Fracturas [Privado]
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Fracturas [Privado]
Abrió los ojos como si se despertara de un sueño. No sabía exactamente qué había pasado ni dónde estaba. Tan solo recordaba una sensación de caída y luego un duro impacto.
¿Estaba muerto? ¿Ahí iban a parar los difuntos? Esa idea pronto se le quitó de la cabeza en cuando sintió un inmenso dolor tanto en su cabeza como en su torso. Habían muchas vendas cubriéndole dichas zonas. También tenía tanto el brazo izquierdo en cabestrillo como la pierna derecha prácticamente inmóvil. Lo único que podía hacer sin sentir punzadas o dolor latente era parpadear.
Alguien lo había recogido de donde quiera que estuviera y lo había llevado a un sitio bastante peculiar; parecía un hospital de campaña de los que se usan para curar a los heridos en una guerra, pero más estable, adornado y con unos muros y suelo gruesos. Había cierto olor a menta en el ambiente que hacía la estancia allí mínimamente más agradable que si oliera a entrañas o vísceras como en un hospital de campaña común.
Estaba solo, bocarriba y sin intención de mover un solo músculo. Suspiró tan exasperado y de forma tan ruda que su torso se estremeció. Se había roto alguna costilla como poco, pues esa sensación no era normal.
Todo estaba tan en silencio que podía oír el ruido de la calle. Debía estar en alguna ciudad, pero no adivinaba en cuál. Si prestaba aún más atención podía distinguir el sonido del agua fluir, probablemente de una fuente que venía de otra habitación más allá que en la que él se encontraba.
Por una parte, daba gracias de seguir vivo. Por otra, una aguda angustia y decepción por el desenlace de sus propios actos le invadió.
¿Estaba muerto? ¿Ahí iban a parar los difuntos? Esa idea pronto se le quitó de la cabeza en cuando sintió un inmenso dolor tanto en su cabeza como en su torso. Habían muchas vendas cubriéndole dichas zonas. También tenía tanto el brazo izquierdo en cabestrillo como la pierna derecha prácticamente inmóvil. Lo único que podía hacer sin sentir punzadas o dolor latente era parpadear.
Alguien lo había recogido de donde quiera que estuviera y lo había llevado a un sitio bastante peculiar; parecía un hospital de campaña de los que se usan para curar a los heridos en una guerra, pero más estable, adornado y con unos muros y suelo gruesos. Había cierto olor a menta en el ambiente que hacía la estancia allí mínimamente más agradable que si oliera a entrañas o vísceras como en un hospital de campaña común.
Estaba solo, bocarriba y sin intención de mover un solo músculo. Suspiró tan exasperado y de forma tan ruda que su torso se estremeció. Se había roto alguna costilla como poco, pues esa sensación no era normal.
Todo estaba tan en silencio que podía oír el ruido de la calle. Debía estar en alguna ciudad, pero no adivinaba en cuál. Si prestaba aún más atención podía distinguir el sonido del agua fluir, probablemente de una fuente que venía de otra habitación más allá que en la que él se encontraba.
Por una parte, daba gracias de seguir vivo. Por otra, una aguda angustia y decepción por el desenlace de sus propios actos le invadió.
Alward Sevna
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Re: Fracturas [Privado]
Gali voló tan rápido como pudo, aterrizó apresurado, aunque sin brusquedad, Go'el bajó con el cuerpo del humano en brazos y lo metió directamente en la sala de los experimentos. No porque quisiera experimentar con él sino porque era la mejor sala para operar.
El monje, siguiendo las indicaciones del galeno, comenzó a preparar ungüentos y elixires, nebulizadores y distintos tipos de hilos de sutura.
Las horas pasaban y el estado del humano no mejoraba, aunque tampoco empeoraba. Go'el había cerrado los cortes, recolocado e inmovilizado los huesos (con excepción de las costillas), había examinado el cuerpo en busca de síntomas que anunciaran algún problema interno, pero salvo el corte en las entrañas todo parecía correcto.
Heridas feas las que te pinchan los intestinos, el remiendo en si era sencillo, la complicación venia en las infecciones que podía conllevar el que los residuos quedaran alojados donde no debían. Go'el había sido muy concienzudo en esa parte y esperaba que nada oliera a podrido en el paciente.
Sin embargo aún faltaba algo importante para que el paciente pudiera seguir con vida un día más. Sangre. Tras unas pruebas para determinar el tipo de sangre necesaria, Go'el salió a la calle con su lista de sujetos de pruebas y, con la ayuda de un vampiro que había salvado en el pasado, consiguió la sangre que el paciente necesitaba.
Con el paso de los días el humano mostraba claras señales de mejoría, pero seguía sin despertar. El paciente Nº 19338402 fue trasladado a una sala de observación común, donde descansaban más pacientes del dragón, abandonó la fría mesa de operaciones por una cama con almohada y ventanas que dejaban pasar la luz.
El tiempo pasaba y el paciente Nº 19338402 volvía en si durante pocos segundos, parpadeaba, miraba el lugar desorientado y volvía a perder la consciencia, a veces decía alguna palabra suelta o gruñía intentando hablar, pero duraba poco.
La pareja de dragones mantenía limpios los vendajes, heridas y sabanas del humano. Los cortes superficiales estaban prácticamente sanados, los más profundos seguían recibiendo los cuidados pertinentes y con respecto a las fracturas... bueno, para esas solo hace falta esperar.
Era media mañana y a Go'el le tocaba la ronda matutina. Abrió la puerta de la sala y sin dejar de mirar sus papeles se acercó a la cama del paciente Nº 19338402.
Entrecerró los ojos al ver que el humano estaba consciente, sin decir nada chasqueó los dedos cerca de sus oídos, todo parecía indicar que no había perdido audición. Seguidamente movió un dedo cerca de sus ojos y lo fue alejando, la vista también parecía estar bien.
-Es la primera vez que estas consciente durante más de un minuto. -Informaba Go'el con voz tranquila. -Soy el doctor Go'el Zorven, llevas dos semanas inconsciente después de una pelea en la que prácticamente acabaste muerto. Tienes costillas rotas así como la tibia y el radio, -el rubio señaló la pierna y el antebrazo -también tienes una leve fisura en el cráneo y el corte en el estómago. No debes preocuparte de eso último, las heridas mortales fueron tratadas con los remedios apropiados y estas fuera de peligro. -El galeno cogió un taburete y se sentó junto a la cama. -¿Recuerdas tu nombre, apellidos, raza y/o lo que sucedió antes de que cayeras por el risco?
El monje, siguiendo las indicaciones del galeno, comenzó a preparar ungüentos y elixires, nebulizadores y distintos tipos de hilos de sutura.
Las horas pasaban y el estado del humano no mejoraba, aunque tampoco empeoraba. Go'el había cerrado los cortes, recolocado e inmovilizado los huesos (con excepción de las costillas), había examinado el cuerpo en busca de síntomas que anunciaran algún problema interno, pero salvo el corte en las entrañas todo parecía correcto.
Heridas feas las que te pinchan los intestinos, el remiendo en si era sencillo, la complicación venia en las infecciones que podía conllevar el que los residuos quedaran alojados donde no debían. Go'el había sido muy concienzudo en esa parte y esperaba que nada oliera a podrido en el paciente.
Sin embargo aún faltaba algo importante para que el paciente pudiera seguir con vida un día más. Sangre. Tras unas pruebas para determinar el tipo de sangre necesaria, Go'el salió a la calle con su lista de sujetos de pruebas y, con la ayuda de un vampiro que había salvado en el pasado, consiguió la sangre que el paciente necesitaba.
Con el paso de los días el humano mostraba claras señales de mejoría, pero seguía sin despertar. El paciente Nº 19338402 fue trasladado a una sala de observación común, donde descansaban más pacientes del dragón, abandonó la fría mesa de operaciones por una cama con almohada y ventanas que dejaban pasar la luz.
El tiempo pasaba y el paciente Nº 19338402 volvía en si durante pocos segundos, parpadeaba, miraba el lugar desorientado y volvía a perder la consciencia, a veces decía alguna palabra suelta o gruñía intentando hablar, pero duraba poco.
La pareja de dragones mantenía limpios los vendajes, heridas y sabanas del humano. Los cortes superficiales estaban prácticamente sanados, los más profundos seguían recibiendo los cuidados pertinentes y con respecto a las fracturas... bueno, para esas solo hace falta esperar.
Era media mañana y a Go'el le tocaba la ronda matutina. Abrió la puerta de la sala y sin dejar de mirar sus papeles se acercó a la cama del paciente Nº 19338402.
Entrecerró los ojos al ver que el humano estaba consciente, sin decir nada chasqueó los dedos cerca de sus oídos, todo parecía indicar que no había perdido audición. Seguidamente movió un dedo cerca de sus ojos y lo fue alejando, la vista también parecía estar bien.
-Es la primera vez que estas consciente durante más de un minuto. -Informaba Go'el con voz tranquila. -Soy el doctor Go'el Zorven, llevas dos semanas inconsciente después de una pelea en la que prácticamente acabaste muerto. Tienes costillas rotas así como la tibia y el radio, -el rubio señaló la pierna y el antebrazo -también tienes una leve fisura en el cráneo y el corte en el estómago. No debes preocuparte de eso último, las heridas mortales fueron tratadas con los remedios apropiados y estas fuera de peligro. -El galeno cogió un taburete y se sentó junto a la cama. -¿Recuerdas tu nombre, apellidos, raza y/o lo que sucedió antes de que cayeras por el risco?
Go'el
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Re: Fracturas [Privado]
Alguien llegó.
El Sevna fijó su mirada en la figura de un hombre bastante alto y de rubios cabellos. Le sonaba, aunque no podría decir de dónde. Tampoco es que tuviese muchas ganas de averiguarlo. Intentó sacar unas palabras antes de que el hombre se acercase, pero no tuvo las fuerzas suficientes.
Parecía ser el médico que le había atendido y puesto a buen recaudo.
El castaño arrugó el ceño cuando el rubio le chasqueó los dedos de forma repentina por ambas orejas. Luego, cuando este último le acercó y alejó un dedo simplemente se dejó llevar y fijó la mirada en su yema.
-Señor Zorven...-Dijo con un tono de voz muy bajo y dificultoso. Se había acordado de quién era aquel hombre.-L-le conozco... Soy Alward Sevna... Guardia de Verisar... Lunargenta... Las Catacumbas...-Soltaba palabras sueltas y escuetas no queriendo forzarse demasiado a hablar, ya que sentía cómo dolores internos le pinchaban.
Fue informado de sus heridas y lesiones. Tenían pinta de ser muy graves, y desde luego lo notaba, era un milagro que hubiese sobrevivido. También intuyó que no solo llevaba allí un par de días, sino semanas.
Ante la última pregunta del galeno, el humano soltó aire por la nariz con desgana, notando de nuevo ese característico pinchazo interno que le avisaba que no hiciese mucho eso, o se le partiría toda la caja torácica
-Sucedió... Lo que tenía que suceder...-Mostró un tono derrotista y resignado.-Soy un fraude.
Se le empañaron los ojos. Los cerró para contenerse. Se le formó un nudo en la garganta que vaticinaba que, si decía una sola palabra más, no podría evitar romper a llorar.
Pasaron los segundos e intentó calmarse. Cuando se notó el nudo de su garganta más desatado, se atrevió a articular palabras.
-P-pensé que yo solo podría... me creía de verdad un "héroe". Pero solo soy uno más... un fraude.
Abrió los ojos. Algunas lágrimas le cayeron y no pudo evitar soltar un pequeño quejido.
Avergonzado, aparto la mirada del galeno.
-...me gustaría estar solo.
Pasaron unas semanas más. El estado de Alward fue mejorando, los dolores constantes disminuyeron, solo presentándose en caso de que hiciera algún movimiento brusco o indebido, aunque aún no era recomendable que se pusiera en pie. Había perdido musculatura y se sentía débil, aunque el trabajo del galeno y su compañero fue impresionante y bastante hospitalario.
Tuvo en conocimiento el lugar en el que se encontraba: Ciudad Lagarto. No era la mejor ciudad donde uno podría encontrarse en ese estado, pero sí la mejor para ocultar su identidad y pasar desapercibido. En esto último, el humano fue muy específico; no quería que nadie supiese de su estancia allí y ni siquiera de su burla a la muerte.
También le pusieron en conocimiento cómo le encontraron y qué tuvieron que hacer para trasladarlo. Sin duda un acto que Alward agradecería toda su vida y difícilmente podría pagar o saldar.
En una de las visitas rutinarias del doctor a su persona, el humano estaba dispuesto a contarle aquello que le ocultó semanas atrás.
-Señor Zorven, sobre lo que me preguntó sobre qué pasó en el risco...-Su tono era más liviano, pero aún con cierta pesadez-...fui derrotado en un duelo.-Confesó-Una organización busca... cosas demasiado locas, no me creería si se lo contara. Yo soy el único que parece dispuesto a ponerle remedio, pero el estar solo tiene sus consecuencias...-Soltó aire por la nariz, resignado-Supongo que no se puede luchar contra lo inevitable. Creí demasiado en ser un caballero de brillante armadura y casi lo pago con mi vida.
Al terminar, se intentó reacomodar, ya que empezaba a estar molesto, pero pocas variables a estar sentado bocarriba tenía.
-¿Cuándo podré volver a ponerme en pie?
El Sevna fijó su mirada en la figura de un hombre bastante alto y de rubios cabellos. Le sonaba, aunque no podría decir de dónde. Tampoco es que tuviese muchas ganas de averiguarlo. Intentó sacar unas palabras antes de que el hombre se acercase, pero no tuvo las fuerzas suficientes.
Parecía ser el médico que le había atendido y puesto a buen recaudo.
El castaño arrugó el ceño cuando el rubio le chasqueó los dedos de forma repentina por ambas orejas. Luego, cuando este último le acercó y alejó un dedo simplemente se dejó llevar y fijó la mirada en su yema.
-Señor Zorven...-Dijo con un tono de voz muy bajo y dificultoso. Se había acordado de quién era aquel hombre.-L-le conozco... Soy Alward Sevna... Guardia de Verisar... Lunargenta... Las Catacumbas...-Soltaba palabras sueltas y escuetas no queriendo forzarse demasiado a hablar, ya que sentía cómo dolores internos le pinchaban.
Fue informado de sus heridas y lesiones. Tenían pinta de ser muy graves, y desde luego lo notaba, era un milagro que hubiese sobrevivido. También intuyó que no solo llevaba allí un par de días, sino semanas.
Ante la última pregunta del galeno, el humano soltó aire por la nariz con desgana, notando de nuevo ese característico pinchazo interno que le avisaba que no hiciese mucho eso, o se le partiría toda la caja torácica
-Sucedió... Lo que tenía que suceder...-Mostró un tono derrotista y resignado.-Soy un fraude.
Se le empañaron los ojos. Los cerró para contenerse. Se le formó un nudo en la garganta que vaticinaba que, si decía una sola palabra más, no podría evitar romper a llorar.
Pasaron los segundos e intentó calmarse. Cuando se notó el nudo de su garganta más desatado, se atrevió a articular palabras.
-P-pensé que yo solo podría... me creía de verdad un "héroe". Pero solo soy uno más... un fraude.
Abrió los ojos. Algunas lágrimas le cayeron y no pudo evitar soltar un pequeño quejido.
Avergonzado, aparto la mirada del galeno.
-...me gustaría estar solo.
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Pasaron unas semanas más. El estado de Alward fue mejorando, los dolores constantes disminuyeron, solo presentándose en caso de que hiciera algún movimiento brusco o indebido, aunque aún no era recomendable que se pusiera en pie. Había perdido musculatura y se sentía débil, aunque el trabajo del galeno y su compañero fue impresionante y bastante hospitalario.
Tuvo en conocimiento el lugar en el que se encontraba: Ciudad Lagarto. No era la mejor ciudad donde uno podría encontrarse en ese estado, pero sí la mejor para ocultar su identidad y pasar desapercibido. En esto último, el humano fue muy específico; no quería que nadie supiese de su estancia allí y ni siquiera de su burla a la muerte.
También le pusieron en conocimiento cómo le encontraron y qué tuvieron que hacer para trasladarlo. Sin duda un acto que Alward agradecería toda su vida y difícilmente podría pagar o saldar.
En una de las visitas rutinarias del doctor a su persona, el humano estaba dispuesto a contarle aquello que le ocultó semanas atrás.
-Señor Zorven, sobre lo que me preguntó sobre qué pasó en el risco...-Su tono era más liviano, pero aún con cierta pesadez-...fui derrotado en un duelo.-Confesó-Una organización busca... cosas demasiado locas, no me creería si se lo contara. Yo soy el único que parece dispuesto a ponerle remedio, pero el estar solo tiene sus consecuencias...-Soltó aire por la nariz, resignado-Supongo que no se puede luchar contra lo inevitable. Creí demasiado en ser un caballero de brillante armadura y casi lo pago con mi vida.
Al terminar, se intentó reacomodar, ya que empezaba a estar molesto, pero pocas variables a estar sentado bocarriba tenía.
-¿Cuándo podré volver a ponerme en pie?
Alward Sevna
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Re: Fracturas [Privado]
-Interesante. -Go'el anotó el nuevo dato en la ficha del paciente. -Eres el macho humano que me fue asignado durante el experimento denominado como, Parches. -El rubio rellenaba los huecos vacíos en el expediente. -No se fuerce demasiado en hablar señor Alward.
El galeno se levantó del taburete, fue hacia una mesa auxiliar, donde descansaba una jarra de barro y varios vasos, y dejó caer el agua fresca en uno de los recipientes más pequeños.
-Tenga, beba. -Go'el sujetó la nuca del guardia para ayudarle a inclinarse. -Pronto vendrá mi compañero y le traerá un té. -El dragón volvió a sentarse y continuó hablando con su habitual tono de voz monótono. -Le aconsejo que evite los aspavientos, el movimiento excesivo del pecho provocará un dolor incensario en su cuerpo. Las costillas fracturadas no se pueden inmovilizar, así que le recomiendo reposo y calma o tardaran más en sanar. -El científico remarcó una línea en la ficha y se levantó. -Un héroe es solo alguien que estuvo en un conflicto importante, -decía el rubio sin mirar a Alward- y que tuvo la suerte de lograr una hazaña insignificante que todo el mundo vio. Aquel que tuvo la suerte de cercenar la cabeza del último enemigo y que murió por ello. El cementerio está lleno de héroes, Señor Alward. Medítelo, ¿cuantos héroes conoce que estén vivos?
Go'el tenía mucho que decir sobre lo que significaba ser un héroe, (a decir verdad el rubio siempre tenía mucho que decir sobre casi cualquier cosa) sobre la idealización de un personaje ensalzado por las leyendas de los vivos, por como veían y contaban la supuesta victoria del "tocado por la gracia de dios". Pero Go'el también sabía que esa conversación no llevaría a nada, y nuestro buen doctor tenía cosas más productivas que hacer.
-Buenos días paciente Nº 19338402 ¿Cómo se encuentra hoy?
Aquella frase se había vuelto ya rutinaria para el galeno. Pocos eran los que requerían esta tanto tiempo en la clínica... o que sobrevivían lo suficiente, como para que los cuidado del rubio curaran sus enfermedades.
-No me subestime, humano. -Comentó Go'el, pensando en su prima y la maldición que portaba. -He visto y vivido cosas que muchos imaginarían solo en cuentos de juglares. -El rubio esperó a que Alward terminara de hablar. -¿Está seguro de que esta solo? Igual cree estar solo, pero no lo está. Las probabilidades de que no tengan ningún conocido que comparta sus mismos valores, son prácticamente nulas. Y no estoy de acuerdo con usted paciente Nº 19338402. -Refutó el rubio mientras comprobaba la masa muscular de las piernas ajenas. -Yo luché contra lo inevitable y gracias a mis esfuerzos sigues vivo.
No obstante había algo en lo que Alward tenía razón. Los caballeros de brillante armadura eran un mito, una fantasía de las damas de palacio, un sueño romántico por el que suspirar hasta que en las nupcias descubrían la amarga verdad, de lo que significa ser un caballero de alta alcurnia. Aquel brillo, aquella armadura reluciente, solo servía para cegar a los incautos, una ilusión barata y pasajera que escondía la oscuridad humana bajo la coraza.
-Ahora mismo. -Comunico el rubio al ver entrar a Gali. -Mi compañero lo guiara y será su apoyo para ayudarlo a caminar. Hoy comenzaremos la rehabilitación. -Go'el se apartó de la cama y dejó al monje hacer su trabajo. -Primero ira a las aguas termales.
El galeno se levantó del taburete, fue hacia una mesa auxiliar, donde descansaba una jarra de barro y varios vasos, y dejó caer el agua fresca en uno de los recipientes más pequeños.
-Tenga, beba. -Go'el sujetó la nuca del guardia para ayudarle a inclinarse. -Pronto vendrá mi compañero y le traerá un té. -El dragón volvió a sentarse y continuó hablando con su habitual tono de voz monótono. -Le aconsejo que evite los aspavientos, el movimiento excesivo del pecho provocará un dolor incensario en su cuerpo. Las costillas fracturadas no se pueden inmovilizar, así que le recomiendo reposo y calma o tardaran más en sanar. -El científico remarcó una línea en la ficha y se levantó. -Un héroe es solo alguien que estuvo en un conflicto importante, -decía el rubio sin mirar a Alward- y que tuvo la suerte de lograr una hazaña insignificante que todo el mundo vio. Aquel que tuvo la suerte de cercenar la cabeza del último enemigo y que murió por ello. El cementerio está lleno de héroes, Señor Alward. Medítelo, ¿cuantos héroes conoce que estén vivos?
Go'el tenía mucho que decir sobre lo que significaba ser un héroe, (a decir verdad el rubio siempre tenía mucho que decir sobre casi cualquier cosa) sobre la idealización de un personaje ensalzado por las leyendas de los vivos, por como veían y contaban la supuesta victoria del "tocado por la gracia de dios". Pero Go'el también sabía que esa conversación no llevaría a nada, y nuestro buen doctor tenía cosas más productivas que hacer.
-Buenos días paciente Nº 19338402 ¿Cómo se encuentra hoy?
Aquella frase se había vuelto ya rutinaria para el galeno. Pocos eran los que requerían esta tanto tiempo en la clínica... o que sobrevivían lo suficiente, como para que los cuidado del rubio curaran sus enfermedades.
-No me subestime, humano. -Comentó Go'el, pensando en su prima y la maldición que portaba. -He visto y vivido cosas que muchos imaginarían solo en cuentos de juglares. -El rubio esperó a que Alward terminara de hablar. -¿Está seguro de que esta solo? Igual cree estar solo, pero no lo está. Las probabilidades de que no tengan ningún conocido que comparta sus mismos valores, son prácticamente nulas. Y no estoy de acuerdo con usted paciente Nº 19338402. -Refutó el rubio mientras comprobaba la masa muscular de las piernas ajenas. -Yo luché contra lo inevitable y gracias a mis esfuerzos sigues vivo.
No obstante había algo en lo que Alward tenía razón. Los caballeros de brillante armadura eran un mito, una fantasía de las damas de palacio, un sueño romántico por el que suspirar hasta que en las nupcias descubrían la amarga verdad, de lo que significa ser un caballero de alta alcurnia. Aquel brillo, aquella armadura reluciente, solo servía para cegar a los incautos, una ilusión barata y pasajera que escondía la oscuridad humana bajo la coraza.
-Ahora mismo. -Comunico el rubio al ver entrar a Gali. -Mi compañero lo guiara y será su apoyo para ayudarlo a caminar. Hoy comenzaremos la rehabilitación. -Go'el se apartó de la cama y dejó al monje hacer su trabajo. -Primero ira a las aguas termales.
Go'el
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Re: Fracturas [Privado]
El primer día de la rehabilitación fue tan mal como era de esperar. El tiempo que pasó en las termas fue lo suficientemente purificador y relajante como para comenzar con energía dicho proceso, pero cuando se enfrentó a la cruda realidad no pudo dar un solo paso. Le costaba agarrar las muletas y ponerlas de forma firme en el suelo para apoyar todo su peso. También había perdido fuerza, lo cual era un gran escollo, más de lo que a simple vista parecería, como lo denotaba su masa muscular perdida.
El Sevna, que era conocido por tener poca paciencia y mucha exigencia, no se tomó nada bien esto, y se decepcionó consigo mismo. Él creía que desde el primer día debía y tenía que dar más. Esta idea se iría desgastando con el paso de los días, que vería cómo la realidad a veces se escapa a los deseos individuales, y cómo los humanos son mucho más mortales de lo que se llegan alguna vez a creer.
El tiempo que pasó de recuperación en la bótica le sirvió para reflexionar, además de para aprender de sí mismo. Estaba en un nuevo proceso de maduración, uno que en el que no se traicionaba a sí mismo pero que le servía para hacer una autocrítica constructiva.
Poco a poco, aprendió a relajarse y a tomarse la rehabilitación con calma, dando cada día unos mínimos pero satisfactorios avances.
Tras un tiempo, pudo deshacerse de todas las vendas, quedando en su cuerpo a modo de doloroso recuerdo ciertas marcas y moratones propios del duelo que perdió. Además de eso, hizo buenas migas con el monje dragón, de nombre "Gali", que ayudaba al doctor Zorven; era un buen tipo, comprensivo y amistoso, alguien a quien poder contar las preocupaciones mientras te tomas tranquilamente una buena taza de té.
Era una mañana apacible, de esas en las que el alma se levanta alegre y con ganas de empezar el día. Como era habitual, tras el desayuno, Alward se quedaba con Gali en una zona llena de cojines y una mesa baja donde el dragón solía tomar sus tés y hacer algún que otro quehacer cotidiano.
El humano estaba echado bocarriba en uno de los cojines, con los brazos tras la nuca, mirando el techo. La luz mañanera entraba por una de las ventanas de la bótica e iluminaba y daba color al lugar.
-Tengo que volver.-Soltó de imprevisto. Acto seguido, desvió la mirada hacia el monje.-Debo volver...-Inquirió, más que para que Gali se enterara, para que él mismo se hiciera a la idea.-...pero no sé cómo...
Volvió a dirigir su mirada al techo, dando los primeros esbozos de un nuevo plan.
-Pero... ¿Y si vuelvo a fallar? Necesitaré a gente que me apoye.-Soltó aire por la nariz-Mucha gente.-Frunció un poco el ceño, haciendo que su semblante pasara a estar más serio.-Las Sierpes tienen como objetivo destruirlo todo para comenzar a reconstruir ellos un nuevo mundo desde cero, con sus leyes, con sus creencias...-Suspiró. Él solo ni de lejos iba a poder contra todo eso.-Por eso necesito apoyo.-Se calló unos segundos, para ver qué decía Gali.-¡Sea como sea...!-Dijo enérgico, levantándose algo apresurado. Eso no le vino bien a su pierna lastimada, pero era un dolor soportable, aunque no debería de hacer más movimientos bruscos-¡...debo comenzar a entrenar!-Dijo con brío.-Señor Hashim, ¿Sería tan amable de acompañarme? Tengo entendido que usted sabe defenderse.-Dijo poniéndose en jarras, mostrando una sonrisa gentil.
El Sevna, que era conocido por tener poca paciencia y mucha exigencia, no se tomó nada bien esto, y se decepcionó consigo mismo. Él creía que desde el primer día debía y tenía que dar más. Esta idea se iría desgastando con el paso de los días, que vería cómo la realidad a veces se escapa a los deseos individuales, y cómo los humanos son mucho más mortales de lo que se llegan alguna vez a creer.
El tiempo que pasó de recuperación en la bótica le sirvió para reflexionar, además de para aprender de sí mismo. Estaba en un nuevo proceso de maduración, uno que en el que no se traicionaba a sí mismo pero que le servía para hacer una autocrítica constructiva.
Poco a poco, aprendió a relajarse y a tomarse la rehabilitación con calma, dando cada día unos mínimos pero satisfactorios avances.
Tras un tiempo, pudo deshacerse de todas las vendas, quedando en su cuerpo a modo de doloroso recuerdo ciertas marcas y moratones propios del duelo que perdió. Además de eso, hizo buenas migas con el monje dragón, de nombre "Gali", que ayudaba al doctor Zorven; era un buen tipo, comprensivo y amistoso, alguien a quien poder contar las preocupaciones mientras te tomas tranquilamente una buena taza de té.
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Era una mañana apacible, de esas en las que el alma se levanta alegre y con ganas de empezar el día. Como era habitual, tras el desayuno, Alward se quedaba con Gali en una zona llena de cojines y una mesa baja donde el dragón solía tomar sus tés y hacer algún que otro quehacer cotidiano.
El humano estaba echado bocarriba en uno de los cojines, con los brazos tras la nuca, mirando el techo. La luz mañanera entraba por una de las ventanas de la bótica e iluminaba y daba color al lugar.
-Tengo que volver.-Soltó de imprevisto. Acto seguido, desvió la mirada hacia el monje.-Debo volver...-Inquirió, más que para que Gali se enterara, para que él mismo se hiciera a la idea.-...pero no sé cómo...
Volvió a dirigir su mirada al techo, dando los primeros esbozos de un nuevo plan.
-Pero... ¿Y si vuelvo a fallar? Necesitaré a gente que me apoye.-Soltó aire por la nariz-Mucha gente.-Frunció un poco el ceño, haciendo que su semblante pasara a estar más serio.-Las Sierpes tienen como objetivo destruirlo todo para comenzar a reconstruir ellos un nuevo mundo desde cero, con sus leyes, con sus creencias...-Suspiró. Él solo ni de lejos iba a poder contra todo eso.-Por eso necesito apoyo.-Se calló unos segundos, para ver qué decía Gali.-¡Sea como sea...!-Dijo enérgico, levantándose algo apresurado. Eso no le vino bien a su pierna lastimada, pero era un dolor soportable, aunque no debería de hacer más movimientos bruscos-¡...debo comenzar a entrenar!-Dijo con brío.-Señor Hashim, ¿Sería tan amable de acompañarme? Tengo entendido que usted sabe defenderse.-Dijo poniéndose en jarras, mostrando una sonrisa gentil.
Alward Sevna
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Re: Fracturas [Privado]
Go'el se encontraba sentado en la mesa de estudio de su laboratorio privado, con una taza de té que se comenzaba a enfriar, examinaba las notas de sus pacientes y transcribía anotaciones en diferente ficheros médicos. Se trataba de un trabajo rutinario, pero imprescindible para la analítica mente del galeno. Documentar y archivar los casos que trataba, como los había curado, que síntomas se habían detectado, detallados dibujos...
Hasta ahora Go'el no había tenido un lugar donde almacenar todo su conocimiento, y ahora que lo tenía se le quedaba corto. Pronto necesitaría una biblioteca privada donde poder guardar sus escritos.
Gali, por otro lado, estaba centrado en una rutina mucho más espiritual. Su té seguía caliente, porque cuando la taza se acababa la rellenaba de la tetera que descansaba cerca de las brasas. A su lado estaba Alward, tirado en el montón de cojines y mirando al techo, como si ahí estuviera el espejo que refleja su alma.
-Hay muchas formas de volver. -Gali dio un sorbo a su taza. -Para vosotros suele ser a caballo o a pie.
El humor del dragón de tierra era algo que siempre estaba presente, aquella clase de chistes tontos eran casi una necesidad básica para él.
-El apoyo llegara a ti cuando te sea necesario, ni antes, ni después. -El monje dejó la taza en la mesa. -El tiempo no puede ser modificado, ni fustigado. No importa cuán rápido quieras que llegue el mañana, el sol y la luna no variarían su movimiento por los deseos de los mortales. Pero, -añadió el gigante, sonriendo con tranquilidad- mientras esperas puedes prepararte. ¿Has mandado alguna carta a tus conocidos? Es probable que tengas más ayuda de la que piensas. -Gali rio con fuerza. -Claro. Veamos como están esos músculos.
Gali se levantó de los cojines, cogió su bastón Bo, que descansaba contra la pared, y acompañó a Alward hacia las termas. Una en ellas el monje se sacó el chaleco, lo dejó sobre una mesa y se descalzó.
La humedad del ambiente no tardó en pegarse a los cuerpos de los hombres. Paredes, suelo, pilares... todo estaba cubierto por una fina capa de agua.
-Comencemos. -Anunció el monje, agarrando su bastón con la mano zurda, esperando en una posición relajada, pero recta. -Vamos, atácame.
Hasta ahora Go'el no había tenido un lugar donde almacenar todo su conocimiento, y ahora que lo tenía se le quedaba corto. Pronto necesitaría una biblioteca privada donde poder guardar sus escritos.
Gali, por otro lado, estaba centrado en una rutina mucho más espiritual. Su té seguía caliente, porque cuando la taza se acababa la rellenaba de la tetera que descansaba cerca de las brasas. A su lado estaba Alward, tirado en el montón de cojines y mirando al techo, como si ahí estuviera el espejo que refleja su alma.
-Hay muchas formas de volver. -Gali dio un sorbo a su taza. -Para vosotros suele ser a caballo o a pie.
El humor del dragón de tierra era algo que siempre estaba presente, aquella clase de chistes tontos eran casi una necesidad básica para él.
-El apoyo llegara a ti cuando te sea necesario, ni antes, ni después. -El monje dejó la taza en la mesa. -El tiempo no puede ser modificado, ni fustigado. No importa cuán rápido quieras que llegue el mañana, el sol y la luna no variarían su movimiento por los deseos de los mortales. Pero, -añadió el gigante, sonriendo con tranquilidad- mientras esperas puedes prepararte. ¿Has mandado alguna carta a tus conocidos? Es probable que tengas más ayuda de la que piensas. -Gali rio con fuerza. -Claro. Veamos como están esos músculos.
Gali se levantó de los cojines, cogió su bastón Bo, que descansaba contra la pared, y acompañó a Alward hacia las termas. Una en ellas el monje se sacó el chaleco, lo dejó sobre una mesa y se descalzó.
La humedad del ambiente no tardó en pegarse a los cuerpos de los hombres. Paredes, suelo, pilares... todo estaba cubierto por una fina capa de agua.
-Comencemos. -Anunció el monje, agarrando su bastón con la mano zurda, esperando en una posición relajada, pero recta. -Vamos, atácame.
Go'el
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Re: Fracturas [Privado]
Alward se remangó tanto los pantalones como la camisa que llevaba puesta, ambos ropajes de tela ligeros. Agarró el palo de una escoba, puesto que utilizar armas reales para un mero entrenamiento como primera toma de contacto tras meses sin empuñar sus espadas.
El "arma" la tomó a dos manos, como si de una especie de espadón se tratara. No era su estilo de combate, pero para comprobar su estado y reactivarse tampoco estaba mal. También podría haber optado por empuñar la escoba como si fuese una lanza, al estilo que usaba Sashenka, pero si odiaba el estilo de combate a dos manos con un espadón, el de lanza le suponía el doble de suplicio.
Cuando Gali se sacó el chaleco pudo ver sus trabajados y contorneados músculos, lo cual hacían del aspecto del gigantón más intimidante. Desde luego, el moreno debía seguir un estricto entrenamiento y dieta a partes iguales. Comparado con él, el estado físico del monje dragón debía ser el de un dios. Pero a Alward nunca le achantaban sus rivales por su aspecto, no al menos hasta que no demostrase sus dotes en combate.
Cuando el monje anunció el inicio del combate, el Sevna pisó de forma firme y tensó su posición y el agarre del palo de la escoba. Ahí notó la humedad del ambiente y lo resbaladizo del suelo hecho de piedra que pisaba. Iba descalzo, no sabía si eso supondría un problema o una ventaja.
Sin más, quiso llevar la iniciativa, pero al iniciar la primera zancada notó que, efectivamente, se iba a resbalar en cuanto se descuidara. Aún así, siguió con la inercia y se acercó al dragón. Dio un golpe férreo en diagonal de arriba a abajo, pero fácilmente fue repelido por el bastón de Gali. Con la punta de dicho bastón, el moreno empujó a Alward, lo cual lo desestabilizó haciendo que este diese más de dos pasos hacia atrás intentando no perder el equilibrio.
Cuando por fin pudo mantenerse en pie, quiso abalanzarse de nuevo hacia el monje, pero pisó mal y arrancó una zancada trastabillada que Gali esquivó con un simple paso hacia un lado, haciendo que Alward no pudiese frenarse bien antes de caer al agua de una de las termas.
Sacó su cabeza del agua y dejó escapar por su boca toda el agua que había tragado como si de una fuente se tratara. Miró de reojo a Gali, un poco avergonzado.
-...este sitio no me gusta.-Puso como excusa.
Le diese o no el monje una charla o le soltara alguna frase a modo de consejo sobre todas las dificultades de terreno (y no tan solo de este) que a lo largo de su vida un guerrero tiene que sortear (cosa que ya sabía), el castaño salió como pudo del agua por la parte que no era (ya que los escalones que daban acceso a esta estaban en el lado opuesto por donde había caído).
Cuando salió, agarró de nuevo con firmeza el palo de escoba a dos manos y tensó de nuevo su posición, dedicándole una mirada de concentración y ceño fruncido al dragón.
De nuevo, llevó la iniciativa e inició la zancada, otra vez trastabillada debido a la humedad. Casi en caída, golpeó a Gali, pero este se protegió con su bastón. El humano estaba desestabilizado, y esto el monje lo aprovechó para golpearle en la cabeza con un golpe seco que, a pesar de ser suave, le retumbó toda la cabeza. Acto seguido, el Sevna fue nuevamente empujado por el bastón de su adversario.
Cuando pudo volver a pisar de forma firme, afianzó el agarre del palo y se propuso a atacar de nuevo al monje, pero algo inesperado ocurrió. De pronto, el pulso se le aceleró y un cansancio abrumador se apoderó de él. No se encontraba mal, pero sí sentía que una fuerza superior a él le dificultaba el volver a abalanzarse sobre su oponente. Empezaron a sudarle pies y manos, su cara se volvió blanca y el latido de su corazón no hacía más que acelerarse.
Abrió los ojos como platos y se paró recuperando una posición erguida normal, fuera de toda intención de seguir con el combate. Miró a Gali, con una mirada preocupada y asustada. Sin más, dejó caer el palo al suelo.
-A-acabemos por hoy.-Titubeó una decisión que le aseguró volver a una repentina e inesperada calma.
Eran altas horas de la madrugada. Lo que había sucedido en las termas por el día dejó a Alward pensando hasta tal punto de no poder lograr conciliar el sueño a la noche. La preocupación le embriagaba y cierto temor a algo que no sabía muy bien qué era se empezaba a manifestar en su cabeza, ¿Qué le había pasado? ¿Se estaba muriendo? ¿Acaso no se había recuperado bien de sus heridas? Eran preguntas que rondaban la cabeza del humano. Preguntas que trataba de responderse a sí mismo con cómo se encontraba en ese momento, donde todo iba aparentemente bien. No se estaba muriendo, de eso podía estar seguro.
De nuevo, se fue a las termas. Durante la noche el ambiente era más fresco y agradable que durante el día, y aún más calma reinaba en el lugar. Aquella bótica, en general, era como un oasis de tranquilidad dentro del caos que suponía la ciudad sin ley en la que estaba ubicada.
Agarró las vainas que contenían a sus dos espadas y se las llevó consigo; quería probarse.
Dejó encima de una roca la Espada de la Guardia y la que desenvainó y con la que se probó fue con Værdi.
Notó cierto encogimiento de corazón cuando notaba el filo descubrirse de la vaina con el sutil ruido que este hacía en el proceso.
Cerró los ojos y tomó aire. Acto seguido, soltó la vaina y la dejó caer al suelo, empuñando la espada en su totalidad.
El brillo de la luna se reflejaba tanto en el filo de Værdi como en la superficie del agua de las termas; era una visión sin duda hermosa.
Sin más, se colocó en una posición tensa y de combate y empezó a dar tajos al aire con el arma.
Al principio eran lentos y medidos, como si de un calentamiento se tratase, pero a medida que se veía con confianza y rodado la velocidad, técnica y ángulos iban mejorando, hasta tal punto de llegar a dar una vuelta completa con un poderoso tajo horizontal, el cual se detuvo y de forma instantánea y notó cómo el pulso volvió a acelerarse de forma descontrolada. Manos y pies volvieron a sudar, sentía cierto cosquilleo en estos, lo cual no era muy agradable.
Soltó de forma repentina la espada en el suelo y el sonido de esta chocando contra el suelo resonó por todo el lugar.
Alward, asustado dio varios pasos hacia atrás y trató de relajarse. Impotente y, por ende, enojado, dio una patada a la vaina de su arma que voló un par de metros.
"¿Qué pasaba?" era una pregunta que, como las otras, empezaba a volverse repetitiva en su cabeza.
El "arma" la tomó a dos manos, como si de una especie de espadón se tratara. No era su estilo de combate, pero para comprobar su estado y reactivarse tampoco estaba mal. También podría haber optado por empuñar la escoba como si fuese una lanza, al estilo que usaba Sashenka, pero si odiaba el estilo de combate a dos manos con un espadón, el de lanza le suponía el doble de suplicio.
Cuando Gali se sacó el chaleco pudo ver sus trabajados y contorneados músculos, lo cual hacían del aspecto del gigantón más intimidante. Desde luego, el moreno debía seguir un estricto entrenamiento y dieta a partes iguales. Comparado con él, el estado físico del monje dragón debía ser el de un dios. Pero a Alward nunca le achantaban sus rivales por su aspecto, no al menos hasta que no demostrase sus dotes en combate.
Cuando el monje anunció el inicio del combate, el Sevna pisó de forma firme y tensó su posición y el agarre del palo de la escoba. Ahí notó la humedad del ambiente y lo resbaladizo del suelo hecho de piedra que pisaba. Iba descalzo, no sabía si eso supondría un problema o una ventaja.
Sin más, quiso llevar la iniciativa, pero al iniciar la primera zancada notó que, efectivamente, se iba a resbalar en cuanto se descuidara. Aún así, siguió con la inercia y se acercó al dragón. Dio un golpe férreo en diagonal de arriba a abajo, pero fácilmente fue repelido por el bastón de Gali. Con la punta de dicho bastón, el moreno empujó a Alward, lo cual lo desestabilizó haciendo que este diese más de dos pasos hacia atrás intentando no perder el equilibrio.
Cuando por fin pudo mantenerse en pie, quiso abalanzarse de nuevo hacia el monje, pero pisó mal y arrancó una zancada trastabillada que Gali esquivó con un simple paso hacia un lado, haciendo que Alward no pudiese frenarse bien antes de caer al agua de una de las termas.
Sacó su cabeza del agua y dejó escapar por su boca toda el agua que había tragado como si de una fuente se tratara. Miró de reojo a Gali, un poco avergonzado.
-...este sitio no me gusta.-Puso como excusa.
Le diese o no el monje una charla o le soltara alguna frase a modo de consejo sobre todas las dificultades de terreno (y no tan solo de este) que a lo largo de su vida un guerrero tiene que sortear (cosa que ya sabía), el castaño salió como pudo del agua por la parte que no era (ya que los escalones que daban acceso a esta estaban en el lado opuesto por donde había caído).
Cuando salió, agarró de nuevo con firmeza el palo de escoba a dos manos y tensó de nuevo su posición, dedicándole una mirada de concentración y ceño fruncido al dragón.
De nuevo, llevó la iniciativa e inició la zancada, otra vez trastabillada debido a la humedad. Casi en caída, golpeó a Gali, pero este se protegió con su bastón. El humano estaba desestabilizado, y esto el monje lo aprovechó para golpearle en la cabeza con un golpe seco que, a pesar de ser suave, le retumbó toda la cabeza. Acto seguido, el Sevna fue nuevamente empujado por el bastón de su adversario.
Cuando pudo volver a pisar de forma firme, afianzó el agarre del palo y se propuso a atacar de nuevo al monje, pero algo inesperado ocurrió. De pronto, el pulso se le aceleró y un cansancio abrumador se apoderó de él. No se encontraba mal, pero sí sentía que una fuerza superior a él le dificultaba el volver a abalanzarse sobre su oponente. Empezaron a sudarle pies y manos, su cara se volvió blanca y el latido de su corazón no hacía más que acelerarse.
Abrió los ojos como platos y se paró recuperando una posición erguida normal, fuera de toda intención de seguir con el combate. Miró a Gali, con una mirada preocupada y asustada. Sin más, dejó caer el palo al suelo.
-A-acabemos por hoy.-Titubeó una decisión que le aseguró volver a una repentina e inesperada calma.
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Eran altas horas de la madrugada. Lo que había sucedido en las termas por el día dejó a Alward pensando hasta tal punto de no poder lograr conciliar el sueño a la noche. La preocupación le embriagaba y cierto temor a algo que no sabía muy bien qué era se empezaba a manifestar en su cabeza, ¿Qué le había pasado? ¿Se estaba muriendo? ¿Acaso no se había recuperado bien de sus heridas? Eran preguntas que rondaban la cabeza del humano. Preguntas que trataba de responderse a sí mismo con cómo se encontraba en ese momento, donde todo iba aparentemente bien. No se estaba muriendo, de eso podía estar seguro.
De nuevo, se fue a las termas. Durante la noche el ambiente era más fresco y agradable que durante el día, y aún más calma reinaba en el lugar. Aquella bótica, en general, era como un oasis de tranquilidad dentro del caos que suponía la ciudad sin ley en la que estaba ubicada.
Agarró las vainas que contenían a sus dos espadas y se las llevó consigo; quería probarse.
Dejó encima de una roca la Espada de la Guardia y la que desenvainó y con la que se probó fue con Værdi.
Notó cierto encogimiento de corazón cuando notaba el filo descubrirse de la vaina con el sutil ruido que este hacía en el proceso.
Cerró los ojos y tomó aire. Acto seguido, soltó la vaina y la dejó caer al suelo, empuñando la espada en su totalidad.
El brillo de la luna se reflejaba tanto en el filo de Værdi como en la superficie del agua de las termas; era una visión sin duda hermosa.
Sin más, se colocó en una posición tensa y de combate y empezó a dar tajos al aire con el arma.
Al principio eran lentos y medidos, como si de un calentamiento se tratase, pero a medida que se veía con confianza y rodado la velocidad, técnica y ángulos iban mejorando, hasta tal punto de llegar a dar una vuelta completa con un poderoso tajo horizontal, el cual se detuvo y de forma instantánea y notó cómo el pulso volvió a acelerarse de forma descontrolada. Manos y pies volvieron a sudar, sentía cierto cosquilleo en estos, lo cual no era muy agradable.
Soltó de forma repentina la espada en el suelo y el sonido de esta chocando contra el suelo resonó por todo el lugar.
Alward, asustado dio varios pasos hacia atrás y trató de relajarse. Impotente y, por ende, enojado, dio una patada a la vaina de su arma que voló un par de metros.
"¿Qué pasaba?" era una pregunta que, como las otras, empezaba a volverse repetitiva en su cabeza.
Alward Sevna
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Re: Fracturas [Privado]
Gali apenas tuvo que hacer un movimiento de muñeca para desviar el ataque del humano y, sin moverse del sitio, lo empujó a su posición inicial. Alward arremetió de nuevo, Gali no tuvo ni que usar su arma, tan solo girar noventa grados sobre su eje para ver como el guerrero pasaba de largo y caía en las termas.
El monje dibujó una fina línea ascendente en su rostro.
-No te tiene que gustar. Te tiene que enseñar.
El bastón paró el golpe de la escoba, Gali retiró su arma con rapidez lo que hizo que la contraria perdiera toda oposición y se fuera hacia delante por su propio peso. El dragón, siguiendo el recorrido de la vara, golpeo la cabeza del humano antes de finalizar el movimiento.
-Repite. -El monje observó al espadachín y relajó el cuerpo. -Muy bien, continuaremos mañana.
Gali se levantó en mitad de la noche, con paso lento y tranquilo fue hasta su rincón de meditación, avivó las brasas y preparó un té, lo decantó en una taza y se fue hacia las termas mientras su larga melena se movía con el vaivén de los pasos.
-Hasta el corazón más bravo tiembla al sentir la mano de la muerte. -El dragón caminó por el suelo mojado, se agachó junto al guerrero y le ofreció la taza. -Ten, te sentara bien. Cuando el alma sufre, sufren también el cuerpo y la mente. Dime que es más fuerte, ¿la piedra o el agua? -El monje esperó la respuesta antes de continuar hablando. -En este mundo hay piedras más antiguas que nosotros, son duraderas, pero inamovibles. Son duras, pero débiles. Se rompen si las golpeas con el suficiente ímpetu, se desgastan con el paso del tiempo y al final desaparecen y se convierten en polvo. -Gali cogió la taza y se levantó. -El agua es infinita y eterna, es flexible y se adapta al entorno. -El grandullón sonrió al recordar la primera sesión de meditación con Helena. -Vamos, ponte en pie. Te enseñare a ser la calma que precede la tempestad.
El monje dibujó una fina línea ascendente en su rostro.
-No te tiene que gustar. Te tiene que enseñar.
El bastón paró el golpe de la escoba, Gali retiró su arma con rapidez lo que hizo que la contraria perdiera toda oposición y se fuera hacia delante por su propio peso. El dragón, siguiendo el recorrido de la vara, golpeo la cabeza del humano antes de finalizar el movimiento.
-Repite. -El monje observó al espadachín y relajó el cuerpo. -Muy bien, continuaremos mañana.
Gali se levantó en mitad de la noche, con paso lento y tranquilo fue hasta su rincón de meditación, avivó las brasas y preparó un té, lo decantó en una taza y se fue hacia las termas mientras su larga melena se movía con el vaivén de los pasos.
-Hasta el corazón más bravo tiembla al sentir la mano de la muerte. -El dragón caminó por el suelo mojado, se agachó junto al guerrero y le ofreció la taza. -Ten, te sentara bien. Cuando el alma sufre, sufren también el cuerpo y la mente. Dime que es más fuerte, ¿la piedra o el agua? -El monje esperó la respuesta antes de continuar hablando. -En este mundo hay piedras más antiguas que nosotros, son duraderas, pero inamovibles. Son duras, pero débiles. Se rompen si las golpeas con el suficiente ímpetu, se desgastan con el paso del tiempo y al final desaparecen y se convierten en polvo. -Gali cogió la taza y se levantó. -El agua es infinita y eterna, es flexible y se adapta al entorno. -El grandullón sonrió al recordar la primera sesión de meditación con Helena. -Vamos, ponte en pie. Te enseñare a ser la calma que precede la tempestad.
Go'el
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Re: Fracturas [Privado]
Se sobresaltó un poco en cuanto notó una voz ajena hacer acto de presencia. Dicha voz era la del monje dragón, que por casualidad se había levantado en mitad de la madrugada como él. ¿No podría dormir? No pareciera ser ese el caso, ya que siempre se presentaba como alguien tranquilo y con un equilibrio mental encomiable.
-El miedo no sirve para nada, solo es un estorbo.-Contestó, aún dolido.
El moreno le ofreció una taza de té que, por cortesía el humano aceptó, aunque no tenía muchas ganas en ese momento de tomar aquello. Pegó dos cortos pero seguidos sorbos al mismo tiempo que escuchaba la pregunta de Gali.
-¿..la piedra?-Contestó por inercia.
Estaba equivocado, y el monje se lo hizo saber con una explicación bastante elaborada y filosófica.
Esas palabras hacían entrever que ya se las había dicho a alguien, o al menos otra alma, tan perdida como la suya en ese momento, acudió al monje para encontrar algo de esperanza. La diferencia, quizás, era que él no había buscado a nadie más allá de Raven, que le instruyó bien en el arte de la espada, en superarse y en exigirse lo máximo a nivel físico. Ahora veía que eso no era suficiente. Era débil de mente, y un guerrero debe estar en equilibrio con ambas facetas de su ser. Quizás fuese culpa suya, pues no había acabado de absorber todos los conocimientos que el ex-mercenario se ofreció a compartirle, y emprendió su propio camino antes de lo que debería haberlo hecho.
Acto seguido a aquella reflexión, el monje le instó a que se preparase de nuevo para una nueva lección.
Agarró nuevamente la escoba que antes le había servido para entrenar con el propio dragón.
-Se le dan muy bien las palabras, señor Hashim.-Dijo tan solo parado frente al monje, sujetando la escoba sin haberse puesto aún en posición de combate.-Tiene usted madera de mentor.
Tras decir eso, Alward se puso en disposición de ser enseñado a manejar la tormenta y mantenerse en calma.
Una figura encapuchada ataviada con ropajes de viaje en los que destacaban la ambivalencia del juego entre los colores blanco y negro, siendo este primero el principal y el siguiente el secundario, se dejó caer por las calles de Ciudad Lagarto, siguiendo un rumbo fijo y consciente.
La ciudad gozaba de gran actividad por la noche, aunque esta era debido a actos cuestionables moral y legalmente (al menos en lo que es común en las grandes ciudades). Por suerte para esta encapuchada, su presencia no fue destacable, por lo que pudo llegar sin ningún problema hasta la puerta de la bótica de Go'el.
Se paró frente a esta y sacó a relucir un colgante que llevaba puesto. La piedra preciosa que este llevaba engarzada brillaba con mucha intensidad. Para no levantar sospechas, tapó un poco de su luz [1].
Acto seguido, lo volvió a esconder y llamó a la puerta varias veces. Nadie le abría de primeras, pero esperó pacientemente.
Dicha espera mereció la pena, puesto que Go'el fue quien se acercó para abrir a tan extraña visitante a altas horas de la madrugada.
Dicha encapuchada no resultó ser otra persona que Katrina. Esta levantó la mirada para depositarla en Go'el. A partir de ahí no hizo ademán para ocultar su rostro, por lo que debajo de la capucha podría vérsele a la perfección, el cual se presentaba como sereno y frío.
-Busco a Alward Sevna.-La voz mágica de la vampiresa se proyectó en la mente del galeno-Tranquilo, no pretendo hacerle daño.-Dijo con las palabras y entonación adecuada para que el rubio no desconfiara de ella.
-El miedo no sirve para nada, solo es un estorbo.-Contestó, aún dolido.
El moreno le ofreció una taza de té que, por cortesía el humano aceptó, aunque no tenía muchas ganas en ese momento de tomar aquello. Pegó dos cortos pero seguidos sorbos al mismo tiempo que escuchaba la pregunta de Gali.
-¿..la piedra?-Contestó por inercia.
Estaba equivocado, y el monje se lo hizo saber con una explicación bastante elaborada y filosófica.
Esas palabras hacían entrever que ya se las había dicho a alguien, o al menos otra alma, tan perdida como la suya en ese momento, acudió al monje para encontrar algo de esperanza. La diferencia, quizás, era que él no había buscado a nadie más allá de Raven, que le instruyó bien en el arte de la espada, en superarse y en exigirse lo máximo a nivel físico. Ahora veía que eso no era suficiente. Era débil de mente, y un guerrero debe estar en equilibrio con ambas facetas de su ser. Quizás fuese culpa suya, pues no había acabado de absorber todos los conocimientos que el ex-mercenario se ofreció a compartirle, y emprendió su propio camino antes de lo que debería haberlo hecho.
Acto seguido a aquella reflexión, el monje le instó a que se preparase de nuevo para una nueva lección.
Agarró nuevamente la escoba que antes le había servido para entrenar con el propio dragón.
-Se le dan muy bien las palabras, señor Hashim.-Dijo tan solo parado frente al monje, sujetando la escoba sin haberse puesto aún en posición de combate.-Tiene usted madera de mentor.
Tras decir eso, Alward se puso en disposición de ser enseñado a manejar la tormenta y mantenerse en calma.
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Una figura encapuchada ataviada con ropajes de viaje en los que destacaban la ambivalencia del juego entre los colores blanco y negro, siendo este primero el principal y el siguiente el secundario, se dejó caer por las calles de Ciudad Lagarto, siguiendo un rumbo fijo y consciente.
La ciudad gozaba de gran actividad por la noche, aunque esta era debido a actos cuestionables moral y legalmente (al menos en lo que es común en las grandes ciudades). Por suerte para esta encapuchada, su presencia no fue destacable, por lo que pudo llegar sin ningún problema hasta la puerta de la bótica de Go'el.
Se paró frente a esta y sacó a relucir un colgante que llevaba puesto. La piedra preciosa que este llevaba engarzada brillaba con mucha intensidad. Para no levantar sospechas, tapó un poco de su luz [1].
Acto seguido, lo volvió a esconder y llamó a la puerta varias veces. Nadie le abría de primeras, pero esperó pacientemente.
Dicha espera mereció la pena, puesto que Go'el fue quien se acercó para abrir a tan extraña visitante a altas horas de la madrugada.
Dicha encapuchada no resultó ser otra persona que Katrina. Esta levantó la mirada para depositarla en Go'el. A partir de ahí no hizo ademán para ocultar su rostro, por lo que debajo de la capucha podría vérsele a la perfección, el cual se presentaba como sereno y frío.
-Busco a Alward Sevna.-La voz mágica de la vampiresa se proyectó en la mente del galeno-Tranquilo, no pretendo hacerle daño.-Dijo con las palabras y entonación adecuada para que el rubio no desconfiara de ella.
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Off: -Objeto usado: Tifón de Voluntad [1]
Alward Sevna
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Re: Fracturas [Privado]
El monje sonrió formando una fina línea ascendente, sacó su bastón y caminó hacia el guerrero.
-En el combate hay que tener la mente clara y despierta. No puedes dejarte llevar por los impulsos sentimentales, pues nublaran tu sentido. -El dragón daba vueltas alrededor del humano mientras hablaba. -Tienes que ser como un junco, relajado y flexible. Estar en tensión solo te servirá para cansar los musculo y decirle a tu oponente como y donde atacaras. -Sin previo aviso el monje movió su bastón y golpeó los gemelos de Alward. -Relájate. No gastes energía antes de tiempo. La fuerza sin control es torpeza. Comencemos con algo sencillo. Corre hasta el final de las termas y vuelve.
Aquella acción aunque simple no era sencilla, Alward tenía que aprender a medir la fuerza de sus piernas, a moverse rápido, pero sin pisar fuerte. A sentir cada centímetro en las plantas de su pies.
-Usa el cerebro. Deja de moverte como su fueras un toro embravecido. Analiza porque te caes, corrígelo, siente el peso de tu cuerpo contra la piedra. Rectifica.
Gali hizo una demostración corriendo el mismo recorrido, pisando las piedras con el talón y la planta, impulsándose con los dedos y corrigiendo el balanceo con el resto del cuerpo.
-Repítelo. Céntrate en tus músculos, siéntelos. Te dirán que hacer.
El moreno se quedó de pie, apoyado en su bastón. Impartiendo su sabiduría tranquila, instruyendo al humano hasta que este hubo conseguido correr sin caerse.
-Aprendes rápido, chico. Ahora tienes que aplicar el mismo método al resto del cuerpo. Debes ser consciente de cada parte de tu ser, optimizar tu fuerza y aplicar su máximo potencial en el momento justo.
Go'el cada día tenía más claro que debía electrificar la puerta de la tienda. El dragón ya no sabía cómo decir que los martes no había horario nocturno.
El rubio se levantó de la cama de mala gana y fue a abrir la puerta con su elaborada frase de: "Estamos cerrados, vuelva mañana." Sin embargo una voz resonó en su mente. La voz de la mujer que había al otro lado acababa de hablarle directamente a su cerebro, no había movido ni un solo musculo de su rostro.
-Adelante.
El galeno dejó pasar a la desconocida. Poco le importaba que buscara a su paciente, lo que le interesaba era otra cosa, una con colmillos.
-Así que eres una vampiresa de la voz. -Sentenció el galeno. -¿Cómo logras comunicarte directamente con mi mente?
Go'el llevó a encapuchada hacia la sala donde debería estar el paciente Nº 19338402, pero la cama estaba vacía.
-Estarán en la parte de atrás. Sígueme.
-En el combate hay que tener la mente clara y despierta. No puedes dejarte llevar por los impulsos sentimentales, pues nublaran tu sentido. -El dragón daba vueltas alrededor del humano mientras hablaba. -Tienes que ser como un junco, relajado y flexible. Estar en tensión solo te servirá para cansar los musculo y decirle a tu oponente como y donde atacaras. -Sin previo aviso el monje movió su bastón y golpeó los gemelos de Alward. -Relájate. No gastes energía antes de tiempo. La fuerza sin control es torpeza. Comencemos con algo sencillo. Corre hasta el final de las termas y vuelve.
Aquella acción aunque simple no era sencilla, Alward tenía que aprender a medir la fuerza de sus piernas, a moverse rápido, pero sin pisar fuerte. A sentir cada centímetro en las plantas de su pies.
-Usa el cerebro. Deja de moverte como su fueras un toro embravecido. Analiza porque te caes, corrígelo, siente el peso de tu cuerpo contra la piedra. Rectifica.
Gali hizo una demostración corriendo el mismo recorrido, pisando las piedras con el talón y la planta, impulsándose con los dedos y corrigiendo el balanceo con el resto del cuerpo.
-Repítelo. Céntrate en tus músculos, siéntelos. Te dirán que hacer.
El moreno se quedó de pie, apoyado en su bastón. Impartiendo su sabiduría tranquila, instruyendo al humano hasta que este hubo conseguido correr sin caerse.
-Aprendes rápido, chico. Ahora tienes que aplicar el mismo método al resto del cuerpo. Debes ser consciente de cada parte de tu ser, optimizar tu fuerza y aplicar su máximo potencial en el momento justo.
Go'el cada día tenía más claro que debía electrificar la puerta de la tienda. El dragón ya no sabía cómo decir que los martes no había horario nocturno.
El rubio se levantó de la cama de mala gana y fue a abrir la puerta con su elaborada frase de: "Estamos cerrados, vuelva mañana." Sin embargo una voz resonó en su mente. La voz de la mujer que había al otro lado acababa de hablarle directamente a su cerebro, no había movido ni un solo musculo de su rostro.
-Adelante.
El galeno dejó pasar a la desconocida. Poco le importaba que buscara a su paciente, lo que le interesaba era otra cosa, una con colmillos.
-Así que eres una vampiresa de la voz. -Sentenció el galeno. -¿Cómo logras comunicarte directamente con mi mente?
Go'el llevó a encapuchada hacia la sala donde debería estar el paciente Nº 19338402, pero la cama estaba vacía.
-Estarán en la parte de atrás. Sígueme.
Go'el
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Re: Fracturas [Privado]
Alward escuchaba de brazos cruzados y con atención las palabras del monje dragón mientras este caminaba a su alrededor. Su postura era tensa, y eso el grandullón moreno lo sabía y lo notaba. Fue por eso que le dio sin previo aviso un golpe no demasiado brusco en los gemelos, a lo que el Sevna respondió sobresaltándose un poco, descruzando incluso los brazos.
"La fuerza sin control es torpeza". Era una frase tan profunda como verdadera.
-¿Correr?-Preguntó extrañado.
Parecía que nunca iba a librarse de aquello, ni en el cuartel con Sashenka ni allí mismo, alejado de todo cuanto representaba la Guardia. Odiaba correr.
Al principio no le fue fácil, el estrecho espacio que había comparado con un terreno totalmente abierto y la humedad de la zona hacía que, aparte de resbalarse, le costara respirar. Eran elementos que debía de manejar para poder desenvolverse bien allí, y de los cuales aún no estaba siquiera acostumbrado. Se puso algo nervioso, pero aquello no le detuvo en su empeño por entrenar.
No se percató de cuánto tiempo le llevó, pero finalmente tras muchos tropiezos e inseguridades a la hora de abordar ciertos tipos de carrera, logró desenvolverse de una forma aceptable. Ya no se caía, tan solo le faltaba pulirse a sí mismo.
Cuando lo vio oportuno detuvo su entrenamiento. Estaba cansado, notaba como si el corazón se le fuese a salir de su boca.
Arqueado y apoyado en sus propias rodillas, levantó la cabeza y asintió ante las últimas palabras de Gali.
Por suerte, aquel rubio grandullón la dejó pasar, y no solo eso, sino que todo apuntaba a que, efectivamente, Alward se encontraba allí.
Caminó un poco con prisas, pero al no ser un sitio conocido para ella se tuvo que ajustar a la velocidad de aquel que le había abierto la puerta, que parecía tener toda la calma del mundo, e incluso le preguntó sobre su habilidad con la voz. No era de extrañar que aquello interesara a quien la escuchaba, pero ese no era el momento siquiera de plantear una explicación, por lo que lo miró sin expresión alguna en su rostro y siguió caminando.
Alward no había terminado de charlar con Gali cuando vio aparecer en las termas a Go'el y Katrina.
La vampiresa se adelantó unos pasos, pero se detuvo al instante, cohibida. Alward, en cambio, sí que se acercó hasta ella.
Sin saber muy bien qué decir o cómo reaccionar, simplemente dijo lo primero que se le vino a la mente.
-¿Cómo me has encontrado?
La peliblanca entonces sacó de entre los ropajes de su cuello el colgante que ella misma una vez le dio, el cual brillaba ahora con una intensidad cegadora. Tanto, que tuvo que guardarlo.
-Del mismo modo que hice que encontrara a Luna.-Respondió haciendo referencia al colgante, proyectando su voz en todo el lugar.
Tras eso, Alward cayó con todo su peso de rodillas y abrazó a la vampiresa con un nudo en la garganta que le impedía hablar. Se le empañaron los ojos, aunque no le salió llanto alguno. Apretó el abrazo todo lo que pudo y cerró sus ojos. Katrina, por su parte quedó sorprendida y se ruborizó, pero también correspondió al abrazo del castaño.
-Creía que habías muerto...-Su voz se escuchaba quebrada, y sus ojos también estaban empañados.-Todos te dimos por muerto.
El abrazo terminó y Alward volvió a ponerse en pie.
-Ya veo.-Dijo, sin mucha más emoción que una simple asimilación.-Se llevarán una sorpresa cuando me vean aparecer.-Dijo aquello con sarcasmo, acompañándolo de una sonrisa.
-¿Quieres volver?-Preguntó, preocupada.-¿Y qué cambiará?
Alward no respondió a eso, simplemente se volteó hacia Gali, dirigiéndose a él.
-¿Puedo quedarme al menos una semana más aquí y seguir aprendiendo?
A Katrina no le gustó la iniciativa. Si volvía solo, tal y como antes se encontraba, volvería a caer. Probablemente acabaría muerto.
La peliblanca suspiró. Sabía que no podía cambiarle de idea.
Resignada, se volteó para salir de las termas, pero se encontró con Go'el impidiéndole el paso al estar ahí parado. Alzó su mirada e hizo una respetuosa reverencia con la cabeza, dando muestras de agradecimiento y respetos al dragón.
Acto seguido, salió de allí.
"La fuerza sin control es torpeza". Era una frase tan profunda como verdadera.
-¿Correr?-Preguntó extrañado.
Parecía que nunca iba a librarse de aquello, ni en el cuartel con Sashenka ni allí mismo, alejado de todo cuanto representaba la Guardia. Odiaba correr.
Al principio no le fue fácil, el estrecho espacio que había comparado con un terreno totalmente abierto y la humedad de la zona hacía que, aparte de resbalarse, le costara respirar. Eran elementos que debía de manejar para poder desenvolverse bien allí, y de los cuales aún no estaba siquiera acostumbrado. Se puso algo nervioso, pero aquello no le detuvo en su empeño por entrenar.
No se percató de cuánto tiempo le llevó, pero finalmente tras muchos tropiezos e inseguridades a la hora de abordar ciertos tipos de carrera, logró desenvolverse de una forma aceptable. Ya no se caía, tan solo le faltaba pulirse a sí mismo.
Cuando lo vio oportuno detuvo su entrenamiento. Estaba cansado, notaba como si el corazón se le fuese a salir de su boca.
Arqueado y apoyado en sus propias rodillas, levantó la cabeza y asintió ante las últimas palabras de Gali.
------------------------------------------------------------------------------
Por suerte, aquel rubio grandullón la dejó pasar, y no solo eso, sino que todo apuntaba a que, efectivamente, Alward se encontraba allí.
Caminó un poco con prisas, pero al no ser un sitio conocido para ella se tuvo que ajustar a la velocidad de aquel que le había abierto la puerta, que parecía tener toda la calma del mundo, e incluso le preguntó sobre su habilidad con la voz. No era de extrañar que aquello interesara a quien la escuchaba, pero ese no era el momento siquiera de plantear una explicación, por lo que lo miró sin expresión alguna en su rostro y siguió caminando.
------------------------------------------------------------------------------
Alward no había terminado de charlar con Gali cuando vio aparecer en las termas a Go'el y Katrina.
La vampiresa se adelantó unos pasos, pero se detuvo al instante, cohibida. Alward, en cambio, sí que se acercó hasta ella.
Sin saber muy bien qué decir o cómo reaccionar, simplemente dijo lo primero que se le vino a la mente.
-¿Cómo me has encontrado?
La peliblanca entonces sacó de entre los ropajes de su cuello el colgante que ella misma una vez le dio, el cual brillaba ahora con una intensidad cegadora. Tanto, que tuvo que guardarlo.
-Del mismo modo que hice que encontrara a Luna.-Respondió haciendo referencia al colgante, proyectando su voz en todo el lugar.
Tras eso, Alward cayó con todo su peso de rodillas y abrazó a la vampiresa con un nudo en la garganta que le impedía hablar. Se le empañaron los ojos, aunque no le salió llanto alguno. Apretó el abrazo todo lo que pudo y cerró sus ojos. Katrina, por su parte quedó sorprendida y se ruborizó, pero también correspondió al abrazo del castaño.
-Creía que habías muerto...-Su voz se escuchaba quebrada, y sus ojos también estaban empañados.-Todos te dimos por muerto.
El abrazo terminó y Alward volvió a ponerse en pie.
-Ya veo.-Dijo, sin mucha más emoción que una simple asimilación.-Se llevarán una sorpresa cuando me vean aparecer.-Dijo aquello con sarcasmo, acompañándolo de una sonrisa.
-¿Quieres volver?-Preguntó, preocupada.-¿Y qué cambiará?
Alward no respondió a eso, simplemente se volteó hacia Gali, dirigiéndose a él.
-¿Puedo quedarme al menos una semana más aquí y seguir aprendiendo?
A Katrina no le gustó la iniciativa. Si volvía solo, tal y como antes se encontraba, volvería a caer. Probablemente acabaría muerto.
La peliblanca suspiró. Sabía que no podía cambiarle de idea.
Resignada, se volteó para salir de las termas, pero se encontró con Go'el impidiéndole el paso al estar ahí parado. Alzó su mirada e hizo una respetuosa reverencia con la cabeza, dando muestras de agradecimiento y respetos al dragón.
Acto seguido, salió de allí.
Alward Sevna
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Re: Fracturas [Privado]
El monje aceptó la petición del espadachín con un simple movimiento de cabeza.
Durante los días venideros el despechugado amante del té y el guarda de Lunargenta siguieron un riguroso horario. Por la mañana té con pasta y entrenamiento. Al mediodía meditación, comida y té, a la tarde té y entrenamiento, a la noche... si, más té durante la cena y tiempo libre para que el humano hiciera lo que quisiera.
Y Go'el... bueno, no daba mayores problemas siempre que tuviera su plato de comida a la hora de siempre y durmiera sus 8 horas. Menos cuando se hacía de noche, ahí sí que se volvía problemático o más bien un incordio para Katrina. El rubio no sabía más que atosigarla a preguntas sobre sus poderes y sobre como los desarrolló.
-¿Pensaste en lo último que te dijo Katrina?
El sol estaba en su punto más alto, Gali vertía un aromático té en la taza de Alward mientras lo miraba con atención, sin necesidad de ver el vaso para saber cuándo estaba lleno.
-Fue una conversación muy interesante. Cuando una causa es motivada por venganza, ¿es realmente una buena causa? o por el contrario es algo a evitar, aunque el resultado sea moralmente correcto.
En ese momento la campanilla de la puerta sonó y el grandullón se levantó del asiento.
-Discúlpame un segundo. -E inclinando levemente la cabeza acudió al mostrado. -Bienvenido, ¿qué necesita?
La transacción apenas duró unos minutos, ventajas de trabajar en una tienda donde todo está meticulosamente ordenado y donde el dueño se cerciora que siempre hayan existencias de los productos más vendidos.
-Problemas de tener que atender la tienda. Hoy Go’el está descansando, ayer tuvo la botica abierta por la noche.
Durante los días venideros el despechugado amante del té y el guarda de Lunargenta siguieron un riguroso horario. Por la mañana té con pasta y entrenamiento. Al mediodía meditación, comida y té, a la tarde té y entrenamiento, a la noche... si, más té durante la cena y tiempo libre para que el humano hiciera lo que quisiera.
Y Go'el... bueno, no daba mayores problemas siempre que tuviera su plato de comida a la hora de siempre y durmiera sus 8 horas. Menos cuando se hacía de noche, ahí sí que se volvía problemático o más bien un incordio para Katrina. El rubio no sabía más que atosigarla a preguntas sobre sus poderes y sobre como los desarrolló.
-¿Pensaste en lo último que te dijo Katrina?
El sol estaba en su punto más alto, Gali vertía un aromático té en la taza de Alward mientras lo miraba con atención, sin necesidad de ver el vaso para saber cuándo estaba lleno.
-Fue una conversación muy interesante. Cuando una causa es motivada por venganza, ¿es realmente una buena causa? o por el contrario es algo a evitar, aunque el resultado sea moralmente correcto.
En ese momento la campanilla de la puerta sonó y el grandullón se levantó del asiento.
-Discúlpame un segundo. -E inclinando levemente la cabeza acudió al mostrado. -Bienvenido, ¿qué necesita?
La transacción apenas duró unos minutos, ventajas de trabajar en una tienda donde todo está meticulosamente ordenado y donde el dueño se cerciora que siempre hayan existencias de los productos más vendidos.
-Problemas de tener que atender la tienda. Hoy Go’el está descansando, ayer tuvo la botica abierta por la noche.
Go'el
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Re: Fracturas [Privado]
En todo el tiempo que pasó en la bótica, Alward había tomado tanto té que ya era una parte de su rutina diaria. Quizás se aficionase tanto como el propio monje a partir de ahora a este tipo de bebidas. Era mucho mejor que tomar alcohol, al menos.
Katrina, por su parte, tenía que lidiar con las casi diarias y continuas preguntas de Go'el. El galeno siempre recibía la misma respuesta: silencio y una mirada fría. La vampiresa no era alguien que se abriera a la primera persona que conocía, y mucho menos sobre sus poderes y cómo los consiguió. Incluso el propio Alward tiene ciertas lagunas sobre la vida de Katrina, ya que esta se reserva algunas partes de su pasado para su propia intimidad.
En aquel momento del mediodía, Alward miraba cómo el agua caía desde la tetera del monje hasta su vaso. A este último ni siquiera le hacía falta mirar para ver si la taza estaba llena, pues calculaba tan solo en su propia mente los tiempos, señal de la más que acostumbrada vida a tomar esas infusiones.
El moreno le hizo una pregunta al Sevna, el cual desvió su atención del agua a este. Apretó los puños, pensando una contestación que le hacía remover todo su ser.
-No es solo venganza-Agarró la taza con las dos manos y apretó dicho agarre más de la cuenta-Es una cuestión de honra y justicia. Si alguien hace el Mal, el peso de sus acciones deben recaer sobre él.-Se quedó en silecnio unos segundos, observando la superficie del líquido en el interior de su taza.-Yo seré la espada ejecutora, de dicha justicia, sobre esas personas.
Un cliente llegó a la tienda y Gali se disculpó un momento. Mientras el moreno atendía sus obligaciones, el castaño tomaba sorbos del té mientras miraba cómo el monje le daba al recién llegado lo que quería. Podría parecer que Alward estaba sin hacer nada, pero en sus adentros el pensamiento de la breve conversación se desarrollaba, encontrándose seguro de sus palabras, aunque a la vez temeroso de no poder dar la talla y cumplir lo que se había propuesto.
Enfrentarse a la vida era muy duro.
Cuando Gali regresó a la mesita del té, Alward ya había tomado por lo menos medio vaso.
-Tranquilo, lo entiendo.-Contestó a las disculpas del moreno.
El Sevna volvió a agarrar la taza con sus dos manos, esta vez con suavidad. Realizaba minúsculos movimientos circulares para que el líquido en su interior diese vueltas como si de un vórtice se tratara.
-Sabes...-Interrumpió el silencio generado.-Siempre he tenido esa inclinación por la justicia y el honor. Pero a cada paso que doy en la vida me encuentro con más gente que rechaza esas ideas y solo genera... caos. Maldad, guerras, ansias de poder, codicia... el mundo está verdaderamente corrupto.-Dijo acorde a las palabras que el propio Erik Vacuum, líder de las Sierpes, le dijo en su momento.
Quizás no fuesen tan diferentes al final, lo cual le asustaba un poco.
-Creo que el mundo está en constante peligro. Se necesita gente que lo defienda, que den su vida por una causa mayor que ellos.-Torció el gesto, algo contrariado-Es un enorme sacrificio...-Iba a tomar un sorbo de la taza, pero antes de eso soltó un último comentario.-Es lo que debe hacerse, y yo estoy dispuesto a ello.
Katrina, por su parte, tenía que lidiar con las casi diarias y continuas preguntas de Go'el. El galeno siempre recibía la misma respuesta: silencio y una mirada fría. La vampiresa no era alguien que se abriera a la primera persona que conocía, y mucho menos sobre sus poderes y cómo los consiguió. Incluso el propio Alward tiene ciertas lagunas sobre la vida de Katrina, ya que esta se reserva algunas partes de su pasado para su propia intimidad.
En aquel momento del mediodía, Alward miraba cómo el agua caía desde la tetera del monje hasta su vaso. A este último ni siquiera le hacía falta mirar para ver si la taza estaba llena, pues calculaba tan solo en su propia mente los tiempos, señal de la más que acostumbrada vida a tomar esas infusiones.
El moreno le hizo una pregunta al Sevna, el cual desvió su atención del agua a este. Apretó los puños, pensando una contestación que le hacía remover todo su ser.
-No es solo venganza-Agarró la taza con las dos manos y apretó dicho agarre más de la cuenta-Es una cuestión de honra y justicia. Si alguien hace el Mal, el peso de sus acciones deben recaer sobre él.-Se quedó en silecnio unos segundos, observando la superficie del líquido en el interior de su taza.-Yo seré la espada ejecutora, de dicha justicia, sobre esas personas.
Un cliente llegó a la tienda y Gali se disculpó un momento. Mientras el moreno atendía sus obligaciones, el castaño tomaba sorbos del té mientras miraba cómo el monje le daba al recién llegado lo que quería. Podría parecer que Alward estaba sin hacer nada, pero en sus adentros el pensamiento de la breve conversación se desarrollaba, encontrándose seguro de sus palabras, aunque a la vez temeroso de no poder dar la talla y cumplir lo que se había propuesto.
Enfrentarse a la vida era muy duro.
Cuando Gali regresó a la mesita del té, Alward ya había tomado por lo menos medio vaso.
-Tranquilo, lo entiendo.-Contestó a las disculpas del moreno.
El Sevna volvió a agarrar la taza con sus dos manos, esta vez con suavidad. Realizaba minúsculos movimientos circulares para que el líquido en su interior diese vueltas como si de un vórtice se tratara.
-Sabes...-Interrumpió el silencio generado.-Siempre he tenido esa inclinación por la justicia y el honor. Pero a cada paso que doy en la vida me encuentro con más gente que rechaza esas ideas y solo genera... caos. Maldad, guerras, ansias de poder, codicia... el mundo está verdaderamente corrupto.-Dijo acorde a las palabras que el propio Erik Vacuum, líder de las Sierpes, le dijo en su momento.
Quizás no fuesen tan diferentes al final, lo cual le asustaba un poco.
-Creo que el mundo está en constante peligro. Se necesita gente que lo defienda, que den su vida por una causa mayor que ellos.-Torció el gesto, algo contrariado-Es un enorme sacrificio...-Iba a tomar un sorbo de la taza, pero antes de eso soltó un último comentario.-Es lo que debe hacerse, y yo estoy dispuesto a ello.
Alward Sevna
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Re: Fracturas [Privado]
¿Que era el mal? ¿Que era el bien? lo que para uno era correcto para otro no, lo que para otros es justo para ti. ¿Qué es lo que nos permite saber que está bien y mal? La moralidad adquirida por la sociedad, nuestros propios criterios o los seres divinos que adora cada raza. Y si de la noche a la mañana estuviera bien visto robar y violar, ¿estaríamos entonces haciendo el mal si le pagamos al panadero por una hogaza de pan?
La charla con Alward podía dar para un extenso y acalorado debate, pero no era eso lo que buscaba el monje. Para que el humano sacara sus propias conclusiones no era necesario hacerlo montar en cólera en una charla filosófica que desmontaba sus pilares.
Gali dejó que el humano se explicara y expresara abiertamente. Bebía de su taza, miraba los ojos oscuros del espadachín y volvía a beber con calma.
-En muy contadas ocasiones se puede encontrar a personas que no son manchadas por la tentación. -Gali dejó la taza sobre la mesa. -No somos perfectos y por tanto somos débiles. La tentación está en todas partes y te sigue durante toda la vida, pocos son los que tienen la fuerza para no quebrarse y caer ante ella. Y más escasos aquellos quienes, después de haber sucumbido, logran volver a su camino. -El monje rellenó las tazas de té mientras seguía hablando. -Tienes ante ti una tarea titánica, noble y absurda. -El dragón levantó una mano para refrenar la lengua de Alward. -Puedes intentar vencer a tu enemigo, puedes lograrlo. Encontrar esas escasas personas que comparte tus pensamientos, hallar la fuerza inamovible e inquebrantable. Pero el mal existirá siempre, como también existirá siempre el bien. Una no puede vivir sin la otra, por tanto querer erradicar el mal es imposible. Como yo lo veo, -prosiguió el grandullón, tomando un sorbo de té- tienes dos opciones. Persigues tu malhechor particular y lo vences o mueres en intento y, de lograr vencer, puedes o bien darte por satisfecho y dejar de perseguir el imposible, o seguir combatiendo la estela maligna hasta toparte con un obstáculo infranqueable y perecer en el intento. Si quieres combatir el mal, -concluyó el dragón- hasta el día en que mueras de viejo, busca retos a la altura de tus capacidades. Plantéatelo así ¿cómo harás más bien? Buscando grandes males y derribando uno o dos, o buscando pequeños males y erradicándolos durante toda tu vida.
La charla con Alward podía dar para un extenso y acalorado debate, pero no era eso lo que buscaba el monje. Para que el humano sacara sus propias conclusiones no era necesario hacerlo montar en cólera en una charla filosófica que desmontaba sus pilares.
Gali dejó que el humano se explicara y expresara abiertamente. Bebía de su taza, miraba los ojos oscuros del espadachín y volvía a beber con calma.
-En muy contadas ocasiones se puede encontrar a personas que no son manchadas por la tentación. -Gali dejó la taza sobre la mesa. -No somos perfectos y por tanto somos débiles. La tentación está en todas partes y te sigue durante toda la vida, pocos son los que tienen la fuerza para no quebrarse y caer ante ella. Y más escasos aquellos quienes, después de haber sucumbido, logran volver a su camino. -El monje rellenó las tazas de té mientras seguía hablando. -Tienes ante ti una tarea titánica, noble y absurda. -El dragón levantó una mano para refrenar la lengua de Alward. -Puedes intentar vencer a tu enemigo, puedes lograrlo. Encontrar esas escasas personas que comparte tus pensamientos, hallar la fuerza inamovible e inquebrantable. Pero el mal existirá siempre, como también existirá siempre el bien. Una no puede vivir sin la otra, por tanto querer erradicar el mal es imposible. Como yo lo veo, -prosiguió el grandullón, tomando un sorbo de té- tienes dos opciones. Persigues tu malhechor particular y lo vences o mueres en intento y, de lograr vencer, puedes o bien darte por satisfecho y dejar de perseguir el imposible, o seguir combatiendo la estela maligna hasta toparte con un obstáculo infranqueable y perecer en el intento. Si quieres combatir el mal, -concluyó el dragón- hasta el día en que mueras de viejo, busca retos a la altura de tus capacidades. Plantéatelo así ¿cómo harás más bien? Buscando grandes males y derribando uno o dos, o buscando pequeños males y erradicándolos durante toda tu vida.
Go'el
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Re: Fracturas [Privado]
Sabias eran las palabras del monje, de eso no había duda. Quizás uno de los dos hombres pecara de querer ver el mundo bajo una ideología para ellos perfecta o utópica, en cualquier caso, parecía que a cada frase que uno soltara, el otro tenía una contraparte que rebatir, defendiendo siempre su punto de vista en el debate tan educado y filosófico que de pronto habían tenido.
Alward sabía lo que quería para con sus acciones. El punto de vista de otros siempre era bueno en la medida que fuesen motivos constructores y no destructores.
Ante la última cuestión que el monje le planteó, como si del final de aquella conversación y de su estancia en la bótica se tratase, Alward preparó una decisión que, aunque pareciese fácil, estaba lejos siquiera de tener una respuesta correcta y universal.
-Mientras yo pueda impedirlo, las diferentes gentes que pueblan este mundo no sufrirán el mal en sus vidas.-Miró convencido a los ojos del moreno-Por mi honor como Guardia de Lunargenta y mi propia conciencia, lucharé hasta el final de mis días por el bien común.
Alward sabía lo que quería para con sus acciones. El punto de vista de otros siempre era bueno en la medida que fuesen motivos constructores y no destructores.
Ante la última cuestión que el monje le planteó, como si del final de aquella conversación y de su estancia en la bótica se tratase, Alward preparó una decisión que, aunque pareciese fácil, estaba lejos siquiera de tener una respuesta correcta y universal.
-Mientras yo pueda impedirlo, las diferentes gentes que pueblan este mundo no sufrirán el mal en sus vidas.-Miró convencido a los ojos del moreno-Por mi honor como Guardia de Lunargenta y mi propia conciencia, lucharé hasta el final de mis días por el bien común.
Alward Sevna
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