Trigo limpio [Privado-Taliesin]
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Trigo limpio [Privado-Taliesin]
La estancia empezó a ganar detalle a medida que el contraste entre la luz del sol brillante de fuera de la misma iba clareando el camino a través del que Kyrst se daba paso. Los detalles confusos de la estancia principal tomaban forma en el conjunto de muebles de apariencia vencida y usados que componía la sala.
La mujer se limpio las manos en el delantal excusándose de lo desordenado de la cocina, intentando hacer espacio en la mesa principal donde se acumulaban un conjunto diverso de hortalizas e utensilos de corte a parted iguales. Kyrst sonrio como lo hubiese hecho con un viejo amigo, o con su propia madre, mientras ayudaba a la mujer a posicionar los cacharros donde esta le iba indicando.
Se perdió por un segundo la intensa mirada de la mujer anciana y para cuando su mirada volvió curioso a ver que hacia aquella mujer, esta se llevo la mano a su delantal con el que se limpio alrededor de la boca y su frente.
Sientate muchacho- Dijo la mujer casi forzándolo a tomar asiento- No recuerdo dia tan caluroso en varios años. Estoy segura que el trigo y la cebada de esta cosecha va a estar bastante agradecido cuando finalmente lo recojan en breve-
Kyrst miró a su alrededor. Sobre los muebles se acumulaba el polvo de una estancia que no parecía haber estado en uso desde hacia bastante tiempo, sin embargo lo atestada de cosas en la parte a un lado de los fogones hacia sospechar que aquella era, sin duda, una mujer bastante ocupada y hacendosa. El hombre observo el pequeño mandil de flores de aquella viejita y flashes de su propia infancia acabaron inundando su mente, y se encontró envuelto en un aura extraña, como si hubiese sido transportado a la pequeña cocina de su propia vivienda.
Se acomodó en aquella silla, y casi de improvisto notó que sus pies no tocaban el suelo bajo el y que de un momento a otro, aquella mujer parecía menos diminuta y mas alta, y la mesa mas grande frente a el mismo.Sonrio aun asi. Envuelto en una sensación de extraña felicidad mientras los humos provenientes de lo que aquella señora cocinaba entraban y salían de su nariz, haciendo rugir su estómago.
-Espero que te guste la comida aderezada con especias- dijo la mujer girándose de manera parcial y sonriendo- No soy nada sin un poco de pimienta y orégano.- volvió a mirarlo esta vez con mas detenimiento- quizás algo de laurel. Quién sabe..- volvió a secarse el sudor de la boca y la frente y agarro un cuchillo con el que comenzó a pelar tomates.-
Lo cierto es, que estoy tan hambriento que incluso comería lo que me hicieses, crudo- dijo Kyrst. El hombre no noto lo agudo de su voz mientras balanceaba sus pies a un lado y otro de la mesa, impaciente.
-JAJAJAJ- rio la mujer dejando de pelar tomates de manera brusca y riendo exageradamente – Crudo dice…- se limpio de nuevo los labios esta vez con la manga y volvió a cortar los tomates, algo azorada- No podemos comer crudo… es lo único que nos diferencia de los animales… querido.- Dijo y echó los tomates a la cazuela que respondio con una fuerte humarada.
En el fondo de la mente de Kyrst, por un segundo, se pregunto si Taliesin estaba bien fuera de aquella casona. Aquel pensamiento se fue tan pronto como el olor burbujeante del tomate cociéndose acaparó su nariz.
La mujer se limpio las manos en el delantal excusándose de lo desordenado de la cocina, intentando hacer espacio en la mesa principal donde se acumulaban un conjunto diverso de hortalizas e utensilos de corte a parted iguales. Kyrst sonrio como lo hubiese hecho con un viejo amigo, o con su propia madre, mientras ayudaba a la mujer a posicionar los cacharros donde esta le iba indicando.
Se perdió por un segundo la intensa mirada de la mujer anciana y para cuando su mirada volvió curioso a ver que hacia aquella mujer, esta se llevo la mano a su delantal con el que se limpio alrededor de la boca y su frente.
Sientate muchacho- Dijo la mujer casi forzándolo a tomar asiento- No recuerdo dia tan caluroso en varios años. Estoy segura que el trigo y la cebada de esta cosecha va a estar bastante agradecido cuando finalmente lo recojan en breve-
Kyrst miró a su alrededor. Sobre los muebles se acumulaba el polvo de una estancia que no parecía haber estado en uso desde hacia bastante tiempo, sin embargo lo atestada de cosas en la parte a un lado de los fogones hacia sospechar que aquella era, sin duda, una mujer bastante ocupada y hacendosa. El hombre observo el pequeño mandil de flores de aquella viejita y flashes de su propia infancia acabaron inundando su mente, y se encontró envuelto en un aura extraña, como si hubiese sido transportado a la pequeña cocina de su propia vivienda.
Se acomodó en aquella silla, y casi de improvisto notó que sus pies no tocaban el suelo bajo el y que de un momento a otro, aquella mujer parecía menos diminuta y mas alta, y la mesa mas grande frente a el mismo.Sonrio aun asi. Envuelto en una sensación de extraña felicidad mientras los humos provenientes de lo que aquella señora cocinaba entraban y salían de su nariz, haciendo rugir su estómago.
-Espero que te guste la comida aderezada con especias- dijo la mujer girándose de manera parcial y sonriendo- No soy nada sin un poco de pimienta y orégano.- volvió a mirarlo esta vez con mas detenimiento- quizás algo de laurel. Quién sabe..- volvió a secarse el sudor de la boca y la frente y agarro un cuchillo con el que comenzó a pelar tomates.-
Lo cierto es, que estoy tan hambriento que incluso comería lo que me hicieses, crudo- dijo Kyrst. El hombre no noto lo agudo de su voz mientras balanceaba sus pies a un lado y otro de la mesa, impaciente.
-JAJAJAJ- rio la mujer dejando de pelar tomates de manera brusca y riendo exageradamente – Crudo dice…- se limpio de nuevo los labios esta vez con la manga y volvió a cortar los tomates, algo azorada- No podemos comer crudo… es lo único que nos diferencia de los animales… querido.- Dijo y echó los tomates a la cazuela que respondio con una fuerte humarada.
En el fondo de la mente de Kyrst, por un segundo, se pregunto si Taliesin estaba bien fuera de aquella casona. Aquel pensamiento se fue tan pronto como el olor burbujeante del tomate cociéndose acaparó su nariz.
Kyrst
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Re: Trigo limpio [Privado-Taliesin]
Taliesin estaba en trance, observando el broche mientras la niebla roja se extendía a su alrededor. ¿Qué hacía allí un broche perdido años atrás? ¿A quién estaba dedicada aquella inscripción? Su esposa jamás se lo había dado a él; cuando él lo vio, no tenía esas palabras grabadas. "Al padre de mi hija". ¿Qué significaba aquello? La conclusión era obvia, pero su mente no se atrevía a dar aquel salto, y se atascaba en el paso anterior. ¿Qué hacía allí aquel broche? Volvía a repetirse las preguntas.
Todo lo que había a su alrededor desapareció para él. Primero, porque su mente lo desenfocó todo para concentrarse en aquel singular objeto. Pero segundo, de una manera más literal, lo que lo rodeaba desapareció tras la espesa niebla roja. El peor de sus temores se estaba reafirmando y subiéndole desde el estómago para atenazarle la garganta.
¿Se lo había dado a otro hombre? ¿Su hija no era suya?
Hacía años que no entretenía conscientemente aquella posibilidad, aunque nunca había dejado el miedo atrás. Y de golpe parecía excesivamente real. Sintió un sudor frío. Levantó la mirada, buscando ayuda a su alrededor, y se dio cuenta por primera vez de la niebla roja.
- ¿Kyrst? - Llamó, confuso, recordando a penas que el hombre estaba a su lado unos meros instantes atrás.
Estaba en un momento de casi pánico, y necesitaba algo real que lo anclase. ¿Dónde estaba el mercenario?
------
En el interior de la casona, aquella niebla roja comenzó a colarse por la ventana abierta. La mujer frunció el ceño al verlo, y fue a cerrarla. Sin embargo, continuó metiéndose por debajo de la puerta, y cuando alcanzó a la anciana, hizo que comenzara a toser fuertemente.
- ¡Kyrst! - Se escuchó a alguien llamando desde fuera.
- Tus amigos te están buscando para jugar... demasiado pronto...
Habló de manera entrecortada, abanicando con una mano para intentar alejar la niebla que persistía en colarse. Tiró varios trapos al suelo para que bloquearan la rendija bajo la puerta, y echó el cerrojo. Justo un instante más tarde, alguien desde el otro lado intentó abrir la puerta, empujándola en vano y persistiendo en llamar a Kyrst. La mujer lo ignoró por completo.
- Tan impacientes... Pero es importante una buena comida antes de salir ahí fuera en un día tan caluroso.
Dicho lo cual, agarró un bol y lo llenó hasta arriba, antes de volver a dejarlo delante del niño.
--------
Taliesin dejó de agitar la puerta que había encontrado, convencido al fin de que no se abriría. Giró sobre si con el broche firmemente sujeto, y se quedó con la espalda pegada a la casona. Era imposible encontrar a nadie en aquella niebla. Estaba confuso, enfadado, abandonado, intentando poner claridad en toda aquella maraña de acontecimientos y sentimientos. Pero sus pensamientos volvían a la inscripción, y su confusión y enfado sólo aumentaban.
- Ese broche es mío.
Una figura se acercaba hacia él, aún difuminada en la niebla. El vampiro entornó los ojos, intentando discernirla mejor, pero aún estaba demasiado lejos.
- Es mi broche - volvió a repetir la figura, con un tono que exigía su devolución.
Y aunque Taliesin no pudo ver al hombre que lo decía, sí que reconoció su voz.
Todo lo que había a su alrededor desapareció para él. Primero, porque su mente lo desenfocó todo para concentrarse en aquel singular objeto. Pero segundo, de una manera más literal, lo que lo rodeaba desapareció tras la espesa niebla roja. El peor de sus temores se estaba reafirmando y subiéndole desde el estómago para atenazarle la garganta.
¿Se lo había dado a otro hombre? ¿Su hija no era suya?
Hacía años que no entretenía conscientemente aquella posibilidad, aunque nunca había dejado el miedo atrás. Y de golpe parecía excesivamente real. Sintió un sudor frío. Levantó la mirada, buscando ayuda a su alrededor, y se dio cuenta por primera vez de la niebla roja.
- ¿Kyrst? - Llamó, confuso, recordando a penas que el hombre estaba a su lado unos meros instantes atrás.
Estaba en un momento de casi pánico, y necesitaba algo real que lo anclase. ¿Dónde estaba el mercenario?
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En el interior de la casona, aquella niebla roja comenzó a colarse por la ventana abierta. La mujer frunció el ceño al verlo, y fue a cerrarla. Sin embargo, continuó metiéndose por debajo de la puerta, y cuando alcanzó a la anciana, hizo que comenzara a toser fuertemente.
- ¡Kyrst! - Se escuchó a alguien llamando desde fuera.
- Tus amigos te están buscando para jugar... demasiado pronto...
Habló de manera entrecortada, abanicando con una mano para intentar alejar la niebla que persistía en colarse. Tiró varios trapos al suelo para que bloquearan la rendija bajo la puerta, y echó el cerrojo. Justo un instante más tarde, alguien desde el otro lado intentó abrir la puerta, empujándola en vano y persistiendo en llamar a Kyrst. La mujer lo ignoró por completo.
- Tan impacientes... Pero es importante una buena comida antes de salir ahí fuera en un día tan caluroso.
Dicho lo cual, agarró un bol y lo llenó hasta arriba, antes de volver a dejarlo delante del niño.
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Taliesin dejó de agitar la puerta que había encontrado, convencido al fin de que no se abriría. Giró sobre si con el broche firmemente sujeto, y se quedó con la espalda pegada a la casona. Era imposible encontrar a nadie en aquella niebla. Estaba confuso, enfadado, abandonado, intentando poner claridad en toda aquella maraña de acontecimientos y sentimientos. Pero sus pensamientos volvían a la inscripción, y su confusión y enfado sólo aumentaban.
- Ese broche es mío.
Una figura se acercaba hacia él, aún difuminada en la niebla. El vampiro entornó los ojos, intentando discernirla mejor, pero aún estaba demasiado lejos.
- Es mi broche - volvió a repetir la figura, con un tono que exigía su devolución.
Y aunque Taliesin no pudo ver al hombre que lo decía, sí que reconoció su voz.
Taliesin Skatha
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Re: Trigo limpio [Privado-Taliesin]
El paladar de Kyrst se inundó con el sabor mismo de los recuerdos. El tomate mezclándose con aquella pizca de lo que parecía ser pimienta le traía a la memoria retazos de un él del que apenas se había olvidado. El hombr-niño sorbió aquel bol con el interés de quien está dispuesto a acabarlo para empezar el siguiente. Si oyó su voz siendo llamada desde el otro lado de la puerta, quizás fuese su propia imaginación jugándole una mala pasada de nuevo. Allí y en aquel momento, Kyrst estaba donde quería estar: En casa.
-Dime, querido... ¿Es que acaso no quieres repetir? ¿Te gustaría quizás algo de pastel de carne y un poco de tarta de cereza de postre? Me temo que no soy alguien que deje a sus invitados con hambre. Nadie se va de mi casa sin satisfacer mis más... - la mujer volvió a limpiarse la boca con aquel paño esta vez sin reparo a que Kyrst demasiado entretenido con la comida, lo notase- sus más oscuros deseos... culinarios- rió con una risita que ocultaba el nerviosismo detrás de su delantal.
Kyrst comenzó a sentirse lleno tras varios boles de aquella sopa. Cada cucharada, sin embargo era más necesaria que la anterior: Su madre abrazándolo hasta quedarse dormido después de haber sido extorsionado por el hijo del tabernero. Su padre enseñándole como coser las puntas de los zapatos con la fineza misma de un hilo que más bien podría ser un cabello. La primera vez que acudió a la escuela, con los nervios a flor de piel. La última vez que cruzó las mismas puertas, con el trasero dolorido y el miedo a que lo hiciesen volver de nuevo.
Cada recuerdo lo hacía más y más ensimismado en si mismo y en el momento exacto en el que intentaba decir no, aquella mujer casi, forzaba a que continuase, acercándole el tenedor o la cuchara a su boca.
-Pero... pero... señora, verá mi amigo...- de pronto se acordó. Taliesin. Estaba... ¿fuera? Casi como si se tratase de un recuerdo lejano o un mal sueño Kyrst recordó qué hacía allí- Mi amigo seguro que quiere que volvamos a... tenemos qué... nos esperan muchas monedas, señora no puedo aceptar...- dijo Kyrst intentando zafarse de aquella mesa.
La mujer sintió que lo perdía y se volvió hacia él con la furtividad que le daba la posibilidad de que se fuese. Llevó la mano a su mandil y rebuscó una cajita con ciertos polvos oscuros... los mismos que antes había estado llamando pimienta. Los espolvoreó sobre el pañuelo que había estado usando y sin forcejear mucho, lo puso sobre la nariz de Kyrst a quien el pilló desprovisto y cuyos ojos se abrieron mucho en la primera inhalación de aire a través del pañuelo.
El hombre perdió el equilibrio con la cabeza dándole vueltas y tuvo que volver a sentarse en la mesa. Él... había dejado de ser un adulto. Y aquella era lo único cierto en aquella situación.
-Me dejarás entonces salir a jugar con mi amigo si me acabo toda la cena.... mamá- dijo Kyrst con los ojos puestos en la nada y removiendose en la mesa con el ímpetu de un niño.
-Si te tomas hasta la última gota de lo que te de... hijo mio- Dijo la mujer y sin esconderse amarró a Kyrst de pies, manos y cintura con unas correas posicionadas de manera inteligente en la silla. - Hasta la última. gota... - La mujer se acercó a la cara de Kyrst que mantenía la mirada al frente, como si viese algo que no estaba allí y apoyó su mejilla en la del hombre, aspirándo el aroma de Kyrst y cerrándo los ojos antes de girarse y sacar una cazuela enorme que puso en el fuego bajo.
La mujer comenzó a cortar más zanahoria, de nuevo: Esta vez cantando una macabra canción.
30 hijos quiero tener, 30 como los días del mes.
10 serán mi cena en la semana, a 10 en la sartén freiré
y con los 10 que me sobren, haré crema para nutrir mi piel.
---------------------
-¿Es que no me has oido vampiro? Te he dicho que me devuelvas lo que me pertenece- La figura de Kyrst se acercaba a Taliesin desde uno de los lados. Sus ojos fijos en lo que el vampiro portaba en las manos, parecían no tener vida y estaban enfocados en algo más allá de aquel broche. Como si aquello fuese tan solo una excusa para mirarlos.
El falso Kyrst sonrió de manera tétrica mientras disfrutaba sin duda del gesto de confusión en la cara de Taliesin. Se acercó lo suficiente como para arrebatárselo de las manos aprovechando la sorpresa de saberlo confundido.
-Oh... vamos,.. vamos. - dijo Kyrst jugueteando con él entre las manos-No es como si no hubiese habido signos. Es que no se te hacía extraño... tan solo con mirarla. La sonrisa, su vitalidad. Su inteligencia. Como si hubiese heredado eso de ti.- rió, lanzando el broche hacia arriba y recogiéndolo de nuevo en sus manos, distraído- No voy a negarte que has sido increíblemente útil. No te lo tomes a mal, Telu sabe que no hubiese podido criarla de la manera que tú lo has hecho.. hacer... los sacrificios que tú has hecho para estar con ella. No. Yo... soy diferente- rió de nuevo y observó el objeto con interés- La hubiese tratado de la misma manera que trate a la madre. Mujeres... les das un poco de tu polla y ya quieren atarse a ella. Como si fuese el árbol madre- Rió con ganas con su propia ocurrencia- Como si el venerarla hubiese hecho que decidiese quedarme con ella..-
Kyrst hizo una pausa esperando una reacción en Taliesin y después continuó.
-Claro que no supe que había un bebé en camino durante bastante tiempo- añadió algo más serio- Tú... chica... - dijo como haciendo memoria- Dios... ni siquiera recuerdo como se llamaba- se llevó la mano a los labios pensando- No es importante. Ya sabes... la barriga en la que se crió mi hija.. Vaya es la primera vez que lo digo en voz alta- rió como sorprendido- Ella... no quería hacerte daño. Digo.. ¿Quién lo hubiese querido? Eres.... tan débil. Un toquecito y te hubieses derrumbado.Ella era una puta, pero tenía corazón. No. No podía hacerte eso. Además se te ve más estable que yo. Alguien perfecto para cuidar un bebé. No necesariamente para cumplir como marido- rio- Su corazón, ciertamente, era mio. Como esta baratija. Y yo... como esto mismo. Ni siquiera lo quería cuando me lo entregó.
Agarró con fuerza el objeto entre las manos y tras unos segundos lo lanzó lejos entre los campos de maiz altos y trigo que los rodeaban. El broche se perdió con un último brillo en la nada .
-Dime, querido... ¿Es que acaso no quieres repetir? ¿Te gustaría quizás algo de pastel de carne y un poco de tarta de cereza de postre? Me temo que no soy alguien que deje a sus invitados con hambre. Nadie se va de mi casa sin satisfacer mis más... - la mujer volvió a limpiarse la boca con aquel paño esta vez sin reparo a que Kyrst demasiado entretenido con la comida, lo notase- sus más oscuros deseos... culinarios- rió con una risita que ocultaba el nerviosismo detrás de su delantal.
Kyrst comenzó a sentirse lleno tras varios boles de aquella sopa. Cada cucharada, sin embargo era más necesaria que la anterior: Su madre abrazándolo hasta quedarse dormido después de haber sido extorsionado por el hijo del tabernero. Su padre enseñándole como coser las puntas de los zapatos con la fineza misma de un hilo que más bien podría ser un cabello. La primera vez que acudió a la escuela, con los nervios a flor de piel. La última vez que cruzó las mismas puertas, con el trasero dolorido y el miedo a que lo hiciesen volver de nuevo.
Cada recuerdo lo hacía más y más ensimismado en si mismo y en el momento exacto en el que intentaba decir no, aquella mujer casi, forzaba a que continuase, acercándole el tenedor o la cuchara a su boca.
-Pero... pero... señora, verá mi amigo...- de pronto se acordó. Taliesin. Estaba... ¿fuera? Casi como si se tratase de un recuerdo lejano o un mal sueño Kyrst recordó qué hacía allí- Mi amigo seguro que quiere que volvamos a... tenemos qué... nos esperan muchas monedas, señora no puedo aceptar...- dijo Kyrst intentando zafarse de aquella mesa.
La mujer sintió que lo perdía y se volvió hacia él con la furtividad que le daba la posibilidad de que se fuese. Llevó la mano a su mandil y rebuscó una cajita con ciertos polvos oscuros... los mismos que antes había estado llamando pimienta. Los espolvoreó sobre el pañuelo que había estado usando y sin forcejear mucho, lo puso sobre la nariz de Kyrst a quien el pilló desprovisto y cuyos ojos se abrieron mucho en la primera inhalación de aire a través del pañuelo.
El hombre perdió el equilibrio con la cabeza dándole vueltas y tuvo que volver a sentarse en la mesa. Él... había dejado de ser un adulto. Y aquella era lo único cierto en aquella situación.
-Me dejarás entonces salir a jugar con mi amigo si me acabo toda la cena.... mamá- dijo Kyrst con los ojos puestos en la nada y removiendose en la mesa con el ímpetu de un niño.
-Si te tomas hasta la última gota de lo que te de... hijo mio- Dijo la mujer y sin esconderse amarró a Kyrst de pies, manos y cintura con unas correas posicionadas de manera inteligente en la silla. - Hasta la última. gota... - La mujer se acercó a la cara de Kyrst que mantenía la mirada al frente, como si viese algo que no estaba allí y apoyó su mejilla en la del hombre, aspirándo el aroma de Kyrst y cerrándo los ojos antes de girarse y sacar una cazuela enorme que puso en el fuego bajo.
La mujer comenzó a cortar más zanahoria, de nuevo: Esta vez cantando una macabra canción.
30 hijos quiero tener, 30 como los días del mes.
10 serán mi cena en la semana, a 10 en la sartén freiré
y con los 10 que me sobren, haré crema para nutrir mi piel.
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-¿Es que no me has oido vampiro? Te he dicho que me devuelvas lo que me pertenece- La figura de Kyrst se acercaba a Taliesin desde uno de los lados. Sus ojos fijos en lo que el vampiro portaba en las manos, parecían no tener vida y estaban enfocados en algo más allá de aquel broche. Como si aquello fuese tan solo una excusa para mirarlos.
El falso Kyrst sonrió de manera tétrica mientras disfrutaba sin duda del gesto de confusión en la cara de Taliesin. Se acercó lo suficiente como para arrebatárselo de las manos aprovechando la sorpresa de saberlo confundido.
-Oh... vamos,.. vamos. - dijo Kyrst jugueteando con él entre las manos-No es como si no hubiese habido signos. Es que no se te hacía extraño... tan solo con mirarla. La sonrisa, su vitalidad. Su inteligencia. Como si hubiese heredado eso de ti.- rió, lanzando el broche hacia arriba y recogiéndolo de nuevo en sus manos, distraído- No voy a negarte que has sido increíblemente útil. No te lo tomes a mal, Telu sabe que no hubiese podido criarla de la manera que tú lo has hecho.. hacer... los sacrificios que tú has hecho para estar con ella. No. Yo... soy diferente- rió de nuevo y observó el objeto con interés- La hubiese tratado de la misma manera que trate a la madre. Mujeres... les das un poco de tu polla y ya quieren atarse a ella. Como si fuese el árbol madre- Rió con ganas con su propia ocurrencia- Como si el venerarla hubiese hecho que decidiese quedarme con ella..-
Kyrst hizo una pausa esperando una reacción en Taliesin y después continuó.
-Claro que no supe que había un bebé en camino durante bastante tiempo- añadió algo más serio- Tú... chica... - dijo como haciendo memoria- Dios... ni siquiera recuerdo como se llamaba- se llevó la mano a los labios pensando- No es importante. Ya sabes... la barriga en la que se crió mi hija.. Vaya es la primera vez que lo digo en voz alta- rió como sorprendido- Ella... no quería hacerte daño. Digo.. ¿Quién lo hubiese querido? Eres.... tan débil. Un toquecito y te hubieses derrumbado.Ella era una puta, pero tenía corazón. No. No podía hacerte eso. Además se te ve más estable que yo. Alguien perfecto para cuidar un bebé. No necesariamente para cumplir como marido- rio- Su corazón, ciertamente, era mio. Como esta baratija. Y yo... como esto mismo. Ni siquiera lo quería cuando me lo entregó.
Agarró con fuerza el objeto entre las manos y tras unos segundos lo lanzó lejos entre los campos de maiz altos y trigo que los rodeaban. El broche se perdió con un último brillo en la nada .
Kyrst
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Re: Trigo limpio [Privado-Taliesin]
El broche se sentía helado entre sus dedos, imbuido en el miedo a lo que el vampiro de alguna manera sabía que iba a pasar. Miró con incomprensión a Kyrst cuando surgió delante de él, con aquella media sonrisa juguetona y engreída, para exigirle algo que no podía ser de él. Taliesin, en su confusión, no pudo evitar que le quitara el broche de las manos, pero inmediatamente dio dos pasos hacia delante para recuperarlo, por las buenas o por las malas.
Pero lo que decía Kyrst - lo que le explicaba con condescendencia -, resonaba con tanto dolor y fuerza que el vampiro se quedó mudo e inmóvil. A su alrededor todo parecía distanciarse a medida que el otro hablaba, como si la realidad estuviera cubierta por una espesa nube de algodón, como si su mente hubiera sido metida en una jarra de cristal y todo lo que lo rodeaba ya no pasara por sus sentidos. Como si ya no fuera su cuerpo el que observara al mercenario con una mezcla de sorpresa, miedo y rabia.
- No es tuyo - se escuchó decir, sin apenas convicción para respaldarlo.
Pero la cuestión de la pertenencia del broche era una batalla que había quedado ya muy atrás. Kyrst le había explicado ahora con hiriente desprecio cómo una hija habría sido un problema. Taliesin no supo reaccionar. ¿Cómo hacerlo, si no era él el que estaba escuchando eso? Todo a su alrededor tenía el cariz de un sueño.
No podía ser que su mujer hubiera muerte dando a luz a la hija de un ser que la despreciaba tanto. No podía ser que ella le hubiera mentido, manipulado, y dejado a cargo de un infante sin jamás decirle la verdad, y que hubiera muerto suspirando por otro. No podía ser que se hubiera transformado en vampiro, que hubiera cambiado radicalmente su vida, por... Por Kyrst. No era capaz de creerlo. Pero lo que él decía, su forma de explicarlo, sólo podía ser verdad. Y ni siquiera recordaba el nombre de ella.
Y cuando lanzó el broche, fue como si todo un encantamiento que lo había atado de pies y manos se rompiera. El cuerpo de Taliesin se lanzó hacia delante, lo quisiera su mente o no. Sacó su daga, apenas consciente de lo que aquello significaba pero seguro de su sed de sangre, de venganza. Veía el rostro sonriente de Kyrst al lanzar el broche como si ese momento hubiera quedado congelado para siempre.
El mercenario esquivó la puñalada de Taliesin y lo agarró de la mano. No hizo nada por atacar, pero su sonrisa engreída fue suficiente para avivar todo el odio del vampiro. Con su mano libre, lo agarró del cuello, dispuesto a apretar todo lo que hiciera falta para borrársela.
- Se llamaba Deirdre - dijo con voz gultural, cargada del odio que sentía. Quería que, al menos, supiera eso.
Perdió todo el control de lo que pasó a continuación. Ambos terminaron en el suelo, y el mercenario se defendió sin pasar nunca a la ofensiva, y sin dejar de sonreír. Se rió como si aquello le pareciera divertido e infantil, un inútil intento de Taliesin por recuperar algo de su honor. Hasta que el vampiro logró clavarle el puñal en el abdomen, introduciéndolo en ángulo por debajo de las costillas. Lo sacó y lo volvió a clavar, varias veces. Entonces la risa dejó de escucharse, y la expresión de Kyrst se congeló. E incluso entonces, aún sonreía.
---------
La niebla roja seguía volvía a colarse por debajo de la puerta y se acumulaba contra la ventana. Volvió a llegar hasta la mujer, e interrumpió su macabra canción a mitad al provocarle otro ataque de tos seca cuando ella estaba moviendo la enorme cacerola. Y aunque, con su objetivo tan cerca, intentó ignorar la tos, le dio con tanta intensidad que la fuerza con la que sostenía el utensilio le falló. La cacerola cayó al suelo, rompiéndose en pedazos de cerámica afilados que se esparcieron por todo el piso.
La rabia de aquel contratiempo enrojeció su rostro, que se desfuguró en una mueca horrible e inhumana. Miró al joven Kyrst con dos ojillos rojos sin párpados. Quizás, por aquella vez, tocaría comérselo entero y crudo.
¿Y es que no estaba ya lo suficientemente dormido? No quería esperar más.
Pero lo que decía Kyrst - lo que le explicaba con condescendencia -, resonaba con tanto dolor y fuerza que el vampiro se quedó mudo e inmóvil. A su alrededor todo parecía distanciarse a medida que el otro hablaba, como si la realidad estuviera cubierta por una espesa nube de algodón, como si su mente hubiera sido metida en una jarra de cristal y todo lo que lo rodeaba ya no pasara por sus sentidos. Como si ya no fuera su cuerpo el que observara al mercenario con una mezcla de sorpresa, miedo y rabia.
- No es tuyo - se escuchó decir, sin apenas convicción para respaldarlo.
Pero la cuestión de la pertenencia del broche era una batalla que había quedado ya muy atrás. Kyrst le había explicado ahora con hiriente desprecio cómo una hija habría sido un problema. Taliesin no supo reaccionar. ¿Cómo hacerlo, si no era él el que estaba escuchando eso? Todo a su alrededor tenía el cariz de un sueño.
No podía ser que su mujer hubiera muerte dando a luz a la hija de un ser que la despreciaba tanto. No podía ser que ella le hubiera mentido, manipulado, y dejado a cargo de un infante sin jamás decirle la verdad, y que hubiera muerto suspirando por otro. No podía ser que se hubiera transformado en vampiro, que hubiera cambiado radicalmente su vida, por... Por Kyrst. No era capaz de creerlo. Pero lo que él decía, su forma de explicarlo, sólo podía ser verdad. Y ni siquiera recordaba el nombre de ella.
Y cuando lanzó el broche, fue como si todo un encantamiento que lo había atado de pies y manos se rompiera. El cuerpo de Taliesin se lanzó hacia delante, lo quisiera su mente o no. Sacó su daga, apenas consciente de lo que aquello significaba pero seguro de su sed de sangre, de venganza. Veía el rostro sonriente de Kyrst al lanzar el broche como si ese momento hubiera quedado congelado para siempre.
El mercenario esquivó la puñalada de Taliesin y lo agarró de la mano. No hizo nada por atacar, pero su sonrisa engreída fue suficiente para avivar todo el odio del vampiro. Con su mano libre, lo agarró del cuello, dispuesto a apretar todo lo que hiciera falta para borrársela.
- Se llamaba Deirdre - dijo con voz gultural, cargada del odio que sentía. Quería que, al menos, supiera eso.
Perdió todo el control de lo que pasó a continuación. Ambos terminaron en el suelo, y el mercenario se defendió sin pasar nunca a la ofensiva, y sin dejar de sonreír. Se rió como si aquello le pareciera divertido e infantil, un inútil intento de Taliesin por recuperar algo de su honor. Hasta que el vampiro logró clavarle el puñal en el abdomen, introduciéndolo en ángulo por debajo de las costillas. Lo sacó y lo volvió a clavar, varias veces. Entonces la risa dejó de escucharse, y la expresión de Kyrst se congeló. E incluso entonces, aún sonreía.
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La niebla roja seguía volvía a colarse por debajo de la puerta y se acumulaba contra la ventana. Volvió a llegar hasta la mujer, e interrumpió su macabra canción a mitad al provocarle otro ataque de tos seca cuando ella estaba moviendo la enorme cacerola. Y aunque, con su objetivo tan cerca, intentó ignorar la tos, le dio con tanta intensidad que la fuerza con la que sostenía el utensilio le falló. La cacerola cayó al suelo, rompiéndose en pedazos de cerámica afilados que se esparcieron por todo el piso.
La rabia de aquel contratiempo enrojeció su rostro, que se desfuguró en una mueca horrible e inhumana. Miró al joven Kyrst con dos ojillos rojos sin párpados. Quizás, por aquella vez, tocaría comérselo entero y crudo.
¿Y es que no estaba ya lo suficientemente dormido? No quería esperar más.
Taliesin Skatha
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