Con voz gentil clama mi nombre [Privado - Go'el] [CERRADO]
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Con voz gentil clama mi nombre [Privado - Go'el] [CERRADO]
Dia: Desconocido - Lugar y aldea: Desconocida
¿Que hora era? No estaba del todo segura, su cabeza apenas se asomaba por el borde de la sábana con la cual estaba cubierta pero si estaba segura que era de noche. La cama no era aquella que veía en sus sueños, mullida y grande como una esponjosa nube. Era mas bien para un niño y siempre sentía algo clavandose en su espalda. "No importa" se dijo a si misma, pues era mejor esto que dormir fuera. No es que realmente le molestara pues amaba el bosque; simplemente estaba intranquila, no había un solo momento en el que no se sintiera así. Cientos de ojos vigilandola y una vocecita en su cabeza que siempre pedía más y más.
"Ahora no, quiero dormir" Susurró a la nada y se dio la vuelta para enfrentar la pared. Estaba cansada pero sus ojos buscaban en la oscuridad y sus oídos no dejaban de prestar atención a cada sutil cambio. Hojas balanceandose en el aire, el aullar de un perro a pocas casas de distancia. El llanto de un bebe enfermo... "Tienes que ir" Canturreó la voz, y ella apretó los dientes con fuerza para ahogar sus demandas. "Dije que no, mañana".
Sería una noche larga y lo sabía, una de tantas otras. No había un solo lugar tranquilo, ni siquiera su tan amado bosque ni el condenado frío eran lo suficientemente solitarios y silenciosos.
Estaba mentalmente agotada mientras que su cuerpo seguía intacto y en buenas condiciones, tomando en cuenta que ya no entrenaba y que al menos y por suerte, ingeria dos comidas al dia. No podía pedir mas y tampoco lo esperaba.
A veces se hundía en sus recuerdos tan profundamente que se sorprendía al regresar a la realidad con amargura y tristeza. Oromë se perdía facilmente y en ocaciones no sabía si recien despertaba o estaba por irse a "dormir", no tenía la menor idea de donde se encontraba ni recordaba nombres o rostros luego de verlos u oirlos. Divagaba en susurros sobre cosas sin sentido, y le parecia aun mas extraño que los momentos mas cuerdos fueran aquellos en los que todos deberían haber salido huyendo.
"Tu ojo izquierdo. Un mechón de cabello. Tres dientes"... Y eso era nada comparado a lo que había pedido hacía pocos días.
Dos hermanos, el menor de ellos estaba muy enfermo. No era incurable, y ella lo sabía pero la enfermedad había avanzado tanto que estaba lejos de cualquier ayuda por los medios comunes. -Tu hígado y un pulmón...- La dragona podría haberse sorprendido ante la respuesta, pero ella conocía mejor que nadie el amor de hermanos.
No fue fácil ver como la vida de uno se apagaba una vez que ella lo tuvo paralizado con su veneno; cada bocado significaba apagar de un soplido una vela y encender otra.
Recordaba salir de allí con las manos y la boca ensangrentada, el llanto del hermano menor sobre el cuerpo mutilado del mayor resonando en sus oidos por horas. A veces el precio valía la pena pero esta vez no parecía justo... Sería otra velada acompañada del insomnio.
¿Que hora era? No estaba del todo segura, su cabeza apenas se asomaba por el borde de la sábana con la cual estaba cubierta pero si estaba segura que era de noche. La cama no era aquella que veía en sus sueños, mullida y grande como una esponjosa nube. Era mas bien para un niño y siempre sentía algo clavandose en su espalda. "No importa" se dijo a si misma, pues era mejor esto que dormir fuera. No es que realmente le molestara pues amaba el bosque; simplemente estaba intranquila, no había un solo momento en el que no se sintiera así. Cientos de ojos vigilandola y una vocecita en su cabeza que siempre pedía más y más.
"Ahora no, quiero dormir" Susurró a la nada y se dio la vuelta para enfrentar la pared. Estaba cansada pero sus ojos buscaban en la oscuridad y sus oídos no dejaban de prestar atención a cada sutil cambio. Hojas balanceandose en el aire, el aullar de un perro a pocas casas de distancia. El llanto de un bebe enfermo... "Tienes que ir" Canturreó la voz, y ella apretó los dientes con fuerza para ahogar sus demandas. "Dije que no, mañana".
Sería una noche larga y lo sabía, una de tantas otras. No había un solo lugar tranquilo, ni siquiera su tan amado bosque ni el condenado frío eran lo suficientemente solitarios y silenciosos.
Estaba mentalmente agotada mientras que su cuerpo seguía intacto y en buenas condiciones, tomando en cuenta que ya no entrenaba y que al menos y por suerte, ingeria dos comidas al dia. No podía pedir mas y tampoco lo esperaba.
A veces se hundía en sus recuerdos tan profundamente que se sorprendía al regresar a la realidad con amargura y tristeza. Oromë se perdía facilmente y en ocaciones no sabía si recien despertaba o estaba por irse a "dormir", no tenía la menor idea de donde se encontraba ni recordaba nombres o rostros luego de verlos u oirlos. Divagaba en susurros sobre cosas sin sentido, y le parecia aun mas extraño que los momentos mas cuerdos fueran aquellos en los que todos deberían haber salido huyendo.
"Tu ojo izquierdo. Un mechón de cabello. Tres dientes"... Y eso era nada comparado a lo que había pedido hacía pocos días.
Dos hermanos, el menor de ellos estaba muy enfermo. No era incurable, y ella lo sabía pero la enfermedad había avanzado tanto que estaba lejos de cualquier ayuda por los medios comunes. -Tu hígado y un pulmón...- La dragona podría haberse sorprendido ante la respuesta, pero ella conocía mejor que nadie el amor de hermanos.
No fue fácil ver como la vida de uno se apagaba una vez que ella lo tuvo paralizado con su veneno; cada bocado significaba apagar de un soplido una vela y encender otra.
Recordaba salir de allí con las manos y la boca ensangrentada, el llanto del hermano menor sobre el cuerpo mutilado del mayor resonando en sus oidos por horas. A veces el precio valía la pena pero esta vez no parecía justo... Sería otra velada acompañada del insomnio.
Oromë Vánadóttir
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Re: Con voz gentil clama mi nombre [Privado - Go'el] [CERRADO]
Tan solo había dos tipos de cartas que el galeno pedía a Gali abrir él mismo. Una eran los pergaminos con los nombres de los sujetos de prueba, la otra, la correspondencia que tenía con su prima cuando esta no estaba en la ciudad.
Go´el se levantó de golpe en el momento en que pasó los ojos por el último punto escrito sobre la carta, apretó las manos y arrugó el papel al tiempo que lanzaba un grito desde el despacho.
-¡Gali, nos vamos!
Era tan extraño que el doctor levantara la voz, que el monje se puso de inmediato de pie sobre los cojines.
-Saca a toda la chusma de la tienda y cierra todo con llave. -El rubio cerró de un portazo el despacho. -Yo cojo las mochilas, te espero fuera.
-¿Pero, adónde vamos? -Atinó a preguntar el grandullón antes de que su amigo cambiara de habitación.
-A por Oromë.
Los dragones viajaron durante 3 días y 4 noches y con ellos había siempre una constante que no parecía cambiar en el paisaje. Un astro, una estrella con un peculiar color verde que se movía lentamente hacia el este, dejando tras ella una estela del mismo color.
Al caer la cuarta noche Gali sobrevolaba la aldea descrita por Oromë en la carta, Go´el viajaba sobre su lomo atado con cuerdas al cuerpo del dragón y dormitando sobre él. Gali rugió levemente despertando al rubio y este al instante abrió los ojos como si tan solo llevara dormido 5 minutos, en lugar de 5 horas.
-¿Hemos llegado?
Preguntó mirando hacia abajo mientras Gali comenzaba el descenso.
Como siempre, el aterrizaje fue suave y sin contratiempos. El doctor se desató y tras bajar del lomo de Gali, le sacó de encima los petates y el dragón negro cambio de forma para convertirse un humano de talla impresionante.
Los dos hombres no tardaron en encontrar la casa donde se hallaba una de las líderes de ciudad Lagarto.
-Espera fuera, por si acaso.
El monje asintió ante las palabras del rubio y se quedó delante de la puerta haciendo guardia.
Go´el entró y al cerrar tras de sí lo primero que vio fue a Sena.
-Buenas noches Colmillitos.
Saludó con cariño el doctor. La joven dio un par de pasos y él otro par hasta que quedaron uno frente al otro, Go´el agachó la cabeza y le besó la frente a la chica.
-Si quieres puede salir afuera con Gali, seguro que quiere jugar contigo.
El rubio sonrió a la vampiresa con cariño y fue hasta la cama donde estaba su prima.
-Oromë. -Llamó el dragón sentándose sobre el borde del lecho. -He venido a por ti.
Continuo con apenas un hilo de voz en su garganta, mientras apartaba unos mechones de pelo blanco de la cara de la mujer.
______________
Off: Mención del cometa Minne.
Go´el se levantó de golpe en el momento en que pasó los ojos por el último punto escrito sobre la carta, apretó las manos y arrugó el papel al tiempo que lanzaba un grito desde el despacho.
-¡Gali, nos vamos!
Era tan extraño que el doctor levantara la voz, que el monje se puso de inmediato de pie sobre los cojines.
-Saca a toda la chusma de la tienda y cierra todo con llave. -El rubio cerró de un portazo el despacho. -Yo cojo las mochilas, te espero fuera.
-¿Pero, adónde vamos? -Atinó a preguntar el grandullón antes de que su amigo cambiara de habitación.
-A por Oromë.
Los dragones viajaron durante 3 días y 4 noches y con ellos había siempre una constante que no parecía cambiar en el paisaje. Un astro, una estrella con un peculiar color verde que se movía lentamente hacia el este, dejando tras ella una estela del mismo color.
Al caer la cuarta noche Gali sobrevolaba la aldea descrita por Oromë en la carta, Go´el viajaba sobre su lomo atado con cuerdas al cuerpo del dragón y dormitando sobre él. Gali rugió levemente despertando al rubio y este al instante abrió los ojos como si tan solo llevara dormido 5 minutos, en lugar de 5 horas.
-¿Hemos llegado?
Preguntó mirando hacia abajo mientras Gali comenzaba el descenso.
Como siempre, el aterrizaje fue suave y sin contratiempos. El doctor se desató y tras bajar del lomo de Gali, le sacó de encima los petates y el dragón negro cambio de forma para convertirse un humano de talla impresionante.
Los dos hombres no tardaron en encontrar la casa donde se hallaba una de las líderes de ciudad Lagarto.
-Espera fuera, por si acaso.
El monje asintió ante las palabras del rubio y se quedó delante de la puerta haciendo guardia.
Go´el entró y al cerrar tras de sí lo primero que vio fue a Sena.
-Buenas noches Colmillitos.
Saludó con cariño el doctor. La joven dio un par de pasos y él otro par hasta que quedaron uno frente al otro, Go´el agachó la cabeza y le besó la frente a la chica.
-Si quieres puede salir afuera con Gali, seguro que quiere jugar contigo.
El rubio sonrió a la vampiresa con cariño y fue hasta la cama donde estaba su prima.
-Oromë. -Llamó el dragón sentándose sobre el borde del lecho. -He venido a por ti.
Continuo con apenas un hilo de voz en su garganta, mientras apartaba unos mechones de pelo blanco de la cara de la mujer.
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Off: Mención del cometa Minne.
Última edición por Go'el el Miér Sep 11 2019, 16:08, editado 1 vez
Go'el
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Re: Con voz gentil clama mi nombre [Privado - Go'el] [CERRADO]
Sena no se había movido de su asiento desde el momento en que el sol había desaparecido. No dejaba de mirar la puerta y a Oromë por igual, esperando.
No era necesario decir que estaba preocupada pues su actitud los últimos días lo demostraban. Tal vez fuera algo que tenían los vampiros, tal vez no, pero podía sentir fácilmente en esa conexión que tenía con su madre adoptiva, que algo no iba del todo bien.
Ella aún era una niña, y desconocía muchas cosas de su propia raza, pero por una vez había asumido el rol del adulto responsable y procuraba ayudar a su mamá cuanto pudiera.
Pero las cosas se estaban yendo de las manos y sola no podía con todo, especialmente con sus limitaciones.
Prácticamente había saltado del asiento cuando la puerta se abrió y su tío apareció, su rostro un reflejo del de Sena. Le faltaban palabras a la pequeña pero aún así sonrió suavemente para luego asentir.
Estaba por abrir la puerta cuando miró a Go'el y le susurró al oído. -Mama no esta durmiendo, y tampoco come...comida- No se atrevió a mirar a su tío y salió rápidamente a encontrarse con Gali quien la esperaba con brazos abiertos y listo para levantarla y dar de volteretas con ella en el aire.
Demasiado ruido, no le gustaba para nada a Oromë. El crujir de la madera, la puerta abrirse y cerrarse, pasos que iban y venían. Todo eso le sacaba de quicio.
Alguien la llamo pero le costó reconocer la voz, abrió sus ojos y se sentó lentamente en la cama para quedar de frente a su anaia. -¿Estoy en Ciudad Lagarto?No, aquí hay mucho ruido pero no tanto como allá- Se masajeó los ojos, no había la misma emoción que siempre tenía para con su primo. Allí no había nada mas que solo el reconocimiento de que él era su familia pero no el sentimiento que conllevaba esa palabra. -Los escucho todo el tiempo, ¿tu también? Me llaman y quieren mi ayuda, tengo que hacerlo pero estoy llena... Me gusta ayudarlos, calma las voces- Era como si hablara una niña y no la dragona fuerte y descarada que solía ser.
-¿Vienes por mi?¿Por qué? Yo no te llame- Se cubrió con la manta a su alrededor. A pesar de estar en verano tenía un poco de frío y la choza no tenía un lugar donde poner el fuego, ¡ah! Sí lo tenía pero había olvidado prenderla. Miró a su alrededor con el ceño fruncido a los pequeños detalles del lugar como si tratara de enfocarse en un recuerdo. -Cierto, esta no es mi casa. Era de dos hermanos y uno estaba enfermo. Ahora están muertos.- Señalo a la pala detrás de la puerta. -Los enterré uno al lado del otro, el menor no quiso vivir cuando el mayor pago el precio- Por un instante se quedó rígida ante el recuerdo y su cuerpo tembló; se abrazaba con fuerza a si misma clavándose las uñas en la piel hasta dejarse medias lunas rojas en los brazos. -Anaia... No lo soporto, esta cosa, lo que hice. ¿Sigo siendo yo o ya no hay lugar para mi en mi propio cuerpo?- Las lagrimas amenazaban con derramarse de sus ojos enrojecidos.
Sena no dejaba de mirar hacia la casa a pesar de que Gali buscaba cualquier forma de distraerla. Estaba a mitad de un chiste cuando la pequeña le sonrió de oreja a oreja. -Gracias por venir rápido-
No era necesario decir que estaba preocupada pues su actitud los últimos días lo demostraban. Tal vez fuera algo que tenían los vampiros, tal vez no, pero podía sentir fácilmente en esa conexión que tenía con su madre adoptiva, que algo no iba del todo bien.
Ella aún era una niña, y desconocía muchas cosas de su propia raza, pero por una vez había asumido el rol del adulto responsable y procuraba ayudar a su mamá cuanto pudiera.
Pero las cosas se estaban yendo de las manos y sola no podía con todo, especialmente con sus limitaciones.
Prácticamente había saltado del asiento cuando la puerta se abrió y su tío apareció, su rostro un reflejo del de Sena. Le faltaban palabras a la pequeña pero aún así sonrió suavemente para luego asentir.
Estaba por abrir la puerta cuando miró a Go'el y le susurró al oído. -Mama no esta durmiendo, y tampoco come...comida- No se atrevió a mirar a su tío y salió rápidamente a encontrarse con Gali quien la esperaba con brazos abiertos y listo para levantarla y dar de volteretas con ella en el aire.
Demasiado ruido, no le gustaba para nada a Oromë. El crujir de la madera, la puerta abrirse y cerrarse, pasos que iban y venían. Todo eso le sacaba de quicio.
Alguien la llamo pero le costó reconocer la voz, abrió sus ojos y se sentó lentamente en la cama para quedar de frente a su anaia. -¿Estoy en Ciudad Lagarto?No, aquí hay mucho ruido pero no tanto como allá- Se masajeó los ojos, no había la misma emoción que siempre tenía para con su primo. Allí no había nada mas que solo el reconocimiento de que él era su familia pero no el sentimiento que conllevaba esa palabra. -Los escucho todo el tiempo, ¿tu también? Me llaman y quieren mi ayuda, tengo que hacerlo pero estoy llena... Me gusta ayudarlos, calma las voces- Era como si hablara una niña y no la dragona fuerte y descarada que solía ser.
-¿Vienes por mi?¿Por qué? Yo no te llame- Se cubrió con la manta a su alrededor. A pesar de estar en verano tenía un poco de frío y la choza no tenía un lugar donde poner el fuego, ¡ah! Sí lo tenía pero había olvidado prenderla. Miró a su alrededor con el ceño fruncido a los pequeños detalles del lugar como si tratara de enfocarse en un recuerdo. -Cierto, esta no es mi casa. Era de dos hermanos y uno estaba enfermo. Ahora están muertos.- Señalo a la pala detrás de la puerta. -Los enterré uno al lado del otro, el menor no quiso vivir cuando el mayor pago el precio- Por un instante se quedó rígida ante el recuerdo y su cuerpo tembló; se abrazaba con fuerza a si misma clavándose las uñas en la piel hasta dejarse medias lunas rojas en los brazos. -Anaia... No lo soporto, esta cosa, lo que hice. ¿Sigo siendo yo o ya no hay lugar para mi en mi propio cuerpo?- Las lagrimas amenazaban con derramarse de sus ojos enrojecidos.
Sena no dejaba de mirar hacia la casa a pesar de que Gali buscaba cualquier forma de distraerla. Estaba a mitad de un chiste cuando la pequeña le sonrió de oreja a oreja. -Gracias por venir rápido-
Oromë Vánadóttir
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Re: Con voz gentil clama mi nombre [Privado - Go'el] [CERRADO]
Go'el atendió a las palabras de Sena y después a las de Oromë.
Reconfortaba a la mujer abrazándola y acariciándole el pelo, susurrándole palabras de alivio y cariño, tomando sus manos y abriéndolas para que dejara de hacerse daño.
-Sssh, ya estoy aquí Oromin. -Susurró el rubio estrechándola contra su cuerpo. -Tu anaia te cuida y encontrara la manera de curarte.
El dragón besó el pelo blanco de su prima y se separó lo justo para meter la mano en el zurrón.
-Voy a darte algo para que puedas dormir y descansar. Y mientras tanto yo hare algo de comer.
Go'el sacó de la bolsa un frasco, se lo pasó a Oromë y esperó a que se durmiera.
El rubio se quedó un rato en la misma posición, arrodillado al lado de la cama, con la cabeza apoyada en el colchón y acariciando la mano de la mujer.
Fuera de la casa la situación era más alegre, una vampiresa de pelo rojo y cenizo estaba subida sobre los hombros de un monje al que se le comenzaba a deshacer el turbante. Sena se había empeñado en sacarle aquella tela roja a Gali y este corría en círculo gritando en voz baja.
-¡Noooo! mi turbante no. Si me lo quitas se me caerá la cabeza.
Sena rió con tono aniñado.
Por un segundo la joven se había desentendido de la frustración y el agobio de no saber cómo cuidar a su madre. Por unos instantes volvía a divertirse como debería hacerlo cualquier niña.
Cuando el turbante cayó al suelo todo el pelo de Gali se desparramó, el monje tenía la cara cubierta de cabello y la vampiresa miraba a sombrada la impresionante mata del dragón. En ese momento el monje cogió a la niña por debajo de los hombros, la levantó y se sentó en el suelo cruzando las piernas y poniendo a Sena encima de ellas.
-...entonces entra un elfo a la taberna y dice:...
Gali no pudo terminar la frase, la sobrina de su amigo había recordado algo y la preocupación se mostró en su semblante, una vez más.
-De nada, Sena.
Una puerta se abrió tras la pareja y una cabeza rubia se asomó por el marco.
-La amatxo está durmiendo, ¿porque no vais al bosque y cazáis algún conejo? voy a cocinar algo rico, rico.
Go'el sonrió de oreja a oreja esperando que así su sobrina se animara.
La vampiresa y el monje se pusieron de pie y se fueron en busca de carne, mientras que el galeno encendía el fuego y la dragona humanoide dormía.
Go'el se había dado una vuelta por la casa, encontró un puñado de hortalizas de temporada y unos cubos con agua fresca.
Ahora todo aquello reposaba dentro de una olla y la olla colgaba de un gancho sobre el fuego y junto al fuego había una marmita pequeña, donde el galeno estaba preparando alguna clase de bebedizo para su prima.
Fuera de la casa estaban Sena y Gali despellejando y destripando el animal y también ardía una pequeña fogata, donde el monje iba colocando pedazos de carne.
En cuanto los dos grupos tuvieran sus partes preparadas, las mezclarían en una sartén y añadirían arroz, Gali le pondría su toque especial (una mezcla de especias que él mismo prepara) y Go'el haría un experimento para ponerle sangre a la porción de Sena y ver si así la niña puede comer otros alimentos.
Reconfortaba a la mujer abrazándola y acariciándole el pelo, susurrándole palabras de alivio y cariño, tomando sus manos y abriéndolas para que dejara de hacerse daño.
-Sssh, ya estoy aquí Oromin. -Susurró el rubio estrechándola contra su cuerpo. -Tu anaia te cuida y encontrara la manera de curarte.
El dragón besó el pelo blanco de su prima y se separó lo justo para meter la mano en el zurrón.
-Voy a darte algo para que puedas dormir y descansar. Y mientras tanto yo hare algo de comer.
Go'el sacó de la bolsa un frasco, se lo pasó a Oromë y esperó a que se durmiera.
El rubio se quedó un rato en la misma posición, arrodillado al lado de la cama, con la cabeza apoyada en el colchón y acariciando la mano de la mujer.
Fuera de la casa la situación era más alegre, una vampiresa de pelo rojo y cenizo estaba subida sobre los hombros de un monje al que se le comenzaba a deshacer el turbante. Sena se había empeñado en sacarle aquella tela roja a Gali y este corría en círculo gritando en voz baja.
-¡Noooo! mi turbante no. Si me lo quitas se me caerá la cabeza.
Sena rió con tono aniñado.
Por un segundo la joven se había desentendido de la frustración y el agobio de no saber cómo cuidar a su madre. Por unos instantes volvía a divertirse como debería hacerlo cualquier niña.
Cuando el turbante cayó al suelo todo el pelo de Gali se desparramó, el monje tenía la cara cubierta de cabello y la vampiresa miraba a sombrada la impresionante mata del dragón. En ese momento el monje cogió a la niña por debajo de los hombros, la levantó y se sentó en el suelo cruzando las piernas y poniendo a Sena encima de ellas.
-...entonces entra un elfo a la taberna y dice:...
Gali no pudo terminar la frase, la sobrina de su amigo había recordado algo y la preocupación se mostró en su semblante, una vez más.
-De nada, Sena.
Una puerta se abrió tras la pareja y una cabeza rubia se asomó por el marco.
-La amatxo está durmiendo, ¿porque no vais al bosque y cazáis algún conejo? voy a cocinar algo rico, rico.
Go'el sonrió de oreja a oreja esperando que así su sobrina se animara.
La vampiresa y el monje se pusieron de pie y se fueron en busca de carne, mientras que el galeno encendía el fuego y la dragona humanoide dormía.
Go'el se había dado una vuelta por la casa, encontró un puñado de hortalizas de temporada y unos cubos con agua fresca.
Ahora todo aquello reposaba dentro de una olla y la olla colgaba de un gancho sobre el fuego y junto al fuego había una marmita pequeña, donde el galeno estaba preparando alguna clase de bebedizo para su prima.
Fuera de la casa estaban Sena y Gali despellejando y destripando el animal y también ardía una pequeña fogata, donde el monje iba colocando pedazos de carne.
En cuanto los dos grupos tuvieran sus partes preparadas, las mezclarían en una sartén y añadirían arroz, Gali le pondría su toque especial (una mezcla de especias que él mismo prepara) y Go'el haría un experimento para ponerle sangre a la porción de Sena y ver si así la niña puede comer otros alimentos.
Go'el
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Re: Con voz gentil clama mi nombre [Privado - Go'el] [CERRADO]
Su propio llanto la desconcertaba. No recordaba haber llorado de forma tan desconsolada desde que era una niña, ni mucho menos el ser reconfortada como si lo fuera por su primo. -No hay cura para esto... Somos uno, y yo me iré y esta cosa tendrá vida propia y me perderé para siempre- Nunca había sido tan derrotista en su media década de vida y sin embargo, así era como se sentía y se comportaba.
No dudo cuando sujetó el frasco con sus escuálidos dedos y bebió de un tirón su contenido. Llevó su tiempo el que hiciera efecto y en todo ese tiempo no le quitó los ojos de encima a su anaia. Podía sentir como le pesaban los parpados y le ardían los ojos de intentar mantenerlos abiertos. Le temía al sueño y a no despertarse jamas, a perderse en paredes invisibles dentro de su propia mente y verlo todo desde lejos sin poder ser capaz de gritar que ya no era dueña de si misma. Le horrorizaba la idea de irse y no poder despedirse de nadie, descubrir que extrañaba personas que ni siquiera se hubiera imaginado unos segundos antes de quedarse completamente dormida.
-----------------------------------------------------------------------------
Sus sueños hacían del tiempo tan largo como el tiempo de vida de una estrella. Muy dentro de ella, Oromë estaba por primera vez en mucho tiempo, completamente en paz y relajada. Podía ser lo que ella quisiera o estar donde deseara y así lo veía detrás de sus parpados. Nadar en el lago más dulce y bello de toda Aerandir, despatarrarse en el árbol más alto y verde que jamas hubiera visto o incluso dormir en una nube tan suave como el algodón.
-----------------------------------------------------------------------------
El tiempo que había pasado dormida, al menos ella no lo sabía. Le costó abrir los ojos y encontrarse con todo a su alrededor perfectamente enfocado, como si antes hubiera estado viéndolo todo desde un vidrio sucio y ahora alguien le hubiera pasado un paño húmedo para dejarlo en su antiguo esplendor.
El aroma de la comida que se preparaba en alguna parte de aquella vivienda era como un abrazo cálido, y mucho antes de siquiera pensarlo, ya estaba sentada sobre la cama y hablando. -Huele bien...- Se masajeó los ojos y le dedico una suave sonrisa a su primo, la pena grabada en sus comisuras. -Lo siento anaia, por todo. Cuando uso el objeto, me siento desbordada y quiero más y más y no puedo parar.- Se miró las manos callosas por unos cuantos segundos y luego regreso la vista hacia Go'el. -Son peligrosos pero este es especial... Puedo curar prácticamente lo que sea y a veces el precio no parece tan malo y a quien más hago daño es a mi misma. ¿Crees que perder mi propia cordura sea tan malo si a costa de ello hago algo bueno para variar?- Un poco de la vieja Oromë salio a flote con aquella pequeña insinuación. Por lo general solo causaba destrozos y muerte a donde fuera que estuviere... En si, no era tan malo... a veces.
-¡Sena!- Pensó y vociferó de repente justo al mismo tiempo en que la niña entraba por la puerta y esta se lanzaba junto a su madre adoptiva, apoyando su cabeza en el pecho de esta mientras la dragona acariciaba su melena rojiza y observaba esos enormes ojos anaranjados. -Lo siento peque, no es justo para ti tampoco. Trataré de controlarme- Beso su frente con delicadeza. -Yo estoy bien si tu estas bien- Oromë sonrió con ternura a la pequeña vampiro y luego regresó con su primo. -Tiene que comer, toma de mi sangre, evitara que se descomponga más rápido- Ella estiró su brazo como si nada, las marcas de incontables mordidas relucían en pequeños puntos morados sobre su blanquecina piel.
No dudo cuando sujetó el frasco con sus escuálidos dedos y bebió de un tirón su contenido. Llevó su tiempo el que hiciera efecto y en todo ese tiempo no le quitó los ojos de encima a su anaia. Podía sentir como le pesaban los parpados y le ardían los ojos de intentar mantenerlos abiertos. Le temía al sueño y a no despertarse jamas, a perderse en paredes invisibles dentro de su propia mente y verlo todo desde lejos sin poder ser capaz de gritar que ya no era dueña de si misma. Le horrorizaba la idea de irse y no poder despedirse de nadie, descubrir que extrañaba personas que ni siquiera se hubiera imaginado unos segundos antes de quedarse completamente dormida.
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Sus sueños hacían del tiempo tan largo como el tiempo de vida de una estrella. Muy dentro de ella, Oromë estaba por primera vez en mucho tiempo, completamente en paz y relajada. Podía ser lo que ella quisiera o estar donde deseara y así lo veía detrás de sus parpados. Nadar en el lago más dulce y bello de toda Aerandir, despatarrarse en el árbol más alto y verde que jamas hubiera visto o incluso dormir en una nube tan suave como el algodón.
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El tiempo que había pasado dormida, al menos ella no lo sabía. Le costó abrir los ojos y encontrarse con todo a su alrededor perfectamente enfocado, como si antes hubiera estado viéndolo todo desde un vidrio sucio y ahora alguien le hubiera pasado un paño húmedo para dejarlo en su antiguo esplendor.
El aroma de la comida que se preparaba en alguna parte de aquella vivienda era como un abrazo cálido, y mucho antes de siquiera pensarlo, ya estaba sentada sobre la cama y hablando. -Huele bien...- Se masajeó los ojos y le dedico una suave sonrisa a su primo, la pena grabada en sus comisuras. -Lo siento anaia, por todo. Cuando uso el objeto, me siento desbordada y quiero más y más y no puedo parar.- Se miró las manos callosas por unos cuantos segundos y luego regreso la vista hacia Go'el. -Son peligrosos pero este es especial... Puedo curar prácticamente lo que sea y a veces el precio no parece tan malo y a quien más hago daño es a mi misma. ¿Crees que perder mi propia cordura sea tan malo si a costa de ello hago algo bueno para variar?- Un poco de la vieja Oromë salio a flote con aquella pequeña insinuación. Por lo general solo causaba destrozos y muerte a donde fuera que estuviere... En si, no era tan malo... a veces.
-¡Sena!- Pensó y vociferó de repente justo al mismo tiempo en que la niña entraba por la puerta y esta se lanzaba junto a su madre adoptiva, apoyando su cabeza en el pecho de esta mientras la dragona acariciaba su melena rojiza y observaba esos enormes ojos anaranjados. -Lo siento peque, no es justo para ti tampoco. Trataré de controlarme- Beso su frente con delicadeza. -Yo estoy bien si tu estas bien- Oromë sonrió con ternura a la pequeña vampiro y luego regresó con su primo. -Tiene que comer, toma de mi sangre, evitara que se descomponga más rápido- Ella estiró su brazo como si nada, las marcas de incontables mordidas relucían en pequeños puntos morados sobre su blanquecina piel.
Oromë Vánadóttir
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Re: Con voz gentil clama mi nombre [Privado - Go'el] [CERRADO]
En cuanto el rubio escuchó a su prima dejó mover el cucharon, levantó la vista y le devolvió la sonrisa.
-Solo son huevos revueltos y carne, ven siéntate a la mesa. -Go'el hablaba entre las pausas que hacia su arreba. -No te preocupes por eso y ven a comer. Ya sabes que al tío Claus no le gustaba que comiéramos fuera de la mesa.
El rubio trataba de quitarle hierro al asunto mientras servía los platos, sin embargo una sombra de pesar recorrió su rostro.
-El precio nunca parece grave, pero lo es... siempre lo es.
¿Cuántas vidas había sacrificado el doctor por salvar otras? ¿Cuantos habían muerto en aras de la ciencia? ¿Servirían sus experimentos de algo o solo eran delirios?
Por unos instantes la mente de Go'el quedó plagada de caras desconocidas, no conocía ni la vida ni el nombre de más de la mitad, pero recordaba lo que les había hecho a todas ellas. No solo las recordaba, también las tenía a notadas en sus volúmenes de experimentos, que ahora se apilaban en ciudad Lagarto. Él jamás lo diría, mucho menos lo admitiría, pero en su interior existía una diminuta voz que le decía que todo aquello no valía para nada, que sus experimentos nunca llegarían a marcar la diferencia.
-Sí, -Respondió tajante. -lo creo.
La sonrisa que poco a poco se estaba desvaneciendo cobró fuerza de nuevo, la pregunta de su prima consiguió sacar de la cabeza de Go'el el sin fin de rostros desconocidos.
-Has hecho muchas cosas buenas a lo largo de tu vida. Que nuestra familia no lo vea así no quiere decir nada. -El científico colocó los platos sobre la mesa. -Eşkere... te necesito cuerda. -En aquel momento al dragón se le encogió el corazón. -Eres la única con la que me siento... yo mismo. Y Sena también te necesita, -añadió el rubio, recuperando la compostura. -ahora eres su madre. -Al rubio se le bajó la comisura del labio, formando una media sonrisa amarga. -Ya veras, todo saldrá bien. Cuando estamos juntos siempre sale bien.
Go'el se sentó en la mesa, tal y como le había enseñado Claus, y aun no se había recuperado del pesar que compartía con su prima que ya sonreía de nuevo, como si no pasara nada. Su sobrina acababa de entrar a la cabaña seguida por Gali.
El grandullón se sentó en un extremo, frente a uno de los platos, y esperó en silencio a que la familia se reuniera. El rubio, por otra parte, miraba a las dos mujeres con rostro serio.
-Arreba, -Pronunció con apenas un hilo de voz. -luego quiero hablarte sobre eso.
El galeno hacía referencia a la escena entre madre e hija que estaba teniendo lugar frente a él.
-Solo son huevos revueltos y carne, ven siéntate a la mesa. -Go'el hablaba entre las pausas que hacia su arreba. -No te preocupes por eso y ven a comer. Ya sabes que al tío Claus no le gustaba que comiéramos fuera de la mesa.
El rubio trataba de quitarle hierro al asunto mientras servía los platos, sin embargo una sombra de pesar recorrió su rostro.
-El precio nunca parece grave, pero lo es... siempre lo es.
¿Cuántas vidas había sacrificado el doctor por salvar otras? ¿Cuantos habían muerto en aras de la ciencia? ¿Servirían sus experimentos de algo o solo eran delirios?
Por unos instantes la mente de Go'el quedó plagada de caras desconocidas, no conocía ni la vida ni el nombre de más de la mitad, pero recordaba lo que les había hecho a todas ellas. No solo las recordaba, también las tenía a notadas en sus volúmenes de experimentos, que ahora se apilaban en ciudad Lagarto. Él jamás lo diría, mucho menos lo admitiría, pero en su interior existía una diminuta voz que le decía que todo aquello no valía para nada, que sus experimentos nunca llegarían a marcar la diferencia.
-Sí, -Respondió tajante. -lo creo.
La sonrisa que poco a poco se estaba desvaneciendo cobró fuerza de nuevo, la pregunta de su prima consiguió sacar de la cabeza de Go'el el sin fin de rostros desconocidos.
-Has hecho muchas cosas buenas a lo largo de tu vida. Que nuestra familia no lo vea así no quiere decir nada. -El científico colocó los platos sobre la mesa. -Eşkere... te necesito cuerda. -En aquel momento al dragón se le encogió el corazón. -Eres la única con la que me siento... yo mismo. Y Sena también te necesita, -añadió el rubio, recuperando la compostura. -ahora eres su madre. -Al rubio se le bajó la comisura del labio, formando una media sonrisa amarga. -Ya veras, todo saldrá bien. Cuando estamos juntos siempre sale bien.
Go'el se sentó en la mesa, tal y como le había enseñado Claus, y aun no se había recuperado del pesar que compartía con su prima que ya sonreía de nuevo, como si no pasara nada. Su sobrina acababa de entrar a la cabaña seguida por Gali.
El grandullón se sentó en un extremo, frente a uno de los platos, y esperó en silencio a que la familia se reuniera. El rubio, por otra parte, miraba a las dos mujeres con rostro serio.
-Arreba, -Pronunció con apenas un hilo de voz. -luego quiero hablarte sobre eso.
El galeno hacía referencia a la escena entre madre e hija que estaba teniendo lugar frente a él.
Go'el
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Re: Con voz gentil clama mi nombre [Privado - Go'el] [CERRADO]
La habitación a su alrededor tenía un vivo color. El aroma de la comida se impregnaba en su piel y la obligaba a levantarse, lento pero constante, de la cama hacia la silla mas cercana junto a la mesa. -Es solo un mal menor, anaia- No tenía excusas, nada de lo que dijera lograría convencer a su primo de que hacía algo bueno, no si significaba que la perdería en el proceso. Al menos esa era la idea general que Oromë tenía sobre los pensamientos de su amado primo. -Me alegra que no estuvieras aquel día en la ciudad. Si lo hubieras visto... se me hubieras visto. Era una estrella, y los hubiera matado a todos y nada habría valido la pena. Aún no se si lo vale- Suspiró y casi se podía escuchar un sollozo ahogado, pero ninguna lagrima salió de ella. Se había secado por completo.
-Ya no estoy tan segura de ello. Es peligroso estar cerca mío. Si pudiera ya habría mandado a Sena lejos, pero ella me necesita más de lo que yo necesito usar este poder- La dragona no despegaba la vista de la mesa, usaba una de sus uñas para raspar la mugre que había entre la madera.... -¿Cuánto tiempo estuve dormida?- Se sentía mas despejada pero no lo suficiente.
Apenas Sena estuvo a su lado, la observó detenidamente. Sus enormes ojos del color del sol al atardecer, su cabello que una vez fue negro ahora refulgía como el fuego. -¿Ya lo notaste hermano? Sena no es mi hija solo porque decidí adoptarla y cuidar de ella. Estamos unidas por la sangre al igual que lo haría un bebé salido de mi vientre.- Oromë acarició el rostro de la vampiro con ambas manos, con completo amor y algo de fiereza mientras pasaba los dedos por sus parpados y entre su cabellera. Se parecían demasiado en los pequeños detalles, mientras que en las obvias diferencias, Oromë siempre recordaba a su hermana Vesta. Casi que podría decir tranquilamente que la había dado a luz y todo el mundo le creería.
-Es cosa del fuego amante. No comprendemos del todo el porque, pero necesita de mi sangre o poco a poco comienza a enfermarse. La magia en mis venas es lo que le ayuda, pero no eternamente. En un futuro ella...- Cuando la dragona muriera, Sena perecería con ella. Ya lo sabían ambas pero no quería decirlo en voz alta aunque estuviera claro... -No hay un precio que pueda pagar para detener su maldición- El ceño de la albina se frunció al notar en la piel de la pequeña las marcas de su enfermedad haciéndose mas visibles y feas. -Veo que las estuviste escondiendo para que no notara que estás peor de lo que aparentas.- Su voz era una mezcla de sorpresa y a la vez de enojó. -Es que te veías muy mal- La pequeña no fingía su preocupación cuando se trataba de sus seres queridos, y aunque la dragona la comprendía, lo que menos deseaba era que se arriesgara mas de lo que ya lo hacía. -No lo vuelvas a hacer- Gruñó a la vez que volvía a estirar el brazo a su primo. -Se que tienes algunos de tus artilugios aquí para extraer mi sangre de una manera limpia. Quiero que lo hagas o lo haré yo y ciertamente será todo lo contrario a limpio.-
-Ya no estoy tan segura de ello. Es peligroso estar cerca mío. Si pudiera ya habría mandado a Sena lejos, pero ella me necesita más de lo que yo necesito usar este poder- La dragona no despegaba la vista de la mesa, usaba una de sus uñas para raspar la mugre que había entre la madera.... -¿Cuánto tiempo estuve dormida?- Se sentía mas despejada pero no lo suficiente.
Apenas Sena estuvo a su lado, la observó detenidamente. Sus enormes ojos del color del sol al atardecer, su cabello que una vez fue negro ahora refulgía como el fuego. -¿Ya lo notaste hermano? Sena no es mi hija solo porque decidí adoptarla y cuidar de ella. Estamos unidas por la sangre al igual que lo haría un bebé salido de mi vientre.- Oromë acarició el rostro de la vampiro con ambas manos, con completo amor y algo de fiereza mientras pasaba los dedos por sus parpados y entre su cabellera. Se parecían demasiado en los pequeños detalles, mientras que en las obvias diferencias, Oromë siempre recordaba a su hermana Vesta. Casi que podría decir tranquilamente que la había dado a luz y todo el mundo le creería.
-Es cosa del fuego amante. No comprendemos del todo el porque, pero necesita de mi sangre o poco a poco comienza a enfermarse. La magia en mis venas es lo que le ayuda, pero no eternamente. En un futuro ella...- Cuando la dragona muriera, Sena perecería con ella. Ya lo sabían ambas pero no quería decirlo en voz alta aunque estuviera claro... -No hay un precio que pueda pagar para detener su maldición- El ceño de la albina se frunció al notar en la piel de la pequeña las marcas de su enfermedad haciéndose mas visibles y feas. -Veo que las estuviste escondiendo para que no notara que estás peor de lo que aparentas.- Su voz era una mezcla de sorpresa y a la vez de enojó. -Es que te veías muy mal- La pequeña no fingía su preocupación cuando se trataba de sus seres queridos, y aunque la dragona la comprendía, lo que menos deseaba era que se arriesgara mas de lo que ya lo hacía. -No lo vuelvas a hacer- Gruñó a la vez que volvía a estirar el brazo a su primo. -Se que tienes algunos de tus artilugios aquí para extraer mi sangre de una manera limpia. Quiero que lo hagas o lo haré yo y ciertamente será todo lo contrario a limpio.-
Oromë Vánadóttir
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Re: Con voz gentil clama mi nombre [Privado - Go'el] [CERRADO]
-Un par de días.
Respondió Go'el con simplicidad, dejando que su prima siguiera hablando mientras él comía.
-Hmm, si, lo veo. -El rubio puso la cuchara en el plato y miró a las dos. -Prima, respecto a eso...
Go'el dejó la frase a medias. La jefa de ciudad lagarto no le permitió continuar.
-Oromë espera. -El dragón terminó por ponerse en pie y rodear la mesa hasta su homóloga. -Te precipitas en tus conclusiones. En estos días he observado a Sena y le he dado a probar varios tipos de sangre. Todas funcionan. -Los ojos del galeno se clavaron en los orbes amarillos. -Arreba, tu sangre no la está curando. Ella te mordió para salvarte y a partir de ese momento se creó una dependencia. -El galeno miraba ahora a su sobrina. -Sena no se enferma porque necesite tu sangre, se enferma porque siente su falta. Prima... Sena lo que tiene es síndrome de abstinencia. Está pasando por las mismas fases que cualquier drogadicto.
-Mientras dormías Sena nos terminó de contar la historia de la batalla. -Puntualizó Gali.
-Oromin, -Reanudó el rubio. -puedo curarla. Puedo quitarle la dependencia de tu sangre, pero no puedes dejarle que la vuelva a tomar y tú no debes ofrecérsela. Tu sangre esta... contaminada, por ese artefacto que ingeriste.
Conocía el carácter irascible de su prima y ahora que estaba inestable era aún más impredecible. Aun así, Go'el puso su mano sobre la de Oromë.
-El tratamiento es sencillo, pero difícil. El cuerpo de Sena tiene que depurarse. Yo le administraré unos medicamentos para que lo haga más deprisa y me turnare con Gali para que no pase hambre.
-Mama. -La joven vampiresa miró seriamente a su tutora. -Tenemos que hacer esto. Nos curaremos las dos. Yo no me pondré mala y tú volverás a estar fuerte. Hay que hacer caso a tío Go'el.
Respondió Go'el con simplicidad, dejando que su prima siguiera hablando mientras él comía.
-Hmm, si, lo veo. -El rubio puso la cuchara en el plato y miró a las dos. -Prima, respecto a eso...
Go'el dejó la frase a medias. La jefa de ciudad lagarto no le permitió continuar.
-Oromë espera. -El dragón terminó por ponerse en pie y rodear la mesa hasta su homóloga. -Te precipitas en tus conclusiones. En estos días he observado a Sena y le he dado a probar varios tipos de sangre. Todas funcionan. -Los ojos del galeno se clavaron en los orbes amarillos. -Arreba, tu sangre no la está curando. Ella te mordió para salvarte y a partir de ese momento se creó una dependencia. -El galeno miraba ahora a su sobrina. -Sena no se enferma porque necesite tu sangre, se enferma porque siente su falta. Prima... Sena lo que tiene es síndrome de abstinencia. Está pasando por las mismas fases que cualquier drogadicto.
-Mientras dormías Sena nos terminó de contar la historia de la batalla. -Puntualizó Gali.
-Oromin, -Reanudó el rubio. -puedo curarla. Puedo quitarle la dependencia de tu sangre, pero no puedes dejarle que la vuelva a tomar y tú no debes ofrecérsela. Tu sangre esta... contaminada, por ese artefacto que ingeriste.
Conocía el carácter irascible de su prima y ahora que estaba inestable era aún más impredecible. Aun así, Go'el puso su mano sobre la de Oromë.
-El tratamiento es sencillo, pero difícil. El cuerpo de Sena tiene que depurarse. Yo le administraré unos medicamentos para que lo haga más deprisa y me turnare con Gali para que no pase hambre.
-Mama. -La joven vampiresa miró seriamente a su tutora. -Tenemos que hacer esto. Nos curaremos las dos. Yo no me pondré mala y tú volverás a estar fuerte. Hay que hacer caso a tío Go'el.
Go'el
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Re: Con voz gentil clama mi nombre [Privado - Go'el] [CERRADO]
Era como despertar de una pesadilla, la mas horrible y asquerosa que jamas se imaginaría tener. ¿Ella lastimaba a su niña? No, tenía que ser mentira, era improbable. El objeto era para sanar... pero su anaia no le mentiría. ¿O si?. Soltó el rostro de Sena y se enderezó en la mesa sin decir una palabra.
El plato frente a la dragona ahora lucía como veneno, su vista se volvía negra en los bordes y le costaba respirar. Sentía nauseas y eso complicaba aún más su respiración. Le costaba llevar una lista exacta de todo lo que le aquejaba en esos momentos: desde su garganta apretada, hasta el hecho de que todo parecía dar vueltas. -No... puede... ser...cierto- Dijo a nadie y a todos a la vez.
Apretó los puños, y clavo sus uñas en las palmas y el dolor le trajo algo de paz y calma. -¿Como lo sabes? Se supone que debe curarla, es lo que hace el objeto. ¿Como puedes saber más que yo o Sena al respecto? No lo entiendo... Yo no...- Se cubrió el rostro, confusa de todo y todos. Aquello que creía saber se le escapaba como el agua entre los dedos. Ya no estaba segura de nada y odiaba la idea de tener que empezar de cero a aprender sobre ella misma.
Una parte de ella quiso centrarse en planear ideas, opciones, curar más gente y ahogarse en la sangre y partes de otros para descubrir bien el funcionamiento de este, pero no tenía idea de nada, estaba en blanco, salvo por una cosa, algo muy básico de como funcionaba su maldición... -Dar para recibir, ella no da nada solo recibe. La llama es una maldita egoísta codiciosa- Se rindió y todo su pesar le hundió los hombros y el animo.
Observó, al borde del llanto, a la pequeña vampiro y le dio un fuerte abrazo, besó su frente y sus mejillas y miró a su primo con decisión. -De acuerdo, hagamoslo. Y también quiero que hagas algo por mi anaia. Quiero que me revises, que experimentes o lo que sea necesario y ver si descubrimos algo al respecto que nadie sepa- Había una extraña fortaleza que nacía de la rabia y el miedo por estar básicamente envenenando a su niña, pero no importaba eso. Si sufría, si gritaba, lloraba o terminaba marcando su cuerpo de por vida, Oromë lo soportaría.
El plato frente a la dragona ahora lucía como veneno, su vista se volvía negra en los bordes y le costaba respirar. Sentía nauseas y eso complicaba aún más su respiración. Le costaba llevar una lista exacta de todo lo que le aquejaba en esos momentos: desde su garganta apretada, hasta el hecho de que todo parecía dar vueltas. -No... puede... ser...cierto- Dijo a nadie y a todos a la vez.
Apretó los puños, y clavo sus uñas en las palmas y el dolor le trajo algo de paz y calma. -¿Como lo sabes? Se supone que debe curarla, es lo que hace el objeto. ¿Como puedes saber más que yo o Sena al respecto? No lo entiendo... Yo no...- Se cubrió el rostro, confusa de todo y todos. Aquello que creía saber se le escapaba como el agua entre los dedos. Ya no estaba segura de nada y odiaba la idea de tener que empezar de cero a aprender sobre ella misma.
Una parte de ella quiso centrarse en planear ideas, opciones, curar más gente y ahogarse en la sangre y partes de otros para descubrir bien el funcionamiento de este, pero no tenía idea de nada, estaba en blanco, salvo por una cosa, algo muy básico de como funcionaba su maldición... -Dar para recibir, ella no da nada solo recibe. La llama es una maldita egoísta codiciosa- Se rindió y todo su pesar le hundió los hombros y el animo.
Observó, al borde del llanto, a la pequeña vampiro y le dio un fuerte abrazo, besó su frente y sus mejillas y miró a su primo con decisión. -De acuerdo, hagamoslo. Y también quiero que hagas algo por mi anaia. Quiero que me revises, que experimentes o lo que sea necesario y ver si descubrimos algo al respecto que nadie sepa- Había una extraña fortaleza que nacía de la rabia y el miedo por estar básicamente envenenando a su niña, pero no importaba eso. Si sufría, si gritaba, lloraba o terminaba marcando su cuerpo de por vida, Oromë lo soportaría.
Oromë Vánadóttir
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Re: Con voz gentil clama mi nombre [Privado - Go'el] [CERRADO]
-Eso es por...
Go'el no terminó la frase, podría haberlo hecho, pero no lo hizo. Aquella mujer rota y desconsolada no era cualquier paciente, era su prima, su sangre. Tenía las respuestas, pero no era eso lo que ella quería. No necesitaba oír "lo sé porque soy médico", "lo sé porque Sena no tiene nada que curar. Nunca estuvo enferma".
-Todo saldrá bien arreba. -Las palabras salieron con un matiz cariñoso de los labios del galeno, abrazó a su familia, a las dos, y besó el pelo de Oromë. -Cuando estamos juntos las cosas salen bien.
El dragón se quedó unos segundos manteniendo el abrazo, ellas no eran las únicas que lo necesitaban.
-De acuerdo, pero terminemos de comer. Lo vamos a necesitar.
Gali se quedó recogiendo la mesa mientras que le pedía a Sena que lavara los platos. En una mesa, colocada bajo una ventana, Go'el preparaba todo el material que necesitaría. Plantas, polvos, ungüentos, partes de animales, líquidos... había de todo y el rubia seleccionaba con precisión cada uno de los ingredientes, así como también las mediciones. Machacaba, hervía, quemaba, diluía, molía...
El proceso fue largo, se siguieron todos los puntos desde el primero hasta el último (y sin cambiar el orden, por supuesto) y el resultado fue... bueno, es Go'el de quien hablamos, no le puede salir mal nada que tenga que ver con la ciencia.
-Iloba, -El rubio llamó a la vampiresa. -Sena ven. Quiero que te tomes esto.
Su querida sobrina se acercó sin perder tiempo y miró, con curiosidad el frasco que le daba su tío.
-Con esto empezaremos el proceso para desintoxicarte. -Go'el levantó la cabeza hacia su prima. -Sería mejor que esperaras fuera arreba.
Sena olfateaba el frasco al tiempo que el doctor miraba a su madre.
-No le va a pasar nada malo, pero el proceso es... crudo. Sena espera un segundo, no te lo bebas todavía. Prima sal afuera conmigo, será solo un momento.
El rubio se levantó hasta la puerta y espero a la dragona.
-No quería explicarlo delante de la niña, si sabe lo que pasara puede que no quiera hacerlo. -Go'el se apoyó en la pared de la casa. -Va a sufrir vómitos, defecaciones... todo lo que tenga que ver con expulsiones. -Suspiró. -El problema está en su sangre, pero no tenemos vampiros cerca para hacer transfusiones y a fin de cuenta la sangre es su alimento así que primero debe... digerirlo, por decirlo así. Voy a purgar su cuerpo para que elimine cualquier rastro que quede de tu sangre en los intestinos, riñones y demás órganos. Después de eso descansar hasta que su cuerpo se haya estabilizado y entonces Gali y yo comenzaremos a alimentarla. Lo haremos todos los días, varias veces. La idea es que este siempre llena para que la sangre nueva limpie la vieja, pero durante ese proceso ella querrá tu sangre.
El dragón dejó de apoyarse y encaró, con mirada seria, a su prima.
-Arreba esto es extremadamente importante. Jamás puedes darle tu sangre, ¿entiendes? nunca. No importa si se está muriendo de hambre, no puedes hacerlo. Si lo haces volverá a la situación que ves ahora, no... Seguramente será peor. Nosotros haremos guardia, siempre tendrás a alguno de los dos despiertos, pero por nada del mundo puede morderte. Y créeme, querrá morderte. Aprovechará cualquier descuido para hacerlo. Espero no tener que separaros durante el proceso, es pequeña así que jugamos con la ventaja del tamaño corporal, pero si la situación no mejora me la tendré que llevar conmigo hasta que este sana.
Go'el se quedó en silencio durante unos minutos, dejando que su primera digiriera la situación y escuchando lo que tuviera que decirle.
-Vuelvo a dentro, si quieres puedes entrar, pero no me pidas que pare el proceso, porque no lo hare.
Go'el no terminó la frase, podría haberlo hecho, pero no lo hizo. Aquella mujer rota y desconsolada no era cualquier paciente, era su prima, su sangre. Tenía las respuestas, pero no era eso lo que ella quería. No necesitaba oír "lo sé porque soy médico", "lo sé porque Sena no tiene nada que curar. Nunca estuvo enferma".
-Todo saldrá bien arreba. -Las palabras salieron con un matiz cariñoso de los labios del galeno, abrazó a su familia, a las dos, y besó el pelo de Oromë. -Cuando estamos juntos las cosas salen bien.
El dragón se quedó unos segundos manteniendo el abrazo, ellas no eran las únicas que lo necesitaban.
-De acuerdo, pero terminemos de comer. Lo vamos a necesitar.
Gali se quedó recogiendo la mesa mientras que le pedía a Sena que lavara los platos. En una mesa, colocada bajo una ventana, Go'el preparaba todo el material que necesitaría. Plantas, polvos, ungüentos, partes de animales, líquidos... había de todo y el rubia seleccionaba con precisión cada uno de los ingredientes, así como también las mediciones. Machacaba, hervía, quemaba, diluía, molía...
El proceso fue largo, se siguieron todos los puntos desde el primero hasta el último (y sin cambiar el orden, por supuesto) y el resultado fue... bueno, es Go'el de quien hablamos, no le puede salir mal nada que tenga que ver con la ciencia.
-Iloba, -El rubio llamó a la vampiresa. -Sena ven. Quiero que te tomes esto.
Su querida sobrina se acercó sin perder tiempo y miró, con curiosidad el frasco que le daba su tío.
-Con esto empezaremos el proceso para desintoxicarte. -Go'el levantó la cabeza hacia su prima. -Sería mejor que esperaras fuera arreba.
Sena olfateaba el frasco al tiempo que el doctor miraba a su madre.
-No le va a pasar nada malo, pero el proceso es... crudo. Sena espera un segundo, no te lo bebas todavía. Prima sal afuera conmigo, será solo un momento.
El rubio se levantó hasta la puerta y espero a la dragona.
-No quería explicarlo delante de la niña, si sabe lo que pasara puede que no quiera hacerlo. -Go'el se apoyó en la pared de la casa. -Va a sufrir vómitos, defecaciones... todo lo que tenga que ver con expulsiones. -Suspiró. -El problema está en su sangre, pero no tenemos vampiros cerca para hacer transfusiones y a fin de cuenta la sangre es su alimento así que primero debe... digerirlo, por decirlo así. Voy a purgar su cuerpo para que elimine cualquier rastro que quede de tu sangre en los intestinos, riñones y demás órganos. Después de eso descansar hasta que su cuerpo se haya estabilizado y entonces Gali y yo comenzaremos a alimentarla. Lo haremos todos los días, varias veces. La idea es que este siempre llena para que la sangre nueva limpie la vieja, pero durante ese proceso ella querrá tu sangre.
El dragón dejó de apoyarse y encaró, con mirada seria, a su prima.
-Arreba esto es extremadamente importante. Jamás puedes darle tu sangre, ¿entiendes? nunca. No importa si se está muriendo de hambre, no puedes hacerlo. Si lo haces volverá a la situación que ves ahora, no... Seguramente será peor. Nosotros haremos guardia, siempre tendrás a alguno de los dos despiertos, pero por nada del mundo puede morderte. Y créeme, querrá morderte. Aprovechará cualquier descuido para hacerlo. Espero no tener que separaros durante el proceso, es pequeña así que jugamos con la ventaja del tamaño corporal, pero si la situación no mejora me la tendré que llevar conmigo hasta que este sana.
Go'el se quedó en silencio durante unos minutos, dejando que su primera digiriera la situación y escuchando lo que tuviera que decirle.
-Vuelvo a dentro, si quieres puedes entrar, pero no me pidas que pare el proceso, porque no lo hare.
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Re: Con voz gentil clama mi nombre [Privado - Go'el] [CERRADO]
"Tienes que respirar" Se dijo a si misma, mientras inspiraba y exhalaba de forma trémula. Se había apagado a si misma y todo lo que hacía y se decía eran ordenes sin la menor pizca de autocompación. Se sentía como un bio, sin decisión ni razón, no existía. Solo era.
No comió más que apenas unos pocos bocados; era como tragar arena y tampoco le importó las miradas preocupadas de su familia.
Se levantó de la silla y se quedó parada frente a la ventana todo el tiempo que su primo preparaba la medicina, apenas si se movió del lugar mientras repetía como una letanía. "Respira, respira".
"Tienes una orden, hazla", y siguió a su primo fuera de la casa. No lograba fijar su vista en la de él, por alguna razón estaba aterrada de ello y no recordaba bien el porque. "¿Qué hace aquí? ¿Qué veníamos a hacer?"
¿Como podría explicarle que no lo entendía? Se suponía que no debían estar allí, era peligroso y era importante mantener un bajo perfil. -Yo...- Dijo pero no se le ocurrió que seguía y volvió a cerrarse como una caja fuerte.
-Me quedaré aquí- Vio a Sena del otro lado de la ventana hablando con Gali y tuvo un momento de claridad lo suficientemente fuerte que la mantuvo atenta. -Empeoraría las cosas si entro- Se alejó de la puerta y le dio la espalda a su primo, ignorando si este había regresado dentro o no, caminó hacia los arboles y dejó que sus uñas rascaran la corteza, con fuerza. Cuando vio rojo se dio cuenta que no se había molestado en cambiar sus uñas por garras y ahora las tenía todas rotas, la piel alrededor cortadas y con astillas. Se sintió un poco mejor pero no era suficiente.
-Se siente igual... a aquellas vez.- Se dejó caer sobre sus rodillas y se miró las manos, escuchó algo parecido a gritos y no estaba segura si eran provenientes de la casa o de sus propios recuerdos. Sus propios gritos, tan jóvenes y tan desgarradores. Cubrió sus oídos con ambas manos y plantó la frente en el suelo. -No lo es, no lo es-Temblaba de forma incontrolable al detonar sus mas grandes miedos, pero no se hundiría en un dolor antiguo, enterrado hace años en lo profundo de su alma, regresaría de ello y viviría, se lo había prometido así.
Se levantó del suelo y con paso tambaleante entró a la casa y se sentó en la silla más cercana, con la vista fija en Sena. -Estoy bien- Dijo a nadie en particular, sabiendo que miraban su apariencia. Trató de cerrar sus sentimientos al ver como la pequeña vampiro sufría y no había nada que pudiera hacer salvo empeorarlo si se metía en medio. Oromë recordaba cada duro momento que tuvo que pasar en su vida, y este era uno de esos. "¿Esto es todo lo que haré jamas?¿Apretar los puños, morderme la lengua y ver a aquellos que amo sufrir?"
No comió más que apenas unos pocos bocados; era como tragar arena y tampoco le importó las miradas preocupadas de su familia.
Se levantó de la silla y se quedó parada frente a la ventana todo el tiempo que su primo preparaba la medicina, apenas si se movió del lugar mientras repetía como una letanía. "Respira, respira".
"Tienes una orden, hazla", y siguió a su primo fuera de la casa. No lograba fijar su vista en la de él, por alguna razón estaba aterrada de ello y no recordaba bien el porque. "¿Qué hace aquí? ¿Qué veníamos a hacer?"
¿Como podría explicarle que no lo entendía? Se suponía que no debían estar allí, era peligroso y era importante mantener un bajo perfil. -Yo...- Dijo pero no se le ocurrió que seguía y volvió a cerrarse como una caja fuerte.
-Me quedaré aquí- Vio a Sena del otro lado de la ventana hablando con Gali y tuvo un momento de claridad lo suficientemente fuerte que la mantuvo atenta. -Empeoraría las cosas si entro- Se alejó de la puerta y le dio la espalda a su primo, ignorando si este había regresado dentro o no, caminó hacia los arboles y dejó que sus uñas rascaran la corteza, con fuerza. Cuando vio rojo se dio cuenta que no se había molestado en cambiar sus uñas por garras y ahora las tenía todas rotas, la piel alrededor cortadas y con astillas. Se sintió un poco mejor pero no era suficiente.
-Se siente igual... a aquellas vez.- Se dejó caer sobre sus rodillas y se miró las manos, escuchó algo parecido a gritos y no estaba segura si eran provenientes de la casa o de sus propios recuerdos. Sus propios gritos, tan jóvenes y tan desgarradores. Cubrió sus oídos con ambas manos y plantó la frente en el suelo. -No lo es, no lo es-Temblaba de forma incontrolable al detonar sus mas grandes miedos, pero no se hundiría en un dolor antiguo, enterrado hace años en lo profundo de su alma, regresaría de ello y viviría, se lo había prometido así.
Se levantó del suelo y con paso tambaleante entró a la casa y se sentó en la silla más cercana, con la vista fija en Sena. -Estoy bien- Dijo a nadie en particular, sabiendo que miraban su apariencia. Trató de cerrar sus sentimientos al ver como la pequeña vampiro sufría y no había nada que pudiera hacer salvo empeorarlo si se metía en medio. Oromë recordaba cada duro momento que tuvo que pasar en su vida, y este era uno de esos. "¿Esto es todo lo que haré jamas?¿Apretar los puños, morderme la lengua y ver a aquellos que amo sufrir?"
Oromë Vánadóttir
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Re: Con voz gentil clama mi nombre [Privado - Go'el] [CERRADO]
-Gali, ¿lo tienes todo preparado?
El grandullón asintió.
En la mesa, donde antes comían, ahora había varias palanganas, una de ella estaba llena de agua fresca, el resto estaban vacías. Junto a las patas de la mesa varios cubos, donde también había algunos llenos de agua. El monje había cogido todas las sabanas de la casa, con excepción de las de la cama de Oromë, y las tenía extendidas una encima de otra sobre el suelo junto a la chimenea.
-Ven, Sena.
Go'el llamó a su paciente y esta obedeció y lo siguió hasta las sabanas.
-Necesito que te quites la ropa, ¿podrás hacerlo?
La vampiresa asintió con pudor y se sacó las prendas.
-Bien, ya puedes beber la medicina, pero... -El rubio miró a su sobrina con el corazón encogido. -Quiero que sepas que tu tío te quiere mucho y que hace esto para que te puedas curar. ¿Lo entiendes?
-Sí, tío Go. Lo entiendo. -La muchacha abrazó al doctor antes de beberse el frasco. -Gracias por cuidarnos. A mama, a mí y a todos los que te encuentras. Eres una buena persona tío Go'el.
Go'el correspondió el abrazo, con fuerza y mordiéndose el labio para retener las lágrimas que amenazaban con formarse en sus ojos.
La niña lloró, tosió, gritó, pidió perdón y se olvidó del amor de su tío. Sena solo sentía dolor e incomprensión, entendía porque sucedía, pero no entendía porque tenía que suceder de esa forma.
Los cubos y palanganas se fueron llenando, las sabanas se mancharon y el olor en la casa se malogró; agrio, acido, descompuesto...
Gali vaciaba los recipientes tirando el contenido por la ventana más cercana, no había tiempo para salir de la casa y lavar los baldes.
-Gali, coge gasas, desinfectante, tijeras y cúrale las manos a la estúpida de mi prima.
Go'el tenía a Sena entre sus brazos cuando la dragona se sentó en la silla. No había odio en las palabras del galeno, pero si reproche.
-y lávate antes de tocar nada.
Gali asintió y sin decir nada cumplió las órdenes de su amigo.
-Esto es difícil para todos, Oromë. -Susurró el moreno cuando se arrodilló junto a la mujer. -Cada uno aguanta de la mejor forma que sabe, pero te pido que no te lesiones en vano. Go'el ya tiene suficiente. Tú mejor que nadie deberías saber cómo se siente.
Gali curó las uñas mientras hablaba, las cortó con cuidado hasta dejarlas sanas y las limpio de astillas.
-Recomponte y lucha, como siempre has hecho. Ya tendrás tiempo de desmoronarte cuando tu hija este dormida. Eres su ejemplo, debes darle valor cuando su mundo se tambalea.
El grandullón asintió.
En la mesa, donde antes comían, ahora había varias palanganas, una de ella estaba llena de agua fresca, el resto estaban vacías. Junto a las patas de la mesa varios cubos, donde también había algunos llenos de agua. El monje había cogido todas las sabanas de la casa, con excepción de las de la cama de Oromë, y las tenía extendidas una encima de otra sobre el suelo junto a la chimenea.
-Ven, Sena.
Go'el llamó a su paciente y esta obedeció y lo siguió hasta las sabanas.
-Necesito que te quites la ropa, ¿podrás hacerlo?
La vampiresa asintió con pudor y se sacó las prendas.
-Bien, ya puedes beber la medicina, pero... -El rubio miró a su sobrina con el corazón encogido. -Quiero que sepas que tu tío te quiere mucho y que hace esto para que te puedas curar. ¿Lo entiendes?
-Sí, tío Go. Lo entiendo. -La muchacha abrazó al doctor antes de beberse el frasco. -Gracias por cuidarnos. A mama, a mí y a todos los que te encuentras. Eres una buena persona tío Go'el.
Go'el correspondió el abrazo, con fuerza y mordiéndose el labio para retener las lágrimas que amenazaban con formarse en sus ojos.
La niña lloró, tosió, gritó, pidió perdón y se olvidó del amor de su tío. Sena solo sentía dolor e incomprensión, entendía porque sucedía, pero no entendía porque tenía que suceder de esa forma.
Los cubos y palanganas se fueron llenando, las sabanas se mancharon y el olor en la casa se malogró; agrio, acido, descompuesto...
Gali vaciaba los recipientes tirando el contenido por la ventana más cercana, no había tiempo para salir de la casa y lavar los baldes.
-Gali, coge gasas, desinfectante, tijeras y cúrale las manos a la estúpida de mi prima.
Go'el tenía a Sena entre sus brazos cuando la dragona se sentó en la silla. No había odio en las palabras del galeno, pero si reproche.
-y lávate antes de tocar nada.
Gali asintió y sin decir nada cumplió las órdenes de su amigo.
-Esto es difícil para todos, Oromë. -Susurró el moreno cuando se arrodilló junto a la mujer. -Cada uno aguanta de la mejor forma que sabe, pero te pido que no te lesiones en vano. Go'el ya tiene suficiente. Tú mejor que nadie deberías saber cómo se siente.
Gali curó las uñas mientras hablaba, las cortó con cuidado hasta dejarlas sanas y las limpio de astillas.
-Recomponte y lucha, como siempre has hecho. Ya tendrás tiempo de desmoronarte cuando tu hija este dormida. Eres su ejemplo, debes darle valor cuando su mundo se tambalea.
Go'el
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Re: Con voz gentil clama mi nombre [Privado - Go'el] [CERRADO]
Era como una roca, al menos por fuera, mientras miraba como Sena sufría, incapaz de hacer nada. Por dentro era totalmente lo opuesto, podía sentir en cada musculo de su propio cuerpo lo que sucedía con la niña y carecía de una explicación detallada de cuan horrible era.
De alguna forma había logrado mantener su trasero anclado a la silla; temía que si se acercaba lo primero que la vampiro haría sería el morderla y todo el esfuerzo sería en vano.
Los ojos de Sena a veces se encontraban con los de ellas, solo instantes demasiado cortos para medirse y Oromë deseaba que leyera sus pensamientos. "Tu puedes hacerlo". Creía fervientemente que la pequeña lo lograría, pero no estaba segura de que ella misma saldría entera de esa habitación. El dolor al romperse huesos y músculos para reformarlos que sufrían los dragones al cambiar de forma no se compararía al tipo de ablación que estaba comenzando a padecer internamente. Y no eran sus órganos, era su propio sentido de ser, lo que la hacía ser Oromë, lo que desvanecía.
Gali tomó sus manos y no sintió nada de dolor en ellas mientras las trataba. Había lagrimas surcando el rostro de la dragona, caían como una cascada que fluía rabiosa y sin control. -No puedo...- Su voz no era más que un susurro, admitir que no lograba contenerse ni reponerse a si misma era algo extraño en ella. Nunca había llegado tan lejos como para sentirse de esa manera, tan inútil y poco importante. -Quiero, créeme, ella ha pasado por mucho incluso antes de conocernos y todo lo que estoy logrando es hacerle peor.- Se hundió más en la silla, los alaridos de Sena la hacían temblar cada vez mas. Estaba de regreso en aquel mundo muy en el fondo de su mente que le ayudaba a ignorar el dolor. Temía que si se dejaba llevar aunque fuera un poco por todo su dolor y su odio a si misma, perdería la calma y la magia la haría cambiar. Oromë estaba acostumbrada a no forzar el cambio a menos que se sintiera en peligro y ahora se sentía de esa manera. Y no estaba funcionando.
No le importaba el olor que abrumaba el cuarto, ni el pasar de las horas cada vez mas largas, tampoco el entumecimiento de su cuerpo al quedarse en una misma posición. Estiraba y fruncía los dedos de su mano tratando de calmarse, pestañeaba con fuerza cuando su vista parecía cambiar a una más detallada, sentía los pinchazos de sus colmillos en la lengua y sus mejillas y Gali no dejaba de mirarla como si fuera un animal de circo. -Deja de mirarme Gali, me desconcentras y haré algo horrible. Ve a ayudar a mi primo y a mi hija- Su voz estaba distorsionada, el luchar contra el impulso era más doloroso que dejarla ser pero era mejor distracción.
De alguna forma había logrado mantener su trasero anclado a la silla; temía que si se acercaba lo primero que la vampiro haría sería el morderla y todo el esfuerzo sería en vano.
Los ojos de Sena a veces se encontraban con los de ellas, solo instantes demasiado cortos para medirse y Oromë deseaba que leyera sus pensamientos. "Tu puedes hacerlo". Creía fervientemente que la pequeña lo lograría, pero no estaba segura de que ella misma saldría entera de esa habitación. El dolor al romperse huesos y músculos para reformarlos que sufrían los dragones al cambiar de forma no se compararía al tipo de ablación que estaba comenzando a padecer internamente. Y no eran sus órganos, era su propio sentido de ser, lo que la hacía ser Oromë, lo que desvanecía.
Gali tomó sus manos y no sintió nada de dolor en ellas mientras las trataba. Había lagrimas surcando el rostro de la dragona, caían como una cascada que fluía rabiosa y sin control. -No puedo...- Su voz no era más que un susurro, admitir que no lograba contenerse ni reponerse a si misma era algo extraño en ella. Nunca había llegado tan lejos como para sentirse de esa manera, tan inútil y poco importante. -Quiero, créeme, ella ha pasado por mucho incluso antes de conocernos y todo lo que estoy logrando es hacerle peor.- Se hundió más en la silla, los alaridos de Sena la hacían temblar cada vez mas. Estaba de regreso en aquel mundo muy en el fondo de su mente que le ayudaba a ignorar el dolor. Temía que si se dejaba llevar aunque fuera un poco por todo su dolor y su odio a si misma, perdería la calma y la magia la haría cambiar. Oromë estaba acostumbrada a no forzar el cambio a menos que se sintiera en peligro y ahora se sentía de esa manera. Y no estaba funcionando.
No le importaba el olor que abrumaba el cuarto, ni el pasar de las horas cada vez mas largas, tampoco el entumecimiento de su cuerpo al quedarse en una misma posición. Estiraba y fruncía los dedos de su mano tratando de calmarse, pestañeaba con fuerza cuando su vista parecía cambiar a una más detallada, sentía los pinchazos de sus colmillos en la lengua y sus mejillas y Gali no dejaba de mirarla como si fuera un animal de circo. -Deja de mirarme Gali, me desconcentras y haré algo horrible. Ve a ayudar a mi primo y a mi hija- Su voz estaba distorsionada, el luchar contra el impulso era más doloroso que dejarla ser pero era mejor distracción.
Oromë Vánadóttir
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Re: Con voz gentil clama mi nombre [Privado - Go'el] [CERRADO]
Con el paso de las horas la niña acabo desfalleciendo de cansancio, Go'el siguió a su lado hasta haberla limpiado por completo y luego la llevó a la cama, le caricia el cabello y besó su frente con una sonrisa amarga.
-Gali saca todas las sabanas y quémalas.
El rubio se encontraba abriendo la puerta de la casa cuando el monje asintió. Había abierto todas las ventas para despejar el ambiente, pero no era suficiente. Tampoco saldría fuera, el cambio de ambiente sería tan drástico que no podría volver al interior de la casa hasta que se hubiera aireado.
Go'el se acercó a su prima, ahora estaban solos, se arrodilló, apoyó la frente en los muslos de la mujer y lloró. Lloró aguantando las ganas de gritar como si fuera un niño, lloró con lágrimas gruesas y gemidos ahogados.
-Arreba... no me vuelvas a pedir que haga esto. Yo... es solo una niña.
Pero ese no era todo el problema, porque Sena seguiría siendo una niña toda su vida. Su mente maduraría, sí, pero su cuerpo seguiría siendo el mismo, al igual que sus gritos y sus llantos.
Pese a sus palabras el galeno sabía que, si su sobrina lo necesitaba, volvería a ayudarla. No importaba el sufrimiento del rubio, si su familia lo necesitaba el acudiría.
No sabría deciros cuento tiempo estuvo llorando el científico, lo que si os puedo decir es que cuando la casa dejó de oler mal él aún tenía los ojos rojos.
-Necesitamos descansar, todos. -Go'el se levantó. -Gali se quedara con Sena, tú te tomaras la medicina que te hice y así dormirás sin tener pesadillas. He diluido la formula, cuando despiertes habrán pasado menos de veinticuatro horas. Arreba... -El rubio le extendió la mano. -vamos.
-Gali saca todas las sabanas y quémalas.
El rubio se encontraba abriendo la puerta de la casa cuando el monje asintió. Había abierto todas las ventas para despejar el ambiente, pero no era suficiente. Tampoco saldría fuera, el cambio de ambiente sería tan drástico que no podría volver al interior de la casa hasta que se hubiera aireado.
Go'el se acercó a su prima, ahora estaban solos, se arrodilló, apoyó la frente en los muslos de la mujer y lloró. Lloró aguantando las ganas de gritar como si fuera un niño, lloró con lágrimas gruesas y gemidos ahogados.
-Arreba... no me vuelvas a pedir que haga esto. Yo... es solo una niña.
Pero ese no era todo el problema, porque Sena seguiría siendo una niña toda su vida. Su mente maduraría, sí, pero su cuerpo seguiría siendo el mismo, al igual que sus gritos y sus llantos.
Pese a sus palabras el galeno sabía que, si su sobrina lo necesitaba, volvería a ayudarla. No importaba el sufrimiento del rubio, si su familia lo necesitaba el acudiría.
No sabría deciros cuento tiempo estuvo llorando el científico, lo que si os puedo decir es que cuando la casa dejó de oler mal él aún tenía los ojos rojos.
-Necesitamos descansar, todos. -Go'el se levantó. -Gali se quedara con Sena, tú te tomaras la medicina que te hice y así dormirás sin tener pesadillas. He diluido la formula, cuando despiertes habrán pasado menos de veinticuatro horas. Arreba... -El rubio le extendió la mano. -vamos.
Go'el
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Re: Con voz gentil clama mi nombre [Privado - Go'el] [CERRADO]
Oromë no dejaba de derramar lagrimas silenciosas. Sus ojos quemaban y le costaba poder ver bien, ademas de lo hinchados que se encontraban, aún así no se detuvo de llorar.
Se sentía rota por dentro, lamentándose y culpándose por lo que había ocasionado a su familia.
Cuando su primo se acercó a ella y comenzó a llorar, la dragona sintió como algo en lo más profundo de su ser se quebraba. -Lo siento- Susurró mientras acariciaba el cabello de Go'el, apoyaba su frente en él y acompañaba sus lamentos con la misma intesidad. -Lo siento, lo siento, lo siento...- A Oromë le costaba recordar cuando había sido la ultima vez que había llorado tanto... Mentira, si lo recordaba y deseaba olvidarlo, pero era algo que estaba grabado a fuego dentro de ella sin importar cuanto intentara encontrar un lugar donde esconderse de aquellos recuerdos tan adorados y a la vez tan dolorosos.
Sabía mejor que nadie que Sena se quedaría así toda la existencia y que no estarían allí para protegerla. En parte la albina pensaba que era un chiste de mal gusto de parte de los Dioses, al darle una nueva oportunidad de ser madre y luego descubrir que esta criatura sería eterna en comparación a... "Basta".
La mujer se levantó del asiento y se acercó a la pequeña vampiro. Acarició su cabello suavemente y planto un besó en su sien. -Todo será mejor a partir de ahora, te lo prometo- Le tomaría tiempo pero Oromë jamas rompía sus promesas.
Tomo la mano de su anaia y lo miró a los ojos con la tristeza aun pegada en cada espacio de su rostro. -¿Es mi castigo? Que todo lo que amó sufra o lo pierda por culpa de las decisiones que he tomado desde que... - Se atoró en las palabras, ese era su mayor secreto mejor guardado y no iba a ventilarlo ahora a su primo. Era su carga para llevar y no la de él. -Olvídalo- Concluyó y tomó la nueva medicina que su primo le tendía, esperando el efecto, a pesar de que no deseaba cerrar los ojos.
Se sentía rota por dentro, lamentándose y culpándose por lo que había ocasionado a su familia.
Cuando su primo se acercó a ella y comenzó a llorar, la dragona sintió como algo en lo más profundo de su ser se quebraba. -Lo siento- Susurró mientras acariciaba el cabello de Go'el, apoyaba su frente en él y acompañaba sus lamentos con la misma intesidad. -Lo siento, lo siento, lo siento...- A Oromë le costaba recordar cuando había sido la ultima vez que había llorado tanto... Mentira, si lo recordaba y deseaba olvidarlo, pero era algo que estaba grabado a fuego dentro de ella sin importar cuanto intentara encontrar un lugar donde esconderse de aquellos recuerdos tan adorados y a la vez tan dolorosos.
Sabía mejor que nadie que Sena se quedaría así toda la existencia y que no estarían allí para protegerla. En parte la albina pensaba que era un chiste de mal gusto de parte de los Dioses, al darle una nueva oportunidad de ser madre y luego descubrir que esta criatura sería eterna en comparación a... "Basta".
La mujer se levantó del asiento y se acercó a la pequeña vampiro. Acarició su cabello suavemente y planto un besó en su sien. -Todo será mejor a partir de ahora, te lo prometo- Le tomaría tiempo pero Oromë jamas rompía sus promesas.
Tomo la mano de su anaia y lo miró a los ojos con la tristeza aun pegada en cada espacio de su rostro. -¿Es mi castigo? Que todo lo que amó sufra o lo pierda por culpa de las decisiones que he tomado desde que... - Se atoró en las palabras, ese era su mayor secreto mejor guardado y no iba a ventilarlo ahora a su primo. Era su carga para llevar y no la de él. -Olvídalo- Concluyó y tomó la nueva medicina que su primo le tendía, esperando el efecto, a pesar de que no deseaba cerrar los ojos.
Oromë Vánadóttir
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Re: Con voz gentil clama mi nombre [Privado - Go'el] [CERRADO]
Go'el se quedó mirando a su prima, ya no tenía fuerzas ni ganas de ser el galeno engreído y egoísta. Suspiró cansado, ni siquiera tenía ánimos para advertirle a Oromë que sería mejor que mantuviera una distancia de seguridad con Sena.
-No, claro que no. -El rubio acaricio el brazo de la mujer. -Deja de echarte la culpa de todo, Arreba. No puedes controlar todo lo que pasa a tu alrededor ni tener todo el conocimiento del mundo.
Go'el no volvió a insistir sobre el tema, se quedó sentando en el borde de la cama, esperando a que la albina se durmiera, viendo de lejos como Gali se metía en la cama de su sobrina y la acunaba entre sus brazos.
Los días, o mejor dicho noches, siguientes fueron un sin vivir tanto mental como físicamente. La niña lloraba y pataleaba, se enfadaba y atacaba, cualquier cosa era buena para conseguir la sangre de su madre. Cuando Sena se calmaba se disculpaba con todos, bebía la sangre de Go'el o Gali y tomaba la medicación que ayudaba a mantenerla relajada.
Claro que tampoco podemos olvidar las charlas adultas donde el trio de dragones discutía, lloraba y peleaba... bueno en realidad eso lo hacían Oromë y Go'el, Gali se dedicaba a hacer té y aliviar tensiones sin posicionarse en ningún bando.
-No, claro que no. -El rubio acaricio el brazo de la mujer. -Deja de echarte la culpa de todo, Arreba. No puedes controlar todo lo que pasa a tu alrededor ni tener todo el conocimiento del mundo.
Go'el no volvió a insistir sobre el tema, se quedó sentando en el borde de la cama, esperando a que la albina se durmiera, viendo de lejos como Gali se metía en la cama de su sobrina y la acunaba entre sus brazos.
Los días, o mejor dicho noches, siguientes fueron un sin vivir tanto mental como físicamente. La niña lloraba y pataleaba, se enfadaba y atacaba, cualquier cosa era buena para conseguir la sangre de su madre. Cuando Sena se calmaba se disculpaba con todos, bebía la sangre de Go'el o Gali y tomaba la medicación que ayudaba a mantenerla relajada.
Claro que tampoco podemos olvidar las charlas adultas donde el trio de dragones discutía, lloraba y peleaba... bueno en realidad eso lo hacían Oromë y Go'el, Gali se dedicaba a hacer té y aliviar tensiones sin posicionarse en ningún bando.
Go'el
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