Bajo la Piel [Consecuencia Ohdà]
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Bajo la Piel [Consecuencia Ohdà]
Nuestra historia comienza con Demian recorriendo una pequeña villa en una zona rural. No es la primera vez que recorre los parajes cercanos a la gran ciudad de Lunargenta ni tampoco será la última, muy probablemente.
En este lugar el chico se encontraba sólo de paso, listo para continuar su viaje y aventuras, excepto que de pronto las cosas no parecen tan normales como siempreñ
El olor del humo, los gritos, los pasos de gente corriendo de lado a lado. No cabía duda que se había formado un incendio cerca.
Demian se descubrió a sí mismo moviéndose a paso acelerado al lugar. En algún momento había pasado de ser indiferente a ese tipo de cosas a jugarse el propio pellejo por arriesgar a otros en situación de peligro. ¿Quién lo diría?
Al llegar vio a la gente trabajando eficientemente. Nadie estaba desesperado, todos hacían una parte y una familia se abrazaba en un rincón, contemplando con pena las llamas, pero no con desesperación. No había nadie en peligro. Las pérdidas eran evidentemente duras para aquella familia, pero no había vidas que lamentar.
Demian se encogió de hombros.
–Vamos, Arty, dejemos a la g-gente hacer su trabajo –dijo Demian dándose una media vuelta.
El pequeño autómata le hizo caso.(1)
La especialidad de Demian era el salvar a aquellos que se encontraban en grave peligro mediante su teletransportación, pero de poco servían sus ilusiones para apagar las llamas. Quisiéralo o no, su mejor aporte era retirarse.
–Alguien llora –dijo Artyhom.
–Claro, Arty –comenzó a explicar el brujo–, la gente lamenta cuando pierde su casa.
–No, alguien más –continuó la voz mecánica.
Demian se detuvo y cerró sus ojos para dejar que sus oídos concentraran su atención. Había bastantes distractores en el ambiente, pero finalmente logra percibir aquello a lo que Artyhom se refiere.
Baja sus lentes, poniendo aquel ojo especial en frente del propio, dejando que le permitiera ver más allá de las murallas. Con toda la confusión costaba enfocarse en un punto específico, hasta que da con una figura encogida.
–Hay una chica p-por allí, quizás está herida –comenta.
Artyhom asiente y se pone en movimiento, similar acción que lleva a cabo el chico. Se apresuran, pensando que aquella persona puede requerir de cuidados inmediato. Dan con ella.
En un primer análisis parece ser que efectivamente la muchacha se encuentra severamente herida, al punto que llega a sacarle una extraña mueca al chico que de normal es inxpresivo. Los brazos de ella parecen tener la piel completamente quemada, como si su carne misma no fuera más que brasas. Demian se pregunta de inmediato cómo es que la chica no ha perdido el conocimiento con heridas tan horribles.
–C-calma, tengo algo aquí para el d- –comienza a decir. No termina la frase.
–¡Fuera de aquí, déjenme sola! –grita ella.
Al instante de sus brazos salen llamaradas en todas direcciones, lo que obliga al chico a dejarse caer y buscar refugio tras unas cajas, a riesgo de ser quemado. Cuando se asoma ya la muchacha se da a la fuga, tomando un camino que parece dar a un bosque cercano.
Algunas hojas comienzan a arder.
–No se qué demonios tiene en la cabeza esa maga, pero está a punto de causar una tragedia mayor, d-debemos detenerla –dice con determinación.
Artyhom asiente.
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(*) Algunas consideraciones. Este tema tiene lugar 3 días después de las festividades y de la explosión de llamas en el Ohdá. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. El fuego que aquí se menciona no es el mismo de ese tema.
(1) Artyhom es un autómata que acompaña a Demian. Tiene la siguiente apariencia:
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Demian
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Re: Bajo la Piel [Consecuencia Ohdà]
—Boldori, sin duda. —En cuclillas, con la mano apoyada en el tronco de un árbol, Valeria examinaba un grupo de pequeños hongos azulados que crecían entre el musgo— ¿Ha visto más por esta zona?
—Sí, señora —contestó un hombre de mediana edad que permanecía de pie detrás de ella—, varios grupos junto a estos árboles de aquí detrás y alguno más un poco más abajo. Se lo mostraré.
Valeria dirigió la vista hacia la dirección que el aldeano le señalaba antes de levantarse para seguirlo hasta el segundo grupo. Se encontraban en un área de árboles altos y frondosos, el lugar óptimo para el crecimiento de los hongos, pues gozaban de muy poca exposición solar y una estupenda dosis de humedad. La segunda concentración era más reducida y las plantas parecían más jóvenes, pero varios especímenes empezaban ya a supurar su característico jugo resinoso.
—¿Y dice usted que los usan los galenos? —preguntó el hombre arrugando ligeramente la nariz— Mi primo dice que que un amigo suyo se murió por tomar boldori.
—El líquido que supuran es peligroso pero, bien preparado, el hongo se usa para paliar el dolor —explicó distraídamente la bruja—. Le agradezco que me haya traído hasta aquí, pero no quisiera distraerlo más tiempo de sus obligaciones— añadió al cabo de un momento. Acercándose de nuevo a su acompañante, sacó unas monedas de su bolsa y se las ofreció—. Tenga, por las molestias.
El aldeano aceptó las monedas sin que hubiera necesidad de insistir. O bien había quedado convencido con las explicaciones, o bien no le preocupaba demasiado quién pudiera salir mal parado con aquellas plantas.
—¿Está segura de que no quiere que la espere?
—No se preocupe, sabré volver por mi cuenta, gracias.
Tan pronto se quedó sola, Valeria se agachó de nuevo sobre los hongos y se concentró en su recogida. Aunque lo que a ella le interesaba era el hongo en sí, también aprovechó para guardar una cantidad de líquido en una botellita que llevaba consigo. La meticulosidad de la tarea unida al silencio que la rodeaba resultaba relajante, lo cual era muy de agradecer. Entre el fiasco de la biblioteca y ese asunto tan feo de las niñas desaparecidas, su visita a Lunargenta no había resultado tan placentera como esperaba.
«Al menos, con estas preciosidades nadie se te ha adelantado», se dijo. Sólo por ese pequeño botín, merecía la pena haberse alejado temporalmente de las comodidades de la ciudad. Dejó los ejemplares más jóvenes donde estaban, para que la población pudiera regenerarse, y fue colocando los demás hongos sobre un paño que, posteriormente, ató por los extremos y se colgó del cinturón.
A medida que caminaba de vuelta hacia el pueblo, alejándose de la zona más densa de bosque, el olor a hojarasca, humus y musgo fue dejando espacio al del humo. Aceleró el paso y, al llegar a un área más abierta, pudo ver la columna de humo en la distancia. Apenas se veía ya fuego, por lo que dedujo que debían tener la situación bajo control. Aún así, reanudó inmediatamente la marcha, por si había heridos que necesitasen atención médica.
Sin embargo, no llegó muy lejos. En la misma entrada del bosque, algunas hojas se prendieron y una niña, que llegaba corriendo por el camino, tropezó con unas raíces y cayó al suelo de bruces, a los pies de la bruja. Valeria observó con horror que los brazos de la muchacha estaban completamente chamuscados y, al igual que las brasas de una hoguera, parecían amenazar con prenderse de nuevo. ¿Habría llegado aún en llamas desde el lugar del incendio o sería ella la causante? Se agachó para ofrecer ayuda a la muchacha, pero ella se revolvió, intentando levantarse.
—¡No, déjeme! —gritó.
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—Sí, señora —contestó un hombre de mediana edad que permanecía de pie detrás de ella—, varios grupos junto a estos árboles de aquí detrás y alguno más un poco más abajo. Se lo mostraré.
Valeria dirigió la vista hacia la dirección que el aldeano le señalaba antes de levantarse para seguirlo hasta el segundo grupo. Se encontraban en un área de árboles altos y frondosos, el lugar óptimo para el crecimiento de los hongos, pues gozaban de muy poca exposición solar y una estupenda dosis de humedad. La segunda concentración era más reducida y las plantas parecían más jóvenes, pero varios especímenes empezaban ya a supurar su característico jugo resinoso.
—¿Y dice usted que los usan los galenos? —preguntó el hombre arrugando ligeramente la nariz— Mi primo dice que que un amigo suyo se murió por tomar boldori.
—El líquido que supuran es peligroso pero, bien preparado, el hongo se usa para paliar el dolor —explicó distraídamente la bruja—. Le agradezco que me haya traído hasta aquí, pero no quisiera distraerlo más tiempo de sus obligaciones— añadió al cabo de un momento. Acercándose de nuevo a su acompañante, sacó unas monedas de su bolsa y se las ofreció—. Tenga, por las molestias.
El aldeano aceptó las monedas sin que hubiera necesidad de insistir. O bien había quedado convencido con las explicaciones, o bien no le preocupaba demasiado quién pudiera salir mal parado con aquellas plantas.
—¿Está segura de que no quiere que la espere?
—No se preocupe, sabré volver por mi cuenta, gracias.
Tan pronto se quedó sola, Valeria se agachó de nuevo sobre los hongos y se concentró en su recogida. Aunque lo que a ella le interesaba era el hongo en sí, también aprovechó para guardar una cantidad de líquido en una botellita que llevaba consigo. La meticulosidad de la tarea unida al silencio que la rodeaba resultaba relajante, lo cual era muy de agradecer. Entre el fiasco de la biblioteca y ese asunto tan feo de las niñas desaparecidas, su visita a Lunargenta no había resultado tan placentera como esperaba.
«Al menos, con estas preciosidades nadie se te ha adelantado», se dijo. Sólo por ese pequeño botín, merecía la pena haberse alejado temporalmente de las comodidades de la ciudad. Dejó los ejemplares más jóvenes donde estaban, para que la población pudiera regenerarse, y fue colocando los demás hongos sobre un paño que, posteriormente, ató por los extremos y se colgó del cinturón.
A medida que caminaba de vuelta hacia el pueblo, alejándose de la zona más densa de bosque, el olor a hojarasca, humus y musgo fue dejando espacio al del humo. Aceleró el paso y, al llegar a un área más abierta, pudo ver la columna de humo en la distancia. Apenas se veía ya fuego, por lo que dedujo que debían tener la situación bajo control. Aún así, reanudó inmediatamente la marcha, por si había heridos que necesitasen atención médica.
Sin embargo, no llegó muy lejos. En la misma entrada del bosque, algunas hojas se prendieron y una niña, que llegaba corriendo por el camino, tropezó con unas raíces y cayó al suelo de bruces, a los pies de la bruja. Valeria observó con horror que los brazos de la muchacha estaban completamente chamuscados y, al igual que las brasas de una hoguera, parecían amenazar con prenderse de nuevo. ¿Habría llegado aún en llamas desde el lugar del incendio o sería ella la causante? Se agachó para ofrecer ayuda a la muchacha, pero ella se revolvió, intentando levantarse.
—¡No, déjeme! —gritó.
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Re: Bajo la Piel [Consecuencia Ohdà]
Llevaba ya un rato cabalgando en compañía de Eddard, un camarada mercenario que había conocido días atrás en un encargo. El primer encuentro no fue placentero, dada la naturaleza impulsiva de ambos, pero al final ambos coincidieron en su camino hacia Lunargenta, y decidieron viajar juntos para no aburrirse. El problema comenzó cuando Tatsuya notó que su compañía era incapaz de cerrar la boca bajo ninguna circunstancia, y que era un fanfarrón por profesión, incluso más que él mismo.
-¡Te lo aseguro! ¡Tenías que ver su rostro! En cuanto me quité los pantalones, dijo algo que sonaba como "¡mondió!" y ahí lo tienes, a raíz de eso apodé a mi amiguito "la mondá". - el acompañante carcajeaba y vociferaba sus historias, como si quisiera que cada hombre en la península se enterase de cómo llamaba a su miembro.
-No sé qué clase de hombre vanidoso apodaría a su falo, pero he de admitir que ese es un nombre gracioso. - Tatsuya fingía de cuando en cuando alguna que otra carcajada para no herir el orgullo del hombre, esta fue una de esas.
Escuchó algo sacudirse entre las hojas de los arbustos, y tiró de las riendas de su caballo. Al detenerse, vio a una mocosa corriendo y tropezándose frente a las patas del corcel. Tenía los brazos quemados horriblemente, quizás tendría algo que ver con el olor a quemado que gobernaba el aire. Desde su perspectiva, la niña parecía estar inconsciente. Eddard descendió de su caballo y se acercó a ofrecerle ayuda a la cría.
-Hola, pequeña. ¿Estás bien? ¿Cómo te llamas? - el hombre la cargó gentilmente, y vio sus ojos completamente abiertos, amenazadores. Como un mar tormentoso anunciando el peligro. Sus brazos se prendieron en fuego, a lo que Eddard respondió arrojándola a la misma tierra de la que la recogió.
Sin decir ni una palabra, disparó una candente llamarada que el mercenario consiguió evadir escondiéndose tras un árbol. Su caballo, por otra parte, huyó pavoroso hacia la espesura del bosque. Tatsuya fue más precavido, y galopó lejos de las llamas. Al culminar su berrinche, la enana continuó con su huída, y el espadachín brujo se acercó a su colega, desprovisto el último de su montura.
-Vas a tener que llevarme hasta Lunargenta.
-Lo siento, no quiero cansar al caballo. - Por fin encontró una oportunidad de librarse de aquél grano en el culo, y no iba a desperdiciarla.
-¿Perdón?. - En un principio Eddard lo tomó como una pequeña broma. La sonrisa se borró de su rostro cuando vio a su acompañante marcharse. Blasfemó y lo insultó de todas las maneras posibles, pero nada de eso lo ayudó. La soledad fue su nueva compañía.
Por su parte, Tatsuya se encaminó por donde había ido la mocosa, observando el rastro de hojas chamuscadas y olor a humo. No tenía intenciones de perseguirla, pero la coincidencia actuó de tal manera que hizo a la enana huir precisamente por la ruta que él pensaba tomar en un inicio. Esperó no encontrársela en el trayecto, y prosiguió con la ruta.
Alcanzó un claro, y con él pudo ver el cielo cerúleo, en cuya dirección se alzaba una columna de humo de lo más sospechosa. Las piezas comenzaban a encajar: olor a quemado, una niña que controla el fuego y un incendio. Algo pintaba mal, ese mismo algo que despertó su curiosidad y lo impulsó a acercarse a evaluar qué sucedía. Quizás era una aldea incendiándose, y con suerte sus habitantes habrían dejado algún que otro objeto de valor que podría saquear. De la misma manera que las polillas se atraen a la luz, él se vio atraído por el fuego.
Y a pocos pasos vio el mismísimo fuego.
Otra vez se cruzó con la niña diabólica, en las mismas circunstancias que la había conocido antes. Parecía tener un talento innato para tropezar constantemente. Frente a ella, una mujer se agachaba para ofrecerle ayuda, insensatez que podía costarle la vida. El pequeño demonio expulsó un chirrido amenazador, que le ordenaba a la fulana alejarse. No era de entrometerse en asuntos ajenos, pero en esa situación no perdía nada dando un pequeño aviso.
-¡Eh, moza! Te recomiendo hacerle caso a la mocosa. No dudará en reducirte a cenizas, si lo que deseas es una muerte dolorosa.
-¡Te lo aseguro! ¡Tenías que ver su rostro! En cuanto me quité los pantalones, dijo algo que sonaba como "¡mondió!" y ahí lo tienes, a raíz de eso apodé a mi amiguito "la mondá". - el acompañante carcajeaba y vociferaba sus historias, como si quisiera que cada hombre en la península se enterase de cómo llamaba a su miembro.
-No sé qué clase de hombre vanidoso apodaría a su falo, pero he de admitir que ese es un nombre gracioso. - Tatsuya fingía de cuando en cuando alguna que otra carcajada para no herir el orgullo del hombre, esta fue una de esas.
Escuchó algo sacudirse entre las hojas de los arbustos, y tiró de las riendas de su caballo. Al detenerse, vio a una mocosa corriendo y tropezándose frente a las patas del corcel. Tenía los brazos quemados horriblemente, quizás tendría algo que ver con el olor a quemado que gobernaba el aire. Desde su perspectiva, la niña parecía estar inconsciente. Eddard descendió de su caballo y se acercó a ofrecerle ayuda a la cría.
-Hola, pequeña. ¿Estás bien? ¿Cómo te llamas? - el hombre la cargó gentilmente, y vio sus ojos completamente abiertos, amenazadores. Como un mar tormentoso anunciando el peligro. Sus brazos se prendieron en fuego, a lo que Eddard respondió arrojándola a la misma tierra de la que la recogió.
Sin decir ni una palabra, disparó una candente llamarada que el mercenario consiguió evadir escondiéndose tras un árbol. Su caballo, por otra parte, huyó pavoroso hacia la espesura del bosque. Tatsuya fue más precavido, y galopó lejos de las llamas. Al culminar su berrinche, la enana continuó con su huída, y el espadachín brujo se acercó a su colega, desprovisto el último de su montura.
-Vas a tener que llevarme hasta Lunargenta.
-Lo siento, no quiero cansar al caballo. - Por fin encontró una oportunidad de librarse de aquél grano en el culo, y no iba a desperdiciarla.
-¿Perdón?. - En un principio Eddard lo tomó como una pequeña broma. La sonrisa se borró de su rostro cuando vio a su acompañante marcharse. Blasfemó y lo insultó de todas las maneras posibles, pero nada de eso lo ayudó. La soledad fue su nueva compañía.
Por su parte, Tatsuya se encaminó por donde había ido la mocosa, observando el rastro de hojas chamuscadas y olor a humo. No tenía intenciones de perseguirla, pero la coincidencia actuó de tal manera que hizo a la enana huir precisamente por la ruta que él pensaba tomar en un inicio. Esperó no encontrársela en el trayecto, y prosiguió con la ruta.
Alcanzó un claro, y con él pudo ver el cielo cerúleo, en cuya dirección se alzaba una columna de humo de lo más sospechosa. Las piezas comenzaban a encajar: olor a quemado, una niña que controla el fuego y un incendio. Algo pintaba mal, ese mismo algo que despertó su curiosidad y lo impulsó a acercarse a evaluar qué sucedía. Quizás era una aldea incendiándose, y con suerte sus habitantes habrían dejado algún que otro objeto de valor que podría saquear. De la misma manera que las polillas se atraen a la luz, él se vio atraído por el fuego.
Y a pocos pasos vio el mismísimo fuego.
Otra vez se cruzó con la niña diabólica, en las mismas circunstancias que la había conocido antes. Parecía tener un talento innato para tropezar constantemente. Frente a ella, una mujer se agachaba para ofrecerle ayuda, insensatez que podía costarle la vida. El pequeño demonio expulsó un chirrido amenazador, que le ordenaba a la fulana alejarse. No era de entrometerse en asuntos ajenos, pero en esa situación no perdía nada dando un pequeño aviso.
-¡Eh, moza! Te recomiendo hacerle caso a la mocosa. No dudará en reducirte a cenizas, si lo que deseas es una muerte dolorosa.
Tatsuya Suō
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Re: Bajo la Piel [Consecuencia Ohdà]
Lucía, le llamaban. Era una niña dulce, algo caprichosa por una crianza en que, para no ser de la nobleza, nunca le había faltado nada. Su padre se había encargado de tratarla como a una princesa toda su vida. Su actividad favorita eran las fiestas de té, algo que sagradamente hacían al menos tres veces por semana.
Su padre era un hombre esforzado. Cuando su amada Greta murió en el parto, él se prometió a sí mismo que saldría adelante con su pequeñoa y así lo había hecho. Cada día se había esforzado por ser el mejor fabricante de zapatos de la zona y sus productos ya se vendían en lugares lejanos. No era un ricachón, pero no podía quejarse. La vida era buena.
Todo eso había terminado para ambos cuando decidió darle un abrazo a su hija maldita.
* * *
–¡Por favor, déjeme! –dijo su voz, la que ya no sonaba como una niña. Tampoco era la voz de una mujer adulta, ni nada que pudiera ser fácilmente categorizado. Era la voz de algo dañado, algo roto.
Algo quemado.
Sus ojos brillaron como si contuvieran una brasa ardiente, y por un momento pareció que así era, a juzgar por cómo se chuparon y por el humo que salió de ellos. La niña rápidamente se llevó las manos a ellos, cubriéndolos, mientras las llamas salían desprendidas en todas direcciones.
Demian nunca había visto a un tensai usar sus llamas de esa manera.
–Arty, no te acerques, q-quédate detrás de este árbol hasta que la cosa esté más segura –dijo el chico a su autómata.
Se asomó al mismo espacio en donde aquella mujer y aquel sujeto intentaban hacer algo con lo que ocurría.
El ruido de las hojas que comenzaban a arder llegó a sus oídos, eran como diminutas explosiones, un crepitar que advertía que el lugar estaba pronto a convertirse en un incendio si no se hacía algo.
Miró a la chica y no pudo evitar sentir una mezcla de asco y horror. Sus piernas descalzas se encontraban al rojo vivo, mientras su piel se evaporaba sobre lo que parecía metal ardiente en vez de músculo. El olor era horrible.
¿Cómo podía ella seguir con vida? se preguntó.
–¡Duerme! –dijo en voz alta, avanzando.
Entonces su magia hizo su trabajo.
Los ojos del chico brillaron y unas figuras parecidas a fantasmas se dibujaron en el aire, las que rodearon a la niña en una especie de danza siniestra hasta entrar en su cuerpo, desapareciendo. La chica, al instante, se quedó completamente quieta. Algo comenzó a cambiar.
Sus piernas dejaron de brillar y de pronto su piel ya no estaba chamuscada. Sus ojos, perdidos en el vacío, retomaron su forma original y su rostro, antes desfigurado por las quemaduras, retomaba la dulce forma de una muchacha de no más de trece años, una muchacha que aún conservaba la dulzura de la niñez, pero cuyo cuerpo comenzaba a mostrar los primeros signos de la madurez.
Hasta se podía decir que era una chica linda.
–Y-yo... yo no la he s-sanado –dijo el chico a los dos adultos con una evidente tartamudez.
Era cierto, su magia no era sanadora, sólo era un ilusionista, y aún así era como si lo que había hecho hubiera causado una rápida curación en la afectada.
–S-sólo la he paralizado –continuó.
El hechizo que había usado(1) solía ser cruel. Normalmente involucraba someter al afectado a horribles torturas mentales, a sufrimientos inimaginables comprimidos en un espacio de tiempo que era percibido de manera distinta, alargándose por horas en la cabeza de la víctima. Ahora se había esforzado en modificarlo para que sólo la llevara mentalmente a otro lugar, sin hacerle daño.
–No durará m-mucho –confesó.
Demian se acercó a la muchacha otro poco, tratando de ver y hacer sentido de por qué ya no parecía una brasa viviente, hasta que fue interrumpido por una voz familiar.
–Lo siento, pero no he podido seguir la orden a cabalidad –dijo la voz robótica de Artyhom.
El pequeño mecánico había abandonado el lugar detrás del árbol por una razón que resultó obvia a primera vista. Las llamas se habían extendido hasta allí. Demian miró a su alrededor y era evidente que, o bien hacían algo pronto, o bien el bosque iba a estar en graves problemas.
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(1) Demian ha usado su habilidad de nivel 4: Valle de los Espíritus. Esta habilidad paralizará a la afectada por una ronda, volviendo en sí el próximo turno. En caso de que no haya quedado claro, lo que sea que la esté afectando depende de su conciencia y, más específicamente, su estado de ánimo.
Como dato adicional, ella no es una bruja, es una humana.
Demian
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Re: Bajo la Piel [Consecuencia Ohdà]
Ante la reacción de la niña, Valeria dio un paso atrás, alzando las manos para mostrar que no pretendía hacerle daño y que no se acercaría más si ella no quería. Fue entonces cuando le llegó la voz de aquel tipo. «Le vas a llamar moza a tu puta madre», pensó entrecerrando los ojos con irritación. Así y todo, se abstuvo de hacer comentarios en voz alta, limitándose a tomar nota de dos cosas: el hecho de que el tipo iba armado y a caballo y la insinuación de que el fuego emanaba de la niña. ¿La habría visto él mismo o sería alguna superstición de la zona? No tardó mucho en comprobarlo por sí misma. La segunda advertencia de la niña sonaba de todo menos humano.
—Está bien —dijo con voz más tranquila de como realmente se sentía, al tiempo que retrocedía otro paso—, no me acercaré si no quieres.
Intentaba vigilar al otro tipo por el rabillo del ojo, pero no podía apartar la vista del cuerpo de aquella niña. Toda su piel era como una brasa que se iba avivando por momentos. En alguna ocasión, Valeria había visto niños descontrolados en la Academia, pero lo que tenía ante sus ojos no tenía nada que ver. Una cosa era que se le fuera a alguno una bola de fuego de las manos y otra muy distinta, convertirse en una.
Estaba dando su tercer paso hacia atrás, en vista de que la niña no parecía calmarse, cuando otro chico hizo su aparición. ¡Y de qué manera! El pequeño brujo logró que se calmara casi al instante y, al punto, incluso el aspecto de la chica comenzó a cambiar.
—Dudo mucho que incluso un sanador experto pudiera lograr un efecto tan inmediato —contestó Valeria a las aclaraciones del muchacho, tan sorprendida como lo parecía él—, debe de haber sido otra cosa.
Aprovechando que la muchacha estaba relajada y que ya no se veía tan amenazante, Valeria se acercó para examinarla. Tras un instante de duda, tomó su brazo con ambas manos. La piel se veía y se sentía completamente normal. La miró a los ojos, aquellos que habían amenazado con expulsar llamas hacía un momento, pero, más allá de esa mirada perdida propia de cualquiera que fuese la ensoñación que le muchacho le había metido en la cabeza, aquellos ojos parecían de lo más normales.
—¿Qué eres tú? —pensó la bruja en voz alta, volviendo a soltar el brazo de la muchacha.
La llegada de un cuarto individuo interrumpió el hilo de sus pensamientos. Valeria había visto juguetitos “atomáticos” de esos entre el grupo de refugiados que se había asentado en las cercanías del Hekshold, pero el sujeto que avanzaba hacia ellos era algo increíblemente más sofisticado. Sonaba casi como un biocibernético o, al menos, a ella le recordó un poco a la voz inexpresiva de Zöe.
Aunque el recién llegado había despertado su interés, era evidente que no había tiempo que perder. Las llamas se extendían y, según había dicho el pequeño ilusionista, el efecto de su magia no duraría mucho. Valeria no tenía con qué apagar el fuego ya existente, pero sí podía hacer algo para evitar nuevas hogueras.
—Rápido —dijo con apremio—, hay que llevarla a campo abierto antes de que vuelva en sí. —Volvió a tomar tentativamente el brazo de la muchacha. ¿La seguiría si la guiaba o habría que cargar con ella todo el camino? Esperando que se tratara de lo primero, dio un tironcito de su brazo, pero la niña estaba completamente paralizada —Me temo que voy a necesitar ayuda con esto —dijo mientras intentaba asir a la niña por debajo de los brazos. Era evidente que no llegaría muy lejos si tenía que arrastrarla ella sola.
—Está bien —dijo con voz más tranquila de como realmente se sentía, al tiempo que retrocedía otro paso—, no me acercaré si no quieres.
Intentaba vigilar al otro tipo por el rabillo del ojo, pero no podía apartar la vista del cuerpo de aquella niña. Toda su piel era como una brasa que se iba avivando por momentos. En alguna ocasión, Valeria había visto niños descontrolados en la Academia, pero lo que tenía ante sus ojos no tenía nada que ver. Una cosa era que se le fuera a alguno una bola de fuego de las manos y otra muy distinta, convertirse en una.
Estaba dando su tercer paso hacia atrás, en vista de que la niña no parecía calmarse, cuando otro chico hizo su aparición. ¡Y de qué manera! El pequeño brujo logró que se calmara casi al instante y, al punto, incluso el aspecto de la chica comenzó a cambiar.
—Dudo mucho que incluso un sanador experto pudiera lograr un efecto tan inmediato —contestó Valeria a las aclaraciones del muchacho, tan sorprendida como lo parecía él—, debe de haber sido otra cosa.
Aprovechando que la muchacha estaba relajada y que ya no se veía tan amenazante, Valeria se acercó para examinarla. Tras un instante de duda, tomó su brazo con ambas manos. La piel se veía y se sentía completamente normal. La miró a los ojos, aquellos que habían amenazado con expulsar llamas hacía un momento, pero, más allá de esa mirada perdida propia de cualquiera que fuese la ensoñación que le muchacho le había metido en la cabeza, aquellos ojos parecían de lo más normales.
—¿Qué eres tú? —pensó la bruja en voz alta, volviendo a soltar el brazo de la muchacha.
La llegada de un cuarto individuo interrumpió el hilo de sus pensamientos. Valeria había visto juguetitos “atomáticos” de esos entre el grupo de refugiados que se había asentado en las cercanías del Hekshold, pero el sujeto que avanzaba hacia ellos era algo increíblemente más sofisticado. Sonaba casi como un biocibernético o, al menos, a ella le recordó un poco a la voz inexpresiva de Zöe.
Aunque el recién llegado había despertado su interés, era evidente que no había tiempo que perder. Las llamas se extendían y, según había dicho el pequeño ilusionista, el efecto de su magia no duraría mucho. Valeria no tenía con qué apagar el fuego ya existente, pero sí podía hacer algo para evitar nuevas hogueras.
—Rápido —dijo con apremio—, hay que llevarla a campo abierto antes de que vuelva en sí. —Volvió a tomar tentativamente el brazo de la muchacha. ¿La seguiría si la guiaba o habría que cargar con ella todo el camino? Esperando que se tratara de lo primero, dio un tironcito de su brazo, pero la niña estaba completamente paralizada —Me temo que voy a necesitar ayuda con esto —dijo mientras intentaba asir a la niña por debajo de los brazos. Era evidente que no llegaría muy lejos si tenía que arrastrarla ella sola.
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Re: Bajo la Piel [Consecuencia Ohdà]
Su rostro se contorsionó en una mueca de desagrado, en cuanto observó el estado casi mortal e insalubre en el que se encontraba la niña. Ni siquiera él mismo, que había pasado por una cantidad innumerable de batallas a lo largo de su vida había sufrido heridas de esa magnitud, mucho menos las había visto. Aquello era distinto, era macabro. -Pues nada, será misericordia si la matamos de una vez-, pensó mientras se preparaba para desenvainar la katana.
Entonces se manifestó otro niño, de manera estelar. No tardó ni cinco segundos en lanzar un sorprendente hechizo, que actuó inmediatamente en la joven y llevó su conciencia lejos de este mundo. Boquiabierto, soltó el mango de su espada y se limitó a observar. O aquél crío era un verdadero prodigio, o en Hekshold estaban entrenando demasiado bien a sus futuras generaciones. La mujer se acercó a inspeccionar a la niña, con gran destreza y seguridad en cada uno de sus movimientos.
-Excelente demostración, niño. Llevaba mucho tiempo sin ver magia, más allá de las bolas de fuego. Aunque quizás eso habría solucionado el problema con la niña. Para siempre, digo.
Aprovechó para echar un nuevo vistazo a la mocosa, y fue como ver a una persona completamente distinta. Ya no era una bestia colérica y esquelética: sus rasgos eran nobles, sus ojos candentes y su piel suave como la seda, como si hubiera dejado ir al demonio que la atormentaba, y solo quedara la niña preciosa que antiguamente era. Sintió pena, y llegó a temer que en cuanto se le pasara el hechizo, volvería a convertirse en un demonio. A fin de cuentas, siempre tuvo cierta debilidad por los niños.
Observó a la mujer cargando a la niña y pidiendo ayuda. Se acercó con el caballo y se bajó, dispuesto a ayudar desinteresadamente.
-Puedo llevarla a caballo hasta un sitio donde puedan tratarla. No te preocupes, la abrazaré para que no se caiga. - Tatsuya extendió sus brazos, dando a entender que la cargaría.
No tenían por qué confiar en un hombre armado y mugriento, y él tampoco tenía por qué tomarse la molestia, pero se sentía de ganas de hacer su buena acción del año. Quedaba esperar cómo reaccionarían los demás...
Entonces se manifestó otro niño, de manera estelar. No tardó ni cinco segundos en lanzar un sorprendente hechizo, que actuó inmediatamente en la joven y llevó su conciencia lejos de este mundo. Boquiabierto, soltó el mango de su espada y se limitó a observar. O aquél crío era un verdadero prodigio, o en Hekshold estaban entrenando demasiado bien a sus futuras generaciones. La mujer se acercó a inspeccionar a la niña, con gran destreza y seguridad en cada uno de sus movimientos.
-Excelente demostración, niño. Llevaba mucho tiempo sin ver magia, más allá de las bolas de fuego. Aunque quizás eso habría solucionado el problema con la niña. Para siempre, digo.
Aprovechó para echar un nuevo vistazo a la mocosa, y fue como ver a una persona completamente distinta. Ya no era una bestia colérica y esquelética: sus rasgos eran nobles, sus ojos candentes y su piel suave como la seda, como si hubiera dejado ir al demonio que la atormentaba, y solo quedara la niña preciosa que antiguamente era. Sintió pena, y llegó a temer que en cuanto se le pasara el hechizo, volvería a convertirse en un demonio. A fin de cuentas, siempre tuvo cierta debilidad por los niños.
Observó a la mujer cargando a la niña y pidiendo ayuda. Se acercó con el caballo y se bajó, dispuesto a ayudar desinteresadamente.
-Puedo llevarla a caballo hasta un sitio donde puedan tratarla. No te preocupes, la abrazaré para que no se caiga. - Tatsuya extendió sus brazos, dando a entender que la cargaría.
No tenían por qué confiar en un hombre armado y mugriento, y él tampoco tenía por qué tomarse la molestia, pero se sentía de ganas de hacer su buena acción del año. Quedaba esperar cómo reaccionarían los demás...
Tatsuya Suō
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Re: Bajo la Piel [Consecuencia Ohdà]
Los desconocidos que se habían acercado a prestar ayuda se mostraron sorprendidos por el repentino cambio en el estado físico de la muchacha, sentimiento que compartía el joven brujo. Aún así, también sabía que el efecto no duraría demasiado.
Se hubiera quedado a explicarles, les habría dicho en qué consistía su hechizo, pero el crepitar de las hojas daba a entender que, si no querían quemar el bosque completo, iban a tener que hacer algo.
Demian levantó una mano y un grupo de hojas prendidas se elevaron, para luego comprimirse hasta que dejaron de sacar llamas, pero el chico cayó en cuenta que ese procedimiento iba a demorar demasiado si pretendía hacerlo con todo lo que se prendía. Más rápido iba a expandirse el fuego de lo que iba a ser utilizar su telekinesis para hacerlas levitar una por una.
–El f-fuego –dijo con su tradicional tartamudeo–. El f-fuego crece.
Artyhom tomó una vara y comenzó con ella a golpear algunas hojas, pero claramente su pequeño tamaño y la falta de una estrategia eficaz le volvían poco aporte.
Mientras esto ocurría, la chica comenzó a abrir los ojos y mirar a su alrededor. Si bien aún parecía confundida por los efectos del Valle de los Espíritus, pronto su mirada mostró miedo. Claro, había tres desconocidos cerca de ella, pero más que eso, había fuego. Aunque la habían sacado al camino podía ver algo de las llamas, podía oler aquel horrible rastro del humo. Sus ojos se formaron como platos y comenzó a tiritar.
Pronto unas señas de fuego, como si por sus mismas venas corrieran llamas o pequeñas brasas, comenzó a recorrer su cuerpo.
–Cálmenla... o noquéenla, lo que sea –dijo el chico, mientras aún luchaba contra el fuego.
Entonces tuvo una idea. Sacó su daga, aquella daga maldita que había obtenido de Asher, ese objeto de funcionamiento corrupto, pero tan poderoso en la magia. La clavó en el suelo, en medio de un lugar donde el fuego se expandía.
–Vamos –dijo en un suspiro.
Al cabo de un par de segundos las hojas cambiaron, una zona a su alrededor se dibujó por medio de la decoloración de lo orgánico. Las hojas se marchitaron y pudrieron de manera acelerada, hasta convertirse en una especie de masa maloliente. Aquello logró que el fuego no tuviera de qué alimentarse correctamente en el área, hasta que terminó apagándose. Demian pudo contemplar como algunos insectos quedaban dados vuelta dentro del área, incluso si el fuego no les había llegado. Realmente esa daga era un objeto siniestro y terrible, al que poco llegaba aún a entender.
Un crepitar a sus espaldas le dio a entender que el trabajo no había terminado. Era como si literalmente cada una de las huellas de la muchacha hubiera dado paso a un pequeño incendio que ahora amenazaba con expandirse desenfrenadamente. Los esfuerzos de Demian habían logrado poner un pequeño freno, mas no lo suficiente.
Oyó un quejido de protesta de la muchacha, al parecer volvía lentamente a su estado de desesperada paranoia y sufrimiento. Demian no alcanzaba siquiera a imaginarse qué tipo de magia o fuerza estaba detrás de lo que pasaba, sólo sabía que tenía dos problemas entre manos y que no iba a poder solucionarlo por sí mismo.
Aquellos extraños eran su mejor opción. Su única opción para evitar una tragedia.
Demian
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Re: Bajo la Piel [Consecuencia Ohdà]
Por más ayuda que le ofreciera, Valeria no se fiaba de aquel extraño. Hacía sólo un momento que había sugerido acabar con la niña para siempre. No es que a la bruja no le hubiese pasado por la cabeza. Sin duda, sería la solución más rápida, pero ¿acaso ese hombre no tenía ni una pizca de curiosidad intelectual?
Sin embargo, no había tiempo que perder, así que se la entregó sin discusiones, aunque de mala gana. Después se volvió hacia el desastre que había causado la muchacha. El pequeño brujo y su amigo hacían lo que podían por apagar el fuego y todo lo que ella podía pensar era lo mucho que le hubiera gustado controlar el agua. Era su elemento favorito y les hubiera venido de perlas en aquel momento.
«Un momento», se dijo en un instante de lucidez, «¿qué es eso que estaba haciendo el crío con las hojas?». Había sido una buena idea, pero la mayor parte de los brujos tardaría una eternidad en consumir un incendio de aquella manera. Ella, por otro lado, quizá tuviera una oportunidad, con un poco de concentración.
Respirando profundamente, para tratar de relajarse, se acercó a la zona en llamas todo lo que se atrevió, sin correr el riesgo de prenderse ella misma. Cerró los ojos y se concentró en el maná que la rodeaba. Ella siempre lo sentía como un cosquilleo en la piel, que se iba extendiendo hacia el exterior para conectarla con los objetos que la rodeaban. Como si su propio sentido del tacto se ampliara a través del aire.
Extendió los brazos hacia los lados, como para abarcar un espacio mayor, y giró sobre sí misma, buscando conectar con el espacio que la rodeaba. La dificultad de aquella maniobra no estaba en el tamaño o el peso de los objetos, sino en la cantidad de hojas que tendría que mover al mismo tiempo.
Cuando se sintió preparada, giró las muñecas haciendo que las palmas quedaran mirando hacia arriba y, al punto, todas las hojas a su alrededor, las de los árboles, los arbustos y las que descansaban en el suelo, se alzaron a la vez, como una bandada de pájaros que levantase el vuelo. Aquellas que estaban ardiendo, se consumieron enseguida; las que no, siguieron flotando durante un momento, hasta que Valeria consideró que había pasado el peligro y las dejó caer.
Entonces, miró a su alrededor y se dio cuenta de que todavía había algunas llamas en un arbusto cercano, a pesar de que no le quedaba ni una hoja. Avanzó un par de pasos hacia él, con la intención de apagarlo a pisotones, si era necesario, pero sólo consiguió tambalearse y caer de rodillas. Estaba cansada y muy mareada.
Entre las ramas peladas y el particular cortafuegos que había creado el chico, aquella zona del bosque tenía un aspecto bastante lúgubre, pero al menos el resto se había salvado, por el momento. Ahora todo dependía de lo que hubiera hecho aquel hombre con la niña.
—Para otra vez —murmuró Valeria mientras apoyaba las manos en el suelo en un intento de levantarse—, debería aislar las hojas en llamas.
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OFF: Tomo prestada la idea de Demian y le aplico la Telequinesia Mejorada de Reike.
Sin embargo, no había tiempo que perder, así que se la entregó sin discusiones, aunque de mala gana. Después se volvió hacia el desastre que había causado la muchacha. El pequeño brujo y su amigo hacían lo que podían por apagar el fuego y todo lo que ella podía pensar era lo mucho que le hubiera gustado controlar el agua. Era su elemento favorito y les hubiera venido de perlas en aquel momento.
«Un momento», se dijo en un instante de lucidez, «¿qué es eso que estaba haciendo el crío con las hojas?». Había sido una buena idea, pero la mayor parte de los brujos tardaría una eternidad en consumir un incendio de aquella manera. Ella, por otro lado, quizá tuviera una oportunidad, con un poco de concentración.
Respirando profundamente, para tratar de relajarse, se acercó a la zona en llamas todo lo que se atrevió, sin correr el riesgo de prenderse ella misma. Cerró los ojos y se concentró en el maná que la rodeaba. Ella siempre lo sentía como un cosquilleo en la piel, que se iba extendiendo hacia el exterior para conectarla con los objetos que la rodeaban. Como si su propio sentido del tacto se ampliara a través del aire.
Extendió los brazos hacia los lados, como para abarcar un espacio mayor, y giró sobre sí misma, buscando conectar con el espacio que la rodeaba. La dificultad de aquella maniobra no estaba en el tamaño o el peso de los objetos, sino en la cantidad de hojas que tendría que mover al mismo tiempo.
Cuando se sintió preparada, giró las muñecas haciendo que las palmas quedaran mirando hacia arriba y, al punto, todas las hojas a su alrededor, las de los árboles, los arbustos y las que descansaban en el suelo, se alzaron a la vez, como una bandada de pájaros que levantase el vuelo. Aquellas que estaban ardiendo, se consumieron enseguida; las que no, siguieron flotando durante un momento, hasta que Valeria consideró que había pasado el peligro y las dejó caer.
Entonces, miró a su alrededor y se dio cuenta de que todavía había algunas llamas en un arbusto cercano, a pesar de que no le quedaba ni una hoja. Avanzó un par de pasos hacia él, con la intención de apagarlo a pisotones, si era necesario, pero sólo consiguió tambalearse y caer de rodillas. Estaba cansada y muy mareada.
Entre las ramas peladas y el particular cortafuegos que había creado el chico, aquella zona del bosque tenía un aspecto bastante lúgubre, pero al menos el resto se había salvado, por el momento. Ahora todo dependía de lo que hubiera hecho aquel hombre con la niña.
—Para otra vez —murmuró Valeria mientras apoyaba las manos en el suelo en un intento de levantarse—, debería aislar las hojas en llamas.
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Re: Bajo la Piel [Consecuencia Ohdà]
Se ensimismó tanto en la situación con la cría, que olvidó por completo que su alrededor se desmonoraba. Fue cuando finalmente tuvo a la niña en sus brazos, que inspeccionó el bosque que lo rodeaba y sintió el sofocante ardor del incendio. Sería una idea muy estúpida utilizar su magia de viento para apagarlo; solo lograría darle combustible a las llamas. Por supuesto, tampoco era factible buscar una cubeta y echar agua. Se dio cuenta de que no tenía demasiado que aportar a la situación, pero al menos podía llevar a la muchacha a un lugar seguro.
Se subió a su caballo con ella en brazos y la sentó frente a él, abrazándola. Fue la experiencia más paternal que había tenido en su vida. Mientras se alejaba, veía cómo el niño utilizaba más de su talento para apagar el incendio. En un principio no parecía que su magia pudiera hacer mucho, hasta que utilizó un puñal que descompuso todas las hojas, pasto y material combustible en el area, solucionando a medias el problema.
-Joder, qué peste. - murmuró en respuesta al olor consecuente de la magia.
Por su lado, la mujer hizo uso de una habilidad parecida a la telequinesis para extinguir el resto de las llamas, o al menos la mayoría. Por ahí quedaron rezagados algunos arbustos y hojas que crepitaban y amenazaban con perpetuar su estadía, pero no era nada especialmente inquietante.
No obstante, con el fin de un contratiempo aparece otro: la apertura de los pequeños ojos de la jovencita. En su transcurso inicial del sueño a la vigilia parecía asustada, pero no había nada de amenazador en su mirada. Era tan solo una niña temblorosa más, desconcertada por el olor a quemado y las cenizas que le hacían llorar los ojos. No obstante, sus pupilas paulatinamente cobraron la candencia del fuego y su piel se calentó hasta que Tatsuya tuvo que parar de abrazarla. Esta aprovechó la apertura para tirarse del caballo y correr. El brujo la persiguió a pie y realizó un placaje, lanzándosele encima. Ambos se arrastraron por la tierra, y esta vez el espadachín la abrazó vehementemente, aún si le ardía como el tacto del demonio.
-¡Suélteme! ¡Hágalo ya, antes de que pierda el control! - Berreó la cría. En su tono había una muestra de preocupación, como si no quisiera hacerle daño al espadachín. ¿Quizás, después de todo, no podía controlar lo que hacía?
-¿Y dejar que quemes deliberadamente más bosques? Lo siento, princesa. No puedo hacer eso.
-¡Que me suelte! - Este segundo chillido fue, en definitiva, una orden. Algunas ascuas se asomaron por encima de sus brazos, abrasándolos una vez más.
Al no tener el don innato de tratar niños, Tatsuya iba perdiendo la paciencia. No creía que ofrecerle un caramelo o leerle una fábula fuese a cambiar algo en ese momento. Demonios, ni siquiera la magia del crío había conseguido un efecto duradero. La premura por actuar al instante lo llevó a tomar la decisión más precipitada: usar la fuerza bruta.
Le dio un cabezazo tan fuerte que abrió una herida en la suave frente de la criatura, mas la noqueó al instante. Si había sobrevivido, por lo menos dejaría de molestar un largo rato. Si no... habría matado a un niño.
-¡Eh! - Tatsuya se dirigió a los otros dos brujos, aún ocupados en apagar las llamas - ¡Necesito ayuda aquí, antes de que se muera la mocosa!
Y más le valía a alguno de los dos que supieran cómo diagnosticar y tratar heridas...
Se subió a su caballo con ella en brazos y la sentó frente a él, abrazándola. Fue la experiencia más paternal que había tenido en su vida. Mientras se alejaba, veía cómo el niño utilizaba más de su talento para apagar el incendio. En un principio no parecía que su magia pudiera hacer mucho, hasta que utilizó un puñal que descompuso todas las hojas, pasto y material combustible en el area, solucionando a medias el problema.
-Joder, qué peste. - murmuró en respuesta al olor consecuente de la magia.
Por su lado, la mujer hizo uso de una habilidad parecida a la telequinesis para extinguir el resto de las llamas, o al menos la mayoría. Por ahí quedaron rezagados algunos arbustos y hojas que crepitaban y amenazaban con perpetuar su estadía, pero no era nada especialmente inquietante.
No obstante, con el fin de un contratiempo aparece otro: la apertura de los pequeños ojos de la jovencita. En su transcurso inicial del sueño a la vigilia parecía asustada, pero no había nada de amenazador en su mirada. Era tan solo una niña temblorosa más, desconcertada por el olor a quemado y las cenizas que le hacían llorar los ojos. No obstante, sus pupilas paulatinamente cobraron la candencia del fuego y su piel se calentó hasta que Tatsuya tuvo que parar de abrazarla. Esta aprovechó la apertura para tirarse del caballo y correr. El brujo la persiguió a pie y realizó un placaje, lanzándosele encima. Ambos se arrastraron por la tierra, y esta vez el espadachín la abrazó vehementemente, aún si le ardía como el tacto del demonio.
-¡Suélteme! ¡Hágalo ya, antes de que pierda el control! - Berreó la cría. En su tono había una muestra de preocupación, como si no quisiera hacerle daño al espadachín. ¿Quizás, después de todo, no podía controlar lo que hacía?
-¿Y dejar que quemes deliberadamente más bosques? Lo siento, princesa. No puedo hacer eso.
-¡Que me suelte! - Este segundo chillido fue, en definitiva, una orden. Algunas ascuas se asomaron por encima de sus brazos, abrasándolos una vez más.
Al no tener el don innato de tratar niños, Tatsuya iba perdiendo la paciencia. No creía que ofrecerle un caramelo o leerle una fábula fuese a cambiar algo en ese momento. Demonios, ni siquiera la magia del crío había conseguido un efecto duradero. La premura por actuar al instante lo llevó a tomar la decisión más precipitada: usar la fuerza bruta.
Le dio un cabezazo tan fuerte que abrió una herida en la suave frente de la criatura, mas la noqueó al instante. Si había sobrevivido, por lo menos dejaría de molestar un largo rato. Si no... habría matado a un niño.
-¡Eh! - Tatsuya se dirigió a los otros dos brujos, aún ocupados en apagar las llamas - ¡Necesito ayuda aquí, antes de que se muera la mocosa!
Y más le valía a alguno de los dos que supieran cómo diagnosticar y tratar heridas...
Tatsuya Suō
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Re: Bajo la Piel [Consecuencia Ohdà]
La mujer mostró ser también una bruja, a juzgar por su uso de la telekinesis. Había logrado apagar una buena cantidad de material alcanzado por el fuego en una maniobra efectiva, sin embargo aún quedaba un arbusto incendiado.
Fue Artyhom quien finalmente intervendría para apagarlo. El pequeño mecánico comenzó a tomar trozos de tierra y lanzarlo a las partes incendiadas. A pesar de que inicialmente no parecía algo demasiado efectivo, pronto las llamas menguaron y sólo quedaron una brasas.
Con el asunto del posible incendio controlado, Demian decide ir tras la muchacha.
–Vamos –dice a la mujer, gesticulando con la mano–, no deben estar muy lejos.
Efectivamente, tras un breve recorrido llega donde el hombre tiene a la muchacha, justo a tiempo para presenciar cuando éste le da un golpe para hacerla perder el sentido. El golpe parece haber sido bastante peligroso.
–Pero, ¡Qué demonios! –exclama acercándose a ellos.
Saca algunas cosas de entre sus ropas, cosas que parecen salir prácticamente de la nada. El chico normalmente usa sus ilusiones para ocultar su equipamiento, de modo que los componentes de su Kit de Medicina(1) parecen materializarse en el aire.
Se pone de inmediato a revisar la herida. El golpe ha sido cosa seria, pero al menos no parece haber una fractura. Limpia de inmediato el área con un trozo de tela limpio y vierte allí una mezcla de hierbas que forma una pasta espesa y de fuerte aroma.(1) Artyhom ya tiene experiencia en la asistencia de tales tareas, por lo que actúa de manera diligente entregando lo que el chico necesita. Pronto la muchacha queda con un adecuado vendaje en la cabeza, aunque sigue inconsciente. Probablemente aquello en ese momento es lo mejor.
–¿Alguien tiene una idea de c-cómo hacer que no queme todo cuando despierte? –pregunta a los adultos.
Puede ser un chico hábil con la magia (y las cuchillas), pero no es precisamente un experto en la conducta humana, no al menos cuando no involucra ilusiones que juegan con la mente de las personas.
–Puedo hacer alguna ilusión para engañarla o algo, pero nada de eso durará para s-s-siempre –continúa.
Da un largo suspiro y se sienta en el suelo. Todo el asunto ha sido frenético y no sabe realmente qué hacer a continuación.
–Creo que la menor se encuentra en proceso de recuperar la conciencia –informa la voz robótica de Artyhom de pronto.
Demian se gira a verla y, en efecto, ve sus ojos apretarse y escucha leves gemidos, sonidos inequívocos de alguien que despierta luego de perder el conocimiento.
Demian se pone en guardia discretamente.
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(1) Demian usa su profesión de Medicina.
Demian
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Re: Bajo la Piel [Consecuencia Ohdà]
No, no estaban muy lejos, pero llegar hasta allí con el piso moviéndose a su alrededor se le hizo algo mas complicado de lo que le hubiese gustado. Al menos, consiguió mantener el almuerzo dentro del estómago.
Cuando dio alcance al grupo, el muchacho estaba revisando la herida de la niña. En otras circunstancias, le habría quitado de en medio para que no empeorase las cosas mientras ella trabajaba. Sin embargo, aún no se le había despejado del todo el mareo y, en cualquier caso, el chico parecía bastante competente para su edad, así que se contentó con observar su trabajo, por si tenía que intervenir en algún momento.
En seguida fue evidente que él y su amigo sabían lo que hacían, por lo que fue desviando su atención hacia el otro tipo. Más allá del hecho de que ella estaba inconsciente, a él no se lo veía mucho mejor. Valeria rebuscó un momento dentro de su bolso y sacó un frasco con una pasta viscosa que lanzó al desconocido.
—Para las quemaduras —le dijo.
Después volvió a mirar al chico. Parecía poquita cosa, con su ropa vieja y su tartamudeo, pero la bruja no podía evitar preguntarse qué otras sorpresas ocultaría tras esas ilusiones suyas. O de dónde habría sacado semejante compañero de viaje.
—Creo que deberíamos reservar las ilusiones para el plan B —contestó con voz pausada. Se sentó también en el suelo, con cuidado de no aplastar su bolsa de hongos y observó con detenimiento a la niña que ya no era tan niña—. No parece haber peligro cuando está tranquila —reflexionó en voz alta—, sólo tenemos que lograr que no se altere con nuestra presencia. Es mejor que nos mantengamos a distancia y mostremos una actitud calmada, para no asustarla más. —Miró al hombre antes de continuar— En tu caso, cuanto más alejado, mejor. Después de semejante golpe, es poco probable que tenga fuerzas para salir corriendo. Tal vez podamos dialogar con ella antes de que... lo que sea que causó el fuego vuelva a emerger.
Realmente, la joven que tenían delante no parecía el mismo ser que había causado aquel caos en el bosque. La bruja se preguntaba qué clase de magia hacía que el cuerpo de la chica se mostrase totalmente abrasado en un momento pero no dejaba marcas permanentes en su piel. El fuego de hacía un rato no era ninguna ilusión. El despertar de la niña la sacó de sus cavilaciones.
—Despacio —dijo Valeria con voz suave cuando la muchacha, confusa, intentó incorporarse—, has recibido un buen golpe en la cabeza, puede que te encuentres algo mareada. —La bruja permanecía en posición sentada, procurando darle espacio a la muchacha. La chica parecía confundida y algo asustada— Me llamo Valeria —añadió, en un intento de hacer que la niña se concentrase en algo distinto de su propio miedo—, ¿y tú? —Le dio un momento para responder, si acaso quería hacerlo, y a los demás para presentarse, si era su deseo. Mientras tanto, sacó su cantimplora— Te has dado una buena carrera, debes de tener sed. A mí se me ha quedado la boca bastante seca.
Tras el último comentario, la bruja bebió un trago de agua y, despacio, se estiró hacia delante para dejar la cantimplora a medio camino entre ella y la niña. Después se retiró, procurando mostrar su mejor sonrisa.
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OFF: Sólo por ir sobre seguro, pongamos que Reike usa su maestría en Carisma cuando habla con la muchacha.
Cuando dio alcance al grupo, el muchacho estaba revisando la herida de la niña. En otras circunstancias, le habría quitado de en medio para que no empeorase las cosas mientras ella trabajaba. Sin embargo, aún no se le había despejado del todo el mareo y, en cualquier caso, el chico parecía bastante competente para su edad, así que se contentó con observar su trabajo, por si tenía que intervenir en algún momento.
En seguida fue evidente que él y su amigo sabían lo que hacían, por lo que fue desviando su atención hacia el otro tipo. Más allá del hecho de que ella estaba inconsciente, a él no se lo veía mucho mejor. Valeria rebuscó un momento dentro de su bolso y sacó un frasco con una pasta viscosa que lanzó al desconocido.
—Para las quemaduras —le dijo.
Después volvió a mirar al chico. Parecía poquita cosa, con su ropa vieja y su tartamudeo, pero la bruja no podía evitar preguntarse qué otras sorpresas ocultaría tras esas ilusiones suyas. O de dónde habría sacado semejante compañero de viaje.
—Creo que deberíamos reservar las ilusiones para el plan B —contestó con voz pausada. Se sentó también en el suelo, con cuidado de no aplastar su bolsa de hongos y observó con detenimiento a la niña que ya no era tan niña—. No parece haber peligro cuando está tranquila —reflexionó en voz alta—, sólo tenemos que lograr que no se altere con nuestra presencia. Es mejor que nos mantengamos a distancia y mostremos una actitud calmada, para no asustarla más. —Miró al hombre antes de continuar— En tu caso, cuanto más alejado, mejor. Después de semejante golpe, es poco probable que tenga fuerzas para salir corriendo. Tal vez podamos dialogar con ella antes de que... lo que sea que causó el fuego vuelva a emerger.
Realmente, la joven que tenían delante no parecía el mismo ser que había causado aquel caos en el bosque. La bruja se preguntaba qué clase de magia hacía que el cuerpo de la chica se mostrase totalmente abrasado en un momento pero no dejaba marcas permanentes en su piel. El fuego de hacía un rato no era ninguna ilusión. El despertar de la niña la sacó de sus cavilaciones.
—Despacio —dijo Valeria con voz suave cuando la muchacha, confusa, intentó incorporarse—, has recibido un buen golpe en la cabeza, puede que te encuentres algo mareada. —La bruja permanecía en posición sentada, procurando darle espacio a la muchacha. La chica parecía confundida y algo asustada— Me llamo Valeria —añadió, en un intento de hacer que la niña se concentrase en algo distinto de su propio miedo—, ¿y tú? —Le dio un momento para responder, si acaso quería hacerlo, y a los demás para presentarse, si era su deseo. Mientras tanto, sacó su cantimplora— Te has dado una buena carrera, debes de tener sed. A mí se me ha quedado la boca bastante seca.
Tras el último comentario, la bruja bebió un trago de agua y, despacio, se estiró hacia delante para dejar la cantimplora a medio camino entre ella y la niña. Después se retiró, procurando mostrar su mejor sonrisa.
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Re: Bajo la Piel [Consecuencia Ohdà]
No tardaron ni medio minuto en acudir al socorro de la niña, ignorando completamente sus quemaduras. El tartamudo y su amigo autómata atenndieron con premura las heridas de su paciente, demostrando gran destreza en el acto. Había visto a adultos menos útiles que el muchacho. Por su parte, la moza llegó un poco después y se quedó observando, visiblemente asombrada. Su afable rostro de impresión se contorsionó hasta lo que podía describirse como desconfianza en cuanto se volteó para ver al brujo. No obstante, y para sorpresa del último, le ofreció un unguento. Tatsuya abrió el frasco, y la peste que emanó le hizo llorar los ojos.
—La medicina avanzará verdaderamente cuando a uno no le den arcadas al usar alguno de sus medicamentos. — el mercenario se frotó las quemaduras con la pasta viscosa. Habían comenzado a aparecer algunas ampollas, causando un dolor enorme. Con suerte, el medicamento hizo su efecto y las heridas sanaron como por arte de magia. — Gracias.
Finalizado el tratamiento, cubrió su torso con el kimono y para entonces el brujito ya había cumplido su cometido. Hállose allí, reposando, el rostro sereno de otra niña inocente. Algunos encuentran en los sueños una forma de escapar de la realidad, quizás ese fuera su caso. Lo cierto es que parecía más calmada cuando reposaba.
—Lo normal es exterminar el peligro, antes de que aparezca. —respondió a la pregunta del niño— Pero esa no es la solución ahora mismo, mucho menos hechizarla. Quizás la moza quiera sacar su instinto maternal... — posó una mirada persuasiva sobre la mujer.
La galena expresó sus opiniones, y le recomendó a Tatsuya alejarse. Estaba en todo su derecho de dar tales consejos, y el brujo estuvo de acuerdo en obedecer. Se mantuvo atrás, mientras esta se encargaba de consolar a la recién despertada niña. Revisó en los bolsillos de su kimono, y encontró un giraflor que planeaba llevarle a una conocida en Lunargenta. Creyó que serviría para la ocasión. A todo esto, la mujer ya había terminado de hablar con la pequeña, y esta parecía más calmada pasada la conversación. Tal era el poder de la palabra. Aprovechó el interín de silencio para ofrecer el regalo.
—Ten. Es para ti. —se acercó hacia la niña, que intentó retroceder en cuanto lo vio, pero no logró reunir las fuerzas para moverse. Seguidamente, le extendió la flor e hizo una mueca maltrecha que trataba de ser una sonrisa. — Es una flor ardiente. Como el coño de una fulana... pero también como tú. Creí que te quedaría bien. Yo... lamento lo de antes. Me llamo Tatsuya.
Sus ojos rutilaron en un júbilo pueril, y tomó delicadamente la flor. La acercó a su rostro, e inhaló fervientemente. Un extraño sentimiento de calidez recorrió el corazón del brujo en cuanto recibió las gracias. Resultaba irónico cómo lo único que hacía falta para apagar ese fuego, era una flor relacionada de alguna forma con el fuego.
—¿Cómo te llamas? — a este punto, ya había ignorado completamente la recomendación de la moza.
—Y-Yo... no p-puedo recordarlo.
Tatsuya levantó una ceja, pensando que el golpe le había borrado la memoria de alguna forma.
—¿Tienes un padre? ¿Madre?
—Yo... tengo a... mi padre... — su pequeño cuerpo tembló, como si le diera miedo recordar. Cubrió su rostro con sus manos, y sollozó. — ¡No puedo recordar dónde está!
Para ese punto, no sonaba descabellado que solo quedaran cenizas de él.
La sombra de una persona se asomó abruptamente al lado de Tatsuya. Reconocía esa estatura, y ese cabello largo. Vio por el rabillo del ojo, y luego terminó de voltearse. Allí estaba Eddard, mugriento y con cara de pocos amigos. Su brazo derecho estaba chamuscado, desprendiendo un olor terrible. Quién sabría por lo que había pasado desde que el brujo lo abandonó a su suerte.
—¡Denme a la niña! — ladró al desenvainar su espada.
—Evita hacer algo estúpido, a no ser que quieras que te rebane el pescuezo. — respondió al tomar su arma. El filo de su katana se rodeó una corriente de aire condensado, que silbaba y amenazaba a su adversario(1). En caso de que el enemigo no se retirara, habría que cubrirle los ojos a la niña.
(1) Filo de Suou: (Rasgo) Rodea el filo de cualquier katana con una corriente de aire que añade daño elemental de aire a los ataques, y aumenta ligeramente la velocidad.
—La medicina avanzará verdaderamente cuando a uno no le den arcadas al usar alguno de sus medicamentos. — el mercenario se frotó las quemaduras con la pasta viscosa. Habían comenzado a aparecer algunas ampollas, causando un dolor enorme. Con suerte, el medicamento hizo su efecto y las heridas sanaron como por arte de magia. — Gracias.
Finalizado el tratamiento, cubrió su torso con el kimono y para entonces el brujito ya había cumplido su cometido. Hállose allí, reposando, el rostro sereno de otra niña inocente. Algunos encuentran en los sueños una forma de escapar de la realidad, quizás ese fuera su caso. Lo cierto es que parecía más calmada cuando reposaba.
—Lo normal es exterminar el peligro, antes de que aparezca. —respondió a la pregunta del niño— Pero esa no es la solución ahora mismo, mucho menos hechizarla. Quizás la moza quiera sacar su instinto maternal... — posó una mirada persuasiva sobre la mujer.
La galena expresó sus opiniones, y le recomendó a Tatsuya alejarse. Estaba en todo su derecho de dar tales consejos, y el brujo estuvo de acuerdo en obedecer. Se mantuvo atrás, mientras esta se encargaba de consolar a la recién despertada niña. Revisó en los bolsillos de su kimono, y encontró un giraflor que planeaba llevarle a una conocida en Lunargenta. Creyó que serviría para la ocasión. A todo esto, la mujer ya había terminado de hablar con la pequeña, y esta parecía más calmada pasada la conversación. Tal era el poder de la palabra. Aprovechó el interín de silencio para ofrecer el regalo.
—Ten. Es para ti. —se acercó hacia la niña, que intentó retroceder en cuanto lo vio, pero no logró reunir las fuerzas para moverse. Seguidamente, le extendió la flor e hizo una mueca maltrecha que trataba de ser una sonrisa. — Es una flor ardiente. Como el coño de una fulana... pero también como tú. Creí que te quedaría bien. Yo... lamento lo de antes. Me llamo Tatsuya.
Sus ojos rutilaron en un júbilo pueril, y tomó delicadamente la flor. La acercó a su rostro, e inhaló fervientemente. Un extraño sentimiento de calidez recorrió el corazón del brujo en cuanto recibió las gracias. Resultaba irónico cómo lo único que hacía falta para apagar ese fuego, era una flor relacionada de alguna forma con el fuego.
—¿Cómo te llamas? — a este punto, ya había ignorado completamente la recomendación de la moza.
—Y-Yo... no p-puedo recordarlo.
Tatsuya levantó una ceja, pensando que el golpe le había borrado la memoria de alguna forma.
—¿Tienes un padre? ¿Madre?
—Yo... tengo a... mi padre... — su pequeño cuerpo tembló, como si le diera miedo recordar. Cubrió su rostro con sus manos, y sollozó. — ¡No puedo recordar dónde está!
Para ese punto, no sonaba descabellado que solo quedaran cenizas de él.
La sombra de una persona se asomó abruptamente al lado de Tatsuya. Reconocía esa estatura, y ese cabello largo. Vio por el rabillo del ojo, y luego terminó de voltearse. Allí estaba Eddard, mugriento y con cara de pocos amigos. Su brazo derecho estaba chamuscado, desprendiendo un olor terrible. Quién sabría por lo que había pasado desde que el brujo lo abandonó a su suerte.
—¡Denme a la niña! — ladró al desenvainar su espada.
—Evita hacer algo estúpido, a no ser que quieras que te rebane el pescuezo. — respondió al tomar su arma. El filo de su katana se rodeó una corriente de aire condensado, que silbaba y amenazaba a su adversario(1). En caso de que el enemigo no se retirara, habría que cubrirle los ojos a la niña.
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(1) Filo de Suou: (Rasgo) Rodea el filo de cualquier katana con una corriente de aire que añade daño elemental de aire a los ataques, y aumenta ligeramente la velocidad.
Tatsuya Suō
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Re: Bajo la Piel [Consecuencia Ohdà]
Demian acaba relajando su postura. Por un momento acerca su mano a la daga que se encuentra oculta en su costado, bajo ilusiones, pero pronto la relaja. La intervención de la mujer parece haber logrado generar algo de calma en la muchacha y, quizás por primera vez desde que la han visto, parece no convertirse en una amenaza para el bosque completo.
El sujeto de la espada interviene, dando un regalo a la muchacha, y de pronto parece como si las cosas fueran a terminar de manera favorable.
Por supuesto, aquello no podía durar mucho.
Una persona a quien Demian no conoce hace su entrada. Se le ve herido y no cuesta mucho trabajo suponer que la muchacha debe haber tenido algo que ver con esas quemaduras.
El escenario se hace evidente en la cabeza del chico, si se forma una pelea la chica puede alterarse y entrar nuevamente en aquel estado de desesperación. Debe hacer algo.
Su mano se acerca nuevamente a su arma, pero termina de la misma manera. Asesinar al sujeto puede resultar fácil para alguien de los talentos de Demian, pero aquello podría asustar a la muchacha y desencadenar más problemas. No puede solucionar sus problemas simplemente al filo de la daga. Suspira.
–Había una vez... –comienza a relatar el chico, sentándose junto a la muchacha–... un jardín lleno de flores. Las había de muchos colores, alg-g-gunas blancas, otras amarillas, otras de un púrpura intenso y hasta unas con forma de avecillas.
Tras decir estas palabras, el bosque comienza a cambiar(1), donde antes abundaban hojas y hierbas salvajes, de pronto aparecen flores de diversos colores. A pesar de ser producto de las ilusiones, quien las toque percibirá su tacto, podrá sentir su aroma e interactuar con ellas.
–En este jardín vivía un oso, pero no era un oso cualquiera. Este os-s-so podía hablar y era querido por todas las personas, porque era un ser muy amable. Al oso le gustaba cuidar de las flores y lo hacía con muuucho cariño –continuó.
La figura de lo que parecía un oso de rasgos humanoides, probablemente de la raza de los hombres-bestia, se materializó en el jardín. Este oso caminó sonriendo, llevando una regadera en sus manos y paseándose por el lugar.
La chica miraba la escena con una mezcla de confusión y fascinación y Demian supuso que podía creer que soñaba, que lo que pasaba allí no era real. No estaba del todo equivocada.
–Al oso le gustaba saludar a las doncellas, porque sabía que a las doncellas les gustan los jardines bonitos y que p-pueden valorar su gran esfuerzo.
El oso ilusorio se acercó a la muchacha y gentilmente le tomó la mano, inclinándose hasta dar un suave beso, apenas un roce con su hocico, tras lo cual formó una amable sonrisa.
Artyhom tomaba nota de lo ocurrido. Sabía que Demian había estado trabajando muy duro en crear ese poderoso hechizo, pero ésta era la primera vez que finalmente le resultaba. Se inclinó para tomar una de las flores y la arrancó del piso, como si la flore realmente estuviera allí.
Lamentablemente, la magia de Demian estaba completamente dedicada a generar esa ilusión y no iba a poder ayudar en manejar la situación con aquel sujeto quemado. Le quedaba confiar en que los adultos manejaran los problemas de manera satisfactoria.
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(1) Demian ha usado su habilidad de nivel 8: Historias de Fantasmas, la que le permite crear una poderosa ilusión que interactúa con la realidad como si todo lo que ella contiene fuera real. Para los presentes será como si de pronto el lugar se hubiera llenado de flores y efectivamente hubiera un oso amistoso saludando a la muchacha.
Demian
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Re: Bajo la Piel [Consecuencia Ohdà]
La muchacha dudó un momento antes agarrar la cantimplora. Aunque aún se percibía el desconcierto y, quizás, algo de miedo en su mirada, se la veía más calmada. Valeria calló entonces, dejando que fuera la niña la que hablase cuando se sintiese preparada, pero el tipo del cabezazo no parecía muy cómodo con el silencio y se decidió a intervenir.
«¿Como el coño…?», se dijo. Tuvo que respirar hondo y cerrar los ojos para no soltar un improperio ella también. Aquel hombre le resultaba más irritante a cada minuto que pasaba. Sin embargo, la niña pareció apreciar el regalo, por alguna razón, así que le dejó hacer mientras trataba de conservar una expresión serena.
La muchacha no parecía recordar ni su nombre ni el paradero de su padre. ¿Sería por el golpe en la cabeza o tendría que ver con lo que fuera que llevaba dentro de sí? Valeria recordó la columna de humo que había visto en la dirección del pueblo y una teoría empezó a formarse en su mente. Si sus sospechas se acercaban a la verdad, quizá fuera mejor para todos que la niña no lo recordase. No les convenía que se alterase de nuevo. Su mente no había terminado de formular aquella idea, cuando llegó el otro tipo y asomaron las espadas.
La bruja se percató de la súbita corriente de aire que se arremolinó en torno a la extraña espada del tal Tatsuya. El efecto no parecía venir del arma, sino de su portador. «¿Otro brujo?», pensó sorprendida. ¿Cuántas posibilidades había de toparse con dos congéneres a la vez en tierras humanas? Como para confirmar su sorpresa, el espacio a su alrededor se llenó súbitamente de flores a medida que el muchacho hablaba. Una vez más, tuvo que admirarse de las habilidades del joven.
El recién llegado reaccionó con desconcierto ante el cambio repentino de escenario, mientras que la muchacha pareció distraerse con la escena. Valeria aprovechó el momento para levantarse y, dándole la espalada a la chica, encarar ella también al hombre del brazo chamuscado. El despliegue mágico de sus dos acompañantes le había dado una idea, así que, aunque aún no las tenía todas consigo después del mareo de un rato antes, extendió su mano izquierda hacia delante haciendo que la daga que llevaba enfundada en su bota ascendiera hacia ella. En su posición, y distraída como estaba, era difícil que la niña lo viera, pero se aseguró de que no escapase a la atención del hombre.
—Me temo que has tenido muy mala suerte, cariño —dijo con voz suave y una sonrisa en el rostro digna de un vampiro que acabara de toparse con su cena—, acabas de interrumpir una reunión de brujos. Pero esto no tiene por qué acabar mal —añadió suavizando un poco el gesto—. Sería una pena estropear un día tan hermoso, ¿no crees? —Al decir esto, abarcó con un movimiento de la cabeza el escenario que los rodeaba. Inmediatamente después, extendió la mano libre y el frasco de ungüento que le había pasado al otro hombre llegó volando hasta ella— Esta pomada te ayudará con tus quemaduras. Tú eliges.
Mientras pronunciaba las últimas palabras, Valeria mantenía extendidas ante sí ambas manos. Sobre la izquierda, flotaba su daga, girando lentamente sobre sí misma. Sobre la derecha, era el tarro de pomada el que levitaba. Esperaba que el hombre entrase en razón y decidiera alejarse, porque lo cierto era que no se sentía con fuerzas para mantener la fachada mucho más tiempo. Si el tipo se ponía borrico, el tal Tatsuya tendría que arreglárselas solo.
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OFF: Reike vuelve a hacer uso de su Telequinesis y de su instinto matern... digo... de su Carisma para intimidar amablemente al recién llegado. Dejo en manos de Tatsuya la decisión de si el intento funciona o no.
«¿Como el coño…?», se dijo. Tuvo que respirar hondo y cerrar los ojos para no soltar un improperio ella también. Aquel hombre le resultaba más irritante a cada minuto que pasaba. Sin embargo, la niña pareció apreciar el regalo, por alguna razón, así que le dejó hacer mientras trataba de conservar una expresión serena.
La muchacha no parecía recordar ni su nombre ni el paradero de su padre. ¿Sería por el golpe en la cabeza o tendría que ver con lo que fuera que llevaba dentro de sí? Valeria recordó la columna de humo que había visto en la dirección del pueblo y una teoría empezó a formarse en su mente. Si sus sospechas se acercaban a la verdad, quizá fuera mejor para todos que la niña no lo recordase. No les convenía que se alterase de nuevo. Su mente no había terminado de formular aquella idea, cuando llegó el otro tipo y asomaron las espadas.
La bruja se percató de la súbita corriente de aire que se arremolinó en torno a la extraña espada del tal Tatsuya. El efecto no parecía venir del arma, sino de su portador. «¿Otro brujo?», pensó sorprendida. ¿Cuántas posibilidades había de toparse con dos congéneres a la vez en tierras humanas? Como para confirmar su sorpresa, el espacio a su alrededor se llenó súbitamente de flores a medida que el muchacho hablaba. Una vez más, tuvo que admirarse de las habilidades del joven.
El recién llegado reaccionó con desconcierto ante el cambio repentino de escenario, mientras que la muchacha pareció distraerse con la escena. Valeria aprovechó el momento para levantarse y, dándole la espalada a la chica, encarar ella también al hombre del brazo chamuscado. El despliegue mágico de sus dos acompañantes le había dado una idea, así que, aunque aún no las tenía todas consigo después del mareo de un rato antes, extendió su mano izquierda hacia delante haciendo que la daga que llevaba enfundada en su bota ascendiera hacia ella. En su posición, y distraída como estaba, era difícil que la niña lo viera, pero se aseguró de que no escapase a la atención del hombre.
—Me temo que has tenido muy mala suerte, cariño —dijo con voz suave y una sonrisa en el rostro digna de un vampiro que acabara de toparse con su cena—, acabas de interrumpir una reunión de brujos. Pero esto no tiene por qué acabar mal —añadió suavizando un poco el gesto—. Sería una pena estropear un día tan hermoso, ¿no crees? —Al decir esto, abarcó con un movimiento de la cabeza el escenario que los rodeaba. Inmediatamente después, extendió la mano libre y el frasco de ungüento que le había pasado al otro hombre llegó volando hasta ella— Esta pomada te ayudará con tus quemaduras. Tú eliges.
Mientras pronunciaba las últimas palabras, Valeria mantenía extendidas ante sí ambas manos. Sobre la izquierda, flotaba su daga, girando lentamente sobre sí misma. Sobre la derecha, era el tarro de pomada el que levitaba. Esperaba que el hombre entrase en razón y decidiera alejarse, porque lo cierto era que no se sentía con fuerzas para mantener la fachada mucho más tiempo. Si el tipo se ponía borrico, el tal Tatsuya tendría que arreglárselas solo.
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OFF: Reike vuelve a hacer uso de su Telequinesis y de su instinto matern... digo... de su Carisma para intimidar amablemente al recién llegado. Dejo en manos de Tatsuya la decisión de si el intento funciona o no.
Reike
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Re: Bajo la Piel [Consecuencia Ohdà]
Se sorprendió al observar la ilusión del niño brujo. Los olores, el tacto, la conjunción de los cinco sencillos confabulaba en perfecta armonía para convencerlo de que todo era verídico. Había visto a unos cuantos ilusionistas, egresados del Hekshold, que a duras penas podían sacar un conejo de un sombrero. En cambio, un mero mocoso era capaz de subvertir la realidad. Se alivió de tenerlo como compañero, pero le aterró saber que personas así existían y eran libres por todo Aerandir...
Por su parte, Eddard se veía igual de desconcertado que el resto. Se frotó los ojos momentáneamente, esperando ver alguna otra cosa en cuanto los volviera a abrir, pero peló aún más los ojos al ver que el oso parlante no desaparecía. Sin embargo, no le tomó ni cinco segundos volver a entrecerrarlos y retomar su expresión iracunda, con el ceño fruncido, el pecho hacia afuera, la espada en alto y gusanos brotando de la putrefacción de su miembro. Definitivamente, aquello no le interesaba en lo absoluto. Tatsuya respondió poniéndose en guardia, girando su espada en el aire cual molino. La muerte sería la solución más rápida y viable...
A menos que la moza buscara una tercera vía.
En medio del siseo de la katana y el resplandor de la espada adversaria, intervino la elocuente voz de Valeria. Hizo una oferta tentadora: muerte, o la cura para sus heridas. Frente a la oferta, el tipo se rascó el mentón y meditó por un rato, dando a entender superficialmente que se había decantado por la opción más sensata... hasta que se abalanzó contra Tatsuya con la espada a ras de la tierra, podando el pasto. Utilizó la fuerza del impulso para asestar un tajo horizontal muy poderoso, desviando el bloqueo que el brujo hizo con su katana. Con profundo frenesí, arrojó cortes desde todas las direcciones, esperando romper la guardia de Tatsuya. Este último realizaba molinetes, interponía el filo de su arma ante los golpes y lo vacilaba haciendo fintas y evadiendo con gracia.
Finalmente, abrió un hueco en la defensa de Eddard y le cercenó el brazo putrefacto, acción que muchos podrían considerar un acto de piedad. De la herida emanó un torrente de líquido negro y viscoso, que no tardó en teñir las bellas flores que había concedido la ilusión. No hubo ni un grito, ni un mugido. El ahora espadachín manco tiritó, y se reincorporó, esta vez más rabioso nunca. Su agresividad se intensificó notoriamente, y sus golpes cargaban tal cólera que hacían tambalear al brujo. El bailoteo ya había agotado al último, mientras que el primero parecía inexpugnable, y las tornas se invirtieron en un ir y venir. Un paso en falso, y sería su fin.
—Este mamón es duro. Deben llevarse a la niña lo más lejos posible, ya me encargaré de él. — el brujo desvió dos golpes y apuñaló superficialmente la cota de mallas de la bestia. Aún no caía... incluso con el sangrado.
¿Por qué tanta insistencia? ¿Qué querría con la niña? La curiosidad instigaba a Tatsuya a evadir el darle un golpe mortal, pero la empedernida insistencia del bárbaro le reducía las opciones vertiginosamente... hasta que el atosigado tropezó con el oso bípedo. Sagazmente reaccionó, usando al animal como eje para dar una media vuelta, posicionándose en su lomo peludo. Eddard corrió como si fuera a hacer un placaje contra la ilusión, y en cuanto se acercó lo suficiente, Tatsuya atravesó de lado a lado al animal, penetrando exitosamente la cota de mallas del oponente. La furia cesó, y el apuñalado mugió a raíz de la herida. Seguidamente, Tatsuya retiró la hoja de su arma y lo golpeó en la cara vehementemente, a lo que el hombre cayó. Aprovechó las circunstancias para inmovilizarlo y otorgarle un festín de golpes. Cuando acabó, el apaleado apenas y podía respirar.
—¡Listo... joder! — exclamó entre bocanadas de aire — Problema resuelto. Tienes una última oportunidad: cuéntanos por qué ibas en busca de la niña, y mis amigos aquí te curarán generosamente... aunque quedarás feo de cojones.
Por su parte, Eddard se veía igual de desconcertado que el resto. Se frotó los ojos momentáneamente, esperando ver alguna otra cosa en cuanto los volviera a abrir, pero peló aún más los ojos al ver que el oso parlante no desaparecía. Sin embargo, no le tomó ni cinco segundos volver a entrecerrarlos y retomar su expresión iracunda, con el ceño fruncido, el pecho hacia afuera, la espada en alto y gusanos brotando de la putrefacción de su miembro. Definitivamente, aquello no le interesaba en lo absoluto. Tatsuya respondió poniéndose en guardia, girando su espada en el aire cual molino. La muerte sería la solución más rápida y viable...
A menos que la moza buscara una tercera vía.
En medio del siseo de la katana y el resplandor de la espada adversaria, intervino la elocuente voz de Valeria. Hizo una oferta tentadora: muerte, o la cura para sus heridas. Frente a la oferta, el tipo se rascó el mentón y meditó por un rato, dando a entender superficialmente que se había decantado por la opción más sensata... hasta que se abalanzó contra Tatsuya con la espada a ras de la tierra, podando el pasto. Utilizó la fuerza del impulso para asestar un tajo horizontal muy poderoso, desviando el bloqueo que el brujo hizo con su katana. Con profundo frenesí, arrojó cortes desde todas las direcciones, esperando romper la guardia de Tatsuya. Este último realizaba molinetes, interponía el filo de su arma ante los golpes y lo vacilaba haciendo fintas y evadiendo con gracia.
Finalmente, abrió un hueco en la defensa de Eddard y le cercenó el brazo putrefacto, acción que muchos podrían considerar un acto de piedad. De la herida emanó un torrente de líquido negro y viscoso, que no tardó en teñir las bellas flores que había concedido la ilusión. No hubo ni un grito, ni un mugido. El ahora espadachín manco tiritó, y se reincorporó, esta vez más rabioso nunca. Su agresividad se intensificó notoriamente, y sus golpes cargaban tal cólera que hacían tambalear al brujo. El bailoteo ya había agotado al último, mientras que el primero parecía inexpugnable, y las tornas se invirtieron en un ir y venir. Un paso en falso, y sería su fin.
—Este mamón es duro. Deben llevarse a la niña lo más lejos posible, ya me encargaré de él. — el brujo desvió dos golpes y apuñaló superficialmente la cota de mallas de la bestia. Aún no caía... incluso con el sangrado.
¿Por qué tanta insistencia? ¿Qué querría con la niña? La curiosidad instigaba a Tatsuya a evadir el darle un golpe mortal, pero la empedernida insistencia del bárbaro le reducía las opciones vertiginosamente... hasta que el atosigado tropezó con el oso bípedo. Sagazmente reaccionó, usando al animal como eje para dar una media vuelta, posicionándose en su lomo peludo. Eddard corrió como si fuera a hacer un placaje contra la ilusión, y en cuanto se acercó lo suficiente, Tatsuya atravesó de lado a lado al animal, penetrando exitosamente la cota de mallas del oponente. La furia cesó, y el apuñalado mugió a raíz de la herida. Seguidamente, Tatsuya retiró la hoja de su arma y lo golpeó en la cara vehementemente, a lo que el hombre cayó. Aprovechó las circunstancias para inmovilizarlo y otorgarle un festín de golpes. Cuando acabó, el apaleado apenas y podía respirar.
—¡Listo... joder! — exclamó entre bocanadas de aire — Problema resuelto. Tienes una última oportunidad: cuéntanos por qué ibas en busca de la niña, y mis amigos aquí te curarán generosamente... aunque quedarás feo de cojones.
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Re: Bajo la Piel [Consecuencia Ohdà]
Demian jugueteó con la punta de sus dedos con la daga escondida entre sus ropas. Sabía que con aquel sujeto distraído combatiendo con el brujo sería muy fácil aprovechar las ilusiones para atacarle por la espalda y terminar con toda esa molestia.
La mujer se levantó pronto y, con el oso parlante de por medio, la muchacha pareció finalmente dar algo de tregua. Por supuesto, las cosas no tardarían en complicarse. En resumen, pronto había un sujeto a medio morir, con un brazo amputado y una fea herida en el torso, además de un oso ilusorio muerto.
No vamos a negar que Demian sintió de pronto unas poderosas ganas de apuñalar al sujeto y dar por superado el problema, pero sus amigos siempre insistían en que no podía acabar con sus problemas simplemente por la vía del acero. Suspiró.
–Pero este jardín maravilloso no sólo tenía un oso amistoso, también vivía allí una doncella. Era una mujer alta, de cabellos largos y plateados, con piernas escondidas bajo un majestuoso vestido –siguió contando el muchacho.
La mujer mencionada apareció de entre las flores. Tenía un rostro suave y parecía deslizarse a través del jardín como si flotara.
–Le llamaban "El Espíritu del Jardín". Tal apodo no era casualidad, ella había muerto hacía muchos años –tras decir estas palabras resultó evidente que la mujer, de hecho flotaba–, pero ella no era mala, era un espíritu noble que cuidaba de los heridos. Ella tomó al oso entre sus bondadosos brazos y éste abrió sus ojos.
El oso, tal como decía el relato, abrió sus ojos, y lentamente se retiró de la escena.
–El espíritu se ocupaba de todos los enfermos, heridos y desdichados que entraran a su hermoso jardín y lo seguiría haciendo hasta el fin de los tiempos. Porque eso es lo que hacen los fantasmas, siguen haciendo una cosa para siempre.
El espíritu se acercó al herido y se inclinó sobre él. Con cuidado, unos brazos pálidos y delgados comenzaron a trabajar sobre la herida. El hombre se veía severamente afectado por la pérdida de sangre y el dolor. Si bien antes había sido un fiero guerrero, era evidente que el daño recibido era elevado. Demian se acercó para aplicar un torniquete sobre lo que quedaba de brazo. Hubo algunos gritos de dolor.
A pesar de ser una ilusión, el fantasma lograba, de hecho, colaborar en el proceso de sanación, como si tuviera conocimientos similares a Demian y pudiendo interactuar con la materia.
Una vez terminaron la labor, toda la ilusión se desvaneció como si el viento soplara figuras de polvo. Las flores se fueron en apenas unos segundos, mientras el fantasma de la mujer se elevó y se volvió transparente. La labor medicinal ciertamente no había dejado al sujeto en buenas condiciones. Si no recibía cuidados especiales probablemente empeoraría y moriría dentro de los próximos días, pero al menos estaba estable y las hemorragias estaban bajo control. Demian se paró frente a él.
De pronto una serie de llamas azules le rodearon. No emitían calor, sino que al contrario, tenían un aspecto frío y siniestro, como si fueran almas en pena, fuego fatuo de las historias de terror que contaban los abuelos a los más pequeños para que no se adentraran en los pantanos.
–Elige, o n-nos hablas por las buenas, o me pondré a jugar con mis llamas. Te advierto, se sienten igual que si te q-quemaras vivo, pero puedo usarlas por largo rato... laaaargo rato.
El sujeto no hizo siquiera intento por parecer duro. Había sido claramente derrotado y, aunque Demian no hubiera hecho la amenaza, de todas maneras habría hablado.
–Debo llevarla donde el maestro Arexos, en el lado este del pueblo, una casa roja –dijo débilmente. Las heridas, la pérdida de sangre y los procedimientos médicos lo habían dejado con sus fuerzas desvanecidas. Parecía a punto de perder el conocimiento y su voz sonaba raspada por los gritos que había proferido antes–. No sé nada más, el maestro dice que es del Hekshold, y me pagó bien. No pensé que fuera a ser tan difícil. Esa cría está maldita.
Efectivamente, no tardó mucho en cerrar sus ojos.
Demian apagó sus llamas ilusorias. No tenía sentido torturar al sujeto, incluso si lograba despertarle parecía haber dicho la verdad y no poder ser mucho más de aporte.
Por supuesto, las cosas se podían seguir complicando. Demian sintió los gemidos lastimeros de la muchacha a sus espaldas.
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(*) Segundo turno y final de la ilusión anterior. En este caso se mezcla con los conocimientos de medicina de Demian para realizar curaciones.
Demian
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Re: Bajo la Piel [Consecuencia Ohdà]
Qué instaba a un hombre a una carga suicida después de que le habían servido en bandeja la salida era algo que Valeria no acertaba a entender. Frustrada, cerró las manos alrededor de frasco y daga y, con gusto, le hubiese clavado esta última al desconocido en pleno costillar, pero apenas sí tuvo tiempo de quitarse de en medio para no ser arroyada.
Se planteó lanzarle uno de sus cuchillos, pero entre el frenético movimiento de ambos contendientes y los golpes de viento que surgían de la espada del brujo, corría el riesgo de fallar o, incluso, herir a Tatsuya, dejándolos a ella y al chico para lidiar con el tipo.
Dándose cuenta de que nada podía hacer en aquel frente, decidió concentrarse en la niña, que sin duda sería la más afectada por aquella escena. Se arrodilló junto a ella y, sentada sobre sus talones, le tomó las manos, haciendo que la muchacha se viera obligada a mirarla a ella, en lugar de a los dos espadachines.
Sin embargo, pronto fue imposible no darse cuenta de los resultados de la pelea. Mientras el chico trataba, con mucho imaginación, de relajar el ambiente, Valeria disimuló un gesto que lanzó el brazo, ahora inerte, detrás de unos arbustos. La escena ya era bastante desagradable como estaba.
—Está bien —susurró con voz calma, sin soltar la mano de la niña—, nadie va a hacerte daño.
La ilusión se desvanecía y el chico parecía haber perdido la paciencia. A Valeria no le extrañaba lo más mínimo. Si no fuera por la muchacha, probablemente estaría animándole en aquel momento. En lugar de eso, apretó la mano de la chica intentando transmitirle un mínimo de seguridad en medio de aquel panorama.
«Del Hekshold, ¿eh?», se dijo al oír la confesión del manco, «¡y una mierda!». Para empezar, no le sonaba ningún Arexos y, para seguir, si el tipo iba por ahí contratando mercenarios de tres al cuarto para capturar muchachas en lugar de remangarse la camisa y ocuparse de su propio trabajo sucio, tampoco merecía el título de maestro.
Empezaba a costarle trabajo disimular su irritación, pero se hacía aún más necesario mantener la calma, pues la muchacha empezaba a ponerse nerviosa otra vez. «Ni la magia ni los golpes van a solucionar esto», pensó la bruja, «esta niña lo que necesita es seguridad y una charla tranquila. Y está claro que no lo va a conseguir con ese supuesto maestro enviándole matones».
—Tranquila, cariño —le dijo a la muchacha—, nadie va a llevarte a ningún sitio. —Sujetándole con suavidad por el mentón, la obligó a mirarle a los ojos para que viera que no mentía— Te diré lo que haremos: Uno de nosotros se quedará aquí contigo a hacerte compañía —Le acarició el mentón con el pulgar y retiró la mano—. Te mantendrá a salvo. Los otros le harán una visita a ese tal Arexos para ver si es de fiar, ¿de acuerdo?
La pregunta iba dirigida a todos los presentes y esperaba que todos se mostraran conformes. Lo que no tenía aún claro en su cabeza era quién sería el más adecuado para acompañar a la muchacha. Una charla tranquila de mujer a mujer tal vez le hiciera bien. Por otro lado, el chico ya había demostrado su buen hacer y, al ser sus edades más cercanas, puede que consiguiese una mayor apertura en ella. Por no hablar de que su pequeño «atomata» resultaba bastante simpático; la bruja ya había notado las miradas curiosas que le había dirigido la joven.
—De paso —se obligó a añadir, aunque aquella parte le importaba más bien poco—, habrá que llevar a este hombre a que lo atienda el médico.
Se planteó lanzarle uno de sus cuchillos, pero entre el frenético movimiento de ambos contendientes y los golpes de viento que surgían de la espada del brujo, corría el riesgo de fallar o, incluso, herir a Tatsuya, dejándolos a ella y al chico para lidiar con el tipo.
Dándose cuenta de que nada podía hacer en aquel frente, decidió concentrarse en la niña, que sin duda sería la más afectada por aquella escena. Se arrodilló junto a ella y, sentada sobre sus talones, le tomó las manos, haciendo que la muchacha se viera obligada a mirarla a ella, en lugar de a los dos espadachines.
Sin embargo, pronto fue imposible no darse cuenta de los resultados de la pelea. Mientras el chico trataba, con mucho imaginación, de relajar el ambiente, Valeria disimuló un gesto que lanzó el brazo, ahora inerte, detrás de unos arbustos. La escena ya era bastante desagradable como estaba.
—Está bien —susurró con voz calma, sin soltar la mano de la niña—, nadie va a hacerte daño.
La ilusión se desvanecía y el chico parecía haber perdido la paciencia. A Valeria no le extrañaba lo más mínimo. Si no fuera por la muchacha, probablemente estaría animándole en aquel momento. En lugar de eso, apretó la mano de la chica intentando transmitirle un mínimo de seguridad en medio de aquel panorama.
«Del Hekshold, ¿eh?», se dijo al oír la confesión del manco, «¡y una mierda!». Para empezar, no le sonaba ningún Arexos y, para seguir, si el tipo iba por ahí contratando mercenarios de tres al cuarto para capturar muchachas en lugar de remangarse la camisa y ocuparse de su propio trabajo sucio, tampoco merecía el título de maestro.
Empezaba a costarle trabajo disimular su irritación, pero se hacía aún más necesario mantener la calma, pues la muchacha empezaba a ponerse nerviosa otra vez. «Ni la magia ni los golpes van a solucionar esto», pensó la bruja, «esta niña lo que necesita es seguridad y una charla tranquila. Y está claro que no lo va a conseguir con ese supuesto maestro enviándole matones».
—Tranquila, cariño —le dijo a la muchacha—, nadie va a llevarte a ningún sitio. —Sujetándole con suavidad por el mentón, la obligó a mirarle a los ojos para que viera que no mentía— Te diré lo que haremos: Uno de nosotros se quedará aquí contigo a hacerte compañía —Le acarició el mentón con el pulgar y retiró la mano—. Te mantendrá a salvo. Los otros le harán una visita a ese tal Arexos para ver si es de fiar, ¿de acuerdo?
La pregunta iba dirigida a todos los presentes y esperaba que todos se mostraran conformes. Lo que no tenía aún claro en su cabeza era quién sería el más adecuado para acompañar a la muchacha. Una charla tranquila de mujer a mujer tal vez le hiciera bien. Por otro lado, el chico ya había demostrado su buen hacer y, al ser sus edades más cercanas, puede que consiguiese una mayor apertura en ella. Por no hablar de que su pequeño «atomata» resultaba bastante simpático; la bruja ya había notado las miradas curiosas que le había dirigido la joven.
—De paso —se obligó a añadir, aunque aquella parte le importaba más bien poco—, habrá que llevar a este hombre a que lo atienda el médico.
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Re: Bajo la Piel [Consecuencia Ohdà]
Tras asestar el golpe final un espíritu apareció, invocado por el niño, sobre el campo de flores, y sanó superficialmente las heridas del perdedor. No fue solo un acto de caridad y misericordia, pues no merecía ninguna. En cuanto se detuvo su sangrado, el joven brujo hizo uso de su mente maquiavélica y sus extravagantes poderes para intimidar al hombre moribundo. Sobra decir que en menos de lo que canta un gallo, o en este caso un Eddard, este ya estaba escupiendo todo lo que sabía. A juzgar por la flatulencia que despidió el pobre tipo, uno podía decir que la intimidación resultó eficaz. Cuando ya no fue de ningún uso, perdió la conciencia y siguió respirando débilmente. Ya no tenía sentido matarlo; de él no quedaba más que un resto patético de lo que antes fue un guerrero. Además, con una mano de menos no sería mejor en combate singular que un mozo de cuadra. Ahora sabían que un tal "Arexos" tenía algo en contra de la niña, y había contratado mercenarios para buscarla. También mencionó algo sobre una maldición.
–Entonces... ¿un maestro del Hekshold? No puedo culparlo por ser tan persistente. Esos mamones están forrados. – comentó sobre la revelación del mercenario, con un tono pedante.
La moza mimaba a la niña como si fuera su propia hija, y constantemente le susurraba, la acariciaba, le sonreía y le decía algunas mentiritas reconfortantes para evitar que terminara de quemar el bosque. Demostraba tener buena sangre para los niños...y desearía en ese momento ser uno... ...cosa que mantenía a la niña de buen humor. Tatsuya no podía negar que la admiraba, de cierta forma. Sin usar el acero, sino la labia, había solucionado la mayoría de problemas, mientras que él no hacía más que ocasionarlos. La diplomacia era una ciencia que le costaba entender. Durante su charla, coincidió con la preocupación de Tatsuya: había que quitarse de encima al tal Arexos, pero la niña era un gran impedimento. La solución sería dejar a alguien a su cuidado, y que los dos restantes le hicieran una amable visita al brujito. Naturalmente, Tatsuya estaba excluído del trabajo de niñero.
–Yo no sé mucho de amamantar, cosa en la que confío que tú seas una experta. –le dijo a Valeria– Pero peleando creo que el niño y yo somos la mejor opción. Nada como un maestro de la magia... y su escudero para combatir contra otro.
Antes de partir, se inclinó sobre el cuerpo de Eddard. Su pecho se expandía y encogía débilmente, y su piel palidecía. No creía que sobreviviera aún si llegaba a la casucha del galeno, y como aquello que alguna vez le perteneció a los muertos ahora es riqueza común, tomó el anillo ornamentado que rodeaba su dedo anular, planeando dárselo a la cría. Al hacerlo, el cuerpo del mercenario se derritió como una pasta hedionda, oscura y viscosa sobre el pasto. –Al menos eso explica el mal olor–.
–Eh... no soy egresado del Hekshold, por lo que no tengo ni puta idea de lo que acaba de pasar. – el sentimiento metálico del anillo se desintegró en su mano, y al observar solo quedaban cenizas. Menuda estafa. –Lo siento, niña. –sopló las cenizas, que fueron llevadas por la brisa– Allí va tu regalo. –analizando lo conveniente que había sido todo: que Eddard fuera tan fácil de derrotar, que gimoteara el nombre de su contratador e incluso fuera tan amable de describir dónde vivía, un escalofrío le recorrió el cuerpo. Era todo demasiado fácil.– ¿Creen que el tal Arexos sepa que vamos por él?
–Entonces... ¿un maestro del Hekshold? No puedo culparlo por ser tan persistente. Esos mamones están forrados. – comentó sobre la revelación del mercenario, con un tono pedante.
La moza mimaba a la niña como si fuera su propia hija, y constantemente le susurraba, la acariciaba, le sonreía y le decía algunas mentiritas reconfortantes para evitar que terminara de quemar el bosque. Demostraba tener buena sangre para los niños...
–Yo no sé mucho de amamantar, cosa en la que confío que tú seas una experta. –le dijo a Valeria– Pero peleando creo que el niño y yo somos la mejor opción. Nada como un maestro de la magia... y su escudero para combatir contra otro.
Antes de partir, se inclinó sobre el cuerpo de Eddard. Su pecho se expandía y encogía débilmente, y su piel palidecía. No creía que sobreviviera aún si llegaba a la casucha del galeno, y como aquello que alguna vez le perteneció a los muertos ahora es riqueza común, tomó el anillo ornamentado que rodeaba su dedo anular, planeando dárselo a la cría. Al hacerlo, el cuerpo del mercenario se derritió como una pasta hedionda, oscura y viscosa sobre el pasto. –Al menos eso explica el mal olor–.
–Eh... no soy egresado del Hekshold, por lo que no tengo ni puta idea de lo que acaba de pasar. – el sentimiento metálico del anillo se desintegró en su mano, y al observar solo quedaban cenizas. Menuda estafa. –Lo siento, niña. –sopló las cenizas, que fueron llevadas por la brisa– Allí va tu regalo. –analizando lo conveniente que había sido todo: que Eddard fuera tan fácil de derrotar, que gimoteara el nombre de su contratador e incluso fuera tan amable de describir dónde vivía, un escalofrío le recorrió el cuerpo. Era todo demasiado fácil.– ¿Creen que el tal Arexos sepa que vamos por él?
Tatsuya Suō
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Re: Bajo la Piel [Consecuencia Ohdà]
No vamos a mentir, sí se le pasó la idea por la cabeza a Demian de acabar con aquella muchacha y dar por solucionado el problema. Era claramente un peligro y no estaban erradas las personas que pudieran querer controlarla o simplemente eliminarla.
Pero era un Gorrión y los gorriones protegen a otros niños en desgracia, incluso si no son miembros del grupo. Ciertamente la categoría también incluye a chicas.
Se acercó a los sujetos con que se había topado y de pronto su apariencia cambió. Si antes sus ropas lucían pobres y sus armas estaban ocultas bajo ilusiones, ahora todo eso reveló su verdadero equipamiento. Llevaba una valiosa armadura ligera adornada con diversas runas arcanas. Para un brujo resultaba evidente que aquellas ropas debían contener magia. En su lado derecho portaba una daga adornada con motivos siniestros, ligeramente curva, mientras a su lado izquierdo portaba dos dagas completamente negras. En su muñequera se asomaba un afilado escalpelo y de su cinturón colgaban pequeños viales llenos de contenidos alquímicos.
–Me apunto a ir por ese sujeto, no soy alguien indefenso –dijo al escuchar lo que sugerían.
–Eso no será necesario –se escuchó una voz desde los árboles. Desde allí emergía un hombre de unos cincuenta años, de calva prominente y barba canosa cuidadosamente delineada–. Encantado de conocerles, mi nombre es Arexos.
Demian dio un par de pasos y sus dagas negras levitaron hasta llegar a sus manos. Las dagas, en principio cortas, crecieron por sí mismas, hasta llegar al largo de una espada corta.(1)
–¿Por qué quieres asesinar a esta m-muchacha? –dijo en tono firme, si bien ligeramente debilitado por el impertinente tartamudeo.
–¿De dónde has sacado que quiero asesinarla, joven ilusionista? Mis motivos no son muy distintos de los suyos, sólo que yo sí se algo de lo que ocurre –contestó el hombre.
Demian se detuvo, analizando con su mirada al recién llegado, o más bien, a aquel que quizás llevaba mirando desde hacía un buen rato.
–Sí, esta muchacha no tiene la culpa de lo que le pasa, ella sólo participó de una fiesta en honor a los dioses, una fiesta destinada a la fertilidad. Ella, como otras, está en el periodo de maduración y como es costumbre de su gente fue llevada a esta celebración. Poco podían saber ella o sus ahora difuntos padres que una maldición muy poderosa iba a ocurrir.
Demian escuchaba con atención. El sujeto se mostraba sereno en su explicación, seguro de sus palabras, con voz muy similar a la de un sabio que habla de una fórmula alquímica.
–Aún no logro saber por qué ocurrió esa maldición. Mis estudios sospechan que no fue obra de los dioses, sino que había algo ya maldito en el lugar, quizás en la misma causa de la explosión, pero sólo hasta allí he llegado. No se qué pudo haber sido tan siniestro y tan poderoso para causar tanto dolor. No es la única de las muchachas que ha sido afectada.
–¿Y qué quieres hacer con ella? –cortó en seco el joven brujo.
–Ayudarla, por supuesto. Egresé del Hekshold hace muchos años, pero me mantuve siempre ligado a ese lugar, estudiando. Mi especialidad son las maldiciones. He ayudado a mucha gente a encontrar una cura para eventos mágicos que no encuentran explicación en el simple control del Éter. Hay realidades muy poderosas y siniestras en nuestro mundo, sucesos que no están en los libros y que, a falta de una comprensión más adecuada, llamamos maldiciones. Comprender la naturaleza de las maldiciones es mi misión.
Demian guardó silencio, tratando de comprender lo que ocurría y de llegar a alguna conclusión. No podía simplemente confiar en un sujeto que enviaba un matón a hacerse cargo de una muchacha, pero debía reconocer que aquello sí parecía una maldición y que su experiencia en la materia era muy limitada. No sabía realmente cómo ayudar a la joven.
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(1) Las dagas negras de Demian poseen la propiedad de crecer o achicarse a voluntad del usuario.
Demian
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Re: Bajo la Piel [Consecuencia Ohdà]
«¿Quién diablos querría tener hijos?», se preguntaba Valeria. Se sentía constreñida por la situación. Nada le hubiera gustado más que encontrarse cara a cara con ese supuesto maestro, pero alguien tenía que quedarse con la niña y mantenerla calmada. Alguien tenía que explicarle lo que le estaba pasando para que aprendiera a controlarlo. Aunque, para eso, primero había que descubrir qué le estaba pasando.
«Quizá la idea de llevarla al Hekshold no sea tan mala, después de todo», pensó, «si es que el tal Arexos pertenece realmente al Hekshold». También podía llevarla ella misma en su viaje de vuelta, si es que conseguía que permaneciese tranquila el tiempo suficiente para no reducir el barco a cenizas en plena travesía. «Tendría que ser un barco de los nuestros, con unos cuantos tensais de agua a bordo».
Todo esto y más pasó por su cabeza en el escaso tiempo que tardaron el hombre y el muchacho en considerar su propuesta. Respondió al comentario sobre el amamantamiento alzando una ceja, a la desintegración del mercenario, alzando la otra, y a la revelación del chico, volviendo a bajar las dos y entrecerrando los ojos. «Así que eso era lo que escondías».
Lo que más impacto causó en ella, sin embargo, fue oír la voz segura y serena del tal Arexos. ¿Cuánto tiempo les habría estado observando? A la bruja no le hizo ninguna gracia la idea de ser espiada, pero el respingo que dio la muchacha cambió otra vez su foco de atención.
—Tranquila —le susurró mientras le apretaba la mano—, estamos aquí.
La muchacha se apretó contra ella, nerviosa, y Valeria deseó con todas sus fuerzas que no empezase otra vez a soltar fuego. Tan cerca como tenía a la niña, la bruja podía percibir sin ninguna dificultad las reacciones de ésta al discurso del brujo veterano. Un leve estremecimiento ante la mención a la fiesta, un sollozo culpable cuando surgió el tema de sus difuntos padres; ¿estaría recordando ahora o les había mentido antes? Daba lo mismo, la prioridad era evitar que volviese a abrasar el bosque: Valeria le pasó un brazo por los hombros y la abrazó para tratar de consolarla.
Aquella parte de la historia, al menos, parecía ser cierta. Por otro lado, los sucesos de la celebración, aunque ella misma no los hubiera presenciado en persona, estaban en boca de todo el mundo en Lunargenta. Sospechaba que muchos de los detalles que habían llegado a sus oídos serían exageraciones, pero lo que sí estaba claro era que varias muchachas habían desaparecido en extrañas circunstancias. Además, lo que había presenciado en el bosque, tenía toda la pinta de una maldición, eso no podía negarse. Pero Valeria sabía por propia experiencia que las mejores mentiras son aquellas que se basan en la verdad y aún había algo acerca de ese tal Arexos que la llevaba a sospechar de él.
—Debo confesar que estoy impresionada —dijo con voz tranquila, para no asustar más a la niña, una vez que el hombre terminó su discurso— por la velocidad a la que el maestro Arexos recibe las noticias. ¿Cuándo se celebró el Ohdà, hace dos, tres días? Y ya ha llegado a la conclusión —continuó sin esperar respuesta— de que había algo maldito en el lugar, que ha afectado a más niñas y hasta ha tenido tiempo de localizar a, al menos, una de ellas cuando todo el mundo en la ciudad está todavía preguntándose dónde demonios habrán ido a parar las muchachas. Si fuera una mujer desconfiada —finalizó—, me vería inclinada a pensar que, tal vez, el maestro tuviera algo que ver en los acontecimientos.
Y si ese era el caso, se le ocurrían varias preguntas que no verbalizó, para que no llegaran a oídos de la chica: ¿Qué esperaba conseguir con la maldición? y ¿qué pretendía hacer ahora con la joven? O las jóvenes, si es que había localizado a más de ellas. Al final, todo se reducía a qué versión daban por correcta: Si creían lo que el hombre les contaba, probablemente sería la persona más adecuada para ocuparse de la niña maldita. Si por el contrario, desconfiaban del tipo, armarlo con una niña antorcha no parecía la mejor de las opciones. Valeria no podía saber qué estaba pasando por la cabeza de sus dos acompañantes, pero ella siempre había sido desconfiada.
«Quizá la idea de llevarla al Hekshold no sea tan mala, después de todo», pensó, «si es que el tal Arexos pertenece realmente al Hekshold». También podía llevarla ella misma en su viaje de vuelta, si es que conseguía que permaneciese tranquila el tiempo suficiente para no reducir el barco a cenizas en plena travesía. «Tendría que ser un barco de los nuestros, con unos cuantos tensais de agua a bordo».
Todo esto y más pasó por su cabeza en el escaso tiempo que tardaron el hombre y el muchacho en considerar su propuesta. Respondió al comentario sobre el amamantamiento alzando una ceja, a la desintegración del mercenario, alzando la otra, y a la revelación del chico, volviendo a bajar las dos y entrecerrando los ojos. «Así que eso era lo que escondías».
Lo que más impacto causó en ella, sin embargo, fue oír la voz segura y serena del tal Arexos. ¿Cuánto tiempo les habría estado observando? A la bruja no le hizo ninguna gracia la idea de ser espiada, pero el respingo que dio la muchacha cambió otra vez su foco de atención.
—Tranquila —le susurró mientras le apretaba la mano—, estamos aquí.
La muchacha se apretó contra ella, nerviosa, y Valeria deseó con todas sus fuerzas que no empezase otra vez a soltar fuego. Tan cerca como tenía a la niña, la bruja podía percibir sin ninguna dificultad las reacciones de ésta al discurso del brujo veterano. Un leve estremecimiento ante la mención a la fiesta, un sollozo culpable cuando surgió el tema de sus difuntos padres; ¿estaría recordando ahora o les había mentido antes? Daba lo mismo, la prioridad era evitar que volviese a abrasar el bosque: Valeria le pasó un brazo por los hombros y la abrazó para tratar de consolarla.
Aquella parte de la historia, al menos, parecía ser cierta. Por otro lado, los sucesos de la celebración, aunque ella misma no los hubiera presenciado en persona, estaban en boca de todo el mundo en Lunargenta. Sospechaba que muchos de los detalles que habían llegado a sus oídos serían exageraciones, pero lo que sí estaba claro era que varias muchachas habían desaparecido en extrañas circunstancias. Además, lo que había presenciado en el bosque, tenía toda la pinta de una maldición, eso no podía negarse. Pero Valeria sabía por propia experiencia que las mejores mentiras son aquellas que se basan en la verdad y aún había algo acerca de ese tal Arexos que la llevaba a sospechar de él.
—Debo confesar que estoy impresionada —dijo con voz tranquila, para no asustar más a la niña, una vez que el hombre terminó su discurso— por la velocidad a la que el maestro Arexos recibe las noticias. ¿Cuándo se celebró el Ohdà, hace dos, tres días? Y ya ha llegado a la conclusión —continuó sin esperar respuesta— de que había algo maldito en el lugar, que ha afectado a más niñas y hasta ha tenido tiempo de localizar a, al menos, una de ellas cuando todo el mundo en la ciudad está todavía preguntándose dónde demonios habrán ido a parar las muchachas. Si fuera una mujer desconfiada —finalizó—, me vería inclinada a pensar que, tal vez, el maestro tuviera algo que ver en los acontecimientos.
Y si ese era el caso, se le ocurrían varias preguntas que no verbalizó, para que no llegaran a oídos de la chica: ¿Qué esperaba conseguir con la maldición? y ¿qué pretendía hacer ahora con la joven? O las jóvenes, si es que había localizado a más de ellas. Al final, todo se reducía a qué versión daban por correcta: Si creían lo que el hombre les contaba, probablemente sería la persona más adecuada para ocuparse de la niña maldita. Si por el contrario, desconfiaban del tipo, armarlo con una niña antorcha no parecía la mejor de las opciones. Valeria no podía saber qué estaba pasando por la cabeza de sus dos acompañantes, pero ella siempre había sido desconfiada.
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Re: Bajo la Piel [Consecuencia Ohdà]
Como Tatsuya sospechaba, el tal Arexos no era la clase de persona en cuya morada se podía irrumpir y pillarlo por sorpresa. Era un hombre metódico, astuto, de los que siempre tienen el ojo puesto sobre el mundo, observando y probablemente maquinando algún plan sombrío. No hizo falta ni formar un equipo para darle una visita, cuando el mismo acudió de forma espontánea de entre los árboles, en ademán aparentemente pacífico, y con una cierta educación con la que transmitía serenidad. No obstante, Tatsuya en ningún momento bajó la guardia, y mantuvo su espada desenvainada en todo momento.
"El niño tiene cojones, eso es seguro. Sería un gran guerrero", pensó Tatsuya mientras observaba pasivamente la conversación entre los dos veteranos. Arexos hablaba con excesiva calma, con ese noséqué de diplomacia que todos los políticos saben utilizar a la perfección, y al que suelen ocurrir cuando buscan enredar a alguien en sus marañas.
El monólogo de Arexos tenía perfecto sentido, e incluso hizo sentir al brujo como un idiota, sabiendo que todo el esfuerzo por proteger a la niña parecía haber sido en vano. Si en verdad era un conocedor de las maldiciones y estaba allí para ayudar, no veía motivo por el que no entregarle a la niña. Ellos se quitarían esa gran preocupación de encima, y el viejo haría lo que sea que tuviera que hacer. ¡Era el trato perfecto! ...solo que el trato perfecto no existe.
"Cuando algo es demasiado bueno para ser verdad, no lo es", le dijo alguna vez un pirata. La naturaleza del mercenario es, la mayor parte de las veces, desconfiada, y Tatsuya no haría la excepción en ese momento. Y ahora que lo mencionaba, recordaba que, durante su viaje con Eddard, este hablaba sobre lo ocurrido en el Ohdà con empedernida insistencia. Mencionó un par de veces algo sobre niñas desaparecidas, y junto a eso añadió que la demanda de sus servicios aumentaba exponencialmente "aunque no fueran lo más escrupuloso". Ya había visto con sus propios ojos el destino de aquél hombre, y su contratador ahora conversaba con ellos, ofreciendo amablemente la salvación de la niña. Sin duda, había una disonancia entre lo que el maestro hacía y decía. Los demás podían tragarse la paparrucha del tipajo si querían, pero Tatsuya estaba seguro de lo que había que hacer.
—Yo estoy a favor de la moza. Algo va mal. — dijo Tatsuya en cuanto Valeria terminó de hablar — No soy un experto en maldiciones, pero sí que sé que en un viejo calvo y barbudo que encima es estudiado de la magia uno no puede confiar, mucho menos para entregarle una niña. Además, si solo buscas el bien, ¿por qué no te encargaste tú mismo de venir y pedirnos amablemente que te entregáramos a la mocosa? — adoptó un tono firme e intimidante — Si vas a tocarle un pelo, que sea frente a nuestros ojos.
Tampoco era como si su intimidación pudiera lograr demasiado. Con sus vagos conocimientos de magia, y a la distancia a la que se encontraban, Arexos no tenía nada que temer, pues cualquier hechizo dejaría al espadachín fuera de combate. "Más le vale a estos dos cubrirme las espaldas", se dijo. Por los momentos, no esperaba lanzarse al combate, pero tampoco cedería a la verborrea del brujo.
"El niño tiene cojones, eso es seguro. Sería un gran guerrero", pensó Tatsuya mientras observaba pasivamente la conversación entre los dos veteranos. Arexos hablaba con excesiva calma, con ese noséqué de diplomacia que todos los políticos saben utilizar a la perfección, y al que suelen ocurrir cuando buscan enredar a alguien en sus marañas.
El monólogo de Arexos tenía perfecto sentido, e incluso hizo sentir al brujo como un idiota, sabiendo que todo el esfuerzo por proteger a la niña parecía haber sido en vano. Si en verdad era un conocedor de las maldiciones y estaba allí para ayudar, no veía motivo por el que no entregarle a la niña. Ellos se quitarían esa gran preocupación de encima, y el viejo haría lo que sea que tuviera que hacer. ¡Era el trato perfecto! ...solo que el trato perfecto no existe.
"Cuando algo es demasiado bueno para ser verdad, no lo es", le dijo alguna vez un pirata. La naturaleza del mercenario es, la mayor parte de las veces, desconfiada, y Tatsuya no haría la excepción en ese momento. Y ahora que lo mencionaba, recordaba que, durante su viaje con Eddard, este hablaba sobre lo ocurrido en el Ohdà con empedernida insistencia. Mencionó un par de veces algo sobre niñas desaparecidas, y junto a eso añadió que la demanda de sus servicios aumentaba exponencialmente "aunque no fueran lo más escrupuloso". Ya había visto con sus propios ojos el destino de aquél hombre, y su contratador ahora conversaba con ellos, ofreciendo amablemente la salvación de la niña. Sin duda, había una disonancia entre lo que el maestro hacía y decía. Los demás podían tragarse la paparrucha del tipajo si querían, pero Tatsuya estaba seguro de lo que había que hacer.
—Yo estoy a favor de la moza. Algo va mal. — dijo Tatsuya en cuanto Valeria terminó de hablar — No soy un experto en maldiciones, pero sí que sé que en un viejo calvo y barbudo que encima es estudiado de la magia uno no puede confiar, mucho menos para entregarle una niña. Además, si solo buscas el bien, ¿por qué no te encargaste tú mismo de venir y pedirnos amablemente que te entregáramos a la mocosa? — adoptó un tono firme e intimidante — Si vas a tocarle un pelo, que sea frente a nuestros ojos.
Tampoco era como si su intimidación pudiera lograr demasiado. Con sus vagos conocimientos de magia, y a la distancia a la que se encontraban, Arexos no tenía nada que temer, pues cualquier hechizo dejaría al espadachín fuera de combate. "Más le vale a estos dos cubrirme las espaldas", se dijo. Por los momentos, no esperaba lanzarse al combate, pero tampoco cedería a la verborrea del brujo.
Tatsuya Suō
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Re: Bajo la Piel [Consecuencia Ohdà]
La tensión del grupo era ciertamente esperable. Otro grupo, quizás, hubiera aprovechado la oportunidad de librarse del problema fácilmente, pero no éste. Demian debía reconocer que aquellos sujetos, aunque no los conocía realmente, se habían ganado su respeto.
Se hizo un silencio por largos instantes, mientras tanto el brujo que afirmaba ser experto en maldiciones, como aquellos que habían terminado involucrados sin querer en la protección de la muchacha, analizaban sus opciones.
–Tienen razón en desconfiar –dijo finalmente Arexos–, ciertamente esta muchacha puede ser codiciada por algunos como un arma. Lamentablemente es por esa misma razón que me enteré de su presencia tan rápido.
Indicó con su dedo en dirección al pueblo, donde aún salía humo mezclado con vapor de los esfuerzos de la población por apagar el incendio con que todo el asunto había comenzado.
–No es el primero.
La muchacha se cubrió el rostro, probablemente llena de horror y vergüenza.
–No es culpa tuya, pequeña, no has sido tú quien ha pedido esta maldición. Como ocurre con las maldiciones, a veces son crueles y atacan a personas que no han hecho nada por merecerlas –explicó el hombre con un dejo de tristeza.
Demian asintió. Con lo que había visto en la poca interacción que había tenido con la pobre doncella, ella era un elemento de alto peligro, tanto para la población como para ella misma y todos quienes le rodeaban. Siquiera imaginar estar en una situación así era difícil.
–Todo eso p-puede ser cierto, pero aún así no la abandonaremos a su suerte, menos con alguien a quien no conocemos –afirmó el chico respaldando lo que habían ya antes asertado sus improvisados compañeros.
–Eso es muy valorable, sí... y quizás es lo mejor. Con el peligro que ella carga consigo, sólo personas capacitadas para protegerla y proteger a los demás deberían estar cerca de ella... y ustedes parecen más que capaces.
Demian guardó sus armas, si bien se mantenía atento a posibles peligros o movimientos de aquel supuesto estudioso, no seguía con vida después de tantos peligros por ser un confiado.
–¿Qué tienes en mente? –dijo Demian con un aire que le hacía sonar más viejo de lo que su apariencia indicaba.
–Busquemos juntos la solución –dijo finalmente el Arexos, dando un corto paso al frente–. Podemos ayudarla y con ello salvar a muchos. Vengan conmigo, en mi casa estará a salvo y evitaremos la mirada de los curiosos... o aquellos que buscan venganza por los incendios. No digo que será fácil encontrar la salvación para ella, pero al menos podemos intentarlo.
El sujeto dio otro paso al frente y extendió su mano, ofreciendo un acuerdo.
Demian
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Re: Bajo la Piel [Consecuencia Ohdà]
“Si vas a tocarle un pelo, que sea frente a nuestros ojos”. Puede que el espadachín no fuese un ejemplo de elocuencia, sin duda, hablaba mejor con sus actos que con sus palabras, pero había expresado de forma simple, clara y directa el sentir de Valeria. No iba a permitir que un completo desconocido, con intenciones inciertas, se llevase sin más a esa niña. ¿Por qué? «Vete a saber para qué la usa. Lo mismo está amasando poder y todo el asunto acaba golpeándome en la cara». Al menos, eso era lo que se decía a sí misma. ¿Acaso era posible que estuviese preocupada por una niña desconocida?
La muchacha seguía apretándose contra ella. Su cuerpo temblaba en un silencioso sollozo mientras asistía a la reunión que decidiría su destino y la bruja le acariciaba la cabeza y la espalda, en un intento por consolarla, aunque la amenaza del fuego ya no parecía tan apremiante. Aún sufría, pero era un dolor más calmado, como si se hubiese resignado por fin a sentirlo.
Valeria observaba a Arexos con atención, sus gestos, la expresión de su rostro. Buscaba alguna pista que le indicase si su preocupación era sincera o fingida. La compasión que se filtraba en su voz y en su rostro cuando se dirigió a la joven parecía auténtica: o bien sus intenciones eran genuinas o era un excelente actor.
“Busquemos juntos la solución”. Era una propuesta mucho más razonable que la idea original. Si sus intenciones eran las que expresaba, varias cabezas juntas tenían más posibilidades de hallar las respuestas que buscaban. Si, por el contrario, era un engaño, la niña no estaría sola a su suerte, podrían protegerla. Ni siquiera era necesario confiar en el tal Arexos, bastaba con aprovechar sus conocimientos mientras resultasen útiles y mantenerse en guardia por si estuviese jugando un doble juego.
Aunque el nuevo plan se acomodaba más a sus intereses, Valeria no respondió directamente al hombre. En lugar de eso, se volvió hacia la muchacha, separándose ligeramente de ella para poder mirarla a los ojos. Después de todo, ya no era una niña; era hora de que empezase a decidir por sí misma.
—Arexos tiene razón en una cosa —dijo con voz pausada—: lo que te está ocurriendo no es culpa tuya, y tampoco es justo que te suceda, pero lo cierto es que supone un riesgo, para ti y para otras personas. Entiendes eso, ¿verdad?
La chica bajó la mirada por un momento. Las lágrimas corrían aún libres por sus mejillas y respiraba de forma entrecortada, pero, cuando volvió a alzar el rosto, se la veía algo más segura, decidida. Asintió y Valeria le devolvió el gesto con una sonrisa.
—Es tu decisión, entonces. Si confías en él, en nosotros, tal vez podamos ayudarte.
----------
OFF: Y le paso la pelota a Tatsuya. Tú decides, majo ^^
La muchacha seguía apretándose contra ella. Su cuerpo temblaba en un silencioso sollozo mientras asistía a la reunión que decidiría su destino y la bruja le acariciaba la cabeza y la espalda, en un intento por consolarla, aunque la amenaza del fuego ya no parecía tan apremiante. Aún sufría, pero era un dolor más calmado, como si se hubiese resignado por fin a sentirlo.
Valeria observaba a Arexos con atención, sus gestos, la expresión de su rostro. Buscaba alguna pista que le indicase si su preocupación era sincera o fingida. La compasión que se filtraba en su voz y en su rostro cuando se dirigió a la joven parecía auténtica: o bien sus intenciones eran genuinas o era un excelente actor.
“Busquemos juntos la solución”. Era una propuesta mucho más razonable que la idea original. Si sus intenciones eran las que expresaba, varias cabezas juntas tenían más posibilidades de hallar las respuestas que buscaban. Si, por el contrario, era un engaño, la niña no estaría sola a su suerte, podrían protegerla. Ni siquiera era necesario confiar en el tal Arexos, bastaba con aprovechar sus conocimientos mientras resultasen útiles y mantenerse en guardia por si estuviese jugando un doble juego.
Aunque el nuevo plan se acomodaba más a sus intereses, Valeria no respondió directamente al hombre. En lugar de eso, se volvió hacia la muchacha, separándose ligeramente de ella para poder mirarla a los ojos. Después de todo, ya no era una niña; era hora de que empezase a decidir por sí misma.
—Arexos tiene razón en una cosa —dijo con voz pausada—: lo que te está ocurriendo no es culpa tuya, y tampoco es justo que te suceda, pero lo cierto es que supone un riesgo, para ti y para otras personas. Entiendes eso, ¿verdad?
La chica bajó la mirada por un momento. Las lágrimas corrían aún libres por sus mejillas y respiraba de forma entrecortada, pero, cuando volvió a alzar el rosto, se la veía algo más segura, decidida. Asintió y Valeria le devolvió el gesto con una sonrisa.
—Es tu decisión, entonces. Si confías en él, en nosotros, tal vez podamos ayudarte.
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OFF: Y le paso la pelota a Tatsuya. Tú decides, majo ^^
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Re: Bajo la Piel [Consecuencia Ohdà]
Elocuencia. Ese era un dote que sobraba en la península de Verisar. Por aquí y por allá, uno siempre veía a alguien hacer uso de su pico de oro. Unos exitosamente, otros no tanto. Si hubiera que categorizar a Arexos, habría que meterlo en la primera clase. Su actuación fue tal, que Demian bajó la guardia, y el mismo Tatsuya bajó su arma, sosteniéndola con soltura en su mano derecha. Había algo sobre compasión en su forma de hablar que reducía la tensión en el aire. Muy pronto, los vientos dejaron de silbar, en señal del estado de confort que adoptó el espadachín. Se habían decantado por la vía diplomática.
Arexos le tendió la mano al grupo para forjar una alianza. En compañía, buscarían la forma de librar a la niña de la maldición. En su discurso no parecía haber malicia; sus palabras eran melifluas y convincentes. Por otra parte, sus gestos no lo eran. Tan embelesante era su forma de hablar, que por un segundo Tatsuya había olvidado que Arexos, sin motivo alguno, envió a un mercenario agresivo a tomar a la niña por la fuerza. Seguía sin ser una persona confiable, pero su trato era demasiado bueno como para rechazarlo así como así: si decía la verdad todos ganaban, si mentía, por lo menos estarían cerca para darle una paliza.
—Me gusta tu actitud, pelado. Entiendes cómo tienen que ser las cosas. Si vas a custodiar a la niña, nos vas a tener dos pasos más atrás vigilando, y si llegas a hacer algo sospechoso, no creo que tengas tiempo de conjurar algún hechizo antes de que te quedes sin manos. — dijo Tatsuya luego de la proposición del maestro brujo. No intentó responder a la extensión de su mano.
La niña adoptó una vez más una expresión enfermiza, avergonzada e incluso pavorosa. No podía culparla: presuntamente huérfana, y culpable de catástrofes, incluso sin quererlo. Probablemente estaba sola en el mundo, y temía quedarse así para siempre. De alguna forma, le recordaba a su sobrino: un pobre niño bastardo que asumió el liderazgo de el clan Suou a tan temprana edad. La diferencia es que su allegado lo detestaba, y eso lo motivaba a ayudar a la niña, de la forma más desinteresada posible.
—Eso, eso. Escucha a la moza — dijo Tatsuya luego de que Valeria hablara con la joven— Con la ayuda del pelado, trataremos de encontrar una cura para ti, y luego de eso, saldremos en busca de papaíto. Y si no lo encontramos, siempre habrá algún orf--- — cortó en seco. Se dio cuenta de que hablaba de más.
Excluyendo las palabras del brujo, fue gracias a la intervención de la moza que la niña recuperó la compostura, y se mostró decidida a tomar una decisión.
—Señor Arexos... por favor, ayúdeme a cambiar esto. Apenas y lo soporto. — le pidió amablemente — Necesito ver a mi padre... yo... — y espontáneamente, su rostro se contorsionó una vez más. Su piel enrojeció, y algunas burbujas se asomaron por su superficie, acompañadas de un humo gris que emergía de sus extremidades. — ¡Aléjense de mí! ¡Solo quieren aprovecharse! ¡Este es un castigo, yo no tengo ninguna salvación! ¡arrrrrgh!
Sus brazos dispararon un torrente de fuego, que Tatsuya evadió desenvainando su katana. -Aquí vamos de nuevo...-
—¡Tú! ¡El de ojos rasgados! ¡Necesito que la sujetes para dormirla!
—¿Y quemarme? No, gracias. Preferiría ver toda la península arder.
—¡Por todos los Dioses, hazlo antes de que venga más gente y terminen por matarla!
Comprendiendo la situación, Tatsuya se deslizó por el lado derecho de la niña, y la abrazó por la espalda. Sintió un ardor terrible, como si se hubiera metido en un horno. La niña pataleó, y lanzó sus llamaradas a todas las direcciones. Arexos se aproximó rápidamente, y al poner la palma de la mano sobre su frente, el pequeño diablo perdió una vez más la conciencia. Ya había perdido la cuenta de cuántas veces le habían inducido el sueño.
—La maldición... los dioses... el fuego... — balbuceó medio inconsciente.
—Llévala hasta mi casa. El proceso será más complicado de lo que esperaba.
Sus brazos y torso ardían terriblemente. La tela de su kimono se había chamuscado, dejando su piel quemada al descubierto. Parecía que Tatsuya también iba a necesitar algo de atención.
Arexos le tendió la mano al grupo para forjar una alianza. En compañía, buscarían la forma de librar a la niña de la maldición. En su discurso no parecía haber malicia; sus palabras eran melifluas y convincentes. Por otra parte, sus gestos no lo eran. Tan embelesante era su forma de hablar, que por un segundo Tatsuya había olvidado que Arexos, sin motivo alguno, envió a un mercenario agresivo a tomar a la niña por la fuerza. Seguía sin ser una persona confiable, pero su trato era demasiado bueno como para rechazarlo así como así: si decía la verdad todos ganaban, si mentía, por lo menos estarían cerca para darle una paliza.
—Me gusta tu actitud, pelado. Entiendes cómo tienen que ser las cosas. Si vas a custodiar a la niña, nos vas a tener dos pasos más atrás vigilando, y si llegas a hacer algo sospechoso, no creo que tengas tiempo de conjurar algún hechizo antes de que te quedes sin manos. — dijo Tatsuya luego de la proposición del maestro brujo. No intentó responder a la extensión de su mano.
La niña adoptó una vez más una expresión enfermiza, avergonzada e incluso pavorosa. No podía culparla: presuntamente huérfana, y culpable de catástrofes, incluso sin quererlo. Probablemente estaba sola en el mundo, y temía quedarse así para siempre. De alguna forma, le recordaba a su sobrino: un pobre niño bastardo que asumió el liderazgo de el clan Suou a tan temprana edad. La diferencia es que su allegado lo detestaba, y eso lo motivaba a ayudar a la niña, de la forma más desinteresada posible.
—Eso, eso. Escucha a la moza — dijo Tatsuya luego de que Valeria hablara con la joven— Con la ayuda del pelado, trataremos de encontrar una cura para ti, y luego de eso, saldremos en busca de papaíto. Y si no lo encontramos, siempre habrá algún orf--- — cortó en seco. Se dio cuenta de que hablaba de más.
Excluyendo las palabras del brujo, fue gracias a la intervención de la moza que la niña recuperó la compostura, y se mostró decidida a tomar una decisión.
—Señor Arexos... por favor, ayúdeme a cambiar esto. Apenas y lo soporto. — le pidió amablemente — Necesito ver a mi padre... yo... — y espontáneamente, su rostro se contorsionó una vez más. Su piel enrojeció, y algunas burbujas se asomaron por su superficie, acompañadas de un humo gris que emergía de sus extremidades. — ¡Aléjense de mí! ¡Solo quieren aprovecharse! ¡Este es un castigo, yo no tengo ninguna salvación! ¡arrrrrgh!
Sus brazos dispararon un torrente de fuego, que Tatsuya evadió desenvainando su katana. -Aquí vamos de nuevo...-
—¡Tú! ¡El de ojos rasgados! ¡Necesito que la sujetes para dormirla!
—¿Y quemarme? No, gracias. Preferiría ver toda la península arder.
—¡Por todos los Dioses, hazlo antes de que venga más gente y terminen por matarla!
Comprendiendo la situación, Tatsuya se deslizó por el lado derecho de la niña, y la abrazó por la espalda. Sintió un ardor terrible, como si se hubiera metido en un horno. La niña pataleó, y lanzó sus llamaradas a todas las direcciones. Arexos se aproximó rápidamente, y al poner la palma de la mano sobre su frente, el pequeño diablo perdió una vez más la conciencia. Ya había perdido la cuenta de cuántas veces le habían inducido el sueño.
—La maldición... los dioses... el fuego... — balbuceó medio inconsciente.
—Llévala hasta mi casa. El proceso será más complicado de lo que esperaba.
Sus brazos y torso ardían terriblemente. La tela de su kimono se había chamuscado, dejando su piel quemada al descubierto. Parecía que Tatsuya también iba a necesitar algo de atención.
Tatsuya Suō
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Re: Bajo la Piel [Consecuencia Ohdà]
La situación parece ir por un momento al fin sobre ruedas. El grupo está dispuesto a aceptar la ayuda de Arexos, no sin antes dejarle claro que tendrán sus cuidados y que al brujo no le conviene defraudarlos, mucho menos traicionarlos, hasta la propia muchacha se muestra no sólo dispuesta, sino deseosa de recibir tal ayuda.
Por supuesto, esto sólo era un presagio para que volviera a empeorar. Por suerte, el riesgo que toma Tatsuya y alguna habilidad misteriosa de Arexos terminan por lograr que la muchacha nuevamente quede dormida.
Demian suspira aliviado.
–Toma –dice arrojando un frasco con una pasta verdosa a Tatsuya(1)–, es una pasta sanadora, s-si la aplicas sobre las quemaduras ayudará a que sanen rápido.
Hecho esto, se gira hacia Arexos.
–Bien... ¿qué hacemos ahora? –pregunta.
–Debemos llevarla a mi casa. Allí usaremos algunas fórmulas que, espero, alivien la maldición o, al menos, la mantengan a raya. Cuando esté estable, creo que tenemos que hacer una visita a la librería para buscar todo lo que podamos sobre este asunto. Cada maldición es única y yo no conozco todos los libros del mundo –aclara.
A Demian todo ello le parece razonable. Sin pensarlo ni buscarlo, parece que de pronto se ha inscrito en una aventura que puede resultar más larga de lo esperado. Al menos tiene algo positivo, al chico le gustan mucho los libros.
–¿Qué dices Arty, tienes espacio como para agregar unos cu-c-cuantos tomos más a tu memoria? –pregunta Demian. Ya sabe la respuesta.
–Sin problema, Demian –contesta el mecánico con seguridad, si es posible distinguir siquiera emoción en su manera de hablar.
Las ropas del joven vuelven a transformarse, recuperando un aspecto sencillo, como de alguien del pueblo, no demasiado pobre, pero suficiente para no llamar la atención. Todo es obra de su magia ilusoria, por supuesto.
–Mi nombre es Demian... Demian Sinclair –aclara al grupo mientras comienzan a caminar en dirección al pueblo.
Saca un libro de su bolso y lo abre. Esta vez no es para generar ningún hechizo, sino sólo por placer. Es una historia muy interesante sobre un héroe que se enfrentó a un dragón para rescatar a su pueblo.
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(1) Demian hace uso de su Kit de Medicina para dar un poco de pasta sanadora a su compañero.
(*) Sugiero que este sea el último post de cada uno. Ya hemos completado la parte introductoria de esta historia y, si sigue o no y en qué condiciones, va a depender de master Sigel. Esto es parte de un evento y ya veremos qué dice finalmente el master. Luego de eso podemos seguir esta historia como otro tema, si lo desean.
Demian
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