Áddila y Sarah Scherer [Evento Objetos del 19]
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Áddila y Sarah Scherer [Evento Objetos del 19]
Áddila observó a dos figuras humanoides y adultas acercarse a la fuente de la juventud, sobrepasando el círculo de tiza que los brujos dibujaron en el suelo. La mujer águila descendió del cielo haciendo batir sus enormes alas. El sonido fue suficiente para que las dos figuras retrocediesen unos pocos pasos.
Reconoció a los intrusos, se trataba de dos brujos de la guarnición de Sarah Scherer: San Sarni, tensai de fuego, y Fenna Ferhart, tensai de agua. Áddila se cruzó de brazos y bufó como si estuviera acomodando hacia atrás un mechón de pelo rebelde, en el caso de la mujer águila, una pluma rebelde que le tapaba el campo de visión. Los brujos demostraron ser unos maleducados, giraron la cabeza como si buscasen a otra persona que diera una excusa por ellos. Cualquiera les valdría, incluso en el encargado de limpiar los abrevaderos de los animales sabría hablar con más claridad que ellos.
—¿Y bien? — Áddila tomó la iniciativa de la conversación.
—La maestra Scherer nos ordenó que… Fenna, díselo tú.
Brujo cobarde.
—Sí, verá. La maestra Scherer quería que investigásemos el pozo porque…. Ya sabe…. Es nuestro deber.
San tuvo la osadía de limpiar la tierra de su túnica mientras su compañera hablaba. El gesto hizo que Áddila enarcarse una ceja. Todos los brujos eran iguales: cobardes, incapaces de asumir la responsabilidad de sus actos.
—Vuestro deber — repitió Áddila.
—Así es — contestó Fenna desvelando el tono de voz arrogante, el que no utilizaría ante la Sarah Scherer, pero sí ante una mujer águila venida de La Guardia de Verisar.
—Tenía entendido que vuestro deber era retener la propagación de la maldición, no incentivar el contagio. Estaría equivocada. Adelante, pasad — Áddila desplegó el ala derecha y emuló una suerte de reverencia.
San Sarni caminó lentamente sin apartar los ojos de la mujer águila. Adelante, decía la sonrisa de la mujer águila. Fenna le seguía de cerca. Áddila se giró de bruces en el momento que el pie de San chafó la tiza del suelo. Desenfundó la espada y golpeó la pierna del brujo con la parte ancha del arma. San Sarni cayó al suelo, poniendo sus manos por delante. Se quedó a cuatro patas, humillado como un vulgar animal. El orgullo le dolía más que la pierna.
Fenna hizo la intención de un hechizo ofensivo, formó un ovillo de agua que terminó deshaciéndose entre sus manos.
—Te lo has pensado dos veces antes de atacar a un alto miembro de La Guardia de Verisar — Áddila señaló con la punta de la espada los dedos mojados de Fenna —. Si vuestro deber es investigar el objeto de Egdecomb, el mío es neutralizar a cualquiera que haga indicios de beber en la fuente. Decidle a vuestra señora — Áddila evitó utilizar conscientemente la palabra “maestra” — que sus investigaciones quedan pospuestas hasta nueva orden. No permitiré que nadie se acerque a la fuente y si alguien lo hace, utilizaré las leyes de Verisar para juzgarle.
Los brujos asintieron obedientes. Se fueron del lugar con las manos escondidas en el interior de las túnicas, como si ocultasen un cuchillo asesino o, en cuyo caso, un pergamino de magia arcana.
Áddila hizo llamar a cuatro de los mejores soldados que poseía en aquel momento: dos humanos, un cibernético y hombre bestia (rinoceronte). Les ordenó rondar el círculo de tiza. Solos los niños tenían permitido beber de la fuente porque, si no lo hacían, corrían el riesgo de desmayo, incluso muerte en el peor de los casos.
—Si cruzan serán ejecutados — dijo Áddila con serenidad.
Sarah Scherer revisó personalmente las pajareras. De los cuatro cuervos que envió al Hekshold con cartas clónicas de auxilio, solo uno había regresado. Parecía haberse peleado con un ave más grande que él. Le costaba cerrar el ala izquierda y estaba repleto de magulladuras de las que todavía se estaba recuperando.
La maestra Scherer sacrificó el ave retorciéndole el cuello. Hoy los chicos cenarán carne. Entregó el cuerpo a Tiana (sin apellido), la cocinera de la guarnición del Hekshold. Tiana formaba parte de un eslabón muy especial en la cadena de Scherer. Sabía realizar hechizos simples de los cuatro elementos, pero no destacaba en ninguno. Era perfecta para encargarse de las labores mundanas: limpiar la ropa, cocinar y remendar las túnicas destacadas. Los brujos necesitaban de otros brujos, menos brujos, menos inteligentes, que cumpliesen con los trabajos que los primeros desmeritaban.
Tiana cocinó el ave en la olla más grande que disponía. Acompañó la carne con una guarnición de hierbas comestibles de la zona. Unas patatas quedarían mejor, y, puestos a pedir, otra pieza de carne saciaría por completo a todos los brujos.
La comida en Lirio escaseaba, al menos por parte de los brujos. Si el Hekshold no ofrecía un nuevo carruaje de suministros, varios brujos perecerían de hambre. Las esperanzas de la maestra Scherer estaban dispuestas en los tres cuervos restantes, los que no habían regresado.
Padecer hambre o pedir limosna a los hombres de Verisar. Lo primero parecía lo más sensato, de todas formas, La Guardia nunca compartiría sus dones.
Dos días atrás, Áddila recibió un barco de suministros: hortalizas, galletas y algunas carnes saladas. Los brujos salivaban cada vez que veían las cajas con el escudo de Lunargenta y se imaginaban lo que había en su interior.
—Sigo con hambre — dijo Tiana después de terminar su ración de comida, la más pequeña.
—Aquí tienes tu segundo plato, Tía — contestó Basim Benrus. Dio una patada a la olla vacía con la que la hizo rodar por el suelo.
Los brujos rieron en coro.
Tiana hizo caso omiso de las burlas. Se levantó e hizo mímica con las manos, como si estuviera dibujando símbolos arcanos en el aire. En sus manos apareció una manzana roja. Sarah Scherer no veía una manzana desde hace semanas.
—¿De dónde la has cogido? — peguntó la maestra.
—De ahí — Tiana señaló las luces del campamento de La Guardia de Verisar —, hay muchas y están deliciosas. ¿Quiere probar, maestra? Puedo coger más.
—¿Cuántas más?
—Muchas más.
—¿Todas?
Tiana respondió que sí moviendo la cabeza. Era una bruja muy especial.
Áddila y Sarah Scherer reunieron a sus guarniciones y les relataron instrucciones análogas. Los brujos utilizan técnicas oscuras para robar los suministros a La Guardia. Decía Áddila paseándose entre los soldados con las alas recogidas. Los paletos de Verisar no entienden la importancia del estudio, responden a nuestros intentos de análisis con empujones y porrazos. La maestra Scherer hizo especial énfasis en la palabra paleto, ninguno de los soldados venidos de Lunargenta sabía escribir ni leer. No eran más inteligentes que el perro que obedece las órdenes de su amo.
—Nuestra alianza termina aquí y ahora — las lideresas utilizaron las mismas palabras —. Ninguno de los nuestros tomará contacto con el contrario. No serán nuestros enemigos ni serán tratados como tales, pero tampoco debemos confiar en ellos. Nuestra relación actual se ha convertido en una pelea de ratas que buscan sobrevivir escondidas en un agujero. Un nuevo conflicto, por mísero que sea, abrirá las heridas recientes.
Sarah Scherer relató una anécdota sobre una pócima supuestamente milagrosa que no funcionó como esperó y Áddila, por su parte, aburrió a los soldados de la Guardia relatando, una vez más, cómo murió y resucitó en la batalla acontecida en Lagarto, hace más de un año atrás. Las comparaciones de ambas lideresas tenían el mismo fin, decían: sed precavidos, no cometáis ningún fallo porque de sé quemaremos la sala de pociones y separarán la cabeza del resto de nuestro cuerpo.
— Es una cuestión de supervivencia. Debemos actuar primero, si no queremos despertar mañana con el cuchillo de nuestro vecino clavado en el pecho.
* Bienvenido/a a Lirio No me importa si formas parte del grupo del Hekshold o de La Guardia de Verisar. Como has podido observar, ambos grupos tienen buenas intenciones, pero son igual de testarudos. Has escuchado uno de los dos discursos, el de Áddila si estás por parte de La Guardia de Verisar o el de Sarah Scherer, si es que formas parte de los brujos, y crees que tu bando tiene la razón. Para terminar con la creciente disputa, deberás robar la fuente de la juventud, el pozo del pueblo de Lirio, sin que el bando opuesto se entere. ¿Cómo se roba un pozo, una estructura fija? Aquí está el juego de este primer turno: deberás hacer uso de toda tu creatividad. Se imaginativo. Las respuestas más divertidas y acertadas son las más imaginativas.
Áddila, luchadora bestial [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], mujer bestia (águila). Por su participación en la batalla de Lagarto hace un año fue nombrada capitana y ordenado una labor muy importante: dar apoyo a los brujos que custodian la fuente de la juventud.
Sarah Scherer, tensai de viento [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] Perteneciente a la casa Hartem, del Heksholk, es la encargada de supervisar las investigaciones que los brujos realizan sobre la fuente de la juventud. Su función es doble: buscar una manera de destruir el objeto maldito de Egdecomb y los efectos que éste ha provocado en Lirio.
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Reconoció a los intrusos, se trataba de dos brujos de la guarnición de Sarah Scherer: San Sarni, tensai de fuego, y Fenna Ferhart, tensai de agua. Áddila se cruzó de brazos y bufó como si estuviera acomodando hacia atrás un mechón de pelo rebelde, en el caso de la mujer águila, una pluma rebelde que le tapaba el campo de visión. Los brujos demostraron ser unos maleducados, giraron la cabeza como si buscasen a otra persona que diera una excusa por ellos. Cualquiera les valdría, incluso en el encargado de limpiar los abrevaderos de los animales sabría hablar con más claridad que ellos.
—¿Y bien? — Áddila tomó la iniciativa de la conversación.
—La maestra Scherer nos ordenó que… Fenna, díselo tú.
Brujo cobarde.
—Sí, verá. La maestra Scherer quería que investigásemos el pozo porque…. Ya sabe…. Es nuestro deber.
San tuvo la osadía de limpiar la tierra de su túnica mientras su compañera hablaba. El gesto hizo que Áddila enarcarse una ceja. Todos los brujos eran iguales: cobardes, incapaces de asumir la responsabilidad de sus actos.
—Vuestro deber — repitió Áddila.
—Así es — contestó Fenna desvelando el tono de voz arrogante, el que no utilizaría ante la Sarah Scherer, pero sí ante una mujer águila venida de La Guardia de Verisar.
—Tenía entendido que vuestro deber era retener la propagación de la maldición, no incentivar el contagio. Estaría equivocada. Adelante, pasad — Áddila desplegó el ala derecha y emuló una suerte de reverencia.
San Sarni caminó lentamente sin apartar los ojos de la mujer águila. Adelante, decía la sonrisa de la mujer águila. Fenna le seguía de cerca. Áddila se giró de bruces en el momento que el pie de San chafó la tiza del suelo. Desenfundó la espada y golpeó la pierna del brujo con la parte ancha del arma. San Sarni cayó al suelo, poniendo sus manos por delante. Se quedó a cuatro patas, humillado como un vulgar animal. El orgullo le dolía más que la pierna.
Fenna hizo la intención de un hechizo ofensivo, formó un ovillo de agua que terminó deshaciéndose entre sus manos.
—Te lo has pensado dos veces antes de atacar a un alto miembro de La Guardia de Verisar — Áddila señaló con la punta de la espada los dedos mojados de Fenna —. Si vuestro deber es investigar el objeto de Egdecomb, el mío es neutralizar a cualquiera que haga indicios de beber en la fuente. Decidle a vuestra señora — Áddila evitó utilizar conscientemente la palabra “maestra” — que sus investigaciones quedan pospuestas hasta nueva orden. No permitiré que nadie se acerque a la fuente y si alguien lo hace, utilizaré las leyes de Verisar para juzgarle.
Los brujos asintieron obedientes. Se fueron del lugar con las manos escondidas en el interior de las túnicas, como si ocultasen un cuchillo asesino o, en cuyo caso, un pergamino de magia arcana.
Áddila hizo llamar a cuatro de los mejores soldados que poseía en aquel momento: dos humanos, un cibernético y hombre bestia (rinoceronte). Les ordenó rondar el círculo de tiza. Solos los niños tenían permitido beber de la fuente porque, si no lo hacían, corrían el riesgo de desmayo, incluso muerte en el peor de los casos.
—Si cruzan serán ejecutados — dijo Áddila con serenidad.
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Sarah Scherer revisó personalmente las pajareras. De los cuatro cuervos que envió al Hekshold con cartas clónicas de auxilio, solo uno había regresado. Parecía haberse peleado con un ave más grande que él. Le costaba cerrar el ala izquierda y estaba repleto de magulladuras de las que todavía se estaba recuperando.
La maestra Scherer sacrificó el ave retorciéndole el cuello. Hoy los chicos cenarán carne. Entregó el cuerpo a Tiana (sin apellido), la cocinera de la guarnición del Hekshold. Tiana formaba parte de un eslabón muy especial en la cadena de Scherer. Sabía realizar hechizos simples de los cuatro elementos, pero no destacaba en ninguno. Era perfecta para encargarse de las labores mundanas: limpiar la ropa, cocinar y remendar las túnicas destacadas. Los brujos necesitaban de otros brujos, menos brujos, menos inteligentes, que cumpliesen con los trabajos que los primeros desmeritaban.
Tiana cocinó el ave en la olla más grande que disponía. Acompañó la carne con una guarnición de hierbas comestibles de la zona. Unas patatas quedarían mejor, y, puestos a pedir, otra pieza de carne saciaría por completo a todos los brujos.
La comida en Lirio escaseaba, al menos por parte de los brujos. Si el Hekshold no ofrecía un nuevo carruaje de suministros, varios brujos perecerían de hambre. Las esperanzas de la maestra Scherer estaban dispuestas en los tres cuervos restantes, los que no habían regresado.
Padecer hambre o pedir limosna a los hombres de Verisar. Lo primero parecía lo más sensato, de todas formas, La Guardia nunca compartiría sus dones.
Dos días atrás, Áddila recibió un barco de suministros: hortalizas, galletas y algunas carnes saladas. Los brujos salivaban cada vez que veían las cajas con el escudo de Lunargenta y se imaginaban lo que había en su interior.
—Sigo con hambre — dijo Tiana después de terminar su ración de comida, la más pequeña.
—Aquí tienes tu segundo plato, Tía — contestó Basim Benrus. Dio una patada a la olla vacía con la que la hizo rodar por el suelo.
Los brujos rieron en coro.
Tiana hizo caso omiso de las burlas. Se levantó e hizo mímica con las manos, como si estuviera dibujando símbolos arcanos en el aire. En sus manos apareció una manzana roja. Sarah Scherer no veía una manzana desde hace semanas.
—¿De dónde la has cogido? — peguntó la maestra.
—De ahí — Tiana señaló las luces del campamento de La Guardia de Verisar —, hay muchas y están deliciosas. ¿Quiere probar, maestra? Puedo coger más.
—¿Cuántas más?
—Muchas más.
—¿Todas?
Tiana respondió que sí moviendo la cabeza. Era una bruja muy especial.
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Áddila y Sarah Scherer reunieron a sus guarniciones y les relataron instrucciones análogas. Los brujos utilizan técnicas oscuras para robar los suministros a La Guardia. Decía Áddila paseándose entre los soldados con las alas recogidas. Los paletos de Verisar no entienden la importancia del estudio, responden a nuestros intentos de análisis con empujones y porrazos. La maestra Scherer hizo especial énfasis en la palabra paleto, ninguno de los soldados venidos de Lunargenta sabía escribir ni leer. No eran más inteligentes que el perro que obedece las órdenes de su amo.
—Nuestra alianza termina aquí y ahora — las lideresas utilizaron las mismas palabras —. Ninguno de los nuestros tomará contacto con el contrario. No serán nuestros enemigos ni serán tratados como tales, pero tampoco debemos confiar en ellos. Nuestra relación actual se ha convertido en una pelea de ratas que buscan sobrevivir escondidas en un agujero. Un nuevo conflicto, por mísero que sea, abrirá las heridas recientes.
Sarah Scherer relató una anécdota sobre una pócima supuestamente milagrosa que no funcionó como esperó y Áddila, por su parte, aburrió a los soldados de la Guardia relatando, una vez más, cómo murió y resucitó en la batalla acontecida en Lagarto, hace más de un año atrás. Las comparaciones de ambas lideresas tenían el mismo fin, decían: sed precavidos, no cometáis ningún fallo porque de sé quemaremos la sala de pociones y separarán la cabeza del resto de nuestro cuerpo.
— Es una cuestión de supervivencia. Debemos actuar primero, si no queremos despertar mañana con el cuchillo de nuestro vecino clavado en el pecho.
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* Bienvenido/a a Lirio No me importa si formas parte del grupo del Hekshold o de La Guardia de Verisar. Como has podido observar, ambos grupos tienen buenas intenciones, pero son igual de testarudos. Has escuchado uno de los dos discursos, el de Áddila si estás por parte de La Guardia de Verisar o el de Sarah Scherer, si es que formas parte de los brujos, y crees que tu bando tiene la razón. Para terminar con la creciente disputa, deberás robar la fuente de la juventud, el pozo del pueblo de Lirio, sin que el bando opuesto se entere. ¿Cómo se roba un pozo, una estructura fija? Aquí está el juego de este primer turno: deberás hacer uso de toda tu creatividad. Se imaginativo. Las respuestas más divertidas y acertadas son las más imaginativas.
Áddila, luchadora bestial [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], mujer bestia (águila). Por su participación en la batalla de Lagarto hace un año fue nombrada capitana y ordenado una labor muy importante: dar apoyo a los brujos que custodian la fuente de la juventud.
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Re: Áddila y Sarah Scherer [Evento Objetos del 19]
No hacía mucho que la joven había vuelto a las islas, y pasado los primeros días en los que su madre no se separaba de ella ni para dormir, Nahir ya tenía ganas de una nueva aventura.
―¿A dónde vas?― preguntó Bessie desde la puerta, viendo como su hija preparaba un saco con las cosas suficientes como para irse unos días.
―A Lirio.
―Pero si acabas de volver...―su madre actuaba de un modo extraño desde su regreso, y a pesar de que Nahir le había preguntado en más de una ocasión, la mujer decía estar bien.
―Serán solo unos días, mamá.―Bessie no pudo reprimir la mueca de disgusto que se apoderó de su rostro. ―El Heksholk ha pedido ayuda, debo acudir.
―No es tu deber, que vaya otro. No te dejo ir.
―Mamá, por favor, no te pongas así. Además, no te estoy pidiendo permiso...―dejó el saco sobre la cama y se acercó a Bessie, colocando ambas manos en los hombros de la mujer, zarandeando un poco su cuerpo de forma cariñosa, intentando suavizar un poco sus últimas palabras.
Pero Bessie ya había arrugado el entrecejo y se había cruzado de brazos, apoyando todo el peso de su cuerpo en una sola pierna. Ese gesto y postura eran muy característicos de su madre siempre que se enfadaba o disgustaba. En otras circunstancias, o un par de años atrás, aquello le hubiese costado a Nahir unos días de negociación intensa, pero algo había cambiado en ella desde su último viaje, era algo de lo que no habían hablado, pero ambas habían podido notar el cambio.
―¿Y cuando te vas?― si había algo que compartían madre e hija era la cabezonería, ahora que su pequeña había vuelto no quería enfrascarse en una pelea por el futuro inmediato de Nahir. Sabía que no conseguiría convencer la joven sin tener que sacar temas de los que no podía hablar.
―Ahora.― deslizó las manos hasta los brazos de su madre, colándolas por los huecos que le quedaban en los codos, obligando a la mujer a romper esa postura que tanto odiaba, para después acercarse aún más a ella y abrazarla. El enfado de Bessie parecía disminuir por cada segundo que duraba aquel abrazo. Nahir apoyó su frente con la de ella, mirándola a los ojos. ―No te preocupes, sabes que siempre vuelvo...―susurro con tono cariñoso.
Bessie tuvo que morderse la lengua. Sí, siempre volvía, pero cada vez que lo hacía era una persona distinta. Y ahora estaba el tema de sus recuerdos, pero no podía decirle nada, lo había prometido.
La tensai de fuego alzó la cabeza y le dio un beso a su hija en la frente.
―Ten mucho cuidado.
―...y yo ya te he dicho que es imposible.― los brujos dejaron de hablar cuando Nahir se acercó a ellos. La miraron de arriba abajo, examinándola.
―¿Que es imposible?
No contestaron al momento, uno de ellos se limitó a dejar escapar un bufido, como si la presencia de la bruja no fuese más que un estorbo, el otro dio un paso atrás, utilizando las dos manos para acomodarse la túnica. Después se miraron, podía notarse cierta distinción entre los brujos que llevaban días en Lirio y los recién llegados, los primeros a veces parecían molestos con la presencia de los nuevos, como si sobraran. “Ya habéis traído las provisiones, vuestra misión ya ha terminado”.
―Estábamos hablando del plan de Scherer, sobre como poder hacernos con la fuente sin ver vistos por la mujer pájaro y sus matones.― resumió el del bufido.
Nahir se llevó la mano a la cara, tocando sus labios con el dedo meñique, pensando.
―No, basta. No hace falta que te devanes los sesos, como ya he dicho, es imposible.― dijo con tono de irritación.
―Pero si fuese imposible, no nos lo habrían mandado.
Y a pesar de tener prácticamente la misma edad, aquel brujo de túnica una talla por encima de la que le hubiese quedado bien, sonrió a Nahir como si se tratase de una niña ingenua. El de los bufidos, que hasta ahora no se había dado cuenta de que tenía el pelo totalmente blanco, miró nuevamente a su compañero e insistió.
―No es imposible, sólo tenemos que pensar en alguna forma de distraer a los de la guardia para poder pasar el círculo sin que nos corten la cabeza.
―¿Pero tú estás escuchando lo que dices?
―¿Y si lo hacemos sin traspasar el círculo?
Los dos hombres miraron a la bruja, ahora con un poco más de interés.
―Vale, entonces, ¿tenéis todos claro el plan?― Nahir levantó una ceja al escuchar el tono de líder que había adoptado el escéptico del grupo.
―¿Lo tienes claro tú?―la voz melosa de la mujer hizo que la sonrisa del de la túnica enorme, Ommin, se esfumase. Ella, por su parte, apenas podía aguantar las ganas de echarse a reír.
―Hora de trabajar.― añadió el del pelo blanco, Raymond, esperando que aquellos dos escondieran en hacha de guerra, al menos el tiempo suficiente como para poder llevar el plan a cabo.
Los tres caminaron en silencio por uno de los senderos que conducía desde el asentamiento de los brujos hasta donde estaba situada la famosa fuente de Lirio, aquella que estaba haciendo rejuvenecer a los habitantes del pueblo y enfrentado a los bandos de Áddila y Sarah.
Como lo habían planeado entre los tres, no era necesario acercarse demasiado a dicha fuente, por lo tanto, no traspasarían la línea que los soldados de la guardia habían trazado, para poder hacerse con ella sin empezar un nuevo enfrentamiento.
1
―Que empiece el espectáculo…― susurró Ommin mientras remangaba las anchas mangas de su túnica.
Nahir se colocó a su lado, con los brazos extendidos y las manos bien abiertas, esperando que este le diese la señal. Ommin, en cambio, cerró los ojos y relajó los hombros. Parecía que no estaba haciendo nada, cuando dijo:
―Todo tuyo, novata.
Nahir lo miró de reojo por un segundo antes de volverse a concentrar en su tarea, el agua. Podía notar el agua de la fuente como si lo estuviese sujetando con sus propias manos, notaba el peso y el frío. Un peso que cada vez se hacía más notorio, a medida que parte del suelo de la base de la fuente iba desapareciendo. Fue bajando las manos poco a poco, haciendo descender el agua por el túnel subterráneo que estaba haciendo Ommin. Este empezaba a moverse a paso lento, trazando el camino hasta la zona que habían pensado más conveniente para colocar la fuente.
Nahir estaba nerviosa, sentía un leve cosquilleo en la punta de los dedos, como si en algún momento se le fuese a escapar toda aquella cantidad de agua, mandando todo el plan al traste. Ommin también parecía tenso, o al menos concentrado, no hablaba desde hacía un buen rato, cosa extraña en él. Estaba con los labios apretados y, de haber algo más de luz, la bruja se podría haber percatado de que una brillante capa de sudor cubría su frente. No podían demorarse, cada segundo que pasaba era más probable que fuesen descubiertos, así que no pararon a descansar hasta que llegaron a la zona que habían acordado para reubicar la fuente.
Ommin fue el primero en detenerse, Nahir lo imitó, y por primera vez desde que había empezado a usar la magia, el brujo levantó ambos brazos, colocando las manos por encima de su cabeza, creando un gran agujero en el suelo. Cuando hubo terminado bajó las manos y miró a Nahir, casi jadeando.
―Ya casi estamos, no la pifies ahora….
La bruja alzó una ceja, intentando hacer caso omiso a las palabras del de la túnica enorme, ya tendría tiempo de contestar en otro momento.
Continuó guiando el agua por la tubería hasta que llegó a su nuevo lugar, empezando a sentir alivio en las manos a medida que el agua se asentaba.
―Ahora, tápalo.
2
Ommin se agachó justo encima de donde se suponía que estaba el túnel que acababa de excavar, colocó las manos en la tierra y cerró los ojos. Pasado unos segundos se dejó caer hacia atrás, quedando sentado en la arena, mientras se pasaba una manos por la cabeza, peinándose el pelo hacía atrás.
―¿Ya?
El brujo asintió con la cabeza, como si ya no le quedasen fuerzas para hablar.
Poco a poco, como si desconfiara de Ommin, empezó a relajar las manos, dejando de sujetar el agua, viendo como esta quedaba quieta y en calma.
“Ya está” pensó la bruja con un largo suspiro, dejando caer los brazos doloridos.
―Vamos, yo vigilo, vete.
Pero eso era solo la primera parte, ahora tocaba reponer el agua del otro lugar para que nadie sospechara de que aquella no era la verdadera fuente, así que, después de asentir a modo de respuesta, Nahir salió corriendo.
Raymond la estaba esperando en la antigua fuente, cerca del hoyo, su parte del trabajo consistía en vigilar que nadie se diese cuenta de que estaban trasladando el agua de sitio, y, dado que no había nadie de la guardia con espada en mano, parecía ser que lo había estado haciendo bien.
Miró a Nahir a los ojos como diciendo “habéis tardado mucho” antes de salir corriendo hacía el sonido de risas infantiles que se podía escuchar no muy lejos de ahí.
La bruja puso los ojos en blanco, aquellos brujos eran un poco irritables.
No podían negarles beber del agua de la fuente a los niños de Lirio, así que debía darse prisa si no quería que todo el plan no hubiese servido para nada. Se agachó, clavando las rodillas en el suelo, y enterró las manos en la arena, escarbando. Ommin tenía que tapar la última parte del túnel para que el agua no retrocediera, dejándole la primera parte intacta a Nahir para ahora poder usarla, pero no la encontraba. Movía las manos de manera casi violenta, tirando arena hacía los lados, manchándose el vestido y los brazos. Las lágrimas ya empezaban a caerle por las mejillas. ¿Por qué estaba llorando? Se sentía impotente y cansada, todos sus esfuerzos no habrían servido de nada si ella ahora no era capaz de encontrar aquel maldito canal. Las risas se escuchaban cada vez más fuertes, ¿estaría Raymond distrayéndoles? Aquellos segundos fueron de los más largos de toda su vida, al menos de los que ella recordaba.
Esbozó una enorme sonrisa mientras hundía las manos en el agujero. "¡Si!" Cogió una gran bocanada de aire y cerró los ojos con fuerza.
3 De sus manos empezó a surgir un pequeño arroyo que en cuestión de segundos empezó a llenar la antigua fuente.
―Hora de irse...
Sacó las manos doloridas de la tierra, y sin pensarlo, se pasó los dedos por sus mejillas para limpiarse las lágrimas, dejando algunas marcas de barro. Raymond la miró, sin poder evitar sonreír.
―¿Qué crees que pasará cuando los niños beban de ese agua?
―No les hará nada malo. ―no creía que beber de su arroyo fuese a curarles, pero al menos habían ganado algo de tiempo. ―Pero hay que hablar con Sarah lo antes posible. No sé hasta qué punto es bueno… no sé cuánto tiempo tenemos hasta que se den cuenta.
―Entonces no hay tiempo que perder. ¿Y qué pasa si los de la guardia intentan beber?
―Vamos a hablar con Sarah.
―¿A dónde vas?― preguntó Bessie desde la puerta, viendo como su hija preparaba un saco con las cosas suficientes como para irse unos días.
―A Lirio.
―Pero si acabas de volver...―su madre actuaba de un modo extraño desde su regreso, y a pesar de que Nahir le había preguntado en más de una ocasión, la mujer decía estar bien.
―Serán solo unos días, mamá.―Bessie no pudo reprimir la mueca de disgusto que se apoderó de su rostro. ―El Heksholk ha pedido ayuda, debo acudir.
―No es tu deber, que vaya otro. No te dejo ir.
―Mamá, por favor, no te pongas así. Además, no te estoy pidiendo permiso...―dejó el saco sobre la cama y se acercó a Bessie, colocando ambas manos en los hombros de la mujer, zarandeando un poco su cuerpo de forma cariñosa, intentando suavizar un poco sus últimas palabras.
Pero Bessie ya había arrugado el entrecejo y se había cruzado de brazos, apoyando todo el peso de su cuerpo en una sola pierna. Ese gesto y postura eran muy característicos de su madre siempre que se enfadaba o disgustaba. En otras circunstancias, o un par de años atrás, aquello le hubiese costado a Nahir unos días de negociación intensa, pero algo había cambiado en ella desde su último viaje, era algo de lo que no habían hablado, pero ambas habían podido notar el cambio.
―¿Y cuando te vas?― si había algo que compartían madre e hija era la cabezonería, ahora que su pequeña había vuelto no quería enfrascarse en una pelea por el futuro inmediato de Nahir. Sabía que no conseguiría convencer la joven sin tener que sacar temas de los que no podía hablar.
―Ahora.― deslizó las manos hasta los brazos de su madre, colándolas por los huecos que le quedaban en los codos, obligando a la mujer a romper esa postura que tanto odiaba, para después acercarse aún más a ella y abrazarla. El enfado de Bessie parecía disminuir por cada segundo que duraba aquel abrazo. Nahir apoyó su frente con la de ella, mirándola a los ojos. ―No te preocupes, sabes que siempre vuelvo...―susurro con tono cariñoso.
Bessie tuvo que morderse la lengua. Sí, siempre volvía, pero cada vez que lo hacía era una persona distinta. Y ahora estaba el tema de sus recuerdos, pero no podía decirle nada, lo había prometido.
La tensai de fuego alzó la cabeza y le dio un beso a su hija en la frente.
―Ten mucho cuidado.
―...y yo ya te he dicho que es imposible.― los brujos dejaron de hablar cuando Nahir se acercó a ellos. La miraron de arriba abajo, examinándola.
―¿Que es imposible?
No contestaron al momento, uno de ellos se limitó a dejar escapar un bufido, como si la presencia de la bruja no fuese más que un estorbo, el otro dio un paso atrás, utilizando las dos manos para acomodarse la túnica. Después se miraron, podía notarse cierta distinción entre los brujos que llevaban días en Lirio y los recién llegados, los primeros a veces parecían molestos con la presencia de los nuevos, como si sobraran. “Ya habéis traído las provisiones, vuestra misión ya ha terminado”.
―Estábamos hablando del plan de Scherer, sobre como poder hacernos con la fuente sin ver vistos por la mujer pájaro y sus matones.― resumió el del bufido.
Nahir se llevó la mano a la cara, tocando sus labios con el dedo meñique, pensando.
―No, basta. No hace falta que te devanes los sesos, como ya he dicho, es imposible.― dijo con tono de irritación.
―Pero si fuese imposible, no nos lo habrían mandado.
Y a pesar de tener prácticamente la misma edad, aquel brujo de túnica una talla por encima de la que le hubiese quedado bien, sonrió a Nahir como si se tratase de una niña ingenua. El de los bufidos, que hasta ahora no se había dado cuenta de que tenía el pelo totalmente blanco, miró nuevamente a su compañero e insistió.
―No es imposible, sólo tenemos que pensar en alguna forma de distraer a los de la guardia para poder pasar el círculo sin que nos corten la cabeza.
―¿Pero tú estás escuchando lo que dices?
―¿Y si lo hacemos sin traspasar el círculo?
Los dos hombres miraron a la bruja, ahora con un poco más de interés.
―Vale, entonces, ¿tenéis todos claro el plan?― Nahir levantó una ceja al escuchar el tono de líder que había adoptado el escéptico del grupo.
―¿Lo tienes claro tú?―la voz melosa de la mujer hizo que la sonrisa del de la túnica enorme, Ommin, se esfumase. Ella, por su parte, apenas podía aguantar las ganas de echarse a reír.
―Hora de trabajar.― añadió el del pelo blanco, Raymond, esperando que aquellos dos escondieran en hacha de guerra, al menos el tiempo suficiente como para poder llevar el plan a cabo.
Los tres caminaron en silencio por uno de los senderos que conducía desde el asentamiento de los brujos hasta donde estaba situada la famosa fuente de Lirio, aquella que estaba haciendo rejuvenecer a los habitantes del pueblo y enfrentado a los bandos de Áddila y Sarah.
Como lo habían planeado entre los tres, no era necesario acercarse demasiado a dicha fuente, por lo tanto, no traspasarían la línea que los soldados de la guardia habían trazado, para poder hacerse con ella sin empezar un nuevo enfrentamiento.
1
―Que empiece el espectáculo…― susurró Ommin mientras remangaba las anchas mangas de su túnica.
Nahir se colocó a su lado, con los brazos extendidos y las manos bien abiertas, esperando que este le diese la señal. Ommin, en cambio, cerró los ojos y relajó los hombros. Parecía que no estaba haciendo nada, cuando dijo:
―Todo tuyo, novata.
Nahir lo miró de reojo por un segundo antes de volverse a concentrar en su tarea, el agua. Podía notar el agua de la fuente como si lo estuviese sujetando con sus propias manos, notaba el peso y el frío. Un peso que cada vez se hacía más notorio, a medida que parte del suelo de la base de la fuente iba desapareciendo. Fue bajando las manos poco a poco, haciendo descender el agua por el túnel subterráneo que estaba haciendo Ommin. Este empezaba a moverse a paso lento, trazando el camino hasta la zona que habían pensado más conveniente para colocar la fuente.
Nahir estaba nerviosa, sentía un leve cosquilleo en la punta de los dedos, como si en algún momento se le fuese a escapar toda aquella cantidad de agua, mandando todo el plan al traste. Ommin también parecía tenso, o al menos concentrado, no hablaba desde hacía un buen rato, cosa extraña en él. Estaba con los labios apretados y, de haber algo más de luz, la bruja se podría haber percatado de que una brillante capa de sudor cubría su frente. No podían demorarse, cada segundo que pasaba era más probable que fuesen descubiertos, así que no pararon a descansar hasta que llegaron a la zona que habían acordado para reubicar la fuente.
Ommin fue el primero en detenerse, Nahir lo imitó, y por primera vez desde que había empezado a usar la magia, el brujo levantó ambos brazos, colocando las manos por encima de su cabeza, creando un gran agujero en el suelo. Cuando hubo terminado bajó las manos y miró a Nahir, casi jadeando.
―Ya casi estamos, no la pifies ahora….
La bruja alzó una ceja, intentando hacer caso omiso a las palabras del de la túnica enorme, ya tendría tiempo de contestar en otro momento.
Continuó guiando el agua por la tubería hasta que llegó a su nuevo lugar, empezando a sentir alivio en las manos a medida que el agua se asentaba.
―Ahora, tápalo.
2
Ommin se agachó justo encima de donde se suponía que estaba el túnel que acababa de excavar, colocó las manos en la tierra y cerró los ojos. Pasado unos segundos se dejó caer hacia atrás, quedando sentado en la arena, mientras se pasaba una manos por la cabeza, peinándose el pelo hacía atrás.
―¿Ya?
El brujo asintió con la cabeza, como si ya no le quedasen fuerzas para hablar.
Poco a poco, como si desconfiara de Ommin, empezó a relajar las manos, dejando de sujetar el agua, viendo como esta quedaba quieta y en calma.
“Ya está” pensó la bruja con un largo suspiro, dejando caer los brazos doloridos.
―Vamos, yo vigilo, vete.
Pero eso era solo la primera parte, ahora tocaba reponer el agua del otro lugar para que nadie sospechara de que aquella no era la verdadera fuente, así que, después de asentir a modo de respuesta, Nahir salió corriendo.
Raymond la estaba esperando en la antigua fuente, cerca del hoyo, su parte del trabajo consistía en vigilar que nadie se diese cuenta de que estaban trasladando el agua de sitio, y, dado que no había nadie de la guardia con espada en mano, parecía ser que lo había estado haciendo bien.
Miró a Nahir a los ojos como diciendo “habéis tardado mucho” antes de salir corriendo hacía el sonido de risas infantiles que se podía escuchar no muy lejos de ahí.
La bruja puso los ojos en blanco, aquellos brujos eran un poco irritables.
No podían negarles beber del agua de la fuente a los niños de Lirio, así que debía darse prisa si no quería que todo el plan no hubiese servido para nada. Se agachó, clavando las rodillas en el suelo, y enterró las manos en la arena, escarbando. Ommin tenía que tapar la última parte del túnel para que el agua no retrocediera, dejándole la primera parte intacta a Nahir para ahora poder usarla, pero no la encontraba. Movía las manos de manera casi violenta, tirando arena hacía los lados, manchándose el vestido y los brazos. Las lágrimas ya empezaban a caerle por las mejillas. ¿Por qué estaba llorando? Se sentía impotente y cansada, todos sus esfuerzos no habrían servido de nada si ella ahora no era capaz de encontrar aquel maldito canal. Las risas se escuchaban cada vez más fuertes, ¿estaría Raymond distrayéndoles? Aquellos segundos fueron de los más largos de toda su vida, al menos de los que ella recordaba.
Esbozó una enorme sonrisa mientras hundía las manos en el agujero. "¡Si!" Cogió una gran bocanada de aire y cerró los ojos con fuerza.
3 De sus manos empezó a surgir un pequeño arroyo que en cuestión de segundos empezó a llenar la antigua fuente.
―Hora de irse...
Sacó las manos doloridas de la tierra, y sin pensarlo, se pasó los dedos por sus mejillas para limpiarse las lágrimas, dejando algunas marcas de barro. Raymond la miró, sin poder evitar sonreír.
―¿Qué crees que pasará cuando los niños beban de ese agua?
―No les hará nada malo. ―no creía que beber de su arroyo fuese a curarles, pero al menos habían ganado algo de tiempo. ―Pero hay que hablar con Sarah lo antes posible. No sé hasta qué punto es bueno… no sé cuánto tiempo tenemos hasta que se den cuenta.
―Entonces no hay tiempo que perder. ¿Y qué pasa si los de la guardia intentan beber?
―Vamos a hablar con Sarah.
1- Ommin utiliza su habilidad (tensai de tierra) para hacer un túnel en la tierray posteriormente un hoyo.
Nahir utiliza su habilidad (tensai de agua) para mover el agua de la fuente.
2- Ommin, tapa el canal para que el agua de la fuente no se salga de su nuevo lugar.
3-Nahir utiliza su habilidad (nueva fuente) para rellenar de agua el antiguo agujero donde estaba la fuente. "Los aliados que beben de él sentirán sus fuerzas reanimadas. Sana hasta dos heridas leves o moderadas. En cambio, si es un enemigo quien bebe del arroyo, verá como el agua cristalina se torna negra, enfermiza. Su cuerpo se sentirá más pesado y débil. La destreza del rival disminuirá en 15% durante la misma duración que el arroyo.
Duración: 2 turnos
Enfriamiento: 5 turnos"
Nahir
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Re: Áddila y Sarah Scherer [Evento Objetos del 19]
Áddila había estado escuchando la voz del pozo de la juventud desde el primer día que puso el pie en Lirio. El círculo de tiza que dibujó en la tierra marcaba la intensidad de la voz, el punto en el que ésta se hacía más melosa e irresistible.
Era un pozo agradable y gentil. Se refería a ella como chica Áddila. No como la capitana Áddila, como la llamaban los soldados de Verisar, ni mujer Áddila, nombre que utilizaban los brujos del Hekshold. Los piropos la hacían ruborizar. Recordaba tiempos mejores, en los que las arrugas eran finas líneas de expresión; no marcas de angustia y preocupación inducidas por las guerras que había participado.
Se vio así misma vistiendo un elegante vestido de color del follaje otoñal, con la espalda abierta para que pudiera desplegar sus enormes alas. Todavía se consideraba atractiva, aunque eso jamás le había importado. El peso que sentía Áddila tenía que ver con los cambios físicos que había experimentado con el pasar de los años. Sus suaves piernas se habían convertido en robustas varas por culpa del peso de la armadura y los pechos desaparecían bajo las placas de acero.
—¿Dónde está la chica que fui antaño? —preguntó la mujer águila arrodillada frente al pozo de la juventud.
Se encontraba en posición de oración, con las manos unidas como si estuvieran rezando una plegaria a los Dioses. Áddila había violado su propia norma, no se había podido resistir. Los hombres y mujeres de la península, carentes de magia, son más débiles de corazón que los brujos illidenses. La magia del objeto del 19 supo que decir para encandilar a la capitana y estaba punto de obligarla a beber.
Áddila se levantó del suelo, hizo girar la polea con ambas manos y la cuerda comenzó a descender. El cubo rebotó por las húmedas paredes del pozo. Después de que la cuerda se tensase hasta el tope, la capitana recogió la cuerda.
—No puede ser.
El cubo estaba vacío.
La capitana parpadeo como si quisiera deshacerse de una pesadilla molesta y la hipnosis que el pozo había efectuado en ella se deshizo.
Se inclinó hacia delante y observó el interior del pozo. El agua había desaparecido y, con ella, la posibilidad de que Áddila bebiese; se convirtiera en una niña, en una habitante de Lirio.
Áddila se quedó en esta posición durante más tiempo del que creía recordar preguntándose qué había sucedido y qué haría ahora. Si los niños de Lirio no bebían del agua del pozo continuamente, recuperarían todos los años perdidos con la rapidez de un chasquido. Cabía la posibilidad de que murieran. Cabía la posibilidad que sucediera algo peor que una mujer águila (una chica águila) nacida en Lunargenta no era capaz de comprender.
El agua regresó acompañada de un húmedo sonido de gorgoteo; parecía el croar de un enorme sapo. Áddila se preguntó si era obra del objeto del 19, algún hechizo que ella ignorase. Pronto deshizo la idea. Que el agua hubiera desaparecido la había salvado de la maldición.
Áddila abandonó del círculo de tiza con una idea imprecisa sobre lo que había ocurrido en el pozo, pero una idea, al fin y al cabo. No requería de grandes conocimientos mágicos para saber que los brujos hacen magia.
La capitana hizo llamar a los mejores hombres de la compañía y al niño de mayor edad de Lirio a su tienda de campaña. Ningún brujo, a excepción del inocente niño, tenía permiso para participar en el conclave. Serían expulsados a punta de espada.
El niño de Lirio tenía apenas 6 años. Antes de que el pozo fuera maldecido por la magia de Egdecomb, había tenido 46. Se llamaba Romeo Buppers, pero sus amigos le llamaban Romi y el tonto de Tennie, Vaporoso. Tennie era un niño malo. Romeo suplicó que no le llamasen Vaporoso o, sino, se lo diría a su madre. La señora Buppers aparentaba 8 meses de edad, era el bebé que Romeo traía en brazos. Áddila se arrodilló frente a Romeo y le prometió que nadie en esta tienda le faltaría el respeto. Romeo se sintió más tranquilo.
Una vez estuvieron todos reunidos, Áddila relató lo ocurrido empezando por la horrible confesión que hería su orgullo.
—He estado a punto de beber del agua del pozo —eran palabras que Áddila jamás se había imaginado que diría—. Mucho me temo que hemos de aumentar el cerco de tiza, quizás debería recubrir toda la aldea. No estoy segura. Incluso es posible que aun así sigamos escuchando la magia.
Áddila no ocultó el desprecio que sentía hacia aquella incomprensible palabra, magia.
—Ha sido un milagro y también una traición lo que me ha salvado del pozo. El agua desapareció y apareció de nuevo al cabo de unos segundos —fueron minutos—. Era como si la tierra se la hubiera tragado para luego escupirla de nuevo. Magia, os lo he dicho.
Se quedó en silencio y dejó que los presentes meditasen sobre la idea que había lanzado. Luego, continuó hablando.
—Los brujos nos han traicionado y el robo del agua del pozo maldito no es el único de sus delitos. Tenemos sospechas que nos han robado comida de nuestros almacenes y, la que nos dejan, la envenenan con sus viles conjuros. Desean expulsarnos de las islas, utilizar el objeto maldito por cuenta propia. Por lo que a mí respeta, son ellos quienes han roto la tregua.
Romeo Buppers se movía nervioso en el asiento. Era una conversación de mayores. Un niño de 6 años no debía escuchar lo que allí se hablaba.
—Tengo una carta firmada por mis superiores de Verisar, carta que he ignorado por el bien de la tregua. Aquí se profetizaba de la futura traición de los brujos y nos aconsejaba a tomar Lirio por la fuerza. Defenderlo e impedir que nadie beba del pozo maldito. Esto incluye a los niños del pozo. En la carta se habla de asesinato, infanticidio. Es lo mejor para ellos, palabras de mis superiores, es la opción más piadosa.
Áddila dejó la carta abierta sobre la mesa. Romeo Buppers consiguió reprimir el llanto, su madre de 8 meses no pudo soportarlo.
—¿Cuántos añitos tienes, Romeo? —preguntó Áddila. Romeo levantó seis dedos—. Eres un niño mayor. Seguro que eres muy listo. ¿A qué sí? —Romeo dijo que sí con la cabeza—. Sabes lo que ocurre cuando un niño de Lirio deja de beber del pozo, ¿verdad? El Hekshold nos informó y por eso permitimos que los niños podáis beber. Mis jefes me piden que no beba nadie más. ¿Entiendes que significa esto?
—Significa que no podré beber del pozo y —Romeo se puso un dedo sobre los dedos—… y que la magia nos hará daño y que nos volverá majaretas y que nos hará mucho daño y que nos matará y que nos hará muchísimo daño y….
Romeo Buppers rompió a llorar. Áddila lo hizo callar levantando una mano.
—Eres un niño muy listo, claro que sí. Eres un niño muy inteligente y estoy convencida de que podrás reunir a otros niños tan listos como tú y tomar una decisión porque yo no soy capaz de hacerlo. No soy tan lista como tú.
—No lo entiendo —Romeo se enjuagó las lágrimas.
Áddila tampoco entendía que estaba diciendo. Se armó de valor para decirlo en voz alta.
—Sois vosotros quienes me diréis si preferís que os mate el pozo o yo.
—¡Eres mala! ¡Eres más mala que Tennie! ¡Eres un águila mala y fea!
—¡Plumas de mujer! Son plumas de mujer, las he encontrado en Lirio. Son muy bonitas. Me voy a hacer un collar con ellas. Me voy a hacer un collar de plumas de mujer.
Tiana pasó por delante de Nahir y Ommin. Hablaba sola con el tono de voz de una canción infantil improvisada. Ommin reparó en las plumas de mujer. Puso una mano en el hombro de Nahir y con la otra señaló el collar que Tiana estaba haciendo con las plumas.
—¿Cuántas mujeres que pierden pluma conoces? —la pregunta tenía doble connotación.
Tiana levantó la cabeza como una cervatilla en apuro. Caminó hacia el grupo con una gran sonrisa. Sus habilidades especiales le habían permitido escuchar la broma de Ommin, aunque no había sido capaz de entenderla.
—¡Solo una! —dijo Tiana como si hubiera acertado la adivinanza más compleja de Aerandir—. ¡La mujer Áddila! ¿Lo he adivinado? ¿Dónde está mi premio?
La cocinera levantó la palma de la mano e hizo aparecer una galleta de los almacenes de Verisar.
—¡Aquí está! Me la he ganado porque soy una chica muy lista.
—No es justo, nosotros también queremos galletas. También nos las hemos ganado. Nos hemos esforzado para… hacer algo que Nahir y yo sabemos.
Tiana aceptó de buen gustó que solo sus dos nuevos amigos supieran esa cosa, de todas formas; ella nunca sabía nada. Cogió las manos de Ommin y las extendió en el aire.
—¿Cómo se piden las cosas? —preguntó la cocinera.
—Por favor.
Dos galletas aparecieron en las manos de Ommin.
—¡Muy bien! Aquí las tienes, Om….
No terminó la frase. Tiana se quedó paralizada, con las manos aferradas en las muñecas de Ommin. Los ojos de la chica se pusieron en blanco. Tiana era una chica especial que podía traer cosas de otros lugares, escuchar cosas desde grandes distancias y hablar con otras voces.
La cocinera transmitió la conversación que tuvo lugar en la tienda de Áddila. Al terminar, escupió dos plumas de mujer y se olvidó de lo que habían visto.
* Nahir Ahora empieza lo chido, wey. A través de Tiana has oído los planes de Áddila, el posible infanticidio y la expulsión de los brujos de Lirio.
Por un lado, deberás asegurarte que tu plan ha funcionado. ¿Cómo? Bebiendo del agua robado o haciendo que alguien beba de ésta. Me adelanto a decir: no habrá funcionado. La magia reside en el pozo, como estructura. Es el pozo lo que debías haber robado.
Ya no tenemos opción para robar el pozo. Las fuerzas de Verisar son más numerosas que los brujos y cuentan con un mejor armamento. El pozo de la juventud recaerá sobre las manos de los hombres de Verisar.
¿Y qué podemos hacer nosotros? ¿Todavía podemos hacer algo? Sí, y quizás sea algo más importante que hacerse con un objeto maldito del 19. Podemos salvar las vidas de los niños del pozo. Comunica a Sara Scherer el plan de Áddila y buscad una manera de rescatar a los niños del pozo, sanos y a salvo. Piensa en la maldición que les asola y, en lo que sería peor, las espadas afiladas de los hombres. Debe de haber una manera de rescatarles de ambos peligros… y en eso es lo que debes pensar.
Era un pozo agradable y gentil. Se refería a ella como chica Áddila. No como la capitana Áddila, como la llamaban los soldados de Verisar, ni mujer Áddila, nombre que utilizaban los brujos del Hekshold. Los piropos la hacían ruborizar. Recordaba tiempos mejores, en los que las arrugas eran finas líneas de expresión; no marcas de angustia y preocupación inducidas por las guerras que había participado.
Se vio así misma vistiendo un elegante vestido de color del follaje otoñal, con la espalda abierta para que pudiera desplegar sus enormes alas. Todavía se consideraba atractiva, aunque eso jamás le había importado. El peso que sentía Áddila tenía que ver con los cambios físicos que había experimentado con el pasar de los años. Sus suaves piernas se habían convertido en robustas varas por culpa del peso de la armadura y los pechos desaparecían bajo las placas de acero.
—¿Dónde está la chica que fui antaño? —preguntó la mujer águila arrodillada frente al pozo de la juventud.
Se encontraba en posición de oración, con las manos unidas como si estuvieran rezando una plegaria a los Dioses. Áddila había violado su propia norma, no se había podido resistir. Los hombres y mujeres de la península, carentes de magia, son más débiles de corazón que los brujos illidenses. La magia del objeto del 19 supo que decir para encandilar a la capitana y estaba punto de obligarla a beber.
Áddila se levantó del suelo, hizo girar la polea con ambas manos y la cuerda comenzó a descender. El cubo rebotó por las húmedas paredes del pozo. Después de que la cuerda se tensase hasta el tope, la capitana recogió la cuerda.
—No puede ser.
El cubo estaba vacío.
La capitana parpadeo como si quisiera deshacerse de una pesadilla molesta y la hipnosis que el pozo había efectuado en ella se deshizo.
Se inclinó hacia delante y observó el interior del pozo. El agua había desaparecido y, con ella, la posibilidad de que Áddila bebiese; se convirtiera en una niña, en una habitante de Lirio.
Áddila se quedó en esta posición durante más tiempo del que creía recordar preguntándose qué había sucedido y qué haría ahora. Si los niños de Lirio no bebían del agua del pozo continuamente, recuperarían todos los años perdidos con la rapidez de un chasquido. Cabía la posibilidad de que murieran. Cabía la posibilidad que sucediera algo peor que una mujer águila (una chica águila) nacida en Lunargenta no era capaz de comprender.
El agua regresó acompañada de un húmedo sonido de gorgoteo; parecía el croar de un enorme sapo. Áddila se preguntó si era obra del objeto del 19, algún hechizo que ella ignorase. Pronto deshizo la idea. Que el agua hubiera desaparecido la había salvado de la maldición.
Áddila abandonó del círculo de tiza con una idea imprecisa sobre lo que había ocurrido en el pozo, pero una idea, al fin y al cabo. No requería de grandes conocimientos mágicos para saber que los brujos hacen magia.
La capitana hizo llamar a los mejores hombres de la compañía y al niño de mayor edad de Lirio a su tienda de campaña. Ningún brujo, a excepción del inocente niño, tenía permiso para participar en el conclave. Serían expulsados a punta de espada.
El niño de Lirio tenía apenas 6 años. Antes de que el pozo fuera maldecido por la magia de Egdecomb, había tenido 46. Se llamaba Romeo Buppers, pero sus amigos le llamaban Romi y el tonto de Tennie, Vaporoso. Tennie era un niño malo. Romeo suplicó que no le llamasen Vaporoso o, sino, se lo diría a su madre. La señora Buppers aparentaba 8 meses de edad, era el bebé que Romeo traía en brazos. Áddila se arrodilló frente a Romeo y le prometió que nadie en esta tienda le faltaría el respeto. Romeo se sintió más tranquilo.
Una vez estuvieron todos reunidos, Áddila relató lo ocurrido empezando por la horrible confesión que hería su orgullo.
—He estado a punto de beber del agua del pozo —eran palabras que Áddila jamás se había imaginado que diría—. Mucho me temo que hemos de aumentar el cerco de tiza, quizás debería recubrir toda la aldea. No estoy segura. Incluso es posible que aun así sigamos escuchando la magia.
Áddila no ocultó el desprecio que sentía hacia aquella incomprensible palabra, magia.
—Ha sido un milagro y también una traición lo que me ha salvado del pozo. El agua desapareció y apareció de nuevo al cabo de unos segundos —fueron minutos—. Era como si la tierra se la hubiera tragado para luego escupirla de nuevo. Magia, os lo he dicho.
Se quedó en silencio y dejó que los presentes meditasen sobre la idea que había lanzado. Luego, continuó hablando.
—Los brujos nos han traicionado y el robo del agua del pozo maldito no es el único de sus delitos. Tenemos sospechas que nos han robado comida de nuestros almacenes y, la que nos dejan, la envenenan con sus viles conjuros. Desean expulsarnos de las islas, utilizar el objeto maldito por cuenta propia. Por lo que a mí respeta, son ellos quienes han roto la tregua.
Romeo Buppers se movía nervioso en el asiento. Era una conversación de mayores. Un niño de 6 años no debía escuchar lo que allí se hablaba.
—Tengo una carta firmada por mis superiores de Verisar, carta que he ignorado por el bien de la tregua. Aquí se profetizaba de la futura traición de los brujos y nos aconsejaba a tomar Lirio por la fuerza. Defenderlo e impedir que nadie beba del pozo maldito. Esto incluye a los niños del pozo. En la carta se habla de asesinato, infanticidio. Es lo mejor para ellos, palabras de mis superiores, es la opción más piadosa.
Áddila dejó la carta abierta sobre la mesa. Romeo Buppers consiguió reprimir el llanto, su madre de 8 meses no pudo soportarlo.
—¿Cuántos añitos tienes, Romeo? —preguntó Áddila. Romeo levantó seis dedos—. Eres un niño mayor. Seguro que eres muy listo. ¿A qué sí? —Romeo dijo que sí con la cabeza—. Sabes lo que ocurre cuando un niño de Lirio deja de beber del pozo, ¿verdad? El Hekshold nos informó y por eso permitimos que los niños podáis beber. Mis jefes me piden que no beba nadie más. ¿Entiendes que significa esto?
—Significa que no podré beber del pozo y —Romeo se puso un dedo sobre los dedos—… y que la magia nos hará daño y que nos volverá majaretas y que nos hará mucho daño y que nos matará y que nos hará muchísimo daño y….
Romeo Buppers rompió a llorar. Áddila lo hizo callar levantando una mano.
—Eres un niño muy listo, claro que sí. Eres un niño muy inteligente y estoy convencida de que podrás reunir a otros niños tan listos como tú y tomar una decisión porque yo no soy capaz de hacerlo. No soy tan lista como tú.
—No lo entiendo —Romeo se enjuagó las lágrimas.
Áddila tampoco entendía que estaba diciendo. Se armó de valor para decirlo en voz alta.
—Sois vosotros quienes me diréis si preferís que os mate el pozo o yo.
—¡Eres mala! ¡Eres más mala que Tennie! ¡Eres un águila mala y fea!
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—¡Plumas de mujer! Son plumas de mujer, las he encontrado en Lirio. Son muy bonitas. Me voy a hacer un collar con ellas. Me voy a hacer un collar de plumas de mujer.
Tiana pasó por delante de Nahir y Ommin. Hablaba sola con el tono de voz de una canción infantil improvisada. Ommin reparó en las plumas de mujer. Puso una mano en el hombro de Nahir y con la otra señaló el collar que Tiana estaba haciendo con las plumas.
—¿Cuántas mujeres que pierden pluma conoces? —la pregunta tenía doble connotación.
Tiana levantó la cabeza como una cervatilla en apuro. Caminó hacia el grupo con una gran sonrisa. Sus habilidades especiales le habían permitido escuchar la broma de Ommin, aunque no había sido capaz de entenderla.
—¡Solo una! —dijo Tiana como si hubiera acertado la adivinanza más compleja de Aerandir—. ¡La mujer Áddila! ¿Lo he adivinado? ¿Dónde está mi premio?
La cocinera levantó la palma de la mano e hizo aparecer una galleta de los almacenes de Verisar.
—¡Aquí está! Me la he ganado porque soy una chica muy lista.
—No es justo, nosotros también queremos galletas. También nos las hemos ganado. Nos hemos esforzado para… hacer algo que Nahir y yo sabemos.
Tiana aceptó de buen gustó que solo sus dos nuevos amigos supieran esa cosa, de todas formas; ella nunca sabía nada. Cogió las manos de Ommin y las extendió en el aire.
—¿Cómo se piden las cosas? —preguntó la cocinera.
—Por favor.
Dos galletas aparecieron en las manos de Ommin.
—¡Muy bien! Aquí las tienes, Om….
No terminó la frase. Tiana se quedó paralizada, con las manos aferradas en las muñecas de Ommin. Los ojos de la chica se pusieron en blanco. Tiana era una chica especial que podía traer cosas de otros lugares, escuchar cosas desde grandes distancias y hablar con otras voces.
La cocinera transmitió la conversación que tuvo lugar en la tienda de Áddila. Al terminar, escupió dos plumas de mujer y se olvidó de lo que habían visto.
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* Nahir Ahora empieza lo chido, wey. A través de Tiana has oído los planes de Áddila, el posible infanticidio y la expulsión de los brujos de Lirio.
Por un lado, deberás asegurarte que tu plan ha funcionado. ¿Cómo? Bebiendo del agua robado o haciendo que alguien beba de ésta. Me adelanto a decir: no habrá funcionado. La magia reside en el pozo, como estructura. Es el pozo lo que debías haber robado.
Ya no tenemos opción para robar el pozo. Las fuerzas de Verisar son más numerosas que los brujos y cuentan con un mejor armamento. El pozo de la juventud recaerá sobre las manos de los hombres de Verisar.
¿Y qué podemos hacer nosotros? ¿Todavía podemos hacer algo? Sí, y quizás sea algo más importante que hacerse con un objeto maldito del 19. Podemos salvar las vidas de los niños del pozo. Comunica a Sara Scherer el plan de Áddila y buscad una manera de rescatar a los niños del pozo, sanos y a salvo. Piensa en la maldición que les asola y, en lo que sería peor, las espadas afiladas de los hombres. Debe de haber una manera de rescatarles de ambos peligros… y en eso es lo que debes pensar.
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Re: Áddila y Sarah Scherer [Evento Objetos del 19]
El arma predilecta de Áddila había sido la lanza, sin embargo, ésta la había regalado un tiempo atrás a la dragona que le salvó la vida. Desde entonces, practicó el uso de otras armas de guerra. No había mucho donde elegir en los, irónicamente, amplios almacenes de la guardia de Verisar. Parecía que los humanos no conocían más allá de las espadas y las hachas; armas diseñadas para el combate cuerpo a cuerpo en tierra firma. Áddila era una mujer de los cielos, por lo que necesitaría otro tipo de armas que se adaptase mejor a sus técnicas de vuelo. Probó con el arco, pero su puntería era nefasta. La maza parecía una buena opción, un arma contundente con la que destrozar las cabezas de los enemigos en un ataque en picado, pero resultaba demasiado pesada. Áddila prefería las armas largas y ligeras. Encontró lo que buscaba en las armas, más decorativas que prácticas, que utilizaban escolta real.
Áddila encargó al mejor herrero de Lunargenta la confección de una alabarda de madera élfica, la más ligera que estuviera disponible en el marcado, con la cabeza filosa de metal y un segundo filo, más pequeño, en la punta inferior del arma. Áddila quiso poner a prueba la nueva arma en el campo de entrenamiento. Batió a cada uno de los soldados que encontró ejercitando. Los venció uno a uno. Las armas rivales no pudieron tocarla. La alabarda había demostrado ser un arma excelente para el tipo de combate de la mujer águila, sin embargo, todavía podía ser mejor.
En su segunda semana en las islas de los brujos, Áddila visitó en Hekshold. Se presentó ante los catedráticos de la academia y les dedicó una ostentosa reverencia. A su servicio, maestros. La visita había sido una excusa. Áddila aprovechó la ocasión para investigar los mercados de los brujos. Acudió al mejor arcanista que pudo pagar.
—Una dragona se comió mi cabeza y me devolvió a la vida —dijo Áddila al brujo arcano—. Pocas cosas pueden llegar a sorprenderme. Te pago para que tú lo logres. Quiero que inscribas las runas que creas convenientes en mi arma. Haz que me sorprenda.
Cinco días fue el tiempo que pidió el brujo. Empleó los tres primeros días para recitar conjuros al arma, el cuarto para inscribir y el quinto para comprobar la pericia de los hechizos.
El brujo propuso un nombre a la alabarda. Devastadora. Áddila blandió el arma. Quedó sorprendida.
Con esta misma arma, Áddila atravesó la espalda de Romeo Buppers cuando éste hizo intención de marcharse del campamento. El brujo con apariencia de chico había tomado una decisión, aunque no la compartió con los soldados de La Guardia porque guardaba la esperanza de que pudiera sobrevivir. Escaparían. Había pensado. Reuniría a los niños del pozo, llenarían sus cantimploras del agua maldita y escaparían de Lirio. El Heckshold quizás fuera un buen lugar. Los catedráticos, tal vez, pudieran salvarles antes de que la lejanía al pozo afectase a su salud. Áddila leyó las intenciones de Romeo en el brillo esperanzador de sus ojos. Si permitía que los niños del pozo escapasen de Lirio corría el peligro de extender la maldición. El daño sería incontrolable.
La cabeza de Romeo cayó hacia atrás. Miró los ojos de la capitana como si estuviera buscando una respuesta a su única pregunta. ¿Por qué lo has hecho? Escupió una flema de sangre y saliva. Áddila extrajo a Devastadora de la espalda del chico con un fuerte tirón y miró hacia otro lado, esquivando la obligación de contestar a la dolorosa pregunta.
—Matad a los niños antes de que escapen —dijo con severidad —. El último censo en Lirio marcaba los cincuenta y siete habitantes. No dejéis de buscar hasta que haya esa cantidad de cadáveres delante de mi tienda. Los quemaremos al amanecer.
Los niños del pozo acudieron a los brujos. Tiraron de los faldones de sus túnicas y suplicaron misericordia, que les protegieran contra los malvados soldados de Lunargenta.
Sara Scherer, la lideresa de la guarnición del Hekshold, fue al encuentro con Áddila. La mujer águila salía de su campamento en ese momento, sosteniendo el cuerpecito de la señora Buppers en brazos.
—No te atrevas a hacerle ningún mal —gruñó la bruja.
Áddila levantó la cabeza. Las dos mujeres contuvieron la mirada en silencio durante largos segundos. Pensaban en qué decir, qué hacer y cómo afrontar la traición que la otra había cometida contra ella. ¿Es así como la Guardia hace tratos con el Hekshold? ¿Es esta la lealtad que Hekshold dedica a sus aliados?
—No he sido yo quien ha hecho daño a esta mujer —Áddila rompió el silencio. Su voz sonaba muy diferente a como lo había hecho en la reunión —. Tiene cuarenta y cuatro años, aunque os parezca un infante. Fue esposa de Romeo Buppers. Tiene un hijo de mi edad, Romero, en honor a su padre. Según me dijeron, Romero abandonó las islas hace años. Quería estudiar la cultura de los dragones. Sus padres se negaron porque decían que sería peligroso, que los dragones eran unos anfitriones hostiles. ¿No te parece gracioso? Unos brujos acusando a otra raza de ser mal anfitrión.
Dejó con cuidado el cadáver de la señora Buppers en la entrada del campamento.
—Nos habéis condenado —continuó Áddila —. Mi actitud ha sido correcta. Os he defendido a pesar de que mis superiores me exigían resultados inmediatos. He mentido a vuestro favor. ¡Incluso os hemos dado protección contra las hordas de El Hombre Muerto cuanto más lo necesitabais! ¿Cómo lo agradecéis? ¿Cómo demostráis vuestra amistad conmigo? Llevándoos el agua del pozo a vete a saber dónde a expensas nuestra.
Sara no caería en la bajeza de la capitana Áddila. Podría acusar a los soldados de La Guardia de delitos peores de los cuales Áddila acusaba a Hekshold. Pero no lo haría. Cuando un brujo levanta la voz, no lo hace para gritar, sino para hechizar.
La bruja conjuró un inofensivo torbellino del tamaño de una persona con el que pretendía capturar a la capitana Áddila. La masa de aire fue aumentando de tamaño conforme ganaba terreno. Áddila desató a Devastadora de su espalda y cortó el torbellino en dos mitades. Ninguna arma creada en las herrerías de Verisar podría cortar la magia elemental de los brujos. Sara dio un paso hacia atrás. Áddila desplegó sus alas y se alzó dos palmos de aire. Voló a gran velocidad. Sara recitó un segundo hechizo, una pantalla elemental, pero fue inútil. Devastadora atravesó la pantalla elemental y el cráneo de la bruja.
—Brujos del Hekshold —Áddila habló en el aire —, os daré una oportunidad de disculpas. Rendíos. Demostrad vuestra lealtad hacia el Reino de Verisar. Si osáis enfrentaros contra mí, estaréis violando tratados de paz más antiguos que vuestros pergaminos.
Ningún brujo se puso de rodillas esa noche. Áddila cayó sobre cada uno de ellos como una estrella embutida en éter.
—Vete —Ommin empujó a Nahir —. ¡Márchate! Ahora. No me esperes. Vete. Yo iré después —mintió —. ¡Lárgate!
El brujo de tierra entretuvo a Áddila el tiempo suficiente para que Nahir tomase una barca y desapareciera en la bruma. Ommin murió luchando y con un hechizo en los labios, a medio pronunciar.
Devastadora resultó ser un arma mucho más sorprenderte de lo que había imaginado. Las runas inscritas en la cabeza de la alabarda no solo potenciaban la fuerza y velocidad de la mujer águila, sino que además la dotaban de un poder mágico similar al que pudieran tener los brujos más poderosos de las islas. Podía cortar hechizos, atravesar barreras de energía, desviar poderosos proyectiles elemental y escindir sobre la mágica roca del pozo de la juventud.
Áddila seccionó el pozo con la punta de la alabarda. Al separarse de la tierra, la mitad superior encogió hasta adoptar el tamaño de una campanilla, similar a la que utilizan los nobles para llamar al servicio. Una vez se volviera a colocar en la tierra, el pozo regresaría a su tamaño original. Hasta entonces, la misteriosa magia de Egdecomb había dotado al pozo de la capacidad de ser transportado a otro lugar y Lunargenta era tan buen lugar como cualquier otro.
* Nahir Se acabó lo que se daba. Con el permiso de Nahir, cierro este tema. No habrá castigos de ausencias ni nada por el estilo puesto que ha sido ella quien me ha pedido que lo cierre debido a asuntos mayores. Vamos a ponernos en serios, a ver si conseguimos cerrar la trama de una vez por todas. ¿Vale?
El pozo de la juventud cae en manos de La Guardia de Verisar.
La decisión, si es La Guardia o El Hekshold, quien se quedaba con la victoria no la he tomado yo sino la página web Sortea2. No os voy a engañar, ha sido una suerte. Áddila es de mis personajes favoritos (estoy enamorado de ella y de todas mis “chicas malas”).
Áddila encargó al mejor herrero de Lunargenta la confección de una alabarda de madera élfica, la más ligera que estuviera disponible en el marcado, con la cabeza filosa de metal y un segundo filo, más pequeño, en la punta inferior del arma. Áddila quiso poner a prueba la nueva arma en el campo de entrenamiento. Batió a cada uno de los soldados que encontró ejercitando. Los venció uno a uno. Las armas rivales no pudieron tocarla. La alabarda había demostrado ser un arma excelente para el tipo de combate de la mujer águila, sin embargo, todavía podía ser mejor.
En su segunda semana en las islas de los brujos, Áddila visitó en Hekshold. Se presentó ante los catedráticos de la academia y les dedicó una ostentosa reverencia. A su servicio, maestros. La visita había sido una excusa. Áddila aprovechó la ocasión para investigar los mercados de los brujos. Acudió al mejor arcanista que pudo pagar.
—Una dragona se comió mi cabeza y me devolvió a la vida —dijo Áddila al brujo arcano—. Pocas cosas pueden llegar a sorprenderme. Te pago para que tú lo logres. Quiero que inscribas las runas que creas convenientes en mi arma. Haz que me sorprenda.
Cinco días fue el tiempo que pidió el brujo. Empleó los tres primeros días para recitar conjuros al arma, el cuarto para inscribir y el quinto para comprobar la pericia de los hechizos.
El brujo propuso un nombre a la alabarda. Devastadora. Áddila blandió el arma. Quedó sorprendida.
Con esta misma arma, Áddila atravesó la espalda de Romeo Buppers cuando éste hizo intención de marcharse del campamento. El brujo con apariencia de chico había tomado una decisión, aunque no la compartió con los soldados de La Guardia porque guardaba la esperanza de que pudiera sobrevivir. Escaparían. Había pensado. Reuniría a los niños del pozo, llenarían sus cantimploras del agua maldita y escaparían de Lirio. El Heckshold quizás fuera un buen lugar. Los catedráticos, tal vez, pudieran salvarles antes de que la lejanía al pozo afectase a su salud. Áddila leyó las intenciones de Romeo en el brillo esperanzador de sus ojos. Si permitía que los niños del pozo escapasen de Lirio corría el peligro de extender la maldición. El daño sería incontrolable.
La cabeza de Romeo cayó hacia atrás. Miró los ojos de la capitana como si estuviera buscando una respuesta a su única pregunta. ¿Por qué lo has hecho? Escupió una flema de sangre y saliva. Áddila extrajo a Devastadora de la espalda del chico con un fuerte tirón y miró hacia otro lado, esquivando la obligación de contestar a la dolorosa pregunta.
—Matad a los niños antes de que escapen —dijo con severidad —. El último censo en Lirio marcaba los cincuenta y siete habitantes. No dejéis de buscar hasta que haya esa cantidad de cadáveres delante de mi tienda. Los quemaremos al amanecer.
Los niños del pozo acudieron a los brujos. Tiraron de los faldones de sus túnicas y suplicaron misericordia, que les protegieran contra los malvados soldados de Lunargenta.
Sara Scherer, la lideresa de la guarnición del Hekshold, fue al encuentro con Áddila. La mujer águila salía de su campamento en ese momento, sosteniendo el cuerpecito de la señora Buppers en brazos.
—No te atrevas a hacerle ningún mal —gruñó la bruja.
Áddila levantó la cabeza. Las dos mujeres contuvieron la mirada en silencio durante largos segundos. Pensaban en qué decir, qué hacer y cómo afrontar la traición que la otra había cometida contra ella. ¿Es así como la Guardia hace tratos con el Hekshold? ¿Es esta la lealtad que Hekshold dedica a sus aliados?
—No he sido yo quien ha hecho daño a esta mujer —Áddila rompió el silencio. Su voz sonaba muy diferente a como lo había hecho en la reunión —. Tiene cuarenta y cuatro años, aunque os parezca un infante. Fue esposa de Romeo Buppers. Tiene un hijo de mi edad, Romero, en honor a su padre. Según me dijeron, Romero abandonó las islas hace años. Quería estudiar la cultura de los dragones. Sus padres se negaron porque decían que sería peligroso, que los dragones eran unos anfitriones hostiles. ¿No te parece gracioso? Unos brujos acusando a otra raza de ser mal anfitrión.
Dejó con cuidado el cadáver de la señora Buppers en la entrada del campamento.
—Nos habéis condenado —continuó Áddila —. Mi actitud ha sido correcta. Os he defendido a pesar de que mis superiores me exigían resultados inmediatos. He mentido a vuestro favor. ¡Incluso os hemos dado protección contra las hordas de El Hombre Muerto cuanto más lo necesitabais! ¿Cómo lo agradecéis? ¿Cómo demostráis vuestra amistad conmigo? Llevándoos el agua del pozo a vete a saber dónde a expensas nuestra.
Sara no caería en la bajeza de la capitana Áddila. Podría acusar a los soldados de La Guardia de delitos peores de los cuales Áddila acusaba a Hekshold. Pero no lo haría. Cuando un brujo levanta la voz, no lo hace para gritar, sino para hechizar.
La bruja conjuró un inofensivo torbellino del tamaño de una persona con el que pretendía capturar a la capitana Áddila. La masa de aire fue aumentando de tamaño conforme ganaba terreno. Áddila desató a Devastadora de su espalda y cortó el torbellino en dos mitades. Ninguna arma creada en las herrerías de Verisar podría cortar la magia elemental de los brujos. Sara dio un paso hacia atrás. Áddila desplegó sus alas y se alzó dos palmos de aire. Voló a gran velocidad. Sara recitó un segundo hechizo, una pantalla elemental, pero fue inútil. Devastadora atravesó la pantalla elemental y el cráneo de la bruja.
—Brujos del Hekshold —Áddila habló en el aire —, os daré una oportunidad de disculpas. Rendíos. Demostrad vuestra lealtad hacia el Reino de Verisar. Si osáis enfrentaros contra mí, estaréis violando tratados de paz más antiguos que vuestros pergaminos.
Ningún brujo se puso de rodillas esa noche. Áddila cayó sobre cada uno de ellos como una estrella embutida en éter.
—Vete —Ommin empujó a Nahir —. ¡Márchate! Ahora. No me esperes. Vete. Yo iré después —mintió —. ¡Lárgate!
El brujo de tierra entretuvo a Áddila el tiempo suficiente para que Nahir tomase una barca y desapareciera en la bruma. Ommin murió luchando y con un hechizo en los labios, a medio pronunciar.
Devastadora resultó ser un arma mucho más sorprenderte de lo que había imaginado. Las runas inscritas en la cabeza de la alabarda no solo potenciaban la fuerza y velocidad de la mujer águila, sino que además la dotaban de un poder mágico similar al que pudieran tener los brujos más poderosos de las islas. Podía cortar hechizos, atravesar barreras de energía, desviar poderosos proyectiles elemental y escindir sobre la mágica roca del pozo de la juventud.
Áddila seccionó el pozo con la punta de la alabarda. Al separarse de la tierra, la mitad superior encogió hasta adoptar el tamaño de una campanilla, similar a la que utilizan los nobles para llamar al servicio. Una vez se volviera a colocar en la tierra, el pozo regresaría a su tamaño original. Hasta entonces, la misteriosa magia de Egdecomb había dotado al pozo de la capacidad de ser transportado a otro lugar y Lunargenta era tan buen lugar como cualquier otro.
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* Nahir Se acabó lo que se daba. Con el permiso de Nahir, cierro este tema. No habrá castigos de ausencias ni nada por el estilo puesto que ha sido ella quien me ha pedido que lo cierre debido a asuntos mayores. Vamos a ponernos en serios, a ver si conseguimos cerrar la trama de una vez por todas. ¿Vale?
El pozo de la juventud cae en manos de La Guardia de Verisar.
La decisión, si es La Guardia o El Hekshold, quien se quedaba con la victoria no la he tomado yo sino la página web Sortea2. No os voy a engañar, ha sido una suerte. Áddila es de mis personajes favoritos (estoy enamorado de ella y de todas mis “chicas malas”).
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