Visitas inesperadas [Privado] [Cerrado]
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Visitas inesperadas [Privado] [Cerrado]
Las patas del upelero que había rentado se hundían en el lodazal, dificultándole el ascenso por la colina que mantenía a su destino alejado de la vista. El pobre animal boqueaba de cansancio y Eyre, en las mismas condiciones, ya no tenía ni una gota de agua en la cantimplora que compartían. Sabía que estaba forzándolo, pero faltaba poco para el anochecer y, estando tan cerca, no quería pernoctar una vez más junto al camino. ¡Ya casi estaban allí! En un par de metros, una vez en la cima, vería por fin la ciudad de la que Matthew tanto le había hablado en esas prolijas cartas con olor a perfume que le aceleraban el pulso. Y si su corazón se agitaba entonces, ahora estaba absolutamente desbocado: ¡pronto, finalmente, lo vería de nuevo!
-¡Ánimo, pequeño! -Dijo cuando la exhausta montura dio el último paso hacia la cima- Ya casi... ¿llegamos?
Una ciudad fantástica con edificios altos, plazas espectaculares con fuentes y bancos para sentarse a merendar, montones de tabernas con exquisitos menúes y posadas de la mejor calidad... Era lo que Matthew le había contado, y era también exactamente lo opuesto a lo que sus ojos estaban viendo. Con los labios apretados en una fina línea, se instó a mantener la calma mientras buscaba, en su mochila, la carta donde el hombre le había dado una leve idea de la ubicación. No tenía las coordenadas exactas, dado que él insistía en llamarla cuando la “ciudad” estuviera lista, pero Eyre tenía sus métodos para averiguarlas e, ingenua, no se imaginaba ni remotamente en qué clase de tugurio se había metido el moreno ni por qué estaba tan determinado en hacerla esperar.
Repasó las palabras escritas en exquisita cursiva una y otra vez, y no le quedó más opción que aceptar que no se había equivocado de lugar. Con un nudo en la garganta, volvió a mirar el paisaje que se extendía en la llanura cercana: Junto a una enorme muralla que guarecía el territorio de los biocibernéticos -el corazón le dio un vuelco al recordar fugazmente a Veintitrés- unas cuantas tiendas de campaña se asentaban directamente sobre el lodazal. Vio fogatas y varias siluetas estáticas tendidas en el suelo, entre otras que sí se movían caminando de aquí para allá. Creyó oír risas, gritos y, aún a esa distancia, su nariz pudo captar la intensa peste que era llevada por la brisa.
Se mordió el labio y dio una suave palmada en el muslo del upelero para instarlo a bajar la cuesta. A medida que se acercaba el hedor se hacía más potente, y así también aumentaba su enojo. ¿Cómo no lo había visto venir? El secretismo, la larga espera, los datos ambiguos... Los meses de separación la ayudaron a olvidar que el humano era, además de un hombre encantador, un gran mentiroso, pero ahora comenzaba a recordarlo. Le había vendido humo, ¡sí, eso había hecho!
-Oh, Matthew Owens, te voy a...
Llegaron a la primer fila de tiendas y el espanto de Eyre cobró fuerza al ver de cerca quiénes eran los habitantes de tan pérfido lugar. Varios hombres de la peor calaña, solo los que podían mantenerse en pie, salieron a su encuentro: Bandidos sucios, borrachos, inmorales y zaparrastrosos le dedicaron silbidos y groserías de lo más creativas. La joven, a quien casi se le unían las cejas de tanto que fruncía el entrecejo, clavó la mirada al frente y los ignoró con impavidez a medida que avanzaba hacia el centro del campamento. Matthew le había dicho que su posición era buena, y eso significaba que estaba en un lugar privilegiado, ¿no? A menos, claro, que también le hubiera mentido en eso.
Al llegar a la tienda más grande, que tenía a su vez anexadas otras varias a los costados, ató al upelero a un poste y, tras acariciarle la cabeza con suavidad, quitó sus escasas pertenencias de las alforjas: una gruesa capa que oficiaba también de colchón y su imprescindible mochila. Se la estaba echando al hombro cuando vio por el rabillo del ojo que una mujer, figura inesperada en ese paraje, se le acercaba por la izquierda.
-¿Qué hace una niña bonita como tú en un lugar como este? -Inquirió con una sonrisa escasa de dientes. Era imposible adivinar su edad; si bien parecía bastante joven, el brillo experimentado en su mirada y la crueldad con que la vida la había tratado la hacían ver mayor de lo que era. Eyre se acomodó un mechón de cabello tras la oreja, ya que los rizos comenzaban a crecerle y a recuperar su rebeldía, y se inclinó levemente ante la mujer, que frente a semejante formalidad la miró como si viniera de otro planeta.
-Busco a Matthew Owens. ¿Podría indicarme dónde...?
-¡Ah! -Exclamó, interrumpiéndola con una fuerte palmada en el hombro que la joven no supo si considerar de hostilidad o camaradería, aunque la sonrisa de la mujer la hizo decantarse por lo segundo- ¡Así que tu también vienes a unírtenos! Haces bien: no hay nadie como Matt para nosotras. Con él, el negocio sí que da gusto.
¿“Matt”?, pensó con el estómago revuelto. ¿A qué venía tanta confianza? ¿Quién demonios era esa mujer? ¿A qué se refería con “negocio”? Le fue tan difícil reprimir su enfado, que apenas atinó a asentir con una pétrea mueca de circunstancias. Su interlocutora le dedicó una mirada inquisitiva hasta que terminó por suspirar, propinándole otra palmada en el hombro, gesto que Eyre comenzaba a odiar profundamente.
-Eres de pocas palabras, ¿eh? Bueno, no te juzgo, yo también he estado ahí, niña. Todas lo hemos estado. Ya entrarás en confianza. -“Todas”. La bruja entrecerró los ojos y se encogió de hombros- Ven, te llevaré con él, él sabrá ayudarte. ¡Puedes llamarme Mary!
La tomó de la mano y la guió hacia la entrada de la carpa principal. El interior contrastaba completamente con el resto del campamento: era tranquilo, olía bien y la iluminación resultaba tenue y agradable. Además, el suelo no era de barro y, en el centro, una enorme cama circular cobraba protagonismo. Mary la soltó para ir hacia allá y apartar las sábanas con suavidad, dejando entrever una espalda de amplios hombros envuelta en un pijama de seda y una corta cabellera morena, en la cual la mujer hundió los dedos con una melosa caricia que tiñó al rostro de Eyre de todos los colores habidos y por haber.
-Tienes visitas, Matt. -Susurró melosa y se retiró guiñándole un ojo a la bruja, que no hizo más que quedarse parada en medio del lugar, clavando sobre Matthew la mirada más siniestra que había puesto en toda su corta vida.
-¡Ánimo, pequeño! -Dijo cuando la exhausta montura dio el último paso hacia la cima- Ya casi... ¿llegamos?
Una ciudad fantástica con edificios altos, plazas espectaculares con fuentes y bancos para sentarse a merendar, montones de tabernas con exquisitos menúes y posadas de la mejor calidad... Era lo que Matthew le había contado, y era también exactamente lo opuesto a lo que sus ojos estaban viendo. Con los labios apretados en una fina línea, se instó a mantener la calma mientras buscaba, en su mochila, la carta donde el hombre le había dado una leve idea de la ubicación. No tenía las coordenadas exactas, dado que él insistía en llamarla cuando la “ciudad” estuviera lista, pero Eyre tenía sus métodos para averiguarlas e, ingenua, no se imaginaba ni remotamente en qué clase de tugurio se había metido el moreno ni por qué estaba tan determinado en hacerla esperar.
Repasó las palabras escritas en exquisita cursiva una y otra vez, y no le quedó más opción que aceptar que no se había equivocado de lugar. Con un nudo en la garganta, volvió a mirar el paisaje que se extendía en la llanura cercana: Junto a una enorme muralla que guarecía el territorio de los biocibernéticos -el corazón le dio un vuelco al recordar fugazmente a Veintitrés- unas cuantas tiendas de campaña se asentaban directamente sobre el lodazal. Vio fogatas y varias siluetas estáticas tendidas en el suelo, entre otras que sí se movían caminando de aquí para allá. Creyó oír risas, gritos y, aún a esa distancia, su nariz pudo captar la intensa peste que era llevada por la brisa.
Se mordió el labio y dio una suave palmada en el muslo del upelero para instarlo a bajar la cuesta. A medida que se acercaba el hedor se hacía más potente, y así también aumentaba su enojo. ¿Cómo no lo había visto venir? El secretismo, la larga espera, los datos ambiguos... Los meses de separación la ayudaron a olvidar que el humano era, además de un hombre encantador, un gran mentiroso, pero ahora comenzaba a recordarlo. Le había vendido humo, ¡sí, eso había hecho!
-Oh, Matthew Owens, te voy a...
Llegaron a la primer fila de tiendas y el espanto de Eyre cobró fuerza al ver de cerca quiénes eran los habitantes de tan pérfido lugar. Varios hombres de la peor calaña, solo los que podían mantenerse en pie, salieron a su encuentro: Bandidos sucios, borrachos, inmorales y zaparrastrosos le dedicaron silbidos y groserías de lo más creativas. La joven, a quien casi se le unían las cejas de tanto que fruncía el entrecejo, clavó la mirada al frente y los ignoró con impavidez a medida que avanzaba hacia el centro del campamento. Matthew le había dicho que su posición era buena, y eso significaba que estaba en un lugar privilegiado, ¿no? A menos, claro, que también le hubiera mentido en eso.
Al llegar a la tienda más grande, que tenía a su vez anexadas otras varias a los costados, ató al upelero a un poste y, tras acariciarle la cabeza con suavidad, quitó sus escasas pertenencias de las alforjas: una gruesa capa que oficiaba también de colchón y su imprescindible mochila. Se la estaba echando al hombro cuando vio por el rabillo del ojo que una mujer, figura inesperada en ese paraje, se le acercaba por la izquierda.
-¿Qué hace una niña bonita como tú en un lugar como este? -Inquirió con una sonrisa escasa de dientes. Era imposible adivinar su edad; si bien parecía bastante joven, el brillo experimentado en su mirada y la crueldad con que la vida la había tratado la hacían ver mayor de lo que era. Eyre se acomodó un mechón de cabello tras la oreja, ya que los rizos comenzaban a crecerle y a recuperar su rebeldía, y se inclinó levemente ante la mujer, que frente a semejante formalidad la miró como si viniera de otro planeta.
-Busco a Matthew Owens. ¿Podría indicarme dónde...?
-¡Ah! -Exclamó, interrumpiéndola con una fuerte palmada en el hombro que la joven no supo si considerar de hostilidad o camaradería, aunque la sonrisa de la mujer la hizo decantarse por lo segundo- ¡Así que tu también vienes a unírtenos! Haces bien: no hay nadie como Matt para nosotras. Con él, el negocio sí que da gusto.
¿“Matt”?, pensó con el estómago revuelto. ¿A qué venía tanta confianza? ¿Quién demonios era esa mujer? ¿A qué se refería con “negocio”? Le fue tan difícil reprimir su enfado, que apenas atinó a asentir con una pétrea mueca de circunstancias. Su interlocutora le dedicó una mirada inquisitiva hasta que terminó por suspirar, propinándole otra palmada en el hombro, gesto que Eyre comenzaba a odiar profundamente.
-Eres de pocas palabras, ¿eh? Bueno, no te juzgo, yo también he estado ahí, niña. Todas lo hemos estado. Ya entrarás en confianza. -“Todas”. La bruja entrecerró los ojos y se encogió de hombros- Ven, te llevaré con él, él sabrá ayudarte. ¡Puedes llamarme Mary!
La tomó de la mano y la guió hacia la entrada de la carpa principal. El interior contrastaba completamente con el resto del campamento: era tranquilo, olía bien y la iluminación resultaba tenue y agradable. Además, el suelo no era de barro y, en el centro, una enorme cama circular cobraba protagonismo. Mary la soltó para ir hacia allá y apartar las sábanas con suavidad, dejando entrever una espalda de amplios hombros envuelta en un pijama de seda y una corta cabellera morena, en la cual la mujer hundió los dedos con una melosa caricia que tiñó al rostro de Eyre de todos los colores habidos y por haber.
-Tienes visitas, Matt. -Susurró melosa y se retiró guiñándole un ojo a la bruja, que no hizo más que quedarse parada en medio del lugar, clavando sobre Matthew la mirada más siniestra que había puesto en toda su corta vida.
Última edición por Eyre el Lun Nov 05 2018, 01:39, editado 1 vez
Eyre
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Re: Visitas inesperadas [Privado] [Cerrado]
Matthew estaba completamente convencido que las personas podían vivir sin muchas, cosas. Podían prescindir de una casa, de buena comida, de un trabajo, incluso de amigos y de mujeres. Lo que sin duda no debía faltar jamás era un buen sitio donde descansar ¡Eso no podía permitirse! El cómo se despertara una persona iba a marcar la forma en que podría sobrellevar todo el resto del día, era la clave para que todas las decisiones que tomara fueran las más sensatas y atinadas.
Por eso, en cuanto el estafador tuvo la más mínima posibilidad de establecerse de forma casi permanente, comenzó a decorar y arreglar la habitación/carpa de acuerdo a sus excéntricos gustos. Las personas que estaban cerca de Matt ya se habían acostumbrado a sus extrañas costumbres y a sus cambios de humor repentinos.
La verdad sea dicha, la mayoría de los hombres no lo soportaban, no podían entender una personalidad tan retorcida, era alguien que podía sonreír y a la vez ordenar la ejecución de una persona que hasta hacía pocos minutos parecía ser su mejor amigo. Todos sabían que se había llevado a las prostitutas de la ciudad, pero sin embargo no se mostraba especialmente libidinoso con ninguna de ellas, más bien era galante ¿Para qué mostrarse caballeroso con una puta? Los bandidos negaban con la cabeza y simplemente lo dejaban ser.
Por otro lado, el Rey Lazid dejaba que Matthew haga lo que quisiera, siempre y cuando cumpliera con sus obligaciones y mantuviera tranquila la ciudad. Controlar una caravana de bandidos ya era lo suficientemente difícil sin la preocupación extra de tener que vigilar a Owens. Ambas autoridades parecían entenderse bien, el estafador trataba con respeto al Hombre-Lagarto, no se metía con su dinero, ni lo contradecía cuando había tomado una decisión. Y a cambio el Humano podía hacer su vida diaria tranquila.
Dentro de la carpa era como un pequeño paraíso, todo era cortinas, seda, bellos muebles y delicioso vino. Desde distintos tajos que hacían a las veces de puerta se podía acceder a lo que era el hogar de las prostitutas, sus vidas habían mejorado en gran medida desde que Matthew las había alojado a su lado. Claramente no era dinero lo que el estafador les ofrecía, eso se lo ganaban ellas solas, lo que el Virrey les daba era un sitio tranquilo y seguro donde poder trabajar.
¿Y qué era lo que pedía a cambio? Información, vigilancia las veinticuatro horas y que las damas fueran como una extensión de sus ojos y sus oídos. Claro que ninguna estaba obligada a trabajar de esa manera, pero aquellas que decidían estar por su cuenta pronto eran víctimas de los malos tratos que los bandidos propinaban a cualquiera que fuera inferior en fuerza física.
Más tarde o más temprano, todas terminaban en la carpa de Matthew Owens.
El mismo Matthew Owens que en ese momento se encontraba boca abajo profundamente dormido en su hermoso colchón de plumas. Había sido una larga jornada, y al terminar con todas sus obligaciones había regresado para dormir tantas horas como se le antojara, dejando la orden tajante de que no lo despertaran a menos que fuera por cuestiones de negocios.
Sintió una mano pasando por sus cabellos y suspiró con pereza, agarró la mano y la pasó por su mejilla de forma cariñosa.
-Mmm… Mary… Quiero dormir un poco más – Dijo sin abrir los ojos.
-Ya dormiste suficiente, cariño, vamos – Le susurró la mujer – Los negocios son lo primero ¿Cierto?-
-Mmmm… - Contestó con un gruñido el estafador, agarrando la sábana y tapándose hasta arriba de la cabeza - ¿No se puede encargar Mily? ¿O Susan? –
-Esta joven tan guapa pregunto exclusivamente por ti – Mary volvió a mirar a Eyre y le sonrió con amabilidad, consideraba que le estaba haciendo un cumplido pero al ver el rostro enojado de la bruja levantó una ceja sin entender – Suficiente de caprichos, Matt. No está bien hacer esperar a una dama- Comentó la mujer suponiendo que podía ser la demora lo que molestaba a la chica.
-Bien, bien, ya voy… - Owens suspiró y con mucha pereza se quitó la sábana de la cabeza y recién entonces abrió los ojos y se fijó en quien había llegado - ¡AAHH! – Exclamo el estafador abriendo los ojos como dos platos – ¡¡Eyre!! Yo… Tú… - De pronto recordó que Mary continuaba estando allí, y observaba con mucha curiosidad la situación – Por favor, déjanos solos. Te explicaré… Les explicaré luego – La prostituta sabia cuando era mejor retirarse, sin mirar más ni a la bruja ni al estafador, se fue de la carpa – Te dije que no vinieras aún ¡La ciudad no está lista! Aún no obtuvimos el permiso de los Bios y luego de eso tendremos que mudarnos, y entonces yo… -
El hombre intentaba explicar demasiadas cosas a la vez, y se daba cuenta que dicho de esa manera sonaban a un montón de incoherencias que no ayudaban en nada a su imagen. Respiró profundo y se sentó, con algo de dificultad ya que el colchón era muy blando, en el borde de la cama. Tenía el pelo revuelto, y el pijama puesto de modo desprolijo, se aclaró la garganta e intentó ordenarse un poco.
-La ciudad está en proceso de construcción, y no es… No es seguro estar aquí, Eyre, por eso te había pedido que esperaras un poco más… - Intentó explicar el Humano, aunque la mirada furiosa de la joven le decía que sus problemas no hacían más que comenzar.
Por eso, en cuanto el estafador tuvo la más mínima posibilidad de establecerse de forma casi permanente, comenzó a decorar y arreglar la habitación/carpa de acuerdo a sus excéntricos gustos. Las personas que estaban cerca de Matt ya se habían acostumbrado a sus extrañas costumbres y a sus cambios de humor repentinos.
La verdad sea dicha, la mayoría de los hombres no lo soportaban, no podían entender una personalidad tan retorcida, era alguien que podía sonreír y a la vez ordenar la ejecución de una persona que hasta hacía pocos minutos parecía ser su mejor amigo. Todos sabían que se había llevado a las prostitutas de la ciudad, pero sin embargo no se mostraba especialmente libidinoso con ninguna de ellas, más bien era galante ¿Para qué mostrarse caballeroso con una puta? Los bandidos negaban con la cabeza y simplemente lo dejaban ser.
Por otro lado, el Rey Lazid dejaba que Matthew haga lo que quisiera, siempre y cuando cumpliera con sus obligaciones y mantuviera tranquila la ciudad. Controlar una caravana de bandidos ya era lo suficientemente difícil sin la preocupación extra de tener que vigilar a Owens. Ambas autoridades parecían entenderse bien, el estafador trataba con respeto al Hombre-Lagarto, no se metía con su dinero, ni lo contradecía cuando había tomado una decisión. Y a cambio el Humano podía hacer su vida diaria tranquila.
Dentro de la carpa era como un pequeño paraíso, todo era cortinas, seda, bellos muebles y delicioso vino. Desde distintos tajos que hacían a las veces de puerta se podía acceder a lo que era el hogar de las prostitutas, sus vidas habían mejorado en gran medida desde que Matthew las había alojado a su lado. Claramente no era dinero lo que el estafador les ofrecía, eso se lo ganaban ellas solas, lo que el Virrey les daba era un sitio tranquilo y seguro donde poder trabajar.
¿Y qué era lo que pedía a cambio? Información, vigilancia las veinticuatro horas y que las damas fueran como una extensión de sus ojos y sus oídos. Claro que ninguna estaba obligada a trabajar de esa manera, pero aquellas que decidían estar por su cuenta pronto eran víctimas de los malos tratos que los bandidos propinaban a cualquiera que fuera inferior en fuerza física.
Más tarde o más temprano, todas terminaban en la carpa de Matthew Owens.
El mismo Matthew Owens que en ese momento se encontraba boca abajo profundamente dormido en su hermoso colchón de plumas. Había sido una larga jornada, y al terminar con todas sus obligaciones había regresado para dormir tantas horas como se le antojara, dejando la orden tajante de que no lo despertaran a menos que fuera por cuestiones de negocios.
Sintió una mano pasando por sus cabellos y suspiró con pereza, agarró la mano y la pasó por su mejilla de forma cariñosa.
-Mmm… Mary… Quiero dormir un poco más – Dijo sin abrir los ojos.
-Ya dormiste suficiente, cariño, vamos – Le susurró la mujer – Los negocios son lo primero ¿Cierto?-
-Mmmm… - Contestó con un gruñido el estafador, agarrando la sábana y tapándose hasta arriba de la cabeza - ¿No se puede encargar Mily? ¿O Susan? –
-Esta joven tan guapa pregunto exclusivamente por ti – Mary volvió a mirar a Eyre y le sonrió con amabilidad, consideraba que le estaba haciendo un cumplido pero al ver el rostro enojado de la bruja levantó una ceja sin entender – Suficiente de caprichos, Matt. No está bien hacer esperar a una dama- Comentó la mujer suponiendo que podía ser la demora lo que molestaba a la chica.
-Bien, bien, ya voy… - Owens suspiró y con mucha pereza se quitó la sábana de la cabeza y recién entonces abrió los ojos y se fijó en quien había llegado - ¡AAHH! – Exclamo el estafador abriendo los ojos como dos platos – ¡¡Eyre!! Yo… Tú… - De pronto recordó que Mary continuaba estando allí, y observaba con mucha curiosidad la situación – Por favor, déjanos solos. Te explicaré… Les explicaré luego – La prostituta sabia cuando era mejor retirarse, sin mirar más ni a la bruja ni al estafador, se fue de la carpa – Te dije que no vinieras aún ¡La ciudad no está lista! Aún no obtuvimos el permiso de los Bios y luego de eso tendremos que mudarnos, y entonces yo… -
El hombre intentaba explicar demasiadas cosas a la vez, y se daba cuenta que dicho de esa manera sonaban a un montón de incoherencias que no ayudaban en nada a su imagen. Respiró profundo y se sentó, con algo de dificultad ya que el colchón era muy blando, en el borde de la cama. Tenía el pelo revuelto, y el pijama puesto de modo desprolijo, se aclaró la garganta e intentó ordenarse un poco.
-La ciudad está en proceso de construcción, y no es… No es seguro estar aquí, Eyre, por eso te había pedido que esperaras un poco más… - Intentó explicar el Humano, aunque la mirada furiosa de la joven le decía que sus problemas no hacían más que comenzar.
Matthew Owens
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Re: Visitas inesperadas [Privado] [Cerrado]
Los celos hacían que la sangre de Eyre corriera dentro de sus venas en estado de ebullición. Estática en su sitio, observaba detenidamente no solo la manera en que Matthew recibía alegremente la “atención” de la mujer, sino también reparaba en los cortes verticales que comunicaban esa gran tienda con las pequeñas que había alrededor. Algunos estaban entreabiertos y pudo ver varias siluetas femeninas que iban y venían, algunas solas, y otras acompañadas por los hombres que había visto fuera.
Eyre estaba lejos de ser estúpida, y en los últimos meses había perdido gran parte de su inocencia, por lo que no tardó en atar cabos. Las palabras de Mary pronto cobraron sentido: “Nosotras”, “El negocio”... -Mujeres de mala vida. -Dedujo la bruja, pero al darse cuenta de que estaba parafraseando las mismas palabras que su propio padre usaba para denigrarlas, se retractó. Su problema no era con ellas; era única y exclusivamente con Matthew Owens.
Su reacción dejó en evidencia que la visita no era una grata sorpresa. Eyre lo estudió con los ojos entrecerrados, muda, indignada por la manera en que el hombre intentaba excusarse. “-Soy una idiota.”, pensó con los puños apretados. El tierno momento que habían tenido allá en Beltrexus, las cartas, las palabras bonitas, las promesas de verse pronto... Todo le había hecho pensar que era especial para el humano. Pero ahora caía en la cuenta de que nunca habían aclarado cuál era su relación; quizás, para él, no era más que otra ilusa en su camino. ¡Qué ironía, una ilusionista haciéndose ilusiones!
-Ahá. La ciudad. -Repitió mientras se cruzaba de brazos, apretando contra su pecho la sucia capa sobre la que había tenido que dormir durante semanas para llegar hasta allí- Querrás decir el circo. -Añadió con desdén mientras echaba un rápido vistazo alrededor- No tiene nada que ver con las prost... mujeres que te acompañan, ¿verdad? Es solo que “no es seguro.” ¿Seguro para quién? ¿Para mí? ¡He tomado un barco y recorrido medio Verisar yo sola para venir a verte, tú... agh! -Gritó con el veneno brotando de su garganta.
No podía dejar de mirarlo con absoluta desaprobación y de pensar en cuán inocente había sido. Mientras ella permanecía en Beltrexus, sola e intentando juntar sus pedazos rotos para hacerse más fuerte y, así, poder estar junto al humano sin causarle problemas, él se dedicaba a adornar su tienda rodeada de lodo y a pasar su tiempo con mujerzuelas. ¡Qué tonta, qué tonta, qué tonta! Pero si de algo le habían servido esos meses, pensó con los dientes apretados, fue para ganar el carácter que antes no tenía. Antes se hubiera quedado, esperando que su presencia sacara lo mejor del humano...
Pero ahora no tenía tiempo para perder junto a alguien así. Iracunda, se dio la media vuelta y comenzó a andar por donde había venido.
-¡Vete a la mierda, Matthew Owens!
Eyre
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Re: Visitas inesperadas [Privado] [Cerrado]
La joven bruja no le creía “Claro ¿Por qué iba a creerte? ¿Cuándo fue la última vez que abriste la boca sin decir una mentira?” Matthew recordaba bien cuando había sido eso, y podía recordarlo porque había sido en el último encuentro con Eyre, cuando sin haberlo previsto había terminó confesando sus sentimientos. De solo recordarlo volvía a sentirse abochornado.
-¿EH? - El discurso sobre las prostitutas lo tomó por sorpresa - ¿Qué quieres de...? ¡Claro que no tiene nada que ver con eso! - De un tirón terminó de quitarse la sábana de encima y dio un salto para salir de la cama - Estas malinterpretando las cosas, déjame explicarte - Una multitud de sentimientos se agolpaban en el pecho del estafador.
Estaba preocupado porque la llegada de Eyre los ponía automáticamente en peligro a ambos, también se sentía enojado porque la muchacha era una cabeza dura y había desoído sus ordenes. Pero también, tenía que admitir que se sentía feliz de verla... Y quizás algo dolido “Claramente esto no sería suficiente para ella”
-No tendrías que haberlo hecho, en cuanto nos hubiésemos instalado yo... - No le dejó terminar la oración, la muchacha se dio la media vuelta y comenzó a caminar hacía la salida - ¡Oye no! ¡Espera! - Corrió hacía ella y, sin tocarla “Tengo el presentimiento de que sí le pongo una mano encima me asesinara”, se paró frente a Eyre para impedir que saliera de la carpa - Escúchame ¿Sí? Solo te pido eso, y sí luego de explicarte todo aún así no estás convencida puedes golpearme hasta que se te pase el enojo, y si luego de eso tampoco me perdonas, pensaré en otra manera de compensarte ¿Sí?-
La respiración de Owens estaba agitada, no por haberse levantado de golpe, sino porque había pasado en pocos segundos de estar durmiendo profundamente a verse atacado por la fulminante mirada de Eyre y sus incisivas palabras. Al escuchar el griterío algunas de las muchachas se asomaron para mirar, no era la primera vez que alguien venía a la carpa a hacer un escándalo, pero sí era la primera que Matt intentaba retener a la persona.
-Pfff, que cobarde - Se burló uno de los hombres que estaba desnudo de la cintura para arriba. Corrían muchos rumores sobre el Virrey, uno de ellos hablaba sobre sus hábitos poco masculinos.
-Shhh - Rechistó la prostituta que estaba junto al rufián, y le pegó un codazo en las costillas para hacerlo callar, sí hubiesen estado en cualquier otro lado seguramente el hombre le hubiese dado una cachetada a la puta, pero todos en Ciudad Lagarto sabían lo que te pasaba si hacías eso a una de las muchachas del estafador.
-Este no es un buen sitio para discutirlo - Dijo Matt, bajando la voz - Ven conmigo - Apoyó con mucho cuidado las manos en los hombros de la joven - Quitate la ropa de viaje, come algo mientras escuchas lo que tengo para decirte - Le sonrió con timidez para intentar convencerla - Si quieres volver a cruzar medio continente es mejor que estés descansada ¿Cierto? -
El humano miro alrededor y frunció el ceño, fue toda la señal que necesitaron los curiosos para saber que era momento de volver a sus tareas. Cada prostituta regresó a su carpa con sus clientes y dejaron solo al Virrey para que solucionara sus problemas.
-¿EH? - El discurso sobre las prostitutas lo tomó por sorpresa - ¿Qué quieres de...? ¡Claro que no tiene nada que ver con eso! - De un tirón terminó de quitarse la sábana de encima y dio un salto para salir de la cama - Estas malinterpretando las cosas, déjame explicarte - Una multitud de sentimientos se agolpaban en el pecho del estafador.
Estaba preocupado porque la llegada de Eyre los ponía automáticamente en peligro a ambos, también se sentía enojado porque la muchacha era una cabeza dura y había desoído sus ordenes. Pero también, tenía que admitir que se sentía feliz de verla... Y quizás algo dolido “Claramente esto no sería suficiente para ella”
-No tendrías que haberlo hecho, en cuanto nos hubiésemos instalado yo... - No le dejó terminar la oración, la muchacha se dio la media vuelta y comenzó a caminar hacía la salida - ¡Oye no! ¡Espera! - Corrió hacía ella y, sin tocarla “Tengo el presentimiento de que sí le pongo una mano encima me asesinara”, se paró frente a Eyre para impedir que saliera de la carpa - Escúchame ¿Sí? Solo te pido eso, y sí luego de explicarte todo aún así no estás convencida puedes golpearme hasta que se te pase el enojo, y si luego de eso tampoco me perdonas, pensaré en otra manera de compensarte ¿Sí?-
La respiración de Owens estaba agitada, no por haberse levantado de golpe, sino porque había pasado en pocos segundos de estar durmiendo profundamente a verse atacado por la fulminante mirada de Eyre y sus incisivas palabras. Al escuchar el griterío algunas de las muchachas se asomaron para mirar, no era la primera vez que alguien venía a la carpa a hacer un escándalo, pero sí era la primera que Matt intentaba retener a la persona.
-Pfff, que cobarde - Se burló uno de los hombres que estaba desnudo de la cintura para arriba. Corrían muchos rumores sobre el Virrey, uno de ellos hablaba sobre sus hábitos poco masculinos.
-Shhh - Rechistó la prostituta que estaba junto al rufián, y le pegó un codazo en las costillas para hacerlo callar, sí hubiesen estado en cualquier otro lado seguramente el hombre le hubiese dado una cachetada a la puta, pero todos en Ciudad Lagarto sabían lo que te pasaba si hacías eso a una de las muchachas del estafador.
-Este no es un buen sitio para discutirlo - Dijo Matt, bajando la voz - Ven conmigo - Apoyó con mucho cuidado las manos en los hombros de la joven - Quitate la ropa de viaje, come algo mientras escuchas lo que tengo para decirte - Le sonrió con timidez para intentar convencerla - Si quieres volver a cruzar medio continente es mejor que estés descansada ¿Cierto? -
El humano miro alrededor y frunció el ceño, fue toda la señal que necesitaron los curiosos para saber que era momento de volver a sus tareas. Cada prostituta regresó a su carpa con sus clientes y dejaron solo al Virrey para que solucionara sus problemas.
Matthew Owens
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Re: Visitas inesperadas [Privado] [Cerrado]
El humano se paró frente a ella y no pudo hacer más que frenar en seco para observarlo con el ceño fruncido. Aunque estaba siendo más dura de lo que nunca había sido, aún así le costaba un gran esfuerzo contener las lágrimas. Sí, estaba enfadadísima con él, pero también triste y agotada. Sus expectativas acababan de ser destrozadas y necesitaba desesperadamente un abrazo. Y él estaba allí, tan cerca que bastaría sólo dejarse caer sobre sus brazos... ¡pero no, no debía ser débil!
-¡No existe nada en este mundo con lo que puedas compensarme! -Refunfuñó mirándolo directo a los ojos. No estaba dispuesta a creer las patrañas del humano con tanta facilidad y, si descubría que mentía, era capaz de recorrer todo el camino de vuelta sin beber ni una sola gota de agua con tal de irse de allí lo más pronto posible... o al menos eso pensaba ahora que estaba tan envalentonada, pero la realidad era mucho más dura de lo que estaba dispuesta a admitir. ¿Adónde iría? ¿Qué haría? Había dejado todo para seguir a Matthew y, con las cosas como estaban, no sería tan fácil conseguir un barco de vuelta a las islas. Suspiró. Desde lo más profundo de su ser deseaba que el hombre dijera milagrosamente la fórmula exacta para convencerla de quedarse.
Y bastó con que el maldito la tocara para que algo dentro de ella se ablandara. ¡Cuánto había extrañado tenerlo así de cerca! Su perfume, su sonrisa, su tierna mirada, todo la remontaba a aquel tiempo en que no estaban rodeados de prostitutas y lodo. No obstante, determinada y digna, se esforzó por disimular su debilidad echando una mirada despectiva a cada mano que se posó sobre sus hombros, como si el solo contacto le causase repulsión.
-Más vale que selecciones bien tus palabras, Matthew. -Advirtió mientras se dejaba guiar a través de la tienda hacia una de las “puertas” que, tras cruzarla, los conectó con un espacio más íntimo y pequeño. Tan solo encontraron una mesa con sus respectivas sillas, un cuenco con frutas y una jarra de agua que Eyre estudió meticulosamente para constatar si estaba limpia antes de llevársela a los labios, dando un instante de paz al moreno mientras se enfrascaba en saciar su sed. Pese a su aparente energía, la joven no estaba precisamente en su mejor momento. Dormía y comía mal hacía días, y había fantaseado con, apenas llegara a la “fantástica ciudad”, comer copiosamente y descansar por varios días aferrada, por supuesto, a su apuesto, amable y para nada mentiroso pretendiente.
¡Ya estaba fantaseando de nuevo! Apoyó fuertemente la jarra y se secó los labios con el antebrazo antes de tomar asiento frente al hombre. Entonces cruzó las piernas, dejó la mochila y la capa en el suelo y comenzó a tamborilear los dedos contra la mesa. Le hubiera gustado comenzar a comer, pero prefería esperar a ver si el humano le causaría una indigestión o no.
-¿Y bien? -Inquirió, impaciente, esta vez evitando mirarlo con tanta fijeza ahora que estaban solos y que era más consciente de los encantos del hombre- Convénceme.
Eyre
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El estafador tomo como una buena señal el que no lo apuñalara en cuanto le puso una mano encima, ciertamente la joven bruja aún lo miraba con profundo odio “Se ve tan hermosa cuando está enojada”, Matt se obligó a concentrarse en lo que estaba pasando, sí no se explicaba adecuadamente Eyre no dudaría en irse por donde había venido. Retiró las manos en cuanto la muchacha aceptó la propuesta ¡El color regresó al rostro de Owens! Y le hizo un gesto para que pasaran a un sitio más privado.
Se sentó con sus habituales modos delicados y esperó hasta que la chica dejara de beber “En verdad estabas sedienta, lo sabía”, se cruzó de piernas y se quedó en silencio unos segundos mientras pensaba cómo ordenar la información. No sería sencillo convencerla, no estaba en los planes de Matt el que lo encontrara de esa manera, el estafador estaba convencido de que sí al llegar Eyre se encontraba con una ciudad en todo su esplendor dejaría de lado el modo en que había llegado a conseguir todo eso “¿Qué más puedo darle?”, la respuesta no era del agrado de Matthew.
-Bien, comenzaré por el principio - Suspiró y se preparó para decir un montón de cosas que no quería decir - Ayudé al Gremio de Ladrones a sacar una enorme cantidad de oro de Lunargenta en plena guerra, y como recompensa, me nombraron Virrey de la futura Ciudad Lagarto - Se tapó la cara porque le daba vergüenza - Yo no elegí ese nombre y sinceramente es espantoso, pero el ego de nuestro querido Rey es inmenso - Se recostó contra el respaldo de la silla mientras miraba a otro lado y sonreía de medio lado.
Con el resto de las personas, incluso con las prostitutas, tenía que fingir que se llevaba bien con Lazid, era su única posibilidad de mantener su puesto. Pero con Eyre no tenía ese problema, sí había alguien puro y sincero en esa ciudad esa sin duda era la bruja, quizás en parte era eso lo que le gustaba de ella.
-La ciudad no se quedará aquí, estamos esperando a que unos mensajeros regresen de la ciudad de los Bio- cibernéticos, fueron a negociar para que nos dejen vivir del otro lado del muro - Volvió a mirar a los ojos a Eyre - Por eso no quería que vinieras aún, quería... - Y ahí su boca se cerró como por arte de magia, tragó saliva un par de veces “Detesto esta sensación” - Quería que cuando llegaras todo estuviera listo y recibirte... Como corresponde... - Se encogió de hombros.
Una muchacha, esta vez bien vestida, trajo otra jarra de agua y se fue tan rápido como había llegado, al parecer las prostitutas habían entendido que su presencia solo causaba más problemas.
-En cuanto a ellas - Matthew agarró una de las frutas y comenzó a jugar con ella, intentando prestar atención a otra cosa que no fuera la penetrante mirada de la bruja - Puedes imaginarte lo difícil que es para un grupo de mujeres el mantenerse a salvo en una ciudad llena de bandidos ¿Cierto? Tienen que trabajar si quieren comer, pero cuando el trabajo te puede costar la vida todo se vuelve muy complicado - Golpeó con el dedo una uva que fue rodando hasta Eyre - Me aproveché de eso. Les dije que podían venir aquí y yo usaría mi título para mantenerlas a salvo mientras realizaban sus deberes, nada más - Volvió a sentarse derecho y miró a los ojos nuevamente a la joven - No te confundas, esto no es amabilidad, yo solo les doy un lugar donde estar, ellas continúan trabajando igual que siempre y a cambio de mi protección me traen mucha información y rumores ¿Entiendes? Esto es un negocio, un contrato, nada más que eso- Se estiró por arriba de la mesa y agarró la mano de la muchacha - Estoy dispuesto a demostrarte que digo la verdad... Al menos está vez - Sonrió con picardía.
Comenzaba a sentirse cansado, nuevamente la maldición que le había puesto Amanda se hacía presente “Tendré que explicarle eso también”. Acarició con el pulgar el dorso de la mano de la chica, no quería estuvieran peleados, no luego de haber estado tanto tiempo sin verse.
Se sentó con sus habituales modos delicados y esperó hasta que la chica dejara de beber “En verdad estabas sedienta, lo sabía”, se cruzó de piernas y se quedó en silencio unos segundos mientras pensaba cómo ordenar la información. No sería sencillo convencerla, no estaba en los planes de Matt el que lo encontrara de esa manera, el estafador estaba convencido de que sí al llegar Eyre se encontraba con una ciudad en todo su esplendor dejaría de lado el modo en que había llegado a conseguir todo eso “¿Qué más puedo darle?”, la respuesta no era del agrado de Matthew.
-Bien, comenzaré por el principio - Suspiró y se preparó para decir un montón de cosas que no quería decir - Ayudé al Gremio de Ladrones a sacar una enorme cantidad de oro de Lunargenta en plena guerra, y como recompensa, me nombraron Virrey de la futura Ciudad Lagarto - Se tapó la cara porque le daba vergüenza - Yo no elegí ese nombre y sinceramente es espantoso, pero el ego de nuestro querido Rey es inmenso - Se recostó contra el respaldo de la silla mientras miraba a otro lado y sonreía de medio lado.
Con el resto de las personas, incluso con las prostitutas, tenía que fingir que se llevaba bien con Lazid, era su única posibilidad de mantener su puesto. Pero con Eyre no tenía ese problema, sí había alguien puro y sincero en esa ciudad esa sin duda era la bruja, quizás en parte era eso lo que le gustaba de ella.
-La ciudad no se quedará aquí, estamos esperando a que unos mensajeros regresen de la ciudad de los Bio- cibernéticos, fueron a negociar para que nos dejen vivir del otro lado del muro - Volvió a mirar a los ojos a Eyre - Por eso no quería que vinieras aún, quería... - Y ahí su boca se cerró como por arte de magia, tragó saliva un par de veces “Detesto esta sensación” - Quería que cuando llegaras todo estuviera listo y recibirte... Como corresponde... - Se encogió de hombros.
Una muchacha, esta vez bien vestida, trajo otra jarra de agua y se fue tan rápido como había llegado, al parecer las prostitutas habían entendido que su presencia solo causaba más problemas.
-En cuanto a ellas - Matthew agarró una de las frutas y comenzó a jugar con ella, intentando prestar atención a otra cosa que no fuera la penetrante mirada de la bruja - Puedes imaginarte lo difícil que es para un grupo de mujeres el mantenerse a salvo en una ciudad llena de bandidos ¿Cierto? Tienen que trabajar si quieren comer, pero cuando el trabajo te puede costar la vida todo se vuelve muy complicado - Golpeó con el dedo una uva que fue rodando hasta Eyre - Me aproveché de eso. Les dije que podían venir aquí y yo usaría mi título para mantenerlas a salvo mientras realizaban sus deberes, nada más - Volvió a sentarse derecho y miró a los ojos nuevamente a la joven - No te confundas, esto no es amabilidad, yo solo les doy un lugar donde estar, ellas continúan trabajando igual que siempre y a cambio de mi protección me traen mucha información y rumores ¿Entiendes? Esto es un negocio, un contrato, nada más que eso- Se estiró por arriba de la mesa y agarró la mano de la muchacha - Estoy dispuesto a demostrarte que digo la verdad... Al menos está vez - Sonrió con picardía.
Comenzaba a sentirse cansado, nuevamente la maldición que le había puesto Amanda se hacía presente “Tendré que explicarle eso también”. Acarició con el pulgar el dorso de la mano de la chica, no quería estuvieran peleados, no luego de haber estado tanto tiempo sin verse.
Matthew Owens
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Atenta, la joven bruja escuchó cuidadosamente cada palabra que salía de la bonita boca del hombre. Había esperado excusas adornadas e ingeniosas que lo dejaran bien parado, pero la información que recibió, en cambio, sonaba bastante... ¿convincente? La posibilidad de que Matthew se aprovechara de algo tan terrible como una guerra para enriquecerse, era algo que, por feo que sonara, podía esperar de él. ¿Lo de ser Virrey? Resultaba tan descabellado que no creía que fuera mentira, aunque aún creyéndole no pudo evitar abrir los ojos de par en par para mirarlo con evidente sorpresa.
Y a la sorpresa le sucedió la preocupación. Sabía que el mayor ostentaba un cargo privilegiado, pero un título como “Virrey” iba mucho más allá de lo que habría esperado. Lo convertía en el blanco de mucha gente, más aún tomando en cuenta qué clases de personas habitaban la futura ciudad. Por un instante temió por él y volvió a subestimarlo como cuando apenas se habían conocido; después de todo... seguía siendo un simple humano, y los humanos eran los más frágiles y efímeros de los hijos de los dioses. Jamás se lo diría en voz alta, pues sabía la ira que suscitaría de hacerlo, pero internamente se alegró, por primera vez, de haber decidido ir cuanto antes. Él la había cuidado cuando era una niña inocente; y ahora ella velaría por él... Si lograba, por supuesto, convencerla de que su enojo era injustificado.
-¿¡La ciudad de los biocibernéticos!? -Preguntó entonces, casi saltando en la silla. ¡Otra preocupación! Veintitrés había sido un amigo maravilloso, no iba a negarlo, pero sabía bien que no todos los cibernéticos eran así. ¿Y los rumores sobre que experimentaban con la gente contra su voluntad? ¿Qué ganaban ellos con dejar a los humanos entrar a su territorio? Poco a poco dejaba de pensar que todo era una mentira y empezaba a tomarse demasiado en serio cada palabra. La joven tragó saliva y su expresión de enfado mutó a una de angustia, pero se mordió los labios para no volver a interrumpir. Matthew sabía lo que hacía, ¿verdad? Lo tenía todo calculado... ¿verdad?
Cuando una nueva mujer entró con más agua, sus preocupaciones regresaron al punto inicial. De verdad no quería proyectar su enojo en ellas, pero no pudo evitar mirarla con un fuerte rechazo. Volvió a beber solo para contener las ofensas que querían salir de sus labios mientras, mirando hacia otra parte, se concentraba en escuchar al humano.
-Así que -Masculló una vez hubo terminado de hablar, mientras tomaba suavemente la uva y la limpiaba con la manga de la camisa- tú las proteges y ellas son tus... ¿informantes?
Lo miró con una ceja arqueada y suspiró anhelante cuando le tomó la mano. Aunque hizo el amague, no la quitó. Matthew sabía exactamente qué mirada poner y cómo tocarla para derribar todas sus defensas.
-Y tú no... -Las palabras se atascaron en su garganta. Tuvo que apartar la mirada mientras juntaba valor para preguntar aquello cuya respuesta definitivamente no quería saber- ¿No has hecho... nada más... con ninguna de ellas?
Pensó una vez más en lo infantil que se estaba portando. Sí, ella le gustaba y él a ella, pero nunca habían hablado sobre exclusividad, ni sobre qué, exactamente, eran el uno para el otro. Con la mano libre se llevó la uva a la boca y, tras tragarla, volvió a tomar la jarra para beber. Ya no tenía sed, pero necesitaba mantenerse ocupada con algo para no voltear a ver al mayor. ¿Y si algo en su gesto le indicaba que sus sospechas eran correctas? ¿Y si decía lo indecible? Cerró los ojos con fuerza. Debía ser fuerte. Debía saberlo.
Eyre
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Por fin Eyre parecía entender el tipo de problema en el que se habían metido. Así y todo, Matthew sabia que no le había contado ni siquiera la mitad, pero al ver su gesto de preocupación consideró que con lo dicho era suficiente “Al menos por el momento”. Continuó agarrando la mano de la chica durante todo el tiempo, ahora que parecía estar menos enojada por fin el estafador se sentía con la libertad suficiente como para poder sonreírle con sinceridad y dar paso al tan esperado reencuentro.
-Así es, podrías llamarlas informantes, en cierto modo - Matthew miró fijamente a la bruja mientras formulaba esa pregunta que tanto le preocupaba, no quiso perderse ni un solo detalle. Las formas que hacía con la boca, la manera en que miraba entre enojada, avergonzada e insegura “Es en verdad encantadora” - ¿Nada más? ¿Como qué tipo de cosas? - Sonrió con malicia, adoraba hacerla pasar vergüenza - También jugamos al ajedrez y a las damas ¿Hablas de ese tipo de cosas? -
Se puso en pie y se arrodillo junto a la muchacha, apoyando la cabeza en sus piernas mientras suspiraba encantado. Sentir el calor de la joven, su perfume, lo suave de su piel, hizo que el estafador recordara lo mucho que la había extrañado. Pasó los brazos alrededor de su cintura y apretó con algo más de fuerza, disfrutando plenamente del simple hecho de estar a su lado.
-No me he acostado con ninguna de ellas, ni con ninguna otra- Y aunque probablemente nadie le creyera, el estafador decía la verdad. Matt no podía explicar sí había sido por el estrés, las preocupaciones, la cantidad de trabajo, o por el profundo respeto que le tenía a Eyre, pero simplemente no había tenido interés alguno en hacerlo - Ciertamente las muchachas pueden tener gestos cariñosos a veces, pero nunca va más allá de lo que ya viste en la mañana. Buenos modos y demostraciones de afecto -
Levantó la cabeza y miró desde abajo a la joven, el pelo le había crecido un poco, pero eso solo le daba un aspecto más salvaje “Tal vez me tiene tan obnubilado que cualquier cosa que use me parece maravilloso”
-Hay más, hay mucho más, sí tengo que contarte todos los problemas que pase en esta ciudad... Y todos los que vendrán... Creo que estaríamos aquí sentados toda la noche- Y Matthew no quería pensar en ello, no en ese momento, teniendo a la mujer que amaba frente a él - Tendrás que disculpar mi impaciencia - Le susurro.
Apoyó una mano en su nuca y levantándose lentamente la beso.
No fue con pasión, no fue con desenfreno, el humano intentó transmitirle algo mucho más profundo, algo que para él tenía mucha más importancia que el simple hecho de tener sexo: Intentó demostrarle un cariño sincero. La mente de Matt se puso en blanco, como hacía muchos meses que no le pasaba. Ciudad Lagarto parecía ser un sitio muy lejano, y todos los problemas que pudiera conllevar eran ahora insignificantes, porque tenía entre sus brazos a la mujer que amaba y nada podía ser más importante que eso.
-Así es, podrías llamarlas informantes, en cierto modo - Matthew miró fijamente a la bruja mientras formulaba esa pregunta que tanto le preocupaba, no quiso perderse ni un solo detalle. Las formas que hacía con la boca, la manera en que miraba entre enojada, avergonzada e insegura “Es en verdad encantadora” - ¿Nada más? ¿Como qué tipo de cosas? - Sonrió con malicia, adoraba hacerla pasar vergüenza - También jugamos al ajedrez y a las damas ¿Hablas de ese tipo de cosas? -
Se puso en pie y se arrodillo junto a la muchacha, apoyando la cabeza en sus piernas mientras suspiraba encantado. Sentir el calor de la joven, su perfume, lo suave de su piel, hizo que el estafador recordara lo mucho que la había extrañado. Pasó los brazos alrededor de su cintura y apretó con algo más de fuerza, disfrutando plenamente del simple hecho de estar a su lado.
-No me he acostado con ninguna de ellas, ni con ninguna otra- Y aunque probablemente nadie le creyera, el estafador decía la verdad. Matt no podía explicar sí había sido por el estrés, las preocupaciones, la cantidad de trabajo, o por el profundo respeto que le tenía a Eyre, pero simplemente no había tenido interés alguno en hacerlo - Ciertamente las muchachas pueden tener gestos cariñosos a veces, pero nunca va más allá de lo que ya viste en la mañana. Buenos modos y demostraciones de afecto -
Levantó la cabeza y miró desde abajo a la joven, el pelo le había crecido un poco, pero eso solo le daba un aspecto más salvaje “Tal vez me tiene tan obnubilado que cualquier cosa que use me parece maravilloso”
-Hay más, hay mucho más, sí tengo que contarte todos los problemas que pase en esta ciudad... Y todos los que vendrán... Creo que estaríamos aquí sentados toda la noche- Y Matthew no quería pensar en ello, no en ese momento, teniendo a la mujer que amaba frente a él - Tendrás que disculpar mi impaciencia - Le susurro.
Apoyó una mano en su nuca y levantándose lentamente la beso.
No fue con pasión, no fue con desenfreno, el humano intentó transmitirle algo mucho más profundo, algo que para él tenía mucha más importancia que el simple hecho de tener sexo: Intentó demostrarle un cariño sincero. La mente de Matt se puso en blanco, como hacía muchos meses que no le pasaba. Ciudad Lagarto parecía ser un sitio muy lejano, y todos los problemas que pudiera conllevar eran ahora insignificantes, porque tenía entre sus brazos a la mujer que amaba y nada podía ser más importante que eso.
Matthew Owens
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Tuvo que hacer un esfuerzo por no escupir el agua cuando Matthew respondió, cómo no, burlándose. ¿¡Cómo podía ser tan descarado!? ¿Acaso no tenía idea de lo mal que la estaba pasando con semejante inquietud? Pensándolo mejor, podía escupirle el agua en toda la cara y entonces se le pasarían las ganas de bromear, pero se contuvo al ver que se arrodillaba junto a ella, expectante y sonrojada, mas esta vez no de enojo.
Finalmente se rindió. Quería con todas sus fuerzas creerle, y ya no había manera de defenderse frente a ese hombre que la abrazaba gentilmente y la miraba desde abajo con esos ojos tan compradores, brillantes y sinceros. Repentinamente sintió vergüenza del estado en que se encontraba: no había podido bañarse más que en los riachuelos que encontraba por el camino y, si bien los menjunjes que usaba siempre le dejaban un buen aroma, no era ni remotamente parecido a los baños que acostumbraba tomar. Sin embargo se forzó a dejar de lado todos aquellos pensamientos para disfrutar, por fin, el tan esperado reencuentro. Hundió los dedos en el oscuro cabello y se inclinó suavemente para tenerlo más cerca, tanto que podía sentir su calor.
-Buena respuesta. Puede que hayas pasado la prueba. -Susurró, permitiéndose por fin sonreír- La verdad es que no me molestaría estar toda la noche aquí sentada con...
Y de pronto, antes de poder procesar lo que ocurría, una mano se deslizó tras su nuca y Matthew se incorporó para posar sus labios sobre los propios. La joven ahogó una exclamación y pegó un pequeño respingo, asustada por lo repentino del gesto. Luego de aquella vez había evitado pensar en todo lo relacionado con el contacto físico, creyendo que no existía manera alguna de que fuera poco menos que desagradable. Pero cuando se relajó y se obligó a recordar con quién estaba, poco a poco el temor fue silenciado por los fuertes latidos de su corazón y por esa necesidad casi instintiva de abandonarse a ese dulce contacto.
Posó las manos sobre los hombros ajenos y se acercó más a él, permitiéndole ser quien guiara aquello que era tan nuevo para ella. Le hubiese gustado permanecer así para siempre, pero el bochorno y la falta de oxígeno la instaron a apartarse sólo lo suficiente como para tomar una bocanada de aire. Rozó su nariz contra la impropia y ahogó una risa; era difícil ocultar su entusiasmo pero, por suerte, sí que podía esconder su cara rodeando al humano con en un abrazo. Recargó el rostro en la suave curva entre el cuello y los hombros ajenos, disfrutando su calor, y dejó escapar un trémulo suspiro.
-No tienes idea de cuánto te he extrañado. -Confesó con un hilo de voz, temiendo romper la apacible atmósfera. Fuera, al otro lado de las finas paredes, se oían a los habitantes del campamento ingresar a sus tiendas ante la inminente llegada de la noche. Eyre, por otro lado, lo último que quería hacer era ir a dormir.
-Pienso quedarme. Lo sabes, ¿no? -Una vez estuvo segura de que su rostro ya no era una copia exacta de los colores del atardecer, deshizo el abrazo para poder volver a mirarlo a los ojos con una sonrisa confiada, ya muy distinta a aquellas muecas tímidas y modosas que hacía cuando apenas comenzaban a conocerse- No me importa el lodo, ni las tiendas, ni los peligros. Y... me acostumbraré a la gente que vive aquí. Aunque podrían bañarse más seguido, ¿no crees?
Rió. Al final, el viaje había valido la pena.
Eyre
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Primero fue un beso largo y cariñoso, el cual fue seguido por una serie de besos más pequeños y el roce de sus narices de modo juguetón, esto último arrancó una sonrisa tierna en el estafador. La besó en la mejilla antes de dejarla ir, inspiró profundamente y dejó escapar el aire lentamente, aún no había retirado los brazos de alrededor de su cintura, pero ahora podía disfrutar también de los mimos que la bruja le concedía.
-Claro que me lo imagino ¿Como podrías no extrañarme? - Dejó escapar una risita. Sosteniendola desde la cintura, la levantó sin esfuerzo “Que pequeña y liviana es”, se puso en la silla donde hasta hace un momento había estado Eyre, y sentó a la muchacha en sus piernas - Ya no podrás escapar. Lo sabes ¿No? -
Matthew llevaba solo un pijama puesto, por lo que el contacto con el cuerpo de la bruja era sumamente cercano. El estafador no daba ninguna señal de notarlo, aunque por dentro su sangre hervía. Se mantenía pegado a la muchacha, como si tuviera miedo de que en cualquier momento cambiara de opinión y volvieran a pelear, mientras se repetía a si mismo que tenía que ser paciente.
-Es que es por el medio del olor que los bandidos se reconocen - Bromeó Owens - Por eso se sorprenden cuando descubren que también soy un ladrón - Fue el turno del Humano para esconder el rostro en el cuello de la muchacha, pero no se conformó con eso, sino que también comenzó a darle besos que fueron subiendo hasta su oreja-... Dime que pare - Susurró junto a su oído, no era una orden, sino un pedido, era muy difícil para Matthew el poder controlarse.
-Ejem - Una chica que no debía tener más de catorce años los miraba desde la puerta, no parecía estar incómoda con la situación, veía cosas así a diario - Lo siento, Matt. Pero Lazid dice que vayas a coordinar las peleas de esta noche -
-... - El hombre tardó en contestar ya que estaba haciendo un esfuerzo por recuperar el control de su cuerpo. Luego de unos segundos levantó la mirada y le sonrió a la niña como era habitual en él - Dile al Rey que yo me encargué de las últimas tres, que esta noche no puedo hacerlo -
-Bien... Se lo diré pero, mmm, además - La chica parecía dudar sí decir lo próximo, miraba a Eyre y luego a Matt, en busca de alguna señal por parte del Virrey que le aclarara cuanto podía decir - Es hora de su “medicina” -
-Oh, mierda... - Eso era lo otro que tenía que explicarle a Eyre, pero el estafador había creído que podría esperar hasta que la situación se calmara un poco. La alegría por tener a la bruja de nuevo junto a él había camuflado durante algunos minutos lo cansado que en realidad se sentía - Bien, tráela, esto... No será agradable -
A Owens no le gustaba tener que beber sangre, era espesa y su sabor metálico tardaba horas en irse de su boca.
-Como lo explico... Bueno, seguramente tu debes saber mucho más que yo sobre este tipo de cosas - Al fin y al cabo era una alumna de la Academia Hekshold - Desde hace algún tiempo que sufro de una maldición - Se desabrochó los botones de la camisa hasta dejar a la vista una herida ya cicatrizada en su abdomen - Me apuñalaron en una misión, y hubiese muerto de no ser por la sanación que recibí a tiempo pero... Eso me trajo también consecuencias... -
La chica que se había asomado antes regresó con una pequeña botella, la cual dejó frente a Matt en la mesa, se quedó mirando a la pareja unos segundos, se encogió de hombros y salió de la sala. El estafador sentía esa horrible sensación de nuevo, como si sus fuerzas se retiraran lentamente, antes de continuar con la explicación agarró la botella y la tomó de un solo trago, intentando saborearla lo menos posible.
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Subrayado: Efecto de la Maldición "Sed"
-Claro que me lo imagino ¿Como podrías no extrañarme? - Dejó escapar una risita. Sosteniendola desde la cintura, la levantó sin esfuerzo “Que pequeña y liviana es”, se puso en la silla donde hasta hace un momento había estado Eyre, y sentó a la muchacha en sus piernas - Ya no podrás escapar. Lo sabes ¿No? -
Matthew llevaba solo un pijama puesto, por lo que el contacto con el cuerpo de la bruja era sumamente cercano. El estafador no daba ninguna señal de notarlo, aunque por dentro su sangre hervía. Se mantenía pegado a la muchacha, como si tuviera miedo de que en cualquier momento cambiara de opinión y volvieran a pelear, mientras se repetía a si mismo que tenía que ser paciente.
-Es que es por el medio del olor que los bandidos se reconocen - Bromeó Owens - Por eso se sorprenden cuando descubren que también soy un ladrón - Fue el turno del Humano para esconder el rostro en el cuello de la muchacha, pero no se conformó con eso, sino que también comenzó a darle besos que fueron subiendo hasta su oreja-... Dime que pare - Susurró junto a su oído, no era una orden, sino un pedido, era muy difícil para Matthew el poder controlarse.
-Ejem - Una chica que no debía tener más de catorce años los miraba desde la puerta, no parecía estar incómoda con la situación, veía cosas así a diario - Lo siento, Matt. Pero Lazid dice que vayas a coordinar las peleas de esta noche -
-... - El hombre tardó en contestar ya que estaba haciendo un esfuerzo por recuperar el control de su cuerpo. Luego de unos segundos levantó la mirada y le sonrió a la niña como era habitual en él - Dile al Rey que yo me encargué de las últimas tres, que esta noche no puedo hacerlo -
-Bien... Se lo diré pero, mmm, además - La chica parecía dudar sí decir lo próximo, miraba a Eyre y luego a Matt, en busca de alguna señal por parte del Virrey que le aclarara cuanto podía decir - Es hora de su “medicina” -
-Oh, mierda... - Eso era lo otro que tenía que explicarle a Eyre, pero el estafador había creído que podría esperar hasta que la situación se calmara un poco. La alegría por tener a la bruja de nuevo junto a él había camuflado durante algunos minutos lo cansado que en realidad se sentía - Bien, tráela, esto... No será agradable -
A Owens no le gustaba tener que beber sangre, era espesa y su sabor metálico tardaba horas en irse de su boca.
-Como lo explico... Bueno, seguramente tu debes saber mucho más que yo sobre este tipo de cosas - Al fin y al cabo era una alumna de la Academia Hekshold - Desde hace algún tiempo que sufro de una maldición - Se desabrochó los botones de la camisa hasta dejar a la vista una herida ya cicatrizada en su abdomen - Me apuñalaron en una misión, y hubiese muerto de no ser por la sanación que recibí a tiempo pero... Eso me trajo también consecuencias... -
La chica que se había asomado antes regresó con una pequeña botella, la cual dejó frente a Matt en la mesa, se quedó mirando a la pareja unos segundos, se encogió de hombros y salió de la sala. El estafador sentía esa horrible sensación de nuevo, como si sus fuerzas se retiraran lentamente, antes de continuar con la explicación agarró la botella y la tomó de un solo trago, intentando saborearla lo menos posible.
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Matthew Owens
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Re: Visitas inesperadas [Privado] [Cerrado]
Hacía mucho tiempo que no fantaseaba con estar tan cerca de Matthew, dado que la imagen de estar una vez más entre los brazos de un hombre, lejos de causarle placer, la incomodaba sobremanera. Aún tenía pesadillas con eso. Se habría contentado con tomarse las manos y charlar hasta el amanecer, poniéndose al día respecto a todo lo que habían hecho durante esos largos meses. No obstante, su inquietud se evaporó naturalmente cuando se topó con la tierna expresión del moreno. No había nada, ni un solo detalle, que pudiera remontarla a la horrible experiencia que había tenido antes; ahora cada beso y cada caricia estaban teñidos de un cariño tan puro y profundo, que parecían borrar poco a poco las cicatrices imaginarias que, hasta ese día, seguían marcando su piel. Antes su nana le parecía tonta y cursi por decir que no había magia más curativa que el amor; ahora, por el contrario, supo que no podía tener más razón.
El humano la sentó sobre su regazo y comenzó a dejar intermitentes besos en su cuello, mezclados con palabras que le erizaban cada poro de la piel. Sentía el estómago revuelto, mas no de asco ni de miedo, era una sensación nueva y placentera, como un cosquilleo que nacía allí y se extendía por toda su espalda. “Dime que pare”, dijo él, y la bruja no pudo hacer más que exhalar otro suspiro. ¿De verdad quería que parara? -No, no lo... -Un momento, ¿qué pasaría entonces? Le respuesta volvió a encenderle las mejillas. Se removió sobre las piernas del hombre en una osada provocación casi inconsciente; era como si su cuerpo se moviese antes de que su mente pudiera opinar al respecto. Estaba llevando las manos a los botones de la camisa ajena cuando una tercera voz hizo acto de presencia, haciéndole pegar un respingo tan abrupto que terminó de pie, con todo el cuerpo temblándole de tal manera que tuvo que aferrarse al respaldo de la silla para no derretirse allí mismo.
Escrutó a la jovencita con los ojos abiertos como platos, pero cuando ésta le lanzó una mirada, evitó de inmediato el contacto visual. Le apenaba tremendamente que la vieran así; por alguna razón sentía que la habían descubierto haciendo algo malo... lo cual no tenía mucho sentido, tomando en cuenta que todas las otras tiendas estaban ocupadas por “ese tipo de mujeres”. Le costó poner atención a lo que estaba pasando, y la niña ya se retiraba cuando comenzó a entender, a grandes rasgos, la conversación que acababa de tener lugar. Tomó la nota mental de retomar el tema de las peleas, curiosa y preocupada por igual, mientras dejaba caer la mirada sobre la fea cicatriz en el abdomen impropio. Fue como recibir un cubetazo de agua helada.
-¿¡Una maldición!? -De pronto todo pareció cuadrar: Lo había encontrado durmiendo al atardecer, aquella herida se veía muy grave y... necesitaba beber sangre. Su conclusión fue devastadora, y tuvo que contener el asco y la tristeza al verlo empinar la botella y beberse el espeso contenido de un tirón. -Eres... ¿ahora eres un vampiro? -Inquirió en voz baja al tiempo en que un escalofrío la sacudía de pies a cabeza. ¿Acababa de tener a un vampiro besándole el cuello? Tragó saliva, ¡qué poco había durado el idilio!
-No, ¡no debo juzgarlo! -Se reprendió- Es Matt. Mi Matt. Humano o vampiro, da igual.
Lentamente, con cautela, volvió a sentarse en las piernas del hombre para demostrarle que no le temía, o, bueno, que al menos podía controlar su miedo. Matthew siempre había sido un tipo peligroso, al menos para los estándares de su familia, y aún así nunca le hizo daño. Las cosas no tenían por qué ser distintas ahora. Con suavidad, le acarició la comisura de los labios con el dedo pulgar para borrar un pequeño rastro de sangre. Carraspeó.
-Umh, no pasa nada, ¿sabes? Igual... Igual me gustas. -Sonrió con timidez, pero al recordar algo su mirada se tornó severa- ...Y me gustarías más si me explicaras en qué clase de peleas estás metido, Matthew. ¿¡Qué demonios has hecho para que te apuñalen así!?
Eyre
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Podría haber ocurrido cualquier cosa, Matthew estaba listo para que la muchacha le diera un golpe y lo apartara, así como podía también imaginarse desatando su ropa hasta dejarla sin nada. El provocativo movimiento de la joven lo único que logró es que la imaginación del estafador volara, todo su cuerpo estaba listo para contestar al camuflado desafío... Y entonces fueron interrumpidos.
Haciendo un esfuerzo sobrehumano, Owens mantuvo su encantadora sonrisa, mientras se cruzaba de piernas para que no se notara la respuesta natural de su cuerpo. No es como si temiera asustar a la niña, pero Eyre ya se veía lo suficientemente avergonzada sin la necesidad de que notara algo así.
Cuando la joven bruja exclamó horrorizada la conclusión a la que había llegado, Matthew casi escupe todo el contenido de la botella, hizo un esfuerzo y lo trago, tosiendo un poco antes de poder contestarle.
-Por todos los dioses ¡No! Jajaja, no, de ninguna manera - No se reía de Eyre, sino de la simple idea de que pudiera terminar viéndose como uno de esos paliduchos seres nocturnos - Amanda me dijo que esto era temporal, solo tengo que recuperar toda la sangre que perdí - No se había molestado en cerrar la camisa, por lo que pudo volver a señalar la herida - Y por el sitio en el que está puedes imaginarte que fue bastante - Se encogió de hombros, era cosa del pasado - Pero no me gusta andar mordiendo a la gente, no es mi estilo. Así que pido la sangre amablemente y aquellas personas que aceptan me la entregan de esta forma -
De todos modos, el estafador estaba feliz de ver que incluso aunque se hubiese vuelto uno de esos horribles seres de la noche, Eyre no se habría acobardado. Un renovado respeto por la joven se genero en lo más profundo de Matthew “Sabía que ella era la indicada” se felicitó el humano mientras la recibía nuevamente entre sus brazos.
-Supongo que estamos a mano, a mi me encantas aunque tu cabello esté hecho un desastre - Bromeó Matt, cómo sí cambiar de raza y estar bien arreglado fuera algo equiparable - Oh, lo de las peleas, pues verás - Mientras le explicaba se entretenía pasando los dedos suavemente por su brazo, en parte porque le gustaba desconcentrarla, pero también porque el recuerdo de sus besos era demasiado reciente aún - Los bandidos no pueden evitar pelear todo el tiempo, en cualquier hora del día y por cualquier motivo por más estúpido que sea. Se me ocurrió que, ya que no podremos evitar que peleen, al menos podríamos generar dinero y entretenimiento. Así que... Organizamos varias peleas por día, cualquiera puede presentarse y el público puede acercarse y apostar ¡Se convirtió en una de las actividades más populares de la ciudad! - Comentó con orgullo Owens - Pero, para evitar que se descontrole, siempre tiene que estar alguna de las figuras de autoridad -
El estafador no estaba acostumbrado a dar tantas explicaciones, y mucho menos hacerlo con la verdad. Extendió la mano y agarró una de las uvas, la comió para quitarse el horrible sabor a sangre de la boca, el gusto dulce de la fruta era un agradable contraste.
-La herida no me la hicieron en Ciudad Lagarto, tuve que hacer un trabajo en Sacrestic Ville y un error de cálculos terminó en una puñalada - Agarró otra uva mientras miraba al techo de la carpa, recordando como se había arrastrado por el comedor de Amanda mientras se desangraba - La cuestión es que... Al parecer lo que sea que usaron para curarme tenía efectos secundarios - Pellizcó la mejilla de Eyre y le sonrió con dulzura - Pero no te preocupes, solo debo beber esta cosa horrible dos veces al día y muy pronto estaré bien -
Haciendo un esfuerzo sobrehumano, Owens mantuvo su encantadora sonrisa, mientras se cruzaba de piernas para que no se notara la respuesta natural de su cuerpo. No es como si temiera asustar a la niña, pero Eyre ya se veía lo suficientemente avergonzada sin la necesidad de que notara algo así.
Cuando la joven bruja exclamó horrorizada la conclusión a la que había llegado, Matthew casi escupe todo el contenido de la botella, hizo un esfuerzo y lo trago, tosiendo un poco antes de poder contestarle.
-Por todos los dioses ¡No! Jajaja, no, de ninguna manera - No se reía de Eyre, sino de la simple idea de que pudiera terminar viéndose como uno de esos paliduchos seres nocturnos - Amanda me dijo que esto era temporal, solo tengo que recuperar toda la sangre que perdí - No se había molestado en cerrar la camisa, por lo que pudo volver a señalar la herida - Y por el sitio en el que está puedes imaginarte que fue bastante - Se encogió de hombros, era cosa del pasado - Pero no me gusta andar mordiendo a la gente, no es mi estilo. Así que pido la sangre amablemente y aquellas personas que aceptan me la entregan de esta forma -
De todos modos, el estafador estaba feliz de ver que incluso aunque se hubiese vuelto uno de esos horribles seres de la noche, Eyre no se habría acobardado. Un renovado respeto por la joven se genero en lo más profundo de Matthew “Sabía que ella era la indicada” se felicitó el humano mientras la recibía nuevamente entre sus brazos.
-Supongo que estamos a mano, a mi me encantas aunque tu cabello esté hecho un desastre - Bromeó Matt, cómo sí cambiar de raza y estar bien arreglado fuera algo equiparable - Oh, lo de las peleas, pues verás - Mientras le explicaba se entretenía pasando los dedos suavemente por su brazo, en parte porque le gustaba desconcentrarla, pero también porque el recuerdo de sus besos era demasiado reciente aún - Los bandidos no pueden evitar pelear todo el tiempo, en cualquier hora del día y por cualquier motivo por más estúpido que sea. Se me ocurrió que, ya que no podremos evitar que peleen, al menos podríamos generar dinero y entretenimiento. Así que... Organizamos varias peleas por día, cualquiera puede presentarse y el público puede acercarse y apostar ¡Se convirtió en una de las actividades más populares de la ciudad! - Comentó con orgullo Owens - Pero, para evitar que se descontrole, siempre tiene que estar alguna de las figuras de autoridad -
El estafador no estaba acostumbrado a dar tantas explicaciones, y mucho menos hacerlo con la verdad. Extendió la mano y agarró una de las uvas, la comió para quitarse el horrible sabor a sangre de la boca, el gusto dulce de la fruta era un agradable contraste.
-La herida no me la hicieron en Ciudad Lagarto, tuve que hacer un trabajo en Sacrestic Ville y un error de cálculos terminó en una puñalada - Agarró otra uva mientras miraba al techo de la carpa, recordando como se había arrastrado por el comedor de Amanda mientras se desangraba - La cuestión es que... Al parecer lo que sea que usaron para curarme tenía efectos secundarios - Pellizcó la mejilla de Eyre y le sonrió con dulzura - Pero no te preocupes, solo debo beber esta cosa horrible dos veces al día y muy pronto estaré bien -
Matthew Owens
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Muchas preguntas se sobrevinieron al mismo tiempo. ¿Quién era Amanda? ¿Qué clase de hechizo le habían hecho a su pobre Matthew? ¿Habría alguna forma de romperlo? Lamentó haber dejado atrás todos sus libros al momento de escapar de su hogar; sabía que en alguno de ellos existiría una solución y no le importaría pasar día y noche encerrada leyendo con tar de encontrarla. No obstante, el humano parecía tranquilo y aseguraba que la sed pasaría pronto, actitud que le inspiró confianza. Al menos no era un vampiro. Todavía podrían dar paseos al sol y mantener sus hábitos diurnos, pensó con renovado alivio, y por primera vez creyó que ser un humano no era la peor de las posibilidades.
Estaba pasando una mano sobre la cicatriz cuando la retiró para llevársela al cabello, acomodándoselo tras la oreja con un mohín de enfado ante la desafortunada broma. Aún no terminaba de acostumbrarse a su cambio de apariencia, no solo el pelo corto, sino los ropajes masculinos que, aunque esta vez eran de su talla, seguían sintiéndose extraños luego de usar vestidos durante toda la vida. -Oh, es que fui a un peluquero desastroso. -Respondió mientras tomaba la mano que acariciaba su brazo y se la llevaba a los labios, para así ocultar su puchero.
La explicación respecto a las peleas la dejó perpleja. ¿Qué clase de bárbaros habitaban ese lugar? ¿Cómo podían esperar levantar una ciudad con hombres tan ineptos? Eyre observó largamente al humano, en parte sorprendida por su idea y, en parte, sintiendo pena por su optimismo. Ella venía de una sociedad meritocrática donde cada integrante cumplía un papel útil si quería ser parte de ésta; era incapaz de entender cómo una civilización podría asentarse sobre los cimientos de la completa anarquía. Y, aunque en otro momento hubiese estado dispuesta a mantener un debate político para demostrar cuánto sabía del tema, esta vez prefirió morderse la lengua dado que no quería ofender al humano- Así que... haces peleas de gallos, pero con otros hombres. Retorcido. -Se limitó a opinar, arqueando una ceja- ¿Y cómo harás para construir una ciudad cuando todos se hayan matado entre sí? -Pronto se encogió de hombros y negó con la cabeza, ahogando una risita nerviosa- Lo siento, lo siento, no diré nada más. Sé que sabes lo que haces. -“Solo que se me ocurren unas cuantas maneras de hacerlo mejor”, pensó con picardía. Si algo no había cambiado en Eyre, era esa manía de considerar que lo sabía todo.
No obstante, su corazón volvió a retorcerse de pánico al oir la siguiente explicación. -¿¡Sacrestic Ville!? ¿¡Estás loco!? -Una vez más posó las manos sobre la cicatriz; casi podía ver la sangre fluyendo por la herida e imaginar al humano moribundo en algún lugar le partió el alma. ¿Por qué no había podido enamorarse de un simple granjero? ¡Había tenido que ir a fijarse en alguien cuya vida se basaba en meterse en problemas!- Peleas, maldiciones, puñaladas... Oh, Matt, no quiero ser una de esas chicas que enviudan jóvenes y luego tienen que pasarse toda la vida vestidas de...
Apenas la última sílaba murió en sus labios, su corazón dio un vuelco. ¿¡Qué demonios estaba diciendo!? ¿Enviudar? ¡Para eso tenían que casarse! La joven clavó la mirada en algún punto incierto del suelo y negó varias veces con la cabeza- ¡Q-Quiero decir...! -balbuceó- Así que sangre, ¿eh? -no se le ocurrió nada mejor que cambiar abruptamente de tema- Entonces te traen sangre en botellas, ¿y tú no sabes de quién es? ¿Ni de... qué parte del cuerpo? Podría ser de cualquier bandido, ¡qué asco! -Manoteó una manzana y se la llevó a la boca para darle un enorme mordisco. Así, al menos, se libraba de hablar por los próximos treinta segundos.
Eyre
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Se la veía avergonzada, Matt adoraba verla así “Creo que estoy pensando demasiado seguido eso” el estafador apartó ese pensamiento lógico, no había espacio para la razón esa noche “Me he ganado un descanso” y Owens estaba convencido de ello. Dejó escapar una risa cuando le dijo lo del peluquero, ahora que estaban en un sitio más cómodo podría emparejarlo.
-¿Alguna vez conociste una ciudad donde no existan los bandidos?-Preguntó Matt mientras continuaba jugando con el cabello de Eyre, no parecía preocuparle en lo absoluto que lo cuestione -Los ladrones abundan siempre, y siempre será así. Aunque toda la gentuza que está ahora mismo en este pozo infecto llamado Ciudad Lagarto se matara entre sí en una sola noche, mañana llegarían cientos más. De hecho, llegan tantos que ya no sabemos donde ponerlos ni cómo alimentarlos -Se quedó pensando mientras evaluaba qué tan difícil sería el quitarle los pantalones -Amor... No tengo idea de lo que hago, soy un estafador ¿Recuerdas? Mi trabajo es hacerle creer a la gente que tengo todo bajo control -Sonrió divertido, el humano estaba disfrutando mucho de esa situación tan incierta -Considerando que soy nuevo en esto de ser Virrey, creo que no lo estoy haciendo tan mal-
Lo de ser “viuda” no tuvo tanto significado para Matt hasta que vio el gesto abochornado de Eyre. “Claro, cuando ya lo has hecho varias veces no parece tan significativo. Será mejor no decir eso por el momento”.
-Jajaja La ciudad de los vampiros está cambiando mucho, te llevaré conmigo la próxima vez para que la conozcas - Sonrió con un poco de tristeza y agregó - Lo siento, creo que seguiré poniéndome en peligro por un tiempo más, al menos-No apartaba la mirada, pero sus dedos jugaban con los botones de la camisa de Eyre- De todos modos creo que te ves demasiado hermosa con colores como para que vayas de negro-
Entre cosa y cosa Matthew se las había arreglado para desabrochar los dos primeros botones. Era una situación extraña, Owens ya sabía cómo se veía Eyre desnuda, en más de una oportunidad había podido verla con poca o nada de ropa. Pero la situación ahora era distinta, estaba condimentada por la excitación de tener el deseo de la otra persona como reflejo del propio.
-Me subestimas, Cielo. En primera, no cualquiera está dispuesto a darme las cantidades de sangre que necesito. En segundo lugar, siempre son de las chicas - No era necesario aclarar a qué mujeres se refería, sólo podían ser “sus chicas”- Algunas de ellas son muy agradecidas - “Otras creen que están enamoradas” - Imagino que no prefieres que beba directo de sus cuellos ¿Cierto? -Le sonrió con malicia y pasó un dedo por el cuello de Eyre.
Afuera había caído la noche, pero al contrario de la mayoría de las urbes, en Ciudad Lagarto la actividad recién estaba comenzando. A lo lejos se podían escuchar a los bandidos riendo, gritando, cantando y, como no podía ser de otra manera, peleando, en la mañana habría una nueva pila de cadáveres al costado del río, y sin embargo sería una jornada de lo más común en esa caótica ciudad.
-Oye yo... - Matt suspiró, nuevamente tenía que decir cosas difíciles - Sé que este sitio no era lo que esperabas, ni lo que prometí, ni lo que te mereces pero... - En su cabeza las palabras habían sonado mucho mejor, el humano se estaba arrepintiendo de haber comenzado a hablar - En verdad existe la posibilidad de que logre hacer algo que valga la pena, algo importante - Ahora Owens se sentía completamente arrepentido de haber hablado, recompuso su gesto habitual e intentó dar un giro de último momento - Y sino al menos habrá sido divertido ¿Cierto? Y siempre podemos hacer las valijas e irnos a otro sitio ¿Que te parece Vulwulfar? Tiene unas bonitas playas - Su voz fue bajando hasta que se volvió un tenue susurro.
-¿Alguna vez conociste una ciudad donde no existan los bandidos?-Preguntó Matt mientras continuaba jugando con el cabello de Eyre, no parecía preocuparle en lo absoluto que lo cuestione -Los ladrones abundan siempre, y siempre será así. Aunque toda la gentuza que está ahora mismo en este pozo infecto llamado Ciudad Lagarto se matara entre sí en una sola noche, mañana llegarían cientos más. De hecho, llegan tantos que ya no sabemos donde ponerlos ni cómo alimentarlos -Se quedó pensando mientras evaluaba qué tan difícil sería el quitarle los pantalones -Amor... No tengo idea de lo que hago, soy un estafador ¿Recuerdas? Mi trabajo es hacerle creer a la gente que tengo todo bajo control -Sonrió divertido, el humano estaba disfrutando mucho de esa situación tan incierta -Considerando que soy nuevo en esto de ser Virrey, creo que no lo estoy haciendo tan mal-
Lo de ser “viuda” no tuvo tanto significado para Matt hasta que vio el gesto abochornado de Eyre. “Claro, cuando ya lo has hecho varias veces no parece tan significativo. Será mejor no decir eso por el momento”.
-Jajaja La ciudad de los vampiros está cambiando mucho, te llevaré conmigo la próxima vez para que la conozcas - Sonrió con un poco de tristeza y agregó - Lo siento, creo que seguiré poniéndome en peligro por un tiempo más, al menos-No apartaba la mirada, pero sus dedos jugaban con los botones de la camisa de Eyre- De todos modos creo que te ves demasiado hermosa con colores como para que vayas de negro-
Entre cosa y cosa Matthew se las había arreglado para desabrochar los dos primeros botones. Era una situación extraña, Owens ya sabía cómo se veía Eyre desnuda, en más de una oportunidad había podido verla con poca o nada de ropa. Pero la situación ahora era distinta, estaba condimentada por la excitación de tener el deseo de la otra persona como reflejo del propio.
-Me subestimas, Cielo. En primera, no cualquiera está dispuesto a darme las cantidades de sangre que necesito. En segundo lugar, siempre son de las chicas - No era necesario aclarar a qué mujeres se refería, sólo podían ser “sus chicas”- Algunas de ellas son muy agradecidas - “Otras creen que están enamoradas” - Imagino que no prefieres que beba directo de sus cuellos ¿Cierto? -Le sonrió con malicia y pasó un dedo por el cuello de Eyre.
Afuera había caído la noche, pero al contrario de la mayoría de las urbes, en Ciudad Lagarto la actividad recién estaba comenzando. A lo lejos se podían escuchar a los bandidos riendo, gritando, cantando y, como no podía ser de otra manera, peleando, en la mañana habría una nueva pila de cadáveres al costado del río, y sin embargo sería una jornada de lo más común en esa caótica ciudad.
-Oye yo... - Matt suspiró, nuevamente tenía que decir cosas difíciles - Sé que este sitio no era lo que esperabas, ni lo que prometí, ni lo que te mereces pero... - En su cabeza las palabras habían sonado mucho mejor, el humano se estaba arrepintiendo de haber comenzado a hablar - En verdad existe la posibilidad de que logre hacer algo que valga la pena, algo importante - Ahora Owens se sentía completamente arrepentido de haber hablado, recompuso su gesto habitual e intentó dar un giro de último momento - Y sino al menos habrá sido divertido ¿Cierto? Y siempre podemos hacer las valijas e irnos a otro sitio ¿Que te parece Vulwulfar? Tiene unas bonitas playas - Su voz fue bajando hasta que se volvió un tenue susurro.
Matthew Owens
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“Amor.” La había llamado “Amor.” Luego de eso su capacidad de atención cayó en picada; poco llegó a enterarse respecto a los bandidos, no pudo opinar mucho más, y ante la mención de un posible viaje a Sacrestic asintió y emitió un sonidito de aprobación, aunque la ciudad de los vampiros era probablemente el primer lugar en su lista de “Sitios a los que no iría nunca jamás”. ¡Simplemente no podía pensar! Su mente siempre alerta y analítica parecía haber reculado para dejarle completo protagonismo a los saltos que pegaba su corazón. ¿Cómo debía llamarlo? ¿Podía seguir diciéndole simplemente “Matt”? ¿Mi vida, corazón, caramelito? No, no, no, ¡se vería como una tonta diciendo eso!
-Directo de sus... -Claro que el raciocinio regresaba galopando en cuanto debían aparecer los celos. Lo observó absorta durante unos cuantos segundos mientras intentaba procesar las palabras que acababa de decir. Era algo sobre la sangre. Y chicas, y cuellos... Un segundo, ¿¡qué!?- ¡No! ¡La botella es mejor! -Exclamó con el ceño fruncido mientras encogía un hombro para intentar apartar el dedo que recorría su cuello. La imagen de Matthew bebiendo directamente de alguien más era sencillamente odiosa y, empujada por esa aversión, de pronto se encontró diciendo algo tan impulsivo que no parecía provenir de la misma joven que siempre se jactaba de su gran inteligencia:
-¡Te daré la mía! -Mas pronto se cruzó de brazos y apartó la mirada, ¿en qué demonios estaba pensando?- ...S-Solo si son un par de veces y ya, claro. Si necesitas más, te conseguiremos una vaca. -Intentó bromear, pero ser consciente de la manera en que el mayor le había desabotonado la camisa en un momento de descuido le impidió esbozar algo mejor que una mueca entre nerviosa y tímida. Aún tenía un largo camino para acostumbrarse a ese tipo de cosas.
Afortunadamente Matthew llevó la conversación hacia un tono más serio y Eyre, obligándose a poner atención, ésta vez sí sonrió con sinceridad. A veces el estafador era un completo canalla pero, otras veces, resultaba tan tierno que casi no podía contener las ganas de dejarle un beso en la frente. Y era esa faceta, su faceta real, la que, irónicamente, había hechizado a la bruja.
-Lo que esperaba eras tú, y aquí estás. -Murmuró mientras, suavemente, deslizaba las manos sobre los hombros ajenos y entrelazaba los dedos tras su nuca- No hará falta ir a ningún sitio. Sé que harás de este lugar algo grande, Matthew. -Pegó su frente a de él y, con un hilo de voz, añadió: -Haremos algo grande, si me permites estar a tu lado para ayudarte. ¿Qué dices?
Pero no esperó la respuesta; bastó adelantarse solo un poco más para volver a besarlo largamente, sin apuro, dedicándose a disfrutar de esa nueva manera de estar más cerca de él. Y a medida que pasaban los minutos se le ocurría otra manera, y lo que eran dos botones desabrochados ahora eran cinco, y sus manos ya no estaban en la nuca del hombre sino en su pecho, y bajando. Su cuerpo decía una cosa, su mente otra totalmente distinta, mientras que su corazón... no tenía idea de qué hacer. Nunca se había sentido así; el cariño se mezclaba con el deseo y el deseo... el deseo estaba teñido de miedo.
-Debo... -masculló interrumpiendo el beso cuando sus manos ya habían explorado mucho más de lo que era prudente- ...darle de beber al... al... ¡a mi montura! -y se puso de pie de un salto, con la cara hirviendo y el corazón a punto de explotar. Se sintió como una idiota cuando tomó la jarra con agua y siguió sintiéndose como una idiota mientras salía tambaleante de la tienda, sin siquiera atinar a mirar al otro, para dirigirse hacia la salida. Tan atolondrada estaba que le costó recordar dónde había atado al upelero, mas el animal graznó al verla salir y pudo encontrarlo exactamente donde lo había dejado.
-¡Dioses! ¡Bien, Eyre! ¡Viajas semanas para verlo y cuando estás con él huyes! -Se reprochó en voz bajita mientras tendía la jarra hacia el pico del upelero, que lo metió entero para comenzar a beber. Inhaló profusamente, ¡sí que necesitaba aire fresco! Mientras esperaba que terminara, de una de las tiendas cercanas salió un hombre que era sacado a empujones por una airada mujer.
-¡Sin dinero no hay trato, mangurrián! ¡Que te jodan, cualquiera menos yo!
-¡Bah! -Balbuceó el tipo; estaba tan borracho que apenas podía mantenerse en pie- ¡Ni shiquiera eresh tannn lenda, puta!
La mujer se encerró sin hacerle caso y el tipejo se alejó un par de pasos tambaleando, justo en la dirección en que Eyre, lo más encogida de hombros que podía estar como para desaparecer de la escena, hidrataba al upelero. Éste pegó un graznido cuando hubo terminado, cosa que, como era de esperar, llamó la atención del borracho.
-¡Pero qué tenemosh aquéh! -La miró de arriba a abajo y se relamió los labios. La joven bruja sintió ganas de vomitar y enarboló la jarra vacía, dispuesta a lanzársela a la cabeza si daba un paso más. El hombre no pareció intimidarse por esto, dado que rió y exclamó: -¡Carrrne freshca! A ti no te importará fiar, ¿verdáh?
Eyre
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Al ver que la muchacha se ponía celosa Matt no pudo más que reír, era una linda sensación para el estafador, no nueva, pero aun así se sentía como algo que había pasado hace mucho tiempo y que el humano había enterrado, con la idea de que esas épocas ya habían pasado. En muchos sentidos, Eyre lo hacía sentir de nuevo como si fuera un joven travieso “Podría acostumbrarme a esto” pensó Owens mientras sacaba la mano del cuello de la celosa bruja.
-Me gusta eso - Dijo y sonriendo burlón agregó - Lo de la vaca, claro está - Le guiñó un ojo y dejó escapar una risa divertida. Poder estar con esa calma era algo invaluable, desde que se había separado de la muchacha Matthew se había metido en una misión peligrosa tras otra, la mayoría de las veces sin estar seguro de sí podría salir vivo. Pero estando allí ahora, el estafador sentía que había valido la pena correr el riesgo.
Matt dejó que Eyre lo mime, sintió sus brazos alrededor del cuello y correspondió pasando los suyos alrededor de la cintura de la chica, acercándola un poco más a su cuerpo.
-Claro que sí, tú eres el motivo para crear esta ciudad, no puedo entregarte menos que esto - Aunque nunca había conocido la casa de la bruja, sabia que era una familia con mucho renombre y dinero “¿Una ciudad entera será suficiente?” era una pregunta que Matt no quería hacer en voz alta, sabía que ahora la joven estaba convencida que solo necesitaba estar con él “¿Pero cuánto durará eso?” Las dudas volvían a hacerse presente y Matthew no quería pensar en eso.
Por suerte, casi como si Eyre pudiera leer la mente, Owens sintió a la chica acercándose, y el modo tímido en que se tocaban sus labios fue suficiente estímulo para que el estafador se olvidara nuevamente de sus preocupaciones. Le sorprendió un poco que fuera la joven quien tomaba la iniciativa, por lo general era al revés, pero resultaba ser un cambio agradable. Era demasiado difícil resistirse, y cuando Matt sintió las manos de la muchacha bajando una parte de su consciencia se apagó por completo, el beso se volvió más apasionado, las manos del hombre bajaron también, con la intención de corresponder a las caricias que estaba recibiendo.
Pero así de rápido como llegó, se fue, Matthew se quedó sentado y algo desconcertado, con el pelo revuelto mirando a la bruja sin entender qué había pasado. No hizo nada para detener su huida, la parte consciente de su mente comenzaba a volver y se daba cuenta que había ido demasiado lejos. Dejó caer la cabeza hasta que golpeó contra la mesa, sin demasiada fuerza, pero lo suficiente como para poder reaccionar. Respiró profundo y se quedó en esa posición durante un minuto o dos, mientras intentaba calmarse.
“Más importante que eso: Tienes a Eyre suelta en una ciudad de bandidos” eso hizo que el estafador salte de la silla como si tuviera un resorte. Se acomodó el pijama, tiró hacía atrás su desordenado cabello y salió de la sala. Escuchó a alguien hablando con la muchacha y supo que había hecho bien en apurarse “Es increíble lo rápido que se mete en problemas”
-Será sholo cosa de un minuto, la puerca que eshtá allá no quisho fiarme - Le explicaba el bandido en evidente estado de ebriedad mientras se desabrochaba los pantalones - Un mete y shaca y listo ¿De acuerdo? O puedesh usar tu boca si prefieres-
Matt apareció por atrás y apoyó la daga de obsidiana en el cuello del ladrón.
-Con que solo un “mete y saca”, vaya, me gustaría intentarlo ahora mismo con mi daga - Dijo el estafador sonriente mientras apretaba ligeramente el filo del cuchillo contra la carne - ¿Ves a esta muchacha? ¿La ves? -Agarró del pelo al hombre y tiró hacía atrás hasta asegurarse de que tuviera la vista fija en Eyre - Bien, quiero que quede en claro algo, no le pondrás un solo dedo encima ¿De acuerdo? Ni tú, ni ningún otro - Recuerdos amargos volvieron a la mente de Matt y tuvo que controlarse para no matar al sujeto allí mismo, en lugar de eso continuó sonriendo con amabilidad - Ahora quiero que salgas de aquí ¡Pero! Sin subirte los pantalones, quiero ver lo gracioso que te ves corriendo de esa manera ¡Vamos! ¡Te lo ordena tu Virrey!
Al escuchar de quien se trataba el miedo del ladrón se intensificó aún más, Matthew se había ganado una buena fama desde que había llegado a la ciudad, sobre todo por su modo cruel de imponer el orden. Pero no todos conocían su rostro, por lo mismo, el ebrio no supo de quién se trataba hasta que Owens lo anunció de modo directo. Con un gesto espantado salió corriendo con los pantalones bajos, tal como se lo habían ordenado, Matt no podía contener las carcajadas mientras lo veía tropezar, levantarse y volver a caer.
-Jajaja, ay, uno nunca puede aburrirse teniendo a estos muchachos cerca - Miró a Eyre y extendió una mano hacía ella - Ven, ya que decidiste quedarte quiero que conozcas a las muchachas, van a ser ellas las que te ayuden mientras estés aquí- Varias de las prostitutas salieron de sus carpas y se fueron acercando al lugar - Chicas, les presento formalmente a Eyre, mi mujer, me gustaría que la trataran con el mismo respeto y amabilidad que me demuestran a diario ¿Creen que podrían ayudarla a ponerse cómoda? - La bruja aún tenía la ropa de viaje y no se había sentado más que para hablar con Matt - ¿Quizás a ponerse algo más holgado y refrescarse luego de tan largo viaje?- Algunas de las mujeres la miraron de mala manera, otras sonrieron y comenzaron a acercarse para ayudarla.
-Ven, tengo algo que seguro te quedará de maravilla -
-Podrías lavarte en mi carpa, tengo unos perfumes deliciosos-
-Yo buscare unas tijeras, vamos a emparejar esas puntas -
Matt sonrió orgulloso mientras veía a las muchachas alrededor de Eyre, hizo un gesto para señalarle que estaría esperando en su habitación.
-Me gusta eso - Dijo y sonriendo burlón agregó - Lo de la vaca, claro está - Le guiñó un ojo y dejó escapar una risa divertida. Poder estar con esa calma era algo invaluable, desde que se había separado de la muchacha Matthew se había metido en una misión peligrosa tras otra, la mayoría de las veces sin estar seguro de sí podría salir vivo. Pero estando allí ahora, el estafador sentía que había valido la pena correr el riesgo.
Matt dejó que Eyre lo mime, sintió sus brazos alrededor del cuello y correspondió pasando los suyos alrededor de la cintura de la chica, acercándola un poco más a su cuerpo.
-Claro que sí, tú eres el motivo para crear esta ciudad, no puedo entregarte menos que esto - Aunque nunca había conocido la casa de la bruja, sabia que era una familia con mucho renombre y dinero “¿Una ciudad entera será suficiente?” era una pregunta que Matt no quería hacer en voz alta, sabía que ahora la joven estaba convencida que solo necesitaba estar con él “¿Pero cuánto durará eso?” Las dudas volvían a hacerse presente y Matthew no quería pensar en eso.
Por suerte, casi como si Eyre pudiera leer la mente, Owens sintió a la chica acercándose, y el modo tímido en que se tocaban sus labios fue suficiente estímulo para que el estafador se olvidara nuevamente de sus preocupaciones. Le sorprendió un poco que fuera la joven quien tomaba la iniciativa, por lo general era al revés, pero resultaba ser un cambio agradable. Era demasiado difícil resistirse, y cuando Matt sintió las manos de la muchacha bajando una parte de su consciencia se apagó por completo, el beso se volvió más apasionado, las manos del hombre bajaron también, con la intención de corresponder a las caricias que estaba recibiendo.
Pero así de rápido como llegó, se fue, Matthew se quedó sentado y algo desconcertado, con el pelo revuelto mirando a la bruja sin entender qué había pasado. No hizo nada para detener su huida, la parte consciente de su mente comenzaba a volver y se daba cuenta que había ido demasiado lejos. Dejó caer la cabeza hasta que golpeó contra la mesa, sin demasiada fuerza, pero lo suficiente como para poder reaccionar. Respiró profundo y se quedó en esa posición durante un minuto o dos, mientras intentaba calmarse.
“Más importante que eso: Tienes a Eyre suelta en una ciudad de bandidos” eso hizo que el estafador salte de la silla como si tuviera un resorte. Se acomodó el pijama, tiró hacía atrás su desordenado cabello y salió de la sala. Escuchó a alguien hablando con la muchacha y supo que había hecho bien en apurarse “Es increíble lo rápido que se mete en problemas”
-Será sholo cosa de un minuto, la puerca que eshtá allá no quisho fiarme - Le explicaba el bandido en evidente estado de ebriedad mientras se desabrochaba los pantalones - Un mete y shaca y listo ¿De acuerdo? O puedesh usar tu boca si prefieres-
Matt apareció por atrás y apoyó la daga de obsidiana en el cuello del ladrón.
-Con que solo un “mete y saca”, vaya, me gustaría intentarlo ahora mismo con mi daga - Dijo el estafador sonriente mientras apretaba ligeramente el filo del cuchillo contra la carne - ¿Ves a esta muchacha? ¿La ves? -Agarró del pelo al hombre y tiró hacía atrás hasta asegurarse de que tuviera la vista fija en Eyre - Bien, quiero que quede en claro algo, no le pondrás un solo dedo encima ¿De acuerdo? Ni tú, ni ningún otro - Recuerdos amargos volvieron a la mente de Matt y tuvo que controlarse para no matar al sujeto allí mismo, en lugar de eso continuó sonriendo con amabilidad - Ahora quiero que salgas de aquí ¡Pero! Sin subirte los pantalones, quiero ver lo gracioso que te ves corriendo de esa manera ¡Vamos! ¡Te lo ordena tu Virrey!
Al escuchar de quien se trataba el miedo del ladrón se intensificó aún más, Matthew se había ganado una buena fama desde que había llegado a la ciudad, sobre todo por su modo cruel de imponer el orden. Pero no todos conocían su rostro, por lo mismo, el ebrio no supo de quién se trataba hasta que Owens lo anunció de modo directo. Con un gesto espantado salió corriendo con los pantalones bajos, tal como se lo habían ordenado, Matt no podía contener las carcajadas mientras lo veía tropezar, levantarse y volver a caer.
-Jajaja, ay, uno nunca puede aburrirse teniendo a estos muchachos cerca - Miró a Eyre y extendió una mano hacía ella - Ven, ya que decidiste quedarte quiero que conozcas a las muchachas, van a ser ellas las que te ayuden mientras estés aquí- Varias de las prostitutas salieron de sus carpas y se fueron acercando al lugar - Chicas, les presento formalmente a Eyre, mi mujer, me gustaría que la trataran con el mismo respeto y amabilidad que me demuestran a diario ¿Creen que podrían ayudarla a ponerse cómoda? - La bruja aún tenía la ropa de viaje y no se había sentado más que para hablar con Matt - ¿Quizás a ponerse algo más holgado y refrescarse luego de tan largo viaje?- Algunas de las mujeres la miraron de mala manera, otras sonrieron y comenzaron a acercarse para ayudarla.
-Ven, tengo algo que seguro te quedará de maravilla -
-Podrías lavarte en mi carpa, tengo unos perfumes deliciosos-
-Yo buscare unas tijeras, vamos a emparejar esas puntas -
Matt sonrió orgulloso mientras veía a las muchachas alrededor de Eyre, hizo un gesto para señalarle que estaría esperando en su habitación.
Matthew Owens
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Durante muchas noches en vela, cuando sus sueños eran espantados por el nítido recuerdo de Gerrit Nephgerd, Eyre se había repetido una y otra vez que, si algo así volvía a ocurrir en su vida -los Dioses no quisieran que así pasara- obraría de manera distinta. Cada vez que analizaba la situación se le ocurrían más formas de defenderse y solía llorar de ira al pensar cuánto hubiera cambiado todo de tan solo haber sido más astuta, más valiente. Pero ahora, paralizada frente a ese borracho, recordaba lo difícil que se tornaba pensar con claridad en semejantes circunstancias. Todos sus músculos se agarrotaron y, pese a haberse preparado para lanzar la jarra, simplemente no pudo dar el impulso para hacerlo.
Por eso, cuando Matthew apareció, la joven sintió tanto alivio como decepción hacia sí misma. Acababa de decirle al humano que estaba allí para ayudarlo, que no le importaba vivir en ese desagradable lugar, y cinco minutos después se encontraba requiriendo su ayuda. No pudo hacer más que bajar la mirada mientras el mayor se encargaba del otro, y lejos estuvo de reír cuando el hombre hizo su patética retirada.
“No hacía falta”, quiso decir, “yo podía sola”, pero sabía que era mentira. En vez de eso, cabizbaja y encogida de hombros, tuvo que juntar fuerzas para murmurar un:
-Gracias, Matt. Lo... Lo lamento.
Afortunadamente el humano no parecía tan afectado como ella, y pronto atinó a cambiar de tema... hacia uno que Eyre no sabía si estaba lista para afrontar. Varias mujeres se acercaron y, mientras algunas le sonrieron amablemente, otras echaron hacia ella miradas que casi podían atravesarla de lado a lado. La joven suspiró, al parecer tendría que armarse de mucha voluntad para poder convivir con personas así. Por suerte, algunas de ellas decidieron quedarse. ¿Quizás querían conocerla un poco mejor antes de decidir si la odiaban o no?
Sin la opción de resistirse, fue llevada por tres mujeres hacia la tienda de una de ellas, Mary, a quien ya conocía. Las otras dos se presentaron como Lucile y Verónica, de dieciséis y veintidós años, respectivamente. Eyre no pudo evitar observarlas con sorpresa: Al igual que Mary ambas parecían bastante mayores.
-Así que has conocido a Ron, ¿eh? -Dijo Verónica con un gesto de desagrado mientras la invitaba a sentarse en su catre- Ese borracho apestoso pretende que le hagamos favores a cambios de nada. ¡Ja! No se te ocurra fiarle, niña, que si lo haces una vez querrá que lo hagas siempre. -Mary asintió, parecía saber bien de lo que hablaban.
¿Cómo podían tolerar a brutos así todos los días de su vida? Eyre las miró con respeto y admiración. Entendió que las había juzgado mal solo por ser lo que eran, y que muchos de esos prejuicios habían sido infundados por su familia, personas que jamás habían tenido que pasar por lo que esas chicas. Mientras Lucile vaciaba una cubeta de agua fría dentro de una palangana, la joven bruja dijo con timidez:
-Ustedes sí que son mujeres fuertes... -Las tres sonrieron y se encogieron de hombros; Verónica hizo un modesto ademán de la mano para restarle importancia- ¿Cómo llegaron hasta aquí?
Entonces, mientras se bañaba intentando disimular que le tiritaban los dientes por al agua fría, Lucile le arreglaba el cabello y Mary rebuscaba en su pequeño baúl sacando una prenda tras otra, una a una le contaron sus historias. Verónica había enviudado siendo muy joven y se había quedado en la ruina, sin tener más opción que comenzar a trabajar en una taberna de Roilkat dejándose manosear por escasas propinas. Mary venía de buena cuna pero, incapaz de soportar los malos tratos y abusos de su padre, había huido de casa. Y Lucile... no quería hablar de ello, pero aseguraba que Ciudad Lagarto y conocer a Matthew eran lo mejor que le había pasado. Todas venían de situaciones distintas y todas tenían algo en común: Habían huido para ser libres, igual que Eyre.
En media hora estaba limpia y había sentado las bases de futuras bonitas amistades. Más relajada y contenta, la joven bruja aceptó la ropa ofrecida por Mary con la promesa de que les devolvería el favor haciendo para las tres distintos menjunjes de hierbas para cuidarse la piel, para estar más vitales y para evitar enfermedades tristemente comunes en lugares así. Sin embargo, cuando se vistió con aquella fina bata de seda, volvió a sentirse nerviosa y observó a las chicas con cara de circunstancias mientras se ceñía el moño a la cintura.
-¿Están seguras de que debajo de esto... no va nada? -Lucile rió y negó con la cabeza mientras Verónica la empujaba amistosamente a través de la puerta improvisaba que comunicaba con la tienda principal- ¡No creo que te haga falta!
Con las botas en la mano y la ropa sucia bajo el brazo, caminó lentamente hacia la cama circular. Estaba más oscuro que cuando había llegado, ¿acaso el moreno había apagado algunas velas? Tragó saliva. ¿Y ella donde dormiría? ¿...Ahí? De repente estuvo segura de que las chicas la habían engañado, ¡no podía ser que bajo esa bata no se llevara ropa interior!
- La bata 7u7:
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Eyre
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Matthew estrechó por última vez los hombros de Eyre, dándole ánimos para que se acerque a las muchachas con confianza. Luego la dejó ir, al estafador no le cabía la menor duda de que sabrían tratarla como correspondía “Y sino, bueno, de todo se aprende, supongo” Se rascó la cabeza, había sido un atardecer bastante más agitado de lo que lo había imaginado esa tarde cuando se había acostado a dormir.
Sintió una mano posándose sobre su hombro, le dio un par de palmaditas para darle la bienvenida.
-¿Estás seguro de esto?- Le dijo la dama de cabello oscuro y voz sumamente gruesa – La pones en peligro a ella, te pones en peligro a ti…-
-¿Qué quieres que te diga? En el fondo soy un romántico – Respondió Owens mientras se sonreía de medio lado.
-Déjate de estupideces, habla en serio al menos una vez –
-Yo no le regalo nada a nadie. Eyre se ganó el lugar que tiene –
-Para ti todo esto será un entretenimiento pasajero, pero muchas nos estamos jugando la…-
-Hasta donde sé, tú no te estás jugando “la” nada – El estafador le sonrió con malicia. Recibió un golpe en el estómago como respuesta, pero no se lo devolvió – Que linda, yo también te quiero –
Adolorido y cansado de semejante catarata de emociones, se fue hacía su cama, pero antes de desparramarse decidió cambiarse de pijama, el que tenía puesto ya no estaba limpio. Luego de eso, por fin se dio el gusto de regresar a su exageradamente suave colchón.
Se acostó boca arriba, con la cabeza colgando ligeramente del lado que apuntaba a la puerta. Podía escuchar los murmullos y las risas de las damas en otras habitaciones, era un sonido que lo relajaba, se sentía como estar en un paraíso con ángeles correteando por todos lados “Ángeles con pechos al aire” pensó el estafador y se rio.
El hombre entró en una especie de sopor que no llegaba a ser un sueño profundo ya que continuaba escuchando lo que sucedía, pero que a la vez le permitió relajarse y no pensar demasiado en nada.
Abrió los ojos de repente cuando sintió que alguien entraba, tantos años durmiendo en sitios peligrosos hacía que Matt tuviera un sexto sentido para ese tipo de cosas. Aun así se quedó sorprendido porque no se esperaba encontrarse con Eyre de esa forma.
Sonrió, evidentemente satisfecho con los resultados.
-¿Quién fue la de la idea? ¿Fue Mary? ¿Lucile? Jajaja – Matthew aún se encontraba boca arriba en la cama, estiró una mano e hizo el intento de mirar bajo la provocativa bata – Creí que solo te quitarían el cansancio del viaje, pero parece que estaban creativas el día de hoy –
Se puso boca abajo y le dio palmaditas al colchón para invitar a Eyre.
-Dijiste que querías hablar toda la noche ¿Cierto? O… Bueno, al menos eso parecía que ibas a decir – Se sentó tras la bruja y le dio un abrazo, rodeando sus hombros. Ahora la boca de Matt quedaba junto a la oreja de la muchacha, y empezó a hablar en susurros – Sabes que jamás te haría nada que no quieras ¿Cierto? – Dejo un beso en su oreja, bajo un poco más y beso su cuello para terminar finalmente en su hombro - Me gustaría que al menos una persona confiara en mi -
Sintió una mano posándose sobre su hombro, le dio un par de palmaditas para darle la bienvenida.
-¿Estás seguro de esto?- Le dijo la dama de cabello oscuro y voz sumamente gruesa – La pones en peligro a ella, te pones en peligro a ti…-
-¿Qué quieres que te diga? En el fondo soy un romántico – Respondió Owens mientras se sonreía de medio lado.
-Déjate de estupideces, habla en serio al menos una vez –
-Yo no le regalo nada a nadie. Eyre se ganó el lugar que tiene –
-Para ti todo esto será un entretenimiento pasajero, pero muchas nos estamos jugando la…-
-Hasta donde sé, tú no te estás jugando “la” nada – El estafador le sonrió con malicia. Recibió un golpe en el estómago como respuesta, pero no se lo devolvió – Que linda, yo también te quiero –
Adolorido y cansado de semejante catarata de emociones, se fue hacía su cama, pero antes de desparramarse decidió cambiarse de pijama, el que tenía puesto ya no estaba limpio. Luego de eso, por fin se dio el gusto de regresar a su exageradamente suave colchón.
Se acostó boca arriba, con la cabeza colgando ligeramente del lado que apuntaba a la puerta. Podía escuchar los murmullos y las risas de las damas en otras habitaciones, era un sonido que lo relajaba, se sentía como estar en un paraíso con ángeles correteando por todos lados “Ángeles con pechos al aire” pensó el estafador y se rio.
El hombre entró en una especie de sopor que no llegaba a ser un sueño profundo ya que continuaba escuchando lo que sucedía, pero que a la vez le permitió relajarse y no pensar demasiado en nada.
Abrió los ojos de repente cuando sintió que alguien entraba, tantos años durmiendo en sitios peligrosos hacía que Matt tuviera un sexto sentido para ese tipo de cosas. Aun así se quedó sorprendido porque no se esperaba encontrarse con Eyre de esa forma.
Sonrió, evidentemente satisfecho con los resultados.
-¿Quién fue la de la idea? ¿Fue Mary? ¿Lucile? Jajaja – Matthew aún se encontraba boca arriba en la cama, estiró una mano e hizo el intento de mirar bajo la provocativa bata – Creí que solo te quitarían el cansancio del viaje, pero parece que estaban creativas el día de hoy –
Se puso boca abajo y le dio palmaditas al colchón para invitar a Eyre.
-Dijiste que querías hablar toda la noche ¿Cierto? O… Bueno, al menos eso parecía que ibas a decir – Se sentó tras la bruja y le dio un abrazo, rodeando sus hombros. Ahora la boca de Matt quedaba junto a la oreja de la muchacha, y empezó a hablar en susurros – Sabes que jamás te haría nada que no quieras ¿Cierto? – Dejo un beso en su oreja, bajo un poco más y beso su cuello para terminar finalmente en su hombro - Me gustaría que al menos una persona confiara en mi -
Matthew Owens
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-No pienso delatar a ninguna de ellas. -La joven sonrió y se inclinó para dejar tanto las botas como la ropa en el suelo; al día siguiente tendría que arreglárselas para encontrar un riachuelo limpio en aquel lodazal donde poder lavar todo eso. Cuando Matthew intentó mirar bajo su bata dio un paso atrás y lo miró con fingido enojo, no obstante terminó por aceptar la invitación y se subió tímidamente a la cama.
-¡Qué suave! -No podía recordar la última vez que había estado en una cama tan cómoda. Probablemente fuera en su propia habitación, hacía ya... ¿más de un año? Exhaló profusamente en un intento por liberar, junto al aire, su nostalgia. Quizás ya no tenía las comodidades de antes, pero debía ser positiva, ¿no? Con un colchón de plumas y con Matthew Owens tenía más que suficiente... Claro que se ruborizó al pensar en lo mal que sonaba eso.
-Creo que necesitaremos hablar más que una noche para ponernos al día. -Cruzó las piernas y se dejó abrazar, recargando su espalda contra el abdomen del mayor. Rodeada por esos brazos y recostada en tan amplio pecho, se sintió más protegida que nunca. Inhaló su perfume y sonrió. Una parte suya deseaba quedarse así para siempre, charlando por lo bajo ante la tenue luz de las velas, mientras que la otra comenzaba a relajarse y a ser víctima del cansancio de tan largo viaje. Por supuesto, un beso en el cuello bastó para volver a espabilarla.
-Oh, claro, jamás lo harías. Solo has intentado estafarme unas, umh, ¿quince veces? -Rió por lo bajo y dejó un beso en uno de los brazos que la rodeaba. Dejando las bromas de lado, Eyre no conocía a otra persona en el mundo en que pudiera confiar más. Sabía que sus padres jamás la entenderían y que muchas otras personas intentarían aprovecharse de su bondad y de sus “dones” para usarla; irónicamente solo el pérfido estafador le había demostrado que estaba con ella sin segundas intenciones. Se ladeó apenas lo suficiente como para poder mirarlo a los ojos y, ahora seria, susurró:
-Lo sé, Matthew. Confío en ti más que en ningún otro. -Volvió la vista al frente y se acurrucó un poco más- Gracias... por esperarme.
Los párpados le pesaban tanto que se permitió cerrar los ojos. “Sólo será un momento”, pensó mientras su respiración se tornaba más y más pesada y los latidos del corazón del humano y su cálida respiración se convertían en el más dulce arrullo. La joven se preguntó si alguna vez se había sentido más feliz que en ese instante, y masculló algo ininteligible sobre que ahora no sabía si llamarlo “cielito” o “amorcito” justo antes de quedarse profundamente dormida.
Esa fua la primera noche, después de mucho tiempo, en que Eyre no tuvo pesadillas.
Eyre
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