Ella es el norte (Libre) [5/5]
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Ella es el norte (Libre) [5/5]
-¿La recuerdas?
Él no respondió, inmerso en alejados trazos de un pasado distante.
-Está muerta.
Él siguió en silencio, con la cabeza entre las manos. Un mero suspiro se abrió paso entre sus labios. Nada mostraba.
-¿Deseabas que terminase así?- espetó su antiguo amigo. El Elfo alzó los unos ojos iracundos, en cuyo fondo bien podía observarse un claro baño de arrepentimiento, como azúcar en una bebida transparente antes de ser removida, y al igual que éste, la sensación se perdía, inconexa entre la infinidad de gotas que constituían su pasado.
-Ella lo decidió- fueron las primeras palabras que él pronunció.
-¿Morir?- inquirió el conocido, entre asco y un infinito desdén.
El Elfo volvió a suspirar.
-Permanecer allí- contestó en tono monocorde. Asemejaba a un cadáver con capacidad de hablar, tan sólo eso.
-Tú lo decidiste- le señaló su antiguo amigo- No trates de disculparte en modo alguno. Su muerte está en tus manos. La abandonaste. Sola, desesperada, con la sangre manando de tantas heridas que ojalá hubieras tenido la desgracia de verla todas y cada una. No mereces respirar.
Su oyente se puso por vez primera en pie, tras haber soportado tamaño desprecio sentado en el suelo, con la espalda apoyada en la pared de la destartalada vivienda. Una risa cruel, llegada de abismos que hacían retroceder el alma mortal al primitivismo donde el raciocinio apenas valía nada, se extendió desde el Elfo, haciendo al otro dar un paso atrás.
-Mátame. Vamos, mátame- pidió con una sonrisa fatigada y sádica. ¿Has venido a vengarla no es así? ¿O sólo buscas repartir la culpa, asegurándote que toda recaía en mis hombros? Ella decidió que me fuese.
¿Esperabas que continuase allí, sin ella desearlo? Parece que la respetaba más que tú.
Un rápido puñetazo alcanzó a Nousis en la mandíbula, sin llegar a tirarle al suelo. Giró nuevamente el cuello hacia el agresor, ya sin rastro alguno de la sonrisa.
-¿Has conseguido lo que habías venido a buscar?- quiso saber con suavidad. El segundo Elfo apretó los dientes, y dándole la espalda, pronunció unas últimas oraciones cargadas de odio.
-Su cadáver está en las grandes estepas del norte. A las afueras de un pueblo llamado Hjalldorn. Si te queda algo de corazón irás a despedirte de ella. Y morirás por el camino si los dioses son clementes.
-¿No dices siempre que no tengo corazón, Karian?- esbozó una media sonrisa el Elfo herido.
-Demuéstrame que me equivoco- terminó el aludido, cerrando la puerta con fuerza tras de sí.
Nousis permaneció un rato con la mirada perdida en el lugar por donde Karian se había ido, sin llegar a ver nada, absorto en sí, recordando un vívido sueño que había tenido dos días antes:
“Un temor apagado, como el humo que se aleja, nocturno y silencioso bajo esa lluvia que va calando, suave, hasta enfriar los mismos huesos. Sentado, aguzando el oído, buscando escuchar de nuevo a esa criatura perdida, cuyo son le producía calma, felicidad, momentos de alegría. Mas perdió su rastro. Las lágrimas del cielo le hicieron cobijarse en la cueva, oscura, sin el mínimo trazo de su canto. El mal tiempo tal vez pasó, aunque el cielo continuaba cubierto de gris en tantos tonos como él preguntas en su interior. Los momentos los recordaría, era inevitable. Pero ahora sólo buscaba los trazos que ella podría haber dejado. No escuchaba su melodía, y pese a que sabía que las estaciones cambiarían de forma inexorable, deseaba reencontrarse con el pasado. La cadencia de una palabra estival se habría esfumado. La de una invernal, aún con distintos matices, ¿podría recuperarse?”
Él no respondió, inmerso en alejados trazos de un pasado distante.
-Está muerta.
Él siguió en silencio, con la cabeza entre las manos. Un mero suspiro se abrió paso entre sus labios. Nada mostraba.
-¿Deseabas que terminase así?- espetó su antiguo amigo. El Elfo alzó los unos ojos iracundos, en cuyo fondo bien podía observarse un claro baño de arrepentimiento, como azúcar en una bebida transparente antes de ser removida, y al igual que éste, la sensación se perdía, inconexa entre la infinidad de gotas que constituían su pasado.
-Ella lo decidió- fueron las primeras palabras que él pronunció.
-¿Morir?- inquirió el conocido, entre asco y un infinito desdén.
El Elfo volvió a suspirar.
-Permanecer allí- contestó en tono monocorde. Asemejaba a un cadáver con capacidad de hablar, tan sólo eso.
-Tú lo decidiste- le señaló su antiguo amigo- No trates de disculparte en modo alguno. Su muerte está en tus manos. La abandonaste. Sola, desesperada, con la sangre manando de tantas heridas que ojalá hubieras tenido la desgracia de verla todas y cada una. No mereces respirar.
Su oyente se puso por vez primera en pie, tras haber soportado tamaño desprecio sentado en el suelo, con la espalda apoyada en la pared de la destartalada vivienda. Una risa cruel, llegada de abismos que hacían retroceder el alma mortal al primitivismo donde el raciocinio apenas valía nada, se extendió desde el Elfo, haciendo al otro dar un paso atrás.
-Mátame. Vamos, mátame- pidió con una sonrisa fatigada y sádica. ¿Has venido a vengarla no es así? ¿O sólo buscas repartir la culpa, asegurándote que toda recaía en mis hombros? Ella decidió que me fuese.
¿Esperabas que continuase allí, sin ella desearlo? Parece que la respetaba más que tú.
Un rápido puñetazo alcanzó a Nousis en la mandíbula, sin llegar a tirarle al suelo. Giró nuevamente el cuello hacia el agresor, ya sin rastro alguno de la sonrisa.
-¿Has conseguido lo que habías venido a buscar?- quiso saber con suavidad. El segundo Elfo apretó los dientes, y dándole la espalda, pronunció unas últimas oraciones cargadas de odio.
-Su cadáver está en las grandes estepas del norte. A las afueras de un pueblo llamado Hjalldorn. Si te queda algo de corazón irás a despedirte de ella. Y morirás por el camino si los dioses son clementes.
-¿No dices siempre que no tengo corazón, Karian?- esbozó una media sonrisa el Elfo herido.
-Demuéstrame que me equivoco- terminó el aludido, cerrando la puerta con fuerza tras de sí.
Nousis permaneció un rato con la mirada perdida en el lugar por donde Karian se había ido, sin llegar a ver nada, absorto en sí, recordando un vívido sueño que había tenido dos días antes:
“Un temor apagado, como el humo que se aleja, nocturno y silencioso bajo esa lluvia que va calando, suave, hasta enfriar los mismos huesos. Sentado, aguzando el oído, buscando escuchar de nuevo a esa criatura perdida, cuyo son le producía calma, felicidad, momentos de alegría. Mas perdió su rastro. Las lágrimas del cielo le hicieron cobijarse en la cueva, oscura, sin el mínimo trazo de su canto. El mal tiempo tal vez pasó, aunque el cielo continuaba cubierto de gris en tantos tonos como él preguntas en su interior. Los momentos los recordaría, era inevitable. Pero ahora sólo buscaba los trazos que ella podría haber dejado. No escuchaba su melodía, y pese a que sabía que las estaciones cambiarían de forma inexorable, deseaba reencontrarse con el pasado. La cadencia de una palabra estival se habría esfumado. La de una invernal, aún con distintos matices, ¿podría recuperarse?”
Última edición por Nousis Indirel el Mar Mar 31 2020, 16:36, editado 1 vez
Nousis Indirel
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
La noche era aplastante, cruel y silenciosa. Era un velo de tinieblas que invitaba a la reflexión, invocando demonios y crueles rencores de las almas de los hombres. Desgraciadamente, para la terribles tinieblas, sus garras parecían no poder agarrar las penurias de un alma que caminaba por los caminos, canturreando con una voz de tenor que varios hombres barbudos y con sobrepeso lucharían por tener.
- "EL MAGO TIENE UN BÁCULO GORDO Y LAAAAAARGO" -cantaba una voz, con dejes de vino tinto, vodka y licores exóticos, de esos con serpientes de cuatro cabezas metidos en el frasco.- "Y NO LE CABE EN LA TÚUUUUUUNICA"- Las notas musicales apuñalaban la tranquilidad de la noche con el vigor que pondría una amante despechada. Sin embargo, como todas las cosas buenas, el hígado le puso fin. Uno no muy agradable, tras unos matorrales, pero el cual dejo refrescada y mucho más sobria a la anciana.
-Uff...no debería haber aceptado esa última copa...-replica, pensando en el dorado líquido que ahora se encontraba como parte de un nuevo destilado que se conservaba en las hojas detrás de varios arbustos. Con la mente mucho más clara ahora que el cuerpo de la mujer se había desecho del veneno que nublaba su agudo intelecto, la mujer hizo un descubrimiento interesante. Era de noche.
Era de noche y ella era una anciana indefensa*, por lo que debia de buscar refugio. Usando la oscura capa que la envolvia, es decir su hábito de monja, se deslizo entre las sombras como un animal furtivo, rememorando como de suavemente se colaba en la casa de los leñadores cuando era joven. Finalmente, en su camino se encontró con una cabaña, cuyas luces encendidas indicaban presencia humana. En la puerta, se alisto la ropa y se metio un par de hojas de menta en la boca**, para eliminar el olor a alcohol, y los restregó en su ropa luego. Pronto, golpeó la puerta con unos nudillos más arrugados que la madera de la puerta.
-Disculpen, ¿les importaría dar hospedaje a una pobre y anciana servidora de Cristo?
*En círculos estelares, múltiples risas resonaron ante el planteamiento de Niun e indefensa en la misma frase.
**Cuando una no sabe cuando los mojitos van a llegar a ti, tienes que estar lista.
- "EL MAGO TIENE UN BÁCULO GORDO Y LAAAAAARGO" -cantaba una voz, con dejes de vino tinto, vodka y licores exóticos, de esos con serpientes de cuatro cabezas metidos en el frasco.- "Y NO LE CABE EN LA TÚUUUUUUNICA"- Las notas musicales apuñalaban la tranquilidad de la noche con el vigor que pondría una amante despechada. Sin embargo, como todas las cosas buenas, el hígado le puso fin. Uno no muy agradable, tras unos matorrales, pero el cual dejo refrescada y mucho más sobria a la anciana.
-Uff...no debería haber aceptado esa última copa...-replica, pensando en el dorado líquido que ahora se encontraba como parte de un nuevo destilado que se conservaba en las hojas detrás de varios arbustos. Con la mente mucho más clara ahora que el cuerpo de la mujer se había desecho del veneno que nublaba su agudo intelecto, la mujer hizo un descubrimiento interesante. Era de noche.
Era de noche y ella era una anciana indefensa*, por lo que debia de buscar refugio. Usando la oscura capa que la envolvia, es decir su hábito de monja, se deslizo entre las sombras como un animal furtivo, rememorando como de suavemente se colaba en la casa de los leñadores cuando era joven. Finalmente, en su camino se encontró con una cabaña, cuyas luces encendidas indicaban presencia humana. En la puerta, se alisto la ropa y se metio un par de hojas de menta en la boca**, para eliminar el olor a alcohol, y los restregó en su ropa luego. Pronto, golpeó la puerta con unos nudillos más arrugados que la madera de la puerta.
-Disculpen, ¿les importaría dar hospedaje a una pobre y anciana servidora de Cristo?
*En círculos estelares, múltiples risas resonaron ante el planteamiento de Niun e indefensa en la misma frase.
**Cuando una no sabe cuando los mojitos van a llegar a ti, tienes que estar lista.
Niun de Usbisne
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
La danza del fuego era hipnótica. Las llamas y sus pensamientos se entrelazaban, distrayéndole de lo triste que lucían sus últimas raciones de viaje.
"Al menos hoy tengo un techo." - Se consoló mientras mascaba un trozo de carne curada.
Gracias a algún ancestro benévolo o a la divina providencia, se había encontrado con aquella cabaña, probablemente de cazadores, a juzgar por las herramientas que adornaban una de las paredes. Debía de estar temporalmente abandonada, dada la ausencia de presas colgadas en los ganchos del techo y a la obscena falta de alcohol en el lugar.
Terminó sus últimas provisiones y se chupó los dedos, tratando de llenar algo más su estómago, aunque fuera con sabor y saliva.
Sin levantarse de la silla frente a la chimenea, sacó una piedra de afilar que había encontrado en la cabaña y empezó a aplicarla distraídamente sobre su hacha, sin despegar la vista de las llamas. Después de lo que había pasado en su último viaje, tenía mucho en qué pensar.
Alguien llamó a la puerta, sacándolo de su ensimismamiento. ¿Quién podría ser a aquellas horas y en aquel lugar perdido?
Se levantó hacha en mano, solo por si acaso.
A juzgar por el olor, alguien había vestido un barril de licor con ropas oscuras, le había esculpido una cara en la madera y se lo había puesto en la puerta. El problema es que hablaba.
Frunció el ceño ante su petición, pero no podía dejar desamparado a alguien tan mayor. Le habían enseñado a respetar a los ancianos y eso iba a hacer. Chasqueó la lengua.
-¿Y no tiene habitaciones para los criados el Cristo ese al que sirves? - Respondió mientras se hacía a un lado para dejarla pasar.
Había oído que muchos señores no trataban bien a sus sirvientes, pero dejar abandonada a una mujer tan anciana en medio de la noche... Debía ser un noble especialmente cruel.
"Al menos hoy tengo un techo." - Se consoló mientras mascaba un trozo de carne curada.
Gracias a algún ancestro benévolo o a la divina providencia, se había encontrado con aquella cabaña, probablemente de cazadores, a juzgar por las herramientas que adornaban una de las paredes. Debía de estar temporalmente abandonada, dada la ausencia de presas colgadas en los ganchos del techo y a la obscena falta de alcohol en el lugar.
Terminó sus últimas provisiones y se chupó los dedos, tratando de llenar algo más su estómago, aunque fuera con sabor y saliva.
Sin levantarse de la silla frente a la chimenea, sacó una piedra de afilar que había encontrado en la cabaña y empezó a aplicarla distraídamente sobre su hacha, sin despegar la vista de las llamas. Después de lo que había pasado en su último viaje, tenía mucho en qué pensar.
Alguien llamó a la puerta, sacándolo de su ensimismamiento. ¿Quién podría ser a aquellas horas y en aquel lugar perdido?
Se levantó hacha en mano, solo por si acaso.
A juzgar por el olor, alguien había vestido un barril de licor con ropas oscuras, le había esculpido una cara en la madera y se lo había puesto en la puerta. El problema es que hablaba.
Frunció el ceño ante su petición, pero no podía dejar desamparado a alguien tan mayor. Le habían enseñado a respetar a los ancianos y eso iba a hacer. Chasqueó la lengua.
-¿Y no tiene habitaciones para los criados el Cristo ese al que sirves? - Respondió mientras se hacía a un lado para dejarla pasar.
Había oído que muchos señores no trataban bien a sus sirvientes, pero dejar abandonada a una mujer tan anciana en medio de la noche... Debía ser un noble especialmente cruel.
Ludwig Zaunit
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Los últimos sucesos de su vida habían provocado tal caos, que se preguntaba si sus antepasados estaban haciendo algún tipo de juego con ella, donde fuese que estuvieran.
Había tenido tan mala suerte de encontrarse con una cara que no estaba dispuesta a ver de nuevo, al menos no en muchísimo tiempo.
En sus doloridos pies y rodillas se reflejaban internamente los días que llevaba de viaje, a veces corriendo, a veces andando a paso ligero. No podía permitirse el lujo de parar, aunque había tenido que subir a la copa de algún que otro árbol intentando refrescarse un poco, como resultado sus manos estaban arañadas, los guantes los llevaba ahora cubriendo estas pequeñas heridas.
Estuvo en el lugar equivocado...con la gente errónea y unos sucesos que la habían llevado a estar huyendo ahora como si fuese una fugitiva. Pero nada más lejos de la realidad, no era una fugitiva, ni mucho menos, más bien era perseguida (o eso pensaba) por los empleados de alguien bastante cruel con sed de venganza.
Así y cuando se vino a dar cuenta, llevaba tantos días, prácticamente semanas huyendo que se había quedado sin ningún tipo de baya para comer, el cansancio era evidente en su rostro y unos oscuros círculos adornaban la parte inferior de sus ojos. ''¿En qué momento he llegado a esto?'', se preguntaba a sí misma mientras seguía caminando, casi pensaba que ir descalza sería mejor que llevar puestas esas botas que ahora le parecían una tortura.
Recordaba también al caballo que había logrado robar hacía no mucho tiempo y suspiró, tal vez se había precipitado dejándolo libre. Una punzada de remordimiento acudió a su pecho, ¿estaría bien el animal? ¿Encontraría una manada de caballos salvajes donde encajaría?
Su mente voló libre hacia la época de mayor esplendor de su pueblo, cuando su padre regresó una vez con el caballo más hermoso que jamás había visto. Le llamaba ''Crindorada'', pues nada más lejos de la realidad, era un caballo tan rubio que emitía una luz especial. Asimismo, fue el padre de todas las generaciones siguientes de los corceles que criaron...junto a otra especie de transporte animal que en otro momento recordaría.
Vista al frente, los recuerdos se escaparon de entre sus manos en cuanto se percató de que hacia mucho frío, más de lo normal. Había llegado a un punto en el que la nieve cubría el suelo, no a mucha profundidad pero sí la justa como para entumecer sus pies y parte de las piernas.
Ya le dolían demasiado, así que aceleró el ritmo en cuanto pudo, abrazándose a sí misma para aportarse todo el calor que podía...cuando vio un edificio desvencijado a lo lejos. No sería el mejor de los sitios, no lo parecía, pero se acercó todo lo rápido que pudo.
Al llegar le pareció más grande de lo que se veía de lejos, tal vez su vista de elfa le empezaba a fallar de algún modo por el cansancio...pero de igual manera abrió una de las puertas, parecía que ese sitio tenía un par de habitaciones más, pero lo único que agradeció fue apartarse de ese gélido exterior en cuanto la cerró tras de si.
Lo que vio después la dejó impactada, pues uno de los suyos estaba ahí y por un momento el miedo acudió a ella...pero no, esta sensación fue sustituida por incertidumbre y algo de preocupación. Se le olvidó que acababa de irrumpir en la estancia de alguien:
-¿Estás bien...? -Su voz sonó débil y en un tono algo más bajo de lo normal, sus manos seguían abrazándose a sí misma y dio un paso más hacia el hombre.
Había tenido tan mala suerte de encontrarse con una cara que no estaba dispuesta a ver de nuevo, al menos no en muchísimo tiempo.
En sus doloridos pies y rodillas se reflejaban internamente los días que llevaba de viaje, a veces corriendo, a veces andando a paso ligero. No podía permitirse el lujo de parar, aunque había tenido que subir a la copa de algún que otro árbol intentando refrescarse un poco, como resultado sus manos estaban arañadas, los guantes los llevaba ahora cubriendo estas pequeñas heridas.
Estuvo en el lugar equivocado...con la gente errónea y unos sucesos que la habían llevado a estar huyendo ahora como si fuese una fugitiva. Pero nada más lejos de la realidad, no era una fugitiva, ni mucho menos, más bien era perseguida (o eso pensaba) por los empleados de alguien bastante cruel con sed de venganza.
Así y cuando se vino a dar cuenta, llevaba tantos días, prácticamente semanas huyendo que se había quedado sin ningún tipo de baya para comer, el cansancio era evidente en su rostro y unos oscuros círculos adornaban la parte inferior de sus ojos. ''¿En qué momento he llegado a esto?'', se preguntaba a sí misma mientras seguía caminando, casi pensaba que ir descalza sería mejor que llevar puestas esas botas que ahora le parecían una tortura.
Recordaba también al caballo que había logrado robar hacía no mucho tiempo y suspiró, tal vez se había precipitado dejándolo libre. Una punzada de remordimiento acudió a su pecho, ¿estaría bien el animal? ¿Encontraría una manada de caballos salvajes donde encajaría?
Su mente voló libre hacia la época de mayor esplendor de su pueblo, cuando su padre regresó una vez con el caballo más hermoso que jamás había visto. Le llamaba ''Crindorada'', pues nada más lejos de la realidad, era un caballo tan rubio que emitía una luz especial. Asimismo, fue el padre de todas las generaciones siguientes de los corceles que criaron...junto a otra especie de transporte animal que en otro momento recordaría.
Vista al frente, los recuerdos se escaparon de entre sus manos en cuanto se percató de que hacia mucho frío, más de lo normal. Había llegado a un punto en el que la nieve cubría el suelo, no a mucha profundidad pero sí la justa como para entumecer sus pies y parte de las piernas.
Ya le dolían demasiado, así que aceleró el ritmo en cuanto pudo, abrazándose a sí misma para aportarse todo el calor que podía...cuando vio un edificio desvencijado a lo lejos. No sería el mejor de los sitios, no lo parecía, pero se acercó todo lo rápido que pudo.
Al llegar le pareció más grande de lo que se veía de lejos, tal vez su vista de elfa le empezaba a fallar de algún modo por el cansancio...pero de igual manera abrió una de las puertas, parecía que ese sitio tenía un par de habitaciones más, pero lo único que agradeció fue apartarse de ese gélido exterior en cuanto la cerró tras de si.
Lo que vio después la dejó impactada, pues uno de los suyos estaba ahí y por un momento el miedo acudió a ella...pero no, esta sensación fue sustituida por incertidumbre y algo de preocupación. Se le olvidó que acababa de irrumpir en la estancia de alguien:
-¿Estás bien...? -Su voz sonó débil y en un tono algo más bajo de lo normal, sus manos seguían abrazándose a sí misma y dio un paso más hacia el hombre.
Yenna
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Cuando Karian abandonó la precaria vivienda, Nousis permaneció largo tiempo sin moverse, sumido en sus propios demonios interiores. Había conocido a diferentes criaturas en los últimos tiempos, mas sus pequeñas aventuras en el sur le habían llegado a parecer parte de un lienzo incompleto. Necesitaba regresar. La única nota discordante de la partitura había sido el encuentro con su viejo amigo. Tenía todo el derecho a odiarle, y a pesar de ello, Nousis no se sentía arrepentido. Su retorno al frío nórdico respondía más a una acuciante e inexplicable inquietud que sentía en lo más profundo de su ser, que a los lamentos de la pérdida. No en vano, ella había escogido, en aquel momento que ella discutió y él expuso la breve realidad. Cuando a abrió la puerta, la elfa no dijo palabra alguna, ninguna que él hubiese esperado. Un terrible silencio le acompañó al dejarla atrás. Habían transcurrido seis años y ahora estaba muerta.
Miró al basto techo de madera helada, con una sonrisa sardónica que casaba por entero con lo que el razonaba. Su eterna lucha entre planificación e impulsividad solía resolverse en favor de la primera. Sin embargo, un resquicio de locura le atenazaba en puntuales momentos, dejándose llevar sin consecuencias. Era algo que odiaba y al mismo tiempo, amaba, como una vía de escape dentro de su ordenado mundo.
Había sufrido peligros y dificultades hasta llegar a esa aldea deshabitada, nunca completamente seguro de si estaba siendo seguido. Se decidió a utilizar una de las ruinosas cabañas a fin de protegerse si los potenciales agresores eran demasiado en número, con la puerta como posible cuello de botella. Excesivas precauciones. Tan sólo Karian había pisado sobre sus huellas.
Escuchó tiempo después otros pasos, sin el más mínimo interés. Eran pesados, y el elfo dedujo que debía tratarse de un humano. El viento arreciaba, y él no se sentía en absoluto preparado para ser una compañía mínimamente aceptable. En los cientos de historias que había leído con el paso del tiempo, las charlas agradables tenían lugar junto a la lumbre, en un entorno acogedor, y con viandas de las que disfrutar. El Elfo paseó la vista alrededor y sacudió la cabeza, masticando un trozo de pan duro, tras lo cual frotó su brazo izquierdo con la mano diestra. Encendió un pequeño fuego, que ascendió tímido, volatilizado por el viento que, por fortuna, no tardó en amainar. La cabeza le importunaba, y se levantó para pasear por la estancia, indeciso entre proseguir el viaje o esperar unas horas allí.
Otros pasos llegaron para sumarse a los primeros, tiempo después. Más suaves, de menor enjundia, se fueron alejando hasta la cabaña cercana. Nousis se alegró. En el momento en el que se hallaba, intercambiar unas palabras con humanos podría resultar contraproducente. Era difícil encontrar una raza que se revolviese en la inmundicia de sus errores con tanta alegría como éstos.
Su mano acarició la empuñadura de la espada, en el mismo instante que sus ojos se volvían hacia la puerta sin cerradura alguna. No hubiera sabido decir quien de los dos pudo sorprenderse más ante el fortuito encuentro. Durante unos breves segundos, pensó en Aradia y en aquella elfa que había cruzado su camino con el suyo durante la convalecencia del veneno, no. No era ninguna de ellas. Se trataba de una desconocida, y el viajero se autoimpuso una sonrisa lo más franca que consiguió. Su raza era su raza, y pese al momento, la amabilidad era una exigencia imperecedera.
-He estado mejor- acertó a responder- ¿Quién eres? ¿Qué te ha traído aquí?
_________________
off: Dado el post de Ludwig, deduje que estamos en dos cabañas distintas en la misma aldea abandonada. Como sabéis, cualquiera podéis meter problemas en cualquier momento.
Última edición por Nousis Indirel el Vie Ene 10 2020, 18:48, editado 2 veces
Nousis Indirel
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
La puerta fue abierta por un fortachón, de esos rubios del norte, que parecen haber sido amamantados por cabras de trueno y fuego, mientras se dedican a jugar con muñecos hecho de los huesos de sus enemigos. Buenas gentes, bastantes afables y amables con la gente capaz de beberse tres barriles de cerveza sin caer en un coma etílico, aunque es fácil cuando hay pollo de acompañamiento. También ayudaba el hecho de que la mayoría de ellos guardaban grandes armas bajo el kilt o como dios supiera que ellos llamaban a los taparrabos hechos de piel de lobo. El hombre parecía, además, del corte común de sus gentes. Enormes, masivo, pero con la capacidad intelectual de un adolescente que ve unos pechos por primera vez. Básicamente, eso casi lo hacía perfecto para ser convertido..si no fuera por el hecho de que Niun era una pésima religiosa.
-Oh, dios santo -replicó, haciéndose múltiples santiguaciones.- Cristo es el hijo de dios, tres en uno, alpha y omega...capaz de convertir agua en vino...-Uno de los puntos que le habían atraído a convertirse es que había milagros que llamaban mucho la atención a la religiosa. Convertir el agua en vino es una cosa, algo que realmente es necesario. Del mismo modo, la aparición de peces y panes servían para hacer aperitivos como dios manda. Mientras soltaba ese susurro, la figura de la mujer pareció desaparecer de la puerta y entrar en la cabaña de manera instantánea, siguiendo el tintineo de las sombras proyectadas por la hoguera. No obstante, para ojos entrenados, no hubo magia involucrada. Nuestra querida monja ha tenido que desarrollar habilidades de sigilo capaces de esquivar a las monjas ciegas -pero con un oído superfino y una capacidad de eco-localización similar a la de un vampiro anciano- y no llamar la atención de los perros pequeños que todas las abadesas tienen*. Esas habilidades, sumada al hecho de llevar una prenda tan negra como algunos especialistas en asesinatos del lejano japón, la hacen capaz de moverse imperceptible en entornos de luminosidad leve.
-Pero bueno...-dijo, la anciana, compadeciéndose del hombre ante el cual habia aparecido, como una entidad maligna haciendo un gesto amable de vez en cuando.- Soy una misionaría de mi señor, Jesucristo, y del único Dios que se debe de amar...blah blah blah,- Continuó, sentándose en una silla, que crujió ante el peso de la anciana.-Y mi nombre es Niun de Usbisne -Añade, sonriente.
*Criaturas de menos de 20 cm. con la misma ferocidad y voracidad que lobos, pero tan frustrados por la tortura genética de años que su principal actividad para relajarse es ladrar como un loco hacia cualquier sonido sospechoso y fornicar con las piernas de caballeros.
-Oh, dios santo -replicó, haciéndose múltiples santiguaciones.- Cristo es el hijo de dios, tres en uno, alpha y omega...capaz de convertir agua en vino...-Uno de los puntos que le habían atraído a convertirse es que había milagros que llamaban mucho la atención a la religiosa. Convertir el agua en vino es una cosa, algo que realmente es necesario. Del mismo modo, la aparición de peces y panes servían para hacer aperitivos como dios manda. Mientras soltaba ese susurro, la figura de la mujer pareció desaparecer de la puerta y entrar en la cabaña de manera instantánea, siguiendo el tintineo de las sombras proyectadas por la hoguera. No obstante, para ojos entrenados, no hubo magia involucrada. Nuestra querida monja ha tenido que desarrollar habilidades de sigilo capaces de esquivar a las monjas ciegas -pero con un oído superfino y una capacidad de eco-localización similar a la de un vampiro anciano- y no llamar la atención de los perros pequeños que todas las abadesas tienen*. Esas habilidades, sumada al hecho de llevar una prenda tan negra como algunos especialistas en asesinatos del lejano japón, la hacen capaz de moverse imperceptible en entornos de luminosidad leve.
-Pero bueno...-dijo, la anciana, compadeciéndose del hombre ante el cual habia aparecido, como una entidad maligna haciendo un gesto amable de vez en cuando.- Soy una misionaría de mi señor, Jesucristo, y del único Dios que se debe de amar...blah blah blah,- Continuó, sentándose en una silla, que crujió ante el peso de la anciana.-Y mi nombre es Niun de Usbisne -Añade, sonriente.
*Criaturas de menos de 20 cm. con la misma ferocidad y voracidad que lobos, pero tan frustrados por la tortura genética de años que su principal actividad para relajarse es ladrar como un loco hacia cualquier sonido sospechoso y fornicar con las piernas de caballeros.
Niun de Usbisne
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Escuchó con curiosidad la respuesta de la anciana. Hijo de un dios... Agua en vino... ¿Habría estado sirviendo a algún brujo megalómano?
- ¿Y de qué dios dices que es hijo? - Murmuró distraídamente mientras le sostenía la puerta.
Miró hacia afuera, tratando de ver algo o a alguien; no le apetecía tener más sorpresas aquella noche. Debería verse bastante, por la luz de la luna reflejada en la capa de nieve de unos centímetros que cubría todo cuanto podía ver, pero el cielo estaba cubierto de nubes oscuras y el aire anunciaba frío y humedad. Esa noche iba a nevar. Bastante.
Trató de escudriñar el exterior, mirar entre el resto de casas abandonadas, pero no vio nada más que oscuridad, densa como la melaza. Chasqueó la lengua y se giró para mirar a la anciana. La buscó con la vista, sorprendido, y la encontró ya sentada en la otra punta de la cabaña.
"¿Cuándo ha...?"
Se encogió de hombros y cerró la puerta. Frunció el ceño extrañado cuando volvió a mencionar a su señor, al que supuestamente servía pero no estaba con él, sino perdida en mitad de ninguna parte y algo de un dios amoroso. No podía considerarse un hombre religioso, pero sí le habían enseñado a conocer y respetar a los Æsir, las Asynjur y los Vanir; a dedicar unas palabras de respeto a quien correspondiera. Pero no sabía a cuál se refería con eso del amor. ¿Baldr? ¿Forseti? ¿Sjöfn?
De todas formas no estaba de humor para debates teológicos.
- Y el mío es Ludwig. Aunque me temo que no vas a tener mucha suerte, Niun. No me queda nada de comer. Puedes beber de ese barril, tiene bastante agua, pero no tengo nada que ofrecerte. - Dijo mientras se acercaba a sus pertenencias, encima de una mesa cerca de la ventana. Las revisó por si encontraba alguna ración que no recordara tener, sin éxito.
Al acercarse, una ráfaga de viento lanzó unos pocos y tímidos copos de nieve al interior de la vivienda, que se derritieron tan pronto tocaron el suelo.
"Ya va a empezar."
Se asomó por la ventana, para cerrar las contras de madera y asegurarlas, cuando se fijó en algo que no había visto cuando escudriñó la oscuridad desde la puerta. En una de las otras viviendas había luz. Tenue, pero la había. Entrecerró los ojos y examinó la casa, no estaba muy lejos.
Era ruinosa; se mantenía en pie de forma precaria y la madera parecía atacada por el frío, puede que no soportase el embate de los elementos si se acumulaba demasiada nieve sobre el maltrecho tejado. Quizá eran, como Niun, ancianos servidores abandonados por aquel Cristo. Lo que llegaban a hacer los nobles.
Cerró la ventana y suspiró, contrariado. Él solo quería estar allí en soledad y ahora iba a recoger a un grupo de ancianos. Decidió partir tan pronto saliera el sol. Pero antes...
- Niun, acabo de ver gente en una de las cabañas de ahí al lado. - Dijo mientras colocaba su capa de pieles sobre los hombros.- No estoy seguro de que vaya a soportar la nevada que se aproxima, así que puede que tengan que venir. Quizá hasta tengas suerte y tengan comida. Alimenta el fuego con esos tocones de allí, hazme el favor.
Acto seguido, salió por la puerta en dirección a la cabaña. El viento había ganado intensidad y la nieve arreciaba. Aún no era demasiado, pero todo apuntaba a que lo sería. Llegó frente a la puerta y llamó con tres sonoros golpes.
- ¿Y de qué dios dices que es hijo? - Murmuró distraídamente mientras le sostenía la puerta.
Miró hacia afuera, tratando de ver algo o a alguien; no le apetecía tener más sorpresas aquella noche. Debería verse bastante, por la luz de la luna reflejada en la capa de nieve de unos centímetros que cubría todo cuanto podía ver, pero el cielo estaba cubierto de nubes oscuras y el aire anunciaba frío y humedad. Esa noche iba a nevar. Bastante.
Trató de escudriñar el exterior, mirar entre el resto de casas abandonadas, pero no vio nada más que oscuridad, densa como la melaza. Chasqueó la lengua y se giró para mirar a la anciana. La buscó con la vista, sorprendido, y la encontró ya sentada en la otra punta de la cabaña.
"¿Cuándo ha...?"
Se encogió de hombros y cerró la puerta. Frunció el ceño extrañado cuando volvió a mencionar a su señor, al que supuestamente servía pero no estaba con él, sino perdida en mitad de ninguna parte y algo de un dios amoroso. No podía considerarse un hombre religioso, pero sí le habían enseñado a conocer y respetar a los Æsir, las Asynjur y los Vanir; a dedicar unas palabras de respeto a quien correspondiera. Pero no sabía a cuál se refería con eso del amor. ¿Baldr? ¿Forseti? ¿Sjöfn?
De todas formas no estaba de humor para debates teológicos.
- Y el mío es Ludwig. Aunque me temo que no vas a tener mucha suerte, Niun. No me queda nada de comer. Puedes beber de ese barril, tiene bastante agua, pero no tengo nada que ofrecerte. - Dijo mientras se acercaba a sus pertenencias, encima de una mesa cerca de la ventana. Las revisó por si encontraba alguna ración que no recordara tener, sin éxito.
Al acercarse, una ráfaga de viento lanzó unos pocos y tímidos copos de nieve al interior de la vivienda, que se derritieron tan pronto tocaron el suelo.
"Ya va a empezar."
Se asomó por la ventana, para cerrar las contras de madera y asegurarlas, cuando se fijó en algo que no había visto cuando escudriñó la oscuridad desde la puerta. En una de las otras viviendas había luz. Tenue, pero la había. Entrecerró los ojos y examinó la casa, no estaba muy lejos.
Era ruinosa; se mantenía en pie de forma precaria y la madera parecía atacada por el frío, puede que no soportase el embate de los elementos si se acumulaba demasiada nieve sobre el maltrecho tejado. Quizá eran, como Niun, ancianos servidores abandonados por aquel Cristo. Lo que llegaban a hacer los nobles.
Cerró la ventana y suspiró, contrariado. Él solo quería estar allí en soledad y ahora iba a recoger a un grupo de ancianos. Decidió partir tan pronto saliera el sol. Pero antes...
- Niun, acabo de ver gente en una de las cabañas de ahí al lado. - Dijo mientras colocaba su capa de pieles sobre los hombros.- No estoy seguro de que vaya a soportar la nevada que se aproxima, así que puede que tengan que venir. Quizá hasta tengas suerte y tengan comida. Alimenta el fuego con esos tocones de allí, hazme el favor.
Acto seguido, salió por la puerta en dirección a la cabaña. El viento había ganado intensidad y la nieve arreciaba. Aún no era demasiado, pero todo apuntaba a que lo sería. Llegó frente a la puerta y llamó con tres sonoros golpes.
Ludwig Zaunit
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Podía notar el frío por su piel y sus manos estaban heladas, tenía los guantes puestos pero casi sentía que no llevaba nada. Deseó estar en algún tipo de bosque donde los rayos del sol atravesaran las enormes y frondosas copas de los árboles, pero no, no estaba en ningún bosque y tenía toda la pinta de que iba a caer una buena nevada.
Sentía que los arañazos que tenía en las palmas de las manos eran pequeñas cuchillas que escocían y no sabía porqué, tal vez el frío acentuaba eso aunque no fuese tanto como un corte real con algún tipo de arma.
Reconoció el gesto que hizo en reacción a su entrada, su mano acariciaba la empuñadura de una larga espada que reconoció como élfica, principalmente por los dibujos que tenía, aunque no podía distinguirlos bien desde esa posición.
-Yo también he estado mejor -Claramente se refería a ese frío que tenía en el cuerpo que no era normal, se notaba más que de lejos que no era de allí, que nunca había estado en un lugar tan frío y que no llevaba la ropa adecuada.
Notaba cómo el frío entraba por las rendijas de la desvencijada cabaña, un viento helado que la había golpeado de la misma manera viniendo hacia allí, pero ahora arreciaba y algún copo de nieve se dejaba ver a través de las sucias ventanas.
-Soy Yenna -Se presentó, dio un par de pasos hacia él cortando la distancia y esbozó una media sonrisa al igual que él lo había hecho antes de hablar- No sé exactamente qué me ha traído hasta aquí. Tal vez un propósito que aún no conozco...una nueva aventura que aún no se presenta ante mí -Sonaba sincera e intentaba que no le temblaran los dientes- O simplemente las ganas de alejarme de lo último acontecido en mi vida -En muchísimo tiempo no había hablado de una forma tan sosegada y triste.
Algo rondaba la cabeza de la elfa en cuanto terminó de hablar que, sin más, comenzó a dar vueltas en la pequeña estancia donde un suelo de madera crujía bajo cada paso que daba. Intentaba no resultar molesta, pero tenía que moverse, si se paraba creía que moriría congelada.
-¿Quién eres tú? -Se giró y le miró a los ojos, unos ojos grises que jamás había visto igual de hermosos. Era un elfo, como ella, estaba claro que una luz especial emanaba de los de su raza, una belleza innata, pero había algo en él que estaba muy lejos de irradiar luz. Tenía la sensación de que sus problemas no eran nada comparados con los del hombre- ¿Y dónde estamos exactamente?
Fuera el viento comenzaba a soplar tan fuerte que la construcción temblaba de vez en cuando, la madera crujía y ella no dejaba de moverse de un lado a otro.
No había parado de abrazarse a sí misma y ahora se frotaba con ahínco los antebrazos y algo más arriba, intentando darse calor a sí misma con la misma fricción de sus guantes contra su ropa. Notaba su ''coraza'' de cuero tan fría como ella y eso no ayudaba en nada.
-Pf...hace cada vez más frío...-Murmuró.
Él parecía puesto en sus pensamientos y no pudo evitar fijarse en su larga cabellera negra. Tenía el pelo más largo que en su caso, aunque quedaba más que claro que la elfa no era de las que lucían lo mismo que hubieran llevado puesto las demás dalishanas o elfas comunes.
-¿Qué es eso?
Algo le llamó la atención desde el exterior donde ahora reinaba la oscuridad. No tenía muy claro cuánto tiempo había pasado desde que llegó pero no pensaba que mucho...y aún así ya era completamente de noche, ''O se avecina una tormenta...de nieve''.
Pero aún así distinguió una figura viniendo hacia allí y eso fue más que suficiente para querer hacerla reaccionar, claro que sus piernas tenían otra idea y la sensación de frío otra. No fue capaz de acercarse a abrir la puerta, estaba helada y no tenía ''valor'' para volver a abrir sin más. ''Ni siquiera está cerrada...'', se dijo a sí misma.
¿Quién más estaría por allí con el viento y el frío aumentando por momentos?
Sentía que los arañazos que tenía en las palmas de las manos eran pequeñas cuchillas que escocían y no sabía porqué, tal vez el frío acentuaba eso aunque no fuese tanto como un corte real con algún tipo de arma.
Reconoció el gesto que hizo en reacción a su entrada, su mano acariciaba la empuñadura de una larga espada que reconoció como élfica, principalmente por los dibujos que tenía, aunque no podía distinguirlos bien desde esa posición.
-Yo también he estado mejor -Claramente se refería a ese frío que tenía en el cuerpo que no era normal, se notaba más que de lejos que no era de allí, que nunca había estado en un lugar tan frío y que no llevaba la ropa adecuada.
Notaba cómo el frío entraba por las rendijas de la desvencijada cabaña, un viento helado que la había golpeado de la misma manera viniendo hacia allí, pero ahora arreciaba y algún copo de nieve se dejaba ver a través de las sucias ventanas.
-Soy Yenna -Se presentó, dio un par de pasos hacia él cortando la distancia y esbozó una media sonrisa al igual que él lo había hecho antes de hablar- No sé exactamente qué me ha traído hasta aquí. Tal vez un propósito que aún no conozco...una nueva aventura que aún no se presenta ante mí -Sonaba sincera e intentaba que no le temblaran los dientes- O simplemente las ganas de alejarme de lo último acontecido en mi vida -En muchísimo tiempo no había hablado de una forma tan sosegada y triste.
Algo rondaba la cabeza de la elfa en cuanto terminó de hablar que, sin más, comenzó a dar vueltas en la pequeña estancia donde un suelo de madera crujía bajo cada paso que daba. Intentaba no resultar molesta, pero tenía que moverse, si se paraba creía que moriría congelada.
-¿Quién eres tú? -Se giró y le miró a los ojos, unos ojos grises que jamás había visto igual de hermosos. Era un elfo, como ella, estaba claro que una luz especial emanaba de los de su raza, una belleza innata, pero había algo en él que estaba muy lejos de irradiar luz. Tenía la sensación de que sus problemas no eran nada comparados con los del hombre- ¿Y dónde estamos exactamente?
Fuera el viento comenzaba a soplar tan fuerte que la construcción temblaba de vez en cuando, la madera crujía y ella no dejaba de moverse de un lado a otro.
No había parado de abrazarse a sí misma y ahora se frotaba con ahínco los antebrazos y algo más arriba, intentando darse calor a sí misma con la misma fricción de sus guantes contra su ropa. Notaba su ''coraza'' de cuero tan fría como ella y eso no ayudaba en nada.
-Pf...hace cada vez más frío...-Murmuró.
Él parecía puesto en sus pensamientos y no pudo evitar fijarse en su larga cabellera negra. Tenía el pelo más largo que en su caso, aunque quedaba más que claro que la elfa no era de las que lucían lo mismo que hubieran llevado puesto las demás dalishanas o elfas comunes.
-¿Qué es eso?
Algo le llamó la atención desde el exterior donde ahora reinaba la oscuridad. No tenía muy claro cuánto tiempo había pasado desde que llegó pero no pensaba que mucho...y aún así ya era completamente de noche, ''O se avecina una tormenta...de nieve''.
Pero aún así distinguió una figura viniendo hacia allí y eso fue más que suficiente para querer hacerla reaccionar, claro que sus piernas tenían otra idea y la sensación de frío otra. No fue capaz de acercarse a abrir la puerta, estaba helada y no tenía ''valor'' para volver a abrir sin más. ''Ni siquiera está cerrada...'', se dijo a sí misma.
¿Quién más estaría por allí con el viento y el frío aumentando por momentos?
Yenna
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Una de sus directrices vitales continuaba impeliendo al Elfo a proteger a aquella mujer. Sus ojos eran tristeza, y su cuerpo, una pintura de la que se estaba desarrollando tras las débiles paredes de la morada. Sus palabras no hacían más que destacar tal primera impresión. Tal vez había sido perseguida, o atacada… o expulsada. Sus ojos se entornaron un instante. ¿Esa criatura podría haber mancillado el honor de su pueblo? Otorgándole el beneficio de la duda, pues esperaba que fueran otros los motivos que la habían traído a tan desolado lugar, se acercó a ella, invitándola a sentarse en la única silla que allí se encontraba. La compasión se reflejaba en el rostro, de mejilla ya levemente enrojecida, de quien la estaba escuchando. Maldijo para sí, lamentando carecer de cualquier tipo de manta. Jamás habría esperado llegar tan al norte, y mucho menos permanecer allí. Mas Karian había removido su interior. No había vuelta atrás.
Tomó su capa, mejor que nada, y se la colocó por encima a la elfa. Su propia vestimenta parecía guardar mejor el calor que la de la fémina, y aunque no aún lo suficientemente adecuada, podría bastar si el tiempo no empeoraba. Esbozó una sonrisa irónica. Morir congelado sin haber logrado nada tendría una gracia de mil demonios. Se obligó a frotar los brazos e intentar que su invitada se sintiese acogida. Hablar podía distraer el dolor y tal vez la falta de calor.
-Me llamo Nousis, de los Índirel de Sandorái- sonrió, pese a la temperatura- Estamos en las estepas del norte, desconozco a qué altura. Había calculado que me quedaban tres o cuatro días para dejarlas atrás, cuando tuve diversos… inconvenientes que me han retrasado- su voz se tiñó de cierta preocupación- ¿Cómo es que desconoces dónde te encuentras? Estamos muy lejos del bosque.
Pero los dioses parecían reacios a mantenerles con vida. La tormenta no daba tregua, y Nousis comprendía que quedarse allí, tanto como salir para buscar un mejor refugio, podría significar la muerte. En su idioma natal, susurró un apremiante “Espera”. Sus viajes le habían dejado claro que ningún ladrón o asesino llamaba cortésmente a la puerta, pero aquella no era su tierra, y tenía a una de los suyos consigo, de modo que desenvainó su espada, la giró sobre su muñeca para entrar en calor y colocándola delante de sí, respondió sin vacilar. ¿Por qué no debería primar la educación, aún con la posibilidad de una pronta lucha a muerte? Él no era una bestia, ni un humano. O peor, un brujo.
-Adelante.
No podía resultar más allá que un trabajo sencillo. Una caravana comercial protegida por cinco de los suyos, todos expertos en arco, lanza o espada, hacia el lejano norte. Pocos Elfos, pese a su larga vida, tenían interés alguno en hollar la fría tierra de los dragones. Él había aceptado más por el deseo de conocer, de visitar territorios tan diferentes al suyo, por compartir una meta apoyando a su gente, que por el generoso pago que recibiría una vez todo hubiese terminado.
Los distintos paisajes que ante sus ojos se abrían como interrogantes que desaparecían al hallar la respuesta adecuada, rápidamente y con un punto de emoción, fueron día a día perdiendo interés. Su concentración e interés se focalizaban aumentando cada nueva jornada en esa acompañante.
I Náre. La llama.
Tal fue el primer nombre que el Elfo le dedicó, mucho antes de decidir compartirlo con ella. Un cabello rubio rojizo, que según la luz permitía uno u otro cromatismo. Hablar con ella era una delicia. Y así todo comenzó.
Nousis Indirel
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Estaba por llamar una segunda vez, cuando escuchó una respuesta amortiguada por la madera y arrastrada por el viento. Empujó la puerta con la mano izquierda, dejándola apoyada en la madera, y abrió la puerta, sin llegar a entrar.
De frente se encontró con un hombre de pelo negro empuñando una espada y un poco más al fondo una mujer rubia. Se fijó detenidamente. La cara del hombre parecía haber sido pulida de lo lisa que era su piel, y el pelo largo rodeaba...un par de orejas picudas. Echó otro vistazo al arma. Era demasiado delicada para ser otra cosa que élfica y las filigranas que adornaban la hoja lo confirmaban.
Sujetó su arma, que llevaba en el brazo derecho, con más fuerza, preparándose para defenderse. Miró a la tiritante mujer que estaba detrás, en busca de otra amenaza potencial. Pero las florituras de su cara la descubrieron.
"¿Qué hace ella aquí?" - Pensó, confundido.
Al ver que eran elfos había pensado en simplemente dar media vuelta y dejarlos a su suerte, a menos que el espadachín quisiera pelea, pero ella le había salvado la vida y todavía estaba en deuda. Por más que le pesara. Pero era una buena ocasión para saldar su deuda y dejar de deberle nada a un elfo.
Hizo de tripas corazón y dijo:
- Esta ruina no va a soportar la tormenta que viene. Hay otra mejor. Ven si quieres vivir. - Alternó miradas entre ambos elfos, pero sin perder de vista al espadachín ni bajar la guardia.- ¿Éste viene contigo? - Preguntó señalándolo con la cabeza.
De frente se encontró con un hombre de pelo negro empuñando una espada y un poco más al fondo una mujer rubia. Se fijó detenidamente. La cara del hombre parecía haber sido pulida de lo lisa que era su piel, y el pelo largo rodeaba...un par de orejas picudas. Echó otro vistazo al arma. Era demasiado delicada para ser otra cosa que élfica y las filigranas que adornaban la hoja lo confirmaban.
Sujetó su arma, que llevaba en el brazo derecho, con más fuerza, preparándose para defenderse. Miró a la tiritante mujer que estaba detrás, en busca de otra amenaza potencial. Pero las florituras de su cara la descubrieron.
"¿Qué hace ella aquí?" - Pensó, confundido.
Al ver que eran elfos había pensado en simplemente dar media vuelta y dejarlos a su suerte, a menos que el espadachín quisiera pelea, pero ella le había salvado la vida y todavía estaba en deuda. Por más que le pesara. Pero era una buena ocasión para saldar su deuda y dejar de deberle nada a un elfo.
Hizo de tripas corazón y dijo:
- Esta ruina no va a soportar la tormenta que viene. Hay otra mejor. Ven si quieres vivir. - Alternó miradas entre ambos elfos, pero sin perder de vista al espadachín ni bajar la guardia.- ¿Éste viene contigo? - Preguntó señalándolo con la cabeza.
Ludwig Zaunit
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
"Levantate... arriba." resonaba en mis oídos una y otra vez mientras sentía como una pierna pateaba mi espalda suavemente, aquella noche había sido larga y por haberme dormido al aire libre fue que la nieve cubrió mi cuerpo por completo "¡Terrible idea!" pensé automáticamente, en un instante me levante y sacudí mientras miraba a Merlín y a Kremm.
Kremm, quien era el hermano mayor golpeo el hombro de ambos y antes de pasar a la forma draconiana para retirarse del lugar, nos advirtió. — Deberían empezar a irse de esta estepa, de los Drag no queda nada en este lugar. — Ambos nos quedamos mirándolo seriamente, el fuerte viento golpeaba nuestro cabello y en unos segundos Kremm se habría ido.
Quizá, solo quizá era tiempo de comenzar a dejar el pasado atrás y ver el futuro, aunque no dejaba de atormentarme la idea de que el resto de mis hermanos estuvieran vivos... pero si ese fuese el caso, ya los habría encontrado, y aunque me duela su partida debía avanzar como decía Kremm.
Acomode la capa que colgaba en mi espalda y mire a Merlín nuevamente, el silencio incomodo se había acomodado entre ambos ante las palabras de Kremm probablemente porque Merlín tenia miedo de decir algo que me molestara. Con un ligero movimiento mi mano se coloco en el mango de la espada que se encontraba en mi cintura y mi vista se alzo a las estepas laterales de la que nos encontrabamos.
— ¿Eso es...? —
entrecerré mis ojos, en estas estepas los clanes draconianos habían dejado de habitar hace bastante tiempo, incluso supuse que los Drag habían sido los últimos, aunque probablemente estaría errado. Merlín dirigio su mirada en la misma dirección que la mia mientras se acercaba a paso lento.
— Humo. — termino murmurando Merlín, con una leve mirada entre ambos, comenzamos a caminar hacia el gelido "pueblo" que se encontraba a nuestro costado, sin embargo aquel camino no había sido corto y nos había tomado unas cuantas horas llegar hasta el.
Cuando nos acercábamos al pueblo el cual estaba completamente deshabitado por lo que se veía, Merlín freno mi paso con su mano en mi pecho, y mirándome dijo. — Esto es curioso... pero podría haber ladrones y bandidos, no vayamos con la guardia baja. —
— Los bandidos y ladrones son nuestra especialidad Merlín... nos enfrentamos a peores amenazas. — negué mirándolo y quite su mano de mi pecho para continuar mi camino, aunque su advertencia había sido tomada. Al estar cerca comencé a caminar un poco mas lento para no hacer ruido, puesto que podría haber amenazas dentro.
Pero al llegar la sorpresa fue que no se escuchaba nada, y a lo lejos entre la nieve se veía como una extraña figura encapuchada se escabullía entre las sombras y la tormenta con un paso rápido, no miro hacia atrás, parecía firme en su camino. La tormenta no dejaba que pudiera gritarle, no me escucharía así que debíamos seguir caminando.
Miramos la cabaña que tenia lo que parecía ser una chimenea encendida y con total seguridad ambos nos acercamos, nos miramos el uno al otro y con un suave movimiento, toque la puerta dos veces de la cabaña, esperamos unos segundos mientras ponía mi postura recta sin soltar la espada, si bien podrían ser nuevos habitantes o viejos, también podrían ser ladrones esperando que la tormenta pasara.
Solo esperaba que las personas que estuvieran adentro, no pensaran que era una clase de ladrón o algo, aunque por las ropas que portaba las personas solían confundirme con un caballero y su escudero. Aún dudando si era una idea inteligente tocar la puerta, aguarde.
Kremm, quien era el hermano mayor golpeo el hombro de ambos y antes de pasar a la forma draconiana para retirarse del lugar, nos advirtió. — Deberían empezar a irse de esta estepa, de los Drag no queda nada en este lugar. — Ambos nos quedamos mirándolo seriamente, el fuerte viento golpeaba nuestro cabello y en unos segundos Kremm se habría ido.
Quizá, solo quizá era tiempo de comenzar a dejar el pasado atrás y ver el futuro, aunque no dejaba de atormentarme la idea de que el resto de mis hermanos estuvieran vivos... pero si ese fuese el caso, ya los habría encontrado, y aunque me duela su partida debía avanzar como decía Kremm.
Acomode la capa que colgaba en mi espalda y mire a Merlín nuevamente, el silencio incomodo se había acomodado entre ambos ante las palabras de Kremm probablemente porque Merlín tenia miedo de decir algo que me molestara. Con un ligero movimiento mi mano se coloco en el mango de la espada que se encontraba en mi cintura y mi vista se alzo a las estepas laterales de la que nos encontrabamos.
— ¿Eso es...? —
entrecerré mis ojos, en estas estepas los clanes draconianos habían dejado de habitar hace bastante tiempo, incluso supuse que los Drag habían sido los últimos, aunque probablemente estaría errado. Merlín dirigio su mirada en la misma dirección que la mia mientras se acercaba a paso lento.
— Humo. — termino murmurando Merlín, con una leve mirada entre ambos, comenzamos a caminar hacia el gelido "pueblo" que se encontraba a nuestro costado, sin embargo aquel camino no había sido corto y nos había tomado unas cuantas horas llegar hasta el.
Cuando nos acercábamos al pueblo el cual estaba completamente deshabitado por lo que se veía, Merlín freno mi paso con su mano en mi pecho, y mirándome dijo. — Esto es curioso... pero podría haber ladrones y bandidos, no vayamos con la guardia baja. —
— Los bandidos y ladrones son nuestra especialidad Merlín... nos enfrentamos a peores amenazas. — negué mirándolo y quite su mano de mi pecho para continuar mi camino, aunque su advertencia había sido tomada. Al estar cerca comencé a caminar un poco mas lento para no hacer ruido, puesto que podría haber amenazas dentro.
Pero al llegar la sorpresa fue que no se escuchaba nada, y a lo lejos entre la nieve se veía como una extraña figura encapuchada se escabullía entre las sombras y la tormenta con un paso rápido, no miro hacia atrás, parecía firme en su camino. La tormenta no dejaba que pudiera gritarle, no me escucharía así que debíamos seguir caminando.
Miramos la cabaña que tenia lo que parecía ser una chimenea encendida y con total seguridad ambos nos acercamos, nos miramos el uno al otro y con un suave movimiento, toque la puerta dos veces de la cabaña, esperamos unos segundos mientras ponía mi postura recta sin soltar la espada, si bien podrían ser nuevos habitantes o viejos, también podrían ser ladrones esperando que la tormenta pasara.
Solo esperaba que las personas que estuvieran adentro, no pensaran que era una clase de ladrón o algo, aunque por las ropas que portaba las personas solían confundirme con un caballero y su escudero. Aún dudando si era una idea inteligente tocar la puerta, aguarde.
Rakan'Drag
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Cuando la tormenta arreció, aún más intensa, la precaria morada estacional se vino abajo. Los ojos apenas eran de alguna utilidad en aquel vendaval, y Nousis perdió todo contacto con las personas que había visto. Sonidos de derrumbamiento le hicieron constatar que no había sido la única cabaña que había sido reducida a trozos de madera desperdigados, mientras el viento aullada como manadas de lobos dispuestos a arrancarle la piel. No era un pensamiento errado. El frío y la ventisca no tardarían en matarle.
Aunando cuanta fuerza y ánimo fue capaz de encontrar, dio un paso tras otro. Sus labios amoratados esbozaron una sonrisa, imaginando que tal vez los dioses habían deseado buscarle una tumba en la misma región en la que ella había muerto. Justicia poética.
La nieve se alzaba palmo y medio, y sus pisadas la hollaban con una profundidad que aumentaba el cansancio y la fatiga. No podía saber qué había sido de los otros, ni si escaparían con vida. Tampoco podía hacer nada por ellos. Era probable que ni siquiera por sí mismo.
Cada lapso a la intemperie le parecía una eternidad. Le costaba calcular el tiempo, siquiera una estimación era demasiado para su congelado cerebro. Se arrebujó en la cama, con el capuz sobre la cabeza mitigando mínimamente aquel frío que no conocía la piedad. Los miembros le temblaban, e intentó hablar, tras una punzada de temor al notar que casi no era capaz. Empezaba a dejar de sentir los labios, así como los dedos, y el miedo dio paso a la angustia. Si de detenía perdería la vida. Si no se detenía, continuaría por un camino blanco cuyo final era ninguna parte.
Alzó la vista, y sí, sus pisadas se detuvieron. No estaba seguro. Pese a la terrible temperatura, esperó unos segundos. ¡Sí!, ¡La había visto! Apenas distinguía nada a tres pasos, y en cambio, una pálida luz titiló a lo lejos, como si se hallase en un punto más elevado que él.
Economizando el esfuerzo, aunque tratando de avanzar con mayor celeridad, se abrazó agachando el rostro para ofrecer una menor resistencia al viento. Huella tras huella, su aliento tampoco parecía querer salir al exterior. Los ojos grises le dolían, mortificados por la vestisca, y frotándose las manos, vio su esperanza un poco más cerca. Deseó echar a correr, alcanzarla cuanto antes, logrando reprimir tal emoción a duras penas. Si se fatigaba demasiado, también sería su fin.
En un momento dado, pisó algo que ofreció una fuerte dureza, y alzándolo con un pie, comprendió que se trataba del mango de un hacha. Otras pisadas, y se formó la idea de un escudo de lágrima. Una espada más allá. Restos de varias armaduras. Un cofre demasiado enterrado para saber siquiera qué contendría. Varias monturas congeladas. En cualquier otro momento, el Elfo habría investigado la extraña escena, aún sin hallar respuestas. Sólo escapar del abrazo del invierno era su preocupación única y prioritaria, pues su vida estaba en juego.
La luz se acercaba y de pronto, el viento se detuvo, justo cuando el espadachín se topó de bruces contra una pared de roca. Respiró pausadamente, tratando de recuperar el aliento. El frío continuaba, pero la sensación térmica era muy distinta, y por primera vez, vio con cierta lucidez que quizá podría conseguirlo. La luz continuaba titilando aún más arriba y Nousis, tras una concienzuda exploración de esa pared, que no era sino el comienzo de la ladera de la colina, halló un dintel trabajado en la piedra, inicio de un ascenso con no demasiada pendiente. Cualquier cosa era mejor que lo que había dejado atrás, por lo que con muy pocas dudas, fue subiendo, sin dejar nunca de escuchar los sonidos exteriores que le anunciaban que la tormenta continuaba inexorable.
Al llegar a la cima de la colina, se encontró con una extraña estructura, como si alguien hubiese excavado desde la parte superior, hasta crear una especie de ciclindro pétreo de base horizontal, al abrigo de los vientos, salvo por un pequeño óculo en la parte superior. En las paredes del lugar, varias antorchas, en gran número, ardían, junto a pequeñas ventanitas muy abocinadas a fin de que pudiesen verse desde el exterior. Cuando su vista pasó al techo, Sólo vio unas pinturas desvaídas por el paso de los siglos.
- Estructura:
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Trataba de entrar en calor, frotando manos y brazos, cuando de otro pasaje como el que le había llevado a él a ese lugar apareció un individuo que, pese a desenvainar el Elfo su espada como pudo a causa del agarrotamiento, lo saludó con cortesía. Alzó una mano y habló con amabilidad:
-Aquí puedes descansar y estar tranquilo. Seas quien seas, encontrarás cobijo y protección. La tormenta es fuerte, no serás el último que llegue.
-¿Qué es esto?- quiso saber con patente desconfianza.
-Un lugar de refugio y oración, donde mitigar penas y dejar a un lado cualquier angustia. No intervenimos en el exterior. Nos limitamos a contemplar el mundo y dar cobijo a quienes arriban con dificultades.
Nousis apoyó la espalda en la pared. El sujeto parecía humano. No apreciaba en él inflexiones en la voz típicas de su raza, y la capucha tapaba cualquier rasgo reconocible. Asintió, como aceptando por el momento sus palabras. Necesitaba descansar, y encontrar dicha estancia seguramente había sido su salvación.
Nousis Indirel
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Una sombra se desplazaba a una buena velocidad por el nublado cielo de las estepas y sus alrededores. Podría haber pasado por un ave común y corriente, si no fuera por el excesivo tamaño de la misma. Muy a su pesar, Ryuu se encontraba en las tierras del norte. Pese a que su vida se encontraba en constante peligro, él se dirigió a la zona donde había más posibilidades de que encontrara su final. Sólo había dudado unos segundos antes de tomar tamaña decisión, y hasta este mismo momento se reprochaba ese momento de debilidad. ¿Acaso no había partido de su aldea con la determinación de cumplir sus dos objetivos principales, aún si su vida corría riesgo de terminar abruptamente?
Ahora mismo se encontraba en ese lugar buscando cumplir el primero de sus objetivos. Encontrar al creador de Zar'roc, su estupendo arco (recientemente restaurado a su esplendor original), quien era un viejo amigo de su padre. O amiga, según se enteró hace unos días. Resulta que en sus viajes se había topado con un elfo en apuros al cual no dudó en ayudar. Mientras comían, el elfo notó el arco del águila y le pidió permiso para observarlo con más detalle. Gracias a esto, el elfo le comentó que ese estilo era típico de una elfa armera bastante conocida, llamada Nael. Ryuu, radiante por la inesperada revelación, preguntó a su compañero de almuerzo si sabía dónde podría encontrar a Nael. La felicidad se borró del rostro del joven bestia al escuchar que lo último que se sabía de la mujer era que se dirigía al norte.
Y así es como llegó a este momento y lugar. Una tormenta de nieve muy fuerte lo obligó a descender y continuar el viaje a pie. Aunque llevaba su túnica con capucha, ésta no era precisamente abrigada, y sus plumas no estaban adaptadas para un frío tan extremo como ese. No pasó mucho tiempo antes de que su cuerpo comenzara a sentirse pesado y sin demasiadas energías. Todo el lugar estaba cubierto de nieve, y la tormenta aumentaba aún más la cantidad. Si no fuera por las ocasionales manchas negras en su plumaje, Ryuu no sería capaz de ver su propio brazo.
Su avance se volvía cada vez más y más lento. Tuvo en pequeño momento de alegría al ver unas cuantas cabañas cerca, pero la dicha se derrumbó al mismo tiempo que las construcciones. Ni siquiera se acercó a investigar si había gente que necesitara ayuda, no porque no quisiera sino porque no tenía sentido. Si había alguien allí muy probablemente habría muerto en el derrumbe. Y si corrió con suerte y sobrevivió, la misma tormenta (ahora más fuerte y densa que antes) impediría localizarlo.
Sin embargo, y para su sorpresa, logró divisar una única figura, una simple mancha negra en ese desierto nevado, que parecía haber salido de una de las cabañas. Ryuu no sabría decir quién se encontraba en peor condición, si él o la desconocida silueta. Decidió seguir sus pasos siempre que fuera posible, envolviendo su cuerpo con sus alas para protegerse un poco mejor frente a aquel frío, y rogando que no apareciera algún dragón por ahí.
-Aunque no estaría nada mal que un dragón bueno calentara un poco el ambiente con su aliento, supongo...- comentó, a nadie en particular.
Tropezó con algo, y al mirar hacia abajo vio una especie de escudo. Más allá un, hacha, armaduras, caballos congelados. Sin duda una batalla se había librado ahí.¿Cuándo y por qué? ¿Quiénes eran los combatientes? No había forma alguna de confirmarlo, ni tampoco le interesaba ahora mismo. El viento cesó, y al mirar hacia adelante observó que la silueta se detenía un momento frente a una colina. Más adelante, como si guiara a la misteriosa figura que a su vez lo guiaba a él, Ryuu divisó una luz que parpadeaba. No tenía idea de qué era, pero algo le decía que debía seguirla. Se dispuso a ascender, varios metros por detrás de su misteriosa guía.
Al alcanzar la cima, se encontró en una especie de torre excavada en la misma colina, con numerosas antorchas que alumbraban el lugar, La figura se encontraba allí también, espada en mano, hablando con un hombre humano. Sin saber muy bien por qué, (quizás por el agotamiento mental que le suponía estar en tierras del norte, o porque veía a la figura como un aliado que lo había llevado hasta un lugar medianamente protegido del frío) Ryuu sacó su arco, preparado para lo que pudiera pasar.
-Aquí puedes descansar y estar tranquilo. Seas quien seas, encontrarás cobijo y protección. La tormenta es fuerte, no serás el último que llegue. dijo el humano, sorprendiendo un poco al joven bestia, que aún no se había dejado ver (o eso creyó).
-¿Qué es esto?- preguntó la silueta, que ahora puedo identificar como un elfo.
-Un lugar de refugio y oración, donde mitigar penas y dejar a un lado cualquier angustia. No intervenimos en el exterior. Nos limitamos a contemplar el mundo y dar cobijo a quienes arriban con dificultades.- respondió el humano.
-¿Cómo supiste que me encontraba aquí?- preguntó Ryuu, abandonando por fin el "escondite" que le brindaba un muro cercano, y quedando a la vista de todos.
Ahora mismo se encontraba en ese lugar buscando cumplir el primero de sus objetivos. Encontrar al creador de Zar'roc, su estupendo arco (recientemente restaurado a su esplendor original), quien era un viejo amigo de su padre. O amiga, según se enteró hace unos días. Resulta que en sus viajes se había topado con un elfo en apuros al cual no dudó en ayudar. Mientras comían, el elfo notó el arco del águila y le pidió permiso para observarlo con más detalle. Gracias a esto, el elfo le comentó que ese estilo era típico de una elfa armera bastante conocida, llamada Nael. Ryuu, radiante por la inesperada revelación, preguntó a su compañero de almuerzo si sabía dónde podría encontrar a Nael. La felicidad se borró del rostro del joven bestia al escuchar que lo último que se sabía de la mujer era que se dirigía al norte.
Y así es como llegó a este momento y lugar. Una tormenta de nieve muy fuerte lo obligó a descender y continuar el viaje a pie. Aunque llevaba su túnica con capucha, ésta no era precisamente abrigada, y sus plumas no estaban adaptadas para un frío tan extremo como ese. No pasó mucho tiempo antes de que su cuerpo comenzara a sentirse pesado y sin demasiadas energías. Todo el lugar estaba cubierto de nieve, y la tormenta aumentaba aún más la cantidad. Si no fuera por las ocasionales manchas negras en su plumaje, Ryuu no sería capaz de ver su propio brazo.
Su avance se volvía cada vez más y más lento. Tuvo en pequeño momento de alegría al ver unas cuantas cabañas cerca, pero la dicha se derrumbó al mismo tiempo que las construcciones. Ni siquiera se acercó a investigar si había gente que necesitara ayuda, no porque no quisiera sino porque no tenía sentido. Si había alguien allí muy probablemente habría muerto en el derrumbe. Y si corrió con suerte y sobrevivió, la misma tormenta (ahora más fuerte y densa que antes) impediría localizarlo.
Sin embargo, y para su sorpresa, logró divisar una única figura, una simple mancha negra en ese desierto nevado, que parecía haber salido de una de las cabañas. Ryuu no sabría decir quién se encontraba en peor condición, si él o la desconocida silueta. Decidió seguir sus pasos siempre que fuera posible, envolviendo su cuerpo con sus alas para protegerse un poco mejor frente a aquel frío, y rogando que no apareciera algún dragón por ahí.
-Aunque no estaría nada mal que un dragón bueno calentara un poco el ambiente con su aliento, supongo...- comentó, a nadie en particular.
Tropezó con algo, y al mirar hacia abajo vio una especie de escudo. Más allá un, hacha, armaduras, caballos congelados. Sin duda una batalla se había librado ahí.¿Cuándo y por qué? ¿Quiénes eran los combatientes? No había forma alguna de confirmarlo, ni tampoco le interesaba ahora mismo. El viento cesó, y al mirar hacia adelante observó que la silueta se detenía un momento frente a una colina. Más adelante, como si guiara a la misteriosa figura que a su vez lo guiaba a él, Ryuu divisó una luz que parpadeaba. No tenía idea de qué era, pero algo le decía que debía seguirla. Se dispuso a ascender, varios metros por detrás de su misteriosa guía.
Al alcanzar la cima, se encontró en una especie de torre excavada en la misma colina, con numerosas antorchas que alumbraban el lugar, La figura se encontraba allí también, espada en mano, hablando con un hombre humano. Sin saber muy bien por qué, (quizás por el agotamiento mental que le suponía estar en tierras del norte, o porque veía a la figura como un aliado que lo había llevado hasta un lugar medianamente protegido del frío) Ryuu sacó su arco, preparado para lo que pudiera pasar.
-Aquí puedes descansar y estar tranquilo. Seas quien seas, encontrarás cobijo y protección. La tormenta es fuerte, no serás el último que llegue. dijo el humano, sorprendiendo un poco al joven bestia, que aún no se había dejado ver (o eso creyó).
-¿Qué es esto?- preguntó la silueta, que ahora puedo identificar como un elfo.
-Un lugar de refugio y oración, donde mitigar penas y dejar a un lado cualquier angustia. No intervenimos en el exterior. Nos limitamos a contemplar el mundo y dar cobijo a quienes arriban con dificultades.- respondió el humano.
-¿Cómo supiste que me encontraba aquí?- preguntó Ryuu, abandonando por fin el "escondite" que le brindaba un muro cercano, y quedando a la vista de todos.
Shinoroa Ryuu
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Los terrenos de la familia Dozorova eran muy amplios, abarcaban no solo el castillo principal sino también varios de los pueblos de los alrededores. Pequeños conjuntos de chozas que albergaban campesinos, ellos cosechaban las tierras que pertenecían a la familia de Sasha, les daban una parte de los beneficios y de la comida, a cambio de que los dejaran quedarse. Los padres de la dragona no eran especialmente buenos, pero tampoco eran malos patrones, siempre y cuando todos cumplieran con su tarea encomendada, no había porqué preocuparse.
La cuestión era que... Uno de los poblados había dejado de dar señales de vida, por lo mismo, era necesario ir a revisar qué estaba ocurriendo. Por lo general era una tarea que podría hacer cualquiera de los soldados de la familia, pero Sashenka había insistido durante días que la dejaran ir a ella, quería empezar a tener un poco de acercamiento a la realidad. Estaba decidida que en cuanto tuviera la edad suficiente marcharía a Lunargenta para cumplir su deseo de ser parte de la Guardia.
La respuesta de sus padres fue un rotundo: No
Pero, como era habitual en Sasha, no les hizo caso y agarrando algo de equipo básico, se dirigió hacia donde estaba el poblado. Normalmente iría a caballo, pero la tormenta de nieve era tan fuerte que sería mucho más sencillo llegar en su forma de dragón, así que ató la lanza y el escudo a una mochila junto con un cambio de ropa, se transformó y llevando la bolsa en una de las patas, se dirigió hacía el lugar.
Decirle poblado era ser muy bondadosos, en realidad se trataba de un conjunto de chozas muy precarias, con un pozo de agua y algo parecido a un granero. Sasha dio varias vueltas en el aire en busca de alguna figura reconocible, pero el fuerte viento le impedía ver con claridad, así que se vio obligada a bajar. Era un pueblo fantasma, allí no había nadie al menos desde hacía una temporada, miro dentro de algunas de las casas, estaban totalmente vacías, y la mayoría se habían caído.
Aún estando en su forma de dragón, el frío era bastante pronunciado, ahora que había comprobado que no había nada que pudiera hacer allí, sería una buena idea el encontrar refugio. Sabía que cerca de allí había una torre que solía servir de resguardo a los viajeros, jamás la había utilizado porque resultaba innecesario teniendo su casa a algunos kilómetros. Pero en esa situación unos pocos metros de más podrían resultar en la muerte, así que abrió las alas y se dirigió hacía allí.
Nuevamente dio varias vueltas alrededor de la estructura antes de decidirse a bajar, su sombra reptiliana se vio agrandada por el juego de luces que generaban las antorchas del lugar. Caminó por los pasillos exteriores y notó que había más gente allí, seguramente ya se habían percatado del contorno de su cuerpo, además del sonido que hacían sus pasos.
No estaba intentando ser sigilosa ni pasar desapercibida, no venía con malas intenciones, así que no había motivo para esconderse... Salvo, claro, el poder transformarse sin hacer un espectáculo de ello. Cuando llegó a una de las columnas se detuvo y comenzó a destransformarse lentamente, la sensación del viento frío sobre su piel humana era horrible, buscó lo más rápido que pudo la ropa en la mochila y se la puso, aún estaba a medio vestir cuando se metió por fin en la sala, simplemente era imposible soportar la nieve estando así.
-Buenas noches, necesito refugio hasta que la tormenta se detenga - Su gesto serio y sus palabras firmes delataban el hecho de que estaba acostumbrada a tener gente que cumplía con sus pedidos sin rechistar - Soy Sashenka Dozorova - Con escuchar el apellido debía ser suficiente, era lo que pensaba la dragona.
La cuestión era que... Uno de los poblados había dejado de dar señales de vida, por lo mismo, era necesario ir a revisar qué estaba ocurriendo. Por lo general era una tarea que podría hacer cualquiera de los soldados de la familia, pero Sashenka había insistido durante días que la dejaran ir a ella, quería empezar a tener un poco de acercamiento a la realidad. Estaba decidida que en cuanto tuviera la edad suficiente marcharía a Lunargenta para cumplir su deseo de ser parte de la Guardia.
La respuesta de sus padres fue un rotundo: No
Pero, como era habitual en Sasha, no les hizo caso y agarrando algo de equipo básico, se dirigió hacia donde estaba el poblado. Normalmente iría a caballo, pero la tormenta de nieve era tan fuerte que sería mucho más sencillo llegar en su forma de dragón, así que ató la lanza y el escudo a una mochila junto con un cambio de ropa, se transformó y llevando la bolsa en una de las patas, se dirigió hacía el lugar.
Decirle poblado era ser muy bondadosos, en realidad se trataba de un conjunto de chozas muy precarias, con un pozo de agua y algo parecido a un granero. Sasha dio varias vueltas en el aire en busca de alguna figura reconocible, pero el fuerte viento le impedía ver con claridad, así que se vio obligada a bajar. Era un pueblo fantasma, allí no había nadie al menos desde hacía una temporada, miro dentro de algunas de las casas, estaban totalmente vacías, y la mayoría se habían caído.
Aún estando en su forma de dragón, el frío era bastante pronunciado, ahora que había comprobado que no había nada que pudiera hacer allí, sería una buena idea el encontrar refugio. Sabía que cerca de allí había una torre que solía servir de resguardo a los viajeros, jamás la había utilizado porque resultaba innecesario teniendo su casa a algunos kilómetros. Pero en esa situación unos pocos metros de más podrían resultar en la muerte, así que abrió las alas y se dirigió hacía allí.
Nuevamente dio varias vueltas alrededor de la estructura antes de decidirse a bajar, su sombra reptiliana se vio agrandada por el juego de luces que generaban las antorchas del lugar. Caminó por los pasillos exteriores y notó que había más gente allí, seguramente ya se habían percatado del contorno de su cuerpo, además del sonido que hacían sus pasos.
No estaba intentando ser sigilosa ni pasar desapercibida, no venía con malas intenciones, así que no había motivo para esconderse... Salvo, claro, el poder transformarse sin hacer un espectáculo de ello. Cuando llegó a una de las columnas se detuvo y comenzó a destransformarse lentamente, la sensación del viento frío sobre su piel humana era horrible, buscó lo más rápido que pudo la ropa en la mochila y se la puso, aún estaba a medio vestir cuando se metió por fin en la sala, simplemente era imposible soportar la nieve estando así.
-Buenas noches, necesito refugio hasta que la tormenta se detenga - Su gesto serio y sus palabras firmes delataban el hecho de que estaba acostumbrada a tener gente que cumplía con sus pedidos sin rechistar - Soy Sashenka Dozorova - Con escuchar el apellido debía ser suficiente, era lo que pensaba la dragona.
Sashenka Dozorova
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Hacia un norte conocido la peliblanca se dirigía siguiendo una vieja presa. Ya había causado líos antes y ella tenía un par de “deudas” pendientes que saldar con él, seguro Alexander se reiría cuando viera ¿la cabeza? No, la cabeza no, algo debía poder llevar aparte de ese gesto espantoso como muestra de su venganza.
¿Cómo pensó Orión que ir al norte le salvaría de la muerte blanca?
Había oído que el tipo se había acercado a Ciudad Lagarto buscando a la pálida, o más bien buscando su cabeza, y ahora iba por ahí cazando a los que se suponía iba a llevar su cabeza a ese idiota creyente de mitos. “Un fantasma pálido reclamará tú alma por los daños cometidos” Fue lo que dijo uno de los matones, ella no era de tener mucha paciencia. Orión salió pitando de Ciudad Lagarto cuando no le dieron su cabeza, y ahora ella quería la de él. No por el pasado, eso era lo de menos, para ella servía de lección de que no hacer ante un cara bonita y como saltarse problemas gratis. Pero eso de que la considerara un espectro que irracional lo iría a matar. ¿En serio?
-ORION TE JURO QUE NO VOY A MATARTE POR EL PASADO DE VERDAD. TE VOY A MATAR POR ARRUINAR TODOS LOS PERGAMINOS QUE MANCHASTE SO CABRON AL INVADIR MI TIENDA.
Grito con esa voz cantarina aferrando su abrigada ropa, y mira tú, no era Orión pero si uno de los suyos, tristemente abandonado a su suerte. Le arrebato el abrigo, sus manos estaban enrojecidas por el frio y al ver al horizonte noto algo que había olvidado revisar en su cacería. La naturaleza le enfriaba la cabeza y ahora esta le decía “A proteger el lindo culete”
-Esto no es bueno- Susurro al ver las nubes de tormenta y antes de ello una curiosa estructura a lo lejos. Suspiro, ya daría con ese tipo después y seguro que Alex le acompañaría le debía demasiado al par. Lo ideal buscar un refugio, así que mientras el viento se recrudecía, ella fijo la mirada hacia el camino, siguiendo la estructura, no tardo demasiado en topar con lo que había sido un campo de batalla, pero poco o nada podía aprovechar de lo que el invierno había reclamado. Suspiro y se hizo a la idea de que cualquiera que estuviera allá afuera moriría como los de esa batalla y si volvía a toparse con Orión queriendo asesinarla. Se sobo la sien, de ventaja sus memorias en ese momento eran paisajes blancos que vería evocar al despertar para calmar sus amaneceres.
Miro a una mujer escabullirse a la estructura y la siguió sin esperar ninguna bienvenida pero si sorprendiéndose de su forma imperativa de hablar y que no eran las únicas buscando refugio.- ¿Se cobra por pedir refugio?- Dijo la mujer pálida sacándose la capucha del abrigo, seguramente su nariz así como sus mejillas tendrían un curioso color rosado, pero fuera de eso hasta sus ojos carecían de color alguno, a lo sumo un leve rojizo por el reflejo de sus mejillas.
¿Cómo pensó Orión que ir al norte le salvaría de la muerte blanca?
Había oído que el tipo se había acercado a Ciudad Lagarto buscando a la pálida, o más bien buscando su cabeza, y ahora iba por ahí cazando a los que se suponía iba a llevar su cabeza a ese idiota creyente de mitos. “Un fantasma pálido reclamará tú alma por los daños cometidos” Fue lo que dijo uno de los matones, ella no era de tener mucha paciencia. Orión salió pitando de Ciudad Lagarto cuando no le dieron su cabeza, y ahora ella quería la de él. No por el pasado, eso era lo de menos, para ella servía de lección de que no hacer ante un cara bonita y como saltarse problemas gratis. Pero eso de que la considerara un espectro que irracional lo iría a matar. ¿En serio?
-ORION TE JURO QUE NO VOY A MATARTE POR EL PASADO DE VERDAD. TE VOY A MATAR POR ARRUINAR TODOS LOS PERGAMINOS QUE MANCHASTE SO CABRON AL INVADIR MI TIENDA.
Grito con esa voz cantarina aferrando su abrigada ropa, y mira tú, no era Orión pero si uno de los suyos, tristemente abandonado a su suerte. Le arrebato el abrigo, sus manos estaban enrojecidas por el frio y al ver al horizonte noto algo que había olvidado revisar en su cacería. La naturaleza le enfriaba la cabeza y ahora esta le decía “A proteger el lindo culete”
-Esto no es bueno- Susurro al ver las nubes de tormenta y antes de ello una curiosa estructura a lo lejos. Suspiro, ya daría con ese tipo después y seguro que Alex le acompañaría le debía demasiado al par. Lo ideal buscar un refugio, así que mientras el viento se recrudecía, ella fijo la mirada hacia el camino, siguiendo la estructura, no tardo demasiado en topar con lo que había sido un campo de batalla, pero poco o nada podía aprovechar de lo que el invierno había reclamado. Suspiro y se hizo a la idea de que cualquiera que estuviera allá afuera moriría como los de esa batalla y si volvía a toparse con Orión queriendo asesinarla. Se sobo la sien, de ventaja sus memorias en ese momento eran paisajes blancos que vería evocar al despertar para calmar sus amaneceres.
Miro a una mujer escabullirse a la estructura y la siguió sin esperar ninguna bienvenida pero si sorprendiéndose de su forma imperativa de hablar y que no eran las únicas buscando refugio.- ¿Se cobra por pedir refugio?- Dijo la mujer pálida sacándose la capucha del abrigo, seguramente su nariz así como sus mejillas tendrían un curioso color rosado, pero fuera de eso hasta sus ojos carecían de color alguno, a lo sumo un leve rojizo por el reflejo de sus mejillas.
Christelle Glassneth
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Nousis sintió un escalofrío, remanente de lo sufrido en las horas anteriores. La sangre fue diluyendo el amoratamiento en manos y rostro, y el Elfo apretó los puños varias veces, buscando que el líquido vital reaccionase con mayor celeridad. Y había llegando al punto suficiente de ser capaz de desenvainar con suficiente desenvoltura cuando escuchó hablar a una extraña criatura. Había presenciado numerosos ejemplares de bestias con sesgo humanoide, mas nunca una con esas características. El mundo era sin duda un lugar enorme.
No fue el único. El sonido de la tormenta ahogaba cualquier otro que se produjese en las cercanías y el espadachín comenzaba a comprender el peligro de tal hecho. Una joven de ojos pálidos y facciones que parecían cinceladas a partir de un bloque marmóreo hizo acto de presencia, cargando una mochila y saludando de una forma un tanto orgullosa, que no pareció incomodar en absoluto al monje que había dando la bienvenida al hijo de Sandorai. Una fémina albina, de mirada glauca fue la siguiente refugiada ante el fenómeno meteorológico. De menor altura que la anterior, Nousis la examinó con rapidez. En ninguno de los recién llegados se llegaba a vislumbrar intención agresiva alguna. Habían llegado allí por casualidad y fortuna, y era cuestión de tiempo que la tormenta decidiese realizar una pausa, y todos pudiesen continuar sus diferentes sendas.
-Bienvenidos seáis, criaturas de ésta y otras tierras- abrió los brazos el monje- Podéis mitigar vuestra desazón ante lo que hay fuera de nuestra torre. Podéis permanecer el tiempo que deseéis… sólo carecemos de alimentos suficientes para otros. Os pido vuestro perdón. Temo que tan sólo se nos permite ofrecer un refugio a vuestro cuerpo y vuestra alma, si además deseáis rezar… El sustento deberá consistir en lo que traigáis con vosotros… o aquello que consigáis cuando se disipe la ventisca…- sus palabras estaban envueltas en suavidad, alargando siempre el monje levemente la última letra de la última palabra de cada oración que pronunciaba. Se detuvo un momento, en apariencia mirando uno por uno a los presentes, pues que el capuz le cubría por entero el rostro- Aquí- señaló hacia el suelo- hay una trampilla cuyas escaleras llevan a nuestro templo subterráneo, que comunica con la torre, ofrenda a los dioses- el orador no tocó la argolla, sino que se limitó a echarse atrás, hasta casi tocar el muro opuesto al que daba a la entrada por la que todos habían llegado.
Nousis no estaba seguro de qué pensar de cuanto escuchaba. Le habían dado cobijo y estaba agradecido de haber escapado de los elementos. Sin embargo, sus últimas aventuras transcurridas en lugares subterráneos habían terminado de formas poco convencionales. Siempre era extremadamente difícil escapar de zonas como aquella si algo se torcía.
Suspiró. La costumbre del pesimismo y su forma de ver el mundo fuera de Sandorai le impedía ver con objetividad y agradecimiento en un primer momento cualquier ayuda que se le brindase fuera de un miembro de su raza. La torre debía de llevar construida siglos, y la orden de monjes que al parecer estaba a su cuidado no podía haber llegado de un día para otro, siendo además la bienvenida bastante cálida. Clavó su mirada en su anfitrión, el cual parecía imposible que llevase arma alguna escondida entre su vestimenta. La desconfianza era su estado natural ,y ello llevaba aparejadas buenas dosis de un habitual cansancio por mor de un estado de alerta que sólo en contadas ocasiones se permitía alejar fuera de las fronteras de su patria. ¿Podía acaso dar la espalda a los desconocidos que como él había terminado tras aquellos muros?
Decidió que esperaría a ver cómo se desarrollaban los acontecimientos. Cualquier cosa que pudieran hacer podría darle una mayor información. Si deseaban aceptar la invitación del monje, siempre era mejor no tener a nadie en la espalda.
Dio varios pasos hasta colocarse a tres del clérigo. Había recorrido medio continente con un sólo objetivo y quiza, allí pudiesen orientarle. No le gustaba en absoluto revelar su itinerario delante de desconocidos, por lo que avanzó una zancada más y habló en un tono más comedido.
-¿Conocéis Hjalldorn? Me urge llegar hasta ese lugar- Su oyente no alzó la cabeza y respondió tan quedo que nadie sin un oido excepcional pudo captar su respuesta.
-Seis dias al noroeste- y se alejó del Elfo, de manera cadenciosa, como si se encontrase dando los pasos de un ritual diario.
Nousis Indirel
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
-Bienvenidos seáis, criaturas de ésta y otras tierras. Podéis mitigar vuestra desazón ante lo que hay fuera de nuestra torre. Podéis permanecer el tiempo que deseéis… sólo carecemos de alimentos suficientes para otros. Os pido vuestro perdón. Temo que tan sólo se nos permite ofrecer un refugio a vuestro cuerpo y vuestra alma, si además deseáis rezar… El sustento deberá consistir en lo que traigáis con vosotros… o aquello que consigáis cuando se disipe la ventisca…- comentó el monje, sin molestarse en responder la pregunta del joven bestia. El hecho de contar con un refugio para soportar semejante tormenta era algo por lo que debería estar realmente agradecido (y obviamente lo estaba), pero no contar con comida era un problema que no había tenido en cuenta hasta entonces. No era un gran problema ahora mismo, ya que no tenía hambre aún, pero en un par de horas sería un tema del cual preocuparse. Además, no estaba solo ahora y no sabía cuánto tiempo duraría la tormenta.
Entre sus "nuevos compañeros" se encontraba una humana que planteó otra posibilidad que Ryuu no había tenido en cuenta... -¿Se cobra por pedir refugio?- preguntó la chica. De ser así, ya podría ir despidiéndose de todos para volver a la tormenta, porque no tenía ni un sólo aero. Pero al menos se quedaría hasta que lo echaran, ya que el monje no mencionó nada sobre un pago.
Su otra compañera... eso era lo que más le preocupaba actualmente. Una enorme sombra alada rondaba la torre, y al final desapareció justo unos momentos antes de que una joven de oscuros cabellos apareciera a medio vestir. El ave se quedó unos momentos mirándola, sorprendido y con el pico abierto. No por su figura semidesnuda o por su atractivo (que ciertamente tenía bastante), sino por una revelación que sumaba más leña al fuego de su miedo. -¡¿Los dragones pueden tomar forma humana?! Jamás había escuchado eso...- Tal era su sorpresa, que ni siquiera prestó demasiada atención al nombre de la mujer (de todas formas no creía ni quería entablar conversación con ella) ni a la pregunta del elfo al monje.
Ante la invitación del anciano para refugiarse bajo tierra, Ryuu negó lentamente con la cabeza, mientras tomaba su arco.
-Le agradezco, anciano monje. Pero prefiero quedarme aquí. Ahora que ya estoy a resguardo de la tormenta, puedo soportar bien el frío. Además, creo que con mi vista y mi arco seré capaz de cazar algo en cuanto el clima se calme un poco. Tal vez ahora mismo no sea tan urgente, pero la falta de alimentos nos jugará una mala pasada tarde o temprano. Si llegara a necesitar ayuda o si pasara algo, les avisaré. Si no tienen problema, puedo hacer guardia mientras el resto descansa, es lo que siempre hacía en mi pueblo.- terminó de hablar Ryuu, con una sonrisa franca en su rostro, para demostrar que podían confiar en él. El hecho de que un lugar abierto le brindaba más posibilidades de combate o escape frente al dragón también era una razón de peso al momento de su elección.
Entre sus "nuevos compañeros" se encontraba una humana que planteó otra posibilidad que Ryuu no había tenido en cuenta... -¿Se cobra por pedir refugio?- preguntó la chica. De ser así, ya podría ir despidiéndose de todos para volver a la tormenta, porque no tenía ni un sólo aero. Pero al menos se quedaría hasta que lo echaran, ya que el monje no mencionó nada sobre un pago.
Su otra compañera... eso era lo que más le preocupaba actualmente. Una enorme sombra alada rondaba la torre, y al final desapareció justo unos momentos antes de que una joven de oscuros cabellos apareciera a medio vestir. El ave se quedó unos momentos mirándola, sorprendido y con el pico abierto. No por su figura semidesnuda o por su atractivo (que ciertamente tenía bastante), sino por una revelación que sumaba más leña al fuego de su miedo. -¡¿Los dragones pueden tomar forma humana?! Jamás había escuchado eso...- Tal era su sorpresa, que ni siquiera prestó demasiada atención al nombre de la mujer (de todas formas no creía ni quería entablar conversación con ella) ni a la pregunta del elfo al monje.
Ante la invitación del anciano para refugiarse bajo tierra, Ryuu negó lentamente con la cabeza, mientras tomaba su arco.
-Le agradezco, anciano monje. Pero prefiero quedarme aquí. Ahora que ya estoy a resguardo de la tormenta, puedo soportar bien el frío. Además, creo que con mi vista y mi arco seré capaz de cazar algo en cuanto el clima se calme un poco. Tal vez ahora mismo no sea tan urgente, pero la falta de alimentos nos jugará una mala pasada tarde o temprano. Si llegara a necesitar ayuda o si pasara algo, les avisaré. Si no tienen problema, puedo hacer guardia mientras el resto descansa, es lo que siempre hacía en mi pueblo.- terminó de hablar Ryuu, con una sonrisa franca en su rostro, para demostrar que podían confiar en él. El hecho de que un lugar abierto le brindaba más posibilidades de combate o escape frente al dragón también era una razón de peso al momento de su elección.
Shinoroa Ryuu
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Habían bastantes personas en el sitio, no era de extrañarse con la fuerte tormenta que se había desatado, quien no encontrara refugio pronto moriría congelado. Sasha supuso que el monje debía ser dragón, y por lo tanto estar acostumbrado a ese tipo de climas como ella, pero el otro era un elfo, y hasta había un hombre-pájaro, evidentemente extranjeros que se habían visto atrapados de imprevisto por la nieve. Segundos después de que Sashenka llegara, se sumó también una muchacha de piel muy pálida, la dragona la miró de arriba a abajo y no hizo comentario alguno.
No se le había ocurrido que pudieran cobrar, técnicamente las tierras de por allí eran de su familia, ella tenía derecho a hospedarse donde se le antojara. Aunque no podía estar segura de sí esa estructura en particular estaría dentro o fuera de los límites, en cualquiera caso, ni el pago ni la comida eran un problema, su casa no estaba tan lejos.
El elfo fue a hablar en susurros con el dueño del lugar, los otros dos por el momento tampoco aceptaban la oferta de bajar “¿Acaso pretenden pasar toda la noche aquí?” pensó la dragona con extrañeza “... Extranjeros” se encogió de hombros y fue hacía la trampilla. Agarró el aro que servía a las veces de manija y la levantó con apenas un poco de esfuerzo, ya que la madera era antigua y pesada. Estaba un poco más oscuro que en la sala que estaban, pero aún así se podía distinguir el camino sin problema, era un pasillo que bajaba en desnivel hacia otra cámara. Sasha los miró una última vez:
-Van a congelarse sí se quedan aquí - Lo dijo con gesto serio y un tono neutro, como si quisiera decirles “hagan como quieran, solo es un consejo” el monje la miró sin decir nada y agachó la cabeza antes de que se metiera finalmente en el túnel, la dragona supuso que era una demostración de respeto debido a su apellido y no lo pensó mucho mas.
No hubo mayores dificultades, el pasillo bajaba sin interrupción hasta llegar a las profundidades del templo. Tampoco encontró nada que le llamara la atención al llegar a la habitación, en realidad, resultaba más acogedora de lo que se la había imaginado, era evidente que estaban acostumbrados a recibir viajeros.
Iba a tirar su mochila en uno de los rincones para disponerse a descansar cuando notó una pequeña sombra que se movía.
-¿Ratas? - Fue lo primero que vino a su mente, no era raro que en construcciones tan viejas y con poco movimiento se juntaran ese tipo de seres. Pero resultó ser algo mucho más curioso, asomándose por encima de una caja encontró a un pequeño ser que en cuanto la vio salió corriendo - ¡Un tanuri! - Eran una leyenda bastante conocida entre la gente del norte que disfrutaban de la nieve gran parte del año.
Aún así, no era normal el encontrar a uno, y más sorprendente era el que hubiesen varios, como pronto notó Sashenka al percibir más sombras que se movían. Se encogió de hombros y volvió a acomodar su mochila, siempre y cuando no los molestara no tenían porque ser peligrosos.
Eso sí, se aseguró de cerrar bien fuerte los bolsillos de su bolso antes de sentarse.
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No se le había ocurrido que pudieran cobrar, técnicamente las tierras de por allí eran de su familia, ella tenía derecho a hospedarse donde se le antojara. Aunque no podía estar segura de sí esa estructura en particular estaría dentro o fuera de los límites, en cualquiera caso, ni el pago ni la comida eran un problema, su casa no estaba tan lejos.
El elfo fue a hablar en susurros con el dueño del lugar, los otros dos por el momento tampoco aceptaban la oferta de bajar “¿Acaso pretenden pasar toda la noche aquí?” pensó la dragona con extrañeza “... Extranjeros” se encogió de hombros y fue hacía la trampilla. Agarró el aro que servía a las veces de manija y la levantó con apenas un poco de esfuerzo, ya que la madera era antigua y pesada. Estaba un poco más oscuro que en la sala que estaban, pero aún así se podía distinguir el camino sin problema, era un pasillo que bajaba en desnivel hacia otra cámara. Sasha los miró una última vez:
-Van a congelarse sí se quedan aquí - Lo dijo con gesto serio y un tono neutro, como si quisiera decirles “hagan como quieran, solo es un consejo” el monje la miró sin decir nada y agachó la cabeza antes de que se metiera finalmente en el túnel, la dragona supuso que era una demostración de respeto debido a su apellido y no lo pensó mucho mas.
No hubo mayores dificultades, el pasillo bajaba sin interrupción hasta llegar a las profundidades del templo. Tampoco encontró nada que le llamara la atención al llegar a la habitación, en realidad, resultaba más acogedora de lo que se la había imaginado, era evidente que estaban acostumbrados a recibir viajeros.
Iba a tirar su mochila en uno de los rincones para disponerse a descansar cuando notó una pequeña sombra que se movía.
-¿Ratas? - Fue lo primero que vino a su mente, no era raro que en construcciones tan viejas y con poco movimiento se juntaran ese tipo de seres. Pero resultó ser algo mucho más curioso, asomándose por encima de una caja encontró a un pequeño ser que en cuanto la vio salió corriendo - ¡Un tanuri! - Eran una leyenda bastante conocida entre la gente del norte que disfrutaban de la nieve gran parte del año.
Aún así, no era normal el encontrar a uno, y más sorprendente era el que hubiesen varios, como pronto notó Sashenka al percibir más sombras que se movían. Se encogió de hombros y volvió a acomodar su mochila, siempre y cuando no los molestara no tenían porque ser peligrosos.
Eso sí, se aseguró de cerrar bien fuerte los bolsillos de su bolso antes de sentarse.
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Sashenka Dozorova
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
-Genial, sería interesante conocer ese templo. Por cierto Glass, un placer- La joven casual miro como la dragona abría la puerta y mientras la mujer bajaba la pálida se inclinó a modo de agradecimiento, y al mismo tiempo mirar bien a los alrededores, sintió una punzada en la sien y esa fue su señal de mejor pirarse al subterráneo, era pálida pero no significaba que el frío no le afectará así que con un suave andar termino casi tropezando con la morena y se fue al lado tras por algo de - ¿Tanuris? -
Y de no ser por qué miro al curiosa ser escabullirse la hubiera tomado como que la mujer se había equivocado,- Oh vaya cositas curiosas, se de alguien a quién tal vez le sean útiles- musitó y desenganchó de al costado de su mochila un peculiar estuve en forma de gota alargada y desenvainando un par de ganchos que giro con gracia y elegancia. Suspiro y solo quedo con las armas en sus manos, decidió mirar con atención el lugar, agradecía que el abovedado fuera alto y se tendió en un banco largo usando el bolsón de almohada. Miro a la mujer y se recostó de lado para quedar de frente. -Así que Sashenka, por tu forma de hablar parece que eres importante. ¿Cómo debo llamarle? ¿Su alteza, lady, majestad tal vez?
Con la plaga la peli blanca había perdido la noción de cómo había quedado el norte y parecía un buen momento en lo que pasaba la tormenta de recabar algún detalle, y como si tuviera un disparo de adrenalina simplemente no concebía el dormir menos con esas criaturas rondando. No negaba que le interesaba llevarse un par cuando menos, y si lograba llevarlos a Ciudad Lagarto hacer algo de dinero con ellas, pero, como siempre los pero por delante; era bien sabido que lo mejor era no agredirlos.
Y de no ser por qué miro al curiosa ser escabullirse la hubiera tomado como que la mujer se había equivocado,- Oh vaya cositas curiosas, se de alguien a quién tal vez le sean útiles- musitó y desenganchó de al costado de su mochila un peculiar estuve en forma de gota alargada y desenvainando un par de ganchos que giro con gracia y elegancia. Suspiro y solo quedo con las armas en sus manos, decidió mirar con atención el lugar, agradecía que el abovedado fuera alto y se tendió en un banco largo usando el bolsón de almohada. Miro a la mujer y se recostó de lado para quedar de frente. -Así que Sashenka, por tu forma de hablar parece que eres importante. ¿Cómo debo llamarle? ¿Su alteza, lady, majestad tal vez?
Con la plaga la peli blanca había perdido la noción de cómo había quedado el norte y parecía un buen momento en lo que pasaba la tormenta de recabar algún detalle, y como si tuviera un disparo de adrenalina simplemente no concebía el dormir menos con esas criaturas rondando. No negaba que le interesaba llevarse un par cuando menos, y si lograba llevarlos a Ciudad Lagarto hacer algo de dinero con ellas, pero, como siempre los pero por delante; era bien sabido que lo mejor era no agredirlos.
Última edición por Christelle Glassneth el Mar Abr 14 2020, 03:25, editado 1 vez (Razón : editado para poner color)
Christelle Glassneth
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
-No está solo…- anunciaba aquella voz ahogada por el capuz.
-Eso no importa- rebatió un segundo individuo- Los inocentes que pierden la vida en lugares así, son asuntos decididos por los dioses. Ellos los acogerán si lo ven necesario.
Un coro de risas secundó las sarcásticas palabras del sujeto.
-¿Cómo sabía que llegaría tan lejos?- quiso saber una tonalidad femenina.
-No es de nuestra incumbencia. El pago ha sido satisfecho, no debe salir con vida de la región. Y para asegurarnos discreción, tampoco los demás.
-Debe odiarle a una escala casi irreal. Ha puesto muchas cosas en marcha, para un simple Elfo más. ¿Lo habéis visto bien? - volvió a hablar la mujer.
-Sí- respondió la primera voz- Nada tiene de especial. Apenas se encuentra magia en él. Representa un peligro insignificante. Un par de guerreros experimentados podrían eliminarle.
-Basta- ordenó la segunda voz, y se hizo el silencio- Los cuatro morirán hoy aquí, y con su ayuda, retornaremos.
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Nousis permaneció en la parte superior. Las malas experiencias de sus en subterráneos le hacían reticente a tomar la ayuda que le habían ofrecido. Las ruinas de los Baldíos y Ciudad Lagarto habían resultado suficiente, pensaba. Pensó en Aradia, en los jóvenes humanos que les habían hecho escapar de las sombras, incluso en el joven mago y su asesina. Pensó en Klinge y la niña que le acompañaba, en sus extraños ojos. Pensó en Iori, esperando que se encontrase lo mejor posible. Pensó en Aylizz, que sus pasos la llevasen a lugares más tranquilos que las posadas de Baslodia. Había conocido a criaturas extrañas y situaciones complicadas. Escapado a la muerte demasiadas veces en los últimos cinco años. Aquel viaje debía ser algo donde sólo le acompañasen sus pensamientos, sus remordimientos y los actos que él había decidido escoger. Una comunión entre su pasado y su presente. Tal vez, ser capaz de perdonarse.
Sonrió, con mal disimulada ironía. Sabía que eso no era posible. Si veía su tumba, las palabras de Karian se volverían reales como la piedra. En esos momentos, estando él en aquella torre perdida en medio de las estepas, todo permanecía onírico, capaz de agarrarse a la negación y última esperanza. No obstante, sabía que se lo debía. Tanto a sí mismo como a ella. Aún la echaba terriblemente de menos.
Il Náre. Y con la espalda apoyada en la pared, suspiró con unos felices recuerdos, muy sencillos, que su rostro no pudo evitar transmitir. No olvidaba el sueño que le había impelido a no dejar más allá, a no continuar posponiendo su deseo de retornar a donde la había visto por última vez. El encuentro con Karian parecía corroborar la intención del mensaje.
Volvió su mente al presente, a lo que ante sí tenía. Las dos mujeres habían desaparecido, sólo la criatura con facciones de ave ocupaba lugar alguno en la misma estancia que él. Incluso el monje había desaparecido. La única explicación era la decisión de refugiarse en lo más profundo de la torre. Recordó el sonido de la trampilla al levantarse, con cierta dificultad, y se pasó una mano por el rostro. Menuda forma de evadirse de la realidad, si ni siquiera había advertido algo tan burdo como tres personas que habían tomado una salida a cinco pasos de él. Ridículo.
Un golpe que cerró las aberturas de la estancia por las que los extranjeros habían entrado sí fue completamente audible para todos, incluidas Sashenka y Christelle, pese a su ubicación. El espadachín se irguió, llevando una mano al pomo de su espada, tratando que sus grises ojos tomasen nota de cuanto estaba ocurriendo. La alarma se instaló en él. ¿Es que nada podía resultar remotamente sencillo? Se dijo con profunda desazón.
Miró a la bestia que estaba con él, casi en el otro lado de la sala, y descartó casi al momento que aquello tuviese alguna relación con la criatura. ¿Qué estaba pasando?
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En la parte inferior de la estructura, todo cambió de repente. Los ojos de las dos mujeres visionaron una estampa completamente diferente a la que se habían encontrado al descender, casi hogareña.
Como si les cambiasen de repente una imagen por otra, los pequeños tanuris no estaban brincando y corriendo, sino muertos, asesinados en los rincones. El templo, que había aparecido ante ellas bellamente decorado, con estancias para el descanso, se había transformado en lóbregas habitaciones, con un altar saqueado y derruido, cuerpos muertos tiempo atrás. Incluso la luz mutó de una inicial calidez a una claridad fría, desangelada, moribunda. Aquello no era un lugar de reposo y tranquilidad. Era una torre de muerte. Habían sido víctimas de una potente ilusión.
Unos pasos a la carrera lograron sacarlas del horror de los cadáveres y las destrozadas estancias. Como insectos que preparaban una trampa a sus presas, todo hacía indicar que ahora, los cuatro incautos, que habían esperado haber hallado un refugio ante la tormenta, podrían encontrarse ante algo peor que los vientos nevados. Los chillidos que llegaban de un interior aun más profundo de la colina no se olvidaban, no a quienes habían tenido que enfrentar a tales criaturas alguna vez.
Trasgos.
Y rara vez llegaban en pequeños grupos.
Nousis Indirel
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
-Van a congelarse sí se quedan aquí- dijo la ¿dragona? antes de ingresar en aquél túnel.
-A los pájaros no nos gusta la idea de estar enjaulados. No pasa nada, si estoy a cubierto puedo soportar bastante bien el frío.- respondió Ryuu, bromeando. No quería dar la impresión de estar asustado de ella, aunque realmente lo estaba.
La chica de cabello blanco, la última en sumarse al grupo, también bajó. Solo quedaban el elfo y el joven bestia en la sala; el primero parecía perdido en sus pensamientos, de pie en el mismo lugar donde había cruzado unas palabras con el monje. Por su parte Ryuu se acercó a uno de los arcos, un tanto alejado del elfo, contemplando el paisaje infinitamente blanco que rodeaba la torre. Ni siquiera su aguda vista lograba diferenciar cielo y tierra debido a la tremenda tormenta.
Repentinamente y con un gran estruendo, las puertas por las que habían ingresado se cerraron. En un primer momento, Ryuu pensó que sería debido al viento; pero en cuanto apartó la vista de las puertas y se topó con la mirada del elfo, algo le dijo que no era así. Sólo con verlo, uno podía decir que el espadachín tenía experiencia, sea por edad, combates o ambas razones. Si alguien así, llevaba la mano a su arma... Lo mejor sería estar preparado. Su vista no serviría de nada si los atacaban desde fuera, gracias a aquella inoportuna tormenta. Pero ¿si unos atacantes vinieran desde el túnel? Las primeras en verse afectadas serían las dos mujeres. Sin perder tiempo, Ryuu corrió hasta la trampilla, arco en mano y flecha lista.
-¡Oigan! ¿Se encuentran bie..- unos chillidos lo interrumpieron. Lejanos al principio, pero sin dudas se acercaban. Ryuu no sabía qué eran las criaturas que lo provocaban, pero ese sonido no se oía precisamente amigable. -¡Creo que deberían subir, algo se acerca!- apresuró el ave a las dos muchachas.
-A los pájaros no nos gusta la idea de estar enjaulados. No pasa nada, si estoy a cubierto puedo soportar bastante bien el frío.- respondió Ryuu, bromeando. No quería dar la impresión de estar asustado de ella, aunque realmente lo estaba.
La chica de cabello blanco, la última en sumarse al grupo, también bajó. Solo quedaban el elfo y el joven bestia en la sala; el primero parecía perdido en sus pensamientos, de pie en el mismo lugar donde había cruzado unas palabras con el monje. Por su parte Ryuu se acercó a uno de los arcos, un tanto alejado del elfo, contemplando el paisaje infinitamente blanco que rodeaba la torre. Ni siquiera su aguda vista lograba diferenciar cielo y tierra debido a la tremenda tormenta.
Repentinamente y con un gran estruendo, las puertas por las que habían ingresado se cerraron. En un primer momento, Ryuu pensó que sería debido al viento; pero en cuanto apartó la vista de las puertas y se topó con la mirada del elfo, algo le dijo que no era así. Sólo con verlo, uno podía decir que el espadachín tenía experiencia, sea por edad, combates o ambas razones. Si alguien así, llevaba la mano a su arma... Lo mejor sería estar preparado. Su vista no serviría de nada si los atacaban desde fuera, gracias a aquella inoportuna tormenta. Pero ¿si unos atacantes vinieran desde el túnel? Las primeras en verse afectadas serían las dos mujeres. Sin perder tiempo, Ryuu corrió hasta la trampilla, arco en mano y flecha lista.
-¡Oigan! ¿Se encuentran bie..- unos chillidos lo interrumpieron. Lejanos al principio, pero sin dudas se acercaban. Ryuu no sabía qué eran las criaturas que lo provocaban, pero ese sonido no se oía precisamente amigable. -¡Creo que deberían subir, algo se acerca!- apresuró el ave a las dos muchachas.
Shinoroa Ryuu
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Solo una de las personas del grupo le hizo caso a la dragona, a Sasha no pareció preocuparle demasiado en todo caso. Lo que sí le causó curiosidad fueron los implementos que sacó de su mochila la muchacha de cabellos blancos, a la dragona jamás se le había ocurrido que los Tanuris podrían ser cazados y utilizados para algo. De todos modos no le importaba, se quedó sentada mirando fijamente lo que la chica hacía.
-Con Señorita, o Señorita Sashenka alcanza - Respondió de inmediato, sin notar si acaso la joven lo decía con sarcasmo, la dragona estaba acostumbrada a que la trataran con diferencia o cierta categoría - ¿Que haces en el norte y en medio de una tormenta, Glass? No pareces de por aquí - No tenías los rasgos característicos de la gente de la región.
La charla se vio interrumpida por una serie de extraños sucesos, en primer lugar pudieron escuchar claramente cómo las puertas de la torre se cerraban, eran grandes y pesadas, por lo que el ruido que hicieron al cerrarse fue audible incluso por arriba de la tormenta. Sasha levantó la mirada en dirección al pasillo y la puerta trampa por la que habían venido, y cuando volvió a bajar la vista para hablar con la muchacha... La estancia había cambiado por completo.
-¿Pero que....?- Su mente no lograba terminar de comprender lo que ocurría, la sala era ahora un sitio distinto, un lugar ruinoso que no parecía haber sido habitado en largo tiempo. Sasha no entendía qué pasaba pero tampoco tenía tiempo de averiguarlo, escucharon unos chillidos viniendo de uno de los pasillos - Trasgos - Eso sí sabía lo que eran.
Rápidamente se puso en pie, agarró su mochila y sacó la lanza con el escudo. Sí esos seres repugnantes atacaran de a uno no serían tanto problema, siendo dos podrían encargarse, el problema era que no solía ser así, y las sospechas de Sasha se vieron confirmadas cuando más de uno de esos monstruos salió del pasillo.
-Retrocedamos, regresemos arriba - Había otros caminos, pero no veía la necesidad de meterse en lo desconocido cuando detrás de ellas tenían un sitio que ya conocían y que además sabían con certeza que había más gente que podría ayudarlas - Adelantate, pondré mi escudo para cubrir nuestra retirara -
En secreto Sasha había estado entrenando, sus padres no podían saberlo porque desaprobaban que dedicara su tiempo libre a ese tipo de actividades. Pero la dragona necesitaba aprender a utilizar armas sí pretendía poder entrar a la Guardia, así que desoyendo todo consejo de sus padres cuando nadie la estaba vigilando se iba a las zonas más apartadas de la residencia y practicaba.
Levantó el escudo y se agachó ligeramente atrás para que los ataques de las armas de los Trasgos no la alcanzaran. Entonces escucharon a uno de los que se habían quedado arriba llamándolas.
-¡Hay Trasgos! - Grito Sasha para advertirles - ¡Preparense! - Con bastante prontitud desandaron el camino hasta salir por la trampilla y en cuanto ambas estuvieron arriba Sasha cerró la puerta de un golpe - No sé cuántos hay, solo pude ver a siete, pero deben haber más - Seguía con la lanza y el escudo arriba, a la espera de que los monstruos salieran.
-Con Señorita, o Señorita Sashenka alcanza - Respondió de inmediato, sin notar si acaso la joven lo decía con sarcasmo, la dragona estaba acostumbrada a que la trataran con diferencia o cierta categoría - ¿Que haces en el norte y en medio de una tormenta, Glass? No pareces de por aquí - No tenías los rasgos característicos de la gente de la región.
La charla se vio interrumpida por una serie de extraños sucesos, en primer lugar pudieron escuchar claramente cómo las puertas de la torre se cerraban, eran grandes y pesadas, por lo que el ruido que hicieron al cerrarse fue audible incluso por arriba de la tormenta. Sasha levantó la mirada en dirección al pasillo y la puerta trampa por la que habían venido, y cuando volvió a bajar la vista para hablar con la muchacha... La estancia había cambiado por completo.
-¿Pero que....?- Su mente no lograba terminar de comprender lo que ocurría, la sala era ahora un sitio distinto, un lugar ruinoso que no parecía haber sido habitado en largo tiempo. Sasha no entendía qué pasaba pero tampoco tenía tiempo de averiguarlo, escucharon unos chillidos viniendo de uno de los pasillos - Trasgos - Eso sí sabía lo que eran.
Rápidamente se puso en pie, agarró su mochila y sacó la lanza con el escudo. Sí esos seres repugnantes atacaran de a uno no serían tanto problema, siendo dos podrían encargarse, el problema era que no solía ser así, y las sospechas de Sasha se vieron confirmadas cuando más de uno de esos monstruos salió del pasillo.
-Retrocedamos, regresemos arriba - Había otros caminos, pero no veía la necesidad de meterse en lo desconocido cuando detrás de ellas tenían un sitio que ya conocían y que además sabían con certeza que había más gente que podría ayudarlas - Adelantate, pondré mi escudo para cubrir nuestra retirara -
En secreto Sasha había estado entrenando, sus padres no podían saberlo porque desaprobaban que dedicara su tiempo libre a ese tipo de actividades. Pero la dragona necesitaba aprender a utilizar armas sí pretendía poder entrar a la Guardia, así que desoyendo todo consejo de sus padres cuando nadie la estaba vigilando se iba a las zonas más apartadas de la residencia y practicaba.
Levantó el escudo y se agachó ligeramente atrás para que los ataques de las armas de los Trasgos no la alcanzaran. Entonces escucharon a uno de los que se habían quedado arriba llamándolas.
-¡Hay Trasgos! - Grito Sasha para advertirles - ¡Preparense! - Con bastante prontitud desandaron el camino hasta salir por la trampilla y en cuanto ambas estuvieron arriba Sasha cerró la puerta de un golpe - No sé cuántos hay, solo pude ver a siete, pero deben haber más - Seguía con la lanza y el escudo arriba, a la espera de que los monstruos salieran.
Sashenka Dozorova
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
-Muy bien, señorita será.,.- En parte le agrado que no entendiera la dama el sarcasmo, aunque gran parte de su expresión era seria. Suspiro, cerró los ojos y pensó un instante su respuesta y pensó en una travesura, había tenido muchísimas ganas de hacer ese quid de su vida a alguien, pero de donde venía, y de donde había salido era algo que no era fácil. Muchos tenían el intelecto de un frijol.- No soy del norte, ni del sur, no conozco mi origen ni mi futuro, y estoy aquí porque perseguía a mi destino. –Sonrió de forma dulce pero cualquier respuesta que pudiera haber buscado, no llego. El sonido de las puertas cerrándose la hizo mirar el techo y casi le dio un shock cuando todo se vio cambiado de golpe, cerró los ojos apretándose las sienes y volvió a mirar el lugar, despacito despacito. Bajo los hombros y ya no había atisbo de sonrisas cuando vio a los tanuris muertos. –Aw, así no me sirven, eran tan lindos bailando.
Musito con verdadero pesar en su alma, la peliblanca alzo la mirada, los gruñidos, su mente los almacenó y asocio sin poder evitarlo a la palabra de la damisela. Con el gancho recupero su mochila y miro atenta, uno, dos tres, cuatro latidos y sin más se puso a una distancia prudente tras Sashenka, había visto su escudo y casi pensaron lo mismo mientras la peliblanca acomodaba su bolsa, envaino uno de los ganchos para desandar el camino y abrir la escotilla al tiempo que oía al ave, de momento no había puesto atención a sus palabras pero seguro las recordaría, del mismo modo que recordaba la cantidad de trasgos sus armas y maquinaba un plan mientras salía y Sashenka cerro tras ella la portezuela.-Son siete, bien armados, demasiado bien. O les dieron esas armas o las robaron de algún otro viajero desaventurado.
Algo le decía que era más bien la primera. Desenvaino el gancho y tras girarlos se puso… Miro el suelo, uno don tres pasos largos dio para alejarse de la portezuela. –Tengo una idea, Señorita o elfo, alguno que haga contrapeso en la puertilla, deja salir apenas uno o dos trasgos, hombre ave espero seas buen arquero, no necesito que los mates dispara y hiérelos, el que no tranque la salida y yo los liquidamos. El templo es más amplio tiene varios pasillos, no pude verlos del todo y seguro por ahí andarán más de esas cosas. Malditos tanuris lindos.
Musito lo último para sí, aun podía ver a esas criaturitas bailar en su cabeza y lamentaba decirlo pero no podría olvidar eso jamás. Espero que alguno o todos los del grupo le hicieran caso. O si no, bueno miro con los ojos entrecerrados alrededor. Si no, ella buscaría una salida y se iría de ahí, con o sin tormenta ella no sería comida de trasgos.
Uso de habilidad 0 Memoria perfecta para determinar cantidad de enemigos y armas de Nousis y Ryuu para hacer la estrategia de contraataque.
Musito con verdadero pesar en su alma, la peliblanca alzo la mirada, los gruñidos, su mente los almacenó y asocio sin poder evitarlo a la palabra de la damisela. Con el gancho recupero su mochila y miro atenta, uno, dos tres, cuatro latidos y sin más se puso a una distancia prudente tras Sashenka, había visto su escudo y casi pensaron lo mismo mientras la peliblanca acomodaba su bolsa, envaino uno de los ganchos para desandar el camino y abrir la escotilla al tiempo que oía al ave, de momento no había puesto atención a sus palabras pero seguro las recordaría, del mismo modo que recordaba la cantidad de trasgos sus armas y maquinaba un plan mientras salía y Sashenka cerro tras ella la portezuela.-Son siete, bien armados, demasiado bien. O les dieron esas armas o las robaron de algún otro viajero desaventurado.
Algo le decía que era más bien la primera. Desenvaino el gancho y tras girarlos se puso… Miro el suelo, uno don tres pasos largos dio para alejarse de la portezuela. –Tengo una idea, Señorita o elfo, alguno que haga contrapeso en la puertilla, deja salir apenas uno o dos trasgos, hombre ave espero seas buen arquero, no necesito que los mates dispara y hiérelos, el que no tranque la salida y yo los liquidamos. El templo es más amplio tiene varios pasillos, no pude verlos del todo y seguro por ahí andarán más de esas cosas. Malditos tanuris lindos.
Musito lo último para sí, aun podía ver a esas criaturitas bailar en su cabeza y lamentaba decirlo pero no podría olvidar eso jamás. Espero que alguno o todos los del grupo le hicieran caso. O si no, bueno miro con los ojos entrecerrados alrededor. Si no, ella buscaría una salida y se iría de ahí, con o sin tormenta ella no sería comida de trasgos.
Uso de habilidad 0 Memoria perfecta para determinar cantidad de enemigos y armas de Nousis y Ryuu para hacer la estrategia de contraataque.
Christelle Glassneth
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Habían pasado dos semanas desde que dejaron atrás el lago y todo lo que allí ocurrió... Cualquiera diría que un paraje natural tan maravilloso puede resultar a la vez tan siniestro. Ella y Iori caminaban hacia lo que para ellas eran los desconocidos reinos del norte, aunque sin saber exactamente a dónde dirigirse, intentando adaptarse a los cambios de temperatura que se hacían más bruscos a la baja a medida que avanzaban. Aun le costaba creer lo que estaba haciendo, estaba convencida de que ningún clan de su raza habría decidido trasladar su asentamiento tan lejos de Sandorai, y de hacerlo seguramente habrían optado por un clima más cálido y parecido al de su tierra madre, y aunque hasta el momento se había engañado a sí misma y autoconvencido de que ambas tenían motivos personales por los que realizar aquel viaje, la realidad era que sólo la humana lo necesitaba... Aunque se sentía responsable de haber llegado hasta allí, al fin y al cabo, ella había sido la que habló de Helga y animó a la chica a ir en su busca, pero jamás habría imaginado que después de esa excursión al lago, su siguiente parada fuera a ser en tierra de dragones.
Después de varios días entre los bosques occidentales, pasando las noches despiertas y alerta ante las numerosas posibilidades de que los vampiros decidieran salir a jugar con ellas, dieron con el límite entre la frondosidad y la nada una mañana, cuando el sol aún no sobrepasaba el horizonte. Extensas llanuras se presentaron ante sus ojos y ante la falta de refugio cercano o un lugar menos expuesto para descansar, decidieron continuar su camino. A medida que avanzaban, los colores verdes y marrones iban dando paso a un manto blanco, y el cielo que hasta el momento había sido claro y despejado empezó a cubrirse con un conjunto de nubes densas y grises que no aguardaban nada bueno. Aylizz notaba cómo con cada respiración el frío se sumaba al cansancio que acumulaba, al introducirse por su nariz y pinchar desde dentro cada músculo de su cuerpo hasta llegar a los huesos, debilitando poco a poco su energía, ralentizando sus movimientos. Su cabeza ya dolía de una manera insoportable, impidiéndole pensar con claridad, miraba a su alrededor y sólo veía estepa, y la ansiedad empezaba a abrirse paso en su interior.
El cielo se nubló del todo, terminando por tapar los escasos rayos que aun se dejaban ver, y el paisaje se ensombreció. Pero como un oasis en mitad del desierto, las siluetas de pequeñas construcciones se alzaron a lo lejos, al tiempo que el viento empezaba a hacerse notar, suave pero cortante, advirtiendo que la tormenta que las rondaba desde hacía horas no tardaría mucho más tiempo en dar comienzo. Apresuraron el paso tanto como sus piernas se lo permitieron y consiguieron llegar a aquel poblado cuando empezaban a caer los primeros copos. El lugar parecía tranquilo, aunque no tardaron en percibir el nerviosismo de los aldeanos, que rápidamente se dispusieron a recoger las ropas que hasta hacía unas horas se secaban al sol o a meter el ganado en los corrales para protegerlos de lo que se venía. Una mujer algo entrada en años y campechana, que pastoreaba un rebaño de ovejas, advirtió la presencia de las foráneas -¿Qué hacéis aquí? ¡Va a empezar la tormenta! ¿No veis el cielo?- se dirigió a ellas con gesto sorprendido y las examinó de arriba a abajo. -Venid, será mejor que os refugiéis en mi casa. Sois todo hueso y moriríais de un resfriado.- Iori miró a la elfa con gesto tierno, como pidiéndole aceptar aquella invitación con la mirada. Aylizz no estaba en condiciones para analizar la situación, pero tenía claro que no disponían ya de tiempo para buscar otro refugio, así que se encogió de hombros y en silencio siguieron a la pueblerina hasta su morada.
Después de varios días entre los bosques occidentales, pasando las noches despiertas y alerta ante las numerosas posibilidades de que los vampiros decidieran salir a jugar con ellas, dieron con el límite entre la frondosidad y la nada una mañana, cuando el sol aún no sobrepasaba el horizonte. Extensas llanuras se presentaron ante sus ojos y ante la falta de refugio cercano o un lugar menos expuesto para descansar, decidieron continuar su camino. A medida que avanzaban, los colores verdes y marrones iban dando paso a un manto blanco, y el cielo que hasta el momento había sido claro y despejado empezó a cubrirse con un conjunto de nubes densas y grises que no aguardaban nada bueno. Aylizz notaba cómo con cada respiración el frío se sumaba al cansancio que acumulaba, al introducirse por su nariz y pinchar desde dentro cada músculo de su cuerpo hasta llegar a los huesos, debilitando poco a poco su energía, ralentizando sus movimientos. Su cabeza ya dolía de una manera insoportable, impidiéndole pensar con claridad, miraba a su alrededor y sólo veía estepa, y la ansiedad empezaba a abrirse paso en su interior.
El cielo se nubló del todo, terminando por tapar los escasos rayos que aun se dejaban ver, y el paisaje se ensombreció. Pero como un oasis en mitad del desierto, las siluetas de pequeñas construcciones se alzaron a lo lejos, al tiempo que el viento empezaba a hacerse notar, suave pero cortante, advirtiendo que la tormenta que las rondaba desde hacía horas no tardaría mucho más tiempo en dar comienzo. Apresuraron el paso tanto como sus piernas se lo permitieron y consiguieron llegar a aquel poblado cuando empezaban a caer los primeros copos. El lugar parecía tranquilo, aunque no tardaron en percibir el nerviosismo de los aldeanos, que rápidamente se dispusieron a recoger las ropas que hasta hacía unas horas se secaban al sol o a meter el ganado en los corrales para protegerlos de lo que se venía. Una mujer algo entrada en años y campechana, que pastoreaba un rebaño de ovejas, advirtió la presencia de las foráneas -¿Qué hacéis aquí? ¡Va a empezar la tormenta! ¿No veis el cielo?- se dirigió a ellas con gesto sorprendido y las examinó de arriba a abajo. -Venid, será mejor que os refugiéis en mi casa. Sois todo hueso y moriríais de un resfriado.- Iori miró a la elfa con gesto tierno, como pidiéndole aceptar aquella invitación con la mirada. Aylizz no estaba en condiciones para analizar la situación, pero tenía claro que no disponían ya de tiempo para buscar otro refugio, así que se encogió de hombros y en silencio siguieron a la pueblerina hasta su morada.
Aylizz Wendell
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Cuando entró en la cálida estancia, pensaba que controlaba la felicidad con la que se entregó a aquella invitación. Falla por completo, evidentemente. Entre otras cosas por la radiante sonrisa y la premura con la que subió a la casa de aquella mujer. El Norte era una bestia para ella. Paisajes hostiles, terrenos desolados y un clima que desde el minuto uno había generado en ella desconfianza. No era solo la bajada de temperatura, o que fuese más difícil ver un rayo de luz que a otra persona en el camino. El viento. En aquellas latitudes el aire se hacía notar de forma inquietante para ella. Y en aquel momento del día, la promesa de un buen vendaval comenzaba a hacer flaquear la decisión de la humana de continuar con aquello.
La amabilidad que se veía en aquel pueblo era algo que para Iori resultaba natural. La misma que se vivía en su propia aldea, acoger al viajero proporcionándole todo lo que podías como seña de hospitalidad. Aceptó de buena gana la comida, el calor del hogar y sobre todo, el refugio de aquella casa de piedra en compañía de Aylizz. La serena conversación con aquella mujer, y el alivio de poder mantenerse a salvo del peligro indescriptible que suponía el viento, mantuvo a Iori alejada de unos pensamientos que la azuzaban por las noches.
-¿Qué os ha traído aquí? - preguntó la señora. - Hace tiempo que no pasaban viajeros. Las rutas comerciales no atraviesan Torre Perdida - Aylizz tomó la palabra. -¿Torre perdida? Curioso nombre para un poblado. Aunque acertado supongo, ya que por aquí no parece haber nada más... Venimos al norte siguiendo las palabras de una bruja. Literalmente "al norte", porque no dio muchas señas, la maldita... - Iori miró a Aylizz con un gesto de duda, que ambas entendieron, y se acercó a la señora para ponerse al lado del fuego. - No estamos familiarizadas con este clima, la gente de la aldea parecía muy apurada por resguardarse ante el avance de la tormenta - comentó.
- Ay pequeñas... - rió la mujer, mientras se calentaba la comida - ¡Podríais haber muerto ahí fuera! Las tormentas son fuertes, y dejan muertos a lo largo de leguas de gente desprevenida. El hijo de los Mautsen murió de caza al no regresar a tiempo - caviló - El año pasado. El nombre...- responde a Ayl... - Sí, cerca de aquí hay una torre que lleva desde siempre en la región. La abandonaron hace muchas generaciones, aunque ahora se dice que hay una orden de sacerdotes. Mejor ellos que los trasgos supongo - se rió con suavidad. Iori mantuvo su posición al lado de la mujer, con actitud muy relajada notando las similitudes de aquel ambiente a las de su propia aldea. - ¿Trasgos...?- murmuró mirando a la señora. - Son tierras peligrosas en las que se ubica esa torre?-
-Todo es peligroso hoy en día niña- respondió con una sonrisa triste - Los trasgos se han vuelto más audaces desde hace un año, pero nunca nos han atacado. Rezo porque siga así. Aunque si os trae algo como una bruja, se dice que hay magia en los túneles perdidos , a unas horas, entre el pueblo y la torre- se encogió de hombros. - Supersticiones. Hace muchísimo que nadie va allí -
-¿Un año?- recordó de repente su aldea. Habían sido varias las veces que elfos de su clan habían vuelto con algún ejemplar de esas criaturas a modo de trofeo al verse atacados en los bosques mientras patrullaban o entrenaban. Se preguntó entonces si esa creciente actividad se había dado sólo en aquel lugar o era extensible al resto del continente. Despejó sus pensamientos cuando escuchó las siguientes palabras que pronunció la mujer -¿Túneles? ¿Y qué unen exactamente? Quiero decir... ¿Para qué se usan? La señora se giró para mirar a la elfa con una sonrisa. - Oh, nadie lo sabe en la región. Algunos dicen que eran ruinas antiguas, pero no se ven muros o cosas así. La gente ya no va por allí.-
Iori miró a Aylizz con precaución en silencio, enarcando ligeramente una ceja en gesto de duda. - ¿A unas horas en qué dirección? - El calor del fuego templaba su piel mientras seguía parcialmente atenta a la tormenta que se podía desatar fuera. La tranquilidad de la señora la calmaba a ella también pero no podía evitar sentirse un poco ansiosa por cómo serían las siguientes horas. -Al norte. Y ahora comed. Dormiréis calientes, y mañana podréis proseguir hacia donde deseéis -
Parecía que aquella Torre podía ser una pista. A falta de otra referencia ante las vagas palabras de la bruja Helga. Cuando amaneciera, la humana esperaba que el tiempo se hubiera calmado como para permitirles avanzar las horas que distaban de aquellos túneles que les había indicado. Aún con el estómago lleno y un catre para dormir, Iori no era capaz de conciliar el sueño. Notó como Aylizz terminaba cayendo en brazos de Morfeo, pero en la oscuridad de la habitación y en medio de la noche, la humana ya no tenía por donde escapar a sus pensamientos. Los mismos que la perseguían desde que habían dejado el lago atrás.
El Norte era algo inabarcable cuando se trataba de la única pista que tenían al respecto. La respiración de la chica se hizo pesada mientras escudriñaba en la penumbra el perfil de la figura de Aylizz tumbada. Volver a encontrarla en aquella posada había sido una suerte. Estaba segura de que de no ser por ella, jamás se habría cruzado con Helga. Y sin embargo, continuar aquella aventura juntas, bajo aquellas condiciones, era algo que comenzaba a pesar en su conciencia. Porque cuanto más hacia delante avanzaban menos certezas había. Y la humana sentía que con cada paso que daba, ponía en riesgo la vida de la elfa.
Sentada en el alféizar de piedra, notó como el aire que soplaba con fuerza fuera golpeaba de forma brusca en las pequeñas ventanas de madera. Se apartó de un salto, con el corazón en la garganta. Se alejó de allí caminando de espaldas hasta toparse con la pared opuesta. Odiaba el viento...no sabía por qué. Era un miedo que la recorría por dentro y la bloqueaba. Podía ver con claridad si cerraba los ojos la escena de su cuerpo arrastrado como una hoja, elevándose a metros por encima del suelo. Cerró los ojos y se cubrió las orejas con las manos. El viento seguía azuzando fuera, barriendo las calles del pueblo. Y en su mente, los pensamientos de preocupación por Aylizz continuaban machacándola. Debía de tomar una decisión.
Y en ello estaba, en tomar una decisión. Pensaba en ello mientras colocaba el cabello detrás de la oreja y observaba el cuerpo de la elfa avanzando delante de ella. De ser otras circunstancias, Iori hubiera jugado con la nieve. Hubiera disfrutado de su tacto y se abría sorprendido por su temperatura. Pero la despreocupada chiquilla que era hacía ya muchas leguas de camino que había quedado en algún punto atrás. Aylizz caminaba con una cadencia que le recordaba a un gato, y nada parecía hacerla flaquear. A los ojos de la humana la elfa era el ser más intrépido y capaz que había conocido. Bueno... y cierto elfo tampoco se quedaba atrás, pero en las últimas semanas se había acostumbrado a bloquear rápidamente su recuerdo cuando asomaba en su cabeza.
- Aylizz, creo que tenemos que hablar - El tono de voz serio pudo haberle dado una pista a la elfa, que se detuvo observándola con una ligera duda en su perfecto rostro. La humana avanzó los metros que la separaban hasta ponerse a su altura. - Estoy muy preocupada por el camino que queda por delante. No sabemos nada con seguridad y este territorio es un lugar desconocido. Quiero decir, pueden ser muchos los peligros y yo ya estoy en deuda contigo...- Desde luego la argumentación no era lo suyo. Ni siquiera era capaz de ordenar sus pensamientos antes de hablar. - Ya sé que hemos llegado demasiado lejos pero tengo miedo de que algo malo pueda sucederte por acompañarme. Por mi culpa - Apartó los ojos de ella, era más sencillo hablar evitando su mirada.
Observó entorno a donde ambas se habían detenido conteniendo su angustia, hasta que los ojos azules se abrieron de par en par. En un pequeño abrigo rocoso que se alzaba entre la nieve blanca, destacaba una oquedad que daba paso a un camino oscuro más allá de lo que alcanzaba la vista. - ¿Podría ser...? - alzó la mano y señaló lo que parecía un camino que se introducía en las profundidades de la roca. - No, ¡No! - meneó la cabeza y tomó a la elfa con brusquedad de las manos. La mirada azul se clavó en la de ella con fervor. - Aylizz... ¿Tú estás segura de esto? - preguntó mientras deseaba dentro de ella, que la elfa la dejase allí mismo sola en la nieve y encaminara sus pasos a un lugar a salvo.
La amabilidad que se veía en aquel pueblo era algo que para Iori resultaba natural. La misma que se vivía en su propia aldea, acoger al viajero proporcionándole todo lo que podías como seña de hospitalidad. Aceptó de buena gana la comida, el calor del hogar y sobre todo, el refugio de aquella casa de piedra en compañía de Aylizz. La serena conversación con aquella mujer, y el alivio de poder mantenerse a salvo del peligro indescriptible que suponía el viento, mantuvo a Iori alejada de unos pensamientos que la azuzaban por las noches.
-¿Qué os ha traído aquí? - preguntó la señora. - Hace tiempo que no pasaban viajeros. Las rutas comerciales no atraviesan Torre Perdida - Aylizz tomó la palabra. -¿Torre perdida? Curioso nombre para un poblado. Aunque acertado supongo, ya que por aquí no parece haber nada más... Venimos al norte siguiendo las palabras de una bruja. Literalmente "al norte", porque no dio muchas señas, la maldita... - Iori miró a Aylizz con un gesto de duda, que ambas entendieron, y se acercó a la señora para ponerse al lado del fuego. - No estamos familiarizadas con este clima, la gente de la aldea parecía muy apurada por resguardarse ante el avance de la tormenta - comentó.
- Ay pequeñas... - rió la mujer, mientras se calentaba la comida - ¡Podríais haber muerto ahí fuera! Las tormentas son fuertes, y dejan muertos a lo largo de leguas de gente desprevenida. El hijo de los Mautsen murió de caza al no regresar a tiempo - caviló - El año pasado. El nombre...- responde a Ayl... - Sí, cerca de aquí hay una torre que lleva desde siempre en la región. La abandonaron hace muchas generaciones, aunque ahora se dice que hay una orden de sacerdotes. Mejor ellos que los trasgos supongo - se rió con suavidad. Iori mantuvo su posición al lado de la mujer, con actitud muy relajada notando las similitudes de aquel ambiente a las de su propia aldea. - ¿Trasgos...?- murmuró mirando a la señora. - Son tierras peligrosas en las que se ubica esa torre?-
-Todo es peligroso hoy en día niña- respondió con una sonrisa triste - Los trasgos se han vuelto más audaces desde hace un año, pero nunca nos han atacado. Rezo porque siga así. Aunque si os trae algo como una bruja, se dice que hay magia en los túneles perdidos , a unas horas, entre el pueblo y la torre- se encogió de hombros. - Supersticiones. Hace muchísimo que nadie va allí -
-¿Un año?- recordó de repente su aldea. Habían sido varias las veces que elfos de su clan habían vuelto con algún ejemplar de esas criaturas a modo de trofeo al verse atacados en los bosques mientras patrullaban o entrenaban. Se preguntó entonces si esa creciente actividad se había dado sólo en aquel lugar o era extensible al resto del continente. Despejó sus pensamientos cuando escuchó las siguientes palabras que pronunció la mujer -¿Túneles? ¿Y qué unen exactamente? Quiero decir... ¿Para qué se usan? La señora se giró para mirar a la elfa con una sonrisa. - Oh, nadie lo sabe en la región. Algunos dicen que eran ruinas antiguas, pero no se ven muros o cosas así. La gente ya no va por allí.-
Iori miró a Aylizz con precaución en silencio, enarcando ligeramente una ceja en gesto de duda. - ¿A unas horas en qué dirección? - El calor del fuego templaba su piel mientras seguía parcialmente atenta a la tormenta que se podía desatar fuera. La tranquilidad de la señora la calmaba a ella también pero no podía evitar sentirse un poco ansiosa por cómo serían las siguientes horas. -Al norte. Y ahora comed. Dormiréis calientes, y mañana podréis proseguir hacia donde deseéis -
Parecía que aquella Torre podía ser una pista. A falta de otra referencia ante las vagas palabras de la bruja Helga. Cuando amaneciera, la humana esperaba que el tiempo se hubiera calmado como para permitirles avanzar las horas que distaban de aquellos túneles que les había indicado. Aún con el estómago lleno y un catre para dormir, Iori no era capaz de conciliar el sueño. Notó como Aylizz terminaba cayendo en brazos de Morfeo, pero en la oscuridad de la habitación y en medio de la noche, la humana ya no tenía por donde escapar a sus pensamientos. Los mismos que la perseguían desde que habían dejado el lago atrás.
El Norte era algo inabarcable cuando se trataba de la única pista que tenían al respecto. La respiración de la chica se hizo pesada mientras escudriñaba en la penumbra el perfil de la figura de Aylizz tumbada. Volver a encontrarla en aquella posada había sido una suerte. Estaba segura de que de no ser por ella, jamás se habría cruzado con Helga. Y sin embargo, continuar aquella aventura juntas, bajo aquellas condiciones, era algo que comenzaba a pesar en su conciencia. Porque cuanto más hacia delante avanzaban menos certezas había. Y la humana sentía que con cada paso que daba, ponía en riesgo la vida de la elfa.
Sentada en el alféizar de piedra, notó como el aire que soplaba con fuerza fuera golpeaba de forma brusca en las pequeñas ventanas de madera. Se apartó de un salto, con el corazón en la garganta. Se alejó de allí caminando de espaldas hasta toparse con la pared opuesta. Odiaba el viento...no sabía por qué. Era un miedo que la recorría por dentro y la bloqueaba. Podía ver con claridad si cerraba los ojos la escena de su cuerpo arrastrado como una hoja, elevándose a metros por encima del suelo. Cerró los ojos y se cubrió las orejas con las manos. El viento seguía azuzando fuera, barriendo las calles del pueblo. Y en su mente, los pensamientos de preocupación por Aylizz continuaban machacándola. Debía de tomar una decisión.
Y en ello estaba, en tomar una decisión. Pensaba en ello mientras colocaba el cabello detrás de la oreja y observaba el cuerpo de la elfa avanzando delante de ella. De ser otras circunstancias, Iori hubiera jugado con la nieve. Hubiera disfrutado de su tacto y se abría sorprendido por su temperatura. Pero la despreocupada chiquilla que era hacía ya muchas leguas de camino que había quedado en algún punto atrás. Aylizz caminaba con una cadencia que le recordaba a un gato, y nada parecía hacerla flaquear. A los ojos de la humana la elfa era el ser más intrépido y capaz que había conocido. Bueno... y cierto elfo tampoco se quedaba atrás, pero en las últimas semanas se había acostumbrado a bloquear rápidamente su recuerdo cuando asomaba en su cabeza.
- Aylizz, creo que tenemos que hablar - El tono de voz serio pudo haberle dado una pista a la elfa, que se detuvo observándola con una ligera duda en su perfecto rostro. La humana avanzó los metros que la separaban hasta ponerse a su altura. - Estoy muy preocupada por el camino que queda por delante. No sabemos nada con seguridad y este territorio es un lugar desconocido. Quiero decir, pueden ser muchos los peligros y yo ya estoy en deuda contigo...- Desde luego la argumentación no era lo suyo. Ni siquiera era capaz de ordenar sus pensamientos antes de hablar. - Ya sé que hemos llegado demasiado lejos pero tengo miedo de que algo malo pueda sucederte por acompañarme. Por mi culpa - Apartó los ojos de ella, era más sencillo hablar evitando su mirada.
Observó entorno a donde ambas se habían detenido conteniendo su angustia, hasta que los ojos azules se abrieron de par en par. En un pequeño abrigo rocoso que se alzaba entre la nieve blanca, destacaba una oquedad que daba paso a un camino oscuro más allá de lo que alcanzaba la vista. - ¿Podría ser...? - alzó la mano y señaló lo que parecía un camino que se introducía en las profundidades de la roca. - No, ¡No! - meneó la cabeza y tomó a la elfa con brusquedad de las manos. La mirada azul se clavó en la de ella con fervor. - Aylizz... ¿Tú estás segura de esto? - preguntó mientras deseaba dentro de ella, que la elfa la dejase allí mismo sola en la nieve y encaminara sus pasos a un lugar a salvo.
Iori Li
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