Cría cuervos... [Libre • 3/3]
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Cría cuervos... [Libre • 3/3]
Se había prometido que jamás volvería a poner una pata en esa ciudad habitada por sus demonios. Sin embargo allí estaba, observando a la desagradable Roilkat desde la colina más próxima a sus murallas, bañada por una fina capa de nieve y el sol de la media tarde. Las casas, todas de tejados grisáceos y de arquitectura similar, escupían humo por las largas chimeneas. Era fácil imaginarse a las familias apretujadas frente al fuego compartiendo chocolate caliente y contando historias para hacer el invierno más llevadero. El zorro chasqueó la lengua y alzó los hombros para proteger su cuello del frío, escondiéndose de forma huraña bajo la capucha de su manto verde oscuro.
–¿Qué mierda estoy haciendo aquí? –Gruñó.
Su viaje de regreso desde los Reinos del Norte había sido extenuante, casi tanto como la ida, sólo que esta vez volvía con la mente cargada de fastidiosos recuerdos, preguntas sin respuesta y una creciente sensación de frustración. Allá en el territorio de los dragones, un estúpido caprino de nombre Lemus le había hablado de su madre, y cuán desesperadamente ésta le estaba buscando. ¡Ja! Su madre, ¡justamente la mujer que le abandonó a su suerte cuando era un niño indefenso, cuando sólo tenía ojos para ella, obligándolo a volcarse hacia la mala vida! Aunque se convenció de que las palabras de ese hombre no habían sido más que un infructuoso intento por salvarse, para cuando quiso darse cuenta sus patas ya lo habían llevado hasta Roilkat, hogar de su aborrecible familia. ¿Qué esperaba encontrar? No lo sabía. De hecho, estaba seguro que si volvía a ver el rostro de alguno de sus parientes, terminaría vomitándoles encima.
Decidió que empezaría por algo suave: encontrar la casa donde transcurriera su infancia. Dado que cuando lo sacaban al exterior lo hacían durante la noche y, además, habían pasado ya muchos años desde aquello, le era difícil saber con exactitud en qué parte de la ciudad se encontraba el asentamiento familiar. ¡Además todas las malditas casas se veían idénticas! No quedaba más opción que ir a lo simple: preguntar. Volvió a cuestionarse por qué estaba molestándose en ubicar a su traidora, pérfida y desdeñable madre pero, aunque no supo encontrar respuesta, sus patas continuaron moviéndose.
Una vez hubo bajado la colina e ingresado por la gran puerta de la ciudad fortificada, mostró el rostro dejando caer tras su nuca la gruesa capucha. Aunque era usual que la gente se lo quedase mirando –normal, siendo un zorro tan apuesto– en esta ocasión se sentía especialmente nervioso, aunque pronto se amonestó por tal tontería. ¿Qué le incomodaba? ¡Ya no era un niño! Si algún miembro de su miserable familia lo reconocía e intentaba hacerle daño, ahora podría arrancarle el brazo de un mordisco, ¡bien merecido se lo tendría!
Carraspeó y se pasó una mano por el rostro, apartándose los largos mechones de cabello, irguiendo más las largas orejas y gesticulando una sonrisa carismática, amable y despreocupada con la cual se dirigía a la gente que pasaba por su lado.
–Disculpe, ¿sabe dónde podría encontrar a la familia Mikaelson?
–¿Qué mierda estoy haciendo aquí? –Gruñó.
Su viaje de regreso desde los Reinos del Norte había sido extenuante, casi tanto como la ida, sólo que esta vez volvía con la mente cargada de fastidiosos recuerdos, preguntas sin respuesta y una creciente sensación de frustración. Allá en el territorio de los dragones, un estúpido caprino de nombre Lemus le había hablado de su madre, y cuán desesperadamente ésta le estaba buscando. ¡Ja! Su madre, ¡justamente la mujer que le abandonó a su suerte cuando era un niño indefenso, cuando sólo tenía ojos para ella, obligándolo a volcarse hacia la mala vida! Aunque se convenció de que las palabras de ese hombre no habían sido más que un infructuoso intento por salvarse, para cuando quiso darse cuenta sus patas ya lo habían llevado hasta Roilkat, hogar de su aborrecible familia. ¿Qué esperaba encontrar? No lo sabía. De hecho, estaba seguro que si volvía a ver el rostro de alguno de sus parientes, terminaría vomitándoles encima.
Decidió que empezaría por algo suave: encontrar la casa donde transcurriera su infancia. Dado que cuando lo sacaban al exterior lo hacían durante la noche y, además, habían pasado ya muchos años desde aquello, le era difícil saber con exactitud en qué parte de la ciudad se encontraba el asentamiento familiar. ¡Además todas las malditas casas se veían idénticas! No quedaba más opción que ir a lo simple: preguntar. Volvió a cuestionarse por qué estaba molestándose en ubicar a su traidora, pérfida y desdeñable madre pero, aunque no supo encontrar respuesta, sus patas continuaron moviéndose.
Una vez hubo bajado la colina e ingresado por la gran puerta de la ciudad fortificada, mostró el rostro dejando caer tras su nuca la gruesa capucha. Aunque era usual que la gente se lo quedase mirando –normal, siendo un zorro tan apuesto– en esta ocasión se sentía especialmente nervioso, aunque pronto se amonestó por tal tontería. ¿Qué le incomodaba? ¡Ya no era un niño! Si algún miembro de su miserable familia lo reconocía e intentaba hacerle daño, ahora podría arrancarle el brazo de un mordisco, ¡bien merecido se lo tendría!
Carraspeó y se pasó una mano por el rostro, apartándose los largos mechones de cabello, irguiendo más las largas orejas y gesticulando una sonrisa carismática, amable y despreocupada con la cual se dirigía a la gente que pasaba por su lado.
–Disculpe, ¿sabe dónde podría encontrar a la familia Mikaelson?
Última edición por Zatch el Vie Ene 27 2017, 17:08, editado 1 vez
Zatch
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Re: Cría cuervos... [Libre • 3/3]
Sus pasos le habían llevado más allá de Lunargenta, pero ¿por qué? Esos latidos lo estaban guiando hacia el sur de la península, pero debía descansar pronto; una vez fuera de los bosques era arriesgado adoptar la forma de lobo, lo que implicaba que el viaje fuese mas duro físicamente. Vestido como poco más que unos harapos y bastante desaliñado, no tardó en discernir las columnas de humo que indican claramente la presencia de la civilización elevándose hacía el cielo encapotado. Bien, dormiría al fin en una cama y al día siguiente podría seguir rumbo a donde sea que estuviese yendo.
Un gran arenal lo separaba de las casas, nunca había visto nada semejante, se preguntaba cómo habría conseguido sobrevivir tanta gente en un terreno tan aparentemente hostil. Por suerte logró alcanzar los muros de la ciudad antes de que oscureciera, y pudo comprobar de primera mano que olía exactamente que todas las ciudades donde abundaban los humanos: mal.
-¿Cómo se llama esta ciudad? preguntó secamente y casi sin mirarlo a uno de los guardias de las puertas, a lo que él contestó -Roilkat- con igual desdén. Bueno, ahora ya sabía donde estaba, y todas las ciudades humanas tenían posadas donde la gente podía emborracharse, gritar, golpearse, manosear a señoritas y, eventualmente, dormir, solo debía encontrar una.
No había visto muchas ciudades humanas más allá de Lunargenta, pero esta no parecía muy distinta. Más pequeña, pero construida de la misma manera, piedra sobre piedra. ¿Cuántas más como esas habría repartidas por el mundo? Ciudades de piedra para poder huir de ellos mismos. Su estómago empezaba a exigir alimento con fuerza, tal vez llevase más de un día sin comer y no creía que por allí la caza fuese abundante; tal vez tuviese que gastar las últimas monedas que le quedaban de cuando trabajó como marinero.
Las nubes empezaban a tener un tono rojizo, la noche se le echaba encima y cada ve estaba mas desorientado dentro de esa ciudad. Un hombre con cuerpo de zorro le detuvo para preguntarle dónde vivía alguien, ni siquiera había intentado entender el nombre.
-No soy de por aquí. ¿Sabes tú dónde encontrar comida, alojamiento y un barco?- Las formas no eran lo suyo, y tal vez sonase más hostil de lo que en realidad pretendía, pero era la primera vez que hablaba con un humano con forma de zorro. Podía haberse sorprendido más, pero ya había asumido que desconocía demasiadas cosas de ese mundo, y que cuanto más se alejaba de sus bosques, más aparecerían toda clase de gentes extrañas.
Un gran arenal lo separaba de las casas, nunca había visto nada semejante, se preguntaba cómo habría conseguido sobrevivir tanta gente en un terreno tan aparentemente hostil. Por suerte logró alcanzar los muros de la ciudad antes de que oscureciera, y pudo comprobar de primera mano que olía exactamente que todas las ciudades donde abundaban los humanos: mal.
-¿Cómo se llama esta ciudad? preguntó secamente y casi sin mirarlo a uno de los guardias de las puertas, a lo que él contestó -Roilkat- con igual desdén. Bueno, ahora ya sabía donde estaba, y todas las ciudades humanas tenían posadas donde la gente podía emborracharse, gritar, golpearse, manosear a señoritas y, eventualmente, dormir, solo debía encontrar una.
No había visto muchas ciudades humanas más allá de Lunargenta, pero esta no parecía muy distinta. Más pequeña, pero construida de la misma manera, piedra sobre piedra. ¿Cuántas más como esas habría repartidas por el mundo? Ciudades de piedra para poder huir de ellos mismos. Su estómago empezaba a exigir alimento con fuerza, tal vez llevase más de un día sin comer y no creía que por allí la caza fuese abundante; tal vez tuviese que gastar las últimas monedas que le quedaban de cuando trabajó como marinero.
Las nubes empezaban a tener un tono rojizo, la noche se le echaba encima y cada ve estaba mas desorientado dentro de esa ciudad. Un hombre con cuerpo de zorro le detuvo para preguntarle dónde vivía alguien, ni siquiera había intentado entender el nombre.
-No soy de por aquí. ¿Sabes tú dónde encontrar comida, alojamiento y un barco?- Las formas no eran lo suyo, y tal vez sonase más hostil de lo que en realidad pretendía, pero era la primera vez que hablaba con un humano con forma de zorro. Podía haberse sorprendido más, pero ya había asumido que desconocía demasiadas cosas de ese mundo, y que cuanto más se alejaba de sus bosques, más aparecerían toda clase de gentes extrañas.
Brendarid
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Re: Cría cuervos... [Libre • 3/3]
Mi peregrinación había empezado, mi voto de pobreza era absoluto y mi Fe en los Antiguos Celestiales, infinita. Solo mis ropas viejas y un cayado de apoyo eran compañeros.
Arrastraba mis pies descalzos de pueblo en pueblo, el encargo era arduo, las personas desagradecidas y el apetito me recordaba que si no lograba mi cometido nuevamente pagaría caro las consecuencias. El peregrinar con un voto como el mio, motivaba a la sociabilizacion, pero como yo rompería las barreras de mi pasado para lograr alcanzar a futuros fieles.
Los días se hacían largos con el rugir del estomago vació, las tormentas heladas eran el retraso inesperado que me obligaba a parar, y los pocos rayos de sol se convertían en mi mejor amigo, no por no soportar el frió, sino porque el camino se despejaba ante mis ojos con la claridad.
Esa mañana llegue a Roilkat junto al alba, por un instante me deje maravillar por la arquitectura urbana a mi alrededor, pero habían muchas intranquilidades en mi mente como para considerar esto un paseo turístico. Mi aspecto moribundo y desalineado solía convertirse en un obstáculo poderoso, pero los Antiguos me cubrieron con su jubilo inmaculado y el positivismo que recibí de sus manos dio resultados favorables en lo que parecía ser un mercado familiar precario.
Dohna, una amable mujer de rasgos avejentados por el tiempo y tes clara, aparentemente humana por lo que logre percibir, me brindo el pan que sacio mi gazuza y el agua con la cual mi rostro, pies, manos y cabellos se volvieron presentables. Entre charlas amistosas y sonidos afluentes de agua tibia en una infusión, le comente sobre mi misión de vida, sobre mi romería en un intento por alcanzar su alma y ella con plena simpatía me revelo que era fiel a los Celestiales.
- Obran de maneras misteriosas, pero quien si no ellos para cruzar nuestros caminos señora mía - admití dando gracias a ellos en un profundo suspiro y despidiéndome a la vez - pero mi labor es inútil a su lado, pues debo ser tierra fértil de plantas y cultivos débiles, pobres y dañinos - levante la vista mirando a todos lados de la habitación - su hogar es ahora un gran árbol de esperanza que no requiere de cuidado.
Con mis ultimas palabras me marche. Mis pies ahora limpios se vestían de siena tostado en el ripio del canal que me conducía al centro del lugar.
- Es hoy! Hoy es el maravilloso día en el que os invito a todos a escuchar la verdad de nuestros Dioses... - gritaba a voz viva en un punto céntrico y focal - Cada hombre es dueño de su vida, de su hogar, de su familia, pero los Antiguos son la esperanza para nuestras almas, para quienes queremos! Escuchad todos y dejarse iluminar por la paz bendita que amorosamente nos regalan.
Nadie... ni una persona se detenía, "Educar con el ejemplo: la única forma de educar" decía mi madre, palabras fáciles e imposibles para mi. En el pueblo anterior una persona me escucho, pidió un favor y brindándole mi ayuda lo alcance, pero como ayudar a quienes no querían ser ayudados. Comenzaba a molestarme pero no a desanimarme.
- Acercaos, escuchad y comprender sobre este amor que bien conozco y quiero compartir con todos vosotros. Déjenme ser quien les muestre la infinita ayuda que da respuesta sus peyorativas.- "Esto de pregonar ya no funciona.... quizás no es lo mio " no me frustraría tan rápido, pero tenia que pensar en mejores métodos.
Arrastraba mis pies descalzos de pueblo en pueblo, el encargo era arduo, las personas desagradecidas y el apetito me recordaba que si no lograba mi cometido nuevamente pagaría caro las consecuencias. El peregrinar con un voto como el mio, motivaba a la sociabilizacion, pero como yo rompería las barreras de mi pasado para lograr alcanzar a futuros fieles.
Los días se hacían largos con el rugir del estomago vació, las tormentas heladas eran el retraso inesperado que me obligaba a parar, y los pocos rayos de sol se convertían en mi mejor amigo, no por no soportar el frió, sino porque el camino se despejaba ante mis ojos con la claridad.
Esa mañana llegue a Roilkat junto al alba, por un instante me deje maravillar por la arquitectura urbana a mi alrededor, pero habían muchas intranquilidades en mi mente como para considerar esto un paseo turístico. Mi aspecto moribundo y desalineado solía convertirse en un obstáculo poderoso, pero los Antiguos me cubrieron con su jubilo inmaculado y el positivismo que recibí de sus manos dio resultados favorables en lo que parecía ser un mercado familiar precario.
Dohna, una amable mujer de rasgos avejentados por el tiempo y tes clara, aparentemente humana por lo que logre percibir, me brindo el pan que sacio mi gazuza y el agua con la cual mi rostro, pies, manos y cabellos se volvieron presentables. Entre charlas amistosas y sonidos afluentes de agua tibia en una infusión, le comente sobre mi misión de vida, sobre mi romería en un intento por alcanzar su alma y ella con plena simpatía me revelo que era fiel a los Celestiales.
- Obran de maneras misteriosas, pero quien si no ellos para cruzar nuestros caminos señora mía - admití dando gracias a ellos en un profundo suspiro y despidiéndome a la vez - pero mi labor es inútil a su lado, pues debo ser tierra fértil de plantas y cultivos débiles, pobres y dañinos - levante la vista mirando a todos lados de la habitación - su hogar es ahora un gran árbol de esperanza que no requiere de cuidado.
Con mis ultimas palabras me marche. Mis pies ahora limpios se vestían de siena tostado en el ripio del canal que me conducía al centro del lugar.
- Es hoy! Hoy es el maravilloso día en el que os invito a todos a escuchar la verdad de nuestros Dioses... - gritaba a voz viva en un punto céntrico y focal - Cada hombre es dueño de su vida, de su hogar, de su familia, pero los Antiguos son la esperanza para nuestras almas, para quienes queremos! Escuchad todos y dejarse iluminar por la paz bendita que amorosamente nos regalan.
Nadie... ni una persona se detenía, "Educar con el ejemplo: la única forma de educar" decía mi madre, palabras fáciles e imposibles para mi. En el pueblo anterior una persona me escucho, pidió un favor y brindándole mi ayuda lo alcance, pero como ayudar a quienes no querían ser ayudados. Comenzaba a molestarme pero no a desanimarme.
- Acercaos, escuchad y comprender sobre este amor que bien conozco y quiero compartir con todos vosotros. Déjenme ser quien les muestre la infinita ayuda que da respuesta sus peyorativas.- "Esto de pregonar ya no funciona.... quizás no es lo mio " no me frustraría tan rápido, pero tenia que pensar en mejores métodos.
Cría cuervos... Roilkat - Península de Verisar - por la mañana(?) |
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Saurin
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Re: Cría cuervos... [Libre • 3/3]
Para cuando hubieron pasado un par de horas de indagaciones sin respuesta, la garganta de Zatch escocía. Nadie en todo ese maldito pueblucho se había dignado a detenerse para darle una miserable pista. Las gentes de Roilkat parecían desconfiadas, como si viviesen pendientes de que ocurriese alguna tragedia, y evidentemente se esforzaban por ignorar a los forasteros. El zorro no había pasado por alto los apuntalamientos en ciertos edificios en reconstrucción y la palabra “Nórgedo” que llegaría a sus oídos en numerosas ocasiones, proveniente de bocas que pasaban cuchicheando por su lado dedicándole miradas ladinas.
Ya estaba por oscurecer cuando un hombre con olor a perro (un aroma que se agradecía entre la podredumbre de la basura humana) accedió a hablarle. Para su desgracia, evidentemente no era un lugareño y su pregunta no hizo más que aumentar la frustración del joven zorro quien, a pesar de todo, le respondió con modos amables, dado que a esas alturas ya tenía la falsa sonrisa prácticamente tatuada en el rostro.
–No tengo idea, amigo. ¿Un barco en medio de un arenal? Suerte con…
–Comida y cama tienen de sobra en la Posada Mikael, jóvenes, es a dos manzanas a la derecha. Tendrán lugar asegurado, el turismo escasea últimamente…
Zatch tuvo que bajar la mirada para encontrar a la vieja desdentada dueña de aquella senil voz. La señora, con la mirada siempre clavada al frente, ni siquiera detuvo su lento andar para dirigirse a los hombres. Aunque el zorro, en un principio, no había considerado pernoctar en la desagradable cuna de su familia, el frío, el cansancio y la noche disuadían a cualquiera de emprender el viaje de regreso hacia Lunargenta. Además, si la anciana tenía razón, el nombre de aquella posada era demasiado parecido a su apellido materno como para ignorarlo.
Apenas se molestó en volver a alzar la mirada hacia el desconocido y encogerse de hombros antes de echarse a andar tomando la delantera, sin verificar si era seguido o no. Su gesto se relajaba hasta tornarse ligeramente más agrio con cada paso, convenciéndose de que no tenía razones para estar nervioso. Seguramente el nombre del hospedaje no era más que una casualidad, ¿por qué su familia habría dejado el negocio del vidrio para poner una posada? No tenía sentido, ¡seguramente ni siquiera se trataba de ellos!
Y aunque era un macho pecho peludo que no le temía nada, ni siquiera a su instigadora familia, y estaba resuelto a entrar por la puerta de esa posada con el mentón bien en alto, sintió un alivio tremendo cuando se encontró con que la entrada era obstaculizada por un muchacho rubio de rasgos andróginos que predicaba un no-sé-qué sobre la salvación, el amor y... blá, blá, blá. Pobre, parecía llevar unas cuantas horas allí.
Se detuvo en seco y alzó las cejas en un gesto juicioso. Sí, ese raro joven le estaba dando la oportunidad de darse la vuelta, huir de su investigación carente de sentido y volver a su feliz y delictiva vida. ¡Pero no había viajado tanto para escapar de sus demonios como un cachorro miedoso!
–Pues yo tengo una amorosa petición, chico. ¿Podrías ayudarme quitándote del maldito medio?
Zatch
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Re: Cría cuervos... [Libre • 3/3]
Qué curiosa situación debía ser el encontrarse a un joven desaliñado preguntando por un barco en lugar tan aparentemente desolado. Lo más seguro es que tuviese que emprender el viaje de vuelta hasta Lunargenta, y tendría que ser pronto, ya había desperdiciado demasiado tiempo y el grueso de las nevadas podría interponerse en su camino de regreso a Ulmer.
Después de que aquella anciana les indicase la situación de una posada, el hombre zorro emprendió su marcha sin siquiera dirigirse a Brendarid. Podría haberlo dejado ir sin más, pero sin duda tenía el aspecto de alguien que había viajado, al menos más que él; tal vez él supiese qué había hacia el este e indicarle una ruta. Le siguió a una distancia prudencial, ya que parecía que ambos se dirigirían hacia el mismo sitio. Lo cierto es que le resultaba sorprendente lo bien que podía guiarse el zorro a través de aquellas calles que para Brendarid eran absolutamente laberínticas.
Antes de acercarse a la puerta del establecimiento ya había sentido un extraño olor en el aire que se acentuaba a medida que los pasos del zorro le iban guiando. Sin duda procedía de aquel hombre aparentemente humano que predicaba algo justo a la entrada del sitio a donde pretendían llegar. Ignoró por completo lo que fuera que le dijo el zorro, se adelantó y olió descaradamente la túnica de aquel predicador, pasando después a su cabeza. No olía como nada que hubiese visto antes: era algo similar al olor de un lagarto, de escamas, pero había algo más. No era simplemente un olor que desprendiese su ropa, era su olor propio.
Ignorando todo aquello que había aprendido sobre la educación y los modales los último meses, miró a aquel hombre a los ojos, con su rostro a apenas a unos centímetros del suyo -¿Qué eres tú? Le preguntó en un tono que podría llegar a interpretarse como hostil, pero que en realidad solo pretendía satisfacer una curiosidad cada vez más incipiente.
Después de que aquella anciana les indicase la situación de una posada, el hombre zorro emprendió su marcha sin siquiera dirigirse a Brendarid. Podría haberlo dejado ir sin más, pero sin duda tenía el aspecto de alguien que había viajado, al menos más que él; tal vez él supiese qué había hacia el este e indicarle una ruta. Le siguió a una distancia prudencial, ya que parecía que ambos se dirigirían hacia el mismo sitio. Lo cierto es que le resultaba sorprendente lo bien que podía guiarse el zorro a través de aquellas calles que para Brendarid eran absolutamente laberínticas.
Antes de acercarse a la puerta del establecimiento ya había sentido un extraño olor en el aire que se acentuaba a medida que los pasos del zorro le iban guiando. Sin duda procedía de aquel hombre aparentemente humano que predicaba algo justo a la entrada del sitio a donde pretendían llegar. Ignoró por completo lo que fuera que le dijo el zorro, se adelantó y olió descaradamente la túnica de aquel predicador, pasando después a su cabeza. No olía como nada que hubiese visto antes: era algo similar al olor de un lagarto, de escamas, pero había algo más. No era simplemente un olor que desprendiese su ropa, era su olor propio.
Ignorando todo aquello que había aprendido sobre la educación y los modales los último meses, miró a aquel hombre a los ojos, con su rostro a apenas a unos centímetros del suyo -¿Qué eres tú? Le preguntó en un tono que podría llegar a interpretarse como hostil, pero que en realidad solo pretendía satisfacer una curiosidad cada vez más incipiente.
Brendarid
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Re: Cría cuervos... [Libre • 3/3]
La gente pasaba de mi sin ningún tipo de condescendencia, ni hombres, ni mujeres, nadie, las esperanzas no morirían tan fácil pero si mis ánimos y la tarde iba cayendo con ellas. las caras ajenas a mis palabras no paraban de ignorarme, y por estar allí predicando no bebía nada desde hace rato y el gruñir de mi estomago doblegaba mis fuerzas por mantenerme derecho, pero aun así estaría allí hasta que la luz que los Ancestrales me brindaban se extinguiera por completo.
- Este es el día esperado por todos los hombres! - no me dejaría flaquear tan fácilmente - Este es el día en que todo comienza de nuevo! Goce la tierra inundada de luz tan brillante y huyan las sombras antiguas, aléjese el miedo que los Antiguos velan por nosotros! Dejadme ser su mano, ser la mano de ellos y ayudarles, déjenme ser qui-
No pude finalizar mi oración. Un perro, de altura y cuerpo estilizado como persona se paro en frente mio mirándome. Por un segundo recode a un viejo amigo, ya sabia de las criaturas como el por eso no me asustaría, no de nuevo, sin embargo.. este era muy diferente a Alex, sus palabras contaminantes sumamente descorteces terminaron por eliminar el poco positivismo que me quedaba y borrando la sonrisa de mi rostro de inmediato.
"Se dice permiso, perro maleducado" pensé decirle, atisbe a este ser molesto pero ni bien abrí la boca para soltar mi veneno otro ente se interpuso actuando sumamente extraño. "cerca... cerca.. demasiado cerca.. demasiado cerca... demasiado cerca..." tenia pánico de las personas, estaba muy apegado a mi espacio personal que no pude evitar moverme un paso atrás tratando de buscar y mantener mi distancia del humano. No sabia reaccionar, esto era sumamente raro, me estaba oliendo, nunca antes me habían olido "que carajos".
- Y eso a ti que te importa - respondí a su pregunta sumamente nerviosa, estaba demasiado cerca, demasiado cerca y di un paso mas hacia atrás arrinconarme contra la puerta entrada de uno de los establecimientos del pueblo, quizás el perro quería entrar allí pero estaba mas preocupada por su mascota. Mire al costado ignorando al primero y viendo al peludo detrás de este - Oye!! controla a tu humano.... - asumí que venían juntos instintivamente, era una situación curiosa y paradójica, olfatear es cosa de perros no de personas, pero quien era yo para juzgar, solo los Antiguos eran quien para la labor en el día del juicio final. Ademas, hasta no hacia demasiados soles, yo tampoco actuaba como humano por la falta de contacto con ellos.
- Este es el día esperado por todos los hombres! - no me dejaría flaquear tan fácilmente - Este es el día en que todo comienza de nuevo! Goce la tierra inundada de luz tan brillante y huyan las sombras antiguas, aléjese el miedo que los Antiguos velan por nosotros! Dejadme ser su mano, ser la mano de ellos y ayudarles, déjenme ser qui-
No pude finalizar mi oración. Un perro, de altura y cuerpo estilizado como persona se paro en frente mio mirándome. Por un segundo recode a un viejo amigo, ya sabia de las criaturas como el por eso no me asustaría, no de nuevo, sin embargo.. este era muy diferente a Alex, sus palabras contaminantes sumamente descorteces terminaron por eliminar el poco positivismo que me quedaba y borrando la sonrisa de mi rostro de inmediato.
"Se dice permiso, perro maleducado" pensé decirle, atisbe a este ser molesto pero ni bien abrí la boca para soltar mi veneno otro ente se interpuso actuando sumamente extraño. "cerca... cerca.. demasiado cerca.. demasiado cerca... demasiado cerca..." tenia pánico de las personas, estaba muy apegado a mi espacio personal que no pude evitar moverme un paso atrás tratando de buscar y mantener mi distancia del humano. No sabia reaccionar, esto era sumamente raro, me estaba oliendo, nunca antes me habían olido "que carajos".
- Y eso a ti que te importa - respondí a su pregunta sumamente nerviosa, estaba demasiado cerca, demasiado cerca y di un paso mas hacia atrás arrinconarme contra la puerta entrada de uno de los establecimientos del pueblo, quizás el perro quería entrar allí pero estaba mas preocupada por su mascota. Mire al costado ignorando al primero y viendo al peludo detrás de este - Oye!! controla a tu humano.... - asumí que venían juntos instintivamente, era una situación curiosa y paradójica, olfatear es cosa de perros no de personas, pero quien era yo para juzgar, solo los Antiguos eran quien para la labor en el día del juicio final. Ademas, hasta no hacia demasiados soles, yo tampoco actuaba como humano por la falta de contacto con ellos.
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Re: Cría cuervos... [Libre • 3/3]
Apenas la última sílaba de sus duras palabras hubo salido de entre sus labios, todo accionar suyo se vio opacado por el extrañísimo comportamiento del hombre que, también en busca de la posada, le había seguido hasta allí. Zatch no se abstuvo de reír con sorna al ver que ese tipo con olor a perro efectivamente también se comportaba como uno. No le cupo duda, entonces, que se trataba de uno de sus “parientes lejanos”: un licántropo. Bueno, era eso o un humano lunático que se creía chucho, uno se encontraba de todo en las grandes ciudades. En todo caso, era gracioso cómo la sociedad solía tachar a los hombres-bestia como la raza más incivilizada, ¡siendo que él, un zorro de dos patas, con sus orejotas, sus cola y su pelaje, no andaba por ahí olfateando a los desconocidos como ese tipo!
Observó, a modo de jocoso espectador, cómo el muchacho agraviado por la situación daba un paso atrás, perdiendo los nervios por algo que, a su parecer, no lo ameritaba tanto. Aunque seguía causándole gracia, esta vez su mueca exhibió sorpresa cuando el joven se dirigió a él, exigiéndole que controlase las acciones de aquel hombre con el cual no tenía nada que ver. Se encogió de hombros y se adelantó para agarrar a cada uno de un brazo, empujándolos hacia los lados no sólo para separarlos, sino también para que despejasen la gran puerta de madera tallada que elocuentemente ponía “Posada Mikael”.
–Lo siento, chico, es un mal hábito que tiene, ya sabes cómo son los chuchos. Ahora, ¿me dejarían de una condenada vez…?
Pero antes de que pudiese finalizar la oración, la puerta se abrió de par en par justo frente a sus narices, dejando salir un tufo apestoso y cálido que evidenciaba las chimeneas encendidas dentro del lugar y ciertos menjunjes preparándose en la cocina. Zatch tuvo que bajar la mirada para encontrar a quien había abierto la entrada: un hombrecillo cuarentón, regordete y con una calvicie incipiente que lo observaba desde veinte centímetros más abajo con los ojos bien abiertos. Durante un instante simplemente se miraron, ajenos al bullicio propio de la ciudadela y a los dos individuos que aún sostenía de los brazos. Entonces, por fin, como saliendo abruptamente de un trance, el hombre habló:
–¡Bueno, bueno, parece que por fin tenemos clientes!
Entonces se apartó de la entrada para dejar pasar al peculiar trío, dirigiéndose rápidamente hacia una de las numerosas mesas que colmaban el espacio que hacía de comedor, sala de estar y recepción. El señor sopló con todas sus fuerzas para liberarla de la gruesa capa de polvo que la cubría. Zatch, escéptico, soltó al predicador y al lobo para ser quien entrase primero.
Con pasos cautelosos y lentos se acercó al anfitrión, que nerviosamente acomodaba los platos y los cubiertos.
–¿Esta posada pertenece a la familia Mik-
–¡Vaya, parece que la comida está lista! ¡Toma asiento con tus amigos, por favor, invita la casa!
Zatch lo observó, boquiabierto y enojado. Sus hombros cada vez estaban más arriba y su cola cada vez más erizada, denotando una tensión que iba en aumento. Aún no terminaba de creer que acababa de ser brutalmente interrumpido por aquel hombrecillo que no paraba de sudar y lanzarle alteradas miradas furtivas, ahora desde la cocina. ¿Acaso había que propinarles una paliza a las personas de Roilkat para que se dignasen a responderle una maldita pregunta?
Chasqueó la lengua antes de que un profuso suspiro se escapase de entre sus labios, al tiempo en que se dejaba caer en la silla perteneciente a la mesa recién puesta, ignorando si el par de desconocidos peleones deseaban acompañarlo o no. Por primera vez en muchas horas fue consciente de su cansancio, sintiendo cómo las rodillas y los pies le reclamaban dolorosamente el sobreesfuerzo. Ya interceptaría al regordete para sacarle todo cuanto supiera.
Por el momento, pensó mientras se estiraba y hacía crujir todos sus huesos, una cena gratis no le haría daño a nadie.
- Planta baja de la Posada:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
_______
Off Rol:
El posadero se llama "Bruno", su código de color es #99cc00 y pueden usarlo a su antojo.
(Eso sí, no me lo maten, porfa :'D)
Zatch
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Re: Cría cuervos... [Libre • 3/3]
La forma en que aquel zorro le había apartado de su camino no le agradaba, pero comprendía que tal vez no fuese ni el lugar ni el momento apropiado para una discusión, así que lo dejó pasar. Volvió su mirada de nuevo al predicador, lo olisqueó una última vez y entró siguiendo a aquel animal antropomórfico. La idea de la comida gratis sin duda le animaba aún más a entrar y sentarse descaradamente frente a su, aparentemente, nuevo compañero.
La parte de la posada en la que se encontraban no estaba del todo mal para el estándar de los humanos. La estancia era algo húmeda, pero el calor de la chimenea lo hacía mucho más acogedor que las frías calles cubiertas de una fina capa de nieve. Miró a ambos lados una vez se hubo sentado para cerciorarse de que estaban solos; no era consciente de que fuera de los bosques y su constante hostilidad, hacer eso en la taberna de una ciudad humana no tenía demasiado sentido. Aún así, se sentiría inseguro sin estar al tanto de lo que le rodea en todo momento.
Una vez se hubo acomodado, dirigió su mirada directamente a los ojos del zorro. Alargó su mano sobre la mesa para que se la estrechase, sabía que era un método habitual para saludarse unos otros; aunque seguía sin comprender qué había de malo en olisquearse el trasero.-Mi nombre es Brendarid y creo que necesito tu ayuda, o al menos la de alguien que haya viajado.
Seguía sin darse cuenta de la brusquedad de la situación, cualquiera que analizase su comportamiento durante un rato podría darse cuenta de que era un licántropo, y no sabía como podría reaccionaría la gente. Aunque viendo como reaccionaban ante un zorro tan alto como una persona, tal vez no fuese para tanto. De todas formas, no perdió de vista a aquel extraño predicador, fuese lo que fuese, no era humano, y controlar su curiosidad resultaba difícil cuando a cada segundo que pasaba descubría algo que desmontaba por completo la concepción del mundo tal y como lo conocía.
La parte de la posada en la que se encontraban no estaba del todo mal para el estándar de los humanos. La estancia era algo húmeda, pero el calor de la chimenea lo hacía mucho más acogedor que las frías calles cubiertas de una fina capa de nieve. Miró a ambos lados una vez se hubo sentado para cerciorarse de que estaban solos; no era consciente de que fuera de los bosques y su constante hostilidad, hacer eso en la taberna de una ciudad humana no tenía demasiado sentido. Aún así, se sentiría inseguro sin estar al tanto de lo que le rodea en todo momento.
Una vez se hubo acomodado, dirigió su mirada directamente a los ojos del zorro. Alargó su mano sobre la mesa para que se la estrechase, sabía que era un método habitual para saludarse unos otros; aunque seguía sin comprender qué había de malo en olisquearse el trasero.-Mi nombre es Brendarid y creo que necesito tu ayuda, o al menos la de alguien que haya viajado.
Seguía sin darse cuenta de la brusquedad de la situación, cualquiera que analizase su comportamiento durante un rato podría darse cuenta de que era un licántropo, y no sabía como podría reaccionaría la gente. Aunque viendo como reaccionaban ante un zorro tan alto como una persona, tal vez no fuese para tanto. De todas formas, no perdió de vista a aquel extraño predicador, fuese lo que fuese, no era humano, y controlar su curiosidad resultaba difícil cuando a cada segundo que pasaba descubría algo que desmontaba por completo la concepción del mundo tal y como lo conocía.
Brendarid
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Re: Cría cuervos... [Libre • 3/3]
Todo pasaba demasiado rápido, en un momento era olfateado o algo parecido por un tipo de cabellos raros , al instante siguiente el perro grande me sujetaba de manera incomoda, con un agarre firme y hasta molesto y ahora caminaba al interior del establecimiento por comida gratis.... La linea de acción de las aventuras que estaba viviendo parecía no tener sentido alguno para mi, sin embargo no era tan idiota como para no aprovechar gentilezas humanas.
La comida de preparación previa era un manjar de Dioses, algo único e irrepetible, rara vez disfrutaba de ella y ahora una oportunidad tal se presentaba por que si.. - Gracias gracias dioses Míos! Alabado sean ustedes y su misericordia para con este humilde servidor! - celebraba entre susurros sin intenciones de ser oído caminando tras los otros. Frene un instante antes de sentarme, el humano de narices curiosa o el perro malhumorado, ambas opciones para sentarme eran entre malas y prestarles a la desconfianza, pero el perro me agradaba mas, me recordaba de cierta manera a Leo, y su simple memoria me reconfortaba.
Me senté junto al gran perro, callado y expectante de la situación sin decir mucho, mi estomago delator rugía gozoso ante el ansia y el saber que se aproximaba un verdadero festín. Un ruido tan molesto que solo parecía querer avergonzarme, pero ya estaba actuando muy desubicado mandándome tras estos dos sin invitación siquiera.
La comida de preparación previa era un manjar de Dioses, algo único e irrepetible, rara vez disfrutaba de ella y ahora una oportunidad tal se presentaba por que si.. - Gracias gracias dioses Míos! Alabado sean ustedes y su misericordia para con este humilde servidor! - celebraba entre susurros sin intenciones de ser oído caminando tras los otros. Frene un instante antes de sentarme, el humano de narices curiosa o el perro malhumorado, ambas opciones para sentarme eran entre malas y prestarles a la desconfianza, pero el perro me agradaba mas, me recordaba de cierta manera a Leo, y su simple memoria me reconfortaba.
Me senté junto al gran perro, callado y expectante de la situación sin decir mucho, mi estomago delator rugía gozoso ante el ansia y el saber que se aproximaba un verdadero festín. Un ruido tan molesto que solo parecía querer avergonzarme, pero ya estaba actuando muy desubicado mandándome tras estos dos sin invitación siquiera.
Cría cuervos... Roilkat - Península de Verisar - por la tarde(?) |
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Saurin
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Re: Cría cuervos... [Libre • 3/3]
La mirada del zorro, aguzada y expectante como la del depredador que acecha a su presa, no dejaba de perseguir la regordeta figura del hombre que tan amablemente les estaba ofreciendo sustento sin ningún cargo. Zatch sabía mejor que nadie que nada en la vida era gratis, y todo cuanto se dijese gratuito conllevaba segundas intenciones en el fondo. Se preguntó qué ganaría ese posadero con retenerle allí y tuvo que hacer un gran esfuerzo por no levantarse para ir directamente a encararlo. Al contrario, hundió el rostro entre sus manos para despabilarse y bufó, malhumorado, justo cuando sus acompañantes decidieron acompañarlo en la mesa. No le cupo duda que se sentaban con él únicamente por la promesa de una cena y no por su compañía, aunque no le molestó saberlo. Después de todo, él hubiese hecho lo mismo.
Pronto la mano de quien estaba delante suyo se extendió a modo de presentación, y el zorro arqueó una ceja al tiempo en que alzaba la mirada para clavarla en los ojos impropios. Se tomó unos segundos para procesar las palabras ajenas, aunque fuese tremendamente descortés dejar el apretón de manos para último momento. ¿Por qué ese hombre estaba pidiéndole ayuda precisamente a él? Aunque lo último que deseaba era ponerse a ser un buen samaritano, pensó en la ley del ojo por ojo en su versión favorecedora. “A quien ayude hoy, deberá ayudarme mañana”. Finalmente, y tras un suspiro, su gran y peluda mano apretó la ajena.
–No puedo decir que conozco todo el mundo –Masculló, encogiéndose de hombros– pero supongo que he viajado lo suficiente para ayudarte. ¿Qué necesitas saber, Brendarid?
Saboreó cada sílaba para no olvidar el nombre de quien, tras ayudarle, estaría debiéndole un favor.
Entonces, siendo consciente del ruido constante e irritante proveniente del muchacho que descaradamente se había sentado a su lado, se giró para dedicarle una mirada de fastidio.
–¿Cuál es tu nombre, chico? Si es que sabes decir algo más que “los dioses esto y los dioses lo otro”, claro. –Murmuró la última frase más que nada para sí mismo, pero estando sentado junto al otro sabía que sería escuchado de igual manera. No le importaba en lo más mínimo molestarlo con su falta de fe. –Yo soy…
Pero, antes de poder presentarse, un gran plato de estofado de yak se interpuso entre su rostro y el del rubio para ser depositado en la mesa. Zatch alzó la mirada para encontrarse con el posadero, quien ya estaba en la labor de poner el segundo plato frente a Brendarid, y el tercero en el sitio del predicador. Al zorro se le aceleró el corazón ante el apetitoso aroma del manjar, mas pronto sus orejas se echaron hacia atrás al notar la invasiva mirada echada por el anfitrión hacia él, ahora que lo tenía más cerca. –…soy Zatch. –Finalizó, siendo testigo de la manera en que el hombre abría ampliamente los ojos al escuchar el nombre de la bestia. El zorro frunció el ceño y abrió la boca, pero antes de poder hablar, el posadero se le adelantó:
–¡Disfruten, por favor! Iré a preparar las habitaciones.
Y huyó, dejándole una vez más con las palabras en la boca.
–¿Qué mierda tiene que hacer alguien en este maldito lugar para que le dejen terminar una frase?
Empuñó su tenedor y lo clavó sin piedad en el trozo de carne… del plato del predicador, para pasarlo al propio y comenzar a devorarlo a mordiscos. ¿Qué? ¡Él era más grande, necesitaba más nutrientes!
Pronto la mano de quien estaba delante suyo se extendió a modo de presentación, y el zorro arqueó una ceja al tiempo en que alzaba la mirada para clavarla en los ojos impropios. Se tomó unos segundos para procesar las palabras ajenas, aunque fuese tremendamente descortés dejar el apretón de manos para último momento. ¿Por qué ese hombre estaba pidiéndole ayuda precisamente a él? Aunque lo último que deseaba era ponerse a ser un buen samaritano, pensó en la ley del ojo por ojo en su versión favorecedora. “A quien ayude hoy, deberá ayudarme mañana”. Finalmente, y tras un suspiro, su gran y peluda mano apretó la ajena.
–No puedo decir que conozco todo el mundo –Masculló, encogiéndose de hombros– pero supongo que he viajado lo suficiente para ayudarte. ¿Qué necesitas saber, Brendarid?
Saboreó cada sílaba para no olvidar el nombre de quien, tras ayudarle, estaría debiéndole un favor.
Entonces, siendo consciente del ruido constante e irritante proveniente del muchacho que descaradamente se había sentado a su lado, se giró para dedicarle una mirada de fastidio.
–¿Cuál es tu nombre, chico? Si es que sabes decir algo más que “los dioses esto y los dioses lo otro”, claro. –Murmuró la última frase más que nada para sí mismo, pero estando sentado junto al otro sabía que sería escuchado de igual manera. No le importaba en lo más mínimo molestarlo con su falta de fe. –Yo soy…
Pero, antes de poder presentarse, un gran plato de estofado de yak se interpuso entre su rostro y el del rubio para ser depositado en la mesa. Zatch alzó la mirada para encontrarse con el posadero, quien ya estaba en la labor de poner el segundo plato frente a Brendarid, y el tercero en el sitio del predicador. Al zorro se le aceleró el corazón ante el apetitoso aroma del manjar, mas pronto sus orejas se echaron hacia atrás al notar la invasiva mirada echada por el anfitrión hacia él, ahora que lo tenía más cerca. –…soy Zatch. –Finalizó, siendo testigo de la manera en que el hombre abría ampliamente los ojos al escuchar el nombre de la bestia. El zorro frunció el ceño y abrió la boca, pero antes de poder hablar, el posadero se le adelantó:
–¡Disfruten, por favor! Iré a preparar las habitaciones.
Y huyó, dejándole una vez más con las palabras en la boca.
–¿Qué mierda tiene que hacer alguien en este maldito lugar para que le dejen terminar una frase?
Empuñó su tenedor y lo clavó sin piedad en el trozo de carne… del plato del predicador, para pasarlo al propio y comenzar a devorarlo a mordiscos. ¿Qué? ¡Él era más grande, necesitaba más nutrientes!
Zatch
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Re: Cría cuervos... [Libre • 3/3]
Iba a responder al zorro de nombre Zatch, pero el plato rebosante de comida se posó ante sus ojos. Instantaneamente recordó todo el tiempo que llevaba sin comer algo que no estuviese seco, roído o cerca del estado de putrefacción. Compartir comida con los cuervos era el signo más evidente de desesperación entre los suyos. Agarró el plato, lo atrajo hacia sí y comenzó a comer sin decoro alguno, y tras ver que Zatch le robaba comida a ese extraño hombre con olor a lagarto, se colocó instintivamente en una posición que protegiese más su pedazo de carne.
Tras haber tragado varios bocados considerablemente grandes, se limpió la boca con la manga de la desgastada camisa, miro a los ojos al zorro y se dispuso a hablar -Llevo mucho tiempo de viaje hacia tierras que desconozco. Sé que hacia el oeste hay mar...-Soltó un prominente eructo, todavía seguía puliendo sus habilidades en cuanto a los modales -Necesito saber qué hay más al oeste, o si lo hubo en otro momento... Pero tiene que haber algo, lo sé, y tengo que llegar hasta allí.
Vació su plato a una velocidad sorprendente, aunque siempre le molestó que la boca de los humanos fuese tan... débil. En su forma de lobo, ese trozo de carne se evaporaría en cuestión de segundos. Se quitó las botas negras que llevaba en los pies, la única prenda de ropa que no parecía caerse a trozos del todo; las dejó a un lado y se masajeó el pie derecho. Demasiadas horas caminando sin parar.-No quiero tener que volver a Lunargenta, así que necesito saber si hay alguna forma de llegar que no implique retroceder varios días de camino.
Tras haber tragado varios bocados considerablemente grandes, se limpió la boca con la manga de la desgastada camisa, miro a los ojos al zorro y se dispuso a hablar -Llevo mucho tiempo de viaje hacia tierras que desconozco. Sé que hacia el oeste hay mar...-Soltó un prominente eructo, todavía seguía puliendo sus habilidades en cuanto a los modales -Necesito saber qué hay más al oeste, o si lo hubo en otro momento... Pero tiene que haber algo, lo sé, y tengo que llegar hasta allí.
Vació su plato a una velocidad sorprendente, aunque siempre le molestó que la boca de los humanos fuese tan... débil. En su forma de lobo, ese trozo de carne se evaporaría en cuestión de segundos. Se quitó las botas negras que llevaba en los pies, la única prenda de ropa que no parecía caerse a trozos del todo; las dejó a un lado y se masajeó el pie derecho. Demasiadas horas caminando sin parar.-No quiero tener que volver a Lunargenta, así que necesito saber si hay alguna forma de llegar que no implique retroceder varios días de camino.
Brendarid
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Re: Cría cuervos... [Libre • 3/3]
Escuchaba las conversaciones banales sin prestar demasiada atención, la ansiedad por probar bocado era mayor de lo que esperada y la maravilla humana del termino "cocción" estaba sobrepasando cualquier expectativa que pudiese tener, era pura emoción, oportunidades únicas como esta eran sin dudarlo un regalo de los Dioses.
En la dulce espera de la bendición a por venir, el hombre perro se dirigió a mi por lo que voltee a verlo. El no era como Alex, su pelaje lejos de ser fino y sedoso, parecía mas bien tener una estructura gruesa, rauda y desalineada, salvo por el concepto de sus "animales procedentes", las comparaciones físicas eran sumamente diferentes. Escupía sus palabras sin educación alguna, con la misma condescendencia que en un principio.
- Sauron... Así me llaman - no seria benevolente si el trato no era reciproco, así que respondí de manera sencilla frunciendo el ceño y arqueando ligeramente una ceja mas que la otra para luego escuchar su nombre, su presentación. Fue entonces interrumpido por una persona, un olor y una imagen que tenia mayor peso que la presencia de cualquier otro en la sala. Un buen pedazo de carne.
El aroma a hiervas naturales se combinaba perfectamente con el jugoso trozo fileteado de carne roja, un caldo de color y esencia sublime lo acompañaba en sutil armonía y sentí mis labios humedecerse como así mi boca cargarse en saliva.
El humano mascota interrumpió mi alabanza interna a la comida con su ruidoso y voraz apetito, distracción que luego lamentaría pues habia sido victima de un cruel robo que no dejaría pasar tan fácilmente.
Lo mire desdeñoso un instante, como frente a mi y sin ningún tipo de empatía o arrepentimiento devoraba mi manjar divino "Con la comida No!!!!!"
Me levante eufórico golpeando la mesa con ambas manos en lo que retomaba la postura vertical echando la silla hacia atrás perdiendo completamente la compostura.
- Como te atreves mal nacido!!!! Esa era mi comida! Mi plato!!! - Levante la vos sin darme cuenta, el enojo enardecía mi cuerpo y el chucho había elegido el momento menos indicado para molestarme, una racha de hambruna. Imperdonable. - Quien te crees que eres perro sarnoso para meter tus garras en mi plato! - mis ojos se tiñeron de un color rojo carmín y ahora estaba en una lucha interna por defender mi porción y no cambiar de forma en el lugar menos indicado, era un predicador después de todo, debía transmitir su Divina paz a quienes me escucharan, no miedo.
En la dulce espera de la bendición a por venir, el hombre perro se dirigió a mi por lo que voltee a verlo. El no era como Alex, su pelaje lejos de ser fino y sedoso, parecía mas bien tener una estructura gruesa, rauda y desalineada, salvo por el concepto de sus "animales procedentes", las comparaciones físicas eran sumamente diferentes. Escupía sus palabras sin educación alguna, con la misma condescendencia que en un principio.
- Sauron... Así me llaman - no seria benevolente si el trato no era reciproco, así que respondí de manera sencilla frunciendo el ceño y arqueando ligeramente una ceja mas que la otra para luego escuchar su nombre, su presentación. Fue entonces interrumpido por una persona, un olor y una imagen que tenia mayor peso que la presencia de cualquier otro en la sala. Un buen pedazo de carne.
El aroma a hiervas naturales se combinaba perfectamente con el jugoso trozo fileteado de carne roja, un caldo de color y esencia sublime lo acompañaba en sutil armonía y sentí mis labios humedecerse como así mi boca cargarse en saliva.
El humano mascota interrumpió mi alabanza interna a la comida con su ruidoso y voraz apetito, distracción que luego lamentaría pues habia sido victima de un cruel robo que no dejaría pasar tan fácilmente.
Lo mire desdeñoso un instante, como frente a mi y sin ningún tipo de empatía o arrepentimiento devoraba mi manjar divino "Con la comida No!!!!!"
Me levante eufórico golpeando la mesa con ambas manos en lo que retomaba la postura vertical echando la silla hacia atrás perdiendo completamente la compostura.
- Como te atreves mal nacido!!!! Esa era mi comida! Mi plato!!! - Levante la vos sin darme cuenta, el enojo enardecía mi cuerpo y el chucho había elegido el momento menos indicado para molestarme, una racha de hambruna. Imperdonable. - Quien te crees que eres perro sarnoso para meter tus garras en mi plato! - mis ojos se tiñeron de un color rojo carmín y ahora estaba en una lucha interna por defender mi porción y no cambiar de forma en el lugar menos indicado, era un predicador después de todo, debía transmitir su Divina paz a quienes me escucharan, no miedo.
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Re: Cría cuervos... [Libre • 3/3]
Las fauces del zorro devoraban ávidamente la comida, apenas masticándola antes de engullirla con sonidos tan desagradables como los de su lobuno interlocutor. Sólo se dignó a dejar de comer para responder, tras carraspear y relamerse, al hombre del cabello ensortijado.
–Al oeste, más allá del mar, están las Islas Illidenses. Es la tierra de los brujos, ¡si crees que los elfos son pedantes, no te imaginarás cómo de insoportables son esos magos! –Negó con la cabeza un par de veces, sonriendo con sorna ante el recuerdo de su corta estadía en las islas– Vulwulfar y Baslodia tienen puertos pequeños pero, aunque no quieras retroceder, Lunargenta queda más cerca y tienes más posibilidades de conseguir un barco desde allí, amigo. Además, mientras más concurrido sea el puerto, más fácil es colarse en…
Pero, como de costumbre, no pudo terminar la frase. Fue cortado por el estruendo de las manos del rubio impactando contra la mesa y la silla cayendo hacia atrás. El zorro, pese a saberse el causante de tal disturbio, apenas se dignó a mirar de soslayo al muchacho. Se encogió de hombros, lanzó un vistazo a Brendarid con una mirada cómplice que desestimaba el enojo ajeno, y plácidamente se llevó a la boca el último trozo de carne que le quedaba, masticándolo con goce y una mueca completamente desinteresada.
–Esh la supegvivencia de’ má’ fuegte, shico. –Masculló con la boca llena.
Mientras tanto, en la cocina, el posadero con aires de nerviosismo se arrimaba hacia el oído de la cocinera, una mujer delgada cuya mediana edad era delatada por incipientes canas y arrugas que, ahora, se acentuaban en su entrecejo.
–Dijo que se llamaba “Zatch”, ¡lo escuché bien! Necesito buscar un mensajero. Tú quédate aquí, Cintia, ¡no dejes que se vayan!
–¿No sería mejor que simplemente hablaras con él, Bruno?
Suspiró y miró al suelo por un momento antes de continuar, como sopesando las posibilidades.
–Josephine quería ser quien le contase todo. Intentaré respetar los deseos de mi hermana.
–Está bien, pero apúrate. Estos no me dan buena espina.
El hombre asintió y se apresuró a salir de la casona, aprovechando la discusión que mantenía al trío distraído para deslizarse silenciosamente por la puerta. Zatch no notó la salida sino hasta que el sonido del cerrojo, cerrándose por fuera, le hizo sacudir las orejas.
El zorro, luego de tragar el último bocado, alzó la mano en dirección al predicador para indicarle, con la palma abierta y la mirada clavada en la salida, que cesase el griterío.
–Cállate un momento, chico. Puedes comerte mis sobras si quieres.
Entonces, tras limpiarse la boca con el dorso de esa misma mano y volcar el contenido de su plato (que no era más que caldo con algunas verdurillas) en el ajeno, se puso de pie para caminar recelosamente hacia la gran puerta. Tomó el picaporte, lo bajó y, tal como temía, le fue imposible abrir por mucho que forcejeara.
–¿Qué demonios…?
La cocinera, que los había estado observando desde la pequeña ventana que funcionaba de pasaplatos entre la cocina y el salón, se apresuró a entrar en escena mientras se limpiaba las manos en el delantal.
–La habitación está lista, queridos.
–¡Nos han dejado encerrados! –gruñó con ímpetu el zorro, cuyo gesto no podía ser ya más amenazador. La señora, aparentemente acostumbrada a lidiar con borrachos y lacras tanto o más agresivas, sólo le enseñó una sonrisa fría y cortés antes de, con el mismo tono calmado, continuar:
–Oh, debe ser un accidente. El señor Bruno siempre tiene la cabeza en otro lado, suele hacer esas cosas. No se preocupen, volverá pronto. ¿Querrían acompañarme a que les muestre el dormitorio? –La mujer miró, entonces, hacia el lobo y el predicador, restándole importancia a la presencia zorruna, quien seguía con la mano en el picaporte. Zatch estaba a punto de estallar de ira, pero se encontraba tan anonadado por el extrañísimo trato que estaba recibiendo en aquel lugar, que no supo qué decir. Echó también una mirada cargada de tensión hacia sus acompañantes, para averiguar si se limitarían a aceptar la pésima excusa de la mujer e irse a descansar, o si les incomodaba tanto como a él la inaudita actitud de sus anfitriones.
____________
Off Rol:
Estamos encerrados y no planean dejarnos salir. Pueden aceptar ir a la habitación y describirla (es una con tres camas, ¿creían que tendrían el lujo de dormir solitos?), exigir que nos abran la puerta… o cualquier otra cosa que les plazca hacer. El código de color de la cocinera es:[color=#ffccff] , son libres de usarla.
–Al oeste, más allá del mar, están las Islas Illidenses. Es la tierra de los brujos, ¡si crees que los elfos son pedantes, no te imaginarás cómo de insoportables son esos magos! –Negó con la cabeza un par de veces, sonriendo con sorna ante el recuerdo de su corta estadía en las islas– Vulwulfar y Baslodia tienen puertos pequeños pero, aunque no quieras retroceder, Lunargenta queda más cerca y tienes más posibilidades de conseguir un barco desde allí, amigo. Además, mientras más concurrido sea el puerto, más fácil es colarse en…
Pero, como de costumbre, no pudo terminar la frase. Fue cortado por el estruendo de las manos del rubio impactando contra la mesa y la silla cayendo hacia atrás. El zorro, pese a saberse el causante de tal disturbio, apenas se dignó a mirar de soslayo al muchacho. Se encogió de hombros, lanzó un vistazo a Brendarid con una mirada cómplice que desestimaba el enojo ajeno, y plácidamente se llevó a la boca el último trozo de carne que le quedaba, masticándolo con goce y una mueca completamente desinteresada.
–Esh la supegvivencia de’ má’ fuegte, shico. –Masculló con la boca llena.
Mientras tanto, en la cocina, el posadero con aires de nerviosismo se arrimaba hacia el oído de la cocinera, una mujer delgada cuya mediana edad era delatada por incipientes canas y arrugas que, ahora, se acentuaban en su entrecejo.
–Dijo que se llamaba “Zatch”, ¡lo escuché bien! Necesito buscar un mensajero. Tú quédate aquí, Cintia, ¡no dejes que se vayan!
–¿No sería mejor que simplemente hablaras con él, Bruno?
Suspiró y miró al suelo por un momento antes de continuar, como sopesando las posibilidades.
–Josephine quería ser quien le contase todo. Intentaré respetar los deseos de mi hermana.
–Está bien, pero apúrate. Estos no me dan buena espina.
El hombre asintió y se apresuró a salir de la casona, aprovechando la discusión que mantenía al trío distraído para deslizarse silenciosamente por la puerta. Zatch no notó la salida sino hasta que el sonido del cerrojo, cerrándose por fuera, le hizo sacudir las orejas.
El zorro, luego de tragar el último bocado, alzó la mano en dirección al predicador para indicarle, con la palma abierta y la mirada clavada en la salida, que cesase el griterío.
–Cállate un momento, chico. Puedes comerte mis sobras si quieres.
Entonces, tras limpiarse la boca con el dorso de esa misma mano y volcar el contenido de su plato (que no era más que caldo con algunas verdurillas) en el ajeno, se puso de pie para caminar recelosamente hacia la gran puerta. Tomó el picaporte, lo bajó y, tal como temía, le fue imposible abrir por mucho que forcejeara.
–¿Qué demonios…?
La cocinera, que los había estado observando desde la pequeña ventana que funcionaba de pasaplatos entre la cocina y el salón, se apresuró a entrar en escena mientras se limpiaba las manos en el delantal.
–La habitación está lista, queridos.
–¡Nos han dejado encerrados! –gruñó con ímpetu el zorro, cuyo gesto no podía ser ya más amenazador. La señora, aparentemente acostumbrada a lidiar con borrachos y lacras tanto o más agresivas, sólo le enseñó una sonrisa fría y cortés antes de, con el mismo tono calmado, continuar:
–Oh, debe ser un accidente. El señor Bruno siempre tiene la cabeza en otro lado, suele hacer esas cosas. No se preocupen, volverá pronto. ¿Querrían acompañarme a que les muestre el dormitorio? –La mujer miró, entonces, hacia el lobo y el predicador, restándole importancia a la presencia zorruna, quien seguía con la mano en el picaporte. Zatch estaba a punto de estallar de ira, pero se encontraba tan anonadado por el extrañísimo trato que estaba recibiendo en aquel lugar, que no supo qué decir. Echó también una mirada cargada de tensión hacia sus acompañantes, para averiguar si se limitarían a aceptar la pésima excusa de la mujer e irse a descansar, o si les incomodaba tanto como a él la inaudita actitud de sus anfitriones.
____________
Off Rol:
Estamos encerrados y no planean dejarnos salir. Pueden aceptar ir a la habitación y describirla (es una con tres camas, ¿creían que tendrían el lujo de dormir solitos?), exigir que nos abran la puerta… o cualquier otra cosa que les plazca hacer. El código de color de la cocinera es:[color=#ffccff] , son libres de usarla.
Zatch
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Re: Cría cuervos... [Libre • 3/3]
Las Islas Illidenses... era la única pista que tenía, así que debía pensar en emprender el camino de regreso a Lunargenta cuanto antes. Conocía a un par de marineros de cuando trabajó con ellos una temporada, tal vez pudiesen colarle en algún barco como trabajador. Mientras meditaba todo esto, el estallido de cólera de aquel aparente apacible sacerdote con olor a lagarto le cogió por sorpresa. No pudo evitar ponerse de pie con la mirada fija en Sauron, derramando de camino el contenido del vaso que estaba a punto de llevarse a los labios. Los ojos del hombre-lagarto desprendían una tensión inusitada, parecía incluso demasiada para un hombre al que le han robado la comida. Sin perderle de vista, llenó su vaso de agua y se lo ofreció.Relájate, amigo-dijo en un tono de voz precavido-, estoy seguro de que podrán darte más comida.- Se acercó y le susurró al oído.No dejes que salga el lagarto.
La palabra "encerrados" encendió todas las alarmas en su cabeza; la situación acababa de volverse potencialmente peligrosa en esa taberna. Podía oler la tensión que se respiraba en la habitación, y no sería él quien diera el primer paso hacia la habitación. En su lugar se dirigió hacia Zatch, se pegó a él y le habló al oído: -Esto no es normal, no bajemos la guardia. Acto seguido se giró hacia aquella mujer que, de forma aparentemente amable, les ofrecía guiarles hasta la habitación. Se quedó allí clavado sin perder de vista a ninguno de los presentes, su instinto le decía que se quedase muy quieto y esperase a que alguien reaccionase. Como un lobo cuando medita si debe quedarse quieto o lanzarse al ataque.
Off roll:Perdonen ustedes mi incómoda ausencia, demasiado trabajo y poco tiempo...
La palabra "encerrados" encendió todas las alarmas en su cabeza; la situación acababa de volverse potencialmente peligrosa en esa taberna. Podía oler la tensión que se respiraba en la habitación, y no sería él quien diera el primer paso hacia la habitación. En su lugar se dirigió hacia Zatch, se pegó a él y le habló al oído: -Esto no es normal, no bajemos la guardia. Acto seguido se giró hacia aquella mujer que, de forma aparentemente amable, les ofrecía guiarles hasta la habitación. Se quedó allí clavado sin perder de vista a ninguno de los presentes, su instinto le decía que se quedase muy quieto y esperase a que alguien reaccionase. Como un lobo cuando medita si debe quedarse quieto o lanzarse al ataque.
Off roll:Perdonen ustedes mi incómoda ausencia, demasiado trabajo y poco tiempo...
Brendarid
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Re: Cría cuervos... [Libre • 3/3]
El perro no solo me ignoro, sino que bufo pocas palabras y luego me callo con un simple ademan por algo que le resulto más interesante que mi enojo casual “ridículo!” cosas como estas lograban sacarme de quicio y mi humor se veía se vio afectado por un momento, pero el humano que actuaba como perro tenía razón en su decir, “lidiar con burros es recibir patadas”. A este sujeto no parecía interesarle sobrellevar una pelea en este momento y mi misión de comunicar la paz de los Altísimos estaba por encima de todo el revuelo, por lo que calmarme era la mejor opción.
Estar aquí atrapados, era un problema a resolver y algo preocupante, pero me limite solo ser un oyente observador, deseaba concentrarme solo en el júbilo que me transmitía el simple vapor de la comida, pero unas ligeras palabras del tal Brendarid y la idea de comer o estar encerrado pasaron rápidamente a un segundo plano.
El humano lo había notado, sabia de mi raza y eso solo ponía me exponía como la amenaza que todos preconcebían en mi persona y por sobre todo peligrando mi tarea en este poblado, no pude evitar clavar mis ojos en aquel señor.
- Saben que...? No me interesa – refunfuñe… Aspire una gran bocanada de aire y exhale sentándome de nuevo en la silla que junté del suelo, la mía. Tenía hambre, y aun que fuera solo un simple caldo con verduras, necesitaba comer algo, luego pensaría en todos los acontecimientos, les haría frente con la pansa llena.
Ignore en que seguían los otros dos con el tema del encierro, a mí nadie me encerraría tan fácilmente, siempre que me sentía presionado o acorralado, bastaba solo con transformarme y romper todo, por ende… hasta que no sintiera el cuchillo en mi espalda no era mi problema ni tampoco había hecho nada malo últimamente como para que alguien me odiase y quisiera tomar alguna represalia conmigo.
Lleve el platón metálico a mis labios sujetándolo con ambas manos , para así sorber poco delicado el brebaje cálido y colorido. Un sabor incomparable inundo mis papilas gustativas en lo que escuche como una mujer nos ofrecía hospedaje. "Primero comida y ahora cama, ahhhh... mi día de suerte..." pensé sonriendo dejando que aquel calor se fusionara con mi elida piel y la temperatura de mi rostro, pecho y estomago se regulara "estos bípedos hacen magia con ollas y fogatas, quizás mi mensaje de los Dioses los alcanzo y por eso muestran tal hospitalidad, si! Eso debe ser!" ya me sentí mas confiado.
Mis aparentes compañeros parecieron aceptar la oferta pero seguían algo indecisos y lógicamente desconfiados, no eran mis amigos ni conocidos y sus preocupaciones tampoco me las adueñaría. Termine de comer y con una grata sonrisa me dirigí a la mujer para agradecerle sujetando y besando su mano por el dorso, como si fuese un auténtico caballero.
- Le agradezco la comida infinitamente, la tendré presente en mis plegarias a los Ancestrales esta noche y todas las noches hasta que marche de este lugar – No mantuve el contacto, pues no quería incomodarla, pero solo sonrió muy cortés, sin dejar nada a trasluz y empezó a caminar por las escaleras. La seguí. Para mí, no fue solo agradecimiento: me sentía como en casa o eso creí hasta que note el ligero detalle en el pequeño dormitorio que nos presentó. Este era una especie de cobertizo ya que el techo inclinado minimizaba el espacio caminable, tres camas menores y ni un solo divisor.
- Pónganse cómodos. - Dijo y se dio vuelta esperando alejarse, como si la prisa la corriera, pero alcance a sujetar a ligeras, su brazo - Espere por favor... - e intentando mantener una forzosa sonrisa proseguí, no quería ser desagradecido - No pretenderá que comparta espacio con estos tipos- empezaba a alterarme - Osea... uno es un humano perro y el otro un perro en tondo sentido, por lo que mi respecta, ellos necesitan una cucha, no una cama. - Lejos de preocuparme por la extraña situación, estaba más preocupada por mantener mi espacio personal e integridad a salvo.
Estar aquí atrapados, era un problema a resolver y algo preocupante, pero me limite solo ser un oyente observador, deseaba concentrarme solo en el júbilo que me transmitía el simple vapor de la comida, pero unas ligeras palabras del tal Brendarid y la idea de comer o estar encerrado pasaron rápidamente a un segundo plano.
El humano lo había notado, sabia de mi raza y eso solo ponía me exponía como la amenaza que todos preconcebían en mi persona y por sobre todo peligrando mi tarea en este poblado, no pude evitar clavar mis ojos en aquel señor.
- Saben que...? No me interesa – refunfuñe… Aspire una gran bocanada de aire y exhale sentándome de nuevo en la silla que junté del suelo, la mía. Tenía hambre, y aun que fuera solo un simple caldo con verduras, necesitaba comer algo, luego pensaría en todos los acontecimientos, les haría frente con la pansa llena.
Ignore en que seguían los otros dos con el tema del encierro, a mí nadie me encerraría tan fácilmente, siempre que me sentía presionado o acorralado, bastaba solo con transformarme y romper todo, por ende… hasta que no sintiera el cuchillo en mi espalda no era mi problema ni tampoco había hecho nada malo últimamente como para que alguien me odiase y quisiera tomar alguna represalia conmigo.
Lleve el platón metálico a mis labios sujetándolo con ambas manos , para así sorber poco delicado el brebaje cálido y colorido. Un sabor incomparable inundo mis papilas gustativas en lo que escuche como una mujer nos ofrecía hospedaje. "Primero comida y ahora cama, ahhhh... mi día de suerte..." pensé sonriendo dejando que aquel calor se fusionara con mi elida piel y la temperatura de mi rostro, pecho y estomago se regulara "estos bípedos hacen magia con ollas y fogatas, quizás mi mensaje de los Dioses los alcanzo y por eso muestran tal hospitalidad, si! Eso debe ser!" ya me sentí mas confiado.
Mis aparentes compañeros parecieron aceptar la oferta pero seguían algo indecisos y lógicamente desconfiados, no eran mis amigos ni conocidos y sus preocupaciones tampoco me las adueñaría. Termine de comer y con una grata sonrisa me dirigí a la mujer para agradecerle sujetando y besando su mano por el dorso, como si fuese un auténtico caballero.
- Le agradezco la comida infinitamente, la tendré presente en mis plegarias a los Ancestrales esta noche y todas las noches hasta que marche de este lugar – No mantuve el contacto, pues no quería incomodarla, pero solo sonrió muy cortés, sin dejar nada a trasluz y empezó a caminar por las escaleras. La seguí. Para mí, no fue solo agradecimiento: me sentía como en casa o eso creí hasta que note el ligero detalle en el pequeño dormitorio que nos presentó. Este era una especie de cobertizo ya que el techo inclinado minimizaba el espacio caminable, tres camas menores y ni un solo divisor.
- Pónganse cómodos. - Dijo y se dio vuelta esperando alejarse, como si la prisa la corriera, pero alcance a sujetar a ligeras, su brazo - Espere por favor... - e intentando mantener una forzosa sonrisa proseguí, no quería ser desagradecido - No pretenderá que comparta espacio con estos tipos- empezaba a alterarme - Osea... uno es un humano perro y el otro un perro en tondo sentido, por lo que mi respecta, ellos necesitan una cucha, no una cama. - Lejos de preocuparme por la extraña situación, estaba más preocupada por mantener mi espacio personal e integridad a salvo.
Cría cuervos... Roilkat - Península de Verisar - por la tarde(?) |
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