Un recuerdo amable [Privado] [Cerrado]

¿Cuántas veces había pasado algo semejante en toda la vida de Matt? ¿Cuantas veces se había presentado con la cabeza gacha a la espera de conseguir un perdón o una segunda oportunidad? La respuesta les sorprendería.

El Estafador se encontraba de pie en el castillo de proa de su barco, la sensación de las olas golpeando contra el casco lo hacía entrar en un estado meditabundo, casi hipnótico. Llevaban navegando varios días, saliendo desde las playas de los ancestros rumbo a las islas de los hechiceros. Owens se había encargado de pasar bien lejos de todos los puertos y rutas oficiales, prefería que por el momento nadie se enterara que Ciudad Lagarto tenía un barco.

Para lograrlo, había tenido que hacer algunos tratos con los piratas de Isla Tortuga, no había nadie en todo Aerandir que conociera mejor que ellos las rutas ilegales. Se habían entendido bien, entre bandidos no era necesaria demasiada ceremonia, las negociaciones habían sido tan fructíferas que hasta le habían señalado en el mapa un sitio donde podría desembarcar sin necesidad de usar el puerto de Beltrexus.

Owens iba enteramente vestido como sí fuera el capitán del barco, aunque no sabía nada de navegación, y en realidad el capitán era otra persona. Pero nadie se atrevería a contradecir al Virrey Loco, sí quería llevar un disfraz de Capitán de barco, entonces lo dejarían ser y listo.

Disfraz de Capitán:

-Ya se puede ver la isla - Se escuchó a uno de los marineros gritando desde lo alto del palo mayor.

El Estafador intentó verla, pero desde donde estaba aun era imposible, tuvo que tener paciencia hasta que por fin la vio también: La Isla más grande del Archipiélago Illidense. Pronto pudieron divisar también el rudimentario puerto que utilizaban los piratas para descargar sus mercancías ilegales “Que sujetos tan prácticos, me agradan” pensó el Virrey mientras sonreía de medio lado.

Ni bien estuvieron cerca amarraron el barco y tiraron una tabla gruesa por la que los bandidos rápidamente comenzaron a bajar todas las cosas que Matthew había traído para la ocasión. Una vez que todo estuvo en tierra, era momento de armarlo, eso fue lo que llevó más tiempo de todo, ya que habían muchas partes pequeñas y el histérico Virrey no dejaba de atosigar a los marineros cada vez que se equivocaban al poner una pieza.

Al mismo tiempo, bailarinas y bailarines tenían que ponerse unos trajes que hacían juego con la carroza, los encargados de los caballos tenían que ver la manera de convencer a los animales de que se dejaran adornar y luego atar ya que serían los encargados de llevar la inmensa estructura. Entre ajustes y desajustes, para cuando terminaron ya era entrada la noche, Matthew había pasado las últimas horas en una carpa, descansando luego del agotador viaje.

-¿Señor? - Dijo tímidamente uno de los marineros - Ya está todo listo -

-Excelente - Owens sonrió de modo gatuno y salió de la carpa. Se quedó contemplando el hermoso carro que habían construido, era exactamente como lo había diseñado, incluso con los animales hechos en papel y las plataformas de madera - Es en verdad hermoso - Hizo como que se secaba una lágrima - Bien ¡En marcha! -

Helena nunca se podría imaginar lo que estaba por aparecer frente a su puerta.

Carroza diseñada por Matt:

Sentada a la orilla de la Playa de la Calma, con las piernas entrecruzadas y sus manos reposando suavemente y sin ejercer ningún tipo de presión sobre sus muslos, Helena se encontraba meditando. Tenía los ojos cerrados, y su respiración era calmada y pausada. Sus rubios cabellos habían crecido bastante desde que Matt se los cortó. Le gustaba ese peinado, pero por desgracia no conocía a nadie que tuviese tal maña con unas tijeras como el virrey de Ciudad Lagarto.

Cuando la bruja notó que la marea era lo suficientemente alta como para llegar hasta sus pies, abrió sus ojos color zafiro, dando así por acabada su sesión en ese día.

Un mohín se formó en la comisura de sus labios, seguido de un leve fruncimiento de ceño. Estaba molesta por algo.

-...¿Por qué he pensado en Matt?-Se llevó una de sus manos a la frente para masajeársela con cuidado, mientras se perdía en sus pensamientos. Finalmente, suspiró resignada-Será mejor que vuelva a casa

Dicho eso, se puso en pie y se sacudió varias partes de su cuerpo en las que podía haber arena. Acto seguido, dirigió su mirada al frente y estiró los brazos seguido de una respiración profunda. Allí tan solo se escuchaba el romper de las olas, el nombre que le habían dado a aquella playa era bien merecido.

La bruja, al voltearse para encarar el camino de vuelta, vio a un anciano encapuchado que la observaba. Helena llevó una de sus manos a la cintura, adoptando una pose relajada al poner más peso en una de sus piernas.

-Abuelo...-Dijo esbozando una media sonrisa-¿Qué haces aquí?-Se acercó a él

-No visitaba este lugar desde que tenías unos... ¿Quince años? Ha pasado tiempo ya-Dijo con un tono afable

-Exactamente otros quince-Bromeó

El anciano soltó una risa amena.

-En ese entonces eras una muchachita...-La sonrisa que mostró y el tono con el que lo dijo, enterneció el corazón de la bruja-...y ahora mírate; toda una mujer

-Abuelo, por favor... El cambio se produjo hace mucho tiempo-Siguió bromeando

Como un gesto de cariño, el brujo anciano llevó su mano derecha a acariciar la mejilla de su nieta. La rubia no pudo evitar sonreír conmovida. Acto seguido, le agarró la mano a su abuelo para confortar su caricia y le preguntó:

-¿Y la abuela, cómo se ha despertado?

El anciano entonces llevó ambas manos detrás de la espalda.

-Sigue encontrándose dolorida y no puede levantarse de la cama... Ni siquiera ha querido desayunar

La Rhodes suspiró y se cruzó de brazos, torciendo el gesto, preocupada.






Helena y su abuelo regresaron a Hvittarn, la aldea donde vivían, y nada más la bruja poner una mano sobre el pomo de la puerta de su casa, escuchó algo "peculiar"... Trompetas. Eso la dejó sumamente desconcertada, a ella y a todos los habitantes del lugar, que miraban hacia todos lados intentando buscar el origen, ya que se escuchaba todo un contingente de estas... ¿Sería un ejército?

-¿Qué es...?

La música que sonaba era de carnaval, ni en broma un ejército tocaría ese tipo de marchas. Incluso se pudo escuchar un solo de gaita que no pegaba para nada con la comparsa.

Entonces, desde la posición de Helena, se pudo divisar todo el contingente y el espectáculo que traía consigo, incluida una carroza con adornos y bailarines, tanto dentro como fuera de esta.

-¿Ha llegado un circo?-Lanzó la pregunta a su abuelo, el cual no tenía respuesta alguna.

El avance de tan enorme carro fue lento y trabajoso, claro que no fue Matt quien se puso a hacer fuerza, por supuesto que no. Owens se paró en la plataforma principal, en la parte más alta de la carroza, y allí se quedó durante todo el camino, observando el paisaje que se iba presentando a su alrededor a medida que avanzaban. Sí su información era correcta, ese debía ser el sitio en el que Helena había vivido gran parte, sino toda, su vida.

Siempre lo había supuesto, pero ahora podía confirmarlo, los orígenes de ambos eran bastante humildes, aunque era evidente que les había afectado de maneras muy distintas. Matt iba apoyado en una baranda, pasando los dedos por la prolija barba mientras pensaba en las vueltas de la vida, quizás eran muy distintos, pero el Humano estaba convencido de que encajaban bien, y por eso estaba allí.

A medida que se acercaron al pueblo las personas comenzaron a salir de sus casas, hombres y mujeres sencillos que no entendían qué era lo que estaba pasando ¿Acaso era el circo? ¿Pero porque visitaban un sitio tan pequeño? Además, ningún circo que hubiesen conocido antes llevaba un carro de semejante tamaño. De buenas a primeras, supusieron que tenían que ser hechiceros, no sólo por estar en Beltrexus, sino porque tanto color y luces generaba una sensación similar a la magia.

Averiguar el sitio exacto donde vivía Helena había sido sencillo, en realidad, Matt tenía la dirección desde hacía bastante tiempo, pero le había resultado difícil decidir cuál sería la opción correcta. Por “correcta” no se refería a “buena”, por supuesto que no, era más bien una situación de eficacia.

-¿Cuánto falta? - Gritó desde arriba el Virrey.

-Ya no falta mucho, Señor - Respondió uno de los muchachos que guiaba a los caballos.

El Estafador refunfuñó y volvió a mirar alrededor, pero entonces la vio. Abrió los ojos grandes, luego sonrió de oreja a oreja y gritó:

-¡¡Giren!! -

-¿Como? -

-¡Dije que giren! - Y su tono no daba lugar a réplica. La carroza dio un giro brusco que casi hace caer a todos los que estaban arriba, y se dirigió hacía Helena.

Al haber encontrado al que era su objetivo, las bailarinas y bailarines comenzaron a desplegar sus encantos, Matthew se paró sacando pecho y sonrió de modo encantador, intentando ofrecer su mejor perfil. Cuando estuvieron a pocos metros de la Hechicera, se detuvieron, pero continuaron bailando al ritmo de la música unos segundos más, hasta que Matt hizo un gesto con las manos para que paren.

-Helena Rhodes - Esbozó la misma sonrisa que había hecho la última vez que se habían visto - ¿Como has estado? -

No podía ser. Sus ojos la debían estar engañando. De entre todos los posibles sujetos que podrían haber estado al cargo de todo ese espectáculo... Matthew Owens estaba allí plantado, con una postura que demostraba su habitual desparpajo. Pero había algo diferente en su actitud, la sonrisa que puso era sincera, no como la que siempre solía poner. Era descuidada, honesta y sin fingir lo más mínimo.

En ese momento, el rostro de Helena reflejaba su alma; sorprendida, casi sonriendo de forma inesperada. Le había pillado con la guardia baja, totalmente honesta y sincera. Hasta se había quedado sin habla. Intentó articular un par de palabras, pero nada le salía...

Entonces, se recompuso de ese golpe a su moral y a su corazón, y frunció el ceño, apretó los dientes y le lanzó una mirada recriminatoria al virrey de Ciudad Lagarto.

-¡C-cómo te atreves...!-Fue una frase ahogada por su propia garganta, casi inaudible. Tomó aire y tensó todos los músculos de su cuerpo-¿¡CÓMO TE ATREVES!?

Alzó su brazo derecho y con un giro sencillo de muñeca, invocó encima de toda la carroza y sus bailarines un manto de agua que cayó mojando a todos. Intentó que ese hechizo tan solo cayera sobre Matt y sus acompañantes, pero si el agua salpicaba a alguno de los habitantes de la aldea tampoco le iba a preocupar.

Así los dejaría mojados y humillados a todos aquellos insolentes que osaron molestarla, y por encima de todo, dejaría humillado y calado al virrey.

Después de eso, Helena empezó a temblar levemente. Si se quedaba un solo segundo más ahí se derrumbaría. Tenía tan apretados los dientes que con un poco de fuerza más los partiría en pedazos.

Sin más, se dio media vuelta, abrió la puerta de su casa y la cerró con violencia tras de sí.

No pudo sostenerse en pie y acabó cediendo, sentada mientras se apoyaba con la espalda en la puerta.

¿Qué quería ese idiota y por qué se había presentado allí? ¿Acaso era real? ¿No era un sueño? ¿No sería una ilusión mientras meditaba? Tenía que comprobarlo. Así, se dio un pellizco en uno de sus brazos. Dolía. Aquello era lo más real que había vivido en meses.

Afuera, y totalmente confuso, quedó el abuelo de Helena, que ni corto ni perezoso se dirigió a Matthew.

-¿Quién sois, joven?

Hizo un gesto como si el grito de Helena lastimara sus oídos, luego se encogió de hombros y suspiró “Ay, esta chica” decía con su actitud, pero no lo decía en serio. El resto de los bailarines y marineros se quedaron en silencio, primero con la vista fija en la Hechicera, pero en cuanto comenzó a gritar se giraron hacía Matt, buscando indicaciones de cómo seguir.

Tarde notaron que tenían un montón de agua arriba de sus cabezas, los más rápidos lograron salir del perímetro de efecto a tiempo, pero la gran mayoría quedaron empapados y con sus vestimentas arruinadas. Como gran parte de la carroza estaba hecha en papel, comenzó a desarmarse, pronto los elefantes quedaron sí “piel”, lo que le daba un aspecto bastante tétrico.

Totalmente empapado, Owens se había quedado duro en su tarima, viendo como la Rhodes se iba, dando un portazo. Cuando notó que todos lo miraban, se paró derecho y aclaró su garganta.

-¿A qué esperan? Hagan de este sitio una gran fiesta, vinimos a alegrar a toda esta gente - Matt había supuesto que la reacción de Helena no sería de alegría y cariño, aunque ciertamente no había podido predecir lo del agua, era un detalle a tener en cuenta para futuras sorpresas “Tengo que hacerlas a prueba de agua” pensó el Estafador.

Con cuidado se bajó de la enorme estructura, ahora mucho menos majestuosa, los bailarines y bailarinas hicieron caso y empezaron a dispersarse por el pueblo. Los marineros amarraron a los caballos y luego empezaron a abrir cajas con bebida, en relativamente poco tiempo se estaba montando toda una fiesta, casi parecía una sede de Ciudad Lagarto, infectando un pueblo totalmente tranquilo.

-Yo, Señor, soy el antiguo Jefe de su querida ¿Nieta? -

-Así es -

-Es un placer conocerlo - Agarro la mano del anciano y la agitó con alegría - Seguro le debe haber contado sobre mi, soy Matthew Owens -

-¿Matthew Owens? Mmmm, no... No recuerdo que lo mencionara en ningún momento - En el rostro del Estafador era evidente la decepción - Pero... Helena es una muchacha muy reservada, no suele comentar sus asuntos con nadie - Intentó salvar la situación.

-Si... Sí, es cierto. Tampoco me había dicho que tenía un abuelo - Comentó Matt, como si eso de alguna manera igualara las cosas - Bien, veo que ha sido una gran conmoción para ella. Será mejor que la deje descansar un poco -

Apoyó las manos a ambos lados, en forma de jarra, y se quedó contemplando el show que se había generado en el pueblo. Cualquiera pensaría que un grupo de bandidos llegarían a un sitio así y se dedicarían a saquear, pero no fue para nada así, de hecho, hasta traían obsequios. Aunque la respuesta de la gente no era muy diferente, muchos tenían miedo y corrían a esconderse, sólo los más jóvenes y valientes se quedaban con la comitiva de Ciudad Lagarto.

Matt tuvo paciencia, esperó junto a la puerta de Helena durante... Cinco minutos. Cuando vio que la Hechicera no salía, decidió aumentar la apuesta.

-Traigan mi guitarra - Gritó bien alto para que pudiera escuchar la Hechicera desde adentro - Creo que mi Querida Helena no me perdonará a menos que cante una balada bajo su ventana - Sonrió “Redoblo la apuesta”.

Una mujer de cabellos rubios desgastados y con algún que otro mechón blanco llegó desde otra de las habitaciones de la humilde casa para ver qué ocurría fuera, pero Helena seguía sentada, apoyada en la puerta. Aquella mujer era la madre de la propia Helena. Se notaba, pues la joven Rhodes era un vivo retrato de su madre, solo que con menos edad.

-¡Helena! ¿Qué ocurre?-Preguntó alarmada

-¡Madre!-Levantó la mirada, agitada-¡Es él!

-¿Quién?-Preguntó extrañada

-¡Mi antiguo jefe!-Exclamó gesticulando con sus manos

-¿Tu qué?

-¡¡Agghh!!-Se llevó las manos a la cabeza y se removió el pelo, como si eso la ayudase a pensar mejor o alejara los problemas de alguna forma.

Hasta ahora, nadie de su familia o su pueblo sabía de su estancia en Ciudad Lagarto, y mucho menos del trabajo que había desempeñado durante los ocho años que estuvo en el continente.

-¿Es el que te dio el indulto?

Helena no contestó, simplemente asintió con la cabeza mientras apoyaba sus codos en las rodillas.

-¿Y por qué reaccionas así?-Se acercó a su hija-¡Habrá venido a visitarte!-Puso sus brazos en jarras.

-¡No lo entiendes! ¡NO-LO-ENTIENDES!-Seguramente, la discusión podría oírse perfectamente desde afuera de la casa.

-¿QUÉ TENGO QUE ENTENDER EXACTAMENTE?

-¡¡¡Agghh!!!-Exclamó con frustración y molestia

La madre de Helena fue a asomarse discretamente por las cortinas de una de las ventanas que más cerca tenía para ver de quién se trataba realmente el "jefe" de su hija. Curiosamente, de repente se notaba una especie de calma.

-¿Se ha ido ya?-Preguntó levantando la mirada de nuevo hacia su madre.

-No. Y parece que tiene intención de esperar. Está charlando con tu abuelo.-Se fijó en algo más
-¿Y esa carroza mojada? No ha llovido-Lanzó una breve mirada recriminatoria a su hija-Parece que hay una comitiva en el pueblo que lo acompaña y está animando el lugar

-...malditos palurdos...-Murmuró

-Traigan mi guitarra-Se escuchó desde afuera.

Helena abrió los ojos como platos. ¿En serio iba a ponerse a cantar? ¿Cuándo ha aprendido siquiera a tocar un instrumento? No podía permitir ni un segundo más de ese bochornoso espectáculo. Si Matt había ido allí, era porque querría algo de ella, y sabía muy bien que no se iría hasta obtener lo que quisiera, o al menos hasta haber podido hablar.

De pronto, la joven Rhodes se puso en pie y abrió la puerta que antes quería por todos los medios cerrada e inexpugnable.

Miró a Matthew a los ojos, el cual portaba el instrumento que había ordenado que le trajeran. La bruja extendió su brazo a media altura y abrió la palma de su mano, de esta salió una estaca de hielo que impactó en el centro de la guitarra, haciéndole un considerable agujero y clavándose en el fondo, rompiendo así todas las cuerdas. Perfectamente podría haber propinado más fuerza al ataque y haber hecho que ese proyectil atravesara el estómago del humano por completo. No supo muy bien por qué no lo hizo, podría haberse ahorrado muchos problemas.

Con una mirada fulgurante y pasos firmes, se acercó hasta el virrey.

-¿Qué quieres?-Preguntó con un tono seco. Echó levemente un vistazo a su alrededor y vio cómo eran el centro de atención de varias miradas indeseadas, entre ellas las de su abuelo y su madre.-...hablemos en privado.-Giró hacia un lado y le hizo un gesto para que la siguiese.

Se alejaron lo suficiente como para no ser oídos o vistos por nadie. La ruta que daba a la Playa de la Calma siempre solía estar desierta, por lo que era un buen sitio en el que hablar. En ningún momento del trayecto se paró o siquiera articuló palabra. Quería hacer notar su enojo más de lo habitual. Se mantuvo en todo momento delante de Matthew hasta que, en un punto aleatorio del sendero se paró en seco, se cruzó de brazos y se giró sobre sus talones para quedar frente al virrey.

No dijo nada, y no hacía falta decirlo. Su ceño fruncido alentaría a Matt a explicar muy bien el motivo de su visita y su perturbación al hogar de Helena.

La discusión madre - hija era encantadora, Owens escuchaba todo del otro lado de la puerta y se sonreía “¿Serán parecidas?” una versión algo más madura de Helena sonaba tentador. Pudo confirmarlo cuando la vio de fondo, en el momento en que la Ex-Asesina personal del Virrey abrió la puerta, le sonrió de esa manera que delataba sus libidinosas intenciones.

Nadie se enteraría sí de hecho Matthew sabía tocar la guitarra, siendo él tranquilamente se podría haber tratado de un simple farol. En el momento en que Helena abrió la puerta el Estafador ya estaba con el instrumento en la mano y tocando las cuerdas por separado, como si se estuviera asegurando que estuviera afinada, cuando por fin estuvieron de nuevo cara a cara le sonrió de modo encantador. Abrió la boca como sí estuviera por decir algo, y entonces una daga de hielo rompió por completo la guitarra.

Matt se la quedó mirando, suspiró con resignación y dejó caer los pedazos del instrumento.

-Te quiero a ti - No necesitaba mentir para decir eso ya que era totalmente cierto, pero Owens era incapaz de decir nada sin tener algún motivo encubierto, fuera verdad o mentira, siempre tenía que haber algún objetivo. En este caso era bastante sencillo de ver: Helena no era buena manejando propuestas directas y sinceras.

Por lo pronto, estaba bastante contento de que una gran multitud los rodeara y estuvieran al pendiente de lo que pasaba. Sí de Matt dependiera seguramente se hubiesen quedado allí, ventilando frente a todo el pueblo sus asuntos, pero Helena era quien ponía la cordura en esa pareja, y ese había sido su papel desde siempre.

La siguió en silencio, disfrutando de lo hermosa que se veía, su manera de andar, su forma de moverse seguía siendo tan bella como la recordaba. Casi se lamentó que el contoneo de esas caderas tuviera que detenerse.

-No respondiste a mi pregunta: ¿Cómo has estado? ¿Me extrañabas? - Eran respuestas bastante sencillas, aunque Matt estaba seguro que la Hechicera no respondería con sinceridad - Pues yo sí, y mucho - No hizo el intento por acercarse, estando Helena tan enojada podría resulta bastante peligroso - Intenté buscar un reemplazo, tengo a los dioses de testigo de que lo intenté. También a Brenda por sí quieres a alguien que sí te conteste. Pero lo cierto es que nadie te llega ni a los talones, Querida Helena -

El trabajo que estaba haciendo podía compararse con el de clavar una estaca, uno no la golpea suponiendo que con un solo golpe fuerte entrara, por el contrario, existen muchas probabilidades de que si lo intentas de esa manera la rompas. El secreto estaba en dar pequeños golpes, ni muy fuertes ni muy suaves, que lentamente fueran haciendo el trabajo “Y para cuando te das cuenta, la situación está servida en bandeja”

-¿Que puedo ofrecerte para que al menos consideres la posibilidad de regresar? - Dio un paso hacia adelante - Este sitio podrá ser muy tranquilo, pero sabes perfectamente que te ha quedado chico hace ya mucho tiempo ¿No extrañas la sensación de libertad? ¿No sientes siquiera un poco de nostalgia por tu existencia en medio del caos? -

-No respondiste a mi pregunta: ¿Cómo has estado? ¿Me extrañabas?

Y Helena siguió sin responderle a la pregunta. En lugar de eso, arqueó ambas cejas, a la defensiva, como esperando algún tipo de comentario estúpido típico de Matthew Owens de los que seguía. Pero nada de eso, el humano respondió algo que a Helena le encogió el corazón. Por un segundo, bajó la guardia, pero de nuevo se reafirmó en su postura y en su gesto impasible.

-¿La chica que mandé a Ciudad Lagarto nunca llegó a ir?-Lanzó la pregunta al aire, extrañada. Obviamente no era el caso. O si de alguna forma lo hubiera hecho, Matthew la habría rechazado.

"Lo cierto es que nadie te llega ni a los talones, querida Helena", aquella frase le tocó la fibra sensible. Sin duda, el humano sabía muy bien dónde apuntar para ablandar a la bruja. Era como una especie de combate psicológico, uno que Helena estaba perdiendo poco a poco.

La rubia suspiró en cuanto oyó la intención de Matt de llevársela consigo.

-Jamás podré volver a ese puesto, Matt...-Relajó su tono-...ni a nada relacionado con Ciudad Lagarto...-Alzó sus manos haciendo incapié en que se alejara-Eso es algo que ya ha pasado...-Cada una de esas palabras le costaba, pero no podía derrumbarse, no mientras Matthew Owens estuviera presente.-Es cierto que a veces hecho de menos ir de aquí para allá, pero si volviera al mundo real, solo me esperaría pobreza y hambre, ya pasé también por eso en mis primeros años en el continente, y tampoco quiero volver a dormir en zanjas o embarrada bajo la lluvia

Relajó por completo su postura, parecía que el enfado daba paso a la tristeza.

-...así que, si has venido aquí para pedirme que vuelva...-Apartó la mirada con un tono melancólico-...siento decirte que no voy a hacerlo... no puedo hacerlo-Remarcó. Los motivos los sabía muy bien, y eran legítimos, pero no los iba a decir, se llevaría el secreto a la tumba.

Después de eso, guardó un profundo silencio. Lentamente le devolvió la mirada al virrey.

-...y sí-Llevó una de sus manos a la mejilla de Owens para acariciarla con ternura-Claro que te extraño. Eres el hombre que mejor me ha tratado en mi vida...-Por ella, daría un paso adelante para estar más cerca suya, para sentir su calor, su cobijo, su protección... pero no podía hacerlo, el mundo real era mucho más que simples impulsos. Así que, con pesar, le retiró la mano.-Necesito estar sola-Dijo girando sobre sus talones-...ojalá no estés para cuando vuelva.

Dicho esto, se encaminó siguiendo el sendero hacia el lado contrario de la aldea; hacia la Playa de la Calma, otra vez. Su sitio, donde purificaba su marchita alma.






De nuevo allí parada, de pie, mirando el horizonte. No estaba meditando, no podía pues sus pensamientos estaban agitados. Simplemente se preguntaba, ¿Por qué la vida era así? ¿Qué había hecho ella para merecer todo aquello? ¿Por qué no podía tener una vida normal como el resto? Con lo sencillo que sería todo con pura sinceridad...

De pronto, se escuchó cómo un proyectil salió volando y cortaba el aire a su paso hasta impactar en el hombro derecho de Helena. Fue totalmente inesperado, tanto que tambaleó un poco a la bruja.

Rápidamente, se volteó para ver de quién se trataba, con su habitual rostro iracundo mientras se agarraba la flecha para intentar sacársela. Habían tres tipos bien enfundados en armaduras ligeras, uno con un arco y los demás con espadas envainadas.

-¿¡Quiénes...!?-No pudo terminar la frase cuando, al sacarse la flecha del hombro, cayó al suelo, paralizada, tan solo pudiendo mover poco más que los gestos de su rostro.

-Cazarrecompensas-Dijo uno de los tipos acercándose a la bruja-Te vamos a sedar con un potente veneno paralítico y despertarás en la prisión de Lunargenta, bruja

-...-Intentaba articular palabras, pero tan solo le salían quejidos. Apretó los dientes de tal forma que parecía arderle la mirada

-Se te acusa de varios asesinatos y modos de extorsión en toda la península de Verisar. Helena Rhodes, este será tu fin.

-Y todo gracias a Matthew Owens, que fue quien nos trajo desde Ciudad Lagarto

Los dos tipos restantes se acercaron también.

-Ni siquiera hará falta un juicio-El arquero se agachó para recoger su flecha, que estaba empapada del veneno-Hemos oído lo suficiente como para mostrarnos como testigos.-Miró a la bruja paralizada sin compasión alguna en su tono o su mirada.

Sin duda, aquellos tres eran unos profesionales en su oficio. No les temblaba el pulso y hablaban con entereza, y Helena siquiera podía defenderse. Le habían pillado con la guardia totalmente baja, por no decir nula.

Negó con la cabeza ante la pregunta sobre una supuesta chica que debería haber llegado para reemplazarla. Sí es que alguna vez había pisado Ciudad Lagarto, jamás se había presentado ante Matt, quizás estaría muerta por el camino, al Humano no le importaba, porque de todas maneras la habría rechazado. Ninguna era como Helena.

-La vida es arriesgarse, Helena. Quizás regreses y todo salga terriblemente mal, es bastante probable que en cualquier momento Ciudad Lagarto se hunda bajo su propio peso y termine hecha pedazos ¡Pero al menos la pasaremos a lo grande hasta que eso ocurra! ¿Para qué piensas tanto en las consecuencias? Preocuparte no va a ayudarte en nada - Y la Hechicera conocía lo suficiente a Matt como para saber que era la misma filosofía que aplicaba para sí mismo, en verdad consideraba que era el mejor modo de vivir.

Era una jugada peligrosa, estaban en el punto culmine del reencuentro, sí Owens movía las piezas correctamente estaba casi seguro que lograría convencerla. Y era extraño porque la Hechicera claramente le estaba diciendo que no, pero aún así Matthew estaba convencido de que podría dar vuelta la situación.

Así fue al menos hasta que sintió el contacto de su mano, por su gesto y su tono sabía que estaba hablando de una despedida, de ese tipo de despedidas que no aceptan “peros”. Así que dejó que lo acariciara y hasta correspondió tomando su mano y dejando un beso en el dorso antes de que la retirara y se fuera.

En cuanto Helena dejó de verlo la mirada de Matthew se oscureció, su gesto se volvió serio y sus aires de hombre encantador desaparecieron por completo. Quizás Owens por ser Humano no tenía un eter alrededor, pero sí pudiera verse el aura en ese momento sería oscura y densa, como la brea.

Tres sombras pasaron corriendo por detrás de él, sí las escuchó, no se giró para verlas, se quedó allí de pie en la playa. No le gustaba tener que hacer tantos esfuerzos, pero sin duda Helena lo valía, así que suspiró y lentamente se encaminó hacía la ciudad, se le antojaba beber algo.

El Virrey regresó a la fiesta, gracias a los barriles de alcohol que habían traído pronto los que se habían atrevido a quedarse comenzaron a mostrarse más alegres, a generar más escándalo y por lo mismo incentivar al caos, que era lo que Matt pretendía. Aún así el Estafador se mantuvo apartado, respondiendo a los saludos, participando de los brindis, pero con la mente en otra cosa.

Pasado un rato, pareció oportuno cerciorarse de en qué estaba Helena, así que sacó de su bolsillo la figura de dragón y la lanzó al aire. La estatuilla cobró vida casi de inmediato y voló alto, permitiéndole a Matt el poder ver a una distancia más que considerable. Es así cómo pudo encontrar a la Hechicera, y viendo que estaba en el punto justo agarró uno de los caballos y se dirigió hacía donde estaba.

Y fue por eso que apareció en el momento exacto, arrojó su boleadora y atrapó los pies de uno de los caza recompensas, en cuanto terminó de girar una descarga eléctrica le recorrió todo el cuerpo, dejándolo paralizado. No había motivo para sorprenderse, pero aún así cumplieron con su trabajo de fingir sorpresa, agradecidos de que la boleadora hubiese impactado contra su compañero y no contra ellos.

Owens se acercaba con el caballo a toda velocidad, y aunque los bandidos no lo sabían, ninguno de los tres saldría vivo de allí.

Se sentía impotente. No poder mover ni un solo músculo pero estar consciente de todo lo que sucedía a su alrededor la hacía sentir rabiosa, tanto, que su corazón empezó a latir fuerte. Parecía que se le iba a desbocar, que en cualquier momento este se le salía del pecho para sencillamente explotar...

Pero, luego vio cómo Matt llegaba montado a caballo, haciendo la típica aparición del caballero andante salvando a su amada. Eso hizo que su corazón se parase en seco, sin más, y un intenso frío empezara a congelar sus entrañas para luego manifestarse en la superficie de su piel, volviéndola muy pálida, con un tono azulado, el mismo que tenía cuando invocaba algún hechizo, pero en vez de solo en sus brazos, ahora se extendía por todo su cuerpo [1].

[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]Esto alertó al arquero, el cual miraba incrédulo a la bruja.

-¿¡C-cómo!? ¡S-se supone que es un veneno potente!

Por fin, un rastro de vida se vio en el rostro de Helena, un fruncimiento de ceño que demostraba rencor y enojo.

Sin más, agarró a este por el cuello y descubrió su daga oculta, que casualmente estaba en la misma mano con la que agarraba ese sujeto. Le atravesó la garganta con eficacia y de forma limpia. Acto seguido lo soltó, y de rodillas intentaba, inútilmente, tapar la herida por la que brotaba sangre, al igual que por su boca. Era cuestión de segundos que muriese, pero Helena no le daría un final rápido. En lugar de eso, se abalanzó como una centella a por otro de los cazarrecompensas.

A este no le dio tiempo a desenfundar su arma cuando se encontró con que la bruja lo apuñalaba en un costado y acto seguido le metía un puñetazo gancho en el mentón que lo derribaba. Tras eso, extendió la palma de una de sus manos y lanzó sin miramientos una estaca que impactó de lleno en el corazón del hostil, dejándolo fulminado [2].

No le prestó atención al que había derribado anteriormente Matthew, pues había establecido contacto visual directo con este. Por un momento, relajó las facciones de su rostro, aunque en sus entrañas seguía fluyendo una sed de sangre, furia y rencor incomensurables. Por un momento, uno de los ojos de Helena dejó de brillar y volvió a su tono habitual; aquel bello azul cristalino, pero era un simple espejismo, pues pronto recobró el brillo asesino y, aun este ir sobre un caballo, corrió hasta el humano y se abalanzó sobre él, tirándolo del caballo con violencia, quedando por encima de él y agarrándolo por el cuello de la camisa.

-¡ME HACES DAÑO!-Su voz sonaba rara. Era ella, pero a la vez no.-¡TE DIJE QUE TE MARCHARAS! ¡NO QUIERO VOLVER A VERTE!-Lo sacudió un par de veces-¿QUIERES ESTO?-Soltó su mano izquierda y descubrió su daga oculta para ponérsela en el cuello al virrey. Temblaba, no quería hacerlo, pero una fuerza superior a ella guiaba sus movimientos.



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Off: -Maldición: Corazón de Hielo: [1] Debido a que llevó sus habilidades al límite, sumado a los encantamientos de la vampiresa de nombre Karina Ragnhild, una señora de la voz, Helena sufrirá la maldición Corazón de Hielo.

Las situaciones de estrés ponen a prueba su cordura. Sentirá la furia incontrolable e incapaz de saciar que caracteriza las víctimas de Karina. Al mismo tiempo, y como señal de estrés, tu corazón se congelará, enfriando todo tu cuerpo y ofreciéndole un aspecto helado.

-Habilidad Usada: Estaca de Hielo [2]

Owens era un romántico, cualquiera que lo conociera sabía eso, y también amaba el teatro, tenía aires de actor frustrado en cierto modo. Así que no era de extrañarse que hubiese calculado tan bien el momento de su entrada en escena, ni que fuera galopando en un caballo a toda velocidad, con el pelo al viento y su arma en la mano. Era completamente innecesario, y por eso Matthew tenía que hacerlo.

Lo que ninguno de los presentes se esperaba era que Helena pudiera levantarse. Su apariencia había cambiado también, el tono de su piel, de sus ojos, de su cabello, todo era distinto. El Virrey no sabía nada de magia, y hasta que la Hechicera se había ido de la ciudad no era capaz de hacer algo semejante con su cuerpo “¿Esto es resultado de algún entrenamiento?” no tenía manera de comprobarlo, pero cuando vio que atacaba a los bandidos se quedó tranquilo, siempre y cuando asesinara a todos los testigos estaría bien.

Detuvo a su caballo junto al tipo que había paralizado segundos antes, sacó su daga normal y sin siquiera tener que mirar la arrojó, impactando directo en la garganta del bandido, donde se quedó clavada. Vio como Helena se giraba para verlo, en un comienzo creyó que la transformación terminaría y que podrían volver a hablar, pero en menos de un pestañeo la Hechicera estaba sobre él, lo había arrojado del caballo y apretaba un filo sobre su cuello.

-¿¡Y qué querías que hiciera!? ¿¡Que te dejara morir!? ¿¡Quieres que haga como si no me importara y regrese a mi casa sin más!? - La miraba directamente a los ojos, sin prestarle atención al frío filo de la daga que amenazaba su vida - Creí que podría hacerlo ¡Lo intenté! Te deje ir e intenté convencerme de que podría pasar página y seguir con lo mío ¡Pero no pude! ¿Sí? Perdóname por tener emociones humanas, sé que todos creen que soy un monstruo - Acercó las manos a sus muñecas - Lamento decepcionarte. Pero siento como cualquier otra persona. Y lo que siento es real -

Entonces se escuchó un “click” cuando los grilletes se cerraron alrededor de las muñecas de Helena. Matthew suspiró con un poco más de calma, a sabiendas de que al menos no podría atacarlo con sus dagas de hielo, lo cual no significaba que la Hechicera estuviera indefensa ni mucho menos. Usando su fuerza como ventaja la agarró de la cintura y la hizo girar hasta que quedara abajo.

Podrían haber sido los protagonistas de una escena muy romántica, sólo que estaban rodeados de cadáveres y que hacía tan solo un segundo Helena lo había amenazado de muerte.

-¡Veo algo distinto en ti! ¿Nuevo peinado? jajaja. Ahora hablemos con calma y sin intentos de asesinato - Usaba el peso de su cuerpo para mantener quieta a la Hechicera - No sé quiénes eran esos sujetos, pero parecían mercenarios ¿Acaso te encontraron? - Agarró la cadena que unía los grilletes y tiró hacia arriba, dejando a Helena con los brazos alzados - Es como te estaba diciendo, quieras o no este sitio ya es demasiado pequeño para ti, y si te quedas sólo los pondrás en peligro - Le sonrió con amabilidad - No vengas conmigo si te resulta tan desagradable mi existencia. Pero tampoco deberías quedarte aquí. Muévete por Aerandir, viaja por el continente. De esa manera no pondrás en peligro a nadie, puedes venir aquí por corto tiempo a visitarlos sí los extrañas - Desvió la mirada y se encogió de hombros - Y quien sabe, quizás de vez en vez podrías venir a verme - Volvió a mirarla, a la espera de una respuesta.

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* Grilletes de Inquisidor: Unos grilletes especializados que anulan temporalmente la capacidad de usar magia de la persona apresada, incluyendo transformaciones en lobo o dragón. Son resistentes y difíciles de abrir sin ayuda o la llave. El efecto antimagia dura dos turnos: después de eso, solo funcionan como unos normales y corrientes.

Parecía que no toda la cordura se había perdido en Helena, con su resistencia a clavarle la daga a Matt, sumado a la palabras del propio humano, tuvo un punto de relajación, un momento en el que bajó por completo la guardia y su rostro mostró una completa serenidad, casi boquiabierta, como si una verdad irrefutable le hubiese sido revelada...

Todo eso se fue al traste cuando Matthew le colocó los grilletes y le imposibilitó cualquier tipo de movimiento con las manos. También cambiaron de posición, ahora la bruja era la que se encontraba abajo. Su ira volvió, su serenidad se rompió, y su sed de sangre fluyó como un río desbordado. Apretó los dientes y forcejeó todo lo que pudo.

Ante el recochineo de Matt, Helena soltó un gruñido agudo. Parecía incansable, y si por algún motivo se lograba librar de aquellos grilletes, lo asesinaría sin miramientos. No contestó a ninguna de las preguntas que el virrey le hacía, ni a ningún comentario. En lugar de eso, forcejeaba sin parar como un animal salvaje.

En cuanto el moreno acabó de hablar y depositó su mirada fija en Helena en busca de una respuesta afirmativa para con sus planes, la bruja paró de forcejear, lo miró a los ojos e hizo un brusco movimiento con sus brazos traccionándolos hacia ella. Como Matt tenía agarrada la cadena que unía los grilletes con una mano, tan solo tuvo que morderla para que dejara de hacerlo. Aquello le dolería, y aprovecharía para quitarse de encima al virrey con un fuerte empujón. Antes que Matthew pudiese reaccionar y apresarla de nuevo, se escurrió como pudo sobre la arena. Se puso en pie con rapidez. Seguía teniendo los brazos engrilletados, por lo que no podía usar ni magia ni sus armas, pero aquello no iba a detenerla de atacar con todo y con lo que fuese.

Entabló de nuevo contacto visual con el humano, y sin más, empezó a correr hacia él. No sabía con qué, pero iba a golpearle. Por su mente pasaron varias ideas: con las piernas, las rodillas, los propios grilletes, o quizás lo embestiría simplemente. Claramente no pensaba con la claridad y el temple que debería tener dada su limitada situación.

Iba con todo, pero justo antes de dar el impulso final para abalanzarse sobre el virrey, se paró en seco, como si hubiese cambiado de idea. Sintió un profundo dolor de cabeza y agachó esta para taparse el rostro con sus manos. Era como si un martillo la golpeara una y otra vez. Sintió un intenso calor que se abría paso en su interior.

-¡¡¡AAAHHH!!!

En su cabello se pudieron distinguir apariciones de mechones rubios. Su piel volvía a recobrar poco a poco su tono natural, y la brillantez de sus ojos desapareció. En cuestión de segundos Helena volvió a ser la que siempre era.

Seguía con el rostro tapado, pero inmóvil. Respiraba pesadamente, como si hubiese hecho un esfuerzo descomunal.

Cualquiera pensaría que ya había pasado el efecto del Corazón de Hielo, pero de pronto, levantó la cabeza y clavó sus pupilas en la de Matthew, con el ceño fruncido y los dientes apretados. Se podía distinguir que su mirada era cristalina, y algunas pequeñas lágrimas le corrían por la mejilla.

De forma inesperada, tomó ese último impulso que le faltó antes para abalanzarse sobre el moreno. Pero, en lugar de golpearle, lo agarró y del cuello de la camisa y lo besó en los labios con la mayor intensidad que podía... cerró los ojos, por un instante, sintió alivio, se notó ligera, como si se hubiese quitado un enorme peso de encima, por otro; culpa. Ni siquiera se percató cuánto duró aquel beso, si segundos o toda una eternidad.

Acabó apartándose, pero sin soltarle. Seguía con la mandíbula apretada y ese gesto de rabia impotente. Se juró que nunca lo haría, que se apartaría para nunca hacerlo, que no se metería en esos problemas... pero fue débil y acabó cediendo.

-...¿Ahora entiendes por qué no puedo regresar?-Un mar de lágrimas empezó a desfilar por sus mejillas, y un nudo en la garganta la dejó sin habla. A pesar de todo eso, no le apartaba la mirada al primer hombre que la había tratado bien en su vida.

El Estafador hizo una exclamación de dolor al sentir la mordida, y al instante se incorporó un poco llevándose la mano herida al pecho, este momento de distracción fue aprovechado por la Rhodes para quitárselo de encima de un empujón. Matthew no se levantó rápido del piso, en lugar de eso se quedó agarrando con fuerza la zona herida, mientras se reía con ganas, quien lo mirara de lejos debía pensar que estaría loco, riéndose de esa manera mientras un poco de sangre comenzaba a escurrirse entre sus dedos.

Se medio levantó y se quedó mirando a una desquiciada Helena, Owens no pudo evitar pensar que jamás la había visto tan hermosa. Se puso en pie de un salto al ver que la Hechicera regresaba, tenía varias armas, pero no quería lastimarla seriamente. Así que tan solo levantó una mano, como si quisiera hacerle una señal para que se detuviera, y para su sorpresa: Sí se detuvo.

Se hizo el silencio.

-¿Helena? - Preguntó no demasiado seguro el Humano, cuando la muchacha volvió a levantar la mirada repentinamente dio un paso hacía atrás, preparándose para apartarse sí la joven intentaba golpearlo.

Claramente no se esperaba el beso, abrió los ojos grandes cuando sintió los labios de Helena sobre los suyos, eran fríos y a la vez estaban hirviendo, una sensación extraña, pero para nada desagradable. En cualquier caso, Matt no hizo el menor intento por apartarse, correspondió al beso con igual intensidad y estaba a punto de atrapar a la Hechicera entre sus brazos cuando ella se apartó.

-Sí - Dijo Owens, una sonrisa atontada adornaba su rostro - Lo entiendo perfectamente - Rodeo la cintura de Helena con ambos brazos y la atrajo hacía sí - ¿Pero a eso llamas un beso de despedida? Si pretendes que esto sea el adiós, al menos vamos a hacerlo como se debe - Y sin pedirle permiso volvió a besarla, está vez fue él quien llevó toda la iniciativa.

Sin embargo, la Hechicera podría sentir que de ninguna manera pretendía obligarla, de hecho, hasta parecía contenerse un poco, como si pretendiera ser dulce, aunque por momentos la pasión lo hacían acelerarse más de la cuenta. Quería que Helena se sintiera tan bien como él se estaba sintiendo, y a la vez quería hacerle daño, lastimarla por todos los problemas que le había hecho pasar para que llegaran a ese final que había sido el más esperable desde el comienzo. Pero a la vez era dulce, porque por fin había obtenido lo que deseaba, y no podía más que estar feliz por eso, como un niño que recibe el regalo que tanto había pedido.

Y así era como se daba el último golpe a la estaca, se estaba jugando el todo por el todo, sí a pesar de esto Helena se negaba a volver a verlo, entonces no tendría nada más que decir, admitiría la derrota y se iría a casa.

Ahora, fue él quien la sorprendió devolviéndole otro beso, esta vez mucho más apasionado que el anterior. La bruja podía sentir como toda la rabia que sentía menguaba de forma paulatina con cada segundo que duraba aquel beso. Por un momento, se sintió fuera del tiempo, fuera del plano que contenía toda aquella existencia. En ese momento, tan solo existían ellos dos, y nada más importaba. Deseaba que aquello fuese eterno...

Pero acabó. Ambos se separaron y miraron a los ojos en silencio. Helena estaba deseando suplicarle que dejara acompañarla, que todo iba a estar bien, que no dejaría que nada se interpusiese entre ellos dos... Pero aquella era una utopía inimaginable, incluso en sueños. Estaba Eyre, Eilydh, y por supuesto, estaba Ciudad Lagarto, la ciudad que te atrapa y te consume el alma. No era el lugar en el que quería pasar el resto de sus días. Quizás hace un año sí, pero ahora no. Algo había cambiado en la bruja, aunque ni ella podía saber el qué.

De pronto, todo el frío que sentía en su interior dio paso a una sensación de cálida y agradable, que iba intensificándose hasta controlar por completo sus pensamientos. Con un rostro decidido, la Rhodes apoyó las manos en el pecho del virrey y, con estas engrilletadas, intentó como pudo quitar los botones del traje que llevaba, también tenía que desabrochar una especie de cinturón que llevaba, pero le era complicado. Entonces, le miró y se sonrojó, mostrando molestia.

-...si no llevase puesto esto, sería más fácil-Comentó, haciendo referencia a los grilletes.

Su mente estaba tan solo enfocada en una cosa. Iba a satisfacer sus deseos más primarios, en aquel mismo lugar. Como bien había dicho Matthew; si aquello era un adiós, había que hacerlo como se debía... aunque realmente no tenía nada claro qué hacer después. Quizás sería uno de esos momentos en la vida que, eligiera lo que eligiera, no era del todo correcto.

¿Y si aquello realmente significaba amar? ¿Y si todo lo que conocía anteriormente sobre el amor era mentira? Quizás fuese la pasión del momento, que estaba nublando su juicio, pero una cosa tenía por segura Helena: allí, en ese momento, el virrey de Ciudad Lagarto era suyo, y de nadie más.

Cuando el beso terminó Matt no dijo ni una palabra, en cierto modo parecía que las palabras arruinarían el momento. Se entretuvo besando el cuello, las mejillas y la frente de la Hechicera mientras ella intentaba desabotonar la camisa del disfraz de capitán. Aunque el ruido de las cadenas era evidente, Owens estaba tan concentrado en otros asuntos que se olvidó por completo de los grilletes, cuando Helena se lo hizo notar, esbozó una sonrisa tonta y asintió.

Sí la mujer hubiese pretendido escapar, probablemente ese hubiese sido el mejor momento, ya que Matthew obedeció sin siquiera plantearse que podía ser una trampa, cosa poco habitual en él. Sacó la llave y liberó las manos de Helena, el Estafador estaba completamente seguro de que lo había logrado, que la Hechicera por fin se había dado cuenta de que Owens era el adecuado para ella.

-Listo- Se agachó un poco y la levantó agarrándola desde el trasero, para que ella pudiera agarrarse pasando las piernas alrededor del cuerpo de Matt - Vamos a un sitio menos ensangrentado -

Caminó por la playa sin soltarla, mezclando los besos con algunas risas, las caricias y el contacto ligeramente más brusco. Cuando consideraron que se habían alejado lo suficiente, cayeron en la arena y simplemente se dejaron llevar, porque así era como debía ser, ambos lo sabían desde hacía mucho, simplemente no se habían dado las condiciones adecuadas.

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Owens yacía desnudo a la luz de la luna, dormía como un bebe, completamente satisfecho con la recompensa que había obtenido luego de un arduo trabajo. Supuso que Helena tendría frío, o quizás pudor, así que la había tapado con su camisa antes de dormirse. A lo lejos aún se escuchaban los ruidos de la fiesta, pero nadie había ido a averiguar dónde estaba el Virrey.

Se giró hacía el otro lado cuando el viento arrojó minúsculas gotas de agua marina hasta donde él estaba. Ahora estaba semi despierto, pero todavía no quería levantarse, puso uno de los brazos por abajo de su cabeza para usarlo de almohada.

-Mmmm... ¿Helena? - Dijo aún con los ojos cerrados y extendió una mano para agarrarla.

La luz de la luna iluminaba la noche y se reflejaba en el mar. Las olas rompían con calma y sosiego en la orilla, y la brisa marina nocturna limpiaba el alma.

Justo se había acabado de abrochar el guantelete que ocultaba su daga en la muñeca izquierda, el último componente que siempre se ajustaba al vestirse, cuando oyó a Matt llamarla. Se giró sutilmente y sonrió. Acto seguido, se acercó al humano y se puso de rodillas para quedar a su altura. Le dio un beso en la frente y lo miró con cierta picaresca.

-No me dirás que tienes ganas de más...

Tomó aire. Le costó soltarlo, ya que había estado dándole vueltas a la cabeza minutos atrás. Después de todo, no era una situación cómoda, y menos aún después de lo que habían hecho. Aquella mañana al levantarse, Helena no se podría ni imaginar que cumpliría con aquella espina que se le quedó clavada en el corazón al marchase de Ciudad Lagarto.

-Matt...-Desvió por un momento la mirada, incómoda. Después, volvió a depositarla en los brillantes ojos del virrey a causa de la luz lunar-...con respecto a mi regreso...-Se hinchó de valor-...-Las palabras no le salían. Llevó una de sus manos a uno de los laterales de la cabeza del virrey para acariciarlo con suavidad-No voy a volver-Soltó lo más rápido que podía. Mientras antes le dijese, mejor.

Le apartó la mano. Sabía que Matthew no era de los que aceptaban un "no" por respuesta, pero su relación tenía todas las papeletas posibles para salir mal.

-Están Eyre, Eilydh, y quién sabe cuántas más vendrán... o hubieron...-Lo miró con tristeza.-No quiero ser mujer de un hombre de muchas mujeres.-Dijo, solemne. Deseaba que las cosas no fueran así, pero le era inevitable pensar en ella misma en ese momento, y en cómo sabía qué tal podría resultar todo si se iba con el humano de vuelta-...además, está esto-Le enseñó una de sus manos, totalmente pálida y helada-No puedo controlarlo, y tengo miedo de matarte-Dijo asumiendo la culpa anterior. Cerró el puño, casi al borde del tembleque.

Acto seguido, se puso en pie y resopló de nuevo.

-Quien esté contigo está condenado a la locura...-Decía por el ostentoso y desequilibrado nivel de vida que llevaba el virrey-...y quien esté conmigo, está condenado a morir entre mis manos...-Cerró los ojos, quería evitar lágrimas, pero no lo consiguió. Abrió los ojos y respiró hondo, tratando de tener una voz clara y concisa.-S-siempre serás para mí...-Pero no lo consiguió, se formó un nudo en su garganta.-...mi recuerdo más amable.