[CERRADO] Una centena de huesos [Libre]

Un caracol se detuvo frente a una gota de sangre. Seguramente la estaría viendo y olfateando pero lo que seguramente no hiciera era pensar en cómo esa gota había llegado hasta allí. El caracol se tomó su tiempo para rodear la gota y seguir su camino y no era consciente de lo que pasaba a su alrededor porque de haberlo sido una bota no lo habría aplastado hacía tan solo un instante. El caracol se había convertido en una masa viscosa que era mezcla de babas, órganos, vísceras y cáscara amen del barro que había dejado la bota. No obstante aquello no impidió que la misma bota que lo había pisado se hubiera detenido, se girara y se abalanzara a por el caracol para metérselo en la boca sin ningún tipo de reparo. Estuvo un buen rato tratando de sacar los trocitos de caparazón de su boca y escupiéndolos uno a uno en la mano. Cuando estuvo satisfecho tragó y siguió su camino. Ahora, el lugar del crimen, estaba vacío, pero había habido un testigo.

- Lo que hace la guerra, ¿verdad chico?- Preguntó Sango al kag que iba con él. Se habían agazapado tras los arbustos en los laterales del camino y habían visto como aquel hombre, que sólo vestía uno calzones y unas botas, se abalanzó hacia el caracol. Ben seguía la pista de un rumor que le había llamado la atención y se había acercado a echar un vistazo, el hecho de querer pasar desapercibido era poder llegar a la ubicación sin llamar la atención y por supuesto que otros posibles buscadores pudieran considerarle una amenaza.

- Chico, cuando investiguemos un poco ese lugar y si encontramos esa espada... Oh, te daré carne de la buena.- El kag miró a Sango que rió.- Eso si lo entiendes, ¿eh? Sí, ya habrá tiempo para comer, ahora debemos seguir el camino, igual nos lleva a alguna parte y algún sitio en el que hacer noche.- No había problema en que Sango se alejara del kag por la noche. Este solía salir a cazar y más le valía no volver con el estómago vacío porque según había aprendido Ben, la lealtad del kag se veía influenciada en gran medida por su nivel de satisfacción alimentaria, por llamarlo de alguna manera. La cosa era bien sencilla: si el kag come, todos felices. Si el kag no come, más le valía a Ben estar atento porque le podía soltar algún bocado.

No tardaron mucho en llegar a una pequeña aldea. Antes siquiera de atreverse a entrar Sango echó al kag de su lado repitiendole unas treinta veces que se fuera a cazar. Sólo obedeció cuando le enseñó una cuerda que llevaba para atarlo a algún árbol cuando dormían a la intemperie y necesitaba alguien que vigilara mientras él dormía.

La aldea parecía abandonada, pues las fachadas de los edificios parecían muy descuidadas, pero vio movimiento a lo lejos y parecía que un hombre descargaba cosas de un carro. Decidió acercarse y saludar y cuanto más cerca estaba más claramente podía oír una conversación.

-... en el camino. No sé qué decirte, me da que alguien ha estado descuidando sus obligaciones, quizás se nos ha colado alguien, lo ha visto y.- Se interrumpió bruscamente al ver a Sango. Casi parecían sorprendidos de verle por allí. Seguramente la armadura no ayudaba a calmar los ánimos y Sango al ver la brusquedad con la que le habían mirado no pudo evitar echarse hacia atrás y llevar la mano al hacha. El escudo lo llevaba colgado a la espalda. Los hombres al ver la reacción corrieron a enmendar el malentendido.

- Eh, perdona, perdona, hemos sido un poco bruscos. Bienvenido a Frondosa de la Bruja... Sí, bueno, suele llamar la atención el nombre, pero bueno es donde nos ha tocado nacer y vivir, ¿verdad?- Dijo el más bajo de los dos. Sango se tranquilizó.

- Hola, es un placer estar aquí.- Hizo una pausa y miró a su alrededor.- ¿Hay algún sitio para descansar del camino?- Preguntó. Los hombres se miraron y se encogieron de hombros a la vez.

- Sí, tienes el "Salón del viajero" se llama así la posada, recibimos muchos visitantes últimamente... Ya sabe la guerra...- Dijo señalandole el lugar con un gesto de la mano.

- Que me va a contar.- Contestó Ben que les dio la espalda sin más y se fue a la posada.

- Sigue descargando yo acompaño a nuestro forastero.- Escuchó Ben a su espalda y se giró para ver que el bajito se acercaba corriendo a él.- ¿Sabe? Hace algunos días que no vemos viajeros... La mayoría son refugiados, bueno, tampoco es que vengan muchos, ya sabe, los humanos no somos...Bueno, bueno, no sé qué decirle sobre eso... A ver, los humanos estamos por todas partes, ¿no?- Sango no sabía de lo que hablaba y se limitó a gruñir. Aquel pequeñito le empezaba a caer mal.

Cuando entraron no había nadie. El pequeñito se adelantó y dio una voz anunciando la visita. Ben rápidamente tomó asiento y de las escaleras apareció un hombre delgado que parecía ser el posadero. Antes de que llegara, Sango le pidió cerveza o lo que tuvieran para beber. El hombre asintió y se puso a ello. De las escaleras bajó también una mujer y pudo ver como el bajito le guiñaba el ojo. Ben frunció el ceño. La chica se acercó a la mesa en la que se sentó Sango. Vestía unas delicadas sedas de color crema que hacían contraste con su negra melena y su pálido rostro. De hecho, las personas que allí había visto eran muy pálidas.

- Hola, guapo. Me imagino que querrás una habitación, ¿no?- Ben asintió al tiempo que llegó al cerveza. Echó un largo trago antes de volver a mirar a la mujer.- Subamos, va.- Dijo ella haciendo que parte del vestido se cayera y dejara entrever un pecho.

- No me acuesto con putas.- Dijo Sango bruscamente. La mujer lo abofeteó con una fuerza brutal y casi estuvo a punto de tirarle de la silla. Sango abrió y cerró la boca varias veces, aún así el pitido no desaparecía. Sacudió la cabeza y miró con furia a la mujer.

- ¿Subimos ahora?- Preguntó desafiante. Sango pensó en que igual era buena idea, a lo mejor podría devolversela en la cama. Sonrió, asintió, apuró la jarra y se puso de pie. La mujer le sonreía levemente y le miraba como si Sango fuera una presa. Hizo un gesto y se alejó hacia las escaleras, contoneándose todo lo que podía y Sango la siguió. Subiendo las escaleras Ben tropezó y casi cae de bruces contra el suelo. Se detuvo y trató de calmar su respiración mientras abajo empezaron a conversar y de todo, lo más destacado fue:

- Ve a la despensa y haz algo. Están muy alterados.- Sango frunció el ceño al oír aquello y tras un latido pensó que había oído mal, era lo más probable.

- ¿Vienes?- Oyó a la mujer desde una de las habitaciones. Sango fue hasta la que tenía la puerta abierta y contempló a la mujer, ya desnuda, jugar con una de sus prendas encima de la cama. Al verlo entrar se detuvo y le hizo un gesto con el dedo índice indicándole que se acercara. La respiración de Sango se aceleró y los pantalones empezaron a apretarle. Dio un paso hacia adentro mientras se aflojaba las correas de los guanteletes que arrojó a un lado en el suelo. Dio otro paso y con la pierna izquierda buscó la puerta pues con las manos trataba de desajustar todo el conjunto del peto y espaldera. Cuando la pierna encontró la puerta, sonrió.

Sólo tuvo que hacer un movimiento y quedaron en las más absoluta intimidad.

Sango maldecía su suerte.

Tras quitarse toda la parte superior, se tumbó junto a la mujer que lo recibió con caricias, besos e incursiones a zonas mucho más interesantes. Sango, se abalanzó directamente hacia su pecho y estrujó los pechos entre sus manos mientras ella gemía de placer. Sus manos rápidamente fueron hacia abajo y buscaron entre sus ropas lo que tanto ansiaba en esos momentos. Cuando lo encontró, se detuvo un instante, sonrió y la miró. Ella le guiñó un ojo.

- Se me ocurre algo para hacer esto más… interesante.- Sin esperar una respuesta, se deshizo de la atadura que suponía Ben y caminó lentamente hacia un armario que había cercano a una puerta. El contoneo era hipnotizador y lo fue más aún cuando dejó caer sus ropas al suelo. Ben se quedó sin habla cuando del armario sacó una cuerda. Ella se giró lentamente y ladeando la cabeza miró a Sango y alzó las cejas. No hizo falta nada más.

Después de que lo atara a la cama, la señorita le había propinado un duro golpe con una estaca de madera en el costado. A Ben le faltó el aire y justo en ese momento le colocó ropa en la cara y se quedó dormido. Ahora que volvía a estar consciente se maldecía por haber cedido ante los impulsos de la carne tan rápidamente.

- ¡Eh! ¿Hay alguien? ¡Ayuda!- Gritó como pudo. Le dolía todo el cuerpo, le dolía incluso al respirar. De repente la puerta se abrió y golpeó la pared al abrirse completamente. La mujer con la que había estado hacía tan solo unos instantes  caminaba hacia él. Vestía ropas mucho más sencillas y llevaba el pelo recogido.

- Ah, hombres… Sólo pensáis con lo que os cuelga.- Dijo mientras le estudiaba.

- Ah, pensé que entre nosotros había algo, algún tipo de conexión sobrenatural, ¿sabe?- Dijo Ben mirándola.- Suéltame, anda, nos olvidaremos de esto.- Terminó. La mujer lo estudiaba.

- Nah… Sabrás bien, lo sé.- Le dijo aún estudiandole.

- ¿El qué sabré?- Preguntó. Pasados unos instantes en los que no obtuvo respuesta siguió.- Ah ya… perdona que no me haya dado cuenta hasta ahora. Eres una prostituta. ¡Claro, tenía razón! Pero no eres como las habituales... Querrás que te pague por adelantado… Que costumbres más raras, se cobra por lo que se hace o se sabe hacer… Las prostitutas o meretrices, por cierto, ¿cómo me puedo dirigir a vos? ¿No? ¿Ni siquiera me das tu nombre? Bueno, este es un trato que deja mucho que desear. Aunque bien sé que lo estabais pasando bien... Esos gemidos...- Hizo una pausa y se humedeció los labios.- Señora puta, quisiera hablar…-

Un estacazo interrumpió el monólogo de sinsentidos que estaba soltando Sango por la boca. Escupió una vez y a la segunda salía algo de sangre, algo se había roto. Ben maldijo por lo bajo cuando de repente la mujer con lo besó con lascivia y con grosería. Se alejó un par de pasos y se lamió restos de sangre que le había dejado Ben en los labios. Ella sonrió.

- Es él, ¿eh? Bueno, habrá que bajarlo junto al resto.- Dijo un hombre que acababa de entrar. Ben hubo de maldecir su suerte una vez más.

- Por fin, la señora puta quiere que le pague por ade…- Las manos del hombre se cerraron en torno a su cuello y apretaron con una fuerza sobrenatural.

- Hola, amigo. Voy a estar un rato así y me gustaría que supieras un par de cosas. Como vuelvas a insultar a mi hija, te corto la polla y te la hago tragar, segundo, como nos faltes al respeto,  te corto la cara y te la hago tragar, tercero, haz otra estupidez y te cortó todo lo que he dicho y te lo hago tragar.- Le soltó de repente y Sango pudo volver a respirar aspirando todo el aire que podía. Pero para su sorpresa volvió a él.

- Ahora te vamos a llevar a otra habitación, necesitamos esta para la próxima visita… No, no, shh, puedes dormir, tranquilo, no te va a pasar nada, bueno, quizá alguno de tus nuevos compañeros te coma, dicen que hay gente capaz de hacer esas cosas, ¿n…-

Y no escuchó más porque se desvaneció.