La espada reluciente de Cegatón [Mastereado] Ashryn Elaynor]
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La espada reluciente de Cegatón [Mastereado] Ashryn Elaynor]
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Entre todas las fiestas que se habían llegado a celebrar en Vulwulfar, ésta era la única que no era una fiesta. Los invitados se consideraban así mismos rehenes pues, por cortesía y buen quedar, se vieron obligados a asistir. Sería feo no ir a la fiesta que daba la bienvenida al nuevo Rey de los humanos. ¿Qué podría salir mal? Los sirvientes de palacio ofrecieron comida y buen espectáculo; hacía meses que los humanos no comían tan bien. Sin embargo, por cada dulce uva morada o por cada muslo de pollo bañado en salsa de nueces que cogían, no podían dejarse de mirarse los unos a los otros en gesto acusatorio y preguntarse: ¿qué podría salir mal? Todo podría mal. La enfermedad de Dundarak, o peste como la llamaban algunos, estaba en pleno auge. Semanas atrás, los guardias, prohibieron las grandes aglomeraciones por miedo a expandir el contagio. Y era lícito tener miedo. Familias enteras habían muerto por culpa de la enfermedad de Dundarak. Allí por donde uno viajase, se podría ver granjas abandonadas y campos por cosechar; un escenario triste. Los presentes a la fiesta de bienvenida en honor al nuevo Rey de los humanos recordaban la prohibición y el miedo, los tenían grabados a fuego en sus corazones. Si asistieron a la celebración fue, por el simple motivo, que querían conocer la identidad del nuevo Rey. Por desgracia para ellos, nunca se dijo su nombre; ni los bardos, mensajeros y bufones. A estas alturas, pensaban que cualquiera podría haber sido elegido como el nuevo Rey de los humanos, incluso el niño más delgado y débil de la comarca: Arturito Cegatón.
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El único hombre, a excepción de los bufones que hacían su trabajo, que reía en la fiesta de bienvenida al nuevo Rey se llama Martín Cegatón, más conocido como el Brujo de la Limpieza. Era un hombre extravagante de mediana edad. Vestía con una roñosa túnica blanca, no había cortado el cabello ni peinado desde hacía años, su nariz parecía una alcachofa deformada y movía las manos de una extraña manera que bien podría ser que estuviera combatiendo contra un ejército de soldados invisibles o bien estaría espantando una mosca. Se le definía con una única palabra: ridículo. El sobre nombre Brujo de la Limpieza o Brujo Limpio, se lo había puesto el mismo. Su oficio no era otro que vender productos de limpieza a los incautos que cayeran en sus redes. No estaba de más decir que él no era un auténtico brujo. ¿Alquimista? Podría ser. Pero no brujo, jamás de los jamases.
El Brujo de la Limpieza reía y movía de sus manos para llamar la atención de todos los presentes de la fiesta. Los bardos y bufones se tomaron un descanso, al ver que Martín era el centro de atención, se fueron a sus casas para prevenirse del contagio. Al lado del Brujo de la Limpieza quedaba una pequeña figura de un niño de quince años, aunque parecía tener trece por lo pequeño que era. Su nombre era Arturito Cegatón, sobrino y ayudante del Brujo de la Limpieza. Arturito sujetaba una espada con su mano derecha y un escudo de roble en la izquierda. Martín estaba dispuesto a realizar su mejor espectáculo. Sonreía como un loco y, acto seguido, le daba un no muy disimulado capón al niño para que le imitase con la sonrisa.
-Todos nos miran,- susurró Martín a Arturito- más te vale lucir tu sonrisa más resplandeciente si no quieres que te la borre para siempre cuando lleguemos a casa. Puedo hacerlo. No me obligues, que juro que lo haré-.
Arturito Cegatón sonrió. En completo silencio, obedeció cada paso en el guion de la función que su tío había preparado. Dejó caer la espada a sus pies y levantó el pesado escudo de roble con las dos manos.
-Y ahora miren, damas y caballeros, qué ocurre cuando limpio el barro de este escudo con mi mejor poción.- Martín cogió un puñado de barro del suelo y lo estampó contra el escudo; éste pareció gritar por haberse ensuciado (realmente, el grito venía desde abajo: Arturito). Acto seguido, derramó el contenido de un pequeño frasco de cristal en el escudo. - ¡Mirad mis señores! Tan reluciente como el trasero de un elfo-.
Ya fuera por el agobio de los presentes, por la vergüenza ajena que sentían al ver al Brujo de la Limpieza vender sus productos o porque eran tan estúpidos como para caer en las artimañas del tito Martin; el Brujo Limpio consiguió más ventanas que en ningún otro día. El saco donde guardaban los frasquitos con el producto para limpiar escudos se iba vaciando poco a poco mientras que la cola de clientes parecía estar en aumento.
-¡Bien hecho chico!- Martín golpeó la espalda de Arturito Cegatón para felicitarle, el chico casi cayó de bruces por el golpe- Cuando lleguemos a casa te daré un buen trozo de rico queso, claro que sí-.
El Brujo de la Limpieza tenía tantos aeros en sus manos que no podía sostenerlos. Puso unos cuantos en los bolsillos de los pantalones de Arturito y, con una nueva palmada en la espalda, le dijo que se fuera a vaciarlos a casa y que volviera en seguida a por más. ¡Estaban de racha!
Arturito recogió su espada, el único recuerdo que tenía de su padre, y obedeció a su tío. Fue un accidente. No lo pudo ver. Tras ponerse en marcha, a los pocos segundos, Arturito Cegatón tropezó con una piedra en el suelo y cayó encima del saco con los frasquitos que el tito vendían. Todos rotos. La cara que puso el Brujo de la Limpieza era una mezcla entre la sonrisa que ponía para contentar al público y la rabia contenida que sentía al pensar en todos los aeros que había perdido por culpa de su sobrino. No esperó a que Arturito se levantase del suelo, solo a que se pusiera a cuatro patas para propinarle una buena y merecida patada en el trasero.
-Perdonad al chico, es un poco lento; si ustedes me entienden. Mañana os trae más pociones. ¡Muchas más! El Brujo de la Limpieza nunca defrauda, mis amigos-.
- Arturito Cegatón:
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- El Brujo de la Limpieza:
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Ambas: Estáis en la fiesta que da la bienvenida al nuevo Rey de los humanos, una pequeña referencia a la trama de Dag Thorlák. Veis el espectáculo del Brujo de la Limpieza y lo mal que ha tratado a su sobrino. En este primer turno, os acercáis a la pareja de vendedores y elegís en qué lugar poneros: ¿si proteger a Arturito de los maltratos del tito Martín o defender al Brujo Limpio pues solo está educando a su sobrino?
Última edición por Sigel el Miér Feb 21, 2018 10:02 pm, editado 1 vez
Sigel
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Re: La espada reluciente de Cegatón [Mastereado] Ashryn Elaynor]
El viaje hasta Vulwulfa no había sido el mejor, pero la ojiazul fue capaz de tolerarlo gracias a la presencia de su querido Yomo. Todavía no tenía idea del trabajo que debería realizar, pero ya que la guardia había solicitado expresamente sus servicios, no veía motivo para volver a casa. El carruaje que transportaba a la elfita se detuvo a mitad de una extraña celebración. Hacía un par de horas se separó del joven de ojos avellana y no creyó que terminaría en medio de semejante situación, considerando la tragedia que azotaba por esos lares. Ashy se apresuró a bajar, tratando de entender qué era lo que sucedía, llevándose la enorme sorpresa de que todos los presentes se hallaban congregados para darle la bienvenida al nuevo Rey de los humanos. ¿Acaso había un nuevo monarca en Lunargenta? Al parecer habían pasado muchas cosas desde que abandonó su consultorio.
No había mucho que resaltar de la celebración, salvo por un viejo bonachón que no hacía más que acaparar la atención con sus extraños productos. La ojiazul siguió avanzando sin prestarle atención a nada más, después de todo, no lograrían avanzar hacia la frontera hasta que el gentío descendiese. Tras vagar durante un rato por los alrededores, sus piecitos la llevaron hasta el tumulto que se arremolinaba en torno al… ¿brujo de la limpieza? Bueno, al parecer le estaba yendo bien con la venta. Observó el espectáculo con atención, impresionándose de inmediato por la calidad de los productos. A veces podía ser bastante ingenua. Hizo fila con emoción, esperando conseguir un frasquito de ese menjurje mágico, cuando presenció la caída del niño que acompañaba al brujo de la limpieza, y la horrible patada que este le profirió a la criatura.
—Fue un accidente —miró al fulano con un gesto de desaprobación y abandonó su lugar en la fila, acercándose al pequeño, para inclinarse y levantarlo del suelo—. ¿Te encuentras bien? —Le sacudió la ropa y sacó su pañuelo para limpiar la mugre de las mejillas del chiquillo—. ¿Te lastimaste? —Le sonrió—. Me llamo, Ashy, ¿cuál es tu nombre?
Con la misma sonrisa le ayudó a coger las esquirlas restantes de los frascos de vidrio, escuchando los murmullos de las personas que habían visto semejante escena llena de crueldad. Ella era una chica bastante maternal, especialmente desde que conoció a su adorada Iliaki, por lo que no pasaría por alto el maltrato hacia un niño, y menos por motivos tan ridículos como semejante descuido. Los demás también habían notado el accidente y el inmerecido castigo hacia el muchacho, ¿por qué nadie lo defendía? Bien, ella lo haría por sí misma. Aunque, seguramente, hubiese sido mejor que volviese al carruaje de la guardia, pues comenzaba a creer que —como todo en su vida— terminaría arrepintiéndose de meter las narices donde no le llamaban.
No había mucho que resaltar de la celebración, salvo por un viejo bonachón que no hacía más que acaparar la atención con sus extraños productos. La ojiazul siguió avanzando sin prestarle atención a nada más, después de todo, no lograrían avanzar hacia la frontera hasta que el gentío descendiese. Tras vagar durante un rato por los alrededores, sus piecitos la llevaron hasta el tumulto que se arremolinaba en torno al… ¿brujo de la limpieza? Bueno, al parecer le estaba yendo bien con la venta. Observó el espectáculo con atención, impresionándose de inmediato por la calidad de los productos. A veces podía ser bastante ingenua. Hizo fila con emoción, esperando conseguir un frasquito de ese menjurje mágico, cuando presenció la caída del niño que acompañaba al brujo de la limpieza, y la horrible patada que este le profirió a la criatura.
—Fue un accidente —miró al fulano con un gesto de desaprobación y abandonó su lugar en la fila, acercándose al pequeño, para inclinarse y levantarlo del suelo—. ¿Te encuentras bien? —Le sacudió la ropa y sacó su pañuelo para limpiar la mugre de las mejillas del chiquillo—. ¿Te lastimaste? —Le sonrió—. Me llamo, Ashy, ¿cuál es tu nombre?
Con la misma sonrisa le ayudó a coger las esquirlas restantes de los frascos de vidrio, escuchando los murmullos de las personas que habían visto semejante escena llena de crueldad. Ella era una chica bastante maternal, especialmente desde que conoció a su adorada Iliaki, por lo que no pasaría por alto el maltrato hacia un niño, y menos por motivos tan ridículos como semejante descuido. Los demás también habían notado el accidente y el inmerecido castigo hacia el muchacho, ¿por qué nadie lo defendía? Bien, ella lo haría por sí misma. Aunque, seguramente, hubiese sido mejor que volviese al carruaje de la guardia, pues comenzaba a creer que —como todo en su vida— terminaría arrepintiéndose de meter las narices donde no le llamaban.
Ashryn Elaynor
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Re: La espada reluciente de Cegatón [Mastereado] Ashryn Elaynor]
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El tema se continuará solo con Ashryn Elaynor,.
Olvidaremos que, en su inicio, estuvo pensando para dos personajes.
Tienes vía libre Ashryn Elaynor.
Sigel
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Re: La espada reluciente de Cegatón [Mastereado] Ashryn Elaynor]
Antes de que el Arturito pudiera siquiera abrir la boca, Martín dio un paso y se adelantó a contestar.
-El joven se encuentra en un estado magnífico. Fíjese en su espalda, es robusta como un roble. ¿Y qué me dice de esas piernas? Hechas para correr, tropezar y levantarse del suelo. Ofrecería todos los aeros que hoy he ganado a los Dioses para que bendijesen con la mitad de la vitalidad que nuestro amigo Arturito posee- río con gusto- Déjeme darle un consejo, dama elfa: no se preocupe por los jóvenes, preocúpese por los ancianos- fingió cojera en la pierna y curvó ligeramente su espalda con tal de aparentar diez años más de los que tenía en realidad.
Arturito Cegatón permanecía en el suelo mientras el círculo de curiosos disminuía por momentos; no podía levantarse hasta que su tío Martín le diera permiso. Cosa que no ocurría hasta que la señora elfa le dijera unas palabras cálidas. Arturito conocía bien a su tío. Sus dos únicos intereses siempre fueron los aeros y las jóvenes mujeres.
-Usted me entiende, conoce la crueldad del tiempo. Vuestra raza la superó, pero la mía la padece con horrores. ¡Escuché! Mis huesos chirrían cuando camino; parecen que vayan a quebrarse en cualquier momento. ¿Usted me podría sanar? Si tanto interés tiene por ayudar a los inocentes, podría empezar conmigo. Ponga sus manos en mi pierna herida- se refería a la izquierda, la que hacía unos minutos movía con presteza y ahora cojeaba- y utilice su magia conmigo-.
La señora elfa debía de ser muy guapa. Tío Martín no solía insistir a una mujer a que le tocase más abajo de la cintura; aunque era asiduo a gritar desagradables halagos a las doncellas. Martín decía con orgullo que ninguna mujer merecía que nadie hablase con ella pues, lo que podría ganar con cincuenta mil palabras, lo podría pagar con cincuenta aeros. Arturito entrecerró los ojos y examinó a la Ashryn. No pude ver nada más allá de tres manchas de colores: una por su vestido, otra por el color níveo de su piel y la última por el rubio de su cabello.
-Mientes,- susurró Arturito desde el suelo – mientes como un bellaco- reunió una dosis de valor hasta el momento vista y continuó gritando - ¡NO CREA NADA SEÑORA ELFA!-
Tío Martín se giró violentamente hacia Arturito. Tenía la pierna izquierda, había dejado de fingir debilidad, en posición de combate, preparada para atizarle una patada. Arturito, ágil, rodó hacia un lado del suelo consiguiendo esquivar el golpe de su tío. Se puso de pie de un sobre salto y se limpió la ropa de los manchurrones blancos y grises que le había dejado las pociones de tío Martín al romperse encima de él.
-¡Yo soy el Rey Arturo, el caballero más fuerte y audaz que Aerandir ha conocido!- con torpeza, hizo gala de sus armas con tal de que éstas asegurasen el título que se acaba de autoproclamar - Pero todos me llaman Arturito Cegatón porque me falla un poco la vista-.
-Eso ha tenido gracia, ¡ha dicho que le falla un poco la vista!-
-Él es mi tío Martín. Es un brujo muy poderoso y mi mentor. Algún día superaré sus enseñanzas y será él quién se convierta en mi alumno. Tan solo necesitaré superar tres pruebas que me harán coronar como Rey de Aerandir: conseguir el amor de una doncella, recuperar una reliquia de Odín y matar a un temible dragón-.
-Este el sueño que el viejo siempre ha de oír, usted me entiende bella dama- Martín volvía a aparentar estar herido.
-¡Lo verás! Te demostraré como soy el Rey Arturo y empezaré por…- miró a sus alrededores - por conseguir el beso de aquella princesa-.
-Haga lo que haga, que sepa que ha sido problema suyo. Usted lo ha generado y deberá solucionarlo- las amabilidades quedaron a un lado. Martín culpó a la señora elfa del aliento de repentino aliento de bravura de Arturito Cegatón.
Arturito se separó de la señora elfa y de su tío Martín, el brujo de la limpieza. Fue hacia el donde creía ver a su princesa amada. Ella estaba acompañada de un séquito de doncellas, todas hermosas y con extravagantes vestidos de colores. ¿Cómo era posible que una simple y vulgar feria pudiera recoger a mujeres tan atractivas? En un momento del camino, Arturito se quedó paralizado; la belleza de las chicas le intimidó. Mientras él se quedó plantado pensando en qué decir, ellas desaparecieron de su campo visual; abandonaron el escenario donde recibían al público y fueron a la parte trasera del carrusel que les había traído a la feria. Lo normal y lo educado hubiera sido esperad a la princesa y sus doncellas enfrente del escenario, hasta que volvieran a aparecer para realizar su espectáculo. Arturito, sin embargo, creyó que sería justo que, por una vez en su vida, se comportase como el tío Martín. Dio la vuelta al carrusel y descubrió a las doncellas y a la princesa cambiándose de vestidos. Un tímido hilillo de sangre asomó de la nariz de Cegatón. ¡Qué guapas! Fue raro ver que algunas mujeres se pudieran quitar el pelo de la cabeza y ponerse otro de un color diferente, no lo vio a hacer a ninguna otra mujer. No le dio importancia, magia de doncellas, pensó. Se limpió la nariz, infló el pecho y caminó hasta su princesa. De rodillas, le confesó quién era y qué hacía allí:
-Soy el Rey Arturo, futuro Rey de Aerandir, y usted es la princesa más bella que jamás he conocido. ¿Sería mucho pedir que me diera un beso en la mejilla? Sé que es osado y deshonesto molestarla de esta manera pero…- la sangre de la nariz otra vez - tu belleza ha hace que mi loco corazón tome la riendas ignorando la razón de mi cabeza. ¿Me permitirá joven dama?-
Al otro lado de la caravana de los artistas, el Tío Martín ponía su mano en el hombro de la señora elfa y le susurró dos frases que Arturito Cegatón no llegó a escuchar:
-No se da cuenta que son chicos. Confunde a los actores con princesas- .
Ashryn Elaynor: Como quedamos, vamos a continuar este tema tú y yo solas. Terminados los problemas que a ambas nos asolaban, es hora de que retomemos la costumbre de escribir.
En este turno, Cegatón cuenta la historia de las tres pruebas que debe conseguir para demostrar ser el Rey de Aerandir. Una de ellas es conseguir el beso de una princesa. La desgracia ocurre cuando confunde a unos actores del lugar (todo chicos) con bellas doncellas.
Debes de tomar una decisión: demostrar el error de Cegatón y encontrarle una chica de verdad o convencer al actor que le bese (puede haber otras decisiones que soy incapaz de ver en este momento, puedes proponerlas por mp antes de contestar).
-El joven se encuentra en un estado magnífico. Fíjese en su espalda, es robusta como un roble. ¿Y qué me dice de esas piernas? Hechas para correr, tropezar y levantarse del suelo. Ofrecería todos los aeros que hoy he ganado a los Dioses para que bendijesen con la mitad de la vitalidad que nuestro amigo Arturito posee- río con gusto- Déjeme darle un consejo, dama elfa: no se preocupe por los jóvenes, preocúpese por los ancianos- fingió cojera en la pierna y curvó ligeramente su espalda con tal de aparentar diez años más de los que tenía en realidad.
Arturito Cegatón permanecía en el suelo mientras el círculo de curiosos disminuía por momentos; no podía levantarse hasta que su tío Martín le diera permiso. Cosa que no ocurría hasta que la señora elfa le dijera unas palabras cálidas. Arturito conocía bien a su tío. Sus dos únicos intereses siempre fueron los aeros y las jóvenes mujeres.
-Usted me entiende, conoce la crueldad del tiempo. Vuestra raza la superó, pero la mía la padece con horrores. ¡Escuché! Mis huesos chirrían cuando camino; parecen que vayan a quebrarse en cualquier momento. ¿Usted me podría sanar? Si tanto interés tiene por ayudar a los inocentes, podría empezar conmigo. Ponga sus manos en mi pierna herida- se refería a la izquierda, la que hacía unos minutos movía con presteza y ahora cojeaba- y utilice su magia conmigo-.
La señora elfa debía de ser muy guapa. Tío Martín no solía insistir a una mujer a que le tocase más abajo de la cintura; aunque era asiduo a gritar desagradables halagos a las doncellas. Martín decía con orgullo que ninguna mujer merecía que nadie hablase con ella pues, lo que podría ganar con cincuenta mil palabras, lo podría pagar con cincuenta aeros. Arturito entrecerró los ojos y examinó a la Ashryn. No pude ver nada más allá de tres manchas de colores: una por su vestido, otra por el color níveo de su piel y la última por el rubio de su cabello.
-Mientes,- susurró Arturito desde el suelo – mientes como un bellaco- reunió una dosis de valor hasta el momento vista y continuó gritando - ¡NO CREA NADA SEÑORA ELFA!-
Tío Martín se giró violentamente hacia Arturito. Tenía la pierna izquierda, había dejado de fingir debilidad, en posición de combate, preparada para atizarle una patada. Arturito, ágil, rodó hacia un lado del suelo consiguiendo esquivar el golpe de su tío. Se puso de pie de un sobre salto y se limpió la ropa de los manchurrones blancos y grises que le había dejado las pociones de tío Martín al romperse encima de él.
-¡Yo soy el Rey Arturo, el caballero más fuerte y audaz que Aerandir ha conocido!- con torpeza, hizo gala de sus armas con tal de que éstas asegurasen el título que se acaba de autoproclamar - Pero todos me llaman Arturito Cegatón porque me falla un poco la vista-.
-Eso ha tenido gracia, ¡ha dicho que le falla un poco la vista!-
-Él es mi tío Martín. Es un brujo muy poderoso y mi mentor. Algún día superaré sus enseñanzas y será él quién se convierta en mi alumno. Tan solo necesitaré superar tres pruebas que me harán coronar como Rey de Aerandir: conseguir el amor de una doncella, recuperar una reliquia de Odín y matar a un temible dragón-.
-Este el sueño que el viejo siempre ha de oír, usted me entiende bella dama- Martín volvía a aparentar estar herido.
-¡Lo verás! Te demostraré como soy el Rey Arturo y empezaré por…- miró a sus alrededores - por conseguir el beso de aquella princesa-.
-Haga lo que haga, que sepa que ha sido problema suyo. Usted lo ha generado y deberá solucionarlo- las amabilidades quedaron a un lado. Martín culpó a la señora elfa del aliento de repentino aliento de bravura de Arturito Cegatón.
Arturito se separó de la señora elfa y de su tío Martín, el brujo de la limpieza. Fue hacia el donde creía ver a su princesa amada. Ella estaba acompañada de un séquito de doncellas, todas hermosas y con extravagantes vestidos de colores. ¿Cómo era posible que una simple y vulgar feria pudiera recoger a mujeres tan atractivas? En un momento del camino, Arturito se quedó paralizado; la belleza de las chicas le intimidó. Mientras él se quedó plantado pensando en qué decir, ellas desaparecieron de su campo visual; abandonaron el escenario donde recibían al público y fueron a la parte trasera del carrusel que les había traído a la feria. Lo normal y lo educado hubiera sido esperad a la princesa y sus doncellas enfrente del escenario, hasta que volvieran a aparecer para realizar su espectáculo. Arturito, sin embargo, creyó que sería justo que, por una vez en su vida, se comportase como el tío Martín. Dio la vuelta al carrusel y descubrió a las doncellas y a la princesa cambiándose de vestidos. Un tímido hilillo de sangre asomó de la nariz de Cegatón. ¡Qué guapas! Fue raro ver que algunas mujeres se pudieran quitar el pelo de la cabeza y ponerse otro de un color diferente, no lo vio a hacer a ninguna otra mujer. No le dio importancia, magia de doncellas, pensó. Se limpió la nariz, infló el pecho y caminó hasta su princesa. De rodillas, le confesó quién era y qué hacía allí:
-Soy el Rey Arturo, futuro Rey de Aerandir, y usted es la princesa más bella que jamás he conocido. ¿Sería mucho pedir que me diera un beso en la mejilla? Sé que es osado y deshonesto molestarla de esta manera pero…- la sangre de la nariz otra vez - tu belleza ha hace que mi loco corazón tome la riendas ignorando la razón de mi cabeza. ¿Me permitirá joven dama?-
Al otro lado de la caravana de los artistas, el Tío Martín ponía su mano en el hombro de la señora elfa y le susurró dos frases que Arturito Cegatón no llegó a escuchar:
-No se da cuenta que son chicos. Confunde a los actores con princesas- .
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Ashryn Elaynor: Como quedamos, vamos a continuar este tema tú y yo solas. Terminados los problemas que a ambas nos asolaban, es hora de que retomemos la costumbre de escribir.
En este turno, Cegatón cuenta la historia de las tres pruebas que debe conseguir para demostrar ser el Rey de Aerandir. Una de ellas es conseguir el beso de una princesa. La desgracia ocurre cuando confunde a unos actores del lugar (todo chicos) con bellas doncellas.
Debes de tomar una decisión: demostrar el error de Cegatón y encontrarle una chica de verdad o convencer al actor que le bese (puede haber otras decisiones que soy incapaz de ver en este momento, puedes proponerlas por mp antes de contestar).
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