En lugar conocido [Mastereado]
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En lugar conocido [Mastereado]
Cerré la puerta de mi casa tras de mí. Luego, mientras buscaba con la mirada al elfo, estuve jugando con las espadas dobles. Todo iba bien hasta que ocurrió lo peor.
–¡Dioses! –exclamé en cuanto las cimitarras se separaron y volaron en diferentes direcciones. Por poco una cae sobre mi cabeza–. Pero… ¿qué acaba de pasar? –me pregunté, bastante sorprendido y extrañado.
Recogí dos cimitarras y examiné el pomo de ambas. Estuve unos cuantos segundos simplemente observando, sin encontrar el problema. Intenté unirlas de nuevo y una vez más se desacoplaron ante el primer movimiento brusco.
–¡Parece que ese maldito elfo se quedará sin espadas dobles! –escuché gritar dentro de la casa, seguido de una risotada.
Me volteé, descubriendo a un Hyro disfrutando de lo ocurrido al otro lado de la ventana.
–¡Maldición, Hyro, ¿qué demonios hiciste?! –exigí saber.
–¿Yo? Nada.
Entorné los ojos.
–Vale, lo digo en serio. Yo no fui. –Tranquilizándose un poco, salió de casa para examinar las espadas. Entonces, al ver el pomo de estas, una sonrisa apareció en su rostro.
–¿Qué pasa? ¿Viste el problema?
–No, y eso es lo que me agrada –contestó ensanchando la sonrisa–. Suerte con esto.
Dicho eso, dejó caer las cimitarras y volvió a casa.
Suspiré. ¿Qué demonios debía hacer ahora?
Entonces la imagen de cierta chica temperamental apareció en mi mente.
–Bien, momento de pedirle un nuevo favor a esa bruja. –Y esa idea no era muy… atractiva. Mi cuerpo aún recordaba el dolor que obtuve durante sus clases de herrería.
Un escalofrío surcó mi columna.
Tomé las cuatro espadas y me dirigí al pueblo. No quedaba lejos. Unos diez minutos serían suficientes para llegar. Aun así, la pereza me gritaba que cediera y me tumbara en la cómoda grama bajo mis pies.
–¡Dioses! –exclamé en cuanto las cimitarras se separaron y volaron en diferentes direcciones. Por poco una cae sobre mi cabeza–. Pero… ¿qué acaba de pasar? –me pregunté, bastante sorprendido y extrañado.
Recogí dos cimitarras y examiné el pomo de ambas. Estuve unos cuantos segundos simplemente observando, sin encontrar el problema. Intenté unirlas de nuevo y una vez más se desacoplaron ante el primer movimiento brusco.
–¡Parece que ese maldito elfo se quedará sin espadas dobles! –escuché gritar dentro de la casa, seguido de una risotada.
Me volteé, descubriendo a un Hyro disfrutando de lo ocurrido al otro lado de la ventana.
–¡Maldición, Hyro, ¿qué demonios hiciste?! –exigí saber.
–¿Yo? Nada.
Entorné los ojos.
–Vale, lo digo en serio. Yo no fui. –Tranquilizándose un poco, salió de casa para examinar las espadas. Entonces, al ver el pomo de estas, una sonrisa apareció en su rostro.
–¿Qué pasa? ¿Viste el problema?
–No, y eso es lo que me agrada –contestó ensanchando la sonrisa–. Suerte con esto.
Dicho eso, dejó caer las cimitarras y volvió a casa.
Suspiré. ¿Qué demonios debía hacer ahora?
Entonces la imagen de cierta chica temperamental apareció en mi mente.
–Bien, momento de pedirle un nuevo favor a esa bruja. –Y esa idea no era muy… atractiva. Mi cuerpo aún recordaba el dolor que obtuve durante sus clases de herrería.
Un escalofrío surcó mi columna.
Tomé las cuatro espadas y me dirigí al pueblo. No quedaba lejos. Unos diez minutos serían suficientes para llegar. Aun así, la pereza me gritaba que cediera y me tumbara en la cómoda grama bajo mis pies.
Rauko
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Re: En lugar conocido [Mastereado]
Zelas se encontraba esperando, el tiempo que hiciera falta el esperaría con tal de ver sus nuevas armas, era algo arriesgado pero estaba confiado en que el otro elfo lo lograría sin problemas, al menos eso pensaba cuando escucho un fuerte ruido, por lo que se asomo al lugar inmediatamente, escucho entonces como el hombre al cual había golpeado observaba sus armas y reía.
El concepto de el arma era el adecuado al unirlas, mas se separaban al movimiento brusco cosa que a Zelas no le servia, sin mas decidió bajar para recuperar sus armas cuando observo al otro elfo discutir con el humano, hablando sobre como no tendría sus espadas dobles, cosa que Zelas considero un insulto, el siempre tenia las cosas que quería, siempre!.
Sin necesidad de ninguna otra otra prueba salio a confrontar a aquellos que se burlaban de lo que pretendía, mas para su sorpresa el otro elfo había tomado sus cimitarras y ahora comenzaba a caminar en otra dirección, ante lo cual Zelas comenzó a seguirlo, observaba ya sin rencor, mas con mucha curiosidad, seria acaso que el arma que anhelaba era demasiado difícil?, o quizás planeaba venderlas?, cualquiera que fuera el caso Zelas había decidido observar que ocurriría con su pedido.
El concepto de el arma era el adecuado al unirlas, mas se separaban al movimiento brusco cosa que a Zelas no le servia, sin mas decidió bajar para recuperar sus armas cuando observo al otro elfo discutir con el humano, hablando sobre como no tendría sus espadas dobles, cosa que Zelas considero un insulto, el siempre tenia las cosas que quería, siempre!.
Sin necesidad de ninguna otra otra prueba salio a confrontar a aquellos que se burlaban de lo que pretendía, mas para su sorpresa el otro elfo había tomado sus cimitarras y ahora comenzaba a caminar en otra dirección, ante lo cual Zelas comenzó a seguirlo, observaba ya sin rencor, mas con mucha curiosidad, seria acaso que el arma que anhelaba era demasiado difícil?, o quizás planeaba venderlas?, cualquiera que fuera el caso Zelas había decidido observar que ocurriría con su pedido.
Zelas Hazelmere
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Re: En lugar conocido [Mastereado]
Luego de durar un rato ensimismado, me percaté de que alguien estaba siguiéndome. Eché un vistazo atrás. Un elfo. El dueño de las espadas, supuse. Pude reducir mi velocidad para que me alcanzara, pero preferí no hacer eso. Si quería hablar conmigo, ya me habría alcanzado.
Un par de minutos después llegué al pequeño pueblo. Como siempre, había niños jugando por las calles. Algunas mujeres de avanzada edad estaban reunidas al frente de una cabaña, compartiendo chismes y no conteniéndose en criticarme al verme pasar. Más adelante encontré a un anciano profetizando catástrofes que nunca ocurrirían, siendo ignorado por los demás transeúntes. La taberna en la que siempre había un viejo caballo al frente, caballo que ahora no estaba, tenía un cartel que decía que una carne deliciosa estaba a la venta a un bajo precio.
Finalmente me detuve frente a cierta cabaña. Llené mis pulmones con aire, abrí mi boca y… opté por no gritar como tenía planeado; temía que la bruja se enojara con eso. Toqué la puerta.
Entonces descubrí qué otra costumbre compartía esa bruja con Hyro.
Toqué de nuevo, luego de un minuto. Esperé más y no hubo respuesta. Toqué una vez más y volví a esperar.
Repetí aquello unas cuantas veces.
–¡Abre la puerta o la derribaré con una patada! –grité, aunque no había perdido la paciencia aún.
Fue entonces cuando escuché unos pasos dentro de la cabaña. Por fin, alguien abrió. Alguien terriblemente de mal humor.
–¿Qué quieres? –inquirió con aspereza la bruja.
–Necesito algo de ayuda –respondí son una sonrisa perezosa, y extendí las espadas hacia ella–. Necesito unirlas, crear dos espadas dobles que puedan desacoplarse y acoplarse.
Por un rato ella miró con ceño y labios fruncidos.
–¿En serio? –preguntó con incredulidad–. ¿Estás diciéndome que eres capaz de crear armas mágicas muy poderosas… pero no puedes hacer algo tan estúpido como eso que pides?
Asentí con la cabeza.
–¿Y qué pasó con la espada de doble hoja que tienes? ¿No la hiciste tú?
–Sí, pero, además de que no es lo mismo, se me olvidó cómo.
La bruja dio un paso atrás y cerró la puerta en mi cara.
–¡Oye, ¿así vas a pagarme luego de lo que hice por ti? –protesté.
La bruja salió de nuevo y extendió su mano hacia las cimitarras, las cuales, en respuesta, desaparecieron y se materializaron en medio de la calle. Entonces ella forzó una sonrisa y cerró la puerta.
–Seguiré aquí golpeando la puerta todo el día –amenacé.
Cuando la bruja salió, me lanzó una mirada aterradora. Mi cuerpo se tensó al instante, pero ella solo cerró los ojos e inclinó la cabeza, soltando un suspiro con deje de cansancio.
–Agradezco que me hayas traído a este pueblo, pero… ser una herrera ha traído más problemas que beneficios. Problemas para muchos. –Miró las espadas–. No quiero seguir creando armas que ocasionen más desgracias. Así que, por favor, vete a tu cueva y déjame seguir leyendo mi novela.
Una vez más regresó a su cabaña y cerró la puerta, aunque sin la misma fuerza que antes.
Un par de minutos después llegué al pequeño pueblo. Como siempre, había niños jugando por las calles. Algunas mujeres de avanzada edad estaban reunidas al frente de una cabaña, compartiendo chismes y no conteniéndose en criticarme al verme pasar. Más adelante encontré a un anciano profetizando catástrofes que nunca ocurrirían, siendo ignorado por los demás transeúntes. La taberna en la que siempre había un viejo caballo al frente, caballo que ahora no estaba, tenía un cartel que decía que una carne deliciosa estaba a la venta a un bajo precio.
Finalmente me detuve frente a cierta cabaña. Llené mis pulmones con aire, abrí mi boca y… opté por no gritar como tenía planeado; temía que la bruja se enojara con eso. Toqué la puerta.
Entonces descubrí qué otra costumbre compartía esa bruja con Hyro.
Toqué de nuevo, luego de un minuto. Esperé más y no hubo respuesta. Toqué una vez más y volví a esperar.
Repetí aquello unas cuantas veces.
–¡Abre la puerta o la derribaré con una patada! –grité, aunque no había perdido la paciencia aún.
Fue entonces cuando escuché unos pasos dentro de la cabaña. Por fin, alguien abrió. Alguien terriblemente de mal humor.
–¿Qué quieres? –inquirió con aspereza la bruja.
–Necesito algo de ayuda –respondí son una sonrisa perezosa, y extendí las espadas hacia ella–. Necesito unirlas, crear dos espadas dobles que puedan desacoplarse y acoplarse.
Por un rato ella miró con ceño y labios fruncidos.
–¿En serio? –preguntó con incredulidad–. ¿Estás diciéndome que eres capaz de crear armas mágicas muy poderosas… pero no puedes hacer algo tan estúpido como eso que pides?
Asentí con la cabeza.
–¿Y qué pasó con la espada de doble hoja que tienes? ¿No la hiciste tú?
–Sí, pero, además de que no es lo mismo, se me olvidó cómo.
La bruja dio un paso atrás y cerró la puerta en mi cara.
–¡Oye, ¿así vas a pagarme luego de lo que hice por ti? –protesté.
La bruja salió de nuevo y extendió su mano hacia las cimitarras, las cuales, en respuesta, desaparecieron y se materializaron en medio de la calle. Entonces ella forzó una sonrisa y cerró la puerta.
–Seguiré aquí golpeando la puerta todo el día –amenacé.
Cuando la bruja salió, me lanzó una mirada aterradora. Mi cuerpo se tensó al instante, pero ella solo cerró los ojos e inclinó la cabeza, soltando un suspiro con deje de cansancio.
–Agradezco que me hayas traído a este pueblo, pero… ser una herrera ha traído más problemas que beneficios. Problemas para muchos. –Miró las espadas–. No quiero seguir creando armas que ocasionen más desgracias. Así que, por favor, vete a tu cueva y déjame seguir leyendo mi novela.
Una vez más regresó a su cabaña y cerró la puerta, aunque sin la misma fuerza que antes.
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Rauko
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Re: En lugar conocido [Mastereado]
Zelas seguía caminando a cierta distancia de el elfo herrero, si hubiera querido alcanzarlo ya lo habría hecho, mas no era esa su intención, solo vigilaba sus armas y quería ver que harían con ellas, caminaba con las manos en los bolsillos y cuando se quiso dar cuenta ya habían llegado al pueblo en solo un par de minutos.
Observo la actitud de la gente al verlos pasar, la mayoría susurraba cosas sobre el herrero y le dedicaban unas que otras miradas, seguro para hablar cosas sobre el, cruzaron gran parte del pueblo cuando al fin el herrero se detuvo en una cabaña, tanto se demoraron en atender que para cuando le abrieron la puerta Zelas ya se encontraba detrás de el herrero observando la situación, el tira y afloja entre ambos la mujer y el herrero era divertida, eso al menos hasta que vio sus armas desaparecer en un pestañeo y terminar en la calle, rápidamente fue por ellas y volvió para ver como le cerraban nuevamente la puerta al herrero después de otro intercambio de palabras, en esta ocasión fue Zelas quien golpeo la puerta.
Cuando la mujer salio ya visiblemente molesta con el herrero se sobresalto un poco cuando Zelas hablo, -dama lamento la molestia que le generamos, mas yo como dueño de estas armas y de el extraño pedido necesito este accesorio para mis armas, ademas desgracia mas grande que la vida misma estas armas no pueden crear, cada rechazo de parte suya solo nos hará insistir mas, si puede ayudarnos haré lo que pida y no molestare mas- la mirada de Zelas demostraba determinación, ademas había ofrecido un favor, cosa que no solía hacer nunca, pero así de mal quería ver materializado sus armas, la mujer por su parte se quedo pensando en las palabras de el otro elfo que tocaba a su puerta....
Observo la actitud de la gente al verlos pasar, la mayoría susurraba cosas sobre el herrero y le dedicaban unas que otras miradas, seguro para hablar cosas sobre el, cruzaron gran parte del pueblo cuando al fin el herrero se detuvo en una cabaña, tanto se demoraron en atender que para cuando le abrieron la puerta Zelas ya se encontraba detrás de el herrero observando la situación, el tira y afloja entre ambos la mujer y el herrero era divertida, eso al menos hasta que vio sus armas desaparecer en un pestañeo y terminar en la calle, rápidamente fue por ellas y volvió para ver como le cerraban nuevamente la puerta al herrero después de otro intercambio de palabras, en esta ocasión fue Zelas quien golpeo la puerta.
Cuando la mujer salio ya visiblemente molesta con el herrero se sobresalto un poco cuando Zelas hablo, -dama lamento la molestia que le generamos, mas yo como dueño de estas armas y de el extraño pedido necesito este accesorio para mis armas, ademas desgracia mas grande que la vida misma estas armas no pueden crear, cada rechazo de parte suya solo nos hará insistir mas, si puede ayudarnos haré lo que pida y no molestare mas- la mirada de Zelas demostraba determinación, ademas había ofrecido un favor, cosa que no solía hacer nunca, pero así de mal quería ver materializado sus armas, la mujer por su parte se quedo pensando en las palabras de el otro elfo que tocaba a su puerta....
Zelas Hazelmere
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Re: En lugar conocido [Mastereado]
Y de pronto el elfo de las cimitarras intervino. Dejé que hablara, esperando que sus palabras pudieran llegar a la bruja. No obstante, la cara de esta al escucharlo no me hacía tener muchas esperanzas. Cuando él terminó, ella lo observó con sus ojos entornados. Entonces se giró hacia mí.
–¿En serio? –fue todo lo que dijo.
–Ahm…
–Adiós.
–No, espera. –Agarré el pomo de la puerta para evitar que la cerrara–. Escucha, haremos lo que quieras a cambio. Lo que sea.
Enarcó una ceja, que precedió a una sonrisa maliciosa.
–¿Lo que sea? –siseó.
Tragué saliva. Sabía que podría ser una terrible idea, pero asentí.
–Entonces… –empezó, indicándonos con un gesto de la mano que nos acercáramos– lo que quiero que hagan antes pare que yo acceda a ayudarlos es… –susurró. Miró hacia los lados antes de continuar– ¡QUE SE LARGUEN Y NUNCA VUELVAN! –gritó–. Así, les prometo que en la siguiente vida les haré el favor –canturreó.
–Tu decisión está mal –declaré de golpe, sorprendiéndola–. Escucha, si quieres evitar más desgracias, abandonar tu profesión no es la respuesta. Si un aventurero, un héroe, viene a ti buscando un arma, entregársela es lo correcto. Y si un criminal viene a ti buscando un arma, de nada sirve que no se la entregues porque encontrará una en cualquier otro lugar.
–¿Entonces prefieres que sea yo la que le entregue el arma, que sea yo la cómplice de lo que ese criminal haga?
–No, que seas tú la que obtenga el dinero y no otro al que no le importe la ética…
–Será dinero manchado con sangre –cortó.
–Tal vez, pero tú, a diferencia de otro herrero que solo velará por sí mismo, podrías usar ese dinero para ayudar a otros.
Quiso seguir protestando, pero no supo qué decirme.
–Escucha –continué–, he creado armas para unas cuantos. No sé qué habrán hecho con ellas, pero crearlas me ha permitido mejorar y poder crear armas poderosas para mí mismo, armas que me permitieron salvar a muchas personas. –La miré a los ojos–. Puedes tomar este camino.
Sopesó mis palabras. Observó al elfo, una mirada que lo recorrió de pies a cabeza, deteniéndose un momento en su rostro y, por último, en sus espadas. Entonces suspiró.
–Bien…
–Listo, aceptaste al fin.
–No, imbécil –contestó enseguida–. Yo… debo pensarlo.
–Piensa todo lo que quieras, pero luego de ayudarnos.
Alzó su puño derecho, con una vena palpitando en su frente. De pronto enarcó ambas cejas y chasqueó los dedos.
–Tengo una idea –dijo. Miró al elfo–. Tú eres el que encargó las armas, ¿no? Pues bien, si quieres que sea posible que yo considere ayudarles, necesito que realices… una buena acción. Sí, una buena acción. –Sus labios dibujaron una sonrisa felina–. Cerca de aquí hay una taberna. Hace un par de días llegó un idiota que se adueñó del lugar a la fuerza, obligó al antiguo dueño a trabajar para él y, además, el infeliz hasta mató al caballo del dueño anterior. –Transformó su sonrisa en una malévola–. Dales a ese idiota y a sus colegas lo que se merecen, si es que eres capaz.
–¿En serio? –fue todo lo que dijo.
–Ahm…
–Adiós.
–No, espera. –Agarré el pomo de la puerta para evitar que la cerrara–. Escucha, haremos lo que quieras a cambio. Lo que sea.
Enarcó una ceja, que precedió a una sonrisa maliciosa.
–¿Lo que sea? –siseó.
Tragué saliva. Sabía que podría ser una terrible idea, pero asentí.
–Entonces… –empezó, indicándonos con un gesto de la mano que nos acercáramos– lo que quiero que hagan antes pare que yo acceda a ayudarlos es… –susurró. Miró hacia los lados antes de continuar– ¡QUE SE LARGUEN Y NUNCA VUELVAN! –gritó–. Así, les prometo que en la siguiente vida les haré el favor –canturreó.
–Tu decisión está mal –declaré de golpe, sorprendiéndola–. Escucha, si quieres evitar más desgracias, abandonar tu profesión no es la respuesta. Si un aventurero, un héroe, viene a ti buscando un arma, entregársela es lo correcto. Y si un criminal viene a ti buscando un arma, de nada sirve que no se la entregues porque encontrará una en cualquier otro lugar.
–¿Entonces prefieres que sea yo la que le entregue el arma, que sea yo la cómplice de lo que ese criminal haga?
–No, que seas tú la que obtenga el dinero y no otro al que no le importe la ética…
–Será dinero manchado con sangre –cortó.
–Tal vez, pero tú, a diferencia de otro herrero que solo velará por sí mismo, podrías usar ese dinero para ayudar a otros.
Quiso seguir protestando, pero no supo qué decirme.
–Escucha –continué–, he creado armas para unas cuantos. No sé qué habrán hecho con ellas, pero crearlas me ha permitido mejorar y poder crear armas poderosas para mí mismo, armas que me permitieron salvar a muchas personas. –La miré a los ojos–. Puedes tomar este camino.
Sopesó mis palabras. Observó al elfo, una mirada que lo recorrió de pies a cabeza, deteniéndose un momento en su rostro y, por último, en sus espadas. Entonces suspiró.
–Bien…
–Listo, aceptaste al fin.
–No, imbécil –contestó enseguida–. Yo… debo pensarlo.
–Piensa todo lo que quieras, pero luego de ayudarnos.
Alzó su puño derecho, con una vena palpitando en su frente. De pronto enarcó ambas cejas y chasqueó los dedos.
–Tengo una idea –dijo. Miró al elfo–. Tú eres el que encargó las armas, ¿no? Pues bien, si quieres que sea posible que yo considere ayudarles, necesito que realices… una buena acción. Sí, una buena acción. –Sus labios dibujaron una sonrisa felina–. Cerca de aquí hay una taberna. Hace un par de días llegó un idiota que se adueñó del lugar a la fuerza, obligó al antiguo dueño a trabajar para él y, además, el infeliz hasta mató al caballo del dueño anterior. –Transformó su sonrisa en una malévola–. Dales a ese idiota y a sus colegas lo que se merecen, si es que eres capaz.
Rauko
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Re: En lugar conocido [Mastereado]
Las palabras de Zelas habían abierto una pequeña oportunidad, todos querían favores, eran la mejor moneda de cambio en estas situaciones, y por suerte el herrero supo como lograr que la mujer ayudara, con argumentos bastante certeros en cuanto a ética al punto de tocarle la fibra a la mujer la cual termino aceptando, como siempre pidiendo algo a cambio, cuando se quedo observando a Zelas este hizo lo mismo y la vio de pies a cabeza, al escuchar la condición, Zelas sonrió y tomo 2 de sus cimitarras. - soy Zelas Hazelmere, no hay cosa de la que no sea capaz, mantén esa sonrisa mientras vuelvo, es mejor que verte molesta- acto seguido y con armas en sus manos el joven elfo emprendió el rumbo hacia la taberna.
Pateo la puerta y entro de golpe observando a todos los presentes -Vengo en busca de los nuevos dueños de el lugar, demando que se hagan presentes ahora mismo- tenia en sus manos sus cimitarras y observaba como de a poco un grupo de hombres se juntaban frente a el, distintos tamaños y con diferentes armas se amontonaban frente al elfo, claramente superado en numero -Quien demonios eres tu elfo para demandar cosas de nosotros?- dijo el humano mas grande el cual blandía una enorme espada a dos manos, ahora apoyada contra el piso. Zelas contuvo sin éxito una risa burlona al verlo -llámame las consecuencias de tus actos, mas veo que la vida ya ha hecho lo suyo.... que quieres compensar blandiendo una espada tan grande?- dijo esto ultimo haciendo una morisqueta con su dedo meñique, provocando la molestia del mas grande, -por otro lado, solo te rodeas de hombres, eres de los que juega para el otro equipo?, no me tomes a mal, respeto todos los gustos, solo estoy señalando lo obvio, tienen algún nombre artístico? como el gigantón y sus mariposones... o algo así?- ahora se había ganado la molestia de todos los presentes, y se preparaban para atacar al elfo y quitarle esa burlona risa de su cara.
Pateo la puerta y entro de golpe observando a todos los presentes -Vengo en busca de los nuevos dueños de el lugar, demando que se hagan presentes ahora mismo- tenia en sus manos sus cimitarras y observaba como de a poco un grupo de hombres se juntaban frente a el, distintos tamaños y con diferentes armas se amontonaban frente al elfo, claramente superado en numero -Quien demonios eres tu elfo para demandar cosas de nosotros?- dijo el humano mas grande el cual blandía una enorme espada a dos manos, ahora apoyada contra el piso. Zelas contuvo sin éxito una risa burlona al verlo -llámame las consecuencias de tus actos, mas veo que la vida ya ha hecho lo suyo.... que quieres compensar blandiendo una espada tan grande?- dijo esto ultimo haciendo una morisqueta con su dedo meñique, provocando la molestia del mas grande, -por otro lado, solo te rodeas de hombres, eres de los que juega para el otro equipo?, no me tomes a mal, respeto todos los gustos, solo estoy señalando lo obvio, tienen algún nombre artístico? como el gigantón y sus mariposones... o algo así?- ahora se había ganado la molestia de todos los presentes, y se preparaban para atacar al elfo y quitarle esa burlona risa de su cara.
- Habilidad utilizada:
- Habilidad de nivel 0: Exasperante:(Rasgo) La perfección provoca irritabilidad en la gente, Zelas lo sabe muy bien e incluso le divierte, por lo mismo su estilo de combate se enfoca en enojar a sus enemigos para evadir y desviar con mayor exito los ataques de sus adversarios gracias a su agilidad potenciada por el poder de la luz, esperando siempre el momento adecuado para desarrollar contraataques oportunos.
Zelas Hazelmere
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Re: En lugar conocido [Mastereado]
Mastereado de Herrería
Bien, por lo visto ya habéis tomado bastante vuelo con el tema, así que no voy a intervenir (de momento) por medio de narración.
En cambio, voy a establecer algunos pequeños desafíos para hacer más interesante el asunto y que obtener el premio se sienta realmente como un logro.
Para la obtención de esta receta voy a requerir que me relatéis en el rol lo siguiente:
* La receta la debéis obtener mezclando los conocimientos de 3 personas distinas.
* Cada una de estas personas tendrá su propia historia. Me gusta que los PNJs tengan vida, no que sean meros instrumentos de un tema. Contaréis algo sobre cada una de estas personas, su motivación personal, algún hecho de su pasado, quizás un secreto bien oculto.
* Cada uno de vuestros PJs se verá forzado a realizar algo con lo que no se siente cómodo. Usad vuestra imaginación, pero espero que quede claro que realmente el PJ no está cómodo haciendo eso.
* Cada uno de vuestros PJs se verá en la necesidad de "pagar un precio". Dejo completamente a vuestro criterio qué significa esta frase, sorprendedme.
* Finalmente, escoged alguna criatura del Bestiario e incorporadla en el tema. No es necesario que peléis con ella, pero de alguna manera debéis darle importancia y de alguna manera debe dificultaros el logro de la trama.
Son varios requisitos, pero así hacemos esto más interesante y desafiante.
Cada vez que tratéis alguno de estos puntos avisadme en un comentario off-rol, así tenemos claro cuándo ocurre cada cosa.
Recordad que en cualquier momento puedo pasarme por el tema e intervenir.
¡Suerte!
Rad
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Re: En lugar conocido [Mastereado]
El elfo aceptó el pedido de la bruja sin problemas, totalmente seguro de sí mismo. Ella enarcó una ceja al escuchar que él prefería verla sonreír, y luego revoleó los ojos cuando lo vio marcharse.
–Se piensa que me quedaré aquí –dijo con una sonrisa taimada mientras salía y cerraba la puerta tras de sí–. Quiero ver cómo les patea el trasero. Así que vamos. –Y me arrastró con ella.
No tardamos mucho en llegar a la taberna. Nos detuvimos a observar en la entrada. Zelas ya había empezado un espectáculo en muy poco tiempo; un grupo de hombres estaban muy enojados con el elfo, en especial uno grandulón frente a él. Tal grandulón fue el primero en abalanzarse sobre Zelas, y poco después el resto de sus amigos le imitaron.
–¡Vamos, elfito, apalea a esos cerdos! –vociferó una chica pelirroja detrás de la barra–. ¡Te serviré todo el hidromiel que tenemos si lo haces!
–Sienna, cálmate –le amonestó el anciano a su lado, bastante nervioso.
–No te molesta si le doy una mano al elfo, ¿no? –pregunté casualmente a la bruja.
–Él es el que tendrá las armas personalizadas. Quiero verlo luchar antes de enseñarte a hacerlas.
Mi ceño se frunció levemente. ¿Verlo luchar para hacerlas personalizadas?
–Y mira –prosiguió–: ¿te parece que esos tipejos van a darle problemas? Son solo fuerza bruta. Zelas, como buen elfo, usará su agilidad para lidiar con ellos y la nieta del verdadero dueño de la taberna, en agradecimiento, podrá darnos una mano con…
Su silencio repentino me hizo voltear a mirarla. Había una inesperada mezcla de terror y odio en su rostro. Seguí la dirección de su mirada, encontrando a alguien que acababa de aparecer de la puerta al fondo de la taberna, un hombre castaño con una pequeña ballesta en la mano derecha. Al ver lo que sucedía, apuntó su arma al anciano que se encontraba en la barra.
–¡Deténganse! –exigió–. Si no, este vejete no verá la luz de mañana. –Finalmente se percató de la presencia de la bruja. Eso, por algún motivo, le hizo esbozar una media sonrisa–. Oh, vaya, vaya, vaya. Parece que encontré a la mascota de Belial.
–Ya no soy la mascota de nadie –gruñó la bruja.
–Mellea, deberías reconsiderarlo. ¿Por qué crees que estoy aquí? Es porque Belial necesita a un herrero talentoso que pueda reemplazarte. Y ¿sabes quién es la nieta de este vejete? Es nada más y nada menos que Sienna, la chica que destacó el año pasado en la feria de Beltrexus y que, no sé por qué, abandonó la isla para vivir aquí. Y gracias a que te fugaste, ahora ella será la nueva mascota de Belial.
–Mellea, ¿puedo eliminarlo para acabar con esto de una buena vez? –pregunté. Sonreí cuando ella asintió con la cabeza–. Bien, Zelas, te daré una mano.
Dicho eso, intensifiqué mi éter. Casi al instante me trasladé unos cinco metros[1] y el cuello de unos de los tipos malos encontró mi puño; un crujido doloroso resonó en la instancia. Cuando su cuerpo se desplomó, un par se abalanzó hacia mí. Salté hacia atrás y disparé un rayo de luz que destruyó la ballesta del castaño.[2]
–¡Sí, mátenlos a todos! –gritó le pelirroja eufórica.
–Por favor, cállate –le rogó el anciano. Su cuerpo se estremeció al percatarse de la mirada asesina que le lanzó el castaño.
–Se piensa que me quedaré aquí –dijo con una sonrisa taimada mientras salía y cerraba la puerta tras de sí–. Quiero ver cómo les patea el trasero. Así que vamos. –Y me arrastró con ella.
No tardamos mucho en llegar a la taberna. Nos detuvimos a observar en la entrada. Zelas ya había empezado un espectáculo en muy poco tiempo; un grupo de hombres estaban muy enojados con el elfo, en especial uno grandulón frente a él. Tal grandulón fue el primero en abalanzarse sobre Zelas, y poco después el resto de sus amigos le imitaron.
–¡Vamos, elfito, apalea a esos cerdos! –vociferó una chica pelirroja detrás de la barra–. ¡Te serviré todo el hidromiel que tenemos si lo haces!
–Sienna, cálmate –le amonestó el anciano a su lado, bastante nervioso.
–No te molesta si le doy una mano al elfo, ¿no? –pregunté casualmente a la bruja.
–Él es el que tendrá las armas personalizadas. Quiero verlo luchar antes de enseñarte a hacerlas.
Mi ceño se frunció levemente. ¿Verlo luchar para hacerlas personalizadas?
–Y mira –prosiguió–: ¿te parece que esos tipejos van a darle problemas? Son solo fuerza bruta. Zelas, como buen elfo, usará su agilidad para lidiar con ellos y la nieta del verdadero dueño de la taberna, en agradecimiento, podrá darnos una mano con…
Su silencio repentino me hizo voltear a mirarla. Había una inesperada mezcla de terror y odio en su rostro. Seguí la dirección de su mirada, encontrando a alguien que acababa de aparecer de la puerta al fondo de la taberna, un hombre castaño con una pequeña ballesta en la mano derecha. Al ver lo que sucedía, apuntó su arma al anciano que se encontraba en la barra.
–¡Deténganse! –exigió–. Si no, este vejete no verá la luz de mañana. –Finalmente se percató de la presencia de la bruja. Eso, por algún motivo, le hizo esbozar una media sonrisa–. Oh, vaya, vaya, vaya. Parece que encontré a la mascota de Belial.
–Ya no soy la mascota de nadie –gruñó la bruja.
–Mellea, deberías reconsiderarlo. ¿Por qué crees que estoy aquí? Es porque Belial necesita a un herrero talentoso que pueda reemplazarte. Y ¿sabes quién es la nieta de este vejete? Es nada más y nada menos que Sienna, la chica que destacó el año pasado en la feria de Beltrexus y que, no sé por qué, abandonó la isla para vivir aquí. Y gracias a que te fugaste, ahora ella será la nueva mascota de Belial.
–Mellea, ¿puedo eliminarlo para acabar con esto de una buena vez? –pregunté. Sonreí cuando ella asintió con la cabeza–. Bien, Zelas, te daré una mano.
Dicho eso, intensifiqué mi éter. Casi al instante me trasladé unos cinco metros[1] y el cuello de unos de los tipos malos encontró mi puño; un crujido doloroso resonó en la instancia. Cuando su cuerpo se desplomó, un par se abalanzó hacia mí. Salté hacia atrás y disparé un rayo de luz que destruyó la ballesta del castaño.[2]
–¡Sí, mátenlos a todos! –gritó le pelirroja eufórica.
–Por favor, cállate –le rogó el anciano. Su cuerpo se estremeció al percatarse de la mirada asesina que le lanzó el castaño.
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
[1] Habi nivel 5: con el relámpago.
[2] Habi nivel 0: Lente convergente.
Se descubre un poquito más sobre la vida de la bruja y aparece por primera vez la pnj herrera número 2.
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- Sienna:
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Rauko
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Re: En lugar conocido [Mastereado]
Zelas con una permanente sonrisa burlona en su rostro observo como el mas grande se abalanzaba sobre el, blandiendo la enorme espada la cual el elfo no tuvo problemas en esquivar, para luego enterrar una de sus cimitarras en la nuca de su atacante, dejando al mismo desangrarse arrodillado, postura de la cual terminaría falleciendo.
El joven Hazelmere entonces le dejo la cimitarra clavada, -sujétame esto un momento- dijo en tono burlón, molestando a los demás rufianes que se abalanzaban sobre el, en una danza mortal, Zelas realizo ágiles movimientos cortando y golpeando a múltiples enemigos a la vez, acumulando daño paulatino en estos, entonces remato con un espectacular movimiento, con su cimitarra en la boca y desde el piso realizo un giro usando de base primero un brazo, luego su espalda y luego su otro brazo libre, a la vez que con sus piernas pateaba a algunos y obligaba a otros a mantener distancia, y al momento de incorporarse con ayuda de el mismo giro, la tensión acumulada en sus brazos fue tal que logro partir a un sujeto a la mitad, a otro le golpeo de tal forma que le quebró el cuello y el otro murió desangrado, fue a recuperar la otra cimitarra de el cadáver cuando escucho que alguien gritaba -¡Sí, mátenlos a todos! - lo cual hizo que el elfo ladeara la cabeza, entonces observo la situación.
Al parecer al fondo de la taberna mas enemigos habían aparecido, y Zelas solo percato de ello por el destello de luz con el cual el elfo herrero destruyo una de las armas que portaban, ante lo cual Zelas ni lento ni perezoso, lanzo sus 2 cimitarras para neutralizar a la amenaza principal, cuando vio como el elfo herrero esquivaba a los que se disponían a atacarle, Zelas sin nada que poder lanzar, guardo sus manos en sus bolsillos y se utilizo a si mismo como un ariete elfico, al tomar una breve carrera y saltar por encima del elfo herrero, embistiendo con su cuerpo a ambos maleantes, a la vez que rompían una de las mesas sin querer.
Zelas se levanto ya con las manos afuera de sus bolsillos se sacudió el polvo mientras caminaba a recuperar sus cimitarras, -una Jarra de hidromiel, para mi y mis acompañantes por favor- dijo a la vez que limpiaba sus cimitarras en la ropa del maleante y se acercaba a la barra con los demás.
--¡¡¡¡¡Como hiciste eso?!!!- preguntaron al mismo tiempo ambas mujeres y el anciano, ante lo cual Zelas dejo sus cimitarras en una mesa cercana, levanto las manos por sobre su cabeza, viendo como todos las seguían con sus ojos, las guardo en los bolsillos de su pantalón y dio un par de pasos simulando trotar pero sin moverse de el lugar para luego hacer el amague de saltar, describiendo literalmente lo que había hecho con gestos pero sin dar explicación alguna a lo que se referían o si, siquiera hablaban en serio. Levanto un jarrón de hidromiel he hizo un gesto de brindis, sin decir nada, la pequeña revuelta le había dado sed y procedió a saciarla rápidamente mientras observaba a quien le había dado el encargo para ver si estaba satisfecha con el resultado de su encargo.
El joven Hazelmere entonces le dejo la cimitarra clavada, -sujétame esto un momento- dijo en tono burlón, molestando a los demás rufianes que se abalanzaban sobre el, en una danza mortal, Zelas realizo ágiles movimientos cortando y golpeando a múltiples enemigos a la vez, acumulando daño paulatino en estos, entonces remato con un espectacular movimiento, con su cimitarra en la boca y desde el piso realizo un giro usando de base primero un brazo, luego su espalda y luego su otro brazo libre, a la vez que con sus piernas pateaba a algunos y obligaba a otros a mantener distancia, y al momento de incorporarse con ayuda de el mismo giro, la tensión acumulada en sus brazos fue tal que logro partir a un sujeto a la mitad, a otro le golpeo de tal forma que le quebró el cuello y el otro murió desangrado, fue a recuperar la otra cimitarra de el cadáver cuando escucho que alguien gritaba -¡Sí, mátenlos a todos! - lo cual hizo que el elfo ladeara la cabeza, entonces observo la situación.
Al parecer al fondo de la taberna mas enemigos habían aparecido, y Zelas solo percato de ello por el destello de luz con el cual el elfo herrero destruyo una de las armas que portaban, ante lo cual Zelas ni lento ni perezoso, lanzo sus 2 cimitarras para neutralizar a la amenaza principal, cuando vio como el elfo herrero esquivaba a los que se disponían a atacarle, Zelas sin nada que poder lanzar, guardo sus manos en sus bolsillos y se utilizo a si mismo como un ariete elfico, al tomar una breve carrera y saltar por encima del elfo herrero, embistiendo con su cuerpo a ambos maleantes, a la vez que rompían una de las mesas sin querer.
Zelas se levanto ya con las manos afuera de sus bolsillos se sacudió el polvo mientras caminaba a recuperar sus cimitarras, -una Jarra de hidromiel, para mi y mis acompañantes por favor- dijo a la vez que limpiaba sus cimitarras en la ropa del maleante y se acercaba a la barra con los demás.
--¡¡¡¡¡Como hiciste eso?!!!- preguntaron al mismo tiempo ambas mujeres y el anciano, ante lo cual Zelas dejo sus cimitarras en una mesa cercana, levanto las manos por sobre su cabeza, viendo como todos las seguían con sus ojos, las guardo en los bolsillos de su pantalón y dio un par de pasos simulando trotar pero sin moverse de el lugar para luego hacer el amague de saltar, describiendo literalmente lo que había hecho con gestos pero sin dar explicación alguna a lo que se referían o si, siquiera hablaban en serio. Levanto un jarrón de hidromiel he hizo un gesto de brindis, sin decir nada, la pequeña revuelta le había dado sed y procedió a saciarla rápidamente mientras observaba a quien le había dado el encargo para ver si estaba satisfecha con el resultado de su encargo.
Zelas Hazelmere
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Re: En lugar conocido [Mastereado]
La bruja tuvo razón: Zelas no tuvo problemas en aniquilar a los enemigos. Y uno de sus ataques fue inesperado pero sorprendentemente efectivo.
–Bueno… eres mejor de lo que esperaba –admitió la bruja. Sonrió satisfecha y asintió con la cabeza–. Buen trabajo, Zelas. Ahora me toca a mí hacer algo importante. –Miró a la pelirroja y al anciano y, mientras se acercaba a estos, la sonrisa se transformó en una felina–. ¿Están felices ahora?
–P-por supuesto que sí –suspiró el anciano, derramando una lágrima de alivio y con la mirada baja. Su nieta le abrazó.
–¿Entonces están agradecidos?
–Por supuesto. Nos han salvado. Estamos agradecidos. Eternamente agradecidos.
–Qué bien. –Ensanchó su sonrisa–. Pues me deben un favor y lo cobraré ahora mismo. Y no en hidromiel.
Pelirroja y anciano la miraron enseguida, preocupados.
–Descuiden, no soy malévola –dijo para tranquilizarlos, aunque no tuvo mucho efecto–. El favor es algo que Sienna podrá hacer fácilmente. –Fijó la vista en la pelirroja. Le hizo un gesto para que se acercara y luego le susurró algo en el oído. Sienna abrió los ojos de par en par por un instante. Después se alejaron y Mellea agregó–: Nada difícil para una herrera con tanto potencial.
Sienna apartó la mirada, extrañando a la bruja.
–Ella dejó la herrería –dijo el anciano colocándose entre su nieta y Mellea–. Por favor, podemos hacer cualquier otra cosa, pero no eso.
La bruja y yo cruzamos nuestras miradas por un par de segundos.
–Hay rumores de que ganaste el mejor premio de la feria de Beltrexus robando el trabajo de alguien más –continuó Mellea, seria.
–¡Eso no es cierto! –replicó de inmediato la pelirroja, dejando de refugiarse tras su abuelo y encarando a Mellea–. Gané, gané con mi propio esfuerzo, con el trabajo de años.
–¿Y qué sucedió, entonces?
Sienna bajó la mirada. Mantuvo los puños tensos por unos instantes.
–No era un lugar para una chica humana –dijo en voz baja, sin fuerzas–. Si hubiera sido una bruja o hubiera tenido mucha más edad, habría sido diferente. –Una leve sonrisa se asomó en sus labios. No había alegría en ella–. «¿Cómo alguien tan joven pudo hacer eso?», «¿una niña humana trabajando con metales mágicos? Absurdo», «es imposible que una niña humana lograra algo como eso, ¿es que los jueces no lo ven? Ella intenta engañarnos», «¿Nesah no estaba trabajando en algo parecido hasta que enfermó? Creo que ella robó su trabajo aprovechándose del estado del pobre Nesah», «cierto, muchos humanos solo son buenos para robar, mentir y pelear, pero nunca comprender la magia», «Mentirosa, impostora, no te mereces ese premio».
El anciano posó una mano sobre el hombro de la pelirroja.
Hubo un momento de silencio.
–Sienna, ¿por qué fuiste herrera? –inquirió Mellea. Cuando la pelirroja volvió a mirarla a los ojos, agregó–: Pudiste dedicarte a cualquier otra cosa, pero preferiste ser herrera. ¿Por qué?
–Fue… por mi padre –musitó Sienna–. Él me instruyó. –Y apartó la vista de nuevo.
–Pero no solo fuiste una herrera –dijo Mellea luego de unos segundos–, fuiste una lo suficientemente buena para ganar en la feria a muy temprana edad. La herrería no era solo algo que te impusieron; era mucho más importante y significativo para ti.
Sienna no respondió.
–Tienes razón –dijo el anciano–. Su padre fue un gran herrero, uno que creía en que la herrería era un arte, que cada creación debía tener belleza, un significado, y que sirviera para hacer feliz a las personas. Y… él le enseñó eso a Sienna, esperando que ella llegara mucho más lejos que él. Sienna disfrutó forjar. Y siempre decía: «cada obra no está terminada hasta que alguien más la ve y la usa», así que compartía sus creaciones con la familia, esperando que estas nos hicieran felices. Pero también tenía una meta más: mejorar para ser lo suficientemente buena para completar el proyecto que su padre nunca completó en vida. Por eso ella participó en la feria de Beltrexus. Quería entrar en el Hekshold, donde podría aprender a dominar los más extraños metales mágicos. Y en esa feria fue la primera vez que mostró a muchas personas una de sus creaciones, su mejor creación, una en la que puso todos sus sentimientos.
–Y no hice a nadie feliz –añadió Sienna, pesarosa–, solo me gané el odio de muchos y dañé mi reputación. Ya… ya nada de lo que hiciera después, incluso completar el proyecto de mi padre, me serviría si todos creían que era una miserable mentirosa.
Una vez más reinó el silencio.
Entonces, Mellea habló con dignidad.
–Bueno, yo soy Mellea Boden, fui estudiante del Hekshold, de la casa Hartem. –Esbozó una media sonrisa. Sienna la miró confundida–. Si quieres mejorar, soy la herrera que necesitas. –Me señaló con un pulgar–. Él sabe que soy muy buena con metales mágicos, ¿cierto, Rauko?
–Ah, s-sí –me apresuré a responder, temiendo cualquier posible mala reacción de la bruja.
–Sé honesto.
–Eres muy buena.
–Más honesto.
–¡Eres la mejor que he conocido en mi vida!
–Bien. –Sonrió satisfecha.
–¿L-lo… dices en serio? –preguntó tímidamente Sienna.
–Sí, así es. –Le mostró una sonrisa amable–. Durante mucho tiempo ser herrera me ha traído más problemas que beneficios. Problemas para muchos. Así que quise abandonarlo, a pesar de que era mi pasión. –Me miró brevemente antes de volver a fijarse en Sienna–. Pero no era la mejor decisión. Ahora he decidido usar mis habilidades como herrera para ayudar a las personas, en especial a las personas como tú. Te ayudaré a mejorar y te ayudaré a restaurar tu reputación.
–Y-yo… no… no sé qué decir –musitó con sus ojos humedeciéndose–. Espera, si eso es cierto, ¿por qué necesitas mi ayuda?
–Hay… ciertos pasos de lo que te pedí que… no se me dan tan bien como a ti –admitió con dificultad–. Supongo que lo que quiero es que ambas nos ayudemos mutuamente.
–¿Y cómo sabes que a mí se me da bien el…?
–Las viejas chismosas del pueblo hablan mucho. –fue su respuesta–. Y bien, ¿aceptarás ayudarme?
Sienna miró a su abuelo. Este, dibutativo, se encogió de hombros y dijo:
–Es tu decisión si confiar en ellos o no. Y… no es como si podamos negarnos a ayudar a alguien que asesinó a varios maleantes en tan poco tiempo.
Sienna cerró los ojos, sopesando sus opciones, y entonces sus labios se curvaron en una muy pequeña sonrisa.
–Bien –suspiró. Miró a Mellea–. Ayudaré, pero luego de… limpiar. –Hizo un mohín al echar un vistazo a los cadáveres.
–Entonces volveremos dentro de un rato –dijo Mellea. Nos hizo una señal a Zelas y a mí para que la siguiéramos–. Es momento de buscar a una persona más. –Caminó deprisa.
–¿Eh? ¿No ayudarán a limpiar este desastre? –se quejó el anciano. Mellea y yo le ignoramos.
Cuando cruzamos el umbral hacia el exterior, le pregunté a Mellea:
–¿Una persona más? ¿Qué planeas?
–El metal de las cimitarras es una aleación élfica, una que no reacciona del mismo modo que los que acostumbramos a usar –explicó en tono didáctico–. Necesitamos encontrar a cualquier elfo herrero que sí sepa trabajar con este tipo de metales. –Se giró hacia Zelas–. Bueno, eso es lo único que nos faltaría para que empecemos a trabajar en un arma extraordinaria para ti. ¿Alguna sugerencia de en dónde buscar?
–Bueno… eres mejor de lo que esperaba –admitió la bruja. Sonrió satisfecha y asintió con la cabeza–. Buen trabajo, Zelas. Ahora me toca a mí hacer algo importante. –Miró a la pelirroja y al anciano y, mientras se acercaba a estos, la sonrisa se transformó en una felina–. ¿Están felices ahora?
–P-por supuesto que sí –suspiró el anciano, derramando una lágrima de alivio y con la mirada baja. Su nieta le abrazó.
–¿Entonces están agradecidos?
–Por supuesto. Nos han salvado. Estamos agradecidos. Eternamente agradecidos.
–Qué bien. –Ensanchó su sonrisa–. Pues me deben un favor y lo cobraré ahora mismo. Y no en hidromiel.
Pelirroja y anciano la miraron enseguida, preocupados.
–Descuiden, no soy malévola –dijo para tranquilizarlos, aunque no tuvo mucho efecto–. El favor es algo que Sienna podrá hacer fácilmente. –Fijó la vista en la pelirroja. Le hizo un gesto para que se acercara y luego le susurró algo en el oído. Sienna abrió los ojos de par en par por un instante. Después se alejaron y Mellea agregó–: Nada difícil para una herrera con tanto potencial.
Sienna apartó la mirada, extrañando a la bruja.
–Ella dejó la herrería –dijo el anciano colocándose entre su nieta y Mellea–. Por favor, podemos hacer cualquier otra cosa, pero no eso.
La bruja y yo cruzamos nuestras miradas por un par de segundos.
–Hay rumores de que ganaste el mejor premio de la feria de Beltrexus robando el trabajo de alguien más –continuó Mellea, seria.
–¡Eso no es cierto! –replicó de inmediato la pelirroja, dejando de refugiarse tras su abuelo y encarando a Mellea–. Gané, gané con mi propio esfuerzo, con el trabajo de años.
–¿Y qué sucedió, entonces?
Sienna bajó la mirada. Mantuvo los puños tensos por unos instantes.
–No era un lugar para una chica humana –dijo en voz baja, sin fuerzas–. Si hubiera sido una bruja o hubiera tenido mucha más edad, habría sido diferente. –Una leve sonrisa se asomó en sus labios. No había alegría en ella–. «¿Cómo alguien tan joven pudo hacer eso?», «¿una niña humana trabajando con metales mágicos? Absurdo», «es imposible que una niña humana lograra algo como eso, ¿es que los jueces no lo ven? Ella intenta engañarnos», «¿Nesah no estaba trabajando en algo parecido hasta que enfermó? Creo que ella robó su trabajo aprovechándose del estado del pobre Nesah», «cierto, muchos humanos solo son buenos para robar, mentir y pelear, pero nunca comprender la magia», «Mentirosa, impostora, no te mereces ese premio».
El anciano posó una mano sobre el hombro de la pelirroja.
Hubo un momento de silencio.
–Sienna, ¿por qué fuiste herrera? –inquirió Mellea. Cuando la pelirroja volvió a mirarla a los ojos, agregó–: Pudiste dedicarte a cualquier otra cosa, pero preferiste ser herrera. ¿Por qué?
–Fue… por mi padre –musitó Sienna–. Él me instruyó. –Y apartó la vista de nuevo.
–Pero no solo fuiste una herrera –dijo Mellea luego de unos segundos–, fuiste una lo suficientemente buena para ganar en la feria a muy temprana edad. La herrería no era solo algo que te impusieron; era mucho más importante y significativo para ti.
Sienna no respondió.
–Tienes razón –dijo el anciano–. Su padre fue un gran herrero, uno que creía en que la herrería era un arte, que cada creación debía tener belleza, un significado, y que sirviera para hacer feliz a las personas. Y… él le enseñó eso a Sienna, esperando que ella llegara mucho más lejos que él. Sienna disfrutó forjar. Y siempre decía: «cada obra no está terminada hasta que alguien más la ve y la usa», así que compartía sus creaciones con la familia, esperando que estas nos hicieran felices. Pero también tenía una meta más: mejorar para ser lo suficientemente buena para completar el proyecto que su padre nunca completó en vida. Por eso ella participó en la feria de Beltrexus. Quería entrar en el Hekshold, donde podría aprender a dominar los más extraños metales mágicos. Y en esa feria fue la primera vez que mostró a muchas personas una de sus creaciones, su mejor creación, una en la que puso todos sus sentimientos.
–Y no hice a nadie feliz –añadió Sienna, pesarosa–, solo me gané el odio de muchos y dañé mi reputación. Ya… ya nada de lo que hiciera después, incluso completar el proyecto de mi padre, me serviría si todos creían que era una miserable mentirosa.
Una vez más reinó el silencio.
Entonces, Mellea habló con dignidad.
–Bueno, yo soy Mellea Boden, fui estudiante del Hekshold, de la casa Hartem. –Esbozó una media sonrisa. Sienna la miró confundida–. Si quieres mejorar, soy la herrera que necesitas. –Me señaló con un pulgar–. Él sabe que soy muy buena con metales mágicos, ¿cierto, Rauko?
–Ah, s-sí –me apresuré a responder, temiendo cualquier posible mala reacción de la bruja.
–Sé honesto.
–Eres muy buena.
–Más honesto.
–¡Eres la mejor que he conocido en mi vida!
–Bien. –Sonrió satisfecha.
–¿L-lo… dices en serio? –preguntó tímidamente Sienna.
–Sí, así es. –Le mostró una sonrisa amable–. Durante mucho tiempo ser herrera me ha traído más problemas que beneficios. Problemas para muchos. Así que quise abandonarlo, a pesar de que era mi pasión. –Me miró brevemente antes de volver a fijarse en Sienna–. Pero no era la mejor decisión. Ahora he decidido usar mis habilidades como herrera para ayudar a las personas, en especial a las personas como tú. Te ayudaré a mejorar y te ayudaré a restaurar tu reputación.
–Y-yo… no… no sé qué decir –musitó con sus ojos humedeciéndose–. Espera, si eso es cierto, ¿por qué necesitas mi ayuda?
–Hay… ciertos pasos de lo que te pedí que… no se me dan tan bien como a ti –admitió con dificultad–. Supongo que lo que quiero es que ambas nos ayudemos mutuamente.
–¿Y cómo sabes que a mí se me da bien el…?
–Las viejas chismosas del pueblo hablan mucho. –fue su respuesta–. Y bien, ¿aceptarás ayudarme?
Sienna miró a su abuelo. Este, dibutativo, se encogió de hombros y dijo:
–Es tu decisión si confiar en ellos o no. Y… no es como si podamos negarnos a ayudar a alguien que asesinó a varios maleantes en tan poco tiempo.
Sienna cerró los ojos, sopesando sus opciones, y entonces sus labios se curvaron en una muy pequeña sonrisa.
–Bien –suspiró. Miró a Mellea–. Ayudaré, pero luego de… limpiar. –Hizo un mohín al echar un vistazo a los cadáveres.
–Entonces volveremos dentro de un rato –dijo Mellea. Nos hizo una señal a Zelas y a mí para que la siguiéramos–. Es momento de buscar a una persona más. –Caminó deprisa.
–¿Eh? ¿No ayudarán a limpiar este desastre? –se quejó el anciano. Mellea y yo le ignoramos.
Cuando cruzamos el umbral hacia el exterior, le pregunté a Mellea:
–¿Una persona más? ¿Qué planeas?
–El metal de las cimitarras es una aleación élfica, una que no reacciona del mismo modo que los que acostumbramos a usar –explicó en tono didáctico–. Necesitamos encontrar a cualquier elfo herrero que sí sepa trabajar con este tipo de metales. –Se giró hacia Zelas–. Bueno, eso es lo único que nos faltaría para que empecemos a trabajar en un arma extraordinaria para ti. ¿Alguna sugerencia de en dónde buscar?
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
Se descubre más sobre la pnj herrera número 2 =)
Última edición por Rauko el Miér Mar 25 2020, 04:33, editado 1 vez (Razón : Se me cayó el ganso =()
Rauko
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Re: En lugar conocido [Mastereado]
Al escuchar las palabras de la mujer que le ayudaría a crear sus armas Zelas guiño un ojo -Todas dicen lo mismo- dijo al momento que envainaba de vuelta sus cimitarras en su arnés al momento que escuchaba todo lo que acontecía y como la otra chica pelirroja seria la encargada de ayudar a desentrañar los secretos de su arma, nunca pensó que terminaría pidiendo un encargo tan complicado.
Cuando comenzaban a retirarse Zelas se marchaba con una jarra de hidromiel, al escuchar las quejas de el anciano el elfo solo se encogió de hombros y apunto a la jarra como si esta tuviera la culpa, otra reacción sin sentido para un elfo fuera de lo común, cuando Mellea comento sobre lo que suponían sus armas y lo que necesitaban Zelas se encogió de hombros nuevamente, eso hasta que al final de la camino donde se encontraban, el elfo vio a un Fèidh, mas no era cualquier Fèidh, le faltaba un trozo de cornamenta y esos adornos y esa montura eran de alguien a quien Zelas no veía hace mucho tiempo. -Bueno es mi día de suerte, creo que querrán tomar distancia para lo que viene, esa creatura que esta allá pertenece a mi tía Hastiele Hazelmere, creadora de mis cimitarras y la herrera que nos faltaba, sin embargo el Fèidh que usa me odia a muerte por haberle cortado accidentalmente parte de su cornamenta, cuando venga a atacarme pueden hablar con mi tía, yo me encargare del Fèidh- acto seguido se quito el arnés que sostenía sus cimitarras y se lo encargo a Rauko.
En el instante en que el Fèidh reconoció a Zelas, emprendió la carrera para embestirle a toda velocidad, el elfo por su parte salto en un ágil movimiento sobre el animal, afirmándose de este por su pelaje y por la parte de la cornamenta que se encontraba intacta, haciendo un espectáculo de doma similar a los que suelen tener los elfos en su juventud.
Por otro lado una mujer de ropas negras y un par de marcas en uno de sus ojos se acerco al elfo y la bruja, reconoció las armas que portaba Rauko y los observo a ambos --Perdonen lo que sea que mi sobrino les haya hecho... siempre ha sido llevado a sus ideas, nunca sabemos cual sera la siguiente barbaridad que haga- Mellea le sonrió a la mujer y se preparaba para hablar sobre el motivo real del porque tenían las cimitarras cuando la voz de Zelas provocando al animal llego a los oídos de los presentes -¡Vamos se supone que eres un Fèidh, para no eres mas que un vulgar Aion!- la elfa se cubrió el rostro avergonzada de su pariente, mas sabia que hasta que uno de los 2 se cansara, eso no acabaría. -Soy Hastiele Hazelmere, el Fèidh se llama Fenrir y el inútil que esta montandolo creo que ya lo conocen- dijo la elfa presentandose a si misma al momento que Mellea se presentaba en respuesta -Yo soy Mellea Boden, el inepto a mi lado se llama Rauko, creo a las grandes Herreras nos persigue la desgracia, estoy trabajando en un encargo que tu inútil le encomendó a mi inepto, por desgracia cuando mi inepto no pudo cumplir, ha tenido que recurrir a mi, sin embargo me viene de 10 que alguien tan habilidosa como tu este presente, necesito que me aclares unas dudas sobre la forma en que creaste las cimitarras- ambas herreras comenzaron a discutir entonces sobre las armas, mientras Zelas libraba su propia batalla personal contra el Fèidh el cual fingió cansarse para que el elfo bajara su guardia -ja, debería emparejar tu cornamenta, ya te dije que lo que paso hace tiempo fue un accidente, fue tu culpa por cruzarte intento de animal, ni nombre propio deberías tener, puedo hacer esto con una mano- cosa que funciono completamente para el animal el cual se movió con un súbito impulso de energía dejando al elfo en los aires por unos segundos antes de lanzarle una fuerte patada del cual el elfo apenas logro poner sus brazos para amortiguar parte de el golpe, Zelas termino en el piso un par de metros por delante de donde estaban conversando todos.
Fenrir el Fèidh se disponía a acabar con el elfo cuando Hastiele interrumpió unos segundos a Mellea mientras se volvía a observar la situación -Fenrir, suficiente- fue todo lo que basto para que el animal se frenara en seco a tan solo unos centímetros de el elfo que aun estaba intentando reincorporarse, había gastado mas energía de la que pensaba e incluso ponerse de pie le resultaba complicado puesto que todo su cuerpo temblaba de cansancio -yo estoy bien por si alguien se lo preguntaba- dijo poniéndose de pie al fin mientras observaba con disgusto a la creatura.
OFFROL:
PNJ 3 revelado,
Creatura del bestiario añadida
Cuando comenzaban a retirarse Zelas se marchaba con una jarra de hidromiel, al escuchar las quejas de el anciano el elfo solo se encogió de hombros y apunto a la jarra como si esta tuviera la culpa, otra reacción sin sentido para un elfo fuera de lo común, cuando Mellea comento sobre lo que suponían sus armas y lo que necesitaban Zelas se encogió de hombros nuevamente, eso hasta que al final de la camino donde se encontraban, el elfo vio a un Fèidh, mas no era cualquier Fèidh, le faltaba un trozo de cornamenta y esos adornos y esa montura eran de alguien a quien Zelas no veía hace mucho tiempo. -Bueno es mi día de suerte, creo que querrán tomar distancia para lo que viene, esa creatura que esta allá pertenece a mi tía Hastiele Hazelmere, creadora de mis cimitarras y la herrera que nos faltaba, sin embargo el Fèidh que usa me odia a muerte por haberle cortado accidentalmente parte de su cornamenta, cuando venga a atacarme pueden hablar con mi tía, yo me encargare del Fèidh- acto seguido se quito el arnés que sostenía sus cimitarras y se lo encargo a Rauko.
En el instante en que el Fèidh reconoció a Zelas, emprendió la carrera para embestirle a toda velocidad, el elfo por su parte salto en un ágil movimiento sobre el animal, afirmándose de este por su pelaje y por la parte de la cornamenta que se encontraba intacta, haciendo un espectáculo de doma similar a los que suelen tener los elfos en su juventud.
Por otro lado una mujer de ropas negras y un par de marcas en uno de sus ojos se acerco al elfo y la bruja, reconoció las armas que portaba Rauko y los observo a ambos --Perdonen lo que sea que mi sobrino les haya hecho... siempre ha sido llevado a sus ideas, nunca sabemos cual sera la siguiente barbaridad que haga- Mellea le sonrió a la mujer y se preparaba para hablar sobre el motivo real del porque tenían las cimitarras cuando la voz de Zelas provocando al animal llego a los oídos de los presentes -¡Vamos se supone que eres un Fèidh, para no eres mas que un vulgar Aion!- la elfa se cubrió el rostro avergonzada de su pariente, mas sabia que hasta que uno de los 2 se cansara, eso no acabaría. -Soy Hastiele Hazelmere, el Fèidh se llama Fenrir y el inútil que esta montandolo creo que ya lo conocen- dijo la elfa presentandose a si misma al momento que Mellea se presentaba en respuesta -Yo soy Mellea Boden, el inepto a mi lado se llama Rauko, creo a las grandes Herreras nos persigue la desgracia, estoy trabajando en un encargo que tu inútil le encomendó a mi inepto, por desgracia cuando mi inepto no pudo cumplir, ha tenido que recurrir a mi, sin embargo me viene de 10 que alguien tan habilidosa como tu este presente, necesito que me aclares unas dudas sobre la forma en que creaste las cimitarras- ambas herreras comenzaron a discutir entonces sobre las armas, mientras Zelas libraba su propia batalla personal contra el Fèidh el cual fingió cansarse para que el elfo bajara su guardia -ja, debería emparejar tu cornamenta, ya te dije que lo que paso hace tiempo fue un accidente, fue tu culpa por cruzarte intento de animal, ni nombre propio deberías tener, puedo hacer esto con una mano- cosa que funciono completamente para el animal el cual se movió con un súbito impulso de energía dejando al elfo en los aires por unos segundos antes de lanzarle una fuerte patada del cual el elfo apenas logro poner sus brazos para amortiguar parte de el golpe, Zelas termino en el piso un par de metros por delante de donde estaban conversando todos.
Fenrir el Fèidh se disponía a acabar con el elfo cuando Hastiele interrumpió unos segundos a Mellea mientras se volvía a observar la situación -Fenrir, suficiente- fue todo lo que basto para que el animal se frenara en seco a tan solo unos centímetros de el elfo que aun estaba intentando reincorporarse, había gastado mas energía de la que pensaba e incluso ponerse de pie le resultaba complicado puesto que todo su cuerpo temblaba de cansancio -yo estoy bien por si alguien se lo preguntaba- dijo poniéndose de pie al fin mientras observaba con disgusto a la creatura.
OFFROL:
PNJ 3 revelado,
Creatura del bestiario añadida
- Hastiele Hazelmere:
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- Fenrir:
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Zelas Hazelmere
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Re: En lugar conocido [Mastereado]
No sé por qué, pero tuve el presentimiento de que Mellea, al escuchar la respuesta de Zelas, pensó: «Claro, ¿qué va a saber este elfo de herreros si primero acudió a Rauko?». Y me sentí menospreciado.
Afortunadamente en aquel momento tuvo lugar un hecho tan oportuno que resultaba sospechoso. La herrera que necesitábamos, la misma que forjó las cimitarras de Zelas, apareció.
–Vaya, qué conveniente –comenté–. Y no pienso quejarme. –Sonreí de oreja a oreja.
Lo siguiente fue un espectáculo de Zelas luchando con un adorable y tierno aion. Mellea y yo le dejamos el espacio que necesitaba y nos acercamos a hablar con la elfa herrera, Hastiele Hazelmere.
Ambas chicas se agradaron al instante, disfrutando de una conversación tranquila donde Zelas y yo éramos criticados.
–¡Hey, ¿por qué me llamas inepto?! –protesté.
Mellea tomó las cimitarras que me entregó Zelas, las pegó por el pomo y agitó la espada doble, que de inmediato se dividió, recordándome el motivo por el que pedí su ayuda. Me mostró una breve sonrisa forzada antes de seguir platicando con Hastiele.
Y Zelas terminó perdiendo el combate contra el animal a los pocos segundos. De no ser por Hastiele, tal vez yo hubiera tenido que darle una mano.
–Ah, sí, bien por ti –le contestó Mellea al elfo, sin darle demasiada importancia, y luego se giró hacia la elfa–. Entonces… ¿nos ayudarás? –preguntó, sus manos juntas y dedos entrelazados, una sonrisa infantil y sus ojos brillantes.
Los labios de Hastiele se convirtieron en una línea fina.
–Yo… necesito encargarme de algo primero –respondió tras pensarlo unos instantes.
–Te ayudaremos con eso –declaró Mellea enseguida, haciendo enarcar una ceja a la elfa–. Sea lo que sea, estos dos elfos estarán encantados de darte una mano.
Ambas cejas de Hastiele se curvaron hacia arriba al mirarnos. Entonces suspiró, resignada.
–Sé que mi sobrino va a insistir demasiado si me niego a ayudarles, así que… –Se giró hacia el elfo–. Zelas –llamó, con un porte de dignidad–, no me agrada seguir todas esas costumbres de nuestro clan; creo que muchas no son más que una pérdida de tiempo. Sin embargo, hay una en particular que… no me molesta del todo. –Se acercó al aion y prosiguió mientras caminaba lentamente a su alrededor–. Necesito saber que serás responsable con el arma que te forjarán. Para ello, lo único que pido que hagas es una prueba que nunca hiciste porque decidiste ser rebelde y viajar en busca de aventuras. La prueba con la que demostrarás que ya eres un adulto. –Se detuvo al lado del aion, mirando a Zelas–. Solo entonces ayudaré.
Mellea me dio una mirada con la que me preguntaba a qué se refería la elfa. Le respondí con un encogimiento de hombros; yo tampoco tenía idea. Mellea frunció el ceño, reprochándome por mi ignorancia. Alcé las manos en gesto pacificador, nervioso. Ella suspiró y volvió a mirar a los Hazelmere.
–¿Lo harás? –inquirió Hastiele, y una sonrisa desafiante apareció en su rostro.
–Oh, la sonrisa desafiadora –me susurró Mellea–. Conozco esa táctica.
Afortunadamente en aquel momento tuvo lugar un hecho tan oportuno que resultaba sospechoso. La herrera que necesitábamos, la misma que forjó las cimitarras de Zelas, apareció.
–Vaya, qué conveniente –comenté–. Y no pienso quejarme. –Sonreí de oreja a oreja.
Lo siguiente fue un espectáculo de Zelas luchando con un adorable y tierno aion. Mellea y yo le dejamos el espacio que necesitaba y nos acercamos a hablar con la elfa herrera, Hastiele Hazelmere.
Ambas chicas se agradaron al instante, disfrutando de una conversación tranquila donde Zelas y yo éramos criticados.
–¡Hey, ¿por qué me llamas inepto?! –protesté.
Mellea tomó las cimitarras que me entregó Zelas, las pegó por el pomo y agitó la espada doble, que de inmediato se dividió, recordándome el motivo por el que pedí su ayuda. Me mostró una breve sonrisa forzada antes de seguir platicando con Hastiele.
Y Zelas terminó perdiendo el combate contra el animal a los pocos segundos. De no ser por Hastiele, tal vez yo hubiera tenido que darle una mano.
–Ah, sí, bien por ti –le contestó Mellea al elfo, sin darle demasiada importancia, y luego se giró hacia la elfa–. Entonces… ¿nos ayudarás? –preguntó, sus manos juntas y dedos entrelazados, una sonrisa infantil y sus ojos brillantes.
Los labios de Hastiele se convirtieron en una línea fina.
–Yo… necesito encargarme de algo primero –respondió tras pensarlo unos instantes.
–Te ayudaremos con eso –declaró Mellea enseguida, haciendo enarcar una ceja a la elfa–. Sea lo que sea, estos dos elfos estarán encantados de darte una mano.
Ambas cejas de Hastiele se curvaron hacia arriba al mirarnos. Entonces suspiró, resignada.
–Sé que mi sobrino va a insistir demasiado si me niego a ayudarles, así que… –Se giró hacia el elfo–. Zelas –llamó, con un porte de dignidad–, no me agrada seguir todas esas costumbres de nuestro clan; creo que muchas no son más que una pérdida de tiempo. Sin embargo, hay una en particular que… no me molesta del todo. –Se acercó al aion y prosiguió mientras caminaba lentamente a su alrededor–. Necesito saber que serás responsable con el arma que te forjarán. Para ello, lo único que pido que hagas es una prueba que nunca hiciste porque decidiste ser rebelde y viajar en busca de aventuras. La prueba con la que demostrarás que ya eres un adulto. –Se detuvo al lado del aion, mirando a Zelas–. Solo entonces ayudaré.
Mellea me dio una mirada con la que me preguntaba a qué se refería la elfa. Le respondí con un encogimiento de hombros; yo tampoco tenía idea. Mellea frunció el ceño, reprochándome por mi ignorancia. Alcé las manos en gesto pacificador, nervioso. Ella suspiró y volvió a mirar a los Hazelmere.
–¿Lo harás? –inquirió Hastiele, y una sonrisa desafiante apareció en su rostro.
–Oh, la sonrisa desafiadora –me susurró Mellea–. Conozco esa táctica.
Rauko
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Re: En lugar conocido [Mastereado]
-Quieres que siga las tradiciones de un clan que te margino por enseñarle a tus sobrinos que existe un mundo mas allá de sus estúpidas normas, para que?, demostrar mi "madurez"- por primera vez el elfo perdía su temple, claramente no estaba de acuerdo con lo que su tía quería instarle a hacer, Hastiele por su parte mantenía su mirada firme sobre el elfo.
Hace 20 años atras....
-Hastiele Hazelmere, tus historias sobre el mundo mas allá de los asentamientos elfos esta causando ideas subversivas en los menores del clan, basta con ver la actitud de Zelas quien de por si ya es complicado de tratar, ahora se ha marchado y ni siquiera ha realizado el ritual de madurez- exclamaba el padre de Zelas, Aramil Hazelmere hermano de Hastiele, la cual se encontraba de brazos cruzados, este tipo de discusiones ya se volvían el pan de cada día en el asentamiento familiar, -Aramil eres demasiado estricto con tus hijos, deja que alguno se rebele de vez en cuando, ademas no me hagas recordarte como actuabas tu en tu juventud- Aramil salto de su asiento y le lanzo una mirada fulminante a su hermana, diciendo todo sin la necesidad de emplear ninguna palabra.
Hastiele entonces esbozo una sonrisa desafiadora, creando un choque de voluntades común entre los hermanos -si continuas así terminaran exiliandote del asentamiento, deja a un lado tus ideas revolucionarias solo dañas a los mas jóvenes y a ti misma- exclamo finalmente el mayor de los hermanos. Poco tiempo después Zelas abandonaría el asentamiento por su cuenta, responsabilizaron a Hastiele por aquello y luego la acusaron de corromper a Aradia de la misma forma que lo había hecho con su hermano, lo cual trajo como resultado su destierro del clan, para culminar años mas tarde con el descarrilamiento de la menor del clan Hazelmere.
Tiempo presente.....
-Poco después que te marchaste me desterraron del clan, acusándome de corromperte a ti y a tu hermana, yo se que tu no necesitas ayuda para corromperte, pero aun así necesito saber que seras responsable a pesar de todo, ademas tu padre perderá toda su mierda cuando se entere que pasaste el rito de madurez- dijo lo ultimo retomando la sonrisa desafiadora.
Zelas por su parte se debatía internamente, por un lado quería sus armas mas que nada, por el otro le enfurecía tener que seguir las tradiciones de una estirpe de la cual renegaba, -incluso si aceptara, acá no hay ningún Fèidh salvaje, el tuyo no cuenta porque esta domesticado- rebatió el elfo, algo cambio en la mirada de Hastiele, como si esas fueran las palabras que quería escuchar, y entonces le realizo un par de señas raras Fenrir, su Fèidh, el cual corrió a las afueras del pueblo donde se encontraban. -suerte para ti, hace poco rescate a uno de el mercado negro, solo tiene un cuerno y sigue sin poder ser domado, me lo ofrecieron a un precio regalado y no sirve de nada si no puede domarse, así que aceptaras o no?-
Un fuerte sonido de galope se aproximaba mientras la gente comenzaba a ocultarse en sus casas, Hastiele incluso insto a Mellea y a Rauko para que no resultaran aplastados, mientras Zelas con una cara de molestia evidente -Solo lo hago por mis armas y que conste que no estoy para nada de acuerdo en hacer esto!- exclamo antes de ser embestido por el Fèidh que se suponía debía domar, alcanzando a esquivar la cornada por mera suerte, Zelas fue arrastrado por unos metros antes de lograr montar con éxito al Fèidh, mas aun luchaba para someterlo, la creatura azotaba su cuerpo en las paredes de las construcciones, obligando al elfo al reacomodarse y moverse constantemente sobre el lomo del animal, haciendo que el desgaste y el dolor en su cuerpo aumentara, -mientras mas rápido te sometas, mas pronto terminara esto- exclamo el elfo mientras luchaba por mantenerse en el lomo del animal, el cual saltaba y se azotaba por donde podía, sacrificando su integridad con tal de deshacerse del elfo, la refriega se llevo a cabo por un par de minutos y el elfo mostraba un par de heridas que emanaban sangre, lo cual sorprendió a las mujeres que observaban como tanto el animal como el elfo se entregaban de lleno a sus propósitos, por un lado el animal defendía su libertad con todo lo que podía, por el otro el elfo haría todo lo que estuviera en su poder para obtener sus armas.
Finalmente el Fèidh se lanzo en contra de la taberna saltando contra uno de los muros de madera, el agarre de Zelas se aflojo por un momento, segundos antes que impactara el animal, en un ultimo esfuerzo se sujeto de las caderas del animal entrando a la taberna justo por detrás del animal y la abertura que había hecho al quebrar las tablas, rompiendo de paso un par de mesas y muebles, el elfo yacía tendido aun sujetando al animal, mientras el abuelo y Sienna observaban boquiabiertos como habían recuperado y perdido su taberna en un mismo día. Sienna aun con un paño en la mano lo arrojo al piso puesto que su trabajo de limpieza había sido en vano, al mismo tiempo los demás espectadores entraban en la taberna para ver el resultado. Zelas estaba montado sobre el Fèidh el cual caminaba a duras penas hacia donde se encontraba Hastiele, ya sin intentar tirar al elfo, dando la prueba por cumplida, Zelas sangrando desde su cabeza y sus brazos y piernas, cansado solo levanto el pulgar y se dejo caer sobre el lomo de el animal.
OFF ROL:
-Trasfondo de la historia del npc 3 revelado.
-Zelas se ve forzado a realizar un acto con el cual no esta de acuerdo.
- adjunto nuevamente a la Creatura del bestiario presente [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].(link de la entrada en el bestiario adjuntado)
-El precio a pagar de Zelas ha sido su orgullo al tener que cumplir con una tradición que rehusó hacer del clan al cual abandono.
Hace 20 años atras....
-Hastiele Hazelmere, tus historias sobre el mundo mas allá de los asentamientos elfos esta causando ideas subversivas en los menores del clan, basta con ver la actitud de Zelas quien de por si ya es complicado de tratar, ahora se ha marchado y ni siquiera ha realizado el ritual de madurez- exclamaba el padre de Zelas, Aramil Hazelmere hermano de Hastiele, la cual se encontraba de brazos cruzados, este tipo de discusiones ya se volvían el pan de cada día en el asentamiento familiar, -Aramil eres demasiado estricto con tus hijos, deja que alguno se rebele de vez en cuando, ademas no me hagas recordarte como actuabas tu en tu juventud- Aramil salto de su asiento y le lanzo una mirada fulminante a su hermana, diciendo todo sin la necesidad de emplear ninguna palabra.
Hastiele entonces esbozo una sonrisa desafiadora, creando un choque de voluntades común entre los hermanos -si continuas así terminaran exiliandote del asentamiento, deja a un lado tus ideas revolucionarias solo dañas a los mas jóvenes y a ti misma- exclamo finalmente el mayor de los hermanos. Poco tiempo después Zelas abandonaría el asentamiento por su cuenta, responsabilizaron a Hastiele por aquello y luego la acusaron de corromper a Aradia de la misma forma que lo había hecho con su hermano, lo cual trajo como resultado su destierro del clan, para culminar años mas tarde con el descarrilamiento de la menor del clan Hazelmere.
Tiempo presente.....
-Poco después que te marchaste me desterraron del clan, acusándome de corromperte a ti y a tu hermana, yo se que tu no necesitas ayuda para corromperte, pero aun así necesito saber que seras responsable a pesar de todo, ademas tu padre perderá toda su mierda cuando se entere que pasaste el rito de madurez- dijo lo ultimo retomando la sonrisa desafiadora.
Zelas por su parte se debatía internamente, por un lado quería sus armas mas que nada, por el otro le enfurecía tener que seguir las tradiciones de una estirpe de la cual renegaba, -incluso si aceptara, acá no hay ningún Fèidh salvaje, el tuyo no cuenta porque esta domesticado- rebatió el elfo, algo cambio en la mirada de Hastiele, como si esas fueran las palabras que quería escuchar, y entonces le realizo un par de señas raras Fenrir, su Fèidh, el cual corrió a las afueras del pueblo donde se encontraban. -suerte para ti, hace poco rescate a uno de el mercado negro, solo tiene un cuerno y sigue sin poder ser domado, me lo ofrecieron a un precio regalado y no sirve de nada si no puede domarse, así que aceptaras o no?-
Un fuerte sonido de galope se aproximaba mientras la gente comenzaba a ocultarse en sus casas, Hastiele incluso insto a Mellea y a Rauko para que no resultaran aplastados, mientras Zelas con una cara de molestia evidente -Solo lo hago por mis armas y que conste que no estoy para nada de acuerdo en hacer esto!- exclamo antes de ser embestido por el Fèidh que se suponía debía domar, alcanzando a esquivar la cornada por mera suerte, Zelas fue arrastrado por unos metros antes de lograr montar con éxito al Fèidh, mas aun luchaba para someterlo, la creatura azotaba su cuerpo en las paredes de las construcciones, obligando al elfo al reacomodarse y moverse constantemente sobre el lomo del animal, haciendo que el desgaste y el dolor en su cuerpo aumentara, -mientras mas rápido te sometas, mas pronto terminara esto- exclamo el elfo mientras luchaba por mantenerse en el lomo del animal, el cual saltaba y se azotaba por donde podía, sacrificando su integridad con tal de deshacerse del elfo, la refriega se llevo a cabo por un par de minutos y el elfo mostraba un par de heridas que emanaban sangre, lo cual sorprendió a las mujeres que observaban como tanto el animal como el elfo se entregaban de lleno a sus propósitos, por un lado el animal defendía su libertad con todo lo que podía, por el otro el elfo haría todo lo que estuviera en su poder para obtener sus armas.
Finalmente el Fèidh se lanzo en contra de la taberna saltando contra uno de los muros de madera, el agarre de Zelas se aflojo por un momento, segundos antes que impactara el animal, en un ultimo esfuerzo se sujeto de las caderas del animal entrando a la taberna justo por detrás del animal y la abertura que había hecho al quebrar las tablas, rompiendo de paso un par de mesas y muebles, el elfo yacía tendido aun sujetando al animal, mientras el abuelo y Sienna observaban boquiabiertos como habían recuperado y perdido su taberna en un mismo día. Sienna aun con un paño en la mano lo arrojo al piso puesto que su trabajo de limpieza había sido en vano, al mismo tiempo los demás espectadores entraban en la taberna para ver el resultado. Zelas estaba montado sobre el Fèidh el cual caminaba a duras penas hacia donde se encontraba Hastiele, ya sin intentar tirar al elfo, dando la prueba por cumplida, Zelas sangrando desde su cabeza y sus brazos y piernas, cansado solo levanto el pulgar y se dejo caer sobre el lomo de el animal.
OFF ROL:
-Trasfondo de la historia del npc 3 revelado.
-Zelas se ve forzado a realizar un acto con el cual no esta de acuerdo.
- adjunto nuevamente a la Creatura del bestiario presente [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].(link de la entrada en el bestiario adjuntado)
-El precio a pagar de Zelas ha sido su orgullo al tener que cumplir con una tradición que rehusó hacer del clan al cual abandono.
Zelas Hazelmere
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Re: En lugar conocido [Mastereado]
Mellea y yo no hicimos más que observar en silencio. Nos alejamos cuando Hastiele nos lo indicó y esperamos que terminara el espectáculo.
–No parece que le vaya muy bien –murmuré a Mellea.
Ella siseó para callarme y siguió observando a Zelas. Sus labios eran una línea tensa y tenía una mano firmemente aferrada a su collar.
–Ay, no –soltó nerviosa cuando vio al elfo y al animal precipitarse sobre la taberna–. ¡Ay, no! –Corrió tras ellos. Al entrar en la taberna, observó aterrada y avergonzada el desastre–. Ay, no –musitó, encogiéndose ante la mirada asesina de Sienna.
Afortunadamente el elfo superó la prueba, o eso me indicaba la mirada de Hastiele sobre el inconsciente Zelas. Aun así, sentí que habíamos perdido todos.
–¿No… pudieron hacer esto en otro lugar? –me atreví a preguntar.
–¡Sí, pudieron hacer esto lejos de aquí! –vociferó furiosa Sienna, y luego nos disparó una lluvia de improperios y quejas durante varios minutos, no solo a mí o a Mellea, sino también a Hastiele, Zelas, el aion y a todos los presentes, incluyendo a los muertos.
Yo simplemente quería ayuda para hacer dos espadas dobles. Algo sencillo. Y al final varios pueblerinos y yo terminamos trabajando reparando la taberna con nuestras propias manos, siempre ante la estricta supervisión de Sienna. Incluso Hyro, que era ajeno a todo, se vio obligado a ayudarnos, y a regañadientes. Hasta tuve que traer a Xana para atender las heridas de Zelas.
Tal vez si Sienna hubiera sabido de la existencia de cierta espada maldita en mi posesión, me habría obligado a usarla para revivir a los cadáveres y obligarlos a reparar la taberna también, sin importarle lo que yo tendría que sufrir por usar tal poder.
Quería dormir. Quería olvidarme de todo e irme a casa a descansar. También quería, por lo menos, comer algo. Pero debía estar ahí, sin detenerme, trabajando mucho más de lo que mi pereza normalmente me permitiría.
Hasta quería llorar.
–Y lo peor es que no estoy esforzándome tanto porque la vida de alguien esté en juego, sino por… –Suspiré, cansado, resignado. Ni tenía ánimo de terminar la oración.
Tras cargar al último cadáver restante y colocarlo en una carreta junto con los otros, me pregunté cómo deshacerme de ellos. Sin embargo, cualquier opción en la que pensaba requería más esfuerzo. Entonces pensé en la espada maldita para revivirlos como esqueletos y ordenarles que caminaran lo más lejos del pueblo hasta que la magia desapareciera y volvieran a caer muertos. Así serían ellos mismos los que harían el trabajo y no yo, pero… usar la espada también requería fortaleza mental que no creí poseer estando tan agotado.
Y aquel era el primer día apenas. Sienna nos había exigido continuar todo el tiempo que fuese necesario hasta dejar su taberna como nueva.
Hastiele se escabulló a tiempo con la excusa de que tenía algo muy importante que hacer. Pero luego de unas horas, al regresar a la taberna para ver si ya todo estaba bien, Sienna logró obligarla a trabajar con el resto.
Cuando las mujeres chismosas del pueblo se acercaron a curiosear, también terminaron trabajando. Cuando el hombre que profetizaba hechos que nunca sucederían se acercó a profetizar, también se unió al trabajo, aunque eso no le impidió seguir profetizando mientras tanto.
Aquello no era solo por el poder de Sienna. No, ella por sí misma no lograría algo así. Los primeros, enojados por ser obligados a trabajar, nos desahogamos ayudándola a arrastrar a otros a nuestra desdicha, y mientras más éramos, más fácil era obligar a más a trabajar para Sienna.
Entonces llegó la medianoche y, finalmente, Sienna dijo:
–Gracias, gente, ya pueden descansar.
No pasaron más de diez segundos antes de que casi todos se marcharan; solo permanecieron los involucrados con Zelas y su pedido. Pero, aunque la taberna estaba reconstruida, dudaba de que alguien en el pueblo volviera a querer pisar ese lugar en mucho tiempo.
–Ah, jamás me deshice de esa peste –mascullé al recordar a los cadáveres–. Volveré dentro de un momento.
–Espera, voy… contigo –alcanzó a decir Mellea tan cansada como yo.
Partimos con la carreta hacia fuera del pueblo. Una vez en nuestro destino, ni siquiera me tomé la molestia de pensar en enterrar, quemar o hacer algo con los cadáveres. Simplemente los tiré en el suelo y me regresé.
–Rauko, tengo algo que decirte –dijo la bruja mientras volvíamos. Por la seriedad de su voz, supe que no sería algo bueno, por desgracia–. Si esos tipejos no regresan con Belial, él… no se quedará de brazos cruzados, ¿sabes? Él vendrá, y no para hacer amigos.
Sabía que algo así podría suceder. Esperaba que no, pero en los siguientes días yo no podría estar completamente tranquilo sabiendo que la posibilidad existía. Tendría que estar siempre preparado, enviando a mi ave a patrullar el pueblo para asegurarme de que todo estuviera bien.
Mucho más esfuerzo por cumplir con el pedido de un elfo desconocido.
Mellea me hizo mirarla a los ojos.
–Tú sabías que algo así podría suceder y, aun así, permitiste que Zelas los asesinara –le recriminé antes de que me dijese algo más–. Pudimos conseguir la ayuda de Sienna de otra mane…
–No –cortó Mellea, negando con la cabeza–, nosotros… –Apartó la mirada mordiéndose el labio–. Tienes razón –musitó–. En ese momento, cuando me dijiste que eliminarías a… ese imbécil, yo… no quise pensar en las consecuencias. Solo quería que ellos murieran, todos, y también Belial, que él viniera aquí y Zelas y tú lo… –Apretó los puños por unos segundos–. Fui egoísta –se recriminó a sí misma–, tanto que quise que Belial llegue a este pueblo con varios hombres para morir, porque así, solo así, finalmente podría dejar mi pasado atrás, porque así, solo así, dejaría de sentirme como la mascota de Belial.
–¿No te arrepientes?
–Me siento mal por poner en peligro a este pueblo. –Volvió a mirarme a los ojos–. Pero no me arrepiento –declaró con firmeza–. ¿Y sabes por qué? Porque sé que tú estarás aquí para protegernos. Tú, tu compañera elfa y Hyro estarán aquí…
–Para resolver tus problemas –le corté.
Bajó la mirada y se mantuvo en silencio durante unos instantes.
–Lo sé, no soy tan buena persona.
Coloqué una mano en su hombro por un momento y luego procedí a avanzar hacia la taberna, sin mirar a la bruja por un rato. Ella tampoco dijo algo más.
–Tu decisión de abandonar a Belial, la forma en que te despediste de cierto niño antes de huir, tu deseo de no crear más armas que causaran desgracias y lo que le dijiste a Sienna –dije, rompiendo el prolongado silencio–. Ante mi juicio, eres una muy buena persona. Terriblemente idiota, pero buena al final. Por eso, si debo luchar contra criminales poderosos para protegerte, yo… creo que vale la pena pagar ese precio. Después de todo, dijiste que serías una herrera que usaría sus habilidades para ayudar a otros, ¿no? Esas palabras valen mucho, así que espero que tú tambien estés aquí el día en que te ayudemos a enfrentar tu pasado.
No sé qué expresión apareció en el rostro de Mellea, pero no hablamos más hasta que volvimos a la taberna.
No planeaba decirlo, pero realmente no estaba tan molesto por el egoísmo de la bruja. Yo también fui consciente de las posibles consecuencias y permití la muerte de aquellos criminales. Si algo sucedía en el pueblo por ello, también sería mi culpa. Así que ahora yo debía ser el guardián de ese pueblo.
Vaya fastidio.
–No parece que le vaya muy bien –murmuré a Mellea.
Ella siseó para callarme y siguió observando a Zelas. Sus labios eran una línea tensa y tenía una mano firmemente aferrada a su collar.
–Ay, no –soltó nerviosa cuando vio al elfo y al animal precipitarse sobre la taberna–. ¡Ay, no! –Corrió tras ellos. Al entrar en la taberna, observó aterrada y avergonzada el desastre–. Ay, no –musitó, encogiéndose ante la mirada asesina de Sienna.
Afortunadamente el elfo superó la prueba, o eso me indicaba la mirada de Hastiele sobre el inconsciente Zelas. Aun así, sentí que habíamos perdido todos.
–¿No… pudieron hacer esto en otro lugar? –me atreví a preguntar.
–¡Sí, pudieron hacer esto lejos de aquí! –vociferó furiosa Sienna, y luego nos disparó una lluvia de improperios y quejas durante varios minutos, no solo a mí o a Mellea, sino también a Hastiele, Zelas, el aion y a todos los presentes, incluyendo a los muertos.
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Yo simplemente quería ayuda para hacer dos espadas dobles. Algo sencillo. Y al final varios pueblerinos y yo terminamos trabajando reparando la taberna con nuestras propias manos, siempre ante la estricta supervisión de Sienna. Incluso Hyro, que era ajeno a todo, se vio obligado a ayudarnos, y a regañadientes. Hasta tuve que traer a Xana para atender las heridas de Zelas.
Tal vez si Sienna hubiera sabido de la existencia de cierta espada maldita en mi posesión, me habría obligado a usarla para revivir a los cadáveres y obligarlos a reparar la taberna también, sin importarle lo que yo tendría que sufrir por usar tal poder.
Quería dormir. Quería olvidarme de todo e irme a casa a descansar. También quería, por lo menos, comer algo. Pero debía estar ahí, sin detenerme, trabajando mucho más de lo que mi pereza normalmente me permitiría.
Hasta quería llorar.
–Y lo peor es que no estoy esforzándome tanto porque la vida de alguien esté en juego, sino por… –Suspiré, cansado, resignado. Ni tenía ánimo de terminar la oración.
Tras cargar al último cadáver restante y colocarlo en una carreta junto con los otros, me pregunté cómo deshacerme de ellos. Sin embargo, cualquier opción en la que pensaba requería más esfuerzo. Entonces pensé en la espada maldita para revivirlos como esqueletos y ordenarles que caminaran lo más lejos del pueblo hasta que la magia desapareciera y volvieran a caer muertos. Así serían ellos mismos los que harían el trabajo y no yo, pero… usar la espada también requería fortaleza mental que no creí poseer estando tan agotado.
Y aquel era el primer día apenas. Sienna nos había exigido continuar todo el tiempo que fuese necesario hasta dejar su taberna como nueva.
Hastiele se escabulló a tiempo con la excusa de que tenía algo muy importante que hacer. Pero luego de unas horas, al regresar a la taberna para ver si ya todo estaba bien, Sienna logró obligarla a trabajar con el resto.
Cuando las mujeres chismosas del pueblo se acercaron a curiosear, también terminaron trabajando. Cuando el hombre que profetizaba hechos que nunca sucederían se acercó a profetizar, también se unió al trabajo, aunque eso no le impidió seguir profetizando mientras tanto.
Aquello no era solo por el poder de Sienna. No, ella por sí misma no lograría algo así. Los primeros, enojados por ser obligados a trabajar, nos desahogamos ayudándola a arrastrar a otros a nuestra desdicha, y mientras más éramos, más fácil era obligar a más a trabajar para Sienna.
Entonces llegó la medianoche y, finalmente, Sienna dijo:
–Gracias, gente, ya pueden descansar.
No pasaron más de diez segundos antes de que casi todos se marcharan; solo permanecieron los involucrados con Zelas y su pedido. Pero, aunque la taberna estaba reconstruida, dudaba de que alguien en el pueblo volviera a querer pisar ese lugar en mucho tiempo.
–Ah, jamás me deshice de esa peste –mascullé al recordar a los cadáveres–. Volveré dentro de un momento.
–Espera, voy… contigo –alcanzó a decir Mellea tan cansada como yo.
Partimos con la carreta hacia fuera del pueblo. Una vez en nuestro destino, ni siquiera me tomé la molestia de pensar en enterrar, quemar o hacer algo con los cadáveres. Simplemente los tiré en el suelo y me regresé.
–Rauko, tengo algo que decirte –dijo la bruja mientras volvíamos. Por la seriedad de su voz, supe que no sería algo bueno, por desgracia–. Si esos tipejos no regresan con Belial, él… no se quedará de brazos cruzados, ¿sabes? Él vendrá, y no para hacer amigos.
Sabía que algo así podría suceder. Esperaba que no, pero en los siguientes días yo no podría estar completamente tranquilo sabiendo que la posibilidad existía. Tendría que estar siempre preparado, enviando a mi ave a patrullar el pueblo para asegurarme de que todo estuviera bien.
Mucho más esfuerzo por cumplir con el pedido de un elfo desconocido.
Mellea me hizo mirarla a los ojos.
–Tú sabías que algo así podría suceder y, aun así, permitiste que Zelas los asesinara –le recriminé antes de que me dijese algo más–. Pudimos conseguir la ayuda de Sienna de otra mane…
–No –cortó Mellea, negando con la cabeza–, nosotros… –Apartó la mirada mordiéndose el labio–. Tienes razón –musitó–. En ese momento, cuando me dijiste que eliminarías a… ese imbécil, yo… no quise pensar en las consecuencias. Solo quería que ellos murieran, todos, y también Belial, que él viniera aquí y Zelas y tú lo… –Apretó los puños por unos segundos–. Fui egoísta –se recriminó a sí misma–, tanto que quise que Belial llegue a este pueblo con varios hombres para morir, porque así, solo así, finalmente podría dejar mi pasado atrás, porque así, solo así, dejaría de sentirme como la mascota de Belial.
–¿No te arrepientes?
–Me siento mal por poner en peligro a este pueblo. –Volvió a mirarme a los ojos–. Pero no me arrepiento –declaró con firmeza–. ¿Y sabes por qué? Porque sé que tú estarás aquí para protegernos. Tú, tu compañera elfa y Hyro estarán aquí…
–Para resolver tus problemas –le corté.
Bajó la mirada y se mantuvo en silencio durante unos instantes.
–Lo sé, no soy tan buena persona.
Coloqué una mano en su hombro por un momento y luego procedí a avanzar hacia la taberna, sin mirar a la bruja por un rato. Ella tampoco dijo algo más.
–Tu decisión de abandonar a Belial, la forma en que te despediste de cierto niño antes de huir, tu deseo de no crear más armas que causaran desgracias y lo que le dijiste a Sienna –dije, rompiendo el prolongado silencio–. Ante mi juicio, eres una muy buena persona. Terriblemente idiota, pero buena al final. Por eso, si debo luchar contra criminales poderosos para protegerte, yo… creo que vale la pena pagar ese precio. Después de todo, dijiste que serías una herrera que usaría sus habilidades para ayudar a otros, ¿no? Esas palabras valen mucho, así que espero que tú tambien estés aquí el día en que te ayudemos a enfrentar tu pasado.
No sé qué expresión apareció en el rostro de Mellea, pero no hablamos más hasta que volvimos a la taberna.
No planeaba decirlo, pero realmente no estaba tan molesto por el egoísmo de la bruja. Yo también fui consciente de las posibles consecuencias y permití la muerte de aquellos criminales. Si algo sucedía en el pueblo por ello, también sería mi culpa. Así que ahora yo debía ser el guardián de ese pueblo.
Vaya fastidio.
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
Esta vez le tocó a Rauko hacer algo que no quería (ayudar a reparar la taberna, es decir, trabajar demás), que también podría contar como un «precio a pagar». Pero el verdadero «precio a pagar», si eso no basta, es hacerse responsable de proteger al pueblucho de los criminales que vendrán después (algo que pienso desarrollar en un tema aparte dedicado a eso).
Rauko
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Re: En lugar conocido [Mastereado]
Cuando el elfo volvió a recuperar la conciencia se encontraba tendido en la cama de una habitación de un lugar que desconocía, tenia un par de vendas y le dolía la cabeza como si estuviera despertando de la peor resaca posible, salio de la habitación para descubrir que aun estaba en la taberna, observo como habían muchas personas trabajando y se dio la media vuelta ingresando a la habitación de la cual había salido anteriormente, estaba casi seguro que aquello era su culpa, entonces en un esfuerzo mental por recordar, entendió el porque aquellas personas estaban trabajando, corroborando que en efecto era su culpa, al haber atravesado la pared junto al Fèidh, "me desmaye con estilo.... lo valió" pensó para si mismo, por desgracia su sensación de satisfacción se desvaneció cuando su tía Hastiele apareció en la habitación.
Cuando esta cerro la puerta detrás de si se acerco a Zelas como si estuviera arrepentida de lo que había pedido, este solo la observo sin decir nada... -Creo que te debo una disculpa, jamas pensé que terminarías así, menos aun que harías todo esto por un par de espadas- Hastiele se había sentado en la cama junto a su sobrino y acariciaba el cabello de este al momento que el le respondía -No tienes que disculparte, vamos ya debes conocerme, haré lo que sea necesario con tal de obtener lo que deseo- aquello provoco una sonrisa en Hastiele, quien ahora adquiría un brillo determinante en sus ojos, como si aquello era lo que planeaba conseguir de él. -Esas eran las palabras que esperaba escuchar de ti.... ahora sal allá afuera, aun tienes que ayudar a limpiar tu desastre- entonces lo entendió, Sienna le había visto y mando a su tía a lidiar con el, de seguro pensaba que si iba ella en vez de su tía, el elfo buscaría una forma de insinuarsele de alguna forma.... y no podía estar mas en lo correcto.
Zelas salio de la habitacion y se dispuso a trabajar en lo que fuera que Sienna le mandara, por suerte ya casi todo estaba listo, y solo tuvo que barrer la taberna mientras esperaba el momento en el que empezaran a trabajar en sus armas.
Cuando esta cerro la puerta detrás de si se acerco a Zelas como si estuviera arrepentida de lo que había pedido, este solo la observo sin decir nada... -Creo que te debo una disculpa, jamas pensé que terminarías así, menos aun que harías todo esto por un par de espadas- Hastiele se había sentado en la cama junto a su sobrino y acariciaba el cabello de este al momento que el le respondía -No tienes que disculparte, vamos ya debes conocerme, haré lo que sea necesario con tal de obtener lo que deseo- aquello provoco una sonrisa en Hastiele, quien ahora adquiría un brillo determinante en sus ojos, como si aquello era lo que planeaba conseguir de él. -Esas eran las palabras que esperaba escuchar de ti.... ahora sal allá afuera, aun tienes que ayudar a limpiar tu desastre- entonces lo entendió, Sienna le había visto y mando a su tía a lidiar con el, de seguro pensaba que si iba ella en vez de su tía, el elfo buscaría una forma de insinuarsele de alguna forma.... y no podía estar mas en lo correcto.
Zelas salio de la habitacion y se dispuso a trabajar en lo que fuera que Sienna le mandara, por suerte ya casi todo estaba listo, y solo tuvo que barrer la taberna mientras esperaba el momento en el que empezaran a trabajar en sus armas.
Zelas Hazelmere
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Re: En lugar conocido [Mastereado]
–Oh, por fin despertaste, dormilón –dijo Mellea apenas entrar a la taberna y ver a Zelas barriendo. Se acercó a él, examinándolo con la mirada rápidamente–. Parece que estás bien –notó–. De verdad debes querer demasiado las armas como para causar tanto… desastre –agregó con una media sonrisa, dándole luego un golpecito en el hombro al elfo–. Bueno, ahora los demás nos encargaremos del resto. –Le guinó un ojo y se giró hacia Sienna–. Pues, vale, ya te ayudé con la taberna…
–Me ayudaron a limpiar el desastre que ustedes mismos causaron –cortó Sienna, con los brazos cruzados.
–Sí, como sea –contestó haciendo un gesto con la mano restándole importancia–. Lo que quiero decir es que llegó el momento de que me pagues el favor. Mientras más rápido salgamos de esto, mejor. –Se giró hacia mí–. Rauko, guíanos hasta tu cueva; usaremos tu intento de taller.
–Espera, ¿qué? ¿Ya? –inquirí, esperando una respuesta negativa.
–Por supuesto –dijo como si fuera demasiado obvio.
Desafortunado. Yo quería irme a dormir y no despertar hasta la siguiente década.
–Oh, la elfa, la elfa, ¿dónde está? Zelas, ¿dónde…? Ah, ahí estás, Hastiele. –Se acercó a la elfa y le pidió información sobre la aleación élfica de las cimitarras–. Rauko, no pierdas tiempo –me dijo de pronto–. A tu taller.
Solté un largo suspiro de resignación.
–Sí, sí, sí –murmuré arrastrando las palabras. Entonces emprendí la caminata a mi casa semisubterránea.
Durante el trayecto, mientras Mellea y Hastiele conversaban, Sienna se situó al lado de Zelas.
–Oye, hacer todo lo que hiciste hoy… Yo no podría, no por algo que no tenga el suficiente valor para mí –comentó–. Así que, por eso mismo, tengo… curiosidad. ¿Por qué… por qué hiciste tanto por unas armas? ¿Hay un motivo muy importante detrás de ello?
Al cabo de unos minutos, finalmente llegamos a nuestro destino.
–Bueno, bienvenidos a mi humilde morada –dije abriendo la puerta e invitándoles a entrar, con una reverencia hecha con desgana.
–Sí, eres honesto con lo de «humilde» –indicó Mellea, asintiendo con la cabeza un par de veces. Al ver dibujarse una sonrisa forzada en mi rostro, ella respondió sonriendo de oreja a oreja–. Bueno, como sea, hagamos que Rauko tenga el honor de tener en su hogar a tres hermosas mujeres. –Movió un pie al frente, pero lo detuvo antes de tocar el suelo–. Ah, casi lo olvido –musitó–. ¡A tres hermosas mujeres y a un apuesto elfo! –exclamó con una falsa presunción.
–Zelas, puedes acompañarnos al sótano y ver cómo trabajamos o puedes quedarte en el comedor. Puedes comer las biusas que están en la mesa, si quieres –propuse.
–Oye, no me ignores –murmuró la bruja.
–¿Qué son biusas? –preguntó Sienna.
–Fuera de mi casa –exigí, indignado por su ignorancia sobre la mejor fruta existente.
–Échala y te haré la vida cuadritos –siseó Mellea.
–¿Tú hacerme la vida cuadritos a mí? Eso no me cuadra.
–¿Podemos dejar los chistes sin gracia para después e ir al grano? –pidió Hastiele lo más amable que pudo.
–Oh, sí, lo siento.
Dicho eso, nos dirigimos al sótano para completar la última labor del día.
–Me ayudaron a limpiar el desastre que ustedes mismos causaron –cortó Sienna, con los brazos cruzados.
–Sí, como sea –contestó haciendo un gesto con la mano restándole importancia–. Lo que quiero decir es que llegó el momento de que me pagues el favor. Mientras más rápido salgamos de esto, mejor. –Se giró hacia mí–. Rauko, guíanos hasta tu cueva; usaremos tu intento de taller.
–Espera, ¿qué? ¿Ya? –inquirí, esperando una respuesta negativa.
–Por supuesto –dijo como si fuera demasiado obvio.
Desafortunado. Yo quería irme a dormir y no despertar hasta la siguiente década.
–Oh, la elfa, la elfa, ¿dónde está? Zelas, ¿dónde…? Ah, ahí estás, Hastiele. –Se acercó a la elfa y le pidió información sobre la aleación élfica de las cimitarras–. Rauko, no pierdas tiempo –me dijo de pronto–. A tu taller.
Solté un largo suspiro de resignación.
–Sí, sí, sí –murmuré arrastrando las palabras. Entonces emprendí la caminata a mi casa semisubterránea.
Durante el trayecto, mientras Mellea y Hastiele conversaban, Sienna se situó al lado de Zelas.
–Oye, hacer todo lo que hiciste hoy… Yo no podría, no por algo que no tenga el suficiente valor para mí –comentó–. Así que, por eso mismo, tengo… curiosidad. ¿Por qué… por qué hiciste tanto por unas armas? ¿Hay un motivo muy importante detrás de ello?
Al cabo de unos minutos, finalmente llegamos a nuestro destino.
–Bueno, bienvenidos a mi humilde morada –dije abriendo la puerta e invitándoles a entrar, con una reverencia hecha con desgana.
–Sí, eres honesto con lo de «humilde» –indicó Mellea, asintiendo con la cabeza un par de veces. Al ver dibujarse una sonrisa forzada en mi rostro, ella respondió sonriendo de oreja a oreja–. Bueno, como sea, hagamos que Rauko tenga el honor de tener en su hogar a tres hermosas mujeres. –Movió un pie al frente, pero lo detuvo antes de tocar el suelo–. Ah, casi lo olvido –musitó–. ¡A tres hermosas mujeres y a un apuesto elfo! –exclamó con una falsa presunción.
–Zelas, puedes acompañarnos al sótano y ver cómo trabajamos o puedes quedarte en el comedor. Puedes comer las biusas que están en la mesa, si quieres –propuse.
–Oye, no me ignores –murmuró la bruja.
–¿Qué son biusas? –preguntó Sienna.
–Fuera de mi casa –exigí, indignado por su ignorancia sobre la mejor fruta existente.
–Échala y te haré la vida cuadritos –siseó Mellea.
–¿Tú hacerme la vida cuadritos a mí? Eso no me cuadra.
–¿Podemos dejar los chistes sin gracia para después e ir al grano? –pidió Hastiele lo más amable que pudo.
–Oh, sí, lo siento.
Dicho eso, nos dirigimos al sótano para completar la última labor del día.
Rauko
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Re: En lugar conocido [Mastereado]
Finalmente todos estaban reunidos, ante los comentarios de Mellea la creatura elfica llena de vendas que respondia por el nombre de Zelas se encogió de hombros mientras sonreía -ya me conociste, soy un elfo simple, si quiero algo lo obtengo- dijo al momento que disimulaba como los mejores el hecho de que estaba adolorido, y un golpecito como el de Mellea le dolió 7 veces mas de lo que debería.
Entonces emprendieron el viaje de vuelta, en cierto momento, Sienna se situó al lado de Zelas –Oye, hacer todo lo que hiciste hoy… Yo no podría, no por algo que no tenga el suficiente valor para mí –comentó–. Así que, por eso mismo, tengo… curiosidad. ¿Por qué… por qué hiciste tanto por unas armas? ¿Hay un motivo muy importante detrás de ello?
el elfo la observo y se encogió de hombros -la verdad, no son tan importantes, simplemente soñé con ellas y siento que debo tenerlas, ademas soy un elfo sencillo, si quiero algo lo obtengo, cueste lo que cueste, al fin y al cabo para eso tenemos la vida no?, que sentido tiene vivir si no obtienes lo que quieres- respondió el elfo, ante lo cual la pelirroja abrió los ojos mas de lo normal sorprendida, realmente era posible que existiera alguien así en Aerandir?.
Cuando finalmente llegaron al Taller de Rauko este realizo una oferta que Zelas no pudo rechazar -Biusas- fue todo lo que dijo antes de dirigirse al comedor, entonces al tomar una y morderla, recordó porque era de la forma que era, porque valía la pena hacer todo lo que quería, porque solo las biusas podían tener ese sabor que solo había probado en otra cosa antes, la vida era hermosa, las biusas eran lo que hacia que la vida valiera la pena.
Entonces emprendieron el viaje de vuelta, en cierto momento, Sienna se situó al lado de Zelas –Oye, hacer todo lo que hiciste hoy… Yo no podría, no por algo que no tenga el suficiente valor para mí –comentó–. Así que, por eso mismo, tengo… curiosidad. ¿Por qué… por qué hiciste tanto por unas armas? ¿Hay un motivo muy importante detrás de ello?
el elfo la observo y se encogió de hombros -la verdad, no son tan importantes, simplemente soñé con ellas y siento que debo tenerlas, ademas soy un elfo sencillo, si quiero algo lo obtengo, cueste lo que cueste, al fin y al cabo para eso tenemos la vida no?, que sentido tiene vivir si no obtienes lo que quieres- respondió el elfo, ante lo cual la pelirroja abrió los ojos mas de lo normal sorprendida, realmente era posible que existiera alguien así en Aerandir?.
Cuando finalmente llegaron al Taller de Rauko este realizo una oferta que Zelas no pudo rechazar -Biusas- fue todo lo que dijo antes de dirigirse al comedor, entonces al tomar una y morderla, recordó porque era de la forma que era, porque valía la pena hacer todo lo que quería, porque solo las biusas podían tener ese sabor que solo había probado en otra cosa antes, la vida era hermosa, las biusas eran lo que hacia que la vida valiera la pena.
Zelas Hazelmere
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Re: En lugar conocido [Mastereado]
Si bien creo que en el precio a pagar y en el hacer algo que no les gustase jugasteis un tanto a la segura y no sorprendisteis, de todas maneras se vio dedicación. El tema tenía varios requisitos y supisteis llevarlo a cabo con coherencia.
Rauko:
De todo el proceso has aprendido unos nuevos trucos. Obtienes las siguientes recetas de Herrería:
Hojas Unidas Inferiores: [Arma] Esta arma puede ser usada como 2 armas (Cortante o Corta, decidido al crearla), o unirse para formar una sola, más pesada y de mayor impacto, aunque más difícil de controlar. Calidad Pobre.
Creación: 40 Aeros.
Nivel: Principiante.
Hojas Unidas Regulares: [Arma] Esta arma puede ser usada como 2 armas (Cortante o Corta, decidido al crearla), o unirse para formar una sola, más pesada y de mayor impacto, aunque más difícil de controlar. Calidad Normal.
Creación: 100 Aeros.
Nivel: Avanzado.
Hojas Unidas Superiores: [Arma] Esta arma puede ser usada como 2 armas (Cortante o Corta, decidido al crearla), o unirse para formar una sola, más pesada y de mayor impacto, aunque más difícil de controlar. Calidad Superior.
Creación: 160 Aeros.
Nivel: Experto.
Adicionalmente, obtienes 8 puntos de experiencia y 50 aeros, que ya han sido añadidos a tu perfil.
Zelas:
Aunque este tema era para que Rauko aprendiera a hacer la receta deseada, no te quedarás sin recompensa. Obtienes:
- En el camino de regreso encuentras una pequeña criatura abandonada en el camino. Pronto te das cuenta que se trata de un Fèidh (o Aion). Estimas que no debe tener más de dos meses. Puedes quedártelo como mascota (no posee habilidades de combate y tardará alrededor de dos años on-rol para llegar a ser un adulto), o bien, puedes llevarlo al pueblo, donde encontrarás quien te pague 100 aeros por la criatura.
- Junto a la mascota hay dos extrañas semillas. Al tocarlas, sientes que contienen una poderosa magia que se relaciona con los animales. Algo inexplicable dentro de ti se da cuenta que están destinadas a ser devoradas por una criatura joven en momentos de peligro. Cada una cuenta como el siguiente objeto: Semilla del Potencial: [Consumible] al ser devorada por una cría de animal, éste se convertirá en un animal adulto, totalmente desarrollado y capaz de combatir a tu lado, por dos turnos. Luego volverá a su edad real.
- 8 Puntos de experiencia y 50 Aeros, que ya han sido añadidos a tu perfil.
Ambos podéis dar cierre al tema con un último post. Si queréis, incluid en esto la creación del arma como si fuese el taller (luego linkead ese post al taller que corresponda, para su aprobación).
Zelas debe incluir en este último post su decisión con respecto a la mascota.
Rad
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Re: En lugar conocido [Mastereado]
¿Qué era lo que ella quería? Esa respuesta estaba tallada en su corazón. Ella lo sabía muy bien. Quería ser una herrera lo suficientemente buena para completar el proyecto de su padre, y que cada una de sus obras pudieran darles felicidad a otros.
Pero lo había abandonado. Se había rendido. Y, a pesar de la increíble oferta de Mellea, ella aún no estaba segura de que podría alcanzar su meta. Temía que podría fallar, como antes en Beltrexus; temía que podría empeorarlo todo, terminando de enterrar su sueño.
Tal vez por ese temor obligó a Mellea y al resto a reconstruir la taberna. En el fondo, quería que Mellea ya no quisiera ayudarla, que no la hiciera avanzar por ese camino que intentó recorrer hasta un año atrás.
Pero…
«¿Qué sentido tiene vivir si no obtienes lo que quieres?», fue lo que Zelas le dijo, entonces.
Era cierto.
Ella no quería trabajar en una taberna por el resto de sus días. Ella no quería que su abuelo siguiera triste porque su amada nieta había escogido la resignación. Ella no quería que, antes de dar el último suspiro, se arrepintiera de las decisiones de su vida.
¿Qué sentido tendría una vida así?
Mientras avanzábamos por el pasillo, ella lo comprendió, gracias a ese último empujón que significaron las palabras del elfo. Sería desgarrador y amargo intentarlo y fracasar, pero no podría arrepentirse de eso. Sin embargo, si ni siquiera lo intentaba, entonces ella misma no podría perdonarse, no después de ver a alguien esforzarse por algo que ni siquiera era importante.
Ahora Sienna sabía qué debía hacer.
A pesar de su temor al fracaso, volvería a recorrer el camino que abandonó, por ese sueño, esa meta, que sí era importante para ella.
–Ahora enséñale a este elfo inepto lo que me enseñaste a mí –pidió con afabilidad Mellea a Hastiele.
–¿Entonces para qué te instruí por el camino si igual no le enseñarás tú? –inquirió la elfa.
–¿Para qué crees que quise que vinieras, entonces?
–Para asegurarme de que sí aprendiste y, más importante, porque me dijiste que me darías un lugar donde quedarme esta noche si los acompañaba.
–Vale, Sienna te dará una habitación.
–¿Qué yo qué? –preguntó Sienna, tomada por sorpresa–. Solo puedo darle una habitación, y esa es la que me dijiste que le diera a Zelas.
–Donde cabe un elfo, caben dos. Además, son familia: están acostumbrados a compartir.
–¿Podrían dejar de discutir y empezar con lo que vinimos a hacer, por favor? –sugerí, cansado y aburrido.
Luego de eso, finalmente pasamos a lo importante. Hastiele me enseñó a manejar el metal de las cimitarras, mezclándolas con mi propio éter élfico de una manera específica. Eso, combinado a la posterior enseñanza de Sienna, me permitió poder establecer una conexión mágica entre las armas. Y, por último, gracias a Mellea pude construir de una manera óptima lo que uniría cada par de espadas.
Luego de unas cuantas horas, cuando las chicas ya se habían marchado y yo era el único aún despierto en el taller, el trabajo fue terminado.
Al ver mi obra hecha, sonreí satisfecho. De inmediato busqué a Zelas, donde sea que estuviera. Al encontrarlo, caminé, muy lentamente, hacia su dirección y me detuve frente a él, extendiéndole el par de espadas dobles, mostrándole una leve sonrisa que apenas pude esbozar dado mi agotamiento.
–Vale –dije con pocas energías–, aquí tienes. Ha sido mucho más difícil de lo que creí, pero ya cumplí. Por favor, pruébalas –le sugerí–. Ah, casi lo olvido. Si quieres colocarles encantamientos, solo hace falta uno por cada par, dado que estas cimitarras tienen una conexión mágica –expliqué–. Es decir, cada par de cimitarras conservará el encantamiento que tiene siendo una espada doble. Pero solo un encantamiento por par; no podrás colocarle uno a cada una, ya que un nuevo encantamiento borraría al anterior. –Alcé la mirada, pensativo. ¿Había algo más que mencionar? Tal vez, pero estaba demasiado cansado para recordar. Volví a mirar al elfo–. Bien, serían 320 aeros por el trabajo –indiqué finalmente.
Ni siquiera pensaba cobrarle por la mano de obra. Solo los materiales, dado que valoré el nuevo conocimiento adquirido al final de todo. Pero ni fue posible eso. Él no tenía tanto encima, así que me vi obligado a poner de mi propio bolsillo.
Pero lo había abandonado. Se había rendido. Y, a pesar de la increíble oferta de Mellea, ella aún no estaba segura de que podría alcanzar su meta. Temía que podría fallar, como antes en Beltrexus; temía que podría empeorarlo todo, terminando de enterrar su sueño.
Tal vez por ese temor obligó a Mellea y al resto a reconstruir la taberna. En el fondo, quería que Mellea ya no quisiera ayudarla, que no la hiciera avanzar por ese camino que intentó recorrer hasta un año atrás.
Pero…
«¿Qué sentido tiene vivir si no obtienes lo que quieres?», fue lo que Zelas le dijo, entonces.
Era cierto.
Ella no quería trabajar en una taberna por el resto de sus días. Ella no quería que su abuelo siguiera triste porque su amada nieta había escogido la resignación. Ella no quería que, antes de dar el último suspiro, se arrepintiera de las decisiones de su vida.
¿Qué sentido tendría una vida así?
Mientras avanzábamos por el pasillo, ella lo comprendió, gracias a ese último empujón que significaron las palabras del elfo. Sería desgarrador y amargo intentarlo y fracasar, pero no podría arrepentirse de eso. Sin embargo, si ni siquiera lo intentaba, entonces ella misma no podría perdonarse, no después de ver a alguien esforzarse por algo que ni siquiera era importante.
Ahora Sienna sabía qué debía hacer.
A pesar de su temor al fracaso, volvería a recorrer el camino que abandonó, por ese sueño, esa meta, que sí era importante para ella.
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–Ahora enséñale a este elfo inepto lo que me enseñaste a mí –pidió con afabilidad Mellea a Hastiele.
–¿Entonces para qué te instruí por el camino si igual no le enseñarás tú? –inquirió la elfa.
–¿Para qué crees que quise que vinieras, entonces?
–Para asegurarme de que sí aprendiste y, más importante, porque me dijiste que me darías un lugar donde quedarme esta noche si los acompañaba.
–Vale, Sienna te dará una habitación.
–¿Qué yo qué? –preguntó Sienna, tomada por sorpresa–. Solo puedo darle una habitación, y esa es la que me dijiste que le diera a Zelas.
–Donde cabe un elfo, caben dos. Además, son familia: están acostumbrados a compartir.
–¿Podrían dejar de discutir y empezar con lo que vinimos a hacer, por favor? –sugerí, cansado y aburrido.
Luego de eso, finalmente pasamos a lo importante. Hastiele me enseñó a manejar el metal de las cimitarras, mezclándolas con mi propio éter élfico de una manera específica. Eso, combinado a la posterior enseñanza de Sienna, me permitió poder establecer una conexión mágica entre las armas. Y, por último, gracias a Mellea pude construir de una manera óptima lo que uniría cada par de espadas.
Luego de unas cuantas horas, cuando las chicas ya se habían marchado y yo era el único aún despierto en el taller, el trabajo fue terminado.
Al ver mi obra hecha, sonreí satisfecho. De inmediato busqué a Zelas, donde sea que estuviera. Al encontrarlo, caminé, muy lentamente, hacia su dirección y me detuve frente a él, extendiéndole el par de espadas dobles, mostrándole una leve sonrisa que apenas pude esbozar dado mi agotamiento.
–Vale –dije con pocas energías–, aquí tienes. Ha sido mucho más difícil de lo que creí, pero ya cumplí. Por favor, pruébalas –le sugerí–. Ah, casi lo olvido. Si quieres colocarles encantamientos, solo hace falta uno por cada par, dado que estas cimitarras tienen una conexión mágica –expliqué–. Es decir, cada par de cimitarras conservará el encantamiento que tiene siendo una espada doble. Pero solo un encantamiento por par; no podrás colocarle uno a cada una, ya que un nuevo encantamiento borraría al anterior. –Alcé la mirada, pensativo. ¿Había algo más que mencionar? Tal vez, pero estaba demasiado cansado para recordar. Volví a mirar al elfo–. Bien, serían 320 aeros por el trabajo –indiqué finalmente.
Ni siquiera pensaba cobrarle por la mano de obra. Solo los materiales, dado que valoré el nuevo conocimiento adquirido al final de todo. Pero ni fue posible eso. Él no tenía tanto encima, así que me vi obligado a poner de mi propio bolsillo.
Rauko
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Re: En lugar conocido [Mastereado]
Biusas, eran todo lo que uno pudiera imaginar y mas, ya se había comido 4 cuando recordó que debía mantener su cuerpo en constante calor si quería que sus heridas sanaran rápido y no le molestaran, así que se puso a hacer ejercicio mientras todos los demás trabajaban, ya se había puesto su arnés cuando apareció el mayordomo de Rauko al cual había golpeado accidentalmente al inicio de esta travesía, -¿no tienes nada mejor que hacer?- pregunto este, haciendo que Zelas alzara una ceja y formara una sonrisa burlona en su rostro -la verdad sea dicha, pues no, no tengo nada mejor que hacer... quieres unirte a una pelea de entrenamiento?, si eres habilidoso podrías devolverme el golpe que te di antes- el mayordomo sopeso la idea por un momento, luego desestimo la oferta -paso, pareces una abominación al estar cubierto de vendas, ademas, he visto como pelean los elfos, no me agradan sus maromas- dijo al momento que se retiraba, Zelas se encogió de hombros mientras iba hacia afuera.
Se estaba estirando cuando apareció Rauko con las armas, los ojos de Zelas brillaron asombrados ante lo que veían, se quedo con ambas espadas dobles, una por cada mano, las agito un poco, clavo una en el piso y comenzó a girar la otra rápidamente en una mano, parecía que jugaba con ellas pero en realidad las estudiaba, calculaba su peso, veía como podía adaptarse para utilizarlas mejor y entonces lo comprendió, pateo la otra espada doble y la giro con su mano libre, sin dudas algo entretenido y peligroso de ver. -Se sienten genial pero solo he encontrado un problema...- Rauko lo observo alzando una ceja, mientras Zelas seguía girando sus armas -bueno, 2 para ser mas precisos, el primero es que no tengo la totalidad del dinero, así que te entregare lo que tengo y el resto te lo pagare trabajando para ti, al fin y al cabo, ya sabes lo que soy capaz de hacer.... el otro problema sin embargo es un poco mas complicado..... no se como parar.... y ya me estoy cansando- dijo al momento que seguía girando sus armas sin detenerse, entonces lo entendió, lanzo una de sus armas girando lo mas alto que pudo, para sujetar la otra rápidamente con ambas manos y disminuir su velocidad, para clavarla en el piso y alcanzar a sujetar la otra arma con su mano libre liberando el mecanismo que las mantenía unidas y alcanzando a atrapar la cimitarra con su otra mano antes que dañara al mismo Rauko. Luego de entregarle los aeros que tenia, acordaron como seria la forma en que Zelas le ayudaría y tomaron caminos separados por esa noche.
Esa noche se quedo durmiendo en una de las colinas, estaba demasiado cansado para volver a la posada, cuando despertó a la mañana siguiente noto que algo se movía en la parte inferior de la colina, se acerco a la creatura cuando noto lo que realmente era, un Fèidh junto a dos semillas que emitían una extraña energía -esto va directamente a mi bolsillo- dijo al momento de tomar las semillas y guardarlas, el pequeño Fèidh blanquecino lo observo con curiosidad, con solo ese detalle Zelas pudo saber que no podía tener mucho tiempo vivo, 2 meses cuando mucho -muy bien pequeñín, porque estas solo, eres un debilucho o hiciste enojar a alguien que no debías- en ese momento la pequeña creatura arremetió contra su pierna, rebotando con la misma y sin mover para nada a Zelas -eso responde mi pregunta- el elfo se agacho para ver mejor al Fèidh, pensó por un momento que haría al respecto, se decidió por abandonarlo y cuando comenzó a caminar noto como la creatura lo seguía.... -de acuerdo ya entendí.... pero para eso necesitas un nombre.... ya que todos dirán mal tu nombre... te llamaras Aion- dijo al momento que lo tomaba entre sus brazos y caminaba con su nuevo compañero en brazos, quizás era eso lo que necesitaba para cambiar un poco, ahora tenia armas nuevas y un compañero nuevo, sin mas se dirigió al pueblo por algo de comer.
Se estaba estirando cuando apareció Rauko con las armas, los ojos de Zelas brillaron asombrados ante lo que veían, se quedo con ambas espadas dobles, una por cada mano, las agito un poco, clavo una en el piso y comenzó a girar la otra rápidamente en una mano, parecía que jugaba con ellas pero en realidad las estudiaba, calculaba su peso, veía como podía adaptarse para utilizarlas mejor y entonces lo comprendió, pateo la otra espada doble y la giro con su mano libre, sin dudas algo entretenido y peligroso de ver. -Se sienten genial pero solo he encontrado un problema...- Rauko lo observo alzando una ceja, mientras Zelas seguía girando sus armas -bueno, 2 para ser mas precisos, el primero es que no tengo la totalidad del dinero, así que te entregare lo que tengo y el resto te lo pagare trabajando para ti, al fin y al cabo, ya sabes lo que soy capaz de hacer.... el otro problema sin embargo es un poco mas complicado..... no se como parar.... y ya me estoy cansando- dijo al momento que seguía girando sus armas sin detenerse, entonces lo entendió, lanzo una de sus armas girando lo mas alto que pudo, para sujetar la otra rápidamente con ambas manos y disminuir su velocidad, para clavarla en el piso y alcanzar a sujetar la otra arma con su mano libre liberando el mecanismo que las mantenía unidas y alcanzando a atrapar la cimitarra con su otra mano antes que dañara al mismo Rauko. Luego de entregarle los aeros que tenia, acordaron como seria la forma en que Zelas le ayudaría y tomaron caminos separados por esa noche.
Esa noche se quedo durmiendo en una de las colinas, estaba demasiado cansado para volver a la posada, cuando despertó a la mañana siguiente noto que algo se movía en la parte inferior de la colina, se acerco a la creatura cuando noto lo que realmente era, un Fèidh junto a dos semillas que emitían una extraña energía -esto va directamente a mi bolsillo- dijo al momento de tomar las semillas y guardarlas, el pequeño Fèidh blanquecino lo observo con curiosidad, con solo ese detalle Zelas pudo saber que no podía tener mucho tiempo vivo, 2 meses cuando mucho -muy bien pequeñín, porque estas solo, eres un debilucho o hiciste enojar a alguien que no debías- en ese momento la pequeña creatura arremetió contra su pierna, rebotando con la misma y sin mover para nada a Zelas -eso responde mi pregunta- el elfo se agacho para ver mejor al Fèidh, pensó por un momento que haría al respecto, se decidió por abandonarlo y cuando comenzó a caminar noto como la creatura lo seguía.... -de acuerdo ya entendí.... pero para eso necesitas un nombre.... ya que todos dirán mal tu nombre... te llamaras Aion- dijo al momento que lo tomaba entre sus brazos y caminaba con su nuevo compañero en brazos, quizás era eso lo que necesitaba para cambiar un poco, ahora tenia armas nuevas y un compañero nuevo, sin mas se dirigió al pueblo por algo de comer.
Zelas Hazelmere
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Re: En lugar conocido [Mastereado]
Lo siento, como ya había dado las recompensas y Zelas había optado por la alternativa que no requiere más cambios, no había considerado necesario intervenir más en este tema, pero me avisaron de que aún esperáis que lo cierre.
Como dije, las recompensas ya han sido añadidas a vuestros perfiles. Zelas conserva la mascota, junto a las semillas. La mascota irá creciendo a lo largo de los roles, para llegar a la adultez en dos años on-rol. Puede ir relatando paulatinamente cómo se desarrolla y va pasando de ser algo puramente de "adorno" al comienzo, hasta un animal que puede dar utilidad a su amo.
Este tema queda oficialmente cerrado.
Rad
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