La Ohdà: San Valentín Aerandiano [Evento]
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La Ohdà: San Valentín Aerandiano [Evento]
La Ohdà: San Valentín Aerandiano
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''¡Arderá la estatua en la playa del fiordo,
untaos, con miel de panal, al amante propio y al ajeno
pues así atraeréis a las reinas a vuestra colmena.
¡Que ardan pues, las llamas en la fecunda y helada tierra!''
untaos, con miel de panal, al amante propio y al ajeno
pues así atraeréis a las reinas a vuestra colmena.
¡Que ardan pues, las llamas en la fecunda y helada tierra!''
☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀
Algo puede sentirse en el aire.
Los pétalos de las Karre'xha comienzan a pintar el paisaje con sus tonos rosados, embargando el ambiente con ese dulce aroma a cerveza de miel, misma que sólo se destila en una fecha tan importante como esta.
En el centro de la ciudad se pueden observar los diversos establecimientos que ofrecen una gran variedad de actividades, desde juegos, bailes, carreras, exposiciones florales, hasta la concurrida cabina del famoso gurú del amor.
La cerveza de miel es una delicia que no se puede desaprovechar, especialmente cuando este año podrá adquirirse de manera gratuita. No querréis perderos la oportunidad de disfrutar de un tarro de este elixir de los Dioses.
¿Es amor lo que se respira?
Este festival es el entorno idóneo para que Freyja y Freyr bendigan vuestras uniones o, si practicáis esa extraña religión, podría decirse que es el lugar perfecto para que Cupido os lance una de sus flechas.
¿Creéis en el amor a primera vista? ¿Tenéis en vuestros corazones a alguien especial?
¡Todo es posible en este festival!
Si sois de los más osados podréis casaros en el hermoso arco nupcial preparado para esta hermosa celebración.
¡No olvidéis comprar vuestras canastas con flores Karre’xha y lanzarlas a vuestros seres queridos! ¡También podéis celebrar la amistad!
¿El color rosa no os hace sentir un tanto coquetos y románticos?
¡Pues venid y participar de la Ohdà y quedaros hasta el final!
Veréis que valdrá la pena disfrutar de la estatua ardiendo que anunciará la bendición de unas buenas cosechas…y algo más.
Marissa Whisperheart -Gurú del amor.
- Marissa Whisperheart:
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Información:
☀¡Saludos, mortales! Este evento será de libre participación, no serán necesarios los 10 posts on rol.
☀No habrá orden de posteo, pero espero que tengáis coherencia al postear.
☀Este festival es una alusión al Hanami japonés, mezclado con algunas tradiciones medievales. Por lo que podréis recorrer el festival y participar de todos los eventos propuestos.
☀He decidido dividir el festival en dos: la primera parte será la de relacionarse y la segunda parte en donde se incendiará la estatua, dándoos algo de diversión. Una sorpresa que he reservado.
☀La primera parte durará del 21 al 26 de Febrero.
☀La segunda parte vendrá del 26 de Febrero al 3 de Marzo.
☀Estad atentos a vuestras bandejas de entrada, pues uno de vosotros será el afortunado que quemará la estatua.
☀Podéis interactuar con mi NPC, tanto en el evento, como para pedir consejos. Tened en cuenta que ella no sólo está obligada a dar consejos de amor. Así que animaos, os gustará.
☀Para la dinámica de consultar a la gurú (y a fin de que yo no tenga que intervenir en el evento) podréis enviarme un mp con la pregunta de vuestros personajes y yo os mandaré la respuesta de la sabia Marissa. Así no habrá necesidad de que os interrumpa en el hilo de vuestros posteos y se evita el que manejéis a una bruja de su nivel sin supervisión adulta.
☀Otro de los objetivos será tomar la deliciosa cerveza de miel que os pondrá en un estado idílico de romance, coqueteo y saludable amistad.
☀Realizar un Ikebana (arreglo floral) que podréis obsequiar a algún amigo o vuestra pareja.
☀Lanzamiento de farolas de papel.
☀El evento tiene lugar en la tarde/noche (por lo que los vampiros también podrán participar).
☀La estatua se quemará a la medianoche.
☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀
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Recompensas:
☀Un pequeño regalo para todos los participantes.
☀Un premio para los Ikebanas más originales.
☀Recompensa adicional a aquellos usuarios que realicen una trama entre ellos.
☀+50 aeros
☀+5 puntos de experiencia
Tanto rosa ha terminado por hacerme vomitar unicornios de arcoiris, así que no os acostumbréis.
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Re: La Ohdà: San Valentín Aerandiano [Evento]
- Últimamente vamos a muchos festivales. – Dijo la vampiresa a su lado, observando el ambiente que tenían alrededor. - ¿No crees? – Agregó estirando ambos brazos por encima de su cabeza, al mismo tiempo que bostezaba.
- Estamos en esa época del año… supongo. – Se pasó la mano por la barba, analizando la amplia plaza norteña en la que se encontraban. – Mejor esto que ver la ciudad en llamas. ¿No? - Aún con la pirámide maldita en las afueras Dundarak estaba de celebración.
Eltrant se dejó caer sobre un banco; No recordaba con exactitud los detalles de aquella fiesta, pero al parecer tenía que ver con el rosa. Mirase a dónde mirase, ese color predominaba sobre los demás.
También había oído algo acerca del amor. Eltrant frunció sutilmente el ceño y suspiró.
- ¿Qué te pasa? – Lyn zarandeó a su compañero - ¿No te gusta el ambiente? – Lo zarandeó con más fuerza. - ¡¿Hueles eso, Mortal!? – La vampiresa se llevó ambas manos hasta la cintura y respiró de forma casi ridícula, llenando completamente los pulmones en una sola sentada. - ¡Se respira amor en el aire! – En el rostro del exmercenario se dibujó el fantasma de una sonrisa, a veces se le olvidaba lo mucho que solía disfrutar Lyn de aquellas cosas. - ¡¿Y sabes lo que eso significa?! – Preguntó ahora, cruzándose de brazos.
- ¿Qué en noviembre van a nacer muchos niños? – contestó Eltrant bromeando, Lyn dejó escapar una carcajada corta y negó efusivamente con la cabeza. – Cualquier día te partes el cuello así… yo solo te aviso. – Lyn ignoró completamente el comentario y señaló a la multitud que se movía de un lado a otro.
- ¡¿Hacer flores!? ¿¡Beber esa cerveza que, evidentemente, esta drogada?! – Eltrant alzó levemente la jarra que tenía en la mano y olisqueó un poco su contenido, depositando la bebida, después, cuidadosamente a un lado. - ¡No! – La vampiresa extendió los brazos. - ¡Hoy hay que tomar apuntes! – Eltrant arqueó una de sus cejas y se cruzó de piernas, se llevó una de las manos hasta la cara, momento en el que se frotó los ojos.
- Mira que siempre digo: “No, hoy va a ser la última vez que repito esto”, pero… creo que no te sigo. – Lyn extrajo un papel y un minúsculo trozo de carbón de la escueta bolsa de viaje que llevaba a la espalda, chasqueó la lengua repetidamente, evidentemente burlándose de la falta de entendimiento que mostraba su compañero.
- Para la novela, por supuesto. – aseguró dando varios golpecitos con el carbón en el papel – Estoy hablando de tomar notas para mi obra maestra. En sí, les estoy haciendo un favor, ¡Espiar a jóvenes enamorados, conocer como son de vulnerables cuando abren sus corazones y plasmarlos en el bello arte de la palabra! – Eltrant se llevó ambas manos a la cara y suspiró.
- ¿Qué hemos hablado de los espacios personales y de como debes respetarlos? – dijo cruzándose de brazos, Lyn frunció levemente el ceño y se sentó junto a él. – Hice hasta una rima. – Lyn puso los ojos en blanco.
- No pienso decirla. – Eltrant miró fijamente a Lyn durante unos segundos, la vampiresa desvió levemente la mirada e infló los mofletes. – “El espacio personal es vital, si te lo saltas, probablemente, a Eltrant van a matar” – dijo tras unos segundos en silencio, el castaño sonrió conforme y volvió a otear los festejos, lo cierto es que había muchas parejas andando por todas partes.
Volvió a suspirar, se pasó la mano por el pelo y cerró los ojos unos instantes.
- Eres un poeta horrible. – dijo Lyn, rompiendo el breve silencio que se había producido entre los dos.
- Habló la escritora mediocre. – contestó enseguida Eltrant.
- ¡Solo un bestia como tú es incapaz de comprender el verdadero arte! – La ojiazul le señaló con el dedo índice, de forma acusadora, mientras que con la otra mano le golpeaba en la cabeza con el trozo de papel en el que había comenzado a anotar algunos “apuntes”.
- ¡Un bestia que te da de comer! – Dijo apartándose de la trayectoria del papel y levantándose la manga que cubría su brazo izquierdo, descubriendo la venda que envolvía las diferentes mordeduras de la joven.
- ¡¿Qué más te da darme un poco de sangre!? Si de todas formas suele haber más fuera de ti que dentro – dijo Lyn, de vuelta, de forma altiva, cruzándose de brazos.
Ambos se callaron durante unos instantes, Eltrant estalló en carcajadas. Algunas de las parejas más cercanas se pararon a mirarlos y, tras dejar escapar algunos susurros, reemprendieron la marcha apartando la mirada de la curiosa pareja.
- ¿¡De… de que te ríes, Mortal!? – La vampiresa le abofeteó de nuevo con la hoja de papel, el exmercenario se encogió de hombros y continuó riéndose. - ¡No importunes a tu ama y señora, lacayo! – Dijo ahora cruzándose de brazos, evidentemente nerviosa. - ¡Pero que no te rías! – La joven le dio un empujón con aún más fuerza, Eltrant se deslizó levemente sobre el banco.
No le entusiasmaba aquella fiesta, le hacía recordar cosas que no le apetecía recordar. Era algo irónico, sobre todo porque había habido un tiempo en el que, literalmente, había matado por ellos.
Había vivido tantas cosas… en tantos sitios diferentes.
Dejó de reírse y volvió a la realidad, Lyn seguía a su lado, con cara de pocos amigos, sonrió y le dio un leve empujón amistoso. Allí estaba bien, al menos por el momento.
- Has bebido. ¿Verdad? ¿Te has drogado? Es esa especia rara de Dalmasca ¿A que sí? – preguntó la joven jugueteando con su flequillo. Se atusó la barba durante unos instantes. No estaba seguro del todo, había bebido en la posada, pero no tenía forma de conocer si todas tenían el efecto eufórico que, era obvio, todos los que la habían probado compartían. - ¿Te… te encuentras bien? – Preguntó la vampiresa entonces, acercándose un poco a su acompañante.
- Sí… solo estaba… acordándome de... – Se llevó la mano hasta el pecho y cerró los ojos.
- ¿Alguien importante? – Inquirió la joven acercándose un poco más, depositando el trozo de papel a un lado. Tenía expresión extraña en su mirada, ¿Podía ser que la vampiresa estuviese genuinamente preocupada por sus sentimientos? Amplió su sonrisa y asintió con suavidad.
- Alguien importante. – Aseguró Eltrant de vuelta, perdiendo su mirada entre el gentío.
Lyn no contestó, sonrió escuetamente a las palabras del exmercenario y, como el exguarda, miró al centenar de parejas que se movían de un lado a otro. Todas sonriendo, todas felices. Casi parecían haberse olvidado de que hacía apenas un par de meses la desesperación gobernaba el lugar.
- Y… esa persona importante… – La vampiresa volvió a romper a silencio.
- Déjalo Lyn. Ya está… atrás. – dijo con sencillez, sin perder la sonrisa, antes de que la muchacha continuase hablando. – …Ya está atrás – Repitió en apenas un murmullo, el silencio se volvió a apoderar de la conversación.
Aquella respuesta pareció pillar desprevenida a la joven, la cual se mostró pensativa durante unos minutos, clavando sus ojos en el cielo estrellado que se alzaba sobre su cabeza.
- …Te entiendo. – dijo Lyn al final, momento en el que se acomodó junto al castaño, estirándose a lo largo en el banco mientras usaba el cuerpo de su compañero a modo de apoyo.
Se volvió a quedar en silencio durante varios minutos más, o quizás fue más tiempo, Eltrant no estaba completamente seguro de cuánto tiempo se quedó allí, mirando como todos pasaban de un lugar a otro despreocupadamente.
“Por esto es por lo que viajas, Tale. Recuérdalo”
– ¿Si empujo a alguien te sentirás mejor? A mi me hace gracia. Puedo seguir a una persona así como rellenita e imitar el sonido de un cuerno de guerra cada vez que se mueva. ¿Lo hago? – La joven sonrió, Eltrant enarcó una ceja y le devolvió la sonrisa, era raro verla así.
- No estoy mal, Lyn, no te preocupes. – dijo Eltrant pasándose la mano por el pelo, suspirando y sonriéndole a la muchacha.
- Ya, bueno, pero es que quiero empujar a alguien... – respondió Lyn de vuelta, Eltrant contestó a aquello negando con la cabeza. – Es que mírate, estas como raro. ¿Seguro que estas bien? – Volvió a preguntar. - ¿Son gases? Pueden ser gases. – Eltrant volvió a sonreír.
- Lyn… que dejes algo atrás no significa que haya desaparecido. Estoy bien. De verdad. – dijo adoptando otra postura en el banco, una en la que sentía ligeramente más cómodo. La vampiresa abrió los ojos de par en par al oír esto y se quedó mirando a su acompañante fijamente. - ¿Qué…? – Eltrant frunció el ceño, sin parar de sonreír. - ¿Te sorprende que yo sea capaz de decir esas cosas? – preguntó divertido.
- Sí… no… bueno… - jugueteó durante unos segundos con las correas de sus botas, ligeramente ruborizada.
- ¡Oh, me ofendo! – Eltrant imitó el gesto que hacía Lyn cada vez que se volvía dramática.
- A veces me alegro de que te apuñalen, Mortal. – dijo Lyn en un murmullo, recobrando un poco la compostura, a Eltrant se le escapó una risotada.
- Por supuesto que te alegras. – dijo dándole un empujón amistoso. – Ahí es cuando sangro.
- Estamos en esa época del año… supongo. – Se pasó la mano por la barba, analizando la amplia plaza norteña en la que se encontraban. – Mejor esto que ver la ciudad en llamas. ¿No? - Aún con la pirámide maldita en las afueras Dundarak estaba de celebración.
Eltrant se dejó caer sobre un banco; No recordaba con exactitud los detalles de aquella fiesta, pero al parecer tenía que ver con el rosa. Mirase a dónde mirase, ese color predominaba sobre los demás.
También había oído algo acerca del amor. Eltrant frunció sutilmente el ceño y suspiró.
- ¿Qué te pasa? – Lyn zarandeó a su compañero - ¿No te gusta el ambiente? – Lo zarandeó con más fuerza. - ¡¿Hueles eso, Mortal!? – La vampiresa se llevó ambas manos hasta la cintura y respiró de forma casi ridícula, llenando completamente los pulmones en una sola sentada. - ¡Se respira amor en el aire! – En el rostro del exmercenario se dibujó el fantasma de una sonrisa, a veces se le olvidaba lo mucho que solía disfrutar Lyn de aquellas cosas. - ¡¿Y sabes lo que eso significa?! – Preguntó ahora, cruzándose de brazos.
- ¿Qué en noviembre van a nacer muchos niños? – contestó Eltrant bromeando, Lyn dejó escapar una carcajada corta y negó efusivamente con la cabeza. – Cualquier día te partes el cuello así… yo solo te aviso. – Lyn ignoró completamente el comentario y señaló a la multitud que se movía de un lado a otro.
- ¡¿Hacer flores!? ¿¡Beber esa cerveza que, evidentemente, esta drogada?! – Eltrant alzó levemente la jarra que tenía en la mano y olisqueó un poco su contenido, depositando la bebida, después, cuidadosamente a un lado. - ¡No! – La vampiresa extendió los brazos. - ¡Hoy hay que tomar apuntes! – Eltrant arqueó una de sus cejas y se cruzó de piernas, se llevó una de las manos hasta la cara, momento en el que se frotó los ojos.
- Mira que siempre digo: “No, hoy va a ser la última vez que repito esto”, pero… creo que no te sigo. – Lyn extrajo un papel y un minúsculo trozo de carbón de la escueta bolsa de viaje que llevaba a la espalda, chasqueó la lengua repetidamente, evidentemente burlándose de la falta de entendimiento que mostraba su compañero.
- Para la novela, por supuesto. – aseguró dando varios golpecitos con el carbón en el papel – Estoy hablando de tomar notas para mi obra maestra. En sí, les estoy haciendo un favor, ¡Espiar a jóvenes enamorados, conocer como son de vulnerables cuando abren sus corazones y plasmarlos en el bello arte de la palabra! – Eltrant se llevó ambas manos a la cara y suspiró.
- ¿Qué hemos hablado de los espacios personales y de como debes respetarlos? – dijo cruzándose de brazos, Lyn frunció levemente el ceño y se sentó junto a él. – Hice hasta una rima. – Lyn puso los ojos en blanco.
- No pienso decirla. – Eltrant miró fijamente a Lyn durante unos segundos, la vampiresa desvió levemente la mirada e infló los mofletes. – “El espacio personal es vital, si te lo saltas, probablemente, a Eltrant van a matar” – dijo tras unos segundos en silencio, el castaño sonrió conforme y volvió a otear los festejos, lo cierto es que había muchas parejas andando por todas partes.
Volvió a suspirar, se pasó la mano por el pelo y cerró los ojos unos instantes.
- Eres un poeta horrible. – dijo Lyn, rompiendo el breve silencio que se había producido entre los dos.
- Habló la escritora mediocre. – contestó enseguida Eltrant.
- ¡Solo un bestia como tú es incapaz de comprender el verdadero arte! – La ojiazul le señaló con el dedo índice, de forma acusadora, mientras que con la otra mano le golpeaba en la cabeza con el trozo de papel en el que había comenzado a anotar algunos “apuntes”.
- ¡Un bestia que te da de comer! – Dijo apartándose de la trayectoria del papel y levantándose la manga que cubría su brazo izquierdo, descubriendo la venda que envolvía las diferentes mordeduras de la joven.
- ¡¿Qué más te da darme un poco de sangre!? Si de todas formas suele haber más fuera de ti que dentro – dijo Lyn, de vuelta, de forma altiva, cruzándose de brazos.
Ambos se callaron durante unos instantes, Eltrant estalló en carcajadas. Algunas de las parejas más cercanas se pararon a mirarlos y, tras dejar escapar algunos susurros, reemprendieron la marcha apartando la mirada de la curiosa pareja.
- ¿¡De… de que te ríes, Mortal!? – La vampiresa le abofeteó de nuevo con la hoja de papel, el exmercenario se encogió de hombros y continuó riéndose. - ¡No importunes a tu ama y señora, lacayo! – Dijo ahora cruzándose de brazos, evidentemente nerviosa. - ¡Pero que no te rías! – La joven le dio un empujón con aún más fuerza, Eltrant se deslizó levemente sobre el banco.
No le entusiasmaba aquella fiesta, le hacía recordar cosas que no le apetecía recordar. Era algo irónico, sobre todo porque había habido un tiempo en el que, literalmente, había matado por ellos.
Había vivido tantas cosas… en tantos sitios diferentes.
Dejó de reírse y volvió a la realidad, Lyn seguía a su lado, con cara de pocos amigos, sonrió y le dio un leve empujón amistoso. Allí estaba bien, al menos por el momento.
- Has bebido. ¿Verdad? ¿Te has drogado? Es esa especia rara de Dalmasca ¿A que sí? – preguntó la joven jugueteando con su flequillo. Se atusó la barba durante unos instantes. No estaba seguro del todo, había bebido en la posada, pero no tenía forma de conocer si todas tenían el efecto eufórico que, era obvio, todos los que la habían probado compartían. - ¿Te… te encuentras bien? – Preguntó la vampiresa entonces, acercándose un poco a su acompañante.
- Sí… solo estaba… acordándome de... – Se llevó la mano hasta el pecho y cerró los ojos.
- ¿Alguien importante? – Inquirió la joven acercándose un poco más, depositando el trozo de papel a un lado. Tenía expresión extraña en su mirada, ¿Podía ser que la vampiresa estuviese genuinamente preocupada por sus sentimientos? Amplió su sonrisa y asintió con suavidad.
- Alguien importante. – Aseguró Eltrant de vuelta, perdiendo su mirada entre el gentío.
Lyn no contestó, sonrió escuetamente a las palabras del exmercenario y, como el exguarda, miró al centenar de parejas que se movían de un lado a otro. Todas sonriendo, todas felices. Casi parecían haberse olvidado de que hacía apenas un par de meses la desesperación gobernaba el lugar.
- Y… esa persona importante… – La vampiresa volvió a romper a silencio.
- Déjalo Lyn. Ya está… atrás. – dijo con sencillez, sin perder la sonrisa, antes de que la muchacha continuase hablando. – …Ya está atrás – Repitió en apenas un murmullo, el silencio se volvió a apoderar de la conversación.
Aquella respuesta pareció pillar desprevenida a la joven, la cual se mostró pensativa durante unos minutos, clavando sus ojos en el cielo estrellado que se alzaba sobre su cabeza.
- …Te entiendo. – dijo Lyn al final, momento en el que se acomodó junto al castaño, estirándose a lo largo en el banco mientras usaba el cuerpo de su compañero a modo de apoyo.
Se volvió a quedar en silencio durante varios minutos más, o quizás fue más tiempo, Eltrant no estaba completamente seguro de cuánto tiempo se quedó allí, mirando como todos pasaban de un lugar a otro despreocupadamente.
“Por esto es por lo que viajas, Tale. Recuérdalo”
– ¿Si empujo a alguien te sentirás mejor? A mi me hace gracia. Puedo seguir a una persona así como rellenita e imitar el sonido de un cuerno de guerra cada vez que se mueva. ¿Lo hago? – La joven sonrió, Eltrant enarcó una ceja y le devolvió la sonrisa, era raro verla así.
- No estoy mal, Lyn, no te preocupes. – dijo Eltrant pasándose la mano por el pelo, suspirando y sonriéndole a la muchacha.
- Ya, bueno, pero es que quiero empujar a alguien... – respondió Lyn de vuelta, Eltrant contestó a aquello negando con la cabeza. – Es que mírate, estas como raro. ¿Seguro que estas bien? – Volvió a preguntar. - ¿Son gases? Pueden ser gases. – Eltrant volvió a sonreír.
- Lyn… que dejes algo atrás no significa que haya desaparecido. Estoy bien. De verdad. – dijo adoptando otra postura en el banco, una en la que sentía ligeramente más cómodo. La vampiresa abrió los ojos de par en par al oír esto y se quedó mirando a su acompañante fijamente. - ¿Qué…? – Eltrant frunció el ceño, sin parar de sonreír. - ¿Te sorprende que yo sea capaz de decir esas cosas? – preguntó divertido.
- Sí… no… bueno… - jugueteó durante unos segundos con las correas de sus botas, ligeramente ruborizada.
- ¡Oh, me ofendo! – Eltrant imitó el gesto que hacía Lyn cada vez que se volvía dramática.
- A veces me alegro de que te apuñalen, Mortal. – dijo Lyn en un murmullo, recobrando un poco la compostura, a Eltrant se le escapó una risotada.
- Por supuesto que te alegras. – dijo dándole un empujón amistoso. – Ahí es cuando sangro.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: La Ohdà: San Valentín Aerandiano [Evento]
Hacía dos el maestro carpintero no salía de su taller, tenía a sus aprendices y a los de otros maestros trabajando día y noche, rotando turnos para terminar las figuras talladas a tiempo. La temporada invernal terminaba, los árboles de Karre'xha se habían llenado de botones que se abrían con los rayos de sol más tibios que llegaban con los amaneceres. Dundarak, habiendo sufrido tanto, se teñía de colores, con el suave y romántico rosa de las flores predominando por todos lados. El pútrido aroma que había imperado en la ciudad de los dragones ya no se percibía, lo había reemplazado el dulzor característico de la primavera, que se mezclaba con el de la cerveza de miel, exquisito y mágico brebaje que los dragones preparaban para homenajear a Frey y a Freyja en el Ohdá.
Ingela había despertado aquella mañana muy temprano para buscar flores, quería hacer un regalo especial para su persona favorita: su Zatch. Desde su llegada a Dundarak habían sido pocos los momentos a solas con él, pero ese día sería diferente. Tenía que serlo. Hacía exactamente un año se habían conocido, en esa misma celebración, en Lunargenta. Un año completo había pasado desde que esos preciosos ojos ambarinos se habían fijado en ella. Un año desde la primera vez que probó aquellos labios peludos que le hacían cosquillas en cada beso. Ese día sería para él. Por ser su ser especial, quería regalarle una corona de flores. Era bastante ridículo y cursi, pero era tradición entregar un detalle así a la persona que se amaba. Porque ella sentía amor por él. Tan extraño y diferente a ella, pero lo amaba, o eso creía ella. Sabía que era un bribón. Sus padres también y habían escondido todas las piezas de valor de la casa. Pero no iban a decir nada más, ni a hacer nada más allá de tomar pequeñas precauciones, lo acogieron con tanto cariño como lo hicieron con Fëanor, Helyare y las otras dos criaturas que viajaban con ellos, deshaciéndose en atenciones.
Cuando hubo recogido suficientes flores, hizo la corona para Zatch y una para ella, entrelazando los tallos de las flores. Las miró satisfecha, eran muy parecidas la una a la otra. Las había hecho así a propósito, para que hicieran juego. Se quedó un rato más en el bosque, buscando el lugar ideal; lo iba a llevar a desayunar al bosque, apartados del ajetreo de la ciudad y de la gente. Encontró el lugar perfecto junto a un riachuelo y dejó allí para escondida la canasta que llevaba, junto con la corona.
Volvió corriendo a su casa para buscar a Zatch. Ella llevaba puesta su corona de flores y sonreía contenta. -¡Ahí estás!- exclamó contenta y saltó a sus brazos para darle un dulce beso -Quiero que me acompañes- le susurró al oído -Sí, ya sé que no has desayunado, no me pongas esa cara... ven, te va a gustar- terminó de decir y selló su boca con otro beso. Tomó su mano y lo guió al bosque a las afueras de Dundarak. -Es una sorpresa- decía mientras caminaban -Mezcla tus dos cosas favoritas- comentaba entre risas. Sus dedos entrelazados se sentían tan bien...
Al llegar junto al riachuelo, soltó la mano de Zatch y fue hacia unos arbustos. Entre medio de ellos había escondido la canasta con comida, la corona y una manta sobre la cual sentarse. Ingela estaba nerviosa y el corazón le latía rápido. Le enseñó la canasta a Zatch y rió -¿Ves? Tus dos cosas favoritas: comida y... ¡Yo!- bromeó antes de disponerse a acomodar todo. -Y, bueno, cerveza de miel- comentó, sacando de la canasta una botella con el mágico brebaje y moviéndola suavemente, mirándolo con malicia. -Ayúdame- le dijo y le pasó la manta para comenzar a acomodar la comida.
Habiéndolo dejado entretenido ordenando, buscó la corona. Regresó y se la ofreció, con el rostro rojo de vergüenza. -Zatchie... ¿sabes que hace un año nos conocimos? En Lunargenta...-comenzó a decir -Y desde ese día, pues... yo siento que... estemm... yo...- cavilaba, sentía el estómago apretado -Pues... verás... que desde ese momento siento que te quiero... mucho- dijo por fin y, rápidamente, le colocó la corona en la cabeza.
Ingela había despertado aquella mañana muy temprano para buscar flores, quería hacer un regalo especial para su persona favorita: su Zatch. Desde su llegada a Dundarak habían sido pocos los momentos a solas con él, pero ese día sería diferente. Tenía que serlo. Hacía exactamente un año se habían conocido, en esa misma celebración, en Lunargenta. Un año completo había pasado desde que esos preciosos ojos ambarinos se habían fijado en ella. Un año desde la primera vez que probó aquellos labios peludos que le hacían cosquillas en cada beso. Ese día sería para él. Por ser su ser especial, quería regalarle una corona de flores. Era bastante ridículo y cursi, pero era tradición entregar un detalle así a la persona que se amaba. Porque ella sentía amor por él. Tan extraño y diferente a ella, pero lo amaba, o eso creía ella. Sabía que era un bribón. Sus padres también y habían escondido todas las piezas de valor de la casa. Pero no iban a decir nada más, ni a hacer nada más allá de tomar pequeñas precauciones, lo acogieron con tanto cariño como lo hicieron con Fëanor, Helyare y las otras dos criaturas que viajaban con ellos, deshaciéndose en atenciones.
Cuando hubo recogido suficientes flores, hizo la corona para Zatch y una para ella, entrelazando los tallos de las flores. Las miró satisfecha, eran muy parecidas la una a la otra. Las había hecho así a propósito, para que hicieran juego. Se quedó un rato más en el bosque, buscando el lugar ideal; lo iba a llevar a desayunar al bosque, apartados del ajetreo de la ciudad y de la gente. Encontró el lugar perfecto junto a un riachuelo y dejó allí para escondida la canasta que llevaba, junto con la corona.
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Volvió corriendo a su casa para buscar a Zatch. Ella llevaba puesta su corona de flores y sonreía contenta. -¡Ahí estás!- exclamó contenta y saltó a sus brazos para darle un dulce beso -Quiero que me acompañes- le susurró al oído -Sí, ya sé que no has desayunado, no me pongas esa cara... ven, te va a gustar- terminó de decir y selló su boca con otro beso. Tomó su mano y lo guió al bosque a las afueras de Dundarak. -Es una sorpresa- decía mientras caminaban -Mezcla tus dos cosas favoritas- comentaba entre risas. Sus dedos entrelazados se sentían tan bien...
- INGELA:
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Al llegar junto al riachuelo, soltó la mano de Zatch y fue hacia unos arbustos. Entre medio de ellos había escondido la canasta con comida, la corona y una manta sobre la cual sentarse. Ingela estaba nerviosa y el corazón le latía rápido. Le enseñó la canasta a Zatch y rió -¿Ves? Tus dos cosas favoritas: comida y... ¡Yo!- bromeó antes de disponerse a acomodar todo. -Y, bueno, cerveza de miel- comentó, sacando de la canasta una botella con el mágico brebaje y moviéndola suavemente, mirándolo con malicia. -Ayúdame- le dijo y le pasó la manta para comenzar a acomodar la comida.
Habiéndolo dejado entretenido ordenando, buscó la corona. Regresó y se la ofreció, con el rostro rojo de vergüenza. -Zatchie... ¿sabes que hace un año nos conocimos? En Lunargenta...-comenzó a decir -Y desde ese día, pues... yo siento que... estemm... yo...- cavilaba, sentía el estómago apretado -Pues... verás... que desde ese momento siento que te quiero... mucho- dijo por fin y, rápidamente, le colocó la corona en la cabeza.
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Ingela
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Re: La Ohdà: San Valentín Aerandiano [Evento]
El día estaba frío, como todos. La elfa se levantó de la cama y fue a mirar por la ventana y, como todos los días, vio nieve cubriendo las calles. ¿Cómo podían vivir así? El primer día se había emocionado al ver el manto blanco. El segundo, también. Pero cuando la vida diaria se complicaba por no poder salir o por congelarte y no poder andar bien si salías, acababa siendo agotador. Nunca, hasta que había llegado al norte, había visto la nieve. Pero ahora podía garantizar lo aburrido que era vivir con nieve. Y extrañaba, más que nunca, el sol, la lluvia y el manto verde que cubría todo el sur. Ese fresco aire de primavera que mecía las flores. ¡Aquí no había apenas flores! Y si las había estaban tapadas por la nieve. Aparte esos incómodos trajes que se ponían unos encima de otros y acababan siendo muy pesados. Recordaba su ropa liviana, no como la de este lugar. ¿Cuántas capas llevaba? Resopló al vestirse, siempre tan abrigados. Aparte, los días se hacían más duros con la celebración de las festividades. Si bien era cierto que en Dundarak no acostumbraban a estar todo el día en la calle –cualquiera salía, con ese frío. Sobre todo por la noche –, pero los días que había alguna celebración, la ciudad se llenaba. Y esta vez era Ohdá. ¿Aquí también se celebraba? Sin duda, sí. Y la familia de Ingela estaba haciendo los preparativos para esa noche. ¿A quién se le ocurría celebrar algo durante la noche? Estaba claro que estaban hechos al frío…
Pero también instaron a que Helyare participarse y se mojase de las costumbres del lugar. Christin, la hermana mayor de Ingela, se empeñó en que fuera a celebrar Ohdá – ¡vamos! Te va a gustar. Aquí se celebra mejor que en el sur, te lo garantizo –sonrió y guiñó un ojo –. Muchos encuentran pareja…
Durante todo el día estuvieron preparando cosas y la elfa ayudó en algunas, en lo que le pedían. Como no conocía bien cómo se celebraba esa fiesta, tampoco podía aportar mucho. Sabía cómo se celebraba en Sandorai y, el año pasado, había celebrado, también, en Lunargenta. Pero en el norte nunca. Aunque lo veía todo muy rosa. De hecho, le extrañaba que en esa tierra hostil, hubiera florecido un árbol.
Christin la ayudó a arreglarse un poco para la fiesta. A quien no había visto desde la noche anterior era a su amiga. La dragona había salido por la mañana, o eso le había dicho su hermana. Y, bueno, creía tener una acompañante para ir a la fiesta, pero no. Christin este año no iba a celebrar nada. Pese a instar a Helyare a festejar, ella se quedaría con su hermano. Aun así, no cesó en su intento de convencer a la elfa de que fuera. Todos creían que le hacía falta salir y conocer gente, aunque no fuera la prioridad de la joven.
–Te peinaré y te maquillaré para que estés preciosa –comentó la sacerdotisa. ¿Por qué eran tan impetuosos en esa familia? Ya sabía a quién se parecía la dragona. Y, aparte, la familia de Ingela le parecía tan buena, que le sorprendía que fueran todos dragones. Siempre había tenido otra idea de esa raza. Ingela parecía la excepción, casi siempre se lo achacaba a su corta edad. Pero no. Su familia era igual.
Los acompañantes de la dragona también quisieron ir a la fiesta, aunque la madre de Ingela les dijo que podrían celebrar en la casa. Para ellos, que eran niños, era mejor estar en un ámbito más privado, para salvar su inocencia. Sólo por si acaso.
Ya entrada la tarde, Helyare se bañó y Christin le dejó uno de sus vestidos, con el que había ido en años anteriores a la celebración. Era… extraño. Cuando la elfa lo vio trató de saber cómo se ponía eso, parecían telas sueltas sin forma alguna, pero ahí estaba la hermana de Ingela para ayudarla. El vestido que llevaba puesto en ese momento era muy fino, era parte de la ropa interior. Sobre eso, otra capa más, y otra más. Entonces, la joven del norte empezó a colocar las telas y a darle forma al traje, a atar otras telas, a colocar decoraciones… Todo para que la muchacha del sur pudiera ir adecuadamente al festival. A pesar de haberlo podido ajustar bastante, le quedaba largo pero, como mucho se mojaría con la nieve y poco más. Ahora tocaba el maquillaje y el peinado, aunque Helyare dijo que no quería ningún tipo de recogido, sino el pelo suelo. Christin, haciendo caso a la invitada, le colocó una corona de flores, típica en el Ohdá norteño.
El maquillaje simple. Hacía mucho que no se ponía pintura sobre la piel. ¡Y ya estaba lista para ir! Nillë también se estuvo preparando para salir. Era gracioso ver a la pequeña hada intentando vestirse adecuadamente con pequeñas telas.
La rubia le dio las indicaciones para ir y le dio una canasta con flores –para que las lances a tus seres queridos –sugirió. Estuvo mascullando eso durante su caminata. ¿A quién tenía ahí para poder lanzarle las flores? Porque Ingela no estaba. Pero… tenía que integrarse. Suspiró y se encaminó al lugar indicado, con cara de pocos amigos, arrastrando las capas del vestido. A su pesar, debía reconocer que el lugar estaba bonito con esos pétalos flotando en el aire y, realmente olía bien. Pero hacía frío. Sus manos estaban congeladas y no paraba de frotárselas.
Había un arco con flores donde varias parejas estaban arremolinadas, gente vendiendo cestas como la suya, llenas de flores. Otros tantos puestos vendían bebidas con un agradable aroma, aunque ella no compró nada de eso. Pasaba y miraba sin apenas detenerse.
La gente iba, divertida, echándose flores por encima. Entre los amigos, las parejas, las familias…
La elfa torció el gesto y miró su canasta. Estaban todas. Por un momento pensó a quién se las tiraría si pudiera: a su hermana, por supuesto. A sus padres, a Arzhak y a Aranarth. Pero, sobre todo, a su hermana. Seguro que Luinil disfrutaría de esa festividad, quitando el frío.
Bueno, no tenía que tirar flores, había otras actividades.
Había gente besándose y acariciando sus cuerpos de forma deseosa en varios lugares. ¿Con este frío pensaban desnudarse? La elfa los ignoró y continuó buscando algo que hacer. También vio que había gente esperando en fila para pedir consejos a una mujer. Se acercó con curiosidad.
– ¿Tendré hijos este año? –preguntaba, preocupada, una mujer. La sacerdotisa, o eso parecía, se quedó pensando un momento, sujetando las manos de la angustiada señora. Lamentablemente para ella, la respuesta fue negativa. Al cabo de unos minutos, un chico preguntaba por un gran amor que había perdido, y luego una parejita trataba de ver la suerte que habría el día de su boda. Preguntaban cosas relacionadas con el amor. A Helyare se le ocurrieron dos preguntas, y realmente quiso ir a preguntar. Pero no se atrevió a recibir las respuestas, así que ni siquiera se acercó a la sacerdotisa. Simplemente, lo dejó estar y se quedó con la duda. No estaba preparada.
Continuó caminando por todo el festival. Era tan distinto al que había visto en Lunargenta…
Había niños intentando hacer volar unos faroles rosados, cómo no. Helyare los vio flotar y poco más, tampoco se animó a lanzar farolillos. Lo veía tonto y para niños. ¿Qué más podía hacer? Aparte de pasear, evitar a los mercaderes que intentaban engatusarla con joyas, flores y otros regalos, no tenía idea de qué más podía hacer. Pensaba en volver a casa de Ingela, pero apenas llevaba tres cuartos de hora por ahí y se había propuesto cumplir las tradiciones.
Un par de personas la felicitaron por su vestido, a lo que respondía “gracias” y seguía su camino. Ni siquiera era su vestido, sino de Christin, y era incómodo. No estaba acostumbrada a tantas capas, incluso algunos críos ya habían pisado la cola del traje mientras jugaban. No podía mover bien las manos, aunque agradeció que le quedase tan largo, así podía calentárselas.
En un puesto bastante grande había un grupo de personas arreglando flores. Los miró con curiosidad. ¿Flores? ¿En ese lugar? ¡Si era imposible encontrarlas! Había cestas inmensas de flores, hojas y ramas. Un muchacho joven se presentó ante ella, movido por la curiosidad que parecía mostrar la extranjera – ¡Bienvenida! –Ella giró la cabeza para mirarlo, pero no dijo nada – ¿quieres intentar hacer un arreglo floral para tus seres queridos? –Antes de que pudiera contestar, el chico la atrajo hacia donde se realizaba la tarea –¡anímate! –Helyare lo miraba desconcertada y el muchacho llegó a preguntar si hablaban el mismo idioma, aunque sí, la elfa lo entendía. Simplemente estaba confusa porque no sabía qué tenía que hacer. Pronto lo descubrió. –Aquí hacemos arreglos florales y luego se los entregamos a nuestros seres queridos. Ya sabes… podrías regalarle algo a esa persona especial –su tono cambió a uno bastante meloso. Trataba de hacerse con los ciudadanos a base de usar el amor y los regalos para una noche de pasión. Pero parecía entretenido. Helyare era buena con las flores y todo eso, así que probó. Así podría hacer tiempo hasta volver a casa de Ingela. Sobre las mesas había enormes bandejas con flores de todo tipo, en un barril había ramitas y en otra bandeja, hojas de varios tipos y formas. También había cuencos con piedrecitas.
Tomó unas cuantas flores que parecían [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] o [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], tal vez. No tenía claro qué eran, pero su tono era anaranjado. También se llevó unas flores caídas que tenían pinta de ser Kyyneleeti verdes. ¿Lo serían? Cogió unas cuantas hojas y flores más, sin saber bien qué eran. La flora norteña no la dominaba. En un platito empezó a hacer sus arreglos florales. Tenían hojas inmensas, supuso que de papiro, aunque eran marrones y estaban ya secas. Comenzó a darles forma, sujetas con pequeñas ramitas a las que iba arreglando con su daga. Quería hacer una bonita decoración. Y lo consiguió, parecía un arpa. Para que no se cayera, trataba de poner flores y hojas que hicieran contrapeso, pero que también quedasen armónicas y bonitas. Se lo regalaría a Ingela y a su familia por haberla ayudado tanto. La pequeña hada también hizo su arreglo floral, cómo no. Ella también fue partícipe de esa actividad.
Acabaron, después de unas horas haciéndolo – ¡Wow! ¡Increíble! ¡Es precioso! Esa persona estará muy contenta con lo que has hecho –comenzó a decir el muchacho cuando la vio marchar. Simplemente sonrió un poco, tomó los dos arreglos y se fue a un árbol a sentarse, el famoso [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] del que tanto hablaban. Ese era muy pequeñito, alejado del jolgorio. Ahí no había nadie. Había escuchado el mito que decía que si le confesabas el amor a alguien bajo los pétalos de un Karre’xha, serías correspondido. Pero Helyare sólo estaba ahí para alejarse del lugar, y por lo hermoso que era el pequeño árbol. Llevaba tanto sin ver un árbol florecido que le parecían lo más hermoso de la fiesta. Al igual que las flores que le había dado Christin, que descansaban al lado de sus pies. Tomó un par de pétalos de la cesta y se los lanzó a Nillë, quien rió y también tomó uno para lanzárselo a su compañera.
El resto de parejas sí estaban intentando confesarse bajo la lluvia de pétalos de los árboles rosados. Era gracioso, algunos parecía que se iban a desmayar. ¡Estaban confesando su amor! Le pareció extraño ese comportamiento. Pero... no estaba en el sur, así que solo se dedicaba a mirar y ya, haciendo tiempo hasta que se produjera la quema. Esa hora parecía buena para regresar.
La elfa miró su arreglo floral, contenta con el resultado. El del hada también era precioso. Al final sí que había una actividad que hacer en esa fiesta y podría regalársela a quienes la estaban cuidando tanto en el norte.
Pero también instaron a que Helyare participarse y se mojase de las costumbres del lugar. Christin, la hermana mayor de Ingela, se empeñó en que fuera a celebrar Ohdá – ¡vamos! Te va a gustar. Aquí se celebra mejor que en el sur, te lo garantizo –sonrió y guiñó un ojo –. Muchos encuentran pareja…
Durante todo el día estuvieron preparando cosas y la elfa ayudó en algunas, en lo que le pedían. Como no conocía bien cómo se celebraba esa fiesta, tampoco podía aportar mucho. Sabía cómo se celebraba en Sandorai y, el año pasado, había celebrado, también, en Lunargenta. Pero en el norte nunca. Aunque lo veía todo muy rosa. De hecho, le extrañaba que en esa tierra hostil, hubiera florecido un árbol.
Christin la ayudó a arreglarse un poco para la fiesta. A quien no había visto desde la noche anterior era a su amiga. La dragona había salido por la mañana, o eso le había dicho su hermana. Y, bueno, creía tener una acompañante para ir a la fiesta, pero no. Christin este año no iba a celebrar nada. Pese a instar a Helyare a festejar, ella se quedaría con su hermano. Aun así, no cesó en su intento de convencer a la elfa de que fuera. Todos creían que le hacía falta salir y conocer gente, aunque no fuera la prioridad de la joven.
–Te peinaré y te maquillaré para que estés preciosa –comentó la sacerdotisa. ¿Por qué eran tan impetuosos en esa familia? Ya sabía a quién se parecía la dragona. Y, aparte, la familia de Ingela le parecía tan buena, que le sorprendía que fueran todos dragones. Siempre había tenido otra idea de esa raza. Ingela parecía la excepción, casi siempre se lo achacaba a su corta edad. Pero no. Su familia era igual.
Los acompañantes de la dragona también quisieron ir a la fiesta, aunque la madre de Ingela les dijo que podrían celebrar en la casa. Para ellos, que eran niños, era mejor estar en un ámbito más privado, para salvar su inocencia. Sólo por si acaso.
Ya entrada la tarde, Helyare se bañó y Christin le dejó uno de sus vestidos, con el que había ido en años anteriores a la celebración. Era… extraño. Cuando la elfa lo vio trató de saber cómo se ponía eso, parecían telas sueltas sin forma alguna, pero ahí estaba la hermana de Ingela para ayudarla. El vestido que llevaba puesto en ese momento era muy fino, era parte de la ropa interior. Sobre eso, otra capa más, y otra más. Entonces, la joven del norte empezó a colocar las telas y a darle forma al traje, a atar otras telas, a colocar decoraciones… Todo para que la muchacha del sur pudiera ir adecuadamente al festival. A pesar de haberlo podido ajustar bastante, le quedaba largo pero, como mucho se mojaría con la nieve y poco más. Ahora tocaba el maquillaje y el peinado, aunque Helyare dijo que no quería ningún tipo de recogido, sino el pelo suelo. Christin, haciendo caso a la invitada, le colocó una corona de flores, típica en el Ohdá norteño.
- Vestuario, maquillaje y complementos:
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Vestido para Ohdá
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Corona
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Maquillaje
El maquillaje simple. Hacía mucho que no se ponía pintura sobre la piel. ¡Y ya estaba lista para ir! Nillë también se estuvo preparando para salir. Era gracioso ver a la pequeña hada intentando vestirse adecuadamente con pequeñas telas.
La rubia le dio las indicaciones para ir y le dio una canasta con flores –para que las lances a tus seres queridos –sugirió. Estuvo mascullando eso durante su caminata. ¿A quién tenía ahí para poder lanzarle las flores? Porque Ingela no estaba. Pero… tenía que integrarse. Suspiró y se encaminó al lugar indicado, con cara de pocos amigos, arrastrando las capas del vestido. A su pesar, debía reconocer que el lugar estaba bonito con esos pétalos flotando en el aire y, realmente olía bien. Pero hacía frío. Sus manos estaban congeladas y no paraba de frotárselas.
Había un arco con flores donde varias parejas estaban arremolinadas, gente vendiendo cestas como la suya, llenas de flores. Otros tantos puestos vendían bebidas con un agradable aroma, aunque ella no compró nada de eso. Pasaba y miraba sin apenas detenerse.
La gente iba, divertida, echándose flores por encima. Entre los amigos, las parejas, las familias…
La elfa torció el gesto y miró su canasta. Estaban todas. Por un momento pensó a quién se las tiraría si pudiera: a su hermana, por supuesto. A sus padres, a Arzhak y a Aranarth. Pero, sobre todo, a su hermana. Seguro que Luinil disfrutaría de esa festividad, quitando el frío.
Bueno, no tenía que tirar flores, había otras actividades.
Había gente besándose y acariciando sus cuerpos de forma deseosa en varios lugares. ¿Con este frío pensaban desnudarse? La elfa los ignoró y continuó buscando algo que hacer. También vio que había gente esperando en fila para pedir consejos a una mujer. Se acercó con curiosidad.
– ¿Tendré hijos este año? –preguntaba, preocupada, una mujer. La sacerdotisa, o eso parecía, se quedó pensando un momento, sujetando las manos de la angustiada señora. Lamentablemente para ella, la respuesta fue negativa. Al cabo de unos minutos, un chico preguntaba por un gran amor que había perdido, y luego una parejita trataba de ver la suerte que habría el día de su boda. Preguntaban cosas relacionadas con el amor. A Helyare se le ocurrieron dos preguntas, y realmente quiso ir a preguntar. Pero no se atrevió a recibir las respuestas, así que ni siquiera se acercó a la sacerdotisa. Simplemente, lo dejó estar y se quedó con la duda. No estaba preparada.
Continuó caminando por todo el festival. Era tan distinto al que había visto en Lunargenta…
Había niños intentando hacer volar unos faroles rosados, cómo no. Helyare los vio flotar y poco más, tampoco se animó a lanzar farolillos. Lo veía tonto y para niños. ¿Qué más podía hacer? Aparte de pasear, evitar a los mercaderes que intentaban engatusarla con joyas, flores y otros regalos, no tenía idea de qué más podía hacer. Pensaba en volver a casa de Ingela, pero apenas llevaba tres cuartos de hora por ahí y se había propuesto cumplir las tradiciones.
Un par de personas la felicitaron por su vestido, a lo que respondía “gracias” y seguía su camino. Ni siquiera era su vestido, sino de Christin, y era incómodo. No estaba acostumbrada a tantas capas, incluso algunos críos ya habían pisado la cola del traje mientras jugaban. No podía mover bien las manos, aunque agradeció que le quedase tan largo, así podía calentárselas.
En un puesto bastante grande había un grupo de personas arreglando flores. Los miró con curiosidad. ¿Flores? ¿En ese lugar? ¡Si era imposible encontrarlas! Había cestas inmensas de flores, hojas y ramas. Un muchacho joven se presentó ante ella, movido por la curiosidad que parecía mostrar la extranjera – ¡Bienvenida! –Ella giró la cabeza para mirarlo, pero no dijo nada – ¿quieres intentar hacer un arreglo floral para tus seres queridos? –Antes de que pudiera contestar, el chico la atrajo hacia donde se realizaba la tarea –¡anímate! –Helyare lo miraba desconcertada y el muchacho llegó a preguntar si hablaban el mismo idioma, aunque sí, la elfa lo entendía. Simplemente estaba confusa porque no sabía qué tenía que hacer. Pronto lo descubrió. –Aquí hacemos arreglos florales y luego se los entregamos a nuestros seres queridos. Ya sabes… podrías regalarle algo a esa persona especial –su tono cambió a uno bastante meloso. Trataba de hacerse con los ciudadanos a base de usar el amor y los regalos para una noche de pasión. Pero parecía entretenido. Helyare era buena con las flores y todo eso, así que probó. Así podría hacer tiempo hasta volver a casa de Ingela. Sobre las mesas había enormes bandejas con flores de todo tipo, en un barril había ramitas y en otra bandeja, hojas de varios tipos y formas. También había cuencos con piedrecitas.
Tomó unas cuantas flores que parecían [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] o [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], tal vez. No tenía claro qué eran, pero su tono era anaranjado. También se llevó unas flores caídas que tenían pinta de ser Kyyneleeti verdes. ¿Lo serían? Cogió unas cuantas hojas y flores más, sin saber bien qué eran. La flora norteña no la dominaba. En un platito empezó a hacer sus arreglos florales. Tenían hojas inmensas, supuso que de papiro, aunque eran marrones y estaban ya secas. Comenzó a darles forma, sujetas con pequeñas ramitas a las que iba arreglando con su daga. Quería hacer una bonita decoración. Y lo consiguió, parecía un arpa. Para que no se cayera, trataba de poner flores y hojas que hicieran contrapeso, pero que también quedasen armónicas y bonitas. Se lo regalaría a Ingela y a su familia por haberla ayudado tanto. La pequeña hada también hizo su arreglo floral, cómo no. Ella también fue partícipe de esa actividad.
- Ikebana de Hely:
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- Ikebana de Nillë:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Acabaron, después de unas horas haciéndolo – ¡Wow! ¡Increíble! ¡Es precioso! Esa persona estará muy contenta con lo que has hecho –comenzó a decir el muchacho cuando la vio marchar. Simplemente sonrió un poco, tomó los dos arreglos y se fue a un árbol a sentarse, el famoso [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] del que tanto hablaban. Ese era muy pequeñito, alejado del jolgorio. Ahí no había nadie. Había escuchado el mito que decía que si le confesabas el amor a alguien bajo los pétalos de un Karre’xha, serías correspondido. Pero Helyare sólo estaba ahí para alejarse del lugar, y por lo hermoso que era el pequeño árbol. Llevaba tanto sin ver un árbol florecido que le parecían lo más hermoso de la fiesta. Al igual que las flores que le había dado Christin, que descansaban al lado de sus pies. Tomó un par de pétalos de la cesta y se los lanzó a Nillë, quien rió y también tomó uno para lanzárselo a su compañera.
El resto de parejas sí estaban intentando confesarse bajo la lluvia de pétalos de los árboles rosados. Era gracioso, algunos parecía que se iban a desmayar. ¡Estaban confesando su amor! Le pareció extraño ese comportamiento. Pero... no estaba en el sur, así que solo se dedicaba a mirar y ya, haciendo tiempo hasta que se produjera la quema. Esa hora parecía buena para regresar.
La elfa miró su arreglo floral, contenta con el resultado. El del hada también era precioso. Al final sí que había una actividad que hacer en esa fiesta y podría regalársela a quienes la estaban cuidando tanto en el norte.
- Aclaraciones:
- Manejo a Christin, la hermana de Ingelita, con su permiso n.n
Helyare
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Re: La Ohdà: San Valentín Aerandiano [Evento]
Nunca pensé que Lavey pudiera proponer ir a la festividad de Ohdá luego de las penurias que sufrió en Dundarak su ciudad natal, estuvo peleando conmigo dos semanas hasta que logro convencerme y es que yo me negaba a ir allí luego de ver todas las penurias que habían sucedido. Aun así ella insistía diciéndome que no reconocería el lugar y que era una festividad muy importante a la que siempre acudía con sus padres.
En el vuelo camino a Dundarak Lavey acabo de ponerle la guinda al pastel haciéndome prometer que le haría caso en todo lo que me dijera. "Porque yo se mucho del Ohdá y tienes que hacer lo que te diga." Esa fue la sentencia que termino dejando mi monedero bajo mínimos, pues esa promesa conllevaba comprar ropa acorde al festival, no servia con comprar ropas con pieles de cabra y conejo para resguardarse del frió, no, teníamos que llevar un complejo entramado de capas de vestidos ajustados con motivos ceremoniales. "Tienen que ser parecidos, pero no iguales. Sino dirán que nos copiamos." Aquella frase dicha en medio de la tienda de costura hizo que le brillaran los ojos a la vendedora pues la rubia estaba ensimismada con dos de las prendas mas caras del establecimiento.
Pero ahí no termina la cosa, no solo tenia que ir vestida como la niña quería, también me tenia que vestir ella "Porque yo se como se hace, mi mama me enseño." Ni siquiera me libre de llevar el pelo suelto pues con la excusa de que no se vería el dibujo me hizo atarlo con una trenza, enrollarlo en un moño y atarlo con un par palillos atravesados del color blanco, Lavey hizo lo mismo con su pelo pero poniéndose palillos negros. Si la gente supiera el nivel de manipulación que la infante tenia sobre mi, primero se reirían y luego me abofetearían para que entrar en razón.
Al llegar la tarde salimos del hospedaje y nos perdimos entre los puestos y la gente, en los limites de las cantinas los mozos ofrecían la famosa cerveza de miel. -Tienes que beber eso Reivy, papa decía que estaba muy rico.
Y esa fue la primera petición en todo el viaje que no me molesto cumplir. La cerveza era tan fría que la espuma se escarchaba con el contacto del gélido aire, creando una armoniosa combinación con el calor que daba en el estomago cuando el ambarino liquido bajaba por la traquea.
La siguiente parada fue un puesto con una piscina llena de carpas, el juego era sencillo, te daban un aro de metal envuelto en papel fino y si lograbas pescar la carpa sin romper el papel el pez era tuyo. Por supuesto Lavey quería intentarlo y lo intento por 10 minutos hasta que se le acabaron las oportunidades.
Por en medio del paseo habían hombres y mujeres vendiendo cestas con flores de papel ¿Y que paso? efectivamente, hubo que comprar una cesta. -Las flores hay que lanzarlas a las personas que quieres Reivy, pero no las lances todas porque nunca se sabe quien puede aparecer en el Ohdá y si te quedas sin ellas no podrás decir cuanto quieres a la persona que te encuentres luego.
En cuanto la cesta estuvo en mi poder la rubita comenzó a lanzarme florecillas con las dos manos mientras paseábamos, yo también se las lance y se las deje caer por encima como si fuera una fina lluvia. ¿Y como no hacerlo? Si es que ella era a la que mas quería en este momento.
No sabría decir cuanto tiempo pasamos caminando hasta encontrar una carpa de arreglos florares, porque nos divertíamos, reíamos, nos abrazábamos y jugábamos.Y eso era suficiente recompensas por todos los quebraderos de cabeza que me había dado la niña con su "promesa"
-Rei ahora vamos hacer cosas con las flores, mira ven. -La muchacha me arrastro hasta la mesa donde el vendedor ambulante tenia pequeños instrumentos, libros, macetas y todo tipo de enseres para la fabricación y creación de los arreglos.- Primero tienes que mirar este libro y ver que es lo que mas te gusta, luego vas a este otro y buscas como se hace. Aunque si quieres también puedes hacer cualquier cosa que te imagines. Yo ya se lo que voy a fabricar y no necesito los libros porque vengo aquí todos los años. -La pequeña me sonrió con orgullo y movió la mano para que el tenderlo se agachara y pudiera susurrarle al oído. -¿Y que vas hacer? -Le pregunte curiosa ante tanto secretismo.- Es una sorpresa así que no te lo voy a decir, Ha! se me olvidaba, estas flores son para la persona mas especial y a la que mas quieres.
El hombre que ya estaba preparando las flores y materiales se rió por la picardia de la niña, suspire resignada ojeando el libro de figuras, tendría que esperar para saber que se traía entre manos la joven.
En seguida lo tuve claro, ya sabia lo que haría, se veía complicado pero las instrucciones estaban claras. Con una copia de los pasos a seguir, una cesta con todos los material y un recuerdo vivido fui a sentarme al lado de Lavey. Deje la jarra de cerveza amielada en las mesa entre medio de las dos para que no estorbara y comencé el trabajo.
Los pájaros, a Lavey le gustaban los pájaros azules. Siempre que tenia ocasiona sacaba a relucir el tema y decía que si algún día teníamos que construir una casa donde vivir seria en un sitio con muchos pájaros azules.
Las horas pasaban y la elaboración proseguía, la pequeña reía y yo fruncía el ceño a la vez que sacaba la lengua concentrada en hilvanar todas las florecilla en la intrincada pelota de paja que hacia la forma de las aves, ni siquiera me sacaba los pétalos rosados que caían sobre mi cabeza.
Si hubiera estado mas atenta... si le hubiera prestado mas atención, entonces hubiera sabido que las risotadas de Lavey eran producto de la media jarra de cerveza que se había tomado y que ahora caía vacía al suelo. Cuando las dos terminamos el trabajo las luces de los faroles alumbraban las calles que comenzaban a estar faltas de luz solar.
-R..Re-ReiRei ya termine! -La voz de la niña estaba empalagosa y arrastraba las palabras, por no hablar de que su arreglo floral era cualquier cosa menos normal. -¿Que eso? ¿Es una luna?
Por algún motivo era incapaz de reñir a la pequeña, era consciente de su estado de ebriedad y aunque lo intentaba solo me salían risitas y palabras cariñosas. Lavey con mejillas coloradas y algo enfadada me miro como si yo fuera tonta.
-No booooba, es un barco!! Mira, la maceta es el barco, las flores las velas y los hilos estos que no se que son... son el vi-vi-viento! y es para ti porque te quiero mucho.
La joven me extendió el barco con las dos manos, con los ojos brillantes e inocentes y una sonrisa tan grande como la luna creciente. Sin hacerla esperar recogí la maceta y la pequeña me abrazo eufórica, pasados unos minutos separe nuestros cuerpos y ahora fui yo la que le extendió el regalo a ella.
-Esto es para ti, se que te gustan mucho los pájaros azules así que hice estos dos pensando en ti. -Los gritos de alegría no se hicieron esperar.- Pajaritoos!! A-zu-zuleees~ y son dos, somos nosotras verdad? Este mas grade seguro que eres tu y el de pico rojo soy yo porque soy un dragón de fuego. Y son una familia como nosotras porque tienen hu-hue-vuos... -Lavey me abrazo con toda la fuerza que sus pequeños brazos podían ejercer sobre mi.- Te quiero mama! -Fue en ese preciso instante que lagrimas de pura alegría rodaron por mis mejillas. -Yo también te quiero cariño mio. Eres la personita mas importante que tengo en este mundo.
En el vuelo camino a Dundarak Lavey acabo de ponerle la guinda al pastel haciéndome prometer que le haría caso en todo lo que me dijera. "Porque yo se mucho del Ohdá y tienes que hacer lo que te diga." Esa fue la sentencia que termino dejando mi monedero bajo mínimos, pues esa promesa conllevaba comprar ropa acorde al festival, no servia con comprar ropas con pieles de cabra y conejo para resguardarse del frió, no, teníamos que llevar un complejo entramado de capas de vestidos ajustados con motivos ceremoniales. "Tienen que ser parecidos, pero no iguales. Sino dirán que nos copiamos." Aquella frase dicha en medio de la tienda de costura hizo que le brillaran los ojos a la vendedora pues la rubia estaba ensimismada con dos de las prendas mas caras del establecimiento.
Pero ahí no termina la cosa, no solo tenia que ir vestida como la niña quería, también me tenia que vestir ella "Porque yo se como se hace, mi mama me enseño." Ni siquiera me libre de llevar el pelo suelto pues con la excusa de que no se vería el dibujo me hizo atarlo con una trenza, enrollarlo en un moño y atarlo con un par palillos atravesados del color blanco, Lavey hizo lo mismo con su pelo pero poniéndose palillos negros. Si la gente supiera el nivel de manipulación que la infante tenia sobre mi, primero se reirían y luego me abofetearían para que entrar en razón.
- Kimono de Lavey:
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- Kimono de Reivy:
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Al llegar la tarde salimos del hospedaje y nos perdimos entre los puestos y la gente, en los limites de las cantinas los mozos ofrecían la famosa cerveza de miel. -Tienes que beber eso Reivy, papa decía que estaba muy rico.
Y esa fue la primera petición en todo el viaje que no me molesto cumplir. La cerveza era tan fría que la espuma se escarchaba con el contacto del gélido aire, creando una armoniosa combinación con el calor que daba en el estomago cuando el ambarino liquido bajaba por la traquea.
La siguiente parada fue un puesto con una piscina llena de carpas, el juego era sencillo, te daban un aro de metal envuelto en papel fino y si lograbas pescar la carpa sin romper el papel el pez era tuyo. Por supuesto Lavey quería intentarlo y lo intento por 10 minutos hasta que se le acabaron las oportunidades.
Por en medio del paseo habían hombres y mujeres vendiendo cestas con flores de papel ¿Y que paso? efectivamente, hubo que comprar una cesta. -Las flores hay que lanzarlas a las personas que quieres Reivy, pero no las lances todas porque nunca se sabe quien puede aparecer en el Ohdá y si te quedas sin ellas no podrás decir cuanto quieres a la persona que te encuentres luego.
En cuanto la cesta estuvo en mi poder la rubita comenzó a lanzarme florecillas con las dos manos mientras paseábamos, yo también se las lance y se las deje caer por encima como si fuera una fina lluvia. ¿Y como no hacerlo? Si es que ella era a la que mas quería en este momento.
No sabría decir cuanto tiempo pasamos caminando hasta encontrar una carpa de arreglos florares, porque nos divertíamos, reíamos, nos abrazábamos y jugábamos.Y eso era suficiente recompensas por todos los quebraderos de cabeza que me había dado la niña con su "promesa"
-Rei ahora vamos hacer cosas con las flores, mira ven. -La muchacha me arrastro hasta la mesa donde el vendedor ambulante tenia pequeños instrumentos, libros, macetas y todo tipo de enseres para la fabricación y creación de los arreglos.- Primero tienes que mirar este libro y ver que es lo que mas te gusta, luego vas a este otro y buscas como se hace. Aunque si quieres también puedes hacer cualquier cosa que te imagines. Yo ya se lo que voy a fabricar y no necesito los libros porque vengo aquí todos los años. -La pequeña me sonrió con orgullo y movió la mano para que el tenderlo se agachara y pudiera susurrarle al oído. -¿Y que vas hacer? -Le pregunte curiosa ante tanto secretismo.- Es una sorpresa así que no te lo voy a decir, Ha! se me olvidaba, estas flores son para la persona mas especial y a la que mas quieres.
El hombre que ya estaba preparando las flores y materiales se rió por la picardia de la niña, suspire resignada ojeando el libro de figuras, tendría que esperar para saber que se traía entre manos la joven.
En seguida lo tuve claro, ya sabia lo que haría, se veía complicado pero las instrucciones estaban claras. Con una copia de los pasos a seguir, una cesta con todos los material y un recuerdo vivido fui a sentarme al lado de Lavey. Deje la jarra de cerveza amielada en las mesa entre medio de las dos para que no estorbara y comencé el trabajo.
Los pájaros, a Lavey le gustaban los pájaros azules. Siempre que tenia ocasiona sacaba a relucir el tema y decía que si algún día teníamos que construir una casa donde vivir seria en un sitio con muchos pájaros azules.
Las horas pasaban y la elaboración proseguía, la pequeña reía y yo fruncía el ceño a la vez que sacaba la lengua concentrada en hilvanar todas las florecilla en la intrincada pelota de paja que hacia la forma de las aves, ni siquiera me sacaba los pétalos rosados que caían sobre mi cabeza.
Si hubiera estado mas atenta... si le hubiera prestado mas atención, entonces hubiera sabido que las risotadas de Lavey eran producto de la media jarra de cerveza que se había tomado y que ahora caía vacía al suelo. Cuando las dos terminamos el trabajo las luces de los faroles alumbraban las calles que comenzaban a estar faltas de luz solar.
-R..Re-ReiRei ya termine! -La voz de la niña estaba empalagosa y arrastraba las palabras, por no hablar de que su arreglo floral era cualquier cosa menos normal. -¿Que eso? ¿Es una luna?
Por algún motivo era incapaz de reñir a la pequeña, era consciente de su estado de ebriedad y aunque lo intentaba solo me salían risitas y palabras cariñosas. Lavey con mejillas coloradas y algo enfadada me miro como si yo fuera tonta.
-No booooba, es un barco!! Mira, la maceta es el barco, las flores las velas y los hilos estos que no se que son... son el vi-vi-viento! y es para ti porque te quiero mucho.
- Ikebana de Lavey:
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La joven me extendió el barco con las dos manos, con los ojos brillantes e inocentes y una sonrisa tan grande como la luna creciente. Sin hacerla esperar recogí la maceta y la pequeña me abrazo eufórica, pasados unos minutos separe nuestros cuerpos y ahora fui yo la que le extendió el regalo a ella.
-Esto es para ti, se que te gustan mucho los pájaros azules así que hice estos dos pensando en ti. -Los gritos de alegría no se hicieron esperar.- Pajaritoos!! A-zu-zuleees~ y son dos, somos nosotras verdad? Este mas grade seguro que eres tu y el de pico rojo soy yo porque soy un dragón de fuego. Y son una familia como nosotras porque tienen hu-hue-vuos... -Lavey me abrazo con toda la fuerza que sus pequeños brazos podían ejercer sobre mi.- Te quiero mama! -Fue en ese preciso instante que lagrimas de pura alegría rodaron por mis mejillas. -Yo también te quiero cariño mio. Eres la personita mas importante que tengo en este mundo.
- Ikebana de Reivy:
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Reivy Abadder
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Re: La Ohdà: San Valentín Aerandiano [Evento]
Los ojos de la joven dragona se abrieron lentamente acompañados de un gran bostezo. Había decidido volver solo para contemplar la ciudad de Dundarak envuelta en un manto de colores rosados y toda aquella atmósfera que se respiraba en aquella celebración. Se levantó de la cama caminando hacia la ventana de la habitación para observar las últimas preparaciones antes de que comenzaran a llenarse las calles de gente paseando. Celebrando el amor entre ellos, tanto amor de las parejas como el amor de la familia o amigos. Esbozó una amplia sonrisa abriendo de par en par los cristales para después apoyarse en el alfeizar de la ventana y cerrar los ojos. En ese momento recordó las veces que sus padres le habían contado anécdotas de ambos de jóvenes en aquella celebración. No sabían mucho de otras razas y sus costumbres, pero en lo que eran las fiestas de Dundarak no se perdían ninguna.
El día anterior había preparado algunas cosas que se pondría ese día, se había encontrado con sus hermanos menores que le habían traído una caja llena de recuerdos de su madre. En aquella caja había un vestido que ella había confeccionado antes de que falleciera y esperaba que a Astrid le fuera bien. Al probárselo notó que le arrastraba un poco, su madre era varios centímetros más alta que ella, pero por lo demás todo estaba perfecto. Abrochó los botones del pecho y terminó de arreglarse el cabello. -Ya estás lista Astrid... Vamos a disfrutar de este día... Pero con moderación- Rodó los ojos al acordarse de sus acciones en aquella celebración donde probó por primera vez el alcohol. De las malas experiencias se aprende. Resopló al ver sus mejillas sonrojarse, alzó una ceja y rápidamente se separó del pequeño espejo para no verse reflejada, no quería seguir recordando el bochornoso momento.
Salió de la habitación de la posada donde se quedaban y se dirigió hacia la puerta continua. Tocó un par de veces y esperó unos segundos. -Te espero en la entrada de la posada, después veremos por donde empezar- Se arregló un poco la falda del vestido y caminó hacia el lugar de encuentro. Desde allí empezó a observar a las personas que iban y venían por las calles de la ciudad. La última vez que estuvo allí el ambiente era completamente distinto: Todo nevado, niños y mayores disfrazados de demonios y bastantes personas cubiertas de betún. Aquel recuerdo la hizo reír por unos segundos y apoyó las manos en su cintura en forma de jarra. “-Bueno... mi primera Ohdà con alguien que no es mi familia-” Pensó suspirando. Sus hermanos el día anterior la habían estado interrogando pero consiguió quitárselos de encima con un par de respuestas desviando el tema principal del interrogatorio por parte de los gemelos Leggiend.
Reconoció una voz detrás de ella. Se giró lentamente hasta que su mirada se topó con su compañero. -Bueno, tenemos muchas actividades por donde elegir... Podemos empezar primero en ir a hacer un arreglo floral y luego investigar las distintas actividades que hayan cerca... - En ese momento, mientras miraba a su alrededor para saber dónde ir a hacer los arreglos florales vio un puesto donde vio las canastas con flores. En su cabeza vinieron imágenes de ella de pequeña lanzando aquellas flores encima de sus padres. -Pero primero compremos eso... ¡Vamos!- Y así, como en cada una de las festividades que habían compartido, Astrid le agarró del brazo y mientras señalaba el puesto de flores Karre'xha tiraba de él. Ya era una tradición que la joven dragona comenzara las fiestas o eventos importantes donde hubiera diversión y actividades de esa manera.
El día anterior había preparado algunas cosas que se pondría ese día, se había encontrado con sus hermanos menores que le habían traído una caja llena de recuerdos de su madre. En aquella caja había un vestido que ella había confeccionado antes de que falleciera y esperaba que a Astrid le fuera bien. Al probárselo notó que le arrastraba un poco, su madre era varios centímetros más alta que ella, pero por lo demás todo estaba perfecto. Abrochó los botones del pecho y terminó de arreglarse el cabello. -Ya estás lista Astrid... Vamos a disfrutar de este día... Pero con moderación- Rodó los ojos al acordarse de sus acciones en aquella celebración donde probó por primera vez el alcohol. De las malas experiencias se aprende. Resopló al ver sus mejillas sonrojarse, alzó una ceja y rápidamente se separó del pequeño espejo para no verse reflejada, no quería seguir recordando el bochornoso momento.
Salió de la habitación de la posada donde se quedaban y se dirigió hacia la puerta continua. Tocó un par de veces y esperó unos segundos. -Te espero en la entrada de la posada, después veremos por donde empezar- Se arregló un poco la falda del vestido y caminó hacia el lugar de encuentro. Desde allí empezó a observar a las personas que iban y venían por las calles de la ciudad. La última vez que estuvo allí el ambiente era completamente distinto: Todo nevado, niños y mayores disfrazados de demonios y bastantes personas cubiertas de betún. Aquel recuerdo la hizo reír por unos segundos y apoyó las manos en su cintura en forma de jarra. “-Bueno... mi primera Ohdà con alguien que no es mi familia-” Pensó suspirando. Sus hermanos el día anterior la habían estado interrogando pero consiguió quitárselos de encima con un par de respuestas desviando el tema principal del interrogatorio por parte de los gemelos Leggiend.
Reconoció una voz detrás de ella. Se giró lentamente hasta que su mirada se topó con su compañero. -Bueno, tenemos muchas actividades por donde elegir... Podemos empezar primero en ir a hacer un arreglo floral y luego investigar las distintas actividades que hayan cerca... - En ese momento, mientras miraba a su alrededor para saber dónde ir a hacer los arreglos florales vio un puesto donde vio las canastas con flores. En su cabeza vinieron imágenes de ella de pequeña lanzando aquellas flores encima de sus padres. -Pero primero compremos eso... ¡Vamos!- Y así, como en cada una de las festividades que habían compartido, Astrid le agarró del brazo y mientras señalaba el puesto de flores Karre'xha tiraba de él. Ya era una tradición que la joven dragona comenzara las fiestas o eventos importantes donde hubiera diversión y actividades de esa manera.
- Vestido de Astrid:
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Astrid Leggiend
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Re: La Ohdà: San Valentín Aerandiano [Evento]
- Música de ambiente:
Por una vez era el dragón el que la llevaba a un festival, es más, se había empeñado en que debían acudir a la Ohdà a pesar de que tuviese lugar en Dundarak, su hogar. Elen no opuso resistencia alguna, era la primera vez que tenía oportunidad de celebrar aquella fiesta en condiciones y estaba encantada de que Alister quisiese mostrarle parte de la cultura y tradiciones de su raza. El viaje fue largo y duro en algunos tramos, sobre todo cuando llegaron a la llanura nevada y el frío comenzó a hacer acto de presencia, pero tras unas semanas, finalmente pudieron atisbar a lo lejos la ciudad, que por suerte se había recuperado bastante bien desde la última vez que pasaron por allí.
Traspasaron sus muros y dirigieron los caballos hasta una posada cercana, donde el cazador desmontó primero, para de inmediato tomar las riendas de su caballo y ayudar a la tensai a bajar de su montura con cuidado, sujetándola por la cadera. - ¿Cómo te encuentras? - preguntó con cierto nerviosismo. - Estamos bien, no te preocupes. - respondió la joven, con una sonrisa en los labios. Ataviada con un vestido largo y una gruesa capa con cuello de piel, la hechicera no parecía la misma, pero es que habían cambiado tantas cosas en el último año… - Dejemos los caballos, tienes mucho que enseñarme. - comentó, antes de que el dragón se hiciese cargo y llevase a los animales hasta el establo. Una vez hecho esto recogió las alforjas de ambos y entró en el local lo justo para pagar por una habitación y depositar en ella sus pertenencias, mientras la de cabellos cenicientos observaba maravillada el inhóspito pero hermoso paisaje cubierto de nieve.
En cuanto Alister regresó a su lado emprendieron el camino hacia la zona de la ciudad en que tenían lugar los festejos de la Ohdà, guiados por el apetecible aroma de la cerveza de miel. Los anaranjados tonos del atardecer hacían contraste con el suave color rosa que parecía haberse adueñado de Dundarak, mientras sus gentes disfrutaban ya de las actividades que se habían organizado. - Ojalá hubiésemos tenido esto en Beltrexus. - dijo el alado, mientras compraba una cesta de flores y pedía a la amable comerciante que le vendiese también una corona hecha con las mismas. - Estas son flores de Karre`xha, símbolo de amor y compromiso. - explicó, al tiempo que colocaba la corona sobre la cabeza de la hechicera.
Elen sonrió y tomó de la cesta un par de aquellas flores para colocarlas en la solapa del abrigo del cazador, tras lo cual siguieron andando hasta un modesto puesto en que se ofrecía la cerveza de miel. - ¡Bienvenidos, prueben nuestra cerveza! - les instó el propietario, entregándoles dos vasos de madera de forma gratuita. - Por nosotros. - brindó la joven, antes hacer chocar su bebida con la de su amado y dar un trago a la famosa cerveza. La miel le daba un toque especial, pero en su estado la bruja no podía excederse con aquel tipo de cosas, así que terminó su vaso y dio las gracias al hombre que se las había regalado.
- Ven, quiero enseñarte algo. - dijo el dragón, tomándola de la mano y guiándola hasta un lugar ligeramente apartado del jolgorio, donde habían instalado un precioso arco nupcial. - Sé que ya no es necesario pero podríamos… - comenzó a decir mientras se acercaban al mismo, aunque no le hizo falta terminar la frase. Aprovechando que no había nadie por allí, la pareja se situó bajo el arco adornado con flores y telas de colores, y en cuanto Alister depositó en el suelo su canasta de flores ambos unieron sus manos y se quedaron mirándose a los ojos. - Aquí en mi hogar, la ciudad que me vio nacer, reafirmo los votos que te hice en Beltrexus y doy gracias a los dioses por el regalo que nos han hecho. - dijo con tono solemne. - Ante los dioses, que nos observan, reafirmo los votos que te hice en Beltrexus y doy gracias por haberte encontrado. - respondió la benjamina de los Calhoun, para acto seguido acercarse al alado y besarlo.
Cuando sus labios se separaron, el cazador recogió la cesta de flores de Karre`xha y dejó caer un puñado sobre la tensai, que imitó su gesto justo después. Con ello aquella especie de ceremonia íntima había terminado, así que podían dedicar el resto de la tarde y la noche a disfrutar de las demás actividades. Los arreglos florales llamaron la atención de la de ojos verdes, que se acomodó junto a otras mujeres para intentar elaborar uno propio, bajo la atenta mirada de su amado. Alister no tenía mano para aquellas cosas, o quizá prefería no intentarlo, se conformaba con observarla y desear que aquella vida que llevaban ahora, sin tantas preocupaciones ni problemas, durase.
- ¿Qué te parece? - preguntó Elen al terminar, entregándole el adorno. - Es precioso. - aseguró el dragón, sonriendo. - Pronto lanzarán las farolas de papel, quiero que lo veas. - añadió, ansioso por mostrar a la de cabellos cenicientos todo cuanto pudiese. Sin demora se encaminaron al lugar en cuestión y esperaron a que llegase la hora, esperando poder participar también en aquella actividad.
Traspasaron sus muros y dirigieron los caballos hasta una posada cercana, donde el cazador desmontó primero, para de inmediato tomar las riendas de su caballo y ayudar a la tensai a bajar de su montura con cuidado, sujetándola por la cadera. - ¿Cómo te encuentras? - preguntó con cierto nerviosismo. - Estamos bien, no te preocupes. - respondió la joven, con una sonrisa en los labios. Ataviada con un vestido largo y una gruesa capa con cuello de piel, la hechicera no parecía la misma, pero es que habían cambiado tantas cosas en el último año… - Dejemos los caballos, tienes mucho que enseñarme. - comentó, antes de que el dragón se hiciese cargo y llevase a los animales hasta el establo. Una vez hecho esto recogió las alforjas de ambos y entró en el local lo justo para pagar por una habitación y depositar en ella sus pertenencias, mientras la de cabellos cenicientos observaba maravillada el inhóspito pero hermoso paisaje cubierto de nieve.
- Atuendo de Elen:
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En cuanto Alister regresó a su lado emprendieron el camino hacia la zona de la ciudad en que tenían lugar los festejos de la Ohdà, guiados por el apetecible aroma de la cerveza de miel. Los anaranjados tonos del atardecer hacían contraste con el suave color rosa que parecía haberse adueñado de Dundarak, mientras sus gentes disfrutaban ya de las actividades que se habían organizado. - Ojalá hubiésemos tenido esto en Beltrexus. - dijo el alado, mientras compraba una cesta de flores y pedía a la amable comerciante que le vendiese también una corona hecha con las mismas. - Estas son flores de Karre`xha, símbolo de amor y compromiso. - explicó, al tiempo que colocaba la corona sobre la cabeza de la hechicera.
Elen sonrió y tomó de la cesta un par de aquellas flores para colocarlas en la solapa del abrigo del cazador, tras lo cual siguieron andando hasta un modesto puesto en que se ofrecía la cerveza de miel. - ¡Bienvenidos, prueben nuestra cerveza! - les instó el propietario, entregándoles dos vasos de madera de forma gratuita. - Por nosotros. - brindó la joven, antes hacer chocar su bebida con la de su amado y dar un trago a la famosa cerveza. La miel le daba un toque especial, pero en su estado la bruja no podía excederse con aquel tipo de cosas, así que terminó su vaso y dio las gracias al hombre que se las había regalado.
- Ven, quiero enseñarte algo. - dijo el dragón, tomándola de la mano y guiándola hasta un lugar ligeramente apartado del jolgorio, donde habían instalado un precioso arco nupcial. - Sé que ya no es necesario pero podríamos… - comenzó a decir mientras se acercaban al mismo, aunque no le hizo falta terminar la frase. Aprovechando que no había nadie por allí, la pareja se situó bajo el arco adornado con flores y telas de colores, y en cuanto Alister depositó en el suelo su canasta de flores ambos unieron sus manos y se quedaron mirándose a los ojos. - Aquí en mi hogar, la ciudad que me vio nacer, reafirmo los votos que te hice en Beltrexus y doy gracias a los dioses por el regalo que nos han hecho. - dijo con tono solemne. - Ante los dioses, que nos observan, reafirmo los votos que te hice en Beltrexus y doy gracias por haberte encontrado. - respondió la benjamina de los Calhoun, para acto seguido acercarse al alado y besarlo.
Cuando sus labios se separaron, el cazador recogió la cesta de flores de Karre`xha y dejó caer un puñado sobre la tensai, que imitó su gesto justo después. Con ello aquella especie de ceremonia íntima había terminado, así que podían dedicar el resto de la tarde y la noche a disfrutar de las demás actividades. Los arreglos florales llamaron la atención de la de ojos verdes, que se acomodó junto a otras mujeres para intentar elaborar uno propio, bajo la atenta mirada de su amado. Alister no tenía mano para aquellas cosas, o quizá prefería no intentarlo, se conformaba con observarla y desear que aquella vida que llevaban ahora, sin tantas preocupaciones ni problemas, durase.
- ¿Qué te parece? - preguntó Elen al terminar, entregándole el adorno. - Es precioso. - aseguró el dragón, sonriendo. - Pronto lanzarán las farolas de papel, quiero que lo veas. - añadió, ansioso por mostrar a la de cabellos cenicientos todo cuanto pudiese. Sin demora se encaminaron al lugar en cuestión y esperaron a que llegase la hora, esperando poder participar también en aquella actividad.
- Ikebana:
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Elen Calhoun
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Re: La Ohdà: San Valentín Aerandiano [Evento]
-Esto es muy... rosa.- comenté en voz alta, mirando alrededor.
Dundarak estaba repleta de pétalos rosados. Era extraño. Casi se podía olvidar la plaga y la gigantesca pirámide que aún amenazaba a la población.
-Es tan... feo.- observó Syl. Sonreí. Tenía que coincidir. Ese color no le sentaba nada bien al lugar. -Es como si intentasen limpiar la sangre, pero no lo hubiesen hecho bien.-
-Y el olor es intoxicante. Tan ridículamente dulce.- continué, divertido. -Casi como tú.-
Syl chasqueó la lengua, y giró por un callejón, evitando el gentío. De forma completamente natural, saltó y se encaramó a un arco que conectaba dos edificios, agarrandose apenas con las almohadillas de sus dedos. Se balanceó hacia un lado, y ascendió, levantándose y manteniendo el equilibrio como mejor podía hasta alcanzar un tejado. Me miró desde arriba, arqueando una ceja.
-¿Vas a subir, o qué?- preguntó. Esbocé una sonrisa confiada, y me concentré en las runas de mis brazos y piernas. Ascendí a gran velocidad, impulsado por estas, y me detuve en mitad del aire, justo encima del techo. Me posé pesadamente sobre las tejas, con cuidado de no resbalar, y miré directamente al gato. -Eso es trampa. Te estás volviendo vago.-
-Tch. No me seas envidioso.- murmuré, acercándome un paso hacia él. Le abracé de la cintura. Nuestros rostros estaban cerca, pero ese era el juego. Ver quien aguantaba más sin ir a por un beso. Syl sonrió, mirándome a los ojos a pesar de la altura que nos separaba. -Sabes... dicen que la cerveza de aquí te vuelve más romántico. Y coqueto.-
-Como si te hiciese falta.- dijo. -Además, tu no bebes.-
Me encogí de hombros, pero abrí ligeramente la boca, dejando que mi aliento impactase contra su pelaje. Nuestros hocicos se estaban prácticamente rozando.
-Tch. Tu ganas.- dije, besándole en los labios. Fue breve. Me separé, y salté a un tejado cercano. Aún estábamos en las zonas bajas, de forma que muchos edificios se imponían por encima de nosotros. Tendríamos que trepar para superarlos. Syl soltó una pequeña risa y me siguió, saltando detrás de mi.
No tardamos en alcanzar el centro de la ciudad. Era mucho más concurrido de lo que imaginaba. De no haber estado en los tejados, habría sido demasiado. Me senté al borde, observando el festival desde las alturas y jadeando. Mi compañero se sentó junto a mi.
-Están dando alcohol gratis.- observé. Había oido hablar de aquello, pero había asumido que tendría su precio. Fruncí el ceño. -Cuando sea de noche, habrá crímenes. Violaciones.-
Syl no dijo nada. Solo asintió, mirandome seriamente.
-Es solo que... es dificil de pensar. Que algo hecho por y para algo bueno acabe resultando en cosas así.- cavilé, mirando a la gente desde arriba. ¿Cuales de ellos serian criminales bajo los efectos de esa bebida? ¿Cuales serían víctimas? -Eso no es amor.-
-Puede ser. Pero ahora mismo, hay más bien que mal. La gente está alegre.- replicó. -Es imposible evitar que haya mal y dolor... pero puede resultar mínimo si lo comparas con el bien que hace.-
Me crucé de hombros. Aquello tenía sentido. Syl me ofreció su mano. La agarré cálidamente, y la llevé a mis labios.
-Supongo.- Tendría que pensar más en aquello. No importaba. Aquel era un buen momento para estar contento, como lo estaban ellos. -Ja. La gente se está casando.- observé, señalando el arco nupcial
-Oh. ¿Quieres probar?- sonrió el gato, burlón.
-Por supuesto. No veo la hora de que unos dioses en los que no creo reconozcan nuestra unión.- dije, devolviendole el gesto.
-No olvides las leyes bajo las que no vivimos sobre la propiedad que no nos pertenece.-
Solté una carcajada. Todo aquello era tan divertido. Me había estado burlando de todos los rituales a los que había asistido... así que tendría que continuar la tradición.
-Muy bien. Casémonos. Pero me da pereza bajar, así que hagamoslo aquí.- propuse, guiñándole un ojo.
-¿Sin testigos, ceremonia, votos, clérigos o arco?- preguntó. -¿Por qué no?-
-Muy bien...- carraspeé. Tomé al gato de ambas manos y le miré a los ojos, aún sin levantarnos. -Yo, Asher, perro criminal peligroso, mercenario despiadado, líder de bandidos, duelista, arcanista y hombre perro extremadamente atractivo... no sé como sigue.- Me quedé pensativo unos segundos, y continué. -Prometo... err... serte fiel, amarte, darte muchos besos e ignorar por completo tu espacio personal siempre que sea de forma adorable.- El pardo había intentado aguantar la risa hasta ese momento, pero no pudo evitar soltar una carcajada. Tras unos segundos, se tranquilizó y me miró de nuevo.
-Y yo, un gato sin apellido, prometo serte fiel, amarte, no matarte cuando hagas algo estúpido, tolerar tu extraña obsesión por símbolos mágicos, ser más adorable que tú y dejarte jugar con las almohadillas de mis patas.- sonreí. El gato acercó su hocico al mio, frotando nuestras narices. Y nos separamos.
-Pues eso. Casados.- bromeé.
Dundarak estaba repleta de pétalos rosados. Era extraño. Casi se podía olvidar la plaga y la gigantesca pirámide que aún amenazaba a la población.
-Es tan... feo.- observó Syl. Sonreí. Tenía que coincidir. Ese color no le sentaba nada bien al lugar. -Es como si intentasen limpiar la sangre, pero no lo hubiesen hecho bien.-
-Y el olor es intoxicante. Tan ridículamente dulce.- continué, divertido. -Casi como tú.-
Syl chasqueó la lengua, y giró por un callejón, evitando el gentío. De forma completamente natural, saltó y se encaramó a un arco que conectaba dos edificios, agarrandose apenas con las almohadillas de sus dedos. Se balanceó hacia un lado, y ascendió, levantándose y manteniendo el equilibrio como mejor podía hasta alcanzar un tejado. Me miró desde arriba, arqueando una ceja.
-¿Vas a subir, o qué?- preguntó. Esbocé una sonrisa confiada, y me concentré en las runas de mis brazos y piernas. Ascendí a gran velocidad, impulsado por estas, y me detuve en mitad del aire, justo encima del techo. Me posé pesadamente sobre las tejas, con cuidado de no resbalar, y miré directamente al gato. -Eso es trampa. Te estás volviendo vago.-
-Tch. No me seas envidioso.- murmuré, acercándome un paso hacia él. Le abracé de la cintura. Nuestros rostros estaban cerca, pero ese era el juego. Ver quien aguantaba más sin ir a por un beso. Syl sonrió, mirándome a los ojos a pesar de la altura que nos separaba. -Sabes... dicen que la cerveza de aquí te vuelve más romántico. Y coqueto.-
-Como si te hiciese falta.- dijo. -Además, tu no bebes.-
Me encogí de hombros, pero abrí ligeramente la boca, dejando que mi aliento impactase contra su pelaje. Nuestros hocicos se estaban prácticamente rozando.
-Tch. Tu ganas.- dije, besándole en los labios. Fue breve. Me separé, y salté a un tejado cercano. Aún estábamos en las zonas bajas, de forma que muchos edificios se imponían por encima de nosotros. Tendríamos que trepar para superarlos. Syl soltó una pequeña risa y me siguió, saltando detrás de mi.
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No tardamos en alcanzar el centro de la ciudad. Era mucho más concurrido de lo que imaginaba. De no haber estado en los tejados, habría sido demasiado. Me senté al borde, observando el festival desde las alturas y jadeando. Mi compañero se sentó junto a mi.
-Están dando alcohol gratis.- observé. Había oido hablar de aquello, pero había asumido que tendría su precio. Fruncí el ceño. -Cuando sea de noche, habrá crímenes. Violaciones.-
Syl no dijo nada. Solo asintió, mirandome seriamente.
-Es solo que... es dificil de pensar. Que algo hecho por y para algo bueno acabe resultando en cosas así.- cavilé, mirando a la gente desde arriba. ¿Cuales de ellos serian criminales bajo los efectos de esa bebida? ¿Cuales serían víctimas? -Eso no es amor.-
-Puede ser. Pero ahora mismo, hay más bien que mal. La gente está alegre.- replicó. -Es imposible evitar que haya mal y dolor... pero puede resultar mínimo si lo comparas con el bien que hace.-
Me crucé de hombros. Aquello tenía sentido. Syl me ofreció su mano. La agarré cálidamente, y la llevé a mis labios.
-Supongo.- Tendría que pensar más en aquello. No importaba. Aquel era un buen momento para estar contento, como lo estaban ellos. -Ja. La gente se está casando.- observé, señalando el arco nupcial
-Oh. ¿Quieres probar?- sonrió el gato, burlón.
-Por supuesto. No veo la hora de que unos dioses en los que no creo reconozcan nuestra unión.- dije, devolviendole el gesto.
-No olvides las leyes bajo las que no vivimos sobre la propiedad que no nos pertenece.-
Solté una carcajada. Todo aquello era tan divertido. Me había estado burlando de todos los rituales a los que había asistido... así que tendría que continuar la tradición.
-Muy bien. Casémonos. Pero me da pereza bajar, así que hagamoslo aquí.- propuse, guiñándole un ojo.
-¿Sin testigos, ceremonia, votos, clérigos o arco?- preguntó. -¿Por qué no?-
-Muy bien...- carraspeé. Tomé al gato de ambas manos y le miré a los ojos, aún sin levantarnos. -Yo, Asher, perro criminal peligroso, mercenario despiadado, líder de bandidos, duelista, arcanista y hombre perro extremadamente atractivo... no sé como sigue.- Me quedé pensativo unos segundos, y continué. -Prometo... err... serte fiel, amarte, darte muchos besos e ignorar por completo tu espacio personal siempre que sea de forma adorable.- El pardo había intentado aguantar la risa hasta ese momento, pero no pudo evitar soltar una carcajada. Tras unos segundos, se tranquilizó y me miró de nuevo.
-Y yo, un gato sin apellido, prometo serte fiel, amarte, no matarte cuando hagas algo estúpido, tolerar tu extraña obsesión por símbolos mágicos, ser más adorable que tú y dejarte jugar con las almohadillas de mis patas.- sonreí. El gato acercó su hocico al mio, frotando nuestras narices. Y nos separamos.
-Pues eso. Casados.- bromeé.
Asher Daregan
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Re: La Ohdà: San Valentín Aerandiano [Evento]
“Sentimiento: Hecho o efecto de sentir o sentirse. Impresión que causan en el alma las cosas espirituales.” Eso era todo lo que sabía de forma fehaciente sobre las emociones, que eran algo que los orgánicos parecían percibir con bastante frecuencia y que tenía gran influencia al momento de tomar decisiones tanto en situaciones cotidianas como en momentos importantes.
Lo entendía, incluso podía dar ejemplos, y lo veía a diario al estar conviviendo con los orgánicos, pero no podía “sentirlo”, no podía analizarlo como lo hacía con otro tipo de sensaciones. Me encontraba ahora de nuevo en Dundarak y al parecer la festividad del momento centraba todas sus actividades en el amor y la amistad.
Una decoración pomposa y aniñada ocupaba cada rincón de la ciudad, generando una atmósfera dulce que los orgánicos parecían disfrutar realizando actividades en pareja o con grupos de amigos. Familias completas se sentaban a comer juntas, celebrando el sincero cariño que los unía, quienes estaban comprometidos aprovechaban la ocasión para salir con su pretendiente, otros parecían elegir la celebración como excusa para poder declarar su amor de forma aparatosa.
Me resultaba muy curioso, disfrute de analizar sus actividades durante varias horas, también de participar de sus juegos. Pescar algunos peces utilizando redes de papel parecía sencillo, pero no tuve manera de lograrlo, el dueño del puesto parecía muy contento con mi falta de resultados. Había otro con premios a los cuales había que alcanzar arrojando unos aros, eso fue más fácil, con calcular la distancia y medir la fuerza con la que lo arrojaba podía atinarle a los objetos. De todos modos no tenía interés en las figuras por lo que se las devolví al comerciante en cuanto termine.
Continuando con el recorrido por el festival me sorprendió encontrar de repente a dos orgánicas que si conocía. Dentro de una carpa donde se realizaban arreglos florales, se encontraban Reivy y la pequeña Lavey, se las veía muy emocionadas y dude durante algunos segundos si intervenir. Cuando concluyó el abrazo pareció un buen momento para acercarse.
-Buenas noches a ambas – Les dije y sonreí como había visto que lo hacían los humanos –Es un gusto el volver a encontrarlas ¿Están participando de las actividades del festival? – Mire a la más pequeña – Perro se encariño mucho contigo, luego que nos separamos te busco durante varios días.
Afuera la gente había comenzado a soltar las farolas de papel, por lo que las calles se iluminaban con el color ambarino del fuego. Dentro de poco se realizaría el evento principal, la quema de una estatua para pedir por las próximas cosechas. Los orgánicos estaban llenos de supersticiones, pero no me parecía mal si eso servía para unirlos.
-Realice varias de los rituales, con un mayor o menor grado de éxito. Aún no prendí ninguna farola ¿Deberíamos hacerlo? – Las mire fijamente y pasados unos segundos recordé agregar la sonrisa – O si no, podríamos ver la quema de la estatua ¿Correcto?
Lo entendía, incluso podía dar ejemplos, y lo veía a diario al estar conviviendo con los orgánicos, pero no podía “sentirlo”, no podía analizarlo como lo hacía con otro tipo de sensaciones. Me encontraba ahora de nuevo en Dundarak y al parecer la festividad del momento centraba todas sus actividades en el amor y la amistad.
Una decoración pomposa y aniñada ocupaba cada rincón de la ciudad, generando una atmósfera dulce que los orgánicos parecían disfrutar realizando actividades en pareja o con grupos de amigos. Familias completas se sentaban a comer juntas, celebrando el sincero cariño que los unía, quienes estaban comprometidos aprovechaban la ocasión para salir con su pretendiente, otros parecían elegir la celebración como excusa para poder declarar su amor de forma aparatosa.
Me resultaba muy curioso, disfrute de analizar sus actividades durante varias horas, también de participar de sus juegos. Pescar algunos peces utilizando redes de papel parecía sencillo, pero no tuve manera de lograrlo, el dueño del puesto parecía muy contento con mi falta de resultados. Había otro con premios a los cuales había que alcanzar arrojando unos aros, eso fue más fácil, con calcular la distancia y medir la fuerza con la que lo arrojaba podía atinarle a los objetos. De todos modos no tenía interés en las figuras por lo que se las devolví al comerciante en cuanto termine.
Continuando con el recorrido por el festival me sorprendió encontrar de repente a dos orgánicas que si conocía. Dentro de una carpa donde se realizaban arreglos florales, se encontraban Reivy y la pequeña Lavey, se las veía muy emocionadas y dude durante algunos segundos si intervenir. Cuando concluyó el abrazo pareció un buen momento para acercarse.
-Buenas noches a ambas – Les dije y sonreí como había visto que lo hacían los humanos –Es un gusto el volver a encontrarlas ¿Están participando de las actividades del festival? – Mire a la más pequeña – Perro se encariño mucho contigo, luego que nos separamos te busco durante varios días.
Afuera la gente había comenzado a soltar las farolas de papel, por lo que las calles se iluminaban con el color ambarino del fuego. Dentro de poco se realizaría el evento principal, la quema de una estatua para pedir por las próximas cosechas. Los orgánicos estaban llenos de supersticiones, pero no me parecía mal si eso servía para unirlos.
-Realice varias de los rituales, con un mayor o menor grado de éxito. Aún no prendí ninguna farola ¿Deberíamos hacerlo? – Las mire fijamente y pasados unos segundos recordé agregar la sonrisa – O si no, podríamos ver la quema de la estatua ¿Correcto?
- Interacción con::
- Reivy
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Re: La Ohdà: San Valentín Aerandiano [Evento]
-¡CORRE! ¡Vamos ya casi estás!- Gritó Níniel para animar a su compañera en aquellos últimos metros de carrera, aunque no sabía si su voz llegaba siquiera hasta ella por culpa de todo el ruido y jaleo a su alrededor. Trás la felina, sus perseguidores habían logrado acortar las distancias de manera preocupante en poco tiempo, algo que auguraba un final inesperadamente incierto a una competición dominada por la pelirroja desde el principio. ¿Acaso volvía su pierna a resentirse, o como en la fábula de la liebre y la tortuga la gata estaba pecando de exceso de confianza? Níniel la ayudaría encantada, un poco de magia y todo cuanto verían sus competidores por el primer puesto sería una nube de polvo alejándose de ellos...pero las reglas estaban claras, ni magia ni pociones. Tendría que apañárselas sola, y vaya si lo hizo.
Demostrando que solo buscaba burlarse del resto de corredores, la pelirroja esperó hasta que casi la habían alcanzado para esprintar a toda velocidad y volver a dejarles atrás, permitiéndose incluso cruzar la meta de espaldas, lanzando besos a la competencia y al público. A los primeros seguramente no les hizo ninguna gracia, pero la gente congregada cerca de la línea de meta estaba entusiasmada y gritaba ensordecedoramente.
-Y la ganadora de la carrera es...¡Catherine!- Anunció uno de los organizadores cuando el último participante de aquella carrera urbana por Dundarak cruzó la meta, acercándose a la mujer-bestia y entregándole entre vítores de la gente y miradas airadas de los demás corredores un pergamino que certificaba su victoria, además de un ramo de flores al cual la felina miró con cierto desdén, tardando en cogerlo. -Felicidades a la ganadora. Esperamos verla el año que viene para defender su título.- Terminó de decir el hombre antes de anunciar que en una vez finalizada la carrera, y tras unos minutos, comenzaría otro de los eventos.
-Has hecho que me preocupe por nada, pensaba que volvía a molestarte la pierna.- La reprendió la peliblanca una vez que lograron alejarse un poco de la aglomeración de personas. Parándose ambas bajo el pequeño pórtico de una casa para tener algo de espacio. -Aún así te felicito. Nunca tuvieron ninguna oportunidad, ¿verdad?-
-¿Esas tortugas? Nah. Pero me apunté pensando que habría alguna clase de premio, no un trozo de papel que dice que le he ganado a unos lentorros y un ramo de flores...Toma, para ti, sé que te gustan.-Dijo, estirando el brazo como si aquel ramo le diera alergia para que la elfa lo cogiera.
-Vaya, muchas gracias, son preciosas.- Aceptó la peliblanca con una sonrisa, oliendo aquel ramo y decidiendo pasar por alto que solo se las había dado porque a ella no le hacían ninguna ilusión y no las quería. Si bien era cierto también que a la elfa se las daba, pero a cualquier otro se las hubiese vendido. -Pronto anochecerá y comenzará el lanzamiento de lámparas de papel. Quiero coger buen sitio para verlo.- Comentó sin dejar de oler las flores.
-Sí, yo también. Además he decidido que renuncio al baile tras lo que pasó en las islas...Yo me hincharé a comidas deliciosas y ganaré las carreras, te dejo a tí los bailes, los vestidos y la etiqueta. Trabajo en equipo.-Argumentó la pelirroja, mostrando los dientes de manera adorable al sonreír. -Y hablando de comida y bebida, también quiero probar esa famosa cerveza de miel. Todo el mundo dice que es una bebida digna de los mismos dioses.-La gata se puso en marcha y Níniel la siguió, abriéndose paso entre la gente que parecía estar divirtiéndose, aunque quizá algunos de manera demasiado apasionada como para ser mostrada en público. Níniel estaba bastante segura de que las carreras de sacos en pareja no deberían hacerse tan...Bueno que el truco estaba en las piernas y no en las caderas. Era imposible para ella mirarlas y no sonrojarse.
-Sí, y también produce estados de conciencia alterados notablemente más fuertes que el alcohol, tendencia a la exaltación de la amistad, al coqueteo y al amor sin filtros...Lo cual incluye a desconocidos Una sustancia potencialmente peligrosa que...- La peliblanca dejó de hablar pues por un instante había perdido de vista el brillante pelo rojo de su amiga.
-No olvides que es deliciosa.- Terminó por ella la frase la felina, apareciendo a su lado de repente y ya con una jarra de cerveza del tamaño de su cabeza en las manos, tomando un largo sorbo a pesar de las advertencias y relamiéndose con una sonrisa aún más amplia que antes. -Ummm, si que está buena sí. ¿No quieres un poco?. Aquí hay suficiente para las dos.-
-No, no quiero un poco. Y tú tampoco deberías...Ya la has probado, para antes de que te afecte...-Pidió Nín, rodando los ojos cuando Catherine optó por ignorarla de nuevo y dio otro trago, esta vez incluso más largo que el anterior.
-Que rica está...Deberías dejar de ser tan seria. No pasa nada por desmelenarte un poco de vez en cuando. además tienes un pelo muy bonito, ¿te lo había dicho alguna vez?, es blanco y laaargo y suaaaaave. Deberías desmelenarte mucho más con un pelo así.- Comenzó a decir acariciando un mechón del pelo de la elfa, que la miraba con una ceja enarcada sin querer creerse que estuviese pasando eso. -Y tu nariz siempre me ha gustado...Y tus labios.- Siguió. Primero tocándole la punta de la nariz con el dedo índice de su mano derecha y luego deslizándolo hasta su boca, acercando su rostro al de la peliblanca, ya roja hasta la punta de sus orejas.
-Es...suficiente...-Fue todo cuanto respondió, impidiendo que su amiga se acercara más poniendo su mano derecha sobre su frente. -Ya veo que tu aguante es nulo...la cerveza de miel te ha afectado de manera fulminante. ¿Y ahora qué voy a hacer contigo?.- Suspiró la joven pensando que sería mejor terminar la velada en ese momento.
-Dejar que me acerque más...- Respondió Catherine insistiendo en intentar seguir pegarse a ella, solo interrumpiendo sus esfuerzos para dar otro trago a la cerveza tras alejarse un poco para que Níniel no pudiera evitarlo. -Jajaja, me gusta este juego...- Se reía bebiendo más mientras se zafaba de la elfa una y otra vez, al menos hasta que finalmente ocurrió lo que tenía que ocurrir y acabó chocando con otro de los celebrantes, un hombre calvo, y derramando su cerveza sobre él. Lo que faltaba, más problemas.
-Lo lamento señor, mi amiga está demostrando no tolerar nada bien la bebida...-Comenzó a disculparse para tratar de evitar un conflicto innecesario con aquel hombre, que visto con más atención superaba con creces los dos metros de altura y parecía bastante musculoso.
-No pasa nada, es una fiesta...aunque hemos derramado nuestras cervezas...Iré a por más para todos... Pero antes, debo decir que creo que este incidente no ha sido fortuito, el destino nos ha unido esta noche, noto mariposas en el estómago con vuestra proximidad...Creo que me enamorado de ti chica pelirroja...y de tí chica de cabello blanco como la nieve de estas tierras. Sí, es el destino sin duda.-Dijo, y tras oír de aquello la cara de Níniel era todo un poema. Aquel tipo estaba aún peor que la pelirroja, que sin moverse de encima suyo le acariciaba la calva...y el tipo no es que se quejara.
-Sí, sí, seguro que sí...Pero creo que...lo habéis interpretado mal. El destino os une con el hombre que reparte las cervezas, esto ha ocurrido para que volváis junto a él...-Se inventó mientras trataba de levantar a Catherine de encima suyo y alejarse de allí. Por supuesto la sacerdotisa dudaba mucho que aquello fuese a funcionar, pero lo hizo, y aquel mastodonte incluso le dio las gracias mientras se marchaba en busca de su nuevo interés amoroso.
-Humanos...Vamos Cath, busquemos un sitio más tranquilo y alejado de don Juanes, a ver si se te pasa la tontería a ti también...Mira que te dije que no tomaras de esa bebida...-Níniel llevaba a su amiga abrazada para que no hiciera ninguna tontería más, alejándose del lugar con mayor número de personas.
-Sí, un sitio donde estar las dos solas...-
-Exacto...y ya estás bajando esa mano, que te veo las intenciones.-
Demostrando que solo buscaba burlarse del resto de corredores, la pelirroja esperó hasta que casi la habían alcanzado para esprintar a toda velocidad y volver a dejarles atrás, permitiéndose incluso cruzar la meta de espaldas, lanzando besos a la competencia y al público. A los primeros seguramente no les hizo ninguna gracia, pero la gente congregada cerca de la línea de meta estaba entusiasmada y gritaba ensordecedoramente.
-Y la ganadora de la carrera es...¡Catherine!- Anunció uno de los organizadores cuando el último participante de aquella carrera urbana por Dundarak cruzó la meta, acercándose a la mujer-bestia y entregándole entre vítores de la gente y miradas airadas de los demás corredores un pergamino que certificaba su victoria, además de un ramo de flores al cual la felina miró con cierto desdén, tardando en cogerlo. -Felicidades a la ganadora. Esperamos verla el año que viene para defender su título.- Terminó de decir el hombre antes de anunciar que en una vez finalizada la carrera, y tras unos minutos, comenzaría otro de los eventos.
-Has hecho que me preocupe por nada, pensaba que volvía a molestarte la pierna.- La reprendió la peliblanca una vez que lograron alejarse un poco de la aglomeración de personas. Parándose ambas bajo el pequeño pórtico de una casa para tener algo de espacio. -Aún así te felicito. Nunca tuvieron ninguna oportunidad, ¿verdad?-
-¿Esas tortugas? Nah. Pero me apunté pensando que habría alguna clase de premio, no un trozo de papel que dice que le he ganado a unos lentorros y un ramo de flores...Toma, para ti, sé que te gustan.-Dijo, estirando el brazo como si aquel ramo le diera alergia para que la elfa lo cogiera.
-Vaya, muchas gracias, son preciosas.- Aceptó la peliblanca con una sonrisa, oliendo aquel ramo y decidiendo pasar por alto que solo se las había dado porque a ella no le hacían ninguna ilusión y no las quería. Si bien era cierto también que a la elfa se las daba, pero a cualquier otro se las hubiese vendido. -Pronto anochecerá y comenzará el lanzamiento de lámparas de papel. Quiero coger buen sitio para verlo.- Comentó sin dejar de oler las flores.
-Sí, yo también. Además he decidido que renuncio al baile tras lo que pasó en las islas...Yo me hincharé a comidas deliciosas y ganaré las carreras, te dejo a tí los bailes, los vestidos y la etiqueta. Trabajo en equipo.-Argumentó la pelirroja, mostrando los dientes de manera adorable al sonreír. -Y hablando de comida y bebida, también quiero probar esa famosa cerveza de miel. Todo el mundo dice que es una bebida digna de los mismos dioses.-La gata se puso en marcha y Níniel la siguió, abriéndose paso entre la gente que parecía estar divirtiéndose, aunque quizá algunos de manera demasiado apasionada como para ser mostrada en público. Níniel estaba bastante segura de que las carreras de sacos en pareja no deberían hacerse tan...Bueno que el truco estaba en las piernas y no en las caderas. Era imposible para ella mirarlas y no sonrojarse.
-Sí, y también produce estados de conciencia alterados notablemente más fuertes que el alcohol, tendencia a la exaltación de la amistad, al coqueteo y al amor sin filtros...Lo cual incluye a desconocidos Una sustancia potencialmente peligrosa que...- La peliblanca dejó de hablar pues por un instante había perdido de vista el brillante pelo rojo de su amiga.
-No olvides que es deliciosa.- Terminó por ella la frase la felina, apareciendo a su lado de repente y ya con una jarra de cerveza del tamaño de su cabeza en las manos, tomando un largo sorbo a pesar de las advertencias y relamiéndose con una sonrisa aún más amplia que antes. -Ummm, si que está buena sí. ¿No quieres un poco?. Aquí hay suficiente para las dos.-
-No, no quiero un poco. Y tú tampoco deberías...Ya la has probado, para antes de que te afecte...-Pidió Nín, rodando los ojos cuando Catherine optó por ignorarla de nuevo y dio otro trago, esta vez incluso más largo que el anterior.
-Que rica está...Deberías dejar de ser tan seria. No pasa nada por desmelenarte un poco de vez en cuando. además tienes un pelo muy bonito, ¿te lo había dicho alguna vez?, es blanco y laaargo y suaaaaave. Deberías desmelenarte mucho más con un pelo así.- Comenzó a decir acariciando un mechón del pelo de la elfa, que la miraba con una ceja enarcada sin querer creerse que estuviese pasando eso. -Y tu nariz siempre me ha gustado...Y tus labios.- Siguió. Primero tocándole la punta de la nariz con el dedo índice de su mano derecha y luego deslizándolo hasta su boca, acercando su rostro al de la peliblanca, ya roja hasta la punta de sus orejas.
-Es...suficiente...-Fue todo cuanto respondió, impidiendo que su amiga se acercara más poniendo su mano derecha sobre su frente. -Ya veo que tu aguante es nulo...la cerveza de miel te ha afectado de manera fulminante. ¿Y ahora qué voy a hacer contigo?.- Suspiró la joven pensando que sería mejor terminar la velada en ese momento.
-Dejar que me acerque más...- Respondió Catherine insistiendo en intentar seguir pegarse a ella, solo interrumpiendo sus esfuerzos para dar otro trago a la cerveza tras alejarse un poco para que Níniel no pudiera evitarlo. -Jajaja, me gusta este juego...- Se reía bebiendo más mientras se zafaba de la elfa una y otra vez, al menos hasta que finalmente ocurrió lo que tenía que ocurrir y acabó chocando con otro de los celebrantes, un hombre calvo, y derramando su cerveza sobre él. Lo que faltaba, más problemas.
-Lo lamento señor, mi amiga está demostrando no tolerar nada bien la bebida...-Comenzó a disculparse para tratar de evitar un conflicto innecesario con aquel hombre, que visto con más atención superaba con creces los dos metros de altura y parecía bastante musculoso.
-No pasa nada, es una fiesta...aunque hemos derramado nuestras cervezas...Iré a por más para todos... Pero antes, debo decir que creo que este incidente no ha sido fortuito, el destino nos ha unido esta noche, noto mariposas en el estómago con vuestra proximidad...Creo que me enamorado de ti chica pelirroja...y de tí chica de cabello blanco como la nieve de estas tierras. Sí, es el destino sin duda.-Dijo, y tras oír de aquello la cara de Níniel era todo un poema. Aquel tipo estaba aún peor que la pelirroja, que sin moverse de encima suyo le acariciaba la calva...y el tipo no es que se quejara.
-Sí, sí, seguro que sí...Pero creo que...lo habéis interpretado mal. El destino os une con el hombre que reparte las cervezas, esto ha ocurrido para que volváis junto a él...-Se inventó mientras trataba de levantar a Catherine de encima suyo y alejarse de allí. Por supuesto la sacerdotisa dudaba mucho que aquello fuese a funcionar, pero lo hizo, y aquel mastodonte incluso le dio las gracias mientras se marchaba en busca de su nuevo interés amoroso.
-Humanos...Vamos Cath, busquemos un sitio más tranquilo y alejado de don Juanes, a ver si se te pasa la tontería a ti también...Mira que te dije que no tomaras de esa bebida...-Níniel llevaba a su amiga abrazada para que no hiciera ninguna tontería más, alejándose del lugar con mayor número de personas.
-Sí, un sitio donde estar las dos solas...-
-Exacto...y ya estás bajando esa mano, que te veo las intenciones.-
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: La Ohdà: San Valentín Aerandiano [Evento]
Después de que la dragona me hubiese acompañado hasta Beltraxus, a por aquella tinta magica, ahora claro estaba le debía una, y no tardó demasiado en cobrársela.
Al parecer, en la tierra de los dragones se celebraba por aquellas una festividad algo... "romántica". Y bueno, parece ser que si la dragona acudía sola podría ser algo embarazoso. Puede que el hecho de presentarse ante su familia, sin ni siquiera un amigo, podría haberles darles la razón en lo no de salir a investigar el mundo. Al menos conmigo tenía la escusa de que, por lo menos, había encontrado un compañero al que traer, algo para mostrar un balance positivo de su viaje. A mi no me importaba viajar al frió norte, ya sería la tercera vez que estaría en la capital de los dragones, y encima me darían bebida gratis y puede que me llevará algún recuerdo.
Cuando llegamos a la posada en la que nos íbamos a hospedar, la familia de Astrid no tardó en aparecer. Sus hermanos me estudiaron varias veces con la mirada, ya que en presencia de Astrid no se atrevieron a decirme nada. A parte la dragona no tardó en encerrarme en una habitación dejándome a su vez un traje para la fiesta. No pude comprender que de malo tenían mi atuendo. Puesto a no discurrir y a contentar a mi anfitriona, estudie la forma de ponerme aquello. No estaba acostumbrado a ropas tan caras, e iba con cuidado de no hacer ningún tirón que pudiera llevar todo aquello al desastre más absoluto. Me ajusté los cordones de la camisa y las cintas del chaleco y me miré al espejo. La verdad es que no me quedaba nada mal, tampoco sabía siquiera si e lo había colocado bien.
Escuché unos golpes en la puerta y la inconfundible voz de la dragona tras ella.
-¡Ya salgo!
Me apresuré en colocarme las botas, y a aseé un poco la habitación colocando las prendas que me acababa de quitar. Una vez salí me dirigí al lugar que me había indicado Astrid. Conforme me acercaba a ella, pude ver como deslumbraba la estancia con aquel vestido. De hecho me sentía demasiado pequeño a su lado.
-Estas hermosa. - le sonreí por la inercia que me provocaba su atuendo, y más cuando vi la parte de delante. un verdadero mosaico de colores. -Como gusté la dama. -le respondí haciendo una pequeña reverencia algo graciosa. -Vayamos a por esas flores.
Fue una mera formalidad, antes de terminar la frase ya estaba siendo arrastrado al puesto, por parte de la dragona. Para ser tan pequeña me manejaba con bastante facilidad, no se como lo hacía.
-¿Y qué tenemos que hacer con esto?- tomé una cesta de los rosados pétalos y miré a la dragona.
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Al parecer, en la tierra de los dragones se celebraba por aquellas una festividad algo... "romántica". Y bueno, parece ser que si la dragona acudía sola podría ser algo embarazoso. Puede que el hecho de presentarse ante su familia, sin ni siquiera un amigo, podría haberles darles la razón en lo no de salir a investigar el mundo. Al menos conmigo tenía la escusa de que, por lo menos, había encontrado un compañero al que traer, algo para mostrar un balance positivo de su viaje. A mi no me importaba viajar al frió norte, ya sería la tercera vez que estaría en la capital de los dragones, y encima me darían bebida gratis y puede que me llevará algún recuerdo.
Cuando llegamos a la posada en la que nos íbamos a hospedar, la familia de Astrid no tardó en aparecer. Sus hermanos me estudiaron varias veces con la mirada, ya que en presencia de Astrid no se atrevieron a decirme nada. A parte la dragona no tardó en encerrarme en una habitación dejándome a su vez un traje para la fiesta. No pude comprender que de malo tenían mi atuendo. Puesto a no discurrir y a contentar a mi anfitriona, estudie la forma de ponerme aquello. No estaba acostumbrado a ropas tan caras, e iba con cuidado de no hacer ningún tirón que pudiera llevar todo aquello al desastre más absoluto. Me ajusté los cordones de la camisa y las cintas del chaleco y me miré al espejo. La verdad es que no me quedaba nada mal, tampoco sabía siquiera si e lo había colocado bien.
Escuché unos golpes en la puerta y la inconfundible voz de la dragona tras ella.
-¡Ya salgo!
Me apresuré en colocarme las botas, y a aseé un poco la habitación colocando las prendas que me acababa de quitar. Una vez salí me dirigí al lugar que me había indicado Astrid. Conforme me acercaba a ella, pude ver como deslumbraba la estancia con aquel vestido. De hecho me sentía demasiado pequeño a su lado.
-Estas hermosa. - le sonreí por la inercia que me provocaba su atuendo, y más cuando vi la parte de delante. un verdadero mosaico de colores. -Como gusté la dama. -le respondí haciendo una pequeña reverencia algo graciosa. -Vayamos a por esas flores.
Fue una mera formalidad, antes de terminar la frase ya estaba siendo arrastrado al puesto, por parte de la dragona. Para ser tan pequeña me manejaba con bastante facilidad, no se como lo hacía.
-¿Y qué tenemos que hacer con esto?- tomé una cesta de los rosados pétalos y miré a la dragona.
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Ircan
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Re: La Ohdà: San Valentín Aerandiano [Evento]
Al'theas se encontraba meditabundo en la habitación de la taberna donde se hospedaba ese día, que ademas coincidió con las celebraciones Ohdà. Lo suyo no eran las fiestas, ni salir a beber para hacer el ridículo frente a desconocidos, pero si había algo que le gustaba hacer durante estas fechas... era dedicarle un pequeño farolillo a su hermana fallecida Amadrie para honrar su recuerdo, no solo por haber sido una excelente caballero esmeralda, si no también por haber sido una hermana que amaba y admiraba desde su niñez.
Todo estaba casi listo, un farolillo de papel verde con el que destacarse por encima de los demás, un color propio de los caballeros con el que de alguna forma esperaba que el espíritu de Amadrie pudiera reconocerlo sin problemas en el momento que fuera lanzado. Pero aun faltaba una cosa importante que le gustaba incluir... Una carta, en la que pudiera contar todas sus vivencias y aventuras a lo largo del año, de forma que su hermana pudiera sentirse orgullosa de sus logros pero también le contaría sobre sus fallos y errores con esperanza de que ella pueda ayudarle a mejorar de alguna manera sus defectos, sin olvidarse por supuesto de mencionar que sus padres gozaban de buena salud y seguían cada uno en sus deberes igual que hacia él.
-Pero... ¿como empiezo?... cada año me cuesta mas saber como empezar... - Se decía así mismo mientras golpeaba suavemente la pluma sobre la mesa, observando fijamente el papel en blanco con el que pretendía escribir la carta.
-Veamos... para Amadrie... con afecto y cariño... admirada caballero esmeralda... y amada hermana...- Susurraba mientras comenzaba a escribir, sumergiéndose en sus recuerdos de todo lo acontecido a lo largo de los meses anteriores.
Aquella costumbre no era una tradición familiar ni tampoco de su orden, era algo personal que no solo le hacia tener un detalle con su hermana, también era una forma de meditar, auto analizarse y evaluarse no solo como caballero, también como persona, pues aquella necesidad de hacerlo nació de las palabras que una vez le dijo su propia hermana cuando aun era un niño... -Las decisiones forjan el destino de las personas... pero equivocarse... es un derecho, un maestro necesario para aprender y mejorar- Recordaba Al'theas.
-Si... se aprende de los errores... aunque algunos ya no tengan solución... - Decía frente a la carta terminada.
-Cuando era pequeño... recuerdo que me empeñe en coger aquel bote de galletas... que al final se cayo y se rompió... podrías habérselo dicho a nuestra madre... pero nunca lo hiciste... y te llevaste toda la bronca tu sola...- Dijo mientras metía la carta delicadamente en un pequeño sobre.
-Una vez... robe la espada de nuestro padre... porque quería comenzar prematuramente mi entrenamiento como caballero... y la rompí... Pudiste haberle dicho a nuestro padre de quien fue la culpa... pero nunca lo hiciste... llevándote tu la culpa...- Colocaba la carta en el interior del farolillo con sumo cuidado adhiriendo esta una de sus paredes de papel interiores a medida que pronunciaba aquellas palabras.
-Tenia tantas cosas por las que pedirte perdón... y otras tantas por las que darte las gracias cuando finalmente volvieras a casa...- Se quedo mudo durante unos instantes mientras contemplaba el farolillo terminado -Pero... nunca lo hiciste...- Termino de decir.
Justo en ese momento, alguien llamo a la puerta, sacando a Al'theas de sus pensamientos. Debía de tratarse del tabernero, al cual le había pedido que le llamara en cuanto fuese la hora en la que la gente solía reunirse en la calle para lanzar los farolillos, por lo que el elfo se dispuso a levantarse y salir esa noche.
Todo estaba casi listo, un farolillo de papel verde con el que destacarse por encima de los demás, un color propio de los caballeros con el que de alguna forma esperaba que el espíritu de Amadrie pudiera reconocerlo sin problemas en el momento que fuera lanzado. Pero aun faltaba una cosa importante que le gustaba incluir... Una carta, en la que pudiera contar todas sus vivencias y aventuras a lo largo del año, de forma que su hermana pudiera sentirse orgullosa de sus logros pero también le contaría sobre sus fallos y errores con esperanza de que ella pueda ayudarle a mejorar de alguna manera sus defectos, sin olvidarse por supuesto de mencionar que sus padres gozaban de buena salud y seguían cada uno en sus deberes igual que hacia él.
-Pero... ¿como empiezo?... cada año me cuesta mas saber como empezar... - Se decía así mismo mientras golpeaba suavemente la pluma sobre la mesa, observando fijamente el papel en blanco con el que pretendía escribir la carta.
-Veamos... para Amadrie... con afecto y cariño... admirada caballero esmeralda... y amada hermana...- Susurraba mientras comenzaba a escribir, sumergiéndose en sus recuerdos de todo lo acontecido a lo largo de los meses anteriores.
Aquella costumbre no era una tradición familiar ni tampoco de su orden, era algo personal que no solo le hacia tener un detalle con su hermana, también era una forma de meditar, auto analizarse y evaluarse no solo como caballero, también como persona, pues aquella necesidad de hacerlo nació de las palabras que una vez le dijo su propia hermana cuando aun era un niño... -Las decisiones forjan el destino de las personas... pero equivocarse... es un derecho, un maestro necesario para aprender y mejorar- Recordaba Al'theas.
-Si... se aprende de los errores... aunque algunos ya no tengan solución... - Decía frente a la carta terminada.
-Cuando era pequeño... recuerdo que me empeñe en coger aquel bote de galletas... que al final se cayo y se rompió... podrías habérselo dicho a nuestra madre... pero nunca lo hiciste... y te llevaste toda la bronca tu sola...- Dijo mientras metía la carta delicadamente en un pequeño sobre.
-Una vez... robe la espada de nuestro padre... porque quería comenzar prematuramente mi entrenamiento como caballero... y la rompí... Pudiste haberle dicho a nuestro padre de quien fue la culpa... pero nunca lo hiciste... llevándote tu la culpa...- Colocaba la carta en el interior del farolillo con sumo cuidado adhiriendo esta una de sus paredes de papel interiores a medida que pronunciaba aquellas palabras.
-Tenia tantas cosas por las que pedirte perdón... y otras tantas por las que darte las gracias cuando finalmente volvieras a casa...- Se quedo mudo durante unos instantes mientras contemplaba el farolillo terminado -Pero... nunca lo hiciste...- Termino de decir.
Justo en ese momento, alguien llamo a la puerta, sacando a Al'theas de sus pensamientos. Debía de tratarse del tabernero, al cual le había pedido que le llamara en cuanto fuese la hora en la que la gente solía reunirse en la calle para lanzar los farolillos, por lo que el elfo se dispuso a levantarse y salir esa noche.
Al'theas Tinarandel
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Re: La Ohdà: San Valentín Aerandiano [Evento]
Sentado en silencio sobre la cómoda cama de gruesas lanas, el zorro observaba con fijeza los dos objetos que tenía, cada uno, en una mano. Por un lado acariciaba suavemente con los dedos el largo cuerno de calypse que llevaba consigo desde hacía meses. Pese a que probablemente tenía un valor muy elevado, ni él mismo sabía por qué no había intentado venderlo; además lo llevaba consigo a todas partes, pues el simple pensamiento de dejarlo junto al resto de sus pertenencias le causaba una profunda ansiedad. El cuerno de Nuddih parecía rogarle que lo tuviese encima... y esa no era la única influencia que tenía sobre Zatch. Desde que lo poseía, su personalidad había comenzado a cambiar tan lentamente que resultaba muy difícil darse cuenta. Estaba más malhumorado y era más agresivo con las personas, salvo con Ingela, quien se había convertido en el más grande objeto de su amor... ¿o de su obsesión?
En la otra mano tenía algo que suscitaba en él sentimientos casi igual de turbulentos, aunque en otro sentido. Estaba guardándolo en el bolsillo interior de su gruesa capa de lana cuando Ingela entró a la habitación.
Se dejó llevar dócilmente por la joven, abrumado por lo hermosa que se veía aquel día en particular... aunque, a decir verdad, siempre se sentía sobrepasado al estar junto a ella, tan bonita, tan alegre, tan... tan Ingela. Se sentía como un imbécil al nunca atinar a halagarla, pues la lengua se le trababa y se sentía tonto y débil haciéndole cumplidos. Aún habiendo pasado un año entero juntos, a Zatch le resultaba casi imposible expresar sus sentimientos en voz alta. Después de todo, había sido criado exactamente para lo contrario.
Pasó todo el camino intentando pensar en sus dos cosas favoritas, tal como le había dicho ella. ¿Dinero y cerveza? ¿Él mismo y la adrenalina? ¿La muchacha y su lindo trasero? Bueno, quizás sus prioridades no estaban en ese orden... ¿o sí? Como fuera, Ingela no estaba taaan equivocada; un picnic con ella indudablemente podía convertirse en su actividad favorita. O al menos en la segunda.
-¡Vaya! ¿Has hecho todo esto tú sola? -Inquirió con genuina sorpresa cuando llegaron al claro, mientras la ayudaba torpemente a acomodar la manta en el suelo. El semblante del zorro había mejorado en un santiamén; le costaba tener el ceño fruncido cuando estaba con ella... y debía admitir que, en esa época del año, el norte no era un lugar tan detestable. Cuando alzó la mirada y se encontró con la corona de flores en un primer plano, sin embargo, sí que arrugó el hocico con evidente espanto. Pero, antes de poder decir nada, la joven comenzó a hablar.
A veces el zorro agradecía tener la cara cubierta de pelo, especialmente cuando éste le permitía ocultar su sonrojo. Él también lo sabía, aunque no había querido decir nada hasta el momento: Ese día era su aniversario. Juntos y separados, ambos habían pasado muchas cosas en el transcurso de la relación y, en consecuencia, sus vidas y sus personalidades habían cambiado un poco. Ya no eran aquellos jovenzuelos que, muriendo de nervios, se habían tomado de las manos y bailado en el anterior Ohdá. Pero lo que se mantenía igual, o casi igual, era el cariño que se tenían, y cómo Zatch podía ser un poquito mejor persona cuando estaba con Ingela. A lo largo de ese año había aprendido a querer a alguien más que a sí mismo.
Hizo un esfuerzo por no quitarse la corona. En vez de eso, se reclinó hacia ella y la besó largamente, primero con ternura y luego con arrebato. El corazón le latía tan rápido como la primera vez. Al conocerse, jamás había pensado que un año después estarían teniendo un picnic en el norte. Por primera vez en su vida, Zatch se sintió realmente afortunado.
-Yo también te quiero... mucho. -Murmuró a escasos centímetros de los labios impropios, buscándole la mirada y dejándole una caricia en la mejilla. Repentinamente nervioso, se separó un poco más y metió la mano en uno de sus bolsillos- Por eso yo... uh... quería darte esto.
Intentando evitar que le temblasen las manos, extrajo una pequeña cajita cuidadosamente tallada en madera que, en su acolchonado interior de terciopelo azul, guardaba un anillo fino y delicado en cuya cara interna podía leerse “I & Z”. Tragó saliva y respiró profundo mientras, con la otra mano, tomaba suavemente la de Ingela.
-Es para que me recuerdes si... si volvemos a separarnos por alguna razón. ¿Puedo? -No esperó a su aprobación para deslizar el anillo y suspiró con alivio al ver que le quedaba perfectamente. Dado que le costaba mantenerle la mirada de tan nervioso que estaba, volvió a echársele encima para besarla, hirviendo de vergüenza. Aunque, luego, se encargó de aclarar que el anillo no era robado, ¡ella merecía algo comprado lícitamente!
Aunque, bueno, quizás el diamante sí que lo era... un poquito.
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Zatch
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Re: La Ohdà: San Valentín Aerandiano [Evento]
Sus mejillas se tornaron en un color rojizo ante las palabras de Ircan. Nadie le había dicho que estaba hermosa y la hizo sentir especial. No podía negarlo. Una vez había comprado la cesta de flores lo miró sonriendo. -Bueno, estos pétalos se suelen lanzar a los seres queridos y, aunque no lo diga mucho, he de decir que te has convertido en una persona importante para mi... Me has ayudado mucho más de lo que una vez llegué a pensar. Así que...- Cogió un pequeño montón de pétalos y se los lanzó por encima al lobo sin borrar aquella divertida sonrisa de su rostro. Era raro que Astrid no sonriera en alguna fiesta que le gustase, o incluso en fiestas que acababa de descubrir. Su lado más risueño se lo había inculcado su madre y fue la causa de que fuera siempre la favorita de su padre, no solo porque fue su única hija, si no que le recordaba cada vez que la veía a su difunta mujer. -Vayamos a hacer un adorno floral ahora- Dijo y sin esperar respuesta del contrario, tiró de él con cuidado de que la cesta no se cayera.
Nuevamente Astrid comenzó a caminar entre las calles de Dundarak, algunas las recordaba de haber pasado corriendo en la anterior festividad que compartió con Ircan en Dundarak. -¿Te acuerdas cuando te pillé con el betún? Aunque debería de vengarme algún día por el hecho de que me lanzaste contra el suelo, aún debo cobrarme eso- Dijo mientras andaba entre las multitudes de parejas que también se lanzaban los pétalos. Llegaron hasta una gran plaza donde había uno de los puestos para hacer los adornos. La dragona vio aquello y su sonrisa se iluminó más. -¡Ahí está!- Casi gritó emocionada. Cuando llegaron hasta el lugar se sentó en una de las mesas que había, dejó la cesta de Karre'xha a un lado y pidió algunos materiales y flores para empezar su diseño. Aún recordaba algunos de los que hizo cuando niña, que solo consistían en un cuenco con una flor en medio. Cosas de niños.
En ese momento Astrid entró en un trance en el cual solo existián ella y su arreglo floral. No tardó mucho, al igual que cuando era pequeña, prefirió algo sencillo pero con algo más de volumen con algunas hojas. Salió de aquel trance y dio un último toque a su obra. -El mío ya está, no es nada del otro mundo pero por lo menos me he divertido haciéndola... Espero que te guste- Se giró hacia su compañero que estaba sentado junto a ella y le mostró con orgullo el arreglo floral que había hecho en ese tiempo. Parecía una niña pequeña mostrándoles a sus padres un dibujo que recién había hecho, pero se lo ofrecía como regalo. -Ahora eliges tú la siguiente actividad... Tienes para elegir entre las diferentes que hay a simple vista... Hago inciso de que la bebida es gratis- El rubor de sus mejillas había vuelto solo con acordarse de la última vez que ella se sobrepasó con aquello, aunque fue solo una, fue bastante para hacerla entrar en un estado que nunca había sentido ni imaginado.
Nuevamente Astrid comenzó a caminar entre las calles de Dundarak, algunas las recordaba de haber pasado corriendo en la anterior festividad que compartió con Ircan en Dundarak. -¿Te acuerdas cuando te pillé con el betún? Aunque debería de vengarme algún día por el hecho de que me lanzaste contra el suelo, aún debo cobrarme eso- Dijo mientras andaba entre las multitudes de parejas que también se lanzaban los pétalos. Llegaron hasta una gran plaza donde había uno de los puestos para hacer los adornos. La dragona vio aquello y su sonrisa se iluminó más. -¡Ahí está!- Casi gritó emocionada. Cuando llegaron hasta el lugar se sentó en una de las mesas que había, dejó la cesta de Karre'xha a un lado y pidió algunos materiales y flores para empezar su diseño. Aún recordaba algunos de los que hizo cuando niña, que solo consistían en un cuenco con una flor en medio. Cosas de niños.
En ese momento Astrid entró en un trance en el cual solo existián ella y su arreglo floral. No tardó mucho, al igual que cuando era pequeña, prefirió algo sencillo pero con algo más de volumen con algunas hojas. Salió de aquel trance y dio un último toque a su obra. -El mío ya está, no es nada del otro mundo pero por lo menos me he divertido haciéndola... Espero que te guste- Se giró hacia su compañero que estaba sentado junto a ella y le mostró con orgullo el arreglo floral que había hecho en ese tiempo. Parecía una niña pequeña mostrándoles a sus padres un dibujo que recién había hecho, pero se lo ofrecía como regalo. -Ahora eliges tú la siguiente actividad... Tienes para elegir entre las diferentes que hay a simple vista... Hago inciso de que la bebida es gratis- El rubor de sus mejillas había vuelto solo con acordarse de la última vez que ella se sobrepasó con aquello, aunque fue solo una, fue bastante para hacerla entrar en un estado que nunca había sentido ni imaginado.
- Arreglo floral de Astrid:
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Astrid Leggiend
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Re: La Ohdà: San Valentín Aerandiano [Evento]
Sus pies apenas tocaban el suelo debido a la altura de la banca que usaba como punto de encuentro para sus amigas. Fue la primera en llegar, con quizás algunos minutos de adelanto, solo para darse cuenta de la inmensa cantidad de rosa que inundaba la ciudad. Rosa eran los adornos, algunos trajes de las parejas, las hojas de árboles… hasta incluso podía jurar que el olor impregnado en la ciudad era de color rosa.
Lo detestaba.
No era la época favorita de la joven Leveru. Su forma de ser tan relajada por la vida, sumando a que sus rasgos eran bastante comunes, la hacían ser muy ignorada cada vez que venía a la ciudad. No era porque careciera de atributos hermosos, sino más bien que, en palabras de los viejos sabios; “si viste a Leveru una vez, la has visto cientos de veces”. No destacaba abiertamente por una belleza cegadora ni por una apariencia única que la destacara por encima. Su personalidad superficial incluso calzaba con aquella de los personajes secundarios de los cuentos fantásticos. El resultado era esperable: ningún galán osaba cortejarla.
Realmente lo detestaba.
Quizás era parte de la ironía que encantaba del destino, y es que al otro lado de la vereda se encontraba la joven Samantha. A diferencia de la antes mencionada dragona, su cabello anaranjado y pecas la hacían increíblemente hermosa y deseada, como un producto exótico de las tierras de Aerandir. Era normal encontrar galanes que deseaban su mano en matrimonio, y los regalos no estaban exentos de lo que recibía a diario. Sin embargo, aquel día era inusualmente exagerado, llevando muchas veces la situación al acoso y el exceso de obsequios por parte de los auto-proclamados pretendientes que tenía.
Ambas detestaban aquel día con todas sus almas, por diferentes motivos.
Por fortuna, había una cosa que las hacía sobrellevar aquel día.
- Bien, ahora te toca adivinar qué licor tiene éste - le obsequió un pequeño chocolate que no era más grande que un pulgar, envuelto en un decoroso papel rosado.
- Hmm… delicioso Amaretto, aunque está pasado del tiempo de cocción - respondió, mientras se chupaba los dedos después de saborear el séptimo chocolate de la tarde.
- Típico del chocolate casero.
Ambas tenía un ritual sagrado en cada fecha que el Ohdà bañaba las calles de Dundarak: Debido a que la dragona de fuego no podía caminar más de un par de metros sin recibir obsequios con distintos arreglos florales y dulces de diversos tipos y procedencia, se volvió una costumbre el recibir los comestibles y juntarlos para degustarlos tranquilamente entre las dos, siendo la dragona de tierra la que normalmente se llevaba las ofrendas que contenían algún licor.
No se declaraba como alcohólica, y casi nunca bebía, pero poseía una resistencia impresionante ante cualquier brebaje que pudiera emborrachar al resto de las razas.
- Se dice que hay seres de otra raza que nunca han salido al exterior, y que viven en el subsuelo a miles de metros debajo de nosotros - contó, mientras su compañera degustaba un chocolate de anís - Se encargan de manejar la gravedad de nuestro mundo, y gustan de beber alcohol en cantidades que matarían a cualquier otro ser vivo.
- Ajá… - la miró levemente irritada - ¿Me estás diciendo que tengo una conexión con ellos debido a lo poco que me afecta el alcohol?
- Nop. Solo pensé que era curioso que pudieran manejar la gravedad de nuestro mundo - respondió con una sonrisa “inocente” en su rostro - Ya sabes, como eres dragona de tierra, pensé que podría interesarte.
- Ajá… - su rostro no cambiaba mucho, aun cuando su interlocutora le “aseguraba” sobre la gravedad - Ya que estamos hablando de datos curiosos, quizás no lo sepas, pero la mitad de nuestros huesos de todo el cuerpo se encuentran distribuidos en nuestras dos manos y dos pies. 27 en cada mano, 26 en cada pie. Si te rompes una mano, son 27 huesos destrozados. Que ganga, ¿verdad?
Los ojos de la dragona de tierra miraban inquisidoramente a los de la fuego, quién desviaba la mirada hacia otro lado, mostrando algo de nerviosismo frente tanto dato curioso que ambas exponían.
- S-sí, aunque no es una promoción que me interese en estos momentos…
- Ojalá sea así - volvió a sentarse, comenzando con la degustación nuevamente. Su rostro no tardó en cambiar, mostrando un poco de asombro - Oh, este es licor de café. Raro en estas tierras, este admirador de verdad quería conquistar tu corazón.
- Meh… y de nuevo, meh - se encogió de hombros, mientras alcanzaba un chocolate que estuviera libre de brebaje o de alguno de sus sabores - No pasa más allá de un interés físico. Además de mi nombre, dudo que alguien siquiera sepa sobre lo que me gusta o qué expectativas de vida tengo. Por ejemplo, dudo que alguien sepa sobre mi flor favorita…
- Culúrien.
- … el animal que me gustaría de mascota…
- Artina Volaris.
- … qué me gusta hacer en mi tiempo libre…
- Forjar artesanía.
- … o siquiera como me gustaría envejecer.
- Ser la señora de los gatos.
No hubo una respuesta inmediata frente a esa última frase. Pasaron exactamente dos segundos desde esas palabras hasta que el aire de sus pulmones intentara salir violentamente de sus narices, mientras ambas, en un fortuito intento de contenerse, se tapaban la boca. No hubo caso, pues ambas se encontraron riendo plenamente en medio de la plaza, frente a la mirada de algunas parejas que se vieron interrumpidas frente a su humor. Algunos las veían como bichos raros, otros molestos debido a que la cursilería del ambiente sufrió un corte imprevisto. Nada de eso les importaba. Continuaron riendo hasta que una voz familiar se acercó a sus oídos.
- Pueden contar el chiste si quieren…
Contrario a lo que ambas jóvenes experimentaban, la tercera voz se encontraba deprimida y con los ánimos arrastrándose como si se tratara de un apero para arar la tierra. La risa de ambas culminó, y lentamente ambas mujeres prestaron atención a la nueva integrante de aventuras no románticas.
- ¡Hey, Siria! - dijo una muy animada
- ¿Cómo te fue en tu declaración amorosa? - preguntó la otra
Un silencio sepulcral fue la única respuesta que obtuvieron. La mirada de ambas miraron a la dragona de viento, y con cierto arrepentimiento de consultar, se miraron mutuamente como si ambas se dijeran “oh, mierda” mentalmente.
- Ehhh…… - el nerviosismo se apoderó de una - El chocolate está extremadamente squisito, un manjar de dioses, sabes - dijo, mientras le ofrecía uno sin mirar del montón que tenía
- Ya sabes lo que dicen, “Mejor sola que acompañada por el Dragón de la Oscuridad” - dijo sin pensar la otra, mientras se hacía a un lado para darle espacio para sentarse - Es él quién se lo pierde, sabes. ¿Verdad Leveru?
- Exactactisimamente - respondió su compañera de ánimos mientras levantaba el dedo índice - Ten fe que quizás no es para ti, y que los dioses tienen a alguien mejor para ti. Alguien guapo, hacendoso, caballeroso, que sirva las tradiciones como corresponde y no uno de esos jóvenes rebeldes que rayan paredes como delincuentes.
No hubo respuesta. Ambas se miraron y el sudor comenzó a bajar intensamente de sus frentes, mientras se hacían señas con la boca y ojos de forma exagerada, intentando comunicarse sin que la dragona de viento lo notara.
- Me tropecé… - de pronto, el incómodo silencio fue desvanecido por la joven, aunque su voz daba la sensación de que quería ser tragada por la tierra - … y golpeé su cara con el arreglo floral que iba a regalarle…
- Pues… quizás no sea lo más romántico que alguna vez haya pasado en algún Ohdà, pero no creo que te odie ni nada así - Samantha aprovechó para tocar su espalda y masajearla, intentando ayudarla a relajarse un poco.
- … y por el golpe, cayó a un barril de cabeza, quedando con sus pies en el aire… - no había dado la impresión de que su relato continuaba, por lo que ambas chicas se miraron mutuamente con cara de “oh, mierda”
- P-pero los accidentes pasan. No creo que se haya lesionado ni nada por el estilo… - Leveru intentaba animarla, tomándola de la muñeca suavemente para mover muy suavemente su mano y así intentar animarla.
- … y el barril cayó y rodó por el mercado, desarmando un negocio de frutas y haciendo que toda la mercadería rodara por el piso e hiciera caer a la gente…
Ambas se miraron con un rostro aún peor del que podían imaginar que podían mirarse.
- ¡O-Olvidemos todo esto del amor! - gritó una mientras se levantaba. No querían decirlo, pero ambas coincidían en sus mentes de que si intentaban motivandola como lo hacían, la historia empeoraría cada vez más.
- ¡S-Sí! El amor es para perdedores que no se aman lo suficiente - varios de los presentes las miraron de manera muy fea cuando escucharon esas palabras
- ¡Vamos a jugar!
- ¡Y a beber!
- Si, porque Leveru es una borrasha
- Si, porque soy una borr- ¡Oye!
Ambas tomaron a Siria de los brazos y la cargaron como si fuera una herida de guerra que debían llevar rápidamente con un doctor. Gritando al unísono “¡Abajo el amor!”, llevaban a la dragona de viento por los diferentes eventos que hacían de este evento el día del amor, aunque a esas alturas de la vida, y considerando que ni los pies se molestaba en levantar para caminar, más bien parecía que llevaban un saco de papas que habían conseguido en oferta.
Lo detestaba.
No era la época favorita de la joven Leveru. Su forma de ser tan relajada por la vida, sumando a que sus rasgos eran bastante comunes, la hacían ser muy ignorada cada vez que venía a la ciudad. No era porque careciera de atributos hermosos, sino más bien que, en palabras de los viejos sabios; “si viste a Leveru una vez, la has visto cientos de veces”. No destacaba abiertamente por una belleza cegadora ni por una apariencia única que la destacara por encima. Su personalidad superficial incluso calzaba con aquella de los personajes secundarios de los cuentos fantásticos. El resultado era esperable: ningún galán osaba cortejarla.
Realmente lo detestaba.
Quizás era parte de la ironía que encantaba del destino, y es que al otro lado de la vereda se encontraba la joven Samantha. A diferencia de la antes mencionada dragona, su cabello anaranjado y pecas la hacían increíblemente hermosa y deseada, como un producto exótico de las tierras de Aerandir. Era normal encontrar galanes que deseaban su mano en matrimonio, y los regalos no estaban exentos de lo que recibía a diario. Sin embargo, aquel día era inusualmente exagerado, llevando muchas veces la situación al acoso y el exceso de obsequios por parte de los auto-proclamados pretendientes que tenía.
Ambas detestaban aquel día con todas sus almas, por diferentes motivos.
Por fortuna, había una cosa que las hacía sobrellevar aquel día.
- Bien, ahora te toca adivinar qué licor tiene éste - le obsequió un pequeño chocolate que no era más grande que un pulgar, envuelto en un decoroso papel rosado.
- Hmm… delicioso Amaretto, aunque está pasado del tiempo de cocción - respondió, mientras se chupaba los dedos después de saborear el séptimo chocolate de la tarde.
- Típico del chocolate casero.
Ambas tenía un ritual sagrado en cada fecha que el Ohdà bañaba las calles de Dundarak: Debido a que la dragona de fuego no podía caminar más de un par de metros sin recibir obsequios con distintos arreglos florales y dulces de diversos tipos y procedencia, se volvió una costumbre el recibir los comestibles y juntarlos para degustarlos tranquilamente entre las dos, siendo la dragona de tierra la que normalmente se llevaba las ofrendas que contenían algún licor.
No se declaraba como alcohólica, y casi nunca bebía, pero poseía una resistencia impresionante ante cualquier brebaje que pudiera emborrachar al resto de las razas.
- Se dice que hay seres de otra raza que nunca han salido al exterior, y que viven en el subsuelo a miles de metros debajo de nosotros - contó, mientras su compañera degustaba un chocolate de anís - Se encargan de manejar la gravedad de nuestro mundo, y gustan de beber alcohol en cantidades que matarían a cualquier otro ser vivo.
- Ajá… - la miró levemente irritada - ¿Me estás diciendo que tengo una conexión con ellos debido a lo poco que me afecta el alcohol?
- Nop. Solo pensé que era curioso que pudieran manejar la gravedad de nuestro mundo - respondió con una sonrisa “inocente” en su rostro - Ya sabes, como eres dragona de tierra, pensé que podría interesarte.
- Ajá… - su rostro no cambiaba mucho, aun cuando su interlocutora le “aseguraba” sobre la gravedad - Ya que estamos hablando de datos curiosos, quizás no lo sepas, pero la mitad de nuestros huesos de todo el cuerpo se encuentran distribuidos en nuestras dos manos y dos pies. 27 en cada mano, 26 en cada pie. Si te rompes una mano, son 27 huesos destrozados. Que ganga, ¿verdad?
Los ojos de la dragona de tierra miraban inquisidoramente a los de la fuego, quién desviaba la mirada hacia otro lado, mostrando algo de nerviosismo frente tanto dato curioso que ambas exponían.
- S-sí, aunque no es una promoción que me interese en estos momentos…
- Ojalá sea así - volvió a sentarse, comenzando con la degustación nuevamente. Su rostro no tardó en cambiar, mostrando un poco de asombro - Oh, este es licor de café. Raro en estas tierras, este admirador de verdad quería conquistar tu corazón.
- Meh… y de nuevo, meh - se encogió de hombros, mientras alcanzaba un chocolate que estuviera libre de brebaje o de alguno de sus sabores - No pasa más allá de un interés físico. Además de mi nombre, dudo que alguien siquiera sepa sobre lo que me gusta o qué expectativas de vida tengo. Por ejemplo, dudo que alguien sepa sobre mi flor favorita…
- Culúrien.
- … el animal que me gustaría de mascota…
- Artina Volaris.
- … qué me gusta hacer en mi tiempo libre…
- Forjar artesanía.
- … o siquiera como me gustaría envejecer.
- Ser la señora de los gatos.
No hubo una respuesta inmediata frente a esa última frase. Pasaron exactamente dos segundos desde esas palabras hasta que el aire de sus pulmones intentara salir violentamente de sus narices, mientras ambas, en un fortuito intento de contenerse, se tapaban la boca. No hubo caso, pues ambas se encontraron riendo plenamente en medio de la plaza, frente a la mirada de algunas parejas que se vieron interrumpidas frente a su humor. Algunos las veían como bichos raros, otros molestos debido a que la cursilería del ambiente sufrió un corte imprevisto. Nada de eso les importaba. Continuaron riendo hasta que una voz familiar se acercó a sus oídos.
- Pueden contar el chiste si quieren…
Contrario a lo que ambas jóvenes experimentaban, la tercera voz se encontraba deprimida y con los ánimos arrastrándose como si se tratara de un apero para arar la tierra. La risa de ambas culminó, y lentamente ambas mujeres prestaron atención a la nueva integrante de aventuras no románticas.
- ¡Hey, Siria! - dijo una muy animada
- ¿Cómo te fue en tu declaración amorosa? - preguntó la otra
Un silencio sepulcral fue la única respuesta que obtuvieron. La mirada de ambas miraron a la dragona de viento, y con cierto arrepentimiento de consultar, se miraron mutuamente como si ambas se dijeran “oh, mierda” mentalmente.
- Ehhh…… - el nerviosismo se apoderó de una - El chocolate está extremadamente squisito, un manjar de dioses, sabes - dijo, mientras le ofrecía uno sin mirar del montón que tenía
- Ya sabes lo que dicen, “Mejor sola que acompañada por el Dragón de la Oscuridad” - dijo sin pensar la otra, mientras se hacía a un lado para darle espacio para sentarse - Es él quién se lo pierde, sabes. ¿Verdad Leveru?
- Exactactisimamente - respondió su compañera de ánimos mientras levantaba el dedo índice - Ten fe que quizás no es para ti, y que los dioses tienen a alguien mejor para ti. Alguien guapo, hacendoso, caballeroso, que sirva las tradiciones como corresponde y no uno de esos jóvenes rebeldes que rayan paredes como delincuentes.
No hubo respuesta. Ambas se miraron y el sudor comenzó a bajar intensamente de sus frentes, mientras se hacían señas con la boca y ojos de forma exagerada, intentando comunicarse sin que la dragona de viento lo notara.
- Me tropecé… - de pronto, el incómodo silencio fue desvanecido por la joven, aunque su voz daba la sensación de que quería ser tragada por la tierra - … y golpeé su cara con el arreglo floral que iba a regalarle…
- Pues… quizás no sea lo más romántico que alguna vez haya pasado en algún Ohdà, pero no creo que te odie ni nada así - Samantha aprovechó para tocar su espalda y masajearla, intentando ayudarla a relajarse un poco.
- … y por el golpe, cayó a un barril de cabeza, quedando con sus pies en el aire… - no había dado la impresión de que su relato continuaba, por lo que ambas chicas se miraron mutuamente con cara de “oh, mierda”
- P-pero los accidentes pasan. No creo que se haya lesionado ni nada por el estilo… - Leveru intentaba animarla, tomándola de la muñeca suavemente para mover muy suavemente su mano y así intentar animarla.
- … y el barril cayó y rodó por el mercado, desarmando un negocio de frutas y haciendo que toda la mercadería rodara por el piso e hiciera caer a la gente…
Ambas se miraron con un rostro aún peor del que podían imaginar que podían mirarse.
- ¡O-Olvidemos todo esto del amor! - gritó una mientras se levantaba. No querían decirlo, pero ambas coincidían en sus mentes de que si intentaban motivandola como lo hacían, la historia empeoraría cada vez más.
- ¡S-Sí! El amor es para perdedores que no se aman lo suficiente - varios de los presentes las miraron de manera muy fea cuando escucharon esas palabras
- ¡Vamos a jugar!
- ¡Y a beber!
- Si, porque Leveru es una borrasha
- Si, porque soy una borr- ¡Oye!
Ambas tomaron a Siria de los brazos y la cargaron como si fuera una herida de guerra que debían llevar rápidamente con un doctor. Gritando al unísono “¡Abajo el amor!”, llevaban a la dragona de viento por los diferentes eventos que hacían de este evento el día del amor, aunque a esas alturas de la vida, y considerando que ni los pies se molestaba en levantar para caminar, más bien parecía que llevaban un saco de papas que habían conseguido en oferta.
Siria
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Re: La Ohdà: San Valentín Aerandiano [Evento]
El festival continuaba y con ello el empalagoso aroma a amor que parecía haber impregnado cada centímetro de la comarca.
Con un gesto de cansancio la sabia Marissa estiró sus brazos, levantándose del asiento que había ocupado durante el transcurso del festival.
En ese punto ya había presagiado un montón de fortunas próximas, desde dicha y amor, hasta el peor de los presagios. Era un trabajo tedioso, pero alguien tenía que hacerlo.
Pronto se acercaría el momento más esperado del festival, por lo que comenzó a pasear su mirada entre la multitud, tratando de encontrar a la persona que se encargaría de incendiar la estatua al llegar la medianoche.
Finalmente, y tras un largo rato, la bruja consiguió vislumbrar a la afortunada alma que tendría el placer de participar de un ritual tan importante.
Con una sonrisa ladina se acercaría hasta esa persona, entregándole una pequeña vara decorada con pétalos de flores Karre’xha, dándole breves instrucciones para cuando el festival diese fin.
-Veo algo en tú futuro -se llevó un dedo al mentón y tras un breve instante de expectante silencio se dispuso a soltar una risita-. Supongo que no es relevante en estos momentos -emprendió el camino de regreso a su carromato-. Venid a verme siempre que queráis.
Lo más importante de La Ohdà estaba a punto de comenzar y ella no estaba dispuesta a perdérselo.
Con un gesto de cansancio la sabia Marissa estiró sus brazos, levantándose del asiento que había ocupado durante el transcurso del festival.
En ese punto ya había presagiado un montón de fortunas próximas, desde dicha y amor, hasta el peor de los presagios. Era un trabajo tedioso, pero alguien tenía que hacerlo.
Pronto se acercaría el momento más esperado del festival, por lo que comenzó a pasear su mirada entre la multitud, tratando de encontrar a la persona que se encargaría de incendiar la estatua al llegar la medianoche.
Finalmente, y tras un largo rato, la bruja consiguió vislumbrar a la afortunada alma que tendría el placer de participar de un ritual tan importante.
Con una sonrisa ladina se acercaría hasta esa persona, entregándole una pequeña vara decorada con pétalos de flores Karre’xha, dándole breves instrucciones para cuando el festival diese fin.
-Veo algo en tú futuro -se llevó un dedo al mentón y tras un breve instante de expectante silencio se dispuso a soltar una risita-. Supongo que no es relevante en estos momentos -emprendió el camino de regreso a su carromato-. Venid a verme siempre que queráis.
Lo más importante de La Ohdà estaba a punto de comenzar y ella no estaba dispuesta a perdérselo.
SEGUNDA PARTE DEL EVENTO
Wyn
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Re: La Ohdà: San Valentín Aerandiano [Evento]
Al caer la noche los asistentes del festival se congregaron para soltar las farolas de papel, que iluminaron el cielo formando una larga hilera mientras se elevaban lentamente. La pareja quiso participar también de aquella actividad, y tras encender su farola la lanzaron junto con las demás, sonriendo al ver cómo ésta se alzaba gracias a la fría brisa del norte. Alister se situó tras la hechicera y la abrazó, atrayéndola hacia su pecho y deslizando una mano por dentro de la capa que la cubría para acariciar cariñosamente su ya notable y abultado vientre. ¿Estaría la diosa Freyja observándolos? ¿Bendeciría su unión y a la criatura que venía en camino? Ambos esperaban que así fuese, pero el dragón tenía más fe en ello, a fin de cuentas había sido otro dios el que le había concedido su deseo de tener un hijo. Quizás después de tanto sufrimiento los dioses los estuviesen recompensando finalmente, o al menos eso era lo que a él le gustaba pensar.
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- Algún día lo traeremos. - musitó Elen, colocando su mano sobre la del cazador. Alister sonrió al escucharla y besó sus cabellos, y juntos se quedaron observando el espectáculo de farolas, hasta que una figura se acercó a ellos. Una joven de cabellos rubios interrumpió a la pareja para entregar al dragón una vara adornada con pétalos de Karre`xha, algo que la tensai no entendió hasta que la conocida gurú del amor le dio las instrucciones a seguir para quemar la estatua a medianoche. - Será un honor. - dijo el alado, aceptando el objeto que le tendía. Marissa no dudó en añadir que había visto algo en su futuro, pero tras unos instantes, decidió que no era relevante en aquel momento y que debía regresar a su carromato, no sin antes invitarlos a visitarla cuando quisiesen conocer lo que les deparaba el destino.
Y así, la gurú se marchó casi tan rápido como había llegado, dejando en manos del dragón el gran honor de participar en el mayor acontecimiento de la noche. Para ello debían esperar a que el festival terminase, y así lo hicieron, encaminándose al lugar en que aguardaba la estatua cuando el resto de actividades de la Ohdà finalizaron. La multitud se congregó en los alrededores para ver arder la figura de madera que representaba a dos amantes abrazados, y en cuanto el cazador lo creyó oportuno, encendió la vara que Marissa le había entregado con ayuda de una hoguera cercana y se dirigió hacia la enorme estatua.
El silencio se adueñó de Dundarak mientras avanzaba con paso firme hacia la figura, y por unos instantes todos los ojos se centraron en él, incluidos los de la bruja, que observaba desde la primera fila. Los tambores rompieron el silencio cuando ya apenas le faltaban unos metros para alcanzarla, y entonces varios hombres rodearon la estatua para bailar a su alrededor mientras cantaban, haciendo sonar unos bastones con cadenas. Alister alzó la vara y prendió fuego a la figura, sin apartar la vista de las llamas, que comenzaron a consumirla con rapidez. La multitud gritó de alegría, la Ohdà aún no había terminado, quedaba lo mejor.
La cerveza de miel corría sin control por la ciudad, muchos al día siguiente sufrirían el efecto de sus excesos pero aquella noche nada importaba, habían venido a celebrar y eso era lo que pensaban hacer. Cumplido su cometido, el cazador se apartó del fuego y regresó junto a la hechicera, rodeándola con un brazo por la espalda y quedándose a su lado mientras la fiesta continuaba. Las llamas iluminaron la ciudad y poco a poco fueron ascendiendo a través de la madera, devorándola. Muchos se unieron a los primeros hombres que bailaban y cantaban alrededor de la ardiente figura, esperando honrar a los dioses con ello y que éstos les respondiesen con amor, abundancia y buenas cosechas.
Pronto las cosas no tardarían en desmadrarse, quizá más de la cuenta, así pasaba muchas veces cuando se celebraban aquel tipo de eventos, pero la visión del fuego consumiendo la estatua consiguió que la pareja decidiese quedarse un poco más, al menos mientras el ambiente siguiese siendo tan bueno como lo había sido durante la tarde.
- Música de ambiente:
Y así, la gurú se marchó casi tan rápido como había llegado, dejando en manos del dragón el gran honor de participar en el mayor acontecimiento de la noche. Para ello debían esperar a que el festival terminase, y así lo hicieron, encaminándose al lugar en que aguardaba la estatua cuando el resto de actividades de la Ohdà finalizaron. La multitud se congregó en los alrededores para ver arder la figura de madera que representaba a dos amantes abrazados, y en cuanto el cazador lo creyó oportuno, encendió la vara que Marissa le había entregado con ayuda de una hoguera cercana y se dirigió hacia la enorme estatua.
El silencio se adueñó de Dundarak mientras avanzaba con paso firme hacia la figura, y por unos instantes todos los ojos se centraron en él, incluidos los de la bruja, que observaba desde la primera fila. Los tambores rompieron el silencio cuando ya apenas le faltaban unos metros para alcanzarla, y entonces varios hombres rodearon la estatua para bailar a su alrededor mientras cantaban, haciendo sonar unos bastones con cadenas. Alister alzó la vara y prendió fuego a la figura, sin apartar la vista de las llamas, que comenzaron a consumirla con rapidez. La multitud gritó de alegría, la Ohdà aún no había terminado, quedaba lo mejor.
La cerveza de miel corría sin control por la ciudad, muchos al día siguiente sufrirían el efecto de sus excesos pero aquella noche nada importaba, habían venido a celebrar y eso era lo que pensaban hacer. Cumplido su cometido, el cazador se apartó del fuego y regresó junto a la hechicera, rodeándola con un brazo por la espalda y quedándose a su lado mientras la fiesta continuaba. Las llamas iluminaron la ciudad y poco a poco fueron ascendiendo a través de la madera, devorándola. Muchos se unieron a los primeros hombres que bailaban y cantaban alrededor de la ardiente figura, esperando honrar a los dioses con ello y que éstos les respondiesen con amor, abundancia y buenas cosechas.
Pronto las cosas no tardarían en desmadrarse, quizá más de la cuenta, así pasaba muchas veces cuando se celebraban aquel tipo de eventos, pero la visión del fuego consumiendo la estatua consiguió que la pareja decidiese quedarse un poco más, al menos mientras el ambiente siguiese siendo tan bueno como lo había sido durante la tarde.
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Elen Calhoun
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Re: La Ohdà: San Valentín Aerandiano [Evento]
Aquel momento fue uno de los mas emotivos que había vivido hasta la fecha, la joven rubia se distancio de mi rompiendo el abrazo mirando su obsequio detenidamente. Una biotica conocida por las dos apareció a nuestro lado, al verla de inmediato nos alegramos mas de la cuenta, Lavey se levanto a darle un gran abrazo y yo la salude dándole dos besos, uno en cada mejilla.
-Zöeeee~ -A renglón seguido la pequeña soltó a la mujer mecánica y le lanzo un puñado de flores que habían en la cesta. -Feliz Ohdà!! Jooo falto Perro pero supongo que el esta mejor en casa, se hubiera puesto muy nervioso con tanta gente. Mmm y esta aquí. -Lavey sonrió cogiendo una de las flores y subiéndose al banco se la coloco a Zöe en el pelo apoyándola sobre su oreja.- Así estas mucho mejor. Mas guapa.
-Buenas noches Zöe me da gusto verte aquí. -Imitando a la niña tire otro puñado de flores a la chica de pelo platino, hice hueco dentro del cesto de mimbre y coloque cuidadosamente los arreglos florales. -Pues es buena idea la tuya, vayamos a prender unos farolillos.
Caminamos las tres colocando a nuestra amiga en el medio, buscando una tienda cercana que vendiera nuestro producto. El gentío ya se estaba reuniendo en la plaza junto al muñeco que iba ser quemado, primero se hizo el ritual del lanzamiento de faroles en donde todas participamos.
-Espero que os llegue mi luz papa y mama. -La niña emocionada prendió el fuego y con los ojos cerrados la lanzo al aire. -Y yo espero que mis abuelos puedan ver las luces desde su casa. -Lance el mio que subió a la par del de Zöe que miraba los farolillos volantes sin entender muy bien porque se hacia todo aquello.
Cuando todas la luces se hubieron perdido en el firmamento un gallardo caballero apareció con la vara prendida que daría comienzo a la crema del muñeco y el final de la festividad. Fue un momento solemne donde el único sonido eran los tambores y el crepitar del fuego, la madera y la paja comenzaron arder con fuerza y el jubilo y el jolgorio apareció de nuevo.
-Vamos!! bailemos todas juntas. -Sin preguntar ni esperar la confirmación de ninguna Lavey agarro mi mano y la de la biotica y nos adentro en el corro que giraba al rededor de la enorme hoguera, ahora era ella la que había quedado en medio. Le tendí la mano al desconocido que tenia a mi lado y empezamos a bailar siguiendo los pasos. -¿Te diviertes Zöe? Es una fiesta hermosa. El año que viene tenemos que repetirla.- Lavey al escuchar aquello se emociono y uno tendría que haber estado ciego para no ver su orgullo. -Pues claro que vamos a venir el año que viene, yo vengo todos los años.
-Zöeeee~ -A renglón seguido la pequeña soltó a la mujer mecánica y le lanzo un puñado de flores que habían en la cesta. -Feliz Ohdà!! Jooo falto Perro pero supongo que el esta mejor en casa, se hubiera puesto muy nervioso con tanta gente. Mmm y esta aquí. -Lavey sonrió cogiendo una de las flores y subiéndose al banco se la coloco a Zöe en el pelo apoyándola sobre su oreja.- Así estas mucho mejor. Mas guapa.
-Buenas noches Zöe me da gusto verte aquí. -Imitando a la niña tire otro puñado de flores a la chica de pelo platino, hice hueco dentro del cesto de mimbre y coloque cuidadosamente los arreglos florales. -Pues es buena idea la tuya, vayamos a prender unos farolillos.
Caminamos las tres colocando a nuestra amiga en el medio, buscando una tienda cercana que vendiera nuestro producto. El gentío ya se estaba reuniendo en la plaza junto al muñeco que iba ser quemado, primero se hizo el ritual del lanzamiento de faroles en donde todas participamos.
-Espero que os llegue mi luz papa y mama. -La niña emocionada prendió el fuego y con los ojos cerrados la lanzo al aire. -Y yo espero que mis abuelos puedan ver las luces desde su casa. -Lance el mio que subió a la par del de Zöe que miraba los farolillos volantes sin entender muy bien porque se hacia todo aquello.
Cuando todas la luces se hubieron perdido en el firmamento un gallardo caballero apareció con la vara prendida que daría comienzo a la crema del muñeco y el final de la festividad. Fue un momento solemne donde el único sonido eran los tambores y el crepitar del fuego, la madera y la paja comenzaron arder con fuerza y el jubilo y el jolgorio apareció de nuevo.
-Vamos!! bailemos todas juntas. -Sin preguntar ni esperar la confirmación de ninguna Lavey agarro mi mano y la de la biotica y nos adentro en el corro que giraba al rededor de la enorme hoguera, ahora era ella la que había quedado en medio. Le tendí la mano al desconocido que tenia a mi lado y empezamos a bailar siguiendo los pasos. -¿Te diviertes Zöe? Es una fiesta hermosa. El año que viene tenemos que repetirla.- Lavey al escuchar aquello se emociono y uno tendría que haber estado ciego para no ver su orgullo. -Pues claro que vamos a venir el año que viene, yo vengo todos los años.
Reivy Abadder
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Re: La Ohdà: San Valentín Aerandiano [Evento]
Offrol: Este post está cargado de escenas violentas y sexuales. No es apto para menores. Realmente, creo que no es apto para ninguna edad. Si son sensibles, no lo leáis.
Mientras las parejas consumían su amor con la misma fogosidad con la que se quemaba la escultura de los amantes, yo estaba desnudo en la habitación de la difunta señora Beckley. Su marido, el Fëur Beckley, dragón de Dundarak y carpintero de oficio, estaba en la fiesta del Ohda junto con todos los demás aerandianos. Era uno de los encargados de la estructura de los amantes, su deber era asegurarse de que el fuego no causaba ningún incidente. La señora Beckley, era generosa en amores. Mientras su esposo trabajaba en el Ohda, se las arregló para seducir al primer incauto con que se topase; acto que, dada a su avanzada edad (tanta como la que mis cinco maldiciones me hacían aparentar), resultaba complicado. Se puso un vestido de brillante escote que rellenó con cuero blando, escandaloso perfume y maquillaje excesivo.
Ella no era para nada mi prototipo de chica ideal. Sano, me había acostado con las chicas más bellas de Aerandir. En comparación, la señora Beckley era un sapo gordo con vestido ajustado. Para mi desgracia (y también para la de la mujer) mis cinco maldiciones me hacían vulnerable a todo tipo de encantos, principalmente los que tenían que ver con los instintos primarios. La señora Beckley me cogió de la mano pensando que era un viejo guerrero que había acabado en la pobreza. Me llevó hacia su casa mientras repetía, constantemente, que su marido no la saciaba y que sus hijos no la visitaban. La señora del armario dos jarras repletas de cerveza de miel. Dijo que las había comprado para una ocasión especial, una a la que su marido no estaba invitado. Ambos bebimos, primero de las jarras que nos correspondían y luego de las del otro. La señora Beckley se sentía como una adolescente rebelde. Yo me dejaba llevar.
No hubo manera de que nos entendiéramos en la cama. La señora Beckley se esforzaba por estar a la altura de las jóvenes dragonas, y lo conseguía. Cumplía con la frase popular: “Gallina vieja hace buen caldo”. La culpa del que sexo no funcionase fue de mis cinco maldiciones. Los gritos de la mujer me incitaban a que la penetrase con más fuerza, más violento. Al principio a ella le gustaba. Cuando mis manos recorrieron su arrugado cuello mojado por sudor y perfume, empezó a suplicar que parase, que le estaba haciendo daño. La ignoré. La estrangulé a medida que la seguía embistiendo.
Al culminar, la mujer llevaba un minuto muerta.
Me alejé de la cama y del cadáver. Abrí la ventana de la habitación y dejé pasar a los cuervos de Duna que picotearon el cuerpo de la señora Beckley y la alfombra manchada de cerveza de miel. Me dolían las caderas, la zona genital y el cuello; una de mis maldiciones hacía reflejar el daño en mi cuerpo el daño que causaba, ya fuera placentero o mortal.
Descansé sobre la repisa de la ventana y me quedé contemplando las llamas de la escultura de los enamorados que se besaban. Pensé en las nuevas parejas que se formarían durante esta noche y en las viejas que se alegraban de continuar con su amor. Les envidié y les odié con todas mis fuerzas.
Una parte de mí que durante años pensé que había muerto, se despertó. Era Samhain, el brujo que me enseñó cuanto sabía sobre matar elfos, el miedo y la superposición social de los brujos.
“¡Quién te ha visto y quién te ve! ¿Tú no era el que había hecho voto de castidad, de no matar a nadie si no era por defensa propia? Lo sabía. Sigues siendo el mismo Gerrit Nephgerd de hace cinco años. No lo puedes evitar. ¿Verdad? Eres un monstruo, un asesino de elfos”.
La voz de Samhain pasó a ser la voz de mi padre, la segunda persona que maté. Siendo la primera, según él, mi madre en el día de nacimiento.
“Culpas a Duna y a los cuervos de tus acciones, pero eres tú quien acaba matante. Patético, monstruoso y antinatural. Debí haberte sacrificado cuando eras un bebé. Habría salvado un millar de vidas”.
Y más que mataría. Mientras continuase estando cinco veces maldito, seguiría aplastando a cualquiera que molestase: la gente feliz, los enamorados a los que envidiaba, los hombres que me recordaban a mi padre, mis antiguos compañeros en la banda de Samhain y a los elfos. En algún lugar de mis alucinaciones, Samhain aplaudía mientras reía.
Offrol: Los objetivos que cumplo en el post es beber la cerveza de miel, hablar sobre la escultura de Elen Calhoun y “disfrutar” del amor. No sé si será suficiente. En este Evento se hay tantas cosas para hacer que no sabía muy bien qué elegir. ¡Me ha gustado mucho! Si consideras que no son suficientes objetivos cumplidos, estoy dispuesto a rechazar las recompensas del tema. Me he divertido mucho con el Evento, es lo que me importa.
Mientras las parejas consumían su amor con la misma fogosidad con la que se quemaba la escultura de los amantes, yo estaba desnudo en la habitación de la difunta señora Beckley. Su marido, el Fëur Beckley, dragón de Dundarak y carpintero de oficio, estaba en la fiesta del Ohda junto con todos los demás aerandianos. Era uno de los encargados de la estructura de los amantes, su deber era asegurarse de que el fuego no causaba ningún incidente. La señora Beckley, era generosa en amores. Mientras su esposo trabajaba en el Ohda, se las arregló para seducir al primer incauto con que se topase; acto que, dada a su avanzada edad (tanta como la que mis cinco maldiciones me hacían aparentar), resultaba complicado. Se puso un vestido de brillante escote que rellenó con cuero blando, escandaloso perfume y maquillaje excesivo.
Ella no era para nada mi prototipo de chica ideal. Sano, me había acostado con las chicas más bellas de Aerandir. En comparación, la señora Beckley era un sapo gordo con vestido ajustado. Para mi desgracia (y también para la de la mujer) mis cinco maldiciones me hacían vulnerable a todo tipo de encantos, principalmente los que tenían que ver con los instintos primarios. La señora Beckley me cogió de la mano pensando que era un viejo guerrero que había acabado en la pobreza. Me llevó hacia su casa mientras repetía, constantemente, que su marido no la saciaba y que sus hijos no la visitaban. La señora del armario dos jarras repletas de cerveza de miel. Dijo que las había comprado para una ocasión especial, una a la que su marido no estaba invitado. Ambos bebimos, primero de las jarras que nos correspondían y luego de las del otro. La señora Beckley se sentía como una adolescente rebelde. Yo me dejaba llevar.
No hubo manera de que nos entendiéramos en la cama. La señora Beckley se esforzaba por estar a la altura de las jóvenes dragonas, y lo conseguía. Cumplía con la frase popular: “Gallina vieja hace buen caldo”. La culpa del que sexo no funcionase fue de mis cinco maldiciones. Los gritos de la mujer me incitaban a que la penetrase con más fuerza, más violento. Al principio a ella le gustaba. Cuando mis manos recorrieron su arrugado cuello mojado por sudor y perfume, empezó a suplicar que parase, que le estaba haciendo daño. La ignoré. La estrangulé a medida que la seguía embistiendo.
Al culminar, la mujer llevaba un minuto muerta.
Me alejé de la cama y del cadáver. Abrí la ventana de la habitación y dejé pasar a los cuervos de Duna que picotearon el cuerpo de la señora Beckley y la alfombra manchada de cerveza de miel. Me dolían las caderas, la zona genital y el cuello; una de mis maldiciones hacía reflejar el daño en mi cuerpo el daño que causaba, ya fuera placentero o mortal.
Descansé sobre la repisa de la ventana y me quedé contemplando las llamas de la escultura de los enamorados que se besaban. Pensé en las nuevas parejas que se formarían durante esta noche y en las viejas que se alegraban de continuar con su amor. Les envidié y les odié con todas mis fuerzas.
Una parte de mí que durante años pensé que había muerto, se despertó. Era Samhain, el brujo que me enseñó cuanto sabía sobre matar elfos, el miedo y la superposición social de los brujos.
“¡Quién te ha visto y quién te ve! ¿Tú no era el que había hecho voto de castidad, de no matar a nadie si no era por defensa propia? Lo sabía. Sigues siendo el mismo Gerrit Nephgerd de hace cinco años. No lo puedes evitar. ¿Verdad? Eres un monstruo, un asesino de elfos”.
La voz de Samhain pasó a ser la voz de mi padre, la segunda persona que maté. Siendo la primera, según él, mi madre en el día de nacimiento.
“Culpas a Duna y a los cuervos de tus acciones, pero eres tú quien acaba matante. Patético, monstruoso y antinatural. Debí haberte sacrificado cuando eras un bebé. Habría salvado un millar de vidas”.
Y más que mataría. Mientras continuase estando cinco veces maldito, seguiría aplastando a cualquiera que molestase: la gente feliz, los enamorados a los que envidiaba, los hombres que me recordaban a mi padre, mis antiguos compañeros en la banda de Samhain y a los elfos. En algún lugar de mis alucinaciones, Samhain aplaudía mientras reía.
Offrol: Los objetivos que cumplo en el post es beber la cerveza de miel, hablar sobre la escultura de Elen Calhoun y “disfrutar” del amor. No sé si será suficiente. En este Evento se hay tantas cosas para hacer que no sabía muy bien qué elegir. ¡Me ha gustado mucho! Si consideras que no son suficientes objetivos cumplidos, estoy dispuesto a rechazar las recompensas del tema. Me he divertido mucho con el Evento, es lo que me importa.
Gerrit Nephgerd
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Re: La Ohdà: San Valentín Aerandiano [Evento]
Sin comerlo ni beberlo me vi acribillado por pétalos de flores acompañados de las risas de la dragona. Yo, como es lo propio, me defendí tirando los pétalos de aquellas flores, también acompañadas de mis propias risas. Cuando se nos acabalo el armamento estábamos algo fatigados, pero con una brillante expresión de alegría en el rostro.
-Tu también eres importante para mi. Es lo que tiene el haber cuidado cuando estaba herido. - le comenté recordando aquella noche en la que nos conocimos.
Cogimos una nueva cesta de flores antes de que volviera a ser arrastrado por las calles de aquella ciudad, que parecía ya muy lejana a la que había sufrido la pandemia.
-¿No fue suficiente venganza el haberme llenado entero de betún? - comencé a defenderme enfurruñándome acordándome del frió que pasé para lavarme luego. -Además, si tu también te hubieses enfrentado a los mismos peligros que yo, responderías de una forma similar. - resoplé.
De repente Astrid salió disparada hasta una especie de mesas dónde la gente estaba comenzando a armar unos centros de flores. Yo me acerqué a paso normal, aquello no era lo mio; aun así me puse manos a la obra para hacer algo decente y no decepcionar al ámbito festivo de mi acompañante. Así pues, me puse a armar el centro de flores colocando todas las que tenía disponible con cierta organización haciendo como una especie de espiral ascendente de colores morados y verdes hasta una cúspide anaranjada.
La dragona terminó antes que yo.
-Es muy bonito. - le sonreí viendo su obra.
Era un centro delicado y detallista, centrándose en lo importante de los colores más que en la cantidad como había hecho yo.
-Yo he hecho esto...- terminé de añadir la ultima flor y se lo presente a la dragona. -No se si estará bien, es la primera vez que hago esto.
Miré a mi alrededor viendo las posibles actividades, pero antes de eso creí que era conveniente beber algo, par que fuera más fácil integrarse dentro del ambiente festivo.
-Puede que estas cervezas pueden ser interesantes, ¿no? Vayamos a por un par, a ver si nos da tiempo antes de que prendan la figura esa que me has dicho. - le miré con una sonrisa al recordar la situación en la que se había visto envuelta Astrid al probar el alcohol. -¿Podrás aguantar el alcohol?
________________________________________________________________________________________________________
En mi marco temporal aún no ha ocurrido lo de la quema de la estatua, pero llegaré junto a Astrid en los próximos posts, que vamos un poco lentos u.u.
-Tu también eres importante para mi. Es lo que tiene el haber cuidado cuando estaba herido. - le comenté recordando aquella noche en la que nos conocimos.
Cogimos una nueva cesta de flores antes de que volviera a ser arrastrado por las calles de aquella ciudad, que parecía ya muy lejana a la que había sufrido la pandemia.
-¿No fue suficiente venganza el haberme llenado entero de betún? - comencé a defenderme enfurruñándome acordándome del frió que pasé para lavarme luego. -Además, si tu también te hubieses enfrentado a los mismos peligros que yo, responderías de una forma similar. - resoplé.
De repente Astrid salió disparada hasta una especie de mesas dónde la gente estaba comenzando a armar unos centros de flores. Yo me acerqué a paso normal, aquello no era lo mio; aun así me puse manos a la obra para hacer algo decente y no decepcionar al ámbito festivo de mi acompañante. Así pues, me puse a armar el centro de flores colocando todas las que tenía disponible con cierta organización haciendo como una especie de espiral ascendente de colores morados y verdes hasta una cúspide anaranjada.
- centro de flores de Ircan:
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La dragona terminó antes que yo.
-Es muy bonito. - le sonreí viendo su obra.
Era un centro delicado y detallista, centrándose en lo importante de los colores más que en la cantidad como había hecho yo.
-Yo he hecho esto...- terminé de añadir la ultima flor y se lo presente a la dragona. -No se si estará bien, es la primera vez que hago esto.
Miré a mi alrededor viendo las posibles actividades, pero antes de eso creí que era conveniente beber algo, par que fuera más fácil integrarse dentro del ambiente festivo.
-Puede que estas cervezas pueden ser interesantes, ¿no? Vayamos a por un par, a ver si nos da tiempo antes de que prendan la figura esa que me has dicho. - le miré con una sonrisa al recordar la situación en la que se había visto envuelta Astrid al probar el alcohol. -¿Podrás aguantar el alcohol?
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En mi marco temporal aún no ha ocurrido lo de la quema de la estatua, pero llegaré junto a Astrid en los próximos posts, que vamos un poco lentos u.u.
Ircan
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Re: La Ohdà: San Valentín Aerandiano [Evento]
No supe cómo responder a las demostraciones de afecto que manifestaron ambas orgánicas, me quedé quieta mientras recibía flores y besos en ambas mejillas, no estaba programada para contestar a algo así. Toque la flor en mi pelo y sonreí de forma mecánica, había visto que las personas se ponían adornos como ese, pero yo nunca había llevado uno.
-Se los agradezco – Me quede analizando la expresión “más guapa” ¿Debía considerarlo un simple cumplido por compromiso? Los orgánicos hacían mucho eso ¿Qué parámetros utilizaba para concluir que una flor realzaba mis cualidades? Quedaría en un misterio, porque pronto nos movimos hacía una zona despejada para poder soltar algunas de las farolas.
Al parecer los demás utilizaban ese momento para recordar a aquellos seres que por distintos motivos habían sido cercanos a ellos. La pequeña mencionó a sus padres, y Reivy a sus abuelos, mire la iluminaria que tenía en mis manos y consideré las posibilidades. Obviamente no tenía a ningún familiar, había sido engendrada por la ciencia, por el mismo motivo no podía tener hermanos, ni hijos.
-Yo… - Dude unos pocos segundos más hasta que finalmente me decidí a dejarla ir – Creo que esto solo lo verán quienes estamos aquí presentes, ya que la visión de los orgánicos solo alcanza unos pocos kilómetros – Probablemente si estaban parados en algún monte o superficie elevada podrían ver un poco más lejos, pero cualquier que estuviera en su misma altura tendría que estar en los alrededores del pueblo para poder ver las luces.
La propuesta de Lavey parecía interesante, bailar era una actividad que todas las razas parecían disfrutar por igual, pero me resultaba imposible poder hacerlo con la misma soltura que los demás.
-No estoy programada para poder sentir algo tan complejo como la “diversión” – Le contesté a Reivy mientras continuábamos “bailando”, en realidad lo único que podía hacer era imitar con precisión milimétrica lo que hacían las personas que estaban a mi alrededor – Creo que regresar el próximo año estaría bien…-
Iba a continuar la charla pero de pronto comenzó algún tipo de ritual o juego en el que las personas no solo se dedicaban a girar en círculo alrededor de la estatua, sino que además tomaban parejas temporales para al minuto cambiarlas por otras. No logré encontrar ningún tipo de patrón en los cambios, aunque pase con velocidad entre varios desconocidos hasta que termine nuevamente con Lavey, le sonreí e intenté que mis pasos acompañaran a los suyos.
Luego de unos pocos segundos pase a los brazos de Reivy, ella llevaba otro ritmo así que tuve que volver a configurar mis acciones.
-Es en verdad muy curioso, los orgánicos hacen ver muy fácil esto del baile, pero en realidad no lo es-
-Se los agradezco – Me quede analizando la expresión “más guapa” ¿Debía considerarlo un simple cumplido por compromiso? Los orgánicos hacían mucho eso ¿Qué parámetros utilizaba para concluir que una flor realzaba mis cualidades? Quedaría en un misterio, porque pronto nos movimos hacía una zona despejada para poder soltar algunas de las farolas.
Al parecer los demás utilizaban ese momento para recordar a aquellos seres que por distintos motivos habían sido cercanos a ellos. La pequeña mencionó a sus padres, y Reivy a sus abuelos, mire la iluminaria que tenía en mis manos y consideré las posibilidades. Obviamente no tenía a ningún familiar, había sido engendrada por la ciencia, por el mismo motivo no podía tener hermanos, ni hijos.
-Yo… - Dude unos pocos segundos más hasta que finalmente me decidí a dejarla ir – Creo que esto solo lo verán quienes estamos aquí presentes, ya que la visión de los orgánicos solo alcanza unos pocos kilómetros – Probablemente si estaban parados en algún monte o superficie elevada podrían ver un poco más lejos, pero cualquier que estuviera en su misma altura tendría que estar en los alrededores del pueblo para poder ver las luces.
La propuesta de Lavey parecía interesante, bailar era una actividad que todas las razas parecían disfrutar por igual, pero me resultaba imposible poder hacerlo con la misma soltura que los demás.
-No estoy programada para poder sentir algo tan complejo como la “diversión” – Le contesté a Reivy mientras continuábamos “bailando”, en realidad lo único que podía hacer era imitar con precisión milimétrica lo que hacían las personas que estaban a mi alrededor – Creo que regresar el próximo año estaría bien…-
Iba a continuar la charla pero de pronto comenzó algún tipo de ritual o juego en el que las personas no solo se dedicaban a girar en círculo alrededor de la estatua, sino que además tomaban parejas temporales para al minuto cambiarlas por otras. No logré encontrar ningún tipo de patrón en los cambios, aunque pase con velocidad entre varios desconocidos hasta que termine nuevamente con Lavey, le sonreí e intenté que mis pasos acompañaran a los suyos.
Luego de unos pocos segundos pase a los brazos de Reivy, ella llevaba otro ritmo así que tuve que volver a configurar mis acciones.
-Es en verdad muy curioso, los orgánicos hacen ver muy fácil esto del baile, pero en realidad no lo es-
Zöe
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Re: La Ohdà: San Valentín Aerandiano [Evento]
Zöe parecía vivir en un estado permanente de duda, no entendía muchas las acciones de los humanos y otras especies hacían, nos llamaba orgánicos todo el tiempo desestimando consciente o inconscientemente su propia parte orgánica. Decía no saber o no poder sentir aunque mas bien se veía como si no supiera lo que son los sentimientos.
-El baile puede ser complicado, hay muchos que sin ser bioticos no saben. -En mitad del baile me quede pensativa durante unos minutos dejando que Zöe me guiara. -Se podría decir que yo estoy programada para bailar. Veras... una danza consiste en seguir el ritmo y los compases de la música con el cuerpo y los pies. Si escuchas con atención podrás darte cuenta que nuestros pies se mueven marcados por la notas musicales de los instrumentos que suenan de manera repetitiva aunque con distintos tonos. Y aunque al principio pueda sonar caótico pronto te darás cuenta de las repeticiones y alternancias de los compases. -Conforme le explicaba a la biotica movía los pies marcando el tempo de la canción. -La diferencia entre saber bailar y no saber, esta en sentir o escuchar el ritmo que marca la orquesta.
Al ir pasando las canciones lentamente el agotamiento fue haciendo mella en mi cuerpo, con palabras de disculpa y una sonrisa le indique a Zöe que necesitaba descanso y la guié hacia unos bancos hechos con meros troncos dejados caer sobre el suelo. No tardo en llegar un camarero ofreciendo cerveza de miel la cual tome con gusto mientras miraba como Lavey seguía bailando y divirtiéndose... diversión.
-Zöe, quizás no lo hayas pensado mucho o quizás decidiste olvidarte de una parte importante de ti pero... tu también eres orgánica. En tu cuerpo hay partes mecánicas y partes orgánicas. -Me calle unos segundos al pensar en la estupidez que acababa de decir, estaba claro que aquello ella ya lo sabia. -Lo que trato de decir es que tu también puedes sentir todo lo que el resto de seres vivos sentimos. La diversión, por ejemplo, es algo que se manifiesta cuando haces alguna tarea que te provoca energía en exceso o que te hace sentir realizada. Es muy parecida a la felicidad, la felicidad se siente cuando estas o terminas de trabajar en algo en lo que sabes que eres bueno... -Trataba de explicarle algunos sentimientos a la mujer robotica pero tenia la sensación de que me estaba repitiendo y que no surgía efecto. -Es como cuando reparaste tu brazo. Tu estas programada para reparar cosas, pues la felicidad surge cuando terminas la reparación y ves que todo a salido bien. La diversión por otro lado suele surgir cuando compartes experiencias con mas gente. Yo ahora mismo me estoy divirtiendo mucho al pasar un rato contigo, porque viví experiencias positivas a tu lado. -Di un trago largo para terminar la jarra de cerveza suspirando al final. -No se si me estoy explicando bien Zöe. Pero me gustaría hacerte entender los sentimientos, pues creo que la razón por la que dudas sobre ellos es porque no tuviste demasiadas experiencias.
-El baile puede ser complicado, hay muchos que sin ser bioticos no saben. -En mitad del baile me quede pensativa durante unos minutos dejando que Zöe me guiara. -Se podría decir que yo estoy programada para bailar. Veras... una danza consiste en seguir el ritmo y los compases de la música con el cuerpo y los pies. Si escuchas con atención podrás darte cuenta que nuestros pies se mueven marcados por la notas musicales de los instrumentos que suenan de manera repetitiva aunque con distintos tonos. Y aunque al principio pueda sonar caótico pronto te darás cuenta de las repeticiones y alternancias de los compases. -Conforme le explicaba a la biotica movía los pies marcando el tempo de la canción. -La diferencia entre saber bailar y no saber, esta en sentir o escuchar el ritmo que marca la orquesta.
Al ir pasando las canciones lentamente el agotamiento fue haciendo mella en mi cuerpo, con palabras de disculpa y una sonrisa le indique a Zöe que necesitaba descanso y la guié hacia unos bancos hechos con meros troncos dejados caer sobre el suelo. No tardo en llegar un camarero ofreciendo cerveza de miel la cual tome con gusto mientras miraba como Lavey seguía bailando y divirtiéndose... diversión.
-Zöe, quizás no lo hayas pensado mucho o quizás decidiste olvidarte de una parte importante de ti pero... tu también eres orgánica. En tu cuerpo hay partes mecánicas y partes orgánicas. -Me calle unos segundos al pensar en la estupidez que acababa de decir, estaba claro que aquello ella ya lo sabia. -Lo que trato de decir es que tu también puedes sentir todo lo que el resto de seres vivos sentimos. La diversión, por ejemplo, es algo que se manifiesta cuando haces alguna tarea que te provoca energía en exceso o que te hace sentir realizada. Es muy parecida a la felicidad, la felicidad se siente cuando estas o terminas de trabajar en algo en lo que sabes que eres bueno... -Trataba de explicarle algunos sentimientos a la mujer robotica pero tenia la sensación de que me estaba repitiendo y que no surgía efecto. -Es como cuando reparaste tu brazo. Tu estas programada para reparar cosas, pues la felicidad surge cuando terminas la reparación y ves que todo a salido bien. La diversión por otro lado suele surgir cuando compartes experiencias con mas gente. Yo ahora mismo me estoy divirtiendo mucho al pasar un rato contigo, porque viví experiencias positivas a tu lado. -Di un trago largo para terminar la jarra de cerveza suspirando al final. -No se si me estoy explicando bien Zöe. Pero me gustaría hacerte entender los sentimientos, pues creo que la razón por la que dudas sobre ellos es porque no tuviste demasiadas experiencias.
Reivy Abadder
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Re: La Ohdà: San Valentín Aerandiano [Evento]
Su rostro siguió rojo durante el tiempo que estuvieron decidiendo a qué parte del evento ir para continuar con la fiesta. Astrid levantó la cabeza alzando una ceja para mirar a los ojos a Ircan. -¡Claro que lo soportaré! El alcohol no podrá vencerme de nuevo ¡Já!- Se llevó las manos a la cintura intentando dar una seguridad que ni ella misma podía creerse. -Primero dejemos los centros en nuestras habitaciones de la posada, después podemos ir a algún puesto cerca de la estatua para que nos de tiempo a verla arder si nos pasamos de tragos- Se encogió de hombros esta vez, asumiendo ya que no iba a poder aguantar, haciendo que la última frase que dijo tan segura quedara en el olvido. No tardaron mucho en volver a la posada, no se habían alejado y fue un pequeño paseo más por las calles de Dundarak. Dejó en su habitación el centro de mesa y no tardó en volver a sus andadas llevando del brazo al lobo.
La alegría que transmitían las personas que pasaban por su lado y el ambiente tan cálido, aunque fuera contradictorio con las vistas en Yule con la nieve, hacían que realmente se olvidase de todo y solo se centrase en mirar hacia delante y disfrutar del momento, pero sabía que en el fondo esa celebración creaban en ella unos sentimientos ya conocidos que en Bragiväl creyó haberlos olvidado tras colocar el último recuerdo que quedaba en el árbol seco que ardió poco después. Los ojos chocolate de la joven se alzaron un poco para contemplar la figura que andaba a su lado ¿Se habría imaginado alguna vez llegar hasta ese momento cuando se conocieron en el bosque y decidieron ir a Ulmer juntos? No, para nada. En ese tiempo había visto a Ircan como alguien que debía proteger, después de todo lo que le contó se prometió a si misma que mientras estuviera a su lado no iba a permitir que nada le pasara.
Aunque con ella también andaba en peligro. Sus labios se separaron para articular una palabra pero su voz se vio solapada por el grito de un hombre llamando la atención de la gente. Ofrecía la famosa bebida y repetía una y otra vez que era gratuita ¿Quién no se resiste a una bebida gratuita? Astrid agarró de la mano a su acompañante y esbozó una amplia sonrisa. -¡Vayamos!- La dragona se hizo hueco entre la gente que empezaba a acercarse para coger una jarra. Logró alcanzar dos antes de que se las llevaran otros y le tendió una a su compañero. -Brindemos, la última vez no lo hicimos... Por una amistad larga y duradera- Alzó la jarra y tras chocarlas tomó un buen trago. Se relamió los labios lentamente. -Vayamos andando hasta el recinto de la estatua para cuando comience a arder- Comenzaron la caminata hasta su destino. Una vez lograron encontrar un buen lugar donde sentarse y contemplar las vistas sin obstáculos Astrid, con sumo cuidado, se sentó haciendo que la falda del vestido se extendiera.
No pasaron ni cinco minutos cuando las mejillas de Astrid comenzaron a estar rojizas nuevamente, no había tomado la precaución de tomarse aquella jarra despacio, no aprendía de sus errores pasados. -Bueno Ircan... Es un evento de amor y coqueteo ¿Alguna chica que te robase el corazón en Ulmer? ¿Amores en cada puerto?- Preguntó sin cortarse riendo un poco. A veces aquellas preguntas de la dragona la parecían ver como el guardia que interroga a alguien, pero solo eran manías de ella que, si estando sobria no sabía cuándo parar, ahora estando bajo los efectos del alcohol era inevitable que salieran a la luz. Se dice que los borrachos y los niños nunca mienten ¿Podría ser este el momento de Astrid para sincerarse y soltar todo lo que llevaba guardado? Ella misma rodó los ojos ante los pensamientos que rondaban su cabeza de soltarlo todo. -Venga, no te cortes- Dijo bebiendo otro sorbo a la bebida.
La alegría que transmitían las personas que pasaban por su lado y el ambiente tan cálido, aunque fuera contradictorio con las vistas en Yule con la nieve, hacían que realmente se olvidase de todo y solo se centrase en mirar hacia delante y disfrutar del momento, pero sabía que en el fondo esa celebración creaban en ella unos sentimientos ya conocidos que en Bragiväl creyó haberlos olvidado tras colocar el último recuerdo que quedaba en el árbol seco que ardió poco después. Los ojos chocolate de la joven se alzaron un poco para contemplar la figura que andaba a su lado ¿Se habría imaginado alguna vez llegar hasta ese momento cuando se conocieron en el bosque y decidieron ir a Ulmer juntos? No, para nada. En ese tiempo había visto a Ircan como alguien que debía proteger, después de todo lo que le contó se prometió a si misma que mientras estuviera a su lado no iba a permitir que nada le pasara.
Aunque con ella también andaba en peligro. Sus labios se separaron para articular una palabra pero su voz se vio solapada por el grito de un hombre llamando la atención de la gente. Ofrecía la famosa bebida y repetía una y otra vez que era gratuita ¿Quién no se resiste a una bebida gratuita? Astrid agarró de la mano a su acompañante y esbozó una amplia sonrisa. -¡Vayamos!- La dragona se hizo hueco entre la gente que empezaba a acercarse para coger una jarra. Logró alcanzar dos antes de que se las llevaran otros y le tendió una a su compañero. -Brindemos, la última vez no lo hicimos... Por una amistad larga y duradera- Alzó la jarra y tras chocarlas tomó un buen trago. Se relamió los labios lentamente. -Vayamos andando hasta el recinto de la estatua para cuando comience a arder- Comenzaron la caminata hasta su destino. Una vez lograron encontrar un buen lugar donde sentarse y contemplar las vistas sin obstáculos Astrid, con sumo cuidado, se sentó haciendo que la falda del vestido se extendiera.
No pasaron ni cinco minutos cuando las mejillas de Astrid comenzaron a estar rojizas nuevamente, no había tomado la precaución de tomarse aquella jarra despacio, no aprendía de sus errores pasados. -Bueno Ircan... Es un evento de amor y coqueteo ¿Alguna chica que te robase el corazón en Ulmer? ¿Amores en cada puerto?- Preguntó sin cortarse riendo un poco. A veces aquellas preguntas de la dragona la parecían ver como el guardia que interroga a alguien, pero solo eran manías de ella que, si estando sobria no sabía cuándo parar, ahora estando bajo los efectos del alcohol era inevitable que salieran a la luz. Se dice que los borrachos y los niños nunca mienten ¿Podría ser este el momento de Astrid para sincerarse y soltar todo lo que llevaba guardado? Ella misma rodó los ojos ante los pensamientos que rondaban su cabeza de soltarlo todo. -Venga, no te cortes- Dijo bebiendo otro sorbo a la bebida.
Astrid Leggiend
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Re: La Ohdà: San Valentín Aerandiano [Evento]
-¿Que no podrá? - solté una risilla ante la frase de la dragona. -Bueno, veámoslo. Aunque bueno,
si. Primero debemos de dejar esto en nuestros cuartos, pueden ser incómodos a la hora de beber. -reí mientras seguía a la dragona de vuelta a la posada. Ya se podía prever como iba a acabar la dragona.
Tras dejar aquel adorno en mi habitación recorrí las calles de Dundarak del brazo de Astrid, la verdad es que resultaba muy agradable caminar de aquella forma, por aquella ciudad que en un principio me había dado malas impresiones, con una hermosa mujer del brazo, en aquel momento no era muy consciente de que significaba aquello, y tampoco tenia idea de que seguramente sería la envidia de algunos hombres o dragones.
No tardamos en escuchar los gritos que ofertaban aquella extraña cerveza que al parecer sólo se destilaba en aquella época del año. Tenía bastante curiosidad, como era propio en mi, de saber el por qué de aquella tradición. La dragona se adelantó a mis actos, con su característica impulsividad, y tomó dos jarras de aquel licor. No tardó en proponer un brindis.
-¡Por una amistad duradera!- grité sonriente chocando mi jarra con la suya, que no tampoco tardó en quedar vacía. Yo bebí un poco, y me corté por la risa que me entró al ver como la dragona había hecho desaparecer el contenido de la jarra. Y sonreí de forma extraña al ver como se relamía los labios.
Tampoco me dio mucho tiempo a más, Astrid me arrastró de nuevo en busca de unas vistas privilegiadas para ver arder la estatua que estaban a punto de incendiar. Dispuesto a terminarme mi jarra, casi me atraganto por la risa que me provoco las inoportunas preguntas de la dragona.
-¿Estamos coqueteando? Mmm...- me rasqué el mentón. -No, creo que nadie me ha robado el corazón, a lo mejor soy joven para eso y... ¿Amores en cada puerto?- miré a al rojizo y ebrio rostro de la dragona. - No creo que tenga ninguno, tengo algunas conocidas como Nuria, pero hace mucho que no las veo. No hay nada especial que yo sepa...- respondí con sinceridad. - ¿Cual es tu interés por saberlo? No creo que provoqué esas cosas en las mujeres... -terminé de beberme la jarra justo en el momento en el que la figura comenzó a arder. -¿Y tu? ¿Has dejado a algún enamorado por ahí? ¿Alguien en mente?
El fuego y los rayos del atardecer dieron a aquel ambiente un tono casi mágico, fue en ese momento, y al ver la belleza de Astrid con aquella luz porque los dragones celebraban aquella fiesta.
si. Primero debemos de dejar esto en nuestros cuartos, pueden ser incómodos a la hora de beber. -reí mientras seguía a la dragona de vuelta a la posada. Ya se podía prever como iba a acabar la dragona.
Tras dejar aquel adorno en mi habitación recorrí las calles de Dundarak del brazo de Astrid, la verdad es que resultaba muy agradable caminar de aquella forma, por aquella ciudad que en un principio me había dado malas impresiones, con una hermosa mujer del brazo, en aquel momento no era muy consciente de que significaba aquello, y tampoco tenia idea de que seguramente sería la envidia de algunos hombres o dragones.
No tardamos en escuchar los gritos que ofertaban aquella extraña cerveza que al parecer sólo se destilaba en aquella época del año. Tenía bastante curiosidad, como era propio en mi, de saber el por qué de aquella tradición. La dragona se adelantó a mis actos, con su característica impulsividad, y tomó dos jarras de aquel licor. No tardó en proponer un brindis.
-¡Por una amistad duradera!- grité sonriente chocando mi jarra con la suya, que no tampoco tardó en quedar vacía. Yo bebí un poco, y me corté por la risa que me entró al ver como la dragona había hecho desaparecer el contenido de la jarra. Y sonreí de forma extraña al ver como se relamía los labios.
Tampoco me dio mucho tiempo a más, Astrid me arrastró de nuevo en busca de unas vistas privilegiadas para ver arder la estatua que estaban a punto de incendiar. Dispuesto a terminarme mi jarra, casi me atraganto por la risa que me provoco las inoportunas preguntas de la dragona.
-¿Estamos coqueteando? Mmm...- me rasqué el mentón. -No, creo que nadie me ha robado el corazón, a lo mejor soy joven para eso y... ¿Amores en cada puerto?- miré a al rojizo y ebrio rostro de la dragona. - No creo que tenga ninguno, tengo algunas conocidas como Nuria, pero hace mucho que no las veo. No hay nada especial que yo sepa...- respondí con sinceridad. - ¿Cual es tu interés por saberlo? No creo que provoqué esas cosas en las mujeres... -terminé de beberme la jarra justo en el momento en el que la figura comenzó a arder. -¿Y tu? ¿Has dejado a algún enamorado por ahí? ¿Alguien en mente?
El fuego y los rayos del atardecer dieron a aquel ambiente un tono casi mágico, fue en ese momento, y al ver la belleza de Astrid con aquella luz porque los dragones celebraban aquella fiesta.
Ircan
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Re: La Ohdà: San Valentín Aerandiano [Evento]
“Bailar: Ejecutar movimientos acompasados con el cuerpo, brazos y pies” Si, entendía perfectamente la definición y comprendía que descriptivamente solo se trataba de mover el cuerpo al mismo ritmo que la música… Pero había más, ahora mismo estábamos una junto a la otra, y podía darme cuenta que no nos movíamos igual, si, era exacto en el sentido descriptivo, pero sus movimientos tenían algo distinto.
-Puedo comprender lo que dices, aún así, sé que no es tan sencillo – Yo no podía cansarme, pero me di cuenta que Reivy estaba algo fatigada, sus movimientos ya no eran tan animados, se agitaba con facilidad y su presión sanguínea se registraba en baja –Vamos – Había visto que la mayoría de las parejas de baile iban del brazo, así que le ofrecí el mío hasta que llegamos al banco.
Desde que habíamos comenzado a hablar del tema tenía una extraña sensación en mis circuitos, por lo que, a la vez que Reivy hablaba, mis programas se encontraban escaneando todo mi cuerpo en busca de algún elemento sospechoso. No había nada, todo parecía estar en orden, sin embargo esa persistente sensación continuaba molestándome. Por anteriores experiencias podía decir que si algo estaba mal y mis programas no lo registraban tenía que ver con la magia, en ese terreno no tenía control alguno.
-Claramente la base de mi cuerpo es biológico – Apoyé una mano sobre mi pecho y comencé a enumerar – Quitaron mi corazón, mi esófago, mi estómago, mis pulmones, mis intestinos y todo mi sistema reproductivo – Había señalado cada sitio para que Reivy entendiera que hablaba de modo concreto y no figurativo – Vaciaron todo mi interior y lo remplazaron por piezas más duraderas… -Mi voz se entrecorto y de pronto me encontré mirando hacia otro lado, como si por algún motivo quisiera evitar la mirada de la dragona - ¿Al realizar una tarea que te hace sentir realizada? [Sentirse satisfecho por haber logrado cumplir aquello a lo que se aspiraba.] Pero Reivy, yo no aspiro a nada… Yo no tengo un motivo de ser… - Mi tono era cada vez más ¿Angustiado? [ERROR] Yo no podía sentir algo como eso, sin embargo, había una lagrima en mi rostro – Creía que habían quitado los lagrimales – Limpié rápidamente el liquido que salía de mis ojos porque siquiera entendía qué hacían allí para empezar – No entiendo qué sucede, Reivy ¿Por qué está pasando esto? Creo que… Creo que estoy rota.
Sequé mi rostro con las mangas de mi camisa, pero no parecía que fuera a parar, de hecho, estaba empeorando, había empezado a hipar y mi cuerpo se sacudía. La flor que Lavey había puesto en mi cabello cayó al piso y siquiera podía calmarme lo suficiente como para recogerla.
-Puedo comprender lo que dices, aún así, sé que no es tan sencillo – Yo no podía cansarme, pero me di cuenta que Reivy estaba algo fatigada, sus movimientos ya no eran tan animados, se agitaba con facilidad y su presión sanguínea se registraba en baja –Vamos – Había visto que la mayoría de las parejas de baile iban del brazo, así que le ofrecí el mío hasta que llegamos al banco.
Desde que habíamos comenzado a hablar del tema tenía una extraña sensación en mis circuitos, por lo que, a la vez que Reivy hablaba, mis programas se encontraban escaneando todo mi cuerpo en busca de algún elemento sospechoso. No había nada, todo parecía estar en orden, sin embargo esa persistente sensación continuaba molestándome. Por anteriores experiencias podía decir que si algo estaba mal y mis programas no lo registraban tenía que ver con la magia, en ese terreno no tenía control alguno.
-Claramente la base de mi cuerpo es biológico – Apoyé una mano sobre mi pecho y comencé a enumerar – Quitaron mi corazón, mi esófago, mi estómago, mis pulmones, mis intestinos y todo mi sistema reproductivo – Había señalado cada sitio para que Reivy entendiera que hablaba de modo concreto y no figurativo – Vaciaron todo mi interior y lo remplazaron por piezas más duraderas… -Mi voz se entrecorto y de pronto me encontré mirando hacia otro lado, como si por algún motivo quisiera evitar la mirada de la dragona - ¿Al realizar una tarea que te hace sentir realizada? [Sentirse satisfecho por haber logrado cumplir aquello a lo que se aspiraba.] Pero Reivy, yo no aspiro a nada… Yo no tengo un motivo de ser… - Mi tono era cada vez más ¿Angustiado? [ERROR] Yo no podía sentir algo como eso, sin embargo, había una lagrima en mi rostro – Creía que habían quitado los lagrimales – Limpié rápidamente el liquido que salía de mis ojos porque siquiera entendía qué hacían allí para empezar – No entiendo qué sucede, Reivy ¿Por qué está pasando esto? Creo que… Creo que estoy rota.
Sequé mi rostro con las mangas de mi camisa, pero no parecía que fuera a parar, de hecho, estaba empeorando, había empezado a hipar y mi cuerpo se sacudía. La flor que Lavey había puesto en mi cabello cayó al piso y siquiera podía calmarme lo suficiente como para recogerla.
- Explicación:
- Esto es parte de la maldición que lleva Zöe
Zöe
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