El mercader de Vulwufar [Libre 4/4] [Finalizado]

El cielo apenas era perceptible entre las ramas y hojas de los frondosos árboles que conformaban el bosque. A pesar de ello, fue consciente de que la noche se aproximaba y la escasa luz, que se filtraba entre aquel manto natural, progresivamente desaparecía para dejar lugar al leve destello de las estrellas. El bosque, oscuro per se debido a su densa vegetación, pronto quedaría sumido en una impenetrable negrura, en la que cualquier transeúnte se vería obligado a depender de la luz artificial para poder continuar su camino. La penumbra era además garantía del uso de los caminos, aún para aquellos que realizaban su travesía de forma intencional al amparo de la noche, puesto que durante el día no eran pocos los que huían de los senderos para evitar ser observados.

Todavía era pronto. Su informante había indicado que se realizaría con nocturnidad y alevosía, por lo que debía esperar un poco más. No pudo evitar observar de nuevo el bosque a su alrededor, desde su puesto junto a uno de los amplios pinos que se distribuían por el lugar, a salvo de miradas indiscretas entre los matorrales. Era un bosque espléndido, cuya belleza radicaba sin duda en la ruidosa quietud que lo llenaba cada segundo, donde solo los sonidos propios de la naturaleza turbaban el silencio de aquel entorno libre de presencia humana. Suspiró con cierta nostalgia. Hacía apenas un par de días que había abandonado su hogar y ya sentía añoranza. Sandorái y sus bosques, donde la naturaleza era tan hermosa y salvaje como ninguna otra. Recordar aquello le hizo meditar que los Bosques del Este eran quizás menos espléndidos de lo que había pensado tan solo unos minutos antes.

Era irónico que surgiese en él un sentimiento de añoranza cuando había sido él mismo el que había pedido marchar… y más cuando, en su anterior incursión al basto mundo de Aerandir, no había percibido ninguna sensación similar. Quizá se debiese a la tensión derivada de incumplir sus propios preceptos en el transcurso de su viaje al norte, que lo habían llevado hasta la celebración del solsticio en aquellas lejanas tierras; una presión que en aquella ocasión no sentía. Probablemente el tiempo de espera, así como el ominoso camino que lo había llevado hasta allí, eran la causa de su desazón. Lo importante en aquel momento era que cumpliese su cometido, su misión. Debía poner todo su tesón en ello. Le habían asegurado que sería sencillo. Una rápida y efectiva incursión y el problema quedaría resuelto. Un lance a favor de su causa.

Observó de nuevo el camino, todavía vacío. Unos metros más adelante el sendero se bifurcaba con dirección al oeste y al sur, por lo que el paso por aquel punto sería más lento, más propicio. Con su mano derecha asió el mango del arma, para asegurarse que todo continuaba en su lugar. Sin apartar la vista del sendero se concentró de nuevo en el silencio del bosque. Debía ser paciente.

"Malditos granujas! Como diablos pudieron llevarse mi bolso!!!" Estaba sumamente molesta e iracunda.

Comencé a dar vueltas alrededor de un árbol con una soga en la mano, la cual estaba amarrada a otro árbol de menor tamaño junto al primero, mientras maldecía irritada.
"Esto no se va a quedar así, Derek me matara! Necesito encargarme de ellos como sea y recuperar el paquete!"

Al completar cuatro vueltas realice un nudo corredizo y con ayuda de la Telekinesis comencé a levantar la cuerda hasta la rama más alta entre las hojas, era un árbol bastante frondoso y una tarea complicada y precisa, pero el ver en la obscuridad no era un inconveniente para mí, quien, luego de varios años encerrada en la humedad de Sandorai, lograba identificar y mover con magia las moléculas de hidrógeno en el ambiente a mi alrededor hasta cinco o seis metros. Un centímetro, un milímetro, un milimilimetro, un ínfimo sacudón alcanzaba para sentir la presencia de una simple partícula y percibir más de miles de millones de ellas en lugares con tanta densidad como estos bosques me permitía determinar mi entorno mejor que lo que la vista de otros se limita a malograr por falta de luz,

Era como un gato en la noche, cada insecto, cada hoja cayendo al movimiento, el rocío al anochecer, los arroyos condensados y la neblina que se formaba al rededor eran mis pupilas en todas partes. Y aun así, había permitido que unos matones me robaran la mochila grande que Derek me encomendó antes de salir de Lunargenta.

"Era un trabajo simple, solo debía llevar esa caja a la arboleda central" seguía reprendiéndome en mi mente mientras continuaba con el montaje de mi trampa elevadora "Por qué me salí del camino... que idiota confiada". Descalza, mis pies se deslizaban por el suelo sin mover siquiera la más pequeña piedra, como acariciando el suelo con una pluma sin el raquis. Ya no bajaría la guardia de nuevo.

Eran más grandes, eran más fuertes y un número mayor a mi sola, por lo que enfrentarlos directamente sería un problema. Me había limitado a solo seguirlos cuando escuche en una conversación que tomarían este camino al finalizar su juerga de bebidas y mujerzuelas, por lo que debía estar listo para contraatacar y recuperar el mandado. No podía atacarlos en el poblado, en el pasado ya tuve problemas con la ley por eso, pero si podía matarlos aquí, en el medio de la nada.

Cuando la trampa estuvo lista, prepare otras dos con dardos a los laterales mucho mas simples, a pesar de estar bajo presión logré crear una estrategia para usar con mi daga. No sabía si tendría éxito, pero no me tendría tan fácilmente.

Me oculté sin perder tiempo en las sombras.

Un leve resplandor naranja se filtró entre las ramas de los árboles cuando el ocaso llegó a su fin. Tras lo cual, la oscuridad de la noche reinó en el bosque, solamente interrumpida en algunos pequeños claros por el brillo de la luna llena que debía alzarse en el cielo, apenas perceptible debido a la frondosidad de los árboles. El camino que discurría ante él era uno de esos puntos escasamente iluminados, cualquier cosa que avanzase por allí sería claramente visible, mientras que aquello oculto entre la espesura vegetal, como él mismo, sería imperceptible.

La noche se llenó a su vez del sonido de las criaturas que elegían aquel momento del día para vivir. Búhos y lechuzas comenzaban su canto nocturno, al tiempo que pequeños puntos luminosos llenaban algunos matorrales, indicando que en ellos habitaban luciérnagas. Un sonido extraño, diferente y rítmico se dejó oír. Metal sobre piedra. Cascos de caballos golpeando el empedrado camino. Todavía era un sonido lejano, por lo que aquellos que lo generaban aún tardarían en llegar hasta su posición. Además, debía asegurarse de que eran la gente que buscaba antes de intervenir, pues cualquier error podría hacer que perdiese su objetivo real.


Concentrado como estaba en aquellos pensamientos, repasando paso a paso su siguiente movimiento, el sonido de algo pesado cayendo al suelo, no muy lejos de su posición, consiguió sobresaltarlo. Ningún animal sería tan estúpido como para montar tremendo alboroto en medio de la noche. Las presas corrían el riesgo de ser cazadas y los depredadores el de perder su comida. Solo un humano podía ser tan incauto como para generar tanto ruido. Puso los ojos en blanco. No podía creerse que, teniendo en cuenta la vasta extensión de aquel lugar, justamente tuviese que encontrarse en la misma área del bosque que otro habitante de Aerandir. Tendría que solucionar aquello antes de que los caballos alcanzasen su posición.

Con la mano derecha blandió la cuchilla de la kusarigama, agarrándola del mango. No dudaría en matar al origen del tumulto si con eso podía asegurarse de que su misión no fracasase; y si por suerte se trataba de un humano, siempre podría disfrutar del momento. Dirigió sus pasos con sigilo y en silencio hasta la posición de la que había procedido el ruido, escuchando según se acercaba una voz femenina, vagamente conocida, proferir una pregunta. Cesando su cuidadosa conducta, caminó ya a paso normal hasta el lugar. No podía creer en su mala suerte

- De todos los deleznables humanos con los que podía toparme hoy en mi camino, precisamente tenías que ser tú uno de ellos… - La fiesta en el norte había exigido todo su autocontrol y una buena dosis de falsa cortesía, para poder salir vivo de una situación que, por el contrario, podría haber sido mortal. Pero en aquel bosque, en medio de la nada, podía permitirse destilar todo el veneno y desprecio que sentía por seres como aquella criatura. Allí estaba, la descarada humana que había osado acercarse a él y tratarlo con indebida confianza.

Un movimiento cercano le hizo ver que no estaba sola, reconociendo entre las sombras la figura de otra cara conocida - ¿Disfrutando de la compañía? ¿Acaso recibir la corona de flores surgió el efecto que deseabas? – Sonrió torvamente al licántropo, recordando que su nombre era Ull – Aunque si mal no recuerdo, no hacía mucho juego con tu... pelambrera – incidió notoriamente en el silencio y utilizó deliberadamente aquel término para referirse a su pelaje. Esperaba que con ello el chico lograse entender que conocía su ‘secreto’.

Prestó por un segundo de nuevo oído al sonido de cascos. Aún había tiempo. Podía conseguir que se largasen o acabar con aquello rápido.

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Off rol: dependiendo de cómo se desarrollen las dos tramas paralelas que hay en el bosque, en mi próximo post o en el siguiente probablemente entre en escena parte de la trama que da nombre a este tema. Así que sentíos libres de uniros o no a la misma y de tomar decisiones al respecto.

Humedad en el ambiente y va en aumento comenzaba a sentirse penetrando así ligeramente entre las ropas que traía puesto, a pesar del descenso de la temperatura y condiciones desfavorable el que a cualquiera increparían, Yo me sentía cada vez más cómoda. No se daban los índices equipararse con él Sub clima en el bosque que consideraba mi hogar.
Más humedad equivalía a más agua y más agua era lo mismo que decir muchas millones de más películas de hidrógeno en el aire dentro de su composición química, más hidrógeno se traducía para mí en una imagen detallada fotográfica del entorno que me rodeaba, sólo era cuestión de mover las partículas nano milímetros con la telequinesis para que al percibir las estas dilaten su presencia en cada objeto o no vivo en el lugar.

Dos trampas había alcanzado a montar antes de hundirme en la penumbra, Dos trampas separadas por pocos metros una a consecuencia de la otra, ambas al pisar ocultas en hojas Y colocadas de forma tal que al accionarse una la sorpresa en el Dúo lleva hacia el otro hacia la segunda. Una trampa pestilente con un olor tan rancio y podrido qué cadáveres putrefactos volverían a la vida y se cubrirían la nariz por no poder respirar, O al menos así de mal olía para mí; la segunda una red qué caería de lo alto y se enreda día en las extremidades de su víctima dificultando le la motricidad. Ambas me darían el tiempo suficiente como para recuperar mis cosas y huir con ellas.

La espira se hacía larga y mi he traicionado a mi juicio con especulaciones absurdas y distracciones innecesarias. Me hacía preguntas Cómo qué tan acertado fueron mis cálculos de su trayectoria, si había calculado bien la ruta más probable que tomarían, si la recolección de datos había sido suficiente para juzgar su posterior accionar o incluso si las palabras que escuche sido las correctas

Pronto escuché ruidos, mi corazón aceleró su palpitar en lo que regulaba mi respiración no ser detectada, no tenía enfrentarme a ellos Pues podría matarlos en el mejor de los casos Pero había prometido a Derek que matar lo haría sólo si mi vida corriera peligro. Si lograba recuperar todo e irme tras sólo imposibilitarlos, Derek estaría muy orgulloso de mí. No estaba acostumbrada a pensar estrategias resolver situaciones que no implicarán la muerte de mis contrincantes o víctimas, esto suponía un desafío mental bastante grande para lo que me gustaba analizar las circunstancias y probabilidades.

El rosto de Ull no mostró sorpresa alguna a su llegada. Probablemente lo había visto acercarse, puesto que Tarek no había hecho gran esfuerzo por ocultarse una vez identificado el origen del ruido; o quizás hubiese captado su olor con anterioridad al incidente, razón por la que se encontraba tan próximo a su posición. Observó por un segundo al licántropo con suspicacia. Bajo ningún concepto había supuesto que pudiese convertirse en una presa mientras acechaba. Debía tener más cuidado.

- Puedes faltarme al respeto si eso te hace sentir mejor. No voy a ofenderme –una maliciosa sonrisa cruzó sus labios como toda respuesta a la ceñuda expresión del muchacho- Además, para hacerme daño tienes que alcanzarme y al parecer tienes un… peso muerto encima –añadió, señalando con la cabeza a la humana, que parecía la causante, como no, de aquel desaguisado.

- Si mis dioses tuviesen a bien cruzar tu camino con el mío, humana, te aseguro que sería el último que recorrerían tus despreciables pies. No tientes a tu suerte una segunda vez –aseveró, destilando veneno en cada palabra. Su simple presencia le hacía enfurecer. La desfachatez con la que se dirigía a él, con aquella falsa confianza, como si fuesen iguales… lo sacaba de quicio.

Notó como las uñas se le clavaban en la palma de la mano izquierda, al tiempo que su mano derecha se cerraba con más fuerza sobre el mango de la kusari-gama. Sería tan fácil. Incluso podría hacerlo antes de que Ull se levantase. La distancia no era tanta. Además, contaba con la amplitud que le proporcionaba la cadena… podría hacerlo… Por su mente discurrieron una docena de posibilidades, desde una muerte rápida e indolora a otras mucho más crueles y sangrientas. Por un segundo pudo notar incluso el calor de la sangre en sus manos.  

El sordo rugido de la ira inundaba sus sentidos y a punto estaba de atacar, cuando las palabras de advertencia de Ull llegaron hasta su consciencia. No fue la amenaza lo que le hizo recapacitar. No. Pero aquel no era el momento. Estaba allí por otra razón. No podía inmiscuirse en una trifulca que no pasaría desapercibida desde el camino. Había cuestiones más importantes que atender en aquel momento y se le acababa el tiempo.

- Dale las gracias a tu amigo –señaló con la cabeza a Ull mientras se dirigía a la molesta humana- Pues con gusto te habría dado a conocer el filo de mi arma, ya que tanto interés pareces mostrar por ella. –y con una última mirada de desprecio hacia la muchacha, le dio la espalda, tomando el camino que lo había llevado hasta allí. Aunque sus pasos no lo llevaron muy lejos antes de que decidiese detenerse de nuevo por un breve instante- Deberías largaros. No querréis formar parte de lo que va a pasar y si me molestáis… -acabó de desenroscar la kusari-gama del lugar en el que siempre la portaba- no tendré reparos en usarla.

Los cascos de caballo se escuchaban cada vez más cerca, incluso podía distinguir el quedo murmullo de voces. No alcanzaría su punto de vigilancia antes de que cruzasen el camino, por lo que, deslizándose entre la foresta, tomó posición en un lugar próximo. Con expresión taciturna, miró sobre su hombro una última vez, distinguiendo no muy lejos del lugar donde se encontrba al licántropo y la humana. Esperaba que no se inmiscuyesen, no porque tuviese algún tipo de aprecio por sus vidas, sino porque su intervención solo complicaría una misión que debía ser fácil.

El traqueteo del carruaje y palabras sueltas de una animada conversación le indicaron que su presa estaba próxima a su posición. Asió el arma con más fuerza y agazapándose, esperó, acechando el camino. Pero un lejano grito de terror interrumpió los tranquilos sonidos de la noche, haciendo que los caballos del carruaje se encabritasen.

- Maldita sea –susurró. ¿Acaso todo iba a salir mal aquella noche?

Observó como las dos figuras y sus monturas paraban por un momento, mirando en dirección aquel terrible sonido. Tarek no se paró a pensar en su origen pues, de haberlo hecho, habría podido jurar que se trataba de un individuo exhalando su último y aterrorizado aliento, tras ser atacado por algo o alguien. Pero en aquel instante todo aquello no importaba.

El mercader y su acompañante retomaron la marcha, mucho más alerta, con los caballos a trote ligero. Volvió a maldecir por lo bajo. Aquello no cambiaba los planes, aunque complicaba en cierta medida su tarea. Aun así, no sería complicado. Solo eran dos. Nada a lo que no pudiese enfrentarse.

Con el cuerpo en tensión y el arma sujeta con ambas manos, se dispuso a cumplir con la tarea que le había sido asignada.

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Off: El grito al que hago referencia es el de alguna de las víctimas de Salük, para que se vea que no estamos muy lejos.

Estaba expectante y ansiosa, en cualquier momento alguien caería en alguna de mis trampas y tendría pocos segundos para actuar en consecuencia, no es que fuese imposible liberarse de ellas. Traté de Calmarme lo más posible, para ampliar mi área de control molecular, necesitaba ver más allá, Y si estaba tan nerviosa no lo lograría. Una persona se acercó y piso la trampa de red, casi me explotaba el corazón de alegría al ver que había funcionado y justo cuando iba a salir noto que está criatura logró esquivar la malla tejida.
Preferí quedarme en el lugar expectante, esa persona no cargaba nada contigo y mis pertenencias ocupaban un mayor lugar que un simple bolsillo o un pequeño morral. Había dos personas más atras, una de ellas se distanció.

Se escucharon ruidos más adelante Y sí escuchó un grito más atrás, Qué clase de bosque popular era este que más allá del ahora estaba tan concurrido, Cómo saber cuál de todos estos fue el que toma mis cosas, la sola idea de imaginar el regañó que me llevaría por parte de Derek me daba las fuerzas para no rendirme en la búsqueda consiente de que aún queda una trampa por ser detonada.

Era lógico pensar que la ágil mujer no había sido responsable del robo, " no,los responsables eran más grandes y más pesados, no podrían esquivar una trampa con tanta ligereza" quizás mis conjeturas no eran acertadas pero no podía pensar en otra cosa este momento, me sentía bajo mucha presión.

Pensé entonces en ahuyentarla, usé mi telequinesis para mover piedras de mayor tamaño desde el sentido donde se escucharon los gritos y les están pille contra árboles y arbustos al lado del camino provocando que esto se movieran alevosamente como si una criatura de mayor tamaño, grande como un dragón, se estuviese asomando.
No quería que Cállese en mi segunda trampa pues no era para ella, quizás los dos sujetos habían conseguido a una prostituta Y esa era esta muchacha. Si los dos que estaban con ellas alejaban mucho, iba a tener que usar mi magia para atacarlos, no quería llegar a ese resultado, sólo necesitaba que avancen, Aunque me preocupaba es que uno de ellos pareció haberse marchado.

El carruaje se acercaba cada vez más a la posición de Tarek que, con el cuerpo en tensión, contaba los segundos que faltaban para entrar en acción. Al parecer el mercader había decidido prescindir de su escolta aquella noche. Su informante le había comunicado que aquel individuo volvía hacia Vulwufar, tras su última venta, para atender algún asunto urgente. Probablemente no portase más que lo puesto y el carro contuviese víveres de escaso valor, para amortizar el retorno desde el punto de venta. El dinero, por seguridad, viajaría de día, lejos de aquel tenebroso e inhóspito bosque, con una escolta apropiada. Así pues, el mercader transitaba aquella noche el bosque sin más apoyo que el conductor del carro, a fin de aligerar su marcha y acelerar el retorno a la ciudad.

Montado a caballo, el tratante cabalgaba a la par del carro, conducido por un muchacho bastante joven y desarrapado. De desconocer la historia de aquel individuo, cualquiera habría pensado que se trataba de un simple buhonero, transportando sus productos de pueblo en pueblo para ganarse la vida, junto a su joven e inexperto ayudante. Pero Tarek sabía la verdad. Tras su aspecto mundano y sencillo se escondía uno de los comerciantes más prósperos de Vulwufar. Uno de aquellos que se habían enriquecido a costa de lo que no era suyo.

Apretó la mano de la empuñadura con fuerza. Su suerte se acababa esa noche. Sería un aviso para los demás. Un ejemplo de lo que sucedía cuando uno de los suyos se atrevía a ir más allá de los límites establecidos…

El carro se encontraba prácticamente a su altura cuando un estruendo, a espaldas de Tarek, le hizo volverse, al tiempo que la comitiva paraba su avance y los caballos relinchaban asustados. El elfo observó, a la escasa luz que penetraba entre el follaje, la silueta de aquella insufrible humana, que alzaba su vista hacia algo que pendía sobre ella. Una especie de red colgaba de un árbol cercano, meciéndose en un vago vaivén. Una trampa. La incredulidad comenzó a reflejarse en su rostro cuando un segundo estruendo, seguido de un penetrante y desagradable olor, hendió la noche, acompañado de un estrangulado quejido. Ull parecía haberse topado con un segundo mecanismo.

- ¿Qué sucede? ¿Quién está ahí? –la voz del mercader, así como el sonido de algo metálico rozando cuero, rompieron por tercera vez el silencio de la noche.

Tarek maldijo por lo bajo. Un ataque sorpresa quedaba sin duda descartado, por lo que solamente le restaba una opción. Sin más dilación, se impulsó hacia el camino, arma en mano, para atacar al mercader. Solo eran dos, uno de ellos probablemente inexperto en la lucha. Tenía que poder con ellos…

La certeza de lo que iba a ocurrir a continuación alcanzó demasiado tarde su entendimiento. Por un segundo vislumbró el final de su misión, a solo un paso de distancia de donde finalmente se había detenido… hasta que la enorme sonrisa en la cara del mercader le indicó que probablemente si que fuese a ser parte de un ataque sorpresa aquella misma noche, pero no uno perpetrado por él mismo. Había caído en una trampa. Alguien los había vendido.

La muchacha se hecho para atrás y siguió al elfo, me acerque más, para no perderles el hilo, aparentemente el ruido de caballos y el carro, eran parte de una efectiva caravana que volvía del pueblo. Y estos no eran más que simples bandidos.

Uno de ellos cayó en mi trampa, pero ya no eran de mi interés por sus complexiones o sus equipos. No me intereso, preferí estar al tanto del que se fue en manos contra la compañía sin refuerzos, quizás alguno tenía un perfil similar a lo que buscaba.

Tres hombres se bajaron y pelearon en defensa, el único interno en la pelea no tenía complicaciones, los cuerpos de esos tres no eran tan grandes por lo que los descarté de inmediato como mis presas, esa no era mi pelea. Ya tenía activada mi telekinesis molecular hacia un buen rato, y la cabeza comenzaba doler sumado a un simple ruido agudo perforándome el tímpano. Necesitaba descansar tanta concentración pero no podía rendirme aun en recuperar mis cosas.

Deje de observar con magia, apagando las luces que se iluminaban en mi cabeza, ellos no eran mi foco, ni yo el de ellos, era bueno ser ingeniosa al mantenerse oculta, por lo que no era difícil desaparecer de la escena en cualquier momento que nadie allí se percataría siquiera de la clase de amenaza que implicaba. La batalla pareció llegar a su fin en la última imagen que capte y me relaje para marcharme de allí y seguir buscando cuando la tierra comenzó a vibrar. EL ruido de muchos pasos estrepitando contra el suelo, moliendo ramas y hojas secas a su andar llego hasta mis sentidos, el suelo temblaba demasiado cerca del enfrentamiento y luego un gran peso que calmo a todos. No pude evitar sobresaltarme, no activaría mi telekinesis por ello, pero conté entre diez y quince personas aproximadamente, demasiada gente para ir dentro de un solo carruaje cual vehículo humorístico. Tenía que tratarse de un chiste. Si una simple carcasa de madera podía albergar tanteas personas, quizás también albergaría mi encomienda.

Una presencia mayor se hizo presente, su andar era más pesado que el del resto y su voz cortaba el viento con un yugo impresionante. Perdí el interés en irme, escuche cada palabra a medida que imaginaba las miles de posibilidades, donde los que me habían asaltado tenían algún vínculo con esas personas. Pronto volvieron a sus puestos y se llevaron al muchacho del trio anterior.

Eran demasiados. No podría con ellos, pero surgía una remota posibilidad de que mi encomienda estuviera allí y necesitaba recuperar ese paquete.

Un segundo estruendo llamo mi atención en sentido de donde estaba la prostituta que había asustado antes. "Claro! ella sigue aquí... y ese capaz era su amigo..." pensé animada, una remota posibilidad apareció, quizás ella buscaría a su amigo y si la ayudaba ya éramos dos contra quince(? Un número desfavorable... pero no perdía nada en intentarlo, aunque el estruendo también era preocupante, cruzaba los dedos porque la muchacha estuviera bien. Me acerque y escuche otra conversación, era el claro ejemplo de frases como "lo que las paredes oyen" o árboles en este caso.

- Necesito sumarme en ese rescate! - dije dejándome ver a un lado de ellos. No era mi estilo ser detectada en un bosque por extraños, pero allí se estaba consolidando un grupo, podía asumir que entre extraños pactando se mantendría alguna clase de honor respetable. - Es muy probable que dos sujetos a los que estoy cazando por robarme estén en esa caravana. - no me detuve a pensar mucho, ya me había construido la idea de que los ladrones iban en esa y nunca me cuestione por el gran tamaño de este nuevo personaje que apareció en la escena, el dolor de cabeza aun me tenía algo tonta y distraída.

Las voces le llegaban opacadas, como cuando uno intenta escuchar bajo el agua, percibiendo la totalidad del sonido, pero sin ser capaz de distinguir las palabras. Sin embargo, de lo que no le cabía duda, era del regocijo que estas desprendían. Repasó una vez más los sucesos que habían desembocado en aquella situación… Su perspectiva de futuro no era buena, pero eso no importaba. Lo único que realmente le afligía era saber que, tras su desaparición, otros serían enviados en su lugar y los hechos volverían a repetirse, al menos hasta que alguien se percatase de la presencia del traidor. Tenía que haber sido uno de los humanos de Vulwufar. Uno de aquellos que habían pasado la información… no había otra posibilidad.

El carromato en el que se encontraba se tambaleó, probablemente debido a alguna piedra descuadrada en el camino, haciendo que las cadenas, que sujetaban sus brazos en cruz y le obligaban a permanecer arrodillado, tintineasen. El encuentro no había sido fortuito. Aquel carro estaba preparado para portar un preso. Al menos había conseguido deshacerse de parte de la escolta. Si solamente hubiese podido llegar al mercader… Solo esperaba que su sustituto tuviese más suerte y consiguiese acabar con aquella plaga que mermaba sus bosques.

El carro se detuvo y las voces se aproximaron. El chirrido de los goznes y la luz de un candil le indicaron que iba a recibir visita.

- Bien, bien, bien… -la luz y las sombras proyectaron un extraño patrón sobre la cara del mercader, cuando este se colocó frente a Tarek, con una ladina sonrisa en los labios. A su espalda, alguien dio órdenes para que los caballos fuesen abrevados- ¿De verdad pensabais que no lo sabría? Wulvufar es de mi gente. Ni una sola piedra se mueve en la ciudad sin que nosotros lo sepamos… y enviar solo a uno. Debería sentirme insultado. –el mercader observó al elfo con desdén, recorriendo con la mirada con cierto desagrado- Ni siquiera un guerrero en condiciones. Aunque…-acercándose todavía más, asió a Tarek por el mentón, haciéndole girar la cara-  podrías ser una buena pieza de venta. No sabes lo mucho que algunos pagan por caras como la tuya.

La mezquina sonrisa que adornó sus labios tras esas palabras cegó por un momento al elfo que, sin meditar sobre las consecuencias de sus actos, sacudió la cabeza para liberarse del agarre y procedió a morder al mercader en la mano. Quizás no fuese la actitud más digna que podría mostrar en una situación como aquella, pero prefería ver brotar la sangre de aquel malnacido que aguantar una sola palabra más. Si aquella misión acababa con su muerte, al menos aquel desgraciado no olvidaría lo que había pasado aquella noche.

Los gritos del mercader alertaron a su escolta, que se apresuró a ayudar, no sin cierta dificultad, a su señor.

- Condenado malnacido –escupió el mercader con rabia, antes de propinarle un puntapié en el costado- ¡Amordazadlo! –ordenó, para a continuación cambiar de opinión- No. Vendadle los ojos. Si no ve, no sabrá a donde vamos. Además, ciego no podrá hacer mucho daño. –para añadir con un último vistazo antes de descender del carro- No quiero volver a ver esos malditos ojos verdes.

La oscuridad cubrió el mundo de Tarek, mucho más consciente del traqueteo del carro, ahora que su sentido principal había sido anulado. A pesar de ello, ni siquiera aquel contratiempo pudo borrar la cruel sonrisa que se había instalado en sus labios y en la que, poco a poco, la sangre comenzaba a secarse.

No siempre tenía la suerte de cruzarme con personas o criaturas como estas, Y es que es absurdo pensar que se puede confiar en una pequeña niña de aspecto ultrajado que surge de la nada en un bosque durante una noche tan profunda y peligrosa. Como una sumatoria a hechos agravantes, lejos estaba de saber Cómo dialogar con otros seres, no era alguien precisamente social ni mucho menos explicativa y como broche de oro, de mis labios no se proyectaron más que exigencias cuál reina a sus Plebeyos. No sabría decir en qué momento creí que lograr equipo de acción contra el grupo que había secuestrado al elfo sería tan fácil como decir:
Hola! Seamos buenos amigos, tomemos nos de las manos, y vayamos Juntos por él, dando brincos y saltos a través de campos de flores y maizales y, entonando una canción ridícula pero pegajosa.
Seguro que si le contaba están está anécdota alguien más no me la creería, A duras penas yo interpretaba lo que estaba ocurriendo, ya sabía cómo eran ellos, y no necesitaba magia para entender como el gran animal en gestos y palabras nos invitaba a un contacto tan personal como subirnos en su lomo, absurdo. Si ni siquiera yo podía creerlo Y eso que lo estaba viviendo, Cómo haría para que lo creyera Derek.

Mi mente dio vueltas incrédula de lo que esta línea de tiempo me iba mostrando mientras sin perder mucho tiempo abrir la boca mientras caminaba hacia el hombre bestia.

- y yo soy Mérida. - Derek Siempre hablaba de lo importante que era presentarse, que eso haría que me califiquen como una joven con buenos modales Aunque no me conocieran, no tenía una gran capacidad estratégica para juzgar a las personas pero si vamos a trabajar juntos, y se habían tomado las molestias de no dudar de la veracidad de mis actos, por lo menos podía garantizarles una transparencia como persona, Aunque tampoco fuera del todo cierta. Yo no confiaba en ellos, porque ellos confiaría en mí, en fin, la hipocresía.
Siempre podría usar mi magia y atravesar les el pescuezo con una daga, los hombres bestias son difíciles de carnear, pero  la muchacha seguro la dejaría sin glúteos y sin piernas, tendría para toda la semana... Si Derek no se enteraba, no habrían problemas.

Sonreí ligeramente entre las conjeturas hasta que llegue a su lado siguiendo El ruido que había hecho al trasladarse hasta el camino y el sonido de su voz. Sería transportada en un carruaje peludo por lo que no necesitaba aún usar mi poder, confiaría en sus sentidos para llegar hasta Nuestro objetivo.

Coloque ambas manos hacia el frente, pronto vellos corporales salón escurrirse entre mis falanges y un ligero escalofrío recorrió mi cuerpo. No era momento para sensaciones extrañas, me aferré de donde pude te hice dos intentos bastante penosos por escalar al animal, la tercera fue la vencida, logrado gracias A que antes de volver a intentarlo, siete la falda de mi vestido y llevándola a la boca genere un corte con los dientes para luego rasgar en el sentido de las fibras por el medio.

- Como se supone que te digamos? Lindo gatito? Mufaza? - pregunté con total confianza para luego repensar que quizás no era la manera correcta de dirigirme a un extraño - no presentarse es de mala educación.

Pronto se movería a una velocidad a la cuál, afirmar que no estaba acostumbrada era una absoluta  mentira; Sólo una vez en la vida tuve una experiencia así, y luego nunca más. Era Genial, inexplicable, pero no era hora de disfrutarlo, necesitaba recuperar mis cosas sin falta.

El tiempo transcurre de formas inexplicables cuando uno pierde el sentido de la vista. Podían haber pasado únicamente minutos o quizás horas desde que el mercader había decidido mofarse de su destino, recibiendo a cambio un presente difícil de olvidar. A su mente regresó la noche que había pasado en la profundidad de un mausoleo en Lunargente, en compañía de un esquelético compañero. Sin duda había dormido en lugares peores, pero nunca en una posición tan terriblemente incómoda. No, no era momento de conciliar el sueño, debía pensar con cautela su siguiente paso.

El mercader y su sequito lo llevaría probablemente a Vulwufar o alguna población costera cercana, situadas como mínimo a unos 3 o 4 días a pie desde la localización donde sus caminos se habían cruzado. El traslado en caballo quizás restase un día o día y medio al viaje, pero eso todavía les dejaba un largo trecho que recorrer. Así pues, la caravana tendría que detenerse en algún momento para dejar descansar a los caballos y sus jinetes. Dudaba que tuviesen la cortesía de proporcionarle la oportunidad de estirar las piernas. Más aún, su numerito con el mercader probablemente le granjease un camino bastante monótono y sin demasiadas visitas, siempre y cuando no decidiesen cobrarse su venganza.

El incesante traqueteo del carro resultaba hasta cierto tiempo tranquilizador, aunque a su vez desesperante, habida cuenta de lo que significaba para él avanzar metro a metro hasta su destino. ¿Cuál sería su sino? Le sorprendía seguir vivo, a fin de cuentas, había matado a parte de la escolta del mercader. ¿Qué sería entonces? ¿La esclavitud? No sucumbiría ante los humanos… no sin antes matar a aquellos que se pusiesen en su camino. Solamente necesitaba una oportunidad para poder escapar. Pero si no lograba huir de ellos, acabaría sin dudarlo con su propia vida.

El terreno bajo las ruedas cambió, haciendo el avance más lento, pero también más estable. Un par de metros más adelante, el carro se detuvo y una decena de voces se alzaron en la quietud de la noche. ¿Qué hora sería? ¿Acaso habría comenzado ya a asomar el sol por el horizonte?

- ¿Qué hacemos con él? –el sonido amortiguado de una voz irreconocible llegó hasta él.

- Dejadlo ahí dentro y apostad a un par de guardias a cada lado del carro. No podemos fiarnos. Esos miserables elfos podrían haber mandado a alguien más.

Un sordo asentimiento y de nuevo silencio. Por un momento deseó que el sueño invadiese su ser, a fin de que su mente dejase de perpetuar la humillación sufrida aquella noche. Sin embargo, la vigilia era un imperativo. Dormir equivaldría a quedar desamparado ante sus enemigos, más de lo que ya estaba en ese momento. Sin embargo, ese pensamiento no evitó que su mente oscilase durante las siguientes horas entre la realidad y un ligero estado de ensoñación.