Tiempo de migrar al norte, o a donde sea [Libre-Noche][2/4]
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Tiempo de migrar al norte, o a donde sea [Libre-Noche][2/4]
Yo pisé una flor, y llovía y llovía, aguantando el dolor, y llovía y llovía, presurosa la gente detrás me perseguía, y si ya me alcanzaban muy mal la pasaría, din don, din don.
Vamos a ayudar a la gente en la Guerra de Lunargenta- Me dije de mala gana mientras continuaba corriendo -Será divertido, los humanos son muy agradecidos- Continué de mala gana -Lis himinis sin miy igridicidis- Me imité mientras pateaba un conejo esponjoso y peludo que fue a caer bastante lejos, y es que aquel trabajo no había terminado nada bien, con una herida en la frente por donde parecía que se me iban a salir los pulmones, y una veloz carrera para salir de la ciudad mientras los pueblerinos furiosos me perseguían con palos y piedras resultaban un final muy triste para un héroe, yo solamente quería otra medallita.
Por si todo aquello no fuera suficiente mala suerte, el cielo se había desparramado en un torrencial aguacero que parecía dispuesto a complicarme la existencia, el piso mojado se había convertido en fango y lodo, eso creo que es lo mismo pero necesitaba darle más dramatismo al ambiente, ya dejen que me desahogue. Alcancé al conejo que se bamboleaba mareado después del golpe anterior y lo volví a patear, necesitaba sentir que alguien la pasaba peor que yo.
A lo lejos, una pequeña cabaña parecía ofrecerme una esperanza de salvación, si lograba llegar y convencer a sus habitantes que era una buena persona, seguramente podría ponerme a salvo al menos por un rato, corrí de nuevo para patear al conejo pero mi pie resbaló y terminé cayendo sobre el esponjoso animalito que chilló como un juguete de baño -Odio el lodo, y a los conejos, y a los humanos- Tomé al conejo por las orejas y me levanté, echando atrás el cabello que llovía sobre mi rostro y no me dejaba ver.
Calculé la distancia y lancé el conejo con todas mis fuerzas hacia una de las ventanas de la cabaña, el animalito impactó y entró en la morada dejando un agujero por donde me asomé luego -Hooolaaa- Dije mientras me acercaba y asomaba la boca por el agujero -¿Y si hacemos un muñe…?- Me interrumpí antes de decir una locura -¿Hay alguien aquí?- No escuché ninguna respuesta, aquello parecía ir mejor de lo que esperaba -Unos hombres malvados nos hicieron daño, a mí y al pequeño Flufy- Porque claro, un nombre tierno siempre resulta conmovedor y yo estaba lo bastante herido y aporreado como para que la historia resultara creíble.
Di varias vueltas a la casa tan solo para asegurarme que efectivamente no había nadie dentro, con los rumores de la guerra y lo cerca que estaba aquella cabaña de la ciudad humana, si sus habitantes eran listos seguramente se habían ido en una de las caravanas al norte -Muy bien, ya que no responden, voy a entrar, pero no porque sea una mala persona- Anuncié con voz inocente -La puerta está abierta, deberían tener más cuidado- Volví a decir en voz alta mientras le daba una fuerte patada que la abrió de par en par, se veía todo tan calientito adentro que de inmediato entré y tras confirmar que estaba vacía, volví a colocar la puerta en su sitio, tampoco es que me fuera a proteger mucho pero al menos evitaría que entrara todo el frío -Oh, mira, ahí estás amiguito- Le dije al pequeño conejo que temblaba acurrucado en un rincón -Tranquilo, estamos bien, ya nadie nos hará daño- Traté de calmarlo mientras lo tomaba de nuevo por las orejas y jugaba a lanzarlo y atraparlo de una mano a la otra.
Vamos a ayudar a la gente en la Guerra de Lunargenta- Me dije de mala gana mientras continuaba corriendo -Será divertido, los humanos son muy agradecidos- Continué de mala gana -Lis himinis sin miy igridicidis- Me imité mientras pateaba un conejo esponjoso y peludo que fue a caer bastante lejos, y es que aquel trabajo no había terminado nada bien, con una herida en la frente por donde parecía que se me iban a salir los pulmones, y una veloz carrera para salir de la ciudad mientras los pueblerinos furiosos me perseguían con palos y piedras resultaban un final muy triste para un héroe, yo solamente quería otra medallita.
Por si todo aquello no fuera suficiente mala suerte, el cielo se había desparramado en un torrencial aguacero que parecía dispuesto a complicarme la existencia, el piso mojado se había convertido en fango y lodo, eso creo que es lo mismo pero necesitaba darle más dramatismo al ambiente, ya dejen que me desahogue. Alcancé al conejo que se bamboleaba mareado después del golpe anterior y lo volví a patear, necesitaba sentir que alguien la pasaba peor que yo.
A lo lejos, una pequeña cabaña parecía ofrecerme una esperanza de salvación, si lograba llegar y convencer a sus habitantes que era una buena persona, seguramente podría ponerme a salvo al menos por un rato, corrí de nuevo para patear al conejo pero mi pie resbaló y terminé cayendo sobre el esponjoso animalito que chilló como un juguete de baño -Odio el lodo, y a los conejos, y a los humanos- Tomé al conejo por las orejas y me levanté, echando atrás el cabello que llovía sobre mi rostro y no me dejaba ver.
Calculé la distancia y lancé el conejo con todas mis fuerzas hacia una de las ventanas de la cabaña, el animalito impactó y entró en la morada dejando un agujero por donde me asomé luego -Hooolaaa- Dije mientras me acercaba y asomaba la boca por el agujero -¿Y si hacemos un muñe…?- Me interrumpí antes de decir una locura -¿Hay alguien aquí?- No escuché ninguna respuesta, aquello parecía ir mejor de lo que esperaba -Unos hombres malvados nos hicieron daño, a mí y al pequeño Flufy- Porque claro, un nombre tierno siempre resulta conmovedor y yo estaba lo bastante herido y aporreado como para que la historia resultara creíble.
Di varias vueltas a la casa tan solo para asegurarme que efectivamente no había nadie dentro, con los rumores de la guerra y lo cerca que estaba aquella cabaña de la ciudad humana, si sus habitantes eran listos seguramente se habían ido en una de las caravanas al norte -Muy bien, ya que no responden, voy a entrar, pero no porque sea una mala persona- Anuncié con voz inocente -La puerta está abierta, deberían tener más cuidado- Volví a decir en voz alta mientras le daba una fuerte patada que la abrió de par en par, se veía todo tan calientito adentro que de inmediato entré y tras confirmar que estaba vacía, volví a colocar la puerta en su sitio, tampoco es que me fuera a proteger mucho pero al menos evitaría que entrara todo el frío -Oh, mira, ahí estás amiguito- Le dije al pequeño conejo que temblaba acurrucado en un rincón -Tranquilo, estamos bien, ya nadie nos hará daño- Traté de calmarlo mientras lo tomaba de nuevo por las orejas y jugaba a lanzarlo y atraparlo de una mano a la otra.
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Aerandiano de honor
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Re: Tiempo de migrar al norte, o a donde sea [Libre-Noche][2/4]
Allen había hecho todo lo que estaba a su alcance por explicarle a su hermana las cosas que había olvidado. Lamentablemente, y a pesar de todos sus esfuerzos, la pequeña rubia no consiguió recordar nada de su pasado. Todo era nuevo para ella; el mundo, la magia, incluso ella misma le era desconocida. Este hecho tenía al elfo con el corazón destrozado, pues no conseguía entender quién podría haberle hecho un acto tan cruel a su querida gemela. Haberse encontrado con el joven Eltrant parecía haber renovado a Ryn lo suficiente como para no perder la fe en que conseguiría reponerse de aquello, pero, para su desgracia, llegó el momento de separar sus caminos y la ojiazul no volvió a sonreír de la misma forma en que lo había hecho cuando se encontraba al lado del humano y la vampira. De seguir así no tendrían otra opción que regresar a Sandorai y contar todo al Clan Elaynor.
Caminaron sin rumbo durante varios días, bordeando los limites de la ciudad de Lunargenta, ya que, hasta donde Allen sabía, ese lugar era zona de extremo peligro y ahora su responsabilidad era evitar que la rubia sufriese más de lo que ya lo había hecho. El escenario se volvió un fastidio, cuando la noche los alcanzó y una tormenta se desató, indicándoles que era el momento de detenerse y descansar. No había muchos refugios en los alrededores y el clima empeoraba cada vez más. El menor de los gemelos buscó con desesperación un sitio seco donde pudiesen reponerse, más todo apuntaba a que deberían volver por donde habían llegado y ese hecho comenzaba a preocuparle. Para su sorpresa el sonido de algo rompiéndose llamó la atención de los gemelos, quienes, tras unos segundos de duda, se acercaron a inspeccionar lo que había sucedido.
Una cabaña apareció frente a sus ojos, haciéndoles sonreír como si los Dioses hubiesen escuchado sus plegarias. Con una particular desconfianza echaron un vistazo rápido a ambos lados de la casa, asumiendo que esta se encontraba totalmente sola. Allen avanzó hasta la puerta, misma que parecía haber sido dañada de alguna forma, cosa que atribuyó a los fuerte ventarrones que rugían con fuerza en el exterior. El ojiazul siguió inspeccionando la puerta con asombro. Las creaciones humanas siempre le habían fascinado, incluso si se trataban de bagatelas sin importancia. Fue por ello por lo que no se percató de inmediato de la presencia masculina que había proclamado aquella propiedad como suya. Afortunadamente la rubia, quien se encontraba escondida tras la espalda de su hermano, echó un vistazo por encima del hombro de este, abriendo los ojos con espanto al observar como un hombre maltrataba a una pequeña criaturita afelpada.
— ¡No haga eso! —Exclamó con espanto, haciendo que Allen si girara en dirección al extraño, llevando su mano a la empuñadura de la espada que yacía en su cintura—. P-Por favor…no —se acercó a él—. Le daremos lo que sea. Sólo…ya no lo lastime…parece asustado.
—Ryn, vuelve aquí —sentenció el joven, mirando al extraño con un aura defensiva—. No sabíamos que este sitio está ocupado —aunque intentó ser cortés, no pudo evitar mantenerse a la expectativa—. Perdone nuestra intromisión, nos marcharemos de inmediato.
—Len…no… —suplicó la elfita—. Le está haciendo daño.
—Ryn —insistió—. Debemos irnos.
—Por favor…no lo lastime más —Ashy se acercó más al extraño, esperando lograr convencerle de no seguir con aquel atroz comportamiento—. ¿Puede…? —Ladeó la cabeza, observando que el extraño tenía una herida que no dejaba de sangrar—. U-Usted…está herido… —miró a su hermano—. Está herido…
Allen paseó su mirada entre el hombre y su hermana, debatiéndose sobre lo que debería hacer en esa situación. Si la rubia no se había marchado por el conejo, ahora no lo haría al ver a ese sujeto con la frente sangrándole. Soltó la empuñadura de su espada y se acercó hasta su hermana, emitiendo un suspiro de frustración. No deberían estar ahí y, por lo que sabían, podrían estar entrando en un peligro mayor que el estar afuera con la tormenta. Aun así, abrió su capa, tomando el extraño bolso de Ryn, el cual contenía un sinfín de utensilios médicos. Ese objeto encantado era lo único que la rubia había conseguido proteger tras su escape del lugar dónde la recluyeron y, ahora, agradecía no haberlo dejado botado en algún sitio.
—Podemos curarlo… —habló no muy convencido—. Si nos lo permite.
Caminaron sin rumbo durante varios días, bordeando los limites de la ciudad de Lunargenta, ya que, hasta donde Allen sabía, ese lugar era zona de extremo peligro y ahora su responsabilidad era evitar que la rubia sufriese más de lo que ya lo había hecho. El escenario se volvió un fastidio, cuando la noche los alcanzó y una tormenta se desató, indicándoles que era el momento de detenerse y descansar. No había muchos refugios en los alrededores y el clima empeoraba cada vez más. El menor de los gemelos buscó con desesperación un sitio seco donde pudiesen reponerse, más todo apuntaba a que deberían volver por donde habían llegado y ese hecho comenzaba a preocuparle. Para su sorpresa el sonido de algo rompiéndose llamó la atención de los gemelos, quienes, tras unos segundos de duda, se acercaron a inspeccionar lo que había sucedido.
Una cabaña apareció frente a sus ojos, haciéndoles sonreír como si los Dioses hubiesen escuchado sus plegarias. Con una particular desconfianza echaron un vistazo rápido a ambos lados de la casa, asumiendo que esta se encontraba totalmente sola. Allen avanzó hasta la puerta, misma que parecía haber sido dañada de alguna forma, cosa que atribuyó a los fuerte ventarrones que rugían con fuerza en el exterior. El ojiazul siguió inspeccionando la puerta con asombro. Las creaciones humanas siempre le habían fascinado, incluso si se trataban de bagatelas sin importancia. Fue por ello por lo que no se percató de inmediato de la presencia masculina que había proclamado aquella propiedad como suya. Afortunadamente la rubia, quien se encontraba escondida tras la espalda de su hermano, echó un vistazo por encima del hombro de este, abriendo los ojos con espanto al observar como un hombre maltrataba a una pequeña criaturita afelpada.
— ¡No haga eso! —Exclamó con espanto, haciendo que Allen si girara en dirección al extraño, llevando su mano a la empuñadura de la espada que yacía en su cintura—. P-Por favor…no —se acercó a él—. Le daremos lo que sea. Sólo…ya no lo lastime…parece asustado.
—Ryn, vuelve aquí —sentenció el joven, mirando al extraño con un aura defensiva—. No sabíamos que este sitio está ocupado —aunque intentó ser cortés, no pudo evitar mantenerse a la expectativa—. Perdone nuestra intromisión, nos marcharemos de inmediato.
—Len…no… —suplicó la elfita—. Le está haciendo daño.
—Ryn —insistió—. Debemos irnos.
—Por favor…no lo lastime más —Ashy se acercó más al extraño, esperando lograr convencerle de no seguir con aquel atroz comportamiento—. ¿Puede…? —Ladeó la cabeza, observando que el extraño tenía una herida que no dejaba de sangrar—. U-Usted…está herido… —miró a su hermano—. Está herido…
Allen paseó su mirada entre el hombre y su hermana, debatiéndose sobre lo que debería hacer en esa situación. Si la rubia no se había marchado por el conejo, ahora no lo haría al ver a ese sujeto con la frente sangrándole. Soltó la empuñadura de su espada y se acercó hasta su hermana, emitiendo un suspiro de frustración. No deberían estar ahí y, por lo que sabían, podrían estar entrando en un peligro mayor que el estar afuera con la tormenta. Aun así, abrió su capa, tomando el extraño bolso de Ryn, el cual contenía un sinfín de utensilios médicos. Ese objeto encantado era lo único que la rubia había conseguido proteger tras su escape del lugar dónde la recluyeron y, ahora, agradecía no haberlo dejado botado en algún sitio.
—Podemos curarlo… —habló no muy convencido—. Si nos lo permite.
- Ropa y expresión de Allen:
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Ashryn Elaynor
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Re: Tiempo de migrar al norte, o a donde sea [Libre-Noche][2/4]
Estaba sentado cómodamente, limpiando el sudor de mi cuello con la espalda del conejo cuando repentinamente la puerta se abrió de par en par, apreté al animalito con fuerza hasta que sus ojos casi salieron de sus cuencas; dos misteriosos personajes aparecieron repentinamente, tal vez los dueños de aquel lugar, lo mejor sería buscar una explicación para la puerta rota, aunque algo me decía que lo mejor era decir la verdad, que la puerta se había caído sola y yo solo estaba tratando de cuidar el lugar para que nadie se metiera.
Eran un par de chicos apenas, solo lograba ver sus siluetas pero una de sus voces me resultó remotamente conocida -Por favor, no nos hagan daño, venimos en paz- Dije con voz suplicante e inocente mientras agarraba a Flufy por el cuello, preparado para lanzarlo en caso de problemas, aunque no parecían amenazantes, o al menos no ambos, estaba tomando fuerza para lanzarle el conejo a la cara a la chica pero a medida que se acercaba la fui reconociendo -Pero claro que parezco asustado, me han dado un buen susto- Tomé para mí sus palabras -Ya oíste, Flufy, no me lastimes- Reclamé al animalejo antes de levantarme para intentar darle un abrazo a la elfina.
Ryn, tanto tiempo sin saber de ti- Estaba emocionado de volver a verla al fin -¿Te casaste?- Señalé a su acompañante -No, no, no, no se vayan. Que bueno que llegaron, los estábamos esperando- Ofrecí al conejito -Aquí tienen mi regalo de bodas, lo coseché yo mismo- El chico parecía muy decidido a irse, tal vez necesitaban más privacidad en su luna de miel, picarones.
Yo les puedo dar privacidad para que hagan sus… cosas- Señalé el espacioso lugar -Unas cortinas por acá, otras por allá y listo- Parecía un buen plan, estaba seguro -¿Qué pasó contigo Ryn? Desapareciste- Me acerqué un poco a ella con algo de miedo pues su novio celoso se mostraba muy protector -No, no te preocupes, estoy bien, soy fuerte- Sonreí mientras la herida en mi frente se abría de nuevo para dejar salir un chorro de sangre que me hizo desplomarme al piso.
Y de un momento a otro todo se derrumbó, dentro de mí, dentro de mí, mis párpados se hicieron pesados, mis piernas fallaron, solté al conejo que rebotó un par de veces contra el piso y trató de correr, desgraciadamente, en la misma dirección que yo caía, por lo que al final consiguió su objetivo de amortiguar mi caída, o al menos un poco de esta, mi pie izquierdo se levantó soltando una de mis botas y quedé inconsciente durante un rato.
Eran un par de chicos apenas, solo lograba ver sus siluetas pero una de sus voces me resultó remotamente conocida -Por favor, no nos hagan daño, venimos en paz- Dije con voz suplicante e inocente mientras agarraba a Flufy por el cuello, preparado para lanzarlo en caso de problemas, aunque no parecían amenazantes, o al menos no ambos, estaba tomando fuerza para lanzarle el conejo a la cara a la chica pero a medida que se acercaba la fui reconociendo -Pero claro que parezco asustado, me han dado un buen susto- Tomé para mí sus palabras -Ya oíste, Flufy, no me lastimes- Reclamé al animalejo antes de levantarme para intentar darle un abrazo a la elfina.
Ryn, tanto tiempo sin saber de ti- Estaba emocionado de volver a verla al fin -¿Te casaste?- Señalé a su acompañante -No, no, no, no se vayan. Que bueno que llegaron, los estábamos esperando- Ofrecí al conejito -Aquí tienen mi regalo de bodas, lo coseché yo mismo- El chico parecía muy decidido a irse, tal vez necesitaban más privacidad en su luna de miel, picarones.
Yo les puedo dar privacidad para que hagan sus… cosas- Señalé el espacioso lugar -Unas cortinas por acá, otras por allá y listo- Parecía un buen plan, estaba seguro -¿Qué pasó contigo Ryn? Desapareciste- Me acerqué un poco a ella con algo de miedo pues su novio celoso se mostraba muy protector -No, no te preocupes, estoy bien, soy fuerte- Sonreí mientras la herida en mi frente se abría de nuevo para dejar salir un chorro de sangre que me hizo desplomarme al piso.
Y de un momento a otro todo se derrumbó, dentro de mí, dentro de mí, mis párpados se hicieron pesados, mis piernas fallaron, solté al conejo que rebotó un par de veces contra el piso y trató de correr, desgraciadamente, en la misma dirección que yo caía, por lo que al final consiguió su objetivo de amortiguar mi caída, o al menos un poco de esta, mi pie izquierdo se levantó soltando una de mis botas y quedé inconsciente durante un rato.
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Re: Tiempo de migrar al norte, o a donde sea [Libre-Noche][2/4]
Las cosas resultaron de una manera inesperada, cuando el extraño reconoció a la elfita, llamándola por su nombre. La aludida retrocedió con temor, haciendo un esfuerzo por recordar aquel rostro que no parecía tener lugar en su memoria. Allen, por su parte, desvió la mirada con un ligero rubor en sus mejillas, buscando calmar el nerviosismo que se había presentado en su cuerpo al escuchar las palabras del hombre, quien creyó que ellos eran una pareja. ¿No veía que eran idénticos? Quizá se debía a la escasa iluminación de la habitación, pero si a Ashryn le cortasen el cabello, básicamente se convertiría en Allen. Su hermana no pareció entender absolutamente nada de las insinuaciones que el sujeto les hacía, pidiéndoles que no abandonaran el lugar y ofreciéndoles al conejillo como supuesto regalo de bodas.
El rubio escondió sus ojos tras su flequillo, sintiendo su rostro arder por el tono carmín que ya le hacía parecer un tomate, mientras la mayor de los gemelos se apresuraba a aclarar que no tenía ni la más remota idea de quién era o a qué se refería con lo de las cortinas. La conversación desembocó en una pregunta que consiguió que la elfita parpadeara con desconcierto. ¿Desaparecer? ¿Acaso la conocía? ¿De dónde? Desafortunadamente no tuvo mucho tiempo de cuestionarlo, pues de la nada el extraño cayó al suelo, aplastando al animalito en el proceso y quedando inconsciente tras ser noqueado por su propio zapato. Ambos hermanos observaron la escena con las bocas abiertas, negándose a creer que eso realmente hubiese sucedido. Era tan surrealista…incluso podía catalogarse como ridículo; sin embargo, ahí estaban, de pie frente a una persona inconsciente por causa de una chancla.
— ¿Está…? —Preguntó la elfita, tomando un palo del piso y picando al extraño con él.
—No —intervino el menor, acercándose al cuerpo del sujeto—. Creo que sólo se desmayó —lo movió un poco, sacando al animalito aplastado y entregándoselo a su hermana—. Yo me encargaré de él. Asegúrate que esté bien.
La ojiazul tomó al conejito, notando que su patita se había lesionado con el impacto, por lo que lo vendó y tranquilizó, mientras Allen hacía malabares para llevar al sujeto a un lugar apartado de la puerta, donde la chimenea amortiguara el frío que alcanzaba a colarse por la puerta magullada. El rubio dispuso de la chimenea, recostando al inconsciente sobre una pequeña cama que había improvisado con colchas que estaban guardadas en un antiguo armario. No estaba seguro de por qué ayudaba a ese ser tan…peculiar, pero no se sentía en condiciones de dejarle por su cuenta. ¿Qué idiota se noqueaba a si mismo con un zapato? El sólo pensarlo le provocaba una pequeña risa interna. Aunque lo único que le costaba trabajo aceptar era el hecho de que pensaran que él y Ryn estaban casados, porque era obvio que no daban esa impresión.
Colocó un apósito en la frente del hombre, intentando frenar la hemorragia que luchaba por continuar. Él no era un sanador, pero sus habilidades debían servir para ayudar a esa pobre cosita fea. Dejó que un poco de magia escapara de sus manos, esperando que eso fuese suficiente para sanar las heridas que tuviese sobre su cuerpo, incluyendo la de la frente. Instintivamente miró a su hermana, quien acariciaba la cabecita del conejo que se hallaba sobre su regazo, con la mirada fija en el hombre inconsciente. Nuevamente sintió que su corazón se aceleraba, imaginándose cómo sería la vida si traspasara esa línea y diese rienda suelta sus prohibidos sentimientos. Desde luego, todo esto quedaría en su cabeza, pues, aunque para los elfos el matrimonio entre familiares no era tabú, para el Clan Elaynor podría ser la bomba que terminase por destruir a la familia.
—Él me conoce —la mayor llamó la atención, hablando con desconcierto—. Me llamó por mi nombre…
—Creo que sé quién es —Allen sacudió la cabeza, disipando sus turbios pensamientos, mientras levantaba un poco el labio superior del hombre, examinando sus dientes con determinación—. Su nombre es Bio…o algo así.
— ¿Lo conoces?
—En realidad no —sonrió con amabilidad, tomando asiento junto a su hermana—. Lo mencionaste un par de veces en tus cartas. Si no me equivoco ustedes eran amigos.
Ambos gemelos permanecieron en silencio durante un breve momento, manteniendo una distancia prudencial del vampiro, a la espera de que despertara. Ashy protegía al conejito, sobándole la patita lastimada con mucho cuidado. El rubio, por su parte, tenía muchas preguntas que hacer y quizá el amigo de su hermana pudiese responderle. Aunque, considerando cómo había quedado en ese estado, comenzaba a dudar de su propio criterio para evaluar fuentes de información.
El rubio escondió sus ojos tras su flequillo, sintiendo su rostro arder por el tono carmín que ya le hacía parecer un tomate, mientras la mayor de los gemelos se apresuraba a aclarar que no tenía ni la más remota idea de quién era o a qué se refería con lo de las cortinas. La conversación desembocó en una pregunta que consiguió que la elfita parpadeara con desconcierto. ¿Desaparecer? ¿Acaso la conocía? ¿De dónde? Desafortunadamente no tuvo mucho tiempo de cuestionarlo, pues de la nada el extraño cayó al suelo, aplastando al animalito en el proceso y quedando inconsciente tras ser noqueado por su propio zapato. Ambos hermanos observaron la escena con las bocas abiertas, negándose a creer que eso realmente hubiese sucedido. Era tan surrealista…incluso podía catalogarse como ridículo; sin embargo, ahí estaban, de pie frente a una persona inconsciente por causa de una chancla.
— ¿Está…? —Preguntó la elfita, tomando un palo del piso y picando al extraño con él.
—No —intervino el menor, acercándose al cuerpo del sujeto—. Creo que sólo se desmayó —lo movió un poco, sacando al animalito aplastado y entregándoselo a su hermana—. Yo me encargaré de él. Asegúrate que esté bien.
La ojiazul tomó al conejito, notando que su patita se había lesionado con el impacto, por lo que lo vendó y tranquilizó, mientras Allen hacía malabares para llevar al sujeto a un lugar apartado de la puerta, donde la chimenea amortiguara el frío que alcanzaba a colarse por la puerta magullada. El rubio dispuso de la chimenea, recostando al inconsciente sobre una pequeña cama que había improvisado con colchas que estaban guardadas en un antiguo armario. No estaba seguro de por qué ayudaba a ese ser tan…peculiar, pero no se sentía en condiciones de dejarle por su cuenta. ¿Qué idiota se noqueaba a si mismo con un zapato? El sólo pensarlo le provocaba una pequeña risa interna. Aunque lo único que le costaba trabajo aceptar era el hecho de que pensaran que él y Ryn estaban casados, porque era obvio que no daban esa impresión.
Colocó un apósito en la frente del hombre, intentando frenar la hemorragia que luchaba por continuar. Él no era un sanador, pero sus habilidades debían servir para ayudar a esa pobre cosita fea. Dejó que un poco de magia escapara de sus manos, esperando que eso fuese suficiente para sanar las heridas que tuviese sobre su cuerpo, incluyendo la de la frente. Instintivamente miró a su hermana, quien acariciaba la cabecita del conejo que se hallaba sobre su regazo, con la mirada fija en el hombre inconsciente. Nuevamente sintió que su corazón se aceleraba, imaginándose cómo sería la vida si traspasara esa línea y diese rienda suelta sus prohibidos sentimientos. Desde luego, todo esto quedaría en su cabeza, pues, aunque para los elfos el matrimonio entre familiares no era tabú, para el Clan Elaynor podría ser la bomba que terminase por destruir a la familia.
—Él me conoce —la mayor llamó la atención, hablando con desconcierto—. Me llamó por mi nombre…
—Creo que sé quién es —Allen sacudió la cabeza, disipando sus turbios pensamientos, mientras levantaba un poco el labio superior del hombre, examinando sus dientes con determinación—. Su nombre es Bio…o algo así.
— ¿Lo conoces?
—En realidad no —sonrió con amabilidad, tomando asiento junto a su hermana—. Lo mencionaste un par de veces en tus cartas. Si no me equivoco ustedes eran amigos.
Ambos gemelos permanecieron en silencio durante un breve momento, manteniendo una distancia prudencial del vampiro, a la espera de que despertara. Ashy protegía al conejito, sobándole la patita lastimada con mucho cuidado. El rubio, por su parte, tenía muchas preguntas que hacer y quizá el amigo de su hermana pudiese responderle. Aunque, considerando cómo había quedado en ese estado, comenzaba a dudar de su propio criterio para evaluar fuentes de información.
Ashryn Elaynor
Honorable
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Re: Tiempo de migrar al norte, o a donde sea [Libre-Noche][2/4]
Estaba herido, cansado, perseguido, y ahora también, olvidado, el desconcierto fue la gota que derramó el vaso antes de desvanecerme, lo último que llegué a ver fue un, una, bueno, ya no vi nada, y me fui… y de pronto ahí estaba, flotando en un lago enorme de aguas azuladas, rodeado de mariposas verdes y unicornios plateados con alas en las nalgas, no quería siquiera imaginar cómo volaban pero ni modo, primero debía atender a lo importante, por alguna razón no podía sentir mi cola; me levanté de prisa y me revisé en busca de esta pero nada, no estaba ahí, intenté gritar pero mi voz no salía, el agua comenzó a calentarse y me quemaba, porque, sí, el agua caliente quema, o eso dicen.
La sensación era bastante extraña aunque a la vez, un poco conocida, un extraño cosquilleo caliente y ácido me recorría la piel como un escozor incesante por todo el cuerpo y entonces, repentinamente y sin aviso, desperté y ahí estaba, sentado sobre el enorme tobogán de arcoíris que… ¿qué?
Desperté de nuevo y ahora sí estaba frente la feliz pareja -Estoy bien, estoy bien- Dije extendiendo los brazos al frente y mirando nervioso a todos lados -No les huelan las alas, no les huelan las alas- Dije aunque difícilmente entenderían a lo que me refería, y es que ya ni yo lo entendía. Sacudí la cabeza a los lados y me calmé para recuperar la cordura -Ryn ¿No me recuerdas?- Pregunté para estar seguro de lo que me había parecido escuchar antes.
Miré al pequeño y adorable Fluffy que milagrosamente seguía con vida, ojalá no se encariñaran mucho con él porque llevaba rato ablandándolo para que fuera mi cena -¿Me olvidaste?- Volví a preguntar con cara de puchero -Soy Bio, de los informantes, somos amigos- Afirmé con convicción -Tenías la mala costumbre de aplastarme a cada oportunidad pero nos llevábamos bien- Recordé una constante en nuestros últimos encuentros y no es que fuera muy agradable pero sí que era algo fácil de recordar -¿Qué te pasó?- Pregunté un poco preocupado y en un tono más serio.
La miré fijamente en espera de respuestas, respuestas que tal vez no llegarían, parecía tan diferente a como la recordaba, el mismo empaque pero con un contenido distinto, intenté levantarme pero mis piernas fallaron, aún estaba un poco débil, toqué mi frente y aunque dolía, la herida parecía estar cerrada -¿Tú lo hiciste?- Pregunté dudoso, tal vez había olvidado cómo sanar también -¿Quién eres tú?- Le pregunté al chico que la acompañaba y al que no había visto antes, pero que ahora con más atención, resultaba bastante parecido a ella ¿Sería su hijo?
La sensación era bastante extraña aunque a la vez, un poco conocida, un extraño cosquilleo caliente y ácido me recorría la piel como un escozor incesante por todo el cuerpo y entonces, repentinamente y sin aviso, desperté y ahí estaba, sentado sobre el enorme tobogán de arcoíris que… ¿qué?
Desperté de nuevo y ahora sí estaba frente la feliz pareja -Estoy bien, estoy bien- Dije extendiendo los brazos al frente y mirando nervioso a todos lados -No les huelan las alas, no les huelan las alas- Dije aunque difícilmente entenderían a lo que me refería, y es que ya ni yo lo entendía. Sacudí la cabeza a los lados y me calmé para recuperar la cordura -Ryn ¿No me recuerdas?- Pregunté para estar seguro de lo que me había parecido escuchar antes.
Miré al pequeño y adorable Fluffy que milagrosamente seguía con vida, ojalá no se encariñaran mucho con él porque llevaba rato ablandándolo para que fuera mi cena -¿Me olvidaste?- Volví a preguntar con cara de puchero -Soy Bio, de los informantes, somos amigos- Afirmé con convicción -Tenías la mala costumbre de aplastarme a cada oportunidad pero nos llevábamos bien- Recordé una constante en nuestros últimos encuentros y no es que fuera muy agradable pero sí que era algo fácil de recordar -¿Qué te pasó?- Pregunté un poco preocupado y en un tono más serio.
La miré fijamente en espera de respuestas, respuestas que tal vez no llegarían, parecía tan diferente a como la recordaba, el mismo empaque pero con un contenido distinto, intenté levantarme pero mis piernas fallaron, aún estaba un poco débil, toqué mi frente y aunque dolía, la herida parecía estar cerrada -¿Tú lo hiciste?- Pregunté dudoso, tal vez había olvidado cómo sanar también -¿Quién eres tú?- Le pregunté al chico que la acompañaba y al que no había visto antes, pero que ahora con más atención, resultaba bastante parecido a ella ¿Sería su hijo?
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