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Mensaje  Anastasia Boisson Mar Oct 23 2018, 21:02


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Habían pasado más de una quincena de días desde que nos separamos de Melena Blanca y Asher. Desde aquello, Imargo y yo habíamos pasado una serie de penurias por los bosques del Este. Especialmente pesada fue la vuelta. Desde que Bella desapareció para ir a “aprender” cosas nuevas de aquellos elfos que nos acecharon. Qué ironía. No tardaríamos demasiado en tener nuevas misivas de ellos.

Cualquiera diría que no sería en aquella taberna. Repleta de hombres, como no podía ser de otra manera en un pueblucho medio muerto y empantanado como Ulmer. La “capital” de los licántropos nunca decepcionaba. Era tan decrépita como Sacrestic Ville pero con algo más de luz durante el día. Quizás porque se encontraba en la foresta.

Con pose soberbia, mis botas apoyadas sobre el marco de la ventana y la espalda recostada sobre el asiento, escuchaba la conversación que tenía lugar entre Imargo y los otros dos centinelas. Siempre con un rostro serio y una mirada de suficiencia. A mi lado recostaba mi armamento, y sobre mi barriga descansaba un guiso de legumbres que estaba comiendo. No me gustaba hablar mientras comía. Aunque a Imargo y Melena Blanca parecía que les gustaba dialogar a gritos y entre risas mientras bebían alcohol sin fondo y comían una pata de jabalí cada uno. ¡Por todos los dioses! ¡Qué animales!

-Y entonces la maestra saltó y le derrotó con sus ballestas. – Imargo alzó los pulgares y puso los índices imitando a las ballestas. - ¡Fiun! ¡Fiun! ¡Lo abatió en el acto! – El exceso de piropos y adulaciones por parte del lince me resultaba aburrido y tedioso. Deberían permitir que alguna fémina formara parte del grupo. Aquellos animales estaban sobrados de testosterona. – La maestra se defiende bien, para ser una mujer. – Y encima, eran machistas. – ¡Alegra esa cara, mujer! Era una broma. – dijo en cuanto vio mi careto. Y me golpeó en el hombro sin controlar la fuerza de sus zarpas, desequilibrándome y haciendo que me cayera parte del guiso hirviendo al suelo, casi tirándomelo encima. - ¡Oh! ¡Lo siento! – dijo en cuanto vio cómo lo mataba con la mirada de reojo. Luego entendió que era mejor cambiar de conversación. – Como os decía, detuvimos al elfo sectario ese, que idolatraba a los jinetes oscuros, pero no hubo manera de convencer a Elen de que nos ayudara a recuperar la Capa Blanca. – el leónico permaneció pensativo. Sin saber muy bien qué decir. - ¿Y vosotros? ¿Habéis encontrado algo?

Mientras masticaba, miré de reojo a Melena Blanca, que parecía ser el siguiente en hablar. Y luego perdí mi vista en la ventana de la taberna. Observando las gentes que pasaban en aquella villa tan olvidada, aunque sin perder atención a la conversación. El líder de los leónicos parecía menos optimista.

Quizás, de todos cuanto se hallaban allí, era el único que merecía un poco de mi respeto. Pues Imargo demostraba ser un payasete. Como Jules pero en versión bárbara e ignroante, y Asher, al menos por ahora, me resultaba indiferente. Y no tenía problema en no disimularlo. Era tan grande como un armario, pero un bestia, a fin de cuentas.

-El Aquelarre ha estado persiguiéndome en varias ocasiones. Quieren dar conmigo a toda costa. Frendel y Querostraza saben que la capa no tendrá efecto hasta que yo perezca. – confirmó. –Os he citado aquí porque estamos más seguros que en el bosque. Aquí será difícil que nos persigan. – ¿En un pueblo de licántropos muertos de hambre y que ni siquiera conocíamos? Como si no fueran a vendernos por cien aeros. – Como centinela del este, conozco mucha gente que tiene ojos por mí en el pueblo. Les he interrogado y me han dicho que un grupo de siete elfos se ha asentado en la posada de El Gato Sarnoso. – el leónico señaló a través de la ventana por la que yo miraba. – Por lo que decís, los Jinetes Oscuros también podrían estar esperando el momento para aparecer. El cielo está oscuro y arremolinado. Como el día de Lunargenta. Y que esos elfos nos sigan... No me da buena espina. – comentó Melena Blanca.

Sin mirar a nadie, bajé las piernas del reposo de la ventana y estiré el brazo para beber el ron. Pronuncié entonces las primeras palabras en lo que iba de día. Para sorpresa del resto.

-¿Y te das cuenta ahora de que nos seguían? – comenté al leónico, preguntando sin entonación pero mirándole fíjamente a los ojos.
-¡Espera, maestra! ¿Ya sabías que iban detrás de nosotros? – preguntó Imargo sorprendido girándose hacia mí.
-Han estado haciéndolo desde que entramos al pueblo. – levanté la mirada sorbiendo por la jarra hacia uno de ellos. Un joven alto y atractivo, que se escondía sentado en solitario en una mesa. – Es difícil olvidar una mirada tan... Imponente. En un pueblo de alimañas. – Él no me vio y lo miré durante unos segundos. Bajé la vista manteniendo siempre mis característicos aires de superioridad. Luego miré hacia Asher un segundo, casi sin quitar la vista de mi plato. – Y a él también te siguen. – Dije en tercera persona. Lo había visto por la ventana cuando entró. Aunque quizás el propio perro se habría dado cuenta. Era bastante más avispado que los felinos.
-Sospecho que saben algo acerca de los nubarrones que cubren el cielo. – miró por la ventana, y luego miró a Imargo, sentado a mi lado. – Quizás sea buena idea interrogarlos. Imargo, encárgate tú de ello. No podemos exponer las reliquias de Asher y Anastasia.
-¡Será un placer, jefe! – clamó el leónico, ya dispuesto a levantarse. Sacando un cuchillo que era tan grande como mi brazo y poniéndolo en la mesa de un fuerte golpe.

Simplemente suspiré, me encogí de hombros y volví a recostarme disimuladamente sobre el respaldo. Eran animales. O mejor dicho, eran hombres. A fin de cuentas. Pero confiaba en que Asher tuviera una idea mejor y lo detuviera. ¿Lograría sorprenderme? Diantres, ¿por qué siempre tenía esperanza en los más brutos? Confiar en que Asher fuera diplomático era como confiar en que Tale le dijera algo bonito a una chica un día.
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Mensaje  Asher Daregan Miér Oct 24 2018, 01:15

Eran los últimos días antes de viajar hacia el norte. Si no encontrábamos la Capa, sabía lo que tenía que hacer. Habíamos barrido la zona durante demasiado tiempo, y cada vez nos arriesgábamos más. Teniendo en cuenta que Frendel podía estar en cualquier parte, era tan buen momento como cualquier otro para dirigirme hacia mi supuesta zona.

Pero aún quedaba Ulmer. Un reencuentro con Huracán e Imargo nos serviría para detallar un plan de acción y evaluar riesgos. Si bien una posada no era mi lugar preferido para aquello, no iba a quejarme. Serviría para intercambiar detalles.

Por algún motivo que escapaba a la comprensión, el teniente leónico había decidido adular el estilo de la bruja a voces. En cierta forma, me recordaba a Hont... Si Hont estuviese en el cuerpo de Syl. Negué con la cabeza, intentando sacarme esa imagen de la mente, y me centré en lo importante.

Elen se había negado a colaborar con el resto. El medallón debía de estar afectándole de forma crítica. Si no atendía a razones, podía volverse un peligro, tanto para los demás como para ella misma.

¿Habría alguna forma de eliminar la corrupción del artefacto?

Fuera como fuese, no era un buen momento para hablar sobre nuestros planes. Si quería decirlo, tendría que esperar. La conversación giró hacia los elfos que nos habían estado siguiendo. Aunque el olor de la comida camuflaba el suyo, su aspecto me había llamado la atención.

Imargo hizo ademán de levantarse. Le detuve. Era mala idea.

-No te levantes. Esto es una oportunidad.- dije, inclinándome hacia adelante. Esperaba que la mirada de los leónicos no hubiese sido demasiado evidente. La bruja había sido sutil, al menos. Examiné el cuchillo de la mesa, asegurándome de que estuviese limpio. Después, lo usé para cortar la carne de mi plato bajo la incrédula mirada del gato. -Está bien afilado.- admití, tendiéndoselo de vuelta.

-No vamos a salir fuera y darle una paliza a nuestro admirador por dos motivos.- comencé, manteniendo un tono grave y por debajo del ruido de la taberna. -Uno, porque nos conviene que crean que tienen ventaja. En cuanto salgamos de aquí, nos tenderán una emboscada. Podemos usar eso para acabar con un grupo de golpe.- dije. Bebí un trago de agua. Estaba acostumbrado a ser el único que no toleraba aquellas horribles bebidas humanas. No importaba. -Y dos, porque es una trampa. No están siendo muy sutiles. Si uno de nosotros se acerca a pelear, estarán preparados.-

-¿Que más da? Podemos con ellos.- dijo Imargo, frunciendo el ceño.

-Recuerda eso cuando el elfo explote e infecte a toda la taberna con la plaga o algo así.- musité. La mención a la pandemia hizo que se tranquilizase un poco. O quizás la idea de que hiciese algo inesperado con su magia. -Han usado enfermedades antes y adoran a los Jinetes. No creo que tengan problemas en suicidarse si con ello matan a alguno de nosotros.- Era algo macabro, pero no podíamos subestimarlos. Había demasiado en juego.

-Aun así, deberíamos conseguir información. Si solo nos dejamos llevar por el miedo, no avanzaremos nunca.- intervino Melena Blanca. Entendía su fijación por recuperar su artefacto, pero cometer errores no nos ayudaría.

-No te preocupes por eso. Lo tengo bajo control.- respondí, sacando una pequeña figura de madera de mi bolsillo. Un dragón. Dejé que cayese sobre la mesa, pero nunca llegó a tocarla. [1] En su lugar, la estatua cobró vida y comenzó a planear. Apenas era más grande que una lagartija común. La figura revoloteó por la mesa solo para salir volando por la puerta. Daba igual si el elfo se había dado cuenta. No tendría idea alguna de que hacía.

Cerré los ojos. La vista de la estatua se mostró en mi mente. El poblado de Ulmer no era precisamente imponente visto desde arriba. El dragón voló bajo, entre los árboles. Tardaría un rato, pero si había más elfos por la zona, los encontraría.

-¿Que acabas de hacer?- murmuró Imargo, mirando alrededor como si acabase de cometer un crimen.

-Explorar la zona.- dije, restándole importancia con un gesto. Si aquello no funcionaba, tenía otra forma de encontrarlos. Pero esperaba no tener que recurrir a aquello tan pronto. Me apresuré a terminar mi comida. Era posible que algo la acabase interrumpiendo. La vista del dragón se hizo más clara. -Solo hay uno en la posada. Otro está vigilando esta taberna.- advertí, dando un largo trago de agua. Tres de siete, suponiendo que no hubiese más. En esos días, ni la información era fiable.


_________________________________________________

[1] Usado objeto master: Escultura de dragón.
Un dragón de madera. Si lo lanzas al aire, el dragón tomará el vuelo y podrás ver con sus ojos. La duración del vuelo del dragón es de 2 turnos. Después de éste, el dragón regresará a su estado original.
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Mensaje  Akanke Dom Oct 28 2018, 17:19

Akanke había decidido viajar solamente con uno de sus hombres. Era el Ro'lisim a quien más confianza le tenía, Ma Zedong. Sobre todo ahora que su cuerpo de caballo había desaparecido y en cambio le "regalaron" la apariencia de una mujer normal. Había tenido que vestirse y calzarse, para su absoluta incomodidad. Pero su inexpresivo rostro no mostraba nada de eso, ni el hastío por las sandalias, ni la picazón que aquellas telas en su cuerpo le causaban.
Akanke:

Pero ella no tenía fuerza de voluntad para negarle nada a su pueblo; los hombres mono le habían ofrecido el tan anhelado hogar. Ella aceptaba todos los regalos y ofrendas que ellos le daban, desde aquel horrible y desabrido cuerpo, hasta aquellas incómodas prendas. Así que aguantando los pies y el cuerpo apretado, marchó junto a Mao, guiados por Amosa, hacia la ciudad de los lobos, Ulmer.

La misión era encontrar a un viejo conocido de Jason, un hombre bestia llamado Asher Daregan. Harambe les mencionó que lo identificarían por unos colmillos como de jabalí y por estar rodeado por varios hombres bestia más. -Y... es un perro hombre, es un ser de manada- les aclaró el gorila. El laboratorio 8B estaba prácticamente destruido, por eso Jason Bosne y sus hombres se quedaron a reconstruirlo.Pero no estaban seguros de haberse librado de los ataques del ejército de Randall Flagg, por eso necesitaban apoyo y Asher fue uno de los nombres que surgieron como refuerzo para la defensa de La Factoría.

Pidieron a Akanke que lo buscara y convenciera de acudir en su ayuda. Justamente a Akanke. Al parecer Jason le daba demasiado crédito y esperaba mucho de ella. En la batalla sí, ella sabía luchar, era su vida. Pero... en lo social... era un tronco. La mayoría de las veces no lograba hablar lo suficientemente claro como para hacerse entender, ¿cómo lograría convencer a un desconocido de ayudarles?

Pero al parecer, su rostro reveló su preocupación y Mao se dio cuenta -No se preocupe, mi señora- habló, sacándola de su ensimismamiento -Usted logrará convencerlo de aliarse a nosotros- le aseguró. Aquellas palabras sacaron una media sonrisa a la mujer, quien asintió lentamente. Era su misión, tenía que lograr llevárselo al corazón del bosque.

Ulmer le pareció mucho menos alegre que su hogar con los monos. Allí faltaban los colores que en las ruinas abundaban y el ruido de los alegres hombres mono. No había la variedad y abundancia del bosque. Ver aquel poblado le reafirmó su creencia que el bosque era el mejor lugar para vivir y ser feliz. Sintió mucha lástima por aquellos que pensaban lo contrario. -Encontrando a Asher Daregan... ¿dónde buscando?- preguntó a Mao, quien se encogió de hombros. -Pues... a los machos nos gusta beber... quizás en la taberna- sugirió el hombre sonriente.
Mao Zedong:

Akanke asintió, a los machos sí que les gustaba beber en grupo, en sitios especialmente hechos para eso. Y si podían comer allí, sería mejor. Fueron a la posada y entraron como mirando a todos lados. No ocultaron en ningún momento que buscaban a alguien. -Allí- señaló Akanke a un grupo variopinto, en el que destacaba un enorme hombre perro. Akanke y Mao se miraron y acordaron que ése era el hombre que buscaban. Había sido fácil, demasiado quizás.

Con paso firme, se acercó al hombre, que efectivamente estaba rodeado de más hombres bestia y una mujer -¿Asher Daregan?- preguntó, ignorando las diferentes miradas que recibió, algunas amenazantes. Mao era el encargado de las miradas -Yo buscarte- aclaró.

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Mensaje  Anastasia Boisson Mar Oct 30 2018, 20:00

Era difícil hacer un análisis rápido de cuántos y dónde se encontraban aquellos dichosos elfos que nos acechaban. Pero el hombre bestia parecía tener algo inverosímil que le permitiría aseverar el número de ojos que nos estaban observando.

Debía admitir que Asher había conseguido impresionarme con aquella estatuilla de madera que revoloteaba y que de alguna manera conseguía que el perro viera a través de sus ojos. Asher aclaró que había sólo uno en la taberna, y otro más fuera. Definitivamente, tenía que pedir al ingeniero Soffleheimer que diseñara algo parecido. Me vendría bien en mis cacerías.

-Dejadme el de la taberna, me seguirá cual corderito al matadero. Voy a por una jarra. – comenté en un susurro. Irguiéndome sobre los puños de mi mano.

Melena Blanca miró al otro centinela con el rostro severo que solía mantener. - ¿Puedes hacer que le siga? Así sabremos si le pasa algo. – ¡Oh! Qué bonito. Papá león se preocupaba por la integridad de sus hermanos centinelas. Puse cara de incredulidad. Si le hacía caso, ahora tendría escolta. ¡Qué hacer!. Melena Blanca no dejaba de ser el jefe.

Por si fuera poco, la aparición de aquella mujer y el hombre mono según me levanté me hizo abrir los ojos con asombro. Ulmer no era una ciudad. Era un parque zoológico. ¿Es que era yo la única que tenía clase y elegancia en aquella ciudad? Cada vez echaba más de menos Beltrexus. Empezaba estar cansada del olor a animal.

-¿Eres un… mono? – No pude disimular. Un perro, un león, un gato… ¿Y ahora un simio? Nunca había visto aquel tipo de criatura. Y aborrecía estar rodeada de animales. De hecho, sentía vergüenza de formar parte de aquella pandilla. Tanto que hasta agaché y traté de hacer como que no estaba allí. ¡Pero qué diantres! ¿Quién de Beltrexus me iba a ver por allí?

Al menos al simio lo acompañaba una mujer de tez negra. Que parecía venir a buscar a Asher. - ¿Y tú una nórgeda? – Pregunté. O peor. No sabía ni hablar. Sabía que los nórgedos tenían poca cultura y eran casi unos indígenas que vivían en el desierto. Pero pensé que al menos sabían conjugar las palabras. – Creo que en vez de una jarra, pediré dos. – Sí. Lo necesitaba.

Me alejé aborrecida del grupo y llegué hasta la barra. Flexioné una rodilla y me apoyé con los codos mientras me llegó la bebida que había pedido. La posada tenía una planta superior, aunque a decir por el poco aforo que tenía la taberna en general, suponía que no habría nadie arriba. Lo importante es que pude escuchar cómo el elfo me seguía según comenzaba a taconear. Justo lo que pretendía.

Taconeé a un ritmo rápido por la escalera. Y tras un par de giros por ésta llegué a un pasillo cerrado. Al fondo había un comedor con varias mesas, y al otro lado una terraza cerrada. No había nadie allá arriba. Tan sólo una mujer cantarina tras una puerta entreabierta, que parecía ser la cocinera.

El elfo subía detrás de mí a toda prisa. Así que entrecerré los ojos y me hice una con el viento. Ya no me podría ver, ni escuchar. Más que pensar que el humo era parte de la cocina.

Estaba nervioso por haberme perdido de vista. Desenfundó una pequeña daga y me buscó por todo el comedor, también salió a la terraza, aunque no me encontró. Luego entró violentamente en la cocina, dando un susto de muerte a la cocinera que terminó contra la pared. El elfo comenzó a amenazarla y a mandarla callar, preguntando por la bruja.

Entonces me materialicé a su espalda y disparé con la ballesta diestra. Un tiro seco y rápido a la cabeza. Que lo fulminó en el acto. – Tranquila, estás a salvo. – La tranquilicé estática, con una sonrisa de suficiencia, haciendo girar un par de veces la ballesta de mano sobre mi dedo, en una floritura que solía hacer para enfundarla. La mujer no contestó del susto que tenía encima. Luego giré el cadáver del suelo con el pie, del elfo. Una pena haberle tenido que matar directamente por miedo a lo que pudiera hacerle a la licántropa. De lo contrario, habría podido interrogarle. O tal vez no si era igual de radical que el que derrotamos en el poblado de los hipopoidos.

Después salí de la cocina para volver con mis compañeros. Y tan pronto como lo hice, el rubí comenzó a vibrar con fuerza. Además, algo había en la ventana del comedor, al fondo, que atrajo mi atención. Me acerqué con algo de miedo hasta esta ubicación. Me asomé a la terraza, cuyas cortinas movía un fuerte viento que iba hacia dentro.  ¡Por todos los dioses! Aquello no podía ser más apocalíptico.

-Tenemos un problema. – afirmé desde lo alto del balcón, desenfundando la ballesta pesada.

El cielo estaba rojo como si fuera a caer el mismísimo infierno. Y la gente, en las calles, asustada. Para colmo sabía que había no pocos elfos que seguramente estuvieran esperando a matarnos.
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Mensaje  Asher Daregan Jue Nov 01 2018, 18:20

El león sugirió que vigilase a Huracán. Chasqueé la lengua.

-Si nos necesita, puede gritar.- respondí. Usar el dragón para hacer de niñera sería un desperdicio. Además, si dejaba que un elfo la pillase por sorpresa tras tantas advertencias, no sería muy buena Centinela. -Se acercan tres en grupo. Desde el sur.- advertí, dejando el vaso sobre la mesa.

Fue entonces cuando llegó una mujer, seguida de cerca por un hombre mono. Me recordaba a los del templo. No. Ese olor... ¿Podía ser...?

Preguntó por mi. No podía ser una coincidencia. Tenían que venir de aquel sitio. El lugar que Bosne había utilizado como base. Sin embargo, algo no encajaba del todo. Una humana no podría haberse acercado a aquel lugar fácilmente. ¿Era realmente una humana cualquiera?

-Soy yo.- asentí. -Pero salvo que sea urgente, tendrá que esperar.- Suspiré. Cualquier intento de pasar moderadamente desapercibidos quedaría rápidamente arruinado por aquella entrada. Además, tendría que hacerme cargo de esos dos. Los habían visto venir, e incluso si se iban, los cultistas intentarían buscarlos e interrogarlos ahora que se habían acercado a mi.

-Hay gente que quiere matarnos.- intervino Imargo. -Deberíais poneros a salvo mientras lo solucionamos.-

El dragón de madera revoloteó por la entrada y aterrizó sobre mi mano extendida. Se le acababa el tiempo. Un pequeño inconveniente. En unos pocos segundos, volvió a su estado inanimado. Lo guardé en uno de mis bolsillos.

Me detuve. Algo iba mal.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Miré a Melena Blanca por un instante. Vi la preocupación en su cara. Y entonces, la Corona Astada empezó a vibrar. La advertencia de Huracán llegó justo después. Todo el grupo se levantó, mirando a la ventana.

Salí corriendo al exterior. Era peor de lo que pensaba.

-Esto es más que un problema.- dije entre dientes. Extendí la mano, invocando a Brillo. La espada apareció de la nada, formándose en mi puño. -¡SACAD A TODOS DE AQUÍ!- grité.

La situación no tardó en volverse caótica. Pero si alguien se quedaba a mirar, acabarían muertos. Mi pelaje se tensó junto al resto de mi cuerpo. Era como los instantes anteriores a la caida de un rayo. Todos mis sentidos me alertaban de lo que estaba a punto de pasar.

-¿Que hay de los elfos?- preguntó Imargo. Maldije en voz alta. No teníamos tiempo para lidiar con todo a la vez. No había duda alguna: Se acercaba uno de los Jinetes Oscuros. Miré a la terraza del segundo piso.

-¡Cazadora! ¡Toma esto!- exclamé justo antes de lanzar un virote en su dirección con la mano. [1] Uno de mis proyectiles encantados. Si su ballesta pesada era similar a la de Syl, no tendría problema para dispararlo. -Puede congelar. No lo desperdicies.-

No pude poner una palabra más antes de que el estruendo del gentío saliendo de la taberna me interrumpiese. Muchos de los clientes se transformaron, resultando en básicamente una jauría de lobos que trataba de huir.

Entre ellos, vislumbré a uno de los elfos. Había intentado acercarse. El cambio de la multitud le había dejado expuesto. Con su ataque sorpresa arruinado, el hombre no tardó un instante en saltar hacia mi, machete en mano.

Esquivé su acometida, pero no dejó de moverse. La luz que emitía de sus piernas parecía potenciar sus saltos, permitiéndole alejarse antes de que pudiese contraatacar. Volvió a saltar hacia mi sin temor alguno. Estaba sediento de sangre, y no le importaba exponerse a si mismo. Le daría lo que quería.

Otro asalto más. El tipo se lanzó prácticamente contra Brillo. El arma atravesó su estómago, pero su mirada no cambió. Alzó su machete, aprovechando que no podría desviarlo.

No dudé en segundo. En un acopio de fuerza, empujé mi espada con el elfo ensartado, tirándolos a ambos un par de metros antes de que pudiese acertar con su machete. El fanático sonrió, moviendo sus manos hacia la espada incrustada en su estómago. No llegó a tocarla antes de que desapareciese y volviese a mi mano. Sus ojos registraron sorpresa por un segundo antes de que yo avanzase y hundiese el arma en su cuello, ejecutándolo.

El charco de sangre que surgió de su cuerpo se volvió negro. Un olor a azufre llenó la aldea.

Se acercaba.


_____________________________________________________

[1] Otorgado objeto: Virote de Hielo a Huracán. Un virote que realiza daño de agua adicional y puede congelar.

Varias menciones al rasgo de nivel 7: Invocar. Que permite materializar la espada de Asher a su alcance.
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Mensaje  Akanke Lun Nov 12 2018, 20:51

La respuesta del hombre perro Asher no fue del agrado de Akanke. Ella arrugó el entrecejo ante la negativa de él -No, no esperando- respondió -Bosne y Factoría necesitando ya a Asher Daregan- afirmó, mirando con severidad al tipo. Ella estaba siendo muy clara con el mensaje y si el hombre perro conocía a Jason, entendería que no lo mandaba a buscar por deporte ni la solicitud debía ser tomada a la ligera. -Bosne diciendo...- volvió a hablar, pero fue interrumpida por un hombre felino -¿Matarlos?- inquirió Mao, hablando por primera vez. Akanke entendió aquella palabra claramente y su expresión ceñuda se relajó, mostrando algo que se podía interpretar como sorpresa. El hombre mono y la centáuride se miraron -Bosne no dijo que iba a ser fácil- comentó Mao, encogiéndose de hombros. Akanke resopló, sonando como un caballo.

La mujer que se había levantado hacía unos instantes de la mesa se había asomado por la terraza del segundo piso y gritó a los demás hombres bestia. Eso y la actitud que ellos tomaron anticipó en la pareja de la Factoría que habían llegado en un pésimo momento. Akanke volteó los ojos con hastío -Yo no peleando con chancletas, Mao... yo no pudiendo- le dijo a su amigo, apoyándose en él para sacarse las babuchas que le apretaban los pies, haciéndolo reír.

La velocidad con que la jauría de lobos que escapaba de la taberna contrastaba con la parsimonia con que la variopinta pareja caminaba fuera de esta. Ellos no tenían prisa ni ganas de pelear, pero viendo cómo se desarrollaba la situación, no les quedaba otra salida con tal de que Asher Daregan se desocupara pronto para poder llevarlo a la Factoría.

Con las babuchas en la mano, Akanke observó cómo Asher se deshacía del elfo que lo había atacado. El viento soplaba con fuerza avisando la tormenta, pero el olor del ambiente no era precisamente a preticor. Mao había dado un paso adelante de su señora y negaba con la cabeza mirando al cielo -Pues a mí no me gusta pelear mojado- se quejó y volteó la cabeza justo para ver cómo un elfo corría sobre Akanke con una espada en alto. Instintivamente saltó para quitarla del camino y tuvo que hacer una marometa para evitar que le cortaran la cabeza de un sablazo.

Akanke, desprovista de su báculo -pues aquella visita era diplomática y un enfrentamiento estaba fuera de todo lo planeado- no halló nada mejor que tirarle una de las babuchas, que le dio justo en la frente al elfo, distrayéndolo lo suficiente como para que Mao lograra atacarlo. Con un par de golpes pudo quitarle la espada, con otros más y la ayuda de su cola, logró quebrarle el cuello. -Malo peleando- dijo Akanke al acercarse y recuperar su babucha. Tomó la espada pero ella no sabía cómo usar esas armas -Tú toma, yo buscando otra cosa- comentó, extendiendo el fierro a su amigo, negando con la cabeza.

A pesar de que al rededor de ellos se comenzaba a formar un pequeño caos, el hombre mono y la centáuride mantenían una admirable calma. Sabían que lo peor estaba por venir.
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Mensaje  Anastasia Boisson Miér Nov 14 2018, 22:54

Asher me tendió hasta mi posición elevada una flecha con propiedades de hielo. La traje mi mano con telequinesis y la guardé en el carcaj. Era todavía demasiado pronto para usarla. – Esto se está poniendo feo. - me dije con preocupación a mí misma, mientras cargaba mis virotes en la ballesta pesada, tendiendo la vista sobre el vórtice del cielo sobre el bosque. Justo frente a nuestros ojos.

Nadie se atrevía a pronunciar lo que todos sabíamos que llegaría. Pero primero teníamos que despachar a los elfos que. Asher e Imargo ya estaban causando estragos entre las filas de los feligreses de los jinetes. Incluso la nórgeda y su simio, que parecían ayudarnos, aunque de una manera muy torpe. Yo les daría apoyo desde las alturas.

En un momento vi a Imargo en apuros. Disparé certera y a la cabeza, haciendo que ésta se separase del cuerpo al que estaba unida varios metros. Imargo miró hacia mí, asustado por el paso de la flecha tan cerca. Pero agradecido en el fondo. –¡Gracias, maestra! – Dijo. Y asentí con la cabeza con una sonrisa, mientras me llevaba una mano a mi lomo, para tomar y cargar una nueva flecha del carcaj colgante.

Tras un par de flechazos desde arriba, espadazos, y tal vez babuchazos, desde abajo. Fui la primera en advertir lo evidente. - ¡Se retiran! – informé a gritos desde lo alto del balcón. Por mi posición elevada, contaba también con una mejor visibilidad.
-¡Já! ¡Ratas cobardes! ¡Volved aquí, papá Imargo aún tiene más para vosotros! – Bramó el leónico saltando impetuoso sobre un carromato, y extendiendo los brazos, espada y escudo en mano.
-No. No se retiran. – afirmó prudente el gran león, entrecerrando los ojos para poder ver su ruta de escape. – Buscan refugio en el bosque.

Era la paz antes de la tormenta. Y sería una paz muy breve. Pues no tardaron en caer de aquel cielo rojizo grandes y enormes rocas de fuego. Parecidas a las que habían caído cuando cayó Vladimir.

Una iba directamente hacia mi posición, en lo alto del balcón. – Mierda. – La veía venir recta, casi parecía lanzada hacia mí. Guardé mi arma rápidamente y salté del balcón. Primero di un salto hacia atrás, alcanzando la barandilla de la terraza y luego di un segundo salto con varias volteretas hacia atrás incluidas, que terminé amortiguando con las corrientes de viento al llegar al suelo. La posada, en general, había quedado prácticamente destruida, y la madera restante no tardó en incendiarse. Por mucho que el posadero rezara una plegaria a los dioses, poco iban a poder hacer éstos por ella. ¡Por todos los dioses! ¡Que estaban lloviendo meteoritos! – ¡Ponte a cubierto, estúpido! – ordené de muy mal talante, tirando de su brazo en un casi arrastre. Esperaba que por lo menos la gente del interior se hubiese puesto a salvo.

Sin más dilución, con un rostro serio, me acerqué a donde estaban mis compañeros hombres bestia. Melena Blanca que se concentraba en rescatar a la gente herida por el ataque de los elfos y a evitar que más meteoritos cayeran sobre el resto. Pero no dudó en desatender esas funciones cuando nos vio a Asher y a mí más nerviosos de lo habitual aparentemente.

-Todo parece indicar que se aproxima… - No quería decirlo. Pero no le quedó más remedio que asumir la realidad. - Un jinete oscuro. No sé cual. Ahora es cuando necesitábamos a Elen. Pero no podemos lamentarnos. – comenzó diciendo con su grave voz de hombre sabio. Con sus patas delanteras, nos tomó a los centinelas del hombro, sin calcular la fuerza. A mí me hizo algo de daño. – Si va a hacer una incursión un jinete, Asher y Anastasia, sois los únicos que podéis hacerle frente. Olvidad cualquier cosa a lo que os hayáis enfrentado antes. Esto es totalmente diferente. Y mucho más peligroso. – Nos animaba el leónico. En algo que más que un discurso motivador, resultaba una charla desmoralizante. - Recordad que no podéis lastimarlo aquí. Tenéis que hacer que vuelva por donde ha venido. – No dijo el que se trataba, pero levantó el brazo hacia aquella especie de remolino que aparecía en el cielo. – Y, pase lo que pase, ni se os ocurra atravesarlo a vosotros. Y por lo que más queráis, no dejéis que os arrebaten las reliquias. – hizo una leve pausa. – Imargo y yo os ayudaremos como podamos. Vosotros dos, si queréis ayudar, podéis venir con nosotros. – dijo mirando a la chica nórgeda y a su compañero macaco.

Melena Blanca ya nos lo había contado todo en su día. Tan sólo trataba de que recordáramos la regla de aquel juego fatal, en el que jugábamos tres, pero sólo podíamos morir dos.

Todo dependía de nosotros. Miré a mi compañero Asher. Quizás no fuésemos grandes amigos. Jamás llegaría nunca a tener la confianza que tenía con él como tenía con Jules, Cassandra, Elen… Sí. Incluso con Tale. Para ser sincera, habría preferido a cualquiera de los cuatro antes que a él como compañero de batalla. Y seguro que él tenía sus preferencias. Pero ninguno podíamos decidir. El destino había querido que aquel perro y yo decidiésemos el sino de aquel pueblucho de lobos y su bosque. Él y yo. Si queríamos salir vivos, teníamos que ser uno. Y yo, como la tiradora, iría detrás.

Así, decidida, le miré a los ojos y asentí con la cabeza. - Detrás de ti.

*Off: Akanke, como he advertido que no eres muy combativa, propongo que manejes tú a los leónicos y que nos deis apoyo, si te sientes más cómoda. Pero si prefieres ir en primera línea con nosotros u otra cosa, perfecto ^^. Aviso, vienen cosas difíciles.
*Off-2: Menciones a habilidad de nivel 1. Medio natural.
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Mensaje  Asher Daregan Vie Nov 16 2018, 17:26

Música ambiental:

Era un mal día para que Bosne me necesitase. Aún peor para sus enviados, supuse. No era justo para ellos verse involucrados. Sin embargo... no parecían estar dispuestos a huir. No sin cumplir su objetivo. Suspiré. Si era posible, evitaría que muriesen, pero no podía dedicarme a protegerlos frente a aquello.

Miré hacia el cielo nuevamente. Una lluvia de fuego. Mis ojos se tornaron azules durante un instante, permitiéndome distinguir los meteoritos claramente entre el fuego y el humo. Tal y como sospechaba, habían sidos formados con éter. Eso complicaba las cosas. Apagar cualquier incendio que causasen podía ser más difícil. Lo que era peor: parecían buscarnos. Mis compañeros no tardaron en ponerse a cubierto.

Melena Blanca me tomó del hombro, procediendo a dar un pequeño recordatorio para que no hiciésemos nada estúpido. Asentí con seriedad. Luego, respiré hondo, temblando ligeramente, y solté una carcajada ahogada. ¿Podía ser...? Sí. Estaba disfrutando de aquello. Sentía tanta preocupación como cualquiera. Sabía lo que estaba por venir. Y aun así, aquello resultaba... emocionante.

Busqué algo en uno de mis bolsillos, y me llevé un pequeño frasco a los labios. Solo era un trago, pero en cuanto el líquido descendió por mi garganta, noté su efecto al instante. [1] Apreté mi puño, satisfecho. Después, salí de mi cobertura.

Un último meteorito se dirigía hacia mi. Avancé lentamente, contemplándolo con lentitud. Sujeté a Brillo con ambas manos y alcé mi espada. Un torbellino naranja descendió desde la roca flamígera mientras esta se encogía más y más... hasta ser devorada por completo por la hoja. [2] Una intensa llamarada se formó por toda la espada, y ascendió a lo largo de mi brazo para luego cubrir mi cuerpo.

El calor ya no me molestaba.

-Muy bien.- dije, mirando a Huracán. -Vamos a darle la bienvenida.- sonreí.

El remolino negro del cielo se intensificó, volviéndose mas ancho en su base. Estaba formando algo, justo delante de nosotros. Poco a poco, empezó a hacerse más visible. Cuando el viento oscuro se despejó, se hizo evidente. La figura se levantó. Una mujer, protegida por completo con una armadura de placas y un enorme escudo.

Se giró hacia mi, sujetando firmemente su hacha. Sus ojos lo decían todo. Venía con un motivo.

[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]

No hubo comentarios sarcásticos ni amenazas en idiomas antiguos. Apenas tardó un segundo. Se lanzó hacia mi, impulsada por algún tipo de fuerza oscura. Sabía que mis llamas no le intimidarían. No importaba.

Mi espada chocó contra su hacha. A pesar de toda la fuerza que puse en el golpe, apenas pude detener el impacto. Sin retroceder lo más mínimo, la Jinete utilizó su escudo en su asalto, cargando hacia mi y golpeándome con una potencia mucho mayor a la que su aspecto delataba. Mis pies se separaron del suelo, y salí volando varios metros por el aire.

Me giré a tiempo, frenando y evitando rodar por el suelo al clavar mi garra sobre la tierra. Esbocé una mueca de dolor. Aquello había dolido como si no llevase armadura encima. Un mal golpe de esos, y me rompería algo. Melena Blanca e Imargo impidieron que la Jinete aprovechase su ventaja con un ataque simultáneo. Incluso si ninguno de los dos portaba una reliquia, su fuerza combinada hizo que se parase... momentáneamente. No tardó en liberarse, lanzando una onda de fuerza de su escudo que empujó a ambos leónicos.

No podía quedarme quieto. Corrí hacia la mujer, dejando ascuas a mi paso. Volvió a enfocar su pavés hacia mi. No habría forma de atravesar aquello, mucho menos llegar a su coraza. Por suerte, no era necesario. Salté hacia ella. La Tarmúnil alzó su defensa, preparando un contraataque con su hacha. Pero el impacto que esperaba no llegó a producirse

El Impulso que tomé me llevó a su espalda, dándole menos de una fracción de segundo para reaccionar. [3] Antes de que se girase, mi mano ya estaba abierta. La explosión vino después.

No fue suficiente para derribarla. A pesar de que había acertado de lleno, la fuerza del impacto solo fue suficiente para arrastrar sus pies por la tierra, sin afectar apenas a su equilibrio.

Chasqueé la lengua. Era aún más inamovible que Eltrant.


______________________________________________

[1] Usado objeto Limitado: Poción de Fuerza reforzada
[2] Usada habilidad: Absorber
[3] Usadas habilidades: Impulso y Estallido

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Mensaje  Akanke Dom Nov 18 2018, 03:05

Tras el primer elfo que Mao derrotó, llegaron varios más. Akanke no entendía de dónde salían tantos seres así, ni por qué los atacaban. Ella solo podía limitarse a defenderse y contra atacar. Mao saltaba sobre el cadáver de otro elfo al que había finiquitado, terminando de aplastar su cara. Alzó su puño en victoria, jadeando de cansancio. Aquel desplante de fuerza y valentía de Mao enorgullecía a Akanke, pues tener a un soldado así a su disposición la hacía sentir afortunada. Más aún lo era el considerarlo su amigo. Akanke lo miraba con una leve sonrisa que no alcanzaba a enseñar los dientes, mientras apretaba el cuello de otro elfo con un brazo mientras sus piernas lo sujetaban con fuerza por la cintura, en una llave que había aprendido de los Ro'lisim; aquel nuevo cuerpo le permitía luchar de nuevas maneras, tomando en cuenta que ya no podía dar coces. El elfo aún se movía, pero eran espasmos de su cuerpo mientras la vida se le iba en un último aliento. Si bien su nuevo cuerpo era eficiente para pelear, no era muy rápido, le hacía falta su báculo. En aquel momento, decidió nunca más dejarlo en casa, ni porque el viaje fuese amistoso.

Inocente de lo que en verdad estaba ocurriendo, se alegró al notar que los elfos huían de la pelea. Mao se acercó a ella, limpiando el sable con un pañuelo, para ayudarla a ponerse de pie. -¿Y tus zapatos?- le preguntó riendo. Akanke frunció el ceño, aquello no le causaba gracia. -Parece que los perdiste accidentalmente, ¿cierto?- comentó, guiñándole un ojo al decir su conjetura, y se echó a reír. La centáuride volteó los ojos y se levantó, apoyándose en la mano extendida de su guardián.

Mientras ella se sacudía la ropa y él se burlaba de ella, el cielo se tornaba rojizo y un remolino se formaba. Un fuerte estruendo los hizo mirar hacia arriba para ver, con asombro y horror, cómo enormes bolas de fuego comenzaron a caer sobre ellos. Akanka tomó la mano de Mao y lo jaló, corriendo a buscar refugio. Pero no había dónde esconderse de aquello, una de ellas impactó de lleno en la taberna, destruyéndola por completo. Vio a la mujer que acompañaba a Asher huir y la siguió, llegando junto al grupo de hombres bestia que lo acompañaban.

Lo siguiente que presenció, fue el pequeño discurso que el enorme hombre león daba a Asher y a la mujer, a la que llamó Anastasia. -¿Jinete?- preguntó por lo bajo a Mao, quien se encogió de hombros, él estaba tan desconcertado como ella. Pero por el semblante de todos, era obvio que lo que se aproximaba era muy, muy malo. Hasta el momento, Akanke solo había peleado contra gigantes, no-muertos y seres alados de metal. No sabía lo que era un jinete. Debía ser muy poderoso para poner a aquellas personas tan nerviosas. -Báculo, necesitando báculo- susurró a su amigo. Si iba a haber un combate, no podía hacerlo con las manos limpias. Mao le extendió una espada -Tendrás que usarla, te guste o no- respondió el hombre mono, mirándola con cara de circunstancias. Akanke bufó y tomó el arma a regañadientes, era mejor que nada.

El remolino tocó tierra y de su ancha base salió una mujer fuertemente armada, con una armadura que la protegía por completo. Sus ojos brillaban de un rojo intenso y su expresión dura intimidaba. -Por los dioses, Akanke, ¿a qué nos ha mandado Bosne?- dijo Mao, aferrándose su propia espada, la cuál brillaba por la runa que el mono le había dibujado en la hoja; ahora, cada golpe que esa espada diera o recibiera, acumularía energía en la hoja, la cual se liberaría en un golpe especial que los Ro'lisim conocían. Akanke envidiaba un poco ese poder, pero sabía que se lo enseñarían, llegado el momento.

Asher entabló pelea con la mujer del remolino, el hombre león y otro felino lo intentaron ayudar. Entonces Mao saltó también, seguido de Akanke. Aprovechando que ella estaba distraída con el hombre perro, protegiéndose de un golpe explosivo que este le dio, Mao lanzó un golpe cruzado por la espalda que logró hacerla tambalear un poco. Se giró y atacó al hombre mono, pero quien interceptó el golpe fue la centáuride, quien cayó de rodillas frente a ella por la fuerza del golpe.
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Mensaje  Anastasia Boisson Lun Nov 19 2018, 22:48

El para nada ansiado momento no se hizo de esperar. Avanzamos sólo unos metros y un remolino negro se intensificó sobre el vórtice. Allí, como si hubiese llegado el Apocalipsis, se presentó sólo uno de los jinetes. Una mujer, hacha y escudo en mano. - ¡Milane Tarmúnil! – gritó Melena Blanca nada más identificarla. Él conocía mucho más de los centinelas de lo que nosotros podíamos saber por la manera tan precipitada en la que habíamos recibido toda la información.

Asher, seguido de los leónicos, lideró la primera batida contra la susodicha Tarmúnil. Yo trataba de apoyar desde atrás con la ballesta. Pero por la proximidad del hombre bestia a ella apenas podía disparar. No se podía decir que a Asher le fuera muy bien en ello. Apenas logró desplazar unos centímetros a la peliblanca después de exhibir parte de su amplio arsenal ofensivo. Melena Blanca e Imargo habían terminado por los suelos.

Mención más valerosa, o insensata, merecía la intervención de la nórgeda y su compañero, el mono. - ¡¿Pero qué hacéis?! – bramé con los ojos casi fuera de mis órbitas. La mujer había terminado de rodillas delante de la Tarmúnil, con ésta en disposición para cercenar su cabeza con su hacha. No podía permitirlo.  -¡Ash balla ná! – Tuve que improvisar para conjurar una fuerte corriente de aire en su dirección que los sacara de allí. O si no lo lograba, al menos alejar de ella la atención de la jinete. Algo que sí que logré.

Milane Tarmúnil se giró y me enfocó. Me miraba a los ojos. Sonreía y hacía girar el hacha de su mano diestra y colocaba su escudo en guardia. Si algo tenían aquellos jinetes era que no vacilaban. Lo había comprobado con el del Altar de la Colina. Y ahora lo volvía a constatar. Ellos mataban sin piedad. Pusiese lo que se pusiese delante. Y midiendo cada paso comenzó a anda hacia mí.

Observé a la jinete con una mirada a medias tintas entre la desafiante y la de preocupación. No dejaría que se acercara. Pero tratar de agujerear aquella armadura pesada con virotes no era una opción. Me llevé la mano izquierda al cinturón, donde tenías las granadas. Un, dos. La segunda era la Crépitus, la de color rojo. Aunque ni siquiera me paré a comprobarlo. La lancé con la zurda sin pensármelo, ladeé mi cuerpo y disparé con la ballesta de mano diestra a ésta, a la altura de su cabeza. Pese a los nervios, fui precisa y certera, como de costumbre, e impacté en la granada, provocando una explosión.

Era un tanteo. Tenía una que liberaba mucha más energía. Pero a aquella altura y con un tiro tan certero, a cualquier criatura de Aerandir tendría que haberle volado la cabeza y sacarle los pulmones y el corazón del torso.

Lo dicho, a cualquier criatura de Aerandir.

La Tarmúnil se había tapado con el escudo y ni siquiera le había borrado la bonita calavera gigante que tenía por blasón. – Oh… Joder. - Para colmo la tenía a un escaso metro y tuve que disolverme en humo para que no me seccionara en dos con esa hacha tan afilada. Traté de rodearla para alejarme, pero noté como que algo me detenía en el aire. ¡Me había detenido en forma de humo! Me tenía agarrada por un tobillo, y aunque traté de desquitarme de ella, no lo conseguí. Volví a materializarme de manera automática por haberse interrumpido el hechizo y me lanzó con mucha fuerza una vez, con un solo brazo, pero a una velocidad sobrehumana.

Aterricé por los suelos veinte metros más allá. Después de rodar tres o cuatro veces por la hierba, no supe muy bien por qué, aunque dolorida, no me había partido nada. O más aún, cómo sobreviví a tal impacto. Supongo que ese dichoso rubí me otorgaba algún tipo de protección, o tal vez suerte, cuando luchaba contra jinetes, o eso había dicho Melena Blanca. Los dioses habían querido que no hubiese árboles en mi trayectoria.

Aún así, rodé dolorida por el suelo. Escupí sangre por la boca y por la nariz. Tras un par de instantes. A cuatro patas y apoyándome en una de mis rodillas, logré levantarme con bastante esfuerzo. Me llevé la manga a la boca para quitarme la sangre que arrollaba por mi nariz. Suerte que Milane no había venido a por mí o no me había caído algún trozo de roca incendiaria en la cabeza.

Y es que el bosque comenzaba a arder. Y el cielo, a enrojecerse.

*Off: Hago mención a habilidad de nivel 3 Bombarcera - Crépitus. Y a nivel 4 - Tinte de los Boisson
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Mensaje  Asher Daregan Jue Nov 22 2018, 18:52

Por algún motivo, los enviados de la Factoría habían decidido luchar contra la llamada Milane Tarmunil. Antes siquiera de que pusiese recomponerme de mi último ataque, la mujer ya estaba de rodillas. Fue Huracán quien los salvó, provocando a a nuestro oponente.

-Maldita sea, Bosne.- De mi boca salieron ascuas con cada palabra. -¡Dejaos de juegos!- gruñí. -No podéis herirla. No sin ser Centinelas. Si queréis ayudar, ocupaos del incendio.- solté. Si nadie hacia nada, aquello terminaría como Midgar.

Les dí la espalda y seguí a la Tarmúnil. La cazadora estaba teniendo problemas. No podía dejarla en primera linea sin más. La bruja de viento no tardó en, irónicamente, salir volando tras un agarre de la otra mujer.

-¡Juegas con fuego, Jinete!- exclamé, llamando su atención. Me miró, tan impasible como siempre. ¿Nos había tocado la más estoica, o eran todos así? Daba igual. Alcé a Brillo, sujetándola con ambas manos. -Así que...- La primera runa se iluminó, haciéndose visible entre el elemento que la cubría.

-¡Arde!- dije, lanzando un tajo al aire. [1] Una media luna de llamas voló hacia la Tarmúnil, dejando una estela flamígera a su paso. Reaccionó al instante, bloqueando el proyectil con su escudo. El impacto dejó escapar un fuerte fogonazo. Una cicatriz diagonal al rojo vivo atravesaba ahora parte del blasón. Sonreí, mostrando mis dientes. Si no podía romperla a ella, le rompería sus juguetes.

Le señalé con mi arma, desafiante. El fuego que me cubría me hacía sentir poderoso, incluso en situaciones como aquella. Quizás fuese la adrenalina, o incluso... algo más. Pero aquel enemigo, aquel ser demoníaco de otro plano, tan temido y odiado...

No parecía ser para tanto.

La mujer no tardó en responder a mi desafío, lanzándose en un enorme salto hacia mi. Su hacha buscaba sangre. La evité, retrocediendo un par de metros. Tenía que ganar tiempo. La rodeé, obligándola a enfocarme a mi y darle la espalda a mis aliados.

¿Podía Silencio encajar uno de los golpes de ese hacha? Había demostrado ser capaz de aguantar cualquier golpe, y al igual que ella, no venía de este plano. Sin embargo... no estaba seguro. No podía confiar en cosas así. Tendría que recibirlo yo mismo. El anillo de mi espada se iluminó, compartiendo su energía con mi armadura para reforzarla. [2]

Y entonces, la Tarmunil volvió a atacar. Rechacé el primer tajo de su hacha. Pero no el segundo.

Una oleada de dolor recorrió mi cuerpo. Había atravesado mi armadura como si no fuese nada, encajando el hacha entre mis costillas. Aquella fría sensación dejó claro que mi plan no había salido tan bien como esperaba. Solté a Brillo, registrando la sonrisa de satisfacción de la Jinete. Mi mano fue hacia el mango de su hacha. No había sido el único que había cometido un error.

Un fuerte rugido acompañó al golpe de Melena Blanca. La fuerza del león lanzó a aquella mujer por el suelo, demostrando que tal hazaña era posible. Incluso si no podía herirla, podía moverla. El hacha de la Tarmunil seguía incrustada en mi cuerpo. Al menos, esa parte había salido bien.

Mi cuerpo tembló, inundando mi mente de dolor. Tenía que solucionar aquello. El leonico no podría darme más de unos segundos, incluso si Milane había perdido su arma principal. Maldije entre dientes. Nadie más iba a poder sacarme esa cosa de encima. No mientras siguiese en llamas.

Apreté los dientes, empujando el arma tan limpiamente como podía. El ángulo era incómodo. Tenía que hacerlo rápido. Con un fuerte gruñido de dolor, empujé el hacha por la parte del filo que sobresalía. Una gran cantidad de sangre empezó a fluir de la herida.

No podía usar vendas, ni medicina. Ni siquiera podía cauterizar la herida mientras el fuego persistiese. Pero en ese momento, no importaba. Porque lo único que quería hacer era atravesar el cráneo de esa cosa con su propio arma. [3]

De nuevo, su hacha buscaba sangre.


__________________________________________

[1] Usada habilidad: Corte de Energía
[2] Usada habilidad de Brillo: Refuerzo
[3] Activada pasiva racial: Frenesí
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Mensaje  Akanke Vie Nov 23 2018, 16:12

La fuerza de aquella mujer del remolino había doblegado a la centáuride. Akanke sostenía la espada con ambas manos, resistiendo el golpe que ésta había lanzado contra Mao, quien había dado un salto hacia atrás para esquivarlo. La mujer solo empujaba su hacha hacia abajo, haciendo que la bestial se tuviera que apoyar en una rodilla. No resistiría mucho en esa posición. Pero un fuerte viento sopló y eso hizo que la enemiga fijara su atención en la otra, la que acompañaba a Asher Daregan.

Aquella extraña mujer dejó a Akanke y fue a pelear contra la bruja, porque seguramente eso era si podía manipular un elemento de esa manera. Mao se acercó rápidamente a su señora y la ayudó a levantar, tenía en el rostro una expresión de preocupación al ver cómo ella se erguía adolorida. Al ver en apuros a su amiga, Asher fue a enfrentar de nuevo a la mujer, no sin antes gritarles que mejor se ocuparan del incendio -Tiene razón- reconoció Mao -...en lugar de andar peleando contra un enemigo que no podemos derrotar, mejor encarguémonos de ayudar en lo que sí podemos hacer- propuso, señalando el bosque con un gesto de la cabeza. Allí se estaba desatando un infierno.

Ambos voltearon a ver cómo Asher y su amiga enfrentaban a la guerrera del cielo. Ella era súmamente fuerte y poderosa, pero los que Akanke conocía tampoco se quedaban atrás. Por mucho que le doliera en su orgullo, podía reconocer que si se metía, solo les estaría estorbando. Y tampoco quería morir pelando contra alguien que ni siquiera entendía. ¡Había atacado sin provocación alguna! Solo había aparecido con su lluvia de fuego, disparando piedras en llamas contra seres inocentes que estaban en paz. Tampoco podía reconocer a qué raza pertenecía la mujer. Era todo extraño. ¿Qué clase de amigos tenía Bosne?

Resopló, no le gustaba la idea de abandonar una pelea, se sentía cobarde y hacerlo por saber que no era oponente para ella, le resultaba humillante. Mao pareció haberle leído los pensamientos y la tomó por los hombros -No es nuestra pelea... si de algo nos podemos encargar es de proteger este bosque y a todos los que se han resguardado allí- le dijo, con una sonrisa reconfortante. Akanke asintió y a regañadientes aceptó. Metió la espada en su cinto y se desamarró la tela que usaba de turbante y recogía su abuntante cabellera; esa tela sería su arma de lucha contra el fuego.

Usando sus cuatro patas y su cola, Mao se adentró en el bosque, saltando de árbol en árbol, buscando sobrevivientes. Las bolas de fuego continuaban cayendo, no tan seguido como al principio, pero eran proyectiles mortales que arrasaban con todo lo que se les atravesaba. Akanke también entró al bosque, olvidando que además de inocentes, allí se refugiaron los elfos que los habían atacado al llegar.
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Mensaje  Anastasia Boisson Jue Nov 29 2018, 22:45

Apenas me podía mover. Me di un par de golpes en el pecho para forzarme a escupir la sangre que parecía encharcarme los pulmones debido al fuerte impacto. Con una rodilla hincada en el suelo y una mano en mi estómago, volví a mirar la escena para ver cómo evolucionaba el combate. La nórgeda y el mono se retiraban a los bosques. Probablemente a rescatar supervivientes, tal y como Asher les había pedido.

-¡Imargo! ¡Ve a ayudarles! – ordenó el líder de los leónicos. A lo que su pupilo, sin demasiado convencimiento, accedió.

En cuanto a los centinelas, no es que les fuera demasiado bien en el combate. Asher se defendía como buenamente podía de los ataques de Milane. Y tan sólo pudo aguantar el primero de los golpes que realizó la portadora del blasón calavera. Al segundo, con un tajo frontal, ya había conseguido atravesar la armadura del hombre bestia. - ¡Asher! - Chillé, incluso pareciendo preocupada, al ver el impacto. Juro que creía que ese había sido el triste epílogo de las aventuras del hombre perro y su cuadrilla.

Por fortuna para el devenir de la batalla, me equivoqué. Ese bastardo aún tenía mucho por decir.

Melena Blanca irrumpió salvajemente para derribar de un fuerte impacto a una desarmada Milane Tarmúnil. Fue, quizás, el primer impacto en el que al menos se le vio retroceder unos pasos. El leónico intentó aprovechar la inercia para con su hacha de doble filo tratar de perpetrar en la armadura de la jinete. Aunque de poco sirvió, pues sólo consiguió hacerla rebotar en esta.

Milane, con su fuerza superior debido a la falta de reliquia del leónico, despojó al centinela de su arma predilecta y le golpeó violentamente en el cuerpo, aunque con la parte que no tenía filo de ésta. Con esto logró tumbarlo en el suelo. Sin darle tiempo a respirar, como si se llevara una armadura ligera. Dio un salto vertical para caer de pie, con su fuerza y todo el peso de su armadura pesada y del arma que portaba, sobre el cuerpo del propio centinela. Dejando al líder de los leónicos hundido varios centímetros tras un ahogado gemido.

La jinete lo miró inmisericorde a su adversario, como una estatua sobre sus pectorales, mientras que con el propio arma del leónico amenazaba con pasar la parte del filo por su cuello y poner fin a su decadente vida.

No podía permitir que lo hiciera. Me levanté ya algo recuperada. Con Milane quieta y sin posibles víctimas colaterales en el panorama vertical. Era un tiro fácil para mi ballesta pesada. No dudé un segundo en deslomarla, cargar una rápida flecha y propinarle un certero tiro en la cabeza. Si bien la jinete parecía tener un sexto sentido para percibir los ataques que recaían sobre ella. Pues interpuso su escudo tras su nuca y evitó el evidente impacto que le iba a propinar. Entonces, grité para alentar a Asher, que parecía estar recuperándose.

-¡Asher, tenemos que atacar a la vez, con las reliquias! – Grité tratando de dar una posible clave al desenlace de la lucha. O al menos de tener una mínima posibilidad de desterrarla.

Milane, antes de rematar a Melena Blanca, volvió a encararse conmigo y a enfocarme con esa mirada de suficiencia y esos andares parsimónicos. Pasó al lado de sus dos, según parecía creer ella, delirantes víctimas, Asher y Melena Blanca.

Comencé a dispararle virotes y a retroceder, manteniéndome alejada. Pero nada de lo que le hiciera parecía servirle, pues se protegía de mis golpes con tremenda facilidad incluso con la armadura de su antebrazo. La única parte positiva era que era tan lenta que no era capaz de acercarse a mí…

… Aunque tampoco lo necesitaba.

La Tarmúnil utilizó el arma de Melena Blanca y la lanzó hacia mí de tal manera que giraba desplazándose sobre su propio eje imaginario vertical. Iba a una velocidad endemoniada.  Teniendo el arma una longitud de dos metros, aquello totalizaba cuatro metros de diámetro que cortaban y derribaban todo cuanto se encontraban.

Lo importante era que esa arma no me seccionara a mí por la mitad. Y viendo que iba orientada ligeramente hacia arriba, probablemente tratando de rebanarme la cabeza, lo más factible era pasar  por debajo. Corrí hacia el arma, que venía a velocidad endemoniada. Cuando calculé que tenía suficiente distancia como para arrastrarme, generé una corriente de aire y me dejé deslizar sobre el piso. De espaldas al suelo, en pleno movimiento, disparé a Milane Tarmúnil, consiguiendo distraerla y viéndola rechistar. Ese era un buen momento para atacarla.

La "segadora giratoria" pasó justo por encima de mí, pero como era lógico, todos los árboles que había segado a su paso primero, ahora caían encima de mí. Me concentré para forzar aún más la corriente de aire. Mientras los árboles irrumpían con fuerza contra el suelo, yo pasaba justo por debajo de ellos. Un golpe de suerte, quizás. Mi plan se fue al traste cuando tropecé contra uno de los árboles que ya estaban en el suelo. Que, aunque quieto, me causó un fuerte golpe en las piernas. Quedé incluso parcialmente sepultada bajo el mismo.

Así, emití un hálito ahogada, enterrada a la altura del abdomen y sin posibilidad de moverme. Aún necesitaba unos segundos de concentración para poder invocar una corriente de aire que me quitara de encima aquel tronco.
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Mensaje  Asher Daregan Miér Dic 05 2018, 22:59



Empecé a correr, sujetando el hacha de la Tarmúnil con ambas manos. Estaba distraída con Huracán. Nos había subestimado desde el principio. Iba a demostrarle la clase de error que estaba cometiendo.

Se giró hacia mi, poniéndose una vez más en guardia. El arma se clavó en su escudo. La brecha de este se ensanchó aún más, resquebrajándose hasta casi llegar a los bordes. Sin embargo, el hacha se había quedado incrustada. Retrocedí de un salto, evitando el golpe de su guantelete derecho. Había cometido demasiados errores. No volvería a hacerlo.

No iba a devolverle la ventaja.

Materialicé a Brillo en mi mano. Cuarta runa. [1] Mi cuerpo se tensó, volviéndose más pesado... y más fuerte. Me lancé con aún más fiereza. Iba a destruirla. No había nada más en mi cabeza. Tenía que hacerla sangrar.

Bloqueó el ataque. Y el siguiente. Y el siguiente. Pero no decaía. Cada golpe liberaba más y más llamas. No pararía hasta que uno de los dos acabase en el suelo. Y entonces... el escudo se rompió. Solo un fragmento, una ínfima parte de aquel muro de obsidiana. Pero la mirada de la Tarmúnil cambió. Y aquel instante de sorpresa era todo lo que necesitaba. Su guardia había flaqueado.

Una segunda explosión salió de mis manos, [2] mucho más poderosa que la anterior. La onda expansiva acalló todo a varios metros. El pilar de llamas rodeó a la Jinete, haciéndole perder el equilibrio. Daba igual si era inmune al fuego o al calor. La fuerza del fogonazo era suficiente para aprovechar aquella apertura en su defensa.

Aquella era la oportunidad que buscaba. El poder de la corona se manifestó, resonando con mi cuerpo y llevándolo al límite.

-¡FUERA DE MI MUNDO, TARMÚNIL!-

Me impulsé hacia Milane con una energía sobrenatural. [3] Apenas tuvo un instante para recuperarse de la explosión. El tajo ascendente de Brillo impactó en su coraza de lleno. Al igual que su escudo, esta quedó marcada por una gran cicatriz diagonal.

Pese al peso de su armadura, la mujer salió despedida.

Un momento después, las llamas de mi cuerpo se apagaron. El mareo vino después. Caí de rodillas. Había perdido bastante sangre sin darme cuenta. Mi cuerpo apenas respondía.

Esbocé media sonrisa, a pesar del dolor. Eso tenía que haberlo sentido. Luché por mantenerme consciente. Tenía que detener el sangrado. Abrí tórpemente uno de mis bolsillos, buscando hasta encontrar los vendajes que buscaba. [4] Me desabroché la armadura tan rápido como pude y empecé a enrollar la venda sobre mi abdomen. Era dificil ver donde estaba la herida. Demasiado rojo...

Me apoyé sobre mi espada para levantarme, aún tambaleándome.

Aún no había terminado.


______________________________________

[1] Usado objeto: Brillo - Runa de Harambe (+50% Fuerza)
[2] Usada habilidad: Estallido (gracias a la reducción de enfriamiento de Potenciar)
[3] Usado objeto: Corona Astada
[4] Usados objetos Limitados: Pasta curativa y Vendaje Reforzado
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Mensaje  Anastasia Boisson Sáb Ene 19 2019, 13:27

Gemí de nervios, intentando quitarme de sacar mis piernas de debajo de aquel pesado tronco, mientras Milane Tarmúnil se acercaba hacia mí, sin vacilar, caminando hacia donde me encontraba. Soterrada bajo aquel árbol. Poco más podía hacer más que levantar alguna vez la vista para comprobar cómo de cerca se encontraba de mí. Para sopesar cuanto me quedaba de vida.

Parece que algo de tiempo ganaría, pues Asher irrumpió estoico con sus mejores ataques para enzarzarse con ella en nuevo duelo de guerreros. Un nuevo cara a cara. Quería confiar en que este iría mejor que el anterior. Pero no podía quedarme quieta viendo la batalla. Aproveché el momento para liberarme con esfuerzo bastante grande tratando de escurrir mis largas piernas bajo el trozo de madera.

Un último grito confirmó mi liberación. Apunté entonces a Milane con mi ballesta pesada, esperaba los momentos justos para disparar con mi arma predilecta tensada al máximo, conforme Asher se alejaba de ella en algún rebote. El hombre perro consiguió romper su escudo e incendiar su armadura, que yo le debilitaba con precisas flechas que se clavaban en esta a través de su piel. Que, aún así, no sangraba.

Estábamos consiguiendo hacerle daño.

Cuando la bestia desató el poder de la Corona Astada, una onda de energía barrió mi melena. Pero lo siguiente que vi fue a Milane salir despedida.

Una fuerte explosión se produjo en el cielo. El remolino estaba abierto en lo más alto del firmamento amenazaba con engullirla, aunque se resistía. La explosión de Asher había ayudado a ello, pero había que darle un último empujón. Así, guardé mi ballesta pesada y corrí hacia su posición. Di un salto portentoso hacia ella ayudándome del viento, y me llevé la mano al rubí.

Mis ojos perdieron sus pupilas… Grité… Me mordí los dientes... Liberé toda la fuerza del viento. Como si con todo ello fuera a conseguir ganar más impulso. No iba a ser yo la que lo hiciera todo. Las almas del rubí salieron de su interior y la rodearon. La apresaron, y a mí con ella, elevándonos a los cielos.. Ascendimos muchísimo. Envueltas la una en la otra. No veía nada más que a Milane observándome con rostro de suficiencia, aunque incapaz de rematarme. Pero me llevaba con ella, agarrada. Íbamos directos al remolino sobre el cielo. Esa era su intención. Lo demás era una columna de humo.

Pero por alguna circunstancia, el rubí no quería que me fuera con ella a donde quiera que me llevara. Y justo cuando estábamos a punto de entrar en el remolino. Se las apañó para conjurar una fuerte explosión que hizo que me alejara de ella y de la nube oscura con un fuerte desgarro. Milane terminó absorbida por el remolino en un grito de frustración que se escucharía en kilómetros a la redonda. Tras su acceso se cerró y terminó con todos los males, incluida la lluvia de meteoritos, que destruía el bosque.

Pero yo seguía cayendo cual proyectil. La caída era prominente. Primero atravesé las nubes, que estaban muy bajas, y después ya vi el bosque debajo. Me di la vuelta en el aire, pero estaba agotada. Había gastado todo mi éter en intentar sacarla de Aerandir. Lo había conseguido. Y aunque trataba de conjurar al viento para controlar la caída, estaba tan cansada que no respondía a mi llamada. Iba a su total merced, como cualquier no tensái que se precipita por un precipicio. Tan agotada estaba que incluso perdí el conocimiento. Mi barbilla se pegó al pecho y mis brazos y piernas volaban sin control. Caía cual peso muerto, y todos podían ver como mis músculos no hacían nada por evitar una más que evidente muerte.

Iba directa a un claro del bosque. No muy lejos de donde luchamos contra la Tarmúnil. Si nadie hacía nada por evitarlo, el suelo terminaría conmigo.
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Mensaje  Akanke Miér Ene 23 2019, 03:44

No era fácil. El fuego era un enemigo difícil de combatir. Akanke se ocupaba de abrir camino y Mao ayudaba a las personas, él era más ágil y lograba encontrarlos, guiar a la centáuride hacia donde se encontraban atrapados y juntos rescatarlos, llevarlos a un lugar menos peligroso, porque seguridad, no, de eso no había por el lugar.

Llevaban a una mujer con sus dos pequeños lejos del fuego cuando una flecha rozó el hombro de Mao, haciéndolo chillar, más por el sobresalto que por el dolor que esta le causara. Alzaron la vista y no vieron más que una sombra que se escabullía. Instintivamente, Akanke puso a la familia detrás de ella, Mao también, resguardándolos. Observaban nerviosos las copas de los árboles. ¿Cómo pudieron olvidar a los elfos? Aquellos que comenzaron el ataque dentro de la taberna.

-Bueno, mi Señora, ¿cómo lo quiere hacer?- preguntó Mao, con una sonrisa socarrona. -Yo opino que rápido, el fuego avanza- sugirió, viendo cómo las llamas consumían otro árbol. Akanke asintió, dando la señal para que Mao Iniciara. El hombre mono asintió y dio un salto, subiendo velozmente por el tronco de un árbol y perdiéndose entre su follaje. A los pocos segundos, se armó un griterío. El sonido de las ramas agitándose, ballestas accionándose, gritos de dolor, hasta que por fin, los cuerpos comenzaron a caer.

El primero, muerto. El segundo, se incorporó justo cuando Akanke corría con los puños apretados, dispuesta a propinarle un certero golpe en la nariz. El elfo la esquivó y comenzó a formar una bola de luz entre sus manos. Magia. Akanke envidiaba el uso de la magia, ella anhelaba poder hacer esas cosas -¿Cómo haciendo?- alcanzó a preguntar, antes de tener que esquivar una bola de energía que lanzó -Sí, eso, ¿cómo haciendo? Yo quiero- le explicó, pero el elfo no estaba muy dispuesto a compartir sus conocimientos mágicos.

Como siguió atacándola, sin tener la decencia de responder, ella desenvainó el sable que había robado momentos atrás y contraatacó. Ella lanzaba golpes rápidos, la mayoría eran esquivados y uno que otro desviado con ayuda de los brazaletes metálicos que llevaba puestos. Aquella pelea se estaba extendiendo más de lo deseado, cuando de las espaldas de Akanke, apareció un pequeño lobo que saltó, con sus fauces abiertas, sobre el rostro del elfo, mordiéndolo, arrancándole la nariz y el labio superior al elfo.
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Mensaje  Asher Daregan Dom Feb 03 2019, 19:44

Huracán lo había conseguido.

Usando el poder de su propia reliquia, la cazadora había apresado a la Tarmunil, alzándola a gran velocidad hacia el torbellino del que había salido. Pero si seguía en esa dirección... ella también acabaría atravesando el portal.

Si iba a ese otro plano... no tendría ninguna oportunidad, no por su cuenta. Pero una explosión en el aire acabó separándolas. La Jinete volvió al mundo de donde precedía. Y la bruja... empezó a caer.

Corrí hacia el lugar donde se dirigía. No podía dejar que perdiésemos una Centinela tan pronto.

Alcé a Brillo, pasando la mano por el anillo de la empuñadura. No tardó en volverse negra. La magia empezó a alzarse, moviéndose hasta la cazadora que aún se precipitaba contra el suelo.

-Silencio.- invoqué. [1]

El ser de vacío apareció sujeto a Huracán, envolviéndola en aquella masa negra que constituía su cuerpo. No sabía si era agradable. Pero como mínimo, la criatura era resistente, lo suficiente como para recibir casi cualquier golpe sin problema. Quizás sería suficiente para amortiguar la caída.

No, me estaba arriesgando. Tampoco podía dejarla con una espalda rota. Tomé carrerilla, esperando el momento indicado. Podía hacerme una idea de donde iba a caer. Solo tenía que actuar rápido.

10 metros, estimé que era mi máximo. Pero a esa altura también era peligroso.

La mujer siguió cayendo. Cuando llegó a la altura de los árboles que rodeaban el claro, salté. Las runas de mi cuerpo hicieron el resto. Me lancé contra el cuerpo protegido de Huracán, interceptándolo en el aire y deteniendo su caída momentáneamente. Si no hubiese estado Silencio entre los dos, probablemente habría acabado con algo roto.

Y luego, con todo el impulso detenido, caí al suelo, aún sujeto al ser de vacío y a la cazadora. Afortunadamente, la caída de tres o cuatro metros no era nada en comparación. Dolió de todas formas.

Tosí mientras intentaba levantarme, separándome de la mujer. Una vez cumplida su misión, Silencio no tardó en desvanecerse.

-Creo que te habías venido muy arriba.- dije, antes de toser dolorosamente una vez más. Me senté de rodillas. Mi cuerpo estaba resentido. Me había pasado.

-¡Huracán! ¡Asher!- escuché la voz de Melena Blanca, junto a sus pasos apresurados. Alcé la mirada cansádamente. No tenía mucho mejor aspecto que yo. -¿Estáis bien?- preguntó, acercándose a la bruja.

Ahora que pensaba, no me había asegurado de si seguía consciente. O viva.

-Claro. Era solo un Jinete. Nada que nos hiciese sudar.- dije antes de volver a tener otro punzante ataque de tos. Notaba como si tuviese el pecho hueco. -Joder...- me quejé. Apenas podía tenerme en pie, mucho menos seguir combatiendo. Al parecer nadie había logrado apagar el fuego. Pero con la desaparición de la Tarmúnil y las nubes oscuras había empezado a juntarse una tormenta.

Noté las primeras gotas sobre mi cabeza. No era lo que llamaba una celebración. Y de hecho, resultaba apropiado. Solo era el comienzo. Pero como mínimo, serviría contra las llamas.

Con suerte, los elfos se acabarían desperdigando. Habían perdido, después de todo. La Tarmúnil había sido derrotada.

-Tenemos que llevaros a un lugar seguro.- dijo el leónico.

-No quedan lugares seguros en Aerandir.- repliqué amargamente. -Pero si aún queda algún edificio que no esté en llamas, me vale.- Pese a la victoria, el dolor y el cansancio me habían dejado algo gruñón. La idea de acabar atendido igual que las decenas de licántropos que habían huido asustados tampoco me hacía demasiada gracia.

-¿Puedes andar?- preguntó. No parecía que el hombre león fuese a tener problema alguno si tenía que cargar con ambos. Maldita sea, era como Tale.

-Estoy bien.- mentí, levantándome. Fingí no sentir otra punzada en la zona de la herida. Pero no llegué a dar más de unos pasos antes de que la manaza del leónico me obligase a apoyarme sobre él. Gruñí, pero no me resistí. Había poca gente que me superase en tamaño, pero no dudaba por un segundo que acabaría llevándome por encima de su hombro si se lo proponía. Pasé un brazo por encima de su hombro y comenzamos el camino de retorno.


____________________________

[1] Usado objeto: Brillo - Invocar Vacío
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Mensaje  Anastasia Boisson Vie Feb 08 2019, 16:49

Volví a recobrar la conciencia mientras caía. Grité asustada, pues estaba envuelta por una especie de aura extraña. ¿Era cosa del rubí? Miré hacia él. No me parecía. Estaba prácticamente apagado. Sin energía. Y yo caía con él sin hacer oposición. Y es que la reliquia tendía a apagarse después de ser utilizada. Máxime después de haber descargado toda su energía contra Milane Tarmúnil. Estaba claro que  existía una importante vinculación entre la reliquia y yo. Ya que cuando ésta se encontraba “vacía”, sentía un profundo agotamiento. Y al contrario, cuando rebosaba luz y energía, yo me sentía mucho más poderosa.

Aunque todo invitaba a pensar a que acabaría hecha sopa de bruja contra el suelo, el destino había decidido una vez más que no pereciera aquel día. A veces me preguntaba si en verdad debía de dar las gracias a los dioses por protegerme, o maldecirles por todo cuanto me hacían sufrir. Definitivamente, creo que prefería lo primero. A pesar de todas mis penurias y de lo que me quejaba, apenas había sufrido estragos más que partirme un par de huesos.

En aquella ocasión, no sé muy bien cómo ni por qué, tuve un aterrizaje más o menos estable y sin contratiempos. Pero esta vez no fue por mis habilidades. Cuando abrí los ojos me vi sobre los fuertes brazos de Asher. ¡Diablos! ¡Nunca creí que mi autodeterminación me permitiría sentirme segura y bien entre los brazos de un hombre fuerte y musculado! Me posó suavemente en el suelo y se fue a sentarse al lado contrario. Yo esbocé una ligerísima sonrisa ante su comentario.

-Y tan arriba. Creía que pronto empezaría a ver la curvatura del planeta. – Contesté aquejada, arrastrándome ligeramente de espaldas un metro hasta apoyarme con cuidado sobre un árbol. Con una pierna estirada y la otra doblada. Coloqué el codo sobre esta última, la cabeza sobre el tronco y cerré los ojos. Estaba físicamente agotada y con unas ganas  tremendas de dormir. - Disculpa si no te doy un beso por el rescate. Soy bastante escrupulosa para los chicos con barba. – bromeé con voz ronca. No era una persona lo demasiado acostumbrada a dar las gracias salvo a gente de mi confianza. Así que confiaba en que aquello sirviera.

Me había dormido los dos minutos que tardó en aparecer Melena Blanca gritando nuestros nombres. Tan sólo giré la cabeza para verlo. Asher se encargó de ironizar sobre nuestro deplorable estado actual. Y yo iba camino de hacer lo mismo.

-¡Claro, ya que estamos que vengan los doce a la vez! – completé el comentario de Asher. De verdad esperaba que no me escucharan de alguna manera telepática y les diera por hacerme caso. De lo contrario ni Asher ni yo íbamos a exigirles más esfuerzo que el que le supone a un caballo aplastar a una vulgar cucaracha.

Melena Blanca pronto sugirió que debíamos buscar un refugio para descansar y alejarnos de los Tarmúnil. Así que, no sin esfuerzo, me puse en pie y sin decir nada, envié a Melena Blanca una mirada asertiva para decirle que estaba lista. Coja. Pero era demasiado orgullosa como para permitir que nadie me llevara en brazos.

A todas estas. Había también elfos vengativos en la zona. Me preguntaba si la nórgeda y su compañero mono se habrían conseguido desquitar de ellos. En cualquier caso, merecían un reconocimiento por ello. Esperaba que no tardaran en aparecer.

-Esto no funciona. – aseveré a Melena Blanca. – Necesitamos recuperar la capa blanca y convencer a Elen Calhoun de que vuelva a ayudarnos. ¿Alguna idea de por dónde empezar a buscar? ¿No hay nadie más que pueda ayudarnos? – cuestioné mientras caminábamos, primero mirando a Asher, luego a Melena Blanca. Después, di la respuesta yo misma en voz alta, en alusión a alguien que conocíamos el hombre perro y yo. – Quizás Eltrant Tale. ¿Sabes algo de él, Asher? – pregunté mirando al hombre bestia.

¡Por todos los dioses! ¿Por qué había dicho justamente ese nombre? Se nos había unido un mono y aún así Eltrant Tale seguiría siendo el más estúpido del grupo. ¿Por qué me había fijado en él?

Supongo que porque, quizás, aún creía que era alguien competente y fiable.
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Mensaje  Akanke Mar Feb 12 2019, 17:57

Repentinamente, una pequeña manada de lobos respaldó a Akanke. El elfo, quien a pesar de sus heridas siguió despierto, se arrastró y huyó. Al parecer lo mismo hicieron los demás, pues tras un alboroto en las copas de los árboles, Mao bajó para llegar junto a su Señora. Se notaba que recibió más golpes de los que iba a aceptar, pero estaba vivo y prácticamente ileso. Akanke lo abrazó fuerte. Los lobos se juntaron y comenzaron a transformarse, eran licántropos locales que en vista de lo acontecido, decidieron unirse a la pelea.

Una suave lluvia comenzó a caer, facilitando el trabajo de apagar el fuego, así que regresaron al pueblo, o lo que quedaba de él. Akanke se sorprendió a ver que la destrucción era por más que el fuego y las explosiones. Ese lugar estaba inundado de magia, de la que se sentía bien y de la que se sentía muy mal. Miraba asombrada de lado a lado, deteniéndose en ciertos lugares en los cuales Mao no veía más que troncos quemados. Él ya sabía que desde un tiempo hasta la fecha, Akanke se había interesado en la magia y quería aprender a usarla. Así que la dejó recorrer el lugar y percibir todas las sensaciones que aquel ambiente electrificado le ofrecían.

Porque la magia había sido tan fuerte, que hasta ellos que son hombres bestia, carentes de magia en su ser, podían prácticamente tocarla. Qué decir de olerla, sobresalía por encima del humo. La sensación erizaba los pelos de la cola del hombre mono, haciéndolo lucir más esponjosa, lo cual le disgustaba, así que se fue a sentar en un tronco caído para alisarla. Akanke se sentó junto a él, cerró los ojos y dejó que las gotas cayeran en su rostro. -Cuando en templo, yo haciendo magia- le dijo, con resolución. Mao asintió, le comunicaría los deseos de su Señora al Sumo Sacerdote del templo.

Descansaron un rato, pero aún tenían que buscar al tal Asher Daregan. No les costó encontrarlo, un perro gigante con cara de jabalí era fácil de distinguir. Akanke se acercó a él, ya no se acordaba bien qué era lo que debía decirle, solo que era algo de Bosne -Asher Daregan- le llamó la atención cuando estuvo junto a él -Jason Bosne busca te, para la Factoría- y bueno, lo importante no eran las palabras, sino el mensaje y ese estaba bastante claro.

Mao iba atrás, buscando las babuchas de su Señora. Le habían pedido encarecidamente que no la dejara vagar descalza.
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Mensaje  Asher Daregan Vie Mar 01 2019, 19:16

-Eltrant.- musité. -Le he enviado al norte. Más bien, le he ofrecido que venga conmigo. De nada sirve que nos quedemos todos en el mismo sitio, sobre todo con Jinetes deambulando. Tenemos que proteger lo que podemos.- dije, gruñendo ligeramente al caminar.

-¿Que hay de Frendel?- preguntó el leónico con su voz grave.

-Buscaré desde allí. Dudo que se haya quedado tan cerca como para tenerlo al alcance. Podría estar en cualquier parte de Aerandir.- expliqué. -Si hay rastros de Frendel, o aparece algún Jinete... mejor que esté allí. Os avisaré.-

Respecto a Elen, no podía hacer nada. Si su artefacto le había consumido lo suficiente como para no querer cooperar, no iba a poder sacarla de aquello con palabras amables. Además, ni siquiera estaba seguro de donde estaría. La única persona que podría disuadirla era, seguramente, el propio Alister que la acompañaba.

Acabamos llegando a lo que parecía ser una de las pocas cabañas que quedaban sin destrozos. Varias personas y lobos entraban y salian a toda prisa, trayendo heridos y suministros.

Aquello había sido una catástrofe. Incluso con tres de nosotros allí, había demasiada gente en ese lugar. El olor a sangre superaba al de los licántropos.

Tras entrar, me apoyé en una pared. Melena Blanca no tardó en traer una silla y empujarme contra ella. Me senté sin rechistar. Aun en el estado que estaba, no era el más herido en absoluto. Los pocos curanderos que habían tenían demasiado trabajo.

Jadeé pesadamente. Empezaba a sentirme somnoliento. Me forcé a mantenerme despierto, aunque empezaba a resultar difícil enterarme de todo con claridad. La misma mujer extraña de antes volvió a aparecer, repitiendo algo de Bosne.

-No puedo distraerme. Que busque a otro.- repliqué con un gruñido. No estaba en condiciones de ayudar a nadie.

Pasó un buen rato hasta que alguien tuvo el tiempo para atenderme. Un hombre, licántropo. Retiró las vendas que había enrollado de forma tosca sobre mis heridas. Habían reducido considerablemente gracias a la pasta, o eso parecía. Tras aplicar algo que escocía (y pese a mis protestas), puso otras nuevas, más ajustadas. Hizo lo mismo con el resto de las heridas, y finalmente, me hizo beber... algo.

Aquello mitigó el dolor bastante, y de alguna forma, consiguió espabilarme.

-Debería volver.- musité. Me levanté. Podría aguantar. Syl y los demás no podían estar muy lejos.
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Mensaje  Akanke Mar Abr 02 2019, 16:14

El perro se había negado a ayudar a Bosne y Akanke no estaba acostumbrada a que le dijeran que no. Aquello le había confundido tanto, que simplemente se había dado media vuelta y alejado del feral mientras un licántropo le atendía las heridas. No se despidió ni pronunció palabra alguna mientras ponía distancia entre ella y el hombre que había ido a buscar y quien, tras todas las molestias que le había causado a la centáuride, simplemente había respondido "búscate otro".

Akanke no conocía la palabra "imbécil", pero de hacerlo, con ella podría describir fácilmente al perro Asher. ¿Para qué necesitaba Bosne a un tipo como ese? No, mejor le hacía caso y buscaba otro, alguien con magia verdadera, como la de los orejas picudas de los bosques. Esos eran muy poderosos y también podían sanar heridas. Total, ese compadre ya estaba muerto, nada más no le habían avisado.

Mao volvía del bosque con una babucha a medio carbonizar en la mano, la otra simplemente no la había podido encontrar -¡Akanke! ¿Ya nos vamos? ¿Y Asher Daregan?- preguntó, algo confundido. La mujer negó con la cabeza -No habiendo Asher Daregan, buscando otro- respondió con severidad. Mao asintió lentamente, extendiendo la babucha hacia ella, como quien no quiere la cosa. Ella, notando el gesto, la agarró y se la calzó, sin cambiar el gesto serio. Una babucha era mejor que ninguna babucha.

Ya no tenían nada más que hacer en aquel poblado, su misión había sido un fracaso así que no quedaba más que simplemente regresar. -Akanke, no sé... podríamos ayudar un poco antes de irnos, ¿no crees?- propuso Mao, mirando al rededor. Ciertamente, el poblado había quedado en ruinas, pero Akanke no veía una razón por la cual ellos tendrían que ser quienes tendieran una mano a aquellos en desgracia -No siendo nuestro pueblo- respondió, arrugando la frente, mostrando bastante confusión.

Mao conocía a su señora, sabía de su buen corazón y nobleza. Por eso no veía su resistencia como un acto de maldad o indiferencia, solo como algo producto de su torpeza. Era simplemente el hacerle ver la necesidad de los seres que allí residían y apelar a sus sentimientos para ablandarla y pronto la tuvo ayudando a acarrear agua y sacando escombros del lugar.

Akanke
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Mensaje  Anastasia Boisson Mar Abr 02 2019, 18:44

Asher aseguró que Eltrant había ido al Norte. Sin embargo, aunaba a la unidad para con los jinetes. Algo con lo que sin duda estaba de acuerdo, y así lo hice ver al asentir con la cabeza. El hombre perro parecía dispuesto a llegar al fondo en el asunto de los jinetes, y con el tal Frendel rondeando los bosques con la Capa Blanca, en cualquier momento podíamos estar por peligro. Sin embargo, el hombre perro también se encargaría de ello.

-Lo mismo haré. Cuando creáis haber encontrado algo, enviadme una carta al Palacio de los Vientos. – Aseveré. Natasha Boisson, secretaria del gremio, haría llegar dicha llamada a mí o a cualquier otro cazador rápidamente.

La mujer centauro y el mono pronto se unieron a nosotros. Y juntos no tardamos en llegar a una cabañita semi-derruida que servía de refugio para los que habían sobrevivido al ataque. Si había un clan de elfos enfermos y aficionados a invocar jinetes oscuros, sin duda era un tema con el que tendríamos que lidiar, pero por lo visto, Ja’zad declaró que se encargaría personalmente del asunto, junto con la ayuda de los leónicos.

Me senté con dificultad, todos hicimos lo mismo. La menos cansada parecía la centauro, justo la que no había luchado contra los jinetes. ¿Casualidad?

Entonces, la de piel negra pronunció un nombre que me resultó familiar. Jason Bosne… No conocía a ningún tipo que se llamara así. Quién me diría a mí que no tardaría en conocer al personaje que había detrás de aquel nombre y que, sin duda, sus acciones iban a cambiar el devenir de mi destino como centinela. Buscaba a Asher. Yo sólo apoyé los codos sobre las rodillas y escuché la mínima conversación que tuvieron.

Con la que se le venía encima, Asher no tardó en rehusar dicha petición. Sólo le faltó espetar el “vete a la mierda” que habría espetado yo si la cuestionada fuera yo. Parece que incluso los perros tenían modales educados.

Me erguí un poco de espaldas cuando ésta se retiró y miré alrededor. Tanta muerte, tanta destrucción… Era un panorama verdaderamente desolador. Teníamos que ponerle fin. Pero no ahora.

-Yo debo volver a Lunargenta. – informé. – Hay un asunto… del que me debo ocupar. – comenté sin entrar en muchos detalles. Mis espías habían dado con la posible ubicación de Dag Thorlák y tenía que ir a por él. Aún así, no desatendería mis labores como centinela. – Informadme si descubrís algo. Volveré cuando termine lo que tengo que hacer. – Que, por supuesto, no iba a informar pues no era de su incumbencia.

Tras descansar un poco y ayudar en la zona, terminé por marcharme. Di las gracias a leónicos y centinela mediante un elegante gesto con la mano y me fui. Aquellas criaturas me simpatizaban bastante para lo cerrada que era yo para con los hombres bestia. Y aquel día habían demostrado que se podía confiar en ellos. Asher y Melena Blanca tenían un valor encomiable y, si conseguíamos que Elen se uniera a nuestra campaña, estábamos un poco más cerca de conseguir destruir a los jinetes oscuros.

Por primera vez, parecía haber unión en el grupo…

… O eso creía yo.
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Mensaje  Asher Daregan Jue Abr 04 2019, 17:26

Suspiré. Así fue como nos separamos. Tanto Huracán como yo teníamos otros planes. No podíamos quedarnos allí siempre, después de todo.

Pero era probable que la próxima vez que me enfrentase a un Jinete Oscuro, no tuviese a ningún otro Centinela para ayudar. Tendría que ser capaz de enfrentarme a ellos por mi cuenta si era necesario. Esperaba que el resto pudiese hacer lo mismo. Como mínimo, Elen había llegado a una conclusión similar.

Era extraño. La situación había vuelto a ser similar a la que me había encontrado muchos años atrás. Búsqueda de poder. Al menos, los motivos eran distintos. No era para conseguir respeto o nada por el estilo. Simplemente, se trataba de el medio para llegar a un fin. Si no lo conseguía... mucha gente podía acabar muerta, o peor. Una amenaza de ese tipo podía destruir un reino sin problemas.

A pesar del cansancio, seguí avanzando. Lo conseguiría. Incluso si había que hacer sacrificios.

El camino se me hizo largo, pero al final acabé volviendo al campamento donde Syl y el resto me esperaban. Tuve que responder a muchas preguntas al respecto. Quizás hubiese subestimado a los Jinetes Oscuros, pero no eran invencibles. Dañarles en sí era dificil, pero reducirlos era posible. Destruir su equipamiento, distraerlos, o incluso moverlos de sitio o detenerlos eran posibilidades que debía tener en cuenta.

Sin embargo, nunca ganaríamos solo defendiendo. La próxima vez que tuviésemos aquella ventaja, debíamos matarlo de forma permanente.

Necesitaría un plan, y gente capaz. Y quizás, desarrollando más mis runas, podría darnos el empujón que necesitábamos. Teníamos que usar todo lo que pudiésemos. Era una causa fácilmente mayor a cualquier otra, después de todo.

Y no habría descanso hasta que acabase.
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Mensaje  Akanke Dom Abr 21 2019, 07:02

-Pero Akanke... los pobres niñitos- insistía Mao, sin ya saber cómo más convencerla. La ex-centáuride seguía mirándolo sin entender por qué Mao quería con tantas ganas quedarse a ayudar a barrer. -No siendo Templo- respondía ella, como si fuera lo más obvio del mundo. -Habiendo mucho lobo aquí, mucha manos, ellos pueden solito- explicaba mientras caminaba, lejos del pueblo. Lejos ya iba quedando la destrucción causada por la enorme batalla de Asher y Huracán.

Ahora la mente de la mujer estaba fija en volver a su hogar, no sin antes encontrar un maestro que le enseñara a hacer magia. -Caminando, Mao, no perdiendo tiempo- apuraba a su compañero, quien miraba hacia atrás con tristeza -Pero Akanke... los niñitos lobitos...- decía en un lamento, siguiendo a su señora con resignación. En ese momento se cuestionaba la opinión que tenía respecto a Akanke, no le parecía ser la buena persona que creía. Más bien estaba siendo indolente y poco solidaria con aquellos en desgracia. Era cierto que si algo así ocurriera en el Templo ella estaría ayudando, ¿por qué no podía ser así con todos?

Avanzaron en silencio hasta que cayó la noche y tuvieron que encender una fogata. Mao había notado pensativa a Akanke y en más de una ocasión quiso preguntarle qué le cruzaba por la cabeza, pero la verdad era que estaba enojado con ella y no quería dirigirle la palabra. Sin embargo, en ese momento sentía una enorme curiosidad por saber qué estaba pensando. Pero no tuvo siquiera que preguntarle -Mao, ¿dónde habiendo alfus?- preguntó, rompiendo el silencio que imperaba en la pareja. -¿Alfus?- eso debía ser una especie de raíz comestible que Mao desconocía -Ni siquiera sé lo que es un alfus, Akanke- le explicó. -Sí sabiendo- aseguró ella -Hombre de oreja puntúa, los alfus- se explicó mejor. A veces le daba la impresión de que Mao era menos listo de lo que quería hacerle creer.

-Elfos, Akanke EL-FOS- dijo el hombre mono, tratando de enseñarle a pronunciar bien la palabra. -Están en Sandorai, allí viven todos ellos... o bueno, la mayoría- respondió él. -Bueno, allá vamo a buscar alfus- resolvió ella, preparándose para dormir.

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