Lealtad y Compromiso [Privado] [Cerrado]
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Lealtad y Compromiso [Privado] [Cerrado]
Y entonces el Virrey cayó muerto.
La copa resbaló de sus dedos aún tibios, el vino empapó el mantel y el recipiente rodó lentamente hasta caer por el borde de la mesa. El sonido que hizo al romperse contra el piso pareció despertar a todos los presentes, quienes se habían quedado anonadados ante semejante escena. Se escuchó el grito de una mujer y rápidamente el silencio desapareció ante una catarata de comentarios, algunos nerviosos, otros apenados y otros tanto parecían felices.
Junto al cuerpo de Matt estaba Helena, su fiel guardaespalda ¿Cómo era posible que algo así ocurriera estando ella allí?
Para saberlo era necesario retroceder dos días.
-------------------------------------
Los preparativos para conmemorar el año desde que se había fundado Ciudad Lagarto estaban en marcha, como era habitual, Matthew no había reparado en gastos, quería los escenarios más enormes, las luces más brillantes, la cerveza más espesa y la comida más deliciosa. Aseveraba que la fecha era pronto, pero era evidente que dijera el día que dijera todos le dirían que sí y le seguirían el juego, el ciudadano promedio de ese lugar apenas sabía contar, mucho menos iban a llevar registro de ese tipo de cosas.
Al final, cualquier excusa era buena para festejar ¿O no? Así que la mayoría trabajaba muy contento, y los que no, se aseguraban de mostrarse bien predispuestos cuando pasaban cerca de Matt, el Virrey no quería ver a nadie con cara larga.
-¿Qué te parece? Está quedándo muy bien ¿No lo crees? - Le dijo a su Asesina Personal, Helena Rhodes. Estaban parados uno al lado del otro, observando los preparativos desde una distancia prudente - Será una hermosa celebración, con canto, baile, comida, espectáculos de todo tipo, sexo descontrolado, competencias de tiro al blanco, peleas, asesinatos, alcohol, alcohol y más alcohol - Pasó un brazo por arriba de los hombros de la Bruja - ¿No te emociona la idea?Necesitaré una pareja de baile, así que ponte tu vestido nuevo - Le guiñó un ojo - Si, te compré un vestido, hice que te lo dejaran en tu habitación -
Owens siempre decía que él no regalaba nada, que todo lo que le daba a sus chicas era lo que se ganaban con su propio esfuerzo. Era un bonito discurso, pero había mucha información que él se aseguraba de nunca agregar, prefería que cada cual las fuera descubriendo poco a poco, de esa manera no tenían tiempo de arrepentirse. Una de las aclaraciones era que no todos los pagos tenían que ser con dinero, a veces podían ser servicios, otras veces promesas, y también había algo más... Las posibilidades.
-Tengo que encargarme de algunas cosas más antes de que llegue la noche, Cielo - El estafador se acercó para darle un beso en la frente, suponiendo que la Bruja no lo dejaría llegar tan lejos - Sí me necesitas, estaré en el Burdel -
El Virrey se dio la vuelta y se fue del lugar, caminando de ese modo tan refinado que había adquirido luego de años de ser un mentiroso compulsivo. En apariencia, Helena se había quedado sola, aunque seguramente la asesina no tardaría en descubrir que la estaban siguiendo.
La copa resbaló de sus dedos aún tibios, el vino empapó el mantel y el recipiente rodó lentamente hasta caer por el borde de la mesa. El sonido que hizo al romperse contra el piso pareció despertar a todos los presentes, quienes se habían quedado anonadados ante semejante escena. Se escuchó el grito de una mujer y rápidamente el silencio desapareció ante una catarata de comentarios, algunos nerviosos, otros apenados y otros tanto parecían felices.
Junto al cuerpo de Matt estaba Helena, su fiel guardaespalda ¿Cómo era posible que algo así ocurriera estando ella allí?
Para saberlo era necesario retroceder dos días.
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Los preparativos para conmemorar el año desde que se había fundado Ciudad Lagarto estaban en marcha, como era habitual, Matthew no había reparado en gastos, quería los escenarios más enormes, las luces más brillantes, la cerveza más espesa y la comida más deliciosa. Aseveraba que la fecha era pronto, pero era evidente que dijera el día que dijera todos le dirían que sí y le seguirían el juego, el ciudadano promedio de ese lugar apenas sabía contar, mucho menos iban a llevar registro de ese tipo de cosas.
Al final, cualquier excusa era buena para festejar ¿O no? Así que la mayoría trabajaba muy contento, y los que no, se aseguraban de mostrarse bien predispuestos cuando pasaban cerca de Matt, el Virrey no quería ver a nadie con cara larga.
-¿Qué te parece? Está quedándo muy bien ¿No lo crees? - Le dijo a su Asesina Personal, Helena Rhodes. Estaban parados uno al lado del otro, observando los preparativos desde una distancia prudente - Será una hermosa celebración, con canto, baile, comida, espectáculos de todo tipo, sexo descontrolado, competencias de tiro al blanco, peleas, asesinatos, alcohol, alcohol y más alcohol - Pasó un brazo por arriba de los hombros de la Bruja - ¿No te emociona la idea?Necesitaré una pareja de baile, así que ponte tu vestido nuevo - Le guiñó un ojo - Si, te compré un vestido, hice que te lo dejaran en tu habitación -
Owens siempre decía que él no regalaba nada, que todo lo que le daba a sus chicas era lo que se ganaban con su propio esfuerzo. Era un bonito discurso, pero había mucha información que él se aseguraba de nunca agregar, prefería que cada cual las fuera descubriendo poco a poco, de esa manera no tenían tiempo de arrepentirse. Una de las aclaraciones era que no todos los pagos tenían que ser con dinero, a veces podían ser servicios, otras veces promesas, y también había algo más... Las posibilidades.
-Tengo que encargarme de algunas cosas más antes de que llegue la noche, Cielo - El estafador se acercó para darle un beso en la frente, suponiendo que la Bruja no lo dejaría llegar tan lejos - Sí me necesitas, estaré en el Burdel -
El Virrey se dio la vuelta y se fue del lugar, caminando de ese modo tan refinado que había adquirido luego de años de ser un mentiroso compulsivo. En apariencia, Helena se había quedado sola, aunque seguramente la asesina no tardaría en descubrir que la estaban siguiendo.
Última edición por Matthew Owens el Sáb Sep 21 2019, 22:26, editado 1 vez
Matthew Owens
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Re: Lealtad y Compromiso [Privado] [Cerrado]
-...-Helena estaba absorta en sus propios pensamientos, cruzada de brazos, cuando Matt le preguntó, lo que generó un pequeño sobresalto en la bruja, la cual desvió la mirada hacia el humano al instante-...Sí... Sí-Asintió
Ante las siguientes palabras del virrey, la Rhodes no pudo evitar esbozar una sonrisa. Sabía cómo le gustaban ese tipo de eventos a Matthew, y se alegraba por él cada vez que tenía la oportunidad de celebrar uno. De nuevo, asintió dándole la razón al moreno. Se estaba acostumbrando de verdad a la vida en Ciudad Lagarto, y eso la tenía muy relajada y... Feliz. Hacía tiempo que no se sentía así plenamente. Siempre pensó que su estancia en aquella ciudad duraría días, semanas o solo un mes, pero ya ha sido demasiado tiempo allí, acomodándose y viendo en aquel lugar una especie de hogar.
Matt le pasó un brazo por encima del hombro. Hace unas semanas atrás, seguramente el virrey se hubiese llevado un puñetazo en el costado o un leve empujón como mínimo, pero ese día Helena estaba realmente bien, y ni siquiera le importaba esa pequeña acción por parte del humano. Simplemente, se dejó llevar.
Lo miró de reojo.
-Hace años que no bailo-Confesó-...Y también que no me visto tan... "elegante"-Añadió-Espero que al virrey no le importen mis carencias-Dijo con un tono elegante y educado, escondiendo la broma y burla que le provocaba a Helena hablarle así a Matt, ya que este último lo odiaba. Acto seguido, dejó escapar una sonrisa infantil, no podía aguantarse.
Matthew finalmente se despidió. Le dio un beso en la frente a Helena; dos actos antes repudiados por esta fueron asimilados como si nada. La única respuesta de la bruja fue un leve asentimiento de cabeza.
Mientras veía cómo el virrey se marchaba, pudo ver que alguien los estaba observando desde la penumbra de una callejuela cercana a una calle con multitud de chozas de madera construidas de mala manera. Quiso fijarse más en este, pero en ese mismo instantes un grupo de cuatro residentes de la ciudad pasaron por delante de la rubia y le impidieron ver con claridad. Esta buscó de nuevo poder ver a la figura, pero era inútil. Cuando el grupo siguió su camino y ya despejó más la visión, lo que sea que Helena hubiera visto no estaba allí... ¿Sería su imaginación? O quizás, una simple casualidad. Frunció el ceño. Decidió no darle más importancia de la que debía.
Tiempo después, Helena también acabó marchándose del lugar. Se fue a un sitio más tranquilo; el río que cruzaba cerca de la ciudad. Allí podía ver a casi toda esta, y cómo con el paso del tiempo había cambiado. Ella no estuvo en su inauguración, pero aún así había cosas nuevas desde que llegó, y en el transcurso de un año habrían hecho seguramente un buen progreso.
Pero no había ido allí por nada. Notaba que la estaban siguiendo, y si sus sospechas eran ciertas, seguramente aquel que lo hacía lo haría hasta allí mismo. Y, efectivamente, notó pasos a su espalda.
La bruja frunció el ceño y sacó de su cinturón la Daga de Luna Invernal y la lanzó contra el sujeto de su espalda. Esta se clavó en un poste que quedaba a escasos centímetros del rostro de aquel ser.
-La próxima irá justo a tu entrecejo como no me expliques quién eres-Con un rápido movimiento en su muñeca izquierda, descubrió la daga que ocultaba su brazalete-Y como no me guste tu explicación, el resultado será el mismo-Amenazó
Ante las siguientes palabras del virrey, la Rhodes no pudo evitar esbozar una sonrisa. Sabía cómo le gustaban ese tipo de eventos a Matthew, y se alegraba por él cada vez que tenía la oportunidad de celebrar uno. De nuevo, asintió dándole la razón al moreno. Se estaba acostumbrando de verdad a la vida en Ciudad Lagarto, y eso la tenía muy relajada y... Feliz. Hacía tiempo que no se sentía así plenamente. Siempre pensó que su estancia en aquella ciudad duraría días, semanas o solo un mes, pero ya ha sido demasiado tiempo allí, acomodándose y viendo en aquel lugar una especie de hogar.
Matt le pasó un brazo por encima del hombro. Hace unas semanas atrás, seguramente el virrey se hubiese llevado un puñetazo en el costado o un leve empujón como mínimo, pero ese día Helena estaba realmente bien, y ni siquiera le importaba esa pequeña acción por parte del humano. Simplemente, se dejó llevar.
Lo miró de reojo.
-Hace años que no bailo-Confesó-...Y también que no me visto tan... "elegante"-Añadió-Espero que al virrey no le importen mis carencias-Dijo con un tono elegante y educado, escondiendo la broma y burla que le provocaba a Helena hablarle así a Matt, ya que este último lo odiaba. Acto seguido, dejó escapar una sonrisa infantil, no podía aguantarse.
Matthew finalmente se despidió. Le dio un beso en la frente a Helena; dos actos antes repudiados por esta fueron asimilados como si nada. La única respuesta de la bruja fue un leve asentimiento de cabeza.
Mientras veía cómo el virrey se marchaba, pudo ver que alguien los estaba observando desde la penumbra de una callejuela cercana a una calle con multitud de chozas de madera construidas de mala manera. Quiso fijarse más en este, pero en ese mismo instantes un grupo de cuatro residentes de la ciudad pasaron por delante de la rubia y le impidieron ver con claridad. Esta buscó de nuevo poder ver a la figura, pero era inútil. Cuando el grupo siguió su camino y ya despejó más la visión, lo que sea que Helena hubiera visto no estaba allí... ¿Sería su imaginación? O quizás, una simple casualidad. Frunció el ceño. Decidió no darle más importancia de la que debía.
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Tiempo después, Helena también acabó marchándose del lugar. Se fue a un sitio más tranquilo; el río que cruzaba cerca de la ciudad. Allí podía ver a casi toda esta, y cómo con el paso del tiempo había cambiado. Ella no estuvo en su inauguración, pero aún así había cosas nuevas desde que llegó, y en el transcurso de un año habrían hecho seguramente un buen progreso.
Pero no había ido allí por nada. Notaba que la estaban siguiendo, y si sus sospechas eran ciertas, seguramente aquel que lo hacía lo haría hasta allí mismo. Y, efectivamente, notó pasos a su espalda.
La bruja frunció el ceño y sacó de su cinturón la Daga de Luna Invernal y la lanzó contra el sujeto de su espalda. Esta se clavó en un poste que quedaba a escasos centímetros del rostro de aquel ser.
-La próxima irá justo a tu entrecejo como no me expliques quién eres-Con un rápido movimiento en su muñeca izquierda, descubrió la daga que ocultaba su brazalete-Y como no me guste tu explicación, el resultado será el mismo-Amenazó
Helena Rhodes
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Re: Lealtad y Compromiso [Privado] [Cerrado]
Sí Helena había podido detectar que alguien la seguía eso solo hablaba de la increíble capacidad de la asesina, no de la improvisación de quien la seguía, ya que verdaderamente era muy silenciosa. Sus pies tocaban el piso, sí, pero no dejaban marca alguna, ni levantaban polvo, y sus pasos debían ser apenas perceptibles para la gente común. Cuando Helena se detuvo para encararla, la misteriosa figura sonrió por debajo de la capa que cubría su rostro.
-Bien, bien, no podía esperar menos de la perrita faldera del Virrey, ese hombre sabe rodearse de personas con talento - Era una voz femenina, aunque algo burlona. Levantó las manos para demostrarle que no iba armada - Tranquila, solo vengo a hablar, soy una mensajera -
Agarró la daga que Helena había arrojado y la desclavó del poste, con un hábil movimiento la giró y la tomó por el filo para luego pasársela a la Rhodes. Era un gesto de buena voluntad, claro que a pesar de eso podían decidir comenzar con la pelea de todos modos, pero al menos sería en igualdad de condiciones, no era justo que Helena estuviera parcialmente desarmada.
-Mi nombre es Sam - Nombre neutro, aunque su voz no dejaba lugar a duda de su género. Se quitó la capa para mostrar su rostro, tenía runas mágicas tatuadas en el - Tengo una propuesta para ti, mi Jefe confía en que podamos llegar a un acuerdo que beneficie a ambas partes ¿Estarías dispuesta a escucharme al menos? -
Sam sonreía cuando hablaba, aunque no de modo fingido como Matt, sinceramente parecía ser una persona muy alegre y simpática. Sí estuvieran en cualquier otra circunstancia parecería ser del tipo de persona que uno invita a tomar unos tragos a una taberna, como buenos camaradas, y seguramente terminarían la noche cantando y riendo. Pero la situación no era esa, había estado espiando a Helena mientras estaba con el Virrey, y ahora parecía querer hacer negocios.
Además, era evidente que estaba armada, tanto por el bastón en su espalda como por las runas en sus brazos.
-Dentro de dos noches será la celebración para conmemorar la fundación de Ciudad Lagarto ¿No es así? - Solo estaba confirmando lo que ya sabían - Sabemos que eres la asesina personal del Virrey, y su guardaespalda - Nuevamente eran datos que todo el mundo sabía - Lo que te pediremos no te costará esfuerzo alguno y a cambio podrías recibir algo que en verdad deseas con toda tu alma -
La muchacha esperaba haber causado al menos algo de curiosidad con esas últimas palabras. Le sonrió e hizo un gesto con la mano para que la siguiera.
-Sí decides que no quieres participar, entonces pelearemos y todas esas cosas que te gustan tanto ¿De acuerdo? Pero estoy segura que no será así - Se dio la vuelta, darle la espalda a una asesina era un claro mensaje de sumisión por su parte - Vamos a otro sitio, estas calles están llenas de oídos - Y era cierto, en cuanto dijo eso una ventana del segundo piso se cerró de golpe, una señora que pasaba por la esquina empezó a caminar más rápido y un grupo de niños que jugaban salieron corriendo.
Sí Helena prestaba atención, podría darse cuenta que el motivo por el que Sam era tan silenciosa involucraba magia, sus pies no iban hacía el piso, el piso parecía seguir a sus pies, aunque el movimiento de la tierra era sumamente sutil y casi imperceptible.
-Bien, bien, no podía esperar menos de la perrita faldera del Virrey, ese hombre sabe rodearse de personas con talento - Era una voz femenina, aunque algo burlona. Levantó las manos para demostrarle que no iba armada - Tranquila, solo vengo a hablar, soy una mensajera -
Agarró la daga que Helena había arrojado y la desclavó del poste, con un hábil movimiento la giró y la tomó por el filo para luego pasársela a la Rhodes. Era un gesto de buena voluntad, claro que a pesar de eso podían decidir comenzar con la pelea de todos modos, pero al menos sería en igualdad de condiciones, no era justo que Helena estuviera parcialmente desarmada.
-Mi nombre es Sam - Nombre neutro, aunque su voz no dejaba lugar a duda de su género. Se quitó la capa para mostrar su rostro, tenía runas mágicas tatuadas en el - Tengo una propuesta para ti, mi Jefe confía en que podamos llegar a un acuerdo que beneficie a ambas partes ¿Estarías dispuesta a escucharme al menos? -
- Sam:
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Sam sonreía cuando hablaba, aunque no de modo fingido como Matt, sinceramente parecía ser una persona muy alegre y simpática. Sí estuvieran en cualquier otra circunstancia parecería ser del tipo de persona que uno invita a tomar unos tragos a una taberna, como buenos camaradas, y seguramente terminarían la noche cantando y riendo. Pero la situación no era esa, había estado espiando a Helena mientras estaba con el Virrey, y ahora parecía querer hacer negocios.
Además, era evidente que estaba armada, tanto por el bastón en su espalda como por las runas en sus brazos.
-Dentro de dos noches será la celebración para conmemorar la fundación de Ciudad Lagarto ¿No es así? - Solo estaba confirmando lo que ya sabían - Sabemos que eres la asesina personal del Virrey, y su guardaespalda - Nuevamente eran datos que todo el mundo sabía - Lo que te pediremos no te costará esfuerzo alguno y a cambio podrías recibir algo que en verdad deseas con toda tu alma -
La muchacha esperaba haber causado al menos algo de curiosidad con esas últimas palabras. Le sonrió e hizo un gesto con la mano para que la siguiera.
-Sí decides que no quieres participar, entonces pelearemos y todas esas cosas que te gustan tanto ¿De acuerdo? Pero estoy segura que no será así - Se dio la vuelta, darle la espalda a una asesina era un claro mensaje de sumisión por su parte - Vamos a otro sitio, estas calles están llenas de oídos - Y era cierto, en cuanto dijo eso una ventana del segundo piso se cerró de golpe, una señora que pasaba por la esquina empezó a caminar más rápido y un grupo de niños que jugaban salieron corriendo.
Sí Helena prestaba atención, podría darse cuenta que el motivo por el que Sam era tan silenciosa involucraba magia, sus pies no iban hacía el piso, el piso parecía seguir a sus pies, aunque el movimiento de la tierra era sumamente sutil y casi imperceptible.
Matthew Owens
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Re: Lealtad y Compromiso [Privado] [Cerrado]
¿"Perita faldera"? Ya lo había oído, pero parecía que su fama se había extendido. Esas palabras no hicieron otra cosa que aumentar la presión sanguínea. Aunque antes de explotar, quiso escuchar más; esta era otra de las cosas que había aprendido estando con Matthew en Ciudad Lagarto; al primero que te caiga mal no hay que darle un puñetazo en los dientes, escucha primero todo lo que tenga que decir y luego se lo das.
-No has empezado bien-Advirtió cruzándose de brazos.
Luego de eso, la extraña desencajó la daga del poste, la que Helena le había tirado segundos atrás, y se la ofreció en un acto de confianza.
Aunque, la Rhodes no era conocida por su fácil confianza en los extraños, por lo que la miró con cautela, entrecerró los ojos y tras unos segundos en silencio se acercó hasta esta para recuperar su arma.
-Yo soy Helena, aunque supongo que eso ya lo sabrás-Dijo con sarcasmo mientras se guardaba la daga en el cinturón-Te escucho, "Sam".-Sabía a ciencia cierta que ese no era su verdadero nombre, ¿Qué clase de mujer se llamaría como un paleto estándar de pueblo?
Acto seguido, la bruja se llevó las manos a la cintura, adoptando una aparente pose relajada para escuchar a la extraña.
Mencionó algo que "deseas con toda tu alma". Eso logró captar la atención total de la bruja, la cual torció el gesto preguntándose qué sería.
Sam no le contó nada relevante más allá que el supuesto deseo más anhelado de la Rhodes. Esta primera se puso de espaldas a la rubia, invitándola a que la siguiese.
-Te sigo-Fue lo último que dijo tras ver cómo de verdad allí habían oídos por todas partes.
Mientras caminaban, Helena se percató de la especial forma de hacerlo que tenía Sam. Era extraño, como casi mágico, seguramente influido por las runas que estaban dibujadas en su cuerpo. De reojo, miró de arriba a abajo a la mujer.
-Runas-Se colocó la capucha para tapar por completo su rostro ante miradas indeseadas-Tus pies...-Puntualizo por si acaso Sam no sabía de qué hablaba-Las he estudiado poco. Son complicadas.-Ahora giró un poco su cuello para poder mirar directamente a su acompañante-¿Quién es tu jefe?-Preguntó sin ningún tipo de pudor.
-No has empezado bien-Advirtió cruzándose de brazos.
Luego de eso, la extraña desencajó la daga del poste, la que Helena le había tirado segundos atrás, y se la ofreció en un acto de confianza.
Aunque, la Rhodes no era conocida por su fácil confianza en los extraños, por lo que la miró con cautela, entrecerró los ojos y tras unos segundos en silencio se acercó hasta esta para recuperar su arma.
-Yo soy Helena, aunque supongo que eso ya lo sabrás-Dijo con sarcasmo mientras se guardaba la daga en el cinturón-Te escucho, "Sam".-Sabía a ciencia cierta que ese no era su verdadero nombre, ¿Qué clase de mujer se llamaría como un paleto estándar de pueblo?
Acto seguido, la bruja se llevó las manos a la cintura, adoptando una aparente pose relajada para escuchar a la extraña.
Mencionó algo que "deseas con toda tu alma". Eso logró captar la atención total de la bruja, la cual torció el gesto preguntándose qué sería.
Sam no le contó nada relevante más allá que el supuesto deseo más anhelado de la Rhodes. Esta primera se puso de espaldas a la rubia, invitándola a que la siguiese.
-Te sigo-Fue lo último que dijo tras ver cómo de verdad allí habían oídos por todas partes.
Mientras caminaban, Helena se percató de la especial forma de hacerlo que tenía Sam. Era extraño, como casi mágico, seguramente influido por las runas que estaban dibujadas en su cuerpo. De reojo, miró de arriba a abajo a la mujer.
-Runas-Se colocó la capucha para tapar por completo su rostro ante miradas indeseadas-Tus pies...-Puntualizo por si acaso Sam no sabía de qué hablaba-Las he estudiado poco. Son complicadas.-Ahora giró un poco su cuello para poder mirar directamente a su acompañante-¿Quién es tu jefe?-Preguntó sin ningún tipo de pudor.
Helena Rhodes
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Re: Lealtad y Compromiso [Privado] [Cerrado]
Sam sonrió ampliamente, esa chica era tal como su Jefe se la había descrito, sin duda tenía buen ojo. “No te muestres agresiva, no le des motivos para que conteste con la fuerza” pensaba la asesina misteriosa mientras observaba a Helena de arriba a a abajo, deteniéndose especialmente en sus manos ya que era donde estaban sus armas. La joven se mostró confiada, estaba segura sobre sus habilidades y no se dejaría derrotar sin dejar como mínimo a la Rhodes mal herida.
-Estas en lo cierto, son runas - No era un dato tan importante, así que podían charlarlo mientras caminaban, no había problemas con que las escuchen - A mis poderes de Tensái de tierra se le suma el efecto de las runas, hace que mi magia sea más fluida, casi no tengo que pensar para que las cosas se muevan - Pasó el pie por el suelo, y la tierra reaccionó a su contacto.
Sam siguió caminando por las confusas y caóticas callejuelas de Ciudad Lagarto, la misteriosa espía parecía conocer bien la ciudad ¿Era autóctona de allí? Se detuvo repentinamente frente a una puerta cerrada, tocó tres veces, hizo una pausa y agregó otros dos golpes. La entrada se abrió y adentro de lo que aparentaba ser una residencia como cualquiera ocultaba en realidad un bar, no parecía como la taberna promedio de la Ciudad, todas las ventanas estaban cerradas, todo el piso estaba cubierto con alfombras, y la luz se mantenía muy tenue.
-¿Conocías el lugar? Solo encontraras Hechiceros en este sitio - Sam suponía que eso iba a agradar y a incomodar por partes iguales a Helena - Es mucho más tranquilo y privado que la mayoría de las pocilgas que los habitantes de Ciudad Lagarto llaman Tabernas - Siguió hasta el fondo del lugar, cruzando por unas cortinas hasta llegar a una mesa solo para dos, por cómo estaba distribuido el local, no podrían verlas a menos que se acercaran.
La Bruja le hizo un gesto para que se sentara y luego hizo lo mismo, se cruzó de piernas sobre la silla, en una posición bastante relajada considerando el ambiente y la persona que tenía enfrente. El ambiente era muy tranquilo, daba la sensación de que todos hablaban en murmullos, como si fuera un sitio concebido para guardar secretos.
-Celebro el que te muestres tan paciente, creo que pasar tanto tiempo con el Virrey Loco te ha sosegado un poco el ánimo. Es un bonito regalo de su parte - Trajeron dos tazas de té, Sam sintió el olor antes de dar un sorbo - Esta fragancia me hace acordar a Beltrexus ¿A ti no? - Estaba jugando con Helena, ninguna de sus palabras parecían ser dichas al azar - Ya que estamos en eso ¿Hace cuánto que no pones un pie en las islas? Diría que bastante - Preguntó y se contestó - Es de eso que quiero hablarte -
Aún así no terminaba de mostrar todas sus cartas, luego de tirar todos esos datos a medias, se tomó varios segundos más para beber otro sorbo de té.
-Antes preguntaste quien era mi Jefe, no lo conoces en persona, pero él se tomó mucho trabajo para investigarte - Puso la taza a un lado - ¿El apellido Hochgrevink te suena de algo? Es una de las familias más importantes de las Islas, el Jefe de la familia es un hombre con muchos recursos, con gran influencia entre los sabios... - Hizo una pausa - Y padre de Eyre. Seguro que ese nombre sí te suena - Sonrió - No es necesario que te explique lo que piensa un Hechicero de semejante categoría sobre la idea de que su querida y única hija se case con el Virrey de una Ciudad de bandidos... - Levantó una ceja, ahora seria - Esa boda no debe ocurrir -
-Estas en lo cierto, son runas - No era un dato tan importante, así que podían charlarlo mientras caminaban, no había problemas con que las escuchen - A mis poderes de Tensái de tierra se le suma el efecto de las runas, hace que mi magia sea más fluida, casi no tengo que pensar para que las cosas se muevan - Pasó el pie por el suelo, y la tierra reaccionó a su contacto.
Sam siguió caminando por las confusas y caóticas callejuelas de Ciudad Lagarto, la misteriosa espía parecía conocer bien la ciudad ¿Era autóctona de allí? Se detuvo repentinamente frente a una puerta cerrada, tocó tres veces, hizo una pausa y agregó otros dos golpes. La entrada se abrió y adentro de lo que aparentaba ser una residencia como cualquiera ocultaba en realidad un bar, no parecía como la taberna promedio de la Ciudad, todas las ventanas estaban cerradas, todo el piso estaba cubierto con alfombras, y la luz se mantenía muy tenue.
-¿Conocías el lugar? Solo encontraras Hechiceros en este sitio - Sam suponía que eso iba a agradar y a incomodar por partes iguales a Helena - Es mucho más tranquilo y privado que la mayoría de las pocilgas que los habitantes de Ciudad Lagarto llaman Tabernas - Siguió hasta el fondo del lugar, cruzando por unas cortinas hasta llegar a una mesa solo para dos, por cómo estaba distribuido el local, no podrían verlas a menos que se acercaran.
La Bruja le hizo un gesto para que se sentara y luego hizo lo mismo, se cruzó de piernas sobre la silla, en una posición bastante relajada considerando el ambiente y la persona que tenía enfrente. El ambiente era muy tranquilo, daba la sensación de que todos hablaban en murmullos, como si fuera un sitio concebido para guardar secretos.
-Celebro el que te muestres tan paciente, creo que pasar tanto tiempo con el Virrey Loco te ha sosegado un poco el ánimo. Es un bonito regalo de su parte - Trajeron dos tazas de té, Sam sintió el olor antes de dar un sorbo - Esta fragancia me hace acordar a Beltrexus ¿A ti no? - Estaba jugando con Helena, ninguna de sus palabras parecían ser dichas al azar - Ya que estamos en eso ¿Hace cuánto que no pones un pie en las islas? Diría que bastante - Preguntó y se contestó - Es de eso que quiero hablarte -
Aún así no terminaba de mostrar todas sus cartas, luego de tirar todos esos datos a medias, se tomó varios segundos más para beber otro sorbo de té.
-Antes preguntaste quien era mi Jefe, no lo conoces en persona, pero él se tomó mucho trabajo para investigarte - Puso la taza a un lado - ¿El apellido Hochgrevink te suena de algo? Es una de las familias más importantes de las Islas, el Jefe de la familia es un hombre con muchos recursos, con gran influencia entre los sabios... - Hizo una pausa - Y padre de Eyre. Seguro que ese nombre sí te suena - Sonrió - No es necesario que te explique lo que piensa un Hechicero de semejante categoría sobre la idea de que su querida y única hija se case con el Virrey de una Ciudad de bandidos... - Levantó una ceja, ahora seria - Esa boda no debe ocurrir -
Matthew Owens
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Re: Lealtad y Compromiso [Privado] [Cerrado]
Sam era una bruja; una tensái de tierra. En ese momento, a Helena se le despertó cierta curiosidad en cómo las runas podrían unirse a su propia capacidad para manejar el Éter y, por ende, el agua.
Durante el camino, era lo único que hablaron. Sam no quiso responder a nada más, al menos por el momento, y la Rhodes tampoco quiso presionar. Mientras caminaba, seguía por el rabillo del ojo todos y cada uno de los movimientos de la tensái de tierra.
Pararon frente a una puerta cualquiera, aunque parecía que para Sam no era así. HIzo una especie de llamada especial y esta se abrió, dando lugar a una taberna aparentemente cerrada y secreta. La tensái de tierra confirmó que en ese lugar solo se reunían brujos, eso generó dos sentimientos en Helena: el primero, nostalgia hacia el hogar, el segundo, miedo e incertidumbre.
-...Me pregunto cuántos sitios clandestinos habrá por esta ciudad-Pensó en voz alta como única respuesta hacia lo que Sam había dicho.
Al final, ambas se sentaron en una mesa elegida al azar. Sam tenía una postura relajada, mientras que la Rhodes tenía los hombros tenso y el tronco recto, observando bajo su capucha a su congénere.
De nuevo, Sam habló. Helena no contestó a la primera frase. Se mantuvo en silencio y vigilante. Lo único que quería es que aquella mujer fuese al grano. Además, la presencia de los otros brujos en cierta manera la incomodaba. Lo más probable es que nadie supiera su origen ni cómo o por qué llegó a la ciudad sin ley, pero nunca estaba de más prevenir cualquier tipo de sospecha sobre ello.
Dos tazas de té fueron dejadas sobre la mesa. Sam agarró una y la olió, Helena analizó el líquido y no hizo gesto alguno de querer probarlo. Acto seguido, subió de nuevo la atención a la tensái de tierra.
Las siguientes dos frases de la morena hicieron sentir a Helena dos puñales clavados a conciencia en su propio corazón. No supo en primera instancia cómo reaccionar, tan solo torció el gesto y miró con desaprobación a su congénere.
Después, Sam le habló sobre su jefe, respondiendo a la pregunta que Helena le había hecho tiempo atrás y de la cual ni siquiera la rubia se acordaba.
-...Claro que me suena-Dijo con desdén. No era una idiota o una desinformada. Esa familia era bien famosa en las Islas-¿Qué tiene que ver eso conmigo?-Preguntó. La respuesta de Sam no se hizo esperar; era el padre de Eyre, la novia-amante-prometida del virrey, o como lo quisiera llamar el propio Matt.
Entonces, la rubia abrió los ojos como platos y soltó una exhalación.
-¿"No debe ocurrir"?-Preguntó, extrañada-Explícate
Hay dos razones que se le vinieron a la mente en ese momento para que alguien quisiera contratarla o incluso saber de ella. La primera era el sabotaje; quizás actuar desde las sombras para que toda aquella vida en pareja saliese mal o inmiscuirse en los asuntos de ambos para tirar por los suelos la relación. La segunda razón, y más perturbadora, era... El asesinato.
Durante el camino, era lo único que hablaron. Sam no quiso responder a nada más, al menos por el momento, y la Rhodes tampoco quiso presionar. Mientras caminaba, seguía por el rabillo del ojo todos y cada uno de los movimientos de la tensái de tierra.
Pararon frente a una puerta cualquiera, aunque parecía que para Sam no era así. HIzo una especie de llamada especial y esta se abrió, dando lugar a una taberna aparentemente cerrada y secreta. La tensái de tierra confirmó que en ese lugar solo se reunían brujos, eso generó dos sentimientos en Helena: el primero, nostalgia hacia el hogar, el segundo, miedo e incertidumbre.
-...Me pregunto cuántos sitios clandestinos habrá por esta ciudad-Pensó en voz alta como única respuesta hacia lo que Sam había dicho.
Al final, ambas se sentaron en una mesa elegida al azar. Sam tenía una postura relajada, mientras que la Rhodes tenía los hombros tenso y el tronco recto, observando bajo su capucha a su congénere.
De nuevo, Sam habló. Helena no contestó a la primera frase. Se mantuvo en silencio y vigilante. Lo único que quería es que aquella mujer fuese al grano. Además, la presencia de los otros brujos en cierta manera la incomodaba. Lo más probable es que nadie supiera su origen ni cómo o por qué llegó a la ciudad sin ley, pero nunca estaba de más prevenir cualquier tipo de sospecha sobre ello.
Dos tazas de té fueron dejadas sobre la mesa. Sam agarró una y la olió, Helena analizó el líquido y no hizo gesto alguno de querer probarlo. Acto seguido, subió de nuevo la atención a la tensái de tierra.
Las siguientes dos frases de la morena hicieron sentir a Helena dos puñales clavados a conciencia en su propio corazón. No supo en primera instancia cómo reaccionar, tan solo torció el gesto y miró con desaprobación a su congénere.
Después, Sam le habló sobre su jefe, respondiendo a la pregunta que Helena le había hecho tiempo atrás y de la cual ni siquiera la rubia se acordaba.
-...Claro que me suena-Dijo con desdén. No era una idiota o una desinformada. Esa familia era bien famosa en las Islas-¿Qué tiene que ver eso conmigo?-Preguntó. La respuesta de Sam no se hizo esperar; era el padre de Eyre, la novia-amante-prometida del virrey, o como lo quisiera llamar el propio Matt.
Entonces, la rubia abrió los ojos como platos y soltó una exhalación.
-¿"No debe ocurrir"?-Preguntó, extrañada-Explícate
Hay dos razones que se le vinieron a la mente en ese momento para que alguien quisiera contratarla o incluso saber de ella. La primera era el sabotaje; quizás actuar desde las sombras para que toda aquella vida en pareja saliese mal o inmiscuirse en los asuntos de ambos para tirar por los suelos la relación. La segunda razón, y más perturbadora, era... El asesinato.
Helena Rhodes
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Re: Lealtad y Compromiso [Privado] [Cerrado]
Ante el comentario en voz alta sobre “los sitios ocultos”, Sam solo hizo una sonrisa pícara, en la ciudad de los ladrones y estafadores esa clase de lugares abundaban. Lo que solía pasar es que cada subgrupo conocía los sitios que correspondían a su gremio o área de trabajo, en el caso de ellas dos, los clanes de Hechiceros.
-¿Todavía desconfías? Supongo que no puedo culparte, una completa extraña llena de información aparece de la nada y te propone.. - Cerró la boca - Casi se me escapa antes de tiempo jaja - Terminó su té y se sirvió un poco más - No es que quiera ser irritante - Sí quería - Es que quiero que conozcas todo el panorama antes de hacer nuestra oferta, estoy segura que sí sabes toda la historia estarás mucho más dispuesta a ayudarnos -
De cualquier manera, no era como si pudiera continuar extendiendo el misterio durante más tiempo, Sam sabía que cada minuto que pasaba estaba más cerca de recibir un ataque por parte de la Rhodes. Jugó con la taza unos segundos más, pensando cuidadosamente las palabras que iba a utilizar.
-Eyre se fue de su casa siendo muy joven, y se encontró con este... - Apretó los labios - No es necesario que te lo explique, lo conoces mejor que nadie. En una mente ingenua y soñadora como la de Eyre no le fue difícil convencerla que se vaya con él y luego el que aceptara casarse. Pero mi Jefe sabe que Matthew Owens no está motivado por el amor, lo único que quiere es conseguir contactos. Imagina lo que podría hacer estando relacionado con una de las familias más importantes de Beltrexus - Suspiró, se había agitado y su enojo con la situación era evidente - Esa pobre muchacha va camino a ser infeliz el resto de su vida -
Era una triste historia, sí, aunque probablemente Helena las habría escuchado mucho peores, más al vivir en el prostíbulo del Virrey, ninguna de las muchachas que aceptaban trabajar para Matt tenían una bonita historia.
-Sé que vas a decir: ¿Y a mi eso qué? - Pareció relajarse de nuevo, sonriendo con confianza - Bien, lo que te pedimos es mínimo, y lo que puedes ganar podría ser un giro para tu vida - Buscó en un bolsillo interno de su chaqueta y sacó un pergamino - Creo que esto terminará de disipar tus dudas - El papel contenía un sencillo párrafo escrito con una letra prolija y hermosa, abajo de todo estaba la firma del Señor Hochgrevink, pero le faltaba el sello que hacía que el documento adquiriera validez - Solo debes hacerte la distraída mientras hacemos nuestro movimiento ¡Simple! -
Se recostó contra el respaldo de su silla.
-Eyre se encuentra de visita en lo de sus padres, así que no se enterará de nada hasta que haya pasado bastante tiempo. Tu podrás regresar a las islas. Mi Jefe podrá casar a su hija con un buen partido - Se encogió de hombros - Y seamos sinceras, el mundo será un lugar mejor sin la presencia de semejante monstruo ¿No lo crees? - Ahora sí todas las cartas estaban a plena vista, sólo quedaba esperar a por la respuesta de la asesina.
-¿Todavía desconfías? Supongo que no puedo culparte, una completa extraña llena de información aparece de la nada y te propone.. - Cerró la boca - Casi se me escapa antes de tiempo jaja - Terminó su té y se sirvió un poco más - No es que quiera ser irritante - Sí quería - Es que quiero que conozcas todo el panorama antes de hacer nuestra oferta, estoy segura que sí sabes toda la historia estarás mucho más dispuesta a ayudarnos -
De cualquier manera, no era como si pudiera continuar extendiendo el misterio durante más tiempo, Sam sabía que cada minuto que pasaba estaba más cerca de recibir un ataque por parte de la Rhodes. Jugó con la taza unos segundos más, pensando cuidadosamente las palabras que iba a utilizar.
-Eyre se fue de su casa siendo muy joven, y se encontró con este... - Apretó los labios - No es necesario que te lo explique, lo conoces mejor que nadie. En una mente ingenua y soñadora como la de Eyre no le fue difícil convencerla que se vaya con él y luego el que aceptara casarse. Pero mi Jefe sabe que Matthew Owens no está motivado por el amor, lo único que quiere es conseguir contactos. Imagina lo que podría hacer estando relacionado con una de las familias más importantes de Beltrexus - Suspiró, se había agitado y su enojo con la situación era evidente - Esa pobre muchacha va camino a ser infeliz el resto de su vida -
Era una triste historia, sí, aunque probablemente Helena las habría escuchado mucho peores, más al vivir en el prostíbulo del Virrey, ninguna de las muchachas que aceptaban trabajar para Matt tenían una bonita historia.
-Sé que vas a decir: ¿Y a mi eso qué? - Pareció relajarse de nuevo, sonriendo con confianza - Bien, lo que te pedimos es mínimo, y lo que puedes ganar podría ser un giro para tu vida - Buscó en un bolsillo interno de su chaqueta y sacó un pergamino - Creo que esto terminará de disipar tus dudas - El papel contenía un sencillo párrafo escrito con una letra prolija y hermosa, abajo de todo estaba la firma del Señor Hochgrevink, pero le faltaba el sello que hacía que el documento adquiriera validez - Solo debes hacerte la distraída mientras hacemos nuestro movimiento ¡Simple! -
Se recostó contra el respaldo de su silla.
-Eyre se encuentra de visita en lo de sus padres, así que no se enterará de nada hasta que haya pasado bastante tiempo. Tu podrás regresar a las islas. Mi Jefe podrá casar a su hija con un buen partido - Se encogió de hombros - Y seamos sinceras, el mundo será un lugar mejor sin la presencia de semejante monstruo ¿No lo crees? - Ahora sí todas las cartas estaban a plena vista, sólo quedaba esperar a por la respuesta de la asesina.
Matthew Owens
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Re: Lealtad y Compromiso [Privado] [Cerrado]
Todo esto, como se ha mencionado anteriormente, quedará indultado si la acusada de asesinato acepta el siguiente trabajo de contrato: Asesinar con los métodos que le sean más oportunos y cómodos al señor Matthew Owens, virrey de Ciudad Lagarto.
Si el contrato es rechazado, roto o se comete una falta de discrecionalidad, se perpetuará la detención de la señorita Rhodes y se le llevará a Beltrexus para ser juzgada y, posteriormente, condenada por asesinato.
Lo leyó de arriba a abajo, y no una vez, ni dos... Tres veces fue línea a línea asegurándose que sus ojos no la engañaban, y cada vez que leía una palabra, estos se ensanchaban más y más, hasta acabar con una cara de incredulidad que no parecía tener fin.
Dejó el pergamino abierto sobre la mesa, y apartó el té. No estaba para beber nada. Es más, tenía sentimientos encontrados. Uno de ellos fue estrellarle el vaso en la cara a esa impertinente por pedirle tal atrocidad, pero en seguida, otra parte de ella se sentía dichosa y agradecida con Sam, y no solo con la tensái de tierra, si no con el padre de Eyre. Era cierto que su vida podría dar un vuelco, podría arreglarse con hacer algo tan simple como lo que llevaba haciendo esos ocho años: matar.
Pero... La presa que le exigían era una a la que jamás se le habría pasado por la cabeza cazar... La única persona en esos ocho años que la trató bien, y de las pocas a las que podía llamar un "amigo".
-E-esto es...-Su voz estaba entrecortada por el remolino de sentimientos que se le habían venido-¿Real?-Fue una pregunta absurda, pero necesitaba saberlo
Tragó saliva y las manos empezaron a temblarle levemente.
Tenía la posibilidad de volver a su vida, y como si nada hubiera pasado. De volver con su familia, de volver a su playa, a su hogar... Si Helena tenía un único deseo más allá de lo material, era ese.
Debía de tomar una decisión, y tenía que ser firme. Si aceptaba, todo serían ventajas y abandonaría ese estercolero de ciudad para siempre, si rechazaba, sería inmediatamente prendida y llevada para ser juzgada. Miró a su alrededor. Algunos de los presentes la observaban detenenidamente, ahora sabía que la mayoría no estaba allí por casualidad, estaban allí para ver la decisión de la Rhodes.
Devolvió su atención a Sam, y bajo su capucha, la miró fijamente.
-Acepto.-Dijo, solemne-Asesinaré a Matthew Owens.
Tras eso, se puso en pie y se encaminó hacia la salida, sin ni siquiera despedirse de Sam, dejando allí el pergamino y la taza de té sin probar. Miradas indiscretas la siguieron hasta que cruzó el umbral de la puerta. Finalmente, acabó por irse.
Helena Rhodes
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Re: Lealtad y Compromiso [Privado] [Cerrado]
La taberna que hasta el momento disfrutaba de los sonidos habituales y esperables de un lugar así, se puso repentinamente en silencio. No podría decirse que TODAS las miradas se fijaron entonces en Helena, pero sin duda un buen número de ellas estaban atentas, la más insistente era Sam, quien siquiera pestañeaba, era el momento decisivo, sí la Rhodes iba a tomar alguna represalia sería en ese momento. Abajo de la mesa el polvo que por defecto se juntaba en cualquier sitio comenzó a moverse lentamente, bastaba un solo gesto sospechoso por parte de la asesina para que se produjera el ataque.
Y así de rápido como se generó, se disipó, con solo una palabra de Helena: “Acepto”.
Las conversaciones volvieron a la normalidad, ya nadie la observaba, y la tierra bajo sus pies volvió a su sitio. Sam suspiró con alivio, no le molestaba pelear pero prefería no hacerlo, sí bien Helena no parecía convencida con la idea, había aceptado la oferta y eso era lo único que importaba al fin y al cabo.
-Está hecho entonces. El plan se llevará adelane durante la celebración, estate atenta a nuestra señal - Y dicho eso, ambas se levantaron y se fueron cada una por un camino distinto.
Bastante lejos de allí, Matthew Owens disfrutaba de una de sus actividades favoritas: Preparar las vestimentas que sus muchachas usarían en la celebración. La costura se le daba muy bien al Virrey, durante muchos años no había tenido el dinero suficiente como para pagarle a un sastre, y su obsesión por mantener una imagen pulcra lo habían motivado a aprender a hacerse su propia ropa.
-No me interesa en lo absoluto lo que él te diga, Rose, ese tipo de enfermedades no te las agarras por... ¿Como dijo que se le pegó? - Preguntaba el estafador mientras le daba algunas puntadas a un vestido.
-Por bañarse en el río cuando el cometa apareció en el cielo, dijo que esa cosa trae maldiciones y enfermedades para todos - Rose tenía quince años y aunque había pasado por muchas cosas en su corta vida, seguía creyendo muchas de las cosas que los clientes le decían.
-Puedo asegurarte que las estrellas en el cielo no tuvieron nada que ver con la cosa que se agarró - Matt se sonreía burlón - A menos que por “estrella” quiera decir: La Fulana que conocí la otra noche en el prostíbulo del otro lado del río, jajaja - Otras chicas que participaban de la charla, mujeres con más años y experiencia en el oficio rieron también - Lo hecho, hecho está. Seguramente ya te debe haber contagiado, deberías ir con Go´el para ver si tiene algo para eso-
Cuando vieron llegar a Helena las muchachas se retiraron, no se llevaban bien con la Hechicera, y el sentimiento era mutuo.
-¿Estas aburrida, Corazón? ¿Quieres ayudarme con esto? - Estiró la tela dejando entrever lo que en un futuro sería un hermoso vestido color verde perla.
Y así de rápido como se generó, se disipó, con solo una palabra de Helena: “Acepto”.
Las conversaciones volvieron a la normalidad, ya nadie la observaba, y la tierra bajo sus pies volvió a su sitio. Sam suspiró con alivio, no le molestaba pelear pero prefería no hacerlo, sí bien Helena no parecía convencida con la idea, había aceptado la oferta y eso era lo único que importaba al fin y al cabo.
-Está hecho entonces. El plan se llevará adelane durante la celebración, estate atenta a nuestra señal - Y dicho eso, ambas se levantaron y se fueron cada una por un camino distinto.
Bastante lejos de allí, Matthew Owens disfrutaba de una de sus actividades favoritas: Preparar las vestimentas que sus muchachas usarían en la celebración. La costura se le daba muy bien al Virrey, durante muchos años no había tenido el dinero suficiente como para pagarle a un sastre, y su obsesión por mantener una imagen pulcra lo habían motivado a aprender a hacerse su propia ropa.
-No me interesa en lo absoluto lo que él te diga, Rose, ese tipo de enfermedades no te las agarras por... ¿Como dijo que se le pegó? - Preguntaba el estafador mientras le daba algunas puntadas a un vestido.
-Por bañarse en el río cuando el cometa apareció en el cielo, dijo que esa cosa trae maldiciones y enfermedades para todos - Rose tenía quince años y aunque había pasado por muchas cosas en su corta vida, seguía creyendo muchas de las cosas que los clientes le decían.
-Puedo asegurarte que las estrellas en el cielo no tuvieron nada que ver con la cosa que se agarró - Matt se sonreía burlón - A menos que por “estrella” quiera decir: La Fulana que conocí la otra noche en el prostíbulo del otro lado del río, jajaja - Otras chicas que participaban de la charla, mujeres con más años y experiencia en el oficio rieron también - Lo hecho, hecho está. Seguramente ya te debe haber contagiado, deberías ir con Go´el para ver si tiene algo para eso-
Cuando vieron llegar a Helena las muchachas se retiraron, no se llevaban bien con la Hechicera, y el sentimiento era mutuo.
-¿Estas aburrida, Corazón? ¿Quieres ayudarme con esto? - Estiró la tela dejando entrever lo que en un futuro sería un hermoso vestido color verde perla.
Matthew Owens
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Re: Lealtad y Compromiso [Privado] [Cerrado]
En todo el camino de regreso hacia la carpa de Matthew un único pensamiento le recorría el pensamiento, y no podía quitárselo de en medio. ¿Cómo lo haría? ¿Cuál sería la señal? ¿Qué haría después? ¿De verdad volvería a su vida de antes? ¿Lograría hacerlo...? La rubia caminaba despacio, mirando hacia el suelo. Parecía realmente abstraída.
Entró en la tienda, y de pronto todas las chicas de Matt se marcharon de su lado, miró a todas con cierto aire de desprecio, ¿Por qué eran así? Apretó la mandíbula. ¿Acaso se había ganado aquel desaire? Era muy probable. Como tantas otras veces, se encaminaba hacia su tienda, anexada a la de Owens, pero el virrey la detuvo con un comentario.
-...-La bruja lo miró sin emoción alguna en sus ojos. Una vez más, dijo una frase que había repetido cientos de veces, y quizás, esta sería una de las últimas que lo haría-¿Qué quieres que haga?-Su tono de voz era calmado.
Se dirigió hacia el virrey y se sentó a su lado. Sin más, se puso a hacer todas y cada una de las cosas que Matt le pedía con aquella tela y los utensilios que este utilizaba para hacer de sastre. Le miró y esbozó una sonrisa, realmente era una afición en la que el virrey se sentía a gusto, y demostraba que era bueno en ello. Cuidaba a sus empleadas como si fueran de su propia familia, solo a cambio de una cosa... Lealtad y compromiso.
-...-De nuevo, lo miró-¿Crees que la gente me odia?-Preguntó de repente-...¿Crees que yo genero ese odio?-Preguntó de nuevo, sin dejar al humano tiempo para responder-...¿Es bueno que me odien?-Suspiró y esperó para ver qué era lo que Matt decía-Creo que, a veces, yo misma también me odio-Bajó la mirada, pensativa
Cuando terminó de ayudar a Matthew, se puso en pie
-Dijiste que tenías un vestido para mí, está en mi habitación, ¿Cierto?
Entró en la tienda, y de pronto todas las chicas de Matt se marcharon de su lado, miró a todas con cierto aire de desprecio, ¿Por qué eran así? Apretó la mandíbula. ¿Acaso se había ganado aquel desaire? Era muy probable. Como tantas otras veces, se encaminaba hacia su tienda, anexada a la de Owens, pero el virrey la detuvo con un comentario.
-...-La bruja lo miró sin emoción alguna en sus ojos. Una vez más, dijo una frase que había repetido cientos de veces, y quizás, esta sería una de las últimas que lo haría-¿Qué quieres que haga?-Su tono de voz era calmado.
Se dirigió hacia el virrey y se sentó a su lado. Sin más, se puso a hacer todas y cada una de las cosas que Matt le pedía con aquella tela y los utensilios que este utilizaba para hacer de sastre. Le miró y esbozó una sonrisa, realmente era una afición en la que el virrey se sentía a gusto, y demostraba que era bueno en ello. Cuidaba a sus empleadas como si fueran de su propia familia, solo a cambio de una cosa... Lealtad y compromiso.
-...-De nuevo, lo miró-¿Crees que la gente me odia?-Preguntó de repente-...¿Crees que yo genero ese odio?-Preguntó de nuevo, sin dejar al humano tiempo para responder-...¿Es bueno que me odien?-Suspiró y esperó para ver qué era lo que Matt decía-Creo que, a veces, yo misma también me odio-Bajó la mirada, pensativa
Cuando terminó de ayudar a Matthew, se puso en pie
-Dijiste que tenías un vestido para mí, está en mi habitación, ¿Cierto?
Helena Rhodes
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Re: Lealtad y Compromiso [Privado] [Cerrado]
Helena solía poner cara de satisfacción cuando veía que las muchachas se alejaban, pero en está ocasión puso un gesto diferente, Matthew levantó una ceja ante semejante cambio, sin terminar de comprender qué estaba pasando. Aún así no dijo nada, sabía que sí Helena le quería contar algo, lo haría por sí misma, y sí no deseaba hacerlo no importaba cuanto le preguntara no diría ni una sola palabra.
-Ven, acercate, quiero ver sí tomé bien las medidas del vestido, la muchacha que va a llevarlo tiene un cuerpo similar al tuyo - Cuando la Hechicera se acercó Matthew le apoyó la prenda sobre los hombros - Sostenla aquí - En cuanto le hizo caso comenzó a ajustar la parte de la cintura usando alfileres - ¿No estás emocionada? - Como Helena estaba tan silenciosa agregó - Me refiero a los festejos -
Se movió hasta quedar a la espalda de la joven y siguió agregando alfileres por la tela, obligatoriamente tenía que tocarla para hacerlo, pero no era como otras veces que intentaba ser seductor, en verdad se lo veía serio en la tarea. Se agachó y rodeó la cintura de Helena con ambos brazos para pasar una cinta del mismo color que el vestido y atarla en la parte de atrás.
De la nada Helena comenzó a hacer toda una serie de preguntas “Con que de eso se trata” pensó Matt mientras esperaba a que la chica hiciera una pausa.
-Todas las personas se odian entre sí, es el natural desarrollo de los seres vivos. Para que unos vivan otros tienen que morir, y eso lo sabemos desde que nacemos, no hay amistad, ni compañerismo, ni amor que pueda quitarnos esa certeza de nuestras almas - Hizo una pausa porque necesitaba agarrar algunos de los alfileres con la boca, en cuanto los puso en la tela continuó - A menos, claro, que estés dispuesto a sacrificarte por esa persona, pero entonces estás yendo en contra de todo lo que dicta tu naturaleza - Terminó de darle forma al vestido, dio unos pasos hacía atrás para evaluar el resultado - Si quieres una respuesta más directa, no has hecho ningún esfuerzo para caerle en gracia a la gente que te rodea. Pero por lo que tenía entendido eso no era algo que te importara -
Asintió y agarró la prenda por los hombros para guardarla junto con otras que ya había preparado más temprano. Luego se estiró, haciendo que todos los huesos de su espalda crujieran, cuando estaba cosiendo tendía a encorvarse sin darse cuenta.
-Oh, no digas eso, Cielo - Respondió cuando Helena manifestó odiarse por momentos - Sí tu no te amas nadie lo hará, créeme - Se acercó y le dio un abrazo - Algunos se enamorarán de tus ojos, otros de tu sonrisa e incluso de tu encantador carácter - Le dejó un beso en la frente - Pero sólo tú conoces todos tus secretos y puedes quererte a pesar de eso -
Se separó de la muchacha y sonrió, como un niño emocionado.
-¡Así es! Te está esperando en tu habitación - Se tapó la boca e hizo un gesto de sorpresa - ¿Te lo vas a probar ahora? - Dejó escapar un gritito ahogado - Vamos, vamos, pruébatelo, quiero ver cómo te queda -
-Ven, acercate, quiero ver sí tomé bien las medidas del vestido, la muchacha que va a llevarlo tiene un cuerpo similar al tuyo - Cuando la Hechicera se acercó Matthew le apoyó la prenda sobre los hombros - Sostenla aquí - En cuanto le hizo caso comenzó a ajustar la parte de la cintura usando alfileres - ¿No estás emocionada? - Como Helena estaba tan silenciosa agregó - Me refiero a los festejos -
Se movió hasta quedar a la espalda de la joven y siguió agregando alfileres por la tela, obligatoriamente tenía que tocarla para hacerlo, pero no era como otras veces que intentaba ser seductor, en verdad se lo veía serio en la tarea. Se agachó y rodeó la cintura de Helena con ambos brazos para pasar una cinta del mismo color que el vestido y atarla en la parte de atrás.
De la nada Helena comenzó a hacer toda una serie de preguntas “Con que de eso se trata” pensó Matt mientras esperaba a que la chica hiciera una pausa.
-Todas las personas se odian entre sí, es el natural desarrollo de los seres vivos. Para que unos vivan otros tienen que morir, y eso lo sabemos desde que nacemos, no hay amistad, ni compañerismo, ni amor que pueda quitarnos esa certeza de nuestras almas - Hizo una pausa porque necesitaba agarrar algunos de los alfileres con la boca, en cuanto los puso en la tela continuó - A menos, claro, que estés dispuesto a sacrificarte por esa persona, pero entonces estás yendo en contra de todo lo que dicta tu naturaleza - Terminó de darle forma al vestido, dio unos pasos hacía atrás para evaluar el resultado - Si quieres una respuesta más directa, no has hecho ningún esfuerzo para caerle en gracia a la gente que te rodea. Pero por lo que tenía entendido eso no era algo que te importara -
Asintió y agarró la prenda por los hombros para guardarla junto con otras que ya había preparado más temprano. Luego se estiró, haciendo que todos los huesos de su espalda crujieran, cuando estaba cosiendo tendía a encorvarse sin darse cuenta.
-Oh, no digas eso, Cielo - Respondió cuando Helena manifestó odiarse por momentos - Sí tu no te amas nadie lo hará, créeme - Se acercó y le dio un abrazo - Algunos se enamorarán de tus ojos, otros de tu sonrisa e incluso de tu encantador carácter - Le dejó un beso en la frente - Pero sólo tú conoces todos tus secretos y puedes quererte a pesar de eso -
Se separó de la muchacha y sonrió, como un niño emocionado.
-¡Así es! Te está esperando en tu habitación - Se tapó la boca e hizo un gesto de sorpresa - ¿Te lo vas a probar ahora? - Dejó escapar un gritito ahogado - Vamos, vamos, pruébatelo, quiero ver cómo te queda -
Matthew Owens
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Re: Lealtad y Compromiso [Privado] [Cerrado]
Escuchó en silencio y atenta cada una de las respuestas que Matt daba a sus repentinas preguntas. Luego, cuando este le dio el abrazo, Helena le correspondió, lejos de apartarlo o poner mala cara. Un acto que, incluso a ella misma le sorprendió. No mostraba un gesto de afecto sincero desde hacía ya tanto que ni lograba acordarse, y eso, en cierta medida la avergonzó.
Después, se encaminó junto al humano hacia su habitación, donde le esperaba su vestido, el cual reposaba a los pies de su cama. La bruja se acercó para examinarlo.
Dejó otra vez el vestido sobre los pies de la cama y se cruzó de brazos, virando hacia el humano
-Creo que le vas a tener que decir a tus chicas que me ayuden a ponérmelo-Suspiró-Diles que no muerdo
Y así, Helena pudo probarse por completo el vestido con la ayuda de dos chicas de las tantas que estaban al servicio del virrey.
Cuando por fin estaba lista, se lo hizo saber al humano, al cual hizo una reverencia elegante agarrándose el vestido y todo.
-¿Y bien?-Dijo esperando un veredicto, tanto por parte de las dos chicas como del propio Matthew-Te advierto que no sé nada sobre protocolo, lo poco que conocía se me ha olvidado, espero que eso no importune a mi virrey-Dijo haciendo otra reverencia, pero esta vez más corta y con una sonrisa coqueta.
Quedaban algo más de veinticuatro horas para que comenzara la festividad, veinticuatro horas para que la vida de Matthew Owens tuviese que llegar a su fin. Helena intentaba no pensar en ello, pero tendría que darle vueltas a la forma de hacerlo. Sam le dijo que le esperaría una señal, no sabía cuántos espías podrían haber, o si siquiera habría alguno de ellos. Sus ganas por salir de ese tugurio lleno de brujos no la dejaron actuar como una profesional; no preguntó qué debería hacer exactamente, quiénes estarían de su lado, y a quiénes tendría que reconocer. Iba un poco a ciegas, y eso solo la pondría más nerviosa.
Después, se encaminó junto al humano hacia su habitación, donde le esperaba su vestido, el cual reposaba a los pies de su cama. La bruja se acercó para examinarlo.
Era bastante elegante, todo azulado, con distintos tonos pero, aún así, monocromático. Las mangas le llegaban hasta prácticamente las manos, y en los hombros y el escote tenía un pañuelo que sostenía todo el conjunto, haciendo de tirantas. También había otro pañuelo que sujetaba la cintura. Helena sonrió mientras lo contemplaba, realmente le gustaba. -Es muy bonito-Dijo desviando la mirada brevemente hacia el virrey y asintiendo. Tras eso, viró completamente hacia este y le indicó con el dedo índice que se diera media vuelta-Si quieres que me lo pruebe, no mires-Le advirtió con una sonrisa pícara. Acto seguido, se dirigió hacia el vestido y lo agarró con ambas manos. No tenía ni idea de cómo ponérselo. -La última vez que me puse un vestido así...-Suspiró-...Hace mucho tiempo-Cierta nostalgia se notaba en su tono-Uno de mis primeros "trabajos", ¿Sabes?-De nuevo, dirigió su mirada a Matthew para cerciorarse que no estaba mirando. Luego, regresó la atención al vestido, perdiéndose entre sus tonalidades azuladas-Ocho años han pasado ya... | [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] |
Dejó otra vez el vestido sobre los pies de la cama y se cruzó de brazos, virando hacia el humano
-Creo que le vas a tener que decir a tus chicas que me ayuden a ponérmelo-Suspiró-Diles que no muerdo
Y así, Helena pudo probarse por completo el vestido con la ayuda de dos chicas de las tantas que estaban al servicio del virrey.
Cuando por fin estaba lista, se lo hizo saber al humano, al cual hizo una reverencia elegante agarrándose el vestido y todo.
-¿Y bien?-Dijo esperando un veredicto, tanto por parte de las dos chicas como del propio Matthew-Te advierto que no sé nada sobre protocolo, lo poco que conocía se me ha olvidado, espero que eso no importune a mi virrey-Dijo haciendo otra reverencia, pero esta vez más corta y con una sonrisa coqueta.
Quedaban algo más de veinticuatro horas para que comenzara la festividad, veinticuatro horas para que la vida de Matthew Owens tuviese que llegar a su fin. Helena intentaba no pensar en ello, pero tendría que darle vueltas a la forma de hacerlo. Sam le dijo que le esperaría una señal, no sabía cuántos espías podrían haber, o si siquiera habría alguno de ellos. Sus ganas por salir de ese tugurio lleno de brujos no la dejaron actuar como una profesional; no preguntó qué debería hacer exactamente, quiénes estarían de su lado, y a quiénes tendría que reconocer. Iba un poco a ciegas, y eso solo la pondría más nerviosa.
Helena Rhodes
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Re: Lealtad y Compromiso [Privado] [Cerrado]
Era bueno que durante el abrazo Matthew no pudiera ver el gesto de Helena, y a la inversa, seguramente ver la cara del Virrey en ese momento los hubiese llevado por caminos que no eran convenientes para ninguno de los dos. En lugar de eso, tuvieron un gesto de cariño sincero durante unos pocos segundos, como una despedida en cierto sentido, y luego volvieron a sus papeles habituales.
-¿Te gusta? No hice nada muy provocativo, supuse que preferías algo más sobrio - Se acercó y tocó la tela - Y tenía que ser en tonos de azul porque... - La miro de reojo y sonrió - Bueno, creo que eso es evidente -
Eran pocas las veces en que Helena aceptaba decir algo sobre su pasado, por lo mismo Matthew intentaba no hacer mucho alboroto cuando ocurría, no al menos sí tenía ganas de escucharla. Se entretuvo mirando los objetos que tenía la hechicera en su tocador, algunos peines, un espejo de mano, unas dagas, algunos polvos para darle color a su rostro, Helena usaba solo algunas de esas cosas en su día a día.
-Oh, que pena, tenía la esperanza de que me lo pidieras a mí - Bromeó el estafador mientras se asomaba por la puerta para hacerle un gesto a algunas de las muchachas - Ayuden a Helena con su vestido - El gesto de seriedad de Matt les dio a entender que no era momento para hacer alguna de sus bromas, solo necesitaba que fueran eficientes.
Cuando terminaron de cambiarla Matthew se dio la vuelta y sonrió ampliamente, luego caminó alrededor de ellas y finalmente asintió.
-Te queda como si estuviera pintado sobre tu cuerpo - Pasaba muy cerca, pero no la tocaba - No te preocupes por eso ¡Esto es Ciudad Lagarto! Jajaja, será más que suficiente con que vayas vestida y no intentes comenzar una pelea en medio de la celebración -
Y el día finalmente había llegado.
Montones de carpas habían sido caóticamente colocadas en lo que podría ser considerada la plaza principal de Ciudad Lagarto, estaban unidas por cintas de colores y guirnaldas que brillaban gracias a la ayuda de algunos hechiceros que Matthew había contratado. Había bebida y comida a montones, y la gente lo aprovechaba al máximo, muchos de los bandidos no llegaría siquiera a la mitad de la celebración en pie. Era como ver una versión paralela y distorsionada de lo que eran los festejos de las clases altas de Aerandir, llevaban trajes y vestidos pero todos estaban viejos y sucios, bailaban pero no un vals sino danzas mucho más burdas y provocativas.
Y en el medio de todo ese caos estaba la mesa de Matthew Owens, rodeado de sus personas de mayor confianza. Cuando la fiesta estaba en pleno auge, dio unas palmadas para que hicieran silencio, levantó una copa y enarbolando su siempre perfecta sonrisa comenzó a hablar.
-Queridos amigos, compañeros y sinvergüenzas de la más baja categoría, siento que un año con todos ustedes es tiempo más que suficiente como para afirmar que lo nuestro es más que una simple relación de Virrey - Pueblo. Sí logramos llegar hasta aquí es sin lugar a duda gracias al esfuerzo que todos nosotros realizamos a diario, cada uno pone lo mejor de sí para que esta sea la ciudad más hedionda y pecaminosa de todo Aerandir - Los gritos de júbilo no se hicieron esperar - Pero siento también que un año es muy poco tiempo entre tan maravillosos seres. Así que, brindo por esta ciudad, por ustedes y para que podamos seguir arruinandonos la existencia mutuamente durante muchos años más ¡Saludo! - Matt bebió todo el contenido de un solo trago.
Y entonces el Virrey cayó muerto.
La copa resbaló de sus dedos aún tibios, el vino empapó el mantel y el recipiente rodó lentamente hasta caer por el borde de la mesa. El sonido que hizo al romperse contra el piso pareció despertar a todos los presentes, quienes se habían quedado anonadados ante semejante escena. Se escuchó el grito de una mujer y rápidamente el silencio desapareció ante una catarata de comentarios, algunos nerviosos, otros apenados y otros tanto parecían felices.
-¿Te gusta? No hice nada muy provocativo, supuse que preferías algo más sobrio - Se acercó y tocó la tela - Y tenía que ser en tonos de azul porque... - La miro de reojo y sonrió - Bueno, creo que eso es evidente -
Eran pocas las veces en que Helena aceptaba decir algo sobre su pasado, por lo mismo Matthew intentaba no hacer mucho alboroto cuando ocurría, no al menos sí tenía ganas de escucharla. Se entretuvo mirando los objetos que tenía la hechicera en su tocador, algunos peines, un espejo de mano, unas dagas, algunos polvos para darle color a su rostro, Helena usaba solo algunas de esas cosas en su día a día.
-Oh, que pena, tenía la esperanza de que me lo pidieras a mí - Bromeó el estafador mientras se asomaba por la puerta para hacerle un gesto a algunas de las muchachas - Ayuden a Helena con su vestido - El gesto de seriedad de Matt les dio a entender que no era momento para hacer alguna de sus bromas, solo necesitaba que fueran eficientes.
Cuando terminaron de cambiarla Matthew se dio la vuelta y sonrió ampliamente, luego caminó alrededor de ellas y finalmente asintió.
-Te queda como si estuviera pintado sobre tu cuerpo - Pasaba muy cerca, pero no la tocaba - No te preocupes por eso ¡Esto es Ciudad Lagarto! Jajaja, será más que suficiente con que vayas vestida y no intentes comenzar una pelea en medio de la celebración -
Y el día finalmente había llegado.
Montones de carpas habían sido caóticamente colocadas en lo que podría ser considerada la plaza principal de Ciudad Lagarto, estaban unidas por cintas de colores y guirnaldas que brillaban gracias a la ayuda de algunos hechiceros que Matthew había contratado. Había bebida y comida a montones, y la gente lo aprovechaba al máximo, muchos de los bandidos no llegaría siquiera a la mitad de la celebración en pie. Era como ver una versión paralela y distorsionada de lo que eran los festejos de las clases altas de Aerandir, llevaban trajes y vestidos pero todos estaban viejos y sucios, bailaban pero no un vals sino danzas mucho más burdas y provocativas.
Y en el medio de todo ese caos estaba la mesa de Matthew Owens, rodeado de sus personas de mayor confianza. Cuando la fiesta estaba en pleno auge, dio unas palmadas para que hicieran silencio, levantó una copa y enarbolando su siempre perfecta sonrisa comenzó a hablar.
-Queridos amigos, compañeros y sinvergüenzas de la más baja categoría, siento que un año con todos ustedes es tiempo más que suficiente como para afirmar que lo nuestro es más que una simple relación de Virrey - Pueblo. Sí logramos llegar hasta aquí es sin lugar a duda gracias al esfuerzo que todos nosotros realizamos a diario, cada uno pone lo mejor de sí para que esta sea la ciudad más hedionda y pecaminosa de todo Aerandir - Los gritos de júbilo no se hicieron esperar - Pero siento también que un año es muy poco tiempo entre tan maravillosos seres. Así que, brindo por esta ciudad, por ustedes y para que podamos seguir arruinandonos la existencia mutuamente durante muchos años más ¡Saludo! - Matt bebió todo el contenido de un solo trago.
Y entonces el Virrey cayó muerto.
La copa resbaló de sus dedos aún tibios, el vino empapó el mantel y el recipiente rodó lentamente hasta caer por el borde de la mesa. El sonido que hizo al romperse contra el piso pareció despertar a todos los presentes, quienes se habían quedado anonadados ante semejante escena. Se escuchó el grito de una mujer y rápidamente el silencio desapareció ante una catarata de comentarios, algunos nerviosos, otros apenados y otros tanto parecían felices.
Matthew Owens
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Desde la reunión con Sam, había estado dándole vueltas a la cabeza sobre la situación, el plan y sobre lo que después acontecería. Quizás fuese amada y odiada en Ciudad Lagarto a partes iguales al deshacerse de Matthew Owens, o al menos de ser una de las involucradas en ese acto.
El vestido que Matt le había comprado, junto a pequeños retoques en su aspecto en lo referente al maquillaje, hacían que la Rhodes se viese espectacular aquella noche, siendo la causante de más de un giro de cuello y el lugar a donde casi todas las miradas iban a parar. Todo eso, en una situación más amena y cómoda, harían que el ego de la rubia subiera de forma desorbitada, pero aquella noche la bruja estaba con la cabeza en otra parte, como ausente, y mirando en detalle hacia todos lados, buscando posibles intrusos pertenecientes a las Islas Illidenses.
Comió poco, y también bebió lo justo. Necesitaba mantenerse sobria. Apenas se tomó una sola copa de vino. También habló lo menos posible, contestando con respuestas cortas, directas y con desgana, sin dar mucho pie a conversaciones más elaboradas.
Intentó dejar de lado aquello que la carcomía por dentro, pero era imposible... ¿De verdad sería capaz de traicionar a aquel que la había sacado de una vida tan mediocre? ¿Aquel al que podía considerar, como pocos, como un aliado? Incluso, sentía que Matthew era mucho más que un aliado, era un amigo. Esa palabra no solía correr mucho por la mente de la bruja, pero cuando pensaba en el humano, era la mejor definición que se le venía a la mente para describir su relación. Incluso había llegado a sentir que quien le hiciera daño de verdad acabaría pagándolo con unas duras consecuencias, y no sólo porque ese fuera su trabajo, sino porque rallaba en lo personal.
Levantó la vista, pudo ver entonces a Sam sentada en una de las mesas. Esta también había acudido de gala a dicha celebración. La tensai de tierra le guiñó un ojo y levantó de forma discreta una copa de vino que sostenía a modo de saludo. La Rhodes apartó la mirada sin ningún gesto en particular.
Ahora dirigió su atención al propio virrey, cuando sus miradas se cruzaron, no pudo contenerse más, y sabía lo que debía hacer. Con discreción, le pasó un papel recortado con poca delicadeza y doblado sobre sí, el cual tendría que abrir para poder visualizar su contenido. En dicho papel rezaba una corta confesión y una despedida. El corazón entonces le empezó a ir a mil, no sabía cómo reaccionaría el virrey. Podría simplemente matarla allí mismo, o mandar a alguien a hacerlo, o incluso buscarla después de la fiesta para acabar con la vida de la bruja... Cualquiera de las dos alternativas que Helena tenía enfrente suponían sacrificar muchas cosas.
Iba por la mitad de la segunda copa de vino cuando el virrey se puso en pie para dedicar unas palabras a los presentes. Helena se sentaba justo a su izquierda, como guardaespaldas de este, tenía que mantenerlo cerca.
Mientras Matthew hablaba, Helena sostenía la copa de vino y lo miraba de reojo. Los vítores y comentarios llenos de júbilo no tardaron en llegar, sin duda el virrey sabía cómo ganarse a su pueblo.
El virrey bebió, cayó como un cuerpo sin vida. Helena se mantenía impasible a su lado, bebió hasta sorber la última gota de vino de su segunda copa, y mientras gente de todo tipo se echaba encima de la escena para ver con sus propios ojos que pasaba; algunos tristes, otros horrorizados y otros tantos muy felices, la Rhodes ya había desaparecido.
Helena llegó hasta la carpa del virrey sin ser vista, o al menos sin que ella supiese que había sido avistada.
Tenía prisa, estaba nerviosa, y no se fijo siquiera si había alguien en aquel recibidor donde solían estar las prostitutas de Matt.
Entró a su tienda. Lo primero que hizo fue lavarse la cara con el barreño de agua que tenía para así quitarse el maquillaje. Acto seguido se quitó el vestido como buenamente pudo, sin tener nada de cuidado de si lo rompía o no. Una vez que pudo sacárselo, lo dejó sobre los pies de su cama y se encaminó rápidamente a su armario, donde sus ropajes habituales le aguardaban. Se vistió lo más rápido que pudo, y lo más que lo había hecho en todo lo que llevaba de vida. Recogió rápidamente sus cosas y se dispuso a salir de allí para no volver más.
El vestido que Matt le había comprado, junto a pequeños retoques en su aspecto en lo referente al maquillaje, hacían que la Rhodes se viese espectacular aquella noche, siendo la causante de más de un giro de cuello y el lugar a donde casi todas las miradas iban a parar. Todo eso, en una situación más amena y cómoda, harían que el ego de la rubia subiera de forma desorbitada, pero aquella noche la bruja estaba con la cabeza en otra parte, como ausente, y mirando en detalle hacia todos lados, buscando posibles intrusos pertenecientes a las Islas Illidenses.
Comió poco, y también bebió lo justo. Necesitaba mantenerse sobria. Apenas se tomó una sola copa de vino. También habló lo menos posible, contestando con respuestas cortas, directas y con desgana, sin dar mucho pie a conversaciones más elaboradas.
Intentó dejar de lado aquello que la carcomía por dentro, pero era imposible... ¿De verdad sería capaz de traicionar a aquel que la había sacado de una vida tan mediocre? ¿Aquel al que podía considerar, como pocos, como un aliado? Incluso, sentía que Matthew era mucho más que un aliado, era un amigo. Esa palabra no solía correr mucho por la mente de la bruja, pero cuando pensaba en el humano, era la mejor definición que se le venía a la mente para describir su relación. Incluso había llegado a sentir que quien le hiciera daño de verdad acabaría pagándolo con unas duras consecuencias, y no sólo porque ese fuera su trabajo, sino porque rallaba en lo personal.
Levantó la vista, pudo ver entonces a Sam sentada en una de las mesas. Esta también había acudido de gala a dicha celebración. La tensai de tierra le guiñó un ojo y levantó de forma discreta una copa de vino que sostenía a modo de saludo. La Rhodes apartó la mirada sin ningún gesto en particular.
Ahora dirigió su atención al propio virrey, cuando sus miradas se cruzaron, no pudo contenerse más, y sabía lo que debía hacer. Con discreción, le pasó un papel recortado con poca delicadeza y doblado sobre sí, el cual tendría que abrir para poder visualizar su contenido. En dicho papel rezaba una corta confesión y una despedida. El corazón entonces le empezó a ir a mil, no sabía cómo reaccionaría el virrey. Podría simplemente matarla allí mismo, o mandar a alguien a hacerlo, o incluso buscarla después de la fiesta para acabar con la vida de la bruja... Cualquiera de las dos alternativas que Helena tenía enfrente suponían sacrificar muchas cosas.
- Papel arrugado y doblado:
- Van a ir a por ti, te van a hacer algo, y yo estoy en el ajo. No sigas bebiendo, no sigas comiendo, vete de la fiesta.
Fue un placer conocerte, te extrañaré. Lo siento. Adiós.
Iba por la mitad de la segunda copa de vino cuando el virrey se puso en pie para dedicar unas palabras a los presentes. Helena se sentaba justo a su izquierda, como guardaespaldas de este, tenía que mantenerlo cerca.
Mientras Matthew hablaba, Helena sostenía la copa de vino y lo miraba de reojo. Los vítores y comentarios llenos de júbilo no tardaron en llegar, sin duda el virrey sabía cómo ganarse a su pueblo.
El virrey bebió, cayó como un cuerpo sin vida. Helena se mantenía impasible a su lado, bebió hasta sorber la última gota de vino de su segunda copa, y mientras gente de todo tipo se echaba encima de la escena para ver con sus propios ojos que pasaba; algunos tristes, otros horrorizados y otros tantos muy felices, la Rhodes ya había desaparecido.
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Helena llegó hasta la carpa del virrey sin ser vista, o al menos sin que ella supiese que había sido avistada.
Tenía prisa, estaba nerviosa, y no se fijo siquiera si había alguien en aquel recibidor donde solían estar las prostitutas de Matt.
Entró a su tienda. Lo primero que hizo fue lavarse la cara con el barreño de agua que tenía para así quitarse el maquillaje. Acto seguido se quitó el vestido como buenamente pudo, sin tener nada de cuidado de si lo rompía o no. Una vez que pudo sacárselo, lo dejó sobre los pies de su cama y se encaminó rápidamente a su armario, donde sus ropajes habituales le aguardaban. Se vistió lo más rápido que pudo, y lo más que lo había hecho en todo lo que llevaba de vida. Recogió rápidamente sus cosas y se dispuso a salir de allí para no volver más.
Helena Rhodes
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Re: Lealtad y Compromiso [Privado] [Cerrado]
Nadie hizo nada para detener a Helena mientras escapaba, la conmoción era tal que la desaparición de la asesina pasó desapercibida... Al menos para el público menos instruido. Aquellos que estaban directamente relacionados con el asesinato sí que la vieron salir, y claramente no permitirían que escapara tan fácilmente.
Sam se acercó a la mesa donde aún estaba acostado el Estafador, se agachó y recogió un pequeño papel doblado. Mientras leía el mensaje sonrió, alrededor de ellos la gente se estaba poniendo nerviosa, algunos ya querían comenzar a pelear para ver quien sería el próximo Virrey.
-¿Piensas seguir mucho tiempo más haciéndote el muerto? - Pico la mejilla de Matt con el dedo índice. Owens abrió un ojo.
-¿Qué tal estuve? -
-Muy convincente -
-¿En qué dirección se fue? -
-Creo que hacía tu carpa -
Matthew se puso de pie, se hizo el silencio nuevamente, algunos se pusieron pálidos y otros dejaron escapar risitas histéricas ¡El Virrey estaba vivo! Owens se arregló el traje y pasó los dedos por su pelo para volver a emprolijarlo. Su gesto serio contrastaba notoriamente con el que había tenido hasta hace unos minutos, cuando aún la celebración estaba en su auge.
-Sé lo que hará luego, iré yo, ustedes limpien este desorden - Dio un salto para pasar por arriba de la mesa sin tener que rodearla.
No había ni un alma en la salida de la ciudad, todos continuaban festejando, estuviera muerto Matt o no, las celebraciones tenían que seguir. Pero el Virrey estaba bien vivo, y podría decirse que hasta saludable, esperaba pacientemente junto al cartel de bienvenida a la ciudad, iluminado tan solo por una antorcha.
Cuando escuchó unos pasos levantó la vista.
-¿Creías que unas pocas palabras en un papel eran suficiente despedida? - Se cruzó de brazos y sonrió, aunque no de modo perfecto, sino de forma descuidada, como era su sonrisa en realidad cuando no estaba fingiendo - Debo admitir que por un segundo pensé que me dejarías morir, alargue la cena tanto como pude con la esperanza de que me dieras alguna señal - Se encogió de hombros - Al final hiciste lo correcto, pasaste la prueba, felicidades -
Sin avisar, le arrojó un pergamino.
-No está firmado por el pomposo señor Hochgrevink, pero creo que servirá de todos modos -
Sam se acercó a la mesa donde aún estaba acostado el Estafador, se agachó y recogió un pequeño papel doblado. Mientras leía el mensaje sonrió, alrededor de ellos la gente se estaba poniendo nerviosa, algunos ya querían comenzar a pelear para ver quien sería el próximo Virrey.
-¿Piensas seguir mucho tiempo más haciéndote el muerto? - Pico la mejilla de Matt con el dedo índice. Owens abrió un ojo.
-¿Qué tal estuve? -
-Muy convincente -
-¿En qué dirección se fue? -
-Creo que hacía tu carpa -
Matthew se puso de pie, se hizo el silencio nuevamente, algunos se pusieron pálidos y otros dejaron escapar risitas histéricas ¡El Virrey estaba vivo! Owens se arregló el traje y pasó los dedos por su pelo para volver a emprolijarlo. Su gesto serio contrastaba notoriamente con el que había tenido hasta hace unos minutos, cuando aún la celebración estaba en su auge.
-Sé lo que hará luego, iré yo, ustedes limpien este desorden - Dio un salto para pasar por arriba de la mesa sin tener que rodearla.
No había ni un alma en la salida de la ciudad, todos continuaban festejando, estuviera muerto Matt o no, las celebraciones tenían que seguir. Pero el Virrey estaba bien vivo, y podría decirse que hasta saludable, esperaba pacientemente junto al cartel de bienvenida a la ciudad, iluminado tan solo por una antorcha.
Cuando escuchó unos pasos levantó la vista.
-¿Creías que unas pocas palabras en un papel eran suficiente despedida? - Se cruzó de brazos y sonrió, aunque no de modo perfecto, sino de forma descuidada, como era su sonrisa en realidad cuando no estaba fingiendo - Debo admitir que por un segundo pensé que me dejarías morir, alargue la cena tanto como pude con la esperanza de que me dieras alguna señal - Se encogió de hombros - Al final hiciste lo correcto, pasaste la prueba, felicidades -
Sin avisar, le arrojó un pergamino.
-No está firmado por el pomposo señor Hochgrevink, pero creo que servirá de todos modos -
Matthew Owens
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Re: Lealtad y Compromiso [Privado] [Cerrado]
Caminaba a solas hacia la salida de la ciudad que le había acogido durante bastantes meses, donde había establecido un hogar estable que apenas había durado un año, pero durante ese tiempo disfrutó de muchas experiencias, todas ellas variadas y singulares, junto a gente que le había agradado y otras con la que no había tenido la misma suerte, pero al fin y al cabo, se podía decir que había aprendido algo de todas y cada una de ellas.
Iba ataviada con su nueva armadura, con la peculiaridad de portar la capucha antigua, que siempre había llevado. Tenía que esconderse. Sintió cómo una brisa fría se levantó, echó por un solo instante su mirada al cielo, el cual se presentaba nublado aquella noche.
Al llegar al cartel que daba la bienvenida a la ciudad sin ley, pudo ver que la figura de Matthew Owens la esperaba, apoyado en este. Suspiró, aliviada. No había muerto, eso significaba que había leído su nota.
Ante el comentario del humano, ella le correspondió con una leve sonrisa sincera.
Tras el siguiente comentario del moreno, Helena abrió los ojos como platos, sorprendida. Todo había sido una estratagema de Matt para comprobar su lealtad para con él y su compromiso para con su trabajo. En ese momento, se sintió como una completa idiota y bajó la mirada, tapando al completo su rostro.
De pronto, el moreno tiró algo, la Rhodes lo cazó al vuelo. Era un pergamino... Se trataba de un indulto, uno verdadero. Helena lo desenrolló y no daba crédito.
Sin previo aviso, se abalanzó hacia Matthew en un cálido y sincero abrazo, en el que en mitad del trayecto acabó por caérsele en el barro la capucha que tan bien llevaba amarrada siempre.
-Gracias...-Dijo en un susurro con la voz entrecortada, dándole un beso en la mejilla.
Cuando vio que fue suficiente, se apartó del humano. Se secó algunas lágrimas que se le habían escapado, y volvió a sonreír con sinceridad.
-Debo irme-Lo miró a los ojos, con decisión-...¿Podré volver algún día?
Helena no estaba completa viviendo en Ciudad Lagarto, eso era notable, y parece que el virrey lo sabía.
-Dale recuerdos a Gali y Go'el. También a Oromë.-Se sacudió las ropas para corregir las arrugas. Después de eso, se guardó el pergamino-Por cierto, va a venir a la ciudad una chica... Se llama Lyra Du’Sacrier. Es buena, tiene aptitudes para cumplir como guardaespaldas.
Sin más, asintió. Era la hora de partir.
Una casa humilde de madera, con su cimentación en pura piedra. Una entre tantas muchas en la aldea de nombre "Hvittarn", de la cual Helena era oriunda. Se antojaba una mañana fresca, los primeros rayos de sol hicieron acto de presencia y parecía que una jornada más iba a comenzar.
Una anciana abrió los ventanales de la casa antes mencionada, y pudo ver cómo una figura solitaria se acercaba a la casa; era una mujer, de largos cabellos rubios, paso lento pero seguro, y un rostro que, a pesar del tiempo no podía olvidar.
-¡Helena!-Exclamó la anciana-¡Aurora!-Llamó a alguien dentro de la casa-¡Helena ha vuelto!
La puerta de la casa se abrió, y de ella salieron tres personas, dos ancianos, una era la misma de antes. Eran los abuelos de Helena. La otra persona, se parecía demasiado a ella como para no reconocer que era su madre.
-¡Helena!-Exclamó su madre, que sin pudor fue hasta ella para darle un abrazo, con lágrimas en los ojos.
Los ancianos también se acercaron, a los que Helena, también con lágrimas en los ojos, sonrió con afecto.
-He vuelto a casa...
Iba ataviada con su nueva armadura, con la peculiaridad de portar la capucha antigua, que siempre había llevado. Tenía que esconderse. Sintió cómo una brisa fría se levantó, echó por un solo instante su mirada al cielo, el cual se presentaba nublado aquella noche.
Al llegar al cartel que daba la bienvenida a la ciudad sin ley, pudo ver que la figura de Matthew Owens la esperaba, apoyado en este. Suspiró, aliviada. No había muerto, eso significaba que había leído su nota.
Ante el comentario del humano, ella le correspondió con una leve sonrisa sincera.
Tras el siguiente comentario del moreno, Helena abrió los ojos como platos, sorprendida. Todo había sido una estratagema de Matt para comprobar su lealtad para con él y su compromiso para con su trabajo. En ese momento, se sintió como una completa idiota y bajó la mirada, tapando al completo su rostro.
De pronto, el moreno tiró algo, la Rhodes lo cazó al vuelo. Era un pergamino... Se trataba de un indulto, uno verdadero. Helena lo desenrolló y no daba crédito.
Sin previo aviso, se abalanzó hacia Matthew en un cálido y sincero abrazo, en el que en mitad del trayecto acabó por caérsele en el barro la capucha que tan bien llevaba amarrada siempre.
-Gracias...-Dijo en un susurro con la voz entrecortada, dándole un beso en la mejilla.
Cuando vio que fue suficiente, se apartó del humano. Se secó algunas lágrimas que se le habían escapado, y volvió a sonreír con sinceridad.
-Debo irme-Lo miró a los ojos, con decisión-...¿Podré volver algún día?
Helena no estaba completa viviendo en Ciudad Lagarto, eso era notable, y parece que el virrey lo sabía.
-Dale recuerdos a Gali y Go'el. También a Oromë.-Se sacudió las ropas para corregir las arrugas. Después de eso, se guardó el pergamino-Por cierto, va a venir a la ciudad una chica... Se llama Lyra Du’Sacrier. Es buena, tiene aptitudes para cumplir como guardaespaldas.
Sin más, asintió. Era la hora de partir.
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Meses más tarde
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Meses más tarde
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Una casa humilde de madera, con su cimentación en pura piedra. Una entre tantas muchas en la aldea de nombre "Hvittarn", de la cual Helena era oriunda. Se antojaba una mañana fresca, los primeros rayos de sol hicieron acto de presencia y parecía que una jornada más iba a comenzar.
Una anciana abrió los ventanales de la casa antes mencionada, y pudo ver cómo una figura solitaria se acercaba a la casa; era una mujer, de largos cabellos rubios, paso lento pero seguro, y un rostro que, a pesar del tiempo no podía olvidar.
-¡Helena!-Exclamó la anciana-¡Aurora!-Llamó a alguien dentro de la casa-¡Helena ha vuelto!
La puerta de la casa se abrió, y de ella salieron tres personas, dos ancianos, una era la misma de antes. Eran los abuelos de Helena. La otra persona, se parecía demasiado a ella como para no reconocer que era su madre.
-¡Helena!-Exclamó su madre, que sin pudor fue hasta ella para darle un abrazo, con lágrimas en los ojos.
Los ancianos también se acercaron, a los que Helena, también con lágrimas en los ojos, sonrió con afecto.
-He vuelto a casa...
Helena Rhodes
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