Al abordaje de El Ala Negra [Minievento, SCA]
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Al abordaje de El Ala Negra [Minievento, SCA]
Informó a cada uno de sus piratas sobre la carta que Allan le trajo. Habló largo y tendido sobre su contenido, divagando sobre cada uno de los apartados de la misma. Hizo algunas suposiciones sobre quién podría ser el remitente, pero ninguna quedó en claro. Pájaros anónimos, dijo encogiéndose de hombros. Desde hacía unas semanas, el Hekshold estuvo enviando pájaros con información sobre la ubicación y pertenencia de los objetos malditos de Egdecomb. El Capitán Werner se sintió afortunado de no haberse topado con ninguno de ellos, en cambio, las demás personas que intervinieron en la conversación del Hekshold, eran unos malditos desgraciados. Ahí estaba Asher Daregan que se había topado con seis objetos de los 19 y cuya cordura debía ser la de un insecto de campo. El Capitán Werner se sorprendía al saber que el hombre perro siguiera con vida.
Los piratas de La Promesa se sintieron confundidos. Bebían ron en silencio. Tenían miedo de toparse con alguno de estos objetos. Por cómo hablaba El Capitán Werner, parecía estar a punto de mandarles a una misión suicida. Roger Baraun estaba con la cabeza agachada mirando el tablero de la mesa, Nereida Nyére doblaba y desdoblaba el pañuelo que tenía en las manos, Sasha Daroma hacía ademán de levantar la mano e interrumpir al Capitán con una cuestión y Abdulah tenía las palmas de las manos unidas como si estuviera rezando a sus Dioses. El Capitán empatizaba con ellos, él también estaba asustado.
Los piratas dieron un respingo en sus asientos cuando escucharon el nombre del nigromante: El Hombre Muerto.
— Nuestro informante no nos pide que hagamos una empresa sobre la localización de un objeto del 19, podéis respirar tranquilos — hizo una pausa obligándose a sonreír —. El Ala Negra es un navío mitad barco y mitad nido de pájaros. Navega por el océano, a media distancia entre la península y las islas de los brujos. Lo dirige el capitán Madock, un cuervo de mal agüero. Como nació con un defecto en las alas que le impide volar, se dedicó a recoger todo tipo de aves a su flota: hombres bestias y animales. Nuestro informante anónimo afirma que Madock simpatiza con El Hombre Muerto. Ha estado espiando las conversaciones que hemos tenido con el Hekshold e incluso ha mandado cartas falsificando la firma de La Academia y de cualquier otra persona que haya intervenido en el correo aéreo.
Roger Baraun inclinó la cabeza hacia la lámpara de aceite del techo, estaba ansioso por salir. Los ojos de Wes Fungai apuntaban a la ventana del camarote, a las pocas gaviotas que se podían ver tras ella. ¿Nos estarían espiando?
—Se nos ha brindado una misión y voy a aceptarla. No os voy a obligar a que vengáis conmigo, no puedo hacerlo. Sois libres de quedaros en puerto, estaréis seguros. Partiremos pasado mañana, antes del amanecer. Quiero llegar a la zona de conflicto durante la noche, la oscuridad nos dará ventaja, hará parecer La Promesa más grande de lo que es. Mañana me quedaré a bordo de La Promesa, anclado en el puerto de Lunargenta. Contrataré a todo marinero y mercenario que quiera servir para nosotros. Seré sincero con ellos — tragó saliva —: hay pocas posibilidades de que regresemos a casa — El Capitán pensaba en su hija. Con ella no había hablado todavía, lo haría después de terminar con la tripulación. Le resultaría difícil.
Ninguno de los hombres y mujeres abordos de La Promesa se echó para atrás. Seguirían a su capitán hacia el fin del mundo, si era necesario. Lo veían como una guía y como un padre. El Capitán Werner los veía como a sus hijos.
Al día siguiente, Roger Baraun se encargó de pregonar por las tabernas de mala muerta que La Promesa necesitaba personal para una misión. El Capitán Werner les esperaba a bordo de la nave para hacerles una breve entrevista. La mayoría de los piratas y mercenarios que subieron a La Promesa, bajaron luego de que El Capitán les hubo contado en qué consistía la misión. Un hombre de anchos bramó que preferiría servir a un Cara de Muerto que a un Cara de Calamar. Una mujer, bruja a juzgar por su indumentaria, se vio intrigada por El Hombre Muerto. Hizo más preguntas de las que El Capitán acostumbraba a recibir por parte de un mercenario. Anotó todas ellas en una carta. Luego de que la bruja le diera la espalda, el Capitán desenvainó su espada y atravesó el vientre de la mujer con ella. Su sangre era negra como la brea caliente. Luego de aquel incidente, el Capitán dejó de pronunciar el nombre del nigromante. Se refirió a él como El Enemigo. El capitán Madock era El amigo de El Enemigo. Nada de nombres.
Hubo varias excepciones, mínimas. No más de cinco personas, infelices que parecían estar demasiado ebrios como para entender qué les decía el Capitán Werner, aceptaron el encargo temporal de pirata. Wes Fungai se encargó de darles una clase de rápida sobre sus tareas en La Promesa. El puercoespín no se molestó por saber si habían entendido las instrucciones.
La Promesa partió de Lunargenta dos días después de que el Capitán Werner recibiera el chivatazo. Abdulah quedaba en la bodega. Por primera vez, el vampiro no iba a quedarse las mañanas solo, otro vampiro le haría compañía. La cubierta estaba más animada que de costumbre. Mientras el Capitán dirigía el timón, los piratas iban de un lado a otro no porque tuvieran nada que hacer, sino porque no querían estar quietos.
Llegó la noche. La Promesa recogió sus velas, se moverían por la corriente del barco. Estaban en la zona donde el informante anónimo decía que estaría El Ala Negra. Thess, en el nido del vigía, informaría en caso de que viera un barco con una bandada de aves alrededor de sus velas, sería fácil de diferenciar.
El Capitán Werner dejó el timón a manos de Wes Fungai. Se apoyó en la barandilla que daba a cubierta y habló con voz alta y clara. El acento que le producían sus facciones de calamar sonaba más pronunciado que nunca.
—Hoy nos piden que seamos héroes, que salvemos Aerandir de un mal que no cabe en nuestra imaginación. La misión nos queda grande. Yo os pido que seamos piratas, que robemos y atraquemos como estamos acostumbrados a hacer. El Capitán Madock no es diferente a los perros con ínfulas de nobleza que atracamos hace unas semanas. Se habla con un nigromante. Pues bien, que hable. A nosotros no nos tiene que importar. Si nos asusta su voz, le meteremos un zapato en la boca para que deje de hablar. Si es su barco el que nos da miedo, le prenderemos fuego y dejaremos que se incinere en el mar. Somos piratas, no acatamos las órdenes de quien dice tener el derecho de gobernar sobre nuestros corazones.
Los piratas aplaudieron con fervor. Se escucharon voces y silbidos avalentonados, ningún parecía ser real.
Después del discurso, bajó a cubierto. Puso su tenaza sobre el hombro de cada uno de los miembros de la tripulación de La Promesa, a excepción de Thess que se encontraba en el nido. Luego, se dirigió a las nuevas aportaciones por tal de conocerles mejor.
—Decidme, ¿cómo os encontráis? — la preocupación de El Capitán era tan real como su miedo.
Offrol: Estoy muy contento de rolear con vosotros, Uri y Naharu. ¡Bienvenidos a La Promesa Enardecida! Espero que lo pasemos genial.
Sintios libres de jugar con mi tripulación si os gustan los personajes, no me importa. Thess (sin apellido) y Sasha Daroma no tienen ficha pero han aparecido alguna vez en mis temas. Thess es un hombre pez, el arquetipo de pícaro. Daroma una dragona que está descubriendo ahora el mundo, ha pasado demasiados años en la segura Dundarak. Es como una niña grande, básicamente.
Los piratas de La Promesa se sintieron confundidos. Bebían ron en silencio. Tenían miedo de toparse con alguno de estos objetos. Por cómo hablaba El Capitán Werner, parecía estar a punto de mandarles a una misión suicida. Roger Baraun estaba con la cabeza agachada mirando el tablero de la mesa, Nereida Nyére doblaba y desdoblaba el pañuelo que tenía en las manos, Sasha Daroma hacía ademán de levantar la mano e interrumpir al Capitán con una cuestión y Abdulah tenía las palmas de las manos unidas como si estuviera rezando a sus Dioses. El Capitán empatizaba con ellos, él también estaba asustado.
Los piratas dieron un respingo en sus asientos cuando escucharon el nombre del nigromante: El Hombre Muerto.
— Nuestro informante no nos pide que hagamos una empresa sobre la localización de un objeto del 19, podéis respirar tranquilos — hizo una pausa obligándose a sonreír —. El Ala Negra es un navío mitad barco y mitad nido de pájaros. Navega por el océano, a media distancia entre la península y las islas de los brujos. Lo dirige el capitán Madock, un cuervo de mal agüero. Como nació con un defecto en las alas que le impide volar, se dedicó a recoger todo tipo de aves a su flota: hombres bestias y animales. Nuestro informante anónimo afirma que Madock simpatiza con El Hombre Muerto. Ha estado espiando las conversaciones que hemos tenido con el Hekshold e incluso ha mandado cartas falsificando la firma de La Academia y de cualquier otra persona que haya intervenido en el correo aéreo.
Roger Baraun inclinó la cabeza hacia la lámpara de aceite del techo, estaba ansioso por salir. Los ojos de Wes Fungai apuntaban a la ventana del camarote, a las pocas gaviotas que se podían ver tras ella. ¿Nos estarían espiando?
—Se nos ha brindado una misión y voy a aceptarla. No os voy a obligar a que vengáis conmigo, no puedo hacerlo. Sois libres de quedaros en puerto, estaréis seguros. Partiremos pasado mañana, antes del amanecer. Quiero llegar a la zona de conflicto durante la noche, la oscuridad nos dará ventaja, hará parecer La Promesa más grande de lo que es. Mañana me quedaré a bordo de La Promesa, anclado en el puerto de Lunargenta. Contrataré a todo marinero y mercenario que quiera servir para nosotros. Seré sincero con ellos — tragó saliva —: hay pocas posibilidades de que regresemos a casa — El Capitán pensaba en su hija. Con ella no había hablado todavía, lo haría después de terminar con la tripulación. Le resultaría difícil.
Ninguno de los hombres y mujeres abordos de La Promesa se echó para atrás. Seguirían a su capitán hacia el fin del mundo, si era necesario. Lo veían como una guía y como un padre. El Capitán Werner los veía como a sus hijos.
Al día siguiente, Roger Baraun se encargó de pregonar por las tabernas de mala muerta que La Promesa necesitaba personal para una misión. El Capitán Werner les esperaba a bordo de la nave para hacerles una breve entrevista. La mayoría de los piratas y mercenarios que subieron a La Promesa, bajaron luego de que El Capitán les hubo contado en qué consistía la misión. Un hombre de anchos bramó que preferiría servir a un Cara de Muerto que a un Cara de Calamar. Una mujer, bruja a juzgar por su indumentaria, se vio intrigada por El Hombre Muerto. Hizo más preguntas de las que El Capitán acostumbraba a recibir por parte de un mercenario. Anotó todas ellas en una carta. Luego de que la bruja le diera la espalda, el Capitán desenvainó su espada y atravesó el vientre de la mujer con ella. Su sangre era negra como la brea caliente. Luego de aquel incidente, el Capitán dejó de pronunciar el nombre del nigromante. Se refirió a él como El Enemigo. El capitán Madock era El amigo de El Enemigo. Nada de nombres.
Hubo varias excepciones, mínimas. No más de cinco personas, infelices que parecían estar demasiado ebrios como para entender qué les decía el Capitán Werner, aceptaron el encargo temporal de pirata. Wes Fungai se encargó de darles una clase de rápida sobre sus tareas en La Promesa. El puercoespín no se molestó por saber si habían entendido las instrucciones.
La Promesa partió de Lunargenta dos días después de que el Capitán Werner recibiera el chivatazo. Abdulah quedaba en la bodega. Por primera vez, el vampiro no iba a quedarse las mañanas solo, otro vampiro le haría compañía. La cubierta estaba más animada que de costumbre. Mientras el Capitán dirigía el timón, los piratas iban de un lado a otro no porque tuvieran nada que hacer, sino porque no querían estar quietos.
Llegó la noche. La Promesa recogió sus velas, se moverían por la corriente del barco. Estaban en la zona donde el informante anónimo decía que estaría El Ala Negra. Thess, en el nido del vigía, informaría en caso de que viera un barco con una bandada de aves alrededor de sus velas, sería fácil de diferenciar.
El Capitán Werner dejó el timón a manos de Wes Fungai. Se apoyó en la barandilla que daba a cubierta y habló con voz alta y clara. El acento que le producían sus facciones de calamar sonaba más pronunciado que nunca.
—Hoy nos piden que seamos héroes, que salvemos Aerandir de un mal que no cabe en nuestra imaginación. La misión nos queda grande. Yo os pido que seamos piratas, que robemos y atraquemos como estamos acostumbrados a hacer. El Capitán Madock no es diferente a los perros con ínfulas de nobleza que atracamos hace unas semanas. Se habla con un nigromante. Pues bien, que hable. A nosotros no nos tiene que importar. Si nos asusta su voz, le meteremos un zapato en la boca para que deje de hablar. Si es su barco el que nos da miedo, le prenderemos fuego y dejaremos que se incinere en el mar. Somos piratas, no acatamos las órdenes de quien dice tener el derecho de gobernar sobre nuestros corazones.
Los piratas aplaudieron con fervor. Se escucharon voces y silbidos avalentonados, ningún parecía ser real.
Después del discurso, bajó a cubierto. Puso su tenaza sobre el hombro de cada uno de los miembros de la tripulación de La Promesa, a excepción de Thess que se encontraba en el nido. Luego, se dirigió a las nuevas aportaciones por tal de conocerles mejor.
—Decidme, ¿cómo os encontráis? — la preocupación de El Capitán era tan real como su miedo.
Offrol: Estoy muy contento de rolear con vosotros, Uri y Naharu. ¡Bienvenidos a La Promesa Enardecida! Espero que lo pasemos genial.
Sintios libres de jugar con mi tripulación si os gustan los personajes, no me importa. Thess (sin apellido) y Sasha Daroma no tienen ficha pero han aparecido alguna vez en mis temas. Thess es un hombre pez, el arquetipo de pícaro. Daroma una dragona que está descubriendo ahora el mundo, ha pasado demasiados años en la segura Dundarak. Es como una niña grande, básicamente.
- Thess y Daroma:
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El Capitán Werner
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Re: Al abordaje de El Ala Negra [Minievento, SCA]
Uriel escuchó a escondidas la conversación de la tripulación y el capitán pulpo, su rostro era sereno, sin su usual sonrisa alegre, aunque su aura pura e infantil le daba un aire similar a un cachorrito triste. En cuanto vio que la conferencia del capitán terminó, el infante se escabulló de vuelta a la bodega aprovechando que aún podía moverse libremente por los vacíos pasillos del barco pirata ¡Los barcos piratas le traen amargos recuerdos! Hace no mucho terminó en uno de traficantes de órganos sin querer al pensar que estaba abandonado, Uriel salió vivo de esa noche de milagro.....Aunque esta vez se metió a propósito en el barco, sabiendo en todo momento que clase de personas lo usaban.
Abrió la puerta roñosa que daba a la bodega, no tenía ventanas, estaba oscuro y relativamente fresco ¡Un escondrijo perfecto para un vampiro que rehuye del Sol y la luz! Afuera era de noche y el balanceo del barco revelaba que ya estaban moviéndose en dirección a la guardia del hombre cuervo ¡Ya no había vuelta atrás! ¡Ya no podía bajarse del barco! Se escondió entre los barriles y provisiones luego de morder una de las patas del ganado vivo en el barco, parecía que la tripulación los mantenían para obtener recursos frescos y/o comida de emergencia. Uriel se acurrucó y miró hacia un espacio vacío entre los barriles para perderse en su mente ¿Porque su maestro le ordenó algo tan peligroso como involucrarse con El Hombre Muerto? Su orden fue directa, y aunque se le dijo que debía huir si las cosas se ponían feas, las probabilidades de que las cosas salieran mal y no pudiera hacerlo eran muy altas.
El maestro nunca me pide nada que pueda poner en riesgo mi vida
No era la primera vez que se le ordenaba meterse en líos o un trabajo de recolección de información pero si era la primera que se le pedía que pusiera en riesgo su vida ¿En que estaba pensando su maestro? Uriel, como buen discípulo e hijo, cumplió la orden a rajatabla y se coló en el barco sin rechistar o quejarse a pesar de que tenía miedo de morir ¿Porque ese barco? Porque estaban emprendiendo una misión en contra de un simpatizante de El Hombre Muerto, era peligroso aproximarse a ese nigromante, pero si era solo un aliado debía estar bien ¿Verdad? Su misión era la recolección de información y luego alejarse lo máximo posible de la línea de fuego de esa disputa.
“Ah~ Quiero ir a casa….”
Murmuró levemente mientras se apoyaba sobre un barril cargado de lo que parecía ser alcohol, tenía miedo y se sentía inseguro pero le temía a un más al odio de su maestro ¿Le abandonaría si rechazase la misión? Al igual que pasó con “ella” ¿Sería rechazado y recluido en un rincón alejado de la mansión? Y luego, cuando su larga y tediosa vida llegase a su fin sería enterrado bajo algún rincón del jardín sin siquiera recibir alguna lápida. Solo de pensar en una escena así provocó que el infante sintiera sus ojitos humedecerse y sus lindos ojos marrón-miel se nublaran con miedo e inseguridad, encogiéndose más, eligió que su miedo a la muerte era más soportable.
Entonce recordó a ese hombre bestia pulpo y su tripulación, parecían igual de asustados y nerviosos que él en esos momentos pero sus posturas eran erguidas y cadentes de dudas ¿Acaso no temían a la muerte? ¿O tal vez su confianza en aquel hombre pulpo era tan grande que podían desafiar a la misma muerte sin ceder? ¿Y la mirada del capitán hacia sus marineros? Como si viera a sus preciosos e irreemplazables hijos. Una verdadera relación de devoción el uno con el otro. Una ligera sensación de envidia llenó su pecho, su maestro era su entera razón de existencia y sin él su vida hubiera sido carente de sentido o propósito, pero Uriel no era tonto, sabía que para su maestro el no era tan importante incluso si siempre lo trató como a un hijo y lo mimó desde el fondo de su corazón; Al igual que le recogió esa noche por puro capricho, puede ser tirado con la misma facilidad. Envidiaba un poco a la tripulación, ojala su maestro lo mirara con los mismos ojos de devoción y cariño que ese capitán a ellos.
No seas codicioso, el hecho de que el maestro te considere su hijo y es algo que debes agradecer con toda tu existencia ¿O acaso lo olvidaste?
Una solitaria voz se filtró en la cabeza del infante, recordando lo que ya sabía; Todo lo que tenía era su maestro, y sin él, sería condenado a una existencia que carecía de utilidad y sentido ¡No quería eso! Estaba bien ser asesinado o estar metido en una situación realmente fea, pero no podría aguantar regresar a aquellos días ¡Todo menos eso!
“Sigue sin haber movimiento ahí afuera ¿Se fueron a dormir? Que extraño”
Había pasado un rato pero Uriel no escuchó movimientos por el barco aparte del suave balanceo del navío, nisiquiera pisadas o voces, simplemente el crujiente sonido balanceante y rítmico. Estaba curioso pero también quería despejar su infantil mente de las dudas y miedos, así que decidió levantarse y salir del escondrijo entre los barriles y provisiones para aproximarse a la puerta de entrada. Si fuera un adulto en condiciones se hubiera dado cuenta de lo peligroso y estúpido que eran sus acciones, pero Uriel poseía la inteligencia de un niño pequeño y su condición le impedía pensar de forma lógica ¡La cuestión es que la lío realmente parda, una vez más!
Apenas se asomó por las escaleras que llevaban a la planta superior del barco, fue sorprendido por uno de los piratas justo de frente, uno bastante joven. Uriel corrió para intentar huir pero al poco terminó siendo capturado por el ágil pirata, siendo alzado desde la capa cual gatito. Uriel luchó nerviosamente, el joven parecía frustrado y su ceño estaba fruncido:
“¿Un niño? ¿Qué haces aquí? ¡De todas formas! Te vienes conmigo, al capitán le gustará saber que tenemos un pequeño polizón entre nosotros”
El pirata no fue especialmente violento pero tampoco demasiado amable, solo miró a Uriel con confusión y molestia sin responder a lo intentos de Uriel por liberarse de su agarre. La última vez que fue descubierto en el barco por un capitán pirata casi acaba muerto y despellejado, a saber que le haría el capitán pulpo ¡Quizá lo devoraría! No es la primera vez que escucha que hombre bestia por una razón o otro devoran niños ¡entonces sin duda es un abusador infantil! Luchado en vano, siguió revolviéndose mientras el joven pirata lo llevaba escaleras arribas cual gatito salvaje desobediente.
Uri
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Re: Al abordaje de El Ala Negra [Minievento, SCA]
- Música:
Al menos, no lo hizo sino un buen tiempo después de abandonar su aldea en son de perseguir su empresa. Más específicamente, no lo hizo hasta que conoció a los Nómadas. Hasta que conoció el verdadero alcance de lo posible para un individuo.
Entendió que en su estado actual no sería más que un niño queriendo detener la marea a pedradas. Mientras él creyó que estaba avanzando, personas como Asher Daregan superaban sus pasos —si bien a veces con métodos algo reprochables—, a un punto tal que comparar sus logros sería una pérdida de tiempo.
Así pues, con tal de aumentar su influencia en el mundo, su influencia contra el Caos, decidió marchar al sur separado de los Nómadas, para buscar su propio camino y forjar la fortaleza que requería su deber autoimpuesto. Por ello se encontraba ahora en Lunargenta, rodeado de borrachos apestosos, furcias denigrantes y mugre.
"¿Por qué en ese entorno", preguntarán, "si Lunargenta tiene muchos sitios bonitos?"
Las tabernas eran una buena forma de buscar información. Pero Naharu descubrió, tras varios sucesos intentado hacer eso, que un hombre oso polar de dos metros y doscientos kilos era algo que tendía ligeramente a llamar la atención. También aprendió que mientras más bajas en el estatus social de Lunargenta más encuentras personas peculiares, quitándole novedad a su presencia.
Eso y que la gente solía estar tan borracha que ni le hacía especial caso, tratándole como a otro simple hombre ahogado en alcohol y bañado en mierda.
Así es como escuchó hablar de una persona interesante, con un título curioso y mucho aire de ser su próximo objetivo: El Hombre Muerto.
Escuchó que un navío tenía asuntos con este. Escuchó que buscaban tripulantes, y supo que era su oportunidad. Su primer paso significativo hacia su meta. Huyó entonces de la peste que tenía días aguantando y salió del establecimiento, rumbo firme a aquél barco, "La Promesa Enardecida".
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El oso tenía una idea general de los piratas, pero no pudo evitar sorprenderse ante lo variadas que eran las personas en ese barco. Esperaba que la mayoría fuesen humanos, pero al contrario, parecía ser un navío comandado por un hombre bestia. Y vería aquél papel bastante adecuado para un pulpo, si hubiera cabida en su mente para tal pensamiento; Estaba enfocado en no mostrar hostilidad hacia los piratas, y el mosqueo por el poco cuidado que le había podido dar a su pelaje. La sensación a sucio que tenía encima hacía que su semblante fuese aún menos amistoso de lo que ya acostumbraba. Se conformó con acatar atentamente las instrucciones que dio el hombre de púas, y compensar su actitud fría con eficiencia laboral. Después de todo, ¿a quién no le sería útil alguien con sus capacidades físicas?
Así pasó el día, sin muchos sucesos.
—Hoy nos piden que seamos héroes, que salvemos Aerandir de un mal que no cabe en nuestra imaginación. La misión nos queda grande. —Naharu dejó lo que estaba haciendo, y prestó especial atención al capitán. Sus palabras habían resonado tremendamente con el oso— Yo os pido que seamos piratas, que robemos y atraquemos como estamos acostumbrados a hacer...
Naharu respiró hondo, el olor a mar llenándole los pulmones. El resto del discurso estaba bastante alejado de lo que había imaginado con las primeras palabras, pero bastante cerca de lo que esperaba del entorno donde se había metido. Se conformó con asentir una vez terminado el discurso. Había sido inspirador, no podía negarlo.
—Sin quejas. —respondió sin mayor cambio en sus facciones a la pregunta del hombre pulpo.
Había un puñado de humanos de dudosas capacidades, a diferencia de los que parecían ser los miembros regulares de la tripulación: Cuatro hombres bestia, contando al capitán, una elfa joven, y otros de raza por confirmar. Era de los intereses del oso no enemistarse con ellos, eso era seguro.
Por ahora, estos eran sus aliados.
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*Off: ¡Disculpen muchísimo la tardanza! Esperaba a finiquitar la adquisición de mi arma nueva, pero terminé prefiriendo postear de una vez. Ya les había hecho esperar mucho D:
Naharu
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Re: Al abordaje de El Ala Negra [Minievento, SCA]
—Qué siga así, señor. — Un humano habría terminado la frase diciendo “señor oso”. Un hombre bestia de Lunargenta, como lo era el Capitán Werner, negaba en hacer distinción de especies entre las diferentes bestias. Tanto daba que fuera de un oso o un ratón, ambos eran señores y merecían la misma valía, aunque fueran diferentes en tamaño y fuerza —. Siéntase libre de avisarme cuando tenga alguna.
El Capitán Werner puso la pinza en el hombro del oso en un gesto paternal para despedirse de él. Parecía ser un hombre de pocas palabras, las bestias más grandes y robustas solían serlo. El Capitán pensó que lo correcto sería dejar al hombre realizar sus tareas tranquilo, como más cómodo parecía sentirse. No le preguntó por oficio antes de subir a La Promesa ni por su ciudad natal (preguntas de cortesía para generar confianza en la tripulación), cosa que sí hizo con los inaugurados piratas que le brindaron conversación.
Después de hablar con los recién llegados, uno por uno, el Capitán se encerró en su camarote. Quedaba mucha información por contrarrestar y el doble de mapas por estudiar. Los cartógrafos que intentaron dibujar la zona en la que se ocultaba El Ala Negra quedaron ciegos, con las plumas en la mano y el esbozo en su cabeza. Según el informante anónimo, El Hombre Muerto hechizó el lugar con magia negra para que no hubiera ninguna fuente de estudio. ¿Qué clase de sorpresas tenía preparadas para querer esconderlas con tal empeño? El Capitán dejó caer su cabeza encima de su pinza en un gesto de pesadez. Todo aquello olía peor que un banco de peces muertos.
—Capitán, ¿permiso para entrar? — Roger Baraun llamó a la puerta del camarote. Le habría distinguido, aunque no hubiese hablado, por la forma que tenía de golpear a la puerta, utilizaba la palma de la mano en vez de los nudillos como hacía el resto.
—Adelante — el Capitán puso los informes y los mapas boca abajo antes de contestar.
Roger Baraun entró con un niño, lo llevaba cogido por el cuello de la capa como si fuera la pesca del día. El chico tendría la edad de Ulareena Werner (la hija del Capitán), quizás unos pocos años más. Tenía la ropa sucia por haber estado correteando por los más oscuros y que menos se limpiaban del barco. El Capitán lo observaba con el mismo gesto de pesadez con el que estudiaba los mapas próximos al escondrijo del capitán Madock. Un polizonte… y en el peor momento posible, cuando La Promesa se dirigía a una misión suicida.
—Estaba en las escaleras interiores. Debió pasar todo el día allí bajo — Roger acercó su hocico al cuello del chico —, apesta como si lo hubiera hecho. Me imagino que ha salido aprovechando la noche a buscar algo de comida — el Capitán necesitaba tiempo para pensar. La paciencia no es la cualidad por la que Roger presume — ¿Qué hacemos con él? Estamos muy lejos del puerto para dejarlo marchar y demasiado cerca de…. — desvío la mirada hacia proa del barco como si estuviera señalando un lugar que no existían en los mapas.
El Capitán Werner se levantó de su asiento. Habló directamente al chico con el mismo tono de voz con el que se dirigió a los nuevos piratas.
—¿Cómo te llamas, hijo?
Roger Baraun estuvo a punto de abrir la boca para profesar una de sus amargas bromas: “Se llama barca auxiliar con comida. De apellido: no es nuestro problema”. El Capitán se lo impidió alzando la tenaza.
—Déjalo en el suelo, no creo que nuestro polizonte haga por escapar. Es un chico un inteligente, sabe que no tiene donde huir — mirando al niño de frente —. Estamos en pleno mar, chico.
La voz de Thess resonó por todo el barco.
—¡TIERRA A LA VISTA!
Los piratas, de la tripulación original de La Promesa, repitieron la frase haciendo eco del avistamiento.
—¡TIERRA A LA VISTA! — Sasha Daroma.
—¡TIERRA A LA VISTA! — Nereida Nyére.
—Vista. Vista. Vista — el cuervo Alan.
Thess se deslizó por las escaleras del hasta, bajó a toda velocidad. La tripulación se reunió en corrillo alrededor del hombre pez.
—Sé que es una locura, pero os juro que es verdad. He visto pedazos de tierra flotar en el cielo. ¡Islas flotantes!
—Eso es imposible — dijo una voz atrás del grupo, uno de los nuevos tripulantes.
—Lo juro. Es tan cierto como mis escamas. Un montón de islas flotantes, había un árbol en cada una de ellas. Es como un bosque, pero con los terrones flotando en el cielo. Y en medio de esa turba de árboles…, un barco con una nube de pájaros negros volando alrededor de sus velas — hasta entonces, había hablado de forma acelerada. Hizo un parón de unos segundos. Los siguientes dos nombres los dijo en voz baja, como si estuviera compartiendo un secreto —. Es el capitán Madock, el pirata de El Hombre Muerto.
El Capitán Werner puso la pinza en el hombro del oso en un gesto paternal para despedirse de él. Parecía ser un hombre de pocas palabras, las bestias más grandes y robustas solían serlo. El Capitán pensó que lo correcto sería dejar al hombre realizar sus tareas tranquilo, como más cómodo parecía sentirse. No le preguntó por oficio antes de subir a La Promesa ni por su ciudad natal (preguntas de cortesía para generar confianza en la tripulación), cosa que sí hizo con los inaugurados piratas que le brindaron conversación.
Después de hablar con los recién llegados, uno por uno, el Capitán se encerró en su camarote. Quedaba mucha información por contrarrestar y el doble de mapas por estudiar. Los cartógrafos que intentaron dibujar la zona en la que se ocultaba El Ala Negra quedaron ciegos, con las plumas en la mano y el esbozo en su cabeza. Según el informante anónimo, El Hombre Muerto hechizó el lugar con magia negra para que no hubiera ninguna fuente de estudio. ¿Qué clase de sorpresas tenía preparadas para querer esconderlas con tal empeño? El Capitán dejó caer su cabeza encima de su pinza en un gesto de pesadez. Todo aquello olía peor que un banco de peces muertos.
—Capitán, ¿permiso para entrar? — Roger Baraun llamó a la puerta del camarote. Le habría distinguido, aunque no hubiese hablado, por la forma que tenía de golpear a la puerta, utilizaba la palma de la mano en vez de los nudillos como hacía el resto.
—Adelante — el Capitán puso los informes y los mapas boca abajo antes de contestar.
Roger Baraun entró con un niño, lo llevaba cogido por el cuello de la capa como si fuera la pesca del día. El chico tendría la edad de Ulareena Werner (la hija del Capitán), quizás unos pocos años más. Tenía la ropa sucia por haber estado correteando por los más oscuros y que menos se limpiaban del barco. El Capitán lo observaba con el mismo gesto de pesadez con el que estudiaba los mapas próximos al escondrijo del capitán Madock. Un polizonte… y en el peor momento posible, cuando La Promesa se dirigía a una misión suicida.
—Estaba en las escaleras interiores. Debió pasar todo el día allí bajo — Roger acercó su hocico al cuello del chico —, apesta como si lo hubiera hecho. Me imagino que ha salido aprovechando la noche a buscar algo de comida — el Capitán necesitaba tiempo para pensar. La paciencia no es la cualidad por la que Roger presume — ¿Qué hacemos con él? Estamos muy lejos del puerto para dejarlo marchar y demasiado cerca de…. — desvío la mirada hacia proa del barco como si estuviera señalando un lugar que no existían en los mapas.
El Capitán Werner se levantó de su asiento. Habló directamente al chico con el mismo tono de voz con el que se dirigió a los nuevos piratas.
—¿Cómo te llamas, hijo?
Roger Baraun estuvo a punto de abrir la boca para profesar una de sus amargas bromas: “Se llama barca auxiliar con comida. De apellido: no es nuestro problema”. El Capitán se lo impidió alzando la tenaza.
—Déjalo en el suelo, no creo que nuestro polizonte haga por escapar. Es un chico un inteligente, sabe que no tiene donde huir — mirando al niño de frente —. Estamos en pleno mar, chico.
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La voz de Thess resonó por todo el barco.
—¡TIERRA A LA VISTA!
Los piratas, de la tripulación original de La Promesa, repitieron la frase haciendo eco del avistamiento.
—¡TIERRA A LA VISTA! — Sasha Daroma.
—¡TIERRA A LA VISTA! — Nereida Nyére.
—Vista. Vista. Vista — el cuervo Alan.
Thess se deslizó por las escaleras del hasta, bajó a toda velocidad. La tripulación se reunió en corrillo alrededor del hombre pez.
—Sé que es una locura, pero os juro que es verdad. He visto pedazos de tierra flotar en el cielo. ¡Islas flotantes!
—Eso es imposible — dijo una voz atrás del grupo, uno de los nuevos tripulantes.
—Lo juro. Es tan cierto como mis escamas. Un montón de islas flotantes, había un árbol en cada una de ellas. Es como un bosque, pero con los terrones flotando en el cielo. Y en medio de esa turba de árboles…, un barco con una nube de pájaros negros volando alrededor de sus velas — hasta entonces, había hablado de forma acelerada. Hizo un parón de unos segundos. Los siguientes dos nombres los dijo en voz baja, como si estuviera compartiendo un secreto —. Es el capitán Madock, el pirata de El Hombre Muerto.
Última edición por Capitán Werner el Miér 11 Sep 2019 - 12:47, editado 1 vez
El Capitán Werner
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Re: Al abordaje de El Ala Negra [Minievento, SCA]
Hasta el final el vampirito no dejó de luchar ¡no quería ser llevado ante ese “capitán”! El último capitán de piratas con el que se juntó casi lo mata, solo de pensarlo se le ponían los pelos de punta ¡Además! ¡¿De dónde diablos sacaba ese humano que le subetaba toda esa fuerza, para empezar?! Llevaba todo el camino revolviéndose y luchando pero apenas logró que el chico hiciera una mueca de molestia.
Para cuando quiso darse cuenta ya estaba frente el camarote del capitán, el niño pasó de moverse como un pez capturado a un conejo quieto del miedo. Había visto la figura del hombre-pulpo desde lejos pero esta vez la tenía justo enfrente, era un hombre de aspecto sereno y marcado por la sombra de la experiencia y las vivencias pasadas ¡Uriel no pudo evitar sentir que era la misma mirada que “ella” solía tener antes de todo aquel desastre! Una mirada marcada por experiencias y sabiduría, tranquilos como la noche pero algo melancólicos pero, sin embargo, irradiaban una extraña gentileza natural, Uriel no pudo apartar la mirada de los ojos del capitán ¿Tal vez él también pasó por mucho? Los vampiros mayores tienden a tener esa mirada, lo sabe porque de vuelta a la mansión conoció bastantes ¡Quería preguntarle pero no se atrevía!
“Uriel, Uriel Nova….”
Contestó por puro reflejo con una suave vocecilla, se sintió natural para él contestar sinceramente. El pirata finalmente lo bajó tras una orden dada por el hombre-pulpo, el infante suspira aliviado tras unos segundos de disfrutar la sensación segura del suelo bajo sus pies una vez mas ¡Odiaba que lo alzaran del suelo!
“S-Sé que esto es un barco….Y-Yo…...”
No sabía porque pero sentía la urgencia de explicarle al hombre pulpo que se subió al barco a propósito, quería explicarle como fue enviado ahí para recolectar información ¿Tal vez para que le reconforta? ¿O para que alguien el dijese que no tenía que temer? ¡Aunque era un capitán pirata! No sabía cuando podía cambiar de opinión y “castigarlo” por meterse sin permiso al barco. En cuanto ya no pudo contener el nerviosismo y la duda, el vampiro le preguntó al pulpo.
“¿No está molesto, señor? Me colé en su barco...”
Bajando la cabecita cual cachorrito esperando el regaño por haber hecho una trastada, el infante anticipó la bronca del viejo pirata por haberse metido en su barco. Su maestro siempre le echaba la bronca cuando hacía algo mal, nunca le levantó la mano pero si le alzó muchas veces la voz cuando hacía cosas malas ¡Aunque a veces si se enfureció con él! Justo como el día en que le preguntó a su maestro sobre el diario de “ella”, solo de pensarlo su cuerpecito comenzaba a temblar de miedo ¡Uriel era un niño bueno! ¿Pero esta vez sí fue un niño malo? ¿Merece ser perdonado?
¿hmmm? ¿Mal? ¿Que está mal? Solo estoy cumpliendo órdenes ¿Entonces que esta mal? El maestro siempre, siempre tiene razón así que aquí es donde debo de estar ¿entonces….?
Había una contradicción en su mente y su corazón ¡Pero no sabía cual! Su maestro era absoluto, su dios y su máxima figura de autoridad ¿Entonces porque….? ¡No debía de sentirse mal por meterse en el barco! ¿O puede ser que el problema no haya sido meterse en el barco en sí...?
“Y-Yo….”
Uri
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Re: Al abordaje de El Ala Negra [Minievento, SCA]
El capitán se mostraba tan amable con el oso como lo hacía con sus verdaderos camaradas, y Naharu no podía evitar sentirse desubicado por tales interacciones. Esperaba un entorno muchísimo más brusco, y venía mentalmente preparado para uno.
Se despidió del capitán asintiendo la cabeza, y tras observar que se detuvo a dirigir palabra a cada uno de las nuevas admisiones y retiró al interior del barco, el oso volvió a sus tareas asignadas.
Naharu agradecía con creces que los nudos que debía hacer eran de mucho más grandes que aquellos de las tiendas de acampar, y por ende mucho más fáciles de manejar para sus manotas. Trabajar con los amarres le hizo ver que no todas las cuerdas estaban salidas del infierno, y no todos los nudos eran un puzzle diminuto que le arrancaría las ganas de vivir.
Al estar ocupado el tiempo se le hizo rápido, y no tardó mucho en haber noticias. "Tierra a la vista" anunciaban. Tensó con fuerza, y tras comprobar la firmeza de su última tarea, se dirigió a las personas que se habían agrupado para escuchar las nuevas.
El hombre pez, primera alarma y testigo de la tripulación, empezó a explicar aquello que vio. Islas flotantes, no en el agua sino en el cielo. Aquella afirmación causó revuelo en la tripulación, variados entre emoción y el escepticismo. El tono de Thess daba a entender lo sorprendido que él mismo estaba. Naharu se llevó una mano al mentón, y empezó a buscarle una explicación a la situación.
Hm...
Hmm...
A la mención de árboles en las islas flotantes, se avivó en su mente el recuerdo de una de las conversaciones que tuvo en uno de sus viajes con los Nómadas. Cierto curioso árbol, con cierta curiosa característica.
¡...Oh!
—Volarce. —aseveró el oso, lo bajo de su voz disipando el bullicio que los había engullido— Deben ser un montón de volarces. Sólo son... —intentó recordar las palabras exactas con las que se lo habían explicado— árboles que flotan. Magia.
Chasqueó mentalmente la lengua, el rostro de cierto sonriente hombre perro apareciendo momentáneamente en su mente.
La explicación del hombre pez se desaceleró, y con el nuevo silencio que había conseguido el oso, sus últimas palabras fueron como dos pesas hundiéndose en el agua.
Ya habían conseguido el navío de Madock, y ya sólo era cuestión de momentos para que tuvieran que entrar en acción.
Se despidió del capitán asintiendo la cabeza, y tras observar que se detuvo a dirigir palabra a cada uno de las nuevas admisiones y retiró al interior del barco, el oso volvió a sus tareas asignadas.
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Naharu agradecía con creces que los nudos que debía hacer eran de mucho más grandes que aquellos de las tiendas de acampar, y por ende mucho más fáciles de manejar para sus manotas. Trabajar con los amarres le hizo ver que no todas las cuerdas estaban salidas del infierno, y no todos los nudos eran un puzzle diminuto que le arrancaría las ganas de vivir.
Al estar ocupado el tiempo se le hizo rápido, y no tardó mucho en haber noticias. "Tierra a la vista" anunciaban. Tensó con fuerza, y tras comprobar la firmeza de su última tarea, se dirigió a las personas que se habían agrupado para escuchar las nuevas.
El hombre pez, primera alarma y testigo de la tripulación, empezó a explicar aquello que vio. Islas flotantes, no en el agua sino en el cielo. Aquella afirmación causó revuelo en la tripulación, variados entre emoción y el escepticismo. El tono de Thess daba a entender lo sorprendido que él mismo estaba. Naharu se llevó una mano al mentón, y empezó a buscarle una explicación a la situación.
Hm...
Hmm...
A la mención de árboles en las islas flotantes, se avivó en su mente el recuerdo de una de las conversaciones que tuvo en uno de sus viajes con los Nómadas. Cierto curioso árbol, con cierta curiosa característica.
¡...Oh!
—Volarce. —aseveró el oso, lo bajo de su voz disipando el bullicio que los había engullido— Deben ser un montón de volarces. Sólo son... —intentó recordar las palabras exactas con las que se lo habían explicado— árboles que flotan. Magia.
Chasqueó mentalmente la lengua, el rostro de cierto sonriente hombre perro apareciendo momentáneamente en su mente.
La explicación del hombre pez se desaceleró, y con el nuevo silencio que había conseguido el oso, sus últimas palabras fueron como dos pesas hundiéndose en el agua.
Ya habían conseguido el navío de Madock, y ya sólo era cuestión de momentos para que tuvieran que entrar en acción.
Última edición por Naharu el Sáb 21 Sep 2019 - 6:59, editado 1 vez
Naharu
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Re: Al abordaje de El Ala Negra [Minievento, SCA]
El chico parecía esperar que El Capitán le reprimiera con toda clase de insultos y mala palabras. El mismo Alferd Werner había subido como polizón en decenas de barcos durante su infancia. Algunos capitanes le dieron una patada en el trasero y le subieron encima de una tabla. La deriva y la suerte le traían de vuelta a tierra. Otros, le dieron comida, la misma cantidad que al resto de la tripulación, y le enseñaron algunas a amarrar las cuerdas y a limpiar la cubierta. No dependía de que un capitán fuera más o menos considerado, que fuera padre como Werner o que no tuviera hijos, sino de la situación en la que se encontraba cada barco. Werner habría acogido a Uriel Nova el tiempo que fuera necesario como un miembro más de la tripulación en el caso de que La Promesa estuviera realizando una misión de transporte. Como padre, Werner se preocupaba por la seguridad de los niños. Volvió a pensar en la broma que imaginó que haría Roger Baraun: se llamaba barca auxiliar y de apellido, no es nuestro problema. La broma no se alejaba de las ideas de El Capitán.
Cruzó los brazos y dejó que el chico se expresase. Su tono de voz era tan valioso como las palabras que utilizaba. El Capitán prestó atención con la esperanza a que el chico, nervioso como estaba, se fuera de la lengua. Habló sobre misiones, sobre que había hecho algo mal y órdenes. Uriel nova cumplía las órdenes de un maestro. El Capitán pensó en El Hombre Muerto y en la bruja que había subido a La Promesa, el día anterior. Bajó la cabeza, apuntando a la empuñadura de su espada. Odiaría verse obligado a desenvainarla frente a un niño.
—Cuando tus órdenes tienen que ver con mi barco y yo, el capitán del mismo, no estaba enterado, sí que decimos que has hecho algo mal — era una forma elegante de preguntar al niño que hacía en su barco sin resultar ser amenazador.
Fuera se escuchaba un modesto alboroto. El Capitán hizo una señal con la mano a Roger Baraun y a Uriel Nova para que lo siguieran fuera. La conversación se prolongó para más adelante.
Thess era rodeado por el resto de la tripulación. El cuervo volaba en círculos alrededor de la cabeza de Thess. Graznaba la palabra: Tierra. ¿Tan pronto habían dado con una isla? El Capitán estaba extrañado. Los mapas de la zona, de los alrededores puestos que este preciso punto estaba maldito, no hablaban de ninguna isla en este lugar. El vigía decía haber visto una agrupación de islas flotando en el cielo. ¿Una alucinación? ¿O quizás un fallo de perspectiva? La noche invitaba a la confusión. Naharu, el hombre oso, aclaró las dudas de El Capitán.
Thess estaba en lo cierto, había visto islas en el cielo. El nombre técnico, según Naharu, eran volarce. Eran árboles que levitaban por magia. Sus raíces debían conservar terrones de tierra, de ahí la confusión de Thess a creer que se trataban de pequeñas islas.
—No pierdas de vista al chico — susurró El Capitán a Roger Baraun.
—Como usted diga, capitán.
No comentó nada sobre la supuesta relación de Uriel Nova con El Hombre Muerto. En estas circunstancias, era mejor no correr la voz.
—Te vienes conmigo, pequeñajo. Conozco un juego muy divertido. ¿Quieres jugar? Se trata de ver quién es el que pasa mayor tiempo de los dos callado. A ver si eres capaz de vencerme — esa no era forma de hablar a un niño y Roger lo sabía.
El Capitán se dirigió a Naharu. Puso la tenaza encima de su hombro como había hecho en el momento en que lo saludó mientras estaba trabajando en los amarres.
—Hábleme sobre esos volarce, señor Naharu. ¿Qué sabe sobre ellos? ¿Son peligrosos? Se ha encontrado con ellos una vez, sabrá aconsejarnos — al resto de la tripulación —. Pondremos rumbo a los volarces. Allí se encuentra nuestro enemigo. Esos árboles son lo suficiente frondosos como para ocultar a La Promesa. Nos moveremos alrededor de los volarces, escondidos como un elfo en un bosque. No atacaremos de inmediato. Repito, no atacaremos de inmediato. Aprovecharemos el escenario para permanecer ocultos hasta el momento oportuno. Media vela hasta llegar a los lindes del bosque de volarces. Cuando entremos, plegaremos las velas.
Wes Fungai no sabía escribir y la memoria no era su fuerte. Para acordarse de las órdenes, dibujó una serie de garabatos en un trozo de papel que se sacó del bolsillo. La piel Sasha Daroma tintineaba como una joven hoguera, la piel rosada de mujer, por momentos, daba paso a las escamas de la dragona. Daroma estaba realmente asustada. Se mordía las uñas y sus dientes parecían estar alargándose paulatinamente. Pronto alcanzaría la forma de colmillos.
—¿Cree que podremos ocultarnos entre los volarce, señor Naharu? Debe decir lo que piensa, no tema compartir su opinión con el resto de la tripulación. Ninguno de nosotros está acostumbrado a tratar con árboles mágicos — la sonrisa del Capitán reflejaba trazas de preocupación.
Cruzó los brazos y dejó que el chico se expresase. Su tono de voz era tan valioso como las palabras que utilizaba. El Capitán prestó atención con la esperanza a que el chico, nervioso como estaba, se fuera de la lengua. Habló sobre misiones, sobre que había hecho algo mal y órdenes. Uriel nova cumplía las órdenes de un maestro. El Capitán pensó en El Hombre Muerto y en la bruja que había subido a La Promesa, el día anterior. Bajó la cabeza, apuntando a la empuñadura de su espada. Odiaría verse obligado a desenvainarla frente a un niño.
—Cuando tus órdenes tienen que ver con mi barco y yo, el capitán del mismo, no estaba enterado, sí que decimos que has hecho algo mal — era una forma elegante de preguntar al niño que hacía en su barco sin resultar ser amenazador.
Fuera se escuchaba un modesto alboroto. El Capitán hizo una señal con la mano a Roger Baraun y a Uriel Nova para que lo siguieran fuera. La conversación se prolongó para más adelante.
Thess era rodeado por el resto de la tripulación. El cuervo volaba en círculos alrededor de la cabeza de Thess. Graznaba la palabra: Tierra. ¿Tan pronto habían dado con una isla? El Capitán estaba extrañado. Los mapas de la zona, de los alrededores puestos que este preciso punto estaba maldito, no hablaban de ninguna isla en este lugar. El vigía decía haber visto una agrupación de islas flotando en el cielo. ¿Una alucinación? ¿O quizás un fallo de perspectiva? La noche invitaba a la confusión. Naharu, el hombre oso, aclaró las dudas de El Capitán.
Thess estaba en lo cierto, había visto islas en el cielo. El nombre técnico, según Naharu, eran volarce. Eran árboles que levitaban por magia. Sus raíces debían conservar terrones de tierra, de ahí la confusión de Thess a creer que se trataban de pequeñas islas.
—No pierdas de vista al chico — susurró El Capitán a Roger Baraun.
—Como usted diga, capitán.
No comentó nada sobre la supuesta relación de Uriel Nova con El Hombre Muerto. En estas circunstancias, era mejor no correr la voz.
—Te vienes conmigo, pequeñajo. Conozco un juego muy divertido. ¿Quieres jugar? Se trata de ver quién es el que pasa mayor tiempo de los dos callado. A ver si eres capaz de vencerme — esa no era forma de hablar a un niño y Roger lo sabía.
El Capitán se dirigió a Naharu. Puso la tenaza encima de su hombro como había hecho en el momento en que lo saludó mientras estaba trabajando en los amarres.
—Hábleme sobre esos volarce, señor Naharu. ¿Qué sabe sobre ellos? ¿Son peligrosos? Se ha encontrado con ellos una vez, sabrá aconsejarnos — al resto de la tripulación —. Pondremos rumbo a los volarces. Allí se encuentra nuestro enemigo. Esos árboles son lo suficiente frondosos como para ocultar a La Promesa. Nos moveremos alrededor de los volarces, escondidos como un elfo en un bosque. No atacaremos de inmediato. Repito, no atacaremos de inmediato. Aprovecharemos el escenario para permanecer ocultos hasta el momento oportuno. Media vela hasta llegar a los lindes del bosque de volarces. Cuando entremos, plegaremos las velas.
Wes Fungai no sabía escribir y la memoria no era su fuerte. Para acordarse de las órdenes, dibujó una serie de garabatos en un trozo de papel que se sacó del bolsillo. La piel Sasha Daroma tintineaba como una joven hoguera, la piel rosada de mujer, por momentos, daba paso a las escamas de la dragona. Daroma estaba realmente asustada. Se mordía las uñas y sus dientes parecían estar alargándose paulatinamente. Pronto alcanzaría la forma de colmillos.
—¿Cree que podremos ocultarnos entre los volarce, señor Naharu? Debe decir lo que piensa, no tema compartir su opinión con el resto de la tripulación. Ninguno de nosotros está acostumbrado a tratar con árboles mágicos — la sonrisa del Capitán reflejaba trazas de preocupación.
El Capitán Werner
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Re: Al abordaje de El Ala Negra [Minievento, SCA]
Teniendo la espada del capitán en su cuello el vampiro lo miró anonadado por unos segundos. Hasta hace unos segundos el pirata parecía totalmente calmado y sin muestras de hostilidad hacia él, el infante era muy sensible al peligro y a la gente fuerte que puede amenazar su vida; Si el capitán o algún pirata hubiera tenido alguna intención nociva lo sabría ¿Entonces porque? Nisiquiera notó que el filo estaba en su garganta hasta que la helada sensación metálica acarició un poco dolorosamente su cuello. Un escalofrío bajó por su espina, su rostro palideció más de lo que ya estaba de por sí.
“Y-Yo…..a-ah…..”
Su cuerpo tembló al mirar la hoja plateada frente a él, estaba bastante pulida;Podía ver su propio rostro reflejado levemente. La cara que le saludó era la de un aterrorizado muchacho, su apariencia correspondía a la de un pequeño de unos 10 o 11 años. Era su propio rostro. Sintió la leve sensación de algo húmedo cayendo desde sus mejillas, se percató por el mismo reflejo que eran lagrimitas; Había alcanzado el límite de lo que su mente de 11 años podía aguantar.
“M-maestro….”
En un tono bajito llamó al maestro pero eso solo le hizo recordar que fue su orden lo que le puso en ese aprieto. Miro al suelo tímidamente ¿Que debía hacer? ¿Y si ese hombre pulpo tenía algo en contra de los Nova? ¡Su deber como Nova era callarse y no decir nada! Con una expresión asustada y nerviosa, el infante encogió sobre sí mismo y guardó silencio.
El alboroto que se estaba formando en cubierta hizo que hasta Uriel, sumido en sus pensamientos pesimistas, girara levemente su cabeza curiosamente preguntándose qué estaba pasando. Pero en cuanto notó el gesto del capitán salió de su cabeza y siguió tímidamente la gran figura del hombre pulpò sin levantar la vista, era una insensatez intentar huir en un barco así que decidió ser obediente.
“¡A-ah! I-islas en el cielo….¡.....!”
Lo fascinante de los niños era cómo podían pasar en menos de un segundo de asustados y tímidos a alegres y joviales, Uriel era igual. Estaba asustado e inseguro pero apenas vio las figuras voladoras frotar mientras aves iban y venían al infante se le iluminó la cara, sus ojos comenzaron a brillar como dos pequeñas gemas de ámbar. No llegó a escuchar el “juego” del pirata cuyo nombre era Roger, antes de que siquiera acabara de hablar el pequeño sujetó su mano y lo forzó a aproximarse más a la baranda de la cubierta.
“W-Wuuuuah ¿Porque vuelan? ¿Son islas? ¿serán mágicas? Q-Quiero subirme en una ¡Ah! ¡Espera! ¡No puedes justificar todo con magia! ¡Eres el futuro mayor científico de toda Aerandir! ¡Bien! empecemos por lo básico!”
Se puso de puntillas para llegar correctamente a la barandilla que subía y bajaba por la marea, era de noche y la visibilidad era escasa pero para los ojos del infante estaba tan claro como el día. Ignorando totalmente al pirata que se trajo a la fuerza, el infante sacó una libreta de su bolsa y comenzó a escribir algo con un especie de pseudo lápiz. Escuchó la orden del capitán; Si no apartaban la vista de él estaría bien ¿verdad? ¡Entonces sería un niño bueno y no se despegará del pirata malvado llamado Roger ¡De hecho él mismo lo llevaría de un lado para otro si hacía falta! De esa forma el capitán aterrador ya no le volverá a poner una espada en el cuello ¿verdad?
Por cierto, Uriel se olvidó totalmente para que se subió al barco. Se suponía que era una misión de infiltración y recolección de información pero acabó volviéndose una excursión al mar de aprendizaje. Y lamentablemente parece que Roger es el monitor del hiperactivo niño problemas llamado Uriel.
Uri
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Re: Al abordaje de El Ala Negra [Minievento, SCA]
Aún no terminaba de acostumbrarse ni a la amabilidad del capitán ni a la sensación de su tenaza en el hombro, pero no hizo ademán de negar aquello. A diferencia de las preguntas que le hizo al oso y las expectativas que puso el capitán en él, que sí le tomaron por sorpresa.
—...No realmente. —reajustó su postura. Lo habrían de interpretar como una respuesta a la pregunta de "¿son peligrosos?", pero sólo negaba haberlos visto en el pasado. No intentó aclararlo— Hacen que las cosas cercanas se hagan más livianas. —recordó de aquella conversación de pasado— Tómenlo en cuenta.
El capitán parecía satisfecho con esa información. Dio las órdenes a seguir, y con ello se espesó la inquietud que ya residía antes en la cubierta. Los rostros de aquella gente reflejaba perfectamente la incertidumbre que nublaba sus corazones, incertidumbre que los llevaría a todos a la perdición. El oso observó bien su alrededor. Los hombres que habían subido con él mostraban un estado deplorable, como lo estaría un panal alterado. Una de las compañeras del capitán estaba evidentemente poco capacitada para manejar la tensión, y a parte del esfuerzo del capitán por mantener alta la moral, la situación no era muy distinta en el resto.
Y por alguna razón que el oso no podía llegar a imaginarse, ahora había un pálido niño en medio de todo ese desastre.
Ya había vivido algo así, hace tiempo. Los ánimos temblorosos, las distintas formas que tenían las personas de manejar la idea de que el mañana no era una promesa. Recordaba aún los sollozos de infantes y hombres, y la tremenda impotencia compartida.
Ya había vivido algo así, así que el oso no aceptaría vivirlo otra vez. Su camino no terminaría entonces. No perdido en el mar.
Ardían en su alma la frustración de lo que no se hizo antes, y la determinación de cambiar el ahora, y con ese ímpetu el oso alzó al aire un rugido comparable al trueno, liberando sus emociones reprimidas y captando la atención de toda la tripulación. Por un instante, la mirada de todos dejó de estar en el temible reto que les aguardaba, y reposaba ahora en el blanco pelaje de Naharu.
Observó al hombre pulpo, como pidiendo aprobación, y se dirigió a los nuevos reclutas, ahora ensobriados por el susto y encogidos por lo mismo.
— Nos acercamos a un enemigo del mismo Aerandir, con nuestras vidas en la línea. No me importa a lo que dediquen la suya, como a ustedes no les importa a lo que dedique yo la mía. —sentenció, con una voz cercana a la reprimenda. Ninguno mostró intención de responder.
El oso respetaba la forma del capitán de dar sentido de pertenencia, mostrando una figura casi paternal. Pero sabía que esa inquietud desembocaría en pánico, y eventualmente en muerte. Por ello decidió una aproximación más áspera.
—Pero en este momento nuestras vidas están juntas, en este barco. Mientras tanto, somos hermanos de armas con un solo objetivo: Detener al malnacido que está ahí escondido. —señaló a la oscuridad de la noche, en la dirección del bosque flotante— Y yo planeo hacer muchas cosas después de eso, cuando estemos de vuelta en tierra. ¿Piensan volver conmigo cuando terminemos, o ser olvidados entre las olas?
Sólo un suicida o un loco estaría tranquilo en esa situación. Era natural temer. Plantear claramente las opciones que tenían disponibles haría más fácil cargar con ese temor. El oso esperaba que lo suficiente como para que no fuesen una molestia.
Se dirigió entonces a lo que ahora sabía era una dragona, y con una actitud distinta, le habló.
—El corazón se acelera, y los pelos se erizan. —colocó su garra derecha en el hombro de la muchacha, viendo en Daroma a los jóvenes que dejaron de ser— La vista se agudiza, igual que el resto de sentidos. El cuerpo se tensa. Se prepara para ser más fuerte, más veloz.
El oso agachó su cuerpo para estar a la misma altura de la asustada dragona, que no supo reaccionar ante las repentinas palabras de Naharu, ni a la forma en que le hablaba. El oso recordó aquella conversación con su sobrino, hace años, cuando el pequeño había vuelto de una escapada nocturna, aterrado y avergonzado por estarlo.
"Estar asustado no es una debilidad..."
—...Es un superpoder. Intenta enfocarlo. —terminó, con un tono paternal similar al que usaría el capitán.
Se irguió, y respondió a la pregunta del capitán.
—Estoy en contra del plan. Tienen un centenar de aves a su mando, y la ventaja del tiempo. Nada nos asegura que no tengan ya gente esperándonos entre los árboles.
Miró al niño, que observaba maravillado en dirección del bosque flotante. Bosque que Naharu aún no alcanzaba a avistar. El corazón le dio un vuelco ante la idea que se le cruzó por la cabeza, pero no dejó que aquello se hiciera obvio en su porte. Se acercó a él, y le dio una palmadita en la espalda. Quizás, aquél niño sería una pieza crucial de la tripulación, si la macabra idea del oso estaba en lo cierto.
—O quizás, sí. —volteó a ver al hombre pulpo— Dime, muchacho. ¿Qué tan bien ves en la oscuridad? —volvió al niño.
—...No realmente. —reajustó su postura. Lo habrían de interpretar como una respuesta a la pregunta de "¿son peligrosos?", pero sólo negaba haberlos visto en el pasado. No intentó aclararlo— Hacen que las cosas cercanas se hagan más livianas. —recordó de aquella conversación de pasado— Tómenlo en cuenta.
El capitán parecía satisfecho con esa información. Dio las órdenes a seguir, y con ello se espesó la inquietud que ya residía antes en la cubierta. Los rostros de aquella gente reflejaba perfectamente la incertidumbre que nublaba sus corazones, incertidumbre que los llevaría a todos a la perdición. El oso observó bien su alrededor. Los hombres que habían subido con él mostraban un estado deplorable, como lo estaría un panal alterado. Una de las compañeras del capitán estaba evidentemente poco capacitada para manejar la tensión, y a parte del esfuerzo del capitán por mantener alta la moral, la situación no era muy distinta en el resto.
Y por alguna razón que el oso no podía llegar a imaginarse, ahora había un pálido niño en medio de todo ese desastre.
Ya había vivido algo así, hace tiempo. Los ánimos temblorosos, las distintas formas que tenían las personas de manejar la idea de que el mañana no era una promesa. Recordaba aún los sollozos de infantes y hombres, y la tremenda impotencia compartida.
Ya había vivido algo así, así que el oso no aceptaría vivirlo otra vez. Su camino no terminaría entonces. No perdido en el mar.
Ardían en su alma la frustración de lo que no se hizo antes, y la determinación de cambiar el ahora, y con ese ímpetu el oso alzó al aire un rugido comparable al trueno, liberando sus emociones reprimidas y captando la atención de toda la tripulación. Por un instante, la mirada de todos dejó de estar en el temible reto que les aguardaba, y reposaba ahora en el blanco pelaje de Naharu.
Observó al hombre pulpo, como pidiendo aprobación, y se dirigió a los nuevos reclutas, ahora ensobriados por el susto y encogidos por lo mismo.
— Nos acercamos a un enemigo del mismo Aerandir, con nuestras vidas en la línea. No me importa a lo que dediquen la suya, como a ustedes no les importa a lo que dedique yo la mía. —sentenció, con una voz cercana a la reprimenda. Ninguno mostró intención de responder.
El oso respetaba la forma del capitán de dar sentido de pertenencia, mostrando una figura casi paternal. Pero sabía que esa inquietud desembocaría en pánico, y eventualmente en muerte. Por ello decidió una aproximación más áspera.
—Pero en este momento nuestras vidas están juntas, en este barco. Mientras tanto, somos hermanos de armas con un solo objetivo: Detener al malnacido que está ahí escondido. —señaló a la oscuridad de la noche, en la dirección del bosque flotante— Y yo planeo hacer muchas cosas después de eso, cuando estemos de vuelta en tierra. ¿Piensan volver conmigo cuando terminemos, o ser olvidados entre las olas?
Sólo un suicida o un loco estaría tranquilo en esa situación. Era natural temer. Plantear claramente las opciones que tenían disponibles haría más fácil cargar con ese temor. El oso esperaba que lo suficiente como para que no fuesen una molestia.
Se dirigió entonces a lo que ahora sabía era una dragona, y con una actitud distinta, le habló.
—El corazón se acelera, y los pelos se erizan. —colocó su garra derecha en el hombro de la muchacha, viendo en Daroma a los jóvenes que dejaron de ser— La vista se agudiza, igual que el resto de sentidos. El cuerpo se tensa. Se prepara para ser más fuerte, más veloz.
El oso agachó su cuerpo para estar a la misma altura de la asustada dragona, que no supo reaccionar ante las repentinas palabras de Naharu, ni a la forma en que le hablaba. El oso recordó aquella conversación con su sobrino, hace años, cuando el pequeño había vuelto de una escapada nocturna, aterrado y avergonzado por estarlo.
"Estar asustado no es una debilidad..."
—...Es un superpoder. Intenta enfocarlo. —terminó, con un tono paternal similar al que usaría el capitán.
Se irguió, y respondió a la pregunta del capitán.
—Estoy en contra del plan. Tienen un centenar de aves a su mando, y la ventaja del tiempo. Nada nos asegura que no tengan ya gente esperándonos entre los árboles.
Miró al niño, que observaba maravillado en dirección del bosque flotante. Bosque que Naharu aún no alcanzaba a avistar. El corazón le dio un vuelco ante la idea que se le cruzó por la cabeza, pero no dejó que aquello se hiciera obvio en su porte. Se acercó a él, y le dio una palmadita en la espalda. Quizás, aquél niño sería una pieza crucial de la tripulación, si la macabra idea del oso estaba en lo cierto.
—O quizás, sí. —volteó a ver al hombre pulpo— Dime, muchacho. ¿Qué tan bien ves en la oscuridad? —volvió al niño.
Última edición por Naharu el Sáb 21 Sep 2019 - 6:59, editado 1 vez
Naharu
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Re: Al abordaje de El Ala Negra [Minievento, SCA]
Roger Baraun miraba a muchas direcciones y a muchas personas mientras recogía revisaba que los nudos de las velas estuvieran bien sujetos. Miraba hacia los jardines de popa. Wes Fungai se había hecho cargo del timón. El Capitán se encontraba con las manos en la barandilla, observando a la tripulación. Su presencia en lo alto inspiraba tranquilidad y seguridad. Roger Baraun giraba su cabeza hacia el Capitán cuando no sabía qué hacer ni en qué pensaba. Mientras él esté con nosotros, nada puede fallar.
Miraba también hacia cubierta, donde los piratas más veteranos de La Promesa se mezclaban con los recién llegados. Entre el ajetreo, diferenciaba a Nereida. Se quedaba largos minutos embobado mirando a la elfa, más de los que le gustaría reconocer si ella llegaba a descubrirle. Nereida llevaba puesto un peto de cuero que resaltaba sus pechos como si fuera un escote. Los planes de Roger, para cuando este embrollo en el que se había metido terminase, estaban relacionados con los pechos de la elfa y una botella de ron de la mejor selección del Capitán Werner. A diferencia de Naharu, Roger no tenías muchos planes después de ese día. Pasar más noches con Nereida, como las que ya había tenido de forma esporádica, beber ron y seguir al Capitán Werner allá donde fuera.
La última persona a la que Roger quería ver era, sin embargo, la que debería prestarle más interés: el chico vampiro, Uriel Nova. El Capitán le había encasquetado la faena de cuidar del crío. Roger aceptó con un movimiento afirmativo de cabeza; es lo que un pirata debe hacer cuando recibe una orden directa de su capitán. Roger ideó un juego para que el niño estuviera callado y parecía funcionar. Los niños son estúpidos. ¿Quieres que haga algo? Camúflalo como un juego. Uriel Nova estaba callado, aquello era cierto. Roger Baraun lo agradeció porque podía quedarse todo el tiempo que quisiera mirando a las personas de La Promesa, especialmente a Nereida Nyére (debería llevar armadura más veces). El juego del silencio funcionó a la perfección, pero tuvo una falla que por poco costó la vida del chaval.
En un momento de distracción, mientras Roger suspiraba imaginando a Nereida con otro tipo de vestimenta y sin ella, Uriel Nova apoyó sus manos en la barandilla del barco y se puso de puntillas para alcanzar a ver las olas. En cuanto Roger lo vio, puso la mano en el pecho del niño y lo alejó de la barandilla con un suave movimiento.
—¿Qué mierdas haces? ¿A caso quieres caer y que te coman los tiburones? — se dio cuenta que estaba gritando demasiado, por lo que disminuyó el tono de voz —. Es muy peligroso asomarse, puedes resbalar y caer al agua. No vuelvas a hacerlo. ¿Por qué sigues jugando al juego que te he enseñado? Es muy divertido. Puedes quedarte calladito y contar los árboles voluares — Roger estaba casi seguro que dijo el nombre mal —, las estrellas o los pájaros del cielo. Hay un montón. Venga, diviértete contando en silencio. Y no te acerques al agua — carraspeó en un tono pesado, el tono del que se ha dado cuenta que ha metido la pata hasta el fondo — Esto no vale. He hablado para salvarte la vida. El juego del silencio vuelve a empezar a la de ya.
La promesa se introdujo en el bosque de árboles voluares (volarce). Roger no se había fijado en la cantidad de pájaros que revoloteaban los árboles hasta que los mencionó a Uriel. Había una gran cantidad de aves, de todas las especies, rondando las ramas de los voluares (volarce). Apenas se les veía ni mucho menos se les escuchaba. Parecían pequeños ojos ocultos en espesa bruma. ¿La abundancia de las aves algo que ver con la magia que había dicho Naharu? Era posible que las aves sintieran que sus cuerpos se vuelven más livianos y que la levitación de los árboles les ayudase a volar. Roger volvió a carraspear. De ser así, Alan y el Glori, la mascota de Nereida, alzarían su vuelo en compañía de las demás aves, impulsados por los voluares (volarce). Alan reposaba en el hombro del Capitán Werner y Glori se había colado al camarote del Capitán a toda prisa como si estuviera escondiéndose de algo.
El ajetreo de la cubierta frenó de repente. Los piratas se quedaron estáticos en sus sitios. Roger cogió de la mano a Uriel Nova y lo arrastró al centro de la cubierta, donde Sasha Daroma repartía las armas para el combate.
—En menos de una hora, habrá más enemigos a bordo que amigos — dijo Roger al chico como si estuviera compartiendo un secreto.
El Capitán se inclinó hacia delante, apoyado en las barandillas de los jardines de popa, como Uriel había hecho para ver las olas del océano. Su rostro había cambiado. Movía los labios como si estuviera masticando un hueso de pollo, aunque no llevase nada en la boca. Roger creía que los pájaros tenían algo que ver. Hizo un gesto con la tenaza a Wes Fungai para que bajase junto a los demás miembros de la tripulación. Sasha lo recibió con un abrazo. La dragona había empezado a abrazar a todo el mundo como si se estuviera despidiendo de ellos.
—Hemos fracasado — dijo el Capitán Werner con voz pesada, asumía su completa responsabilidad —, el enemigo sabe de nuestra presencia — señaló con la tenaza a los pájaros que volaban entre los árboles flotantes —. La infiltración ha fallado — dijo a media voz y luego lo repitió con un tono ligeramente más elevado, no demasiado —. La infiltración ha fallado. Dad por sentado que El Ala Negra será quién dé el primer golpe. Sabe dónde nos encontramos mejor que nosotros.
Hubo un momento de silencio, solamente interrumpido por el canto apagado de los pájaros que se escondían entre los árboles flotantes. Hubo quién aprovechó para rezar mentalmente a sus Dioses, algún novato. Los miembros originales de La Promesa tenían a su ídolo justo en frente, el Capitán Alferd Werner, y acudían a él asintiendo con la cabeza. Es lo que un pirata debe hacer cuando recibe una orden directa de su capitán. La orden era morir por él.
—Señor Abdulah lleve a un pequeño grupo, no más de dos personas, a las balistas de combate. No dispare hasta que no le de aviso. Los volarce nos dificultará fijar un objetivo. Señor Fungai, tenga a mano todos los preparativos que hagan falta para cerrar posibles boquetes en el casco de La Promesa. Señorita Nyére, encargase de llevar una bolsa de medicina a su espalda…
Roger cruzó los dedos. Por favor, qué no diga mi nombre.
—… Señor Baraun tomará el bando del grupo de asalto. En cuanto tengamos visibilidad del La Ala Negra, usted y su grupo deberán abordarlo lo antes posible, evitando que nos siga disparad. Tened por sentado que en cuando empiece a disparar no dejará de hacerlo si no se lo impedimos.
Roger estuvo a punto de levantar la mano como si fuera un niño de párvulos y preguntar: ¿y qué haré con el chaval? Se dio cuenta que la respuesta era obvia: en caso de que realmente estuviera vinculado con El Hombre Muerto, alejarlo de La Promesa Enardecida.
—Y si un pájaro se os pone a tiro, que no sea Alan ni Glori, matadle. Haremos sopa con él.
El océano pareció eructar a estribor, el sonido que se escuchó era el de un eructo. Una bandada de pájaros alzó el vuelo. Roger Baraun se obligó a sonreír mirando al niño.
—Eso ha sido un disparo de balistas — la sonrisa se curvó a una mueca desagradable —, no de las nuestras.
Si Thess no dijo nada era porque no alcanzó a ver la posición de La Ala Negra. La perdió en cuanto La Promesa se adentró en el bosque. Solo había árboles volarce (el miedo agudiza el ingenio y hace que Roger diga bien los nombres) y pájaros en el cielo.
—¡Media vela! — el Capitán tomó el timón del barco. Giró a estribor, hacia el lugar donde se había escuchado el disparo — ¡Media vela!
—¡Media vela! — repitió Roger mirando a todas direcciones salvo al niño Nova.
El Capitán ponía rumbo hacia la posición donde podía estar La Ala Negra, asumiendo que el rival se había quedado corto con el disparo. Roger Baraun buscaba con la mirada al mejor equipo que se agenciaría para el abordaje. Naharu tenía una buena espalda y parecía un tipo fuerte. Sasha Daroma era una dragona y todo el mundo quiere estar al lado de un dragón en el momento que ocurren las desgracias. Nereida, por supuesto, necesitarían un médico (y Roger un beso antes de saltar de barco en barco) …. ¿Qué más?
Hubo otro disparo, esta vez el proyectil chocó contra un volarce cercano. El árbol se reclinó hacia el lado opuesto de donde estaba La Promesa. Algo, quizás el miedo, le decía a Roger Baraun que el siguiente árbol caería encima del navío.
Miraba también hacia cubierta, donde los piratas más veteranos de La Promesa se mezclaban con los recién llegados. Entre el ajetreo, diferenciaba a Nereida. Se quedaba largos minutos embobado mirando a la elfa, más de los que le gustaría reconocer si ella llegaba a descubrirle. Nereida llevaba puesto un peto de cuero que resaltaba sus pechos como si fuera un escote. Los planes de Roger, para cuando este embrollo en el que se había metido terminase, estaban relacionados con los pechos de la elfa y una botella de ron de la mejor selección del Capitán Werner. A diferencia de Naharu, Roger no tenías muchos planes después de ese día. Pasar más noches con Nereida, como las que ya había tenido de forma esporádica, beber ron y seguir al Capitán Werner allá donde fuera.
La última persona a la que Roger quería ver era, sin embargo, la que debería prestarle más interés: el chico vampiro, Uriel Nova. El Capitán le había encasquetado la faena de cuidar del crío. Roger aceptó con un movimiento afirmativo de cabeza; es lo que un pirata debe hacer cuando recibe una orden directa de su capitán. Roger ideó un juego para que el niño estuviera callado y parecía funcionar. Los niños son estúpidos. ¿Quieres que haga algo? Camúflalo como un juego. Uriel Nova estaba callado, aquello era cierto. Roger Baraun lo agradeció porque podía quedarse todo el tiempo que quisiera mirando a las personas de La Promesa, especialmente a Nereida Nyére (debería llevar armadura más veces). El juego del silencio funcionó a la perfección, pero tuvo una falla que por poco costó la vida del chaval.
En un momento de distracción, mientras Roger suspiraba imaginando a Nereida con otro tipo de vestimenta y sin ella, Uriel Nova apoyó sus manos en la barandilla del barco y se puso de puntillas para alcanzar a ver las olas. En cuanto Roger lo vio, puso la mano en el pecho del niño y lo alejó de la barandilla con un suave movimiento.
—¿Qué mierdas haces? ¿A caso quieres caer y que te coman los tiburones? — se dio cuenta que estaba gritando demasiado, por lo que disminuyó el tono de voz —. Es muy peligroso asomarse, puedes resbalar y caer al agua. No vuelvas a hacerlo. ¿Por qué sigues jugando al juego que te he enseñado? Es muy divertido. Puedes quedarte calladito y contar los árboles voluares — Roger estaba casi seguro que dijo el nombre mal —, las estrellas o los pájaros del cielo. Hay un montón. Venga, diviértete contando en silencio. Y no te acerques al agua — carraspeó en un tono pesado, el tono del que se ha dado cuenta que ha metido la pata hasta el fondo — Esto no vale. He hablado para salvarte la vida. El juego del silencio vuelve a empezar a la de ya.
La promesa se introdujo en el bosque de árboles voluares (volarce). Roger no se había fijado en la cantidad de pájaros que revoloteaban los árboles hasta que los mencionó a Uriel. Había una gran cantidad de aves, de todas las especies, rondando las ramas de los voluares (volarce). Apenas se les veía ni mucho menos se les escuchaba. Parecían pequeños ojos ocultos en espesa bruma. ¿La abundancia de las aves algo que ver con la magia que había dicho Naharu? Era posible que las aves sintieran que sus cuerpos se vuelven más livianos y que la levitación de los árboles les ayudase a volar. Roger volvió a carraspear. De ser así, Alan y el Glori, la mascota de Nereida, alzarían su vuelo en compañía de las demás aves, impulsados por los voluares (volarce). Alan reposaba en el hombro del Capitán Werner y Glori se había colado al camarote del Capitán a toda prisa como si estuviera escondiéndose de algo.
El ajetreo de la cubierta frenó de repente. Los piratas se quedaron estáticos en sus sitios. Roger cogió de la mano a Uriel Nova y lo arrastró al centro de la cubierta, donde Sasha Daroma repartía las armas para el combate.
—En menos de una hora, habrá más enemigos a bordo que amigos — dijo Roger al chico como si estuviera compartiendo un secreto.
El Capitán se inclinó hacia delante, apoyado en las barandillas de los jardines de popa, como Uriel había hecho para ver las olas del océano. Su rostro había cambiado. Movía los labios como si estuviera masticando un hueso de pollo, aunque no llevase nada en la boca. Roger creía que los pájaros tenían algo que ver. Hizo un gesto con la tenaza a Wes Fungai para que bajase junto a los demás miembros de la tripulación. Sasha lo recibió con un abrazo. La dragona había empezado a abrazar a todo el mundo como si se estuviera despidiendo de ellos.
—Hemos fracasado — dijo el Capitán Werner con voz pesada, asumía su completa responsabilidad —, el enemigo sabe de nuestra presencia — señaló con la tenaza a los pájaros que volaban entre los árboles flotantes —. La infiltración ha fallado — dijo a media voz y luego lo repitió con un tono ligeramente más elevado, no demasiado —. La infiltración ha fallado. Dad por sentado que El Ala Negra será quién dé el primer golpe. Sabe dónde nos encontramos mejor que nosotros.
Hubo un momento de silencio, solamente interrumpido por el canto apagado de los pájaros que se escondían entre los árboles flotantes. Hubo quién aprovechó para rezar mentalmente a sus Dioses, algún novato. Los miembros originales de La Promesa tenían a su ídolo justo en frente, el Capitán Alferd Werner, y acudían a él asintiendo con la cabeza. Es lo que un pirata debe hacer cuando recibe una orden directa de su capitán. La orden era morir por él.
—Señor Abdulah lleve a un pequeño grupo, no más de dos personas, a las balistas de combate. No dispare hasta que no le de aviso. Los volarce nos dificultará fijar un objetivo. Señor Fungai, tenga a mano todos los preparativos que hagan falta para cerrar posibles boquetes en el casco de La Promesa. Señorita Nyére, encargase de llevar una bolsa de medicina a su espalda…
Roger cruzó los dedos. Por favor, qué no diga mi nombre.
—… Señor Baraun tomará el bando del grupo de asalto. En cuanto tengamos visibilidad del La Ala Negra, usted y su grupo deberán abordarlo lo antes posible, evitando que nos siga disparad. Tened por sentado que en cuando empiece a disparar no dejará de hacerlo si no se lo impedimos.
Roger estuvo a punto de levantar la mano como si fuera un niño de párvulos y preguntar: ¿y qué haré con el chaval? Se dio cuenta que la respuesta era obvia: en caso de que realmente estuviera vinculado con El Hombre Muerto, alejarlo de La Promesa Enardecida.
—Y si un pájaro se os pone a tiro, que no sea Alan ni Glori, matadle. Haremos sopa con él.
El océano pareció eructar a estribor, el sonido que se escuchó era el de un eructo. Una bandada de pájaros alzó el vuelo. Roger Baraun se obligó a sonreír mirando al niño.
—Eso ha sido un disparo de balistas — la sonrisa se curvó a una mueca desagradable —, no de las nuestras.
Si Thess no dijo nada era porque no alcanzó a ver la posición de La Ala Negra. La perdió en cuanto La Promesa se adentró en el bosque. Solo había árboles volarce (el miedo agudiza el ingenio y hace que Roger diga bien los nombres) y pájaros en el cielo.
—¡Media vela! — el Capitán tomó el timón del barco. Giró a estribor, hacia el lugar donde se había escuchado el disparo — ¡Media vela!
—¡Media vela! — repitió Roger mirando a todas direcciones salvo al niño Nova.
El Capitán ponía rumbo hacia la posición donde podía estar La Ala Negra, asumiendo que el rival se había quedado corto con el disparo. Roger Baraun buscaba con la mirada al mejor equipo que se agenciaría para el abordaje. Naharu tenía una buena espalda y parecía un tipo fuerte. Sasha Daroma era una dragona y todo el mundo quiere estar al lado de un dragón en el momento que ocurren las desgracias. Nereida, por supuesto, necesitarían un médico (y Roger un beso antes de saltar de barco en barco) …. ¿Qué más?
Hubo otro disparo, esta vez el proyectil chocó contra un volarce cercano. El árbol se reclinó hacia el lado opuesto de donde estaba La Promesa. Algo, quizás el miedo, le decía a Roger Baraun que el siguiente árbol caería encima del navío.
El Capitán Werner
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Re: Al abordaje de El Ala Negra [Minievento, SCA]
Uriel dibujó con una amplia sonrisa en el interior de su libreta de investigación, parecía realmente eufórico. Garabateó ágilmente la figura de los árboles flotantes con innumerables aves revoloteando de aquí para allá ¡Era una vista realmente encantadora! El oleaje era algo fuerte y varias veces tuvo que hacer fuerza con sus piesitos para no caerse por el borde pero la emoción superó al miedo, volviéndolo imprudente ¡Quería escribir y dibujar sobre la mágica y fascinante escena frente a sus ojos!
“¡Ah!”
Apenas terminó su esbozo sintió como unos brazos lo alejaban del bordillo rápidamente, luego, aturdido, escuchó la molesta voz de Roger regañandole por su imprudencia. El infante miró en silencio al chico canguro, por lo general le disgustaba cuando un adulto le echaba la bronca por alguna tratada o travesura ¡No es como si mero ganado pudiera recriminarle algo! Pero extrañamente se sintió algo conmovido cuando el joven le gritó, Uriel lo miró en silencio unos segundos; Extrañamente sentía que el joven Roger le agradaba mucho repentinamente. El niño esbozó una suave sonrisita, luego en total silencio siguió con los ojos la figura del hombre-bestia, su mirada brillaba en curiosidad infantil e interés.
La voz de un hombre distrajo al pequeño de sus pensamientos, era un hombre-oso….Un oso polar para ser más exactos. Era grande, enorme ¡Gigantesco! El infante casi pensó que era un muro ¡Era hasta un poco intimidante! Pero enseguida su sensación de peligro se desvaneció al percatarse de que no presentía nada peligroso de él, no pareciera ser hostil hacía él ¡Era una presencia bastante tranquila! Su mirada se tiñó de curiosidad al perder el miedo.
El hombre le hablaba pero Uriel estaba más centrado en escudriñar a su recién conocido ¡Conoció antes a una mujer-osa! ¡Y su piel era tan suave como el terciopelo, alta como un árbol y blandita cual peluche! ¿El oso polar sería igual? ¿Si le preguntaba le dejaría sentarse en su hombro? ¡Quería probar! Su pelaje blanco es bastante bonito ¡A Uriel le agradaba el brillante color blanco bajo la capa de polvo y suciedad que lo hacían parecer mas grisáceo! De verdad que tenía ganas de acariciar su pelaje, abrazarlo y luego preguntar si puede sentarse en su hombro ¡Lastima que no era momento para algo así! ¿Tal vez si logran sobrevivir?
“.....¡.....!”
Uriel abrió la boca para responder al hombre-oso pero enseguida recordó las palabras de Roger ¡No se suponía que hable! ¡O perderá el juego! Tapándose la boca con su libreta de investigación inocentemente, el infante pensó cómo responderle al oso polar sin necesidad de hablar….Hmmm Veamos..... ¡Oh! ¡Se le ocurrió una idea! Los ojitos de Uriel brillaron y sonrió ampliamente orgulloso de sí mismo. Abrió de par en par su libreta por las dos páginas en donde tenía dibujado los árboles y los pájaros volando para mostrárselo al oso con una amplia sonrisa orgullosa, casi pidiendo un halago por su inteligencia y talento en el arte.
El dibujo en la libreta de hecho era bastante bueno, podía entenderse fácilmente que estaba ahí dibujado y sus diferentes componentes. No era detallado pero si claro, conciso y limpio ¡Era fácil saber que el niño estaba acostumbrado a dibujar! No era el dibujo de un profesional pero si de alguien que estaba acostumbrado a garabatear cada dos por tres. Llamaba la atención como Uriel no dejó pasar un solo detalle del cuadro, garabateando fielmente la vista frente a él ¡Viendo el dibujo era sencillo notar que tan buena era su vista nocturna!
“¡...!”
Viendo que la figura de Roger comenzaba a alejarse, el infante lo miró con un gesto problemático ¡Quería hablar más con el hombre-oso, pero no debía alejarse del adulto confiable! ¿Y si el capitán se enfadaba porque se alejó de él? ¡No quería ser asesinado! El infante miró a Roger, luego a Naharu y Luego de nuevo a Roger ¡Parece conocer al intrigante hombre-oso tendrá que esperar! Ofreció rápidamente una inclinación al oso y correteo animadamente para poder ponerse justo al lado del joven canguro.
El infante ladeó la cabeza tímidamente al escuchar el susurro del hombre-canguro ¡Había hablado primero! ¡Eso no se valía! ¡Se suponía que estaban jugando! Suspirando molesto, el infante aún así no abrió la boca para quejarse ¡Incluso si Rogers era un adulto mentiroso y tramposo él no lo era! ¡Respetaría las normas y se quedaría calladito! Tal vez era porque era un niño y su forma de sentir y vivir el mundo era diferente, puede que fuera porque era un vampiro o porque en el fondo era bastante cínico ¡Pero no podía sentirse nervioso! Antes estaba nervioso y al borde del llanto ¡Pero ahora se sentía bastante tranquilo! ¿Tal vez porque su humor mejoró al ver las fascinante figuras de los árboles volantes?
“¿...? ¡.....!”
El sonido de un cañonazo puso en guardia al infante quien se sujetó a un barril al notar como el barco se mecía un poco más bruscamente debido a la explosión. Uriel buscó el origen del ruido con su cabecita pero enseguida cambio su propósito a encontrar al hombre-bestia de nombre Rogers, si quería ver que sucedía debía aproximarse a la barandilla pero no quería volver a hacer enfadar al joven ¿Si se acercaba de nuevo a la barandilla para ver mejor se enfadaría aún mas? ¿Tal vez lo metería en una celda? ¡Aunque no le estaba mirando, precisamente! Parecía mas centrado en reunir gente para abordar el barco. Finalmente el niño decidió aproximarse al borde, sujetándose como podía a la barandilla y moviéndose para no ponerse en el camino de la tripulación.
“¿...?”
La noche reinaba y el velo de la oscuridad imposibilitaba cualquier vista, pero no para el infante, un hijo de la noche. Podía ver las tranquilas figuras flotantes perfectamente, algunas eran tan grandes que podían ser perfectamente habita-...¡Oh! ¿No es eso la figura de personas, lo veía sobre algunas islas flotantes? Incluso si su vista nocturna le permitía ver como si fuera de día no es que su vista fuera la de un águila, tenía límites ¡Pero podía ver la figura de gente moviéndose! Tienen una figura grande, inmóvil y todos parecen moverse al rededor de ella ¿Que podría s-....?
“¡....!“
Enseguida vivió con sus propias carnes que fue ¡Cañones! ¡Esos tipos han puesto cañones desmontables en algunas islas flotantes! Uriel tuvo que sujetarse de una barandilla para no caerse de bruces contra el suelo, parece que la noche fue un arma de doble filo; Les ayuda a confundir a sus enemigos y emboscarlos por todos los lados pero a su vez reduce su precisión, pues fallaron el tiro y e impactaron un árbol. Pero incluso si esta vez fallaron, tarde o temprano por tozudez acabarán impactando. El infante sintió un escalofrío.
Es de noche, solo un vampiro podría ver esto ¡Tengo que avisa-....! ¿Eh? ¿Por….porque estamos girando?
Sintió cómo el navío comenzaba a cambiar su dirección, haciendo que Uriel tuviera que abrazarse a la barandilla ¡La dirección en la que estaban girando era..! Un escalofrío bajó por la espalda de Uriel, solo fue gracias a la noche que fallaron, si se aproximaban al árbol tarde o temprano serían visto e impactados, y si tenían un cañón en una isla podrían haber puesto más en otras ¡Debía avisar al capitán cuanto antes!
“E-El capitán….¡A-Ah!”
Olvidándose de que no debía hablar, el infante buscó desesperadamente con la cabeza al capitán hasta que finalmente lo encontró ¡No era tiempo para dudar! Sin importarle que estuviera estorbando sin querer el infante se aproximó rápidamente al hombre-pulpo. Tomó el dobladillo de la manga del capitán y tiró hacia abajo para que lo mirara, el infante dijo nerviosamente:
“¡Es una isla! E-Esto…..cañones….embo-¡No espera! ¡Así no lo entenderás! a-ah~”
Tropezando con sus propias palabras, el infante señaló con su dedito la isla a la que se dirigían intentado explicar que no debían aproximarse y que debían apuntar a las islas flotantes más peligrosas cuanto antes, si las tumbaban ahora debían poder ganar ventaja. Con un quejido frustrado, el vampirito trató de tranquilizarse ¡Si no se explicaba bien no le prestaría atención! El niño suspiró para tranquilizar su inquieto corazón que no dejaba de latir, entonces, solo cuando sintió que su corazón se había normalizado lo suficiente, volvió a intentar hablar:
“Ha-hay pe-personas en la-...las islas fl-flotantes….T-Tienen c-cañones, e-e-el que tumbó el árbol fue uno de ellos…¡Si nos acercamos nos verán! N-No pa-parece qu-que p-puedan ve-vernos…Y-Yo s-si p-p-puedo…..p-porque s-soy...”
Tímidamente, y tartamudeando el vampiro trató de explicarse lo mejor que pudo al pulpo ¿Le gritaría si supiera que era un vampiro? ¿Lo tiraría al mar? ¿Lo usaría de cebo? ¿O pensaría que es parte de los enemigos? ¡Tenía mucho nerviosismo! Pero si no le hacía entender que debían fiarse de sus ojos el infante morirá tarde o temprano por un cañonazo ¡Si van a morir de todas formas entonces es mejor revelar su identidad! Con una mueca de preocupación terminó su frase con un deje de miedo:
“L-Los puedo v-v-ver p-porque soy un va-.....un va-vampiro….Soy un vampiro y por eso puedo ver que hay gente en las islas flotantes con lo que parecen cañones….”
Miró al suelo mientras soltaba el dobladillo de la manga, cerró los ojos esperando cualquier reacción violenta por parte del hombre-bestia.
Uri
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Re: Al abordaje de El Ala Negra [Minievento, SCA]
El niño hizo ademán de responder la pregunta, pero se interrumpió a sí mismo. En su lugar, le mostró a Naharu la libreta que tenía en manos. En ella estaban dibujados los árboles flotantes que se habían mencionado, así como la ominosa verdad, en forma de decenas de aves volando a su alrededor. El oso tragó saliva. Iban a ciegas a territorio que el enemigo dominaba casi en su totalidad.
Hizo caso omiso a los motivos que el niño tenía para retirarse. Su atención se había enfocado enteramente en la noche frente a él, la que escudriñó con la mirada buscando los malditos árboles y las malditas aves. Con suerte podría percatarse de movimientos hostiles, y reaccionar a tiempo. No tardó en aparecer el primer árbol, y tras este varios más. Con ellos, decenas de aves surcando el cielo y reposando en las ramas. Escuchó entonces la voz del capitán, anunciando lo que Naharu ya sabía: Estaban jodidos.
"¿Por qué preguntarme si no me harás caso?", "Había otras opciones", "Si el enemigo es de temer, nos has condenado a todos"... fueron palabras que Naharu no dijo. Se resignó a intentar sobrevivir, con un sabor amargo en la boca.
En eso, el capitán anunció las nuevas órdenes. Era hora de la ofensiva. Naharu era de mayor utilidad en el grupo del tal Baraun, sería parte de la ofensiva principal. Tomó el hacha firmemente con ambas, manos, controlando su respiración, y preparándose mentalmente para lo que estaba por venir. Observó al hombre-bestia, y asintió.
Volvió su mirada a la oscuridad, y esperó. Podía oír el murmullo del mar, los quejidos de la madera y el trabajo de la tripulación. Más allá, el susurro de las hojas, y esporádicos graznidos. El oso esperó una eternidad, hasta que un estruendo destruyó aquél ambiente de expectación, e hizo que el oso se encogiera, aguardando algún impacto que nunca vino. Hubo órdenes del capitán, y el barco cambió de rumbo a la dirección de los enemigos.
Otro estruendo, y más acelerados se hacían sus latidos. Un árbol cercano crujió ante el impacto y perdió balance. El oso ya estaba preparado para luchar, y aguardaba con hacha en mano.
Un tercer estruendo provino de una dirección distinta, y anunció desgracia. No tuvo casi tiempo de reaccionar, protegiéndose el rostro del estallido de astillas que lo azotó. ¿Había otro barco? ¿O tenía razón, y les esperaban en las isluchas con algo más potente? No tardarían en averiguarlo. Les tocaba el segundo movimiento en esa batalla.
—¡Son más de uno!—gritó—¡...Estamos rodeados!
Entre la conmoción, pudo escuchar con certeza que varias cosas bastante más grandes que un pájaro se acercaba por entre los árboles. Se preparó para recibir a los invitados, hacha en mano e instintos disparados.
Hizo caso omiso a los motivos que el niño tenía para retirarse. Su atención se había enfocado enteramente en la noche frente a él, la que escudriñó con la mirada buscando los malditos árboles y las malditas aves. Con suerte podría percatarse de movimientos hostiles, y reaccionar a tiempo. No tardó en aparecer el primer árbol, y tras este varios más. Con ellos, decenas de aves surcando el cielo y reposando en las ramas. Escuchó entonces la voz del capitán, anunciando lo que Naharu ya sabía: Estaban jodidos.
"¿Por qué preguntarme si no me harás caso?", "Había otras opciones", "Si el enemigo es de temer, nos has condenado a todos"... fueron palabras que Naharu no dijo. Se resignó a intentar sobrevivir, con un sabor amargo en la boca.
En eso, el capitán anunció las nuevas órdenes. Era hora de la ofensiva. Naharu era de mayor utilidad en el grupo del tal Baraun, sería parte de la ofensiva principal. Tomó el hacha firmemente con ambas, manos, controlando su respiración, y preparándose mentalmente para lo que estaba por venir. Observó al hombre-bestia, y asintió.
Volvió su mirada a la oscuridad, y esperó. Podía oír el murmullo del mar, los quejidos de la madera y el trabajo de la tripulación. Más allá, el susurro de las hojas, y esporádicos graznidos. El oso esperó una eternidad, hasta que un estruendo destruyó aquél ambiente de expectación, e hizo que el oso se encogiera, aguardando algún impacto que nunca vino. Hubo órdenes del capitán, y el barco cambió de rumbo a la dirección de los enemigos.
Otro estruendo, y más acelerados se hacían sus latidos. Un árbol cercano crujió ante el impacto y perdió balance. El oso ya estaba preparado para luchar, y aguardaba con hacha en mano.
Un tercer estruendo provino de una dirección distinta, y anunció desgracia. No tuvo casi tiempo de reaccionar, protegiéndose el rostro del estallido de astillas que lo azotó. ¿Había otro barco? ¿O tenía razón, y les esperaban en las isluchas con algo más potente? No tardarían en averiguarlo. Les tocaba el segundo movimiento en esa batalla.
—¡Son más de uno!—gritó—¡...Estamos rodeados!
Entre la conmoción, pudo escuchar con certeza que varias cosas bastante más grandes que un pájaro se acercaba por entre los árboles. Se preparó para recibir a los invitados, hacha en mano e instintos disparados.
Naharu
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Re: Al abordaje de El Ala Negra [Minievento, SCA]
El oso blanco tenía toda la razón de Aerandir. Sasha Daroma pensó que lo dijo para asustarla y burlarse de ella. Su tono de voz era amargo y el enunciado desagradable. Ahora, comprendía que le había preparado para la ocasión. El corazón se acelera, claro que sí. Shasha lo sentía con tanta fuerza que parecía que fuera a romper la armadura desde su interior; con las escamas lo tendría más difícil. Sintió el impulso de transformarse, pero consiguió reprimirlo. ¡Menudo lío sería transformarse en este momento! Sin querer, podría dar a los árboles flotantes con la cola. ¿Y cómo sería eso de volar? El cielo estaba cubierto por una red de ramas que le impedirían ascender, como mucho, podría volar a la altura del nido de La Promesa. Sasha unió sus manos en un solo puño y miró al suelo. Se concentró tanto como pudo en el ritmo del corazón. Su cuerpo estaba en tensión, tal como predijo el oso blanco. ¡Qué horror!
La confianza en el Capitán Werner era su mayor arma para tranquilizarse. Hasta el momento, ninguno de los proyectiles alcanzó La Promesa. Los nuevos piratas dirían que es cuestión de suerte. Sasha Daroma, y todos los tripulantes de La Promesa, los de verdad, asegurarían que era por la maestría del Capitán. Papá-Werner (como acostumbraba a llamarlo en la intimidad) era el hombre más inteligente que Sasha había conocido jamás. Lo tenía todo controlado y cuando parecía que estaba a punto de perder, demostraba que había ganado antes de que iniciase la partida. Roger Baraun insistía en jugar a las cartas con el Capitán, aunque siempre perdía. ¡La próxima vez te ganaré! Bip bip, Rogie. Le decía Nereida riendo. Sasha sonreía en silencio mirando al capitán con admiración.
El bosque de volarces era el mantel donde Roger y Papá-Werner jugaban a las cartas. Roger no era el contrincante esta vez, sino el malvado capitán Madock. Madock lanzó su primer ataque, demostró sus cartas más aventajadas poniendo en un aprieto la partida. El Capitán se defiendo con sus cartas y, siguiendo la metáfora, con los pliegues del mantel. El oso blanco explicó que los volarce hacían más livianos los objetos cercanos, como si levitasen. Con los proyectiles que disparaban La Ala Negra ocurrió exactamente así. Caían en picado desde el cielo, siguiendo una trayectoria parabólica. Al pasar la red de ramas de volarce, su velocidad disminuía considerablemente en lugar de estar aumentando por la caída. Por unos segundos, quedaban suspendidos en el aire. El Capitán pudo esquivarlos sin mayor complicación. Sasha le habría aplaudido si no tuviera las manos unidas.
¿Y cómo era que La Ala Negra sabía la posición de La Promesa y La Promesa no conocía la suya? Sasha no podía entenderlo. Su ingenuidad le impedía relacionar los pájaros que escuchaba por encima de su cabeza con La Ala Negra.
El malvado capitán Madock continuó con su estrategia amenazante. Escondió sus cartas, pero invitó a otros jugadores a la partida. Venían de todos los rincones. Disparaban contra La Promesa. Fueron más certeros que los primeros disparos, pero ninguno consiguió causar daños. Los proyectiles quedaban suspendidos antes de tocar el casco de la nave.
El niño polizonte se separó de Roger y corrió por toda la cubierta. Se quedó parado enfrente de los jardines de popa, sin subir las escaleras. Levantó la voz para llamar al capitán. Era un hombre hablando con un Dios.
Dijo que podía ver en la oscuridad porque era un vampiro. Como Abdulah, pensó Sasha ladeando ligeramente la cabeza. Según afirmaba el pequeño vampiro, había gente repostada en los árboles volarce, los otros jugadores de la partida. El chico tartamudeó con mayor intensidad cuando pronunció la palabra cañones. Sasha se abrazó así misma asustada. El corazón se le aceleró todavía más y el cuerpo lo tenía en absoluta tensión.
Los giros de La Promesa se hicieron más pronunciados. Cada vez, resultaba más difícil evitar los disparos.
—Chico, necesito tus ojos — el Capitán habló en un tono de voz lo suficientemente alto para que el pequeño vampiro pudiera escucharle —. Comunica a Baraun dónde se encuentran los hombres de los árboles y dile que vaya a por ellos.
Papá-Werner dio un golpe al timón tan brusco, que Sasha estuvo a punto de perder el equilibrio.
—Desplegaos en pequeños grupos — hablaba con el niño vampiro, pero las instrucciones eran para toda la tripulación —. No es separéis de la nave, no os recogeré si os perdéis.
Sasha fue dónde estaba el oso blanco. Él había predicho cómo contestaría su cuerpo al bosque volarce, parecía que la conocía desde antes. Quizás, pensaba la dragona, sabría lo que tenía que hacer ahora.
Encontró al oso hablando con Roger Baraun. Mejor dicho, al canguro hablando mientras el oso escuchaba sin posibilidad de escapar.
—¿Sabes manejar un arma? Pareces un tipo fuerte, pero necesito saber si eres bueno en el combate. Hay mucha gente nueva y no sé de dónde venís. Los que sabéis empuñar un arma, vendréis conmigo, a primera línea. Ves borrando los planes de tu lista porque es en la primera línea donde mueren los primeros. Los que no sepan que las espadas hacen pupa, se quedarán en La Promesa, cumpliendo con las órdenes de un demente calamar. ¿Qué? ¿Te animas a cortar un par de cabezas? Claro que sí. Hoy se me ha encaprichado pollo asado para cenar.
—¿Ya puedo hablar? — Nereida, detrás del canguro, levantó la mano pidiendo permiso —. Bip bip, Rogie. Ya está, solo quería decir eso — dedicó una sonrisa burlona al canguro —Bip, bip.
Sasha puso su mano encima del hombro del oso blanco para llamar su atención. La dragona estaba temblando. El oso tenía una actitud amenazadora con el hacha, daba tanto miedo como la imagen que Sasha se había construido del malvado capitán Madock.
—¿Qué me va a pasar? — dijo con un tono de voz infantil —. Tengo el cuerpo en tensión, pero todavía no he sentido que mi vista se agudiza. El niño vampiro es el único que puede ver a los malos. ¿Crees que yo también podré verlos?
El grupo de Abdulah disparó ballestas con cuerdas a los volarce de dónde provenían la mayor cantidad de disparos. La Promesa arrastraba a los árboles, acercándolos a la nave, y a los enemigos consigo. Roger subió por la asta mayor con la espada en la boca. Se colocó en el segundo nivel, donde las cuerdas. Los demás piratas le seguían uno a uno. Cuando los árboles estuvieran lo suficientemente cerca, saltarían a los árboles.
—Te puedo llevar, si quieres — dijo Sasha al oso blanco en voz baja —. Eres grande, pero no me importa. Puedo cogerte de los hombros y dejarte caer desde arriba de los árboles como si fueras una enorme piedra.
La confianza en el Capitán Werner era su mayor arma para tranquilizarse. Hasta el momento, ninguno de los proyectiles alcanzó La Promesa. Los nuevos piratas dirían que es cuestión de suerte. Sasha Daroma, y todos los tripulantes de La Promesa, los de verdad, asegurarían que era por la maestría del Capitán. Papá-Werner (como acostumbraba a llamarlo en la intimidad) era el hombre más inteligente que Sasha había conocido jamás. Lo tenía todo controlado y cuando parecía que estaba a punto de perder, demostraba que había ganado antes de que iniciase la partida. Roger Baraun insistía en jugar a las cartas con el Capitán, aunque siempre perdía. ¡La próxima vez te ganaré! Bip bip, Rogie. Le decía Nereida riendo. Sasha sonreía en silencio mirando al capitán con admiración.
El bosque de volarces era el mantel donde Roger y Papá-Werner jugaban a las cartas. Roger no era el contrincante esta vez, sino el malvado capitán Madock. Madock lanzó su primer ataque, demostró sus cartas más aventajadas poniendo en un aprieto la partida. El Capitán se defiendo con sus cartas y, siguiendo la metáfora, con los pliegues del mantel. El oso blanco explicó que los volarce hacían más livianos los objetos cercanos, como si levitasen. Con los proyectiles que disparaban La Ala Negra ocurrió exactamente así. Caían en picado desde el cielo, siguiendo una trayectoria parabólica. Al pasar la red de ramas de volarce, su velocidad disminuía considerablemente en lugar de estar aumentando por la caída. Por unos segundos, quedaban suspendidos en el aire. El Capitán pudo esquivarlos sin mayor complicación. Sasha le habría aplaudido si no tuviera las manos unidas.
¿Y cómo era que La Ala Negra sabía la posición de La Promesa y La Promesa no conocía la suya? Sasha no podía entenderlo. Su ingenuidad le impedía relacionar los pájaros que escuchaba por encima de su cabeza con La Ala Negra.
El malvado capitán Madock continuó con su estrategia amenazante. Escondió sus cartas, pero invitó a otros jugadores a la partida. Venían de todos los rincones. Disparaban contra La Promesa. Fueron más certeros que los primeros disparos, pero ninguno consiguió causar daños. Los proyectiles quedaban suspendidos antes de tocar el casco de la nave.
El niño polizonte se separó de Roger y corrió por toda la cubierta. Se quedó parado enfrente de los jardines de popa, sin subir las escaleras. Levantó la voz para llamar al capitán. Era un hombre hablando con un Dios.
Dijo que podía ver en la oscuridad porque era un vampiro. Como Abdulah, pensó Sasha ladeando ligeramente la cabeza. Según afirmaba el pequeño vampiro, había gente repostada en los árboles volarce, los otros jugadores de la partida. El chico tartamudeó con mayor intensidad cuando pronunció la palabra cañones. Sasha se abrazó así misma asustada. El corazón se le aceleró todavía más y el cuerpo lo tenía en absoluta tensión.
Los giros de La Promesa se hicieron más pronunciados. Cada vez, resultaba más difícil evitar los disparos.
—Chico, necesito tus ojos — el Capitán habló en un tono de voz lo suficientemente alto para que el pequeño vampiro pudiera escucharle —. Comunica a Baraun dónde se encuentran los hombres de los árboles y dile que vaya a por ellos.
Papá-Werner dio un golpe al timón tan brusco, que Sasha estuvo a punto de perder el equilibrio.
—Desplegaos en pequeños grupos — hablaba con el niño vampiro, pero las instrucciones eran para toda la tripulación —. No es separéis de la nave, no os recogeré si os perdéis.
Sasha fue dónde estaba el oso blanco. Él había predicho cómo contestaría su cuerpo al bosque volarce, parecía que la conocía desde antes. Quizás, pensaba la dragona, sabría lo que tenía que hacer ahora.
Encontró al oso hablando con Roger Baraun. Mejor dicho, al canguro hablando mientras el oso escuchaba sin posibilidad de escapar.
—¿Sabes manejar un arma? Pareces un tipo fuerte, pero necesito saber si eres bueno en el combate. Hay mucha gente nueva y no sé de dónde venís. Los que sabéis empuñar un arma, vendréis conmigo, a primera línea. Ves borrando los planes de tu lista porque es en la primera línea donde mueren los primeros. Los que no sepan que las espadas hacen pupa, se quedarán en La Promesa, cumpliendo con las órdenes de un demente calamar. ¿Qué? ¿Te animas a cortar un par de cabezas? Claro que sí. Hoy se me ha encaprichado pollo asado para cenar.
—¿Ya puedo hablar? — Nereida, detrás del canguro, levantó la mano pidiendo permiso —. Bip bip, Rogie. Ya está, solo quería decir eso — dedicó una sonrisa burlona al canguro —Bip, bip.
Sasha puso su mano encima del hombro del oso blanco para llamar su atención. La dragona estaba temblando. El oso tenía una actitud amenazadora con el hacha, daba tanto miedo como la imagen que Sasha se había construido del malvado capitán Madock.
—¿Qué me va a pasar? — dijo con un tono de voz infantil —. Tengo el cuerpo en tensión, pero todavía no he sentido que mi vista se agudiza. El niño vampiro es el único que puede ver a los malos. ¿Crees que yo también podré verlos?
El grupo de Abdulah disparó ballestas con cuerdas a los volarce de dónde provenían la mayor cantidad de disparos. La Promesa arrastraba a los árboles, acercándolos a la nave, y a los enemigos consigo. Roger subió por la asta mayor con la espada en la boca. Se colocó en el segundo nivel, donde las cuerdas. Los demás piratas le seguían uno a uno. Cuando los árboles estuvieran lo suficientemente cerca, saltarían a los árboles.
—Te puedo llevar, si quieres — dijo Sasha al oso blanco en voz baja —. Eres grande, pero no me importa. Puedo cogerte de los hombros y dejarte caer desde arriba de los árboles como si fueras una enorme piedra.
El Capitán Werner
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Re: Al abordaje de El Ala Negra [Minievento, SCA]
“¡S-Si!”
Apenas escuchó la voz del capitán Uriel salió disparado ¡Tenía que darse prisa! Incluso si la noche estaba funcionando como una especie de barrera protectora no tardarían en dar con la posición del barco, debían tirar los cañones antes de que eso pasara. Divisó la conocida figura del hombre canguro no muy lejos.
“¡Señor Roger, señor Roger!”
Uriel tiró del brazo del hombre-canguro, quien estaba reclutando personas para el asalto. Uriel no dejó de tirar de su brazo hasta que le hizo caso. El infante pensó seriamente como exponer la posición de los cañones de forma eficiente ¿Señalarlo con el dedo? ¿Con un mapa? ¿O tal vez simplemente decir la posición? ¡Debía ser lo más certero posible. Finalmente decidió arrastrar al pobre hombre hasta la barandilla, diciendo en voz alta:
“¡Los cañones! Le diré donde están ¡Vosotros prestad atención también!”
La voz del infante era más bien seria, después de todo sus vidas pendían de destruir los cañones antes de que sepan sus posiciones ¡No había tiempo para dudar! Señaló con su dedo una enorme isla, forzando a Roger a ponerse a su altura para que viera de forma certera que estaba señalando:
“¡Están en las islas más grandes! ¡Como esa! Parece que no saben nuestra posición aún ¡Pero no tardarán en hacerlo! Hay que darse prisa….No alcanzo a ver cuantas personas hay, aún así”
Uriel intentó contar lo más certeramente posible la posición de las islas flotantes con personas ¡Fue bastante complicado! tuvo que pasear a Roger por toda la cubierta para señalar cada isla, la tripulación parecía medio seguir los pasito de Uriel para enterarse también ¡Un imagen realmente curiosa!
El momento de la acción llegó, estaban aproximando las islas al barco para enfrentar las personas ¡Parecían muy desconcertados! A medida que el infante se aproximaba podía ver cada vez mejor las islas ¡Ahora sabía cuántas personas habían, como eran los cañones y las armas que portaban!
“¡Son cerca de 30 personas entre todos los árboles! Parece que no están accionando los cañones debido al movimiento ¡Están muy aturdidos! A-Armas….veamos ¡Ah! Hay muchos espadachines ¡Pero también hay muchos con ballestas, tened mucho cuidado al abordar! ¡Huuah!”
No alcanzó a advertir más, las islas estaban extremadamente cerca y pudieron escuchar como Uriel advertía a Roger y los demás de los peligros en las flotantes islas ¡A nadie le gustaban los informantes! De inmediato un ballestero le lanzó una flecha al infante, quien gracias a sus ojos, logró ver a tiempo y refugiarse detrás de la barandilla del barco. El corazón le iba a mil:
Esto estuvo cerca, muy cerca ¡Pensé que iba a darme!
Un escalofrío cruzó la espladita del vampirito, sus piernas temblaban ¡Podía oír como el abordaje comenzó! Así como el grito de guerra de los piratas y las maldiciones de las personas en las islas, el infante se acurrucó y pensó atemorizado que debía hacer ¿Debería cruzar y ayudar al grupo de asalto de Roger? ¿Con su minúsculo potencial de ataque? ¡Era un completo suicidio! Su puñal sólo servía para la autodefensa, no para matar ¿Debía volver al capitán a por órdenes? ¡Solo de ver lo ocupado que estaba intentando que el barco no recibiera un cañonazo se le pasaban las ganas!
¿Que puedo hacer entonces?....¡Ah! ¡Cañones claro! Si no me equivoco hay ballestas en este barco….
Procurando no ser disparado en el proceso, Uriel se escabulló por la cubierta, esquivando como pudo alguna que otra flecha claramente dirigido a él ¡Una la rozó la espalda! Podía sentir como su espada estaba un poco húmeda y le ardía un poquito pero no dejó que le impidiera aproximarse al grupo de Abdulah ¡Tenía que decirle la posición del resto! Tal vez con la ayuda de los arpones puedan ganar más tiempo.
“Hay cada vez más pájaros….”
Murmuró al llegar a la zona de las ballestas mirando hacía el cielo nocturno tapado por pájaros que no dejaban de graznar o piar, negó con la cabeza y se aproximó a lo que supo, era un vampiro, en cuanto lo vió ¡Si los dos combinaban sus brillantes miradas nocturnas podrían detectar rápidamente las islas con gente y el barco del hombre-cuervo! Si un vampiro pudo ser un buen arma para darle la vuelta a la tortilla, entonces dos debe de ser incluso más problemático para el enemigo……¿verdad?
Uri
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Re: Al abordaje de El Ala Negra [Minievento, SCA]
Debía aplaudir las habilidades del capitán. Los disparos volaban constantemente y ahí se preparaba el oso para el impacto, mientras se aferraba al equilibrio que los fuertes desvíos del barco amenazaban con arrebatarle. Pero los impactos no terminaban de llegar. Había esperanza, sí. Si no había errores fatales, podrían salir de esa.
Baraun se acercó a él, y dio los detalles a seguir a los que irían a primera línea ofensiva. Naharu se conformó con responderle usando monosílabos, algo perplejo por el ánimo del canguro y la forma en que se expresaba.
El oso estaba seguro de sus capacidades, y también de que aún tenía mucho que mejorar. Pero dudaba encontrarse ahí con gente de la talla del Daregan. Mientras estén al nivel de un trol de montaña...
Naharu ignoró la peculiar interacción entre miembros de tripulación, cierta inseguridad busca salir de su pecho, arañando con cada estruendo de cañón, con cada silueta que se pintaba en las tinieblas que los envolvían. Se esforzaba en mantener su respiración acompasada. En su cabeza resonaba su resolución, una especie de mantra que adquirió en su contada experiencia :
"La indecisión es derrota. La indecisión es derrota..."
Una mano en su hombro lo sacó de ese estupor. Podría decirse que para su bien. Volteó, para conseguir a la muchacha que había intentado ayudar hace un rato. Suspiró.
"La indecisión es derrota." reafirmó, logrando calmarse. Era irónico que, por un instante, se invirtieran los papeles. Aunque al verla mejor se dio cuenta de quién de los dos estaba en mejor condición, fácilmente.
Inclinó ligeramente la cabeza, algo extrañado por la pregunta de la muchacha. Escuchó lo demás que tenía que decir, y entendió por qué le había dado aires de niña pequeña. Soltó una mano del hacha, y se la colocó en el hombro intentado darle confort. Con el mismo objetivo usó un tono suave, como el consejo de un familiar.
—La noche es un fuerte enemigo. Me temo que no podremos verlos, pero ellos tampoco podrán vernos llegar. —"...si tenemos suerte", evitó añadir— Tendremos que esperar a acercarnos lo suficiente, y atacar primero. Donde no puedas usar los ojos, usa tus oídos. —se señaló una oreja, y volvió a ponerle la mano en el hombro— ¿Cuál es tu nombre? Soy Naharu.
Un chasquido cercano llamó su atención, el silbido de un proyectil, seguido del crujido lejano de la madera. Volvió la mirada, y junto con más chasquidos, silbidos y crujidos, fue testigo de el contra-ataque aliado. Varios disparos con cuerdas, anclando las islas con enemigos. Una estrategia tremenda, que no se le habría ocurrido.
Volvió su mirada al escuchar a Sasha hablar, ojos abiertos. Había dudado a sus orejas. La mujer siguió hablando, y Naharu comprendió que no se había equivocado: En verdad le había sugerido el llevarlo en vuelo.
Se lo pensó dos veces, en las que sus ojos brincaron entre los piratas que subían el mástil y la joven. Pensó en su peso, y sus capacidades acrobáticas. Pensó en el peligro de acceder...
"La indecisión es derrota"
Asintió, con menos ganas de las que había previsto.
Baraun se acercó a él, y dio los detalles a seguir a los que irían a primera línea ofensiva. Naharu se conformó con responderle usando monosílabos, algo perplejo por el ánimo del canguro y la forma en que se expresaba.
El oso estaba seguro de sus capacidades, y también de que aún tenía mucho que mejorar. Pero dudaba encontrarse ahí con gente de la talla del Daregan. Mientras estén al nivel de un trol de montaña...
Naharu ignoró la peculiar interacción entre miembros de tripulación, cierta inseguridad busca salir de su pecho, arañando con cada estruendo de cañón, con cada silueta que se pintaba en las tinieblas que los envolvían. Se esforzaba en mantener su respiración acompasada. En su cabeza resonaba su resolución, una especie de mantra que adquirió en su contada experiencia :
"La indecisión es derrota. La indecisión es derrota..."
Una mano en su hombro lo sacó de ese estupor. Podría decirse que para su bien. Volteó, para conseguir a la muchacha que había intentado ayudar hace un rato. Suspiró.
"La indecisión es derrota." reafirmó, logrando calmarse. Era irónico que, por un instante, se invirtieran los papeles. Aunque al verla mejor se dio cuenta de quién de los dos estaba en mejor condición, fácilmente.
Inclinó ligeramente la cabeza, algo extrañado por la pregunta de la muchacha. Escuchó lo demás que tenía que decir, y entendió por qué le había dado aires de niña pequeña. Soltó una mano del hacha, y se la colocó en el hombro intentado darle confort. Con el mismo objetivo usó un tono suave, como el consejo de un familiar.
—La noche es un fuerte enemigo. Me temo que no podremos verlos, pero ellos tampoco podrán vernos llegar. —"...si tenemos suerte", evitó añadir— Tendremos que esperar a acercarnos lo suficiente, y atacar primero. Donde no puedas usar los ojos, usa tus oídos. —se señaló una oreja, y volvió a ponerle la mano en el hombro— ¿Cuál es tu nombre? Soy Naharu.
Un chasquido cercano llamó su atención, el silbido de un proyectil, seguido del crujido lejano de la madera. Volvió la mirada, y junto con más chasquidos, silbidos y crujidos, fue testigo de el contra-ataque aliado. Varios disparos con cuerdas, anclando las islas con enemigos. Una estrategia tremenda, que no se le habría ocurrido.
Volvió su mirada al escuchar a Sasha hablar, ojos abiertos. Había dudado a sus orejas. La mujer siguió hablando, y Naharu comprendió que no se había equivocado: En verdad le había sugerido el llevarlo en vuelo.
Se lo pensó dos veces, en las que sus ojos brincaron entre los piratas que subían el mástil y la joven. Pensó en su peso, y sus capacidades acrobáticas. Pensó en el peligro de acceder...
"La indecisión es derrota"
Asintió, con menos ganas de las que había previsto.
Naharu
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Re: Al abordaje de El Ala Negra [Minievento, SCA]
El Capitán observó a los piratas, muchos de ellos los quería tantos como a su hija, moverse como hormigas por la cubierta. Sabían cuáles eran sus órdenes y cómo debían ejecutarlas. El grupo Roger Baraun subía por el hasta mayor y saltaban, utilizando las cuerdas como lianas, hacia los volarces donde se encontraban los cañones. El grupo de Abdulah facilitaba el trabajo disparando arpones atados con resistentes cuerdas a los árboles voladores. El chico vampiro, el supuesto ayudante de El Hombre Muerto, gritaba dónde se encontraban los enemigos. Su voz era tan fuerte y aguda que llegaba a oídos del Capitán, era al único pirata que alcanzaba a escuchar. ¿Confiaba en él? No, pero confiaba que el chico fuera lo suficientemente estúpido como para no saber tomar una decisión por cuenta propia. Para él, la batalla debía de ser un juego infantil, como uno de eso juegos en los que Ulareena se dedicaba a cazar cangrejos en la playa. Gritaba y se movía de manera acelerada, ignorando la multitud de peligros que le rodeaban: los proyectiles por parte de los cañones que los piratas de La Ala Negra habían alojado en las islas flotantes y piratas de bajo presupuesto de La Promesa. Si se hubiera infiltrado como polizonte en La Ala en lugar de La Promesa, era muy probable que el chico estuviera luchando en su contra.
Sasha Daroma se quitó la ropa, preparándose para su transformación. El Capitán debía mantener la vista fija en el mar y en las islas flotantes, sin embargo, no pudo evitar desviar la vista al cuerpo desnudo de la muchacha. Los dragones gozaban de un atractivo que las otras razas carecían. Sus pieles eran de color rosa pálido, ni el frío de las montañas ni la humedad del mar lograba dañarlas. No se quemaban al estar largo rato expuestos al sol y rara vez se les veía con ojearas u otras marcas de cansancio que podrían afear su rostro. Los humanos creyentes de las viejas leyendas comparaban a las mujeres dragones con valkirias y los que creían en la nueva religión de un solo Dios, en ángeles. Estos segundos quizás estuvieran más acercados ya que, la primera parte de dragona que se pudo distinguir, fueron un par de alas emerger de la espalda curvada de Daroma.
Siendo mujer, gritó como estuviera dando a luz. En más de una ocasión, Daroma confesó a Werner que las transformaciones eran dolorosas. Ella las denominaba transiciones. Recordaba la primera transición con la misma claridad con la que recordaba su primera menstruación. Una vez finalizó la transición, cuando la mujer despareció y una dragona del tamaño de un potro ocupaba su lugar, Sasha dejó de gritar. Alzó el vuelo y agarró a Naharu por las hombreras. Esos dos parecían haberse entendido muy bien, tanto como Roger Baraun y Uriel.
Los proyectiles que venían desde las islas dejaron de disparar. La Promesa tenía vía libre para pasar por el bosque de volarces. El grupo de Roger Baraun asesinaba a los piratas de las islas. El grupo de Abdulah, en La Promesa, mantenía las islas dónde se encontraban los enemigos cerca de La Promesa para que Baraun y los demás pudieran volver.
El Capitán notaba cómo La Promesa trastabillaba entre el agua y la nada. Parecía un carro pasando por un camino empedrado. Y es que la magia de envolvía a los volarces estaba haciendo que el navío intentase alzar el vuelo. Las velas estiraban las astas como si intentasen flotar por cuenta propia. El Capitán aprovechó esté impulso adicional para acelerar el barco.
—Ignora a los pajaritos, son criaturas de Alá. No tienen la culpa de estar escuchando las peroratas de un cuervo que persigue a un Dios insurrecto — dijo Abdullah mirando al famoso polizonte —. Dispara a las islas donde veas piratas, de los nuestros o de los enemigos. No queremos perder a nadie. Los primeros son nuestros amigos y los segundos se los entregaré a Alá — se relamió los labios, aquello quería decir que se los iba a comer después del sacrificio.
Nereida Nyére saltó detrás de Roger Baraun. No tenían nada que hacer en la isla, ni siquiera sabía cómo debía emplear la espada que había cogido del arcón de La Promesa. Es más, siendo justos, tenía que haberse quedado en la cubierta de La Promesa y sanar a los piratas que regresaban al navío con heridas tras las batallas. El amor es más fuerte que el deber. Se dijo encogiéndose de hombros. Y hacer la puñeta al canguro es más todavía más fuerte que el amor.
Vio a Roger saltar encima de los piratas que trabajan la balista de la isla. Uno se encargaba de dirigir el armatoste, otros dos de cargarlo con un nuevo proyectil y un cuarto calculaba, con instrumentos que Nereida no conocía (un sextante), la distancia dónde se encontraba La Promesa. Roger cayó encima del cuarto. El peso del canguro fue suficientemente para dejarlo inconsciente. ¡Buena esa, gordi! Los otros tres, de manera instintiva, dirigieron la balista contra Roger. El canguro saltó de nuevo. Esta vez no cayó encima de nadie, si lo hubiera hecho le habría terminado encima de una espada, sino que se impulsó hacia otro lado distrayendo a los piratas. Uno de ellos fue a por él, Roger interpuso su cola para que tropezase. Le cortó la cabeza antes de que cayese al suelo. Para el segundo, fingió que se caía de espaldas, puso sus manos en el suelo y, con las dos enormes patas de canguro, empujó al pirata fuera de la isla. El cuarto pirata era una mujer y, para desgracia de Roger, atractiva. Roger se vio acobardado. Se deshizo de cada estocada de la pirata poniendo la suya entremedio, pero no se atrevía a golpearla. Ahí fue donde Nereida demostró su utilidad. Se colocó detrás de la pirata y clavó su espada a la altura de la cintura.
—No me gusta que mires a otras que no sean yo. Bip…. — Ya fuera porque se habían quedado solos o por la excitación de la batalla, Roger besó a la Nereida en la boca impidiendo que continuase hablando. Sí, utilizó la lengua. Lo nunca visto en Roger Baraun. — ¿Bip? — dijo después del beso.
—Me llamo Sasha Daroma — contesto a Naharu a medida que se iba quitando la ropa.
Las transiciones eran un espanto. En ocasiones normales, evitaba tomar la forma de dragón, a no ser que Papá Werner se lo mandase. Pero esta no era una ocasión normal. Estaban rodeados de tipos malos y gente buena estaba en peligro. Fue la propia Sasha quien propuso llevar a cabo la transición, por mucho que le doliese. Era lo que Papa Werner y los demás esperaban de ella.
Dejó la ropa en el suelo. No le importó si la perdía, cuando volviese al barco cogería ropa limpia. Papa Werner se la daría personalmente. Se puso a cuatro patas y dejó que la naturaleza siguiera su curso. Cerró los ojos y apretó la mandíbula. Ya viene…. Ya viene…. Dolía mucho. Estaba llorando. Vamos, tienes que ser fuerte. Empezó a gritar cuando le salieron las alas y gritó más fuerte cuando los huesos de su cráneo se deformaban hacia delante. La dragona se acerca.
La chica desapareció y en su largo quedó un feo lagarto con alas. Besó el hombro de Naharu con la lengua, como lo haría un perrito. Soy la misma Sasha que antes, le intentó decir. Agitó las alas para acostumbrarse a su movimiento y emprendió el vuelo. Estuvo un ratito volando en círculos alrededor del hombre oso hasta que decidió cogerlo por los hombros.
Como prometió, lo dejó caer en la isla más grande. No estaría solo. Wes Fungai saltó en esa misma isla. La dragona era tan difícil de detectar como un murciélago. Ninguno de los tipos malos logró verla. Naharu tenía razón. No podían ver a los malos, pero ellos tampoco los veían.
Regresando a La Promesa fue que lo vio. Intentó avisar a Papá Werner, pero de su hocico de dragón salían gruñidos y no palabras.
La Promesa realizaba saltos más grandes, incluso cuando no había ningún volarce a su alrededor. Si no fuera imposible, juraría que había alguien debajo del navío empujando el casco hacia arriba. ¿Y lo era? ¿Era imposible? El Capitán Werner se había enfrentado contra krakens y contra navíos que se sumergían en la profundidad del mar. No era que extrañar que La Ala, un barco bendecido por la mano de El Hombre Muerto, tuviera una bestia de las profundidades o algún hechizo sorprendente.
Escuchó un alarido a su espalda, era Daroma. El Capitán se dio la vuelta. Perseguía La Promesa desde el aire. Estaba agitaba. Miraba hacia el mar.
—¡Recoged las velas! — gritó a la escasa tripulación que conservaba en La Promesa.
Se permitió soltar el timón por unos instantes y asomarse a la barandilla por ver aquello que asustaba tanto a la dragona. Vio una cola de reptil, de un cocodrilo probablemente. O quizás….
—Dragón… Es un dragón. Tienen un dragón.
Y La Promesa volvió a temblar. El dragón intentaba derribadles.
—¡Balistas, apuntad al agua! Disparad a cualquier cosa que veía moverse — gritó al mismo tiempo que desenvainaba la espada y se ajustó la armadura de la tenaza —. ¡Thess al timón! ¿Dónde está Thess? ¡Al timón! — se preparó para saltar al mar.
Sasha Daroma se quitó la ropa, preparándose para su transformación. El Capitán debía mantener la vista fija en el mar y en las islas flotantes, sin embargo, no pudo evitar desviar la vista al cuerpo desnudo de la muchacha. Los dragones gozaban de un atractivo que las otras razas carecían. Sus pieles eran de color rosa pálido, ni el frío de las montañas ni la humedad del mar lograba dañarlas. No se quemaban al estar largo rato expuestos al sol y rara vez se les veía con ojearas u otras marcas de cansancio que podrían afear su rostro. Los humanos creyentes de las viejas leyendas comparaban a las mujeres dragones con valkirias y los que creían en la nueva religión de un solo Dios, en ángeles. Estos segundos quizás estuvieran más acercados ya que, la primera parte de dragona que se pudo distinguir, fueron un par de alas emerger de la espalda curvada de Daroma.
Siendo mujer, gritó como estuviera dando a luz. En más de una ocasión, Daroma confesó a Werner que las transformaciones eran dolorosas. Ella las denominaba transiciones. Recordaba la primera transición con la misma claridad con la que recordaba su primera menstruación. Una vez finalizó la transición, cuando la mujer despareció y una dragona del tamaño de un potro ocupaba su lugar, Sasha dejó de gritar. Alzó el vuelo y agarró a Naharu por las hombreras. Esos dos parecían haberse entendido muy bien, tanto como Roger Baraun y Uriel.
Los proyectiles que venían desde las islas dejaron de disparar. La Promesa tenía vía libre para pasar por el bosque de volarces. El grupo de Roger Baraun asesinaba a los piratas de las islas. El grupo de Abdulah, en La Promesa, mantenía las islas dónde se encontraban los enemigos cerca de La Promesa para que Baraun y los demás pudieran volver.
El Capitán notaba cómo La Promesa trastabillaba entre el agua y la nada. Parecía un carro pasando por un camino empedrado. Y es que la magia de envolvía a los volarces estaba haciendo que el navío intentase alzar el vuelo. Las velas estiraban las astas como si intentasen flotar por cuenta propia. El Capitán aprovechó esté impulso adicional para acelerar el barco.
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—Ignora a los pajaritos, son criaturas de Alá. No tienen la culpa de estar escuchando las peroratas de un cuervo que persigue a un Dios insurrecto — dijo Abdullah mirando al famoso polizonte —. Dispara a las islas donde veas piratas, de los nuestros o de los enemigos. No queremos perder a nadie. Los primeros son nuestros amigos y los segundos se los entregaré a Alá — se relamió los labios, aquello quería decir que se los iba a comer después del sacrificio.
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Nereida Nyére saltó detrás de Roger Baraun. No tenían nada que hacer en la isla, ni siquiera sabía cómo debía emplear la espada que había cogido del arcón de La Promesa. Es más, siendo justos, tenía que haberse quedado en la cubierta de La Promesa y sanar a los piratas que regresaban al navío con heridas tras las batallas. El amor es más fuerte que el deber. Se dijo encogiéndose de hombros. Y hacer la puñeta al canguro es más todavía más fuerte que el amor.
Vio a Roger saltar encima de los piratas que trabajan la balista de la isla. Uno se encargaba de dirigir el armatoste, otros dos de cargarlo con un nuevo proyectil y un cuarto calculaba, con instrumentos que Nereida no conocía (un sextante), la distancia dónde se encontraba La Promesa. Roger cayó encima del cuarto. El peso del canguro fue suficientemente para dejarlo inconsciente. ¡Buena esa, gordi! Los otros tres, de manera instintiva, dirigieron la balista contra Roger. El canguro saltó de nuevo. Esta vez no cayó encima de nadie, si lo hubiera hecho le habría terminado encima de una espada, sino que se impulsó hacia otro lado distrayendo a los piratas. Uno de ellos fue a por él, Roger interpuso su cola para que tropezase. Le cortó la cabeza antes de que cayese al suelo. Para el segundo, fingió que se caía de espaldas, puso sus manos en el suelo y, con las dos enormes patas de canguro, empujó al pirata fuera de la isla. El cuarto pirata era una mujer y, para desgracia de Roger, atractiva. Roger se vio acobardado. Se deshizo de cada estocada de la pirata poniendo la suya entremedio, pero no se atrevía a golpearla. Ahí fue donde Nereida demostró su utilidad. Se colocó detrás de la pirata y clavó su espada a la altura de la cintura.
—No me gusta que mires a otras que no sean yo. Bip…. — Ya fuera porque se habían quedado solos o por la excitación de la batalla, Roger besó a la Nereida en la boca impidiendo que continuase hablando. Sí, utilizó la lengua. Lo nunca visto en Roger Baraun. — ¿Bip? — dijo después del beso.
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—Me llamo Sasha Daroma — contesto a Naharu a medida que se iba quitando la ropa.
Las transiciones eran un espanto. En ocasiones normales, evitaba tomar la forma de dragón, a no ser que Papá Werner se lo mandase. Pero esta no era una ocasión normal. Estaban rodeados de tipos malos y gente buena estaba en peligro. Fue la propia Sasha quien propuso llevar a cabo la transición, por mucho que le doliese. Era lo que Papa Werner y los demás esperaban de ella.
Dejó la ropa en el suelo. No le importó si la perdía, cuando volviese al barco cogería ropa limpia. Papa Werner se la daría personalmente. Se puso a cuatro patas y dejó que la naturaleza siguiera su curso. Cerró los ojos y apretó la mandíbula. Ya viene…. Ya viene…. Dolía mucho. Estaba llorando. Vamos, tienes que ser fuerte. Empezó a gritar cuando le salieron las alas y gritó más fuerte cuando los huesos de su cráneo se deformaban hacia delante. La dragona se acerca.
La chica desapareció y en su largo quedó un feo lagarto con alas. Besó el hombro de Naharu con la lengua, como lo haría un perrito. Soy la misma Sasha que antes, le intentó decir. Agitó las alas para acostumbrarse a su movimiento y emprendió el vuelo. Estuvo un ratito volando en círculos alrededor del hombre oso hasta que decidió cogerlo por los hombros.
Como prometió, lo dejó caer en la isla más grande. No estaría solo. Wes Fungai saltó en esa misma isla. La dragona era tan difícil de detectar como un murciélago. Ninguno de los tipos malos logró verla. Naharu tenía razón. No podían ver a los malos, pero ellos tampoco los veían.
Regresando a La Promesa fue que lo vio. Intentó avisar a Papá Werner, pero de su hocico de dragón salían gruñidos y no palabras.
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La Promesa realizaba saltos más grandes, incluso cuando no había ningún volarce a su alrededor. Si no fuera imposible, juraría que había alguien debajo del navío empujando el casco hacia arriba. ¿Y lo era? ¿Era imposible? El Capitán Werner se había enfrentado contra krakens y contra navíos que se sumergían en la profundidad del mar. No era que extrañar que La Ala, un barco bendecido por la mano de El Hombre Muerto, tuviera una bestia de las profundidades o algún hechizo sorprendente.
Escuchó un alarido a su espalda, era Daroma. El Capitán se dio la vuelta. Perseguía La Promesa desde el aire. Estaba agitaba. Miraba hacia el mar.
—¡Recoged las velas! — gritó a la escasa tripulación que conservaba en La Promesa.
Se permitió soltar el timón por unos instantes y asomarse a la barandilla por ver aquello que asustaba tanto a la dragona. Vio una cola de reptil, de un cocodrilo probablemente. O quizás….
—Dragón… Es un dragón. Tienen un dragón.
Y La Promesa volvió a temblar. El dragón intentaba derribadles.
—¡Balistas, apuntad al agua! Disparad a cualquier cosa que veía moverse — gritó al mismo tiempo que desenvainaba la espada y se ajustó la armadura de la tenaza —. ¡Thess al timón! ¿Dónde está Thess? ¡Al timón! — se preparó para saltar al mar.
El Capitán Werner
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Re: Al abordaje de El Ala Negra [Minievento, SCA]
“¿Alá? ¿Q-..? ¡Ah! ¡Si, si, entendido!”
El infante quedó un poco descolocado por la forma de hablar del vampiro ¿Alá? ¿Quién era ese? ¿Tal vez un amigo o familiar de Abdullah? ¡Aunque no era momento de pensar en eso! Enseguida desechó su confusión y obedeció las palabras del adulto ¡Aunque no era una tarea sencilla!
Dado que el infante era obviamente, un niño, poco podía hacer más que alertar a los piratas de a donde tenían que apuntar ¡Más allá de eso era completamente inútil! Aún así, incluso si trabajo era únicamente decir “Esa isla flotante tiene personas” y “esa está demasiado cerca”, el pequeño sentía su estamina cada vez más baja y punzadas de su cabeza ¡Menos mal que la adrenalina y su naturaleza de vampiro le hacía más resistente que un niño de su edad! Ni siquiera sentía dolor en su espalada a pesar de que sabía, gracias a su olfato para la sangre, que había una herida abierta ahí que por el continuo movimiento no dejaba de sangrar.
“a-ah…..a-ah….”
Parándose unos segundos para descansar, el infante se sostuvo de una barandilla y gimoteo levemente ¡Solo querría no haber sido descubierto! Al menos habría podido esconderse en algún camarote o cuarto mientras todo sucedía, y no hubiera sido metido en una pelea tan confusa y molesta ¡Debería haberse quedado en la bodega! Entonces no tendría que haber acabado luchando tan desesperadamente por su vida, tampoco hubiera tenido que conocer a ese hombre-pulpo tan aterrador ni tampoco estaría tan asustado y cansado.
“¡Niño, ven, necesitamos una mano aquí!”
Apenas escuchó la voz de uno de los piratas a cargo de las ballestas llamándole, el infante pegó un bote y comenzó a correr en dirección en donde lo escuchó ¡Eso si no hubiera sido porque una repentina turbulencia zarandeo el barco hasta le punto de hacer caer el niño sobre sus propias rodillas! Escuchó las voces de sus aliados piratas también a su alrededor y logró ver como muchos caían al igual que él por los violentos movimientos.
“¿Que...?”
Todos miraban horrorizados hacía el mar, estando sentado en el suelo de cubierta sin la posibilidad de volver a levantarse, el niño no podía ver que era lo que los audltos miraban tan horrorizados….Aunque podía decir por la expresión del capitán que no era nada bueno….Tras unos pocos segundos finalmente pudo volver a ponerse de pie con un gran esfuerzo.
“N-No puede….”
Más temprano que tarde finalmente pudo ver a la enorme criatura escamosa, era…….¿Una serpiente? Una realmente enorme, encima. Solo una escama era tan grande como una habitación pequeña ¿Como podía existir una criatura tan enorme? No había sacado al cabeza aún pero se podía ver gran segmentos de su cuerpo aparecer y desaparecer del agua…..O al menos Uriel podía verlo. Sus escamas eran oscuras pero curiosamente brillaba con un leve color azulado brillante en algunas partes ¿Bioluminiscencia? No había luz sobre la cual hacer algún reflejo así que debía de ser luz propia ¡No lo sabía pero era una verdadera preciosidad! Uriel sabía que el dragón estaba cerca de la superficie cuando veía ese azulado brillar levemente en la superficie.
¡Agggh! No es momento de-....¡Al menos brilla! Dudo que las ballestas puedan hacer algo pero al menos podemos predecir donde aparecerá un mínimo...
Como pudo, el infante caminó hasta estar de nuevo en la zona de las ballestas, los adultos parecían poder aguantar mejor las embestidas que Uriel, un niño.
“¡Olvidaos de esos jodidos árboles! Si no matamos a esta cosa nos hundiremos!”
Escuchó un adulto quejarse en voz alta, apuntando directamente al agua sin pararse a pensar, obviamente impactando a un parche de agua inútilmente ¡Parece que comienzan a entrar en pánico! ¿No han visto que el dragón brilla? Era leve pero se podía ver perfectamente ¿El pánico los cegó? ¿O tal vez, de nuevo, solo sus ojos podían detectarlo? El resto de ballesteros, como ciegos golpeando una piñata, imitaron al primer asustado pirata y comenzaron disparar al agua, fallando estrepitosamente ¡Esto iba de mal en peor!
Uri
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Re: Al abordaje de El Ala Negra [Minievento, SCA]
La ropa de Sasha cayó al suelo con un golpecito sordo, y su piel desnuda quedó expuesta al frío aire nocturno, así resaltando ella entre el arropo de la oscuridad. Esta vista haría que cualquier hombre perdiese un poco la calma, pero quitando la situación en la que estaban metidos, y su forma de ser, aún así no hubiese sido el caso con Naharu, pues era físicamente más oso que hombre. Los encantos eróticos de las mujeres humanas no terminaban de funcionar en él.
Lo que vino después, pero, sí le hizo ponerse nervioso. Los alaridos fueron espantosos, y tuvo que contenerse para no ir a socorrer a la muchacha, al comprender que todo eso estaba previsto.
Naharu había visto un dragón antes, pero no se imaginaba que el proceso de transformación fuese así de terrible. Esos agonizantes instantes se le hicieron larguísimos.
Finalmente terminó la transformación, dando lugar a un dragón no muy grande, donde antes había una joven muchacha. Sasha se acercó a Naharu, que vaciló un poco, y le pasó la lengua por el hombro, cual animal cariñoso. Naharu tardó un par de latidos en reaccionar, dándole un par de palmaditas. La escena le era alienígena, pero no podía darse el lujo de cuestionarse mucho las cosas. Era momento de hacer.
Vio cómo la dragona alzó vuelo, dando vueltas a su alrededor por unos momentos, y Naharu se preparó mentalmente para lo que estaba por venir. Tenía la idea de que no disfrutaría del todo la experiencia. Y al sentir el agarre en sus hombros, y separarse de la relativa firmeza del barco, entendió que no estaba equivocado.
Sentía el viento en su pelaje, y un tremendo vacío en el estómago. Ahora estaba rodeado de oscuridad, de horizonte a horizonte, se le antojó un sentimiento de libertad de similar potencia al terror que le invadía. Pero no aflojó el agarre de su hacha. Al contrario, la sujetó con mayor firmeza que nunca, al acercarse a los manchones oscuros que eran las islas, vistas desde arriba.
Sintió cómo sus hombros eran liberados, y su cuerpo empezaba a volver a ser presa de la gravedad. La pelea había empezado. No había espacio para dudas, ni miedo. Preparó un tajo descendiente con ambos brazos, y aterrizó atacando a uno de los piratas enemigos. No pudo reaccionar ante tal sorpresa. Con la fuerza de sus brazos, el peso del hacha y la velocidad de la caída, el ataque lo separó desde el hombro hasta la cadera, como si hubiese sido mantequilla. La hoja se detuvo sólo al impactar el suelo, haciendo que temblase toda la mini-isla.
Naharu no esperó ni un segundo, ni vaciló al recibir su parte del impacto en los brazos. Sacó el hacha de la tierra, y buscó con los ojos a su siguiente enemigo. En eso avistó cinco piratas más, dos de los cuales eran aliados. Reconocía más claramente la silueta del hombre con púas, Wes Fungai, que se veía confundido por el súbito sacudón. Cruzaron miradas por unos segundos, antes de reanudar su ofensiva. Ninguno se había percatado de que la isla, lentamente, había empezado a inclinarse.
Naharu lanzó un poderoso hachazo vertical apuntado a su siguiente enemigo [1]. Un enemigo diestro en combate, que evitó el ataque. El hacha impactó contra el árbol, sacudiéndolo y quedando incrustada en su tronco. Con ese impulso la inclinación había empezado a notarse más, y Naharu se dio cuenta de algo crítico: ¡La isla se estaba dando vuelta!
No intentó sacar el hacha, pues su enemigo no le dio oportunidad. El oso esquivó el ataque haciéndose hacia atrás, tambaleándose un poco en el proceso. No durarían mucho, todos caerían al mar en meros instantes. Su contrincante buscaba equilibro, cosa que aprovechó, propinándole un golpe que le hizo caer de la isla.
—¡Carajo! —se quejó, aferrándose al árbol, que ya había dejado de estar en vertical.
Sintió cómo la gravedad empezaba a separarle del suelo, y apretó su abrazo como si fuese un niño reencontrado. Alcanzó a oír el quejido de la madera entre sus garras, y gritos que, tras unos instantes, terminaban en chapuzones. No pudo observar entre tanto caos si Fungai lo había logrado, y no podía cerciorarse, pues temía que caería si intentaba ver a su alrededor.
Entonces ignoraba que no había quedado solo, y esa escaramuza no había terminado.
*Off: [1] Uso la habilidad Desamparo.
Lamento la tardanza. Mi cerebro se había secado como... como algo seco, y me veía incapaz de continuar. Creo que desde ahora podré responder más seguido, si bien la calidad de mis posts baje un poco.
Lo que vino después, pero, sí le hizo ponerse nervioso. Los alaridos fueron espantosos, y tuvo que contenerse para no ir a socorrer a la muchacha, al comprender que todo eso estaba previsto.
Naharu había visto un dragón antes, pero no se imaginaba que el proceso de transformación fuese así de terrible. Esos agonizantes instantes se le hicieron larguísimos.
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Finalmente terminó la transformación, dando lugar a un dragón no muy grande, donde antes había una joven muchacha. Sasha se acercó a Naharu, que vaciló un poco, y le pasó la lengua por el hombro, cual animal cariñoso. Naharu tardó un par de latidos en reaccionar, dándole un par de palmaditas. La escena le era alienígena, pero no podía darse el lujo de cuestionarse mucho las cosas. Era momento de hacer.
Vio cómo la dragona alzó vuelo, dando vueltas a su alrededor por unos momentos, y Naharu se preparó mentalmente para lo que estaba por venir. Tenía la idea de que no disfrutaría del todo la experiencia. Y al sentir el agarre en sus hombros, y separarse de la relativa firmeza del barco, entendió que no estaba equivocado.
Sentía el viento en su pelaje, y un tremendo vacío en el estómago. Ahora estaba rodeado de oscuridad, de horizonte a horizonte, se le antojó un sentimiento de libertad de similar potencia al terror que le invadía. Pero no aflojó el agarre de su hacha. Al contrario, la sujetó con mayor firmeza que nunca, al acercarse a los manchones oscuros que eran las islas, vistas desde arriba.
Sintió cómo sus hombros eran liberados, y su cuerpo empezaba a volver a ser presa de la gravedad. La pelea había empezado. No había espacio para dudas, ni miedo. Preparó un tajo descendiente con ambos brazos, y aterrizó atacando a uno de los piratas enemigos. No pudo reaccionar ante tal sorpresa. Con la fuerza de sus brazos, el peso del hacha y la velocidad de la caída, el ataque lo separó desde el hombro hasta la cadera, como si hubiese sido mantequilla. La hoja se detuvo sólo al impactar el suelo, haciendo que temblase toda la mini-isla.
Naharu no esperó ni un segundo, ni vaciló al recibir su parte del impacto en los brazos. Sacó el hacha de la tierra, y buscó con los ojos a su siguiente enemigo. En eso avistó cinco piratas más, dos de los cuales eran aliados. Reconocía más claramente la silueta del hombre con púas, Wes Fungai, que se veía confundido por el súbito sacudón. Cruzaron miradas por unos segundos, antes de reanudar su ofensiva. Ninguno se había percatado de que la isla, lentamente, había empezado a inclinarse.
Naharu lanzó un poderoso hachazo vertical apuntado a su siguiente enemigo [1]. Un enemigo diestro en combate, que evitó el ataque. El hacha impactó contra el árbol, sacudiéndolo y quedando incrustada en su tronco. Con ese impulso la inclinación había empezado a notarse más, y Naharu se dio cuenta de algo crítico: ¡La isla se estaba dando vuelta!
No intentó sacar el hacha, pues su enemigo no le dio oportunidad. El oso esquivó el ataque haciéndose hacia atrás, tambaleándose un poco en el proceso. No durarían mucho, todos caerían al mar en meros instantes. Su contrincante buscaba equilibro, cosa que aprovechó, propinándole un golpe que le hizo caer de la isla.
—¡Carajo! —se quejó, aferrándose al árbol, que ya había dejado de estar en vertical.
Sintió cómo la gravedad empezaba a separarle del suelo, y apretó su abrazo como si fuese un niño reencontrado. Alcanzó a oír el quejido de la madera entre sus garras, y gritos que, tras unos instantes, terminaban en chapuzones. No pudo observar entre tanto caos si Fungai lo había logrado, y no podía cerciorarse, pues temía que caería si intentaba ver a su alrededor.
Entonces ignoraba que no había quedado solo, y esa escaramuza no había terminado.
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*Off: [1] Uso la habilidad Desamparo.
Lamento la tardanza. Mi cerebro se había secado como... como algo seco, y me veía incapaz de continuar. Creo que desde ahora podré responder más seguido, si bien la calidad de mis posts baje un poco.
Naharu
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Re: Al abordaje de El Ala Negra [Minievento, SCA]
Roger Baraun dio unos pasos hacia el borde de la isla flotante, adelantándose a Nereida. A pesar que las ramas del voularce (volarce mal pronunciado) eran lo suficientemente espesas para ocultar el hombre canguro, Roger se puso de cuclillas para asegurarse que nadie más pudiera verlo. Dos voularces a la derecha, tres piratas de La Ala Negra cargaban un proyectil la balista que manejaban. Roger sacó su fiel tirachinas del bolsillo. Disparó a los piratas de La Ala sin apenas apuntar. Las tres primeras piedras no se acercaron si quiera al voularce de los enemigos, con la cuarta acertó al ojo de uno de ellos y con la quinta en los cojo… (bip bip, Rogie) en la intimidad de otro. Los piratas de La Ala dejaron la balista y desenfundaron sus espadas. Roger siguió disparando en silencio. No pretendía herirlos de gravedad, combatir con ellos era una excusa para evitar pensar en la chica que se encontraba detrás del canguro.
¿Por qué tuvo que besar a Nereida? (Disparó con el tirachinas). Eso solo complicaba las cosas. ¡Podrían haber muerto! (Disparó sin haber tensado una piedra). Los piratas de La Ala les rodeaban, estaban mejores armados y tenían un campo de visión más amplio que ellos. Cualquiera de ellos podría haber disparado con la balista y matar al canguro y a la elfa de un solo disparo. Roger Baraun había sido un inconsciente. Besó a Nereida porque quería hacerlo. Pensaba que, si no lo hacía ahora, no podría besarla nunca más. (La mano izquierda el canguro aplastaba tandeaba la tierra húmeda del voularce en busca de nuevas piedras). No se paró a pensar en lo que podría suceder mientras la besaba ni en lo que sucedería si ambos sobrevivían. ¿Qué diría Nereida, qué haría y que quería? Eso eran muchas preguntas y Roger se estaba quedando sin piedras para contestarlas. Ésta había sido la primera vez que besaba a Nereida sin acudir al ron y se había comportado como un ebrio pirata de puerto. (Sin piedras).
Roger tiró el tirachinas en la tierra, partiéndolo por la mitad. Puso sus manazas en la rama del voularce, necesitaba tener algo en las manos que apretar. ¿Por qué había tenido qué besarla? Lo había fastidiado.
Una nueva pregunta emergió de las profundidades más funestas de la consciencia de Roger: ¿Y si no conseguían regresar a buen puerto? Entonces, lo único que quedaría de ellos dos sería un beso robado a traición en la sombra de un voularce.
Nereida se acercó con pasó tranquilo por la izquierda del canguro. Antes de que ella pudiera decir nada, mencionar el dichoso beso, Roger se adelantó a hablar:
—Nuestro amigo oso tiene problemas — su tono de voz sonaba exageradamente cómico, incluso tratándose de Roger —. Se ve que dio la vuelta al asunto para sacar ventaja, si entiendes por asunto el árbol flotante. Ahora su mundo está patas abajo.
—Podemos ayudarle. Saca tu tirachinas y manda una señal a Sasha para que lo recoja.
—Lo pensé, pero no puedo. Mientras luchábamos contra esos tipos, se me cayó el tirachinas y se me rompió — mintió. Fue el mismo Roger quien rompió el tirachinas.
—Bip… — Nereida no terminó la frase, comprendió que adquirió un significado que no encajaba en aquella circunstancia.
El canguro se giró la cabeza y miró directamente a Nereida. La elfa también lo miraba dubitativa. Tenía las mejillas coloradas como en las noches que ambos bebían y follaban a escondidas del resto de la tripulación. Si supiera cómo hacerlo, la besaría de nuevo.
Wes Fungai cayó al mar junto a los piratas de La Ala Negra. Sus heridas eran menores. El agua consiguió amortiguar la caída. El hombre erizo agitaba los brazos y las piernas para mantenerse a flote. Los piratas de La Ala que sobrevivió actuaron en consecuencia. La mayoría de ellos dejó caer las armas, anteponiendo la vida. Una minoría hacía ademán de acercarse a Fungai, espada en mano. La pesada arma impedía que pudieran mantenerse a flote. Su destino más cercano sería hundirse en el agua.
La tripulación de La Promesa no habría tenido oportunidad de verle caer al agua. Había demasiados objetivos que tener localizados como para fijarse en aquel bulto que cae al mar. En caso de que alguien se hubiera percatado, habría dejado soltar la escalera de mar. Fungai no conseguía ver ninguna escalera en el casco de La Promesa. Acercarse al navío suponía una muerte segura, tanto por el movimiento del propio barco como por los proyectiles que caían a su alrededor. La mejor opción, pensó el erizo, era mantenerse a flote en el agua. Alguien acabaría viéndole. Si no fueran los piratas a bordo, serían la dragona Sasha que sobrevolaba las islas flotantes o el mismo Naharu colgado del árbol volarce como si fuera una rama más.
Los piratas de La Ala desarmados hicieron ademán de nadar hacia Fungai, los que se negaron a soltar sus espadas se hundieron, armas en mano. La corriente menguaba en gran su avance, favoreciendo al erizo.
El mar se tornó, por facciones, más violento. La primera surgió a la sombra de La Promesa. Parecía que el mar se hubiera empañado en hundir el navío. Al poco, debido a la privilegiada posición, pudo distinguir al verdadero culpable: un dragón marino. Los piratas de La Ala negra también vieron la criatura. Raudos, se dieron la vuelta y nadaron en dirección opuesta, dejando al erizo en medio entre el dragón y ellos.
El Capitán caminaba dando círculos por el navío. El asalto a los volarces por parte del comando de Roger Baraun había resultado en un relativo desastre. Las balistas enemigas fueron destruidas, pero a casa de que varios árboles quedasen boca abajo y era posible, casi una necesidad, que parte de la tripulación de La Promesa hubiera caído al mar donde el dragón marino les esperaba con las fauces abiertas. La defensa desde La Promesa era inútil. Los proyectiles que La Promesa disponía no conseguiría perforar las escamas del dragón ni en un millón años. La Ala Negra continuaba en su escondite, detrás de los volarces.
Otro capitán pirata, menos experimentado que Werner, se hubiera rendido; cruzado de brazos y esperado a que el dragón marino o los proyectiles de La Ala acabasen con el navío. El Capitán Alfred Werner, sin embargo, se repetía mentalmente todas las acciones que tenían lugar en aquel momento y las conjugaba como si fueran las piezas de un puzle cuyo resultado sería la estrategia que acabase tanto con el dragón como con La Ala Negra. Haciendo recuento: el dragón desvelaba su posición gracias al brillo que emitía sus escamas, los volarces pueden voltearse y quizás podrían ser derivados si se consigue anular la magia, piratas de La Ala y La promesa estaban en el mar a merced del dragón…. Un niño vampiro con la capacidad a través de la oscuridad y un hombre oso colgado de un volarce. ¡Volarces!
El Capitán fue a las barandillas del jardín de poa y habló en alto a la tripulación como un líder en lo alto de un estrado.
—¡Disparad a los volarces! Hagamos que el dragón coma uno de esos árboles. Éstos serán nuestros proyectiles — bajaba las escaleras a la vez que daba las indicaciones —. Disparad a las islas más lejanas y las que dejemos atrás, así no dañaremos el barco. A la vez, deberán ser las que caigan encima del dragón. Tened en cuanta su posición actual y la dirección en la que nada. El brilla de sus escamas os ayudará para tenerlo localizado.
Cogió con la pinza un farol de rapónchigo que colgaba el palo mayor y lo levantó en alto para que toda la tripulación pudiera verlo.
—No dejaremos a nuestros compañeros atrás.
Alan, el cuervo, agarró el farol con las garras y alzó el vuelo. Se dirigió a los volarces dónde se encontraban los miembros de La Promesa. Repartiría un farol por cada uno de estos volarces, indicando a qué islas no debían disparar.
La tripulación de La Promesa había perdido la chaveta. Pasaron de disparar al agua a disparar a los árboles. Roger creía estar presenciado la magia de El Hombre Muerto. Pensó que el Nigromante debió haber hechizado a La Promesa, obligándola a enfrentarse a su propia tripulación.
Roger abrazó a Nereida en gesto protector. No dijo nada, cualquier palabra sonaría estúpida. Ella tampoco dijo nada; gracias a los Dioses.
Dos árboles voularces quedaron bocabajo, como el que se encontraba Naharu, debido a los impactos de La Promesa. A un tercero, los disparos arrancaron el tronco del árbol, dejando un pedrusco confeccionado por las raíces del árbol perdido y tierra húmeda. El pedrusco palideció unos instantes en el aire y, al mismo tiempo, cayó contra el mar. Roger hizo ademán de tapar las orejas de Nereida y que no escuchase el ruido, pero ella se deshizo de él. Es una elfa con mucho ímpetu. Es lo que más le gusta de ella.
Después de este primer voularce, hubo otros más que cayeron al mar. El agua se agitaba como si a cada golpe recibiera una brutal herida. Roger calculó cuántos voularces quedaban a flote. Pocos, pronto llegarían su turno. Besó la cabeza de Nereida.
—Bip bip, Nere.
La criatura salió del agua. Fue Nereida quien lo vio primero. Roger fue a besarla de nuevo (estaba borracho de miedo), pero la elfa se lo impidió. Puso su mano derecha en la mejilla del hombre canguro e hizo que se girase a la dirección donde se encontraba el causante de todo este embrollo: un dragón marino.
—Mira eso — Nereida señaló una luz en el voularce que Naharu colgaba —. Es uno de nuestros farolillos. Sasha lo verá y recogerá a Naharu. Nosotros tenemos uno igual aquí arriba. ¿Lo has visto?
—Estaba ocupado viendo eso de ahí — Roger señaló con la cabeza La Ala Negra.
Los árboles que La Promesa derivó desvelaron la posición del navío enemigo. Era confundible. Una nube de pájaros volaba alrededor del palo mayor, haciendo honor a su nombre: El Ala Negra.
Offrol: siento muchísimo mi retraso. Temporada alta de exámenes, eso lo dice todo. Espero que merezca la pena la espera y que os estéis divirtiendo. Lo siento mucho.
¿Por qué tuvo que besar a Nereida? (Disparó con el tirachinas). Eso solo complicaba las cosas. ¡Podrían haber muerto! (Disparó sin haber tensado una piedra). Los piratas de La Ala les rodeaban, estaban mejores armados y tenían un campo de visión más amplio que ellos. Cualquiera de ellos podría haber disparado con la balista y matar al canguro y a la elfa de un solo disparo. Roger Baraun había sido un inconsciente. Besó a Nereida porque quería hacerlo. Pensaba que, si no lo hacía ahora, no podría besarla nunca más. (La mano izquierda el canguro aplastaba tandeaba la tierra húmeda del voularce en busca de nuevas piedras). No se paró a pensar en lo que podría suceder mientras la besaba ni en lo que sucedería si ambos sobrevivían. ¿Qué diría Nereida, qué haría y que quería? Eso eran muchas preguntas y Roger se estaba quedando sin piedras para contestarlas. Ésta había sido la primera vez que besaba a Nereida sin acudir al ron y se había comportado como un ebrio pirata de puerto. (Sin piedras).
Roger tiró el tirachinas en la tierra, partiéndolo por la mitad. Puso sus manazas en la rama del voularce, necesitaba tener algo en las manos que apretar. ¿Por qué había tenido qué besarla? Lo había fastidiado.
Una nueva pregunta emergió de las profundidades más funestas de la consciencia de Roger: ¿Y si no conseguían regresar a buen puerto? Entonces, lo único que quedaría de ellos dos sería un beso robado a traición en la sombra de un voularce.
Nereida se acercó con pasó tranquilo por la izquierda del canguro. Antes de que ella pudiera decir nada, mencionar el dichoso beso, Roger se adelantó a hablar:
—Nuestro amigo oso tiene problemas — su tono de voz sonaba exageradamente cómico, incluso tratándose de Roger —. Se ve que dio la vuelta al asunto para sacar ventaja, si entiendes por asunto el árbol flotante. Ahora su mundo está patas abajo.
—Podemos ayudarle. Saca tu tirachinas y manda una señal a Sasha para que lo recoja.
—Lo pensé, pero no puedo. Mientras luchábamos contra esos tipos, se me cayó el tirachinas y se me rompió — mintió. Fue el mismo Roger quien rompió el tirachinas.
—Bip… — Nereida no terminó la frase, comprendió que adquirió un significado que no encajaba en aquella circunstancia.
El canguro se giró la cabeza y miró directamente a Nereida. La elfa también lo miraba dubitativa. Tenía las mejillas coloradas como en las noches que ambos bebían y follaban a escondidas del resto de la tripulación. Si supiera cómo hacerlo, la besaría de nuevo.
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Wes Fungai cayó al mar junto a los piratas de La Ala Negra. Sus heridas eran menores. El agua consiguió amortiguar la caída. El hombre erizo agitaba los brazos y las piernas para mantenerse a flote. Los piratas de La Ala que sobrevivió actuaron en consecuencia. La mayoría de ellos dejó caer las armas, anteponiendo la vida. Una minoría hacía ademán de acercarse a Fungai, espada en mano. La pesada arma impedía que pudieran mantenerse a flote. Su destino más cercano sería hundirse en el agua.
La tripulación de La Promesa no habría tenido oportunidad de verle caer al agua. Había demasiados objetivos que tener localizados como para fijarse en aquel bulto que cae al mar. En caso de que alguien se hubiera percatado, habría dejado soltar la escalera de mar. Fungai no conseguía ver ninguna escalera en el casco de La Promesa. Acercarse al navío suponía una muerte segura, tanto por el movimiento del propio barco como por los proyectiles que caían a su alrededor. La mejor opción, pensó el erizo, era mantenerse a flote en el agua. Alguien acabaría viéndole. Si no fueran los piratas a bordo, serían la dragona Sasha que sobrevolaba las islas flotantes o el mismo Naharu colgado del árbol volarce como si fuera una rama más.
Los piratas de La Ala desarmados hicieron ademán de nadar hacia Fungai, los que se negaron a soltar sus espadas se hundieron, armas en mano. La corriente menguaba en gran su avance, favoreciendo al erizo.
El mar se tornó, por facciones, más violento. La primera surgió a la sombra de La Promesa. Parecía que el mar se hubiera empañado en hundir el navío. Al poco, debido a la privilegiada posición, pudo distinguir al verdadero culpable: un dragón marino. Los piratas de La Ala negra también vieron la criatura. Raudos, se dieron la vuelta y nadaron en dirección opuesta, dejando al erizo en medio entre el dragón y ellos.
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El Capitán caminaba dando círculos por el navío. El asalto a los volarces por parte del comando de Roger Baraun había resultado en un relativo desastre. Las balistas enemigas fueron destruidas, pero a casa de que varios árboles quedasen boca abajo y era posible, casi una necesidad, que parte de la tripulación de La Promesa hubiera caído al mar donde el dragón marino les esperaba con las fauces abiertas. La defensa desde La Promesa era inútil. Los proyectiles que La Promesa disponía no conseguiría perforar las escamas del dragón ni en un millón años. La Ala Negra continuaba en su escondite, detrás de los volarces.
Otro capitán pirata, menos experimentado que Werner, se hubiera rendido; cruzado de brazos y esperado a que el dragón marino o los proyectiles de La Ala acabasen con el navío. El Capitán Alfred Werner, sin embargo, se repetía mentalmente todas las acciones que tenían lugar en aquel momento y las conjugaba como si fueran las piezas de un puzle cuyo resultado sería la estrategia que acabase tanto con el dragón como con La Ala Negra. Haciendo recuento: el dragón desvelaba su posición gracias al brillo que emitía sus escamas, los volarces pueden voltearse y quizás podrían ser derivados si se consigue anular la magia, piratas de La Ala y La promesa estaban en el mar a merced del dragón…. Un niño vampiro con la capacidad a través de la oscuridad y un hombre oso colgado de un volarce. ¡Volarces!
El Capitán fue a las barandillas del jardín de poa y habló en alto a la tripulación como un líder en lo alto de un estrado.
—¡Disparad a los volarces! Hagamos que el dragón coma uno de esos árboles. Éstos serán nuestros proyectiles — bajaba las escaleras a la vez que daba las indicaciones —. Disparad a las islas más lejanas y las que dejemos atrás, así no dañaremos el barco. A la vez, deberán ser las que caigan encima del dragón. Tened en cuanta su posición actual y la dirección en la que nada. El brilla de sus escamas os ayudará para tenerlo localizado.
Cogió con la pinza un farol de rapónchigo que colgaba el palo mayor y lo levantó en alto para que toda la tripulación pudiera verlo.
—No dejaremos a nuestros compañeros atrás.
Alan, el cuervo, agarró el farol con las garras y alzó el vuelo. Se dirigió a los volarces dónde se encontraban los miembros de La Promesa. Repartiría un farol por cada uno de estos volarces, indicando a qué islas no debían disparar.
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La tripulación de La Promesa había perdido la chaveta. Pasaron de disparar al agua a disparar a los árboles. Roger creía estar presenciado la magia de El Hombre Muerto. Pensó que el Nigromante debió haber hechizado a La Promesa, obligándola a enfrentarse a su propia tripulación.
Roger abrazó a Nereida en gesto protector. No dijo nada, cualquier palabra sonaría estúpida. Ella tampoco dijo nada; gracias a los Dioses.
Dos árboles voularces quedaron bocabajo, como el que se encontraba Naharu, debido a los impactos de La Promesa. A un tercero, los disparos arrancaron el tronco del árbol, dejando un pedrusco confeccionado por las raíces del árbol perdido y tierra húmeda. El pedrusco palideció unos instantes en el aire y, al mismo tiempo, cayó contra el mar. Roger hizo ademán de tapar las orejas de Nereida y que no escuchase el ruido, pero ella se deshizo de él. Es una elfa con mucho ímpetu. Es lo que más le gusta de ella.
Después de este primer voularce, hubo otros más que cayeron al mar. El agua se agitaba como si a cada golpe recibiera una brutal herida. Roger calculó cuántos voularces quedaban a flote. Pocos, pronto llegarían su turno. Besó la cabeza de Nereida.
—Bip bip, Nere.
La criatura salió del agua. Fue Nereida quien lo vio primero. Roger fue a besarla de nuevo (estaba borracho de miedo), pero la elfa se lo impidió. Puso su mano derecha en la mejilla del hombre canguro e hizo que se girase a la dirección donde se encontraba el causante de todo este embrollo: un dragón marino.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] | Era un lagarto sin piernas. Sus escamas estaban recubiertas de una densa capa de agua, haciendo que pareciera que el mismo dragón estaba hecho de agua. El engaño tendría resultado de no ser por el tenue brillo que emitían las escamas. El dragón emergía del agua dando grandes saltos, escapando del impacto con las islas no-flotantes. Roger contempló a la criatura boquiabierto. Casi hubiera preferido que El Hombre Muerto hubiera hechizado a La Promesa en lugar de mandarles un dragón de esas proporciones. |
—Mira eso — Nereida señaló una luz en el voularce que Naharu colgaba —. Es uno de nuestros farolillos. Sasha lo verá y recogerá a Naharu. Nosotros tenemos uno igual aquí arriba. ¿Lo has visto?
—Estaba ocupado viendo eso de ahí — Roger señaló con la cabeza La Ala Negra.
Los árboles que La Promesa derivó desvelaron la posición del navío enemigo. Era confundible. Una nube de pájaros volaba alrededor del palo mayor, haciendo honor a su nombre: El Ala Negra.
Offrol: siento muchísimo mi retraso. Temporada alta de exámenes, eso lo dice todo. Espero que merezca la pena la espera y que os estéis divirtiendo. Lo siento mucho.
El Capitán Werner
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Re: Al abordaje de El Ala Negra [Minievento, SCA]
*Golpe, golpe, golpe*
Uriel golpeó la espalda de un pirata con lagrimitas y furia en sus ojos. El adulto está arrodillado, llorando y temblando como un niño mientras susurra atemorizado "Vamos a morir” o “Es imposible que salgamos de esta”, desde luego, dado que el adulto está ignorando totalmente a Uriel, los golpes debían ser realmente endebles y poco dolorosos. De las antes 4 ballestas funcionales de ese costado del barco, solo 2 seguían actuando y lanzando proyectiles ¿Como lo estaban haciendo del otro lado? Uriel no lo sabía. La razón no porque los enemigos las hayan destruido sino porque muchos piratas aliados se habían rendido o estaban tan atemorizados que dejaron de usarlas.
Con frustración, el niño buscó animarlos para que siguieran combatiendo, si seguían luchando aún queda el beneficio de la duda pero si se detenían….¡El niño no quiere morir! O si morirá, al menos quiere hacerlo intentándolo hasta el último respiro, no quiere morir porque unos estúpidos adultos dejaron de intentarlo.
“¡Los arpones, los arpones! Tenéis que seguir lanzando los arpones ¡Moriremos como no sigáis luchando! ¡Vamos, por favor! ”
Uriel no sabe cómo usar esas ballestas, e incluso si lo supiera, probablemente no tendría la suficiente fuerza para controlar semejantes ballestas. Tampoco sabía usar espadas, lanzas o lo que sea ¡Era bastante vulnerable y débil! ¡Dependía casi enteramente de los adultos que sí podían combatir correctamente! Uriel podría echar miles de manos, chivar las posiciones y ser los ojos nocturnos del barco, pero definitivamente eso no serviría si no habían adultos dispuestos a luchar y a aprovecharse de las ayudas del menor.
“¡V-Vamos! ¡Si no hacemos algo, moriremos todos! ¡Yo no quiero morir! ¿¡Vosotros queréis morir!? ¡HEY! ¡VAMOS!”
No importó cuánto les gritó, seguían temblando de miedo o mirando con indiferencia la situación, totalmente doblegados por el pesimismo ¡El niño comprendió que razonar con ellos es imposible! Dejó de golpear inútilmente al adulto, miró al grupo con confusión y molestia ¿Porque no estaban moviéndose? ¡Si se detenían morirían definitivamente! Aún así, unos pocos adultos seguían intentándolo con todas sus fuerzas a pesar de que cada vez están más y más sobre pasados y desesperados, Uriel decidió centrar sus esfuerzos en ellos.
¡Aghhh! ¡Que os den, malditos cobardes! ¡Yo definitivamente no quiero morir!
Dado que los adultos no parecían prestarle atención, Uriel se rindió de intentar que siguieran luchando, tras una última queja los ignoró para pasar a otra cosa ¡Aún así no planea morir en este maldito barco! Ignorando al resto, se aproximó al lugar donde un pequeño pilón de arpones y proyectiles de madera yacían….Quedan bastante pocos comparado con cuantos empezaron. Uriel tomó entre sus dos bracitos un extremo de un arpón y tiró con todas sus fuerzas, no podía usar las ballestas pero si podía intentar ayudar a los pocos que seguían luchando. Muchos de los que se rindieron son parte del grupo de apoyo, aquellos que traen y cargan las ballestas ¡En ese caso, Uriel será el que le lleve a los artilleros los proyectiles!
“¡Hgggg!”
Arrastró el arpón tan rápido como pudo, dejando un fijo camino de rasguños en el suelo por las partes puntiagudas del arpón ¡Pesa más de lo que pensaba! Pero no dejó que eso le desanimara ¡No tiene planeado morir esa noche! Su pequeño cuerpo de infante no puede alzar un proyectil de madera y hierro que normalmente sería llevado por dos adultos, aún así ¡Así que, inevitablemente, su asistencia es bastante lenta e ineficiente! Como pudo, dejó el proyectil al lado de Abdullah y su compañero, quienes de inmediato cargaron entre los dos la ballesta. El infante no esperó una reacción de los adultos, volvió al pilón para seguir llevando por su cuenta los enormes y pesados proyectiles.
“....”
Uriel no le agradaba el capitán pulpo, le daba miedo y sentía que quería echarse a llorar del miedo cuando el hombre le miraba o nota su presencia ¡Prefiere mantenerse alejado de él! Pero, a su vez, entendió porque la tripulación parecía seguir tan ciegamente y fielmente al capitán, incluso Uriel no puede evitar pensar que todo estará bien siempre y cuando el hombre-bestia esté ahí, comandandolos y guiándolos. Frunció el ceño y siguió arrastrando los proyectiles, intentando ser más rápido y más ágil que antes ¡Los pocos artilleros que quedaban en pie necesitaban los proyectiles más que nunca, tras las órdenes del capitán! Debido a las órdenes del capitán, muchos volvieron a recuperar la compostura y a ocuparse de su puesto de trabajo pero seguían siendo demasiado pocas manos ¡Apenas habían otros dos pares de adultos ayudando a transportar las flechas y arpones!
El ambiente a cambiado muchos….Todos parecen más moralizados
Los artilleros demostraron pericia y valentía a partes iguales, apenas estaban recibiendo apoyo del resto del equipo -Los encargados de traer los proyectiles y cargar las ballestas- y, al igual que el resto, muchos parecían al borde de las lágrimas y de ruptura ¡Aún así siguieron las órdenes de su capitán ciegamente! De entre ellos se destacó el vampiro adulto, quien supo manejar la situación increíblemente bien.
“¡Fijaros en el agua! ¡La superficie del agua brilla cuando el dragón se acerca! ¡Disparad cuando lo veáis!”
Uriel advirtió a los lanceros, quien al principio parecían desconcertados y torpes para sincronizar los arboles con el dragón ¡No sabían dónde ni cuándo disparar los arpones! Pero en cuanto le vampirito les chivo el dato, comenzaron a lograr coordinarse rápidamente ¡Incluso lograron golpear al dragón en pleno salto!
Son pocos y están cansados pero la inyección de moral y adrenalina provocó que lograran de alguna forma ser lo suficientemente eficientes para conseguir mejorar un poco la horrorosa situación general en al que están. Todos están asustados y quieren rendirse, pero la fe ciega en su capitán y sus ganas de vivir les impidió rendirse, Viendo los favorables resultados de su pericia, esa misma sensación similar a la fe ciega por un dios se profundizó y creció hasta, de alguna forma, inhibirlos del miedo y sensación pesimista ¡Incluso el pequeño Uriel se sintió influenciado! No era tan arraigado y fuerte como los piratas de La Promesa pero, desde luego, su respeto por el capitán se niveló con el miedo, casi superándolo. El niño le teme, pero sabe que es el único que puede sacarlos de esa situación vivos y enteros, como una linterna en una noche oscura y sin estrellas, o como la estrella polar en medio de un desconocido lugar en el que te has perdido.
Uriel golpeó la espalda de un pirata con lagrimitas y furia en sus ojos. El adulto está arrodillado, llorando y temblando como un niño mientras susurra atemorizado "Vamos a morir” o “Es imposible que salgamos de esta”, desde luego, dado que el adulto está ignorando totalmente a Uriel, los golpes debían ser realmente endebles y poco dolorosos. De las antes 4 ballestas funcionales de ese costado del barco, solo 2 seguían actuando y lanzando proyectiles ¿Como lo estaban haciendo del otro lado? Uriel no lo sabía. La razón no porque los enemigos las hayan destruido sino porque muchos piratas aliados se habían rendido o estaban tan atemorizados que dejaron de usarlas.
Con frustración, el niño buscó animarlos para que siguieran combatiendo, si seguían luchando aún queda el beneficio de la duda pero si se detenían….¡El niño no quiere morir! O si morirá, al menos quiere hacerlo intentándolo hasta el último respiro, no quiere morir porque unos estúpidos adultos dejaron de intentarlo.
“¡Los arpones, los arpones! Tenéis que seguir lanzando los arpones ¡Moriremos como no sigáis luchando! ¡Vamos, por favor! ”
Uriel no sabe cómo usar esas ballestas, e incluso si lo supiera, probablemente no tendría la suficiente fuerza para controlar semejantes ballestas. Tampoco sabía usar espadas, lanzas o lo que sea ¡Era bastante vulnerable y débil! ¡Dependía casi enteramente de los adultos que sí podían combatir correctamente! Uriel podría echar miles de manos, chivar las posiciones y ser los ojos nocturnos del barco, pero definitivamente eso no serviría si no habían adultos dispuestos a luchar y a aprovecharse de las ayudas del menor.
“¡V-Vamos! ¡Si no hacemos algo, moriremos todos! ¡Yo no quiero morir! ¿¡Vosotros queréis morir!? ¡HEY! ¡VAMOS!”
No importó cuánto les gritó, seguían temblando de miedo o mirando con indiferencia la situación, totalmente doblegados por el pesimismo ¡El niño comprendió que razonar con ellos es imposible! Dejó de golpear inútilmente al adulto, miró al grupo con confusión y molestia ¿Porque no estaban moviéndose? ¡Si se detenían morirían definitivamente! Aún así, unos pocos adultos seguían intentándolo con todas sus fuerzas a pesar de que cada vez están más y más sobre pasados y desesperados, Uriel decidió centrar sus esfuerzos en ellos.
¡Aghhh! ¡Que os den, malditos cobardes! ¡Yo definitivamente no quiero morir!
Dado que los adultos no parecían prestarle atención, Uriel se rindió de intentar que siguieran luchando, tras una última queja los ignoró para pasar a otra cosa ¡Aún así no planea morir en este maldito barco! Ignorando al resto, se aproximó al lugar donde un pequeño pilón de arpones y proyectiles de madera yacían….Quedan bastante pocos comparado con cuantos empezaron. Uriel tomó entre sus dos bracitos un extremo de un arpón y tiró con todas sus fuerzas, no podía usar las ballestas pero si podía intentar ayudar a los pocos que seguían luchando. Muchos de los que se rindieron son parte del grupo de apoyo, aquellos que traen y cargan las ballestas ¡En ese caso, Uriel será el que le lleve a los artilleros los proyectiles!
“¡Hgggg!”
Arrastró el arpón tan rápido como pudo, dejando un fijo camino de rasguños en el suelo por las partes puntiagudas del arpón ¡Pesa más de lo que pensaba! Pero no dejó que eso le desanimara ¡No tiene planeado morir esa noche! Su pequeño cuerpo de infante no puede alzar un proyectil de madera y hierro que normalmente sería llevado por dos adultos, aún así ¡Así que, inevitablemente, su asistencia es bastante lenta e ineficiente! Como pudo, dejó el proyectil al lado de Abdullah y su compañero, quienes de inmediato cargaron entre los dos la ballesta. El infante no esperó una reacción de los adultos, volvió al pilón para seguir llevando por su cuenta los enormes y pesados proyectiles.
“....”
Uriel no le agradaba el capitán pulpo, le daba miedo y sentía que quería echarse a llorar del miedo cuando el hombre le miraba o nota su presencia ¡Prefiere mantenerse alejado de él! Pero, a su vez, entendió porque la tripulación parecía seguir tan ciegamente y fielmente al capitán, incluso Uriel no puede evitar pensar que todo estará bien siempre y cuando el hombre-bestia esté ahí, comandandolos y guiándolos. Frunció el ceño y siguió arrastrando los proyectiles, intentando ser más rápido y más ágil que antes ¡Los pocos artilleros que quedaban en pie necesitaban los proyectiles más que nunca, tras las órdenes del capitán! Debido a las órdenes del capitán, muchos volvieron a recuperar la compostura y a ocuparse de su puesto de trabajo pero seguían siendo demasiado pocas manos ¡Apenas habían otros dos pares de adultos ayudando a transportar las flechas y arpones!
El ambiente a cambiado muchos….Todos parecen más moralizados
Los artilleros demostraron pericia y valentía a partes iguales, apenas estaban recibiendo apoyo del resto del equipo -Los encargados de traer los proyectiles y cargar las ballestas- y, al igual que el resto, muchos parecían al borde de las lágrimas y de ruptura ¡Aún así siguieron las órdenes de su capitán ciegamente! De entre ellos se destacó el vampiro adulto, quien supo manejar la situación increíblemente bien.
“¡Fijaros en el agua! ¡La superficie del agua brilla cuando el dragón se acerca! ¡Disparad cuando lo veáis!”
Uriel advirtió a los lanceros, quien al principio parecían desconcertados y torpes para sincronizar los arboles con el dragón ¡No sabían dónde ni cuándo disparar los arpones! Pero en cuanto le vampirito les chivo el dato, comenzaron a lograr coordinarse rápidamente ¡Incluso lograron golpear al dragón en pleno salto!
Son pocos y están cansados pero la inyección de moral y adrenalina provocó que lograran de alguna forma ser lo suficientemente eficientes para conseguir mejorar un poco la horrorosa situación general en al que están. Todos están asustados y quieren rendirse, pero la fe ciega en su capitán y sus ganas de vivir les impidió rendirse, Viendo los favorables resultados de su pericia, esa misma sensación similar a la fe ciega por un dios se profundizó y creció hasta, de alguna forma, inhibirlos del miedo y sensación pesimista ¡Incluso el pequeño Uriel se sintió influenciado! No era tan arraigado y fuerte como los piratas de La Promesa pero, desde luego, su respeto por el capitán se niveló con el miedo, casi superándolo. El niño le teme, pero sabe que es el único que puede sacarlos de esa situación vivos y enteros, como una linterna en una noche oscura y sin estrellas, o como la estrella polar en medio de un desconocido lugar en el que te has perdido.
Uri
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Re: Al abordaje de El Ala Negra [Minievento, SCA]
Estaba más capacitado para el peligro del mar nocturno que la mayoría. El frío no era un problema para su cuerpo adaptado a ambientes árticos, y nadar largas distancias, si bien era más ejercicio aeróbico del que preferiría y le daba sueño con sólo pensarlo, no escapaba de su alcance. Pero si algo decía el esfuerzo inhumano con que Naharu se sujetaba al árbol flotante, era que el oso no quería caer al mar.
—...Carajo, carajo, carajo, carajo, caraj...
Su mente estaba tan aferrada a la idea como su cuerpo a la madera, en un impulso tan natural como era el miedo a la oscuridad y a las alturas —que disponían los seres vivos sin visión nocturna ni alas—, tal que no se había percatado del efecto del Volarce en él mismo. Atribuía la facilidad con que se sujetaba del tronco a la adrenalina generada por la situación, y no fue hasta que pasaron un par de minutos que se percató de ello.
El árbol aligeró su preocupación como lo hizo con su cuerpo, pero seguía estando en medio de una batalla, en medio de un bosque flotante, en medio del mar, en medio de la noche. Colgando de un árbol. Una situación medio complicada.
Debía dejar de perder el tiempo. Respiró hondo, y cual koala de 200kg empezó a moverse por el árbol. Lo primero que tenía que hacer era recuperar su hacha. Tenía muy poco tiempo con ella, y frente a la idea de perderla en el fondo del mar, caer al agua infestada de enemigos —y puede que de monstruos desconocidos— no era sino un pequeño inconveniente.
Su misión de rescate se vio amenazada por un cuervo que se acercó muy resueltamente al Volarce específico en que él se encontraba. El ave traía un farol consigo. ¿Una forma del enemigo para marcarlo como un blanco fácil? Tenía que salir de esa situación cuanto antes.
El ave no dejó el farolillo colgado en ninguna rama ni raíz sino, muy convenientemente, del mango de su hacha. ¡Algo estaba a su favor, como mínimo! La nueva fuente de luz le ahorró el tener que buscarla en la oscuridad. Y también le permitió darse cuenta del pesado movimiento en lo alto del tronco, a su derecha, entre las raíces del volarce invertido.
Si Naharu ya estaba funcionando en estado de supervivencia animal, es difícil describir su hilo de pensamientos ante esta nueva amenaza, si es que siquiera poseía uno. Aún encandilado con la luz cercana y teniendo en mente que su enemigo tenía visión del oso, y no al revés, Naharu simplemente atacó en menos de un momento. Los impulsos salvajes en su sangre dirigidos con experiencia y templanza.
Naharu era capaz de lanzarse en un ataque directo, aprovechando su peso reducido y gran fuerza. Tomaría desprevenido al enemigo, pero era muy riesgoso si este ya estaba preparándose para responder. Naharu estaría expuesto a proyectiles y ataques mágicos, con la luz del farolillo tan cerca suyo era un blanco imperdible.
En su lugar se aferró del tronco con sus garras, y con agilidad poco vista en alguien de su tamaño, se acercó a su enemigo con una ruta inesperada, desplazándose por detrás del árbol y saliendo del otro lado, escudándose así de ofensiva enemiga. Con un fuerte empujón de sus piernas y brazos, Naharu saltó hacia su enemigo, a la vez que escuchó el ensordecedor estallido de madera a su espalda.
El pirata no pudo sacar su cuchillo a tiempo, habiendo confiado en su aparente ataque mágico. Tampoco le hubiese ayudado mucho, ya que Naharu se deshizo de él con un simple empujón —en estándares de oso—.
Naharu no tuvo tiempo de celebrar su pequeña victoria, o de siquiera procesar que había ganado, porque al instante se dio cuenta de algo: El árbol se había roto en dos, y el farolillo empezaba a caer... junto con su hacha.
—Carajo, carajo, carajo.... —empezó a mascullar otra vez.
Contra toda voz de razón, Naharu soltó la raíz de la que estaba sujetado, y empezó a caer. Lentamente. Por el efecto mágico, por su celebro bombardeado de adrenalina... ¿acaso importa?
Mientras más se alejó del árbol, más rápido empezó a caer, hasta que alcanzó el hacha, la tomó firmemente con ambas manos, y se preparó para zambullirse.
En su lugar, en el aire fue atrapado de los hombros por un par de garras. Garras buenas, garras que conocía.
—¡ESO ES! —exclamó, el alivio de reconocer a Daroma bañándolo como no lo iba a hacer el mar. La dragona respondió por su parte con un rugido controlado al que Naharu no tuvo problemas en atribuir cierto festejo— ¡Muchacha, hay que volver al barco! —intentó mantenerse enfocado en la misión.
La dragona poco a poco se elevó, y Naharu pudo reconocer una silueta inconfundible entre los árboles, que elevó su ánimo aún más: Un barco. ¡A falta de tierra firme, no rechazaría madera semi-estable!
Siguió subiendo la dragona, y al salir de las copas de los volarce, Naharu apretó aún más el mango de su hacha, y sintió cómo el agarre en sus hombros se hizo más rígido.
Ese barco, rodeado de una parvada de cuervos, no era el suyo.
—...Carajo, carajo, carajo, carajo, caraj...
Su mente estaba tan aferrada a la idea como su cuerpo a la madera, en un impulso tan natural como era el miedo a la oscuridad y a las alturas —que disponían los seres vivos sin visión nocturna ni alas—, tal que no se había percatado del efecto del Volarce en él mismo. Atribuía la facilidad con que se sujetaba del tronco a la adrenalina generada por la situación, y no fue hasta que pasaron un par de minutos que se percató de ello.
El árbol aligeró su preocupación como lo hizo con su cuerpo, pero seguía estando en medio de una batalla, en medio de un bosque flotante, en medio del mar, en medio de la noche. Colgando de un árbol. Una situación medio complicada.
Debía dejar de perder el tiempo. Respiró hondo, y cual koala de 200kg empezó a moverse por el árbol. Lo primero que tenía que hacer era recuperar su hacha. Tenía muy poco tiempo con ella, y frente a la idea de perderla en el fondo del mar, caer al agua infestada de enemigos —y puede que de monstruos desconocidos— no era sino un pequeño inconveniente.
Su misión de rescate se vio amenazada por un cuervo que se acercó muy resueltamente al Volarce específico en que él se encontraba. El ave traía un farol consigo. ¿Una forma del enemigo para marcarlo como un blanco fácil? Tenía que salir de esa situación cuanto antes.
El ave no dejó el farolillo colgado en ninguna rama ni raíz sino, muy convenientemente, del mango de su hacha. ¡Algo estaba a su favor, como mínimo! La nueva fuente de luz le ahorró el tener que buscarla en la oscuridad. Y también le permitió darse cuenta del pesado movimiento en lo alto del tronco, a su derecha, entre las raíces del volarce invertido.
Si Naharu ya estaba funcionando en estado de supervivencia animal, es difícil describir su hilo de pensamientos ante esta nueva amenaza, si es que siquiera poseía uno. Aún encandilado con la luz cercana y teniendo en mente que su enemigo tenía visión del oso, y no al revés, Naharu simplemente atacó en menos de un momento. Los impulsos salvajes en su sangre dirigidos con experiencia y templanza.
Naharu era capaz de lanzarse en un ataque directo, aprovechando su peso reducido y gran fuerza. Tomaría desprevenido al enemigo, pero era muy riesgoso si este ya estaba preparándose para responder. Naharu estaría expuesto a proyectiles y ataques mágicos, con la luz del farolillo tan cerca suyo era un blanco imperdible.
En su lugar se aferró del tronco con sus garras, y con agilidad poco vista en alguien de su tamaño, se acercó a su enemigo con una ruta inesperada, desplazándose por detrás del árbol y saliendo del otro lado, escudándose así de ofensiva enemiga. Con un fuerte empujón de sus piernas y brazos, Naharu saltó hacia su enemigo, a la vez que escuchó el ensordecedor estallido de madera a su espalda.
El pirata no pudo sacar su cuchillo a tiempo, habiendo confiado en su aparente ataque mágico. Tampoco le hubiese ayudado mucho, ya que Naharu se deshizo de él con un simple empujón —en estándares de oso—.
Naharu no tuvo tiempo de celebrar su pequeña victoria, o de siquiera procesar que había ganado, porque al instante se dio cuenta de algo: El árbol se había roto en dos, y el farolillo empezaba a caer... junto con su hacha.
—Carajo, carajo, carajo.... —empezó a mascullar otra vez.
Contra toda voz de razón, Naharu soltó la raíz de la que estaba sujetado, y empezó a caer. Lentamente. Por el efecto mágico, por su celebro bombardeado de adrenalina... ¿acaso importa?
Mientras más se alejó del árbol, más rápido empezó a caer, hasta que alcanzó el hacha, la tomó firmemente con ambas manos, y se preparó para zambullirse.
En su lugar, en el aire fue atrapado de los hombros por un par de garras. Garras buenas, garras que conocía.
—¡ESO ES! —exclamó, el alivio de reconocer a Daroma bañándolo como no lo iba a hacer el mar. La dragona respondió por su parte con un rugido controlado al que Naharu no tuvo problemas en atribuir cierto festejo— ¡Muchacha, hay que volver al barco! —intentó mantenerse enfocado en la misión.
La dragona poco a poco se elevó, y Naharu pudo reconocer una silueta inconfundible entre los árboles, que elevó su ánimo aún más: Un barco. ¡A falta de tierra firme, no rechazaría madera semi-estable!
Siguió subiendo la dragona, y al salir de las copas de los volarce, Naharu apretó aún más el mango de su hacha, y sintió cómo el agarre en sus hombros se hizo más rígido.
Ese barco, rodeado de una parvada de cuervos, no era el suyo.
Naharu
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Re: Al abordaje de El Ala Negra [Minievento, SCA]
La barba de tentáculos del Capitán se movía de manera errática, siguiendo el avance de la batalla que transcurría en el mar. El dragón azul subía y bajaba. Con cada salto que daba, La Promesa peligraba de acabar hundida en el fondo marino. El truco de los volarces había servido para que el dragón saliese del agua e incluso habían conseguido herirlo. Un terrón de tierra y raíces, una de las macetas flotantes donde se encontraban los volarces, cayó sobre el costado derecho del dragón, dejándole sin escamas y descubriendo una suave piel de color crema. Rápidamente, el dragón cambió su actitud. Siguió saltando de un lado a otro, pero se preocupaba por mostrar su lado izquierdo en lugar del derecho. El Capitán Werner tenía a la criatura muy presente, como también el escaso número de volarces que quedaban en el aire. Los proyectiles de las balistas no funcionarían contra el dragón, tampoco las espadas comunes. Si agotaban la tierra de los volarces, no quedaría nada que pudiera derrotarle.
¿Podrían derrotarle?
Edgar graznó a pocos metros por encima de la cabeza del Capitán Werner. El cuervo terminó la faena de llevar los candiles a los volarces donde se encontraban los piratas de La Promesa y había vuelto al navío a descansar. Un segundo cuervo no le permitió que descanse. Siguió a Edgar hasta La Promesa y cuando éste se posó sobre las cuerdas más altas de la nave, el segundo cuervo quiso sentarse a su lado. Edgar le frenó con un graznido de enemistad, La Promesa era suya. El segundo cuervo devolvió el graznido y se marchó por dónde había venido. El Capitán Werner siguió la trayectoria del segundo cuervo. El ave desapareció en una nube negra y densa, desde la lejanía parecía un puñado de abejas salvajes defendiendo la colmena. El Capitán Werner entendió que no se trataba de ningún enjambre de insectos violentos, sino del navío que estaban buscando: La Ala Negra.
Otros piratas detectaron el navío enemigo antes que el Capitán: Roger Baraun y Nereida desde los volarces y Daroma y Naharu desde el cielo. El Capitán dirigió su atención hacia los piratas, ignorando al dragón marino. Daroma volaba hacia La Ala Negra, sujetaba una figura corpulenta y pesada con las cuatro garras: Naharu. Sus intenciones no serían benevolentes para la tripulación de La Ala. Roger daba patadas al tronco del volarce impulsándolo hacia La Promesa a la vez que Nereida daba pequeños saltitos y levantaba los brazos. Gracias a los farolillos que Edgar dejó caer, El Capitán pudo ver a las dos parejas con total claridad. Sonrió. Estaban bien. ¡Gracias al mar!
El dragón dio un salto más grande que el resto. Se elevó a la altura de Daroma y Naharu e intentó tragárselos de un bocado. A punto estuvo de lograrlo. Daroma fue más rápida que el dragón marino. Consiguió elevar su vuelo. El dragón mordió el aire.
Fue el primer error que cometió el dragón marino. El Capitán señaló la brecha en el costado de la criatura con la tenaza. Dio la orden de disparar. Las balistas resonaron siguiendo el tono de voz de El Capitán. El dragón regresó al mar con la primera herida de la noche. Allá por donde nadaba tintaba el agua de color carmesí.
—¡A media vela! Daroma nos guiará hacia La Ala Negra. Pasad por los volarces aliados. Las cuerdas están desatadas. Dejad que nuestros amigos salten a La Promesa de vuelta a casa.
—¿Qué hay del dragón? — se atrevió a preguntar una voz, perteneciente a uno de los nuevos piratas contratados en esa misma mañana.
—¡Vendrá con nosotros! — rugió El Capitán.
Roger y Nereida regresaron al navío como estaba previsto. La elfa corrió por toda la cubierta. Hizo ademán de subir las escaleras que llevaban al jardín de poa, seguramente con la intención de abrazar al capitán. Subió el primer escalón y retiró el pie cuando estuvo por subir el segundo. Entendió que la batalla no había terminado. Aquel hombre que estaba sujeto de la barandilla, atento a los devenires de la guerra, no era el mismo que tenía como figura paterna y amigo. Ese hombre, con el rostro afligido por la edad y la humedad del mar, era un capitán pirata. Un hombre que ha protagonizado un centenar de historias de asaltos y robos y que le queda otro centenar por narrar. Nereida se reunió juntó Roger y Abdulah y preguntó por la última orden del capitán dispuesta a ejecutarla sin perder tiempo.
Werner contó en silencio los cuerpos de los piratas de La Promesa que podía ver. La mayoría de los nuevos habían muerto, vio sus cadáveres flotando en el agua o colgando de algún volarce. Los veteranos, a excepción de Daroma y Fungai, se encontraban en cubierta, cumpliendo las órdenes del capitán. Sasha Daroma estaba en el cielo, dirigiendo a La Promesa y al dragón marino hacia La Ala Negra. De Wes Fungai no había ningún rastro.
—Wes Fungai — dijo lentamente El Capitán — ¡Wes Fungai! — repitió, ya se pudo notar el dolor en las palabras —. ¿Alguien ha visto al señor Fungai? — vivo o muerto. Vivo para abrazarle para cuando acabase la guerra o muerto para brindarle el funeral que merece.
La respuesta de los piratas fue negativa. La del cuervo, sin embargo, levantó un halo de esperanza entre los presentes.
—¡Fungai! ¡Fungai! — graznó repetidas veces.
El cuervo voló hacia el mástil mayor. A esa misma altura, el dragón marino ejecutaba sus saltos más elevados. El Capitán prestó atención hacia la dirección que marcaba el cuervo. Entre las escamas del dragón había una figura inmóvil, muerta o, en el mejor de los casos, inconsciente. Era Wes Fungai. Las púas del erizo debieron engancharse en las escamas del dragón en algún momento de la batalla. La criatura no se había dado cuenta, tenía una herida mayor que brindarle toda su preocupación, de haberlo hecho habría engullido a Fungai como estuvo a punto de hacer con Daroma y Naharu.
—Buscad las cuerdas más resistentes que tengamos a bordo y atadlas a los arpones. Las dispararemos al dragón. No quiero perder a la criatura ni tampoco a Fungai.
—¡Sí mi capitán! — gritaron los piratas al unísono.
Roger Baraun se colocó detrás del niño vampiro. Se acercó a su oído y dijo algo que, más tarde, Edgar el cuerpo repetiría al oído de El Capitán para que estuviera enterado de los planes del canguro.
—¿Se te da bien trepar cuerdas? Sí, seguro que sí. Apuesto a que conseguirías llegar al lomo de la lagartija en un abrir y cerrar de ojos. Nosotros somos muy grandes, la romperíamos — Roger sonrió de manera ladina —. Si consigues despertar a nuestro amigo y traerlo al barco, ganas el juego. Todos los juegos. El juego de no hablar, el juego de los piratas, el juego de los vampiros piratas… todos los juegos.
Los disparos fueron certeros. Tres arpones, atados con largas y resistentes cuerdas, se clavaron en la brecha abierta en la armadura de escamas del dragón marino. El Capitán regresó al timón. Ningún otro pirata tenía la destreza suficiente como domar a la formidable criatura. Era un duelo de bestias. Con cada giro y con cada vuelta de timón, El Capitán sentía como si estuviera encima de un caballo salvaje, haciendo lo imposible para amaestrarlo. El tiempo apremiaba. La Promesa se aproximaba peligrosamente a La Ala Negra. El navío enemigo debía tener todas las balistas armadas. La Promesa solo disponía de dos que funcionasen correctamente. Si la ofensiva del dragón erraba, no les quedaba otra opción.
—Cortad las riendas a mi señal — la cual sería una vez Fungai estuviera a bordo de La Promesa —. Dejad que las ballestas enemigas se entregan disparando al dragón, servirá como escudo y nos permitirá acercarnos a La Ala. Nuestra mayor ventaja es el combate físico. A mi señal, soltaremos al dragón y saltaremos al navío enemigo. Daroma y Naharu nos toman la delantera.
¿Podrían derrotarle?
Edgar graznó a pocos metros por encima de la cabeza del Capitán Werner. El cuervo terminó la faena de llevar los candiles a los volarces donde se encontraban los piratas de La Promesa y había vuelto al navío a descansar. Un segundo cuervo no le permitió que descanse. Siguió a Edgar hasta La Promesa y cuando éste se posó sobre las cuerdas más altas de la nave, el segundo cuervo quiso sentarse a su lado. Edgar le frenó con un graznido de enemistad, La Promesa era suya. El segundo cuervo devolvió el graznido y se marchó por dónde había venido. El Capitán Werner siguió la trayectoria del segundo cuervo. El ave desapareció en una nube negra y densa, desde la lejanía parecía un puñado de abejas salvajes defendiendo la colmena. El Capitán Werner entendió que no se trataba de ningún enjambre de insectos violentos, sino del navío que estaban buscando: La Ala Negra.
Otros piratas detectaron el navío enemigo antes que el Capitán: Roger Baraun y Nereida desde los volarces y Daroma y Naharu desde el cielo. El Capitán dirigió su atención hacia los piratas, ignorando al dragón marino. Daroma volaba hacia La Ala Negra, sujetaba una figura corpulenta y pesada con las cuatro garras: Naharu. Sus intenciones no serían benevolentes para la tripulación de La Ala. Roger daba patadas al tronco del volarce impulsándolo hacia La Promesa a la vez que Nereida daba pequeños saltitos y levantaba los brazos. Gracias a los farolillos que Edgar dejó caer, El Capitán pudo ver a las dos parejas con total claridad. Sonrió. Estaban bien. ¡Gracias al mar!
El dragón dio un salto más grande que el resto. Se elevó a la altura de Daroma y Naharu e intentó tragárselos de un bocado. A punto estuvo de lograrlo. Daroma fue más rápida que el dragón marino. Consiguió elevar su vuelo. El dragón mordió el aire.
Fue el primer error que cometió el dragón marino. El Capitán señaló la brecha en el costado de la criatura con la tenaza. Dio la orden de disparar. Las balistas resonaron siguiendo el tono de voz de El Capitán. El dragón regresó al mar con la primera herida de la noche. Allá por donde nadaba tintaba el agua de color carmesí.
—¡A media vela! Daroma nos guiará hacia La Ala Negra. Pasad por los volarces aliados. Las cuerdas están desatadas. Dejad que nuestros amigos salten a La Promesa de vuelta a casa.
—¿Qué hay del dragón? — se atrevió a preguntar una voz, perteneciente a uno de los nuevos piratas contratados en esa misma mañana.
—¡Vendrá con nosotros! — rugió El Capitán.
Roger y Nereida regresaron al navío como estaba previsto. La elfa corrió por toda la cubierta. Hizo ademán de subir las escaleras que llevaban al jardín de poa, seguramente con la intención de abrazar al capitán. Subió el primer escalón y retiró el pie cuando estuvo por subir el segundo. Entendió que la batalla no había terminado. Aquel hombre que estaba sujeto de la barandilla, atento a los devenires de la guerra, no era el mismo que tenía como figura paterna y amigo. Ese hombre, con el rostro afligido por la edad y la humedad del mar, era un capitán pirata. Un hombre que ha protagonizado un centenar de historias de asaltos y robos y que le queda otro centenar por narrar. Nereida se reunió juntó Roger y Abdulah y preguntó por la última orden del capitán dispuesta a ejecutarla sin perder tiempo.
Werner contó en silencio los cuerpos de los piratas de La Promesa que podía ver. La mayoría de los nuevos habían muerto, vio sus cadáveres flotando en el agua o colgando de algún volarce. Los veteranos, a excepción de Daroma y Fungai, se encontraban en cubierta, cumpliendo las órdenes del capitán. Sasha Daroma estaba en el cielo, dirigiendo a La Promesa y al dragón marino hacia La Ala Negra. De Wes Fungai no había ningún rastro.
—Wes Fungai — dijo lentamente El Capitán — ¡Wes Fungai! — repitió, ya se pudo notar el dolor en las palabras —. ¿Alguien ha visto al señor Fungai? — vivo o muerto. Vivo para abrazarle para cuando acabase la guerra o muerto para brindarle el funeral que merece.
La respuesta de los piratas fue negativa. La del cuervo, sin embargo, levantó un halo de esperanza entre los presentes.
—¡Fungai! ¡Fungai! — graznó repetidas veces.
El cuervo voló hacia el mástil mayor. A esa misma altura, el dragón marino ejecutaba sus saltos más elevados. El Capitán prestó atención hacia la dirección que marcaba el cuervo. Entre las escamas del dragón había una figura inmóvil, muerta o, en el mejor de los casos, inconsciente. Era Wes Fungai. Las púas del erizo debieron engancharse en las escamas del dragón en algún momento de la batalla. La criatura no se había dado cuenta, tenía una herida mayor que brindarle toda su preocupación, de haberlo hecho habría engullido a Fungai como estuvo a punto de hacer con Daroma y Naharu.
—Buscad las cuerdas más resistentes que tengamos a bordo y atadlas a los arpones. Las dispararemos al dragón. No quiero perder a la criatura ni tampoco a Fungai.
—¡Sí mi capitán! — gritaron los piratas al unísono.
Roger Baraun se colocó detrás del niño vampiro. Se acercó a su oído y dijo algo que, más tarde, Edgar el cuerpo repetiría al oído de El Capitán para que estuviera enterado de los planes del canguro.
—¿Se te da bien trepar cuerdas? Sí, seguro que sí. Apuesto a que conseguirías llegar al lomo de la lagartija en un abrir y cerrar de ojos. Nosotros somos muy grandes, la romperíamos — Roger sonrió de manera ladina —. Si consigues despertar a nuestro amigo y traerlo al barco, ganas el juego. Todos los juegos. El juego de no hablar, el juego de los piratas, el juego de los vampiros piratas… todos los juegos.
Los disparos fueron certeros. Tres arpones, atados con largas y resistentes cuerdas, se clavaron en la brecha abierta en la armadura de escamas del dragón marino. El Capitán regresó al timón. Ningún otro pirata tenía la destreza suficiente como domar a la formidable criatura. Era un duelo de bestias. Con cada giro y con cada vuelta de timón, El Capitán sentía como si estuviera encima de un caballo salvaje, haciendo lo imposible para amaestrarlo. El tiempo apremiaba. La Promesa se aproximaba peligrosamente a La Ala Negra. El navío enemigo debía tener todas las balistas armadas. La Promesa solo disponía de dos que funcionasen correctamente. Si la ofensiva del dragón erraba, no les quedaba otra opción.
—Cortad las riendas a mi señal — la cual sería una vez Fungai estuviera a bordo de La Promesa —. Dejad que las ballestas enemigas se entregan disparando al dragón, servirá como escudo y nos permitirá acercarnos a La Ala. Nuestra mayor ventaja es el combate físico. A mi señal, soltaremos al dragón y saltaremos al navío enemigo. Daroma y Naharu nos toman la delantera.
El Capitán Werner
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Re: Al abordaje de El Ala Negra [Minievento, SCA]
“¿Subir ahí? ¡Me pide cosas muy rara, señor canguro!”
Finalmente, dado que cada vez más gente volvía a sus puestos de trabajo o llegaban nuevos para reemplazarlos, Uriel pudo retirase del pesado trabajo de cargar y llevar arpones antes de volverse un estorbo mas que una ayuda ¡Sin duda la carisma del capitán era muy efectiva! Todos parecían más animados bajo su liderazgo, eso dejaba bastante admirado a Uriel......Aunque seguía siendo aterrador y un potencial abusador infantil.
El infante se aproximó a la cubierta, escuchando a las órdenes del capitán referentes al dragón acuáticos ¡La mayoría de los los navegantes aliados en los árboles flotantes regresaron a salvo! Y esperaban nuevas órdenes del hombre-bestia pulpo ¡Hasta el canguro mentiroso regresó sano y salvo! El infante se aproximó a el con una sonrisita, algo feliz de verlo vivo ¡Pero enseguida se arrepintió! ¡Le pidió algo extraño de nuevo! El niño infló sus mejillas con un poco de molestia ante el presuntuoso “juego” de Roger ¿Lo tomaba por tonto? ¡No haría algo tan peligroso como escalar un dragón!
¡Como si fuera a subir a un lugar tan peligroso!
Abrió sus labios para negarse pero entonces se percató de algo ¿Ganaría todos los juegos? ¿Todos todos? ¡¿Con los premios incluidos?! ¡Eso es…! De repente, una maliciosa e inocente sonrisa a partes iguales se formó en los pequeños y finos labios pálidos ¡Ganar todos los juego~~! ¡Le gustaba~! Podría jugar todo lo que quisiera con el pequeño mentiroso Roger si lo lograba~
“¿Eh~? ¿En serio~? ¿Todos ellos~? ¡Entonces me debe un favor de toooooodos los juegos si lo logro! ¿Verdad? ¡Genial~! ¡Lo haré~! ¡Ahora el Señor Canguro me debe un favor por cada juego que gané~! ¡Es decir; T.O.D.O.S! Fufufufu~ ¡Entonces, por supuesto que lo haré~!”
Haciéndole ver al hombre-bestia el error que cometió pero sin darle el tiempo a que lo rectificara, el niño trotó dulcemente hasta la barandilla y, bajo las voces alarmadas y sorprendidas del resto de la tripulación, se subió a esta con una amplia sonrisa ¡Solo tenía que salvar a ese tipo raro clavado en el cuerpo del dragón! ¿Verdad? Honestamente, le daba miedo y no quería ni acercarse a esa anguila extraña ¡Pero si lo lograba conseguiría que ese canguro tan tramposo y mentiroso tuviera que cumplir un motón de sus ordenes y demandas~! ¡Y no precisamente serían pocas~! ¡Solo de pensarlo le emocionaba! Antes de lanzarse, aprovechando una apertura, se giró para sonreirle a Roger y decirle con una dulce pero maliciosa voz infantil:
“Los vampiros no olvidamos las deudas, promesas y los favores~ ¡No lo olvide, señor Roger Baraun! Jejeje~”
Acto seguido, el niño saltó sobre la figura cansada del dragón ¡Había estado un buen rato luchando! De vez en cuando se detenía para descansar antes de seguir forcejeando aproximadamente cada 3 o 4 minutos ¡Uriel aprovecharía ese intervalo! Incluso si daba la apariencia de ser inofensivo -Y así era en la mayoría de ocaciones.- lo cierto era que el infante era bastante habilidoso para algunas cosas.
Las escamas eran aproximadamente del tamaño de Uriel, un poco más pequeñas quizás ¡Y eran muy duras y afiladas! Afortunadamente, el punto fuerte de Uriel siempre fue su cuerpo ligero y ágil para escalar, moverse y saltar desde lugares extraños y poco accesibles ¡Siempre y cuando se estuviera quieto podría trepar fácilmente por el dragón! Exacto.Siempre y cuando estuviera quieto.
“¡WUAAAAAAAAAHHHHHHHH! ¡POR LA GLORIA DE HABBAK! ¡ESTATE QUIETA MALDITA ANGUILA! ¡WAAAAAAAAAAAAAAAAH!”
El dragón, tras unos pocos minutos de descansar, volvió a sus violentos movimientos para liberarse de los múltiples arpones clavados en su cuerpo ¡Y vaya que sí luchaba! El niño clavó a tiempo su puñal y su daga entre las escamas del dragón para no salir volando del cuerpo del enorme reptil cual muñeco ¡Solo quería que la cosa esa se detuviera de una vez! Las lágrimas se le saltaban y no notaba sus pies tocando nada ¡Definitivamente se daría un buen golpe como no resistiera! ¡Rezó a todos los dioses existentes y por haber que sus dos armas no se desclavaran de su lugar o que se le resbalara el mango de estas!
“Ah...Ah…..¡M-Maldita sea! ¡Más te vale que cumplas tu palabra, Roger Baraun! ¡Como me mientas de nuevo voy a hacerte travesuras hasta que llores! ¡Por Habbak que lo haré!”
Tras unos minutos que parecieron eternos, finalmente la criatura volvió a cansarse y a quedarse quieta ¡De milagro no salió volando! El infante mientras respiraba rápidamente de forma cansada, siguió escalando como pudo la enorme criatura ¡Definitivamente haría que Roger cumpliera cada una de sus malditas demandas! ¡Por su apellido Nova que lo haría!
“¡Bien! ¡Llegué! ¡Oiga, señor! ¡SEÑOR! ¡COMO NO DESPIERTE SE MORIRÁ! ¡SE-ÑOR! Wuuuuuah~ Está totalmente dormido~ ¿Y ahora com-...? ¡AHHHHHHHHHHHH! ¡MALDITA SEA, ESTATE QUIETO!”
En cuanto finalmente llegó a la ubicación del grumete cuerpoespin inconsciente, Uriel, quien obviamente estaba harto de todo, aporreó su cara con el dorso de su mano sin demasiada delicadeza para despertarlo ¡Pero no importó cuanto lo hiciera, el hombre no despertaba! ¡Y eso que le aporreó con bastante fuerza! Bufando molesto, el niño se preparó para pasar de golpes con el dorso de la mano a puñetazos limpios hasta que despertara ¡Pero el maldito dragón comenzó a moverse de nuevo!
“¡DESPIERTA ERIZO! ¡DESPIERTA! ¡COMO NO TE DESPIERTES VAMOS A-....! ¡......Ah! Oh….mierda……¡IAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!”
El dragón se movía especialmente rápido, luchando incluso más violentamente que todas las demás veces juntas ¡Uriel se aferró al cuerpo como pudo! Pero no había forma humanamente posible de lograr resistir esos movimientos tan violentos! El vampiro y el hombre-bestia cayeron del dragón hasta el agua como dos piedras destinadas a hundirse en un estanque. Uriel sabía nadar, no era un problema mantenerse a flote hasta que lo rescataran ¡El problema era el pesado adulto que lo acompañaba! Como no despertara definitivamente no podrían mantenerse a flote a los dos, se hundirán y morirían. El niño maldijo el nombre de Roger Baraun en su cabeza mientras abrazaba al adulto inconsciente, preparándose para el impacto contra el frío océano.
Uri
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