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Mensaje  Rauko Jue Mar 12 2020, 19:13

 En la tierra donde Dios dejó de dirigir la mirada, un ángel acudió al rescate, una mujer enmascarada, líder de más de una centena de almas con la misión de acabar con la maldad en el mundo. Esa mujer angelical, en aquel momento, flanqueada por un par de jóvenes elfas, se apresuró hacia el interior de una choza maloliente y nido de una lúgubre cacofonía de gemidos, gruñidos y alaridos.

 –Maia, ¿cómo están ellos ahora? –preguntó al atravesar el umbral. Su voz, aunque suave y serena, atravesó inmutable los demás sonidos de lamentos y alcanzó con claridad los oídos que eran su destino.

 Una bio-cibernética, sentada en una vieja silla de madera, tocó una vez más la frente de un hombre que se encontraba en cama, amordazado y con rasguños en el rostro y brazos. Ella suspiró, cansada, y luego se levantó, arrastró su mirada pesarosa sobre la escena, de cama en cama, de corrompido en corrompido, hasta finalmente detenerse en la enmascarada.

 –El 67% de los aldeanos –empezó la bio-cibernética– y el 41% de la servidumbre ya perdieron la cordura. Y si ellos mismos o la fiebre no los matan, el no tener ningún interés en alimentarse lo hará tarde o temprano.

 –¿Cuánto es 67%? –preguntó Jasmin, una de las dos elfas, en un susurro, ladeando la cabeza con confusión.

 –Mucha gente –le respondió, con mismo volumen, su hermana Gardenia, quien tampoco sabía cuánto era 67%.

 –Entonces no hay otra opción –concluyó la enmascarada. Se volteó hacia Gardenia–. ¿Hay noticias de Yako? –preguntó.

 –En la mañana llegó una carta suya.

 –¿Encontró ayuda en Lunargenta?

 Una mujer de piel y cabello níveo, de ropas oscuras y con ojos escarlatas, irrumpió en la choza. Su rostro era tierra estéril para las emociones.

 –Ama Azaril, una sirvienta encontró ayuda en los alrededores –informó con su usual tono monótono–. Aunque solo encontró a dos aventureros, son dos cuyas capacidades conocemos: Xana y Rauko.

 –Bien –suspiró la enmascara, filtrándose en su aliento un leve alivio–. Beyza, ¿puedes guiarlos en la…?

 La mandíbula de Azaril se tensó. Al fin lo notó, poco antes de que la peliblanca negara con la cabeza.

 –Lo lamento, Ama Azaril, pero mi temperatura está aumentando: primer síntoma de la corrupción –informó Beyza, su tono neutro contrastando con la gravedad de aquella verdad.

 –Entiendo –dijo la enmascarada tras unos segundos–, entonces descansa –pidió con una sonrisa triste.

__________________________________

 –Es un placer volvernos a ver –saludó Azaril al encontrarnos, acompañando sus palabras con una inclinación de cabeza. Las dos elfas que le custodiaban imitaron el gesto, y Xana les respondió del mismo modo.

 –Oh, sí, ¡hola, Azaril! –saludé alegremente..

 –Ama Azaril –corrigieron al unísono sus dos acompañantes, como si me importara lo más mínimo.

 –Sí, sí, como ustedes digan –dije, despreocupado. Luego adopté una expresión seria, pertinente a nuestra situación, y comenté–: La mujer que nos trajo intentó ponernos al tanto, pero no parecía entender demasiado. ¿Exactamente qué está pasando?

 Al preguntar, esperé una explicación breve y consisa, simples indicaciones de qué debía cortar con mi espada para salvar traseros. No fue eso lo que recibí.

 En el centro de esa aldea había un pequeño templo. Hacía poco, unos cazadores de tesoros llegaron y descubrieron que en su sótano había una entrada a un enorme santuario subterráneo. Según ellos, dentro esperaba una reliquia mágica con un valor inigualable.

 No obstante, se aventuraron en su búsqueda sin saber la verdad.

 La reliquia era portadora de una terrible maldición… y los cazadores de tesoros, heraldos de la ineptitud, rompieron los sellos que contenían su poder. Ellos no salieron, pero sí lo hizo una terrible oscuridad que corrompía, con paulatina e inexorable velocidad, el aire que respiraban los aldeanos, provocando en estos la pérdida progresiva del raciocinio y la conversión hacia salvajes en frenesí que se movían únicamente para arrebatar vidas, ya fuese a otros o a sí mismos. Y, además, padecian de una fiebre que no dejaba de empeorar. La alquimia y la magia arcana se usaron para intentar apaciguar a los que fueron retenidos, pero la fiebre era imparable; cada segundo tensaba aún más el hilo de la vida, prometiendo la muerte que ansiaba devorar la aldea entera.

 Para sanarlos, para salvarlos, y para evitar que la maldición se extendiera, solo había una opción: sellar de nuevo el poder de la reliquia.

 –Entiendo, pero… yo no sé sellar maldiciones –señalé, aunque intuía que Azaril ya tendría eso cubierto.

 –Sí, yo me encargaré. Pero necesito que alguien entre en el templo subterráneo, busque la reliquia y me la entregue lo más pronto posible. Si fuese antes del siguiente amanecer, podríamos salvar a unos cuantos que están... en un muy mal estado.

 –¿Y qué... sucedió con tus sirvientas? –preguntó Xana, temiendo una respuesta que se sabía la más probable.

 –Al igual que aquella vez, las capaces de cumplir la misión han enfermado. Por ello necesitamos ayuda externa, y pagaré lo necesario para conseguirla.

 –Vale, todo suena muy deprimente. Vayamos a lo divertido: dime dónde está ese templo maldito.

 –Aún no, necesitarán la ayuda de Yako. No tardará en regresar. –Miró a Gardenia, esperando alguna confirmación. Luego de que la elfa asintió, prosiguió–. Mientras tanto, pueden descansar y prepararse. Jasmin los guiará a una choza con encantamientos que brindan una pequeña protección contra la corrupción.

 Jasmin hizo una breve reverencia y procedió a caminar al interior de la aldea. Xana y yo le seguimos, oteando el entorno en el recorrido. Las calles solitarias eran vestigios de vidas arruinadas. Ominosos gritos desvanecidos en la distancia eran mensajeros de la calamidad que también nos atraparía si el éxito huía de nuestros esfuerzos altruistas.


(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)

Información sobre Azaril y sus maids [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
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Mensaje  Fredericksen Sáb Mar 14 2020, 03:37

- Y entonces así fue como perdí este ojo. – Estaba señalando  en ese momento mi ojo congelado, no era la primera vez que contaba aquella historia, ni sería la última mientras estuviese medio ciego. – ¿Eso es suficiente para cumplir las expectativas? Porque también te puedo contar  cuando una mujer me partió la nariz… no espera, esa me haría quedar mal, mejor olvida que dije eso.

- Pero Fred… ella nos dijo que si hace horas, muchas horas. – Delilah tenía los ojos cerrados y se estaba frotando los parpados con una mano, negando lentamente.

- Además… ya avisé de que me acompañaría gente.

- Perfecto ¿Escuchaste eso, Delilah? Nos esperan con comida.

- Ella no dijo eso… ni se acercó a lo que dijo. – Contestó la pelirroja soltando un largo suspiro.

- Claro que sí, dijo que avisó que tenía compañía. Por lo general los aventureros son recibidos con ofrendas para cumplir las grandes misiones que se les encomienda, para luego tener una jugosa paga… aunque a veces la jugosa paga es la comida. – Maldije entre dientes a Ranón, aquella rana me había timado con aquel truco, aunque era un agradable sujeto.

- N…no creo que nos esperen con comida… el sitio realmente está mal, posiblemente… solo les dirijan al templo.

- Rayos, creí que solo exagerabas para conseguir gente que ayudara. – Esta vez fue mi turno de negar con la cabeza, sacando una manzana de mi bolsa de suministros para morderla, si no habría cena debería conformarme con aquello.

Habíamos partido de Lunargenta hace varias horas, al inicio no había querido verme involucrado para nada en aquel viaje, tan solo con la premisa de “aldea agonizando, por favor ayuda” sabía que no era un sitio adecuado al cual ir “Nada que involucre la palabra “agonizando” y “ayuda” en la misma frase, puede salir bien” dato que había aprendido a las malas hace tiempo pero siempre de una u otra manera terminaba cayendo en lo mismo “Como un sujeto con problemas con el trago… un trago muy amargo y desdichado.”  Si no hubiese sido por Delilah, estaría descansando en aquel momento, junto Azrael y la loca de Genevive “Ojala el lobo esté bien” aunque apostaba que el animal le arrancaría una mano a aquella chica si le intentaba hacer algo raro, como estaba orgulloso de Azrael.

   Por la información inicial todo parecía algo de costumbre, un pueblo estaba muriendo y necesitaban de alguien que lo salvara, solo que me había preocupado tarde en profundizar en los detalles de lo que realmente sucedía “Unos cazadores de tesoros se metieron donde no debían… al parecer liberaron una maldición y todo el afectado se vuelve loco.”  Eso había dicho la mujer del mechón colorido, suficiente información para tener en claro que ya había metido la pata involucrándome en todo aquello y era muy tarde para dar la vuelta. El resto de los datos solo me hizo arrepentirme más, al parecer debía conseguir aquella cosa maldita, rezar a los dioses para no morir en el intento y regresarla para acabar con todo el caos “Pan comido, un pan muy duro y mohoso”

La llegada al pueblo fue luego del ocaso, la luz del día ya se había perdido y una que otra estrella comenzaba a brillar en el cielo, las calles estaban muy tranquilas por lo visto y tampoco podía escuchar algún escándalo de la taberna local de turno, si nadie estaba armando alboroto en un sitio así, es que realmente sucedía algo.

- Al parecer no hay nadie, mejor nos vamos. – Comenté tratando de escapar de aquello, solo que Delilah me había tomado del brazo y dirigido una mirada algo dura ¿Desde cuándo era tan estricta?

- Seguro están en otro sitio ¿No es así, señorita Yako?

- Si… si, iré a avisar de nuestra llegada, por favor esperen aquí. – Dijo la chica moviendo las manos en el aire para indicarnos que no nos moviéramos, alejándose rápidamente. Me estiré un poco observando como aquella chica de mechón azul se alejaba, luego sin poder esperar más comencé a adentrarme en la, aldea, tomando una ruta diferente.

- ¿A dónde crees que vas? – Delilah había comenzado a seguirme, en su voz más que reproche podía notar curiosidad. – Nos dijo que esperáramos.

- No debe ser un sitio tan grande, nos conseguirán fácilmente si nos buscan, además si grita podremos escucharla en este silencio… además quiero ver si todo realmente está tan mal.

- ¿Y si algo malo nos ocurre?

- Nos ocurrirá algo malo tarde o temprano, tengo un sexto sentido para esto… es decir, nunca hay excepciones.  – Me encogí de hombros siguiendo mi camino, con la desgracia de que lo malo había ocurrido temprano, muy temprano. Puede que estuviera medio ciego, pero con mi único ojo podía reconocer al elfo que se estaba acercando. Me escondí lo mejor que pude usando a Delilah, su poca masa muscular y baja estatura deberían ser el escondite perfecto. – Delilah, no digas nada, ya estamos en problemas, actúa normal.

- ¿Q..qué actué normal? Tú eres el que anda raro. – Exclamó algo sorprendida mientras se quedaba inmóvil y recta, al menos trataba de funcionar como escondite. – ¿Y por…por qué se anda escondiendo? ¿Hay gente…mala cerca?

- Algo así, no es momento de preguntas, andan ya muy cerca.
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Mensaje  Rauko Lun Mar 16 2020, 18:48

 Luego de entrar y salir de varias chozas, finalmente llegamos a la indicada, aparentemente.

 –¿Segura que es esta? –pregunté sin esperar otra cosa que no fuera, una vez más, una respuesta afirmativa y, por desgracia, también errónea.

 – –asintió alegremente Jasmin, y entró, pero esta vez Xana y yo le esperamos fuera hasta que regresó un par de segundos después, cabizbaja–. No es.

 –Bueno, no importa –dije intentando animarla–. Podemos descansar aquí, al aire libre y contaminado con una terrible maldición –propuse.

 De pronto vi una silueta conocida. Aunque no vestía del verde habitual, la dificultad para verle el rostro era la misma de siempre.

 –Chucho –musité justo antes de caminar hacia él.

 –¿Chucho? –preguntó Xana caminando a mi lado–. ¿Quién usaría un nombre como ese?

 –Oh, yo sé –afirmó Jasmin entusiasmada–. Mi hermana dice chucho a perros. Chucho es perro.

 –Ahm… –Xana miró al encapuchado y a su compañera–. No creo que…

 –Hola –saludé a la pelirroja con una sonrisa fina, y ladeé la cabeza–. ¿No habrá visto por aquí a un hombre joven, con capucha, con un arco y flechas? Juraría haberlo visto por aquí, pero lo perdí de vista en cuanto caminó hacia detrás de usted.

 Jasmin, confundida, miró al encapuchado y luego a mí.

 –Lo encontré –dijo–. Ahí está. –Y lo señaló con un dedo.

 –¡Oh, es cierto! –exclamé fingiendo sorpresa–. Gracias, encontraste a Chucho.

 Por un momento ella sonrió orgullosa de sí misma, pero luego frunció el ceño, confundida. Miró al arquero inquisitivamente.

 –Tú no eres perro –notó, aunque sin mucha seguridad. De pronto se alejó un paso y dijo–: Estoy caliente.

 –¿Qué? –soltamos Xana y yo al unísono, igual de extrañados.

 –Tócame –me pidió.

 –¡¿Qué?! –se alarmó Xana, mientras que yo me mantuve en silencio, sin poder entender lo que ocurría.

 Jasmin señaló su frente. Xana tocó dicha zona, recelosa, pero entonces su expresión cambió a una de preocupación.

 –Caliente. Enferma. Irme para no matar como cabra loca –dijo Jasmin para luego despedirse con una reverencia y marcharse tranquilamente hacia algún sitio. Sería un misterio si ella sabía a dónde ir.

 –Así que supongo que por eso andaba tan despistada –murmuró Xana.

 –¡Delilah, Fred, ¿dónde demonios están?! –escuchamos gritar. La voz reverberó en las calles vacías, un trueno de vida sobre el desierto de la pesadumbre–. Ah, maldición, ni crean que los buscaré. Si me escuchan, vayan a la iglesia en el centro de la aldea. Los dos abraza árboles también.

 –Bueno, llegó el momento –suspiré, con la preocupación renaciendo en mi corazón–. Ustedes dos también están aquí para ayudar, ¿no? –supuse, mirando al arquero y su compañera–. Será agradable tener un compañero con el que haya tenido una experiencia buscando un objeto valioso en un lugar peligroso –comenté, rememorando la espantosa prueba del gremio de informantes y, sobre todo, recordando a esa sirena lunática que el arquero y yo tuvimos que derrotar mediante una estrategia mal pensada y mucha buena suerte–. Maldita Manuela –murmuré–. En fin, mi compañera es Xana y está encantada de conocerlos y de poder trabajar con ustedes, y todo eso.

 Xana hizo una breve reverencia mostrando una leve sonrisa.

 –Presentaciones listas. Vayamos a salvar a esta gente.

 Nos dirigimos a la ubicación indicada. Encontramos una iglesia modesta, la única estructura construida con piedras en la aldea. Las puertas estaban abiertas, invitándonos a explorar la oscuridad en su interior, aunque de ella escapaba aire gélido que nos advertía del mal que nos esperaba.

 Mi piel se erizó al entrar en la capilla, en cuyas entrañas cualquier sonido engendraba ecos. Avanzamos hasta la habitación al fondo, el único lugar donde había luz.

 –Hasta que por fin llegan –fueron las palabras con las que nos recibió Ingrid, que además nos señalaba con su antorcha.

 –Oh, ¿también nos acompañarás? –pregunté.

 –¡¿Qué?! Ni loca… Quiero decir, ¿quién se encargará de los locos aquí fuera? –Soltó una risa nerviosa–. No es que le tenga un poquitico de miedo a los templos desde aquella vez que entramos en uno ni nada así, es que hace falta una chica ruda aquí arriba, ¿entiendes? –Volvió a reír, esta vez con más fuerza–. Como sea, Yako y Maia se adelantaron un poco. Les esperan abajo. –Señaló el enorme agujero circular en una de las paredes. La luz de la antorcha nos permitió ver una escalera descendente–. Que la buena fortuna los acompañe –deseó genuinamente.
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Mensaje  Fredericksen Mar Mar 17 2020, 18:43

Delilah se tensó cuando el elfo se acercó a hablarle, logrando solo soltar un par de incoherencias a modo de respuesta, desconcertada por lo que realmente sucedía “Bien, debo enseñarle también a como trabajar en momentos de presión.”  Yo por mi parte había tomado la capucha para jalarla y tapar lo mejor posible el rostro, quizá si no me veía la cara no me reconocería, aunque realmente no demoraron mucho   en hallar mi escondite.

- ¿Qué? Claro que no soy un perro. – Fue lo primero que dije saliendo de mi improvisado escondite, negando con la cabeza y retirando la capucha. Por suerte las menciones al apodo de perro pararon cuando la elfa que acompañaba a Rauko mencionó algo de calentura, por algún motivo este y la otra chica que le acompañaban se sobresaltaron  “Quizá sea por la enfermedad esa de la maldición, temen que los ataque de un momento a otro” Por suerte ellos estaban más cerca, si algo pasaba Delilah y yo podríamos alejarnos.

   La chica con calentura no demoró en despedirse y retirarse, me encogí de hombros, después de todo no sabía quién era, si se iba a enfermar mejor que fuera lejos, muy lejos. – Hey mira, te dije que con gritar bastaría.- Susurré a Delilah cuando alguien nos llamaba, la pelirroja asintió levantando la cabeza para captar mejor las palabras, por lo escuchado no éramos los únicos solicitados.

- Pues realmente no es como si tuviera muchas ganas de ayudar. – Murmuré ante las palabras de Rauko, Delilah quien estaba lo suficientemente cerca para escuchar me dio un codazo en el brazo. – Es decir, si… venimos a ayudar. Espero que esta vez no termine en el suelo con otro par de costillas rotas, lo cual creo muy improbable. – Negué con la cabeza soltando lentamente el aire, al menos esta vez sabía que dos extremidades estaban más a salvo que el resto. – Ah sí, presentaciones. Yo soy Fredericksen… aunque últimamente me dicen Fred.

- Y yo Delilah, siempre me han dicho Delilah. – La joven había imitado la reverencia de Xana, aunque la había exagerado un poco más. – Es todo un placer.

La calma del pueblo era inquietante, parecía casi un pueblo fantasma “Y en ningún pueblo fantasma pasan cosas buenas”  recordé dándome golpes en el ojo invalido con el índice, a este paso ninguna parte de mi cuerpo sería humana.  El templo del desastre era el sitio más llamativo de todo aquel lugar, aunque su interior era mucho más tétrico que la misma aldea.  Una luz finalmente se presentó al final, tuve que levantar la mano para no quedar cegado por la presencia de esta.

- ¿Por fin? Pero… no tardamos mucho en llegar. – Murmuré ladeando un poco la cabeza,  tal vez ellos estuvieran desesperados por el tiempo, pero tampoco había que tener tanta prisa. No entendía muy bien lo que decía aquella mujer, afirmaba unas cosas para luego reírse “Es como si estuviera mintiendo… seguro está mintiendo” Chasqueé la lengua esperando que acabaran, aunque por lo que pude ver, suponía cual era la ruta a tomar. – Fortuna… no soy muy amigo de la fortuna.

- ¡Muy bien, entonces vamos de una vez! – Delilah había aplaudido enérgicamente y había un brillo de emoción en sus ojos, era eso o la luz que reflejaba de la antorcha.

- ¿Vamos? No, claro que no. Tú te vas a quedar.

- ¿Qué? Claro que no ¿Quién te cuidará la espalda si no estoy yo? – Hice una leve mueca y me obligué a girarme a Rauko y a la compañera, tampoco es que confiara mucho en el elfo después de todo, aunque me las había visto peores. – Pero… pero, Fred, anda.

- No sabemos que podemos conseguir allí abajo, quizá serpientes gigantes que comen niños.

- Eso suena imposible.

- Hay muchas cosas imposibles que son posibles. – Me pasé la mano por el rostro y me vi obligado a asentir. – De acuerdo, solo por esta vez, pero recuerda que no tienes armas y si algo pasa no es seguro que te pueda ayudar. – La chica asintió y se colocó firme “Espero que realmente no existan esas serpientes” – Espero que abajo tengan antorchas tan bien, no quiero volver a perderme en un espacio oscuro y cerrado.  – Sufrí un pequeño escalofrío y comencé a descender por las escaleras, colocando una mano en la pared para guiarme, sitios así siempre solían dar vueltas que lo hacían confundir a uno.  Delilah hizo una reverencia a la mujer que sostenía la antorcha y también se dispuso a bajar por las escaleras, caminando con cuidado para no tropezar.

- ¿Por qué  harían un pasaje bajo una iglesia? – Preguntó luego de un rato, dando cortos saltos de escalón a escalón.

- Pues en este caso al parecer fue para esconder algo… maldito.

- Si pero ¿Por qué? Es extraño que quieran esconder algo así bajo un templo ¿No creen? – Esta vez giro un poco la mirar, deteniéndose para observar a los dos nuevos acompañantes. – Por cierto ¿De dónde les conoce Fred?  Parecía asustado… no suele esconderse así de la gente y.

- ¿Qué?- Tosí interrumpiendo a Delilah, sin apartar la mirada del camino.-  No… claro que no, eso es mentira, viles mentiras. Yo estaba calmado, muy calmado. Hey miren, allí al frente se ve luz, quizá estemos por llegar. – Levanté un poco la mano que no apoyaba en la pared, señalando a la nueva fuente de luz que había más abajo. – O quizá todo comenzó a quemarse antes de que llegáramos… esa también es una posibilidad, deberíamos apresurarnos.
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Mensaje  Rauko Miér Mar 18 2020, 20:28

 Chucho seguía siendo Chucho… No sabía si eso era algo bueno o algo malo. Sin embargo, esperaba que su puntería hubiera mejorado mucho desde lo de la sirena. Por otro lado, su compañera no parecía muy confiable para el trabajo que haríamos. Y aun así, ahí estaba con nosotros, a pesar de la inicial oposición del arquero.

 Deseé no tener que preocuparme por su seguridad después.

 Cuando abrí la boca para mencionar que sí existían serpientes enormes que devoran niños, Delilah hizo una pregunta que, gracias a la reacción del arquero, no pude evitar responder.

 –Pues… –Recordé que debía mantener en secreto la existencia del gremio, obligándome a alterar la historia–. Hace un par de años a una vieja loca se le perdió su vellocino de oro en una cueva y rogó por ayuda. Entonces varios acudimos a ayudarla. Ahí lo conocí. Exploramos la cueva y casi fuimos violados por una sirena que le va lo del sadomasoquismo, en especial la parte del sadismo, pero Chucho protegió nuestra virginidad con su flecha y gracias a eso salimos vivos y con el vellocino de oro.

 –Creo que estás omitiendo detalles importantes –comentó Xana.

 –¿Por qué lo dices?

 –Nada de lo que dijiste explica por qué te teme.

 –Él no me teme –repliqué al instante, con una indignación sobreactuada–. ¿No puedes ver que somos los mejores amigos?

 Xana entornó los ojos, sin ningún esfuerzo en esconder su evidente recelo. Entonces suspiró resignada.

 Justo entonces llegamos a una sala arcaica, monumento de sueños ancestrales tragados por el olvido. Allí esperaban la chica del mechón azul y una bio-cibernética, también peliazul, con una antorcha en mano y un enorme bolso en su espalda. Ambas dejaron de examinar las pinturas en las paredes para recibirnos. Por desgracia, no había ningún incendio que hiciera emocionante la aventura aún.

 –Rauko, Xana, es un placer verlos de nuevo –dijo Yako, ofreciéndonos una breve sonrisa–. Bien, no tenemos tiempo para charlar –prosiguió seria y las manos inquietas, dirigiéndose a todos los recién llegados–. Los cazadores de tesoros ya desactivaron algunas trampas, pero no sabemos cuáles seguirán activas, así que procuremos estar alerta, ¿vale? Y… Ahm… –Se giró hacia su compañera–. Maia, ¿algo más?

 – –contestó ella–, según las imágenes y textos en las paredes, lo que buscamos es una máscara. Pero cualquiera que encontremos, no la toquen por ningún motivo. Dejen que yo me encargue de eso.

 –Bien, creo que no hay nada más que recordar. Si tienen alguna duda, pueden decírmela mientras avanzamos.

 Esas palabras fueron el preludio de la verdadera aventura. Nuestros pasos al fin recorrieron el inicio del camino hacia las pruebas mortales y el conflicto de recuerdos dolorosos y sueños marchitos. Avanzamos por un pasillo espacioso, cuyo techo se refugiaba en la oscuridad. Mientras tanto, fui observando las paredes, en sus diferentes imágenes y los textos escritos en un idioma desconocido. Narraban una historia, aunque apenas pude entender que se trataba de mucha gente mala, al parecer, que hizo un ritual y luego todos sonreían. Parecía que tuvieron un final feliz, que fue desecho por la intromisión de los cazadores de tesoros.

 –¿Quieres que narre lo que dicen las imágenes? –me preguntó Yako, que intentaba sonar tranquila y era traicionada por sus manos trémulas y sus ojos húmedos. Antes de que yo pudiera responder que no me interesaba tanto, se aclaró la garganta y empezó a narrar.

 » En la era de la magia, cuando solo existían druidas, un grupo de hechiceros, desterrados por sus infames prácticas, se asentaron en un lugar apartado de todos. Allí, ignorando las normas éticas, buscaron hacerse poderosos a cualquier precio.

 Bastaron tres generaciones para que esta tribu fuese temida por muchos. Eran crueles, incluso entre ellos mismos. Y el poder que alcanzaron era mucho más aterrador.

 Sin embargo, fue su propio poder lo que dio origen a una maldición, una enfermedad que prometía acabar con toda la vida.

 Para encontrar la salvación, aceptaron hacer un gran sacrificio.

 En un ritual en el que todos participaron, crearon la Máscara de Bosheit, la representación de las peores facetas de las personas, un objeto que absorbió toda enfermedad y maldición de la tribu, incluso su capacidad para usar la magia.

 Pero algo más sucedió. También adsorbió toda la maldad de sus almas, como si no la hubiera diferenciado de la maldición que crearon.

 Se suponía que usarían la Máscara de Bosheit para poder usar de nuevo todo el poder drenado, pero la tribu, con sus almas purificadas, decidieron sellarla y confinarla en el templo donde tantos hechizos malignos realizaron, el templo al que nunca más volverían ni nombrarían.


 Decepcionante, fue lo que pensé al final. Esperaba una mejor historia que esa.

 –Qué raro –comentó de pronto Maia, deteniéndose.

 –¿Uh? ¿A qué te…? Ah, vale, sí. Qué raro –reiteré en cuanto lo noté–. ¿Y ahora qué? ¿Por dónde pasaron antes los cazadores de tesoros?
   
 Al final del pasillo encontramos un muro. Ya no había más camino.

 Miré a mi alrededor, encontrando un par de estatuas negras en las esquinas: dos tétricos hombres fantasmagóricos con un agujero en el pecho, cada uno enarbolando una espada bastarda con una mano mientras tenían la otra extendida hacia adelante, con la palma abierta hacia arriba, como si exigieran algo. Arriba de nosotros, un metro sobre nuestras cabezas, varios objetos colgaban en cadenas que se perdían en la oscuridad sobre nosotros. Cada objeto era de piedra, pero eran muy diferentes entre sí: cuchillos, monedas, libros, llaves, corazones, pequeñas figuras de féminas desnudas o de animales y más.

 –Yako, el suelo –indicó Maia.

 Yako miró el texto escrito en el suelo. Unos instantes después, lo tradujo:

 –«Solo aquellos que demuestren que toman las decisiones sabias ante el mal, son dignos de continuar».
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Mensaje  Fredericksen Jue Mar 19 2020, 06:22

- Así no es como recuerdo la historia… pero realmente se acerca mucho. – Asentí para mí mismo hasta que el elfo tuvo que mencionar lo de “mejores amigos”. – Si claro… mejores amigos, por supuesto. Nada de temor. – Aquello lo dije con menos certeza que cualquier otra mentira dicha en mi pasado, realmente dudaba aquello.

Lo que había al final de las escaleras efectivamente no era ningún incendio, era una antorcha que iluminaba gran parte de la sala. Quien sostenía la antorcha era una chica con un traje de lo más raro y por si fuera poco también tenía el cabello azul “¿Cuándo se puso de moda tener el cabello azul? No entiendo a la gente de hoy en día” aunque a decir verdad, lo que destacaba de aquella nueva chica eran sus ojos rojos, no recordaba haber visto nunca alguien con aquella característica “Bueno, tampoco recordaba conocer a alguien con una lengua sintética”  que gente más rara había en el mundo.

- Bien, entiendo lo de la máscara y eso pero… ¿Aún quedan cazadores en este sitio? Ya saben… vivos – Pregunté apenas comenzamos a avanzar, era mejor saber todo con anticipación para evitar desagradables sorpresas.

- Es difícil conocerlo a ciencia cierta, como debieron haberles explicado, nadie salió del templo luego de liberar la maldición. Pero eso no significa que consiguiéramos restos algunos, puede que los cazadores aún anden por allí.

- Entonces más vale estar preparados. – Añadió Delilah que estaba prestando atención a la extraña chica de ojos rojos.

- Puede ser, no deberían descartar esa posibilidad de riesgo tampoco.

- Para nada, siempre tomo en cuenta lo peor.

Pasó otro rato en calma mientras todo parecían distraídos con los dibujos de las paredes, no había que ser muy inteligente para saber que aquellas figuras contaban algo, pero si para entenderlas. Fue una sorpresa que aquella chica llamada Yako le hubiera ofrecido al elfo explicarle el significado de los dibujos, escuchando aquello cobraba mayor sentido la maldición que azotaba al pueblo, aunque era ciertamente increíble que algo así pudiera suceder “Pero nada es imposible, eso lo se de primera mano.”

- ¡Así que eso explica el pasaje bajo el templo! – Exclamó Delilah una vez Yako terminó de relatar la historia. – Aparte de esconder algo, estaban rechazando el mal que una vez asoló sus almas, que poético. – Prosiguió mientras sonreía y miraba los dibujos para luego observar a Yako. – Increíble que supieras todo eso solo por ver estas imágenes.

- Es por tanto… leer, no se me dificulta recodar esta clase cosas.

- Es asombroso. – Dijo por lo bajo la pelirroja, con cierta admiración.

   El camino finalmente se había terminado aunque no había ninguna máscara o plataforma alguna, solo dos estatuas que no lucían para nada amigables, les faltaba algo en el pecho y parecían mendigos de lunargenta pidiendo limosna con aquella mano libre alargándose hacia adelante.  Por si no fuera poco, del techo colgaban varios cachivaches curiosos, una decoración algo fuera de lugar para la zona.

- Aquellos que toman las decisiones sabias contra el mal ¿Qué rayos significa eso? – No esperaba verme rodeado de acertijos cuando había aceptado aquel trabajo, los acertijos me traían malos recuerdos.

- Seguramente hay que poner algo en las manos de aquellas estatuas. – Inquirió Delilah.- Tienen el pecho vació y parecer estar exigiendo algo.

- Puede ser…pero habría que pensar bien que tomar. – añadió Yoko subiendo la mirada a los objetos para estudiarlos. – Esto podría acabar mal si elegimos el que no es.

- Realmente no es difícil, la elección más sabia ante el mal, es terminarlo… por eso el cuchillo es la opción correcta. – Aplaudí ante aquel pensamiento tan sensato y antes que alguien pudiera protestar salté a tomar el cuchillo de piedra que colgaba  a un par de pasos, para mi sorpresa el cuchillo no se liberó, si no que se estiró un poco y luego sonó un chasquido.  Acto seguido un par de piedras cayeron del techo y el pasillo comenzó a ponerse más estrecho, poco a poco el campo se iba reduciendo. – Bien… creo que no era el cuchillo. – Solté aquella cosa para caer al suelo y observar como las paredes se iban moviendo lentamente, reduciendo el espacio disponible. – Estoy abierto a ideas.

- ¿¡A ideas!? ¡Ahora no tenemos tiempo para pensar… esto…esto está realmente mal! – Yoko había subido las manos hasta su cabello mientras observaba todo a su alrededor con pánico, al parecer no sabía controlarse.

- Realmente aún podríamos correr a la salida… solo que claro, no podríamos avanzar y posiblemente todos mueran al fallar la misión. Pero hey, podemos estar a salvo.

- ¡Fred, no debes decir eso! – Me encogí de hombros a modo de respuesta y Delilah se mordió el pulgar observando las figuras que colgaban, caminaba de allí para acá sin apartar la vista. – La decisión sabia… ante el mal. – Musitó quedándose quieta un momento, su vista se había clavado en una curiosa figura. – Eso es una máscara ¿No buscamos una máscara?

- Si, pero no es esa exactamente, eso solo es un ornamento de piedra. – Dijo la mujer de ojos rojos. - ¿Por qué?

- Creo que lo tengo. – Susurró la chica saltando y tomando con dificultad la máscara que había visto, a diferencia del cuchillo esta cadena se quebró y cayó sin problemas. – Bien… esto es una parte… - Murmuró elevando la vista nuevamente, las paredes seguían moviéndose pero esta vez con menos velocidad, el siguiente salto de la joven fue al corazón tallado en piedra, al igual que la máscara, la cadena se quebró sin dificultad. - ¡Lo sabía! – Sostuvo ambas esculturas un momento a la altura de sus ojos y luego corrió a las estatuas, depositando el corazón en una mano y la máscara en otra.

   Las paredes se detuvieron igual de rápido como habían comenzado a cerrarse, algo extraño sonó y las manos de las estatuas bajaron un poco, aquello basó para que el pasillo fuese recobrando su anchor original a paso de tortuga.

- ¿Q…qué hiciste? – Preguntó Yako mirando con sorpresa a la pelirroja.

- Dime la verdad, Delilah ¿Ya habías venido aquí? – Delilah rio y negó con la cabeza, limpiándose la poca baba que había quedado en su dedo usando la  camisa.

- Para nada, solo fue gracias a la historia ¿Cuál fue la elección de los habitantes de la tribu para erradicar el mal?

- ¿Hacer como si nada hubiera pasado?

- ¿Qué? No. – Delilah arrugó el ceño y se llevó las manos al pecho, mirando las estatuas. -  Limpiaron el mal de sus almas, de sus corazones. Por eso las estatuas tienen el pecho hueco… o eso creo.

- ¿Y cómo explicas la máscara?

- Porque allí fue donde depositaron el mal ¿No es así, señorita Yako?

- Pues eso era lo que contaban las imágenes. – Contestó la chica del mechón azul, asintiendo lentamente.

- Que chica tan inteligente. – Le di unas palmadas en el hombro a Delilah y me giré al elfo. – Yo le enseñé todo esto, claramente… lo del cuchillo, solo era para ver como reaccionaban  ante el estrés.  Sigan así muchachos, gran trabajo en equipo. – Esta vez aplaudí observándolos a todos con el ojo sano “Espero que crean esta mentira también”.  Una vez las paredes habían regresado a su posición natural el muro se comenzó a separar, dejando al descubierto la continuación del pasadizo. – Bien ¿Quién quiere ir primero?
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Mensaje  Rauko Miér Mar 25 2020, 17:36

 Intenté pensar en la posible respuesta, pero mi mente no generó algo lo suficientemente coherente para ser tomado en serio, así que, mientras tanto, solo me mantuve en silencio.

 Por desgracia el arquero sí decidió actuar guiándose por la estupidez.

 –¡Eres idiota! –solté en cuanto se activó la trampa mortal. Miré el camino de regreso, considerando sugerir que escapáramos. Sin embargo, no podría tomar esa decisión, no cuando toda una aldea dependía de nosotros. Me repetí una y otra vez que debía perseverar y encontraríamos la solución al enigma.

 Pero no encontré ninguna solución. Estando bajo presión no podía pensar bien. Eso era frustrante, y la frustración me dificultaba pensar.

 Y Xana no estaba mejor. Recorría todo el lugar con la mirada, repetidamente, velozmente, pero no logró más que eso.

 No obstante, Delilah, la chica en la que menos expectativas tuve, encontró la respuesta correcta.

 Solté un largo suspiro de alivio cuando pasamos la prueba, y me disculpé mentalmente con la chica que subestimé.

 –Oh, debí imaginarlo –respondí al arquero, sonriendo de oreja a oreja–. Gracias, mejor amigo. ¿Qué haríamos nosotros sin ti?

 Obviamente no pensaba nada bueno de él en ese instante. Quería golpearlo, pero preferí confinar mis sentimientos; no quería volver a explotar como lo hice en cierto mundo paralelo.

 –Yo iré primera –dijo Maia. Llenó lentamente de aire sus pulmones, o lo que sea que tuviera dentro, y luego reanudó la caminata.

 Atravesamos varias salas, pasillos y, por último, un puente que colgaba sobre un abismo sin fondo; las trampas fueron desactivadas en aquellos lugares, por lo que fue un viaje tranquilo.

 Entonces llegamos a un espacio aparentemente amplio. La única luz era la de la antorcha, y no era suficiente para ver más allá de unos cinco metros.

 –Blendung –murmuró Yako.

 Diversas runas aparecieron en la antorcha y adquirieron un brillo blanco, mientras que la luz que irradiaba las llamas se intensificó, logrando iluminar gran parte del lugar.

 Una enorme sala circular con un pasillo al fondo. Lo único que hacía que no estuviera vacía era la pequeña columna de piedra en el centro.

 Yako se acomodó los anteojos y observó detenidamente el lugar antes de indicarnos con un gesto dubitativo que avanzáramos. Se detuvo apenas unos instantes a ver las runas inscritas en la columna, pero decidió ignorarlas.

 –Los cazadores de tesoros ya se encargaron de lo que había aquí también –explicó.

 –Esperen –dijo Maia de golpe.

 Pasos. Alguien estaba acercándose desde el pasillo al que íbamos, alguien con prisa, alguien que luchaba por mantener el equilibrio.

 –Prepárense para…

 –¡Ayuda! –escuchamos gritar. Su voz reverberó en la sala, gatillando escalofríos y suposiciones inquietantes.

 Lo vimos salir del pasillo. Un hombre joven, castaño, cubierto por una túnica ámbar decorada con runas amarillas. Su rostro estaba pintado de terror.

 –Yo…

 Apenas alcanzó a decir aquello antes de desplomarse.

 Maia, de inmediato, quiso acercarse a ayudarlo, pero la detuve agarrándola del hombro.

 –Mira. –Señalé la espalda del joven.

 Algo estaba allí. Una sustancia negra, viscosa y burbujeante, y no dejaba de agitarse. No tardamos en descubrir que podía derretir lo que tocara; tela, carne y huesos se disolvieron.

 –Qué horror –musitó Maia consternada.

 –No quiero ser aguafiestas desde ya, pero… ¿qué hacemos si más de eso nos espera más adelante? –pregunté tras un momento de silencio.

 Xana extendió una mano en dirección a la sustancia. Creó una pequeña chispa de luz que desapareció enseguida.

 –¿Uh? –Xana se miró ambas manos, luego la sala–. Esta oscuridad… no es natural –dijo, con el ceño fruncido–. Sea lo que sea que hay aquí, anula nuestra magia, la magia de luz. –En otras palabras, su utilidad se redujo considerablemente.

 Antes de poder sugerirle a Xana que volviera a la superficie, aunque igual sabía que no me escucharía, una enorme masa negra y deforme, de la misma sustancia negra de antes, salió del pasillo, arrastrándose velozmente para juntarse con lo que derritió al joven de la túnica.

 Todos retrocedimos al instante, alertas. La masa, poco a poco, fue adquiriendo una forma humanoide de dos metros de altura. La luz de la antorcha se reflejaba en una esfera plateada en el centro de su pecho.

 –Bueno, supongo que deberemos destruir esa bola para matarlo –supuse.

 –Adelante –contestó Maia. Agarró de la muñeca a Yako y se alejaron–. Les asistiremos desde lejos si hace falta.

 Una bonita manera de decir que no harían más que mirar.

 Desenvainé la espada Retniw, flexioné ligeramente mis piernas, me incliné hacia adelante, centré mi mirada en mi objetivo. Intenté intensificar mi éter y no lo logré. Aquel fracaso me volvió terriblemente consciente de mi vulnerabilidad.

 Aun así, corrí hacia adelante. Varios tentáculos emergieron de la criatura y se extendieron en mi dirección. Pude esquivar los ataques con giros torpes o deslizándome por el suelo.

 En un momento estuve lo suficientemente cerca. Di un salto y una veloz estocada. La punta de mi espada golpeó la esfera, que salió despedida hacia atrás abandonando al cuerpo, el cual se estremeció perdiendo su forma.

 No obstante, uno de sus apéndices atrapó la esfera antes de que se alejara demasiado y la colocó de nuevo en el centro de la criatura, la cual recuperó su forma. Nuevos tentáculos emergieron hacia mi dirección. Salté hacia atrás, rodé hacia un lado y me alejé, con los tentáculos azotando cada sitio que pisé en una minúscula diferencia de tiempo, mientras usaba mi espada para seccionar los tentáculos que demostraban una mejor precisión.

 Afortunadamente mi espada no se derretía con esa sustancia, resistiendo de la misma forma que la esfera metálica. Aun así, eso no me brindaba una ventaja significativa.

 Xana, paralelamente, se colocó detrás de la criatura y usó su bastón Milde, el cual se rodeó de descargas eléctricas, para golpear la esfera.[1] Esta absorbió la electricidad y la esparció por su cuerpo, que nuevamente se estremeció salvajemente. La esfera salió abruptamente disparada hacia adelante. El cuerpo cayó sin lograr mantener su forma, sin embargo, no tardó en arrastrarse raudo hacia lo que había perdido.


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[1] Encantamiento del arma Milde: Arma de electricidad.
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Mensaje  Fredericksen Mar Mar 31 2020, 01:46

Era claro que había realizado un gran trabajo, hasta el propio Rauko había aceptado que sin mí la cosa estaría peor “¿Quién lo diría? Se tragaron la mentira” Si seguíamos a aquel ritmo, seguramente todo acabaría bien y no me terminarían culpando de nada. La chica de ojos rojos propuso encabezar la marcha esta vez, si aquel era su deseo no veía porque refutarlo “El que va primero es el que suele activar las trampas, así que tampoco tengo muchos problemas”

   Por algún motivo el camino era más largo de lo que me gustaría, no entendía la afición de la gente de antes, debían hacer laberintos y colocar trampas en todos lados para ocultar algo “¿No es más fácil simplemente enterrarlo? Cuando Azrael entierra a un conejo solo él sabe dónde conseguirlo”  Si el plan era no llamar la atención de personas interesadas en su tesoro, realmente lo hacían mal.

- ¿Fred, cuanto tiempo crees que tenga este puente aquí? – Me preguntó Delilah cuando pasamos por aquella plataforma que se veía poco confiable.

- El suficiente para lucir peligroso. – Miré el inquietante abismo que había a nuestros pies, no me gustaría tropezar en aquel lugar.

   La siguiente parada del grupo fue una estancia amplia pero oscura, la escasa iluminación que brindaba la antorcha no bastaba para saber qué tan peligroso era aquella zona, iba a proponer dar media vuelta y ver que otro camino podríamos usar cuando Yako murmuró algo raro, haciendo que la luz se intensificara, logrando una mejor visión del sitio.

- Pues parece que aquí tampoco hay mucho. – Solo había una columna con más cosas incomprensibles, por lo visto las trampas allí también estaban desactivadas o al menos eso dijo Yako. Pero que no hubieran trampas no significaba que no hubiera gente, en aquel sitio era fácil escuchar los ecos y los pasos que se aproximaban no eran una sorpresa, estiré mi mano derecha para hacer retroceder a Delilah, la joven sin protestar esta vez, se hizo para atrás un par de pasos.

El sujeto que apareció no tenía apariencia de ser peligroso, realmente parecía aterrado “Lo que es una peor señal” Tragué saliva creyendo que nos explicaría lo que pasaba, solo que se antes de poder hacerlo cayó al suelo. La de ojos rojos se fue a acercar pero Rauko la detuvo, el elfo señaló algo en el cuerpo del sujeto, algo negro que parecía  fundirlo y comérselo.

- ¿Un muro de baba negra? No puedo imaginar algo así… - Respondí a Rauko, para hacer un muro con algo tan viscoso debería haber una especie rara de apoyo “O magia… magia extraña” Y para confirmar mis pensamientos, la compañera del elfo dijo algo de que la magia de luz estaba anulada “Pero que momento tan maravilloso.”

   Creía que avanzar era la única manera de saber que había pasado realmente con aquel hombre, solo que la masa negra que apareció dejó en claro que avanzar hubiese sido firmar una sentencia segura de muerte. Aquella cosa se unió con lo que había asesinado al asustadizo que no logró decir nada, tomando una horripilante forma con algo resaltando en el pecho.

- ¿Q…qué es eso? – El miedo era claro en Delilah, quizá yo también me hubiese atemorizado de no ser por aquella extraña falta de emociones.

- No sé, es como un moco negro y gigante… solo que los mocos no intentan matarte… ni son gigantes, ni toman forma de humano. – Desenfundé el arco ante la propuesta del elfo, aquello parecía lo más sensato. – Tú ataca primero y yo te sigo, Delilah, ve con Yako y la otra.

  Aunque realmente no había mucho que hacer, el elfo se movía con mayor soltura a la que recordaba, él solo parecía poder encargarse de aquello “Entonces es momento del plan B” Asentí para mí y rodeé con cuidado la batalla, acercándome a los restos del joven. Aquella papilla sanguinolenta que había quedado donde lo negro se había fundido podía resultar asquerosa. Tomé aire y metí las manos en los bolsillos y bajo la túnica, sacando un par de Aeros y una bonita daga ceremonial “No todo debe ser perdida.” Giré el rostro para asegurarme que aún seguía lejos de la refriega, Rauko seguía resistiendo bien, aunque ahora si parecía tener problemas, aquella atrocidad parecía defender muy bien la esfera “La baba va a la esfera… interesante”

Esta vez fue turno de la  compañera de Rauko de atacar, su bastón pareció tomar energía antes de golpear a la criatura, logrando que la esfera se alejara saliera despedida y se alejara lo suficiente “Esa cosa será imposible de matar, se van a agotar antes de poder herirla.”

- Esperen… eso es, el abismo. – Dije por lo alto antes de salir corriendo hacia la esfera, debía moverme más rápido que la sustancia negra o aquella idea no serviría. Tomé la daga recién robada con los dientes y me agaché al momento de pasar junto al orbe que aquello parecía usar para tomar forma, había llegado antes solo por poco, el ardor en mi mano y la sensación empalagosa de la sangre comenzando a fluir bastó para saberlo. Apreté los dientes en la empuñadura ceremonial y sacudí la mano con fuerza para deshacerme del pegote que había quedado en mi mano, definitivamente era mala idea tocar aquello.

- ¿¡A dónde vas!? – Gritó Delilah cuando pasé junto a la entrada de aquella sala, regresando al puente poco fiable.  Con la mano libre levanté el pulgar para hacerle entender que todo estaba bien “O lo suficientemente bien por ahora.”

   El puente se tambaleaba de un lado a otro con cada paso que daba, si iba con calma por allí aquella baba me daría caza y no quedaría absolutamente nada. Giré un poco el rostro para calcular la ventaja que tenía, ciertamente era poca “Pero es suficiente” la baba caía entre los tablones de madera, eso serviría, solo que el movimiento de esta era más descontrolado y causaba una agitación mayor en la endeble estructura. Me apoyé en una soga y me aferré a esta usando la mano libre, inclinándome un poco al vacío para soltar la esfera “Si esto no sirve, cortaré la soga con la daga… si me sujeto con fuerza no debería caerme.”

La baba se quedó inmóvil un momento en el puente, sin forma alguna hasta que se alargó al vació y comenzó a precipitarse violentamente, haciendo que las sacudidas de antes parecieran un simple paseo. Aquello me hizo perder el equilibrio el tiempo suficiente para terminar colgando en el vacío, aferrándome con fuerza a la soga con la mano artificial, si la baba no me hubiese herido la otra extremidad, regresar a la estructura no hubiese sido problema “Pero al parecer fue más grave de lo que imaginaba” Aún podía moverla, pero dolía como si la hubiese metido en fuego. Tuve que escupir la daga que sostenía con los dientes, contemplando como aquel hermoso artefacto también se perdía en la nada.

- Chicos… creo que necesito un poco de ayuda. Tengo una situación aquí. – Dije con la fuerza suficiente para que me escucharan, cualquiera que viera notaría el problema.
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Mensaje  Rauko Mar Mayo 12 2020, 22:14

 –El puente –repetí en un susurro, reconociendo el plan del arquero como una buena opción.

 La criatura sin forma persiguió a Fred, inconsciente de la trampa abismal que le esperaba con las fauces abiertas. Xana y yo corrimos tras ellos, listos para actuar si éramos necesitados.

 Afortunadamente, Chucho logró que la criatura encontrara un futuro incierto en la profundidad del abismo. Desafortunadamente, quedó colgando con un solo brazo. Eso no era realmente un problema grave. Me preocupaba más el estado de su mano libre.

 –Ten cuidado donde pisas –me advirtió Xana cuando di un paso hacia el puente.

 Me acerqué con cuidado. Apoyé, con cautelosa lentitud, un pie en el primer tablón. Emitió un crujido. Este tablón, como algunos más delante de este, estaba corroído y salpicado de fluidos negruzcos lo devoraban.

 –Parece que la baba negra deterioró esto más de lo que ya estaba –dije. Presioné mi pulgar en mis labios mientras sopesaba mis opciones–. Bueno, daré un salto hacia él y lo agarraré y volveré propulsándome con mi magia. Fácil.

 –Recuerda que nuestro poder mágico es casi nulo ahora.

 Se me hizo un nudo en la boca del estómago.

 –Vale, ¿tienes algún plan? –le pregunté a Xana, sin apartar la vista del arquero.

 Ella dio un pesaroso «no» como respuesta.

 –Lo salvaré sin mi magia bonita, entonces. Dame ánimos –suspiré.

 Avancé, demasiado consciente de cada pisada, de cada crujido de la madera. Intenté apoyar mi peso más sobre las sogas en los laterales que en mis pies. No me permití relajarme hasta que llegué a los tablones que no fueron alcanzados por la criatura negra.

 –Derrotaste a esa… cosa. Eres el éxito –le dije, sonriéndole torpemente, mientras le ayudaba a subir–. Por eso somos mejores amigos.

 Me percaté de la extraña naturaleza de su brazo. Casi perdí mi sonrisa. Me pregunté sobre lo que sea que tuvo que sucederle para perder extremidad de carne y huesos y sustituirlo por uno de metal, pero preferí no hablar sobre ello. Su otra mano, sin embargo, sí merecía atención.

 –Las chicas podrán sanarte, así que volvamos. Cuidado donde pisas –advertí antes de que emprendiéramos el camino de regreso.

 Entonces los tablones delante de nosotros se desmoronaron o exhibieron numerosos agujeros trazados por los restos de la viscosidad oscura.

 –Creo que eso será un problema –comenté, intentando imprimir humor en mi voz.

 –Rauko –llamó Xana, atrayendo mi atención. En su mano tenía una piedra abrigada en una aurora de éter–. ¡Atrápala!

 Este es uno de esos momentos en los que hay un mal lanzamiento y la situación se torna aún más peliaguda. Esta vez no fue así; los clichés vendrán después.

 –Muy bien, mejor amigo –dije tras descubrir lo que pretendía Xana, un plan más temerario de lo que cualquiera esperaría de ella–, dame un abrazo bien fuerte, que te quiero mucho y sé que también me quieres.

 Sin darle tiempo a él ni a mi mente para protestar, me aferré al arquero y solté la piedra rúnica en el lugar adecuado. La runa, al tocar el tablón, liberó una poderosa onda expansiva. Las sogas se rompieron, la madera crujió con estrépito haciéndose añicos y Chucho y yo fuimos catapultados sobre la oscuridad bajo nosotros, lanzados hacia el suelo que pisaba Xana.[1]

 Nuestro aterrizaje fue tan aparatoso que prefiero no describirlo. Lo importante es que caímos donde debíamos, y que Xana se apresuró en ayudarnos y examinarnos en busca de heridas.

 –Salvados por el poder de la amistad –articulé apenas entre quejidos mientras mi cuerpo se quejaba del mal aterrizaje–. Ahora, sigamos mientras aún tengamos deseos de hacerlo.

 Y sí, regresar a la superficie parecía que sería un problema abismal, pero preferí dejarlo para el yo del futuro. 

 –Ay, no, no –farfulló Yako en cuanto entramos de nuevo en la sala, al ver al arquero–. ¡Maia!

 Maia se acercó deprisa a Fred, sacando una pócima de su bolso mientras tanto.

 –Por favor, tome esto –le pidió, pero fue ella misma la que casi le mete el frasco entero en la boca, obligándolo a beber. Luego agarró le agarró la mano, sin tocar la zona dañada, y la miró hasta que sanó–. No sabemos cuántos efectos nocivos puede tener esa… sustancia negra –dijo, y alzó su vista hasta los ojos de Fred–, pero esto debería cicatrizar tu herida. Si sientes algo, avísanos, ¿entiendes?

 Luego de eso y de que Maia se asegurara de que Xana y yo estábamos bien, reanudamos la expedición. De nuevo, la bio-cibernética al frente.

 Atravesamos otro pasillo, uno largo y cuya oscuridad antinatural se tragaba casi por completo la luz arcana de la antorcha; no veíamos más allá de un par de metros. Incluso los sonidos se oían más y más lejanos. Los límites del espacio se difuminaban. El tiempo, se hacía confuso. Nuestra existencia se desvanecía, hundiéndose en una taumaturgia ancestral forjada con sangre y remordimientos de un alma que jamás nació.


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Mensaje  Fehu Lun Jul 27 2020, 08:59

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