La voz de la locura [Privado] (Cerrado)
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La voz de la locura [Privado] (Cerrado)
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] Había leído sobre ella, diferentes escritos coincidían en sus propiedades y a pesar de las condiciones específicas que necesitaba para sobrevivir, no eran nada especiales, era fácil de encontrar. Estaría bien contar con algunos ejemplares, bastaba con dar con un lugar húmedo, pero poco sombrío... Eso descartaba cualquier localización orientada al norte, cosa que la venía de perlas, algo en lo que ocupar el tiempo en su viaje de vuelta. Había logrado hacerse con un mapa de la zona en la última posada donde había descansado, rudimentario, pero serviría. Conocía bien el oeste del Tymer, frondoso, pero demasiado muerto seco. El este, por otra parte, no lo había frecuentado demasiado, aunque si sabía de un pantano rodeado de bosque que no quedaba lejos de la hondonada. Un par de días a pie, quizá tres. Seguro que serían tres. Incluso, ¿puede que cuatro? No estaba demasiado segura de la veracidad de las distancias marcadas en aquel pergamino. En cualquier caso, sería un buen lugar donde buscar.
Pateó las cañadas río abajo, pasando varias noches a sus orillas. Un tramo tranquilo, a pesar de ser frecuentado por caravanas comerciales que atravesaban los bosques orientales desde las ciudades importantes de más al norte para hacer negocios en las tierras de Sandorai, que poco a poco se curaban las heridas y trataban de retomar la normalidad. Muchas veces se había parado a pensar en cómo aquello había cambiado su percepción de la Historia que tan arraigada se mantenía en la sociedad de los elfos y que ahora realmente comprendía. A decir verdad, comprendía el dolor y hasta el rencor, pero no las razones. Habían pasado siglos desde las grandes guerras y parecían no haber avanzado, o tal vez era cierto aquello de que el destino está fijado y era todo lo que podían esperar de aquel ciclo que ponía a prueba una y otra vez la capacidad de resurgir de su pueblo. Lo harían de nuevo, si el caos estaba escrito, por ende, también lo estaba su fortaleza.
Aquella tarde caminaba distraída, ya se acercaba el momento de pensar en el próximo árbol en el que dormiría. Se río para sí, a veces se sorprendía cuando se paraba a pensar en la vida que llevaba ahora, cuán diferente era a la que hubiese imaginado años atrás. Suspiró, de manera apacible. Debería hacerlo más, viajar sin un destino, explorar, estudiar sobre el terreno. Aquel año que pasó errante entre la foresta había sido enormemente enriquecedor y volver a tomarse tiempos así era el mejor remedio para recomponerse, habían pasado tantas cosas que apenas había tenido espacios para asimilarlas. Y mientras pensaba en ello no se dio cuenta de a dónde la llevaron sus pasos... Poco faltó para venirse abajo por aquella gran oquedad que se encontraba tras un desnivel oculto bajo árboles de grueso tronco, boyantes arbustos y abundantes matorrales.
Un arroyo solitario, alejado de su cauce padre, se abría paso entre la frondosidad hasta caer por el cráter que se abría ante ella. Se asomó con precaución, bajo sus pies se abría un rincón que marcaba la diferencia con todo lo que había visto hasta el momento en aquel bosque. A simple vista podía parecer la misma flora que la rodeaba, pero al observar con mayor detalle se apreciaban ciertas diferencias que sin duda se daban debido al microclima que se formaba en aquella cueva. No fue tan fácil dar con un resquicio en la loma erosionada por el que poder descender sin peligro de desnucarse, pero logró tocar tierra firme sin demasiados arañazos. Era extraño pensar que se encontraba en el subsuelo, un acuífero natural que habría permanecido enterrado hasta que el paso del tiempo y el clima habían hecho mella y lo habían abierto al mundo.
Incrustada en la roca se aparecía la entrada a las oscuras, frías y húmedas galerías que quién sabía lo que esconderían, si no fuera porque los rayos del gran astro apenas incidían ya en el interior de aquel recóndito espacio se habría adentrado de lleno, mejor sería ser sensata. Se acercó a la pequeña poza que creaba la fina cascada, el agua estaba tibia, había acumulado el calor del día y ahora contrastaba notablemente con el ambiente de fuera, y la cristalinidad dejaba ver sin forzar la vista las distintas especies acuáticas que nadaban tranquilas entre la vegetación sumergida. Recurrió al mapa una vez más, nada parecido aquello figuraba en él. Justo lo que necesitaba.
Pateó las cañadas río abajo, pasando varias noches a sus orillas. Un tramo tranquilo, a pesar de ser frecuentado por caravanas comerciales que atravesaban los bosques orientales desde las ciudades importantes de más al norte para hacer negocios en las tierras de Sandorai, que poco a poco se curaban las heridas y trataban de retomar la normalidad. Muchas veces se había parado a pensar en cómo aquello había cambiado su percepción de la Historia que tan arraigada se mantenía en la sociedad de los elfos y que ahora realmente comprendía. A decir verdad, comprendía el dolor y hasta el rencor, pero no las razones. Habían pasado siglos desde las grandes guerras y parecían no haber avanzado, o tal vez era cierto aquello de que el destino está fijado y era todo lo que podían esperar de aquel ciclo que ponía a prueba una y otra vez la capacidad de resurgir de su pueblo. Lo harían de nuevo, si el caos estaba escrito, por ende, también lo estaba su fortaleza.
Aquella tarde caminaba distraída, ya se acercaba el momento de pensar en el próximo árbol en el que dormiría. Se río para sí, a veces se sorprendía cuando se paraba a pensar en la vida que llevaba ahora, cuán diferente era a la que hubiese imaginado años atrás. Suspiró, de manera apacible. Debería hacerlo más, viajar sin un destino, explorar, estudiar sobre el terreno. Aquel año que pasó errante entre la foresta había sido enormemente enriquecedor y volver a tomarse tiempos así era el mejor remedio para recomponerse, habían pasado tantas cosas que apenas había tenido espacios para asimilarlas. Y mientras pensaba en ello no se dio cuenta de a dónde la llevaron sus pasos... Poco faltó para venirse abajo por aquella gran oquedad que se encontraba tras un desnivel oculto bajo árboles de grueso tronco, boyantes arbustos y abundantes matorrales.
Un arroyo solitario, alejado de su cauce padre, se abría paso entre la frondosidad hasta caer por el cráter que se abría ante ella. Se asomó con precaución, bajo sus pies se abría un rincón que marcaba la diferencia con todo lo que había visto hasta el momento en aquel bosque. A simple vista podía parecer la misma flora que la rodeaba, pero al observar con mayor detalle se apreciaban ciertas diferencias que sin duda se daban debido al microclima que se formaba en aquella cueva. No fue tan fácil dar con un resquicio en la loma erosionada por el que poder descender sin peligro de desnucarse, pero logró tocar tierra firme sin demasiados arañazos. Era extraño pensar que se encontraba en el subsuelo, un acuífero natural que habría permanecido enterrado hasta que el paso del tiempo y el clima habían hecho mella y lo habían abierto al mundo.
Incrustada en la roca se aparecía la entrada a las oscuras, frías y húmedas galerías que quién sabía lo que esconderían, si no fuera porque los rayos del gran astro apenas incidían ya en el interior de aquel recóndito espacio se habría adentrado de lleno, mejor sería ser sensata. Se acercó a la pequeña poza que creaba la fina cascada, el agua estaba tibia, había acumulado el calor del día y ahora contrastaba notablemente con el ambiente de fuera, y la cristalinidad dejaba ver sin forzar la vista las distintas especies acuáticas que nadaban tranquilas entre la vegetación sumergida. Recurrió al mapa una vez más, nada parecido aquello figuraba en él. Justo lo que necesitaba.
Última edición por Aylizz Wendell el Sáb Dic 12 2020, 12:27, editado 1 vez
Aylizz Wendell
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Re: La voz de la locura [Privado] (Cerrado)
No podía quedarse. Había llegado hacía apenas unos días, y el sentimiento de fracaso alojado en el hogar paterno casi parecía estallarle dentro del cráneo como una enfermedad que amenazaba con volverle loco. Todo cuanto veía, las conversaciones sencillas con las gentes con las que había crecido, los paseos despreocupados por las lindes de Folnaien, resultaban irritantes. Todo cuanto tenía en la cabeza era la extraña mezcla de odio e incertidumbre.
Aprovechando que la familia llianon, de Valner, uno de sus amigos de la infancia, partía hacia Dundarak a fin de estudiar junto a los dracónidos unos aparecidos restos datados seis siglos atrás, Nousis se unió a la comitiva. No pensaba regresar al helado norte, tampoco estaba seguro de hasta donde llegaría. Sólo buscaba alejarse unas semanas de las miradas de las familias de su tierra. Si bien los Ilianon lo trataban con cierta condescendencia, como si el Indirel fuera aun un niño que buscaba sueños imposibles mientras ellos se dedicaban a desentrañar los reales secretos que el pasado escondía, no dudaron en acogerle. El mismo Valner solía observarle con un punto de arrogancia que oscurecía los ojos grises del espadachín. Apenas hablaban hacía décadas. Uno con los pies firmemente asentados en la tierra. Otro aún no había perdido la esperanza de alcanzar el cielo.
Una de las conversaciones más largas que tuvieron desde hacía medio siglo nació tras seguir religiosamente los meandros del Tymer a lo largo de doce jornadas, tan sólo sacudidas por el pobre intento de unos salteadores que no produjeron víctimas entre los elfos, huyendo a fin de buscar presas más sencillas y en número menos nutrido. Acabada la lucha, Nou tomó hastiado una manzana, mordiéndola con la mirada perdida. Su espada, clavada en la tierra, aún goteaba sangre de uno de los dos infelices que había pagado con la vida su intento. No tenía ganas de limpiarla. Sentía que apenas sabía usarla. ¿Y si su última derrota había sido real? Tiró la fruta enfadado y sentado, apoyó la cabeza en sus manos entrelazadas.
-No has perdido aptitudes- las palabras, pese al agradable tono, restallaron en sus oídos como una burla casi gritada, a causa de los pensamientos que le carcomían- Veo por qué sigues vivo tras tantos viajes lejos de Folnaien.
Nousis no se giró, limitándose a mirarle de reojo sin esbozar siquiera una sonrisa.
-Hay muchos mejores que yo. No me ha servido de nada por el momento.
-Sigues vivo- repitió Valner, sentándose cerca de él- Aunque parece una vida dura, la que has elegido.
-¿Te refieres a una vida desordenada, sin un trabajo real -recalcó la palabra, consciente que una minoría dentro del pueblo donde había nacido lo veían como alguien que no encajaba en los parámetros que se hubiesen esperado de él- y sin esposa?
-No es nada vergonzoso ser mercenario- su oyente abrió los ojos de forma peligrosa, apretando los labios hasta hacerles perder el color. ¿Es que era estúpido?
-No soy un mercenario- cortó lentamente.
-Buscas tesoros antiguos, y vendes tu espada fuera de Sandorai- las palabras de su conocido resultaban aterciopeladas, un envoltorio suave para un interior que empezaba a enfadarle- Así llamo yo a eso. Tal vez me equivoque.
-Os intento proteger a todos- espetó, irritado- He recorrido el continente en busca de algo que pueda salvarnos. Creía que todos estabais al corriente. Mis actos fuera del bosque están dictados por proteger a la gente y sí, ganarme la vida en tierras de bárbaros. Yo escojo mis trabajos.
La media sonrisa del historiador fue como un puñetazo. Altanera, con un punto de desprecio que hizo levantarse a Nou y cruzarse de brazos para no perder el control.
-Tal vez luchases en la guerra, y es posible que nos protegieses. Pero te iría mejor echando raíces en Folnaien, y dedicándote a tu orfebrería o como parte de la guardia de la tribu. Incluso con los míos, si prefieres estudiar hechos y no mitos. El pasado está muerto, las guerras antiguas han terminado. Vive en paz, y ayuda a tu clan a prosperar, o se extinguirá contigo- dijo, antes de dar la espalda al espadachín y encauzar sus pasos a la hoguera que algunos de sus familiares ya habían preparado.
Nousis recogió su espada, y la limpió con lentitud, mirando sin ver en la dirección en la que Valner se alejaba. Lo expresado por el Ilianon era sus propias dudas en sus momentos de mayor flaqueza. Sus padres aún podían valerse por sí mismos, ¿qué ocurriría cuando no fuese así? Si debía cuidar de ellos, necesitaba una vida más común y rutinaria. Claro que el clan los protegería, mas nadie entendería que él no les propiciase un ocaso lo más cómodo posible.
Aún quedaban décadas para ello. Sólo habían pasado cinco años desde el inicio de sus viajes. ¿Y si nunca encontraba nada? ¿Y si Sandorai sufría otro ataque que fuese incapaz de contrarrestar? ¿Estaba perdiendo el tiempo?
Miró al cielo, como esperando una respuesta que por supuesto, no llegó. Tan sólo la claridad de que era hora de abandonar la caravana. Se despidió de forma fría y distante de Valner, complacido por un rostro marcado por la incredulidad y cierta culpa, antes de adentrarse de los bosques que, calculaba, aun distaban una semana de aquellos que componían la Arboleda Central. Mucho había aprendido. Mucho había recorrido. Y era la primera vez que se dejaba hundir en una espesura semi desconocida. Si la locura, la ira o la sensación de fracaso estaban al mando de sus actos, era algo que no podía discernir.
Nousis Indirel
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Re: La voz de la locura [Privado] (Cerrado)
Se desperezó descansada tras una reparadora cabezada, al advertir la posición del sol que comenzaba a ocultarse entre las copas dedujo que hacía lo menos dos horas que había comenzado a meditar. Si, puede que lo hubiera conseguido durante los primeros veinte minutos. Decidió aprovechar el tiempo que aun quedaba de luz para tratar de hacerse con algo para la cena y, por qué no, darse un baño tranquilo. Sería lo mejor tras aquella tarde tan demoledora. Su escasa habilidad para la caza unida a la inexistente fauna que parecía haber en aquel rincón entre foresta complicaron su principal tarea antes del anochecer y no tuvo mejor suerte con la pesca. Aquellos ejemplares eran llamativos, demasiado para ser comestibles, después de varias indigestiones y algún que otro episodio febril había comprendido que los peces, así como las plantas, cuanto más hermosos más venenosos. Asumió otra noche sin nada con lo que acompañar la hoguera y pasó a su segundo objetivo, esa pequeña piscina natural la estaba llamando a voces, unas que, gracias a los dioses, nadie más podía escuchar.
No se demoró más tiempo en desquitarse de sus bártulos y ropajes, dejándolo todo bien cercano a la orilla, por mucho que le hubiese gustado era consciente de que, aunque ahora no pareciese ser así, el bosque no era desierto. Se relajó un rato, jugueteó otro tanto, nadó y se dejó flotar inmóvil durante largos y ausentes minutos, hasta que la claridad del cielo se volvió ocre y el paisaje alrededor se cubrió con ese manto especial que regala el ocaso. Salió del agua sintiéndose capaz hasta de flotar, después de tantos días caminando realmente necesitaba un descanso, se visitó como si aquellas ropas fueran las mejores telas y se recogió de forma despreocupada el pelo empapado antes de desperezarse una última vez. Isil no tardaría en despertar, sería mejor tener el fuego preparado cuando eso ocurriera.
Casi estaba terminando de recoger leños para prender bajo los árboles más secos cuando la calma que la había acompañado aquel día se turbó de repente. Se agazapó entre los arbustos más altos y se quedó en silencio. Alguien se acercaba, alguien no humano, podía sentirlo. Depositó cuidadosamente los troncos en el suelo, a falta de uno que mantuvo agarrado, serviría para un buen golpe en caso necesario. Prestó atención en la garbosidad de los pasos que cada vez se sentían más cerca y el chasquido de una rama al ser pisada reveló por dónde aparecerían. Retrocedió sin dejarse ver hasta dar el rodeo suficiente para no encontrarse al caminante de frente y se mantuvo oculta. No tardó en dejarse ver la figura de un ser abriéndose paso entre la maleza hasta el claro de la cueva. ¡¿EN SERIO?! Apretó los labios para ahogar una carcajada, aquel elfo estirado una vez más, ¿de quién estaría huyendo por salvar la vida esta vez? Tuvo un arranque por ponerse en pie pero en aquel instante una -tal vez no demasiado brillante- idea se le apareció en la cabeza.
Lo observó en silencio, inmóvil, hasta asegurarse de que no había reparado en ella, lo supo en cuanto vio que no se mostraba preocupado, de lo contrario habría desenfundado al mínimo indicio de peligro. Sólo cuando advirtió que divagaba distraído salió de su escondite y se acercó a él por la espalda. Con un rápido movimiento desenfundó su daga y se la colocó en el cuello, mientras con la otra mano apretaba el madero contra su espalda, adoptando una voz y una postura intimidante tras él. ¿Qué podía salir mal?
-Tu botín o tu vida.
No se demoró más tiempo en desquitarse de sus bártulos y ropajes, dejándolo todo bien cercano a la orilla, por mucho que le hubiese gustado era consciente de que, aunque ahora no pareciese ser así, el bosque no era desierto. Se relajó un rato, jugueteó otro tanto, nadó y se dejó flotar inmóvil durante largos y ausentes minutos, hasta que la claridad del cielo se volvió ocre y el paisaje alrededor se cubrió con ese manto especial que regala el ocaso. Salió del agua sintiéndose capaz hasta de flotar, después de tantos días caminando realmente necesitaba un descanso, se visitó como si aquellas ropas fueran las mejores telas y se recogió de forma despreocupada el pelo empapado antes de desperezarse una última vez. Isil no tardaría en despertar, sería mejor tener el fuego preparado cuando eso ocurriera.
Casi estaba terminando de recoger leños para prender bajo los árboles más secos cuando la calma que la había acompañado aquel día se turbó de repente. Se agazapó entre los arbustos más altos y se quedó en silencio. Alguien se acercaba, alguien no humano, podía sentirlo. Depositó cuidadosamente los troncos en el suelo, a falta de uno que mantuvo agarrado, serviría para un buen golpe en caso necesario. Prestó atención en la garbosidad de los pasos que cada vez se sentían más cerca y el chasquido de una rama al ser pisada reveló por dónde aparecerían. Retrocedió sin dejarse ver hasta dar el rodeo suficiente para no encontrarse al caminante de frente y se mantuvo oculta. No tardó en dejarse ver la figura de un ser abriéndose paso entre la maleza hasta el claro de la cueva. ¡¿EN SERIO?! Apretó los labios para ahogar una carcajada, aquel elfo estirado una vez más, ¿de quién estaría huyendo por salvar la vida esta vez? Tuvo un arranque por ponerse en pie pero en aquel instante una -tal vez no demasiado brillante- idea se le apareció en la cabeza.
Lo observó en silencio, inmóvil, hasta asegurarse de que no había reparado en ella, lo supo en cuanto vio que no se mostraba preocupado, de lo contrario habría desenfundado al mínimo indicio de peligro. Sólo cuando advirtió que divagaba distraído salió de su escondite y se acercó a él por la espalda. Con un rápido movimiento desenfundó su daga y se la colocó en el cuello, mientras con la otra mano apretaba el madero contra su espalda, adoptando una voz y una postura intimidante tras él. ¿Qué podía salir mal?
-Tu botín o tu vida.
Aylizz Wendell
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Re: La voz de la locura [Privado] (Cerrado)
La marea de su enfado lo arrastró paso a paso hasta lo más intrínseco de la foresta. El viento silbaba, amenazando con sacudir unas nubes ya predispuestas a dar de beber al verdor que rodeaba por doquier al elfo. Nou respiró profundamente, agradecido de la suavidad que el aire poseía en los momentos previos a la lluvia. Era algo difícil de explicar, que le causaba una calma necesaria tras la conversación con Valner. Como mala suerte llamando a mala suerte, tras rememorar las palabras de su congénere, llegó a él la imagen de Neralia. Una sonrisa triste se hizo hueco en unos labios más acostumbrados a la seriedad que sus misiones exigían. Tal vez todo se resumía en que no había conseguido ser suficiente para ella. O quizá, la había conocido demasiado tarde, en sus pensamientos más optimistas. Sus pasos no volverían, estaba convencido, a llevarlos a un mismo lugar. Nunca se despertaría con sus ojos grises posados en su cabello alborotado. Había escogido, y lo había hecho para siempre.
Dan, ú-´eveditham, pensó.
El vuelo de un azor desdibujó el recuerdo de la elfa, al llamar su atención. Volvió la vista al suelo y de éste a su espada, antes de desenvainarla y tras despojarse de la recia capa que había adquirido en Lunargenta apenas unas semanas atrás, se dispuso a practicar con la idea de dejar su mente en blanco.
Vano intento. Como grupo numeroso tratando de abrirse paso por una puerta estrecha, fueron colándose de golpe Marielle, ese pequeño demonio sádico. Ryuu llegó después seguido de Tarek. Mas cuando la siguiente imagen buscó retozar en el lago de sus pensamientos, sencillamente se negó, alcanzando uno de los árboles con un tajo horizontal, de tal modo que la propia espada quedó incrustada sin necesidad de fuerza por su parte. Nou se llevó los dedos de la mano diestra a la frente, riendo sin emitir apenas sonido alguno. Volvió a tomar su arma.
-Mejor, sigamos- dijo a sí mismo y la nada.
Para su extrañeza, el bosque se fue difuminando, como si de algún modo le estuviera dando una extraña y desconcertante bienvenida. La densidad de la arboleda fue disminuyendo, abriéndose pequeños claros hasta alcanzar una entrada de respetable tamaño a una cueva. Se detuvo como si hubiese topado con una pared, con sus pupilas como faros de pura desconfianza. Bestias, sectas, criminales, brujos, trasgos… casi había perdido la cuenta de cuantas criaturas le habían atacado en las profundidades de la tierra. De ningún modo volvería a exponerse a un peligro incierto con su sentido común intacto.
Curioso no obstante, se acercó a la boca de la cueva. Y no hubiese entrado, pese a que el olor que la misma emanaba nada tenía que ver con un cubil de osos o lobos, donde los restos de los cadáveres de sus presas durante años llegaban a impregnarlo todo, olfateándose a ya buena distancia, de no ser por el rumor del agua. No había cruzado curso fluvial alguno desde que había dejado el campamento medio día atrás, y desconocía el tiempo que le llevaría llegar a algún centro urbano. Rellenar la cantimplora era algo prioritario.
Se encogió de hombros. Sin señales de animales salvajes o basura de bandidos, tal vez pudiese entrar y salir por fin sin contratiempos. Pensar qué haría después, hacia donde dirigirse era otro asunto que no se veía capaz de resolver por el momento.
Mas no dejaba de resultar curioso el sentido del humor que los dioses albergaban en los asuntos de los mortales. De ello dio buena cuenta el espadachín, cuando pasó de la alarma y el instinto a una tranquilidad nacida de la seguridad y la diversión, por mor de una incredulidad perfectamente justificada. ¿Realmente…?
Le habían apuntado y amenazado con hachas, espadas, flechas, guadañas, horcas, mazas, martillos, lanzas… y si esa daga no le había rebanado el cuello, su experiencia le indicó que no lo haría aún en los segundos siguientes. Su calma aún así no llegaba de esa idea, sino de la voz que por supuesto reconoció familiar y que casi le hizo reír pese al acerado recibimiento.
Decidió seguirle el juego. Encontrársela había despejado un poco su malhumor, y con la estudiada elegancia de quien dominaba los movimientos acordes a lo que pretendía, apartó con rapidez y suavidad apartó la mano de la mujer y con ello su arma de su cuello, y agachándose antes de volver a erguirse, fintó apoyándose en un solo talón para agarrar la mano de su daga y ahora él detrás de ella, la apuntó con su propia arma, sujetando con la otra el codo del brazo restante de la elfa.
-Creéme, no quieres ninguna de las dos- respondió sonriendo, antes de soltarla, dando un paso atrás- Me alegro de verte, Aylizz.
Nousis Indirel
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Re: La voz de la locura [Privado] (Cerrado)
En el mismo momento en que su daga rozó el cuello del elfo se percató de que aquello no lo pilló por sorpresa, aunque internamente lo agradeció, había presenciado en otras ocasiones cómo su juicio se nublaba al blandir la espada, esa jugada poco discurrida podría haber acabado ensangrentada antes de haberse dado cuenta de que era ella. El alarde de habilidad en un instante apenas la dio tiempo para reaccionar, antes de darse cuenta la tenía a su merced. Aquello se sintió extraño, en ninguno de sus anteriores encuentros habían estrechado tanto las distancias, y a pesar de no ejercer ninguna fuerza las manos fueron rápidas y la agarraron con firmeza. El tono despreocupado con el que respondió en contraposición a la detallada maniobra, que ahora la inmovilizaba, hizo que sus músculos se contrajeran por un instante, en un sobresalto momentáneo, al sentir su voz tan cercana al oído. Lo miró divertida, levantando una ceja y ladeando el cuello todo lo que el espacio entre la hoja y el cuerpo a su espalda, que la sobrepasaba en notable altura, permitió.
-Vale, tienes que enseñarme a hacer eso.
Cuando estuvo liberada analizó de un vistazo la figura del espadachín, notablemente mejorada desde la última vez que lo vio. Nadie hubiese dicho que hacía no mucho un castigo divino lo había dejado a la altura de un caballo viejo que ya no vale ni para cecina, lástima para él que la elfa lo hubiese encontrado en aquel estado, no perdería la oportunidad de recordarle aquella ocasión en la que salvó su vida de convertirse en sacrificio y le brindó la ocasión de deshacer su mal con el mismo filo que segundos antes le había rozado el cuello. A pesar de volver a estar lleno de vida su imagen no distaba de lo que ya conocía, esa mirada gris y atormentada, una serenidad que en cierto modo parecía sólo apariencia y el gesto de un rostro endurecido que se esforzaba por suavizar en su presencia.
-Te veo bien, Nousis, un acierto haber pasado de la máscara, no te hacía justicia. Pero tranquilo, sin ella tampoco pareces amigable.
Acompañó la burla con una mueca mientras enfundaba de nuevo el arma. Acto seguido elevó la vista al cielo, el ocaso había traído consigo nubes que amenazaban con inundar la noche y sería mejor no tardar en ponerse a cubierto, no es que no le gustase la lluvia, pero la leña mojada no hace fuego. Recogió el tronco que la defensa del moreno la había hecho tirar al suelo y se dirigió a los arbustos donde antes había amontonado los demás, no había terminado de cargarlos cuando notó las primeras gotas caer sobre su piel. Agarró un puñado de barrujo y atravesó el claro en dirección a la gruta para hacerla su refugio, desechando la idea de pasar la noche bajo la luna. Aquel paisaje era idóneo para disfrutar de la que creía que sería una noche estrellada, una pena que el elfo hubiese traído consigo un cielo nuboso.
-Estaba a punto de encender una hoguera cuando te escuché llegar, no sé si estarás de paso pero esa cueva parece la mejor opción para permanecer seco, al menos hasta que amaine lo que está claro que se avecina. No tengo qué cenar, pero si quieres acompañarme...
No se adentró demasiado, lo suficiente para que la lluvia no cayese sobre las llamas y las paredes protegiesen en caso de levantarse el viento. No fue difícil dar con un par de cascotes, colocó entre las ramas los restos de hojas secas que había guardado y, en un alarde de habilidad, tardó poco en hacer saltar la chispa necesaria para ver nacer el fuego. Sopló varias veces para avivar las brasas y se aplaudió a sí misma por un trabajo bien hecho cuando la lumbre tomó cuerpo, sin ser consciente de que ya no estaba sola. Quizá debería mantenerse a la altura de la seriedad que definía a su acompañante, después de todo era la perfecta representación de lo que se suponía que debía ser un elfo hecho y derecho, según sus enseñanzas. Tendría que mostrar un comportamiento acorde, aunque nunca se había considerado demasiado buena desempeñando aquel papel. Estiró su capa sobre el suelo, junto al fuego, y se acomodó sobre ella. Soltó el agarre de su pelo, aun húmedo, para peinarlo y terminar de secarlo. Era agradable la calidez impregnando su piel, haciendo que entrasen en calor hasta los huesos en los que comenzaba a calar el frescor ambiental tras esconderse el sol. Pocas sensaciones eran tan placenteras como la paz que daba el chisporroteo que rompe el silencio al calor de una hoguera.
-Y bien, ¿qué te trae por tierra de nadie?
-Vale, tienes que enseñarme a hacer eso.
Cuando estuvo liberada analizó de un vistazo la figura del espadachín, notablemente mejorada desde la última vez que lo vio. Nadie hubiese dicho que hacía no mucho un castigo divino lo había dejado a la altura de un caballo viejo que ya no vale ni para cecina, lástima para él que la elfa lo hubiese encontrado en aquel estado, no perdería la oportunidad de recordarle aquella ocasión en la que salvó su vida de convertirse en sacrificio y le brindó la ocasión de deshacer su mal con el mismo filo que segundos antes le había rozado el cuello. A pesar de volver a estar lleno de vida su imagen no distaba de lo que ya conocía, esa mirada gris y atormentada, una serenidad que en cierto modo parecía sólo apariencia y el gesto de un rostro endurecido que se esforzaba por suavizar en su presencia.
-Te veo bien, Nousis, un acierto haber pasado de la máscara, no te hacía justicia. Pero tranquilo, sin ella tampoco pareces amigable.
Acompañó la burla con una mueca mientras enfundaba de nuevo el arma. Acto seguido elevó la vista al cielo, el ocaso había traído consigo nubes que amenazaban con inundar la noche y sería mejor no tardar en ponerse a cubierto, no es que no le gustase la lluvia, pero la leña mojada no hace fuego. Recogió el tronco que la defensa del moreno la había hecho tirar al suelo y se dirigió a los arbustos donde antes había amontonado los demás, no había terminado de cargarlos cuando notó las primeras gotas caer sobre su piel. Agarró un puñado de barrujo y atravesó el claro en dirección a la gruta para hacerla su refugio, desechando la idea de pasar la noche bajo la luna. Aquel paisaje era idóneo para disfrutar de la que creía que sería una noche estrellada, una pena que el elfo hubiese traído consigo un cielo nuboso.
-Estaba a punto de encender una hoguera cuando te escuché llegar, no sé si estarás de paso pero esa cueva parece la mejor opción para permanecer seco, al menos hasta que amaine lo que está claro que se avecina. No tengo qué cenar, pero si quieres acompañarme...
No se adentró demasiado, lo suficiente para que la lluvia no cayese sobre las llamas y las paredes protegiesen en caso de levantarse el viento. No fue difícil dar con un par de cascotes, colocó entre las ramas los restos de hojas secas que había guardado y, en un alarde de habilidad, tardó poco en hacer saltar la chispa necesaria para ver nacer el fuego. Sopló varias veces para avivar las brasas y se aplaudió a sí misma por un trabajo bien hecho cuando la lumbre tomó cuerpo, sin ser consciente de que ya no estaba sola. Quizá debería mantenerse a la altura de la seriedad que definía a su acompañante, después de todo era la perfecta representación de lo que se suponía que debía ser un elfo hecho y derecho, según sus enseñanzas. Tendría que mostrar un comportamiento acorde, aunque nunca se había considerado demasiado buena desempeñando aquel papel. Estiró su capa sobre el suelo, junto al fuego, y se acomodó sobre ella. Soltó el agarre de su pelo, aun húmedo, para peinarlo y terminar de secarlo. Era agradable la calidez impregnando su piel, haciendo que entrasen en calor hasta los huesos en los que comenzaba a calar el frescor ambiental tras esconderse el sol. Pocas sensaciones eran tan placenteras como la paz que daba el chisporroteo que rompe el silencio al calor de una hoguera.
-Y bien, ¿qué te trae por tierra de nadie?
Aylizz Wendell
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Re: La voz de la locura [Privado] (Cerrado)
-Sólo necesitas treinta años más- respondió Nou con un tono arrogante que desmentía al mismo tiempo una cálida sonrisa. Resultaba reconfortante intercambiar unas palabras con una muchacha que sólo conocía sus andanzas más violentas. Era lo más profundo, lo más personal, lo que le preocupaba. Ello le impidió molestarse ante la mención a la odiosa maldición que ya casi había desterrado de su memoria, como un mal sueño de varias semanas. El mero recuerdo de su debilidad atacaba de frente su habitual autoestima.
Giró la cabeza de manera inconsciente antes de volver a observarla. Sí, sabía que le había sido de utilidad contra aquellos vampiros. Pero era de los suyos. Y al igual que él sabía que la ayudaría si estaba en su mano, concebía el futuro de Sandorai bajo la premisa de la solidaridad. La apreciaba, sin necesidad de sentirse en deuda con la joven elfa.
La pulla respecto a haber ocultado su rostro sí produjo en él un ligero temblor en una elevada ceja izquierda. Otro infausto recuerdo que esa muchacha decidía poner sobre la mesa. ¿Qué ocurría con ella? Trató de analizar las escasas conversaciones que ambos habían mantenido. Los momentos distaban de ser los adecuados para conocer a alguien. Supuso que habría provocado asperezas que era necesario limar. Con otro tipo de criaturas todo era más sencillo, limitado a una mirada altanera o una pregunta en tono duro. No allí.
-Me viste, pese a mi intención de que nadie lo hiciera mientras durase el hechizo que casi termina conmigo- expresó escogiendo sus palabras de un modo apenas perceptible, acostumbrado a explicar sus ideas, descubrimientos o trabajos- Supongo que el por qué es fácil de comprender- contempló un breve lapso el afán de la mujer por transportar aquellas piezas de madera antes de proseguir- Imagino que no hemos coincidido en situaciones lo bastante tranquilas para mostrarme fuera de la manera que utilizo ante los bárbaros.
Suspiró, pasándose una mano por el cabello. Prácticamente nunca debía dar explicaciones. Era inusual que no tratase de manera amable a alguien que había nacido en el bosque y aquello le había tomado a contrapié. Decidió aceptar la invitación de la joven, y tratar de llegar a un punto donde ambos se entendiesen, fuera de lo ya vivido. Metió una mano en su bolsa de viaje, apenas visible entre su capa y su armadura y se acercó aún más a ella, tendiéndole al mismo tiempo un pedazo de carne seca y una manzana. Hubiera sido rematadamente estúpido abandonar a la familia Illianon sin provisiones para el viaje. Y él era muchas cosas, buenas y malas, mas esa no era una.
-Ten- ofreció. Le parecía un cambio adecuado ante los intentos de Aylizz por dar calor al lugar- Hubiese preferido una comida caliente, pero no tenía planeado llegar hasta aquí, ni… nada, en los últimos días, a decir verdad- sonrió con calidez y un punto de pesadumbre. No le era en absoluto ajena aquella situación. Una elfa hermosa y un lugar apartado, calmado, con el cielo por sábana. Sin embargo, nada tenía que ver con el momento presente. Se sentó, con cualquier sensación de frío alejada por sus tres capas de ropa. Ella en cambio, parecía haberse zambullido en la corriente no hacía mucho. Prefirió controlar sus pensamientos férreamente.
-Es una historia larga- respondió- y supongo que no te sorprenderá saber que los problemas no se alejan casi nunca de ella- la miró a los ojos, conocedor de que junto a él siempre se había jugado la vida- Después de cuando ocurrió en Urd, visité Lunargenta, donde volví a ver a Iori, y me vi envuelto en una guerra entre familias nobles, junto a Ryuu y un elfo llamado Tarek. Prácticamente tuvimos que salir de allí como de Baslodia aquella vez. Todo por tratar de detener una red de asesinos- sus ojos mostraron un ápice de ira, antes de calmarse- Fue el momento perfecto para volver a ver a los míos, a mi familia, y regresé a Sandorai- por algún motivo, decidió guardar para sí lo ¿ocurrido? con los licántropos de Hellfith, su gran fracaso. No estaba de humor para compartir algo así- Viajé los últimos días con unos conocidos, hasta que hace menos de un día decidí que nuestros caminos no llegaban al mismo lugar- era un eufemismo bastante evidente, y lo sabía, pero no tenía importancia. Sintió el impulso de preguntarle, de requerir de ella unas respuestas que de todas maneras, creía incapaz de darle, dada su juventud, su inexperiencia. No podría entenderlo.
-¿Y a ti? Además de tratar de entrenar el sigilo.
Nousis Indirel
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Re: La voz de la locura [Privado] (Cerrado)
Pocas palabras le bastaron al elfo para dejar claras las diferencias entre ambos, a los dos les pesaban los años pero ni por asomo las experiencias les habían enseñado de igual modo, ella tenía mucho que aprender todavía y aquel alarde de conocimientos no la dejó indiferente, no era la primera vez que alguien como él la trataba como cría indefensa, en realidad había sido así toda su vida, debería haber aprendido a que aquello no la afectase, pero era inevitable que lo sintiera como un ególatra ataque. A la edad en la que muchos de los suyos habían sostenido un arco o una espada por primera vez, a la elfa se le habían impuesto otro tipo de lecciones, bien es cierto que no podía ignorar la utilidad de muchas de ellas, al fin y al cabo las nociones para el manejo de la energía vital habían sentado las bases que ahora la permitían hacer uso de ella para otros fines. Además, se mantenía con vida después de todo, era más de lo que podría haber esperado cuando se embarcó en su viaje vital fuera de la seguridad de su hogar, si aquel señor elfo supiera de su antes y después tal vez la vería con otros ojos, o al menos mediría sus palabras.
Al siguiente apunte de su congénere no le faltó razón, puede que en cierto modo ella tampoco tuviese la mejor imagen tras lo acontecido. Había demostrado ser diestro en combate, incluso podría decirse que parecía sentirse más cómodo en situaciones de estrés donde el sonido del acero dirigiese sus pasos, además de sacar a relucir una mente en la que no era necesario adentrarse para advertir su instrucción. Altivo, orgulloso, estirado, como muchos que había conocido, por lo general sólo tratar con los que eran como él la generaba hastío. La perfecta imagen de la idea que se tenía de ellos fuera de Sandorai. Pero en sus cruces en el camino había captado ciertos detalles en su persona que la indicaban que podía haber algo más allá de esa primera imagen. A decir verdad, no podía juzgarlo por el trato que ella había recibido, el mismo que había tenido hacia todos los de su raza con los que habían coincidido, pero sí por el tenido hacia otros seres. A todos los consideraba inferiores, de alguna forma, no obstante había sido tolerante, incluso le había visto blandir la espada en su favor.
-En ese caso puedes relajarte, este lugar está demasiado apartado de los caminos. Además llevo aquí horas, si hubiese cerca algo parecido a los bárbaros de los que hablas ya me habría dado cuenta.
Asintió con la cabeza en señal de agradecimiento al tiempo que alcanzaba la comida ofrecida, aquella podía ser la primera vez que Nosis habría aparecido en el momento oportuno. Al verlo sentar, su capa se holgó dejando a la vista la armadura que lo envolvía, ligera y nada ostentosa, pero lucía férrea. Le sentaba bien. Cayó en la cuenta de ser la primera vez que reparaba en ella, no la portaba las veces anteriores y a pesar de ello había logrado salir airoso, en mayor o menor medida, de todas sus hazañas. Aquel detalle la hizo reaccionar de forma inconsciente, encogiéndose en sí misma y abrazando su propio cuerpo un instante, rozando de forma sutil las zonas donde alguna vez hubo cicatrices que había logrado hacer desaparecer con el tiempo, al menos sobre la piel.
-Buen blindaje- indicó antes de llevarse un pedazo de carne a la boca.
Mantuvo la mirada cuando sus ojos se encontraron, escuchando en silencio sus andanzas con atención, el riesgo parecía su modo de vida y lo cierto es que desde niña la gustaba escuchar las historias épicas que los más experimentados narraban con heroicidad, aunque aquel elfo no acostumbraba a profundizar el los detalles, por lo vivido a su lado y al contemplar su gesto cambiante podía hacerse una idea de sus experiencias. Escuchar nombres conocidos en su breve relato la hizo rememorar de manera fugaz las coincidencias que las deidades habían orquestado anteriormente, pero escuchar la mención de la humana una intensa preocupación bañó su expresión.
-¿Has visto a Iori? Dioses... ¿Cómo está? No he vuelto a saber de ella desde Hjalldorn. Tenía algo turbio entre manos... Me alegra saber que terminó por alejarse del norte.- Guardó silencio un instante, seleccionando con cautela sus siguientes palabras, acordes a una curiosidad que le surgía en su fuero interno -Y dime... ¿Te encontraste con ella por casualidad o...? Quiero decir, ella no vive lejos de la capital y... Sabiendo lo que pasó entre vosotros... ¿La buscabas?
No estaba segura de haber hecho bien indagando en aquel asunto, bien podría recibir un desprecio como respuesta, y en realidad no tenía por costumbre interesarse por enredos ajenos y chismorreos. Pero había tenido la oportunidad de estrechar lazos con aquella muchacha y de alguna forma la consideraba en alta estima, sí tenía cierto interés en conocer hasta dónde había sido capaz de perturbar la estabilidad del recto Indirel. Mordió la manzana tras terminar con la carne, tratando de no parecer expectante ante la respuesta y entonces el hijo de Sandorai apeló a su tierra en un tono que enrareció el ambiente con cierta melancolía. Conocía bien aquel sentimiento, la necesidad de volver a la tierra y refugiarse entre los allegados, si bien no era una misión que ella hubiese podido lograr. Se apartó la melena, dejándola caer tras sus hombros, acompañando el gesto con un suspiro entristecido antes de recuperar su expresión risueña, abandonando el dramatismo. Descruzó las piernas para estirarse hasta alcanzar su macuto y colocarlo ante él, deshizo el nudo que mantenía de la forma más hermética posible el interior y apartó algunas de sus pertenencias para mostrar lo que portaba.
-Trabajo de campo. Llevo unas semanas recogiendo muestras en las tierras del este, en realidad estoy de regreso a...- hizo una pausa recordando que su compañero desconocía su actual asentamiento y ocupación -Bueno, a casa, supongo. Me han acogido en una aldea en el paso a Verisar y he comenzado a estudiar nuevas... posibilidades.
Recapituló en su mente lo vivido desde la última vez que lo había visto, lo cierto es que había pasado más tiempo en Nitt Hus del que hubiese pensado tras cerciorarse de que nadie a quien buscaba se encontraba allí. Fue un tiempo enriquecedor, aquel lugar había sido para ella como un lapso paralelo al mundo conocido, un rincón donde se había llegado a una convivencia agradable a pesar de los traumas que sufrían sus habitantes, de unas y otras sangres. El ataque de aquel ser oscuro había sido inesperado y aun se revolvía internamente al recordar aquellas bestias aladas cubriendo el cielo, aquello la había acercado al terror sufrido durante siglos por los de su raza más de lo que nunca hubiese deseado y había terminado por delinear las ideas que se habían diluido con el tiempo sobre su propia Historia. No obstante, no podía evitar sentir cierto orgullo por haber sido capaz de devolver el buen trato recibido cuando fue necesario. En otros tiempos, de haber sufrido una emboscada como aquella, habría ocupado un lugar entre los que había que proteger. Después de todo, lo había vivido.
Fue ella la que entonces fijó su mirada en el elfo. -Tras separarnos en Urd pasé un tiempo en Midgar, tenía la estúpida convicción de que encontraría a mi gente allí, escuché que muchos refugiados se reubicaron allí tras la batalla así que intenté dar con ellos. No me fue muy bien con eso...- se frotó la sien con una mueca despreocupada, quitándole importancia al asunto, antes de recuperar la seriedad -Atacaron la aldea donde me hospedaba, un nigromante, nunca había presenciado algo como aquello...- apretó los puños un instante antes de suavizar de nuevo su expresión -Pero ¡eh! Sobreviví.
Se encogió de hombros antes de ponerse en pie. Una idea la rondaba la cabeza desde que había llegado a aquel oasis en medio del bosque. Agarró una de las ramas que sobresalían de la hoguera y aun no había hecho cenizas y envolvió su extremo con una de las prendas que había esparcidas por el suelo, sacadas de su equipaje, para después acercarla a las llamas obteniendo una rudimentaria antorcha. Se volteó hacia la profundidad que se abría en el interior de la cueva, había ignorado sus impulsos por explorar su interior hasta el momento porque de haber tenido problemas nadie hubiese sabido de ellos, pero ahora la situación había cambiado. Avanzó unos pasos, alumbrando la galería que se adentraba en la loma, no parecía albergar nada más allá de telarañas y humedades. La claridad hizo molestar algún pequeño ser nocturno que se dispersó al adentrarse ella, pero por lo demás, nada. No contenta con ello, continuó unos metros más hasta dar con una oquedad en la parte más baja de aquella pared rocosa. Vale, aquello ya estaba mejor. Se arrodilló ante la abertura y alumbró desde el borde, apenas tenía el tamaño de su cabeza y no parecía demasiado profundo. Distinguió algo en el interior, una tela polvorienta hecha trizas que ocultaba algo. Sin pensarlo un instante se mostró interesada por descubrir lo que escondía e introdujo el brazo que tenía libre. Se giró de nuevo hacia su congénere cuando llegó a alcanzarlo y lo sacó a la luz.
-¡Vaya! Parece que esta gruta no ha estado siempre tan abandonada. Veneno.- leyó mentalmente en la etiqueta casi deshecha de aquella botella -¿Por qué alguien escondería veneno?- Se ayudó de su daga para descorchar el cierre y olfateó el líquido oscuro que se transparentaba por el cristal ennegrecido por el paso del tiempo, torciendo el gesto cuando la intensidad de aquella esencia se introdujo en sus pulmones -¡Esto no es veneno, es alcohol!
Al siguiente apunte de su congénere no le faltó razón, puede que en cierto modo ella tampoco tuviese la mejor imagen tras lo acontecido. Había demostrado ser diestro en combate, incluso podría decirse que parecía sentirse más cómodo en situaciones de estrés donde el sonido del acero dirigiese sus pasos, además de sacar a relucir una mente en la que no era necesario adentrarse para advertir su instrucción. Altivo, orgulloso, estirado, como muchos que había conocido, por lo general sólo tratar con los que eran como él la generaba hastío. La perfecta imagen de la idea que se tenía de ellos fuera de Sandorai. Pero en sus cruces en el camino había captado ciertos detalles en su persona que la indicaban que podía haber algo más allá de esa primera imagen. A decir verdad, no podía juzgarlo por el trato que ella había recibido, el mismo que había tenido hacia todos los de su raza con los que habían coincidido, pero sí por el tenido hacia otros seres. A todos los consideraba inferiores, de alguna forma, no obstante había sido tolerante, incluso le había visto blandir la espada en su favor.
-En ese caso puedes relajarte, este lugar está demasiado apartado de los caminos. Además llevo aquí horas, si hubiese cerca algo parecido a los bárbaros de los que hablas ya me habría dado cuenta.
Asintió con la cabeza en señal de agradecimiento al tiempo que alcanzaba la comida ofrecida, aquella podía ser la primera vez que Nosis habría aparecido en el momento oportuno. Al verlo sentar, su capa se holgó dejando a la vista la armadura que lo envolvía, ligera y nada ostentosa, pero lucía férrea. Le sentaba bien. Cayó en la cuenta de ser la primera vez que reparaba en ella, no la portaba las veces anteriores y a pesar de ello había logrado salir airoso, en mayor o menor medida, de todas sus hazañas. Aquel detalle la hizo reaccionar de forma inconsciente, encogiéndose en sí misma y abrazando su propio cuerpo un instante, rozando de forma sutil las zonas donde alguna vez hubo cicatrices que había logrado hacer desaparecer con el tiempo, al menos sobre la piel.
-Buen blindaje- indicó antes de llevarse un pedazo de carne a la boca.
Mantuvo la mirada cuando sus ojos se encontraron, escuchando en silencio sus andanzas con atención, el riesgo parecía su modo de vida y lo cierto es que desde niña la gustaba escuchar las historias épicas que los más experimentados narraban con heroicidad, aunque aquel elfo no acostumbraba a profundizar el los detalles, por lo vivido a su lado y al contemplar su gesto cambiante podía hacerse una idea de sus experiencias. Escuchar nombres conocidos en su breve relato la hizo rememorar de manera fugaz las coincidencias que las deidades habían orquestado anteriormente, pero escuchar la mención de la humana una intensa preocupación bañó su expresión.
-¿Has visto a Iori? Dioses... ¿Cómo está? No he vuelto a saber de ella desde Hjalldorn. Tenía algo turbio entre manos... Me alegra saber que terminó por alejarse del norte.- Guardó silencio un instante, seleccionando con cautela sus siguientes palabras, acordes a una curiosidad que le surgía en su fuero interno -Y dime... ¿Te encontraste con ella por casualidad o...? Quiero decir, ella no vive lejos de la capital y... Sabiendo lo que pasó entre vosotros... ¿La buscabas?
No estaba segura de haber hecho bien indagando en aquel asunto, bien podría recibir un desprecio como respuesta, y en realidad no tenía por costumbre interesarse por enredos ajenos y chismorreos. Pero había tenido la oportunidad de estrechar lazos con aquella muchacha y de alguna forma la consideraba en alta estima, sí tenía cierto interés en conocer hasta dónde había sido capaz de perturbar la estabilidad del recto Indirel. Mordió la manzana tras terminar con la carne, tratando de no parecer expectante ante la respuesta y entonces el hijo de Sandorai apeló a su tierra en un tono que enrareció el ambiente con cierta melancolía. Conocía bien aquel sentimiento, la necesidad de volver a la tierra y refugiarse entre los allegados, si bien no era una misión que ella hubiese podido lograr. Se apartó la melena, dejándola caer tras sus hombros, acompañando el gesto con un suspiro entristecido antes de recuperar su expresión risueña, abandonando el dramatismo. Descruzó las piernas para estirarse hasta alcanzar su macuto y colocarlo ante él, deshizo el nudo que mantenía de la forma más hermética posible el interior y apartó algunas de sus pertenencias para mostrar lo que portaba.
-Trabajo de campo. Llevo unas semanas recogiendo muestras en las tierras del este, en realidad estoy de regreso a...- hizo una pausa recordando que su compañero desconocía su actual asentamiento y ocupación -Bueno, a casa, supongo. Me han acogido en una aldea en el paso a Verisar y he comenzado a estudiar nuevas... posibilidades.
Recapituló en su mente lo vivido desde la última vez que lo había visto, lo cierto es que había pasado más tiempo en Nitt Hus del que hubiese pensado tras cerciorarse de que nadie a quien buscaba se encontraba allí. Fue un tiempo enriquecedor, aquel lugar había sido para ella como un lapso paralelo al mundo conocido, un rincón donde se había llegado a una convivencia agradable a pesar de los traumas que sufrían sus habitantes, de unas y otras sangres. El ataque de aquel ser oscuro había sido inesperado y aun se revolvía internamente al recordar aquellas bestias aladas cubriendo el cielo, aquello la había acercado al terror sufrido durante siglos por los de su raza más de lo que nunca hubiese deseado y había terminado por delinear las ideas que se habían diluido con el tiempo sobre su propia Historia. No obstante, no podía evitar sentir cierto orgullo por haber sido capaz de devolver el buen trato recibido cuando fue necesario. En otros tiempos, de haber sufrido una emboscada como aquella, habría ocupado un lugar entre los que había que proteger. Después de todo, lo había vivido.
Fue ella la que entonces fijó su mirada en el elfo. -Tras separarnos en Urd pasé un tiempo en Midgar, tenía la estúpida convicción de que encontraría a mi gente allí, escuché que muchos refugiados se reubicaron allí tras la batalla así que intenté dar con ellos. No me fue muy bien con eso...- se frotó la sien con una mueca despreocupada, quitándole importancia al asunto, antes de recuperar la seriedad -Atacaron la aldea donde me hospedaba, un nigromante, nunca había presenciado algo como aquello...- apretó los puños un instante antes de suavizar de nuevo su expresión -Pero ¡eh! Sobreviví.
Se encogió de hombros antes de ponerse en pie. Una idea la rondaba la cabeza desde que había llegado a aquel oasis en medio del bosque. Agarró una de las ramas que sobresalían de la hoguera y aun no había hecho cenizas y envolvió su extremo con una de las prendas que había esparcidas por el suelo, sacadas de su equipaje, para después acercarla a las llamas obteniendo una rudimentaria antorcha. Se volteó hacia la profundidad que se abría en el interior de la cueva, había ignorado sus impulsos por explorar su interior hasta el momento porque de haber tenido problemas nadie hubiese sabido de ellos, pero ahora la situación había cambiado. Avanzó unos pasos, alumbrando la galería que se adentraba en la loma, no parecía albergar nada más allá de telarañas y humedades. La claridad hizo molestar algún pequeño ser nocturno que se dispersó al adentrarse ella, pero por lo demás, nada. No contenta con ello, continuó unos metros más hasta dar con una oquedad en la parte más baja de aquella pared rocosa. Vale, aquello ya estaba mejor. Se arrodilló ante la abertura y alumbró desde el borde, apenas tenía el tamaño de su cabeza y no parecía demasiado profundo. Distinguió algo en el interior, una tela polvorienta hecha trizas que ocultaba algo. Sin pensarlo un instante se mostró interesada por descubrir lo que escondía e introdujo el brazo que tenía libre. Se giró de nuevo hacia su congénere cuando llegó a alcanzarlo y lo sacó a la luz.
-¡Vaya! Parece que esta gruta no ha estado siempre tan abandonada. Veneno.- leyó mentalmente en la etiqueta casi deshecha de aquella botella -¿Por qué alguien escondería veneno?- Se ayudó de su daga para descorchar el cierre y olfateó el líquido oscuro que se transparentaba por el cristal ennegrecido por el paso del tiempo, torciendo el gesto cuando la intensidad de aquella esencia se introdujo en sus pulmones -¡Esto no es veneno, es alcohol!
Aylizz Wendell
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Re: La voz de la locura [Privado] (Cerrado)
-Esos bárbaros de los que hablo…- repitió Nou ensimismado, clavados en sus ojos grises en la oscuridad, como si observase algo fuera del tiempo lugar donde ambos se encontraban. Lentamente, volvió la vista hacia la joven elfa, manteniéndoles un instante, sin molestarse en esconder esa parte oscura de sí mismo que solía revelarse en los peores momentos que el espadachín había sufrido.
-No somos familia, pero pertenecemos al mismo pueblo- comenzó en un tono amable, cálido, como si tratase de arrullarla con sus palabras, pese a la frialdad que emanaba de su mirada- No me cabe duda que estarás cansada de escuchar los hechos antiguos de nuestra gente- sonrió- y no te culpo por creer que tal vez deberíamos dejar de pensar en ellos. Sólo te pediría que reflexionases sobre qué significa ser uno de los nuestros- Nou alzó la vista el techo, ensanchando su sonrisa, antes de contemplar de nuevo a su compañera- Yo detestaría que nuestra lengua, nuestra cultura, nuestra historia… todo cuanto somos se perdiese por dejarnos arrastrar por un mundo inmerso en la locura de la violencia y la maldad. Es posible que consideres que el hecho que nos permite curar sea un mero azar, como la hechicería destructiva de los Brujos- se encogió de hombros- Yo creo que hay algo más allá. No todos los nuestros representan al Bien, como deberían, no somos un pueblo perfecto. Y aún así, creo que necesitamos protegernos y proteger nuestras fronteras. No llamo bárbaros a todos los sujetos de todas y cada una de las razas que pueblan Aerandir fuera de Sandorai- negó, sin perder el gesto de sus labios- Pero si alguien te roba e incendia tu casa, además de matar a parte de tu familia, y decide vivir en una parcela cercana a la tuya, ¿no dormirías con un ojo abierto?
De sus ojos de desvaneció la maldad anterior, sustituida por una mirada que trataba de reforzar cada una de sus palabras. Pocas cosas le preocupaban de un modo tan sincero como que los elfos más jóvenes no fuesen capaces de entender que la guerra no había terminado. Tan sólo se hallaba en un estado de tregua vigilante. Los Jinetes Negros había debilitado Sandorai, y tal vez, otro ataque no pudiese ser rechazado. Esas visiones le hacían difícil conciliar el sueño.
Se entretuvo entre sus propios pensamientos unos momentos, e iba a limitarse a asentir ante el comentario de Aylizz acerca de su armadura, cuando las palabras de la muchacha dispararon hacia aquella humana.
Sin poderlo evitar, abrió los ojos un segundo de una forma más evidente de lo que era habitual en él, dirigiéndolos al frente, antes de retomar un semblante más controlado. Las primeras frases que le llegaron a la lengua fueron desechadas, tragándolas de un modo que le hizo crear un silencio incómodo hasta que escogió mejores palabras a la hora de responder.
-Curiosamente… ambas historias están entrelazadas- suspiró, obviando por completo contestar a la expresión que ella había utilizado. “Lo que pasó entre vosotros…” A su mente volvió la habitación de Lunargenta. Maldita sea, rezongó para sí, antes de disolverla.
-Acudí a Lunargenta para comprar la armadura y la capa- fue señalando, con el rostro hacia su oyente- No te costará nada comprender el por qué- casi rió- Demasiados problemas, creía necesitar un mejor equipamiento. Allí me encontré a la humana- explicó, evitando su nombre, mas sin desdén ni desprecio alguno, tratando de distanciarse de lo que iba narrando- Había tenido problemas, escondida en un lugar poco recomendable- su faz lo traicionó, dejando entrever la ira que lo consumió cuando supo que un brujo había sido el culpable- Me limité a acompañarla a una taberna a fin de que se recobrase en un lugar tranquilo. Al día siguiente partió de la ciudad, y casi acto seguido me vi envuelto en problemas entre nobles humanos del lugar. No la estaba buscando- aseguró, esperando que quedase perfectamente claro.
No obstante, la historia de la fémina le produjo un genuino interés, casi regocijado de no ser el único que parecía navegar siempre a través de una corriente de problemas.
-Me alegro que salieses de aquello ilesa- sonrió con cariño tras unas palabras por entero sinceras- Recuerdo el exilio de los Sondve- afirmó, antes de detenerse. Su derrota contra aquel lobo aún pesaba demasiado- La nigromancia ya es lo más despreciable de cuanta magia existe- casi escupió, y el ambiente se enrareció un poco. La repentina manera que Ayl se levantó, le hizo pensar que había vuelto a abrirse demasiado. Sólo al comprobar las acciones de la elfa, compuso un semblante no exento de sarcasmo.
-¿Pretendes beber algo que has encontrado en una gruta perdida?- ya no pudo contenerse y unas carcajadas se escucharon retumbar en la caverna. Le pareció una actitud tan inocente que le chocó sobremanera. No era algo que acostumbrase a ver en los últimos años- Espero que entiendas lo bastante de herbología para prepararnos un antídoto- se añadió. ¿Por qué no? Era un momento tan bueno como cualquier otro para intentar despejar un poco la mente.
Nousis Indirel
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Re: La voz de la locura [Privado] (Cerrado)
Dejó ver una caída de ojos cuando comenzó a escuchar las palabras que solían anteceder un buen discurso enalteciendo tiempos mejores, el elfo estaba en lo cierto, aquellas historias se habían repetido tantas veces a lo largo de su vida que casi podía imaginar haberlas vivido, no obstante, suspiró suavemente con cierto orgullo al escucharlo enumerar aquellas cosas que los distinguían como raza. La pareció que se esforzaba demasiado por darla unas explicaciones que en ningún momento le había pedido, tan sólo había utilizado aquella palabra porque era la expresión que él había mentado, no creía que tuviese que justificar nada. Pero lo escuchó, con cierta curiosidad, sorprendiéndose al atender a las reflexiones del ojos grises, compartidas con aparente despreocupación.
Se mordió la lengua un segundo para medir sus siguientes palabras, desechando su primer impulso por responder antes de dejarlo acabar de hablar. -Vaya, eso es... Profundo. Te tenía por alguien analítico y más terrenal, es revelador que pienses en cosas como esa- el gesto ligeramente asombrado dejó paso a una mirada altiva que acompañó con una ceja arqueada -Pero te equivocas, no creo en el azar.
Las palabras que escogió para ejemplificar su pensamiento sonaron turbias, a pesar de la ligera sonrisa que se dibujaba en su rostro, fueron tan precisas que removieron demonios que había tardado años en mantener dormidos. Su pulso se aceleró unos instantes, acompañado de una respiración forzada que se esforzó por suavizar, sacudiendo con un sutil gesto sus pensamientos y guardando silencio un momento antes de responder.
-No dormiría.- afirmó de forma rotunda, desviando la mirada hacia la hoguera, buscando la sensación reconfortante que a menudo encontraba en la danza de las llamas. Sin apartar la vista de ellas esbozó una ligera sonrisa y se dirigió de nuevo a su congénere, esta vez en su lengua madre -Esas cosas no tienen por qué perderse, aunque el mundo cambie, no seas tan tremendista. Si se vive en pie de guerra se acaba enloqueciendo...
Centró su atención en la manzana mientras escuchaba la breve sinopsis sobre su encuentro con Iori, a pesar de los escasos detalles el rostro del espadachín fue transparente en cada oración, siendo su relato más que suficiente para apaciguar el sentimiento de culpa que la rondaba tras haberse despedido en aquel puerto norteño. Oh, por favor Nousis, ¿a la humana? Pronuncia su nombre, por los dioses, ¡no está maldita! Eso tú mejor que nadie deberías saberlo. Será estirado... No me lo puedo creer, después de todo... ¡Casi la matan! Y en varias ocasiones... ¿No se merece eso un poco de reconocimiento? Bah. Espera, ¿qué ha dicho de unos nobles? Volvió a prestarle atención cuando el Indirel se aseguraba de ponerle el punto y final a aquella conversación con su última frase, que respondía por fin a su pregunta. Aylizz se abstuvo de pronunciar nada más al respecto, asintiendo de forma que diese a entender que había captado el mensaje.
Escuchar aquel nombre fue algo inesperado, no supo adivinar los pensamientos que tenía hacia el clan que la había admitido como a una más durante ese tiempo, uno al que muchos de los suyos tachaba de traidores tan sólo por haber tratado de proteger a su gente lejos de Sandorai y que para ello había recuperado parte del bosque que alguna vez también los perteneció. Visto de aquel modo, ¿no estaban rescatando pedazos de un territorio históricamente suyo? Tras lo vivido entre sus muros no podía tener una palabra de desprecio hacia ellos, mas no esperaba que su acompañante pensara igual que ella.
-Ellos dirigen la aldea de la que te hablo, han conseguido algo que no pensaba que encontraría en Aerandir, menos viniendo de nosotros. Podrías pensar que admiten a cualquiera entre sus muros, pero no, son exhaustivos en permitirte quedarte en sus tierras, aunque diplomáticos. Realmente agradezco que conmigo lo hicieran, aprendí mucho.- Los chasquidos de las ramas cediendo ante el calor situaron su mente lejos de aquella cueva, al otro lado del río. -Fue un asedio, usó dragones... No sé cómo pero la Nowo... Su dirigente lo vio venir y organizó las defensas antes de que llegaran.- Notó el cuerpo entumecido de encontrarse agazapada, trató de rebajar la tensión estirando su espalda un momento antes de continuar. Apartó la mirada entonces del fuego para encontrarse de nuevo con el rostro del elfo, fruncido al hablar sobre aquel brujo. -¿Antes hablabas de nuestra capacidad? Comprobé de primera mano que no es algo gratuito. No se aprende a manejar leyendo encantamientos en un libro.- y con un guiño quiso apartar la atención de aquellas cuestiones que tornaban el ambiente a tonos oscuros antes de levantarse.
Fue reconfortante descubrir que Nousis podía tener sentido del humor al escucharlo reír ante su ocurrencia de regresar junto a él botella en mano, no creía haberle visto hacerlo antes, siempre tan serio, tan recto. Recuperó su lugar sobre la capa tendida en el suelo y acercó el vidrio a la lumbre para examinarlo mejor, desempolvando su cubierta, la etiqueta original estaba deshecha y era imposible adivinar de qué se trataba, aunque dejaba a la vista un líquido dorado oscurecido. Sin tratar de encontrar más detalles sobre su origen o contenido, se la ofreció al moreno con gesto triunfal. Si bien había obviado su sarcástico comentario en un principio, por mala fortuna para él, la elfa no era tan descerebrada.
-¿Tan estúpida me crees? Tú lo harás. ¿Y si me pasara algo? Soy yo la que podría obtener un remedio en caso de que el rótulo esté en lo cierto y sea veneno- lo miró desafiante, aunque con una sonrisa divertida, si bien normalmente había mantenido las formas y distancias con aquel elfo para corresponder en la forma con la que él habituaba a relacionarse, había ciertos matices que dejaban entrever que hasta él era capaz de tomarse un respiro -¿A caso no te atreves?
Se mordió la lengua un segundo para medir sus siguientes palabras, desechando su primer impulso por responder antes de dejarlo acabar de hablar. -Vaya, eso es... Profundo. Te tenía por alguien analítico y más terrenal, es revelador que pienses en cosas como esa- el gesto ligeramente asombrado dejó paso a una mirada altiva que acompañó con una ceja arqueada -Pero te equivocas, no creo en el azar.
Las palabras que escogió para ejemplificar su pensamiento sonaron turbias, a pesar de la ligera sonrisa que se dibujaba en su rostro, fueron tan precisas que removieron demonios que había tardado años en mantener dormidos. Su pulso se aceleró unos instantes, acompañado de una respiración forzada que se esforzó por suavizar, sacudiendo con un sutil gesto sus pensamientos y guardando silencio un momento antes de responder.
-No dormiría.- afirmó de forma rotunda, desviando la mirada hacia la hoguera, buscando la sensación reconfortante que a menudo encontraba en la danza de las llamas. Sin apartar la vista de ellas esbozó una ligera sonrisa y se dirigió de nuevo a su congénere, esta vez en su lengua madre -Esas cosas no tienen por qué perderse, aunque el mundo cambie, no seas tan tremendista. Si se vive en pie de guerra se acaba enloqueciendo...
Centró su atención en la manzana mientras escuchaba la breve sinopsis sobre su encuentro con Iori, a pesar de los escasos detalles el rostro del espadachín fue transparente en cada oración, siendo su relato más que suficiente para apaciguar el sentimiento de culpa que la rondaba tras haberse despedido en aquel puerto norteño. Oh, por favor Nousis, ¿a la humana? Pronuncia su nombre, por los dioses, ¡no está maldita! Eso tú mejor que nadie deberías saberlo. Será estirado... No me lo puedo creer, después de todo... ¡Casi la matan! Y en varias ocasiones... ¿No se merece eso un poco de reconocimiento? Bah. Espera, ¿qué ha dicho de unos nobles? Volvió a prestarle atención cuando el Indirel se aseguraba de ponerle el punto y final a aquella conversación con su última frase, que respondía por fin a su pregunta. Aylizz se abstuvo de pronunciar nada más al respecto, asintiendo de forma que diese a entender que había captado el mensaje.
Escuchar aquel nombre fue algo inesperado, no supo adivinar los pensamientos que tenía hacia el clan que la había admitido como a una más durante ese tiempo, uno al que muchos de los suyos tachaba de traidores tan sólo por haber tratado de proteger a su gente lejos de Sandorai y que para ello había recuperado parte del bosque que alguna vez también los perteneció. Visto de aquel modo, ¿no estaban rescatando pedazos de un territorio históricamente suyo? Tras lo vivido entre sus muros no podía tener una palabra de desprecio hacia ellos, mas no esperaba que su acompañante pensara igual que ella.
-Ellos dirigen la aldea de la que te hablo, han conseguido algo que no pensaba que encontraría en Aerandir, menos viniendo de nosotros. Podrías pensar que admiten a cualquiera entre sus muros, pero no, son exhaustivos en permitirte quedarte en sus tierras, aunque diplomáticos. Realmente agradezco que conmigo lo hicieran, aprendí mucho.- Los chasquidos de las ramas cediendo ante el calor situaron su mente lejos de aquella cueva, al otro lado del río. -Fue un asedio, usó dragones... No sé cómo pero la Nowo... Su dirigente lo vio venir y organizó las defensas antes de que llegaran.- Notó el cuerpo entumecido de encontrarse agazapada, trató de rebajar la tensión estirando su espalda un momento antes de continuar. Apartó la mirada entonces del fuego para encontrarse de nuevo con el rostro del elfo, fruncido al hablar sobre aquel brujo. -¿Antes hablabas de nuestra capacidad? Comprobé de primera mano que no es algo gratuito. No se aprende a manejar leyendo encantamientos en un libro.- y con un guiño quiso apartar la atención de aquellas cuestiones que tornaban el ambiente a tonos oscuros antes de levantarse.
Fue reconfortante descubrir que Nousis podía tener sentido del humor al escucharlo reír ante su ocurrencia de regresar junto a él botella en mano, no creía haberle visto hacerlo antes, siempre tan serio, tan recto. Recuperó su lugar sobre la capa tendida en el suelo y acercó el vidrio a la lumbre para examinarlo mejor, desempolvando su cubierta, la etiqueta original estaba deshecha y era imposible adivinar de qué se trataba, aunque dejaba a la vista un líquido dorado oscurecido. Sin tratar de encontrar más detalles sobre su origen o contenido, se la ofreció al moreno con gesto triunfal. Si bien había obviado su sarcástico comentario en un principio, por mala fortuna para él, la elfa no era tan descerebrada.
-¿Tan estúpida me crees? Tú lo harás. ¿Y si me pasara algo? Soy yo la que podría obtener un remedio en caso de que el rótulo esté en lo cierto y sea veneno- lo miró desafiante, aunque con una sonrisa divertida, si bien normalmente había mantenido las formas y distancias con aquel elfo para corresponder en la forma con la que él habituaba a relacionarse, había ciertos matices que dejaban entrever que hasta él era capaz de tomarse un respiro -¿A caso no te atreves?
Aylizz Wendell
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Re: La voz de la locura [Privado] (Cerrado)
No estaba seguro de la causa que le había llevado a tratar de explicar a esa muchacha las ideas que solía guardar para sí, las mismas que le impulsaban, que le llevaban a actuar de un modo que él consideraba conveniente, pese a que otras criaturas sin duda lo tildaban de temerario, supremacista o cualquier rama surgida de una radicalidad extremista.
-Yo te tenía por alguien menos mordaz- aseguró, con una media sonrisa llena de sarcasmo- Por supuesto, ¿Cuántas conversaciones hemos tenido? – la pregunta era claramente retórica. En tan pocas apenas podía vislumbrarse nada más allá de la fachada que cada cual proyectaba para defenderse. Era natural.
-Hay momentos que es necesario no dejarse llevar por las emociones- comentó observado una de las rocas del lugar, por el hecho de posar sus ojos grises en algún punto monótono, fuera de sus auténticos pensamientos- Pero en el caso de la supervivencia de los nuestros… -negó, permitiéndose aparentar tristeza- Somos una raza dividida, en clanes, en tribus. Precisamos ayuda en la última contienda. Si somos atacados, más ahora, débiles, formar un ejército ya depende de cada facción…- suspiró- No somos un tronco, solo ramas desperdigadas que por suerte no se han encontrado con un vendaval. Por eso hago lo que hago. Por eso no dejo de buscar, aunque para otros sea una estupidez- terminó entre dientes, recordando a Valner.
Escuchó con atención todo cuanto Aylizz iba desgranando sobre su estancia con los Sondve, mas él no estaba dispuesto aún a participar en ello. Se limitó a sonreír como disculpándose, sin verdadera alegría o sentimiento, un mero gesto de reconocimiento como oyente.
-No te he dado las gracias apropiadamente por lo que hiciste por mí en Urd- recordó de pronto- No recuerdo una etapa en muchas décadas donde me hubiera visto de una forma tan lamentable- sus labios se curvaron, para mostrar un instante de autocompasión que pronto se esfumó- Verte incapaz de ser tú mismo, privado de fuerza, agilidad, de ser una ayuda siquiera para ti, depender por entero de otros… Me va a costar odiar más a alguien que a esa extraña Tyrande del otro mundo, incluso ahora que está muerta- se detuvo, antes de clavar sus ojos en los de elfa- Te lo agradezco, Aylizz.
Pero no se engañaba a sí mismo. Sabía que lo realmente le resultaba confortante era la especie a la que ambos pertenecían. Ello, sumado a las aventuras que juntos habían vivido, le permitían la rara situación de permitirse tales gestos. No pensar en su espada, o en réplicas sobre cada frase que pudiese dirigirle. Contadas ocasiones en cinco largos años. Los dioses sabrían cuando podría ser la siguiente.
- ¿Te arrepientes haber llegado tan al norte la última vez que nos vimos?- inquirió, como si en ese mismo instante hubiese nacido tal cuestión. Por supuesto, no era así. Bien podría verlo a tales alturas como un imán de problemas.
“¿Así que es eso lo que en realidad deseas preguntar…? Trata de ahogar todo cuanto quieras lo que realmente quieres saber. Va a continuar ahí…” Su parte más descarnada y directa trataba de dirigir inútilmente sus palabras. No ocurriría. Ni pensarlo.
Tomó la botella, aceptando de éste modo el claro desafío. No obstante, no sin obtener algo a cambio. Miró la botella, y la acercó a sus labios, no sin antes dirigir una sonrisa a la elfa.
-¿Voy a jugarme la vida por nada?- arqueó divertido una ceja- Tendrás que pagarme en anécdotas. Si me parecen lo bastante buenas para saber más de ti, beberé. Creo que es un precio justo.
Nousis Indirel
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Re: La voz de la locura [Privado] (Cerrado)
La repentina reacción del elfo la pilló por sorpresa, había evitado mentar nada más relacionado con su experiencia en aquellas tierras oscuras tras advertir el esfuerzo que había hecho por ocultar la molestia que le produjo su primer comentario al encontrarse. Aquellas palabras dejaban entrever más que un orgullo herido, describían una sensación que la mala fortuna había querido que entendiese sin esforzarse siquiera, aunque pudo imaginar el contraste que debió suponer para él. Al fin y al cabo sentirse débil es más sencillo cuando te han convencido de ello. Pero tras haberlo visto en pleno uso de sus facultades, encontrarle en ese estado en aquella ocasión... No hacía falta conocerlo en demasía para adivinar que había sido un golpe difícil de encajar. Quiso dedicarle palabras cercanas que pudieran reconfortarlo, o al menos quitarle peso a la desgracia que ahora que había pasado todo podría rememorar como anécdota, pero aquella mirada gris se clavó en ella dejándola poco más tiempo que para un parpadeo de ligero asombro. Tras un instante de silencio se dibujó en su rostro una ligera sonrisa sincera.
-Tú hubieses hecho lo mismo. Es lo que hacemos, ¿no? Nos une la sangre.
Peinó hacia atrás su pelo con la mano como acto reflejo a la mirada que se mantenía fija y no terminaba de saber por cuánto más debía prolongar. La tenue luminosidad anaranjada pintaba las pedregosas paredes y la lluvia encharcando los alrededores apaciguaba la velada, propiciando un ambiente que facilitaba un espacio para el acercamiento que no habían llegado a tener antes, a pesar de las veces que habían coincidido. La siguiente pregunta la hizo dejar a medias el mechón que peinaba y volver a fijarse en el rostro que tenía al frente, esta vez con un gesto de duda.
-¿Debería? Para ser sincera, no esperaba llegar a las tierras de los dragones, pero no podía dejar que ella fuera sola. Y ya sabía lo que iba a encontrarme si deshacía mis pasos, créeme, no era la mejor opción. Así que, esferas de control mental a parte, supongo que llegar hasta el puerto fue una buena elección.
Entrecerró los ojos un segundo, como queriendo leer entre las líneas de las facciones del que la observaba, sin llegar a comprender por qué de todos sus encuentros se preocupaba por aquel. Poco sabía, en realidad, de los sucesos que se dieron en aquella ocasión y no sabría determinar si encontrarlo en aquella torre olvidada, alejada de la mano de los dioses, fue una suerte o un infortunio. Si lo pensaba fríamente ellas habrían llegado hasta allí tanto si hubiese aparecido como si no y, de no hacerlo, puede que hubieran servido de pasto para trasgos. Una parte de ella sentía curiosidad por conocer qué tipo de actos habría cometido en el pasado ese elfo estirado para ganarse un enemigo que traspasa fronteras, capaz de movilizar a tropas de alimañas, aunque pensándolo bien, tratándose de un brujo no habría necesitado muchos más motivos para declararle una guerra personal. No obstante, sí conocía los motivos del viaje de Nousis al norte y, aunque por lo que le dijo en aquella breve despedida nada tenían que ver con Ivor, al juzgar por el ánimo en su adiós, la visita no parecía haber ido tan bien como habría deseado.
-Y tú, ¿te arrepientes?
No le sorprendió que accediese sin reproches a dar el primer trago de aquel licor, es más, hubiera esperado una presuntuosa lección sobre la temeridad de aquella acción acompañada de su imagen alimentando las llamas con el contenido de la botella para evitar riesgos, pero no esperaba en absoluto nada parecido a la salida del espadachín. No pudo evitar reírse sin tomarlo en serio, mas no tardó en advertir que sus palabras no eran broma, su gesto sombrío se presentaba ahora divertido y sarcástico, dando pie a dejar de lado las formalidades y preocupaciones. Dato curioso, después de todo, el Indirel sí puede tomarse la vida con más calma.
-¿Justo? No creo que lo sea si tú mismo valoras lo buenas o malas que sean. Pero, vale, de acuerdo, una anécdota, un trago.-
Se encogió de hombros, dispuesta a seguirle el juego, recapitulando mentalmente sucesos a destacar en su vida. ¿Qué debería contarle? ¿Qué tendría interés en saber? Se llevó la mano al mentón y de forma inconsciente torció el gesto, pensativa. Nada demasiado personal para empezar.
-Bueno... ¿Qué tal esto? A los dos días de dejar mi aldea casi muero por unas bayas, ¡apetitosas! pero nada comestibles. Estuve tan mal que ni si quiera me di cuenta que en lugar de avanzar, caminaba en círculos. Bueno, caminar... Si hubiera pasado más tiempo arrastrada en el suelo, habría echado raíces. El caso es que para cuando recuperé algo de fuerzas y mi cabeza se orientó, fue una gran decepción descubrir que si hubiese querido, habría cenado en casa aquella noche. ¿Quizá fuera una señal? Última oportunidad para volver, Aylizz.
-Tú hubieses hecho lo mismo. Es lo que hacemos, ¿no? Nos une la sangre.
Peinó hacia atrás su pelo con la mano como acto reflejo a la mirada que se mantenía fija y no terminaba de saber por cuánto más debía prolongar. La tenue luminosidad anaranjada pintaba las pedregosas paredes y la lluvia encharcando los alrededores apaciguaba la velada, propiciando un ambiente que facilitaba un espacio para el acercamiento que no habían llegado a tener antes, a pesar de las veces que habían coincidido. La siguiente pregunta la hizo dejar a medias el mechón que peinaba y volver a fijarse en el rostro que tenía al frente, esta vez con un gesto de duda.
-¿Debería? Para ser sincera, no esperaba llegar a las tierras de los dragones, pero no podía dejar que ella fuera sola. Y ya sabía lo que iba a encontrarme si deshacía mis pasos, créeme, no era la mejor opción. Así que, esferas de control mental a parte, supongo que llegar hasta el puerto fue una buena elección.
Entrecerró los ojos un segundo, como queriendo leer entre las líneas de las facciones del que la observaba, sin llegar a comprender por qué de todos sus encuentros se preocupaba por aquel. Poco sabía, en realidad, de los sucesos que se dieron en aquella ocasión y no sabría determinar si encontrarlo en aquella torre olvidada, alejada de la mano de los dioses, fue una suerte o un infortunio. Si lo pensaba fríamente ellas habrían llegado hasta allí tanto si hubiese aparecido como si no y, de no hacerlo, puede que hubieran servido de pasto para trasgos. Una parte de ella sentía curiosidad por conocer qué tipo de actos habría cometido en el pasado ese elfo estirado para ganarse un enemigo que traspasa fronteras, capaz de movilizar a tropas de alimañas, aunque pensándolo bien, tratándose de un brujo no habría necesitado muchos más motivos para declararle una guerra personal. No obstante, sí conocía los motivos del viaje de Nousis al norte y, aunque por lo que le dijo en aquella breve despedida nada tenían que ver con Ivor, al juzgar por el ánimo en su adiós, la visita no parecía haber ido tan bien como habría deseado.
-Y tú, ¿te arrepientes?
No le sorprendió que accediese sin reproches a dar el primer trago de aquel licor, es más, hubiera esperado una presuntuosa lección sobre la temeridad de aquella acción acompañada de su imagen alimentando las llamas con el contenido de la botella para evitar riesgos, pero no esperaba en absoluto nada parecido a la salida del espadachín. No pudo evitar reírse sin tomarlo en serio, mas no tardó en advertir que sus palabras no eran broma, su gesto sombrío se presentaba ahora divertido y sarcástico, dando pie a dejar de lado las formalidades y preocupaciones. Dato curioso, después de todo, el Indirel sí puede tomarse la vida con más calma.
-¿Justo? No creo que lo sea si tú mismo valoras lo buenas o malas que sean. Pero, vale, de acuerdo, una anécdota, un trago.-
Se encogió de hombros, dispuesta a seguirle el juego, recapitulando mentalmente sucesos a destacar en su vida. ¿Qué debería contarle? ¿Qué tendría interés en saber? Se llevó la mano al mentón y de forma inconsciente torció el gesto, pensativa. Nada demasiado personal para empezar.
-Bueno... ¿Qué tal esto? A los dos días de dejar mi aldea casi muero por unas bayas, ¡apetitosas! pero nada comestibles. Estuve tan mal que ni si quiera me di cuenta que en lugar de avanzar, caminaba en círculos. Bueno, caminar... Si hubiera pasado más tiempo arrastrada en el suelo, habría echado raíces. El caso es que para cuando recuperé algo de fuerzas y mi cabeza se orientó, fue una gran decepción descubrir que si hubiese querido, habría cenado en casa aquella noche. ¿Quizá fuera una señal? Última oportunidad para volver, Aylizz.
Aylizz Wendell
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Re: La voz de la locura [Privado] (Cerrado)
Si bien era cierto que en absoluto había olvidado su falta de objetivos, ni había siquiera empezado a reconciliarse consigo mismo tras el último año, en esos momentos el elfo sentía la caricia de la calma. La noche, la compañía o la imperiosa necesidad de desembarazarse de su propia tensión ante otro ser fuera de su clan. Tal vez la conjunción de todas ellas, tal vez ninguna de una manera absoluta. De cualquier modo, estaba comenzando a disfrutar. Algo tan enjaulado dentro de sí que cuando quiso darse cuenta, había echado a volar, sobresaltándole al timbrar un pensamiento anunciando que había ocurrido.
-Si todo lo ocurrido te parece un camino mejor que lo que abandonaste, no debió resultar agradable- los ojos del espadachín se volvieron analíticos, como si esperase penetrar en la mente de la mujer, cuando en realidad, trataba de dilucidar qué podría haberle ocurrido. La idea de algo criminal o vergonzoso descendió perezosa, pasando presto de largo. Aún habiendo comprendido que no era tan inocente como podría parecer, no la veía capaz de algo así.
-Arrepentirme… -repitió él, con la botella en una mano y el gris repasando cada paso de la aventura. Los encuentros con Karian y la mentira de éste sobre la muerte de Neralia. Los intentos de venganza de Ilvor, los combates en la torre. La marcha esteparia. El reencuentro… la batalla por Hjalldorn. Casi parecía una auténtica aventura, como tantas otras en los libros que devorada de niño. Al protagonizarla él, parecía restar toda heroicidad. Sonrió. Quizá resultaba así para todos los que las llevaban a cabo.
-No quise poneros en peligro- admitió, sin que le costase demasiado esfuerzo. Volvió los ojos hacia la elfa, recuperando un ápice de seriedad desmentido por su voz- Nunca tuve otra idea de recorrer lo más rápidamente posible el continente, y comprobar que la información sobre una antigua amiga era cierta. Que Ilvor os involucrase… -calló, ordenando sus pensamientos- Es algo que considero culpa mía, por no haber podido terminar con él en su momento. Gracias a los dioses, todos sobrevivisteis, incluso en la lucha contra los trasgos. No lo creía posible cuando comenzaron a llegar- su mirada parecía estar viendo perfectamente cada escena en la oscuridad de la cueva, como si danzasen para él en los destellos de la hoguera- Aunque ocurrió. Casi un milagro- murmuró- No concibo otra cosa que proteger a quienes se ven involucrados en mis asuntos. Sobre todo, cuando ocurre de manera involuntaria.
Una carta boca arriba. Separar los dedos de la mano, mostrando qué oculta la palma. Un chasquido al girar la llave de un baúl. Regalar una verdad de sí mismo.
Sacó de su zurrón una segunda manzana, y el recuerdo de aquella posada le golpeó profundamente. Escuchó trasluciendo su rostro incredulidad, mutando a unas muecas que cada vez disimulaban peor las ganas que le embargaban de burlarse de ella. Bebió, dispuesto a seguir sus propias reglas de aquel juego, tosiendo una sola vez tras ello, fruto de la risa.
El sabor del brebaje era aceptable, y esperó unos segundos, como si esperase sentirse mal de un momento a otro, alegrándose al comprobar que nada malo parecía dispuesto a acontecer. No habría sido un buen final para la tranquila velada.
“Vamos...”
Lanzó la manzana al aire, y la volvió a coger sin dificultad. Dos veces. Tres.
“Vamos…”
Miró a Aylizz, y sonrió pensando cuantos jóvenes de su especie desearían cortejarla. O quizá, cuantos lo habrían intentado.
-¿Qué piensas de Iori?- espetó. Asombrado consigo mismo, su alegría casi llegó a evaporarse. Miró a la botella, como si tuviese la culpa de su tremendo desliz. Pero su parte oscura ronroneó.
“Ahora nos entendemos…” y un punto de malicia y lujuria alumbró dentro del elfo, que deseó llevarse una mano a taparse la cara. Tocaba salir de ese desvío con las menores magulladuras posibles.
Le ofreció entonces la botella a su acompañante, como si no fuera más que otra pregunta del juego.
Nousis Indirel
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Hjalldorn
Las palabras del elfo la hicieron repensar lo sucedido en el norte. Si bien aquellas hordas de trasgos se habían abalanzado sobre ellos, cerrándolos en aquel poblado, había sido un momento decisivo y más que dudoso de salir con vida, era curioso como no lo consideraba de los momentos que recordaba más traumáticos. A decir verdad, lo vivido desde su entrada a la torre se encontraba disperso en su cabeza, aquel hechicero hizo estragos en su subconsciente y la idea de llegar al puerto para alejarse cuanto antes de aquellas tierras se volvió una prioridad. Reflexionó unos segundos sobre aquello, tenía razón, ¿realmente lo ocurrido fue más deseable que lo vivido anteriormente? Lo acontecido en Baslodia podrían considerarse unas vacaciones frente a la marea de alimañas y mercenarios cuyas órdenes impuestas se limitaban a arrasar Hjalldorn sin miramientos.
El destello de un recuerdo se apareció un instante en su mente. Naiodin, estuvo allí. No... El brujo estaba allí. Una angustiosa sensación comenzó a rondar sus pensamientos, era como si lo hubiese olvidado, pero ¿cómo? Algo como eso impediría a cualquiera dormir por las noches. Y entonces una duda comenzó a gestarse en su parte más consciente. La visión que provocó la esfera fue clara en su mandato, pero ¿y si aquel deseo de acabar con la vida de su congénere no fue lo único que había instaurado en ella? Vagamente recordaba las direcciones recorridas en los túneles, pero la imagen de aquel mapa era nítida. Podía haber regresado a la aldea donde la mujer las había acogido la noche de su llegada a las tierras frías y buscar alguna ruta comercial que evitase cruzar los bosques plagados de seres de la noche, la distancia habría sido notablemente más corta y el camino, sin lugar a dudas, más seguro. ¿Por qué aquella fijación entonces? Incluso prefirió separarse de ellos con tal de llegar. Quizá Ilvor no sólo utilizó sus recuerdos al fin y al cabo. Tragó saliva y trató de mantener la serenidad, esforzándose por dejar claro que continuaba escuchando a un Nousis que poco a poco tomaba distancia con el que hasta ahora conocía, esbozando una media sonrisa.
-Eso te honra, muchos dirían "eh, nadie te ha invitado, apáñatelas", pero no te culpo por querer evitar llevar cargas. Si sólo tienes que preocuparte de salvar la propia vida es menos probable que acabes muerto y por lo que veo no faltan territorios en el continente en los que alguien desee terminar contigo.
Se acomodó recostándose ligeramente, apoyando la espalda y la cabeza sobre la irregular. Una parte de ella temió por aquel primer sorbo, a pesar de estar segura de que aquello era potable al cien por cien. Casi al cien por cien. Al noventa y nueve por cien. Recitó una breve súplica a los dioses de manera interna por que aquella bebida no causara complicaciones, porque realmente no estaba segura de saber preparar una solución si algo pasaba, y suspiró cuando comprobó que todo estaba en orden. ¿O no? Giró del todo su cuello hacia el espadachín al escuchar el nombre que momentos antes se había preocupado por esquivar, quedándose muda un momento, notando sus mejillas ruborizarse. ¿A caso lo sabía? Sólo la humana podía habérselo contado. ¿Lo habría hecho? ¿O puede que sólo quisiera resolver sus propias inquietudes respecto a la chica? Trató de ser comedida y tantear antes de aventurarse hablar demasiado, lanzando una mirada picaresca al moreno al advertir que él mismo se sorprendía de su cuestión.
-Vaya, así que sí recuerdas el nombre de la humana, antes me has hecho dudarlo.
Con gesto burlón agarró la botella y se dispuso a tomar un trago antes de responder, frenando el impulso antes de rozar los labios. Amagó con decir algo más, decidiendo no pronunciar palabra finalmente, ahogando una risa para sí y negando ligeramente para disipar la idea y terminar por beber. No pudo evitar una pequeña mueca de desagrado al notar aquel líquido bajar por su garganta, sin duda aquella era la bebida más fuerte que había probado. Un segundo después, rozó con la lengua sus labios y saboreó el regusto que había quedado en ellos. Bueno, tampoco estaba tan mal.
-Iori es... Interesante. Tiene la cabeza del revés y es impredecible, hemos llevado vidas muy distintas pero... No me ha dado motivos para no confiar.- hizo una breve pausa, era una buena respuesta, pero por alguna razón su boca no se mantuvo cerrada mucho más tiempo -Si eso no es lo que querías saber deberías ser más claro. Sólo te diré que no la vi venir.
Si, muy sutil... Vaciló con aquel vidrio en sus manos antes de cedérselo de nuevo, siendo consciente de que apenas conocía nada de la vida del espadachín que, aun así, la había librado de la muerte en varias ocasiones, siendo para él también una completa desconocida. Amor por la raza en su estado más puro. Podría haber sido una psicópata, aliada de los demonios, que él la habría ayudado sólo por compartir raíces, pero la inocente era ella por estar dispuesta a beber algo que había encontrado en una gruta perdida. Terminó por ofrecerle la botella nuevamente y preguntar algo que dejase a un lado las experiencias que eran ya conocidas para ambos.
-¿A qué dedicas tu vida? No parece que pares mucho por tu aldea... ¿Y por qué siempre andas metido en problemas?
"¡Compórtate de una vez!"
El destello de un recuerdo se apareció un instante en su mente. Naiodin, estuvo allí. No... El brujo estaba allí. Una angustiosa sensación comenzó a rondar sus pensamientos, era como si lo hubiese olvidado, pero ¿cómo? Algo como eso impediría a cualquiera dormir por las noches. Y entonces una duda comenzó a gestarse en su parte más consciente. La visión que provocó la esfera fue clara en su mandato, pero ¿y si aquel deseo de acabar con la vida de su congénere no fue lo único que había instaurado en ella? Vagamente recordaba las direcciones recorridas en los túneles, pero la imagen de aquel mapa era nítida. Podía haber regresado a la aldea donde la mujer las había acogido la noche de su llegada a las tierras frías y buscar alguna ruta comercial que evitase cruzar los bosques plagados de seres de la noche, la distancia habría sido notablemente más corta y el camino, sin lugar a dudas, más seguro. ¿Por qué aquella fijación entonces? Incluso prefirió separarse de ellos con tal de llegar. Quizá Ilvor no sólo utilizó sus recuerdos al fin y al cabo. Tragó saliva y trató de mantener la serenidad, esforzándose por dejar claro que continuaba escuchando a un Nousis que poco a poco tomaba distancia con el que hasta ahora conocía, esbozando una media sonrisa.
-Eso te honra, muchos dirían "eh, nadie te ha invitado, apáñatelas", pero no te culpo por querer evitar llevar cargas. Si sólo tienes que preocuparte de salvar la propia vida es menos probable que acabes muerto y por lo que veo no faltan territorios en el continente en los que alguien desee terminar contigo.
Se acomodó recostándose ligeramente, apoyando la espalda y la cabeza sobre la irregular. Una parte de ella temió por aquel primer sorbo, a pesar de estar segura de que aquello era potable al cien por cien. Casi al cien por cien. Al noventa y nueve por cien. Recitó una breve súplica a los dioses de manera interna por que aquella bebida no causara complicaciones, porque realmente no estaba segura de saber preparar una solución si algo pasaba, y suspiró cuando comprobó que todo estaba en orden. ¿O no? Giró del todo su cuello hacia el espadachín al escuchar el nombre que momentos antes se había preocupado por esquivar, quedándose muda un momento, notando sus mejillas ruborizarse. ¿A caso lo sabía? Sólo la humana podía habérselo contado. ¿Lo habría hecho? ¿O puede que sólo quisiera resolver sus propias inquietudes respecto a la chica? Trató de ser comedida y tantear antes de aventurarse hablar demasiado, lanzando una mirada picaresca al moreno al advertir que él mismo se sorprendía de su cuestión.
-Vaya, así que sí recuerdas el nombre de la humana, antes me has hecho dudarlo.
Con gesto burlón agarró la botella y se dispuso a tomar un trago antes de responder, frenando el impulso antes de rozar los labios. Amagó con decir algo más, decidiendo no pronunciar palabra finalmente, ahogando una risa para sí y negando ligeramente para disipar la idea y terminar por beber. No pudo evitar una pequeña mueca de desagrado al notar aquel líquido bajar por su garganta, sin duda aquella era la bebida más fuerte que había probado. Un segundo después, rozó con la lengua sus labios y saboreó el regusto que había quedado en ellos. Bueno, tampoco estaba tan mal.
-Iori es... Interesante. Tiene la cabeza del revés y es impredecible, hemos llevado vidas muy distintas pero... No me ha dado motivos para no confiar.- hizo una breve pausa, era una buena respuesta, pero por alguna razón su boca no se mantuvo cerrada mucho más tiempo -Si eso no es lo que querías saber deberías ser más claro. Sólo te diré que no la vi venir.
Si, muy sutil... Vaciló con aquel vidrio en sus manos antes de cedérselo de nuevo, siendo consciente de que apenas conocía nada de la vida del espadachín que, aun así, la había librado de la muerte en varias ocasiones, siendo para él también una completa desconocida. Amor por la raza en su estado más puro. Podría haber sido una psicópata, aliada de los demonios, que él la habría ayudado sólo por compartir raíces, pero la inocente era ella por estar dispuesta a beber algo que había encontrado en una gruta perdida. Terminó por ofrecerle la botella nuevamente y preguntar algo que dejase a un lado las experiencias que eran ya conocidas para ambos.
-¿A qué dedicas tu vida? No parece que pares mucho por tu aldea... ¿Y por qué siempre andas metido en problemas?
Aylizz Wendell
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Re: La voz de la locura [Privado] (Cerrado)
-No se trata de evitar cargas. Sólo tratar de que quien se encuentre entre dos lobos matándose a dentelladas pueda escapar a lugar seguro. No suele ser culpa de la liebre tropezarse con algo así- buscó ejemplificar encogiéndose de hombros.
Dejarse llevar no solía encajar en su día a día. Resultaba una forma de afrontar las vivencias que fácilmente podía llevarle a la muerte. Control en la lucha, control a la hora de ofrecer ayuda, control en cuanto a quien premiar con su confianza. Ahora que lo había hecho, aún en algo tan nimio, se sintió sucio, vulnerable, estúpido. Deseó que esas palabras nunca hubieran salido de sus labios, y frunció el ceño, molesto consigo mismo. Como si se hubiese despojado de cada parte de su vestimenta delante de Ayl, se sintió observado, juzgado. No obstante, sonrió ante el suave pinchazo que la elfa le dirigió. No hubiera esperado otra cosa sincerándose consigo mismo.
-No es precisamente fácil de olvidar, aún perteneciendo a los Humanos- admitió, apartando la mirada, como si algo en la pared de la cueva resultase interesante- Es inconsciente, alocada, impulsiva- enumeró, asintiendo a la descripción que su compañera había realizado momentos antes- y muchas veces es incapaz de mantener la boca cerrada. Otra cosa es que sea difícil detenerla cuando decide algo. Eso puede causarle problemas… si no lo ha hecho ya.
Suspiró. No tenía ánimo suficiente para continuar una charla sobre la campesina morena, de modo que ahogó un envenenado dardo sobre el beso que ambas habían compartido. Definitivamente, esa criatura mostraba ser impredecible. No podía desearlo todo, ¿o sí?
-Ha sido suficiente respuesta- confirmó, alargando la mano, a fin de recuperar la botella que la muchacha le ofrecía una vez más. Pensó profundamente no qué respuesta merecía la cuestión que ella le estaba planteando, si no cual quería darle. Que otra de los suyos viera sus pasos como una inutilidad no era algo con lo que desease cargar esa noche. La contempló con tranquilidad, como deseando averiguar algo más que pudiese guiarle. No hubo tal.
-Siempre me ha atraído el conocimiento- comenzó a relatar, con las propias inflexiones de quien sabe dotar a su historia de mayor atención en los momentos adecuados- a la par que el entrenamiento que la espada merecía. Supongo que no era bastante, y pronto me vi trabajando en la forja del herrero de mi pueblo natal. Crear, pero no armas, ni aperos. La utilidad es cosa de quienes viven del yunque y el martillo. Yo sólo quería contribuir a la belleza de mi tierra, por lo que aprendí a fabricar gemas que aún hoy adornan collares o anillos de parte de las familias de mi clan. Conseguir algo tan refinado a partir de una materia tan simple como el mineral siempre me ha resultado cautivador- Su sonrisa mutó en preocupación al continuar- Hace años que no fabrico nada. El estudio y el dominio de la espada sólo me han llevado en una dirección, cuando comprendí que estamos en peligro. ¿Sabes? Yo mismo escuché al propio rey dragón de Dundarak decir que tomaría Sandorai, antes de que cayera muerto al comienzo de la guerra que casi termina con Árbol Madre. ¿No te dice eso que el mundo ha cambiado? No tenemos aliado verdaderos. Los Humanos presionan de norte y este. Los brujos se preparan sin duda desde el sur. De modo que me dedico a eso. A recorrer el continente buscando poder suficiente. En ruinas y leyendas, sin permitirme detenerme, pues ¿Quién más lo haría? – preguntó retóricamente, con una sonrisa de disculpa- Puede parecer una estupidez. Es una palabra que ya han utilizado en mi propio pueblo. Pero no veo otra forma de protegernos. Por supuesto me gustaría poder descansar, dejar de jugarme la vida sin apenas recompensas. Pero lo creo necesario.
“Mientes”- manifestó algo dentro de sí mismo – “Eres incapaz de reconocerlo abiertamente, y aún así, lo sabes. Mientes con Iori. Mientes con esa sed de sangre que te embarga cuando te dispones a pelear. No quieres descansar, tan sólo conseguir lo que buscas nadando en un mar de sangre. O… por qué estás sonriendo de ese modo justo ahora?”
El elfo se llevó una mano a la boca, notando que era cierto. Una sonrisa sádica se había dibujado un instante. Maldita sea.
Trató de pensar con celeridad otra cuestión que apartarse a la mujer de su expresión anterior. La pregunta de la mujer había sido lo suficientemente personal para dedicarle otra similar.
-Eres muy joven para haber llegado a tierras tan lejanas. ¿Por qué dejaste tu hogar?
Nousis Indirel
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Re: La voz de la locura [Privado] (Cerrado)
Y tanto que puede causárselos...
Quedó en silencio un instante. La forma en la que el elfo dijo aquello, unido a las vagas palabras sobre su último encuentro con la muchacha, daban la sensación de que realmente los había tenido, aunque pensándolo bien... ¿Quién se salvaba de ellos? No eran tiempos tranquilos. Sus pensamientos se fundieron con las llamas, dejándola ausente por unos segundos. Sin quererlo las escuetas remembranzas habían generado ciertos pensamientos sobre los que se debatía internamente, dudando si compartirlos. ¿A caso serviría? Por mucho que expusiera sus cada vez más angustiosas dudas, las respuestas no cambiarían nada de lo ocurrido, suponiendo que él fuese capaz de resolverlas. Optó por desecharlas de su cabeza, la conversación parecía tornar hacia cuestiones que nada tenían que ver ya con sus experiencias, al menos las que habían compartido, no había necesidad de continuar dando rodeos.
Se sorprendió notablemente al escuchar a Nousis contar su historia. Su afinidad con la espada era ya sabida para ella, igual que la evidencia de que no era ningún inculto, pero su especialidad artesanal no era para nada esperada. Realmente no lo imaginaba en la forja, si bien aquella entallada armadura dejaba poco lugar a la imaginación al detallar un físico trabajado, más que capaz de soportar un trabajo manual al calor de la fragua, alguien con su porte y su rectitud... Le hubiese visualizado en ocupaciones más diplomáticas, incluso militares, aunque el mimo con el que se refirió a sus creaciones dejó claro que era indiferente la tarea que desempeñase, todo en él sonaba meticuloso y perfeccionista.
-Así que gemas... Me gustan. ¿Algo que haya podido ver? ¿O eran de dudosa calidad y prefirieron no comercializarlas fuera de tu aldea?- arrugó la nariz con mueca burlona, más por tratar de alejar la turbiedad de sus adentros que por sincera diversión, aunque tentar los modales del elfo era algo que a medida que la botella bajaba y al confianza aumentaba, se volvía más entretenido.
La continuación de su relato fue más acorde a lo que esperaba de él. En cierto modo sus palabras tenían sentido, mas el trasfondo de las mismas exponía a alguien que parecía vivir en una constante guerra con el resto del mundo, en parte, incluso, con los suyos. Su percepción sobre las fuerzas de su sociedad, el regodeo en tiempos pasados, la pesadumbre y el pesimismo por los venideros. Si bien era cierto que en las últimas generaciones aquellas preocupaciones se habían diluido poco a poco, viéndose alentadas por una sensación de seguridad y progreso que, tras los recientes acontecimientos en sus territorios, comenzaba a percibirse como falsa o idealizada, el tono con el que se refería a ello se asemejaba más a las lecciones de vida que impartían los que habían vivido varias décadas más que él. Claro que haber sufrido la batalla desde dentro da otra perspectiva... Ahora lo sabía.
¿Poder suficiente? Aquello sonó perturbador, cualquier cosa que requiriera sumergirse en lo olvidado lo era. Y el matiz en su voz, acompañado de la inquietante expresión que se dibujó en su rostro, no apaciguaron la sensación que provocó en su médula un fugaz escalofrío. Después de todo, tras aquella imagen cuadriculada y serena parecía esconderse una motivación, si no oscura, un tanto ensombrecida. Pero lejos de causarle preocupación, alentó su curiosidad. Lo miró con verdadero interés, parecía haberse autoimpuesto la misión, la responsabilidad, no sólo de solucionar problemas que escapaban a su control sino de lograr un propósito demasiado grande para uno solo y que, mal gestionado, podía desencadenar en su perdición. Una mente en continuo conflicto no augura un buen final.
-¿Y cuál es tu plan? ¿Qué harás con ese poder cuando lo obtengas? ¿Reproducir masacres que no todos han superado aun?- trató de controlar su evidente desencanto, difícilmente, tras no poder contener un resoplido acompañado de una caída de ojos -No me malinterpretes, estupidez o no, al menos intentas algo. A los ancianos les encanta no dejar cerrar las heridas, y el entrenamiento y la preparación para la próxima batalla es algo que podría considerarse un legado entre generaciones. Pero si aspiras a cambiar algo, no puedes ser igual que los que te precedieron.
Y la esperada pregunta la llegó de vuelta, el autoproclamado salvador de la raza había dado a conocer los motivos que le llevaron a emprender su viaje, contaba con tener que hacerlo ella también, tarde o temprano. A pesar de ello, no había decidido todavía cómo explicarse, los detalles a omitir ni qué palabras escoger. Aceptó el turno de su trago, como si aquello fuese a facilitar la tarea, al menos mientras sus labios estuvieran sellados tendría ese tiempo para matizar su respuesta. Tal vez fue por beber más de lo intencionado al tratar de ganar unos segundos o quizá por lo que ya tenía de antes, pero tras suspirar y peinar su pelo hacia atrás una vez más, como acto inconsciente, dejó de preocuparse por lo que decir. En realidad, ¿por qué debería hacerlo? ¿Por lo que pudiera pensar aquel elfo estirado?
-Es una historia larga y fue una idea que barajé durante años. Al morir mi madre conocí que ella provenía de otro clan, nunca se me habló de ello y cuando pregunté no obtuve respuestas, así que dediqué un tiempo a averiguarlo por mi cuenta. Cuando no quedaron más escritos a los que recurrir decidí salir de la aldea y buscarlo yo misma.- escucharse a sí misma hablar de su objetivo inicial fue como un baño de realidad y decepción al aceptar que aquella inquietud había ido perdiendo fuerza con el paso del tiempo, acompañado de un sentimiento de culpa que, si bien se había esforzado por mantener a raya, permanecía latente desde el primer paso fuera de su hogar -Dejé mi casa y abandoné a la familia que sí conocía una noche a hurtadillas, despidiéndome con una nota. ¡Una nota, Nousis! Cómo pude ser tan estúpida... No sólo no encontré nada, sino que cuando quise volver ellos tampoco estaban, pero esa parte ya la sabes. Nos atacaron y yo andaba persiguiendo fantasmas...- Tragó saliva, haciendo una breve pausa, tratando de mantener el tono sin que su voz se quebrase -Después de eso, opté por dejar de dar tumbos y establecerme donde buenamente pudiera, supongo que es más fácil así... Sigo las noticias de los nuestros, pero el continente es grande y tras la batalla muchos se han dispersado, así que supongo que también es bueno tener un lugar donde puedan buscarme, si alguien lo hace... ¿Recuerdas el elfo al que personó Ilvor en aquel puerto? Era mi hermano, su imagen al menos. Fue duro comprender que cuando creí haberlo visto en realidad estaría combatiendo en Sandorai... Y ni siquiera sé si salió con vida.
Casi sin pensar en lo siguiente, su lengua se la jugó, dejando salir lo que se había esforzado mantener en el olvido. La imagen de Nai en aquel puerto, las represalias que bien podrían haberse dado exactas de haberse encontrado al de verdad y que aquel impostor había sabido reproducir a la perfección. La incursión de aquel brujo en su cabeza.
-A propósito de eso... ¿Crees que podría ser posible que de alguna forma... no sé... me controlase? Quiero decir, es evidente que lo hizo en la torre, pero... No dejo de pensar en que no me planteé regresar por mar hasta que no supe que aquel pueblo era tu destino. Estoy segura de que alguien me seguía tras separarnos... Puede que antes ya lo hiciera. Y después apareció allí... ¿Pudo haberme utilizado para llegar a ti? ¿Y si estaba en mi cabeza y por un resquicio de mi mente podía ver todo lo que ocurría? ¿Me estoy volviendo loca?
Quedó en silencio un instante. La forma en la que el elfo dijo aquello, unido a las vagas palabras sobre su último encuentro con la muchacha, daban la sensación de que realmente los había tenido, aunque pensándolo bien... ¿Quién se salvaba de ellos? No eran tiempos tranquilos. Sus pensamientos se fundieron con las llamas, dejándola ausente por unos segundos. Sin quererlo las escuetas remembranzas habían generado ciertos pensamientos sobre los que se debatía internamente, dudando si compartirlos. ¿A caso serviría? Por mucho que expusiera sus cada vez más angustiosas dudas, las respuestas no cambiarían nada de lo ocurrido, suponiendo que él fuese capaz de resolverlas. Optó por desecharlas de su cabeza, la conversación parecía tornar hacia cuestiones que nada tenían que ver ya con sus experiencias, al menos las que habían compartido, no había necesidad de continuar dando rodeos.
Se sorprendió notablemente al escuchar a Nousis contar su historia. Su afinidad con la espada era ya sabida para ella, igual que la evidencia de que no era ningún inculto, pero su especialidad artesanal no era para nada esperada. Realmente no lo imaginaba en la forja, si bien aquella entallada armadura dejaba poco lugar a la imaginación al detallar un físico trabajado, más que capaz de soportar un trabajo manual al calor de la fragua, alguien con su porte y su rectitud... Le hubiese visualizado en ocupaciones más diplomáticas, incluso militares, aunque el mimo con el que se refirió a sus creaciones dejó claro que era indiferente la tarea que desempeñase, todo en él sonaba meticuloso y perfeccionista.
-Así que gemas... Me gustan. ¿Algo que haya podido ver? ¿O eran de dudosa calidad y prefirieron no comercializarlas fuera de tu aldea?- arrugó la nariz con mueca burlona, más por tratar de alejar la turbiedad de sus adentros que por sincera diversión, aunque tentar los modales del elfo era algo que a medida que la botella bajaba y al confianza aumentaba, se volvía más entretenido.
La continuación de su relato fue más acorde a lo que esperaba de él. En cierto modo sus palabras tenían sentido, mas el trasfondo de las mismas exponía a alguien que parecía vivir en una constante guerra con el resto del mundo, en parte, incluso, con los suyos. Su percepción sobre las fuerzas de su sociedad, el regodeo en tiempos pasados, la pesadumbre y el pesimismo por los venideros. Si bien era cierto que en las últimas generaciones aquellas preocupaciones se habían diluido poco a poco, viéndose alentadas por una sensación de seguridad y progreso que, tras los recientes acontecimientos en sus territorios, comenzaba a percibirse como falsa o idealizada, el tono con el que se refería a ello se asemejaba más a las lecciones de vida que impartían los que habían vivido varias décadas más que él. Claro que haber sufrido la batalla desde dentro da otra perspectiva... Ahora lo sabía.
¿Poder suficiente? Aquello sonó perturbador, cualquier cosa que requiriera sumergirse en lo olvidado lo era. Y el matiz en su voz, acompañado de la inquietante expresión que se dibujó en su rostro, no apaciguaron la sensación que provocó en su médula un fugaz escalofrío. Después de todo, tras aquella imagen cuadriculada y serena parecía esconderse una motivación, si no oscura, un tanto ensombrecida. Pero lejos de causarle preocupación, alentó su curiosidad. Lo miró con verdadero interés, parecía haberse autoimpuesto la misión, la responsabilidad, no sólo de solucionar problemas que escapaban a su control sino de lograr un propósito demasiado grande para uno solo y que, mal gestionado, podía desencadenar en su perdición. Una mente en continuo conflicto no augura un buen final.
-¿Y cuál es tu plan? ¿Qué harás con ese poder cuando lo obtengas? ¿Reproducir masacres que no todos han superado aun?- trató de controlar su evidente desencanto, difícilmente, tras no poder contener un resoplido acompañado de una caída de ojos -No me malinterpretes, estupidez o no, al menos intentas algo. A los ancianos les encanta no dejar cerrar las heridas, y el entrenamiento y la preparación para la próxima batalla es algo que podría considerarse un legado entre generaciones. Pero si aspiras a cambiar algo, no puedes ser igual que los que te precedieron.
Y la esperada pregunta la llegó de vuelta, el autoproclamado salvador de la raza había dado a conocer los motivos que le llevaron a emprender su viaje, contaba con tener que hacerlo ella también, tarde o temprano. A pesar de ello, no había decidido todavía cómo explicarse, los detalles a omitir ni qué palabras escoger. Aceptó el turno de su trago, como si aquello fuese a facilitar la tarea, al menos mientras sus labios estuvieran sellados tendría ese tiempo para matizar su respuesta. Tal vez fue por beber más de lo intencionado al tratar de ganar unos segundos o quizá por lo que ya tenía de antes, pero tras suspirar y peinar su pelo hacia atrás una vez más, como acto inconsciente, dejó de preocuparse por lo que decir. En realidad, ¿por qué debería hacerlo? ¿Por lo que pudiera pensar aquel elfo estirado?
-Es una historia larga y fue una idea que barajé durante años. Al morir mi madre conocí que ella provenía de otro clan, nunca se me habló de ello y cuando pregunté no obtuve respuestas, así que dediqué un tiempo a averiguarlo por mi cuenta. Cuando no quedaron más escritos a los que recurrir decidí salir de la aldea y buscarlo yo misma.- escucharse a sí misma hablar de su objetivo inicial fue como un baño de realidad y decepción al aceptar que aquella inquietud había ido perdiendo fuerza con el paso del tiempo, acompañado de un sentimiento de culpa que, si bien se había esforzado por mantener a raya, permanecía latente desde el primer paso fuera de su hogar -Dejé mi casa y abandoné a la familia que sí conocía una noche a hurtadillas, despidiéndome con una nota. ¡Una nota, Nousis! Cómo pude ser tan estúpida... No sólo no encontré nada, sino que cuando quise volver ellos tampoco estaban, pero esa parte ya la sabes. Nos atacaron y yo andaba persiguiendo fantasmas...- Tragó saliva, haciendo una breve pausa, tratando de mantener el tono sin que su voz se quebrase -Después de eso, opté por dejar de dar tumbos y establecerme donde buenamente pudiera, supongo que es más fácil así... Sigo las noticias de los nuestros, pero el continente es grande y tras la batalla muchos se han dispersado, así que supongo que también es bueno tener un lugar donde puedan buscarme, si alguien lo hace... ¿Recuerdas el elfo al que personó Ilvor en aquel puerto? Era mi hermano, su imagen al menos. Fue duro comprender que cuando creí haberlo visto en realidad estaría combatiendo en Sandorai... Y ni siquiera sé si salió con vida.
Casi sin pensar en lo siguiente, su lengua se la jugó, dejando salir lo que se había esforzado mantener en el olvido. La imagen de Nai en aquel puerto, las represalias que bien podrían haberse dado exactas de haberse encontrado al de verdad y que aquel impostor había sabido reproducir a la perfección. La incursión de aquel brujo en su cabeza.
-A propósito de eso... ¿Crees que podría ser posible que de alguna forma... no sé... me controlase? Quiero decir, es evidente que lo hizo en la torre, pero... No dejo de pensar en que no me planteé regresar por mar hasta que no supe que aquel pueblo era tu destino. Estoy segura de que alguien me seguía tras separarnos... Puede que antes ya lo hiciera. Y después apareció allí... ¿Pudo haberme utilizado para llegar a ti? ¿Y si estaba en mi cabeza y por un resquicio de mi mente podía ver todo lo que ocurría? ¿Me estoy volviendo loca?
Aylizz Wendell
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Re: La voz de la locura [Privado] (Cerrado)
El elfo no se molestó lo más mínimo ante la broma de la joven. De hecho, sus palabras le hicieron retrotraerse a momentos más sencillos, donde primaba una camaradería simple a través de bromas y amistades cultivadas por mera cercanía. Risas cantarinas cuando fracasaba bajo la juzgadora mirada del herrero. No tardó mucho en no mostrar nunca obra suya alguna a menos que la creyese perfecta. Por supuesto, recordó, lo que un Nousis que no había alcanzado la mayoría de edad podía pensar de sus creaciones poco tenía generalmente que ver con el examen de alguien que había trabajado una forja durante casi un siglo.
Claro que siempre había estado seguro de tener razón en todo cuanto había emprendido. Un paso atrás era una condena a la locura.
-Nunca pensé seriamente en hacerme comerciante, ni siquiera en que dar forma a las piedras preciosas pudiese llegar a ser mi oficio- manifestó- Me gusta crear por el hecho de aprender, conocer, dominar una técnica, un trabajo, traer un poco de belleza. Me limité a regalar lo poco que saqué en claro. Crear por encargo deja de ser arte. Ya no es tu mirada la que pretende dar forma a la piedra, tan sólo es vender tu tiempo por dinero, en cosas que es probable que ni siquiera te parezcan hermosas- sacudió la cabeza- desperdiciar gemas valiosas en visiones que muchas veces no son más que vómitos de mal gusto.
No olvidaba que incluso entre lo suyos, la arrogancia de la riqueza traía aparejada en ocasiones peticiones de un barroquismo tan extremo que rezumaba empalagosidad.
Miró a su alrededor, notando dentro de sí como su espíritu se iba calmando. Hacía mucho tiempo que no tenía una conversación serena y le estaba agradando. Pero ese resquicio que le pedía no mostrar su interior en exceso continuaba trinando en compases de precaución. Paseó la vista por el rostro de la elfa, resultándole difícil colocarla como enemiga en algún escenario. Si el pasado dictaba mínimamente el futuro, cabía en lo posible que, al contrario, volviese a encontrarse en su lado del tablero. Pese a la forma en que no pudo soslayar que las motivaciones del espadachín no fueron de su agrado. Ello le hizo retornar a una seriedad que la que se había despojado por la comodidad del diálogo.
Entornó los ojos, entrelazó los dedos colocando las manos a la altura de las rodillas, echando un poco el cuerpo hacia adelante. La mujer pudo ver su recta dentadura en una sonrisa fría, tensando un poco el distendido ambiente anterior. Dioses… qué joven era aquella criatura. Cuanto tenía aún por aprender.
-Si alguien mata a otra persona de otra familia, ¿Cuánto dura el rencor? ¿Generaciones? ¿Y cuánto tarda en olvidarse? - su tono era extraño. Peligroso para quien lo conociera bien, aséptico para quien no, como si su voz buscase una objetividad total, eliminando el sentimiento. Un maestro explicando algo trivial, de incuestionable veracidad. La suya.
-Si se libra una guerra, mueren miles, decenas de miles, más tal vez. ¿Cuánto dura el rencor- repitió- ccuánto tarda eso en olvidarse? – las palabras de Nou bajaron aún más de intensidad, bien audibles para alguien de su especie, arropadas por el murmullo del agua, y él lo sabía- Jamás. Para eso están los libros. Para no equivocarnos. Para recordar- aquella turbia sonrisa continuaba allí, como un cristal bruñido- Haré lo que sea necesario para que los que vengan tras nosotros tengan un futuro sin miedo- sus ojos grises casi presagiaban tormenta, mas su calma era notoria- Lo que sea. No trato de repetir lo que ha ocurrido. Con un poder suficiente, temerán el mero hecho de pensar siquiera en volver a lastimarnos. O sufrirán tales consecuencias que quedarán grabadas en la historia de su especie.
No habló durante unos minutos. Era muy pocos los individuos con quienes había mantenido una charla así, expresando sus auténticas motivaciones. Y había leído en sus reacciones todo tipo de emociones, desde la admiración o la incredulidad hasta el pavor. Lo más extraño, es que se sintió levemente liberado. Giró la mirada hacia la botella, alzando una ceja, antes de que Aylizz relatase su propio pasado, asunto que agradeció. Nunca le había gustado ser el centro de atención de la conversación.
Bajó la vista después del relato de la muchacha. No concebía no conocer sus propias raíces. Sus propios pasos se asentaban en la firmeza con que sentía suyos tanto su clan como Folnaien. Por eso, determinó, esa joven tenía tales errados pensamientos. A tan corta edad, sin conocer quien era, perdiendo a quienes sí había llegado a querer. Pero aún podía aprender. Sólo esperaba que no fuese por el camino más duro.
-¿Quién no hubiera tratado de saber más de sí mismo?- inquirió Nou. La gentileza había vuelto a arroparlo, aún con el tono calmado y comprensivo con el que había serpenteado por casi toda la conversación- Si te culpas por algo así, no descansarás nunca. Los dioses cuidan de los suyos ahora, y de ti, al permitirte salir con vida, ellos sabrán por qué motivo. Ya has ayudado a gente desde que eso ocurrió- dijo refiriéndose a sí mismo- quien puede saber qué más llegarás a hacer… Si deseas encontrar tus raíces, ese es tu camino- sonrió- Tenemos larga vida en las cuentas de los Humanos, pero no infinita. Parece que ambos estamos en puntos parecidos, y por eso, mi consejo es que nunca desesperes- sin embargo, su rostro perdió algo de la extrema seguridad habitual en él. Se sintió sucio, al darse cuenta que él mismo no estaba seguro de qué hacer, donde ir, cuando el sol despuntase. Sacudió tal pensamiento con rapidez. Desconocimiento no era rendición.
-Algún día mataré a ese maldito brujo- afirmó rotundo- No comprendo bien qué hechicería empleó en la torre, o para suplantar a tu familiar. Pero sí sé que de haber podido controlarnos ya habría tratado de asesinarme varias veces. Cabe en lo posible que esas esferas hayan espiado recuerdos desde nuestra perspectiva- se encogió de hombros con una mueca de disculpa- ¿Has creído comportarte desde aquello de manera extraña? Dudo que su poder llegue tan lejos. Era el aprendiz de alguien a quien tuve que eliminar tiempo atrás, cerca de los Baldíos. Lo mueve una venganza ciega. No dudo que nos volveremos a encontrar, aunque espero que sin que nadie se vea involucrado ésta vez.
“Cuéntale lo de Marlowe. Fue una derrota gloriosa” el elfo se negó de forma enérgica.
“Cuéntale lo de Marielle” Demasiada sangre, volvió a negar.
“Cuéntale lo del elfo caníbal” Justo lo que deseaba para hacerla entender la bondad de su raza…
“Cuéntale cuando casi te matan por acos….” Ni soñarlo.
Extendió el brazo, como muda petición a su compañera de caverna.
Nousis Indirel
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Re: La voz de la locura [Privado] (Cerrado)
Escuchó con gesto divertido y cierta incredulidad mientras el elfo explicaba sus impresiones acerca del arte al que se había dedicado, si su inflado ego no fuese tan evidente casi podría haber percibido la sensibilidad que parecía esconderse tras aquellas apreciaciones, aunque coincidía con él en que, para la mayoría de los que portaban dichas obras, no eran más que una muestra más de ostentosidad. Ella misma se había visto en más de una ocasión entre las artesanías de los mercados, obnubilada ante adornos y complementos capaces de vestir al más desarrapado, a pesar de que hacía tiempo que ya no portaba ninguno. No es bueno vestir algo por lo que merezca la pena asaltar en un sendero.
-Si... Suena espantoso. Menos mal que lo dejaste.- comentó con sorna.
Advirtió que sus comentarios no encajaron de la mejor forma en las ideas del Indirel. Pudo notar su mirada condenándola por sus palabras después de analizar su perfil con atenta mirada y sólo cuando éste la hubo apartado, ella se la devolvió de reojo. Parecía molesto, a pesar de forzar una expresión relajada, más bien como si la elfa hubiese apuntado a un blanco ante el cual le resultaba difícil mantener las formas. El tono de su voz denotaba convicción en todas sus formas, esa seguridad que sólo es capaz de aportar una fe ciega. Entendió al instante que sus preguntas no buscaban respuesta, más bien sonaron como mera reafirmación en sí mismo, ya que sin dejar tiempo para réplicas continuó exponiendo sus argumentos.
Devolvió la dirección de sus ojos al suelo, acomodándose en su lugar con cierta inquietud mientras la voz de su acompañante enrarecía el ambiente cuando rebajó el tono. Quiso contradecirlo, no obstante, se detuvo un momento al volverse hacia Nousis con intención de dirigirse a él de manera directa. No fue su voz filtrándose en sus oídos lo que la hizo erizar la piel, sino aquella expresión serena en contradicción con la apariencia ausente y llena de rabia que parecía arder al reflejo de la lumbre. Incluso parecía que hubiera dejado de tener en cuenta su presencia. Pensó más en sus siguientes palabras de lo que había hecho anteriormente.
-¿Miedo frente al odio?
No advirtió respuesta en él, dando la impresión de que ni siquiera la escuchaba, aventurándose entonces a posar la mano que tenía libre sobre el brazo de su compañero que quedaba de su lado, no tanto para reclamar su atención sino como si tratase de alejarlo de la turbiedad a la que parecía estar tornado.
-No creo que esas cosas se olviden, pero entonces, ¿qué? Alguien mata a otro alguien y sus allegados buscan venganza. Digamos que lo consiguen, los queridos de ese que ha pagado por sus actos también la buscarán. Y la obtendrán. Entonces alguien querrá vengarse de ellos. Y lo harán... ¿Entiendes por dónde voy? El odio genera más odio y eso no soluciona nada.
Se apartó nuevamente cuando el espadachín pareció volver a estar presente, recuperando la distancia mantenida hasta el momento dudando de haber hecho bien en traspasar aquella línea, tratando de obviar los tintes oscuros que se habían dejado ver en su compatriota y de los que aun no sabría determinar el alcance, para recuperar la normalidad de la conversación. Y como si en él también se hubiera difuminado aquella neblina, su tono retornó a uno más reconfortante. Nunca había necesitado el apoyo de nadie para reafirmarse en sus objetivos pero, tras un tiempo en el que se habían diluido, aquellas palabras sonaron alentadoras. Sonrió agradecida, recuperando la entereza y el aire despreocupado tras haberse permitido unos momentos para mostrarse vulnerable.
-Por fin un consejo útil entre tanta palabrería de veterano.
Cayó entonces en la cuenta de la petición muda del espadachín, reclamando su momento para tomar de aquel brebaje que ya rozaba la mitad de su contenido inicial, poniéndole el punto a sus conclusiones sobre el brujo del que ahora sabía la motivación por acabar con su vida. Irónicamente, aquello ilustraba lo que minutos antes le había expuesto. Un ciclo de venganza que se saldaba con más sangre, ¿persiguiendo qué meta? Esperó que al menos fuese por razones más nobles o trascendentes que sus propios traseros, sería un final ciertamente triste para alguien con intereses más grandes en la vida como era aquel que ahora se resguardaba a su lado de la tormentosa noche. Se la estrechó sin miramientos, aunque una vez la hubo agarrado opuso resistencia un instante antes de soltarla.
-Si tienes planes tan grandes deberías cuidarte más de no acabar muerto antes de lograr algo.
-Si... Suena espantoso. Menos mal que lo dejaste.- comentó con sorna.
Advirtió que sus comentarios no encajaron de la mejor forma en las ideas del Indirel. Pudo notar su mirada condenándola por sus palabras después de analizar su perfil con atenta mirada y sólo cuando éste la hubo apartado, ella se la devolvió de reojo. Parecía molesto, a pesar de forzar una expresión relajada, más bien como si la elfa hubiese apuntado a un blanco ante el cual le resultaba difícil mantener las formas. El tono de su voz denotaba convicción en todas sus formas, esa seguridad que sólo es capaz de aportar una fe ciega. Entendió al instante que sus preguntas no buscaban respuesta, más bien sonaron como mera reafirmación en sí mismo, ya que sin dejar tiempo para réplicas continuó exponiendo sus argumentos.
Devolvió la dirección de sus ojos al suelo, acomodándose en su lugar con cierta inquietud mientras la voz de su acompañante enrarecía el ambiente cuando rebajó el tono. Quiso contradecirlo, no obstante, se detuvo un momento al volverse hacia Nousis con intención de dirigirse a él de manera directa. No fue su voz filtrándose en sus oídos lo que la hizo erizar la piel, sino aquella expresión serena en contradicción con la apariencia ausente y llena de rabia que parecía arder al reflejo de la lumbre. Incluso parecía que hubiera dejado de tener en cuenta su presencia. Pensó más en sus siguientes palabras de lo que había hecho anteriormente.
-¿Miedo frente al odio?
No advirtió respuesta en él, dando la impresión de que ni siquiera la escuchaba, aventurándose entonces a posar la mano que tenía libre sobre el brazo de su compañero que quedaba de su lado, no tanto para reclamar su atención sino como si tratase de alejarlo de la turbiedad a la que parecía estar tornado.
-No creo que esas cosas se olviden, pero entonces, ¿qué? Alguien mata a otro alguien y sus allegados buscan venganza. Digamos que lo consiguen, los queridos de ese que ha pagado por sus actos también la buscarán. Y la obtendrán. Entonces alguien querrá vengarse de ellos. Y lo harán... ¿Entiendes por dónde voy? El odio genera más odio y eso no soluciona nada.
Se apartó nuevamente cuando el espadachín pareció volver a estar presente, recuperando la distancia mantenida hasta el momento dudando de haber hecho bien en traspasar aquella línea, tratando de obviar los tintes oscuros que se habían dejado ver en su compatriota y de los que aun no sabría determinar el alcance, para recuperar la normalidad de la conversación. Y como si en él también se hubiera difuminado aquella neblina, su tono retornó a uno más reconfortante. Nunca había necesitado el apoyo de nadie para reafirmarse en sus objetivos pero, tras un tiempo en el que se habían diluido, aquellas palabras sonaron alentadoras. Sonrió agradecida, recuperando la entereza y el aire despreocupado tras haberse permitido unos momentos para mostrarse vulnerable.
-Por fin un consejo útil entre tanta palabrería de veterano.
Cayó entonces en la cuenta de la petición muda del espadachín, reclamando su momento para tomar de aquel brebaje que ya rozaba la mitad de su contenido inicial, poniéndole el punto a sus conclusiones sobre el brujo del que ahora sabía la motivación por acabar con su vida. Irónicamente, aquello ilustraba lo que minutos antes le había expuesto. Un ciclo de venganza que se saldaba con más sangre, ¿persiguiendo qué meta? Esperó que al menos fuese por razones más nobles o trascendentes que sus propios traseros, sería un final ciertamente triste para alguien con intereses más grandes en la vida como era aquel que ahora se resguardaba a su lado de la tormentosa noche. Se la estrechó sin miramientos, aunque una vez la hubo agarrado opuso resistencia un instante antes de soltarla.
-Si tienes planes tan grandes deberías cuidarte más de no acabar muerto antes de lograr algo.
Aylizz Wendell
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Re: La voz de la locura [Privado] (Cerrado)
Nou torció el gesto, mostrando una sonrisa divertida. La comodidad le había ganado por entero la partida a la desazón con la que había dejado su pueblo. A la inseguridad. A sus propias y calladas dudas.
-Era diestro- comentó el espadachín, inmerso en una aparente objetividad que no dejaba lugar a la equivocación- Claro que sólo dos de mis creaciones salieron de las tierras de mi clan. Una permanece en el norte. La otra- recordó con dificultad, Hacía tiempo que no pensaba en aquello- fue un regalo por un gran favor. Se perdió en un asalto en Midgard, cayendo al gran rio durante una emboscada- se encogió de hombros- quien sabe. Tal vez ahora esté en el lecho del mar, o fundido en los suburbios de alguna ciudad de Verisar, o en salón de alguna noble, comprado a precio de saldo a un pordiosero que tendrá la suerte de comer caliente unos días. No tiene especial importancia- añadió con calma. Y lo decía con sinceridad. Si bien existía una miríada de asuntos que era incapaz de dejar pasar, lo que ocurría con sus obras una vez pasaban a pertenecer a otra persona le resultaba indiferente. Las muy escasas de las que se enorgullecía aún permanecían en el hogar familiar.
Y de las imágenes de los suyos, clavó los ojos en los finos dedos que la muchacha había acercado a él, alzando poco a poco la mirada hasta buscar la de su compañera. Sumido en su propia oscuridad, no reaccionó con sorpresa ni extrañeza. Sólo deseaba hacerla entender. Hacerla partícipe de ese condicionado prisma por el que él observaba un mundo inquietante.
Luchó contra sí mismo por cerrar la puerta al piso inferior, desde el cual los pasos se hacían más y más cercanos, ascendiendo con una segura risa por compás. Por algún motivo, no le parecía adecuado que Aylizz leyese todo cuanto era. Había luchado a su lado, pero era joven, falta de preparación para asimilar unas profundidades que, a tenor de cuanto había escuchado, bien podrían espantarla. Asumía un idealismo propio de los Nemaniel, que tanta debilidad habían traído a su especie.
“¿Este es el futuro de los nuestros?” se preguntó asqueado. Acto seguido, enfadado consigo mismo, despreció tal pensamiento hacia alguien que le había ayudado no una, sino dos veces. Aún así, las palabras de la elfa le resultaron tan erradas que se contuvo unos instantes antes de dar voz a las suyas.
-Hay tan sólo dos opciones- trató de expresarse de manera amable, tranquilizadora, contraponiendo las respuestas que bullían en su mente- Una es esperar. Sufrir un primer ataque. Ver nuestros muertos y heridos y entonces reaccionar a una guerra impuesta desde el exterior- una sonrisa a destiempo, sanguinaria, lo traicionó antes de volver a retomar un rictus apacible, sereno- Otra consiste en obtener el suficiente poder para lanzar un ataque que sean incapaces de repeler, y destruir al enemigo hasta los cimientos, de forma que jamás puedan volver a resultar una amenaza- la miró directamente- El odio solo genera más odio hasta que una de las dos partes lo sustituye por el terror. Llegados a ese punto, no pensarán en vengarse, tan sólo en sobrevivir.
Se detuvo un momento, nuevamente sorteando las frases que pintaba de manera brillante su agresivo subconsciente. Resultaba agotador…
-Cuando el punto es la supervivencia, no se trata de victoria, sino de aniquilación. Hay criaturas que no responden a otro medio. No hay pactos, ni promesas. Siempre serán un peligro para nosotros.
Tomando la botella, dio un largo trago. Por desgracia, él sólo no podía abarcar todo ese trabajo.
“No aún” susurró su oscuridad.
- ¿Quién querría Aylizz ser si los dioses permitiesen elegir cualquier destino? - retomó Nou el juego con un tono burlón- ¿Qué te llenaría de dicha en una vida perfecta?
La pregunta no era una idea lanzada al aire. Ni siquiera bienintencionada. Cualquier cosa que desease tomar para sí corría el riesgo de desvanecerse si las predicciones del espadachín llegaban a cumplirse. Aún estaba a tiempo de aprender.
Nousis Indirel
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Re: La voz de la locura [Privado] (Cerrado)
Terminó de atender a la exposición del elfo sobre su anterior ocupación. ¿Diestro? Por supuesto, por su orgullo que lo era en todo lo que hacía. Y aunque no lo fuera, no habría una forma de demostrar que se las daba de experto sin ser verdad, así que tendría que aceptar aquellas historias como ciertas hasta que el transcurso de la vida demostrase lo contrario. Curioso que, de nuevo, aquellas frías y lejanas tierras se abriesen paso en la conversación, "una permanece en el norte", ¿podría referirse a la elfa? Algo había detrás de los pocos cabos atados de los que disponía, ¿tal vez un intenso y puede que doloroso pasado? Costaba imaginarlo en una acaramelada historia. Lo miró con picardía, pero no mentó nada al respecto, si algo había advertido desde que se habían encontrado aquella tarde era que él se cerraba en banda en las preguntas directas pero, de forma relajada, terminaba compartiendo aspectos de su vida a cuentagotas. Lógico de todo punto, nadie se descubre en el primer encuentro. Y aunque aquel no lo fuera para ellos, nadie se preocupa por conocer a su aliado cuando se está librando una batalla, vale con que su espada llegue allí donde la propia no lo haga.
-¿En Midgard? ¿Y eso fue antes o después de perder el territorio? Me hubiese gustado conocer aquellas tierras época de bonanza, ahora esos bosques son de todo menos acogedores...
El rostro de Nousis se mantuvo plano, sumido en aquella seriedad tan perturbadora, durante largos y ciertamente inquietantes minutos, incluso al hablar parecía encontrarse lejos de aquella cueva. Aunque sus palabras se expresaban desde un tono amable y sereno, era crudo en sus afirmaciones, dejando entrever que tenía pensamientos mucho más profundos acerca de aquellas ideas que trataba de exponer de manera apacible. No contestó de inmediato, incluso apartó la mirada de aquel rostro oscurecido, ¿realmente hablaba en serio? Bien podrían ser apreciaciones nacidas del del dolor y las experiencias de una aventajada vida, una que ella aun no alcanzaría a comprender hasta pasados los años. Lo había visto desangrar a más de uno, a más de dos, y era indudable que se había ganado enemigos en diferentes fronteras, pero... Por alguna razón la resultaba difícil terminar de imaginarlo como alguien tan macabro, tan sumido en los extremos que sería capaz de encabezar una masacre sin que se turbara su conciencia. "Aniquilación". Vaya. Aquellas eran palabras mayores. ¿Qué justicia podría ver en aquello? No poner el ojo en las vidas que arrebatar, arrasar sin importar la inocencia o culpabilidad del que se tiene delante, si no comparte la sangre merece la muerte. ¿Y qué hay de aquellos que aun siendo hijos de Sandorai habían cometido atrocidades? ¿A caso merecían el perdón de los dioses por pertenecer a la raza? Pensó en Handir, aquel desgraciado que los había vendido por cuatro asquerosas monedas a los seres de la noche, ¿tenía alguien como él más honor que un simple campesino que vive tranquilo, dedicado a la labranza de sus tierras? Suspiró, resignada a guardar silencio, era absurdo tratar de exponer su visión ante alguien tan empastado en ideas tan radicales. No obstante, no quedó indiferente, menos aun cuando la fulminó de nuevo con la mirada, pero mantuvo sus pupilas fijas en las del elfo escudriñando aquel gris que parecía volverse cada vez más oscuro. Si trataba de intimidarla, no iba a darle el gusto.
-Supongo que es triste que en todo este tiempo no hayas dado con nadie a quien consideres que merece la pena salvar.
La pausa para un nuevo trago de aquel licor pareció destensar la conversación, una pausa para apaciguar las cabezas, anularlas incluso de seguir bebiendo hasta la salida del sol. O hasta que la botella quedase vacía, al menos. Se desperezó, como si en aquel gesto se quitase las preocupaciones de encima, antes de recibir de lleno una nueva cuestión que esta vez fue a dar de lleno en su mayor inquietud. Sonrió divertida, denotando con un gesto en el rostro la dificultad de aquella respuesta, que si bien se había planteado en tantas ocasiones, había variado innumerables veces con el paso del tiempo. Pasándose la mano por la frente, como si aquel acto despejara sus ideas, elevó la vista al cóncavo techado. No mentiría si dijera que en varias ocasiones había deseado retomar su vida antes de la marcha. Limitada, establecida, cuadriculada... Pero segura, al fin y al cabo. Negó para sí tan rápido como aquella idea se presentó ante ella. Por mucho que tratase de convencerse de lo contrario, aquello no era una vida plena para ella. Pero entonces, ¿qué lo era? Si su acompañante supiera las veces que ella misma se había hecho la misma pregunta que ahora él planteaba...
-Veamos... Cortarle la lengua a los que son como tú no estaría mal para empezar, ¿viviría en la ignorancia y el idealismo? No te lo niego, pero al menos lo haría sin deprimirme.- le dedicó una nueva burla, casi siendo capaz de leer los pensamientos que de seguro tenía sobre ella, una chiquilla a la que aun le quedaban muchas decepciones por vivir -Pero hablando en serio, podría decirte que con una vida sencilla me vale, nunca he aspirado a grandes excentricidades, aunque lo cierto es que si bien es lo que, en mayor o menor medida, tengo ahora... Es aburrida.- se encogió de hombros con total sinceridad -No creo que pueda darte una respuesta más certera en este momento, es decir... Tengo varios frentes abiertos. ¿Encontrar a los míos? Si, claro, eso es obvio. ¿Más allá de eso? Por ahora quiero conocer cuanto pueda de primera mano, estoy cansada de tener que aceptar las verdades que otros me cuenten, ¿sabes? De haberlo hecho no estaría aquí. Si tengo que tomar partido en algo, qué menos que hacerlo bajo mis propias convicciones.
Arqueó una ceja con gesto divertido, de alguna forma podía intuir que aquel elfo todavía no la tomaba en serio, nada nuevo para ella de todas formas... De manera sutil y sin grandes aspavientos, tan sólo posando una de sus manos sobre el suelo, que ya se sentía cálido alrededor de la hoguera, hizo que uno de los tallos de las plantas más cercanas a la entrada de la cueva reptase hasta las paredes y trepase por ellas tras el espadachín hasta alcanzar la botella que aun sostenía. La hizo enroscar y, como si nada, la elevó hasta posarla sobre ella. Después, tan pronto como apartó su mano del firme para agarrar el vidrio, la enredadera cayó a plomo, quedando nuevamente sin vida ante sus ojos.
-He aprendido algunas cosas que me aseguraron no poder hacer y quiero ver hasta dónde puedo llegar.- Tomó un trago, tratando de mostrarse indiferente ante la reacción de su acompañante, no sin perderle de vista por el rabillo del ojo mientras bebía. Al terminar, se dirigió a él nuevamente, cediéndosela de nuevo. -¿Qué hay de ti? ¿Algún otro plan a parte de dominar el mundo?
-¿En Midgard? ¿Y eso fue antes o después de perder el territorio? Me hubiese gustado conocer aquellas tierras época de bonanza, ahora esos bosques son de todo menos acogedores...
El rostro de Nousis se mantuvo plano, sumido en aquella seriedad tan perturbadora, durante largos y ciertamente inquietantes minutos, incluso al hablar parecía encontrarse lejos de aquella cueva. Aunque sus palabras se expresaban desde un tono amable y sereno, era crudo en sus afirmaciones, dejando entrever que tenía pensamientos mucho más profundos acerca de aquellas ideas que trataba de exponer de manera apacible. No contestó de inmediato, incluso apartó la mirada de aquel rostro oscurecido, ¿realmente hablaba en serio? Bien podrían ser apreciaciones nacidas del del dolor y las experiencias de una aventajada vida, una que ella aun no alcanzaría a comprender hasta pasados los años. Lo había visto desangrar a más de uno, a más de dos, y era indudable que se había ganado enemigos en diferentes fronteras, pero... Por alguna razón la resultaba difícil terminar de imaginarlo como alguien tan macabro, tan sumido en los extremos que sería capaz de encabezar una masacre sin que se turbara su conciencia. "Aniquilación". Vaya. Aquellas eran palabras mayores. ¿Qué justicia podría ver en aquello? No poner el ojo en las vidas que arrebatar, arrasar sin importar la inocencia o culpabilidad del que se tiene delante, si no comparte la sangre merece la muerte. ¿Y qué hay de aquellos que aun siendo hijos de Sandorai habían cometido atrocidades? ¿A caso merecían el perdón de los dioses por pertenecer a la raza? Pensó en Handir, aquel desgraciado que los había vendido por cuatro asquerosas monedas a los seres de la noche, ¿tenía alguien como él más honor que un simple campesino que vive tranquilo, dedicado a la labranza de sus tierras? Suspiró, resignada a guardar silencio, era absurdo tratar de exponer su visión ante alguien tan empastado en ideas tan radicales. No obstante, no quedó indiferente, menos aun cuando la fulminó de nuevo con la mirada, pero mantuvo sus pupilas fijas en las del elfo escudriñando aquel gris que parecía volverse cada vez más oscuro. Si trataba de intimidarla, no iba a darle el gusto.
-Supongo que es triste que en todo este tiempo no hayas dado con nadie a quien consideres que merece la pena salvar.
La pausa para un nuevo trago de aquel licor pareció destensar la conversación, una pausa para apaciguar las cabezas, anularlas incluso de seguir bebiendo hasta la salida del sol. O hasta que la botella quedase vacía, al menos. Se desperezó, como si en aquel gesto se quitase las preocupaciones de encima, antes de recibir de lleno una nueva cuestión que esta vez fue a dar de lleno en su mayor inquietud. Sonrió divertida, denotando con un gesto en el rostro la dificultad de aquella respuesta, que si bien se había planteado en tantas ocasiones, había variado innumerables veces con el paso del tiempo. Pasándose la mano por la frente, como si aquel acto despejara sus ideas, elevó la vista al cóncavo techado. No mentiría si dijera que en varias ocasiones había deseado retomar su vida antes de la marcha. Limitada, establecida, cuadriculada... Pero segura, al fin y al cabo. Negó para sí tan rápido como aquella idea se presentó ante ella. Por mucho que tratase de convencerse de lo contrario, aquello no era una vida plena para ella. Pero entonces, ¿qué lo era? Si su acompañante supiera las veces que ella misma se había hecho la misma pregunta que ahora él planteaba...
-Veamos... Cortarle la lengua a los que son como tú no estaría mal para empezar, ¿viviría en la ignorancia y el idealismo? No te lo niego, pero al menos lo haría sin deprimirme.- le dedicó una nueva burla, casi siendo capaz de leer los pensamientos que de seguro tenía sobre ella, una chiquilla a la que aun le quedaban muchas decepciones por vivir -Pero hablando en serio, podría decirte que con una vida sencilla me vale, nunca he aspirado a grandes excentricidades, aunque lo cierto es que si bien es lo que, en mayor o menor medida, tengo ahora... Es aburrida.- se encogió de hombros con total sinceridad -No creo que pueda darte una respuesta más certera en este momento, es decir... Tengo varios frentes abiertos. ¿Encontrar a los míos? Si, claro, eso es obvio. ¿Más allá de eso? Por ahora quiero conocer cuanto pueda de primera mano, estoy cansada de tener que aceptar las verdades que otros me cuenten, ¿sabes? De haberlo hecho no estaría aquí. Si tengo que tomar partido en algo, qué menos que hacerlo bajo mis propias convicciones.
Arqueó una ceja con gesto divertido, de alguna forma podía intuir que aquel elfo todavía no la tomaba en serio, nada nuevo para ella de todas formas... De manera sutil y sin grandes aspavientos, tan sólo posando una de sus manos sobre el suelo, que ya se sentía cálido alrededor de la hoguera, hizo que uno de los tallos de las plantas más cercanas a la entrada de la cueva reptase hasta las paredes y trepase por ellas tras el espadachín hasta alcanzar la botella que aun sostenía. La hizo enroscar y, como si nada, la elevó hasta posarla sobre ella. Después, tan pronto como apartó su mano del firme para agarrar el vidrio, la enredadera cayó a plomo, quedando nuevamente sin vida ante sus ojos.
-He aprendido algunas cosas que me aseguraron no poder hacer y quiero ver hasta dónde puedo llegar.- Tomó un trago, tratando de mostrarse indiferente ante la reacción de su acompañante, no sin perderle de vista por el rabillo del ojo mientras bebía. Al terminar, se dirigió a él nuevamente, cediéndosela de nuevo. -¿Qué hay de ti? ¿Algún otro plan a parte de dominar el mundo?
Aylizz Wendell
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Re: La voz de la locura [Privado] (Cerrado)
-¿Y qué parte del continente es realmente grata a día de hoy?- replicó el espadachín con sorna, estirando la comisura izquierda de los labios en un deje de desdén. Pronto borró tal gesto. La muchacha no se lo merecía y él lo sabía bien, del mismo modo que las causas de su propio comportamiento. Si nada tenía que ver con ella esas salidas de todo resultaban injustas. Ser capaz de controlarlas era algo más complejo.
-No he dicho tal cosa- respondió al comentario de la joven. Ordenó sus pensamientos, decidido a no revelar más de que necesario. Sus propias y calladas dudas aún asomaban como aletas de tiburón en un mar antes tranquilo como un espejo líquido- Bestias, licántropos, dragones… e incluso humanos, engloban criaturas de buen corazón y gentes sin moral, inclinadas al Mal. Mi opinión de éstos últimos se basa en mis viajes. Nacen, crecen deprisa, tal vez demasiado y ahí se encuentra el problema. Su corta vida los hace proclives a una cierta locura, incapaces de absorber la calma, y muchos parecen desear devorar el mundo con su ansia- volvió a pensar en la humana. ¿Era lo mismo? No estaba seguro- Ello lleva a violencia, guerras, desigualdad, hambre… y para sobrevivir han de pisar a otros o acabar con ellos. Son fuego para el bosque. Mas no todos.
Su voz adoptó el consabido tono impuesto por el ansia de llevar a buen puerto sus proyectos. Una marea de sangre anegando Beltrexus.
-Vampiros y brujos en cambio, ¿Qué aportan al continente? Ya has visto las deliciosas cualidades de los malditos chupasangre. Depredadores nacidos de la oscuridad. Ya provocaron calamidades en el pasado y es algo que sin duda volverá a repetirse. Cazarlos hasta la extinción es un deber para con los débiles y los que deben ser protegidos. Demonios con cierta forma de persona- añadió asqueado. No había sin embargo terminado. Sus ojos grises no se apartaron de los de Aylizz. Deseaba hacerse entender. A fin de cuentas, ella era parte del futuro de su especie. Pero no podía más que expresar aquello de lo que estaba convencido de la mejor forma posible. Y no estaba dando resultado. Ira y lástima iban llenando su interior como afluentes de un lago desesperado.
-Si una sola cosa de cuantas me has escuchado pronunciar desde que nos conocemos pudiera grabarte para siempre, sería ésta- se acercó medio palmo más, inclinando el rostro hacia ella- jamás confíes en un brujo. No dudes que siempre buscarán su propio beneficio, como carne de traición. Nadie ha sufrido a sus manos más que nosotros, y no me cabe duda que volverán a hacerlo. Tomaron nuestras tierras, nos traicionaron y nos asesinaron. Sólo les mueve el poder y la codicia, manejando esa magia blasfema cuyo único fin es la destrucción- negó con la cabeza y repitió- Jamás confíes en un brujo. No podemos perder a más de los nuestros, y menos por dejar el cuello a merced de asesinos. Puedes pensar que es imposible que entre ellos todos sean así, y tal vez exista alguien decente entre esa turba diabólica. Pero si me diesen a elegir entre salvarlos por esa minoría y eliminarlos a todos, no dudaría un segundo. Primero es Sandorai, primero es nuestra gente.
Sonrió con tristeza. Imaginó qué podría pensar la muchacha. No era la primera vez que le argumentaban ciertas cosas.
-¿Sabes? No soy ningún ciego. Los Elfos no somos perfectos. He visto a uno de nosotros asesinar aldeas y comerse a sus víctimas. He visto elfos matar por dinero a inocentes, dejarles morir. Engañar, corromperse- miró al techo una vez más- Y ellos también merecen su castigo. Pero ya me has visto- su sonrisa se tornó cálida una vez más, semejante a una disculpa- Ni por asomo tengo poder suficiente para todo ello. Sólo soy un guerrero más. Ya te he dicho que puede parecer una estupidez. Una que nadie más parece querer llevar a cabo- se encogió de hombros.
Admitió para sí que la chica lograba divertirlo incluso en ese ambiente lúgubre y dejado de la mano de los dioses. Y con todo, advertía en ella cierta clarividencia poco acorde a su corta edad. Aquello le gustaba, pese a que su rostro era el mismo que el del maestro que escucha apacible las diatribas de un alumno despejando caminos por los que mucho tiempo antes el primero ya ha cruzado.
-Comprendo- asintió- Tienes todo el tiempo del mundo, aunque no me ahorraré el decirte que una vida aburrida es lo que pediría la mayor parte de los habitantes del continente. Una vida apacible, monótona, sin guerra ni hambre. Casa, tierra, familia- guiñó entonces un ojo a la elfa, continuando de un modo más distendido, dadas las vividas situaciones en común- Claro que no parece ser nuestra opción. Conocer es uno de los aspectos que siempre mejoran a una persona. -Concedió, casi como un cumplido.
Apenas había terminado de hablar, cuando ausente de sonido, creyó sentir algo moverse. En una cueva, zona húmeda cerca del bosque, la posibilidad de animales peligrosos nada acordes a un gran tamaño, resultaba probable. Llevó la mano a la espada, hasta que sorprendido, vio que se trataba de vegetación que se movía por sí sola, tomando el frasco sin provocarle daño alguno.
Levantado por inercia, dirigió la vista hacia su compañera, quien con una gracia impecable tomaba la botella del tallo que se la ofrecía. Nou no contuvo una limpia carcajada, fruto de su propia reacción y del gesto de la muchacha. Volvió a sentarse, agradecido por la distracción.
Pensó en mostrarle el fertilizante que le había salvado la vida junto a media docena de elfos dos veces en Árbol Madre, antes de decidir dejarlo para otro momento. A fin de cuentas, no era algo demasiado agradable.
-Creo que hay bastante diferencia entre dominar y proteger. De cualquier manera, he visto criaturas cuyos poderes son infinitamente superiores a los míos. Que ellos se ocupen del resto. Yo sólo busco paz para Sandorai. Me encargaré de los enemigos de fuera, y de los enemigos de dentro. Con el tiempo.
Cruzó los dedos de ambas manos, hacia abajo, tardando en reparar que Aylizz le ofrecía de nuevo el líquido. Apenas quedaba suficiente para un par de tragos más. Dio el suyo, y por algún motivo, se dejó llevar.
-Ven conmigo- ofreció, sin urgencia, suave y calmado- No estás segura de qué hacer, y yo llevo tiempo sin encontrar pistas lo bastante sólidas para cuanto deseo encontrar. Unos días, unas semanas… quizá cansemos antes de eso. Quizá así pueda mostrarte directamente el por qué de mis ideas. Pronto tendremos con seguridad que tomar algún trabajo para sobrevivir. Tú lo escogerás- la sonrisa del elfo mostró trazas de picardía. Se estaba divirtiendo-Sea cual sea, estoy convencido de que conseguiré que veas la verdad que quise explicarte.
Volvió a acercarle la botella.
-¿Y bien?
Nousis Indirel
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Re: La voz de la locura [Privado] (Cerrado)
Ya había optado por darle la razón sin más debate, era más que evidente que estaba acostumbrado a defender sus argumentos y no le suponía esfuerzo alguno responder a sus contrastes. Por otra parte, estaba ya acostumbrada a tales negativas. Trataba de pensar con la cabeza lo más fría que la bebida se lo permitía al tiempo que escuchaba cada puntualización, muchas a las que empezaba a resultarle complicado replicar, aunque otras podían ser igualmente aplicadas a su raza. Sería de necios no asumir que aquellas razones para la lucha no movían también a los suyos, en mayor o menor medida, pero no pudo evitar una suave risa de resignación al recordar su desventura en Urd, afirmando a sus conclusiones acerca de aquellos seres de la noche.
Lo que la pilló por sorpresa fue el repentino acercamiento que situó sus pupilas frente a frente. Tragó saliva, casi olvidándose un instante de respirar. Pudo ser la firmeza con la que recalcó las siguientes palabras, su voz sonando a escasos centímetros o el fugaz brillo que juraría haber visto en aquella mirada gris que ahora alcanzaba a detallar, pero sin duda la advertencia que recibió terminó de calar en una base que ya se había fraguado años atrás.
-Entendido.
Respondió con la misma entereza con la que él se había dirigido, dibujándose en sus labios una ligera curvatura de complicidad. Por alguna razón, la forma en la que se reafirmó en su idea de proteger su tierra y a los suyos sonó extrañamente cálida y familiar, haciéndola apartar la mirada un momento, con cierta reticencia a aceptar el haber percibido un punto en común con el que escondía tras apariencia serena aires tan perturbadores. No obstante, fue novedosamente agradable descubrir que entre las férreas ideas del moreno aun se dejaban aparecer palabras que destacaban la consideración excepciones. Incluso se le torció el gesto al escuchar los puntuales, aunque suficientemente descriptivos, ejemplos de los que, compartiendo su sangre, se habían ganado el desprecio.
-Sé por experiencia que los guerreros os encontráis incómodos en tiempos tranquilos... Y eso suele arrastrar a los que os rodean.- Una caricia melancólica recorrió su fuero interno provocando una pausa que tan pronto como se hizo, rompió al decidirse a no seguir por ese camino -Pero no creo que sea una estupidez desear un futuro mejor para los tuyos. Es sólo que sería una pena no vivir lo suficiente para disfrutarlo.- puntualizó, imitando su encogida de hombros con gesto altivo y burlón.
Por supuesto que si podía ahorrarse cualquier comentario él no pensaba hacerlo, de igual manera que alguien advierte no tener la intención de ofender antes de proclamar una ofensa. Y no la sonó a nuevas aquellas tranquilas y honorables metas a las que dirigir una vida, ya andaría a medio camino de alcanzarlas de haberse quedado en casa, tampoco las descartaba en los años venideros. Pero el espadachín lo había verbalizado de forma muy acertada, en la longevidad de los suyos podía plantearse llevar un camino bien andado antes de cumplir con lo que, llegado el momento, se esperaba de ella. De ellos. De todos. Mantener la raza viva, transmitir un linaje y una historia. Y retirarse a morir en paz.
-Sí, claro... Esas cosas llegarán. Algún día. Dentro de muchos, muchos días.
Río, devolviendo el giño. Era agradable y ciertamente sorprendente que alguien de su talante no la apartara de sus inquietudes, claro que pensándolo un momento, si bien ella estaba marcada por su condición de fémina, él ya podría andar cerca de las presiones que se tornan en función de la edad. ¿Cuántas décadas vividas? No muchas más de setenta. Y a pesar de su mal parado estilo de vida, lucía bien. Claro, que el carácter... Ahogó una broma ponzoñosa, sería mejor no abrir aquel cajón.
Agradeció con creces que Nousis no terminara de desenvainar la espada, no hubiera apostado a verle tan diestro como acostumbraba tras una noche diluida en alcohol. Lo señaló con gracia, haciendo referencia a su gesto de sorpresa y siguió sus movimientos, divertida, hasta haberse acomodado de nuevo. Levantó la botella tras sus siguientes palabras antes de beber, amagando a brindar por ellas con aires de celebración, no estaba de más siendo la primera vez que lo escuchaba desquitarse de aquello que más que un objetivo se percibía como una carga. No había terminado de acomodar aquel último trago cuando el elfo expuso su propuesta y casi se atragantó al escucharlo. No pudo evitar una carcajada de pura sorpresa, antes de darse cuenta de que hablaba en serio. Carraspeó antes de recomponerse, atendiendo a las que sin duda la parecieron condiciones tentadoras, si además tenía en cuenta que la experiencia y los conocimientos del espadachín podían servirla a su favor. No obstante, un resquicio de lucidez la hizo achacar aquella ocurrencia a la ya casi acabada botella.
-Creo que ya has bebido suficiente- respondió con picardía al tiempo que le quitaba el vidrio de la mano que se lo tendía y tomó ella por última vez antes contestar -Mañana te arrepentirás si accedo ahora, ya hemos viajado juntos y sabes lo que te espera si te acompaño, cargar con alguien que apenas se sabe defender. Pero ¡eh! Si cuando despiertes sigue pareciéndote buena idea...
La hoguera estaba ya baja y no quedaban muchas horas para darse el alba. Fuera, la incesable lluvia parecía dar pequeños respiros rebajando su intensidad a medida que la noche avanzaba, para volver por momentos a caer con fuerza todo lo que ocupaba el valle. En uno de aquellos despejes encontró la oportunidad para salir a... Bueno, habían compartido la bebida, podía imaginarse la necesidad de excusarse sin dar explicaciones. Hizo el vidrio vacío a un lado con intención de incorporarse, viéndose de forma inmediata los efectos secundarios de aquel juego traicionero que, mientras se había mantenido sentada, habían permanecido sosegados. Despegarse del suelo no fue un inconveniente, mas no había logrado sostenerse sobre sus rodillas cuando perdió el equilibrio en el intento de ponerse en pie, cayendo irremediablemente sobre el costado de su acompañante, sin poder siquiera controlar una risa sin filtro que trató de apaciguar cubriéndose la cara.
-¡Definitivamente, nuestra bebida es mejor que esto!
Se disculpó por el tropiezo, aun entre risas, y se propuso ponerse en pie una vez más, no sin antes darse un momento para adecentarse, cuando se fijó en los detalles de la armadura que ahora, de tan cerca, podía advertir. Sin reparar en las formas y como si en un parpadeo hubiese dejado de ser consciente de la situación, repasó con sus dedos las formas y hendiduras que describían un trabajo bien hecho, sólo reparando en que su mente se había ausentado cuando de nuevo fue consciente de la respiración del elfo que hacía elevar su pecho bajo el metal. Trató de hacer pasar desapercibido un pequeño sobresalto al percatarse de la atención que la prestaba, notando sus mejillas enrojecer al instante y sin perder más tiempo terminó por levantarse y dirigirse al exterior, excusándose como buenamente acertó a decir.
-Si finalmente voy contigo debería mejorar mi equipamiento, sí. Eh... ¡Tengo que salir! Antes de que vuelva a ponerse a llover. Espero que amanezca despejado...
Lo que la pilló por sorpresa fue el repentino acercamiento que situó sus pupilas frente a frente. Tragó saliva, casi olvidándose un instante de respirar. Pudo ser la firmeza con la que recalcó las siguientes palabras, su voz sonando a escasos centímetros o el fugaz brillo que juraría haber visto en aquella mirada gris que ahora alcanzaba a detallar, pero sin duda la advertencia que recibió terminó de calar en una base que ya se había fraguado años atrás.
-Entendido.
Respondió con la misma entereza con la que él se había dirigido, dibujándose en sus labios una ligera curvatura de complicidad. Por alguna razón, la forma en la que se reafirmó en su idea de proteger su tierra y a los suyos sonó extrañamente cálida y familiar, haciéndola apartar la mirada un momento, con cierta reticencia a aceptar el haber percibido un punto en común con el que escondía tras apariencia serena aires tan perturbadores. No obstante, fue novedosamente agradable descubrir que entre las férreas ideas del moreno aun se dejaban aparecer palabras que destacaban la consideración excepciones. Incluso se le torció el gesto al escuchar los puntuales, aunque suficientemente descriptivos, ejemplos de los que, compartiendo su sangre, se habían ganado el desprecio.
-Sé por experiencia que los guerreros os encontráis incómodos en tiempos tranquilos... Y eso suele arrastrar a los que os rodean.- Una caricia melancólica recorrió su fuero interno provocando una pausa que tan pronto como se hizo, rompió al decidirse a no seguir por ese camino -Pero no creo que sea una estupidez desear un futuro mejor para los tuyos. Es sólo que sería una pena no vivir lo suficiente para disfrutarlo.- puntualizó, imitando su encogida de hombros con gesto altivo y burlón.
Por supuesto que si podía ahorrarse cualquier comentario él no pensaba hacerlo, de igual manera que alguien advierte no tener la intención de ofender antes de proclamar una ofensa. Y no la sonó a nuevas aquellas tranquilas y honorables metas a las que dirigir una vida, ya andaría a medio camino de alcanzarlas de haberse quedado en casa, tampoco las descartaba en los años venideros. Pero el espadachín lo había verbalizado de forma muy acertada, en la longevidad de los suyos podía plantearse llevar un camino bien andado antes de cumplir con lo que, llegado el momento, se esperaba de ella. De ellos. De todos. Mantener la raza viva, transmitir un linaje y una historia. Y retirarse a morir en paz.
-Sí, claro... Esas cosas llegarán. Algún día. Dentro de muchos, muchos días.
Río, devolviendo el giño. Era agradable y ciertamente sorprendente que alguien de su talante no la apartara de sus inquietudes, claro que pensándolo un momento, si bien ella estaba marcada por su condición de fémina, él ya podría andar cerca de las presiones que se tornan en función de la edad. ¿Cuántas décadas vividas? No muchas más de setenta. Y a pesar de su mal parado estilo de vida, lucía bien. Claro, que el carácter... Ahogó una broma ponzoñosa, sería mejor no abrir aquel cajón.
Agradeció con creces que Nousis no terminara de desenvainar la espada, no hubiera apostado a verle tan diestro como acostumbraba tras una noche diluida en alcohol. Lo señaló con gracia, haciendo referencia a su gesto de sorpresa y siguió sus movimientos, divertida, hasta haberse acomodado de nuevo. Levantó la botella tras sus siguientes palabras antes de beber, amagando a brindar por ellas con aires de celebración, no estaba de más siendo la primera vez que lo escuchaba desquitarse de aquello que más que un objetivo se percibía como una carga. No había terminado de acomodar aquel último trago cuando el elfo expuso su propuesta y casi se atragantó al escucharlo. No pudo evitar una carcajada de pura sorpresa, antes de darse cuenta de que hablaba en serio. Carraspeó antes de recomponerse, atendiendo a las que sin duda la parecieron condiciones tentadoras, si además tenía en cuenta que la experiencia y los conocimientos del espadachín podían servirla a su favor. No obstante, un resquicio de lucidez la hizo achacar aquella ocurrencia a la ya casi acabada botella.
-Creo que ya has bebido suficiente- respondió con picardía al tiempo que le quitaba el vidrio de la mano que se lo tendía y tomó ella por última vez antes contestar -Mañana te arrepentirás si accedo ahora, ya hemos viajado juntos y sabes lo que te espera si te acompaño, cargar con alguien que apenas se sabe defender. Pero ¡eh! Si cuando despiertes sigue pareciéndote buena idea...
La hoguera estaba ya baja y no quedaban muchas horas para darse el alba. Fuera, la incesable lluvia parecía dar pequeños respiros rebajando su intensidad a medida que la noche avanzaba, para volver por momentos a caer con fuerza todo lo que ocupaba el valle. En uno de aquellos despejes encontró la oportunidad para salir a... Bueno, habían compartido la bebida, podía imaginarse la necesidad de excusarse sin dar explicaciones. Hizo el vidrio vacío a un lado con intención de incorporarse, viéndose de forma inmediata los efectos secundarios de aquel juego traicionero que, mientras se había mantenido sentada, habían permanecido sosegados. Despegarse del suelo no fue un inconveniente, mas no había logrado sostenerse sobre sus rodillas cuando perdió el equilibrio en el intento de ponerse en pie, cayendo irremediablemente sobre el costado de su acompañante, sin poder siquiera controlar una risa sin filtro que trató de apaciguar cubriéndose la cara.
-¡Definitivamente, nuestra bebida es mejor que esto!
Se disculpó por el tropiezo, aun entre risas, y se propuso ponerse en pie una vez más, no sin antes darse un momento para adecentarse, cuando se fijó en los detalles de la armadura que ahora, de tan cerca, podía advertir. Sin reparar en las formas y como si en un parpadeo hubiese dejado de ser consciente de la situación, repasó con sus dedos las formas y hendiduras que describían un trabajo bien hecho, sólo reparando en que su mente se había ausentado cuando de nuevo fue consciente de la respiración del elfo que hacía elevar su pecho bajo el metal. Trató de hacer pasar desapercibido un pequeño sobresalto al percatarse de la atención que la prestaba, notando sus mejillas enrojecer al instante y sin perder más tiempo terminó por levantarse y dirigirse al exterior, excusándose como buenamente acertó a decir.
-Si finalmente voy contigo debería mejorar mi equipamiento, sí. Eh... ¡Tengo que salir! Antes de que vuelva a ponerse a llover. Espero que amanezca despejado...
Aylizz Wendell
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Re: La voz de la locura [Privado] (Cerrado)
¿Qué respondería? Pensaba manteniendo la sonrisa propia de los juegos. Le resultaba curioso aguardar sin conocer con exactitud el paso que daría a su petición. Él nunca ofrecía algo sin estar seguro de la contestación. No le gustaban las sorpresas. Consideraba al control algo necesario y su mente burbujeaba con los caminos a seguir si por algún motivo ella decía sí.
-¿Incómodo?- repitió con anterioridad. De modo que lo veía como un simple asesino. Por algún motivo aquello nada le gustó. Él no era una espada, se dijo, envuelto en su aura de arrogancia. Sus mejores cualidades distaban del combate. Y si en eso lo veía diestro, apenas había entreabierto la puerta hacia cuanto el se consideraba.
“¿Quieres impresionarla?”
No se trataba de algo tan frívolo como aquello. Tampoco buscaba agradarla. Tan sólo una impresión correcta sobre él. Quizá era sencillamente demasiado joven para apreciar ciertas cosas que el elfo creía evidentes sobre sí mismo.
-Me encantaría no tener la necesidad de combatir- aseguró- es algo impuesto por la necesidad de los tiempos en que vivimos. Me encantaría conocerlo todo, pasear entre los árboles, sin más preocupaciones que libros y descubrimientos. Tan sólo no es posible. Por intentar, como has dicho… intentar un futuro mejor. Para que muchos vivan tranquilos son otros los que han de preocuparse.
La pequeña y ligera festividad que llevaban a cabo retornó al ambiente y la asombrosa habilidad de la muchacha le retrotrajo a la guerra, exactamente al momento en el que elfos y dragones lucharon unos instantes por la estupidez del crío-rey. El poder que allí se desplegó también afectó a la vegetación de una forma parecida, aunque en mucha mayor medida. Sin duda, los poderes de la elfa tenían un gran margen de crecimiento. Cada vez que volvía a verla, resultaba una aliada más atractiva. Sólo quedaba quemar esa absurda presunción de inocencia que tenía por todas las razas.
Terminar la botella y tratar de levantarse fue todo uno, para terminar, perdiendo el equilibrio y caer hacia él. Sacudió la cabeza con un sarcástico suspiro. Ya apenas recordaba sus primeros tratos con el alcohol. Tan sólo que había pasado tanto tiempo y ocasiones que una mera botella y más para ambos, apenas le provocaba inhibición alguna. Claro que ella era joven, y apenas habían cenado. Como sumar dos más dos. No cabía otro resultado.
La observó con un detenimiento divertido, mientras su compañera, junto a él, acariciaba sus protecciones. Sí, era hermosa, pero ni siquiera se permitió un pensamiento más en aquella dirección. Demasiados quebraderos de cabeza tenía ya como para continuar aumentando la altura del muro. Sin embargo, el rubor de Ayl cuando sus ojos captaron su mirada fue algo que provocó un sentimiento de cierta calidez. Sí, pensó sin perder la sonrisa mientras ella enfilaba la salida de la cueva. Pese a lo afilado de su lengua y errado de ciertos de sus planteamientos, aquella criatura le inspiraba cierto afán protector. Y cuando regresó, con los ánimos más calmados, ambos buscaron sus respectivos lugares a fin de pasar la noche, antes de que el espadachín se quitase la capa y cubriese a la elfa con ella, sólo para volver a apoyar la espalda contra la pared y cerrar sus ojos grises, con la espada siempre a mano.
[...]
La primera luz lo despertó antes que a Ayl, y Nou se desperezó, sintiendo una molesta tirantez en la espalda y el cuello fruto de la incomodidad a la hora de conciliar el sueño. Sonrió ante la visión de la muchacha, esperando que el dolor de cabeza que pudiese acarrear fuese el menor posible, y le dejó algo de comer en la piedra donde se había sentado.
Era momento de practicar. No tardarían en ponerse en camino.
Nousis Indirel
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