Secuelas [Privado- Anders] [CERRADO]
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Se perdía con las sombras. Llevaba tanto viajando bajo la luz de Isil que a Eilydh se le había olvidado como era el sentir el sol de la mañana sobre su piel. La noche solía molestarla los primeros días cuando apenas podía diferenciar un árbol de una casa cercana en la oscuridad frondosa de los bosques que dejaba atrás, pero la elfa pronto descubrió que había algo fascinante en el manto que la ocultaba de ojos curiosos en su camino.
Lo peligroso de saberse expuesta a los animales salvajes a medida que avanzaba sin rumbo era... simplemente necesario. Ash'alá había creído entender la necesidad de huída en la mente de Eilydh al principio, y la carrera del tigre a la paz que la de la elfa perdida en la expesura de aquel bosque desconocido para ella había sido jovial, alegre, salvaje y.. libre. Las peleas con aquellas criaturas que a menudo ambos cazaban habían sacado un lado casi poco civilizado de su compañera cuya rabia e ira había ido creciendo desde... los eventos de Sandorai y su huida de ciudad lagarto. El tigre pareció disfrutar ese lado nuevo de su dueña durante un tiempo. Pero tras días y días de violencia gratuita... Ash'alá comenzó a entender que aquello no iba bien.
Eilydh por su parte... estaba perdida en su propia mente. Jamás antes había dejado que la rabia y sus instintos la dominasen. El bosque le hablaba. El éter de aquellas tierras milenarias parecía quemarle en las venas y sus instintos se habían agudizado, como si por primera vez en su vida entendiese qué era ser elfa y como la naturaleza afectaba a sus sentidos.La elfa supuso que aquello era lo más cerca que iba a estar de ser... magia.
Por eso mismo no entendió la apatía del tigre después de varias semanas alejados de la sociedad y de vivir de noche. Gestos mínimos como cazar tan solo animales pequeños e ignorar la promesa de pumas y la posible pelea con hombres bestias comenzaron a molestar a la elfa que entendió aquello como un intento del tigre en juzgar lo que estaba haciendo. Y Eilydh esperaba juicio de todos menos de aquella criatura.
No hacía falta que le recordasen que estaba huyendo de ella misma y de todo lo que sabía que no era. Eilydh era muy consciente de aquello. De ahí que hubiese decidido simplemente... dejar ser.
Eilydh le había regalado una pequeña victoria al tigre y por una vez después de varias semanas había dejado que el sol la despertase y planeaba recorrer el bosque antes de que su luz se hubiese apagado. Ash'alá parecía de buen humor por aquello y su carrera se había hecho más enfocada, como si supiese exactamente a dónde ir, continuamente intentando alejarse del perímetro que ambos habían estado recorriendo durante sus rondas nocturnas, retando la paciencia de la elfa que a menudo lo redirigia cuando mínimamente se acercaba al humo de alguna casona que pudiese ser el refugio de personas.
El sonido de un arroyo indicó que quizás era hora para que ambos hiciesen una parada. El tigre parecía molesto y Eilydh... bueno. No había dormido ni comido en los últimos dos días. Digamos que había tenido mejores días. Su reflejo en el agua rápida del arroyo le dio la razón a Ash'alá, y unos ojos grandes, fríos y cansados le devolvieron la mirada en una cara... bastante más huesuda de lo que recordaba. Además sentía que....
Se giró rápidamente y desenfundó a Karma.
No tuvo mucho tiempo para reaccionar. La figura de dos personas finalmente se divisaron entre las hojas. Una de ellas llevaba un arco que tensaba. El otro... acababa de insuflar un dardo con su aliento y... Eilydh lo notó clavarse en su brazo. Se llevó la mano allí donde el dardo había atinado. La sensación de molestia propia de la herida comenzó a ser sustituida por un quemazón que se extendió por su cuerpo. Eilydh se apresuró a embestir a aquellas dos figuras pero...
Cayó al suelo sin poder moverse. Sus ojos comenzaron a cerrarse.
La última visión antes de sumirse en aquel sueño inducido.. Fue Ash'alá acercándose a ella para acariciar su cara con su pelaje.
-Traidor- pensó la elfa.
Lo peligroso de saberse expuesta a los animales salvajes a medida que avanzaba sin rumbo era... simplemente necesario. Ash'alá había creído entender la necesidad de huída en la mente de Eilydh al principio, y la carrera del tigre a la paz que la de la elfa perdida en la expesura de aquel bosque desconocido para ella había sido jovial, alegre, salvaje y.. libre. Las peleas con aquellas criaturas que a menudo ambos cazaban habían sacado un lado casi poco civilizado de su compañera cuya rabia e ira había ido creciendo desde... los eventos de Sandorai y su huida de ciudad lagarto. El tigre pareció disfrutar ese lado nuevo de su dueña durante un tiempo. Pero tras días y días de violencia gratuita... Ash'alá comenzó a entender que aquello no iba bien.
Eilydh por su parte... estaba perdida en su propia mente. Jamás antes había dejado que la rabia y sus instintos la dominasen. El bosque le hablaba. El éter de aquellas tierras milenarias parecía quemarle en las venas y sus instintos se habían agudizado, como si por primera vez en su vida entendiese qué era ser elfa y como la naturaleza afectaba a sus sentidos.La elfa supuso que aquello era lo más cerca que iba a estar de ser... magia.
Por eso mismo no entendió la apatía del tigre después de varias semanas alejados de la sociedad y de vivir de noche. Gestos mínimos como cazar tan solo animales pequeños e ignorar la promesa de pumas y la posible pelea con hombres bestias comenzaron a molestar a la elfa que entendió aquello como un intento del tigre en juzgar lo que estaba haciendo. Y Eilydh esperaba juicio de todos menos de aquella criatura.
No hacía falta que le recordasen que estaba huyendo de ella misma y de todo lo que sabía que no era. Eilydh era muy consciente de aquello. De ahí que hubiese decidido simplemente... dejar ser.
Eilydh le había regalado una pequeña victoria al tigre y por una vez después de varias semanas había dejado que el sol la despertase y planeaba recorrer el bosque antes de que su luz se hubiese apagado. Ash'alá parecía de buen humor por aquello y su carrera se había hecho más enfocada, como si supiese exactamente a dónde ir, continuamente intentando alejarse del perímetro que ambos habían estado recorriendo durante sus rondas nocturnas, retando la paciencia de la elfa que a menudo lo redirigia cuando mínimamente se acercaba al humo de alguna casona que pudiese ser el refugio de personas.
El sonido de un arroyo indicó que quizás era hora para que ambos hiciesen una parada. El tigre parecía molesto y Eilydh... bueno. No había dormido ni comido en los últimos dos días. Digamos que había tenido mejores días. Su reflejo en el agua rápida del arroyo le dio la razón a Ash'alá, y unos ojos grandes, fríos y cansados le devolvieron la mirada en una cara... bastante más huesuda de lo que recordaba. Además sentía que....
Se giró rápidamente y desenfundó a Karma.
No tuvo mucho tiempo para reaccionar. La figura de dos personas finalmente se divisaron entre las hojas. Una de ellas llevaba un arco que tensaba. El otro... acababa de insuflar un dardo con su aliento y... Eilydh lo notó clavarse en su brazo. Se llevó la mano allí donde el dardo había atinado. La sensación de molestia propia de la herida comenzó a ser sustituida por un quemazón que se extendió por su cuerpo. Eilydh se apresuró a embestir a aquellas dos figuras pero...
Cayó al suelo sin poder moverse. Sus ojos comenzaron a cerrarse.
La última visión antes de sumirse en aquel sueño inducido.. Fue Ash'alá acercándose a ella para acariciar su cara con su pelaje.
-Traidor- pensó la elfa.
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Eilydh
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Re: Secuelas [Privado- Anders] [CERRADO]
La maza dio en mi brazo, empujándome atrás.
Gruñí en voz baja mientras daba unos pasos atrás, tratando de ignorar el hecho de que me estaba pateando el culo un árbol. «Bien, no al menos está roto». Igual había dejado un moretón. El árbol andante permaneció quieto, con el único movimiento siendo el de sus hojas empujadas por la brisa. Era un [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] como de dos metros. Me había pillado en un mal momento: sin armadura- no, peor, en solo pantalones, cortando un árbol poco grueso para hacer una fogata. Por la disposición que tenían estos espíritus… la única que tenían más allá de la de sus invocadores, había comenzado esta pequeña pelea.
Alcé el brazo derecho, con el que sostenía el hacha, también marcado por un par de moretones obtenidos en intercambios con el árbol… intercambios que desestimaron entre su resistencia física y que podía regenerar las partes blandas. Lo vi, arrastrando lentamente un pie a la derecha. Inspiré.
Y se me vino encima. Tuve que saltar a un lado y rodar para evitarlo, lanzando el hacha tan pronto como pude para detener su avance de nuevo. Estaban ciegos, pero podían ver – lo que significaba, claro, que no estaban ciegos. Parecía poder sentir a través del bosque, lo cual significaba que estaba viendo más que yo, hasta el más mínimo movimiento. Duro como un roble en invierno y se regeneraba. Si esto se extendía y se volvía una batalla de resistencia, me era claro quién iba a perder.
Pero sabía sobre constructos; cosas animadas. A distancia o no, el éter les era como sangre a un vivo, sin ella no vivían.
Cargué contra él y lo vi venírseme encima de nuevo. Paré en seco, agachándome y recubriéndome con la arcilla para atrapar sus extremidades entre ella. Con el choque y su cuerpo doblado sobre ella, la mayoría del peso estaba al otro lado, así que fue fácil lanzarlo al otro extremo. Lo bañe con la arcilla para dejarlo pegado al suelo, no podía moldear su figura con el hacha clavada al pecho, no con completa libertad y comodidad.
Pisé sobre el hacha, enterrándola más profunda, y jalé atrás la corteza y raíces de su pecho hasta quebrarlo y dejarme un hueco suficientemente espacio para meter la mano. Al cerrar la mano aplastando el éter dentro, dejo de moverse.
Me abrí paso entre la espesura, retomando mi camino luego de los eventos de la última noche, jugando con un cetro hecho de la madera de ese espíritu mientras caminaba. Era buen bosque... excepto por la parte en que algo había intentado matarme los últimos tres días. Por lo demás, buen bosque. Había oído cosas, qué era el territorio de... la manada. O La Manada, qué no era lo mismo. Podía ver porque licántropos estarían en control del lugar, no tenían que enfrentar en desventaja a la mayorías de las criaturas del lugar, y lo más seguro es que de lobo a lobo se ayudarían, los números hacían fuerza.
Si se confiaba, al menos. Si eran clanes distintos imaginaba disputas de territorio; pero cuando andaba así, en las primeras horas de la mañana; ante tanta tranquilidad; con el único ruido ocasional siendo el de algún ave... me costaba hacerlo. Estaba empezando a considerar la idea de hacerme una pequeña casa en el lugar. «Si un lobo no intenta matarme en las próximas tres noches, está decidido».
Oferta también válida para varios lobos.
Había ido bastantes veces a Ulmer por esta ruta... usualmente en carro jalado por caballos, bandas de mercaderes o gente que se dedicaba al oficio de hacer de transporte, por lo que era mi primera vez real apreciándolo dentro de sí mismo. Los árboles eran grandes, aunque no innaturalmente grandes como en Sandorai. Algunos tenían formas curiosas, doblándose hacia un lado y siendo sostenidos por otros... como si formasen un enorme portón de madera indicando la entrada a algún lugar.
...Me fijé entonces, a la distancia, que efectivamente eso indicaban. Había una pequeña... no podría decirle aldea por lo natural. Estaba entre más árboles, ninguno talado, más bien con construcciones alrededor y a lo largo de ellos, formando lo que parecían chozas completamente triangulares y de pura madera con flores brotando. En las partes altas de los árboles habían puentes del mismo material, con vides e hieda en vez de cuerdas. Por el tamaño de todo, que ningún árbol alrededor luciese dañado, y que hubiese movimiento de gente, solo podía pensar una cosa. «Camino de la naturaleza».
Y por eso, no gente. Elfos.
Baje la mirada, observando el cetro que había tallado. Estaban... atrevidamente lejos de Sandorai, y aunque su "arquitectura" particular hacía imposible discernir donde estaban los límites de su pueblo, si era uno, no lucía como una parada de un día. ¿Tenían tiempo allí? Aquí. En... el territorio de lo que fuese la manada.
¿Por qué?
Me desvié, trazando ruta hacia el lugar. Simplemente podía preguntárselos, y tendría una respuesta… quizá hasta encontraría a alguien que pudiese atender heridas de forma decente, o con quien charlar. Si no, bueno, no sería la primera vez que tenía que salir por patas de un sitio para que no me matasen.
Esbocé una mueca aproximándose a una sonrisa. Ni siquiera sería la primera vez que sucedía eso hoy.
Gruñí en voz baja mientras daba unos pasos atrás, tratando de ignorar el hecho de que me estaba pateando el culo un árbol. «Bien, no al menos está roto». Igual había dejado un moretón. El árbol andante permaneció quieto, con el único movimiento siendo el de sus hojas empujadas por la brisa. Era un [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] como de dos metros. Me había pillado en un mal momento: sin armadura- no, peor, en solo pantalones, cortando un árbol poco grueso para hacer una fogata. Por la disposición que tenían estos espíritus… la única que tenían más allá de la de sus invocadores, había comenzado esta pequeña pelea.
Alcé el brazo derecho, con el que sostenía el hacha, también marcado por un par de moretones obtenidos en intercambios con el árbol… intercambios que desestimaron entre su resistencia física y que podía regenerar las partes blandas. Lo vi, arrastrando lentamente un pie a la derecha. Inspiré.
Y se me vino encima. Tuve que saltar a un lado y rodar para evitarlo, lanzando el hacha tan pronto como pude para detener su avance de nuevo. Estaban ciegos, pero podían ver – lo que significaba, claro, que no estaban ciegos. Parecía poder sentir a través del bosque, lo cual significaba que estaba viendo más que yo, hasta el más mínimo movimiento. Duro como un roble en invierno y se regeneraba. Si esto se extendía y se volvía una batalla de resistencia, me era claro quién iba a perder.
Pero sabía sobre constructos; cosas animadas. A distancia o no, el éter les era como sangre a un vivo, sin ella no vivían.
Cargué contra él y lo vi venírseme encima de nuevo. Paré en seco, agachándome y recubriéndome con la arcilla para atrapar sus extremidades entre ella. Con el choque y su cuerpo doblado sobre ella, la mayoría del peso estaba al otro lado, así que fue fácil lanzarlo al otro extremo. Lo bañe con la arcilla para dejarlo pegado al suelo, no podía moldear su figura con el hacha clavada al pecho, no con completa libertad y comodidad.
Pisé sobre el hacha, enterrándola más profunda, y jalé atrás la corteza y raíces de su pecho hasta quebrarlo y dejarme un hueco suficientemente espacio para meter la mano. Al cerrar la mano aplastando el éter dentro, dejo de moverse.
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Me abrí paso entre la espesura, retomando mi camino luego de los eventos de la última noche, jugando con un cetro hecho de la madera de ese espíritu mientras caminaba. Era buen bosque... excepto por la parte en que algo había intentado matarme los últimos tres días. Por lo demás, buen bosque. Había oído cosas, qué era el territorio de... la manada. O La Manada, qué no era lo mismo. Podía ver porque licántropos estarían en control del lugar, no tenían que enfrentar en desventaja a la mayorías de las criaturas del lugar, y lo más seguro es que de lobo a lobo se ayudarían, los números hacían fuerza.
Si se confiaba, al menos. Si eran clanes distintos imaginaba disputas de territorio; pero cuando andaba así, en las primeras horas de la mañana; ante tanta tranquilidad; con el único ruido ocasional siendo el de algún ave... me costaba hacerlo. Estaba empezando a considerar la idea de hacerme una pequeña casa en el lugar. «Si un lobo no intenta matarme en las próximas tres noches, está decidido».
Oferta también válida para varios lobos.
Había ido bastantes veces a Ulmer por esta ruta... usualmente en carro jalado por caballos, bandas de mercaderes o gente que se dedicaba al oficio de hacer de transporte, por lo que era mi primera vez real apreciándolo dentro de sí mismo. Los árboles eran grandes, aunque no innaturalmente grandes como en Sandorai. Algunos tenían formas curiosas, doblándose hacia un lado y siendo sostenidos por otros... como si formasen un enorme portón de madera indicando la entrada a algún lugar.
...Me fijé entonces, a la distancia, que efectivamente eso indicaban. Había una pequeña... no podría decirle aldea por lo natural. Estaba entre más árboles, ninguno talado, más bien con construcciones alrededor y a lo largo de ellos, formando lo que parecían chozas completamente triangulares y de pura madera con flores brotando. En las partes altas de los árboles habían puentes del mismo material, con vides e hieda en vez de cuerdas. Por el tamaño de todo, que ningún árbol alrededor luciese dañado, y que hubiese movimiento de gente, solo podía pensar una cosa. «Camino de la naturaleza».
Y por eso, no gente. Elfos.
Baje la mirada, observando el cetro que había tallado. Estaban... atrevidamente lejos de Sandorai, y aunque su "arquitectura" particular hacía imposible discernir donde estaban los límites de su pueblo, si era uno, no lucía como una parada de un día. ¿Tenían tiempo allí? Aquí. En... el territorio de lo que fuese la manada.
¿Por qué?
Me desvié, trazando ruta hacia el lugar. Simplemente podía preguntárselos, y tendría una respuesta… quizá hasta encontraría a alguien que pudiese atender heridas de forma decente, o con quien charlar. Si no, bueno, no sería la primera vez que tenía que salir por patas de un sitio para que no me matasen.
Esbocé una mueca aproximándose a una sonrisa. Ni siquiera sería la primera vez que sucedía eso hoy.
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Re: Secuelas [Privado- Anders] [CERRADO]
Había soñado en colores. El verde intenso del bosque, el azul oscuro casi negro del anochecer entre las hierbas. El sol amarillo luz, las nubes blancas sobre un cielo azul limpio y claro.
Eilydh no supo a ciencia cierta en que momento aquello dejó de ser un sueño y comenzó a sentirse como realidad. Miraba sus manos componiendo gestos con ellas sobre el cielo a través de la cúpula de cristal que la envolvía. Por segundos parecía querer tocarlo con las manos, Al siguiente minuto se encontraba cuestionandose el por qué exacto de aquella acción sin sentido. En algún momento determinado se dio cuenta de que estaba tumbada en una cama. Se encontraba descansada después de varios días y se preguntó por un momento si podría levantarse.
¿Sería capaz?
Sonrió, como animándose.
Por supuesto que lo era.
Sus pies le respondieron. La elfa no iba a fingir que no estaba sorprendida de que lo hubiesen hecho sin rechistar y algo en la manera en la que se recordó que andaba hacia delante le hizo gracia y simplemente decidio avanzar. Perdió el equilibrio en varias ocasiones pero aquello no la frustró. Al contrario. Era, simplemente el bamboleo pausado de la barca en la que se creía estar mecienedo. La cabeza le iba a estallar.
Se llevó las manos a esta mientras se apoyaba en la puerta de aquella cabaña en la que se había despertado. A su alrededor, y exactamente identicas a aquella, un grupo de habitaculos parecían componer un espacio comun en el centro, al aire libre donde un grupo de elfos se arremolinaba frente a las brasas de un fuego antiguo, añadiendo humo de varias pipas a la lumbre de aquellas llamas casi extinguidas. Algún que otro niño correteaba y jugaba con lo que parecían ser pompas de luz que salían de una de las pipas de los hombres ancianos del centro de aquella aglomeración.
Eilydh comenzó a entender que no sabía donde estaba, y como le había pasado con sus manos sobre el cielo minutos antes, casi se permitió que le diese igual no saberlo. Tan solo sonrió luchando por mantener sus ojos abiertos. Notó el pelaje de Ash'alá en una de sus manos y se giró hacia él de manera pausada. Le sonrió y le acarició las orejas.
No tenía ni la menor idea de qué tipo de veneno contenían aquellos dardos, pero por algún motivo las preocupaciones que la habían hecho estar enfadada con ella misma habían desaparecido. Ni siquiera se había planteado rebanarle la cabeza a quien la había drogado días antes. Al menos no por ahora.
-Buenos días mujer durmiente- sonó una voz tras ella- Imagino que estarás hambrienta. Tenemos pan de cebada y trigo recién horneado y café con... - el hombre lo dijo de manera bajita- semillas de amapola. Estoy seguro que quizás te gustaría mantener el efecto de los dardos... dicen que pega fuerte el volver a la realidad sin nada.-
Eilydh le sonrió aceptando todo lo que le había ofrecido en su cabeza pero sin llegar si quiera a soltar una palabra, y lo siguió a través del espacio abierto, enfocando su mirada en los elfos ancianos que creaban figuras de humo para ilustrar lo que hablaban ante los ojos curiosos de los elfos que jugueteaban con las pompas también de humo.
Se percató entonces de que su caminar era inmensamente más liviano de lo que estaba acostumbrada. No llevaba su armadura; En su lugar un vestido acomodando su talle de color azul claro acomodaba sus formas de mujer.También se percató de que alguien le había deshecho las trenzas. Se llevó la mano al pelo para buscar la pequeña luna que aún seguía entre sus mechones y sus mejillas se tintaron de rojizo. Los recuerdos de muerte y destrucción la inundaron por un momento y la vergüenza de mostrarse vulnerable ante tantos desconocidos sin llevar sus trenzas se apoderó de ella.
Pero el efecto de aquel dardo aún recorría su cuerpo, y por toda respuesta a aquel estrés, Eilydh mordió con ganas una tostada de aquel pan recién horneado.
Todo estaba bien, aún a sabiendas de que nada lo estaba.
Sonrió a la nada.
Eilydh no supo a ciencia cierta en que momento aquello dejó de ser un sueño y comenzó a sentirse como realidad. Miraba sus manos componiendo gestos con ellas sobre el cielo a través de la cúpula de cristal que la envolvía. Por segundos parecía querer tocarlo con las manos, Al siguiente minuto se encontraba cuestionandose el por qué exacto de aquella acción sin sentido. En algún momento determinado se dio cuenta de que estaba tumbada en una cama. Se encontraba descansada después de varios días y se preguntó por un momento si podría levantarse.
¿Sería capaz?
Sonrió, como animándose.
Por supuesto que lo era.
Sus pies le respondieron. La elfa no iba a fingir que no estaba sorprendida de que lo hubiesen hecho sin rechistar y algo en la manera en la que se recordó que andaba hacia delante le hizo gracia y simplemente decidio avanzar. Perdió el equilibrio en varias ocasiones pero aquello no la frustró. Al contrario. Era, simplemente el bamboleo pausado de la barca en la que se creía estar mecienedo. La cabeza le iba a estallar.
Se llevó las manos a esta mientras se apoyaba en la puerta de aquella cabaña en la que se había despertado. A su alrededor, y exactamente identicas a aquella, un grupo de habitaculos parecían componer un espacio comun en el centro, al aire libre donde un grupo de elfos se arremolinaba frente a las brasas de un fuego antiguo, añadiendo humo de varias pipas a la lumbre de aquellas llamas casi extinguidas. Algún que otro niño correteaba y jugaba con lo que parecían ser pompas de luz que salían de una de las pipas de los hombres ancianos del centro de aquella aglomeración.
Eilydh comenzó a entender que no sabía donde estaba, y como le había pasado con sus manos sobre el cielo minutos antes, casi se permitió que le diese igual no saberlo. Tan solo sonrió luchando por mantener sus ojos abiertos. Notó el pelaje de Ash'alá en una de sus manos y se giró hacia él de manera pausada. Le sonrió y le acarició las orejas.
No tenía ni la menor idea de qué tipo de veneno contenían aquellos dardos, pero por algún motivo las preocupaciones que la habían hecho estar enfadada con ella misma habían desaparecido. Ni siquiera se había planteado rebanarle la cabeza a quien la había drogado días antes. Al menos no por ahora.
-Buenos días mujer durmiente- sonó una voz tras ella- Imagino que estarás hambrienta. Tenemos pan de cebada y trigo recién horneado y café con... - el hombre lo dijo de manera bajita- semillas de amapola. Estoy seguro que quizás te gustaría mantener el efecto de los dardos... dicen que pega fuerte el volver a la realidad sin nada.-
Eilydh le sonrió aceptando todo lo que le había ofrecido en su cabeza pero sin llegar si quiera a soltar una palabra, y lo siguió a través del espacio abierto, enfocando su mirada en los elfos ancianos que creaban figuras de humo para ilustrar lo que hablaban ante los ojos curiosos de los elfos que jugueteaban con las pompas también de humo.
Se percató entonces de que su caminar era inmensamente más liviano de lo que estaba acostumbrada. No llevaba su armadura; En su lugar un vestido acomodando su talle de color azul claro acomodaba sus formas de mujer.También se percató de que alguien le había deshecho las trenzas. Se llevó la mano al pelo para buscar la pequeña luna que aún seguía entre sus mechones y sus mejillas se tintaron de rojizo. Los recuerdos de muerte y destrucción la inundaron por un momento y la vergüenza de mostrarse vulnerable ante tantos desconocidos sin llevar sus trenzas se apoderó de ella.
Pero el efecto de aquel dardo aún recorría su cuerpo, y por toda respuesta a aquel estrés, Eilydh mordió con ganas una tostada de aquel pan recién horneado.
Todo estaba bien, aún a sabiendas de que nada lo estaba.
Sonrió a la nada.
Eilydh
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Re: Secuelas [Privado- Anders] [CERRADO]
Había bastante más gente de lo que esperaba. Jugué con la idea de no acercarme más, todavía tenía el brillo estúpido en los ojos, y no quería tener que manejarme contra demasiada gente.
No es que tuviese que hacerlo, el asunto tenía solución en la forma de un polvo. Lo había estudiado para ver si podía producirlo en grandes cantidades; ni siquiera había entendido como producir solo un poco.
Por ahora.
Tenía algo que ver con magia entre sus más puras formas de esencia. Runas… siempre podría ser materiales marcados con ellas y comprimidos hasta ese punto, pero no podía estar seguro, y la única manera de probar la efectividad de estos sería lanzándoselos en la cara a la gente. ¿Qué pasaba si terminaba haciendo polvo inflamable y estallaba? Sí. Sonaba a alquimia; pero ya cualquier polvo a mí me sonaba a eso.
Por suerte la falta de muros también era un punto a favor para evitar atención tanto como para llamarla. Era más fácil verme, pero era más fácil que yo los viera a ellos. Rodee el lugar con cuidado, viendo a las copas de los árboles… eran altos. ¿Producto de más magia? Tomé el hacha y cubrí el tronco de uno con arcilla en dos partes: abajo haciendo un pequeño soporte, y arriba haciendo un anillo y al lado, otro soporte más. No era un genio escala árboles como… medio Sandorai, pero tenía mis métodos.
Pise sobre el primer soporte, y salté, arrastrando la arcilla de abajo bajo el pie. El hacha por el pequeño 'gancho' que formaba me dejo colgarme del anillo y con hacer algo de fuerza, alzarme arriba para alzar el segundo soporte. Repetir. En poco estuve en la copa con toda la arcilla.
Era… una vista impresionante. Cada paso dentro del lugar se hacía más enorme, sin un límite aparente. Puede que no tuviese uno solo… porque no lo tenía, todo esto era de ellos, de alguna forma. Esbocé una sonrisa pequeña, de ellos y de La Manada, al menos. A la distancia se veían otras personas caminando con cestas llenas de lo que me tocaba suponer era fruta.
Bajé la mirada al sitio como tal y sus concentraciones de gente, entrecerrando los ojos para afianzar mejor la imagen de lo observado. Instrumentos. Ropa con colores vivos, de la cual algunos patrones me sonaban. Humo escapando de la estancia central, a donde todo lo anterior se dirigía. Vi al cielo un momento, no era… ninguna fecha especial, no una de la que yo supiese, así que no sabía que iban a celebrar.
Porque claramente iban a hacerlo, eso no me lo tenía que decir nadie ya, luego de que mis ojos lo hubieran hecho. Me encaminé con cuidado sobre la rama que más se estiraba del árbol para tener mejor vista fuera de sus varias hojas, haciendo mis consideraciones. Era un espacio… relativamente cerrado, con fuego. Si lanzaba el polvo en un lugar así, la mayoría entraría en razón.
Si tenía suerte lo harían todos.
No había tomado mucho sueño desde hace semanas, más de un mes ya. La mejor noche de sueño que había tenido desde entonces… toqué en el punto donde dolía en el brazo, sí, ayer, y eso fue luego de que un árbol casi me fracturase una costilla de un puñetazo.
Héroe en toda ciudad y presa en todo bosque, porque por alguna razón ahora tenía un precio. Llene mis pulmones lentamente, imaginaba... no, era relativamente normal que tuviese uno. No veía el atractivo en cazar uno, pero si veía el pago. Ahora que lo pensaba… ¿ese hombre-zorro rico no me detestaba? Y ahora yo iba por ahí, brillando, haciéndome una diana todavía más evidente y fácil.
Suspiré. Tenía suficiente con mi vida normal antes de esto escapándome de la muerte como para tener qué vivir escapando de los vivos. Acaricié con la mano las bolsas con el polvo, las había colgado para tenerlas a mano o luego no había forma. Guardaba una pequeña gota de esperanza que los rumores no hubieran alcanzado en la arboleda, estaba… lejos de Sandorai. De los reinos del sur también.
Sino, tenía el polvo.
Y un pergamino para alzar una muralla de fuego de unas seis veces mi largo y dos mi altura. Pero eso era un método de... emergencia. Me había hecho bueno escapando este último tiempo.
Por eso cometí el error de bajar y entrar tranquilamente al lugar. "Tranquilamente", con los dedos ya sostenidos sobre una de las tiras atando una bolsa. Había gente comiendo y fumando, niños siendo niños – correteando y molestando a los adultos. En este caso, el adulto era a mí, ya que fue un chico primero quien advirtió de lo mismo que advertían en muchos lugares más. El brillo.
Borré la poca esperanza que pudiese tener en mi rostro y jalé la pequeña bolsa para lanzarla al ver los primeros pasos acercándose, tenía mis cálculos hechos, y era una obviedad: nunca habría más gente aquí que en una ciudad, así que todos los que rociase aquí comprendían un porcentaje mayor del total de lo que tendría si rociaba a la misma cantidad en otro lugar.
No se me había pasado tampoco. No había observado ningún arma, no tenía… porque ser evidente; pero ver un elfo sin arco, o al menos sin cuchillo, era raro. No es que lo necesitasen teniendo especialistas en el camino de la naturaleza, pero ellos no eran del tipo que peleaban directamente.
Exhalé decepcionado ante la primera sílaba – Hé, e inicié el movimiento, deteniéndome un instante ante la sorpresa de una imagen que no se acercaba. Grande, blanco, con rayas negras. Un... tigre. En la arboleda.
Fijé los ojos a su lado, en un vestido, mascando pan, con una mirada serena. Esas... que no tenían lugar en el rostro de las personas que blandíamos armas.
¿...Ash'alá? ¿Ellie?
No es que tuviese que hacerlo, el asunto tenía solución en la forma de un polvo. Lo había estudiado para ver si podía producirlo en grandes cantidades; ni siquiera había entendido como producir solo un poco.
Por ahora.
Tenía algo que ver con magia entre sus más puras formas de esencia. Runas… siempre podría ser materiales marcados con ellas y comprimidos hasta ese punto, pero no podía estar seguro, y la única manera de probar la efectividad de estos sería lanzándoselos en la cara a la gente. ¿Qué pasaba si terminaba haciendo polvo inflamable y estallaba? Sí. Sonaba a alquimia; pero ya cualquier polvo a mí me sonaba a eso.
Por suerte la falta de muros también era un punto a favor para evitar atención tanto como para llamarla. Era más fácil verme, pero era más fácil que yo los viera a ellos. Rodee el lugar con cuidado, viendo a las copas de los árboles… eran altos. ¿Producto de más magia? Tomé el hacha y cubrí el tronco de uno con arcilla en dos partes: abajo haciendo un pequeño soporte, y arriba haciendo un anillo y al lado, otro soporte más. No era un genio escala árboles como… medio Sandorai, pero tenía mis métodos.
Pise sobre el primer soporte, y salté, arrastrando la arcilla de abajo bajo el pie. El hacha por el pequeño 'gancho' que formaba me dejo colgarme del anillo y con hacer algo de fuerza, alzarme arriba para alzar el segundo soporte. Repetir. En poco estuve en la copa con toda la arcilla.
Era… una vista impresionante. Cada paso dentro del lugar se hacía más enorme, sin un límite aparente. Puede que no tuviese uno solo… porque no lo tenía, todo esto era de ellos, de alguna forma. Esbocé una sonrisa pequeña, de ellos y de La Manada, al menos. A la distancia se veían otras personas caminando con cestas llenas de lo que me tocaba suponer era fruta.
Bajé la mirada al sitio como tal y sus concentraciones de gente, entrecerrando los ojos para afianzar mejor la imagen de lo observado. Instrumentos. Ropa con colores vivos, de la cual algunos patrones me sonaban. Humo escapando de la estancia central, a donde todo lo anterior se dirigía. Vi al cielo un momento, no era… ninguna fecha especial, no una de la que yo supiese, así que no sabía que iban a celebrar.
Porque claramente iban a hacerlo, eso no me lo tenía que decir nadie ya, luego de que mis ojos lo hubieran hecho. Me encaminé con cuidado sobre la rama que más se estiraba del árbol para tener mejor vista fuera de sus varias hojas, haciendo mis consideraciones. Era un espacio… relativamente cerrado, con fuego. Si lanzaba el polvo en un lugar así, la mayoría entraría en razón.
Si tenía suerte lo harían todos.
No había tomado mucho sueño desde hace semanas, más de un mes ya. La mejor noche de sueño que había tenido desde entonces… toqué en el punto donde dolía en el brazo, sí, ayer, y eso fue luego de que un árbol casi me fracturase una costilla de un puñetazo.
Héroe en toda ciudad y presa en todo bosque, porque por alguna razón ahora tenía un precio. Llene mis pulmones lentamente, imaginaba... no, era relativamente normal que tuviese uno. No veía el atractivo en cazar uno, pero si veía el pago. Ahora que lo pensaba… ¿ese hombre-zorro rico no me detestaba? Y ahora yo iba por ahí, brillando, haciéndome una diana todavía más evidente y fácil.
Suspiré. Tenía suficiente con mi vida normal antes de esto escapándome de la muerte como para tener qué vivir escapando de los vivos. Acaricié con la mano las bolsas con el polvo, las había colgado para tenerlas a mano o luego no había forma. Guardaba una pequeña gota de esperanza que los rumores no hubieran alcanzado en la arboleda, estaba… lejos de Sandorai. De los reinos del sur también.
Sino, tenía el polvo.
Y un pergamino para alzar una muralla de fuego de unas seis veces mi largo y dos mi altura. Pero eso era un método de... emergencia. Me había hecho bueno escapando este último tiempo.
Por eso cometí el error de bajar y entrar tranquilamente al lugar. "Tranquilamente", con los dedos ya sostenidos sobre una de las tiras atando una bolsa. Había gente comiendo y fumando, niños siendo niños – correteando y molestando a los adultos. En este caso, el adulto era a mí, ya que fue un chico primero quien advirtió de lo mismo que advertían en muchos lugares más. El brillo.
Borré la poca esperanza que pudiese tener en mi rostro y jalé la pequeña bolsa para lanzarla al ver los primeros pasos acercándose, tenía mis cálculos hechos, y era una obviedad: nunca habría más gente aquí que en una ciudad, así que todos los que rociase aquí comprendían un porcentaje mayor del total de lo que tendría si rociaba a la misma cantidad en otro lugar.
No se me había pasado tampoco. No había observado ningún arma, no tenía… porque ser evidente; pero ver un elfo sin arco, o al menos sin cuchillo, era raro. No es que lo necesitasen teniendo especialistas en el camino de la naturaleza, pero ellos no eran del tipo que peleaban directamente.
Exhalé decepcionado ante la primera sílaba – Hé, e inicié el movimiento, deteniéndome un instante ante la sorpresa de una imagen que no se acercaba. Grande, blanco, con rayas negras. Un... tigre. En la arboleda.
Fijé los ojos a su lado, en un vestido, mascando pan, con una mirada serena. Esas... que no tenían lugar en el rostro de las personas que blandíamos armas.
¿...Ash'alá? ¿Ellie?
Anders
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Observó por un momento la pieza de pan sobre su mano. Aquel era el fruto del trabajo de la tierra y los hombres. De los dioses que habían querido que el centeno germinase y de los elfos pacientes que lo habían mimado lo suficiente para que lo hiciese. Lo observó durante unos segundos, como queriendo preguntarle el sentido mismo de la vida que estaba viviendo.
Sonrió divertida, pero se había olvidado de la broma que causó aquella reacción.
No había nadie desayunando con ella, por lo que supuso que era lo bastante tarde en la mañana. O que ella era lo suficientemente suertuda como para no tener que compartir la mesa con nadie. Aquel lugar parecía ser una comuna de.. elfos. Eilydh los observó los más jóvenes acatando las órdenes de los mas viejos, los niños corriendo de aquí allá, las mujeres hacendosas curtiendo pieles o enjuagando el arroz de la cosecha. Jugueteó con la pieza de pan mientras observaba por un instante a un posible jefe de aquel lugar. Pero no parecía haberlo.
Sin duda aquello era extraño. Mordió de nuevo aquel trozo del trabajo de aquellos elfos y sintió como algo que parecía ser hambre se acallaba dentro de ella. Debió haber estado allí durante bastante tiempo, pero la elfa lo había estado ignorando. Dió un sorbo de aquel café de amapolas y sintió como si los colores que habían estado ensombreciendose volviesen a ser brillantes, casi palpables. La risa de los niños que correteaban cerca de ella pareció no molestarle tanto ahora que aquel caldo de amapola estaba de nuevo en su cuerpo.
Los siguió con la mirada, pensando en como eran, ellos mismos las semillas de los frutos de los elfos que la luz de... ¡Anar! Sus ojos al menos.
Soltó el pan de entre sus manos y se puso de pie ¿Qué hacía?
No puede ser.
Ella misma había visto caer el templo. Habían perdido a Eleatril bajo las ruinas de aquella estatua. Los ojos mismos del Dios se habían cerrado como vaticinando la llegada de la muerte y destrucción que traería con ellos la guerra. Y aún así... allí estaban. En el rostro de aquel desconocido.
Nada de desconocido. Aquel era un héroe. El gran ganador de aquella batalla. Los salvadores del árbol y defensores de la vida elfa. Era todo por lo que ella había luchado pero que en ellos había acabado de manera exitosa. Era todo lo que la había hecho salir de sandorai y a la vez todo lo que aún la hacía volver día tras día en imágenes difusas, recuerdos borrosos.
Todo lo que odiaba.
Y aún así, y sin saberlo: Se había levantado de la mesa, caminado a través de aquel patio. Obviado los tirones de su vestido de Ash'alá y esquivado a los niños que fueron los primeros en darse cuenta. Había escurrido su cuerpo menudo entre los demás que se aglomeraban alrededor de aquel recién llegado y se había dispuesto en la primera fila, sin dejar de mirar a aquel hombre a los ojos.
La luz de sus ojos era, extrañamente intensa. Los colores del arcoiris. Sus manos en el fondo azul que era el cielo. Anar resurgido del templo. El odio que sentía hacia los héroes. La necesidad de canalizar toda su ira... pero sobre todo, la mezcla entre el veneno del dardo y las semillas de amapola. Todo a la vez.
El abrazo de aquel hombre era cálido. No esperaba menos. Al fin y al cabo, estaba abrazando a Anar, o eso era lo que ella creía en su mente ida. Eilydh reposó su cabeza en su pecho, sus ojos fijos en la nada. Ella misma siempre pensó que la primera vez que tocase con los dedos a un dios sería Ísil, pues era sin duda su diosa guía, pero.. aquello no estaba del todo mal. Estaba segura que no necesitaba hablar. Anar había venido a buscarla porque la misma luz del cielo era la propicia para aquello. Anar se había olvidado decirle cuán equivocada estaba sobre el mundo que la rodeaba, y por una vez en su vida ella estaba dispuesta a dejarse adoctrinar sin cuestionarlo.
Si no fuese porque la ira en ella estaba empezando a ganarle la partida a la paz del veneno.
Escuchaba su corazón. Lub-Dub. Lub-Dub. ¿Los dioses tenían corazón?
...y el efecto acabó.
Aquel no era Anar.
Aquel era uno de los héroes del árbol madre. Los mismos que habían salido victoriosos a base de venganza. Los mismos que se habían marchado para no ayudar a reconstruir el árbol. Aquel era un elfo más con aires de gloria y fama para alardear sobre ella. Sintió como su ira la inundaba y se retiró del abrazo de aquel hombre, aún sorprendida y molesta consigo misma. De manera rápida y con las mejillas sonrojadas, avergonzada.
Debía marcharse de allí. Se volvió a escurrir entre los elfos rodeando a su héroe que tras que Eilydh lo liberase de su abrazo se apresuraron a querer abrazarlo también como si se hubiese convertido en un ritual típico y común en una situación así.
Caminó por unos minutos hasta intentar recorrer sus pasos a la habitación donde se había despertado Ash'alá tenía una mirada divertida en sus ojos.
-La próxima vez que veas que voy a hacer el ridículo te agradecería que me lo impidieses... como si te importase algo.- dijo la chica, mirándolo con fiereza.-
El tigre se sintió dolido y aminoró el paso para caminar tras ella, molesto.
¿Dónde diablos estaba su armadura y su espada? ¿Cuántas habitáculos más tendría que inspeccionar antes de encontrar en el que se había despertado?
Sonrió divertida, pero se había olvidado de la broma que causó aquella reacción.
No había nadie desayunando con ella, por lo que supuso que era lo bastante tarde en la mañana. O que ella era lo suficientemente suertuda como para no tener que compartir la mesa con nadie. Aquel lugar parecía ser una comuna de.. elfos. Eilydh los observó los más jóvenes acatando las órdenes de los mas viejos, los niños corriendo de aquí allá, las mujeres hacendosas curtiendo pieles o enjuagando el arroz de la cosecha. Jugueteó con la pieza de pan mientras observaba por un instante a un posible jefe de aquel lugar. Pero no parecía haberlo.
Sin duda aquello era extraño. Mordió de nuevo aquel trozo del trabajo de aquellos elfos y sintió como algo que parecía ser hambre se acallaba dentro de ella. Debió haber estado allí durante bastante tiempo, pero la elfa lo había estado ignorando. Dió un sorbo de aquel café de amapolas y sintió como si los colores que habían estado ensombreciendose volviesen a ser brillantes, casi palpables. La risa de los niños que correteaban cerca de ella pareció no molestarle tanto ahora que aquel caldo de amapola estaba de nuevo en su cuerpo.
Los siguió con la mirada, pensando en como eran, ellos mismos las semillas de los frutos de los elfos que la luz de... ¡Anar! Sus ojos al menos.
Soltó el pan de entre sus manos y se puso de pie ¿Qué hacía?
No puede ser.
Ella misma había visto caer el templo. Habían perdido a Eleatril bajo las ruinas de aquella estatua. Los ojos mismos del Dios se habían cerrado como vaticinando la llegada de la muerte y destrucción que traería con ellos la guerra. Y aún así... allí estaban. En el rostro de aquel desconocido.
Nada de desconocido. Aquel era un héroe. El gran ganador de aquella batalla. Los salvadores del árbol y defensores de la vida elfa. Era todo por lo que ella había luchado pero que en ellos había acabado de manera exitosa. Era todo lo que la había hecho salir de sandorai y a la vez todo lo que aún la hacía volver día tras día en imágenes difusas, recuerdos borrosos.
Todo lo que odiaba.
Y aún así, y sin saberlo: Se había levantado de la mesa, caminado a través de aquel patio. Obviado los tirones de su vestido de Ash'alá y esquivado a los niños que fueron los primeros en darse cuenta. Había escurrido su cuerpo menudo entre los demás que se aglomeraban alrededor de aquel recién llegado y se había dispuesto en la primera fila, sin dejar de mirar a aquel hombre a los ojos.
La luz de sus ojos era, extrañamente intensa. Los colores del arcoiris. Sus manos en el fondo azul que era el cielo. Anar resurgido del templo. El odio que sentía hacia los héroes. La necesidad de canalizar toda su ira... pero sobre todo, la mezcla entre el veneno del dardo y las semillas de amapola. Todo a la vez.
El abrazo de aquel hombre era cálido. No esperaba menos. Al fin y al cabo, estaba abrazando a Anar, o eso era lo que ella creía en su mente ida. Eilydh reposó su cabeza en su pecho, sus ojos fijos en la nada. Ella misma siempre pensó que la primera vez que tocase con los dedos a un dios sería Ísil, pues era sin duda su diosa guía, pero.. aquello no estaba del todo mal. Estaba segura que no necesitaba hablar. Anar había venido a buscarla porque la misma luz del cielo era la propicia para aquello. Anar se había olvidado decirle cuán equivocada estaba sobre el mundo que la rodeaba, y por una vez en su vida ella estaba dispuesta a dejarse adoctrinar sin cuestionarlo.
Si no fuese porque la ira en ella estaba empezando a ganarle la partida a la paz del veneno.
Escuchaba su corazón. Lub-Dub. Lub-Dub. ¿Los dioses tenían corazón?
...y el efecto acabó.
Aquel no era Anar.
Aquel era uno de los héroes del árbol madre. Los mismos que habían salido victoriosos a base de venganza. Los mismos que se habían marchado para no ayudar a reconstruir el árbol. Aquel era un elfo más con aires de gloria y fama para alardear sobre ella. Sintió como su ira la inundaba y se retiró del abrazo de aquel hombre, aún sorprendida y molesta consigo misma. De manera rápida y con las mejillas sonrojadas, avergonzada.
Debía marcharse de allí. Se volvió a escurrir entre los elfos rodeando a su héroe que tras que Eilydh lo liberase de su abrazo se apresuraron a querer abrazarlo también como si se hubiese convertido en un ritual típico y común en una situación así.
Caminó por unos minutos hasta intentar recorrer sus pasos a la habitación donde se había despertado Ash'alá tenía una mirada divertida en sus ojos.
-La próxima vez que veas que voy a hacer el ridículo te agradecería que me lo impidieses... como si te importase algo.- dijo la chica, mirándolo con fiereza.-
El tigre se sintió dolido y aminoró el paso para caminar tras ella, molesto.
¿Dónde diablos estaba su armadura y su espada? ¿Cuántas habitáculos más tendría que inspeccionar antes de encontrar en el que se había despertado?
Eilydh
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Re: Secuelas [Privado- Anders] [CERRADO]
Bajé la cabeza para ver la suya cuando me rodeó. Abrí la boca un par de segundos intentando comprenderlo, ¿felicidad de qué la explosión de Tyrie no me hubiese fulminado?
No me resistí demasiado. Últimamente recibía demasiados abrazos qué no quería; pero este no estaba mal. Ellie había desaparecido aquella vez... "desaparecido", lo mucho que pudiese hacerlo alguien invisible. No había tenido la oportunidad de agradecerle tampoco, apenas estuve unos momentos de pie gracias a ella antes de tener que pelear otra vez.
Devolví el abrazo con cierto cuidado por la duda qué me quedaba atrás: no había dicho nada. Miré arriba de reojo, encontrando las miradas expectantes de varios más. Empecé a medir en mi cabeza las palabras que diría entonces, no debía soltar nada que pudiese alimentar su estupor.
«¿Mucho tiempo sin verte?»
...No. Tener una relación conmigo, con cualquiera bajo éste título, no era diferente de un problema. Solo faltaba que la acosasen a ella también.
El lugar olía a muchas cosas... a flores. Había más presencia de unas qué de otras. Esto era... amorttentia. Había bases de ello. Clavel rojo. Vino poco antes a mí cabeza que el quiebre del abrazo. Sí. Esa mirada era más cómo la suya. Confirmaba una de dos cosas. Estaba trabajando o le enveneraron con racimo de miel, un elixir hecho con lo que indicaría el nombre, además de claveles, anís y amorttentia. Aprendí los ingredientes de chico; aunque no la preparación, en una de mis varias pérdidas y visitas a territorios de otros clanes.
Ugh.
Me lo había puesto difícil, con el resto imitando sus actos. Esto- la fama... yo, uh. Todo estaba sobrevalorado. Tenía pruebas a diario, pero ésta era la más cercana: la sensación de calor pura solo porque la persona fuese conocida comparado con el relativo frío de todos los demás. Mirar alrededor y ver que todos te amaban pero no le agradabas a nadie era una sensación solitaria.
Esto solo avivaba la idea de hacer una casa en medio de la nada y recluirme. Con las manos sobre un par de hombros sin saber cuales o de quienes, intentando echarlos atrás sin ser un completo bruto; paralizado de las piernas para arriba por manos; falto de aire no solo por la cantidad de narices tomándola, sino porque yo estaba gastando el propio mío al respirar rápido.
Había estado en jaulas. Pequeñas. Entre barras de metal a los lados y paredes arriba y abajo. Podía dar fe de que empezaba a preferir el metal a la carne. Lentamente todo esto se estaba volviendo algo aterrador en vez de molesto.
Colé la arcilla entre las hendiduras de mi armadura, subiendo a lo largo de la pierna y el pecho hasta el brazo izquierdo para abrir las puntas del gancho[1]. Alcé el brazo y lo gire, desatando la primera vuelta de la cuerda antes de lanzarla con la arcilla al techo. La arcilla se presentó en forma de golem al frente, haciendo con los brazos a un lado a unas cuantas personas mientras que con mi mano libre, apartaba a los niños.
Con un mismo brazo del "golem" sostuve la cadena, jalándome arriba para subir rápido y huir. Dije que me había vuelto bueno huyendo.
Recogí la cadena y el gancho en la arcilla, forzando sus puntas a doblarse de nuevo por si lo necesitaba otra vez. Simplemente iba a retirarme por el disgusto que me producía la repetición de la situación una y otra vez.
Tomé aire, lanzando el arpón a un árbol para intentar balancearme y perder el rastro de la gente. Todavía debía agradecerle.
Me recubrí con la capa que me había dejado el lobo, pesada. Seguía alejada de los diez kilogramos que pesaba una cota de malla. También me acomodé el yelmo.
Lo había decidido cuando los vi a ellos dos y luego a ella. En un mundo cómo este, dónde podían olvidarte o recordarte y ambas de malas maneras. Donde podías desaparecer de la historia de alguien más…
¿En uno donde había tanto qué llorar y tan poco qué tomar?
Intentaría no llorar nada. Tomar todo.
Me había colado abajo nuevamente, cubriéndome con la capa y el yelmo. No es que alguien con eso encima fuese menos sospechoso; pero prefería la sospecha a la atención pura y dura en el momento. Les di otras prioridades a la gente del lugar. Upeleros.
Había sonado el silbato[2] para llamar a varios de ellos al lugar. Quizá... causarían el pequeño desastre de correr allí y allá, pero eran criaturas benevolentes, no representarían una amenaza directa. Incluso les serviría si lograban domar a algunos para no tener que transportar las cosas a pie.
El lugar adentro era grande, demasiadas habitaciones… la mayoría vacía por el momento. Abrí una puerta, observando una cota de mallas alargada, con un poco de tinte azulado y una falda con ribetes. También estaba una vaina blanca con una espada dentro. Había tenido la impresión en el árbol. Efectivamente había una media luna... no cualquiera. La de Eltrant.
Acomode la espada en la vaina y tomé lo que componía la armadura de la mujer. No recordaba bien del todo el… rugido de Ash’alá. Pero valía la pena intentarlo.
Me tiré del lugar tan en sigilo como pude. Lo cuál fue decir que me vieron dos ancianos, pero eran ancianos, así que no pudieron alcanzarme y corrí como un infeliz lejos con todo el peso que tenía encima, lanzando el gancho al primer árbol que encontré para empezar a moverme lejos.
Cuando me sentí a una distancia… sana del lugar, saqué el silbato. Si llamaba a Ash’alá, vendría Ellie. Lo soné[3].
Y cuando vinieron lancé el polvo[4] sobre ella y, en caso de, el mismo tigre. Probablemente estaría en blanco un par de segundos al recordar, por lo que sólo tendí la espada, tomada de la vaina y no el mango de forma que luciese menos agresivo para que su compañero no me volase encima.
—…Ellie. Hola —dije, abriendo el yelmo para que me viese la cara. No lo había usado en Sandorai porque no me gustaba no poder ver.
Podría agradecerle luego de explicar lo que estaba pasando, y que ella me explicase a mí lo de esta… tribu.
No me resistí demasiado. Últimamente recibía demasiados abrazos qué no quería; pero este no estaba mal. Ellie había desaparecido aquella vez... "desaparecido", lo mucho que pudiese hacerlo alguien invisible. No había tenido la oportunidad de agradecerle tampoco, apenas estuve unos momentos de pie gracias a ella antes de tener que pelear otra vez.
Devolví el abrazo con cierto cuidado por la duda qué me quedaba atrás: no había dicho nada. Miré arriba de reojo, encontrando las miradas expectantes de varios más. Empecé a medir en mi cabeza las palabras que diría entonces, no debía soltar nada que pudiese alimentar su estupor.
«¿Mucho tiempo sin verte?»
...No. Tener una relación conmigo, con cualquiera bajo éste título, no era diferente de un problema. Solo faltaba que la acosasen a ella también.
El lugar olía a muchas cosas... a flores. Había más presencia de unas qué de otras. Esto era... amorttentia. Había bases de ello. Clavel rojo. Vino poco antes a mí cabeza que el quiebre del abrazo. Sí. Esa mirada era más cómo la suya. Confirmaba una de dos cosas. Estaba trabajando o le enveneraron con racimo de miel, un elixir hecho con lo que indicaría el nombre, además de claveles, anís y amorttentia. Aprendí los ingredientes de chico; aunque no la preparación, en una de mis varias pérdidas y visitas a territorios de otros clanes.
Ugh.
Me lo había puesto difícil, con el resto imitando sus actos. Esto- la fama... yo, uh. Todo estaba sobrevalorado. Tenía pruebas a diario, pero ésta era la más cercana: la sensación de calor pura solo porque la persona fuese conocida comparado con el relativo frío de todos los demás. Mirar alrededor y ver que todos te amaban pero no le agradabas a nadie era una sensación solitaria.
Esto solo avivaba la idea de hacer una casa en medio de la nada y recluirme. Con las manos sobre un par de hombros sin saber cuales o de quienes, intentando echarlos atrás sin ser un completo bruto; paralizado de las piernas para arriba por manos; falto de aire no solo por la cantidad de narices tomándola, sino porque yo estaba gastando el propio mío al respirar rápido.
Había estado en jaulas. Pequeñas. Entre barras de metal a los lados y paredes arriba y abajo. Podía dar fe de que empezaba a preferir el metal a la carne. Lentamente todo esto se estaba volviendo algo aterrador en vez de molesto.
Colé la arcilla entre las hendiduras de mi armadura, subiendo a lo largo de la pierna y el pecho hasta el brazo izquierdo para abrir las puntas del gancho[1]. Alcé el brazo y lo gire, desatando la primera vuelta de la cuerda antes de lanzarla con la arcilla al techo. La arcilla se presentó en forma de golem al frente, haciendo con los brazos a un lado a unas cuantas personas mientras que con mi mano libre, apartaba a los niños.
Con un mismo brazo del "golem" sostuve la cadena, jalándome arriba para subir rápido y huir. Dije que me había vuelto bueno huyendo.
Recogí la cadena y el gancho en la arcilla, forzando sus puntas a doblarse de nuevo por si lo necesitaba otra vez. Simplemente iba a retirarme por el disgusto que me producía la repetición de la situación una y otra vez.
Tomé aire, lanzando el arpón a un árbol para intentar balancearme y perder el rastro de la gente. Todavía debía agradecerle.
Me recubrí con la capa que me había dejado el lobo, pesada. Seguía alejada de los diez kilogramos que pesaba una cota de malla. También me acomodé el yelmo.
Lo había decidido cuando los vi a ellos dos y luego a ella. En un mundo cómo este, dónde podían olvidarte o recordarte y ambas de malas maneras. Donde podías desaparecer de la historia de alguien más…
¿En uno donde había tanto qué llorar y tan poco qué tomar?
Intentaría no llorar nada. Tomar todo.
■
Me había colado abajo nuevamente, cubriéndome con la capa y el yelmo. No es que alguien con eso encima fuese menos sospechoso; pero prefería la sospecha a la atención pura y dura en el momento. Les di otras prioridades a la gente del lugar. Upeleros.
Había sonado el silbato[2] para llamar a varios de ellos al lugar. Quizá... causarían el pequeño desastre de correr allí y allá, pero eran criaturas benevolentes, no representarían una amenaza directa. Incluso les serviría si lograban domar a algunos para no tener que transportar las cosas a pie.
El lugar adentro era grande, demasiadas habitaciones… la mayoría vacía por el momento. Abrí una puerta, observando una cota de mallas alargada, con un poco de tinte azulado y una falda con ribetes. También estaba una vaina blanca con una espada dentro. Había tenido la impresión en el árbol. Efectivamente había una media luna... no cualquiera. La de Eltrant.
Acomode la espada en la vaina y tomé lo que componía la armadura de la mujer. No recordaba bien del todo el… rugido de Ash’alá. Pero valía la pena intentarlo.
Me tiré del lugar tan en sigilo como pude. Lo cuál fue decir que me vieron dos ancianos, pero eran ancianos, así que no pudieron alcanzarme y corrí como un infeliz lejos con todo el peso que tenía encima, lanzando el gancho al primer árbol que encontré para empezar a moverme lejos.
Cuando me sentí a una distancia… sana del lugar, saqué el silbato. Si llamaba a Ash’alá, vendría Ellie. Lo soné[3].
Y cuando vinieron lancé el polvo[4] sobre ella y, en caso de, el mismo tigre. Probablemente estaría en blanco un par de segundos al recordar, por lo que sólo tendí la espada, tomada de la vaina y no el mango de forma que luciese menos agresivo para que su compañero no me volase encima.
—…Ellie. Hola —dije, abriendo el yelmo para que me viese la cara. No lo había usado en Sandorai porque no me gustaba no poder ver.
Podría agradecerle luego de explicar lo que estaba pasando, y que ella me explicase a mí lo de esta… tribu.
____________________________________
[1] Arpón-gancho.
[2] Silbato del Cazador. (Upeleros)
[3] Silbato del Cazador. (Tigres.
[4] Polvo del Recuerdo.
Anders
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Re: Secuelas [Privado- Anders] [CERRADO]
-... Y no hace falta que diga que todo esto no hubiese pasado si me hubieses hecho caso y hubiésemos enfocado nuestro camino en las minas del cadalso. Comparado con este lugar estoy casi segura que hubiésemos perdido menos tiempo buscando en pasadizos... y puertas- Dijo la elfa abriendo la última del corredor.
Nada.
Pudo ver como dos ancianos paseaban juntos dirección hasta el comedor en el que hasta hacía poco había estado desayunando. Por lo visto debía ser la hora del almuerzo pues escuchó a lo lejos como una campanilla tocaba comenzando de manera inmediata una reacción en cadena sobre los elfos a su alrededor, que comenzaron a dejar todo lo que hacían y se organizaron poco a poco avanzando hasta las mesas dispuestas en fila
Una pareja de los más anciano dedicó una palabra a Eilydh cuando pasaron cerca de ella. La chica reconoció la raíz de su propio idioma pero el acento estaba... alterado, corrompido: Como si la mezcla de todos los argots de Sandorai hubiese dado lugar a una alteración del idioma puro y hubiese enraizado en aquel lugar.
Eilydh la repitió y aquello pareció contentar a la anciana elfa que siguió su camino. Como si esperase ser seguida. Quizás ers aquello lo que significaba.
Por supuesto no estaba en sus planes compartir una comida con aquellos elfos. De hecho ya había pasado lo suficiente allí como para saber demostrarle al tigre, que la miraba impaciente, que había estado equivocado y...
Pasos. De nuevo pasos a través del pequeño corredor. La elfa estaba segura que fuese lo que fuera que significaba la palabara que había repetido no era capaz de copiarla dos veces de memoria y quien quiera que estuviese comprobando que todos se habían ido a almorzar no iba a contentarse con la sonrisa ingenua de Eilydh. No lo pensó mucho: Agarró del cuello al tigre y se metió con el en la habitación más cercana. Cerrando tras de si con cuidado y escondiéndose tras la misma puerta hasta que la figura del elfo cargando una lanza atravesó el pasillo siguiendo a todos los demás.
Suspiró aliviada y se dejó caer en el suelo, con su espalda aún apoyada en la puerta.
-¿Siempre va a ser así verdad Ash'aly?- Eilydh pasó sus manos por el rostro y cerró los ojos por un momento- Yo voy a intentar por todos los medios demostrar que puedo sola y... tú vas a encontrar una manera de hacerme ver justo la razón por la que no puedo- Sintió la cabeza del tigre sobre su hombro. - ¿Nos cansaremos en algún momento? - dijo, y los ojos azules del animal se clavaron en los suyos, como reafirmando lo que había dicho.
Se puso en pie dispuesta a simplemente escapar. Dejar sus cosas de valor en aquel lugar no era exactamente algo que la entusiasmase, pero aquellos elfos la habían drogado para atraerlos a ella. Estaba segura que no quería conocer sus técnicas de negociación, dadas las circunstancias, pero algo captó la mirada de la chica, como si no se hubiese fijado hasta aquel entonces donde estaba.
Aquello no era una habitación. No había camas de paja ni toscas mesitas de noche de madera. No. En su lugar, la sala parecía ser algo así como un... museo. Encimeras con muestras de barro y estatuillas recorrían la sala aquí y allá pinturas detalladas en la pared parecían explicar con detalle lo que parecía ser el origen de aquel lugar y a medida que Eilydh focalizaba su atención en ellas más y más aparecían aquí y allá como si sus ojos hubiesen estado lo suficientemente cerrados como para no verlas hasta aquel momento.
El lugar estaba lleno de éter. Eilydh podía sentirlo en cada pieza que tocaba, cada manuscrito del que decidía pasar una página. Caminó por la habitación lo suficiente como para reconocer un patrón de dibujo decorando las paredes con trazos aborígenes que rodeaban a los detalles de los elfos representando escenas. Eilydh pasó su mano por un dibujo en particular.
Un tigre blanco. Miró de reojo a Ash'alá.
Su figura se repetía en varias de las imágenes: Tres hombres agarrandose las manos, Ash'alá sentado no muy lejos de ellos. Varios elfos y mujeres construyendo una casa. Ash'alá derribando uno de los árboles... Él y Eleatril ya habían estado allí...La pregunta era cuándo y por qué motivo.
-Así que.. este es el motivo real de nuestra para en este lugar... Mostrarme que no eres tan solo famoso en Sandorai sino también en lugares recónditos de un bosque de hombres bestia...- dijo Eilydh desordenándole el pelaje- Te agradezco que quieras compartir tus logros conmigo, pero estoy segura que...
Ash'alá escapó de su mano como si hubiese sido invocado por Ímbar. El tigre rugió de manera severa y frunció el ceño violento en un gesto amenazador. Como si de pronto la furia misma que a menudo envolvía a Eilydh se hubiese apoderado de él. Corrió a través de la habitación y de nada sirvió el intento de la elfa de pararlo para abrir la puerta. El tigre simplemente la echó abajo.
Eilydh se quedó unos segundos en aquella sala silenciosa, de pie. Como si no entendiese qué acababa de pasar mirando como la puerta que la había ocultado de aquellos elfos caía al suelo, finiquitando cualquier posibilidad de que nadie los hubiese visto y oido. Corrió tras el animal. Más por miedo a dardos de cualquier dirección que por la preocupación de saber dónde iba.
***
La figura alta y esbelta de aquel elfo no fue la particularidad que la hizo enlentecer su carrera a medida que se adentraba entre las hojas del bosque. El gesto sereno de ojos brillantes, sin embargo, captaron la atención de Eilydh y encendieron de nuevo su luz de alarma.
Ash'alá parecía contrariado a un escaso metro del hombre y la elfa luchaba de manera interna una guerra entre la vergüenza que sentía por su reacción anterior y la innegable atracción de aquellos ojos y lo que significaban. Era el héroe de Aerandir. Una parte de ella parecía molesta con aquello. La otra tenía la necesidad de venerarlo.
-¿Tú? ¿Tú otra vez? No voy a abrazart....- comenzó a decir, pero su frase no terminó.
Eilydh inhaló el polvo blanco que la sumergió en una nube en la que apenas pudo ver nada por unos segundos. Respiró entrecortada y justo en el momento en el que pensó que iba a atorarse con aquella substancia que la rodeaba, ésta desapareció. Se llevó la mano a la boca, tosiendo buscando con la otra el apoyo en algo, en su caso, un árbol cercano. Alzó la mirada a punto de clavar un puñetazo a aquel hombre que había decidido atacarla de aquella manera tan cobarde y cuando miró en sus ojos.. la luz ya no estaba.
El hombre habló, pronunciando su nombre. Eilydh lo miró con el ceño confundido, de arriba hacia abajo un par de veces. Las imágenes se acumulaban en su cabeza poco a poco, al principio como el mismo humo blanco que había inhalado para después formar imagenes nítidas y claras como su visión actual: La sonrisa amable de aquel elfo dándole un collar, aquel mismo elfo casi desangrándose en el suelo.
-Anders- pronunció llenando sus ojos de sorpresa- ¿Anders?¡Eres tú! ¡Estás bien!- Se acercó un poco más y le estiró de las mejillas, contenta de volver a verlo. Dejó sus manos apoyadas ahí por un momento y asimiló todo lo que había pasado.- ¿Cómo... qué... cuándo has llegado? ¿Te han capturado?- dijo buscando a alguien a su alrededor.
Ash'alá estaba de mal humor. El tigre no se preocupó en ocultarlo y aprovechó que Eilydh se separó de Anders para posicionarse entre ella y el elfo. La alegría sin embargo se reflejaba en los ojos y gesto de Eilydh. Hacía mucho que no experimentaba la felicidad que daba el alivio y lejos de lo que pudiese parecer, Eilydh lo anhelaba tanto que al recibir aquella noticia dejó de importarle el hecho de que no llevaba sus trenzas, que apenas conocía a aquel hombre y que hasta hacía unos instantes estaba molesta con él por algo. Notó que el elfo le ofrecía a Karma y su armadura. ¿Acaso acababa de envolverla en polvos de la suerte?. Agarró a Karma y acarició la empuñadura con aprecio antes de colgársela a la cintura
-Shh... shh..- acalló Eilydh al tigre- Todo está bien. Es...- dijo Eilydh pensativa- un amigo- ¿Lo era? Apenas se conocían, pero por alguna razón todo era siempre sencillo con Anders, así que aquella palabra, aunque la reservaba para personas que quizás conocía algo más salieron de manera limpia y fácil de sus labios.
-EJEM- Una tos un tanto peculiar interrumpió aquella escena.
La mujer, una elfa anciana, parecía caminar por el bosque sin saber exactamente dónde pisaba y sin embargo conociendo de manera casi minuciosa donde ponía los pies evitando cualquier tipo de rama o sobresaliente en el suelo. Eilydh creyó reconocer el gesto de aquella mujer, sus pies diminutos y sus cabellos medio enredados en una trenza que caía hasta casi sus tobillos. Aquella mujer había estado paseando de la mano de otro de los ancianos elfos justo antes de que Anders apareciese en escena horas antes, y de la misma manera.. la había visto dandole la mano al mismo anciano antes de esconderse con Ash'alá en el cuarto/museo.
Se fijó en sus pasos, como si se tambalease. En varias ocasiones Eilydh pensó que la mujer iba a caerse y posicionó sus manos esperando la caída. En ambos momentos la elfa solventó el vaivén y mantuvo el equilibrio. Eilydh la miró por un momento a los ojos y se percató de que aquella mujer tenía la mirada perdida de alguien que no ve frente a ella y una fina capa de algo parecido a un velo transparente rodeaba sus ojos. Aquella mujer era ciega.
La elfa encontró de pronto el cuerpo de Ash'alá y se agarró a él posicionándose en medio de Anders y Eilydh. La elfa lo miró sin saber muy bien como reaccionar. El tigre parecía sumido en la presencia de aquella mujer. Sin duda la conocía de antes así que no protestó cuando lo usó de apoyo para sentarse sobre las ramas.
Una vez allí, la mujer sacó de su bolso una tetéra de metal forjado. Algo gastada y con runas aborígenes como las que habían en las paredes del cuarto que había visitado hacía poco. Sacó también tres pequeñas tazas que las posicionó entre las ramas del suelo. Cuando acabó acarició a Ash'alá con gentileza y miró a la nada cerca de Anders.
-¿A qué esperáis÷- dijo, como impaciente- SENTÁOS- ordenó con una voz chillona que no complementaba su cuerpo menudo y anciano.- Soy vieja... y aunque elfa.. no tengo toda la vida, Jóvenes- dijo simplemente.
Eilydh miró a Anders, confundida. Tenía mucho que contarle, necesitaba devolverle el collar y agradecerle el gesto heróico que tuvo con ella al darselo. Necesitaba entender qué hacía allí pero... al parecer aquella mujer tenía sus propios planes. Sin saber muy bien porqué... se acomodó en el suelo entre unas raíces altas, justo enfrente de Anders. A su izquierda, la mujer pareció contenta de notar que Eilydh se había sentado y le dio una palmadita en la rodilla antes de comenzar a servir te.
-No te preocupes, chico... También soy sorda. Todo lo que habléis se quedará entre las ramas de este bosque... y vosotros. Tan solo...- dijo la mujer- Pensé que a ambos os gustaría compartir recuerdos con esta anciana elfa- dijo e indicó a Anders donde sentarse.
Nada.
Pudo ver como dos ancianos paseaban juntos dirección hasta el comedor en el que hasta hacía poco había estado desayunando. Por lo visto debía ser la hora del almuerzo pues escuchó a lo lejos como una campanilla tocaba comenzando de manera inmediata una reacción en cadena sobre los elfos a su alrededor, que comenzaron a dejar todo lo que hacían y se organizaron poco a poco avanzando hasta las mesas dispuestas en fila
Una pareja de los más anciano dedicó una palabra a Eilydh cuando pasaron cerca de ella. La chica reconoció la raíz de su propio idioma pero el acento estaba... alterado, corrompido: Como si la mezcla de todos los argots de Sandorai hubiese dado lugar a una alteración del idioma puro y hubiese enraizado en aquel lugar.
Eilydh la repitió y aquello pareció contentar a la anciana elfa que siguió su camino. Como si esperase ser seguida. Quizás ers aquello lo que significaba.
Por supuesto no estaba en sus planes compartir una comida con aquellos elfos. De hecho ya había pasado lo suficiente allí como para saber demostrarle al tigre, que la miraba impaciente, que había estado equivocado y...
Pasos. De nuevo pasos a través del pequeño corredor. La elfa estaba segura que fuese lo que fuera que significaba la palabara que había repetido no era capaz de copiarla dos veces de memoria y quien quiera que estuviese comprobando que todos se habían ido a almorzar no iba a contentarse con la sonrisa ingenua de Eilydh. No lo pensó mucho: Agarró del cuello al tigre y se metió con el en la habitación más cercana. Cerrando tras de si con cuidado y escondiéndose tras la misma puerta hasta que la figura del elfo cargando una lanza atravesó el pasillo siguiendo a todos los demás.
Suspiró aliviada y se dejó caer en el suelo, con su espalda aún apoyada en la puerta.
-¿Siempre va a ser así verdad Ash'aly?- Eilydh pasó sus manos por el rostro y cerró los ojos por un momento- Yo voy a intentar por todos los medios demostrar que puedo sola y... tú vas a encontrar una manera de hacerme ver justo la razón por la que no puedo- Sintió la cabeza del tigre sobre su hombro. - ¿Nos cansaremos en algún momento? - dijo, y los ojos azules del animal se clavaron en los suyos, como reafirmando lo que había dicho.
Se puso en pie dispuesta a simplemente escapar. Dejar sus cosas de valor en aquel lugar no era exactamente algo que la entusiasmase, pero aquellos elfos la habían drogado para atraerlos a ella. Estaba segura que no quería conocer sus técnicas de negociación, dadas las circunstancias, pero algo captó la mirada de la chica, como si no se hubiese fijado hasta aquel entonces donde estaba.
Aquello no era una habitación. No había camas de paja ni toscas mesitas de noche de madera. No. En su lugar, la sala parecía ser algo así como un... museo. Encimeras con muestras de barro y estatuillas recorrían la sala aquí y allá pinturas detalladas en la pared parecían explicar con detalle lo que parecía ser el origen de aquel lugar y a medida que Eilydh focalizaba su atención en ellas más y más aparecían aquí y allá como si sus ojos hubiesen estado lo suficientemente cerrados como para no verlas hasta aquel momento.
El lugar estaba lleno de éter. Eilydh podía sentirlo en cada pieza que tocaba, cada manuscrito del que decidía pasar una página. Caminó por la habitación lo suficiente como para reconocer un patrón de dibujo decorando las paredes con trazos aborígenes que rodeaban a los detalles de los elfos representando escenas. Eilydh pasó su mano por un dibujo en particular.
Un tigre blanco. Miró de reojo a Ash'alá.
Su figura se repetía en varias de las imágenes: Tres hombres agarrandose las manos, Ash'alá sentado no muy lejos de ellos. Varios elfos y mujeres construyendo una casa. Ash'alá derribando uno de los árboles... Él y Eleatril ya habían estado allí...La pregunta era cuándo y por qué motivo.
-Así que.. este es el motivo real de nuestra para en este lugar... Mostrarme que no eres tan solo famoso en Sandorai sino también en lugares recónditos de un bosque de hombres bestia...- dijo Eilydh desordenándole el pelaje- Te agradezco que quieras compartir tus logros conmigo, pero estoy segura que...
Ash'alá escapó de su mano como si hubiese sido invocado por Ímbar. El tigre rugió de manera severa y frunció el ceño violento en un gesto amenazador. Como si de pronto la furia misma que a menudo envolvía a Eilydh se hubiese apoderado de él. Corrió a través de la habitación y de nada sirvió el intento de la elfa de pararlo para abrir la puerta. El tigre simplemente la echó abajo.
Eilydh se quedó unos segundos en aquella sala silenciosa, de pie. Como si no entendiese qué acababa de pasar mirando como la puerta que la había ocultado de aquellos elfos caía al suelo, finiquitando cualquier posibilidad de que nadie los hubiese visto y oido. Corrió tras el animal. Más por miedo a dardos de cualquier dirección que por la preocupación de saber dónde iba.
***
La figura alta y esbelta de aquel elfo no fue la particularidad que la hizo enlentecer su carrera a medida que se adentraba entre las hojas del bosque. El gesto sereno de ojos brillantes, sin embargo, captaron la atención de Eilydh y encendieron de nuevo su luz de alarma.
Ash'alá parecía contrariado a un escaso metro del hombre y la elfa luchaba de manera interna una guerra entre la vergüenza que sentía por su reacción anterior y la innegable atracción de aquellos ojos y lo que significaban. Era el héroe de Aerandir. Una parte de ella parecía molesta con aquello. La otra tenía la necesidad de venerarlo.
-¿Tú? ¿Tú otra vez? No voy a abrazart....- comenzó a decir, pero su frase no terminó.
Eilydh inhaló el polvo blanco que la sumergió en una nube en la que apenas pudo ver nada por unos segundos. Respiró entrecortada y justo en el momento en el que pensó que iba a atorarse con aquella substancia que la rodeaba, ésta desapareció. Se llevó la mano a la boca, tosiendo buscando con la otra el apoyo en algo, en su caso, un árbol cercano. Alzó la mirada a punto de clavar un puñetazo a aquel hombre que había decidido atacarla de aquella manera tan cobarde y cuando miró en sus ojos.. la luz ya no estaba.
El hombre habló, pronunciando su nombre. Eilydh lo miró con el ceño confundido, de arriba hacia abajo un par de veces. Las imágenes se acumulaban en su cabeza poco a poco, al principio como el mismo humo blanco que había inhalado para después formar imagenes nítidas y claras como su visión actual: La sonrisa amable de aquel elfo dándole un collar, aquel mismo elfo casi desangrándose en el suelo.
-Anders- pronunció llenando sus ojos de sorpresa- ¿Anders?¡Eres tú! ¡Estás bien!- Se acercó un poco más y le estiró de las mejillas, contenta de volver a verlo. Dejó sus manos apoyadas ahí por un momento y asimiló todo lo que había pasado.- ¿Cómo... qué... cuándo has llegado? ¿Te han capturado?- dijo buscando a alguien a su alrededor.
Ash'alá estaba de mal humor. El tigre no se preocupó en ocultarlo y aprovechó que Eilydh se separó de Anders para posicionarse entre ella y el elfo. La alegría sin embargo se reflejaba en los ojos y gesto de Eilydh. Hacía mucho que no experimentaba la felicidad que daba el alivio y lejos de lo que pudiese parecer, Eilydh lo anhelaba tanto que al recibir aquella noticia dejó de importarle el hecho de que no llevaba sus trenzas, que apenas conocía a aquel hombre y que hasta hacía unos instantes estaba molesta con él por algo. Notó que el elfo le ofrecía a Karma y su armadura. ¿Acaso acababa de envolverla en polvos de la suerte?. Agarró a Karma y acarició la empuñadura con aprecio antes de colgársela a la cintura
-Shh... shh..- acalló Eilydh al tigre- Todo está bien. Es...- dijo Eilydh pensativa- un amigo- ¿Lo era? Apenas se conocían, pero por alguna razón todo era siempre sencillo con Anders, así que aquella palabra, aunque la reservaba para personas que quizás conocía algo más salieron de manera limpia y fácil de sus labios.
-EJEM- Una tos un tanto peculiar interrumpió aquella escena.
La mujer, una elfa anciana, parecía caminar por el bosque sin saber exactamente dónde pisaba y sin embargo conociendo de manera casi minuciosa donde ponía los pies evitando cualquier tipo de rama o sobresaliente en el suelo. Eilydh creyó reconocer el gesto de aquella mujer, sus pies diminutos y sus cabellos medio enredados en una trenza que caía hasta casi sus tobillos. Aquella mujer había estado paseando de la mano de otro de los ancianos elfos justo antes de que Anders apareciese en escena horas antes, y de la misma manera.. la había visto dandole la mano al mismo anciano antes de esconderse con Ash'alá en el cuarto/museo.
Se fijó en sus pasos, como si se tambalease. En varias ocasiones Eilydh pensó que la mujer iba a caerse y posicionó sus manos esperando la caída. En ambos momentos la elfa solventó el vaivén y mantuvo el equilibrio. Eilydh la miró por un momento a los ojos y se percató de que aquella mujer tenía la mirada perdida de alguien que no ve frente a ella y una fina capa de algo parecido a un velo transparente rodeaba sus ojos. Aquella mujer era ciega.
La elfa encontró de pronto el cuerpo de Ash'alá y se agarró a él posicionándose en medio de Anders y Eilydh. La elfa lo miró sin saber muy bien como reaccionar. El tigre parecía sumido en la presencia de aquella mujer. Sin duda la conocía de antes así que no protestó cuando lo usó de apoyo para sentarse sobre las ramas.
Una vez allí, la mujer sacó de su bolso una tetéra de metal forjado. Algo gastada y con runas aborígenes como las que habían en las paredes del cuarto que había visitado hacía poco. Sacó también tres pequeñas tazas que las posicionó entre las ramas del suelo. Cuando acabó acarició a Ash'alá con gentileza y miró a la nada cerca de Anders.
-¿A qué esperáis÷- dijo, como impaciente- SENTÁOS- ordenó con una voz chillona que no complementaba su cuerpo menudo y anciano.- Soy vieja... y aunque elfa.. no tengo toda la vida, Jóvenes- dijo simplemente.
Eilydh miró a Anders, confundida. Tenía mucho que contarle, necesitaba devolverle el collar y agradecerle el gesto heróico que tuvo con ella al darselo. Necesitaba entender qué hacía allí pero... al parecer aquella mujer tenía sus propios planes. Sin saber muy bien porqué... se acomodó en el suelo entre unas raíces altas, justo enfrente de Anders. A su izquierda, la mujer pareció contenta de notar que Eilydh se había sentado y le dio una palmadita en la rodilla antes de comenzar a servir te.
-No te preocupes, chico... También soy sorda. Todo lo que habléis se quedará entre las ramas de este bosque... y vosotros. Tan solo...- dijo la mujer- Pensé que a ambos os gustaría compartir recuerdos con esta anciana elfa- dijo e indicó a Anders donde sentarse.
Eilydh
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Re: Secuelas [Privado- Anders] [CERRADO]
Suspiré y sonreí, abatido, al oír mi nombre de su boca.
Cerré un ojo sincerando más la sonrisa cuando me tomó de las mejillas, viéndola con la calma de que ahora sabía quién era. Le habría devuelto el abrazo, ahora bien; pero sus primeras palabras al llegar me resultaron familiares en su talante. Apoyé una mano sobre la suya mientras la tenía en mi mejilla, pero la baje, siguiendo con la mirada al tigre.
La elfa no tardó en hacer lo mismo y girarse, con Ash'alá poniéndose entre ambos. Sonreí divertido y nervioso, ¿quién diría qué un tigre podría ponerse celoso solo por qué le jalasen a uno las mejillas? Borré la curva de mi boca, dejando tanto como podía solo una línea recta para evitar hacer algo que pudiese resultarle una provocación al tigre.
—Pues...
Vi impávido a un lado, interrumpido de comenzar a explicar. Una anciana, andando por el bosque. No estaba en la dirección correcta... pero claramente venía hacia nosotros. Había algo raro en ella, sus pasos no habían alertado al tigre, y su voz no me había sobresaltado a mí. Ahora cada vez que escucha una casi empezaba un movimiento para alejarme; pero la de ella... no me provocó nada. Vino y siguió, como una brisa.
Alcé las cejas confuso al ver a Ellie posicionando sus brazos alrededor y atrás; pero lo entendí en un momento. Esos tambaleos son porque estaba ciega.
...O no. La vi sentándose sobre el tigre, cómo si supiera que estaba allí, y cómo había andado el lugar sin pisar donde no debía. Evitando ramas, rocas; pero también flores. Guardé silencio mientras sacaba cosas, viéndola entre asombrado y confuso. Fuese lo que fuese, me resultaba tranquilizante.
Quizá era qué no reaccionaba como todos los demás.
Me alarmé un poco cuando alzó la voz, buscando donde sentarme por el puro hábito que había sido martillado en mi cuerpo de niño. Uno simplemente no desobedecía cuando un mayor te pedía que te sentases. Intercambie la misma mirada confusa con la rubia y me encogí de un hombro, tan perdido cómo podría estar ella.
—No estás haciendo el mejor trabajo posible en venderme esa impresión —dije, medio bromeando a las palabras de la anciana. Bajé la mirada a la tazas y el humo qué escapaba de ellas y sus aguas. La alcé para ver a Ellie otra vez, con la lengua anudada por el desbarajuste que su presencia me había traído a la cabeza.
Vi a los lados y al cielo un momento, tomando aire fresco para relajarme. Probablemente estaría un rato aquí.
—Hmm —murmuré poco... convencido. Le vi la cara a Ellie y subí un dedo para que hiciera silencio y me tapé las orejas.
Procedí a gritar fuertemente cerca de una oreja de la anciana. Impasible. Entonces sí era sorda.... Ash'alá no tanto, pero a ver, no grité en su oreja. Grité en la de la anciana.
Volví a mi lugar arrancando la hombrera, el cuero que me protegía el cuello y continué desarmándome de la parte superior de la armadura, quedándome con la inferior por no pararme de nuevo y mi confiable túnica. Lo que quedaba de ella, seguía algo manchada, sin mangas porque al final tuve que arrancarlas al verlas hechos harapos tras tanto tiempo y tantos cortes. Exhalé con algo de fuerza y crucé las piernas, tomando la taza mientras la veía. No tener el metal encima descubría los moretones que me dejo atrás el árbol, pero me había olvidado de ellos. También el tatuaje valknut en el lateral del hombro derecho.
—¿...Cómo has estado, Ellie? —empecé, tomando el primer sorbo. Pestañeé una sola vez, en satisfacción y vi de reojo a la señora, preguntar qué era esto difícilmente serviría, si era sorda—. Llegué... hoy. No me capturaron ni nada, que lo preguntes un poco así del aire es raro. ¿A ti sí?
Me retraje algo confuso ante la respuesta. Tan sólo vi a Ash'alá, y sin lograr resistirme, a la mujer. Seguía con la mirada pérdida. Iba a escupir el té, pero no lo había tragado. Los sabores... el olor. No detectaba amorttentia en ello, ni tampoco nada que me resultase familiar u obvio. La verdad, sí era un veneno, igual ya había tomado un poquito y me iba a morir. Así que no pasaba nada por morirme más rápido... ¿no...?
Claro, estaba bromeando. Simplemente no sentía hostilidad ni nada raro en la anciana, fuera de lo raro de su entrada.
—Bueno... es... es bueno ver qué estés bien desde lo del árbol. Han sido... ¿dos meses? Creo. Uno y medio. Sé qué... terminaste herida —dije—. Lagóles me dijo cuando desperté días después, ya no estabas. Siento eso —suspiré, bajando la taza cuidadosamente. ¿Amigo, eh? Entonces no había lugar para ocultar cosas.
—...Eso fue culpa mía. El ojo gigante de fuego empezó a caer a las raíces, y no sabía a dónde habías ido...
Junte las manos sobre el punto donde se cruzaban mis pies, viendo a otro lado.
—Pero si supiese no habría hecho diferencia. Tenía un amigo allí, y una persona que dije que iba a ayudar. Igual me cegué por rabia. Así que... lo siento —repetí, no había mucho más qué decir sobre eso. Tampoco quería excusarlo—. Nunca más... —añadí, más para mí que para ella—... Entiendo si te enoja. Si quieres te... explicaré todo lo demás.
Té, no te.
Miré a la anciana con una ceja alzada. ¿Había dicho eso o...? Vi hacia Ellie de reojo, ella no parecía haber oído nada, así que quizá fue solo una idea de broma tardía de mi cabeza. Tomé la taza otra vez, tomando un poco. No había perdido ni un poco de calentura, así que en sospecha alcé la taza por debajo: otra pequeña runa. Me costaba traducirla porque no era un lenguaje que dominase, y estaba seguro, ésta era más antigua.
Fuego. Calor. Equilibrio.
Iba por allí, más o menos. Podía suponer que mantenía la temperatura constante. Igual, no era el momento para concentrarme en runas. Vi a Ellie y le relaté. Yo no lo recordaba, así que seguramente ella tampoco y por eso podría sonar como un montón de mentiras: El Oblivion. Gente que si fue a ellos, uno su amigo. Nuestro. Como él y más quedaron encerrados para morir y no volver.
Y como no murieron y regresaron.
Mi encuentro con dos de ellos en Lunargenta. La razón de mi enojo... sus consecuencias en la forma de este brillo y lo que causaban, además de heridas. No la de mi cuerpo, poco me importaban, ¿pero la de gente que apreciaba? Ese era otro asunto.
—Comenzó a suceder poco después de que me fuera del árbol y entonces no ha parado —dije, tendiéndole una bolsa con polvo del recuerdo como prueba—. No soy el único, ahora... hay cinco más a quienes les brillan los ojos. Muchos tienen esta... —¿cómo debería llamarle?—... maldición. Me temo que es para siempre; excepto en quienes use el polvo, como tú. El mundo no los recuerda, a ninguno de ellos... y de algunos de nosotros, solo recuerdan eso.
—Es irónico —musité para mí mismo, apoyando las manos atrás distraído. Lo noté tras un par de segundos y me volví a ella. Había bastante cosas de qué hablar, de hecho—... sabes, honestamente solo me acerqué aquí aunque sé que es muy tonto con mi condición porque quería charlar. Estar solo no es bueno, me estaba... volviendo loco —dije sonriendo—, así que me alegra más de lo que imaginas hallarte. Aunque haya sido porque te... drogaran.
Seguí tomando de la taza, parecía... no parecía tener un fondo. No es que hubiese tomado demasiado; pero igual, se me hacía que seguía luciendo muy llena para lo que había bebido. Creía estar escuchando más cosas, puede que el bosque se estuviese moviendo más. Hojas. ¿Teníamos un río cerc... ah, sí, Tymer. Pero no era cerca.
Aún así juraría escuchar agua corriendo.
—¿Hacías... algo aquí? En la arboleda. Es peligroso ir solo por este lugar —vi a Ash'alá, no estaba sola—. Ya sé, ya sé, "mira quien habla", pero iba de paso. Tú pues... —me encogí de hombros e hice gestos con las manos, intentando decirlo a través de señas y no palabras para no incomodarla. Me acaricié parte del pelo.
Luego recordé que la anciana era sorda. Según.
—Tu... pelo. No está en trenzas —dije, murmurándolo—. ¿Quieres ayuda? —ofrecí, alzando las manos—. No soy un genio haciéndolas, nunca estuve fijo en un clan desde bebé, así que no sé hacer nada exótico, pero con instrucciones no te voy a dejarte un desastre.
Bebe, no bebé.
Alcé una ceja, y volví a ver a la anciana unos segundos, volviendo la mirada a Ellie. Sonreí, no era alguien de sonrisas difíciles; pero esa había venido demasiado fácil. Tomé la taza descuidadamente y seguí bebiendo. Tenía la maña de mascar algo mientras tomaba, así que abrí la bolsa mochila con la que viajaba, buscando entre el saco, las cuerdas y otras cosas. Saqué una colección de ciruelas; pan de cebada, un frasco de arcilla con una runa de frío marcada; contenía skyr.
—Come, no hay necesidad de contenerte —dije, más como una invitación que otra cosa, mientras embarraba un pedazo del pan para darselo a la anciana. Era.. más complicado de lo que suponía, se lo acerque a una mano y solo terminé ensuciandole un poco el dedo con el skyr. Tuve que abrirle la mano y colocar el pan allí, con la crema apuntando hacia afuera.—. Me lo dieron en una granja en Verisar, por esto de... héroe —pronuncié con un deje cansado—, pero supongo que es mejor comerlo a qué se pierda. Estoy cargado de provisiones, dónde asomo la cabeza alguien me da algo. Es cómo lo único positivo que pasa.
Anders
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Re: Secuelas [Privado- Anders] [CERRADO]
- Better with music ;P:
Sus ojos pasaron de estar clavados en los de Anders a deambular de él a la mujer anciana. Pasados unos minutos, a medida que el chico encadenaba palabras una detrás de la otra su mirada fue perdiéndose más y más a menudo en el recipiente de té que contenía en sus manos y del que daba sorbos aquí o allá. Al final acabó con esta mâs en el barro del vaso que en su interlocutor, como pensativa.
Anders hablaba como quien necesita contar una historia para que tuviese sentido. Su voz comenzó siendo el foco de interés que había suplantado a sus ojos y poco a poco, se volvió música blanca enlazándose con el sonido del rio, o arroyo cercano. La elfa, por supuesto no percibió como su alegría iniciar de volver a encontrar al chico iba difundiéndose y mezclándose con todo lo que la rodeaba. Era como si aquello fuese una visión borrosa de la realidad.
Por un momento pensó que de hecho lo era, y nada de aquello era cierto. Ash'alá comenzó a ronronear tumbado como estaba cerca de su pierna, y el ronroneo se volvió pronto en la respiración acompasada propia del sueño. Eilydh acarició su pelaje intentando dar sentido a lo que el elfo frente a ella le contaba.
-Meteorito... herida...encerrados... oblivion..trenzas. amigos- escuchó.
Alzó un momento la mirada a Anders, con una punzada sobre su hombro derecho, como si su brazo se hubiese quedado dormido y la ira que debía sentir acerca de su abandono en las raíces fuese un pensamiento ajeno, que no tenía sentido en aquel momento, pero estaba ahí.
De repente, fue muy consciente de su pelo suelto y la vulnerabilidad que eso simbolizaba. Se sonrojó por un instante y agarró la cortina que formaban sus cabellos a un lado, haciendo una trenza algo improvisada con ellos, sin apenas mirar a Anders. ¿Cómo se atrevía precisamente a señalar aquello? ¿Quién era él para juzgarla? ¿Acaso había estado fingiendo hasta ahora y tan solo era uno de esos elfos celosos de las costumbres elfas que había camuflado sus creencias feroces tan solo por mantenerse vivo? ¿Acaso era aquello por lo que le había dado el collar en medio de la batalla? Al fin y al cabo era alguien a quien proteger... Incluso tenía la desfachatez de pensar qué era o no peligroso para ella...
Se llevó la mano al cuello, donde estaba el collar que el chico le había prestado y deshizo el nudo por un segundo para agarrarlo en su mano.
-Hablas como si... en tus ojos de luz tuvieses la verdad absoluta.- dijo, como si aquellas palabras fuesen veneno en su boca..- Usas las palabras como si ellas te fuesen a proteger de cualquier consecuencia de lo que viví...mos en el árbol. Como si la vida de los que cayeron no fuese importante porque perdiste... a un amigo ¿Qué amigo?- dijo pausada pero sintiendo como la neblina que rodeaba la escena que veía como en un sueño se esparcía-
Hablas como..como si el mundo siguiese igual tan solo porque ambos... escapamos de pasar a ser las raices de árbol madre. No veo tus ojos brillar, pero tu voz te delata como el héroe que crees que eres.- hizo una pausa y tragó saliva- No esperaba que vinieses a ayudarme a las raíces lo cierto es, de hecho, que no esperaba...-
-Salir con vida de aquel lugar- pensó y le puso el colgante de escarcha en la mano al chico dejándola sobre él por un segundo como sopesando qué decir nuevo.
-que saliésemos victoriosos de aquella batalla- dijo en su lugar- Cuando desperté y vi las consecuencias de la guerra me... asusté ¿sabes? Porque una cosa es no tener esperanzas en ganar una guerra y.. otra muy distintas es... despertarse en un lugar donde la victoria no se siente victoria... y no entender el motivo real del porqué- Dejó la taza de barro a un lado e hizo un ademán de levantarse.
El tigre se despertó al ver que Eilydh movía la pierna y profirió un rugido molesto. La mujer elfa le cortó su camino, posicionando la mano sobre su muslo y acercándola a beber. Sabía que sus ojos no veían nada, pero aún así estos estaban fijos en los suyos. Había un tinte de deidad en aquella mujer, como si la tierra conectase con ella y nos anclase a los tres, como raíces sobre ella.
Eilydh suspiró y volvió a sentarse de nuevo. Agarró la jarra de barro y volvió a beber.
Algo le decía que toda esa rabia no iba dirigida a Anders, pero por alguna razón... necesitaba desquitarse. También ella llevaba meses sin hablar con nadie aparte de con Ash'alá. También ella necesitaba hablar de lo que había vivido en aquella guerra... sin miedo a ser juzgada.
-El ojo del huracán pocas veces sabe que se rodea de caos, tan solo porque a menudo es ajeno a la destrucción que deja a su paso- dijo la elfa, apretándo un poco la muñeca de Eilydh.
La elfa la ojeó por un segundo y después fijó la mirada en Anders, azorada. Suspiró y se contuvo por un momento. El suficiente para que el té volviese a causar el efecto que aquella anciana había anticipado tendría: La haría hablar con sinceridad y alejaría su ira lo suficiente como para que no tiñese lo que quería expresar.
-Dejé Sandorai atrás después de despertar herida en el hospital de campaña- comenzó a decir de manera tímida- No busqué a nadie- dijo y esta vez lo miró directamente a los ojos como si hubiese tenido un momento de sobriedad para después volver a mirar a Ash'alá- No recuerdo donde fui primero. Creo que... mi mente no es lo suficientemente fuerte como para asimilar qué paso semanas después... Pero recuerdo el éter de los bosques vivos en los que Ash'alá y yo hemos pasado los dos últimos meses. Si hubiese sido por mi aún seguiríamos entre hojas y ramas- miró a Ash'alá por un segundo- Mi montura tenía otras ideas. Pero... no sé qué es este lugar. Ni porqué el interés de Ash'alá en acudir aquí
El tigre rugió levemente en señal de desaprobación.
Se hizo el silencio. Eilydh miró a Anders como intentando recordar porqué exactamente el debía ser el receptor de su molesto sentimiento de enfado. Sin darse cuenta su gesto serio pasó a neutro y en varios segundos, una sonrisa débil se apodero de sus labios.
La elfa junto a ambos había acumulado algunas ramitas en el centro mismo de aquel improvisado campamento. Sobre ella, sin que Eilydh se hubiese dado cuenta, comenzó a crear un pequeño fuego al que avivaba de cuando en cuando soplando el humo incipiente
-Para crear fuego. Para ser fuego... sin duda es necesaria la chispa que cree la combustión. El impulso de vida feroz que inicie la luz que Anar y el éter nos regalan.- La mujer se puso en pie entonces, agarrando las ramitas y hojas que había estado intentando encender y que humeaban en sus manos. Al levantarse una corriente de viento movió sus cabellos y cambió la dirección del humo que pareció extinguirse.- El problema es, que para que la chispa se haga brasa. Y la brasa... llama... Para que el fuego viva y sea feroz y duradero... a menudo necesita la ayuda silenciosa del air cambiante, que marque el camino a esa chispa,Tan solo el. equilibrio perfecto entre chispa- Y Eilydh creyó ver como la elfa la miraba- Y viento- y miró por un segundo a Anders- Serán capaces de alcanzar las expectativas de calidez, luz, fiereza y... hogar que Ímbar quiere que asociemos con el fuego. Sin ellos... la chispa no es nada más que una luz pasajera..-dijo la mujer.- ¡Qué ingenua la chispa que cree que es llama desde el momento en el que es sumida...! - dijo- ¡Qué modesto el viento!...No sabe ni siquiera que tiene el poder de avivar las llamas tan solo por el hecho de seguir en movimiento-
La mujer se sentó y en sus manos había una llama que comenzaba a hacerse más y más mayor y que ella se apresuró a poner sobre las maderas y hojas que había acumulado.
Eilydh no sabía qué decir. Miró sonrojada a Anders, con una mirada que habló más que ella. Dejó pasar un instante y después susurró.
-Gracias- lo dijo de manera sincera- Sin tu collar no hubiese sobrevivido a la última batalla- Apretó su mano que aún contenía el collar como un gesto amigo de gratitud. No dijo nada acerca de lo que le había contado de lo que pasó cuando ella estaba en las raíces a propósito. En su cabeza, ya estaba olvidado.
-...Y ahora vayamos a lo importante: Mi historia- dijo la mujer- No os he hecho venir aquí para nada- Sonrió, mirando al espacio vacío frente a ella..
Eilydh
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Re: Secuelas [Privado- Anders] [CERRADO]
Pestañeé al ver rubor en su rostro y la forma ausente en que empezaba a hacer una, casi como un autómata, sólo porque lo mencionase. Sabía que eran importantes en varias tribus. Que podía ser deshonorable ser vista sin ellas, o que no se debía excepto por algunas personas, como pareja o familia. Vi a un costado, intentando darle intimidad sobre ello. Una qué no duro demasiado.
«Oh...» le devolví mi mirada, con los ojos abierto una leve fracción más. El collar. Lo había olvidado.
Callé mientras la elfa hablaba, respirando con tranquilidad. Esperaba enojo, o perdón, y aunque quería lo último estaba dispuesto a entender y aceptar lo primero. También debía comprender que estaba confundida, y a más hablase, solo lo estaría más. Suspiré, con la leve preocupación de que algunos de sus regaños fuesen ciertos.
Pero no aceptaría que un argumento sobre el valor de la vida ajena derribase uno que, precisamente, se trataba de eso.
—Ellie —dije. No continué, viendo su garganta y el movimiento. Eran... palabras algo hirientes, escuchar directamente ue no esperaba ayuda. ¿El pequeño no lo esperaba, tampoco? ¿Y la bruja?
Y si no lo hicieron estuvieron en lo correcto, lo cuál era lo doloroso allí, no que pensasen "mal", sino que tuviesen razón. Estiré una mano e hice el amago de levantarme también cuando creí que se marcharía, pero Ash'alá estaba pendiente. Sus acciones, y las palabras de la anciana incomodaban, parecían saber más de lo que pasaba que yo.
O que ella.
La quietud tensa que guardaba al hablar, sobretodo, al terminar de hacerlo tampoco hacían la situación... amena. O sí... la hacían, de hecho, casi estaban forzándola. Vi a la anciana y apreté los labios, podría preguntárselo e igual no oiría: «¿Quién eres?» y... «¿qué intentas?»
Crucé las piernas más, clavándome más al suelo, siguiéndola con la mirada y atendiendo. Me sonaban palabras similares a cuando era mucho más joven, y, por los dioses, y los espíritus, y todo lo que viniese a haber en el mundo, sólo podía pensar lo mismo al final de todo aquello.
Bajé la mirada sonriendo. «Detesto los mensajes crípticos de los mayores...» observé el fuego tranquilo que había hecho la anciana, no molestándome en el momento el preguntarme cómo, o por qué. Lo encontré un hecho: la ligereza de cabeza, la tranquilidad latente. Nos había hecho tomarlo y olerlo, y aún así no tenía problemas.
Ella, después de todo, había bebido también.
—De... ¿de nada? —respondí, viendo a un costado remembrando lo ocurrido—... sabes. Creo... que estamos confundidos... ambos. Yo más —dije en un arrebato de sinceridad. La tranquilidad corriendo en mis venas no me dejaba sonar tan severo como desearía, o enfrentar apropiadamente a lo que consideraría la Ellie 'real' en esos momentos.
Claro que una persona bajo lo que parecía suero de la verdad estaría tan desnuda como podía estar una persona. Pero tuve mis lecciones. No había un escape fácil a eso, las personas eran lo qué eran, lo que querían ser, y lo que le enseñaban a los demás. Muchas veces se acababa siendo lo último, pero no solo eso. Ni ambas. Las tres.
Por eso esto me resultaba... algo cobarde. Sí la confusión y el enojo eran parte de Ellie los quería de vuelta porque la quería completa, no una parte. No podía saber quién era, ni todo lo que la conformaba, pero estaba seguro que la ira, al menos un poco, era parte de ella.
Y ya no estaba. No sabía si era esa; pero mientras pudiese razonar por sobre el té o con el, esas eran las llamas que avivaría hoy, aunque me arriesgase a que quizá quemaran. Era necesario. Me lleve una mano a la oreja... «Es necesario».
Sobre todo, estaba bien. Ella no entendía quién debía su vida allí, realmente.
Vi a la anciana, con la misma serenidad con la que ella estaba no viendo. Sonreí. Estaba sorda, y... sabiendo la situación, o más bien, a pesar de ella, quería esclarecer las cosas. No una. No varias. Todas. Había determinado una cosa, no siempre debió estar ciega, y no siempre debió estar sorda porque sabía hablar, entonces probablemente sabía leer.
Agarré una muñeca de la anciana cuidadosamente, y toque la arcilla, tallando en ella letras para ello. Letras de todo lo que estaba diciendo. Creo que me hacía sentir más cómodo si en vez de dudar sobre si nos oía o no, o sí sabía lo que hacía, o lo que pasaba, podía tener seguridad de que simplemente sí, y por eso... mejor solo dársela.
—Tienes… razón —le apreté la mano de vuelta de una forma menos amable que la de ella—. En muchas cosas. Sé las consecuencias. Sé que hay gente caída. Sé que hay gente qué va a caer.
—Int-… intentaré… hablar sin justificaciones, porque son para los justos —tomé aire—. Y no lo soy. Tampoco un héroe… y si esto es uno, espero no vivir bajo el título nunca más —si bien parece que ya tendré que aguantarlo por siempre—. No salvo ni voy a salvar gente que no puedo alcanzar o no puedo salvar, mis compañeros están y van a estar siempre primero. Mis amigos entraron ahí, fueron negados la posibilidad de salir.
Se fue la comodidad de la tierra blanda ajustándose a la forma de... bueno, mi trasero. La raíz que hacía de pared para mi espalda. No lo noté, demasiado absorbido en mi cabeza y la elfa, de la misma forma que no noté las imágenes moviéndose, avanzando a la siguiente imagen como una película. Cambiaron de color, y cambiaron de forma, robando aquellas que veían, la mía; la suya.
La del tigre y la anciana.
—Me molestan… la mayoría de los elfos. Son estúpidos, egoístas, mezquinos, arrogantes. Hipócritas. Y yo… también. Detesto sus costumbres… las… dañinas, no quiero decir… como tus trenzas, no sé qué significan, pero sé que algunas personas no deben ser vistas sin ellas... y si tu respetas eso, ¿pues bien? Te digo que no las llevas para que te las hagas y no paso nada, ¿verdad? Pero no todas son así. Hay otras cosas. Cosas que… no me desagradan, que detesto.
Los dibujos plantaron y alzaron las manos al cielo luego de lavárselas para mostrarlas a una luna indiferente, escondiéndose atrás de las nubes. De lo plantado recogieron comida, que ofrecieron dejando en el suelo, para que fuese devorada por animales, de la misma forma que algunos hombres eran devorados por lobos al negarse a atacarlos. Sus cadáveres luego se rodeaban de cuervos, que acaban con los restos.
—Mi madre fue sacrificada cuando yo tenía menos de dos años y fui expulsado del clan por tener orejas distintas y la ofensa que eso era a los dioses, por eso uso un apellido humano, de… de mi padre. La mataron para rendir tributo a un dios… del sol. El día y la guerra. Y la guerra que viví fue una llevada durante una noche. Es todo lo que les importa: sus dioses, su árbol, su sangre. Otras personas de otras razas ayudaron, el… grueso, los fuertes. Los que entraron a la guerra como tú- no, peor. Tú... entraste sin esperar salir victoriosa, ellos tuvieron que entrar sabiendo que victoria o derrota, ellos estaban derrotados desde el inicio. Todos lo vimos, Ellie, como Tyrie alzó un muerto. Galatrea estaba allí. Los grandes curanderos de Nemaniel, ¿se hacía tan ajena la idea de qué aunque perecieran poder hacer algo por los cuerpos? ¿De intentarlo?
Tallaron imágenes en piedra y madera, ninguna como ellos. Alzaron estatuas, empujándolas de la pared a los tapices para que allí quedaran dibujadas. La de un dios, la de otro. La de un caldero y fuego, fuego y un caldero. La de cenizas encerradas en uno y en otro.
—Sí. Eso me enojo… y aunque me haya usado la rabia, te digo esto: si yo la hubiese usado a ella… querría haber hecho lo mismo… Sí. Ellos intentaron salvar al árbol. Yo… intenté vengar a mis amigos. Por eso... por eso me molesta tanto oír la palabra, puede que ellos se la merezcan, ¿pero yo? —hice una mueca sarcástica—. No.
Y volvieron a la normalidad.
Tomé el hacha, clavándola entre ella y yo. Retiré la mano lentamente, siempre apuntando con el índice la media luna en el arma, que la revelaba como una obra de Eltrant, aunque no se acordase de él. Suspiré un poco, viendo a costado mientras tomaba aire y me relajaba, desviando los ojos del suelo a sus ojos.
—…En especial, no lo que piensas o crees —reduje la fuerza con la que apretaba su mano y le acaricié el pulgar con el mío, retirando el collar—. Mi gesto… no significa que deteste a todo Sandorai. Varios, sí... individuos, clanes, que creo que están en lo incorrecto. De la misma forma que te di el collar, aunque te salvase, no significa que lo hiciera para que te salvaras.
—Es porque sabías usarlo, y lo que me pareció obvio, era como... —subí los hombros y negué con la cabeza— ¿rehusarme a darte una espada? Aunque yo no sepa blandir una. Habría sido estúpido; más para alguien que estaba subiendo a pelear conmigo. Vi a muchos retroceder y te vi avanzar. Tampoco... ugh —gruñí, rascándome el pelo ante lo confuso de la explicación—… tampoco significa que no quisiera ayudarte, pero no te voy a dejar pensar que te... salve, si no lo hice —alcé la túnica, enseñándole el costado donde Eredin me había dado la puñalada—. Todo lo que dije es verdad. No absoluta, pero mía. La absoluta es esta: yo te di algo que te podría ayudar. Tú elegiste curarme en vez de tomar la oportunidad de atacar aunque fue justo te lo pedí antes de entrar a la sala del consejo. Te busqué después de despertar para decírtelo y ya no estabas...
Solté la túnica para que cayera.
—...Que gracias. Y siento no haber bajado a las raíces —dije quieto—. No te puede sonar bien luego de lo que dije, pero es como es… y como soy. Me salvaste la vida, ese es el hecho —me puse de pie, tomando el hacha; colocándome el yelmo—. Como actué... es como me verás actuar a partir de hoy. Si… te... molesta y prefieres que no piense en ti como una amiga, entonces conoce esto: igual, te debo una. Y la pagare.
Cerré la celada y vi a los lados, había sido suficiente parada por un día. Creo que podía retirarme, sintiéndome mejor. O… puede que no mejor. Pero menos pesado.
—Sí un día lo ves y lo recuerdas… dile que cumpliste.
Claro, solo irme sería demasiado fácil. Vi más a los lados, dándome vueltas. Una enorme sala... vacía, llena de dibujos contando una historia. Llena de encimeras y estatuas de elfos en diferentes poses, todas de carácter religioso. Llena de tapices de cuero y otros materiales, pero raros al estar vacíos, sin imágenes pintadas en ellos.
Terminé por darme vuelta de espaldas a Ellie un momento, fijando los ojos sobre el último de ellos. Ash’alá. Volteé para verlo atrás también, Ash'alá, sólo, sin la mujer… y cuando volví a ver al frente la imagen del tigre, ahora estaba acompañado por una figura más en la pared, que antes no estaba.
Una similar a la anciana.
«Oh...» le devolví mi mirada, con los ojos abierto una leve fracción más. El collar. Lo había olvidado.
Callé mientras la elfa hablaba, respirando con tranquilidad. Esperaba enojo, o perdón, y aunque quería lo último estaba dispuesto a entender y aceptar lo primero. También debía comprender que estaba confundida, y a más hablase, solo lo estaría más. Suspiré, con la leve preocupación de que algunos de sus regaños fuesen ciertos.
Pero no aceptaría que un argumento sobre el valor de la vida ajena derribase uno que, precisamente, se trataba de eso.
—Ellie —dije. No continué, viendo su garganta y el movimiento. Eran... palabras algo hirientes, escuchar directamente ue no esperaba ayuda. ¿El pequeño no lo esperaba, tampoco? ¿Y la bruja?
Y si no lo hicieron estuvieron en lo correcto, lo cuál era lo doloroso allí, no que pensasen "mal", sino que tuviesen razón. Estiré una mano e hice el amago de levantarme también cuando creí que se marcharía, pero Ash'alá estaba pendiente. Sus acciones, y las palabras de la anciana incomodaban, parecían saber más de lo que pasaba que yo.
O que ella.
La quietud tensa que guardaba al hablar, sobretodo, al terminar de hacerlo tampoco hacían la situación... amena. O sí... la hacían, de hecho, casi estaban forzándola. Vi a la anciana y apreté los labios, podría preguntárselo e igual no oiría: «¿Quién eres?» y... «¿qué intentas?»
Crucé las piernas más, clavándome más al suelo, siguiéndola con la mirada y atendiendo. Me sonaban palabras similares a cuando era mucho más joven, y, por los dioses, y los espíritus, y todo lo que viniese a haber en el mundo, sólo podía pensar lo mismo al final de todo aquello.
Bajé la mirada sonriendo. «Detesto los mensajes crípticos de los mayores...» observé el fuego tranquilo que había hecho la anciana, no molestándome en el momento el preguntarme cómo, o por qué. Lo encontré un hecho: la ligereza de cabeza, la tranquilidad latente. Nos había hecho tomarlo y olerlo, y aún así no tenía problemas.
Ella, después de todo, había bebido también.
—De... ¿de nada? —respondí, viendo a un costado remembrando lo ocurrido—... sabes. Creo... que estamos confundidos... ambos. Yo más —dije en un arrebato de sinceridad. La tranquilidad corriendo en mis venas no me dejaba sonar tan severo como desearía, o enfrentar apropiadamente a lo que consideraría la Ellie 'real' en esos momentos.
Claro que una persona bajo lo que parecía suero de la verdad estaría tan desnuda como podía estar una persona. Pero tuve mis lecciones. No había un escape fácil a eso, las personas eran lo qué eran, lo que querían ser, y lo que le enseñaban a los demás. Muchas veces se acababa siendo lo último, pero no solo eso. Ni ambas. Las tres.
Por eso esto me resultaba... algo cobarde. Sí la confusión y el enojo eran parte de Ellie los quería de vuelta porque la quería completa, no una parte. No podía saber quién era, ni todo lo que la conformaba, pero estaba seguro que la ira, al menos un poco, era parte de ella.
Y ya no estaba. No sabía si era esa; pero mientras pudiese razonar por sobre el té o con el, esas eran las llamas que avivaría hoy, aunque me arriesgase a que quizá quemaran. Era necesario. Me lleve una mano a la oreja... «Es necesario».
Sobre todo, estaba bien. Ella no entendía quién debía su vida allí, realmente.
Vi a la anciana, con la misma serenidad con la que ella estaba no viendo. Sonreí. Estaba sorda, y... sabiendo la situación, o más bien, a pesar de ella, quería esclarecer las cosas. No una. No varias. Todas. Había determinado una cosa, no siempre debió estar ciega, y no siempre debió estar sorda porque sabía hablar, entonces probablemente sabía leer.
Agarré una muñeca de la anciana cuidadosamente, y toque la arcilla, tallando en ella letras para ello. Letras de todo lo que estaba diciendo. Creo que me hacía sentir más cómodo si en vez de dudar sobre si nos oía o no, o sí sabía lo que hacía, o lo que pasaba, podía tener seguridad de que simplemente sí, y por eso... mejor solo dársela.
—Tienes… razón —le apreté la mano de vuelta de una forma menos amable que la de ella—. En muchas cosas. Sé las consecuencias. Sé que hay gente caída. Sé que hay gente qué va a caer.
—Int-… intentaré… hablar sin justificaciones, porque son para los justos —tomé aire—. Y no lo soy. Tampoco un héroe… y si esto es uno, espero no vivir bajo el título nunca más —si bien parece que ya tendré que aguantarlo por siempre—. No salvo ni voy a salvar gente que no puedo alcanzar o no puedo salvar, mis compañeros están y van a estar siempre primero. Mis amigos entraron ahí, fueron negados la posibilidad de salir.
Se fue la comodidad de la tierra blanda ajustándose a la forma de... bueno, mi trasero. La raíz que hacía de pared para mi espalda. No lo noté, demasiado absorbido en mi cabeza y la elfa, de la misma forma que no noté las imágenes moviéndose, avanzando a la siguiente imagen como una película. Cambiaron de color, y cambiaron de forma, robando aquellas que veían, la mía; la suya.
La del tigre y la anciana.
—Me molestan… la mayoría de los elfos. Son estúpidos, egoístas, mezquinos, arrogantes. Hipócritas. Y yo… también. Detesto sus costumbres… las… dañinas, no quiero decir… como tus trenzas, no sé qué significan, pero sé que algunas personas no deben ser vistas sin ellas... y si tu respetas eso, ¿pues bien? Te digo que no las llevas para que te las hagas y no paso nada, ¿verdad? Pero no todas son así. Hay otras cosas. Cosas que… no me desagradan, que detesto.
Los dibujos plantaron y alzaron las manos al cielo luego de lavárselas para mostrarlas a una luna indiferente, escondiéndose atrás de las nubes. De lo plantado recogieron comida, que ofrecieron dejando en el suelo, para que fuese devorada por animales, de la misma forma que algunos hombres eran devorados por lobos al negarse a atacarlos. Sus cadáveres luego se rodeaban de cuervos, que acaban con los restos.
—Mi madre fue sacrificada cuando yo tenía menos de dos años y fui expulsado del clan por tener orejas distintas y la ofensa que eso era a los dioses, por eso uso un apellido humano, de… de mi padre. La mataron para rendir tributo a un dios… del sol. El día y la guerra. Y la guerra que viví fue una llevada durante una noche. Es todo lo que les importa: sus dioses, su árbol, su sangre. Otras personas de otras razas ayudaron, el… grueso, los fuertes. Los que entraron a la guerra como tú- no, peor. Tú... entraste sin esperar salir victoriosa, ellos tuvieron que entrar sabiendo que victoria o derrota, ellos estaban derrotados desde el inicio. Todos lo vimos, Ellie, como Tyrie alzó un muerto. Galatrea estaba allí. Los grandes curanderos de Nemaniel, ¿se hacía tan ajena la idea de qué aunque perecieran poder hacer algo por los cuerpos? ¿De intentarlo?
Tallaron imágenes en piedra y madera, ninguna como ellos. Alzaron estatuas, empujándolas de la pared a los tapices para que allí quedaran dibujadas. La de un dios, la de otro. La de un caldero y fuego, fuego y un caldero. La de cenizas encerradas en uno y en otro.
—Sí. Eso me enojo… y aunque me haya usado la rabia, te digo esto: si yo la hubiese usado a ella… querría haber hecho lo mismo… Sí. Ellos intentaron salvar al árbol. Yo… intenté vengar a mis amigos. Por eso... por eso me molesta tanto oír la palabra, puede que ellos se la merezcan, ¿pero yo? —hice una mueca sarcástica—. No.
Y volvieron a la normalidad.
Tomé el hacha, clavándola entre ella y yo. Retiré la mano lentamente, siempre apuntando con el índice la media luna en el arma, que la revelaba como una obra de Eltrant, aunque no se acordase de él. Suspiré un poco, viendo a costado mientras tomaba aire y me relajaba, desviando los ojos del suelo a sus ojos.
—…En especial, no lo que piensas o crees —reduje la fuerza con la que apretaba su mano y le acaricié el pulgar con el mío, retirando el collar—. Mi gesto… no significa que deteste a todo Sandorai. Varios, sí... individuos, clanes, que creo que están en lo incorrecto. De la misma forma que te di el collar, aunque te salvase, no significa que lo hiciera para que te salvaras.
—Es porque sabías usarlo, y lo que me pareció obvio, era como... —subí los hombros y negué con la cabeza— ¿rehusarme a darte una espada? Aunque yo no sepa blandir una. Habría sido estúpido; más para alguien que estaba subiendo a pelear conmigo. Vi a muchos retroceder y te vi avanzar. Tampoco... ugh —gruñí, rascándome el pelo ante lo confuso de la explicación—… tampoco significa que no quisiera ayudarte, pero no te voy a dejar pensar que te... salve, si no lo hice —alcé la túnica, enseñándole el costado donde Eredin me había dado la puñalada—. Todo lo que dije es verdad. No absoluta, pero mía. La absoluta es esta: yo te di algo que te podría ayudar. Tú elegiste curarme en vez de tomar la oportunidad de atacar aunque fue justo te lo pedí antes de entrar a la sala del consejo. Te busqué después de despertar para decírtelo y ya no estabas...
Solté la túnica para que cayera.
—...Que gracias. Y siento no haber bajado a las raíces —dije quieto—. No te puede sonar bien luego de lo que dije, pero es como es… y como soy. Me salvaste la vida, ese es el hecho —me puse de pie, tomando el hacha; colocándome el yelmo—. Como actué... es como me verás actuar a partir de hoy. Si… te... molesta y prefieres que no piense en ti como una amiga, entonces conoce esto: igual, te debo una. Y la pagare.
Cerré la celada y vi a los lados, había sido suficiente parada por un día. Creo que podía retirarme, sintiéndome mejor. O… puede que no mejor. Pero menos pesado.
—Sí un día lo ves y lo recuerdas… dile que cumpliste.
Claro, solo irme sería demasiado fácil. Vi más a los lados, dándome vueltas. Una enorme sala... vacía, llena de dibujos contando una historia. Llena de encimeras y estatuas de elfos en diferentes poses, todas de carácter religioso. Llena de tapices de cuero y otros materiales, pero raros al estar vacíos, sin imágenes pintadas en ellos.
Terminé por darme vuelta de espaldas a Ellie un momento, fijando los ojos sobre el último de ellos. Ash’alá. Volteé para verlo atrás también, Ash'alá, sólo, sin la mujer… y cuando volví a ver al frente la imagen del tigre, ahora estaba acompañado por una figura más en la pared, que antes no estaba.
Una similar a la anciana.
Anders
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Re: Secuelas [Privado- Anders] [CERRADO]
Eilydh había dejado de beber de aquella pequeña taza hacía varios minutos. Las palabras de Anders la habían hecho olvidar casi de manera paulatina las ideas de decepción que había estado cargando en sus hombros durante bastante tiempo. Sentía que el peso de las mismas se esfumaba a medida que el chico hablaba. Era... cuanto menos, curioso. Eilydh compartió el dolor de su historia personal. Entendió que aquel elfo tenía casi más motivos que ella para envolverse en la furia como ella hacía, y sin embargo... había optado por usar el camino que ella misma decidió desechar. Porque mostraba su vulnerabilidad y la exponía a todo el dolor que podría o no contener la misma. Tan solo que Anders lo usaba de... escudo. De estandarte.
Lo escuchó con atención. En cierto modo estaba casi segura que si no hubiese estado tomando aquel suero... relajante... quizás ya no estaría allí y cabalgaría lejos de aquel elfo que estaba desnudándo su vida ante una desconocida por el simple hecho de... ¿Por qué?
Lo observó durante unos segundos casi perdiendo el sentido de lo que decía por unos momentos, preguntándose que clase de persona tenía ciertamente frente a ella y que clase de persona se hubiese perdido conocer si se hubiese marchado. Si Ash'alá no la hubiese hecho acudir a aquel bosque. Se preguntó cuántas otras oportunidades habría perdido por... bueno. Por refugiarse en si misma.
Sintió como el nudo de su estómago se tensaba por un momento y decidió volver a prestar atención a lo que decía aquel chico.
El sonido del hacha de Anders clavándose entre ambos la estartó. Su mirada fue de la luna grabada en la misma a él, y a la frustración que lo inundaba. Eilydh acarició por un segundo la empuñadura del hacha con su dedo, sin decir nada. Quería escuchar. Por primera vez en mucho tiempo su historia no era importante, porque era tan solo una parte ínfima de un todo.
Miró por un minuto a su mano, como si algo estuviese mal, dándose cuenta que Anders acababa de soltar. Se quedó mirándola por unos segundos. No recordaba la última vez que había dejado que alguien simplemente la tomase de la mano. Tragó saliva ¿Verdaderamente se había convertido en alguien así?
Anders se levantó de la tierra sin decir adiós y Eilydh supo que había tenido suficiente.
No le culpó.
Ojalá ella también pudiese... simplemente levantarse e irse.Pero todo lo que no era la perseguía día tras día. Le quemaba casi tanto como el fuego de Anar que había causado las marcas en su espalda. El mismo fuego que había traumado y sellado la existencia de Anders. El fuego mismo de Anar al que solía bendecir más por costumbre que por creencia. Porque... si no tenía sus creencias. Si no se aferraba a algo que la hiciese parte de lo que debía ser... entonces ¿Qué era?
Se levantó intentando seguir a Anders. Éste seguía refiriendose a alguien que a Eilydh parecía importarle poco en aquel momento. Se apresuró a seguir sus pasos y a tomarlo de nuevo de la mano para que esperase, recordándose el vacío que había sentido cuando este la había soltado y de pronto...
Ya no estaban allí.
La sala de tapices estaban frente a ambos. Dio un paso atrás como si se spreguntase por un segundo si había perdido parte del tiempo y si era así cuánto. Pero... Anders estaba allí también. Y Ash'alá.
En todos los tapices que se arremolinaban a su alrededor convirtiendose en imagenes que parecían tener vida propia.
Al principio se asustó un poco e intentó desenfundar a Karma, pero notó como los pasos a tientas de la mujer bajita la rodeaban y sabía que ella era la causante de todo aquello. La mujer sonrió y le estiró del vestido para posicionarla junto a Anders.
Las imagenes alrededor de ellos parecían inconexas al principio, Una arboleda llena de plantas, Ash'alá peleando con varios elfos. Ash'alá herido de alguna manera y siendo curado por ellos. Los mismos elfos librando una batalla entre ellos. Algunos elfos abandonando la arboleda. Hombres bestia intentando tomar el lugar. Los elfos defendiendolo. Algunos hombres bestia siendo heridos por otros de su raza y abandonándolos a su suerte. Los elfos curándolos... así de manera paulatina con distintas razas de manera que la arboleda se hacía más y más amplia, más y más llena de gentes. En la última de las imagenes, la mujer anciana parecía estar sentada en medio de una reunión de varias razas. Eilydh lo supo por la expresión ida en los ojos de aquella mujer que hasta parecía haber usado las mismas jarras de té que usó con ellos con todos los que la rodeaban.
Eilydh miró a Anders, un poco confusa.
La mujer sonrió cuando todas las imágenes parecieron terminar. Caminó hasta ponerse frente a ellos y con una voz que no parecía poder haber salido de ella dijo:
-Voronwë - dijo aquella mujer. Ciertamente una palabra inteligente. Eilydh sonrió al escucharla.
En elfo antiguo aquella palabra nombraba la lealtad de pueblos distintos a pesar de sus diferencias, pero... en tribus itinerantes y exploradoras, antes de la primera guerra élfica, Vononwë se usaba como sinónimo de sanar. Aquella mujer había estado vigilando a Anders y a Eilydh desde hacía bastante. Lo suficiente como para saber que si ambos querían ser fieles a si mismos y.. a su amistad, antes debían de sanar. Y al parecer llevaba mucho tiempo haciendo aquello. El suficiente como para haber creado una comunidad que bueno... se basaba en eso.
Y aquella, imaginó fue la razón por la que Ash'alá la había llevado allí.
Miró a Anders intentando adivinar si él también había entendido aquello, pero se recordó que hasta hacía unos minutos el elfo quería irse y alejarse de ella y Ash'alá, seguro cansado. De nuevo, no lo culpaba. Ya era bastante intentar recuperarse de una guerra donde en realidad no había habido vencedores, pero el hecho de tener que lidiar con ella recriminándole cosas que no tenían sentido... podía tentar la paciencia de cualquiera.
Eilydh suspiró intentando alejar aquellos pensamientos de su cabeza, pues se conocía lo suficiente como para saber que su coraza de ira comenzaba con un ramalazo de inseguridad y... al fin y al cabo estaba allí para sanar.
La mujer anciana había comenzado a rebuscar en un mueblecito de nogal que adornaba la sala y sacó de ese mueble lo que parecían instrumentos de... tinta y punzones antiguos. Comenzó a posicionarlos alrededor de la sala sin un orden específico. Eilydh la ignoró y se acercó un poco a Anders, compugida y casi abochornada.
-Me llamo Eilydh- dijo como si esperase que aquellas palabras significasen lo mismo para ella que las pronunciaba que para Anders que las escuchaba- Te mentí porque... odio el orden preciso en el que la mayoría de nuestra raza asigna a todo lo que nos rodea. Y como si ese orden se altera entonces... ya no eres digno de ser parte de la raza.
Se acercó a él de manera prudente y sin pensarlo demasiado, puso una de sus manos en las orejas de Anders como para ilustrar lo que quería decir. Le sonrió levemente y tiró de ella de manera cariñosa.
-Te mentí porque eso es lo que hago.Lo que llevo haciendo casi... toda mi existencia.- suspiró y apartó su mano de la oreja de Anders.Se moría por contarle como odiaba en particular la manera en la que el fuego de Anar castigaba su existencia cada vez que sus ojos se posaban en las cicatrices de su espalda. O como odiaba el hecho de que aunque huyó de Sandorai por voluntad propia, a veces se cuestionaba si no hubiese sido más feliz simplemente siendo la elfa que todos esperasen que fuese. Necesitaba decirle que Eilydh no siempre tuvo rabia en su mirada, y que antes de ser una proscrita y aportar deshonra a todo su clan, Eilydh no se preocupaba por mantener su cabello en trenzas. Pero que desde que.. bueno, desde el incidente si no lo hacía les daba la razón. A todos y cada uno de los elfos a los que odiaba, pero que aún así dirigían su actitud a pesar de estar lejos de ella.- Y porque como tú... también nos odio a veces lo suficiente como para olvidar que hay personas por las que merece la pena hacer la excepción que confirme la regla.- dijo. Por un minuto pensó en contarle como cuando se sentía sola y echaba de menos trepar a través de los árboles de Sandorai o admirar la noche de las luces cada domingo de Isil... pensaba en mil maneras de cortar el cuello a alguien sin mancharse las manos de su sangre.
Pero no lo hizo. Por supuesto que no lo hizo. Porque había ido a aquel lugar para sanar, pero una cosa era cerrar sus heridas y otra muy distinta, dejar atrás su orgullo.
Lo escuchó con atención. En cierto modo estaba casi segura que si no hubiese estado tomando aquel suero... relajante... quizás ya no estaría allí y cabalgaría lejos de aquel elfo que estaba desnudándo su vida ante una desconocida por el simple hecho de... ¿Por qué?
Lo observó durante unos segundos casi perdiendo el sentido de lo que decía por unos momentos, preguntándose que clase de persona tenía ciertamente frente a ella y que clase de persona se hubiese perdido conocer si se hubiese marchado. Si Ash'alá no la hubiese hecho acudir a aquel bosque. Se preguntó cuántas otras oportunidades habría perdido por... bueno. Por refugiarse en si misma.
Sintió como el nudo de su estómago se tensaba por un momento y decidió volver a prestar atención a lo que decía aquel chico.
El sonido del hacha de Anders clavándose entre ambos la estartó. Su mirada fue de la luna grabada en la misma a él, y a la frustración que lo inundaba. Eilydh acarició por un segundo la empuñadura del hacha con su dedo, sin decir nada. Quería escuchar. Por primera vez en mucho tiempo su historia no era importante, porque era tan solo una parte ínfima de un todo.
Miró por un minuto a su mano, como si algo estuviese mal, dándose cuenta que Anders acababa de soltar. Se quedó mirándola por unos segundos. No recordaba la última vez que había dejado que alguien simplemente la tomase de la mano. Tragó saliva ¿Verdaderamente se había convertido en alguien así?
Anders se levantó de la tierra sin decir adiós y Eilydh supo que había tenido suficiente.
No le culpó.
Ojalá ella también pudiese... simplemente levantarse e irse.Pero todo lo que no era la perseguía día tras día. Le quemaba casi tanto como el fuego de Anar que había causado las marcas en su espalda. El mismo fuego que había traumado y sellado la existencia de Anders. El fuego mismo de Anar al que solía bendecir más por costumbre que por creencia. Porque... si no tenía sus creencias. Si no se aferraba a algo que la hiciese parte de lo que debía ser... entonces ¿Qué era?
Se levantó intentando seguir a Anders. Éste seguía refiriendose a alguien que a Eilydh parecía importarle poco en aquel momento. Se apresuró a seguir sus pasos y a tomarlo de nuevo de la mano para que esperase, recordándose el vacío que había sentido cuando este la había soltado y de pronto...
Ya no estaban allí.
La sala de tapices estaban frente a ambos. Dio un paso atrás como si se spreguntase por un segundo si había perdido parte del tiempo y si era así cuánto. Pero... Anders estaba allí también. Y Ash'alá.
En todos los tapices que se arremolinaban a su alrededor convirtiendose en imagenes que parecían tener vida propia.
Al principio se asustó un poco e intentó desenfundar a Karma, pero notó como los pasos a tientas de la mujer bajita la rodeaban y sabía que ella era la causante de todo aquello. La mujer sonrió y le estiró del vestido para posicionarla junto a Anders.
Las imagenes alrededor de ellos parecían inconexas al principio, Una arboleda llena de plantas, Ash'alá peleando con varios elfos. Ash'alá herido de alguna manera y siendo curado por ellos. Los mismos elfos librando una batalla entre ellos. Algunos elfos abandonando la arboleda. Hombres bestia intentando tomar el lugar. Los elfos defendiendolo. Algunos hombres bestia siendo heridos por otros de su raza y abandonándolos a su suerte. Los elfos curándolos... así de manera paulatina con distintas razas de manera que la arboleda se hacía más y más amplia, más y más llena de gentes. En la última de las imagenes, la mujer anciana parecía estar sentada en medio de una reunión de varias razas. Eilydh lo supo por la expresión ida en los ojos de aquella mujer que hasta parecía haber usado las mismas jarras de té que usó con ellos con todos los que la rodeaban.
Eilydh miró a Anders, un poco confusa.
La mujer sonrió cuando todas las imágenes parecieron terminar. Caminó hasta ponerse frente a ellos y con una voz que no parecía poder haber salido de ella dijo:
-Voronwë - dijo aquella mujer. Ciertamente una palabra inteligente. Eilydh sonrió al escucharla.
En elfo antiguo aquella palabra nombraba la lealtad de pueblos distintos a pesar de sus diferencias, pero... en tribus itinerantes y exploradoras, antes de la primera guerra élfica, Vononwë se usaba como sinónimo de sanar. Aquella mujer había estado vigilando a Anders y a Eilydh desde hacía bastante. Lo suficiente como para saber que si ambos querían ser fieles a si mismos y.. a su amistad, antes debían de sanar. Y al parecer llevaba mucho tiempo haciendo aquello. El suficiente como para haber creado una comunidad que bueno... se basaba en eso.
Y aquella, imaginó fue la razón por la que Ash'alá la había llevado allí.
Miró a Anders intentando adivinar si él también había entendido aquello, pero se recordó que hasta hacía unos minutos el elfo quería irse y alejarse de ella y Ash'alá, seguro cansado. De nuevo, no lo culpaba. Ya era bastante intentar recuperarse de una guerra donde en realidad no había habido vencedores, pero el hecho de tener que lidiar con ella recriminándole cosas que no tenían sentido... podía tentar la paciencia de cualquiera.
Eilydh suspiró intentando alejar aquellos pensamientos de su cabeza, pues se conocía lo suficiente como para saber que su coraza de ira comenzaba con un ramalazo de inseguridad y... al fin y al cabo estaba allí para sanar.
La mujer anciana había comenzado a rebuscar en un mueblecito de nogal que adornaba la sala y sacó de ese mueble lo que parecían instrumentos de... tinta y punzones antiguos. Comenzó a posicionarlos alrededor de la sala sin un orden específico. Eilydh la ignoró y se acercó un poco a Anders, compugida y casi abochornada.
-Me llamo Eilydh- dijo como si esperase que aquellas palabras significasen lo mismo para ella que las pronunciaba que para Anders que las escuchaba- Te mentí porque... odio el orden preciso en el que la mayoría de nuestra raza asigna a todo lo que nos rodea. Y como si ese orden se altera entonces... ya no eres digno de ser parte de la raza.
Se acercó a él de manera prudente y sin pensarlo demasiado, puso una de sus manos en las orejas de Anders como para ilustrar lo que quería decir. Le sonrió levemente y tiró de ella de manera cariñosa.
-Te mentí porque eso es lo que hago.Lo que llevo haciendo casi... toda mi existencia.- suspiró y apartó su mano de la oreja de Anders.Se moría por contarle como odiaba en particular la manera en la que el fuego de Anar castigaba su existencia cada vez que sus ojos se posaban en las cicatrices de su espalda. O como odiaba el hecho de que aunque huyó de Sandorai por voluntad propia, a veces se cuestionaba si no hubiese sido más feliz simplemente siendo la elfa que todos esperasen que fuese. Necesitaba decirle que Eilydh no siempre tuvo rabia en su mirada, y que antes de ser una proscrita y aportar deshonra a todo su clan, Eilydh no se preocupaba por mantener su cabello en trenzas. Pero que desde que.. bueno, desde el incidente si no lo hacía les daba la razón. A todos y cada uno de los elfos a los que odiaba, pero que aún así dirigían su actitud a pesar de estar lejos de ella.- Y porque como tú... también nos odio a veces lo suficiente como para olvidar que hay personas por las que merece la pena hacer la excepción que confirme la regla.- dijo. Por un minuto pensó en contarle como cuando se sentía sola y echaba de menos trepar a través de los árboles de Sandorai o admirar la noche de las luces cada domingo de Isil... pensaba en mil maneras de cortar el cuello a alguien sin mancharse las manos de su sangre.
Pero no lo hizo. Por supuesto que no lo hizo. Porque había ido a aquel lugar para sanar, pero una cosa era cerrar sus heridas y otra muy distinta, dejar atrás su orgullo.
Eilydh
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Re: Secuelas [Privado- Anders] [CERRADO]
Tenté un paso a la derecha como quien buscaba un flanco para atacar, o, por la calma del paso, como quien había decidido su ruta a través de una calle muy llena de gente. Me detuve cuando uno de mis brazos no me siguió casi habría sido un pequeño jalón, pero lo noté a tiempo.
Vi donde estaban sus manos y seguí su brazo, hasta su hombro y su cuello, y su cara. Suspiré un momento ante la expresión: no triste, no molesta… taciturna. Alcancé por el yelmo con la mano libre, iba a decir algo, pero guardé silencio al ver a los tapices moviéndose otra vez. Con la elfa retrocediendo y el amago de alguien que iba a desenvainar un arma, volvía a tener mi mano libre, porque por un momento, aunque no fuese un agarre fuerte, más bien… uno endeble; la sentí presa.
Retiré el yelmo otra vez para poder seguir mejor las imágenes, en los pocos segundos que me tomó esto, una cuarta figura se había incorporado al lugar, y estaba jalando a Ellie. La seguí con los ojos, intentando observar o sentir algo más sobre ella, y la magia que usaba.
De alguna forma, terminé viendo los tapices. Elfo con naturaleza. Elfos contra un animal. Elfos con. Elfos contra elfos. Elfos contra naturaleza. Elfos contra hombres-bestia. Elfos con elfos. Hombres-bestia contra hombres-bestia. Elfos con hombres-bestia… todo en lo que no era un ciclo, sino una espiral. En los últimos segundos apreté los labios, empujando un costado arriba para hacer una pequeña mueca, y vi a Ellie casi de reojo, sin voltear completamente.
—Voronwë —repetí tras ella, evitando la molestia de hacer preguntas o cuestionarla mucho más. Me quedaba al final juzgar qué era y qué quería. ¿Custodio? Imágenes en tapices… una historia; no es lo que llamaría… seres del bosque.
Pero era difícil pensar qué cosa del mundo no podía serlo, o realmente no lo era. Sabía esto de forma particularmente cercana por trabajar con el material, por moldearlo, por… intentar, y fallar en darle vida.
Fuimos tierra. Volveríamos a serlo.
Eso esa todo.
—¿Hmm? —terminé de girarme hacia la rubia al escucharla hablar de nuevo, no habrían sido más que unos minutos desde la última vez que la oí, pero me había resultado distante. Como si tuviese la vida sin escucharla.
Podía creer que había olvidado su voz, incluso; pero ahora que la recordaba, no sabía si lo había hecho. Ironía.
Solo repetí su nombre tras ella, sin entender de inmediato la mentira. "Ellie" me golpeó como una forma cariñosa de recortarlo, como simplemente decirle a alguien que te llamase con menos para ahorrar el trabajo de pronunciar todo el nombre. Hice el amago de apartar la cara al ver subir su mano. No fue brusca, ni siquiera fue rápida. Fue tranquila, y eso es justo lo que no me hizo reaccionar a tiempo. Como la diferencia cuando alguien se abalanzaba a abrazarte y alguien a apuñalarte, la intención detrás era muy distinta. Ésta, demasiado suave como para que me alarmase antes de tener su mano en mi oreja.
Me habría incomodado, si no apreciaba que las mirasen, no apreciaría que las tocaran. Pero no lo hizo. Como... cuando estaba tranquilo con compañeros, o cuando no las estaban viendo nada que fuese a juzgarlo; aves, golems. Puede que porque a este punto no me hubiese importado, no luego de que al contarle mi historia, en cierta forma, ella ya lo supiera.
Respiré. Mía… había algo que no se sentía así, y más importante… la suya.
Si el orden se altera, no eres digno de la raza.
—Eres una desterrada —musité.
Que mintiera porque era lo que hacía. Eilydh. Ahora lo recordaba, no había manera de no hacerlo, ese era un clan famoso. Los nombres dados de sus miembros resonando con gloria en Sandorai, no tanto como en antaño; pero todavía los susurraban los árboles.
Tan solo, el suyo no con gloria, sino desgracia. “Deshonra”, le decían.
—De los Skye… —dije.
Ah, sí. El odio... suficiente como para olvidar cosas. Cosas cómo que había vampiros y Lyn y Uriel. Qué había elfos y Lágoles y Fëanor y niños. Que la gente cambiaba—más bien, que podía cambiar. Para bien… en hielo, y para mal en llamas.
Había visto esos ojos cientos de veces. Miles.
Todas frente a un espejo.
—…y quieres venganza —afirmé.
¿De qué? No lo sabía, no exactamente. No me impedía reconocerlo… reconocerme: teniéndola al frente encontraba la propia. Podían presentarme… mi ira, en cualquier forma. En otra temperatura, y la reconocería. Así era la de ella, no exactamente igual.
Era más caliente.
Vi a un costado, como si la acción fuese a romper el silencio. había contado, pero tan poco. ¿Qué le decías a una persona así? En primer lugar... ¿me… entrometía? Arriesgar otra vez que se enojase… cuando quería retirarme de éste lugar antes de que se volviese un problema, en una sala, no podía emplear mi último método de escape.
Bufé en voz baja, era bastantes cosas. Una de ellas no era… un hombre inteligente.
—No funciona —le dije, simplemente. Dejé de ver a un costado y volví a clavarle los ojos en la mirada—. No funciona, tuve mi chance. Cuando estuve en el árbol… —sonreí—… nada más llegar, la vi. Siva. Clan Ojosverdes… Casi la pura y viva definición de eso que nos molesta a ambos. ¿Sabes qué hice? ¿Qué pensé? —pregunté, y era una pregunta para ella, esperaba una respuesta.
—Le sonreí. “A la mínima provocación la voy a matar” —dejé ir suavemente—. Con la misma facilidad tuve el pensamiento de arrancarle la vida a alguien… porque no estoy de acuerdo con que piense… pensase. Con qué pensase diferente —suspiré, llevándome una mano a la oreja y jugando con la punta de la misma entre mis dedos—. Quería esa provocación, estaba añorando una excusa para hacerlo. No vino. Y… no vendrá, supongo que lo sabes: Siva está muerta.
Pausé unos segundos, de… alguna manera, todavía me costaba creerlo. Puede que por lo mucho que me desarmaba… lo que creía que debía hacer.
—Murió protegiendo una bruja. Es… ni siquiera puedo decir que lo vi, o que muriese, no sé, protegiéndome a mí. A una bruja. Lo que más odian. Lo que más odiaba… —me encogí levemente de hombros y negué con la cabeza, bajando la mirada—. Quisiera poder preguntarle porque. Porque lo hizo. Porque no me sentí satisfecho. No hay una manera fácil de hablar con los muertos… así que supongo que nunca lo voy a saber. Pero me quedo eso claro. No funciona.
—…No sé cuál es tu historia, pero no es tuya. Igual que la mía, no es mía—es de mi madre. Últimamente estoy asociando “historia” a los muertos… y nosotros seguimos vivos, así que no es nuestra. Aunque sea parte.
Tomé un mechón de su pelo y lo alcé, verdaderamente observando, casi como si cuestionase que era eso.
—Igual que la sangre de los Skye en ti y la de los Synvadhral en mí. A ellos no les gusta, y a mí menos. Eso no cambia que la tenga. Sería Anders Synvadhral, pero no lo quisieron, sobretodo… yo no lo quise, por eso tomé el de mi padre. Es… Anders Ahlberg.
Dejé que el pelo se cayese entre mis dedos, casi ausente.
—Así que puedes decidir si eres una Skye, te… quizá te desterraron, pero llevas su sangre, y esa marca en tu mano. Así que lo eres, pero te desterraron, por lo que puedes decidir. No sé qué significan las trenzas para los Skye, o para ti, algo significan, ¿no? Por cómo te apenaste. Siento eso —vi a otro lado, de nuevo, un instante—. Pero... si es por algo de tu clan, y si te preocupa… —solo le negué con la cabeza, sonriendo a medias. No podía saber si eran las mismas cadenas que yo había llevado—… que no lo haga.
—Porque te desterraron —la tercera, última vez—. Pero llevas su sangre y esa estrella. Ahora mismo puedes decir si eres una Skye, si eres Eylidh, o si eres solo Ellie. Yo… tomaré el que quieras, y mientras te mantengas firme en eso… el mundo también tendrá que hacerlo.
Los nervios terminaron de forzar los músculos de mi rostro en una sonrisa y risa. Suspiré, llevándome las manos a la cadera y negando con la cabeza lentas y repetidas veces, mirando a mis pies en el suelo.
—…Sueno ideal, ¿cierto? Hipócrita, incluso. Ni siquiera yo hago eso… pero lo estoy intentando, desde… desde que pasó esto. Supongo que está bien, no soy tan iluso para creer que no voy a lastimar a más nadie. O enojarme. O… desviarme de este camino. El enojo también es parte de nosotros... así que no te voy a decir algo… en plan, err. Dragón monje del norte. “Deséchalo.” Acepto esto… seguiremos fallando, como... he fallado años en darle vida a la arcilla.
Vi a la masa, inmóvil a unos pocos pasos.
—Pero seguiré intentándolo también. Toma… o inténtalo, abrazar tu rabia sea parte de ti. Solo… intenta estar segura de que tú la usas a ella, y ella no a ti. He cometido ese error varias veces. Lo he pagado —dije, dándome vuelta para enseñarle levemente mi espalda—. He encontrado que me destruye más a mí que a el resto. Si vas a destruir a algo o alguien, um, lo mínimo... solo a quien lo merece. Y de manera inteligente.
Sonreí un poco, bajando la ropa para taparme de nuevo. Sin conocer más de ella tuve que agarrarme a mí, que era lo que conocía... lo que creía conocer. Y decir lo que quizá me hubiera gustado escuchar. O quizá no tanto.
Pero ya estaba dicho.
Vi donde estaban sus manos y seguí su brazo, hasta su hombro y su cuello, y su cara. Suspiré un momento ante la expresión: no triste, no molesta… taciturna. Alcancé por el yelmo con la mano libre, iba a decir algo, pero guardé silencio al ver a los tapices moviéndose otra vez. Con la elfa retrocediendo y el amago de alguien que iba a desenvainar un arma, volvía a tener mi mano libre, porque por un momento, aunque no fuese un agarre fuerte, más bien… uno endeble; la sentí presa.
Retiré el yelmo otra vez para poder seguir mejor las imágenes, en los pocos segundos que me tomó esto, una cuarta figura se había incorporado al lugar, y estaba jalando a Ellie. La seguí con los ojos, intentando observar o sentir algo más sobre ella, y la magia que usaba.
De alguna forma, terminé viendo los tapices. Elfo con naturaleza. Elfos contra un animal. Elfos con. Elfos contra elfos. Elfos contra naturaleza. Elfos contra hombres-bestia. Elfos con elfos. Hombres-bestia contra hombres-bestia. Elfos con hombres-bestia… todo en lo que no era un ciclo, sino una espiral. En los últimos segundos apreté los labios, empujando un costado arriba para hacer una pequeña mueca, y vi a Ellie casi de reojo, sin voltear completamente.
—Voronwë —repetí tras ella, evitando la molestia de hacer preguntas o cuestionarla mucho más. Me quedaba al final juzgar qué era y qué quería. ¿Custodio? Imágenes en tapices… una historia; no es lo que llamaría… seres del bosque.
Pero era difícil pensar qué cosa del mundo no podía serlo, o realmente no lo era. Sabía esto de forma particularmente cercana por trabajar con el material, por moldearlo, por… intentar, y fallar en darle vida.
Fuimos tierra. Volveríamos a serlo.
Eso esa todo.
—¿Hmm? —terminé de girarme hacia la rubia al escucharla hablar de nuevo, no habrían sido más que unos minutos desde la última vez que la oí, pero me había resultado distante. Como si tuviese la vida sin escucharla.
Podía creer que había olvidado su voz, incluso; pero ahora que la recordaba, no sabía si lo había hecho. Ironía.
Solo repetí su nombre tras ella, sin entender de inmediato la mentira. "Ellie" me golpeó como una forma cariñosa de recortarlo, como simplemente decirle a alguien que te llamase con menos para ahorrar el trabajo de pronunciar todo el nombre. Hice el amago de apartar la cara al ver subir su mano. No fue brusca, ni siquiera fue rápida. Fue tranquila, y eso es justo lo que no me hizo reaccionar a tiempo. Como la diferencia cuando alguien se abalanzaba a abrazarte y alguien a apuñalarte, la intención detrás era muy distinta. Ésta, demasiado suave como para que me alarmase antes de tener su mano en mi oreja.
Me habría incomodado, si no apreciaba que las mirasen, no apreciaría que las tocaran. Pero no lo hizo. Como... cuando estaba tranquilo con compañeros, o cuando no las estaban viendo nada que fuese a juzgarlo; aves, golems. Puede que porque a este punto no me hubiese importado, no luego de que al contarle mi historia, en cierta forma, ella ya lo supiera.
Respiré. Mía… había algo que no se sentía así, y más importante… la suya.
Si el orden se altera, no eres digno de la raza.
—Eres una desterrada —musité.
Que mintiera porque era lo que hacía. Eilydh. Ahora lo recordaba, no había manera de no hacerlo, ese era un clan famoso. Los nombres dados de sus miembros resonando con gloria en Sandorai, no tanto como en antaño; pero todavía los susurraban los árboles.
Tan solo, el suyo no con gloria, sino desgracia. “Deshonra”, le decían.
—De los Skye… —dije.
Ah, sí. El odio... suficiente como para olvidar cosas. Cosas cómo que había vampiros y Lyn y Uriel. Qué había elfos y Lágoles y Fëanor y niños. Que la gente cambiaba—más bien, que podía cambiar. Para bien… en hielo, y para mal en llamas.
Había visto esos ojos cientos de veces. Miles.
Todas frente a un espejo.
—…y quieres venganza —afirmé.
¿De qué? No lo sabía, no exactamente. No me impedía reconocerlo… reconocerme: teniéndola al frente encontraba la propia. Podían presentarme… mi ira, en cualquier forma. En otra temperatura, y la reconocería. Así era la de ella, no exactamente igual.
Era más caliente.
Vi a un costado, como si la acción fuese a romper el silencio. había contado, pero tan poco. ¿Qué le decías a una persona así? En primer lugar... ¿me… entrometía? Arriesgar otra vez que se enojase… cuando quería retirarme de éste lugar antes de que se volviese un problema, en una sala, no podía emplear mi último método de escape.
Bufé en voz baja, era bastantes cosas. Una de ellas no era… un hombre inteligente.
—No funciona —le dije, simplemente. Dejé de ver a un costado y volví a clavarle los ojos en la mirada—. No funciona, tuve mi chance. Cuando estuve en el árbol… —sonreí—… nada más llegar, la vi. Siva. Clan Ojosverdes… Casi la pura y viva definición de eso que nos molesta a ambos. ¿Sabes qué hice? ¿Qué pensé? —pregunté, y era una pregunta para ella, esperaba una respuesta.
—Le sonreí. “A la mínima provocación la voy a matar” —dejé ir suavemente—. Con la misma facilidad tuve el pensamiento de arrancarle la vida a alguien… porque no estoy de acuerdo con que piense… pensase. Con qué pensase diferente —suspiré, llevándome una mano a la oreja y jugando con la punta de la misma entre mis dedos—. Quería esa provocación, estaba añorando una excusa para hacerlo. No vino. Y… no vendrá, supongo que lo sabes: Siva está muerta.
Pausé unos segundos, de… alguna manera, todavía me costaba creerlo. Puede que por lo mucho que me desarmaba… lo que creía que debía hacer.
—Murió protegiendo una bruja. Es… ni siquiera puedo decir que lo vi, o que muriese, no sé, protegiéndome a mí. A una bruja. Lo que más odian. Lo que más odiaba… —me encogí levemente de hombros y negué con la cabeza, bajando la mirada—. Quisiera poder preguntarle porque. Porque lo hizo. Porque no me sentí satisfecho. No hay una manera fácil de hablar con los muertos… así que supongo que nunca lo voy a saber. Pero me quedo eso claro. No funciona.
—…No sé cuál es tu historia, pero no es tuya. Igual que la mía, no es mía—es de mi madre. Últimamente estoy asociando “historia” a los muertos… y nosotros seguimos vivos, así que no es nuestra. Aunque sea parte.
Tomé un mechón de su pelo y lo alcé, verdaderamente observando, casi como si cuestionase que era eso.
—Igual que la sangre de los Skye en ti y la de los Synvadhral en mí. A ellos no les gusta, y a mí menos. Eso no cambia que la tenga. Sería Anders Synvadhral, pero no lo quisieron, sobretodo… yo no lo quise, por eso tomé el de mi padre. Es… Anders Ahlberg.
Dejé que el pelo se cayese entre mis dedos, casi ausente.
—Así que puedes decidir si eres una Skye, te… quizá te desterraron, pero llevas su sangre, y esa marca en tu mano. Así que lo eres, pero te desterraron, por lo que puedes decidir. No sé qué significan las trenzas para los Skye, o para ti, algo significan, ¿no? Por cómo te apenaste. Siento eso —vi a otro lado, de nuevo, un instante—. Pero... si es por algo de tu clan, y si te preocupa… —solo le negué con la cabeza, sonriendo a medias. No podía saber si eran las mismas cadenas que yo había llevado—… que no lo haga.
—Porque te desterraron —la tercera, última vez—. Pero llevas su sangre y esa estrella. Ahora mismo puedes decir si eres una Skye, si eres Eylidh, o si eres solo Ellie. Yo… tomaré el que quieras, y mientras te mantengas firme en eso… el mundo también tendrá que hacerlo.
Los nervios terminaron de forzar los músculos de mi rostro en una sonrisa y risa. Suspiré, llevándome las manos a la cadera y negando con la cabeza lentas y repetidas veces, mirando a mis pies en el suelo.
—…Sueno ideal, ¿cierto? Hipócrita, incluso. Ni siquiera yo hago eso… pero lo estoy intentando, desde… desde que pasó esto. Supongo que está bien, no soy tan iluso para creer que no voy a lastimar a más nadie. O enojarme. O… desviarme de este camino. El enojo también es parte de nosotros... así que no te voy a decir algo… en plan, err. Dragón monje del norte. “Deséchalo.” Acepto esto… seguiremos fallando, como... he fallado años en darle vida a la arcilla.
Vi a la masa, inmóvil a unos pocos pasos.
—Pero seguiré intentándolo también. Toma… o inténtalo, abrazar tu rabia sea parte de ti. Solo… intenta estar segura de que tú la usas a ella, y ella no a ti. He cometido ese error varias veces. Lo he pagado —dije, dándome vuelta para enseñarle levemente mi espalda—. He encontrado que me destruye más a mí que a el resto. Si vas a destruir a algo o alguien, um, lo mínimo... solo a quien lo merece. Y de manera inteligente.
Sonreí un poco, bajando la ropa para taparme de nuevo. Sin conocer más de ella tuve que agarrarme a mí, que era lo que conocía... lo que creía conocer. Y decir lo que quizá me hubiera gustado escuchar. O quizá no tanto.
Pero ya estaba dicho.
Anders
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Re: Secuelas [Privado- Anders] [CERRADO]
- Pure broadcasting to promote hate - or inspiration, up to you-:
Anders parecía entender los matices de su propia historia y hubo algo en su gesto que la hizo pensar que quizás... y tan solo quizás las raíces invisibles que unían a todos los elfos con las del árbol madre también los unía a ambos de una manera u otra. Y por eso mismo la elfa había sentido una familiaridad casi inexplicable desde el momento mismo que lo conoció. Las estrellas de Ísil se alinean a veces, de maneras insospechadas.
Lo cierto es que la elfa no había pensado lo suficiente en alguien más que no fuese ella misma dese hacía... demasiado. Escuchó como el elfo pronunciaba palabras de... sanación. Hablaba de su experiencia desde una reparadora lejanía, como si lo contase en tercera persona y aún así todo lo que decía lo sentía suyo, y por el nexo de unión de ambos, también podría ser de ella.
Su voz llamándola desterrada despertó una ira que Eilydh había olvidado por unos segundos que tenía. Sin embargo, y por primera vez en mucho tiempo no fueron las palabras lo que la hicieron odiarse sino... quién las pronunciaba.
Tragó saliva y aquella ira afianzó la asunción de venganza que el elfo entendió de ella.Compuso un gesto serio por un segundo pero
... Anders pausó por un momento su discurso, como respondiéndose una pregunta que tan solo pronunció en su mente. Se llevó la mano distraído a una de su oreja, allí donde la mano de Eilydh había estado hacía unos segundos. La elfa interrumpió por un momento los sentimientos negativos asociados al calificativo que Anders había usado, sin saberlo y miró hacia un lado, como si no supiese qué decir. Siva la había ayudado en la sala del consejo de árbol madre. Se había sacrificado en cierta manera por todos los demás elfos que podrían seguir viviendo ahora. En la cabeza de la elfa, Siva se merecía el título de héroe casi tanto como se lo hubiese merecido Anders. Y... sin embargo saber aquello de ella.. lo cambiaba todo.
Se acercó un poco al chico como si sintiese que su guerra interna entre lo que había pasado y donde se encontraban necesitaba una mano amiga, pero retrocedió un poco. Había guerras que debían ganarse en solitario.
Y aquella parecía estar llegando a su fin para Anders. Sintió sus manos en un mechón de su pelo y dejándose llevar por la paz de los efectos del te, se permitió cerrar los ojos por un segundo, imaginándose la paz que sus propios dedos le traían cuando las pasaba por sus cabellos sin trenzar.
El chico hablaba de los Skye como si entendiese el peso de su apellido. Como si su historia fuese tan suya como lo había sido de sus antepasados.La elfa se llevó una mano de manera distraída hasta su muñeca mientras Anders le recordaba el significado de aquella marca. Eilydh frunció el ceño. El elfo era... muy observador. Un tinte rosado inundó sus mejillas. Y sacudió su cabeza por un segundo como si la tercera vez que el chico le recordaba que la habían desterrado hiciese que finalmente el efecto del té de la anciana se evaporase de su cuerpo y ella fuese ella de nuevo.
Anders sabía bien lo que hacía. Entrelazaba sus pensamientos en voz alta con palabras que la propia Eilydh se había dicho a si misma millones de veces, pero... era distinto herirse mil veces en su mente que alguien a quien apenas conocía la leyese de manera tan fácil como para decírselas en voz alta ¿Es que acaso en aquello se había convertido? ¿Era tan fácil ver como se había alejado de si misma en la espiral que la componía y...? Aquello era justo lo que la estaba alejando de la Eilydh que había disfrutado de sentir la mano de Anders en la suya, y la que había sentido la conexión real de las raíces... partidas pero uniendo a ambos elfos con el árbol madre, de una forma u otra.
Llevó su mano al mechón de pelo con el que Anders había estado jugueteando como si ella también lo hubiese visto por primera vez. Tomó aire por un momento y habló.
-Los cabellos sueltos son muestra de vulnerabilidad. De sumisión. La mayoría de mujeres en mi clan llevan sus cabellos de esa manera alrededor de sus hijos, sus padres y... bueno, sus esposos. Asignados o no- tragó saliva, sin pronunciar el "quieran o no" que quedó en su garganta-Las trenzas son la plena representación de la fortaleza. El orgullo mismo de los elfos de mi clan, junto con la piel intacta.- Agarró la trenza y se la quitó de las manos al chico como molesta consigo misma- Cuando me.. cuando decidieron que... - carraspeó y volvió a comenzar- Cuando me marcaron como a una vil proscrita, se aseguraron de cubrir la parte más vulnerable y honorable de un elfo con algo que me recordase lo que era y el porqué- Rió de manera sarcástica y se alejó unos pasos de Anders hasta la anciana- Como si las memorias no hubiesen hecho lo mismo en mi cabeza- se llevó la mano distrada al cuello y de ahí bajó un poco hasta el comienzo de su espalda.- Bueno... entonces comencé a usarlas siempre.-Una vez ahí paró y miró a Anders por un segundo como desafiándolo a preguntar más. Muy segura de que ella no iba a contarle nada más.
Anders estalló en una risa nerviosa y finalmente desinfló sus pulmones dándole... lo que parecía ser un consejo a Eilydh. La elfa miró como el chico se cubría y como ponía de nuevo la expresión de que casi estaba aún batallando una guerra interna. Alzó una mano de manera disimulada como si esta vez la batalla del quiero le fuese a ganar la guerra al debo y buscase el abrazo del chico pero...
La anciana tendió una mano hacia Eilydh cuando la notó cerca de ella, apresándole su brazo. Eilydh miró por un segundo a Ander como si acabase de dejar pasar una oportunidad única y su gesto se entristeció. La anciana la animó a arrodillarse cerca de donde ella misma se había arrodillado. Casi con urgencia. Había dispuesto una serie de punzones de distintos tamaños alrededor de una pequeña manta. Diversos frascos de un contenido oscuro de distintas tonalidades componían un círculo alrededor de la mujer que estaba lo suficientemente atareada disponiendo todo para un propósito en particular como para siquiera notar que Eilydh y Anders estaban teniendo una conversación lo suficientemente importante como para no necesitar que ella la aderezase
-El peso de un apellido- comenzó a decir Eilydh jugueteando con uno de los punzones que la mujer había puesto en su mano de manera mecánica- Es casi más denso que el de una raza. Más incluso que el hecho de que bueno... soy mujer.- sonrió como si fuese algo obvio, sin darse cuenta que en algún punto había dejado de hablar para Anders y hablaba para ella misma, mezclando recuerdos con sus palabras - Mi mayor vulnerabilidad es la fortaleza misma que escondo entre toda mi armadura..- tragó saliva, recordándo la presión del cuerpo sobre ella encendiendo su ira-Es como si intentase esconderla tras una rama nueva de nogal y a medida que crece es más.y más obvia.- Casi sintió una punzada en su espalda allí donde el fuego la había quemado.Suspiró- Pensé que... bueno... pensé que esconder esos miedos me protegería de tener que afrontarlos...- Rió aceptando otro de los punzones mojados con lo que parecía ser tinta sin mucho interés- Es curioso porque.. bueno ser vengativa, ser iracunda, ser Skye. ser elfa. ser una desterrada, ser Eille, ser Eilydh...Todo eso es...terrorífico pero.. bueno es lo que soy. Y yo me esfuerzo en esconderlo como si me hiciese vulnerable.- miró de nuevo a Anders- Cuando quizás no necesite atar todo eso entre las corazas de mi pelo. Quizás es justo...mi fortaleza.- tragó saliva.
La anciana sonrió en el momento exacto en el que Eilydh terminó de hablar como si la hubiese estado escuchando.
-Perfecto... ahora ... tan solo necesitas un tapiz- dijo cuando estuvo contenta que todos los instrumentos estaban dispuestos a su alrededor.
Le tendió una mano a Anders con una mirada en la nada que parecía ser toda inquisición. Eilydh miró a su alrededor algo confusa como si acabase de darse cuenta lo que estaba pasando. Aquello era... un kit de tatuajes aborígenes.
Lo cierto es que la elfa no había pensado lo suficiente en alguien más que no fuese ella misma dese hacía... demasiado. Escuchó como el elfo pronunciaba palabras de... sanación. Hablaba de su experiencia desde una reparadora lejanía, como si lo contase en tercera persona y aún así todo lo que decía lo sentía suyo, y por el nexo de unión de ambos, también podría ser de ella.
Su voz llamándola desterrada despertó una ira que Eilydh había olvidado por unos segundos que tenía. Sin embargo, y por primera vez en mucho tiempo no fueron las palabras lo que la hicieron odiarse sino... quién las pronunciaba.
Tragó saliva y aquella ira afianzó la asunción de venganza que el elfo entendió de ella.Compuso un gesto serio por un segundo pero
... Anders pausó por un momento su discurso, como respondiéndose una pregunta que tan solo pronunció en su mente. Se llevó la mano distraído a una de su oreja, allí donde la mano de Eilydh había estado hacía unos segundos. La elfa interrumpió por un momento los sentimientos negativos asociados al calificativo que Anders había usado, sin saberlo y miró hacia un lado, como si no supiese qué decir. Siva la había ayudado en la sala del consejo de árbol madre. Se había sacrificado en cierta manera por todos los demás elfos que podrían seguir viviendo ahora. En la cabeza de la elfa, Siva se merecía el título de héroe casi tanto como se lo hubiese merecido Anders. Y... sin embargo saber aquello de ella.. lo cambiaba todo.
Se acercó un poco al chico como si sintiese que su guerra interna entre lo que había pasado y donde se encontraban necesitaba una mano amiga, pero retrocedió un poco. Había guerras que debían ganarse en solitario.
Y aquella parecía estar llegando a su fin para Anders. Sintió sus manos en un mechón de su pelo y dejándose llevar por la paz de los efectos del te, se permitió cerrar los ojos por un segundo, imaginándose la paz que sus propios dedos le traían cuando las pasaba por sus cabellos sin trenzar.
El chico hablaba de los Skye como si entendiese el peso de su apellido. Como si su historia fuese tan suya como lo había sido de sus antepasados.La elfa se llevó una mano de manera distraída hasta su muñeca mientras Anders le recordaba el significado de aquella marca. Eilydh frunció el ceño. El elfo era... muy observador. Un tinte rosado inundó sus mejillas. Y sacudió su cabeza por un segundo como si la tercera vez que el chico le recordaba que la habían desterrado hiciese que finalmente el efecto del té de la anciana se evaporase de su cuerpo y ella fuese ella de nuevo.
Anders sabía bien lo que hacía. Entrelazaba sus pensamientos en voz alta con palabras que la propia Eilydh se había dicho a si misma millones de veces, pero... era distinto herirse mil veces en su mente que alguien a quien apenas conocía la leyese de manera tan fácil como para decírselas en voz alta ¿Es que acaso en aquello se había convertido? ¿Era tan fácil ver como se había alejado de si misma en la espiral que la componía y...? Aquello era justo lo que la estaba alejando de la Eilydh que había disfrutado de sentir la mano de Anders en la suya, y la que había sentido la conexión real de las raíces... partidas pero uniendo a ambos elfos con el árbol madre, de una forma u otra.
Llevó su mano al mechón de pelo con el que Anders había estado jugueteando como si ella también lo hubiese visto por primera vez. Tomó aire por un momento y habló.
-Los cabellos sueltos son muestra de vulnerabilidad. De sumisión. La mayoría de mujeres en mi clan llevan sus cabellos de esa manera alrededor de sus hijos, sus padres y... bueno, sus esposos. Asignados o no- tragó saliva, sin pronunciar el "quieran o no" que quedó en su garganta-Las trenzas son la plena representación de la fortaleza. El orgullo mismo de los elfos de mi clan, junto con la piel intacta.- Agarró la trenza y se la quitó de las manos al chico como molesta consigo misma- Cuando me.. cuando decidieron que... - carraspeó y volvió a comenzar- Cuando me marcaron como a una vil proscrita, se aseguraron de cubrir la parte más vulnerable y honorable de un elfo con algo que me recordase lo que era y el porqué- Rió de manera sarcástica y se alejó unos pasos de Anders hasta la anciana- Como si las memorias no hubiesen hecho lo mismo en mi cabeza- se llevó la mano distrada al cuello y de ahí bajó un poco hasta el comienzo de su espalda.- Bueno... entonces comencé a usarlas siempre.-Una vez ahí paró y miró a Anders por un segundo como desafiándolo a preguntar más. Muy segura de que ella no iba a contarle nada más.
Anders estalló en una risa nerviosa y finalmente desinfló sus pulmones dándole... lo que parecía ser un consejo a Eilydh. La elfa miró como el chico se cubría y como ponía de nuevo la expresión de que casi estaba aún batallando una guerra interna. Alzó una mano de manera disimulada como si esta vez la batalla del quiero le fuese a ganar la guerra al debo y buscase el abrazo del chico pero...
La anciana tendió una mano hacia Eilydh cuando la notó cerca de ella, apresándole su brazo. Eilydh miró por un segundo a Ander como si acabase de dejar pasar una oportunidad única y su gesto se entristeció. La anciana la animó a arrodillarse cerca de donde ella misma se había arrodillado. Casi con urgencia. Había dispuesto una serie de punzones de distintos tamaños alrededor de una pequeña manta. Diversos frascos de un contenido oscuro de distintas tonalidades componían un círculo alrededor de la mujer que estaba lo suficientemente atareada disponiendo todo para un propósito en particular como para siquiera notar que Eilydh y Anders estaban teniendo una conversación lo suficientemente importante como para no necesitar que ella la aderezase
-El peso de un apellido- comenzó a decir Eilydh jugueteando con uno de los punzones que la mujer había puesto en su mano de manera mecánica- Es casi más denso que el de una raza. Más incluso que el hecho de que bueno... soy mujer.- sonrió como si fuese algo obvio, sin darse cuenta que en algún punto había dejado de hablar para Anders y hablaba para ella misma, mezclando recuerdos con sus palabras - Mi mayor vulnerabilidad es la fortaleza misma que escondo entre toda mi armadura..- tragó saliva, recordándo la presión del cuerpo sobre ella encendiendo su ira-Es como si intentase esconderla tras una rama nueva de nogal y a medida que crece es más.y más obvia.- Casi sintió una punzada en su espalda allí donde el fuego la había quemado.Suspiró- Pensé que... bueno... pensé que esconder esos miedos me protegería de tener que afrontarlos...- Rió aceptando otro de los punzones mojados con lo que parecía ser tinta sin mucho interés- Es curioso porque.. bueno ser vengativa, ser iracunda, ser Skye. ser elfa. ser una desterrada, ser Eille, ser Eilydh...Todo eso es...terrorífico pero.. bueno es lo que soy. Y yo me esfuerzo en esconderlo como si me hiciese vulnerable.- miró de nuevo a Anders- Cuando quizás no necesite atar todo eso entre las corazas de mi pelo. Quizás es justo...mi fortaleza.- tragó saliva.
La anciana sonrió en el momento exacto en el que Eilydh terminó de hablar como si la hubiese estado escuchando.
-Perfecto... ahora ... tan solo necesitas un tapiz- dijo cuando estuvo contenta que todos los instrumentos estaban dispuestos a su alrededor.
Le tendió una mano a Anders con una mirada en la nada que parecía ser toda inquisición. Eilydh miró a su alrededor algo confusa como si acabase de darse cuenta lo que estaba pasando. Aquello era... un kit de tatuajes aborígenes.
Eilydh
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Re: Secuelas [Privado- Anders] [CERRADO]
Me crucé de brazos, observando y escuchando de la única manera que podía hacerse eso. Viendo y oyendo con atención. Desde las pausas en su habla, a como jalaba la trenza fuera de mis manos, la búsqueda para seleccionar mejores palabras, el cinismo desbordando en algo incontrolable, como la risa. Su mano corriendo desde cuello hasta espalda.
La forma en la que me retaba con la mirada. Retrocedí visiblemente ante ello, escuchándola continuar sobre los pesos de un apellido y los de una raza.
—Sí… —admití, tomando asiento sobre la arcilla con un brazo apoyado de una rodilla.
Absorto en mis pensamientos no noté la mano de la anciana sino hasta varios segundos después Vestía todavía la expresión seria, y alcé la mano ausente, tanto que me llevo varios segundos más que por la distancia que nos separaba, no había manera en que llegase a tomar la de ella. Me vi obligado a pararme con un suspiro al ver mis pensamientos cortados y me acerqué a ella. La anciana era preternaturalmente silenciosa, cada vez que dejaba de dedicarle atención, es como si me olvidase de ella.
Inhalé lentamente al ver a Ash'alá. También había olvidado que él estaba aquí. Distorsioné la cara en preocupación unos instantes, no me era sorpresa ignorar ciertos elementos fuera de las paredes mentales que se formaban cuando los engranajes en mi cabeza giraban hacia algo, pero esta desatención escapaba a mi usual.
Dejando ir la mano de la anciana me di cuenta. Me sentía más fuerte sobre esto de lo que... siquiera estaba considerando.
Estaba enojado. Incómodo, quizás. A veces me costaba ver la línea donde empezaba una y terminaba la otra, pues las sentía igual: una nube en la cabeza, un cierto peso, pero no era... doloroso, ni había presencia de ese calor; sin embargo, tampoco era frío. El opuesto en esos momentos—en este, era la falta de otras sensaciones, como si mi cabeza se volviese una roca que se negaba a quebrarse hasta que no concluyese una respuesta.
No tenían que ser correctas, pero me demandaba una.
—Cariño —le dije a la anciana—, no tengo la más mínima idea de coser, mucho menos hacer algo tan difícil como tapices.
Por supuesto, eso no le importaba. Especialmente, no le importaba a una mujer sorda. Me guió hacia ella y por no luchar se lo permití, simplemente tomando asiento a un lado, pero afuera de su círculo, curioseando con los ojos lo que tenía repartido. Tinta para escribir y punzones... No. No para escribir, ¿había dicho tapiz? Las diferentes tonalidades... unas más oscuras que otras, para poder añadir profundidad a las imágenes que fuera a presentar.
Si lograba hacer cualquier cosa con su falta de vista tendría que aplaudirla, la verdad. ¿O estaba esperando qué yo la ayudase? ¿La mujer lo hiciera?
Dirigí la mirada otra vez a ella, sin mantenerla demasiados segundos sintiéndome levemente culpable por haber traído a atención lo de su pelo. Exploré lo que podía de la sala con los ojos, todavía pensando, porque ninguna respuesta me resultaba satisfactoria. Porque destapándose así me daba esa impresión:
«Débil».
La misma que sentía cada vez que se negaba a abrazarme, y la misma que sentí cuando me retó con la mirada. Tan… distinta a en el árbol. ¿Pero por qué...? La debilidad y la vulnerabilidad, entendía, eran cosas distintas. No sabía indicar donde terminaba una y empezaba otra, pero viendo a la elfa, casi podía creer empezar a entenderlo.
Busqué la cota de mallas con los ojos y luego su cuerpo, asintiendo un poco. Ciertamente, lucía vulnerable. Cualquiera lo haría. Cualquiera lo era. La piel era sencilla de marcar con metal, y con varias cosas más que no lo eran. Yo también buscaba fuerza, de algún modo. Puede que todos lo hicieran por ser necesario para sobrevivir, y… ni siquiera podía definirla.
O, tal vez, sí. Tenía ideales para la misma.
Y encontré que incluso ellos eran vulnerables, pero nunca tuve esa impresión que estaba teniendo de la mujer. Excavé, en lo que parecía componerlos, dos fuerzas tan diferentes... pero fuerzas al fin y al cabo. Era curioso como la amabilidad a uno no le restaba fuerza.
Pero lo hacía más vulnerable. Aún así… justo ahora, por… lo que había decidido hacer, podía responder una pregunta que no me había planteado. "¿Quién es más fuerte?"
—No vuelvas a rendirle tu vida ante nadie. Nunca —murmuré, con una voz qué no era mía—. Lucha. No dejes que nadie decida por ti.
. . .
—Todos… creo que todos somos lo primero —dije, apartando la mirada con una ausencia que indicaba que todavía lo estaba pensando—. ¿Por definición? Lo que es vulnerable. Puedo herirte, eres de carne y hueso, como cualquier hombre. Y puedo herir a Ash’alá… puedo cortar un árbol… y romper una roca… y abollar una armadura. Y tú puedes herirme y matarme a mí —señalé a la anciana con un movimiento de cabeza—, y a ella. Y a cualquiera.
—Y… —levanté la cabeza—... tus trenzas… las trenzas de cada uno de los Skye, son solo pelo. Si puedo doblar metal; sí… alguien puede hacerlo, ¿qué te hace pensar qué son fortaleza? —ladeé levemente la cabeza—. ¿Costumbre? ...Eso se me olvida mucho, para lo que me molesta. No es el peso de un apellido o razas, es el peso de las costumbres raras de nuestra gente, y la gente de los demás. No es un asunto de razas... es de personas —dije, juntando las manos. Me era más fácil ver y entender el mundo de esa manera.
—Te apenaste de que mencionase lo de tus trenzas por lo que significan… pero solo lo hice porque pensé que era una preferencia tuya llevar tu pelo trenzado. Y-y... ¿y supongo qué enseñas rabia por qué no sabes enseñar nada más? —la vi, con una mueca entre confusión y sonrisa.
Justo como un adolescente.
—Quisiera decirte que es fuerza. No es armadura —vi hacia la cota de mallas—, y no es trenzas —vi su pelo otra vez—, así como… no es armas. Conozco gente, y lo siento de ellos… "fortaleza". De él. No es orgulloso. Ni... teme disculparse —recordé que, de alguna forma, la conocí porque la mandó a ayudarme—, ni preocuparse abiertamente por otros; aunque la experiencia me dice que eso hace más fácil que se aprovechen de ti… —negué con la cabeza, pensando en Owens.
Y cayendo en cuenta que él también debía haberme olvidado.
—…En el árbol —volví tras un par de segundos de silencio—, noté que me sentía vulnerable. Y allí no te noté débil, porque viniste a ayudarme, aunque podría significar tu vida. Aunque dijiste que ni siquiera esperabas salir victoriosa. ¿Sabes lo qué es perder una… pelea, no? Tú también has peleado. Llevas un arma.
—Significa morir. Peleaste… esperando no salir con vida.
Pise sobre la arcilla, estirándola hacia el hacha para arrastrarla a mi posición.
—Y dices que estás aterrada de ser... no sé qué, pero estabas allí. ¿Por qué fuiste a salvar el árbol, si detestas algunas cosas de la raza? ¿Y por qué te sigue Ash’alá? ¿Qué… qué crees realmente qué es fortaleza? ¿Trenzas en el pelo?
—Perdona… —suspiré—, sé que hay... sé que existe un punto que jamás voy a comprender. Porque no soy un Skye, y no soy mujer, y definitivamente no soy tú. He estado... preso, de varias maneras, y siempre he pensado una cosa. Ahora más, viéndote. Tus trenzas—lo que significan las trenzas para los Skye, no me suena correcto —miré a un costado, hacia una esquina del techo—. Las vueltas de algunas trenzas son como los anillos de una cadena… igual que las costumbres más molestas y pesadas. Esto es...- esto-... claro, es solo mi opinión. Necesitas ser vulnerable para ser fuerte, ¿cómo… sabes qué debilidades cubrir si nada puede alcanzarte? ¿Afectarte? ¿Cómo sabes qué eres débil si no eres vulnerable…? ¿Cómo te curas si eres invulnerable, hm?
Así es como había decidido vestir metal, e iba a hacerlo. La arcilla escaló por mi cuerpo, dejando descansar el hacha finalmente sobre mi mano. Tal vez es porque estaba en mi límite y saber que el té debía calmarme ayudaba a que me enojase más. O tal vez es porque tenía la idea perfectamente, la entendía, o creía hacerlo; pero no podía colocarla en palabras, por lo que tenía que remitirme a esto.
Bajé la mirada, apretando el hacha cuidadosamente, posicionando la mano justo detrás del filo en el espacio que existía entre eso y el mango. La lleve a los costados de mi cabeza, alzando la otra mano para sostener parte de mi pelo y cortarlo un poco. Ese poco que cubría mis orejas. No tan redondas como humanas, no tan puntiagudas como elfas, simplemente raras.
Mi vulnerabilidad. Mis trenzas y su feble protección. Y cada corte mi manera de soltarlas.
—Tienes una mirada fiera —dije, viendo de reojo lo que podía de mi pelo y cortando levemente las puntas al presionarlas entre el hacha y mi mano—, si soy sincero me dio algo de miedo. Y pensaba... no preguntar, porque me asusto, y también porque me asusta decir algo que no es y herirte... —bajé el hacha, agitando un poco la cabeza para ver si terminaba de caer el pelo cortado.
—Ese hombre del que te hablaba. Hice algo parecido con él, un par de veces. Es una persona demasiado amable, te daría su dinero y se quedaría sin comer sin pensarlo si le dices que lo necesitas. Y a veces le pagaba eso... mintiendo —encogí un hombro—, mentiras pequeñas... a fin de cuentas mentiras. Decidí no hacerlo más, decirle las cosas de frente, porque tampoco eran nada malo, pero me preocupaba que se lo tomase mal, o lo hiriera. Igual que estaría haciendo contigo ahora.
Pegué el hacha de la túnica, cortándola cuidadosamente para abrirla. Me lleve una mano a un costado, sobre una cicatriz.
—Cortesía del jinete, la herida de la que me salvaste. Cuando pensé que me iba a morir... pensé varias cosas. Entre ellas lo vulnerable que soy, aunque tenía armadura. Y por eso quise usar más, y más pesada. Pero algo me dice que seguiría igual de vulnerable. Al final no me salvo la armadura o ser... "menos" vulnerable por tener una. Me salvo que decidieras hacerlo. En esos momentos sentí un poco de lo mismo que siento de ellos. Fuerza. Entonces dime porque... ¿Por qué lo hiciste? —pregunté, viéndola a los ojos—. ¿Es por qué lucía vulnerable? Creo... creo que no tengo problemas con eso. Si hubiese podido pedir ayuda lo hubiese hecho. Tú...
Entrecerré los ojos.
—Pareces el tipo de persona que hubiese muerto allí... por negarte a pedirla. Por eso mismo que te sostiene atrás cuando—la voz se me quebró, apreté los labios, sonriendo un momento nervioso ante la idea de mencionarlo—... no creas que no lo he notado. Por eso que te dice que no cuando quieres hacer algo tan simple como... dar un simple abrazo. Pensé que solo era... qué, ¿seriedad? Pero no. Es solo por miedo a ser vulnerable.
Suspiré. Tenía algo de frío.
—No es tan malo. Hay algo que quiero decir... pero no sé cuales palabras usar para hacerlo... y tú no tomas el camino fácil, ¿verdad? Para eso te pones las trenzas —señalé una oreja con el hacha—, como yo... las tapo con mi pelo. Necesitas una imagen, una idea de que eres fuerte de una manera.
—Porque... ¿sabes qué veo...? Algo que no me atrevería a decir porque te enojarías, y volverías a verme así, y porque te lastimaría. Voy a lastimarte. Luces vulnerable, hermosa —fruncí el ceño, alzando el arma y terminando de romper la rúnica—, y débil.
—Por todo lo que no le estás mostrando a nadie, ni siquiera a ti misma, esos deseos de venganza, o tu ira, o lo que sea, no enfrentándolos porque te hace vulnerable —flexioné levemente las rodillas y me coloqué levemente lateralmente, entrando en guardia—, sí… —admití, como había admitido antes—. Te hace. Te haría, si lo enseñases. Pero no. Estás aquí y sigues riéndoles tu vida apenándote por llevar el cabello suelto y sumisa ante fantasma, y sigues permitiendo que decidan por ti que significa todo, hasta que significan trenzas. Eso es lo que te hace débil. No vulnerable. Débil. Y es lo que me hace débil a mí, y es... lo que no los hace débil a ellos.
Moví una pierna levemente a un lado y la arcilla se estiró por el suelo hasta su arma, tomándola y arrastrándola hasta sus pies.
—Me retaste —musité, casi como si estuviese ofendido—. Y esta es la respuesta a ese reto. Tomaras tu espada, lucharas conmigo, y triunfaras sobre este... veneno, que me tiene cansado, porque está ayudando a que sigas escondiendo cosas. Vas a enojarte. Vas a enseñarme la pelea que tienen los Skye en su sangre. Vas a ser rápida como una elfa o serás golpeada. El que jale sangre primero gana... y cuando pierdas, me dirás si eres Ellie, o si eres Eylidh; quien eres, y... me dirás que tienes en la espalda. Así: sin siquiera una camisa, cubierto de heridas, cansado por no dormir bien las últimas noches, con un arma con menos alcance que la tuya, sin armadura, te mostraré de lo que estoy hablando. Vulnerabilidad.
—Sin ser débil.
La forma en la que me retaba con la mirada. Retrocedí visiblemente ante ello, escuchándola continuar sobre los pesos de un apellido y los de una raza.
—Sí… —admití, tomando asiento sobre la arcilla con un brazo apoyado de una rodilla.
Absorto en mis pensamientos no noté la mano de la anciana sino hasta varios segundos después Vestía todavía la expresión seria, y alcé la mano ausente, tanto que me llevo varios segundos más que por la distancia que nos separaba, no había manera en que llegase a tomar la de ella. Me vi obligado a pararme con un suspiro al ver mis pensamientos cortados y me acerqué a ella. La anciana era preternaturalmente silenciosa, cada vez que dejaba de dedicarle atención, es como si me olvidase de ella.
Inhalé lentamente al ver a Ash'alá. También había olvidado que él estaba aquí. Distorsioné la cara en preocupación unos instantes, no me era sorpresa ignorar ciertos elementos fuera de las paredes mentales que se formaban cuando los engranajes en mi cabeza giraban hacia algo, pero esta desatención escapaba a mi usual.
Dejando ir la mano de la anciana me di cuenta. Me sentía más fuerte sobre esto de lo que... siquiera estaba considerando.
Estaba enojado. Incómodo, quizás. A veces me costaba ver la línea donde empezaba una y terminaba la otra, pues las sentía igual: una nube en la cabeza, un cierto peso, pero no era... doloroso, ni había presencia de ese calor; sin embargo, tampoco era frío. El opuesto en esos momentos—en este, era la falta de otras sensaciones, como si mi cabeza se volviese una roca que se negaba a quebrarse hasta que no concluyese una respuesta.
No tenían que ser correctas, pero me demandaba una.
—Cariño —le dije a la anciana—, no tengo la más mínima idea de coser, mucho menos hacer algo tan difícil como tapices.
Por supuesto, eso no le importaba. Especialmente, no le importaba a una mujer sorda. Me guió hacia ella y por no luchar se lo permití, simplemente tomando asiento a un lado, pero afuera de su círculo, curioseando con los ojos lo que tenía repartido. Tinta para escribir y punzones... No. No para escribir, ¿había dicho tapiz? Las diferentes tonalidades... unas más oscuras que otras, para poder añadir profundidad a las imágenes que fuera a presentar.
Si lograba hacer cualquier cosa con su falta de vista tendría que aplaudirla, la verdad. ¿O estaba esperando qué yo la ayudase? ¿La mujer lo hiciera?
Dirigí la mirada otra vez a ella, sin mantenerla demasiados segundos sintiéndome levemente culpable por haber traído a atención lo de su pelo. Exploré lo que podía de la sala con los ojos, todavía pensando, porque ninguna respuesta me resultaba satisfactoria. Porque destapándose así me daba esa impresión:
«Débil».
La misma que sentía cada vez que se negaba a abrazarme, y la misma que sentí cuando me retó con la mirada. Tan… distinta a en el árbol. ¿Pero por qué...? La debilidad y la vulnerabilidad, entendía, eran cosas distintas. No sabía indicar donde terminaba una y empezaba otra, pero viendo a la elfa, casi podía creer empezar a entenderlo.
Busqué la cota de mallas con los ojos y luego su cuerpo, asintiendo un poco. Ciertamente, lucía vulnerable. Cualquiera lo haría. Cualquiera lo era. La piel era sencilla de marcar con metal, y con varias cosas más que no lo eran. Yo también buscaba fuerza, de algún modo. Puede que todos lo hicieran por ser necesario para sobrevivir, y… ni siquiera podía definirla.
O, tal vez, sí. Tenía ideales para la misma.
Y encontré que incluso ellos eran vulnerables, pero nunca tuve esa impresión que estaba teniendo de la mujer. Excavé, en lo que parecía componerlos, dos fuerzas tan diferentes... pero fuerzas al fin y al cabo. Era curioso como la amabilidad a uno no le restaba fuerza.
Pero lo hacía más vulnerable. Aún así… justo ahora, por… lo que había decidido hacer, podía responder una pregunta que no me había planteado. "¿Quién es más fuerte?"
—No vuelvas a rendirle tu vida ante nadie. Nunca —murmuré, con una voz qué no era mía—. Lucha. No dejes que nadie decida por ti.
. . .
—Todos… creo que todos somos lo primero —dije, apartando la mirada con una ausencia que indicaba que todavía lo estaba pensando—. ¿Por definición? Lo que es vulnerable. Puedo herirte, eres de carne y hueso, como cualquier hombre. Y puedo herir a Ash’alá… puedo cortar un árbol… y romper una roca… y abollar una armadura. Y tú puedes herirme y matarme a mí —señalé a la anciana con un movimiento de cabeza—, y a ella. Y a cualquiera.
—Y… —levanté la cabeza—... tus trenzas… las trenzas de cada uno de los Skye, son solo pelo. Si puedo doblar metal; sí… alguien puede hacerlo, ¿qué te hace pensar qué son fortaleza? —ladeé levemente la cabeza—. ¿Costumbre? ...Eso se me olvida mucho, para lo que me molesta. No es el peso de un apellido o razas, es el peso de las costumbres raras de nuestra gente, y la gente de los demás. No es un asunto de razas... es de personas —dije, juntando las manos. Me era más fácil ver y entender el mundo de esa manera.
—Te apenaste de que mencionase lo de tus trenzas por lo que significan… pero solo lo hice porque pensé que era una preferencia tuya llevar tu pelo trenzado. Y-y... ¿y supongo qué enseñas rabia por qué no sabes enseñar nada más? —la vi, con una mueca entre confusión y sonrisa.
Justo como un adolescente.
—Quisiera decirte que es fuerza. No es armadura —vi hacia la cota de mallas—, y no es trenzas —vi su pelo otra vez—, así como… no es armas. Conozco gente, y lo siento de ellos… "fortaleza". De él. No es orgulloso. Ni... teme disculparse —recordé que, de alguna forma, la conocí porque la mandó a ayudarme—, ni preocuparse abiertamente por otros; aunque la experiencia me dice que eso hace más fácil que se aprovechen de ti… —negué con la cabeza, pensando en Owens.
Y cayendo en cuenta que él también debía haberme olvidado.
—…En el árbol —volví tras un par de segundos de silencio—, noté que me sentía vulnerable. Y allí no te noté débil, porque viniste a ayudarme, aunque podría significar tu vida. Aunque dijiste que ni siquiera esperabas salir victoriosa. ¿Sabes lo qué es perder una… pelea, no? Tú también has peleado. Llevas un arma.
—Significa morir. Peleaste… esperando no salir con vida.
Pise sobre la arcilla, estirándola hacia el hacha para arrastrarla a mi posición.
—Y dices que estás aterrada de ser... no sé qué, pero estabas allí. ¿Por qué fuiste a salvar el árbol, si detestas algunas cosas de la raza? ¿Y por qué te sigue Ash’alá? ¿Qué… qué crees realmente qué es fortaleza? ¿Trenzas en el pelo?
—Perdona… —suspiré—, sé que hay... sé que existe un punto que jamás voy a comprender. Porque no soy un Skye, y no soy mujer, y definitivamente no soy tú. He estado... preso, de varias maneras, y siempre he pensado una cosa. Ahora más, viéndote. Tus trenzas—lo que significan las trenzas para los Skye, no me suena correcto —miré a un costado, hacia una esquina del techo—. Las vueltas de algunas trenzas son como los anillos de una cadena… igual que las costumbres más molestas y pesadas. Esto es...- esto-... claro, es solo mi opinión. Necesitas ser vulnerable para ser fuerte, ¿cómo… sabes qué debilidades cubrir si nada puede alcanzarte? ¿Afectarte? ¿Cómo sabes qué eres débil si no eres vulnerable…? ¿Cómo te curas si eres invulnerable, hm?
Así es como había decidido vestir metal, e iba a hacerlo. La arcilla escaló por mi cuerpo, dejando descansar el hacha finalmente sobre mi mano. Tal vez es porque estaba en mi límite y saber que el té debía calmarme ayudaba a que me enojase más. O tal vez es porque tenía la idea perfectamente, la entendía, o creía hacerlo; pero no podía colocarla en palabras, por lo que tenía que remitirme a esto.
Bajé la mirada, apretando el hacha cuidadosamente, posicionando la mano justo detrás del filo en el espacio que existía entre eso y el mango. La lleve a los costados de mi cabeza, alzando la otra mano para sostener parte de mi pelo y cortarlo un poco. Ese poco que cubría mis orejas. No tan redondas como humanas, no tan puntiagudas como elfas, simplemente raras.
Mi vulnerabilidad. Mis trenzas y su feble protección. Y cada corte mi manera de soltarlas.
—Tienes una mirada fiera —dije, viendo de reojo lo que podía de mi pelo y cortando levemente las puntas al presionarlas entre el hacha y mi mano—, si soy sincero me dio algo de miedo. Y pensaba... no preguntar, porque me asusto, y también porque me asusta decir algo que no es y herirte... —bajé el hacha, agitando un poco la cabeza para ver si terminaba de caer el pelo cortado.
—Ese hombre del que te hablaba. Hice algo parecido con él, un par de veces. Es una persona demasiado amable, te daría su dinero y se quedaría sin comer sin pensarlo si le dices que lo necesitas. Y a veces le pagaba eso... mintiendo —encogí un hombro—, mentiras pequeñas... a fin de cuentas mentiras. Decidí no hacerlo más, decirle las cosas de frente, porque tampoco eran nada malo, pero me preocupaba que se lo tomase mal, o lo hiriera. Igual que estaría haciendo contigo ahora.
Pegué el hacha de la túnica, cortándola cuidadosamente para abrirla. Me lleve una mano a un costado, sobre una cicatriz.
—Cortesía del jinete, la herida de la que me salvaste. Cuando pensé que me iba a morir... pensé varias cosas. Entre ellas lo vulnerable que soy, aunque tenía armadura. Y por eso quise usar más, y más pesada. Pero algo me dice que seguiría igual de vulnerable. Al final no me salvo la armadura o ser... "menos" vulnerable por tener una. Me salvo que decidieras hacerlo. En esos momentos sentí un poco de lo mismo que siento de ellos. Fuerza. Entonces dime porque... ¿Por qué lo hiciste? —pregunté, viéndola a los ojos—. ¿Es por qué lucía vulnerable? Creo... creo que no tengo problemas con eso. Si hubiese podido pedir ayuda lo hubiese hecho. Tú...
Entrecerré los ojos.
—Pareces el tipo de persona que hubiese muerto allí... por negarte a pedirla. Por eso mismo que te sostiene atrás cuando—la voz se me quebró, apreté los labios, sonriendo un momento nervioso ante la idea de mencionarlo—... no creas que no lo he notado. Por eso que te dice que no cuando quieres hacer algo tan simple como... dar un simple abrazo. Pensé que solo era... qué, ¿seriedad? Pero no. Es solo por miedo a ser vulnerable.
Suspiré. Tenía algo de frío.
—No es tan malo. Hay algo que quiero decir... pero no sé cuales palabras usar para hacerlo... y tú no tomas el camino fácil, ¿verdad? Para eso te pones las trenzas —señalé una oreja con el hacha—, como yo... las tapo con mi pelo. Necesitas una imagen, una idea de que eres fuerte de una manera.
—Porque... ¿sabes qué veo...? Algo que no me atrevería a decir porque te enojarías, y volverías a verme así, y porque te lastimaría. Voy a lastimarte. Luces vulnerable, hermosa —fruncí el ceño, alzando el arma y terminando de romper la rúnica—, y débil.
—Por todo lo que no le estás mostrando a nadie, ni siquiera a ti misma, esos deseos de venganza, o tu ira, o lo que sea, no enfrentándolos porque te hace vulnerable —flexioné levemente las rodillas y me coloqué levemente lateralmente, entrando en guardia—, sí… —admití, como había admitido antes—. Te hace. Te haría, si lo enseñases. Pero no. Estás aquí y sigues riéndoles tu vida apenándote por llevar el cabello suelto y sumisa ante fantasma, y sigues permitiendo que decidan por ti que significa todo, hasta que significan trenzas. Eso es lo que te hace débil. No vulnerable. Débil. Y es lo que me hace débil a mí, y es... lo que no los hace débil a ellos.
Moví una pierna levemente a un lado y la arcilla se estiró por el suelo hasta su arma, tomándola y arrastrándola hasta sus pies.
—Me retaste —musité, casi como si estuviese ofendido—. Y esta es la respuesta a ese reto. Tomaras tu espada, lucharas conmigo, y triunfaras sobre este... veneno, que me tiene cansado, porque está ayudando a que sigas escondiendo cosas. Vas a enojarte. Vas a enseñarme la pelea que tienen los Skye en su sangre. Vas a ser rápida como una elfa o serás golpeada. El que jale sangre primero gana... y cuando pierdas, me dirás si eres Ellie, o si eres Eylidh; quien eres, y... me dirás que tienes en la espalda. Así: sin siquiera una camisa, cubierto de heridas, cansado por no dormir bien las últimas noches, con un arma con menos alcance que la tuya, sin armadura, te mostraré de lo que estoy hablando. Vulnerabilidad.
—Sin ser débil.
Anders
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Re: Secuelas [Privado- Anders] [CERRADO]
Eilydh estaba absorta en los utensilios que la mujer había esparcido frente a ellos. Acarició levemente la punta fina de aquel punzón dándose cuenta de que eran... agujas. De distintos tamaños y formas. Ordenadas en un orden específico.
No volvió a mirar a Anders a los ojos mientras se sentaba cerca de la mujer anciana, con la frase condescendiente dedicada a la elfa vieja.
"cariño" la había llamado. Y estaba casi segura que no había nada de ello en sus palabras, como la mayoría de veces que alguein decidia usar ese vocativo, tan solo para reprimir la molestia fácil que solían ocultar. Se encontró a si misma comparando aquella coletilla con la manera cínica en la que Matt Owens decía "tesoro" encarecidamente a sus prostitutas. Algo que lo asemejó demasiado a él.
Pero el elfo no había acabado de hablar, y su tono iba en crescendo. Eilydh apretó el puño con el que agarraba la aguja al escuchar como Ander cuestionaba su habilidad para mostrar emociones. Tuvo que mirarlo dos veces para cerciorarse que acababa de decir eso. Y parecía como si lo acabase de ver por primera vez. Como si la cubierta de arcilla se hubiese roto y el verdadero Anders hubiese resurgido de ella.
¿Quien diablos era ese elfo para saber que era o no capaz ella de transmitir?
Compuso un gesto confuso, como si estuviese a la espera de que aquel... desconocido se disculpase por asumir cosas de ella que no sabía. Con el dolor en sus ojos de saber que por mucho que quisiese fingir que sus palabras eran injurias, la verdadera razón por la que se había levantado y alejado un poco de él era porque... había comenzado a entenderla demasiado bien.
Pero no fue así.
Anders componía preguntas a. la vez que él mismo se las respondía. Usó su hacha para cortar parte de su cabello que tapaba sus orejas y Eilydh no pudo más que llevar sus manos ahí donde su pelo rubio había estado hasta hacía unos segundos, como si aquel gesto de valentía la hubiese tranquilizado por un momento y contradijese a todo lo que estaba pasando por su cabeza. Dejó la mano ahí por un segundo mientras lo escuchaba.
¿Quien diablos eres? Decían sus ojos intentando mirar detrás de los del elfo.
Apartó su mano de manera apresurada cuando Anders le preguntó el motivo por el que fue al árbol, como si aquello fuese... la señal exacta para parar la tregua momentánea en su enfado y todo lo que había estado pensando hasta ahora regresase a ella.
-¿Qué quieres que te diga, Anders? ¿Que regresé a mi tierra para salir victoriosa como una heroina? ¿Que esperaba reconocimiento y que mi padre volviese a intentar casarme con mi violador? ¿Que esperaba que todos mis miedos se quedasen atrás al apagarse las llamas del árbol mismo que me da el éter con el que te curé?- lo dijo de carretilla. Dio la espalda al chico y respiró de manera agitada.
Ash'alá se acercó y posicionó su cabeza en una de las piernas de la chica, haciéndole saber que estaba ahí.
-Regresé a Sandorai porque... Necesitaba escoger como quería morir- dijo, casi sorprendiéndose.- Te salvé porque... tú intentaste robarme aquella decisión dándome ese estúpido collar. Te acercaste a mi con la ingenuidad de saber qué era lo que quería. Desmontaste que las ideas que tenía sobre la mayor parte de los elfos con los que me había cruzado y... - se giró hasta el chico de nuevo con la mirada fiera de la que había hablado el elfo hacía algunos minutos inundándola- Ni siquiera te imaginas lo que aquel estúpido gesto humilde y sin segundas intenciones significaba para mi. No podía dejarte morir ahí. No iba a dejar que derrumbases todo lo que llevaba creyendo durante 5 meses y te marchases así como así. - dijo la elfa contestando a la pregunta que el chico le había hecho.
Aquello sin duda era tan solo parte de la verdad.
Anders le había desmontado todo aquello que se había estado repitiendo durante cinco meses, como mínimo había despertado su curiosidad. Pero no iba a decirle aquello. Miró de reojo la herida del costado de Anders, ya cicatrizada. Dejó su mirada ahí recordando el momento exacto, notando como casi la vida de aquel elfo se le escapaba de las manos y como sintió... ¿Miedo? por no poder curarlo. Escuchó como un sonido lejano como el chico seguía intentando convencerla de lo que ella ya sabía. La llamó hermosa. Eilydh giró un poco la mirada hasta sus ojos, de nuevo retándolo. Pero.. no encontró interés en el tono en el que él la llamaba hermosa. Lo dijo como si fuese un.. hecho, más que algo que la hiciese un blanco fácil. Lo dijo como dijo que era débil segundos antes.
No sabía qué sentía. La debilidad no era algo que la caracterizase. Eilydh creía conocerse lo suficiente como para saber aquello. Vulnerable, quizás pero... no débil. No al menos así.
¿Quién era ese elfo?
Desde el momento justo que lo había conocido le había hecho cuestionarse pilares fundamentales de todo lo que creía conocer. No contento con aquello, se había ganado uno de sus abrazos, había tenido la templanza de cuestionarle el porqué lo había salvado, de apelar a su aspecto físico y a llamarla débil. Estaba buscando ser la causa por la que aquella noche su espada quedase impregnada con sangre elfa. Eilydh agarró a Karma en el momento justo en el que la arcilla de Anders se la acercó. La tomó con fiereza. Sus manos temblaban de ira y la chica pensó que de un momento a otro el enfado que la envolvía iba a hacerla estallar y desaparecería. Al fin.
- No sabes nada de mi. Te crees que por compartir unas orejas puedes entender siquiera por lo que he pasado. Piensas que porque decicí salvarte en una estúpida batalla voy a dejar que interfieras en mi guerra. Piensas que tus cicatrices van a frenarme en mi decisión de venganza. Crees que hay algo más bajo estas trenzas. Y no hay nada. NADA, ¿entiendes?-
Le costaba hablar. Como si aquello no fuese dirigido directamente a el elfo, sino más bien a ella misma. Lo miró respirando de manera entrecortada apretando a Karma avanzó unos pasos hasta él y notó como Ash'alá tiraba de su túnica, insistente. El tigre pareció entender a la perfección, mucho antes que ella misma que no era ira lo que la envolvía, sino dolor.
Y ella no sabía qué hacer con el dolor.
Dejó caer a Karma frente a ella, frente a Anders y luego, como si de pronto el amarre de caderas de la fatídica noche estuviese de nuevo sobre ella, como si el fuego mismo que la marcó penetrase por fin su piel, se dejó caer de rodillas también junto a él y... dejó por fin escapar las lágrimas que llevaba reteniendo 5 meses. De manera silenciosa y mirándose las manos.
Fuera quien fuese aquel elfo...
Eilydh acababa de entender que quizás lo necesitaba en su vida.
La anciana sonrió, contemplando aquella escena y tomó aire en una respiración profunda, aliviada. Como si hubiese estado dudando por un momento si aquello iba a surtir efecto, o no.
No volvió a mirar a Anders a los ojos mientras se sentaba cerca de la mujer anciana, con la frase condescendiente dedicada a la elfa vieja.
"cariño" la había llamado. Y estaba casi segura que no había nada de ello en sus palabras, como la mayoría de veces que alguein decidia usar ese vocativo, tan solo para reprimir la molestia fácil que solían ocultar. Se encontró a si misma comparando aquella coletilla con la manera cínica en la que Matt Owens decía "tesoro" encarecidamente a sus prostitutas. Algo que lo asemejó demasiado a él.
Pero el elfo no había acabado de hablar, y su tono iba en crescendo. Eilydh apretó el puño con el que agarraba la aguja al escuchar como Ander cuestionaba su habilidad para mostrar emociones. Tuvo que mirarlo dos veces para cerciorarse que acababa de decir eso. Y parecía como si lo acabase de ver por primera vez. Como si la cubierta de arcilla se hubiese roto y el verdadero Anders hubiese resurgido de ella.
¿Quien diablos era ese elfo para saber que era o no capaz ella de transmitir?
Compuso un gesto confuso, como si estuviese a la espera de que aquel... desconocido se disculpase por asumir cosas de ella que no sabía. Con el dolor en sus ojos de saber que por mucho que quisiese fingir que sus palabras eran injurias, la verdadera razón por la que se había levantado y alejado un poco de él era porque... había comenzado a entenderla demasiado bien.
Pero no fue así.
Anders componía preguntas a. la vez que él mismo se las respondía. Usó su hacha para cortar parte de su cabello que tapaba sus orejas y Eilydh no pudo más que llevar sus manos ahí donde su pelo rubio había estado hasta hacía unos segundos, como si aquel gesto de valentía la hubiese tranquilizado por un momento y contradijese a todo lo que estaba pasando por su cabeza. Dejó la mano ahí por un segundo mientras lo escuchaba.
¿Quien diablos eres? Decían sus ojos intentando mirar detrás de los del elfo.
Apartó su mano de manera apresurada cuando Anders le preguntó el motivo por el que fue al árbol, como si aquello fuese... la señal exacta para parar la tregua momentánea en su enfado y todo lo que había estado pensando hasta ahora regresase a ella.
-¿Qué quieres que te diga, Anders? ¿Que regresé a mi tierra para salir victoriosa como una heroina? ¿Que esperaba reconocimiento y que mi padre volviese a intentar casarme con mi violador? ¿Que esperaba que todos mis miedos se quedasen atrás al apagarse las llamas del árbol mismo que me da el éter con el que te curé?- lo dijo de carretilla. Dio la espalda al chico y respiró de manera agitada.
Ash'alá se acercó y posicionó su cabeza en una de las piernas de la chica, haciéndole saber que estaba ahí.
-Regresé a Sandorai porque... Necesitaba escoger como quería morir- dijo, casi sorprendiéndose.- Te salvé porque... tú intentaste robarme aquella decisión dándome ese estúpido collar. Te acercaste a mi con la ingenuidad de saber qué era lo que quería. Desmontaste que las ideas que tenía sobre la mayor parte de los elfos con los que me había cruzado y... - se giró hasta el chico de nuevo con la mirada fiera de la que había hablado el elfo hacía algunos minutos inundándola- Ni siquiera te imaginas lo que aquel estúpido gesto humilde y sin segundas intenciones significaba para mi. No podía dejarte morir ahí. No iba a dejar que derrumbases todo lo que llevaba creyendo durante 5 meses y te marchases así como así. - dijo la elfa contestando a la pregunta que el chico le había hecho.
Aquello sin duda era tan solo parte de la verdad.
Anders le había desmontado todo aquello que se había estado repitiendo durante cinco meses, como mínimo había despertado su curiosidad. Pero no iba a decirle aquello. Miró de reojo la herida del costado de Anders, ya cicatrizada. Dejó su mirada ahí recordando el momento exacto, notando como casi la vida de aquel elfo se le escapaba de las manos y como sintió... ¿Miedo? por no poder curarlo. Escuchó como un sonido lejano como el chico seguía intentando convencerla de lo que ella ya sabía. La llamó hermosa. Eilydh giró un poco la mirada hasta sus ojos, de nuevo retándolo. Pero.. no encontró interés en el tono en el que él la llamaba hermosa. Lo dijo como si fuese un.. hecho, más que algo que la hiciese un blanco fácil. Lo dijo como dijo que era débil segundos antes.
No sabía qué sentía. La debilidad no era algo que la caracterizase. Eilydh creía conocerse lo suficiente como para saber aquello. Vulnerable, quizás pero... no débil. No al menos así.
¿Quién era ese elfo?
Desde el momento justo que lo había conocido le había hecho cuestionarse pilares fundamentales de todo lo que creía conocer. No contento con aquello, se había ganado uno de sus abrazos, había tenido la templanza de cuestionarle el porqué lo había salvado, de apelar a su aspecto físico y a llamarla débil. Estaba buscando ser la causa por la que aquella noche su espada quedase impregnada con sangre elfa. Eilydh agarró a Karma en el momento justo en el que la arcilla de Anders se la acercó. La tomó con fiereza. Sus manos temblaban de ira y la chica pensó que de un momento a otro el enfado que la envolvía iba a hacerla estallar y desaparecería. Al fin.
- No sabes nada de mi. Te crees que por compartir unas orejas puedes entender siquiera por lo que he pasado. Piensas que porque decicí salvarte en una estúpida batalla voy a dejar que interfieras en mi guerra. Piensas que tus cicatrices van a frenarme en mi decisión de venganza. Crees que hay algo más bajo estas trenzas. Y no hay nada. NADA, ¿entiendes?-
Le costaba hablar. Como si aquello no fuese dirigido directamente a el elfo, sino más bien a ella misma. Lo miró respirando de manera entrecortada apretando a Karma avanzó unos pasos hasta él y notó como Ash'alá tiraba de su túnica, insistente. El tigre pareció entender a la perfección, mucho antes que ella misma que no era ira lo que la envolvía, sino dolor.
Y ella no sabía qué hacer con el dolor.
Dejó caer a Karma frente a ella, frente a Anders y luego, como si de pronto el amarre de caderas de la fatídica noche estuviese de nuevo sobre ella, como si el fuego mismo que la marcó penetrase por fin su piel, se dejó caer de rodillas también junto a él y... dejó por fin escapar las lágrimas que llevaba reteniendo 5 meses. De manera silenciosa y mirándose las manos.
Fuera quien fuese aquel elfo...
Eilydh acababa de entender que quizás lo necesitaba en su vida.
La anciana sonrió, contemplando aquella escena y tomó aire en una respiración profunda, aliviada. Como si hubiese estado dudando por un momento si aquello iba a surtir efecto, o no.
Eilydh
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Re: Secuelas [Privado- Anders] [CERRADO]
Me costó bastante... estar.
De pie, sin responder de vuelta mientras se destapaba. De pie, mientras me miraba de esa manera. De pie, mientras avanzaba con el arma. Estaba intentando ser una casa de ladrillos—pero ella no era un mero soplido.
Era un tornado.
Cuando la primera gota de sus ojos reventó sobre su mano alcé un poco la mirada y cerré los ojos, tomando aire, dejando salir un suave, inaudible suspiro. Miré al tigre a los ojos un instante e hice un movimiento con la cabeza hacia la entrada. Podría pasar como que le ordenaba, pero era un animal, ellos entendían mejor de los ojos y el cuerpo. Entendería que más bien le imploraba.
Me agaché lentamente de forma que no la alarmara, dejando el hacha silenciosamente a un lado. Cuando estuve a su nivel no busqué sus ojos, cada lágrima me indicaba dónde estaba su mirada. Posé una mano sobre la suya. O no, era incorrecto decir eso, no toda mi mano, solo un poco de mis dedos, sobre sus dedos.
—...Está bien —me limité a decir, casi en un murmuro—. Está bien. Puedes hacerlo. Yo lo hago todo el tiempo —volteé a ver si el tigre bloqueaba la entrada—. No hay nadie aquí.
Pegué la frente cuidadosamente de su cabello, apretándole suavemente los dedos.
—Está bien.
No dije nada más mientras se desahogaba, necesitaba eso. No le ofrecí un abrazo, y no me negaría a uno. Podía comprender que las lágrimas expulsaban dolor, y frustración, y miedo, pero no orgullo.
Comparaba llorar a sacarse astillas. Tener clavada una siempre dolía, y tal vez podías empujar el dolor atrás en tu mente, e ignorarlo, y vivir con ello. Pero seguiría doliendo siempre, todo el tiempo, en especial si usabas la parte herida; si algo la alcanzaba, si algo iba tras ella, si algo te la recordaba o la movía.
Sacar las astillas dolería infinitamente más que solo dejarlas clavadas dentro, claro está. El dolor era algo que no caducaba, siempre estaba fresco, y jalarlas fuera solo sería más doloroso que el camino que en primer lugar las llevo dentro.
Sin embargo; sería solo un instante. Un día a una década, un año a un siglo. Siempre sería un dolor más grande; pero siempre sería un dolor más efímero…
Esperé pacientemente y forcé una sonrisa, no alegre, no... nada, solo una mera curva de mis labios. No quería que lo primero que viese fuese tristeza, o melancolía, o en el peor de los casos, lástima. Simplemente algo que inspirase que estaba bien llorar, y que estaba ahí.
—Hay todo —dije—. Bajo esas trenzas. Estás tú. Tal vez el árbol te dio el éter con el que me curaste, pero entiende —y quería decirle terca, y fastidiosa, sin dejar de sonreírle—, la decisión fue tuya.
—Y... puede que yo no pueda entender, pero nadie lo haría si no le explicas. Eso es lo que te ha costado tanto, porque es… —vi dentro del tono rojizo que habían tomado sus ojos—… difícil, muy difícil. Necesitarías fuerza para hacerlo.
Más cuando a ella debía estarle costando mucho más de lo que a mí me costó jamás. Eran problemas en escalas diferentes, sabía eso, aún teniendo solo el marco del suyo ante la pintura completa del mío.
Palidecía. Pero los problemas eran… problemas. Ni más, ni menos. Todos merecían ser resueltos.
—Estás siendo fuerte —le aseguré, apoyando mis manos sobre sus mejillas de la misma forma que a ella parecía agradarle hacérmelo, y aunque le había llamado débil hace tan poco, si le llamase así ahora, estaría mintiendo.
Moví los pulgares suavemente sobre su cara para remover los restos de sus últimas lágrimas y me estiré las piernas lentamente arriba, intentando alzarla conmigo, y recorrí con las manos su cuello y sus hombros hasta sus costados.
También sería mentir que por un instante dudé de ella. Nunca fue un asunto de si me atacaría, o si no me atacaría, fue un asunto de si iba a ganar o perder contra lo que marcó y marcaba su espalda. Y lo hizo.
Tal vez… no, seguramente tendría que pelear otra vez contra eso. No una, varias. Pero estaba este récord:
—Ganaste una vez —se lo comuniqué, acercándola todavía sosteniéndola de los lados de sus hombros, arrimándola dentro de un leve abrazo. Uno de alivio y de orgullo a partes iguales—. Puedes seguir ganando de nuevo.
La dejé ir luego de unos instantes para no incomodarla, pero de la misma forma que ella no se permitió dejarme morir porque derrumbe algo; que planeaba ayudar a reconstruir, yo tampoco iba a permitirme que sucediera un evento como el del árbol. No permitirme abrazar a un amigo por pena, o por cualquier otra razón estúpida, en un mundo donde no sabía si mañana estaban. O si mañana recordarían que alguna vez fuimos amigos.
Ella lo hacía. No es que lo fuéramos antes de eso, pero lo éramos ahora. Y por eso le tocaría aguantarse situaciones como esta. Más tarde. Cuando estuviese un poco mejor.
Cuando estuviese bien.
De pie, sin responder de vuelta mientras se destapaba. De pie, mientras me miraba de esa manera. De pie, mientras avanzaba con el arma. Estaba intentando ser una casa de ladrillos—pero ella no era un mero soplido.
Era un tornado.
Cuando la primera gota de sus ojos reventó sobre su mano alcé un poco la mirada y cerré los ojos, tomando aire, dejando salir un suave, inaudible suspiro. Miré al tigre a los ojos un instante e hice un movimiento con la cabeza hacia la entrada. Podría pasar como que le ordenaba, pero era un animal, ellos entendían mejor de los ojos y el cuerpo. Entendería que más bien le imploraba.
Me agaché lentamente de forma que no la alarmara, dejando el hacha silenciosamente a un lado. Cuando estuve a su nivel no busqué sus ojos, cada lágrima me indicaba dónde estaba su mirada. Posé una mano sobre la suya. O no, era incorrecto decir eso, no toda mi mano, solo un poco de mis dedos, sobre sus dedos.
—...Está bien —me limité a decir, casi en un murmuro—. Está bien. Puedes hacerlo. Yo lo hago todo el tiempo —volteé a ver si el tigre bloqueaba la entrada—. No hay nadie aquí.
Pegué la frente cuidadosamente de su cabello, apretándole suavemente los dedos.
—Está bien.
No dije nada más mientras se desahogaba, necesitaba eso. No le ofrecí un abrazo, y no me negaría a uno. Podía comprender que las lágrimas expulsaban dolor, y frustración, y miedo, pero no orgullo.
Comparaba llorar a sacarse astillas. Tener clavada una siempre dolía, y tal vez podías empujar el dolor atrás en tu mente, e ignorarlo, y vivir con ello. Pero seguiría doliendo siempre, todo el tiempo, en especial si usabas la parte herida; si algo la alcanzaba, si algo iba tras ella, si algo te la recordaba o la movía.
Sacar las astillas dolería infinitamente más que solo dejarlas clavadas dentro, claro está. El dolor era algo que no caducaba, siempre estaba fresco, y jalarlas fuera solo sería más doloroso que el camino que en primer lugar las llevo dentro.
Sin embargo; sería solo un instante. Un día a una década, un año a un siglo. Siempre sería un dolor más grande; pero siempre sería un dolor más efímero…
Esperé pacientemente y forcé una sonrisa, no alegre, no... nada, solo una mera curva de mis labios. No quería que lo primero que viese fuese tristeza, o melancolía, o en el peor de los casos, lástima. Simplemente algo que inspirase que estaba bien llorar, y que estaba ahí.
—Hay todo —dije—. Bajo esas trenzas. Estás tú. Tal vez el árbol te dio el éter con el que me curaste, pero entiende —y quería decirle terca, y fastidiosa, sin dejar de sonreírle—, la decisión fue tuya.
—Y... puede que yo no pueda entender, pero nadie lo haría si no le explicas. Eso es lo que te ha costado tanto, porque es… —vi dentro del tono rojizo que habían tomado sus ojos—… difícil, muy difícil. Necesitarías fuerza para hacerlo.
Más cuando a ella debía estarle costando mucho más de lo que a mí me costó jamás. Eran problemas en escalas diferentes, sabía eso, aún teniendo solo el marco del suyo ante la pintura completa del mío.
Palidecía. Pero los problemas eran… problemas. Ni más, ni menos. Todos merecían ser resueltos.
—Estás siendo fuerte —le aseguré, apoyando mis manos sobre sus mejillas de la misma forma que a ella parecía agradarle hacérmelo, y aunque le había llamado débil hace tan poco, si le llamase así ahora, estaría mintiendo.
Moví los pulgares suavemente sobre su cara para remover los restos de sus últimas lágrimas y me estiré las piernas lentamente arriba, intentando alzarla conmigo, y recorrí con las manos su cuello y sus hombros hasta sus costados.
También sería mentir que por un instante dudé de ella. Nunca fue un asunto de si me atacaría, o si no me atacaría, fue un asunto de si iba a ganar o perder contra lo que marcó y marcaba su espalda. Y lo hizo.
Tal vez… no, seguramente tendría que pelear otra vez contra eso. No una, varias. Pero estaba este récord:
—Ganaste una vez —se lo comuniqué, acercándola todavía sosteniéndola de los lados de sus hombros, arrimándola dentro de un leve abrazo. Uno de alivio y de orgullo a partes iguales—. Puedes seguir ganando de nuevo.
La dejé ir luego de unos instantes para no incomodarla, pero de la misma forma que ella no se permitió dejarme morir porque derrumbe algo; que planeaba ayudar a reconstruir, yo tampoco iba a permitirme que sucediera un evento como el del árbol. No permitirme abrazar a un amigo por pena, o por cualquier otra razón estúpida, en un mundo donde no sabía si mañana estaban. O si mañana recordarían que alguna vez fuimos amigos.
Ella lo hacía. No es que lo fuéramos antes de eso, pero lo éramos ahora. Y por eso le tocaría aguantarse situaciones como esta. Más tarde. Cuando estuviese un poco mejor.
Cuando estuviese bien.
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