Se busca hombre de metal [Libre] [Cerrado]
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Se busca hombre de metal [Libre] [Cerrado]
Cinco esferas de cristal bailaban frente a sus ojos como si pesaran lo mismo que una pluma, cruzándose entre ellas, subiendo y bajando en una grácil coreografía. Eyre, aunque hacía su mejor esfuerzo por mantener la calma y la concentración, no podía evitar sonreír ante su progreso. No había creído poder mantener dos simultáneamente en el aire y ahora cinco, ¡cinco! eran alzadas mediante su telequinesis. Tras unos minutos, las frágiles esferas descendieron suavemente guiadas por la mirada de la bruja hasta posarse sobre una caja de madera cuyo interior, para protegerlas, estaba forrado en terciopelo. Una vez estuvieron a salvo, la jovencita por fin pudo darse el gusto de reír con júbilo y buscar la mirada de su ocasional mentora, esperando su aprobación.
-¿Ha estado bien, maestra Boisson?
Eyre nunca había pensado que tendría una clase con aquella dama cuyo nombre estaba envuelto por decenas de rumores y misterios. Muchas veces, cuando asistía a la academia con regularidad, se la había quedado mirando tras cruzársela en algún pasillo. La jovencita sentía una profunda admiración por esa mujer que, siendo tan joven, se había ganado un nombre en la sociedad de los brujos; era fuerte, era hermosa y era el orgullo de los suyos. Un gran ejemplo a seguir a ojos de una niña que se encontraba bastante perdida.
La misiva enviada por Meitner un día atrás había sido tan concisa como sorprendente. “Me retrasaré algunos días más, querida. Puedes acudir a la Profesora Boisson, es de confianza y mantendrá tu secreto.” Primero se había mostrado reticente pero, tras pensarlo mejor, ¿qué otra opción tenía? Era eso o seguir encerrada en la posada, esperando a que su anciana mentora decidiese aparecer. Ahora, aunque era extraño estar de nuevo tomando una clase en el Hekshold, no se arrepentía para nada de haber ido. Incluso lamentaba que la lección tuviera que llegar a su fin.
El sol comenzaba a descender y supo entonces que era hora de irse. Se levantó del pupitre, emprolijó los pliegues de su vestido y observó a la mayor con ojos brillantes de entusiasmo.
-Yo... no puedo esperar para volver mañana. ¡Muchas gracias por todo!
Quiso abrazarla, pero se contuvo. También, para qué mentir, deseó pedirle que la acompañara hasta su hospedaje, mas le daba vergüenza hacerle semejante petición a alguien de tamaña reputación, ya suficiente era que estuviese regalándole sus valiosos tiempo y sabiduría. Se despidió de ella con una reverencia y salió a paso rápido para no perder los pocos minutos de luz solar que quedaban; el trecho hasta la posada era largo y no le agradaba caminar sola en la noche, menos aún sabiendo que sus padres, muy probablemente, aún debían estar buscándola.
Afortunadamente el camino transcurrió sin ningún percance; con la capucha del vestido calada hasta la nariz nadie reparaba mucho en ella. Al llegar a la posada, atravesó rápidamente el salón comedor atestado de personas, saludó al dueño y se dirigió a la habitación, preguntándose si Matthew aún no había regresado tras su última rabieta. Posó una mano sobre el pomo de la puerta... Y se percató de que la cerradura había sido forzada.
Su corazón dio un vuelco y dio un paso hacia atrás. ¿Debía avisarle al posadero? Con la respiración agitada, empujó la puerta y esperó. Aparte del chirriar de los goznes, silencio. Inhaló profusamente, tomó coraje y entró.
No solo faltaba el humano, sino también Veintitrés.
Cada día, sin falta, el biocibernético la esperaba sentado en el borde de la cama. Podía estar allí horas enteras sin moverse ni un centímetro, silencioso y paciente hasta que alguien requiriese sus servicios. Sabía perfectamente que no debía salir solo porque llamaba mucho la atención. Eyre pudo sentir cómo se le cerraba la garganta y los ojos se le llenaban de lágrimas. Evidentemente, a juzgar por la cerradura forzada, Veintitrés no se había marchado por su cuenta.
No tuvo mucho tiempo para sopesar las opciones. La ira sobrepasó al miedo y, para cuando quiso darse cuenta, sus piernas ya la estaban llevando hacia el comedor. Esa era la única vía de entrada y salida, alguna de esas personas tendría que haber visto algo. Echó su capucha hacia atrás y se plantó en medio del salón. Pese a tener lágrimas goteándole del mentón, nadie le prestó atención... hasta que de su garganta emergió el chillido más agudo que había soltado en su vida:
-¿¡QUIÉN SE HA LLEVADO A MI BIOCIBERNÉTICO!?
Muchos se voltearon a mirarla, otros tantos rieron y comenzaron a cuchichear. Le ardía el rostro de vergüenza y le temblaban las manos. Alguien tenía que haber visto algo.
De algo estaba segura. Tenía que ir a buscar a la Profesora Boisson, ¡ella sabría ayudarla!
-¿Ha estado bien, maestra Boisson?
Eyre nunca había pensado que tendría una clase con aquella dama cuyo nombre estaba envuelto por decenas de rumores y misterios. Muchas veces, cuando asistía a la academia con regularidad, se la había quedado mirando tras cruzársela en algún pasillo. La jovencita sentía una profunda admiración por esa mujer que, siendo tan joven, se había ganado un nombre en la sociedad de los brujos; era fuerte, era hermosa y era el orgullo de los suyos. Un gran ejemplo a seguir a ojos de una niña que se encontraba bastante perdida.
La misiva enviada por Meitner un día atrás había sido tan concisa como sorprendente. “Me retrasaré algunos días más, querida. Puedes acudir a la Profesora Boisson, es de confianza y mantendrá tu secreto.” Primero se había mostrado reticente pero, tras pensarlo mejor, ¿qué otra opción tenía? Era eso o seguir encerrada en la posada, esperando a que su anciana mentora decidiese aparecer. Ahora, aunque era extraño estar de nuevo tomando una clase en el Hekshold, no se arrepentía para nada de haber ido. Incluso lamentaba que la lección tuviera que llegar a su fin.
El sol comenzaba a descender y supo entonces que era hora de irse. Se levantó del pupitre, emprolijó los pliegues de su vestido y observó a la mayor con ojos brillantes de entusiasmo.
-Yo... no puedo esperar para volver mañana. ¡Muchas gracias por todo!
Quiso abrazarla, pero se contuvo. También, para qué mentir, deseó pedirle que la acompañara hasta su hospedaje, mas le daba vergüenza hacerle semejante petición a alguien de tamaña reputación, ya suficiente era que estuviese regalándole sus valiosos tiempo y sabiduría. Se despidió de ella con una reverencia y salió a paso rápido para no perder los pocos minutos de luz solar que quedaban; el trecho hasta la posada era largo y no le agradaba caminar sola en la noche, menos aún sabiendo que sus padres, muy probablemente, aún debían estar buscándola.
Afortunadamente el camino transcurrió sin ningún percance; con la capucha del vestido calada hasta la nariz nadie reparaba mucho en ella. Al llegar a la posada, atravesó rápidamente el salón comedor atestado de personas, saludó al dueño y se dirigió a la habitación, preguntándose si Matthew aún no había regresado tras su última rabieta. Posó una mano sobre el pomo de la puerta... Y se percató de que la cerradura había sido forzada.
Su corazón dio un vuelco y dio un paso hacia atrás. ¿Debía avisarle al posadero? Con la respiración agitada, empujó la puerta y esperó. Aparte del chirriar de los goznes, silencio. Inhaló profusamente, tomó coraje y entró.
No solo faltaba el humano, sino también Veintitrés.
Cada día, sin falta, el biocibernético la esperaba sentado en el borde de la cama. Podía estar allí horas enteras sin moverse ni un centímetro, silencioso y paciente hasta que alguien requiriese sus servicios. Sabía perfectamente que no debía salir solo porque llamaba mucho la atención. Eyre pudo sentir cómo se le cerraba la garganta y los ojos se le llenaban de lágrimas. Evidentemente, a juzgar por la cerradura forzada, Veintitrés no se había marchado por su cuenta.
No tuvo mucho tiempo para sopesar las opciones. La ira sobrepasó al miedo y, para cuando quiso darse cuenta, sus piernas ya la estaban llevando hacia el comedor. Esa era la única vía de entrada y salida, alguna de esas personas tendría que haber visto algo. Echó su capucha hacia atrás y se plantó en medio del salón. Pese a tener lágrimas goteándole del mentón, nadie le prestó atención... hasta que de su garganta emergió el chillido más agudo que había soltado en su vida:
-¿¡QUIÉN SE HA LLEVADO A MI BIOCIBERNÉTICO!?
Muchos se voltearon a mirarla, otros tantos rieron y comenzaron a cuchichear. Le ardía el rostro de vergüenza y le temblaban las manos. Alguien tenía que haber visto algo.
De algo estaba segura. Tenía que ir a buscar a la Profesora Boisson, ¡ella sabría ayudarla!
Última edición por Eyre el Vie Sep 14 2018, 22:33, editado 1 vez
Eyre
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Re: Se busca hombre de metal [Libre] [Cerrado]
Llevaba una semana en la mansión, y había retomado mis clases en el Hekshold. El profesor Rutherford, catedrático de Myrddin, la casa a la que me había enviado mi madre, ya no se encontraba demasiado bien de salud por su avanzada edad. Por lo tanto, la profesora Meitner distribuía al resto de profesores de la casa. A mí me había asignado una clase que hasta el momento no había dado. ¡Telequinesis! ¿Qué más daba? Al final seguramente acabaría durando una semana y siendo sustituida cuando saliese otro contrato importante que me llevara, una vez más, al continente.
Las aventuras y cazar vampiros era lo que verdaderamente me llenaba. En lo que realmente era la mejor. Soportar a adolescentes imberbes era casi como una tortura para mí. Pero aquello era herencia de la política de mi difunta madre, Isabella: Integrarse en la educación del Hekshold como miembros de la clase alta de Beltrexus. Me había enrolado en el colegio de magia y, además de prominentes ingresos, los cuales no necesitaba, obtenía lo que quizás fuese más valioso: Prestigio.
Ninguno de mis chicos era un fuera de serie. Ya no los hacían como yo. La mayoría eran más parecidos a los amigos de Cassandra, unos lloricas acomplejados más interesados en la seducción que en aprender telequinesis. Contemplaba como la mayoría eran incapaces de levantar cinco tristes esferas de cristal. Quizás, mi error estaba en pensar que su potencial era el de ser futuros cazadores de vampiros. No. Lo máximo a lo que llegarían sería a ocupar algún alto cargo en el Hekshold y la telequinesia la utilizarían como mucho para hacer caer una manzana de un árbol. Ninguno de aquellos niños sufriría el duro entrenamiento que sufrimos yo o Cass.
Lo cierto es que ningún alumno tenía la menor idea de a lo que yo me dedicaba. Había rumores de todo tipo sobre mí. Pero lo único que sabían a ciencia cierta era que pasaba largos períodos de tiempo lejos de Beltrexus. Y que era habitualmente sustituida por ello. Ni siquiera se atrevían a acercarse al Palacio de los Vientos, aunque sabían donde estaba. Los muros estaban cerrados a cal y canto y los tupidos jardines bloqueaban casi cualquier visión.
Una de las chicas me sacó de mis pensamientos cuando se acercó a preguntarme qué tal lo había hecho.
-De sobra, Eyre. – le dije de brazos cruzada sin sonreír una palabra. Aquella joven, la niña bonita de la catedrática Meitner, era sin duda lo más salvable de la clase. Pero yo no era una mujer de lanzar alabanzas gratuitas. No era mi intención que se confiase. – Vas progresando. Déjalo por hoy. – respondí seca, como de costumbre. La chica estaba emocionada. Se notaba que sentía gran admiración por mí. No sé por qué, prefería dar miedo a aquellos mocosos. Probablemente la profesora Meitner hubiera tenido algo que ver. – Ya… No te preocupes. – le dije esbozando una forzada sonrisa tímida.
Ella gozó con el privilegio de ser la primera en salir por completar su actividad. El resto quedarían hasta la conclusión de ésta. Apenas antes de anochecer. Era la última sesión del día, por lo que rápidamente pude acercarme al Palacio de los Vientos. Que además de hogar actuaba como sede del gremio de cazadores de vampiros.
-Y aquí estamos... – me dije a mí misma observando la majestuosidad del palacio. Lázarus, el mayordomo, se encargó de abrirme la puerta y de recibirme con un.
-Maestra cazadora, ¿cómo le ha ido la clase? ¡Ha debido de tener un día agotador hoy! ¿Se han portado bien sus estudiantes? – preguntó con su siempre amable sonrisa el encorvado anciano.
-Por la cuenta que les trae… – comenté secándome con una toalla la lluvia de los brazos. - ¿Han llegado ya nuevos contratos? – pregunté, cambiando de tema. Y es que la docencia no era algo que me apasionara demasiado.
-]¡Oh! Maestra, cualquiera diría que no le gustan los niños. - bromeó. - ]Ya lo creo que sí. Será mejor que descanse y les eche un vistazo mañana. Por primera vez, tenemos todos los efectivos del gremio en el palacio.– Vaya. Aquello sí que era extraño. Se notaba que la guerra acababa de concluir, y las fuerzas se encontraban debilitadas.
-Estupendo. Gracias, Lázarus. – agradecí al fiel sirviente, quien ya había servido a mi madre, e incluso a mi abuela, la malvada Mortagglia.
En ese momento, las enormes verjas del Palacio de los Vientos comenzaron a cerrarse, precisamente, por mi telequinesis. El mayordomo entonces, introdujo la llave en la cerradura para cerrar la puerta. Y yo, esperándole, me crucé de brazos y contemplé el palacio. La mayor parte de las luces estaban encendidas. Señal de que había vida en el mismo. Aquello era casi algo inédito. Encima, con ropa ligera, me sentía mucho más liviana. Sentía como si pesase 20 kilos menos al no llevar rastro de armamento, ballestas pesadas, de mano y armadura. Echaba de menos aquella sensación.
-No hay nada como estar en casa. – me dije a mí misma con satisfacción.
Si nadie lo impedía, aquella noche iba, por fin, a dormir muy bien.
Las aventuras y cazar vampiros era lo que verdaderamente me llenaba. En lo que realmente era la mejor. Soportar a adolescentes imberbes era casi como una tortura para mí. Pero aquello era herencia de la política de mi difunta madre, Isabella: Integrarse en la educación del Hekshold como miembros de la clase alta de Beltrexus. Me había enrolado en el colegio de magia y, además de prominentes ingresos, los cuales no necesitaba, obtenía lo que quizás fuese más valioso: Prestigio.
Ninguno de mis chicos era un fuera de serie. Ya no los hacían como yo. La mayoría eran más parecidos a los amigos de Cassandra, unos lloricas acomplejados más interesados en la seducción que en aprender telequinesis. Contemplaba como la mayoría eran incapaces de levantar cinco tristes esferas de cristal. Quizás, mi error estaba en pensar que su potencial era el de ser futuros cazadores de vampiros. No. Lo máximo a lo que llegarían sería a ocupar algún alto cargo en el Hekshold y la telequinesia la utilizarían como mucho para hacer caer una manzana de un árbol. Ninguno de aquellos niños sufriría el duro entrenamiento que sufrimos yo o Cass.
Lo cierto es que ningún alumno tenía la menor idea de a lo que yo me dedicaba. Había rumores de todo tipo sobre mí. Pero lo único que sabían a ciencia cierta era que pasaba largos períodos de tiempo lejos de Beltrexus. Y que era habitualmente sustituida por ello. Ni siquiera se atrevían a acercarse al Palacio de los Vientos, aunque sabían donde estaba. Los muros estaban cerrados a cal y canto y los tupidos jardines bloqueaban casi cualquier visión.
Una de las chicas me sacó de mis pensamientos cuando se acercó a preguntarme qué tal lo había hecho.
-De sobra, Eyre. – le dije de brazos cruzada sin sonreír una palabra. Aquella joven, la niña bonita de la catedrática Meitner, era sin duda lo más salvable de la clase. Pero yo no era una mujer de lanzar alabanzas gratuitas. No era mi intención que se confiase. – Vas progresando. Déjalo por hoy. – respondí seca, como de costumbre. La chica estaba emocionada. Se notaba que sentía gran admiración por mí. No sé por qué, prefería dar miedo a aquellos mocosos. Probablemente la profesora Meitner hubiera tenido algo que ver. – Ya… No te preocupes. – le dije esbozando una forzada sonrisa tímida.
Ella gozó con el privilegio de ser la primera en salir por completar su actividad. El resto quedarían hasta la conclusión de ésta. Apenas antes de anochecer. Era la última sesión del día, por lo que rápidamente pude acercarme al Palacio de los Vientos. Que además de hogar actuaba como sede del gremio de cazadores de vampiros.
-Y aquí estamos... – me dije a mí misma observando la majestuosidad del palacio. Lázarus, el mayordomo, se encargó de abrirme la puerta y de recibirme con un.
-Maestra cazadora, ¿cómo le ha ido la clase? ¡Ha debido de tener un día agotador hoy! ¿Se han portado bien sus estudiantes? – preguntó con su siempre amable sonrisa el encorvado anciano.
-Por la cuenta que les trae… – comenté secándome con una toalla la lluvia de los brazos. - ¿Han llegado ya nuevos contratos? – pregunté, cambiando de tema. Y es que la docencia no era algo que me apasionara demasiado.
-]¡Oh! Maestra, cualquiera diría que no le gustan los niños. - bromeó. - ]Ya lo creo que sí. Será mejor que descanse y les eche un vistazo mañana. Por primera vez, tenemos todos los efectivos del gremio en el palacio.– Vaya. Aquello sí que era extraño. Se notaba que la guerra acababa de concluir, y las fuerzas se encontraban debilitadas.
-Estupendo. Gracias, Lázarus. – agradecí al fiel sirviente, quien ya había servido a mi madre, e incluso a mi abuela, la malvada Mortagglia.
En ese momento, las enormes verjas del Palacio de los Vientos comenzaron a cerrarse, precisamente, por mi telequinesis. El mayordomo entonces, introdujo la llave en la cerradura para cerrar la puerta. Y yo, esperándole, me crucé de brazos y contemplé el palacio. La mayor parte de las luces estaban encendidas. Señal de que había vida en el mismo. Aquello era casi algo inédito. Encima, con ropa ligera, me sentía mucho más liviana. Sentía como si pesase 20 kilos menos al no llevar rastro de armamento, ballestas pesadas, de mano y armadura. Echaba de menos aquella sensación.
-No hay nada como estar en casa. – me dije a mí misma con satisfacción.
Si nadie lo impedía, aquella noche iba, por fin, a dormir muy bien.
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Anastasia Boisson
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Re: Se busca hombre de metal [Libre] [Cerrado]
Un bostezo repentino, profundo y reconfortante salió de la boca de Alward mientras estaba en el camino a Beltrexus. Una embarcación le había dejado a unos kilómetros alejado de la ciudad y ahora tenía que trasladarse allí, tal y como había previsto. Iba acompañado por su amigo y compañero Ivens y por otra persona más; un humano más alto que ambos, corpulento y de rostro permanentemente serio, con unos rasgos duramente marcados y castigados por sus arrugas, acompañados de una barba canosa descuidada, aunque no larga. Tenía el pelo color negro, aunque con algunas partes entradas en canas. Se le notaba bastante maduro de edad.
Ivens y Alward conversaban en todo el camino, mientras que el otro hombre mantenía silencio y serenidad, no parecía inmutarse por nada en absoluto, y lideraba la marcha hacia la ciudad de los brujos; el antiguo hogar de Ivens, el cual dejó hace años y que volvía por primera vez en todo ese tiempo.
Por parte de Alward, hacía ya unos meses que dejó la Península de Verisar atrás junto a ese hombre misterioso. Su nombre real le era totalmente desconocido, y siempre respondía al seudónimo de "El Jefe". Dicho humano iba a reunirse con alguien importante en Beltrexus y necesitaba un guía, y nadie mejor que Ivens, el cual era natural de allí.
-Beltrexus te va a encantar, Al. Hay mucha paz, tranquilidad y, sobre todo, buena gente-Dijo con un ápice de nostalgia en sus dos últimas palabras
-¡Me lo has repetido como mil veces durante el viaje!-Dijo esbozando una sonrisa de complicidad. Se le notaba emoción al brujo por volver a su hogar, por lo que no pretendía cortar sus ánimos
-Es para que te entre en tu cabeza hueca-Respondió en tono burlesco
-¿Y... Cuánto hace que te fuiste?
-Con dieciocho años, era todo un niñato inexperto-Se cruzó de brazos-Sin duda pensaba que el mundo no sería tan terrible como en realidad es
Alward no respondió, simplemente se encogió de hombros agregando veracidad a la afirmación del brujo. Desvió la vista hacia El Jefe, el cual seguía caminando solemne, con porte erguido y rudo. Llevaba una armadura de cuero negra completamente ligera y dos espadas del tamaño de las del propio Alward colgaban de cada lado de sus caderas.
-Jefe...-Dijo intentando llamar su atención, cosa que no parecía surtir efecto ya que aquel tipo seguía igual-¿A quién has dicho que teníamos que ver?
-Lo sabrás en cuanto lleguemos, chico-Seco, directo y sin dar detalles. Era algo normal en él. Alward no pudo ver su rostro porque estaba de espaldas a él, pero seguramente lo hubiese dicho con el ceño fruncido. Aquella voz ronca y casi metálica tampoco es que invitara mucho a volver a preguntarle, pero el joven Sevna insistió.
-...Ya-Se pausó-Pero no estaría mal un poco de información, ¿No?
-No-Suspiró-Lo sabrás en cuanto lleguemos-Inquirió
Alward desvió la mirada hacia Ivens y ambos se encogieron de hombros sin poder sacarle mucho más al Jefe.
-Oye, ¿No te parece un poco siniestro este tío?-Dijo acercándose con cuidado a su amigo y susurrándole.
En ese momento, misterioso hombre se detuvo en seco y el brujo, al no esperárselo, chocó con su espalda y pegó un respingo hacia atrás, con la cara totalmente blanca y esperándose lo peor que le pudiera pasar, ¿Le había oído? Si fuese así, estaba perdido. Alward miró la escena con una sonrisa nerviosa.
-Chico, Brujo...-Dijo refiriéndose a sus dos acompañantes-Hemos llegado
Ivens entonces adelantó al hombre para poder admirar su hogar, Alward le imitó. Pudieron ver las casas rústicas y todo el poblado. Era una visión hermosa, alejada de las características ciudades de la península, sin duda, para el humano, era un paisaje que grabarse en su retina.
-¡Ah, mi Beltrexus, no ha cambiado nada!
-Ni que llevaras fuera veinte años-Se cruzó de brazos
El Jefe cortó el momento, abriéndose paso entre ambos compañeros con algo de rudeza y paso ligero.
-Vamos
Finalmente llegaron a una posada donde se supone que se reunirían con quien El Jefe esperaba. Siguió sin dar detalles y todo se mantuvo en una incógnita tanto para Alward como para Ivens. El grupo tomó una de las tantas mesas y jarras de cervezas todos excepto el joven Sevna, no le agradaba mucho la bebida.
-Oye... Jefe
El hombre, que estaba bebiendo, paró por un segundo para escuchar a Alward, aunque sin apartar la jarra de cerveza de su rostro, por lo que se le veían solamente los ojos, una mirada fría y penetrante atravesó al joven.
-¿Por qué siempre me llamas "Chico"?-Dijo mirando a Ivens, el cual estaba absorto bebiendo y sin darle mucha bola a la conversación-¿Y a él brujo?-Se pausó-Sabes perfectamente cómo me llamo
El Jefe soltó la jarra, con un rostro serio-Él es "Brujo" porque es un brujo, tú eres "Chico" porque eres un chico
-En todo caso, yo sería "Guerrero" o "Espadachín", ¿No?-Se cruzó de brazos-Además, ya soy bastante mayor como para que me digas "Chico"-Insistió
El hombre se inclinó hacia adelante, posando sus manos en la mesa y entrelazándolas. Inclinaba cada vez más la cabeza hasta que llegó al límite de donde podía hacerlo, siempre mirando a Alward; examinándolo, observándolo, analizándolo, con una mirada fría y calculadora. El joven se sintió bastante intimidado por ello y se echó un poco hacia atrás.
-No estás preparado para ser un "Guerrero" ni un "Espadachín". Eres como un bebé con dos espadas colgadas a la espalda. No tienes el coraje y la determinación suficiente y por eso estás aquí-Sus palabras eran duras, pero ciertas. Alward bajó la mirada y cayó. El Jefe se echó hacia atrás para recobrar su posición inicial, pero aún mirando con la misma intensidad al joven Sevna-Además-Se pausó para conseguir adquirir de nuevo la atención de Alward. A todo esto, Ivens miraba expectante la escena-Un verdadero guerrero con honor ayuda a los más desfavorecidos, daría su vida por la de los demás sin pensarlo. Incluso ayudaría a una pobre ancianita a resolver sus problemas más mundanos. Todo ello sin esperar nada a cambio.-Su tono era áspero, pero hablaba con sabiduría.
En ese momento, se escuchó un chillido que ensordeció al lugar por completo. Era una joven, la cual parecía estar muy furiosa y en problemas. Sin duda uno bastante grave. La taberna empezó a reír, pero de pronto, Ivens soltó una frase.
-¡Eh, Al!-Dijo llamando la atención del espadachín-¿Qué tal si la ayudas a ella?
Alward se quedó mirando fijamente a la joven. En realidad le daba una vergüenza tremenda el salir a calmarla, socorrerla o lo que sea que tuviese que hacer en ese momento para ayudarla. A lo mejor simplemente era una mera borracha que había estallado ahí en medio. Pero un orgullo y unas ganas por callarle la boca a aquel hombre de aspecto siniestro se apoderaron de Alward, tal y como la rabia y la furia lo hicieron con aquella joven.
-¡ESTÁ BIEN!-Alzó un poco la voz, aunque no demasiado. Se levantó y dio un golpe sobre la mesa con sus dos manos-¡IRÉ A VER QUÉ PASA!-Dijo mirando desafiante al Jefe
-Bien-Dijo agarrando de nuevo su jarra, como si la repentina actuación de Alward no le importase ni asombrara en absoluto
-¡LO VOY A HACER PARA QUE VEAS QUIÉN SOY!
-De acuerdo
-¡Ya verás!-Bajó su tono
-Estupendo
-Voy... A ir
-Adelante
Sin más, Alward tragó saliva muy fuerte y se dirigió hacia la chica. Estaba totalmente rojo como un tomate y sus pasos eran casi parecidos a los que daría un tronco; toscos.
-Eh, chica-Llamó su atención-¿T-tienes... Algún problema?
Ivens y Alward conversaban en todo el camino, mientras que el otro hombre mantenía silencio y serenidad, no parecía inmutarse por nada en absoluto, y lideraba la marcha hacia la ciudad de los brujos; el antiguo hogar de Ivens, el cual dejó hace años y que volvía por primera vez en todo ese tiempo.
Por parte de Alward, hacía ya unos meses que dejó la Península de Verisar atrás junto a ese hombre misterioso. Su nombre real le era totalmente desconocido, y siempre respondía al seudónimo de "El Jefe". Dicho humano iba a reunirse con alguien importante en Beltrexus y necesitaba un guía, y nadie mejor que Ivens, el cual era natural de allí.
-Beltrexus te va a encantar, Al. Hay mucha paz, tranquilidad y, sobre todo, buena gente-Dijo con un ápice de nostalgia en sus dos últimas palabras
-¡Me lo has repetido como mil veces durante el viaje!-Dijo esbozando una sonrisa de complicidad. Se le notaba emoción al brujo por volver a su hogar, por lo que no pretendía cortar sus ánimos
-Es para que te entre en tu cabeza hueca-Respondió en tono burlesco
-¿Y... Cuánto hace que te fuiste?
-Con dieciocho años, era todo un niñato inexperto-Se cruzó de brazos-Sin duda pensaba que el mundo no sería tan terrible como en realidad es
Alward no respondió, simplemente se encogió de hombros agregando veracidad a la afirmación del brujo. Desvió la vista hacia El Jefe, el cual seguía caminando solemne, con porte erguido y rudo. Llevaba una armadura de cuero negra completamente ligera y dos espadas del tamaño de las del propio Alward colgaban de cada lado de sus caderas.
-Jefe...-Dijo intentando llamar su atención, cosa que no parecía surtir efecto ya que aquel tipo seguía igual-¿A quién has dicho que teníamos que ver?
-Lo sabrás en cuanto lleguemos, chico-Seco, directo y sin dar detalles. Era algo normal en él. Alward no pudo ver su rostro porque estaba de espaldas a él, pero seguramente lo hubiese dicho con el ceño fruncido. Aquella voz ronca y casi metálica tampoco es que invitara mucho a volver a preguntarle, pero el joven Sevna insistió.
-...Ya-Se pausó-Pero no estaría mal un poco de información, ¿No?
-No-Suspiró-Lo sabrás en cuanto lleguemos-Inquirió
Alward desvió la mirada hacia Ivens y ambos se encogieron de hombros sin poder sacarle mucho más al Jefe.
-Oye, ¿No te parece un poco siniestro este tío?-Dijo acercándose con cuidado a su amigo y susurrándole.
En ese momento, misterioso hombre se detuvo en seco y el brujo, al no esperárselo, chocó con su espalda y pegó un respingo hacia atrás, con la cara totalmente blanca y esperándose lo peor que le pudiera pasar, ¿Le había oído? Si fuese así, estaba perdido. Alward miró la escena con una sonrisa nerviosa.
-Chico, Brujo...-Dijo refiriéndose a sus dos acompañantes-Hemos llegado
Ivens entonces adelantó al hombre para poder admirar su hogar, Alward le imitó. Pudieron ver las casas rústicas y todo el poblado. Era una visión hermosa, alejada de las características ciudades de la península, sin duda, para el humano, era un paisaje que grabarse en su retina.
-¡Ah, mi Beltrexus, no ha cambiado nada!
-Ni que llevaras fuera veinte años-Se cruzó de brazos
El Jefe cortó el momento, abriéndose paso entre ambos compañeros con algo de rudeza y paso ligero.
-Vamos
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Finalmente llegaron a una posada donde se supone que se reunirían con quien El Jefe esperaba. Siguió sin dar detalles y todo se mantuvo en una incógnita tanto para Alward como para Ivens. El grupo tomó una de las tantas mesas y jarras de cervezas todos excepto el joven Sevna, no le agradaba mucho la bebida.
-Oye... Jefe
El hombre, que estaba bebiendo, paró por un segundo para escuchar a Alward, aunque sin apartar la jarra de cerveza de su rostro, por lo que se le veían solamente los ojos, una mirada fría y penetrante atravesó al joven.
-¿Por qué siempre me llamas "Chico"?-Dijo mirando a Ivens, el cual estaba absorto bebiendo y sin darle mucha bola a la conversación-¿Y a él brujo?-Se pausó-Sabes perfectamente cómo me llamo
El Jefe soltó la jarra, con un rostro serio-Él es "Brujo" porque es un brujo, tú eres "Chico" porque eres un chico
-En todo caso, yo sería "Guerrero" o "Espadachín", ¿No?-Se cruzó de brazos-Además, ya soy bastante mayor como para que me digas "Chico"-Insistió
El hombre se inclinó hacia adelante, posando sus manos en la mesa y entrelazándolas. Inclinaba cada vez más la cabeza hasta que llegó al límite de donde podía hacerlo, siempre mirando a Alward; examinándolo, observándolo, analizándolo, con una mirada fría y calculadora. El joven se sintió bastante intimidado por ello y se echó un poco hacia atrás.
-No estás preparado para ser un "Guerrero" ni un "Espadachín". Eres como un bebé con dos espadas colgadas a la espalda. No tienes el coraje y la determinación suficiente y por eso estás aquí-Sus palabras eran duras, pero ciertas. Alward bajó la mirada y cayó. El Jefe se echó hacia atrás para recobrar su posición inicial, pero aún mirando con la misma intensidad al joven Sevna-Además-Se pausó para conseguir adquirir de nuevo la atención de Alward. A todo esto, Ivens miraba expectante la escena-Un verdadero guerrero con honor ayuda a los más desfavorecidos, daría su vida por la de los demás sin pensarlo. Incluso ayudaría a una pobre ancianita a resolver sus problemas más mundanos. Todo ello sin esperar nada a cambio.-Su tono era áspero, pero hablaba con sabiduría.
En ese momento, se escuchó un chillido que ensordeció al lugar por completo. Era una joven, la cual parecía estar muy furiosa y en problemas. Sin duda uno bastante grave. La taberna empezó a reír, pero de pronto, Ivens soltó una frase.
-¡Eh, Al!-Dijo llamando la atención del espadachín-¿Qué tal si la ayudas a ella?
Alward se quedó mirando fijamente a la joven. En realidad le daba una vergüenza tremenda el salir a calmarla, socorrerla o lo que sea que tuviese que hacer en ese momento para ayudarla. A lo mejor simplemente era una mera borracha que había estallado ahí en medio. Pero un orgullo y unas ganas por callarle la boca a aquel hombre de aspecto siniestro se apoderaron de Alward, tal y como la rabia y la furia lo hicieron con aquella joven.
-¡ESTÁ BIEN!-Alzó un poco la voz, aunque no demasiado. Se levantó y dio un golpe sobre la mesa con sus dos manos-¡IRÉ A VER QUÉ PASA!-Dijo mirando desafiante al Jefe
-Bien-Dijo agarrando de nuevo su jarra, como si la repentina actuación de Alward no le importase ni asombrara en absoluto
-¡LO VOY A HACER PARA QUE VEAS QUIÉN SOY!
-De acuerdo
-¡Ya verás!-Bajó su tono
-Estupendo
-Voy... A ir
-Adelante
Sin más, Alward tragó saliva muy fuerte y se dirigió hacia la chica. Estaba totalmente rojo como un tomate y sus pasos eran casi parecidos a los que daría un tronco; toscos.
-Eh, chica-Llamó su atención-¿T-tienes... Algún problema?
Alward Sevna
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Re: Se busca hombre de metal [Libre] [Cerrado]
Eyre sorbió la nariz, se instó a contener las lágrimas y observó, uno a uno, a quienes la rodeaban. Se encontró con sonrisas, indiferencia y gestos de preocupación a partes iguales; se notaba por sus ropas y sus acentos que la mayoría de quienes estaban allí cenando y bebiendo no eran nativos de las islas. Luego de la peste, las islas se habían llenado de forasteros con suficientes ganas de sobrevivir como para dejar sus vidas atrás.
Sólo uno de ellos, un hombre cuyo rostro estaba casi tan rojo como el de la bruja, se dignó a acercarse para ver qué le ocurría. Lamentablemente de su boca no habían salido las palabras más convenientes. Eyre arqueó una ceja, lo miró de arriba a bajo y espetó:
-¡Acabo de decir que me falta mi biocibernético! ¿¡Acaso no fui clara!?
La joven hechicera solía ser dulce y amable en su trato, especialmente con gente que no conocía. Pero, ahora, tenía los nervios de punta y no había lugar para la cortesía. Ya que el muchacho no parecía tener la información que necesitaba, le dio la espalda y encaró una vez más a la gente. El corazón le galopaba y le sudaban las manos. No tenía ni la más remota idea de cómo lograr que le hiciesen caso. De la impotencia, no pudo contener las lágrimas y pidió, esta vez, con la voz quebrada:
-Por favor... ¡Por favor! Si alguien... si alguien ha visto quién se ha llevado a Veintitrés...
Muchos prefirieron bajar la mirada y enfrascarse en sus jarras de cerveza, otros tantos simplemente siguieron conversando. Eyre estuvo a punto de darse por vencida, de ir a buscar a tientas por la ciudad, cuando oyó una conversación en particular proveniente de la mesa del fondo.
-Asegúrate de decirle a Bjorn que le ha roto el corazón a una mocosa, seguro le hará feliz. ¡Ja ja ja!
En ese instante fue como si todo a su alrededor se acallase. La tristeza se esfumó y ya no le temblaban las manos. Mientras cruzaba la sala, atentamente seguida por decenas de miradas, se secó las lágrimas con las mangas de su vestido. El hombre que había hablado, un tipo fornido y de piel curtida por el sol, ensanchó su sonrisa al verla llegar a la mesa.
-¿Se te perdió algo, preciosa? -Inquirió con sorna. Sus dos amigos rieron a coro.
-Mi biocibernético. -Respondió, seca, intentando agravar su voz- ¿Quién es Bjorn?
Los hombres se miraron entre sí, anonadados por la impertinencia de aquella mocosa. Ya fuera por intuición o por deducción, a esas alturas era obvio que escondían algo; su silencio sólo lo hacía aún más evidente. Eyre frunció el ceño. Estaba en contra de utilizar sus dones para dañar a la gente, pero... ¿de qué otra manera podía recuperar a su amigo? Sólo había una forma de hacerlo sin luchar, sin ponerse en peligro.
-¿Qué demonios te impor-... -Antes de que el sujeto pudiera acabar su frase, Eyre dio un paso adelante y apoyó, con una seca palmada, su mano en la frente ajena. El resto sucedió muy rápido, lo suficiente como para que los amigos del hombre no tuviesen tiempo de saltar sobre ella. Hann (al entrar en su mente supo que ese era su nombre) [1]sentiría cómo todo su cuerpo se entumecía y se calentaba, como si dentro de sus venas corriese fuego en vez de sangre. Sus sienes palpitarían y una única voz retumbaría entre las paredes de su cráneo, demandante, insistente, amenazadora.
-¿Quién se llevó al biocibernético?
-¡BJORN, BJORN! -Gritó, pero nadie lo escucharía. Todo sucedía en su mente.
-Dime dónde encontrarlo.
Vio la dirección clara y precisa. El corazón del hombre palpitaba muy rápido, si no lo soltaba probablemente tendría secuelas permanentes. Pero todavía quedaba una cosa: apenas lo soltase, Hann buscaría venganza. Para salvarse, Eyre manipuló con una ilusión el recuerdo más reciente del sujeto; en vez de recordar verla a ella llegar a la mesa, vería el rostro del muchacho ruborizado que se le había acercado momentos atrás. No por nada personal; simplemente era el último rostro que había visto y el que recordaba con más detalle como para usarlo de sustituto.
Al soltar al hombre, se apartó con brusquedad y salió corriendo a toda prisa hacia la salida del establecimiento. Al pasar junto al joven de la cara roja, le sugirió sin detenerse:
-¡Sal de aquí!
Hann acababa de ponerse de pie y miraba al joven con ojos inyectados en sangre. Todos los demás, ahora sí, se quedaron anonadados viendo hacia la puerta por la cual acababa de salir la bruja.
Y Eyre, por su parte, corría a toda prisa rumbo al Palacio de los Vientos. No podía ir sin ayuda al sitio donde tenían a Veintitrés.
[1] Uso de Maestría: Ilusiones.
Off rol 1: Lo siento, Alward, no es nada personal (?)
Off rol 2: Huri, si te parece bien, podés llegar a la parte en que Eyre llega al Palacio de los Vientos. No estaba segura de cómo anunciar su llegada (o si siquiera podría llegar a la puerta, con eso que dijiste sobre los muros que lo rodean) así que, si no te importa, ante la duda te lo dejo a vos ^^Uu
Sólo uno de ellos, un hombre cuyo rostro estaba casi tan rojo como el de la bruja, se dignó a acercarse para ver qué le ocurría. Lamentablemente de su boca no habían salido las palabras más convenientes. Eyre arqueó una ceja, lo miró de arriba a bajo y espetó:
-¡Acabo de decir que me falta mi biocibernético! ¿¡Acaso no fui clara!?
La joven hechicera solía ser dulce y amable en su trato, especialmente con gente que no conocía. Pero, ahora, tenía los nervios de punta y no había lugar para la cortesía. Ya que el muchacho no parecía tener la información que necesitaba, le dio la espalda y encaró una vez más a la gente. El corazón le galopaba y le sudaban las manos. No tenía ni la más remota idea de cómo lograr que le hiciesen caso. De la impotencia, no pudo contener las lágrimas y pidió, esta vez, con la voz quebrada:
-Por favor... ¡Por favor! Si alguien... si alguien ha visto quién se ha llevado a Veintitrés...
Muchos prefirieron bajar la mirada y enfrascarse en sus jarras de cerveza, otros tantos simplemente siguieron conversando. Eyre estuvo a punto de darse por vencida, de ir a buscar a tientas por la ciudad, cuando oyó una conversación en particular proveniente de la mesa del fondo.
-Asegúrate de decirle a Bjorn que le ha roto el corazón a una mocosa, seguro le hará feliz. ¡Ja ja ja!
En ese instante fue como si todo a su alrededor se acallase. La tristeza se esfumó y ya no le temblaban las manos. Mientras cruzaba la sala, atentamente seguida por decenas de miradas, se secó las lágrimas con las mangas de su vestido. El hombre que había hablado, un tipo fornido y de piel curtida por el sol, ensanchó su sonrisa al verla llegar a la mesa.
-¿Se te perdió algo, preciosa? -Inquirió con sorna. Sus dos amigos rieron a coro.
-Mi biocibernético. -Respondió, seca, intentando agravar su voz- ¿Quién es Bjorn?
Los hombres se miraron entre sí, anonadados por la impertinencia de aquella mocosa. Ya fuera por intuición o por deducción, a esas alturas era obvio que escondían algo; su silencio sólo lo hacía aún más evidente. Eyre frunció el ceño. Estaba en contra de utilizar sus dones para dañar a la gente, pero... ¿de qué otra manera podía recuperar a su amigo? Sólo había una forma de hacerlo sin luchar, sin ponerse en peligro.
-¿Qué demonios te impor-... -Antes de que el sujeto pudiera acabar su frase, Eyre dio un paso adelante y apoyó, con una seca palmada, su mano en la frente ajena. El resto sucedió muy rápido, lo suficiente como para que los amigos del hombre no tuviesen tiempo de saltar sobre ella. Hann (al entrar en su mente supo que ese era su nombre) [1]sentiría cómo todo su cuerpo se entumecía y se calentaba, como si dentro de sus venas corriese fuego en vez de sangre. Sus sienes palpitarían y una única voz retumbaría entre las paredes de su cráneo, demandante, insistente, amenazadora.
-¿Quién se llevó al biocibernético?
-¡BJORN, BJORN! -Gritó, pero nadie lo escucharía. Todo sucedía en su mente.
-Dime dónde encontrarlo.
Vio la dirección clara y precisa. El corazón del hombre palpitaba muy rápido, si no lo soltaba probablemente tendría secuelas permanentes. Pero todavía quedaba una cosa: apenas lo soltase, Hann buscaría venganza. Para salvarse, Eyre manipuló con una ilusión el recuerdo más reciente del sujeto; en vez de recordar verla a ella llegar a la mesa, vería el rostro del muchacho ruborizado que se le había acercado momentos atrás. No por nada personal; simplemente era el último rostro que había visto y el que recordaba con más detalle como para usarlo de sustituto.
Al soltar al hombre, se apartó con brusquedad y salió corriendo a toda prisa hacia la salida del establecimiento. Al pasar junto al joven de la cara roja, le sugirió sin detenerse:
-¡Sal de aquí!
Hann acababa de ponerse de pie y miraba al joven con ojos inyectados en sangre. Todos los demás, ahora sí, se quedaron anonadados viendo hacia la puerta por la cual acababa de salir la bruja.
Y Eyre, por su parte, corría a toda prisa rumbo al Palacio de los Vientos. No podía ir sin ayuda al sitio donde tenían a Veintitrés.
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[1] Uso de Maestría: Ilusiones.
Off rol 1: Lo siento, Alward, no es nada personal (?)
Off rol 2: Huri, si te parece bien, podés llegar a la parte en que Eyre llega al Palacio de los Vientos. No estaba segura de cómo anunciar su llegada (o si siquiera podría llegar a la puerta, con eso que dijiste sobre los muros que lo rodean) así que, si no te importa, ante la duda te lo dejo a vos ^^Uu
Eyre
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Re: Se busca hombre de metal [Libre] [Cerrado]
Junté mis manos y esperé a que el mayordomo cerrara la puerta. En ese momento, Jules se acercó hasta mi posición. El brujo parecía disfrutar de una vuelta por los jardines durante aquel atardecer que ya era casi nocturno.
-¡Cuánto tiempo sin verte, Huri! – así era como me llamaba en cariño. Traía una rosa con él la cual olfateó. Yo sonreí con cierta picaresca. Ya sabía lo que pretendía. – Incluso nos vemos más cuando estamos de cacería. Cualquiera diría que ya no quieres verme.
-Eso será porque cuando yo salí de casa por la mañana, tú aún seguías dormitando en tu habitación. – respondí bromista, señalándole.
-Hay que descansar… ¿No? – preguntó riendo y acercándose. – De todos modos, viéndonos siempre en los contextos de cacería, es difícil invitar a una chica a una copa. – Se puso la rosa delante de la cara, girándola. - ¿Le gustaría bajar conmigo al centro a tomar una copa conmigo, Lady Anastasia de Beltrexus? – reí bastante. Sus intentos de flirteo eran de todo menos sutiles. Siempre lo habían sido.
-Pues resulta que ahora soy yo quien está cansada. – dije girando la cabeza a un lado, haciéndome la interesante, poniendo una mano en la cintura, y con la otra rizando un mechón de cabello.
El brujo, que creía ser un romántico empedernido, se acercó hacia mí con una sonrisa y extendió sus brazos. Tomó mi mano con una.
-¿Y quién mejor que yo para rescatarte de tu prisión laboral? – preguntó alzando una ceja. – Tengo dinero para salvarte esta noche. – comentó sacando dos aeros.
-¡Ay! ¡Qué haría una pobre como yo sin usted y sus dos aeros, señor Roche! – comenté actuando, dejándome caer en sus brazos con los que me cogió, evitando que me pegara contra el suelo. Le estaba siguiendo el juego, pero lo más triste es que creía que lo estaba haciendo de verdad. Era tonto como él solo. Como si no me conociera. – Caigo rendida a sus brazos. Lléveme al bar, señor Roche. Lléveme. ¡Y sáqueme de esta enfermedad llamada amor al trabajo en la que me he metido! – Puse una voz cuanto menos estúpida e irreal para ser yo misma. Jules sonrió, creyendo que lo que decía era cierto.
Mi carácter era bastante diferente en confianza al que mostraba fuera. Que solía ser considerablemente agrio. Además, ya no escondía con la gente del palacio mi relación con el brujo. Sí que lo hacía de puertas afuera. Donde el brujo y yo manteníamos un trato de completa profesionalidad o amistad, sin ningún tipo de afecto por mi parte. Pese a sus intentos.
Precisamente, mis sentidos estaban muy agudizados por mi trabajo. Y si era capaz de detectar un gato negro en mitad de la oscuridad, mucho más a la persona que parecía acercarse corriendo al Palacio de los Vientos. – Calla. - Entrecerré los ojos para ver mejor de quién se trataba. Me levanté y me despegué de él.
Era un cuerpo joven y femenino. Y por la premura con la que se acercaba podía predecirse que algo le pasaba. – Abre la puerta, Lázarus. – pedí al amo de llaves, quien con cara de expectación, apremió a abrir la rejilla que daba acceso a la mansión. Jules ya se temía lo peor.
-Otra vez que alguien me arruinará la noche… - suspiró con una sonrisa que escondía un ligero fastidio.
Se trataba de Eyre, con todo lo que ello significaba. La pequeña llegaba exhausta. Pero lo cierto es que poca gente del exterior había venido desde fuera. Si llegaba tan fatigada, tenía que tener alguna buena razón. Tomé a la chiquilla por ambos brazos, me arrodillé y la agasajé un poco.
-Eyre, ¿qué ha pasado? – pregunté. Jules, por su parte, aguardó detrás de mí y se cruzó de brazos, mirando a la chica con expectación.
-¿Una de tus alumnas? Escucha pequeña, ahora la clase la tengo que dar yo. - comentó el brujo señalándose a sí mismo. Irónico, pero sin ofender. Si algo bueno tenía el brujo era justamente su carácter. Y aunque le molestara aquella intervención. Sabía que era por algo urgente.
Normalmente no dejaba entrar a nadie al Palacio de los Vientos. Eyre ya había hecho más que la mayoría, simplemente con llegar hasta los jardines y poder ver el majestuoso y tétrico edificio con las ventanas iluminadas en la noche.
*Off: No interactué con Alward porque no sé si vendrá o no.
-¡Cuánto tiempo sin verte, Huri! – así era como me llamaba en cariño. Traía una rosa con él la cual olfateó. Yo sonreí con cierta picaresca. Ya sabía lo que pretendía. – Incluso nos vemos más cuando estamos de cacería. Cualquiera diría que ya no quieres verme.
-Eso será porque cuando yo salí de casa por la mañana, tú aún seguías dormitando en tu habitación. – respondí bromista, señalándole.
-Hay que descansar… ¿No? – preguntó riendo y acercándose. – De todos modos, viéndonos siempre en los contextos de cacería, es difícil invitar a una chica a una copa. – Se puso la rosa delante de la cara, girándola. - ¿Le gustaría bajar conmigo al centro a tomar una copa conmigo, Lady Anastasia de Beltrexus? – reí bastante. Sus intentos de flirteo eran de todo menos sutiles. Siempre lo habían sido.
-Pues resulta que ahora soy yo quien está cansada. – dije girando la cabeza a un lado, haciéndome la interesante, poniendo una mano en la cintura, y con la otra rizando un mechón de cabello.
El brujo, que creía ser un romántico empedernido, se acercó hacia mí con una sonrisa y extendió sus brazos. Tomó mi mano con una.
-¿Y quién mejor que yo para rescatarte de tu prisión laboral? – preguntó alzando una ceja. – Tengo dinero para salvarte esta noche. – comentó sacando dos aeros.
-¡Ay! ¡Qué haría una pobre como yo sin usted y sus dos aeros, señor Roche! – comenté actuando, dejándome caer en sus brazos con los que me cogió, evitando que me pegara contra el suelo. Le estaba siguiendo el juego, pero lo más triste es que creía que lo estaba haciendo de verdad. Era tonto como él solo. Como si no me conociera. – Caigo rendida a sus brazos. Lléveme al bar, señor Roche. Lléveme. ¡Y sáqueme de esta enfermedad llamada amor al trabajo en la que me he metido! – Puse una voz cuanto menos estúpida e irreal para ser yo misma. Jules sonrió, creyendo que lo que decía era cierto.
Mi carácter era bastante diferente en confianza al que mostraba fuera. Que solía ser considerablemente agrio. Además, ya no escondía con la gente del palacio mi relación con el brujo. Sí que lo hacía de puertas afuera. Donde el brujo y yo manteníamos un trato de completa profesionalidad o amistad, sin ningún tipo de afecto por mi parte. Pese a sus intentos.
Precisamente, mis sentidos estaban muy agudizados por mi trabajo. Y si era capaz de detectar un gato negro en mitad de la oscuridad, mucho más a la persona que parecía acercarse corriendo al Palacio de los Vientos. – Calla. - Entrecerré los ojos para ver mejor de quién se trataba. Me levanté y me despegué de él.
Era un cuerpo joven y femenino. Y por la premura con la que se acercaba podía predecirse que algo le pasaba. – Abre la puerta, Lázarus. – pedí al amo de llaves, quien con cara de expectación, apremió a abrir la rejilla que daba acceso a la mansión. Jules ya se temía lo peor.
-Otra vez que alguien me arruinará la noche… - suspiró con una sonrisa que escondía un ligero fastidio.
Se trataba de Eyre, con todo lo que ello significaba. La pequeña llegaba exhausta. Pero lo cierto es que poca gente del exterior había venido desde fuera. Si llegaba tan fatigada, tenía que tener alguna buena razón. Tomé a la chiquilla por ambos brazos, me arrodillé y la agasajé un poco.
-Eyre, ¿qué ha pasado? – pregunté. Jules, por su parte, aguardó detrás de mí y se cruzó de brazos, mirando a la chica con expectación.
-¿Una de tus alumnas? Escucha pequeña, ahora la clase la tengo que dar yo. - comentó el brujo señalándose a sí mismo. Irónico, pero sin ofender. Si algo bueno tenía el brujo era justamente su carácter. Y aunque le molestara aquella intervención. Sabía que era por algo urgente.
Normalmente no dejaba entrar a nadie al Palacio de los Vientos. Eyre ya había hecho más que la mayoría, simplemente con llegar hasta los jardines y poder ver el majestuoso y tétrico edificio con las ventanas iluminadas en la noche.
*Off: No interactué con Alward porque no sé si vendrá o no.
Anastasia Boisson
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Re: Se busca hombre de metal [Libre] [Cerrado]
¡Pero qué desfachatez! El pobre Alward se quedó con una cara incrédula y más avergonzado aún cuando aquella chica le contestó de esa forma. Su única respuesta fue soltar una sonrisa nerviosa. Acto seguido, la joven se dirigió a una de las mesas, obviando todo lo demás que le rodeaba.
La muchacha salió corriendo no sin antes darle una extraña advertencia al humano.
-¿P-por qué tengo que...--Antes de que pudiese finalizar la frase, vio como uno de los sujetos con los que habló la chica se le acercaba con claros signos violentos y los ojos inyectados en pura ira.
En ese momento, El Jefe se levantó de la mesa, arrastrando su silla hacia atrás emitiendo un sonido chirriante que no se esforzó en ocultar.
-Brujo, pídeme otra jarra
Ivens asintió por inercia, ¿Qué iba a hacer? Se encaminaba hacia la dirección de Alward, por lo que probablemente le prestaría ayuda.
El hombre fornido y furioso se acercó a Alward con pasos firmes y desafiantes, alzando su puño y cargándolo para dar un brutal golpe a la cara del joven. Este cerró los ojos e interpuso sus manos como toda defensa ante la inesperada acometida de aquel sujeto.
Pasaron un par de segundos, no notó nada, seguía en pie, intacto... ¿Tal había sido el golpe que lo había dejado inconsciente? No podía ser... Escuchaba el murmullo de la taberna, sonidos de total sorpresa seguidos de un silencio incómodo. Alward apartó sus manos y abrió los ojos poco a poco. El Jefe estaba allí, a su lado, agarrando con una sola mano el puño de aquel sujeto envuelto en una ira repentina e inexplicable hacia el joven Sevna. El protector de Alward miraba con intensidad al sujeto, mientras que le apretaba el puño con una tremenda fuerza, haciéndoselo crujir.
El otro tipo que acompañaba al sujeto envuelto en ira se levantó y empezó a dar órdenes a ciertas mesas, seguramente fuesen conocidos suyos.
-¡Vosotros, id a por la chica!-Señalo a unos cuantos de un par de mesas-¡Vosotros, conmigo!-Señaló a otros tantos de otras mesas que estaban a su lado
Todos los indicaron se levantaron, mientras que El Jefe apretaba cada vez más el puño sin apartar la vista del sujeto. Este último empezaba a quejarse del dolor y a emitir gritos suplicantes.
Los mandados a por la chica salieron a trompicones de la taberna; eran unos cinco. Mientras que los otros se juntaron con el otro tipo; estos eran tres más el mencionado.
En ese instante se acercó Ivens con una jarra de cerveza llena a rebosar y se la ofreció al Jefe.
-Aquí tienes
Con la mano que le quedaba libre agarró la jarra y empezó a bebérsela de un solo trago, mientras que los sujetos, amenazantes, se acercaban a la posición de los tres junto con el tipo iracundo, que seguía siendo agarrado por El Jefe y sin posibilidad de poder zafarse del dolor.
-Brujo, quédate conmigo-Desvió su mirada hacia Alward-Chico, ve tras los que se han ido-Soltó de una vez al tipo iracundo, que se había arrodillado del dolor y le propinó un buen rodillazo en la mandíbula seguido de un golpe lateral con su puño que acabó por tumbarlo
-S-sí...-No tenía tiempo de cuestionarse nada, de todas formas iba a pelear se quedase en la taberna o no. Y también tenía que pedirle explicaciones a aquella chica. Parecía en apuros, pero por su culpa casi le parten la cara.
Sin más, el joven Sevna corrió hacia la salida de la taberna tras los hombres que iban tras la chica.
Los hombres, de aspecto totalmente dejados, bárbaros y con tantas cicatrices como músculos tenían, llegaron hasta la entrada de lo que parecía un castillo, un palacio, una... ¿Mansión? Era díficil de saber, ya que la oligarquía de Beltrexus podía permitirse cosas dignas de un mismísimo rey.
Alward llegó a los pocos segundos. Vio cómo los maleantes intentaban entrar en dicho lugar, pero antes de que el primero de ellos llegase a poner una sola mano en la entrada o el muro, les llamó.
-¡EH, INÚTILES!
Captó su atención, todos se giraron con mirada desafiante y rabiosa. Vieron al muchacho unos metros alejado, de brazos cruzados y una mirada intensa a la vez que esbozaba una sonrisa picaresca
-¡No está bien entrar en casas ajenas!-Dijo con un tono sarcástico, acercándose un par de pasos
Iban armados, aunque con armas toscas como palos o tablas de madera. Alguno tenía una daga, pero nada que le asustase.
Alward entonces se llevó ambas manos a las empuñaduras de sus armas cruzadas en su espalda y las desenvainó un poco, dejando mostrar tan solo el final de la hoja, mientras les mantenía la mirada a aquellos tipos.
-¿Qué vas a hacer tú solo contra cinco?
-Oh, ahora que lo mencionas...-Desenvainó por completo sus espadas-Nadie tiene por qué salir herido, simplemente marchaos a vuestras casas y haré como que no ha pasado nada-Dijo poniéndose en posición para combatir, ante la carcajada que soltaron los sujetos al escuchar a Alward decir tales cosas.
Uno de los hombres, el que habló, indicó con la cabeza y la mirada que fuesen a por el joven humano, cosa que aceptaron al momento y ejecutaron, no habría por qué gastar mayor esfuerzo en acabar con un solo hombre cuando la ventaja numérica era el factor determinante, al menos eso pensaban. Ambos iban armados con garrotes, por lo que debería tener cuidado, esas armas aunque no lo pareciesen podrían ser dolorosas y, depende del sitio donde impacte, podría causar más o menos secuelas.
No es como si no lo hubiese hecho miles de veces; dos tipos furiosos y armados corriendo hacia él con ganas de estamparles su arma contra su cabeza... Típico. Alward también corrió hacia ellos, dejando las espadas en una postura baja inclinadas hacia atrás, casi rozando el suelo. Era su típica postura para abalanzarse contra sus enemigos; figura encorvada y armas a modo aerodinámico; rápido, efectivo y sencillo.
Cuando llegó a la altura del primer oponente, este quiso ejecutar un fuerte golpe seco contra el suelo antes de que Alward pudiese reaccionar, pero de nuevo, todos caían en el mismo error. El joven no tuvo más que hacer una finta hacia la derecha y dar un fuerte golpe con su empuñadura en el lateral de la cabeza del aquel tipo, el cual se desestabilizó. En cuestión de milésimas, el segundo oponente se abalanzó hacia Alward, dando un fuerte golpe seco hacia el suelo, la misma acción que hizo su compañero. Esta vez si pilló al joven sin opción de esquivar, por lo que, con fuerza y tensión, interpuso sus espadas, cruzándolas, para amortiguar y parar el golpe. Con la fuerza y potencia de un garrote, el joven temió por la integridad de sus armas, pero por suerte resistieron el impacto. Por el rabillo del ojo vio cómo el otro tipo se estaba levantando, por lo que no podía quedarse aguantando el golpe por mucho más, así que soltó una patada en el estómago del oponente con el que estaba ocupado, echándolo hacia atrás.
Alward cambió su objetivo y antes de que este pudiese hacer nada, le clavó la espada de su diestra en el muslo para incapacitarlo, haciendo saltar la sangre y pegando dicho destinatario un grito desgarrador de dolor. Uno menos, el oponente que quedaba le propinó un fuerte golpe que paro con la espada diestra de nuevo y con la ayuda de la inercia que había tenido al sacarla del muslo de su rival. Esta vez el golpe fue mayor y dicha espada salió por los aires. Antes de que el maleante pudiese dar otro golpe, Alward hundió su espada zurda en el hombro de su oponente, acción que logró que este soltase su garrote. El joven Sevna tan solo tuvo que propinar un fuerte golpe con su empuñadura en el rostro de este para tumbarlo.
Cansado, pero victorioso; un herido incapacitado de una pierna y otro herido del hombro e inconsciente. No estaba mal, aunque aún quedaban tres, y solo tenía una espada, pues no sabía a dónde había ido a parar la otra. Alward jadeaba mientras barría con la mirada la zona, no encontró su espada y parecía que los tipos que quedaban no se amedrentaron ante la actuación del joven, al contrario, estaban más iracundos.
La muchacha salió corriendo no sin antes darle una extraña advertencia al humano.
-¿P-por qué tengo que...--Antes de que pudiese finalizar la frase, vio como uno de los sujetos con los que habló la chica se le acercaba con claros signos violentos y los ojos inyectados en pura ira.
En ese momento, El Jefe se levantó de la mesa, arrastrando su silla hacia atrás emitiendo un sonido chirriante que no se esforzó en ocultar.
-Brujo, pídeme otra jarra
Ivens asintió por inercia, ¿Qué iba a hacer? Se encaminaba hacia la dirección de Alward, por lo que probablemente le prestaría ayuda.
El hombre fornido y furioso se acercó a Alward con pasos firmes y desafiantes, alzando su puño y cargándolo para dar un brutal golpe a la cara del joven. Este cerró los ojos e interpuso sus manos como toda defensa ante la inesperada acometida de aquel sujeto.
Pasaron un par de segundos, no notó nada, seguía en pie, intacto... ¿Tal había sido el golpe que lo había dejado inconsciente? No podía ser... Escuchaba el murmullo de la taberna, sonidos de total sorpresa seguidos de un silencio incómodo. Alward apartó sus manos y abrió los ojos poco a poco. El Jefe estaba allí, a su lado, agarrando con una sola mano el puño de aquel sujeto envuelto en una ira repentina e inexplicable hacia el joven Sevna. El protector de Alward miraba con intensidad al sujeto, mientras que le apretaba el puño con una tremenda fuerza, haciéndoselo crujir.
El otro tipo que acompañaba al sujeto envuelto en ira se levantó y empezó a dar órdenes a ciertas mesas, seguramente fuesen conocidos suyos.
-¡Vosotros, id a por la chica!-Señalo a unos cuantos de un par de mesas-¡Vosotros, conmigo!-Señaló a otros tantos de otras mesas que estaban a su lado
Todos los indicaron se levantaron, mientras que El Jefe apretaba cada vez más el puño sin apartar la vista del sujeto. Este último empezaba a quejarse del dolor y a emitir gritos suplicantes.
Los mandados a por la chica salieron a trompicones de la taberna; eran unos cinco. Mientras que los otros se juntaron con el otro tipo; estos eran tres más el mencionado.
En ese instante se acercó Ivens con una jarra de cerveza llena a rebosar y se la ofreció al Jefe.
-Aquí tienes
Con la mano que le quedaba libre agarró la jarra y empezó a bebérsela de un solo trago, mientras que los sujetos, amenazantes, se acercaban a la posición de los tres junto con el tipo iracundo, que seguía siendo agarrado por El Jefe y sin posibilidad de poder zafarse del dolor.
-Brujo, quédate conmigo-Desvió su mirada hacia Alward-Chico, ve tras los que se han ido-Soltó de una vez al tipo iracundo, que se había arrodillado del dolor y le propinó un buen rodillazo en la mandíbula seguido de un golpe lateral con su puño que acabó por tumbarlo
-S-sí...-No tenía tiempo de cuestionarse nada, de todas formas iba a pelear se quedase en la taberna o no. Y también tenía que pedirle explicaciones a aquella chica. Parecía en apuros, pero por su culpa casi le parten la cara.
Sin más, el joven Sevna corrió hacia la salida de la taberna tras los hombres que iban tras la chica.
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Los hombres, de aspecto totalmente dejados, bárbaros y con tantas cicatrices como músculos tenían, llegaron hasta la entrada de lo que parecía un castillo, un palacio, una... ¿Mansión? Era díficil de saber, ya que la oligarquía de Beltrexus podía permitirse cosas dignas de un mismísimo rey.
Alward llegó a los pocos segundos. Vio cómo los maleantes intentaban entrar en dicho lugar, pero antes de que el primero de ellos llegase a poner una sola mano en la entrada o el muro, les llamó.
-¡EH, INÚTILES!
Captó su atención, todos se giraron con mirada desafiante y rabiosa. Vieron al muchacho unos metros alejado, de brazos cruzados y una mirada intensa a la vez que esbozaba una sonrisa picaresca
-¡No está bien entrar en casas ajenas!-Dijo con un tono sarcástico, acercándose un par de pasos
Iban armados, aunque con armas toscas como palos o tablas de madera. Alguno tenía una daga, pero nada que le asustase.
Alward entonces se llevó ambas manos a las empuñaduras de sus armas cruzadas en su espalda y las desenvainó un poco, dejando mostrar tan solo el final de la hoja, mientras les mantenía la mirada a aquellos tipos.
-¿Qué vas a hacer tú solo contra cinco?
-Oh, ahora que lo mencionas...-Desenvainó por completo sus espadas-Nadie tiene por qué salir herido, simplemente marchaos a vuestras casas y haré como que no ha pasado nada-Dijo poniéndose en posición para combatir, ante la carcajada que soltaron los sujetos al escuchar a Alward decir tales cosas.
Uno de los hombres, el que habló, indicó con la cabeza y la mirada que fuesen a por el joven humano, cosa que aceptaron al momento y ejecutaron, no habría por qué gastar mayor esfuerzo en acabar con un solo hombre cuando la ventaja numérica era el factor determinante, al menos eso pensaban. Ambos iban armados con garrotes, por lo que debería tener cuidado, esas armas aunque no lo pareciesen podrían ser dolorosas y, depende del sitio donde impacte, podría causar más o menos secuelas.
No es como si no lo hubiese hecho miles de veces; dos tipos furiosos y armados corriendo hacia él con ganas de estamparles su arma contra su cabeza... Típico. Alward también corrió hacia ellos, dejando las espadas en una postura baja inclinadas hacia atrás, casi rozando el suelo. Era su típica postura para abalanzarse contra sus enemigos; figura encorvada y armas a modo aerodinámico; rápido, efectivo y sencillo.
Cuando llegó a la altura del primer oponente, este quiso ejecutar un fuerte golpe seco contra el suelo antes de que Alward pudiese reaccionar, pero de nuevo, todos caían en el mismo error. El joven no tuvo más que hacer una finta hacia la derecha y dar un fuerte golpe con su empuñadura en el lateral de la cabeza del aquel tipo, el cual se desestabilizó. En cuestión de milésimas, el segundo oponente se abalanzó hacia Alward, dando un fuerte golpe seco hacia el suelo, la misma acción que hizo su compañero. Esta vez si pilló al joven sin opción de esquivar, por lo que, con fuerza y tensión, interpuso sus espadas, cruzándolas, para amortiguar y parar el golpe. Con la fuerza y potencia de un garrote, el joven temió por la integridad de sus armas, pero por suerte resistieron el impacto. Por el rabillo del ojo vio cómo el otro tipo se estaba levantando, por lo que no podía quedarse aguantando el golpe por mucho más, así que soltó una patada en el estómago del oponente con el que estaba ocupado, echándolo hacia atrás.
Alward cambió su objetivo y antes de que este pudiese hacer nada, le clavó la espada de su diestra en el muslo para incapacitarlo, haciendo saltar la sangre y pegando dicho destinatario un grito desgarrador de dolor. Uno menos, el oponente que quedaba le propinó un fuerte golpe que paro con la espada diestra de nuevo y con la ayuda de la inercia que había tenido al sacarla del muslo de su rival. Esta vez el golpe fue mayor y dicha espada salió por los aires. Antes de que el maleante pudiese dar otro golpe, Alward hundió su espada zurda en el hombro de su oponente, acción que logró que este soltase su garrote. El joven Sevna tan solo tuvo que propinar un fuerte golpe con su empuñadura en el rostro de este para tumbarlo.
Cansado, pero victorioso; un herido incapacitado de una pierna y otro herido del hombro e inconsciente. No estaba mal, aunque aún quedaban tres, y solo tenía una espada, pues no sabía a dónde había ido a parar la otra. Alward jadeaba mientras barría con la mirada la zona, no encontró su espada y parecía que los tipos que quedaban no se amedrentaron ante la actuación del joven, al contrario, estaban más iracundos.
Alward Sevna
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Re: Se busca hombre de metal [Libre] [Cerrado]
Los padres de Eyre la habían educado lo suficientemente bien como para hacerle saber que era de pésima educación presentarse en la casa de una persona sin anunciarse, de noche y con malas noticias; más aún cuando se trataba de alguien por quien se guardaba un profundo respeto. Sin embargo, la preocupación y el enojo nublaban la mente de la joven y apartaban, como nunca antes le había ocurrido, toda cortesía para dar lugar a la practicidad. Quizás para otros sus motivos eran tontos, ¿quien se preocupaba tanto por un simple biocibernético? Pero para ella...
Para ella los amigos eran lo más preciado, aunque estuviesen recubiertos de metal.
Para su sorpresa, las puertas se abrieron sin necesidad de llamar y no dudó un instante en apretar el paso para recorrer el último trecho. Poco más allá vislumbró a la maestra Boisson junto a un acompañante y, azorada por la carrera, tuvo que detenerse a recuperar el aliento antes de poder hablar.
-Mi amigo... en la posada... ¡alguien lo ha!... -Era difícil explicarse sin aire en los pulmones. Colorada hasta las orejas, tomó una gran bocanada de aire y exhaló de golpe: -¡Unas personas han secuestrado a mi compañero! -Posó sus manos sobre las ajenas y apretó con fuerza- Oh, señorita Boisson, en verdad siento venir así, pero... pero... ¡no sé a quién más acudir!
Solo tras decir aquello fue consciente del vergonzoso escenario en que se encontraba. Estaba en el patio de la maestra que Meitner le había recomendado, había irrumpido en su morada, acababa de notar que además había un hombre que parecía contrariado por su presencia y... y... ¡qué bochorno! ¿¡En qué estaba pensando!? La angustia se agolpó en su garganta y masculló un “lo siento” ininteligible antes de intentar apartarse. Quizás sería mejor darse la vuelta e ir por sí misma a encarar a esa gentuza, poniéndose en peligro, sí, pero sin incordiar a nadie.
Hizo el amago de darse la vuelta para volver sobre sus pasos cuando el inconfundible barullo de una escaramuza llegó a sus oídos, junto a una voz particularmente conocida. Sonaba demasiado cerca y no pudo evitar preguntarse cuáles eran las posibilidades de que su reciente “jugarreta” tuviese algo que ver con eso. -¡Oh, no!- Tragó saliva y sintió cómo su cuerpo languidecía, incapaz de soportar tantas emociones juntas, y se separó de la mujer para encaminarse hacia el portón. Si eso era su culpa, si la habían seguido hasta allí, lo mínimo que podía hacer era ir a dar la cara... por mucho que le temblasen las rodillas de solo pensarlo.
No se volteó para ver si era seguida por la mayor y su acompañante. Corrió hasta la entrada y, para su espanto, se encontró exactamente con lo que esperaba. Allí estaba el muchacho de la posada batiéndose a duelo, si así podía llamársele a esa injusta pelea, contra tres hombres. Al menos ya había dos en el suelo, pero seguía en desventaja y no parecía poder aguantar mucho más.
Esforzándose por controlar sus nervios, se plantó firmemente y concentró toda su energía en levantar las piedrecillas que había alrededor, tal como las esferas de cristal en la clase. No obstante ésta vez, con semejante presión, sólo consiguió levantar las más pequeñitas, que temblaban en el aire a punto de caerse. De sólo pensar que su profesora estaba viendo tan penosa demostración deseaba que se la tragase la tierra.
-E...¡Eh!
Gritó, o intentó hacerlo, pero sólo consiguió exhalar un temeroso hilito de voz. Los tres hombres no le hicieron ni caso; demasiado ocupados estaban en abalanzarse sobre su oponente con ansias de descuartizarlo. Eyre cerró con fuerza los ojos y sacudió las manos hacia adelante. Todas las piedrecillas se convirtieron en proyectiles que quizás no harían demasiado daño... pero sí que la notarían con eso.
Y vaya que lo hicieron. Al sentir que eran impactados por la espalda, los sujetos maldijeron en voz alta y se voltearon, sobándose las nucas y los sitios donde habían recibido los golpes. Sin embargo, apenas la vieron parecieron olvidar todo dolor, pues sus ojos brillaron con complacencia y esbozaron anchas sonrisas.
Acababan de encontrar a su verdadera víctima.
Eyre
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Re: Se busca hombre de metal [Libre] [Cerrado]
Eyre estaba muy nerviosa. Su piel temblaba, y su voz tiritaba. Mientras Jules se cruzaba de brazos y bufaba con sorna, yo me arrodillé y agasajé a la chica por sus bracitos. – Tranquila. ¿Estás segura de que lo han secuestrado y no se ha ido por su propio pie? ¿A hacer algo, quizás? – le pregunté. Aunque no recibiría respuesta.
Y no lo hizo pues parecía haber escuchado algo fuera. Hizo gala de un oído fino digno del mejor cazador más que de una bruja adolescente. La joven pareció escuchar algo fuera de los muros del Palacio de los Vientos. Abandonó nuestra ubicación para dirigirse al conflicto y Jules y yo fuimos tras ella. Fue entonces cuando descubrimos la gravedad del asunto.
¡Había seis hombres fuera! Dos de ellos, en suelo, y otros tres peleándose contra un sexto que parecía estar contra todos. Eyre rápidamente trató de socorrer al joven y atraer la atención de los bandidos. Así, en una deficiente demostración de lo que había aprendido en clase, sin duda fruto de los nervios, trató de lanzar unas pequeñas piedras a los tipos. Y lo consiguió.
Se acercaban hacia ella. Estaba claro que era su objetivo primordial, pero estando Jules y yo, no íbamos a permitir que le hicieran nada a la pequeña. – Ve a la mansión. Y no salgas. – le pedí sujetándola del hombro con fuerza y casi empujándola detrás de mí, para ponerla a salvo. – Busca a Cassandra Harrowmont. – comenté por decirle alguien cercano. La bruja debía estar en el palacio, y también la conocería de las clases, pues la tensái de tierra también era profesora en el Hekshold. ¿Pero me haría caso Eyre? Lo cierto es que no atendería mucho más, y por lo que me había dicho la profesora Meitner, era bastante rebelde.
No aparté un ápice la vista de los matones que ahora venían a por mí. Ante los cuales me postré desafiante con los puños cerrados. Jules Roche también dio un paso al frente y se cruzó de brazos. Aquellos matones de tres al cuarto parecían haberse olvidado del tipo al que estaban tratando de golpear. Habían cometido su mayor error.
-¿¡Cómo os atrevéis!? – pregunté furiosa. - ¡Venir a armar camorra delante de MÍ palacio! – describí señalándome. ¡Qué insensatos! Nunca nadie había venido a mi propio hogar a armar problemas.
-¿Crees que tengo miedo a unos profesoruchos millonarios del Hekshold? – comentó uno rapado, de aspecto bastante poco apetecible, esnifando los mocos por la nariz.
-Profesoruchos millonarios... - resopló Jules. Estaba claro que no tenía ni idea de con quién hablababa. -¿En serio voy a tener que mancharme los brazos incluso cuando no estoy de campaña? Yo sólo quería tomar una copa. – trató de calmar el brujo, con soberbia. El brujo miró hacia mí, esperando mi respuesta.
-No creo que sea necesario, Jules. Estos ni nos tocan. – relaté con una sonrisa.
Aquellos comentarios no hicieron más que enfadarlos. Pues desenfundaron sus espadas y vinieron a por nosotros. El brujo y yo estábamos muy compenetrados en combate, y sabía que yo haría el primer movimiento. - ¡Ash balla ná! – conjuré el viento, empujando con fuerza ambas manos hacia delante.
Una potentísima corriente de aire barrió a los tres, haciendo que uno golpease directamente contra el muro, quedando prácticamente inconsciente, otro contra un árbol, y el tercero rodó literalmente por el suelo. Jules, con gran sincronía, conjuró ahora pequeñas esquirlas de fuego en sus manos, que empezó a lanzar a todos, provocándoles quemaduras que sobrellevaban con gritos de sufrimiento. No dejó de empujar sus manos y generar, una tras otras, las pequeñas llamitas que les harían comenzar a huir.
-¿Pero no queríais venir? – preguntó cuando estos comenzaban a correr. Con ello los disuadió de quedarse aquí. - ¡Pues venid! Que os invito a la parrilla. – preguntó.
Yo, sin decir nada, me dirigí caminando al tercero, el rapado, que se había quedado más atolondrado y aún trataba de levantarse para huir con sus compañeros. Cuando sintió mis manos agarrando su chaqueta por la espalda, ya se temía lo peor.
-¡No! ¡Otro golpe contra el muro, no! – suplicó el tipo.
-¡Oh, no! Por supuesto que no. – dije, haciendo que su cabeza se estrellase contra el tronco de un árbol cercano. - ¿Te crees que voy a estropear mi bonito muro? - Pobrecillo. Gemía como un corderito. – Que no escape, Jules. – dije. El cazador rápidamente siguió mis órdenes. Él era el único que podía ayudarnos ya que dos estaban inconscientes y los otros habían huido.
Miré entonces desafiante al tipo que también formaba parte de la pelea, pero que no se encontraba en el bando de los agresores. No tenía ni idea de quién era ni por qué estaba ahí. Solo sabía que llevaba un arma y la había usado. Por lo tanto, era una amenaza. Estiré el brazo con fuerza para generar una corriente de aire fuerte con la que pretendía inmovilizarlo contra el muro. El tipo, si no era muy resistente a la magia, no se podría ni mover por los fuertes vientos. Yo agarrotaba la mano moviendo la corriente de aire. Sonreí brevemente e incliné la cabeza hacia un lado, mientras un mechón de cabello tapaba uno de mis ojos. Le miré pícaramente mostrándole mis dientes apretados, por la fuerza que ejercía con la magia.
-¿Una pelea de última hora con tus amiguitos? – le pregunté en un tono de voz muy suave y calmado, mientras apretaba los dientes y seguía agarrotando la mano. – Dime quién eres. O prepárate a sufrir las consecuencias de tratar de asaltar el palacio de los cazadores de vampiros de Beltrexus… Hay que ser muy ignorante o insensato para ello. – el joven tendría que explicarse si no quería que le sacase las tripas. Y, que no se me olvidara lo más importante. – Y no te olvides de explicarnos por qué seguíais a Eyre. ¿Tenéis algo que ver con el secuestro del que habla? – pregunté.
*Off: Anastasia pregunta a los dos (Alward y el tipo que sujeta Jules) indistintamente. Por lo que podéis usar al hombre para avanzar la historia. Alward, dejo a tu elección si te entra mi “pequeñito” ataque o no.
Y no lo hizo pues parecía haber escuchado algo fuera. Hizo gala de un oído fino digno del mejor cazador más que de una bruja adolescente. La joven pareció escuchar algo fuera de los muros del Palacio de los Vientos. Abandonó nuestra ubicación para dirigirse al conflicto y Jules y yo fuimos tras ella. Fue entonces cuando descubrimos la gravedad del asunto.
¡Había seis hombres fuera! Dos de ellos, en suelo, y otros tres peleándose contra un sexto que parecía estar contra todos. Eyre rápidamente trató de socorrer al joven y atraer la atención de los bandidos. Así, en una deficiente demostración de lo que había aprendido en clase, sin duda fruto de los nervios, trató de lanzar unas pequeñas piedras a los tipos. Y lo consiguió.
Se acercaban hacia ella. Estaba claro que era su objetivo primordial, pero estando Jules y yo, no íbamos a permitir que le hicieran nada a la pequeña. – Ve a la mansión. Y no salgas. – le pedí sujetándola del hombro con fuerza y casi empujándola detrás de mí, para ponerla a salvo. – Busca a Cassandra Harrowmont. – comenté por decirle alguien cercano. La bruja debía estar en el palacio, y también la conocería de las clases, pues la tensái de tierra también era profesora en el Hekshold. ¿Pero me haría caso Eyre? Lo cierto es que no atendería mucho más, y por lo que me había dicho la profesora Meitner, era bastante rebelde.
No aparté un ápice la vista de los matones que ahora venían a por mí. Ante los cuales me postré desafiante con los puños cerrados. Jules Roche también dio un paso al frente y se cruzó de brazos. Aquellos matones de tres al cuarto parecían haberse olvidado del tipo al que estaban tratando de golpear. Habían cometido su mayor error.
-¿¡Cómo os atrevéis!? – pregunté furiosa. - ¡Venir a armar camorra delante de MÍ palacio! – describí señalándome. ¡Qué insensatos! Nunca nadie había venido a mi propio hogar a armar problemas.
-¿Crees que tengo miedo a unos profesoruchos millonarios del Hekshold? – comentó uno rapado, de aspecto bastante poco apetecible, esnifando los mocos por la nariz.
-Profesoruchos millonarios... - resopló Jules. Estaba claro que no tenía ni idea de con quién hablababa. -¿En serio voy a tener que mancharme los brazos incluso cuando no estoy de campaña? Yo sólo quería tomar una copa. – trató de calmar el brujo, con soberbia. El brujo miró hacia mí, esperando mi respuesta.
-No creo que sea necesario, Jules. Estos ni nos tocan. – relaté con una sonrisa.
Aquellos comentarios no hicieron más que enfadarlos. Pues desenfundaron sus espadas y vinieron a por nosotros. El brujo y yo estábamos muy compenetrados en combate, y sabía que yo haría el primer movimiento. - ¡Ash balla ná! – conjuré el viento, empujando con fuerza ambas manos hacia delante.
Una potentísima corriente de aire barrió a los tres, haciendo que uno golpease directamente contra el muro, quedando prácticamente inconsciente, otro contra un árbol, y el tercero rodó literalmente por el suelo. Jules, con gran sincronía, conjuró ahora pequeñas esquirlas de fuego en sus manos, que empezó a lanzar a todos, provocándoles quemaduras que sobrellevaban con gritos de sufrimiento. No dejó de empujar sus manos y generar, una tras otras, las pequeñas llamitas que les harían comenzar a huir.
-¿Pero no queríais venir? – preguntó cuando estos comenzaban a correr. Con ello los disuadió de quedarse aquí. - ¡Pues venid! Que os invito a la parrilla. – preguntó.
Yo, sin decir nada, me dirigí caminando al tercero, el rapado, que se había quedado más atolondrado y aún trataba de levantarse para huir con sus compañeros. Cuando sintió mis manos agarrando su chaqueta por la espalda, ya se temía lo peor.
-¡No! ¡Otro golpe contra el muro, no! – suplicó el tipo.
-¡Oh, no! Por supuesto que no. – dije, haciendo que su cabeza se estrellase contra el tronco de un árbol cercano. - ¿Te crees que voy a estropear mi bonito muro? - Pobrecillo. Gemía como un corderito. – Que no escape, Jules. – dije. El cazador rápidamente siguió mis órdenes. Él era el único que podía ayudarnos ya que dos estaban inconscientes y los otros habían huido.
Miré entonces desafiante al tipo que también formaba parte de la pelea, pero que no se encontraba en el bando de los agresores. No tenía ni idea de quién era ni por qué estaba ahí. Solo sabía que llevaba un arma y la había usado. Por lo tanto, era una amenaza. Estiré el brazo con fuerza para generar una corriente de aire fuerte con la que pretendía inmovilizarlo contra el muro. El tipo, si no era muy resistente a la magia, no se podría ni mover por los fuertes vientos. Yo agarrotaba la mano moviendo la corriente de aire. Sonreí brevemente e incliné la cabeza hacia un lado, mientras un mechón de cabello tapaba uno de mis ojos. Le miré pícaramente mostrándole mis dientes apretados, por la fuerza que ejercía con la magia.
-¿Una pelea de última hora con tus amiguitos? – le pregunté en un tono de voz muy suave y calmado, mientras apretaba los dientes y seguía agarrotando la mano. – Dime quién eres. O prepárate a sufrir las consecuencias de tratar de asaltar el palacio de los cazadores de vampiros de Beltrexus… Hay que ser muy ignorante o insensato para ello. – el joven tendría que explicarse si no quería que le sacase las tripas. Y, que no se me olvidara lo más importante. – Y no te olvides de explicarnos por qué seguíais a Eyre. ¿Tenéis algo que ver con el secuestro del que habla? – pregunté.
*Off: Anastasia pregunta a los dos (Alward y el tipo que sujeta Jules) indistintamente. Por lo que podéis usar al hombre para avanzar la historia. Alward, dejo a tu elección si te entra mi “pequeñito” ataque o no.
Anastasia Boisson
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Re: Se busca hombre de metal [Libre] [Cerrado]
Se mantenía en pie, mirando desafiante a los tres maleantes. Intentaba recuperar el aliento, pero tras la carrera que se había pegado y el pequeño combate estaba algo exhausto. Ni mucho menos tenía las fuerzas mermadas, pero estaba en desventaja numérica y con tan solo un arma de dos posibles entre sus manos; cosa que afectaba al factor psicológico más que al físico.
De pronto, oyó un grito de dentro de los muros de la mansión, al otro lado de la verja. Estas estaban ahora abiertas, ¡Era la chica de la taberna! Más que intimidante, parecía estar asustada. Los maleantes ignoraron por completo a Alward y se centraron ahora en la joven, sin más se encaminaron hacia dentro de los muros de la mansión. El joven dio unos pasos hacia adelante, intentando llamar la atención de estos.
-¡EH, VOLVED!
No tuvo mucho éxito, de pronto parecía haber desaparecido y nadie le prestaba atención. La joven tiró unas piedras pequeñas del suelo con algún tipo de magia, algunas llegaron incluso a los pies de Alward. Eran tan diminutas que ni siquiera podían suponer una amenaza real... Al menos si no te impactaban en un ojo.
La joven bruja, raza que dedujo Alward al ver su anterior ataque, estaba acompañada por dos figuras más, un hombre y una mujer. De pronto, un espectáculo de fuego, viento y demás parafernalias propias de brujos empezaron a ocurrir en el lugar. El joven no quiso acercarse más para no recibir "fuego aliado", ya que pensaba que estaban del mismo bando, al fin y al cabo estaban todos en contra de aquellos maleantes. Algunos empezaron a huir, y uno de los que estaba en el suelo que se había enfrentado anteriormente a Alward empezaba a reptar para salir de aquel sitio junto a sus compañeros. Solo quedaron allí el que estaba inconsciente y otro tipo, que pedía clemencia. El joven Sevna se acercó para apreciar mejor la escena.
El joven envainó su espada y se cruzó de brazos.
-Les está bien empleado-Dijo autoconvenciéndose a sí mismo mientras asentía
Una mirada furtiva y penetrante por parte de la mujer que, junto al hombre, habían echado a los tipos agresivos del lugar fue lanzada hacia Alward, y este pegó un pequeño respingo hacia atrás intentando calmarla levantando a media altura ambos brazos e indicando tranquilidad.
-No soy tu enemigo...-Dijo esbozando una sonrisilla nerviosa mientras inquiría en la gesticulación
Sin hacer caso a lo que el joven Sevna decía, la bruja estiró su brazo y unas ráfagas de viento le apresaron, sin dejar siquiera moverle. Sentía como si estuviese atado por un lazo invisible. La fuerza del viento le empujó contra el muro, se mantuvo de pie, aunque le costaba luchar contra la presión del viento.
-¡QUE NO SOY ENEMIGO!-Gritó mientras intentaba zafarse, inútilmente-NO SON MIS AMIGOS-Respondió ante la primera pregunta
La bruja siguió hablando, o más bien, interrogando tanto a Alward como al otro tipo que habían apresado.
-Cazadores de Vamp..--Cortó su frase-Pues creo que hay una ciudad que reclama a gritos vuestra presencia-Dijo con sarcasmo y desviando la mirada hacia arriba con desdén. Se refería a su ciudad; Lunargenta, y la incesante necesidad de echar a los vampiros de allí-Soy Alward Sevna, y estaba intentando ayudar a la chica-Respondió refiriéndose a la joven bruja-...Antes de que, por razones sobrenaturales, uno de esos tipos la tomara conmigo y me quisiese partir la cara-Aclaró con cierto tono de enojo
Tras eso, Alward calló, mirando intensamente a la "Cazadora de Vampiros" a los ojos. Había sido completamente sincero, ahora solo quedaba ver si la mujer decidía soltarlo. Dejó de oponer resistencia. Echó un vistazo a su alrededor como si buscara algo, olvidándose por completo de la situación.
-Por cierto, ¿No habréis visto una espada por ahí tirada?-Miró a la cazadora y esbozó una sonrisa-La necesito, me siento cojo
De pronto, oyó un grito de dentro de los muros de la mansión, al otro lado de la verja. Estas estaban ahora abiertas, ¡Era la chica de la taberna! Más que intimidante, parecía estar asustada. Los maleantes ignoraron por completo a Alward y se centraron ahora en la joven, sin más se encaminaron hacia dentro de los muros de la mansión. El joven dio unos pasos hacia adelante, intentando llamar la atención de estos.
-¡EH, VOLVED!
No tuvo mucho éxito, de pronto parecía haber desaparecido y nadie le prestaba atención. La joven tiró unas piedras pequeñas del suelo con algún tipo de magia, algunas llegaron incluso a los pies de Alward. Eran tan diminutas que ni siquiera podían suponer una amenaza real... Al menos si no te impactaban en un ojo.
La joven bruja, raza que dedujo Alward al ver su anterior ataque, estaba acompañada por dos figuras más, un hombre y una mujer. De pronto, un espectáculo de fuego, viento y demás parafernalias propias de brujos empezaron a ocurrir en el lugar. El joven no quiso acercarse más para no recibir "fuego aliado", ya que pensaba que estaban del mismo bando, al fin y al cabo estaban todos en contra de aquellos maleantes. Algunos empezaron a huir, y uno de los que estaba en el suelo que se había enfrentado anteriormente a Alward empezaba a reptar para salir de aquel sitio junto a sus compañeros. Solo quedaron allí el que estaba inconsciente y otro tipo, que pedía clemencia. El joven Sevna se acercó para apreciar mejor la escena.
El joven envainó su espada y se cruzó de brazos.
-Les está bien empleado-Dijo autoconvenciéndose a sí mismo mientras asentía
Una mirada furtiva y penetrante por parte de la mujer que, junto al hombre, habían echado a los tipos agresivos del lugar fue lanzada hacia Alward, y este pegó un pequeño respingo hacia atrás intentando calmarla levantando a media altura ambos brazos e indicando tranquilidad.
-No soy tu enemigo...-Dijo esbozando una sonrisilla nerviosa mientras inquiría en la gesticulación
Sin hacer caso a lo que el joven Sevna decía, la bruja estiró su brazo y unas ráfagas de viento le apresaron, sin dejar siquiera moverle. Sentía como si estuviese atado por un lazo invisible. La fuerza del viento le empujó contra el muro, se mantuvo de pie, aunque le costaba luchar contra la presión del viento.
-¡QUE NO SOY ENEMIGO!-Gritó mientras intentaba zafarse, inútilmente-NO SON MIS AMIGOS-Respondió ante la primera pregunta
La bruja siguió hablando, o más bien, interrogando tanto a Alward como al otro tipo que habían apresado.
-Cazadores de Vamp..--Cortó su frase-Pues creo que hay una ciudad que reclama a gritos vuestra presencia-Dijo con sarcasmo y desviando la mirada hacia arriba con desdén. Se refería a su ciudad; Lunargenta, y la incesante necesidad de echar a los vampiros de allí-Soy Alward Sevna, y estaba intentando ayudar a la chica-Respondió refiriéndose a la joven bruja-...Antes de que, por razones sobrenaturales, uno de esos tipos la tomara conmigo y me quisiese partir la cara-Aclaró con cierto tono de enojo
Tras eso, Alward calló, mirando intensamente a la "Cazadora de Vampiros" a los ojos. Había sido completamente sincero, ahora solo quedaba ver si la mujer decidía soltarlo. Dejó de oponer resistencia. Echó un vistazo a su alrededor como si buscara algo, olvidándose por completo de la situación.
-Por cierto, ¿No habréis visto una espada por ahí tirada?-Miró a la cazadora y esbozó una sonrisa-La necesito, me siento cojo
Alward Sevna
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Re: Se busca hombre de metal [Libre] [Cerrado]
Las sonrisas de los sujetos desaparecieron en cuanto vieron que su blanco era sustituido por una mujer que sí que sabía lo que hacía. Eyre, al oír la orden de la mayor, tragó saliva y retrocedió unos cuantos pasos. Sin embargo nunca llegó a alejarse mucho más; con los ojos puestos en el palacio, con sus decenas de ventanales brillando, supo que si quería mantener su condición de “incógnita” no sería buena idea meterse en un lugar repleto de coetáneos. Confiaba en la Maestra Boisson porque la mismísima Meitner se la había recomendado, pero fuera de allí no podía exponerse ante nadie que pudiera reconocerla y ponerse en contacto con sus padres. Incluso, más tarde, tendría que considerar cambiarse de posada una vez todo pasara para evitar arriesgarse.
Con los ojos abiertos de par en par, la jovencita observó estupefacta el despliegue de habilidades de su maestra. En un parpadeo, ella y su acompañante tenían a los malos en el suelo, rogando clemencia. Eyre sintió admiración y envidia a partes iguales, ¿por qué el destino no había querido que fuera una tensái de viento, o de fuego, quizás? ¿por qué debía valerse de su débil telequinesis y de sus inofensivas ilusiones? Suspiró. Al ver lo increíble que se veía la maestra Boisson haciendo de la magia su aliada y manipulándola con semejante facilidad, entendió en parte por qué su padre había estado tan decepcionado de ella al descubrir que no tenía ninguna habilidad como tensái. Los que carecían de dichas habilidades rara vez conseguían el renombre tan valorado en la sociedad de las Islas.
La afrenta duró poco, dos brujos eran suficientes para dejar hechos polvo a un quinteto de humanos. ¡Y luego se preguntaban por qué eran tan orgullosos de su raza! Cuando pensó que todo había terminado se acercó cautelosamente al lado de la mayor, cabizbaja a sabiendas de que había desobedecido su orden de escapar, mas pronto chilló con espanto al ver que el joven de la posada recibía inesperadamente una parte de la tunda. Corrió hacia éste y, una vez finalizada la interrogación, se interpuso entre la bruja y él con los brazos extendidos a los costados.
-¡E-Es inocente! Sólo intentaba ayudar, y... -sintió que le ardían las orejas de la vergüenza mientras se agachaba para recoger la espada y se la extendía, tomándola con gesto de asco al ver que goteaba sangre de ella- ...es... es un poco culpa mía que se haya visto envuelto en esto. Un poquito. Perdóname. -masculló, alisándose la falda con timidez- ¿Los... los has perseguido hasta aquí para ayudarme? Yo... Muchas gracias.
Por otro lado, el otro hombre se retorcía intentando zafarse del agarre de quien la mayor llamaba “Jules”. Ese sí que merecía unos cuantos coscorrones, y Eyre se acercó a él con el ceño fruncido y los puños apretados. El pobre, ya fuera por la paliza o por el miedo, temblaba de pies a cabeza. La jovencita sintió una extraña satisfacción al ver que ya no tenía esa detestable miradita de superioridad cuando se paró frente a él.
-¿Por qué el tal Bjorn se ha llevado a mi biocibernético? -Inquirió, intentando dominar su tono de voz para sonar segura. El otro pegó un respingo y la miró con los ojos desorbitados; probablemente estaba preguntándose cómo demonios había obtenido esa información. Al principio hubo un largo silencio, pero finalmente accedió a responder.
-¡Porque es chatarra! -Gruñó entre dientes- Nos viene bien a los chatarreros.
-¿¡Lo van a...!? -“Desmantelar”, quiso decir, pero no fue capaz de terminar la frase. De sólo pensar en el inocente Veintitrés accediendo sin ninguna resistencia a ser desarmado por esos tipos...
-De algo hay que vivir, ¿no? No todos nacemos millonarios como ustedes, mocosa. -Tras decir esto escupió al suelo, asquerosamente cerca de sus pies. La jovencita, airada, se dio la media vuelta sin molestarse en responderle y encaró una vez más a los mayores.
-He visto exactamente adónde se lo han llevado. Sé que es demasiado pedir, señorita Boisson, pero... también sé que son muchos y... no puedo sola con ellos.
No habría podido sola ni siquiera con el quinteto de tipejos que ellos acababan de destrozar en menos de cinco minutos. Entrelazó los dedos de las manos e intercaló la mirada entre la profesora y el otro muchacho, el de la taberna, para finalmente decirle:
-Si... si estás de acuerdo... necesitaré toda la ayuda que sea posible.
Con los ojos abiertos de par en par, la jovencita observó estupefacta el despliegue de habilidades de su maestra. En un parpadeo, ella y su acompañante tenían a los malos en el suelo, rogando clemencia. Eyre sintió admiración y envidia a partes iguales, ¿por qué el destino no había querido que fuera una tensái de viento, o de fuego, quizás? ¿por qué debía valerse de su débil telequinesis y de sus inofensivas ilusiones? Suspiró. Al ver lo increíble que se veía la maestra Boisson haciendo de la magia su aliada y manipulándola con semejante facilidad, entendió en parte por qué su padre había estado tan decepcionado de ella al descubrir que no tenía ninguna habilidad como tensái. Los que carecían de dichas habilidades rara vez conseguían el renombre tan valorado en la sociedad de las Islas.
La afrenta duró poco, dos brujos eran suficientes para dejar hechos polvo a un quinteto de humanos. ¡Y luego se preguntaban por qué eran tan orgullosos de su raza! Cuando pensó que todo había terminado se acercó cautelosamente al lado de la mayor, cabizbaja a sabiendas de que había desobedecido su orden de escapar, mas pronto chilló con espanto al ver que el joven de la posada recibía inesperadamente una parte de la tunda. Corrió hacia éste y, una vez finalizada la interrogación, se interpuso entre la bruja y él con los brazos extendidos a los costados.
-¡E-Es inocente! Sólo intentaba ayudar, y... -sintió que le ardían las orejas de la vergüenza mientras se agachaba para recoger la espada y se la extendía, tomándola con gesto de asco al ver que goteaba sangre de ella- ...es... es un poco culpa mía que se haya visto envuelto en esto. Un poquito. Perdóname. -masculló, alisándose la falda con timidez- ¿Los... los has perseguido hasta aquí para ayudarme? Yo... Muchas gracias.
Por otro lado, el otro hombre se retorcía intentando zafarse del agarre de quien la mayor llamaba “Jules”. Ese sí que merecía unos cuantos coscorrones, y Eyre se acercó a él con el ceño fruncido y los puños apretados. El pobre, ya fuera por la paliza o por el miedo, temblaba de pies a cabeza. La jovencita sintió una extraña satisfacción al ver que ya no tenía esa detestable miradita de superioridad cuando se paró frente a él.
-¿Por qué el tal Bjorn se ha llevado a mi biocibernético? -Inquirió, intentando dominar su tono de voz para sonar segura. El otro pegó un respingo y la miró con los ojos desorbitados; probablemente estaba preguntándose cómo demonios había obtenido esa información. Al principio hubo un largo silencio, pero finalmente accedió a responder.
-¡Porque es chatarra! -Gruñó entre dientes- Nos viene bien a los chatarreros.
-¿¡Lo van a...!? -“Desmantelar”, quiso decir, pero no fue capaz de terminar la frase. De sólo pensar en el inocente Veintitrés accediendo sin ninguna resistencia a ser desarmado por esos tipos...
-De algo hay que vivir, ¿no? No todos nacemos millonarios como ustedes, mocosa. -Tras decir esto escupió al suelo, asquerosamente cerca de sus pies. La jovencita, airada, se dio la media vuelta sin molestarse en responderle y encaró una vez más a los mayores.
-He visto exactamente adónde se lo han llevado. Sé que es demasiado pedir, señorita Boisson, pero... también sé que son muchos y... no puedo sola con ellos.
No habría podido sola ni siquiera con el quinteto de tipejos que ellos acababan de destrozar en menos de cinco minutos. Entrelazó los dedos de las manos e intercaló la mirada entre la profesora y el otro muchacho, el de la taberna, para finalmente decirle:
-Si... si estás de acuerdo... necesitaré toda la ayuda que sea posible.
Eyre
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Re: Se busca hombre de metal [Libre] [Cerrado]
El susodicho no se movía ni un ápice. Decía llamarse Alward Sevna y no conocer de nada a aquellos tipos. – “Por razones sobrenaturales…” - repetí aborrecida. Le miré fija e inexpresivamente durante unos segundos sin dejar de generar las corrientes de aire. – Tú sí que eres sobrenatural… - comenté con ironía. Aunque a fin de cuentas, parecía tener razón. Los asaltantes estaban confrontados con él.
La repentina intervención de Eyre disipó cualquier duda que pudiera tener acerca del tipo. Aunque su desobediencia me había hecho enfadar. En cualquier caso, rebajé la tensión en la mano, desvaneciendo las corrientes de viento y liberando al susodicho Alward.
-¡Eyre! ¡Me has desobedecido! Te dije que entraras a casa. – la regañé de mal humor, cruzándome de brazos. Luego crucé mi sentenciante mirada con la de Alward, que parecía buscar su espada. Al tipo lo había retenido por unos instantes, mas no iba a pedirle disculpas. De ningún modo. Anastasia Boisson no pedía disculpas.
Por su parte, Jules mantenía al bandido que trataba de huir retenido por el cuello. Y Eyre no tardó en interrogarlo. Al final todo el problema se reducía al secuestro de un biocibernético que pertenecía a la pequeña. Cuando el bandido escupió al suelo a los pies de Eyre, Jules tiró fuerte de él hacia atrás y lo tiró al suelo con una llave, retorciendo su brazo en el suelo.
-Así no, amigo… Esos no son modales de tratar a una niña. – comentó el brujo con una risa. Mientras el calvo pedía ser liberado. Éramos cazadores de vampiros, pero no quería desenvolverme con brutalidad delante de Eyre. El brujo buscó conmigo la mirada buscando qué hacer con él y yo, de pie y cruzada de brazos, simplemente asentí. Jules entendió la señal y liberó entonces al tipo, que comenzó a escapar.
A continuación, mi alumna se dirigió a mí para pedirme ayuda para encontrar a su amigo biocibernético. Resoplé y permanecí pensativa unos instantes. Como siempre, silenciosa. ¿Hasta qué punto era correcto ir con mi alumna a dar una lección a unos maleantes? Pero por otra parte… ¿Iba a dejarla sola? Ella confiaba en mí. La miré fijamente y seria, pero Jules apareció a mi lado para disipar cualquier tipo de duda.
-Pequeña, yo mejor que nadie sé lo que es querer y dar la vida por encontrar a un biocibernético. – comentó el brujo, en clara alusión a su hermana, Rachel Roche, a la cual la Hermandad había forzado en biocibernética. Ahora seguramente se encontraría a salvo en el palacio. – No sé si tu “profe” estará dispuesta, pero cuenta conmigo.
La motivación de Jules claramente me haría decantarme a favor de la pequeña.
-Bien. Llévanos hasta ellos. Pero te mantendrás alejada de cualquier conflicto. Y esta vez me harás caso, ¿entendido? – comenté a la pequeña enfatizando con el dedo índice. – Jules ve... – no sabía muy bien como decirlo. – a por “las cosas”. – el brujo sonrió y se adentró a paso acelerado en el palacio.
Mientras aguardábamos, no aparté mi vista del tal Sevna. Había ayudado a Eyre. Pero aún tendría que demostrarme que verdaderamente era alguien de fiar. Yo era una mujer muy desconfiada. Aguardé en silencio contra el muro hasta el rápido retorno del brujo.
Apareció con los utensilios de trabajo: Las ballestas de mano, la ballesta pesada, las granadas, daga y mi faltriquera que hacía de botiquín de primeros auxilios. Y por supuesto, ese cinturón con hebilla en forma de letra “B” adornada, tallada en obsidiana que cerraba el conjunto. Para terminar de sorprender a Eyre, ahora le diría seguramente algo que la descolocaría.
-Una pregunta, Eyre. ¿Alguna vez habéis oído hablar de alguien llamado “Huracán”? – pregunté mientras terminaba de calibrar todo el armamento.
-¡Oh! ¡Yo claro que sí! ¿No es ese famoso cazador de vampiros que se enfrentó y destruyó a la Hermandad? ¿Ese héroe del que los bardos cantan gestas en las tabernas por haber ayudado a la ciudad de Lunargenta en multitud de ocasiones? – preguntó el brujo, haciéndose el sorprendido con su habitual buen carácter.
-Basta ya de pedantería, Jules. – comenté. No esperaba una intervención así de semejante pedantería. – Yo soy Huracán. Y por eso estoy ausente tanto tiempo durante el curso. – respondí brevemente. Comenté justo cuando acababa de ajustarme los puños de la chaqueta. – En fin, guíanos. – miré a Alward. – Y tú… a ver si demuestras ser tan buen guerrero como pareces ser. – comenté aún sin tener demasiada fe en el chico comenté de la que pasaba, comenzando a andar.
La repentina intervención de Eyre disipó cualquier duda que pudiera tener acerca del tipo. Aunque su desobediencia me había hecho enfadar. En cualquier caso, rebajé la tensión en la mano, desvaneciendo las corrientes de viento y liberando al susodicho Alward.
-¡Eyre! ¡Me has desobedecido! Te dije que entraras a casa. – la regañé de mal humor, cruzándome de brazos. Luego crucé mi sentenciante mirada con la de Alward, que parecía buscar su espada. Al tipo lo había retenido por unos instantes, mas no iba a pedirle disculpas. De ningún modo. Anastasia Boisson no pedía disculpas.
Por su parte, Jules mantenía al bandido que trataba de huir retenido por el cuello. Y Eyre no tardó en interrogarlo. Al final todo el problema se reducía al secuestro de un biocibernético que pertenecía a la pequeña. Cuando el bandido escupió al suelo a los pies de Eyre, Jules tiró fuerte de él hacia atrás y lo tiró al suelo con una llave, retorciendo su brazo en el suelo.
-Así no, amigo… Esos no son modales de tratar a una niña. – comentó el brujo con una risa. Mientras el calvo pedía ser liberado. Éramos cazadores de vampiros, pero no quería desenvolverme con brutalidad delante de Eyre. El brujo buscó conmigo la mirada buscando qué hacer con él y yo, de pie y cruzada de brazos, simplemente asentí. Jules entendió la señal y liberó entonces al tipo, que comenzó a escapar.
A continuación, mi alumna se dirigió a mí para pedirme ayuda para encontrar a su amigo biocibernético. Resoplé y permanecí pensativa unos instantes. Como siempre, silenciosa. ¿Hasta qué punto era correcto ir con mi alumna a dar una lección a unos maleantes? Pero por otra parte… ¿Iba a dejarla sola? Ella confiaba en mí. La miré fijamente y seria, pero Jules apareció a mi lado para disipar cualquier tipo de duda.
-Pequeña, yo mejor que nadie sé lo que es querer y dar la vida por encontrar a un biocibernético. – comentó el brujo, en clara alusión a su hermana, Rachel Roche, a la cual la Hermandad había forzado en biocibernética. Ahora seguramente se encontraría a salvo en el palacio. – No sé si tu “profe” estará dispuesta, pero cuenta conmigo.
La motivación de Jules claramente me haría decantarme a favor de la pequeña.
-Bien. Llévanos hasta ellos. Pero te mantendrás alejada de cualquier conflicto. Y esta vez me harás caso, ¿entendido? – comenté a la pequeña enfatizando con el dedo índice. – Jules ve... – no sabía muy bien como decirlo. – a por “las cosas”. – el brujo sonrió y se adentró a paso acelerado en el palacio.
Mientras aguardábamos, no aparté mi vista del tal Sevna. Había ayudado a Eyre. Pero aún tendría que demostrarme que verdaderamente era alguien de fiar. Yo era una mujer muy desconfiada. Aguardé en silencio contra el muro hasta el rápido retorno del brujo.
Apareció con los utensilios de trabajo: Las ballestas de mano, la ballesta pesada, las granadas, daga y mi faltriquera que hacía de botiquín de primeros auxilios. Y por supuesto, ese cinturón con hebilla en forma de letra “B” adornada, tallada en obsidiana que cerraba el conjunto. Para terminar de sorprender a Eyre, ahora le diría seguramente algo que la descolocaría.
-Una pregunta, Eyre. ¿Alguna vez habéis oído hablar de alguien llamado “Huracán”? – pregunté mientras terminaba de calibrar todo el armamento.
-¡Oh! ¡Yo claro que sí! ¿No es ese famoso cazador de vampiros que se enfrentó y destruyó a la Hermandad? ¿Ese héroe del que los bardos cantan gestas en las tabernas por haber ayudado a la ciudad de Lunargenta en multitud de ocasiones? – preguntó el brujo, haciéndose el sorprendido con su habitual buen carácter.
-Basta ya de pedantería, Jules. – comenté. No esperaba una intervención así de semejante pedantería. – Yo soy Huracán. Y por eso estoy ausente tanto tiempo durante el curso. – respondí brevemente. Comenté justo cuando acababa de ajustarme los puños de la chaqueta. – En fin, guíanos. – miré a Alward. – Y tú… a ver si demuestras ser tan buen guerrero como pareces ser. – comenté aún sin tener demasiada fe en el chico comenté de la que pasaba, comenzando a andar.
Anastasia Boisson
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Re: Se busca hombre de metal [Libre] [Cerrado]
La cazadora acabó soltando al joven, gracias a la intervención de aquella bruja y, en pequeña medida, a la explicación del mismo del por qué estaba allí, aunque se notaba que la mujer lo miraba con una desconfianza notoria. Cuando Alward fue liberado, sintió como si se quitase un gran peso de encima, como varios kilos. La presión que ejercían aquellos vientos era brutal y casi asfixiante.
Por cómo le hablaba la cazadora a la joven bruja, parecía que la primera ejercía alguna especie de enseñanza sobre la segunda, es decir, podría ser un tipo de mentora, o quizás algún familiar, nada era descartable.
La muchacha se acercó a Alward sosteniendo su espada y se la entregó.
-Vaya, sí que ha volado lejos-Agarró su espada y luego le sonrió a la chica seguido de un leve asentimiento de cabeza-Gracias, esto...-Se sonrojó al no saber su nombre. En realidad la cazadora mencionó un nombre antes, por el que debía ser el suyo-Eyre... ¿Supongo?
Como fuese. El joven se enfundó su espada al lado del arma gemela, tras su espalda y de forma cruzada.
Tanto la cazadora, como la joven bruja, fueron a hablar con el único sujeto que había permanecido allí, aparte del que estaba inconsciente en la entrada a la mansión. Mientras, Alward observaba un poco apartado y cruzado de brazos. De vez en cuando desviaba un poco la vista hacia la mansión, no le dejaba de maravillar aquel edificio y sus alrededores, sin duda tendría que ser un lugar idílico para vivir.
Finalmente, dejaron a ese maleante con vida y libre. Una decisión bastante noble y que no desagradó al muchacho. Iban a ir a por el nombrado bio-cibernético que "pertenecía" a Eyre, extraña empresa, pero ese ser parecía importarle bastante a la joven. Tanto que la joven bruja pidió toda la ayuda que pudiese necesitar, incluso a Alward.
-¡C-claro!-Se ruborizó y se rascó un poco su mejilla, como avergonzado-Por eso me dirigí hacia a ti en un principio...-Sonrió mientras ahora se rascaba disimuladamente la barba
El hombre que acompañaba a la cazadora había entrado por un momento en la mansión a recoger algo. Cuando salió, portaba todo tipo de armamento para la mujer, armamento bastante destacable. Se veía peligroso, pero era satisfactorio que todo eso no tuviese como objetivo a Alward, sino que estuviera de su parte, al menos por el momento. El joven esperaba que no cambiase la situación.
Tanto la cazadora como el hombre empezaron a decir algunas cosas sobre un Cazador de Vampiros llamado "Huracán"
-...¿Quién?-Preguntó con sinceridad mientras aquel tipo relataba cosas sacadas de un cantar de gesta sobre Huracán-...Pues yo no he oído nada sobre él-Calló, por si alguno de los presentes. Luego intentó alabar al tal "Huracán"-Oh... Pues si es tan bueno como decís, ¿Por qué no le llamamos? Tiene pinta de ser brutal... Más que vosotros-Dijo sin pensar demasiado. Cuando era demasiado tarde, ya lo había dicho. Soltó una risilla nerviosa para no echar más leña al fuego
Al final, la cazadora se reveló como "Huracán", ¿Para qué tanta pedantería sinsentido cuando en un principio era ella? Buscaban acaso hacer alguna especie de presentación triunfal? Cosas de brujos. Como fuese, asintió sin entender muy bien y les intentó dar bola
-...Ajá-Dijo sin mucho entusiasmo
Parece que, tras las presentaciones repentinas y tras todo el embrollo formado minutos antes, tomaron una decisión; ayudar al bio-cibernético de Eyre. Por lo que sin mas, se pusieron en marcha, no sin antes la cazadora dirigirse al joven humano.
-Oh-Le miró de forma pícara-Así que eso aparento, ¿Eh?-No dejó terminar a la llamada "Huracán" y se fue siguiendo a Eyre dando pasos largos, con aires de satisfacción y sus manos colocadas en la nuca con aire despreocupado mientras soltaba un "Jo jo jo"
Por cómo le hablaba la cazadora a la joven bruja, parecía que la primera ejercía alguna especie de enseñanza sobre la segunda, es decir, podría ser un tipo de mentora, o quizás algún familiar, nada era descartable.
La muchacha se acercó a Alward sosteniendo su espada y se la entregó.
-Vaya, sí que ha volado lejos-Agarró su espada y luego le sonrió a la chica seguido de un leve asentimiento de cabeza-Gracias, esto...-Se sonrojó al no saber su nombre. En realidad la cazadora mencionó un nombre antes, por el que debía ser el suyo-Eyre... ¿Supongo?
Como fuese. El joven se enfundó su espada al lado del arma gemela, tras su espalda y de forma cruzada.
Tanto la cazadora, como la joven bruja, fueron a hablar con el único sujeto que había permanecido allí, aparte del que estaba inconsciente en la entrada a la mansión. Mientras, Alward observaba un poco apartado y cruzado de brazos. De vez en cuando desviaba un poco la vista hacia la mansión, no le dejaba de maravillar aquel edificio y sus alrededores, sin duda tendría que ser un lugar idílico para vivir.
Finalmente, dejaron a ese maleante con vida y libre. Una decisión bastante noble y que no desagradó al muchacho. Iban a ir a por el nombrado bio-cibernético que "pertenecía" a Eyre, extraña empresa, pero ese ser parecía importarle bastante a la joven. Tanto que la joven bruja pidió toda la ayuda que pudiese necesitar, incluso a Alward.
-¡C-claro!-Se ruborizó y se rascó un poco su mejilla, como avergonzado-Por eso me dirigí hacia a ti en un principio...-Sonrió mientras ahora se rascaba disimuladamente la barba
El hombre que acompañaba a la cazadora había entrado por un momento en la mansión a recoger algo. Cuando salió, portaba todo tipo de armamento para la mujer, armamento bastante destacable. Se veía peligroso, pero era satisfactorio que todo eso no tuviese como objetivo a Alward, sino que estuviera de su parte, al menos por el momento. El joven esperaba que no cambiase la situación.
Tanto la cazadora como el hombre empezaron a decir algunas cosas sobre un Cazador de Vampiros llamado "Huracán"
-...¿Quién?-Preguntó con sinceridad mientras aquel tipo relataba cosas sacadas de un cantar de gesta sobre Huracán-...Pues yo no he oído nada sobre él-Calló, por si alguno de los presentes. Luego intentó alabar al tal "Huracán"-Oh... Pues si es tan bueno como decís, ¿Por qué no le llamamos? Tiene pinta de ser brutal... Más que vosotros-Dijo sin pensar demasiado. Cuando era demasiado tarde, ya lo había dicho. Soltó una risilla nerviosa para no echar más leña al fuego
Al final, la cazadora se reveló como "Huracán", ¿Para qué tanta pedantería sinsentido cuando en un principio era ella? Buscaban acaso hacer alguna especie de presentación triunfal? Cosas de brujos. Como fuese, asintió sin entender muy bien y les intentó dar bola
-...Ajá-Dijo sin mucho entusiasmo
Parece que, tras las presentaciones repentinas y tras todo el embrollo formado minutos antes, tomaron una decisión; ayudar al bio-cibernético de Eyre. Por lo que sin mas, se pusieron en marcha, no sin antes la cazadora dirigirse al joven humano.
-Oh-Le miró de forma pícara-Así que eso aparento, ¿Eh?-No dejó terminar a la llamada "Huracán" y se fue siguiendo a Eyre dando pasos largos, con aires de satisfacción y sus manos colocadas en la nuca con aire despreocupado mientras soltaba un "Jo jo jo"
Alward Sevna
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Re: Se busca hombre de metal [Libre] [Cerrado]
El primero en unirse a su propósito fue Jules, aquel muchacho que acompañaba a su maestra y que comenzaba a caerle realmente bien. Gracias a su intervención, la balanza se inclinó a su favor y la maestra Boisson terminó por acceder. Una ancha sonrisa adornó las facciones de Eyre al tiempo que asentía con ímpetu, aunque por dentro no estaba tan segura de poder obedecer todas y cada una de las órdenes de la mayor. “Lo intentaré”, se prometió internamente, todo fuera por no hacerla enfadar de nuevo.
El último en aceptar fue Alward, y Eyre tuvo que obligarse a contener las ganas de estrujarlo en un fuerte abrazo de la emoción. Se sentía realmente afortunada por recibir la ayuda de quienes, a fin de cuentas, eran todos recién conocidos y bien podrían haberse negado. -¡Muchas gracias! Algún día lo compensaré, ¡lo prometo! -No sabía cuándo ni como, pero se juró que, cuando fuese mayor y más fuerte, ayudaría en cualquier circunstancia a aquellas personas.
Aunque la jovencita pensó que tan pronto como se pusieran de acuerdo se echarían a andar, el compañero de su maestra se dirigió a la mansión para buscar “las cosas”. Eyre lo siguió con la mirada, confundida, pero por no pasar vergüenza decidió cerrar la boca y aguardar tal como la mayor, con la espalda recargada en el muro en un intento por imitar el aire despreocupado e imponente de ella. Sin embargo, no podía dejar de dar golpecitos en el suelo con uno de sus pies y enroscarse un mechón de cabello en el dedo índice, notablemente nerviosa. ¿Qué había que hacer en esas situaciones? ¡No se le ocurría nada para romper el silencio! Gracias a todos los Dioses, Jules regresó pronto... cargando un arsenal exageradamente grande que cedió directamente a la bruja.
-Umh... no... no mataremos a nadie con todo eso, ¿verdad? -Inquirió con un hilito de voz, mas nadie pareció escucharla, pues pronto la mayor hizo en tono mucho más alto una pregunta que la dejó boquiabierta.
¡Claro! Antes había estado tan concentrada en el asunto de los bandidos, que no se había percatado de la mención de los cazadores. Ahora que caía en la cuenta, ató rápidamente los cabos y supo de inmediato hacia dónde iban los tiros. Era lógico que Alward, al ser un forastero, no conociese las historias... pero probablemente ningún nativo de Beltrexus ignoraba la existencia de los cazadores de vampiros. ¡Eran una leyenda! Todos los niños jugaban a ser como ellos. Incluso Eyre, que aborrecía la violencia desmedida, sentía cierta admiración por sus heroicos actos; era imposible no apreciarlos tras haber oído tantísimas historias sobre ellos.
Estupefacta, intercaló varias veces la mirada entre Alward, Jules y... Huracán. Simplemente no podía creerlo. ¿Había tenido clases con la mismísima Huracán? ¿¡Acababa de osar pedirle ayuda!? Incluso... ¡incluso la había tocado! Se llevó las manos a la boca y ahogó un gritito, con los ojos abiertos como platos, y antes de que pudiera decir nada, Huracán (¡Huracán en carne y hueso!) indicó que era tiempo de emprender la marcha.
-¡S-Sí! ¡Es hacia allá! -Chilló con los mofletes al rojo vivo, echándose a andar a toda prisa.
____________________
Un par de kilómetros al norte de Beltrexus, un descampado en las afueras había sido ocupado por varias decenas de personas. La frontera entre el campamento y el bosque estaba delineada por una larga fila de carromatos que guarecían a las tiendas de acampar y a las casuchas alzadas torpemente con palos y telas donde vivían los ocupantes. Eyre se había detenido en la cima de una pequeña colina, desde donde podían vislumbrarse las fogatas encendidas y las personas que iban de aquí para allá. Al parecer no todos eran brujos, ya que podían verse a algunos hombres bestia sentados junto a los demás. Por mucho que forzó la vista, no fue capaz de encontrar a Veintitrés entre todos ellos.
-Es aquí. -Masculló, arrebujándose en su vestido para protegerse del viento frío. El campamento era reciente; recordaba haber pasado muchas veces por allí cuando no había más que vegetación y algunas huertas. ¿De dónde habría salido toda esa gente? Se giró para mirar a los adultos- ¿Qué deberíamos hacer? -Tragó saliva. Realmente esperaba no tener que usar el arsenal de la cazadora.
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La vida en el campamento no era fácil. Ser un parásito en una sociedad meritocrática tampoco lo era. Venían del continente, pues la peste y las guerras les habían arrebatado todo. Pero las Islas Illidenses no eran el paraíso que esperaban encontrar; allí, aunque el rey de los humanos era bienvenido, sus súbditos sin títulos nobiliarios se enfrentaban al más duro rechazo. Eran mercenarios, cazarrecompensas y chatarreros. Eran hombres que protegerían con garras y colmillos lo poco que podían llamar suyo.
Tras los carromatos, apartados de la vista del cuarteto que husmeaba colina arriba, Bjorn y sus compañeros esperaban pacientemente que bajasen a dar la cara. Hann, el hombre que había soltado la lengua más de lo prudente en la posada, señaló con un cabeceo las lejanas siluetas de los recién llegados.
-Son ellos, la mocosa y el chico. Los otros dos no tengo idea. -Gruñó. Bjorn le dio una fuerte palmada en el hombro y esbozó una sonrisa mordaz.
-Recibámoslos con una cálida bienvenida. Después de todo se han tomado la molestia de venir hasta aquí a visitarnos, ¿no?
Los diez hombres que aguardaban tras él afianzaron sus ballestas. El resto del campamento fingía hacer su vida normal, pero todos y cada uno tenían un ojo puesto sobre la colina.
Off: Tienen total libertad para usar a los NPC's. Es un campamento de alrededor de cincuenta personas de razas variadas y equipadas con las armas que se les ocurran.
Eyre
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Re: Se busca hombre de metal [Libre] [Cerrado]
¡Habráse visto! Aquel humano ni siquiera había oído escuchar hablar de mí. Jules rió burlonamente y yo puse un gesto de ofendida, me crucé de brazos y le aparté la vista de mala gana. ¿Y quién era él acaso? ¡Jum! No era más que otro intrascendente no mago de cuantos había en Aerandir.
-Exactamente. Pareces. Veamos si eres algo más que un musculitos con dos espadas. – le dije picada más que enfadada. Jules me dio una palmada en el hombro y continuó avanzando. Sabía como me ponía cuando alguien me ignoraba.
Mi gesto volvió a cambiar a una tímida y orgullosa sonrisa cuando mi pupila pareció sorprendida al encontrarse ante mí. Entonces cerré los ojos y agité mi larga melena con orgullo. Jules tomó del pelo a la chiquilla con gracia y respondió a su cuestión.
-Matar es algo muy fuerte, pequeña. Pero las noches son peligrosas en Aerandir, pequeña. Y viendo como se desenvuelven los tipos, no está de más ir armado. – explicó el brujo para quitar de hierro al asunto y reducir las pretensiones de la chica. No íbamos a utilizar nada si no era estrictamente necesario.
Dicho esto, nos encaminamos hacia el campamento donde Eyre sabía que guardaban a su amigo biocibernético. No estaba demasiado lejos. A unos pocos kilómetros de Beltrexus que no nos llevaron más de veinte minutos recorrer. En las afueras, eso sí, en un descampado tras una pequeña foresta. Allí éramos bastante visibles. La alumna pregunto cuál era la siguiente parte del plan. Había una veintena de hombres y mujeres con pinta de todo menos de grandes personas. Podríamos iniciar un combate, o más bien una guerra. Pero no era demasiado buena idea. No delante de Eyre.
De todos modos ya era tarde para idear un plan. Nos habían visto. Unos diez prepararon sus ballestas. Los otros, seguían con su vida normal.
-Intentaremos resolver esto por las buenas. Los distraeremos. Vosotros quedaos detrás, tratad de ver dónde tienen el robot y sacadlo. – comentó Jules, pidiendo a Alward y Eyre que permanecieran en silencio.
Así, a buen ritmo nos adelantamos ante el jefe, que parecía ser el que se iba a interactuar con nosotros. Le miré seria con el ojo que no me tapaba el flequillo, mientras taconeaba con elegancia. Mantenía un rostro sentendiante y con las manos apoyadas sobre las ballestas de mano. Jules, que ya imaginaba como terminaría aquello, también avanzó a mi lado, a buen ritmo.
-Déjame hablar a mí. ¿Podrás tener paciencia por una vez en tu vida? – pidió el brujo en un susurro sin quitar la vista de los tipos.
-Siempre tengo paciencia. – comenté, quedándome justo un paso por delante del brujo y postrándonos delante del tipo y sus secuaces, que aunque no nos apuntaban, mantenían sus armas en ristre.
-No, Anastasia. Nunca la tienes. Y no son chupasangres. Yo soy el experto en combatir no humanos. ¿Prometes no desenfundar tu ballesta a la primera que se tuerza la cosa? – comentó con cierta desconfianza sin mover la cabeza.
-Prometo intentarlo. – susurré brevemente, como de costumbre.
Y allí estábamos. Delante de aquellos tipos. El hombre venía con otro, y diez más esperaban detrás con las ballestas. Parecía masticar algo. Era desaseado. Y olía a rata muerta. Casi repugnante. Qué menos que darse un baño al menos una vez al mes. Los chupasangres al menos hacían culto a su cuerpo. Aquellos burros, ni eso.
-¿Quién coño sois? ¿Y qué cojones queréis? – preguntó de mala gana.
-¡Buenas noches, gentes de bien! – inició el cazador estirando los brazos de forma cordial en lo que era un saludo más falso que un aero con el jeto de Eltrant Tale. – Tenéis por aquí un biocibernético que pertenece a nuestra pequeña amiga. – el tipo refunfuñó. Los hombres alzaron sus ballestas y yo me llevé la mano a las granadas. Jules, nervioso, puso las manos delante y mostró sus índices. - ¡Pero no venimos a sacároslo por las malas, ni mucho menos! ¿Quién podría pensar eso de nosotros? ¿Podríais hacer el favor de bajar las armas?
-¿Quizás porque parecéis venir armados hasta las cejas? – cuestionó su lacayo.
-Bueno… Sólo las traemos porque estábamos cazando jabalís, os vimos aquí y… - el brujo improvisó fatal. Alcé una ceja y suspiré. – En fin, os compramos el biocibernético. 500 aeros cuando los cibernéticos se venden por 100 a día de hoy.
-¿500 aeros? – preguntó. Se escuchó una exclamación. El tipo comenzó a pensárselo. 500 aeros era una miseria para Anastasia Boisson, y Jules lo sabía.
-¡600! Por las molestias traídas y cerramos ya. ¿Verdad que los pagamos? – miró hacia mí. Todos los ojos se plantaron en mí. Parecía que los bandidos estaban dispuestos. No contesté. Me picó en el hombro. - ¿Verdad?
-¿Por qué tengo que dar 600 aeros a unos vulgares ladrones? – pregunté sin entender a donde quería llegar el brujo. ¿Por qué esa condescendencia?
Las ballestas volvieron a alzarse de nuevo. Para nervios de Jules. El brujo volvería a tratar de poner calma. Miró con una vista a la ubicación de Alward y Eyre. Ahora todos nos miraban a nosotros después de la caldeada oferta. Confiaba en que encontrasen al biocibernético cuanto antes.
-Sé más receptiva… ¿Quieres? – preguntó entre dientes. Seguíamos rodeados.
-¡Esperad un momento, chicos! ¡Estos son los dos capullos que os dije que me habían dado una paliza antes! - comentó el tipejo al cual dejamos huir. ¿Ahora entendía Jules por qué no había que dejar huir nunca a nadie?
Parece que las negociaciones habían terminado. Empecé a sentir alzamientos de ballesta y varios.
-¿Plan B? - pregunté al brujo llevándome las manos y desenfundando mis armas también.
-Con B de Boisson. - dijo el brujo, nunca mejor dicho.
-Exactamente. Pareces. Veamos si eres algo más que un musculitos con dos espadas. – le dije picada más que enfadada. Jules me dio una palmada en el hombro y continuó avanzando. Sabía como me ponía cuando alguien me ignoraba.
Mi gesto volvió a cambiar a una tímida y orgullosa sonrisa cuando mi pupila pareció sorprendida al encontrarse ante mí. Entonces cerré los ojos y agité mi larga melena con orgullo. Jules tomó del pelo a la chiquilla con gracia y respondió a su cuestión.
-Matar es algo muy fuerte, pequeña. Pero las noches son peligrosas en Aerandir, pequeña. Y viendo como se desenvuelven los tipos, no está de más ir armado. – explicó el brujo para quitar de hierro al asunto y reducir las pretensiones de la chica. No íbamos a utilizar nada si no era estrictamente necesario.
Dicho esto, nos encaminamos hacia el campamento donde Eyre sabía que guardaban a su amigo biocibernético. No estaba demasiado lejos. A unos pocos kilómetros de Beltrexus que no nos llevaron más de veinte minutos recorrer. En las afueras, eso sí, en un descampado tras una pequeña foresta. Allí éramos bastante visibles. La alumna pregunto cuál era la siguiente parte del plan. Había una veintena de hombres y mujeres con pinta de todo menos de grandes personas. Podríamos iniciar un combate, o más bien una guerra. Pero no era demasiado buena idea. No delante de Eyre.
De todos modos ya era tarde para idear un plan. Nos habían visto. Unos diez prepararon sus ballestas. Los otros, seguían con su vida normal.
-Intentaremos resolver esto por las buenas. Los distraeremos. Vosotros quedaos detrás, tratad de ver dónde tienen el robot y sacadlo. – comentó Jules, pidiendo a Alward y Eyre que permanecieran en silencio.
Así, a buen ritmo nos adelantamos ante el jefe, que parecía ser el que se iba a interactuar con nosotros. Le miré seria con el ojo que no me tapaba el flequillo, mientras taconeaba con elegancia. Mantenía un rostro sentendiante y con las manos apoyadas sobre las ballestas de mano. Jules, que ya imaginaba como terminaría aquello, también avanzó a mi lado, a buen ritmo.
-Déjame hablar a mí. ¿Podrás tener paciencia por una vez en tu vida? – pidió el brujo en un susurro sin quitar la vista de los tipos.
-Siempre tengo paciencia. – comenté, quedándome justo un paso por delante del brujo y postrándonos delante del tipo y sus secuaces, que aunque no nos apuntaban, mantenían sus armas en ristre.
-No, Anastasia. Nunca la tienes. Y no son chupasangres. Yo soy el experto en combatir no humanos. ¿Prometes no desenfundar tu ballesta a la primera que se tuerza la cosa? – comentó con cierta desconfianza sin mover la cabeza.
-Prometo intentarlo. – susurré brevemente, como de costumbre.
Y allí estábamos. Delante de aquellos tipos. El hombre venía con otro, y diez más esperaban detrás con las ballestas. Parecía masticar algo. Era desaseado. Y olía a rata muerta. Casi repugnante. Qué menos que darse un baño al menos una vez al mes. Los chupasangres al menos hacían culto a su cuerpo. Aquellos burros, ni eso.
-¿Quién coño sois? ¿Y qué cojones queréis? – preguntó de mala gana.
-¡Buenas noches, gentes de bien! – inició el cazador estirando los brazos de forma cordial en lo que era un saludo más falso que un aero con el jeto de Eltrant Tale. – Tenéis por aquí un biocibernético que pertenece a nuestra pequeña amiga. – el tipo refunfuñó. Los hombres alzaron sus ballestas y yo me llevé la mano a las granadas. Jules, nervioso, puso las manos delante y mostró sus índices. - ¡Pero no venimos a sacároslo por las malas, ni mucho menos! ¿Quién podría pensar eso de nosotros? ¿Podríais hacer el favor de bajar las armas?
-¿Quizás porque parecéis venir armados hasta las cejas? – cuestionó su lacayo.
-Bueno… Sólo las traemos porque estábamos cazando jabalís, os vimos aquí y… - el brujo improvisó fatal. Alcé una ceja y suspiré. – En fin, os compramos el biocibernético. 500 aeros cuando los cibernéticos se venden por 100 a día de hoy.
-¿500 aeros? – preguntó. Se escuchó una exclamación. El tipo comenzó a pensárselo. 500 aeros era una miseria para Anastasia Boisson, y Jules lo sabía.
-¡600! Por las molestias traídas y cerramos ya. ¿Verdad que los pagamos? – miró hacia mí. Todos los ojos se plantaron en mí. Parecía que los bandidos estaban dispuestos. No contesté. Me picó en el hombro. - ¿Verdad?
-¿Por qué tengo que dar 600 aeros a unos vulgares ladrones? – pregunté sin entender a donde quería llegar el brujo. ¿Por qué esa condescendencia?
Las ballestas volvieron a alzarse de nuevo. Para nervios de Jules. El brujo volvería a tratar de poner calma. Miró con una vista a la ubicación de Alward y Eyre. Ahora todos nos miraban a nosotros después de la caldeada oferta. Confiaba en que encontrasen al biocibernético cuanto antes.
-Sé más receptiva… ¿Quieres? – preguntó entre dientes. Seguíamos rodeados.
-¡Esperad un momento, chicos! ¡Estos son los dos capullos que os dije que me habían dado una paliza antes! - comentó el tipejo al cual dejamos huir. ¿Ahora entendía Jules por qué no había que dejar huir nunca a nadie?
Parece que las negociaciones habían terminado. Empecé a sentir alzamientos de ballesta y varios.
-¿Plan B? - pregunté al brujo llevándome las manos y desenfundando mis armas también.
-Con B de Boisson. - dijo el brujo, nunca mejor dicho.
Anastasia Boisson
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Cuando Huracán y el llamado "Jules" se fueron, Alward se agachó hincando su rodilla derecha y dejando la otra en alto, para tener donde apoyarse. Inclinó su cuerpo hacia adelante para tener una buena visión a la vez que no destacase tanto en la cima de aquella colina. Acto seguido, giró su cuello para mirar a Eyre.
-Yo que tú no estaría tan a la vista-Le recomendó a la joven bruja-A no ser que quieras llamar la atención para que vengan a reventarnos la cabeza-Soltó con un tono irónico a la vez que mostraba una corta sonrisa
El joven volvió a mirar hacia el frente, desviando su mirada hacia donde estaban Huracán y Jules. Parecían estar teniendo una tensa conversación con aquellos tipos de mala muerte.
-Eyre, prepárate para salir rápida y silenciosamente a mi señal-Dijo sin apartar la vista de la escena
La conversación pareció llegar a un punto bastante álgido y tenso, donde casi se podía mascar dicha tensión en el ambiente y donde no sorprendería a nadie que empezase a saltar la sangre.
Alward jugueteaba con los dedos de la mano que tenía apoyada en su rodilla, moviéndolos como única distracción ante la tensa espera y como una forma de apaciguar los nervios, después de todo tenía que ser rápido en cuanto viese algún movimiento extraño. Y Eyre debía de estar a la misma altura.
...
Ocurrió. Jules les miró, la situación se tensó, las armas se desenvainaron... Era el momento.
-¡Vamos!-Dijo reincorporándose un poco y haciéndole un gesto con la mano a la bruja para que le siguiese.
La intención no era ir directamente al tumulto, sino dar un rodeo y entrar por una zona menos vigilada del campamento para localizar y rescatar con efectividad al bio-cibernético de Eyre. No sabía si Eyre seguía su ritmo o no, pero hasta que no llegase a algún lugar donde estuviesen seguros y lejos de miradas hostiles, no cedería un solo paso y no miraría atrás. Dudar en ese tipo de situaciones era sinónimo de fracasar, lección que bien había aprendido con el paso de los años.
Consiguió llegar a una empalizada de madera mal colocada y resquebrajada, por suerte, árboles y arbustos tapaban la localización y su pista se habría perdido gracias a la distracción de Huracán y Jules.
Echó un vistazo rápido y vio dos hombres de espalda, ajenos seguramente a la situación que se vivía en la entrada al extraño campamento. Si querían infiltrarse había que acabar con ellos. No quería espantar a la joven muchacha, y tampoco le gustaba mucho la idea de asesinar, por lo que optó por colarse con cuidado y, una vez que estaba a suficiente distancia, desenvainó con cuidado sus su espada diestra y, sujetándola con ambas manos por su filo y el mango en punta, propinó un fuerte golpe a uno de ellos haciendo que cayese ipso facto al suelo.
El otro se alertó, pero, con un movimiento ya meditado por parte de Alward, barrió con su pierna izquierda el suelo, impactando en dicho hostil y haciéndolo caer al suelo, para luego rápidamente taparle la boca y colocarse encima suya para que no opusiese resistencia. El joven Sevna tiró hacia atrás uno de sus puños y soltó la boca del sujeto, pero no dándole tiempo para articular una sola palabra, ya que el puñetazo, reforzado por el guantelete metálico de Alward, impacto con rudeza en su rostro dos veces, para asegurarse de que no se volviese a levantar. No lo había matado, pero la nariz se la había partido y le llevaría meses recuperarse del todo.
Alward miró a su alrededor y no vio a nadie más del que preocuparse, parecía que podrían infiltrarse sin problemas por ese sitio. Pudo examinar mejor el espacio que le rodeaba, estaba entre dos tiendas y varias cajas apiladas en el borde del campamento.
Los cuerpos inconscientes que había dejado habría que moverlos si no querían hacer saltar la voz de alarma de algún sujeto inoportuno.
-¡Eyre! ¿Estás ahí?-Dijo con un tono de voz bajo pero con intención de que si la bruja estaba cerca pudiera escucharle-Necesito ayuda
-Yo que tú no estaría tan a la vista-Le recomendó a la joven bruja-A no ser que quieras llamar la atención para que vengan a reventarnos la cabeza-Soltó con un tono irónico a la vez que mostraba una corta sonrisa
El joven volvió a mirar hacia el frente, desviando su mirada hacia donde estaban Huracán y Jules. Parecían estar teniendo una tensa conversación con aquellos tipos de mala muerte.
-Eyre, prepárate para salir rápida y silenciosamente a mi señal-Dijo sin apartar la vista de la escena
La conversación pareció llegar a un punto bastante álgido y tenso, donde casi se podía mascar dicha tensión en el ambiente y donde no sorprendería a nadie que empezase a saltar la sangre.
Alward jugueteaba con los dedos de la mano que tenía apoyada en su rodilla, moviéndolos como única distracción ante la tensa espera y como una forma de apaciguar los nervios, después de todo tenía que ser rápido en cuanto viese algún movimiento extraño. Y Eyre debía de estar a la misma altura.
...
Ocurrió. Jules les miró, la situación se tensó, las armas se desenvainaron... Era el momento.
-¡Vamos!-Dijo reincorporándose un poco y haciéndole un gesto con la mano a la bruja para que le siguiese.
La intención no era ir directamente al tumulto, sino dar un rodeo y entrar por una zona menos vigilada del campamento para localizar y rescatar con efectividad al bio-cibernético de Eyre. No sabía si Eyre seguía su ritmo o no, pero hasta que no llegase a algún lugar donde estuviesen seguros y lejos de miradas hostiles, no cedería un solo paso y no miraría atrás. Dudar en ese tipo de situaciones era sinónimo de fracasar, lección que bien había aprendido con el paso de los años.
Consiguió llegar a una empalizada de madera mal colocada y resquebrajada, por suerte, árboles y arbustos tapaban la localización y su pista se habría perdido gracias a la distracción de Huracán y Jules.
Echó un vistazo rápido y vio dos hombres de espalda, ajenos seguramente a la situación que se vivía en la entrada al extraño campamento. Si querían infiltrarse había que acabar con ellos. No quería espantar a la joven muchacha, y tampoco le gustaba mucho la idea de asesinar, por lo que optó por colarse con cuidado y, una vez que estaba a suficiente distancia, desenvainó con cuidado sus su espada diestra y, sujetándola con ambas manos por su filo y el mango en punta, propinó un fuerte golpe a uno de ellos haciendo que cayese ipso facto al suelo.
El otro se alertó, pero, con un movimiento ya meditado por parte de Alward, barrió con su pierna izquierda el suelo, impactando en dicho hostil y haciéndolo caer al suelo, para luego rápidamente taparle la boca y colocarse encima suya para que no opusiese resistencia. El joven Sevna tiró hacia atrás uno de sus puños y soltó la boca del sujeto, pero no dándole tiempo para articular una sola palabra, ya que el puñetazo, reforzado por el guantelete metálico de Alward, impacto con rudeza en su rostro dos veces, para asegurarse de que no se volviese a levantar. No lo había matado, pero la nariz se la había partido y le llevaría meses recuperarse del todo.
Alward miró a su alrededor y no vio a nadie más del que preocuparse, parecía que podrían infiltrarse sin problemas por ese sitio. Pudo examinar mejor el espacio que le rodeaba, estaba entre dos tiendas y varias cajas apiladas en el borde del campamento.
Los cuerpos inconscientes que había dejado habría que moverlos si no querían hacer saltar la voz de alarma de algún sujeto inoportuno.
-¡Eyre! ¿Estás ahí?-Dijo con un tono de voz bajo pero con intención de que si la bruja estaba cerca pudiera escucharle-Necesito ayuda
Alward Sevna
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Re: Se busca hombre de metal [Libre] [Cerrado]
Presta a obedecer a los mayores, la joven bruja asintió y se quedó quieta en su sitio, no sin antes buscar la mirada de Alward para constatar que él también estuviera de acuerdo en permanecer allí. Aunque teniendo compañía se sentía segura, su corazón galopaba cada vez más rápido a medida que Jules y Huracán se acercaban al campamento.
A su lado, el muchacho se acuclillaba y le sugería que hiciera lo mismo. Eyre lo miró con cierto escepticismo, preguntándose para qué servía eso si de todas maneras ya seguramente los habían visto, pero se guardó su opinión y, por respeto, acató la sugerencia y se arrodilló junto a él. Colina abajo, los mayores se encontraban por fin junto al cabecilla y sus aliados para mantener una breve conversación. Aunque no podía oír lo que decían, la joven bruja intuyó lo peor y apretó los dientes hasta que rechinaron cuando vio que los bandidos alzaban sus ballestas.
-¡Voy! -Saltó como un resorte cuando Alward dio la orden; aunque hasta el momento cada extremidad de sus ser se había sacudido en un constante temblequeo, en ese instante una gran lucidez, producto de la adrenalina, le permitió correr tras su compañero sin entrar en pánico ni tropezarse con la falda de su vestido.
La afrenta a entradas del campamento había alertado y llamado la atención de la mayoría de sus habitantes, que desenfundando sus armas comenzaban a acercarse al frente, descuidando la parte posterior. Sólo dos de ellos quedaban cuando la joven bruja y el humano consiguieron encontrar un sitio por donde colarse. Mientras Alward se encargaba de los sujetos, Eyre luchaba con las ramas de los arbustos donde las telas de su vestuario habían quedado enganchadas. Tras escuchar varios golpes secos, consiguió por fin liberarse para llegar justo en el momento en que el muchacho se disponía a mover los cuerpos. No sin cierta reticencia, se acercó con cautela a uno de ellos para tomarlo de los pies y comenzar a arrastrarlo con los ojos empañados en lágrimas.
-¿E-Están muertos? -Inquirió, intentando no mirar el rostro ensangrentado del sujeto. No era la primera vez que veía algo así... pero estaba segura de que jamás dejaría de sentir náuseas ante imágenes como esa.
Al frente del campamento, la escaramuza iba mal para los bandidos. Pese a la tremenda superioridad numérica, no contaban con que sus enemigos fueran tan duchos en combate. ¡A la mujer ni siquiera podían tocarla! Las ballestas poco habían servido y ahora los otros miembros se adelantaban para relevar a los caídos. Un hombre lagarto, varios humanos e incluso ciertos brujos rechazados por su tierra natal daban un paso adelante para hacer frente a los cazadores.
Bjorn y Hann, por su parte, habían reculado, decidiendo ocultarse disimuladamente tras sus defensores sin que éstos se dieran cuenta de que estaban luchando sin su jefe. Los códigos de honor eran escasos entre los hombres de su calaña.
-Ve a asegurar el almacén. -Farfulló Bjorn, y Hann asintió escuetamente antes de echarse a correr.
El campamento, pese a su densidad de habitantes, era bastante pequeño. Hann estaba aproximándose al habitáculo erigido con tablas y metales que servía de almacén cuando escuchó una voz femenina, demasiado frágil y juvenil para un lugar como aquel, que le resultó conocida. Desenvainando la daga que pendía de su cinturón, rodeó lentamente el almacén para espiar a quienes estaban justo detrás.
Y allí, dándole la espalda, la mocosa insolente y el bastardo de la taberna arrastraban los cuerpos de dos de sus compañeros. Un odio visceral le retorció las tripas al ver a la joven, pese a que recordaba haberse enfrentado al chico y no a ella; por alguna razón le dolía la cabeza cuando intentaba pensar en lo sucedido en la posada. No entendía por qué, pero eso no era importante; lo que sí entendía era que esos dos estaban metiéndose donde no debían y era su deber hacer algo al respecto. Apenas tuvo la oportunidad de salir de su escondite sin ser visto por ellos, Hann se abalanzó por detrás sobre Eyre y la rodeó bruscamente con un brazo, presionándole la daga contra el cuello para mantenerla quieta e impedir que el otro hiciese algún movimiento inadecuado.
-¡¡ALWARD!! -Chilló, rígida y pálida, sintiendo cómo el filo del acero acariciaba su piel.
-Intentas algo y le corto el pellejo, hijo de puta. ¡Suelta las espadas! -Hann señaló a Alward con un cabeceo y acto seguido silbó con toda la potencia de sus pulmones- Las manos detrás de la cabeza. Camina frente a mí. ¡Hazlo! ¡Que la mato!
Al oír el silbido, Bjorn supo que algo pasaba. Se acercó a paso rápido hacia el fondo del campamento y abrió los ojos de par en par al ver lo que su compañero había encontrado.
-Vaya... -Eyre sintió un escalofrío al ver cómo el recién llegado la miraba de arriba a abajo, relamiéndose los dientes con repugnante lascivia. A sus espaldas, el hombre que la mantenía apresada aprovechaba la ocasión para tocarle los incipientes pechos. No pudo evitar llorar, pero esta vez no de miedo, sino de furia e impotencia- ...¡hoy es nuestro día de suerte! -Festejó Bjorn, metiéndose una mano en el bolsillo para sacar una bola arrugada de papel que desenvolvió con irritante calma. Cuando la hoja estuvo extendida y Eyre pudo ver lo que tenía escrito, su corazón dio un vuelco y gimió con espanto.
De nuevo frente al campamento, un grito potente y seco detuvo la afrenta. Los bandidos se echaron hacia atrás y dejaron las armas en vilo, dando paso a su jefe. Bjorn se acercó al frente y dedicó una ancha sonrisa a los cazadores antes de hacerse a un lado para dejar pasar a Hann, que llevaba a cuestas a Eyre, y a Alward (si es que él había optado por hacer caso a las amenazas para proteger a la bruja).
-¡Eh, eh, eh! ¿Por qué tanta violencia? -Bromeó, cínico, exhibiendo sus dientes podridos en una mueca sardónica mientras pasaba sobre los cuerpos caídos de sus propios congéneres- Lo he pensado mejor y creo que podríamos resolver esto por las buenas. ¿Qué tal un intercambio? -Extendió una mano hacia adelante para mostrar el papel. En éste, arrugado pero legible, podía apreciarse el retrato de Eyre, de porte más sano y nutrido que ahora, enmarcado por un aviso de “Perdida”. La familia Hochgrevink no era la más adinerada de Beltrexus, pero sí sus padres se habían encargado de dar renombre a su apellido; sin duda pagarían una fortuna por rescatar a su única y pequeña hija. Mucho más que 600 insignificantes aeros. - Nos quedamos con la niña y les damos al biocibernético. ¿Qué dicen?
A su lado, el muchacho se acuclillaba y le sugería que hiciera lo mismo. Eyre lo miró con cierto escepticismo, preguntándose para qué servía eso si de todas maneras ya seguramente los habían visto, pero se guardó su opinión y, por respeto, acató la sugerencia y se arrodilló junto a él. Colina abajo, los mayores se encontraban por fin junto al cabecilla y sus aliados para mantener una breve conversación. Aunque no podía oír lo que decían, la joven bruja intuyó lo peor y apretó los dientes hasta que rechinaron cuando vio que los bandidos alzaban sus ballestas.
-¡Voy! -Saltó como un resorte cuando Alward dio la orden; aunque hasta el momento cada extremidad de sus ser se había sacudido en un constante temblequeo, en ese instante una gran lucidez, producto de la adrenalina, le permitió correr tras su compañero sin entrar en pánico ni tropezarse con la falda de su vestido.
La afrenta a entradas del campamento había alertado y llamado la atención de la mayoría de sus habitantes, que desenfundando sus armas comenzaban a acercarse al frente, descuidando la parte posterior. Sólo dos de ellos quedaban cuando la joven bruja y el humano consiguieron encontrar un sitio por donde colarse. Mientras Alward se encargaba de los sujetos, Eyre luchaba con las ramas de los arbustos donde las telas de su vestuario habían quedado enganchadas. Tras escuchar varios golpes secos, consiguió por fin liberarse para llegar justo en el momento en que el muchacho se disponía a mover los cuerpos. No sin cierta reticencia, se acercó con cautela a uno de ellos para tomarlo de los pies y comenzar a arrastrarlo con los ojos empañados en lágrimas.
-¿E-Están muertos? -Inquirió, intentando no mirar el rostro ensangrentado del sujeto. No era la primera vez que veía algo así... pero estaba segura de que jamás dejaría de sentir náuseas ante imágenes como esa.
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Al frente del campamento, la escaramuza iba mal para los bandidos. Pese a la tremenda superioridad numérica, no contaban con que sus enemigos fueran tan duchos en combate. ¡A la mujer ni siquiera podían tocarla! Las ballestas poco habían servido y ahora los otros miembros se adelantaban para relevar a los caídos. Un hombre lagarto, varios humanos e incluso ciertos brujos rechazados por su tierra natal daban un paso adelante para hacer frente a los cazadores.
Bjorn y Hann, por su parte, habían reculado, decidiendo ocultarse disimuladamente tras sus defensores sin que éstos se dieran cuenta de que estaban luchando sin su jefe. Los códigos de honor eran escasos entre los hombres de su calaña.
-Ve a asegurar el almacén. -Farfulló Bjorn, y Hann asintió escuetamente antes de echarse a correr.
El campamento, pese a su densidad de habitantes, era bastante pequeño. Hann estaba aproximándose al habitáculo erigido con tablas y metales que servía de almacén cuando escuchó una voz femenina, demasiado frágil y juvenil para un lugar como aquel, que le resultó conocida. Desenvainando la daga que pendía de su cinturón, rodeó lentamente el almacén para espiar a quienes estaban justo detrás.
Y allí, dándole la espalda, la mocosa insolente y el bastardo de la taberna arrastraban los cuerpos de dos de sus compañeros. Un odio visceral le retorció las tripas al ver a la joven, pese a que recordaba haberse enfrentado al chico y no a ella; por alguna razón le dolía la cabeza cuando intentaba pensar en lo sucedido en la posada. No entendía por qué, pero eso no era importante; lo que sí entendía era que esos dos estaban metiéndose donde no debían y era su deber hacer algo al respecto. Apenas tuvo la oportunidad de salir de su escondite sin ser visto por ellos, Hann se abalanzó por detrás sobre Eyre y la rodeó bruscamente con un brazo, presionándole la daga contra el cuello para mantenerla quieta e impedir que el otro hiciese algún movimiento inadecuado.
-¡¡ALWARD!! -Chilló, rígida y pálida, sintiendo cómo el filo del acero acariciaba su piel.
-Intentas algo y le corto el pellejo, hijo de puta. ¡Suelta las espadas! -Hann señaló a Alward con un cabeceo y acto seguido silbó con toda la potencia de sus pulmones- Las manos detrás de la cabeza. Camina frente a mí. ¡Hazlo! ¡Que la mato!
Al oír el silbido, Bjorn supo que algo pasaba. Se acercó a paso rápido hacia el fondo del campamento y abrió los ojos de par en par al ver lo que su compañero había encontrado.
-Vaya... -Eyre sintió un escalofrío al ver cómo el recién llegado la miraba de arriba a abajo, relamiéndose los dientes con repugnante lascivia. A sus espaldas, el hombre que la mantenía apresada aprovechaba la ocasión para tocarle los incipientes pechos. No pudo evitar llorar, pero esta vez no de miedo, sino de furia e impotencia- ...¡hoy es nuestro día de suerte! -Festejó Bjorn, metiéndose una mano en el bolsillo para sacar una bola arrugada de papel que desenvolvió con irritante calma. Cuando la hoja estuvo extendida y Eyre pudo ver lo que tenía escrito, su corazón dio un vuelco y gimió con espanto.
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De nuevo frente al campamento, un grito potente y seco detuvo la afrenta. Los bandidos se echaron hacia atrás y dejaron las armas en vilo, dando paso a su jefe. Bjorn se acercó al frente y dedicó una ancha sonrisa a los cazadores antes de hacerse a un lado para dejar pasar a Hann, que llevaba a cuestas a Eyre, y a Alward (si es que él había optado por hacer caso a las amenazas para proteger a la bruja).
-¡Eh, eh, eh! ¿Por qué tanta violencia? -Bromeó, cínico, exhibiendo sus dientes podridos en una mueca sardónica mientras pasaba sobre los cuerpos caídos de sus propios congéneres- Lo he pensado mejor y creo que podríamos resolver esto por las buenas. ¿Qué tal un intercambio? -Extendió una mano hacia adelante para mostrar el papel. En éste, arrugado pero legible, podía apreciarse el retrato de Eyre, de porte más sano y nutrido que ahora, enmarcado por un aviso de “Perdida”. La familia Hochgrevink no era la más adinerada de Beltrexus, pero sí sus padres se habían encargado de dar renombre a su apellido; sin duda pagarían una fortuna por rescatar a su única y pequeña hija. Mucho más que 600 insignificantes aeros. - Nos quedamos con la niña y les damos al biocibernético. ¿Qué dicen?
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Eyre
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Re: Se busca hombre de metal [Libre] [Cerrado]
El combate no se haría de rogar demasiado. Miré a un lado y observé cómo me iban a disparar una flecha. Observé fijamente esta. Iba directa a mi cabeza. Me envolví en humo dejando una silueta de mi figura que atravesó la saeta. Mi auténtico cuerpo rodó hacia abajo para disparar al tirador y abatirlo en el estómago. Jules por su parte golpeó con la culata en el rostro del bandido que tenía justo enfrente y atravesó con un tiro rápido la pierna de otro.
-¡Ash balla ná! – mi corriente de aire por excelencia sirvió para derribar a dos ballesteros más a lo lejos. A los que Jules acompasadamente disparó certeras esquirlas de fuego explosivas, para así desarmarlos y estropear sus armas. Yo retrocedí dando un par de volteretas hacia atrás y tiroteé a un secuaz que se acercaba con un garrote.
No teníamos ni para empezar con aquellos bandidos. A los que despachábamos con tiros no letales a partes débiles, como piernas, brazos o estómago. No se trataba de hacer una masacre. Éramos no letales, pero efectivos. Los tipos terminaban retorciéndose de dolor en el suelo mientras tratábamos de abatirlos, sin titubear, uno a uno. Todo iba como la seda hasta que, tras cinco minutos, una voz detuvo el combate.
En el momento en el que todos los hombres quedaron como estacas, estaba con una rodilla clavada en el suelo y la otra bota clavada en la tierra. Con claro sudor en la frente y con los pelos alocados por desenvolverme en el combate. Me erguí en un elegante gesto y miré al recién llegado. ¡El tal Bjorn! Del que todo el mundo hablaba en el campamento. Tras él, otro hombre cargaba con Eyre a marchas forzadas. El hombre me mostró sus dientes pútridos y me hizo una propuesta. El biocibernético a cambio de la niña. Jules dio un paso atrás. Ahora todo quedaba en mis manos.
Clavé mis ojos en los de Eyre fíjamente, mostrando una mirada de decepción que no escondía una clara reprimenda. ¡Joder! ¿Por qué no me había hecho caso y se había quedado atrás? Jules suspiró resignado. Ambos sabíamos que teniendo a la niña y quizás al otro estúpido de Alward, que ya había visto lo bien que la había cuidado, no estábamos en condiciones de seguir abatiendo mercenarios. Cualquier intento de ataque se traduciría en un golpe mortal a la brujita. Como solíamos decir en Beltrexus: Los matones tenían la sartén por el mango.
-Eres una mujer silenciosa. ¿Y bien, cazadora? Habla un poco. ¿Aceptas el trato? – preguntó el hombre con una sonrisa satisfactoria. Lo miré seria
Permanecí unos segundos más con la mirada reflexiva, dejando que el viento ondeara mi trenza. Pensativa. Aquellos asquerosos pederastas manoseaban sus pechos y la pequeña lloraba. De ninguna manera iba a dejar que se salieran con la suya. Eyre lloraba. ¿Cómo podía liberarla? No había demasiadas maneras para ello. Pero quizás hubiese una… más convincente.
-Soltadlos a ellos: A Eyre, a Alward y al Biocibernético... – dije con seriedad en lo que parecía una amenaza. Mi mero movimiento asustó al tal Bjorn y a su matón, que apretaría su tensión sobre Eyre con el miedo en sus ojos. Todos se prepararon para un inminente ataque de la maestra cazadora.
Lejos de ello, abrí las recámaras de las ballestas y dejé caer los virotes al suelo. Por último tiré las armas al suelo. – … Y llévame a mí. Te darán más por Lady Anastasia de Boisson que por una adolescente. - Todos los matones del área exclamaron sorprendidos. Jules también. Los ojos del tal Bjorn brillaban como si hubiesen visto a una deidad aparecer. ¡Anastasia Boisson! Definitivamente, era su gran noche.
-¡¿Tú?! No puedes entregarte. ¡Eres nuestra líder! – inquirió el brujo, que había visto casi como un suicidio aquella estrategia.
-Por eso mismo. – indiqué enviando a Jules una mirada de tranquilidad. Luego devolví mi vista al tipo.
El tipo estaba que no cabía en sí de gozo. Si por Eyre podía sacar una fortuna, por mí aún más. Yo había tirado todo mi armamento al suelo. Incluida la ballesta pesada y las granadas, aunque escondía mi daga debajo de la chaqueta con el que no contarían.
-¡Tomadla! ¡Tomadla ya! – gritó el hombre señalándome, lo que hizo que varios tipos me cogieran por los brazos con excesiva dureza. Doblegándome por un fuerte puñetazo en el vientre. – Lleváosla a la carroza prisión, vamos. – y me forzaron a caminar hacia dentro. Al pasar a su lado, el hombre me dio una fuerte torta en mi nalga izquierda. –¿Así que Anastasia Boisson, eh? ¡Já! Luego estoy contigo. – Me dijo mirándome lascivamente y guiñándome un ojo, mostrándome todos sus pútridos dientes mientras me forzaban a caminar hacia delante. Giré la cabeza para enviarle la más repugnante mirada que le había enviado nunca a nadie. Juraba en ese mismo momento que le arrancaría las tripas a aquel estúpido cerdo.
Jules, incrédulo, al ver como me llevaban, tomó mi armamento. Bjorn lo miró desafiante. ¿Cumpliría su parte del trato? Ya podía hacerlo. Era un tipo que se suponía de palabra. El brujo sabía que habría posibilidad de rescatarme a mí de allí, mientras que con la pequeña seguramente fuese más difícil.
-Cumple tu parte del trato y suéltalos. – pidió serio el brujo.
-¡Bjorn es un hombre de palabra! Y esto es lo que haréis. Desmontaremos el campamento ahora y nos largaremos. – comenzó diciendo. – Pero si os vemos el pelo. A uno de vosotros. A cualquiera. Antes de que salgamos de la isla. Me cargaré a vuestra maestra. Por favor, confirmadme que lo habéis entendido bien, no quiero que luego haya quejas.
Sin decir nada, Jules asintió de manera poco convincente. Tras unos instantes, silbó a su matón para que liberara a Eyre, a Alward y también al biocibernético.
*Off: Como siempre, podéis utilizar a Jules
-¡Ash balla ná! – mi corriente de aire por excelencia sirvió para derribar a dos ballesteros más a lo lejos. A los que Jules acompasadamente disparó certeras esquirlas de fuego explosivas, para así desarmarlos y estropear sus armas. Yo retrocedí dando un par de volteretas hacia atrás y tiroteé a un secuaz que se acercaba con un garrote.
No teníamos ni para empezar con aquellos bandidos. A los que despachábamos con tiros no letales a partes débiles, como piernas, brazos o estómago. No se trataba de hacer una masacre. Éramos no letales, pero efectivos. Los tipos terminaban retorciéndose de dolor en el suelo mientras tratábamos de abatirlos, sin titubear, uno a uno. Todo iba como la seda hasta que, tras cinco minutos, una voz detuvo el combate.
En el momento en el que todos los hombres quedaron como estacas, estaba con una rodilla clavada en el suelo y la otra bota clavada en la tierra. Con claro sudor en la frente y con los pelos alocados por desenvolverme en el combate. Me erguí en un elegante gesto y miré al recién llegado. ¡El tal Bjorn! Del que todo el mundo hablaba en el campamento. Tras él, otro hombre cargaba con Eyre a marchas forzadas. El hombre me mostró sus dientes pútridos y me hizo una propuesta. El biocibernético a cambio de la niña. Jules dio un paso atrás. Ahora todo quedaba en mis manos.
Clavé mis ojos en los de Eyre fíjamente, mostrando una mirada de decepción que no escondía una clara reprimenda. ¡Joder! ¿Por qué no me había hecho caso y se había quedado atrás? Jules suspiró resignado. Ambos sabíamos que teniendo a la niña y quizás al otro estúpido de Alward, que ya había visto lo bien que la había cuidado, no estábamos en condiciones de seguir abatiendo mercenarios. Cualquier intento de ataque se traduciría en un golpe mortal a la brujita. Como solíamos decir en Beltrexus: Los matones tenían la sartén por el mango.
-Eres una mujer silenciosa. ¿Y bien, cazadora? Habla un poco. ¿Aceptas el trato? – preguntó el hombre con una sonrisa satisfactoria. Lo miré seria
Permanecí unos segundos más con la mirada reflexiva, dejando que el viento ondeara mi trenza. Pensativa. Aquellos asquerosos pederastas manoseaban sus pechos y la pequeña lloraba. De ninguna manera iba a dejar que se salieran con la suya. Eyre lloraba. ¿Cómo podía liberarla? No había demasiadas maneras para ello. Pero quizás hubiese una… más convincente.
-Soltadlos a ellos: A Eyre, a Alward y al Biocibernético... – dije con seriedad en lo que parecía una amenaza. Mi mero movimiento asustó al tal Bjorn y a su matón, que apretaría su tensión sobre Eyre con el miedo en sus ojos. Todos se prepararon para un inminente ataque de la maestra cazadora.
Lejos de ello, abrí las recámaras de las ballestas y dejé caer los virotes al suelo. Por último tiré las armas al suelo. – … Y llévame a mí. Te darán más por Lady Anastasia de Boisson que por una adolescente. - Todos los matones del área exclamaron sorprendidos. Jules también. Los ojos del tal Bjorn brillaban como si hubiesen visto a una deidad aparecer. ¡Anastasia Boisson! Definitivamente, era su gran noche.
-¡¿Tú?! No puedes entregarte. ¡Eres nuestra líder! – inquirió el brujo, que había visto casi como un suicidio aquella estrategia.
-Por eso mismo. – indiqué enviando a Jules una mirada de tranquilidad. Luego devolví mi vista al tipo.
El tipo estaba que no cabía en sí de gozo. Si por Eyre podía sacar una fortuna, por mí aún más. Yo había tirado todo mi armamento al suelo. Incluida la ballesta pesada y las granadas, aunque escondía mi daga debajo de la chaqueta con el que no contarían.
-¡Tomadla! ¡Tomadla ya! – gritó el hombre señalándome, lo que hizo que varios tipos me cogieran por los brazos con excesiva dureza. Doblegándome por un fuerte puñetazo en el vientre. – Lleváosla a la carroza prisión, vamos. – y me forzaron a caminar hacia dentro. Al pasar a su lado, el hombre me dio una fuerte torta en mi nalga izquierda. –¿Así que Anastasia Boisson, eh? ¡Já! Luego estoy contigo. – Me dijo mirándome lascivamente y guiñándome un ojo, mostrándome todos sus pútridos dientes mientras me forzaban a caminar hacia delante. Giré la cabeza para enviarle la más repugnante mirada que le había enviado nunca a nadie. Juraba en ese mismo momento que le arrancaría las tripas a aquel estúpido cerdo.
Jules, incrédulo, al ver como me llevaban, tomó mi armamento. Bjorn lo miró desafiante. ¿Cumpliría su parte del trato? Ya podía hacerlo. Era un tipo que se suponía de palabra. El brujo sabía que habría posibilidad de rescatarme a mí de allí, mientras que con la pequeña seguramente fuese más difícil.
-Cumple tu parte del trato y suéltalos. – pidió serio el brujo.
-¡Bjorn es un hombre de palabra! Y esto es lo que haréis. Desmontaremos el campamento ahora y nos largaremos. – comenzó diciendo. – Pero si os vemos el pelo. A uno de vosotros. A cualquiera. Antes de que salgamos de la isla. Me cargaré a vuestra maestra. Por favor, confirmadme que lo habéis entendido bien, no quiero que luego haya quejas.
Sin decir nada, Jules asintió de manera poco convincente. Tras unos instantes, silbó a su matón para que liberara a Eyre, a Alward y también al biocibernético.
*Off: Como siempre, podéis utilizar a Jules
Anastasia Boisson
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Eyre se acercó a él y empezó a ayudarlo con los tipos que había dejado inconscientes. Notó que la joven bruja era reticente a tocarlos y arrastrarlos, e incluso sus ojos se empañaban, algo que llamó la atención de Alward. Desde luego no era para tanto...
-Claro que no están muertos-Negó con la cabeza, mostrando su confianza mientras arrastraba al otro tipo.
Lo arrastró hasta casi la empalizada y vio dónde podía dejarlo. Sería una buena elección el cruzarla de nuevo y dejar a ambos tipos entre los arbustos, ya que así no llamarían tanto la atención. Dejarlos dentro al lado de un barril o una caja sería algo poco inteligente, ya que se notaría bastante, ya sea por los pies, brazos o cualquier ángulo débil que los delatase. Sin duda la mejor opción era dejarlos fuera. Alward, a todo esto, le dio la espalda a Eyre mientras pensaba qué hacer con los cuerpos.
-Eyre, vamos a dejarlos fuera, ¿Crees que podrás arrastrarlos?-Suspiró-Y tranquila, que no están muertos-Volvió a inquirir mientras se volteaba hacia la bruja esbozando una sonrisa. Gesto que cambió por completo cuando vio que esta estaba siendo apresada por un tipo, era el mismo que quiso enfrentarse a él en la taberna. Dicho tipejo tenía la cara destrozada, seguramente El Jefe habría hecho un buen trabajo encargándose de él... Pero ahora estaba aquí... ¿Dónde se habría metido? ¿Y dónde estaba Ivens?
Alward hizo el gesto de llevarse ambas manos tras su espalda, hacia las empuñaduras de sus espadas. El gesto no continuó debido a la advertencia de aquel hombre. El joven Sevna mantuvo sus manos en las empuñaduras, mientras le miraba serio.
-¿Así te las gastas?-Dijo intentando provocar al tipejo-¿Tú y tu grupito no podéis contra dos tíos en una taberna y lo pagáis con una niña?-Sonrió-Por cierto, ¿Te has hecho algo en la cara? Te favorece más que el careto que tenías antes
Estaba claro que no tenía ventaja alguna sobre él, por más que decía el tipo se mantenía firme y con la daga en el cuello de Eyre. No podía hacer nada, y no podía arriesgarse a hacer algo. No era su vida la que estaba en juego y jamás se perdonaría que le pasase algo a alguien por su culpa.
Finalmente, decidió hacer caso, muy a su pesar, a lo que le había dicho aquel hombre. Se desenganchó las fundas de su espadas y las dejó caer al suelo. Con mucho cuidado, se acercó hasta él con los brazos tras la cabeza, mientras le miraba desafiante.
El maleante pegó un silbido y acto seguido llegó a escena otro tipejo, este con más malas pintas incluso que el que ya estaba allí. Parecía ser el líder, ya que le daba órdenes al otro. Miró de arriba a abajo y empezó a... ¿Manosear a Eyre? ¡Le tocó incluso sus pechos! Alward apretó los dientes y le mantuvo la mirada al tipo. Este se relamió y emitió una perversa sonrisa hacia el joven. Se acercó a este, con aires de superioridad hasta quedar sus miradas prácticamente a centímetros de distancia.
Por un momento, el tipo apartó la mirada hacia su supuesto subordinado.
-Átalo
Sin demorar un segundo, el tipo le hizo caso y se puso detrás de Alward, les bajó ambas manos con rudeza y se las empezó a atar. Tras eso, el tipejo que parecía el líder le volvió a mirar fijamente mientras mostraba una amplia sonrisa. Alward no desdibujaba su gesto y seguía impasible.
-¿Te molesta que la toque?-Ladeó su cabeza señalando a Eyre. Acto seguido fue a por la bruja y la agarró de un hombro para arrastrarla hasta donde estaban ellos-¿Es alguien importante para ti? ¿Una conocida? ¿Algo más...?
Alward no respondió. Miró a Eyre, con autoculpabilidad en su mirada, luego mantuvo de nuevo la mirada a aquel hombre.
-Bien, pues que sepas...-Se acercó al oído de Alward y le susurró-Que haré lo que me plazca
Imprudente, quizás, pero el joven Sevna no pudo contenerse y le metió un rodillazo en la entrepierna con toda su rabia contenida. El tipo se estremeció y el subordinado sacó de nuevo su daga y la puso en el cuello de Alward, con intención de clavarla, pero el otro tipejo le detuvo mientras se estremecía agachado. Intentó contener su dolor y dio paso a una risa.
-¡No lo mates!-Siguió encorvado mientras agarraba a Eyre del hombro-Me encargaré personalmente de él luego
Le hizo caso. El tipo se recompuso y ordenó trasladarse de lugar. Su subordinado agarró las dos espadas de Alward y se las recostó sobre un hombro, mientras que con la otra mano, empujaba al joven Sevna, el cual estaba totalmente atado.
Les llevaron a la afrenta, donde tras un grito potente, el combate se detuvo.
Los tipos hablaron con Huracán y Jules. Negociaron una especie de acuerdo donde la propia Huracán se entregaba a cambio de la libertad de Eyre, el bio-cibernético de esta y el propio Alward. Este último no dijo una sola palabra en toda la "negociación", simplemente mantuvo su mirada baja mientras era agarrado por uno de los hombres de ese supuesto líder.
El tipo, de nombre "Bjorn", aceptó el trato. Soltaría a los antes mencionados para llevarse a la cazadora. El joven Sevna siguió sin hablar y siguió cabizbajo, absortó en sus propios pensamientos.
Una vez las negociaciones fueron cerradas, liberaron a Alward y soltaron sus espadas en el suelo. Con poco interés y desmotivado las agarró para colocárselas de nuevo en su sitio, mientras veía como se llevaban a Huracán.
Todo se había generado por un despiste, un momento muerto donde apartó la mirada y capturaron a Eyre... ¿Habría sido meramente culpa suya? Desde luego no pudo prever un resultado así, y menos entrando con tanto éxito, como lo habían hecho, en el campamento.
Cuando todo se calmó, Alward quiso alejarse un poco del bullicio y dejó a Eyre y Jules por un momento. Se supone que en breve le entregarían el bio-cibernético a la joven bruja, pero ahora estaban en otro problema, y es que el intercambio producido no era nada satisfactorio. Es más, para Alward ni siquiera tuvo que producirse, pues poco solucionaba la situación, ahora se tendrían que encargar de liberar a Huracán.
El joven Sevna se sentó en una roca plana mientras observaba con detenimiento cómo desmontaban el campamento. Apoyó su mentón en ambas manos y se ensimismó, pensando una forma de poder seguirlos sin que se diesen cuenta, poder liberar a Huracán y que no pase nada contradictorio de nuevo. Al fin y al cabo se lo debía a la cazadora. Seguramente Jules estaría dispuesto a ir también, pero tenía dudas de si Eyre los acompañaría... No podrían ponerla en peligro otra vez, pero era una bruja al fin y al cabo, tendría... "Poderes", ¿No?
Lo primero era lo básico; tener un plan. No se le daban muy bien los planes, pero algo tenía que idear para no ir con locura y todo improvisado, pues la superioridad numérica era clara.
-¡AGGHH, MIERDA!-Soltó con frustración mientras se tiraba hacia atrás apoyando la totalidad de su espalda sobre la roca y dando un golpe con los puños cerrados sobre esta
-Claro que no están muertos-Negó con la cabeza, mostrando su confianza mientras arrastraba al otro tipo.
Lo arrastró hasta casi la empalizada y vio dónde podía dejarlo. Sería una buena elección el cruzarla de nuevo y dejar a ambos tipos entre los arbustos, ya que así no llamarían tanto la atención. Dejarlos dentro al lado de un barril o una caja sería algo poco inteligente, ya que se notaría bastante, ya sea por los pies, brazos o cualquier ángulo débil que los delatase. Sin duda la mejor opción era dejarlos fuera. Alward, a todo esto, le dio la espalda a Eyre mientras pensaba qué hacer con los cuerpos.
-Eyre, vamos a dejarlos fuera, ¿Crees que podrás arrastrarlos?-Suspiró-Y tranquila, que no están muertos-Volvió a inquirir mientras se volteaba hacia la bruja esbozando una sonrisa. Gesto que cambió por completo cuando vio que esta estaba siendo apresada por un tipo, era el mismo que quiso enfrentarse a él en la taberna. Dicho tipejo tenía la cara destrozada, seguramente El Jefe habría hecho un buen trabajo encargándose de él... Pero ahora estaba aquí... ¿Dónde se habría metido? ¿Y dónde estaba Ivens?
Alward hizo el gesto de llevarse ambas manos tras su espalda, hacia las empuñaduras de sus espadas. El gesto no continuó debido a la advertencia de aquel hombre. El joven Sevna mantuvo sus manos en las empuñaduras, mientras le miraba serio.
-¿Así te las gastas?-Dijo intentando provocar al tipejo-¿Tú y tu grupito no podéis contra dos tíos en una taberna y lo pagáis con una niña?-Sonrió-Por cierto, ¿Te has hecho algo en la cara? Te favorece más que el careto que tenías antes
Estaba claro que no tenía ventaja alguna sobre él, por más que decía el tipo se mantenía firme y con la daga en el cuello de Eyre. No podía hacer nada, y no podía arriesgarse a hacer algo. No era su vida la que estaba en juego y jamás se perdonaría que le pasase algo a alguien por su culpa.
Finalmente, decidió hacer caso, muy a su pesar, a lo que le había dicho aquel hombre. Se desenganchó las fundas de su espadas y las dejó caer al suelo. Con mucho cuidado, se acercó hasta él con los brazos tras la cabeza, mientras le miraba desafiante.
El maleante pegó un silbido y acto seguido llegó a escena otro tipejo, este con más malas pintas incluso que el que ya estaba allí. Parecía ser el líder, ya que le daba órdenes al otro. Miró de arriba a abajo y empezó a... ¿Manosear a Eyre? ¡Le tocó incluso sus pechos! Alward apretó los dientes y le mantuvo la mirada al tipo. Este se relamió y emitió una perversa sonrisa hacia el joven. Se acercó a este, con aires de superioridad hasta quedar sus miradas prácticamente a centímetros de distancia.
Por un momento, el tipo apartó la mirada hacia su supuesto subordinado.
-Átalo
Sin demorar un segundo, el tipo le hizo caso y se puso detrás de Alward, les bajó ambas manos con rudeza y se las empezó a atar. Tras eso, el tipejo que parecía el líder le volvió a mirar fijamente mientras mostraba una amplia sonrisa. Alward no desdibujaba su gesto y seguía impasible.
-¿Te molesta que la toque?-Ladeó su cabeza señalando a Eyre. Acto seguido fue a por la bruja y la agarró de un hombro para arrastrarla hasta donde estaban ellos-¿Es alguien importante para ti? ¿Una conocida? ¿Algo más...?
Alward no respondió. Miró a Eyre, con autoculpabilidad en su mirada, luego mantuvo de nuevo la mirada a aquel hombre.
-Bien, pues que sepas...-Se acercó al oído de Alward y le susurró-Que haré lo que me plazca
Imprudente, quizás, pero el joven Sevna no pudo contenerse y le metió un rodillazo en la entrepierna con toda su rabia contenida. El tipo se estremeció y el subordinado sacó de nuevo su daga y la puso en el cuello de Alward, con intención de clavarla, pero el otro tipejo le detuvo mientras se estremecía agachado. Intentó contener su dolor y dio paso a una risa.
-¡No lo mates!-Siguió encorvado mientras agarraba a Eyre del hombro-Me encargaré personalmente de él luego
Le hizo caso. El tipo se recompuso y ordenó trasladarse de lugar. Su subordinado agarró las dos espadas de Alward y se las recostó sobre un hombro, mientras que con la otra mano, empujaba al joven Sevna, el cual estaba totalmente atado.
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Les llevaron a la afrenta, donde tras un grito potente, el combate se detuvo.
Los tipos hablaron con Huracán y Jules. Negociaron una especie de acuerdo donde la propia Huracán se entregaba a cambio de la libertad de Eyre, el bio-cibernético de esta y el propio Alward. Este último no dijo una sola palabra en toda la "negociación", simplemente mantuvo su mirada baja mientras era agarrado por uno de los hombres de ese supuesto líder.
El tipo, de nombre "Bjorn", aceptó el trato. Soltaría a los antes mencionados para llevarse a la cazadora. El joven Sevna siguió sin hablar y siguió cabizbajo, absortó en sus propios pensamientos.
Una vez las negociaciones fueron cerradas, liberaron a Alward y soltaron sus espadas en el suelo. Con poco interés y desmotivado las agarró para colocárselas de nuevo en su sitio, mientras veía como se llevaban a Huracán.
Todo se había generado por un despiste, un momento muerto donde apartó la mirada y capturaron a Eyre... ¿Habría sido meramente culpa suya? Desde luego no pudo prever un resultado así, y menos entrando con tanto éxito, como lo habían hecho, en el campamento.
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Cuando todo se calmó, Alward quiso alejarse un poco del bullicio y dejó a Eyre y Jules por un momento. Se supone que en breve le entregarían el bio-cibernético a la joven bruja, pero ahora estaban en otro problema, y es que el intercambio producido no era nada satisfactorio. Es más, para Alward ni siquiera tuvo que producirse, pues poco solucionaba la situación, ahora se tendrían que encargar de liberar a Huracán.
El joven Sevna se sentó en una roca plana mientras observaba con detenimiento cómo desmontaban el campamento. Apoyó su mentón en ambas manos y se ensimismó, pensando una forma de poder seguirlos sin que se diesen cuenta, poder liberar a Huracán y que no pase nada contradictorio de nuevo. Al fin y al cabo se lo debía a la cazadora. Seguramente Jules estaría dispuesto a ir también, pero tenía dudas de si Eyre los acompañaría... No podrían ponerla en peligro otra vez, pero era una bruja al fin y al cabo, tendría... "Poderes", ¿No?
Lo primero era lo básico; tener un plan. No se le daban muy bien los planes, pero algo tenía que idear para no ir con locura y todo improvisado, pues la superioridad numérica era clara.
-¡AGGHH, MIERDA!-Soltó con frustración mientras se tiraba hacia atrás apoyando la totalidad de su espalda sobre la roca y dando un golpe con los puños cerrados sobre esta
Alward Sevna
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El silencio se adueñó del campamento cuando Bjorn dejó la propuesta flotando en el aire. Miradas tensas se intercambiaron, los pocos que quedaban en pie sostenían sus armas en vilo, y Eyre clavó su mirada empañada sobre la de su mentora preguntándose, presa del pánico, cuál sería su respuesta. El trato era injusto y cualquier resultado significaba salir perdiendo.
La cazadora habló y Eyre se sacudió bajo el fuerte agarre del matón. Todo señalaba que tendría lugar una nueva afrenta. Sin embargo, las palabras de la mayor culminaron en una propuesta inesperada que gustó inmediatamente a aquellos mercenarios ansiosos de dinero. ¡No! ¡No era así como debían terminar las cosas! Boquiabierta, la muchacha intentó gritar, imponerse, sacar valor de donde no lo tenía, pero el hombre que la retenía la apretó tan fuerte que no pudo empujar aire de sus pulmones. Vencida, tuvo que permanecer así hasta que hubieron levantado el campamento y, tras manosearla por última vez, Hann accedió a soltarla. Cayó al suelo de rodillas y permaneció así un momento, con el rostro velado por su cabello y lágrimas goteándole del mentón.
-Todo esto es culpa mía. Si no hubiera acudido a ellos... -Pensó, mordiéndose el labio para retener el llanto. Debía dejar de comportarse como una niña. No sólo podía quedarse allí, llorando, y esperar a que sus padres le resolviesen la vida. Pero es que a veces se sentía tan impotente, tan pequeña, tan...
-O.V.E.C. Localizada. Escaneando. -En ese instante, dos enormes manos metálicas la tomaron por los costados y la levantaron. La joven se encontró, atónita, con la fría y brillante mirada del biocibernético, quien la observaba de arriba a abajo una y otra vez- ¡Veintitrés! -Chilló, pasándole los brazos sobre sus hombros para estrecharlo en un fuerte abrazo. Ni siquiera había creído que los matones cumplirían su parte del trato, pero, inesperadamente honestos, lo habían soltado- ¿¡Estás bien!? -Aparte de la abolladura en la cabeza, esa que tenía desde hacía tiempo, parecía estar en buen estado. De haber tardado tan solo un rato más, pensó con horror, quizás lo habrían desmantelado antes de poder salvarlo- O.V.E.C. Intacta. Veintitrés intacto. -La garganta del ser metálico emitió un sonido trémulo y grave, algo que parecía... ¿una risa? Luego, tras depositar a la jovencita en el suelo, se giró para “escanear” al resto del grupo. El biocibernético había sido diseñado para cuidar niños, pero sus funciones se extendían a cualquiera que necesitase ayuda. Al ver a Alward alejado y gritando, se acercó a él y lo observó desde arriba sin decir nada durante largos segundos.
-Todo estará bien. -Rompió el silencio con su tono medido e insensible, dejando caer dos duras palmadas sobre la cabeza del humano- Todo estará bien. -Repitió, agarrando a Alward tal como había hecho con Eyre para forzarlo a ponerse de pie. Al no ser un cibernético de batalla... en situaciones así no sabía hacer mucho más aparte de dar palabras de aliento. Al ver esto, a la jovencita se le escapó una sonrisa y, tras inhalar profusamente, se acercó también a Alward y a Jules. Era evidente que éste último estaba dispuesto a ir a buscar a su compañera fuese como fuese.
-Todo estará bien... si hacemos algo al respecto. -Musitó, secándose las lágrimas y convenciéndose de que no volvería a llorar. Pensó en Huracán. Si quería ser como ella, o al menos parecerse en lo más mínimo, tenía que ser fuerte, aunque estuviese muerta de miedo por dentro- Lamento mucho lo que ha pasado. Es mi culpa que se hayan llevado a la maestra Boisson. -Buscó la mirada de Jules, arrepentida- Pero no nos quedaremos de brazos cruzados, ¿verdad? Creo... creo que tengo una idea.
Se sentó en la roca donde antes Alward se había echado y caviló durante un momento, enroscándose un mechón de pelo en el dedo índice mientras musitaba sus pensamientos en voz baja. Al final, alzó la mirada hacia ambos hombres y, con forzada confianza, dijo:
-Jules, tú eres tensái de fuego. Puedes crear una distracción en la entrada para permitirnos a Alward y a mí entrar, ¿verdad? -La escéptica mirada del brujo bastó para que Eyre se antepusiera en voz más alta- ¡Prometo que esta vez no dejaré que me agarren! No puedo quedarme afuera, ellos son demasiados. -Tragó saliva- Yo... yo no soy tensái, soy ilusionista. -Admitió con cierta vergüenza- Si consigo llegar hasta el sitio donde tienen a la maestra Boisson, puedo usar mis ilusiones para atraer a quienes estén vigilando su prisión, si es que los hay. Entonces entras tú, Alward, y la sacas. ¿Qué piensan? Quizás es muy simple, pero... es lo mejor que se me ocurre.
Veintitrés los observaba fijamente. Debido a su docilidad e incapacidad para pelear, lo mejor sería que él sí se quedase afuera. Eyre le dio una palmadita en el metálico brazo y suspiró. Aún quedaba un pequeño detalle.
-La pregunta es... ¿cómo encontramos el campamento?
Eyre
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Re: Se busca hombre de metal [Libre] [Cerrado]
Jules observó de brazos cruzados el reencuentro entre el cibernético y la jovencita Eyre, a la vez que lamentaba el hecho de que yo me hubiese entregado. Pero el brujo sabía que a mí me iría mejor que a la pequeña, por lo que en el fondo, sabía que no era una mala decisión.
Ahora bien, había que rescatarme, y aquello podía llegar a ser complicado. Especialmente por las amenazas del tipo y por el número de hombres que había. Si los veían, seguramente tomaran represalias contra nosotros.
El brujo tomó el hombro de Sevna cuando éste mostró su frustración.
-Tranquilo, chico. No le va a pasar nada. Se nota que no conocéis a Huracán. – dijo para tratar de restarle importancia. Luego observó a Eyre, que parecía tener un plan. Su idea era que el brujo creara una distracción para que ellos pudieran entrar. Aún así, lo mejor sería. – Hmmm, puede ser una buena idea. – dijo acariciándose el mentón. – Pero para ello, tendremos que sacarles algo de ventaja. ¡Andando!
Jules apremió entonces a los jóvenes a seguirle a toda a través de bosques y matorrales. Sin ser vistos gracias a la penumbra mientras los secuestradores desmontaban el campamento. En un trayecto de una media hora, terminó llegando a un paso estrecho y angosto, unos pocos kilómetros más allá de la ubicación del campamento original. El brujo resopló. No había nada ni nadie allí.
-Este es el camino que tomarán para ir al puerto. – afirmó. – Puedo crear una barrera de fuego y, cuando lleguen y traten de apagarlo, Alward y yo podemos hacerles frente. – miró a la chica, a la que dio un suave meneo en su cabello. Ese que tanto hartaba a los niños, como si fueran pequeños. - Y chica, como dijiste antes tu podrías infiltrarte y tratar de llegar a la caravana de Anastasia. ¿Qué me dices? ¿Podrás con ello? – comentó guiñándole un ojo.
Dicho esto, el cazador cerró los ojos, se quitó los guantes, y comenzó a calentar sus manos y a ponerlas en paralelo con el suelo. En pleno verano, estaba repleto de hierba seca y matojos, por lo que no tardaría en comenzar a arder… - Bien, ya está. Imagino que no tardará en llegar. – comentó el brujo alzando sus pulgares a los chicos. – Ahora espero que no se desmadre demasiado.
Aunque conociendo a Jules y lo poco que le gustaba usar sus poderes de fuego… Probablemente aquello terminaría en un incendio forestal
Aunque me resistí a ello, los tres hombres eran considerablemente más fuertes que yo y me metieron a la fuerza en aquel carromato. Traté de forcejear con ellos pero resultaba inútil con semejantes musculados. - ¡Vaya, la chica nos ha salido rebelde! – Comentó uno, quejándose de mis movimientos por tratar de moverme. Me sacudió un fuerte golpetazo en la cara que me hizo escupir sangre, tirándome al suelo.
Estaba medio atolondrada, por lo que no puse oposición a que me tomaron de los brazos, colocándolos hacia delante y atándome unas esposas. Luego ataron éstas a un grillete situado en la pared trasera del carromato. Los brazos me quedaron alzados y yo, sentada en el suelo.
-Te quedarás ahí quietecita hasta que venga el jefe. – comentó el último hombre. Cerrando la puerta de golpe. Era el quinto carromato en una diligencia de seis caravanas. El sitio era frío y no tenía absolutamente nada, más que una pequeña ventana cerrada con unos barrotes desde los que podía ver la luz de la luna. Maldije en voz baja y me senté en el suelo con los brazos alzados.
Tenía que sacar la daga que había escondido en la chaqueta antes de que la vieran. Pero con las manos inmovilizadas era complicado. Intenté mover el torso para poner a la vista la daga. En cuanto la tuviera, podría sacarla por telequinesis. El mango no tardó en aparecer, por lo que pude extraerla de la chaqueta con uso de magia. ¡Aquello había sido lo fácil! Ahora lo difícil, o más bien lo imposible, sería partir la cadena. Intenté resquebrajarla pero no había manera. Necesitaba la llave para poder escapar.
Por miedo a que pillaran la daga, la moví con la telequinesis hasta la esquina opuesta de la carroza, de manera que, si abrían la puerta, ésta ocultaría el arma. – Pues a esperar. – dije con resignación. Escuchando cómo fuera desarmaban el campamento. Tenía que tratar de mantener la calma. Seguramente Jules aparecería con refuerzos…
… O no. Transcurrió bastante tiempo hasta que escuché a Bjorn dar la orden de iniciar la marcha y sentí como éste se ponía en marcha. Media hora después, ya cansada de llevar los brazos elevados. Escuché ruido fuera.
-¡Quiero hablar con ella! – exclamó Bjorn.
-Pero, jefe. ¿Cree que será buena idea? – preguntó.
-Pues claro, tengo cosas que tratar. Abre la puerta, ¡y que no te lo tenga que repetir o te tiraré a los perros! – amenazó el sentenciante hombre. – No quiero nadie cerca de mí en quince minutos.
-Co… Como ordene, jefe. – comentó el carcelero.
Me mantuve alerta. La puerta se abrió y allí apareció el tal Bjorn. Sintiéndose como un macho dominante ante una mujer maniatada. ¡Se sentiría todo un valiente! El tipo se remangó los brazos. Sonreía cual baboso en celo. Cerró la puerta con brutalidad. La daga giró un poco por el impacto pero se mantenía en posición. Pronto iban a cambiar las tornas.
-¿Y dices que me darán mucho por ti? El dinero es interesante... – preguntó, mirándome y acercándose con aires de superioridad. ¡Maldito cobarde! – Pero… ¿’tirarme’ a Anastasia Boisson y encima cobrar millones? Eso ni en los mejores sueños lo habría imaginado. – expresó con júbilo.
-Te daré la oportunidad para que vuelvas por donde has venido. – dije con voz calmada. – Da un paso al frente, y será lo último que hagas. – Pero el tipo me ignoró y se adelantó. Y entonces traté de pegarle una patada con el tacón de la bota.
El fornido hombre paró mi pie con fuerza y apartó mi pierna a un lado. – En mi experiencia, a las que más os gusta haceros las duras. – Tomó mi otra extremidad y también la hizo a un lado pese a mi oposición. - Sois las que más fácil abrís las piernas. – comentó el hombre. El tipo se pegó entonces a mi cuerpo, introduciendo su mano por dentro de mi chaqueta. ¡Asqueroso violador! Le miré con asco. Iba a hacerle pagar por aquel ultraje.
Torcí la cabeza hacia un lado mientras se tiraba a besuquear cual baboso mi cuello. Craso error. Y aquel sería el último que cometería en su lamentable vida. La daga estaba ahora a mi vista. Concentré toda mi magia en ella y, por telequinesis, ésta comenzó a vibrar sobre el suelo. El arma giró sobre sí misma, a una velocidad imposible, hasta llegar a la cabeza del tipo, donde se clavó.
-Deberías haberme dejado en paz… – Lamenté, con todo el peso muerto del tipo, que había perecido en el acto, sobre mí. Me encargué de alejarlo de mí con las piernas. - ¡Por todos los dioses, Jules! ¿Dónde estás? – pregunté empezando a estar hastiada ya de aquella situación.
La caravana seguía avanzando. Y seguramente no tardarían demasiado en aparecer por allí extrañando al estúpido de Bjorn. La daga estaba esperando un nuevo atacante. Pero esperaba que esta vez al menos me trajeran las llaves.
Lo que sí llegaría hasta a mí era un fuerte olor a... ¿Quemado?
Ahora bien, había que rescatarme, y aquello podía llegar a ser complicado. Especialmente por las amenazas del tipo y por el número de hombres que había. Si los veían, seguramente tomaran represalias contra nosotros.
El brujo tomó el hombro de Sevna cuando éste mostró su frustración.
-Tranquilo, chico. No le va a pasar nada. Se nota que no conocéis a Huracán. – dijo para tratar de restarle importancia. Luego observó a Eyre, que parecía tener un plan. Su idea era que el brujo creara una distracción para que ellos pudieran entrar. Aún así, lo mejor sería. – Hmmm, puede ser una buena idea. – dijo acariciándose el mentón. – Pero para ello, tendremos que sacarles algo de ventaja. ¡Andando!
Jules apremió entonces a los jóvenes a seguirle a toda a través de bosques y matorrales. Sin ser vistos gracias a la penumbra mientras los secuestradores desmontaban el campamento. En un trayecto de una media hora, terminó llegando a un paso estrecho y angosto, unos pocos kilómetros más allá de la ubicación del campamento original. El brujo resopló. No había nada ni nadie allí.
-Este es el camino que tomarán para ir al puerto. – afirmó. – Puedo crear una barrera de fuego y, cuando lleguen y traten de apagarlo, Alward y yo podemos hacerles frente. – miró a la chica, a la que dio un suave meneo en su cabello. Ese que tanto hartaba a los niños, como si fueran pequeños. - Y chica, como dijiste antes tu podrías infiltrarte y tratar de llegar a la caravana de Anastasia. ¿Qué me dices? ¿Podrás con ello? – comentó guiñándole un ojo.
Dicho esto, el cazador cerró los ojos, se quitó los guantes, y comenzó a calentar sus manos y a ponerlas en paralelo con el suelo. En pleno verano, estaba repleto de hierba seca y matojos, por lo que no tardaría en comenzar a arder… - Bien, ya está. Imagino que no tardará en llegar. – comentó el brujo alzando sus pulgares a los chicos. – Ahora espero que no se desmadre demasiado.
Aunque conociendo a Jules y lo poco que le gustaba usar sus poderes de fuego… Probablemente aquello terminaría en un incendio forestal
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Aunque me resistí a ello, los tres hombres eran considerablemente más fuertes que yo y me metieron a la fuerza en aquel carromato. Traté de forcejear con ellos pero resultaba inútil con semejantes musculados. - ¡Vaya, la chica nos ha salido rebelde! – Comentó uno, quejándose de mis movimientos por tratar de moverme. Me sacudió un fuerte golpetazo en la cara que me hizo escupir sangre, tirándome al suelo.
Estaba medio atolondrada, por lo que no puse oposición a que me tomaron de los brazos, colocándolos hacia delante y atándome unas esposas. Luego ataron éstas a un grillete situado en la pared trasera del carromato. Los brazos me quedaron alzados y yo, sentada en el suelo.
-Te quedarás ahí quietecita hasta que venga el jefe. – comentó el último hombre. Cerrando la puerta de golpe. Era el quinto carromato en una diligencia de seis caravanas. El sitio era frío y no tenía absolutamente nada, más que una pequeña ventana cerrada con unos barrotes desde los que podía ver la luz de la luna. Maldije en voz baja y me senté en el suelo con los brazos alzados.
Tenía que sacar la daga que había escondido en la chaqueta antes de que la vieran. Pero con las manos inmovilizadas era complicado. Intenté mover el torso para poner a la vista la daga. En cuanto la tuviera, podría sacarla por telequinesis. El mango no tardó en aparecer, por lo que pude extraerla de la chaqueta con uso de magia. ¡Aquello había sido lo fácil! Ahora lo difícil, o más bien lo imposible, sería partir la cadena. Intenté resquebrajarla pero no había manera. Necesitaba la llave para poder escapar.
Por miedo a que pillaran la daga, la moví con la telequinesis hasta la esquina opuesta de la carroza, de manera que, si abrían la puerta, ésta ocultaría el arma. – Pues a esperar. – dije con resignación. Escuchando cómo fuera desarmaban el campamento. Tenía que tratar de mantener la calma. Seguramente Jules aparecería con refuerzos…
… O no. Transcurrió bastante tiempo hasta que escuché a Bjorn dar la orden de iniciar la marcha y sentí como éste se ponía en marcha. Media hora después, ya cansada de llevar los brazos elevados. Escuché ruido fuera.
-¡Quiero hablar con ella! – exclamó Bjorn.
-Pero, jefe. ¿Cree que será buena idea? – preguntó.
-Pues claro, tengo cosas que tratar. Abre la puerta, ¡y que no te lo tenga que repetir o te tiraré a los perros! – amenazó el sentenciante hombre. – No quiero nadie cerca de mí en quince minutos.
-Co… Como ordene, jefe. – comentó el carcelero.
Me mantuve alerta. La puerta se abrió y allí apareció el tal Bjorn. Sintiéndose como un macho dominante ante una mujer maniatada. ¡Se sentiría todo un valiente! El tipo se remangó los brazos. Sonreía cual baboso en celo. Cerró la puerta con brutalidad. La daga giró un poco por el impacto pero se mantenía en posición. Pronto iban a cambiar las tornas.
-¿Y dices que me darán mucho por ti? El dinero es interesante... – preguntó, mirándome y acercándose con aires de superioridad. ¡Maldito cobarde! – Pero… ¿’tirarme’ a Anastasia Boisson y encima cobrar millones? Eso ni en los mejores sueños lo habría imaginado. – expresó con júbilo.
-Te daré la oportunidad para que vuelvas por donde has venido. – dije con voz calmada. – Da un paso al frente, y será lo último que hagas. – Pero el tipo me ignoró y se adelantó. Y entonces traté de pegarle una patada con el tacón de la bota.
El fornido hombre paró mi pie con fuerza y apartó mi pierna a un lado. – En mi experiencia, a las que más os gusta haceros las duras. – Tomó mi otra extremidad y también la hizo a un lado pese a mi oposición. - Sois las que más fácil abrís las piernas. – comentó el hombre. El tipo se pegó entonces a mi cuerpo, introduciendo su mano por dentro de mi chaqueta. ¡Asqueroso violador! Le miré con asco. Iba a hacerle pagar por aquel ultraje.
Torcí la cabeza hacia un lado mientras se tiraba a besuquear cual baboso mi cuello. Craso error. Y aquel sería el último que cometería en su lamentable vida. La daga estaba ahora a mi vista. Concentré toda mi magia en ella y, por telequinesis, ésta comenzó a vibrar sobre el suelo. El arma giró sobre sí misma, a una velocidad imposible, hasta llegar a la cabeza del tipo, donde se clavó.
-Deberías haberme dejado en paz… – Lamenté, con todo el peso muerto del tipo, que había perecido en el acto, sobre mí. Me encargué de alejarlo de mí con las piernas. - ¡Por todos los dioses, Jules! ¿Dónde estás? – pregunté empezando a estar hastiada ya de aquella situación.
La caravana seguía avanzando. Y seguramente no tardarían demasiado en aparecer por allí extrañando al estúpido de Bjorn. La daga estaba esperando un nuevo atacante. Pero esperaba que esta vez al menos me trajeran las llaves.
Lo que sí llegaría hasta a mí era un fuerte olor a... ¿Quemado?
Anastasia Boisson
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Cerró los ojos, frustrado y con el ceño fruncido por unos largos segundos, luego los abrió y de pronto se encontró con una extraña criatura de... ¿Metal? Mirándole fijamente, sin decir nada, justo encima suya. El humano parpadeó varias veces y se refregó los ojos. Esos dos ojos blancos y aparentemente artificiales le miraban fijamente, era inquietante...
Alward, incómodo, se reincorporó sentado. Entonces aquella criatura rompió el silencio, dando lo que parecían palabras de ánimo y golpeándole la cabeza toscamente en un intento por tranquilizarlo que le revolvió el pelo y agitó toda su testa de arriba a abajo.
-¡AY!-Dijo aprentando los dientes mientras intentaba volver a peinarse medianamente como podía.
Aquel mastodonte le agarró y le levantó como si de una pluma se tratase, para ponerlo en pie
-¡N-no hacía falta!-Dijo mientras se sacudía. Echó un vistazo hacia Eyre y vio cómo a este se le escapaba una sonrisilla, el humano entonces se ruborizó y le apartó la mirada. Acto seguido se centró en la criatura... O bio-cibernético, si no estaba equivocado-Tú eres... ¿El bio-cibernético de Eyre?
Ambos brujos se acercaron a donde estaba Alward para pensar qué hacer y musitar un plan que les diera la victoria ante la banda llena de escoria que antes había salido victoriosa. Eyre se secaba las lágrima y Jules le daba ánimos a Alward para que tampoco se sintiese culpable, ya que él conocía a la cazadora y, según Jules, no había de qué preocuparse, aunque algo debían hacer.
-Eyre, la próxima vez que un hombre te agarre, lo que tienes que hacer es propinarle una buena patada en la entrepierna con todas tus fuerzas-Decía mientras hacía el gesto y le guiñaba un ojo-Un buen rodillazo también vale-Dijo soltando una risilla-Si aciertas, lo dejarás fuera de combate-Le dio una mirada cómplice a Jules, ya que el brujo debería de saber a lo que se refería
Tras escuchar a Eyre y aprobar su plan, Jules decidió que era hora de ponerse en marcha para no perder más tiempo, cosa con la que Alward estaba totalmente de acuerdo.
En media hora llegaron a un camino donde se supone que pasaría la caravana del anterior campamento. Jules entonces empezó a explicar su otra parte del plan.
-Alward suspiró-...Y yo que creía que había venido a Beltrexus de vacaciones...-Dijo con un tono irónico-En fin, qué sería de mí sin un poco de acción-Se encogió de hombros y acto seguido asintió, afirmando así el plan del brujo.
Pasó un rato, todos se escondieron en sitios diferentes a modo de emboscada. Cuando Jules crease la barrera de fuego, entonces saldrían él y Alward para lanzar una ofensiva que distrajese a los de la caravana para así dar margen y tiempo a Eyre para que buscase a Huracán y la liberase.
Finalmente, la caravana apareció y Jules creó la famosa barrera de fuego. Los carros se detuvieron y varios de los maleantes empezaron a intentar apagarla como fuese, o buscar una ruta alternativa de cómo soltearla. Esa era la señal, Alward salió de entre los matorrales y llamó la atención de todos los que estaban en la barrera. Era unos diez u once, no podía contarlos con claridad ni tampoco tenía tiempo.
-¡EH, INÚTILES!-Se plantó de brazos cruzados por un lateral del camino
-Es la segunda vez que nos llamas así, y esta vez no vas a salir vivo, hijo de puta...-Dijo realmente cabreado
-No os voy a dar el placer de acabar con vuestras miserables vidas-Se encogió de hombros con un tono vacilante-Pero a ti si que puede que te corte las pelotas por manosear antes a la chica-Desenvainó sus dos espadas con un gesto solemne
-¿Qué pretendes hacer con esos dos juguetes?-Dijo mofándose y hacia una señal a cuatro de sus hombres para que se preparasen para luchar
Más integrantes de la caravana se acercaron al lugar para ver qué pasaba, aunque muchos de estos ni siquiera tenían intención de intervenir... Eran prácticamente un ejército contra un simple jovencito tarado... Sí, Jules todavía no había aparecido, y esto a Alward le puso un poco nervioso, pero quiso mantener la compostura para no verse débil ante aquellos malnacidos.
-Suspiró-¿Por qué todos decís lo mismo?-Miró a sus dos armas y luego devolvió la vista hacia aquel tipo que le hablaba-Aunque no sean nada extraordinario, cortan y pinchan la carne como la mismísima espada del dios Heimdal... ¿Quieres probarlas?-Dijo esbozando una sonrisa picaresca, intentando provocar a sus rivales
-Bien...-Miró a dos de sus compañeros que ya habían desenvainado sus armas-Vosotros dos, encargaos de él
Uno con una maza y otro con espada corta, empezaron a correr hacia Alward. Este, se quedó inmóvil mientras hacía un par de florituras con sus espadas.
El de la maza iba en cabeza y preparó un ataque cargado desde bastante distancia. Alward entonces empezó a correr hacia él, cuando ambos estaban a la misma altura, el maleante soltó un ataque contundente, mientras que el joven Sevna se preocupaba más por esquivar, cosa que logró, agachándose y deslizándose un poco por el suelo hacia adelante, encontrándose así de frente al que portaba la espada. Se reincorporó con rapidez y soltó un tajo hacia este, que fue detenido por el arma de dicho maleante. El de la maza entonces se giró para soltar otro contundente ataque sobre Alward, el cual esquivó echándose a un lado. Pero el otro atacante estaba cerca y le propinó un tajo con su espada en el hombro que impactó en la protección metálica que recubría dicha parte del cuerpo.
Alward sabía que, si no fuese por la armadura que portaba, habría muerto hace mucho. No era nada del otro mundo, pero paraba golpes que podrían significar la victoria o la derrota en segundos. La hombrera de metal se dañó un poco, pero nada que no le impidiese continuar. Dio un codazo en la cara del que le había atacado para quitárselo de encima, luego se encaró con el de la maza, que otra vez le propinó un ataque contundente. Alward fintó hacia la derecha, se agachó y barrió con su pierna derecha, haciendo caer a su oponente.
Todo ocurría esto mientras que el resto de la caravana observaba y animaba como si de una especie de arena de combate se tratase, donde unos y otros apostaban, y algunos disfrutaban del espectáculo, excepto el tipo que había hablado con el joven Sevna, el cual miraba la pelea impaciente y apretando los dientes, esperando a que Alward cayera en combate
El de la espada no tardó en llegar para reincorporarse a la pelea. Con la espada en el aire, dio un tajo que fue parado por las dos espadas del espadachín doble y echada a un lado, bajando así su guardia y dejándolo expuesto. Medio inclinado y agachado, haciendo fuerza con sus dos manos, apartando así el arma de su oponente, Alward propinó una fuerte patada en la entrepierna de aquel tipo. Haciendo que este cayese al suelo ipso facto y dejándolo fuera de combate.
El de la maza se reincorporó y le quiso propinar un golpe a Alward por la espalda, pero este había oído sus estruendosos, toscos y titánicos pasos que lo delataron. El joven se echó a un lado y el ataque fue directo al aire. Alward le propinó una patada contundente en el costado a dicho oponente y lo tumbó. En un instante, y moviéndose rápido, se le acercó, se agachó y le pegó un fortísimo puñetazo en el rostro para dejarlo inconsciente.
Alward se levantó y se sacudió un poco, acto seguido miró como su hombrera estaba deformada, aunque todavía aguantaría unos golpes más, ¡Los demás jaleaban, silbaban o incluso aplaudían! Se lo tomaban como un mero espectáculo, donde seguían apostando e incluso querían que hubiesen más peleas para que este no cesara. Miró al tipo que había manoseado a Eyre y se encogió de hombros, mientras dibujaba una media sonrisa en sus labios.
Alward, incómodo, se reincorporó sentado. Entonces aquella criatura rompió el silencio, dando lo que parecían palabras de ánimo y golpeándole la cabeza toscamente en un intento por tranquilizarlo que le revolvió el pelo y agitó toda su testa de arriba a abajo.
-¡AY!-Dijo aprentando los dientes mientras intentaba volver a peinarse medianamente como podía.
Aquel mastodonte le agarró y le levantó como si de una pluma se tratase, para ponerlo en pie
-¡N-no hacía falta!-Dijo mientras se sacudía. Echó un vistazo hacia Eyre y vio cómo a este se le escapaba una sonrisilla, el humano entonces se ruborizó y le apartó la mirada. Acto seguido se centró en la criatura... O bio-cibernético, si no estaba equivocado-Tú eres... ¿El bio-cibernético de Eyre?
Ambos brujos se acercaron a donde estaba Alward para pensar qué hacer y musitar un plan que les diera la victoria ante la banda llena de escoria que antes había salido victoriosa. Eyre se secaba las lágrima y Jules le daba ánimos a Alward para que tampoco se sintiese culpable, ya que él conocía a la cazadora y, según Jules, no había de qué preocuparse, aunque algo debían hacer.
-Eyre, la próxima vez que un hombre te agarre, lo que tienes que hacer es propinarle una buena patada en la entrepierna con todas tus fuerzas-Decía mientras hacía el gesto y le guiñaba un ojo-Un buen rodillazo también vale-Dijo soltando una risilla-Si aciertas, lo dejarás fuera de combate-Le dio una mirada cómplice a Jules, ya que el brujo debería de saber a lo que se refería
Tras escuchar a Eyre y aprobar su plan, Jules decidió que era hora de ponerse en marcha para no perder más tiempo, cosa con la que Alward estaba totalmente de acuerdo.
En media hora llegaron a un camino donde se supone que pasaría la caravana del anterior campamento. Jules entonces empezó a explicar su otra parte del plan.
-Alward suspiró-...Y yo que creía que había venido a Beltrexus de vacaciones...-Dijo con un tono irónico-En fin, qué sería de mí sin un poco de acción-Se encogió de hombros y acto seguido asintió, afirmando así el plan del brujo.
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Pasó un rato, todos se escondieron en sitios diferentes a modo de emboscada. Cuando Jules crease la barrera de fuego, entonces saldrían él y Alward para lanzar una ofensiva que distrajese a los de la caravana para así dar margen y tiempo a Eyre para que buscase a Huracán y la liberase.
Finalmente, la caravana apareció y Jules creó la famosa barrera de fuego. Los carros se detuvieron y varios de los maleantes empezaron a intentar apagarla como fuese, o buscar una ruta alternativa de cómo soltearla. Esa era la señal, Alward salió de entre los matorrales y llamó la atención de todos los que estaban en la barrera. Era unos diez u once, no podía contarlos con claridad ni tampoco tenía tiempo.
-¡EH, INÚTILES!-Se plantó de brazos cruzados por un lateral del camino
-Es la segunda vez que nos llamas así, y esta vez no vas a salir vivo, hijo de puta...-Dijo realmente cabreado
-No os voy a dar el placer de acabar con vuestras miserables vidas-Se encogió de hombros con un tono vacilante-Pero a ti si que puede que te corte las pelotas por manosear antes a la chica-Desenvainó sus dos espadas con un gesto solemne
-¿Qué pretendes hacer con esos dos juguetes?-Dijo mofándose y hacia una señal a cuatro de sus hombres para que se preparasen para luchar
Más integrantes de la caravana se acercaron al lugar para ver qué pasaba, aunque muchos de estos ni siquiera tenían intención de intervenir... Eran prácticamente un ejército contra un simple jovencito tarado... Sí, Jules todavía no había aparecido, y esto a Alward le puso un poco nervioso, pero quiso mantener la compostura para no verse débil ante aquellos malnacidos.
-Suspiró-¿Por qué todos decís lo mismo?-Miró a sus dos armas y luego devolvió la vista hacia aquel tipo que le hablaba-Aunque no sean nada extraordinario, cortan y pinchan la carne como la mismísima espada del dios Heimdal... ¿Quieres probarlas?-Dijo esbozando una sonrisa picaresca, intentando provocar a sus rivales
-Bien...-Miró a dos de sus compañeros que ya habían desenvainado sus armas-Vosotros dos, encargaos de él
Uno con una maza y otro con espada corta, empezaron a correr hacia Alward. Este, se quedó inmóvil mientras hacía un par de florituras con sus espadas.
El de la maza iba en cabeza y preparó un ataque cargado desde bastante distancia. Alward entonces empezó a correr hacia él, cuando ambos estaban a la misma altura, el maleante soltó un ataque contundente, mientras que el joven Sevna se preocupaba más por esquivar, cosa que logró, agachándose y deslizándose un poco por el suelo hacia adelante, encontrándose así de frente al que portaba la espada. Se reincorporó con rapidez y soltó un tajo hacia este, que fue detenido por el arma de dicho maleante. El de la maza entonces se giró para soltar otro contundente ataque sobre Alward, el cual esquivó echándose a un lado. Pero el otro atacante estaba cerca y le propinó un tajo con su espada en el hombro que impactó en la protección metálica que recubría dicha parte del cuerpo.
Alward sabía que, si no fuese por la armadura que portaba, habría muerto hace mucho. No era nada del otro mundo, pero paraba golpes que podrían significar la victoria o la derrota en segundos. La hombrera de metal se dañó un poco, pero nada que no le impidiese continuar. Dio un codazo en la cara del que le había atacado para quitárselo de encima, luego se encaró con el de la maza, que otra vez le propinó un ataque contundente. Alward fintó hacia la derecha, se agachó y barrió con su pierna derecha, haciendo caer a su oponente.
Todo ocurría esto mientras que el resto de la caravana observaba y animaba como si de una especie de arena de combate se tratase, donde unos y otros apostaban, y algunos disfrutaban del espectáculo, excepto el tipo que había hablado con el joven Sevna, el cual miraba la pelea impaciente y apretando los dientes, esperando a que Alward cayera en combate
El de la espada no tardó en llegar para reincorporarse a la pelea. Con la espada en el aire, dio un tajo que fue parado por las dos espadas del espadachín doble y echada a un lado, bajando así su guardia y dejándolo expuesto. Medio inclinado y agachado, haciendo fuerza con sus dos manos, apartando así el arma de su oponente, Alward propinó una fuerte patada en la entrepierna de aquel tipo. Haciendo que este cayese al suelo ipso facto y dejándolo fuera de combate.
El de la maza se reincorporó y le quiso propinar un golpe a Alward por la espalda, pero este había oído sus estruendosos, toscos y titánicos pasos que lo delataron. El joven se echó a un lado y el ataque fue directo al aire. Alward le propinó una patada contundente en el costado a dicho oponente y lo tumbó. En un instante, y moviéndose rápido, se le acercó, se agachó y le pegó un fortísimo puñetazo en el rostro para dejarlo inconsciente.
Alward se levantó y se sacudió un poco, acto seguido miró como su hombrera estaba deformada, aunque todavía aguantaría unos golpes más, ¡Los demás jaleaban, silbaban o incluso aplaudían! Se lo tomaban como un mero espectáculo, donde seguían apostando e incluso querían que hubiesen más peleas para que este no cesara. Miró al tipo que había manoseado a Eyre y se encogió de hombros, mientras dibujaba una media sonrisa en sus labios.
Alward Sevna
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Ambos hombres estuvieron de acuerdo con su plan, cosa que levantó ligeramente el ánimo de Eyre, haciéndola sentir menos torpe y un poquito más útil. Sin tardar ni un minuto más se pusieron en marcha; ella caminó presurosa intentando mantener el ritmo de sus compañeros y Veintitrés los escoltó desde atrás, haciéndose sentir en la retaguardia del grupo con su constante traqueteo metálico al andar.
Tras avanzar a través de los bosques, los cuatro se detuvieron a las lindes del camino. La brujita instó al biocibernético a guardar el más absoluto silencio a partir de entonces y depositó toda su atención en Jules, quien dio las indicaciones correspondientes. Alzando una mano para acomodarse el pelo, bajó la mirada y suspiró antes de susurrar: -Podré. -“Lo intentaré”, habría querido decir, pero ya no había lugar para el fracaso. La maestra Boisson estaba atrapada con esos hombres horribles por culpa de su torpeza, ya le debía demasiado, ¡no podía volver a fallar!
Jules preparó la barrera, Alward tomó posición y Eyre, antes de que el fuego se expandiera, cruzó al otro lado del camino para esconderse a varios metros de distancia al amparo de dos frondosos arbustos- Tú quédate aquí, ¿sí? No te acerques a nosotros hasta que te diga que puedes. Estaré bien. -Le había dicho a Veintitrés, que ahora aguardaba a la sombra de un viejo y grueso abeto en el lado opuesto, cubierto por un montón de hojas y ramas, tan quieto como una planta más del bosque. Mientras esperaba, la joven cruzó los dedos y pidió a los Dioses que todo saliera bien. No podía dejar de temblar.
La espera fue agónica, pero por suerte duró poco. A la lumbre de la barrera, la caravana se detuvo y la noche se impregnó de un coro de maldiciones y chirridos de carromatos frenando unos tras otros. Desde su escondite, Eyre presenció la manera en que Alward hacía frente a decenas de bandidos y mercenarios de la más baja calaña. No pudo evitar permanecer embelesada durante un instante, admirando y envidiando su valentía. ¿De dónde sacaba valor para plantar cara él solo a todos ellos? No mucho tiempo atrás, la joven bruja había creído que los humanos eran las criaturas más débiles y vulnerables de todas. ¡Cuánto se había equivocado! Pensó con forzado optimismo que, si todo salía bien, cuando todo terminara le preguntaría cómo hacía para ser tan osado.
Hubiese seguido mirando, pero pronto se percató de que probablemente no encontraría mejor oportunidad que aquella para actuar. La mayor parte del campamento estaba observando, tal como ella, al humano, y quedaban muy pocos rezagados en la parte posterior, protegiendo a un carromato en especial. Eran tres y, con mala cara, estiraban los cuellos en un vano intento por presenciar la pelea. Eyre se deslizó silenciosamente entre los matorrales para acercarse hasta ellos; todo indicaba que estaban vigilando a la prisionera, no parecía haber otra razón para que estuvieran allí.
-¿Por qué mierda tarda tanto? -Refunfuñó uno de ellos.
-Debe estar divirtiéndose de lo lindo. Maldito suertudo.
-Descuiden. ¡Luego será nuestro turno!
Aprovechando que miraban hacia adelante, se escondió en la parte posterior del carro y los observó con detenimiento. Solo una vez había creado una ilusión colectiva y sabía cuánta energía conllevaba aquello; esa era su única oportunidad, no podía malgastarla. Respiró profundamente, intentó calmarse, se concentró en los tres hombres, cerró los ojos y visualizó con sumo detalle las facciones que debía copiar. Pensó en su porte, su forma altiva de mirar y de andar, recordó su vestuario, los matices de su voz...
...y finalmente salió de su escondite.
[1]-Qué mal hacéis vuestro trabajo. Os doy una oportunidad para salvaros el culo, ¡corred!
Los hombres, boquiabiertos, pasaron su atención de la pelea a ella en un instante. Intercambiaron miradas y desenvainaron sus espadas, aunque no parecían terminar de entender qué estaba ocurriendo. Eyre, por otro lado, se preguntó si realmente su maestra habría dicho la palabra “culo” en una situación como aquella.
-¿¡Cómo mierda escapó!? -Uno de ellos se volteó a comprobar la puerta del carromato. Estaba cerrada. ¿Entonces cómo? No debía darles tiempo para sospechar. “Huracán” dio un paso al frente y extendió sus manos hacia los tipos en una brusca sacudida. Un montón de rocas se levantaron del suelo y salieron disparadas hacia ellos. Pero no eran rocas de verdad. ¡Una ilusión dentro de otra ilusión! En tan pocos minutos comenzaba a sentirse realmente cansada. Los hombres, instintivamente, recularon para esquivar los golpes que nunca llegaron, y en ese instante la bruja se echó a correr hacia el bosque, perdiéndose entre el denso follaje.
-¡Hija de puta! ¡¡Bjorn nos va a matar!!
-¡AGÁRRENLA!
En la parte frontal de la caravana el fuego comenzaba a extenderse. Unos cuantos hombres habían dejado de mirar la pelea para dedicarse a retroceder los carros para evitar que se incendiaran. Otros tantos, alertados por los gritos del trío, se habían unido a la búsqueda de la falsa Huracán. Y Eyre, tras aguardar durante largos segundos entre las plantas sin siquiera respirar, volvía a ser ella misma para escabullirse una vez más hacia la prisión cuya entrada, por fin, estaba despejada.
El mundo le daba vueltas y tenía la respiración agitada. Tiró de la manija de la puerta para abrirla y ésta chirrió, dejando que el humo y el resplandor del fuego se colasen dentro de la improvisada celda.
-¡Maestra! -Chilló, entrando de un salto para encontrarse con una imagen que le revolvió el estómago: con una daga incrustada en el cráneo, Bjorn yacía junto a la maniatada mujer. Contuvo las arcadas y se instó a pensar que, al menos, la mayor parecía estar intacta. Esa mujer era impresionante. Se acercó a ella y observó con consternación las esposas, no había atinado a hacerse con las llaves para liberarla. Frustrada, repasó sus posibilidades. Su telequinesis era demasiado débil como para romper una cadena... y las ilusiones no le servían de nada en casos así. Pensó y pensó, hasta que una idea le iluminó la mente. -La sacaré de aquí, lo prometo, ¡ya regreso! -Chasqueando la lengua, se dio la media vuelta y desapareció por donde había venido.
Un minuto después regresaba con Veintitrés a sus espaldas, aún cubierto de polvo y hojarasca. Aunque lo instaba a apurarse, el manso cibernético iba a su ritmo. -Aquí, aquí, ayúdame a romperlas. -Le indicó, y bastaron tres tirones del mastodonte metálico para arrancar las cadenas de cuajo. Aún no podrían quitarle las esposas, pero al menos ya no estaba enganchada a la pared. Emocionada, la jovencita se echó sobre su maestra y la estrechó en un abrazo trémulo y breve. -Debemos irnos. Volverán en cualquier momento. -Y, para qué mentir, detestaba la idea de estar junto a un cadáver. Presurosa, tomó la mano de Veintitrés y salió rumbo a Alward y Jules, esperando ser seguida por la mayor.
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[1]Uso de Maestría: Ilusiones
Eyre
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Re: Se busca hombre de metal [Libre] [Cerrado]
Comenzaba a notar jaleo fuera. Parecía que Jules y los demás no habían tardado en acudir al rescate. – Por favor, que no haya recurrido a Cassandra. - Era lo único que deseaba. No tenía ganas de aguantar las burlas de la otra maestra cazadora por meses. Pero Jules lo sabía y esperaba que el brujo supiese resolverlo por su propia cuenta.
Con lo que no contaba era con que involucrara a Eyre en esto. Y mi sorpresa fue enorme cuando vi a ésta aparecer en el carromato. - ¡Eyre! – exclamé. La pequeña se sentía compungida por ver a su maestra maniatada, como me encontraba. Por lo que como no tenía manera de liberarme volvió a salir. El jolgorio parecía indicar que, efectivamente, Jules e imaginaba que también Alward, estaban llevando el grueso del combate.
Finalmente, la aprendiz de ilusionista apareció con el biocibernético que le había ayudado a rescatar. Éste por ser más fuerte rápidamente tomó mis cadenas y, tras una serie de sucesivos tirones, la logró partir. No sin no hacerme daño en las muñecas, por lo cual solté una mueca de fastidio. No era una sorpresa para mí lo brutos que podían llegar a ser estas chatarras de metal, que eran incapaces de controlar su fuerza.
-Gracias. – respiré mientras me levanté, frotándome las muñecas. Con una mirada seria pero que transmitía respeto por la chica y su compañero cibernético. Recuperé mi daga del cuerpo muerto a mi lado y la devolví a su posición en el cinturón. Con tranquilidad volví a asumir el liderazgo del trío y abrí la puerta con decisión.
El panorama fuera tampoco era demasiado prometedor. Tal y como me esperaba, Alward Sevna se pegaba con todos. Jules le proporcionaba apoyo a distancia, y la diligencia no podía avanzar pues una línea de fuego cortaba su avance. El propio brujo se alegró al verme aparecer allí. - ¡Eh! ¡Huri! ¡Qué ganas de tenerte de vuelta! ¿Por qué no te unes a la fiesta? – exclamó con alegría, extendiendo sus brazos mientras sujetaba su ballesta pesada. Sólo le miré aún desde la puerta de mi carromato. Descuido que hizo que un bandido le golpeara fuertemente con una cachiporra en la espalda, a lo que el brujo se defendió rodando y contraatacando con fuego.
A mi espalda, estaban Eyre y Veintitrés. – Lo que vas a ver ahora… - me hice de rogar un poco. ¿Hasta qué punto estaba bien…? Bueno, qué más daba. – … No lo comentes por la escuela. – pedí a la bruja, aún sin mirarla.
Me envolví en la estela de humo y me dirigí hacia dos hombres que venían a por nosotros, los rodeé con el viento y los hice salir despedidos como proyectiles antes de volver a materializarme. Dos más me dispararon con sus arcos, pero haciendo gala de mis reflejos felinos, volví a mimetizarme con el viento en una estela de humo que se elevó sobre los cielos a una velocidad endiablada.
Por los vientos me dirigí hacia la ubicación de Sevna y Jules. Este último no tardó en advertir mi presencia -¡Píllalas! – gritó Jules al verme salir de la inercia entre los tipos. El brujo seguía disparando, ayudando a Sevna, pero sacó un momento para lanzarme las ballestas de mano que le había entregado antes de dejarme arrastrar al carromato. Lo hizo justo en la dirección previsible que llevaba mi estela.
De la estela de humo se materializó la mitad de mi cuerpo, lo justo para atraer las armas a mí por telequinesis y cogerlas al vuelo. Por inercia del peso caí hacia abajo. El humo que quedaba terminó por envolverme por completo. Aunque todo mi cuerpo estaba allí físicamente. Aguardaron durante unos instantes, con sus armas en ristre, preparadas para enfrentarse a lo que fuera que saliera de aquella estela de humo.
Lo único que vieron en el silencio total fue llegar una pequeña esfera dando vueltas sobre sí misma. La esfera fue perdiendo velocidad hasta llegar a los pies de estos. - ¿Qué es esto? – preguntó uno de los brutos.
El objeto explotó emitiendo un imponente chillido y una luz cegadora. Luego salí a voz en grito de la estela de humo de un enorme salto. Portaba una ballesta en cada una que no tardé en disparar a los enemigos. En piernas y partes no vitales. No se trataba de matarlos a todos, sino de dejarlos inmovilizados.
No tardaron en caer, uno a uno. Había generado una distracción y miré con firmeza a Eyre y Veintitrés. Era mejor que los pequeños lideraran el camino mientras les cubríamos mis espaldas. Con el brazo hice una señal a lo lejos a Alward y Jules. Hora de irse.
Con lo que no contaba era con que involucrara a Eyre en esto. Y mi sorpresa fue enorme cuando vi a ésta aparecer en el carromato. - ¡Eyre! – exclamé. La pequeña se sentía compungida por ver a su maestra maniatada, como me encontraba. Por lo que como no tenía manera de liberarme volvió a salir. El jolgorio parecía indicar que, efectivamente, Jules e imaginaba que también Alward, estaban llevando el grueso del combate.
Finalmente, la aprendiz de ilusionista apareció con el biocibernético que le había ayudado a rescatar. Éste por ser más fuerte rápidamente tomó mis cadenas y, tras una serie de sucesivos tirones, la logró partir. No sin no hacerme daño en las muñecas, por lo cual solté una mueca de fastidio. No era una sorpresa para mí lo brutos que podían llegar a ser estas chatarras de metal, que eran incapaces de controlar su fuerza.
-Gracias. – respiré mientras me levanté, frotándome las muñecas. Con una mirada seria pero que transmitía respeto por la chica y su compañero cibernético. Recuperé mi daga del cuerpo muerto a mi lado y la devolví a su posición en el cinturón. Con tranquilidad volví a asumir el liderazgo del trío y abrí la puerta con decisión.
El panorama fuera tampoco era demasiado prometedor. Tal y como me esperaba, Alward Sevna se pegaba con todos. Jules le proporcionaba apoyo a distancia, y la diligencia no podía avanzar pues una línea de fuego cortaba su avance. El propio brujo se alegró al verme aparecer allí. - ¡Eh! ¡Huri! ¡Qué ganas de tenerte de vuelta! ¿Por qué no te unes a la fiesta? – exclamó con alegría, extendiendo sus brazos mientras sujetaba su ballesta pesada. Sólo le miré aún desde la puerta de mi carromato. Descuido que hizo que un bandido le golpeara fuertemente con una cachiporra en la espalda, a lo que el brujo se defendió rodando y contraatacando con fuego.
A mi espalda, estaban Eyre y Veintitrés. – Lo que vas a ver ahora… - me hice de rogar un poco. ¿Hasta qué punto estaba bien…? Bueno, qué más daba. – … No lo comentes por la escuela. – pedí a la bruja, aún sin mirarla.
Me envolví en la estela de humo y me dirigí hacia dos hombres que venían a por nosotros, los rodeé con el viento y los hice salir despedidos como proyectiles antes de volver a materializarme. Dos más me dispararon con sus arcos, pero haciendo gala de mis reflejos felinos, volví a mimetizarme con el viento en una estela de humo que se elevó sobre los cielos a una velocidad endiablada.
Por los vientos me dirigí hacia la ubicación de Sevna y Jules. Este último no tardó en advertir mi presencia -¡Píllalas! – gritó Jules al verme salir de la inercia entre los tipos. El brujo seguía disparando, ayudando a Sevna, pero sacó un momento para lanzarme las ballestas de mano que le había entregado antes de dejarme arrastrar al carromato. Lo hizo justo en la dirección previsible que llevaba mi estela.
De la estela de humo se materializó la mitad de mi cuerpo, lo justo para atraer las armas a mí por telequinesis y cogerlas al vuelo. Por inercia del peso caí hacia abajo. El humo que quedaba terminó por envolverme por completo. Aunque todo mi cuerpo estaba allí físicamente. Aguardaron durante unos instantes, con sus armas en ristre, preparadas para enfrentarse a lo que fuera que saliera de aquella estela de humo.
Lo único que vieron en el silencio total fue llegar una pequeña esfera dando vueltas sobre sí misma. La esfera fue perdiendo velocidad hasta llegar a los pies de estos. - ¿Qué es esto? – preguntó uno de los brutos.
El objeto explotó emitiendo un imponente chillido y una luz cegadora. Luego salí a voz en grito de la estela de humo de un enorme salto. Portaba una ballesta en cada una que no tardé en disparar a los enemigos. En piernas y partes no vitales. No se trataba de matarlos a todos, sino de dejarlos inmovilizados.
No tardaron en caer, uno a uno. Había generado una distracción y miré con firmeza a Eyre y Veintitrés. Era mejor que los pequeños lideraran el camino mientras les cubríamos mis espaldas. Con el brazo hice una señal a lo lejos a Alward y Jules. Hora de irse.
Anastasia Boisson
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Re: Se busca hombre de metal [Libre] [Cerrado]
Jules no tardó más en aparecer. Esto generó que el tipo repugnante, el cual le apresó junto a Eyre hacía unas horas, ordenase a sus hombres dejarse de espectáculos y atacar a ambos hombres. Se acabó la broma y el juego, ahora se ponía realmente serio. Todos los tipos, o casi todos, de la caravana se abalanzaban sobre el humano y el brujo.
Por suerte, Huracán no tardó en aparecer junto a Eyre. La joven bruja había cumplido su cometido, y Alward se lo reconoció con un rápido cruce de miradas y asintiendo sonriente. Esto les daría un poco más de desahogo, aunque la inferioridad numérica seguía siendo un factor clave.
Alward se quitaba uno a uno enemigos de encima como podía, no podía deshacerse del todo de ellos, ya que ni siquiera tenía ninguna oportunidad para ello. No podía centrar su atención en ninguno en particular, ya que necesitaba estar en todos al mismo tiempo y a la vez procurar que nadie se acercaba los suficiente como para hacerle verdadero daño. Esquivaba ataques, los repelía como podía, incluso cuando tenía la oportunidad, atacaba. Jules de vez en cuando podía apoyarle para que no estuviera tan ahogado en esa presión.
Parecía que Huracán se desenvolvía bien y sabía lo que hacía. Después de todo, las historias de aquel supuesto "cazador de vampiros legendario" no eran tan alejadas de la realidad. La mujer tenía un buen movimiento en combate y efectividad. El humano no se quería quedar atrás, y demostraba toda su habilidad en un combate ágil y rápido, haciendo gala de sus habilidades con las dos espadas. Tenía un pique sano con la cazadora, aunque esta demostraba más habilidad y eficiencia que el humano inevitablemente.
Por un momento, parecía que un gran revuelo había generado la cazadora en su zona de combate. Les dio una señal a Alward y Jules para que se retirasen. Era lo más lógico en ese momento, no podían acabar con todos los tipejos de la caravana, aunque el joven humano estuviese ardiendo en deseos de hacerlo. Le parecían personas miserables que merecían un castigo severo, sobretodo aquel que había tratado a Eyre de aquella perversa forma. No conseguía ver a este último, y no le quedaba más remedio que escapar junto al grupo.
Echó a correr, debían salir de allí. Estaba hecho, habían rescatado al bio-cibernético, a Huracán y todos los integrantes del grupo se encontraban bien. Solo les quedaba perder de vista a aquellos tipos y todo quedaría como una anécdota más en su viaje. Pero, la cosa no iba a ser tan fácil. Uno de los hombres se puso en pie y empezó a correr detrás de Eyre, concretamente era el que la manoseó antes. Alward y Jules estaban varios metros separados de la otra parte del grupo, que eran las dos brujas y el bio-cibernético, por lo que entre medio estaba aquel asqueroso tipejo.
-¡No te vas a escapar, bonita!-Gritó mientras sostenía un rostro mezclado de perversión y enojo. Era una locura, él solo no podría hacer nada contra todo el grupo, ¿Qué pretendía? Quizás era un último acto a la desesperada y con impotencia. De todas formas, Alward no iba a permitir que volviese a tocar a la joven bruja.
Con bastante suerte, en su camino encontró uno de los maleantes tendido en el suelo, el cual portaba un arco y un carcaj lleno de flechas. Con destreza, agarró el arco y una sola flecha. Tras obtener dicha arma a distancia con una sola oportunidad para dispararla, empezó a aumentar su marcha, sus zancadas eran más largas y acabó superando por varios metros a Jules. Su objetivo era ponerse lo más cercano posible al tipejo, antes de que agarrase a Eyre.
En ese momento, los demás hombres de la caravana empezaron también a correr tras el grupo. Estaban recuperados y con más ansías vengativas y combativas que nunca. Pararse sería un error, ya que volverían otra vez a estar rodeados.
-¡Seguid corriendo!-Advirtió al grupo-¡No os paréis!
Apuntó y tensó la flecha en plena carrera. Era un buen momento para desplegar todos sus conocimientos como mercenario. Le habían enseñado a manejar bien un arco, aunque casi nunca los usase, solo esperaba que todas aquellas clases de Emm valiesen la pena, y que sobretodo, no errase. Un fallo podría hacer que la flecha saliese encaminada a alguien incorrecto, o incluso perder la oportunidad para abatir a aquel tipejo de una vez por todas.
Dicho maleante, se percató de las intenciones de Alward, por lo que se abalanzó hacia él. Era el momento, ahora o nunca. Disparó. Fue certero, en todo el medio de la frente. Media flecha le atravesó el cráneo y le salió por el otro extremo. Cayó al suelo abatido y sin vida. Un miserable menos.
Alward tiró el arco y siguió corriendo, siguiendo a Huracán, la cual encabezaba la marcha.
Por suerte, Huracán no tardó en aparecer junto a Eyre. La joven bruja había cumplido su cometido, y Alward se lo reconoció con un rápido cruce de miradas y asintiendo sonriente. Esto les daría un poco más de desahogo, aunque la inferioridad numérica seguía siendo un factor clave.
Alward se quitaba uno a uno enemigos de encima como podía, no podía deshacerse del todo de ellos, ya que ni siquiera tenía ninguna oportunidad para ello. No podía centrar su atención en ninguno en particular, ya que necesitaba estar en todos al mismo tiempo y a la vez procurar que nadie se acercaba los suficiente como para hacerle verdadero daño. Esquivaba ataques, los repelía como podía, incluso cuando tenía la oportunidad, atacaba. Jules de vez en cuando podía apoyarle para que no estuviera tan ahogado en esa presión.
Parecía que Huracán se desenvolvía bien y sabía lo que hacía. Después de todo, las historias de aquel supuesto "cazador de vampiros legendario" no eran tan alejadas de la realidad. La mujer tenía un buen movimiento en combate y efectividad. El humano no se quería quedar atrás, y demostraba toda su habilidad en un combate ágil y rápido, haciendo gala de sus habilidades con las dos espadas. Tenía un pique sano con la cazadora, aunque esta demostraba más habilidad y eficiencia que el humano inevitablemente.
Por un momento, parecía que un gran revuelo había generado la cazadora en su zona de combate. Les dio una señal a Alward y Jules para que se retirasen. Era lo más lógico en ese momento, no podían acabar con todos los tipejos de la caravana, aunque el joven humano estuviese ardiendo en deseos de hacerlo. Le parecían personas miserables que merecían un castigo severo, sobretodo aquel que había tratado a Eyre de aquella perversa forma. No conseguía ver a este último, y no le quedaba más remedio que escapar junto al grupo.
Echó a correr, debían salir de allí. Estaba hecho, habían rescatado al bio-cibernético, a Huracán y todos los integrantes del grupo se encontraban bien. Solo les quedaba perder de vista a aquellos tipos y todo quedaría como una anécdota más en su viaje. Pero, la cosa no iba a ser tan fácil. Uno de los hombres se puso en pie y empezó a correr detrás de Eyre, concretamente era el que la manoseó antes. Alward y Jules estaban varios metros separados de la otra parte del grupo, que eran las dos brujas y el bio-cibernético, por lo que entre medio estaba aquel asqueroso tipejo.
-¡No te vas a escapar, bonita!-Gritó mientras sostenía un rostro mezclado de perversión y enojo. Era una locura, él solo no podría hacer nada contra todo el grupo, ¿Qué pretendía? Quizás era un último acto a la desesperada y con impotencia. De todas formas, Alward no iba a permitir que volviese a tocar a la joven bruja.
Con bastante suerte, en su camino encontró uno de los maleantes tendido en el suelo, el cual portaba un arco y un carcaj lleno de flechas. Con destreza, agarró el arco y una sola flecha. Tras obtener dicha arma a distancia con una sola oportunidad para dispararla, empezó a aumentar su marcha, sus zancadas eran más largas y acabó superando por varios metros a Jules. Su objetivo era ponerse lo más cercano posible al tipejo, antes de que agarrase a Eyre.
En ese momento, los demás hombres de la caravana empezaron también a correr tras el grupo. Estaban recuperados y con más ansías vengativas y combativas que nunca. Pararse sería un error, ya que volverían otra vez a estar rodeados.
-¡Seguid corriendo!-Advirtió al grupo-¡No os paréis!
Apuntó y tensó la flecha en plena carrera. Era un buen momento para desplegar todos sus conocimientos como mercenario. Le habían enseñado a manejar bien un arco, aunque casi nunca los usase, solo esperaba que todas aquellas clases de Emm valiesen la pena, y que sobretodo, no errase. Un fallo podría hacer que la flecha saliese encaminada a alguien incorrecto, o incluso perder la oportunidad para abatir a aquel tipejo de una vez por todas.
Dicho maleante, se percató de las intenciones de Alward, por lo que se abalanzó hacia él. Era el momento, ahora o nunca. Disparó. Fue certero, en todo el medio de la frente. Media flecha le atravesó el cráneo y le salió por el otro extremo. Cayó al suelo abatido y sin vida. Un miserable menos.
Alward tiró el arco y siguió corriendo, siguiendo a Huracán, la cual encabezaba la marcha.
Alward Sevna
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“Gracias”. ¿Había oído bien? La Maestra Boisson, Huracán, la leyenda de la que todos los chicos de su edad hablaban con añoranza y aquella a quien hasta sus padres respetaban, acababa de decirle “gracias”. La joven bruja apenas atinó a asentir con la cabeza, instándose a no verse tan estupefacta como estaba por dentro. Con una sonrisilla, tras salir del pestilente carromato y dejar atrás al pérfido Bjorn, la siguió de cerca a través del infierno en que se había convertido la caravana. ¡“Gracias”, le había dicho!
Saliendo de su embobamiento, vislumbró a lo lejos que tanto Alward como Jules seguían en pie, cansados pero ilesos. Un suspiro de alivio emergió de entre sus labios por acto reflejo. Mentiría si dijera que no había temido por Alward, a quien creía, después de ella, el más indefenso del grupo. ¡Le alegraba haberse equivocado! Casi podía sentir que se le pegaba un poquito de la valentía de quienes la rodeaban. Aunque, sin armas ni poderes elementales que sirvieran para hacer daño de verdad -dudaba que sus ilusiones fueran útiles en medio de ese campo de batalla-, ni toda la valentía del mundo podía ayudarla a combatir junto a sus compañeros. Era momento de apartarse y dejar que los mayores hicieran lo suyo.
“Lo que vas a ver ahora… No lo comentes por la escuela” Negó con la cabeza. ¿A quién iba a comentárselo? No tenía amigos en el Hekshold. Bueno, salvo Matthew, a quien dudaba que le interesasen ese tipo de anécdotas o que siquiera supiese quién era Huracán. De todas formas, aunque lo contara nunca le creerían. No le quedaba más remedio que disfrutar de ser la única testigo de todo lo que estaba ocurriendo así que, tironeando a Veintitrés de un brazo, decidió que lo mejor sería dirigirse a un costado del camino.
La mayor se convirtió en una nube de humo y Eyre, quien pese a haber leído de dicha capacidad no había creído que alguien pudiera realmente hacerlo, la siguió con la mirada de ojos abiertos como platos. Al ver que la nube atravesaba el campamento para dirigirse a sus aliados, la joven corrió seguida por el biocibernético guarecidos en la boscosa linde del camino, pues ir por el centro los habría convertido, una vez más, en un blanco demasiado fácil para los maleantes.
La afrenta se desarrollaba con vertiginosa velocidad. Golpes por aquí, llamaradas por allá, los miembros de la caravana caían unos tras otros, incapaces de organizarse ante la repentina ausencia de su jefe. Un chasquido en el cielo marcó el fin de la batalla: la explosión tronó en el centro de la barahúnda y todos los que se encontraban cerca se taparon los ojos quedando indefensos y aturdidos ante el repentino ataque. Eyre se encontraba lo suficientemente lejos como para no salir lastimada, pero aún así sus oídos comenzaron a pitar dolorosamente. Incluso el biocibernético emitió un chillido metálico y sacudió fuertemente su gran cabeza mientras se llevaba una mano a los faros de metal que hacían las veces de ojos.
A la distancia, la significativa mirada lanzada por Huracán fue suficiente para entender que ese era el momento de retirarse. Eyre tironeó a su compañero robótico y se echó a correr a toda velocidad a través del camino, siendo seguida por los mayores. Los guijarros crujían bajo sus botas y, tras ella, el traqueteo metálico de Veintitrés resultaba ensordecedor. Impulsada por la adrenalina, su corazón galopaba y respiraba con agitación. Por fin la pesadilla había terminado.
…O al menos eso creyó durante un instante, hasta que el grito de aquel inmundo pervertido la alertó de su presencia. Sintió, por un segundo, que el mundo se le caía a los pies. Ya no tenía energías para hacer frente a un obstáculo más, ¡a duras penas conseguía mantener el ritmo para no ser alcanzada por ese tipejo! ¿Por qué los seguía? ¿Por qué la deseaba tanto?
-¡No dejes de correr, Veintitrés! -Chilló, temblorosa. Al biocibernético, que no había sido diseñado para esa clase de actividades, se le dificultaba aligerar la marcha. Alward gritó, instándolos a seguir, y Eyre tironeó con más fuerza a su amigo, apenas volteándose para vislumbrar al humano empuñando el arco y la flecha. No podía dejarse atrapar, ¡no podía echar todo a perder! ¡Sólo un poco más!
El ruido seco de un cuerpo desplomándose la obligó a mirar hacia atrás. Y allí vio a Hann, desparramado sin vida, con la cabeza atravesada por un virote. Sintió náuseas y vergüenza, pero ni un ápice de pena. ¿Era porque la había manoseado? ¿O cada vez se volvía más fría, menos... empática? Tragó saliva para deshacerse del nudo que le apretaba la garganta y clavó la mirada al frente, sin dejar de correr. Quizás simplemente habían personas que no merecían su tristeza.
- Spoiler:
- ¡Lamento mucho la tardanza! Espero sepan disculparme. El trabajo me chupa toda la sangre ;_;
Eyre
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