El mercader de Vulwufar [Libre 4/4] [Finalizado]
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Re: El mercader de Vulwufar [Libre 4/4] [Finalizado]
Había momentos en los que me sentía realmente satisfecho conmigo mismo, momentos en los que podía posar los ojos sobre mi obra (normalmente en forma de una presa especialmente difícil de atrapar) y estar orgulloso de mi mismo.
Este no era uno de esos momentos.
De hecho, si se corriera la voz, si mi tribu se enterara de que no solo había permitido, sino que había sugerido que dos monas sin pelo se subieran en mi lomo y me cabalgaran como un vulgar mulo....estoy seguro de que me readmitirían en la tribu aunque solo fuera para reírse de mí.
Es por eso que ni siquiera esperé a que Lori-como-se-llame acabara la frase antes de echar a correr, quería que esta experiencia terminara lo antes posible.
Pero no iba a tener tanta suerte.
A lo lejos, sobre un árbol, podía distinguir el brillo de la flecha de un centinela...sabía que los estábamos siguiendo...
Los felinos y los reptiles somos conocidos por nuestros ojos rasgados, pero, cuando hay poca luz, somos capaz de dilatar nuestras pupilas hacia los lados mucho más que la mayoría de las especies, hasta que nuestros ojos se vuelven casi completamente negros. Lo que nos da una gran visión en la oscuridad.
No teníamos tiempo de dejar de correr para lidiar con el arquero, de modo que decidí tomar una medida algo más arriesgada. Debía tener cuidado y calcular el peso extra de mis "pasajeros" antes de dar el salto.
-¡Agarraos fuerte!-Grité mientras mi patas traseras, construidas en forma de resorte, me daban el impulso necesario. Con mis cuatro garras me agarré al tronco del árbol y con un rugido, di un segundo brinco que me permitió golpear al centinela con mi garra. Volví a echar a correr en el momento en el que toqué el suelo. No tenía tiempo de pararme a mirar, pero la sensación húmeda y caliente en mi garra derecha me decía que probablemente le había arrebatado a ese centinela parte de su rostro.
-Deber haber más-dije-No se si habrá tanta suerte con el siguiente, si alguna tuviera algún arma a distancia, sería de muchas ayuda.-
Primero me dejo montar por humanas y ahora les pido ayuda, que día más raro había resultado ser.
NOTA: Merida, si quieres, puedes notar tu objeto entre mis cosas mientras estás a mi espalda. Incluso intentar robármelo, si te ves capaz.
Este no era uno de esos momentos.
De hecho, si se corriera la voz, si mi tribu se enterara de que no solo había permitido, sino que había sugerido que dos monas sin pelo se subieran en mi lomo y me cabalgaran como un vulgar mulo....estoy seguro de que me readmitirían en la tribu aunque solo fuera para reírse de mí.
Es por eso que ni siquiera esperé a que Lori-como-se-llame acabara la frase antes de echar a correr, quería que esta experiencia terminara lo antes posible.
Pero no iba a tener tanta suerte.
A lo lejos, sobre un árbol, podía distinguir el brillo de la flecha de un centinela...sabía que los estábamos siguiendo...
Los felinos y los reptiles somos conocidos por nuestros ojos rasgados, pero, cuando hay poca luz, somos capaz de dilatar nuestras pupilas hacia los lados mucho más que la mayoría de las especies, hasta que nuestros ojos se vuelven casi completamente negros. Lo que nos da una gran visión en la oscuridad.
No teníamos tiempo de dejar de correr para lidiar con el arquero, de modo que decidí tomar una medida algo más arriesgada. Debía tener cuidado y calcular el peso extra de mis "pasajeros" antes de dar el salto.
-¡Agarraos fuerte!-Grité mientras mi patas traseras, construidas en forma de resorte, me daban el impulso necesario. Con mis cuatro garras me agarré al tronco del árbol y con un rugido, di un segundo brinco que me permitió golpear al centinela con mi garra. Volví a echar a correr en el momento en el que toqué el suelo. No tenía tiempo de pararme a mirar, pero la sensación húmeda y caliente en mi garra derecha me decía que probablemente le había arrebatado a ese centinela parte de su rostro.
-Deber haber más-dije-No se si habrá tanta suerte con el siguiente, si alguna tuviera algún arma a distancia, sería de muchas ayuda.-
Primero me dejo montar por humanas y ahora les pido ayuda, que día más raro había resultado ser.
NOTA: Merida, si quieres, puedes notar tu objeto entre mis cosas mientras estás a mi espalda. Incluso intentar robármelo, si te ves capaz.
Salük
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Re: El mercader de Vulwufar [Libre 4/4] [Finalizado]
Un golpe seco y el chirrido de un cerrojo levemente oxidado fueron la antesala de la luz que inundó, en medio del silencio de la noche, el carromato en el que encontraba Tarek. Aún a través de la tela que le cubría los ojos, pudo distinguir el dorado reflejo de una antorcha, cuyo calor hormigueó sobre su helada piel, provocándole un estremecimiento.
- Elfos… -el sonido de un escupitajo golpeando el suelo llegó hasta sus oídos- ¿Sabes, duendecillo? Uno de los tipos a los que mataste era mi primo. Un tipo poco inteligente, incluso bastante despreciable, pero familia. Mi familia… -el frío metal de algo, que Tarek sospechó que era un cuchillo, entró en contacto con su mejilla.
- ¡La cara no! –resonó el apresurado susurro de una segunda voz- El jefe ha dicho que se lo venderá a los tratantes. Debe llegar lo más entero posible.
El frío filo del arma se retiró, al tiempo que el primer individuo profería un desganado chasquido. El joven elfo intentó mantener la calma, contando cada inspiración y exhalación, para proferirles un ritmo pausado que no traicionase su estoica actitud. “No van a matarme”, pensó. No podían, su jefe los colgaría si lo hacían y parecían apreciar enormemente su vida. “No pueden torturarme”, fue su segunda conclusión. Nada de cortes profundos ni mortales, puesto que, como había dicho la segunda voz, debía llegar ‘lo más entero posible’. Pero eso dejaba espacio a una gran cantidad de variables, de las cuales no podría protegerse, habida cuenta de los grilletes que mordían la piel de sus muñecas y tobillos; y aún menos predecir, atendiendo al vendaje que cubría sus ojos. Maldijo en silencio al mercader. El dolor era solamente dolor, podría soportarlo… pero desconocer cómo y cuándo llegaría… era insoportable.
Por suerte o por desgracia, la espera fue corta y el primer golpe le impactó directamente en el estómago, rompiendo con el ciclo de calmadas respiraciones que tanto se había esforzado en mantener. Otros lo siguieron, lanzados con una desidia más propia del aburrimiento y el desprecio que de la venganza. Su primo… aquel malnacido no golpeaba por el honor de su familia, sino por la necesidad de descargar su frustración existencial contra algo… o alguien. Tarek conocía la sensación de matar por venganza, la furia que impregnaba cada golpe y la necesidad de generar el mayor dolor posible, que cada impacto contase y sirviese de condena y redención. Aquello no era una venganza, sino simple placer por golpear.
El agarre fue tan inesperado como los impactos, alzando levemente al elfo del suelo. Notó como el cálido y ebrio aliento de aquel individuo invadían su espacio personal, al tiempo que una serie de inconexos sonidos surgían tras él.
- Si no fuese porque vuestra madera se vende a precio de oro, hace tiempo que habríamos quemado ese condenado bosque con vosotros dentro –“como si pudieseis” pensó Tarek, al tiempo que una ladina sonrisa curvaba sus labios y una burlona risa escapaba de su pecho- De qué te ríes, ¿eh? –la atronadora voz sonó muy cerca de su cara- Pronto no te reirás más, maldito abraza árboles.
El golpe envió chispazos de luz a sus ojos e instauró un desagradable pitido en su oído izquierdo.
- ¿Qué haces, imbécil? ¡Te dije que la cara no! –susurró la segunda voz- Vamos… ¡vamos!
Un fuerte tirón tensó las cadenas que sujetaban al elfo, al tiempo que su atacante forcejeaba con su compañero, que se esforzaba por apartarlo del prisionero. Un sonido de desgarro le indicó a Tarek que su túnica había cedido ante las sacudidas de la pelea y que el segundo individuo había conseguido arrastrar a su ebrio y violento compañero al exterior del carro. Segundos después, tras un nuevo chirrido del oxidado cerrojo, su improvisada celda se sumió de nuevo en el silencio y la oscuridad.
- Elfos… -el sonido de un escupitajo golpeando el suelo llegó hasta sus oídos- ¿Sabes, duendecillo? Uno de los tipos a los que mataste era mi primo. Un tipo poco inteligente, incluso bastante despreciable, pero familia. Mi familia… -el frío metal de algo, que Tarek sospechó que era un cuchillo, entró en contacto con su mejilla.
- ¡La cara no! –resonó el apresurado susurro de una segunda voz- El jefe ha dicho que se lo venderá a los tratantes. Debe llegar lo más entero posible.
El frío filo del arma se retiró, al tiempo que el primer individuo profería un desganado chasquido. El joven elfo intentó mantener la calma, contando cada inspiración y exhalación, para proferirles un ritmo pausado que no traicionase su estoica actitud. “No van a matarme”, pensó. No podían, su jefe los colgaría si lo hacían y parecían apreciar enormemente su vida. “No pueden torturarme”, fue su segunda conclusión. Nada de cortes profundos ni mortales, puesto que, como había dicho la segunda voz, debía llegar ‘lo más entero posible’. Pero eso dejaba espacio a una gran cantidad de variables, de las cuales no podría protegerse, habida cuenta de los grilletes que mordían la piel de sus muñecas y tobillos; y aún menos predecir, atendiendo al vendaje que cubría sus ojos. Maldijo en silencio al mercader. El dolor era solamente dolor, podría soportarlo… pero desconocer cómo y cuándo llegaría… era insoportable.
Por suerte o por desgracia, la espera fue corta y el primer golpe le impactó directamente en el estómago, rompiendo con el ciclo de calmadas respiraciones que tanto se había esforzado en mantener. Otros lo siguieron, lanzados con una desidia más propia del aburrimiento y el desprecio que de la venganza. Su primo… aquel malnacido no golpeaba por el honor de su familia, sino por la necesidad de descargar su frustración existencial contra algo… o alguien. Tarek conocía la sensación de matar por venganza, la furia que impregnaba cada golpe y la necesidad de generar el mayor dolor posible, que cada impacto contase y sirviese de condena y redención. Aquello no era una venganza, sino simple placer por golpear.
El agarre fue tan inesperado como los impactos, alzando levemente al elfo del suelo. Notó como el cálido y ebrio aliento de aquel individuo invadían su espacio personal, al tiempo que una serie de inconexos sonidos surgían tras él.
- Si no fuese porque vuestra madera se vende a precio de oro, hace tiempo que habríamos quemado ese condenado bosque con vosotros dentro –“como si pudieseis” pensó Tarek, al tiempo que una ladina sonrisa curvaba sus labios y una burlona risa escapaba de su pecho- De qué te ríes, ¿eh? –la atronadora voz sonó muy cerca de su cara- Pronto no te reirás más, maldito abraza árboles.
El golpe envió chispazos de luz a sus ojos e instauró un desagradable pitido en su oído izquierdo.
- ¿Qué haces, imbécil? ¡Te dije que la cara no! –susurró la segunda voz- Vamos… ¡vamos!
Un fuerte tirón tensó las cadenas que sujetaban al elfo, al tiempo que su atacante forcejeaba con su compañero, que se esforzaba por apartarlo del prisionero. Un sonido de desgarro le indicó a Tarek que su túnica había cedido ante las sacudidas de la pelea y que el segundo individuo había conseguido arrastrar a su ebrio y violento compañero al exterior del carro. Segundos después, tras un nuevo chirrido del oxidado cerrojo, su improvisada celda se sumió de nuevo en el silencio y la oscuridad.
Tarek Inglorien
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Re: El mercader de Vulwufar [Libre 4/4] [Finalizado]
Montar a caballo nada tenía que ver con aquella súbita cabalgada sobre la grupa del leónido. Aunque la humana intentó mantener los ojos abiertos, la potencia de sus músculos y la rapidez de la carrera la hicieron cerrar con fuerza los párpados y agarrarse como si fuese lo último que hacía en la vida al pelo de su compañero.
Esperaba que no notase el puñado de cabellos que le había arrancado sin querer.
No tuvo claro cual fue el orden de los hechos, pero, cuando Saluk se detuvo y ella consiguió bajar, tras ellos se percibían dos figuras tendidas en el suelo del bosque. - Joder... - murmuró la humana tragando saliva. La cabeza le daba vueltas ligeramente y esa parte de su conciencia le gritaba que estaba a tiempo de salir de allí. Sus ojos en cambio estaban ya fijos en la tenues luces del campamento de los mercaderes humanos que tenía justo delante.
- Allí está - señaló un carromato cerca del centro del núcleo del campamento. La noche había caído por completo oscureciendo todo aquello que no tocaba la luz. Solamente era posible aproximarse sin ser vistos por la parte trasera. - Escucha, vamos a intentar hacer esto sin llamar mucho la atención, al menos hasta que saquemos al elfo de su encierro ¿Te parece? - No se le daba bien improvisar planes y menos todavía trabajar en equipo, pero tenía que intentarlo por el bien del elfo floreado.
Aprovechando su sigilo se deslizó al interior de la estructura forzando sin hacer ruido la puerta. La oscuridad del interior de aquel lugar le impidió ver al principio, hasta que sus ojos se acostumbraron y reconoció una silueta agazapada en una esquina. Estuvo tentada de hablar con él, pronunciar su nombre según se acercaba sin hacer ruido, pero le doy la sensación de que estaba dormido. No lo pensó. Aprovechando la quietud en la que él permanecía, la mestiza se inclinó buscando su rostro.
Fue un roce. Apenas un toque, para comprobar si había respuesta en él. Para comprobar si respiraba. Y que demonios. Para buscar qué tipo de sabor tenían los labios de ese elfo. Iori lo besó muy sutilmente y se volvió a apartar, pendiente de su reacción.
*Usa su habilidad de sigilo para internarse en la carreta donde está Tarek encerrado
Esperaba que no notase el puñado de cabellos que le había arrancado sin querer.
No tuvo claro cual fue el orden de los hechos, pero, cuando Saluk se detuvo y ella consiguió bajar, tras ellos se percibían dos figuras tendidas en el suelo del bosque. - Joder... - murmuró la humana tragando saliva. La cabeza le daba vueltas ligeramente y esa parte de su conciencia le gritaba que estaba a tiempo de salir de allí. Sus ojos en cambio estaban ya fijos en la tenues luces del campamento de los mercaderes humanos que tenía justo delante.
- Allí está - señaló un carromato cerca del centro del núcleo del campamento. La noche había caído por completo oscureciendo todo aquello que no tocaba la luz. Solamente era posible aproximarse sin ser vistos por la parte trasera. - Escucha, vamos a intentar hacer esto sin llamar mucho la atención, al menos hasta que saquemos al elfo de su encierro ¿Te parece? - No se le daba bien improvisar planes y menos todavía trabajar en equipo, pero tenía que intentarlo por el bien del elfo floreado.
Aprovechando su sigilo se deslizó al interior de la estructura forzando sin hacer ruido la puerta. La oscuridad del interior de aquel lugar le impidió ver al principio, hasta que sus ojos se acostumbraron y reconoció una silueta agazapada en una esquina. Estuvo tentada de hablar con él, pronunciar su nombre según se acercaba sin hacer ruido, pero le doy la sensación de que estaba dormido. No lo pensó. Aprovechando la quietud en la que él permanecía, la mestiza se inclinó buscando su rostro.
Fue un roce. Apenas un toque, para comprobar si había respuesta en él. Para comprobar si respiraba. Y que demonios. Para buscar qué tipo de sabor tenían los labios de ese elfo. Iori lo besó muy sutilmente y se volvió a apartar, pendiente de su reacción.
*Usa su habilidad de sigilo para internarse en la carreta donde está Tarek encerrado
Iori Li
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Re: El mercader de Vulwufar [Libre 4/4] [Finalizado]
Gracias a los Dioses, mi humillante carrera como montura había terminado. Puede que hubieran sido sólo unos minutos, pero, por algún motivo, parecía que había pasado una eternidad desde que empecé a correr.
En cualquier caso, habíamos conseguido alcanzar a la caravana, que se había paso lentamente a través del camino que atravesaba la arboleda. Los guardias en sí resultaron ser especialmente incompetentes, pues no nos costó mucho alcanzar el vehículo desde la retaguardia.
Una vez allí, la chica me pidió actuar con sigilo, para poder sacar al elfo de su prisión. Lo cierto es que eso me irritó bastante. El único motivo por el cual accedí a ayudar, era porque deseaba sentir el placer de cazar y luchar contra estos humanos. Pero ahora resulta que era una simple misión de rescate.
Daba igual, suponía...en cuanto ella y el elfo salieran de ahí. Yo comenzaría mi masacre. De una forma o de otra, alguien iba a morir esa noche.
Entré con la chica donde estaba el elfo, que se encontraba en un estado patético: atado, apaleado e inconsciente. Para nada la digna presa que esperaba de él. Otra decepción que al añadir a la larga lista que estaba resultando esa noche.
La muchacha...Lori Li creo que dijo que se llamaba, se apresuró al rescate del elfo. Lo desató con cuidado y lo besó con una mezcla de timidez e impaciencia.
"Maravilloso....me he metido en un rescate de enamorados...."pensé para mis adentros soportando las ganas de suspirar entre tanto romanticismo,
-Hay que moverse, tortolitos.-dije, en voz baja-No pasaremos desapercibidos mucho más tiempo.-
En cualquier caso, habíamos conseguido alcanzar a la caravana, que se había paso lentamente a través del camino que atravesaba la arboleda. Los guardias en sí resultaron ser especialmente incompetentes, pues no nos costó mucho alcanzar el vehículo desde la retaguardia.
Una vez allí, la chica me pidió actuar con sigilo, para poder sacar al elfo de su prisión. Lo cierto es que eso me irritó bastante. El único motivo por el cual accedí a ayudar, era porque deseaba sentir el placer de cazar y luchar contra estos humanos. Pero ahora resulta que era una simple misión de rescate.
Daba igual, suponía...en cuanto ella y el elfo salieran de ahí. Yo comenzaría mi masacre. De una forma o de otra, alguien iba a morir esa noche.
Entré con la chica donde estaba el elfo, que se encontraba en un estado patético: atado, apaleado e inconsciente. Para nada la digna presa que esperaba de él. Otra decepción que al añadir a la larga lista que estaba resultando esa noche.
La muchacha...Lori Li creo que dijo que se llamaba, se apresuró al rescate del elfo. Lo desató con cuidado y lo besó con una mezcla de timidez e impaciencia.
"Maravilloso....me he metido en un rescate de enamorados...."pensé para mis adentros soportando las ganas de suspirar entre tanto romanticismo,
-Hay que moverse, tortolitos.-dije, en voz baja-No pasaremos desapercibidos mucho más tiempo.-
Salük
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Re: El mercader de Vulwufar [Libre 4/4] [Finalizado]
Las protestas del ebrio centinela siguieron escuchándose por algunos minutos más, hasta que la lejanía hizo que se confundieran con los sonidos del bosque. Con un largo suspiro, Tarek relajó la posición. Lejos de mitigar el dolor, aquel gesto solo consiguió que se expandiese más, desde todos y cada uno de los puntos en los que había sido golpeado. “Malditos humanos” pensó por enésima vez aquella noche. Solo esperaba salir de allí con vida para poder cazar al traidor que los había delatado… Dhonara se pondría hecha una furia cuando se enterase. Si algo diferenciaba a los Ojosverdes de otros elfos, era su poca tolerancia por la traición, más aún si venía de uno de los suyos.
Con cierto esfuerzo, intentó encontrar una postura algo más cómoda, pero las tensas cuerdas que asían sus brazos le proporcionaban poco movimiento. El séquito del mercader no solo había sido consciente del ataque sino que, probablemente, les habrían informado de las capacidades de los atacantes. Estaba claro que aquella noche no conseguiría escapar de aquella prisión… su única oportunidad radicaba en los escasos segundos en los que lo desatarían para trasladarlo al mercado de esclavos. Si quería aprovecharla, debía descansar, aunque aquello lo dejase aún más vulnerable. Al fin y al cabo, estar en alerta tampoco le había servido de mucho. Una sutil risa escapó de sus labios, seguida de un punzante dolor en el abdomen. Mataría a aquel desgraciado si tenía oportunidad.
Notó su cálido aliento antes de sentir el roce sobre sus labios. Aunque dormido como estaba, no fue plenamente consciente de lo que estaba sucediendo. ¿Acaso estaba uno de sus captores besándolo? En cuanto la idea cruzó su mente, abrió los ojos para encontrase ante dos orbes de un intenso color azul. “Eithelen”…Él tenía los ojos de aquel color pero… estaba muerto… y el nunca… Parpadeó un par de veces, apartando el sueño de su mente, para encontrarse cara a cara con la insoportable humana, cuyo camino se había vuelto a cruzar con el suyo. Esta lo miraba expectante, buscando algo en su rostro. Acababa de besarlo una humana… aquella humana…
Un gesto de profundo asco invadió su rostro, aunque fue rápidamente reemplazado por uno de perplejidad cuando una segunda voz surgió tras ella. Una criatura de considerable tamaño y cubierta de un espeso pelaje, a la que no había visto en su vida, parecía guardar la puerta del carromato. ¿Por qué habían ido aquellos dos a buscarlo? Notó como los amarres de sus muñecas cedían bajo el envite de la humana. Fuese cual fuese la razón no iba a quejarse.
Con un movimiento menos fluido del que habría deseado, se incorporó, intentando hacer reaccionar a sus entumecidas extremidades. No sin cierta dificultad, abandonó el carromato, respirando aire fresco tras horas en aquel ataúd de madera. El dolor recorrió su cuerpo cuando intentó estirarse.
- ¿Pasar desapercibidos? –se dirigió directamente a la criatura- No pareces de los que desean pasar desapercibidos… y yo no soy de los que se van sin cobrarse su venganza. ¿Qué me dices?
Le resultaba indiferente lo que hiciese la humana, por él podía perderse en el bosque. La miró por un instante con odio. Si seguía viva, tras aquel “beso”, era porque lo había liberado de sus amarres. Pero no correría la misma suerte una segunda vez. En cambio, su segundo salvador podría ayudarlo a cumplir su misión y, francamente, parecía que lo estaba deseando.
Con cierto esfuerzo, intentó encontrar una postura algo más cómoda, pero las tensas cuerdas que asían sus brazos le proporcionaban poco movimiento. El séquito del mercader no solo había sido consciente del ataque sino que, probablemente, les habrían informado de las capacidades de los atacantes. Estaba claro que aquella noche no conseguiría escapar de aquella prisión… su única oportunidad radicaba en los escasos segundos en los que lo desatarían para trasladarlo al mercado de esclavos. Si quería aprovecharla, debía descansar, aunque aquello lo dejase aún más vulnerable. Al fin y al cabo, estar en alerta tampoco le había servido de mucho. Una sutil risa escapó de sus labios, seguida de un punzante dolor en el abdomen. Mataría a aquel desgraciado si tenía oportunidad.
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Notó su cálido aliento antes de sentir el roce sobre sus labios. Aunque dormido como estaba, no fue plenamente consciente de lo que estaba sucediendo. ¿Acaso estaba uno de sus captores besándolo? En cuanto la idea cruzó su mente, abrió los ojos para encontrase ante dos orbes de un intenso color azul. “Eithelen”…Él tenía los ojos de aquel color pero… estaba muerto… y el nunca… Parpadeó un par de veces, apartando el sueño de su mente, para encontrarse cara a cara con la insoportable humana, cuyo camino se había vuelto a cruzar con el suyo. Esta lo miraba expectante, buscando algo en su rostro. Acababa de besarlo una humana… aquella humana…
Un gesto de profundo asco invadió su rostro, aunque fue rápidamente reemplazado por uno de perplejidad cuando una segunda voz surgió tras ella. Una criatura de considerable tamaño y cubierta de un espeso pelaje, a la que no había visto en su vida, parecía guardar la puerta del carromato. ¿Por qué habían ido aquellos dos a buscarlo? Notó como los amarres de sus muñecas cedían bajo el envite de la humana. Fuese cual fuese la razón no iba a quejarse.
Con un movimiento menos fluido del que habría deseado, se incorporó, intentando hacer reaccionar a sus entumecidas extremidades. No sin cierta dificultad, abandonó el carromato, respirando aire fresco tras horas en aquel ataúd de madera. El dolor recorrió su cuerpo cuando intentó estirarse.
- ¿Pasar desapercibidos? –se dirigió directamente a la criatura- No pareces de los que desean pasar desapercibidos… y yo no soy de los que se van sin cobrarse su venganza. ¿Qué me dices?
Le resultaba indiferente lo que hiciese la humana, por él podía perderse en el bosque. La miró por un instante con odio. Si seguía viva, tras aquel “beso”, era porque lo había liberado de sus amarres. Pero no correría la misma suerte una segunda vez. En cambio, su segundo salvador podría ayudarlo a cumplir su misión y, francamente, parecía que lo estaba deseando.
Tarek Inglorien
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Re: El mercader de Vulwufar [Libre 4/4] [Finalizado]
Aunque estaba atado de aquella burda manera, el frío dentro del carro no parecía haber doblegado el calor de la piel del elfo. Lo miró con curiosidad al observar su reacción tras el beso, y sintió extrañeza ante la mirada sorprendida que pareció poner él cuando apenas era capaz de enfocar a sus ojos.
Solo duró un segundo.
Un parpadeo. Momento tras el cual el elfo le dirigió la mirada más envenenada que recordaba en su vida reciente. Parecía que se encontraba con ganas de pelea, o por lo menos, con suficiente fuerza como para revolverse contra ella de no ser porque algo lo frenó. Quizá el hecho de sentir que le debía una. Miró a Saluk mientras se afanaba por soltarlo sin poder evitar reírse un poco por su comentario. - ¿Tortolitos? al contrario... los labios son muy sensibles, es un buen punto en el que hacer contacto para despertar a alguien - explicó con un tono ligeramente burlón. - ¿Lo ves? - indicó señalando por encima de su hombro al elfo tras haberlo liberado.
Giró sobre sus talones y caminó sin hacer ruido hasta el borde del carromato. Observó con cuidado, agazapada en las sombras, y aprovechando la oscuridad de la noche saltó para bajar de allí, con toda la intención de internarse en el bosque. Sin embargo le sorprendió la conversación de sus dos compañeros. Los miró abriendo mucho los ojos, con una evidente expresión de contrariedad en su cara.
- ¿Estáis hablando en serio? - inquirió en un susurro acercándose a ellos para no ser escuchada. - Yo ya he cumplido con mi buena obra de hoy. Ayudar a un elfo que no sabe mostrar gratitud. Si deseáis continuar la fiesta esta noche seguro que seréis capaces de encontrar diversión solos, yo me largo - aseguró tajante.
Alzó una mano para despedirse, reprimiendo las ganas que tenía de volver a tocar el impresionante cuerpo de Saluk. - ¡Suerte! - Aquello no tenía nada que ver con ella. Y ambos se sentirían más cómodos con ella lejos. No hacía falta nada más que verlos. No esperó a que ellos se despidieran. Tampoco lo esperaba. De forma felina aferró su alforja con cuidado contra su torso desapareció entre los árboles buscando encontrar el sendero principal alejándose de allí.
Solo duró un segundo.
Un parpadeo. Momento tras el cual el elfo le dirigió la mirada más envenenada que recordaba en su vida reciente. Parecía que se encontraba con ganas de pelea, o por lo menos, con suficiente fuerza como para revolverse contra ella de no ser porque algo lo frenó. Quizá el hecho de sentir que le debía una. Miró a Saluk mientras se afanaba por soltarlo sin poder evitar reírse un poco por su comentario. - ¿Tortolitos? al contrario... los labios son muy sensibles, es un buen punto en el que hacer contacto para despertar a alguien - explicó con un tono ligeramente burlón. - ¿Lo ves? - indicó señalando por encima de su hombro al elfo tras haberlo liberado.
Giró sobre sus talones y caminó sin hacer ruido hasta el borde del carromato. Observó con cuidado, agazapada en las sombras, y aprovechando la oscuridad de la noche saltó para bajar de allí, con toda la intención de internarse en el bosque. Sin embargo le sorprendió la conversación de sus dos compañeros. Los miró abriendo mucho los ojos, con una evidente expresión de contrariedad en su cara.
- ¿Estáis hablando en serio? - inquirió en un susurro acercándose a ellos para no ser escuchada. - Yo ya he cumplido con mi buena obra de hoy. Ayudar a un elfo que no sabe mostrar gratitud. Si deseáis continuar la fiesta esta noche seguro que seréis capaces de encontrar diversión solos, yo me largo - aseguró tajante.
Alzó una mano para despedirse, reprimiendo las ganas que tenía de volver a tocar el impresionante cuerpo de Saluk. - ¡Suerte! - Aquello no tenía nada que ver con ella. Y ambos se sentirían más cómodos con ella lejos. No hacía falta nada más que verlos. No esperó a que ellos se despidieran. Tampoco lo esperaba. De forma felina aferró su alforja con cuidado contra su torso desapareció entre los árboles buscando encontrar el sendero principal alejándose de allí.
Iori Li
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Re: El mercader de Vulwufar [Libre 4/4] [Finalizado]
Cuando había empezado la noche, había obtenido una sabrosa recompensa de unos maleantes no muy listos. Insatisfecho con la falta de desafíos, me vi atraído por el olor del elfo captivo. Sin embargo, el elfo no era lo que esperaba: Percibía en el una necesidad de venganza que me hacía respetarlo.
Finalmente, la humana se despegó del elfo y no dejó a nuestra suerte. Pues ninguno de los dos iba a salir de ese sitio sin pelear.
Y eso era justo lo que queríamos.
Me asomé hacia fuera de la carreta, nuestra pequeña fuga todavía había pasado desapercibida. Era hora de cambiar eso.
Subí al techo del vehículo y miré al cielo. La Luna llena me bañaba con su luz y la constelación del Cazador brillaba con fuerza, me indicaba el camino.
Hinché mi pecho, tomando todo el aire que me permitieron mis pulmones. Y rugí.
Rugí con todas mis fuerzas, tanto que me dolía la garganta y me vibraban los oídos. Era el rugido del rey de las bestias.
Muchos soldados soltaron sus armas del sobresalto, otros directamente se cayeron de culo. Pero todos giraron la mirada hacia mí.
Seguro de disponer de su atención, hablé.
¡Humanos! ¡Este mundo se divide en Fuertes y Débiles! ¡Cada uno debe sobrevivir de acuerdo s su naturaleza! ¡El venado es débil, para sobrevivir debe huir! ¡El lobo es fuerte, para sobrevivir debe matar! ¡Pero el hombre no sabe si es fuerte o débil hasta que le llega la hora! ¡Esta noche lo sabréis! ¿Eres fuerte? ¡Lucha! ¿Eres débil? ¡Huye! ¡¡ELIGE!!-
Con un segundo rugido, salté del carromato y me abalancé sobre el grupo.
El efecto fue inmediato. En sus corazones, esos hombres eligieron: Los que huyeron, corrieron más rápido de que lo habían corrido en todas sus vidas. Los que se quedaron, lucharon con todas sus fuerzas. Ambos movido por un único y glorioso deseo. Sobrevivir.
En ese momento, en ese instante, esos hombres habían seguido las leyes de la naturaleza.
Yo soy Salük. Soy cazador y soy guerrero. Al que huye, le doy caza. Con el que lucha, me bato en duelo. Y así sobrevivo.
Lo que siguió después fue algo glorioso. Junto con el elfo, luchamos en una batalla encarnizada. Ambos pusimos nuestras vidas en juego. El elfo demostró una fiereza en combate que bien podría haber nacido como uno de los míos.
Finalmente, cuando el último de ellos cayó. Me permití descansar. Herido, con mi blanco pelaje manchado con mis sangre y con la de mis enemigos, caí de rodillas. Bajo la luna y la Constelación del Cazador, sonreí y di las gracias. Una vez más, sobrevivo.
Finalmente, la humana se despegó del elfo y no dejó a nuestra suerte. Pues ninguno de los dos iba a salir de ese sitio sin pelear.
Y eso era justo lo que queríamos.
Me asomé hacia fuera de la carreta, nuestra pequeña fuga todavía había pasado desapercibida. Era hora de cambiar eso.
Subí al techo del vehículo y miré al cielo. La Luna llena me bañaba con su luz y la constelación del Cazador brillaba con fuerza, me indicaba el camino.
Hinché mi pecho, tomando todo el aire que me permitieron mis pulmones. Y rugí.
Rugí con todas mis fuerzas, tanto que me dolía la garganta y me vibraban los oídos. Era el rugido del rey de las bestias.
Muchos soldados soltaron sus armas del sobresalto, otros directamente se cayeron de culo. Pero todos giraron la mirada hacia mí.
Seguro de disponer de su atención, hablé.
¡Humanos! ¡Este mundo se divide en Fuertes y Débiles! ¡Cada uno debe sobrevivir de acuerdo s su naturaleza! ¡El venado es débil, para sobrevivir debe huir! ¡El lobo es fuerte, para sobrevivir debe matar! ¡Pero el hombre no sabe si es fuerte o débil hasta que le llega la hora! ¡Esta noche lo sabréis! ¿Eres fuerte? ¡Lucha! ¿Eres débil? ¡Huye! ¡¡ELIGE!!-
Con un segundo rugido, salté del carromato y me abalancé sobre el grupo.
El efecto fue inmediato. En sus corazones, esos hombres eligieron: Los que huyeron, corrieron más rápido de que lo habían corrido en todas sus vidas. Los que se quedaron, lucharon con todas sus fuerzas. Ambos movido por un único y glorioso deseo. Sobrevivir.
En ese momento, en ese instante, esos hombres habían seguido las leyes de la naturaleza.
Yo soy Salük. Soy cazador y soy guerrero. Al que huye, le doy caza. Con el que lucha, me bato en duelo. Y así sobrevivo.
Lo que siguió después fue algo glorioso. Junto con el elfo, luchamos en una batalla encarnizada. Ambos pusimos nuestras vidas en juego. El elfo demostró una fiereza en combate que bien podría haber nacido como uno de los míos.
Finalmente, cuando el último de ellos cayó. Me permití descansar. Herido, con mi blanco pelaje manchado con mis sangre y con la de mis enemigos, caí de rodillas. Bajo la luna y la Constelación del Cazador, sonreí y di las gracias. Una vez más, sobrevivo.
Salük
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Re: El mercader de Vulwufar [Libre 4/4] [Finalizado]
El alba despuntaba por el este, proyectando largas sombras desde los árboles hasta el claro en el que los mercenarios del mercader habían decidido detenerse la noche anterior. Tarek se encontraba agachado junto al cuerpo sin vida del tratante que, tan orgullosa e incautamente, había decidido tomarlo como prisionero apenas unas horas antes. A su derecha, alejado algunos metros de su posición, el leónido se regocijaba en los últimos espasmos del éxtasis que la matanza había conseguido transmitirle.
Extrajo de uno de los bolsillos un fragmento de madera, en el que se encontraba tallado el símbolo de su clan adoptivo. Los Ojosverdes jamás lamentaban las muertes que infringían y siempre se aseguraban de firmar sus actos, como aviso a los incautos que decidiesen seguir los pasos de los muertos. Con cuidado lo colocó dentro de la boca del mercader. A continuación, tomó una daga y sin demasiados miramientos cercenó el dedo anular del cadáver, donde lucía el sello con el que marcaba las misivas de su negocio. Aquella sería la prueba de que había cumplido la misión que le había sido asignada, la tarea que le daría acceso al mundo y a una libertad que no había conocido hasta ese momento. La oportunidad de buscar respuestas más allá de los confines de su hogar. Observó por última vez al mercader con desdén. Su muerte había sido igual que su vida, insignificante. El elfo ni siquiera se había molestado en hacerlo sufrir. Era innecesario. Las criaturas como él, los humanos, no merecían ni un ápice de su tiempo, ni siquiera en su muerte.
Alzándose con calma, notó crujir la tela de sus ropajes, pues la sangre de sus enemigos había empezado a secarse y cuartearse sobre ella. A su alrededor el grotesco resultado de la noche dejaba patente que la lucha había sido desigual y que, gracias a la presencia del hombre-bestia, la balanza se había equilibrado ostensiblemente a su favor. El mercader había conocido sus intenciones, se había preparado con una docena de soldados y lo había tomado por sorpresa. Alguien los había traicionado. Desconocía cuál hubiese sido su destino de no haber acudido aquel ser y la humana a su encuentro. La humana… recordó lo sucedido en la carreta y escupió a un lado para hacer desaparecer el desagradable sabor que se había instaurado en su boca. La siguiente vez la mataría.
Avanzó con calma hacia el extasiado leónido, procurando no pisar los despojos esparcidos por el campo de batalla. No por respeto a los muertos, puesto que aquellos ignomiosos humanos no se merecían respeto, sino por no manchar todavía más su ropa con su despreciable sangre.
La escasa ventaja que la noche les había proporcionado, así como el sigilo de sus “salvadores” no habían servido demasiado en la batalla, puesto que el hombre-bestia había decidido anunciar su presencia a voz en grito. Sin embargo, el pavor en el rostro del mercader y sus hombres había sido lo suficientemente complaciente como para que perder aquella ventaja hubiese valido la pena. La lucha había sido caótica, como toda buena batalla. Su único aliado destacaba demasiado entre la multitud de soldados como para errar un golpe, por lo que se había unido a su ciego frenesí, sin importarle demasiado las consecuencias de sus actos. Su único objetivo había sido matar a aquellos infraseres… y el mercader había sido el primero en caer. El primero en lamentar las decisiones que había tomado.
- Puedes quedarte todo lo que encuentres. Yo ya he tomado la vida que necesitaba tomar–indicó al leónido, aún separado del mismo por unos metros. La expresión de placer que mostraba su rostro le hizo dudar de si todavía se encontraba en medio de la furia de la batalla y si, la presencia de otro ser vivo lo llevaría a atacar de nuevo. Lo mejor era mantener la distancia- Que los dioses guíen tus pasos hacia la siguiente batalla, puesto que pareces disfrutarla –añadió a modo de despedida.
Sin más dilación dirigió sus pasos hacia el bosque, sin perder de vista a su fiero compañero de batalla. Si sus caminos volvían a cruzarse, esperaba que fuese nuevamente como aliados y no como enemigos, pues lamentaría tener que morir o matar a un fiero guerrero como aquel. Se observó las manos con calma y prestó oído a los sonidos de su alrededor. Un arroyo discurría cerca de su posición. Esperaría hasta la noche para volver a tomar el camino a los campamentos al sur de Sandorai. Mientras bien podía deshacerse de la decadente sangre de sus víctimas. Tomada la decisión, emprendió con calma el camino hacia el origen del sonido.
Extrajo de uno de los bolsillos un fragmento de madera, en el que se encontraba tallado el símbolo de su clan adoptivo. Los Ojosverdes jamás lamentaban las muertes que infringían y siempre se aseguraban de firmar sus actos, como aviso a los incautos que decidiesen seguir los pasos de los muertos. Con cuidado lo colocó dentro de la boca del mercader. A continuación, tomó una daga y sin demasiados miramientos cercenó el dedo anular del cadáver, donde lucía el sello con el que marcaba las misivas de su negocio. Aquella sería la prueba de que había cumplido la misión que le había sido asignada, la tarea que le daría acceso al mundo y a una libertad que no había conocido hasta ese momento. La oportunidad de buscar respuestas más allá de los confines de su hogar. Observó por última vez al mercader con desdén. Su muerte había sido igual que su vida, insignificante. El elfo ni siquiera se había molestado en hacerlo sufrir. Era innecesario. Las criaturas como él, los humanos, no merecían ni un ápice de su tiempo, ni siquiera en su muerte.
Alzándose con calma, notó crujir la tela de sus ropajes, pues la sangre de sus enemigos había empezado a secarse y cuartearse sobre ella. A su alrededor el grotesco resultado de la noche dejaba patente que la lucha había sido desigual y que, gracias a la presencia del hombre-bestia, la balanza se había equilibrado ostensiblemente a su favor. El mercader había conocido sus intenciones, se había preparado con una docena de soldados y lo había tomado por sorpresa. Alguien los había traicionado. Desconocía cuál hubiese sido su destino de no haber acudido aquel ser y la humana a su encuentro. La humana… recordó lo sucedido en la carreta y escupió a un lado para hacer desaparecer el desagradable sabor que se había instaurado en su boca. La siguiente vez la mataría.
Avanzó con calma hacia el extasiado leónido, procurando no pisar los despojos esparcidos por el campo de batalla. No por respeto a los muertos, puesto que aquellos ignomiosos humanos no se merecían respeto, sino por no manchar todavía más su ropa con su despreciable sangre.
La escasa ventaja que la noche les había proporcionado, así como el sigilo de sus “salvadores” no habían servido demasiado en la batalla, puesto que el hombre-bestia había decidido anunciar su presencia a voz en grito. Sin embargo, el pavor en el rostro del mercader y sus hombres había sido lo suficientemente complaciente como para que perder aquella ventaja hubiese valido la pena. La lucha había sido caótica, como toda buena batalla. Su único aliado destacaba demasiado entre la multitud de soldados como para errar un golpe, por lo que se había unido a su ciego frenesí, sin importarle demasiado las consecuencias de sus actos. Su único objetivo había sido matar a aquellos infraseres… y el mercader había sido el primero en caer. El primero en lamentar las decisiones que había tomado.
- Puedes quedarte todo lo que encuentres. Yo ya he tomado la vida que necesitaba tomar–indicó al leónido, aún separado del mismo por unos metros. La expresión de placer que mostraba su rostro le hizo dudar de si todavía se encontraba en medio de la furia de la batalla y si, la presencia de otro ser vivo lo llevaría a atacar de nuevo. Lo mejor era mantener la distancia- Que los dioses guíen tus pasos hacia la siguiente batalla, puesto que pareces disfrutarla –añadió a modo de despedida.
Sin más dilación dirigió sus pasos hacia el bosque, sin perder de vista a su fiero compañero de batalla. Si sus caminos volvían a cruzarse, esperaba que fuese nuevamente como aliados y no como enemigos, pues lamentaría tener que morir o matar a un fiero guerrero como aquel. Se observó las manos con calma y prestó oído a los sonidos de su alrededor. Un arroyo discurría cerca de su posición. Esperaría hasta la noche para volver a tomar el camino a los campamentos al sur de Sandorai. Mientras bien podía deshacerse de la decadente sangre de sus víctimas. Tomada la decisión, emprendió con calma el camino hacia el origen del sonido.
Tarek Inglorien
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