden sus ropas al transformarse... ¿Sería también efecto de aquel tipo de "magia" que la envolvía?
"Eres una Stellazio", oyó. Eso hizo que el humano esbozara una sonrisa fugaz, la cual fue sustituida por un gesto de esfuerzo al intentar ponerse en pie, cosa que logró. Sentía como si le hubiese pasado por encima un dragón y le hubieran metido en una caldera a fuego vivo.
La niña respiraba con pesadez, recostada de lado en el suelo, mirando hacia la dragona. Estaba asustada y desorientada, eso le llevó a casi un estado de parálisis momentáneo.
Alward llegó caminando con esfuerzo. Poco a poco iba recuperando sus fuerzas, pero no podía esconder que estaba dolorido.
-...Claire...-Echó gran cantidad de aire de sus pulmones, para luego retomar un poco la respiración normal-No tienes nada que temer. Estás a salvo...-Le tendió una mano para ayudarla a levantarse, cosa que, temblorosa y llena de dudas, la niña aceptó.
Así la chica se levantó. Le temblaban las rodillas, por lo que no soltó la mano de Alward hasta que estuvo segura de que podía estabilizarse. Incluso el humano le tendió la otra mano, cosa que la joven aceptó.
-...Al...-Lo miró a los ojos-¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado?
-Calma...-Le dijo con un tono tranquilizador-¿Puedes andar?
-S-sí...-Dijo soltándose de las manos del castaño. Acto seguido, miró hacia Oromë-...La mujer de los ojos bonitos...
Alward se agachó, para ponerse a la altura de Claire, hincando así una rodilla en el suelo
-Claire... Haz memoria, ¿Cómo has llegado aquí?
La joven suspiró e hizo un gesto de esfuerzo, arrugando el rostro y frunciendo el ceño
-Recuerdo... El Ohdà-Al decir esto, Alward miró a Oromë por un segundo, para luego volver a centrar su atención en la pequeña-Tras encontrarnos con vosotros, dejé de estar con Puck y Ned. Me fui con otras niñas del orfanato para ver los rituales... Y quise ser como ellas, así que me vestí como tal y me colé en los altares junto a los ídolos...-Se pausó, para poder recordar más-Luego, me acuerdo de un destello y... Nada más, hasta ahora
-...-Miró nuevamente a Oromë-¿Qué piensas?-Le preguntó
Tras la respuesta de la dragona, supo qué tenía que hacer, al menos de momento. No podía dejarla allí sola, a su suerte.
-Acompáñanos, Claire. Vamos a llevarte a un lugar seguro.
Alward Sevna
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Re: Cuando la inocencia es abrasada [Privado-Consecuencia del Ohdà] [Cerrado]
Todo su cuerpo ardía, no sabía donde terminaba una oleada de dolor y comenzaba la siguiente. Solo podía observar a Claire que se fijaba en ella sin realmente observarla; la dragona por su parte le hacía compañía en el suelo, no porque se hubiese agachado a su lado sino que desde el momento en que la soltó no pudo levantarse más.
La preocupación por el estado de Alward volvía a ser su primer pensamiento pero no había forma que se parara pronto, aunque su figura comenzó a asomarse por el borde de su visión y la tensión que no sabía que tenía en sus músculos se relajó junto con el dolor que remitió un poco mas.
Ambos hablaban demasiado bajo, tal vez una consecuencia de lo que había pasado y Oromë se los quedó mirando, un poco fuera de sus propios pensamientos, atontada y sin creer que estuvo por muy poco de morir calcinada. La voz de Claire se volvió más clara para ella y esta le dedico una ligera sonrisa. -Hola pequeña- Su garganta estaba áspera y mataría por un trago de agua. Seguramente había donde Epons pero para ello tendría que levantarse y caminar hasta ella un buen tramo.
Mientras luchaba por arrodillarse, escuchaba la historia de Claire, frunciendo el ceño un poco por el dolor y otro por lo que oía. "No me gusta nada" pensó mientras contaba sus heridas y quemaduras, así como su traje se pegaba sobre estas en una maraña de piel rojiza y cuero achicharrado. Su cabello estaba algo quemado y eso le haría perder unos cuantos centímetros de largo pero no le importaba demasiado. Deseaba una ducha para quitarse la pesadez y el olor a carne chamuscada.
-¿Recuerdas lo que te conté? Fue algo semejante conmigo. Yo no lo recuerdo muy bien, pero los elfos me dijeron que lucía como una centella y que de no ser por Áddila habría estallado.- Aunque la sensación de quemarse viva y nada que lo parara si que la recordaba muy bien. Se miró las manos llenas de ampollas y suspiró con nerviosismo. -Quiero pensar que no es esto que yo creo, pero si lo es los elfos podría ayudarla- No quería entrar en mas detalles que eso, en parte porque Oromë no creía del todo que la Diosa Imbar podría salvarla, no si los Dragones Ancestrales que ella adoraba no habían dado señales de protegerla. ¿Por qué lo haría otra por la que ella no daba una moneda a su favor?. Ademas estaba la otra razón y era en parte algo horrible de pensar pero ¿Alward miraría a la niña con el mismo cariño que antes o sentiría la misma repulsión por ella por tener un objeto maldito dentro?. Definitivamente no había una bendición en ello aunque en el caso de la dragona, dependía de como se viese.
Logró ponerse de pie con algo de dificultad, haciendo todo un trabajo para que sus manos no tocaran el suelo-Cuando lleguemos los curare a ambos- No miró a ninguno de los dos, especialmente al hombre que lo más probable sería que estuviera frunciendo el ceño en señal de asco. "Si solo supieras que para mi tampoco es tan divertido..."Pensó con odio hacia si misma y en parte hacia él.
La preocupación por el estado de Alward volvía a ser su primer pensamiento pero no había forma que se parara pronto, aunque su figura comenzó a asomarse por el borde de su visión y la tensión que no sabía que tenía en sus músculos se relajó junto con el dolor que remitió un poco mas.
Ambos hablaban demasiado bajo, tal vez una consecuencia de lo que había pasado y Oromë se los quedó mirando, un poco fuera de sus propios pensamientos, atontada y sin creer que estuvo por muy poco de morir calcinada. La voz de Claire se volvió más clara para ella y esta le dedico una ligera sonrisa. -Hola pequeña- Su garganta estaba áspera y mataría por un trago de agua. Seguramente había donde Epons pero para ello tendría que levantarse y caminar hasta ella un buen tramo.
Mientras luchaba por arrodillarse, escuchaba la historia de Claire, frunciendo el ceño un poco por el dolor y otro por lo que oía. "No me gusta nada" pensó mientras contaba sus heridas y quemaduras, así como su traje se pegaba sobre estas en una maraña de piel rojiza y cuero achicharrado. Su cabello estaba algo quemado y eso le haría perder unos cuantos centímetros de largo pero no le importaba demasiado. Deseaba una ducha para quitarse la pesadez y el olor a carne chamuscada.
-¿Recuerdas lo que te conté? Fue algo semejante conmigo. Yo no lo recuerdo muy bien, pero los elfos me dijeron que lucía como una centella y que de no ser por Áddila habría estallado.- Aunque la sensación de quemarse viva y nada que lo parara si que la recordaba muy bien. Se miró las manos llenas de ampollas y suspiró con nerviosismo. -Quiero pensar que no es esto que yo creo, pero si lo es los elfos podría ayudarla- No quería entrar en mas detalles que eso, en parte porque Oromë no creía del todo que la Diosa Imbar podría salvarla, no si los Dragones Ancestrales que ella adoraba no habían dado señales de protegerla. ¿Por qué lo haría otra por la que ella no daba una moneda a su favor?. Ademas estaba la otra razón y era en parte algo horrible de pensar pero ¿Alward miraría a la niña con el mismo cariño que antes o sentiría la misma repulsión por ella por tener un objeto maldito dentro?. Definitivamente no había una bendición en ello aunque en el caso de la dragona, dependía de como se viese.
Logró ponerse de pie con algo de dificultad, haciendo todo un trabajo para que sus manos no tocaran el suelo-Cuando lleguemos los curare a ambos- No miró a ninguno de los dos, especialmente al hombre que lo más probable sería que estuviera frunciendo el ceño en señal de asco. "Si solo supieras que para mi tampoco es tan divertido..."Pensó con odio hacia si misma y en parte hacia él.
Oromë Vánadóttir
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Re: Cuando la inocencia es abrasada [Privado-Consecuencia del Ohdà] [Cerrado]
Regresaron a la granja, y volvieron con algo más que la simple muerte del lobo ígneo, el cual era su objetivo en primera instancia. Las cosas no habían resultado ser tan sencillas, y ahora sobre Alward y Oromë recaía una responsabilidad moral bastante grande, ¿Estaría la peliplateada a la altura? Eso esperaba el Sevna, porque realmente no sabía si él mismo lo estaría.
¿Qué harían? Eso es algo que sin lugar a dudas Raven Mars debería decidir. Pidieron estar un momento a solas con él, y el granjero se lo concedió, aunque miró con cierta extrañeza a la pequeña en cuanto la vio llegar junto al humano y la dragona. La historia de que era una simple niña que se habían encontrado en el bosque quizás no lo convenció del todo, pero era lo único que podían poner como excusa.
Mars había ayudado a aquella familia a despejar un poco los alrededores de cadáveres, agrupándolos a todos en un par de piras para así quemarlos. El olor a muerte y putrefacción desapareció del lugar, ahora tan solo quedaba parte de tierra calcinada y un silencio inquietante, en el que ni los pájaros del bosque se atrevían a romper.
Así que allí estaban, Alward, Oromë, Mars y... La pequeña, subida a lomos de Epons, un poco asustada por toda la situación en la que se había visto envuelta, mirando a los mayores con duda y reticencia. Raven le lanzó una mirada penetrante, al mismo tiempo que en su cabeza rondaba la incredulidad por la historia que tanto su pupilo como la peliplateada habáin contado.
-...-Devolvió la mirada a los otros dos mayores-En todos mis años recorriendo Aerandir, jamás me había topado con nada parecido-Dijo-Tenemos una misión, y lo sabes, chico-Miró muy seriamente a Alward
-...Lo sé...-Agachó la mirada y apretó la mandíbula-...Pero tampoco podemos dejarla así como así, ¿Quién sabe cuando volverá a pasar... "Eso?-Dijo haciendo referencia a la transformación en el lobo ígneo de la pequeña
-...-Un mohín se hizo presente en su rostro, al mismo tiempo que desviaba de nuevo su atención a la pequeña, la cual lo miraba con temor-Por supuesto-Volvió a centrar su atención en los mayores-Pero una cosa no quita la otra
Alward se quedó callado unos segundos, mirando de reojo a Oromë, para ver si esta decía algo que arrojase un poco de luz sobre aquella turbia situación.
-...¿Y si la llevamos con nosotros hasta Dundarak?
-¿Quieres que se transforme y nos mate?-Replicó-Además, sabes de sobra que este viaje no es para una niña, chico-Dijo con un tono brusco
-¡Podemos llevarla con los elfos cuando terminemos en Dundarak!-Sugirió
-¿¡Es que acaso no escuchas, mendrugo!?-Se cruzó de brazos-¡Este viaje puede ser solo de ida, y lo sabes!
-P-pero...
-¡Nada de "peros"!-Cortó con un grave y fuerte tono de voz-No podemos encargarnos de la niña-Suavizó su tono, pero aún manteniendo su decisión
-¿Y la dejaremos aquí, sin más?
En ese momento, Claire se mostró aún más asustada, aterrorizada ante la idea de estar sola. Mars la miró, y acto seguido, suspiró. Miró a Oromë él esta vez, para ver de qué parte estaba la dragona.
-¿¡Qué harías si fuera tu hija!? ¡La querrías llevar al fin del mundo contigo! ¿Verdad?
Ahí, Alward tocó la fibra sensible de Mars, aunque más que relajarse, el "Jefe" se puso a la defensiva, y respondió con más enojo que antes.
-¡Pamela está muerta!-Dijo, aunque aún no se había acostumbrado a esa frase ni a esa realidad, a pesar de los años que habían pasado-¡No es el mismo caso!-Sentenció
-¡Pues hazlo al menos por tu honor!-Replicó
Quedaron unos segundos de silencio. Ante tanta vociferación y discusión, Claire se sentía bastante acongojada, mirando sucesivamente a uno y a otro mientras discutían. Las voces llegaban incluso a la casa del granjero, a pesar de que estaban lejos del edificio, el cual salió a su porche para curiosear qué pasaba.
Raven se encontraba ante una situación moral difícil. Alward, por su parte, lo tenía claro; quería llevarlo todo por delante, en su mente no estaba la idea de morir en Dundarak, y con esa mentalidad, quería que, después de rescatar a Luna, fueran con los elfos que curaron a Oromë para que pudieran hacer algo con la pequeña, al menos que no perdiese el control cuando se transformase.
Finalmente, Mars dio un poco de su brazo a torcer. Desvió su mirada hacia Oromë.
-Señora Oromë, usted debe de encargarse del cuidado de la niña-Dijo. Acto seguido, miró a Alward-La llevaremos con nosotros a Dundarak, y allí nuestros caminos se separarán.-Dijo haciendo referencia a los caminos de Oromë con el de ellos dos-Debe de llevarla ante los elfos que la curaron
-Nos reuniremos con vosotras allá donde estéis-Miró a Claire, se acercó a ella y le agarró ambas manos. Epons bufó, como si de alguna forma, ella también hubiese dado el visto bueno al plan. El humano entonces miró a los ojos a la pequeña-Te prometo que nadie te dejará sola
No era lo que Alward esperaba, pero sí que era la mejor opción que tenían. Una vez hecho el plan de Dundarak, irían con premura para reunirse con ambas. No era un viaje de ida, el Sevna no lo contemplaba así. Al final acabarían volviendo todos juntos a Lunargenta.
-V-vale...-Asintió, con cierta duda-Al...-Llamó al humano, justo antes de que este le soltara las manos-...Eres muy bueno-Sonrió, y seguramente, por primera vez en mucho tiempo-Pero... ¿La señorita Oromë querrá?-Dijo mirándola, con un poco de timidez
¿Qué harían? Eso es algo que sin lugar a dudas Raven Mars debería decidir. Pidieron estar un momento a solas con él, y el granjero se lo concedió, aunque miró con cierta extrañeza a la pequeña en cuanto la vio llegar junto al humano y la dragona. La historia de que era una simple niña que se habían encontrado en el bosque quizás no lo convenció del todo, pero era lo único que podían poner como excusa.
Mars había ayudado a aquella familia a despejar un poco los alrededores de cadáveres, agrupándolos a todos en un par de piras para así quemarlos. El olor a muerte y putrefacción desapareció del lugar, ahora tan solo quedaba parte de tierra calcinada y un silencio inquietante, en el que ni los pájaros del bosque se atrevían a romper.
Así que allí estaban, Alward, Oromë, Mars y... La pequeña, subida a lomos de Epons, un poco asustada por toda la situación en la que se había visto envuelta, mirando a los mayores con duda y reticencia. Raven le lanzó una mirada penetrante, al mismo tiempo que en su cabeza rondaba la incredulidad por la historia que tanto su pupilo como la peliplateada habáin contado.
-...-Devolvió la mirada a los otros dos mayores-En todos mis años recorriendo Aerandir, jamás me había topado con nada parecido-Dijo-Tenemos una misión, y lo sabes, chico-Miró muy seriamente a Alward
-...Lo sé...-Agachó la mirada y apretó la mandíbula-...Pero tampoco podemos dejarla así como así, ¿Quién sabe cuando volverá a pasar... "Eso?-Dijo haciendo referencia a la transformación en el lobo ígneo de la pequeña
-...-Un mohín se hizo presente en su rostro, al mismo tiempo que desviaba de nuevo su atención a la pequeña, la cual lo miraba con temor-Por supuesto-Volvió a centrar su atención en los mayores-Pero una cosa no quita la otra
Alward se quedó callado unos segundos, mirando de reojo a Oromë, para ver si esta decía algo que arrojase un poco de luz sobre aquella turbia situación.
-...¿Y si la llevamos con nosotros hasta Dundarak?
-¿Quieres que se transforme y nos mate?-Replicó-Además, sabes de sobra que este viaje no es para una niña, chico-Dijo con un tono brusco
-¡Podemos llevarla con los elfos cuando terminemos en Dundarak!-Sugirió
-¿¡Es que acaso no escuchas, mendrugo!?-Se cruzó de brazos-¡Este viaje puede ser solo de ida, y lo sabes!
-P-pero...
-¡Nada de "peros"!-Cortó con un grave y fuerte tono de voz-No podemos encargarnos de la niña-Suavizó su tono, pero aún manteniendo su decisión
-¿Y la dejaremos aquí, sin más?
En ese momento, Claire se mostró aún más asustada, aterrorizada ante la idea de estar sola. Mars la miró, y acto seguido, suspiró. Miró a Oromë él esta vez, para ver de qué parte estaba la dragona.
-¿¡Qué harías si fuera tu hija!? ¡La querrías llevar al fin del mundo contigo! ¿Verdad?
Ahí, Alward tocó la fibra sensible de Mars, aunque más que relajarse, el "Jefe" se puso a la defensiva, y respondió con más enojo que antes.
-¡Pamela está muerta!-Dijo, aunque aún no se había acostumbrado a esa frase ni a esa realidad, a pesar de los años que habían pasado-¡No es el mismo caso!-Sentenció
-¡Pues hazlo al menos por tu honor!-Replicó
Quedaron unos segundos de silencio. Ante tanta vociferación y discusión, Claire se sentía bastante acongojada, mirando sucesivamente a uno y a otro mientras discutían. Las voces llegaban incluso a la casa del granjero, a pesar de que estaban lejos del edificio, el cual salió a su porche para curiosear qué pasaba.
Raven se encontraba ante una situación moral difícil. Alward, por su parte, lo tenía claro; quería llevarlo todo por delante, en su mente no estaba la idea de morir en Dundarak, y con esa mentalidad, quería que, después de rescatar a Luna, fueran con los elfos que curaron a Oromë para que pudieran hacer algo con la pequeña, al menos que no perdiese el control cuando se transformase.
Finalmente, Mars dio un poco de su brazo a torcer. Desvió su mirada hacia Oromë.
-Señora Oromë, usted debe de encargarse del cuidado de la niña-Dijo. Acto seguido, miró a Alward-La llevaremos con nosotros a Dundarak, y allí nuestros caminos se separarán.-Dijo haciendo referencia a los caminos de Oromë con el de ellos dos-Debe de llevarla ante los elfos que la curaron
-Nos reuniremos con vosotras allá donde estéis-Miró a Claire, se acercó a ella y le agarró ambas manos. Epons bufó, como si de alguna forma, ella también hubiese dado el visto bueno al plan. El humano entonces miró a los ojos a la pequeña-Te prometo que nadie te dejará sola
No era lo que Alward esperaba, pero sí que era la mejor opción que tenían. Una vez hecho el plan de Dundarak, irían con premura para reunirse con ambas. No era un viaje de ida, el Sevna no lo contemplaba así. Al final acabarían volviendo todos juntos a Lunargenta.
-V-vale...-Asintió, con cierta duda-Al...-Llamó al humano, justo antes de que este le soltara las manos-...Eres muy bueno-Sonrió, y seguramente, por primera vez en mucho tiempo-Pero... ¿La señorita Oromë querrá?-Dijo mirándola, con un poco de timidez
Alward Sevna
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Re: Cuando la inocencia es abrasada [Privado-Consecuencia del Ohdà] [Cerrado]
No era necesario decir que el camino de regreso a la granja fue una agonía para el cuerpo de Oromë, e imaginaba que para Alward con toda su armadura sería incluso peor. Ella se sujetaba a las bridas de Epons temiendo tropezarse con sus propias piernas. De tanto en tanto observaba el perfil de Claire que se encogía más y más como si esperara desaparecer si se volvía una bola. ¿Qué clase de pensamientos cruzarían su cabeza para que se transformara de aquella manera?¿Se le iría la olla como a ella?.
Oromë pasaba la vista entre ambos hombres, dejando a Alward ser el portavoz de los acontecimientos -como casi siempre dejaba a todo el mundo cuando le parecía una molestia o, como en este caso, estaba muy cansada como para intentarlo- pero eso no significaba que no fuera a aportar bocado cuando la situación lo requería, cansancio de muerte o no. -Raven espero comprendas que de esto no debes decirle nada a nadie a menos que quieras que te maten por ello- La dragona seguía con la vista en la niña y su semblante era triste, considerando todo lo que ahora le tocaría a la pequeña vivir si nadie la curaba. Dudaba que el fuego en su interior pudiera hacer algo contra ello, no era una herida ni una enfermedad, era una maldición.
Por un segundo Claire la miró a ella cuando ambos hombres discutían sobre que el viaje era solo de ida y la dragona le sujetó la mano, apretándola suavemente por un instante, pero no pudo separarse cuando lo intentó, y se preguntó si ahora era la pequeña quien apretaba su mano a cambio. -No puede quedarse sola y tampoco podemos dejarla o conseguirle una familia adoptiva, su vida y la de quienes la rodeen estarán siempre en peligro- Lo sabía mejor que ellos, las opciones eran pocas y las personas en quien confiar eran mucho mas escasas. Pocas personas sabían lo que Oromë llevaba dentro suyo y por el bien de ellos y de su propia vida no podía quedarse demasiado tiempo en la Ciudad Lagarto -o en cualquier otro lugar-; no deseaba otra visita del ejercito y sus nuevos enemigos.
La dragona solo los miró a ambos considerando las opciones. Si ellas eran iguales, que dos objetos estuvieran juntos era ciertamente una sentencia de muerte, ¿Pero acaso tenía opciones? Aún quedaba la mitad del camino hacia Dundarak, Elide estaría allí y no podría quedarse a charlar cuanto quisiera, ni siquiera en un intento vago de hacer tiempo para asegurarse de que Alward regresaba, ella debía de volver pronto por Sena antes de que se quedara sin sangre.
"Niña, mujer, soldado, asesina, ladrona, objeto, amiga, enemiga, amante, madre, niñera... ¿Cuando me convertí en todo eso?" La cabeza comenzaba a dolerle y definitivamente le dolería más, no podía decir que no. Era eso o nada, y necesitaría algo de ayuda si ahora se encargaría de dos niñas. -De acuerdo, aún no sabemos que detonó el cambio de forma, el viaje servirá para ayudarla a no cambiar tan seguido, y si es necesario detenerla soy la mejor opción... O al menos cuando me mejore un poco- Levantó su otra mano mostrando las ampollas que ya había reventado para quitar el agua y mientras lo hacía el granjero hizo acto de presencia haciendo una mueca a la herida. -¡Señorita! su mano necesita tratamiento, mi esposa tiene un ungüento para eso, le diré que lo traiga de inmediato... Mejor entren los tres, se ve que necesitan un poco de cuidado y la niña debe de tener hambre- Asintió de forma comedida y se alejó de nuevo en busca de su mujer.
Le estaban pidiendo demasiado a ella y Oromë estaba haciendo lo mismo con Claire al tratar de averiguar tan pronto si controlaba o no el cambio y como pararlo... No podías pedirle eso a un niño y menos un cambiaforma, era parte de su naturaleza y era como esperar que el sol diera menos sol. -Todo estará bien- Le sonrió a la pequeña una vez que alejó la mirada de Alward con palabras que no servirían de nada decir. -Te presentaré a Sena cuando regresemos, seguramente se harán buenas amigas ya que en apariencia tienen la misma edad o eso creo.- Claire pareció recuperar la alegría un momento y abandonó la timidez anterior preguntándole cosas sobre ella, a lo que la dragona respondió con amabilidad pero luego le frunció el ceño con autoridad al esperar que no pelearan por ser un licantropo y un vampiro.
Oromë pasaba la vista entre ambos hombres, dejando a Alward ser el portavoz de los acontecimientos -como casi siempre dejaba a todo el mundo cuando le parecía una molestia o, como en este caso, estaba muy cansada como para intentarlo- pero eso no significaba que no fuera a aportar bocado cuando la situación lo requería, cansancio de muerte o no. -Raven espero comprendas que de esto no debes decirle nada a nadie a menos que quieras que te maten por ello- La dragona seguía con la vista en la niña y su semblante era triste, considerando todo lo que ahora le tocaría a la pequeña vivir si nadie la curaba. Dudaba que el fuego en su interior pudiera hacer algo contra ello, no era una herida ni una enfermedad, era una maldición.
Por un segundo Claire la miró a ella cuando ambos hombres discutían sobre que el viaje era solo de ida y la dragona le sujetó la mano, apretándola suavemente por un instante, pero no pudo separarse cuando lo intentó, y se preguntó si ahora era la pequeña quien apretaba su mano a cambio. -No puede quedarse sola y tampoco podemos dejarla o conseguirle una familia adoptiva, su vida y la de quienes la rodeen estarán siempre en peligro- Lo sabía mejor que ellos, las opciones eran pocas y las personas en quien confiar eran mucho mas escasas. Pocas personas sabían lo que Oromë llevaba dentro suyo y por el bien de ellos y de su propia vida no podía quedarse demasiado tiempo en la Ciudad Lagarto -o en cualquier otro lugar-; no deseaba otra visita del ejercito y sus nuevos enemigos.
La dragona solo los miró a ambos considerando las opciones. Si ellas eran iguales, que dos objetos estuvieran juntos era ciertamente una sentencia de muerte, ¿Pero acaso tenía opciones? Aún quedaba la mitad del camino hacia Dundarak, Elide estaría allí y no podría quedarse a charlar cuanto quisiera, ni siquiera en un intento vago de hacer tiempo para asegurarse de que Alward regresaba, ella debía de volver pronto por Sena antes de que se quedara sin sangre.
"Niña, mujer, soldado, asesina, ladrona, objeto, amiga, enemiga, amante, madre, niñera... ¿Cuando me convertí en todo eso?" La cabeza comenzaba a dolerle y definitivamente le dolería más, no podía decir que no. Era eso o nada, y necesitaría algo de ayuda si ahora se encargaría de dos niñas. -De acuerdo, aún no sabemos que detonó el cambio de forma, el viaje servirá para ayudarla a no cambiar tan seguido, y si es necesario detenerla soy la mejor opción... O al menos cuando me mejore un poco- Levantó su otra mano mostrando las ampollas que ya había reventado para quitar el agua y mientras lo hacía el granjero hizo acto de presencia haciendo una mueca a la herida. -¡Señorita! su mano necesita tratamiento, mi esposa tiene un ungüento para eso, le diré que lo traiga de inmediato... Mejor entren los tres, se ve que necesitan un poco de cuidado y la niña debe de tener hambre- Asintió de forma comedida y se alejó de nuevo en busca de su mujer.
Le estaban pidiendo demasiado a ella y Oromë estaba haciendo lo mismo con Claire al tratar de averiguar tan pronto si controlaba o no el cambio y como pararlo... No podías pedirle eso a un niño y menos un cambiaforma, era parte de su naturaleza y era como esperar que el sol diera menos sol. -Todo estará bien- Le sonrió a la pequeña una vez que alejó la mirada de Alward con palabras que no servirían de nada decir. -Te presentaré a Sena cuando regresemos, seguramente se harán buenas amigas ya que en apariencia tienen la misma edad o eso creo.- Claire pareció recuperar la alegría un momento y abandonó la timidez anterior preguntándole cosas sobre ella, a lo que la dragona respondió con amabilidad pero luego le frunció el ceño con autoridad al esperar que no pelearan por ser un licantropo y un vampiro.
Oromë Vánadóttir
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