Una huida hacia adelante [Libre] [CERRADO]
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Una huida hacia adelante [Libre] [CERRADO]
- Nota para participantes:
- Nota: Aventura posterior a “Un estruendoso regreso a casa”, y anterior a “Ella es el Norte”
Errabundo, sus pasos se dirigieron al este, sin más motivo que continuar esquivando a los cazarrecompensas de lady Baegny. El regocijo de haber rescatado a los cautivos y vencido contra los vampiros sólo tres días atrás, se había desvanecido como hielo al sol. Tales triunfos nada significaban ya, y menos un día como aquel.
Habían transcurrido dos años, en los cuales nunca se había atrevido a cruzar el ecuador del continente. Se había separado de ella tras una conversación tan profunda y triste que aún la rememoraba como una vieja historia de su pueblo. La pregunta de si debería regresar, tan sólo para una despedida más acorde… No, sonrió melancólico. No podía engañarse. Deseaba volver a verla, que sus ojos se posasen de nuevo en él, y flotase ese entendimiento que era incapaz de explicar con palabras élficas o humanas. Para bien o para mal, un mundo de distancia se abría entre ambos.
Despojándose de la vestimenta, caminó sobre los guijarros de la ribera del río, indiferente a la brisa que llegaba del oeste. Su piel se erizó, y el Elfo sonrió. Había placeres sencillos, se dijo mientras se adentraba en la fría y calmada corriente, que apenas eran valorados hasta que el viaje llegaba a zonas mucho más hostiles. Buceó unos momentos, cerca de sus prendas y arma, disfrutando del momento. Su mente, aún con la calma del instante, no le permitió más un mero momento de asueto. Salió del caudal, y tras una breve mirada al cielo despejado, caminó un poco por la orilla, a fin de secarse lo suficiente para volver a vestirse.
Prosiguió la senda que continuaba hacia levante, sin seguir el camino principal que comunicaba las grandes ciudades de la península. Era natural para él sentirse más cómodo en las rutas boscosas, apenas insinuadas, con rapidez y agilidad. Eran las arterias que realmente comunicaban el paisaje, y los modos de encontrar auténticos tesoros, en forma de plantas o animales, que no solían dejarse ver.
Se apoyó contra el tronco de un árbol, respirando profundamente, y contempló con cuidado el paisaje. Una pequeña laguna destacaba sobre el conjunto por el intenso bermellón de sus plantas acuáticas, del tipo que Nousis nunca había visto. Se acercó, siempre movido por su gusto por el saber, hasta que casi tuvo que adentrarse en el agua. Y pudo constatar que aquello no era el color habitual de tal especie.
Sangre. El olor resultaba inconfundible y estremecedor. No había sido volcada sobre la laguna, sino con paciencia y dedicación, alguien había pintado todas y cada una de las plantas. Ni siquiera el líquido transparente había sido contaminado. Componiendo una mueca de repugnancia, miró rápidamente alrededor, desenvainando por precaución. Tal macabra obra no había sido llevada a cabo por animales ni por alguien que hubiese perdido la cabeza. Se alejó del dantesco escenario, y al pasar al siguiente y minúsculo claro, encontró dos cuerpos, uno infantil y otro adulto, completamente decolorados y decapitados. Sus ojos grises se abrieron de espanto y furia.
“Protegemos Baslodia” rezaba una tosca placa de madera, que no parecía haber sufrido aún los males de la lluvia o el tiempo. Eran asesinatos recientes.
Y entonces el Elfo escuchó algo entre los árboles. En guardia, esperó qué le aguardaría.
___
OFF: aventura libre. Para el primer post, sólo comentar qué os ha llevado a ese recóndito claro del bosque. Podéis llegar de la ciudad o de cualquier otro punto.
Nousis Indirel
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Re: Una huida hacia adelante [Libre] [CERRADO]
Muchos kilómetros la separaban ya de la que alguna vez había sido su casa, era uno de esos días claros en los que el tiempo invitaba a tumbarse sobre la hierba a descansar y quizá lo haría si encontrarse un buen lugar para ello. Llevaba varios días recorriendo el denso bosque y de no ser porque la maleza cambiaba a medida que avanzaba, no sabría distinguir si seguía en las lejanías de Sandorai o habría cruzado ya las fronteras hacia lo desconocido. Hacía tiempo que seguía la pista a un pequeño asentamiento elfico situado, según algunos rumores, en las profundidades de un bosque cercano a Vulwufar. No estaba segura de la veracidad de aquella ubicación, ni siquiera estaba convencida de que existiese tal comunidad, pero si algo positivo tiene el no saber dónde buscar lo que estás buscando es que cualquier destino al que dirigirte, de primeras, es aceptable.
El sol empezaba a verse alto, ya casi era medio día, más tarde de lo que había calculado llegar, aunque había cumplido con su itinerario de viaje a la perfección. Había salido del tronco hueco en el que había pasado la noche varias horas antes de amanecer y había mantenido un paso ligero, ¿tal vez aquella liebre que consiguió escaparse la había entretenido más de la cuenta? No, tampoco fue tan larga la persecución, de hecho se dio por vencida cuando empezó a salirse del sendero... Sólo había una explicación, se había perdido. Sacó su mapa y revisó sus pasos, todo parecía correcto, pero quizá estaba mal cartografiado... Marcó en el pergamino dónde creía que había empezado a perderse, según el tiempo de retraso que llevaba y el entorno que la rodeaba y guardó el mapa con la esperanza de poder corregirlo en algún momento, si es que llegaba a algún sitio donde alguien pudiese explicarle dónde estaba.
Caminó un par de horas más sin rumbo, intentando mantener la orientación sur-este, hasta que las tripas empezaron a recordarla que no se habían ido a ningún sitio, y se dispuso a buscar un lugar donde parar a comer de las pocas provisiones que le quedaban. Tal vez dejó escapar a la liebre demasiado pronto, al fin y al cabo... Encontró un árbol estrategicamente apartado del sendero que daba una sombra muy apetecible y se sentó debajo a disfrutar de unas deliciosas bayas que había recolectado por el camino. Cerró los ojos para disfrutar de la calma del bosque y se disponía a relajarse un poco antes de seguir cuando le pareció escuchar el fino caudal de un arroyo cercano. -¡Peces! Se puso en pie de un salto y observó detenidamente a su alrededor con esos fantásticos ojos que los dioses le habían otorgado. No tardó en dar con el estrecho pero abundante hilo de agua que corría entre la vegetación y se dirigió hacia allí con paso ligero.
Asomada al agua pudo ver que unas cuantas carpas se dejaba llevar por la corriente así que decidió seguirlas a la espera de encontrar un lugar mejor donde pescarlas. No tuvo que andar mucho para llegar a la desembocadura de aquel pequeño río, una pequeña laguna que aguardaba un precioso paisaje alrededor. Se hizo con una buena rama y cortó uno de los largos hilos que sobresalían de su capa para usarlo a modo de sedal, buscó entre el barro de la orilla alguna pequeña lombriz y en pocos minutos tenía una rudimentaria caña lista para el uso. Pero notó algo raro al disponerse a pescar, las carpas nadaban extrañamente de nuevo hacia la desembocadura, como queriendo volver río arriba. -Ah no, vosotras no os escapáis.- pensó ofuscada tras el fracaso al intentar dar caza a la liebre, y sin pensárselo dos veces se quitó la capa, se arremangó y como si de un oso pescando salmones se tratase, lanzó los brazos hacia el agua con la esperanza de pillar alguna. Pero no pudo evitar soltar un estrepitoso grito al descubrir por qué las carpas nadaban a la contra, sus brazos estaban cubiertos de sangre. El agua estaba cubierta de sangre. Y al ver aquella inesperada estampa se quedó de piedra, mirándose anonadada su piel manchada...
El sol empezaba a verse alto, ya casi era medio día, más tarde de lo que había calculado llegar, aunque había cumplido con su itinerario de viaje a la perfección. Había salido del tronco hueco en el que había pasado la noche varias horas antes de amanecer y había mantenido un paso ligero, ¿tal vez aquella liebre que consiguió escaparse la había entretenido más de la cuenta? No, tampoco fue tan larga la persecución, de hecho se dio por vencida cuando empezó a salirse del sendero... Sólo había una explicación, se había perdido. Sacó su mapa y revisó sus pasos, todo parecía correcto, pero quizá estaba mal cartografiado... Marcó en el pergamino dónde creía que había empezado a perderse, según el tiempo de retraso que llevaba y el entorno que la rodeaba y guardó el mapa con la esperanza de poder corregirlo en algún momento, si es que llegaba a algún sitio donde alguien pudiese explicarle dónde estaba.
Caminó un par de horas más sin rumbo, intentando mantener la orientación sur-este, hasta que las tripas empezaron a recordarla que no se habían ido a ningún sitio, y se dispuso a buscar un lugar donde parar a comer de las pocas provisiones que le quedaban. Tal vez dejó escapar a la liebre demasiado pronto, al fin y al cabo... Encontró un árbol estrategicamente apartado del sendero que daba una sombra muy apetecible y se sentó debajo a disfrutar de unas deliciosas bayas que había recolectado por el camino. Cerró los ojos para disfrutar de la calma del bosque y se disponía a relajarse un poco antes de seguir cuando le pareció escuchar el fino caudal de un arroyo cercano. -¡Peces! Se puso en pie de un salto y observó detenidamente a su alrededor con esos fantásticos ojos que los dioses le habían otorgado. No tardó en dar con el estrecho pero abundante hilo de agua que corría entre la vegetación y se dirigió hacia allí con paso ligero.
Asomada al agua pudo ver que unas cuantas carpas se dejaba llevar por la corriente así que decidió seguirlas a la espera de encontrar un lugar mejor donde pescarlas. No tuvo que andar mucho para llegar a la desembocadura de aquel pequeño río, una pequeña laguna que aguardaba un precioso paisaje alrededor. Se hizo con una buena rama y cortó uno de los largos hilos que sobresalían de su capa para usarlo a modo de sedal, buscó entre el barro de la orilla alguna pequeña lombriz y en pocos minutos tenía una rudimentaria caña lista para el uso. Pero notó algo raro al disponerse a pescar, las carpas nadaban extrañamente de nuevo hacia la desembocadura, como queriendo volver río arriba. -Ah no, vosotras no os escapáis.- pensó ofuscada tras el fracaso al intentar dar caza a la liebre, y sin pensárselo dos veces se quitó la capa, se arremangó y como si de un oso pescando salmones se tratase, lanzó los brazos hacia el agua con la esperanza de pillar alguna. Pero no pudo evitar soltar un estrepitoso grito al descubrir por qué las carpas nadaban a la contra, sus brazos estaban cubiertos de sangre. El agua estaba cubierta de sangre. Y al ver aquella inesperada estampa se quedó de piedra, mirándose anonadada su piel manchada...
Última edición por Aylizz Wendell el Miér Abr 15 2020, 09:53, editado 1 vez
Aylizz Wendell
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Re: Una huida hacia adelante [Libre] [CERRADO]
Había escuchado que el clima hacía variar las características de la fruta de una zona a otra, pero Iori jamás pensó que la acidez de aquella bayas pudiera llegar a esos niveles. Desde luego estaban más ricas a su gusto las de su pequeña aldea. Pero después de ocho jornadas completas viajando, había quedado lo suficientemente atrás como para dar gracias por poder encontrar en la naturaleza aquel tipo de frutos. Notó como un escalofrío recorría su espina dorsal mientras las que tenía en la boca se le habían hecho bola en la mejilla izquierda. En aquel momento, Iori y una ardilla cualquiera podrían parecer primas hermanas.
Sus piernas avanzaban perezosas. Después de las primeras jornadas caminando con vigorosidad, sentía que ya no necesitaba cargar sus músculos con aquel esfuerzo. No sabía muy bien por qué motivo se había alejado con tanta energía de su hogar. Para no temer en acobardarse y volver atrás, o para comenzar con decisión aquella aventura... De cualquier manera no tenía mucho sentido ocupar sus pensamientos en aquellas cuestiones. Era cuando caía la noche, cuando se mantenía aovillada refugiándose a los pies de algún gran árbol, que en su soledad experimentaba los golpes de aquellas primeras dudas. Porque Iori Li nunca antes había estado completamente sola.
De la misma forma que con la oscuridad tenía que luchar con sus dudas internas, con las primeras claridades del alba se levantaba accionada por un resorte, con más determinación que el día anterior. Estaba ya acostumbrándose a las idas y venidas de sus propios sentimientos, por lo que el ánimo en la muchacha se mantenía alto. Hizo un esfuerzo soberano para tragar aquella masa oscura que había almacenado en la boca. Se detuvo en seco, golpeada con fuerza por la acidez de las bayas y cerró las manos en puños para reprimir el temblor que sacudía su cuerpo. - Aaaaggggghhhhhhh... - Movió la lengua con fuerza dentro de la boca, intentando apartar de ella los últimos resquicios de aquel sabor en la lengua, y miró con desconfianza las tres bayas restantes que quedaban en su mano. No estaba segura de ser capaz de volver a pasar por aquello...
Delante de ella entonces, entre los árboles apareció un pequeño ejemplar de jabato. Su piel aún presentaba el color moteado típico de las crías que no llegan aún a los dos meses, y movía con gracia su pequeño rabito de un lado a otro mientras olisqueaba en su dirección. Iori parpadeó y se quedó mirando a la criatura, antes de inclinarse en su dirección en el suelo. - ¿Es esto lo que hueles? - Inquirió como si el animal pudiera entenderla a la perfección. - Lo cierto es que me gustan mucho, pero si te apetecen estoy dispuesta a desprenderme de ellas. Con todo el dolor de mi corazón. - La sonrisa de la muchacha se hizo más grande en su rostro y extendió la palma de su mano hacia el hocico del animal, deseando con fuego que tomase las bayas que le ofrecían. Aunque en el suelo del bosque ningún alimento se desperdiciaría, Iori odiaba tirar la comida.
Y detrás de sus ansias por calzarle al pobre animalillo las bayas de la muerte, estuvo el fallo número uno de aquella mañana en la vida de Iori. Una cría como aquella nunca esta lejos de su madre. Y su madre, como manda la naturaleza, solía ser una hembra adulta de jabalí de los bosques, huesos anchos, capa de músculo duro y piel curtida, que sumaba aproximadamente unos cien kilogramos de peso por individuo. Exactamente como la que apareció justo detrás de su jabato, y la saludó con unos preciosos colmillos sobresaliendo por encima de su hocico. Oh oh, Iori. La cría parecía deseosa de alcanzar su mano, pero su mami discrepaba por completo en aquello. La chica se quedó clavada en el suelo, ya no era con una ardilla con quien tenía similitud, sino con una estatua cualquiera que alguien pudiera encontrar. Aunque se quedó congelada, dentro de ella la sangre comenzó a bombear como un torrente invernal. Fue la primera coz que dio la hembra en el suelo, la que sonó en su mente como la explosión que la hizo reaccionar. Mierda.
Se levantó de un tirón al tiempo que el enorme jabalí echaba a correr en su dirección. Iori saltó a un lado del camino y llegó a tiempo a el tronco del primer árbol para parapetarse en él con rapidez. El animal pasó casi rozándola y únicamente la inercia que llevaba en la carrera la hizo pasar unos valiosos metros de largo a espaldas de la chica, que le proporcionaron la ventaja que tanto necesitaba. Mierda, mierda mierda. Se tenía encontrado con jabalís en la zona de su aldea. Pero nunca había visto uno de aquel tamaño. Necesitaba escapar, y en aquel momento, ante una madre enfadada, la única opción era ponerse a salvo en las alturas. Un mamífero de pezuña tendría muy complicado subir a lo alto de un árbol, y allí radicaba la única posibilidad de defensa de Iori. En cambio abierto, simplemente a la carrera nunca sería capaz de ganar a un jabalí a la carrera.
La vegetación zumbaba detrás de ella mientras intentaba avanzar haciendo erráticos zigzags para dificultarle al bicho seguirla. Buscaba con su vista un buen ejemplar de árbol al que encaramarse y trepar. Tenía que ser lo suficientemente resistente, pero no tan ancho como para no poder abrazar su tronco y subir por él. La vigorosidad del animal a su espalda sonaba como un maldito ejército, y eso que Iori nunca había visto uno realmente. En su mente el sonido a pánico y muerte sonaban en aquel momento exactamente iguales. Pensó que estaba todo perdido cuando delante de ella, a la derecha, un árbol que había crecido ligeramente inclinado pareció brillar con toda la luz del sol. Pensó que el corazón iba a salir por su boca cuando, de un salto trepó hasta casi dos metros del suelo, y un segundo después notó como la hembra enfadada golpeaba la base del tronco con su cuerpo. Iori jadeo, casi a punto de caerse de nuevo por la vibración que causo el impacto, pero consiguió engarfiar sus manos a una rama y quedó un instante colgando.
La hembra de jabalí emitió un fuerte gruñido, evidentemente enfadada con aquella circunstancia. Coceó el suelo y volvió a golpear con el morro la base del árbol, pero Iori no perdió tiempo. Trepó hasta alcanzar una posición más relajada entre dos ramas que le parecieron lo suficientemente robusta, y se quedó observando, con el corazón a mil al poderoso animal que casi la sacaba de la aventura de su vida. - Jo-der...- musitó sin aliento.
Sus piernas avanzaban perezosas. Después de las primeras jornadas caminando con vigorosidad, sentía que ya no necesitaba cargar sus músculos con aquel esfuerzo. No sabía muy bien por qué motivo se había alejado con tanta energía de su hogar. Para no temer en acobardarse y volver atrás, o para comenzar con decisión aquella aventura... De cualquier manera no tenía mucho sentido ocupar sus pensamientos en aquellas cuestiones. Era cuando caía la noche, cuando se mantenía aovillada refugiándose a los pies de algún gran árbol, que en su soledad experimentaba los golpes de aquellas primeras dudas. Porque Iori Li nunca antes había estado completamente sola.
De la misma forma que con la oscuridad tenía que luchar con sus dudas internas, con las primeras claridades del alba se levantaba accionada por un resorte, con más determinación que el día anterior. Estaba ya acostumbrándose a las idas y venidas de sus propios sentimientos, por lo que el ánimo en la muchacha se mantenía alto. Hizo un esfuerzo soberano para tragar aquella masa oscura que había almacenado en la boca. Se detuvo en seco, golpeada con fuerza por la acidez de las bayas y cerró las manos en puños para reprimir el temblor que sacudía su cuerpo. - Aaaaggggghhhhhhh... - Movió la lengua con fuerza dentro de la boca, intentando apartar de ella los últimos resquicios de aquel sabor en la lengua, y miró con desconfianza las tres bayas restantes que quedaban en su mano. No estaba segura de ser capaz de volver a pasar por aquello...
Delante de ella entonces, entre los árboles apareció un pequeño ejemplar de jabato. Su piel aún presentaba el color moteado típico de las crías que no llegan aún a los dos meses, y movía con gracia su pequeño rabito de un lado a otro mientras olisqueaba en su dirección. Iori parpadeó y se quedó mirando a la criatura, antes de inclinarse en su dirección en el suelo. - ¿Es esto lo que hueles? - Inquirió como si el animal pudiera entenderla a la perfección. - Lo cierto es que me gustan mucho, pero si te apetecen estoy dispuesta a desprenderme de ellas. Con todo el dolor de mi corazón. - La sonrisa de la muchacha se hizo más grande en su rostro y extendió la palma de su mano hacia el hocico del animal, deseando con fuego que tomase las bayas que le ofrecían. Aunque en el suelo del bosque ningún alimento se desperdiciaría, Iori odiaba tirar la comida.
Y detrás de sus ansias por calzarle al pobre animalillo las bayas de la muerte, estuvo el fallo número uno de aquella mañana en la vida de Iori. Una cría como aquella nunca esta lejos de su madre. Y su madre, como manda la naturaleza, solía ser una hembra adulta de jabalí de los bosques, huesos anchos, capa de músculo duro y piel curtida, que sumaba aproximadamente unos cien kilogramos de peso por individuo. Exactamente como la que apareció justo detrás de su jabato, y la saludó con unos preciosos colmillos sobresaliendo por encima de su hocico. Oh oh, Iori. La cría parecía deseosa de alcanzar su mano, pero su mami discrepaba por completo en aquello. La chica se quedó clavada en el suelo, ya no era con una ardilla con quien tenía similitud, sino con una estatua cualquiera que alguien pudiera encontrar. Aunque se quedó congelada, dentro de ella la sangre comenzó a bombear como un torrente invernal. Fue la primera coz que dio la hembra en el suelo, la que sonó en su mente como la explosión que la hizo reaccionar. Mierda.
Se levantó de un tirón al tiempo que el enorme jabalí echaba a correr en su dirección. Iori saltó a un lado del camino y llegó a tiempo a el tronco del primer árbol para parapetarse en él con rapidez. El animal pasó casi rozándola y únicamente la inercia que llevaba en la carrera la hizo pasar unos valiosos metros de largo a espaldas de la chica, que le proporcionaron la ventaja que tanto necesitaba. Mierda, mierda mierda. Se tenía encontrado con jabalís en la zona de su aldea. Pero nunca había visto uno de aquel tamaño. Necesitaba escapar, y en aquel momento, ante una madre enfadada, la única opción era ponerse a salvo en las alturas. Un mamífero de pezuña tendría muy complicado subir a lo alto de un árbol, y allí radicaba la única posibilidad de defensa de Iori. En cambio abierto, simplemente a la carrera nunca sería capaz de ganar a un jabalí a la carrera.
La vegetación zumbaba detrás de ella mientras intentaba avanzar haciendo erráticos zigzags para dificultarle al bicho seguirla. Buscaba con su vista un buen ejemplar de árbol al que encaramarse y trepar. Tenía que ser lo suficientemente resistente, pero no tan ancho como para no poder abrazar su tronco y subir por él. La vigorosidad del animal a su espalda sonaba como un maldito ejército, y eso que Iori nunca había visto uno realmente. En su mente el sonido a pánico y muerte sonaban en aquel momento exactamente iguales. Pensó que estaba todo perdido cuando delante de ella, a la derecha, un árbol que había crecido ligeramente inclinado pareció brillar con toda la luz del sol. Pensó que el corazón iba a salir por su boca cuando, de un salto trepó hasta casi dos metros del suelo, y un segundo después notó como la hembra enfadada golpeaba la base del tronco con su cuerpo. Iori jadeo, casi a punto de caerse de nuevo por la vibración que causo el impacto, pero consiguió engarfiar sus manos a una rama y quedó un instante colgando.
La hembra de jabalí emitió un fuerte gruñido, evidentemente enfadada con aquella circunstancia. Coceó el suelo y volvió a golpear con el morro la base del árbol, pero Iori no perdió tiempo. Trepó hasta alcanzar una posición más relajada entre dos ramas que le parecieron lo suficientemente robusta, y se quedó observando, con el corazón a mil al poderoso animal que casi la sacaba de la aventura de su vida. - Jo-der...- musitó sin aliento.
Iori Li
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Re: Una huida hacia adelante [Libre] [CERRADO]
Si el primer sonido le había alarmado, el segundo resultó un aviso en toda regla. Sin embargo, antes de dar dos pasos en la dirección adecuada, la del inconfundible grito de mujer, una cuchillada le cortó la mejilla, provocando que se apartase hacia la derecha cuando de la espesura surgieron los malditos mercenarios que llevaban persiguiéndole casi dos semanas. Su rostro evidenció incredulidad, para acto seguido adoptar un hastío con posos de rabia, como un zorro atrapado por lobos.
El humanoide felino, de no mucha mayor envergadura que el Elfo, corrió hacia él con una rapidez ultrajante, cuando su otro perseguidor, con un paso mucho más tranquilo, y para extrañeza de Nousis, miró alrededor, torciendo el gesto ante la visión del pequeño claro. No eran los primeros que enviaban contra él, pero sí los mejores. La humana había debido pagarles un buen dinero por hacerse con su cabeza. Cualquiera habría imaginado que el asesinato de su hija había resultado algo premeditado y no un mero error.
Nousis no podía evitar retroceder. El hombre-lince acuchillaba con rapidez, y su oponente sentía la sangre de la herida correr hasta la mandíbula, húmeda y desagradable. Los ojos fijos del felino no se apartaban de su presa, seguro de su victoria. Ante la fuerza y velocidad, la experiencia aún tenía unas palabras que decir, y la espada élfica buscaba con maestría los puntos débiles del enemigo, que a su vez, se movía con elegancia. Un combate a muerte que aparecía ante los ojos de un desconocido como un baile premeditado.
Como siempre le ocurría, la frialdad del Elfo, su estudio y percepción en la lucha, iban cediendo ante el avidez de derramar la sangre de quien tenía la osadía de cruzar espadas con él. Una sonrisa macabra se impuso paulatinamente en sus labios, aún hallándose a la defensiva. Algo casi imposible de comprender.
Con una finta muy trabajada, amagó con una estocada a la cabeza, esquivando por dos centímetros un corte vertical destinado a partirle la espalda en dos, volteándose, y con el tercio final de su hoja, abrió el cuello del humanoide. No obstante, renegó al ver que la herida, aunque aparatosa, no había resultado mortal. Su rival se llevó una de sus peludas manos al pescuezo, y con un paso atrás, respiró con algo más de dificultad. No había odio en sus ojos, sólo un mayor respeto y un hieratismo asombroso. Emociones de quien sabe con exactitud que algo así siempre era un riesgo, y de nada servía la ira en su trabajo. Nadie se dejaba morir sin suplicar, o sin luchar con todas sus fuerzas. El Elfo era del segundo tipo, no cabía duda alguna.
Pero Nousis distaba de la estupidez. Veía sumamente complicado tener una segunda opción, arriesgándose al extremo en la primera que ni siquiera había dado resultado.
“Sigamos jugando” le urgía esa parte de su mente. “Muerte deseamos, ésta espada quiere conocer sus entrañas”
El mercenario restante se había acercado ya a diez pasos y con voz neutra, habló con una exasperando tranquilidad.
-Retírate, Alhaulen. Yo terminaré el trabajo- y el lince obedeció. La respuesta de la callada pregunta del Elfo no tardó más que unos segundos en llegar, pues un rugido atronador inundó el bosque de punta a punta.
- Aquí vamos...:
No era un humano quien le había estado persiguiendo. Era un dracónido. Y había adoptado su forma bestial. Si no era ese el momento de la retirada, pensó, es que no habría ningún otro.
Nousis corrió, evitando una dentellada de la criatura, que con sus cuatro metros, avanzaba a grandes zancadas derribando los árboles pequeños sin problema alguno. Sin mucha consideración por la dirección, continuó presuroso por el lugar más factible, siguiendo el curso de un arroyo de pequeña cuenca. Su mente estaba por el momento con la única intención de escapar y salvar la vida, y por ello, tan sólo pudo gritar una palabra a la mujer que vio cuando sin dejar de correr, llegó hasta donde ella se encontraba.
-¡¡HUYE!!
Mientras tanto, el rugido del dragón había amedrentado al jabalí que, como experto conocedor de los peligros y depredadores, escapó en dirección opuesta junto a su lechón, dejando a la humana sola, encamarada al árbol. Sólo cuando giró la cabeza desde la anterior amenaza a la nueva, comprendió que el día no iba a mejorar. En absoluto.
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Off: Uso de habilidad: Duelista
Última edición por Nousis Indirel el Mar Abr 21 2020, 23:32, editado 2 veces
Nousis Indirel
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Re: Una huida hacia adelante [Libre] [CERRADO]
Por suerte el árbol parecía resistente. Por la contra, aquel bicharraco estaba evidentemente enfadado con el mundo y en particular con ella. - ¡Que solamente le estaba dando unas bayas para comer!- gritó desde arriba ofuscada, sabiendo que sus palabras y el silencio valdrían lo mismo para aquella hembra. Nada. El pequeño jabato, que había echado a correr detrás de su madre tardó más en alcanzarlas, pero Iori lo vio avanzar entre los árboles con trote alegre, mientras movía de lado a lado aquel pequeño rabito. - En mal momento...- siseó la muchacha con resignación. Quizá podía tirarle algún cacho de rama desde arriba, o quizá podía tomar un poco de la hojarasca y prenderle fuego con la yesca y el perdernal que llevaba en su bolsa. No parecía muy inteligente plantar fuego a la base del árbol en el que te estás guareciendo. Pero aquel bicho estaba completamente obsesionado con ella.
Mientras intentaba pensar rápidamente en alguna solución, agudizó el oído ante un ruido que procedía de no muy lejos. No lo reconoció, dado que no era un sonido en absoluto familiar para ella. Se estiró aferrándose bien a las ramas superiores del árbol, y trató de otear entre la espesura de los árboles en dirección a la algarabía. Los golpes metálicos eran lo que más agudo se escuchaba, y apenas tardó unos segundos en barajar la posibilidad de que aquello fuese algún cruce de espadas. ¿Un combate en el bosque? Miró hacia abajo y vio entonces que la hembra furiosa también lo había escuchado entre embiste y embiste al tronco del árbol. Se había detenido, y aguardaba expectante, escuchando seguramente más cosas de las que Iori era capaz. Quizá aquella fuese su carta de salvación. O condena.
Lo que comenzó como un sordo ruido gutural, ascendió en fuerza hasta estallar en un aterrador rugido que resonó en toda la zona. La muchacha abrió los ojos como platos y clavó las uñas en la corteza de las ramas a las que estaba aferradas. ¿¡Qué demonios había sido aquello!? El animal más potencialmente peligroso que se había encontrado hasta ese momento de su vida habían sido los lobos... y a su parecer resultaban en ocasiones más nobles que muchos humanos. Aquello no era ningún lobo. Aquello no era nada que ella hubiese visto nunca. El desconocimiento se tradujo en forma de miedo en su cabeza. Su cerebro inyectó directamente el pánico en su sangre y el torrente sanguíneo se encargó de repartirlo por todo su cuerpo... paralizándola.
No volvió a mirar hacia abajo, pero escuchó los galopes apurados de la hembra de jabalí golpeando el suelo para alejarse de allí. Iori estaba sola, acompañada de aquel ente que había sido capaz de poner a una jabalí furiosa en huída. - Oh por Dios - consiguió jadear tragando saliva. La sensación de que estaba a punto de morir, que le restaban minutos de vida no le permitía pensar con claridad, y a la vez, notaba que sus sentidos estaban atentos a cualquier información que pudieran captar. Le pareció reconocer una figura humana, corriendo en el suelo del bosque a una velocidad pasmosa, y antes de que pudiera parpadear pensó ver... un monstruo más grande que tres vacas juntas, deslizándose de forma pesada entre los árboles del bosque.
¡¿Qué narices era aquello!? No lo pensó, porque en aquel momento lo que gobernaba sus actos era la médula espinal y no su cerebro. Como quien aparta una mano de una aguja cuando se pincha, Iori actuó de forma mecánica. La rama a la que se había aferrado pensando en ser usada como arma contra el jabalí, fue lanzada intentando afinar puntería hacia la espalda de aquel ser que se deslizaba a unos metros bajo ella. No necesitaba tampoco pensar seriamente en aquello, para darse cuenta de que en el mismo instante en el que perdió el contacto de la rama entre sus dedos, Iori estaba más que jodida.
Mientras intentaba pensar rápidamente en alguna solución, agudizó el oído ante un ruido que procedía de no muy lejos. No lo reconoció, dado que no era un sonido en absoluto familiar para ella. Se estiró aferrándose bien a las ramas superiores del árbol, y trató de otear entre la espesura de los árboles en dirección a la algarabía. Los golpes metálicos eran lo que más agudo se escuchaba, y apenas tardó unos segundos en barajar la posibilidad de que aquello fuese algún cruce de espadas. ¿Un combate en el bosque? Miró hacia abajo y vio entonces que la hembra furiosa también lo había escuchado entre embiste y embiste al tronco del árbol. Se había detenido, y aguardaba expectante, escuchando seguramente más cosas de las que Iori era capaz. Quizá aquella fuese su carta de salvación. O condena.
Lo que comenzó como un sordo ruido gutural, ascendió en fuerza hasta estallar en un aterrador rugido que resonó en toda la zona. La muchacha abrió los ojos como platos y clavó las uñas en la corteza de las ramas a las que estaba aferradas. ¿¡Qué demonios había sido aquello!? El animal más potencialmente peligroso que se había encontrado hasta ese momento de su vida habían sido los lobos... y a su parecer resultaban en ocasiones más nobles que muchos humanos. Aquello no era ningún lobo. Aquello no era nada que ella hubiese visto nunca. El desconocimiento se tradujo en forma de miedo en su cabeza. Su cerebro inyectó directamente el pánico en su sangre y el torrente sanguíneo se encargó de repartirlo por todo su cuerpo... paralizándola.
No volvió a mirar hacia abajo, pero escuchó los galopes apurados de la hembra de jabalí golpeando el suelo para alejarse de allí. Iori estaba sola, acompañada de aquel ente que había sido capaz de poner a una jabalí furiosa en huída. - Oh por Dios - consiguió jadear tragando saliva. La sensación de que estaba a punto de morir, que le restaban minutos de vida no le permitía pensar con claridad, y a la vez, notaba que sus sentidos estaban atentos a cualquier información que pudieran captar. Le pareció reconocer una figura humana, corriendo en el suelo del bosque a una velocidad pasmosa, y antes de que pudiera parpadear pensó ver... un monstruo más grande que tres vacas juntas, deslizándose de forma pesada entre los árboles del bosque.
¡¿Qué narices era aquello!? No lo pensó, porque en aquel momento lo que gobernaba sus actos era la médula espinal y no su cerebro. Como quien aparta una mano de una aguja cuando se pincha, Iori actuó de forma mecánica. La rama a la que se había aferrado pensando en ser usada como arma contra el jabalí, fue lanzada intentando afinar puntería hacia la espalda de aquel ser que se deslizaba a unos metros bajo ella. No necesitaba tampoco pensar seriamente en aquello, para darse cuenta de que en el mismo instante en el que perdió el contacto de la rama entre sus dedos, Iori estaba más que jodida.
Iori Li
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Re: Una huida hacia adelante [Libre] [CERRADO]
Aquel rugido atronador en la lejanía hizo que un escalofrío recorriera su espalda y la hizo volver en sí. ¿Qué demonios había sido aquello? Una bestia, no cabía duda, pero ¿cuál? ¿dónde? De un rápido movimiento se puso en pie y miró hacia todos los lados ansiosa por descubrir de dónde venía. Entonces, al mirar hacia el río por donde momentos antes ella había caminado, observó cómo los árboles más bajos iban cayendo a gran velocidad, como si algo viniese hacia ella, cada vez más cerca. Temblorosa, pues aun no se había repuesto del todo de la imagen de la laguna ensangrentada, se colocó la capa de nuevo y recogió las cosas que había dejado en el suelo al ponerse a pescar -o intentarlo más bien-, dispuesta a salir pies en polvorosa si fuera necesario. Aunque en cierta medida tenía curiosidad por ver qué era lo que se acercaba, en ese momento el miedo infundido por aquel estruendo causado por los árboles al caer, sumado al rugido anterior, pesaba más.
De repente, sobre los árboles, una figura se elevó en el cielo. Pudo distinguir a la perfección que se trataba de un dragón, aunque no parecía muy grande, quizá su tamaño engañaba en la distancia. Nunca había visto uno, aunque muchas veces se había planteado qué hacer si algún día ocurría, pero por mucho planes que tengas, quién sabe determinar cómo reaccionará el cuerpo ante un peligro de tal calibre... Instinto de supervivencia lo llaman. Dedujo entonces que aquel ser perseguía algo, algo fuerte y rápido, capaz de modificar el paisaje a su paso. Casi no le dio tiempo a parpadear cuando un hombre apareció corriendo río abajo y antes de que ella pudiese reaccionar, pasó a su lado. No paró, a penas la miró, sólo pudo pronunciar una palabra, pero no hacían falta más. Pudo ver entonces que no se trataba de un hombre, sino de un elfo, pues a pesar de la velocidad que llevaba pudo distinguir sus picudas orejas.
Casi sin ser consciente su cerebro reaccionó, aquel "¡¡HUYE!!" se metió en su cabeza y accionó su cuerpo. -Huir, sí... ¡¿Pero a dónde?!- pensó histérica, al tiempo que el corazón le latía a mil por hora... Pero no tuvo tiempo para pensar, pues el dragón ya casi alcanzaba el lugar donde se encontraba. ¿Y si se quedaba allí agachada, o tumbada? Quizá desde el cielo no la vería entre la maleza y con suerte estaría tan centrado en su presa que pasaría de largo... Pero ¿y si no? No podía arriesgarse. Decidió que no quedaba otro remedio y echó a correr atravesando el claro, tras su igual. -¡Eh! ¡Espera!- gritó sin dejar de correr, cuando casi se encontraban a la par -¡¿Huir a dónde?! ¡¿Dónde nos metemos?! ¡Aquí no hay nada!
De repente, sobre los árboles, una figura se elevó en el cielo. Pudo distinguir a la perfección que se trataba de un dragón, aunque no parecía muy grande, quizá su tamaño engañaba en la distancia. Nunca había visto uno, aunque muchas veces se había planteado qué hacer si algún día ocurría, pero por mucho planes que tengas, quién sabe determinar cómo reaccionará el cuerpo ante un peligro de tal calibre... Instinto de supervivencia lo llaman. Dedujo entonces que aquel ser perseguía algo, algo fuerte y rápido, capaz de modificar el paisaje a su paso. Casi no le dio tiempo a parpadear cuando un hombre apareció corriendo río abajo y antes de que ella pudiese reaccionar, pasó a su lado. No paró, a penas la miró, sólo pudo pronunciar una palabra, pero no hacían falta más. Pudo ver entonces que no se trataba de un hombre, sino de un elfo, pues a pesar de la velocidad que llevaba pudo distinguir sus picudas orejas.
Casi sin ser consciente su cerebro reaccionó, aquel "¡¡HUYE!!" se metió en su cabeza y accionó su cuerpo. -Huir, sí... ¡¿Pero a dónde?!- pensó histérica, al tiempo que el corazón le latía a mil por hora... Pero no tuvo tiempo para pensar, pues el dragón ya casi alcanzaba el lugar donde se encontraba. ¿Y si se quedaba allí agachada, o tumbada? Quizá desde el cielo no la vería entre la maleza y con suerte estaría tan centrado en su presa que pasaría de largo... Pero ¿y si no? No podía arriesgarse. Decidió que no quedaba otro remedio y echó a correr atravesando el claro, tras su igual. -¡Eh! ¡Espera!- gritó sin dejar de correr, cuando casi se encontraban a la par -¡¿Huir a dónde?! ¡¿Dónde nos metemos?! ¡Aquí no hay nada!
Aylizz Wendell
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Re: Una huida hacia adelante [Libre] [CERRADO]
El recuerdo que el Elfo llevaba consigo acerca de los llamados descendientes de los dragones era de admiración y gratitud. Había sido esa raza la que había ayudado a los suyos en la guerra contra los hechiceros, y era la única, tras devorar una infinidad de libros sobre Historia y muchas otras disciplinas, a la que no tildaba de bárbara o mediocre. No al nivel de los suyos, mas la única capaz de llamarse aliada. En ese momento, por el contrario, sólo restaba morir a manos de la bestia o hacer lo posible por quitarle la vida. El mercenario no se detendría.
La idea era sencilla sí, pero tener a un dragón tras de sí como si nadase entre los árboles no ayudaba a templar el ánimo o permitir a una parte de su mente continuar a la temperatura del hielo a fin de pensar cualquier estúpido plan para no terminar triturado en las mandíbulas del reptil.
Casi hubiese deseado que su encuentro hubiese tenido lugar con otra criatura. Distinguir a una Elfa le llevó a guardarse una sarta de palabras malsonantes. No podía dejar a merced de su enemigo a alguien de su raza, más aún cuando todo lo que ocurría había nacido de algo provocado por él mismo. Apretó los dientes y agarró con fuerza a la mujer, deteniéndose lo imprescindible antes de continuar la carrera.
-¡¡Sigueme!!- apremió- ¡Intentaremos perderlo! ¡La ciudad está a unas horas de aquí!
Y cuando creía que las cosas no podían ir peor, al alzar la vista, a zancada veloz, intercambió una mirada asombrada con una joven que aparentemente había subido a un árbol en el momento más horriblemente escogido de cuantos había llegado a vivir.
Por algún motivo, el dragón se detuvo momentáneamente, lo que por instinto, hizo detenerse unos pasos después a ambos Elfos. La bestia clavó sus aterradores ojos en la humana, como si su interior debatiese si merecía o no el esfuerzo de lanzar una dentellada y terminar con su vida en ese mismo instante. Con un gesto que demostró una cierta desgana, golpeó el árbol, haciendo caer a la muchacha. Para irritación del gran reptil, ésta fue capaz de agarrarse sucesivamente a dos ramas, tomando tierra con bastante desenvoltura, tan sólo un ligero dolor en la planta de los pies que se desvaneció presto.
-¡Corre lejos o síguenos!- gritó Nousis para intentar devolver a ambas al presente, tomando una piedra cercana y lanzándola al dragón. Aquel era su error. Ellas no tenían la culpa, y ahora eran tres quienes debían salir vivos de la arboleda. En otro momento, el Elfo podría haber apreciado la forma tan distintiva de las coníferas, el suelo ocre, los troncos lisos de una madera casi grisácea. Ahora sólo escuchaba el crujir del ramaje y las grandes pisadas de la bestia.
Esperando que lo siguieran, serpenteó con élfica agilidad entre pinos y alerces, saltando en ocasiones de piedra en piedra para sortear un arroyo. Los mordiscos de su perseguidor se estrellaban contra los troncos. Hasta que de pronto se detuvieron, y la voz áspera de un humanoide, se alzó entre los árboles destrozados.
-¡ELFO, ASESINO, PLANTA CARA! ¡¿VAS A METER A ESAS MUCHACHAS EN ESTO?! ¡NO TE ESPERABA TAN COBARDE!
Los ojos grises del aludido se abrieron incrédulos. Sabía perfectamente que tan sólo le estaba manipulando para evitar que se escapase en un medio mucho más adecuado para él que para el hombre-dragón. Desenvainó nuevamente, y con una cortés sonrisa de disculpa, se dirigió a la Elfa, antes de salir de detrás de su último escondrijo.
-Al menos ya pareces estar a salvo. Ten cuidado si te diriges a Baslodia. Parece que puede haber problemas. Hay unos cadáveres humanos cerca de aquí- terminó sin mirarla. Su objetivo era completamente distinto, pensaba mientras se acercaba a su rival, el cual esperaba, desnudo, cruzado de brazos, sonriendo con sadismo.
Nousis Indirel
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Re: Una huida hacia adelante [Libre] [CERRADO]
La enorme bestia detuvo un instante su avance, y no tardó nada en clavar sus pupilas de reptil en la figura de Iori. La muchacha se quedó helada en el árbol, con los músculos de su cuerpo más duros que una piedra mientras contenía el aliento. Aquello era un monstruo de un tamaño descomunal... inabarcable, o al menos así lo veía Iori. Nunca en la vida se había encontrado a una bestia como aquella, y todo en su aspecto infundía en el corazón de la chica un pánico que le dificultaba incluso el respirar con normalidad.
Sintió que todo se ralentizaba a su alrededor mientras aquel ser la observaba, no fue consciente del tiempo que pasaba, dudando un instante en si la muerte inminente que estaba a punto de llegarle sería muy dolorosa o no. Vaya forma de terminar con todo. Con su aventura, con su vamos a conocer mundo... con la posibilidad de averiguar algo sobre sus padres... Cerró con fuerza los ojos y reprimió un jadeo que murió en la boca ante el golpetazo que propinó en el árbol. A Iori nunca más le daría miedo una hembra de jabalí adulta. Clavó las uñas en las ramas pero la vibración brutal terminó tirándola.
Se iba al suelo, y en misma altura que aquel animal sabía que línea de dientes que lucía penetraría con facilidad en su carne. ¿Mejor entrar de pies o de cabeza en su boca? ¡Mejor no entrar joder, Iori espabila! Notó el arrastre de su cuerpo contra la dura superficie del tronco. Intentó aferrarse, engancharse otra vez, pero la gravedad la llamaba y era más fuerte que ella. Perdió dos uñas en la caída, pero en aquel momento no era capaz de sentir unos impulsos de dolor tan leves como aquellos. Aunque se vio terriblemente torpe, sus juegos en la aldea explorando las colinas cercanas la habían dotado de ciertos reflejos. Su poco agudo sentido de la supervivencia la había empujado a meterse en situaciones peligrosas de las que había salido airosa, y con su agilidad mejorada. Por lo que fue capaz de revolverse como un gato y evitar caer de costado o espaldas al suelo.
Raspó las manos, raspó la mejilla izquierda, y junto con las dos uñas perdidas al aferrarse a las ramas, la muchacha bajó de una pieza. Intentó amortiguar la caída en los últimos metros que separaron los pies de Iori del suelo, y aunque el aterrizaje fue forzoso consiguió librar de manera relativamente efectiva. Excepto por el hecho de que ahora tenía a aquella criatura delante. Y no le cabía duda de que terminaría desmembrada como poco. Las pupilas azules estaban dilatadas por el pánico, y la leve sensación de euforia que sintió al no matarse en la bajada se diluyó como azúcar en agua. No le dio ni tiempo a cerrar los ojos antes de enfrentarse a su final, cuando aquel ser hizo lo que ella no esperaba.
Fue entonces cuando escuchó la voz. Una voz que vibró en el aire de forma enérgica. La claridad con la que llegó a sus oídos la hizo pensar en otra cosa diferente a lo que tenía delante. El timbre se alzó cristalino en la quietud del bosque, y Iori lo identificó como una voz masculina. Ladeó el rostro ligeramente, y condujo los ojos hacia la zona de la que provenía. Alcanzó a distinguir un instante la figura alta de un hombre, de cabello oscuro y largo. Por un momento pensó que su apariencia resultaba imponente, pero apenas tardó un segundo en lanzar una piedra hacia el animal, y desapareció con la misma rapidez que si hubiese sido un sueño antes del alba. La bestia se olvidó de Iori, y se alejó correteando con aquellas enormes patas moviéndose entre los árboles con brutalidad.
No fue hasta que lo perdió de vista y el sonido de su desplazamiento quedó amortiguado, que Iori se atrevió a moverse. Se atrevió a respirar, parpadeó, y se dejó caer hacia el suelo, arrastrando la espalda por el tronco del árbol. Su adorado árbol. Lo recordaría siempre, y si pasaba por las proximidades acudiría a hacerle algún tipo de ofrenda o a regarlo. Bendito árbol. Bendita suerte. Dobló su cintura ligeramente mientras notaba el golpeteo de su estómago, agudo. Sintió que tenía ganas de vomitar, y un sudor frío impregnó su frente mientras apoyaba ambas manos en el suelo, con las rodillas hincadas en la oscura tierra. Reprimió una arcada y cerró la mandíbula con fuerza. Lo único que tenía en el estómago en aquel momento era las bayas. Las malditas bayas que la habían metido en todo aquello.
Tenía que controlar su respiración, tenía que calmar su corazón y tomar el camino contrario al que había seguido la bestia. Se incorporó con paso tembloroso de golpe, tratando de despejar su cabeza. El miedo aún le impedía pensar con normalidad. Se aseguró que la pequeña bolsa que llevaba cruzada a la espalda seguía en su sitio, y comprobó que atada a ella todavía llevaba el palo que la había acompañado en los últimos años de vida. Sacudió algunas astillas de madera que se habían prendido a su ropa mientras caía del árbol, y se giró dándole la espalda a su rastro.
Pero sus piernas no se movían... Iori estaba intentando preguntarse el por qué, aunque lo que quería hacer realmente era bloquear aquel estúpido impulso que, en alguna parte de su mente ya tenía muy claro cual era la dirección correcta. Aquella persona parecía tener problemas. Aquella persona había sido de ayuda. Si no le hubiera tirado la piedra al monstruo seguramente ella ya no formaría parte del exclusivo club de los seres vivos VIP. Sentía que le debía una, y que quizá estuviese en su mano devolverle el favor. Si claro Iori, tú con tu palito rascandole la espaldita al bichito. Pensó con sarcasmo y antes de darse cuenta, se descubrió caminando a paso vivo detrás de aquel... ¿dragón? Mejor no pensarlo.
Apuró el paso, conforme a que ganaba determinación, o que caía más en la locura, quien sabía. Se movió intentando usar su agilidad, parapetándose en los árboles. Gracias a Dios aquel ser dejaba un rastro luminoso como si de un arcoíris se tratara. Era súper fácil seguirlo. Se detuvo cuando escuchó un grito metálico romper el silencio del bosque, y se agazapó detrás del árbol más próximo. Había lo que parecía ser un... ¿Hombres desnudo? en medio de un claro improvisado que se acababa de formar con la caída reciente de árboles. .... ¿Aquella persona... era el final del rastro del dragón...?
Se llevó la mano a la frente, notando como el miedo volvía a diluir adrenalina en su sangre, haciendo que su corazón bombease de forma arítmica. Sus manos temblaban mientras desataba el palo del agarre firme en el que lo portaba a su espalda, y notó como una gota de sudor baja desde la sien por el cuello. Volvió a mirar por encima del tronco y ahora pudo percibir mejor la figura de aquel hombre de cabello oscuro. Por lo que había gritado el que estaba desnudo él era un elfo, y los ojos azules se entrecerraron, intentando agudizar la visión para observar con una curiosidad vívida los rasgos de aquella persona. Avanzaba con paso calmado, como si estuviese a punto de comenzar un enfrentamiento abierto con el que esperaba de brazos cruzados. Bien Iori, querías aventuras ¿No? pues buen provecho para ti.
Sintió que todo se ralentizaba a su alrededor mientras aquel ser la observaba, no fue consciente del tiempo que pasaba, dudando un instante en si la muerte inminente que estaba a punto de llegarle sería muy dolorosa o no. Vaya forma de terminar con todo. Con su aventura, con su vamos a conocer mundo... con la posibilidad de averiguar algo sobre sus padres... Cerró con fuerza los ojos y reprimió un jadeo que murió en la boca ante el golpetazo que propinó en el árbol. A Iori nunca más le daría miedo una hembra de jabalí adulta. Clavó las uñas en las ramas pero la vibración brutal terminó tirándola.
Se iba al suelo, y en misma altura que aquel animal sabía que línea de dientes que lucía penetraría con facilidad en su carne. ¿Mejor entrar de pies o de cabeza en su boca? ¡Mejor no entrar joder, Iori espabila! Notó el arrastre de su cuerpo contra la dura superficie del tronco. Intentó aferrarse, engancharse otra vez, pero la gravedad la llamaba y era más fuerte que ella. Perdió dos uñas en la caída, pero en aquel momento no era capaz de sentir unos impulsos de dolor tan leves como aquellos. Aunque se vio terriblemente torpe, sus juegos en la aldea explorando las colinas cercanas la habían dotado de ciertos reflejos. Su poco agudo sentido de la supervivencia la había empujado a meterse en situaciones peligrosas de las que había salido airosa, y con su agilidad mejorada. Por lo que fue capaz de revolverse como un gato y evitar caer de costado o espaldas al suelo.
Raspó las manos, raspó la mejilla izquierda, y junto con las dos uñas perdidas al aferrarse a las ramas, la muchacha bajó de una pieza. Intentó amortiguar la caída en los últimos metros que separaron los pies de Iori del suelo, y aunque el aterrizaje fue forzoso consiguió librar de manera relativamente efectiva. Excepto por el hecho de que ahora tenía a aquella criatura delante. Y no le cabía duda de que terminaría desmembrada como poco. Las pupilas azules estaban dilatadas por el pánico, y la leve sensación de euforia que sintió al no matarse en la bajada se diluyó como azúcar en agua. No le dio ni tiempo a cerrar los ojos antes de enfrentarse a su final, cuando aquel ser hizo lo que ella no esperaba.
Fue entonces cuando escuchó la voz. Una voz que vibró en el aire de forma enérgica. La claridad con la que llegó a sus oídos la hizo pensar en otra cosa diferente a lo que tenía delante. El timbre se alzó cristalino en la quietud del bosque, y Iori lo identificó como una voz masculina. Ladeó el rostro ligeramente, y condujo los ojos hacia la zona de la que provenía. Alcanzó a distinguir un instante la figura alta de un hombre, de cabello oscuro y largo. Por un momento pensó que su apariencia resultaba imponente, pero apenas tardó un segundo en lanzar una piedra hacia el animal, y desapareció con la misma rapidez que si hubiese sido un sueño antes del alba. La bestia se olvidó de Iori, y se alejó correteando con aquellas enormes patas moviéndose entre los árboles con brutalidad.
No fue hasta que lo perdió de vista y el sonido de su desplazamiento quedó amortiguado, que Iori se atrevió a moverse. Se atrevió a respirar, parpadeó, y se dejó caer hacia el suelo, arrastrando la espalda por el tronco del árbol. Su adorado árbol. Lo recordaría siempre, y si pasaba por las proximidades acudiría a hacerle algún tipo de ofrenda o a regarlo. Bendito árbol. Bendita suerte. Dobló su cintura ligeramente mientras notaba el golpeteo de su estómago, agudo. Sintió que tenía ganas de vomitar, y un sudor frío impregnó su frente mientras apoyaba ambas manos en el suelo, con las rodillas hincadas en la oscura tierra. Reprimió una arcada y cerró la mandíbula con fuerza. Lo único que tenía en el estómago en aquel momento era las bayas. Las malditas bayas que la habían metido en todo aquello.
Tenía que controlar su respiración, tenía que calmar su corazón y tomar el camino contrario al que había seguido la bestia. Se incorporó con paso tembloroso de golpe, tratando de despejar su cabeza. El miedo aún le impedía pensar con normalidad. Se aseguró que la pequeña bolsa que llevaba cruzada a la espalda seguía en su sitio, y comprobó que atada a ella todavía llevaba el palo que la había acompañado en los últimos años de vida. Sacudió algunas astillas de madera que se habían prendido a su ropa mientras caía del árbol, y se giró dándole la espalda a su rastro.
Pero sus piernas no se movían... Iori estaba intentando preguntarse el por qué, aunque lo que quería hacer realmente era bloquear aquel estúpido impulso que, en alguna parte de su mente ya tenía muy claro cual era la dirección correcta. Aquella persona parecía tener problemas. Aquella persona había sido de ayuda. Si no le hubiera tirado la piedra al monstruo seguramente ella ya no formaría parte del exclusivo club de los seres vivos VIP. Sentía que le debía una, y que quizá estuviese en su mano devolverle el favor. Si claro Iori, tú con tu palito rascandole la espaldita al bichito. Pensó con sarcasmo y antes de darse cuenta, se descubrió caminando a paso vivo detrás de aquel... ¿dragón? Mejor no pensarlo.
Apuró el paso, conforme a que ganaba determinación, o que caía más en la locura, quien sabía. Se movió intentando usar su agilidad, parapetándose en los árboles. Gracias a Dios aquel ser dejaba un rastro luminoso como si de un arcoíris se tratara. Era súper fácil seguirlo. Se detuvo cuando escuchó un grito metálico romper el silencio del bosque, y se agazapó detrás del árbol más próximo. Había lo que parecía ser un... ¿Hombres desnudo? en medio de un claro improvisado que se acababa de formar con la caída reciente de árboles. .... ¿Aquella persona... era el final del rastro del dragón...?
Se llevó la mano a la frente, notando como el miedo volvía a diluir adrenalina en su sangre, haciendo que su corazón bombease de forma arítmica. Sus manos temblaban mientras desataba el palo del agarre firme en el que lo portaba a su espalda, y notó como una gota de sudor baja desde la sien por el cuello. Volvió a mirar por encima del tronco y ahora pudo percibir mejor la figura de aquel hombre de cabello oscuro. Por lo que había gritado el que estaba desnudo él era un elfo, y los ojos azules se entrecerraron, intentando agudizar la visión para observar con una curiosidad vívida los rasgos de aquella persona. Avanzaba con paso calmado, como si estuviese a punto de comenzar un enfrentamiento abierto con el que esperaba de brazos cruzados. Bien Iori, querías aventuras ¿No? pues buen provecho para ti.
Iori Li
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Re: Una huida hacia adelante [Libre] [CERRADO]
Parecía que aquel elfo conocía la zona, mala suerte que apareciese seguido de un dragón... Desde luego necesitaba alguien que la dijera cómo salir de aquel bosque o hacia dónde dirigirse y él era su mejor opción hasta el momento, sino la única, pero no sabría si podría mantener el ritmo hasta la ciudad, principalmente porque lo único que había comido desde la noche anterior habían sido aquellas bayas.
De repente la bestia se detuvo, ellos hicieron lo mismo y entonces Aylizz reparó en la presencia de una humana que se encontraba subida a un árbol, fuertemente agarrada a una rama mientras el dragón la miraba fijamente. Se quedó helada, ¿qué harían ahora? -Por los dioses, que no se la coma... Sólo de pensar en presenciar un suceso como aquel le revolvía el estómago, así que no podían quedarse de brazos cruzados, al menos ella no. Por suerte para la chica, no la prestó más atención y se limitó a lanzar un zarpazo al árbol, haciendo que esta callese al suelo, aunque fue hábil y cayó de pie.
Apenas había retomado el aliento cuando su eventual compañero lanzó una piedra para llamar la atención del reptil, acción que seguro iba con buena intención, aunque sin duda no fue la más acertada ya que de nuevo comenzó a perseguirle, al tiempo que el elfo arrancaba la carrera otra vez, cambiando de estrategia y escabullendose zigzagueando entre los árboles. Quizá de aquella forma sí tendrían oportunidad de escapar, o al menos cogerle la ventaja, al fin y al cabo su gran envergadura era su punto débil en un lugar tan lleno de obstáculos como es un bosque. Miró a la humana con gesto preocupado y ladeó el cuello, indicándola que les siguiera, quizá tres contra uno tendrían alguna posibilidad. Echó a correr tras el elfo, sin esperarse a ver si la muchacha los seguía, pisando sobre sus huellas, saltando sobre las mismas piedras que saltaba él, echando ligeros vistazos hacia atrás para comprobar si conseguían sacar distancia de aquel bicho.
Llegaron a un lugar que parecía ser un punto ciego y pararon, una vez más. Entonces una áspera voz se dirigió directamente al elfo. -¿Asesino?- pensó mientras lo miraba con desconcierto. Al instante, desenvainó su espada y entonces sus miradas se cruzaron, aunque la de él venía acompañada de una tenue sonrisa. "Al menos ya pareces estar a salvo." Aquello la pilló de sorpresa, ¿qué esperaba, enfrentarse él sólo a ese "animal"? Ni hablar, no después de haber llegado hasta allí. Si hubiera podido derrotarlo solo, lo habría hecho antes de montar tanto revuelo, además, no eramos los únicos que habíamos corrido ya una considerable distancia, el dragón debía de haber gastado energías, por mínimas que fuesen.
"Ten cuidado si te diriges a Baslodia. Parece que puede haber problemas. Hay unos cadáveres humanos cerca de aquí." En aquel instante algo hizo 'click' en su cabeza. -¡Espera!- dijo agarrando el brazo de su acompañante -¿Cadáveres dices? Tengo una idea... Quizá es un poco desagradable, pero creo que podría funcionar. ¿Puedes decirme dónde quedan?- Acto seguido se giró, buscando a la humana con la mirada, pues le vendría bien su ayuda. La divisó entre unos árboles, en zona segura, observando la situación. -Iré a buscarla y me adelantaré, pero necesitaré que lo distraigas para darme tiempo y después lo atraigas hasta allí- No tenía tiempo de explicar los detalles, sólo esperaba que confiase en ella.
De repente la bestia se detuvo, ellos hicieron lo mismo y entonces Aylizz reparó en la presencia de una humana que se encontraba subida a un árbol, fuertemente agarrada a una rama mientras el dragón la miraba fijamente. Se quedó helada, ¿qué harían ahora? -Por los dioses, que no se la coma... Sólo de pensar en presenciar un suceso como aquel le revolvía el estómago, así que no podían quedarse de brazos cruzados, al menos ella no. Por suerte para la chica, no la prestó más atención y se limitó a lanzar un zarpazo al árbol, haciendo que esta callese al suelo, aunque fue hábil y cayó de pie.
Apenas había retomado el aliento cuando su eventual compañero lanzó una piedra para llamar la atención del reptil, acción que seguro iba con buena intención, aunque sin duda no fue la más acertada ya que de nuevo comenzó a perseguirle, al tiempo que el elfo arrancaba la carrera otra vez, cambiando de estrategia y escabullendose zigzagueando entre los árboles. Quizá de aquella forma sí tendrían oportunidad de escapar, o al menos cogerle la ventaja, al fin y al cabo su gran envergadura era su punto débil en un lugar tan lleno de obstáculos como es un bosque. Miró a la humana con gesto preocupado y ladeó el cuello, indicándola que les siguiera, quizá tres contra uno tendrían alguna posibilidad. Echó a correr tras el elfo, sin esperarse a ver si la muchacha los seguía, pisando sobre sus huellas, saltando sobre las mismas piedras que saltaba él, echando ligeros vistazos hacia atrás para comprobar si conseguían sacar distancia de aquel bicho.
Llegaron a un lugar que parecía ser un punto ciego y pararon, una vez más. Entonces una áspera voz se dirigió directamente al elfo. -¿Asesino?- pensó mientras lo miraba con desconcierto. Al instante, desenvainó su espada y entonces sus miradas se cruzaron, aunque la de él venía acompañada de una tenue sonrisa. "Al menos ya pareces estar a salvo." Aquello la pilló de sorpresa, ¿qué esperaba, enfrentarse él sólo a ese "animal"? Ni hablar, no después de haber llegado hasta allí. Si hubiera podido derrotarlo solo, lo habría hecho antes de montar tanto revuelo, además, no eramos los únicos que habíamos corrido ya una considerable distancia, el dragón debía de haber gastado energías, por mínimas que fuesen.
"Ten cuidado si te diriges a Baslodia. Parece que puede haber problemas. Hay unos cadáveres humanos cerca de aquí." En aquel instante algo hizo 'click' en su cabeza. -¡Espera!- dijo agarrando el brazo de su acompañante -¿Cadáveres dices? Tengo una idea... Quizá es un poco desagradable, pero creo que podría funcionar. ¿Puedes decirme dónde quedan?- Acto seguido se giró, buscando a la humana con la mirada, pues le vendría bien su ayuda. La divisó entre unos árboles, en zona segura, observando la situación. -Iré a buscarla y me adelantaré, pero necesitaré que lo distraigas para darme tiempo y después lo atraigas hasta allí- No tenía tiempo de explicar los detalles, sólo esperaba que confiase en ella.
Aylizz Wendell
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Re: Una huida hacia adelante [Libre] [CERRADO]
Las palabras de la Elfa le hicieron arquear una ceja y pese a la situación, componer una sonrisa de cierta disculpa.
-Es un guerrero, no una bestia descerebrada. Me temo que no podemos distraerlo buscando que devore unos cuerpo muertos… - pese a todo, le indicó con unas apresuradas indicaciones lo que la joven la estaba pidiendo. Al menos, se aseguraría de que no fuera objetivo del rencor de su oponente.
Volvía a ser un combate individual, al menos tal era la idea que sostenía el pensamiento del mercenario. El Elfo se acercó varios pasos, con la punta de su espada apuntando al suelo, mas algo ladeada. Nousis compuso una leve sonrisa, enmascarando sus temores. Tal vez podría vencer al enemigo en su forma humana. Transformado, el cantar resultaba por entero diferente. El único sonido que primaría serían sus huesos astillándose entre los dientes del reptil.
-¿Alguien a quien le pagan por quitar vidas se atreve a darme sermones? -preguntó, sin quitar la vista de aquel que le quería ver muerto.
-Mis compañeros y yo siempre hemos ido tras criminales. Tú has matado al resto. Ahora es personal, Elfo. Debería entregar tu cabeza para cobrar el trabajo- su furia se adivinaba en cada momento que pronunciaba una palabra- Sin embargo, no me parece para nada suficiente.
Volvió a transformarse, con un mínimo lapso temporal acrecentado con respecto a la primera vez. Probablemente inapreciable para tantos en esa situación. La mente del Elfo, no obstante, era por fortuna diferente. Abrió los ojos un poco más, como si estuviera asegurándose de que había captado correctamente el pequeño matiz.
El dragón, imitación a pequeña escala de las grandes criaturas legendarias que poblaban leyendas a lo largo y ancho del mundo, resultaba para él una auténtica fuerza de la naturaleza. De dos veces y media su propio tamaño, no podía pensar en detener ninguno de los golpes de garra que éste le descargaba. No era un duelo al uso, en nada se asemejaba. Sólo un gato tratando de cazar a un ratón. Un golpe era suficiente para terminar la pantomima. Nousis era por entero consciente de su precaria situación. Y no tardó en hundirse a peor.
Rabioso a causa de la habilidad del Elfo para esquivar sus golpes, que caían sobre troncos, tierra y piedra, rugió de cólera, y tras un aleteo, alzó el vuelo varios metros, espacio en el cual el espadachín no pudo mover un músculo, anonadado. Sólo en el preciso instante que el dragón se detuvo en el aire, dejó de admirar la majestuosidad del animal, y corrió a refugiarse entre los árboles para salvar la vida, pues su enemigo se lanzó hacia él con todo el peso y la fuerza de la caída, mientras sus alas le daban todo el empuje posible. El rugido a apenas cuatro metros resultó ensordecedor y Nousis tuvo que llevarse las manos a los oídos. Sintió como las garras de la bestia golpeaban por el lado contrario el tronco tras el cual se había refugiado. Miró a su alrededor con desesperación, pues la única arma que poseía era inservible a larga distancia, y cualquier golpe que pudiese recibir bien podría partirle las costillas, en un buen resultado.
Quedaba algo. Lo que siempre ocurría para que una pugna no resultase eterna. Incluso en un combate de fuerzas dispares, los errores definían su final. Nousis necesitaba un error de su adversario. Se imprimió toda la calma que fue capaz de reunir, y siguió moviéndose en las cercanías de árbol en árbol, hasta alcanzar una zona donde su proximidad era demasiada para que el dragón pudiese moverse con libertad.
Hasta las criaturas legendarias tenían una resistencia concreta. Si lograba cansarle lo suficiente. Tal vez pudiese salir de aquello con vida.
Nousis Indirel
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Re: Una huida hacia adelante [Libre] [CERRADO]
Escudriñando en la distancia, Iori percibió una segunda figura al lado del moreno de pelo largo. Una mujer de cabello dorado y unos rasgos que aún en la distancia, se percibían equilibrados y hermosos. Volvió a esconderse, con la espalda pegada al tronco en posición agazapada cuando comenzaron a hablar entre ellos. Los ojos se le abrieron como platos, ante el cruce de acusaciones. ¿En medio de qué tipo de ajuste de cuentas entre mafias estaba metida? Ninguna de aquellas personas parecía trigo limpio, y el corazón de Iori continuaba latiendo desbocado.
Ella sola se había metido en aquel problema, por su estúpido carácter, por esperar siempre lo mejor de las personas y pensar que no había lío del que no pudiera salir. Aquello era una maldita locura, y distaba mucho de las trastadas cometidas en la aldea, escondiéndose dentro de los arcones donde se almacenaba el grano o haciendo que se escapase alguna cría de oveja por correr detrás de ellas. Aquello era vida o muerte. Y estaba perdiendo unos segundos muy valiosos para mover el culo y alejarse de una vez por todas de allí.
Aferró con fuerza el palo en sus dos manos, conteniendo el temblor involuntario que sacudía su cuerpo. Aquella voz estaba llena de rabia, llena de ira y, lo peor de todo, un punto de diversión que hacía que se le pusieran los pelos de punta. La sangre bullía detrás de sus orejas de una forma que la ensordecía ligeramente. Se armó de valor para mover sus hombros y volver a mirar por encima del tronco, de forma rígida. Lo que vio entonces la acompañaría de forma insistente durante los próximos años en sus pesadillas. La forma de aquel hombre desnudo cambio, hasta adquirir el tamaño de aquel dragón del que había seguido el rastro hasta aquel infierno.
Su pecho subía y abaja sin descanso, llegando al punto de comenzar a hiperventilar. El pánico la había enraizado al suelo y sus articulaciones no respondían. Observó sin ser capaz de apartar los ojos, como el elfo esquivaba con una habilidad casi mágica los bestiales golpes de aquel... ¿ser? La mirad azul se quedó prendada de la agilidad que demostraba, pero, más incluso que eso, de la forma en la que se enfrentaba a él, sin miedo, iniciando un juego en el que sin duda tendría un as bajo la manga. O eso esperaba la muchacha. Había que parar a aquel ser como fuese.
Pero claro, que el bicho en cuestión echase a volar lo iba a complicar todo muchísimo. Miró un instante al elfo, dubitativa, esperando en el fondo de ella que desplegase algún tipo de alas a la espalda y siguiera a la bestia hacia el cielo. No lo hizo... y supuso que el tema de las alas se lo había inventado ella directamente, asumiendo una especie de híbrido entre elfos y hombres bestia. Ambas figuras, la de aquella mujer y la de él permanecieron quietas, mirando hacia arriba, y supo que ellos se encontraban en aquel momento tan impotentes como ella. Y tan sordos.
La muchacha gritó con fuerza y cubrió los oídos con ambas manos como pudo cuando aquel bicho decidió emitir EL rugido. Lo bueno era que ya no sentía como la sangre zumbaba en su oído. Lo malo es que un pitido más agudo se había instalado en ella, penetrando hasta el fondo de su cabeza. Se incorporó apoyándose lastimosamente contra el tronco del árbol para poder mantener el equilibrio en condiciones. Aquello podría dejar tirado en el suelo a cualquiera, y sospechaba que aquel dragón lo había hecho por eso.
Escapar no era una opción, y aquel ser se había convertido en un demonio que terminaría volviéndola loca de pánico. El miedo estaba comenzando a transformarse en una especie de furia controlada, que la hacía maldecir de mil formas distintas para sus adentros. Notó el temblor fuerte en el suelo, y mirando desde detrás del árbol observó que el dragón había vuelto a aterrizar justo detrás de ella. Sentir que tu vida está próxima a acabar agudiza los sentidos de una extraña manera. Agarró el palo con todas las fuerzas que tenía para tomarlo con firmeza, y tomó unha última bocanada de aire en silencio.
En su mente la idea se había formado en apenas un segundo, pero la ejecución ahora ya era otra cosa. Hizo un paso cortado hacia el lateral contrario del árbol en el que había aterrizado el dragón. Pretendía salir por su ángulo muerto, aprovechar que no sabía que ella estaba ahí... y confiar toda su suerte a la puntería. Iori avanzó en apnea, no era capaz de tomar ni un poco de aire para respirar debido a la tensión. Contuvo el aliento, y como si aquello fuese un disparo de flecha, se lanzó.
Giró con rapidez sobre sus talones y su cuerpo salió de detrás del enorme árbol tras el cual había permanecido escondida. Se encontró cara a cara con el lateral de aquel ser. Su mejilla era enorme y supo al instante que el dragón la había visto en cuanto percibió movimiento en aquel lugar. Ahora o nunca. Afianzando bien ambas piernas en el suelo para tener resistencia suficiente, lanzó un potente golpe con los brazos usando el extremo del palo como punta de lanza. Notó como al impactar con el orbe del ojo se sentía una leve resistencia... antes de que esta cediese al impacto. La madera se introdujo con rapidez en el interior de la cuenca izquierda del dragón y Iori no detuvo su avance hasta que terminó todo el movimiento de extensión de sus brazos.
El rugido que se escuchó, a centímetros de ella fue atroz. El palo voló de sus manos, insertado profundamente en su cráneo, el dragón se alzó sobre sus patatas traseras, y Iori se desplomó en el suelo de espaldas. Entonces las cosas se volvieron completamente negras.
Ella sola se había metido en aquel problema, por su estúpido carácter, por esperar siempre lo mejor de las personas y pensar que no había lío del que no pudiera salir. Aquello era una maldita locura, y distaba mucho de las trastadas cometidas en la aldea, escondiéndose dentro de los arcones donde se almacenaba el grano o haciendo que se escapase alguna cría de oveja por correr detrás de ellas. Aquello era vida o muerte. Y estaba perdiendo unos segundos muy valiosos para mover el culo y alejarse de una vez por todas de allí.
Aferró con fuerza el palo en sus dos manos, conteniendo el temblor involuntario que sacudía su cuerpo. Aquella voz estaba llena de rabia, llena de ira y, lo peor de todo, un punto de diversión que hacía que se le pusieran los pelos de punta. La sangre bullía detrás de sus orejas de una forma que la ensordecía ligeramente. Se armó de valor para mover sus hombros y volver a mirar por encima del tronco, de forma rígida. Lo que vio entonces la acompañaría de forma insistente durante los próximos años en sus pesadillas. La forma de aquel hombre desnudo cambio, hasta adquirir el tamaño de aquel dragón del que había seguido el rastro hasta aquel infierno.
Su pecho subía y abaja sin descanso, llegando al punto de comenzar a hiperventilar. El pánico la había enraizado al suelo y sus articulaciones no respondían. Observó sin ser capaz de apartar los ojos, como el elfo esquivaba con una habilidad casi mágica los bestiales golpes de aquel... ¿ser? La mirad azul se quedó prendada de la agilidad que demostraba, pero, más incluso que eso, de la forma en la que se enfrentaba a él, sin miedo, iniciando un juego en el que sin duda tendría un as bajo la manga. O eso esperaba la muchacha. Había que parar a aquel ser como fuese.
Pero claro, que el bicho en cuestión echase a volar lo iba a complicar todo muchísimo. Miró un instante al elfo, dubitativa, esperando en el fondo de ella que desplegase algún tipo de alas a la espalda y siguiera a la bestia hacia el cielo. No lo hizo... y supuso que el tema de las alas se lo había inventado ella directamente, asumiendo una especie de híbrido entre elfos y hombres bestia. Ambas figuras, la de aquella mujer y la de él permanecieron quietas, mirando hacia arriba, y supo que ellos se encontraban en aquel momento tan impotentes como ella. Y tan sordos.
La muchacha gritó con fuerza y cubrió los oídos con ambas manos como pudo cuando aquel bicho decidió emitir EL rugido. Lo bueno era que ya no sentía como la sangre zumbaba en su oído. Lo malo es que un pitido más agudo se había instalado en ella, penetrando hasta el fondo de su cabeza. Se incorporó apoyándose lastimosamente contra el tronco del árbol para poder mantener el equilibrio en condiciones. Aquello podría dejar tirado en el suelo a cualquiera, y sospechaba que aquel dragón lo había hecho por eso.
Escapar no era una opción, y aquel ser se había convertido en un demonio que terminaría volviéndola loca de pánico. El miedo estaba comenzando a transformarse en una especie de furia controlada, que la hacía maldecir de mil formas distintas para sus adentros. Notó el temblor fuerte en el suelo, y mirando desde detrás del árbol observó que el dragón había vuelto a aterrizar justo detrás de ella. Sentir que tu vida está próxima a acabar agudiza los sentidos de una extraña manera. Agarró el palo con todas las fuerzas que tenía para tomarlo con firmeza, y tomó unha última bocanada de aire en silencio.
En su mente la idea se había formado en apenas un segundo, pero la ejecución ahora ya era otra cosa. Hizo un paso cortado hacia el lateral contrario del árbol en el que había aterrizado el dragón. Pretendía salir por su ángulo muerto, aprovechar que no sabía que ella estaba ahí... y confiar toda su suerte a la puntería. Iori avanzó en apnea, no era capaz de tomar ni un poco de aire para respirar debido a la tensión. Contuvo el aliento, y como si aquello fuese un disparo de flecha, se lanzó.
Giró con rapidez sobre sus talones y su cuerpo salió de detrás del enorme árbol tras el cual había permanecido escondida. Se encontró cara a cara con el lateral de aquel ser. Su mejilla era enorme y supo al instante que el dragón la había visto en cuanto percibió movimiento en aquel lugar. Ahora o nunca. Afianzando bien ambas piernas en el suelo para tener resistencia suficiente, lanzó un potente golpe con los brazos usando el extremo del palo como punta de lanza. Notó como al impactar con el orbe del ojo se sentía una leve resistencia... antes de que esta cediese al impacto. La madera se introdujo con rapidez en el interior de la cuenca izquierda del dragón y Iori no detuvo su avance hasta que terminó todo el movimiento de extensión de sus brazos.
El rugido que se escuchó, a centímetros de ella fue atroz. El palo voló de sus manos, insertado profundamente en su cráneo, el dragón se alzó sobre sus patatas traseras, y Iori se desplomó en el suelo de espaldas. Entonces las cosas se volvieron completamente negras.
Iori Li
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Re: Una huida hacia adelante [Libre] [CERRADO]
Apenas tuvo tiempo para avanzar unos metros cuando aquel hombre volvió a recuperar su forma dragón. Miró una vez más al elfo, que se encontraba frente a la bestia sujetando firmemente su espada, con endereza y firme intención de batirse contra él. Tenía que darse prisa, aunque a medida que pasaban los segundos empezaba a pensar que quizá su idea no era tan buena... Al fin y al cabo él tenía razón, detrás de esa apariencia reptiliana había una mente humana que en mayor o menor medida era capaz de razonar.
Entonces un grito la sobresaltó y su atención volvió a centrarse a en aquella chica que se ocultaba no muy lejos del dragón. Echó a correr hacia ella, tal vez estaba en peligro y necesitaba ayuda o tal vez estaba asustada... Fuera como fuere sintió un impulso interior que la hizo despertar su instinto protector, dejando al lado el de huir para salvar la vida. Ya faltaban tan solo unas zancadas para llegar a donde ella se encontraba cuando, para su sorpresa, la chica salió corriendo hacia la bestia armada con una larga rama que agarraba a modo de lanza y después todo ocurrió muy rápido. Aquella humana había conseguido ensartar su palo en uno de los ojos del enemigo, que ahora se tambaleaba entre rugidos, esparciendo un reguero de sangre por todo el lugar.
Olvidandose del elfo, agachó su cuerpo al suelo, buscando con su único ojo a la causante de aquel ataque, gruñendo y enseñando sus dientes con ninguna intención de dejar a alguien vivo. Fue aquel momento cuando vio una nueva oportunidad, ahora el dragón le daba la espalda y podía aprovechar para herirle una vez más, sólo necesitaba un punto al que dirigir su ataque. Sacó entonces su daga y la agarró con fuerza, no era gran cosa, pero sólo necesitaba dar con una zona blanda para poder clavársela. Bueno... Eso y acercarse lo suficiente. Dedicó unos segundos a observar con atención los movimientos del dragón, dándose cuenta de que movía la cola indiscriminadamente y cada vez se pegaba más al suelo, intentando dar con la humana, ya que la sangre le tapaba la cara y el hocico, inutilizando aun más sus sentidos. Entonces decidió aprovechar las ventajas de la situación en su favor y viendo el charco que se empezaba a formar bajo la bestia, tomó aire profundamente y entonces salió corriendo hacia él.
Justo en el momento que levantaba la cola al tiempo que lanzaba otro rugido, aprovechó para lanzarse al suelo y con el impulso deslizarse bajo su cuerpo, aprovechando la sangre para resbalar, cruzando entre sus piernas traseras, agarrando su daga con ambas manos y con todas sus fuerzas, clavándosela en la parte baja de la panza. El dragón se retorció y Aylizz no tuvo más alternativa que sacar la daga y rodar por el suelo para evitar ser aplastada. Sólo había conseguido hacerle una hendidura en el estómago, pero menos es nada. Se levantó con la inercia, empapada en sangre, y corrió hacia la chica -¡Bien hecho, ahora, corre!- gritó dirigiéndose hacia los árboles con intención de subirse a uno. No estaba segura de si aquél ataque habría servido de algo... Sólo esperaba haberle brindado una oportunidad a su compañero de poder atacar.
Entonces un grito la sobresaltó y su atención volvió a centrarse a en aquella chica que se ocultaba no muy lejos del dragón. Echó a correr hacia ella, tal vez estaba en peligro y necesitaba ayuda o tal vez estaba asustada... Fuera como fuere sintió un impulso interior que la hizo despertar su instinto protector, dejando al lado el de huir para salvar la vida. Ya faltaban tan solo unas zancadas para llegar a donde ella se encontraba cuando, para su sorpresa, la chica salió corriendo hacia la bestia armada con una larga rama que agarraba a modo de lanza y después todo ocurrió muy rápido. Aquella humana había conseguido ensartar su palo en uno de los ojos del enemigo, que ahora se tambaleaba entre rugidos, esparciendo un reguero de sangre por todo el lugar.
Olvidandose del elfo, agachó su cuerpo al suelo, buscando con su único ojo a la causante de aquel ataque, gruñendo y enseñando sus dientes con ninguna intención de dejar a alguien vivo. Fue aquel momento cuando vio una nueva oportunidad, ahora el dragón le daba la espalda y podía aprovechar para herirle una vez más, sólo necesitaba un punto al que dirigir su ataque. Sacó entonces su daga y la agarró con fuerza, no era gran cosa, pero sólo necesitaba dar con una zona blanda para poder clavársela. Bueno... Eso y acercarse lo suficiente. Dedicó unos segundos a observar con atención los movimientos del dragón, dándose cuenta de que movía la cola indiscriminadamente y cada vez se pegaba más al suelo, intentando dar con la humana, ya que la sangre le tapaba la cara y el hocico, inutilizando aun más sus sentidos. Entonces decidió aprovechar las ventajas de la situación en su favor y viendo el charco que se empezaba a formar bajo la bestia, tomó aire profundamente y entonces salió corriendo hacia él.
Justo en el momento que levantaba la cola al tiempo que lanzaba otro rugido, aprovechó para lanzarse al suelo y con el impulso deslizarse bajo su cuerpo, aprovechando la sangre para resbalar, cruzando entre sus piernas traseras, agarrando su daga con ambas manos y con todas sus fuerzas, clavándosela en la parte baja de la panza. El dragón se retorció y Aylizz no tuvo más alternativa que sacar la daga y rodar por el suelo para evitar ser aplastada. Sólo había conseguido hacerle una hendidura en el estómago, pero menos es nada. Se levantó con la inercia, empapada en sangre, y corrió hacia la chica -¡Bien hecho, ahora, corre!- gritó dirigiéndose hacia los árboles con intención de subirse a uno. No estaba segura de si aquél ataque habría servido de algo... Sólo esperaba haberle brindado una oportunidad a su compañero de poder atacar.
Aylizz Wendell
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Re: Una huida hacia adelante [Libre] [CERRADO]
El dragón había alzado el vuelo, y Nousis se quedó mirando un momento la silueta de la bestia, espada en mano. Apenas podía creer que hubiera salido sin un rasguño, pese a que no confiaba lo más mínimo que fuese la última vez que tuviese que enfrentarse a criaturas a sueldo. El alivio cambió en segundos por tal sombría consideración.
Giró la cabeza, sin lograr comprender por qué irracional motivo aquellas mujeres habían decidido enfrentarse a algo así, cuando podrían haber huido. Y no se lo habría reprochado.
Envainó su arma con su habitual elegancia, apreciando la ironía que había llevado a que él se encontrase sin mancha alguna en sus ropas mientras que las desconocidas casi se hubieran bañado en el líquido vital del reptil.
-Me llamo Nousis- comentó en un tono suave- Y os pido disculpas. Os habéis visto involucradas en una lucha que no era la vuestra, pero os lo agradezco- apreció sinceramente. Sus ojos grises repasaron a ambas, esperando. Fue la elfa, evidenciando un cansancio intenso, sin duda envuelto en miedo tras su valeroso pero temerario ataque.
-Aylizz, encantada- terminó por presentarse -Y descuida... Dejando a un lado el hecho de que casi morimos, ha sido un rato entretenido- sonrió, y Nousis espejó el gesto. La fémina mostraba bravura y el espadachín apreció su compostura. Su vista pasó a la humana cuando ésta empezó a hablar. Era joven, y era hermosa. Su triste aspecto no escondía unas facciones armoniosas y un cuerpo hecho al trabajo. Tal vez una furtiva en el lugar menos indicado… No, no tenía arma alguna. El Elfo alzó una ceja, sin ver la pieza que le faltaba del puzzle.
- No... no creo que en mi caso se trata de disculpas... Vine aquí por mi propio pie...- Ella sí parecía a punto de colapsar - Aunque la parte del árbol sí que fue tu culpa - siseó en un tono que indujo a Nousis a adoptar su característico modo de ser con las restantes razas. Una altivez exasperante. Ya había sido lo suficientemente cortés con una simple humana, que además, le mantuvo la mirada un instante... para volver a dejarse caer al suelo en el lugar en el que estaba. - No... eso tampoco... le tiré la rama porque me dio la gana a mí...- reconoció. El espadachín no respondió a tal contradicción - Dioses... no entiendo nada...- murmuró para si al tiempo cubría con las palmas de las manos su cara apuntando con los codos al cielo.
El Elfo levantó las cejas de extrañeza. ¿De veras esa joven había sido capaz de apuñalar un ojo a un dragón? Costaba creerlo hasta habiéndolo visto con sus propios ojos. Había tenido una fortuna irrepetible, pensaba. De haber fallado, habría muerto, y él hubiese estado en grave peligro. Los dioses habían velado por él aquella tarde. Suspiró.
-Ese mercenario iba tras de mí, de manera que por mala fortuna, os habéis encontrado con ello- su voz fue bajando de intensidad conforme hablaba- Su mirada pasó varias veces de una a otra- He encontrado unos cadáveres cerca. No sé hacia dónde deseáis dirigiros, pero una cena caliente y vuestra propia habitación en una taberna decente de la ciudad me parecen un pago aceptable por lo que habéis hecho- Necesitaba pagar la deuda que había contraído, sobre todo con la Humana, o no podría estar tranquilo.
-¿Mercenarios dices?- Aylizz no tardó en comprender las implicaciones de sus palabras -No es que me preocupen los problemas en los que estás metido, no voy a juzgarte... Pero si "eso" te buscaba... ¿puede que haya más como él? – Una cortés sonrisa de disculpa asomó a los labios del Elfo. En tales momentos, parecía alguien mucho más cercano que habitualmente. Pero la humana, que ni siquiera se había presentado, se encontraba horrorizada.
- ¿Cadáveres? – Su tono agudo confirmó las suposiciones del único hombre presente. Miró a ambos, como si esperase que le negasen lo que acababa de escuchar. No tuvo suerte - No creo que esa invitación sea extensible hacia mí. Supongo que con ella sería distinto, pero lanzar el palo desde el árbol fue mi decisión, y volver siguiendo los pasos de ese bicho también. No es tú responsabilidad el cómo conduzcan su vida otras personas - musitó bajando finalmente la vista y mirando sus manos.
Nousis sonrió, tratando de que las duras palabras que le llegaban a la lengua no se manifestasen.
-No estoy seguro- habló a Aylizz- Terminé con los tres anteriores en las últimas semanas. Estoy bastante convencido de que me han perdido el rastro. No obstante, una ciudad siempre es más seguro que seguir a campo abierto. Y os ha visto conmigo. No querría que esto empeorase para vosotras- y era por entero sincero. Calló un instante antes de seguir- En la ciudad podríais descansar y luego tomar otro rumbo, olvidando todo ésto- En un tono diferente, más duro pero sin dejar la amabilidad, replicó a la humana, tratando de hacerla entender lo lógico de sus pretensiones.
-Quiero ver esos cuerpos- dijo - porque siempre preciso saber lo suficiente del lugar al que me dirijo. No sé qué ocurre en Baslodia, ni por qué les han dejado allí. Tal vez sus restos me indiquen algo que deba conocer.
-¿En serio, la primera vez?- intervino la elfa, hablándole a la muchacha- ¿Ese ataque con el palo no estaba ensayado?- sus palabras indicaban una clara simpatía -Pues te diré que no sé él, pero no creo que distes mucho de mi edad.... En ese caso... – se volvió hacia su compañero de raza- Supongo que tengo tiempo para tomarme un descanso- Nousis asintió satisfecho.
La muchacha le respondió sin demasiada convicción - En la aldea de la que procedo hay un anciano que fue soldado en su juventud... organizaba juegos para los niños de la aldea para practicar golpes sencillos…- se levantó por fin, sacudiendo con cuidado la ropa. - Yo ya me he dejado llevar demasiado por los impulsos, es momento de pensar ahora con calma. - Se inclinó para recoger el palo manchado y se despidió con premura - Os deseo suerte elfos - Y aunque lo dijo hablando hacia los dos, miró únicamente a la elfa.
-Harías bien en correr- comentó Nousis como al descuido, notando la incomodidad de la humana con él por mor de sus desvíos de mirada, mientras se internaba de nuevo en el bosque, comenzando el pequeño trecho que le separaba de los cadáveres- El dragón te ha visto conmigo, y conoce tu olor. Tal vez seas capaz de hacer que pierda tu rastro en la campiña en vez de en una ciudad con decenas de miles de personas. Si quieres acompañarme- se dirigió a la elfa- en un momento iremos a la ciudad.
Pese a su origen, deseaba garantizarle algo a quien había dejado tuerto al reptil. Pero no contra su voluntad. En sus propias palabras notó el acre sabor de su propia contradicción. La mezcla del desprecio que sentía por los Humanos, junto al deseo de que no le ocurriese nada por la ayuda que le había prestado le había llevado a vomitar una hiriente reflexión con la que no estaba de acuerdo. Y tampoco iba a rogarle que les siguiera.
-Coincido contigo en lo de pensar con calma, chica... Pero quizá deberías pensarlo mejor- quiso intervenir la Elfa -No creo que llegues muy lejos en ese estado, pero tú misma.- Se encogió de hombros y se dirigió nuevamente a Nousis -Si, yo voy, gracias.
- Estaré bien - aseguró la humana caminando despacio- El rugido me atontó un poco, eso es todo.- Alzó el brazo de espalda a ellos en señal de despedida.
-Humanos... -musitó el elfo negando con la cabeza, mientras apartaba ramas y recorría el camino de vuelta a los cadáveres y la veía alejarse. Tal vez nunca volviera a verla.
Aylizz en cambio miró más tiempo a la muchacha, y pareció decidirse a algo dejando a Nousis un poco extrañado. -¿Te importa esperar un segundo?- preguntó -No te retrasaré más.
Él la evaluó un momento -Sigue recto y gira a la derecha en la pequeña laguna. Allí estaré- deseaba salir cuanto antes del bosque y poner tierra de por medio a otros posibles perseguidores.
-Allí te veo, no tardo.- se dio la vuelta y corrió hacia la humana.
Una última mirada fue cuanto dirigió antes de volver tras sus propios pasos. Parecía que el día nunca se iba a decidir terminar.
Nousis Indirel
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Re: Una huida hacia adelante [Libre] [CERRADO]
Cuando aquella elfa, Aylizz se había acercado antes de separarse en el bosque, Iori se había sorprendido. Se había sorprendido porque lo que notaba emanar de ella, era algo completamente diferente a lo que se notaba en el elfo. Ella destilaba un tipo de gentileza que hizo que se conmoviese su corazón. Por eso le había agradecido azoradamente el mapa que le entregó, y había compartido con ella el nombre que el que la habían bautizado en la aldea. En cambio él... Iori chasqueó la lengua mientras esquivaba a un panadero por la abarrotada calle de Baslodia. Si solo se hubiese fiado de las palabras, hubiera estado cerca de ser engañada. Él había hablado con cortesía... si se ignoraba el tono metálico y duro que había en su voz cuando se dirigía a ella. No, la clave no había sido la voz... había sido la forma en la que la miraba. Iori nunca se había sentido así antes. La miraba como si ella... como si ella... no valiese nada...
Sentía que había sido escaneada en menos de un segundo y en el resultado de la prueba, a ojos de aquel elfo ella no era apta... apta en lo que fuese que estaba midiendo. Y eso hizo que la locura de inmiscuirse en su lucha personal con aquella maldita bestia, además de locura resultase una completa vergüenza para ella. Porque era eso lo que él le hacía sentir; vergüenza. A pesar de que no se conocían de absolutamente nada, o eso pensaba Iori. Estaba muy segura de que nunca antes se habían visto como para que aquel tipo tuviese una mala imagen de ella. Se dio cuenta de que su labio superior se estaba curvando ligeramente, en un gesto de asco por lo que estaba dando vueltas en su cabeza. - Genial...- siseó con amargura para si misma mientras se frotaba el rostro.
Había hecho noche en el bosque, bordeándolo para salir a uno de los caminos principales, en la dirección opuesta en la que se había perdido aquella pareja de dos. Allá ellos, y su estudio de cadáveres abandonados, y sus ganas de volver a encontrarse a aquel bicho, aquel humano... aquel... lo que fuese. Salir hacia la vía que conectaba con Baslodia la hizo dudar. Si pretendía volver a su aldea quedaban casi seis jornadas de camino a pie. Pero por lo que ponía el mapa, si es que Iori estaba bien ubicada, la ciudad estaba a medio día de camino. Si avanzaba sin detenerse podría llegar a media tarde. Y tal como lo pensó, lo puso en practica.
La luz anaranjada del atardecer daba un aspecto extraño a las calles del mercado de la ciudad. El género más fresco de comida, como era de esperar había desaparecido. Pero pequeños puestos de otro tipo de manufacturas sí que permanecían abiertos ofreciendo sus productos. El rascado de la mejilla había revestido su piel de un precioso y muy natural color rojo nivel, plaquetas cubriendo los microarañazos sangrantes que había tenido en su piel. Mismo pareciera que un oso le había dado un buen zarpazo. La muchacha se esforzaba en cubrirlo con el cabello oscuro cayendo sobre ese hombro, pero en ocasiones con el movimiento se intuía el daño.
Necesitaba comprar víveres para reponer en su pequeña alforja. Quería regresar a su hogar, fin de la aventura, y para ello quería avanzar por el camino principal la mayor parte del tiempo. Eso implicaba que sus posibilidades de caza o de recolectar frutos por la zona boscosa se reducía. Debería de ir bien aprovisionada, y con lo tarde que se le había hecho, seguramente descansaría en alguna posada que tuviese sitio en la ciudad. Y quien decía posada decía cuadra, o cualquier esquina guarecida del viento. Cuando la noche cayese por completo refrescaría lo suficiente como para hacer que conciliar el sueño fuese complicado con los pies fríos. Dejó atrás un pequeño puesto de abalorios sin apenas mirar la mercancía, cuando escuchó una voz fuerte tronar a su espalda. - ¡EH! Espero que pagues por eso. -
En la cabeza de Iori, no existía manera en la cual ella fuese el remitente de aquella brutas palabras, por lo que ni se planteó girar la vista hacia atrás. Fue cuando una mano la aferró de la muñeca que contuvo un respingo y se giró para observar a la persona que la había detenido en seco. - Tú, ladronzuela, ¿Crees que no te he visto? - Iori abrió la boca y parpadeó, pero no fue capaz de decir nada. No comprendía. - ¿...Qué...?- ¿El hombre era un tipo que le llevaba casi un metro? No bueno... serían unos treinta centímetros. Pero eso sumado a la anchura de sus hombros y la incipiente barriga en su zona abdominal lo hacían parecer una especie de oso a los ojos de Iori. - No sé que de habla...- respondió Iori tirando de su muñeca hacia atrás para soltarse.
- ¿Ah no?- el hombre tiró con brutalidad de ella. Trastabilló y estuvo casi a punto de caer al suelo a sus pies. Mantuvo el equilibrio como pudo y alzó la vista frunciendo el ceño, clavando los ojos azules ardiendo de rabia en él. - ¡Ya le dije que no! ¡Suélteme!- apoyó la mano que tenía libre en los enormes dedos que le estrangulaban la muñeca intentando soltarse de él. El vocerío de aquel vendedor había atraído algunas miradas hacia ellos, pero nadie estaba dispuesto a echarle una mano con aquello. El muy bruto metió la otra mano en la cintura de la chica, como si buscase un instante allí algo, y Iori se revolvió. - ¿¡Qué hace!?- Observó entonces con incredulidad, como en aquella mano que él había usado para revolver en sus ropas brillaba una especie de colgante plateado. Lo alzó en el aire para que todos lo viesen, aunque Iori enarcó una ceja dándose cuenta entonces de la trampa.
- Ladrona - sentenció con una sonrisa oscura en los labios mientras apretaba más la muñeca por la que la tenía presa. Iori notó como los dedos le hormigueaban y jadeó un instante. Los nudiños estaban blancos. - Vas a pagarme o avisaré de inmediato a la guardia - escupió aquel hombre acercando un poco el rostro hacia ella con expresión triunfante. - No pienso hacerlo, ¡Usted es un estafador!- resolló intentando levantarle los enormes dedos del agarre al que la tenía sometida, tirando de su mano hacia atrás - Vaya, entonces, pagar y avisar a la guardia. Las dos cosas para la señorita ladrona. Así aprenderás modales cuando vengas a una ciudad - El bufido que salió de la boca de aquel hombre fue una especie de risa, mientras a ojos de Iori todo se veía más claro ahora. Así que se trataba de eso. La estúpida campesina engañada en la gran ciudad.
Sentía que había sido escaneada en menos de un segundo y en el resultado de la prueba, a ojos de aquel elfo ella no era apta... apta en lo que fuese que estaba midiendo. Y eso hizo que la locura de inmiscuirse en su lucha personal con aquella maldita bestia, además de locura resultase una completa vergüenza para ella. Porque era eso lo que él le hacía sentir; vergüenza. A pesar de que no se conocían de absolutamente nada, o eso pensaba Iori. Estaba muy segura de que nunca antes se habían visto como para que aquel tipo tuviese una mala imagen de ella. Se dio cuenta de que su labio superior se estaba curvando ligeramente, en un gesto de asco por lo que estaba dando vueltas en su cabeza. - Genial...- siseó con amargura para si misma mientras se frotaba el rostro.
Había hecho noche en el bosque, bordeándolo para salir a uno de los caminos principales, en la dirección opuesta en la que se había perdido aquella pareja de dos. Allá ellos, y su estudio de cadáveres abandonados, y sus ganas de volver a encontrarse a aquel bicho, aquel humano... aquel... lo que fuese. Salir hacia la vía que conectaba con Baslodia la hizo dudar. Si pretendía volver a su aldea quedaban casi seis jornadas de camino a pie. Pero por lo que ponía el mapa, si es que Iori estaba bien ubicada, la ciudad estaba a medio día de camino. Si avanzaba sin detenerse podría llegar a media tarde. Y tal como lo pensó, lo puso en practica.
La luz anaranjada del atardecer daba un aspecto extraño a las calles del mercado de la ciudad. El género más fresco de comida, como era de esperar había desaparecido. Pero pequeños puestos de otro tipo de manufacturas sí que permanecían abiertos ofreciendo sus productos. El rascado de la mejilla había revestido su piel de un precioso y muy natural color rojo nivel, plaquetas cubriendo los microarañazos sangrantes que había tenido en su piel. Mismo pareciera que un oso le había dado un buen zarpazo. La muchacha se esforzaba en cubrirlo con el cabello oscuro cayendo sobre ese hombro, pero en ocasiones con el movimiento se intuía el daño.
Necesitaba comprar víveres para reponer en su pequeña alforja. Quería regresar a su hogar, fin de la aventura, y para ello quería avanzar por el camino principal la mayor parte del tiempo. Eso implicaba que sus posibilidades de caza o de recolectar frutos por la zona boscosa se reducía. Debería de ir bien aprovisionada, y con lo tarde que se le había hecho, seguramente descansaría en alguna posada que tuviese sitio en la ciudad. Y quien decía posada decía cuadra, o cualquier esquina guarecida del viento. Cuando la noche cayese por completo refrescaría lo suficiente como para hacer que conciliar el sueño fuese complicado con los pies fríos. Dejó atrás un pequeño puesto de abalorios sin apenas mirar la mercancía, cuando escuchó una voz fuerte tronar a su espalda. - ¡EH! Espero que pagues por eso. -
En la cabeza de Iori, no existía manera en la cual ella fuese el remitente de aquella brutas palabras, por lo que ni se planteó girar la vista hacia atrás. Fue cuando una mano la aferró de la muñeca que contuvo un respingo y se giró para observar a la persona que la había detenido en seco. - Tú, ladronzuela, ¿Crees que no te he visto? - Iori abrió la boca y parpadeó, pero no fue capaz de decir nada. No comprendía. - ¿...Qué...?- ¿El hombre era un tipo que le llevaba casi un metro? No bueno... serían unos treinta centímetros. Pero eso sumado a la anchura de sus hombros y la incipiente barriga en su zona abdominal lo hacían parecer una especie de oso a los ojos de Iori. - No sé que de habla...- respondió Iori tirando de su muñeca hacia atrás para soltarse.
- ¿Ah no?- el hombre tiró con brutalidad de ella. Trastabilló y estuvo casi a punto de caer al suelo a sus pies. Mantuvo el equilibrio como pudo y alzó la vista frunciendo el ceño, clavando los ojos azules ardiendo de rabia en él. - ¡Ya le dije que no! ¡Suélteme!- apoyó la mano que tenía libre en los enormes dedos que le estrangulaban la muñeca intentando soltarse de él. El vocerío de aquel vendedor había atraído algunas miradas hacia ellos, pero nadie estaba dispuesto a echarle una mano con aquello. El muy bruto metió la otra mano en la cintura de la chica, como si buscase un instante allí algo, y Iori se revolvió. - ¿¡Qué hace!?- Observó entonces con incredulidad, como en aquella mano que él había usado para revolver en sus ropas brillaba una especie de colgante plateado. Lo alzó en el aire para que todos lo viesen, aunque Iori enarcó una ceja dándose cuenta entonces de la trampa.
- Ladrona - sentenció con una sonrisa oscura en los labios mientras apretaba más la muñeca por la que la tenía presa. Iori notó como los dedos le hormigueaban y jadeó un instante. Los nudiños estaban blancos. - Vas a pagarme o avisaré de inmediato a la guardia - escupió aquel hombre acercando un poco el rostro hacia ella con expresión triunfante. - No pienso hacerlo, ¡Usted es un estafador!- resolló intentando levantarle los enormes dedos del agarre al que la tenía sometida, tirando de su mano hacia atrás - Vaya, entonces, pagar y avisar a la guardia. Las dos cosas para la señorita ladrona. Así aprenderás modales cuando vengas a una ciudad - El bufido que salió de la boca de aquel hombre fue una especie de risa, mientras a ojos de Iori todo se veía más claro ahora. Así que se trataba de eso. La estúpida campesina engañada en la gran ciudad.
Iori Li
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Re: Una huida hacia adelante [Libre] [CERRADO]
No tardó en llegar al lugar donde Nousis la esperaba y desde allí caminaron juntos hasta los cuerpos sin vida que él había encontrado horas antes. El trayecto fue silencioso y tranquilo, a paso ligero, pues la tarde avanzaba y debían encontrar un lugar seguro donde pasar aquella noche, sin olvidar la parada previa que iban a realizar. Ahora que todo había pasado y tensión acumulada se había disipado empezó a darle vueltas a todo lo ocurrido... No sabía de dónde había sacado el valor necesario para ejecutar aquel ataque, ni por qué había corrido tras el elfo cuando el dragón apareció en lugar de esconderse... Aunque en su fuero interno se sentía ¿bien? Era una sensación extraña, hacía un año que vagaba sola ante la adversidad y claro que había tenido situaciones estresantes, pero aquella fue la primera vez en todo su viaje que de verdad había experimentado en sus propias carnes el peligro del que tanto la habían advertido en su aldea... Aunque curiosamente no había sido causado por un brujo. Si mi padre me viera ahora... ¡LE CERRARÍA LA BOCA DE UNA VEZ POR TODAS! Pensó para sí y no pudo evitar esbozar una ligera sonrisa triunfal. Pero rápido abandonó sus pensamientos cuando el camino se abrió en un pequeño claro y asomaron los cadáveres.
Nousis fue el primero en acercarse y no esperaba menos, al fin y al cabo él ya los había visto antes, ella sin embargo necesitaba asimilar la situación. ¿Serían un padre y un hijo? A pesar del estado deplorable en el que se encontraban podía adivinarse que se trataban de un hombre adulto y uno que parecía recién entrado en la pubertad, a juzgar por sus facciones corporales. ¿Tal vez un maestro y su aprendiz? O quizá no tenían nada que ver y alguien los había colocado allí por a saber qué macabro motivo... Tragó saliva y se acercó al joven mientras el elfo examinaba al hombre adulto. No encontró nada llamativo en aquel cuerpo pálido y consumido pero le llamó la atención la cabeza del chico, que se encontraba junto al cuerpo decapitada. Tenía la boca entrecerrada y la inerte lengua intentaba abrirse paso hacia el exterior de la misma, pensó que podía deberse al hinchazón que sufre un cuerpo al quedar sin vida, pero hizo de tripas corazón y como pudo bajó el mentón con una mano mientras que con la otra realizaba un barrido en el interior de la boca. Como ahora me muerda me lo hago encima... pensó asqueada, aunque mirándolo por otro lado, ya estaba llena de porquería hasta las cejas, qué importaban algunos jugos de cadáver reseco más... -Auch! Algo me ha picado aquí dentro- sacó la mano sobresaltada y entonces Nousis se acercó para examinar de cerca aquel rostro. Sin siquiera mostrar un ápice de sensibilidad, apartó la áspera lengua y sacó de la boca una pequeña pieza de acero con forma cónica y cuatro salientes en su base. -¿Qué es eso? ¿Y qué hace ahí? ¿A caso quien ha matado a esta gente quiere mandar un mensaje?- preguntó mientras su compañero examinaba la pieza "O quizá ellos no querían que quien les atacó encontrara esto... Sea o que sea." Nousis se guardó el descubrimiento y al no encontrar nada más dieron por terminado el examen y buscar un lugar donde dormir.
Retomaron la marcha cuando los primeros rayos de sol asomaban en el horizonte, aun les quedaba un día de camino hasta Baslodia, eso si no se encontraban con alguna otra complicación en el trayecto... Y por suerte no fue así. Los primeros kilómetros fueron en silencio, Nousis caminaba delante con paso firme y Aylizz tras él, un poco rezagada, en parte por sentirse algo débil por llevar tiempo sin comer, aunque sobre todo porque el elfo la imponía bastante. A pesar de lo cortés que había sido con ella en todo momento no podía evitar sentir respeto, ese tipo de respeto que la enseñaron a tener hacia los "señores elfos", como ella denominaba a aquellos adultos serios y rígidos, y por supuesto mayores que ella, pues a pesar de su joven apariencia Aylizz sabía distinguir bien -como elfa que era- la edad real de los de su raza y saltaba a la vista que su compañero de viaje era un elfo hecho y derecho, a su lado ella era una mocosa. Pero lo cierto era que su naturaleza curiosa y su personalidad extrovertida la impidió permanecer callada durante mucho más tiempo y en seguida intentó entablar conversación. Vagamente intercambiaron algunos datos de sus vidas y experiencias, aunque lo cierto era que en muchos momentos el diálogo tornaba a monólogo de Ayl mientras Nous se limitaba a escuchar.
Llegaron a la ciudad cuando el sol comenzaba a descender y tuvieron suerte de encontrar dos habitaciones disponibles en una posada algo apartada, en las afueras de la ciudad, pero lo suficientemente integrada en el casco urbano como para poder pasear por sus calles y empaparse de la vida cosmopolita. El elfo pagó por dos noches y le dio total libertad a Aylizz para pedir comida y bebida cuando gustase, así como para irse por ahí sola si lo deseaba, pues su deuda quedaba saldada en el momento en que realizó el pago a la posadera y dejó dicho que los gastos de la elfa corrían de su cuenta. Ella tampoco quiso abusar, por lo que únicamente pidió algo de carne para comer y una jarrita de hidromiel, aunque quiso darse el privilegio de tomarlo en su habitación mientras se daba un largo baño. Una vez estuvo limpia y con el estómago lleno se tumbó sobre la cama -que aunque en cualquier otro momento podría haberle parecido dura e incómoda, aquella noche la sintió como una esponjosa nube- se quedó profundamente dormida.
Durmió hasta tarde, ya era medio día cuando abría el ojo a causa de los rayos de sol que impactaban de lleno en su cara. Se estiró y se desperezó, considerando por un momento el quedarse allí todo el día sin hacer el más mínimo movimiento, pero entonces se percató de una nota bajo su puerta. "Que tengas un buen día, si me necesitas estaré en el mercado. -Nousis."
Nousis fue el primero en acercarse y no esperaba menos, al fin y al cabo él ya los había visto antes, ella sin embargo necesitaba asimilar la situación. ¿Serían un padre y un hijo? A pesar del estado deplorable en el que se encontraban podía adivinarse que se trataban de un hombre adulto y uno que parecía recién entrado en la pubertad, a juzgar por sus facciones corporales. ¿Tal vez un maestro y su aprendiz? O quizá no tenían nada que ver y alguien los había colocado allí por a saber qué macabro motivo... Tragó saliva y se acercó al joven mientras el elfo examinaba al hombre adulto. No encontró nada llamativo en aquel cuerpo pálido y consumido pero le llamó la atención la cabeza del chico, que se encontraba junto al cuerpo decapitada. Tenía la boca entrecerrada y la inerte lengua intentaba abrirse paso hacia el exterior de la misma, pensó que podía deberse al hinchazón que sufre un cuerpo al quedar sin vida, pero hizo de tripas corazón y como pudo bajó el mentón con una mano mientras que con la otra realizaba un barrido en el interior de la boca. Como ahora me muerda me lo hago encima... pensó asqueada, aunque mirándolo por otro lado, ya estaba llena de porquería hasta las cejas, qué importaban algunos jugos de cadáver reseco más... -Auch! Algo me ha picado aquí dentro- sacó la mano sobresaltada y entonces Nousis se acercó para examinar de cerca aquel rostro. Sin siquiera mostrar un ápice de sensibilidad, apartó la áspera lengua y sacó de la boca una pequeña pieza de acero con forma cónica y cuatro salientes en su base. -¿Qué es eso? ¿Y qué hace ahí? ¿A caso quien ha matado a esta gente quiere mandar un mensaje?- preguntó mientras su compañero examinaba la pieza "O quizá ellos no querían que quien les atacó encontrara esto... Sea o que sea." Nousis se guardó el descubrimiento y al no encontrar nada más dieron por terminado el examen y buscar un lugar donde dormir.
Retomaron la marcha cuando los primeros rayos de sol asomaban en el horizonte, aun les quedaba un día de camino hasta Baslodia, eso si no se encontraban con alguna otra complicación en el trayecto... Y por suerte no fue así. Los primeros kilómetros fueron en silencio, Nousis caminaba delante con paso firme y Aylizz tras él, un poco rezagada, en parte por sentirse algo débil por llevar tiempo sin comer, aunque sobre todo porque el elfo la imponía bastante. A pesar de lo cortés que había sido con ella en todo momento no podía evitar sentir respeto, ese tipo de respeto que la enseñaron a tener hacia los "señores elfos", como ella denominaba a aquellos adultos serios y rígidos, y por supuesto mayores que ella, pues a pesar de su joven apariencia Aylizz sabía distinguir bien -como elfa que era- la edad real de los de su raza y saltaba a la vista que su compañero de viaje era un elfo hecho y derecho, a su lado ella era una mocosa. Pero lo cierto era que su naturaleza curiosa y su personalidad extrovertida la impidió permanecer callada durante mucho más tiempo y en seguida intentó entablar conversación. Vagamente intercambiaron algunos datos de sus vidas y experiencias, aunque lo cierto era que en muchos momentos el diálogo tornaba a monólogo de Ayl mientras Nous se limitaba a escuchar.
Llegaron a la ciudad cuando el sol comenzaba a descender y tuvieron suerte de encontrar dos habitaciones disponibles en una posada algo apartada, en las afueras de la ciudad, pero lo suficientemente integrada en el casco urbano como para poder pasear por sus calles y empaparse de la vida cosmopolita. El elfo pagó por dos noches y le dio total libertad a Aylizz para pedir comida y bebida cuando gustase, así como para irse por ahí sola si lo deseaba, pues su deuda quedaba saldada en el momento en que realizó el pago a la posadera y dejó dicho que los gastos de la elfa corrían de su cuenta. Ella tampoco quiso abusar, por lo que únicamente pidió algo de carne para comer y una jarrita de hidromiel, aunque quiso darse el privilegio de tomarlo en su habitación mientras se daba un largo baño. Una vez estuvo limpia y con el estómago lleno se tumbó sobre la cama -que aunque en cualquier otro momento podría haberle parecido dura e incómoda, aquella noche la sintió como una esponjosa nube- se quedó profundamente dormida.
Durmió hasta tarde, ya era medio día cuando abría el ojo a causa de los rayos de sol que impactaban de lleno en su cara. Se estiró y se desperezó, considerando por un momento el quedarse allí todo el día sin hacer el más mínimo movimiento, pero entonces se percató de una nota bajo su puerta. "Que tengas un buen día, si me necesitas estaré en el mercado. -Nousis."
Aylizz Wendell
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Re: Una huida hacia adelante [Libre] [CERRADO]
Las horas de viaje junto a su fortuita compañera elfa transcurrieron inmerso en sus propias cuitas internas. Le preocupaban la huida del hombre-dragón, al que hubiese deseado seguir a fin de asegurarse de que acaba cayendo del cielo cadáver, la relación de los cadáveres con el lugar al que se dirigía, y aunque no le gustaba en absoluto admitírselo siquiera a sí mismo, el destino de la humana que le había ayudado. No era nadie para él, y aún con ello en mente, su rígido código moral consideraba cualquier ayuda desinteresada de alguien fuera de su raza como una deuda contraída que merecía un pago acorde. La balanza estaba descompensada, mas no le quedaba más opción que confiar que llegase sana y salva al lugar al que había decidido dirigirse.
Cuando avistaron la urbe, el Elfo rememoró las jornadas en las que sus viajes le habían llevado hasta Vuwulfar y Lunargenta. Las grandes ciudades humanas eran sucias y ruidosas, de leyes clasistas y donde salir adelante se asemejaba en demasía al comportamiento de los animales en la naturaleza. El más fuerte sobrevivía. Eso era todo.
No eran ni mucho menos los únicos que deseaban cruzar las puertas de la ciudad. Campesinos dispuestos a vender sus productos; caravanas de mayor lejanía, escoltadas o no por mercenarios y cuadrillas de hombres de armas; representantes de otras razas, solos o en grupos, desde hijos de Sandorai hasta hechiceros y criaturas de esa especie de quimeras que parecían mezclar rasgos humanos con otros bestiales. Nousis no podía evitar sentir curiosidad e interés científico por tales seres. A diferencia de las creaciones con partes de metal, tristes aberraciones sin culpa alguna, sentía como parte de la naturaleza a esos engendros. Aún sin poseer la sintonía con ésta que caracterizaba a los Elfos, casi podían considerarse animales, y debían ser respetados si su alma no estaba corrompida. Uno de esos hombres-bestia, con caracterizaciones felinas, le dirigió una mirada desconfiada, y Nousis desvió la suya, consciente de que absorto en sus pensamientos, podría haber dado la impresión de encontrarse vigilando. Sonrió a Aylizz, traspasando la muralla justo detrás de un grupo de clérigos que fueron saludados con cortesía por los centinelas. La misma que les faltó al golpear varias veces a un hombre si motivo aparente. Éste se hizo un ovillo en el suelo, sangrando por la boca, antes de que le fuera permitido el paso. Al incorporarse, tendió unos papeles de pequeño tamaño y un soldado alzo la espada corta, amenazándole antes incitarle a echar a correr, lo que hizo sin mirar atrás.
Paseó la vista por casi todos lados, consciente de que posibles ladrones eran comunes en las grandes urbes, y junto a la elfa, buscó una posada lo bastante adecuada, caminando durante un buen rato, dejando atrás lugares donde no dudaba que amanecerían mirando su cuerpo desde fuera, contando media docena de puñaladas. Al hallarla, sonrió y entró junto a ella, sin sorpresa alguna al comprobar como la mayoría de los parroquianos era Humanos, y ellos destacaron como un faro en la noche. La belleza élfica contrastaba enormemente con muchos de los presentes, que sin duda habían sufrido malnutrición, alcoholismo , una u otra enfermedad que había dejado secuelas faciales… los ojos grises de Nousis no se detuvieron apenas en ellos, tras creer que no había armas demasiado problemáticas entre la concurrencia. Un hombre entrado en años y una muchacha trabajaban detrás del mostrador y fue ésta quien se dirigió al espadachín, con una sonrisa que el Elfo le devolvió parcamente.
-Querría dos habitaciones, cena para ambos y un baño, para dos noches- explicó con voz segura, sin inflexiones duras- Lo que ella desee, corre de mi cuenta- la humana miró rápidamente a Aylizz y su sonrisa se amplió, un poco traviesa, mientras él colocaba varias monedas encima de la barra. Un cuarto aproximado de su bolsa actual.
-Por supuesto señor- asintió- Acompañadme y os mostraré vuestras estancias. Os llevarán la cena en cuanto esté hecha.
Aylizz expresó su deseo de cenar sola, lo que Nousis respetó y agradeció. Necesitaba un descanso y tras las últimas semanas, precisaba unas horas para sí mismo, sin más compañía que sus pensamientos. Se echó en la blanda cama, con las manos detrás de la cabeza, cuando le sobresaltó la llamada a la puerta. La joven que les había atendido llegó con dos cubos de agua humeante, seguida de otra chica aún más joven. En varios viajes, llenaron la tina de madera de la habitación, y la camarera le dedicó una última sonrisa ante de cerrar la puerta y dejarle desvestirse con una calma y disfrutar de un baño que le supo a gloria.
Al despertar, le costó recordar donde se encontraba y por qué, debido al buen descanso. Dejó una nota a su compañera, para evitar despertarla, llevándosela por medio de un muchacho que barría el lugar cuando aún no había cliente alguno por lo temprano del día, y vestido y armado, salió al exterior, mirando a ambos lados de la calle, antes de preguntar la dirección del mercado.
El mercado se encontraba en pleno auge cuando el Elfo consiguió acercarse a lugar. Se ubicaba en una zona espaciosa, pero tan abarrotada aquella mañana que parecía mucho menor. Vendedores y vendedoras ofertaban en silencio y a voz de grito una gran diversidad de artículos, desde alimentos y ganado llegado de las granjas cercanas hasta joyas y productos de Dundarak o las islas Illidenses, pasando por telas, pieles, armas, incluso orfebrería élfica que los suyos vendían en dos puestos con buena clientela. Nousis torció el gesto. El comercio era necesario para que los reinos se aprovisionasen de aquello de lo que carecían. Pero imaginar a Humanos portando el arte de su pueblo con vanagloria le removía las entrañas.
Se acercó a varios puestos, con la pieza que encontró en el lugar del brutal asesinato doble. Con los mejores modales y una sonrisa jovial que sólo utilizaba fuera de Sandorai cuando era estrictamente necesario, charló de manera trivial con cierto número de vendedores, hasta que un comerciante de armas cerró la boca en cuanto el Elfo colocó la pieza delante de él.
-Ya las he entregado- aseguró un poco alterado, con la suspicacia patente en la faz- Wisferd lo sabe.
La incomprensión inicial en la mirada del extranjero fue captada con una impresionante rapidez por el humano, quien hizo una seña a su mujer, y ésta comenzó a recoger el género.
-Es hora de que volvamos a la fragua- detalló, y el espadachín contuvo el impulso de agarrarlo del brazo en medio de la muchedumbre. Allí no era conocido, y era muy posible que la guardia tomase demasiado en consideración cualquier problema con un lugareño. Esperó, mientras la mujer se iba con parte de las armas recogidas en una especie de manta, y al tratar de seguirlo, no pudo evitar perder a su objetivo entre tantas personas. Maldijo para sí. No podía esperar otra semana en esa ciudad para saber qué demonios estaba ocurriendo.
A fin de cuentas, ¿qué le importaban a él los habitantes de Baslodia? Decidió que no había mejor solución que irse al día siguiente, al tiempo que callejeaba de regreso a la taberna, cuando se metió de lleno en una trampa poco después. Una pareja bloqueaba cada salida del callejón. Se palpó inconscientemente el corte de la mejilla, limpio y comenzando a cicatrizar. Las heridas llamaban a heridas.
No había tiempo que perder, y no podía salvar la vida frente a cuatro humanos armados en un espacio tan reducido si era medianamente diestros. No había forma de averiguarlo sin esperar y no pensaba hacerlo. Corrió hacia los que se interponían entre la salida más cercana y la taberna con la espada en la mano, y sus oponentes mostraron una más que evidente aprensión, ante una forma de actuar que valoraban como una locura, y para absoluto asombro del Elfo, dieron media vuelta y tomaron direcciones opuestas. Nousis envainó antes de salir del callejón, buscando a esos cobardes. La relación entre el mercader y el intento de ataque parecía lógica, aunque incompleta. Si lo volvían a intentar en mayor número podría llegar a estar en peligro. Estaba en territorio enemigo y era una sensación nada halagüeña.
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El energúmeno no cejaba en agarrarla con más fuerza de la necesaria. Aquellas eran lo mejor de ser quien era. Con suficiencia, miró a la pequeña congregación que se había arremolinado dispuesta a ver como terminaba todo. Como un trofeo, mantenía a poca distancia a la joven, oteando como si buscase a alguien en particular.
-No sabes con quien estás hablando- le espetó en voz mucho más baja- Los míos y yo podríamos hacer que aparecieses muerta ésta misma noche, violada y descuartizada- la miró con lascivia de arriba abajo- Pensándolo bien, no voy a contentarme sólo con que me pagues lo que “has robado”- rió- Vamos a hacer un mejor trato y dejemos esto a…
-¿Qué haces Nefer?- amonestó una voz fuerte y masculina. Iori pudo ver a un soldado que portaba unas enseñas que no podían sino pertenecer a la guardia de la ciudad.
-Swithgim…-masculló con desprecio el comerciante, soltando a la muchacha- Sólo le explicaba las costumbres locales.
-Dudo que quiera aprender nada de ti. No me hagas encerrarte. Deja a las forasteras en paz de una buena vez.
-Estás en el lado equivocado- susurró Nefer a poca distancia tanto de la campesina como del soldado- Wisferd tendrá noticias.
Pero el oficial se acercó a la fémina, y le sonrió con dulzura -Permite que te acompañe a una posada para que puedas descansar. Baslodia correrá con los gastos por su impertinencia- aseguró- No nos juzgues a todos por ese impresentable- pidió con amabilidad ya alejándose del lugar del contratiempo. Sólo un grupo de monjes salmodiando fue la nota disonante del camino, cuyo líder saludó al soldado con un desdén que no pasó desapercibido a la mujer.
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El descanso había sido agradable, y la elfa tuvo su desayuno con tan escaso tiempo desde que lo pidió, que sin duda ya estaba hecho por alguna orden previa. Pese a que tuvo que tomar las viandas en el salón principal, so pretexto de limpiar su estancia, la mayor parte de las mesas estaban vacías y sólo fue observada por un grupo de hombres que tras unos comentarios asquerosamente sucios, retomaron su conversación, sin guardarse en absoluto en evitar ser escuchados por la mujer o las chicas que limpiaban las botellas.
-… pues deberías haber ido al templo. Aldryth vuelve a repartir comida.
-Ese hombre es un puñetero santo.
-Es normal que lo haga- dijo otro tras una pausa tras un trago de cerveza- Los robos no dejan de aumentar por culpa de esos críos, y la guardia no hace nada.
-El Retiro sí- contradijo uno- Ya han matado a varios de esos indeseables. Si la guardia no nos protege, ellos sí.
-Quien sabe. Hay demasiadas cosas que arreglar. Demasiados extranjeros.
Y clavaron sus ojos en la elfa, hasta que la armadura de un soldado les distrajo de ella, y dirigió su atención hacia éste y su acompañante.
Nousis Indirel
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Re: Una huida hacia adelante [Libre] [CERRADO]
Estaba meditando con mucho cuidado la posibilidad de clavarle los dientes en el dorso de la mano a aquel desgraciado. No resollaba de dolor por puro orgullo pero la mano comenzaba a pasar del blanco lívido a un saludable color morado, por la sangre agolpada allí. - Maldito desgraciado...- siseó bajito antes de alzar los ojos para clavarlos con odio en su estúpida cara. ¿Él y los suyos? Se quedó muy quieta entonces, dejando de tironear para dejar que las pupilas se dilataran clavando la mirada azul en su mezquina cara. ¿A qué demonios se refería? Iori... ¿En que lío te habías metido? No le hizo falta pensar mucho para entender qué había querido decir él dejando caer sus palabras. Notó como algo frío se extendía por su pecho, observando desde la distancia de su pensamiento aquella posibilidad. Dejar que un hombre...
... La arcada que sintió fue total, y sirvió para darle el impulso que había perdido y regresar a sus intentos de soltarse de él. Observó como aquel gilipollas oteaba entre el gentío, ¿Buscando a alguien? Daba igual, Iori solo buscaba un lugar en el que clavar sus dientes y por fortuna aquella mano era lo suficientemente grande como para acertarle con los ojos cerrados. Frunció los labios para dejar sus incisivos al aire, y cuando iba a lanzar la cabeza para clavarlos en aquella asquerosa piel, una voz se escuchó por encima de todo. Fuerte, potente, y con una promesa de salvación en su timbre. Iori giró la cabeza muy rápido para mirar por encima de su hombro.
Una figura que destacaba por la altura permanecía de pie delante de ellos, con el sol de poniente brillando tras él. Iori parpadeó, y casi sintió en sus oídos sonar algún tipo de música suave, un arpa o una flauta dulce mientras le costaba todavía reconocer bien sus rasgos faciales por la incidencia de la luz. El vendedor que la tenía agarrada, el cual parecía llamarse Nefer la soltó, y reprimió las ganas de salir corriendo de allí en aquel mismo instante entre el gentío. Para lo que no le faltó tiempo fue para escabullirse de la escena principal y moverse para posicionarse justo detrás de aquel guarda que había conseguido liberarla con su solo comentario. Se frotó la muñeca, notando con dolor como la circulación volvía a la articulación. ¿Las costumbres locales? Iori asomó la cara por detrás del brazo del soldado y le echó la lengua con todo el descargo que podía a aquel desgraciado. Estaba mintiendo con toda la cara del mundo.
Aún tuvo más que decirle al soldado, con un comentario que más sonó a amenaza sutil, cuando se dio cuenta de que había perdido aquel combate. Iori estaría encantada de, sin pillarla por sorpresa, enfrentarse un instante contra él. Solo necesitaba usar la rapidez, y su menuda altura, para apuntar de forma efectiva a la entrepierna. Una vez. Al primer golpe lo tendría de rodillas en el suelo. Le daría un par de veces más allí, solo por precaución; para asegurarse de que no podría engendrar más descendencia. Y en cuanto a lo demás... teniendo la cara de aquel miserable a su altura le proporcionaría otros muchos puntos que quería golpear y cortar como respuesta ante sus "costumbres locales".
Se centró en él y por un momento, se sintió deslumbrada por su sonrisa. - Me pegaría a ti aunque no me lo hubieras dicho... Gim..?- Iori caminó al lado del guarda, del lado contrario al que quedaba el puesto con aquel hombre asqueroso. Nefer. No olvidar. Apuntilló la muchacha en una esquina de su memoria. - Perdona, no me quedé bien con el nombre... es una pronunciación muy diferente a lo que estoy acostumbrada. Yo me llamo Iori. Siento que tengo que pedirte disculpas. Es mi primera vez en Baslodia, únicamente pasaré aquí una noche. Estoy de camino a mi aldea y necesitaba descansar y hacer acopio de algunos suministros para el viaje... - y todo eso sin una sola pregunta por parte del hombre. Desde luego Iori Li, nunca jugaría en la zona de los espías o personas con un mínimo de desconfianza en su mente.
Camina a su lado frotándose aún la muñeca de una forma dolorosa. En la zona interna de su piel se comenzaban a percibir de forma desagradable tres marcas violáceas... los dedos de aquel desgraciado. Genial. Con premio de recuerdo, no vayan a ser los dioses que Iori se olvidase de él. Resopló con hastío mientras hacía más esfuerzos, como si frotar aquella zona la ayudase a borrar aquello. - Parece que ese hombre, Nefer, no es la primera vez que da problemas ¿no?- inquirió pensando aún en él y alzó la vista para mirar ahora con calma a su compañero. Además de la altura, el soldado destacaba a ojos de Iori por su brillante cabello rubio. Corto de una forma que le debía de resultar cómodo, enmarcaba una piel ligeramente bronceada al sol. En sus ojos almendrados se percibía un toque oliváceo, y la expresión de su cara era vivaz. Iori apartó la vista y volvió a centrarse a mirar hacia las calles por las que avanzaban. Aquel hombre le transmitía confianza.
Él suspiró con cierto cansancio - Esta ciudad está llena de problemas. Ese sujeto tiene relaciones con otros aún más peligrosos. Seguramente te vigilen unos días, o te sigan, si dejas Baslodia sola.- Abrió mucho los ojos y lo miró con emergencia e incredulidad en los ojos - ¿Si dejo Baslodia? ¿Eso puedo ser peligroso? - su voz sonó con un tono de alarma mal disimulado que le hizo bajar un instante los ojos - Mierda... - masculló para si misma. - ¿Y ese tal... Wister? Wisfer? ¿Es algún pez gordo aquí? Por la forma en la que lo dijo parecía que tendrías problemas...-
-Llevamos casi un año con problemas por culpa de grupos que tratan de controlar zonas de la ciudad. Hay rumores de que una organización concreta está ganando poder y asesinando a opositores. Refugio la llaman.- Iori asintió mientras lo escuchaba en silencio. Vivir en una ciudad tenía que ser muy complicado. Cuanto más tiempo pasaba y más experiencias tenía lejos de su aldea, más segura estaba de que aquel era el lugar al que deseaba regresar. En ocasiones necesitas estar lejos de lo que es importante para ti, para darte cuenta de las cosas. Iori Li lo estaba experimentando en sus propias carnes. - Espero que haberme ayudado allí no suponga ningún problema para ti... Estaba a punto de clavarle los dientes a aquel hombre en el dorso de la mano... - le confeso sonriendo de medio lado.
... La arcada que sintió fue total, y sirvió para darle el impulso que había perdido y regresar a sus intentos de soltarse de él. Observó como aquel gilipollas oteaba entre el gentío, ¿Buscando a alguien? Daba igual, Iori solo buscaba un lugar en el que clavar sus dientes y por fortuna aquella mano era lo suficientemente grande como para acertarle con los ojos cerrados. Frunció los labios para dejar sus incisivos al aire, y cuando iba a lanzar la cabeza para clavarlos en aquella asquerosa piel, una voz se escuchó por encima de todo. Fuerte, potente, y con una promesa de salvación en su timbre. Iori giró la cabeza muy rápido para mirar por encima de su hombro.
Una figura que destacaba por la altura permanecía de pie delante de ellos, con el sol de poniente brillando tras él. Iori parpadeó, y casi sintió en sus oídos sonar algún tipo de música suave, un arpa o una flauta dulce mientras le costaba todavía reconocer bien sus rasgos faciales por la incidencia de la luz. El vendedor que la tenía agarrada, el cual parecía llamarse Nefer la soltó, y reprimió las ganas de salir corriendo de allí en aquel mismo instante entre el gentío. Para lo que no le faltó tiempo fue para escabullirse de la escena principal y moverse para posicionarse justo detrás de aquel guarda que había conseguido liberarla con su solo comentario. Se frotó la muñeca, notando con dolor como la circulación volvía a la articulación. ¿Las costumbres locales? Iori asomó la cara por detrás del brazo del soldado y le echó la lengua con todo el descargo que podía a aquel desgraciado. Estaba mintiendo con toda la cara del mundo.
Aún tuvo más que decirle al soldado, con un comentario que más sonó a amenaza sutil, cuando se dio cuenta de que había perdido aquel combate. Iori estaría encantada de, sin pillarla por sorpresa, enfrentarse un instante contra él. Solo necesitaba usar la rapidez, y su menuda altura, para apuntar de forma efectiva a la entrepierna. Una vez. Al primer golpe lo tendría de rodillas en el suelo. Le daría un par de veces más allí, solo por precaución; para asegurarse de que no podría engendrar más descendencia. Y en cuanto a lo demás... teniendo la cara de aquel miserable a su altura le proporcionaría otros muchos puntos que quería golpear y cortar como respuesta ante sus "costumbres locales".
Se centró en él y por un momento, se sintió deslumbrada por su sonrisa. - Me pegaría a ti aunque no me lo hubieras dicho... Gim..?- Iori caminó al lado del guarda, del lado contrario al que quedaba el puesto con aquel hombre asqueroso. Nefer. No olvidar. Apuntilló la muchacha en una esquina de su memoria. - Perdona, no me quedé bien con el nombre... es una pronunciación muy diferente a lo que estoy acostumbrada. Yo me llamo Iori. Siento que tengo que pedirte disculpas. Es mi primera vez en Baslodia, únicamente pasaré aquí una noche. Estoy de camino a mi aldea y necesitaba descansar y hacer acopio de algunos suministros para el viaje... - y todo eso sin una sola pregunta por parte del hombre. Desde luego Iori Li, nunca jugaría en la zona de los espías o personas con un mínimo de desconfianza en su mente.
Camina a su lado frotándose aún la muñeca de una forma dolorosa. En la zona interna de su piel se comenzaban a percibir de forma desagradable tres marcas violáceas... los dedos de aquel desgraciado. Genial. Con premio de recuerdo, no vayan a ser los dioses que Iori se olvidase de él. Resopló con hastío mientras hacía más esfuerzos, como si frotar aquella zona la ayudase a borrar aquello. - Parece que ese hombre, Nefer, no es la primera vez que da problemas ¿no?- inquirió pensando aún en él y alzó la vista para mirar ahora con calma a su compañero. Además de la altura, el soldado destacaba a ojos de Iori por su brillante cabello rubio. Corto de una forma que le debía de resultar cómodo, enmarcaba una piel ligeramente bronceada al sol. En sus ojos almendrados se percibía un toque oliváceo, y la expresión de su cara era vivaz. Iori apartó la vista y volvió a centrarse a mirar hacia las calles por las que avanzaban. Aquel hombre le transmitía confianza.
Él suspiró con cierto cansancio - Esta ciudad está llena de problemas. Ese sujeto tiene relaciones con otros aún más peligrosos. Seguramente te vigilen unos días, o te sigan, si dejas Baslodia sola.- Abrió mucho los ojos y lo miró con emergencia e incredulidad en los ojos - ¿Si dejo Baslodia? ¿Eso puedo ser peligroso? - su voz sonó con un tono de alarma mal disimulado que le hizo bajar un instante los ojos - Mierda... - masculló para si misma. - ¿Y ese tal... Wister? Wisfer? ¿Es algún pez gordo aquí? Por la forma en la que lo dijo parecía que tendrías problemas...-
-Llevamos casi un año con problemas por culpa de grupos que tratan de controlar zonas de la ciudad. Hay rumores de que una organización concreta está ganando poder y asesinando a opositores. Refugio la llaman.- Iori asintió mientras lo escuchaba en silencio. Vivir en una ciudad tenía que ser muy complicado. Cuanto más tiempo pasaba y más experiencias tenía lejos de su aldea, más segura estaba de que aquel era el lugar al que deseaba regresar. En ocasiones necesitas estar lejos de lo que es importante para ti, para darte cuenta de las cosas. Iori Li lo estaba experimentando en sus propias carnes. - Espero que haberme ayudado allí no suponga ningún problema para ti... Estaba a punto de clavarle los dientes a aquel hombre en el dorso de la mano... - le confeso sonriendo de medio lado.
Iori Li
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Re: Una huida hacia adelante [Libre] [CERRADO]
Bajó con prisa, esperando estar a tiempo de desayunar algo y para su sorpresa se encontró con que Nousis ya se lo había dejado pedido, por lo que tan pronto como asomó por el comedor le sirvieron unos huevos revueltos, una tostada de pan y una taza de achicoria. Jo, qué atento... ¡Y qué pinta! pensó mientras comenzaba a salivar. Mientras se tomaba aquello, se percató de que en una de las pocas mesas que había ocupadas un grupo de hombres la observaban y cuando ellos se dieron cuenta de que la elfa advertía su presencia, procedieron a dejar caer comentarios sucios y fuera de tono, con poca sutileza, claramente esperando que ella los escuchase. Por supuesto lo hizo y en otras circunstancias no hubiera dudado en replicarles, pero se encontraba en un lugar desconocido y era mejor ser cauta, por lo que hizo oídos sordos y continuó su desayuno, aunque más incómoda... Al ver la indiferencia mostrada, cambiaron de tema. Y aquello sí que despertó el interés de Aylizz.
Sabía que Baslodia no era ni de lejos la ciudad de Aerandir y por lo que hablaban aquellos hombres, muchas personas rozaban la pobreza, pero había alguien que debía de repartir alimentos regularmente. Algo de aquella conversación llamó su atención. El Retiro... No dijeron mucho más antes de volver a clavar su mirada en la elfa, aunque esta vez con rechazo, lo que hizo que se apresurara en terminar su desayuno. De repente, un corpulento -y por qué no decirlo, apuesto- soldado irrumpió en la posada y sobresaltados apartaron la vista de Aylizz para centrarla ahora en él. Pero no venía sólo, a sus espaldas se podía distinguir una figura, aunque más menuda. No fue hasta que el soldado se acercó al mostrador de la entrada cuando pudo distinguir una cara conocida, aunque bastante magullada.
Aylizz se levantó y se dirigió ligera hacia ella, aunque con cautela, pues no sabía si sería bien recibida. Dubitativa, se quedó esperando a unos metros, detrás de una pared, sin ser vista. Desde allí escuchó como el guardia solicitaba una habitación a cuenta de los fondos de Baslodia, lo que la hizo quedarse trastocada. ¿Por qué la ciudad costearía la estancia de Iori? ¿Tendría que ver con su mal aspecto? Se percató entonces de la conversación que mantenían los hombres antes y esperó que no hubieran escuchado aquello, por lo que pudiera pasar...
La muchacha de la entrada le indicó la habitación que le correspondía al tiempo que le cedía la llave. Entonces el soldado se despidió de ella cortesmente y esperó a que subiera las escaleras antes de irse, no sin antes lanzar una mirada hacia aquellos hombres, que no la recibieron con agrado y se giraron dándole la espalda sin mediar palabra. Aylizz aprovechó el momento para subir a buscar a la que días antes había sido su compañera de batallas. Cruzó el largo pasillo y llamó a la puerta con firmeza hasta que ella abrió. -Hola... Esto... ¿Te acuerdas de mí?- preguntó con una sonrisa nerviosa. ¡Pues claro que se acordaría! Qué se pensaba... ¿Que lo acontecido en el bosque con aquel dragón se olvidaría fácil? -Te he visto entrar con el guardia y sólo quería saber si estás bien... Tienes mala pinta.- continuó diciendo, cuando se percató de que alguien subía, ¿los hombres de antes tal vez? Ante la duda y por precaución, empujó suavemente a Iori hacia dentro de la estancia para poder hablar tranquilas, sin que nadie viera en qué habitación se alojaba la "invitada" de la ciudad. Iori le contó lo ocurrido con el mercader la noche que llegó a la ciudad y cómo aquel guardia la había zafado de aquel indeseable. Entonces mencionó algo acerca de los problemas que hacía un tiempo azotaban la ciudad, en especial los que debía causar aquel con el que Iori se había topado, y le vino a la cabeza la conversación anterior de los hombres del comedor. -Vaya... Escuché antes a unos hablar acerca de un grupo que debe actuar al margen de la ley, entiendo que tomándose la justicia por su mano. Se hacen llamar El Retiro... ¿Te suena haber oído algo por ahí de ellos?- informó Aylizz -Además cuando en el bosque Nousis y yo examinamos los cadáveres, junto a ellos había una madera con algo escrito sobre proteger Baslodia...- añadió.
Sabía que Baslodia no era ni de lejos la ciudad de Aerandir y por lo que hablaban aquellos hombres, muchas personas rozaban la pobreza, pero había alguien que debía de repartir alimentos regularmente. Algo de aquella conversación llamó su atención. El Retiro... No dijeron mucho más antes de volver a clavar su mirada en la elfa, aunque esta vez con rechazo, lo que hizo que se apresurara en terminar su desayuno. De repente, un corpulento -y por qué no decirlo, apuesto- soldado irrumpió en la posada y sobresaltados apartaron la vista de Aylizz para centrarla ahora en él. Pero no venía sólo, a sus espaldas se podía distinguir una figura, aunque más menuda. No fue hasta que el soldado se acercó al mostrador de la entrada cuando pudo distinguir una cara conocida, aunque bastante magullada.
Aylizz se levantó y se dirigió ligera hacia ella, aunque con cautela, pues no sabía si sería bien recibida. Dubitativa, se quedó esperando a unos metros, detrás de una pared, sin ser vista. Desde allí escuchó como el guardia solicitaba una habitación a cuenta de los fondos de Baslodia, lo que la hizo quedarse trastocada. ¿Por qué la ciudad costearía la estancia de Iori? ¿Tendría que ver con su mal aspecto? Se percató entonces de la conversación que mantenían los hombres antes y esperó que no hubieran escuchado aquello, por lo que pudiera pasar...
La muchacha de la entrada le indicó la habitación que le correspondía al tiempo que le cedía la llave. Entonces el soldado se despidió de ella cortesmente y esperó a que subiera las escaleras antes de irse, no sin antes lanzar una mirada hacia aquellos hombres, que no la recibieron con agrado y se giraron dándole la espalda sin mediar palabra. Aylizz aprovechó el momento para subir a buscar a la que días antes había sido su compañera de batallas. Cruzó el largo pasillo y llamó a la puerta con firmeza hasta que ella abrió. -Hola... Esto... ¿Te acuerdas de mí?- preguntó con una sonrisa nerviosa. ¡Pues claro que se acordaría! Qué se pensaba... ¿Que lo acontecido en el bosque con aquel dragón se olvidaría fácil? -Te he visto entrar con el guardia y sólo quería saber si estás bien... Tienes mala pinta.- continuó diciendo, cuando se percató de que alguien subía, ¿los hombres de antes tal vez? Ante la duda y por precaución, empujó suavemente a Iori hacia dentro de la estancia para poder hablar tranquilas, sin que nadie viera en qué habitación se alojaba la "invitada" de la ciudad. Iori le contó lo ocurrido con el mercader la noche que llegó a la ciudad y cómo aquel guardia la había zafado de aquel indeseable. Entonces mencionó algo acerca de los problemas que hacía un tiempo azotaban la ciudad, en especial los que debía causar aquel con el que Iori se había topado, y le vino a la cabeza la conversación anterior de los hombres del comedor. -Vaya... Escuché antes a unos hablar acerca de un grupo que debe actuar al margen de la ley, entiendo que tomándose la justicia por su mano. Se hacen llamar El Retiro... ¿Te suena haber oído algo por ahí de ellos?- informó Aylizz -Además cuando en el bosque Nousis y yo examinamos los cadáveres, junto a ellos había una madera con algo escrito sobre proteger Baslodia...- añadió.
Aylizz Wendell
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Re: Una huida hacia adelante [Libre] [CERRADO]
La conversación entre la elfa y la humana llegó precedida de la despedida entre Iori y Sithgrum. Pese a las circunstancias, y al aspecto de la campesina tras todo lo ocurrido, el guardia de Baslodia sabía apreciar la belleza, y el rostro de la fémina le resultaba turbador.
-En cuanto al alojamiento, ¡No es necesario que tú o la guardia, o Baslodia se hagan cargo del coste! – atacó, la mujer tirando una pequeña bolsa hacia delante y la abrió. Puso encima del mostrador de la posada la tela y extrajo una pequeña cajita de madera. - Tengo aquí dinero ¿sabes?- explicó con una sonrisa. Dentro de la cajita, había una pequeña bolsa de tela oscura. La abrió después de aflojar sus dos nudos, y del interior extraño un pequeño paño. - Es mejor tenerlo bien guardado, nunca se sabe... - indicó de nuevo- ¿Con esto llegará?- Inquirió mirando con los ojos brillantes al guardia tomando algunas monedas.
El guardia sonrió de una manera que indicó una mezcla de divertimento y aprecio, como si le hubiesen hecho un truco de magia sencillo
-Me llamo Sithgrim- le recordó- Y si necesitas algo, búscame en el cuartel de Ínfivar. Está a tres calles al sur- y tras un guiño, dejó la posada, cruzándose fuera con un Elfo al que observó con cuidado, antes de dirigirse a sus quehaceres.
Tras un intercambio de miradas entre el guardia, la humana, y la Elfa que se acercó nada más reconocerla, que indicó que a ninguno de los tres le disgustaba en absoluto lo que había visto, Aylizz habló a su conocida con un afecto no exento de preocupación, a fin de poner a la humana en antecedentes. Subieron con presteza a la habitación recién adquirida por Iori, precedidas de una muchacha que tras abrir la puerta y darle la llave, se excusó con una tierna sonrisa.
- Mira Aylizz... yo... - comenzó a explicar alzando la palma de las manos hacia ella. - Yo no estoy preparada para meterme en unos asuntos como esos... quiero decir... mírate, míralo a él, tenéis un conocimiento y una experiencia de la vida que yo no tengo... en ese bosque pensé que me había llegado el último día. Desde entonces me doy cuenta de lo afortunada que soy por poder respirar...Esta vez quiero usar mi cabeza antes que mi corazón. Yo no estoy hecha para ese tipo de aventuras...- Bajó la cabeza y se acercó a la pequeña ventana que permitía ver la calle desde el primer piso, dándole la espalda. -....Escuché hablar sobre un grupo que está haciendo movimientos extraños en esta ciudad, pero si mal no recuerdo el nombre me parece que era el Refugio y no el Retiro... aunque ambos son ciertamente parecidos.- Se giró y parpadeó al fijar los ojos en sus rasgos faciales... - Es todo lo que te puedo ofrecer. Apenas llegué hace unas horas a Baslodia...- la incomodidad de la humana resultaba patente.
-Oye oye... Tranquila- dijo Ayl gentilmente -Sólo he venido para saber si estás bien, no quiero meterte en nada. A decir verdad ni yo sé dónde me estoy metiendo...- Se sentó sobre la cama y realizó una pausa antes de seguir hablando -Si te soy sincera... todo lo que sé sobre el mundo de ahí fuera es todo teoría. Me críe rodeada de guerreros, pero nunca se me permitió aprender a ser una, a mí se me enseñaba para otro rol...- En aquel momento sus ojos se humedecieron de rabia. Sacudió la cabeza rápido-Pero aquí estoy, lejos de casa, haciendo... ¿amigos? - esbozó una media sonrisa -Pero tranquila, te dejaré descansar si es lo que quieres. Gracias por esa información, se lo diré a Nousis cuando regrese.
- Ey lo siento...- se acuclilló Iori delante de ella, para mirarla desde abajo esbozando una sonrisa trémula. - Mira, esto no significa que no nos llevemos bien. Pero tú eres una elfa y yo... no soy de ayuda en esto... aun hace menos de media hora intentaron estafarme en el mercado. Una muchacha de aldea como yo no está hecha ni para la aventura ni para las grandes ciudades. – Prosiguió tras una pausa. - De cualquier manera, antes de partir estaré encantada de compartir mesa contigo ¿de acuerdo? - Esbozó una sonrisa de nuevo, más auténtica ahora.
Unos golpes en la puerta desviaron la atención de ambas de su conversación. Fue Iori quien abrió la puerta, sólo para encontrarse de bruces contra la alta figura de Nousis Índirel. Los dos se miraron un momento, como si evaluasen lo que ante sí tenían. Un punto menos desconfiado el ella, un punto menos de desprecio en él. Sus palabras, no obstante, no pudieron eliminar por completo el sarcasmo, pese a que le alegraba realmente verla de una pieza.
-Parece que la despedida fue corta- sonrió el Elfo con cierta sorna, y mirando a la elfa presente, prosiguió sin cruzar el dintel de la puerta- He descubierto algo.
La humana entrecerró los ojos, y el espadachín casi pudo saborear las pinceladas de asco que le dirigieron aquellos ojos claros, llegando a cerrarle la puerta en la misma cara. Éste se llevó una mano al rostro, acariciándose la frente. Quizá no habían sido las mejores palabras.
Fue Aylizz quien volvió a abrir la puerta de la habitación, y a ella le explicó rápidamente cuanto le había ocurrido a lo largo de la mañana.
-En el mercado, había alguien que sabía acerca de la pieza. Le han debido presionar, pues al intentar averiguar más, casi huyó de mí, no pude seguirlo- el elfo miró a ambos lados asegurándose de estar solos- Y acabé siendo emboscado por varios sujetos, aún no entiendo por qué. Puede estar relacionado, pero podemos estar en peligro- su oyente pareció pensativa un instante antes de responder.
-El Retiro... O El Refugio... O algo así- afirmó Ayl -Mientras desayunaba en el comedor unos hombres hablaron sobre un grupo que según ellos está haciendo lo que los guardias de la ciudad no hacen, aunque no dieron muchos más detalles al respecto.- miró hacia la puerta de Iori -Y ella ha debido tener problemas con un alguien de ese grupo.
Nousis torció el gesto. La humana parecía demasiado vulnerable, demasiado temerosa, para resultar más que una carga en lo que podía caerles encima. Quizá el ataque al dragón había sido el momento más valiente que tendría en toda su corta vida.
-Hay que hablar con ella entonces- puntualizó con resignación.
-Sí, pero no creo que ella quiera hablar contigo.
-Tendrá que hacerlo- sentenció él- No quiero tener deudas con Humanos- El Elfo no comprendía la protección que la mujer mostraba ante la joven humana. Si conseguía que estuviera a salvo, él quedaría libre al fin, y podría proseguir sus viajes.
-Está bien... ¿Pero podrías intentar ser más amable? - puso una mirada angelical al hacer aquella pregunta -Me puedo imaginar lo que piensas de la humana sólo por ser humana pero si quieres que nos ayude, tal y cómo está de asustada por todo lo que le ha pasado, conseguirás más si guardas las formas... Digo yo- añadió levantando los hombros- Nousis apretó los dientes guardándose las palabras que le venían a la mente. Si Aylizz quería una mascota, pensaba, sería de mayor beneficio que criase animales del bosque. Los Humanos siempre eran problemáticos.
-Vamos…- dijo por toda respuesta, antes de tocar la puerta una vez más. Iori abrió, escenificando que la molestia por ver al Elfo apenas se había suavizado- Tenemos que hablar- pidió éste en el tono más suave que fue capaz dadas las circunstancias.
-Nos gustaría que nos contases con más detalle lo que te ocurrió con aquel vendedor- intervino Aylizz para moderar la situación- Después te dejaremos en paz...
La muchacha observó a ambos, previo paso a arrancar a hablar, poco segura a tenor de la modulación de su voz.
-.... Un vendedor en la calle principal... intentó culparme de haber robado un colgante, Nefer se llamaba. - Llevó la mano a la muñeca lastimada y la frotó de forma distraída. - Se puso un poco bestia y un soldado de la ciudad intervino para ayudarme. Me dijo que había ciertos problemas con algunos grupos en la ciudad... que uno conocido con el nombre de Refugio está siendo más activo de lo habitual últimamente... o algo así...- explicó cruzándose de brazos entonces, permaneciendo de pie los tres en el pasillo.
-Si a mí me han emboscado, y a tí han tratado de acusarte, ya estaremos vigilados. Debe ser gente que controla bien su territorio- razonó mirando al suelo de reojo- Es fácil pensar que estamos vigilados. Puedes seguir en peligro- la miró entonces de frente- Tú también me ayudaste con el dragón, por la causa que fuese. Preferiría que te quedases cerca de nosotros mientras tratamos de resolver todo ésto. No veo un escenario donde nos dejen en paz sin más.
-Yo no he salido de aquí- comentó Aylizz sin siquiera pensar -Aunque… Los hombres de esta mañana en el comedor… Ni si quiera sé si son huéspedes o vienen aquí a modo de cantina… Pero al malhablar de los extranjeros de la ciudad juraría que se quedaron bien con mi cara- añadió tras reflexionar sobre ello. -Querría haber hablado con la muchachita que atiende en el mostrador, ya sabéis… para ver si chismorreaba algo, pero entonces llegó Iori con aquel guardia…
- Mi intención era pasar aquí esta noche y partir de regreso a mi aldea mañana...- murmuró la humana. - Si mi lío en el mercado os puede afectar es evidente que lo mejor será permanece separadas. Si lo que sucedió contigo y con Aylizz está conectado... la cosa parece más complicada...
La conversación quedó en silencio, al escuchar los tres a un tiempo unos extraños cánticos que nada tenían que ver con las habituales tonadas fruto de la bebida. Voces acompasadas llenaron la posada, y ningún otro sonido se elevó para rivalizar en modo alguno con la música. Nousis dio unos pasos alejándose las mujeres, para observar qué estaba ocurriendo.
-El padre Aldryth ruega vuestra colaboración, buenas gentes de Baslodia. Mantengamos pura nuestra ciudad, ayudemos a los desfavorecidos... Han matado a Gerthas, el herrero, y nos han informado que sus asesinos pernoctan en ésta posada... Solo buscamos un juicio justo, por la gracia de los dioses.
El Elfo apenas precisó un segundo para comprender el peligro que había llegado. Las piezas se habían relacionado, salvo el por qué a ellos. ¿Mero racismo? ¿Chivos expiatorios? Las causas en esos momentos resultaban menos perentorias que el hecho de qué hacer.
-Han empezado los problemas- masculló al volver con ambas mujeres- Han asesinado al hombre con el que trabé contacto en el mercado. Y nos van a acusar sin duda a nosotros- Debemos escapar, descubrir quien está tras nuestra y salir de la ciudad.
Todo ello se resumía en desventrar a quien hubiese tenido la osadía de jugar con sus vidas… aunque tales pensamientos prefirió no expresarlos en alta voz.
Nousis Indirel
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Re: Una huida hacia adelante [Libre] [CERRADO]
En su mente la posibilidad de un baño para refrescarse un poco, y una comida caliente tras cambiar su ropa se estaba alejando hasta ser un punto desdibujado en la distancia de su futuro inmediato. Vaya suerte... Parecía que de alguna forma la vida de ellos tres había quedado unida en aquel bosque, más allá del combate que habían compartido contra el dragón. El dragón. Se abrazó el torso colocando los brazos cruzados sobre el pecho, mientras clavaba los ojos azules en Nousis. - ¿¡Qué?! ¿Y pretenden culparte a ti? - inquirió sobresaltada mirando de forma alterna entre el elfo y Aylizz.
Ella acababa de decir que no lo había acompañado aquella mañana al mercado, pero si eran compañeros de viaje y se alojaron juntos el día anterior, seguro que buscarían a ambos como si de una pareja de delincuentes se tratara. - No me parece que en las ciudades la lógica y la justicia sean los valores más habituales, por mi corta experiencia - musitó. Abrió de par en par la puerta de la habitación que tenía a las espaldas y asió la ropa que llevaba Nou puesta a la altura del cuello. Cerró los dedos con fuerza y se movió con tal rapidez hacia dentro del cuarto, que no le permitió al hombre hacer otra cosa que dejarse arrastrar. Ignoró ampiamente la cara de sorpresa que se reflejó en su perfecto rostro mientras Iori elevaba el marcador en su mente dos a cero. Algún día se cobraría de aquel elfo su ayuda. Aunque solo fuese para obligarle a que la mirase como a una persona normal.
- Antes observé el paisaje desde la ventana, hay un pequeño alero que se extiende por debajo del cristal. No muy ancho pero suficiente para permanecer en equilibrio. Podréis descolgaros por la esquina de la fachada - Mientras caminaba tiró de él para ponerlo frente a ella y apoyó las manos en su pecho para empujarlo con firmeza hasta pegarlo al cristal. Giró la cabeza y clavó los ojos azules en Aylizz. - Tu viste al guardia que me acompañó. Me ayudó en el mercado. Su nombre es Sithgrim y es lo único que se me ocurre ahora. Me dijo que su cuartel está a tres calles al sur de aquí. Si vais hacia allí quizá él pueda ayudaros -
Volvió a girarse para mirar a Nou, y apartándolo ligeramente accionó los topes de la ventana para abrir la estructura y asomarse hacia afuera. - Tendréis que hacerlo rápido... por este lado no parece haber mucho movimiento en la calle pero pueden descubriros si os retrasáis - Volvió a internar el cuerpo dentro de la habitación y observó a ambos con gravedad. - Yo bajaré para ganar tiempo para vosotros. No creo que me relacionen con el asesinato, acabamos de coincidir aquí dentro de la posada y no creo que tengan nada para desconfiar de mí. Cuando las cosas se tranquilicen aquí, o en el cuartel nos encontraremos. - Se acercó a la elfa con dos pasos rápidos y le puso una mano suavemente en el hombro, mirándola con una leve sonrisa. - Suerte - murmuró antes de girarse para salir por la puerta y cerrarla tras ella.
Tomó un instante, parada en medio del pasillo para tranquilizar su corazón y adquirir un ritmo de respiración normal. Se mentalizó, sacudió el cabello detrás de su espalda y con la más inocente de las sonrisas que era capaz de poner, bajó con parsimonia hacia la entrada en la que reconoció a un nutrido grupo de personas vestidas con túnicas. - ... Disculpa, no se si es ahora un buen momento para pedir agua para un baño - preguntó Iori a la chica que la había atendido detrás del mostrador cuando había llegado con el soldado. - Parece que estás bastante ocupada ahora - añadió recostando ligeramente el ante brazo sobre la superficie de madera y mirando con curiosidad al grupo allí presente.
Vio como la chica se giraba a ella y le dedicaba una sonrisa solícita. - No te preocupes, ahora mismo vamos. No tengas miedo de ellos, están aquí haciendo su trabajo.- Le hizo un gesto con las manos señalando hacia las escaleras. - Puedes ir subiendo. En seguida vamos - Iori se incorporó de nuevo y le dedicó una verdadera sonrisa a la chica. Segunda experiencia positiva que tenía en Baslodia. Justo después del soldado. Se giró y caminó hacia la habitación mientras soltaba la cinta que sostenía su pelo. Al llegar a la habitación cerró la puerta sin poner el pestillo y comenzó a quitarse la ropa sucia de varios días de camino. El polvo y el sudor estaban allí acumulados, y la idea de limpiarse y poner luego una muda limpia le pareció una promesa de dioses.
Estaba medio desnuda cuando escuchó como llamaban a la puerta. - Adelante - indicó desde dentro, convencida de que se trataría de la chica de la posada con el agua. Entraron entonces tres monjes, con las mangas cubriéndoles las manos - Debe venir con nosotros, joven. Ha sido acusada por un honorable ciudadano de robo - dice el segundo- Y conspiración. Hasta que todo se aclare - termina el tercer monje. Iori los miró con los ojos muy abiertos, y sin mostrar vergüenza por su desnudez parcial puso las manos en la cintura con gesto molesto. - ¿Cómo? ¿se refieren al hombre que me hizo esto? - Alzó la mano con los cardenales violáceos marcando su piel. - Aquel hombre intentó engañarme para obtener algo más que dinero de mí... Un soldado de la ciudad me ayudó para quitármelo de encima... -
- Ese soldado es un problema para la ciudad- dice uno - En el templo discutiremos las acusaciones - dice el segundo - Vístase, y venga con nosotros sin escándalo - pide el tercero. - ¿En serio? ¿¿No podré terminar ni con el baño??- Iori se llevó una mano a la cara y resopló con verdadero hastío. Le estaba comenzando a hervir la sangre en las venas. Bueno, esperaba que por lo menos, aquello mereciese la pena para haberles dado a Nousis y a Aylizz una oportunidad para escapar.
Ella acababa de decir que no lo había acompañado aquella mañana al mercado, pero si eran compañeros de viaje y se alojaron juntos el día anterior, seguro que buscarían a ambos como si de una pareja de delincuentes se tratara. - No me parece que en las ciudades la lógica y la justicia sean los valores más habituales, por mi corta experiencia - musitó. Abrió de par en par la puerta de la habitación que tenía a las espaldas y asió la ropa que llevaba Nou puesta a la altura del cuello. Cerró los dedos con fuerza y se movió con tal rapidez hacia dentro del cuarto, que no le permitió al hombre hacer otra cosa que dejarse arrastrar. Ignoró ampiamente la cara de sorpresa que se reflejó en su perfecto rostro mientras Iori elevaba el marcador en su mente dos a cero. Algún día se cobraría de aquel elfo su ayuda. Aunque solo fuese para obligarle a que la mirase como a una persona normal.
- Antes observé el paisaje desde la ventana, hay un pequeño alero que se extiende por debajo del cristal. No muy ancho pero suficiente para permanecer en equilibrio. Podréis descolgaros por la esquina de la fachada - Mientras caminaba tiró de él para ponerlo frente a ella y apoyó las manos en su pecho para empujarlo con firmeza hasta pegarlo al cristal. Giró la cabeza y clavó los ojos azules en Aylizz. - Tu viste al guardia que me acompañó. Me ayudó en el mercado. Su nombre es Sithgrim y es lo único que se me ocurre ahora. Me dijo que su cuartel está a tres calles al sur de aquí. Si vais hacia allí quizá él pueda ayudaros -
Volvió a girarse para mirar a Nou, y apartándolo ligeramente accionó los topes de la ventana para abrir la estructura y asomarse hacia afuera. - Tendréis que hacerlo rápido... por este lado no parece haber mucho movimiento en la calle pero pueden descubriros si os retrasáis - Volvió a internar el cuerpo dentro de la habitación y observó a ambos con gravedad. - Yo bajaré para ganar tiempo para vosotros. No creo que me relacionen con el asesinato, acabamos de coincidir aquí dentro de la posada y no creo que tengan nada para desconfiar de mí. Cuando las cosas se tranquilicen aquí, o en el cuartel nos encontraremos. - Se acercó a la elfa con dos pasos rápidos y le puso una mano suavemente en el hombro, mirándola con una leve sonrisa. - Suerte - murmuró antes de girarse para salir por la puerta y cerrarla tras ella.
Tomó un instante, parada en medio del pasillo para tranquilizar su corazón y adquirir un ritmo de respiración normal. Se mentalizó, sacudió el cabello detrás de su espalda y con la más inocente de las sonrisas que era capaz de poner, bajó con parsimonia hacia la entrada en la que reconoció a un nutrido grupo de personas vestidas con túnicas. - ... Disculpa, no se si es ahora un buen momento para pedir agua para un baño - preguntó Iori a la chica que la había atendido detrás del mostrador cuando había llegado con el soldado. - Parece que estás bastante ocupada ahora - añadió recostando ligeramente el ante brazo sobre la superficie de madera y mirando con curiosidad al grupo allí presente.
Vio como la chica se giraba a ella y le dedicaba una sonrisa solícita. - No te preocupes, ahora mismo vamos. No tengas miedo de ellos, están aquí haciendo su trabajo.- Le hizo un gesto con las manos señalando hacia las escaleras. - Puedes ir subiendo. En seguida vamos - Iori se incorporó de nuevo y le dedicó una verdadera sonrisa a la chica. Segunda experiencia positiva que tenía en Baslodia. Justo después del soldado. Se giró y caminó hacia la habitación mientras soltaba la cinta que sostenía su pelo. Al llegar a la habitación cerró la puerta sin poner el pestillo y comenzó a quitarse la ropa sucia de varios días de camino. El polvo y el sudor estaban allí acumulados, y la idea de limpiarse y poner luego una muda limpia le pareció una promesa de dioses.
Estaba medio desnuda cuando escuchó como llamaban a la puerta. - Adelante - indicó desde dentro, convencida de que se trataría de la chica de la posada con el agua. Entraron entonces tres monjes, con las mangas cubriéndoles las manos - Debe venir con nosotros, joven. Ha sido acusada por un honorable ciudadano de robo - dice el segundo- Y conspiración. Hasta que todo se aclare - termina el tercer monje. Iori los miró con los ojos muy abiertos, y sin mostrar vergüenza por su desnudez parcial puso las manos en la cintura con gesto molesto. - ¿Cómo? ¿se refieren al hombre que me hizo esto? - Alzó la mano con los cardenales violáceos marcando su piel. - Aquel hombre intentó engañarme para obtener algo más que dinero de mí... Un soldado de la ciudad me ayudó para quitármelo de encima... -
- Ese soldado es un problema para la ciudad- dice uno - En el templo discutiremos las acusaciones - dice el segundo - Vístase, y venga con nosotros sin escándalo - pide el tercero. - ¿En serio? ¿¿No podré terminar ni con el baño??- Iori se llevó una mano a la cara y resopló con verdadero hastío. Le estaba comenzando a hervir la sangre en las venas. Bueno, esperaba que por lo menos, aquello mereciese la pena para haberles dado a Nousis y a Aylizz una oportunidad para escapar.
Iori Li
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Re: Una huida hacia adelante [Libre] [CERRADO]
Vio cómo la humana cerraba la puerta tras de si al tiempo que el elfo bajaba por la cornisa de la ventana. Ella se subió al marco y miró hacia abajo, dos pisos de altura la separaban del suelo pero no tenía tiempo para dudar... Y tampoco otra opción, así que bajó siguiendo las indicaciones que Iori les había dado y sin mayor problema llegaron a la parte trasera de la posada. -En el mercado podremos pasar desapercibidos- aventuró Nousis -Eso espero...- suspiró Aylizz mientras se acomodaba la capucha de su capa para poder cubrirse sin coartar demasiado su campo de visión -Tú dirás hacia dónde, yo no conozco la ciudad.
El elfo la guió por los mismos callejones por los que él había regresado a la posada horas antes y llegaron a una estrecha callejuela vacía que acababa en el mercado principal. -Mira, allí estaba el pues...- el elfo calló de repente -Sigue ahí...- rectificó sorprendido mientras señalaba el puesto que había visitado aquella mañana. Aylizz miró en la dirección indicada y observó detenidamente cómo en aquel tenderete dirigido por un joven, se exponían y vendían piezas de acero forjadas, de todos los tipos y tamaños. -¿Ese es el herrero que debería estar muerto?- preguntó con sorna. -No. Debe ser su hijo, pero el puesto es el mismo, de eso no tengo dudas.- respondió Nous. -Extraña manera de llevar el luto entonces, ¿no crees? Abriendo y vendiendo, como si nada...- apuntó Ayl -¿Reconoces a alguien más? ¿Quizá alguno de los hombres que te atacaron?- Nousis negó con la cabeza sin dejar de mirar al muchacho en la distancia. Sonrió hacia la chica de una manera que indicaba que el gesto era del todo sincero y emprendió la marcha hacia el puesto. Ella lo siguió, pero a medida que se avanzaban, varias figuras aparecieron entre la muchedumbre y empezaban a acercarse hacia ellos, como si los hubieran estado esperando. -Esto no me gusta...
En aquel momento, la elfa utilizó su especial visión para analizar con más detalle a sus potenciales atacantes -Armas... Y de varios tipos.- advirtió mientras miraba de reojo a ambos lados -A tu derecha, el hombre con la casaca verde, lleva algo oculto bajo las mangas, apuesto a que son dagas o algún tipo de filos de mano. El que va a su lado, el de granate, una espada que de momento sigue envainada. Y al que viene por mi izquierda, ¿ves que lleva la mano en el bolsillo? Abulta bastante...- Ambos comenzaron a ralentizar su paso -Callejón- aconsejó Nousis -Si nos rodean estamos perdidos- Sin mostrar la más mínima oposición a aquella idea, retrocedieron poco a poco intentando no llamar la atención.
El tumulto de gente hizo que Aylizz chocase con una pareja de voluminosas mujeres que realizaban la compra diaria y perdió a Nous de su lado. Miró a su alrededor sin perder de vista a sus perseguidores y se percató de que no era ella la única a la que el elfo había logrado dar esquinazo. Callejón... Espero que esté allí... Pensó mientras empezó a aligerar el paso y el corazón empezaba a latir a gran velocidad. Avanzaba zigzagueando entre la gente, intentando no chocar con nadie más, lo último que necesitaba ahora era entrar en conflicto con alguien por tirarle la bolsa de fruta recién comprada al suelo... Continuamente giraba su cabeza, controlando su alrededor con la mirada y sólo pudo identificar a uno de los hombres que sin duda no la perdía de vista y aunque salvaba las distancias, iba tras ella. Venga Ayl... Esto no puede ponerte más nerviosa que un dragón. Intentó mantener la calma para tener la mente despejada y pensar rápido, aunque lo cierto era que en algún momento se había desorientado y no era capaz de dar con la calle por la que habían llegado y donde esperaba que Nousis la estuviera esperando. No le quedó más remedio entonces que escabullirse como pudo y correr hacia la salida del mercado, para torcer en el último momento -esperando despistar a su perseguidor- hacia las callejuelas que hacían las veces de vertedero mercantil, donde comida enmohecida servía de alimento para gatos callejeros y se amontonaban cajas de madera vacías de distintos tamaños.
Para su desgracia, comenzó a divisar a lo lejos un muro que hacía de aquella huida un callejón sin salida, por lo que se ocultó tras un montón de ellas que se apilaban lejos del inicio de la calle y sacó su daga, a la espera de lo inevitable. -Sal de donde estés pequeña rata de bosque, no tienes por dónde seguir corriendo- escuchó cómo el hombre se acercaba a ella jactándose de tenerla a su merced. Aylizz esperó agazapada hasta que él estuvo a la altura del escondite y aun agachada, salió lanzando una cuchillada a la pierna de aquel tipo, pero al intentar retomar la huida este la enganchó de la capucha y por poco la ahoga al tirar de ella hacia su cuerpo, haciéndola caer al suelo. -¿Creías que podrías huir de mí? A los otros podrás haberlos despistado pero conmigo se acabó el juego preciosa- mascullaba mientras que pisaba su estómago fuertemente, inmovilizándola, y se agachaba poco a poco hacia su rostro, cuchilla en mano, mientras que con la otra le agarraba el brazo contra el suelo, para asegurarse de que no podía levantarse -Me pregunto cuánto me darán por unas bonitas y tiernas orejas de elfa como estas...- añadió relamiendose, de manera asquerosa, mientras acariciaba su rostro y acercaba el filo a sus orejas.
Aylizz intentaba alargar su mano sutilmente para pode alcanzar su daga, que a causa de la caída yacía en el suelo a escasos centímetros de ella, pero el peso de su atacante sobre su cuerpo limitaba sus movimientos y de ser brusca se percataría del intento por zafarse y podría empeorar la situación. Empezó a notar la punta clavarse bajo el lóbulo, y brotar ligeramente la sangre que escurría por su cuello y entonces reaccionó antes de poder pensar en su próximo movimiento, pero algo tenía que hacer para librarse de él. Sacó fuerzas e impulsó una de sus piernas, alcanzando a darle un rodillazo en la rabadilla que hizo que el hombre se inclinara hacia delante, perdiendo el equilibrio, lo que le dio la oportunidad para moverse lo mínimo que le hacía falta para lograr alcanzar su daga y con un rápido movimiento ensartó su filo en las costillas del hombre, logrando zafarse de él y salir corriendo tan rápido como pudo, hasta alejarse lo más posible de aquel lugar.
El elfo la guió por los mismos callejones por los que él había regresado a la posada horas antes y llegaron a una estrecha callejuela vacía que acababa en el mercado principal. -Mira, allí estaba el pues...- el elfo calló de repente -Sigue ahí...- rectificó sorprendido mientras señalaba el puesto que había visitado aquella mañana. Aylizz miró en la dirección indicada y observó detenidamente cómo en aquel tenderete dirigido por un joven, se exponían y vendían piezas de acero forjadas, de todos los tipos y tamaños. -¿Ese es el herrero que debería estar muerto?- preguntó con sorna. -No. Debe ser su hijo, pero el puesto es el mismo, de eso no tengo dudas.- respondió Nous. -Extraña manera de llevar el luto entonces, ¿no crees? Abriendo y vendiendo, como si nada...- apuntó Ayl -¿Reconoces a alguien más? ¿Quizá alguno de los hombres que te atacaron?- Nousis negó con la cabeza sin dejar de mirar al muchacho en la distancia. Sonrió hacia la chica de una manera que indicaba que el gesto era del todo sincero y emprendió la marcha hacia el puesto. Ella lo siguió, pero a medida que se avanzaban, varias figuras aparecieron entre la muchedumbre y empezaban a acercarse hacia ellos, como si los hubieran estado esperando. -Esto no me gusta...
En aquel momento, la elfa utilizó su especial visión para analizar con más detalle a sus potenciales atacantes -Armas... Y de varios tipos.- advirtió mientras miraba de reojo a ambos lados -A tu derecha, el hombre con la casaca verde, lleva algo oculto bajo las mangas, apuesto a que son dagas o algún tipo de filos de mano. El que va a su lado, el de granate, una espada que de momento sigue envainada. Y al que viene por mi izquierda, ¿ves que lleva la mano en el bolsillo? Abulta bastante...- Ambos comenzaron a ralentizar su paso -Callejón- aconsejó Nousis -Si nos rodean estamos perdidos- Sin mostrar la más mínima oposición a aquella idea, retrocedieron poco a poco intentando no llamar la atención.
El tumulto de gente hizo que Aylizz chocase con una pareja de voluminosas mujeres que realizaban la compra diaria y perdió a Nous de su lado. Miró a su alrededor sin perder de vista a sus perseguidores y se percató de que no era ella la única a la que el elfo había logrado dar esquinazo. Callejón... Espero que esté allí... Pensó mientras empezó a aligerar el paso y el corazón empezaba a latir a gran velocidad. Avanzaba zigzagueando entre la gente, intentando no chocar con nadie más, lo último que necesitaba ahora era entrar en conflicto con alguien por tirarle la bolsa de fruta recién comprada al suelo... Continuamente giraba su cabeza, controlando su alrededor con la mirada y sólo pudo identificar a uno de los hombres que sin duda no la perdía de vista y aunque salvaba las distancias, iba tras ella. Venga Ayl... Esto no puede ponerte más nerviosa que un dragón. Intentó mantener la calma para tener la mente despejada y pensar rápido, aunque lo cierto era que en algún momento se había desorientado y no era capaz de dar con la calle por la que habían llegado y donde esperaba que Nousis la estuviera esperando. No le quedó más remedio entonces que escabullirse como pudo y correr hacia la salida del mercado, para torcer en el último momento -esperando despistar a su perseguidor- hacia las callejuelas que hacían las veces de vertedero mercantil, donde comida enmohecida servía de alimento para gatos callejeros y se amontonaban cajas de madera vacías de distintos tamaños.
Para su desgracia, comenzó a divisar a lo lejos un muro que hacía de aquella huida un callejón sin salida, por lo que se ocultó tras un montón de ellas que se apilaban lejos del inicio de la calle y sacó su daga, a la espera de lo inevitable. -Sal de donde estés pequeña rata de bosque, no tienes por dónde seguir corriendo- escuchó cómo el hombre se acercaba a ella jactándose de tenerla a su merced. Aylizz esperó agazapada hasta que él estuvo a la altura del escondite y aun agachada, salió lanzando una cuchillada a la pierna de aquel tipo, pero al intentar retomar la huida este la enganchó de la capucha y por poco la ahoga al tirar de ella hacia su cuerpo, haciéndola caer al suelo. -¿Creías que podrías huir de mí? A los otros podrás haberlos despistado pero conmigo se acabó el juego preciosa- mascullaba mientras que pisaba su estómago fuertemente, inmovilizándola, y se agachaba poco a poco hacia su rostro, cuchilla en mano, mientras que con la otra le agarraba el brazo contra el suelo, para asegurarse de que no podía levantarse -Me pregunto cuánto me darán por unas bonitas y tiernas orejas de elfa como estas...- añadió relamiendose, de manera asquerosa, mientras acariciaba su rostro y acercaba el filo a sus orejas.
Aylizz intentaba alargar su mano sutilmente para pode alcanzar su daga, que a causa de la caída yacía en el suelo a escasos centímetros de ella, pero el peso de su atacante sobre su cuerpo limitaba sus movimientos y de ser brusca se percataría del intento por zafarse y podría empeorar la situación. Empezó a notar la punta clavarse bajo el lóbulo, y brotar ligeramente la sangre que escurría por su cuello y entonces reaccionó antes de poder pensar en su próximo movimiento, pero algo tenía que hacer para librarse de él. Sacó fuerzas e impulsó una de sus piernas, alcanzando a darle un rodillazo en la rabadilla que hizo que el hombre se inclinara hacia delante, perdiendo el equilibrio, lo que le dio la oportunidad para moverse lo mínimo que le hacía falta para lograr alcanzar su daga y con un rápido movimiento ensartó su filo en las costillas del hombre, logrando zafarse de él y salir corriendo tan rápido como pudo, hasta alejarse lo más posible de aquel lugar.
Última edición por Aylizz Wendell el Mar Abr 21 2020, 23:53, editado 1 vez
Aylizz Wendell
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Re: Una huida hacia adelante [Libre] [CERRADO]
¿Cómo se había trastocado todo?
Por mal que encontrasen las cosas en la urbe, la victoria contra un entrenado mercenario-dragón debería haber sido el culmen de los peligros y las desgracias que elfos y humana deberían de haber debido soportar… No fue así.
El gentío era excesivo para lograr seguir a alguien si ambas personas no estaban extremadamente cerca una de otra. Ríos de gente serpenteaban por doquier, y docenas se agolpaban en cada puesto del mercado, así como ciudadanos conocidos se detenían en cualquier parte para saludar o charlar, entorpeciendo aún más la fluidez en la plaza. Todo ello era el perfecto caldo de cultivo para numerosos y pequeños hurtos que se sucedían con enorme rapidez, desde niños a adultos.
Los Elfos se separaron casi de forma inevitable, ambos seguidos como ciervos en una de las cacerías a las que los aristócratas eran tan aficionados. No obstante, allí no había perros, ni en apariencia, arcos o jabalinas, no. Eran una jauría de pequeños colmillos, dagas y armas cortas, que no desistía a la hora de intentar acabar con ellos. Y Aylizz no tardó en probar una nueva muestra de las intenciones que para ellos reservaban.
La puñalada que le había librado de su último atacante había resultado, aún sin ver sus consecuencias, mortal con casi toda seguridad. Era ella o ellos. No cabían debates morales en una cuestión de vida o muerte, se podría pensar, cuando un miembro más de sus perseguidores fue capaz de seguirla. No era un hombre cuajado, ni un soldado. Un mero muchacho que apenas había dejado atrás la adolescencia, portando una espada corta y una faz que indicaba un feral deseo de demostrarse que era capaz de llevar a cabo aquello en lo que se había metido. Temor, inseguridad e intento de expresar odio se hicieron hueco en su rostro. La Elfa sólo mostraba un desdén acentuado por el cansancio.
-¿Te has perdido niño?- preguntó -No deberías jugar con eso, podrías hacerte daño.
La voz del muchacho concentró un rencor impropio de su corta edad.
-No te atrevas a insultarme, zorra extranjera. Eres de los monstruos que infectan la ciudad- sus palabras trastabillaron, pero intentaba adoptar una actitud firme- Pronto vendrán más y te mataremos. No puedes escapar de nosotros.
-Ah, ya veo que tienes que esperar a tus compañeros, entiendo que tú sólo no tienes lo que hay que tener para enfrentarte a este "monstruo"- dijo acompañando esas palabras con una caída de ojos -Pero te advierto que aparecerá uno menos de los que esperas, ya me encargué de tu amigo el mano cuchillos en el callejón de la basura- explicó enseñando el corte de su oreja -Que por otro lado es un lugar muy adecuado para él.
Su revelación hizo palidecer al joven. Miró a todos lados, asustado, pero se mantuvo en su puesto.
-¡Te mataré!- chilló con voz quebrada.
Aylizz realizó una ágil finta y se situó tras él al tiempo que le da un codazo en la espalda -Ah sí, vas muy bien, chico. ¿Quieres intentarlo otra vez?- preguntó con sorna, preparada para en la siguiente estocada intentar inmovilizarlo.
El muchacho volvió a la carga, desesperado y fallando nuevamente. Clavó sus ojos en la Elfa con un odio atroz por la vergüenza que estaba sintiendo ante su fracaso- ¡EL RETIRO TE MATARÁ, ENGENDRO! ¡PROTEGEMOS BASLODIA!
-¿Y quién es ese tal Retiro exactamente? No veo a nadie más por aquí. Tal vez debería aparecer para protegerte a ti sin tan peligrosa soy.- Aylizz casi podía entender a un mocoso a quien habían adoctrinado. Tal vez pudiese sonsacarle algún tipo de información.
No fue posible, pues éste comenzó una sarta de ataques directos a fin de segar la vida de la elfa. Aylizz se acercó hacia él, esquivando un par de espadazos que podrían haberla llegado a pinchar de haberse confiado y cuando estuvo lo suficientemente cerca se dejó cortar en el brazo para poder lanzar una zancadilla a la pierna floja, derribándolo. -Tienes nervio chico, lo reconozco. Pero no quiero hacerte daño.- Estando él en el suelo se agachó sobre su espalda y le clavó la rodilla, acercándose hacia su oreja -Si te vas ahora, me olvidaré de ti. Pero si intentas algo, conocerás al verdadero monstruo.- Amenazó seriamente, con voz profunda e intimidante, mientras apoyaba su daga en el cuello del muchacho. Tratando de escapar, pataleó, exhortando a que su enemiga lo soltase.
-Suelta tu espada primero. Lánzala lejos. ¡Venga!- espetó mientras clavaba un poco más la punta de daga, a modo de intimidación. Tras unas dudas iniciales, y mayor presión por parte de Aylizz, el humano terminó por claudicar, siendo perdonada su vida para su propia sorpresa, y alejándose de allí con toda la rapidez que fue capaz.
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Era posible que haber ayudado a escapar a los Elfos y permanecer en la posada no hubiese resultado ser la mejor de las ideas. No fue la alegre sirvienta de la posada la que llamó a su puerta, sino varios de los monjes que en un primer momento parecían no haberle prestado la más mínima atención. Una acción sumamente calculada.
Sin vacilar, apartándose a su paso todos los viandantes, el grupo en el cual Iori destacaba por entero, fue cruzando las dos calles que separaban la taberna del pequeño templo que a todas luces pertenecía a los religiosos. Su tamaño en absoluto impresionaba, con unas puertas que en poco superaban a un hombre de elevada estatura, y guarecidas por dos centinelas de apariencia harapienta, portadores cada uno de una lanza y un escudo de madera forrada en cuero, fornidos, pero carecían de cualquier porte militar o gesticulación que sí poseían quienes habían entrenado durante años en academias pertenecientes a la guardia urbana.
Iori observó el interior de la edificación con desconfianza y dando un paso hacia atrás, mantuvo su posición. - Os importa si lo contrasto con algún guardia? un soldado de la ciudad me bastará...-
Ante ello, uno de los monjes la empujó sin miramientos y una voz retumbó desde una sala cercana- Guardad las puertas. Podéis dejarnos.
Cuando se dejó ver, Iori contempló a un guardia bien parecido, de rostro afeitado con esmero y cabello castaño claro. Su cuerpo, cincelado por el ejercicio, estaba enfundado en una armadura de acero, y un espadón completaba su indumentaria.
-¿Buscabas un guardia? -inquirió el desconocido con sorna- Te has juntado con gente peligrosa, muchacha. Las calles de Baslodia son peligrosas- su voz indicaba una diversión más que evidente- Podría pasarte algo si no te hubiésemos rescatado, ¿no crees?
- ¿Rescatado?- repitió Iori con un tono algo exasperado en la voz. Caminó hacia donde se encontraba el hombre con expresión huraña y al quedar casi a su altura se detuvo para clavar los ojos azules en él. - Estaba a punto de disfrutar de un baño. Un baño después de caminar hasta esta ciudad y pasar días durmiendo en el camino... ¿Tú sabes lo que es esto?- inquirió llevándose una mano al pelo. Por el movimiento salió un polvo ligero de él y la muchacha se acercó un poco más, visiblemente irritada. - Huelo que apesto... el peligro más grande que corría era quedarme dormida dentro del agua - siseó antes de cruzarse de brazos.
El soldado se quitó uno de sus guantes herrados, e intentó dar una bofetada a la campesina sin perder su sonrisa pese a fallar por la rapidez de la muchacha- Cada vez me lo pones más fácil. Eres una preciosidad. Es una lástima que tengas que morir... O puedes decirnos dónde están esos elfos demasiado curiosos, y te irás de vuelta a tu aldea, previo pago por tus molestias. Soy un hombre generoso.
- ...Sí...- murmuró unicamente como respuesta a una pregunta en la que el hombre le había dado dos opciones. Necesitaba ganar tiempo, necesitaba pensar, y sobre todo, necesitaba mantener la calma.
-Cuando atrapemos a tus compañeros, regresarás a casa- prometió el guerrero, con voz sosegada.
- ¿A mis compañeros? Sí claro... a mis compañeros... llegaron hoy conmigo, entramos juntos en la ciudad... ellos eran cuatro sí sí, muy buena gente sí. Pues mis compañeros elfos, los cuatro, se marcharon hacia allí. - Alzó la mano y señaló con el pulgar hacia la entrada del templo de forma vaga. - Siento no serte de más ayuda... aunque seguro que si te digo que yo llegué sola a este lugar y después del encontronazo con Nefer fui a la posada a la que me llevó el amable guardia de la ciudad significaría lo mismo para ti. No serías capaz de distinguir entre una mentira y la verdad así que, créete la opción que más te convenga - Se encogió de hombros notando como la sangre corría en sus venas, subiendo su temperatura corporal.
El soldado acentuó la sonrisa, que ya tenía un deje auténticamente macabro - Dos...llamémoslos monjes -se carcajea- dirigen una estancia de tortura aquí. Por eso has venido. Puedes ser todo lo insolente que quieras muchacha, pero esperaba un poco más de inteligencia por tu parte. Descansa, mañana empezarás a responder preguntas. Y espero que te hagan las adecuadas. Los últimos no duraron mucho, deben seguir en el bosque- y tras tales palabras, el desconocido se dirigió a la salida, no sin antes ver como varios monjes rodeaban a la fémina.
Ella no se arredró, y con una destreza admirable, noqueó a uno de sus agresores, antes de comprender, con la llegada de varios más, que era una lucha perdida.
- ¿En serio...?- jadeó Iori mirándolos. Bajó los brazos, consciente de su nefasta suerte.
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Nousis advirtió con presteza que había perdido de vista a su compañera. Maldijo entre dientes, preocupado porque pudiesen hacerle daño. Su sangre valía más que la de mil de aquellos humanos. Al igual que le había ocurrido con Aradia en Ciudad Lagarto, de nuevo debía proteger a una de los suyos. Y de nuevo, no podía hacerlo en un primer momento.
Se detuvo, tratando de distinguir a la joven Elfa, y sufrió cierto desespero cuando comprendió que primero debía cuidar su propia piel. Tres enemigos le seguían como tiburones entre el gentío. Recordando que le había funcionado no hacía mucho, se internó en una calle menos concurrida, y cuando su primer oponente dobló la esquina, su espada le abrió la espalda por el pecho con un golpe seco y contundente. Los dos restantes, asombrados, se detuvieron momentáneamente. Nousis dio un giro a la espada en su muñeca y con una sonrisa hambrienta se dispuso a volver a matar un humano más.
El hombre que le atacó, más decidido que su compañero poseía ciertas nociones, y consiguió detener los dos primeros ataques del Elfo. Sin embargo, un tajo diagonal ascendente hacia la pierna de su oponente, detenido como esperaba, le permitió voltearse sobre sí mismo, y de manera similar a un baile, y sajarle el cuello con la parte delantera de su espada. El golpe sordo del cuerpo cayendo a tierra resultó delicioso para la parte sádica de su mente, mientras la analítica buscaba las implicaciones inmediatas de sus actos, y un lugar para escapar y tratar de encontrar a Aylizz.
-Detente- pidió una autoritaria voz masculina desde el otro lado de la calle. Su mirada gris escrutó a los recién llegados y sintió una cansada resignación. No eran meros salteadores. Dos guardias bien armados, flanqueando a otro que recordaba haber visto al entrar en la posada. El espadachín decidió huir de nuevo hacia el mercado, pero las palabras del humano lo detuvieron en seco- Han capturado a la muchacha de la posada.
Nousis se volvió, interpretando lo que acababa de escuchar. Él y Aylizz habían salido del lugar. Sólo la humana se había quedado. ¿Es que acaso…?
El guardia, solo, dio varios pasos hacia el Elfo. No revestía amenaza alguna, pero éste no se fiaba un ápice, con la espada ensangrentada aún desenvainada.
-No me interesan nada estos desgraciados- señaló a las víctimas del extranjero- Pero sí la oportunidad de terminar con el Retiro, la banda que os ha estado acosando. Desconozco qué problemas habéis tenido con ellos, y… -El espadachín no le dejó terminar, y le tiró la pieza que habían encontrado en los cadáveres del bosque. Estaba en deuda con esa mujer. Y no tenía más cartas que jugar que ese desconocido. Se la estaba jugando sin tener la menor idea de qué bazas llevaba consigo. Era un tiro a ciegas.
El guardia asintió.
-Hemos encontrado más de éstas piezas en arrestados y muertos. Debe tratarse de una seña de identidad, una clave, o una llave- especuló.
-¿Dónde está ella?- le urgió Nousis. No le interesaban los problemas de Baslodia. Sólo salvar a sus dos compañeras y salir de todo aquello con vida.
-En un templo cercano- respondió Sithgrum distraído- Pero si llevo a mis fuerzas, se dispersarán y quizá la maten. Tampoco confío- bajó la voz- en todos mis compañeros. La corrupción no solo está en la calle.
El Elfo rió sin alegría, asqueado.
-Tengo que rescatarla- afirmó- Es mi problema. Del mercado se ha ido perseguida mi compañera. Ayúdala, y yo me desharé de esos monjes.
Sithgrum dudaba. El Elfo podría ser diestro, y aún así, una quincena de enemigos sería demasiado. No podía saber cuantos rivales encontraría en el templo.
-Puedes morir- dijo. Y el Elfo miró hacia otro lado, frunciendo el ceño.
-Hay cosas que hay que hacer. Supongo que lo sabes.
-Enviaré a mis ayudantes a por tu amiga- prometió- ¿Tanto te importa esa chica?
-Es asunto mío- respondió éste con sencillez.
-Entonces hagamos todo arder- sonrió Sithgrum- Vamos a asaltar ese maldito templo.
Nousis Indirel
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Re: Una huida hacia adelante [Libre] [CERRADO]
Observó alejarse al chico y sin perderle demasiado de vista, echó un rápido vistazo a su alrededor. Definitivamente no sabía dónde estaba, después de tanta carrera a la desesperada sin ningún otro objetivo más que el de huir había perdido las directrices de hacia dónde dirigirse. Tampoco se le ocurría dónde empezar a buscar su compañero y volver a la posada quedaba del todo descartado, era demasiado arriesgado si ya les habían ido a buscar allí, además que ni por un momento pensó que el elfo hubiera regresado a buscar a la humana por ningún motivo. Ante la idea de caminar sin rumbo por una ciudad llena de gente en la que no saber por dónde empezar a buscar, decidió sacarle el mayor provecho posible a aquella situación y se propuso seguir al muchacho, con cautela y guardando las distancias. No lo tuvo muy difícil, porque el que había sido su atacante hacía unos minutos no tardó en dejar de correr, cuando se creyó a salvo. Se le notaba nervioso al caminar, Aylizz supuso que por la idea de tener que presentarse ante sus compañeros o superiores con las manos más vacías de lo que se había ido, porque no sólo no había capturado a una elfa sino que había perdido su espada. A pesar de ello, era evidente que se movía como creyéndose el dueño de las calles, aunque sólo le vio haciéndose el valiente con un grupo de chiquillos que jugaban tranquilos en un callejón "¡Apartaos de mi camino sucios enanos!" le escuchó decir, al tiempo que empujaba al que más cerca tenía.
Tras un rato caminando por las calles donde el gentío era notable, pero fluido, el chico comenzó a callejear más precavido y alejándose poco a poco de las vías principales, dando paso a una zona más suburbial de la ciudad donde cada pocos metros podía verse gente en estado deplorable, perjudicados por el alcohol o debilitados por el hambre, gatos callejeros, basura por doquier y un olor fuerte y desagradable que se te metía en tu interior. Pudo observar algunos negocios cerrados, que a juzgar por el aspecto llevaban sin abrir al público hacía tiempo y casas humildes, muchas de ellas en apreciable estado ruinoso. En vista de aquel entorno, ralentizó el paso y alargó la distancia con el muchacho. Era evidente que ella llamaría fácilmente la atención por aquellas calles, así que antes de continuar paró en una esquina húmeda y enmohecida y embadurnó sus manos con aquella suciedad, que pasó a restregar por su cara, pelo y ropa. Después se tapó todo lo que pudo con su capa y capucha y caminó torpemente y cabizbaja, simulando padecer alguna enfermedad o dolencia. Aquello pareció funcionar, quizá su técnica de camuflaje no era la mejor, pero los sentidos de aquella gente parecían lo suficiente mermados como para no recaer demasiado en su presencia.
No mucho más lejos, su objetivo torció hacia un callejón sin salida y paró delante de lo que parecía ser la puerta trasera de una sucia taberna cuya puerta principal debía dar a la otra cara de la calle. Oculta tras unas vigas de madera descolgadas de otro local cercano observó cómo el chico llamaba a la puerta y sin a penas mirarlo, le dejaban pasar. No creo que yo pueda entrar por ahí... y decidió entonces dar la vuelta a la calle y buscar la puerta principal. Era consciente del peligro y no iba a cometer la imprudencia de entrar sola en aquel lugar, pero sería suficiente con localizarla y memorizar su ubicación. Una vez vista de lejos pudo distinguir el nombre de aquel tugurio "La madriguera del sucio tejón". Muy apropiado para la zona en la que se encontraba. Cumplido su objetivo decidió alejarse de allí antes de ser descubierta por alguien indeseado, pero al dar unos pasos hacia atrás y darse la vuelta dispuesta a salir de aquel barrio de mala muerte, se chocó de bruces contra un cuerpo duro y esbelto que sobrepasaba su propia estatura en más de una cabeza. Alzó la vista, encontrándose con dos guardias de la ciudad, vestidos con sus armaduras, y se quedó helada. ¿Qué debía esperar de aquello? No había hecho nada malo, pero en vista de los acontecimientos pasados, ¿de quién podía fiarse en aquella ciudad? Tragó saliva, esperándose ser detenida por simplemente ser extranjera, o quizá algo peor... -Mis disculpas señores... No les había visto...- murmuró nerviosa.
Tras un rato caminando por las calles donde el gentío era notable, pero fluido, el chico comenzó a callejear más precavido y alejándose poco a poco de las vías principales, dando paso a una zona más suburbial de la ciudad donde cada pocos metros podía verse gente en estado deplorable, perjudicados por el alcohol o debilitados por el hambre, gatos callejeros, basura por doquier y un olor fuerte y desagradable que se te metía en tu interior. Pudo observar algunos negocios cerrados, que a juzgar por el aspecto llevaban sin abrir al público hacía tiempo y casas humildes, muchas de ellas en apreciable estado ruinoso. En vista de aquel entorno, ralentizó el paso y alargó la distancia con el muchacho. Era evidente que ella llamaría fácilmente la atención por aquellas calles, así que antes de continuar paró en una esquina húmeda y enmohecida y embadurnó sus manos con aquella suciedad, que pasó a restregar por su cara, pelo y ropa. Después se tapó todo lo que pudo con su capa y capucha y caminó torpemente y cabizbaja, simulando padecer alguna enfermedad o dolencia. Aquello pareció funcionar, quizá su técnica de camuflaje no era la mejor, pero los sentidos de aquella gente parecían lo suficiente mermados como para no recaer demasiado en su presencia.
No mucho más lejos, su objetivo torció hacia un callejón sin salida y paró delante de lo que parecía ser la puerta trasera de una sucia taberna cuya puerta principal debía dar a la otra cara de la calle. Oculta tras unas vigas de madera descolgadas de otro local cercano observó cómo el chico llamaba a la puerta y sin a penas mirarlo, le dejaban pasar. No creo que yo pueda entrar por ahí... y decidió entonces dar la vuelta a la calle y buscar la puerta principal. Era consciente del peligro y no iba a cometer la imprudencia de entrar sola en aquel lugar, pero sería suficiente con localizarla y memorizar su ubicación. Una vez vista de lejos pudo distinguir el nombre de aquel tugurio "La madriguera del sucio tejón". Muy apropiado para la zona en la que se encontraba. Cumplido su objetivo decidió alejarse de allí antes de ser descubierta por alguien indeseado, pero al dar unos pasos hacia atrás y darse la vuelta dispuesta a salir de aquel barrio de mala muerte, se chocó de bruces contra un cuerpo duro y esbelto que sobrepasaba su propia estatura en más de una cabeza. Alzó la vista, encontrándose con dos guardias de la ciudad, vestidos con sus armaduras, y se quedó helada. ¿Qué debía esperar de aquello? No había hecho nada malo, pero en vista de los acontecimientos pasados, ¿de quién podía fiarse en aquella ciudad? Tragó saliva, esperándose ser detenida por simplemente ser extranjera, o quizá algo peor... -Mis disculpas señores... No les había visto...- murmuró nerviosa.
Aylizz Wendell
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Re: Una huida hacia adelante [Libre] [CERRADO]
Su cabeza intentaba pensar a toda pastilla, pero su cuerpo se sentía pesado en aquel momento. Aún notaba el escozor leve en los nudillos, del golpe que le había dado a uno de ellos. Esperaba, con lógica, que le rompieran el cuello. Que la golpeasen con dureza, que usasen algún tipo de arma de filo para abrir su carne... únicamente la precipitaron al interior de una pequeña mazmorra, tras cruzar una recia puerta de madera. El lugar era pequeño, y aunque parecía que estaba a la altura de la propia calle el ambiente allí era oscuro y ligeramente húmedo.
Se quedó de pie los minutos siguientes de que hubieran cerrado la puerta de su celda, y notó con rapidez como la temperatura dentro del templo era bastante inferior al exterior. En la pared que tenía justo de frente había una ventana muy pequeña, parcialmente bloqueada con unos gruesos barrotes metálicos. No sería más grande que el tamaño de su propia cabeza, calculó. Y la altura a la que se encontraba no le permitía asomarse por ella. Intentó asirse de alguna forma a los bloques pulidos de piedra, pero no tenía ningún punto al que aferrarse.
Aquello no pintaba bien. Aunque sus ojos se estaban acostumbrando a la penumbra que había allí, no la hizo ganar seguridad. Al contrario. Fue consciente de lo sola que estaba. Más sola de lo que se había sentido nunca en su vida. Y como una tormenta silenciosa que espera llegar al muelle para desatar su poder, la conciencia de Iori explotó contra ella. Se aovilló quedando de rodillas en el suelo mientras cubría con sus manos la cabeza. ¿Qué había hecho? ¿Por qué había actuado de esa manera? Se había buscado problemas ella sola.
Ir hasta Baslodia había sido el primer error. Una persona como ella, sin la pillería típica de las grandes ciudades era carne de cañón. Lo que había sucedido en Lunargenta no le había servido para aprender nada. Volver a involucrarse con Aylizz había sido una estupidez. No debería ni de haber cruzado dos palabras con ella. Y sin embargo no pudo evitar sentir simpatía por aquella elfa. La que le había dado el mapa que tan bien le había servido. Y Nousis... aquel elfo desde luego que no merecía nada de ella. Y él tampoco lo quería. De eso Iori estaba segura. Aquella forma de mirarla en el bosque aún se alzaba vívida en su mente cuando pensaba en él, siendo prácticamente el único recuerdo que podía articular del elfo.
Trató de contener su respiración entrecortada, mientras que con la saña de un masoquista desgranaba uno por uno los errores vitales que la habían conducido allí. No supo cuanto tiempo pasó resollando en el suelo, controlando el ataque de pánico, hasta que la puerta de madera por la que la habían conducido allí se abrió de nuevo. Observó como dos hombres de los que la habían rodeado en la nave entraban y cruzaban de largo por delante de la puerta de su celda. Fue entonces cuando se hizo consciente de que, justo al otro lado, había un pequeño cubículo, de dimensiones similares a las suyas. - Este ya no nos sirve. Quizá ella aguante un poco más y pueda sernos de utilidad - dijo una voz. - Os dije que era mejor dejarle los ojos en paz... la infección lo ha debilitado demasiado rápido. No nos serviría ni para hablar y cubrirnos las espaldas - farfullo otro.
Iori abrió los ojos como platos, mientras escuchaba con el corazón martilleando como un tambor en su pecho. - Será mejor que lo saquemos de aquí... oh mira... parece que todavía respira. - Un sonido metálico vibró en medio de la penumbra, y la muchacha alcanzó a ver el brillo fugaz de una hoja. Apenas veía las siluetas de las tres figuras un poco más allá, pero fue suficiente como para ver, que el cuerpo maltrecho que arrastraban se movía ligeramente. Escuchó un jadeo leve, tan suave que pensó haberlo imaginado, y con la misma rapidez que una pequeña llama de esperanzas de encendía ante aquel desdichado, se apagó en cuanto la cuchilla rajó de lado su cuello.
El olor caliente de la sangre lleno el espacio con un toque similar al hierro. Las pupilas de Iori estaban dilatadas al máximo sin ser capaz de alzar las manos para cubrir los oídos, para poder dejar de escuchar el borboteo de la sangre cayendo al suelo. Escuchó como reían, y observó como si estuviese sucediendo muy lejos de ella, como arrastraban el cuerpo de aquel hombre y lo sacaban del menudo pasillo de las celdas. De nuevo el silencio, y la muchacha no era capaz de moverse después de lo que acababa de ver. De nuevo otro lapso de tiempo... en el cual no fue capaz de calcular cuántos minutos habían corrido. En algún momento, la puerta de madera se abrió de nuevo, y esta vez si que fue a su celda a la que entraron. Era una única figura, que se detuvo en el umbral y bajó la capucha. La sonrisa en su cara, y reconocer por la marca en su rostro que aquel era el hombre al que ella le había pegado le hizo comprender... que no le esperaba nada bueno.
Se despertó de golpe, tendida en el suelo, y en el mismo instante que recobró la consciencia jadeó, notando como el dolor cruzaba su cuerpo como un rayo. Notaba la sangre en la cara. Ese puñetazo fue el que la hizo caer de rodillas. Le había abierto el pómulo de un solo golpe el muy desgraciado. No venía únicamente con sus manos, ya que cuando consideró que había machacado en ella lo suficiente, extrajo de debajo de la túnica una especie de palo fino... ¿una fusta? Gracias a los dioses, a la tercera vez que su mano bajaba, alguien los interrumpió. O eso pensaba recordar... Apretó los dientes y siseando se incorporó lo suficiente como para arrastrarse hacia la pared y poder recostarse allí.
Se quedó de pie los minutos siguientes de que hubieran cerrado la puerta de su celda, y notó con rapidez como la temperatura dentro del templo era bastante inferior al exterior. En la pared que tenía justo de frente había una ventana muy pequeña, parcialmente bloqueada con unos gruesos barrotes metálicos. No sería más grande que el tamaño de su propia cabeza, calculó. Y la altura a la que se encontraba no le permitía asomarse por ella. Intentó asirse de alguna forma a los bloques pulidos de piedra, pero no tenía ningún punto al que aferrarse.
Aquello no pintaba bien. Aunque sus ojos se estaban acostumbrando a la penumbra que había allí, no la hizo ganar seguridad. Al contrario. Fue consciente de lo sola que estaba. Más sola de lo que se había sentido nunca en su vida. Y como una tormenta silenciosa que espera llegar al muelle para desatar su poder, la conciencia de Iori explotó contra ella. Se aovilló quedando de rodillas en el suelo mientras cubría con sus manos la cabeza. ¿Qué había hecho? ¿Por qué había actuado de esa manera? Se había buscado problemas ella sola.
Ir hasta Baslodia había sido el primer error. Una persona como ella, sin la pillería típica de las grandes ciudades era carne de cañón. Lo que había sucedido en Lunargenta no le había servido para aprender nada. Volver a involucrarse con Aylizz había sido una estupidez. No debería ni de haber cruzado dos palabras con ella. Y sin embargo no pudo evitar sentir simpatía por aquella elfa. La que le había dado el mapa que tan bien le había servido. Y Nousis... aquel elfo desde luego que no merecía nada de ella. Y él tampoco lo quería. De eso Iori estaba segura. Aquella forma de mirarla en el bosque aún se alzaba vívida en su mente cuando pensaba en él, siendo prácticamente el único recuerdo que podía articular del elfo.
Trató de contener su respiración entrecortada, mientras que con la saña de un masoquista desgranaba uno por uno los errores vitales que la habían conducido allí. No supo cuanto tiempo pasó resollando en el suelo, controlando el ataque de pánico, hasta que la puerta de madera por la que la habían conducido allí se abrió de nuevo. Observó como dos hombres de los que la habían rodeado en la nave entraban y cruzaban de largo por delante de la puerta de su celda. Fue entonces cuando se hizo consciente de que, justo al otro lado, había un pequeño cubículo, de dimensiones similares a las suyas. - Este ya no nos sirve. Quizá ella aguante un poco más y pueda sernos de utilidad - dijo una voz. - Os dije que era mejor dejarle los ojos en paz... la infección lo ha debilitado demasiado rápido. No nos serviría ni para hablar y cubrirnos las espaldas - farfullo otro.
Iori abrió los ojos como platos, mientras escuchaba con el corazón martilleando como un tambor en su pecho. - Será mejor que lo saquemos de aquí... oh mira... parece que todavía respira. - Un sonido metálico vibró en medio de la penumbra, y la muchacha alcanzó a ver el brillo fugaz de una hoja. Apenas veía las siluetas de las tres figuras un poco más allá, pero fue suficiente como para ver, que el cuerpo maltrecho que arrastraban se movía ligeramente. Escuchó un jadeo leve, tan suave que pensó haberlo imaginado, y con la misma rapidez que una pequeña llama de esperanzas de encendía ante aquel desdichado, se apagó en cuanto la cuchilla rajó de lado su cuello.
El olor caliente de la sangre lleno el espacio con un toque similar al hierro. Las pupilas de Iori estaban dilatadas al máximo sin ser capaz de alzar las manos para cubrir los oídos, para poder dejar de escuchar el borboteo de la sangre cayendo al suelo. Escuchó como reían, y observó como si estuviese sucediendo muy lejos de ella, como arrastraban el cuerpo de aquel hombre y lo sacaban del menudo pasillo de las celdas. De nuevo el silencio, y la muchacha no era capaz de moverse después de lo que acababa de ver. De nuevo otro lapso de tiempo... en el cual no fue capaz de calcular cuántos minutos habían corrido. En algún momento, la puerta de madera se abrió de nuevo, y esta vez si que fue a su celda a la que entraron. Era una única figura, que se detuvo en el umbral y bajó la capucha. La sonrisa en su cara, y reconocer por la marca en su rostro que aquel era el hombre al que ella le había pegado le hizo comprender... que no le esperaba nada bueno.
Se despertó de golpe, tendida en el suelo, y en el mismo instante que recobró la consciencia jadeó, notando como el dolor cruzaba su cuerpo como un rayo. Notaba la sangre en la cara. Ese puñetazo fue el que la hizo caer de rodillas. Le había abierto el pómulo de un solo golpe el muy desgraciado. No venía únicamente con sus manos, ya que cuando consideró que había machacado en ella lo suficiente, extrajo de debajo de la túnica una especie de palo fino... ¿una fusta? Gracias a los dioses, a la tercera vez que su mano bajaba, alguien los interrumpió. O eso pensaba recordar... Apretó los dientes y siseando se incorporó lo suficiente como para arrastrarse hacia la pared y poder recostarse allí.
Iori Li
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Re: Una huida hacia adelante [Libre] [CERRADO]
Aylizz había logrado seguir al maleante hasta lo que parecía uno de los lugares de reunión de la organización criminal. No parecía posible entrar ahí, y ella lo sabía. Si lo intentaba, destacaría en exceso pese a su improvisado disfraz, y lo más probable es que sólo consiguiese alcanzar su propia muerte.
Los guardias enviados por Sithgrum consiguieron localizarla sin demasiados problemas. Una elfa como aquella era recordada incluso aunque hubiese decidido cubrirse posteriormente. Varios ciudadanos pudieron darles útiles comentarios que consiguieron no hacerles perder el rastro. La gran cantidad de personas del mercado era algo que había resultado útil.
-Por orden de Sithgrum, hemos venido a protegerte. Debes acompañarnos hasta llevarte a él. El otro elfo también está allí- explicó uno de ambos, sin desenvainar o amenazar de forma alguna.
-Disculpen... ¿Quién? – la Elfa mostró una extrañeza rayana con la desconfianza - Gracias por ofrecerme protección pero no la necesito, en realidad ya me iba, me perdí de regreso a mi posada.
-No queremos hacerte daño- prosiguió el que ya había hablado- Han capturado a tu amiga humana y nuestro superior se dispone a rescatarla. Tu compañero elfo insistió en que fueses protegida, que estuvieses a salvo. Nos gustaría que nos acompañases.
-Está bien...- aceptó con un tono de resignación, tras un momento en que los pensamientos parecieron arremolinarse en su mente, y comenzó a caminar entre los dos hombres, mientras lanzaba una última mirada a la tasca por encima del hombro, donde un buen número de hombres de nada honesta apariencia, se habían reunido cerca de la puerta del lugar.
-Y ese Sithgrum... Vuestro jefe... ¿Por qué ayudaría a un elfo desconocido a liberar a otra extranjera? - preguntó sutilmente -Quiero decir... Por lo que he podido ver hasta el momento, en esta ciudad no somos bien recibidos...
- Ya ayudó a la muchacha. Baslodia no tiene nada contra los elfos. Tenemos problemas entre manos, y os habéis visto envueltos por desgracia- la respuesta del guardia que aún no había hablado fue dada con rapidez y claridad, semejante al paso que los tres llevaban.
Sin embargo, al llegar a las cercanías del pequeño templo, comprendieron que todo había comenzado. Sithgrum, uno de sus compañeros de la guardia y el Elfo, luchaban con fiereza contra un número superior de oponentes, algunos vestidos con túnicas eclesiásticas. Los guardias se unieron rápidamente a sus compañeros, abriendo un hueco y juntándose como pilares que sostenían un edificio. Aylizz por su parte, se colocó cerca de Nousis, quien aferraba su espada sin perder de vista a los enemigos, un paso alejado de la formación humana. Apenas habían llegado a tomar posiciones, cuando otra tanda de criminales llegó siguiendo a la elfa y a sus acompañantes, uniéndose al resto de enemigos. Les doblaban en número, calibraba el espadachín. Y pese a ello, el entrenamiento y las armas y armaduras de los guardias podrían nivelar la contienda. Se puso en guardia, pues iba a comenzar un festival de sangre.
Hachas de mango corto, espadas, lanzas, cuchillos, mazas y martillos entrechocaron ansiando cortar, apuñalar y romper a los rivales. El Elfo no tardó en verse enfrentado a dos criminales, esquivando con gracia los intentos de una espada corta y un martillo que trató de aplastarle el costado. Hurtando el cuerpo a un ataque a la cabeza, se agachó, y atravesó la carne de su oponente con una punzada al estómago. El infeliz cayó a tierra con la faz desencajada con el dolor y el terror a su visible muerte. Nousis giró su mirada hacia Aylizz, colocándose un poco más entre ella y los enemigos. Las palabras de ésta revelaron que su ayuda sería testimonial pensaba su compañero de raza. Debía imaginar que luchaba solo.
Los guardias mantenían la línea con sus escudos, y deteniendo los envites de los rivales, un lanzazo afortunado terminó con la existencia de uno nuevo miembro de Retiro.
La lucha continuaba sin que ninguno de los dos bandos se viese dispuesto a ceder. Otro criminal fue asesinado, y casi al mismo tiempo, un guardia sucumbió al impactar en su cuello el lanzamiento de un cuchillo. El desdichado se llevó una mano al mismo, trastabillando y cayendo al suelo con estruendo. Su compañero más cercano, sorprendido, logró detener un primer ataque, sólo para ser lastimado en el brazo del arma por un hachazo contenido en gran medida por sus protecciones.
Sithgrum animaba a los suyos, acostumbrado a vérselas con maleantes y asesinos. Paró el ataque de una maza, cuyo golpe resonó con estrépito contra su broquel, y clavó profundamente su espada en la pierna de un enemigo, que aulló de dolor. Nousis asintió aprobador, cuando una espada corta llegó a centímetros de perforarle el abdomen y para su sorpresa, Aylizz le clavó su daga lo más profundo que pudo en el pecho, gracias la inercia del propio ataque del enemigo.
La situación había mejorado, mas continuaba siendo peligrosa. Fue el pensamiento que nacía en la mente del Elfo, cuando un mazazo alcanzó con una gran fuerza el cráneo de uno de los guardias que no llevaban casco e iracundo, Sithgrum terminó con su asesino, muriendo ambos casi al mismo tiempo. Parando un ataque de hacha, el soldado, su último compañero y Nousis, continuaban tratando de ganar ventaja para terminar sus respectivos combates, sin ser capaces de conseguirlo. Sólo una patada de uno de los criminales logró alcanzar a Ayl, la cual cayó hacia atrás, rodando sin mayores percances antes de levantarse de nuevo.
Combatiendo contra dos oponentes de los cinco restantes, Sithgrum trató de volver a animar a los suyos. La victoria parecía próxima, cuando un corte encima del ojo le impidió la adecuada visión para detener un martillazo a su costado. Doblado, fue apuñalado en el cuello y soltando el arma, se desplomó, dejando un hueco en la defensa de los suyos. Consternado por una pérdida que consideraba vital para salir de allí con vida, el Elfo amagó un ataque a un hombro, para voltearse y de espaldas, clavar su arma en el torso del enemigo y sacarla rápidamente. Aprovechando la coyuntura de un ataque detenido a Nousis, Aylizz tomó su pequeña arma, pinchando al desgraciado tres dedos por debajo del ombligo. Sólo un atacante permanecía en pie, y huyó al ser consciente de la situación, perseguido por el único guardia que había logrado salvar la vida.
Su compañera, mostrando una gran sensibilidad, se acercó a los cuerpos de los fallecidos. Pero el espadachín había soportado todo aquello por una razón extremadamente nítida. Sólo esperaba que no fuese demasiado tarde, o tendría que recordarla para siempre.
Dejó a la Elfa fuera, y entró en el templo a paso veloz. Nada se escuchaba, ningún paso voz o sonido. El lugar era pequeño, y tras asegurarse de que ningún enemigo podría atacarle de improviso, encontró al final el objeto de sus inquietudes. Una recia puerta de madera con una pequeña abertura en la parte superior. El Elfo sólo pudo contemplar una cortina de cabello apelmazado, y un cuerpo que se encogía contra la pared.
Estaba viva. Pero la ira consigo mismo burbujeó a la temperatura de la lava. Volvió a salir al exterior, sin prestar la más mínima atención a nada, hasta que revisando los cadáveres vestidos de clérigos, encontró la llave que abría la estancia de castigo. Se alegró un instante de acertar con tal deducción, sentimiento que se diluyó con presteza al girar y abrir la puerta con esfuerzo.
Nousis miró a la humana tres eternos segundos antes de dar siquiera un paso hacia ella. No era una Elfa, no pertenecía a su pueblo, y aún así, le había ayudado cuando lo había necesitado. Era un contrato, un compromiso que no podía soslayar. Si no auxiliaba a una criatura que le había apoyado, ¿qué quedaba de la supuesta superioridad élfica? Los humanos eran seres caóticos y desgraciados, no irremediablemente perdidos como los brujos o los vampiros. Él debía proteger a su especie. Pero encontrar a seres generosos, valiente y desinteresados fuera de los hijos de Sandorai le permitía pensar que no todo tal vez estaba perdido. Ella eran una humana joven, aun para los estándares de su raza, y la habían herido y golpeado. Había sufrido en una celda, sin duda por haber viajado junto a él. Un daño colateral al no haber sido Nousis capturado. Miró al techo, tratando de calmarse. Vergüenza, fracaso y decepción fueron los ingredientes que el Elfo paladeó en la odiosa mixtura que sus pensamientos prepararon exclusivamente para él.
Era posible que nunca nadie lo supiera. Era probable que consiguiera olvidar esa situación tras haberla salvado. Era evidente que sus errores le perseguirían, alimentando a esa parte de sí que se odiaba por su falta de poder y de repercusión en el mundo. Y era totalmente cierto que su forma de verse a sí mismo gritaba con imperiosa necesidad que terminar con quien estuviera detrás de aquello podría devolverle, quizá, ese pedazo de amor propio que ahora yacía a ras de suelo, desvaneciéndose con las heridas que mostraba la humana.
Dio dos pasos, y se arrodilló muy cerca de ella. El olor a sangre permanecía en ella, sumado a la humedad de la pequeña habitación. Él sólo podía evocar la decepción que consigo sentía, y su voz sólo podía expresar las cargas de su mente.
-Siento no haber llegado antes- indicó con delicadeza- Ojalá me hubiera sido posible ahorrarte todo esto- La sinceridad cubría sus palabras como gotas de rocío la vegetación en las primeras horas de las mañanas del otoño. No había altivez en él, solo pena. Tampoco orgullo, sólo desilusión. Hubiese preferido ser él.
Los ojos azules de la humana se posaron en los suyos, y Nousis comprendió el alcance de las heridas que había recibido, la más notoria en uno de sus pómulos. Era una criatura hermosa, no podía negarse, evidente aún en tan triste situación. Tras cinco años de viajes por el continente, aún le admiraba descubrir mujeres de esa raza de corta vida capaces en sus años de juventud de rivalizar en belleza con las representantes de los Elfos. Eran flores de un verano, marchitadas con inusitada rapidez.
-Espera- pidió con voz suave, pero preñada de una ira del que se siente fracasado- voy a tratar de curarte algo de todo esto- y colocó su mano sobre el costado y el rostro de la humana. En muy contadas ocasiones había mostrado un grado de acercamiento semejante con alguien así, pero la consideraba su responsabilidad. No tenía ninguna otra opción en lo que su personalidad le dictaba. Y murmuró una plegaria, ante la cual la capacidad innata de su especie comenzó a penetrar en ella. La muchacha emitió un leve quejido, antes de apoyar su propia y pequeña mano en la del Elfo.
-Tranquila...- pidió Nousis, evidenciando su preocupación. Con el pulgar de la mano que le sujetaba el rostro, acarició su piel, presa de la pena, apenas unos segundos, lentamente. Su mirada buscó la femenina, precisaba asegurarse de la curación iba por el buen camino -Ya ha pasado- susurró- Lo siento...- y al verla acercarse un poco más, temiendo que se desplomase, el Elfo bajó su mano hacia el cuello para tratar de mantenerla firme, junto a la que aún tenía en su costado.
Pero nada lo había preparado para esperar lo que experimentó a continuación. Ni siquiera fue consciente en un primer momento, anonadado, incapaz de creer que había ocurrido.
Sus ojos volvieron a encontrarse, y sintió el delicado tacto de los labios femeninos contra los suyos. Fue un segundo, un frágil instante, y él se encontró incapaz de reaccionar. Salvo allí, en la fría y húmeda celda, apenas habían intercambiado otra cosa que miradas de desconfianza o desprecio. Conversaciones donde había primado un escaso entendimiento entre ambos. La había rescatado junto a Aylizz, sí, y el espadachín sopesó la idea de que la humana estuviera fuera de sí, tras el miedo y el dolor que había tenido que sufrir. Un mero agradecimiento irreflexivo del cual se arrepentiría cuando pudiese encontrarse mejor. Una respiración fue el colofón al pensamiento del Elfo, habiendo creído comprender la reacción de la muchacha.
O tal vez no.
-Mi nombre es Iori…- susurró, con una sonrisa que alegraba la deprimente estancia, ante un pasmado Nousis, que tras apenas escuchar una palabra de agradecimiento, volvió a sentir los labios de la humana sobre los suyos, cálidos y de una manera muy distinta, más intensa y profunda, y el placer de aquello sumado a la sorpresa y a la cautivadora mirada de Iori le hicieron desear mantener el contacto, correspondiendo al momento durante unos largos y sensuales segundos.
El Elfo se apartó con extrema delicadeza, mostrando una sonrisa que mudó en preocupación cuando retornó al presente.
-Debemos salir de aquí- indicó. Los problemas que aún tenían encima le ayudaron a no focalizar su atención en lo que acababa de ocurrir. Debía ayudar a la humana a escapar. Debían terminar con quien estaba detrás de cuanto les había ocurrido.
Debía…
Nousis Indirel
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