Dime la verdad [Privado] [Cerrado]
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Dime la verdad [Privado] [Cerrado]
Había dicho que sería su último recurso, y no mentía. Matthew Owens estaba parado frente al portón de entrada de la gran casa que pertenecía a sus suegros, el lugar donde Eyre había nacido y crecido. En el pasado podría haberse sentido algo más intimidado, pero actualmente su casa no tenía nada que envidiarle a la de los Hochgrevink. En realidad, hasta consideraba que la suya era mucho más bonita.
De todos modos, el estafador no se sentía cómodo dando ese paso, para bien o para mal tenía que admitir que se sentía en territorio enemigo. Era la primera vez que los visitaba, por lo que era un ambiente desconocido, y además, todos allí adentro estarían enojados con él por haberle hecho daño a Eyre. Ya podía imaginarse a sus suegros observándolo con desprecio, a los sirvientes ignorándolo y a los cocineros... Sería mejor que no comiera ni bebiera nada mientras estuviera allí.
Un camino hecho con piedras zigzagueaba por el jardín hasta llegar a la puerta principal de la mansión. A los costados podían verse flores y plantas varias, todas puestas prolijamente para crear figuras hermosas, Matthew se preguntó por un instante sí a la Madre de Eyre también le gustaría cuidar de ellas, o sí la muchacha lo habría aprendido de alguien más.
No había tenido demasiado tiempo para prepararse, pero en las pocas horas con las que había contado, Owens pensó en distintas alternativas, como por ejemplo llegar en un carruaje ostentoso, con muchos caballos y sirvientes alquilados. Otra opción era tener un aspecto lamentable que facilitara el trámite de conseguir el perdón. Pero no, ninguno de esos trucos funcionarían con Eyre, ella había vivido con el Virrey durante muchos meses, y ya conocía sus estrategias.
Así que al final se había comprado una ropa bonita, pero sin exagerar, y un caballo, ya que la casa quedaba a las afueras de la ciudad.
Cuando llegó a la puerta principal lo esperaban un paje y una señora muy mayor, el joven agarró las riendas del caballo, y la anciana le hizo una señal para que la siga. Todo había sido preparado, mientras caminaban por la mansión Matt no se cruzó a ninguna otra persona, siquiera a los padres de Eyre. Al principio creía que lo iban a llevar a alguna sala de estar o cuarto para recibir a las visitas, pero pasaron de largo por todas esas habitaciones y comenzaron a subir una escalera hasta llegar a lo alto de una torre.
Había una sola puerta al final de la escalinata, la anciana tocó pero solo a modo de aviso, porque abrió antes de recibir una respuesta. Adentro estaba Eyre, Matthew supuso que desde esa altura podría haber notado su llegada incluso antes de que cruzara el portón principal.
El Humano respiró profundo y mientras soltaba el aire dijo:
-Eyre... - Sonaba hermoso, solo decía su nombre en voz alta cuando estaba presente, así que en cierto modo se sentía liberador - Aquí estoy, tal como me lo pediste - La situación entre ambos había llegado a cierto punto en el cual las palabras ya no serían suficientes para enmendarlo, Matthew tenía que hacer algo que demostrara que su arrepentimiento era sincero.
Aunque no lo fuera.
De todos modos, el estafador no se sentía cómodo dando ese paso, para bien o para mal tenía que admitir que se sentía en territorio enemigo. Era la primera vez que los visitaba, por lo que era un ambiente desconocido, y además, todos allí adentro estarían enojados con él por haberle hecho daño a Eyre. Ya podía imaginarse a sus suegros observándolo con desprecio, a los sirvientes ignorándolo y a los cocineros... Sería mejor que no comiera ni bebiera nada mientras estuviera allí.
Un camino hecho con piedras zigzagueaba por el jardín hasta llegar a la puerta principal de la mansión. A los costados podían verse flores y plantas varias, todas puestas prolijamente para crear figuras hermosas, Matthew se preguntó por un instante sí a la Madre de Eyre también le gustaría cuidar de ellas, o sí la muchacha lo habría aprendido de alguien más.
No había tenido demasiado tiempo para prepararse, pero en las pocas horas con las que había contado, Owens pensó en distintas alternativas, como por ejemplo llegar en un carruaje ostentoso, con muchos caballos y sirvientes alquilados. Otra opción era tener un aspecto lamentable que facilitara el trámite de conseguir el perdón. Pero no, ninguno de esos trucos funcionarían con Eyre, ella había vivido con el Virrey durante muchos meses, y ya conocía sus estrategias.
Así que al final se había comprado una ropa bonita, pero sin exagerar, y un caballo, ya que la casa quedaba a las afueras de la ciudad.
Cuando llegó a la puerta principal lo esperaban un paje y una señora muy mayor, el joven agarró las riendas del caballo, y la anciana le hizo una señal para que la siga. Todo había sido preparado, mientras caminaban por la mansión Matt no se cruzó a ninguna otra persona, siquiera a los padres de Eyre. Al principio creía que lo iban a llevar a alguna sala de estar o cuarto para recibir a las visitas, pero pasaron de largo por todas esas habitaciones y comenzaron a subir una escalera hasta llegar a lo alto de una torre.
Había una sola puerta al final de la escalinata, la anciana tocó pero solo a modo de aviso, porque abrió antes de recibir una respuesta. Adentro estaba Eyre, Matthew supuso que desde esa altura podría haber notado su llegada incluso antes de que cruzara el portón principal.
El Humano respiró profundo y mientras soltaba el aire dijo:
-Eyre... - Sonaba hermoso, solo decía su nombre en voz alta cuando estaba presente, así que en cierto modo se sentía liberador - Aquí estoy, tal como me lo pediste - La situación entre ambos había llegado a cierto punto en el cual las palabras ya no serían suficientes para enmendarlo, Matthew tenía que hacer algo que demostrara que su arrepentimiento era sincero.
Aunque no lo fuera.
Última edición por Matthew Owens el Lun Jun 17 2019, 04:08, editado 1 vez
Matthew Owens
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Re: Dime la verdad [Privado] [Cerrado]
-Gracias por ayudarme a traer las cosas, nana.
-¿Estás segura de que no quieres que me quede?
-Sí. Estaré bien, no te preocupes.
La anciana se despidió con un asentimiento de cabeza y salió de la habitación sin su habitual sonrisa. Eyre sabía que estaba preocupada. ¿Cómo no iba a estarlo tras ver lo que estaba haciendo? Después de todo, era una simple humana a quien la magia y sus rituales le resultaban misteriosos y desconocidos.
La habitación ya estaba preparada. Habían apartado los muebles hacia las paredes para dejar el centro de la sala octogonal libre. Allí, Eyre acababa de dibujar con sal dos grandes círculos que llegaban a superponerse unos centímetros y en cuyos puntos cardinales podían leerse distintas runas.
Además, sobre la única mesita que había cerca del dibujo, descansaban una tetera humeante y dos pequeños cuencos de arcilla.
Lo último que hizo fue encender las velas que estaban dispersas a lo largo de la habitación; quien no supiera de magia no podría identificar si eran parte del ritual, o si su único cometido era iluminar la estancia dado que los colores del atardecer ya comenzaban a teñir el horizonte. Encendida la última vela, Eyre se dirigió al ventanal y esperó, alternando la mirada entre el portón de entrada a la mansión y la hermosa silueta de Beltrexus recortándose sobre los colores del crepúsculo.
Estaba comenzando a preguntarse si vendría cuando escuchó el repiqueteo del caballo sobre el camino de piedra. Allí estaba y al verlo, su corazón, que todo el día había estado sosegado, se dio al galope. Quizás no era una buena idea. Se dio la media vuelta y observó la habitación. Quizás... quizás eso era demasiado.
Pero era la única manera. Ya no podía simplemente creer en sus palabras.
Pegó un respingo cuando la puerta sonó. ¡Qué rápido! Respiró profundo, se peinó y alisó la falda del simple vestido blanco que había elegido para la ocasión, mucho menos elegante que aquellos que usaba al conocer a Matthew. La puerta se abrió.
-Entra. Quítate las botas, por favor. -Señaló un lugar junto a la puerta donde estaba su propio calzado y luego se miró los pies desnudos. El piso de la habitación era de madera, por lo cual el frío no era un problema. Mientras el humano hacía aquello, Eyre echó una rápida mirada a su nana y le dedicó una sonrisa forzada. La anciana observaba al humano como si deseara golpearlo con un hierro candente en el trasero, pero, al ser consciente de la mirada de su ama, no pudo hacer más que poner una mueca reprobatoria y marcharse cerrando la puerta.
Estaban de nuevo solos y, tal como en la academia, el estómago de Eyre se encogió de nervios. ¡Cuán fácil sería simplemente olvidarlo todo y echarse a sus brazos! Incluso resultaba horrorosamente tentador saber que a sus espaldas los esperaba su enorme cama, repleta de cojines, con sábanas recién... ¿¡En qué demonios estaba pensando!?
-Matthew... -Le llamó tras carraspear, intentando volver a la realidad y recobrar la seriedad. Con un ademán de la mano señaló los dibujos de sal frente a él. En su mirada, eran visibles el hastío y los nervios- Has dicho que me contarías todo, pero... tu palabra, últimamente, tiene tanta credibilidad como la de un vampiro que dice poder caminar bajo el sol. Sin ofender. -Añadió, encogiéndose de hombros- Así que he pensado que, si no puedo creer lo que oigo, quizás... podré creer lo que veo.
Su mirada abandonó las escrituras arcanas para levantarse y buscar la del otro. Suspiró. Lamentaba no haber practicado sus palabras frente al espejo e, intentando ser lo más clara posible, le explicó a grandes rasgos cómo funcionaba el ritual que había preparado. Cada uno bebería el té, se recostarían en sus respectivos círculos y tomarían sus manos sobre la parte donde éstos se superponían. Y luego... luego Eyre podría saber, por fin, junto a quién había estado todo el último año.
-Sin embargo, no puedo obligarte. -Masculló- Tienes que hacerlo voluntariamente. Así que, si no quieres... -Su voz se quebró- ...puedes irte.
Si no quería, allí terminaba todo.
Eyre
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Re: Dime la verdad [Privado] [Cerrado]
Por la forma en que Eyre lo miraba, Matt pudo suponer que esta reconciliación no sería del tipo que terminaba en un revolcón. Notó la cama que había en la habitación, era una verdadera lástima desperdiciarla de esa manera, en lugar de eso la joven le decía que se quite las botas y que se recostara en el piso “¿Por qué los hechizos siempre tienen que involucrar el estar en una posición incómoda?”
A pesar de sentirse algo reticente, le hizo caso y se quitó el calzado, dejándolo junto al de la chica.
-Comprendo que mi palabra carece de valor actualmente. Y me imagino como eso te hace sentir. Pero debes entender que hay motivos que me llevan a hacer las cosas de esta manera – En parte era cierto, sobre todo en las cuestiones que involucraban a su pasado o sus obligaciones diarias, Owens no tenía otro motivo para ocultarlo más que la certeza de que Eyre no lo entendería – Ocurrieron muchas cosas… -Dio un paso hacia ella, pero se detuvo.
Lo único que los separaba eran los círculos de sal, aun así el Humano sentía que era una barrera mucho más efectiva que una pared de ladrillos, Eyre estaba siendo seria con todo ese asunto, su mirada transmitía resolución, el único modo en que podría acercarse a ella sería si se acostaba en ese círculo.
-No hay nada que no estuviera dispuesto a hacer con tal de que te quedes – Respondió con seriedad y dio el primer paso para entrar al círculo - ¿Qué es lo que crees que vas a encontrar?- Y la pregunta iba muy en serio, Matthew era más que receloso cuando se trataba de sus recuerdos y vivencias, detestaba la idea de tener a alguien revolviendo en su mente –No entiendo como se supone que funciona todo esto – Disfrazó su miedo con ignorancia.
Respiró profundo, notablemente incómodo con todo el plan, pero de todos modos se sentó en el medio del círculo y aceptó beber el té. Su recelo a simple vista parecía ser injustificado, si había alguien que no sería capaz de hacerle daño esa sin duda era Eyre, pero así fuera muy poco lo que viera, el no poder controlar la situación lo hacía sentir indefenso.
-Si… Si en algún momento, mmm… No, está bien, olvídalo – Pensó en qué era lo peor que podía pasar, pero toda su vida se había defendido en base a mentiras, estaba seguro que esta vez podría hacerlo también, sin importar cuanta magia hubiese de por medio – Bien, hagamos esto. Revuelve tanto como quieras hasta estar satisfecha – Por primera vez en todo el rato que llevaba en la habitación, se animó a sonreír con algo de confianza.
Terminó de recostarse y cuando la Hechicera acercó su mano la tomó con fuerza, el contacto resultaba un consuelo en cierto modo “Es increíble lo que uno hace por amor” pensó el estafador mientras cerraba los ojos e intentaba relajarse. Durante el tiempo que llevaban de conocerse había visto a Eyre arrojar cosas con su magia, y tomar la apariencia de otras personas, además sabia que ella creía tener visiones que le enviaban los dioses… Pero nunca la había visto rebuscando recuerdos en la gente.
“Deja de pensar. Relájate. Tranquilízate. Todo estará bien” Repetía como si de un mantra se tratara, así que probablemente eso sería lo primero que llegaría a la mente de la joven “Que manos tan suaves tiene. Quiero besarlas”
A pesar de sentirse algo reticente, le hizo caso y se quitó el calzado, dejándolo junto al de la chica.
-Comprendo que mi palabra carece de valor actualmente. Y me imagino como eso te hace sentir. Pero debes entender que hay motivos que me llevan a hacer las cosas de esta manera – En parte era cierto, sobre todo en las cuestiones que involucraban a su pasado o sus obligaciones diarias, Owens no tenía otro motivo para ocultarlo más que la certeza de que Eyre no lo entendería – Ocurrieron muchas cosas… -Dio un paso hacia ella, pero se detuvo.
Lo único que los separaba eran los círculos de sal, aun así el Humano sentía que era una barrera mucho más efectiva que una pared de ladrillos, Eyre estaba siendo seria con todo ese asunto, su mirada transmitía resolución, el único modo en que podría acercarse a ella sería si se acostaba en ese círculo.
-No hay nada que no estuviera dispuesto a hacer con tal de que te quedes – Respondió con seriedad y dio el primer paso para entrar al círculo - ¿Qué es lo que crees que vas a encontrar?- Y la pregunta iba muy en serio, Matthew era más que receloso cuando se trataba de sus recuerdos y vivencias, detestaba la idea de tener a alguien revolviendo en su mente –No entiendo como se supone que funciona todo esto – Disfrazó su miedo con ignorancia.
Respiró profundo, notablemente incómodo con todo el plan, pero de todos modos se sentó en el medio del círculo y aceptó beber el té. Su recelo a simple vista parecía ser injustificado, si había alguien que no sería capaz de hacerle daño esa sin duda era Eyre, pero así fuera muy poco lo que viera, el no poder controlar la situación lo hacía sentir indefenso.
-Si… Si en algún momento, mmm… No, está bien, olvídalo – Pensó en qué era lo peor que podía pasar, pero toda su vida se había defendido en base a mentiras, estaba seguro que esta vez podría hacerlo también, sin importar cuanta magia hubiese de por medio – Bien, hagamos esto. Revuelve tanto como quieras hasta estar satisfecha – Por primera vez en todo el rato que llevaba en la habitación, se animó a sonreír con algo de confianza.
Terminó de recostarse y cuando la Hechicera acercó su mano la tomó con fuerza, el contacto resultaba un consuelo en cierto modo “Es increíble lo que uno hace por amor” pensó el estafador mientras cerraba los ojos e intentaba relajarse. Durante el tiempo que llevaban de conocerse había visto a Eyre arrojar cosas con su magia, y tomar la apariencia de otras personas, además sabia que ella creía tener visiones que le enviaban los dioses… Pero nunca la había visto rebuscando recuerdos en la gente.
“Deja de pensar. Relájate. Tranquilízate. Todo estará bien” Repetía como si de un mantra se tratara, así que probablemente eso sería lo primero que llegaría a la mente de la joven “Que manos tan suaves tiene. Quiero besarlas”
Matthew Owens
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Re: Dime la verdad [Privado] [Cerrado]
-¿Qué es lo que crees que vas a encontrar?
Eyre agachó la mirada, delatando el hecho de que no tenía una respuesta para esa pregunta. No se lo había cuestionado y, ahora que lo pensaba, tenía miedo de la conclusión a la que pudiera llegar. Matthew Owens era un humano tan encantador como excéntrico. A veces, o, mejor dicho, casi siempre, sus acciones no parecían tener un fundamento que resultase lógico. En algunas ocasiones ésto resultaba gracioso, en otras, desconcertante. ¿Cómo funcionaba esa cabeza? ¿Acaso él mismo lo sabía? ¿Estaba ella preparada para verlo sin tapujos, sin maquillaje ni idealizaciones? Como fuera, aún entre todas esas dudas, existía una única certeza:
-Nada más que la verdad.
Retomando el silencio, primero le sirvió el té a su acompañante y luego bebió de su propio cuenco esforzándose por no hacer una mueca de asco al degustar el amargo sabor de las hierbas. No respondió a las siguientes palabras del otro, demasiado concentrada en calmar su espíritu y recoger su magia como para molestarse en responder una frase inacabada.
No tardó en sentir el sopor causado por la infusión. Se recostó en su propio círculo y tomó la mano de Matthew, devolviéndole el apretón en una velada muestra de afecto. Tuvo que apresurarse en recitar los arcanos que los rodeaban antes de ser distraída por los encantos del humano, depositando toda su concentración en las palabras que darían comienzo a aquel viaje y, esperaba, un final a todas las intrigas.
-Quod non videant oculis, video animam... -Los dibujos de sal parecieron refulgir bajo la luz de las velas. Su cuerpo se relajó y su agarre perdió fuerza. Apenas pudo susurrar la última parte. -Et veritas... ostendit.
_________________________
Qué manos tan suaves tiene. Quiero besarlas.
Aquella frase pareció mecerse como una pluma en un vasto océano de negrura. Cuando su última vibración se extinguió, no quedó más que silencio. Eyre se miró los pies y sintió vértigo al ver que estaba parada sobre la mismísima nada. Se llevó una mano al pecho. -¿Algo salió mal? -Pensó, presa de un súbito temor al no ver a Matthew por ningún lado...
...Pero, claro, se suponía que fuera así. No estaba ya junto al humano. Estaba en el humano.
Debía haber algo entre toda la obscuridad. Caminó un par de pasos, temerosa hasta cerciorarse de que el suelo estaba allí en alguna parte, y no fue hasta algunos minutos después que se percató de lo que había tenido a sus espaldas todo ese tiempo. Al voltearse, un amasijo de hilos la esperaba suspendido en el aire. Eran todos de colores distintos, con tonalidades que nunca antes había visto, y nacían en el centro para inmediatamente enredarse en un nudo multicolor y luego extenderse hacia todas las direcciones posibles en una suerte de telaraña, a veces aislados, a veces tocándose unos con otros.
La joven se acercó con cautela y se inclinó para ver más de cerca el hilo más próximo que tenía, uno de color azul. Curiosa, lo tocó con el dedo índice para sentir su textura. Pestañeó...
Y cuando volvió a abrir los ojos, se encontró en un escenario totalmente distinto.
Eyre
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Re: Dime la verdad [Privado] [Cerrado]
Lo último que iba a recordar Matt antes de entrar en un profundo sueño era el sonido de la respiración de ambos, inhalando y exhalando al unísono. Luego… El vacío ¿O tal vez el caos?
No había forma de saber si todas las consciencias se ordenaban de esa manera, o si simplemente para el psiquismo de Matthew Owens el tener una enorme madeja de cuerdas era la forma más lógica de ordenar recuerdos. Las sogas estaban por todos lados, algunas más finas, otras más gruesas, unas estaban tan gastadas que apenas se podía distinguir de qué color eran y la mayoría de ellas tenían nudos de distintos tamaños que parecían imposibles de deshacer.
Por momentos parecía correr una brisa, no tenía ningún sentido que hubiese viento en un lugar como ese, pero era imposible negar lo evidente: Había una corriente de aire y esta movía las cuerdas, logrando que se chocaran y se enredaran aún más. Mirando con más atención, podía notarse que las sogas solo incluían colores primarios y secundarios, salvo contadas excepciones.
Eyre tomó una cuerda azul, era bonita, parecía ser bastante nueva, inmediatamente fue dirigida al recuerdo con el que ese lazo estaba relacionado.
Estaban dentro de un hermoso carruaje, por la comodidad de sus sillones y los magníficos detalles era evidente que se trataba de una carroza hecha a pedido para alguna importante familia, o comerciantes muy acaudalados. Matt estaba sentado, con las piernas cruzadas, llevaba uno de sus trajes más costosos y sonreía de esa manera que delataba sus malas intenciones.
En el asiento frente a él estaba una señora, un caballero que seguramente sería su marido y entre medio de ambos una niña de unos cinco años. Parecían estar aterrados, se agarraban de las manos y ambas mujeres lloraban, pero Owens los seguía mirando con esa sonrisa tan amable que lo caracterizaba.
-¿No hubiese sido mucho más sencillo si aceptaban la oferta que les hice hace dos meses? – Suspiró e hizo un gesto de exagerado agotamiento – De verdad que no deseo llegar a estos extremos, pero no me están dejando otra alternativa – El carro iba a mucha velocidad, y cada vez que pasaba por sobre una piedra todos los que estaban adentro daban un salto – Seguro que ahora van a tomar en consideración mi propuesta ¿Cierto? –
-Eres un… Un… - El hombre tenía tal nivel de rabia que era incapaz de articular oraciones completas.
-Mmm, mucho cuidado con lo que piensa decirme, soy un hombre sensible, y cuando hieren mis sentimientos tiendo a devolver el favor –
-¡Va a matarlo!- Exclamo la mujer y comenzó a llorar desconsoladamente.
-En eso se equivoca, Señora – Se inclinó hacia adelante hasta quedar cerca de la mujer – Ustedes y su asquerosa codicia van a matarlo. Las personas acaudaladas son todas iguales, se creen que tienen más derechos que el resto de nosotros – Volvió a apoyarse contra el respaldo de su asiento – Me gusta pensar que esta tarde les he dado una valiosa lección – Sonrió ampliamente y agregó – Ustedes y yo somos la misma cosa –
La mujer no paraba de llorar, su marido intentaba consolarla, pero era incapaz de controlarse, cerraba los puños con fuerza y los ojos se le llenaban de lágrimas. Matt le acercó un pergamino y una pluma.
-Si firma aquí todo estará resuelto, detendremos el carro y nos iremos, podrá continuar paseando con su familia… O lo que queda de ella – El hombro cerró los ojos con dolor y firmó el papel que el Virrey le había dado - ¡Excelente! Con esto el trato queda sellado, estaremos esperando los primeros cargamentos en las puertas de Ciudad Lagarto mañana a primera hora – Se asomó por la ventana y silbó fuerte para que el resto de los bandidos lo escucharan – Nos vamos, muchachos – Les dedicó una sonrisa final a la aterrada familia – Me alegro que hayamos tenido esta conversación. Creo que logramos entendernos ¿No lo creen? – Abrió la puerta y bajó con paso alegre de la carroza.
Rápidamente seis ladrones más se le sumaron, habían viajado colgados de las distintas partes del carro, con sus armas listas para reducir a cualquier posible guardia que se presentara. Matt observó el contrato, estaba satisfecho con los resultados de la negociación, lo enrollo y lo guardó en un bolsillo interno de su chaqueta. Cuando llegó a la parte de atrás de la carroza miro una cuerda que estaba atada, pasó junto a ella y de un solo movimiento la cortó.
Caminó lentamente hasta llegar al final de la soga, allí descansaba el cuerpo de un joven muchacho que debía haber cumplido la mayoría de edad hacía muy poco tiempo. Sus manos estaban atadas desde atrás, no así sus piernas, apenas podían distinguirse sus facciones, al ser arrastrado por el carro durante tanto tiempo su rostro había quedado destrozado, su cuerpo estaba todo golpeado y su cuello se había roto con alguno de los saltos.
Matt no tenía ningún gesto en particular mientras lo observaba, lo señaló y casi al pasar comentó.
-Sangran igual que todos – El recuerdo comenzaba a perderse, los contornos eran cada vez más borrosos hasta que finalmente desapareció.
Matthew Owens
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Re: Dime la verdad [Privado] [Cerrado]
Era difícil saber qué le causaba la sensación de mareo: si el traqueteo del carro o el hecho de estar sentada exactamente en un lugar ya ocupado por otra persona.
Su cuerpo era traslúcido y se superponía con el de una señora de abultadas faldas. Su mano, o la de la señora, apretaba fuertemente la de una niña pequeña. Y, frente a ella, la gélida mirada de Matthew se clavaba en la propia. ¿Por qué, si bien ese era el rostro de su amado... su expresión era tan irreconocible como la de un extraño?
Eyre habría mentido al decir que no sabía qué clase de cosas hacía el humano para conseguir sus inagotables ingresos. Después de todo, al día de conocerlo había intentado estafarla de al menos tres maneras distintas. Era un tramposo, un charlatán, un ladrón. Pero... estafas y asesinatos eran cosas muy distintas. Había hecho la vista gorda, había decidido conscientemente apartar la mirada hacia un lado para no ver, ni pensar, en lo que hacía Matthew justo antes de regresar a casa para darle un beso y sentarse a leer juntos en el salón de su hogar. ¿Mentiroso? Sí. ¿Asesino? No, no, ¡no!
Tras soltar a la niña con una extraña sensación en el pecho, se separó de la señora para bajar del carro junto a Matthew y caminó dos pasos detrás de él con los ojos brillantes y el corazón encogido. Al llegar al final, apenas pudo mirar al chico un segundo antes de apartar la mirada. La náusea fue demasiado fuerte. Se inclinó hacia adelante ante el impulso de vomitar. Cuando se irguió, volvía a estar en medio del vacío.
Esta vez justo entre la maraña de hilos.
-Oh, Matt... ¿qué has hecho? -Tuvo que acuclillarse y cerrar los ojos durante un instante para dejar de sentirse enferma. Allí, en medio del más absoluto silencio, se dio cuenta de que no estaba preparada para aquello. -Esto ha sido una mala idea. -El destino era sin duda cruel. Comenzaba a tener la certeza de que el Matthew que creía conocer no existía más que en su aniñada imaginación. Deseaba volver atrás, se arrepentía, ¡ya no quería ver más! Sin embargo, no podía moverse hacia ninguna dirección sin tocar otra cuerda.
Sin levantarse, abrió los ojos y observó la que tenía justo a la altura de su mirada; de no haberse agachado, habría pasado desapercibida entre hilos más nuevos y coloridos. Ésta era grisácea, estaba repleta de pequeños nudos y, por partes, parecía estar a punto de cortarse.
Inhaló profundamente, se encomendó a todos los dioses, y la tocó.
Eyre
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Re: Dime la verdad [Privado] [Cerrado]
En un callejón de Lunargenta, un grupo de personas se agrupan alrededor de unos joven, estaba lloviendo a raudales, pero a pesar de todo pueden escucharse claramente las protestas y los gritos de venganza. Hombres, mujeres, muchachos y jovencitas, niños de variadas edades, todos se ven atraídos por el divertido espectáculo, exigían que se presentaran las autoridades, pero de no hacerlo, entonces harían justicia por mano propia.
-Yo digo que hay que cortarles las manos -
-No, vamos a quitarle los pulgares, con eso basta. Y hay menos probabilidades de que muera -
-Quitenle la lengua también, es un charlatán -
-¿Por qué lo estamos pensando tanto? Los ladrones deben ir a la horca -
Un Matthew de veinte años estaba tirado en el mugroso barro, arriba de la basura y otros restos, su vestimenta era lamentable, y por lo gastada que estaba era evidente que la usaba desde hace mucho tiempo. En ese momento aún no llevaba barba, ni bigote, y eso sumado a su cabello corto lo hacía parecer incluso más joven de lo que en realidad era. Junto a él habían otros dos ladrones, los tres estaban hechos un ovillo, pero solo Matt se seguía cubriendo la cabeza para que no lo golpearan ahí.
Uno de los muchachos se acercó sonriendo divertido y le asestó una patada con todas sus fuerzas en las costillas a Matt, luego otra y otra, con cada golpe se escuchaban los quejidos del estafador y con el último escupió sangre. A las personas les parecía muy divertido, se reían mientras lo señalaban, lo escupían y amenazaban con llevarlo al cadalso.
-Creo que los otros dos se murieron - Comentó una de las mujeres sin el menor arrepentimiento en su tono.
-Entonces terminemos con el último y... - El hombre frunció el ceño, al principio creía que había oído mal así que se acercó un poco más a Owens - ¿Te estás... Riendo? - El cuerpo del ladrón se sacudía, todos suponían que estaba llorando, pero el sonido era inconfundible ¡Se estaba riendo a carcajadas! - Pero... ¿Que mierda...? - Lo agarró de los pelos y tiró de su cabeza hacía atrás - ¿De que puta mierda te ríes? -
El Joven Matt lo podía mirar con un solo ojo, el otro tenía una hinchazón tal que no podía abrirlo, su boca estaba llena de sangre, pero de todos modos se reía como si le hubiesen contado el mejor chiste del mundo. Volvieron a golpearlo, primero en el vientre y luego en la espalda para volver a tirarlo al piso... Y sin embargo él seguía riendo.
-¿Qué le pasa? ¿Es retardado? -
-Yo creo que está loco -
Las personas de alrededor dieron algunos pasos hacia atrás, Matthew se arrastraba por el barro, parecía que pretendía escapar, pero a la velocidad que podía moverse no parecía tener mucho sentido. Estiró la mano para agarrarse de la bota de alguien, pero el hombre rápidamente quitó el pie y le pisó los dedos, por el chasquido que se escuchó era evidente que le había roto los huesos.
-¡AAAAHHHHHHH! - Gritó el estafador - Aahhjajajajaja - Se agarró la mano rota y rodó sobre sí mismo hasta quedar boca arriba - Esto... Es un chiste... Un mal chiste... - Y su risa se siguió escuchando durante segundos que parecieron eternos, la lluvia se había detenido, el sol comenzaba a asomarse de a poco.
-Maldito demente - Masculló por fin uno de los hombres, le dio una patada en la cabeza a Matt, dejándolo inconsciente, aunque bien podía pasar por muerto.
La gente comenzó a dispersarse, los dos cadáveres y el cuerpo de Owens se quedaron en el callejón.
-Yo digo que hay que cortarles las manos -
-No, vamos a quitarle los pulgares, con eso basta. Y hay menos probabilidades de que muera -
-Quitenle la lengua también, es un charlatán -
-¿Por qué lo estamos pensando tanto? Los ladrones deben ir a la horca -
Un Matthew de veinte años estaba tirado en el mugroso barro, arriba de la basura y otros restos, su vestimenta era lamentable, y por lo gastada que estaba era evidente que la usaba desde hace mucho tiempo. En ese momento aún no llevaba barba, ni bigote, y eso sumado a su cabello corto lo hacía parecer incluso más joven de lo que en realidad era. Junto a él habían otros dos ladrones, los tres estaban hechos un ovillo, pero solo Matt se seguía cubriendo la cabeza para que no lo golpearan ahí.
Uno de los muchachos se acercó sonriendo divertido y le asestó una patada con todas sus fuerzas en las costillas a Matt, luego otra y otra, con cada golpe se escuchaban los quejidos del estafador y con el último escupió sangre. A las personas les parecía muy divertido, se reían mientras lo señalaban, lo escupían y amenazaban con llevarlo al cadalso.
-Creo que los otros dos se murieron - Comentó una de las mujeres sin el menor arrepentimiento en su tono.
-Entonces terminemos con el último y... - El hombre frunció el ceño, al principio creía que había oído mal así que se acercó un poco más a Owens - ¿Te estás... Riendo? - El cuerpo del ladrón se sacudía, todos suponían que estaba llorando, pero el sonido era inconfundible ¡Se estaba riendo a carcajadas! - Pero... ¿Que mierda...? - Lo agarró de los pelos y tiró de su cabeza hacía atrás - ¿De que puta mierda te ríes? -
El Joven Matt lo podía mirar con un solo ojo, el otro tenía una hinchazón tal que no podía abrirlo, su boca estaba llena de sangre, pero de todos modos se reía como si le hubiesen contado el mejor chiste del mundo. Volvieron a golpearlo, primero en el vientre y luego en la espalda para volver a tirarlo al piso... Y sin embargo él seguía riendo.
-¿Qué le pasa? ¿Es retardado? -
-Yo creo que está loco -
Las personas de alrededor dieron algunos pasos hacia atrás, Matthew se arrastraba por el barro, parecía que pretendía escapar, pero a la velocidad que podía moverse no parecía tener mucho sentido. Estiró la mano para agarrarse de la bota de alguien, pero el hombre rápidamente quitó el pie y le pisó los dedos, por el chasquido que se escuchó era evidente que le había roto los huesos.
-¡AAAAHHHHHHH! - Gritó el estafador - Aahhjajajajaja - Se agarró la mano rota y rodó sobre sí mismo hasta quedar boca arriba - Esto... Es un chiste... Un mal chiste... - Y su risa se siguió escuchando durante segundos que parecieron eternos, la lluvia se había detenido, el sol comenzaba a asomarse de a poco.
-Maldito demente - Masculló por fin uno de los hombres, le dio una patada en la cabeza a Matt, dejándolo inconsciente, aunque bien podía pasar por muerto.
La gente comenzó a dispersarse, los dos cadáveres y el cuerpo de Owens se quedaron en el callejón.
Matthew Owens
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Re: Dime la verdad [Privado] [Cerrado]
Había una única persona entre la muchedumbre que no reía, gritaba ni abucheaba a los tres caídos; alguien cuya expresión apesadumbrada y lividez desentonaban completamente con el ambiente. Si antes había visto al humano como un villano, ahora, teniéndolo postrado ante sus pies, lo único que podía ver era a una víctima de las circunstancias, sin siquiera osar preguntarse qué había hecho él para terminar en semejante situación.
Se estremeció al verlo sacudirse y sintió temor al percatarse, junto a todos los demás, de que en realidad estaba riendo; la imagen de la cuerda a punto de romperse se le vino de golpe a la mente. Sin embargo, fue la única que no se apartó. En ese instante entendió algo que, aún con su extenso vocabulario, habría sido incapaz de explicar con palabras. No podía pensar estando inmersa en ese bullicio.
-Basta... -Susurró con la voz quebrada, deseando no ser una simple sombra, deseando poder echarse encima del desgraciado hacia quien Matthew estiraba la mano en cuando vio en sus ojos la intención de hacerle daño. Y, cuando su bota hizo crujir los dedos ajenos, un gemido que nadie más oiría se escapó de su boca al tiempo en que saltaba sobre el moreno para interponerse entre él y los golpes. Estando sobre él, quiso limpiar la sangre en la comisura de sus labios y creyó poder sentir la calidez de su piel antes de que una patada pasara limpiamente a través de su etéreo cuerpo para dar directamente en la cabeza del otro.
-¡NO! ¡¡DÉJENLO EN PAZ!!
Su voz resonó en el vacío. Al Matthew perder la consciencia, Eyre regresó a aquel extraño lugar repleto de hilos. Aunque ese no era su cuerpo real, sentía que estaba sudando. Se pasó una mano por la frente y luego la dejó reposar sobre sus ojos, cabizbaja, mientras intentaba reprimir las ansias de salir corriendo.
-No es justo. -Masculló. Deseaba tener al humano frente a ella y buscar en su mirada ese brillo familiar y consolador que, a esas alturas, realmente quería creer que era genuino; deseaba tomarle las manos, olvidarse de todo aquello y regresar a casa para nunca más tocar el tema. Al contrario de lo que había pensado, mirar en la mente del otro no estaba trayéndole entendimiento, sino una confusión cada vez más y más profunda. Y, aunque sin ser consciente de ello, comenzaba a cuestionarse hasta qué punto era capaz de juzgar sus acciones.
Suspiró y su respiración hizo vibrar el hilo más cercano, uno de color dorado, que casi parecía de oro.
Eyre
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Re: Dime la verdad [Privado] [Cerrado]
Era muy temprano en la mañana, el sol entraba por las ventanas del taller, iluminando todo tipo de implementos sobre las mesas de trabajo. La mayoría de las herramientas estaban hechas en madera, probablemente talladas a manos por el mismo artesano, dándoles la forma que necesitaba para poder labrar las piezas de la manera que quería. También había algunas que eran de metal, pero esas eran muy caras, así que tenía pocas y las mantenía lejos del alcance de su discípulo.
Habían muchas telas manchadas colgadas al sol, palos gruesos utilizados para amasar, cuencos con agua y por sobre todo: piezas de cerámica, muchas obras hechas en arcilla en distintos momentos de su elaboración. Las que estaban aun frescas las tapaban con algo para que tardaran en secarse, otras estaban ya casi terminadas, quizás algún detalle aquí o allá para lograr darle el toque final. Todo estaba cubierto por polvo blanco, restos de la arcilla cuando ya se había secado pero aún no estaba cocinada.
Sentado en un banco alto había un niño, tenía un almohadón puesto para que pudiera llegar a la mesa, su Maestro generalmente trabajaba de pie. El pequeño estaba muy concentrado en una taza aun cruda pero ya seca, era evidente que estaba algo torcida, pero aún así en el gesto del niño se podía deducir que se encontraba muy satisfecho con el resultado. Tenía su mano envuelta en un trozo de tela, y se lo pasaba por la superficie con esmero para dejarlo bien liso.
-Stefano – Se escuchó la voz de un anciano, estaba en el segundo piso pero lentamente bajaba las escaleras, de a un paso a la vez – Stefano ¿Dónde te metiste, muchacho? –
-Ya no grites– Exclamo Matt mientras se corría el desordenado pelo de la cara, manchándose en el proceso con el blanco de la arcilla –Estoy aquí –
-¿Preparaste el desayuno? – Una de las piernas del viejo apenas respondía, así que dependía de apoyarse en un bastón para poder moverse solo – Ya me imagino que no, solo te levantaste para seguir con tu taza –
-Es que… Quería terminarla – Se quitó la tela de la mano, sosteniendo la pieza contra su pecho dio un salto y fue corriendo hacía el anciano – Mira, mira ¡Ya está! ¡La terminé! – Stefano sonreía feliz, acercando lo más posible la taza porque sabía que su Maestro ya no podía ver muy bien.
-Es muy bonita, sin duda – El hombre la agarró y pasó sus dedos por la superficie, revisando que no tuviera surcos o imperfecciones. Claro que notó lo torcida que estaba, pero eso era lo de menos, era la primera pieza que Stefano hacía de principio a fin, tendría tiempo de sobra para poder perfeccionar su técnica - ¿Quieres que la cocinemos esta noche? –
Los ojos del niño se iluminaron, no grito porque su Maestro le tenía dicho que en el taller no se hacía alboroto, pero se agarró al anciano y le demostró a través de un fuerte abrazo lo feliz que estaba con la propuesta. Luego volvió a agarrar la taza y la puso en la mesa de trabajo, la tapo con una tela con mucho cuidado y se dirigió a la cocina.
-¡Voy a preparar el desayuno más enorme y delicioso de todos!- Matt desapareció y se escuchaba como movía ollas, platos y cubiertos.
-Tampoco es como si tuviéramos mucho… - Masculló el anciano, negando con la cabeza y sonriendo.
Stefano buscaba el pan que les había quedado del día anterior, el queso ya se había terminado hacía bastante, pero había dejado secando unas hojas de té. Sacó dos tazas de la alacena, esas las había hecho su Maestro, eran perfectas y muy hermosas, Matt se sentía orgulloso, estaba seguro que algún día él iba a hacer cosas como esas con sus manos. El sonido del agua al calentarse lo sacó de sus cavilaciones.
-¡Esta listo el desayuno! – Grito contento el niño mientras ponía las dos tazas de té y el pan partido a la mitad, quizás el pedazo del anciano era ligeramente más grande, en todo caso, no lo notaría y si lo hacía solo lo agradecería en silencio.
Esa misma noche pondrían en el fuego una tanda de piezas de cerámica, Matthew controlaría la intensidad de las llamas hasta que fuera de madrugada. Luego dejaría que la fogata se apagara sola, y cuando se hubiese enfriado por completo, podría sacar con sus propias manos la taza terminada.
Habían muchas telas manchadas colgadas al sol, palos gruesos utilizados para amasar, cuencos con agua y por sobre todo: piezas de cerámica, muchas obras hechas en arcilla en distintos momentos de su elaboración. Las que estaban aun frescas las tapaban con algo para que tardaran en secarse, otras estaban ya casi terminadas, quizás algún detalle aquí o allá para lograr darle el toque final. Todo estaba cubierto por polvo blanco, restos de la arcilla cuando ya se había secado pero aún no estaba cocinada.
Sentado en un banco alto había un niño, tenía un almohadón puesto para que pudiera llegar a la mesa, su Maestro generalmente trabajaba de pie. El pequeño estaba muy concentrado en una taza aun cruda pero ya seca, era evidente que estaba algo torcida, pero aún así en el gesto del niño se podía deducir que se encontraba muy satisfecho con el resultado. Tenía su mano envuelta en un trozo de tela, y se lo pasaba por la superficie con esmero para dejarlo bien liso.
-Stefano – Se escuchó la voz de un anciano, estaba en el segundo piso pero lentamente bajaba las escaleras, de a un paso a la vez – Stefano ¿Dónde te metiste, muchacho? –
-Ya no grites– Exclamo Matt mientras se corría el desordenado pelo de la cara, manchándose en el proceso con el blanco de la arcilla –Estoy aquí –
-¿Preparaste el desayuno? – Una de las piernas del viejo apenas respondía, así que dependía de apoyarse en un bastón para poder moverse solo – Ya me imagino que no, solo te levantaste para seguir con tu taza –
-Es que… Quería terminarla – Se quitó la tela de la mano, sosteniendo la pieza contra su pecho dio un salto y fue corriendo hacía el anciano – Mira, mira ¡Ya está! ¡La terminé! – Stefano sonreía feliz, acercando lo más posible la taza porque sabía que su Maestro ya no podía ver muy bien.
-Es muy bonita, sin duda – El hombre la agarró y pasó sus dedos por la superficie, revisando que no tuviera surcos o imperfecciones. Claro que notó lo torcida que estaba, pero eso era lo de menos, era la primera pieza que Stefano hacía de principio a fin, tendría tiempo de sobra para poder perfeccionar su técnica - ¿Quieres que la cocinemos esta noche? –
Los ojos del niño se iluminaron, no grito porque su Maestro le tenía dicho que en el taller no se hacía alboroto, pero se agarró al anciano y le demostró a través de un fuerte abrazo lo feliz que estaba con la propuesta. Luego volvió a agarrar la taza y la puso en la mesa de trabajo, la tapo con una tela con mucho cuidado y se dirigió a la cocina.
-¡Voy a preparar el desayuno más enorme y delicioso de todos!- Matt desapareció y se escuchaba como movía ollas, platos y cubiertos.
-Tampoco es como si tuviéramos mucho… - Masculló el anciano, negando con la cabeza y sonriendo.
Stefano buscaba el pan que les había quedado del día anterior, el queso ya se había terminado hacía bastante, pero había dejado secando unas hojas de té. Sacó dos tazas de la alacena, esas las había hecho su Maestro, eran perfectas y muy hermosas, Matt se sentía orgulloso, estaba seguro que algún día él iba a hacer cosas como esas con sus manos. El sonido del agua al calentarse lo sacó de sus cavilaciones.
-¡Esta listo el desayuno! – Grito contento el niño mientras ponía las dos tazas de té y el pan partido a la mitad, quizás el pedazo del anciano era ligeramente más grande, en todo caso, no lo notaría y si lo hacía solo lo agradecería en silencio.
Esa misma noche pondrían en el fuego una tanda de piezas de cerámica, Matthew controlaría la intensidad de las llamas hasta que fuera de madrugada. Luego dejaría que la fogata se apagara sola, y cuando se hubiese enfriado por completo, podría sacar con sus propias manos la taza terminada.
Matthew Owens
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Re: Dime la verdad [Privado] [Cerrado]
Lo que antes había sido bullicio y dolor, ahora se convertía en calma. Casi podía sentir el aroma de la arcilla fresca o la calidez de los rayos de sol que entraban a por la ventana y pasaban a través de ella, dotando a su imagen de un aire aún más sutil e intangible de lo que ya era. No era más que un fantasma en la escena.
Estaba sentada sobre un banquito frente al niño, siendo separados por la mesa y por las innumerables piezas que sobre ésta había. Los grandes ojos de Eyre observaban al pequeño con avidez, deteniéndose en cada ínfimo detalle de ese rostro infantil tan cargado de inocente picardía. Miró con una sonrisa tonta esa nariz respingona, esos cándidos y brillantes ojos grises, esas pequeñas manitos que trabajaban la cerámica como si aquella tarea fuera la más importante del mundo. Deseó pedirle que se sentara en su regazo para verlo más de cerca, y no pudo hacer más que exhalar una risita culposa al percatarse de cuán tonta era su idea.
Apoyó los brazos sobre la mesa y se reclinó hacia adelante, segura de que podría pasar horas y horas simplemente disfrutando del dulce recuerdo del hilo dorado. Varios minutos estuvo así, embelesada, hasta que la voz de un hombre la hizo enderezarse. No tardó en reconocerlo: debía ser el maestro que Matthew había mencionado en apenas un par de ocasiones. Siempre se había preguntado por qué era tan receloso con los sucesos de su pasado. Y, al darse cuenta de algo, su sonrisa desapareció.
Era porque aquel niño era alguien muy distinto. No era Matthew...
Era Stefano.
Le resultó difícil observar el resto de la escena con los ojos empañados en lágrimas. Cada vez más, le costaba entender en qué momento la vida del moreno había comenzado a torcerse. Sintió pena por aquel niño que aún era capaz de abrazar a su maestro e ilusionarse por las cosas simples, que estaba bien teniendo la cara sucia y viviendo en una pequeña cabaña; ese niño de risa traviesa cuya única preocupación era una taza de cerámica. Quería protegerlo, decirle que todo estaría bien y pedirle que se quedara allí, convirtiéndose en el mejor artesano del continente... pero su deseo no podía cumplirse ni con toda la magia del mundo.
Cuando Stefano regresó, Eyre se arrodilló junto a él y lo abrazó al tiempo en que cerraba los ojos. Sus brazos pasaron a través del niño y, al volver a mirar, no le sorprendió ver que volvía a estar entre los hilos.
No tuvo palabras. Las lágrimas caían gordas por sus mejillas mientras acariciaba el hilo dorado sin que ocurriera nada. Estuvo así un rato, hasta que entendió que aquello no terminaría hasta que comprendiera, en su totalidad, la historia del otro.
Así pues, con los rastros de humedad aún brillando en sus pómulos, decidió tocar un hilo rojo.
Eyre
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Re: Dime la verdad [Privado] [Cerrado]
Era una habitación que ambos conocían, lamentablemente.
En el segundo piso de una posada en la Ciudad de Beltrexus. Una habitación modesta, pero con todo lo que necesitaban para estar cómodos, incluso tenían un baño para ellos solos. En su momento había estado limpia y ordenada, ahora era irreconocible, la peste se acumulaba por haber estado cerrada durante un par de días con comida pudriéndose. El Matt de hace un año estaba parado en el medio de la habitación, y miraba a una muchacha adolorida, asustada y enojada: Era Eyre.
A un costado estaban las sábanas y ropas manchadas con sangre... Owens contuvo la respiración y la imagen se volvió difusa.
Stéfano se refugiaba en el pórtico de una casa muy grande, tenía unos años más que en el último recuerdo, entrando en la adolescencia tal vez. Sin embargo, su aspecto estaba muy desmejorado, había bajado de peso, su ropa era un conjunto de trapos mugrosos, su cuerpo estaba sucio y golpeado. Miraba con atención a un niño más pequeño que él, quién se escurría por los puestos de comida, entre cajas por las que Matt ya no podía pasar.
El pequeño logró su cometido, no sólo pudo agarrar algunas frutas, sino también unas monedas que habían quedado sobre la mesa. Volvió sonriendo hacia donde estaba Matt.
-¡Bien hecho!- Lo felicitó con alegría, la voz de Owens comenzaba a cambiar, dentro de algunos años se volvería el tono del estafador que era bien conocido por la Hechicera- Te lo agradezco-Agarró la comida y el dinero, luego lo empujó.
-¡Ey!- Se quejó el niño, estaba incluso más delgado que Matt, no había manera de que le ganara en una pelea.
-Yo te di la idea, así que me voy a quedar con la parte más grande -Le dio varias mordidas a una manzana y le arrojó lo que quedaba al niño-Ahí tienes, disfrutalo- Se dio la vuelta y se marchó con el resto del botín.
Stéfano sonreía satisfecho, ese día iba a comer bien. Sacó un pedazo de tela y envolvió el dinero más la fruta, cerrándola luego con una cuerda.
-Pssss- Alguien intentaba llamar su atención.
-¿Mmm?-Matt se detuvo, su primer reflejo fue esconder la bolsa poniéndola tras su espalda- ¿Quién es?-
-Por aquí- Era otro chico de la calle, de una edad parecida a la de Owens -Ven, acercate-
Parecía ser una trampa, pero Matt suponía que era lo suficientemente listo y rápido como para poder salir corriendo si algo sucedía. Así que se acercó un par de pasos.
-¿Qué quieres?-
-Te llaman. Vieron lo que hiciste y creen que tienes potencial-
-¿Yo? ¿Tengo potencial?-Había estado intentando unirse a algún grupo de ladrones, un niño solo en la ciudad no podía sobrevivir durante mucho tiempo-Ya era hora- Se sentía tan orgulloso de sí mismo.
-Sigueme. Te llevaré con el jefe-
Matt dudó un segundo, pero al final decidió ir, esta podía ser su oportunidad de volver a tener una vida cómoda. Así que siguió al pequeño hasta llegar a una choza, y entonces Stéfano volvió a dudar, esa no parecía la casa de una banda de ladrones a la que le fuera muy bien. Pero el niño que lo había traído se paró detrás de él y lo instó a seguir caminando. Adentro el olor a alcohol era espantoso, había mucha suciedad, incluso más que en el cuchitril donde Matt dormía, las ratas caminaban libremente por el lugar, restos de comida podrida las alimentaban.
Cuando sus ojos se acostumbraron al cambio de luz, vio que no estaban solos, había dos hombres adultos y tres jóvenes de unos quince años. La puerta se cerró detrás de Matt, dio un respingo, y se giró para ir a abrirla, pero el niño que lo había traído le interrumpía el paso, apoyando la espalda contra la puerta.
-Pero mira nada más, tenían razón- Le dijo uno de los adultos a los jóvenes.
El corazón de Owens palpitaba a un ritmo alocado, agarró la bolsa con la comida y las monedas y la arrojó al piso, a los pies de los adultos.
-E... Es todo.. Lo que tengo - Stéfano no tenía miedo ¡Estaba aterrado! hacia un esfuerzo por no ponerse a llorar.
-Bien... Me gusta- Dijo el otro adulto-Agarrenlo-
Los jóvenes se lanzaron hacia Matt y lo tomaron por los brazos, luego lo tiraron al suelo sin miramiento alguno, aplastandole la cara contra la sucia madera. Stéfano no entendía qué más podían querer, ya les había dado todo, se quejaba, se movía y lloriqueaba.
-Sostenlo bien...- Se escuchó el sonido de un cinturón al soltarse... uno de los adultos se arrodilló sobre Stéfano... Y luego... Y luego la imagen era borrosa.
La escena se difuminaba, el sonido parecía llegar desde muy lejos, palabras sueltas, jadeos, el dolor, la sangre cayendo por sus piernas...
Otra vez estaba en la habitación, Eyre se negaba a salir de abajo de las mantas. Matt sentía un nudo en su garganta.
Se puso a ordenar la habitación.
En el segundo piso de una posada en la Ciudad de Beltrexus. Una habitación modesta, pero con todo lo que necesitaban para estar cómodos, incluso tenían un baño para ellos solos. En su momento había estado limpia y ordenada, ahora era irreconocible, la peste se acumulaba por haber estado cerrada durante un par de días con comida pudriéndose. El Matt de hace un año estaba parado en el medio de la habitación, y miraba a una muchacha adolorida, asustada y enojada: Era Eyre.
A un costado estaban las sábanas y ropas manchadas con sangre... Owens contuvo la respiración y la imagen se volvió difusa.
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Stéfano se refugiaba en el pórtico de una casa muy grande, tenía unos años más que en el último recuerdo, entrando en la adolescencia tal vez. Sin embargo, su aspecto estaba muy desmejorado, había bajado de peso, su ropa era un conjunto de trapos mugrosos, su cuerpo estaba sucio y golpeado. Miraba con atención a un niño más pequeño que él, quién se escurría por los puestos de comida, entre cajas por las que Matt ya no podía pasar.
El pequeño logró su cometido, no sólo pudo agarrar algunas frutas, sino también unas monedas que habían quedado sobre la mesa. Volvió sonriendo hacia donde estaba Matt.
-¡Bien hecho!- Lo felicitó con alegría, la voz de Owens comenzaba a cambiar, dentro de algunos años se volvería el tono del estafador que era bien conocido por la Hechicera- Te lo agradezco-Agarró la comida y el dinero, luego lo empujó.
-¡Ey!- Se quejó el niño, estaba incluso más delgado que Matt, no había manera de que le ganara en una pelea.
-Yo te di la idea, así que me voy a quedar con la parte más grande -Le dio varias mordidas a una manzana y le arrojó lo que quedaba al niño-Ahí tienes, disfrutalo- Se dio la vuelta y se marchó con el resto del botín.
Stéfano sonreía satisfecho, ese día iba a comer bien. Sacó un pedazo de tela y envolvió el dinero más la fruta, cerrándola luego con una cuerda.
-Pssss- Alguien intentaba llamar su atención.
-¿Mmm?-Matt se detuvo, su primer reflejo fue esconder la bolsa poniéndola tras su espalda- ¿Quién es?-
-Por aquí- Era otro chico de la calle, de una edad parecida a la de Owens -Ven, acercate-
Parecía ser una trampa, pero Matt suponía que era lo suficientemente listo y rápido como para poder salir corriendo si algo sucedía. Así que se acercó un par de pasos.
-¿Qué quieres?-
-Te llaman. Vieron lo que hiciste y creen que tienes potencial-
-¿Yo? ¿Tengo potencial?-Había estado intentando unirse a algún grupo de ladrones, un niño solo en la ciudad no podía sobrevivir durante mucho tiempo-Ya era hora- Se sentía tan orgulloso de sí mismo.
-Sigueme. Te llevaré con el jefe-
Matt dudó un segundo, pero al final decidió ir, esta podía ser su oportunidad de volver a tener una vida cómoda. Así que siguió al pequeño hasta llegar a una choza, y entonces Stéfano volvió a dudar, esa no parecía la casa de una banda de ladrones a la que le fuera muy bien. Pero el niño que lo había traído se paró detrás de él y lo instó a seguir caminando. Adentro el olor a alcohol era espantoso, había mucha suciedad, incluso más que en el cuchitril donde Matt dormía, las ratas caminaban libremente por el lugar, restos de comida podrida las alimentaban.
Cuando sus ojos se acostumbraron al cambio de luz, vio que no estaban solos, había dos hombres adultos y tres jóvenes de unos quince años. La puerta se cerró detrás de Matt, dio un respingo, y se giró para ir a abrirla, pero el niño que lo había traído le interrumpía el paso, apoyando la espalda contra la puerta.
-Pero mira nada más, tenían razón- Le dijo uno de los adultos a los jóvenes.
El corazón de Owens palpitaba a un ritmo alocado, agarró la bolsa con la comida y las monedas y la arrojó al piso, a los pies de los adultos.
-E... Es todo.. Lo que tengo - Stéfano no tenía miedo ¡Estaba aterrado! hacia un esfuerzo por no ponerse a llorar.
-Bien... Me gusta- Dijo el otro adulto-Agarrenlo-
Los jóvenes se lanzaron hacia Matt y lo tomaron por los brazos, luego lo tiraron al suelo sin miramiento alguno, aplastandole la cara contra la sucia madera. Stéfano no entendía qué más podían querer, ya les había dado todo, se quejaba, se movía y lloriqueaba.
-Sostenlo bien...- Se escuchó el sonido de un cinturón al soltarse... uno de los adultos se arrodilló sobre Stéfano... Y luego... Y luego la imagen era borrosa.
La escena se difuminaba, el sonido parecía llegar desde muy lejos, palabras sueltas, jadeos, el dolor, la sangre cayendo por sus piernas...
Otra vez estaba en la habitación, Eyre se negaba a salir de abajo de las mantas. Matt sentía un nudo en su garganta.
Se puso a ordenar la habitación.
Matthew Owens
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Re: Dime la verdad [Privado] [Cerrado]
Al principio, la confusión la mantuvo estática. Al tocar el hilo se había trasladado a un lugar que ella también conocía, y creyó por un instante que su mente estaba jugándole trucos; que, como antes había pensado, algo en el ritual estaba saliendo mal. No obstante, tras un par de segundos, se percató de que no estaba viendo la habitación como antaño, sino en tercera persona. No era un recuerdo propio.
Por primera vez, su atención se desvió de Matthew para ir a parar hacia su propia imagen. Pequeña, temblorosa y muda, yacía hecha un ovillo en la cama. Se le puso la piel de gallina. Si había algo en el mundo que había decidido enterrar en su memoria y no recordarlo nunca más, era ese preciso suceso. Se dio la vuelta y caminó hacia el moreno, situándose frente a él para “apoyar” la frente en su pecho, mientras que sus ojos grises se clavaban en la Eyre de la cama.
De pronto la escena volvió a cambiar. Estaba frente a un pórtico, a pocos metros de un niño que tardó en reconocer como Stefano. ¿Qué le había ocurrido? ¿Dónde estaba su maestro? Oteó en todas las direcciones, sin embargo las respuestas que buscaba no parecían estar a su alrededor.
Stefano ya comenzaba a parecerse más a Matthew; parecía haberse saltado el recuerdo más importante, el puente entre niño y adulto. Observó con impotencia cómo maltrataba al otro niño, y no pudo hacer más que seguirlo cuando llegó un tercero con un ofrecimiento demasiado bueno para ser verdad.
-Oh, no, no... -Masculló en cuanto se detuvieron frente a la casa, intentando, sin éxito alguno, tomar el brazo del jovencito para impedirle dar un paso más- ¡No entres!
No hubo caso. Entró, y ella detrás de él. Craso error: no estaba ni remotamente preparada para ver lo que ocurriría a continuación.
Eyre se tapó los ojos, pero la visión era como una pesadilla; por mucho que apretara los párpados, por mucho que se encogiese sobre sí misma, era incapaz de dejar de ver lo que Matthew tenía para mostrarle. Aterrada, gritó en un vano intento por tapar los sonidos que llegaban a sus oídos y rompió en llanto hasta que volvió a encontrarse en medio de la oscuridad.
-¡ES SUFICIENTE! -Gimió- ¡Quiero salir! ¡QUIERO SALIR! -Desesperada, intentó emprender la huida a través de las cuerdas, pero era imposible esquivarlas a todas. Tocó una verde y otra violeta con la pierna, dos azules con una mano, y por último tropezó con una anaranjada.
Eyre
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Re: Dime la verdad [Privado] [Cerrado]
Los hilos estaban por todas partes, se extendían, se cruzaban y se enredaban cada vez más, no dejaban que Eyre se fuera, querían que lo viera todo, que lo escuchara todo, la Hechicera se había metido con lo que era más preciado para Matt, y ahora no permitirían que las cosas se quedaran así. El viento se volvía cada vez más fuerte, oraciones sueltas de distintos recuerdos se filtraban por entre las cuerdas, una risa coqueta, un susurro sensual, un llanto desgarrador, unas palabras de amor, una promesa de odio.
Todo eso era Stefano, todo eso era Matthew Owens…
Un recuerdo verde
Un Matt de veinte años está en el pasillo de una casa muy suntuosa, no puede esperar sentado, camina de un lado para el otro mientras mordisquea sus uñas. Adentro de la habitación se escuchan los gritos de una mujer, y otras personas que dan instrucciones, Owens chasquea la lengua nervioso.
Mira la ventana que está al final del pasillo, corre hacía ella, la abre y pasa primero una pierna, luego la otra, comienza a bajar.
-Felicitaciones señor es un… ¡Ey! ¿A dónde cree que va? – La Matrona frunce el ceño, tiene al bebe recién nacido en brazos así que no puede atrapar al Humano que escapa por la ventana – ¡Vuelva aquí!-
El estafador sonríe encantador y se desliza por la pared hasta llegar abajo, huyendo para jamás volver.
Un recuerdo violeta
En un prostíbulo de Vulwulfar, la novedad de la noche es un jovencito que se hace llamar Matthew Owens.
Ya no queda nada de Stefano, ahora el estafador ha tomado el papel principal, y se divierte cada noche seduciendo a las damas que tienen más dinero del que podrán gastar en la corta vida que les queda. Matt viste trajes vistosos y sugerentes, se sienta junto a ellas, las elogia y las cautiva con su juventud y su labia, de esa manera logra que le dejen grandiosas propinas, las cuales derrocha en menos de un suspiro.
Antes de que el recuerdo cambie a otro puede verse la imagen de Owens sentado en el borde de una cama, está solo y desnudo, con la mirada perdida en un punto fijo de la pared. No se podría decir exactamente porque, pero es una imagen muy triste de ver.
Un recuerdo azul
En la cornisa de una torre, Matthew sostiene a una persona que está atada de pies y manos, parece estar pidiendo una información, el sujeto solo lloriquea y ruega para que lo deje ir. Owens sigue sonriendo con amabilidad y se niega, lo suelta y empieza a caer, pero en seguida lo vuelve a agarrar mientras se ríe “Solo estoy jugando” le asegura.
Vuelve a repetir la pregunta, el sujeto finalmente lo admite, entre lágrimas de desesperación, el estafador lo felicita... Aplaudiendo, el sujeto cae al vacío. Matt saluda desde el techo mientras lo ve caer, luego se ríe un poco más y se marcha.
Otro recuerdo azul
Matthew trabaja fingiendo ser un mayordomo, poco a poco logra que todos en el hogar confíen plenamente en él. El plan parecía estar saliendo a la perfección… Hasta que descubren que había estado robando y revendiendo algunas de las joyas que eran el orgullo de la familia.
Esta vez no iba a ser tan sencillo, unos pocos golpes no serían suficientes, cuelgan a Owens de los brazos y lo dejan en el calabozo hasta que terminen de armar el cadalso.
A la noche siguiente es rescatado por la hija mayor de la familia, Matt no podía recordar su nombre.
El recuerdo anaranjado envuelve a Eyre.
En una fiesta con camaradas Matthew ríe a carcajadas, están en una bonita posada, un bardo fue invitado específicamente para esa noche. Owens no bebe, pero disfruta sinceramente de la fiesta, comparte abrazos con sus compañeros y hace comentarios picantes cuando ven pasar a las damas. Nada fuera de lo normal, aparentemente es un hombre como cualquier otro hombre, un humano más que disfruta de su existencia sin pensar demasiado en el futuro.
Esa noche cantarían hasta quedarse afónicos, probablemente se iría acompañado a su habitación, y al día siguiente ya no estaría más allí. Porque así era Matt, aparecía y desaparecía, mil personas en una ¿Y quién era en realidad?
El Virrey abrió los ojos, tenía la mirada desenfocada, llevó su mano libre a la mejilla y notó que estaba empapada, aparentemente había estado llorando gran parte del tiempo. Se sentía confundido, como si hubiese dado un paseo muy largo y agotador, pero sabía con certeza que no se había movido de esa habitación.
Una angustia avasallante inundo su pecho, comenzó a llorar de nuevo “¿Qué me sucede?” no entendía por qué estaba triste, no lograba comprender qué le había hecho Eyre, pero se sentía ultrajado, adolorido, sucio, contento y triste ¡Todo al mismo tiempo! No solo no había podido controlar la situación: Siquiera había tenido una oportunidad de lograrlo.
Todo eso era Stefano, todo eso era Matthew Owens…
Un recuerdo verde
Un Matt de veinte años está en el pasillo de una casa muy suntuosa, no puede esperar sentado, camina de un lado para el otro mientras mordisquea sus uñas. Adentro de la habitación se escuchan los gritos de una mujer, y otras personas que dan instrucciones, Owens chasquea la lengua nervioso.
Mira la ventana que está al final del pasillo, corre hacía ella, la abre y pasa primero una pierna, luego la otra, comienza a bajar.
-Felicitaciones señor es un… ¡Ey! ¿A dónde cree que va? – La Matrona frunce el ceño, tiene al bebe recién nacido en brazos así que no puede atrapar al Humano que escapa por la ventana – ¡Vuelva aquí!-
El estafador sonríe encantador y se desliza por la pared hasta llegar abajo, huyendo para jamás volver.
Un recuerdo violeta
En un prostíbulo de Vulwulfar, la novedad de la noche es un jovencito que se hace llamar Matthew Owens.
Ya no queda nada de Stefano, ahora el estafador ha tomado el papel principal, y se divierte cada noche seduciendo a las damas que tienen más dinero del que podrán gastar en la corta vida que les queda. Matt viste trajes vistosos y sugerentes, se sienta junto a ellas, las elogia y las cautiva con su juventud y su labia, de esa manera logra que le dejen grandiosas propinas, las cuales derrocha en menos de un suspiro.
Antes de que el recuerdo cambie a otro puede verse la imagen de Owens sentado en el borde de una cama, está solo y desnudo, con la mirada perdida en un punto fijo de la pared. No se podría decir exactamente porque, pero es una imagen muy triste de ver.
Un recuerdo azul
En la cornisa de una torre, Matthew sostiene a una persona que está atada de pies y manos, parece estar pidiendo una información, el sujeto solo lloriquea y ruega para que lo deje ir. Owens sigue sonriendo con amabilidad y se niega, lo suelta y empieza a caer, pero en seguida lo vuelve a agarrar mientras se ríe “Solo estoy jugando” le asegura.
Vuelve a repetir la pregunta, el sujeto finalmente lo admite, entre lágrimas de desesperación, el estafador lo felicita... Aplaudiendo, el sujeto cae al vacío. Matt saluda desde el techo mientras lo ve caer, luego se ríe un poco más y se marcha.
Otro recuerdo azul
Matthew trabaja fingiendo ser un mayordomo, poco a poco logra que todos en el hogar confíen plenamente en él. El plan parecía estar saliendo a la perfección… Hasta que descubren que había estado robando y revendiendo algunas de las joyas que eran el orgullo de la familia.
Esta vez no iba a ser tan sencillo, unos pocos golpes no serían suficientes, cuelgan a Owens de los brazos y lo dejan en el calabozo hasta que terminen de armar el cadalso.
A la noche siguiente es rescatado por la hija mayor de la familia, Matt no podía recordar su nombre.
El recuerdo anaranjado envuelve a Eyre.
En una fiesta con camaradas Matthew ríe a carcajadas, están en una bonita posada, un bardo fue invitado específicamente para esa noche. Owens no bebe, pero disfruta sinceramente de la fiesta, comparte abrazos con sus compañeros y hace comentarios picantes cuando ven pasar a las damas. Nada fuera de lo normal, aparentemente es un hombre como cualquier otro hombre, un humano más que disfruta de su existencia sin pensar demasiado en el futuro.
Esa noche cantarían hasta quedarse afónicos, probablemente se iría acompañado a su habitación, y al día siguiente ya no estaría más allí. Porque así era Matt, aparecía y desaparecía, mil personas en una ¿Y quién era en realidad?
El Virrey abrió los ojos, tenía la mirada desenfocada, llevó su mano libre a la mejilla y notó que estaba empapada, aparentemente había estado llorando gran parte del tiempo. Se sentía confundido, como si hubiese dado un paseo muy largo y agotador, pero sabía con certeza que no se había movido de esa habitación.
Una angustia avasallante inundo su pecho, comenzó a llorar de nuevo “¿Qué me sucede?” no entendía por qué estaba triste, no lograba comprender qué le había hecho Eyre, pero se sentía ultrajado, adolorido, sucio, contento y triste ¡Todo al mismo tiempo! No solo no había podido controlar la situación: Siquiera había tenido una oportunidad de lograrlo.
Matthew Owens
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Indignación.
Dolor, aflicción, angustia.
Miedo.
¿Ternura?
Era demasiado. Había creído entender y luego la confusión volvía a apoderarse de ella. El niño inocente, el joven ultrajado, el adulto torcido. ¿Cómo? ¿Por qué? Los hilos la abrazaban, la estrangulaban, le enseñaban la lección, la castigaban. Atónita, ya no podía saber cuándo comenzaba uno y terminaba el otro.
Ya no podía saber cuándo comenzaba Matthew y terminaba Stefano.
Fue la última en despertar, con las mejillas húmedas y una sensación extraña en la garganta, como si no hubiera tomado agua en días. La cabeza le daba vueltas. Ya era muy entrada la noche. ¿Cuánto tiempo había pasado?
Lo primero que hizo fue soltarle la mano. Lo segundo, apagar todas las velas con un solo chasquido, dejando que tan solo fueran la luna y las estrellas quienes iluminaran la escena. Y lo tercero fue atravesar las líneas de sal para acudir a él y envolverlo en un abrazo.
¿Conseguiría con eso que su cuerpo dejase de temblar?
-Matt, Matt... -No sabía cómo continuar. La voz se le quebraba y las palabras eran arrolladas por el llanto que, aún intentando contenerlo con todas sus fuerzas, insistía en salir. Nunca lo había visto llorar, y eso solo la ponía peor. Al final no dijo nada. Se dedicó a llorar por ella y por él, por la confusión, por la ira, por la pena. Pero, lejos de esperar ser consolada, eran sus pequeñas manos las que surcaban la espalda del otro en caricias que intentaban quitarle parte del dolor para transferirlo a sí misma. Susurró ininteligibles palabras de consuelo y le pidió que dejara salir todo.
Se asió a él con fuerza y lo dejó llorar también.
Ya tendrían tiempo para todo lo demás.
Dolor, aflicción, angustia.
Miedo.
¿Ternura?
Era demasiado. Había creído entender y luego la confusión volvía a apoderarse de ella. El niño inocente, el joven ultrajado, el adulto torcido. ¿Cómo? ¿Por qué? Los hilos la abrazaban, la estrangulaban, le enseñaban la lección, la castigaban. Atónita, ya no podía saber cuándo comenzaba uno y terminaba el otro.
Ya no podía saber cuándo comenzaba Matthew y terminaba Stefano.
Fue la última en despertar, con las mejillas húmedas y una sensación extraña en la garganta, como si no hubiera tomado agua en días. La cabeza le daba vueltas. Ya era muy entrada la noche. ¿Cuánto tiempo había pasado?
Lo primero que hizo fue soltarle la mano. Lo segundo, apagar todas las velas con un solo chasquido, dejando que tan solo fueran la luna y las estrellas quienes iluminaran la escena. Y lo tercero fue atravesar las líneas de sal para acudir a él y envolverlo en un abrazo.
¿Conseguiría con eso que su cuerpo dejase de temblar?
-Matt, Matt... -No sabía cómo continuar. La voz se le quebraba y las palabras eran arrolladas por el llanto que, aún intentando contenerlo con todas sus fuerzas, insistía en salir. Nunca lo había visto llorar, y eso solo la ponía peor. Al final no dijo nada. Se dedicó a llorar por ella y por él, por la confusión, por la ira, por la pena. Pero, lejos de esperar ser consolada, eran sus pequeñas manos las que surcaban la espalda del otro en caricias que intentaban quitarle parte del dolor para transferirlo a sí misma. Susurró ininteligibles palabras de consuelo y le pidió que dejara salir todo.
Se asió a él con fuerza y lo dejó llorar también.
Ya tendrían tiempo para todo lo demás.
Eyre
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Cuando miró al costado, allí estaba Eyre, también había estado llorando “¿Qué fue lo que vio?” El Humano frunció el ceño cuando sintió que retiraba la mano, se acordó de la primera vez que habían peleado, cuando se sintió juzgado por la mirada de la muchacha y se había ido sin dar más explicaciones.
Pero entonces se acercó a él y lo abrazó. Al principio pensó que no necesitaba eso, que no entendía porque lo hacía “Pero todo esto era para que me perdone, entonces… ¿Está bien así?” no podría asegurarlo, y no lo entendió hasta que las lágrimas comenzaron a surgir nuevamente.
-Eyre… - Seguía llorando y era absolutamente ridículo no saber de dónde provenía toda esa angustia.
Durante largos minutos ninguno de los dos habló, era muy reconfortante el sentirse de nuevo en los brazos de la muchacha, sus delicadas manos acariciando su espalda, el olor de su cabello, todo parecía conspirar para que el sentimentalismo se apodere de su cuerpo. Y sin embargo, una parte del Humano quería empujarla lejos, gritarle que no lo toque, que lo deje en paz y jamás vuelva a hablarle.
“¿Tocó algo dentro de mí? ¿Qué me hizo?”
Escucharla susurrar su nombre era demasiado dulce, parecía un desperdicio el arruinar semejante momento con sus dudas. Se deslizó hasta quedar semi recostado, con la cabeza apoyada en las piernas de Eyre, como si fuera un niño pequeño. Cerró los ojos y comenzó a hablar…
-Nací en una familia de campesinos, mis padres tenían más hijos de los que podían cuidar, así que cuando un anciano se ofreció a darme trabajo como su discípulo aceptaron en seguida y me regalaron. Me fui a vivir con él y me enseñó a ser un artesano… - Y así continuó hablando, le contó del tiempo que había pasado con su Maestro, hizo una omisión cuando tuvo que contar el día en que falleció, pero quedaba en claro lo mucho que le había dolido.
Luego pasó a sus primeros años en la calle, las cosas que había hecho para sobrevivir, y también las que había realizado solo por maldad. Luego, en su adolescencia, el tiempo que trabajo en el prostíbulo, cómo aprendió a decirle a la gente lo que quería oír, y a utilizar sus encantos para engatusarlos.
Su primer ingreso al Gremio de Ladrones, y su expulsión cuando lo encontraron con la esposa del Líder. Sus años como estafador ambulante, que había perdido la cuenta de cuantas personas había dejado en el camino, vivas y muertas…
Todo, le contó todo lo que había hecho, algunos detalles ya habían sido olvidados, pero los hechos más relevantes habían sido expuestos.
Stefano no se había sentido así de desnudo desde hacía mucho tiempo, y la sensación era horrible.
-Ahora ya lo sabes, esto que ves es lo que soy. Te he dicho toda la verdad ¿Era lo que esperabas? – Aún no había abierto los ojos, no quería ver qué expresión tenía Eyre en ese momento, si su cara reflejara rechazo o asco, seguramente no lo soportaría, no sabía qué era capaz de hacer.
Pero entonces se acercó a él y lo abrazó. Al principio pensó que no necesitaba eso, que no entendía porque lo hacía “Pero todo esto era para que me perdone, entonces… ¿Está bien así?” no podría asegurarlo, y no lo entendió hasta que las lágrimas comenzaron a surgir nuevamente.
-Eyre… - Seguía llorando y era absolutamente ridículo no saber de dónde provenía toda esa angustia.
Durante largos minutos ninguno de los dos habló, era muy reconfortante el sentirse de nuevo en los brazos de la muchacha, sus delicadas manos acariciando su espalda, el olor de su cabello, todo parecía conspirar para que el sentimentalismo se apodere de su cuerpo. Y sin embargo, una parte del Humano quería empujarla lejos, gritarle que no lo toque, que lo deje en paz y jamás vuelva a hablarle.
“¿Tocó algo dentro de mí? ¿Qué me hizo?”
Escucharla susurrar su nombre era demasiado dulce, parecía un desperdicio el arruinar semejante momento con sus dudas. Se deslizó hasta quedar semi recostado, con la cabeza apoyada en las piernas de Eyre, como si fuera un niño pequeño. Cerró los ojos y comenzó a hablar…
-Nací en una familia de campesinos, mis padres tenían más hijos de los que podían cuidar, así que cuando un anciano se ofreció a darme trabajo como su discípulo aceptaron en seguida y me regalaron. Me fui a vivir con él y me enseñó a ser un artesano… - Y así continuó hablando, le contó del tiempo que había pasado con su Maestro, hizo una omisión cuando tuvo que contar el día en que falleció, pero quedaba en claro lo mucho que le había dolido.
Luego pasó a sus primeros años en la calle, las cosas que había hecho para sobrevivir, y también las que había realizado solo por maldad. Luego, en su adolescencia, el tiempo que trabajo en el prostíbulo, cómo aprendió a decirle a la gente lo que quería oír, y a utilizar sus encantos para engatusarlos.
Su primer ingreso al Gremio de Ladrones, y su expulsión cuando lo encontraron con la esposa del Líder. Sus años como estafador ambulante, que había perdido la cuenta de cuantas personas había dejado en el camino, vivas y muertas…
Todo, le contó todo lo que había hecho, algunos detalles ya habían sido olvidados, pero los hechos más relevantes habían sido expuestos.
Stefano no se había sentido así de desnudo desde hacía mucho tiempo, y la sensación era horrible.
-Ahora ya lo sabes, esto que ves es lo que soy. Te he dicho toda la verdad ¿Era lo que esperabas? – Aún no había abierto los ojos, no quería ver qué expresión tenía Eyre en ese momento, si su cara reflejara rechazo o asco, seguramente no lo soportaría, no sabía qué era capaz de hacer.
Matthew Owens
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Sintió alivio al ver que no era alejada por el mayor. Permanecieron así durante un rato, hasta que percibió sus movimientos y aflojó su agarre para permitirle recostarse sobre su regazo. Abrió los ojos, ahora irritados y ardientes, y observó el rostro ajeno a través de una cortina de lágrimas y del cabello que se le venía a la cara.
Lo escuchó sin decir palabra, con una mano sobre el pecho impropio y la otra sobre la mejilla, levantándola solo ocasionalmente para secarse alguna que otra nueva lágrima que amenazara con desprenderse de su mentón. Escucharlo relatar su historia era mucho más fácil que verla con sus propios ojos, así, al menos, podía digerirla desde una perspectiva más lejana, y prefería que fuera él quien decidiera cuáles partes quería contarle.
¿Por qué habían tenido que pasar por tanto sufrimiento para llegar a esa instancia? ¿No podría, acaso, haber sido así desde un principio?
Probablemente no. Ni Matthew había podido abrirse lo suficiente, ni Eyre le habría creído.
Intentó no juzgarlo; era una tarea difícil habiendo tantas cosas que no entendía, habiendo tenido vidas tan distintas. La joven, por mucho que quisiera, jamás podría saber cómo se sentía crecer sin familia, a merced de la injusticia y de la muerte. No tenía idea de cómo hubiera sido ella en semejantes circunstancias, ni qué cosas terribles habría hecho para poder sobrevivir. Sin embargo, había conocido muchos delincuentes en Ciudad Lagarto, y ninguno de ellos era como Matthew. Quizás era difícil verlo, pero habían ocasiones en las que, con ella, parecía... No, era, un hombre bueno, cariñoso, honrado. Era también inteligente y astuto, y tenía muchas virtudes que le hubieran permitido llevar una vida distinta. ¿Entonces por qué...?
-No. No lo era. -Tenía la voz trémula, aunque ya había conseguido calmarse. Dibujó, con el pulgar, una línea que comenzó en el pómulo ajeno y terminó bajo su oreja, hundiendo los otros dedos en el oscuro y suave cabello. Cavilante, permaneció unos segundos en silencio, hasta que finalmente continuó:
-Pero no me arrepiento de saberlo.
Sabía, por fin, quién era la persona cuyo rostro humedecido por caminitos salados descansaba sobre sus piernas. No obstante... aún no estaba segura de saber qué clase de persona era esa. Desde el primer momento algo había estado perturbándola, y el simple hecho de pensar en preguntárselo en voz alta le revolvía las entrañas de los nervios. Pero, si lo iba a cuestionar algún día, ese era el momento para hacerlo.
-Solo... hay una cosa. Creo entender un poco más, y no pretendo juzgarte, pero... -Su primer impulso fue apartar la mirada, mas pronto se forzó a clavarla sobre los ojos ajenos- vi que a veces, cuando haces daño a alguien, tú... -tragó saliva- ...sonríes, Matt.
-¿Eres feliz... haciéndolo?
Eyre
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Con los ojos cerrados disfrutaba de las caricias de Eyre, había hablado sin pensarlo, dejándose llevar por el momento, de alguna manera sentía que el momento era el adecuado, estaban ambos en un momento de paz que quizás no volverían a tener jamás. Se acostó boca arriba y contempló el rostro de su amada, incluso aunque las marcas de que había estado llorando eran tan acentuadas, Matt estaba convencido que era la mujer más hermosa de todo Aerandir, justo en ese momento, justo en ese preciso lugar.
-Gracias – Contestó cuando la Hechicera dijo que no se arrepentía de haberse expuesto a la verdad, Matthew se dejó mimar, necesitaba cada una de esas caricias, el precio a pagar había sido muy caro, pero estaba convencido de que era la decisión correcta.
Ya no estaba seguro de cuánto tiempo había pasado, la habitación estaba totalmente oscura, y apenas podían notarse los rasgos entre sí, gracias a la luz de la luna. La pregunta de Eyre comenzó a levantar las defensas del Virrey, su mirada se fijo de manera penetrante en los ojos de la muchacha, intentando percibir si había algún tipo de juicio de valor en sus palabras.
-¿Si me hace feliz? ¿Acaso la gente solo se ríe cuando es feliz? – El sentido común era el menos común de los sentidos – Me rio porque la situación es hilarante, porque todo es tan increíblemente ridículo que no puedo entender como el resto de las personas se mantienen tan serias – Puso las manos en su rostro y dejo escapar una carcajada – Me rio porque lo entendí todo incluso antes de que tu nacieras, y nadie puede seguir estando cuerdo luego de ver a la Realidad a los ojos-
Se sentó y se cruzó de piernas, ahora estaban frente a frente y el gesto de Matthew era el más serio que hubiese visto jamás.
-¿Qué vas a hacer ahora? ¿Negarlo? ¿Confiar en la posibilidad de que algún día cambie? ¿Odiarme y echarme la culpa de todo? ¿Decir que soy un monstruo? -A medida que avanzaba con las preguntas se empezaba a reír - ¿Irte con un joven campesino, bondadoso y amable con el que tendrás montones de hijos mientras viven de lo que les da la tierra? Dejame recomendarte algo, sí tienen demasiados tendrán que regalarlos al final, así que ten cuidado, nadie quiere tener de hijo a un monstruo jajaja - Se siguió riendo hasta que tuvo que agarrarse la panza porque le estaba empezando a dar puntadas.
Podría haberse arrodillado y pedido disculpas, suplicarle y besar los pies de Eyre hasta que por compasión o por egocentrismo hubiese aceptado volver ¿Pero qué sentido tenía? Le había hecho algo a la mente de Owens, no la estaba pasando bien, la angustia se esparcía por todo su cuerpo como si fuera una infección y sí él iba a sufrir, no lo haría solo.
-Gracias – Contestó cuando la Hechicera dijo que no se arrepentía de haberse expuesto a la verdad, Matthew se dejó mimar, necesitaba cada una de esas caricias, el precio a pagar había sido muy caro, pero estaba convencido de que era la decisión correcta.
Ya no estaba seguro de cuánto tiempo había pasado, la habitación estaba totalmente oscura, y apenas podían notarse los rasgos entre sí, gracias a la luz de la luna. La pregunta de Eyre comenzó a levantar las defensas del Virrey, su mirada se fijo de manera penetrante en los ojos de la muchacha, intentando percibir si había algún tipo de juicio de valor en sus palabras.
-¿Si me hace feliz? ¿Acaso la gente solo se ríe cuando es feliz? – El sentido común era el menos común de los sentidos – Me rio porque la situación es hilarante, porque todo es tan increíblemente ridículo que no puedo entender como el resto de las personas se mantienen tan serias – Puso las manos en su rostro y dejo escapar una carcajada – Me rio porque lo entendí todo incluso antes de que tu nacieras, y nadie puede seguir estando cuerdo luego de ver a la Realidad a los ojos-
Se sentó y se cruzó de piernas, ahora estaban frente a frente y el gesto de Matthew era el más serio que hubiese visto jamás.
-¿Qué vas a hacer ahora? ¿Negarlo? ¿Confiar en la posibilidad de que algún día cambie? ¿Odiarme y echarme la culpa de todo? ¿Decir que soy un monstruo? -A medida que avanzaba con las preguntas se empezaba a reír - ¿Irte con un joven campesino, bondadoso y amable con el que tendrás montones de hijos mientras viven de lo que les da la tierra? Dejame recomendarte algo, sí tienen demasiados tendrán que regalarlos al final, así que ten cuidado, nadie quiere tener de hijo a un monstruo jajaja - Se siguió riendo hasta que tuvo que agarrarse la panza porque le estaba empezando a dar puntadas.
Podría haberse arrodillado y pedido disculpas, suplicarle y besar los pies de Eyre hasta que por compasión o por egocentrismo hubiese aceptado volver ¿Pero qué sentido tenía? Le había hecho algo a la mente de Owens, no la estaba pasando bien, la angustia se esparcía por todo su cuerpo como si fuera una infección y sí él iba a sufrir, no lo haría solo.
Matthew Owens
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Siempre ocurría lo mismo. Cuando por fin comenzaban a acercarse, un comentario inoportuno, incluso el más inesperado, echaba a perder todo su progreso y volvía a imponer una barrera entre sus corazones. Matthew se alejó de sus brazos para sentarse frente a frente, y Eyre se cruzó también de piernas y le devolvió una mirada cargada con la misma cuota de seriedad.
Agradeció internamente el día en que eligió que su habitación se ubicara en la torre más alta de la casa; de lo contrario todos, sirvientes y familia, se hubieran despertado alertados por las carcajadas del hombre que tenía enfrente. Pese a que comenzaba a enfadarse lo escuchó con paciencia, silente y apesadumbrada al presenciar la manera en que, sílaba a sílaba, el humano perdía la calma. Ella, para contrarrestarlo, intentó no esbozar emoción alguna y se mantuvo callada hasta que el moreno hubo exhalado su última carcajada y el silencio volvió a reinar. Inhaló profusamente y, con frialdad, aseveró:
-No, no haré ninguna de esas cosas que dices para intentar alejarme.
Con el tiempo había madurado lo suficiente como para ya no amedrentarse ante ese tipo de situaciones, y ya había aprendido a identificar los momentos en que el otro se ponía a la defensiva. No en vano llevaba casi dos años junto a él.
-Sin embargo, permíteme dar mi opinión, ¿o la mujer que dices amar no es digna de hacerlo sin que le levantes la voz?
Por primera vez dejó entrever cierta irritación en su tono. Era momento, de una vez por todas, de que hablaran de igual a igual, y no permitiría que el otro evadiera la situación.
-Todo lo que has hecho te ha funcionado para llegar hasta aquí, lo entiendo. Ha sido necesario para sobrevivir. Pero... ya no necesitas ser parte del juego, ¿o sí? -inquirió- Tienes dinero, tienes libertad... -“Me tienes a mí”, pensó- Puedes empezar a vivir de otra manera, ¿no eres acaso un hombre versátil? ¿o te has atascado en este personaje, Matthew? -Pronunció su nombre con cuidado al tiempo en que entrecerraba los ojos. Ahora que había visto a Stefano, las facetas posteriormente adquiridas del humano le parecían más evidentes. Suspiró y, con un tono más aterciopelado, agregó:
-De todas maneras, yo ya hice mi elección. Elegí abandonar algo importante para mí para quedarme a tu lado. -Durante la visita de sus padres en Ciudad Lagarto, Eyre había dejado claro junto a quién se quedaría, dispuesta a dejar atrás no solo a su familia, sino también a su alcurnia y herencia. Había cosas, sin embargo, que no podía tolerar, y estaba segura de que él sabía cuáles eran. Llegaba el momento de hacer concesiones.
-Pero ahora necesito saber, ¿qué eliges tú?
Eyre
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El primer golpe llegó de modo inesperado, Eyre podía ver a través de él, podía darse cuenta que sus risas y sus comentarios irónicos no eran más que una estrategia para resultar repugnante, para alejarla, porque su ausencia era un sufrimiento, pero en ese preciso momento su presencia era una agonía. No funcionaría, la Hechicera había madurado, y ese tipo de jueguitos infantiles ya no tendrían efecto en ella, Matthew apretó los labios al ver como su intento había fracasado.
-Yo no estaba…- “¿O si lo hacía?” no era habitual que levantara el tono, Owens se replanteó qué tan perturbado estaba por la situación como para hacer acciones con su voz sin darse cuenta… Su voz… Precisamente el arma que mejor sabía utilizar – Dilo – Fue lo único que contestó y se cruzó de brazos.
Todo lo que Eyre decía parecía tener mucho sentido “Odio cuando los argumentos son buenos”, ciertamente la muchacha había dejado mucho con tal de estar con él, había sido ella la que se había mudado y la que había dejado toda una vida atrás para que juntos pudieran seguir el sueño de Ciudad Lagarto.
Cuando escuchó la manera en que decía su nombre, supo que conocía cual era el verdadero, una sensación de asco repentino inundo su cuerpo. No era contra Eyre, sino sobre sí mismo, y eso era algo que no ocurría desde hace mucho tiempo.
-Hace años que dejó de interesarme el tener dinero, por eso lo gasto tan rápido como lo gano, no tiene valor alguno para mí – Estaban juntos hacía unos dos años, pero jamás habían hablado con ese nivel de sinceridad, por lo mismo, la hechicera no parecía tener idea de qué era lo que Matt quería en realidad – Tampoco me interesa la libertad, ni el poder, ni las mujeres, ni ser influyente… Nada de eso es interesante, ni divertido – Su mirada se apagaba, como si el aburrimiento fuera una sensación que asesinara a su espíritu – Lo único que deseo es no caer en el tedio de la rutina, en una vida vacía donde todos los días haga las mismas actividades, y cumpla con la misma rutina hasta que me vuelva viejo e inútil – Apoyó las manos a ambos lados del cuerpo y comenzó a apretar los puños – Para finalmente caerme en algún accidente estúpido en mi propia casa, y que mis últimos pensamientos sean “Que vida tan aburrida he tenido”-
Salió del trance, era la primera vez que decía esas palabras con tanta seriedad, se sorprendió a sí mismo al poder expresarlo con absoluta calma. Pasó las manos por su cabeza lentamente, como si quisiera quitarse de encima todas esas horribles sensaciones que lo estaban empujando hacía el descontrol tanto de sus emociones como de sus acciones.
-¿Es que no ha quedado claro? He venido hasta aquí, te he suplicado que me perdones, incluso me sometí a esta… - Señaló los objetos del ritual, pero no sabía cómo llamarlo - ¡Cosa! – El miedo estaba sobrepasando los límites tolerables para alguien tan inestable como Matthew, estaba acorralado y ninguna de sus evasivas funcionaba.
Hubiese preferido que Eyre se enojada, que le gritara, incluso que lo golpeara con todas sus fuerzas, cualquiera de esas acciones eran conocidas para el Humano, podía tolerarlo… Pero esto… Esto era algo a lo que no se había enfrentado nunca, y no tenía tampoco las herramientas para hacerlo.
- ¿Qué más puedo ofrecerte? – Su tono de voz sonó más desesperado de lo que a él le hubiese gustado, se aclaró la garganta, en un intento de recuperar el control – Cásate conmigo – No sé dio cuenta de lo que había dicho hasta que se escuchó “¿Quién es esta persona que está hablando? ¿Soy yo?” Pero lo decía en serio, era el momento menos oportuno, pero en cierto modo había elegido.
-Yo no estaba…- “¿O si lo hacía?” no era habitual que levantara el tono, Owens se replanteó qué tan perturbado estaba por la situación como para hacer acciones con su voz sin darse cuenta… Su voz… Precisamente el arma que mejor sabía utilizar – Dilo – Fue lo único que contestó y se cruzó de brazos.
Todo lo que Eyre decía parecía tener mucho sentido “Odio cuando los argumentos son buenos”, ciertamente la muchacha había dejado mucho con tal de estar con él, había sido ella la que se había mudado y la que había dejado toda una vida atrás para que juntos pudieran seguir el sueño de Ciudad Lagarto.
Cuando escuchó la manera en que decía su nombre, supo que conocía cual era el verdadero, una sensación de asco repentino inundo su cuerpo. No era contra Eyre, sino sobre sí mismo, y eso era algo que no ocurría desde hace mucho tiempo.
-Hace años que dejó de interesarme el tener dinero, por eso lo gasto tan rápido como lo gano, no tiene valor alguno para mí – Estaban juntos hacía unos dos años, pero jamás habían hablado con ese nivel de sinceridad, por lo mismo, la hechicera no parecía tener idea de qué era lo que Matt quería en realidad – Tampoco me interesa la libertad, ni el poder, ni las mujeres, ni ser influyente… Nada de eso es interesante, ni divertido – Su mirada se apagaba, como si el aburrimiento fuera una sensación que asesinara a su espíritu – Lo único que deseo es no caer en el tedio de la rutina, en una vida vacía donde todos los días haga las mismas actividades, y cumpla con la misma rutina hasta que me vuelva viejo e inútil – Apoyó las manos a ambos lados del cuerpo y comenzó a apretar los puños – Para finalmente caerme en algún accidente estúpido en mi propia casa, y que mis últimos pensamientos sean “Que vida tan aburrida he tenido”-
Salió del trance, era la primera vez que decía esas palabras con tanta seriedad, se sorprendió a sí mismo al poder expresarlo con absoluta calma. Pasó las manos por su cabeza lentamente, como si quisiera quitarse de encima todas esas horribles sensaciones que lo estaban empujando hacía el descontrol tanto de sus emociones como de sus acciones.
-¿Es que no ha quedado claro? He venido hasta aquí, te he suplicado que me perdones, incluso me sometí a esta… - Señaló los objetos del ritual, pero no sabía cómo llamarlo - ¡Cosa! – El miedo estaba sobrepasando los límites tolerables para alguien tan inestable como Matthew, estaba acorralado y ninguna de sus evasivas funcionaba.
Hubiese preferido que Eyre se enojada, que le gritara, incluso que lo golpeara con todas sus fuerzas, cualquiera de esas acciones eran conocidas para el Humano, podía tolerarlo… Pero esto… Esto era algo a lo que no se había enfrentado nunca, y no tenía tampoco las herramientas para hacerlo.
- ¿Qué más puedo ofrecerte? – Su tono de voz sonó más desesperado de lo que a él le hubiese gustado, se aclaró la garganta, en un intento de recuperar el control – Cásate conmigo – No sé dio cuenta de lo que había dicho hasta que se escuchó “¿Quién es esta persona que está hablando? ¿Soy yo?” Pero lo decía en serio, era el momento menos oportuno, pero en cierto modo había elegido.
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Re: Dime la verdad [Privado] [Cerrado]
Su estrategia había funcionado, ¡increíble! Era la primera vez que, usando solo la palabra, conseguía hacer que Matthew se abriera a ella. Pero, pese a la victoria, se abstuvo de sonreír y permaneció mirándolo con fijeza y detenimiento mientras explicaba, por fin, cuáles eran sus motivaciones.
Eyre entrecerró los ojos y contuvo la respiración, esforzándose realmente por intentar asimilar la manera en que pensaba el moreno. Sin embargo, llegó a la conclusión de que quizás era demasiado joven para comprender el tedio del cual él hablaba. La rutina nunca había sido un problema para ella, ni siquiera tomando en cuenta que su esperanza de vida era mucho, mucho más larga que la del humano, y por ende tendría bastante más margen para llegar a aburrirse en algún momento. Mientras que para ella la rutina era un método para aprender y mejorar día a día, para Matthew parecía no significar más que una tumba donde veía a su vida marchitarse antes de tiempo.
Por otro lado, tampoco comprendía cómo una vida de delincuencia podía ser la única alternativa para salvarse del letargo. ¿No podía convertirse entonces en un artista, en un trotamundos o, al menos, en alguien que aprovechara su poder para hacer el bien? Sospechó que preguntarlo en voz alta no causaría más que discordia. Ya había visto las respuestas, ya había visto a Stefano, y ese parecía ser un avance lo suficientemente grande para aquella noche. No obstante, pensó esperanzada, que quizás con el tiempo...
-¿Qué más puedo ofrecerte? -Preguntó él, y ella arrugó el entrecejo al tiempo en que bajaba la mirada. -No se trata de... -Comenzó a hablar, mas él la interrumpió:
-Cásate conmigo.
-...¿Eh?
Si el estupor pudiera tener rostro, ese hubiera sido el de Eyre en aquel preciso instante. La joven miró al mayor, abrió la boca, la cerró y volvió a abrirla, boqueando varias veces como un pez sin conseguir emitir sonido alguno. No se había esperado aquello y tenía la guardia tan baja que en cuestión de segundos su rostro estuvo ardiendo y sus ojos se llenaron de lágrimas, aunque unas muy distintas a las que había llorado minutos atrás.
-Y-Yo... -¿En qué estaba pensando? ¿Sabía acaso lo que iba a decir? ¿Era eso lo correcto? ¿Después de todo lo que había pasado, no sería una tonta si...?
Antes de darse cuenta, de entre sus labios se escapó un:
-Me casaré contigo... -Su corazón dio un vuelco; se sentía como si no hubiera vuelta atrás. Tragó saliva, buscó la silueta del otro apenas iluminada por la luz de los astros y, en un susurro, añadió...
-Si prometes no matar a nadie nunca más.
Eyre
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Re: Dime la verdad [Privado] [Cerrado]
Fueron unos segundos de absoluta felicidad, Matt levantó la cabeza e hinchó el pecho, conteniendo la respiración mientras una sonrisa comenzaba a dibujarse en su rostro. “Esta vez será de verdad” ya se había casado varias veces, pero siempre con segundas intenciones, en general para quedarse con el dinero de la mujer, o su propiedad, o algún título de valor. Pero ahora era distinto, no quería nada de Eyre, solo que se quedara con él, y regresar juntos a su hogar.
-¿Si? ¿En verdad lo harás? – Casi parecía un niño ilusionado, pero en seguida llegó el fatídico susurró, y el rostro de Matt cambió por completo.
Dejó caer la cabeza y se encorvó, sus gestos quedaron cubiertos por la oscuridad de la noche, era como si su alma se hubiese escapado de su cuerpo. En silencio apoyó una mano en el piso y se puse de pie, sacudió su ropa de los restos de sal y solo entonces miró a la Hechicera a los ojos.
-Tu no me amas – Lo afirmaba con absoluta sinceridad – Tu amas a un Matthew que no existe, igual que todo el resto – No era diferente a todos los que se creían el papel del Virrey, o el del Jefe del Prostíbulo, o el Estafador, el Ladrón, el Amante, el Bufón, y cientos de personajes más – Ya no importa –
Se terminó de poner las botas y abrió la puerta, una pequeña punzada en su pecho comenzaba lentamente a expandirse, y el Humano sentía la urgencia de irse de allí antes de que lo dominara por completo y ya no pudiera detenerlo “Al menos conserva lo poco que te queda de dignidad” pensaba Owens.
-Sé que eres una persona de bien ¿Puedo confiar en que mis secretos estarán a salvo? –
El dolor se extendía, como una infección que contaminaba poco a poco cada parte de su cuerpo, se sentía débil, sucio, había permitido que alguien entrara a lo más profundo de su ser y sin embargo no había conseguido nada a cambio. ¿Ira? Podría describirse como eso ¿Pena? Probablemente ¿Angustia? Cada vez más fuerte.
-En verdad creí que funcionaría – Dijo antes de comenzar a bajar la escalera.
-¿Si? ¿En verdad lo harás? – Casi parecía un niño ilusionado, pero en seguida llegó el fatídico susurró, y el rostro de Matt cambió por completo.
Dejó caer la cabeza y se encorvó, sus gestos quedaron cubiertos por la oscuridad de la noche, era como si su alma se hubiese escapado de su cuerpo. En silencio apoyó una mano en el piso y se puse de pie, sacudió su ropa de los restos de sal y solo entonces miró a la Hechicera a los ojos.
-Tu no me amas – Lo afirmaba con absoluta sinceridad – Tu amas a un Matthew que no existe, igual que todo el resto – No era diferente a todos los que se creían el papel del Virrey, o el del Jefe del Prostíbulo, o el Estafador, el Ladrón, el Amante, el Bufón, y cientos de personajes más – Ya no importa –
Se terminó de poner las botas y abrió la puerta, una pequeña punzada en su pecho comenzaba lentamente a expandirse, y el Humano sentía la urgencia de irse de allí antes de que lo dominara por completo y ya no pudiera detenerlo “Al menos conserva lo poco que te queda de dignidad” pensaba Owens.
-Sé que eres una persona de bien ¿Puedo confiar en que mis secretos estarán a salvo? –
El dolor se extendía, como una infección que contaminaba poco a poco cada parte de su cuerpo, se sentía débil, sucio, había permitido que alguien entrara a lo más profundo de su ser y sin embargo no había conseguido nada a cambio. ¿Ira? Podría describirse como eso ¿Pena? Probablemente ¿Angustia? Cada vez más fuerte.
-En verdad creí que funcionaría – Dijo antes de comenzar a bajar la escalera.
Matthew Owens
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Re: Dime la verdad [Privado] [Cerrado]
Podría haberse quedado sentada, con la estupefacción dibujándose en sus facciones y la boca abierta, muda por todas las palabras nunca dichas que se agolpaban en ella. Podría haberse resignado a oír el eco de los pasos bajando las escaleras, ahogado únicamente por la cadencia de su propio llanto, para pasar los días siguientes esperando un regreso que nunca sucedería.
Podría. Quizás, un año atrás, lo habría hecho. Pero ahora, lo que antes habría sido pena se convirtió en un enojo que le quemó las entrañas y la obligó a ponerse de pie y perseguir como un rayo a aquel que tan injustamente la acusaba de no amarlo.
-¿¡Quién te crees que eres!?
Su voz retumbó a lo largo de las largas escaleras. Descalza, bajó los escalones de dos en dos hasta que bastó estirar el brazo para asirse al hombro ajeno con toda la fuerza que su pequeña mano podía albergar.
-¿¡Quién te crees que eres -repitió- para decidir cuán válido es mi amor por ti!?
Lo obligó a voltearse para tomarlo también del otro hombro y lo sacudió con todas sus fuerzas. De haber tenido menos autocontrol, y de no haberlo querido tanto, le habría pegado. Sin embargo se contuvo, trasladando todo su enfado al tono cada vez más alto y estridente de su voz.
-¡Perdóname por no querer que la persona que más amo termine en prisión! -Vociferó- ¡Oh, y perdóname por intentar proponerte un futuro más feliz! ¡Dioses, qué egoísta soy! -Volvió a sacudirlo; nunca su pecho había dolido tanto- ¡Perdón por intentar ver más allá de quien tú crees que eres! “Un Matthew que no existe”, dices, ¡ja! -Apretó los dientes y levantó una mano, no obstante, un segundo después la volvió a bajar, conteniéndose- ¡Claro que no existe! ¡Ahora mismo no eres más que un tonto egocéntrico y ciego que intenta alejar todo lo bueno que tiene en su vida! ¿¡Acaso no te das cuenta!?
Lo soltó. ¡Cuántas ganas tenía de dejarse caer hacia adelante y abrazarlo con todas sus fuerzas! Tantas, quizás, como de patearlo fuera de casa para no verlo nunca más. Se tapó el rostro con ambas manos y ahogó un grito al tiempo en que exhalaba todo el aire contenido. Segundos después, ligeramente más calmada, bajó las manos y articuló con cuidado:
-Solo te lo preguntaré una vez, Matthew. ¿De verdad eres incapaz de hacer un mínimo sacrificio para estar a mi lado? ¿De verdad? -Lo miró a los ojos, incrédula, buscando en ellos el más diminuto atisbo de entendimiento.
-¿De verdad es así como quieres que termine?
Eyre
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Así estaba bien, era como tenían que ser las cosas, de esta manera ambos seguirían con sus vidas, Matthew había roto muchas relaciones, conocía como era el proceso “Probablemente esta vez sea algo más… Caótico” después de todo, era la primera vez que tenía los poderes de un Virrey para desencadenar su descontento. Así sería mejor y lo sabía, pero no por eso le dolía menos.
Escuchó unos pasos bajando a toda velocidad por la escalera “No lo hagas” pensó el estafador, pero se detuvo “No… Lo… Hagas…” y entonces sintió la mano de Eyre en su hombro. Los gritos de la Hechicera seguramente resonaron por toda la mansión, Matt la observaba con el ceño fruncido, entre adolorido e indignado.
-¿Un futuro más feliz? ¿Más feliz para quién? – La agarró de las muñecas sin lastimarla - ¿Por qué crees que tu idea de felicidad tiene que ser mía también? ¿Es que no lo entiendes? ¿Qué más pruebas necesitas? – Avanzó un paso, completamente decidido a mantener su punto de vista – Yo seré un tonto egocéntrico, pero tu… - Acercó su rostro y murmuro – Tu también lo eres – Volvió a alejarse – Quieres imponerme tu punto de vista, quieres que cambie mi vida para alinearme a lo que tu consideras que está bien –
Ahora fue el Humano quien la agarró de los hombros.
-¿No entiendes lo que estás pidiendo? Quieres que gobierne en una Ciudad de Asesinos y Ladrones sin matar a nadie. Por favor, comprende, no sobreviviría ni un día… Ni tu tampoco – Tocó sus mejillas, subió por sus orejas y enredó los dedos en sus cabellos – Ese mínimo sacrificio que me pides, nos pondría en riesgo todos los días de nuestras vidas, hasta que finalmente… - Acercó su rostro hasta que estuvieron a pocos centímetros – Yo no seré una víctima nunca más, Eyre. Jamás –
Finalmente acercó los labios y la besó, se sentía salado, probablemente como consecuencia de las lágrimas, pero no era desagradable. Rodeó la cintura de la Hechicera con ambos brazos, lo cierto era que no quería dejarla ir, incluso aunque tuviera la certeza de que eso era lo mejor. Pero toda su vida había hecho cosas incorrectas ¡Y por los dioses que esta vez no sería diferente!
-No quiero que termine, Eyre – Respondió en cuanto pudo separarse de sus labios – Que no termine, que nunca, jamás termine esto – La levantó ligeramente del piso y la siguió besando.
El contacto estaba lleno de pasión, pero también de furia, las cosas no podían ser como ambos querían, siquiera remotamente ¿Por qué? ¿Por qué no podía ser de otra manera? La apoyó contra la pared y en un arranque de consciencia apartó nuevamente sus labios para poder decir unas pocas palabras.
-¿Y si lo intentamos? ¿Qué es lo peor que podría pasar? – Tragó saliva – Lo único que te pido es que te quedes conmigo – Apoyó la cabeza en su hombro – Podría intentar matar solo cuando sea necesario. Pero no cambiaré mi modo de ser- Levantó la vista - ¿Eso sería suficiente? -
Escuchó unos pasos bajando a toda velocidad por la escalera “No lo hagas” pensó el estafador, pero se detuvo “No… Lo… Hagas…” y entonces sintió la mano de Eyre en su hombro. Los gritos de la Hechicera seguramente resonaron por toda la mansión, Matt la observaba con el ceño fruncido, entre adolorido e indignado.
-¿Un futuro más feliz? ¿Más feliz para quién? – La agarró de las muñecas sin lastimarla - ¿Por qué crees que tu idea de felicidad tiene que ser mía también? ¿Es que no lo entiendes? ¿Qué más pruebas necesitas? – Avanzó un paso, completamente decidido a mantener su punto de vista – Yo seré un tonto egocéntrico, pero tu… - Acercó su rostro y murmuro – Tu también lo eres – Volvió a alejarse – Quieres imponerme tu punto de vista, quieres que cambie mi vida para alinearme a lo que tu consideras que está bien –
Ahora fue el Humano quien la agarró de los hombros.
-¿No entiendes lo que estás pidiendo? Quieres que gobierne en una Ciudad de Asesinos y Ladrones sin matar a nadie. Por favor, comprende, no sobreviviría ni un día… Ni tu tampoco – Tocó sus mejillas, subió por sus orejas y enredó los dedos en sus cabellos – Ese mínimo sacrificio que me pides, nos pondría en riesgo todos los días de nuestras vidas, hasta que finalmente… - Acercó su rostro hasta que estuvieron a pocos centímetros – Yo no seré una víctima nunca más, Eyre. Jamás –
Finalmente acercó los labios y la besó, se sentía salado, probablemente como consecuencia de las lágrimas, pero no era desagradable. Rodeó la cintura de la Hechicera con ambos brazos, lo cierto era que no quería dejarla ir, incluso aunque tuviera la certeza de que eso era lo mejor. Pero toda su vida había hecho cosas incorrectas ¡Y por los dioses que esta vez no sería diferente!
-No quiero que termine, Eyre – Respondió en cuanto pudo separarse de sus labios – Que no termine, que nunca, jamás termine esto – La levantó ligeramente del piso y la siguió besando.
El contacto estaba lleno de pasión, pero también de furia, las cosas no podían ser como ambos querían, siquiera remotamente ¿Por qué? ¿Por qué no podía ser de otra manera? La apoyó contra la pared y en un arranque de consciencia apartó nuevamente sus labios para poder decir unas pocas palabras.
-¿Y si lo intentamos? ¿Qué es lo peor que podría pasar? – Tragó saliva – Lo único que te pido es que te quedes conmigo – Apoyó la cabeza en su hombro – Podría intentar matar solo cuando sea necesario. Pero no cambiaré mi modo de ser- Levantó la vista - ¿Eso sería suficiente? -
Matthew Owens
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Re: Dime la verdad [Privado] [Cerrado]
Al estar tres escalones más arriba que Matthew, sus rostros quedaban a la misma altura. Las palabras que llegaban a sus oídos eran tan hirientes como certeras. ¿Pecaba de soberbia al creer saber qué era lo mejor para su amado? Nunca se lo había preguntado hasta ese momento, pues le parecía que era lo natural. ¿Egocéntrica, ella? ¿Por qué? Eyre lo escuchó y en varias ocasiones entreabrió los labios para refutarlo, mas el tono firme y constante del mayor dejaba en claro que ahora no era su turno de hablar, además de que sus acercamientos resultaban demasiado apabullantes. Y, de todas maneras, aún teniendo la oportunidad de emitir palabra, no habría sabido qué decir.
Los dos tenían buenos argumentos. Ninguno parecía estar dispuesto a cambiarlos... Y ambos eran completamente incapaces de dejarse ir. Aunque su intuición gritase que ese no era el camino correcto, aunque no supiera cómo podrían hacer funcionar aquello, hubo algo mucho más fuerte que la instó a responder el beso sin ni un ápice de culpa, tomando el rostro ajeno entre sus manos y dejando salir en ese contacto toda la frustración, todo el enojo, toda la pasión que había estado conteniendo durante aquellos días.
Era un beso distinto a todos los antes experimentados, más urgido y férvido; era incapaz de disimular cuánto había extrañado esos labios. Cuando Matthew se separó para hablar, ella deslizó las manos hacia la nuca ajena y lo atrajo con suavidad hasta que sus frentes estuvieron juntas. No podía tolerar tenerlo lejos de nuevo, estaba siendo engullida por la contradicción: sabía cuán altas eran las posibilidades de que todo saliera mal, pero cuando estaban así de cerca, se sentía como si esa unión fuera la más correcta y perfecta del mundo.
-Está bien... -Susurró con voz aterciopelada, estaban tan próximos que no hacía falta hablar más alto- Eso, y ya no más secretos, ¿sí? -Le pidió- Quiero ser parte de tu vida, Matt... con todo lo que eso conlleva.
Volvió a besarlo y un momento después rompió el contacto para abrazarlo, impulsándose suavemente para terminar rodeando la cintura ajena con las piernas y, así, esconder el rostro en su cuello. No quería que viera su expresión avergonzada al mascullar:
-Respecto a tu oferta de hace un momento... Umh, ¿sigue en pie?
Los dos tenían buenos argumentos. Ninguno parecía estar dispuesto a cambiarlos... Y ambos eran completamente incapaces de dejarse ir. Aunque su intuición gritase que ese no era el camino correcto, aunque no supiera cómo podrían hacer funcionar aquello, hubo algo mucho más fuerte que la instó a responder el beso sin ni un ápice de culpa, tomando el rostro ajeno entre sus manos y dejando salir en ese contacto toda la frustración, todo el enojo, toda la pasión que había estado conteniendo durante aquellos días.
Era un beso distinto a todos los antes experimentados, más urgido y férvido; era incapaz de disimular cuánto había extrañado esos labios. Cuando Matthew se separó para hablar, ella deslizó las manos hacia la nuca ajena y lo atrajo con suavidad hasta que sus frentes estuvieron juntas. No podía tolerar tenerlo lejos de nuevo, estaba siendo engullida por la contradicción: sabía cuán altas eran las posibilidades de que todo saliera mal, pero cuando estaban así de cerca, se sentía como si esa unión fuera la más correcta y perfecta del mundo.
-Está bien... -Susurró con voz aterciopelada, estaban tan próximos que no hacía falta hablar más alto- Eso, y ya no más secretos, ¿sí? -Le pidió- Quiero ser parte de tu vida, Matt... con todo lo que eso conlleva.
Volvió a besarlo y un momento después rompió el contacto para abrazarlo, impulsándose suavemente para terminar rodeando la cintura ajena con las piernas y, así, esconder el rostro en su cuello. No quería que viera su expresión avergonzada al mascullar:
-Respecto a tu oferta de hace un momento... Umh, ¿sigue en pie?
Eyre
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