El peldaño decisivo [Cerrado] [Trama] [Libre/Interpretativo]
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El peldaño decisivo [Cerrado] [Trama] [Libre/Interpretativo]
El peldaño decisivo [Trama]
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La infame [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] surcaba y zigzagueaba verticalmente entre los árboles. Lucía extravagante, alardeando de su exótico color azul como el firmamento, que entre la luz de la luna, se camuflaba como un depredador deambulando en las vastas tierras Aerandianas. Era un insecto despreocupado, bello y peligroso a la vez. A causa de su fama, la gente suele alejarse de estos animales porque son la señal de que algo extraño está a punto de ocurrir, algo donde la vida de cualquier guerrero podría estar en peligro. En esa noche, unos desgarradores bramidos resonaban por todo el pueblo destruido de los dragones.
La mariposa voló directamente hacia los ruidos. Nada la detenía, ni los sapos que trataban de estirar su lengua, y ni los hediondos hedores que se hacían presentes en aquella zona. Al llegar, se posicionó justamente en unas gruesas varas de acero que hacían como una diminuta ventana. Éstas separaban la ciudad abandonada con una torre inmensa, aunque no lo suficiente para sobresalir por toda la zona.
Si se adentraba, se vería una celda de tamaño mediano, y dentro se alcanzaría a observar a una mujer con sus ropas arrancadas, casi exhibiendo su desnudez. ¡Chucho de mierda!.-Diría un hombre de cabello negro mientras que propinaba patadas directas a la costilla de la dama. Ésta no tenía otra opción que gritar, y quejarse entre lágrimas por una especie de misericordia. -¡Te ofrecí mi mano...!-Sin más preámbulo, la toma de la garganta y la estampa contra la pared, aplicando presión en la manzana de Adán, con intenciones de quebrarla. -Y la rechazaste, maldita. ¡La rechazaste!. ¡Tú fuiste la que acabó con tu propio clan, con tu propia vida, con tu propio orgullo!.-No fue capaz de tragar aire, cuando la muchacha no tardó en sentir el huesudo codo de su agresor volteándole el rostro y lanzando su cuerpo al suelo.
-Y luego apareces... Acompañada con un vampiro, tratando de asesinarme. ¡Qué ilusa eres al pensar que Paul lograría acabar conmigo!.-Sin más preámbulo, el hombre tomó asiento y descansó en un rincón, viendo la fracturada complexión de Talia, la famosa licántropa. Una vez que el silencio incómodo se tornó en la escena, el hombre se levantó y pisoteó la sangre proveniente de la señorita, quien lo veía con un miedo indescriptible. Debido a las palizas diarias, la propiedad psicológica de la mujer había cambiado drásticamente, ahora volviéndose una mamífera más melancólica y preocupada del mañana. ¿Cuántos meses habían pasado desde que fue secuestrada?, ¿Cuántos golpes había recibido desde que fue raptada?. Los números no eran suficientes...
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Llovía con una agresividad nunca antes vista. Entre tantas sombras y siluetas, solo una tenía vida. Gonzalo estaba con los brazos cruzados, enseñándome su espalda después de haberme traído a los Reinos del Norte. El clima era gélido y nada deseoso, pero al menos se creía que podría ser peor. Un trueno aumentaría el diluvio, y las aves se desprenderían de las ramas para escapar de la ubicación.
-Sé que es duro saber esto después de tanto tiempo, Paul.-Comentó Gonzalo mientras que miraba hacia el horizonte. -La última vez que vi a Talia, no se veía en muy buen estado. No sabía que ella era tu antigua secuaz, es decir, me la describiste, pero...-El joven se resignó y bajó su cabeza, probablemente avergonzado de lo que estaba a punto de decir. Él entendía que no me sentía bien, pero tampoco se guardaba algo. Era un hombre noble y verdadero.
-Era un desastre... Mientras era arrastrada por el suelo, llamó la atención de varias personas, incluso de alguien que te interesaría saber.-Fue lo último que pronunciaría para después marcharse lentamente. Quedé estupefacto, y tragué saliva, aún tratando de mantener mis expresiones seductoras. Sin embargo, el dolor me consumía y la tristeza, que parecía ser un lujo humanitario, también me afectaba horriblemente.
-¿Quién era?-Pregunté interesado, cubriéndome con la capa de asesino y tratando de resistir el álgido clima que me ofrecía aquel pueblo abandonado. El dragón giró su rostro, regalándome una sonrisa que de alguna forma, me brindó demasiada inspiración. ¿Tan buena era la noticia como para alegrarse en un momento penoso?.
-Zatch, la bestia esa que se ha vuelto famosa durante los últimos días...-Sin rechistar, siguió su rumbo y fue desapareciendo entre la neblina. -Le nombré que eras un miembro del gremio de los asesinos, y que la dama era nada más que una de tus compañeras.-
-¿Y qué dijo al respecto?-
-Pronto lo sabrás, cuando lo veas... Adiós.-La incertidumbre fue sembrada, y por alguna razón, ansiaba ver al sujeto que podría ayudarme en la misión. ¿Cuál sería su aspecto?...
La mariposa voló directamente hacia los ruidos. Nada la detenía, ni los sapos que trataban de estirar su lengua, y ni los hediondos hedores que se hacían presentes en aquella zona. Al llegar, se posicionó justamente en unas gruesas varas de acero que hacían como una diminuta ventana. Éstas separaban la ciudad abandonada con una torre inmensa, aunque no lo suficiente para sobresalir por toda la zona.
Si se adentraba, se vería una celda de tamaño mediano, y dentro se alcanzaría a observar a una mujer con sus ropas arrancadas, casi exhibiendo su desnudez. ¡Chucho de mierda!.-Diría un hombre de cabello negro mientras que propinaba patadas directas a la costilla de la dama. Ésta no tenía otra opción que gritar, y quejarse entre lágrimas por una especie de misericordia. -¡Te ofrecí mi mano...!-Sin más preámbulo, la toma de la garganta y la estampa contra la pared, aplicando presión en la manzana de Adán, con intenciones de quebrarla. -Y la rechazaste, maldita. ¡La rechazaste!. ¡Tú fuiste la que acabó con tu propio clan, con tu propia vida, con tu propio orgullo!.-No fue capaz de tragar aire, cuando la muchacha no tardó en sentir el huesudo codo de su agresor volteándole el rostro y lanzando su cuerpo al suelo.
-Y luego apareces... Acompañada con un vampiro, tratando de asesinarme. ¡Qué ilusa eres al pensar que Paul lograría acabar conmigo!.-Sin más preámbulo, el hombre tomó asiento y descansó en un rincón, viendo la fracturada complexión de Talia, la famosa licántropa. Una vez que el silencio incómodo se tornó en la escena, el hombre se levantó y pisoteó la sangre proveniente de la señorita, quien lo veía con un miedo indescriptible. Debido a las palizas diarias, la propiedad psicológica de la mujer había cambiado drásticamente, ahora volviéndose una mamífera más melancólica y preocupada del mañana. ¿Cuántos meses habían pasado desde que fue secuestrada?, ¿Cuántos golpes había recibido desde que fue raptada?. Los números no eran suficientes...
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Llovía con una agresividad nunca antes vista. Entre tantas sombras y siluetas, solo una tenía vida. Gonzalo estaba con los brazos cruzados, enseñándome su espalda después de haberme traído a los Reinos del Norte. El clima era gélido y nada deseoso, pero al menos se creía que podría ser peor. Un trueno aumentaría el diluvio, y las aves se desprenderían de las ramas para escapar de la ubicación.
-Sé que es duro saber esto después de tanto tiempo, Paul.-Comentó Gonzalo mientras que miraba hacia el horizonte. -La última vez que vi a Talia, no se veía en muy buen estado. No sabía que ella era tu antigua secuaz, es decir, me la describiste, pero...-El joven se resignó y bajó su cabeza, probablemente avergonzado de lo que estaba a punto de decir. Él entendía que no me sentía bien, pero tampoco se guardaba algo. Era un hombre noble y verdadero.
-Era un desastre... Mientras era arrastrada por el suelo, llamó la atención de varias personas, incluso de alguien que te interesaría saber.-Fue lo último que pronunciaría para después marcharse lentamente. Quedé estupefacto, y tragué saliva, aún tratando de mantener mis expresiones seductoras. Sin embargo, el dolor me consumía y la tristeza, que parecía ser un lujo humanitario, también me afectaba horriblemente.
-¿Quién era?-Pregunté interesado, cubriéndome con la capa de asesino y tratando de resistir el álgido clima que me ofrecía aquel pueblo abandonado. El dragón giró su rostro, regalándome una sonrisa que de alguna forma, me brindó demasiada inspiración. ¿Tan buena era la noticia como para alegrarse en un momento penoso?.
-Zatch, la bestia esa que se ha vuelto famosa durante los últimos días...-Sin rechistar, siguió su rumbo y fue desapareciendo entre la neblina. -Le nombré que eras un miembro del gremio de los asesinos, y que la dama era nada más que una de tus compañeras.-
-¿Y qué dijo al respecto?-
-Pronto lo sabrás, cuando lo veas... Adiós.-La incertidumbre fue sembrada, y por alguna razón, ansiaba ver al sujeto que podría ayudarme en la misión. ¿Cuál sería su aspecto?...
Última edición por Paul Brown Moreau el Dom Dic 18 2016, 04:16, editado 1 vez
Paul Brown Moreau
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Re: El peldaño decisivo [Cerrado] [Trama] [Libre/Interpretativo]
Había sido un viaje muy, muy largo. Le dolía el trasero tras tantas horas montando ese Aion adquirido tras calumniosas transacciones, los insistentes relámpagos le obligaban a achaparrar las orejas contra la cabeza y refunfuñaba, ofuscado, cada vez que el viento mecía las ramas cargadas de agua que dejaban caer todo su contenido sobre el peludo forastero, de por sí empapado, tras el más mínimo movimiento. A juzgar por la ubicación de la luna no era todavía muy entrada la noche, sin embargo había tardado más de lo esperado en llegar al destino. La idea de ponerse ya mismo a la tarea de encontrar al tal Brown Moreau resultaba irritante, mas el objetivo que mantenía fijo entre ceja y ceja era más que suficiente para no sucumbir ante el cansancio.
Tan solo tres días atrás se encontraba en Lunargenta, ocupado con aquellas jugarretas de ladronzuelo que le servían para procurarse el dinero para la buena comida y uno que otro lujo de vez en cuando. Aunque prefería eso a conseguir un aburrido trabajo de tiempo completo, no podía negar que existían días sencillamente hastiosos. Por lo visto, últimamente la ciudad se llenaba cada vez más de malhechores y, por ende, la gente iba mejor preparada: en la última semana tres personas se habían dado cuenta de sus malas intenciones antes de que dijese nada, y dos de ellas casi le propinaron una merecida paliza. Además, tampoco es que lograse conseguir mucho dinero; apenas le alcanzaba paras subsistir por una semana como máximo antes de tener que volver a delinquir. Hubiese dado lo que fuera por encontrar la manera de conseguir más dinero con mayor rapidez y así al fin darse una buena vida con tiempo suficiente para otros quehaceres, como leer sus preciados libros o, simplemente, resguardarse bajo una bonita casa.
Para su suerte, la manera lo encontró a él mientras merodeaba durante la noche por uno de los callejones de la ciudad. Llamado por gritos femeninos, había corrido tras una pared para observar los acontecimientos. Una voluptuosa mujer era brutalmente arrastrada por el piso, tironeada por agresores con los que Zatch no hubiese podido meterse ni queriendo, ya que le triplicaban en número y en musculatura. Estuvo atento, sin embargo, a no perderse ningún detalle; evidentemente allí sucedía algo turbio… y las cosas turbias siempre tenían mucho dinero detrás. Con los ojos bien abiertos, estuvo a punto de seguir de cerca el barullo cuando un hombre cuarentón se le arrimó. El tipo comenzó a hablarle. Tenía información y, aunque la charla fue breve, sirvió para darle al zorro una idea, a su criterio, fantástica. Al saber la existencia de cierto gremio de asesinos su panorama cambiaba bastante. No es que le gustase quitar vidas por diversión, pero si aquello acarreaba una buena suma de dinero, que en comparación con el hurto sí que lo haría, entonces estaba dispuesto a ensuciarse las manos… un poco más de lo que ya estaban. Sólo necesitaba ponerse en contacto con un miembro de dicha agrupación.
Y allí estaba, buscándolo bajo los inclementes chaparrones. Su montura trastabilló de cansancio y Zatch, piadoso, decidió bajarse para darle un respiro. Saltó y sus patas se enterraron en lodo, arrancándole un gruñido de insatisfacción. Tomó al Aion por las riendas y lo guió hasta una arboleda lo suficientemente frondosa como para atajar en satisfactoria medida el aguacero. Ató rápidamente las sogas a una rama y se acomodó la capa que, pesada por el agua, se le pegaba a la piel. –Mierda, ¿cómo se supone que encuentre a alguien aquí? –Miró a ambos lados mientras el animal, ajeno a toda preocupación, bebía de un charco de agua turbia. El antiguo territorio de los dragones causaba más pena que expectación: sólo ruinas que parecían a punto de caer con la más mínima inclemencia, árboles, maleza y barro. Se preguntó si la información otorgada por el misterioso hombre era veraz y refunfuñó unas cuantas groserías mientras zigzagueaba por entre las derruidas paredes. Fue entonces cuando, tras girar una de éstas, se encontró de lleno con la espalda de un hombre de porte garboso que vestía una capa tan empapada como la propia. -¡Eh, tú! –Le llamó. Si bien supuso que se trataba de quien con tanto ahínco buscaba, llevó una mano a la daga que descansaba en su cinturón, escondido a su vez bajo su manto. No dudaría en enmendar el error si es que había llamado la atención del tipo equivocado.
Tan solo tres días atrás se encontraba en Lunargenta, ocupado con aquellas jugarretas de ladronzuelo que le servían para procurarse el dinero para la buena comida y uno que otro lujo de vez en cuando. Aunque prefería eso a conseguir un aburrido trabajo de tiempo completo, no podía negar que existían días sencillamente hastiosos. Por lo visto, últimamente la ciudad se llenaba cada vez más de malhechores y, por ende, la gente iba mejor preparada: en la última semana tres personas se habían dado cuenta de sus malas intenciones antes de que dijese nada, y dos de ellas casi le propinaron una merecida paliza. Además, tampoco es que lograse conseguir mucho dinero; apenas le alcanzaba paras subsistir por una semana como máximo antes de tener que volver a delinquir. Hubiese dado lo que fuera por encontrar la manera de conseguir más dinero con mayor rapidez y así al fin darse una buena vida con tiempo suficiente para otros quehaceres, como leer sus preciados libros o, simplemente, resguardarse bajo una bonita casa.
Para su suerte, la manera lo encontró a él mientras merodeaba durante la noche por uno de los callejones de la ciudad. Llamado por gritos femeninos, había corrido tras una pared para observar los acontecimientos. Una voluptuosa mujer era brutalmente arrastrada por el piso, tironeada por agresores con los que Zatch no hubiese podido meterse ni queriendo, ya que le triplicaban en número y en musculatura. Estuvo atento, sin embargo, a no perderse ningún detalle; evidentemente allí sucedía algo turbio… y las cosas turbias siempre tenían mucho dinero detrás. Con los ojos bien abiertos, estuvo a punto de seguir de cerca el barullo cuando un hombre cuarentón se le arrimó. El tipo comenzó a hablarle. Tenía información y, aunque la charla fue breve, sirvió para darle al zorro una idea, a su criterio, fantástica. Al saber la existencia de cierto gremio de asesinos su panorama cambiaba bastante. No es que le gustase quitar vidas por diversión, pero si aquello acarreaba una buena suma de dinero, que en comparación con el hurto sí que lo haría, entonces estaba dispuesto a ensuciarse las manos… un poco más de lo que ya estaban. Sólo necesitaba ponerse en contacto con un miembro de dicha agrupación.
Y allí estaba, buscándolo bajo los inclementes chaparrones. Su montura trastabilló de cansancio y Zatch, piadoso, decidió bajarse para darle un respiro. Saltó y sus patas se enterraron en lodo, arrancándole un gruñido de insatisfacción. Tomó al Aion por las riendas y lo guió hasta una arboleda lo suficientemente frondosa como para atajar en satisfactoria medida el aguacero. Ató rápidamente las sogas a una rama y se acomodó la capa que, pesada por el agua, se le pegaba a la piel. –Mierda, ¿cómo se supone que encuentre a alguien aquí? –Miró a ambos lados mientras el animal, ajeno a toda preocupación, bebía de un charco de agua turbia. El antiguo territorio de los dragones causaba más pena que expectación: sólo ruinas que parecían a punto de caer con la más mínima inclemencia, árboles, maleza y barro. Se preguntó si la información otorgada por el misterioso hombre era veraz y refunfuñó unas cuantas groserías mientras zigzagueaba por entre las derruidas paredes. Fue entonces cuando, tras girar una de éstas, se encontró de lleno con la espalda de un hombre de porte garboso que vestía una capa tan empapada como la propia. -¡Eh, tú! –Le llamó. Si bien supuso que se trataba de quien con tanto ahínco buscaba, llevó una mano a la daga que descansaba en su cinturón, escondido a su vez bajo su manto. No dudaría en enmendar el error si es que había llamado la atención del tipo equivocado.
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Re: El peldaño decisivo [Cerrado] [Trama] [Libre/Interpretativo]
- Ambiente oscuro:
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-Me llamo Talia Xeung Chan.-Dijo la dama en aquel remembrana que actuaba en la borrosa mente del joven. -Y mi familia fue cruelmente asesinada por un grupo de humanos...-Sería lo último que susurraría, para después regalarle una mirada fría a todos los presentes. Por mi parte, no reaccioné ante ello y seguí con la típica sonrisa ladina, cruzándome de brazos para inspeccionarla lentamente, de la cabeza a los pies.
¡Genial!-De repente apareció el joven, caminando hacia adelante y extendiendo la mano hacia la mujer. Máyic y yo quedamos estupefactos, teniendo en cuenta que el humano no le gustaba relacionarse con las personas. ¿Qué tenía la señorita para que el rubio se desenvolviera de esa manera?, ¿Acaso se conocían desde antes?. Las miradas se cruzaron, quizá lograron entenderse por unos segundos, quizá se conectaron, quizá pudieron enamorarse en ese instante, pero la actitud del dúo era muy diferente para poder sacar conclusiones. -Ahm... Me llamo Andy.-Sacudió levemente su palma estirada, esperando que la loba se decidiera a estrecharla. Los segundos pasaron, y los ojos seguían intercambiándose expresiones. El silencio se tornó bastante incómodo, y cuando el pobre risueño estaba a punto de resignarse, ella tomó su dorso con delicadeza, tratando de corresponder al típico saludo de los mortales, aún cuando ella pertenecía a otra raza más indomable y agresiva.
-Un gusto.-Respondió a secas, frunciendo aún más el ceño y tomando minutos para entender los gestos del muchacho. Su sonrisa tan extensa, tan blanquecina, tan contagiosa solo hizo que el suceso pareciera un cuento de hadas. Eventualmente, no aguanté en soltar una carcajada, y todo debido a la escena. Me gané la mirada de los secuaces, que levantaron la ceja de modo sincronizado.
-Bueno, bueno... ¡Qué alegría tenerlos aquí!.-Me expresé de forma divertida, extendiendo las manos teatralmente y agitando la botella de izquierda a derecha, haciendo que el vino dance dentro del recipiente. -En fin, no tenemos mucho tiempo... La sangre está esperando...-De manera impúdica, empecé a quitarme los pantalones y quedar desnudo delante de los presentes, incluso delante de Talia, que siendo la más nueva, se quedó incrédula al ver mi cuerpo sin ninguna especie de ropajes.
¿Qué diablos hac...?-
-No te preocupes, siempre lo hace antes de meterse a los ríos. Te acostumbrarás...-Diría Máyic, para que luego el trío observándome nadar en completa desnudez y sumergirme sin ninguna preocupación.
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La reminiscencia se esfumó entre los árboles. Las voces ruidosas y brillantes que alguna vez se oyeron, casualmente se desaparecieron entre los murmullos de los animales que cantaban ante la tristeza del poblado. Mantener los pies plantados en un desastre podría ser muy peligroso, pero a la vez, bastante reconfortante para mantener la mente fuera de los típicos sonidos en las ciudades grandes.
En definitiva, mi melancolía era poderosa, tanto así que me sentía más vivo que nunca, como si por segunda vez pudiera experimentar los sentimientos de un miserable mortal. Me sentía vulnerable, débil, y menos coqueto de lo que solía ser cuando tenía un equipo. Ahora era un asesino, un mercenario que asesinaba por alcohol, placer y diversión. Todo había terminado, aunque aún quedaba la última opción donde podría volver a lo anterior, o simplemente, abandonar cualquier esperanza de regresar a la alegría incondicional, indiferente de las experiencias estimulantes. Estaba a metros de lograrlo, y sabía que ella estaba ahí, en algún lugar de esa ciudad destruida.
No obstante, alguien aparecería desde las sombras, una bestia que llamaría mi atención y haría que girase el rostro, conectándome en los ojos del animal parlante. La lluvia no hizo más que hacer la silueta más difícil de entender. -Debes ser Zatch...-Sonreí ladinamente y me crucé de brazos, viendo el desconfiado movimiento del extraño ser, que colocando su mano en la daga, demostró su veloz sentido de defensa. Su raza era precavida, de todas maneras lo supondría.
Coloqué mi mano en la espada, desenfundando esta hasta la mitad, donde apenas el filo reluciría en los ojos de cualquier presente. -Me reservo el deber de parecer más... Civilizado y respetuoso...-Sin más preámbulo, me desplazaría con una buena velocidad hasta la criatura. Si los chupasangre han tenido fama de algo, es por la increíble agilidad de sus actos.
Al llegar justo al frente de él, mi espada se dirigió a la daga del hombre para detenerla y alejarla. Si éste no reaccionaba, tendría la capacidad de poder chocar mi pecho con el de él y mantenerlo relativamente cerca.
-No estoy con muchos ánimos de ser amenazado...-Susurraría cerca del rostro del lobo, quizá emanando mi aliento destilado en cereza, y todo ésto podría pasar si todo sucedía como planeaba...
Paul Brown Moreau
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Re: El peldaño decisivo [Cerrado] [Trama] [Libre/Interpretativo]
Una intimidante mirada azul se clavó en sus ojos apenas hubo llamado la atención del extraño. Ante el contacto visual los músculos del zorro se tensaron aún más, terminando por desenvainar la daga dominado por el instinto de supervivencia. Más allá del nombre, no conocía detalles de la persona con la que debía encontrarse. Ni su aspecto, ni su raza, ni su talante. En cuanto a lo segundo, el potente olor a sangre emanado por el individuo era un gran indicio para comenzar a sacar conclusiones.
“Debes ser Zatch”, escuchó por sobre el incesante y monótono ruido de las gotas rompiendo contra el suelo. Fue confirmación suficiente para saber que él era la persona a la que estaba buscando, sin embargo no era momento de bajar la guardia. ¿Quién en su sano juicio lo haría estando frente a un miembro de una asociación cuya principal actividad era matar personas por dinero? Aún así, ver el filo de la espada ajena lo llevó a reflexionar que quizás no había sido buena idea mostrarse hostil frente al ojiazul. Reculó y estuvo a punto de envainar su arma cuando, antes de que pudiese reaccionar, el enorme cuerpo se le abalanzó encima. Su primer impulso fue blandir la daga rápidamente, que chocó contra la espada empujándola hacia atrás en el exacto momento en que un trueno detonaba entre las espesas nubes sobre sus cabezas. Tuvo que alzar la mirada para volver a buscar los ojos del hombre quien, por lo menos, le sacaba una cabeza y media de altura. Aunque su corazón galopaba con histeria y se sentía en tremenda desventaja, alzó los labios para mostrar la larga hilera de colmillos en un primitivo gesto amenazante, irguiéndose lo más que pudo y sacando pecho. Si iban a jugar a intimidarse, el zorro tenía un gran y asalvajado repertorio para dar competencia.
-No pretendía amenazarte, sólo soy una persona precavida. La defensa personal es bastante necesaria estos días, amigo, ¿no crees? –Murmuró en el mismo tono de voz que el interlocutor había empleado, aunque ligeramente más gutural, como si algunas sílabas decreciesen hasta acabar en gruñidos. Una brisa helada lo obligó a encogerse de hombros, con todo el pelaje mojado el frío le llegó hasta la médula. Irritado, miró fijamente al contrario mientras lentamente iba bajando la daga- ¿Qué te parece si ambos guardamos nuestras armas, eh? –Su modulación sonaba controlada. En circunstancias así lo peor que se podía hacer era perder la calma, y él ya tenía bastante experiencia manteniendo conversaciones con un objeto punzocortante a punto de clavársele en alguna parte del cuerpo; ya había aprendido a controlar el temblor en sus manos cuando la adrenalina le ganaba. Lentamente, sin romper el contacto visual, fue relajando la posición hasta que la afilada hoja retornó al sitio en su cinturón. Entonces dio un par de pasos atrás para recuperar su preciado espacio personal y se acomodó la chorreante capa.
Interesado, aprovechó la distancia para observar mejor a su acompañante. Estaba bien vestido y poseía un porte imponente. Parecía tener dinero, hecho que despertó en Zatch un entusiasmo digno de un niño que admiraba a su modelo a seguir. Si se convertía en un asesino a sueldo, ¿podría también llegar a verse tan elegante? Un atisbo de sonrisa le ladeó la mueca, aunque pronto se borró al escrutar más detenidamente la expresión del pelinegro. Se veía sombrío, deprimido. Frunció el ceño, no obstante se abstuvo de preguntar la razón que le aquejaba, después de todo era un desconocido y sus asuntos no tenían por qué interesarle en lo más mínimo. Tomó aire, se cruzó de brazos y comenzó a hablar de lo que realmente le concernía.
-Tú eres Moreau, ¿me equivoco? –La lluvia comenzaba a amainar, no así el frío, que les castigaba con las fuertes ventiscas que circulaban dentro de ese laberinto de viejas ruinas- Un tal Gonzalo me dijo que te encontraría aquí. He venido por el… gremio. –Decidió omitir el nombre completo de la agrupación, uno nunca sabía cuándo las paredes podían estar escuchando- He oído que tienes un problema con cierta licántropa. Te ayudaré… si me das algo a cambio, claro. Quiero pertenecer a ese gremio. –Directo, conciso. No había palabras que perder cuando se trataba de ese tipo de negocios.
“Debes ser Zatch”, escuchó por sobre el incesante y monótono ruido de las gotas rompiendo contra el suelo. Fue confirmación suficiente para saber que él era la persona a la que estaba buscando, sin embargo no era momento de bajar la guardia. ¿Quién en su sano juicio lo haría estando frente a un miembro de una asociación cuya principal actividad era matar personas por dinero? Aún así, ver el filo de la espada ajena lo llevó a reflexionar que quizás no había sido buena idea mostrarse hostil frente al ojiazul. Reculó y estuvo a punto de envainar su arma cuando, antes de que pudiese reaccionar, el enorme cuerpo se le abalanzó encima. Su primer impulso fue blandir la daga rápidamente, que chocó contra la espada empujándola hacia atrás en el exacto momento en que un trueno detonaba entre las espesas nubes sobre sus cabezas. Tuvo que alzar la mirada para volver a buscar los ojos del hombre quien, por lo menos, le sacaba una cabeza y media de altura. Aunque su corazón galopaba con histeria y se sentía en tremenda desventaja, alzó los labios para mostrar la larga hilera de colmillos en un primitivo gesto amenazante, irguiéndose lo más que pudo y sacando pecho. Si iban a jugar a intimidarse, el zorro tenía un gran y asalvajado repertorio para dar competencia.
-No pretendía amenazarte, sólo soy una persona precavida. La defensa personal es bastante necesaria estos días, amigo, ¿no crees? –Murmuró en el mismo tono de voz que el interlocutor había empleado, aunque ligeramente más gutural, como si algunas sílabas decreciesen hasta acabar en gruñidos. Una brisa helada lo obligó a encogerse de hombros, con todo el pelaje mojado el frío le llegó hasta la médula. Irritado, miró fijamente al contrario mientras lentamente iba bajando la daga- ¿Qué te parece si ambos guardamos nuestras armas, eh? –Su modulación sonaba controlada. En circunstancias así lo peor que se podía hacer era perder la calma, y él ya tenía bastante experiencia manteniendo conversaciones con un objeto punzocortante a punto de clavársele en alguna parte del cuerpo; ya había aprendido a controlar el temblor en sus manos cuando la adrenalina le ganaba. Lentamente, sin romper el contacto visual, fue relajando la posición hasta que la afilada hoja retornó al sitio en su cinturón. Entonces dio un par de pasos atrás para recuperar su preciado espacio personal y se acomodó la chorreante capa.
Interesado, aprovechó la distancia para observar mejor a su acompañante. Estaba bien vestido y poseía un porte imponente. Parecía tener dinero, hecho que despertó en Zatch un entusiasmo digno de un niño que admiraba a su modelo a seguir. Si se convertía en un asesino a sueldo, ¿podría también llegar a verse tan elegante? Un atisbo de sonrisa le ladeó la mueca, aunque pronto se borró al escrutar más detenidamente la expresión del pelinegro. Se veía sombrío, deprimido. Frunció el ceño, no obstante se abstuvo de preguntar la razón que le aquejaba, después de todo era un desconocido y sus asuntos no tenían por qué interesarle en lo más mínimo. Tomó aire, se cruzó de brazos y comenzó a hablar de lo que realmente le concernía.
-Tú eres Moreau, ¿me equivoco? –La lluvia comenzaba a amainar, no así el frío, que les castigaba con las fuertes ventiscas que circulaban dentro de ese laberinto de viejas ruinas- Un tal Gonzalo me dijo que te encontraría aquí. He venido por el… gremio. –Decidió omitir el nombre completo de la agrupación, uno nunca sabía cuándo las paredes podían estar escuchando- He oído que tienes un problema con cierta licántropa. Te ayudaré… si me das algo a cambio, claro. Quiero pertenecer a ese gremio. –Directo, conciso. No había palabras que perder cuando se trataba de ese tipo de negocios.
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Re: El peldaño decisivo [Cerrado] [Trama] [Libre/Interpretativo]
- Remembranzas:
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La huérfana apenas sacudía sus pies en el río, jugando en diluir su reflejo en el agua. Se sentía sola, aunque sus ojos grises no delataban nada, si no más bien la misma frialdad donde nadie se atrevía a entrar para conocer su cabeza. Sus pensamientos eran oscuros, apagados, alejados del placer que cualquiera busca para deshacer esos recuerdos duros e imposibles de ignorar. La dama mantenía sacudiéndose, y como primera vez, empezó a limpiar sus uñas, despertando una especie de preocupación por su aseo personal, algo nada común en una licántropa como ella. Su cuerpo estaba semi desnudo, y a pesar de ser una tarde tenebrosa, ella no temía en ser descubierta por alguien. En ese instante, una silueta se exhibió desde los árboles.
Ella notaría esto, incluso antes de que la sombra emergiera. No tardó en cubrirse los senos con su antebrazo y agarrar su daga, adoptando una especie de guardia poco popular, aunque bastante efectiva. -¿Quién anda ahí?-Dijo con una actitud fuerte y peligrosa, a punto de clavarla al que se acercara a aquel radio imaginario que tenía en su eje. Eran metros contados, los que antiguamente ya se había asegurado para evitar situaciones así. Era Paul, que con sus manos arriba, y mostrando la palma de estas se acercaba con lentitud, sin ánimos de luchar.
-Calma. Ya he visto tus pechos, estoy acostumbrado, sin embargo... No me preguntes cómo.-Pronunció con una sonrisa, viéndose cómo Talia no tiene otra opción que sentarse y seguir conectando su presente con el agua. El vampiro, sin más preámbulo, se dirigió justo al lado de ella, y se sentó, estando atento a los movimientos de ella contra el río. No opinó, ni siquiera comentó algo al respecto, no obstante prefirió cambiar de tema.
-Cuéntame... ¿En qué piensas?-
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Nos vimos, nos leímos, quizá nos apreciamos ante la incómoda tensión de los dos. Ninguno estaba seguro de moverse, de agredir y causar el primer daño. No pude contenerme para sonreír dado el comportamiento del zorro, que después de haber chocado nuestras armas, empezó a tranquilizar las cosas. Guardó su arma, y por consiguiente, lo hice yo también mientras mis ojos no se apartaban de su aspecto, aunque lo más curioso era su comportamiento. No sonreía por burlarme de su aire sereno, si no más bien de la forma en que actuaba. Era bastante curioso.
Al musitar mi nombre, me quedé estupefacto, solo asentando con la cabeza mientras que mi atención estaba en su extravagante pelaje. Explicó las cosas con tranquilidad, hablándome de Gonzalo y su interés en el gremio, además de querer una recompensa a cambio, algo que me hizo acariciar el mentón, mientras inspeccionaba dos veces la complexión de la bestia. Entendía que su raza también era ágil y peligrosa, pero a veces las heridas o discapacidades pueden ser comunes. Al notar que no había nada, empecé a reír a carcajadas hasta tratar de volverme a acercar, dando pasos firmes hasta quedar en frente.
-Eres interesante, Zatch...-Me encargué de usar mi colorida iris, un fuerte y claro azul que parecía penetrar, mirando a través de la vista. Sonreí ladinamente, y mientras que mis pupilas examinaban las de él, mis manos se deslizaron lentamente por el pelaje, como si las uñas tuviesen la misión de trazar un camino por el vello. El compañero perfecto para esta misión...-Me fui acercando paulatinamente hasta donde se hallaban los colmillos de la criatura
Mi conducta era siempre juguetona, siempre decidiendo seducir a los que me conocen por primera vez. A veces, evitando usar los poderes vampíricos que en sí ya vienen ligados en la sangre. La travesura seguía me seguía invadiendo, y no descansé hasta que mi boca haya susurrado muy cerca de su rostro, lo suficiente para crear aún más tensión en la escena. Al finalizar, simplemente retrocedí y reí un poco, ahora cruzándome de brazos para seguir una tez seria.
-Alístate... Después de que crucemos este pueblo, no habrá vuelta atrás. No es un juego, en verdad estamos en un lugar bastante peligroso, y creo que son buenas circunstancias para aprovecharse de la lluvia y de la actual noche. Es hora de seguir.-Concluyó, acomodando su espada.
Paul Brown Moreau
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Re: El peldaño decisivo [Cerrado] [Trama] [Libre/Interpretativo]
El peculiar individuo comenzó a reír y con sus carcajadas suscitó una mirada de sospecha por parte del zorro, que seguía estudiándolo con seriedad. Se preguntó, ceñudo, qué tenía de graciosa la situación. No es que Zatch fuese un tipo malhumorado, pero las circunstancias no ameritaban tanta comicidad y menos tomando en cuenta que eran completos desconocidos. Las personas que reían con tanta soltura sin razón aparente le hacían pensar en tres únicas posibilidades: estaban borrachas, habían tenido un muy buen día, o eran mentalmente inestables. Temió que ese desconocido entrase en la última categoría.
Por lo general, él entendía rápidamente qué postura debía tomar frente a sus interlocutores para que la interacción tomase el camino adecuado. A veces sabía que mostrarse servicial y respetuoso era lo ideal, mientras con otras personas daba mejor resultado ser cómplice y alegre, o bien seriamente reservado. No tenía problemas en enterrar sus verdaderas emociones con tal de asumir un disfraz conveniente. Con este hombre no podía descifrar qué actuación sería la adecuada con lo cual, ante la duda, prefirió mantener un porte parco y serio. Detrás de su mueca imperturbable, sin embargo, se sentía nervioso por la insistencia con la que Moreau imponía la cercanía entre ambos y tuvo que evitar el impulso de volver a mostrarle los dientes para indicarle que se alejase. Si algo apreciaban las bestias era el espacio personal y el respeto por su “territorio”; más aún si su acompañante se trataba de un vampiro, hecho del cual los prominentes colmillos en la boca ajena no dejaban lugar a dudas.
Ojos azules se clavaron en los propios y sintió algo removiéndosele en la boca del estómago. Por alguna razón le fue imposible apartar la mirada, sumiéndose en una especie de ligera hipnosis. No obstante, cuando sintió una mano encima, su sensatez se fue al garete. ¿Quién se creía ese tipejo para toquetearlo a su antojo? Sus párpados se entrecerraron en una expresión de fastidio y cuando sintió que la mano siguió subiendo, terminó apartándola con un golpe seco de su antebrazo, para acto seguido dar un paso atrás. El corazón le había dado un vuelco, confundido por la anterior sensación, e incómodo terminó por gruñir mientras pasaba ambas manos por el sector manoseado para “peinar” el pelo que había sido revuelto: -Antes de hacer eso invítame a una cerveza, al menos. O mejor aún: si quieres acariciar a alguien consíguete una mascota, compañero. –La última palabra fue escupida con el mismo énfasis que usaría para decir “imbécil”, y tras dedicarle una mueca de asco se dio la media vuelta para encaminarse al lugar de donde había venido, ignorando por completo la última frase del vampiro.
Tan sólo un par de minutos pasaron hasta que el zorro volvió a mostrarse. Esta vez apareció entre las ruinas con el Aion que había alquilado a un módico precio para llegar hasta ahí, al cual no pensaba dejar allí a su suerte. No se subió a éste, prefirió llevarlo a pie. Siempre era conveniente tener una montura lista y cercana para salir pitando en caso de necesidad durante misiones arriesgadas. –Estoy de acuerdo. –Respondió entonces, con mucha tardanza, a lo último dicho por el ojiazul. El animal sacudió bruscamente su cabeza, meneando la cornamenta muy cerca del vampiro. Zatch tiró con ímpetu de las riendas para forzar la sumisión de la bestia- ¿Qué estamos esperando? Vamos, te sigo.
Por lo general, él entendía rápidamente qué postura debía tomar frente a sus interlocutores para que la interacción tomase el camino adecuado. A veces sabía que mostrarse servicial y respetuoso era lo ideal, mientras con otras personas daba mejor resultado ser cómplice y alegre, o bien seriamente reservado. No tenía problemas en enterrar sus verdaderas emociones con tal de asumir un disfraz conveniente. Con este hombre no podía descifrar qué actuación sería la adecuada con lo cual, ante la duda, prefirió mantener un porte parco y serio. Detrás de su mueca imperturbable, sin embargo, se sentía nervioso por la insistencia con la que Moreau imponía la cercanía entre ambos y tuvo que evitar el impulso de volver a mostrarle los dientes para indicarle que se alejase. Si algo apreciaban las bestias era el espacio personal y el respeto por su “territorio”; más aún si su acompañante se trataba de un vampiro, hecho del cual los prominentes colmillos en la boca ajena no dejaban lugar a dudas.
Ojos azules se clavaron en los propios y sintió algo removiéndosele en la boca del estómago. Por alguna razón le fue imposible apartar la mirada, sumiéndose en una especie de ligera hipnosis. No obstante, cuando sintió una mano encima, su sensatez se fue al garete. ¿Quién se creía ese tipejo para toquetearlo a su antojo? Sus párpados se entrecerraron en una expresión de fastidio y cuando sintió que la mano siguió subiendo, terminó apartándola con un golpe seco de su antebrazo, para acto seguido dar un paso atrás. El corazón le había dado un vuelco, confundido por la anterior sensación, e incómodo terminó por gruñir mientras pasaba ambas manos por el sector manoseado para “peinar” el pelo que había sido revuelto: -Antes de hacer eso invítame a una cerveza, al menos. O mejor aún: si quieres acariciar a alguien consíguete una mascota, compañero. –La última palabra fue escupida con el mismo énfasis que usaría para decir “imbécil”, y tras dedicarle una mueca de asco se dio la media vuelta para encaminarse al lugar de donde había venido, ignorando por completo la última frase del vampiro.
Tan sólo un par de minutos pasaron hasta que el zorro volvió a mostrarse. Esta vez apareció entre las ruinas con el Aion que había alquilado a un módico precio para llegar hasta ahí, al cual no pensaba dejar allí a su suerte. No se subió a éste, prefirió llevarlo a pie. Siempre era conveniente tener una montura lista y cercana para salir pitando en caso de necesidad durante misiones arriesgadas. –Estoy de acuerdo. –Respondió entonces, con mucha tardanza, a lo último dicho por el ojiazul. El animal sacudió bruscamente su cabeza, meneando la cornamenta muy cerca del vampiro. Zatch tiró con ímpetu de las riendas para forzar la sumisión de la bestia- ¿Qué estamos esperando? Vamos, te sigo.
Zatch
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Re: El peldaño decisivo [Cerrado] [Trama] [Libre/Interpretativo]
[
Off: Al parecer, tendrás que combatir contra los tres guardias. Paul probará tus técnicas de combate ante la traición anteriormente hecha. Por otro lado, Hon te estará viendo desde la base, así que sería una buena idea de lucirte delante de los dos.
i]Mientras tanto - Celda del Pueblo
El olor a hierro era horrible, intenso e imposible de ignorar ante las narices sensibles. El suelo parecía completamente pintado de líquido carmesí, que gracias a los rastros de dedos y pies, se lograba tener un color más profundo. La oscuridad de la habitación era tenebrosa, y la lluvia no hacía más que afectar a la pobre inquilina que estaba allí, respirando de manera entrecortada, como si le doliese vivir. Ya no tragaba saliva, si no más bien coágulos de sangre mezclados con sudor agrio. Su voz agresiva se había ido, y ahora solamente se oía los silenciosos llantos de una niña, una cría que preferiría estar muerta que a sufrir de esa manera. Sus sueños desaparecieron, su ganas insaciables de venganza también, su deseo de ser salvada por aquellos secuaces también se habían esfumado. Las lágrimas de sus ojos se resbalaban en símbolo de arrepentimiento, de sentirse estúpida por pensar que nunca le tocaría su turno de sufrir. Unos jadeos retumbarían por toda la construcción, rebotando metafóricamente de ladrillo en ladrillo, manteniendo esa aguda voz en esa fea prisión.
Su lengua estaba cortada de tanto lamer el suelo, de tanto imaginar que el pavimento en algún momento se transformaría en fresca agua. El único sabor que podía destilar era el de la sangre, el espeso y seco fragmento que aún residía en el suelo, sin abandonarla. Deseaba abandonar Aerandir pronto, irse a un lugar donde las quemaduras junto con los golpes simplemente se desaparecieran por arte de magia. -P...Perdón, perdón...-Repetía las mismas palabras una y otra vez, creyendo que aún Hon estaba ahí, torturándola y haciendo su vida imposible. El trauma psicológico era grave, nunca antes visto en un licántropo. De ser una mujer ruda e indomable, pasaría a una pobre señorita indefensa y cansada. Todo se acabó, ahora lentamente quedaría los últimos alientos agonizantes de la dama.
Su mejilla quedó pegada al suelo, y la iris empapada de sus propios fluidos no tardaría en ser interceptada por los párpados, cerrándose despaciosamente ante el negro anochecer. En ese preciso instante, se oirían los bruscos pasos del jefe de humanos, abriendo la puerta y entrando con un balde de agua.
La luz del otro mundo estaba a punto de llegar a la pupila de Talia, pero de repente un frío baño la despertaría en su infortunio. -¿No tenías mucha sed?-Vociferaría el zoquete, para después zamparle una patada justo en la curva del mentón. ¡No te duermas!-Al tenerla boca arriba, colocó su plantilla en el pecho de ella, asegurándose de descargar todo su pecho en la fémina. Ésta tosería del dolor, y empezaría a llorar, algo que Paul no se creería aún si lo viese con sus propios ojos.
-Agradece que tienes una ventana en tu maldita celda.-Un grito de dolor volvería a resonar por toda la base donde se encontraba él.
-Miro a la izquierda, no veo tus amigos...-Como si fuera poco, empezó con sus jugarretas.
-Miro a la derecha, no v...-Hon se detuvo, algo ocasionó que quedara mudo y pálido. Algo había notado fuera de la prisión, y no era nada más ni nada menos que Paul junto con un lobo, discutiendo con tres de sus guardias.
Talia ni se preguntó por qué no siguió con el típico refrán, lo menos que esperaría es que alguien apareciese a ayudarla.
__________
Después de caminar tanto, finalmente nos topamos con unos guardias bastante arrogantes, que con una actitud brusca nos recibieron en el magnífico pueblo abandonado. Sonreí ladinamente y extendí las manos de manera teatral, esperando que los presentes creyeran en mis palabras.
-Se lo repito una vez más, soy un religioso que le gusta coleccionar objetos de los dragones...-Pronuncié con un exceso de confianza en mis comentarios carentes de sentido.
-¿Y qué hay del lobo este?-
-Oh...-Sin más preámbulo, giraría mis ojos para ver a Zatch. Una expresión divertida se plasmaría en aquella cara traviesa.
-No lo conozco.-
-Vamos chicos, a matar el chucho este...-[/i]
____________________________________El olor a hierro era horrible, intenso e imposible de ignorar ante las narices sensibles. El suelo parecía completamente pintado de líquido carmesí, que gracias a los rastros de dedos y pies, se lograba tener un color más profundo. La oscuridad de la habitación era tenebrosa, y la lluvia no hacía más que afectar a la pobre inquilina que estaba allí, respirando de manera entrecortada, como si le doliese vivir. Ya no tragaba saliva, si no más bien coágulos de sangre mezclados con sudor agrio. Su voz agresiva se había ido, y ahora solamente se oía los silenciosos llantos de una niña, una cría que preferiría estar muerta que a sufrir de esa manera. Sus sueños desaparecieron, su ganas insaciables de venganza también, su deseo de ser salvada por aquellos secuaces también se habían esfumado. Las lágrimas de sus ojos se resbalaban en símbolo de arrepentimiento, de sentirse estúpida por pensar que nunca le tocaría su turno de sufrir. Unos jadeos retumbarían por toda la construcción, rebotando metafóricamente de ladrillo en ladrillo, manteniendo esa aguda voz en esa fea prisión.
Su lengua estaba cortada de tanto lamer el suelo, de tanto imaginar que el pavimento en algún momento se transformaría en fresca agua. El único sabor que podía destilar era el de la sangre, el espeso y seco fragmento que aún residía en el suelo, sin abandonarla. Deseaba abandonar Aerandir pronto, irse a un lugar donde las quemaduras junto con los golpes simplemente se desaparecieran por arte de magia. -P...Perdón, perdón...-Repetía las mismas palabras una y otra vez, creyendo que aún Hon estaba ahí, torturándola y haciendo su vida imposible. El trauma psicológico era grave, nunca antes visto en un licántropo. De ser una mujer ruda e indomable, pasaría a una pobre señorita indefensa y cansada. Todo se acabó, ahora lentamente quedaría los últimos alientos agonizantes de la dama.
Su mejilla quedó pegada al suelo, y la iris empapada de sus propios fluidos no tardaría en ser interceptada por los párpados, cerrándose despaciosamente ante el negro anochecer. En ese preciso instante, se oirían los bruscos pasos del jefe de humanos, abriendo la puerta y entrando con un balde de agua.
La luz del otro mundo estaba a punto de llegar a la pupila de Talia, pero de repente un frío baño la despertaría en su infortunio. -¿No tenías mucha sed?-Vociferaría el zoquete, para después zamparle una patada justo en la curva del mentón. ¡No te duermas!-Al tenerla boca arriba, colocó su plantilla en el pecho de ella, asegurándose de descargar todo su pecho en la fémina. Ésta tosería del dolor, y empezaría a llorar, algo que Paul no se creería aún si lo viese con sus propios ojos.
-Agradece que tienes una ventana en tu maldita celda.-Un grito de dolor volvería a resonar por toda la base donde se encontraba él.
-Miro a la izquierda, no veo tus amigos...-Como si fuera poco, empezó con sus jugarretas.
-Miro a la derecha, no v...-Hon se detuvo, algo ocasionó que quedara mudo y pálido. Algo había notado fuera de la prisión, y no era nada más ni nada menos que Paul junto con un lobo, discutiendo con tres de sus guardias.
Talia ni se preguntó por qué no siguió con el típico refrán, lo menos que esperaría es que alguien apareciese a ayudarla.
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Después de caminar tanto, finalmente nos topamos con unos guardias bastante arrogantes, que con una actitud brusca nos recibieron en el magnífico pueblo abandonado. Sonreí ladinamente y extendí las manos de manera teatral, esperando que los presentes creyeran en mis palabras.
-Se lo repito una vez más, soy un religioso que le gusta coleccionar objetos de los dragones...-Pronuncié con un exceso de confianza en mis comentarios carentes de sentido.
-¿Y qué hay del lobo este?-
-Oh...-Sin más preámbulo, giraría mis ojos para ver a Zatch. Una expresión divertida se plasmaría en aquella cara traviesa.
-No lo conozco.-
-Vamos chicos, a matar el chucho este...-[/i]
Off: Al parecer, tendrás que combatir contra los tres guardias. Paul probará tus técnicas de combate ante la traición anteriormente hecha. Por otro lado, Hon te estará viendo desde la base, así que sería una buena idea de lucirte delante de los dos.
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Re: El peldaño decisivo [Cerrado] [Trama] [Libre/Interpretativo]
El camino fue tan largo como silencioso. Se mantuvo todo el tiempo detrás del vampiro, tironeando las riendas de su montura a través de charcos y lodo entre laberínticas ruinas. Si bien se le ocurrían montones de preguntas respecto al supuesto gremio, el zorro prefirió seguirle la corriente a su acompañante y mantenerse callado, temiendo meter la pata con alguna interrogación comprometedora.
Llegaron, entonces, al edificio correspondiente. Zatch miró cada vez con mayor intensidad al chupasangre, esperando el momento en que decidiese tomar un camino lindante para rodear las celdas y así poder colarse por alguna entrada lateral pasando desapercibidos. No obstante, ese momento nunca llegó y sintió un inmenso horror al darse cuenta que la intención de su guía era caminar directamente hacia los guardias que custodiaban el lugar. El olor a sangre añeja no tardó en llegarle a la nariz y alertar cada músculo de su ser. Quiso decir algo, pero no tuvo tiempo. ¿Acaso ese hombre estaba loco? Se detuvieron justo frente a los tres humanos armados con largas espadas, y el zorro se esforzó por mantener un porte seguro y altivo. El cual, por supuesto, se le derrumbó al escuchar las embusteras palabras de Moreau.
-¿¡Qué dices!? ¡Maldito…! –Apenas tuvo tiempo de dedicarle una iracunda mirada al desgraciado traidor. Uno de los hombres se abalanzó hacia él y Zatch no tuvo más opción que retroceder para no ser decapitado por el espadazo. No conocía estilos de pelea ni prodigiosos movimientos que le salvasen el pellejo; como buen ladrón era un excelente escapista, pero tenía problemas en las confrontaciones cuerpo a cuerpo. Por suerte, al menos poseía la ventaja de que su falta de moral le permitía jugar sucio sin remordimiento alguno.
No dudó ni dos segundos en subirse al Aion, que se encabritó nerviosamente ante la situación. El zorro aprovechó la altura para propinar una contundente patada al rostro del oponente, quien hirió a la montura con un sablazo en la pata delantera. Como respuesta, el animal blandió bruscamente la cornamenta, ensartándola en el torso del guardia hasta que las guampas le sobresalieron por la espalda. El hombre cayó al suelo, contribuyendo con su sangre al férrico aroma del lugar. Los otros dos observaron pasmados el espectáculo e intercambiaron miradas dubitativas. Zatch rogó a los cielos que el infortunio de su compañero los incentivase a no intentar atacarlo.
Lamentablemente, el destino no pensaba ponérselo tan fácil. El Aion volvió a encabritarse bruscamente y esta vez tomó desprevenido a su jinete. Las riendas se le deslizaron de las manos y cayó de bruces al suelo, con lo cual la montura salió corriendo para perderse entre las ruinas. Uno de los guardias le asestó una patada en las costillas. Gimió de dolor.
-No debiste haber matado a Peter, imbécil. ¡Vamos a…! –La amenaza se vio interrumpida cuando el zorro, desesperado, agarró al hombre de una pierna y tiró bruscamente, haciéndolo desplomarse. Zatch aprovechó la oportunidad para levantarse de un salto y lanzarse con todo su peso sobre el tercer guardia, quien se debatía entre ayudar a su amigo o defenderse. La indecisión del desdichado fue un craso error, ya que le dio tiempo a la bestia de alcanzarle el cuello con las fauces bien abiertas, pisoteando en el proceso al que se encontraba en el suelo. Un grito entrecortado definió el final de la vida del individuo, al cual dejó caer con la yugular perforada por unos cuantos pares de colmillos. No tuvo tiempo de respirar, pues el que había sido tumbado decidió ocupar la misma táctica: Zatch terminó en el suelo tras ser tironeado de la capa por el último oponente, quien con su espada tirada lejos comenzó a asestarle furiosos puñetazos.
-¡Hijo de puta! ¡Te voy a matar! –Rodaron por el suelo entre codazos, patadas y maldiciones; no pudo salvarse de recibir golpes en el rostro y la entrepierna que le arrancaron guturales gruñidos de dolor. Al final, se zarandeó furiosamente hasta ser él quien quedase arrodillado sobre el hombre y tuvo que aguantar recibir un último guantazo en el hocico para tener tiempo de sacar la daga de su cinturón y llevarla al cuello del enemigo.
En el preciso instante en que dio fin a la vida de su atacante cercenándole la garganta de una limpia tajada, miró directamente a los ojos del hombre que se encontraba detrás de la pequeña ventana. Sin embargo, el contacto visual duró poco. Se puso de pie con dificultad y, sumamente agitado, se dirigió al vampiro para asestarle un fuerte empujón. -¿¡Estás loco!? ¿¡Por qué mierda hiciste eso!?
Lo bueno de que lloviese, es que al menos así sería más fácil deshacerse de toda la sangre en su hocico (la ajena y la que le brotaba de la nariz) y el lodo que lo cubría de pies a cabeza.
Llegaron, entonces, al edificio correspondiente. Zatch miró cada vez con mayor intensidad al chupasangre, esperando el momento en que decidiese tomar un camino lindante para rodear las celdas y así poder colarse por alguna entrada lateral pasando desapercibidos. No obstante, ese momento nunca llegó y sintió un inmenso horror al darse cuenta que la intención de su guía era caminar directamente hacia los guardias que custodiaban el lugar. El olor a sangre añeja no tardó en llegarle a la nariz y alertar cada músculo de su ser. Quiso decir algo, pero no tuvo tiempo. ¿Acaso ese hombre estaba loco? Se detuvieron justo frente a los tres humanos armados con largas espadas, y el zorro se esforzó por mantener un porte seguro y altivo. El cual, por supuesto, se le derrumbó al escuchar las embusteras palabras de Moreau.
-¿¡Qué dices!? ¡Maldito…! –Apenas tuvo tiempo de dedicarle una iracunda mirada al desgraciado traidor. Uno de los hombres se abalanzó hacia él y Zatch no tuvo más opción que retroceder para no ser decapitado por el espadazo. No conocía estilos de pelea ni prodigiosos movimientos que le salvasen el pellejo; como buen ladrón era un excelente escapista, pero tenía problemas en las confrontaciones cuerpo a cuerpo. Por suerte, al menos poseía la ventaja de que su falta de moral le permitía jugar sucio sin remordimiento alguno.
No dudó ni dos segundos en subirse al Aion, que se encabritó nerviosamente ante la situación. El zorro aprovechó la altura para propinar una contundente patada al rostro del oponente, quien hirió a la montura con un sablazo en la pata delantera. Como respuesta, el animal blandió bruscamente la cornamenta, ensartándola en el torso del guardia hasta que las guampas le sobresalieron por la espalda. El hombre cayó al suelo, contribuyendo con su sangre al férrico aroma del lugar. Los otros dos observaron pasmados el espectáculo e intercambiaron miradas dubitativas. Zatch rogó a los cielos que el infortunio de su compañero los incentivase a no intentar atacarlo.
Lamentablemente, el destino no pensaba ponérselo tan fácil. El Aion volvió a encabritarse bruscamente y esta vez tomó desprevenido a su jinete. Las riendas se le deslizaron de las manos y cayó de bruces al suelo, con lo cual la montura salió corriendo para perderse entre las ruinas. Uno de los guardias le asestó una patada en las costillas. Gimió de dolor.
-No debiste haber matado a Peter, imbécil. ¡Vamos a…! –La amenaza se vio interrumpida cuando el zorro, desesperado, agarró al hombre de una pierna y tiró bruscamente, haciéndolo desplomarse. Zatch aprovechó la oportunidad para levantarse de un salto y lanzarse con todo su peso sobre el tercer guardia, quien se debatía entre ayudar a su amigo o defenderse. La indecisión del desdichado fue un craso error, ya que le dio tiempo a la bestia de alcanzarle el cuello con las fauces bien abiertas, pisoteando en el proceso al que se encontraba en el suelo. Un grito entrecortado definió el final de la vida del individuo, al cual dejó caer con la yugular perforada por unos cuantos pares de colmillos. No tuvo tiempo de respirar, pues el que había sido tumbado decidió ocupar la misma táctica: Zatch terminó en el suelo tras ser tironeado de la capa por el último oponente, quien con su espada tirada lejos comenzó a asestarle furiosos puñetazos.
-¡Hijo de puta! ¡Te voy a matar! –Rodaron por el suelo entre codazos, patadas y maldiciones; no pudo salvarse de recibir golpes en el rostro y la entrepierna que le arrancaron guturales gruñidos de dolor. Al final, se zarandeó furiosamente hasta ser él quien quedase arrodillado sobre el hombre y tuvo que aguantar recibir un último guantazo en el hocico para tener tiempo de sacar la daga de su cinturón y llevarla al cuello del enemigo.
En el preciso instante en que dio fin a la vida de su atacante cercenándole la garganta de una limpia tajada, miró directamente a los ojos del hombre que se encontraba detrás de la pequeña ventana. Sin embargo, el contacto visual duró poco. Se puso de pie con dificultad y, sumamente agitado, se dirigió al vampiro para asestarle un fuerte empujón. -¿¡Estás loco!? ¿¡Por qué mierda hiciste eso!?
Lo bueno de que lloviese, es que al menos así sería más fácil deshacerse de toda la sangre en su hocico (la ajena y la que le brotaba de la nariz) y el lodo que lo cubría de pies a cabeza.
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Re: El peldaño decisivo [Cerrado] [Trama] [Libre/Interpretativo]
[
Off: Como siempre, todo queda a tu decisión. Cualquier movimiento, desde que sea lógico, será aceptado.
Si entras, llegarás a una habitación oscura y llena de sangre, donde escucharás unas tétricas masculladas de un ser extraño. No sabrás ni de quién provienen, pero alcanzarás a distinguir una gigantesca jaula donde reside la colosal criatura. ¿Qué será?
Si te quedas, podrían haber consecuencias.
i]Lo imposible se materializó en los ojos del antagonista. Su pie estaba a punto de atravesar el adolorido pecho de la licántropa, que entre jadeos, trataba de zafarse. Su enemigo estaba afuera, había aparecido justo en las desconocidas tierras abandonadas donde planeaba residir. Ahora vio el rostro sonriente del vampiro, ese que nunca era capaz de cambiar ante los años melancólicos de ser un vampiro inmortal, viviente y casualmente repudiado por la mayoría de las razas. Allí estaba, con los brazos cruzados mientras que observara a aquellos guardias siendo atacados por una especie de animal feroz. ¿Por qué le recordaba tanto a Talia?, ¿Acaso la valentía de ella se había transportado al corazón de esa bestia?. Hon bajó la mirada, y examinó a la loba que tenía como prisionera. Esta apenas podía respirar, y pese a la oscuridad, apenas un rayo de luz lograba enseñar una parte de su frente. Estaba cortada, mal cicatrizada, repugnante. Para ser honestos, aún el estado físico de la señorita aún no era descrito, pero no había que ser un adivino para entender que estaba al borde de la muerte. El poco de piel que se alcanzaba a enseñar era un gris verdoso. La sangre parecía estar negra, en vez de mantenerse roja reluciente.
¿Quién es ese animal?-Preguntó con su ceño fruncido, viéndose cómo las venas de su rostro se coagulaban ante el enojo incontenible. -Ese no puede ser Paul, es una estúpida broma...-Dijo, preocupado de que esa silueta terminara siendo su gran oponente. La respiración de Talia se detuvo por un momento, pensó dos veces antes de aceptar lo que oyó. ¿Acaso había nombrado al infame vampiro?. No... No lo creyó y su mente se concentró en el dolor, así como lo ha hecho durante todos estos meses de tortura.
Se llama Zatch, es bastante ágil...-Respondió un hombre recostado en una de las rejas, mientras que jugaba a hacer humo con su aliento. Su complexión era difícil de describir, y más porque las sombras cubrían su inmensos brazos. Apenas relucían una especie de cuernos. -Le conozco, le he visto en varias ocasiones...-Sin más preámbulo, empezó a abandonar el lugar, no teniendo la necesidad de despedirse.
-¿Qué vas a hacer?-
-Lo que siempre se hace con los intrusos... Matarlos.-
_________________________________________________
Vaya, eres bastante bueno.-Pronuncié ante la destreza del muchacho. Los rumores no exageraban, en verdad era un buen asesino. No sería difícil introducirlo al gremio, aunque primero se haría lo necesario para salvar a mi secuaz, antes de que lo inesperado ocurriese. De alguna manera, sentí que Hon sabía que estábamos ahí, luchando por lo que nos pertenece, al menos para mí. El lugar se hallaba muy callado, silencioso, ni siquiera una ave era capaz de hacer ruidos. Los sonidos se habían cancelado, y no tardaría en convertirse en miedo, en inseguridad, en algo que probablemente los dos no esperaríamos.
La tierra era hostil, aunque nada era sospechable. Revisé cuidadosamente el lugar, hasta convencerme de que todo estaba normal. -Bueno, vamos a la puerta de la base. Parece ser sólida, pero no será un obstáculo.-Me dirigí al colega, caminando hacia la construcción que estaba delante de nuestros ojos. Se veía inmenso, sin embargo descubrí una manera de entrar sin tener que anunciar la aparición.
-Hay un hueco bajo la base, creo que será fácil para ti entrar por ahí, Zatch.-Murmuré en voz baja. El atajo no se veía muy bien, puesto que desde allí emanaba un olor embriagante a sangre, pero no una provocativa, si no más bien una especie de líquido podrido y con un hedor repugnante. -Me tomará tiempo entrar por ahí, pero lo intentaremos.-
¡LISTOS!-Se oiría al fondo, escandalizando la antigua tranquilidad y dando paso a una cantidad de armas ejecutando bullicios. Cuerdas tensándose, saetas chillando y arcos firmes. Volteé lentamente mi cabeza hasta divisar la nueva amenaza.
Un escuadrón de arqueros nos habían emboscado. Todos nos rodeaban, y cada uno se preparaba para dispararnos. El primero que lo hiciera, daría la orden al segundo, luego al tercero y así sucesivamente hasta que el último soltara su dardo. Tragué saliva, y mi típica expresión se hizo trizas para empezarme a preocupar. No le temía a la muerte, pero tampoco quería ser agujereado en las manos de un montón de humanos. Mis ojos buscaron respuestas, y las hallaron en un hombre corpulento que se ubicaba en la cima del cuartel, con los brazos cruzados. Su apariencia no era cómoda, y era una de las veces donde aceptaba el terror como una de las emociones recurrentes...
Me parece conmovedor. Dos huérfanos uniendo sus fuerzas con intenciones de pelear por una familia.-Empezó su discurso aquel monstruo, moviendo sus manos en una especie de monólogo. Sangrando por lazos de amistad, por aceptación social.-Nos vio desde la altura, bajando sus ojos para posicionarlos justamente en la bestia que anteriormente había peleado contra los soldados.
-Te conozco Zatch, más de lo que crees...-Daría su espalda y levantaría su brazo, dando una señal que sería difícil de entender para nosotros. Desapareció por la misma puerta, desvaneciéndose en la grisácea noche. -Disparen.-
Por otro lado, no tuve otra alternativa que recostar mi espalda contra la pared, con los brazos extendidos y respirando de manera agitada. ¿Cómo lograría evadir la agresión?.
-Zatch, entra por ese hoyo. Queda en tus manos la vida de mi secuaz...-Me deshice de la capa y se la enseñé, esperando que la recibiese.
[/i]
_________________________¿Quién es ese animal?-Preguntó con su ceño fruncido, viéndose cómo las venas de su rostro se coagulaban ante el enojo incontenible. -Ese no puede ser Paul, es una estúpida broma...-Dijo, preocupado de que esa silueta terminara siendo su gran oponente. La respiración de Talia se detuvo por un momento, pensó dos veces antes de aceptar lo que oyó. ¿Acaso había nombrado al infame vampiro?. No... No lo creyó y su mente se concentró en el dolor, así como lo ha hecho durante todos estos meses de tortura.
Se llama Zatch, es bastante ágil...-Respondió un hombre recostado en una de las rejas, mientras que jugaba a hacer humo con su aliento. Su complexión era difícil de describir, y más porque las sombras cubrían su inmensos brazos. Apenas relucían una especie de cuernos. -Le conozco, le he visto en varias ocasiones...-Sin más preámbulo, empezó a abandonar el lugar, no teniendo la necesidad de despedirse.
-¿Qué vas a hacer?-
-Lo que siempre se hace con los intrusos... Matarlos.-
_________________________________________________
Vaya, eres bastante bueno.-Pronuncié ante la destreza del muchacho. Los rumores no exageraban, en verdad era un buen asesino. No sería difícil introducirlo al gremio, aunque primero se haría lo necesario para salvar a mi secuaz, antes de que lo inesperado ocurriese. De alguna manera, sentí que Hon sabía que estábamos ahí, luchando por lo que nos pertenece, al menos para mí. El lugar se hallaba muy callado, silencioso, ni siquiera una ave era capaz de hacer ruidos. Los sonidos se habían cancelado, y no tardaría en convertirse en miedo, en inseguridad, en algo que probablemente los dos no esperaríamos.
La tierra era hostil, aunque nada era sospechable. Revisé cuidadosamente el lugar, hasta convencerme de que todo estaba normal. -Bueno, vamos a la puerta de la base. Parece ser sólida, pero no será un obstáculo.-Me dirigí al colega, caminando hacia la construcción que estaba delante de nuestros ojos. Se veía inmenso, sin embargo descubrí una manera de entrar sin tener que anunciar la aparición.
-Hay un hueco bajo la base, creo que será fácil para ti entrar por ahí, Zatch.-Murmuré en voz baja. El atajo no se veía muy bien, puesto que desde allí emanaba un olor embriagante a sangre, pero no una provocativa, si no más bien una especie de líquido podrido y con un hedor repugnante. -Me tomará tiempo entrar por ahí, pero lo intentaremos.-
¡LISTOS!-Se oiría al fondo, escandalizando la antigua tranquilidad y dando paso a una cantidad de armas ejecutando bullicios. Cuerdas tensándose, saetas chillando y arcos firmes. Volteé lentamente mi cabeza hasta divisar la nueva amenaza.
Un escuadrón de arqueros nos habían emboscado. Todos nos rodeaban, y cada uno se preparaba para dispararnos. El primero que lo hiciera, daría la orden al segundo, luego al tercero y así sucesivamente hasta que el último soltara su dardo. Tragué saliva, y mi típica expresión se hizo trizas para empezarme a preocupar. No le temía a la muerte, pero tampoco quería ser agujereado en las manos de un montón de humanos. Mis ojos buscaron respuestas, y las hallaron en un hombre corpulento que se ubicaba en la cima del cuartel, con los brazos cruzados. Su apariencia no era cómoda, y era una de las veces donde aceptaba el terror como una de las emociones recurrentes...
- Lemus, el hombre capra [Lider de la división de arqueros]:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Me parece conmovedor. Dos huérfanos uniendo sus fuerzas con intenciones de pelear por una familia.-Empezó su discurso aquel monstruo, moviendo sus manos en una especie de monólogo. Sangrando por lazos de amistad, por aceptación social.-Nos vio desde la altura, bajando sus ojos para posicionarlos justamente en la bestia que anteriormente había peleado contra los soldados.
-Te conozco Zatch, más de lo que crees...-Daría su espalda y levantaría su brazo, dando una señal que sería difícil de entender para nosotros. Desapareció por la misma puerta, desvaneciéndose en la grisácea noche. -Disparen.-
Por otro lado, no tuve otra alternativa que recostar mi espalda contra la pared, con los brazos extendidos y respirando de manera agitada. ¿Cómo lograría evadir la agresión?.
-Zatch, entra por ese hoyo. Queda en tus manos la vida de mi secuaz...-Me deshice de la capa y se la enseñé, esperando que la recibiese.
[/i]
Off: Como siempre, todo queda a tu decisión. Cualquier movimiento, desde que sea lógico, será aceptado.
Si entras, llegarás a una habitación oscura y llena de sangre, donde escucharás unas tétricas masculladas de un ser extraño. No sabrás ni de quién provienen, pero alcanzarás a distinguir una gigantesca jaula donde reside la colosal criatura. ¿Qué será?
Si te quedas, podrían haber consecuencias.
Paul Brown Moreau
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Re: El peldaño decisivo [Cerrado] [Trama] [Libre/Interpretativo]
Zatch alzó ambas manos con las palmas abiertas en un ademán que demostraba su desconcierto al presenciar cómo el vampiro pareció ignorar por completo su indignación, dirigiéndose tan tranquilamente hacia la entrada del edificio como si nada hubiese pasado. Como si él no hubiese sido el causante de que tres hombres casi lo matasen. ¡Como si no estuviese cubierto de sangre ajena por su maldita culpa! Lo miró con escepticismo por largo rato mientras se acercaban a la silenciosa cárcel. No podía confiar en él luego de lo que había hecho. Tuvo ganas de desertar. No obstante, el viaje hasta allí había sido demasiado largo y extenuante como para huir tras haber llegado tan lejos. Además ahora carecía de montura y sería obligatorio pasar la noche en el bosque cercano, con lo cual probablemente sería hallado más pronto que tarde por su probablemente iracundo compañero. No valía la pena. Respiró profundamente y decidió continuar, aunque la expresión de hastío en el rostro no se la quitaría nadie.
Aparte de las gotas repiqueteando en el suelo y la grave voz del interlocutor, la locación resultaba inusualmente silenciosa. Su instinto lo alertó de inmediato; el silencio era un usual precedente del desastre. Estaba agachándose para observar el lodoso y estrecho túnel que conducía al interior de la base (probablemente un sumidero por el cual se deshacían de los desechos en las celdas) cuando un sonido difícil de describir le llegó a los oídos: un conjunto de respiraciones sincronizadas que procedían de sus espaldas. Los acontecimientos se dieron muy rápido. Para cuando pudo reaccionar, esas respiraciones se habían convertido en decenas de rostros observándoles fijamente con la seguridad de acribillarlos a flechazos brillándoles en los ojos.
El zorro miró de reojo a su camarada para encontrarse con una expresión de preocupación bastante desalentadora tomando en cuenta que hasta ese momento no le había visto esbozar la más mínima mueca de inquietud. Negó suavemente con la cabeza y no pudo evitar farfullar entre dientes: -Sabía que era una estupidez aparecer por el frente. Maldita sea.
Al voltearse con igual lentitud, pudo observar al corpulento hombre-bestia que los observaba en una clara situación de superioridad, de brazos cruzados y con expresión de satisfacción en el rostro como si ya los hubiese dado por muertos. Zatch no pudo evitar compararse con él, siendo de la “misma” raza. Ese par de cuernos le parecieron geniales, tan lustrosos e intimidantes. Sin embargo, una mueca de gracia le hizo temblar la comisura de los labios al pensar que él era mil veces más apuesto que ese extraño hombre-toro cuyo cuerpo era por partes lampiño y por partes peludo, como si tuviese sarna, sin cola y con cara de estreñido. Oh, parecía que le gustaba hablar. ¿Tan solo estaba que necesitaba entablar conversación con dos personas a quienes pretendía matar?
Una de sus cejas se arqueó cuando la bestia clavó en él la mirada y le dedicó unas ¿conmovedoras? palabras. El zorro no pudo evitar encogerse de hombros y responderle con naturalidad, una que la situación no ameritaba. Por dentro el corazón estaba a punto de reventarle ante la idea de que veinte arqueros estaban a un paso en falso de dispararles, pero ni el mayor nerviosismo podía hacer que Zatch dejara de… de ser Zatch.
-¿Familia? ¿Amistad? ¿Aceptación? ¡Ja! Vamos, herbívoro, creo que te estás confundiendo de zorro. ¿Por qué no me…?
Pensaba proferir un par de burlas, pero el cornudo no le dio la oportunidad de seguir hablando al desaparecer pronto tras la puerta. No sin antes mencionar la palabra “Disparen”, por supuesto, activando hasta el último músculo del ladronzuelo, que no pensaba morir en la desolada tierra de los dragones en manos de un cursi come-pasto sarnoso.
El tiempo apremiaba. Apenas miró de reojo al vampiro antes de saltar hacia el hoyo sin aceptar la capa que le ofrecía, teniendo él la suya propia aunque estuviese mojada y malgastada. Tras zambullirse en la mismísima oscuridad con peste a putrefacción, se retorció para avanzar dejando atrás el lluvioso exterior. Bajo esa gruesa capa de pelo había un cuerpo delgaducho lo suficientemente flexible como para pasar por ese vertedero, aunque le costase unos cuantos raspones y una pestilencia que no podría quitarse ni con veinte baños de burbujas consecutivos. Se apuró tanto como pudo y tras varios minutos de esfuerzo consiguió resurgir en el pegajoso suelo de una habitación casi tan penumbrosa como el túnel, aunque a esas alturas sus ojos ya se habían acostumbrado bastante a la oscuridad.
El olor a sangre podrida le llegó a la nariz como un puñetazo. De haber comido algo, lo hubiese vomitado en ese mismísimo instante. Tuvo que llevarse una mano al estómago para calmar la bilis y respirar por la boca en un intento por evitar el hedor. Con cautela terminó de salir del hoyo y se quedó arrodillado en el suelo mientras se cubría con su capa enlodada; gracias a la oscuridad era prácticamente imposible que un humano con visión normal pudiese identificar su silueta, no era más que un inmóvil bulto negro que se fundía en la negrura.
Pronto se dio cuenta de que no estaba solo. A su lado, los sonidos guturales de algo le causaron un respingo. Genial, ¿acaso había ido a parar a la celda de un enorme monstruo caníbal? Entrecerró los ojos, mas solo pudo discernir una colosal sombra que se perdía en la oscuridad dentro de una enorme jaula ubicada en el centro de la habitación. Se puso de pie al entender que no corría peligro alguno (por lo menos no por parte de quien se encontrase allí confinado) y con el más absoluto sigilo se dirigió hacia la puerta del recinto.
¿Qué pensaba hacer? Salir, por supuesto. Salir y encontrar la enorme entrada tras la cual se encontraba el vampiro. “Queda en tus manos la vida de mi secuaz...” ¡Ja, sí, claro! ¡Cómo si fuese a encargarse de todo ese lío sin ayuda! No, señor. No pensaba hacer él solo todo el maldito trabajo sucio. Aunque su desempeño definiese si podía o no tener posibilidades de entrar al gremio, no era tan estúpido como para ser usado de carne de cañón gratuitamente. Si arriesgaba su pellejo lo haría junto a ese desgraciado chupasangre; al fin y al cabo era por una compañera suya, la licántropa (cuya vida o muerte a Zatch le daba exactamente lo mismo), que ambos estaban allí. Abrió con cuidado la puerta y se aventuró a los pasillos del edificio con la decisión de hacer entrar allí a su desgraciado compañero.
Aparte de las gotas repiqueteando en el suelo y la grave voz del interlocutor, la locación resultaba inusualmente silenciosa. Su instinto lo alertó de inmediato; el silencio era un usual precedente del desastre. Estaba agachándose para observar el lodoso y estrecho túnel que conducía al interior de la base (probablemente un sumidero por el cual se deshacían de los desechos en las celdas) cuando un sonido difícil de describir le llegó a los oídos: un conjunto de respiraciones sincronizadas que procedían de sus espaldas. Los acontecimientos se dieron muy rápido. Para cuando pudo reaccionar, esas respiraciones se habían convertido en decenas de rostros observándoles fijamente con la seguridad de acribillarlos a flechazos brillándoles en los ojos.
El zorro miró de reojo a su camarada para encontrarse con una expresión de preocupación bastante desalentadora tomando en cuenta que hasta ese momento no le había visto esbozar la más mínima mueca de inquietud. Negó suavemente con la cabeza y no pudo evitar farfullar entre dientes: -Sabía que era una estupidez aparecer por el frente. Maldita sea.
Al voltearse con igual lentitud, pudo observar al corpulento hombre-bestia que los observaba en una clara situación de superioridad, de brazos cruzados y con expresión de satisfacción en el rostro como si ya los hubiese dado por muertos. Zatch no pudo evitar compararse con él, siendo de la “misma” raza. Ese par de cuernos le parecieron geniales, tan lustrosos e intimidantes. Sin embargo, una mueca de gracia le hizo temblar la comisura de los labios al pensar que él era mil veces más apuesto que ese extraño hombre-toro cuyo cuerpo era por partes lampiño y por partes peludo, como si tuviese sarna, sin cola y con cara de estreñido. Oh, parecía que le gustaba hablar. ¿Tan solo estaba que necesitaba entablar conversación con dos personas a quienes pretendía matar?
Una de sus cejas se arqueó cuando la bestia clavó en él la mirada y le dedicó unas ¿conmovedoras? palabras. El zorro no pudo evitar encogerse de hombros y responderle con naturalidad, una que la situación no ameritaba. Por dentro el corazón estaba a punto de reventarle ante la idea de que veinte arqueros estaban a un paso en falso de dispararles, pero ni el mayor nerviosismo podía hacer que Zatch dejara de… de ser Zatch.
-¿Familia? ¿Amistad? ¿Aceptación? ¡Ja! Vamos, herbívoro, creo que te estás confundiendo de zorro. ¿Por qué no me…?
Pensaba proferir un par de burlas, pero el cornudo no le dio la oportunidad de seguir hablando al desaparecer pronto tras la puerta. No sin antes mencionar la palabra “Disparen”, por supuesto, activando hasta el último músculo del ladronzuelo, que no pensaba morir en la desolada tierra de los dragones en manos de un cursi come-pasto sarnoso.
El tiempo apremiaba. Apenas miró de reojo al vampiro antes de saltar hacia el hoyo sin aceptar la capa que le ofrecía, teniendo él la suya propia aunque estuviese mojada y malgastada. Tras zambullirse en la mismísima oscuridad con peste a putrefacción, se retorció para avanzar dejando atrás el lluvioso exterior. Bajo esa gruesa capa de pelo había un cuerpo delgaducho lo suficientemente flexible como para pasar por ese vertedero, aunque le costase unos cuantos raspones y una pestilencia que no podría quitarse ni con veinte baños de burbujas consecutivos. Se apuró tanto como pudo y tras varios minutos de esfuerzo consiguió resurgir en el pegajoso suelo de una habitación casi tan penumbrosa como el túnel, aunque a esas alturas sus ojos ya se habían acostumbrado bastante a la oscuridad.
El olor a sangre podrida le llegó a la nariz como un puñetazo. De haber comido algo, lo hubiese vomitado en ese mismísimo instante. Tuvo que llevarse una mano al estómago para calmar la bilis y respirar por la boca en un intento por evitar el hedor. Con cautela terminó de salir del hoyo y se quedó arrodillado en el suelo mientras se cubría con su capa enlodada; gracias a la oscuridad era prácticamente imposible que un humano con visión normal pudiese identificar su silueta, no era más que un inmóvil bulto negro que se fundía en la negrura.
Pronto se dio cuenta de que no estaba solo. A su lado, los sonidos guturales de algo le causaron un respingo. Genial, ¿acaso había ido a parar a la celda de un enorme monstruo caníbal? Entrecerró los ojos, mas solo pudo discernir una colosal sombra que se perdía en la oscuridad dentro de una enorme jaula ubicada en el centro de la habitación. Se puso de pie al entender que no corría peligro alguno (por lo menos no por parte de quien se encontrase allí confinado) y con el más absoluto sigilo se dirigió hacia la puerta del recinto.
¿Qué pensaba hacer? Salir, por supuesto. Salir y encontrar la enorme entrada tras la cual se encontraba el vampiro. “Queda en tus manos la vida de mi secuaz...” ¡Ja, sí, claro! ¡Cómo si fuese a encargarse de todo ese lío sin ayuda! No, señor. No pensaba hacer él solo todo el maldito trabajo sucio. Aunque su desempeño definiese si podía o no tener posibilidades de entrar al gremio, no era tan estúpido como para ser usado de carne de cañón gratuitamente. Si arriesgaba su pellejo lo haría junto a ese desgraciado chupasangre; al fin y al cabo era por una compañera suya, la licántropa (cuya vida o muerte a Zatch le daba exactamente lo mismo), que ambos estaban allí. Abrió con cuidado la puerta y se aventuró a los pasillos del edificio con la decisión de hacer entrar allí a su desgraciado compañero.
Zatch
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Re: El peldaño decisivo [Cerrado] [Trama] [Libre/Interpretativo]
Como si aún lo peor estuviera a punto de venir, una mariposa del mal voló cerca de mí, moviéndose por las direcciones donde mis ojos no eran capaces de captarla. El sonido que hacía retumbaba por mis oídos, mientras que la neblina aparecía lentamente por los arbustos, llegando hasta el centro. Las armas se mantenían inmóviles, pero apuntándome. La orden ya estaba dada, y el muchacho fue capaz de escapar a tiempo. Yo, debí desenvainar mi espada y tratar de evadir los dardos que sean posibles. Nadie se atrevía a disparar primero, y probablemente era por la infamia que había ganado durante estos años. "Es atacado, pero nunca muere". Ellos sabían que tomaría venganza de alguna manera, y si perdía la vida ahí, quizá Zatch se encargaría de acabar con todo. Pegué un suspiro, sabiendo que sería el último antes de ser atravesado por el filo de sus objetos. De alguna manera me sentía solo, una sensación nueva que empezaba a experimentar por primera vez. Quedé perplejo, porque era una de las situaciones donde una tristeza humana, una emoción de mortales, me afectaba de una forma extraña.
Las aves empezaron a cantar, y sus característicos cantos lograron captarme desde la lejanía, como si una especie de hipnosis haya despertado después de tanto silencio. Me di cuenta de la verdad, descubrí lo que me faltaba como vampiro; la compañía que tenía anteriormente. Ahora estaba ahí, siendo consumido por la oscuridad de mis ojos, la lluvia envuelta en niebla, el grisáceo futuro que me quedaba adelante. Solo, así siempre me he sentido, aunque nunca reflexioné en ello. Una grieta en mis emociones daría a paso a una especie de depresión, una que se acercaba con pasos lentos y tranquilos. Volví a la realidad, y sonreí, extendiendo mis manos hacia los presentes. -Aquí estoy... La orden fue dada. ¡Disparen!-Pronuncié.
No tengo mis secuaces, no tengo mis compañeros, no tengo nada. ¡No tengo nada qué perder!.-Serían las últimas palabras dadas, sabiendo que prontamente el silbido de las armas empezarían a retumbar por toda la zona. Cerré los ojos, no por miedo, si no por creer que mi alma lograría salir antes de ser atravesado. A pesar de tener indicios ateos, aún tenía esa especie de fe personal que la mayoría de los humanos poseían. He sobrevivido a cosas peores, pero probablemente el golpe de suerte acabaría en aquel momento. ¿Quién lo diría?, todo finalizaría en una historia de dos lobos. No me arrepentí de nada, ni siquiera de la mayoría de pecados que cometí durante el transcurso de mi existencia. Era hora, y las flechas no tardaron en volar hacia mi dirección, con toda velocidad. La orden se había llevado a cabo, y todos dispararon al tiempo. Había muerto...
Lo imposible pareció ser posible. Aún sentía mis respiraciones, mi energía, sobretodo la noción. ¿Aún permanecía con consciencia, e informado de lo que iba a ocurrir?. Con mi rabillo del ojo vi que los dardos cayeron al suelo, todos desparramados en la arena. Lo extraño era que habían otras saetas en el suelo, y cada una tenía cintas naranjas. ¿De quién pertenecían?. Levanté la cabeza y vi lo que la luna intentó esconder delante de mis ojos. Un gran grupo de hombres encapados se hallaban de pie en el otro extremo de la ubicación. Entre ellos, relucía un tipo de barba larga y familiar.
-¿Nada qué perder?, tus intenciones de estar aquí son en vano.-Su voz rápidamente me trajo a la mente a una persona, uno de los brujos más temidos en las tierras Aerandianas. Esa mirada profunda debajo de su capa, esas pupilas misteriosas, esa manera en que mantenía su arco inmóvil, considerando que si fuera por él, lograría clavarle un dardo al primero que lo atacase. Era...
-Máyic, no sabes cuánto me alegra verte.-Respondí con euforia, sumergido en un entusiasmo enorme. -¿Y quién es esa gente detrás de ti?-
-Logré reclutar suficientes arqueros para seguir con esta misión. Es una coincidencia que aparezcas en el mismo día que planeábamos atacar.-
-¿Y Andy?-
-No tengo ni la menor idea de dónde está...-
____________________________________________Las aves empezaron a cantar, y sus característicos cantos lograron captarme desde la lejanía, como si una especie de hipnosis haya despertado después de tanto silencio. Me di cuenta de la verdad, descubrí lo que me faltaba como vampiro; la compañía que tenía anteriormente. Ahora estaba ahí, siendo consumido por la oscuridad de mis ojos, la lluvia envuelta en niebla, el grisáceo futuro que me quedaba adelante. Solo, así siempre me he sentido, aunque nunca reflexioné en ello. Una grieta en mis emociones daría a paso a una especie de depresión, una que se acercaba con pasos lentos y tranquilos. Volví a la realidad, y sonreí, extendiendo mis manos hacia los presentes. -Aquí estoy... La orden fue dada. ¡Disparen!-Pronuncié.
No tengo mis secuaces, no tengo mis compañeros, no tengo nada. ¡No tengo nada qué perder!.-Serían las últimas palabras dadas, sabiendo que prontamente el silbido de las armas empezarían a retumbar por toda la zona. Cerré los ojos, no por miedo, si no por creer que mi alma lograría salir antes de ser atravesado. A pesar de tener indicios ateos, aún tenía esa especie de fe personal que la mayoría de los humanos poseían. He sobrevivido a cosas peores, pero probablemente el golpe de suerte acabaría en aquel momento. ¿Quién lo diría?, todo finalizaría en una historia de dos lobos. No me arrepentí de nada, ni siquiera de la mayoría de pecados que cometí durante el transcurso de mi existencia. Era hora, y las flechas no tardaron en volar hacia mi dirección, con toda velocidad. La orden se había llevado a cabo, y todos dispararon al tiempo. Había muerto...
Lo imposible pareció ser posible. Aún sentía mis respiraciones, mi energía, sobretodo la noción. ¿Aún permanecía con consciencia, e informado de lo que iba a ocurrir?. Con mi rabillo del ojo vi que los dardos cayeron al suelo, todos desparramados en la arena. Lo extraño era que habían otras saetas en el suelo, y cada una tenía cintas naranjas. ¿De quién pertenecían?. Levanté la cabeza y vi lo que la luna intentó esconder delante de mis ojos. Un gran grupo de hombres encapados se hallaban de pie en el otro extremo de la ubicación. Entre ellos, relucía un tipo de barba larga y familiar.
-¿Nada qué perder?, tus intenciones de estar aquí son en vano.-Su voz rápidamente me trajo a la mente a una persona, uno de los brujos más temidos en las tierras Aerandianas. Esa mirada profunda debajo de su capa, esas pupilas misteriosas, esa manera en que mantenía su arco inmóvil, considerando que si fuera por él, lograría clavarle un dardo al primero que lo atacase. Era...
-Máyic, no sabes cuánto me alegra verte.-Respondí con euforia, sumergido en un entusiasmo enorme. -¿Y quién es esa gente detrás de ti?-
-Logré reclutar suficientes arqueros para seguir con esta misión. Es una coincidencia que aparezcas en el mismo día que planeábamos atacar.-
-¿Y Andy?-
-No tengo ni la menor idea de dónde está...-
El destino para Zatch no era bastante bueno. Lamentablemente, el atajo había sido su peor opción para entrar a la base del hombre. La inseguridad era inmensa, y además, un monstruo reposaba enjaulado entre rugidos agresivos. La oscuridad no dejaba percibir la cantidad de almas que habían allí. Eventualmente, también se oían pasos y gritos desgarradores en el fondo. No se sabía de dónde provenían ni quién los producía, pero era obvio que la bestia no estaba sola en ese tenebroso pasillo. Extrañamente, el lugar era ancho y lleno de sangre, marcas, pedazos de carne en el suelo. Era bastante repugnante, y quizá aún más para un mamífero de nariz sensible como él.
Prontamente un hombre, que presuntamente debería estar muerto, movería sus cadenas para llamar la atención del presente. -Los Driopes... Los Driopes están aquí...-Susurraría por lo bajo, cansado y con su voz sedienta, como si hiciera gutural cada vez que murmurara una palabra. -Eramos treinta, y todos estábamos bajo la orden de un hombre...-Las cosas se ponían más interesantes ante la confesión del pobre hombre. Aunque, las preguntas eran menos y menos evitables.
¿Qué son los Driopes?.
-Pero de repente nos atraparon y nos encerraron... Y luego aparecieron esas criaturas del mal, para torturarnos, matarnos y acabarnos por hacer ruido, pisar sus hojas o dañar su naturaleza... Si planeas escapar, ten mucho cuidado al caminar...-El hombre lograría encender una vela con la poca energía que tiene. Sin más preámbulo, extendería su brazo para entregárselo a Zatch, si este decidiera en recibirlo
-Esto te ayudará... Sal de aquí...-Fue lo último que dijo, para después fingir que estaba durmiendo. El brillo del fuego mostraría a una especie de troncos muertos con figuras muy parecidas a las de un mortal. Dos piernas, dos brazos, y ramas cubriendo todo sus cuerpos. Estaba inmóviles, como si reposaran luego de un arduo trabajo.
Y si tienes suerte, encontrarás al hombre que nos trajo aquí... Él sabe la salida, se llama Andy... Quizá ya murió...-
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Off: Zatch podría estar en peligro. Se le aconseja no hacer mucho ruido y no pisar ninguna especie de hoja o elemento proveniente de la madre naturaleza. Si hace esto, los Driopes se despertarían y el desenlace de la historia no será muy satisfactorio.
Por otro lado, al finalizar tu turno, tendrás tirar una runa. Dependiendo del resultado, las complicaciones serán determinadas.
Paul Brown Moreau
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Re: El peldaño decisivo [Cerrado] [Trama] [Libre/Interpretativo]
Luego de abrir la puerta, se asomó al pasillo en un vano intento por vislumbrar qué le esperaba fuera. A diferencia de las celdas, que tenían pequeñas ventanillas de ventilación que permitían que los rayos de luz de luna iluminasen pobremente la estancia, el pasadizo que conectaba las habitaciones era oscuro como boca de lobo. Aún no había soltado el picaporte cuando el tétrico sonido de cadenas lo instó a darse la vuelta con brusquedad para encarar una vez más la celda con la enorme jaula. Al parecer, la bestia rugiente no era su única compañía. Una voz áspera se dirigió a él y a juzgar por la dificultad con que el hombre hablaba, Zatch supuso que no sería una amenaza.
¿Dríopes? Un escalofrío le acarició la espalda. El zorro bien sabía lo que eran esas grotescas criaturas, dado que hacía no muchas semanas había tenido la tarea de exterminar a uno de esos seres que asesinaban a las personas por destruir el bosque con el fin de expandir sus cosechas. Conocía la agresividad y la sed de sangre de esas criaturas, y ciertamente no sentía ningún deseo de provocar su furia. Cuando el resplandor de la vela iluminó el entorno, tuvo que entrecerrar los ojos para una vez más acostumbrar la vista y ver a su interlocutor. Se esforzó para no esbozar ninguna mueca de desagrado al ver el terrible estado en que el hombre se encontraba. Tras carraspear, tomó el pequeño candelero y simplemente murmuró: -Gracias.
No le diría que aguantase, que no tuviese miedo, que volvería a rescatarlo. No malgastaría el tiempo en prometerle algo que nunca cumpliría. Al fin y al cabo, el destino de quienes no tenían nada que ver con él le importaba muy poco.
Suspiró profundamente y, apático, volvió a girarse para terminar de cruzar el umbral de la puerta de una vez por todas. La oscilante y tenue luz proyectó en las paredes sombras antropomórficas que temblaban al mismo ritmo que la pequeña flama. Estáticas figuras de madera permanecían de pie a lo largo del pasillo, custodiando las numerosas puertas desde las cuales se oían sonidos sacados del mismísimo infierno. Tragó saliva y se maldijo por su tendencia a verse envuelto en situaciones que siempre parecían sacadas de los cuentos de terror que su madre le leía de niño. ¿Valía la pena pasar por eso para ingresar a un gremio del cual ni siquiera sabía a ciencia cierta si existía? Bueno, como fuese, ya estaba allí y no tenía más opción que seguir adelante.
Dio un paso. Luego otro, uno más, y con la cuarta pisada verificó que los Dríopes no se movían. Como buen ladrón, el sigilo era su fuerte. No obstante no podía hacer nada respecto al desagradable ruido que hacían sus patas cada vez que las despegaba del pegajoso suelo. La sangre putrefacta se le metía entre los dedos y no solo intentaba esquivar las hojas secas esparcidas por doquier, sino también los trozos de carne mohosa que soltaban una pestilencia inimaginable. Zatch había pensado que tenía un estómago fuerte hasta ese momento en que a cada minuto debía reprimir las arcadas.
Ayudado por su cautela y agilidad, fue capaz de saltear los obstáculos durante un largo rato. Evitaba mirar de reojo a los grotescos seres de madera para no ponerse más nervioso de lo que ya estaba. Giró en el recodo del pasillo para encontrarse con que el interminable camino flanqueado por puertas continuaba incluso más allá de lo que la luz de la vela podía alcanzar. Quiso suspirar, pero se contuvo. El más mínimo sonido podía acarrear consecuencias a las que no quería enfrentarse.
-Mierda, esto es eterno. –Pensó, y a continuación se preguntó si la vela duraría hasta el final de la travesía. Preocupado, decidió que debía acelerar el paso.
Craso error.
La paciencia es una de las mayores ventajas a la hora de actuar con prudencia. Por el contrario, la decisión de apresurarse conllevó un descuido tremendo. Cuando dio otro paso, sintió un tirón en el cuello: la punta de su capa se había enganchado en la rama saliente de un Dríope. Cada músculo de su cuerpo se tensó hasta quedar estático en espera de la reacción de la criatura, ni siquiera respiró. Sin embargo, aparte de las sombras que bailaban al son de la vela, nada en ese pasillo cobró vida.
Recitando mentalmente toda la sarta de blasfemias que se sabía, se movió con impresionante lentitud para desencajar la tela del puntiagudo tronco. Pocas veces su corazón había latido tan fuerte. Para su gran alivio, tras meticulosos forcejeos consiguió liberarse.
-Dios, menos mal que… –Pero sus pensamientos se vieron interrumpidos por el crujir de una hoja seca cuando dio un paso atrás. Como si el estruendo de una banda de trompetas hubiese destrozado la quietud de la cárcel, todos los Dríopes se giraron al mismo tiempo hacia él, incluyendo al que tenía a menos de medio metro de distancia. Sus ojos se abrieron de par en par. Para cuando quiso darse cuenta, ya estaba corriendo por el pasillo como alma que lleva el diablo.
No quería morir. Aún tenía muchas cosas por hacer, como comprarse una mansión, conocer al Rey o perder la virginidad. No necesariamente en ese orden, claro.
A los gritos que eran en sí mismos la ambientación de la estancia, se unieron los alaridos de Zatch y el crujir de cientos de ramas vivientes que se chocaban unas con otras para atraparlo. Corrió sin parar, sin importarle ya lo que fuese que pisara, y sin quitar la mano de delante de la vela para impedir que se apagase. Tuvo la desgracia de poner la pata justo sobre un trozo de carne pegajosa con la cual resbaló a modo de patín durante un par de metros hasta estamparse contra una puerta que se abrió ante la dureza del golpe. Aturdido, la cerró con un estruendoso portazo y apoyó la espalda contra ésta sintiendo los golpes de las criaturas que intentaban tirarla abajo para, muy probablemente, destriparlo y añadir sus restos a la decoración de interiores.
Cerró fuertemente los ojos, sin siquiera prestar atención al interior de la celda en que ahora se encontraba, y rogó a los cielos que la puerta resistiese y que los Dríopes se calmasen pasados unos minutos de silencio.
¿Dríopes? Un escalofrío le acarició la espalda. El zorro bien sabía lo que eran esas grotescas criaturas, dado que hacía no muchas semanas había tenido la tarea de exterminar a uno de esos seres que asesinaban a las personas por destruir el bosque con el fin de expandir sus cosechas. Conocía la agresividad y la sed de sangre de esas criaturas, y ciertamente no sentía ningún deseo de provocar su furia. Cuando el resplandor de la vela iluminó el entorno, tuvo que entrecerrar los ojos para una vez más acostumbrar la vista y ver a su interlocutor. Se esforzó para no esbozar ninguna mueca de desagrado al ver el terrible estado en que el hombre se encontraba. Tras carraspear, tomó el pequeño candelero y simplemente murmuró: -Gracias.
No le diría que aguantase, que no tuviese miedo, que volvería a rescatarlo. No malgastaría el tiempo en prometerle algo que nunca cumpliría. Al fin y al cabo, el destino de quienes no tenían nada que ver con él le importaba muy poco.
Suspiró profundamente y, apático, volvió a girarse para terminar de cruzar el umbral de la puerta de una vez por todas. La oscilante y tenue luz proyectó en las paredes sombras antropomórficas que temblaban al mismo ritmo que la pequeña flama. Estáticas figuras de madera permanecían de pie a lo largo del pasillo, custodiando las numerosas puertas desde las cuales se oían sonidos sacados del mismísimo infierno. Tragó saliva y se maldijo por su tendencia a verse envuelto en situaciones que siempre parecían sacadas de los cuentos de terror que su madre le leía de niño. ¿Valía la pena pasar por eso para ingresar a un gremio del cual ni siquiera sabía a ciencia cierta si existía? Bueno, como fuese, ya estaba allí y no tenía más opción que seguir adelante.
Dio un paso. Luego otro, uno más, y con la cuarta pisada verificó que los Dríopes no se movían. Como buen ladrón, el sigilo era su fuerte. No obstante no podía hacer nada respecto al desagradable ruido que hacían sus patas cada vez que las despegaba del pegajoso suelo. La sangre putrefacta se le metía entre los dedos y no solo intentaba esquivar las hojas secas esparcidas por doquier, sino también los trozos de carne mohosa que soltaban una pestilencia inimaginable. Zatch había pensado que tenía un estómago fuerte hasta ese momento en que a cada minuto debía reprimir las arcadas.
Ayudado por su cautela y agilidad, fue capaz de saltear los obstáculos durante un largo rato. Evitaba mirar de reojo a los grotescos seres de madera para no ponerse más nervioso de lo que ya estaba. Giró en el recodo del pasillo para encontrarse con que el interminable camino flanqueado por puertas continuaba incluso más allá de lo que la luz de la vela podía alcanzar. Quiso suspirar, pero se contuvo. El más mínimo sonido podía acarrear consecuencias a las que no quería enfrentarse.
-Mierda, esto es eterno. –Pensó, y a continuación se preguntó si la vela duraría hasta el final de la travesía. Preocupado, decidió que debía acelerar el paso.
Craso error.
La paciencia es una de las mayores ventajas a la hora de actuar con prudencia. Por el contrario, la decisión de apresurarse conllevó un descuido tremendo. Cuando dio otro paso, sintió un tirón en el cuello: la punta de su capa se había enganchado en la rama saliente de un Dríope. Cada músculo de su cuerpo se tensó hasta quedar estático en espera de la reacción de la criatura, ni siquiera respiró. Sin embargo, aparte de las sombras que bailaban al son de la vela, nada en ese pasillo cobró vida.
Recitando mentalmente toda la sarta de blasfemias que se sabía, se movió con impresionante lentitud para desencajar la tela del puntiagudo tronco. Pocas veces su corazón había latido tan fuerte. Para su gran alivio, tras meticulosos forcejeos consiguió liberarse.
-Dios, menos mal que… –Pero sus pensamientos se vieron interrumpidos por el crujir de una hoja seca cuando dio un paso atrás. Como si el estruendo de una banda de trompetas hubiese destrozado la quietud de la cárcel, todos los Dríopes se giraron al mismo tiempo hacia él, incluyendo al que tenía a menos de medio metro de distancia. Sus ojos se abrieron de par en par. Para cuando quiso darse cuenta, ya estaba corriendo por el pasillo como alma que lleva el diablo.
No quería morir. Aún tenía muchas cosas por hacer, como comprarse una mansión, conocer al Rey o perder la virginidad. No necesariamente en ese orden, claro.
A los gritos que eran en sí mismos la ambientación de la estancia, se unieron los alaridos de Zatch y el crujir de cientos de ramas vivientes que se chocaban unas con otras para atraparlo. Corrió sin parar, sin importarle ya lo que fuese que pisara, y sin quitar la mano de delante de la vela para impedir que se apagase. Tuvo la desgracia de poner la pata justo sobre un trozo de carne pegajosa con la cual resbaló a modo de patín durante un par de metros hasta estamparse contra una puerta que se abrió ante la dureza del golpe. Aturdido, la cerró con un estruendoso portazo y apoyó la espalda contra ésta sintiendo los golpes de las criaturas que intentaban tirarla abajo para, muy probablemente, destriparlo y añadir sus restos a la decoración de interiores.
Cerró fuertemente los ojos, sin siquiera prestar atención al interior de la celda en que ahora se encontraba, y rogó a los cielos que la puerta resistiese y que los Dríopes se calmasen pasados unos minutos de silencio.
Zatch
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Tyr
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Re: El peldaño decisivo [Cerrado] [Trama] [Libre/Interpretativo]
La gran batalla se daba en las afueras. Máyic se veía con los brazos cruzados, mientras que su división se encargaba de disparar en contra de los enemigos. Estos, sin capacidad de vencer las habilidades del equipo que tenía el nigromante, no tuvieron otra opción que tratar de cazarme, intentando lanzar flechas directas a mi cabeza. En ese momento, el barbudo logró notar lo que sucedía, así que puso su arco en sus manos. Diablos, no alcanzaré...-Extendió velozmente sus brazos, sabiendo perfectamente que lanzar un dardo no era difícil, mucho menos para él. Este se disparó con velocidad hasta interceptar el que estaba a punto de enterrarse en mi nuca. Sentí el violento estruendo detrás de mí, aunque preferí tomarlo con calma. Giré la cabeza y logré denotar la concentración de mi antiguo secuaz, que sin más preámbulo, soltó un poderoso grito.
-¡Yo me encargo de volar la puerta!.-Vociferó desde lo lejos, llamando la atención de varios flecheros. Varios se encargaron de apuntar al viejo, pero sus intentos fueron fallados al ver que el grupo empezó a cubrirlo, a usar sus propias vidas para arriesgarlas por la causa, a devolver el favor con una lluvia de flechas en contra de los oponentes. El de atuendo verde acomodó la sagita, mientras que afilaba la saeta, la cual desprendía una diminuta llamarada en la punta del filo, que para ser más exactos, era una especie de venablo. El arco se tensó todo lo que pudo, y Máyic infló su pecho. Sus ojos eran determinantes, oscuros, y calculadores. Sabía en qué lugar plantaría el objeto, y yo conocía su gran capacidad ocular.
Me alejé, y de repente, el silbido resonó por el campo de batalla. Ya había sido arrojado a una velocidad imparable. No logré captar el arma hasta que atravesó la gruesa puerta. Me quedé estupefacto ante el sordo ruido que hizo, no obstante la explosión fue vehemente. Los trozos volaron, se estrellaron entre sí, se desintegraron ante la poderosa manifestación de fuego. Esta fue descendiendo conforme la lluvia se encargaba de apagarlo. El escándalo logró captar la atención de los guardias, quienes bajaron las escaleras con decisión. Todos parecían estar listos para combatir, aunque sus ojos no podían creer lo que veían. Yo, con mi espada esperándoles con una de las típicas sonrisas.
-¿Quién primero?...-Fue lo último que recité, dejando que la estampida tratara de rodearme. El florete danzó en ese mismo círculo, encargándose en ir de cabeza en cabeza. Las extremidades caían al suelo, y las chispas que producían los sables eran suficientes para que la escena se viese épica. Los ataques eran demasiado básicos, algo que pude percibir de los presentes. Sin duda eran novatos y jóvenes, sin embargo no tuve ningún remordimiento en descuartizarlos uno por uno.
Me distancié lo suficiente, luego de que los cadáveres quedaran en el suelo, en un charco de sangre. Sufrí cortes, aunque no eran completamente graves como para preocuparse. Tragué saliva, y pegué un suspiro agresivo. -Es hora...-Removí la sangre de mis labios, serpenteando con mi ágil lengua por estos.
_______________________
El lobo probablemente no sabía que en todo su momento caminando, se había desviado del camino, aunque no por un mal lugar, si no más bien, por el atajo más seguro y tranquilo. Sin embargo, los Driopes estuvieron a punto de alcanzarlo, quizá para tragárselo antes de que lograra escapar. Afortunadamente, llego a una especie de puerta, donde se encerró durante el tiempo necesario hasta que los monstruos se calmaran. Obviamente no lo harían en pocos segundos, dado que los golpes eran secos, y la manera en que atravesaban el portón de acero era bastante tenebroso.
En la oscuridad, justamente donde se hallaba Zatch, se verían varias personas levantándose con sus brazos cruzados, mientras que en las siluetas se podría percibir un joven en el suelo, cansado y adolorido. Todos estarían observando al mamífero, aunque ninguno se atrevía a acercarse, quizá por miedo, o desprecio. Una de las voces se oiría, un sonido delicado y agudo de una fémina.
-¡Debe ser uno de ellos!, ¡Acaben con él!.-Varios desenvainarían sus espadas para dirigirse a él. El viento no tardaría en ser cortado, y los pasos tampoco se demorarían en volverse una poderosa galopada de varios seres humanos en contra del lobo. Probablemente todo pudo haber acabado en ese instante, pero solamente la voz de un hombre conseguiría detenerlos.
-¡NO!.-La multitud se detendría y quedaría inmóvil. El tipo que estaba en el suelo, logró recuperar su compostura, poniéndose de pie delante de las miradas atónitas.
-Señor Andy, le recomendamos que siga descansando, sus her...-
-¡No me interesa!, ¡No esperaré mil años hasta volver a salir!... Ha pasado un mes desde que estamos aquí...-
-Señor, la última vez casi nos matan-
-Pues que lo hagan ahora, maldita sea. Este sujeto no es uno de ellos, es un hombre bestia o licántropo por la habilidad de caminar y poder comportarse como un humano...-Cojeó hasta él, quejándose con su boca cerrada. Su abundante cabello rubio fue lo primero que relució ante las pocas luces dentro.
-Necesito que nos ayudes, quién quiera que seas... ¡Somos humanos y poco podremos hacer!...-Tosió de forma brusca, moviendo su rostro hacia la izquierda para no empapar a la bestia con su saliva impregnada de infecciones. -Debo salvar a Talia, y haré lo posible...-Fue lo último que susurró. Finalmente, fue a su cinturón y tomó sus filosas garras, para después acomodarlas en sus manos.
-Sé que nosotros podremos...-
____________________________-¡Yo me encargo de volar la puerta!.-Vociferó desde lo lejos, llamando la atención de varios flecheros. Varios se encargaron de apuntar al viejo, pero sus intentos fueron fallados al ver que el grupo empezó a cubrirlo, a usar sus propias vidas para arriesgarlas por la causa, a devolver el favor con una lluvia de flechas en contra de los oponentes. El de atuendo verde acomodó la sagita, mientras que afilaba la saeta, la cual desprendía una diminuta llamarada en la punta del filo, que para ser más exactos, era una especie de venablo. El arco se tensó todo lo que pudo, y Máyic infló su pecho. Sus ojos eran determinantes, oscuros, y calculadores. Sabía en qué lugar plantaría el objeto, y yo conocía su gran capacidad ocular.
Me alejé, y de repente, el silbido resonó por el campo de batalla. Ya había sido arrojado a una velocidad imparable. No logré captar el arma hasta que atravesó la gruesa puerta. Me quedé estupefacto ante el sordo ruido que hizo, no obstante la explosión fue vehemente. Los trozos volaron, se estrellaron entre sí, se desintegraron ante la poderosa manifestación de fuego. Esta fue descendiendo conforme la lluvia se encargaba de apagarlo. El escándalo logró captar la atención de los guardias, quienes bajaron las escaleras con decisión. Todos parecían estar listos para combatir, aunque sus ojos no podían creer lo que veían. Yo, con mi espada esperándoles con una de las típicas sonrisas.
-¿Quién primero?...-Fue lo último que recité, dejando que la estampida tratara de rodearme. El florete danzó en ese mismo círculo, encargándose en ir de cabeza en cabeza. Las extremidades caían al suelo, y las chispas que producían los sables eran suficientes para que la escena se viese épica. Los ataques eran demasiado básicos, algo que pude percibir de los presentes. Sin duda eran novatos y jóvenes, sin embargo no tuve ningún remordimiento en descuartizarlos uno por uno.
Me distancié lo suficiente, luego de que los cadáveres quedaran en el suelo, en un charco de sangre. Sufrí cortes, aunque no eran completamente graves como para preocuparse. Tragué saliva, y pegué un suspiro agresivo. -Es hora...-Removí la sangre de mis labios, serpenteando con mi ágil lengua por estos.
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El lobo probablemente no sabía que en todo su momento caminando, se había desviado del camino, aunque no por un mal lugar, si no más bien, por el atajo más seguro y tranquilo. Sin embargo, los Driopes estuvieron a punto de alcanzarlo, quizá para tragárselo antes de que lograra escapar. Afortunadamente, llego a una especie de puerta, donde se encerró durante el tiempo necesario hasta que los monstruos se calmaran. Obviamente no lo harían en pocos segundos, dado que los golpes eran secos, y la manera en que atravesaban el portón de acero era bastante tenebroso.
En la oscuridad, justamente donde se hallaba Zatch, se verían varias personas levantándose con sus brazos cruzados, mientras que en las siluetas se podría percibir un joven en el suelo, cansado y adolorido. Todos estarían observando al mamífero, aunque ninguno se atrevía a acercarse, quizá por miedo, o desprecio. Una de las voces se oiría, un sonido delicado y agudo de una fémina.
-¡Debe ser uno de ellos!, ¡Acaben con él!.-Varios desenvainarían sus espadas para dirigirse a él. El viento no tardaría en ser cortado, y los pasos tampoco se demorarían en volverse una poderosa galopada de varios seres humanos en contra del lobo. Probablemente todo pudo haber acabado en ese instante, pero solamente la voz de un hombre conseguiría detenerlos.
-¡NO!.-La multitud se detendría y quedaría inmóvil. El tipo que estaba en el suelo, logró recuperar su compostura, poniéndose de pie delante de las miradas atónitas.
-Señor Andy, le recomendamos que siga descansando, sus her...-
-¡No me interesa!, ¡No esperaré mil años hasta volver a salir!... Ha pasado un mes desde que estamos aquí...-
-Señor, la última vez casi nos matan-
-Pues que lo hagan ahora, maldita sea. Este sujeto no es uno de ellos, es un hombre bestia o licántropo por la habilidad de caminar y poder comportarse como un humano...-Cojeó hasta él, quejándose con su boca cerrada. Su abundante cabello rubio fue lo primero que relució ante las pocas luces dentro.
-Necesito que nos ayudes, quién quiera que seas... ¡Somos humanos y poco podremos hacer!...-Tosió de forma brusca, moviendo su rostro hacia la izquierda para no empapar a la bestia con su saliva impregnada de infecciones. -Debo salvar a Talia, y haré lo posible...-Fue lo último que susurró. Finalmente, fue a su cinturón y tomó sus filosas garras, para después acomodarlas en sus manos.
-Sé que nosotros podremos...-
Off: Andy es uno de los secuaces de Paul, y para darte más información, reclutó una división de humanos para venir a luchar. Lamentablemente varios fueron asesinados, mientras que los otros fueron metidos en celdas.
Como los dioses están contigo, no estarás solo y tendrás un pequeño grupo para luchar. Si decides salir, tendrás que enfrentar los Driopes, y encontrarás una abertura donde terminarás justamente en la sala principal del cuartel. Muy cerca de Hon y Lemus, el hombre capra.
Recuerda: Hay que ser coherentes. Los Driopes son seres naturales bastante fuertes que podrían asesinarlos si no escapan con rapidez.
PD: Tienes derecho a manejar el PNJ de Andy y los otros humanos. Serás su líder, puesto que actualmente eres el que más energía tiene.
Cualquier movimiento queda en tus manos.
Paul Brown Moreau
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Re: El peldaño decisivo [Cerrado] [Trama] [Libre/Interpretativo]
Mantuvo los párpados apretados todo el tiempo en que los golpes persistieron retumbando en sus oídos y haciendo vibrar la puerta a sus espaldas. Rogaba que todo aquello fuese un sueño y por primera vez en mucho tiempo sentía cómo las manos le temblaban de tal manera que tuvo que apretar el agarre en el candelero para que no se le cayese; el autocontrol y los nervios contenidos le pasaban factura a su cuerpo una vez pasado el peligro. O, bueno, al menos él creía que ya había pasado lo peor.
-¡Debe ser uno de ellos! ¡Acaben con él! –La femenina voz lo obligó a abrir los ojos. Frente a él, un grupo de maltratadas personas desenvainaba sus espadas con claras intenciones de darle su merecido por algo que dudaba haber cometido. Era consciente de que en Aerandir debía haber centenares de individuos que lo odiaban con fundamento, pero estaba seguro de que jamás había visto ninguno de aquellos rostros que lo observaban con ira. Extendió el brazo para alumbrarlos con la luz de la vela y alzó la mano libre para llevarse el dedo índice a los labios, siseando un “shhh” con el que rogaba silencio. Le preocupaba mucho más volver a despertar a los Dríopes, que al fin habían dejado de golpear la puerta, que molestar a aquellos desconocidos.
No obstante, su intento por callarlos no tuvo resultado alguno. El tropel de humanos se le tiró encima y sintió cómo el filo de una espada le silbó a centímetros del cuello cuando una voz autoritaria detuvo en un segundo el barullo. Los afilados floretes se detuvieron, mas no cesaron de apuntarlo desde todos los flancos hasta pasado un momento, lapso que tomó el presunto líder para ponerse en pie.
El zorro los miró con disimulo. Sus ropas estaban destrozadas, sobrevivían en asquerosas y terribles condiciones y se preguntaba cómo habían subsistido más de un mes, según aseguraba el tipo, sin contraer alguna enfermedad infecciosa estando confinados entre mugre y pestilencia. Escuchó en completo silencio el debate entre los humanos, mas no se contuvo de volver a chistarles para hacer que hablasen en un tono más bajo. Fuera de la celda, los monstruos de madera parecían ser completamente ajenos a lo que sucedía tras la puerta. ¿Serían sensibles solamente a los ruidos que eran producidos en el pasillo?
El tal Andy, que supuso era el mismo del cual el moribundo que le ofreció la vela le había hablado, se abrió paso entre sus subordinados para dirigirse a él. No se molestó en disimular una mueca de desagrado cuando el hombre estuvo a punto de toserle encima.
-Soy Zatch. –Habló cuando al fin dejaron de especular frente a su propia nariz de qué criatura se trataba o con qué intenciones estaba allí. No tuvo ganas siquiera de molestarse en aclarar que no era un maldito licántropo, sólo quería irse de ese infierno de una vez por todas. –Los ayudaré. Yo también estoy aquí por la loba. –Se encogió de hombros, no era como si tuviese otra opción. ¿Qué hacía a Talia tan importante y tan querida? Debía ser una excelente persona… o debía de estar muy buena como para movilizar a tantos hombres por ella. Se preguntó si alguien iría a rescatarlo a él en caso de que estuviese en el lugar de la licántropa. Lo dudaba mucho, nadie movilizaría a tantas personas por su vida.
Cuando al fin alejaron las espadas pudo apartar la espalda de la puerta. Se rascó la cabeza y observó al grupo con escepticismo, preguntándose cómo podrían un montón de al menos diez personas y un enorme zorro cruzar con sigilo el pasillo repleto de dríopes.
-Me han dicho que tú sabes el camino. –Se dirigió una vez más al cabecilla, quien asintió con desgano. –Tú y yo iremos a la cabeza. Supongo que ya todos saben cuán silenciosos hay que ser en estos pasillos, ¿verdad? –Observó con seriedad a los demás, quienes también afirmaron. Varias miradas recelosas depositadas sobre él le sugerían que más de uno desconfiaba de su mandato. No obstante nadie apeló palabra alguna, con lo cual decidió continuar. –Bien, pues vamos.
Con la misma delicadeza que tendría un carnicero cincuentón, el zorro pasó por sobre sus hombros el brazo de Andy para ayudarle a caminar con rapidez. No estaba dispuesto a perder al único que conocía el camino dentro de aquel laberinto infernal. Los otros, espadas en mano, se posicionaron detrás de ambos “líderes” en completo silencio. Zatch cerró por un momento los ojos y reunió la voluntad para salir allí una vez más. Suspiró. Cuando separó los párpados, abrió la puerta.
Justo frente a ellos se amontonaban numerosos dríopes estáticos en posiciones amenazantes, algunos con las ramas en alto dispuestos a seguir aporreando la entrada, otros ya habiéndose volteado para alejarse y regresar a sus posiciones. La visión resultaba escalofriante: aunque ninguno se movía, se podían sentir numerosos pares de pequeños ojos clavados en la espalda. El zorro miró de reojo hacia atrás para constatar que los humanos siguiesen allí. Y sí, ahí estaban. Algunos tenían cara de que estaban a punto de mearse encima. Andy, sin embargo, hizo un gesto con la cabeza para indicar que estaban listos para salir.
Fue difícil evadir todas las ramas que se cernían sobre ellos, más aún teniendo que contorsionarse mientras cargaba el peso de otra persona sobre sus hombros. La gente detrás suyo copiaba sus movimientos. Cuando levantaba una pata para evitar alguna hoja seca, todos los demás hacían lo mismo. El grupo se movía en sintonía y pronto el pasillo albergó once personas que se deslizaban con éxito entre los inertes hombres-árboles. Andy le indicaba con cabeceos hacia dónde debía girar cuando llegaban a alguna encrucijada de pasillos y todo marchaba viento en popa.
Hasta que la ronca tos de la mujer que antes había gritado en la celda rompió el silencio y, con ello, volvió a despertar a los enemigos. La mujer tuvo un ataque de carraspera tan agudo que cayó de rodillas al suelo mientras se llevaba las manos al pecho; seguramente tendría alguna infección respiratoria causada por la humedad, la mala alimentación, el frío y la suciedad. Durante un instante el grupo se debatió entre ayudarla o escapar; dos hombres se lanzaron hacia la mujer para levantarla mientras que Zatch decidió arrastrar con él a Andy hacia el lado contrario, siendo seguido por los seis humanos restantes. El líder forcejeó para que lo soltara, sin embargo el zorro no lo dejó ir. Sin mirar atrás, corrió con todas sus fuerzas aprovechando que la mayoría de los dríopes se concentraba en los tres pobres diablos que llamaban la atención con la tos y el griterío.
-¿¡Ahora hacia dónde!? –Susurró cuando volvieron a encontrarse en una intersección. Andy no quiso hablar, negándose a dejar atrás a sus aliados. ¡Maldito renegado! El zorro lo zarandeó y le propinó un codazo en las costillas, instándole a cooperar- ¡Te digo que hacia dónde, mierda! -¡Izquierda! ¡Gira a la izquierda!
Giró. Detrás de ellos las voces de sus compañeros se convirtieron en violentos gritos y súplicas. Zatch pudo escuchar con su aguda audición, esa que en momentos como aquel maldecía, cómo la carne ajena era desgarrada y las extremidades arrancadas hasta que el griterío cesó. Las personas que lo seguían sollozaban en el más absoluto silencio.
Pocos metros caminaron luego de doblar a la izquierda. Cuando llegaron a una imponente puerta de madera, el líder humano le indicó que entrasen. Abrió la entrada de una patada y lanzó dentro al hombre, permitiendo que los demás pasasen antes que él para entrar por último y cerrar la puerta. La habitación se inundó de suspiros, respiraciones agitadas y lamentos contenidos. El zorro apoyó la nuca contra la dura superficie y miró hacia arriba, agotado. La vela, como si hubiese esperado fielmente hasta ya no ser útil, se apagó justo en ese instante.
Esta habitación era distinta. Tenía ventanas más grandes que permitían entrar la tenue luz natural de la noche y estaba apenas un poco más limpia. –Esta es la sala principal. –Masculló Andy con la vista clavada en el suelo.
-¡Debe ser uno de ellos! ¡Acaben con él! –La femenina voz lo obligó a abrir los ojos. Frente a él, un grupo de maltratadas personas desenvainaba sus espadas con claras intenciones de darle su merecido por algo que dudaba haber cometido. Era consciente de que en Aerandir debía haber centenares de individuos que lo odiaban con fundamento, pero estaba seguro de que jamás había visto ninguno de aquellos rostros que lo observaban con ira. Extendió el brazo para alumbrarlos con la luz de la vela y alzó la mano libre para llevarse el dedo índice a los labios, siseando un “shhh” con el que rogaba silencio. Le preocupaba mucho más volver a despertar a los Dríopes, que al fin habían dejado de golpear la puerta, que molestar a aquellos desconocidos.
No obstante, su intento por callarlos no tuvo resultado alguno. El tropel de humanos se le tiró encima y sintió cómo el filo de una espada le silbó a centímetros del cuello cuando una voz autoritaria detuvo en un segundo el barullo. Los afilados floretes se detuvieron, mas no cesaron de apuntarlo desde todos los flancos hasta pasado un momento, lapso que tomó el presunto líder para ponerse en pie.
El zorro los miró con disimulo. Sus ropas estaban destrozadas, sobrevivían en asquerosas y terribles condiciones y se preguntaba cómo habían subsistido más de un mes, según aseguraba el tipo, sin contraer alguna enfermedad infecciosa estando confinados entre mugre y pestilencia. Escuchó en completo silencio el debate entre los humanos, mas no se contuvo de volver a chistarles para hacer que hablasen en un tono más bajo. Fuera de la celda, los monstruos de madera parecían ser completamente ajenos a lo que sucedía tras la puerta. ¿Serían sensibles solamente a los ruidos que eran producidos en el pasillo?
El tal Andy, que supuso era el mismo del cual el moribundo que le ofreció la vela le había hablado, se abrió paso entre sus subordinados para dirigirse a él. No se molestó en disimular una mueca de desagrado cuando el hombre estuvo a punto de toserle encima.
-Soy Zatch. –Habló cuando al fin dejaron de especular frente a su propia nariz de qué criatura se trataba o con qué intenciones estaba allí. No tuvo ganas siquiera de molestarse en aclarar que no era un maldito licántropo, sólo quería irse de ese infierno de una vez por todas. –Los ayudaré. Yo también estoy aquí por la loba. –Se encogió de hombros, no era como si tuviese otra opción. ¿Qué hacía a Talia tan importante y tan querida? Debía ser una excelente persona… o debía de estar muy buena como para movilizar a tantos hombres por ella. Se preguntó si alguien iría a rescatarlo a él en caso de que estuviese en el lugar de la licántropa. Lo dudaba mucho, nadie movilizaría a tantas personas por su vida.
Cuando al fin alejaron las espadas pudo apartar la espalda de la puerta. Se rascó la cabeza y observó al grupo con escepticismo, preguntándose cómo podrían un montón de al menos diez personas y un enorme zorro cruzar con sigilo el pasillo repleto de dríopes.
-Me han dicho que tú sabes el camino. –Se dirigió una vez más al cabecilla, quien asintió con desgano. –Tú y yo iremos a la cabeza. Supongo que ya todos saben cuán silenciosos hay que ser en estos pasillos, ¿verdad? –Observó con seriedad a los demás, quienes también afirmaron. Varias miradas recelosas depositadas sobre él le sugerían que más de uno desconfiaba de su mandato. No obstante nadie apeló palabra alguna, con lo cual decidió continuar. –Bien, pues vamos.
Con la misma delicadeza que tendría un carnicero cincuentón, el zorro pasó por sobre sus hombros el brazo de Andy para ayudarle a caminar con rapidez. No estaba dispuesto a perder al único que conocía el camino dentro de aquel laberinto infernal. Los otros, espadas en mano, se posicionaron detrás de ambos “líderes” en completo silencio. Zatch cerró por un momento los ojos y reunió la voluntad para salir allí una vez más. Suspiró. Cuando separó los párpados, abrió la puerta.
Justo frente a ellos se amontonaban numerosos dríopes estáticos en posiciones amenazantes, algunos con las ramas en alto dispuestos a seguir aporreando la entrada, otros ya habiéndose volteado para alejarse y regresar a sus posiciones. La visión resultaba escalofriante: aunque ninguno se movía, se podían sentir numerosos pares de pequeños ojos clavados en la espalda. El zorro miró de reojo hacia atrás para constatar que los humanos siguiesen allí. Y sí, ahí estaban. Algunos tenían cara de que estaban a punto de mearse encima. Andy, sin embargo, hizo un gesto con la cabeza para indicar que estaban listos para salir.
Fue difícil evadir todas las ramas que se cernían sobre ellos, más aún teniendo que contorsionarse mientras cargaba el peso de otra persona sobre sus hombros. La gente detrás suyo copiaba sus movimientos. Cuando levantaba una pata para evitar alguna hoja seca, todos los demás hacían lo mismo. El grupo se movía en sintonía y pronto el pasillo albergó once personas que se deslizaban con éxito entre los inertes hombres-árboles. Andy le indicaba con cabeceos hacia dónde debía girar cuando llegaban a alguna encrucijada de pasillos y todo marchaba viento en popa.
Hasta que la ronca tos de la mujer que antes había gritado en la celda rompió el silencio y, con ello, volvió a despertar a los enemigos. La mujer tuvo un ataque de carraspera tan agudo que cayó de rodillas al suelo mientras se llevaba las manos al pecho; seguramente tendría alguna infección respiratoria causada por la humedad, la mala alimentación, el frío y la suciedad. Durante un instante el grupo se debatió entre ayudarla o escapar; dos hombres se lanzaron hacia la mujer para levantarla mientras que Zatch decidió arrastrar con él a Andy hacia el lado contrario, siendo seguido por los seis humanos restantes. El líder forcejeó para que lo soltara, sin embargo el zorro no lo dejó ir. Sin mirar atrás, corrió con todas sus fuerzas aprovechando que la mayoría de los dríopes se concentraba en los tres pobres diablos que llamaban la atención con la tos y el griterío.
-¿¡Ahora hacia dónde!? –Susurró cuando volvieron a encontrarse en una intersección. Andy no quiso hablar, negándose a dejar atrás a sus aliados. ¡Maldito renegado! El zorro lo zarandeó y le propinó un codazo en las costillas, instándole a cooperar- ¡Te digo que hacia dónde, mierda! -¡Izquierda! ¡Gira a la izquierda!
Giró. Detrás de ellos las voces de sus compañeros se convirtieron en violentos gritos y súplicas. Zatch pudo escuchar con su aguda audición, esa que en momentos como aquel maldecía, cómo la carne ajena era desgarrada y las extremidades arrancadas hasta que el griterío cesó. Las personas que lo seguían sollozaban en el más absoluto silencio.
Pocos metros caminaron luego de doblar a la izquierda. Cuando llegaron a una imponente puerta de madera, el líder humano le indicó que entrasen. Abrió la entrada de una patada y lanzó dentro al hombre, permitiendo que los demás pasasen antes que él para entrar por último y cerrar la puerta. La habitación se inundó de suspiros, respiraciones agitadas y lamentos contenidos. El zorro apoyó la nuca contra la dura superficie y miró hacia arriba, agotado. La vela, como si hubiese esperado fielmente hasta ya no ser útil, se apagó justo en ese instante.
Esta habitación era distinta. Tenía ventanas más grandes que permitían entrar la tenue luz natural de la noche y estaba apenas un poco más limpia. –Esta es la sala principal. –Masculló Andy con la vista clavada en el suelo.
Zatch
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Re: El peldaño decisivo [Cerrado] [Trama] [Libre/Interpretativo]
La lluvia no cesaba. Aumentaba su poder conforme todo avanzaba, como si lo peor aún no hubiese llegado. Era hora de que el momento decisivo se materializara delante de nosotros, En mi caso, subía el montón de escaleras, apresurado en preocupaciones y pensamientos negativos. A pesar de todo esto, mis expresiones seguían siendo divertidas, como si aún no sucediese nada. Todo estaba bajo control ahora que me hallaba dentro, subiendo los escalones y ayudado por uno de mis secuaces. Solo me preguntaba una cosa, la cual me tenía confundido. ¿Dónde estaba Andy?, ¿qué pasó con él?. Noté que alguien me seguía detrás, y era nada más ni nada menos que Máyic, quien se había unido después de verme derrotar a todos los guardias. No le di muchísima importancia, ni siquiera la necesaria; no tenía tiempo de nada. El barbudo trataba de igualar mis pasos, pero le era imposible por su mortalidad y vejez. Señor, espéreme.-Apenas pronunció el mago, a punto de desmayarse ante la mala recepción de exhalaciones. Sus pulmones se quemaban, escuchándose los jadeos de suplica.
Deja eso, Máyic.-Me detuve con los brazos cruzados, mientras que mis ojos inspeccionaban el techo en una expresión burlona. -Ya terminó todo eso. Ahora iré a acabar con ese maldito humano y nuestra alianza se puede ir al carajo.-Sin más preámbulo, aumenté la velocidad, sintiendo la mirada desilusionada del brujo. Él lo sabía, todos lo sabíamos; esto acabaría después de que Hon fuera asesinado. Se quedó inmóvil, sin embargo vi que reaccionó después de varios segundos. Me siguió, puesto que no tenía otro rumbo más eficaz. Tal ves había sido muy duro, teniendo en cuenta que los tres crecieron conmigo al lado. Me han visto como padre, como ejemplo a seguir, como el jefe del equipo. Siempre arriesgaron sus vidas para salvarme, y también se protegieron entre sí. Era como abandonar tu familia, quienes alguna vez te vieron como un progenitor.
Finalmente llegamos a una habitación inmensa con muchísimas ventanas. Estaba iluminada, y habían varias velas repartidas por las paredes. Su presencia era bastante aceptable, considerando las alfombras y las pequeñas muestras de arte que yacían en cada muro. Alfombras de animales, una pulida mesa de roble en la mitad, y varias copas de vino posicionadas encima de esta. Enarqué una ceja, aunque accedí a tomar una de estas. Era imposible resistirme al alcohol, y menos en situaciones como esas. Bebí hasta el fondo, calmando la creciente sed de sangre. -Ahhh, delicioso...-Gemí del placer, sin poder ignorar el erótico sabor a cereza que tenía este. ¿Cómo sabía Hon que ese era mi sabor favorito?, muchísimas incógnitas.
Al girar mi cabeza, noté que Zatch estaba allí. Sonreí y me alegré que Andy estaba con él. Me pregunté cómo se conocieron, pese a que estaban juntos e intercambiando algunas palabras. -Así que ya todos estamos reunidos...-Relamí mis labios y me acerqué al lobo en pasos lentos, firmes y danzantes. -Eres una bestia muy audaz. Sin duda lograrás entrar al gremio.-Pasé mi índice empapado de vino por los labios del ser.
-Pensé que no ibas a venir, Paul...-Pronunció el muchacho, mientras que cubría su rostro de la molesta luz. Estuve a punto de dar un comentario sobre ello, pero una voz conocida se encargó de invadir el silencio del espacio. Volteé mi rostro y vi al culpable de cada una de mis penas como vampiro. No pronuncié nada, si no más bien intenté expresar mi típico humor. -Buen gusto para ser un mortal. El vino de cereza es bastante delicioso.-
-Bueno, deberías agradecerle a Talia. Ella me lo dijo-El silencio se apoderó del lugar, después verlo aparecer, mientras que alguien se arrastraba por el suelo detrás de su complexión. Al lado estaba Lemus, quien no dejaba de observar el rostro de Zatch, aún sin decir nada. -¿No, loba?.-.
Todos quedamos expectantes. ¿A quién le hablaba?, ¿dónde estaba ella?. Apenas iba emergiendo una silueta, que se esforzaba por aparecer delante. Andy esperaba por su amor, alguien que nunca le correspondió, pero que batalló durante meses por verla y salvarla de tantas injusticias. Máyic no pronunció nada, y escondía su rostro bajo la capa. Él sabía que le preocupaba la licántropa, pero no quería demostrarlo. Y por último, mi sonrisa fue apagándose lentamente, arrugándose y desapareciéndose con velocidad. Mi ceño se frunció, más y más, como si no hubiese un límite. Los juegos se acabaron, las burlas se esfumaron, y ahora me enfrentaba a la realidad, a lo que veía ahora. Nadie podía creerlo, incluso sentí que alguien estaba manipulando mi mente, sentí que no era ella, sentí que pronto despertaría de ese sueño enredado en angustia y miedo. Era real... Más real que nada...
El rostro de la mujer estaba magullado, envuelto en una capa seca de sangre. Sus pómulos no tenían color, y eran blancos al punto de parecer su hueso. Sus mejillas tenían cicatrices profundas y abiertas, donde infortunadamente se veían sus dientes desgastados, que de tanto morder el suelo, fueron consumidos hasta reducirse a la medida de la rojiza encía. Sus ojos grises no tenían un enfoque exacto, solo miraban al vacío. La esclerótica tenía un color granate, y sus iris ya no relucía como antes. Su cabello estaba sucio y pegado entre ellos, endurecidos ante el montón de sangre que reposó allí por meses. Vi su cuello, y no era nada tranquilizante para mí. Estaba a punto de desprenderse, mutilado profundamente hasta que la carne dejara de producir fluidos amarillentos. Las clavículas estaban peladas, y el hueso de esta se exhibían en un grisáceo estado de descomposición. Sus pecho estaba perforado y con profundos hoyos en éstos, donde se sabe que el líquido carmesí alguna vez se regó hasta el cansancio. Sus brazos no se movían, probablemente por que sus codos apuntaban a otra dirección, o porque sus hombros se veían dislocados. Cada falange de sus dedos parecían estar dobladas, partidas como simples fichas de un juego. Su columna parecía no funcionar, y quizá era la razón por la cual su mejilla estaba recostada en la rodilla. Por último, y quizá lo más insignificante, las cejas se hallaban suplicantes, probablemente había sufrido tanto que su comportamiento se acostumbró al de una pobre niña asustada, ahogada en su propio sudor.
Inhale con ganas, y exhalé con un suspiro agresivo. Apreté la empuñadura de mi espada, al igual que mis secuaces dieron un paso adelante, todos compartiendo la misma furia defensora. Me dirigí con velocidad, pero lamentablemente algo me detuvo. Unos pasos potentes hicieron que la construcción empezara a temblar de manera intensa. No logré mantener la compostura, y tuve que arrodillarme. -¿¡AHORA QUÉ!?-Vociferé entre tanta confusión, tratando de controlar los impulsos de arrancarle el cuello al humano.
-Bueno, es hora de que mi mascota se una a la fiesta.-Hon desenvainó su espada, concentrado justamente en la nuca de la mujer. -Y de que esta perra muera como debe ser...-.
Quedé estupefacto, y no supe en qué pensar. ¿Qué seguía?, ¿cuál era el siguiente movimiento?. No lo sabía, pero tenía claro que ahora asumía las responsabilidades de ser un jefe. -¡Máyic y Andy!, ¡Vosotros me ayudaréis a vencer al...!-Al llegar, derrumbó todo ante su medida.
-Manticore...-Pronuncié al ver la raza de la criatura. Así es, era un Manticore.
"Se trata de una bestia muy fuerte, que habita en su normalidad cuevas entre la gran estepa y la llanura nevada, aunque se han visto algunos ejemplares en la isla de los brujos."
"Se trata de un animal con cabeza similar a la de un león, con su pelaje característico, aunque en vez de cabellos porta espinas. "
-¿Qué diablos?, ese era el animal encerrado en las celdas. ¿¡Qué diablos hace aquí!?-
-¡Eso no importa ahora!. ¡Zatch!, ¡Encárgate de salvar a Talia!.-Dije sin pensarlo dos veces, para después saltar y enfrentarme junto al león con los secuaces.
Deja eso, Máyic.-Me detuve con los brazos cruzados, mientras que mis ojos inspeccionaban el techo en una expresión burlona. -Ya terminó todo eso. Ahora iré a acabar con ese maldito humano y nuestra alianza se puede ir al carajo.-Sin más preámbulo, aumenté la velocidad, sintiendo la mirada desilusionada del brujo. Él lo sabía, todos lo sabíamos; esto acabaría después de que Hon fuera asesinado. Se quedó inmóvil, sin embargo vi que reaccionó después de varios segundos. Me siguió, puesto que no tenía otro rumbo más eficaz. Tal ves había sido muy duro, teniendo en cuenta que los tres crecieron conmigo al lado. Me han visto como padre, como ejemplo a seguir, como el jefe del equipo. Siempre arriesgaron sus vidas para salvarme, y también se protegieron entre sí. Era como abandonar tu familia, quienes alguna vez te vieron como un progenitor.
Finalmente llegamos a una habitación inmensa con muchísimas ventanas. Estaba iluminada, y habían varias velas repartidas por las paredes. Su presencia era bastante aceptable, considerando las alfombras y las pequeñas muestras de arte que yacían en cada muro. Alfombras de animales, una pulida mesa de roble en la mitad, y varias copas de vino posicionadas encima de esta. Enarqué una ceja, aunque accedí a tomar una de estas. Era imposible resistirme al alcohol, y menos en situaciones como esas. Bebí hasta el fondo, calmando la creciente sed de sangre. -Ahhh, delicioso...-Gemí del placer, sin poder ignorar el erótico sabor a cereza que tenía este. ¿Cómo sabía Hon que ese era mi sabor favorito?, muchísimas incógnitas.
Al girar mi cabeza, noté que Zatch estaba allí. Sonreí y me alegré que Andy estaba con él. Me pregunté cómo se conocieron, pese a que estaban juntos e intercambiando algunas palabras. -Así que ya todos estamos reunidos...-Relamí mis labios y me acerqué al lobo en pasos lentos, firmes y danzantes. -Eres una bestia muy audaz. Sin duda lograrás entrar al gremio.-Pasé mi índice empapado de vino por los labios del ser.
-Pensé que no ibas a venir, Paul...-Pronunció el muchacho, mientras que cubría su rostro de la molesta luz. Estuve a punto de dar un comentario sobre ello, pero una voz conocida se encargó de invadir el silencio del espacio. Volteé mi rostro y vi al culpable de cada una de mis penas como vampiro. No pronuncié nada, si no más bien intenté expresar mi típico humor. -Buen gusto para ser un mortal. El vino de cereza es bastante delicioso.-
-Bueno, deberías agradecerle a Talia. Ella me lo dijo-El silencio se apoderó del lugar, después verlo aparecer, mientras que alguien se arrastraba por el suelo detrás de su complexión. Al lado estaba Lemus, quien no dejaba de observar el rostro de Zatch, aún sin decir nada. -¿No, loba?.-.
Todos quedamos expectantes. ¿A quién le hablaba?, ¿dónde estaba ella?. Apenas iba emergiendo una silueta, que se esforzaba por aparecer delante. Andy esperaba por su amor, alguien que nunca le correspondió, pero que batalló durante meses por verla y salvarla de tantas injusticias. Máyic no pronunció nada, y escondía su rostro bajo la capa. Él sabía que le preocupaba la licántropa, pero no quería demostrarlo. Y por último, mi sonrisa fue apagándose lentamente, arrugándose y desapareciéndose con velocidad. Mi ceño se frunció, más y más, como si no hubiese un límite. Los juegos se acabaron, las burlas se esfumaron, y ahora me enfrentaba a la realidad, a lo que veía ahora. Nadie podía creerlo, incluso sentí que alguien estaba manipulando mi mente, sentí que no era ella, sentí que pronto despertaría de ese sueño enredado en angustia y miedo. Era real... Más real que nada...
El rostro de la mujer estaba magullado, envuelto en una capa seca de sangre. Sus pómulos no tenían color, y eran blancos al punto de parecer su hueso. Sus mejillas tenían cicatrices profundas y abiertas, donde infortunadamente se veían sus dientes desgastados, que de tanto morder el suelo, fueron consumidos hasta reducirse a la medida de la rojiza encía. Sus ojos grises no tenían un enfoque exacto, solo miraban al vacío. La esclerótica tenía un color granate, y sus iris ya no relucía como antes. Su cabello estaba sucio y pegado entre ellos, endurecidos ante el montón de sangre que reposó allí por meses. Vi su cuello, y no era nada tranquilizante para mí. Estaba a punto de desprenderse, mutilado profundamente hasta que la carne dejara de producir fluidos amarillentos. Las clavículas estaban peladas, y el hueso de esta se exhibían en un grisáceo estado de descomposición. Sus pecho estaba perforado y con profundos hoyos en éstos, donde se sabe que el líquido carmesí alguna vez se regó hasta el cansancio. Sus brazos no se movían, probablemente por que sus codos apuntaban a otra dirección, o porque sus hombros se veían dislocados. Cada falange de sus dedos parecían estar dobladas, partidas como simples fichas de un juego. Su columna parecía no funcionar, y quizá era la razón por la cual su mejilla estaba recostada en la rodilla. Por último, y quizá lo más insignificante, las cejas se hallaban suplicantes, probablemente había sufrido tanto que su comportamiento se acostumbró al de una pobre niña asustada, ahogada en su propio sudor.
Inhale con ganas, y exhalé con un suspiro agresivo. Apreté la empuñadura de mi espada, al igual que mis secuaces dieron un paso adelante, todos compartiendo la misma furia defensora. Me dirigí con velocidad, pero lamentablemente algo me detuvo. Unos pasos potentes hicieron que la construcción empezara a temblar de manera intensa. No logré mantener la compostura, y tuve que arrodillarme. -¿¡AHORA QUÉ!?-Vociferé entre tanta confusión, tratando de controlar los impulsos de arrancarle el cuello al humano.
-Bueno, es hora de que mi mascota se una a la fiesta.-Hon desenvainó su espada, concentrado justamente en la nuca de la mujer. -Y de que esta perra muera como debe ser...-.
Quedé estupefacto, y no supe en qué pensar. ¿Qué seguía?, ¿cuál era el siguiente movimiento?. No lo sabía, pero tenía claro que ahora asumía las responsabilidades de ser un jefe. -¡Máyic y Andy!, ¡Vosotros me ayudaréis a vencer al...!-Al llegar, derrumbó todo ante su medida.
-Manticore...-Pronuncié al ver la raza de la criatura. Así es, era un Manticore.
"Se trata de una bestia muy fuerte, que habita en su normalidad cuevas entre la gran estepa y la llanura nevada, aunque se han visto algunos ejemplares en la isla de los brujos."
"Se trata de un animal con cabeza similar a la de un león, con su pelaje característico, aunque en vez de cabellos porta espinas. "
-¿Qué diablos?, ese era el animal encerrado en las celdas. ¿¡Qué diablos hace aquí!?-
-¡Eso no importa ahora!. ¡Zatch!, ¡Encárgate de salvar a Talia!.-Dije sin pensarlo dos veces, para después saltar y enfrentarme junto al león con los secuaces.
Paul Brown Moreau
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Re: El peldaño decisivo [Cerrado] [Trama] [Libre/Interpretativo]
Zatch se permitió unos minutos de calma para reponerse antes de regresar a la acción. Aún debían encontrar a la loba y hacerse cargo de unos cuantos cabos sueltos antes de poder salir de allí ojalá, pensó, en una sola pieza. Mientras respiraba profundamente y se concentraba para dejar el nerviosismo atrás y volver en sí, pues nada bueno traería mantenerse en ese estado catatónico luego de lo ocurrido en el pasillo, se dedicó a observar con mayor detenimiento la habitación donde se encontraban. Poco tenía que ver con el caótico exterior; de haber emergido directamente allí desde el hoyo hubiese pensado que se encontraba en una especie de mansión semi-abandonada. Tras separarse del portón dio una vuelta por los alrededores mirando los cuadros, la mesa principal y las tremebundas alfombras con animales con los cuales se sintió pavorosamente identificado. Volvió a verse en la necesidad de tomar aire, por lo que se acercó a los ventanales. Las ramas de gruesos árboles añejos arañaban los vidrios. Estaba terminando de abrir una de las hojas para que entrase la húmeda brisa cuando la puerta chirrió abriéndose a sus espaldas.
Allí estaba el vampiro, sano, salvo y con ese porte calmado que comenzaba a ponerle los pelos de punta. Además, venía acompañado. ¿Acaso había escapado sin ningún esfuerzo del embrollo en la entrada mientras que él se enfrentaba a la peor parte? Lo maldijo entre dientes, más aún al ver cuánto tardaba en reparar en su presencia. El desgraciado hasta se dio el lujo de beber de ese vino sin siquiera plantearse la posibilidad de que estuviese envenenado. Apretó los puños con crecientes ganas de romperle la cara cuando, por fin, la vampírica mirada se posó sobre él y los andrajosos humanos.
Cuando el pelinegro se acercó, Zatch se limitó a mirarlo con obvio desprecio. –Más te vale, Moreau, más te vale. –Murmuró al tiempo en que, asqueado, se limpiaba los labios con el antebrazo. Que ese imbécil fuese el nexo entre él y aquel supuesto gremio no justificaba que tuviese que aguantar esa estúpida actitud altiva. Se prometió que cuando ya hubiese pasado todo y conseguido su objetivo, no aceptaría verse nunca más envuelto en alguna estúpida misión con él.
No hubo tiempo para demasiada tertulia. Pocos minutos después de la llegada del vampiro y compañía, una nueva presencia se abrió paso en la entrada. Era el hombre que había visto por la ventana cuando estaban afuera, a su lado estaba el toro-sarnoso y detrás de ambos reptaba una criatura más parecida a los despojos humanos con los que solían jugar los nigromantes que a un ser vivo. A su olfato llegó nuevamente el vomitivo aroma prefacio de la muerte.
-¿Esa es…? –No hizo falta finalizar la interrogante. Le bastó mirar alrededor y encontrarse con las devastadas expresiones del vampiro, de Andy y sus subordinados, algunos quienes incluso se limpiaban con presura las lágrimas que les caían por las mejillas. Era difícil imaginar que ese cuerpo vejado, destrozado sistemáticamente a lo largo de quién sabía cuánto tiempo, pertenecía a una orgullosa licántropo. Zatch sintió el fuego de la ira subiéndole por la boca del estómago y miró de reojo al chupasangre en busca de algún indicio que le indicase cómo debían accionar.
No obstante, todavía quedaba alguien por llegar a la reunión. El suelo vibró a sus pies y, mientras hacía equilibrio para no caer, alzó la mirada encontrándose con el frío par de sonrisas del asqueroso humano y el hombre capra. Hasta ese momento no le había importado en lo más mínimo, sin embargo ahora una pregunta le retumbaba con insistencia en la mente: ¿Qué había hecho ese vampiro para que aquellas personas se ensañasen tanto en hacer su vida miserable junto a la de sus secuaces? Parecían dispuestos a subyugar a todos quienes fuesen fieles al chupasangre, y... vaya que tenían medios para llevar sus planes a cabo.
Un enorme cuadrúpedo cuyo rejunte de piezas de distintos animales causó en Zatch un severo desconcierto apareció entre rugidos que se le hicieron conocidos. El zorro dio un paso atrás al tiempo en que observaba con estupefacción los acontecimientos. ¿Habían dicho “Manticore”? Era la primera vez que veía uno. Oh, bueno, al menos habría aprendido algo nuevo antes de morir.
Permanecía boquiabierto y estático, contemplando seriamente la posibilidad de escapar por una de las ventanas, cuando su nombre tronó en la sala obligándole a salir del estupor. El vampiro le encargaba la vida de aquel ser cuya existencia apenas pendía de un hilo. ¿No era aquello demasiada responsabilidad? Fijó la mirada en la punta de la espada de Hon, quien observaba con satisfacción el lío causado por su “mascota”. Lemus, sin embargo, le miraba fijamente con aires desafiantes. ¡No tenía tiempo para lidiar con ese imbécil! Además sería difícil, si no imposible, cruzar la habitación hasta donde estaban ellos sin ser atrapado por el mantícore. Gruñó, devanándose los sesos para encontrar una solución práctica en tan escasos segundos.
Y entonces volvió a mirar los ventanales. Allí estaba la respuesta.
El zorro esbozó una sonrisa socarrona que hizo a Lemus arquear una ceja. Alzó la mano en un ademán de despedida y se dio la media vuelta para salir corriendo hacia la ventana que había abierto al llegar al salón. Así de simple, no dudó en pegar un salto tras el cual se perdió entre el ramaje de los árboles lindantes, afortunadamente cercanos a las paredes y bastante pegados entre sí.
Aquella había sido una de las mejores huidas de su vida.
-¡JA! –Lemus dejó escapar una risotada al tiempo en que fijaba su mirada en Moreau- Vaya que te has rodeado de buenos secuaces, ¿eh? ¡Siempre supe que era un cobarde! ¡Ya ves lo que ganas por confiar en un zorro embustero! –El cornudo rió con sorna, suscitando en Hon una media sonrisa y en Talia la inconfundible mueca de resignación.
Las risas, no obstante, se vieron interrumpidas por el estruendo de vidrios haciéndose añicos justo detrás de ellos. La figura como la pupa de una mariposa envuelta en una capa verde entró “volando” entre cristales rotos. Había sido mucho más fácil salvar la distancia de una punta de la habitación a la otra desde afuera, evitando el riesgo del rabioso mantícore y asegurándose el factor sorpresa; usar los árboles como atajo no era nada extraordinario para un –prácticamente– animal salvaje. Tras poner los pies en el suelo, la capa se apartó dejando entrever a un sonriente zorro (no exento de arañazos causados por las ramas, por supuesto) que embistió a Hon ayudándose del impulso con el cual ya venía. Ambos cayeron con un golpe seco y rodaron debatiéndose en desesperados golpes que buscaban dominar al otro; Zatch puso todo su esmero en hacer que tirase lejos la espada. Entre fuertes sacudidas logró situarse encima, al fin y al cabo ese canalla no era un oponente realmente peligroso si se lo agarraba solo. Le puso su daga al cuello, permaneciendo sentado sobre él y rió.
-Vaya, parece que no eres nadie sin tus mascotas ni tus amiguitos, ¿eh, imbécil?
-Déjalo ir. Ahora. –A su vez, Zatch sintió también el frío filo del metal en su propio cuello. Lemus, que se le había puesto atrás, apretó más su espada en gesto amenazante. El zorro tragó en seco y miró los aterrorizados ojos del humano bajo él, meditando su decisión. ¿Había llegado hasta allí sólo para terminar en un vida por vida?
Suspiró. Al menos, pensó, Talia ya no estaba bajo la amenaza de ninguno de esos desgraciados.
Zatch
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Re: El peldaño decisivo [Cerrado] [Trama] [Libre/Interpretativo]
El gran monstruo rugió con una fuerza imparable, haciendo retroceder a la mayoría de los presentes. Los humanos, decididos y armados de valentía, se dirigieron a luchar contra los soldados. Afuera, parecía que la batalla de arcos ya estaba cesando al punto de que ninguna saeta surcaba los cielos. Mis ojos no lograban enfocarse en otro lugar que en estado de la joven, aún cuando el gran Manticore se encontraba delante de nosotros. Máyic empezó a atacarlo, usando aquellas flechas que explotaban al contacto de la piel o de un objeto. El animal gruñó el dolor, dando unos pasos atrás para observarnos. Fruncí el ceño mientras que veía los ojos grises del colosal oponente. No temí, ni siquiera di un paso hacia atrás. Sus garras estaban considerablemente cerca de mí, pero no retrocedí. Andy tampoco tenía miedo, el dolor lo atormentaba al punto de hacer lo que sea por salvar a su amor no correspondido.
-¡Rodeen al león!-Imploré con mucha preocupación. el animal se resistía demasiado, y no era algo que extrañara dado que su resistencia se incrementaba ante ese gran tamaño. Una vez que la criatura dejó caer su cola, el rubio corrió con una buena velocidad por encima de esta con sus garras listas y extendidas a los extremos. Si de algo destacaba el muchacho, era de su agilidad al pelear. Parecía que la adrenalina anestesiaba las heridas de su cuerpo. -¡No, su espada es escamosa. Es imposible de atacar!-Habló el brujo al ver que el secuaz mortal caminaba por el lomo. No supe cómo ayudar, así que llame la atención del mitad escorpión para que me agrediera.
Cada vez que su pata se desplaza al suelo, no tenía dificultad en destrozarlo por completo. -Mierda, así me matará...-Esquivé varias veces hasta que un golpe me embistió, empujando mi cuerpo hasta una de las paredes. Aprovechó el impacto para usar sus alas y volar consigo, en un movimiento apresurado para aplastarme contra el muro. Cubrí mi pecho con los brazos, sin embargo no fue muy convencional. Mis huesos empezaron a tronar, en ser levemente agrietados ante la energía del ser. Solté un alarido y miré a Andy, quien aún seguía en la espalda de la quimera. -¿Q...Qué estás esperando?...-
El joven pegó un salto inhumano, evitando quedar clavado en los cabellos de espinas que portaba el ser. Al quedar justo arriba del rostro, alistó sus garras de acero y las enterró en la frente del Manticore. El silencio se extendió por unos minutos. A partir de ahí, los quejidos en forma de gutural se volvían intensos, viéndose como se sacudía el engendro de izquierda a derecha, hasta que Andy cayó en el suelo, cansado y boca arriba.
Me decepcioné al ver que el zorro había escapado, aunque no me di por vencido. Pensé en alguna forma para interceptar la espada de Hon antes de que acabara con la muchacha. Las cosas se volvían densas, sentía que en algún momento mi cabeza iba a colapsar. De repente, este volvió impulsado y con leves cortes de ramas en su cuerpo. Mi tranquilidad volvió y desvié mi mirada. Sabía que Zatch lo tenía bajo control.
Afortunadamente el león me soltó, pero después empezó a darme garrazos, los cuales bloqueé sin ningún problema con mi florete. Sus alas se expandieron, y fue el momento para deshacerme de ellas. Diez estocadas fueron contadas. Todas se deshicieron de la capacidad de volar. La criatura se descontroló, atacando de modo aleatorio a todos los lados. Una en boca, Máyic.-Pronuncié seriamente, para después, terminar de quitarme los trozos de ropa que quedaban. Quedé con el torso desnudo.
-Como usted ordene.-El dardo voló al hocico del Manticore. Era cuestión de segundos para que la gran amenaza fuera exterminada. La explosión fue lo siguiente, causando que los sesos del animal vuelen por todas las partes hasta volverse un verdadero charco de sangre. Las miradas quedaron en el vampiro, quien se acercaba lentamente a la escena que sucedía.
Un poderoso puñetazo retumbó por toda la construcción. Fue tan fuerte que se escucharon los huesos crujir, el contacto distorsionarse y las bocas abrirse de semejante agresividad. Lemus cayó al suelo en una confusión tremenda, ni era capaz de saber lo que pasó. El hombre Capra retrocedió, gateando hacia atrás. vio mi gran silueta y mi mano humeante después de tremendo puño que le había propinado. Los nudillos se veían intimidatorios. -Ni se te ocurra hacerle eso, imbécil.-Pronuncié con bastante furia. El zorro estaba detrás de mí, probablemente preocupado de lo que anteriormente iba a suceder.
-Última petición, Zatch. Acaba con Lemus, y déjame este tipo a mí.-Dije en un tono grave, susurrando a su oído y dejando que mi aliento caliente invada el pabellón de su oreja.
-Ah, ¿quieres matarme, vampiro?.-Hon apartó la daga de la bestia, ahora en una sonrisa.
-Sí, maldito.-
______________________-¡Rodeen al león!-Imploré con mucha preocupación. el animal se resistía demasiado, y no era algo que extrañara dado que su resistencia se incrementaba ante ese gran tamaño. Una vez que la criatura dejó caer su cola, el rubio corrió con una buena velocidad por encima de esta con sus garras listas y extendidas a los extremos. Si de algo destacaba el muchacho, era de su agilidad al pelear. Parecía que la adrenalina anestesiaba las heridas de su cuerpo. -¡No, su espada es escamosa. Es imposible de atacar!-Habló el brujo al ver que el secuaz mortal caminaba por el lomo. No supe cómo ayudar, así que llame la atención del mitad escorpión para que me agrediera.
Cada vez que su pata se desplaza al suelo, no tenía dificultad en destrozarlo por completo. -Mierda, así me matará...-Esquivé varias veces hasta que un golpe me embistió, empujando mi cuerpo hasta una de las paredes. Aprovechó el impacto para usar sus alas y volar consigo, en un movimiento apresurado para aplastarme contra el muro. Cubrí mi pecho con los brazos, sin embargo no fue muy convencional. Mis huesos empezaron a tronar, en ser levemente agrietados ante la energía del ser. Solté un alarido y miré a Andy, quien aún seguía en la espalda de la quimera. -¿Q...Qué estás esperando?...-
El joven pegó un salto inhumano, evitando quedar clavado en los cabellos de espinas que portaba el ser. Al quedar justo arriba del rostro, alistó sus garras de acero y las enterró en la frente del Manticore. El silencio se extendió por unos minutos. A partir de ahí, los quejidos en forma de gutural se volvían intensos, viéndose como se sacudía el engendro de izquierda a derecha, hasta que Andy cayó en el suelo, cansado y boca arriba.
Me decepcioné al ver que el zorro había escapado, aunque no me di por vencido. Pensé en alguna forma para interceptar la espada de Hon antes de que acabara con la muchacha. Las cosas se volvían densas, sentía que en algún momento mi cabeza iba a colapsar. De repente, este volvió impulsado y con leves cortes de ramas en su cuerpo. Mi tranquilidad volvió y desvié mi mirada. Sabía que Zatch lo tenía bajo control.
Afortunadamente el león me soltó, pero después empezó a darme garrazos, los cuales bloqueé sin ningún problema con mi florete. Sus alas se expandieron, y fue el momento para deshacerme de ellas. Diez estocadas fueron contadas. Todas se deshicieron de la capacidad de volar. La criatura se descontroló, atacando de modo aleatorio a todos los lados. Una en boca, Máyic.-Pronuncié seriamente, para después, terminar de quitarme los trozos de ropa que quedaban. Quedé con el torso desnudo.
-Como usted ordene.-El dardo voló al hocico del Manticore. Era cuestión de segundos para que la gran amenaza fuera exterminada. La explosión fue lo siguiente, causando que los sesos del animal vuelen por todas las partes hasta volverse un verdadero charco de sangre. Las miradas quedaron en el vampiro, quien se acercaba lentamente a la escena que sucedía.
Un poderoso puñetazo retumbó por toda la construcción. Fue tan fuerte que se escucharon los huesos crujir, el contacto distorsionarse y las bocas abrirse de semejante agresividad. Lemus cayó al suelo en una confusión tremenda, ni era capaz de saber lo que pasó. El hombre Capra retrocedió, gateando hacia atrás. vio mi gran silueta y mi mano humeante después de tremendo puño que le había propinado. Los nudillos se veían intimidatorios. -Ni se te ocurra hacerle eso, imbécil.-Pronuncié con bastante furia. El zorro estaba detrás de mí, probablemente preocupado de lo que anteriormente iba a suceder.
-Última petición, Zatch. Acaba con Lemus, y déjame este tipo a mí.-Dije en un tono grave, susurrando a su oído y dejando que mi aliento caliente invada el pabellón de su oreja.
-Ah, ¿quieres matarme, vampiro?.-Hon apartó la daga de la bestia, ahora en una sonrisa.
-Sí, maldito.-
Off: Batalla Final. Puedes narrar un combate contra Lemus. (Tienes el derecho de usar el PNJ)
Paul Brown Moreau
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Re: El peldaño decisivo [Cerrado] [Trama] [Libre/Interpretativo]
Breve fue el lapso en que verdaderamente temió por su vida. Por fortuna, sus acciones habían sido bastante sincronizadas respecto a las del vampiro y éste no tardó en hacerse presente para librarlo de la amenaza del enemigo. Tras oír un contundente golpe a sus espaldas, la fría espada se apartó de su cuello sin cercenarle la yugular en el transcurso, gracias a los dioses, y el macizo cuerpo de Lemus impactó pocos metros detrás de él. Sintió entonces que su espacio personal era invadido una vez más por el chupasangre para indicarle su siguiente y última tarea. Claro, no tenía problema con seguir sus órdenes, pero… ¿era necesario que las pidiese siempre de manera tan insinuante? Ceñudo, se puso de pie dispuesto a alejarse del desagradable humano no sin antes propinarle un buen pisotón en el estómago.
Viró entonces la mirada para encontrarse con el caprino. Alguien con un código de honor le hubiese permitido levantarse y empuñar la espada para tener una pelea justa; Zatch, por suerte, no era de ese tipo de personas.
Se lanzó al ataque antes que el cornudo pudiese siquiera entender lo que sucedía. Daga en mano, alzó la pata derecha para asestarle una patada en la cabeza, justo entre la cornamenta, y así obligarlo a caer hacia atrás. El cráneo del monstruo resultó inesperadamente sólido y el golpe no resultó tan contundente como él había esperado; sin embargo sirvió para aturdirlo un poco más de lo que ya estaba. Aprovechando la oportunidad lo intentó por segunda vez. Con la siguiente patada logró que se reclinase hacia atrás y entonces le saltó encima, llevándole la daga al cuello.
Al parecer Lemus era un hueso difícil de roer. Debía tener el cerebro muy bien protegido gracias a la defensa extra proporcionada por sus astas, pues aún mantenía la consciencia siendo que una persona normal hubiese tenido problemas para sobrevivir a tantos golpes en la mollera. La bestia se debatió bajo él, sacudiendo la cabeza de un lado a otro en desesperados intentos por herir a Zatch con sus punzones de hueso. La punta de uno de éstos se le incrustó en el pecho y en una de las bruscas zarandeadas le rasgó el pectoral izquierdo de extremo a extremo. Inclinándose de dolor, el zorro fue incapaz de contener un gruñido que retumbó en la sala. Harto, apretó con más fuerza la daga aunque tuviese que reclinarse un poco más hacia adelante, sin embargo intentó alejar el rostro tanto como fuese posible, procurando por todos los medios evitar que ese maldito cornudo lo dejase tuerto.
-¡Basta, basta! ¡No puedes hacerme esto, Zatch! –La bestia parecía haber llegado al punto de desesperación en que veía al diálogo como la última salida. El zorro frunció el entrecejo y estiró la mano libre para tomarlo de un cuerno y así intentar impedir sus sacudidas- Claro que puedo, ¡solo mira cómo te…! -¡No me mates! ¿¡Acaso no me recuerdas!? –Zatch no aflojó el agarre. Lo miró a los ojos durante un instante, como analizándolo, antes de bufar con desinterés. –No. Lo siento, soy muy malo para los rostros. –Una nueva zarandeada lo obligó a apartarse ligeramente hacia atrás. ¡Hijo de puta! ¿Por qué siempre le daban tantos problemas para dejarse cortar el cogote?
-¡Yo sé dónde está tu madre!
La última aseveración fue como un chorro de agua fría estampándosele contra el rostro. Alzó ligeramente las cejas y observó una vez más, silente, la cara de aquel hombre. Zatch no mentía: difícilmente recordaba a las personas con las que trataba luego de cierto tiempo. ¿Quién era ese tipo? Recordó que un rato antes, cuando estaban afuera, se había referido a él como un huérfano. ¿Cómo lo sabía? Dudó. Y la duda era el peor enemigo de los asesinos, era consciente de ello. No podía permitirse emblandecer ante el truco tan sucio de mencionar a su madre. Su mirada, no obstante, no pudo expresar nada más que cierta melancolía reprimida.
-No me interesa. –Fingió apatía. Él también creía saber dónde estaba su progenitora: en Roilkat, junto al resto de su despreciable familia. Se convenció de que no le importaría si le decían lo contrario. De todas maneras no pensaba volver a tratar con esa gente jamás.
-Claro que sí, ¡no finjas! Hace no mucho tiempo estuve con ella, zorro. Te estaba buscando.
Zatch entrecerró los ojos. Vaya impertinencia. Hacía años que se nadie se preocupaba por él, y ahora aparecía un estúpido caprino soltándole esa sarta de estupideces. Tuvo la certeza de que si lo había olvidado, se debía a que formaba parte de su juventud muy temprana, aquella en que aún buscaba reencontrarse con su familia y le contaba respecto a aquello a todo quien conociese. Si ese tipejo había sido su amigo, ya no le importaba en lo absoluto; aquel Zatch ingenuo del pasado no existía desde hacía bastante tiempo. El de ahora, por suerte, era más inteligente... y mucho más frío.
Se retiró suavemente hacia atrás, apartando la daga de la garganta ajena. Lemus respiró con alivio y se miraron a los ojos durante algunos segundos. Achaparrando las orejas contra la cabeza, el zorro tomó aire y habló con la voz quebrada.
-¿De verdad estaba buscándome? Después… después de haberme abandonado…
-Sabes que no te abandonó. Ella estaba intentando…
La última palabra de Lemus se vio interrumpida por un gemido agónico, seco y terminante. La daga se le enterró en el pecho hasta la empuñadura y Zatch esperó con ambas manos en el mango a que la bestia bajo él parase de convulsionar. Sólo cuando vio la sangre manando del hocico ajeno se dignó a retirar el arma con esfuerzo y ponerse de pie. Sacudió la hoja hacia un costado, derramando gotas del líquido carmesí en el suelo, y observó con ojos inexpresivos al difunto caprino. Entonces murmuró con desgano:
-Te dije que no me interesaba.
Viró entonces la mirada para encontrarse con el caprino. Alguien con un código de honor le hubiese permitido levantarse y empuñar la espada para tener una pelea justa; Zatch, por suerte, no era de ese tipo de personas.
Se lanzó al ataque antes que el cornudo pudiese siquiera entender lo que sucedía. Daga en mano, alzó la pata derecha para asestarle una patada en la cabeza, justo entre la cornamenta, y así obligarlo a caer hacia atrás. El cráneo del monstruo resultó inesperadamente sólido y el golpe no resultó tan contundente como él había esperado; sin embargo sirvió para aturdirlo un poco más de lo que ya estaba. Aprovechando la oportunidad lo intentó por segunda vez. Con la siguiente patada logró que se reclinase hacia atrás y entonces le saltó encima, llevándole la daga al cuello.
Al parecer Lemus era un hueso difícil de roer. Debía tener el cerebro muy bien protegido gracias a la defensa extra proporcionada por sus astas, pues aún mantenía la consciencia siendo que una persona normal hubiese tenido problemas para sobrevivir a tantos golpes en la mollera. La bestia se debatió bajo él, sacudiendo la cabeza de un lado a otro en desesperados intentos por herir a Zatch con sus punzones de hueso. La punta de uno de éstos se le incrustó en el pecho y en una de las bruscas zarandeadas le rasgó el pectoral izquierdo de extremo a extremo. Inclinándose de dolor, el zorro fue incapaz de contener un gruñido que retumbó en la sala. Harto, apretó con más fuerza la daga aunque tuviese que reclinarse un poco más hacia adelante, sin embargo intentó alejar el rostro tanto como fuese posible, procurando por todos los medios evitar que ese maldito cornudo lo dejase tuerto.
-¡Basta, basta! ¡No puedes hacerme esto, Zatch! –La bestia parecía haber llegado al punto de desesperación en que veía al diálogo como la última salida. El zorro frunció el entrecejo y estiró la mano libre para tomarlo de un cuerno y así intentar impedir sus sacudidas- Claro que puedo, ¡solo mira cómo te…! -¡No me mates! ¿¡Acaso no me recuerdas!? –Zatch no aflojó el agarre. Lo miró a los ojos durante un instante, como analizándolo, antes de bufar con desinterés. –No. Lo siento, soy muy malo para los rostros. –Una nueva zarandeada lo obligó a apartarse ligeramente hacia atrás. ¡Hijo de puta! ¿Por qué siempre le daban tantos problemas para dejarse cortar el cogote?
-¡Yo sé dónde está tu madre!
La última aseveración fue como un chorro de agua fría estampándosele contra el rostro. Alzó ligeramente las cejas y observó una vez más, silente, la cara de aquel hombre. Zatch no mentía: difícilmente recordaba a las personas con las que trataba luego de cierto tiempo. ¿Quién era ese tipo? Recordó que un rato antes, cuando estaban afuera, se había referido a él como un huérfano. ¿Cómo lo sabía? Dudó. Y la duda era el peor enemigo de los asesinos, era consciente de ello. No podía permitirse emblandecer ante el truco tan sucio de mencionar a su madre. Su mirada, no obstante, no pudo expresar nada más que cierta melancolía reprimida.
-No me interesa. –Fingió apatía. Él también creía saber dónde estaba su progenitora: en Roilkat, junto al resto de su despreciable familia. Se convenció de que no le importaría si le decían lo contrario. De todas maneras no pensaba volver a tratar con esa gente jamás.
-Claro que sí, ¡no finjas! Hace no mucho tiempo estuve con ella, zorro. Te estaba buscando.
Zatch entrecerró los ojos. Vaya impertinencia. Hacía años que se nadie se preocupaba por él, y ahora aparecía un estúpido caprino soltándole esa sarta de estupideces. Tuvo la certeza de que si lo había olvidado, se debía a que formaba parte de su juventud muy temprana, aquella en que aún buscaba reencontrarse con su familia y le contaba respecto a aquello a todo quien conociese. Si ese tipejo había sido su amigo, ya no le importaba en lo absoluto; aquel Zatch ingenuo del pasado no existía desde hacía bastante tiempo. El de ahora, por suerte, era más inteligente... y mucho más frío.
Se retiró suavemente hacia atrás, apartando la daga de la garganta ajena. Lemus respiró con alivio y se miraron a los ojos durante algunos segundos. Achaparrando las orejas contra la cabeza, el zorro tomó aire y habló con la voz quebrada.
-¿De verdad estaba buscándome? Después… después de haberme abandonado…
-Sabes que no te abandonó. Ella estaba intentando…
La última palabra de Lemus se vio interrumpida por un gemido agónico, seco y terminante. La daga se le enterró en el pecho hasta la empuñadura y Zatch esperó con ambas manos en el mango a que la bestia bajo él parase de convulsionar. Sólo cuando vio la sangre manando del hocico ajeno se dignó a retirar el arma con esfuerzo y ponerse de pie. Sacudió la hoja hacia un costado, derramando gotas del líquido carmesí en el suelo, y observó con ojos inexpresivos al difunto caprino. Entonces murmuró con desgano:
-Te dije que no me interesaba.
Zatch
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Re: El peldaño decisivo [Cerrado] [Trama] [Libre/Interpretativo]
-¿En qué pienso?...-Susurró la licántropa en su semi desnudez. Su mirada estaba perdida en el agua, y no le importaba ver su rostro reflejado en aquel río limpio. Los peces apenas jugaban alrededor de su tobillo, también rozándose de manera gentil. Su mente profundizó demasiado al punto de quedarse callada e ignorar la presencia del vampiro en aquella zona. ¿Era posible?, ¿desde cuándo dos razas hostiles se hablaban con tanta normalidad?, ¿acaso era una nueva especie de paz entre seres?. En efecto, Paul esperó mientras sus brazos estaban cruzados, en una expresión divertida aunque bastante concentrada. Desde hace mucho no decidía en hablar con sus secuaces, en saber sus problemas, en entender lo que pasaban. Era un buen momento para discutir todo eso, era el instante más preciso para que la unión fuese más notable. Para empezar, las luchas estaban a punto de estallarse. Pronto, y en el peor de la suerte, podrían morir en manos de gente peligrosa.
-Mi familia fue aniquilada, asesinada cruelmente.-Pronunció con enfado, zampando una buena patada al agua hasta ahuyentar los animales acuáticos. -En manos de ese maldito, Paul... De Hon.-Los recuerdos llegaron a la cabeza de la dama. Una fría tarde, viendo un montó de personas en una lucha sin fin. Varios disparando flechas, aunque también eran correspondidas por el bando rival. Los humanos se hacían cada vez más del territorio, en un movimiento feroz para asesinar con los miembros del gremio. Una inmensa cantidad de licántropos atacaban a los mortales, pero estos rápidamente se deshacían de ellos. Talia salió de casa y vio la representación de la maldad al frente suyo. Era Lemus, el hombre capra. Rememoró que rogó por su vida para sobrevivir, además de escapar entre tanta confusión. La bestia la persiguió durante mucho tiempo, y de esa manera desarrolló una actitud tan seria.
-No tengo otra familia ahora. Vosotros sois lo único que me queda.-Sin más preámbulo se levantó y buscó su ropa, mientras que Paul no sabía cómo responder ante ello. La mujer era fría, pero aquellos comentarios fueron tan calurosos, tan llenos de amor, como si un pedazo de humanidad siguiera en las emociones de ella. Eres un idiota, Paul. Sin embargo, he de aceptar una cosa.-Giró su rostro, dedicándome una semblante serio. Quedé expectante, esperando su respuesta.
-Eres el tío con más agallas que he visto.-
______________________________________________
-¡Vamos, lobo!. ¡Mátalo!.-Dijo la gente refiriéndose al zorro. La lucha de los dos era entretenida, viéndose que de alguna forma los dos tenían una conexión. Desde la lejanía, Talia gateaba en un tormentoso desplazamiento para escapar. También dirigía miradas a Zatch, quien peleaba con mucha valentía, asemejándose a un gladiador que mata por su honor. No lo entendía, ¿cómo un mamífero era capaz de defender algo que ni siquiera le incumbía?, ¿por qué agredía con tanto fervor si no se conocía con ella misma?. Ahora la dama no sabía qué pensar, solo escapar del trágico destino. Su miedo aumentaba, y las esperanzas de ver a su antiguo grupo triunfar eran angustiosa.
-Vamos, Talia.-En tanta euforia, llegó Máyic para alzar el cuerpo de la loba. La mujer lo miró, pero duró un buen tiempo para reconocerlo, Al verle la barba, aquella capa negra y sus ojos misteriosos, invocó viejas situaciones donde trabajaron juntos por la alianza. -¿P...Por qué hacen esto?...-Sus ojos se llenaron de lágrimas, y cubrió su rostro en una vergüenza que solo su corazón salvaje podría entenderlo. La misericordiosa mirada del barbudo la dejaba llorar, mientras que seguía avanzando. Al escuchar que calló su boca, respondió a sus plegarias.
-Justicia.-Detrás del mago, los aliados empezaron a irse junto a él. Andy se hallaba desmayado, así que varios se encargaron de transportarlo hacia afuera. En conclusión, solo el dúo se quedaría dentro de la destruida sala. Ahí se decidiría todo.
_________________________
Hon parecía estar confiado, sosteniendo su espada con fuerza. Su dorso estaba tenso, y su sonrisa era más burlona que la mía. Con relación a sus muecas, también quería hacerlas pero era imposible ver a su cara y no querer arrancarle los órganos. La determinación de los dos era casi peligrosa, aunque no iniciábamos por respeto a la batalla que se librara detrás de nosotros. La condición había cambiado, y ahora era Lemus quien pedía perdón, quien suplicaba por su vida. Al voltear la cabeza, lo vi con una sonrisa ladina, bastante embelesado en lo que pasaba. El hombre capra había acabado su reino de terror, dejando así al pobre humano como el único individuo vivo. -Sin duda, eso fue respetable. Buen trabajo, zorro.-Finalmente le atiné a la raza del sujeto.
Sin más preámbulo, observé de nuevo a mi eterno rival. Allí estaba, ondeando su espada con el propósito de vacilar.¿Qué estilo quieres, vampiro?.-En saltos oscilantes me desafió, quizá presumiendo de su vasto dominio de espada. Con respecto a los estilos, había uno que me hacía mitad humano y mitad vampiro. Me destacaba en usar mis armas con el arte de los mortales. No sería difícil decirlo, puesto que él también sobresalía en mi propio modo. Así que extendí mi florete, enseñando mi predominante figura delante de sus pupilas. -Esgrima, amigo mío.-Sonreí al pronunciarlo. La punta de mis plantillas bailaban de izquierda a derecha.
-Uhh, vale. ¿A una estocada, novato?.-Musitó con alegría al escuchar mi deseo. Asentí con la cabeza, repitiendo lo que dijo. -A una estocada.-Respiré hondamente. Me sentía confiado, seguro, y armado de valor. Intercambiamos apreciaciones, consideramos nuestras habilidades, valoramos la energía del otro y para concluir, ojeamos las posiciones como buen esgrimista.
Después de varios minutos, las espadas chocaron con un buen impulso. Di un paso hacia atrás, y este se me acercó con buenas variaciones de agresión. No tuve ninguna dificultad en bloquear todas, pero lamentablemente el espacio se me acababa conforme retrocedía. Evalué el espacio restante que tenía a los lados, así que un salto fue suficiente para salir de su eje. En un zapateo elegante, alardeó de su buen talento. Levantó el mentón y blandeó el objeto que llevaba en su mano. Era mi turno, entonces me acerqué y lo embestí con una buena arremetida.
Este estuvo a punto de perder el equilibrio, causando que mi florete lograra deshacerse de la tela. Su torso se exhibió y se vio la tonificada figura que llevaba, casi a punto de igualar la mía. Hon golpeó la espada luego de tomar impulso de manera descendente (algo no considerado como un ataque en la esgrima) e hizo que mi arma quedara enterrada en el suelo. Subí mis cejas para verlo, sorprendido de lo que hizo; una jugada muy sucia. Solté la empuñadura por un momento para apartar las manos, dejando que este me hiciera un buen corte en el centro del torso.
Pegué un alarido, pero no tuve otra opción que resistirlo. Agarré de vuelta mi arma y la choqué contra la del oponente. Quedamos frente a frente. No me abstuve en darle un buen cabezazo por tramposo. Este quedó confundido, y aproveché esto para rajar su vientre y tratar de ensartar su mentón. Infortunadamente lo esquivó. De sorpresa, siguió con la disputa para aprovechar de su buen estado físico. Esquivé sus ataques en varias ocasiones, pero en otras tuve que recibirlas con mis manos para no ser rebanando.
Me distancié un poco más al ver que estaba derrocando mi defensa. Busqué alguna alternativa, la más acertada de todas. ¿De qué eran famosos los vampiros?, de su capacidad para luchar en demasiada tensión. Impacté de nuevo con mi florete, y aumenté la velocidad de las ofensas, viendo que éste empezaba a dejar de igualarme. No obstante, Hon era ágil y de cualquier modo, lograba que mi guardia se perdiera. A consecuencia de mis actos, se pegó a mi cuerpo y entrelazó los aceros para poder salir de esa intensidad.
Hice que mi complexión rotara continuamente para escaparme de su presencia. Al estar en una buena ubicación, flexioné la pierna que estaba adelante y dancé con libertad. Mi pecho sangraba al punto que mi torso comenzaba a empaparse de sangre. Inhalé un fragmento de aire, tratando de anestesiar el dolor. Si me quejaba, todo podría acabar. El silencio era incómodo, pero el calor que brindaba la situación era bastante placentera. Mi mirada no se apartaba de Hon.
Sin más remedio, el tipo se abalanzó contra mí en una poderosa agresión. La detuve y serpenteé con la espada para contra atacar. Me mantuve con la espada recta y el pecho inflado. Los músculos del pecho sobresalían. Me impulsé del pie izquierdo y corrí a su dirección. Una ráfaga de poderosas injurias empezaron a dañar el florete del humano, que empezando a temer de lo que sucedía, trató de golpearme con su mano sobrante. El hombre dio una voltereta hacia atrás y cuando iba a arremeter de vuelta, terminé enterrando mi florete dentro de sus entrañas. Me miró de forma inocente, como un niño lo haría al suplicar por un juguete. Contemplé su aspecto.
-Buenas noches...-Escupí en su rostro, para después soltar el florete. Corté mi muñeca y dejé que la sangre fluyera. Tan pronto como se humedeció mi antebrazo, lo puse en su boca para que bebiese de esta. En poco tiempo se transformaría en un vampiro. -¿No estabas orgulloso de ser humano?, pues ahora no lo serás...-Al ver que ya había muerto, sonreí de modo sádico. Como me conocía perfectamente, sabía que los fluidos de licántropo eran horribles para un chupasangre, incluso hacían que los pobres tuvieran alucinaciones y una agonización casi que eterna.
Procedí en arrastrarlo por el suelo y amarrar sus brazos, piernas y cuello sus propias cadenas de hierro. Con el objetivo de que sufra, saqué un trapo lleno de sangre, sudor y lubricantes de lobo (conseguidas luego de torturar uno por cuestiones de asesino). Lo coloqué en su boca y dejé que esta se esparciera por sus encías, dientes, incluso hasta su garganta. Como última instancia, me deshice de mi cinturón de cuero y amarré su cavidad oral, así no puede escupirla cuando su conversión finalice.
Pronto despertaría convertido en un vampiro, y sufrirá eternamente, con el trozo de ropa empapada de un hedor repugnante para los colmilludos. No podrá suicidarse ni nada, solo agonizar ante el sabor de lobo.
-Todo listo. Vayámonos de aquí, Zatch.-
-Mi familia fue aniquilada, asesinada cruelmente.-Pronunció con enfado, zampando una buena patada al agua hasta ahuyentar los animales acuáticos. -En manos de ese maldito, Paul... De Hon.-Los recuerdos llegaron a la cabeza de la dama. Una fría tarde, viendo un montó de personas en una lucha sin fin. Varios disparando flechas, aunque también eran correspondidas por el bando rival. Los humanos se hacían cada vez más del territorio, en un movimiento feroz para asesinar con los miembros del gremio. Una inmensa cantidad de licántropos atacaban a los mortales, pero estos rápidamente se deshacían de ellos. Talia salió de casa y vio la representación de la maldad al frente suyo. Era Lemus, el hombre capra. Rememoró que rogó por su vida para sobrevivir, además de escapar entre tanta confusión. La bestia la persiguió durante mucho tiempo, y de esa manera desarrolló una actitud tan seria.
-No tengo otra familia ahora. Vosotros sois lo único que me queda.-Sin más preámbulo se levantó y buscó su ropa, mientras que Paul no sabía cómo responder ante ello. La mujer era fría, pero aquellos comentarios fueron tan calurosos, tan llenos de amor, como si un pedazo de humanidad siguiera en las emociones de ella. Eres un idiota, Paul. Sin embargo, he de aceptar una cosa.-Giró su rostro, dedicándome una semblante serio. Quedé expectante, esperando su respuesta.
-Eres el tío con más agallas que he visto.-
______________________________________________
-¡Vamos, lobo!. ¡Mátalo!.-Dijo la gente refiriéndose al zorro. La lucha de los dos era entretenida, viéndose que de alguna forma los dos tenían una conexión. Desde la lejanía, Talia gateaba en un tormentoso desplazamiento para escapar. También dirigía miradas a Zatch, quien peleaba con mucha valentía, asemejándose a un gladiador que mata por su honor. No lo entendía, ¿cómo un mamífero era capaz de defender algo que ni siquiera le incumbía?, ¿por qué agredía con tanto fervor si no se conocía con ella misma?. Ahora la dama no sabía qué pensar, solo escapar del trágico destino. Su miedo aumentaba, y las esperanzas de ver a su antiguo grupo triunfar eran angustiosa.
-Vamos, Talia.-En tanta euforia, llegó Máyic para alzar el cuerpo de la loba. La mujer lo miró, pero duró un buen tiempo para reconocerlo, Al verle la barba, aquella capa negra y sus ojos misteriosos, invocó viejas situaciones donde trabajaron juntos por la alianza. -¿P...Por qué hacen esto?...-Sus ojos se llenaron de lágrimas, y cubrió su rostro en una vergüenza que solo su corazón salvaje podría entenderlo. La misericordiosa mirada del barbudo la dejaba llorar, mientras que seguía avanzando. Al escuchar que calló su boca, respondió a sus plegarias.
-Justicia.-Detrás del mago, los aliados empezaron a irse junto a él. Andy se hallaba desmayado, así que varios se encargaron de transportarlo hacia afuera. En conclusión, solo el dúo se quedaría dentro de la destruida sala. Ahí se decidiría todo.
_________________________
Hon parecía estar confiado, sosteniendo su espada con fuerza. Su dorso estaba tenso, y su sonrisa era más burlona que la mía. Con relación a sus muecas, también quería hacerlas pero era imposible ver a su cara y no querer arrancarle los órganos. La determinación de los dos era casi peligrosa, aunque no iniciábamos por respeto a la batalla que se librara detrás de nosotros. La condición había cambiado, y ahora era Lemus quien pedía perdón, quien suplicaba por su vida. Al voltear la cabeza, lo vi con una sonrisa ladina, bastante embelesado en lo que pasaba. El hombre capra había acabado su reino de terror, dejando así al pobre humano como el único individuo vivo. -Sin duda, eso fue respetable. Buen trabajo, zorro.-Finalmente le atiné a la raza del sujeto.
Sin más preámbulo, observé de nuevo a mi eterno rival. Allí estaba, ondeando su espada con el propósito de vacilar.¿Qué estilo quieres, vampiro?.-En saltos oscilantes me desafió, quizá presumiendo de su vasto dominio de espada. Con respecto a los estilos, había uno que me hacía mitad humano y mitad vampiro. Me destacaba en usar mis armas con el arte de los mortales. No sería difícil decirlo, puesto que él también sobresalía en mi propio modo. Así que extendí mi florete, enseñando mi predominante figura delante de sus pupilas. -Esgrima, amigo mío.-Sonreí al pronunciarlo. La punta de mis plantillas bailaban de izquierda a derecha.
-Uhh, vale. ¿A una estocada, novato?.-Musitó con alegría al escuchar mi deseo. Asentí con la cabeza, repitiendo lo que dijo. -A una estocada.-Respiré hondamente. Me sentía confiado, seguro, y armado de valor. Intercambiamos apreciaciones, consideramos nuestras habilidades, valoramos la energía del otro y para concluir, ojeamos las posiciones como buen esgrimista.
Después de varios minutos, las espadas chocaron con un buen impulso. Di un paso hacia atrás, y este se me acercó con buenas variaciones de agresión. No tuve ninguna dificultad en bloquear todas, pero lamentablemente el espacio se me acababa conforme retrocedía. Evalué el espacio restante que tenía a los lados, así que un salto fue suficiente para salir de su eje. En un zapateo elegante, alardeó de su buen talento. Levantó el mentón y blandeó el objeto que llevaba en su mano. Era mi turno, entonces me acerqué y lo embestí con una buena arremetida.
Este estuvo a punto de perder el equilibrio, causando que mi florete lograra deshacerse de la tela. Su torso se exhibió y se vio la tonificada figura que llevaba, casi a punto de igualar la mía. Hon golpeó la espada luego de tomar impulso de manera descendente (algo no considerado como un ataque en la esgrima) e hizo que mi arma quedara enterrada en el suelo. Subí mis cejas para verlo, sorprendido de lo que hizo; una jugada muy sucia. Solté la empuñadura por un momento para apartar las manos, dejando que este me hiciera un buen corte en el centro del torso.
Pegué un alarido, pero no tuve otra opción que resistirlo. Agarré de vuelta mi arma y la choqué contra la del oponente. Quedamos frente a frente. No me abstuve en darle un buen cabezazo por tramposo. Este quedó confundido, y aproveché esto para rajar su vientre y tratar de ensartar su mentón. Infortunadamente lo esquivó. De sorpresa, siguió con la disputa para aprovechar de su buen estado físico. Esquivé sus ataques en varias ocasiones, pero en otras tuve que recibirlas con mis manos para no ser rebanando.
Me distancié un poco más al ver que estaba derrocando mi defensa. Busqué alguna alternativa, la más acertada de todas. ¿De qué eran famosos los vampiros?, de su capacidad para luchar en demasiada tensión. Impacté de nuevo con mi florete, y aumenté la velocidad de las ofensas, viendo que éste empezaba a dejar de igualarme. No obstante, Hon era ágil y de cualquier modo, lograba que mi guardia se perdiera. A consecuencia de mis actos, se pegó a mi cuerpo y entrelazó los aceros para poder salir de esa intensidad.
Hice que mi complexión rotara continuamente para escaparme de su presencia. Al estar en una buena ubicación, flexioné la pierna que estaba adelante y dancé con libertad. Mi pecho sangraba al punto que mi torso comenzaba a empaparse de sangre. Inhalé un fragmento de aire, tratando de anestesiar el dolor. Si me quejaba, todo podría acabar. El silencio era incómodo, pero el calor que brindaba la situación era bastante placentera. Mi mirada no se apartaba de Hon.
Sin más remedio, el tipo se abalanzó contra mí en una poderosa agresión. La detuve y serpenteé con la espada para contra atacar. Me mantuve con la espada recta y el pecho inflado. Los músculos del pecho sobresalían. Me impulsé del pie izquierdo y corrí a su dirección. Una ráfaga de poderosas injurias empezaron a dañar el florete del humano, que empezando a temer de lo que sucedía, trató de golpearme con su mano sobrante. El hombre dio una voltereta hacia atrás y cuando iba a arremeter de vuelta, terminé enterrando mi florete dentro de sus entrañas. Me miró de forma inocente, como un niño lo haría al suplicar por un juguete. Contemplé su aspecto.
-Buenas noches...-Escupí en su rostro, para después soltar el florete. Corté mi muñeca y dejé que la sangre fluyera. Tan pronto como se humedeció mi antebrazo, lo puse en su boca para que bebiese de esta. En poco tiempo se transformaría en un vampiro. -¿No estabas orgulloso de ser humano?, pues ahora no lo serás...-Al ver que ya había muerto, sonreí de modo sádico. Como me conocía perfectamente, sabía que los fluidos de licántropo eran horribles para un chupasangre, incluso hacían que los pobres tuvieran alucinaciones y una agonización casi que eterna.
Procedí en arrastrarlo por el suelo y amarrar sus brazos, piernas y cuello sus propias cadenas de hierro. Con el objetivo de que sufra, saqué un trapo lleno de sangre, sudor y lubricantes de lobo (conseguidas luego de torturar uno por cuestiones de asesino). Lo coloqué en su boca y dejé que esta se esparciera por sus encías, dientes, incluso hasta su garganta. Como última instancia, me deshice de mi cinturón de cuero y amarré su cavidad oral, así no puede escupirla cuando su conversión finalice.
Pronto despertaría convertido en un vampiro, y sufrirá eternamente, con el trozo de ropa empapada de un hedor repugnante para los colmilludos. No podrá suicidarse ni nada, solo agonizar ante el sabor de lobo.
-Todo listo. Vayámonos de aquí, Zatch.-
Paul Brown Moreau
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Re: El peldaño decisivo [Cerrado] [Trama] [Libre/Interpretativo]
–¿Respetable? Séh, claro. –El zorro dirigió una mirada furtiva a su compañero antes de volver a observar el aún cálido cadáver de Lemus. La sangre que manaba de su pecho seguía alimentando el charco carmesí sobre el cual reposaba y sus extremidades todavía reaccionaban con aislados espasmos, sin embargo dentro de ese cuerpo ya no cabía alma alguna. Zatch era consciente de que carecía de honor, de principios y de códigos, y bien sabía que “respetable” era probablemente la peor palabra para referirse a él. Limpió el rojo filo de la daga con su maltratada capa y la envainó justo en el momento en que los dos contrincantes se lanzaban a la lucha, una mucho más civilizada que la protagonizada por él y el caprino.
Observó la habitación para descubrir que los habían dejado solos. Talia ya no estaba, mas con reparar en la manera en que el rastro de sangre que dejaba al reptar desaparecía abruptamente del suelo, supuso que alguien la habría alzado en brazos. Suspiró. Pasase lo que pasase, la muchacha ya estaba a salvo y si Moreau resultaba perdedor él no dudaría en volver a saltar por la ventana, esta vez para escapar definitivamente.
Decidió, por ende, acercarse al gran ventanal cuyos cristales rotos se esparcían por el suelo. Desde allí se dedicó a presenciar la pelea, que más bien parecía ser una competencia por quién era el mejor esgrimista… y quién jugaba trucos más sucios. Le parecía obvio que un humano, por fuerte que fuese, no tenía mucho que hacer frente a un vampiro; fue por ello que se sorprendió cuando vio cómo el torso de Moreau era tajado de lado a lado. Pronto, no obstante, volvió a tornar la situación a su favor y pocos momentos después resultó ganador de la contienda.
Relajando la pose, dejó caer los brazos lánguidamente a sus costados y emprendió una calmada marcha hacia su eventual compañero. Pensó que, simplemente, los cadáveres de ambos malhechores serían dejados y olvidados allí para ser devorados por sus propios Dríopes. Para su sorpresa, el vampiro quiso ir más allá. Zatch se detuvo a medio camino y abrió los ojos de par en par al ver cómo llevaba a cabo los preparativos para una tortura eterna.
–Bueno… supongo que se lo merece. –Se encogió de hombros en un vano intento por restarle importancia al asunto. Pensó que quizás resultaba insensato permitir que un ser tan pérfido y peligroso continuase vivo por muchas cadenas que lo contuviesen, sin embargo se abstuvo de proferir advertencia alguna. Al fin y al cabo, no era su problema.
Dio una última mirada a la habitación antes de darse la media vuelta para ir hacia la salida junto al chupasangre. Se mantuvo en silencio mientras hacía mentalmente un recuento de daños. Él tenía por pelaje un amasijo de barro y mugre, varios cortes, raspones y zonas en que le habían sido arrancados mechones de pelo y se le veía la piel; además el tajo en el pecho le sangraba con fluidez y las dolorosas magulladuras comenzaban a hacer acto de presencia. Miró de reojo al vampiro y bufó por lo bajo al ver que su única herida, hasta donde podía apreciar, había sido el corte del abdomen que probablemente ya estaba sanando a gran velocidad.
–Más te vale que todo esto haya valido la pena. –Gruñó, arisco, mas luego su tono de voz salió más calmo, casi desganado, para cuestionar algo que aunque no le incumbía, lo carcomía de incertidumbre. –¿Qué pasará con Talia ahora?
Observó la habitación para descubrir que los habían dejado solos. Talia ya no estaba, mas con reparar en la manera en que el rastro de sangre que dejaba al reptar desaparecía abruptamente del suelo, supuso que alguien la habría alzado en brazos. Suspiró. Pasase lo que pasase, la muchacha ya estaba a salvo y si Moreau resultaba perdedor él no dudaría en volver a saltar por la ventana, esta vez para escapar definitivamente.
Decidió, por ende, acercarse al gran ventanal cuyos cristales rotos se esparcían por el suelo. Desde allí se dedicó a presenciar la pelea, que más bien parecía ser una competencia por quién era el mejor esgrimista… y quién jugaba trucos más sucios. Le parecía obvio que un humano, por fuerte que fuese, no tenía mucho que hacer frente a un vampiro; fue por ello que se sorprendió cuando vio cómo el torso de Moreau era tajado de lado a lado. Pronto, no obstante, volvió a tornar la situación a su favor y pocos momentos después resultó ganador de la contienda.
Relajando la pose, dejó caer los brazos lánguidamente a sus costados y emprendió una calmada marcha hacia su eventual compañero. Pensó que, simplemente, los cadáveres de ambos malhechores serían dejados y olvidados allí para ser devorados por sus propios Dríopes. Para su sorpresa, el vampiro quiso ir más allá. Zatch se detuvo a medio camino y abrió los ojos de par en par al ver cómo llevaba a cabo los preparativos para una tortura eterna.
–Bueno… supongo que se lo merece. –Se encogió de hombros en un vano intento por restarle importancia al asunto. Pensó que quizás resultaba insensato permitir que un ser tan pérfido y peligroso continuase vivo por muchas cadenas que lo contuviesen, sin embargo se abstuvo de proferir advertencia alguna. Al fin y al cabo, no era su problema.
Dio una última mirada a la habitación antes de darse la media vuelta para ir hacia la salida junto al chupasangre. Se mantuvo en silencio mientras hacía mentalmente un recuento de daños. Él tenía por pelaje un amasijo de barro y mugre, varios cortes, raspones y zonas en que le habían sido arrancados mechones de pelo y se le veía la piel; además el tajo en el pecho le sangraba con fluidez y las dolorosas magulladuras comenzaban a hacer acto de presencia. Miró de reojo al vampiro y bufó por lo bajo al ver que su única herida, hasta donde podía apreciar, había sido el corte del abdomen que probablemente ya estaba sanando a gran velocidad.
–Más te vale que todo esto haya valido la pena. –Gruñó, arisco, mas luego su tono de voz salió más calmo, casi desganado, para cuestionar algo que aunque no le incumbía, lo carcomía de incertidumbre. –¿Qué pasará con Talia ahora?
Zatch
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Re: El peldaño decisivo [Cerrado] [Trama] [Libre/Interpretativo]
Las velas fueron disminuyendo su intensa iluminación hasta empezar a emanar humo denso, que lentamente, se trasladaba de lugar en lugar, paseando por toda la sala. La noche era azulada, y a veces resplandeciente por los truenos que impactaban contra la tierra. A pesar de todo, la lluvia no cesaba, y entre más pasada el tiempo, se intensificaba de manera peligrosa, como si el cielo estuviese a punto de caerse. Nada se oía, ni siquiera el cantar de las aves; todas estaban calladas, observando a los tres presentes desde la ventana, entendiendo al menos las emociones de cada uno. Las horas pasaban, y finalmente mi decisión fue dada, no tenía otra alternativa que abandonar la zona. Le pedí al zorro que me acompañara, dejando que escogiera entre una de tantas opciones que podía considerar. Se terminó la gran batalla. Cada uno podía a hacer lo que quería.
Mientras bajábamos las escaleras, escuché que las saetas dejaron de predominar en los ruidos del Poblado Abandonado. Supuse que la lucha también había acabado afuera, aunque no quise profundizar más al respecto, tenía muchísimas cosas para pensar ahora que Hon estaba muerto. Sonreír era difícil, y enfocar mi mente en el erotismo ya no me ayudaba demasiado. Las heridas me ardían demasiado, pero no solté un quejido ni me retorcí del dolor, que justificadamente, experimentaba. Sin más preámbulo, la bestia recitó un comentario sobre la pequeña guerra que habíamos librado. Asentí con la cabeza, sí que valió la pena lo que logramos, más de lo que la criatura podía imaginar.
Era justo.-Pronuncié con el mentón señalando hacia abajo, examinando el suelo de forma inconsciente. Después de tanto tiempo tratando de buscarlo, por fin lo encontré. Sin embargo, la pregunta definitiva aún seguía en mi mente, rodando de modo molesto. ¿Quién había ganado?, ¿Él o yo?. No se basaba en la muerte, si no más bien en la situación. ¿Quién iba a sufrir más?. Era obvio que Talia no volvería a ser la misma luego de tantos meses de ser torturada, y que probablemente nuestros lazos serían cortados, y cada uno se iría por su camino. -Décadas de genocidios... Al fin.-Pegué un poderoso suspiro.
Finalmente habíamos llegado a la salida de la base, donde un montón de gente se hallaba afuera, hablando y conversando con unas expresiones alegres. Entre la multitud, se veía a Máyic rodeado por un buen grupo de arqueros. Vi cómo él estrechaba la mano del capitán, y estos se iban de allí. En el suelo, justo al lado del brujo, estaba Andy arrodillado justamente al lado del cuerpo de Talia, quien estaba acostada y con sus ojos entrecerrados. La pregunta de Zatch me confundió, al punto que sentí mi cerebro repleto de nudos imposibles de desamarrar. Tartamudeé varias veces antes de responder, pero el exceso de seguridad me respaldó para ser preciso y honesto. -Tendrá que determinar su futuro.-Coloqué mi mirada en el rostro del hombre-animal. -Recuperarse de sus traumas, o morir.-Me acerqué a mis dos secuaces, quienes al parecer estaban entablando una conversación.
-Perdóname, Talia... No fui capaz de salvarte...-Su cálida mano dudaba en desplazarse en la de ella, e incluso tomaba tiempo para arrastrarla por la tierra. La dama, sin lograr reaccionar, intentó usar sus alientos restantes para responder al joven. -N...Nadie puede vencer a Hon.-Susurró, aún preocupada por aquel sujeto. El rubio me miró, apenas sus ojos derramaban varias lagrimas, esperando que haga algo al respecto. Tuve que ignorarle, y girar mi rostro al zorro.
-Hablaré de ti en el gremio de los asesinos, has hecho un gran trabajo.-Tragué saliva y luego volteé mi cabeza a Máyic, quien rápidamente entendió mi actitud receptiva. Se acercó a los dos jóvenes, llevando a la licántropa en sus brazos mientras que forzaba a Andy para que le siguiera. Empecé a caminar junto a ellos con intenciones de abandonar el Poblado. -Te enviaré una carta si hay alguna noticia.-
-Nos vemos en otra ocasión, Zatch.-
Mientras bajábamos las escaleras, escuché que las saetas dejaron de predominar en los ruidos del Poblado Abandonado. Supuse que la lucha también había acabado afuera, aunque no quise profundizar más al respecto, tenía muchísimas cosas para pensar ahora que Hon estaba muerto. Sonreír era difícil, y enfocar mi mente en el erotismo ya no me ayudaba demasiado. Las heridas me ardían demasiado, pero no solté un quejido ni me retorcí del dolor, que justificadamente, experimentaba. Sin más preámbulo, la bestia recitó un comentario sobre la pequeña guerra que habíamos librado. Asentí con la cabeza, sí que valió la pena lo que logramos, más de lo que la criatura podía imaginar.
Era justo.-Pronuncié con el mentón señalando hacia abajo, examinando el suelo de forma inconsciente. Después de tanto tiempo tratando de buscarlo, por fin lo encontré. Sin embargo, la pregunta definitiva aún seguía en mi mente, rodando de modo molesto. ¿Quién había ganado?, ¿Él o yo?. No se basaba en la muerte, si no más bien en la situación. ¿Quién iba a sufrir más?. Era obvio que Talia no volvería a ser la misma luego de tantos meses de ser torturada, y que probablemente nuestros lazos serían cortados, y cada uno se iría por su camino. -Décadas de genocidios... Al fin.-Pegué un poderoso suspiro.
Finalmente habíamos llegado a la salida de la base, donde un montón de gente se hallaba afuera, hablando y conversando con unas expresiones alegres. Entre la multitud, se veía a Máyic rodeado por un buen grupo de arqueros. Vi cómo él estrechaba la mano del capitán, y estos se iban de allí. En el suelo, justo al lado del brujo, estaba Andy arrodillado justamente al lado del cuerpo de Talia, quien estaba acostada y con sus ojos entrecerrados. La pregunta de Zatch me confundió, al punto que sentí mi cerebro repleto de nudos imposibles de desamarrar. Tartamudeé varias veces antes de responder, pero el exceso de seguridad me respaldó para ser preciso y honesto. -Tendrá que determinar su futuro.-Coloqué mi mirada en el rostro del hombre-animal. -Recuperarse de sus traumas, o morir.-Me acerqué a mis dos secuaces, quienes al parecer estaban entablando una conversación.
-Perdóname, Talia... No fui capaz de salvarte...-Su cálida mano dudaba en desplazarse en la de ella, e incluso tomaba tiempo para arrastrarla por la tierra. La dama, sin lograr reaccionar, intentó usar sus alientos restantes para responder al joven. -N...Nadie puede vencer a Hon.-Susurró, aún preocupada por aquel sujeto. El rubio me miró, apenas sus ojos derramaban varias lagrimas, esperando que haga algo al respecto. Tuve que ignorarle, y girar mi rostro al zorro.
-Hablaré de ti en el gremio de los asesinos, has hecho un gran trabajo.-Tragué saliva y luego volteé mi cabeza a Máyic, quien rápidamente entendió mi actitud receptiva. Se acercó a los dos jóvenes, llevando a la licántropa en sus brazos mientras que forzaba a Andy para que le siguiera. Empecé a caminar junto a ellos con intenciones de abandonar el Poblado. -Te enviaré una carta si hay alguna noticia.-
-Nos vemos en otra ocasión, Zatch.-
Paul Brown Moreau
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