Catársis [privado] Anders
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Catársis [privado] Anders
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La estancia era un eco sordo. Las paredes no eran más que muros como si la piedra y adobe de los que estaban compuestos lograse contener la esencia misma de la magia que todo lo que tenían alrededor albergaba. Los elfos no lo sabían por supuesto, pero en aquella simple habitación, como mirándolos atrapados en objetos que eran nada comparándolos con la intensidad de los acontecimientos del lugar, antepasados de elfos, hombres lobo, hombres bestias y vampiros habían dejado un recuerdo de su inexistente presencia a modo de retales de recuerdos guardados en cajas.
Eilydh no se percató de que estaba llorando hasta que su dolor empapó sus mejillas y el intento de ocultar su cara con su pelo se volvió tan solo un gesto infantil. Sus lágrimas eran un manantial fresco entres las rocas de un claro del bosque. Eran el arroyo que regresa cada otoño después de un verano de sequía. Sus lágrimas eran la fuerza de la caída de una catarata sobre agua mansa, y lo liviano del estanque mismo al atardecer. Sus lágrimas eran todas las palabras que había estado guardando y cuidando de no pronunciarlas a si misma por el miedo de que hacerlo la asustase.
Sintió la calidez de uno de los dedos de Anders sobre su mano primero, pero dejar de llorar en aquel momento le parecía tan poco natural como asumir que lo estaba haciendo, y que había alguien más que la estaba viendo. Sintió la respiración del elfo sobre sus cabellos, aquello unido con la realidad de las palabras de aquel recién conocido desconocido hicieron que de pronto, y como si el peso de las paredes de aquel lugar cayese sobre sus hombros, Eilydh se diese cuenta de lo que hacía.
"Está bien" Había dicho el elfo. Pero ¿Lo estaba? ¿Lo había estado hasta ahora? ¿Lo estaría? Las manos del chico la auparon y aquel leve gesto de ayudarla a hacerse fuerte la hizo sentir inmensamente idiota.Sintió como sus mejillas se enrojecían con el pudor mismo de sentirse tan expuesta y apenas lo hizo, respiró hondo para aclarar su mente. Las manos de Anders en sus mejillas limpiaron las dos últimas lágrimas que quedaban recorriendo su cara y como si aquello hubiese sido la última señal, Eilydh suspiró sintiéndose más liviana, como si un peso que no sabía que había estado cargando, de pronto, hubiese desaparecido. El elfo hablaba de "necesitar fuerza" Eilydh apartó sus ojos azul cielo tormentoso preguntándose a si misma si alguna vez lo había sido. Pero de nuevo el elfo volvió a responderle como si leyese su mente.
Giró la mirada intentando confirmar si de hecho podía leerle la mente y se dio de bruces con los ojos de Anders y su sonrisa piadosa. Eilydh era lo suficiente experta en sonrisas como para saber que aquella estaba fabricada al milímetro, y en parte le agradeció el gesto. Agarró una de sus manos que la unieron al elfo en un abrazo. Suspiró durante unos segundos y se permitió cerrar los ojos el tiempo que duraba ese abrazo.
"Nadie nunca le había desnudado la mente de aquella manera"
-.Lo siento... yo.. no pretendía que tuvieses que... No suelo... Esto es simplemente..- comenzó a decir, aún abochornada por su actuación y escapándose de aquel abrazo.
-No imagina el incendio que por muy altas que sean sus llamas, la lluvia siempre conseguirá apaciguarla- La voz de la mujer anciana y arrugada interrumpió la retaila de excusas que Eilydh estaba intentando encontrar en su cabeza. La elfa no pudo sino alegrarse de tener una excusa para desviar la mirada de Anders y enfocarse en algo que no la hiciese recordar que a partir de aquel momento el elfo la recordaría por sus lágrimas. Se giró sobre si misma prestando atención a la anciana.
-El problema de los hombres siempre han sido los extremos. Querer u odiar. Olvidar o recordar.A menudo somos tan egoístas que nos olvidamos de lo que verdaderamente importa.- la mujer dio un suspiro y volvió a indicar a Eilydh que se sentase a su lado.-Tu ira no es un defecto aislado, Eilydh Skye- dijo la mujer agarrando una de sus trenzas como si supiese exactamente donde estaban- Tu ira y tu pasado es tu fortaleza-giró ahora su cabeza a Anders y le indicó que se sentase también- Nuestra ira es una continuación de nuestro ego. No sois los primeros elfos en sanar bajo los efectos de mi te... como habréis imaginado- dijo la mujer sonriéndose a si misma y buscando a tientas los punzones que Eilydh había estado manipulando momentos antes-Todo el mundo duele... - añadió la mujer y le puso el punzón a Eilydh en una de las manos. La guió al recipiente de tinta que tenía a uno de sus lados.
La elfa la miró como si no la estuviese entendiendo bien. Aquellos punzones eran... agujas. La tinta que la rodeaba estaba mezclada en una composición exacta. Eilydh se fijó en las ancianas manos que rodeaban las suyas propias guiándolas a los materiales. Surcadas de tinta oscura en los pliegues de su piel a modo de tatuajes tribales y aborígenes. Colmadas de ellos desde la punta de sus dedos a allá donde su túnica le cubría.
La miró con los ojos abiertos en un signo de urgencia, incrédula.
-Lo importante es que decidamos que tipo de dolor estamos dispuestos a aceptar, y hacerlo nuestro..- dijo finalmente y miró a Anders con los ojos que no veían nada, pero traspasándolo, esperando que el elfo entendiese que él siempre había sido el lienzo en blanco que había estado buscando antes. El tapiz a punto de ser arte.
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Eilydh
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Re: Catársis [privado] Anders
Me incliné para tomar la túnica, ahora hecha… más pedazos, porque no es que estuviese en un gran estado inicial. Podía coserla más tarde, no sabía coser, pero tampoco iba a preocuparme por más que hilar las dos partes del frente.
«Entonces está oyendo, de alguna manera» pensé, desviando la mirada a la anciana cuando habló. Tal vez no oyendo, pero... sabía, demasiado, para mi comodidad.
Sin embargo, cualquier cosa que ayudase era bienvenida. Caminé hacia ella para sentarme cuando volteó a verme y agitó la mano, tocando el suelo. «Los extremos…» Vi arriba, ¿cuáles eran los míos? Debía tener, así que no pasaría por una pregunta cuya respuesta era sí.
Seguía resultándome tan fascinante como molesto el habla críptica de la mujer, pero puede que así fuese mejor. Puede que simplemente fuese demasiado joven para entender ciertas cosas. Y sí las entendería con la edad… todo lo que necesitaba era tiempo.
—No tengo problemas con eso —suspiré—, pero me niego a que mi ego, yo, sea una extensión de mi ira una... tercera vez. La tercera, la última.
Bajé la cabeza de repente al recordar que la mujer era sorda. Con un respiro más suave animé un poco del suelo para acercar los punzones a su mano como había acercado la espada de la guerrera a ella, pero no le quite la mirada de encima. Sabía lo que estaba pasando. Sabía que se llamaba Eilydh y que era Skye. De su… no, nuestra ira, y su pasado. Le sonreí con complicidad cuando admitió a medias que hizo eso deliberadamente, lo que era casi como decir que esto también lo era. Hasta sabía que estaba suponiendo cosas.
—Y todo el mundo es prisionero de algo —dije, ahora medio acostado del suelo sin notarlo cuando pasé de estar sentado a eso. Era una persona cómoda naturalmente, así que siempre terminaba haciendo algo similar, incluso sobre piedras pinchándome.
—Mi papá decía lo mismo. O cosas similares al menos. Ahora me pregunto si lo conoces a él también —dije, sintiéndome levemente estúpido al notar por segunda vez que estaba haciendo conversación con una mujer sorda. Vi hacia la rubia y enarqué una ceja por su expresión.
Sí, no era muy normal hablar con una persona sorda, pero tampoco era más raro que hablar con uno mis-
Vi hacia la anciana otra vez, y entrecerré los ojos volviendo a ver a la rubia. Y lo hice otra vez, viendo como acercaba lentamente las manos de la rubia, con la aguja, hacía mi, y sentí una mezcla de nervios y confusión que se escaparon de mi boca como un sonido, mezcla de “er” y “um”.
Pasada la impresión inicial volví a sonreír. El único tatuaje que tenía en el cuerpo me lo había hecho Sigrid. Recordaba sus arrugas… sería más anciana que esta mujer, incluso. Pensando en ella mi sonrisa se encogió un poco, seguramente ella tampoco me recordaba, o solo sabría lo de Sandorai.
Aún así…
Tanteé con dos dedos en el suelo a un cierto ritmo, dibujando las palabras frente a ella en la arcilla para que pudiese "leerlas" con los pies.
—Si lo quieres.
Solté una carcajada, negando suavemente con la cabeza.
Y "estiré" la palabra, al menos las e para fastidiarla un poco. Permaneció graciosa pero impasible.
—Yo sé muchas cosas —ensanchó la sonrisa y agitó una mano—. Pero no seré yo quien decida que tatuarte —juntó las manos en sus piernas, y por un momento pensé que me preguntaría a mí qué quería, pero volteó hacia Eilydh.
—Oh.
Solo tenía una pregunta, y era ¿qué planeaba la mujer? Lo del té fue... indescriptible. A estas alturas probablemente estábamos fuera de sus efectos, y podía entender que una persona mayor diera sabiduría a más jóvenes, pero tatuar, y hacer que fuese ella y deci-
Ah. Hmm. Podría ser eso.
—Bien.
«Entonces está oyendo, de alguna manera» pensé, desviando la mirada a la anciana cuando habló. Tal vez no oyendo, pero... sabía, demasiado, para mi comodidad.
Sin embargo, cualquier cosa que ayudase era bienvenida. Caminé hacia ella para sentarme cuando volteó a verme y agitó la mano, tocando el suelo. «Los extremos…» Vi arriba, ¿cuáles eran los míos? Debía tener, así que no pasaría por una pregunta cuya respuesta era sí.
Seguía resultándome tan fascinante como molesto el habla críptica de la mujer, pero puede que así fuese mejor. Puede que simplemente fuese demasiado joven para entender ciertas cosas. Y sí las entendería con la edad… todo lo que necesitaba era tiempo.
—No tengo problemas con eso —suspiré—, pero me niego a que mi ego, yo, sea una extensión de mi ira una... tercera vez. La tercera, la última.
Bajé la cabeza de repente al recordar que la mujer era sorda. Con un respiro más suave animé un poco del suelo para acercar los punzones a su mano como había acercado la espada de la guerrera a ella, pero no le quite la mirada de encima. Sabía lo que estaba pasando. Sabía que se llamaba Eilydh y que era Skye. De su… no, nuestra ira, y su pasado. Le sonreí con complicidad cuando admitió a medias que hizo eso deliberadamente, lo que era casi como decir que esto también lo era. Hasta sabía que estaba suponiendo cosas.
—Y todo el mundo es prisionero de algo —dije, ahora medio acostado del suelo sin notarlo cuando pasé de estar sentado a eso. Era una persona cómoda naturalmente, así que siempre terminaba haciendo algo similar, incluso sobre piedras pinchándome.
—Mi papá decía lo mismo. O cosas similares al menos. Ahora me pregunto si lo conoces a él también —dije, sintiéndome levemente estúpido al notar por segunda vez que estaba haciendo conversación con una mujer sorda. Vi hacia la rubia y enarqué una ceja por su expresión.
Sí, no era muy normal hablar con una persona sorda, pero tampoco era más raro que hablar con uno mis-
Vi hacia la anciana otra vez, y entrecerré los ojos volviendo a ver a la rubia. Y lo hice otra vez, viendo como acercaba lentamente las manos de la rubia, con la aguja, hacía mi, y sentí una mezcla de nervios y confusión que se escaparon de mi boca como un sonido, mezcla de “er” y “um”.
Pasada la impresión inicial volví a sonreír. El único tatuaje que tenía en el cuerpo me lo había hecho Sigrid. Recordaba sus arrugas… sería más anciana que esta mujer, incluso. Pensando en ella mi sonrisa se encogió un poco, seguramente ella tampoco me recordaba, o solo sabría lo de Sandorai.
Aún así…
Tanteé con dos dedos en el suelo a un cierto ritmo, dibujando las palabras frente a ella en la arcilla para que pudiese "leerlas" con los pies.
'No sé si quiero uno, abue'
—Si lo quieres.
Solté una carcajada, negando suavemente con la cabeza.
'Está bieeeeeeeen'
Y "estiré" la palabra, al menos las e para fastidiarla un poco. Permaneció graciosa pero impasible.
'Al menos dime de que va a hacer el tatuaje. No quisiera uno que cuente la historia de esta tribu... no los conozco, y no pueden conocerme bien por lo de mis ojos. Asumo que lo sabes'
—Yo sé muchas cosas —ensanchó la sonrisa y agitó una mano—. Pero no seré yo quien decida que tatuarte —juntó las manos en sus piernas, y por un momento pensé que me preguntaría a mí qué quería, pero volteó hacia Eilydh.
—Oh.
Solo tenía una pregunta, y era ¿qué planeaba la mujer? Lo del té fue... indescriptible. A estas alturas probablemente estábamos fuera de sus efectos, y podía entender que una persona mayor diera sabiduría a más jóvenes, pero tatuar, y hacer que fuese ella y deci-
Ah. Hmm. Podría ser eso.
—Bien.
Anders
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Re: Catársis [privado] Anders
La luz que secolaba por el espacio entre la puerta y el exterior de aquella sala no era, para nada, lo suficientemente clara como para visualizar con exactitud los detalles en los tapices de aquella habitación. Eilydh pensó de manera casi estúpida que aquella habitación tenía alma. Era como si la de todos que la habían habitado alguna vez hubiesen dejado posada en ella parte de la suya propia.
La ténue luz, era, sin embargo, suficiente como para dibujar la sombra de la propia elfa en la pared frente a ella misma.La anciana había encendido una vela frente a ellas a medida que Anders escribía algún que otro mensaje en la arcilla intentando destripar las intenciones de aquella pequeña elfa.Eilydh lo comprendió en el momento exacto en el que notó como el chico se reclinaba posicionándose tumbado boca abajo frente a ella. Casi se sonrojó ante tal gesto de sumisión. Algo en ella lo invitaba a levantarlo del suelo y salir de aquella habitación, enojada consigo misma y con la anciana que los había manipulado. Otra parte de ella... Bueno, otra parte de ella se había embriagado de la paz que le había dado su llanto y deseaba pagarle a aquel elfo de una manera que apenas entendía o conocía bien.
Sintió las manos de la anciana guiándo las suyas hasta el jarrito que contenía la tinta, mojando el punzón e instándola a acercar la pequeña aguja a la piel de Anders. Eilydh posó su mano en la espalda del elfo, plagada de cicatrices que recorrió de manera distraída imaginando el dolor que habían causado cada una de ellas, y alejó la aguja.
En aquel momento, en aquel lugar, dolor era lo que menos quería causarle a aquel elfo y recorrió la más profunda de las cicatrices que llegaban casi hasta la nuca del chico.Recordó las palabras de la anciana acerca de la importancia de la decisión de aquello que dejábamos que nos dañase y de nuevo volvió a acercar la aguja a la piel de Anders guiada por la mano de la anciana.
Los primeros trazos fueron tímidos. Eilydh se apresuraba a tapar allí donde había incrustado la tinta en la espalda del chico como si aquel gesto de su mano tapándo su herida fuese a prevenirlo de dolor. No dijo nada pero sus ojos estaban clavados en la respiración del chico. Intentó trasmitirle con sus manos que estaba ahí, más presente de lo que lo había estado hasta ahora.
Los trazos se hicieron más expertos a medida que el dibujo que creaba en su espalda se desvelaba. La elfa había aprovechado los surcos de las cicatrices con la tinta oscura para crear lo que daba la sensación de ser un halo de luz emergente de un haz de luz intenso. O el desvanecerse de la más profunda oscuridad.
Aquello le gustó. Antes de que se diese cuenta las manos de la anciana no la guiaban y ella se había sumido tanto en el trazar de su aguja y tinta sobre la espalda del chico que había adoptado una postura más cómoda, sentada a su lado, acercando su cara casi tanto como se permitía para asegurarse que los trazos eran,,, perfectos.
Había algo reparador en aquellas acciones. En la manera que quería pintar la espalda de Anders de nuevo, De convertir sus cicatrices en un regalo, de hacerlas suyas. Todas. La timidez se volvió habilidad. Eilydh trazaba las líneas simples vertiendo en todas un pensamiento. Regalándoselo al elfo a pesar de que ella no sabía si él estaba dispuesto a aceptar aquel regalo. Cuando acabó el dibujo principal se acercó a una de las esquinas y comenzó a escribir en élfico.
"Propiedad de Eilidh"- leyó Eilydh cuando terminó de componerlo con letra casi tan pulcra como su pulso le permitía
Se separó de aquella escritura tan pronto como la hizo, con las mejillas sonrojadas. Había escrito su nombre mal a propósito para asemejarlo al origen del mismo y a su significado. Cuando era pequeña odiaba tanto que su nombre pudiese significar tantas cosas según la tribu en la que se leyese que optó por ignorar todos y cada uno de ellos. Rayo de luz, luz solar o sanación. Había escuchado todas las versiones y jamás pensó que en algún momento de su vida, todas y cada una de ellas pudiesen tener sentido en una misma frase.
Acarició casi con dulzura el último trazo de la frase que había gravado en Anders alejándose un poco para contemplar el resultado final. Suspiró y soltó la aguja a un lado. Esperó que el chico se recompusiese. De pronto y como si no se hubiese percatado de que por muchos significados que tuviese su nombre, se refería a ella, sintió el miedo de saber que acababa de marcar a alguien como su propiedad, al fin y al cabo.
Se llenó de un sentimiento nuevo y desconocido para ella, hasta ahora: temor.
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La ténue luz, era, sin embargo, suficiente como para dibujar la sombra de la propia elfa en la pared frente a ella misma.La anciana había encendido una vela frente a ellas a medida que Anders escribía algún que otro mensaje en la arcilla intentando destripar las intenciones de aquella pequeña elfa.Eilydh lo comprendió en el momento exacto en el que notó como el chico se reclinaba posicionándose tumbado boca abajo frente a ella. Casi se sonrojó ante tal gesto de sumisión. Algo en ella lo invitaba a levantarlo del suelo y salir de aquella habitación, enojada consigo misma y con la anciana que los había manipulado. Otra parte de ella... Bueno, otra parte de ella se había embriagado de la paz que le había dado su llanto y deseaba pagarle a aquel elfo de una manera que apenas entendía o conocía bien.
Sintió las manos de la anciana guiándo las suyas hasta el jarrito que contenía la tinta, mojando el punzón e instándola a acercar la pequeña aguja a la piel de Anders. Eilydh posó su mano en la espalda del elfo, plagada de cicatrices que recorrió de manera distraída imaginando el dolor que habían causado cada una de ellas, y alejó la aguja.
En aquel momento, en aquel lugar, dolor era lo que menos quería causarle a aquel elfo y recorrió la más profunda de las cicatrices que llegaban casi hasta la nuca del chico.Recordó las palabras de la anciana acerca de la importancia de la decisión de aquello que dejábamos que nos dañase y de nuevo volvió a acercar la aguja a la piel de Anders guiada por la mano de la anciana.
Los primeros trazos fueron tímidos. Eilydh se apresuraba a tapar allí donde había incrustado la tinta en la espalda del chico como si aquel gesto de su mano tapándo su herida fuese a prevenirlo de dolor. No dijo nada pero sus ojos estaban clavados en la respiración del chico. Intentó trasmitirle con sus manos que estaba ahí, más presente de lo que lo había estado hasta ahora.
Los trazos se hicieron más expertos a medida que el dibujo que creaba en su espalda se desvelaba. La elfa había aprovechado los surcos de las cicatrices con la tinta oscura para crear lo que daba la sensación de ser un halo de luz emergente de un haz de luz intenso. O el desvanecerse de la más profunda oscuridad.
Aquello le gustó. Antes de que se diese cuenta las manos de la anciana no la guiaban y ella se había sumido tanto en el trazar de su aguja y tinta sobre la espalda del chico que había adoptado una postura más cómoda, sentada a su lado, acercando su cara casi tanto como se permitía para asegurarse que los trazos eran,,, perfectos.
Había algo reparador en aquellas acciones. En la manera que quería pintar la espalda de Anders de nuevo, De convertir sus cicatrices en un regalo, de hacerlas suyas. Todas. La timidez se volvió habilidad. Eilydh trazaba las líneas simples vertiendo en todas un pensamiento. Regalándoselo al elfo a pesar de que ella no sabía si él estaba dispuesto a aceptar aquel regalo. Cuando acabó el dibujo principal se acercó a una de las esquinas y comenzó a escribir en élfico.
"Propiedad de Eilidh"- leyó Eilydh cuando terminó de componerlo con letra casi tan pulcra como su pulso le permitía
Se separó de aquella escritura tan pronto como la hizo, con las mejillas sonrojadas. Había escrito su nombre mal a propósito para asemejarlo al origen del mismo y a su significado. Cuando era pequeña odiaba tanto que su nombre pudiese significar tantas cosas según la tribu en la que se leyese que optó por ignorar todos y cada uno de ellos. Rayo de luz, luz solar o sanación. Había escuchado todas las versiones y jamás pensó que en algún momento de su vida, todas y cada una de ellas pudiesen tener sentido en una misma frase.
Acarició casi con dulzura el último trazo de la frase que había gravado en Anders alejándose un poco para contemplar el resultado final. Suspiró y soltó la aguja a un lado. Esperó que el chico se recompusiese. De pronto y como si no se hubiese percatado de que por muchos significados que tuviese su nombre, se refería a ella, sintió el miedo de saber que acababa de marcar a alguien como su propiedad, al fin y al cabo.
Se llenó de un sentimiento nuevo y desconocido para ella, hasta ahora: temor.
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Eilydh
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Re: Catársis [privado] Anders
Dejé ir todo el aire que estaba guardando al primer contacto. El primer golpe de este fue una exhalación corta, rápida y tensa; pero el resto siguió con calma ante la sorpresa de que no solo fuese su mano en vez de la aguja; sino una caricia.
Tragué saliva con un leve escalofrío cuando llegó cerca de mi nuca. En todo el nivel consciente que podía controlar sabía que no me haría daño, no luego de haberle pedido que lo hiciera y que, al final, estuviese aquí recorriendo viejas cicatrices, en vez de añadirme nuevas; pero simplemente ese era un punto sensible que me traía miedo primal.
Acosté la cara más del suelo, tanto para cubrir y evitar que observase el sonrojo que me trajo la caricia, como para forzar menos mi cuello. Quería permanecer… inamovible, e intenté mentalizarme para eso, especialmente para no reaccionar al dolor.
No era solo yo.
Si fuese solo yo, me daría igual en muchos niveles que me viese saltar, y quejarme, y hasta gritar si iba a doler demasiado. La había llamado así: débil, pero sabía reconocer varias formas en las que yo también lo era. Demasiadas para contar. Demasiadas para mí gusto.
Sentí la primera punada sin esperarla y apreté los dientes, pellizcando accidentalmente mi lengua. Por un momento mi respiración se congeló, mientras me preguntaba y dudaba si realmente iba a lograr atravesar todo el proceso sin al menos soltar un ah pequeñito.
Seguí el segundo exhalando con la boca para tapar cualquier señal de dolor. ¿Quería un tatuaje, realmente? Creía que… no. Especialmente no sin saber que era… pero no estaba tatuándome.
A ella la habían marcado en lo que llamo la parte más noble de un elfo, y aunque no sabía porque lo llamaría así, había comprendido ya que tenía que ser en lo que le estaba ofreciendo marcarme ahora: espalda.
Que hiciera algo como lo que le habían hecho, en una luz positiva, y entonces no dejaría que se le olvidase nunca. Cada vez que se acordase de aquello que tenía en su espalda, que recordase... lo que yo tendría en la mía.
Y que lo había hecho ella, y porque parecía ser dominante en su vida, que había tenido el control de hacerlo. Lo entendí de la anciana, y casi me daba disgusto que la mujer fuese tan inteligente. No iba a rescribir su pasado, y no estaba seguro del valor de esto, pero daba igual mientras tuviese uno, aunque fuese mínimo. Me concentré en su mano en vez del dolor cada vez que la apoyaba, e intenté descifrar su respiración para predecir cuándo vendría la aguja otra vez, sabiendo que para ponerme las cosas más difíciles estaba intentando descifrar la mía.
Al menos tenía mucho que pensar y con qué distraerme, me tomó… varias decenas de pequeños golpes, pero reconocí que estaba dibujando dentro de las cicatrices. Muy lista, era una forma de cubrir cualquier inexperiencia.
—Sigue. No pares —dije, todavía ocultando mi cara y guardando mi respiración, férreo en controlarla y que no notase nada fuera de lugar. No era solo por darle seguridad o algo así, me ayudaba no acumular ansiedad de un segundo a otro cada vez que se detenía. Tanto como me ayudaba pensar «este dolor no es nada».
Nada comparado al que debía haber pasado la elfa. Lo más probable es que no fuese un tatuaje lo que tenía allí atrás, a juzgar por cada pinchazo, y cada gota de sangre que corría abajo, y cada concentración de calor que sentía en la forma de su mano.
Más o menos era un espíritu libre, rebelde. No la imaginaba haciendo algo que no le gustó que le hicieran a ella.
Cerré los ojos, imaginando las posibilidades de lo que podía haber en su espalda en vez de la mía. Las dos más horribles… algo que se me ocurriese que marcasen a una persona, de forma más física que mental al final del día, eran tela o fuego.
Respiré suavemente, no tanto como quería pero suave al fin y al cabo. ¿Habían cosido en su espalda? Tomado hilo y aguja y formado un mosaico directamente en ella, jalando en su piel. Haciéndola aguantar esto… bajo sumisión sin consentimiento.
O la habían marcado con fuego. Sabía lo asquerosamente doloroso que era el fuego, mucho peor que esto. El primer caso aún era aguja, eran pinchazos como los que recibía ahora, si bien los suyos serían peores y más. No tenía ganas de llorar, pero si muchas de quejarme.
Suspiré, moviendo mi mano izquierda. Había estado trabajando solo la parte derecha de mi espalda en su mayoría, así que supe el otro lado libre para movimiento sin arruinar su trabajo. Con esa mano, me apreté un poco la oreja. Fue un…
Accidente. Pero recordaba cada segundo, y fue solo esos, unos segundos, pero tuvieron que ser los más dolorosos de mi vida. Cuando me la aplastó con pinzas de metal caliente. Preferí concentrarme en el dolor de mi espalda, que ahora se me hacía miniatura, para no pensar en ello.
La imagen del tigre apareció de la nada en mi mente, y noté que… me parecía haber visto a Ash’alá con una sonrisa, como si disfrutase cada una de mis gotas de sudor y miedo por dejar escapar un quejido.
Iba a reír, pero como tantas veces, dejé de sentir la aguja y su aliento, y unos segundos sin ambas ni ninguna me confirmó que había terminado. La escuché murmurar y abrí los ojos, «propiedad de Eil-dh», repetí tras ella, notando un acento algo raro y pasándolo por haberlo oído mal debido al volumen.
Estaba listo para recomponerme antes de sufrir el escalofrió de una segunda caricia.
Como me había propuesto, permanecí inamovible, incluso cuando me estaba derritiendo. Volví a cerrar los ojos y me compré tiempo para recomponerme y pararme cuando sentí el calor desaparecer de mi rostro.
Al sentarme le vi la cara varios segundos sin decir nada, siendo el primer estímulo a hacerlo ver como su rostro se distorsionaba. Y no era orgullo, ni alegría, ni calma, ni siquiera la pena que estuve sintiendo. Tampoco ira.
—Está bien —dije, sin seguridad real de qué hablaba. Imaginé que se preocupó de cómo había quedado el tatuaje, pero además de las razones que tuve para dejarla hacerme uno en primer lugar, sostenía una verdad muy simple.
Mi espalda difícilmente podía lucir peor, y si lo hacía definitivamente no sería por el regalo de una amiga.
—Y... ¿qué dices qué me dibujaste? ¿Un Ash’alá? —dije para fastidiar al tigre, haciendo el amago de acariciarle el pelo a la mujer, pero terminando por tocar el mío en vez del de ella.
…
—Um —alcé el índice y lo baje—… m-me… me —sonreí, jugando con unos mechones—, me hice un desastre el pelo, creo… no me dijiste nada —la vi, intentando acusarla con la mirada de forma juguetona.
Sabía porque no podría haber prestado mucha atención, no cuando me lo macheteé para retarla.
—¿Puedes? —pregunté, juntando las manos sobre mis piernas—. Ayudarme a acomodarlo. Acabo de pensar ciertas cosas muy curiosas.
Tragué saliva con un leve escalofrío cuando llegó cerca de mi nuca. En todo el nivel consciente que podía controlar sabía que no me haría daño, no luego de haberle pedido que lo hiciera y que, al final, estuviese aquí recorriendo viejas cicatrices, en vez de añadirme nuevas; pero simplemente ese era un punto sensible que me traía miedo primal.
Acosté la cara más del suelo, tanto para cubrir y evitar que observase el sonrojo que me trajo la caricia, como para forzar menos mi cuello. Quería permanecer… inamovible, e intenté mentalizarme para eso, especialmente para no reaccionar al dolor.
No era solo yo.
Si fuese solo yo, me daría igual en muchos niveles que me viese saltar, y quejarme, y hasta gritar si iba a doler demasiado. La había llamado así: débil, pero sabía reconocer varias formas en las que yo también lo era. Demasiadas para contar. Demasiadas para mí gusto.
Sentí la primera punada sin esperarla y apreté los dientes, pellizcando accidentalmente mi lengua. Por un momento mi respiración se congeló, mientras me preguntaba y dudaba si realmente iba a lograr atravesar todo el proceso sin al menos soltar un ah pequeñito.
Seguí el segundo exhalando con la boca para tapar cualquier señal de dolor. ¿Quería un tatuaje, realmente? Creía que… no. Especialmente no sin saber que era… pero no estaba tatuándome.
A ella la habían marcado en lo que llamo la parte más noble de un elfo, y aunque no sabía porque lo llamaría así, había comprendido ya que tenía que ser en lo que le estaba ofreciendo marcarme ahora: espalda.
Que hiciera algo como lo que le habían hecho, en una luz positiva, y entonces no dejaría que se le olvidase nunca. Cada vez que se acordase de aquello que tenía en su espalda, que recordase... lo que yo tendría en la mía.
Y que lo había hecho ella, y porque parecía ser dominante en su vida, que había tenido el control de hacerlo. Lo entendí de la anciana, y casi me daba disgusto que la mujer fuese tan inteligente. No iba a rescribir su pasado, y no estaba seguro del valor de esto, pero daba igual mientras tuviese uno, aunque fuese mínimo. Me concentré en su mano en vez del dolor cada vez que la apoyaba, e intenté descifrar su respiración para predecir cuándo vendría la aguja otra vez, sabiendo que para ponerme las cosas más difíciles estaba intentando descifrar la mía.
Al menos tenía mucho que pensar y con qué distraerme, me tomó… varias decenas de pequeños golpes, pero reconocí que estaba dibujando dentro de las cicatrices. Muy lista, era una forma de cubrir cualquier inexperiencia.
—Sigue. No pares —dije, todavía ocultando mi cara y guardando mi respiración, férreo en controlarla y que no notase nada fuera de lugar. No era solo por darle seguridad o algo así, me ayudaba no acumular ansiedad de un segundo a otro cada vez que se detenía. Tanto como me ayudaba pensar «este dolor no es nada».
Nada comparado al que debía haber pasado la elfa. Lo más probable es que no fuese un tatuaje lo que tenía allí atrás, a juzgar por cada pinchazo, y cada gota de sangre que corría abajo, y cada concentración de calor que sentía en la forma de su mano.
Más o menos era un espíritu libre, rebelde. No la imaginaba haciendo algo que no le gustó que le hicieran a ella.
Cerré los ojos, imaginando las posibilidades de lo que podía haber en su espalda en vez de la mía. Las dos más horribles… algo que se me ocurriese que marcasen a una persona, de forma más física que mental al final del día, eran tela o fuego.
Respiré suavemente, no tanto como quería pero suave al fin y al cabo. ¿Habían cosido en su espalda? Tomado hilo y aguja y formado un mosaico directamente en ella, jalando en su piel. Haciéndola aguantar esto… bajo sumisión sin consentimiento.
O la habían marcado con fuego. Sabía lo asquerosamente doloroso que era el fuego, mucho peor que esto. El primer caso aún era aguja, eran pinchazos como los que recibía ahora, si bien los suyos serían peores y más. No tenía ganas de llorar, pero si muchas de quejarme.
Suspiré, moviendo mi mano izquierda. Había estado trabajando solo la parte derecha de mi espalda en su mayoría, así que supe el otro lado libre para movimiento sin arruinar su trabajo. Con esa mano, me apreté un poco la oreja. Fue un…
Accidente. Pero recordaba cada segundo, y fue solo esos, unos segundos, pero tuvieron que ser los más dolorosos de mi vida. Cuando me la aplastó con pinzas de metal caliente. Preferí concentrarme en el dolor de mi espalda, que ahora se me hacía miniatura, para no pensar en ello.
La imagen del tigre apareció de la nada en mi mente, y noté que… me parecía haber visto a Ash’alá con una sonrisa, como si disfrutase cada una de mis gotas de sudor y miedo por dejar escapar un quejido.
Iba a reír, pero como tantas veces, dejé de sentir la aguja y su aliento, y unos segundos sin ambas ni ninguna me confirmó que había terminado. La escuché murmurar y abrí los ojos, «propiedad de Eil-dh», repetí tras ella, notando un acento algo raro y pasándolo por haberlo oído mal debido al volumen.
Estaba listo para recomponerme antes de sufrir el escalofrió de una segunda caricia.
Como me había propuesto, permanecí inamovible, incluso cuando me estaba derritiendo. Volví a cerrar los ojos y me compré tiempo para recomponerme y pararme cuando sentí el calor desaparecer de mi rostro.
Al sentarme le vi la cara varios segundos sin decir nada, siendo el primer estímulo a hacerlo ver como su rostro se distorsionaba. Y no era orgullo, ni alegría, ni calma, ni siquiera la pena que estuve sintiendo. Tampoco ira.
—Está bien —dije, sin seguridad real de qué hablaba. Imaginé que se preocupó de cómo había quedado el tatuaje, pero además de las razones que tuve para dejarla hacerme uno en primer lugar, sostenía una verdad muy simple.
Mi espalda difícilmente podía lucir peor, y si lo hacía definitivamente no sería por el regalo de una amiga.
—Y... ¿qué dices qué me dibujaste? ¿Un Ash’alá? —dije para fastidiar al tigre, haciendo el amago de acariciarle el pelo a la mujer, pero terminando por tocar el mío en vez del de ella.
…
—Um —alcé el índice y lo baje—… m-me… me —sonreí, jugando con unos mechones—, me hice un desastre el pelo, creo… no me dijiste nada —la vi, intentando acusarla con la mirada de forma juguetona.
Sabía porque no podría haber prestado mucha atención, no cuando me lo macheteé para retarla.
—¿Puedes? —pregunté, juntando las manos sobre mis piernas—. Ayudarme a acomodarlo. Acabo de pensar ciertas cosas muy curiosas.
Anders
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Re: Catársis [privado] Anders
Anders parecía animarla con cada trazo en la que la elfa sumía sus movimientos. Tinta y sangre a la par que pensamientos oscuros.Eilydh se había estado sumiendo en si misma tanto que había olvidado que las palabras del elfo, instándola a no parar eran casi la copia exacta de las de su mente.
El chico, sin embargo, no pareció entender sus susurros, que repitió como algo ajeno. Eilydh se sintió tan poderosa con sus manos en su espalda que casi pensó que era injustó. Su cabeza viajó de aquí a allá imaginando lo que se sentía al relajarse ante alguien de la manera misma en la que Anders había apoyado su cara contra el suelo pensando que ella no podía traicionarlo nunca.
Tragó saliva.
Lo había hecho, sin embargo. La confianza de aquel elfo rota, marcado con su nombre allá donde fuese. Y por alguna extraña razón, no se sentía mal por ello. Era así. Sería así. Aquel elfo era el resultado de luz, de sanación, y en parte, el producto de ella misma a medida que su tinta se mezclaba con los jirones de su piel. Eilydh reconoció sus cicatrices como las suyas propias, e imaginó que pintaba sobre aquella frase que la propia elfa tenía en su espalda. Decorando con los recuerdos mismos de aquella noche las caricias que aminoraban su dolor.
Y por toda respuesta... el elfo bromeó. Sobre algo tan trivial como Ash’alá. Al tigre no le gustó y empujó la mano que aún portaba la aguja de Eilydh como instándole a continuar. Lo cierto es que la elfa decidió vestirse de valor y afrontar aquello que había dibujado sin rodeos.
-Propiedad de Eilydh- dijo de nuevo mirándolo de manera fría a los ojos como si fuese una obviedad que no necesitase ser dicha. Como si pretendiese que con una mirada el elfo entendiese todo a lo que se refería: ahora era también suyo, y como si el
secreto de haberla visto llorar no fue ese suficiente, Eilydh decidió dejarle claro con aquello que fuese donde fuese, estuviese donde estuviese siempre contaría con una parte de ella.
Pero las miradas no hablaban,desafortunadamente, y el elfo había confiando lo suficiente en ella como para estar en su derecho de enfadarse y marcharse. De hecho, Eilydh ya estaba preparada para ello. Lo había esperado y sabía cómo lidiar con un abandono. Claro que aquello la hubiese hecho volver a la cárcel de hielo y piedra de la que parecía justo haber abierto las puertas. Pero era a lo que estaba acostumbrada. La otra opción, sin embargo, la de la aceptación de Anders, aquello.. bueno. Aquello sí era una sorpresa.
Aquello supondría que Eilydh no estaba sola. Que fuese donde fuese Anders Eilydh siempre tendría cabida en su vida, para bien o para mal. Y bueno... no estaba segura de como manejar aquello.
Pero estaba dispuesta a aprender. Estaba dispuesta a aceptar que más allá de lo que pasase en su mente, las personas no siempre tenían porqué despertar su furia. Al menos no para mal.
Carraspeó.
-Es... un juego de palabras es..-se sumió de nuevo en sombras- Es lo que eres.-Terminó.
El elfo parecía más preocupado por el hecho de que Eilydh no prestó atención al estado de su pelo. No estaba del todo equivocado; Eilydh se había puesto tantas murallas que pocas veces prestaba atención al aspecto de sus interlocutores. Anders le pidió que le acomodase el pelo y Eilydh sonrió con un gesto que ni ella misma supo descifrar.
Se acercó un poco y oteó el equilibrio entre lado y lado de la cabeza del chico mientras escuchaba como este le desvelaba que había estado pensando cosas curiosas. Llevó las manos a su pelo acomodándolo por detrás y estuvo tentada de bromear sobre si lo que a él le parecía curioso lo era para ella, pero en su lugar desordenó algunos cabellos desiguales a ambos lados de la cara de Anders, mirándolo como si lo acabase de ver por primera vez.
El elfo tenía el rostro elegante de los de su raza. La nariz un tanto respingona tan solo le daba un aire juvenil a sus facciones. Eilydh estaba casi segura que Anders era más joven que ella y el percatarse de aquello le hizo dudar un poco acerca de cuánto más. Siguió acomodando los cabéllelos para que dejasen sus orejas al aire mientras su mirada recorría de manera distraída el resto de sus facciones. Contempló sus ojos por un momento de un violeta sobrecogedor aprovechando que medía los cabellos a ambos lados de sus orejas. Eilydh se percató entonces de que Anders había heredado los rasgos atractivos de los de su especie y que aquellas orejas suyas tan solo le dotaban de personalidad única.
Desvió la mirada. Uno podía saber mucho de otro mirando en sus ojos, y Eilydh acababa de llorar.
-Estarías mejor con algo de barba- dijo, en un tono entre burlón y distraído, siendo consciente de que aquello era poco común en los elfos-... veré que puedo hacer.
Agarró a Karma rompiendo aquel segundo extraño y la llevó al cabello alrededor de las orejas del elfo, cortando algún que otro cabello hasta quedar más o menos uniforme. Una vez hecho aquello, buscó en su bolsillo una cinta negra pequeña y de piel y comenzó a tejer una única trenza minúscula y pegada a su cabeza que recorría el lateral de la cabeza de Anders y terminaba en su nuca, adornando su cabello como tantas otras veces había visto que los guerreros de su clan hacían.
Sonrió, contenta con su resultado.
-Y.. ¿Qué has estado pensando?añadió y se alejó un poco del elfo ahora que había terminado de arreglarle el cabello.
La elfa anciana recogía los utensilios del tatuaje algo cansada y Eilydh se decidió. ayudarla a ordenar la sala mientras esperaba a que Anders contestase.
El chico, sin embargo, no pareció entender sus susurros, que repitió como algo ajeno. Eilydh se sintió tan poderosa con sus manos en su espalda que casi pensó que era injustó. Su cabeza viajó de aquí a allá imaginando lo que se sentía al relajarse ante alguien de la manera misma en la que Anders había apoyado su cara contra el suelo pensando que ella no podía traicionarlo nunca.
Tragó saliva.
Lo había hecho, sin embargo. La confianza de aquel elfo rota, marcado con su nombre allá donde fuese. Y por alguna extraña razón, no se sentía mal por ello. Era así. Sería así. Aquel elfo era el resultado de luz, de sanación, y en parte, el producto de ella misma a medida que su tinta se mezclaba con los jirones de su piel. Eilydh reconoció sus cicatrices como las suyas propias, e imaginó que pintaba sobre aquella frase que la propia elfa tenía en su espalda. Decorando con los recuerdos mismos de aquella noche las caricias que aminoraban su dolor.
Y por toda respuesta... el elfo bromeó. Sobre algo tan trivial como Ash’alá. Al tigre no le gustó y empujó la mano que aún portaba la aguja de Eilydh como instándole a continuar. Lo cierto es que la elfa decidió vestirse de valor y afrontar aquello que había dibujado sin rodeos.
-Propiedad de Eilydh- dijo de nuevo mirándolo de manera fría a los ojos como si fuese una obviedad que no necesitase ser dicha. Como si pretendiese que con una mirada el elfo entendiese todo a lo que se refería: ahora era también suyo, y como si el
secreto de haberla visto llorar no fue ese suficiente, Eilydh decidió dejarle claro con aquello que fuese donde fuese, estuviese donde estuviese siempre contaría con una parte de ella.
Pero las miradas no hablaban,desafortunadamente, y el elfo había confiando lo suficiente en ella como para estar en su derecho de enfadarse y marcharse. De hecho, Eilydh ya estaba preparada para ello. Lo había esperado y sabía cómo lidiar con un abandono. Claro que aquello la hubiese hecho volver a la cárcel de hielo y piedra de la que parecía justo haber abierto las puertas. Pero era a lo que estaba acostumbrada. La otra opción, sin embargo, la de la aceptación de Anders, aquello.. bueno. Aquello sí era una sorpresa.
Aquello supondría que Eilydh no estaba sola. Que fuese donde fuese Anders Eilydh siempre tendría cabida en su vida, para bien o para mal. Y bueno... no estaba segura de como manejar aquello.
Pero estaba dispuesta a aprender. Estaba dispuesta a aceptar que más allá de lo que pasase en su mente, las personas no siempre tenían porqué despertar su furia. Al menos no para mal.
Carraspeó.
-Es... un juego de palabras es..-se sumió de nuevo en sombras- Es lo que eres.-Terminó.
El elfo parecía más preocupado por el hecho de que Eilydh no prestó atención al estado de su pelo. No estaba del todo equivocado; Eilydh se había puesto tantas murallas que pocas veces prestaba atención al aspecto de sus interlocutores. Anders le pidió que le acomodase el pelo y Eilydh sonrió con un gesto que ni ella misma supo descifrar.
Se acercó un poco y oteó el equilibrio entre lado y lado de la cabeza del chico mientras escuchaba como este le desvelaba que había estado pensando cosas curiosas. Llevó las manos a su pelo acomodándolo por detrás y estuvo tentada de bromear sobre si lo que a él le parecía curioso lo era para ella, pero en su lugar desordenó algunos cabellos desiguales a ambos lados de la cara de Anders, mirándolo como si lo acabase de ver por primera vez.
El elfo tenía el rostro elegante de los de su raza. La nariz un tanto respingona tan solo le daba un aire juvenil a sus facciones. Eilydh estaba casi segura que Anders era más joven que ella y el percatarse de aquello le hizo dudar un poco acerca de cuánto más. Siguió acomodando los cabéllelos para que dejasen sus orejas al aire mientras su mirada recorría de manera distraída el resto de sus facciones. Contempló sus ojos por un momento de un violeta sobrecogedor aprovechando que medía los cabellos a ambos lados de sus orejas. Eilydh se percató entonces de que Anders había heredado los rasgos atractivos de los de su especie y que aquellas orejas suyas tan solo le dotaban de personalidad única.
Desvió la mirada. Uno podía saber mucho de otro mirando en sus ojos, y Eilydh acababa de llorar.
-Estarías mejor con algo de barba- dijo, en un tono entre burlón y distraído, siendo consciente de que aquello era poco común en los elfos-... veré que puedo hacer.
Agarró a Karma rompiendo aquel segundo extraño y la llevó al cabello alrededor de las orejas del elfo, cortando algún que otro cabello hasta quedar más o menos uniforme. Una vez hecho aquello, buscó en su bolsillo una cinta negra pequeña y de piel y comenzó a tejer una única trenza minúscula y pegada a su cabeza que recorría el lateral de la cabeza de Anders y terminaba en su nuca, adornando su cabello como tantas otras veces había visto que los guerreros de su clan hacían.
Sonrió, contenta con su resultado.
-Y.. ¿Qué has estado pensando?añadió y se alejó un poco del elfo ahora que había terminado de arreglarle el cabello.
La elfa anciana recogía los utensilios del tatuaje algo cansada y Eilydh se decidió. ayudarla a ordenar la sala mientras esperaba a que Anders contestase.
Eilydh
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Re: Catársis [privado] Anders
Sonreí de forma jocosa al ver al tigre empujando la mano de la elfa. Si no supiese que me iba a gruñir y empujar en cuanto intentase abrazarlo, ya lo habría hecho.
Igual, me encontré tomando un paso hacia él para hacer justamente eso, pero contrario a mi idea no fue el tigre quien me detuvo. La vi dentro del par de témpanos de hielos que se habían apoderado de sus ojos y enderecé la leve inclinación que había tomado para acariciar al tigre.
Tan solo incliné la cabeza y parpadeé, extendiendo mi silencio para que continuase. Era difícil seguirle el ritmo a la mujer como para saber porque estaba así ahora.
—Un juego de palabras… —me lleve las manos detrás de la cabeza, alzándola un poco para intentar descifrar la broma. Al oírla la baje de nuevo y deje caer los brazos—. Entonces tú también puedes hacer chistes —bromeé, devolviéndole poco después la sonrisa.
No pude evitar mirar a Ash'alá mientras la mujer veía mis mechones, seguramente buscando la forma de... balancear el desastre que había hecho. Al volver los ojos a ella abrí un poco la boca, listo para comentar que entre esa lista de cosas curiosas acababa de añadir lo rápido que pasaba de ojos azul cielo a frío glaciar, pero me lo ahorré por el momento.
Me estaba haciendo un favor, y no podía imaginar la última vez que se le había acercado tanto a alguien de su raza, o puede que a cualquier persona. Solté una carcajada al oírla y me rasqué la barbilla.
—¡Lo sé! Pienso lo mismo, pero me tarda toda la vida en crecer, y ese espacio de tiempo que me lleva sacarla… tener pelos regados no es bueno, voy a lucir gracioso u horrible. Luego está que claramente no sirvo para tratar cabello, así que no me veo haciendo que una me quede bien.
—Aunque son muy buenas… ¿Sabes? Tengo una teoría que los comerciantes con barba venden más que los que no tienen —comenté mientras sentía tajos de pelo rozarme la oreja, el cuello y los hombros de caída. Iba a añadir algo más, pero suspiré al recordar que no se acordaba del herrero, y que había pocas razones para que conociera al brujo o el lobo.
Tuve el impulso de alzar la mano al sentir otra cosa diferente del frío del metal o el calor de su mano. ¿Cuero? ¿Tela? Hmm.
—¿Qué haces...? —pregunté tras unos segundos, y toque a un lado, recorriéndolo con el dedo.
Me había puesto una trenza. La idea vino a mi cabeza dos veces: por lo que era, y luego por lo que significaba. Apreté los labios ante lo segundo y la vi, tentado a hacerle trenzas también, pero me distraje por su pregunta. Ciertamente no había dicho nada de eso.
—Pues… —empecé, viéndola agacharse a recoger cosas junto a la anciana. Mientras tomaba un punzón me quede callado y entrecerré los ojos, viendo a un lado. El andar fue automático, de ponerme a ayudarlas también. Mi cabeza estaba ocupada reviviendo los pinchazos, no por el dolor sino dónde y cómo dolía.
Aunque fuese parte elfo y mi infancia fuese en Sandorai, como la figura que me había quedado era la humana aprendí eso primero: “humano”. Era el lenguaje en el que pensaba las cosas; aunque muchas veces me encontraba pensando asuntos en élfico o conociese más palabras del segundo que del primero.
Por eso me pasó por alto… entre concentrarme en el puro dolor y que usualmente tomase el escrito en humano, los últimos trazos los imaginé solo como más líneas en lo que me parecía tenía que ser una estrella o algo similar.
Reviví esos trazos lo mejor que pude, y leyéndolos en élfico repentinamente tenía mucho más sentido lo de “propiedad de Eilidh”. No era un juego de palabras nada más, es lo que tenía en la espalda.
—Que ray… —un par de utensilios se me colaron entre los dedos y cayeron al suelo.
Alcancé por mi espalda doblando el brazo y sentí enojo por un momento. Estaba lejos de ser ira, era más que podía ponerme a regañarla y me estresaría sobre ellos un par de días antes de olvidarme.
Tuve que contenerme en un par de respiros, para lo mucho que habría servido decirle que no podía ir por allí perdiendo la cabeza, gritando y matando gente, cuando yo iba a hacer lo primero. No le quitaba brutalidad al asunto, pero suponía que no me molestaba ser propiedad de alguien.
Significase lo que significase algo como eso. Me quejaba bastante de estar solo, ¿iba a quejarme de qué ahora se supone qué no? O… ugh.
—Hmm —me rasqué la cabeza, con el ceño fruncido y la mirada pérdida.
Estaba confuso y sería estúpido decir que aunque intentase no estarlo, me molestaba un poco. Pensé en al menos preguntarle porque haría algo así en primer lugar, y baje la mano.
Al rozar la trenza suspiré y me quede viéndola mientras ayudaba a la anciana, y bajé la mirada recordando porque me dejaría tatuar en primer lugar, sin acordar qué. Más que eso, me lo dijo en cara dos veces. Yo fui el que se tardó en entender.
¿Iba a matarme una frase en la espalda?
—En cualquier caso podría enseñárselo a ellos… —dije para mí mismo, agachándome a recoger las herramientas. Mira qué risas si de repente aparecía por donde los Skye y les enseñaba eso.
“Sí señor, soy propiedad de su hija, y con orgullo.”
En ese caso, la respuesta a sí podía matarme era “sí”, pero no iba a hacer eso. Miré a la mujer con una sonrisa burlesca y volví a pasarme la mano por el pelo, por la trenza, como para relajarme.
—Te haré escribir bien tu nombre... pero otro día, rayo de luz —le susurré mientras le pasaba por el lado a dejar las herramientas de la anciana cerca de ella, en un tono que revelaba mi situación mental.
Lo encontraba tan divertido como molesto. Viniendo de ella supuse que era adorable.
O aterrador. ¿Debía imaginar que de alguna manera también habían escrito en la suya qué era propiedad de alguien? No alcanzó a decirlo, pero dejo bastante claro que las relaciones en su clan, como en muchos otros, no nacían exactamente por amor.
Tal vez solo era una manera de enseñarme que no era tan fácil no torturarse sobre la idea de estar marcado. Si a mí me estresó… me estresaba eso, sabían sus dioses que tanto se estresaba ella por lo suyo.
—¿Al menos ser tuyo me da un pase especial de abrazos, o…? —chisté, intentando jalar el asunto a un sitio cómodo. Agité una mano para dejar claro que bromeaba y que no se preocupase, ni por el comentario anterior, ni por el chiste.
—Pensaba que no sé qué te gusta comer, o que tipo de vestimenta… ni que instrumentos, o color, ni que animales. No como comida, digo. A mí me gustan los ojos verdes, no sé porque. ¿Y la lluvia? La lluvia, pero no nieve, no me cae mal… pero una vez fui a Dundarak y se me arruinó la ilusión.
Básicamente eso, no creía haber tenido una conversación "normal" con la mujer. No me molestaba, del todo, simplemente prefería tener eso también, y casi diría que le vendría bien charlar.
Viendo su arma recordé que las mías por lo general terminaban en eso… armas. Encantamientos, magia, cosas así. Imaginaba que simplemente era más mundano en nuestras vidas que lo que había dicho, como pararse a oír música.
Me volví a tirar al suelo y crucé las piernas, sin parar de ver la espada. Curioso como hace unos minutos estaba preocupado de que me atravesase con eso y al final lo más cerca que estuvo su espada de mi cuerpo fue para acomodarme el pelo. Sonreí ante los atisbos de paz que estaba formando con lo de mi espalda, podía vivir con ello, porque no lo había hecho con mala intención.
«Además con lo pésimo que eres peleando no vas a vivir mucho igual» asomó un pensamiento de la parte sarcástica que solía insultarme y decirme lo mal que estaban algunos de mis planes.
—¿Por qué una espada corta? —dije, haciendo un movimiento de cabeza hacia su espada—. ¿Te gusta la esgrima…? ¿Es lo qué aprendiste a usar? No te lo debe parecer con el montón de heridas que tengo… pero me manejo mejor de lo que parece con armas, he estado leyendo un poco, y siempre observando —dije, moviendo las manos—. Voy a asumir que… recorres el camino de la sanación, por la manera en que me curaste. No usas plantas ni un golem, ni te he visto azotar rayos de luz, así que lo demás parece descartado, ¿hmm?
Igual, me encontré tomando un paso hacia él para hacer justamente eso, pero contrario a mi idea no fue el tigre quien me detuvo. La vi dentro del par de témpanos de hielos que se habían apoderado de sus ojos y enderecé la leve inclinación que había tomado para acariciar al tigre.
Tan solo incliné la cabeza y parpadeé, extendiendo mi silencio para que continuase. Era difícil seguirle el ritmo a la mujer como para saber porque estaba así ahora.
—Un juego de palabras… —me lleve las manos detrás de la cabeza, alzándola un poco para intentar descifrar la broma. Al oírla la baje de nuevo y deje caer los brazos—. Entonces tú también puedes hacer chistes —bromeé, devolviéndole poco después la sonrisa.
No pude evitar mirar a Ash'alá mientras la mujer veía mis mechones, seguramente buscando la forma de... balancear el desastre que había hecho. Al volver los ojos a ella abrí un poco la boca, listo para comentar que entre esa lista de cosas curiosas acababa de añadir lo rápido que pasaba de ojos azul cielo a frío glaciar, pero me lo ahorré por el momento.
Me estaba haciendo un favor, y no podía imaginar la última vez que se le había acercado tanto a alguien de su raza, o puede que a cualquier persona. Solté una carcajada al oírla y me rasqué la barbilla.
—¡Lo sé! Pienso lo mismo, pero me tarda toda la vida en crecer, y ese espacio de tiempo que me lleva sacarla… tener pelos regados no es bueno, voy a lucir gracioso u horrible. Luego está que claramente no sirvo para tratar cabello, así que no me veo haciendo que una me quede bien.
—Aunque son muy buenas… ¿Sabes? Tengo una teoría que los comerciantes con barba venden más que los que no tienen —comenté mientras sentía tajos de pelo rozarme la oreja, el cuello y los hombros de caída. Iba a añadir algo más, pero suspiré al recordar que no se acordaba del herrero, y que había pocas razones para que conociera al brujo o el lobo.
Tuve el impulso de alzar la mano al sentir otra cosa diferente del frío del metal o el calor de su mano. ¿Cuero? ¿Tela? Hmm.
—¿Qué haces...? —pregunté tras unos segundos, y toque a un lado, recorriéndolo con el dedo.
Me había puesto una trenza. La idea vino a mi cabeza dos veces: por lo que era, y luego por lo que significaba. Apreté los labios ante lo segundo y la vi, tentado a hacerle trenzas también, pero me distraje por su pregunta. Ciertamente no había dicho nada de eso.
—Pues… —empecé, viéndola agacharse a recoger cosas junto a la anciana. Mientras tomaba un punzón me quede callado y entrecerré los ojos, viendo a un lado. El andar fue automático, de ponerme a ayudarlas también. Mi cabeza estaba ocupada reviviendo los pinchazos, no por el dolor sino dónde y cómo dolía.
Aunque fuese parte elfo y mi infancia fuese en Sandorai, como la figura que me había quedado era la humana aprendí eso primero: “humano”. Era el lenguaje en el que pensaba las cosas; aunque muchas veces me encontraba pensando asuntos en élfico o conociese más palabras del segundo que del primero.
Por eso me pasó por alto… entre concentrarme en el puro dolor y que usualmente tomase el escrito en humano, los últimos trazos los imaginé solo como más líneas en lo que me parecía tenía que ser una estrella o algo similar.
Reviví esos trazos lo mejor que pude, y leyéndolos en élfico repentinamente tenía mucho más sentido lo de “propiedad de Eilidh”. No era un juego de palabras nada más, es lo que tenía en la espalda.
—Que ray… —un par de utensilios se me colaron entre los dedos y cayeron al suelo.
Alcancé por mi espalda doblando el brazo y sentí enojo por un momento. Estaba lejos de ser ira, era más que podía ponerme a regañarla y me estresaría sobre ellos un par de días antes de olvidarme.
Tuve que contenerme en un par de respiros, para lo mucho que habría servido decirle que no podía ir por allí perdiendo la cabeza, gritando y matando gente, cuando yo iba a hacer lo primero. No le quitaba brutalidad al asunto, pero suponía que no me molestaba ser propiedad de alguien.
Significase lo que significase algo como eso. Me quejaba bastante de estar solo, ¿iba a quejarme de qué ahora se supone qué no? O… ugh.
—Hmm —me rasqué la cabeza, con el ceño fruncido y la mirada pérdida.
Estaba confuso y sería estúpido decir que aunque intentase no estarlo, me molestaba un poco. Pensé en al menos preguntarle porque haría algo así en primer lugar, y baje la mano.
Al rozar la trenza suspiré y me quede viéndola mientras ayudaba a la anciana, y bajé la mirada recordando porque me dejaría tatuar en primer lugar, sin acordar qué. Más que eso, me lo dijo en cara dos veces. Yo fui el que se tardó en entender.
¿Iba a matarme una frase en la espalda?
—En cualquier caso podría enseñárselo a ellos… —dije para mí mismo, agachándome a recoger las herramientas. Mira qué risas si de repente aparecía por donde los Skye y les enseñaba eso.
“Sí señor, soy propiedad de su hija, y con orgullo.”
En ese caso, la respuesta a sí podía matarme era “sí”, pero no iba a hacer eso. Miré a la mujer con una sonrisa burlesca y volví a pasarme la mano por el pelo, por la trenza, como para relajarme.
—Te haré escribir bien tu nombre... pero otro día, rayo de luz —le susurré mientras le pasaba por el lado a dejar las herramientas de la anciana cerca de ella, en un tono que revelaba mi situación mental.
Lo encontraba tan divertido como molesto. Viniendo de ella supuse que era adorable.
O aterrador. ¿Debía imaginar que de alguna manera también habían escrito en la suya qué era propiedad de alguien? No alcanzó a decirlo, pero dejo bastante claro que las relaciones en su clan, como en muchos otros, no nacían exactamente por amor.
Tal vez solo era una manera de enseñarme que no era tan fácil no torturarse sobre la idea de estar marcado. Si a mí me estresó… me estresaba eso, sabían sus dioses que tanto se estresaba ella por lo suyo.
—¿Al menos ser tuyo me da un pase especial de abrazos, o…? —chisté, intentando jalar el asunto a un sitio cómodo. Agité una mano para dejar claro que bromeaba y que no se preocupase, ni por el comentario anterior, ni por el chiste.
—Pensaba que no sé qué te gusta comer, o que tipo de vestimenta… ni que instrumentos, o color, ni que animales. No como comida, digo. A mí me gustan los ojos verdes, no sé porque. ¿Y la lluvia? La lluvia, pero no nieve, no me cae mal… pero una vez fui a Dundarak y se me arruinó la ilusión.
Básicamente eso, no creía haber tenido una conversación "normal" con la mujer. No me molestaba, del todo, simplemente prefería tener eso también, y casi diría que le vendría bien charlar.
Viendo su arma recordé que las mías por lo general terminaban en eso… armas. Encantamientos, magia, cosas así. Imaginaba que simplemente era más mundano en nuestras vidas que lo que había dicho, como pararse a oír música.
Me volví a tirar al suelo y crucé las piernas, sin parar de ver la espada. Curioso como hace unos minutos estaba preocupado de que me atravesase con eso y al final lo más cerca que estuvo su espada de mi cuerpo fue para acomodarme el pelo. Sonreí ante los atisbos de paz que estaba formando con lo de mi espalda, podía vivir con ello, porque no lo había hecho con mala intención.
«Además con lo pésimo que eres peleando no vas a vivir mucho igual» asomó un pensamiento de la parte sarcástica que solía insultarme y decirme lo mal que estaban algunos de mis planes.
—¿Por qué una espada corta? —dije, haciendo un movimiento de cabeza hacia su espada—. ¿Te gusta la esgrima…? ¿Es lo qué aprendiste a usar? No te lo debe parecer con el montón de heridas que tengo… pero me manejo mejor de lo que parece con armas, he estado leyendo un poco, y siempre observando —dije, moviendo las manos—. Voy a asumir que… recorres el camino de la sanación, por la manera en que me curaste. No usas plantas ni un golem, ni te he visto azotar rayos de luz, así que lo demás parece descartado, ¿hmm?
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Re: Catársis [privado] Anders
Eilydh no estaba segura de si Anders había entendido del todo la seriedad del asunto y tan solo decidió disfrutar del buen humor del elfo que se burlaba de su sentido del humor. Compuso un gesto sorprendido y estuvo a punto de replicarle acerca de su humor y las bromas que ella consideraba graciosas pero recordó que el elfo estaba en una situación un tanto privilegiada, teniendo en cuenta todo lo que acababan de vivir: Eilydh confiaba en él. Y no era algo que pudiese decir de todos.
Escuchó como Anders dejaba caer algunos de los utensilios que les había estado ayudando a recoger antes si quiera de entender la mitad de la blasfemia que indicaba que el elfo acababa de comprender aquello que había escrito en sus hombros. No pudo evitar sonreir con la picaresca de alguien que sabía que había hecho algo mal, pero no se arrepentía de ello. Se giró hasta el elfo y lo miró con un gesto que creía haber olvidado: El que solía ponerle a los comerciantes que hacían trueques con su padre si quería que tal o cual material fuese 200 aeros más barato. Una mezcla entre inocencia y misterio adornada con la media sonrisa de quién sabe que tenía un secreto compartido. Por un momento, sin embargo, se percató que apenas conocía a aquel elfo y se llevó la mano a la parte derecha de su muslo buscando su daga, en un amago de tenerla cerca por si le hacía falta.
La sonrisa se borró de sus labios cuando Anders casi sin proponerlo la desarmó con palabras acerca de la posibilidad de que su clan reconociese su nombre en su espalda. Se mordió el labio inferior, llenándose de recuerdos que casi había olvidado y preguntándose si aquello sería un orgullo para su padre, o por el contrario una provocación. No estaba muy segura de si era adecuado quedarse aletargada en aquellas ideas, teniendo en cuenta todo lo que había avanzado tan solo por estar en aquel lugar. Se distrajo de nuevo, guardando aquí y allá los instrumentos que había usado para tatuar a Anders.
Se acercó a un mueble cercano y posicionó la tinta en él. Cerró la puerta tras hacerlo y el sonido de la madera de nogal, al cerrar casi ensordeció las palabras del elfo. Pero no lo suficiente como para que Eilydh no las escuchase. "rayo de luz". Carraspeó y el calor intenso de sentir sus mejillas ruborizadas la hizo que se moviese de manera rápida hasta Ash'alá. No estaba segura si estaba más avergonzada de haberse ruborizado porque él la llamó así o por el hecho de que.. no le había resultado una provocación a desatar su ira.
La elfa agradeció que Anders recalcase el tono jocoso de aquello con una broma acerca de sus abrazos. Aunque por alguna razón sintió una punzada de molestia en aquel tono jocoso.
-Ya eres lo suficientemente afortunado de haber sobrevivido a uno- dijo Eilydh agarrándolo del codo, invitándolo a seguirla afuera de aquella habitación- No tientes a tu suerte pidiendo más....- dijo siguiendo el tono jocoso y poniendo los ojos en blanco.
Seguían a la anciana, por alguna razón. La mujer tenía el gesto serio y cargaba con un pequeño cofrecito de madera que Eilydh se percató de que escondía cada vez que se cruzaba con alguien de los que parecían ser los más ancianos integrantes de aquella comunidad. Recorrieron el pasillo de madera que comunicaba las habitaciones sin que ella dijese nada que les hiciese creer que tenía un objetivo, pero con la certitud de que aquella mujer bajita y vieja no caminaba de aquella manera apresurada por nada.
Eilydh escuchaba a Anders hablar. El elfo parecía querer rellenar el silencio con preguntas sobre ella. Eilydh no sabía cómo actuar ante aquello. La mayoría de personas que mostraban un interés tan preciso en ella lo hacían por dos razones específicas: La querían muerta o en su cama. Anders había tenido al menos 3 oportunidades de matarla, y no lo había hecho. Y dudaba mucho que la segunda opción fuese su objetivo. Lo miró por un segundo, sopesando.Definitivamente la segunda opción no era su objetivo.
-Me parece un poco egoísta responderte todas esas preguntas- dijo mientras ambos giraban una de las esquinas siguiendo a la mujer- Si las contesto, jamás te daré la oportunidad de que las descubras por ti mismo.- le sonrió y apresuró su marcha- Prefiero sin duda que me invites a cenar, antes que decirte qué me gusta comer. Prefiero la lluvia que te cala cualquier tipo de vestimenta pero te deja los huesos secos... Mi color preferido.- dudó y lo miró por un segundo- Mi color preferido cambia según quién me lo pregunte . Solía tocar el arpa Sandoriana pero era tan mala que mi maestra decidió excusarme ante mi padre diciendo que tenía los dedos demasiado pequeños- calló por un segundo- Uso una espada corta porque si he de matar a alguien quiero estar lo suficientemente cerca de su rostro como para ver su gesto al morir- continuó, casi sorprendida de que acabase de decir eso- E... intento... intento usar mi magia para fortalecer todos mis ataques. Impulso creo que se llama. Desafortunadamente no he tenido un entrenamiento como es debido...- lo miró de nuevo de manera cómplice esta vez- Otra de las estupideces asociadas a la cultura de mi tribu por ser mujer...-
Suspiró por un segundo. La anciana había apresurado sus pasos y ambos tenían que casi correr para seguirla. Tragó saliva. Había olvidado lo que era mantener una conversación normal con alguien y como de nerviosa la ponían los silencios prolongados, así que mientras le agarraba la mano para que la siguiese casi corriendo a través del bosque de nuevo, le dijo:
-Se que no eres egoísta, así que estoy segura de que vas a dejar que descubra todas las respuestas a las posibles preguntas que tengo sobre ti por mi misma.... Tan solo una...¿En qué momento exacto te diste cuenta de que iba a causarte más problemas que beneficios?- - sonrió divertida.
De la nada, 4 hombres fornidos aparecieron frente ellos. Uno de ellos apresaba a la elfa anciana que pataleaba tratando de zafarse de sus brazos.Los otros tres apuntaban a Eilydh y Anders con arcos y flechas de manera amenazante..
-Vaya.. Vaya... Alguien ha estado contando historias peligrosas..- dijo el que parecía el cabecilla.- Me sorprende mucho que nuestros invitados siquiera consideren... traicionarnos. En fin... que desagradecidos- añadió- Incluso nuestro héroe.
Escuchó como Anders dejaba caer algunos de los utensilios que les había estado ayudando a recoger antes si quiera de entender la mitad de la blasfemia que indicaba que el elfo acababa de comprender aquello que había escrito en sus hombros. No pudo evitar sonreir con la picaresca de alguien que sabía que había hecho algo mal, pero no se arrepentía de ello. Se giró hasta el elfo y lo miró con un gesto que creía haber olvidado: El que solía ponerle a los comerciantes que hacían trueques con su padre si quería que tal o cual material fuese 200 aeros más barato. Una mezcla entre inocencia y misterio adornada con la media sonrisa de quién sabe que tenía un secreto compartido. Por un momento, sin embargo, se percató que apenas conocía a aquel elfo y se llevó la mano a la parte derecha de su muslo buscando su daga, en un amago de tenerla cerca por si le hacía falta.
La sonrisa se borró de sus labios cuando Anders casi sin proponerlo la desarmó con palabras acerca de la posibilidad de que su clan reconociese su nombre en su espalda. Se mordió el labio inferior, llenándose de recuerdos que casi había olvidado y preguntándose si aquello sería un orgullo para su padre, o por el contrario una provocación. No estaba muy segura de si era adecuado quedarse aletargada en aquellas ideas, teniendo en cuenta todo lo que había avanzado tan solo por estar en aquel lugar. Se distrajo de nuevo, guardando aquí y allá los instrumentos que había usado para tatuar a Anders.
Se acercó a un mueble cercano y posicionó la tinta en él. Cerró la puerta tras hacerlo y el sonido de la madera de nogal, al cerrar casi ensordeció las palabras del elfo. Pero no lo suficiente como para que Eilydh no las escuchase. "rayo de luz". Carraspeó y el calor intenso de sentir sus mejillas ruborizadas la hizo que se moviese de manera rápida hasta Ash'alá. No estaba segura si estaba más avergonzada de haberse ruborizado porque él la llamó así o por el hecho de que.. no le había resultado una provocación a desatar su ira.
La elfa agradeció que Anders recalcase el tono jocoso de aquello con una broma acerca de sus abrazos. Aunque por alguna razón sintió una punzada de molestia en aquel tono jocoso.
-Ya eres lo suficientemente afortunado de haber sobrevivido a uno- dijo Eilydh agarrándolo del codo, invitándolo a seguirla afuera de aquella habitación- No tientes a tu suerte pidiendo más....- dijo siguiendo el tono jocoso y poniendo los ojos en blanco.
Seguían a la anciana, por alguna razón. La mujer tenía el gesto serio y cargaba con un pequeño cofrecito de madera que Eilydh se percató de que escondía cada vez que se cruzaba con alguien de los que parecían ser los más ancianos integrantes de aquella comunidad. Recorrieron el pasillo de madera que comunicaba las habitaciones sin que ella dijese nada que les hiciese creer que tenía un objetivo, pero con la certitud de que aquella mujer bajita y vieja no caminaba de aquella manera apresurada por nada.
Eilydh escuchaba a Anders hablar. El elfo parecía querer rellenar el silencio con preguntas sobre ella. Eilydh no sabía cómo actuar ante aquello. La mayoría de personas que mostraban un interés tan preciso en ella lo hacían por dos razones específicas: La querían muerta o en su cama. Anders había tenido al menos 3 oportunidades de matarla, y no lo había hecho. Y dudaba mucho que la segunda opción fuese su objetivo. Lo miró por un segundo, sopesando.Definitivamente la segunda opción no era su objetivo.
-Me parece un poco egoísta responderte todas esas preguntas- dijo mientras ambos giraban una de las esquinas siguiendo a la mujer- Si las contesto, jamás te daré la oportunidad de que las descubras por ti mismo.- le sonrió y apresuró su marcha- Prefiero sin duda que me invites a cenar, antes que decirte qué me gusta comer. Prefiero la lluvia que te cala cualquier tipo de vestimenta pero te deja los huesos secos... Mi color preferido.- dudó y lo miró por un segundo- Mi color preferido cambia según quién me lo pregunte . Solía tocar el arpa Sandoriana pero era tan mala que mi maestra decidió excusarme ante mi padre diciendo que tenía los dedos demasiado pequeños- calló por un segundo- Uso una espada corta porque si he de matar a alguien quiero estar lo suficientemente cerca de su rostro como para ver su gesto al morir- continuó, casi sorprendida de que acabase de decir eso- E... intento... intento usar mi magia para fortalecer todos mis ataques. Impulso creo que se llama. Desafortunadamente no he tenido un entrenamiento como es debido...- lo miró de nuevo de manera cómplice esta vez- Otra de las estupideces asociadas a la cultura de mi tribu por ser mujer...-
Suspiró por un segundo. La anciana había apresurado sus pasos y ambos tenían que casi correr para seguirla. Tragó saliva. Había olvidado lo que era mantener una conversación normal con alguien y como de nerviosa la ponían los silencios prolongados, así que mientras le agarraba la mano para que la siguiese casi corriendo a través del bosque de nuevo, le dijo:
-Se que no eres egoísta, así que estoy segura de que vas a dejar que descubra todas las respuestas a las posibles preguntas que tengo sobre ti por mi misma.... Tan solo una...¿En qué momento exacto te diste cuenta de que iba a causarte más problemas que beneficios?- - sonrió divertida.
De la nada, 4 hombres fornidos aparecieron frente ellos. Uno de ellos apresaba a la elfa anciana que pataleaba tratando de zafarse de sus brazos.Los otros tres apuntaban a Eilydh y Anders con arcos y flechas de manera amenazante..
-Vaya.. Vaya... Alguien ha estado contando historias peligrosas..- dijo el que parecía el cabecilla.- Me sorprende mucho que nuestros invitados siquiera consideren... traicionarnos. En fin... que desagradecidos- añadió- Incluso nuestro héroe.
Eilydh
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Re: Catársis [privado] Anders
—Sí.
Me lleve la mano a un costado y le subí el pulgar.
—Definitivamente lo soy-
No pude terminar de hablar bien, riéndome de la cara de la mujer y dejando que me jalase. Estiré la mano hacia mi ropa y equipo por un segundo como acto reflejo, pero realmente no fue tanta resistencia como para detener el avance de las mujeres, por lo que seguí con ellas.
No me llevarían a ningún lugar donde fuese a necesitar tales, igualmente.
—¿Huh? —la miré dudoso unos segundos antes de sonreír a su explicación, y de vuelta a su propia sonrisa—. Entonces quieres que te invite a cenar... me suena todo a una vil trampa para hacerme gastar dinero y luego decirme que no comes eso y dárselo a Ash’alá.
Apuré el pasó al creer escuchar al tigre quejarse de que siquiera lo mencionase.
—Pues… a mí me gusta el verde. Más que nada en ojos —dije, juntando el índice y el pulgar y viendo a través del espacio entre ellos con un ojo; el otro cerrado, y la miré—. Los tuyos no son malos, son muy intensos… particularmente con el ceño fruncido. ¡Pero es buena combinación! Con el amarillo de tu cabello. Yo en cambio…
Volteé los ojos y me arrastré una mano por la cara, antes de encoger un hombro. Violetas. Era algo raro.
Seguí charlando y oyéndola, sin poder resistirme a bajar la mirada a sus manos y notar su tamaño y el largo de sus dedos. No insistí con el punto ni hice comentarios al respecto, porque había caído en asuntos directos de su familia, y no estaba hablando con ella para recordarle cosas desagradables. Exhalé pesadamente por la nariz sabiendo que no parecía haber muchos temas personales que no cayesen bajo eso.
—Ya veo —respondí automáticamente, antes de procesar sus palabras y voltear a verla, enarcando una ceja y apretando los labios en algo que no se llegaba a curvar suficiente para llamarle sonrisa.
—Sí, se llama Impulso. Sé un poco de que hablas, yo tampoco tuve maestro, solo… vi lo que otros hacían e intenté imitarlo. No ha salido súper bien pero… —terminé de curvar los labios—. Si soy honesto, creo que yo tampoco querría entrenar en armas a ningún niño pequeño, pero eso es parte de mis ideas estúpidas del mundo. No es un buen lugar, en muchas maneras, así que todos necesitan defenderse… no creo llegar a apreciar la idea de instruir a nadie como matar nunca, pero suena mejor que negarle a alguien la capacidad de defenderse —me rasqué el pelo—. Si tan solo no fuese necesario…
No dije mucho más, usualmente me desilusionaba hablar de ese tema. Alcé la mirada cuando me hizo acelerar el paso y noté que la anciana... casi corría, y si sus piernas se lo permitiesen tal vez lo habría hecho.
—¿Hmm? —musité. Solté una carcajada corta y negué con la cabeza sonriendo—. Pues, creo que alrededor del momento por el que me comentaste tus razones para usar una espada corta. Hay armas…
Tuve la mala impresión desarrollada por todo el combate que había pasado y el que, para bien o mal, me faltaba pasar. Vi a los hombres aún enseñando los dientes y suspiré pesadamente, siempre sucedía algo así cuando pensaba que iba a pasar un día bien, no en tranquilidad sino alegría.
Tenía bastantes días tranquilos, tantos que a cierto punto empezaban a ser solitarios; algo molestos. Vi de uno a otro, tres arqueros y uno sosteniendo a la anciana, lo que les daba un rehén. No saber porque estaban haciendo esto en primer lugar no ayudaba a esta situación.
Recordé la daga de Eilydh en su muslo, pero eso era una daga... ninguno llevaba armadura, una sola flecha a cualquier área del cuerpo y quedaríamos entre deshabilitados y muertos. Yo no tenía mis armas encima conmigo… ugh. Mala maña. Tenía que acostumbrarme, a ir por ahí metal sobre metal siempre, esto me quedaría de lección.
Si sobrevivía.
—Um —alcé las manos—, tranquilos, tranquilos… ¿qué pasa? —pregunté, abriendo los ojos un poco más al ver a uno tensar aún más la cuerda del arco—. ¿Traicionarlos? Solo tomábamos té, y…
Ciertamente no sabía bien porque la anciana estuvo corriendo. ¿Esto? Las razones más específicas se me escapaban, traición, traición… fruncí el ceño, no sintiéndolo cerca, y es que se arrastraba demasiado lento. Vaya casualidad hablar que ninguno tuvo entrenamiento apropiado.
—…Recibía un muy lindo tatú por parte de mi amiga —añadí para que Eilydh viese a mi espalda, o al menos instar a que por un momento lo hiciera y encontrase el mensaje allí grabado.
No el que decía que era suyo, claro, sino un pésimo '¿Tienes un plan?' que había escrito con un arcilla jalando la poca que conseguí del suelo mientras la masa de ésta nos alcanzaba. El mensaje estaba en humano, también, porque sabía que tenía que hablar más que élfico con lo que había sido su vida.
Eso evitaría que si alguien por accidente lo miraba nos clavase una flecha a alguno.
—El té que da esa mujer no es el que impartimos en este lugar —dijo sin dejar de apuntar y sin ninguna señal de que le temblase el pulso dejar ir la flecha—… pero creo que podemos llegar a algo sí vienes con nosotros y te incorporas debidamente. Sería un honor tener un héroe de Sandorai entre nosotros.
Parpadeé ante esa selección de palabras. Por mucho que hubiese costumbres diferentes de un clan, tribu o como se le llame a otro, algo común era el respeto a los mayores, y en mi observación previa del lugar definitivamente vi eso.
—No tengo pro-
—Pero la mujer viene con nosotros.
Cometí el error de no mantener mi expresión seca, haciendo el amago de fruncir el ceño antes de no hacerlo, pero me vio, y fue tarde. Él frunció el suyo e hizo un movimiento de cabeza para dejar claras las órdenes.
Uno de los hombres dejo de apuntar y se acercó a sostenerme, mientras otro mantenía la guardia apuntando sobre mí aún, y el que estaba hablando sobre Eilydh. Estaban actuando sorpresivamente listos para un grupo que lucía tan pacífico.
A esta distancia esquivar flechas era imposible, así que no tenía mucho más que hacer. Gruñí por dentro, sabiendo que si simplemente tuviese un gólem, en regla, real y que actuase, estaríamos menos en problemas.
En fin…
Mi masa de arcilla había entrado en rango a través de otros caminos en el suelo. La tierra estaba formada de demasiadas cosas, pero una parte casi siempre era arcilla, solo… que profunda, difícil de llamar. Muy distribuida también como para que usualmente fuese útil de forma inmediata.
Lo deshice y aplaque tanto al suelo como pude para llevarlo hacia donde imaginaba que estaba Eilydh, y miré hacia sus pies un par de segundos. Lamentablemente no podía sentir a través de la arcilla, así que me dio por adelantarme lo que pude y ponerme de espaldas al hombre que me iba a tomar, y me puse de rodillas, manos en alto, pero viendo hacia la mujer. Era lo que importaba en ese momento, si bien mi posición era casi pedir que me matasen porque no tendría chance ni a rodar de un golpe.
—Tú —hizo un movimiento de cabeza hacia Eilydh—, tú… —entrecerró los ojos, observándola mejor y reconociendo el vestido, momento en que entendió que la dosis no fue suficiente—… puedes incorporarte de nuevo a nuestra comunidad, hermana, aquí eres bienvenida.
—O puedes irte con tu mascota y olvidarte de esto, y no pasó nada —añadió, con un deje amenazante, observando por cualquier movimiento hostil, así fuese tan mínimo como el mío de casi fruncir el ceño.
Estaba intentando hablarle a Eilydh con la mirada para evitar que… bueno, que reaccionase así, con enojo, que es justo lo que haría porque es justo lo que alertaría al hombre y bien podían dispararle, o dispararme a mí, o a la anciana.
Me sorprendía y a la vez no que ya no hubiese hecho algo. Quería pensar un poco que debió ser la sorpresa de sentir algo frío arrastrándose por la parte trasera de sus piernas lentamente: la arcilla que estaba empujando arriba, por hilos pequeños, para que no pudiesen verse desde donde estábamos parados.
Naturalmente no conocía la figura de la elfa como conocía la mía, así que la armadura sería lejos de perfecta. Al menos me ayudaba que estuviese usando un vestido para ver disimuladamente donde iba la arcilla ocultándose abajo.
«Forma placas», pensé, cubriendo toda la piel que ya tapase su ropa. «Comprime», me apresuré a intentar hacerla tan densa como fuese posible para que aunque le disparasen de tan cerca, la flecha no la alcanzase.
—Malditos vestidos —se me escapó—, te prefiero en armadu…
—¡Calla! —dijo el de atrás, pisando sobre una pantorrilla. Me quejé con el rostro del dolor
—Decide rápido, hermana. No tenemos todo el día.
Me lleve la mano a un costado y le subí el pulgar.
—Definitivamente lo soy-
No pude terminar de hablar bien, riéndome de la cara de la mujer y dejando que me jalase. Estiré la mano hacia mi ropa y equipo por un segundo como acto reflejo, pero realmente no fue tanta resistencia como para detener el avance de las mujeres, por lo que seguí con ellas.
No me llevarían a ningún lugar donde fuese a necesitar tales, igualmente.
—¿Huh? —la miré dudoso unos segundos antes de sonreír a su explicación, y de vuelta a su propia sonrisa—. Entonces quieres que te invite a cenar... me suena todo a una vil trampa para hacerme gastar dinero y luego decirme que no comes eso y dárselo a Ash’alá.
Apuré el pasó al creer escuchar al tigre quejarse de que siquiera lo mencionase.
—Pues… a mí me gusta el verde. Más que nada en ojos —dije, juntando el índice y el pulgar y viendo a través del espacio entre ellos con un ojo; el otro cerrado, y la miré—. Los tuyos no son malos, son muy intensos… particularmente con el ceño fruncido. ¡Pero es buena combinación! Con el amarillo de tu cabello. Yo en cambio…
Volteé los ojos y me arrastré una mano por la cara, antes de encoger un hombro. Violetas. Era algo raro.
Seguí charlando y oyéndola, sin poder resistirme a bajar la mirada a sus manos y notar su tamaño y el largo de sus dedos. No insistí con el punto ni hice comentarios al respecto, porque había caído en asuntos directos de su familia, y no estaba hablando con ella para recordarle cosas desagradables. Exhalé pesadamente por la nariz sabiendo que no parecía haber muchos temas personales que no cayesen bajo eso.
—Ya veo —respondí automáticamente, antes de procesar sus palabras y voltear a verla, enarcando una ceja y apretando los labios en algo que no se llegaba a curvar suficiente para llamarle sonrisa.
—Sí, se llama Impulso. Sé un poco de que hablas, yo tampoco tuve maestro, solo… vi lo que otros hacían e intenté imitarlo. No ha salido súper bien pero… —terminé de curvar los labios—. Si soy honesto, creo que yo tampoco querría entrenar en armas a ningún niño pequeño, pero eso es parte de mis ideas estúpidas del mundo. No es un buen lugar, en muchas maneras, así que todos necesitan defenderse… no creo llegar a apreciar la idea de instruir a nadie como matar nunca, pero suena mejor que negarle a alguien la capacidad de defenderse —me rasqué el pelo—. Si tan solo no fuese necesario…
No dije mucho más, usualmente me desilusionaba hablar de ese tema. Alcé la mirada cuando me hizo acelerar el paso y noté que la anciana... casi corría, y si sus piernas se lo permitiesen tal vez lo habría hecho.
—¿Hmm? —musité. Solté una carcajada corta y negué con la cabeza sonriendo—. Pues, creo que alrededor del momento por el que me comentaste tus razones para usar una espada corta. Hay armas…
Tuve la mala impresión desarrollada por todo el combate que había pasado y el que, para bien o mal, me faltaba pasar. Vi a los hombres aún enseñando los dientes y suspiré pesadamente, siempre sucedía algo así cuando pensaba que iba a pasar un día bien, no en tranquilidad sino alegría.
Tenía bastantes días tranquilos, tantos que a cierto punto empezaban a ser solitarios; algo molestos. Vi de uno a otro, tres arqueros y uno sosteniendo a la anciana, lo que les daba un rehén. No saber porque estaban haciendo esto en primer lugar no ayudaba a esta situación.
Recordé la daga de Eilydh en su muslo, pero eso era una daga... ninguno llevaba armadura, una sola flecha a cualquier área del cuerpo y quedaríamos entre deshabilitados y muertos. Yo no tenía mis armas encima conmigo… ugh. Mala maña. Tenía que acostumbrarme, a ir por ahí metal sobre metal siempre, esto me quedaría de lección.
Si sobrevivía.
—Um —alcé las manos—, tranquilos, tranquilos… ¿qué pasa? —pregunté, abriendo los ojos un poco más al ver a uno tensar aún más la cuerda del arco—. ¿Traicionarlos? Solo tomábamos té, y…
Ciertamente no sabía bien porque la anciana estuvo corriendo. ¿Esto? Las razones más específicas se me escapaban, traición, traición… fruncí el ceño, no sintiéndolo cerca, y es que se arrastraba demasiado lento. Vaya casualidad hablar que ninguno tuvo entrenamiento apropiado.
—…Recibía un muy lindo tatú por parte de mi amiga —añadí para que Eilydh viese a mi espalda, o al menos instar a que por un momento lo hiciera y encontrase el mensaje allí grabado.
No el que decía que era suyo, claro, sino un pésimo '¿Tienes un plan?' que había escrito con un arcilla jalando la poca que conseguí del suelo mientras la masa de ésta nos alcanzaba. El mensaje estaba en humano, también, porque sabía que tenía que hablar más que élfico con lo que había sido su vida.
Eso evitaría que si alguien por accidente lo miraba nos clavase una flecha a alguno.
—El té que da esa mujer no es el que impartimos en este lugar —dijo sin dejar de apuntar y sin ninguna señal de que le temblase el pulso dejar ir la flecha—… pero creo que podemos llegar a algo sí vienes con nosotros y te incorporas debidamente. Sería un honor tener un héroe de Sandorai entre nosotros.
Parpadeé ante esa selección de palabras. Por mucho que hubiese costumbres diferentes de un clan, tribu o como se le llame a otro, algo común era el respeto a los mayores, y en mi observación previa del lugar definitivamente vi eso.
—No tengo pro-
—Pero la mujer viene con nosotros.
Cometí el error de no mantener mi expresión seca, haciendo el amago de fruncir el ceño antes de no hacerlo, pero me vio, y fue tarde. Él frunció el suyo e hizo un movimiento de cabeza para dejar claras las órdenes.
Uno de los hombres dejo de apuntar y se acercó a sostenerme, mientras otro mantenía la guardia apuntando sobre mí aún, y el que estaba hablando sobre Eilydh. Estaban actuando sorpresivamente listos para un grupo que lucía tan pacífico.
A esta distancia esquivar flechas era imposible, así que no tenía mucho más que hacer. Gruñí por dentro, sabiendo que si simplemente tuviese un gólem, en regla, real y que actuase, estaríamos menos en problemas.
En fin…
Mi masa de arcilla había entrado en rango a través de otros caminos en el suelo. La tierra estaba formada de demasiadas cosas, pero una parte casi siempre era arcilla, solo… que profunda, difícil de llamar. Muy distribuida también como para que usualmente fuese útil de forma inmediata.
Lo deshice y aplaque tanto al suelo como pude para llevarlo hacia donde imaginaba que estaba Eilydh, y miré hacia sus pies un par de segundos. Lamentablemente no podía sentir a través de la arcilla, así que me dio por adelantarme lo que pude y ponerme de espaldas al hombre que me iba a tomar, y me puse de rodillas, manos en alto, pero viendo hacia la mujer. Era lo que importaba en ese momento, si bien mi posición era casi pedir que me matasen porque no tendría chance ni a rodar de un golpe.
—Tú —hizo un movimiento de cabeza hacia Eilydh—, tú… —entrecerró los ojos, observándola mejor y reconociendo el vestido, momento en que entendió que la dosis no fue suficiente—… puedes incorporarte de nuevo a nuestra comunidad, hermana, aquí eres bienvenida.
—O puedes irte con tu mascota y olvidarte de esto, y no pasó nada —añadió, con un deje amenazante, observando por cualquier movimiento hostil, así fuese tan mínimo como el mío de casi fruncir el ceño.
Estaba intentando hablarle a Eilydh con la mirada para evitar que… bueno, que reaccionase así, con enojo, que es justo lo que haría porque es justo lo que alertaría al hombre y bien podían dispararle, o dispararme a mí, o a la anciana.
Me sorprendía y a la vez no que ya no hubiese hecho algo. Quería pensar un poco que debió ser la sorpresa de sentir algo frío arrastrándose por la parte trasera de sus piernas lentamente: la arcilla que estaba empujando arriba, por hilos pequeños, para que no pudiesen verse desde donde estábamos parados.
Naturalmente no conocía la figura de la elfa como conocía la mía, así que la armadura sería lejos de perfecta. Al menos me ayudaba que estuviese usando un vestido para ver disimuladamente donde iba la arcilla ocultándose abajo.
«Forma placas», pensé, cubriendo toda la piel que ya tapase su ropa. «Comprime», me apresuré a intentar hacerla tan densa como fuese posible para que aunque le disparasen de tan cerca, la flecha no la alcanzase.
—Malditos vestidos —se me escapó—, te prefiero en armadu…
—¡Calla! —dijo el de atrás, pisando sobre una pantorrilla. Me quejé con el rostro del dolor
—Decide rápido, hermana. No tenemos todo el día.
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Re: Catársis [privado] Anders
La mujer miraba a Eilydh con sus ojos de vacíos mientras movía sus pequeños pies que no pisaban la tierra debido al amarre de aquel elfo que la mantenía presa. Eilydh intentó pensar rápido mientras buscaba una manera de escapar de aquel lugar: Estaban rodeados de nada más que de árboles y raíces por todas partes.
Sin duda podía usar las lianas como un amarre hacia alguno de aquellos personajes. Estaba segura que el factor sorpresa de aquella acción tomaría por sorpresa a uno de aquellos hombres. Con suerte podía entonces clavarle la daga que notaba en el bolsito de su muslo a otro de aquellos dos hombres, sin embargo, no había justificación alguna para hacerla pensar que podía acabar con los tres con un movimiento.
Anders por su parte parecía querer decirle algo con la mirada, El chico se había expuesto demasiado a las flechas de aquellos hombres y parecía querer protegerla haciendo de escudo humano. Aquello comenzaba a molestarla. Si hubiese querido sentirse como una damisela en apuros hubiese gritado en el momento justo en el que vió como aquellos hombres agarraban a la anciana. Pero tan solo pensó en como había salido de la habitación sin agarrar a Karma.
Los sollozos de aquella mujer se hicieron más ruidosos.El sonido de los mismos, la visión de Anders con los ojos muy abiertos como si eso hiciese que lo entendiese a la par que la voz grave de los elfos atreviendose a darle opciones sobre como actuar estaba sin duda eliminando la paz en la que se había sumido en las dos últimas horas. Se llevó la mano al muslo de manera disimulada y agarró su daga. Se encontró también con algo redondo y duro que agarró preguntándose que era aquello que había guardado ahí y que...
Algo frío y viscoso subiendo por sus piernas la sobresaltó pero la elfa se apresuró a camuflar aquel suspiro de sorpresa por una tos bastante sospechosa. Entendió entonces la mirada significativa de Anders y sintió como la arcilla avanzaba.
-Yo... em..- notaba como la arcilla de Anders le recorría las pantorrillas, luego los muslos y poco a poco la espalda. No podía pensar con claridad. Notaba la caricia de la arcilla recorrerle la parte bajo de la espalda.- Creo que deberíais... que deberíais...- su rostro era del color rojo intenso de las manzanas que colgaban de los árboles que la rodeaban. La arcilla comenzó entonces a subir por su ombligo y la elfa sintió la presión de esta sobre su figura.
Estaba irritada. Los pataleos de la anciana casi sin aire en sus pulmones, ¿Qué cargaba en aquella cajita?, los ojos sospechosos de aquellos elfos mientras la apuntaban con las flechas ¿Por qué necesitaban a aquella anciana?. Las miradas significativas de Anders que el elfo aderezó con un comentario sobre su vestido y su armadura. La arcilla recorriéndole la espalda, el abdomen, el pecho. de nuevo la mirada intentando comunicarse con ella de Anders.¿Acaso su extraña habilidad con la arcilla le permitía manejarla con las manos incluso en la distancia? ¿Sgnificaba aquello qué...? La arcilla oprimiéndola como las manos mismas de...
-BASTA- Dijo con el gesto avergonzado, las mejillas enrojecidas, sin saber muy bien qué hacer y como moverse, respirando de manera entrecortada.-
Y entonces recordó qué era aquello que había guardado junto a su daga, lo suficientemente pequeño como para viajar en ese espacio. Agarró las bombas y [1] lanzó una de ellas bajo los pies de uno de los elfos, el más cercano, que los apuntaba con la flecha.
-Basta de juegos...- dijo Eilydh algo más enfocada en aquello- Por qué no... bueno. Por qué no dejáis marchar a la anciana y resolvemos esto de manera justa.- La elfa era consciente del efecto de aquella bomba floral y que su sugerencia podía o no resultar efectiva. Mientras tanto, su sugerencia le había dado la oportuidad suficiente para alejarse de Anders y acercarse al elfo al que intentaba seducir, aprovechando la confusión en su rostro- ¿Por qué incluir a un vejestorio indefenso cuando todos sabemos que podemos finiquitar esto con la estamina de la juventud?- Eilydh dijo esto rodeando al hombre.
Se acercó a su oido y le susurró las últimas palabras al oido, intentando copiar sus actos sutiles y seductores de aquellos días cuando tan solo intentaba que los comerciantes de su padre intentasen cerrar tal o cual negocio importante.y ella era la diferencia entre un resultado positivo y uno negativo.
Casi notaba el corazón de aquel arquero latir rápido en su cuello. Le adecentó un poco el pelo tras sus orejas, aún rodeándolo mientras andaba. Mantenía su daga oculta en un costado. Si la bomba floral no funcionaba, se aseguraría de ser más rápida que las manos de aquel hombre mientras clavaba su daga en su cuello.
-¿O es que acaso no crees que sea una buena idea?- le susurró al elfo en la oreja de nuevo. Su voz era melosa. Sus ojos, fríos y fieros como el hielo estaban clavados en Anders, sumida como estaba en el sentimiento de la arcilla alrededor de todo su cuerpo bajo el vestido.
Si aquellos elfos no lo mataban, lo haría ella.
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[1] Uso la bomba floral runa buena: el elfo es afectado por la misma y es manipulable por Eilydh y sus seducciones. Una runa mala, significa que la bomba no tiene efecto sobre el hombre y tendremos que avanzar con nuestra trama de otra manera. Una runa neutra significa que Anders será quién decida roleando con los resultados de esta acción.
Sin duda podía usar las lianas como un amarre hacia alguno de aquellos personajes. Estaba segura que el factor sorpresa de aquella acción tomaría por sorpresa a uno de aquellos hombres. Con suerte podía entonces clavarle la daga que notaba en el bolsito de su muslo a otro de aquellos dos hombres, sin embargo, no había justificación alguna para hacerla pensar que podía acabar con los tres con un movimiento.
Anders por su parte parecía querer decirle algo con la mirada, El chico se había expuesto demasiado a las flechas de aquellos hombres y parecía querer protegerla haciendo de escudo humano. Aquello comenzaba a molestarla. Si hubiese querido sentirse como una damisela en apuros hubiese gritado en el momento justo en el que vió como aquellos hombres agarraban a la anciana. Pero tan solo pensó en como había salido de la habitación sin agarrar a Karma.
Los sollozos de aquella mujer se hicieron más ruidosos.El sonido de los mismos, la visión de Anders con los ojos muy abiertos como si eso hiciese que lo entendiese a la par que la voz grave de los elfos atreviendose a darle opciones sobre como actuar estaba sin duda eliminando la paz en la que se había sumido en las dos últimas horas. Se llevó la mano al muslo de manera disimulada y agarró su daga. Se encontró también con algo redondo y duro que agarró preguntándose que era aquello que había guardado ahí y que...
Algo frío y viscoso subiendo por sus piernas la sobresaltó pero la elfa se apresuró a camuflar aquel suspiro de sorpresa por una tos bastante sospechosa. Entendió entonces la mirada significativa de Anders y sintió como la arcilla avanzaba.
-Yo... em..- notaba como la arcilla de Anders le recorría las pantorrillas, luego los muslos y poco a poco la espalda. No podía pensar con claridad. Notaba la caricia de la arcilla recorrerle la parte bajo de la espalda.- Creo que deberíais... que deberíais...- su rostro era del color rojo intenso de las manzanas que colgaban de los árboles que la rodeaban. La arcilla comenzó entonces a subir por su ombligo y la elfa sintió la presión de esta sobre su figura.
Estaba irritada. Los pataleos de la anciana casi sin aire en sus pulmones, ¿Qué cargaba en aquella cajita?, los ojos sospechosos de aquellos elfos mientras la apuntaban con las flechas ¿Por qué necesitaban a aquella anciana?. Las miradas significativas de Anders que el elfo aderezó con un comentario sobre su vestido y su armadura. La arcilla recorriéndole la espalda, el abdomen, el pecho. de nuevo la mirada intentando comunicarse con ella de Anders.¿Acaso su extraña habilidad con la arcilla le permitía manejarla con las manos incluso en la distancia? ¿Sgnificaba aquello qué...? La arcilla oprimiéndola como las manos mismas de...
-BASTA- Dijo con el gesto avergonzado, las mejillas enrojecidas, sin saber muy bien qué hacer y como moverse, respirando de manera entrecortada.-
Y entonces recordó qué era aquello que había guardado junto a su daga, lo suficientemente pequeño como para viajar en ese espacio. Agarró las bombas y [1] lanzó una de ellas bajo los pies de uno de los elfos, el más cercano, que los apuntaba con la flecha.
-Basta de juegos...- dijo Eilydh algo más enfocada en aquello- Por qué no... bueno. Por qué no dejáis marchar a la anciana y resolvemos esto de manera justa.- La elfa era consciente del efecto de aquella bomba floral y que su sugerencia podía o no resultar efectiva. Mientras tanto, su sugerencia le había dado la oportuidad suficiente para alejarse de Anders y acercarse al elfo al que intentaba seducir, aprovechando la confusión en su rostro- ¿Por qué incluir a un vejestorio indefenso cuando todos sabemos que podemos finiquitar esto con la estamina de la juventud?- Eilydh dijo esto rodeando al hombre.
Se acercó a su oido y le susurró las últimas palabras al oido, intentando copiar sus actos sutiles y seductores de aquellos días cuando tan solo intentaba que los comerciantes de su padre intentasen cerrar tal o cual negocio importante.y ella era la diferencia entre un resultado positivo y uno negativo.
Casi notaba el corazón de aquel arquero latir rápido en su cuello. Le adecentó un poco el pelo tras sus orejas, aún rodeándolo mientras andaba. Mantenía su daga oculta en un costado. Si la bomba floral no funcionaba, se aseguraría de ser más rápida que las manos de aquel hombre mientras clavaba su daga en su cuello.
-¿O es que acaso no crees que sea una buena idea?- le susurró al elfo en la oreja de nuevo. Su voz era melosa. Sus ojos, fríos y fieros como el hielo estaban clavados en Anders, sumida como estaba en el sentimiento de la arcilla alrededor de todo su cuerpo bajo el vestido.
Si aquellos elfos no lo mataban, lo haría ella.
-------
[1] Uso la bomba floral runa buena: el elfo es afectado por la misma y es manipulable por Eilydh y sus seducciones. Una runa mala, significa que la bomba no tiene efecto sobre el hombre y tendremos que avanzar con nuestra trama de otra manera. Una runa neutra significa que Anders será quién decida roleando con los resultados de esta acción.
Eilydh
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Re: Catársis [privado] Anders
El miembro 'Eilydh' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: Catársis [privado] Anders
Bromeas…
Pestañeé y contuve la respiración, viendo la cara enrojecida de la mujer. ¿Qué era eso? ¿Pena? ¿En este momento? Vi de reojo a la anciana en los brazos del otro hombre. A Ash’alá. Si hacía otra mención a ‘armadura’ o similares sospecharían algo, o terminarían de optar por la violencia.
Estuve a punto de moverme cuando creí que uno dejaría ir la flecha al observar el arma de-
«¿Qué demonios es eso?» clavé los ojos en... una bolita de flores. El estallido no fue nada violento, más bien olía como un perfume. Estuve cómodo con la fragancia hasta que escuché las proposiciones de la rubia, haciendo que me inclinase a pensar que no me equivocaba en la idea de oler un poco de amorttentia.
Aunque el hombre murmuraba considerando sus propuestas, yo seguía a tiro del de mi espalda. No volteé, pero me bastó con tornar los ojos a un lado para ver a la elfa molesta, y por alguna razón, estaba molesta conmigo.
Tal vez me hubiese costado más entenderlo, pero en esa situación y cuando mis actos habían sido ser carnada y cubrirla, solo podía imaginar que estaba ofendida por lo segundo. Fruncí el ceño levemente y luego suspiré.
El cabecilla soltó a la anciana y abrió la boca para indicar que bajasen las armas. Nada que no hubiese visto antes, le diría "sí nena, es una gran idea" y harían como que se acabó el problema conmigo y la anciana para después igual matarnos mientras se revolcaba con la joven. Vi al de atrás, pidiendo permiso con la mirada y me puse de pie, limpiándome las rodillas…
Al oír el grito del hombre me giré rápido y tome uno de los brazos del arquero de atrás, jalándolo al suelo e iniciando una pelea por control allí, por lo que no llegó a disparar. Los otros dos sí.
Tuve un segundo de alivio al ver que una flecha falló por obra de Ash’alá, que estaba… uh.
Mordiendo la cabeza del hombre como si fuese un juguete.
La otra rozó sin alcanzar piel del cuerpo de la elfa, suficientemente ágil para esquivarla e ir en seguida por el restante antes de que pudiese disparar otra vez. Me lleve varios golpes del hombre del bastardo con el que caí al suelo. Me había dolido más el tatuaje, la verdad.
Cayó inconsciente tras un segundos de forcejeó con mis manos en su cuello y arcilla en su cara. Me paré, resbalando a una rodilla antes de incorporarme completamente. Los problemas no habían acabado.
Acababan de empezar.
Me di vuelta hacia ella y recogí toda la arcilla de su cuerpo a un lado sin dejar rastro alguno, formando la masa otra vez. Ante la misma mirada frío glacial, tomé aire, sin ánimos de sonreír por alguna vez.
—Gracias —solté a medias, en un esfuerzo algo fallido de ocultar. No tenía ganas de discutir justo ahora. Me acerqué hacia la anciana a ver como estaba. Por supuesto, se notaban las marcas en sus brazos por como la sostuvieron.
Pero no tanto como la culpabilidad en su cara. Le puse las manos cuidadosamente encima para sanarla un poco y ayudarla a ponerse de pie. Seguía inquieta y apurada. Por primera vez también lucía perdida.
Tras unos instantes más vio hacia el pequeño cofre de madera en la boca de un rosado Ash’alá y nos instó a apurarnos con voz temblorosa. No sé si escuché a Eilydh, pero cuando sentí el mínimo movimiento avancé también, tragándome las flechas en la masa antes de cargar con ella.
Por el resto del trayecto, evité su mirada.
Paramos entre raíces grandes, con la mujer sentándose en el suelo agotada como alguien de su edad estaría. El tigre reposó la caja frente a ella y vi la débil señal de una sonrisa mientras su respiración se calmaba. También la escuché murmurar unas palabras y un calor leve impregnar el aire.
Al ver arriba, observé varios fuegos fatuos danzando y perdiéndose hacia por donde habíamos venido. Estuve a punto de abrir la boca antes de recordar otra vez que era sorda.
—Es mi culpa... siento ponerlos en tal aprieto.
Otra vez silencio. Durante lo que se sintieron como minutos no me moví ni paré de mirar a la anciana, o, lo que realmente estaba haciendo, no-mirando a Eilydh. Los fuegos volvieron y la anciana suspiró.
—Estamos solos… bien… —extendió la caja frente a ella—. Cómo… ¿cómo empiezo? —se preguntó, viéndonos la cara—. En esta caja están mis ojos y mis oídos.
Sentía que me había perdido la mitad de la historia de esto, porque eso no podía ser un comienzo. La mujer empezó a explicar como esa era su comunidad, o como lo fue. La había fundado a ella. Era más vieja que los árboles. Recibía elfos exiliados, hombres-bestia rechazados por su familia, licántropos que no querían ser parte de La Manada…
Y los ayudaba, e intentaba curarlos. Pero no siempre funcionaba, a veces el té—la alquimia, no era suficiente. Existían dolores que podían sobrellevarse.
Otros, los llevabas contigo a la muerte.
Fue uno de esas personas cuya herida en vez de sanar empeoró y dio vuelta a todo el lugar, no le gustó lo que vio y escuchó la mujer del bosque, del aire, de las montañas, de patrones demasiado complicados para ser puestos por tinta en papel o por voz en palabras. Era una Custodio. Explicó cómo cuando quería, podía ver a través de los fuegos fatuos, y le susurraban las hojas del bosque.
Pero seguía siendo solo una mujer contra demasiados, demasiados que buscaron forzar la tranquilidad y perderse en ese té. Uno que verdaderamente podía sanar, e inhibir todo, forzando a la gente a ser feliz. Estúpida y feliz.
Encontré sospechoso y divertido que mencionase ayudarnos no por esperar ayuda, sino porque no quería dejar pasar la oportunidad de auxiliar a alguien a su antigua manera, de la forma que creía correcta. Aunque por eso al estar prohibido ahora quisieran matarla.
Entonces nos ofreció ir sin deberle nada porque no había hecho el trabajo completo. Me rasqué el pelo y suspiré.
—Si hubieras, no sé, dicho esto antes, cuando tenía mi arma...
La mujer carcajeó ante eso.
—Lo siento. Estaba… asustada. Vi que alguien iba camino al lugar a través de los fuegos y me ganó el miedo. No quería interrumpir nada…estaban haciendo progreso. ¿Entonces qué? ¿Les compartía mis problemas y les pedía que mataran? Estoy nostálgica. Solo quería hacer una última cosa bien antes de dejar el mundo, así que preferí dejarlos ser, y no decirles nada. Yo… lo siento.
—Ayudaré.
La anciana no lució sorprendida. Ni siquiera reaccionó, como si estuviera dejando de oír. Tal vez había dejado de hacerlo.
—Pero antes… —suspiré pesadamente y me arrastré una mano por la cara, irritado ante solo la idea. Me di vuelta hacia Eilydh y respondí el frío azul hielo con... violeta. Solo violeta, sin saber que significaba.
—No es que no me diera cuenta… —murmuré—… pero estoy corriendo a mi límite también y no quiero adivinar, así que temo que tenemos que discutir. Dime. ¿Qué es lo qué quieres decir?
Pestañeé y contuve la respiración, viendo la cara enrojecida de la mujer. ¿Qué era eso? ¿Pena? ¿En este momento? Vi de reojo a la anciana en los brazos del otro hombre. A Ash’alá. Si hacía otra mención a ‘armadura’ o similares sospecharían algo, o terminarían de optar por la violencia.
Estuve a punto de moverme cuando creí que uno dejaría ir la flecha al observar el arma de-
«¿Qué demonios es eso?» clavé los ojos en... una bolita de flores. El estallido no fue nada violento, más bien olía como un perfume. Estuve cómodo con la fragancia hasta que escuché las proposiciones de la rubia, haciendo que me inclinase a pensar que no me equivocaba en la idea de oler un poco de amorttentia.
Aunque el hombre murmuraba considerando sus propuestas, yo seguía a tiro del de mi espalda. No volteé, pero me bastó con tornar los ojos a un lado para ver a la elfa molesta, y por alguna razón, estaba molesta conmigo.
Tal vez me hubiese costado más entenderlo, pero en esa situación y cuando mis actos habían sido ser carnada y cubrirla, solo podía imaginar que estaba ofendida por lo segundo. Fruncí el ceño levemente y luego suspiré.
El cabecilla soltó a la anciana y abrió la boca para indicar que bajasen las armas. Nada que no hubiese visto antes, le diría "sí nena, es una gran idea" y harían como que se acabó el problema conmigo y la anciana para después igual matarnos mientras se revolcaba con la joven. Vi al de atrás, pidiendo permiso con la mirada y me puse de pie, limpiándome las rodillas…
Al oír el grito del hombre me giré rápido y tome uno de los brazos del arquero de atrás, jalándolo al suelo e iniciando una pelea por control allí, por lo que no llegó a disparar. Los otros dos sí.
Tuve un segundo de alivio al ver que una flecha falló por obra de Ash’alá, que estaba… uh.
Mordiendo la cabeza del hombre como si fuese un juguete.
La otra rozó sin alcanzar piel del cuerpo de la elfa, suficientemente ágil para esquivarla e ir en seguida por el restante antes de que pudiese disparar otra vez. Me lleve varios golpes del hombre del bastardo con el que caí al suelo. Me había dolido más el tatuaje, la verdad.
Cayó inconsciente tras un segundos de forcejeó con mis manos en su cuello y arcilla en su cara. Me paré, resbalando a una rodilla antes de incorporarme completamente. Los problemas no habían acabado.
Acababan de empezar.
Me di vuelta hacia ella y recogí toda la arcilla de su cuerpo a un lado sin dejar rastro alguno, formando la masa otra vez. Ante la misma mirada frío glacial, tomé aire, sin ánimos de sonreír por alguna vez.
—Gracias —solté a medias, en un esfuerzo algo fallido de ocultar. No tenía ganas de discutir justo ahora. Me acerqué hacia la anciana a ver como estaba. Por supuesto, se notaban las marcas en sus brazos por como la sostuvieron.
Pero no tanto como la culpabilidad en su cara. Le puse las manos cuidadosamente encima para sanarla un poco y ayudarla a ponerse de pie. Seguía inquieta y apurada. Por primera vez también lucía perdida.
Tras unos instantes más vio hacia el pequeño cofre de madera en la boca de un rosado Ash’alá y nos instó a apurarnos con voz temblorosa. No sé si escuché a Eilydh, pero cuando sentí el mínimo movimiento avancé también, tragándome las flechas en la masa antes de cargar con ella.
Por el resto del trayecto, evité su mirada.
Paramos entre raíces grandes, con la mujer sentándose en el suelo agotada como alguien de su edad estaría. El tigre reposó la caja frente a ella y vi la débil señal de una sonrisa mientras su respiración se calmaba. También la escuché murmurar unas palabras y un calor leve impregnar el aire.
Al ver arriba, observé varios fuegos fatuos danzando y perdiéndose hacia por donde habíamos venido. Estuve a punto de abrir la boca antes de recordar otra vez que era sorda.
—Es mi culpa... siento ponerlos en tal aprieto.
Otra vez silencio. Durante lo que se sintieron como minutos no me moví ni paré de mirar a la anciana, o, lo que realmente estaba haciendo, no-mirando a Eilydh. Los fuegos volvieron y la anciana suspiró.
—Estamos solos… bien… —extendió la caja frente a ella—. Cómo… ¿cómo empiezo? —se preguntó, viéndonos la cara—. En esta caja están mis ojos y mis oídos.
Sentía que me había perdido la mitad de la historia de esto, porque eso no podía ser un comienzo. La mujer empezó a explicar como esa era su comunidad, o como lo fue. La había fundado a ella. Era más vieja que los árboles. Recibía elfos exiliados, hombres-bestia rechazados por su familia, licántropos que no querían ser parte de La Manada…
Y los ayudaba, e intentaba curarlos. Pero no siempre funcionaba, a veces el té—la alquimia, no era suficiente. Existían dolores que podían sobrellevarse.
Otros, los llevabas contigo a la muerte.
Fue uno de esas personas cuya herida en vez de sanar empeoró y dio vuelta a todo el lugar, no le gustó lo que vio y escuchó la mujer del bosque, del aire, de las montañas, de patrones demasiado complicados para ser puestos por tinta en papel o por voz en palabras. Era una Custodio. Explicó cómo cuando quería, podía ver a través de los fuegos fatuos, y le susurraban las hojas del bosque.
Pero seguía siendo solo una mujer contra demasiados, demasiados que buscaron forzar la tranquilidad y perderse en ese té. Uno que verdaderamente podía sanar, e inhibir todo, forzando a la gente a ser feliz. Estúpida y feliz.
Encontré sospechoso y divertido que mencionase ayudarnos no por esperar ayuda, sino porque no quería dejar pasar la oportunidad de auxiliar a alguien a su antigua manera, de la forma que creía correcta. Aunque por eso al estar prohibido ahora quisieran matarla.
Entonces nos ofreció ir sin deberle nada porque no había hecho el trabajo completo. Me rasqué el pelo y suspiré.
—Si hubieras, no sé, dicho esto antes, cuando tenía mi arma...
La mujer carcajeó ante eso.
—Lo siento. Estaba… asustada. Vi que alguien iba camino al lugar a través de los fuegos y me ganó el miedo. No quería interrumpir nada…estaban haciendo progreso. ¿Entonces qué? ¿Les compartía mis problemas y les pedía que mataran? Estoy nostálgica. Solo quería hacer una última cosa bien antes de dejar el mundo, así que preferí dejarlos ser, y no decirles nada. Yo… lo siento.
—Ayudaré.
La anciana no lució sorprendida. Ni siquiera reaccionó, como si estuviera dejando de oír. Tal vez había dejado de hacerlo.
—Pero antes… —suspiré pesadamente y me arrastré una mano por la cara, irritado ante solo la idea. Me di vuelta hacia Eilydh y respondí el frío azul hielo con... violeta. Solo violeta, sin saber que significaba.
—No es que no me diera cuenta… —murmuré—… pero estoy corriendo a mi límite también y no quiero adivinar, así que temo que tenemos que discutir. Dime. ¿Qué es lo qué quieres decir?
Anders
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Re: Catársis [privado] Anders
El olor a flores inundó sus pulmones y Eilydh se dejó llevar por un segundo a un lugar sereno mezclado con aquel lugar. No tardó sin embargo mucho en volver a si misma. La mano del elfo en su cintura la hizo recordar dónde estaba y con quién. A su incipiente sensación de repudio se le unió el miedo infinito a que la mano de aquel desconocido notase la armadura improvisada que Anders había creado sobre ella.
-Si me lo pones así quizás sea más interesante que...- Comenzó a decir el elfo. El rugido de Ash'alá saltando sobre otro de los elfos indicó a Eilydh que era su momento de deshacerse de aquella molestia. No tardó mucho en knockearlo con varios puñetazos que llegaron de la nada y lo hicieron tambalearse. Ash'alá, con la boca manchada del rojo de la sangre del primer hombre finiquitó la tarea de Eilydh mordiendo el abdomen de este elfo y haciendo que su sangre se esparciese por todas partes.
-Ughh... clásico- dijo Eilydh limpiando con su mano parte de la sangre de su cara.
Acto seguido pudo ver como Anders se deshacía del elfo que quedaba sujetando a la anciana justo a tiempo para ver como este se desplomaba. Eilydh suspiró aliviada. Anders se le acercó sin querer mirarla mucho y su rostro se tiñó de un rojo intenso en el momento justo que notó que su arcilla había dejado de rodearla, notando el aire y el tacto de la ropa de nuevo contra su piel.
No dijo nada mientras caminaba, avergonzada. ¿Aquella arcilla era... una prolongación de sus manos? Podía ajustarla y desajustarla a su antojo así que imaginó que si. Si lo era entonces.. entonces.
Carraspeó sin motivo alguno apartando su mente de aquella sensación y enfocándose de nuevo en la anciana y sus palabras.Notaba la desesperación de la mujer al contar su historia. El deseo de cambiar de su deje de aventura.. pero también el conformismo y la decepción que sus palabras traían con ella. La voz de Anders animándose a ayudarla la sorprendió. Aquel elfo tenía el espiritu humilde y generoso que amparaba a personas con las que Eilydh no solía rodearse. Aquello sin duda era algo novedoso.. y excitante a partes iguales. Hacer algo.. por los demas.
-...Y esa cosa que querías hacer... bueno... ¿Qué implica exactamente?- dijo Eilydh mirando directamente la cabeza a medio comer con la que Ash'alá seguía jugando.- No puedo hablar por ti, no osaría hacerlo después de que acabas de recuperar tu voz después de tanto pero... no entiendo como esto va a funcionar. No imagino una comunidad tan perfecta sin que nadie quiera aprovecharse de sus beneficios de manera maliciosa.- suspiró ahora clavando los ojos en la elfa de nuevo.- No quiero ser partícipe de un engaño o una oportunidad de que te roben de nuevo los ojos y la voz, elfa.
La mujer la miró y sonrió. Llevó su mano a la barbilla de Eilydh con gesto maternal y frunció sus labios haciéndolos más pequeños.
-Esta es mi creación... y muere conmigo. - dijo- Mi última buena acción habéis sido ambos. Encender vuestra llama es lo más interesante que he hecho en mucho, mucho tiempo. Dejadme que me regocije pensando que al menos ha servido para que descubráis cosas el uno en el otro que ambos envidiáis. No me dejéis ir pensando que mi esfuerzo y tiempo no ha servido de nada- De nuevo, la anciana miró a Eilydh que apartó la mirada y la empujó hacia Anders que había comenzado a hablarle.
El elfo le preguntó qué quería decir. Eilydh se había olvidado de manera momentánea el motivo por el que se había sentido avergonzada minutos antes. El mero hecho de reconocerlo frente a él no sería tan solo sentirse vulnerable sino también vergonzoso.
-¿Mmm?- dijo como si no entendiese a que se refería- Yo no quiero decir.. no quiero...-
La anciana tosió de manera estruendosa y dió un empujoncito a Eilydh. Ésta suspiró. Recordándose que era una elfa adulta.
-Tú arcilla- dijo entonces con la cara enrojecida de nuevo- ¿Es como tus manos no?- dijo finalmente- Digo... la manejas a tus anchas.. la.. moldeas.Casi una prolongación de ellas. - añadió- La arcilla sobre mi cuerpo... como armadura- su cara no podía estar más roja- No vuelvas a hacerlo.-dijo simplemente- No así. No sin mi permiso explícito- añadió recordando sus cicatrices.- pero... gracias- se apresuró a añadir casi en un susurro.
Cerró los ojo un momento y se tranquilizó.
Miró a la elfa y no tardó mucho en entender la mirada vacía que la mujer le sostenía mientras señalaba al campamento, casi levantandose a través de los árboles.
-Necesitas recuperar nuestros enseres- dijo entonces Eilydh a Anders- Necesito mi armadura de verdad y... tu necesitas tus armas. Creo que sería buena idea si te apresuras a hacerlo. Nuestra amiga y yo tenemos.. un asunto que resolver- dijo Eilydh con el rostro aún sonrosado pero más calmada.- Cuando nos veas tan solo está seguro que tienes una mano libre- le dijo y le dió la espalda camino hasta la anciana.
-Si me lo pones así quizás sea más interesante que...- Comenzó a decir el elfo. El rugido de Ash'alá saltando sobre otro de los elfos indicó a Eilydh que era su momento de deshacerse de aquella molestia. No tardó mucho en knockearlo con varios puñetazos que llegaron de la nada y lo hicieron tambalearse. Ash'alá, con la boca manchada del rojo de la sangre del primer hombre finiquitó la tarea de Eilydh mordiendo el abdomen de este elfo y haciendo que su sangre se esparciese por todas partes.
-Ughh... clásico- dijo Eilydh limpiando con su mano parte de la sangre de su cara.
Acto seguido pudo ver como Anders se deshacía del elfo que quedaba sujetando a la anciana justo a tiempo para ver como este se desplomaba. Eilydh suspiró aliviada. Anders se le acercó sin querer mirarla mucho y su rostro se tiñó de un rojo intenso en el momento justo que notó que su arcilla había dejado de rodearla, notando el aire y el tacto de la ropa de nuevo contra su piel.
No dijo nada mientras caminaba, avergonzada. ¿Aquella arcilla era... una prolongación de sus manos? Podía ajustarla y desajustarla a su antojo así que imaginó que si. Si lo era entonces.. entonces.
Carraspeó sin motivo alguno apartando su mente de aquella sensación y enfocándose de nuevo en la anciana y sus palabras.Notaba la desesperación de la mujer al contar su historia. El deseo de cambiar de su deje de aventura.. pero también el conformismo y la decepción que sus palabras traían con ella. La voz de Anders animándose a ayudarla la sorprendió. Aquel elfo tenía el espiritu humilde y generoso que amparaba a personas con las que Eilydh no solía rodearse. Aquello sin duda era algo novedoso.. y excitante a partes iguales. Hacer algo.. por los demas.
-...Y esa cosa que querías hacer... bueno... ¿Qué implica exactamente?- dijo Eilydh mirando directamente la cabeza a medio comer con la que Ash'alá seguía jugando.- No puedo hablar por ti, no osaría hacerlo después de que acabas de recuperar tu voz después de tanto pero... no entiendo como esto va a funcionar. No imagino una comunidad tan perfecta sin que nadie quiera aprovecharse de sus beneficios de manera maliciosa.- suspiró ahora clavando los ojos en la elfa de nuevo.- No quiero ser partícipe de un engaño o una oportunidad de que te roben de nuevo los ojos y la voz, elfa.
La mujer la miró y sonrió. Llevó su mano a la barbilla de Eilydh con gesto maternal y frunció sus labios haciéndolos más pequeños.
-Esta es mi creación... y muere conmigo. - dijo- Mi última buena acción habéis sido ambos. Encender vuestra llama es lo más interesante que he hecho en mucho, mucho tiempo. Dejadme que me regocije pensando que al menos ha servido para que descubráis cosas el uno en el otro que ambos envidiáis. No me dejéis ir pensando que mi esfuerzo y tiempo no ha servido de nada- De nuevo, la anciana miró a Eilydh que apartó la mirada y la empujó hacia Anders que había comenzado a hablarle.
El elfo le preguntó qué quería decir. Eilydh se había olvidado de manera momentánea el motivo por el que se había sentido avergonzada minutos antes. El mero hecho de reconocerlo frente a él no sería tan solo sentirse vulnerable sino también vergonzoso.
-¿Mmm?- dijo como si no entendiese a que se refería- Yo no quiero decir.. no quiero...-
La anciana tosió de manera estruendosa y dió un empujoncito a Eilydh. Ésta suspiró. Recordándose que era una elfa adulta.
-Tú arcilla- dijo entonces con la cara enrojecida de nuevo- ¿Es como tus manos no?- dijo finalmente- Digo... la manejas a tus anchas.. la.. moldeas.Casi una prolongación de ellas. - añadió- La arcilla sobre mi cuerpo... como armadura- su cara no podía estar más roja- No vuelvas a hacerlo.-dijo simplemente- No así. No sin mi permiso explícito- añadió recordando sus cicatrices.- pero... gracias- se apresuró a añadir casi en un susurro.
Cerró los ojo un momento y se tranquilizó.
Miró a la elfa y no tardó mucho en entender la mirada vacía que la mujer le sostenía mientras señalaba al campamento, casi levantandose a través de los árboles.
-Necesitas recuperar nuestros enseres- dijo entonces Eilydh a Anders- Necesito mi armadura de verdad y... tu necesitas tus armas. Creo que sería buena idea si te apresuras a hacerlo. Nuestra amiga y yo tenemos.. un asunto que resolver- dijo Eilydh con el rostro aún sonrosado pero más calmada.- Cuando nos veas tan solo está seguro que tienes una mano libre- le dijo y le dió la espalda camino hasta la anciana.
Eilydh
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Re: Catársis [privado] Anders
Ladeé la cabeza al ver que la elfa al parecer no tenía nada que comentar, al menos no para mí, porque había tenido bastante que decirle a la anciana. Miré a ésta última negando con la cabeza detrás de Eilydh y entrecerré levemente los ojos.
Nosotros, su última acción buena. Una última acción buena algo desastrosa.
Volví la mirada a la rubia luego de que la empujasen y comenzase a hablar. Muy levemente asentí a la mención de mi arcilla, instándola a continuar.
—Oh, no —negué con la cabeza y moví las manos para desembarazarla—. No una prolongación de mis manos. De mi cuerpo. O si lo prefieres de mi voluntad, pero suena un poco brujo decir eso.
Para demostrarle de que hablaba, apoye el pie de la masa e hice que cambiase de forma, una y otra vez.
—Como digo esto... algo así como cuando pones tu éter en alguien para curarlo —sonreí de buena gana—, yo lo que hago es poner mi éter en ella, pero necesito… contacto directo. Casi. Lo más lejos que llegué es unos centímetros, una vez con un dragón...
Noté que estaba yéndome un poco a otro lugar y volví a mirarla, girando la muñeca.
—Piensa en esto como… ah. Tú puedes sentir tu espada, ¿no? Si la estás tocando, y pones fuerza para moverla. Si estoy tocándola —pisé un par de veces más en la masa por énfasis—, puedo sentirla, y pongo fuerza también. Solo que es una fuerza distinta.
—No es exactamente igual pero cerca. No necesito tocarla exactamente, puedo… sentirla, un poco donde está, varias capas más abajo del suelo. Pero no siento a través de ella —me puse las manos detrás de la cabeza, imaginando las posibilidades—. Ojalá.
Me tomó un respiro arrepentirme de decir eso y desvié la cara a un lado, tosiendo más sonoramente de lo que la anciana lo había hecho.
—Por... porque sería más fácil verificar cerraduras, detectar trampas, y mapear... lugares... —vi la figura de la mujer mientras hablaba; su cintura y cadera. Me enrojecí un poco y miré a otro lado, negando con la cabeza e intentando sin éxito contener una risa nerviosa.
Por otro lado, como hablábamos de sensaciones pensé cuidadosamente como se sentía tener eso encima. Ya no le hacía caso, no era como una armadura o como ropa, sino como más piel. Pero recordaba cuando estaba pequeño. Frío, pegajoso, raro y frustrante.
—Mmm —me rasqué el pelo con una mano—, tienes razón. Perdona, la... um. Juro que fue porque me pareció lo más útil. Estaba de rodillas sin camisa siendo apuntado por uno, sin camisa. Iba a ser obvio si me cubría con lo que sea. La anciana estaba en el aire así que no podía alcanzarla disimuladamente —apunté a su pierna con la mano—, y tú tienes esa daga en el muslo. Confiaba que si te disparaban una flecha por pánico no te iba a matar, y con eso fácilmente matarías a uno o dos y Ash'alá p...
Desvié los ojos al tigre. Ahora que lo repasaba, juraba haber sentido éter de Eilydh en él. Suspiré al saber por adelantado que no iba a obtener respuestas de eso justo ahora. Nunca había obtenido respuestas respecto a magia en el momento en que las quería.
—...En fin —dije, pasándome la mano por la cabeza. Le sonreí de forma cansada—. Lo siento, y de nada.
Recuperar las cosas, sí. Luego de esto, la idea de no removerme más la armadura como hacía Eltrant no sonaba necesariamente descabellada. Se sentía un poco como... como un shu shu, pero podía entenderlo. Para cumplir con lo pedido, me di vuelta y me retiré, dejando a Eilydh y la anciana solas.
Compartiría detalles de lo que fue la ida, porque a todos efectos yo seguía siendo un problema andante en ese lugar, y si me veían o intentarían darme abrazos o intentarían matarme. Ambas posibilidades igual de horribles para mí y entretenidas para ti.
Pero no. No te molestaré con eso, porque el verdadero problema no fue el ir. Te diré que llegué a la sala y por suerte todas nuestras pertenencias seguían en su lugar. Te diré que me puse mi equipo y tomé el de Eilydh, y acomodé algunas de las herramientas que faltaron por acomodar.
Y te diré que creí oír gritos y oler fuego.
Te diré que el problema no fue ir: fue no poder volver.
Nosotros, su última acción buena. Una última acción buena algo desastrosa.
Volví la mirada a la rubia luego de que la empujasen y comenzase a hablar. Muy levemente asentí a la mención de mi arcilla, instándola a continuar.
—Oh, no —negué con la cabeza y moví las manos para desembarazarla—. No una prolongación de mis manos. De mi cuerpo. O si lo prefieres de mi voluntad, pero suena un poco brujo decir eso.
Para demostrarle de que hablaba, apoye el pie de la masa e hice que cambiase de forma, una y otra vez.
—Como digo esto... algo así como cuando pones tu éter en alguien para curarlo —sonreí de buena gana—, yo lo que hago es poner mi éter en ella, pero necesito… contacto directo. Casi. Lo más lejos que llegué es unos centímetros, una vez con un dragón...
Noté que estaba yéndome un poco a otro lugar y volví a mirarla, girando la muñeca.
—Piensa en esto como… ah. Tú puedes sentir tu espada, ¿no? Si la estás tocando, y pones fuerza para moverla. Si estoy tocándola —pisé un par de veces más en la masa por énfasis—, puedo sentirla, y pongo fuerza también. Solo que es una fuerza distinta.
—No es exactamente igual pero cerca. No necesito tocarla exactamente, puedo… sentirla, un poco donde está, varias capas más abajo del suelo. Pero no siento a través de ella —me puse las manos detrás de la cabeza, imaginando las posibilidades—. Ojalá.
Me tomó un respiro arrepentirme de decir eso y desvié la cara a un lado, tosiendo más sonoramente de lo que la anciana lo había hecho.
—Por... porque sería más fácil verificar cerraduras, detectar trampas, y mapear... lugares... —vi la figura de la mujer mientras hablaba; su cintura y cadera. Me enrojecí un poco y miré a otro lado, negando con la cabeza e intentando sin éxito contener una risa nerviosa.
Por otro lado, como hablábamos de sensaciones pensé cuidadosamente como se sentía tener eso encima. Ya no le hacía caso, no era como una armadura o como ropa, sino como más piel. Pero recordaba cuando estaba pequeño. Frío, pegajoso, raro y frustrante.
—Mmm —me rasqué el pelo con una mano—, tienes razón. Perdona, la... um. Juro que fue porque me pareció lo más útil. Estaba de rodillas sin camisa siendo apuntado por uno, sin camisa. Iba a ser obvio si me cubría con lo que sea. La anciana estaba en el aire así que no podía alcanzarla disimuladamente —apunté a su pierna con la mano—, y tú tienes esa daga en el muslo. Confiaba que si te disparaban una flecha por pánico no te iba a matar, y con eso fácilmente matarías a uno o dos y Ash'alá p...
Desvié los ojos al tigre. Ahora que lo repasaba, juraba haber sentido éter de Eilydh en él. Suspiré al saber por adelantado que no iba a obtener respuestas de eso justo ahora. Nunca había obtenido respuestas respecto a magia en el momento en que las quería.
—...En fin —dije, pasándome la mano por la cabeza. Le sonreí de forma cansada—. Lo siento, y de nada.
Recuperar las cosas, sí. Luego de esto, la idea de no removerme más la armadura como hacía Eltrant no sonaba necesariamente descabellada. Se sentía un poco como... como un shu shu, pero podía entenderlo. Para cumplir con lo pedido, me di vuelta y me retiré, dejando a Eilydh y la anciana solas.
Compartiría detalles de lo que fue la ida, porque a todos efectos yo seguía siendo un problema andante en ese lugar, y si me veían o intentarían darme abrazos o intentarían matarme. Ambas posibilidades igual de horribles para mí y entretenidas para ti.
Pero no. No te molestaré con eso, porque el verdadero problema no fue el ir. Te diré que llegué a la sala y por suerte todas nuestras pertenencias seguían en su lugar. Te diré que me puse mi equipo y tomé el de Eilydh, y acomodé algunas de las herramientas que faltaron por acomodar.
Y te diré que creí oír gritos y oler fuego.
Te diré que el problema no fue ir: fue no poder volver.
Anders
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Re: Catársis [privado] Anders
Los ojos de la mujer que hasta hacía menos de dos horas divagaban en la oscuridad parecían haberse prendido con la ferocidad que le otorgaba la calma. Eilydh encontró en ellos una similitud y familiaridad que le hizo cuestionarse varias veces si era los suyos propios en el reflejo de los de aquella mujer.
La elfa agradeció aquella mirada pareja para olvidar su propia vergüenza ante la última conversación que había tenido con el chico. Lo vio partir rodeado del halo brillante que lo envolvía y del que ambos se habían olvidado por un instante y su ausencia se sintió como si algo faltase en aquel claro del bosque. Lo observó como obnuvilada mientras caminaba al lugar exacto donde estaban sus pertenencias y tan solo entonces se percató de que las horas que habían pasado juntos bien podían haber sido semanas.
Se mordió el labio inferior, sumida en el desconcierto y notó las manos menudas de la anciana empujándola a moverse.
¿Así que era aquello?
Aquella elfa más podría haber sido una bruja y Eilydh notó lentamente como su encanto no había sido algo casual. La elfa menuda había estdo moviendo sus hilos cual marioneta. La misma familiaridad de los ojos no era más que ella misma reflejada. Por un segundo se preguntó incluso si esa anciana existía o era tans olo un holograma producto de aquel bosque y de las emociones que Anders había despertado en ella.
La mujer sonrió como si escuchase lo que pensaba.
-... Ambas sabemos que has pensado hacerlo más de dos veces desde que has llegado.- La mujer acarició a Ash'alá a medida que al fin escapaban de la espesura del bosque y daban los primeros pasos cerca de la pequeña aldea llena de personas aquí y allá- Yo tan solo te estoy dando la posibilidad de convertir lo que ansias... en realidad.. y de que aceptes las consecuencias.- dijo y como en una misión Kamikaze se perdió entre el gentío.
Eilydh la intentó seguir con la mirada pero la perdió a los segundos.
El resto de las personas asombrados por la presencia de la anciana parecían asustados ante la visión de la mujer menuda a la par que angustiados por su presencia. Los niños corrían hacia sus madres, las madres llamaban desesperadas a sus hijos. El revuelo no tardó en esparcirse de boca en boca y en varias lenguas poco común, los hombres de la aldea daban la voz de alarma de que aquella mujer estaba... ¿Suelta? a medida que juntaban al resto de los presentes en grupos variopintos.
Eilydh subió a Ash'alá y desvió varios ataques dirigidos a la mujer anciana interponiendose entre los que querían atacarla y la marabunta de personas corriendo hasta ella.
El odio de los presentes se reflejaba en sus ojos, como una historia no contada que involucraba a aquella anciana. Aquello no era exactamente como se lo había imaginado. Aquella mujer les había dado un lugar donde nacer, crecer y vivir en paz... ¿Por qué aquel odio? ¿por qué ese miedo?
Eilydh comenzó a dudar por un segundo y sus intentos de proteger a la mujer se fueron debilitando a medida que escuchaba los quejidos de súplica de las madres, el llanto de los niños, los gritos de los hombres que no podían alcanzar a la escurridiza anciana.
El pánico en la mirada de uno de aquellos hombres, fija en la anciana, la hizo girarse y vislumbrar su cuerpo pequeño en el centro de la hoguera apagada de la plaza central.
Eilydh la miró por un segundo, desistiendo en su intento por obviar ataques. La mujer la miraba con la sombra de la maldad en sus ojos. Una maldad que no había visto hasta ahora en aquel semblante.
Y se vio a si misma, reflejada en ella de nuevo. Apretó sus muslos sobre Ash'alá, forzándolo a girarse sobre si mismo, comprendiendo que las intenciones de aquella mujer nunca habían sido las que había anotado en su mente. El mismo pánico reflejado en los elfos que la rodeaban se sumió en su rostro y como si necesitase salir de un mar sin aire instó a Ash'alá a saltar como pudo sobre todos los que la comprimían.
-Purificación- escuchó decir a la anciana en un susurro que se clavó en sus oídos a pesar de el estruendo de llantos y gritos.
Y una única palmada.
Fuego.
Fuego por todas partes.
El cuerpo de la mujer se había transformado en una centella inmensa de fuego vivo que inundó la hoguera central y se esparció por las raíces que colmaban el suelo que pisaban. Sin frenos. Carcomiendo las cabañas y habitáculos que los rodeaban y llenando la plaza del fulgor, la calidez abrasiva y la quemazón del fuego. Arrasando con todo a su paso.
... Y con Eilydh si no se apresuraba.
El tigre saltaba de aquí a allá buscando los huecos que podía entre la marabunta de personas Eilydh lo atusaba a ir más rápido, más certero... más...
Anders.
Estiró del pelaje del animal quién rugió. Dio una visual rápida y por primera vez se alegró de que los ojos del chico lo delatasen. Como una lámpara de luz en la oscuridad misma del fuego que la rodeaba.
Ash'alá corrió y saltó hasta donde se encontraba el elfo, cargado con sus pertenencias. Eilydh esperó el momento justo en el que Anders abrió la mano, rodedo del fuego que consumí a aquel pueblo y se aferró a su mano, aupándolo hasta que notó que su compañero se posicionaba como podía tras de ella.
El tigre dió un último salto evitando que su pelaje se inflamase con las llamas de la elfa, que ya habían carcomido la totalidad casi del pueblo.
-Agárrame fuerte- dijo Eilydh en un susurro, y cerró los ojos pensando por un segundo si se había equivocado o no de palabra.
Ash'alá corrió incansable entre las ramas del frondoso bosque. Poco a poco los gritos se fueron enmudeciendo. Las chispas de fuego se ensordecieron. Los llantos no fueron más que eco en su cabeza. La locura de la aldea muriendo dejó paso a la quietud y frescura de un bosque en calma.
La elfa agradeció aquella mirada pareja para olvidar su propia vergüenza ante la última conversación que había tenido con el chico. Lo vio partir rodeado del halo brillante que lo envolvía y del que ambos se habían olvidado por un instante y su ausencia se sintió como si algo faltase en aquel claro del bosque. Lo observó como obnuvilada mientras caminaba al lugar exacto donde estaban sus pertenencias y tan solo entonces se percató de que las horas que habían pasado juntos bien podían haber sido semanas.
Se mordió el labio inferior, sumida en el desconcierto y notó las manos menudas de la anciana empujándola a moverse.
¿Así que era aquello?
Aquella elfa más podría haber sido una bruja y Eilydh notó lentamente como su encanto no había sido algo casual. La elfa menuda había estdo moviendo sus hilos cual marioneta. La misma familiaridad de los ojos no era más que ella misma reflejada. Por un segundo se preguntó incluso si esa anciana existía o era tans olo un holograma producto de aquel bosque y de las emociones que Anders había despertado en ella.
La mujer sonrió como si escuchase lo que pensaba.
-... Ambas sabemos que has pensado hacerlo más de dos veces desde que has llegado.- La mujer acarició a Ash'alá a medida que al fin escapaban de la espesura del bosque y daban los primeros pasos cerca de la pequeña aldea llena de personas aquí y allá- Yo tan solo te estoy dando la posibilidad de convertir lo que ansias... en realidad.. y de que aceptes las consecuencias.- dijo y como en una misión Kamikaze se perdió entre el gentío.
Eilydh la intentó seguir con la mirada pero la perdió a los segundos.
El resto de las personas asombrados por la presencia de la anciana parecían asustados ante la visión de la mujer menuda a la par que angustiados por su presencia. Los niños corrían hacia sus madres, las madres llamaban desesperadas a sus hijos. El revuelo no tardó en esparcirse de boca en boca y en varias lenguas poco común, los hombres de la aldea daban la voz de alarma de que aquella mujer estaba... ¿Suelta? a medida que juntaban al resto de los presentes en grupos variopintos.
Eilydh subió a Ash'alá y desvió varios ataques dirigidos a la mujer anciana interponiendose entre los que querían atacarla y la marabunta de personas corriendo hasta ella.
El odio de los presentes se reflejaba en sus ojos, como una historia no contada que involucraba a aquella anciana. Aquello no era exactamente como se lo había imaginado. Aquella mujer les había dado un lugar donde nacer, crecer y vivir en paz... ¿Por qué aquel odio? ¿por qué ese miedo?
Eilydh comenzó a dudar por un segundo y sus intentos de proteger a la mujer se fueron debilitando a medida que escuchaba los quejidos de súplica de las madres, el llanto de los niños, los gritos de los hombres que no podían alcanzar a la escurridiza anciana.
El pánico en la mirada de uno de aquellos hombres, fija en la anciana, la hizo girarse y vislumbrar su cuerpo pequeño en el centro de la hoguera apagada de la plaza central.
Eilydh la miró por un segundo, desistiendo en su intento por obviar ataques. La mujer la miraba con la sombra de la maldad en sus ojos. Una maldad que no había visto hasta ahora en aquel semblante.
Y se vio a si misma, reflejada en ella de nuevo. Apretó sus muslos sobre Ash'alá, forzándolo a girarse sobre si mismo, comprendiendo que las intenciones de aquella mujer nunca habían sido las que había anotado en su mente. El mismo pánico reflejado en los elfos que la rodeaban se sumió en su rostro y como si necesitase salir de un mar sin aire instó a Ash'alá a saltar como pudo sobre todos los que la comprimían.
-Purificación- escuchó decir a la anciana en un susurro que se clavó en sus oídos a pesar de el estruendo de llantos y gritos.
Y una única palmada.
Fuego.
Fuego por todas partes.
El cuerpo de la mujer se había transformado en una centella inmensa de fuego vivo que inundó la hoguera central y se esparció por las raíces que colmaban el suelo que pisaban. Sin frenos. Carcomiendo las cabañas y habitáculos que los rodeaban y llenando la plaza del fulgor, la calidez abrasiva y la quemazón del fuego. Arrasando con todo a su paso.
... Y con Eilydh si no se apresuraba.
El tigre saltaba de aquí a allá buscando los huecos que podía entre la marabunta de personas Eilydh lo atusaba a ir más rápido, más certero... más...
Anders.
Estiró del pelaje del animal quién rugió. Dio una visual rápida y por primera vez se alegró de que los ojos del chico lo delatasen. Como una lámpara de luz en la oscuridad misma del fuego que la rodeaba.
Ash'alá corrió y saltó hasta donde se encontraba el elfo, cargado con sus pertenencias. Eilydh esperó el momento justo en el que Anders abrió la mano, rodedo del fuego que consumí a aquel pueblo y se aferró a su mano, aupándolo hasta que notó que su compañero se posicionaba como podía tras de ella.
El tigre dió un último salto evitando que su pelaje se inflamase con las llamas de la elfa, que ya habían carcomido la totalidad casi del pueblo.
-Agárrame fuerte- dijo Eilydh en un susurro, y cerró los ojos pensando por un segundo si se había equivocado o no de palabra.
Ash'alá corrió incansable entre las ramas del frondoso bosque. Poco a poco los gritos se fueron enmudeciendo. Las chispas de fuego se ensordecieron. Los llantos no fueron más que eco en su cabeza. La locura de la aldea muriendo dejó paso a la quietud y frescura de un bosque en calma.
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Eilydh
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Re: Catársis [privado] Anders
Me escondí detrás de la puerta a la sala al escuchar un carrera por el lugar. Lo que me parecieron un par de voces resultó ser una decena de ellas. Lo que me pareció incienso, confirmé al oír, fue fuego.
Acomodé mejor el equipo de Eilydh y me asomé lentamente por la puerta de la sala, al no ver a nadie, hice mi salida con tanto sigilo como podía permitirme llevando unos buenos treinta kilogramos, poco más o poco menos, de metal.
El sigilo no fue necesario. Fuese lo que hubiese sido eso el fuego se había expandido aterradoramente rápido, más rápido de lo que debería en grama y tierra y un bosque. El pánico me alcanzó, verdaderamente, fue cuando mi cabeza filtro un sonido diferente al resto, entre todos los que había oído. Uno como un trueno distante, pero no exactamente eso.
Al menos había descubierto si en una lista de prioridades "me quemo vivo" y "qué lindo, le brillan los ojos," todavía ganaba lo primero. Nadie me estaba haciendo caso.
Era, irónicamente, liberador. Poder caminar entre otros sin que apuntasen, gritasen, o corrieran. En mi dirección, al menos, porque todos estaban haciendo una de las cosas que mencioné, l una combinación de ellas.
Corrí, entonces. Evitando las llamas. No logrando evitar chocar con algunas personas en pánico. Temí escuchar alguna o dos veces "anciana," dicho de una manera que no me dejaba lugar a dudas cuál de todas en el lugar era.
Me sentí ansioso, entonces vi a Eilydh sobre Ash'alá sobre un rugiente Ash'alá. Entonces, me sentí mal. No mal como triste, o débil, o hambriento. No era molesto tampoco. No sé que era además de mal.
Incluso así - o tal vez por ello - recordé lo que me había dicho la mujer y alcé una mano. Inicié mi propia carrera hacía la.misma dirección que parecía ir el tigre para que la fuerza no me arrancase el brszo a Eilydh o a mi cuando me agarrase.
En el segundo que lo hizo una parte de mi aprobó de ello. Incluso con esa precaución, no fue una subida fácil. El hombro me traqueó un poco. Eilydh increíblemente no perdió balance en una mezcla de fuerza pura y estar acostumbrada a montar al tigre, cosa importante de señalar, porque a mí saber no tenían ni un año juntos.
Hice como pidió asintiendo y recordé que yo posiblemente tenía menos días conociendola que Ash'alá. Al ver atrás y todo ardiendo en llamas, me pregunté de quién, exactamente, me estaba sosteniendo.
Ver al frente no me dió respuesta.
Ash'alá había corrido suficiente que
ya no se veía ni escuchaba nada, y el humo era un rastro difícilmente visible en el cielo. Noté cuánta del... espacio que ocupaba el tigre era músculo y cuánto era pelo.
Habría notado más, y definitivamente habría tomado la oportunidad de abrazarlo, y hacerle algún cariño, pero por mucho que mi cuerpo estuviese aquí mayormente intacto gracias a Ash'alá, mi mente seguía atrás en la aldea y sus llamas, gracias a Eilydh.
Fue algo fúnebre, los pasos tranquilos del tigre que antes estaba en carrera. Me bajé de él cuando se detuvo, y vi bajarse a Eilydh, indescifrable. Habria hecho mejor trabajo adivinando en que pensaba el tigre que ella en ese momento.
-¿Quién...?
No. No era la pregunta correcta.
-¿Qué era ella? -le pregunté a la elfa. Vi su mano. Repasé innecesariamente el porque me pediría que tuviese la mano libre.
Ella sabia. Sentí como me estaba irritando y volví a ver su mano, y otra vez volví a sentirme mal de esa forma particular y específica. Me había salvado, de nuevo. Alguien había pagado el precio.
De nuevo.
Suspiré levemente y me arrastré la mano por la cara, entre decepción por creer que había superado lo de mi madre, y por evitar enlazar esto a eso o el destino del Oblivion. No era lo mismo, no haber estado... y que todo estallase y saliese mal... no era lo mismo, prometer una ayuda para luego no poder darla. No era lo mismo.
Abrace las pertenencias de la mujer, negando entregárselas, como si pudiese hacer que no blandita su arma más. Al menos, ciegamente. Cómo si pudiese evitar a un segundo demonio de Sandorai. O como si pudiese negar deseos de venganza justificados. Negar carbón al fuego.
Viendo el resultado, supuse que nunca entendería completamente sus motivos. Temía que eso me dejaba en la posición de ver lo que acarreaban. Ambos eran amigos
¿Cómo ayudabas a gente así? Tal vez no se podía... no realmente.
Sin embargo, sabía que allí tenía que haber gente inocente. La mala hierba en un campo no hacía al campo uno solo de mala hierba.
-...¿Estás bien, no? No te quemaste -dije, observandola-. No... sé que pensar. ¿Qué pasó? ¿Fue la anciana? ... ¿Pudiste detenerla?
-Y si pudiste, ¿por qué decidiste no hacerlo? -dije, estirando los brazos con su cota de malla y karma. Lo que más sano me pareció al momento fue oírla.
Y en lo que puede que fuese un error en el futuro...
Dejar que el karma decidiera.
Acomodé mejor el equipo de Eilydh y me asomé lentamente por la puerta de la sala, al no ver a nadie, hice mi salida con tanto sigilo como podía permitirme llevando unos buenos treinta kilogramos, poco más o poco menos, de metal.
El sigilo no fue necesario. Fuese lo que hubiese sido eso el fuego se había expandido aterradoramente rápido, más rápido de lo que debería en grama y tierra y un bosque. El pánico me alcanzó, verdaderamente, fue cuando mi cabeza filtro un sonido diferente al resto, entre todos los que había oído. Uno como un trueno distante, pero no exactamente eso.
Al menos había descubierto si en una lista de prioridades "me quemo vivo" y "qué lindo, le brillan los ojos," todavía ganaba lo primero. Nadie me estaba haciendo caso.
Era, irónicamente, liberador. Poder caminar entre otros sin que apuntasen, gritasen, o corrieran. En mi dirección, al menos, porque todos estaban haciendo una de las cosas que mencioné, l una combinación de ellas.
Corrí, entonces. Evitando las llamas. No logrando evitar chocar con algunas personas en pánico. Temí escuchar alguna o dos veces "anciana," dicho de una manera que no me dejaba lugar a dudas cuál de todas en el lugar era.
Me sentí ansioso, entonces vi a Eilydh sobre Ash'alá sobre un rugiente Ash'alá. Entonces, me sentí mal. No mal como triste, o débil, o hambriento. No era molesto tampoco. No sé que era además de mal.
Incluso así - o tal vez por ello - recordé lo que me había dicho la mujer y alcé una mano. Inicié mi propia carrera hacía la.misma dirección que parecía ir el tigre para que la fuerza no me arrancase el brszo a Eilydh o a mi cuando me agarrase.
En el segundo que lo hizo una parte de mi aprobó de ello. Incluso con esa precaución, no fue una subida fácil. El hombro me traqueó un poco. Eilydh increíblemente no perdió balance en una mezcla de fuerza pura y estar acostumbrada a montar al tigre, cosa importante de señalar, porque a mí saber no tenían ni un año juntos.
Hice como pidió asintiendo y recordé que yo posiblemente tenía menos días conociendola que Ash'alá. Al ver atrás y todo ardiendo en llamas, me pregunté de quién, exactamente, me estaba sosteniendo.
Ver al frente no me dió respuesta.
[...]
Ash'alá había corrido suficiente que
ya no se veía ni escuchaba nada, y el humo era un rastro difícilmente visible en el cielo. Noté cuánta del... espacio que ocupaba el tigre era músculo y cuánto era pelo.
Habría notado más, y definitivamente habría tomado la oportunidad de abrazarlo, y hacerle algún cariño, pero por mucho que mi cuerpo estuviese aquí mayormente intacto gracias a Ash'alá, mi mente seguía atrás en la aldea y sus llamas, gracias a Eilydh.
Fue algo fúnebre, los pasos tranquilos del tigre que antes estaba en carrera. Me bajé de él cuando se detuvo, y vi bajarse a Eilydh, indescifrable. Habria hecho mejor trabajo adivinando en que pensaba el tigre que ella en ese momento.
-¿Quién...?
No. No era la pregunta correcta.
-¿Qué era ella? -le pregunté a la elfa. Vi su mano. Repasé innecesariamente el porque me pediría que tuviese la mano libre.
Ella sabia. Sentí como me estaba irritando y volví a ver su mano, y otra vez volví a sentirme mal de esa forma particular y específica. Me había salvado, de nuevo. Alguien había pagado el precio.
De nuevo.
Suspiré levemente y me arrastré la mano por la cara, entre decepción por creer que había superado lo de mi madre, y por evitar enlazar esto a eso o el destino del Oblivion. No era lo mismo, no haber estado... y que todo estallase y saliese mal... no era lo mismo, prometer una ayuda para luego no poder darla. No era lo mismo.
Abrace las pertenencias de la mujer, negando entregárselas, como si pudiese hacer que no blandita su arma más. Al menos, ciegamente. Cómo si pudiese evitar a un segundo demonio de Sandorai. O como si pudiese negar deseos de venganza justificados. Negar carbón al fuego.
Viendo el resultado, supuse que nunca entendería completamente sus motivos. Temía que eso me dejaba en la posición de ver lo que acarreaban. Ambos eran amigos
¿Cómo ayudabas a gente así? Tal vez no se podía... no realmente.
Sin embargo, sabía que allí tenía que haber gente inocente. La mala hierba en un campo no hacía al campo uno solo de mala hierba.
-...¿Estás bien, no? No te quemaste -dije, observandola-. No... sé que pensar. ¿Qué pasó? ¿Fue la anciana? ... ¿Pudiste detenerla?
-Y si pudiste, ¿por qué decidiste no hacerlo? -dije, estirando los brazos con su cota de malla y karma. Lo que más sano me pareció al momento fue oírla.
Y en lo que puede que fuese un error en el futuro...
Dejar que el karma decidiera.
Anders
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Re: Catársis [privado] Anders
El olor a humo y destrucción la envolvía. Se quedó pegado a su piel a pesar de los pasos del tigre hacían que poco a poco se alejasen más del fuego que acababan de desatar.
Sintió alivio al usar el plural para explicar aquel acontecimiento. Algo en su mente le decía que ni siquiera podría consolarse en aquello por mucho tiempo, así que simplemente se haría dueña de aquello más tarde. Los pasos de Ash'alá se enlentecieron a medida que alcanzaba un lugar en particular y paraba su carrera.
Ambos, Anders y ella se bajaron de su montura. Eilydh se quedó parada por un segundo sin saber qué decir o qué hacer, sintiendo la presencia de Anders tras de ella, aún en posesión de sus pertenencias. El tigre se acercó a un arroyo cercano a tomar agua y la elfa caminó algunos pasos para acompañarlo pero sin saber muy bien qué hacer cuando llegase a este.
Escuchó a Anders. Sus palabras buscaban en ella una excusa que la propia elfa no atinaba a encontrar en aquel momento. Sus palabras eran justo la clave que ella misma estaba intentando desvelar.
Recordó la mirada de complicidad de la anciana minutos antes de hacerse incendio. Notó el calor de las llamas conteniéndola, los gritos de los que la rodeaban sumiéndola en el recuerdo de lo que acababa de pasar hacía unos minutos. Se arrodilló frente al pequeño arroyo y contempló su reflejo en agua, mientras Anders aún esperaba su respuesta.
Su cara estaba tiznada con los restos del carbón del humo que había respirado, los limpió de su rostro, y cuando el agua se llevó todo rastro de aquel color negro se observó por un segundo antes de girarse a Anders.
Esta vez, el gesto de la elfa le devolvió una seguridad inexistente hasta ahora en su cabeza: Por fín podía dejar de buscar. Se acababa de encontrar. Finalmente.
Anders le tendió su armadura que la elfa se puso por encima sin molestarse en abotonar.
-Siento que...- comenzó a decir mientras se vestía ignorando por ahora sus preguntas- que hayas tenido que ser participe de alguna manera de esto. Sin duda me hubiese gustado... conocernos mejor en otras circunstancias.- sonrió como con nostalgia
Posó los ojos en Karma antes de agarrarla y después los dirigió a los de Ander antes de acercarse a él en un abrazo. Posó su cabeza en el pecho del chico y cerró los ojos sin esperar a que él la envolviese con sus brazos simplemente... disfrutando de aquel último momento.
-Cuídate- le dijo a modo de susurro en su oído.- Al menos hasta que nos encontremos de nuevo.-
Antes incluso de que Anders tuviese tiempo a reaccionar, Eilydh se apartó de el y tomó a Karma, amarrándola a su espalda, como solía llevarla. Lo volvió a mirar por un segundo y suspiró, como si aquel suspiro quisiese decir todo lo que ella no estaba diciendo.
Se subió sobre Ash'alá, quien aún tenīa las fauces llenas del agua que había estado bebiendo.
-La justicia no siempre tiene un final feliz, pero si necesario.- dijo finalmente Eilydh, respondiendo a la pregunta de Anders.- Pero siempre es el camino correcto-añadió más para convencerse a ella que al elfo.
Temía lo que su recién ganado amigo pudiese pensar de ella. No estaba segura que después de aquello quisiese formar parte de su vida. Y aquello debilitó un poco su recién encontrado objetivo. Pensó en sus manos sobre la espalda de Anders, creando el tatuaje que el chico ahora lucía en su espalda y se sonrió al pensar que, aunque de manera macabra, Anders la recordaría siempre que lo mirase.No le disgustó aquella idea, aunque sabía que el elfo no pensaría lo mismo. No por ahora. No por mucho tiempo...
Azuzó al animal para que se moviese y se despidió de Anders con una sonrisa llena de dulzura, seguridad y.. tristeza
.Sintió alivio al usar el plural para explicar aquel acontecimiento. Algo en su mente le decía que ni siquiera podría consolarse en aquello por mucho tiempo, así que simplemente se haría dueña de aquello más tarde. Los pasos de Ash'alá se enlentecieron a medida que alcanzaba un lugar en particular y paraba su carrera.
Ambos, Anders y ella se bajaron de su montura. Eilydh se quedó parada por un segundo sin saber qué decir o qué hacer, sintiendo la presencia de Anders tras de ella, aún en posesión de sus pertenencias. El tigre se acercó a un arroyo cercano a tomar agua y la elfa caminó algunos pasos para acompañarlo pero sin saber muy bien qué hacer cuando llegase a este.
Escuchó a Anders. Sus palabras buscaban en ella una excusa que la propia elfa no atinaba a encontrar en aquel momento. Sus palabras eran justo la clave que ella misma estaba intentando desvelar.
Recordó la mirada de complicidad de la anciana minutos antes de hacerse incendio. Notó el calor de las llamas conteniéndola, los gritos de los que la rodeaban sumiéndola en el recuerdo de lo que acababa de pasar hacía unos minutos. Se arrodilló frente al pequeño arroyo y contempló su reflejo en agua, mientras Anders aún esperaba su respuesta.
Su cara estaba tiznada con los restos del carbón del humo que había respirado, los limpió de su rostro, y cuando el agua se llevó todo rastro de aquel color negro se observó por un segundo antes de girarse a Anders.
Esta vez, el gesto de la elfa le devolvió una seguridad inexistente hasta ahora en su cabeza: Por fín podía dejar de buscar. Se acababa de encontrar. Finalmente.
Anders le tendió su armadura que la elfa se puso por encima sin molestarse en abotonar.
-Siento que...- comenzó a decir mientras se vestía ignorando por ahora sus preguntas- que hayas tenido que ser participe de alguna manera de esto. Sin duda me hubiese gustado... conocernos mejor en otras circunstancias.- sonrió como con nostalgia
Posó los ojos en Karma antes de agarrarla y después los dirigió a los de Ander antes de acercarse a él en un abrazo. Posó su cabeza en el pecho del chico y cerró los ojos sin esperar a que él la envolviese con sus brazos simplemente... disfrutando de aquel último momento.
-Cuídate- le dijo a modo de susurro en su oído.- Al menos hasta que nos encontremos de nuevo.-
Antes incluso de que Anders tuviese tiempo a reaccionar, Eilydh se apartó de el y tomó a Karma, amarrándola a su espalda, como solía llevarla. Lo volvió a mirar por un segundo y suspiró, como si aquel suspiro quisiese decir todo lo que ella no estaba diciendo.
Se subió sobre Ash'alá, quien aún tenīa las fauces llenas del agua que había estado bebiendo.
-La justicia no siempre tiene un final feliz, pero si necesario.- dijo finalmente Eilydh, respondiendo a la pregunta de Anders.- Pero siempre es el camino correcto-añadió más para convencerse a ella que al elfo.
Temía lo que su recién ganado amigo pudiese pensar de ella. No estaba segura que después de aquello quisiese formar parte de su vida. Y aquello debilitó un poco su recién encontrado objetivo. Pensó en sus manos sobre la espalda de Anders, creando el tatuaje que el chico ahora lucía en su espalda y se sonrió al pensar que, aunque de manera macabra, Anders la recordaría siempre que lo mirase.No le disgustó aquella idea, aunque sabía que el elfo no pensaría lo mismo. No por ahora. No por mucho tiempo...
Azuzó al animal para que se moviese y se despidió de Anders con una sonrisa llena de dulzura, seguridad y.. tristeza
Eilydh
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