Caliz de la Clarividencia [Evento Objetos del 19]
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Caliz de la Clarividencia [Evento Objetos del 19]
-Ya se avistan los estandartes por el norte señora. La guardia de Lunargenta debe haber enviado algún que otro refuerzo… estoy seguro que el rey ha empezado a tomarnos como algo más que una pequeña molestia- dijo el hombre, conteniendo una sonrisa- Se ve que las noticias vuelan y deben haber escuchado historias sobre nuestra última travesía en Pirita. - la voz casi susurrante de aquel hombre embutido en armaduras compuestas por gemas y metales preciosos interrumpió la tienda improvisada donde la figura de la mujer era oculta por las sombras de las telas que componían la estancia.
Sus ojos apenas se alzaron para dar certitud de que había entendido lo que aquel hombre decía y tras varios minutos sin respuesta, aquel soldado pareció finalmente culminar la batalla interna entre repetir lo que acababa de pronunciar y dejar a la dragona a solas. El hombre dio un paso al frente que no llegó a finalizar. Por supuesto Valeska ya había tenido esta conversación con Turin con anterioridad. La mujer sabía exactamente el gesto que iba a surcar la cara de aquel guerrero cuando le respondiese en unos segundos y como su disculpa se iba a convertir en vergüenza por parte del guerrero cuando se diese cuenta que había venido a verla para ser reprimendado. Pero eso no hizo que cambiase su manera de actuar. Había visto lo suficiente de su futuro y sobre todo del de aquel guerrero como para saber que aquello era lo que necesitaba oir.
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-Y si ya sabemos por dónde atacarles… ¿Qué haces que no has dirigido mis tropas directamente hacia ellos?- dijo la mujer la tensión típica del enfado en cada una de sus palabras. Se ocultó un poco má entre las sombras para que su aspecto de mujer no fuese siquiera atisbado por aquel soldado.- No estoy segura que vaya a contar contigo cuando Él requiera de nuestra ayuda si sigues cuestionándote cualquier paso pequeño que tengamos que dar.- dijo la mujer dándole la espalda y acariciando levemente una bolsita que había sobre la mesa enlazada a una cadena de metal enorme.
Valeska sabía bastante bien que Turin no iba a vivir para conocer al hombre muerto. La copa frente a ella le había revelado los mil y un finales en todos y cada uno su guerrero fiel acababa deshecho en pedazos frente a sus pies. En la mayoría de ellos, a manos de ella misma. Por eso mismo había decidido no cogerle demasiado cariño, y se giró como interesada en algo más que él cuando el hombre volvió a hablar:
-Yo… tan solo… lo siento, señora- dijo el hombre y finalmente salió de la tienda. Escupió en el suelo, molesto por las palabras de aquella mujer antes de ponerse su casco de metal sobre la cabeza. Salió de la sala con la cabeza llena de insultos que regalarle a Valeska, pero en parte Turin sabía que la dragona conocía todos ellos de primera mano, pues conocía todos y cada uno de los futuros en los que él se había atrevido a pronunciarlos.
El hombre lo dejó pasar, y descargó su ira aquí y allá indicando a sus soldados cuales serían los siguientes pasos.
Valeska escuchó cómo urgía a sus hombres a acercarse a la muralla de adobe a medio construir de aquel pueblo. Sus gritos incentivándolos sonaron como una canción que la dragona conocía demasiado bien como para fingir que no quería tararearla. El objetivo siempre el mismo: Urgir a las pobres almas que habitaban aquella localización a ceder sus tierras y sus hombres al hombre muerto o.. simplemente perecer entre escombros y gemas.
Lo primero, ciertamente, era una mera formalidad. La mayoría de lugares eran lo suficientemente tercos como para ceder sin posicionar al menos una pelea aburrida. Tan solo dos de las ciudades que habían asaltado hasta ahora habían durado más de una hora en batalla y algunas de ellas aún sorprendían la visión del futuro que ella misma había visto con sus propios ojos en la que esos lugares lo suficientemente insignificantes si quiera para estar en un mapa se arrodillaban ante Flagg.
Pero sus visiones nunca mentían, y llevaba examinando estas lo suficiente como para saber que si había tan solo una posibilidad de que este pueblo se aliase contra el hombre muerto… todos debían morir.
Sin embargo, había tenido que mirar aquella más de una vez para entender la particularidad de la batalla que estaban a punto de llevar a cabo. Lo curioso de la misma no era el fin de la propia. Aquello, casi estaba sentenciado desde el momento mismo en el que la mujer había puesto sus dedos sobre aquél cáliz por primera vez. No… aquella… iba a ser una batalla especialmente interesante.
Acarició la bolsita con recelo y agarró la cadena que la unía acercándola a su cuello. Para cuando esta se acomodó en su pecho su forma volvió a ser la de una dragona, y ella volvió a sentirse cómoda. Se giró sobre si misma, esperando con impaciencia a quien estaba a punto de aparecer de nuevo a través de las telas que componían su tienda de campaña.
-Señora creo que…-comenzó a decir Turín, cabizbajo con el casco y la mejilla ensangrentada y el gesto de alguien a quien le cuesta pedir un favor. Apenas le salía la voz de la garganta y se había llevado las últimas horas desde que Valeska le urgió a luchar peleando con la furia que su señora había despertado en el . Su espada manchada de sangre, sus
-Lo se- dijo la mujer- Ya me parecía raro que liderases tú esta batalla...teniendo en cuenta como va a terminar.- musitó, sonriendo mientras salía de su tienda para encontrarse con un suelo estrellado sobre ella.
Alzó el vuelo y contempló las motitas pequeñas que eran los humanos que intentaban lanzarle lanzas aquí y a allá y como a medida que ascendía su corazón latía más y más fuerte con el fulgor de la batalla. Cuando llegó a un punto culmen, bajó en picado, abriendo sus fauces y convirtiendo todo aquello con lo que se encontraba en joyas y piedras.
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¡Bienvenidos, criaturas!
Como veis, la dragona Valeska esta haciendo todo lo posible para destruir enemigos (Reales o futuros) al bando del hombre muerto. Sus poderes son bien conocidos para todos los que han oído hablar de ella, y sobre todo para aquellos que han sufrido su rabia en la batalla y visto como a su alrededor todo era desastre. El as bajo su manga, sin duda es su cáliz. Gracias a él la dragona sabe perfectamente todo lo que va a pasar en un futuro más o menos inmediato y por ello los resultados a largo plazo, de ahí la complejidad de la lucha con la misma. No contenta con eso, la dragona es bastante habilidosa con su magia elemental de tierra.
Y… por eso la guardia de Lunargenta y los habitantes de este y los futuros pueblos a los que atacará Valeska necesitan tu ayuda en la batalla. En este primer turno debes intentar detenerla. Eres libre de usar a cuantos PNJ de la guardia o habitantes del pueblo atacado te apetezca para ello. Ninguno posee habilidades especiales y todos son level 0, así que si los usas debes considerar estas características.
Ánimo en tu cometido y recuerda… ella ya sabe cómo va a acabar esta batalla.
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Wyn
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Re: Caliz de la Clarividencia [Evento Objetos del 19]
Las tiendas de campaña se arremolinaban en torno a una vieja posada a pocos kilómetros del pequeño pueblo que podía entreverse entre las colinas. El campamento bullía con actividad, nadie paraba quieto, más de un centenar de personas uniformadas corrían de aquí allá con aparente prisa.
Eltrant apenas necesitó adentrarse en el campamento para enterarse del verdadero motivo por el que el blasón de la guardia de Lunargenta ondeaba tan al norte y en un lugar sin relevancia estratégica para Verisar.
Aquel pueblecito que tenían delante iba a hacer las veces de tablero en una batalla que, increíblemente, el herrero no había tenido idea alguna de que estaba a punto de producirse.
Al parecer el usuario de uno de los entrañables objetos del diecinueve había “capturado” dicha aldea y, como había hecho con tantas otras, pretendía reducirla a cenizas o… convertirla en una gigantesca gema de colores violáceos o algo del estilo; no había entendido bien eso último, pero era normal en un campamento repleto de soldados y aldeanos nerviosos.
Sin mediar palabra con nadie el castaño atravesó el campamento y condujo su carreta hasta lugar relativamente centrado del mismo, momento en el que comenzó a desmontar el taller.
A decir verdad, reconocía el nombre de la dragona que los soldados decían que lideraba el grupo que había asaltado el pueblo, también era consciente del peligro que entrañaba el objeto que esta tenía en su poder.
Lo había visto de primera mano después de todo.
Pero, en cualquier caso, daba lo mismo, él se encontraba allí porque Lyn supuestamente había pasado por la zona y no para salvar ninguna aldea; había tropas y recursos de sobra para que pudieran hacerlo sin su ayuda.
¿Qué Aerandir quería un héroe al que sacrificar al final de la batalla?
Que avisasen a los de Sandorai.
Igualmente, no es como si le hubiese prestado atención a toda aquella guerra contra “El Hombre Muerto” desde que abandonó el Oblivion. Cualquiera habría supuesto que este había muerto de verdad y les había dejado descansar mientras se encargaban de los Jinetes.
Suspirando profundamente, terminó de ordenar su herrería y se colocó tras el mostrador de la misma, mirando de forma inexpresiva a los soldados que iban y venían y miraban con curiosidad el puesto que, por algún motivo, había decidido abrir en mitad de un campamento militar.
- Dame esa espada. – Exigió uno de ellos, señalando una de las armas que colgaban tras Eltrant.
El supuesto anciano asintió escuetamente y la depositó encima del mostrador.
- Tienes buen ojo, soldado. Espada larga con acero de Dalmasca, ligera pero resistente. Te garantizo de que te sacará de más de un apuro. – Explicó con una sonrisa, después golpeó el mostrador con los nudillos con suavidad. - Serían ciento cincuenta Aeros por la espada, ciento setenta con vaina. – dijo cruzándose de brazos, a lo que el soldado respondió frunciendo el ceño.
- ¿Estas cobrándome? ¿Ahora? ¿Es que no sabes lo que estamos a punto de hacer por tu libertad? – Preguntó de mala gana apoyando ambas manos sobre la mesa.
- ¿Por mi libertad? Dioses. – Eltrant dejó escapar una sonora carcajada llevándose la mano derecha a la cara, lo suficientemente audible como para atraer la atención de varios de los soldados más cercanos. – Está bien, está bien. – dijo sacudiendo la cabeza, todavía riendo. – Puedes llevártela. – dijo, conteniendo la risa. - ¡Protege esa libertad soldado! – El hombre refunfuñó una retahíla de insultos y se giró sobre sí mismo dejando el arma dónde estaba.
Volviendo a reír el herrero tomó el arma.
- ¡Oh! ¡Venga ya! ¡Llévatela! ¡Es un regalo! – Gritó Eltrant gritó a la espalda del soldado zarandeando la espada por encima de su propia cabeza. - ¿Es muy larga para ti? ¡Puedo darte un abrecartas si quieres! – Volvió a reír cuando le vio desaparecer completamente entre la multitud y respiró profundamente para tratar de recobrar la compostura, soltando algún “Ja” de cuando en cuando.
En momentos como aquel echaba de menos a Lyn.
Últimamente incluso hablar con la versión… mental le valía. Aunque agradecería el saber al menos que era lo que desencadenaba su aparición a parte de su propia soledad o de su gradual y creciente locura.
Una campana tronó en el lugar y todos los soldados, de forma ordenada pero igualmente a toda prisa, comenzaron a colocarse en formación en uno de los extremos del campamento.
- No hay que ser capaz de ver el futuro para saber que muchos van a morir... – dijo para sí sujetándose la cabeza con su mano derecha sin levantarse del taburete, contemplando con cierta ausencia como los soldados comprobaban su equipo y los lideres bramaban ordenes
No estaba seguro de quien era el que comandaba a toda aquella gente, pero básicamente les estaba mandando a morir bajo unas premisas tan vagas como lo podían ser el “honor” o la “libertad” que supuestamente aquellos hombres y mujeres decían defender.
Además, ¿Qué era eso de atacar de frente un asentamiento fortificado?
¿Es que era estúpido?
Él nunca había sido lo que se decía un estratega, pero era capaz de asimilar algo tan simple después de haber participado en tantas batallas a lo largo de su vida.
¿No tenían máquinas de asedio? ¿No tenían caballería? ¿A quién había que pagar en Lunargenta para tener un escuadrón coherente de brujos en la guardia?
Cada agujero que veía en aquel ataque, cada soldado que pasaba delante del taller portando una espada sin filo y una armadura que no le terminaba de quedar bien le hacía sentir una sensación extraña en el estómago.
Casi como si estuviese enfadado.
- Dime, Mortal. ¿Te vas a quedar mi...? –
- No hace falta que digas nada. – Bufó Eltrant, sin girarse siquiera a mirar a la aparición de la vampiresa cuando se levantó de su asiento, escuchado solo una risita de esta a su espalda. – Maldita sea Tale, eres un idiota. – Farfulló para sí, cerrando de un portazo la gruesa tabla que separaba el interior de la carreta con el exterior.
Momentos más tarde se vio a si mismo caminando a través del campamento ajustando los guanteletes de su pesada armadura de color azabache. Sin detenerse, notando como atraía varias miradas según caminaba, se calzó el yelmo y ajustó una a una las correas que mantenían las armas que poseía fijas a su cuerpo.
- Tú. – Detuvo a un soldado, un chaval que apenas habría llegado a la veintena de edad, sujetándole del brazo. - ¿Dónde se reúnen los mercenarios? - El muchacho miró de arriba abajo al extraño que acababa de agarrarle y balbuceó algo que Eltrant no llegó a comprender.
Tras comprender que el extraño no estaba satisfecho con la respuesta el joven se limitó a señalar al lugar al que se refería.
- Vanguardia… - dijo entrecerrando los ojos.
Era de esperar, dentro de la amalgama de gente prescindible que componía aquel ejercito los mercenarios eran los más prescindibles de todos.
– Bien. – Comentó, soltándolo y dirigiéndose al lugar que le habían dicho.
Eltrant hundió el sombrío filo de Recuerdo en el hombro de otro de los pobres desgraciados que Valeska usaba como carne de cañón hasta que prácticamente le cercenó el brazo. Sin pararse siquiera a ver la expresión de dolor del hombre, Eltrant le propinó un puñetazo en la cara y lo derribo contra el suelo, rematándolo entonces al desencajar la espada de su cuerpo que, irónicamente, era lo único que le mantenía con vida.
Limpió parte de la sangre que impregnaba el yelmo con la palma de la mano y, tras asir la espada de nuevo, avanzó una vez más entre el caos que reinaba a su alrededor, segando la vida de todo cultista del Hombre Muerto que aparecía en su camino.
Una exclamación de dolor brotó de entre sus labios cuando una pesada maza de guerra le impactó en el pecho, pero su armadura estaba combinada con la de un Jinete del Oblivion, iban a tener que hacerlo mucho mejor para atravesarla.
Sin muchos preámbulos evitó un segundo impacto por parte de la maza dando un pequeño salto hacía atrás y dirigió un tajo en horizontal al fornido hombre que la blandía, dibujándole una grotesca línea rojiza cubierta de escarcha en mitad de la cara.
No obstante, antes de que gritase de dolor o pudiese siquiera llevarse ambas manos hasta la herida, Eltrant ya le había atravesado el cuello con la espada.
Recobrando el aliento, extrajo la espada del gaznate del hombre que solo pudo gorgotear varias incoherencias sanguinolentas antes de desplomarse frente a él, completamente inerte.
La contienda estaba siendo lo que esperaba en mayor o menor medida.
Fuese como fuese, si seguían así no tardarían en empezar a ganar terreno; tenían los números para hacerlo después de todo. Aunque eso sería, quizás, el resultado de cualquier batalla normal, aquella sin embargo tenía bastantes cosas que se salían de lo común.
Como la dragona capaz de ver el futuro que se apareció de entre las nubes y descargó un torrente de gemas preciosas y tierra sobre el campo de batalla.
Maldiciendo a los dioses Eltrant rodó por el suelo para evitar por poco una de aquellas acometidas y la vio emprender el vuelo de nuevo como si tal cosa, dejando tras de sí una decena de cadáveres petrificados.
Las tropas de Lunargenta, impotentes debido a la inferioridad en la que se encontraron de golpe, comenzaron a arrojarle lanzas para intentar abatir a Valeska cada vez que volaba bajo. Por supuesto, no funcionó en absoluto, la dragona era demasiado rápida y sus escamas demasiado resistentes como para que alguna de estas, de llegar a alcanzarle, hiciese algo efectivo.
- ¡¿Estáis tirándole lanzas!? – Aquello era... inaudito, tomó a uno de los tipos que estaban haciendo esto por la muñeca y lo apartó de otra de las bocanadas de la dragona lanzándose a un lado junto a él. - ¡No te separes de tu arma! ¡Ni aunque te lo ordenen los mismos dioses! – Bramó levantándose, instando al joven a que hiciese lo mismo.
Aquello cada vez tenía peor pinta, ¿Qué clase de comandante forzaba a sus soldados a valerse con su espada de mano cuando tenían lanzas? ¿Es que no tenían arqueros para lidiar con Valeska? Térpoli empezaba a parecer una escaramuza al lado de aquello, como mínimo la gente que entonces había estado al mando había mostrado ser mínimamente competente.
Hasta los mercenarios estaban mejor compenetrados.
- ¡Vosotros dos! – Señaló a otros dos soldados que tenía cerca. - ¡Seguidme! – Se aseguró de que su voz tronase sobre el ruido de la batalla. - ¡Y tú también! – Señaló a otro que buscaba acertar a Valeska y ya había levantado su lanza. - ¡Levantad un muro de picas y avanzad hacía la aldea! ¡Que todos lo que se acerquen se encuentre con él! - Aunque indecisos en un principio, el campo de batalla se había vuelto lo suficientemente caótico gracias a Valeska como para que muchos guardas estuviesen peleando contra el sujeto que estuviese más cercano sin ningún tipo de estrategia.
Las ordenes de un desconocido parecían más tentadoras frente a la idea de morir solo y petrificado.
- ¡Tenemos mejor equipo que nuestros oponentes, aprovechadlo! – Varios más se unieron a la formación, algunos cultistas del Hombre Muerto empezaron a ser descritos de igual forma que su líder ante el improvisado avance y las lanzas de los guardas. – Tú, el arquero, colócate detrás de las lanzas. – Lo empujó tras los demás. - ¡Empieza a disparar a todo aquel que no lleve los colores de Verisar! –
Valeska podía ver el futuro y era consciente de todo lo que podían hacer para encararla.
Eso era lo preocupante.
Ella era el centro de aquel simposio de sangre y muerte y por eso mismo tenía que acabar con ella. Por mucho que viese el futuro no podía estar al tanto de todo lo que sucedía, solo tenía que distraerla mientras los demás se encargaban de retomar la aldea.
Pero era más fácil decirlo que hacerlo.
- ¡ATENCIÓN, DRAGONA! – Valeska dio otra pasada más sobre la contienda, forzando a todo el grupo que había reunido Eltrant a lanzarse al suelo en un desesperado intento por salvar la vida.
Muchos no lo consiguieron.
- ¡Arriba de nuevo! – Eltrant se apoyó en la espada para incorporarse y comenzó a tirar de las personas que tenía a su alrededor. - ¡¿Es que queréis morir?! ¡Rápido! – Sin pensarlo siquiera, como si estuviese poseído por una especie de trance, Eltrant le cortó un brazo a un cultista que se había lanzado sobre el grupo aprovechando la situación y, justo tras eso, le clavó la daga Tornaluna en el pecho a otro que le seguía.
- ¡En formación! – Guardó la daga de nuevo en su vaina y alzó la mirada hasta ver un sol opacado por la silueta de la dragona.
Daba igual lo mucho que se preocupase por garantizar cierta ventaja táctica sobre las huestes de Valeska, la presencia de esta en el lugar era lo único que necesitaba para desviar la balanza a favor del Hombre Muerto.
No solo era prácticamente intocable debido a la ausencia de arqueros en la zona, seguía teniendo la ventaja de saber con certeza todo lo que iban a hacer.
- Seguid avanzando. – Les dijo ahora, en voz algo más baja sin apartar sus ojos de la mujer.
Se concentró en la energía de Lyn que había en Recuerdo justo como le había explicado Asher. Estaba seguro de que no le iba a dar, pero era una distracción adecuada; no podría matar a gente si estaba enfocándose en defenderse.
Tensó la mandíbula, notando como la magia de Recuerdo respondía y varias espadas de oscuridad comenzaban a aparecerse a su alrededor. Se había dicho a si mismo que no le podía importar menos el resultado de aquella contienda o lo que pasaba con los malditos objetos.
Y sin embargo allí estaba.
Eltrant simuló que clavaba la espada en el aire, sobre la figura de Valeska en las alturas. En cuanto lo hizo las cinco copias de Recuerdo se deslizaron en dirección a la dragona, una tras otra, siseando con suavidad al cortar el viento. [1]
[1] Uso: Recuerdo Arma Sombría: Se materializan en el aire cinco armas iguales, las que puedo enviar contra un enemigo o lanzarlas en un abanico. Si atacan a un sólo objetivo, pueden ignorar la mitad de cualquier defensa, incluso mágica.
Off: Resumen: me pego con gente, trato de organizar a otra gente y intento distraer a Valeska atacándola un poco para "anular" el "Lo puedo ver todo" (?)
Eltrant apenas necesitó adentrarse en el campamento para enterarse del verdadero motivo por el que el blasón de la guardia de Lunargenta ondeaba tan al norte y en un lugar sin relevancia estratégica para Verisar.
Aquel pueblecito que tenían delante iba a hacer las veces de tablero en una batalla que, increíblemente, el herrero no había tenido idea alguna de que estaba a punto de producirse.
Al parecer el usuario de uno de los entrañables objetos del diecinueve había “capturado” dicha aldea y, como había hecho con tantas otras, pretendía reducirla a cenizas o… convertirla en una gigantesca gema de colores violáceos o algo del estilo; no había entendido bien eso último, pero era normal en un campamento repleto de soldados y aldeanos nerviosos.
Sin mediar palabra con nadie el castaño atravesó el campamento y condujo su carreta hasta lugar relativamente centrado del mismo, momento en el que comenzó a desmontar el taller.
A decir verdad, reconocía el nombre de la dragona que los soldados decían que lideraba el grupo que había asaltado el pueblo, también era consciente del peligro que entrañaba el objeto que esta tenía en su poder.
Lo había visto de primera mano después de todo.
Pero, en cualquier caso, daba lo mismo, él se encontraba allí porque Lyn supuestamente había pasado por la zona y no para salvar ninguna aldea; había tropas y recursos de sobra para que pudieran hacerlo sin su ayuda.
¿Qué Aerandir quería un héroe al que sacrificar al final de la batalla?
Que avisasen a los de Sandorai.
Igualmente, no es como si le hubiese prestado atención a toda aquella guerra contra “El Hombre Muerto” desde que abandonó el Oblivion. Cualquiera habría supuesto que este había muerto de verdad y les había dejado descansar mientras se encargaban de los Jinetes.
Suspirando profundamente, terminó de ordenar su herrería y se colocó tras el mostrador de la misma, mirando de forma inexpresiva a los soldados que iban y venían y miraban con curiosidad el puesto que, por algún motivo, había decidido abrir en mitad de un campamento militar.
- Dame esa espada. – Exigió uno de ellos, señalando una de las armas que colgaban tras Eltrant.
El supuesto anciano asintió escuetamente y la depositó encima del mostrador.
- Tienes buen ojo, soldado. Espada larga con acero de Dalmasca, ligera pero resistente. Te garantizo de que te sacará de más de un apuro. – Explicó con una sonrisa, después golpeó el mostrador con los nudillos con suavidad. - Serían ciento cincuenta Aeros por la espada, ciento setenta con vaina. – dijo cruzándose de brazos, a lo que el soldado respondió frunciendo el ceño.
- ¿Estas cobrándome? ¿Ahora? ¿Es que no sabes lo que estamos a punto de hacer por tu libertad? – Preguntó de mala gana apoyando ambas manos sobre la mesa.
- ¿Por mi libertad? Dioses. – Eltrant dejó escapar una sonora carcajada llevándose la mano derecha a la cara, lo suficientemente audible como para atraer la atención de varios de los soldados más cercanos. – Está bien, está bien. – dijo sacudiendo la cabeza, todavía riendo. – Puedes llevártela. – dijo, conteniendo la risa. - ¡Protege esa libertad soldado! – El hombre refunfuñó una retahíla de insultos y se giró sobre sí mismo dejando el arma dónde estaba.
Volviendo a reír el herrero tomó el arma.
- ¡Oh! ¡Venga ya! ¡Llévatela! ¡Es un regalo! – Gritó Eltrant gritó a la espalda del soldado zarandeando la espada por encima de su propia cabeza. - ¿Es muy larga para ti? ¡Puedo darte un abrecartas si quieres! – Volvió a reír cuando le vio desaparecer completamente entre la multitud y respiró profundamente para tratar de recobrar la compostura, soltando algún “Ja” de cuando en cuando.
En momentos como aquel echaba de menos a Lyn.
Últimamente incluso hablar con la versión… mental le valía. Aunque agradecería el saber al menos que era lo que desencadenaba su aparición a parte de su propia soledad o de su gradual y creciente locura.
Una campana tronó en el lugar y todos los soldados, de forma ordenada pero igualmente a toda prisa, comenzaron a colocarse en formación en uno de los extremos del campamento.
- No hay que ser capaz de ver el futuro para saber que muchos van a morir... – dijo para sí sujetándose la cabeza con su mano derecha sin levantarse del taburete, contemplando con cierta ausencia como los soldados comprobaban su equipo y los lideres bramaban ordenes
No estaba seguro de quien era el que comandaba a toda aquella gente, pero básicamente les estaba mandando a morir bajo unas premisas tan vagas como lo podían ser el “honor” o la “libertad” que supuestamente aquellos hombres y mujeres decían defender.
Además, ¿Qué era eso de atacar de frente un asentamiento fortificado?
¿Es que era estúpido?
Él nunca había sido lo que se decía un estratega, pero era capaz de asimilar algo tan simple después de haber participado en tantas batallas a lo largo de su vida.
¿No tenían máquinas de asedio? ¿No tenían caballería? ¿A quién había que pagar en Lunargenta para tener un escuadrón coherente de brujos en la guardia?
Cada agujero que veía en aquel ataque, cada soldado que pasaba delante del taller portando una espada sin filo y una armadura que no le terminaba de quedar bien le hacía sentir una sensación extraña en el estómago.
Casi como si estuviese enfadado.
- Dime, Mortal. ¿Te vas a quedar mi...? –
- No hace falta que digas nada. – Bufó Eltrant, sin girarse siquiera a mirar a la aparición de la vampiresa cuando se levantó de su asiento, escuchado solo una risita de esta a su espalda. – Maldita sea Tale, eres un idiota. – Farfulló para sí, cerrando de un portazo la gruesa tabla que separaba el interior de la carreta con el exterior.
Momentos más tarde se vio a si mismo caminando a través del campamento ajustando los guanteletes de su pesada armadura de color azabache. Sin detenerse, notando como atraía varias miradas según caminaba, se calzó el yelmo y ajustó una a una las correas que mantenían las armas que poseía fijas a su cuerpo.
- Tú. – Detuvo a un soldado, un chaval que apenas habría llegado a la veintena de edad, sujetándole del brazo. - ¿Dónde se reúnen los mercenarios? - El muchacho miró de arriba abajo al extraño que acababa de agarrarle y balbuceó algo que Eltrant no llegó a comprender.
Tras comprender que el extraño no estaba satisfecho con la respuesta el joven se limitó a señalar al lugar al que se refería.
- Vanguardia… - dijo entrecerrando los ojos.
Era de esperar, dentro de la amalgama de gente prescindible que componía aquel ejercito los mercenarios eran los más prescindibles de todos.
– Bien. – Comentó, soltándolo y dirigiéndose al lugar que le habían dicho.
[…]
Eltrant hundió el sombrío filo de Recuerdo en el hombro de otro de los pobres desgraciados que Valeska usaba como carne de cañón hasta que prácticamente le cercenó el brazo. Sin pararse siquiera a ver la expresión de dolor del hombre, Eltrant le propinó un puñetazo en la cara y lo derribo contra el suelo, rematándolo entonces al desencajar la espada de su cuerpo que, irónicamente, era lo único que le mantenía con vida.
Limpió parte de la sangre que impregnaba el yelmo con la palma de la mano y, tras asir la espada de nuevo, avanzó una vez más entre el caos que reinaba a su alrededor, segando la vida de todo cultista del Hombre Muerto que aparecía en su camino.
Una exclamación de dolor brotó de entre sus labios cuando una pesada maza de guerra le impactó en el pecho, pero su armadura estaba combinada con la de un Jinete del Oblivion, iban a tener que hacerlo mucho mejor para atravesarla.
Sin muchos preámbulos evitó un segundo impacto por parte de la maza dando un pequeño salto hacía atrás y dirigió un tajo en horizontal al fornido hombre que la blandía, dibujándole una grotesca línea rojiza cubierta de escarcha en mitad de la cara.
No obstante, antes de que gritase de dolor o pudiese siquiera llevarse ambas manos hasta la herida, Eltrant ya le había atravesado el cuello con la espada.
Recobrando el aliento, extrajo la espada del gaznate del hombre que solo pudo gorgotear varias incoherencias sanguinolentas antes de desplomarse frente a él, completamente inerte.
La contienda estaba siendo lo que esperaba en mayor o menor medida.
Fuese como fuese, si seguían así no tardarían en empezar a ganar terreno; tenían los números para hacerlo después de todo. Aunque eso sería, quizás, el resultado de cualquier batalla normal, aquella sin embargo tenía bastantes cosas que se salían de lo común.
Como la dragona capaz de ver el futuro que se apareció de entre las nubes y descargó un torrente de gemas preciosas y tierra sobre el campo de batalla.
Maldiciendo a los dioses Eltrant rodó por el suelo para evitar por poco una de aquellas acometidas y la vio emprender el vuelo de nuevo como si tal cosa, dejando tras de sí una decena de cadáveres petrificados.
Las tropas de Lunargenta, impotentes debido a la inferioridad en la que se encontraron de golpe, comenzaron a arrojarle lanzas para intentar abatir a Valeska cada vez que volaba bajo. Por supuesto, no funcionó en absoluto, la dragona era demasiado rápida y sus escamas demasiado resistentes como para que alguna de estas, de llegar a alcanzarle, hiciese algo efectivo.
- ¡¿Estáis tirándole lanzas!? – Aquello era... inaudito, tomó a uno de los tipos que estaban haciendo esto por la muñeca y lo apartó de otra de las bocanadas de la dragona lanzándose a un lado junto a él. - ¡No te separes de tu arma! ¡Ni aunque te lo ordenen los mismos dioses! – Bramó levantándose, instando al joven a que hiciese lo mismo.
Aquello cada vez tenía peor pinta, ¿Qué clase de comandante forzaba a sus soldados a valerse con su espada de mano cuando tenían lanzas? ¿Es que no tenían arqueros para lidiar con Valeska? Térpoli empezaba a parecer una escaramuza al lado de aquello, como mínimo la gente que entonces había estado al mando había mostrado ser mínimamente competente.
Hasta los mercenarios estaban mejor compenetrados.
- ¡Vosotros dos! – Señaló a otros dos soldados que tenía cerca. - ¡Seguidme! – Se aseguró de que su voz tronase sobre el ruido de la batalla. - ¡Y tú también! – Señaló a otro que buscaba acertar a Valeska y ya había levantado su lanza. - ¡Levantad un muro de picas y avanzad hacía la aldea! ¡Que todos lo que se acerquen se encuentre con él! - Aunque indecisos en un principio, el campo de batalla se había vuelto lo suficientemente caótico gracias a Valeska como para que muchos guardas estuviesen peleando contra el sujeto que estuviese más cercano sin ningún tipo de estrategia.
Las ordenes de un desconocido parecían más tentadoras frente a la idea de morir solo y petrificado.
- ¡Tenemos mejor equipo que nuestros oponentes, aprovechadlo! – Varios más se unieron a la formación, algunos cultistas del Hombre Muerto empezaron a ser descritos de igual forma que su líder ante el improvisado avance y las lanzas de los guardas. – Tú, el arquero, colócate detrás de las lanzas. – Lo empujó tras los demás. - ¡Empieza a disparar a todo aquel que no lleve los colores de Verisar! –
Valeska podía ver el futuro y era consciente de todo lo que podían hacer para encararla.
Eso era lo preocupante.
Ella era el centro de aquel simposio de sangre y muerte y por eso mismo tenía que acabar con ella. Por mucho que viese el futuro no podía estar al tanto de todo lo que sucedía, solo tenía que distraerla mientras los demás se encargaban de retomar la aldea.
Pero era más fácil decirlo que hacerlo.
- ¡ATENCIÓN, DRAGONA! – Valeska dio otra pasada más sobre la contienda, forzando a todo el grupo que había reunido Eltrant a lanzarse al suelo en un desesperado intento por salvar la vida.
Muchos no lo consiguieron.
- ¡Arriba de nuevo! – Eltrant se apoyó en la espada para incorporarse y comenzó a tirar de las personas que tenía a su alrededor. - ¡¿Es que queréis morir?! ¡Rápido! – Sin pensarlo siquiera, como si estuviese poseído por una especie de trance, Eltrant le cortó un brazo a un cultista que se había lanzado sobre el grupo aprovechando la situación y, justo tras eso, le clavó la daga Tornaluna en el pecho a otro que le seguía.
- ¡En formación! – Guardó la daga de nuevo en su vaina y alzó la mirada hasta ver un sol opacado por la silueta de la dragona.
Daba igual lo mucho que se preocupase por garantizar cierta ventaja táctica sobre las huestes de Valeska, la presencia de esta en el lugar era lo único que necesitaba para desviar la balanza a favor del Hombre Muerto.
No solo era prácticamente intocable debido a la ausencia de arqueros en la zona, seguía teniendo la ventaja de saber con certeza todo lo que iban a hacer.
- Seguid avanzando. – Les dijo ahora, en voz algo más baja sin apartar sus ojos de la mujer.
Se concentró en la energía de Lyn que había en Recuerdo justo como le había explicado Asher. Estaba seguro de que no le iba a dar, pero era una distracción adecuada; no podría matar a gente si estaba enfocándose en defenderse.
Tensó la mandíbula, notando como la magia de Recuerdo respondía y varias espadas de oscuridad comenzaban a aparecerse a su alrededor. Se había dicho a si mismo que no le podía importar menos el resultado de aquella contienda o lo que pasaba con los malditos objetos.
Y sin embargo allí estaba.
Eltrant simuló que clavaba la espada en el aire, sobre la figura de Valeska en las alturas. En cuanto lo hizo las cinco copias de Recuerdo se deslizaron en dirección a la dragona, una tras otra, siseando con suavidad al cortar el viento. [1]
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[1] Uso: Recuerdo Arma Sombría: Se materializan en el aire cinco armas iguales, las que puedo enviar contra un enemigo o lanzarlas en un abanico. Si atacan a un sólo objetivo, pueden ignorar la mitad de cualquier defensa, incluso mágica.
Off: Resumen: me pego con gente, trato de organizar a otra gente y intento distraer a Valeska atacándola un poco para "anular" el "Lo puedo ver todo" (?)
Eltrant Tale
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Re: Caliz de la Clarividencia [Evento Objetos del 19]
Por fin había terminado con aquel viaje al norte lleno de sorpresas. Había hecho todo lo posible para ayudar a la gente de ese pueblo. Ryuu se repetía esa misma frase una y otra vez, en un vano intento de convencerse a sí mismo de que realmente era así. Estaba preocupado por Iori, Ayl el elfo y la peliblanca, sobre todo por las dos primeras debido a que las conocía desde hace más tiempo. Pero su propio miedo le impedía ir a buscarlos. El pájaro buscaba excusas para justificar sus acciones, pero en el fondo sabía que únicamente estaba huyendo de aquella zona. Después de todo, era la región donde habitaban la mayoría de los dragones.
Siguió su camino hacia las afueras de Sandorai, donde había decidido quedarse e instalar su pequeña tienda. Durante el trayecto pasó or algunas aldeas, donde aprovechó para comer. Sin embargo, decidió dormir fuera, en algún árbol cercano. No se fiaba de nadie ahora que había descubierto que los dragones no eran una simples bestias sin razón como siempre había creído. Al haber descubierto que esas criaturas eran capaces de asumir una forma humana, Ryuu había sufrido un buen golpe. Sentía que ya no sería capaz de acercarse a nadie que tuviera aspecto humano, por temor a que se transforme repentinamente y lo ataque. Tal vez ya había cruzado caminos con un dragón sin siquiera saberlo.
Y así pasaron algunos días, viajando mientras pensaba cada vez más y más en la profecía de su muerte. Había jurado que enfrentaría su destino cuando éste se dignara a hacerse presente, pero ahora no se sentía tan seguro de lograrlo. En un momento en el que descansaba en las afueras de una ciudad, sus pensamientos fueron interrumpidos por unos jóvenes aconversando. Mencionaron algo sobre un volcán maldito de los 19 o algo así.
-Genial, lo único que me faltaba era encontrarme con 19 volcanes malditos... Supongo que no me pasará nada aunque me tope con ellos, si en teoría lo que me matará es un dragón...-
Al escuchar un poco más al grupo y entender cada vez menos, no pudo aguantar la curiosidad y les preguntó qué era ese volcán. Le contaron sobre la existencia de 19 objetos que estaban malditos, que otorgaban poderes pero a un alto precio. Así supo de algunos de ellos, aunque sin mucho detalle: el volcán, un muñeco, una daga, una chica... Y un cáliz.
Ese último objeto fue el que más le llamó la atención. Si las palabras de esos chicos era ciertas, ese cáliz podría ser la respuesta que buscaba. Clarividencia. Si ya sabía cómo iba a morir, ¿por qué no saber el cuándo? No buscaba ser inmortal, por supuesto, pero al menos quería poder pasar el resto de sus días con tranquilidad, sin temor a cualquier persona que se acercara. Si supiera cuándo o en qué circunstancias encontraría su final, podría quedarse tranquilo. Le bastaba con ver ese futuro una sola vez. Y esa idea iba creciendo, poco a poco, pero sin pausa.
En cierto momento, después de no sabía cuántos días de viaje, se percató de que se había desviado un poco del camino que le indicaron en el último pueblo. Por algún motivo, no corrigió su ruta y optó por seguir el que transitaba. Se encontró con una pila de enormes gemas, desconocidas para él pero de una belleza enorme. Se sorprendió por el extraño paisaje, más aún cuando notó la destrucción que acompañaba a aquellas piedras. Siguió avanzando hasta el siguiente pueblo, y el siguiente, y el cuarto... Todos en condiciones similares. Por primera vez desde que se enteró de la existencia del cáliz, su mente se vio inundada por pensamientos que no tenían que ver con su propia muerte. -¿Cómo puede ser que tantas aldeas terminaran así?-
Al llegar al siguiente poblado, se alegró de ver que no estaba destruido. Sin embargo, esa dicha no duró mucho. Pronto se percató de la gran cantidad de soldados de la Guardia de Lunargenta. Reconocía los colores y escudos porque su padre también los portaba. Cuando preguntó que era lo que estaba ocurriendo y si podía ser de ayuda, la respuesta lo sorprendió y aterró al mismo tiempo. Todo ese rastro de devastación era culpa de la actual propietaria del cáliz, llamada Valeska. ¿Lo malo? Se trataba de una dragona. La sorpresa de semejante revelación lo dejó petrificado unos momentos, y sólo reaccionó cuando una campana empezó a repicar. Acto seguido, toda la Guardia tomó sus armas y se dispuso para el combate.
El pájaro simplemente se apartó para dejar pasar a los soldados, mientras dudaba sobre lo que haría a continuación. ¿Quedarse y ayudar? Tal vez podría conseguir el cáliz de esa manera. Pero tendría que enfrentar a una dragona cuyo cuerpo estaba envuelto en gemas.
-Seguro tiene una gran defensa; unas flechas o lanzas no podrían atravesar esas rocas, necesitarían algo de magia para potenciar los proyectiles. Aunque si en verdad tiene ese cáliz no hay salida.-
Un hombre envuelto en una intimidante armadura negra salió de una tienda cercana, pasó a su lado y se dirigió al campo de batalla. ¿Era el anciano que había estado gritando sobre una espada hacía unos momentos? ¿Incluso él iba a combatir? Tras unos breves momentos en silencio y maldiciendo (otra vez) su manía de ayudar a otros, se acercó. No se metió en la refriega de inmediato, sino que buscó un lugar con una buena vista pero con cobertura. Encontró una pequeña torre cercana, a la cual subió y desde allí comenzó a disparar a los hombres de la dragona.
Cuando atacó a un tipo que quería tomar por sorpresa al hombre de la armadura azabache, notó que él parecía estar liderando a un grupo de soldados. Ese improvisado grupo mejoró notablemente su desempeño bajo las órdenes del anciano. Ryuu decidió unirse a ellos, no sin ates recuperar algunas flechas de los cuerpos sin vida. El tendero se percató de la presencia del arquero y lo instó "amablemente" a que siguiera a los lanceros. El pájaro siguió sus órdenes como el resto del grupo, hasta que la dragona atacó y tuvieron que tirar se cuerpo a tierra. Tardó unos momentos más que el resto en ponerse de pie, debido al intenso terror que lo atenazaba.
Cuando por fin se incorporó, aun temblando un poco por el miedo, le dirigió la palabra al anciano.
-Aunque le dispare hasta quedarme sin flechas, esas gemas la protegerán. Tengo una idea, pero no estoy seguro de que funcione. Como mucho, sólo la distraerá unos momentos...- Una vez dicho eso, tomó cuatro flechas de su carcaj. Colocó una en su arco, mientras mantenía las otras tres en su garra para tener un fácil y rápido acceso a ellas. Lo que estaba a punto de hacer no requería de precisión, sino de velocidad. Apuntó su arco hacia arriba, esperando al momento en el que la dragona volviera a pasar sobre ellos.
Una vez que eso ocurrió, gritó el nombre de Valeska para llamar su atención y disparó en rápida sucesión, sin importar mucho en qué punto de la criatura impactaran siempre y cuando fuera cerca de su rostro. Cuando las flechas ya estaban cerca de la dragona, Ryuu chasqueó sus dedos, activando el encantamiento. Vio que en ese momento, el caballero negro que los lideraba usaba alguna magia desde su espada para disparar ¿sombras? No estaba seguro de qué eran, pero esperaba que resultaran eficaces.
-Ojalá que funcione. Si no... ¿Se le ocurre algo más, Señor Sombra?- A falta de un nombre, el ave decidió apodrar así al viejo. Parecía adecuado debido a su armadura y técnicas.
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Uso de encantamiento de señal de mi arco Zar'roc
Siguió su camino hacia las afueras de Sandorai, donde había decidido quedarse e instalar su pequeña tienda. Durante el trayecto pasó or algunas aldeas, donde aprovechó para comer. Sin embargo, decidió dormir fuera, en algún árbol cercano. No se fiaba de nadie ahora que había descubierto que los dragones no eran una simples bestias sin razón como siempre había creído. Al haber descubierto que esas criaturas eran capaces de asumir una forma humana, Ryuu había sufrido un buen golpe. Sentía que ya no sería capaz de acercarse a nadie que tuviera aspecto humano, por temor a que se transforme repentinamente y lo ataque. Tal vez ya había cruzado caminos con un dragón sin siquiera saberlo.
Y así pasaron algunos días, viajando mientras pensaba cada vez más y más en la profecía de su muerte. Había jurado que enfrentaría su destino cuando éste se dignara a hacerse presente, pero ahora no se sentía tan seguro de lograrlo. En un momento en el que descansaba en las afueras de una ciudad, sus pensamientos fueron interrumpidos por unos jóvenes aconversando. Mencionaron algo sobre un volcán maldito de los 19 o algo así.
-Genial, lo único que me faltaba era encontrarme con 19 volcanes malditos... Supongo que no me pasará nada aunque me tope con ellos, si en teoría lo que me matará es un dragón...-
Al escuchar un poco más al grupo y entender cada vez menos, no pudo aguantar la curiosidad y les preguntó qué era ese volcán. Le contaron sobre la existencia de 19 objetos que estaban malditos, que otorgaban poderes pero a un alto precio. Así supo de algunos de ellos, aunque sin mucho detalle: el volcán, un muñeco, una daga, una chica... Y un cáliz.
Ese último objeto fue el que más le llamó la atención. Si las palabras de esos chicos era ciertas, ese cáliz podría ser la respuesta que buscaba. Clarividencia. Si ya sabía cómo iba a morir, ¿por qué no saber el cuándo? No buscaba ser inmortal, por supuesto, pero al menos quería poder pasar el resto de sus días con tranquilidad, sin temor a cualquier persona que se acercara. Si supiera cuándo o en qué circunstancias encontraría su final, podría quedarse tranquilo. Le bastaba con ver ese futuro una sola vez. Y esa idea iba creciendo, poco a poco, pero sin pausa.
En cierto momento, después de no sabía cuántos días de viaje, se percató de que se había desviado un poco del camino que le indicaron en el último pueblo. Por algún motivo, no corrigió su ruta y optó por seguir el que transitaba. Se encontró con una pila de enormes gemas, desconocidas para él pero de una belleza enorme. Se sorprendió por el extraño paisaje, más aún cuando notó la destrucción que acompañaba a aquellas piedras. Siguió avanzando hasta el siguiente pueblo, y el siguiente, y el cuarto... Todos en condiciones similares. Por primera vez desde que se enteró de la existencia del cáliz, su mente se vio inundada por pensamientos que no tenían que ver con su propia muerte. -¿Cómo puede ser que tantas aldeas terminaran así?-
Al llegar al siguiente poblado, se alegró de ver que no estaba destruido. Sin embargo, esa dicha no duró mucho. Pronto se percató de la gran cantidad de soldados de la Guardia de Lunargenta. Reconocía los colores y escudos porque su padre también los portaba. Cuando preguntó que era lo que estaba ocurriendo y si podía ser de ayuda, la respuesta lo sorprendió y aterró al mismo tiempo. Todo ese rastro de devastación era culpa de la actual propietaria del cáliz, llamada Valeska. ¿Lo malo? Se trataba de una dragona. La sorpresa de semejante revelación lo dejó petrificado unos momentos, y sólo reaccionó cuando una campana empezó a repicar. Acto seguido, toda la Guardia tomó sus armas y se dispuso para el combate.
El pájaro simplemente se apartó para dejar pasar a los soldados, mientras dudaba sobre lo que haría a continuación. ¿Quedarse y ayudar? Tal vez podría conseguir el cáliz de esa manera. Pero tendría que enfrentar a una dragona cuyo cuerpo estaba envuelto en gemas.
-Seguro tiene una gran defensa; unas flechas o lanzas no podrían atravesar esas rocas, necesitarían algo de magia para potenciar los proyectiles. Aunque si en verdad tiene ese cáliz no hay salida.-
Un hombre envuelto en una intimidante armadura negra salió de una tienda cercana, pasó a su lado y se dirigió al campo de batalla. ¿Era el anciano que había estado gritando sobre una espada hacía unos momentos? ¿Incluso él iba a combatir? Tras unos breves momentos en silencio y maldiciendo (otra vez) su manía de ayudar a otros, se acercó. No se metió en la refriega de inmediato, sino que buscó un lugar con una buena vista pero con cobertura. Encontró una pequeña torre cercana, a la cual subió y desde allí comenzó a disparar a los hombres de la dragona.
Cuando atacó a un tipo que quería tomar por sorpresa al hombre de la armadura azabache, notó que él parecía estar liderando a un grupo de soldados. Ese improvisado grupo mejoró notablemente su desempeño bajo las órdenes del anciano. Ryuu decidió unirse a ellos, no sin ates recuperar algunas flechas de los cuerpos sin vida. El tendero se percató de la presencia del arquero y lo instó "amablemente" a que siguiera a los lanceros. El pájaro siguió sus órdenes como el resto del grupo, hasta que la dragona atacó y tuvieron que tirar se cuerpo a tierra. Tardó unos momentos más que el resto en ponerse de pie, debido al intenso terror que lo atenazaba.
Cuando por fin se incorporó, aun temblando un poco por el miedo, le dirigió la palabra al anciano.
-Aunque le dispare hasta quedarme sin flechas, esas gemas la protegerán. Tengo una idea, pero no estoy seguro de que funcione. Como mucho, sólo la distraerá unos momentos...- Una vez dicho eso, tomó cuatro flechas de su carcaj. Colocó una en su arco, mientras mantenía las otras tres en su garra para tener un fácil y rápido acceso a ellas. Lo que estaba a punto de hacer no requería de precisión, sino de velocidad. Apuntó su arco hacia arriba, esperando al momento en el que la dragona volviera a pasar sobre ellos.
Una vez que eso ocurrió, gritó el nombre de Valeska para llamar su atención y disparó en rápida sucesión, sin importar mucho en qué punto de la criatura impactaran siempre y cuando fuera cerca de su rostro. Cuando las flechas ya estaban cerca de la dragona, Ryuu chasqueó sus dedos, activando el encantamiento. Vio que en ese momento, el caballero negro que los lideraba usaba alguna magia desde su espada para disparar ¿sombras? No estaba seguro de qué eran, pero esperaba que resultaran eficaces.
-Ojalá que funcione. Si no... ¿Se le ocurre algo más, Señor Sombra?- A falta de un nombre, el ave decidió apodrar así al viejo. Parecía adecuado debido a su armadura y técnicas.
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Shinoroa Ryuu
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Re: Caliz de la Clarividencia [Evento Objetos del 19]
Valeska se fundía entre el ardor de la batalla.
La dragona parecía haber nacido para sobrevolar aquellas tierras y se movía cómo trazando túneles invisibles a través de los pequeños enclaves focos de pelea y lucha entre la guardia y los suyos propios. Había perfeccionado tanto sus movimientos, perfeccionado el arte de deslozarse mientras evitaba los contratiempos que podrían haberle atinado pero los esquivaba de manera certera. Podría decirse que sus alas eran la gracilidad misma del aire que cortaba. En cualquier otro momento, y en cualquier otro lugar, el vuelo de aquella mujer hubiese parecido más un baile y su ataque la estela misma que indicaba que no estaba hecha para perder ni aquella ni ninguna batalla.
Las gemas de Valeska dificultaban el avance de la guardia y sus aférrimos y tintaba el campo de batalla de colores vivos a través de los cuales la sangre salpicaba aquí y allá. La mujer, sin embargo, no realizaba su vuelo en vano. Había planeado aquel ataque mil y una vez en su cabeza y los movimientos de Turin estaban casi tan milimetrados como los suyos. Nada era ajeno a aquella mujer.
El hombre anciano ataviado de su armadura oscura casi igual que su fiereza, su gesto impasible tan solo marcado por el dolor de no encontrar respaldo táctico en las tropas que dirigía; Sus habilidades lo suficientemente versátiles como para ser atribuidas a un anciano y sobre todo, lo peligroso de aquella espada.
Oh... conocía demasiado bien aquella espada. Las 5 de ellas, a decir verdad... Pero llegarían a aquello.Por ahora el anciano tan solo ejercía de niñera indicando a una serie de campesinos poco instruidos en la guerra como no agarrar sus lanzas por la parte afilada, sino por el palo menos brillante.
Lo que le recordaba...
La mujer sobrevoló una de las esquinas Indicándo a Turin que estaba lista para que preparase las catapultas. Un gesto liviano que tan solo su jefe entendió y que le permitió a la dragona buscar al chico pájaro de las lucecitas. Sonrió mentalmente y dejó salir de su garganta una nueva ordeada e joyas que se fundieron con las demás en una montaña que alcanzaba los dos metros en cierto lugar en concreto. Oh. Allí estaba. Justo donde lo necesitaba. Aún no la había llamado. Tenía tiempo para unos segundos más de concentración. Casi disfrutaba mientras clavaba los ojos en el montículo de sus joyas más y más altos cada vez.
Aleteó un instante y Turin dió la orden exacta. La adrenalina le inundaba el pecho. El puzzle que era aquella batalla estaba a punto de encajar con tan solo tres más de su movimiento. Su aleteo no fue en vano y sus enemigos no lo sabían, pero aquella montaña de gemas en especial acababa de volverse una sola. Gigantesca. Creciendo por minutos mientras los demás estaban lo suficiente preocupados en llamar su atención. Esperando que su vuelo se hiciese de nuevo bajo y....
Aquella fue la señal necesaria.La voz del hombre pájaro pareció activar su hasta entonces desconocida habilidad. Los montículos de gemas a su alrededor se elevaron como si saliesen de la tierra misma creando paredes que reflejaban una a uno los estallidos de las flechas de aquel hombre pájaro. Apareciendo en el lugar justo en el momento exacto porque... bueno. Porque ella ya sabía exactamente dónde iban a aparecer. La embriagadora luz de las flechas se reflejó por lo tanto en la opacidad de las gemas que servían de barrera, intensificando aquella luz usada esta vez en beneficio de la dragona e inundando a los arqueros que se posicionaban cerca de Ryuu y al mismo Ryuu... Quien se vio atacado por su propio ataque de luz.
Pero... claro. No todo fue tan sencillo.
Aquella partida de ajedrez gigante no se habría completado sin los movimientos certeros de la dragona y el efecto ensayado de su compañero Turin. El hombre esperó paciente a que esta diese la señal y cayese en picado. Las espadas habían aparecido de la nada frente a ella. Y como si fuese una obra de teatro ensayada mil veces, Valeska se cercioró de que su posición para cuando estas apareciesen fuese en la trayectoria exacta de las catapultas cargadas y listas para ser lanzadas de su general a cargo.
Una a una las espadas fueron realizando el mismo movimiento contra la dragona. Y una a una las piedras mezcladas con gemas de su general fueron desviando la trayectoria de las mismas, dándole tiempo a Valeska a evitar que las 5 se incrustasen en cualquier parte vulnerable entre las rocas que componía la armadura que era su cuerpo, lleno de gemas y piedras preciosas. El impacto de aquellas piedras, aunque efectivos para desviar las espadas flotantes de Eltrant no pudieron evitar que estas impactasen en lugares varios del campo de batalla sin hacer diferencia entre bando o persona. La precisión de la estocada de aquel viejo hizo que una de ellas impactase de manera superficial sobre la dragona mientras esta estaba los suficientemente enfocada en disfrutar su jugada como para prestar atención hacia donde salían disparadas aquellas espadas.
La dragona sintió el dolor leve de aquel impacto y lo recibió como quién espera a un amigo en una noche de tempestad. Sonrió levemente e hizo que las gemas que habían servido de barrera a las flechas de Ryuu saliesen más de entre la misma tierra, creando un seismo de tierra bajo los pies de aquellos que guerreaban, forzándolos a agarrarse a algo firme o perder el equilibrio y caer al suelo. El castillo de aquella pequeña aldea se tambaleó con aquello y pedazos de la fortificación comenzaron a caer de la nada atrapando a quienes estuviesen lo suficientemente cerca de lo muros como para sufrir los daños.
Aquello, pensó, debía servir para que parasen por un segundo. Al fin y al cabo, no iba a esforzarse en tener que terminar una batalla cuando sabía bien que ganaría.
Aprovechó aquel momento de descontrol controlado para finalmente, pisar tierra firme.
--BASTA- dijo alzando sus alas cuando ya estaba caminando y mirando a todos y a nadie,- -No sois los primeros en perecer en la batalla, y ya os augurio que no seréis los últimos- La dragona acarició la copa que llevaba colgando del cuello con cariño y se dirigió a aquellos que la escuchaban. - -No deseo destruir vuestras tierras, no es mi deseo sesgar de vida aquello que pueda ser salvado. Mis hombres no se lo pensarán dos veces antes de degollaros y mezclar vuestra sangre con el brillo de mis piedras, pero.. Qué... perdida tan... - la dragona se acercó poco a poco hasta donde se encontraba Eltrant Tale, como si se dirigiese ahora directamente a él--desafortunada.- sonrió y se alejó de él de nuevo dirigiéndose a todos.--Rendíos ahora que aún tenéis algunos hombres a los que poder curar y regresar con vuestras mujeres. La cosecha aún puede salvarse y vuestra rendición no será en vano ante los ojos de mi señor el hombre muerto... cuando la gran guerra acabe, la riqueza inundará vuestros ríos y la bonanza comenzará el momento justo en el que toméis la decisión acertada.- La dragona se pausó por un segundo y observó a los pocos guerreros que aún no habían dejado de luchar para escucharla y que estocaban cansados unos contra otros luchando por moverse entre el amasijo de rubíes y cuerpos amontonados- -Como promesa de mi buena voluntad... os doy digamos... dos horas para encargaros de vuestros muertos con dignidad y preparaos para aceptar el trato que os propongo.En este tiempo, mi ejercito, ni siquiera yo misma os atacaremos. Asumo que si seguís atacando es una negativa a este generoso ofrecimiento y creo que no es necesario contar con mi copa de la clarividencia para aventurarse a saber como acabaréis. .
Segura de si misma y salvaguardada por su capitán y sus hombres tras ella, la dragona se convirtió en la mujer que era dejando atrás su imagen de dragona, segura de cuál iba a ser la decisión de aquel pueblo mermado.
-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.
Queridas criaturas guerrilleras...
Como habéis adivinado, la dragona no es nueva en las artes bélicas y la estrategia que conlleva el conflicto. De hecho, siento comunicaros que por mucho que luchéis... No vais a salir vencedores en esta batalla. Valeska siempre está un paso por delante y es capaz de adelantarse a cualquiera de vuestros movimientos en la lucha por muy poderosas que sean vuestras habilidades.
Sin embargo, no todo está perdido.
No todo es batalla en una guerra y me aventuro a decir que esta es una de esas situaciones. Debéis por lo tanto buscar otra manera de haceros con el cáliz. No tenéis mucho tiempo, así que espero que seáis rápidos pensando. Por suerte Eltrant ha conocido antes a Valeska y estoy segura que con la ayuda de Ryuu no vais a dejar morir a este pueblo, o escapar el cáliz.
Ryuu El encantamiento de tus flechas se ha reflejado en una de las piedras-montañas que ha creado Valeska y parece que se ha vuelto en contra tuya haciendo que sea a él a quién le afecte el encantamiento de señal de las mismas, encandilándolo durante esta ronda.
Me muero por leeros.
La dragona parecía haber nacido para sobrevolar aquellas tierras y se movía cómo trazando túneles invisibles a través de los pequeños enclaves focos de pelea y lucha entre la guardia y los suyos propios. Había perfeccionado tanto sus movimientos, perfeccionado el arte de deslozarse mientras evitaba los contratiempos que podrían haberle atinado pero los esquivaba de manera certera. Podría decirse que sus alas eran la gracilidad misma del aire que cortaba. En cualquier otro momento, y en cualquier otro lugar, el vuelo de aquella mujer hubiese parecido más un baile y su ataque la estela misma que indicaba que no estaba hecha para perder ni aquella ni ninguna batalla.
Las gemas de Valeska dificultaban el avance de la guardia y sus aférrimos y tintaba el campo de batalla de colores vivos a través de los cuales la sangre salpicaba aquí y allá. La mujer, sin embargo, no realizaba su vuelo en vano. Había planeado aquel ataque mil y una vez en su cabeza y los movimientos de Turin estaban casi tan milimetrados como los suyos. Nada era ajeno a aquella mujer.
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El hombre anciano ataviado de su armadura oscura casi igual que su fiereza, su gesto impasible tan solo marcado por el dolor de no encontrar respaldo táctico en las tropas que dirigía; Sus habilidades lo suficientemente versátiles como para ser atribuidas a un anciano y sobre todo, lo peligroso de aquella espada.
Oh... conocía demasiado bien aquella espada. Las 5 de ellas, a decir verdad... Pero llegarían a aquello.Por ahora el anciano tan solo ejercía de niñera indicando a una serie de campesinos poco instruidos en la guerra como no agarrar sus lanzas por la parte afilada, sino por el palo menos brillante.
Lo que le recordaba...
La mujer sobrevoló una de las esquinas Indicándo a Turin que estaba lista para que preparase las catapultas. Un gesto liviano que tan solo su jefe entendió y que le permitió a la dragona buscar al chico pájaro de las lucecitas. Sonrió mentalmente y dejó salir de su garganta una nueva ordeada e joyas que se fundieron con las demás en una montaña que alcanzaba los dos metros en cierto lugar en concreto. Oh. Allí estaba. Justo donde lo necesitaba. Aún no la había llamado. Tenía tiempo para unos segundos más de concentración. Casi disfrutaba mientras clavaba los ojos en el montículo de sus joyas más y más altos cada vez.
Aleteó un instante y Turin dió la orden exacta. La adrenalina le inundaba el pecho. El puzzle que era aquella batalla estaba a punto de encajar con tan solo tres más de su movimiento. Su aleteo no fue en vano y sus enemigos no lo sabían, pero aquella montaña de gemas en especial acababa de volverse una sola. Gigantesca. Creciendo por minutos mientras los demás estaban lo suficiente preocupados en llamar su atención. Esperando que su vuelo se hiciese de nuevo bajo y....
Aquella fue la señal necesaria.La voz del hombre pájaro pareció activar su hasta entonces desconocida habilidad. Los montículos de gemas a su alrededor se elevaron como si saliesen de la tierra misma creando paredes que reflejaban una a uno los estallidos de las flechas de aquel hombre pájaro. Apareciendo en el lugar justo en el momento exacto porque... bueno. Porque ella ya sabía exactamente dónde iban a aparecer. La embriagadora luz de las flechas se reflejó por lo tanto en la opacidad de las gemas que servían de barrera, intensificando aquella luz usada esta vez en beneficio de la dragona e inundando a los arqueros que se posicionaban cerca de Ryuu y al mismo Ryuu... Quien se vio atacado por su propio ataque de luz.
Pero... claro. No todo fue tan sencillo.
Aquella partida de ajedrez gigante no se habría completado sin los movimientos certeros de la dragona y el efecto ensayado de su compañero Turin. El hombre esperó paciente a que esta diese la señal y cayese en picado. Las espadas habían aparecido de la nada frente a ella. Y como si fuese una obra de teatro ensayada mil veces, Valeska se cercioró de que su posición para cuando estas apareciesen fuese en la trayectoria exacta de las catapultas cargadas y listas para ser lanzadas de su general a cargo.
Una a una las espadas fueron realizando el mismo movimiento contra la dragona. Y una a una las piedras mezcladas con gemas de su general fueron desviando la trayectoria de las mismas, dándole tiempo a Valeska a evitar que las 5 se incrustasen en cualquier parte vulnerable entre las rocas que componía la armadura que era su cuerpo, lleno de gemas y piedras preciosas. El impacto de aquellas piedras, aunque efectivos para desviar las espadas flotantes de Eltrant no pudieron evitar que estas impactasen en lugares varios del campo de batalla sin hacer diferencia entre bando o persona. La precisión de la estocada de aquel viejo hizo que una de ellas impactase de manera superficial sobre la dragona mientras esta estaba los suficientemente enfocada en disfrutar su jugada como para prestar atención hacia donde salían disparadas aquellas espadas.
La dragona sintió el dolor leve de aquel impacto y lo recibió como quién espera a un amigo en una noche de tempestad. Sonrió levemente e hizo que las gemas que habían servido de barrera a las flechas de Ryuu saliesen más de entre la misma tierra, creando un seismo de tierra bajo los pies de aquellos que guerreaban, forzándolos a agarrarse a algo firme o perder el equilibrio y caer al suelo. El castillo de aquella pequeña aldea se tambaleó con aquello y pedazos de la fortificación comenzaron a caer de la nada atrapando a quienes estuviesen lo suficientemente cerca de lo muros como para sufrir los daños.
Aquello, pensó, debía servir para que parasen por un segundo. Al fin y al cabo, no iba a esforzarse en tener que terminar una batalla cuando sabía bien que ganaría.
Aprovechó aquel momento de descontrol controlado para finalmente, pisar tierra firme.
--BASTA- dijo alzando sus alas cuando ya estaba caminando y mirando a todos y a nadie,- -No sois los primeros en perecer en la batalla, y ya os augurio que no seréis los últimos- La dragona acarició la copa que llevaba colgando del cuello con cariño y se dirigió a aquellos que la escuchaban. - -No deseo destruir vuestras tierras, no es mi deseo sesgar de vida aquello que pueda ser salvado. Mis hombres no se lo pensarán dos veces antes de degollaros y mezclar vuestra sangre con el brillo de mis piedras, pero.. Qué... perdida tan... - la dragona se acercó poco a poco hasta donde se encontraba Eltrant Tale, como si se dirigiese ahora directamente a él--desafortunada.- sonrió y se alejó de él de nuevo dirigiéndose a todos.--Rendíos ahora que aún tenéis algunos hombres a los que poder curar y regresar con vuestras mujeres. La cosecha aún puede salvarse y vuestra rendición no será en vano ante los ojos de mi señor el hombre muerto... cuando la gran guerra acabe, la riqueza inundará vuestros ríos y la bonanza comenzará el momento justo en el que toméis la decisión acertada.- La dragona se pausó por un segundo y observó a los pocos guerreros que aún no habían dejado de luchar para escucharla y que estocaban cansados unos contra otros luchando por moverse entre el amasijo de rubíes y cuerpos amontonados- -Como promesa de mi buena voluntad... os doy digamos... dos horas para encargaros de vuestros muertos con dignidad y preparaos para aceptar el trato que os propongo.En este tiempo, mi ejercito, ni siquiera yo misma os atacaremos. Asumo que si seguís atacando es una negativa a este generoso ofrecimiento y creo que no es necesario contar con mi copa de la clarividencia para aventurarse a saber como acabaréis. .
Segura de si misma y salvaguardada por su capitán y sus hombres tras ella, la dragona se convirtió en la mujer que era dejando atrás su imagen de dragona, segura de cuál iba a ser la decisión de aquel pueblo mermado.
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Queridas criaturas guerrilleras...
Como habéis adivinado, la dragona no es nueva en las artes bélicas y la estrategia que conlleva el conflicto. De hecho, siento comunicaros que por mucho que luchéis... No vais a salir vencedores en esta batalla. Valeska siempre está un paso por delante y es capaz de adelantarse a cualquiera de vuestros movimientos en la lucha por muy poderosas que sean vuestras habilidades.
Sin embargo, no todo está perdido.
No todo es batalla en una guerra y me aventuro a decir que esta es una de esas situaciones. Debéis por lo tanto buscar otra manera de haceros con el cáliz. No tenéis mucho tiempo, así que espero que seáis rápidos pensando. Por suerte Eltrant ha conocido antes a Valeska y estoy segura que con la ayuda de Ryuu no vais a dejar morir a este pueblo, o escapar el cáliz.
Ryuu El encantamiento de tus flechas se ha reflejado en una de las piedras-montañas que ha creado Valeska y parece que se ha vuelto en contra tuya haciendo que sea a él a quién le afecte el encantamiento de señal de las mismas, encandilándolo durante esta ronda.
Me muero por leeros.
Última edición por Wyn el Vie Ago 07 2020, 03:46, editado 1 vez
Wyn
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Re: Caliz de la Clarividencia [Evento Objetos del 19]
Eltrant bajó a Recuerdo con el ceño fruncido.
Comprobó desde la distancia como ninguna de las hojas acertaba la dragona, no de lleno al menos, un destino similar al que encontraron las flechas que el joven hombre-bestia que le acompañaba había dejado escapar desde su arco, las saetas no solo no acertaron a Valeska, sino que la magia de la que había hecho uso… parecía haberse vuelto en contra de su dueño.
Aquello no iba bien.
Aunque no esperaba otra cosa de alguien que podía ver el futuro.
Antes de que pudiese pensar como continuar con la batalla, el herrero notó como esta se ralentizaba a su alrededor de forma gradual, como los soldados dejaban de combatir para pararse a escuchar lo que la líder de los cultistas de Hombre Muerto tenía que decir al bando que, por lo que parecía, estaba encaminado a ser el perdedor.
Lo que la dragona ofrecía era la vida de todos los presentes y el no convertir la aldea que tanto se estaban esforzando por proteger en un montón piedras preciosas a cambio de la rendición incondicional de todas las fuerzas de Verisar que había en la zona.
- Buen discurso. – dijo con un deje de sarcasmo en su voz, viendo a la dragona alejarse para ocultarse tras sus tropas y recuperar su forma humana.
No había garantías de que dijese siquiera la verdad y aun así no había tampoco nadie a su alrededor dispuesto a continuar peleando; la mujer sabía lo que hacía, pues la mayoría de los soldados a los que había comandado apenas minutos atrás cargaban ahora con aliados heridos, alejándose del frente aprovechando el plazo de dos horas que Valeska les había dado.
Igualmente, dudaba mucho que los que estuviesen a cargo de aquel regimiento de la guardia decidiesen postrarse ante una dragona enloquecida que tenía una aldea como rehén, pero Valeska parecía lo suficiente segura de sí misma como para saber que todo marchaba respecto a su plan.
Probablemente supiese como iban a morir todas y cada una de las personas que portaban el blasón de la guardia.
Maldiciendo la decisión de haberse involucrado en todo aquello, Eltrant clavó a Recuerdo en el suelo y se sentó justo al lado de la misma, en una de las tantas piedras que había creado la mujer en uno de sus continuos asaltos contra los guardas de Lunargenta.
Suspirando levemente, se quitó el yelmo y lo dejó a un lado, en el suelo. Centró su atención en el vaho que escapa de entre sus labios, en los distantes gritos de auxilio que aún se podían escuchar a su alrededor.
¿Cómo ganaba a alguien que no podía perder?
- ¿Te encuentras bien? – Preguntó entonces al arquero que le había ayudado antes.
Quizás no se hubiese percatado antes, pero el ave había disparado contra con un blanco móvil, uno volador y que, además, hacía temblar el mundo a su alrededor. No había que ser arquero para saber que aquella era una hazaña difícil de realizar.
Y aun así Eltrant estaba bastante seguro de que lo único que le había hecho fallar habían sido los conocimientos de Valeska del futuro. Podía afirmar que no era un arquero corriente.
- Eltrant Tale. – dijo, irguiéndose un poco para tenderle la mano desde la piedra, pero sin levantarse completamente. – Pero puedes usar Señor Sombra si te gusta más. – Aseveró, sonriendo cansado, para después pasarse la mano por la cara antes de depositar su ojo sano de nuevo en el campo de batalla.
Toda idea que pasaba por su cabeza ya la había visto Valeska.
Incluso sabría de aquella indecisión que sentía en aquel momento.
- Deberías irte ahora que estas a tiempo. – Le dijo volviendo a centrar su atención en el arquero. – Me la sensación de que esto va a acabar muy mal. – Agregó entrelazando las manos, frente a él, dejando caer los brazos en sus piernas.
¿Por qué seguía allí? No le debía nada a aquella gente y nadie parecía esperar nada importante por parte de un viejo tuerto.
En sí, si se rendían era casi mejor, eso de “pierde la batalla, pero gana la guerra”; aunque dudaba mucho que hubiese realmente una guerra que ganar con el Hombre Muerto siendo conocedor de todos los futuros.
Y Valeska era la punta de lanza de eso.
Pero, por lo que le habían comentado los Buscones en su momento, cuanto más se alejaba en dicho futuro más incertidumbre había, más cosas podían cambiar y no suceder tal y como había pronosticado.
Esa era la única debilidad que podían explotar de la mujer.
Sin decirle nada más al hombre-pájaro, Eltrant tomó a Recuerdo entre sus manos arrancándola del suelo de un fuerte tirón, y la volvió a envainar en su cintura.
- Pensándolo mejor, me vendría bien tu ayuda. – dijo al arquero. – ¿Has visto ese saquito que pendía de su cuello? – Le dijo a continuación, volviéndose hacía el lugar desde el que Valeska vigilaba lo que hacían sus enemigos con aquel deje de autosuficiencia. – Ahí está el cáliz. – Le informó bajando ambas manos hasta la cintura. – Si se lo quitamos… bueno, inclinamos la balanza en nuestro favor. – Explicó Eltrant rápidamente, seguía siendo más fácil decirlo que hacerlo. – Ah, y puedes quedarte el chisme ese si lo conseguimos. – Aseguró encogiéndose de hombros. – O dáselo a la guardia, no me interesa realmente. En sí, mi recomendación es romperlo, pero eso también puede traer problemas. – Quizás le fuese más sencillo encontrar a Lyn con aquella cosa, pero sabía que la vampiresa no le perdonaría que se vendiese a los objetos por encontrarla.
El hombre-bestia parecía seguir cegado por lo que había hecho Valeska antes, pero no podía permitirse tener dudas, no ahora.
Tendría que confiar en él.
- Mantente alerta. – dijo depositándole la mano en el hombro. – Y se paciente, a más distante menos firmeza tienen las predicciones de ese trasto. – Le dijo a continuación, antes de girarse hacía el pequeño ejército de la dragona.
A paso lento pero constante atravesó el barrizal plagado de rocas y de gemas preciosas que le separaba de Valeska. Sorteando cadáveres y soldados que se batían en retirada por igual llevó su mano hasta su espalda y tomó a Olvido, vaina incluida.
La espada legendaria, aun partida en dos trozos, vibró entre sus manos con violencia, deseosa de ser utilizada una vez más, mostrando a su dueño que lo que le había sucedido en el Oblivion no era más que un pequeño contratiempo.
Aunque, si bien sentía aquella imperiosa necesidad de pelear cada vez que blandía el arma, no tenía pensado hacerlo. Tenía otra idea en mente.
- ¡VALESKA MEDEA! – Bramó con todas sus fuerzas.
Seguidamente clavó la espada frente a él, alojándola en el barro junto a su vaina, y apoyó ambas manos sobre el pomo del arma. Se quedó en silencio, acompañando solo por el susurro del viento meciendo su capa, aguardando los segundos que fuesen necesarios hasta que la mujer hiciese algún gesto indicando que le prestaba atención.
Trató de recordar todo lo que los Buscones le habían dicho de la mujer desesperadamente, tampoco pasó por alto lo que vivió la fatídica noche que se cruzó con ella en Dundarak.
- ¿¡Qué diría Elen Calhoun al ver como de bajo has caído, Valeska?! – Preguntó Eltrant a continuación, mirando fijamente a la mujer, recordando que había algo parecido a amistad entre ellas. – ¿¡Tu voluntad es más débil que la de un objeto!? – Agregó seguidamente, sin parar de mirar por un instante a la mujer.
Frunció el ceño.
- ¡No me recuerdas, Valeska! – Realmente nunca habían intercambiado más de dos palabras, pero en aquel momento daba igual. - ¡Pero yo a ti sí! – Estudió las personas que acompañaban a Valeska, todas le miraban ahora a él fijamente. - ¡Por eso mismo voy a hacer lo que habría hecho Elen en mi lugar y te doy una salida! – Toda la atención estaba en su persona, bien, era eso lo que buscaba. – Retírate, entrega el cáliz y abandona al Hombre Muerto. – dijo severamente.
Era obvio que se lo iban a tomar a modo de broma, que iban a reírse ante aquella proposición que acababa de hacer el anciano de la herrería.
Pero eso era lo de menos.
Solo tenía que encontrarle una apertura a su nuevo aliado.
- Piénsatelo detenidamente. Christian Bracknell se negó cuando se lo propuse. –
Off: ¡Resumen! Trato de apelar a la poca cordura que pueda quedar en Valeska después de tener tanto tiempo el caliz distrayendola lo máximo posible en el proceso
Comprobó desde la distancia como ninguna de las hojas acertaba la dragona, no de lleno al menos, un destino similar al que encontraron las flechas que el joven hombre-bestia que le acompañaba había dejado escapar desde su arco, las saetas no solo no acertaron a Valeska, sino que la magia de la que había hecho uso… parecía haberse vuelto en contra de su dueño.
Aquello no iba bien.
Aunque no esperaba otra cosa de alguien que podía ver el futuro.
Antes de que pudiese pensar como continuar con la batalla, el herrero notó como esta se ralentizaba a su alrededor de forma gradual, como los soldados dejaban de combatir para pararse a escuchar lo que la líder de los cultistas de Hombre Muerto tenía que decir al bando que, por lo que parecía, estaba encaminado a ser el perdedor.
Lo que la dragona ofrecía era la vida de todos los presentes y el no convertir la aldea que tanto se estaban esforzando por proteger en un montón piedras preciosas a cambio de la rendición incondicional de todas las fuerzas de Verisar que había en la zona.
- Buen discurso. – dijo con un deje de sarcasmo en su voz, viendo a la dragona alejarse para ocultarse tras sus tropas y recuperar su forma humana.
No había garantías de que dijese siquiera la verdad y aun así no había tampoco nadie a su alrededor dispuesto a continuar peleando; la mujer sabía lo que hacía, pues la mayoría de los soldados a los que había comandado apenas minutos atrás cargaban ahora con aliados heridos, alejándose del frente aprovechando el plazo de dos horas que Valeska les había dado.
Igualmente, dudaba mucho que los que estuviesen a cargo de aquel regimiento de la guardia decidiesen postrarse ante una dragona enloquecida que tenía una aldea como rehén, pero Valeska parecía lo suficiente segura de sí misma como para saber que todo marchaba respecto a su plan.
Probablemente supiese como iban a morir todas y cada una de las personas que portaban el blasón de la guardia.
Maldiciendo la decisión de haberse involucrado en todo aquello, Eltrant clavó a Recuerdo en el suelo y se sentó justo al lado de la misma, en una de las tantas piedras que había creado la mujer en uno de sus continuos asaltos contra los guardas de Lunargenta.
Suspirando levemente, se quitó el yelmo y lo dejó a un lado, en el suelo. Centró su atención en el vaho que escapa de entre sus labios, en los distantes gritos de auxilio que aún se podían escuchar a su alrededor.
¿Cómo ganaba a alguien que no podía perder?
- ¿Te encuentras bien? – Preguntó entonces al arquero que le había ayudado antes.
Quizás no se hubiese percatado antes, pero el ave había disparado contra con un blanco móvil, uno volador y que, además, hacía temblar el mundo a su alrededor. No había que ser arquero para saber que aquella era una hazaña difícil de realizar.
Y aun así Eltrant estaba bastante seguro de que lo único que le había hecho fallar habían sido los conocimientos de Valeska del futuro. Podía afirmar que no era un arquero corriente.
- Eltrant Tale. – dijo, irguiéndose un poco para tenderle la mano desde la piedra, pero sin levantarse completamente. – Pero puedes usar Señor Sombra si te gusta más. – Aseveró, sonriendo cansado, para después pasarse la mano por la cara antes de depositar su ojo sano de nuevo en el campo de batalla.
Toda idea que pasaba por su cabeza ya la había visto Valeska.
Incluso sabría de aquella indecisión que sentía en aquel momento.
- Deberías irte ahora que estas a tiempo. – Le dijo volviendo a centrar su atención en el arquero. – Me la sensación de que esto va a acabar muy mal. – Agregó entrelazando las manos, frente a él, dejando caer los brazos en sus piernas.
¿Por qué seguía allí? No le debía nada a aquella gente y nadie parecía esperar nada importante por parte de un viejo tuerto.
En sí, si se rendían era casi mejor, eso de “pierde la batalla, pero gana la guerra”; aunque dudaba mucho que hubiese realmente una guerra que ganar con el Hombre Muerto siendo conocedor de todos los futuros.
Y Valeska era la punta de lanza de eso.
Pero, por lo que le habían comentado los Buscones en su momento, cuanto más se alejaba en dicho futuro más incertidumbre había, más cosas podían cambiar y no suceder tal y como había pronosticado.
Esa era la única debilidad que podían explotar de la mujer.
Sin decirle nada más al hombre-pájaro, Eltrant tomó a Recuerdo entre sus manos arrancándola del suelo de un fuerte tirón, y la volvió a envainar en su cintura.
- Pensándolo mejor, me vendría bien tu ayuda. – dijo al arquero. – ¿Has visto ese saquito que pendía de su cuello? – Le dijo a continuación, volviéndose hacía el lugar desde el que Valeska vigilaba lo que hacían sus enemigos con aquel deje de autosuficiencia. – Ahí está el cáliz. – Le informó bajando ambas manos hasta la cintura. – Si se lo quitamos… bueno, inclinamos la balanza en nuestro favor. – Explicó Eltrant rápidamente, seguía siendo más fácil decirlo que hacerlo. – Ah, y puedes quedarte el chisme ese si lo conseguimos. – Aseguró encogiéndose de hombros. – O dáselo a la guardia, no me interesa realmente. En sí, mi recomendación es romperlo, pero eso también puede traer problemas. – Quizás le fuese más sencillo encontrar a Lyn con aquella cosa, pero sabía que la vampiresa no le perdonaría que se vendiese a los objetos por encontrarla.
El hombre-bestia parecía seguir cegado por lo que había hecho Valeska antes, pero no podía permitirse tener dudas, no ahora.
Tendría que confiar en él.
- Mantente alerta. – dijo depositándole la mano en el hombro. – Y se paciente, a más distante menos firmeza tienen las predicciones de ese trasto. – Le dijo a continuación, antes de girarse hacía el pequeño ejército de la dragona.
A paso lento pero constante atravesó el barrizal plagado de rocas y de gemas preciosas que le separaba de Valeska. Sorteando cadáveres y soldados que se batían en retirada por igual llevó su mano hasta su espalda y tomó a Olvido, vaina incluida.
La espada legendaria, aun partida en dos trozos, vibró entre sus manos con violencia, deseosa de ser utilizada una vez más, mostrando a su dueño que lo que le había sucedido en el Oblivion no era más que un pequeño contratiempo.
Aunque, si bien sentía aquella imperiosa necesidad de pelear cada vez que blandía el arma, no tenía pensado hacerlo. Tenía otra idea en mente.
- ¡VALESKA MEDEA! – Bramó con todas sus fuerzas.
Seguidamente clavó la espada frente a él, alojándola en el barro junto a su vaina, y apoyó ambas manos sobre el pomo del arma. Se quedó en silencio, acompañando solo por el susurro del viento meciendo su capa, aguardando los segundos que fuesen necesarios hasta que la mujer hiciese algún gesto indicando que le prestaba atención.
Trató de recordar todo lo que los Buscones le habían dicho de la mujer desesperadamente, tampoco pasó por alto lo que vivió la fatídica noche que se cruzó con ella en Dundarak.
- ¿¡Qué diría Elen Calhoun al ver como de bajo has caído, Valeska?! – Preguntó Eltrant a continuación, mirando fijamente a la mujer, recordando que había algo parecido a amistad entre ellas. – ¿¡Tu voluntad es más débil que la de un objeto!? – Agregó seguidamente, sin parar de mirar por un instante a la mujer.
Frunció el ceño.
- ¡No me recuerdas, Valeska! – Realmente nunca habían intercambiado más de dos palabras, pero en aquel momento daba igual. - ¡Pero yo a ti sí! – Estudió las personas que acompañaban a Valeska, todas le miraban ahora a él fijamente. - ¡Por eso mismo voy a hacer lo que habría hecho Elen en mi lugar y te doy una salida! – Toda la atención estaba en su persona, bien, era eso lo que buscaba. – Retírate, entrega el cáliz y abandona al Hombre Muerto. – dijo severamente.
Era obvio que se lo iban a tomar a modo de broma, que iban a reírse ante aquella proposición que acababa de hacer el anciano de la herrería.
Pero eso era lo de menos.
Solo tenía que encontrarle una apertura a su nuevo aliado.
- Piénsatelo detenidamente. Christian Bracknell se negó cuando se lo propuse. –
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Eltrant Tale
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Re: Caliz de la Clarividencia [Evento Objetos del 19]
Ryuu contaba con que la dragona llamada Valeska evadiera o bloqueara las flechas, pero jamás se le pasó por la cabeza que las usara en su contra. Olvidó el pequeño detalle de que las gemas podían reflejar la luz, y así su brillante idea terminó por cegarlo a él. Cuando se dio cuenta de lo que planeaba hacer Valeska, ya era tarde, y apenas pudo gritar un rápido -¡No miren a la dragona!-, esperando que los soldados de la Guardia reaccionaran a tiempo. Afortunadamente, la mayoría de ellos estaban más pendientes de los enemigos frente a ellos, por lo que sólo algunos se vieron afectados por la mala jugada.
Incapaz de ver sus alrededores con claridad, el pájaro creía cercano ya su final, tirado en el suelo, resignado y temeroso. Para su sorpresa, Valeska no continuó con su ataque, sino que les obsequió dos horas para decidir su siguiente movimiento: rendirse ante ella, o perecer en batalla. Una simple forma de entretenimiento para la mujer, quien ya conocía lo que sucedería. Una vez que la enorme sombra se encogió y se marchó, perdida en la otra gran sombra que (suponía) era el ejército enemigo, Ryuu trató de ponerse de pie. Aún no podía ver con claridad, por lo que tropezó y cayó nuevamente, junto a unas ruinas incendiadas.
Escuchó la voz del hombre de armadura negra presentándose como Eltrant Tale. Giró su cabeza hacia la voz y notó una silueta que parecía extender su mano hacia él. La estrechó lo mejor que pudo y dio a conocer su nombre también. Ante la sugerencia de huir, el arquero realmente contempló esa posibilidad. Pero tenía frente a él el único objeto que podría darle la chance de vivir tranquilamente el resto de su vida, sin temer a cualquiera que se le acercara. Y si en el camino lograba ayudar a la gente, micho mejor. No podía irse sin ese cáliz.
Ryuu escuchó las palabras de Eltrant. La nueva información que obtuvo sobre el enemigo era interesante. -Así que el cáliz pierde efectividad cuánto más lejos en el tiempo se encuentre el evento consultado. Entonces... Quizá no sea tan útil como creía para mí.- Aún así, intentaría conseguirlo y ponerlo a prueba él mismo. Decidió ver lo que haría su nuevo aliado y apoyarlo en cuanto tuviera alguna oportunidad. -Agradezco la oferta. No me vendría nada mal contar con esa cosa, Eltrant. Así como puede ser muy destructivo, estoy seguro de que se le puede un buen uso.-
Siguió tirado en el suelo, con su arco en mano, tal y como había caído antes. Observó al anciano guerrero marchando lentamente hacia la dragona y sus huestes; oyó cómo el silencio rodeaba al grupo, para ser roto por el grito del hombre al llamar a la portadora del cáliz. Por muy poco que fuera, cualquier cantidad de tiempo que pudieran conseguir era crucial, tanto para que Ryuu recuperara poco a poco su visión como para que las predicciones sean incorrectas.
El arquero esperó hasta el último momento. Cuando notó que todos los ojos estaban pendientes de Eltrant y Valeska, y que su propia visión mejoraba un poco, Ryuu tomó dos flechas y las encendió en un fuego cercano. Preparó ambas en su arco, y apuntó lo mejor que pudo. Esperaba fallar, pero el fuego podría ser de utilidad para destruir el saquito de la mujer y separarla del objeto maldito. Rogando por que su idea tuviera éxito esta vez, tensó la cuerda y disparó al pecho de Valeska.
Incapaz de ver sus alrededores con claridad, el pájaro creía cercano ya su final, tirado en el suelo, resignado y temeroso. Para su sorpresa, Valeska no continuó con su ataque, sino que les obsequió dos horas para decidir su siguiente movimiento: rendirse ante ella, o perecer en batalla. Una simple forma de entretenimiento para la mujer, quien ya conocía lo que sucedería. Una vez que la enorme sombra se encogió y se marchó, perdida en la otra gran sombra que (suponía) era el ejército enemigo, Ryuu trató de ponerse de pie. Aún no podía ver con claridad, por lo que tropezó y cayó nuevamente, junto a unas ruinas incendiadas.
Escuchó la voz del hombre de armadura negra presentándose como Eltrant Tale. Giró su cabeza hacia la voz y notó una silueta que parecía extender su mano hacia él. La estrechó lo mejor que pudo y dio a conocer su nombre también. Ante la sugerencia de huir, el arquero realmente contempló esa posibilidad. Pero tenía frente a él el único objeto que podría darle la chance de vivir tranquilamente el resto de su vida, sin temer a cualquiera que se le acercara. Y si en el camino lograba ayudar a la gente, micho mejor. No podía irse sin ese cáliz.
Ryuu escuchó las palabras de Eltrant. La nueva información que obtuvo sobre el enemigo era interesante. -Así que el cáliz pierde efectividad cuánto más lejos en el tiempo se encuentre el evento consultado. Entonces... Quizá no sea tan útil como creía para mí.- Aún así, intentaría conseguirlo y ponerlo a prueba él mismo. Decidió ver lo que haría su nuevo aliado y apoyarlo en cuanto tuviera alguna oportunidad. -Agradezco la oferta. No me vendría nada mal contar con esa cosa, Eltrant. Así como puede ser muy destructivo, estoy seguro de que se le puede un buen uso.-
Siguió tirado en el suelo, con su arco en mano, tal y como había caído antes. Observó al anciano guerrero marchando lentamente hacia la dragona y sus huestes; oyó cómo el silencio rodeaba al grupo, para ser roto por el grito del hombre al llamar a la portadora del cáliz. Por muy poco que fuera, cualquier cantidad de tiempo que pudieran conseguir era crucial, tanto para que Ryuu recuperara poco a poco su visión como para que las predicciones sean incorrectas.
El arquero esperó hasta el último momento. Cuando notó que todos los ojos estaban pendientes de Eltrant y Valeska, y que su propia visión mejoraba un poco, Ryuu tomó dos flechas y las encendió en un fuego cercano. Preparó ambas en su arco, y apuntó lo mejor que pudo. Esperaba fallar, pero el fuego podría ser de utilidad para destruir el saquito de la mujer y separarla del objeto maldito. Rogando por que su idea tuviera éxito esta vez, tensó la cuerda y disparó al pecho de Valeska.
Shinoroa Ryuu
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Re: Caliz de la Clarividencia [Evento Objetos del 19]
Valeska escucho su nombre completo mientras caminaba retirándose del grupo de guerreros heridos en la batalla camino a su tienda. La dragona sonrió de manera significativa e hizo un gesto con la mano a Turin que hizo una reverencia con la cabeza y de nuevo y fue, obediente tomando el papel principal que sabia, le había asignado Madea.
Por su parte la dragona suspiro aliviada al escuchar la voz de Eltrant. Una punzada de arrepentimiento la hizo girarse cuando aquel anciano menciono el nombre de alguien que… aunque no recordaba… le resultaba extrañamente familiar. Compuso un gesto dubitativo y relajó los hombros, curiosa.
No recordaba haber escuchado antes las palabras de aquel hombre. Sabía exactamente lo que estaba apunto de pasar, de hecho esperaba con ansias el momento exacto en el que Turin vertiese la sangre de aquel hombre pájaro sobre las gemas que lo rodeaban, porque aquello, sabia, supondría una microvictoria.
Pero… aquella voz. Aquel hombre parecía conocerla. No a la dragona con coraza de piedras y gemas… parecía conocer a la mujer que un día pensó que era. Seguía mencionando el nombre de aquella tal Elen, y Valeska quería internamente seguir conociendo detalles. Era la primera vez en mucho tiempo que alguien la sorprendía, y aunque una parte de ella urgía a abandonar aquella conversación y centrarse en las dos flechas que estaba a punto de convertir en gemas, otra, como dormía quería… quería saber mas acerca de aquel tal Bracknell, y la promesa que aquel hombre no llego a cumplir. ¿O sí?
Se incorporó de manera momentánea como si fuese a volar de un momento a otro, pero la idea de quedarse en su forma de mujer la tentase. Por primera vez desde hacia mucho. Aquel hombre conocía algo que ella no.
Y ella lo conocía todo.
Como había visto en su visión, Valeska se transformó en dragona en el momento justo en el que el hombre pájaro tensaba las cuerdas de su arco. La mujer podía sentir la vibración de la flecha cortar el aire.
"3 segundos exactos hasta que la caída de aquella flecha intentase clavarse en su corazón".
La voz de Eltrant retumbando en su cabeza. No le gustaba no conocer todo lo que la rodeaba.
"2 segundos hasta que la caída de aquella flecha intentase clavarse en su corazón".
¿A qué se refería con que le daba una salida? ¿Estaba amenazándola? ¿Esque acaso no había visto todo lo que era capaz de hacer?
"1 segundo hasta que la caída de aquella flecha intentase clavarse en su corazón"
¿Quién era Elen Calhoun y porque aquel nombre hacia que se cuestionase los motivos mismos por los que estaba…?
Valeska se giro de pronto, alterada con el miedo reflejado en sus fauces que emitieron un gruñido feroz antes de soltar una bocanada de piedras y gemas que… como la flecha desviada, no acertaron su objetivo. El futuro había cambiado. Ella había decidido hacerlo con su duda.
Por un momento dejo de respirar. Por un leve segundo espero el impacto en su pecho y sintió el miedo inmenso de no saber qué iba a pasar en los segundos siguientes. Porque por vez primera no había había hecho lo que había visto en su futuro y convertido aquellas flechas en nada antes incluso de que surcasen el aire. Eltrant la había entretenido lo suficiente como para que ella decidiese ignorar sus visiones y bueno… el resultado era aquel mismo.
El dolor de la flecha no llego pero Valeska sintió el peso alrededor de su cuello desvanecerse. Le costo unos segundos recordar que era lo que acababa de llevarse por delante aquella flecha y porque de pronto respiraba mejor. Era mas consciente de su respiración. Tenso su cuello y lo giro siguiendo la flecha que acababa de dejar pasar.
El cáliz.
Su cáliz. Rugió furiosa, convirtiendo todo lo que encontraba a su paso en zafiros y gemas. Turin entendió aquel gesto y aprovecho aquel revuelo para hacer justo lo que había ordenado su señora. Apreso a Ryuu por la espalda y sin decir una palabra, clavo un puñal en su costado. Su gesto, que Valeska le había descrito lo suficiente como para recrearlo al milímetro, sin embargo, era una mueca de desconcierto al ver cómo la dragona enfuriada corría hacia el lado opuesto. Turin entendió entonces que aquello no estaba planeado.
Valeska alzo paredes, lleno el suelo de joyas y gemas impidiendo que nadie que estuviese tras de ella la siguiese en su hazaña de recuperar aquel cáliz. Sus ojos comenzaron a inundarse de lagrimas por un segundo. Había tenido el futuro en sus manos durante todos estos meses y no se había dado cuenta que su única enemiga era ella misma, y la única manera de vencerla era haciendo que ella misma cambiase el futuro que tan bien conocía.
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Queridas criaturas astutas:
¡Enhorabuena! Al parecer vuestra estratagema, aunque simple. ha hecho que Valeska se cuestione todo a su alrededor y altere la visión de su futuro inmediato por no actuar justo como ella misma sabía que iba a hacerlo.
Habéis conseguido que Valeska se separe de su querido Cáliz. ¡Nunca nadie antes había tenido tan buena fortuna al equivocarse y no dar en el blanco! No esta en vuestro poder aún, pero al menos tenéis una ventaja evidente. Vais a tener que ser mas rápidos o luchar con ella por obtener el cáliz que esta viajando enredado en la cadena y la flecha de Ryuu.
Ryuu:Has sido muy astuto en aprovechar el ingenio de Eltrant pero… como consecuencia, Turin ha hecho exactamente lo que había planeado con su señora y te ha herido de manera grave. Sigues vivo, pero tendrás que curarte de alguna manera en esta ronda si quieres ser de ayuda a Eltrant.
Os leo pronto, criaturas.
Wyn
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Re: Caliz de la Clarividencia [Evento Objetos del 19]
Ladeó levemente la cabeza al ver la reacción de Valeska ante la mención de Elen.
Eltrant suspiró, debería haberlo pensado antes de mencionar nada; la dragona no parecía recordar a la peliblanca, tampoco nada de lo que había vivido con ella, aunque no era de extrañar, desde primera hora había sido más que evidente para él que el destino de Elen había sido similar al del resto del grupo.
Aunque, contra todo pronóstico, Valeska parecía igualmente…
¿Agitada?
Frunció levemente el ceño, meditando cuidadosamente como continuar a continuación. No podía presionar demasiado en aquel tema, pero parecía haberla confundido de alguna forma; tenía que encontrar alguna forma de balancear la situación a su favor.
Y entonces una pareja de flechas entró en escena.
El hombre-bestia, el ave que había conocido segundos atrás, acababa de hacer su intervención.
Y funcionó.
Las flechas liberaron el cáliz que estaba resguardado en el saco que pendía del cuello de la mujer. El objeto de los diecinueve cayó al suelo, pesadamente, rodando varios metros antes de quedarse encallado en una de las tantas gemas que Valeska había creado.
- ¡Já! ¡Buen trabajo! – Exclamó, buscando el lugar en el que la copa había caído con la mirada.
Todo estaba lejos de haber terminado. Una sucesión de sacudidas, un rugido, y un centenar de voces coreando como una sola: El bando del Hombre Muerto no estaba dispuesto a abandonar el utensilio mágico por las buenas.
Todo fue caótico durante una fracción de segundo, varios de los cultistas que habían estado protegiendo a Valeska se lanzaron sobre él y, al mismo tiempo, el subalterno de la misma apuñaló al arquero por la espalda.
Parecía incluso ensayado.
De hecho, probablemente lo hubiesen hecho.
- ¡Chico! –
Se giró sobre sí mismo en dirección al hombre-ave inmediatamente después de haberse deshecho del lacayo del Hombre Muerto que tenía más cerca, pero no pudo hacer gran cosa, una simple exhalación por parte de Valeska bastó para lanzarle por los aires.
Liberó todo el aire que tenía en los pulmones, concentrándose únicamente en el firmamento grisáceo que tenía sobre su cabeza y cerró los ojos. Una parte de él se preguntó si podría quedarse allí, si no sería más sencillo cerrar los ojos y dejarse llevar.
Pero los rugidos de Valeska se sucedían, el suelo continuaba temblando según aparecían gemas preciosas por doquier y, además, estaba bastante seguro de que la única persona que había decidido quedarse a ayudar y no retirarse estaba desangrándose.
No iba a dejarle morir.
Cerró su mano derecha con fuerza alrededor de Olvido.
Para cuando Eltrant volvió a abrir los ojos, estos brillaban con una tenue luz dorada. [1]
Sin prestarle atención a lo que ocurría a su alrededor, Eltrant se levantó y desenvainó a Olvido, dejando caer a un lado su vaina, sobre el barro. La claymore plateada vibró entre sus manos, contenta de volver a ser utilizada, y dejó escapar un pequeño vendaval a su alrededor.
Respiró profundamente, ignoró las dos flechas que impactaron en su cabeza y que, en lugar de atravesársela como si esta fuese un melón maduro, estallaron en un centenar de pedazos sin causarle ningún daño.
- Verás, Valeska… - Eltrant se llevó la mano izquierda hasta la nuca y ladeó la cabeza de un modo que su cuello dejó escapar un pequeño pero sonoro crujido. - … creo que no eres verdaderamente consciente de tu situación. – Mencionó seguidamente, desanudando el nudo que mantenía la gruesa capa que descansaba sobre sus hombros pegada a su cuerpo.
En ese momento, bramando una exclamación que solo podría ser descrita como “homicida”, uno de los soldados de la dragona saltó sobre él arma en mano, pero, de igual forma que había sucedido con las flechas, la espada del hombre nunca llegó a tocar su cuerpo, tampoco su armadura.
Esta se detuvo a escasos centímetros de la cara del herrero.
Eltrant, sin demasiados miramientos, derribó al hombre de un directo en el tabique nasal y le clavó a Olvido en el pecho cuando comenzó a caminar y no tuvo más remedio que pasar a su lado.
Iba a hacerse con el cáliz y a ponerle fin a todo aquello de una vez por todas.
No tenía nada a mano con lo que salvar al arquero y dudaba mucho que le alcanzase antes de que otros se percatasen de que estaba haciendo y fuesen a por el ave o a por el cáliz.
Continuó avanzando hacía la copa, ahora a un ritmo ligeramente más rápido, se deshizo sin demasiados problemas de un tipo con un martillo de guerra que le atacó por la espalda y de uno que blandía un par de hojas gemelas que pensó que podía sacarle partido al hecho de que estaba distraído.
Olvido, aun partida en dos, seguía siendo tan letal como de costumbre.
- ¿Cuántos futuros has visto? – Otra flecha más se deslizó a través de aquel laberinto de piedras preciosas buscando su cuerpo, pero esta dejó escapar un ruidoso “Ping” al impactar contra Eltrant y salió despedida, girando sobre sí misma, en una dirección indeterminada. – Supongo que los suficientes como para saber que te mato en muchos de ellos. – Un muro de joyas surgió a los pies del herrero y le impactó directamente empujándole varios pasos hacia atrás, pero sin hacer nada más.
Lo sorteó y continuó tras la dragona de igual forma que lo había hecho hasta el momento.
- La principal diferencia entre tu jefe y yo, Valeska… – Aceleró el paso, ya estaba bastante cerca del cáliz. Un proyectil de balista estalló contra su vientre, pero solo consiguió detenerle un instante. - …es que él ha muerto una vez... – Instó a su espada a que dejase escapar una media luna de viento que cercenó en dos, por la cintura, a un tipo grandote que había salido frente a él en un fútil intento por detenerle antes de que alcanzase o a su líder o el objeto. [2] - … y yo no puedo morir. – Mintió, deteniéndose a una distancia prudente de la copa y de la dragona, mirando ahora a una Valeska que parecía, a decir verdad, fuera de sí.
Normalmente se comportaría de forma más prudente.
Pero necesitaba esa copa, necesitaba ayudar al arquero.
Era lo mínimo que podía hacer.
- La oferta de antes sigue en pie ¿Sabes? Es una proposición sencilla: ríndete, dame la copa y envía a alguien a que sane aquí a mi amigo. Así paramos de matarnos los unos a los otros y todos tan contentos. – Le dijo, girando casualmente la muñeca de la mano con la que sujetaba la espada, forzando al viento que la rodeaba a que limpiase la sangre que bañaba la hoja. – Estoy bastante seguro de que estas tratando de llevarme a uno de esos futuros en los que sales ganando. – Asevero a continuación, mirando fijamente a la mujer. – Pero seamos sinceros, querida. – dijo – Sin cáliz tus tropas no son gran cosa frente al entrenamiento de la guardia, sin cáliz tú no eres gran cosa para el que te da ordenes y, por muchos finales que hayas visto, ambos sabemos que las predicciones no son fiables. – Inspiró profundamente, el olor a sangre y a metal que había en el ambiente le era ya extrañamente familiar.
Ya podía olerlo incluso en sueños.
Abrió y cerró su puño izquierdo de forma intermitente, notando como la energía que había acumulado con todos los impactos que había recibido hasta el momento luchaba por escapar de alguna forma.
Si Valeska hacía un movimiento en falso, si se giraba hacia él, hacía el arquero o hacía el objeto del diecinueve haría estallar toda la zona por los aires. [3] [4] Por muchos planes y preparación que la mujer tuviese en mente estaba bastante seguro de que esquivar algo así se le iba a antojar muy, pero que muy complicado.
- Lo que intento decirte, Valeska, es… - Dejando descansar a Olvido sobre su hombro esbozó una sonrisa y se encaminó hacía el cáliz, dispuesto a recogerlo. - ¿Te sientes con suerte? –
[1] Habilidad de Nivel 10: Último Bastión.
[2] Uso de Olvido: Cortaviento
[3] + [4] Habilidad de Nivel 6: Muro de acero (Protejo a Ryuu) + Habilidad de Nivel 8: Seísmo con la energía acumulada por la habilidad de Nivel 10
¡Resumen!
Intento recuperar el Cáliz y amenazó a Valeska en el proceso con, además, la intención de hacerla estallar si intenta hacer algo en contra de Ryuu. (?)
Eltrant suspiró, debería haberlo pensado antes de mencionar nada; la dragona no parecía recordar a la peliblanca, tampoco nada de lo que había vivido con ella, aunque no era de extrañar, desde primera hora había sido más que evidente para él que el destino de Elen había sido similar al del resto del grupo.
Aunque, contra todo pronóstico, Valeska parecía igualmente…
¿Agitada?
Frunció levemente el ceño, meditando cuidadosamente como continuar a continuación. No podía presionar demasiado en aquel tema, pero parecía haberla confundido de alguna forma; tenía que encontrar alguna forma de balancear la situación a su favor.
Y entonces una pareja de flechas entró en escena.
El hombre-bestia, el ave que había conocido segundos atrás, acababa de hacer su intervención.
Y funcionó.
Las flechas liberaron el cáliz que estaba resguardado en el saco que pendía del cuello de la mujer. El objeto de los diecinueve cayó al suelo, pesadamente, rodando varios metros antes de quedarse encallado en una de las tantas gemas que Valeska había creado.
- ¡Já! ¡Buen trabajo! – Exclamó, buscando el lugar en el que la copa había caído con la mirada.
Todo estaba lejos de haber terminado. Una sucesión de sacudidas, un rugido, y un centenar de voces coreando como una sola: El bando del Hombre Muerto no estaba dispuesto a abandonar el utensilio mágico por las buenas.
Todo fue caótico durante una fracción de segundo, varios de los cultistas que habían estado protegiendo a Valeska se lanzaron sobre él y, al mismo tiempo, el subalterno de la misma apuñaló al arquero por la espalda.
Parecía incluso ensayado.
De hecho, probablemente lo hubiesen hecho.
- ¡Chico! –
Se giró sobre sí mismo en dirección al hombre-ave inmediatamente después de haberse deshecho del lacayo del Hombre Muerto que tenía más cerca, pero no pudo hacer gran cosa, una simple exhalación por parte de Valeska bastó para lanzarle por los aires.
Liberó todo el aire que tenía en los pulmones, concentrándose únicamente en el firmamento grisáceo que tenía sobre su cabeza y cerró los ojos. Una parte de él se preguntó si podría quedarse allí, si no sería más sencillo cerrar los ojos y dejarse llevar.
Pero los rugidos de Valeska se sucedían, el suelo continuaba temblando según aparecían gemas preciosas por doquier y, además, estaba bastante seguro de que la única persona que había decidido quedarse a ayudar y no retirarse estaba desangrándose.
No iba a dejarle morir.
Cerró su mano derecha con fuerza alrededor de Olvido.
Para cuando Eltrant volvió a abrir los ojos, estos brillaban con una tenue luz dorada. [1]
Sin prestarle atención a lo que ocurría a su alrededor, Eltrant se levantó y desenvainó a Olvido, dejando caer a un lado su vaina, sobre el barro. La claymore plateada vibró entre sus manos, contenta de volver a ser utilizada, y dejó escapar un pequeño vendaval a su alrededor.
Respiró profundamente, ignoró las dos flechas que impactaron en su cabeza y que, en lugar de atravesársela como si esta fuese un melón maduro, estallaron en un centenar de pedazos sin causarle ningún daño.
- Verás, Valeska… - Eltrant se llevó la mano izquierda hasta la nuca y ladeó la cabeza de un modo que su cuello dejó escapar un pequeño pero sonoro crujido. - … creo que no eres verdaderamente consciente de tu situación. – Mencionó seguidamente, desanudando el nudo que mantenía la gruesa capa que descansaba sobre sus hombros pegada a su cuerpo.
En ese momento, bramando una exclamación que solo podría ser descrita como “homicida”, uno de los soldados de la dragona saltó sobre él arma en mano, pero, de igual forma que había sucedido con las flechas, la espada del hombre nunca llegó a tocar su cuerpo, tampoco su armadura.
Esta se detuvo a escasos centímetros de la cara del herrero.
Eltrant, sin demasiados miramientos, derribó al hombre de un directo en el tabique nasal y le clavó a Olvido en el pecho cuando comenzó a caminar y no tuvo más remedio que pasar a su lado.
Iba a hacerse con el cáliz y a ponerle fin a todo aquello de una vez por todas.
No tenía nada a mano con lo que salvar al arquero y dudaba mucho que le alcanzase antes de que otros se percatasen de que estaba haciendo y fuesen a por el ave o a por el cáliz.
Continuó avanzando hacía la copa, ahora a un ritmo ligeramente más rápido, se deshizo sin demasiados problemas de un tipo con un martillo de guerra que le atacó por la espalda y de uno que blandía un par de hojas gemelas que pensó que podía sacarle partido al hecho de que estaba distraído.
Olvido, aun partida en dos, seguía siendo tan letal como de costumbre.
- ¿Cuántos futuros has visto? – Otra flecha más se deslizó a través de aquel laberinto de piedras preciosas buscando su cuerpo, pero esta dejó escapar un ruidoso “Ping” al impactar contra Eltrant y salió despedida, girando sobre sí misma, en una dirección indeterminada. – Supongo que los suficientes como para saber que te mato en muchos de ellos. – Un muro de joyas surgió a los pies del herrero y le impactó directamente empujándole varios pasos hacia atrás, pero sin hacer nada más.
Lo sorteó y continuó tras la dragona de igual forma que lo había hecho hasta el momento.
- La principal diferencia entre tu jefe y yo, Valeska… – Aceleró el paso, ya estaba bastante cerca del cáliz. Un proyectil de balista estalló contra su vientre, pero solo consiguió detenerle un instante. - …es que él ha muerto una vez... – Instó a su espada a que dejase escapar una media luna de viento que cercenó en dos, por la cintura, a un tipo grandote que había salido frente a él en un fútil intento por detenerle antes de que alcanzase o a su líder o el objeto. [2] - … y yo no puedo morir. – Mintió, deteniéndose a una distancia prudente de la copa y de la dragona, mirando ahora a una Valeska que parecía, a decir verdad, fuera de sí.
Normalmente se comportaría de forma más prudente.
Pero necesitaba esa copa, necesitaba ayudar al arquero.
Era lo mínimo que podía hacer.
- La oferta de antes sigue en pie ¿Sabes? Es una proposición sencilla: ríndete, dame la copa y envía a alguien a que sane aquí a mi amigo. Así paramos de matarnos los unos a los otros y todos tan contentos. – Le dijo, girando casualmente la muñeca de la mano con la que sujetaba la espada, forzando al viento que la rodeaba a que limpiase la sangre que bañaba la hoja. – Estoy bastante seguro de que estas tratando de llevarme a uno de esos futuros en los que sales ganando. – Asevero a continuación, mirando fijamente a la mujer. – Pero seamos sinceros, querida. – dijo – Sin cáliz tus tropas no son gran cosa frente al entrenamiento de la guardia, sin cáliz tú no eres gran cosa para el que te da ordenes y, por muchos finales que hayas visto, ambos sabemos que las predicciones no son fiables. – Inspiró profundamente, el olor a sangre y a metal que había en el ambiente le era ya extrañamente familiar.
Ya podía olerlo incluso en sueños.
Abrió y cerró su puño izquierdo de forma intermitente, notando como la energía que había acumulado con todos los impactos que había recibido hasta el momento luchaba por escapar de alguna forma.
Si Valeska hacía un movimiento en falso, si se giraba hacia él, hacía el arquero o hacía el objeto del diecinueve haría estallar toda la zona por los aires. [3] [4] Por muchos planes y preparación que la mujer tuviese en mente estaba bastante seguro de que esquivar algo así se le iba a antojar muy, pero que muy complicado.
- Lo que intento decirte, Valeska, es… - Dejando descansar a Olvido sobre su hombro esbozó una sonrisa y se encaminó hacía el cáliz, dispuesto a recogerlo. - ¿Te sientes con suerte? –
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[1] Habilidad de Nivel 10: Último Bastión.
[2] Uso de Olvido: Cortaviento
[3] + [4] Habilidad de Nivel 6: Muro de acero (Protejo a Ryuu) + Habilidad de Nivel 8: Seísmo con la energía acumulada por la habilidad de Nivel 10
¡Resumen!
Intento recuperar el Cáliz y amenazó a Valeska en el proceso con, además, la intención de hacerla estallar si intenta hacer algo en contra de Ryuu. (?)
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: Caliz de la Clarividencia [Evento Objetos del 19]
De alguna manera habían logrado su cometido. Valeska fue separada del cáliz, en un futuro que ni siquiera el objeto maldito pudo prever. La sorpresa era evidente en el rostro de la mujer, incluso cuando ya había tomado su forma de dragón. Y más evidente aún era su furia, manifestada a través de un atronador rugido, que dio paso a una ola de joyas y gemas saliendo de la tierra... y a un fuerte dolor en el costado de Ryuu.
Tardó un par de segundos en reaccionar, concentrado en lo que haría a continuación para conseguir el Objeto. Su primer reflejo fue dirigir la vista al origen del dolor, como si quisiera confirmar que éste era real. Un puñal se encontraba clavado allí, empuñando por aquel tipo que seguía a Valeska como un segundo al mando o algo parecido. Cuando se volteó para ver a su agresor, observó que estaba distraído por las acciones de su señora. Ryuu aprovechó esa distracción para usar sus fuertes garras y arañar los ojos del hombre, en un intento de zafarse de él y dejarlo fuera de combate al menos por un momento.
Su vista ya había regresado a la normalidad, pero en su condición actual no podría ayudar a Eltrant. Revisó los cuerpos cercanos, en busca de alguna medicina o vendas que lo ayudaran a recuperarse, o al menos a aplacar el dolor. En caso de conseguirlo, haría uso del objeto para sanarse y cubrir a Eltrant desde una distancia segura con su arco, atacando a los seguidores de la dragona que se acercaran a su Aliado. Si no lograba hacerse con medicinas, optaría por rasgar la parte baja de su túnica e improvisar una venda para su herida. No podría hacer mucho más que eso.
-No necesito ninguna copa mágica para saber que estoy jodido... Si llego a salir de ésta, debo asegurarme de tener alguna medicina conmigo en todo momento...-
Tardó un par de segundos en reaccionar, concentrado en lo que haría a continuación para conseguir el Objeto. Su primer reflejo fue dirigir la vista al origen del dolor, como si quisiera confirmar que éste era real. Un puñal se encontraba clavado allí, empuñando por aquel tipo que seguía a Valeska como un segundo al mando o algo parecido. Cuando se volteó para ver a su agresor, observó que estaba distraído por las acciones de su señora. Ryuu aprovechó esa distracción para usar sus fuertes garras y arañar los ojos del hombre, en un intento de zafarse de él y dejarlo fuera de combate al menos por un momento.
Su vista ya había regresado a la normalidad, pero en su condición actual no podría ayudar a Eltrant. Revisó los cuerpos cercanos, en busca de alguna medicina o vendas que lo ayudaran a recuperarse, o al menos a aplacar el dolor. En caso de conseguirlo, haría uso del objeto para sanarse y cubrir a Eltrant desde una distancia segura con su arco, atacando a los seguidores de la dragona que se acercaran a su Aliado. Si no lograba hacerse con medicinas, optaría por rasgar la parte baja de su túnica e improvisar una venda para su herida. No podría hacer mucho más que eso.
-No necesito ninguna copa mágica para saber que estoy jodido... Si llego a salir de ésta, debo asegurarme de tener alguna medicina conmigo en todo momento...-
Shinoroa Ryuu
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Re: Caliz de la Clarividencia [Evento Objetos del 19]
El corazón de Valeska atronaba en su oído. Como la banda sonora de sus pasos desgarrados ante la posibilidad de perder lo que había estado tan encarecidamente guardado. Sus latidos eran tambores. La batalla a su alrededor estaba ensordecida por su propia cabeza repitiéndose una y otra vez que tenía que recuperar su copa.
Necesitaba poseerla de nuevo.
Avanzó con ansia hasta el lugar exacto en el que veía el reflejo del metal entre sus propias gemas. No pudo obviar las palabras que Tale le estaba regalando, pero en su cabeza por primera vez llena de incertidumbre desde hacía mucho tiempo, aquellas amenazas no serían más que recuerdos cuando el ansiado metal de aquel objeto regresase a su cuello, de donde no debería haber escapado nunca.
Movía sus piernas esquivando y apartando a todos aquellos que habían decidido seguir las indicaciones de la batalla que Eltrant prometía, su mente frustrada casi parecía dudar en cada paso que realizaba, como si en todos y cada uno de ellos fuese a recibierla la mismisima muerte y luchaba con ellos afrontandolos como si cada uno de ellos fuese a ser el último.
Giró su cabeza hasta Eltrant mientras este le daba una última oportunidad para echarse atrás, para volver a ser quien recordaba que podía ser y fue. Supiró con sus fauces de dragona y cerró los ojos, recordando, y por un momento se percató de lo que la ansiedad y el miedo había estado escondiendo: Vacío.
Su cuello se erguía libre, el aire del clamor de la batalla la rodeaba y la incertidumbre de no saber que iba a pasar la había liberado de alguna forma. Se giró siguiendo a su cabeza, como si en un amago de cordura hubiese decidido aceptar la propuesta de Eltrant.¿Qué había estado haciendo hasta entonces? ¿Acaso merecía la pena conocer los detalles del futuro si no quedaba nadie con quien compartirlos? A lo lejos y como un borrón en su mirada, la figura de Ryuu desangrándose le hacía recuperar un sentimiento que casi creía olvidado: Culpa.
Se giró a mirar una última vez el cáliz, entre dos de sus gemas. Y aquel fue el último error que cometió Valeska.
Su mente recordó entonces el calor del cáliz justo frente a su corazón, las palabras seductoras del hombre sabio. Su soledad haciendola más fuerte y no menguandola.. el poder que le daba la certitud de saber que hiciese lo que hiciese siempre acertaría.
Y aquello se convirtió en la última dosis de su propio veneno.
Valeska se aventuró a agarrar el cáliz aferrándose a lo único que había conocido desde hacía demasiado pero antes de hacerlo dejó claro con un rugido que desafiaba al últimatum de Eltrant. Alzó varios monolitos aperlados del interior de la tierra como barrera inmensa entre Eltrant y ella, como última acción que impidiese entonces que el chico la siguiese y le fuese imposible alcanzar el cáliz antes que a ella.
Sintió la calidez del metal en su mano segundo antes de que la tierra se tambalease bajo sus pies, fruto de las habilidades de Tale. Las murallas que habían compuesto los monolitos eran, ahora que caían al suelo, una prisión que evitió que la dragona echase a volar. El seísmo que la circulaba meció las gemas que ella misma había estado expandiendo a su alrededor. Pero aún así y encarcelada en su prisión de perlas, la dragona intentó escapar, rugiendo y dispersando con mas gemas a todo aquel, amigo u enemigo que intentase acercarse.
Estaba pletórica: Había recuperado su cáliz, podía usarlo para salir de allí, tan solo necesitaba saber qué camino... qué recoveco... qué habilidad.
Valeska paró su intento frenético de deshacerse del amasijo de piedras y gemas que la estaban ahogando, moviendose a través de las ranuras creadas en el suelo por Eltrant Tale. Cesó su movimiento y compuso un gesto de pánico mientras clavaba la mirada en el cáliz que mantenía alzado en un intento de que no se perdiese entre el mar de gemas que la ahogaba. Lo miró como se mira a u desconocido, comprendiendo que por algún motivo, no le quedaba futuro.
Gritó de pánico y su rugido estalló en mil gemas que fueron la última oleada que acabó por ahogarla, deshaciendo así su agarre del cáliz. Volviéndose una con su propio elemento y pasando a ser parte de la tierra y las gemas preciosas con las que había estado aterrorizando hasta tan solo minutos atrás.
En cuanto al cáliz... El hombre muerto es lo suficientemente sabio como para crear objetos que tan solo se adhieran al poder que no puedan vencer, y por ello los fortalezca. Rodó impasible como si tuviese vida propia hasta los pies de Eltrant Tale.
Necesitaba poseerla de nuevo.
Avanzó con ansia hasta el lugar exacto en el que veía el reflejo del metal entre sus propias gemas. No pudo obviar las palabras que Tale le estaba regalando, pero en su cabeza por primera vez llena de incertidumbre desde hacía mucho tiempo, aquellas amenazas no serían más que recuerdos cuando el ansiado metal de aquel objeto regresase a su cuello, de donde no debería haber escapado nunca.
Movía sus piernas esquivando y apartando a todos aquellos que habían decidido seguir las indicaciones de la batalla que Eltrant prometía, su mente frustrada casi parecía dudar en cada paso que realizaba, como si en todos y cada uno de ellos fuese a recibierla la mismisima muerte y luchaba con ellos afrontandolos como si cada uno de ellos fuese a ser el último.
Giró su cabeza hasta Eltrant mientras este le daba una última oportunidad para echarse atrás, para volver a ser quien recordaba que podía ser y fue. Supiró con sus fauces de dragona y cerró los ojos, recordando, y por un momento se percató de lo que la ansiedad y el miedo había estado escondiendo: Vacío.
Su cuello se erguía libre, el aire del clamor de la batalla la rodeaba y la incertidumbre de no saber que iba a pasar la había liberado de alguna forma. Se giró siguiendo a su cabeza, como si en un amago de cordura hubiese decidido aceptar la propuesta de Eltrant.¿Qué había estado haciendo hasta entonces? ¿Acaso merecía la pena conocer los detalles del futuro si no quedaba nadie con quien compartirlos? A lo lejos y como un borrón en su mirada, la figura de Ryuu desangrándose le hacía recuperar un sentimiento que casi creía olvidado: Culpa.
Se giró a mirar una última vez el cáliz, entre dos de sus gemas. Y aquel fue el último error que cometió Valeska.
Su mente recordó entonces el calor del cáliz justo frente a su corazón, las palabras seductoras del hombre sabio. Su soledad haciendola más fuerte y no menguandola.. el poder que le daba la certitud de saber que hiciese lo que hiciese siempre acertaría.
Y aquello se convirtió en la última dosis de su propio veneno.
Valeska se aventuró a agarrar el cáliz aferrándose a lo único que había conocido desde hacía demasiado pero antes de hacerlo dejó claro con un rugido que desafiaba al últimatum de Eltrant. Alzó varios monolitos aperlados del interior de la tierra como barrera inmensa entre Eltrant y ella, como última acción que impidiese entonces que el chico la siguiese y le fuese imposible alcanzar el cáliz antes que a ella.
Sintió la calidez del metal en su mano segundo antes de que la tierra se tambalease bajo sus pies, fruto de las habilidades de Tale. Las murallas que habían compuesto los monolitos eran, ahora que caían al suelo, una prisión que evitió que la dragona echase a volar. El seísmo que la circulaba meció las gemas que ella misma había estado expandiendo a su alrededor. Pero aún así y encarcelada en su prisión de perlas, la dragona intentó escapar, rugiendo y dispersando con mas gemas a todo aquel, amigo u enemigo que intentase acercarse.
Estaba pletórica: Había recuperado su cáliz, podía usarlo para salir de allí, tan solo necesitaba saber qué camino... qué recoveco... qué habilidad.
Valeska paró su intento frenético de deshacerse del amasijo de piedras y gemas que la estaban ahogando, moviendose a través de las ranuras creadas en el suelo por Eltrant Tale. Cesó su movimiento y compuso un gesto de pánico mientras clavaba la mirada en el cáliz que mantenía alzado en un intento de que no se perdiese entre el mar de gemas que la ahogaba. Lo miró como se mira a u desconocido, comprendiendo que por algún motivo, no le quedaba futuro.
Gritó de pánico y su rugido estalló en mil gemas que fueron la última oleada que acabó por ahogarla, deshaciendo así su agarre del cáliz. Volviéndose una con su propio elemento y pasando a ser parte de la tierra y las gemas preciosas con las que había estado aterrorizando hasta tan solo minutos atrás.
En cuanto al cáliz... El hombre muerto es lo suficientemente sabio como para crear objetos que tan solo se adhieran al poder que no puedan vencer, y por ello los fortalezca. Rodó impasible como si tuviese vida propia hasta los pies de Eltrant Tale.
*.*.*.*.*,*.*.*.*.*.*
Criaturas afortunadas:
¡Enhorabuena, habéis acabado con Valeska!
Ha sido una batalla bastante ingeniosa y esclarecedora para la dragona, una pena que vuestras acciones no vayan a servirle de mucho entre el amasijo de piedras y gemas en el que se ha convertido.
Eltrant: Con tus habilidades has derrotado a la dragona y el cáliz te ha elegido como su portador. Te dejo aquí el [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] con indicaciones sobre como continuar. Por otra parte, los soldados que no han caído en la batalla contra Valeska ( Unos 20 hombres contando los pueblerinos y parte del ejercito de Valeska, libre ahora de seguir a quien quieran) se han sentido inspirados ante tus palabras y deciden seguirte para devolverte el favor de haberles salvado la vida. Puedes usarlos de manera colectiva en tus próximos temas como PNJ ( temas ajenos al evento).
Ryuu: Los habitantes del pueblo al que acabas de ayudar a salvar están extremadamente agradecidos contigo. La chamana de aquel pueblo, una bruja anciana pero alta y con semblante serio que hasta ahora había estado escondida evitando ser tragada por las joyas se acerca a ti y tras rodearte con curiosidad posiciona varios ungüentos en tu herida que deja de sangrar y comienza a curarse. Te invitan a unirte a ellos durante las celebraciones de aquella victoria que durara 5 días con sus 5 noches. Eres libre de usar este escenario y PNJ para tus futuros temas (ajenos al evento). Te han salvado la vida, al igual que tu evitaste que ellos perdiesen la suya.
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