Cartas firmadas con sangre [Privado] [Cerrado]
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Cartas firmadas con sangre [Privado] [Cerrado]
La parada en Baslodia era necesaria. Les retrasaría, pero realmente no tenían ninguna necesidad urgente de llegar lo más pronto posible. Ni siquiera tenían una fecha límite a cumplir, pero a Alward le gustaba ser puntual, y sobretodo encarar los problemas con las posibles soluciones cuanto antes. Podía salir mejor o peor parado, pero al menos cumplía con creces.
Entraron en la primera posada que vieron y pidieron el menú del día. Katrina no era de comer mucho, así que su porción comparada con la del Sevna era minúscula. Este último sí que era de comer bastante, poniendo siempre como excusa que "Todo lo que como ahora, me sirve para gastarlo luego", y era cierto. Si no fuese así, el castaño desfallecería a mitad de casi todos los días, ya que casi siempre tenía una actividad frenética de aquí para allá. Esto se acentuó aún más cuando entró en la Guardia.
Mientras que el humano parecía casi devorar su plato, la vampiresa daba pequeños bocados y tiraba de cierta clase de etiqueta aprendida con el paso de los años tras su disciplina y modales adquiridos, cosas de las que Alward parecía carecer.
Entre bocado y bocado, la peliblanca se mantenía mirando fijamente al caballero. De esto, el Sevna se dio cuenta y en una de las veces que ingería comida, levanto la mirada hacia su acompañante.
-¿Qué?-Dijo con toda la boca llena de... ¿Pollo? ¿Patatas? ¿Pan? ¿Quizás una mezcla de todo?
-Pareces un cerdo comiendo
-¡Ef que no hemof defayunado!-Dijo casi inteligible
-...-Miró al Sevna asqueada y le instó a que siguiese con lo suyo. Acabó preferiendo mirar a otro lugar. Se fijó en una de las ventanas que daban a la calle, la iluminación escaseaba debido a que el cielo se encontraba encapotado-...tengo suerte que sea la época de lluvias...
El humano volvió a levantar la mirada y tragó fuerte. Miró extrañado a la peliblanca.
-¿Eso era un pensamiento en voz alta?
La vampiresa devolvió la mirada al castaño un poco sorprendida. Había cometido ese error sin darse cuenta. No dijo nada, tan solo se le quedó mirando con un tono neutro. Alward, por su parte, sonrió de forma pícara.
-Ten cuidado, o podrías acabar contándome tus pensamientos más libidinosos...-Le señaló con un hueso de pollo, divertido. Le gustaba picar a la gente, no podía negarlo.
La respuesta de la peliblanca fue desconectarse de la mirada del Sevna y volver su atención de nuevo hacia la ventana, ignorándolo por completo.
-...pero sí, menos mal que estamos en la época de lluvias...-Aunque, a pesar de ello, esperaba que tuviese la suerte de que no le lloviese en todo el trayecto que le quedaba.
Entraron en la primera posada que vieron y pidieron el menú del día. Katrina no era de comer mucho, así que su porción comparada con la del Sevna era minúscula. Este último sí que era de comer bastante, poniendo siempre como excusa que "Todo lo que como ahora, me sirve para gastarlo luego", y era cierto. Si no fuese así, el castaño desfallecería a mitad de casi todos los días, ya que casi siempre tenía una actividad frenética de aquí para allá. Esto se acentuó aún más cuando entró en la Guardia.
Mientras que el humano parecía casi devorar su plato, la vampiresa daba pequeños bocados y tiraba de cierta clase de etiqueta aprendida con el paso de los años tras su disciplina y modales adquiridos, cosas de las que Alward parecía carecer.
Entre bocado y bocado, la peliblanca se mantenía mirando fijamente al caballero. De esto, el Sevna se dio cuenta y en una de las veces que ingería comida, levanto la mirada hacia su acompañante.
-¿Qué?-Dijo con toda la boca llena de... ¿Pollo? ¿Patatas? ¿Pan? ¿Quizás una mezcla de todo?
-Pareces un cerdo comiendo
-¡Ef que no hemof defayunado!-Dijo casi inteligible
-...-Miró al Sevna asqueada y le instó a que siguiese con lo suyo. Acabó preferiendo mirar a otro lugar. Se fijó en una de las ventanas que daban a la calle, la iluminación escaseaba debido a que el cielo se encontraba encapotado-...tengo suerte que sea la época de lluvias...
El humano volvió a levantar la mirada y tragó fuerte. Miró extrañado a la peliblanca.
-¿Eso era un pensamiento en voz alta?
La vampiresa devolvió la mirada al castaño un poco sorprendida. Había cometido ese error sin darse cuenta. No dijo nada, tan solo se le quedó mirando con un tono neutro. Alward, por su parte, sonrió de forma pícara.
-Ten cuidado, o podrías acabar contándome tus pensamientos más libidinosos...-Le señaló con un hueso de pollo, divertido. Le gustaba picar a la gente, no podía negarlo.
La respuesta de la peliblanca fue desconectarse de la mirada del Sevna y volver su atención de nuevo hacia la ventana, ignorándolo por completo.
-...pero sí, menos mal que estamos en la época de lluvias...-Aunque, a pesar de ello, esperaba que tuviese la suerte de que no le lloviese en todo el trayecto que le quedaba.
Última edición por Alward Sevna el Dom Mar 29 2020, 12:15, editado 1 vez
Alward Sevna
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Re: Cartas firmadas con sangre [Privado] [Cerrado]
Olisqueé el aire. Se acercaba una tormenta.
Aquello era bueno. El agua de lluvia era mejor que la filtrada para lo que quería hacer. Si tenía suerte, y parecía tenerla a juzgar por los oscuros nubarrones en el horizonte, sería una tormenta eléctrica. Aquello era imposible de conseguir en el Dundarak, ya que toda la lluvia pasaba a ser nieve.
Busqué un lugar apropiado para poner la jarra. No necesitaba demasiado, tan solo era una mediana. Un litro sería suficiente. Acabé decantándome por el tejado de una de las posadas, asegurándome de que nada iba a caerse o tapar la apertura, antes de grabar una runa simple de sujeción en la parte inferior de la jarra para que no se volcase con el viento.
Era curioso. Pese a ser agua, la lluvia de tormentas era más útil para encantamientos de aire. No estaba seguro del por qué. A simple vista, era básicamente igual que la lluvia normal. Tenía algunas teorías, por supuesto, pero no explicaban el por qué eran mejor para aire que para electricidad, como sería lo lógico. Fuera como fuese, de momento había acabado. Solo tenía que acordarme de recoger la jarra más adelante, cuando estuviese llena.
Me desprendí del tejado, dejándome caer junto a una ventana. Los escasos transeúntes que estaban cerca dieron un brinco ante la aparición súbita, pero no les presté mucha atención. El edificio en sí me interesaba más. Una posada, sin duda alguna. Había una chica delgada al otro lado de la ventana, y... delante suya, un rostro conocido.
Sonreí. Que pequeño debía ser el mundo para encontrarlo de nuevo.
-Vaya, verdulero. Cuanta clase.- dije, mirándolo con sorna. -Y vienes a comer con...- Entorné la mirada a su acompañante, identificando su éter con ojos momentaneamente azules. -Una señora de la voz. Oh, dime que eres su siervo.- añadí, ensanchando mi sonrisa lopuna. Y había algo más.
No estaba seguro de si había algo en el humano que me resultase especialmente divertido, pero cada vez que lo veía, sentía aquellas mismas ganas de provocarlo. Quizás fuese aquel "idealismo heroico" que parecía tener. En cualquier caso, era difícil parar en ese momento. Después de todo, no tenía mucho más que hacer. Di la vuelta al edificio para entrar por la puerta principal y, tras pedir algo que almorzar, fui directo a sentarme en la mesa más cercana.
-A decir verdad, siempre has tenido una mirada como ausente...- afirmé. Chasqueé los dedos un par de veces, para ver si reaccionaba al sonido. -Ah, ¿sabes que he notado? ¿Esas runas de tu espada y armadura? La de fuego, quiero decir... también las hice yo.- añadí. Aunque también había hecho la eléctrica, hacia más tiempo de aquella. -¿Te ha gustado mi nueva tienda?-
Aquello era bueno. El agua de lluvia era mejor que la filtrada para lo que quería hacer. Si tenía suerte, y parecía tenerla a juzgar por los oscuros nubarrones en el horizonte, sería una tormenta eléctrica. Aquello era imposible de conseguir en el Dundarak, ya que toda la lluvia pasaba a ser nieve.
Busqué un lugar apropiado para poner la jarra. No necesitaba demasiado, tan solo era una mediana. Un litro sería suficiente. Acabé decantándome por el tejado de una de las posadas, asegurándome de que nada iba a caerse o tapar la apertura, antes de grabar una runa simple de sujeción en la parte inferior de la jarra para que no se volcase con el viento.
Era curioso. Pese a ser agua, la lluvia de tormentas era más útil para encantamientos de aire. No estaba seguro del por qué. A simple vista, era básicamente igual que la lluvia normal. Tenía algunas teorías, por supuesto, pero no explicaban el por qué eran mejor para aire que para electricidad, como sería lo lógico. Fuera como fuese, de momento había acabado. Solo tenía que acordarme de recoger la jarra más adelante, cuando estuviese llena.
Me desprendí del tejado, dejándome caer junto a una ventana. Los escasos transeúntes que estaban cerca dieron un brinco ante la aparición súbita, pero no les presté mucha atención. El edificio en sí me interesaba más. Una posada, sin duda alguna. Había una chica delgada al otro lado de la ventana, y... delante suya, un rostro conocido.
Sonreí. Que pequeño debía ser el mundo para encontrarlo de nuevo.
-Vaya, verdulero. Cuanta clase.- dije, mirándolo con sorna. -Y vienes a comer con...- Entorné la mirada a su acompañante, identificando su éter con ojos momentaneamente azules. -Una señora de la voz. Oh, dime que eres su siervo.- añadí, ensanchando mi sonrisa lopuna. Y había algo más.
No estaba seguro de si había algo en el humano que me resultase especialmente divertido, pero cada vez que lo veía, sentía aquellas mismas ganas de provocarlo. Quizás fuese aquel "idealismo heroico" que parecía tener. En cualquier caso, era difícil parar en ese momento. Después de todo, no tenía mucho más que hacer. Di la vuelta al edificio para entrar por la puerta principal y, tras pedir algo que almorzar, fui directo a sentarme en la mesa más cercana.
-A decir verdad, siempre has tenido una mirada como ausente...- afirmé. Chasqueé los dedos un par de veces, para ver si reaccionaba al sonido. -Ah, ¿sabes que he notado? ¿Esas runas de tu espada y armadura? La de fuego, quiero decir... también las hice yo.- añadí. Aunque también había hecho la eléctrica, hacia más tiempo de aquella. -¿Te ha gustado mi nueva tienda?-
Asher Daregan
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Re: Cartas firmadas con sangre [Privado] [Cerrado]
La aparición de Asher en la ventana fue lo último que Alward esperaba presenciar en ese momento. Lo miró de forma seria y neutral, mientras que Katrina ni siquiera se molestó en mirarlo. No al menos hasta que delató sus habilidades. Entonces, la señora de la voz miró al hombre-bestia con cierto recelo, sin responderle la pregunta y entrecerrando los ojos.
-Primero me obvias en el Día de la Alianza y ahora te acercas a molestar-Dijo mientras sostenía un hueso de pollo con una mano-¿De qué vas, Asher?-Preguntó, algo molesto pero sin siquiera importarle la respuesta-Déjame en paz, me duele la cabeza-Dijo, con desaire
El hombre perro se fue, con ello el castaño suspiró aliviado, no tenía gana de que lo molestaran. Era cierto que sentía cierto dolor de cabeza debido al viaje y lo único que quería era descansar y tener paz hasta el día siguiente que se marcharan de allí.
Pero, eso es lo que pasaría en un mundo utópico, donde los problemas no existen y todo es paz y armonía. El mundo real distaba mucho de ser así, y la primera prueba de ello era la insistencia del hombre perro en molestar a Alward. Su regreso lo sintió como si alguien le hubiese propinado un martillazo en las costillas y en la cabeza; o incluso peor. Katrina volvió a mirar al hombre bestia con aquella mirada cautelosa que parecía esconder intenciones viperinas.
El Sevna se quedó un poco descolocado cuando Asher mencionó las runas de sus pertenencias. Hizo memoria, pero no se acordó de haberlo visto.
-Me las hizo un lagarto-contestó, seco-Tú tan solo hiciste las de la Espada de la Guardia, hace más de un año-señaló
De pronto, alguien abrió abruptamente las puertas de aquella posada. Era un hombre de edad bastante avanzada, casi se podría decir "anciano". Su aspecto era bastante deplorable y harapiento. Con decisión, se acercó a la barra, pero en mitad del trayecto desvió su mirada por azar hacia Alward y Asher, seguramente sería porque este último era bastante destacable entre todos los allí presentes. Pero no se quedó mirando al hombre perro, sino que fijó su atención en el humano. Repentinamente, cambió su trayectoria y se dirigió hacia ellos.
Al llegar, apoyó con fuerza las manos en la mesa de Alward y sus ojos se clavaron fijos en los de este. Katrina, algo sorprendida pegó un pequeño respingo y se sintió incómoda.
-¡Mercenario!-Exclamó, echando parte de sus babas como poderosos proyectiles hacia la comida de Alward, esto generó en el caballero cierto asco-¡Debes ayudarme!
Incómodo, el castaño miró a Katrina, extrañado. Luego a Asher. Por último, devolvió su plena atención a aquel hombre.
-...creo que se confunde...-respondió con una sonrisa comprometida
-¡Tú eres mercenario!-Volvió a insistir-¡Una vez te llevé con mi carro desde Lunargenta a un pueblo!
-...¿Q-qué pueblo?...
-¡No lo recuerdo!-Se sentía molesto, como si le corriese prisa por algo-¡P-pero... recuerdo que había una especie de espectáculo, una elfa que siempre actuaba en la plaza de ese pequeño pueblo! ¡Yo te dije que fueses allí y...!
-...Loth-Se le cruzó el recuerdo por la mente como si del flash de un rayo se tratara-L-le recuerdo...-Miró al hombre, estaba bastante más estropeado que aquella vez, y mucho más sucio-...¿Qué le ha pasado a usted?...
-¡Eso es lo de menos!-Exclamó, quitándole toda la importancia a su cambio de aspecto-¡Han secuestrado a mi hija!-Agarró al Sevna por el cuello de la armadura y le acercó el rostro, dejándole un claro aroma en primera persona de su aliento. Acto seguido, se separó de Alward y notó el aroma de la comida del plato de este. Bajó la mirada como si no hubiera comido en días. Luego, volvió a mirar al castaño-...¿Puedo?
-A-adelante
Sin más, atacó al plato como si fuese un salvaje. Ni siquiera usó los cubiertos de madera que tenía a su disposición. Katrina, con cara de asco miró a su compañero y le habló directamente de forma privada.
-Increíble, es más cerdo que tú
El Sevna levantó la mirada y le sonrió a Katrina, comprometido. La vampiresa esbozó una sonrisa y siguió observando cómo aquel anciano dejaba más limpio el plato que si lo hubiesen fregado.
-Primero me obvias en el Día de la Alianza y ahora te acercas a molestar-Dijo mientras sostenía un hueso de pollo con una mano-¿De qué vas, Asher?-Preguntó, algo molesto pero sin siquiera importarle la respuesta-Déjame en paz, me duele la cabeza-Dijo, con desaire
El hombre perro se fue, con ello el castaño suspiró aliviado, no tenía gana de que lo molestaran. Era cierto que sentía cierto dolor de cabeza debido al viaje y lo único que quería era descansar y tener paz hasta el día siguiente que se marcharan de allí.
Pero, eso es lo que pasaría en un mundo utópico, donde los problemas no existen y todo es paz y armonía. El mundo real distaba mucho de ser así, y la primera prueba de ello era la insistencia del hombre perro en molestar a Alward. Su regreso lo sintió como si alguien le hubiese propinado un martillazo en las costillas y en la cabeza; o incluso peor. Katrina volvió a mirar al hombre bestia con aquella mirada cautelosa que parecía esconder intenciones viperinas.
El Sevna se quedó un poco descolocado cuando Asher mencionó las runas de sus pertenencias. Hizo memoria, pero no se acordó de haberlo visto.
-Me las hizo un lagarto-contestó, seco-Tú tan solo hiciste las de la Espada de la Guardia, hace más de un año-señaló
De pronto, alguien abrió abruptamente las puertas de aquella posada. Era un hombre de edad bastante avanzada, casi se podría decir "anciano". Su aspecto era bastante deplorable y harapiento. Con decisión, se acercó a la barra, pero en mitad del trayecto desvió su mirada por azar hacia Alward y Asher, seguramente sería porque este último era bastante destacable entre todos los allí presentes. Pero no se quedó mirando al hombre perro, sino que fijó su atención en el humano. Repentinamente, cambió su trayectoria y se dirigió hacia ellos.
Al llegar, apoyó con fuerza las manos en la mesa de Alward y sus ojos se clavaron fijos en los de este. Katrina, algo sorprendida pegó un pequeño respingo y se sintió incómoda.
-¡Mercenario!-Exclamó, echando parte de sus babas como poderosos proyectiles hacia la comida de Alward, esto generó en el caballero cierto asco-¡Debes ayudarme!
Incómodo, el castaño miró a Katrina, extrañado. Luego a Asher. Por último, devolvió su plena atención a aquel hombre.
-...creo que se confunde...-respondió con una sonrisa comprometida
-¡Tú eres mercenario!-Volvió a insistir-¡Una vez te llevé con mi carro desde Lunargenta a un pueblo!
-...¿Q-qué pueblo?...
-¡No lo recuerdo!-Se sentía molesto, como si le corriese prisa por algo-¡P-pero... recuerdo que había una especie de espectáculo, una elfa que siempre actuaba en la plaza de ese pequeño pueblo! ¡Yo te dije que fueses allí y...!
-...Loth-Se le cruzó el recuerdo por la mente como si del flash de un rayo se tratara-L-le recuerdo...-Miró al hombre, estaba bastante más estropeado que aquella vez, y mucho más sucio-...¿Qué le ha pasado a usted?...
-¡Eso es lo de menos!-Exclamó, quitándole toda la importancia a su cambio de aspecto-¡Han secuestrado a mi hija!-Agarró al Sevna por el cuello de la armadura y le acercó el rostro, dejándole un claro aroma en primera persona de su aliento. Acto seguido, se separó de Alward y notó el aroma de la comida del plato de este. Bajó la mirada como si no hubiera comido en días. Luego, volvió a mirar al castaño-...¿Puedo?
-A-adelante
Sin más, atacó al plato como si fuese un salvaje. Ni siquiera usó los cubiertos de madera que tenía a su disposición. Katrina, con cara de asco miró a su compañero y le habló directamente de forma privada.
-Increíble, es más cerdo que tú
El Sevna levantó la mirada y le sonrió a Katrina, comprometido. La vampiresa esbozó una sonrisa y siguió observando cómo aquel anciano dejaba más limpio el plato que si lo hubiesen fregado.
Alward Sevna
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Re: Cartas firmadas con sangre [Privado] [Cerrado]
-Ah, claro. Un lagarto cualquiera. No uno llamado Zebún que trabaja en un taller de Dundarak, ¿no?- pregunté, sonriendo. -Con una caligrafía extrañamente similar a la mía, y que pone las runas en el mismo lugar de la espada, en la contraparte de la media luna que pone Eltrant en las armas que forja.- añadí, riendo ligeramente.
Y entonces, un viejo que acababa de entrar se dirigió hacia Sevna, gritando que debía ayudarle. Lancé una carcajada. Aquello prometía.
-Oh, que terrible. La han secuestrado.- dije, fingiendo sollozar sin borrar mi sonrisa. -Debes ayudarle, Sevna. Aunque, según tengo entendido, los mercenarios cobran por su trabajo...- continué. Viendo al tipo, parecía pasar bastante hambre. -¿Quizás haya empeñado su carro?- sugerí, disfrutando inmensamente de mi propia comida.
Comida, y comedia. Ese sitio lo tenía todo.
-La parte divertida es que le vas a decir que sí.- dije, volviendo a reir. Estaba seguro de que todo el mundo estaba mirando, llegados a ese punto. -Porque, por supuesto, la terrible guardia de Lunargenta no le va a hacer caso y se niega a lidiar con esos... ¿bandidos? Dime que son bandidos.- No esperé a una respuesta. -Bandidos. Pero no hay que preocuparse, ese viaje en carro que nunca te pagó es precio suficiente para el noble y heroico Alward Sevna.- añadí, apoyando mi cabeza sobre mi mano.
Mi mirada se clavó en el humano, como desafiándole a que me contradijese. Si decía que no, ¿como reaccionaría el triste anciano? Tendría hasta más gracia, a decir verdad. Casi haría que empezase a respetarlo.
-Venga, "mercenario". Ve a ese campamento de bandidos y masácralos a todos. ¡A los treinta! Como hiciste con esos ladrones de verdura.- continué, esta vez mirando a la vampiresa. -Tendrías que haberlo visto. ¿O fue esa la vez que defendiste a los bandidos, como en Ciudad Lagarto...?- pregunté, fingiendo hacer memoria. -Como sea. ¿Que tal si te acompaño? Solo de público, por supuesto. Ambos sabemos que solo te entorpecería si me metiese.- sugerí, aún lanzando un dardo con cada palabra.
Me preguntaba en que dirección iría si le presionaba. O que haría si no podía con lo que intentaba. Ninguno de sus compañeros estaba ahí. ¿Le habrían abandonado? ¿Habrían muerto? Tenía que asegurarme de pincharle al respecto.
La tormenta no parecía llegar aún. Tenía tiempo, al final. No tenía nada que hacer hasta que llegase. Me aseguré de terminar mi plato rápidamente: sería más entretenido si podía centrar mi atención en aquello.
Y entonces, un viejo que acababa de entrar se dirigió hacia Sevna, gritando que debía ayudarle. Lancé una carcajada. Aquello prometía.
-Oh, que terrible. La han secuestrado.- dije, fingiendo sollozar sin borrar mi sonrisa. -Debes ayudarle, Sevna. Aunque, según tengo entendido, los mercenarios cobran por su trabajo...- continué. Viendo al tipo, parecía pasar bastante hambre. -¿Quizás haya empeñado su carro?- sugerí, disfrutando inmensamente de mi propia comida.
Comida, y comedia. Ese sitio lo tenía todo.
-La parte divertida es que le vas a decir que sí.- dije, volviendo a reir. Estaba seguro de que todo el mundo estaba mirando, llegados a ese punto. -Porque, por supuesto, la terrible guardia de Lunargenta no le va a hacer caso y se niega a lidiar con esos... ¿bandidos? Dime que son bandidos.- No esperé a una respuesta. -Bandidos. Pero no hay que preocuparse, ese viaje en carro que nunca te pagó es precio suficiente para el noble y heroico Alward Sevna.- añadí, apoyando mi cabeza sobre mi mano.
Mi mirada se clavó en el humano, como desafiándole a que me contradijese. Si decía que no, ¿como reaccionaría el triste anciano? Tendría hasta más gracia, a decir verdad. Casi haría que empezase a respetarlo.
-Venga, "mercenario". Ve a ese campamento de bandidos y masácralos a todos. ¡A los treinta! Como hiciste con esos ladrones de verdura.- continué, esta vez mirando a la vampiresa. -Tendrías que haberlo visto. ¿O fue esa la vez que defendiste a los bandidos, como en Ciudad Lagarto...?- pregunté, fingiendo hacer memoria. -Como sea. ¿Que tal si te acompaño? Solo de público, por supuesto. Ambos sabemos que solo te entorpecería si me metiese.- sugerí, aún lanzando un dardo con cada palabra.
Me preguntaba en que dirección iría si le presionaba. O que haría si no podía con lo que intentaba. Ninguno de sus compañeros estaba ahí. ¿Le habrían abandonado? ¿Habrían muerto? Tenía que asegurarme de pincharle al respecto.
La tormenta no parecía llegar aún. Tenía tiempo, al final. No tenía nada que hacer hasta que llegase. Me aseguré de terminar mi plato rápidamente: sería más entretenido si podía centrar mi atención en aquello.
Asher Daregan
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Re: Cartas firmadas con sangre [Privado] [Cerrado]
Katrina era una chica educada y calmada, pero cuando algo no le gustaba, le ponía de los nervios o simplemente le molestaba, no podía ocultarlo. Con cada una de las palabras envenenadas que Asher iba soltando de su boca, gestos de molestia cada vez más evidentes resultaban en el rostro de la señora de la voz.
-El perro ha aprendido a hablar, pero no a callar-Tan solo Alward y el propio Asher escucharon esas palabras, no se preocupó en ocultarlas-...-Miró al hombre bestia con cara de asco. Después de eso, con actitud despreocupada, devolvió su atención a la mesa y apoyó su mentón en su mano, que se sostenía en la mesa con el codo apoyado-¿Por qué tienes amigos tan raritos?-Eso último tan solo lo escuchó el castaño.
Más que en los dardos de Asher o los improperios de Katrina, el Sevna estaba centrado en el pobre hombre que había llegado pidiendo auxilio.
-Y... ¿Cómo han secuestrado a tu hija?
El estómago lleno parecía que había ayudado a calmar al hombre.
-La mandé a recoger algunas cartas del palomar más cercano, y no ha regresado.
-...Entonces no la han secuestrado. Ha desaparecido.-Corrigió al hombre-Son dos cosas diferentes.-Aclaró-Y siempre puedes ir a denunciarlo a...
Alward fue cortado por un chillido repentino del hombre afligido, el cual le pilló por sorpresa, llegando incluso a pegar su espalda al respaldar de la silla.
-¡¡NNOO!!-Sacó de un bolsillo un saco de monedas de muy poco peso. Quizás contendrían diez aeros, con suerte-¡Te pagaré con todos mis ahorros!
-N-no hace falta...-Rehusó dibujando una sonrisa comprometida en su rostro.
-Tiene pinta de estar loco. Mándalo a pastar, así conseguiremos que el pulgoso también se calle. Dos pájaros de un tiro-Comentó Katrina ahondándose ella misma en la mente del caballero
Alward quedó unos segundos en silencio, para luego apartar de nuevo la bolsa de monedas que el hombre aún sostenía, indicando que se la guardara.
-No me des todos tus ahorros.-Dirigió su mirada a Katrina, en la misma visión periférica se encontraba Asher, por lo que midió sus palabras con exactitud, aunque dijese lo que dijese, el hombre perro seguramente acabaría menospreciándolo, humillándolo o riéndose de él. Poco le importaba en realidad, y si se aburría tal vez le dejara en paz. Con suerte, hasta lo perdería de vista-Iremos a echar un vistazo. Tampoco supone un gran esfuerzo.-Se encogió de hombros.
Katrina respondió a eso con un resoplido poco asertivo y un revolear de ojos que definían claramente lo que pensaba. Aunque, después de todo, seguiría a Alward a donde fuese.
-El perro ha aprendido a hablar, pero no a callar-Tan solo Alward y el propio Asher escucharon esas palabras, no se preocupó en ocultarlas-...-Miró al hombre bestia con cara de asco. Después de eso, con actitud despreocupada, devolvió su atención a la mesa y apoyó su mentón en su mano, que se sostenía en la mesa con el codo apoyado-¿Por qué tienes amigos tan raritos?-Eso último tan solo lo escuchó el castaño.
Más que en los dardos de Asher o los improperios de Katrina, el Sevna estaba centrado en el pobre hombre que había llegado pidiendo auxilio.
-Y... ¿Cómo han secuestrado a tu hija?
El estómago lleno parecía que había ayudado a calmar al hombre.
-La mandé a recoger algunas cartas del palomar más cercano, y no ha regresado.
-...Entonces no la han secuestrado. Ha desaparecido.-Corrigió al hombre-Son dos cosas diferentes.-Aclaró-Y siempre puedes ir a denunciarlo a...
Alward fue cortado por un chillido repentino del hombre afligido, el cual le pilló por sorpresa, llegando incluso a pegar su espalda al respaldar de la silla.
-¡¡NNOO!!-Sacó de un bolsillo un saco de monedas de muy poco peso. Quizás contendrían diez aeros, con suerte-¡Te pagaré con todos mis ahorros!
-N-no hace falta...-Rehusó dibujando una sonrisa comprometida en su rostro.
-Tiene pinta de estar loco. Mándalo a pastar, así conseguiremos que el pulgoso también se calle. Dos pájaros de un tiro-Comentó Katrina ahondándose ella misma en la mente del caballero
Alward quedó unos segundos en silencio, para luego apartar de nuevo la bolsa de monedas que el hombre aún sostenía, indicando que se la guardara.
-No me des todos tus ahorros.-Dirigió su mirada a Katrina, en la misma visión periférica se encontraba Asher, por lo que midió sus palabras con exactitud, aunque dijese lo que dijese, el hombre perro seguramente acabaría menospreciándolo, humillándolo o riéndose de él. Poco le importaba en realidad, y si se aburría tal vez le dejara en paz. Con suerte, hasta lo perdería de vista-Iremos a echar un vistazo. Tampoco supone un gran esfuerzo.-Se encogió de hombros.
Katrina respondió a eso con un resoplido poco asertivo y un revolear de ojos que definían claramente lo que pensaba. Aunque, después de todo, seguiría a Alward a donde fuese.
Alward Sevna
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Re: Cartas firmadas con sangre [Privado] [Cerrado]
-Parece que voy un paso por delante de ti, entonces.- repuse a la vampiresa. Era lo único que había "dicho" hasta el momento: era posible que fuese su única forma de comunicarse. No obstante, no era agradable oír su voz en su cabeza. Había sonado... algo distorsionada, apagada, quizás como efecto secundario de las runas que protegían mi cuerpo de la magia ajena.
Lamentablemente, Alward no pareció responder mucho a las burlas. No estaba siendo fácil de provocar en ese momento, a mi pesar. Quizás fuese algo menos simple de lo que pensaba. En lugar de ir directamente hacia el peligro, le hizo un par de preguntas al tipejo que le estaba intentando contratar. Tenía que concederle aquello.
Pero solo aquello, al parecer. Suspiré.
-¿En serio, Sevna?- pregunté, sacudiendo la cabeza. -¿No notas nada raro? ¿Por qué iba un tipo al que ni siquiera conoces a buscarte a ti para que le resuelvas un asunto como ese?- inquirí, haciendo un gesto despectivo hacia al anciano. -Si sólo te llevó a un pueblo, ¿cómo sabe que eres mercenario? ¿Cómo te ha encontrado aquí y ahora, de entre todos los sitios posibles? ¿Y por qué iba a confiar en ti y negarse a hablar con la guardia?- Ya había terminado la comida, y parece ser, el espectáculo, y aún no había empezado a llover. Bien podría enseñarle un par de cosas.
-¿Q-qué...? Yo no...-
-Cierra el pico.- gruñí. Me volví hacia el humano. -Además, como has dejado claro, ni siquiera sabe si la han secuestrado. ¿Te crees que se iba a gastar "todos sus ahorros" en pagarte sin tener motivos para sospechar eso? ¿Y darte una historia tan poco conclusa? No ha dicho ni cuando fue, ni si dijo algo, ni siquiera como es.- añadí, entrecerrando los ojos. -Está intentando hacer una historia lo más patética posible para que le hagas caso, y tu te lo estás tragando.-
Me levanté de la silla. Ya había pagado por la comida, después de todo. No tenía motivos para seguir allí. Sin pensarmelo dos veces, tomé al viejo de la muñeca con firmeza y lo arrastré hacia la salida. Sus esfuerzos por resistirse fueron prácticamente imperceptibles.
Una vez fuera del local, llevé al tipo hacia el callejón detrás de la posada, haciendo caso omiso a sus quejas. Y ahí, fuera de la vista del público, llevé mi garra hasta su cuello y lo alcé de la garganta. El hombre pataleó en el aire inutilmente. Era más ligero de lo que pensaba.
-Habla. Quién te ha pagado, y cuantos son.- exigí, mirándole con frialdad. El tipo dejó escapar un hilo de voz ahogado.
Una gota de agua cayó sobre mi hocico, seguida poco después de unas pocas más. Empezaba a llover. Al fin. Reduje la presión de mi agarre, poco a poco hasta soltarle. Pero en lugar de hablar, tosió, luchando por respirar.
-No... y-yo...- Un horrible sonido que luchaba por escapar de su boca. Pero no era lo que quería oír. Aplasté su brazo contra la pared, tomándolo del hombro y muñeca. Su expresión de dolor fue rápidamente reemplazada por una de miedo y pánico.
-No voy a repetirme. Habla, o pierdes el brazo.- gruñí, mostrando los dientes. No era ningún farol. Tenía la fuerza suficiente para arrancarlo sin problemas. La lluvia empezó a manifestarse de forma más seria, ocultando el ruido.
Había varias posibilidades por las que no quisiese en un principio. Puede que realmente hubiesen secuestrado a su hija o algún ser cercano, o que le estuviesen chantajeando de alguna otra forma para que no fuese a la Guardia. Puede que su triste y muy cuestionable historia tuviese algo de verdad. Pero en mi cabeza, lo más probable era que le hubiesen pagado para atraer a Sevna a un sitio en concreto. No entendía que alguien se tomase tantas molestias para encargarse de él, a decir verdad, pero todo el mundo tenía enemigos.
Fuera como fuese, iba a averiguar que ocurría. Quizás conseguiría que Sevna aprendiese algo, incluso.
Te dejo a ti las respuestas del viejo y si es lo que sospechaba o Asher queda como peor persona aún (?). O si prefieres no intervenir y seguir directoa tu trampa, podremos reunirnos al siguiente turno o así ~
Lamentablemente, Alward no pareció responder mucho a las burlas. No estaba siendo fácil de provocar en ese momento, a mi pesar. Quizás fuese algo menos simple de lo que pensaba. En lugar de ir directamente hacia el peligro, le hizo un par de preguntas al tipejo que le estaba intentando contratar. Tenía que concederle aquello.
Pero solo aquello, al parecer. Suspiré.
-¿En serio, Sevna?- pregunté, sacudiendo la cabeza. -¿No notas nada raro? ¿Por qué iba un tipo al que ni siquiera conoces a buscarte a ti para que le resuelvas un asunto como ese?- inquirí, haciendo un gesto despectivo hacia al anciano. -Si sólo te llevó a un pueblo, ¿cómo sabe que eres mercenario? ¿Cómo te ha encontrado aquí y ahora, de entre todos los sitios posibles? ¿Y por qué iba a confiar en ti y negarse a hablar con la guardia?- Ya había terminado la comida, y parece ser, el espectáculo, y aún no había empezado a llover. Bien podría enseñarle un par de cosas.
-¿Q-qué...? Yo no...-
-Cierra el pico.- gruñí. Me volví hacia el humano. -Además, como has dejado claro, ni siquiera sabe si la han secuestrado. ¿Te crees que se iba a gastar "todos sus ahorros" en pagarte sin tener motivos para sospechar eso? ¿Y darte una historia tan poco conclusa? No ha dicho ni cuando fue, ni si dijo algo, ni siquiera como es.- añadí, entrecerrando los ojos. -Está intentando hacer una historia lo más patética posible para que le hagas caso, y tu te lo estás tragando.-
Me levanté de la silla. Ya había pagado por la comida, después de todo. No tenía motivos para seguir allí. Sin pensarmelo dos veces, tomé al viejo de la muñeca con firmeza y lo arrastré hacia la salida. Sus esfuerzos por resistirse fueron prácticamente imperceptibles.
Una vez fuera del local, llevé al tipo hacia el callejón detrás de la posada, haciendo caso omiso a sus quejas. Y ahí, fuera de la vista del público, llevé mi garra hasta su cuello y lo alcé de la garganta. El hombre pataleó en el aire inutilmente. Era más ligero de lo que pensaba.
-Habla. Quién te ha pagado, y cuantos son.- exigí, mirándole con frialdad. El tipo dejó escapar un hilo de voz ahogado.
Una gota de agua cayó sobre mi hocico, seguida poco después de unas pocas más. Empezaba a llover. Al fin. Reduje la presión de mi agarre, poco a poco hasta soltarle. Pero en lugar de hablar, tosió, luchando por respirar.
-No... y-yo...- Un horrible sonido que luchaba por escapar de su boca. Pero no era lo que quería oír. Aplasté su brazo contra la pared, tomándolo del hombro y muñeca. Su expresión de dolor fue rápidamente reemplazada por una de miedo y pánico.
-No voy a repetirme. Habla, o pierdes el brazo.- gruñí, mostrando los dientes. No era ningún farol. Tenía la fuerza suficiente para arrancarlo sin problemas. La lluvia empezó a manifestarse de forma más seria, ocultando el ruido.
Había varias posibilidades por las que no quisiese en un principio. Puede que realmente hubiesen secuestrado a su hija o algún ser cercano, o que le estuviesen chantajeando de alguna otra forma para que no fuese a la Guardia. Puede que su triste y muy cuestionable historia tuviese algo de verdad. Pero en mi cabeza, lo más probable era que le hubiesen pagado para atraer a Sevna a un sitio en concreto. No entendía que alguien se tomase tantas molestias para encargarse de él, a decir verdad, pero todo el mundo tenía enemigos.
Fuera como fuese, iba a averiguar que ocurría. Quizás conseguiría que Sevna aprendiese algo, incluso.
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Te dejo a ti las respuestas del viejo y si es lo que sospechaba o Asher queda como peor persona aún (?). O si prefieres no intervenir y seguir directo
Asher Daregan
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Re: Cartas firmadas con sangre [Privado] [Cerrado]
Ya dejando la posada y adentrándose en las calles de Baslodia, Alward y Katrina se dirigieron al palomar mencionado por aquel hombre. Antes de llegar a la posada lo había visto, si su sentido de la orientación era bueno, y así confiaba que fuese, no sería difícil encontrarlo.
-El perro puede que tenga razón-Dijo la vampiresa asaltando la mente del caballero.
Alward soltó un breve suspiro, algo resignado y no comentó nada al respecto, dejando su mirada fija en el frente. Katrina lo miraba, sorprendida y molesta a partes iguales al haberla ignorado
-Sé que me has oído, no soy idiota. Ni tampoco una novata.
-¿Crees que soy tan inepto para no saberlo?
-¿El qué? ¿Que me ignoras?-Lanzó el dardo con una mirada de desdén, aunque sabía que no era por eso.
Alward, ahora sí, desvió su mirada por unos segundos a su compañera y esbozó una sonrisa. Por algún motivo la situación le parecía cómica.
-No...-Miró otra vez al frente-Me refiero a todo lo que ese hombre nos ha contado
-¿Entonces por qué te lanzas a ayudarlo?-Preguntó, curiosa-Además, ese hombre perro te tomó por idiota y te dio igual, ¿No te pone de los nervios?
Entonces, el humano detuvo su marcha. Justo llegaron al palomar. Esa zona estaba más vacía que el resto de calles, quizás para que las palomas estuviesen tranquilas y no se agitaran, así cumplirían su trabajo como mensajeras mucho mejor.
-¿Y si es verdad?-Preguntó-¿Y si ese hombre ha perdido la cabeza y lo único que le ata a este mundo sea su hija? ¿Y si todo lo que a él le importa ahora pasa por una sola persona? Si es un trampa, me desharé de quien me la tienda. Simple.-Tenía las ideas bastante claras y la confianza en sí mismo alta.
Katrina no contestó ni refutó eso. Desvió su atención al palomar y entrecerró los ojos, había algo extraño en ese lugar...
-Las palomas...-Se acercó al pequeño edificio y echó un vistazo hacia arriba-...están alteradas
Alward puso sus brazos en jarras y echó un vistazo general sobre el lugar.
-No parece haber nadie
En ese momento, empezó a llover.
Aquel hombre estaba atemorizado. Ni en sus peores pesadillas se imaginaría que un hombre perro de esa fuerza y ese tamaño lo interrogaría de una forma tan bruta. Pero no tenía nada que esconder, pero se temía que tampoco tendría ninguna respuesta que fuese a satisfacer al cánido.
-¡No me ha pagado nadie!-Gritó desesperado-¡L-lo juro!-Tragó saliva con fuerza. La voz le temblaba-E-entré a la posada, la regenta un conocido mío, iba a pedirle ayuda. La Guardia no se molesta por ayudar a un pobre hombre como yo... Es inútil pedirles nada. Pero, entonces vi al mercenario, ¡Y me acordé que me debía un favor!-Cerró los ojos por un momento, asustado por ver cuál era la reacción de Asher-¡Tan solo mandé a mi hija a por una carta! Cualquier buena noticia hoy en día es necesaria... ¡Quizás alguno de los trabajos a los que rogué entrar...!-Asustado, cerró de nuevo sus ojos.
-El perro puede que tenga razón-Dijo la vampiresa asaltando la mente del caballero.
Alward soltó un breve suspiro, algo resignado y no comentó nada al respecto, dejando su mirada fija en el frente. Katrina lo miraba, sorprendida y molesta a partes iguales al haberla ignorado
-Sé que me has oído, no soy idiota. Ni tampoco una novata.
-¿Crees que soy tan inepto para no saberlo?
-¿El qué? ¿Que me ignoras?-Lanzó el dardo con una mirada de desdén, aunque sabía que no era por eso.
Alward, ahora sí, desvió su mirada por unos segundos a su compañera y esbozó una sonrisa. Por algún motivo la situación le parecía cómica.
-No...-Miró otra vez al frente-Me refiero a todo lo que ese hombre nos ha contado
-¿Entonces por qué te lanzas a ayudarlo?-Preguntó, curiosa-Además, ese hombre perro te tomó por idiota y te dio igual, ¿No te pone de los nervios?
Entonces, el humano detuvo su marcha. Justo llegaron al palomar. Esa zona estaba más vacía que el resto de calles, quizás para que las palomas estuviesen tranquilas y no se agitaran, así cumplirían su trabajo como mensajeras mucho mejor.
-¿Y si es verdad?-Preguntó-¿Y si ese hombre ha perdido la cabeza y lo único que le ata a este mundo sea su hija? ¿Y si todo lo que a él le importa ahora pasa por una sola persona? Si es un trampa, me desharé de quien me la tienda. Simple.-Tenía las ideas bastante claras y la confianza en sí mismo alta.
Katrina no contestó ni refutó eso. Desvió su atención al palomar y entrecerró los ojos, había algo extraño en ese lugar...
-Las palomas...-Se acercó al pequeño edificio y echó un vistazo hacia arriba-...están alteradas
Alward puso sus brazos en jarras y echó un vistazo general sobre el lugar.
-No parece haber nadie
En ese momento, empezó a llover.
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Aquel hombre estaba atemorizado. Ni en sus peores pesadillas se imaginaría que un hombre perro de esa fuerza y ese tamaño lo interrogaría de una forma tan bruta. Pero no tenía nada que esconder, pero se temía que tampoco tendría ninguna respuesta que fuese a satisfacer al cánido.
-¡No me ha pagado nadie!-Gritó desesperado-¡L-lo juro!-Tragó saliva con fuerza. La voz le temblaba-E-entré a la posada, la regenta un conocido mío, iba a pedirle ayuda. La Guardia no se molesta por ayudar a un pobre hombre como yo... Es inútil pedirles nada. Pero, entonces vi al mercenario, ¡Y me acordé que me debía un favor!-Cerró los ojos por un momento, asustado por ver cuál era la reacción de Asher-¡Tan solo mandé a mi hija a por una carta! Cualquier buena noticia hoy en día es necesaria... ¡Quizás alguno de los trabajos a los que rogué entrar...!-Asustado, cerró de nuevo sus ojos.
Alward Sevna
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Re: Cartas firmadas con sangre [Privado] [Cerrado]
Desesperación. Miedo. No había culpa, por lo que parecía. Se había rendido, sin tener una confesión que ofrecer... O era muy buen actor, o realmente no mentía del todo.
Pero en ese momento, el deseo de hacerle daño nublaba mis pensamientos. ¿Que era lo que me molestaba tanto? ¿Que fuese débil y patético? ¿Que molestase a otros por ello? ¿O que le diese al humano una excusa perfecta para salir y hacer de "héroe"? Mis uñas se clavaron en su piel. Sería tan fácil... Aún parecía lo suficientemente sospechoso. No podía dejarlo libre.
La presencia de la lluvia comenzó a incrementarse. Estaba fría, lo suficiente como para distraerme por un instante y viese la situación con más claridad.
-...Hmph.- resoplé. -Ya has dicho suficiente.-
Chasqué los dedos de guantelete, y un estallido eléctrico cubrió al viejo empapado por la lluvia. No tardó más de un segundo en caer al suelo, inconsciente. Quizás sobreviviese a aquello - no le había atravesado por completo, después de todo. Definitivamente tenía más posibilidades que si le hubiese arrancado el brazo.
Una vez terminado con ese inútil... no estaba muy seguro de que hacer. Si me dejaba llevar, podía ir a buscar a Sevna. No era como si tuviese mucho que hacer, después de todo. A pesar de la lluvia, comencé a ascender por las rutas que conocía hacia los tejados. Si bien era más dificil moverse sobre ellos cuando estaban mojados, no era nada con lo que no pudiese. Al menos aquella vez no había nadie persiguiéndome.
Era agradable, incluso. El agua me calmaba, e incluso enmascaraba el horrible olor que la ciudad solía tener. Las calles se vaciarían rápidamente. Pero clima no tardó en recordarme que también era una fuerza que temer. El estruendo de un relámpago cubrió el cielo, más cerca de lo que consideraría cómodo.
No importaba. Tenía formas de lidiar con eso, incluso si un rayo llegaba a alcanzarme. Me llevé la mano al pecho, activando las runas de mi armadura. Un brillo dorado empezó a recubrirme, haciéndome un faro en la tormenta. Un desafío.
Podía llevarlo más lejos. Podía invocar a Eclipse y alzar mi espada, provocando a la tormenta a que intentase fulminarme. Quizás lo hubiese hecho, de ser lo suficientemente idiota. No, tenía demasiadas cosas que proteger. Arriesgarme de esa forma rozaba lo absurdo... Syl me mataría si me lo plantease de verdad.
Y entonces, un segundo rayo impactó contra el suelo, a apenas unos metros de donde estaba. Trozos de grava salieron volando y se asentaron mientras me reponía del sobresalto. Salté al siguiente tejado y me acerqué para asomarme. ¿Le había dado a alguien?
Mencionados a los objetos: Tormenta (con su encantamiento de Furia Elemental Eléctrica) y Santuario, con su runa de Ra'lios
Pero en ese momento, el deseo de hacerle daño nublaba mis pensamientos. ¿Que era lo que me molestaba tanto? ¿Que fuese débil y patético? ¿Que molestase a otros por ello? ¿O que le diese al humano una excusa perfecta para salir y hacer de "héroe"? Mis uñas se clavaron en su piel. Sería tan fácil... Aún parecía lo suficientemente sospechoso. No podía dejarlo libre.
La presencia de la lluvia comenzó a incrementarse. Estaba fría, lo suficiente como para distraerme por un instante y viese la situación con más claridad.
-...Hmph.- resoplé. -Ya has dicho suficiente.-
Chasqué los dedos de guantelete, y un estallido eléctrico cubrió al viejo empapado por la lluvia. No tardó más de un segundo en caer al suelo, inconsciente. Quizás sobreviviese a aquello - no le había atravesado por completo, después de todo. Definitivamente tenía más posibilidades que si le hubiese arrancado el brazo.
Una vez terminado con ese inútil... no estaba muy seguro de que hacer. Si me dejaba llevar, podía ir a buscar a Sevna. No era como si tuviese mucho que hacer, después de todo. A pesar de la lluvia, comencé a ascender por las rutas que conocía hacia los tejados. Si bien era más dificil moverse sobre ellos cuando estaban mojados, no era nada con lo que no pudiese. Al menos aquella vez no había nadie persiguiéndome.
Era agradable, incluso. El agua me calmaba, e incluso enmascaraba el horrible olor que la ciudad solía tener. Las calles se vaciarían rápidamente. Pero clima no tardó en recordarme que también era una fuerza que temer. El estruendo de un relámpago cubrió el cielo, más cerca de lo que consideraría cómodo.
No importaba. Tenía formas de lidiar con eso, incluso si un rayo llegaba a alcanzarme. Me llevé la mano al pecho, activando las runas de mi armadura. Un brillo dorado empezó a recubrirme, haciéndome un faro en la tormenta. Un desafío.
Podía llevarlo más lejos. Podía invocar a Eclipse y alzar mi espada, provocando a la tormenta a que intentase fulminarme. Quizás lo hubiese hecho, de ser lo suficientemente idiota. No, tenía demasiadas cosas que proteger. Arriesgarme de esa forma rozaba lo absurdo... Syl me mataría si me lo plantease de verdad.
Y entonces, un segundo rayo impactó contra el suelo, a apenas unos metros de donde estaba. Trozos de grava salieron volando y se asentaron mientras me reponía del sobresalto. Salté al siguiente tejado y me acerqué para asomarme. ¿Le había dado a alguien?
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Asher Daregan
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Re: Cartas firmadas con sangre [Privado] [Cerrado]
Entraron al edificio. Era delgado y estrecho, más grande por altura que por anchura. Se notaba que había sido construido hacía ya muchas décadas, pues su estado era lamentable, incluso todo un logro que siguiera en pie. En la parte más alta, un montón de nidos de palomas decoraban la azotea, mientras que los otros pisos estaban llenos un montón de estanterías (la mayoría vacíos) que contenían cartas, misivas o algún tipo de documento.
Quizás fuese un buen sistema de mensajería en el pasado, pero actualmente eso se veía desfasado, y no solo por el aspecto del lugar. Tampoco había nadie allí vigilando, era extraño.
Podía escucharse cómo el tiempo afuera estaba empeorando, con el sonido de tormenta rompiendo el tenso silencio.
De pronto, Alward se encontró con un charco pringoso y espeso. Se agachó y lo examinó más de cerca, no había duda de que era...
-Sangre...-Más adelante, habían otros pequeños charcos-...y es reciente
Katrina también se agachó y pasó los dedos por esta. Acto seguido, se los lamió. Miró a Alward y asintió, estaba en lo cierto.
-Parece que hubo una pelea-Supuso al ver que los siguientes restos de sangre describían una trayectoria extraña hasta llegar a una ventana abierta de par en par, en la cual se perdía el rastro.
El humano y la vampiresa se acercaron a la ventana, pero antes de poder asomarse la peliblanca se detuvo bruscamente, llamando así la atención de su acompañante. Miró hacia el frente y vio cómo un destello lo iluminaba todo, dando incluso luz a sus oscuros ojos. Menos de un segundo después, un sonoro estruendo se escuchó. La vampiresa cayó sentada y el humano se desestabilizó por la impresión, ambos quedaron cegados durante unos segundos. Aquel rayo había caído demasiado cerca, casi podría decirse que en la calle contigua.
Alward ayudó a Katrina a levantarse.
-¿Estás bien?-Le preguntó. Un rápido asentimiento por parte de la vampiresa era más que suficiente.
Ahora, más curiosos aún, se asomaron a la ventana.
Efectivamente, el rayo había caído en esa misma calle, dejando un gran boquete en medio de la vía. Era ancha, y por suerte no había alcanzado ninguna casa. Alward pudo ver desde el tejado que tenía enfrente a Asher, "¿Qué hacía allí?", se preguntó. Buscó posibles destrozos y víctimas del rayo y vio que un cuerpo yacía tirado a pocos metros de distancia del boquete, parecía seguir con vida pues rápidamente se puso en pie y echó un vistazo al palomar. Al ver allí a Alward, se alertó y echó a correr.
-¡Mierda!-Miró a Asher-¡Síguelo!-Y sin saber qué haría o diría el hombre perro, se apartó de la ventana para bajar a la calle y perseguir al extraño.
Ahora, fue Katrina la que se asomó a la ventana. El olor metálico de la sangre impregnaba el lugar, y aunque la lluvia pronto lo taparía, su olfato le decía que allí había más de lo que en un principio habían visto.
Bajó su mirada, un carro de heno estaba apostado contra el edificio en el que se encontraba. Pensó durante un par de segundos, le daba igual la lluvia que le estaba cayendo encima, algo allí no encajaba.
Salió a la calle y fue hasta el carro de heno. El olor allí se intensificaba de tal forma que incluso empezó a salivar.
Acto seguido se subió al carro, rebuscó entre el heno y encontró el cadáver de una mujer, con una profunda herida en un costado que seguramente, junto a la tremenda caída, fue lo que dio fin a su vida.
Quizás fuese un buen sistema de mensajería en el pasado, pero actualmente eso se veía desfasado, y no solo por el aspecto del lugar. Tampoco había nadie allí vigilando, era extraño.
Podía escucharse cómo el tiempo afuera estaba empeorando, con el sonido de tormenta rompiendo el tenso silencio.
De pronto, Alward se encontró con un charco pringoso y espeso. Se agachó y lo examinó más de cerca, no había duda de que era...
-Sangre...-Más adelante, habían otros pequeños charcos-...y es reciente
Katrina también se agachó y pasó los dedos por esta. Acto seguido, se los lamió. Miró a Alward y asintió, estaba en lo cierto.
-Parece que hubo una pelea-Supuso al ver que los siguientes restos de sangre describían una trayectoria extraña hasta llegar a una ventana abierta de par en par, en la cual se perdía el rastro.
El humano y la vampiresa se acercaron a la ventana, pero antes de poder asomarse la peliblanca se detuvo bruscamente, llamando así la atención de su acompañante. Miró hacia el frente y vio cómo un destello lo iluminaba todo, dando incluso luz a sus oscuros ojos. Menos de un segundo después, un sonoro estruendo se escuchó. La vampiresa cayó sentada y el humano se desestabilizó por la impresión, ambos quedaron cegados durante unos segundos. Aquel rayo había caído demasiado cerca, casi podría decirse que en la calle contigua.
Alward ayudó a Katrina a levantarse.
-¿Estás bien?-Le preguntó. Un rápido asentimiento por parte de la vampiresa era más que suficiente.
Ahora, más curiosos aún, se asomaron a la ventana.
Efectivamente, el rayo había caído en esa misma calle, dejando un gran boquete en medio de la vía. Era ancha, y por suerte no había alcanzado ninguna casa. Alward pudo ver desde el tejado que tenía enfrente a Asher, "¿Qué hacía allí?", se preguntó. Buscó posibles destrozos y víctimas del rayo y vio que un cuerpo yacía tirado a pocos metros de distancia del boquete, parecía seguir con vida pues rápidamente se puso en pie y echó un vistazo al palomar. Al ver allí a Alward, se alertó y echó a correr.
-¡Mierda!-Miró a Asher-¡Síguelo!-Y sin saber qué haría o diría el hombre perro, se apartó de la ventana para bajar a la calle y perseguir al extraño.
Ahora, fue Katrina la que se asomó a la ventana. El olor metálico de la sangre impregnaba el lugar, y aunque la lluvia pronto lo taparía, su olfato le decía que allí había más de lo que en un principio habían visto.
Bajó su mirada, un carro de heno estaba apostado contra el edificio en el que se encontraba. Pensó durante un par de segundos, le daba igual la lluvia que le estaba cayendo encima, algo allí no encajaba.
Salió a la calle y fue hasta el carro de heno. El olor allí se intensificaba de tal forma que incluso empezó a salivar.
Acto seguido se subió al carro, rebuscó entre el heno y encontró el cadáver de una mujer, con una profunda herida en un costado que seguramente, junto a la tremenda caída, fue lo que dio fin a su vida.
Alward Sevna
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Re: Cartas firmadas con sangre [Privado] [Cerrado]
Al parecer, había alcanzado a alguien, al menos de cerca. Un tipo que aún se movía. Seguí su mirada en el palomar... estaba Sevna, por supuesto. Y por algún motivo, eso pareció asustarle. Aquello tenía gracia. El chico me dijo que... lo siguiese. Bueno, podía hacer eso. Pensé momentáneamente en lanzarle una runa eléctrica, pero aquello lo haría un tanto aburrido. Cazarlo sería más interesante.
Con aquello en mente, empecé a correr sobre el tejado, manteniendo el equilibrio como podía. Era completamente consciente de mis movimientos, pero algo me decía que tendría que cambiar de terreno. Así que salté, abandonando las tejas para continuar la persecución sobre suelo firme tras una caída controlada.
El tipo no era lento... para un humano, por supuesto. En comparación conmigo, no tenía nada que hacer. Alcanzarlo no me llevó más de unos segundos, pero no me detuve. Continué corriendo a su ritmo, a pesar de su expresión de miedo. Viendo que no podía superarme en eso, el tipo optó por girar, dirigiéndose a un callejón lo suficientemente estrecho como para que no pudiese pasar a su lado.
No iba a permitir eso. El olor era insoportable. Lo agarré de la ropa por la espalda y tiré de él, redirigiendolo para que siguiese su carrera por otra parte. Aquello no hizo más que confundirlo, pero continuó corriendo. Debía estar bastante asustado. Sonriendo, continué jugando con él, siguiéndole el ritmo.
Para entonces, el hombre ya estaba jadeando pesadamente. Chasqueé la lengua. Que poco aguante... tras un leve suspiro, le puse la zancadilla, y el hombre cayó al suelo como un saco de patatas. Me mantuve delante de él, haciendo unos leves estiramientos. Estaba acostumbrado a entrenar con Syl, después de todo, y el gato se salía de todo límite racional.
-Venga, venga... esto apenas cuenta como calentamiento.- dije, algo burlón. El tipo no se levantó. Estaba empapado, y temblando en el suelo. -...Levántate.- ¿Estaba armado? Lo miré con cierta cautela. Tan sólo un ápice. No era una amenaza real, después de todo.
Parecía que le había causado alguna herida al caer... Pero no parecía estar sangrando. Le tomé del cuello de la camisa, alzándolo para que se pusiese en pie y lo pudiese ver más de cerca.
-¿Quieres seguir corriendo, o vas a decirme el por qué huyes?
Con aquello en mente, empecé a correr sobre el tejado, manteniendo el equilibrio como podía. Era completamente consciente de mis movimientos, pero algo me decía que tendría que cambiar de terreno. Así que salté, abandonando las tejas para continuar la persecución sobre suelo firme tras una caída controlada.
El tipo no era lento... para un humano, por supuesto. En comparación conmigo, no tenía nada que hacer. Alcanzarlo no me llevó más de unos segundos, pero no me detuve. Continué corriendo a su ritmo, a pesar de su expresión de miedo. Viendo que no podía superarme en eso, el tipo optó por girar, dirigiéndose a un callejón lo suficientemente estrecho como para que no pudiese pasar a su lado.
No iba a permitir eso. El olor era insoportable. Lo agarré de la ropa por la espalda y tiré de él, redirigiendolo para que siguiese su carrera por otra parte. Aquello no hizo más que confundirlo, pero continuó corriendo. Debía estar bastante asustado. Sonriendo, continué jugando con él, siguiéndole el ritmo.
Para entonces, el hombre ya estaba jadeando pesadamente. Chasqueé la lengua. Que poco aguante... tras un leve suspiro, le puse la zancadilla, y el hombre cayó al suelo como un saco de patatas. Me mantuve delante de él, haciendo unos leves estiramientos. Estaba acostumbrado a entrenar con Syl, después de todo, y el gato se salía de todo límite racional.
-Venga, venga... esto apenas cuenta como calentamiento.- dije, algo burlón. El tipo no se levantó. Estaba empapado, y temblando en el suelo. -...Levántate.- ¿Estaba armado? Lo miré con cierta cautela. Tan sólo un ápice. No era una amenaza real, después de todo.
Parecía que le había causado alguna herida al caer... Pero no parecía estar sangrando. Le tomé del cuello de la camisa, alzándolo para que se pusiese en pie y lo pudiese ver más de cerca.
-¿Quieres seguir corriendo, o vas a decirme el por qué huyes?
Asher Daregan
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Re: Cartas firmadas con sangre [Privado] [Cerrado]
A Alward le costó seguir el ritmo de Asher y su presa. En realidad, para qué engañarnos, los perdió de vista a mitad de carrera, pero por suerte pudo dar con ellos cuando ya perdió toda esperanza de alcanzarlos. Había sido una buena carrera la que se había pegado, y lo estaba acusando.
-...bien hecho...-Se le cortaba la voz mientras intentaba recuperar el aliento. Iba a volver a hablar, pero se lo pensó mejor e hizo un gesto con la mano para que mantuvieran la calma. Arqueó el tronco y apoyó las manos en las rodillas. Pasados unos segundos, pudo articular palabras-...correr largas distancias nunca fue mi punto fuerte-Se excusó.
Se acercó al tipo que había retenido el hombre perro y le observó desde más cerca.
-¿Quién eres y por qué has salido huyendo?-En su rostro se podía denotar curiosidad y cautela al mismo tiempo.
-¡Juro que yo no tengo nada que ver con esto!-Estaba bastante nervioso, tanto que hasta había delatado que algo raro pasaba.
-...-Extrañado, miró brevemente a Asher y luego devolvió la atención sobre el retenido-Si no has sido tú, ¿Entonces quién? Di la verdad
Se mostraba reticente a hablar. Miraba tanto al castaño como al perro con nerviosismo, pero un ápice de valentía en él le impulsaba a mantenerse firme.
La lluvia empezaba a ser molesta. Tanto que el Sevna tuvo que pasarse la palma de su guantelete por la cara para evitar que el agua le entrara en los ojos y despejarse así un poco, aunque de poco sirvió.
-Escucha, no estamos juntos-Se refería a Asher-Así que es mejor que digas la verdad ahora, o no podré controlar lo que él te haga, y te aseguro que lo mínimo que obtendrías sería una muerte dolorosa o algún tipo de cercenamiento.-Usó un tono sarcástico, para esa situación tan tensa sería incluso cínico, pero el intimidar también era un arma muy valiosa a veces. Aunque realmente no mentía, Asher podría arrancarle el brazo de un mordisco si se lo proponía.
-¡¡Y-yo no he hecho nada!!-Miraba asustado a Asher-¡Tan solo venía a limpiar las pruebas...!-Ahora sí que se fue de la lengua por completo, poco le quedaba ya por hacer-¡Las pruebas de un asesinato!
-¿...un asesinato? ¿De quién?
-¡No lo sé, lo juro!-Volvió a defender su inconsciencia-¡¡L-lo único que sé es que me mandó a hacerlo el maestro de armas Einar!!
Eso no se lo esperaba. La sorpresa inundó el rostro del caballero.
-...¿De la Guardia?
El hombre asintió. Alward chasqueó la lengua y miró hacia otro lado. Se mordió el labio inferior, con cierta pesadez. ¿Un miembro de la Guardia siendo artífice de un asesinato? No sería nada novedoso, pero sí escandaloso... ¿Y a quién habría asesinado? ¿Quizás a la hija de aquel viejo? ¿Y por qué? Toda una serie de preguntas sin respuesta asaltaban la mente de Alward. De pronto se había visto envuelto en una investigación no oficial, y debía llegar al fondo del asunto. La única pega era que a su lado estaba Asher oyéndolo todo.
-Iré a verle.-Fue la única respuesta que fue capaz de dar.
-...bien hecho...-Se le cortaba la voz mientras intentaba recuperar el aliento. Iba a volver a hablar, pero se lo pensó mejor e hizo un gesto con la mano para que mantuvieran la calma. Arqueó el tronco y apoyó las manos en las rodillas. Pasados unos segundos, pudo articular palabras-...correr largas distancias nunca fue mi punto fuerte-Se excusó.
Se acercó al tipo que había retenido el hombre perro y le observó desde más cerca.
-¿Quién eres y por qué has salido huyendo?-En su rostro se podía denotar curiosidad y cautela al mismo tiempo.
-¡Juro que yo no tengo nada que ver con esto!-Estaba bastante nervioso, tanto que hasta había delatado que algo raro pasaba.
-...-Extrañado, miró brevemente a Asher y luego devolvió la atención sobre el retenido-Si no has sido tú, ¿Entonces quién? Di la verdad
Se mostraba reticente a hablar. Miraba tanto al castaño como al perro con nerviosismo, pero un ápice de valentía en él le impulsaba a mantenerse firme.
La lluvia empezaba a ser molesta. Tanto que el Sevna tuvo que pasarse la palma de su guantelete por la cara para evitar que el agua le entrara en los ojos y despejarse así un poco, aunque de poco sirvió.
-Escucha, no estamos juntos-Se refería a Asher-Así que es mejor que digas la verdad ahora, o no podré controlar lo que él te haga, y te aseguro que lo mínimo que obtendrías sería una muerte dolorosa o algún tipo de cercenamiento.-Usó un tono sarcástico, para esa situación tan tensa sería incluso cínico, pero el intimidar también era un arma muy valiosa a veces. Aunque realmente no mentía, Asher podría arrancarle el brazo de un mordisco si se lo proponía.
-¡¡Y-yo no he hecho nada!!-Miraba asustado a Asher-¡Tan solo venía a limpiar las pruebas...!-Ahora sí que se fue de la lengua por completo, poco le quedaba ya por hacer-¡Las pruebas de un asesinato!
-¿...un asesinato? ¿De quién?
-¡No lo sé, lo juro!-Volvió a defender su inconsciencia-¡¡L-lo único que sé es que me mandó a hacerlo el maestro de armas Einar!!
Eso no se lo esperaba. La sorpresa inundó el rostro del caballero.
-...¿De la Guardia?
El hombre asintió. Alward chasqueó la lengua y miró hacia otro lado. Se mordió el labio inferior, con cierta pesadez. ¿Un miembro de la Guardia siendo artífice de un asesinato? No sería nada novedoso, pero sí escandaloso... ¿Y a quién habría asesinado? ¿Quizás a la hija de aquel viejo? ¿Y por qué? Toda una serie de preguntas sin respuesta asaltaban la mente de Alward. De pronto se había visto envuelto en una investigación no oficial, y debía llegar al fondo del asunto. La única pega era que a su lado estaba Asher oyéndolo todo.
-Iré a verle.-Fue la única respuesta que fue capaz de dar.
Alward Sevna
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Re: Cartas firmadas con sangre [Privado] [Cerrado]
-¿Usándome como amenaza, Sevna? No es tu mejor idea.- dije, arqueando una ceja. Debía ser un farol, o eso esperaba. Usar algo que no tienes bajo control siempre era peligroso. Sin embargo, pareció funcionar. Tras unas pocas palabras, el tipo empezó a hablar.
Reí al escuchar el intercambio. Por supuesto que era un guardia. ¿Quien si no?
-Oh, que sorpresa...- dije, sonriendo maliciosamente. -Esa es la clase de justicia que hay en este sitio, ¿hmm?- No dejaban de ser criminales con otro nombre, al fin y al cabo. Cualquiera que se quedase en la peninsula más de unos días lo sabía. No era gran cosa, pero... era tan buen excusa como otra para hacer algo de limpieza. Por los viejos tiempos. Inconscientemente, moví el hombro, notando una ligera punzada en él.
-Date prisa, Alward. Quizás llegues mientras Einar aún respire.- sonreí. No podía dejar pasar eso de que no le gustaba correr, después de todo. -Cinco minutos de ventaja es suficiente, ¿no?-
Probablemente lo fuese. No era tan grande como Lunargenta, y no conocía la zona tanto, pero estimaba que los cuarteles estaban a al menos diez minutos en carrera. Si es que el tipo estaba en los cuarteles. No importaba, a decir verdad. Mi intención era seguir el rastro de Sevna, después de todo.
Fuera como fuese, acabé quedandome a solas con el... limpiador. Esbocé una sonrisa tan amable como podía, intentando tranquilizarle. El tipo seguía asustado, pero intentó forzar una expresión.
-Deberías haberte buscado otro al que arrimarte.- dije, llevando mi garra hasta su cabeza y sujetándolo con fuerza. El hombre soltó una exclamación de dolor y sorpresa. Le miré con frialdad. Si hubiese sido un mercenario o matón cualquiera, no me habría molestado tanto. Pero alguien que servía a un oficial corrupto... Había algo en aquello que me repugnaba hasta a mi.
Lo arrastré unos pasos, hasta la pared más cercana. Gracias a la lluvia y a la noche, no había nadie para verlo, pese a sus quejidos. En cierta forma, le estaba haciendo un favor. Habría acabado peor, tarde o temprano. Pese al pánico, el hombre... dejó de gritar. Intenté escucharlo entre la lluvia, agitando una oreja. Fruncí el ceño. Estaba... ¿rezando?
No le ayudaría mucho.
Un solo movimiento, y un impacto. Su cabeza se estrelló contra la pared de granito, rompiendose al instante. Sacudí mi mano y me acuclillé junto a él. Rebusqué rápidamente en sus bolsillos. Esperaba que le hubiese pagado por adelantado, al menos. Lamentablemente, debía tener algo de experiencia: probablemente había escondido las monedas en varios sitios distintos. Una lástima, no tenía tanto tiempo para rebuscarlo a conciencia.
Me levanté, conformándome con tan solo un puñado de aeros. Él no los iba a necesitar, después de todo. ¿Cuanto tiempo había pasado?
El suficiente, decidí. Olisqueé el aire. La lluvia y el cadaver no lo hacían fácil. Sería difícil de rastrear con eso. Por suerte, tenía otras formas. Observé con mis otros ojos, examinando el éter de la zona. Las espadas y la armadura de Sevna dejaban un ligero cúmulo allá donde iban: después de todo, conocía aquellos encantamientos como la palma de mi mano.
Volví a emprender mi carrera, con toda intención de alcanzar al humano. Quizás me quedase unos pasos por detrás, esperando. Aquello sería entretenido, al final.
Reí al escuchar el intercambio. Por supuesto que era un guardia. ¿Quien si no?
-Oh, que sorpresa...- dije, sonriendo maliciosamente. -Esa es la clase de justicia que hay en este sitio, ¿hmm?- No dejaban de ser criminales con otro nombre, al fin y al cabo. Cualquiera que se quedase en la peninsula más de unos días lo sabía. No era gran cosa, pero... era tan buen excusa como otra para hacer algo de limpieza. Por los viejos tiempos. Inconscientemente, moví el hombro, notando una ligera punzada en él.
-Date prisa, Alward. Quizás llegues mientras Einar aún respire.- sonreí. No podía dejar pasar eso de que no le gustaba correr, después de todo. -Cinco minutos de ventaja es suficiente, ¿no?-
Probablemente lo fuese. No era tan grande como Lunargenta, y no conocía la zona tanto, pero estimaba que los cuarteles estaban a al menos diez minutos en carrera. Si es que el tipo estaba en los cuarteles. No importaba, a decir verdad. Mi intención era seguir el rastro de Sevna, después de todo.
Fuera como fuese, acabé quedandome a solas con el... limpiador. Esbocé una sonrisa tan amable como podía, intentando tranquilizarle. El tipo seguía asustado, pero intentó forzar una expresión.
-Deberías haberte buscado otro al que arrimarte.- dije, llevando mi garra hasta su cabeza y sujetándolo con fuerza. El hombre soltó una exclamación de dolor y sorpresa. Le miré con frialdad. Si hubiese sido un mercenario o matón cualquiera, no me habría molestado tanto. Pero alguien que servía a un oficial corrupto... Había algo en aquello que me repugnaba hasta a mi.
Lo arrastré unos pasos, hasta la pared más cercana. Gracias a la lluvia y a la noche, no había nadie para verlo, pese a sus quejidos. En cierta forma, le estaba haciendo un favor. Habría acabado peor, tarde o temprano. Pese al pánico, el hombre... dejó de gritar. Intenté escucharlo entre la lluvia, agitando una oreja. Fruncí el ceño. Estaba... ¿rezando?
No le ayudaría mucho.
Un solo movimiento, y un impacto. Su cabeza se estrelló contra la pared de granito, rompiendose al instante. Sacudí mi mano y me acuclillé junto a él. Rebusqué rápidamente en sus bolsillos. Esperaba que le hubiese pagado por adelantado, al menos. Lamentablemente, debía tener algo de experiencia: probablemente había escondido las monedas en varios sitios distintos. Una lástima, no tenía tanto tiempo para rebuscarlo a conciencia.
Me levanté, conformándome con tan solo un puñado de aeros. Él no los iba a necesitar, después de todo. ¿Cuanto tiempo había pasado?
El suficiente, decidí. Olisqueé el aire. La lluvia y el cadaver no lo hacían fácil. Sería difícil de rastrear con eso. Por suerte, tenía otras formas. Observé con mis otros ojos, examinando el éter de la zona. Las espadas y la armadura de Sevna dejaban un ligero cúmulo allá donde iban: después de todo, conocía aquellos encantamientos como la palma de mi mano.
Volví a emprender mi carrera, con toda intención de alcanzar al humano. Quizás me quedase unos pasos por detrás, esperando. Aquello sería entretenido, al final.
Asher Daregan
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Re: Cartas firmadas con sangre [Privado] [Cerrado]
Katrina fue en busca del anciano. Debía asegurarse que aquel cadáver era la hija desaparecida que buscaban. Lo encontró en uno de los callejones laterales que pasaban por la posada, desplomado en el suelo. Se acercó a él y se acuclilló para ver si seguía con vida. Apoyó el lateral de su cabeza en el pecho ajeno, intentando oír los latidos del corazón... estos eran tímidos, seguía funcionando.
Siguió allí esperando a que el hombre despertara. Optó por susurrarle palabras tales como "Despierta", "Vuelve en ti", "Regresa aquí", intentando adentrarse en su mente, y que si tenía la más mínima oportunidad de reincorporarse, lo hiciese cuanto antes.
Y volvió. Abrió los ojos, asustado, como si se hubiera despertado de un mal sueño.
-¿¡Q-qué...!?
-Tranquilo. Estás a salvo.-Dijo con un tono de voz conciliador.
-...¿C-cómo haces eso?-Preguntó refiriéndose a la voz mágica.
-Eso ahora no importa-Negó con la cabeza-¿Qué te ha pasado?
-...aquel hombre perro...-Contestó con cierto temor
-...-Asintió. Ahora tenía sentido.-Tu hija.-Cambió de tema-Una muchacha de cabello largo y castaño, ropajes de campesina, tez blanca como la nieve...-En realidad, no estaba dando muchos detalles concretos, cientos de mujeres por todo Aerandir podían encajar con esa descripción-¿Esta es la carta que se suponía que debía recibir?
La peliblanca sacó una misiva manchada parcialmente con la sangre de la joven. En ella, se podía leer cómo un tal "Rufus" aceptaba a un tal "Roderik" como amo de llaves en su hacienda a las afueras de Baslodia. El anciano leyó el papel con cierto gesto de asombro.
-¿Eres Roderik?
El hombre asintió. Katrina entonces lo confirmó, bajó la mirada y pensó en qué decir. Luego la devolvió a aquella alma desdichada.
-...Lo siento.
Alward llegó al cuartel en una carrera apresurada. Preguntó por el maestro de armas Einar, le indicaron que estaría en la armería, estaba ocupado haciendo inventario. Para su sorpresa, cuando llegó a dicho lugar este estaba solo, en un taburete sentado y limpiando una de sus espadas de sangre. A sus pies, yacían los cadáveres de tres reclutas.
Cuando se percató de la situación, sus pisadas mojadas retrocedieron un par de pasos. El Sevna quedó súmamente sorprendido.
-¿Quién eres?-Levantó la vista. Dejó de limpiar su espada y se puso en pie, estirando los hombros. Al parecer los tenía cargados.
Quiso amedrentar a Alward y hacer que este diera media vuelta, pero en vez de eso, los pasos que el castaño retrocedió, volvió a retomarlos.
-¡¿Por qué lo has hecho?!
Bajó su mirada, lamentando lo sucedido.
-Eran unos insolentes. La verdad, no quería matarlos, pero se pasaron de la raya...-Dijo con total normalidad
-¿Y qué pasa con el que mandaste a limpiar las pruebas de un asesinato?
-...-Ahí, su rostro cambió de la indiferencia a la molestia. Eso no tenía por qué saberlo.
-¿Mataste a una mujer en el palomar?-Preguntó, a modo de juez.
-¿Sabes el dicho de que la curiosidad mató al gato?-Se colocó el filo de la espada en el hombro, a modo de apoyo-Pues lo que le pasó a esa chica podría pasarte a ti como no te vayas y olvides lo que has visto.-Sonó amenazante.
-Para tu desgracia, eso no va a poder ser.-Le enseñó la insignia de la Guardia-Pagarás por tus crímenes.
-Hmf-No se esperaba para nada que Alward fuese uno de los suyos-Está bien, tú te lo has buscado.-Dijo acercándose al Sevna a paso tranquilo.
Alward entonces desenvainó tan solo una de sus espadas: la diestra; Værdi, y se preparó para cualquier cosa.
Sin más, Einar se abalanzó hacia el Sevna en una clara ofensiva que indicaba que aquella pelea iba a ser a muerte. Alward no salía de su asombro de cómo aquella situación pudo darse dentro de una zona protegida por la Guardia, y un mismo miembro de alto rango podía haber cometido tales atrocidades sin miramiento alguno.
El arma de Einar chocó con Værdi, repeliendo así su ataque. Alward contraatacó con un tajo en diagonal de arriba a abajo que dio de lleno en la protección que su oponente llevaba. Este último se desestabilizó y dio pie para que el castaño tuviera toda una ventana de ventaja. Así, más tajos de Alward llegaron a impactar en la armadura de Einar, desgastándola cada vez más. Era de ligera, de cuero, por lo que sería fácil derrotarle en un par de golpes más.
En el último tajo de Alward, el maestro de armas optó por lanzar una contraofensiva dando un paso hacia atrás, haciendo que el ataque del castaño no llegase a efectuarse. Acto seguido, se propuso dar un golpe definitivo (si es que tenía éxito) en un tajo vertical de arriba a abajo que impactaría en la cabeza del Sevna.
Alward, tirando de reflejos, se echó hacia atrás y evitó el tajo. Entonces, aprovechando la inercia de su apoyo, se volvió a lanzar al frente acometiendo esta vez con un tajo en diagonal que iba de abajo a arriba, aprovechando así la fuerza que se generó en su pierna con el impulso. El resultado: Værdi atravesó el costado izquierdo de Einar. Alward sacó su espada dando una fuerte patada al torso de su oponente, haciéndolo caer así al suelo.
Había sido un combate frenético que apenas duró cinco minutos. Alward necesitaba recuperar el aliento, y decidir qué hacer con Einar. La herida que le había hecho no tenía buena pinta, este agonizaba haciendo respiraciones costosas.
-Eres... culpable de muchas muertes...-Le apoyó su espada en el pecho-Pero aún no dijiste por qué mataste a la chica...-Sus ojos demostraban determinación.
-...-Estaba agitado, pero veía a la muerte tan cerca que sus ojos pedían clemencia-M-metió sus narices en asuntos de la Guardia... Tampoco quería matarla, pero...-Apretó los dientes y su tono sonó furioso-¡Fue una completa insolente!
-A la Guardia le sobran corruptos como tú.
Y sin más, clavó de una estocada la espada en el pecho ajeno. Dándole una muerte rápida e indolora. Quizás fue el acto más compasivo que pudo hacer.
Siguió allí esperando a que el hombre despertara. Optó por susurrarle palabras tales como "Despierta", "Vuelve en ti", "Regresa aquí", intentando adentrarse en su mente, y que si tenía la más mínima oportunidad de reincorporarse, lo hiciese cuanto antes.
Y volvió. Abrió los ojos, asustado, como si se hubiera despertado de un mal sueño.
-¿¡Q-qué...!?
-Tranquilo. Estás a salvo.-Dijo con un tono de voz conciliador.
-...¿C-cómo haces eso?-Preguntó refiriéndose a la voz mágica.
-Eso ahora no importa-Negó con la cabeza-¿Qué te ha pasado?
-...aquel hombre perro...-Contestó con cierto temor
-...-Asintió. Ahora tenía sentido.-Tu hija.-Cambió de tema-Una muchacha de cabello largo y castaño, ropajes de campesina, tez blanca como la nieve...-En realidad, no estaba dando muchos detalles concretos, cientos de mujeres por todo Aerandir podían encajar con esa descripción-¿Esta es la carta que se suponía que debía recibir?
La peliblanca sacó una misiva manchada parcialmente con la sangre de la joven. En ella, se podía leer cómo un tal "Rufus" aceptaba a un tal "Roderik" como amo de llaves en su hacienda a las afueras de Baslodia. El anciano leyó el papel con cierto gesto de asombro.
-¿Eres Roderik?
El hombre asintió. Katrina entonces lo confirmó, bajó la mirada y pensó en qué decir. Luego la devolvió a aquella alma desdichada.
-...Lo siento.
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Alward llegó al cuartel en una carrera apresurada. Preguntó por el maestro de armas Einar, le indicaron que estaría en la armería, estaba ocupado haciendo inventario. Para su sorpresa, cuando llegó a dicho lugar este estaba solo, en un taburete sentado y limpiando una de sus espadas de sangre. A sus pies, yacían los cadáveres de tres reclutas.
Cuando se percató de la situación, sus pisadas mojadas retrocedieron un par de pasos. El Sevna quedó súmamente sorprendido.
-¿Quién eres?-Levantó la vista. Dejó de limpiar su espada y se puso en pie, estirando los hombros. Al parecer los tenía cargados.
Quiso amedrentar a Alward y hacer que este diera media vuelta, pero en vez de eso, los pasos que el castaño retrocedió, volvió a retomarlos.
-¡¿Por qué lo has hecho?!
Bajó su mirada, lamentando lo sucedido.
-Eran unos insolentes. La verdad, no quería matarlos, pero se pasaron de la raya...-Dijo con total normalidad
-¿Y qué pasa con el que mandaste a limpiar las pruebas de un asesinato?
-...-Ahí, su rostro cambió de la indiferencia a la molestia. Eso no tenía por qué saberlo.
-¿Mataste a una mujer en el palomar?-Preguntó, a modo de juez.
-¿Sabes el dicho de que la curiosidad mató al gato?-Se colocó el filo de la espada en el hombro, a modo de apoyo-Pues lo que le pasó a esa chica podría pasarte a ti como no te vayas y olvides lo que has visto.-Sonó amenazante.
-Para tu desgracia, eso no va a poder ser.-Le enseñó la insignia de la Guardia-Pagarás por tus crímenes.
-Hmf-No se esperaba para nada que Alward fuese uno de los suyos-Está bien, tú te lo has buscado.-Dijo acercándose al Sevna a paso tranquilo.
Alward entonces desenvainó tan solo una de sus espadas: la diestra; Værdi, y se preparó para cualquier cosa.
Sin más, Einar se abalanzó hacia el Sevna en una clara ofensiva que indicaba que aquella pelea iba a ser a muerte. Alward no salía de su asombro de cómo aquella situación pudo darse dentro de una zona protegida por la Guardia, y un mismo miembro de alto rango podía haber cometido tales atrocidades sin miramiento alguno.
El arma de Einar chocó con Værdi, repeliendo así su ataque. Alward contraatacó con un tajo en diagonal de arriba a abajo que dio de lleno en la protección que su oponente llevaba. Este último se desestabilizó y dio pie para que el castaño tuviera toda una ventana de ventaja. Así, más tajos de Alward llegaron a impactar en la armadura de Einar, desgastándola cada vez más. Era de ligera, de cuero, por lo que sería fácil derrotarle en un par de golpes más.
En el último tajo de Alward, el maestro de armas optó por lanzar una contraofensiva dando un paso hacia atrás, haciendo que el ataque del castaño no llegase a efectuarse. Acto seguido, se propuso dar un golpe definitivo (si es que tenía éxito) en un tajo vertical de arriba a abajo que impactaría en la cabeza del Sevna.
Alward, tirando de reflejos, se echó hacia atrás y evitó el tajo. Entonces, aprovechando la inercia de su apoyo, se volvió a lanzar al frente acometiendo esta vez con un tajo en diagonal que iba de abajo a arriba, aprovechando así la fuerza que se generó en su pierna con el impulso. El resultado: Værdi atravesó el costado izquierdo de Einar. Alward sacó su espada dando una fuerte patada al torso de su oponente, haciéndolo caer así al suelo.
Había sido un combate frenético que apenas duró cinco minutos. Alward necesitaba recuperar el aliento, y decidir qué hacer con Einar. La herida que le había hecho no tenía buena pinta, este agonizaba haciendo respiraciones costosas.
-Eres... culpable de muchas muertes...-Le apoyó su espada en el pecho-Pero aún no dijiste por qué mataste a la chica...-Sus ojos demostraban determinación.
-...-Estaba agitado, pero veía a la muerte tan cerca que sus ojos pedían clemencia-M-metió sus narices en asuntos de la Guardia... Tampoco quería matarla, pero...-Apretó los dientes y su tono sonó furioso-¡Fue una completa insolente!
-A la Guardia le sobran corruptos como tú.
Y sin más, clavó de una estocada la espada en el pecho ajeno. Dándole una muerte rápida e indolora. Quizás fue el acto más compasivo que pudo hacer.
Alward Sevna
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Re: Cartas firmadas con sangre [Privado] [Cerrado]
Y... hasta ahí había llegado. Tras seguir al humano hasta la armería del cuartel, los vi allí, dialogando. Los motivos de aquel tipo sonaban algo absurdos, a decir verdad. No me quedé a escucharlo. Aunque tenía cierta curiosidad por ver como peleaba el humano, un duelo de ese tipo no resultaba precisamente estimulante.
Algo decepcionante, a decir verdad. Tanto esfuerzo para luego acabar de esa forma...
Me di media vuelta, retornando a la calle. De ahí, me encaminé de nuevo a la posada. El vial debía tener agua de sobra para lo que necesitaba. Con cuidado, trepé por los tejados. El frasco seguía allí, donde lo había dejado. Una vez lo cerré y aseguré, había terminado mis asuntos en ese sitio.
Pero tampoco hacía daño quedarme. Quizás el guardia corrupto hubiese matado a Alward. Eso habría sido un giro curioso, al menos. Bajé a la calle y entré en la posada, sacudiéndome la lluvia del pelaje. Al menos había limpiado la sangre de mis garras. Me las quité y las dejé sobre la mesa que había usado antes, flexionando los dedos. Llevarlas tanto tiempo resultaba algo incómodo.
A decir verdad, no tenía mucho para entretenerme en mi persona. Por eso necesitaba a alguien como Kothán... era difícil aburrirse cerca del zorro. Sin nada mejor que hacer, le pedí una manzana a una camarera y, una vez la trajo, comencé a pelarla con parsimonia. Por algún motivo, el regente de la posada me miraba boquiabierto desde la barra. Se acercó a grandes zancadas.
-¡Tu! ¡Me han dicho lo que le has hecho a Roderik!- exclamó, acusador.
Tomé un mordisco de la manzana sin romper contacto visual ni levantarme. Finalmente, tragué y respondí.
-¿Y...?-
-¡Hijo de...! ¡Sal de mi posada!- exigió. Continué mirándole, divertido, sin moverme un ápice. -Vete ahora mismo o llamaré a la guardia.- continuó. Eso tuvo gracia. La gente empezaba a mirarnos.
-Estas manzanas están bastante bien. ¿Son de por aquí?- sonreí.
Aquello fue suficiente para que el hombre saliese, iracundo. Bostecé, totalmente tranquilo. La guardia tenía otras cosas más importantes de las que encargarse en ese momento, como había descubierto. E incluso si venía alguien... Bueno, tampoco era algo que me preocupase.
Algo decepcionante, a decir verdad. Tanto esfuerzo para luego acabar de esa forma...
Me di media vuelta, retornando a la calle. De ahí, me encaminé de nuevo a la posada. El vial debía tener agua de sobra para lo que necesitaba. Con cuidado, trepé por los tejados. El frasco seguía allí, donde lo había dejado. Una vez lo cerré y aseguré, había terminado mis asuntos en ese sitio.
Pero tampoco hacía daño quedarme. Quizás el guardia corrupto hubiese matado a Alward. Eso habría sido un giro curioso, al menos. Bajé a la calle y entré en la posada, sacudiéndome la lluvia del pelaje. Al menos había limpiado la sangre de mis garras. Me las quité y las dejé sobre la mesa que había usado antes, flexionando los dedos. Llevarlas tanto tiempo resultaba algo incómodo.
A decir verdad, no tenía mucho para entretenerme en mi persona. Por eso necesitaba a alguien como Kothán... era difícil aburrirse cerca del zorro. Sin nada mejor que hacer, le pedí una manzana a una camarera y, una vez la trajo, comencé a pelarla con parsimonia. Por algún motivo, el regente de la posada me miraba boquiabierto desde la barra. Se acercó a grandes zancadas.
-¡Tu! ¡Me han dicho lo que le has hecho a Roderik!- exclamó, acusador.
Tomé un mordisco de la manzana sin romper contacto visual ni levantarme. Finalmente, tragué y respondí.
-¿Y...?-
-¡Hijo de...! ¡Sal de mi posada!- exigió. Continué mirándole, divertido, sin moverme un ápice. -Vete ahora mismo o llamaré a la guardia.- continuó. Eso tuvo gracia. La gente empezaba a mirarnos.
-Estas manzanas están bastante bien. ¿Son de por aquí?- sonreí.
Aquello fue suficiente para que el hombre saliese, iracundo. Bostecé, totalmente tranquilo. La guardia tenía otras cosas más importantes de las que encargarse en ese momento, como había descubierto. E incluso si venía alguien... Bueno, tampoco era algo que me preocupase.
Asher Daregan
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Re: Cartas firmadas con sangre [Privado] [Cerrado]
Katrina estaba allí, sentada en una de las tantas mesas repartidas por el recinto, así que vio aparecer a Asher. Al viejo Roderik se lo habían llevado para curar sus heridas entre unos cuantos hombres de la posada a los que la vampiresa avisó. Su mirada neutra que dejaba escapar algún que otro prejuicio fue a parar al hombre bestia, pero siempre con el semblante imperturbable en su rostro. Todo el lugar quedó en silencio cuando el que parecía regentar el lugar, iracundo, se encaró y amenazó al mismo Asher. Acto seguido, el segundo se mofó del primero, por lo que este acabó por irse, quizás intimidado. No era para menos, un hombre bestia de tal tamaño imponía, seguro que de un mordisco podría arrancar un brazo entero.
Pero eso no podría con Katrina y su curiosidad. En aquel momento, todos los presentes del lugar hacían el mejor intento por pasar su presencia por desapercibida. La vampiresa, sin embargo, se puso en pie y se encaminó hacia Asher. Sus pisadas y el murmullo de la gente eran las únicas cosas que se escuchaban.
Frente a él, del otro lado de la mesa, le mantuvo la mirada. No había ni un ápice de desencanto o ceño fruncido para con el hombre perro, su actitud era más bien analítica.
Sin más, se sentó en la silla vacía que quedaba enfrente de Asher.
-Sé quién eres.-Se mantuvo unos pocos segundos en silencio, examinando por completo el rostro ajeno. Su voz mágica tan solo la podía escuchar él en su cabeza. Su repaso terminó en la corona de su cabeza. Entrecerró los ojos. Acto seguido, volvió a aquellos ojos dorados y profundos.-Centinela del Norte.-Conocía tan solo las partes más básicas de su historia, pero los centinelas atrajeron demasiado la atención de las Sierpes como para estudiarlos y seguirlos de cerca. Lástima que no fuera una espía, podría haber sabido más.Se supone que tu trabajo es proteger este mundo, pero tan solo veo en tu corazón prepotencia y una necesidad constante de ser el centro de atención... Y Alward aún te considera de los buenos, ¿Por qué?-No sabía realmente la opinión del Sevna al respecto, pero si lo considerase un enemigo, habría hecho todo lo posible por estar lo más lejos de él, o de buscar una forma de acabar con él.
Katrina esperó una respuesta con el mentón apoyado sobre su mano derecha, mientras, la izquierda sujetaba el codo derecho. La peliblanca transmitía más paz y serenidad que su compañero, de eso no cabía duda.
Intentaba de alguna forma colarse en la mente ajena, pero le estaba resultando difícil, por no decir que lo veía como algo completamente imposible, ¿Sería el efecto de la corona?
-De ti depende mi destino, por suerte o por desgracia. Así que voy a advertirte, centinela: ten cuidado, hay muchos que te quieren quitar de en medio...-Se quedó en silencio, luego se encogió de hombros-...aunque supongo que no te descubro nada nuevo. De todas formas, siempre viene bien un recordatorio. No la pifies.
Pero eso no podría con Katrina y su curiosidad. En aquel momento, todos los presentes del lugar hacían el mejor intento por pasar su presencia por desapercibida. La vampiresa, sin embargo, se puso en pie y se encaminó hacia Asher. Sus pisadas y el murmullo de la gente eran las únicas cosas que se escuchaban.
Frente a él, del otro lado de la mesa, le mantuvo la mirada. No había ni un ápice de desencanto o ceño fruncido para con el hombre perro, su actitud era más bien analítica.
Sin más, se sentó en la silla vacía que quedaba enfrente de Asher.
-Sé quién eres.-Se mantuvo unos pocos segundos en silencio, examinando por completo el rostro ajeno. Su voz mágica tan solo la podía escuchar él en su cabeza. Su repaso terminó en la corona de su cabeza. Entrecerró los ojos. Acto seguido, volvió a aquellos ojos dorados y profundos.-Centinela del Norte.-Conocía tan solo las partes más básicas de su historia, pero los centinelas atrajeron demasiado la atención de las Sierpes como para estudiarlos y seguirlos de cerca. Lástima que no fuera una espía, podría haber sabido más.Se supone que tu trabajo es proteger este mundo, pero tan solo veo en tu corazón prepotencia y una necesidad constante de ser el centro de atención... Y Alward aún te considera de los buenos, ¿Por qué?-No sabía realmente la opinión del Sevna al respecto, pero si lo considerase un enemigo, habría hecho todo lo posible por estar lo más lejos de él, o de buscar una forma de acabar con él.
Katrina esperó una respuesta con el mentón apoyado sobre su mano derecha, mientras, la izquierda sujetaba el codo derecho. La peliblanca transmitía más paz y serenidad que su compañero, de eso no cabía duda.
Intentaba de alguna forma colarse en la mente ajena, pero le estaba resultando difícil, por no decir que lo veía como algo completamente imposible, ¿Sería el efecto de la corona?
-De ti depende mi destino, por suerte o por desgracia. Así que voy a advertirte, centinela: ten cuidado, hay muchos que te quieren quitar de en medio...-Se quedó en silencio, luego se encogió de hombros-...aunque supongo que no te descubro nada nuevo. De todas formas, siempre viene bien un recordatorio. No la pifies.
Alward Sevna
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Re: Cartas firmadas con sangre [Privado] [Cerrado]
La vampiresa estaba allí, al parecer. Debía haber despertado su curiosidad, porque vino a hablar directamente conmigo. Hizo mención a mi cargo, pero aquello no era ningún secreto a esas alturas. Lo interesante fue lo que dijo después.
-Oh, ¿de verdad?- inquirí, esbozando una sonrisa que mostraba todos los dientes. -¿Seguro que has mirado bien? Los corazones de la gente son difíciles de juzgar a primera vista.- dije, interesado. Mis ojos brillaron de azul. Podía ver el enlace que había formado conmigo, y el como intentaba reforzarlo.
Las runas de mi cuerpo debían ponérselo difícil. Absorbían el éter ajeno, lo suficiente como para debilitar magia como aquella. Por ello, no me molesté mucho en defenderme.
-Si quieres saber lo que pienso, solo tienes que preguntar.- dije. -No necesito mentir sobre algo así. Nadie puede doblegar mi opinión.- aseguré, quitándole importancia con un gesto de la mano. -El motivo por el que Alward me considera "de los buenos" es porque aún cree que existen los buenos y los malos. Es demasiado absoluto. Como si alguien que luchase para proteger el mundo no pudiese ser cruel o tener sus propios objetivos...- suspiré, negando con la cabeza. Mucha gente aún era así. Demasiadas historias, suponía.
-Por favor. Sabes que esa advertencia no significa nada para mi, decirla es un malgasto de "aliento"... ¿o es tu forma de desearme suerte, quizás?- pregunté, sonriendo. -Bueno, ya que has tenido curiosidad, te lo diré claramente.- dije. La vampiresa había despertado mi interés, después de todo. Merecía una respuesta. -Los inocentes habitantes de Aerandir son solo colaterales. Me es indiferente si muere uno o mil. Si ayudase en algo sacrificarlos, lo haría. El objetivo son los Jinetes Oscuros.- apunté, tocando la mesa con la uña de mi índice. -Da la casualidad de que vivo en el mismo mundo que tu, y me gusta tal como está, pese a sus defectos. Así que no dejaré que lo tomen.-
-Por fortuna para todos, la mejor forma de asegurarlo deja a la gente fuera de peligro. Y viendo como nadie me ha matado todavía, solo puedo asumir que no hay gente más capacitada para el cargo.- añadí, encogiéndome de hombros. -En otras palabras, tengo que hacerlo yo, porque cualquier otro lo haría peor.-
Esbocé una última sonrisa. Había sido una conversación interesante. Siempre apreciaba que alguien intentase entender: haciendo las preguntas adecuadas, uno podía aprender mucho.
Agité una oreja. Podía oír pasos, y el sonido de una armadura moviéndose. Dos personas, mínimo. El posadero debía haber encontrado un guardia, después de todo.
-Aléjate un par de pasos, ¿quieres?- pedí, desabrochando el libro que siempre llevaba. Lo abrí y busqué la página rápidamente. -Y por todos los espíritus, haz que tu amigo deje de ser tan inocente.-
Lo siguiente que pronuncié fue un murmuro, encadenando varias oraciones ininteligibles una detrás de otra. La puerta de la posada se abrió, y el guardia entró, mirando en la dirección que señalaba el posadero. Muy, muy tarde. Una vez terminé la entonación, cerré el grimorio con una sola mano, y tras una burlona reverencia, desaparecí con una luz cegadora. [1]
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[1] Objeto Limitado: Runa de Transporte
Asher Daregan
Aerandiano de honor
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