Se necesita un conejillo de indias {TRABAJO con Aylizz}
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Se necesita un conejillo de indias {TRABAJO con Aylizz}
La semana pasada había dado con este petitorio urgente de manera poco elegante, no era muy fanático de las cosas ocultas, de los clientes sin nombre, ni de las cosas que no podían decirse, pero me sentí atraída por el tipo de solicitud y por la gran cantidad de materiales que se dieron provistos para tal misión. Un pedido absurdo de cantidades absurdas. No era quien para juzgar pero que problema podría haber en que alguien descienda al océano, siempre ingenuo decidí encaminarme a ello con los equipos y todo.
Mi taller estaba en esta ciudad, aun en el cuarto detrás de la casa de mi fiel feligrés Gelga. Tenía las llaves del mismo y siempre que no hubiese una salida de por medio, que quedaba allí para hacer negocios y realizar mis prácticas.
Esa mañana no fue una mañana diferente. Abrí las puestas y ventanas muy temprano por la mañana. Acomode los equipos de alta calidad que me brindaron en la mesa central y antes de empezar a experimentar mucho, tenía que hacer unas investigaciones. Había escuchado antes de la Respirantia pero no la conocía, mucho menos a sus propiedades. Por otro lado, necesitaba un asistente que me ayudara a juntar ratones para experimentar, que me diera una mano en el taller y que luego probase la poción experimental cuando estuviera lista.
Golpee la puerta que conectaba con la caza de Gelga y fue ella quien abrió la puerta con suma emoción.
- Como está hoy Sabio!!! - se abalanzo sobre mi abrazándome por encima de los hombros, siempre demasiado amorosa para mi gusto
- Bien Gelga... bien, por favor - la sujete de los brazos para que se separara de mí. - Ya te he dicho que no son necesarias tales muestras de afecto.
-Lo se Sabio, discúlpeme, solo que me levantó de muy buen humor por las mañanas y me es imposible no transmitirlo o manifestarlo si no es de esta manera.
- No te preocupes, y disculpa que llamara a tu puerta, necesito...
- No se disculpe Sabio! No es molestia, llame siempre que me necesite y estaré encantada de auxiliarle - ansiosa no me dejaba terminar de hablar y se acercaba más y más a mi rostro con todo su entusiasmo, lo único que separaba su boca de la mía era la distancia que existía entre nosotros "gracias a los Celestiales" con nuestra diferencia de alturas.
- Necesito que me ayudes en el taller, debo crear una poción mágica muy rara y compleja, pero no tengo quien me dé una mano y además la pruebe.
El silencio se hizo entre los dos.
- Emmm... Sauron... - no era casual que ella me llame por el nombre, sin importar cuantas veces le insistiera para que no me dejara Sabio - me vas a disculpar, pero no estoy interesada en ser un conejillo de indias.
- Conejillo de indias? - estaba algo intrigado con el termino además de la desilusión de su respuesta.
- Si... emm... no quiero ser un ratón con los que experimentan en los laboratorios alquímicos. - No esperaba que tal invitación fuera más efectivo que cualquier excusa repelente, lo tendría presente en el futuro cuando quisiera deshacerme de ella.
- Bueno, muchas gracias igual, veré como lo soluciono - estaba algo desanimado y sin muchas ideas, me di la vuelta y volvía al cuarto cuando su irritante vocecita alzo el tono.
- Sabio! por que no coloca un cartel en la entrada de "Se necesita ayudante o algo parecido" En eso puedo ayudarlo, haría un cartel hermoso para usted! - Su sonrisa emocionada era casi contagiosa - Sé que no puede permitirse el pagar uno, pero le daré una mano con eso y de ultima puede devolverme el dinero cuando termine su pasión rara y la venda.
Mis esperanzas volvieron al escucharla y permitirle que me diera una mano, fue una excelente manera de apaciguar esos sentimiento que ella guardaba por mí por el día de hoy, quizás el sermón de la tarde sería más tranquilo después de todo.
Mi taller estaba en esta ciudad, aun en el cuarto detrás de la casa de mi fiel feligrés Gelga. Tenía las llaves del mismo y siempre que no hubiese una salida de por medio, que quedaba allí para hacer negocios y realizar mis prácticas.
Esa mañana no fue una mañana diferente. Abrí las puestas y ventanas muy temprano por la mañana. Acomode los equipos de alta calidad que me brindaron en la mesa central y antes de empezar a experimentar mucho, tenía que hacer unas investigaciones. Había escuchado antes de la Respirantia pero no la conocía, mucho menos a sus propiedades. Por otro lado, necesitaba un asistente que me ayudara a juntar ratones para experimentar, que me diera una mano en el taller y que luego probase la poción experimental cuando estuviera lista.
Golpee la puerta que conectaba con la caza de Gelga y fue ella quien abrió la puerta con suma emoción.
- Como está hoy Sabio!!! - se abalanzo sobre mi abrazándome por encima de los hombros, siempre demasiado amorosa para mi gusto
- Bien Gelga... bien, por favor - la sujete de los brazos para que se separara de mí. - Ya te he dicho que no son necesarias tales muestras de afecto.
-Lo se Sabio, discúlpeme, solo que me levantó de muy buen humor por las mañanas y me es imposible no transmitirlo o manifestarlo si no es de esta manera.
- No te preocupes, y disculpa que llamara a tu puerta, necesito...
- No se disculpe Sabio! No es molestia, llame siempre que me necesite y estaré encantada de auxiliarle - ansiosa no me dejaba terminar de hablar y se acercaba más y más a mi rostro con todo su entusiasmo, lo único que separaba su boca de la mía era la distancia que existía entre nosotros "gracias a los Celestiales" con nuestra diferencia de alturas.
- Necesito que me ayudes en el taller, debo crear una poción mágica muy rara y compleja, pero no tengo quien me dé una mano y además la pruebe.
El silencio se hizo entre los dos.
- Emmm... Sauron... - no era casual que ella me llame por el nombre, sin importar cuantas veces le insistiera para que no me dejara Sabio - me vas a disculpar, pero no estoy interesada en ser un conejillo de indias.
- Conejillo de indias? - estaba algo intrigado con el termino además de la desilusión de su respuesta.
- Si... emm... no quiero ser un ratón con los que experimentan en los laboratorios alquímicos. - No esperaba que tal invitación fuera más efectivo que cualquier excusa repelente, lo tendría presente en el futuro cuando quisiera deshacerme de ella.
- Bueno, muchas gracias igual, veré como lo soluciono - estaba algo desanimado y sin muchas ideas, me di la vuelta y volvía al cuarto cuando su irritante vocecita alzo el tono.
- Sabio! por que no coloca un cartel en la entrada de "Se necesita ayudante o algo parecido" En eso puedo ayudarlo, haría un cartel hermoso para usted! - Su sonrisa emocionada era casi contagiosa - Sé que no puede permitirse el pagar uno, pero le daré una mano con eso y de ultima puede devolverme el dinero cuando termine su pasión rara y la venda.
Mis esperanzas volvieron al escucharla y permitirle que me diera una mano, fue una excelente manera de apaciguar esos sentimiento que ella guardaba por mí por el día de hoy, quizás el sermón de la tarde sería más tranquilo después de todo.
CARTEL escribió:SE BUSCA: Conejillo de Indias
Se necesita Ayudante de taller Alquímico para
- Asistencia
- Caceria
- Prueba de resultados
Buena paga!
- OFF ROL: Gelga:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Te l presento ya que molestara un poco durante la practica
Sauron Guardgris
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Re: Se necesita un conejillo de indias {TRABAJO con Aylizz}
Tras largas semanas de viaje desde el lejano norte, desembarcó en Lunargenta. Nunca imaginó que acabaría visitando aquella gran ciudad, pero aquel había sido el único barco que podía sacarla de las frías llanuras y llevarla lo más cerca posible de su hogar, si es que todavía podía considerarlo así. Por la ruta comercial, sólo mercancías y sin escalas, con rumbo directo a la capital, había sido la única opción con la que había dado en aquel pequeño puerto de Hjalldorn y podría decir que tuvo suerte al llegar a coger el último barco que partía de allí en un tiempo. A cambio de un considerable puñado de aeros, el capitán de la embarcación había permitido que Aylizz viajase en un diminuto camarote, habitualmente reservado para el transporte de pequeños animales, que gracias a los dioses en aquel viaje iba vacío.
Era medio día cuando llegó a puerto. Tras despedirse de la tripulación y agradecer nuevamente sus servicios al capitán, bajó de la embarcación sin intención de quedarse mucho tiempo por allí. Agarró el saquito que portaba a modo de monedero y al peso comprobó que apenas le quedaba dinero, lo justo para hacerse con algunas provisiones y quizá, si se hacía tarde, se vería obligada a buscar una posada económica para pasar la noche. No fue difícil encontrar el mercado, como era de esperar en la cuna del comercio de Aerandir, durante el día aquella zona albergaba una notable concurrencia de gentes llegadas de todos los rincones, alrededor de puestos y talleres situados a pie de calle. Con prudencia, caminaba entre los distintos comercios, observando la gran variedad de artículos que podían encontrarse, llegados de diferentes partes del continente. No mostró demasiado interés en nada, a pesar de las insistentes invitaciones de unos y otros tenderos por acercarse a probar su género, asegurando siempre disponer de la mejor calidad, convencida de gastar monedas en únicamente lo necesario para su supervivencia en el camino hasta Sandorai.
Debía de admitir que el ambiente acompañaba a quedarse hasta que poco a poco, todos los establecimientos fueran cerrando sus puertas. Los chiquillos correteaban entre el gentío e incluso en algún que otro rincón podían encontrarse artistas callejeros que intentaban sacarse unas monedas entreteniendo a los vía andantes. Ya se había hecho con algo de comida seca y especiada que aguantase los días de viaje a pie que tenía por delante, por lo que se dispuso a abandonar los rincones llenos de tentaciones innecesarias, aunque llamativas, como joyas o vestimentas procedentes de lejanas tierras, que de continuar rondando por allí no podría evitar comprar. Caminaba algo más alejada de la aglomeración cuando pasó por delante de un pequeño taller, en la trastienda de una vivienda, que llamó su atención, "CRISOPEYA". En la puerta había colgado un cartel que ofrecía un pago a cambio de prestarse como sujeto de pruebas para, supuso, nuevos experimentos de alquimia. Sin dedicarle un segundo a pensar en la oferta, continuó su camino hacia las puertas de la ciudad, convencida de que no vendería su integridad física, salud y bienestar a cambio de unos cuantos aeros, no estaba tan necesitada... ¿no?
Tras avanzar unos metros dándole vueltas al asunto, frunció el ceño y se paró no muy lejos de aquel negocio. Contó los aeros que le quedaban y gruñó, segura de que no llegaría muy lejos con esos ahorros. Torció el gesto y retrocedió sobre sus pasos, pensando que como mínimo podría informarse sobre el trabajo y decidir entonces si merecía la pena el riesgo, al fin y al cabo era la única oportunidad que se le había presentado para obtener algo de dinero, para variar. Entró en el establecimiento y en seguida se personó una muchacha con gesto alegre que amablemente la atendió -Bienvenida a Crisopeya, laboratorio de alquimia y taller de arcanos. Mi nombre es Gelga y estoy a su disposición, ¿qué necesita?-. Le devolvió la sonrisa con la que había sido recibida, suponiendo que la joven era la encargada del taller y sin más rodeos preguntó por la oferta -He visto el cartel de la entrada y quería saber de qué se trata exactamente... Tal vez pueda interesarme.- explicó.
Era medio día cuando llegó a puerto. Tras despedirse de la tripulación y agradecer nuevamente sus servicios al capitán, bajó de la embarcación sin intención de quedarse mucho tiempo por allí. Agarró el saquito que portaba a modo de monedero y al peso comprobó que apenas le quedaba dinero, lo justo para hacerse con algunas provisiones y quizá, si se hacía tarde, se vería obligada a buscar una posada económica para pasar la noche. No fue difícil encontrar el mercado, como era de esperar en la cuna del comercio de Aerandir, durante el día aquella zona albergaba una notable concurrencia de gentes llegadas de todos los rincones, alrededor de puestos y talleres situados a pie de calle. Con prudencia, caminaba entre los distintos comercios, observando la gran variedad de artículos que podían encontrarse, llegados de diferentes partes del continente. No mostró demasiado interés en nada, a pesar de las insistentes invitaciones de unos y otros tenderos por acercarse a probar su género, asegurando siempre disponer de la mejor calidad, convencida de gastar monedas en únicamente lo necesario para su supervivencia en el camino hasta Sandorai.
Debía de admitir que el ambiente acompañaba a quedarse hasta que poco a poco, todos los establecimientos fueran cerrando sus puertas. Los chiquillos correteaban entre el gentío e incluso en algún que otro rincón podían encontrarse artistas callejeros que intentaban sacarse unas monedas entreteniendo a los vía andantes. Ya se había hecho con algo de comida seca y especiada que aguantase los días de viaje a pie que tenía por delante, por lo que se dispuso a abandonar los rincones llenos de tentaciones innecesarias, aunque llamativas, como joyas o vestimentas procedentes de lejanas tierras, que de continuar rondando por allí no podría evitar comprar. Caminaba algo más alejada de la aglomeración cuando pasó por delante de un pequeño taller, en la trastienda de una vivienda, que llamó su atención, "CRISOPEYA". En la puerta había colgado un cartel que ofrecía un pago a cambio de prestarse como sujeto de pruebas para, supuso, nuevos experimentos de alquimia. Sin dedicarle un segundo a pensar en la oferta, continuó su camino hacia las puertas de la ciudad, convencida de que no vendería su integridad física, salud y bienestar a cambio de unos cuantos aeros, no estaba tan necesitada... ¿no?
Tras avanzar unos metros dándole vueltas al asunto, frunció el ceño y se paró no muy lejos de aquel negocio. Contó los aeros que le quedaban y gruñó, segura de que no llegaría muy lejos con esos ahorros. Torció el gesto y retrocedió sobre sus pasos, pensando que como mínimo podría informarse sobre el trabajo y decidir entonces si merecía la pena el riesgo, al fin y al cabo era la única oportunidad que se le había presentado para obtener algo de dinero, para variar. Entró en el establecimiento y en seguida se personó una muchacha con gesto alegre que amablemente la atendió -Bienvenida a Crisopeya, laboratorio de alquimia y taller de arcanos. Mi nombre es Gelga y estoy a su disposición, ¿qué necesita?-. Le devolvió la sonrisa con la que había sido recibida, suponiendo que la joven era la encargada del taller y sin más rodeos preguntó por la oferta -He visto el cartel de la entrada y quería saber de qué se trata exactamente... Tal vez pueda interesarme.- explicó.
Aylizz Wendell
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Re: Se necesita un conejillo de indias {TRABAJO con Aylizz}
Desde mis ultimas pruebas el taller había quedado hecho un completo desastre y el alba aun no se alzaba pr encima de los edificios linderos cuando Gelga colgó el cartel en la entrada.
-Será mejor que me ponga a limpiar un poco antes de empezar con un nuevo proyecto. - lo cierto es que no recordaba donde estaba mi herbolario, y sin él, no podría saber a profundidad que características tenia esta "respirantia" que me habían entregado. Todos los pocos libros, papeles y pergaminos que en el pasado acarreaba en mi espalda en un gran bolso de lona, ahora yacían en un pequeño deposito que antes albergaba escobas y trapos de piso, había colocado estantes en su lugar, pero aun no había acomodado nada.
- Quiere que le de una mano con la limpieza Sabio? - levantó la voz algo exaltada la señorita Gelga, le sonreí y agradecí su ayuda mientras me disponía a colocar en una gran caja todos mis papeles mejor organizados.
Las horas volaban cuando uno se entretenía, sentí el sol dejando de golpear mi espalda desde la ventana al otro lado del taller con forme escalaba el firmamento acercándose al medio día. Unas recetas, unos encantamientos viejos, mapas que parecían ser turísticos y panfletos publicitarios de ferias mercantiles, mucha basura entre documentos importantes, incluso un antiguo grimorio que me habían prestado y nunca devolví "la maldición de los libros"; había de todo, menos lo que buscaba.
Al terminar con la caja, la levanté del suelo hasta frente a mi cintura y luego con fuerza trate de subirla hasta mis hombros, esto en mi forma dracónica no seria un gran desafió, pero el taller era chico como para convertirme, no quedaba mas que esforzarme con este blandengue cuerpo humano.
Escuche entonces la puerta principal abrirse cortesía de una bisagra herrumbrada, que ni el mejor aceite en la herrería pudo vencerla y la madera hinchada del invierno que se arrastraba contra el suelo. "Un cliente?"
***
Gelga barría el piso con parsimonia, ya había terminad de pasar un trapo humedecido por la gran mesa, por los estantes y los distintos frascos en ellos, la cristalería nunca se reflejaba tanto como cuando ella limpiaba con tanta dedicación. Podrá ser algo cargosa a veces, pero siempre resultaba una excelente compañera. Al abrirse la puerta, cual secretaria habida recibió al cliente repitiendo las palabras que yo solía decir, como si me demostrara que era capas de eso y mucho mas en el taller.
Pero su sonrisa alegre y rostro jovial se amargo tan pronto como escucho las palabras que salían de aquella elfa que había ingresado.
La miró de arriba a abajo. Una silueta delicada, con curvas poco marcadas pero determinantes, su fino cuello con el largo ideal para unir de manera armónica la delgada linea de su clavícula hasta el contorno de un mandíbula perfecta; unos prominentes labios que entonaban su rostro no mas atractivos que los despampanantes faroles color claro que tenía simulando ser ojos.
Nada en su aspecto era casual, todo lucia deslumbrante, hasta sus pechos de menor contorno se lucían firmes y erguidos contra la fuerza de gravedad, muy diferentes a los de ella. Un recelo de inferioridad nubló el juicio de Gelga y dijo que que sus pensamientos celos le ordenaron que dijera.
- Ohhh... el cartel.. Creí que lo habíamos sacado... Espero nos disculpes - volvió rápidamente a sonreír y levanto las manos en símbolo de perdón - Ya hemos encontrado a alguien para el puesto, torpe o que no quite el anuncio.
Mientras tanto mis manos ocupadas lograron levantar la caja por encima de mi cabeza y deslizara apenas sobre el último estante, pero este estaba cargado de tierra y terminó cayendo sobre mi rostro.
- Demonios! - comencé a sacudirme ya que no podía ver a clientes tan mugrientos.
Gelga nerviosa miró hacia el deposito y me escuchó quejarme, volvió la vista al frente y sin borrar la sonrisa prosiguió.
- Bien! Ya dadas las disculpas y sus motivos... si no tienen nada que comprar, te pediré que te vallas - comenzó a mover las manos con ademanes de ahuyentar perros a la calle, no permitiría que tal mujer hermosa trabajara junto a su amado y menos que esté se enamorara de alguien mas que no fuera ella - ve, ve, que estamos de limpie-...
- Gelga... un cliente? - salí entonces del deposito y ella giró a verme casi temblorosa y colorada.
- Si Señor Sauron, una cliente - levantó las manos en alto como para que no viese detrás de ella - pero no tenemos lo que necesita, por lo que se esta yendo. je je... je je...
- Como que no tenemos lo que necesita... que clase de tienda respetable seriamos... - levanté la mirada y note sus ojos clavados en los míos, sorprendido cuando reconocí un rostro familiar. - Aylizz?
-Será mejor que me ponga a limpiar un poco antes de empezar con un nuevo proyecto. - lo cierto es que no recordaba donde estaba mi herbolario, y sin él, no podría saber a profundidad que características tenia esta "respirantia" que me habían entregado. Todos los pocos libros, papeles y pergaminos que en el pasado acarreaba en mi espalda en un gran bolso de lona, ahora yacían en un pequeño deposito que antes albergaba escobas y trapos de piso, había colocado estantes en su lugar, pero aun no había acomodado nada.
- Quiere que le de una mano con la limpieza Sabio? - levantó la voz algo exaltada la señorita Gelga, le sonreí y agradecí su ayuda mientras me disponía a colocar en una gran caja todos mis papeles mejor organizados.
Las horas volaban cuando uno se entretenía, sentí el sol dejando de golpear mi espalda desde la ventana al otro lado del taller con forme escalaba el firmamento acercándose al medio día. Unas recetas, unos encantamientos viejos, mapas que parecían ser turísticos y panfletos publicitarios de ferias mercantiles, mucha basura entre documentos importantes, incluso un antiguo grimorio que me habían prestado y nunca devolví "la maldición de los libros"; había de todo, menos lo que buscaba.
Al terminar con la caja, la levanté del suelo hasta frente a mi cintura y luego con fuerza trate de subirla hasta mis hombros, esto en mi forma dracónica no seria un gran desafió, pero el taller era chico como para convertirme, no quedaba mas que esforzarme con este blandengue cuerpo humano.
Escuche entonces la puerta principal abrirse cortesía de una bisagra herrumbrada, que ni el mejor aceite en la herrería pudo vencerla y la madera hinchada del invierno que se arrastraba contra el suelo. "Un cliente?"
***
Gelga barría el piso con parsimonia, ya había terminad de pasar un trapo humedecido por la gran mesa, por los estantes y los distintos frascos en ellos, la cristalería nunca se reflejaba tanto como cuando ella limpiaba con tanta dedicación. Podrá ser algo cargosa a veces, pero siempre resultaba una excelente compañera. Al abrirse la puerta, cual secretaria habida recibió al cliente repitiendo las palabras que yo solía decir, como si me demostrara que era capas de eso y mucho mas en el taller.
Pero su sonrisa alegre y rostro jovial se amargo tan pronto como escucho las palabras que salían de aquella elfa que había ingresado.
La miró de arriba a abajo. Una silueta delicada, con curvas poco marcadas pero determinantes, su fino cuello con el largo ideal para unir de manera armónica la delgada linea de su clavícula hasta el contorno de un mandíbula perfecta; unos prominentes labios que entonaban su rostro no mas atractivos que los despampanantes faroles color claro que tenía simulando ser ojos.
Nada en su aspecto era casual, todo lucia deslumbrante, hasta sus pechos de menor contorno se lucían firmes y erguidos contra la fuerza de gravedad, muy diferentes a los de ella. Un recelo de inferioridad nubló el juicio de Gelga y dijo que que sus pensamientos celos le ordenaron que dijera.
- Ohhh... el cartel.. Creí que lo habíamos sacado... Espero nos disculpes - volvió rápidamente a sonreír y levanto las manos en símbolo de perdón - Ya hemos encontrado a alguien para el puesto, torpe o que no quite el anuncio.
Mientras tanto mis manos ocupadas lograron levantar la caja por encima de mi cabeza y deslizara apenas sobre el último estante, pero este estaba cargado de tierra y terminó cayendo sobre mi rostro.
- Demonios! - comencé a sacudirme ya que no podía ver a clientes tan mugrientos.
Gelga nerviosa miró hacia el deposito y me escuchó quejarme, volvió la vista al frente y sin borrar la sonrisa prosiguió.
- Bien! Ya dadas las disculpas y sus motivos... si no tienen nada que comprar, te pediré que te vallas - comenzó a mover las manos con ademanes de ahuyentar perros a la calle, no permitiría que tal mujer hermosa trabajara junto a su amado y menos que esté se enamorara de alguien mas que no fuera ella - ve, ve, que estamos de limpie-...
- Gelga... un cliente? - salí entonces del deposito y ella giró a verme casi temblorosa y colorada.
- Si Señor Sauron, una cliente - levantó las manos en alto como para que no viese detrás de ella - pero no tenemos lo que necesita, por lo que se esta yendo. je je... je je...
- Como que no tenemos lo que necesita... que clase de tienda respetable seriamos... - levanté la mirada y note sus ojos clavados en los míos, sorprendido cuando reconocí un rostro familiar. - Aylizz?
Sauron Guardgris
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Re: Se necesita un conejillo de indias {TRABAJO con Aylizz}
Maldijo su suerte internamente cuando la muchacha explicó que la oferta estaba completa, tal vez si de primeras no hubiese pasado de largo el trabajo podría haber sido suyo. Cierto era que de primeras sólo quería saber de qué se trataba, quizá ni si quiera habría estado interesada, pero ahora ya no tendría la oportunidad de decidirlo. -Oh, vaya... De acuerdo, gracias de todas formas- Aprovechando la situación, quiso echar un vistazo rápido al local. Era la primera vez que entraba en un taller así, en su aldea lo más parecido a un alquimista eran las ancianas que preparaban brebajes o infusiones a partir de plantas o raíces, nada mágico, nada más allá de hervir hojas. La actitud de la joven cambió de repente, dejando a un lado la amabilidad de hacía unos instantes, aunque sin perder la sonrisa. La elfa no parecía haber llegado en buen momento y apenas pudo acercarse al mostrador cuando Gelga la instó a irse, de forma bastante atropellada, casi a empujones. Aylizz la miró desconcertada, al tiempo que daba media vuelta y se dirigía hacia la puerta, cuando una voz, que de primeras no reconoció, se escuchó desde otro cuartito, a la que la chica respondió de manera nerviosa ¿Señor? Al escuchar la forma en la que se dirigió a quien estuviera en la otra estancia, comprendió que lejos de tratarse de la encargada del negocio, debía ser una empleada o incluso una aprendiz y al juzgar por sus palabras, por alguna razón quería despacharla lo antes posible.
A punto de tomar la puerta para irse, escuchó su nombre tras ella. Se paró en seco y se giró extrañada, ¿quién podría conocerla en aquella ciudad? La sorpresa en su rostro se hizo notar cuando ante ella se encontró con aquel monje de la playa. -¡Eres tú!- exclamó, al no esperarlo ver de nuevo y mucho menos en lugar como aquel -Tu nombre era... Sauron, ¿no? Discúlpame, los detalles de aquel día los tengo algo confusos- confesó, acariciándose la cabeza, algo avergonzada -En realidad, yo ya me iba. Pasaba por casualidad y me fijé en el cartel de la puerta, pero ella me ha dicho que ya tenéis a alguien, así que no quiero importunaros más- Lo miró de arriba a abajo, vestía con el hábito igual que lo había conocido, aunque esta vez su cabeza se encontraba al descubierto, dejando ver una corta melena rubia y un rostro de facciones finas que denotaba cierto atractivo -Tienes buen aspecto, mejor que la primera vez al menos- le sonrío de forma amable y a continuación giró sobre sí misma, parecía que la doncella se había hecho a un lado y ahora que no la apresuraba para marcharse pudo fijarse con detalle en aquella estancia -¿Este taller es tuyo? Vaya... Te imaginaba como un nómada predicador, nunca hubiera pensado que te dedicabas a estas... cosas- El local no era muy grande, pero parecía acogedor, impregnado de un olor envolvente que sin duda tenía su origen en la mezcla de tarritos con líquidos de colores que se encontraban distribuidos por las diferentes estanterías.
Caminaba alrededor de la habitación mientras hablaba, mirando uno por uno y muy de cerca cada articulo en los expositores, aunque sin tocar nada, llena de curiosidad por saber para qué servían todos aquellos frascos y si realmente funcionaban. Desde niña, debido a su educación, había asociado las pócimas con la brujería y la brujería con algo engañoso o maligno. Sólo conocía su magia y entre los de su raza ni si quiera la denominaban así. Pero Sauron no era brujo, era un dragón, quienes al fin y al cabo eran el origen de todo... Y allí estaba, alquimia y arcanos, utilizando la magia para hacer... ¿qué era lo que hacía exactamente un monje con un laboratorio como aquel? Una vez más, la vida fuera de Sandorai le enseñaba cosas que le hacían desaprender las nociones dadas por su clan, cuestionándose una vez más el fundamento de los que firmemente se creían más sabios, más aptos y, en resumen, mejores que los demás pobladores del continente. Y aun así, quería volver... A sabiendas de que hablarle a su padre de cuán equivocado estaba, de cuánto había visto y sabido fuera de los límites del bosque sagrado resultaría ser como darse cabezazos contra una pared.
A punto de tomar la puerta para irse, escuchó su nombre tras ella. Se paró en seco y se giró extrañada, ¿quién podría conocerla en aquella ciudad? La sorpresa en su rostro se hizo notar cuando ante ella se encontró con aquel monje de la playa. -¡Eres tú!- exclamó, al no esperarlo ver de nuevo y mucho menos en lugar como aquel -Tu nombre era... Sauron, ¿no? Discúlpame, los detalles de aquel día los tengo algo confusos- confesó, acariciándose la cabeza, algo avergonzada -En realidad, yo ya me iba. Pasaba por casualidad y me fijé en el cartel de la puerta, pero ella me ha dicho que ya tenéis a alguien, así que no quiero importunaros más- Lo miró de arriba a abajo, vestía con el hábito igual que lo había conocido, aunque esta vez su cabeza se encontraba al descubierto, dejando ver una corta melena rubia y un rostro de facciones finas que denotaba cierto atractivo -Tienes buen aspecto, mejor que la primera vez al menos- le sonrío de forma amable y a continuación giró sobre sí misma, parecía que la doncella se había hecho a un lado y ahora que no la apresuraba para marcharse pudo fijarse con detalle en aquella estancia -¿Este taller es tuyo? Vaya... Te imaginaba como un nómada predicador, nunca hubiera pensado que te dedicabas a estas... cosas- El local no era muy grande, pero parecía acogedor, impregnado de un olor envolvente que sin duda tenía su origen en la mezcla de tarritos con líquidos de colores que se encontraban distribuidos por las diferentes estanterías.
Caminaba alrededor de la habitación mientras hablaba, mirando uno por uno y muy de cerca cada articulo en los expositores, aunque sin tocar nada, llena de curiosidad por saber para qué servían todos aquellos frascos y si realmente funcionaban. Desde niña, debido a su educación, había asociado las pócimas con la brujería y la brujería con algo engañoso o maligno. Sólo conocía su magia y entre los de su raza ni si quiera la denominaban así. Pero Sauron no era brujo, era un dragón, quienes al fin y al cabo eran el origen de todo... Y allí estaba, alquimia y arcanos, utilizando la magia para hacer... ¿qué era lo que hacía exactamente un monje con un laboratorio como aquel? Una vez más, la vida fuera de Sandorai le enseñaba cosas que le hacían desaprender las nociones dadas por su clan, cuestionándose una vez más el fundamento de los que firmemente se creían más sabios, más aptos y, en resumen, mejores que los demás pobladores del continente. Y aun así, quería volver... A sabiendas de que hablarle a su padre de cuán equivocado estaba, de cuánto había visto y sabido fuera de los límites del bosque sagrado resultaría ser como darse cabezazos contra una pared.
Aylizz Wendell
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Re: Se necesita un conejillo de indias {TRABAJO con Aylizz}
Gelga se alarmo al escuchar mi voz atravesando el taller y más aún luego de que la muchacha reaccionara. Se hizo a un lado observando la situación en lo que me acerque apenas unos pasos al mostrador.
Sonreí al escucharla y no pude evitar replicar algo.
- Si soy Sauron, a mí se me grabaron muy bien, tenlo por seguro. - quizás no era tanto por el recuerdo de ella, sino más bien por el de Klaus, cada historia cercana a ese sujeto me recuerda porque mantenerlo a mucha distancia.
Quedé algo confuso, aun aguardábamos la llegada de algún interesado, era imposible tal afirmación en consecuencia. Quizás había ocurrido una mala interpretación, que lógicamente arreglaría que era estupendo tener a alguien interesado, más si era una elfa, su magia restauradora podría darme una mano con cualquier percance.
Mientras trataba de acomodar ideas en mi cabeza ella decidió pasar al taller y mantuve la sonrisa serena y relajada en dos simples muecas.
- El taller es mi si, al igual que todas las cosas en su interior, mas no es mío el lugar, el cuarto me lo ha cedido la señorita aquí a mi lado - levante la mano con la palma mirando al techo indicando a Gelga quien aún se mantenía silenciada y mirando la situación con el ceño fruncido. No le agradaba mucho que fuéramos conocidos, pero no tenía la suficiente confianza conmigo como para manifestármelo. No era más que un predicador en su vida, no tenía derecho a opinar de ningún tema y ella lo tenía muy en claro más allá de que jamás se lo remarque.
- Gelga me ayuda con la tienda cuando no estoy, y es una fiel creyente de nuestra Fe, un feligrés ejemplar cabe decir. - Me acerque a la mesa que me separaba de ella y coloque mi mano sobre la madera frotándola. - Tengo una misión peregrina, pero además me atrae mucho la química y la magia de este mundo. Tengo ciertos objetivos que la requieren. - por un instantes imágenes de mi juventud se reflejaron en mi memoria, un flash back demasiado corto y poco improvisado, no molestaban porque eran las imágenes a las que me aferraba para recordar mi odio.
- Pero... espera... jajaj - no pude evitar la carcajada por como sonaban mis palabras. - Aún no tomamos a nadie! Si te interesa, necesito a alguien me dé una mano, quizás te pida ayuda para alcanzarme cosas, para buscar otras, hay que cazar ratas, hacer diligencias y en este proyecto en particular, necesito quien pruebe la poción, que es para respirar bajo el agua o aguantar la respiración... - aún no estaba seguro de las propiedades de la respirantia - lo que salga primero.
Gelga se puso nerviosa con mis palabras y aprovechó la charla cotidiana para una huida cautelosa y estratégica.
- Bien Sabio, estaré en la casa si me requiere. – No quería irse y dejarlos a solas, pero tampoco quería enfrentarse a su mentira y quedar expuesta por celosa, se dio la vuelta rápidamente y camino al umbral de madera. – Note emociones orejuda… es una batalla, aún quedan más en esta guerra – susurra para sí misma sin intenciones de ser oída.
Sonreí al escucharla y no pude evitar replicar algo.
- Si soy Sauron, a mí se me grabaron muy bien, tenlo por seguro. - quizás no era tanto por el recuerdo de ella, sino más bien por el de Klaus, cada historia cercana a ese sujeto me recuerda porque mantenerlo a mucha distancia.
Quedé algo confuso, aun aguardábamos la llegada de algún interesado, era imposible tal afirmación en consecuencia. Quizás había ocurrido una mala interpretación, que lógicamente arreglaría que era estupendo tener a alguien interesado, más si era una elfa, su magia restauradora podría darme una mano con cualquier percance.
Mientras trataba de acomodar ideas en mi cabeza ella decidió pasar al taller y mantuve la sonrisa serena y relajada en dos simples muecas.
- El taller es mi si, al igual que todas las cosas en su interior, mas no es mío el lugar, el cuarto me lo ha cedido la señorita aquí a mi lado - levante la mano con la palma mirando al techo indicando a Gelga quien aún se mantenía silenciada y mirando la situación con el ceño fruncido. No le agradaba mucho que fuéramos conocidos, pero no tenía la suficiente confianza conmigo como para manifestármelo. No era más que un predicador en su vida, no tenía derecho a opinar de ningún tema y ella lo tenía muy en claro más allá de que jamás se lo remarque.
- Gelga me ayuda con la tienda cuando no estoy, y es una fiel creyente de nuestra Fe, un feligrés ejemplar cabe decir. - Me acerque a la mesa que me separaba de ella y coloque mi mano sobre la madera frotándola. - Tengo una misión peregrina, pero además me atrae mucho la química y la magia de este mundo. Tengo ciertos objetivos que la requieren. - por un instantes imágenes de mi juventud se reflejaron en mi memoria, un flash back demasiado corto y poco improvisado, no molestaban porque eran las imágenes a las que me aferraba para recordar mi odio.
- Pero... espera... jajaj - no pude evitar la carcajada por como sonaban mis palabras. - Aún no tomamos a nadie! Si te interesa, necesito a alguien me dé una mano, quizás te pida ayuda para alcanzarme cosas, para buscar otras, hay que cazar ratas, hacer diligencias y en este proyecto en particular, necesito quien pruebe la poción, que es para respirar bajo el agua o aguantar la respiración... - aún no estaba seguro de las propiedades de la respirantia - lo que salga primero.
Gelga se puso nerviosa con mis palabras y aprovechó la charla cotidiana para una huida cautelosa y estratégica.
- Bien Sabio, estaré en la casa si me requiere. – No quería irse y dejarlos a solas, pero tampoco quería enfrentarse a su mentira y quedar expuesta por celosa, se dio la vuelta rápidamente y camino al umbral de madera. – Note emociones orejuda… es una batalla, aún quedan más en esta guerra – susurra para sí misma sin intenciones de ser oída.
Sauron Guardgris
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Re: Se necesita un conejillo de indias {TRABAJO con Aylizz}
Escuchó la presentación que hizo de la muchacha, después de todo sí se trataba de su ayudante. Gelga era una joven humana con presencia, que se dirigía al monje con educación y de forma servicial, nada parecido al escaso trato que había recibido la elfa en su primer contacto cuando entró en el taller. Mientras Sauron hablaba de la que, por lo visto, además era la dueña de la casa donde se ubicaba aquella trastienda, Aylizz notaba cómo la chica la miraba con cierto gesto de desaprobación, ¿qué problema tenía? Ni si quiera habían tenido la oportunidad de cruzar palabras, más allá de las dichas por protocolo, como hubiera hecho cualquier mercader al recibir a alguien en su negocio. A pesar de ello, la elfa se mantuvo cortés y la miró con gesto amable al escuchar cómo hablaba "su señor" de ella, de esa forma tan agradecida. Fue al mencionar su negativa de necesitar a alguien para el trabajo, cuando la asistente se escabulló y la rubia torció el gesto, esperando no haberle causado problemas al desvelar lo que parecía haber sido una invención. -Creo que no le gusto- comentó, sin acritud, cuando hubo abandonado la sala, aunque sin darle demasiada importancia.
Sentía curiosidad por la visión del mundo de aquel predicador. No sabía mucho acerca de sus creencias, lo que había estudiado acerca de los dragones se limitaba a la historia que tenía que ver con el origen de su propia raza y la dotación de la capacidad pura de manejar el éter. Aunque, de entrada, le resultaba llamativo que una religión pudiera ser compatible con la experimentación mágica y erudita -Sabes, no eres el primer dragón que he conocido, pero hay algo en ti que es diferente. Ya sé que es un error generalizar, pero... No sé. Pareces más apacible.- Pensándolo bien, cualquier hombre de culto, fuera de la fe o raza que fuese, debía albergar ese rasgo, ¿no? Al final, para lograr su cometido debía ser capaz de llegar a la gente para conectar con sus almas y eso no se conseguía con rudeza. -La única magia de la que yo entiendo, es la que ya conoces. Espero que pueda servirte.- pensó en su forma reptiliana cuando lo vio por primera vez, era imponente como cualquier otra bestia de tal envergadura, pero su aura la recordaba distinta, más aún cuando pensaba en el otro con el que se habían topado en aquel mismo encuentro.
La explicación del trabajo parecía clara, tal y cómo decía el anuncio, se resumía en ser el sujeto de pruebas para una poción y alguna que otra labor. No parecía tan malo como en un principio podía haber pensado al leer el cartel, aunque en aquel punto se preguntó por qué si contaba con la ayuda de Gelga, buscaba a alguien para desempeñar aquellas labores. Y el detalle de las ratas... ¿era estrictamente necesario? -Bien... Creo que podré hacerlo. Pero por curiosidad, si ya la tienes a ella ¿por qué buscar un ayudante?- Se desquitó de sus bártulos, dejándolos sobre una silla que cogía polvo en una esquina apartada y sobre ellos depositó su capa. Después se arremangó y se recogió el pelo en un ovillo alto, atado con el cordón que desenhebró del cuello de su camisa, dejando que la parte superior de la misma quedase ahora más holgada, escurriéndose hacia un lado, dejando al descubierto su hombro. -Lo primero es lo primero, ¿con qué contamos y qué hace falta conseguir?- Se encontraba animada, por fin parecía ser útil en alguna ocupación. Hasta el momento, se había dedicado a dar tumbos por el basto Aerandir, sorteando casuales peligros y teniendo que ir siempre detrás de alguien que pudiera enfrentarlos.
Sentía curiosidad por la visión del mundo de aquel predicador. No sabía mucho acerca de sus creencias, lo que había estudiado acerca de los dragones se limitaba a la historia que tenía que ver con el origen de su propia raza y la dotación de la capacidad pura de manejar el éter. Aunque, de entrada, le resultaba llamativo que una religión pudiera ser compatible con la experimentación mágica y erudita -Sabes, no eres el primer dragón que he conocido, pero hay algo en ti que es diferente. Ya sé que es un error generalizar, pero... No sé. Pareces más apacible.- Pensándolo bien, cualquier hombre de culto, fuera de la fe o raza que fuese, debía albergar ese rasgo, ¿no? Al final, para lograr su cometido debía ser capaz de llegar a la gente para conectar con sus almas y eso no se conseguía con rudeza. -La única magia de la que yo entiendo, es la que ya conoces. Espero que pueda servirte.- pensó en su forma reptiliana cuando lo vio por primera vez, era imponente como cualquier otra bestia de tal envergadura, pero su aura la recordaba distinta, más aún cuando pensaba en el otro con el que se habían topado en aquel mismo encuentro.
La explicación del trabajo parecía clara, tal y cómo decía el anuncio, se resumía en ser el sujeto de pruebas para una poción y alguna que otra labor. No parecía tan malo como en un principio podía haber pensado al leer el cartel, aunque en aquel punto se preguntó por qué si contaba con la ayuda de Gelga, buscaba a alguien para desempeñar aquellas labores. Y el detalle de las ratas... ¿era estrictamente necesario? -Bien... Creo que podré hacerlo. Pero por curiosidad, si ya la tienes a ella ¿por qué buscar un ayudante?- Se desquitó de sus bártulos, dejándolos sobre una silla que cogía polvo en una esquina apartada y sobre ellos depositó su capa. Después se arremangó y se recogió el pelo en un ovillo alto, atado con el cordón que desenhebró del cuello de su camisa, dejando que la parte superior de la misma quedase ahora más holgada, escurriéndose hacia un lado, dejando al descubierto su hombro. -Lo primero es lo primero, ¿con qué contamos y qué hace falta conseguir?- Se encontraba animada, por fin parecía ser útil en alguna ocupación. Hasta el momento, se había dedicado a dar tumbos por el basto Aerandir, sorteando casuales peligros y teniendo que ir siempre detrás de alguien que pudiera enfrentarlos.
Aylizz Wendell
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Re: Se necesita un conejillo de indias {TRABAJO con Aylizz}
Su comentario me puso algo incómodo aun que estaba acostumbrado, levante la mano hasta mi cabeza para rascar mi nuca mientras sonreía algo apenado.
- Te sorprendería saber cuántas veces me han dicho lo mismo. Ya no quedamos muchos monjes peregrinos en la orden - baje la mano para llevarla hasta mi mentón mientras levantaba la mirada algo dubitativo - la gran mayoría son viejos Sabios que con mucha suerte caminan de sus casas al Gran templo, por lo que las personas no actuaban a ver dragones como yo, pero te aseguro que todos los monjes, en mayor o menor grado, somos de la misma manera.
Gelga se fue del escenario y pude suspirar tranquilo y quitarme la toga para trabajar. No llevaba más que unos pantalones recogidos hasta las pantorrillas color beige y una blusa blanca. Me coloque el delantal de cuero viejo y ahogue un suspiro de paz.
No pude evitar demostrar mi alegría cuando afirmó poder ocuparse de la tarea más su pregunta no era tan simple de responder.
-No es bueno trabajar con Fieles. - negaba con la cabeza entre palabras mientras ataba el mameluco por detrás de mi - ellos suelen confundir las cosas y no saben distinguir hasta donde hacen las cosas por buena predisposición y hasta donde buscan segundas intenciones. No somos amigos de ellos, no somos parejas, no somos hermanos, quizás no entraríamos ni en la categoría de conocidos, - giré a ver el deposito del cual había salido y camine unos pasos hasta este, había visto unos cuadernos en el suelo justo donde yacía, minutos atrás, la gran caja que había levantado. - mi relación con ellos es meramente profesional, por más aliento y ayuda que les brinde. Pero no todos lo entienden... - Tome los libracos viejos y los sacudí golpeándolo con las manos.
Volví a la mesa y satisfecho lo deje sobre la misma para abrirlo. Levanté la vista a Aylizz y me sorprendió el cambio de aspecto por uno más formal y laboral. El cabello recogido le asentaba con la forma de su rostro y sus prendas, que cubrían menos que hasta un instantes eran muy placenteras de ver; lleve la mano al rostro sujetando el ceño y tratando de concentrarme, ya había cruzado palabras con ella antes, pero solo hasta entonces se me ocurrió pensar en que era bella físicamente, pero justo este no era el momento para ello.
- Contamos con poco y nos falta mucho - dije para volver a centrarme. Busque unas pequeñas jaulas bajo la mesa y las fui levantando arriba - Necesitamos por lo menos 3 o 4 ratones, para probar la pasión que haremos. No voy a suministrarte nada que desconozco si podría o no matarte. - sonreí esperando sonar gracioso, pero quizás el chiste negro no había sido muy adecuado considerando que es algo que podría pasar. - Cruzando la puerta de cristal hay un jardín y un depósito de la casa, y conecta con los pasillos entre viviendas y el pulmón de manzana. Debe estar lleno de ratas por ahí. - Le señale el sitio hacia una puerta que continuaba de un pasillo junto a la entrada a la casa, por donde Gelga se había marchado. - Yo estaré aquí si necesitas algo. Tengo que repasar las fichas de la planta que usare y con qué solventes y reactivos la puedo disgregar y asi extraer el liquido sin contaminarlo.
Saque del bolsillo del delantal unas gafas bien logradas de madera y vidrio para poder leer aquellos documentos, no estaba seguro de como hacia la pésima, pero la respirante tenia ciertas peculiaridades que no se podían negar, era un alga sumamente llamativa por su intenso color y la capacidad de absorción de la luz solar. Las pequeñas esferas en el interior eran la clave, pero como lograba conseguir el líquido del interior sin romperlas, eran demasiado delicadas y podría complicarse demasiado el trabajo.
Sauron Guardgris
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Re: Se necesita un conejillo de indias {TRABAJO con Aylizz}
No precisamente pensaba en monjes cuando mencionó aquello, aunque fue reconfortante saber que no era una excepción. El primero estuvo a punto de matarla en aquel bosque a las afueras de Baslodia, el segundo podría haberlo hecho de haber dado un paso en falso en aquella playa. Hasta el momento, sólo la dragona del norte se había mostrado como aliada, bueno, ella y Sauron, aunque la diferencia de actitud entre ambos era notable. Le devolvió la sonrisa, mostrando empatía ante el comentario que denotó cierta tristeza. Al advertir que el monje se disponía a desvestirse, se sobresaltó ante el inesperado gesto y de manera sutil, apartó la vista, algo ruborizada, convencida de que bajo aquel hábito sólo habría un cuerpo desnudo.
Los acontecimientos de su primer encuentro se encontraban algo turbados en su memoria, aquel accidental corte envenenado la hizo pasar un rato confuso, pero recordaba con claridad los momentos previos al encontronazo con los guardias y cómo lo había ayudado, sanando sus heridas. Aquella vez lo había visto de lejos, cambiar su forma reptil a humana y tan sólo cubrirse con aquella túnica gris y amplia, la misma que no se retiró cuando la elfa tuvo que, irremediablemente, poner las manos sobre su espalda. Comprobar que estaba equivocada al verlo sencillamente vestido bajo aquel manto, le hizo ahogar una risa nerviosa para sí. ¡Serás tonta! Mira que pensar.... Escuchó la razón por la que no había contado con la muchacha para aquel trabajo, sin entender del todo, precisamente por la relación de devoción entre los fieles y sus referentes esperaría que fuese Gelga la que le ayudase en todo lo que pudiera necesitar. Fue aquel comentario final lo que la hizo comprender la situación -Ya veo...- Así que de eso se trataba. Se dio cuenta entonces de la forma en la que la joven había examinado su presencia de arriba a abajo al mostrarse interesada en el trabajo, no habiéndole dotado de sentido hasta aquel momento. -Suponía que vosotros os debéis a lo que sea que adoréis, que no contempláis ese tipo de relaciones. Es llamativo que haya fieles que no tengan ese detalle en cuenta.- echó un vistazo de reojo hacia el pasillo por donde se había marchado la ayudante, como si sus palabras fueran con intención de ser escuchadas, a pesar de no estar ya presente. -Aunque tampoco debería aventurarme a hablar sobre cuestiones que no conozco. La vida que lleváis los monjes-dragón es algo que me viene de nuevas.- añadió, acercándose a la mesa donde Sauron disponía todo lo necesario para comenzar el trabajo.
No le entusiasmó la idea de tener que capturar roedores, aunque se río con suavidad ante el acertado comentario, arqueando una ceja con gesto de aprobación, sonaba razonable. Atendió a las explicaciones y la descripción de la vivienda, comprendiendo que una vez asumido su cometido tendría total libertad para llevar a cabo sus tareas, mientras él se dedicaba a otras que requerían mayor conocimiento. Agarró las jaulas y antes de retirarse, oteó los pergaminos que el monje examinaba, asomándose por encima de su hombro, elevándose sobre las puntas de los pies -Ah, ¿respirantia? Esas plantas parece que brillen por la noche- jamás la había visto en la naturaleza, pero había estudiado numerosos manuales sobre la utilidad de infinidad de plantas de todo el continente y recordaba especialmente los detalles de aquellas que le habían resultado más llamativas, como un alga de pantano que parecía tener magia al caer el sol, y desprenderse de la luz que habían absorbido durante el día -Te será más fácil advertir las burbujas que necesitas si cuentas con menos luz.- aconsejó, mientras se dirigía hacia donde le había sido indicado.
Atravesó los pasillos que comunicaban las diferentes estancias con cierto reparo, observando con cierta curiosidad las zonas de la vivienda. Todo se mantenía en silencio en el interior, a excepción de un sonido que parecía proceder de los fogones de la cocina. Salió a las callejuelas donde se suponía que encontraría ratas y advirtiendo varios montones de cajas de madera rota, algunos alimentos en descomposición y humedades de las que era mejor no respirar, dio por hecho que de encontrar ratas, sería allí. Con una mueca de asco, se resignó a acercarse al montón de basura y colocó allí una de las jaulas e hizo lo propio con la segunda en otra esquina cercana que mostraba el mismo aspecto. Lo cierto es que aquello no era lo más repugnante que había tenido que hacer, si pensaba en la ocasión en la que tuvo que impregnarse de restos como aquellos, tratando de ocultarse para salvar su vida, la última vez que había visitado una grand ciudad. Una vez colocadas las trampas, se apartó y apoyada tras la puerta por la que había dado a aquel patio, se limitó a esperar en silencio. No habían pasado un par de minutos cuando notó la presencia de Gelga al final de aquel pasillo, observándola desde el interior de una salita contigua -¿Necesitas algo?- inquirió con educación, sin siquiera mirarla, únicamente para hacerla saber que se había percatado de que la acechaba.
Los acontecimientos de su primer encuentro se encontraban algo turbados en su memoria, aquel accidental corte envenenado la hizo pasar un rato confuso, pero recordaba con claridad los momentos previos al encontronazo con los guardias y cómo lo había ayudado, sanando sus heridas. Aquella vez lo había visto de lejos, cambiar su forma reptil a humana y tan sólo cubrirse con aquella túnica gris y amplia, la misma que no se retiró cuando la elfa tuvo que, irremediablemente, poner las manos sobre su espalda. Comprobar que estaba equivocada al verlo sencillamente vestido bajo aquel manto, le hizo ahogar una risa nerviosa para sí. ¡Serás tonta! Mira que pensar.... Escuchó la razón por la que no había contado con la muchacha para aquel trabajo, sin entender del todo, precisamente por la relación de devoción entre los fieles y sus referentes esperaría que fuese Gelga la que le ayudase en todo lo que pudiera necesitar. Fue aquel comentario final lo que la hizo comprender la situación -Ya veo...- Así que de eso se trataba. Se dio cuenta entonces de la forma en la que la joven había examinado su presencia de arriba a abajo al mostrarse interesada en el trabajo, no habiéndole dotado de sentido hasta aquel momento. -Suponía que vosotros os debéis a lo que sea que adoréis, que no contempláis ese tipo de relaciones. Es llamativo que haya fieles que no tengan ese detalle en cuenta.- echó un vistazo de reojo hacia el pasillo por donde se había marchado la ayudante, como si sus palabras fueran con intención de ser escuchadas, a pesar de no estar ya presente. -Aunque tampoco debería aventurarme a hablar sobre cuestiones que no conozco. La vida que lleváis los monjes-dragón es algo que me viene de nuevas.- añadió, acercándose a la mesa donde Sauron disponía todo lo necesario para comenzar el trabajo.
No le entusiasmó la idea de tener que capturar roedores, aunque se río con suavidad ante el acertado comentario, arqueando una ceja con gesto de aprobación, sonaba razonable. Atendió a las explicaciones y la descripción de la vivienda, comprendiendo que una vez asumido su cometido tendría total libertad para llevar a cabo sus tareas, mientras él se dedicaba a otras que requerían mayor conocimiento. Agarró las jaulas y antes de retirarse, oteó los pergaminos que el monje examinaba, asomándose por encima de su hombro, elevándose sobre las puntas de los pies -Ah, ¿respirantia? Esas plantas parece que brillen por la noche- jamás la había visto en la naturaleza, pero había estudiado numerosos manuales sobre la utilidad de infinidad de plantas de todo el continente y recordaba especialmente los detalles de aquellas que le habían resultado más llamativas, como un alga de pantano que parecía tener magia al caer el sol, y desprenderse de la luz que habían absorbido durante el día -Te será más fácil advertir las burbujas que necesitas si cuentas con menos luz.- aconsejó, mientras se dirigía hacia donde le había sido indicado.
Atravesó los pasillos que comunicaban las diferentes estancias con cierto reparo, observando con cierta curiosidad las zonas de la vivienda. Todo se mantenía en silencio en el interior, a excepción de un sonido que parecía proceder de los fogones de la cocina. Salió a las callejuelas donde se suponía que encontraría ratas y advirtiendo varios montones de cajas de madera rota, algunos alimentos en descomposición y humedades de las que era mejor no respirar, dio por hecho que de encontrar ratas, sería allí. Con una mueca de asco, se resignó a acercarse al montón de basura y colocó allí una de las jaulas e hizo lo propio con la segunda en otra esquina cercana que mostraba el mismo aspecto. Lo cierto es que aquello no era lo más repugnante que había tenido que hacer, si pensaba en la ocasión en la que tuvo que impregnarse de restos como aquellos, tratando de ocultarse para salvar su vida, la última vez que había visitado una grand ciudad. Una vez colocadas las trampas, se apartó y apoyada tras la puerta por la que había dado a aquel patio, se limitó a esperar en silencio. No habían pasado un par de minutos cuando notó la presencia de Gelga al final de aquel pasillo, observándola desde el interior de una salita contigua -¿Necesitas algo?- inquirió con educación, sin siquiera mirarla, únicamente para hacerla saber que se había percatado de que la acechaba.
Aylizz Wendell
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Re: Se necesita un conejillo de indias {TRABAJO con Aylizz}
- Efectivamente - respondí a su acotación - Los monjes nos debemos a nuestra Fe y solo debemos una relación al amor por los Celestiales - sonreí algo impaciente, porque la hipocresía que emanaban mis palabras ni yo mismo lograba creer. Hablar de estos temas era habitué con personas curiosas sobre nuestros hábitos y siempre terminaba por pensar en Rei. Lo que había pasado entre nosotros, lejos estaba de considerarse propio a los mandatos del culto. Mi historial no estaba limpio, no era libre de evitar caer en la tentación y pesaría en mi conciencia, pero el debate sobre los principios de la fe era algo que le debía a mi subconsciente y quizás me ocuparía de eso más adelante.
Proseguí con lo que hacía cuando escuche su voz mirando la ficha técnica del alga. Levante la mirada tras su marcha observándola alejarse y mi cerebro comenzó a procesar miles de ideas al mismo momento haciendo explosión por todos lados.
- Obscuridad... - Claro, necesitaba activar la planta y además de eso necesitaba trabajar a obscuras para que sus propiedades se reluzcan. - Porque no pensé en eso - tenía una cierta desventaja al no conocer sobre la especie, pero la inesperada revelación de mi nueva ayudante hacia más simple la tarea.
Corrí a la bolsa de algas para meter la mano y del interior sujetar un par. Su color verduzco oscuro y textura reseca eran un indicio del tiempo que precedían lejos del agua de mar, tenía la flacidez y la textura que indicaba signos vitales en plantas marinas, pero no me serviría en este estado.
- Para que brille necesita absorber luz, para absorber luz necesita estar humectada - escalonaba las ideas en mi cabeza y las largaba por los labios para darles un mejor marco y orden - para estar humectadas necesitan.... - no pude evitar mirar alrededor y sondear el taller de arriba a abajo como si entre sus paredes se encontrara la solución a todos mis problemas - su entorno natural.
Corrí entonces a la puerta del patio trasero, donde a un lateral se apilaban los trastes de lavado de la señorita Gelga, retire los de menor tamaño quedándome con el de diámetro mayor y lo metí al interior del cuarto posándolo en el suelo junto a la mesa.
Entre y salí tres, cuatro y hasta cinco veces más a la carrera ligera, en cada viaje use una de las cubas de menor tamaño para acarrear agua donde el fuente de gran tamaño de madera reposaba, cargándolo hasta el margen superior de la horquilla que mantenía los tablones juntos.
- Agua de mar, agua de mar... agua de mar - Como su de una gran biblioteca se tratara, buscaba los libros en mi mente que tenían información sobre la composición química del mar además de las características y propiedades, el mar era mi entorno de nacimiento y muchas de las características ya las tenía asimiladas en función a mis propias necesidades. - cloro, sodio, magnesio, calcio, potasio, bromo, estroncio, boro y... - trataba de hacer memoria - y flúor...
Me enderece mirando el estante a mi lateral y varios compuestos de mi almacén tenían esos químicos en su composición, la gran mayoría eran otras plantas y arbustos cercanos a las costas y ríos. Necesitaba preparar un mar artificial.
Busque el mortero con pilón, el mechero de alcohol, una rejilla de asbesto y la pera de decantación, necesitaba unos crisoles con pico y un balón con base. Desparrame todos los artículos sobre la mesa sin mucho cuidado, era bastante desordenado cuando me ponía a trabajar pero no pida interrumpir el proceso creativo ni cortar el fluido de ideas. Busqué otras algas más comunes, y también las tire sobre la mesa, algas, arbustos, el resto de escamas de nos peses que podía decantar y restos de tres tipos de arenas diferentes.
Ajustando medidas proporcionales cuantitativas en la relación H2O y los diferentes químicos, fui arrojando las arenas diferenciando sus niveles de Silicato. Y luego empecé con el mortero a reducir unas algas diatomeas junto a unas hojas de ulvas. No podía pensar en revivirlas mientras no lograra asimilar aproximadamente la fórmula del mar.
Proseguí con lo que hacía cuando escuche su voz mirando la ficha técnica del alga. Levante la mirada tras su marcha observándola alejarse y mi cerebro comenzó a procesar miles de ideas al mismo momento haciendo explosión por todos lados.
- Obscuridad... - Claro, necesitaba activar la planta y además de eso necesitaba trabajar a obscuras para que sus propiedades se reluzcan. - Porque no pensé en eso - tenía una cierta desventaja al no conocer sobre la especie, pero la inesperada revelación de mi nueva ayudante hacia más simple la tarea.
Corrí a la bolsa de algas para meter la mano y del interior sujetar un par. Su color verduzco oscuro y textura reseca eran un indicio del tiempo que precedían lejos del agua de mar, tenía la flacidez y la textura que indicaba signos vitales en plantas marinas, pero no me serviría en este estado.
- Para que brille necesita absorber luz, para absorber luz necesita estar humectada - escalonaba las ideas en mi cabeza y las largaba por los labios para darles un mejor marco y orden - para estar humectadas necesitan.... - no pude evitar mirar alrededor y sondear el taller de arriba a abajo como si entre sus paredes se encontrara la solución a todos mis problemas - su entorno natural.
Corrí entonces a la puerta del patio trasero, donde a un lateral se apilaban los trastes de lavado de la señorita Gelga, retire los de menor tamaño quedándome con el de diámetro mayor y lo metí al interior del cuarto posándolo en el suelo junto a la mesa.
Entre y salí tres, cuatro y hasta cinco veces más a la carrera ligera, en cada viaje use una de las cubas de menor tamaño para acarrear agua donde el fuente de gran tamaño de madera reposaba, cargándolo hasta el margen superior de la horquilla que mantenía los tablones juntos.
- Agua de mar, agua de mar... agua de mar - Como su de una gran biblioteca se tratara, buscaba los libros en mi mente que tenían información sobre la composición química del mar además de las características y propiedades, el mar era mi entorno de nacimiento y muchas de las características ya las tenía asimiladas en función a mis propias necesidades. - cloro, sodio, magnesio, calcio, potasio, bromo, estroncio, boro y... - trataba de hacer memoria - y flúor...
Me enderece mirando el estante a mi lateral y varios compuestos de mi almacén tenían esos químicos en su composición, la gran mayoría eran otras plantas y arbustos cercanos a las costas y ríos. Necesitaba preparar un mar artificial.
Busque el mortero con pilón, el mechero de alcohol, una rejilla de asbesto y la pera de decantación, necesitaba unos crisoles con pico y un balón con base. Desparrame todos los artículos sobre la mesa sin mucho cuidado, era bastante desordenado cuando me ponía a trabajar pero no pida interrumpir el proceso creativo ni cortar el fluido de ideas. Busqué otras algas más comunes, y también las tire sobre la mesa, algas, arbustos, el resto de escamas de nos peses que podía decantar y restos de tres tipos de arenas diferentes.
Ajustando medidas proporcionales cuantitativas en la relación H2O y los diferentes químicos, fui arrojando las arenas diferenciando sus niveles de Silicato. Y luego empecé con el mortero a reducir unas algas diatomeas junto a unas hojas de ulvas. No podía pensar en revivirlas mientras no lograra asimilar aproximadamente la fórmula del mar.
Sauron Guardgris
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Re: Se necesita un conejillo de indias {TRABAJO con Aylizz}
La afirmación del monje en cuanto a su fe, afianzó las ligeras ideas que tenía sobre ellos. Al final, la manera de rendir culto en las diferencias creencias era similar para la mayoría de las congregaciones, a pesar de mostrar fidelidad a deidades distintas. Aquella "exclusividad" era algo que no terminaba de entender, ¿a caso la creencia en un ente superior podía medirse en función de las relaciones humanas? En cierto punto, era del todo egolatra pensar que los Dioses no tenían otras causas, más que observar a cada cual hacer su vida y juzgarlos por ello -Te diré que tampoco comprendo tales convicciones... Es decir, es admirable la dedicación y devoción pero... Mientras lleves una vida de acuerdo a las doctrinas que marca tu fe, ¿no deberías poder decidir sobre ella? ¿Tan celosos son vuestros Celestiales?- las preguntas eran retóricas, pero no fue hasta escucharse decir en alto aquellos pensamientos cuando tomó conciencia de que sus palabras podían no tener buen acogimiento, al fin y al cabo se trataba de alguien que había decidido dedicar su vida a sus creencias -Perdona, estoy hablando de más... Debería ponerme con lo mío- y así, mordiéndose la lengua, salió a la caza de roedores.
Comenzaba a impacientarse, los minutos se hacían largos esperando de pie, en silencio, a que las pequeñas alimañas basureras cayesen en las trampas. No precisamente se trataban de animales estúpidos, seguramente no sería tan fácil como esperar que de motu propio fueran a dejarse capturar, tendría que ponerle algo más de esmero. Se las podía escuchar corretear entre las cajas, la madera roída era la pista más visible para saber que sus nidos no andarían lejos, pero advertir el momento justo en el que asomaban los bigotes y se dejaban ver era otra historia. Incomodada, además, por la presencia de la joven feligresa que parecía haberse ocultado tras su llamada de atención, decidió volver a salir al callejón y cambiar de táctica. Por los residuos allí acumulados, parecía la parte trasera de una taberna. Recogió la jaula que había colocado más alejada y realizando los movimientos mínimos, tratando de hacer apenas ruido, trepó por encima del montón de bártulos amontonados, sujetándose con una mano mientras con la otra agarraba el artefacto. Sorteando el montón más inestable, formado en su mayoría por cajas de madera en cuyo interior se encontraban alimentos en descomposición, enganchó su brazo a los barrotes de una ventana contigua y se agazapó sobre unos barriles vacíos de los que se desprendía un olor a vino rancio y que, sin duda, habían visto días mejores. Observó muda e inmóvil los rincones de los que provenían los sonidos revueltos, despejando con suavidad las zonas más amontonadas que no permitían ver el suelo. Fue al levantar un pedazo de lona vieja cuando encontró una pareja compartiendo un pedazo de manzana mohosa, a un metro escaso de ella, en un saliente de la pared.
Abrió entonces la ratonera, colocando dentro un pedazo de... ¿qué era eso? Puaj. Prefería no saberlo. Se estiró todo lo que le permitía su cuerpo, manteniendo el equilibrio sobre las barricas, de forma que la trampa quedase en el extremo del pollete donde estaban las peludas de cola larga. El asqueroso cebo pareció funcionar, porque ambas olisquearon con precaución y poco a poco se acercaron, hasta encontrarse dentro, ¡bien! Sólo quedaba cerrarla y serían suyas. Intentó llegar con su brazo libre al cierre de la trampa, pero al moverla los animales intentaron salirse de nuevo -Nononono, quietas, quietas...- la escena no tenía desperdicio. Agradeció que aquella callejuela diera a los vertederos de los negocios, no pasaba nadie por allí que pudiera verla hacer tal ridículo, aunque lo peor aun no había pasado. No había otra forma, debía tratar de acercar la jaula hacia ella, manteniendola estática, o al más mínimo movimiento las ratas escaparían. Con el brazo en tensión, estirado por completo, elevó la ratonera de su apoyo y en horizontal la atrajo hacia sí. Tan sólo faltaban unos centímetros, cuando una de las criaturas decidió que el viaje había llegado a su fin y se salió del cajetín, recorriendole brazo hasta la cabeza. Ahogó un grito grimoso, mientras la notaba escarbar entre su pelo y aquella lánguida cola le acariciaba la cara, pero hizo de tripas corazón y sin pensárselo dos veces se soltó de su agarre y la enganchó con rapidez -Se acabaron las tonterías, bicha. ¡A dentro!- La ratona se retorcía entre chillidos, intentando zafarse, pero de nada le sirvió. A duras penas la logró meter de nuevo en la jaula, pero en el intercambio de manos, de soltarla, de tratar que la otra no escapase, de cerrar la puerta... -¡Auch!- notó un mordisco y del sobresalto, el tonel se balanceó y sin reflejos suficientes para agarrarse de nuevo a los barrotes, se precipitó sobre el montón de basura, esta vez sin poder contener un chillido sobresaltado.
La caída no fue dolorosa, tan sólo la parte baja de una pierna sufrió un golpe más fuerte, al quedar atrapada en entre las láminas de madera de una de las cajas que partió al caer. Ahora bien, fue asquerosa. Hundida entre frutas y verduras podridas, restos de platos cocinados y mal comidos, sacos que contenían a saber qué y que chorreaban algo viscoso... Maldijo su suerte, a las ratas, al trabajo, a la ciudad y varias blasfemias más. Se miró la mano ensangrentada, aquella alimaña le había pegado un buen tajo. Acto seguido trató de ponerse en pie, revolviéndose entre los desperdicios, tratando de encontrar un punto de apoyo que tuviera la suficiente firmeza como para erguirse. Finalmente se rindió sin mucho esfuerzo, se encontraba asquerosa, pegajosa, su ropa para el arrastre, su pelo a chorretones y lleno de restos, su cuerpo en general cubierto de mugre. Cerró los ojos y suspiró con resignación -Sauron... Tengo tus ratas...- gritó sin demasiado entusiasmo, con la esperanza de que el monje la escuchase y la echase una mano a la que agarrarse para salir de allí.
Comenzaba a impacientarse, los minutos se hacían largos esperando de pie, en silencio, a que las pequeñas alimañas basureras cayesen en las trampas. No precisamente se trataban de animales estúpidos, seguramente no sería tan fácil como esperar que de motu propio fueran a dejarse capturar, tendría que ponerle algo más de esmero. Se las podía escuchar corretear entre las cajas, la madera roída era la pista más visible para saber que sus nidos no andarían lejos, pero advertir el momento justo en el que asomaban los bigotes y se dejaban ver era otra historia. Incomodada, además, por la presencia de la joven feligresa que parecía haberse ocultado tras su llamada de atención, decidió volver a salir al callejón y cambiar de táctica. Por los residuos allí acumulados, parecía la parte trasera de una taberna. Recogió la jaula que había colocado más alejada y realizando los movimientos mínimos, tratando de hacer apenas ruido, trepó por encima del montón de bártulos amontonados, sujetándose con una mano mientras con la otra agarraba el artefacto. Sorteando el montón más inestable, formado en su mayoría por cajas de madera en cuyo interior se encontraban alimentos en descomposición, enganchó su brazo a los barrotes de una ventana contigua y se agazapó sobre unos barriles vacíos de los que se desprendía un olor a vino rancio y que, sin duda, habían visto días mejores. Observó muda e inmóvil los rincones de los que provenían los sonidos revueltos, despejando con suavidad las zonas más amontonadas que no permitían ver el suelo. Fue al levantar un pedazo de lona vieja cuando encontró una pareja compartiendo un pedazo de manzana mohosa, a un metro escaso de ella, en un saliente de la pared.
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Abrió entonces la ratonera, colocando dentro un pedazo de... ¿qué era eso? Puaj. Prefería no saberlo. Se estiró todo lo que le permitía su cuerpo, manteniendo el equilibrio sobre las barricas, de forma que la trampa quedase en el extremo del pollete donde estaban las peludas de cola larga. El asqueroso cebo pareció funcionar, porque ambas olisquearon con precaución y poco a poco se acercaron, hasta encontrarse dentro, ¡bien! Sólo quedaba cerrarla y serían suyas. Intentó llegar con su brazo libre al cierre de la trampa, pero al moverla los animales intentaron salirse de nuevo -Nononono, quietas, quietas...- la escena no tenía desperdicio. Agradeció que aquella callejuela diera a los vertederos de los negocios, no pasaba nadie por allí que pudiera verla hacer tal ridículo, aunque lo peor aun no había pasado. No había otra forma, debía tratar de acercar la jaula hacia ella, manteniendola estática, o al más mínimo movimiento las ratas escaparían. Con el brazo en tensión, estirado por completo, elevó la ratonera de su apoyo y en horizontal la atrajo hacia sí. Tan sólo faltaban unos centímetros, cuando una de las criaturas decidió que el viaje había llegado a su fin y se salió del cajetín, recorriendole brazo hasta la cabeza. Ahogó un grito grimoso, mientras la notaba escarbar entre su pelo y aquella lánguida cola le acariciaba la cara, pero hizo de tripas corazón y sin pensárselo dos veces se soltó de su agarre y la enganchó con rapidez -Se acabaron las tonterías, bicha. ¡A dentro!- La ratona se retorcía entre chillidos, intentando zafarse, pero de nada le sirvió. A duras penas la logró meter de nuevo en la jaula, pero en el intercambio de manos, de soltarla, de tratar que la otra no escapase, de cerrar la puerta... -¡Auch!- notó un mordisco y del sobresalto, el tonel se balanceó y sin reflejos suficientes para agarrarse de nuevo a los barrotes, se precipitó sobre el montón de basura, esta vez sin poder contener un chillido sobresaltado.
La caída no fue dolorosa, tan sólo la parte baja de una pierna sufrió un golpe más fuerte, al quedar atrapada en entre las láminas de madera de una de las cajas que partió al caer. Ahora bien, fue asquerosa. Hundida entre frutas y verduras podridas, restos de platos cocinados y mal comidos, sacos que contenían a saber qué y que chorreaban algo viscoso... Maldijo su suerte, a las ratas, al trabajo, a la ciudad y varias blasfemias más. Se miró la mano ensangrentada, aquella alimaña le había pegado un buen tajo. Acto seguido trató de ponerse en pie, revolviéndose entre los desperdicios, tratando de encontrar un punto de apoyo que tuviera la suficiente firmeza como para erguirse. Finalmente se rindió sin mucho esfuerzo, se encontraba asquerosa, pegajosa, su ropa para el arrastre, su pelo a chorretones y lleno de restos, su cuerpo en general cubierto de mugre. Cerró los ojos y suspiró con resignación -Sauron... Tengo tus ratas...- gritó sin demasiado entusiasmo, con la esperanza de que el monje la escuchase y la echase una mano a la que agarrarse para salir de allí.
Aylizz Wendell
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Re: Se necesita un conejillo de indias {TRABAJO con Aylizz}
Escribí la base de un escudo metálico curvo para usarlo de incinerador,(*1) necesitaba más calor que el que lograría con el mechero a base de alcohol, la madera de sauco no se quemaría hasta que la temperatura no superase los 250°C y necesitaba sus cenizas para mi mezcla marina artificial.
Mi artificio estaba casi listo, aun me faltaban grandes cantidades de hielo, pero ya lo solucionaría, el recipiente encantado comenzó a arder por la runa que había grabado, tenía todo alistado cerca de la puerta, del lado del jardín interno y tenía sobre otro plafón de bajo además de ladrillos para que no quemara todo el lugar si se descontrolaba, ahora me encontraba en la difícil tarea de observarlo y controlarlo ya que no quería sobrepasar la ceniza negra a la ceniza gris, necesitaba el ultimo sobro de vida que se alojaba en sus fibras. Fue entonces cuando escuche el grito desde el exterior y me llamo la atención, porque no venir hasta aquí con las ratas nuevamente si ya las había capturado.
Me levanté preocupado y mire el escudo caliente.
- Mejor me apuro - confié en el tiempo y el destino y ya con un mal presentimiento, corrí tras la voz de la muchacha elfa. Más adelante se encontraban los tiraderos de las tabernas de alrededor, un hospedaje también tenía allí un cumulo de basura y dos casas de familia.
La composta era algo que se practicaba en este pueblo y así que los pulmones de manzana no había más que intoxicar con su fétido olor y juntadero de ratas. Tenía la esperanza de que hubiera algunas, los vecinos suelen soltar perros y gatos para lidiar con la plaga pero la joven elfa realmente se sacrificó a por ellas y terminó metida en un mar de mugre.
- Qué haces allí abajo?- sonreí desde arriba, tras escalar una pila de bolsas y cajones. Observe la situación y no podría ayudarla mucho con la poca fuerza que poseía mi cuerpo de esta manera. - Aguarda! - Le grité y me retiré hacia atrás, necesitaba más fuerza y más tamaño por lo que me dio pereza la única idea que se me ocurría. Miré para todos lados y no percibí la mirada de nadie. Me quité los pantalones y la blusa para dejarlas a un lado dobladas y con cuidado, acomode mi postura haciendo sonar las distintas articulaciones entre huesos de mi cabeza, brazos y espalda, luego me transforme.
La columna vertebral era lo primero que arrastraba la mutación, los huesos se ampliaban y la piel comenzaba a tomar formas extrañas, cambiando de color y luego generando las escamas, el rostro se englobaba y desfiguraba conformando el hocico de gran tamaño y las aletas que coronaban hasta la cola. Uñas ya garras clavándose en suelo mientras la postura bípeda se inclinaba sobre la tierra.(*2)
Un rugido para terminar de acomodar las cuerdas bocales que desaparecieron para dar paso a los músculos en el cuello.
Ahora me veía como realmente era, como un gran reptil de cuatro metros de largo y 2 metros y medio de alto con un fuerte color celeste marino y branquias además de aletas en vez de alas. La clase marina de los dragones.
Me acerque a la pila donde estaba la muchacha, me di vuelta pasándole mi cola para que se sujetara con fuerza así podría levantarla y sacarla de allí.
Toda la escena de cambio era fácil de realizar cuando estaba en el bosque más, ahora, era en la ciudad y quizás los rugidos atraerían personas curiosas indeseadas a la casa de la Señorita Gelga, quien además, andando a escondidas en cuclillas, fue capaz de eludir mis actos precavidos y apreciar mi desnudez desde la espalda antes de la transformación.
- Señooooor Sauroooon - susurraba jadeante mientras mantenía su guardia escondida y maravillada por admirar mi cuerpo al desnudo por un simple descuido.
__________Mi artificio estaba casi listo, aun me faltaban grandes cantidades de hielo, pero ya lo solucionaría, el recipiente encantado comenzó a arder por la runa que había grabado, tenía todo alistado cerca de la puerta, del lado del jardín interno y tenía sobre otro plafón de bajo además de ladrillos para que no quemara todo el lugar si se descontrolaba, ahora me encontraba en la difícil tarea de observarlo y controlarlo ya que no quería sobrepasar la ceniza negra a la ceniza gris, necesitaba el ultimo sobro de vida que se alojaba en sus fibras. Fue entonces cuando escuche el grito desde el exterior y me llamo la atención, porque no venir hasta aquí con las ratas nuevamente si ya las había capturado.
Me levanté preocupado y mire el escudo caliente.
- Mejor me apuro - confié en el tiempo y el destino y ya con un mal presentimiento, corrí tras la voz de la muchacha elfa. Más adelante se encontraban los tiraderos de las tabernas de alrededor, un hospedaje también tenía allí un cumulo de basura y dos casas de familia.
La composta era algo que se practicaba en este pueblo y así que los pulmones de manzana no había más que intoxicar con su fétido olor y juntadero de ratas. Tenía la esperanza de que hubiera algunas, los vecinos suelen soltar perros y gatos para lidiar con la plaga pero la joven elfa realmente se sacrificó a por ellas y terminó metida en un mar de mugre.
- Qué haces allí abajo?- sonreí desde arriba, tras escalar una pila de bolsas y cajones. Observe la situación y no podría ayudarla mucho con la poca fuerza que poseía mi cuerpo de esta manera. - Aguarda! - Le grité y me retiré hacia atrás, necesitaba más fuerza y más tamaño por lo que me dio pereza la única idea que se me ocurría. Miré para todos lados y no percibí la mirada de nadie. Me quité los pantalones y la blusa para dejarlas a un lado dobladas y con cuidado, acomode mi postura haciendo sonar las distintas articulaciones entre huesos de mi cabeza, brazos y espalda, luego me transforme.
La columna vertebral era lo primero que arrastraba la mutación, los huesos se ampliaban y la piel comenzaba a tomar formas extrañas, cambiando de color y luego generando las escamas, el rostro se englobaba y desfiguraba conformando el hocico de gran tamaño y las aletas que coronaban hasta la cola. Uñas ya garras clavándose en suelo mientras la postura bípeda se inclinaba sobre la tierra.(*2)
Un rugido para terminar de acomodar las cuerdas bocales que desaparecieron para dar paso a los músculos en el cuello.
Ahora me veía como realmente era, como un gran reptil de cuatro metros de largo y 2 metros y medio de alto con un fuerte color celeste marino y branquias además de aletas en vez de alas. La clase marina de los dragones.
Me acerque a la pila donde estaba la muchacha, me di vuelta pasándole mi cola para que se sujetara con fuerza así podría levantarla y sacarla de allí.
Toda la escena de cambio era fácil de realizar cuando estaba en el bosque más, ahora, era en la ciudad y quizás los rugidos atraerían personas curiosas indeseadas a la casa de la Señorita Gelga, quien además, andando a escondidas en cuclillas, fue capaz de eludir mis actos precavidos y apreciar mi desnudez desde la espalda antes de la transformación.
- Señooooor Sauroooon - susurraba jadeante mientras mantenía su guardia escondida y maravillada por admirar mi cuerpo al desnudo por un simple descuido.
OFF ROL
*1 Técnica: Trasto Encantado.
*2 Habilidad Racial: Transformación Dragón
Sauron Guardgris
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Re: Se necesita un conejillo de indias {TRABAJO con Aylizz}
Su ahora jefe no tardó en personarse en aquel sucio callejón. Lo escuchó acercarse, pero no vio su rostro hasta que se asomó por encima del apilamiento de cachivaches que ella había sorteado con anterioridad, con una sonrisa y algo extrañado. La elfa se ruborizó al pensar la imagen que debía verse de ella desde fuera, una torpe capaz de convertir una instrucción sencilla en un circo, ¿de verdad era capaz de trepar de árbol en árbol y su agilidad le había fallado a menos de dos metros del asfalto? Elevó la mano con la que agarraba la jaula, con aire victorioso, intentando dotar de mayor dignidad a una tarea que había acabado con la suya propia por los suelos, literalmente. Pero el monje no hizo el mínimo esfuerzo por ayudarla, no inmediatamente al menos. -Eh, ¡oye! ¿Dónde vas? ¡Ayúdame!- increpó, frustrada, al verlo desaparecer. Empezaba a sentirse verdaderamente incómoda en aquel desastre y una ligera ansiedad comenzaba a abrirse paso en sus adentros. De repente, escuchó un leve rugido al otro lado del montón y acto seguido una majestuosa figura escamada se alzó sobre ella, ensombreciendo el rincón donde se encontraba tirada.
Ya lo había visto antes en aquella forma, pero no tan de cerca. Aun sabiendo que en el interior de aquel acorazado azul se encontraba Sauron, mejor dicho, que él era el acorazado, no pudo evitar estremecerse ante aquella presencia. Por unos segundos se quedó anonadada, observando cada centímetro del draconido, hasta que el gran reptil acercó su cola. Él la envolvió y levantó con suavidad, aunque no pudo evitar agarrarse sobresaltada al primer tirón, y la hizo cruzar el callejón a varios metros del firme, hasta dejarla nuevamente en el suelo, a la puerta de la vivienda. En cuanto estuvo de pie, alzó la mirada y examinó con más detalle al animal que ahora se encontraba a su frente. Con cierta inseguridad avanzó hacia Sauron y, dubitativa, acercó la mano a su bajo pecho, obviando ahora la herida, sólo era capaz de centrar su atención en aquella... ¿Bestia? No... Aquel imponente dragón no le pareció algo a lo que temer, al menos en aquel momento. Recordaba la crudeza con la que se había zafado de los lobos que le atacaron aquel día en la playa y la firmeza con la que advirtió al otro hombre-dragón que no dudaría en sobreponerse si se le ocurría atacar. Pero lo cierto era que, en aquel momento, la serenidad que mostraba la hacía sentir tranquila. Acarició sus escamas con delicadeza, caminó a su alrededor sin dejar de tocarlo hasta que dio una vuelta completa y entonces lo miró a los ojos, desde abajo -Es... Impresionante. La última vez que estuve tan cerca de un dragón...- entonces, la imagen del que fue el primer reptil gigante que veía y al que trató de abrir en canal para no ser devorada se presentó en su cabeza como un fugaz recuerdo -... Olvídalo, no importa.- Prefirió no mencionarlo, suponiendo que no sería de agrado para él saber que trató de quitarse de encima a uno de los suyos... Aunque fuera en defensa propia y no tuviera la menor posibilidad de salir victoriosa... Suerte que no estuvo sola.
Tan pronto como se recompuso, recuperó las distancias. Dejó la ratonera en el suelo para poder sacudirse la suciedad que aun la cubría, tratando de adecentarse -aunque necesitaría quemar aquella ropa para conseguirlo del todo- y quitarse la basura que tenía enredada en el pelo. -Gracias por sacarme de ahí, por cierto- dijo, con media sonrisa, algo avergonzada. En aquel momento reparó en la ropa que el monje había dejado apartada antes de su transformación y decidió darle algo de espacio para recuperar su forma humana -Las dejaré dentro y si no te importa... Me asearé un poco.- añadió, al tiempo que recogía la trampa del suelo. Entró en la casa y se dirigió directamente al taller, dispuesta a dejar allí a las alimañas, pero al entrar se encontró con una nube de humo que invadía toda la estancia. No le fue difícil localizar el origen de aquello, un artefacto cuyo funcionamiento no lograba comprender desprendía una viva llama que hacía que el laboratorio se impregnase de un olor a madera quemada que se introducía por las fosas nasales, inundando las entrañas. Se cubrió parte de la cara con la manga de su blusa, aunque aquello no logró evitar que el humo se le atragantase y comenzase a toser. Entrecerrando los ojos para evitar la irritación que comenzaba a notar y sin pensarlo demasiado, se acercó al artilugio, tratando de despejar el fuego, aunque sin éxito, ya que airear la llama sólo consiguió avivarla. Fue entonces cuando reparó en una cuba llena de agua que había en el piso, junto a la mesa, la misma que el monje había manipulado para simular el hábitat de las algas, claro que la elfa desconocía aquel detalle... No dudó un segundo en hacer uso de él y con rapidez lo volcó sobre el fuego, haciendo que lo que podría haber acabado en incendio quedase inundado.
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Complicación: Aylizz echa a perder todo lo avanzado por Sauron para la realización de la poción. Sin querer, claro... -_-"
Ya lo había visto antes en aquella forma, pero no tan de cerca. Aun sabiendo que en el interior de aquel acorazado azul se encontraba Sauron, mejor dicho, que él era el acorazado, no pudo evitar estremecerse ante aquella presencia. Por unos segundos se quedó anonadada, observando cada centímetro del draconido, hasta que el gran reptil acercó su cola. Él la envolvió y levantó con suavidad, aunque no pudo evitar agarrarse sobresaltada al primer tirón, y la hizo cruzar el callejón a varios metros del firme, hasta dejarla nuevamente en el suelo, a la puerta de la vivienda. En cuanto estuvo de pie, alzó la mirada y examinó con más detalle al animal que ahora se encontraba a su frente. Con cierta inseguridad avanzó hacia Sauron y, dubitativa, acercó la mano a su bajo pecho, obviando ahora la herida, sólo era capaz de centrar su atención en aquella... ¿Bestia? No... Aquel imponente dragón no le pareció algo a lo que temer, al menos en aquel momento. Recordaba la crudeza con la que se había zafado de los lobos que le atacaron aquel día en la playa y la firmeza con la que advirtió al otro hombre-dragón que no dudaría en sobreponerse si se le ocurría atacar. Pero lo cierto era que, en aquel momento, la serenidad que mostraba la hacía sentir tranquila. Acarició sus escamas con delicadeza, caminó a su alrededor sin dejar de tocarlo hasta que dio una vuelta completa y entonces lo miró a los ojos, desde abajo -Es... Impresionante. La última vez que estuve tan cerca de un dragón...- entonces, la imagen del que fue el primer reptil gigante que veía y al que trató de abrir en canal para no ser devorada se presentó en su cabeza como un fugaz recuerdo -... Olvídalo, no importa.- Prefirió no mencionarlo, suponiendo que no sería de agrado para él saber que trató de quitarse de encima a uno de los suyos... Aunque fuera en defensa propia y no tuviera la menor posibilidad de salir victoriosa... Suerte que no estuvo sola.
Tan pronto como se recompuso, recuperó las distancias. Dejó la ratonera en el suelo para poder sacudirse la suciedad que aun la cubría, tratando de adecentarse -aunque necesitaría quemar aquella ropa para conseguirlo del todo- y quitarse la basura que tenía enredada en el pelo. -Gracias por sacarme de ahí, por cierto- dijo, con media sonrisa, algo avergonzada. En aquel momento reparó en la ropa que el monje había dejado apartada antes de su transformación y decidió darle algo de espacio para recuperar su forma humana -Las dejaré dentro y si no te importa... Me asearé un poco.- añadió, al tiempo que recogía la trampa del suelo. Entró en la casa y se dirigió directamente al taller, dispuesta a dejar allí a las alimañas, pero al entrar se encontró con una nube de humo que invadía toda la estancia. No le fue difícil localizar el origen de aquello, un artefacto cuyo funcionamiento no lograba comprender desprendía una viva llama que hacía que el laboratorio se impregnase de un olor a madera quemada que se introducía por las fosas nasales, inundando las entrañas. Se cubrió parte de la cara con la manga de su blusa, aunque aquello no logró evitar que el humo se le atragantase y comenzase a toser. Entrecerrando los ojos para evitar la irritación que comenzaba a notar y sin pensarlo demasiado, se acercó al artilugio, tratando de despejar el fuego, aunque sin éxito, ya que airear la llama sólo consiguió avivarla. Fue entonces cuando reparó en una cuba llena de agua que había en el piso, junto a la mesa, la misma que el monje había manipulado para simular el hábitat de las algas, claro que la elfa desconocía aquel detalle... No dudó un segundo en hacer uso de él y con rapidez lo volcó sobre el fuego, haciendo que lo que podría haber acabado en incendio quedase inundado.
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Complicación: Aylizz echa a perder todo lo avanzado por Sauron para la realización de la poción. Sin querer, claro... -_-"
Aylizz Wendell
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Re: Se necesita un conejillo de indias {TRABAJO con Aylizz}
No demoró en entender el mensaje, se aferró a mí cuello y levantarla por los aires resultaba muy fácil de esta forma, no pesaba más que una pluma, de por si los elfos pesaban menos que un humano común. El fétido olor tampoco era un problema convertido en reptil, no por qué no pudiese oler, más bien porque aquellas incomodidades que tenía en la forma humana como la comezón nasal que este me generaría, era más tolerante y resistente.
La muchacha me miraba atentamente, sus ojos abiertos como platos parecían radares que escaneaban cada escama sobre la superficie de mi piel; se comportaba como una niña, ningún adulto había tenido en el pasado tal comportamiento para conmigo en mi forma dracónica, ya sea por pudor, asco, respeto o intimidación, el común de la gente prefería mantener su distancia y mirar azorada desde lo lejos, salvo Por los pequeños, todas esas vergüenzas en cordialidad es que afectaban a los más grandes eran inmunes en esas pequeñas criaturas y parecía que en esta muchacha también, su gesto era muy descortés.
Me hubiera gustado poder decírselo pero no tenía como comunicarme y dudaba que entendiera la lengua de gruñidos, por lo que sólo repare en mirarla haciéndola saber qué entendía.
Ni bien Se marchó para el taller suspiró profundo y exhala Iniciando el cambio, los colmillos comenzaron a encogerse y apartar filo conforme se transformaban en molares, las esclavas cambiaban de color hice chica van a un tamaño ínfimo para pasando hacer símiles a las plaquetas de la piel, con movimientos amorfos y sonidos descalcificados, los huesos parecían quebrarse mientras se encogían y se re agrupaban en la conformación de una estructura ósea bípeda, los pómulos volvían a su lugar y tras esconderse las branquias y aletas dorsales, surgía en hebras doradas entre las nuevas orejas, hebras que sólo alcanzaban el largo que tenían anteriormente. Finalmente movía mis dedos de manos y pies corroborando que cada hueso ocupaste nuevamente su lugar.
- bien, a continuar con el trabajo - Pensé en voz alta mientras me colocaba las prendas nuevamente y tras prender el último botón de la blusa ideal taller gire hacia el taller que había quedado a mis espaldas.
Lo que vi entonces me dejó completamente atónito, un humo blanco invadía cada Rincón el callejón ceda a la habitación.
- La madera! - exclame alertado y emprendí carrera al origen de la humareda, no alcancé a dar dos pasos que una nueva explosión agitó las nubes blancas generando el doble o el triple del volumen que tenía y un sonido ensordecedor de chillido del saúco. No tenía sentido, aparte de reducirse cenizas la explosión había sido anormal, algo estaba pasando.
Llegué a las inmediaciones y el humo no me dejaba ver más allá, mientras más me acercaba no solo la vista se me dificultaba, sino que además me costaba respirar, y hacia llorar mis ojos con un fuerte ardor.
- Aylizz! – Logre ingresar a los gritos cuando noto el suelo mojado bajo mi calzado de tela. – Agua? – quede algo confundido y pensativo al respecto y de un momento a otro ate todos los cabos sueltos – el AGUA!?!?! – Fui donde el fuego y apague desactive el encantamiento sobre el trato, al poco rato el humo dejo de esparcirse y poco a poco comenzaba a notarse como el líquido que baño al pedazo de madera aun inundaba haya el escudo y el suelo cubierto con las algas molidas y otras especies. – Noooooo!?!?! - “Dablooooos!!!” pensaba en mis adentros – Aylizz!!!!! – me preocupe por la integridad física de la otra - por los Celestiales... - susurré, el humo estaba asfixiante y ella aún estaba adentro - Aylizz!!!!! Estas bien?!?! – no podía ver, aun, necesitaba ventilar el humo que había ingresado al taller.
Me fui hasta la puerta y del colgadero que tenía al posterior tomé mi capa y empecé a agitarla para que se ventile el lugar completo. Cuando el humo se dispersó me deje caer sobre un banco más atrás mío algo frustrado por perder el trabajo que había hecho.
-Tendré que empezar de nuevo… demonios.- quería enojarme con ella, pero no era parte de mis principios, debí explicarle que estaba haciendo para que ella pudiese evaluar mejor como enfrentar la situación.
La muchacha me miraba atentamente, sus ojos abiertos como platos parecían radares que escaneaban cada escama sobre la superficie de mi piel; se comportaba como una niña, ningún adulto había tenido en el pasado tal comportamiento para conmigo en mi forma dracónica, ya sea por pudor, asco, respeto o intimidación, el común de la gente prefería mantener su distancia y mirar azorada desde lo lejos, salvo Por los pequeños, todas esas vergüenzas en cordialidad es que afectaban a los más grandes eran inmunes en esas pequeñas criaturas y parecía que en esta muchacha también, su gesto era muy descortés.
Me hubiera gustado poder decírselo pero no tenía como comunicarme y dudaba que entendiera la lengua de gruñidos, por lo que sólo repare en mirarla haciéndola saber qué entendía.
Ni bien Se marchó para el taller suspiró profundo y exhala Iniciando el cambio, los colmillos comenzaron a encogerse y apartar filo conforme se transformaban en molares, las esclavas cambiaban de color hice chica van a un tamaño ínfimo para pasando hacer símiles a las plaquetas de la piel, con movimientos amorfos y sonidos descalcificados, los huesos parecían quebrarse mientras se encogían y se re agrupaban en la conformación de una estructura ósea bípeda, los pómulos volvían a su lugar y tras esconderse las branquias y aletas dorsales, surgía en hebras doradas entre las nuevas orejas, hebras que sólo alcanzaban el largo que tenían anteriormente. Finalmente movía mis dedos de manos y pies corroborando que cada hueso ocupaste nuevamente su lugar.
- bien, a continuar con el trabajo - Pensé en voz alta mientras me colocaba las prendas nuevamente y tras prender el último botón de la blusa ideal taller gire hacia el taller que había quedado a mis espaldas.
Lo que vi entonces me dejó completamente atónito, un humo blanco invadía cada Rincón el callejón ceda a la habitación.
- La madera! - exclame alertado y emprendí carrera al origen de la humareda, no alcancé a dar dos pasos que una nueva explosión agitó las nubes blancas generando el doble o el triple del volumen que tenía y un sonido ensordecedor de chillido del saúco. No tenía sentido, aparte de reducirse cenizas la explosión había sido anormal, algo estaba pasando.
Llegué a las inmediaciones y el humo no me dejaba ver más allá, mientras más me acercaba no solo la vista se me dificultaba, sino que además me costaba respirar, y hacia llorar mis ojos con un fuerte ardor.
- Aylizz! – Logre ingresar a los gritos cuando noto el suelo mojado bajo mi calzado de tela. – Agua? – quede algo confundido y pensativo al respecto y de un momento a otro ate todos los cabos sueltos – el AGUA!?!?! – Fui donde el fuego y apague desactive el encantamiento sobre el trato, al poco rato el humo dejo de esparcirse y poco a poco comenzaba a notarse como el líquido que baño al pedazo de madera aun inundaba haya el escudo y el suelo cubierto con las algas molidas y otras especies. – Noooooo!?!?! - “Dablooooos!!!” pensaba en mis adentros – Aylizz!!!!! – me preocupe por la integridad física de la otra - por los Celestiales... - susurré, el humo estaba asfixiante y ella aún estaba adentro - Aylizz!!!!! Estas bien?!?! – no podía ver, aun, necesitaba ventilar el humo que había ingresado al taller.
Me fui hasta la puerta y del colgadero que tenía al posterior tomé mi capa y empecé a agitarla para que se ventile el lugar completo. Cuando el humo se dispersó me deje caer sobre un banco más atrás mío algo frustrado por perder el trabajo que había hecho.
-Tendré que empezar de nuevo… demonios.- quería enojarme con ella, pero no era parte de mis principios, debí explicarle que estaba haciendo para que ella pudiese evaluar mejor como enfrentar la situación.
Sauron Guardgris
Honorable
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Re: Se necesita un conejillo de indias {TRABAJO con Aylizz}
Lo que ocurrió a continuación fue tan rápido e inesperado que apenas tuvo tiempo para asimilarlo mientras ocurría. Las voces de Sauron irrumpieron entre la humareda, tras el tono apremiante de preocupación podía percibirse cierto enfado contenido, aunque no pudo verlo hasta que la densa nube comenzó a disiparse. -Si, si, estoy bien.- afirmó, entre carraspeos, tratando de suavizar la garganta resentida por el humo. Tan pronto como la figura del monje se pudo diferenciar, la elfa se acercó al él, con la sensación nerviosa del que advierte que ha causado más problemas de los que ha solucionado. Examinó el estropicio. La mesa, ahora más oscura debido a la madera mojada, presentaba numerosos escritos emborronados y húmedos; el escudo que hacía de base para las llamas contenía agua que había quedado acumulada en la hendidura de la curva; los restos de las ascuas y cenizas de la madera formaban ahora una pasta reblandecida al mezclarse con el agua y las algas que antes se encontraban a remojo... Bueno... Sencillamente, daba pena verlas.
"Tendré qué empezar de nuevo". Al escuchar esas palabras sus ojos se abrieron como platos, reafirmándose en su error. Al parecer aquello era lo que él había estado preparando mientras ella destartalalaba el callejón... -Lo... Lo siento... Yo...- intentó explicarse, avergonzada, ahora de una forma diferente a la vergüenza que había pasado momentos antes debido a su torpeza -El humo lo cubría casi todo cuando entré, sólo se veían las llamas...- tanteó lo que tenía delante, tratando de dar con algo que pudiera continuar siendo útil, como si pudiera entender algo de los artilugios que allí había -Quizá no ha sido buena idea aceptar este trabajo, en realidad no sé nada sobre... Esto...- indicó, señalando con un rodeo rápido al taller y encogiéndose de hombros -Será mejor que limpie este desastre y no entorpezca más- afirmó y sin esperar respuesta, se dirigió a la cocina de la vivienda en busca de unos paños con los que recoger el agua vertida por el taller. En el pasillo se cruzó con Gelga, que se dirigía preocupada hacia el laboratorio, alertada por los gritos. El intercambio de miradas de reojo fue descarado, ambas se siguieron con los ojos sin dejar de avanzar en sus contrarias direcciones hasta no poder girar más el cuello, pero no cruzaron palabra alguna, al menos Aylizz no. -Será tonta, me preocupaba por nada, ella solita se está dejando en mal lugar- escuchó murmurar entre risas a la muchacha, como si fuera un pensamiento en alto con intención de ser escuchado. La elfa frunció el ceño, realmente aquella chica parecía tener un problema con ella, a pesar de no haber mostrado ningún interés por el monje.
No le fue difícil encontrar varios trapos que sirvieran de buenos absorbentes y con ellos de la mano regresó a la trastienda. Ambos la miraron al entrar y ella, sin decir nada, bajó la cabeza evitando el contacto visual y se dispuso a recoger. Le hicieron falta varias escurridas en el caldero que momentos antes había vaciado para lograr secar por completo los charcos del suelo y la mesa, pero no tardo demasiado. Después trató de apartar los escritos más legibles, colocándolos sobre el alfeizar de la ventana para que se secasen, con cuidado de no emborronar aun más la tinta que aun tenía chorretones. Colocó los diferentes utensilios de experimentación en un estante para terminar de despejar la mesa y finalmente tomó los ejemplares de respirantia que, a pesar de lo marchitos que parecían, esperaba que pudieran salvarse. Miro hacia el exterior a través de la vidriera, ya no quedaba mucho para la caída del sol, así que lo mejor sería tratar que aquellas algas se hicieran con toda la luz del día que pudieran, a la noche comprobarían si aun mantenían sus propiedades. Las estiró con delicadeza, el tacto rugoso denotaba que sin duda necesitaban hidratarse pronto o acabarían por morir. Entonces, se le ocurrió algo, ¿podría acelerar su mejoría? Aunque sólo lo había conseguido una vez, se había demostrado que sus técnicas de control de lo natural comenzaban a dar sus frutos, aquella vez en el bosque había logrado hacer brotar las raíces del subsuelo y controlarlas a voluntad, aunque fuera mínimamente... ¿Y si esta vez intentaba algo distinto? Al fin y al cabo, se trataban de organismos vivos... ¿Serviría su control del éter con ellos?
Tomó de nuevo la palangana, otra vez llena, aunque con bastante menos agua que inicialmente y la elevó sobre la mesa, colocándola en el extremo en el que aun se proyectaban directamente los últimos rayos de la tarde. -Puede que podamos aprovechar esto, déjame que pruebe una cosa...- sumergió las plantas con cuidado de no cortarlas, la rigidez por la avanzada deshidratación las había hecho perder su flexibilidad y con el mínimo doblez se resquebrajarían, y las dejó hundidas durante unos minutos. Cuando la fragilidad de su estado fue aminorándose, las examinó nuevamente, sacándolas del agua pero manteniendo el extremo enraizado cubierto. Habían recuperado algo de fuerza, al menos ahora podían manipularse si partirse, aunque aun mantenían un color oscuro y moribundo. Con ciertas dudas cubrió una de ellas con sus manos y concentrándose en la calidez que aun se recibía del sol, trató de canalizar su energía vital hacia la que usaría como muestra. La esperanza por solventar el problema causado comenzó a disiparse cuando no se produjeron cambios. -Puede que me lleve algo de tiempo...- comentó, tratando de disuadir las miradas que notaba clavadas en su nuca. Allí de pie, parada de espaldas a Sauron y su seguidora, comenzaba a coincidir con la pelirroja, sintiéndose como una tonta. Si aquello no funcionaba, sería su último intento por aportar algo. Pero al cabo de unos minutos, algo pareció dar resultado. El verde apagado se tornó ligeramente más vivo y con lentitud, el extremo que sobresalía del agua comenzó a enroscarse en sus manos, como si buscase abrirse paso hasta la fuente de la resurección ¡Funciona! exclamó para sí, triunfal. Definitivamente, no sería rápido, pero parecía que aquello serviría para salvar el ingrediente principal de la poción y con ello, la posibilidad de continuar con el trabajo.
------"Tendré qué empezar de nuevo". Al escuchar esas palabras sus ojos se abrieron como platos, reafirmándose en su error. Al parecer aquello era lo que él había estado preparando mientras ella destartalalaba el callejón... -Lo... Lo siento... Yo...- intentó explicarse, avergonzada, ahora de una forma diferente a la vergüenza que había pasado momentos antes debido a su torpeza -El humo lo cubría casi todo cuando entré, sólo se veían las llamas...- tanteó lo que tenía delante, tratando de dar con algo que pudiera continuar siendo útil, como si pudiera entender algo de los artilugios que allí había -Quizá no ha sido buena idea aceptar este trabajo, en realidad no sé nada sobre... Esto...- indicó, señalando con un rodeo rápido al taller y encogiéndose de hombros -Será mejor que limpie este desastre y no entorpezca más- afirmó y sin esperar respuesta, se dirigió a la cocina de la vivienda en busca de unos paños con los que recoger el agua vertida por el taller. En el pasillo se cruzó con Gelga, que se dirigía preocupada hacia el laboratorio, alertada por los gritos. El intercambio de miradas de reojo fue descarado, ambas se siguieron con los ojos sin dejar de avanzar en sus contrarias direcciones hasta no poder girar más el cuello, pero no cruzaron palabra alguna, al menos Aylizz no. -Será tonta, me preocupaba por nada, ella solita se está dejando en mal lugar- escuchó murmurar entre risas a la muchacha, como si fuera un pensamiento en alto con intención de ser escuchado. La elfa frunció el ceño, realmente aquella chica parecía tener un problema con ella, a pesar de no haber mostrado ningún interés por el monje.
No le fue difícil encontrar varios trapos que sirvieran de buenos absorbentes y con ellos de la mano regresó a la trastienda. Ambos la miraron al entrar y ella, sin decir nada, bajó la cabeza evitando el contacto visual y se dispuso a recoger. Le hicieron falta varias escurridas en el caldero que momentos antes había vaciado para lograr secar por completo los charcos del suelo y la mesa, pero no tardo demasiado. Después trató de apartar los escritos más legibles, colocándolos sobre el alfeizar de la ventana para que se secasen, con cuidado de no emborronar aun más la tinta que aun tenía chorretones. Colocó los diferentes utensilios de experimentación en un estante para terminar de despejar la mesa y finalmente tomó los ejemplares de respirantia que, a pesar de lo marchitos que parecían, esperaba que pudieran salvarse. Miro hacia el exterior a través de la vidriera, ya no quedaba mucho para la caída del sol, así que lo mejor sería tratar que aquellas algas se hicieran con toda la luz del día que pudieran, a la noche comprobarían si aun mantenían sus propiedades. Las estiró con delicadeza, el tacto rugoso denotaba que sin duda necesitaban hidratarse pronto o acabarían por morir. Entonces, se le ocurrió algo, ¿podría acelerar su mejoría? Aunque sólo lo había conseguido una vez, se había demostrado que sus técnicas de control de lo natural comenzaban a dar sus frutos, aquella vez en el bosque había logrado hacer brotar las raíces del subsuelo y controlarlas a voluntad, aunque fuera mínimamente... ¿Y si esta vez intentaba algo distinto? Al fin y al cabo, se trataban de organismos vivos... ¿Serviría su control del éter con ellos?
Tomó de nuevo la palangana, otra vez llena, aunque con bastante menos agua que inicialmente y la elevó sobre la mesa, colocándola en el extremo en el que aun se proyectaban directamente los últimos rayos de la tarde. -Puede que podamos aprovechar esto, déjame que pruebe una cosa...- sumergió las plantas con cuidado de no cortarlas, la rigidez por la avanzada deshidratación las había hecho perder su flexibilidad y con el mínimo doblez se resquebrajarían, y las dejó hundidas durante unos minutos. Cuando la fragilidad de su estado fue aminorándose, las examinó nuevamente, sacándolas del agua pero manteniendo el extremo enraizado cubierto. Habían recuperado algo de fuerza, al menos ahora podían manipularse si partirse, aunque aun mantenían un color oscuro y moribundo. Con ciertas dudas cubrió una de ellas con sus manos y concentrándose en la calidez que aun se recibía del sol, trató de canalizar su energía vital hacia la que usaría como muestra. La esperanza por solventar el problema causado comenzó a disiparse cuando no se produjeron cambios. -Puede que me lleve algo de tiempo...- comentó, tratando de disuadir las miradas que notaba clavadas en su nuca. Allí de pie, parada de espaldas a Sauron y su seguidora, comenzaba a coincidir con la pelirroja, sintiéndose como una tonta. Si aquello no funcionaba, sería su último intento por aportar algo. Pero al cabo de unos minutos, algo pareció dar resultado. El verde apagado se tornó ligeramente más vivo y con lentitud, el extremo que sobresalía del agua comenzó a enroscarse en sus manos, como si buscase abrirse paso hasta la fuente de la resurección ¡Funciona! exclamó para sí, triunfal. Definitivamente, no sería rápido, pero parecía que aquello serviría para salvar el ingrediente principal de la poción y con ello, la posibilidad de continuar con el trabajo.
Solución: combinación de habilidad innata con camino de la naturaleza para reactivar la fotosíntesis de las algas y así mantenerlas con vida.
Aylizz Wendell
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Re: Se necesita un conejillo de indias {TRABAJO con Aylizz}
No era una persona de mal temperamento o al menos no me consideraba así, escuchar de sus labios la confirmación de su bienestar me brindaba algo de tranquilidad pero no simplificaba las cosas, finalmente el humo se dispersó y dejó en su lugar un desastre de resultado.
Respiré profundo inflando el pecho, llevando las manos a la cintura y echando la cabeza hacia atrás para luego soltar el aire desinflandome completamente. "Más se perdió en la guerra, la práctica hace al maestro, y el que no erra no aprende" me repetía a mí mismo en la cabeza tratando de darle paz y serenidad a las ideas que surgían para que fueran creativas y se centrarán en la búsqueda de una rápida solución.
-No te contesté porque fueras un alquimista de renombre - le dije casi de inmediato al escuchar sus palabras, era normal que se desanime luego de tanto alboroto - ni siquiera esperaba que entiendas cómo funciona un taller, así que quédate tranquila.
No tardó en irse a buscar elementos para limpiar, no quería desanimarme demás ni que ella terminara renunciando por un simple accidente. Levanté unas cosas del piso, todo estaba empapado por el agua, habían recetas caceras, papeles y fichas técnicas humedecidas, Gelga no tardó en aparecer con una picara mirada, era fácil anticipar su accionar.
- Sabiooo! que ocurrió aquí! - preguntó descaradamente simulando preocupación - ni lo menciones, fue la orejuda pálida esa... - Sólo dejé escapar un suspiro ya que no me encontraba de ánimos para lidiar con sus especulaciones infundadas - Sauron, no te sirve alguien así a tu lado- coloco su mano atrevidamente en mi hombro y me incomodó -Desaste de ella y ya, permítame ser su mano derecha e izquierda.
- Viniste hablar o a colaborar con el orden? - comenzaba molestarme y quebrantar mi inmaculada paciencia por el destrato hacia Aylizz, sí, pero además por los sentimientos oscuros que se guardaban en las palabras de quien supuestamente vivía bajo la enseñanza de Los Magníficos Celestiales. "Deberia decirle que nací mujer.. así se desencanta…"
- Ehh.. siii... - se notó su incomodidad a mis palabras en el vibrar de su voz - Claro que le ayudo Sabio, estoy para servirle solo a usted y a Dragones Ancestrales -bajó entonces la voz murmurando entre dientes - cómo debió ser desde un principio.
Tras el último vocablo, Aylizz reapareció en escena pero no levantó la mirada siquiera, era lógico pensar que se sintiera culpable cuando también cargaba con parte de la responsabilidad pero no era su exclusiva, arrastraba parte de esa miseria por no avisarle del experimento o por dejar la humareda sola.
- Oye Ayliizz... - quería disculparme por lo que me confería de culpa y así empezar a terminar con todo esto para no perder un día completo de trabajo, ella aún así no me miró. Gelga perseguía cada movimiento que la muchacha hacía con la mirada tan filosa como la de una cuchilla carnicera y yo no sabía cómo colocar en su lugar a la dueña del edificio, las cosas iban tomando forma y el desorden comenzaba a verse más organizado.
El taller volvió a ser transitable, era momento de replantearse otra estrategia para reactivar aquellas algas moribundas;
de nada servía colocarlas el sol en ese estado ya que en vez de absorber su energía, este las secaría por completo, y pronto nos quedaríamos sin febo.
El frío exterior comenzaba a sentirse y me acerqué a la puerta trasera para cerrarla con llave tras dejar los elementos de limpieza en el exterior, al darme vuelta, la muchacha de cabellos dorados intentaba algo nuevo con la respirantía.
"Claro, los elfos conducen el ether de la naturaleza" qué torpeza de mi parte no pensar desde un principio en las cualidades mágicas de mi nueva empleada, una gran sonrisa se dibujó en mi rostro en lo que esperaba que sus intentos dieran fruto.
-Por qué no te rindes de una vez - dijo Gelga altanera acercándose la mesa junto a la elfa - ya deja de hacerle perder su tiemp- no le permití terminar de hablar, levanté la mano en el aire colocandola frente a su rostro sin tocarla.
- Guarda silencio por favor! - muy poco me preocupa en ese instante si me correría o no de aquel depósito de su casa, Aylizz lo tenía. - Tómate el tiempo que necesites- dije tratando de transmitirle confianza, si alguien podía hacerlo era ella y nos daría unos segundos de vida qué necesitábamos. Pronto la planta recuperó su fuerza, y con palabras alegres la joven galardonaba a su éxito; yo por mi parte admirado en su hacer me acerque aun mas a ella por detrás estableciendo un contacto accidental contra su espalda buscando asomarme por el lateral para contemplar el milagro de la vida y evitando bajo toda circunstancia siquiera respirar cerca de Gelga quien aún reposaba en la mesa.
- Es increíble! Lo estás logrando, eres magnífica en esto! - mis ojos no daban fe de lo que veían, la señorita Gelga se molesto al verme tan cerca de una desconocida, y en el arrebato de no soportar que defendiese a la extraña, se retiró del cuarto con una clásica salida dramática y golpe de puerta, el estruendo de la madera contra el dintel me despertó del júbilo y me percaté entonces que al quedar anonadado desperdiciaba los pocos rayos de sol que aún le quedaban al día. Me apresuré a sujetar el escudo y levantarlo hacia el vidrio de la puerta.
El reflejo impactaba contra el metal redirigiendo el rayo sin desperdiciar la onda y concentrándolo en un solo punto.
Las plantas iban tomando cuerpo, iban ganando masa, cambiaban de color y se nutrían de toda la vitamina E que sus nuevas fuerzas le permitían. Era un fanático admirador del poder de otras criaturas, cómo fiel creyente de las viejas escrituras contemplaba con asombro la obra existente desde el origen de los tiempos bajo el ala Celestial
Lamentablemente los ases de luz no alcanzaron para avivar más que tres o cuatro algas. Teníamos una bolsa de más de veinte kilogramos de respiratoria, aquella tarde sólo cuatro especímenes habíamos logrado. La poción tenía que salir de alguna de estas a como dé lugar.
- Sumergelas en el agua por ahora, la transición claroscuro en su hábitat no es tan inmediata, por lo que deben cumplir su ciclo de fotosíntesis antes de poder brindarnos las burbujas de luz - me separé de ella y busqué un banco para colocárselo detrás - tampoco podrás soltarlas hasta que empiecen a brillar, el medio acuático donde las tienes dista muchísimo de su entorno original, sin ti morirían. - Pensé por un instante en crear más agua salada, pero mi océano experimental era un riesgo para estas muestras, desconocíamos si las algas se adaptarían a él, un cambio brusco, un desequilibrio y chau, no tendríamos nada. Si esta noche lográbamos una poción eficaz, mañana sólo perfeccionaría el medio acuático y trabajaría con las dosis justas de algas, por el momento sólo podía contar con ella - lo único feo es que no podrás usar tus manos, al menos hasta la media noche - me senté a su lado, apoyé ambos codos sobre la mesa y recosté mi mentón sobre los puños y sonreír mirándola y entre cerrando los ojos. - descuida, te atenderé como a un bebé jajajaja .
---Respiré profundo inflando el pecho, llevando las manos a la cintura y echando la cabeza hacia atrás para luego soltar el aire desinflandome completamente. "Más se perdió en la guerra, la práctica hace al maestro, y el que no erra no aprende" me repetía a mí mismo en la cabeza tratando de darle paz y serenidad a las ideas que surgían para que fueran creativas y se centrarán en la búsqueda de una rápida solución.
-No te contesté porque fueras un alquimista de renombre - le dije casi de inmediato al escuchar sus palabras, era normal que se desanime luego de tanto alboroto - ni siquiera esperaba que entiendas cómo funciona un taller, así que quédate tranquila.
No tardó en irse a buscar elementos para limpiar, no quería desanimarme demás ni que ella terminara renunciando por un simple accidente. Levanté unas cosas del piso, todo estaba empapado por el agua, habían recetas caceras, papeles y fichas técnicas humedecidas, Gelga no tardó en aparecer con una picara mirada, era fácil anticipar su accionar.
- Sabiooo! que ocurrió aquí! - preguntó descaradamente simulando preocupación - ni lo menciones, fue la orejuda pálida esa... - Sólo dejé escapar un suspiro ya que no me encontraba de ánimos para lidiar con sus especulaciones infundadas - Sauron, no te sirve alguien así a tu lado- coloco su mano atrevidamente en mi hombro y me incomodó -Desaste de ella y ya, permítame ser su mano derecha e izquierda.
- Viniste hablar o a colaborar con el orden? - comenzaba molestarme y quebrantar mi inmaculada paciencia por el destrato hacia Aylizz, sí, pero además por los sentimientos oscuros que se guardaban en las palabras de quien supuestamente vivía bajo la enseñanza de Los Magníficos Celestiales. "Deberia decirle que nací mujer.. así se desencanta…"
- Ehh.. siii... - se notó su incomodidad a mis palabras en el vibrar de su voz - Claro que le ayudo Sabio, estoy para servirle solo a usted y a Dragones Ancestrales -bajó entonces la voz murmurando entre dientes - cómo debió ser desde un principio.
Tras el último vocablo, Aylizz reapareció en escena pero no levantó la mirada siquiera, era lógico pensar que se sintiera culpable cuando también cargaba con parte de la responsabilidad pero no era su exclusiva, arrastraba parte de esa miseria por no avisarle del experimento o por dejar la humareda sola.
- Oye Ayliizz... - quería disculparme por lo que me confería de culpa y así empezar a terminar con todo esto para no perder un día completo de trabajo, ella aún así no me miró. Gelga perseguía cada movimiento que la muchacha hacía con la mirada tan filosa como la de una cuchilla carnicera y yo no sabía cómo colocar en su lugar a la dueña del edificio, las cosas iban tomando forma y el desorden comenzaba a verse más organizado.
El taller volvió a ser transitable, era momento de replantearse otra estrategia para reactivar aquellas algas moribundas;
de nada servía colocarlas el sol en ese estado ya que en vez de absorber su energía, este las secaría por completo, y pronto nos quedaríamos sin febo.
El frío exterior comenzaba a sentirse y me acerqué a la puerta trasera para cerrarla con llave tras dejar los elementos de limpieza en el exterior, al darme vuelta, la muchacha de cabellos dorados intentaba algo nuevo con la respirantía.
"Claro, los elfos conducen el ether de la naturaleza" qué torpeza de mi parte no pensar desde un principio en las cualidades mágicas de mi nueva empleada, una gran sonrisa se dibujó en mi rostro en lo que esperaba que sus intentos dieran fruto.
-Por qué no te rindes de una vez - dijo Gelga altanera acercándose la mesa junto a la elfa - ya deja de hacerle perder su tiemp- no le permití terminar de hablar, levanté la mano en el aire colocandola frente a su rostro sin tocarla.
- Guarda silencio por favor! - muy poco me preocupa en ese instante si me correría o no de aquel depósito de su casa, Aylizz lo tenía. - Tómate el tiempo que necesites- dije tratando de transmitirle confianza, si alguien podía hacerlo era ella y nos daría unos segundos de vida qué necesitábamos. Pronto la planta recuperó su fuerza, y con palabras alegres la joven galardonaba a su éxito; yo por mi parte admirado en su hacer me acerque aun mas a ella por detrás estableciendo un contacto accidental contra su espalda buscando asomarme por el lateral para contemplar el milagro de la vida y evitando bajo toda circunstancia siquiera respirar cerca de Gelga quien aún reposaba en la mesa.
- Es increíble! Lo estás logrando, eres magnífica en esto! - mis ojos no daban fe de lo que veían, la señorita Gelga se molesto al verme tan cerca de una desconocida, y en el arrebato de no soportar que defendiese a la extraña, se retiró del cuarto con una clásica salida dramática y golpe de puerta, el estruendo de la madera contra el dintel me despertó del júbilo y me percaté entonces que al quedar anonadado desperdiciaba los pocos rayos de sol que aún le quedaban al día. Me apresuré a sujetar el escudo y levantarlo hacia el vidrio de la puerta.
El reflejo impactaba contra el metal redirigiendo el rayo sin desperdiciar la onda y concentrándolo en un solo punto.
Las plantas iban tomando cuerpo, iban ganando masa, cambiaban de color y se nutrían de toda la vitamina E que sus nuevas fuerzas le permitían. Era un fanático admirador del poder de otras criaturas, cómo fiel creyente de las viejas escrituras contemplaba con asombro la obra existente desde el origen de los tiempos bajo el ala Celestial
Lamentablemente los ases de luz no alcanzaron para avivar más que tres o cuatro algas. Teníamos una bolsa de más de veinte kilogramos de respiratoria, aquella tarde sólo cuatro especímenes habíamos logrado. La poción tenía que salir de alguna de estas a como dé lugar.
- Sumergelas en el agua por ahora, la transición claroscuro en su hábitat no es tan inmediata, por lo que deben cumplir su ciclo de fotosíntesis antes de poder brindarnos las burbujas de luz - me separé de ella y busqué un banco para colocárselo detrás - tampoco podrás soltarlas hasta que empiecen a brillar, el medio acuático donde las tienes dista muchísimo de su entorno original, sin ti morirían. - Pensé por un instante en crear más agua salada, pero mi océano experimental era un riesgo para estas muestras, desconocíamos si las algas se adaptarían a él, un cambio brusco, un desequilibrio y chau, no tendríamos nada. Si esta noche lográbamos una poción eficaz, mañana sólo perfeccionaría el medio acuático y trabajaría con las dosis justas de algas, por el momento sólo podía contar con ella - lo único feo es que no podrás usar tus manos, al menos hasta la media noche - me senté a su lado, apoyé ambos codos sobre la mesa y recosté mi mentón sobre los puños y sonreír mirándola y entre cerrando los ojos. - descuida, te atenderé como a un bebé jajajaja .
Estoy desde el celu, mañana edito los colores u.u
Sauron Guardgris
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Re: Se necesita un conejillo de indias {TRABAJO con Aylizz}
No fue tarea fácil tratar de concentrarse con aquella muchacha insolente, esa Gelga parecía haberse decidido a sabotearla desde el primer momento que había plantado un pie en aquel taller, y en cualquier otra situación ya habría replicado, pero debía morderse la lengua y mantener la compostura. La situación mejoró al poco, Sauron intercedió por ella una vez más, rebajando los aires de inmediato a la joven de cabellos color caoba. Aylizz la echó una mirada ganadora de reojo, esbozando media sonrisa con gesto altivo No está bien parecer tan desesperada, chiquita... pensó divertida al advertir su reacción, revelando en su rostro el orgullo herido. Fue la sensación del cuerpo del monje en su espalda lo que la hizo retomar la atención en su tarea, notando el rubor nacer en sus mejillas cuando este inclinó su cabeza para examinar las algas, colocándose a su misma altura. El reojo esta vez se lo dirigió a él, aunque mucho más rápido y desapercibido que el anterior, advirtiendo que se mostraba anonadado por el proceso y ni se había parado a darle importancia al acercamiento. Río para sus adentros al ver al joven dragón, que era tratado de sabio, fascinado por aquello, aunque en cierto modo compartía la satisfacción de ver que no todo se había echado a perder.
Las palabras del monje al comprobar que sus técnicas funcionaban sonaron cercanas, no sólo por los centímetros que separaban su mentón de los oídos de la elfa, también por la forma en la que se dirigió a ella, tan alentadora. No acostumbraba a que alguien la reconociese como buena en algo, menos aun como la mejor, y después de lo ocurrido, aquello sonaba como una pequeña victoria personal. Más cuando el golpe del portazo tras la chica resonó en el laboratorio, provocando un reflejo que la hizo rebotar como un muelle sobre sí, haciéndola golpear ligeramente el abdomen del hombre-dragón al sobresaltarse, terminando de deshacerse el encanto del momento. Ladeó la cabeza torpemente hacia la puerta y se encogió de hombros, acompañando el gesto con una caída de ojos en blanco -Vaya... Sí que es temperamental.- comentó, de nuevo centrándose en las plantas. Observó con atención los siguientes pasos del maestro, recurriendo al mismo escudo que antes habría servido de fuente para las llamas. Era ingenioso, serviría para potenciar lo que aun se pudiese aprovechar de luz solar, aunque apenas quedaban un par de horas, más el tiempo que lograse mantener la energía latente en ellas hasta que comenzase la reacción luminiscente.
Atendió en silencio las siguientes instrucciones, no parecía complicado, mas comprendió que la dificultad radicaba en armarse de paciencia y no perder la constante del flujo del maná, estaba por verse cuánto sería capaz de aguantar... Al menos le serviría como práctica. Agradeció el gesto de Sauron al acercarle el banco y no dudó en sentarse, si tenía que permanecer con las manos a remojo durante horas, al menos no perdería las piernas en el intento. Pensó que aquel sería el punto fin de la conversación, bajo la rendija de la puerta se colaba el olor del jamón asado que Gelga debía de haber estado preparando para la cena y supuso que él preferiría retirarse a comer y dejarla centrada en su labor. Pero no. Con sorpresa, siguió sus movimientos hasta verlo sentado junto a ella, ofreciendo su indispensable atención. -¿Eh? Ah, no, eso no será necesario...- respondió, de forma atropellada, aunque cortés -Por el momento, no necesito nad- . . . g r r . . . -¡Nada! exclamó, tratando de pasar por alto los mensajes que comenzaba a mandarle su estómago. Aunque admitiese su apetito, ¿qué se supone que haría? No, no hacía falta pensar en las alternativas, no pasaría nada por dormir sin cenar una noche... Aunque daba por seguro que tampoco dormiría. Resopló hacia arriba ante la idea de que sería una noche larga, al tiempo que trataba de despejar los mechones de pelo que poco a poco iban soltándose del amarre que se había recogido hace horas, molestándola ahora al caer sobre su cara, -¿Tal vez podrías...?- preguntó, tras un nuevo soplido. No tuvo tiempo de obtener respuesta, en el pasillo, unos pasos apresurados se pararon tras la puerta, abriéndola Glega de repente. Se fijó en ellos con recelo antes de intervenir, -La cena está lista, Señor.- indicó, dedicándole una fulminante mirada a la rubia, enfatizando el señor. Acto seguido, se retiró con el mismo repente con el que había entrado. -Ve si quieres- sonrió con tono amable, desviando la conversación, indicando en dirección a la cocina con la cabeza -Seguro que ella te está esperando y no quiero que mañana envenene mi desayuno por dedicarme más tiempo- añadió, sarcástica.
Se quedó sola, sosteniendo las plantas bajo el agua, observando el exterior por la ventana, con la mirada perdida. Una vela sobre la mesa iluminaba con tonos anaranjados la estancia y de manera inconsciente fijó su atención en el reflejo de ella misma sobre el cristal. No recordaba el aspecto tan desaliñado que presentaba, a penas se había adecentado tras la caída en el callejón y el olor a quemado ahora impregnaba su ropa y su pelo... Dioses, en aquel momento habría aceptado tan solo un baño como pago. Aunque al fijar de nuevo su atención en la oscuridad de la noche que se tornaba fuera, agradeció encontrarse bajo techo una luna más, de no haber dado media vuelta en aquella calle comercial, ahora estaría colgando de una rama, en los alrededores de la ciudad, tratando de mantenerse alerta ante los bandidos. La seguridad de un bosque frondoso quedaba lejos de la capital... Al notar que el cuerpo comenzaba a entumecerse, estiró su espalda al tiempo que apartaba hacia delante el barreño donde mantenía a remojo la respirantia, alargando sus brazos y dejó caer la cabeza sobre la mesa, apoyándola de lado sobre uno de sus antebrazos. No era una postura del todo cómoda, pero serviría para un rato, ¿cuánto tiempo más habría que esperar? Cerró los ojos unos minutos y los volvió a abrir. Se asomó sobre la palangana para comprobar cambios, pero no advirtió nada nuevo. Volvió a recostarse sobre la madera y repitió lo mismo varias veces, como si el bucle fuese a acelerar el proceso, hasta que a la quinta o sexta desistió y se quedó con los ojos cerrados. Tal vez sí podría dormir después de todo... Pero no por mucho. Un repentino destello se hizo notar en sus párpados, señalando que por fin aquellas hierbas reaccionaban. Exaltada, observó los ejemplares que habían logrado salvar, ya comenzaban a dejarse ver las esferas que necesitaban, -¡Sauron! ¡Rápido!-
Las palabras del monje al comprobar que sus técnicas funcionaban sonaron cercanas, no sólo por los centímetros que separaban su mentón de los oídos de la elfa, también por la forma en la que se dirigió a ella, tan alentadora. No acostumbraba a que alguien la reconociese como buena en algo, menos aun como la mejor, y después de lo ocurrido, aquello sonaba como una pequeña victoria personal. Más cuando el golpe del portazo tras la chica resonó en el laboratorio, provocando un reflejo que la hizo rebotar como un muelle sobre sí, haciéndola golpear ligeramente el abdomen del hombre-dragón al sobresaltarse, terminando de deshacerse el encanto del momento. Ladeó la cabeza torpemente hacia la puerta y se encogió de hombros, acompañando el gesto con una caída de ojos en blanco -Vaya... Sí que es temperamental.- comentó, de nuevo centrándose en las plantas. Observó con atención los siguientes pasos del maestro, recurriendo al mismo escudo que antes habría servido de fuente para las llamas. Era ingenioso, serviría para potenciar lo que aun se pudiese aprovechar de luz solar, aunque apenas quedaban un par de horas, más el tiempo que lograse mantener la energía latente en ellas hasta que comenzase la reacción luminiscente.
Atendió en silencio las siguientes instrucciones, no parecía complicado, mas comprendió que la dificultad radicaba en armarse de paciencia y no perder la constante del flujo del maná, estaba por verse cuánto sería capaz de aguantar... Al menos le serviría como práctica. Agradeció el gesto de Sauron al acercarle el banco y no dudó en sentarse, si tenía que permanecer con las manos a remojo durante horas, al menos no perdería las piernas en el intento. Pensó que aquel sería el punto fin de la conversación, bajo la rendija de la puerta se colaba el olor del jamón asado que Gelga debía de haber estado preparando para la cena y supuso que él preferiría retirarse a comer y dejarla centrada en su labor. Pero no. Con sorpresa, siguió sus movimientos hasta verlo sentado junto a ella, ofreciendo su indispensable atención. -¿Eh? Ah, no, eso no será necesario...- respondió, de forma atropellada, aunque cortés -Por el momento, no necesito nad- . . . g r r . . . -¡Nada! exclamó, tratando de pasar por alto los mensajes que comenzaba a mandarle su estómago. Aunque admitiese su apetito, ¿qué se supone que haría? No, no hacía falta pensar en las alternativas, no pasaría nada por dormir sin cenar una noche... Aunque daba por seguro que tampoco dormiría. Resopló hacia arriba ante la idea de que sería una noche larga, al tiempo que trataba de despejar los mechones de pelo que poco a poco iban soltándose del amarre que se había recogido hace horas, molestándola ahora al caer sobre su cara, -¿Tal vez podrías...?- preguntó, tras un nuevo soplido. No tuvo tiempo de obtener respuesta, en el pasillo, unos pasos apresurados se pararon tras la puerta, abriéndola Glega de repente. Se fijó en ellos con recelo antes de intervenir, -La cena está lista, Señor.- indicó, dedicándole una fulminante mirada a la rubia, enfatizando el señor. Acto seguido, se retiró con el mismo repente con el que había entrado. -Ve si quieres- sonrió con tono amable, desviando la conversación, indicando en dirección a la cocina con la cabeza -Seguro que ella te está esperando y no quiero que mañana envenene mi desayuno por dedicarme más tiempo- añadió, sarcástica.
Se quedó sola, sosteniendo las plantas bajo el agua, observando el exterior por la ventana, con la mirada perdida. Una vela sobre la mesa iluminaba con tonos anaranjados la estancia y de manera inconsciente fijó su atención en el reflejo de ella misma sobre el cristal. No recordaba el aspecto tan desaliñado que presentaba, a penas se había adecentado tras la caída en el callejón y el olor a quemado ahora impregnaba su ropa y su pelo... Dioses, en aquel momento habría aceptado tan solo un baño como pago. Aunque al fijar de nuevo su atención en la oscuridad de la noche que se tornaba fuera, agradeció encontrarse bajo techo una luna más, de no haber dado media vuelta en aquella calle comercial, ahora estaría colgando de una rama, en los alrededores de la ciudad, tratando de mantenerse alerta ante los bandidos. La seguridad de un bosque frondoso quedaba lejos de la capital... Al notar que el cuerpo comenzaba a entumecerse, estiró su espalda al tiempo que apartaba hacia delante el barreño donde mantenía a remojo la respirantia, alargando sus brazos y dejó caer la cabeza sobre la mesa, apoyándola de lado sobre uno de sus antebrazos. No era una postura del todo cómoda, pero serviría para un rato, ¿cuánto tiempo más habría que esperar? Cerró los ojos unos minutos y los volvió a abrir. Se asomó sobre la palangana para comprobar cambios, pero no advirtió nada nuevo. Volvió a recostarse sobre la madera y repitió lo mismo varias veces, como si el bucle fuese a acelerar el proceso, hasta que a la quinta o sexta desistió y se quedó con los ojos cerrados. Tal vez sí podría dormir después de todo... Pero no por mucho. Un repentino destello se hizo notar en sus párpados, señalando que por fin aquellas hierbas reaccionaban. Exaltada, observó los ejemplares que habían logrado salvar, ya comenzaban a dejarse ver las esferas que necesitaban, -¡Sauron! ¡Rápido!-
Aylizz Wendell
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Re: Se necesita un conejillo de indias {TRABAJO con Aylizz}
Entendí que rechazara mi invitación a servirle como criado, incluso si aceptaba, dudaba que pudiese responder a mi propio ofrecimiento, la muchacha feligrés no permitiría que comience en algún lugar que no fuese sentado en la mesa de su vivienda, a su lado, y mucho menos permitiría que la elfa allí estubiera allí, sino la habría llamado, o por lo menos hubiera hablado en plural.
De igual manera, me distraje ante la necesidad que la elfa intentaria explicar luego, se podría percibirse sin que dijera palabra alguna, era una batalla entre su boca y su hebras doradas. Mis dedos ya habían comenzado acariciar sus cabellos cuando de sus labios escaparon y los sonidos hechos diálogos, casi en simultáneo; me congelé un instante al ver su rostro de frente tan cercano en el trabajo, no era como aquella vez en la costa, en este ambiente tranquilo podría darme el gusto de contemplar su belleza con mayor detenimiento, y es que no había nada que decir, era muy bonita .
Normalmente no le prestaba atención a estas cuestiones, pero, el carecer de contacto humano desde hace tanto tiempo, era una excusa totalmente válida para el deseo que estaba experimentando, quería tocar su piel, y por momentos la idea se apodera de mí; mi tacto, mi gusto y mi olfato envidiaban por breves segundos a la vista y al oído que abusaban de los momentos de distracción para recrearse en su voz y su imagen.
Lapsos esporádicos.
Un ruido violento y una una mirada furiosa fueron responsables una vez más de arruinar mi osadía al permitirme un pecado como la lujuria, quizás eran señales divinas, quizás solo mala suerte,pero "cierto, ella también tiene hambre" había escuchado a su estómago rugir pero no exprese ningún comentario para no incomodarla.
Sonreí a sus palabras luego de escucharla - bien, Ahí voy Gelga. - dije levantando la voz y gire nuevamente a susurrarle a la elfa - Volveré pronto y te traeré algo para comer.
No di más vueltas al asunto y me retiré del taller de inmediato.
Cuando subí hasta la cocina no fue sorpresa encontrarme con un ambiente cálido y familiar: la mesa central armada con mantel, cubiertos, platos y servilletas, un buen vino abierto y dos vasos adyacentes, condimentos, una ensalada de plantas de hoja verde y una gran pieza de jamón color caoba que aún humeaba en el centro del escenario. Como de costumbre traté de no darle importancia al asunto y, luego de sentarme y cenar, noté el desdén en su mirada cuando tomé una segunda ración de comida dispuesto a llevármela para Aylizz.
Sabía que no me diría nada, no podía darse tal atribución.
Iba Por el pasillo tras atravesar la puerta que comunicaba con el taller, plato en la mano cuando escuché los gritos que clamaban por mi presencia. No fue difícil imaginarme lo que podían acontecer, apresuré el paso y al llegar dejé la porción sobre la mesa de madera y me apresure a buscar entre las herramientas un bisturí.
- Excelente! - exclame acercándome la cuba de agua por el lateral derecho, sumergí ambas palmas rápidamente y con una absoluta precisión rasgué la piel superficial de la planta para comenzar a extraer las esferas de su interior. Una a una las dejaba caer hacia el fondo - ya casi... - pronto no quedó ninguna en las manos de Aylizz - Ya está!!! - entoné como canto de Victoria y sé que las manos dejando a un lado la cuchilla para buscar un frasco dónde colocar las muestras obtenidas.
Tenía la ficha del alga. tenía los elementos, era hora de comenzar a trabajar. Calcule el peso por la cantidad de muestras obtenidas, Y lamentablemente alcanzarían solo para elaborar tres o cuatro prototipos.
- sécate las manos y come tu cena por favor, me pondré hacer la pasta homogénea de esto- sacudir frasco en mi explicación- y luego de decantar el elemento fluorescente no tardaré mucho en tener las pastas base. - jocoso y burlón la miré- la digestión tiene que estar hecha cuando pruebes los resultados y te toca después de las ratas.
Dicho aquello y mortero en mano me puse en marcha.
De igual manera, me distraje ante la necesidad que la elfa intentaria explicar luego, se podría percibirse sin que dijera palabra alguna, era una batalla entre su boca y su hebras doradas. Mis dedos ya habían comenzado acariciar sus cabellos cuando de sus labios escaparon y los sonidos hechos diálogos, casi en simultáneo; me congelé un instante al ver su rostro de frente tan cercano en el trabajo, no era como aquella vez en la costa, en este ambiente tranquilo podría darme el gusto de contemplar su belleza con mayor detenimiento, y es que no había nada que decir, era muy bonita .
Normalmente no le prestaba atención a estas cuestiones, pero, el carecer de contacto humano desde hace tanto tiempo, era una excusa totalmente válida para el deseo que estaba experimentando, quería tocar su piel, y por momentos la idea se apodera de mí; mi tacto, mi gusto y mi olfato envidiaban por breves segundos a la vista y al oído que abusaban de los momentos de distracción para recrearse en su voz y su imagen.
Lapsos esporádicos.
Un ruido violento y una una mirada furiosa fueron responsables una vez más de arruinar mi osadía al permitirme un pecado como la lujuria, quizás eran señales divinas, quizás solo mala suerte,pero "cierto, ella también tiene hambre" había escuchado a su estómago rugir pero no exprese ningún comentario para no incomodarla.
Sonreí a sus palabras luego de escucharla - bien, Ahí voy Gelga. - dije levantando la voz y gire nuevamente a susurrarle a la elfa - Volveré pronto y te traeré algo para comer.
No di más vueltas al asunto y me retiré del taller de inmediato.
Cuando subí hasta la cocina no fue sorpresa encontrarme con un ambiente cálido y familiar: la mesa central armada con mantel, cubiertos, platos y servilletas, un buen vino abierto y dos vasos adyacentes, condimentos, una ensalada de plantas de hoja verde y una gran pieza de jamón color caoba que aún humeaba en el centro del escenario. Como de costumbre traté de no darle importancia al asunto y, luego de sentarme y cenar, noté el desdén en su mirada cuando tomé una segunda ración de comida dispuesto a llevármela para Aylizz.
Sabía que no me diría nada, no podía darse tal atribución.
Iba Por el pasillo tras atravesar la puerta que comunicaba con el taller, plato en la mano cuando escuché los gritos que clamaban por mi presencia. No fue difícil imaginarme lo que podían acontecer, apresuré el paso y al llegar dejé la porción sobre la mesa de madera y me apresure a buscar entre las herramientas un bisturí.
- Excelente! - exclame acercándome la cuba de agua por el lateral derecho, sumergí ambas palmas rápidamente y con una absoluta precisión rasgué la piel superficial de la planta para comenzar a extraer las esferas de su interior. Una a una las dejaba caer hacia el fondo - ya casi... - pronto no quedó ninguna en las manos de Aylizz - Ya está!!! - entoné como canto de Victoria y sé que las manos dejando a un lado la cuchilla para buscar un frasco dónde colocar las muestras obtenidas.
Tenía la ficha del alga. tenía los elementos, era hora de comenzar a trabajar. Calcule el peso por la cantidad de muestras obtenidas, Y lamentablemente alcanzarían solo para elaborar tres o cuatro prototipos.
- sécate las manos y come tu cena por favor, me pondré hacer la pasta homogénea de esto- sacudir frasco en mi explicación- y luego de decantar el elemento fluorescente no tardaré mucho en tener las pastas base. - jocoso y burlón la miré- la digestión tiene que estar hecha cuando pruebes los resultados y te toca después de las ratas.
Dicho aquello y mortero en mano me puse en marcha.
Sauron Guardgris
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Re: Se necesita un conejillo de indias {TRABAJO con Aylizz}
Sauron llegó casi al tiempo de haberlo llamado, al verlo entrar con el plato de comida caliente no pudo pensar en otra cosa que en su consideración, a pesar de haber insistido en no necesitar nada él no había aceptado el hecho de que no cenase. Al menos ahora podría usar sus propias manos, habría sido incómodo de otra manera... ¿no? Sacudió su cabeza con suavidad para hacer desaparecer aquella idea antes de sonrojarse.
Atendió en silencio cómo el monje extirpaba cada una de las diminutas esferas luminiscentes, con sumo cuidado y concentración, la calidad del trabajo se reducía a aquel momento, lo acontecido anteriormente únicamente había sido preparatorio, si al final habían logrado que las bolitas brillasen al desaparecer la luz no podían permitirse que ahora todo lo ganado se echase a perder. Notaba ya sus dedos entumecidos de la inmovilidad a la vez que arrugados de tenerlos tanto tiempo en remojo y el ver como quedaba cada vez menos para que pudiese recuperar su libertad de movimientos casi generaba más estrés que lo vivido durante el tiempo de espera. Como cuando tras un largo viaje divisas el final del camino y cuanto más se acerca, más parece que no llega nunca el final.
La exclamación del maestro al acabar fue el punto y a parte de una larga jornada. -Por fin- Suspiró con cierto cansancio, cualquiera diría que había permanecido sentada durante las horas anteriores, aunque casi era más la tensión mental que el desgaste físico lo que la pesaba. Aceptó la sugerencia del hombre-dragón sin miramientos, el jamón se veía delicioso y el olor abriría el estómago hasta del más contrario a la ingesta de carne. Se hizo a un lado en el banco, dejando la mesa libre para los artilugios y el espacio de trabajo, ocupando una esquina donde se dispuso a comer. -Si no te importa, me gustaría ver cómo lo haces. Además, no creo que a ella le agrade mi compañía...- comentó, refiriéndose a Gelga, acompañando esas palabras con una caída de ojos con gesto de desagrado. Tomó un primer bocado del porcino que casi se le deshizo en la boca, cuánto hacía que no comía cocina casera... -¡Vaya! La verdad es que cocina estupendo... ¿Será verdad eso que dicen que para conquistar a un hombre hay que entrar por el estómago?- bromeó con sorna.
Se le pasó la gracia cuando Sauron fue el que comentó en tono burlón el siguiente paso, probar los efectos de la poción. Si quedaba alguna esperanza por dormir largo y tendido aquella noche, después de aquello desapareció en aquel momento, al menos podría consolarse ante la idea de tener que probarla en el agua, ¿tal vez en una bañera de agua tibia y aceites con esencias para relajar el cuerpo y la mente? Era reconfortante sólo pensarlo, aunque la idea cojeaba lo viera por donde lo viese, para darse un baño era imprescindible quitarse la ropa y quizá no era el mejor plan teniendo en cuenta que él debería estar presente para evaluar los resultados... O para sacarla en caso de ahogamiento, porque en vista de cómo había transcurrido aquel trabajo... Era una posibilidad, vista su capacidad para atraer los desastres. -Puaj. Eso... No parece que tenga buen sabor, al juzgar por su aspecto...- comentó al ver que la pasta iba tomando forma -Y dime... ¿Cómo habías pensado hacerlo? Ya sabes... ¿Hay algún lago por aquí o...?
Atendió en silencio cómo el monje extirpaba cada una de las diminutas esferas luminiscentes, con sumo cuidado y concentración, la calidad del trabajo se reducía a aquel momento, lo acontecido anteriormente únicamente había sido preparatorio, si al final habían logrado que las bolitas brillasen al desaparecer la luz no podían permitirse que ahora todo lo ganado se echase a perder. Notaba ya sus dedos entumecidos de la inmovilidad a la vez que arrugados de tenerlos tanto tiempo en remojo y el ver como quedaba cada vez menos para que pudiese recuperar su libertad de movimientos casi generaba más estrés que lo vivido durante el tiempo de espera. Como cuando tras un largo viaje divisas el final del camino y cuanto más se acerca, más parece que no llega nunca el final.
La exclamación del maestro al acabar fue el punto y a parte de una larga jornada. -Por fin- Suspiró con cierto cansancio, cualquiera diría que había permanecido sentada durante las horas anteriores, aunque casi era más la tensión mental que el desgaste físico lo que la pesaba. Aceptó la sugerencia del hombre-dragón sin miramientos, el jamón se veía delicioso y el olor abriría el estómago hasta del más contrario a la ingesta de carne. Se hizo a un lado en el banco, dejando la mesa libre para los artilugios y el espacio de trabajo, ocupando una esquina donde se dispuso a comer. -Si no te importa, me gustaría ver cómo lo haces. Además, no creo que a ella le agrade mi compañía...- comentó, refiriéndose a Gelga, acompañando esas palabras con una caída de ojos con gesto de desagrado. Tomó un primer bocado del porcino que casi se le deshizo en la boca, cuánto hacía que no comía cocina casera... -¡Vaya! La verdad es que cocina estupendo... ¿Será verdad eso que dicen que para conquistar a un hombre hay que entrar por el estómago?- bromeó con sorna.
Se le pasó la gracia cuando Sauron fue el que comentó en tono burlón el siguiente paso, probar los efectos de la poción. Si quedaba alguna esperanza por dormir largo y tendido aquella noche, después de aquello desapareció en aquel momento, al menos podría consolarse ante la idea de tener que probarla en el agua, ¿tal vez en una bañera de agua tibia y aceites con esencias para relajar el cuerpo y la mente? Era reconfortante sólo pensarlo, aunque la idea cojeaba lo viera por donde lo viese, para darse un baño era imprescindible quitarse la ropa y quizá no era el mejor plan teniendo en cuenta que él debería estar presente para evaluar los resultados... O para sacarla en caso de ahogamiento, porque en vista de cómo había transcurrido aquel trabajo... Era una posibilidad, vista su capacidad para atraer los desastres. -Puaj. Eso... No parece que tenga buen sabor, al juzgar por su aspecto...- comentó al ver que la pasta iba tomando forma -Y dime... ¿Cómo habías pensado hacerlo? Ya sabes... ¿Hay algún lago por aquí o...?
Aylizz Wendell
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Re: Se necesita un conejillo de indias {TRABAJO con Aylizz}
- Está todo resuelto- dije con máxima seguridad mientras pasaba la valiosa mezcla a otro recipiente sobre una llama - está más que claro que tendrás que sumergirte en agua, por lo que se me ocurrió la bañera con agua tibia y sales aromáticas, como la que hay en el cuarto de baño.
La mezcla comenzó a burbujear a los pocos segundos, levantó temperatura increíblemente rápido, como si no hubiese hidrógeno en su composición. El decantador tenía un pequeño pico por el cual se deslizaba el agua condensada escurrirndo todo el vapor que cargaba la sustancia. Pronto pequeñas gotitas comenzaron a caer con un brillo inmaculado que parecía oro en estado líquido, una gotita luego otra y pronto pequeño recipiente estuvo cargado en su totalidad. Teniendo más masa no podía definirse el color como dorado sino más bien como un verde agua muy brillante.
Esta era la parte divertida de la alquimia, cómo lo había calculado la dosificación equivalente me permitía solo cuatro muestras de aquel líquido, una vez que había terminado de decantarse, tenía registrada cada proporción en su peso, con un numérico de hasta tres decimales, gracias a un balansin clásico; una de estas cuatro debía funcionar. A la primera y la segunda las coloque dentro de un horno menor tamaño hecho de una piedra ignea que alcanzaba grandes temperaturas, una de las dos con aceites en su mezcla, la otra con sulfatos. A la tercera la traspase un frasco más resistente y lo coloque dentro de una olla a presión con un regulador de humo en la parte inferior, la última tenía pensado usarla es su resultado actual pero combinada con ácidos naturales.
Al cabo de dos y media quizás tres, tenía cuatro reactivos diferentes frente a mi y desglosados en mis apuntes.
- Bien, toca hacer las pruebas en los sujetos de muestra. - dije buscando a las ratas que la muchacha se esforzó por conseguir, les arme un pequeño plato de comida y espolvore sobre la misma la molienda de una hoja seca que poseía propiedades ansiolíticas y calmantes, normalmente la usaba diluida en una infusión, en una proporción mayor a 2 gramos por cada litro de agua, pero necesitaba las ratas completamente dopadas.
A los pocos instantes una a una fueron cayendo desplomandose, no estaban muertas ni dormidas, sólo no podían sostenerse en pie.
Mientras aguardaba, observe me colgué mirando por un instante a mi compañera de trabajo, imaginandola como una rata y experimentando de manera similar en su plato de comida mientras fantaseaba los resultados lógicos, no pude evitar sonrojarme fascinado con la idea y volví de inmediato a la realidad, tomando la cuba de agua que había quedado a un costado y acercándolo hacia mí. "Fetiches de científicos" pensé.
Con un gotero de cristal, suministre una gota de cada muestra diluida en partes iguales con agua a cada uno de los sujetos de prueba, y luego marque la cola de la misma con ceras de colores en combinación con el color del frasco que contenía el prototipo que les había suministrado.
Ninguna había muerto, y ése era un buen indicio, dejé escapar entones un suspiro de éxito.
- Las ratas nadan, si no las drogo, el experimento no sería posible - le expliqué a la elfa mientras ataba una soga alrededor del cuerpo de cada una y luego la anudaba en sí misma formando un círculo, luego las levantaba para colocarlas en el agua sujetando las cuerdas al fondo con pedazos de hierro forjado. Estaban tan drogadas que no podían alterarse, pelearon unos instantes contra el agua y pronto se quedaron tiesas. No había señales de que ninguna respirara.
Impaciente me quedé esperando, observando y registrando hasta ahora, la falta de novedad con algo de preocupación, quizás, las muestras resultaron extremadamente concentradas o algo parecido. Tardó un rato pero dos de ellas comenzaron a moverse, y la esperanza volvió como un brillo a mis ojos.
- Ya tenemos las muestras! - Estaba animado - mira, no te obligare a hacerlo. Estas pociones no están debidamente testeadas, pero la urgencia amerirá el trabajo. - me levanté de un salto y pociones en mano, levanté el anotador y busque mi tapado para dirigirme hacia el pasillo que comunicaba al interior de la vivienda sin antes voltear a verla.
- Acompáñame al baño para no despertarla - hice un gesto con el rostro tratando de imitar la expresión típica de Gelga. - mientras decides si te aventuras o no al experimento que en el peor de los casos seré yo quien quien tome la muestra - yo en su lugar, claro que aceptaría, no probar nada, era una puerta más que tentadora pero todo tiene condiciones y la otra salida quizás ir a la más fácil de afrontar. - pero si decides quedarte afuera, tienes que estar dispuesta y tener la fuerza como para ahogarme en el proceso y luchar contra mi. Ambas posiciones tardaron un poco antes de brindarle la capacidad respiratoria las ratas, y no hay garantías de que funcionen de igual manera en criaturas de mayor tamaño como nosotros, por lo que debe saber medir los tiempos una reanimación efectiva, si no ni tu magia podrá salvarme. - le ofrecía la opción de cortesía pero claramente esperaba qué declinar a la opción - yo puedo darte garantía del conocimiento médico necesario como para cuidar tu salud física, y puedo brindarte tratamiento acá síntomas colateral o efecto secundario que cualquiera de mi hierbas cauce, no puedes perder la compostura, nada de ansiedad, y serás responsable de todo en todo momento - no éramos llamados "sabios" por nada, en mi memoria permanente se albergaba un tercio de la información de una de las bibliotecas más grandes y más antiguas de Aerandir, la erudición era condición básica y mínima para ser un monje en Dundarak - por otro lado, se debe documentar todo el proceso, Con lujo de detalles. Aún así tú decides. - inspiré profundo y deja escapar otro suspiro- ya mucha charla, vamos.
No la espere ni por un segundo más, me di vuelta y através el umbral cuanto antes. La casa había sido tomada por la penumbra y su moradora dormía en la planta superior, me acerqué a un mueble junto a la puerta y prendí una vela qué aguardaba a ser usada reposando sobre el estante. Era un trayecto corto desde la cocina hasta la sala principal pasando por un pasillo de armarios, la sala conectada con un vestíbulo y éste a su vez con una escalera robusta, bastante Escandalosa, con el acceso a la biblioteca. Justo antes de atravesar la puerta de cristal que en su transparencia permitía ver los libros correctamente alineados del otro lado, a la derecha se encontraba el cuarto de baño, exacto, en el interior de la casa, un lujo que sólo podían permitirse nobles congraciados como la dueña de esta morada, viuda de un comandante militar.
El sanitario, lejos de aparentar humildad, era de mayor tamaño que el taller, y entre todas las instalaciones que allí habían, se alzaba una tina de madera con un pequeño sistema metálico adyacente para el control de la temperatura del agua, un biombo al costado y un par de bancos con toallas.
La mezcla comenzó a burbujear a los pocos segundos, levantó temperatura increíblemente rápido, como si no hubiese hidrógeno en su composición. El decantador tenía un pequeño pico por el cual se deslizaba el agua condensada escurrirndo todo el vapor que cargaba la sustancia. Pronto pequeñas gotitas comenzaron a caer con un brillo inmaculado que parecía oro en estado líquido, una gotita luego otra y pronto pequeño recipiente estuvo cargado en su totalidad. Teniendo más masa no podía definirse el color como dorado sino más bien como un verde agua muy brillante.
Esta era la parte divertida de la alquimia, cómo lo había calculado la dosificación equivalente me permitía solo cuatro muestras de aquel líquido, una vez que había terminado de decantarse, tenía registrada cada proporción en su peso, con un numérico de hasta tres decimales, gracias a un balansin clásico; una de estas cuatro debía funcionar. A la primera y la segunda las coloque dentro de un horno menor tamaño hecho de una piedra ignea que alcanzaba grandes temperaturas, una de las dos con aceites en su mezcla, la otra con sulfatos. A la tercera la traspase un frasco más resistente y lo coloque dentro de una olla a presión con un regulador de humo en la parte inferior, la última tenía pensado usarla es su resultado actual pero combinada con ácidos naturales.
Al cabo de dos y media quizás tres, tenía cuatro reactivos diferentes frente a mi y desglosados en mis apuntes.
- Bien, toca hacer las pruebas en los sujetos de muestra. - dije buscando a las ratas que la muchacha se esforzó por conseguir, les arme un pequeño plato de comida y espolvore sobre la misma la molienda de una hoja seca que poseía propiedades ansiolíticas y calmantes, normalmente la usaba diluida en una infusión, en una proporción mayor a 2 gramos por cada litro de agua, pero necesitaba las ratas completamente dopadas.
A los pocos instantes una a una fueron cayendo desplomandose, no estaban muertas ni dormidas, sólo no podían sostenerse en pie.
Mientras aguardaba, observe me colgué mirando por un instante a mi compañera de trabajo, imaginandola como una rata y experimentando de manera similar en su plato de comida mientras fantaseaba los resultados lógicos, no pude evitar sonrojarme fascinado con la idea y volví de inmediato a la realidad, tomando la cuba de agua que había quedado a un costado y acercándolo hacia mí. "Fetiches de científicos" pensé.
Con un gotero de cristal, suministre una gota de cada muestra diluida en partes iguales con agua a cada uno de los sujetos de prueba, y luego marque la cola de la misma con ceras de colores en combinación con el color del frasco que contenía el prototipo que les había suministrado.
Ninguna había muerto, y ése era un buen indicio, dejé escapar entones un suspiro de éxito.
- Las ratas nadan, si no las drogo, el experimento no sería posible - le expliqué a la elfa mientras ataba una soga alrededor del cuerpo de cada una y luego la anudaba en sí misma formando un círculo, luego las levantaba para colocarlas en el agua sujetando las cuerdas al fondo con pedazos de hierro forjado. Estaban tan drogadas que no podían alterarse, pelearon unos instantes contra el agua y pronto se quedaron tiesas. No había señales de que ninguna respirara.
Impaciente me quedé esperando, observando y registrando hasta ahora, la falta de novedad con algo de preocupación, quizás, las muestras resultaron extremadamente concentradas o algo parecido. Tardó un rato pero dos de ellas comenzaron a moverse, y la esperanza volvió como un brillo a mis ojos.
- Ya tenemos las muestras! - Estaba animado - mira, no te obligare a hacerlo. Estas pociones no están debidamente testeadas, pero la urgencia amerirá el trabajo. - me levanté de un salto y pociones en mano, levanté el anotador y busque mi tapado para dirigirme hacia el pasillo que comunicaba al interior de la vivienda sin antes voltear a verla.
- Acompáñame al baño para no despertarla - hice un gesto con el rostro tratando de imitar la expresión típica de Gelga. - mientras decides si te aventuras o no al experimento que en el peor de los casos seré yo quien quien tome la muestra - yo en su lugar, claro que aceptaría, no probar nada, era una puerta más que tentadora pero todo tiene condiciones y la otra salida quizás ir a la más fácil de afrontar. - pero si decides quedarte afuera, tienes que estar dispuesta y tener la fuerza como para ahogarme en el proceso y luchar contra mi. Ambas posiciones tardaron un poco antes de brindarle la capacidad respiratoria las ratas, y no hay garantías de que funcionen de igual manera en criaturas de mayor tamaño como nosotros, por lo que debe saber medir los tiempos una reanimación efectiva, si no ni tu magia podrá salvarme. - le ofrecía la opción de cortesía pero claramente esperaba qué declinar a la opción - yo puedo darte garantía del conocimiento médico necesario como para cuidar tu salud física, y puedo brindarte tratamiento acá síntomas colateral o efecto secundario que cualquiera de mi hierbas cauce, no puedes perder la compostura, nada de ansiedad, y serás responsable de todo en todo momento - no éramos llamados "sabios" por nada, en mi memoria permanente se albergaba un tercio de la información de una de las bibliotecas más grandes y más antiguas de Aerandir, la erudición era condición básica y mínima para ser un monje en Dundarak - por otro lado, se debe documentar todo el proceso, Con lujo de detalles. Aún así tú decides. - inspiré profundo y deja escapar otro suspiro- ya mucha charla, vamos.
No la espere ni por un segundo más, me di vuelta y através el umbral cuanto antes. La casa había sido tomada por la penumbra y su moradora dormía en la planta superior, me acerqué a un mueble junto a la puerta y prendí una vela qué aguardaba a ser usada reposando sobre el estante. Era un trayecto corto desde la cocina hasta la sala principal pasando por un pasillo de armarios, la sala conectada con un vestíbulo y éste a su vez con una escalera robusta, bastante Escandalosa, con el acceso a la biblioteca. Justo antes de atravesar la puerta de cristal que en su transparencia permitía ver los libros correctamente alineados del otro lado, a la derecha se encontraba el cuarto de baño, exacto, en el interior de la casa, un lujo que sólo podían permitirse nobles congraciados como la dueña de esta morada, viuda de un comandante militar.
El sanitario, lejos de aparentar humildad, era de mayor tamaño que el taller, y entre todas las instalaciones que allí habían, se alzaba una tina de madera con un pequeño sistema metálico adyacente para el control de la temperatura del agua, un biombo al costado y un par de bancos con toallas.
Sauron Guardgris
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Re: Se necesita un conejillo de indias {TRABAJO con Aylizz}
No esperaba recibir como respuesta aquello con lo que había fantaseado durante un par de segundos, ¿por eso lo llamaban sabio? ¿A caso leía los pensamientos, o algo así? Por un segundo quedó muda, tratando de discernir en si aquella propuesta, de alguna manera, podría ir acompañada de un tono sugerente. Abandonó la idea al momento, al ver que el monje se centraba de nuevo en el trabajo. No tardó en estar todo dispuesto y comenzó los primeros test de calidad. Observarle manejar las roedoras sin que le temblase el pulso la hizo tragar saliva con desagrado, a pesar de ser consciente de la necesidad de aquellas pruebas no pudo evitar sentir cierta impresión al ver cómo en cuestión de segundos quedaban a merced del alquimista. No todo es tan mágico como parece, al fin y al cabo... Esbozó media sonrisa cuando Sauron explicó la razón de dormirlas mientras las preparaba para la prueba, su expresión debía dejar claro el ligero desagrado que le producía la escena. Especialmente tensos fueron los minutos que las criaturas estuvieron inmóviles bajo el agua, ninguno de los dos movió un pelo ni emitió sonido durante la espera, hasta que suaves movimientos empezaron a advertirse de nuevo.
El joven se entusiasmó al comprobar que las muestras funcionaban, Aylizz no tanto, menos aun cuando la explicó que los resultados tampoco eran del todo fiables. Había presenciado en primera fila el funcionamiento de la poción, si respondía igual que las ratas quedaría inconsciente durante unos minutos, en cuanto quedase sin aire... ¿Debía confiar ciegamente en que la respuesta en ella sería igual de exitosa? Le dio vueltas a la idea mientras caminaba tras él, aunque casi se le escapó una risa despreocupada cuando el chico imitó a su arrendataria, de haberlo visto definitivamente hubiese sido una reacción digna de presenciar. Tras el lapsus divertido, la hizo parar en el pasillo para hablarla en un tono más serio. No puede decirse que no tenía otra alternativa, Sauron fue claro en que podía ser él quien probaría en su piel la eficacia del brebaje, las dos opciones estaban expuestas, detalladamente explicadas. Y aquello no haría la decisión más sencilla. Continuó debatiéndose internamente hasta que llegaron al cuarto de baño, la escasa penumbra de la vela que había ido abriéndose paso entre los corredores tampoco le dio pie a prestar atención a la vivienda, pero aquella estancia la hizo salir de su cabeza. El peculiar sistema invitaba a sumergirse durante horas y abstraerse de todo, eso no era discutible, aunque... ¿Tanto como para no salir de allí? Era una posibilidad. -Creo que... Seré más útil si nos limitamos a lo acordado. El trabajo fue claro... Yo probaré el producto.- Varias habían sido las claves que la habían llevado a tomar la decisión, a parte de lo exhaustiva que debería ser si tomaba el control, el hecho de que su habilidad no pudiera servir tampoco en caso de error eliminó la única carta segura que guardaba bajo la manga.
Sin perder más tiempo se dirigió hacia uno de los bancos y tomó una de las toallas, cuidadosamente dispuestas. La colgó de su antebrazo y examinó con mayor atención el sistema que debía rellenar y calentar la bañera, parecía sencillo, aunque no le quitaba ingenio. Preparó el baño, echando las esencias y tras hacerlo, se ocultó tras el biombo. Suspiró un momento para mentalizarse, resguardada en aquel pequeño espacio de intimidad que la separaba del hombre-dragón. Es trabajo, parece preparado para esto, ¿lo está? ¿De verdad voy a hacerlo? Voy a hacerlo. Se desvistió rápido, dejando cada prenda sobre el separador, y con la misma rapidez se cubrió enroscándose en la toalla para dirigirse hacia el agua. Se paró frente a la bañera para pensar una última vez si finalmente lo haría, el agua había adquirido un aspecto denso y colorido debido a las esencias y el olor de los vapores incitaban más al disfrute que al pensar. Acabó por girarse hacia Sauron antes de disponerse a entrar en el agua -Disculpa...- Con un gesto con el dedo le instó a darse la vuelta, si bien debía de confiar en su profesionalidad, no era necesario traspasar las barreras de la intimidad de forma gratuita. Se sumergió finalmente, el agua tibia se apoderó del cansancio de todo su cuerpo en el mismo instante en el que quedó completamente cubierto, tomó una bocanada de aire y hundió la cabeza por completo unos instantes. Se sentía increíblemente bien pero se esforzó por dejar a un lado aquellas buenas sensaciones, en breves tendría tiempo de disfrutar bajo el agua. De nuevo volvió a sacar la cabeza y se acomodó. -Está bien, empecemos con esto.- Estiró el brazo y abrió la mano, esperando a recibir el viral con la muestra. Por los dioses, ya podía salir bien.
Sin pararse a pensar una vez más, tomó de un trago el líquido viscoso de color brillante. Notó bajar la mezcla suavemente por la garganta, deslizándose hasta llegar al estómago. Si, definitivamente sabía vomitivo. Miró una última vez al joven sabio, buscando en él la imagen de seguridad a la que aferrarse, más le valía no dejar que se ahogase, después de lo que había pasado hasta llegar allí sería verdaderamente deprimente decir el adiós definitivo por un jueguecito a la hora del baño. No se esforzó por tomar aire para mantenerlo en los pulmones, así que con las mismas volvió a sumergirse hasta apoyar la nuca en el fondo. Al principio, todo tranquilo, el aire residual seguía en sus pulmones y no le costaba en absoluto mantenerse tranquila, aunque el silencio y la envoltura del agua ya no generaban una sensación tan placentera como antes, al contrario, le daba un espacio perfecto para centrarse en sus pensamientos. No fue aquella la mejor ocurrencia. Una sensación de agobio y arrepentimiento comenzaba a hacerse más grande, al tiempo que la cantidad de oxígeno en ella mermaba. El corazón se aceleraba y un su instinto más primario la impulsaba internamente para poner fin a aquella locura y emerger. Comenzó a notar el estómago revolverse y al segundo notó un pinchazo tan fuerte que su cuerpo reaccionó con un espasmo. Seguido, otro en los pulmones que la hizo llevarse la mano al pecho de manera inconsciente, ese dolió. El monje debió advertir aquellos movimientos como los esperados intentos por salir del agua porque, de repente, notó sus manos firmes sobre los hombros, presionando hacia abajo con fuerza. Aquello la agobió aun más, sabía que debía ser así, trató de mantener la calma, pero el cuerpo la pedía poner fin al estrés y se removía casi sin ella quererlo, tratando de buscar un resquicio de aire. No sabría decir cuánto tardó, pero al final no hubo más con lo que luchar. Se sintió agotada de repente, notó todo el peso del agua sobre ella como si la misma tierra la aplastase, alcanzó a percibir voces alteradas en el exterior, pero apenas pudo distinguirlas. Y al final todo se volvió negro.
El joven se entusiasmó al comprobar que las muestras funcionaban, Aylizz no tanto, menos aun cuando la explicó que los resultados tampoco eran del todo fiables. Había presenciado en primera fila el funcionamiento de la poción, si respondía igual que las ratas quedaría inconsciente durante unos minutos, en cuanto quedase sin aire... ¿Debía confiar ciegamente en que la respuesta en ella sería igual de exitosa? Le dio vueltas a la idea mientras caminaba tras él, aunque casi se le escapó una risa despreocupada cuando el chico imitó a su arrendataria, de haberlo visto definitivamente hubiese sido una reacción digna de presenciar. Tras el lapsus divertido, la hizo parar en el pasillo para hablarla en un tono más serio. No puede decirse que no tenía otra alternativa, Sauron fue claro en que podía ser él quien probaría en su piel la eficacia del brebaje, las dos opciones estaban expuestas, detalladamente explicadas. Y aquello no haría la decisión más sencilla. Continuó debatiéndose internamente hasta que llegaron al cuarto de baño, la escasa penumbra de la vela que había ido abriéndose paso entre los corredores tampoco le dio pie a prestar atención a la vivienda, pero aquella estancia la hizo salir de su cabeza. El peculiar sistema invitaba a sumergirse durante horas y abstraerse de todo, eso no era discutible, aunque... ¿Tanto como para no salir de allí? Era una posibilidad. -Creo que... Seré más útil si nos limitamos a lo acordado. El trabajo fue claro... Yo probaré el producto.- Varias habían sido las claves que la habían llevado a tomar la decisión, a parte de lo exhaustiva que debería ser si tomaba el control, el hecho de que su habilidad no pudiera servir tampoco en caso de error eliminó la única carta segura que guardaba bajo la manga.
Sin perder más tiempo se dirigió hacia uno de los bancos y tomó una de las toallas, cuidadosamente dispuestas. La colgó de su antebrazo y examinó con mayor atención el sistema que debía rellenar y calentar la bañera, parecía sencillo, aunque no le quitaba ingenio. Preparó el baño, echando las esencias y tras hacerlo, se ocultó tras el biombo. Suspiró un momento para mentalizarse, resguardada en aquel pequeño espacio de intimidad que la separaba del hombre-dragón. Es trabajo, parece preparado para esto, ¿lo está? ¿De verdad voy a hacerlo? Voy a hacerlo. Se desvistió rápido, dejando cada prenda sobre el separador, y con la misma rapidez se cubrió enroscándose en la toalla para dirigirse hacia el agua. Se paró frente a la bañera para pensar una última vez si finalmente lo haría, el agua había adquirido un aspecto denso y colorido debido a las esencias y el olor de los vapores incitaban más al disfrute que al pensar. Acabó por girarse hacia Sauron antes de disponerse a entrar en el agua -Disculpa...- Con un gesto con el dedo le instó a darse la vuelta, si bien debía de confiar en su profesionalidad, no era necesario traspasar las barreras de la intimidad de forma gratuita. Se sumergió finalmente, el agua tibia se apoderó del cansancio de todo su cuerpo en el mismo instante en el que quedó completamente cubierto, tomó una bocanada de aire y hundió la cabeza por completo unos instantes. Se sentía increíblemente bien pero se esforzó por dejar a un lado aquellas buenas sensaciones, en breves tendría tiempo de disfrutar bajo el agua. De nuevo volvió a sacar la cabeza y se acomodó. -Está bien, empecemos con esto.- Estiró el brazo y abrió la mano, esperando a recibir el viral con la muestra. Por los dioses, ya podía salir bien.
Sin pararse a pensar una vez más, tomó de un trago el líquido viscoso de color brillante. Notó bajar la mezcla suavemente por la garganta, deslizándose hasta llegar al estómago. Si, definitivamente sabía vomitivo. Miró una última vez al joven sabio, buscando en él la imagen de seguridad a la que aferrarse, más le valía no dejar que se ahogase, después de lo que había pasado hasta llegar allí sería verdaderamente deprimente decir el adiós definitivo por un jueguecito a la hora del baño. No se esforzó por tomar aire para mantenerlo en los pulmones, así que con las mismas volvió a sumergirse hasta apoyar la nuca en el fondo. Al principio, todo tranquilo, el aire residual seguía en sus pulmones y no le costaba en absoluto mantenerse tranquila, aunque el silencio y la envoltura del agua ya no generaban una sensación tan placentera como antes, al contrario, le daba un espacio perfecto para centrarse en sus pensamientos. No fue aquella la mejor ocurrencia. Una sensación de agobio y arrepentimiento comenzaba a hacerse más grande, al tiempo que la cantidad de oxígeno en ella mermaba. El corazón se aceleraba y un su instinto más primario la impulsaba internamente para poner fin a aquella locura y emerger. Comenzó a notar el estómago revolverse y al segundo notó un pinchazo tan fuerte que su cuerpo reaccionó con un espasmo. Seguido, otro en los pulmones que la hizo llevarse la mano al pecho de manera inconsciente, ese dolió. El monje debió advertir aquellos movimientos como los esperados intentos por salir del agua porque, de repente, notó sus manos firmes sobre los hombros, presionando hacia abajo con fuerza. Aquello la agobió aun más, sabía que debía ser así, trató de mantener la calma, pero el cuerpo la pedía poner fin al estrés y se removía casi sin ella quererlo, tratando de buscar un resquicio de aire. No sabría decir cuánto tardó, pero al final no hubo más con lo que luchar. Se sintió agotada de repente, notó todo el peso del agua sobre ella como si la misma tierra la aplastase, alcanzó a percibir voces alteradas en el exterior, pero apenas pudo distinguirlas. Y al final todo se volvió negro.
Aylizz Wendell
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Re: Se necesita un conejillo de indias {TRABAJO con Aylizz}
Me preocupaba que estuviera nerviosa, más fue una sorpresa ver su decisión al actuar cuando se dirigió a la tina para calentar el agua.
"Bien... haremos esto..." pensé ahora yo, algo inquieto y alterado, había, como siempre, una ligera probabilidad de que el experimento fallara, incluso había aún más una ínfima posibilidad de que no pudiese revivirla, pero no, no era eso lo que me tenía inquieto. Ya me había percatado de su belleza de manera innecesaria y solo imaginar cómo se apreciarían sus curvas sin ropa bastaba para descolocarme por instantes de la delicada situación.
No dudaba de mis conocimientos, mucho menos de mis habilidades, solo había que terminar con esto de una vez por todas.
Espabilé por un segundo cuando el agua comenzó a correr por las griferías metálicas y el vapor comenzaba a inundar la habitación, busque mi cuaderno de anotaciones y prepare todo a un costado por si algo ocurría, despejando la zona y con un taburete a mi lado para apoyar las muestras, los papeles y un pequeño reloj de arena; súper concentrado, bajo ninguna circunstancia me detendría a pensar en que ella estaba desnudándose a pocos metros míos.
Lamentablemente no pude evitar mirarla con lujuria cuando apareció con la una simple toalla cubriendo sus intimidades, tanto me obnubiló que reaccione apenado cuando me pidió que me volteara.
- Claro! Disculpa - cuan débil resultaba en ciertas ocasiones, la vida de celibato era ya una misión imposible en mi vida con tantas malas intenciones en mi cabeza. Faltaba a mi palabra con el simple hecho de pensar sobre su persona con morbo y obscenidad. Quien podría concentrarse con imágenes de su rostro erógeno sobre uno deambulando entre los ratones de la cabeza. Esto no estaba bien. Con el ruido del agua levanté las palmas y golpee mis mejillas tratando de centrarme, antes que una débil criatura a deseos carnales era un científico dispuesto a todo por la alquimia y eso tenía más peso que algunas de mis convicciones.
Cuando finalmente salió del agua, allí estaba yo aguardándola, con una expresión inmutable y con uno de los frascos en la mano. Se lo deje ante el pedido y predispuesta ella se sumergió.
Mis ojos se desviaron un ínstante tratando de seguir las curvas de su cuello hacia las profundidades de la tina, pero me detuve pensando en mi objetivo.
Aylizz se veía tranquila aun, perro pronto no sería en caso y levante mi cuerpo sobre la tina alistándome para el momento clave. Era impresionante ver cómo era firme al experimento, pero pronto su mano sobre el pecho me dio la pie a lanzarme sobre ella y caer contra sus hombros con todo el peso de mi cuerpo, algo no muy difícil para un dragón.
- Discúlpame! - exclame levantando la voz. Aylizz comenzó a pelear por su vida, retorciéndose y pataleando. El agua salpicaba a todos lados desbordando de la bañera y sentía sus uñas clavándose en mis muñecas y antebrazos para que la soltara en un intento desesperado por vencerme. No lo logró. - Aguanta! no te dejare morir! - Sabia que me escuchaba, pero pronto dejo de pelear, su cuerpo dejo de moverse y las últimas burbujas de aire escaparon de su boca. Muerta por un instante. Saque la mano rápidamente y gire sobre la mesa el pequeño cuenta arena, un tiempo buen definido sobre el cuerpo muerto.
- Vamos... respira... - la miraba deseoso de una reacción siquiera, tiesa en un ataúd de agua, aun conservaba una belleza longeva en sus facciones sin luz. - Vamos Aylizz. - La arena pronto cubrió la mayor parte de la zona inferior del reloj y aún estaba sin respuesta. La pócima había fallado, tenía que revivirla.
Me metí al agua para sujetarla por debajo de los brazos en un abrazo bastante cercano como para sujetar su cabeza y arrastrarla hacia afuera. El agua nos acompañó en el desliz mojando todo el piso y ahora yacía allí tirada frente a mí, su pecho sin moverse, pálida y sin respirar.
Su cuerpo era pesado, pero no más de lo esperado para una muchacha de su complexión, ella estaba sabiendo lo que se venía y era lógico que por el reflejo de inmersión la muerte se haya producido por una asfixia secundaria o reflejo dela glotis, su garganta se había cerrado para impedir la entrada de agua en las vías respiratorias, pero ni por ello estaría viva. El tiempo es un punto crítico cuando se trata de salvar a una persona de ahogarse, si no llega la cantidad suficiente de oxígeno al cerebro, podía ocurrir un daño severo en pocos minutos y por más que lo intentase, la reanimación no daría efecto. Actué de inmediato.
Coloqué la palma de la mano sobre el tercio inferior de su esternón, justo entre sus prominentes pechos y, colocándome sobre ella con los brazos extendidos, le proporcioné treinta compresiones rápidas en el pecho, siempre seguro de empujar lo suficientemente fuerte para que su pecho se mueva aproximadamente dos pulgadas hacia abajo. Esto haría que la sangre fluya hacia su cerebro y otros órganos vitales; al principio parecían sencillos los ejercicios, pero luego de las primeras veinte compresiones comenzaba a sentir el peso del cansancio y la presión de la concentración. Al contar treinta levante la mano y la puse en la frente de Aylizz y ubiqué dos dedos en la punta de su barbilla para luego inclinarla suavemente hacia atrás. Sin pensar mucho, pellizqué su nariz y coloqué mis labios sobre su boca en un beso poco ortodoxo y nada sugerente, intentando propiciarle respiraciones lentas mientras concentraba mi vista a un lado, tratando de ver su pecho levantarse con cada exhalación.
Una... dos... Aun nada...
No podía detenerme. Volvía a subirme en ella, y colocando ambas manos sobre su pecho inicie las compresiones otra vez, cíclicas, constantes y sin flaquezas.
- Vamos Aylizz! Respira!! - ya levantando la voz la llamaba, dos besos más y aún no había señales de una reacción. - Vamoooos!! - la estaba perdiendo. Nunca me permitiría quedarme sin fuerzas. Su piel ya estaba roja bajo mis palmas, las compresiones generaban pequeños hematomas e irritación por la sucesión del rozamiento. Un tercer beso, tratando de mantener la compostura y no desesperarme. "Por favor! Por favor! Por favor!"
Esta vez, sentí su cuerpo reaccionar y me separé de ella para girarla a un costado con su cara apuntando ligeramente hacia abajo en una posición de recuperación. Entre vómitos de agua y toz persistente ella volvía a moverse y cuando sujeté su cabello para que no obstaculizara sus intentos de respiración, de la alegría no percibí el espectáculo que estábamos dando a los ojos que nos observaban.
- Qué diablos... - escuché decir entre dientes y sin alzar la voz. Levanté la mirada y la sonrisa se me borro por completo al apreciar la silueta de mi arrendataria mirándonos desde la puerta.
- Gelga... ehh.. - quedé helado, como explicar algo tan lógico y tan mal visto como una joven desnuda en el piso de la ducha y yo sobre ella completamente empapado, si es que nos vio luego del beso.
Empezó a los gritos y no sabía que decirle sin dejar de pensar en que Aylizz debía recuperarse y aún faltaba probar una muestra más.
______________________"Bien... haremos esto..." pensé ahora yo, algo inquieto y alterado, había, como siempre, una ligera probabilidad de que el experimento fallara, incluso había aún más una ínfima posibilidad de que no pudiese revivirla, pero no, no era eso lo que me tenía inquieto. Ya me había percatado de su belleza de manera innecesaria y solo imaginar cómo se apreciarían sus curvas sin ropa bastaba para descolocarme por instantes de la delicada situación.
No dudaba de mis conocimientos, mucho menos de mis habilidades, solo había que terminar con esto de una vez por todas.
Espabilé por un segundo cuando el agua comenzó a correr por las griferías metálicas y el vapor comenzaba a inundar la habitación, busque mi cuaderno de anotaciones y prepare todo a un costado por si algo ocurría, despejando la zona y con un taburete a mi lado para apoyar las muestras, los papeles y un pequeño reloj de arena; súper concentrado, bajo ninguna circunstancia me detendría a pensar en que ella estaba desnudándose a pocos metros míos.
Lamentablemente no pude evitar mirarla con lujuria cuando apareció con la una simple toalla cubriendo sus intimidades, tanto me obnubiló que reaccione apenado cuando me pidió que me volteara.
- Claro! Disculpa - cuan débil resultaba en ciertas ocasiones, la vida de celibato era ya una misión imposible en mi vida con tantas malas intenciones en mi cabeza. Faltaba a mi palabra con el simple hecho de pensar sobre su persona con morbo y obscenidad. Quien podría concentrarse con imágenes de su rostro erógeno sobre uno deambulando entre los ratones de la cabeza. Esto no estaba bien. Con el ruido del agua levanté las palmas y golpee mis mejillas tratando de centrarme, antes que una débil criatura a deseos carnales era un científico dispuesto a todo por la alquimia y eso tenía más peso que algunas de mis convicciones.
Cuando finalmente salió del agua, allí estaba yo aguardándola, con una expresión inmutable y con uno de los frascos en la mano. Se lo deje ante el pedido y predispuesta ella se sumergió.
Mis ojos se desviaron un ínstante tratando de seguir las curvas de su cuello hacia las profundidades de la tina, pero me detuve pensando en mi objetivo.
Aylizz se veía tranquila aun, perro pronto no sería en caso y levante mi cuerpo sobre la tina alistándome para el momento clave. Era impresionante ver cómo era firme al experimento, pero pronto su mano sobre el pecho me dio la pie a lanzarme sobre ella y caer contra sus hombros con todo el peso de mi cuerpo, algo no muy difícil para un dragón.
- Discúlpame! - exclame levantando la voz. Aylizz comenzó a pelear por su vida, retorciéndose y pataleando. El agua salpicaba a todos lados desbordando de la bañera y sentía sus uñas clavándose en mis muñecas y antebrazos para que la soltara en un intento desesperado por vencerme. No lo logró. - Aguanta! no te dejare morir! - Sabia que me escuchaba, pero pronto dejo de pelear, su cuerpo dejo de moverse y las últimas burbujas de aire escaparon de su boca. Muerta por un instante. Saque la mano rápidamente y gire sobre la mesa el pequeño cuenta arena, un tiempo buen definido sobre el cuerpo muerto.
- Vamos... respira... - la miraba deseoso de una reacción siquiera, tiesa en un ataúd de agua, aun conservaba una belleza longeva en sus facciones sin luz. - Vamos Aylizz. - La arena pronto cubrió la mayor parte de la zona inferior del reloj y aún estaba sin respuesta. La pócima había fallado, tenía que revivirla.
Me metí al agua para sujetarla por debajo de los brazos en un abrazo bastante cercano como para sujetar su cabeza y arrastrarla hacia afuera. El agua nos acompañó en el desliz mojando todo el piso y ahora yacía allí tirada frente a mí, su pecho sin moverse, pálida y sin respirar.
Su cuerpo era pesado, pero no más de lo esperado para una muchacha de su complexión, ella estaba sabiendo lo que se venía y era lógico que por el reflejo de inmersión la muerte se haya producido por una asfixia secundaria o reflejo dela glotis, su garganta se había cerrado para impedir la entrada de agua en las vías respiratorias, pero ni por ello estaría viva. El tiempo es un punto crítico cuando se trata de salvar a una persona de ahogarse, si no llega la cantidad suficiente de oxígeno al cerebro, podía ocurrir un daño severo en pocos minutos y por más que lo intentase, la reanimación no daría efecto. Actué de inmediato.
Coloqué la palma de la mano sobre el tercio inferior de su esternón, justo entre sus prominentes pechos y, colocándome sobre ella con los brazos extendidos, le proporcioné treinta compresiones rápidas en el pecho, siempre seguro de empujar lo suficientemente fuerte para que su pecho se mueva aproximadamente dos pulgadas hacia abajo. Esto haría que la sangre fluya hacia su cerebro y otros órganos vitales; al principio parecían sencillos los ejercicios, pero luego de las primeras veinte compresiones comenzaba a sentir el peso del cansancio y la presión de la concentración. Al contar treinta levante la mano y la puse en la frente de Aylizz y ubiqué dos dedos en la punta de su barbilla para luego inclinarla suavemente hacia atrás. Sin pensar mucho, pellizqué su nariz y coloqué mis labios sobre su boca en un beso poco ortodoxo y nada sugerente, intentando propiciarle respiraciones lentas mientras concentraba mi vista a un lado, tratando de ver su pecho levantarse con cada exhalación.
Una... dos... Aun nada...
No podía detenerme. Volvía a subirme en ella, y colocando ambas manos sobre su pecho inicie las compresiones otra vez, cíclicas, constantes y sin flaquezas.
- Vamos Aylizz! Respira!! - ya levantando la voz la llamaba, dos besos más y aún no había señales de una reacción. - Vamoooos!! - la estaba perdiendo. Nunca me permitiría quedarme sin fuerzas. Su piel ya estaba roja bajo mis palmas, las compresiones generaban pequeños hematomas e irritación por la sucesión del rozamiento. Un tercer beso, tratando de mantener la compostura y no desesperarme. "Por favor! Por favor! Por favor!"
Esta vez, sentí su cuerpo reaccionar y me separé de ella para girarla a un costado con su cara apuntando ligeramente hacia abajo en una posición de recuperación. Entre vómitos de agua y toz persistente ella volvía a moverse y cuando sujeté su cabello para que no obstaculizara sus intentos de respiración, de la alegría no percibí el espectáculo que estábamos dando a los ojos que nos observaban.
- Qué diablos... - escuché decir entre dientes y sin alzar la voz. Levanté la mirada y la sonrisa se me borro por completo al apreciar la silueta de mi arrendataria mirándonos desde la puerta.
- Gelga... ehh.. - quedé helado, como explicar algo tan lógico y tan mal visto como una joven desnuda en el piso de la ducha y yo sobre ella completamente empapado, si es que nos vio luego del beso.
Empezó a los gritos y no sabía que decirle sin dejar de pensar en que Aylizz debía recuperarse y aún faltaba probar una muestra más.
Segunda complicación: Se me muere la asistente(?
La Dueña de casa nos encuentra.
Sauron Guardgris
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Re: Se necesita un conejillo de indias {TRABAJO con Aylizz}
Nada.
Su mente había abandonado su cuerpo y vagaba ajena a lo que pasaba en realidad, en vida. Se visualizaba a sí misma en un vacío en el que no se veía ni se sentía nada, tan sólo existía un silencio que lo envolvía todo y oscuridad. Nada parecido a los mitos existentes sobre el paso al otro lado, tampoco a lo que se relata sobre el espacio entre ambos planos. Nada mágico, nada especial. Claro que alguien que hubiese vivido realmente aquel proceso -espera, ¿vivido? ¿se considera estar vivo cuando esperas a estar definitivamente muerto?- no habría despertado para ilustrar la realidad del momento. Esperaba poder hacerlo, como las ratas. La imagen de los animales volviendo a latir bajo el agua se proyectó como un recuerdo esperanzador, aunque era incapaz de razonar sobre el tiempo que llevaba en aquel estado comatoso. No tenía impulsos, ni impresiones, tampoco sensaciones del exterior, como un extraño sueño, uno sin imágenes o emociones. Al menos así lo fue hasta que entre la opacidad comenzó a dibujarse una suave silueta frente a ella. Apenas se distinguía el perfil de una persona que la tendía la mano, sin rostro, sin género, sin raza, tan sólo una sutil figura que parecía esperarla. El paso del negro al blanco se incrementaba a medida que vislumbraba tal imagen, se volvía tan brillante que se sintió obligada a cerrar los ojos en aquella forma ¿espiritual? Sentir la necesidad de apartarse de aquel resplandor y ser consiente de apartarse de ella fue el paso previo para conectar nuevamente con lo que la rodeaba, aquella reacción la hizo volver en sí. ¡Respira!
Sintió de nuevo su cuerpo, ahora dolorido y que el agua había dejado empapado, la rigidez del frío suelo sobre el que apoyaba su espalda que contrastaba con la calidez de los brazos que la sostenían y zarandeaban de forma intermitente, pero intensa. La voz de Sauron resonó en su inconsciente mente a la deriva y al instante notó abrirse sus pulmones, sintiendo una bocanada de aire que entraba en ella y que en milésimas circuló por el torrente para dar oxígeno a todas las partes de su ser. Un movimiento brusco a manos del monje terminó por hacerla despertar y la rotación impulsó los restos de agua que aun albergaba en sus bronquios, dándole un final agridulce a su reanimación. La relativa calma con la que se había ido distaba mucho de la angustia a su vuelta, tratando de recuperar una respiración normal entre arcadas y atragantamientos. Tras unos segundos que vivió eternos terminó por recobrar la noción de lo que la rodeaba. Tendida junto a la bañera, casi vacía, sobre el suelo encharcado, con el joven dragón sosteniendo su equilibrio y su pelo. Tardó unos instantes en reaccionar y apartar la mirada del suelo, incluso le hicieron falta unos instantes para notar los temblores que vio reflejados en sus brazos. Estaba helada.
La muchacha se hizo notar a voces. Antes no se había percatado de su presencia, pero la histeria se hizo dueña del ambiente en cuestión de segundos. Aun aturdida alcanzó una de las toallas que se esparcían por el suelo, empapadas, y se cubrió con ella. El monje trataba de explicarse ante una Gelga que estaba al punto de perder la cordura. -¡Fuera de aquí! ¡Los dos!- la joven se acercó efusivamente al biombo y de una agarrada se hizo con la ropa de la elfa que momentos antes había dejado cuidadosamente colgada. Con la misma energía rabiosa se la tiró con desdén por encima sin siquiera dirigirla una mirada, centrándose únicamente el adorado sabio que ahora condenaba -Trabajo... Trabajo... ¡Sus muertos! ¿Para esto buscaba una ayudante Saaaabio? ¡Llévese sus cachivaches! ¡Sus escrititos!- Lo despachó de la estancia casi a empujones y una vez en el pasillo recibió uno a uno los artilugios dispuestos para el experimento, lanzados con fuerza desde el interior por la misma que después se giró finalmente hacia Aylizz -¡Y a su fulana!- La agarró del brazo, obligándola a incorporarse. La fuerza de la joven iba en concordancia con su corpulencia, tampoco opuso resistencia a los tirones que la instaban a ponerse en pie, aunque sí hizo por zafarse del agarre una vez levantada. No la dedicó una palabra, se limitó a vestirse de mala manera, aunque sin apartar la mirada desafiante con la que analizó a la pelirroja antes de salir de allí por su propio pie.
Con paso firme se dirigió al taller, una última vez, para recoger sus pertenencias antes de abandonar la vivienda. Al carajo. Pasó de largo sin reparar en él, no le dirigió siquiera una mirada. La falta de sueño, la tensión acumulada, las complicaciones y el reciente estrés hacían mella, si al menos tanto esfuerzo hubiese dado algún resultado. -Suertudas...- murmuró al ver las alimañas descansando tranquilas en su jaula tras los primeros testeos de la muestra, aun no entendía por qué se había prestado a aquello finalmente. Se adecentó lo que pudo, mientras farfullaba réplicas contra sí misma, no perdería más tiempo y retomaría su camino de vuelta a casa. Se amarró la capa y se echó al hombro la mochila, estaba decidida a hacerlo. Pero al volverse hacia la puerta se topó con la figura del monje que la hizo frenar en seco su marcha. Esta vez lo miró directamente, frustrada.
-Supongo que debería agradecerte no haber muerto, después de todo.
Su mente había abandonado su cuerpo y vagaba ajena a lo que pasaba en realidad, en vida. Se visualizaba a sí misma en un vacío en el que no se veía ni se sentía nada, tan sólo existía un silencio que lo envolvía todo y oscuridad. Nada parecido a los mitos existentes sobre el paso al otro lado, tampoco a lo que se relata sobre el espacio entre ambos planos. Nada mágico, nada especial. Claro que alguien que hubiese vivido realmente aquel proceso -espera, ¿vivido? ¿se considera estar vivo cuando esperas a estar definitivamente muerto?- no habría despertado para ilustrar la realidad del momento. Esperaba poder hacerlo, como las ratas. La imagen de los animales volviendo a latir bajo el agua se proyectó como un recuerdo esperanzador, aunque era incapaz de razonar sobre el tiempo que llevaba en aquel estado comatoso. No tenía impulsos, ni impresiones, tampoco sensaciones del exterior, como un extraño sueño, uno sin imágenes o emociones. Al menos así lo fue hasta que entre la opacidad comenzó a dibujarse una suave silueta frente a ella. Apenas se distinguía el perfil de una persona que la tendía la mano, sin rostro, sin género, sin raza, tan sólo una sutil figura que parecía esperarla. El paso del negro al blanco se incrementaba a medida que vislumbraba tal imagen, se volvía tan brillante que se sintió obligada a cerrar los ojos en aquella forma ¿espiritual? Sentir la necesidad de apartarse de aquel resplandor y ser consiente de apartarse de ella fue el paso previo para conectar nuevamente con lo que la rodeaba, aquella reacción la hizo volver en sí. ¡Respira!
Sintió de nuevo su cuerpo, ahora dolorido y que el agua había dejado empapado, la rigidez del frío suelo sobre el que apoyaba su espalda que contrastaba con la calidez de los brazos que la sostenían y zarandeaban de forma intermitente, pero intensa. La voz de Sauron resonó en su inconsciente mente a la deriva y al instante notó abrirse sus pulmones, sintiendo una bocanada de aire que entraba en ella y que en milésimas circuló por el torrente para dar oxígeno a todas las partes de su ser. Un movimiento brusco a manos del monje terminó por hacerla despertar y la rotación impulsó los restos de agua que aun albergaba en sus bronquios, dándole un final agridulce a su reanimación. La relativa calma con la que se había ido distaba mucho de la angustia a su vuelta, tratando de recuperar una respiración normal entre arcadas y atragantamientos. Tras unos segundos que vivió eternos terminó por recobrar la noción de lo que la rodeaba. Tendida junto a la bañera, casi vacía, sobre el suelo encharcado, con el joven dragón sosteniendo su equilibrio y su pelo. Tardó unos instantes en reaccionar y apartar la mirada del suelo, incluso le hicieron falta unos instantes para notar los temblores que vio reflejados en sus brazos. Estaba helada.
La muchacha se hizo notar a voces. Antes no se había percatado de su presencia, pero la histeria se hizo dueña del ambiente en cuestión de segundos. Aun aturdida alcanzó una de las toallas que se esparcían por el suelo, empapadas, y se cubrió con ella. El monje trataba de explicarse ante una Gelga que estaba al punto de perder la cordura. -¡Fuera de aquí! ¡Los dos!- la joven se acercó efusivamente al biombo y de una agarrada se hizo con la ropa de la elfa que momentos antes había dejado cuidadosamente colgada. Con la misma energía rabiosa se la tiró con desdén por encima sin siquiera dirigirla una mirada, centrándose únicamente el adorado sabio que ahora condenaba -Trabajo... Trabajo... ¡Sus muertos! ¿Para esto buscaba una ayudante Saaaabio? ¡Llévese sus cachivaches! ¡Sus escrititos!- Lo despachó de la estancia casi a empujones y una vez en el pasillo recibió uno a uno los artilugios dispuestos para el experimento, lanzados con fuerza desde el interior por la misma que después se giró finalmente hacia Aylizz -¡Y a su fulana!- La agarró del brazo, obligándola a incorporarse. La fuerza de la joven iba en concordancia con su corpulencia, tampoco opuso resistencia a los tirones que la instaban a ponerse en pie, aunque sí hizo por zafarse del agarre una vez levantada. No la dedicó una palabra, se limitó a vestirse de mala manera, aunque sin apartar la mirada desafiante con la que analizó a la pelirroja antes de salir de allí por su propio pie.
Con paso firme se dirigió al taller, una última vez, para recoger sus pertenencias antes de abandonar la vivienda. Al carajo. Pasó de largo sin reparar en él, no le dirigió siquiera una mirada. La falta de sueño, la tensión acumulada, las complicaciones y el reciente estrés hacían mella, si al menos tanto esfuerzo hubiese dado algún resultado. -Suertudas...- murmuró al ver las alimañas descansando tranquilas en su jaula tras los primeros testeos de la muestra, aun no entendía por qué se había prestado a aquello finalmente. Se adecentó lo que pudo, mientras farfullaba réplicas contra sí misma, no perdería más tiempo y retomaría su camino de vuelta a casa. Se amarró la capa y se echó al hombro la mochila, estaba decidida a hacerlo. Pero al volverse hacia la puerta se topó con la figura del monje que la hizo frenar en seco su marcha. Esta vez lo miró directamente, frustrada.
-Supongo que debería agradecerte no haber muerto, después de todo.
Aylizz Wendell
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Re: Se necesita un conejillo de indias {TRABAJO con Aylizz}
Gelga estaba fuera de si misma, entre dormida y desconcertada por lo que había visto, su orgullo no le permitiría reaccionar a mis palabras por más válido que fuera el argumento. Entre sus gritos desaforado y ademanes especulativos traté de explicarle con la mayor claridad posible lo que había estado ocurriendo aunque, sabía que me había escuchado la primera vez y es más, los Celestiales le darían la capacidad de entender que todo era un mal entendido, sin embargo había mucho enojo contenido y esta actitud escapaba del acuerdo que teníamos pero el orgullo no era una fácil contendiente.
Desde mi perspectiva, era ella quién estaba en falta por interrumpir un experimento tan importante y delicado de esta manera tan desubicada y se lo haría saber pero cuando las aguas se calmaran.
Sufrí en este desmadre el maltrato de quién me brindaba una mano en tan compleja tarea, Aylizz no se merecía nada de lo que estaba viviendo y me sentí en parte responsable por predispone la situación y exponerla a ella. Cuando la señorita Gelga me corrio del baño, alcance únicamente a sujetar la segunda muestra del banco donde estaban las anotaciones y el reloj de arena, no alcancé a despabilar de lo sucedido cuando la elfa pasó a mi lado a toda velocidad hacia el taller con una clara expresión de furia y desconcierto. - Demonios.
Gelga no nos siguió. Reparó en su error? Lo dudaba mucho.
- Aylizz! Espara, Aylizz!- intenté llamarls pero me tenía bloqueado.
Embestí contra la puerta del taller siendo el Grifo que tenía a su pasó cuando intentó salir huyendo de tan vergonzosa y humillante escena.
- No le agradeces a un mercader de frutas por venderte una manzana, sólo así a mi trabajo y ya- mi mirada se clavó de sus grandes pupilas qué escudriñaban desafiantes a los míos con cejas arqueadas y sutiles bolsas en un tono Violeta pálido bajo el párpado inferior, era entendible que esté cansada, y sumando la reacción de mi adorada arrendataria entendería si quisiese irse, pero aún no habíamos terminado, aún faltaba una muestra. - La poción podía fallar, lo sabíamos, pero nunca estuvo entre las opciones que perdieras la vida, ni siquiera había contemplado esa opción. - que podía decirle para que se quedara.
- Muchos de los fracasos de la vida personas que no se dieron cuenta cuán cerca estaban del éxito cuando se dieron por vencidas y yo mi querida colega, no soy un fracasado, soy un alquimista serio, comprometido y responsable. - lejos estaba de achicarme ante sus orbes acusadoras - y esto es la alquimia, es llegar hasta las últimas consecuencias ser necesarias, siempre con total profesionalidad. Creí que al menos ese concepto estaba más que claro.
A lo lejos, del otro lado del pasillo, se escuchaba el murmullo violento y triste de una joven malhumorada. No podríamos terminar el experimento aquí, de esta forma, pensé en qué manera podríamos continuar el prosedimiento necesitando fundamentalmente con el agua como materia prima y la respuesta surgió en mí tan clara como el agua, valga la redundancia.
- [color=#0066ffVen, sígueme! - [/color]mi rostro se iluminó jovial y sonriente ante una nueva idea, fui por mi capa al perchero y la coloqué sobre mis hombros para luego sujetar su mano y me apresure a salir del taller Iniciar una marcha por las penumbras la hermosa ciudad de Lunargenta.
- No te preocupes por mis cosas, sí hablaré con ella cuando esté más calmada - dije en la marcha y solté su mano - por favor resiste, Sólo nos queda una muestra. - no siempre se tenía una estable fortaleza mental tras conocer a los Grandicimos Celestiales cuando se camina por el borde del más allá, pero aún la necesitaba, no se lo había dicho, pero sólo, nunca podría hacer el experimento.
Ante una posible ahogamiento, por más que me atasé con sogas a una piedra al fondo mar, mi cuerpo reaccionaría cambiando de forma en un intento por resistir la compresión del agua, y como un criatura del océano que era, mi forma Dragón poseía branquias qué haría inútil cualquier intento por ocupar alguna vez una poción con tales características.
En síntesis, la necesitaba.
El cántico alegre de ebros entonados era un marco de referencia en los callejones y pasillos de la ciudad, ya no se apreciaban trabajadoras del oficio postradas en ninguna esquina haciendo uso del obsequio de los Celestiales traducido en siluetas y belleza para atraer a clientes adinerados; a estas altas horas de la madrugada, hasta la figura menos agraciada estaría en un cuarto mal habido cosechando el fruto de su siembra. Aún no se veían sus rayos, ni la oda de su presencia pero pronto febo asomaría por el alba y engonces colapsaría de mercaderes el puerto y la avenida principal. Caminé a toda prisa sin mirar atrás, Hacia dónde las aguas convergían albergando embarcaciones de menor y mayor tamaño, la zona costera de la ciudad unas calles más abajo.
Pronto el solado pasó hace ripio y luego del ripio se convirtió en tablones de madera, unas escaleras más y ya sentía mis zapatos de cuero hundirse en la poca resistencia que ofrecía la arena a la gravedad, un polvo amarillo sin cuerpo alojado contra las instalaciones por no tener el diámetro necesario para resistir al tamiz de océano, el viento.
- Apresuremos nos antes de que lleguen los pescadores- sería un problema andar en prendas menores rodeados por hombres sedientos de lujuria por las aguas del mar y ese espécimen masculino particularmente era muy madrugador - el agua salada difiere bastante de una tina cálida y con sales aromatizantes, pero no tenemos muchas otras opciones.
Temía que rechazarse el trabajo, esta vez lo previo no sería muy agradable o apacible, mucho menos bella la sensación, sumado a la mala experiencia volver a acercarse al umbral del otro mundo.
Me acerqué a la orilla y dejé caer a pocos metros de las olas el tapado que me cubría. Subí mis pantalones por encima de las rodillas, incluso mas arriba y las sujete confuerza para entonces meterme al agua sin mojar las prendas.
El oleaje era una dulce caricia, la helada sensación era amiga de mi piel y excitaba a cada poro, quiénes a su vez imploraban qué cambiaste de forma de inmediato, era dificil no sentilo, pero necesitaba concentrarme en esto necesitaba terminar con el experimento de una vez por todas. Que víctima fácil resultaba ser. Frustrante.
Desde mi perspectiva, era ella quién estaba en falta por interrumpir un experimento tan importante y delicado de esta manera tan desubicada y se lo haría saber pero cuando las aguas se calmaran.
Sufrí en este desmadre el maltrato de quién me brindaba una mano en tan compleja tarea, Aylizz no se merecía nada de lo que estaba viviendo y me sentí en parte responsable por predispone la situación y exponerla a ella. Cuando la señorita Gelga me corrio del baño, alcance únicamente a sujetar la segunda muestra del banco donde estaban las anotaciones y el reloj de arena, no alcancé a despabilar de lo sucedido cuando la elfa pasó a mi lado a toda velocidad hacia el taller con una clara expresión de furia y desconcierto. - Demonios.
Gelga no nos siguió. Reparó en su error? Lo dudaba mucho.
- Aylizz! Espara, Aylizz!- intenté llamarls pero me tenía bloqueado.
Embestí contra la puerta del taller siendo el Grifo que tenía a su pasó cuando intentó salir huyendo de tan vergonzosa y humillante escena.
- No le agradeces a un mercader de frutas por venderte una manzana, sólo así a mi trabajo y ya- mi mirada se clavó de sus grandes pupilas qué escudriñaban desafiantes a los míos con cejas arqueadas y sutiles bolsas en un tono Violeta pálido bajo el párpado inferior, era entendible que esté cansada, y sumando la reacción de mi adorada arrendataria entendería si quisiese irse, pero aún no habíamos terminado, aún faltaba una muestra. - La poción podía fallar, lo sabíamos, pero nunca estuvo entre las opciones que perdieras la vida, ni siquiera había contemplado esa opción. - que podía decirle para que se quedara.
- Muchos de los fracasos de la vida personas que no se dieron cuenta cuán cerca estaban del éxito cuando se dieron por vencidas y yo mi querida colega, no soy un fracasado, soy un alquimista serio, comprometido y responsable. - lejos estaba de achicarme ante sus orbes acusadoras - y esto es la alquimia, es llegar hasta las últimas consecuencias ser necesarias, siempre con total profesionalidad. Creí que al menos ese concepto estaba más que claro.
A lo lejos, del otro lado del pasillo, se escuchaba el murmullo violento y triste de una joven malhumorada. No podríamos terminar el experimento aquí, de esta forma, pensé en qué manera podríamos continuar el prosedimiento necesitando fundamentalmente con el agua como materia prima y la respuesta surgió en mí tan clara como el agua, valga la redundancia.
- [color=#0066ffVen, sígueme! - [/color]mi rostro se iluminó jovial y sonriente ante una nueva idea, fui por mi capa al perchero y la coloqué sobre mis hombros para luego sujetar su mano y me apresure a salir del taller Iniciar una marcha por las penumbras la hermosa ciudad de Lunargenta.
- No te preocupes por mis cosas, sí hablaré con ella cuando esté más calmada - dije en la marcha y solté su mano - por favor resiste, Sólo nos queda una muestra. - no siempre se tenía una estable fortaleza mental tras conocer a los Grandicimos Celestiales cuando se camina por el borde del más allá, pero aún la necesitaba, no se lo había dicho, pero sólo, nunca podría hacer el experimento.
Ante una posible ahogamiento, por más que me atasé con sogas a una piedra al fondo mar, mi cuerpo reaccionaría cambiando de forma en un intento por resistir la compresión del agua, y como un criatura del océano que era, mi forma Dragón poseía branquias qué haría inútil cualquier intento por ocupar alguna vez una poción con tales características.
En síntesis, la necesitaba.
El cántico alegre de ebros entonados era un marco de referencia en los callejones y pasillos de la ciudad, ya no se apreciaban trabajadoras del oficio postradas en ninguna esquina haciendo uso del obsequio de los Celestiales traducido en siluetas y belleza para atraer a clientes adinerados; a estas altas horas de la madrugada, hasta la figura menos agraciada estaría en un cuarto mal habido cosechando el fruto de su siembra. Aún no se veían sus rayos, ni la oda de su presencia pero pronto febo asomaría por el alba y engonces colapsaría de mercaderes el puerto y la avenida principal. Caminé a toda prisa sin mirar atrás, Hacia dónde las aguas convergían albergando embarcaciones de menor y mayor tamaño, la zona costera de la ciudad unas calles más abajo.
Pronto el solado pasó hace ripio y luego del ripio se convirtió en tablones de madera, unas escaleras más y ya sentía mis zapatos de cuero hundirse en la poca resistencia que ofrecía la arena a la gravedad, un polvo amarillo sin cuerpo alojado contra las instalaciones por no tener el diámetro necesario para resistir al tamiz de océano, el viento.
- Apresuremos nos antes de que lleguen los pescadores- sería un problema andar en prendas menores rodeados por hombres sedientos de lujuria por las aguas del mar y ese espécimen masculino particularmente era muy madrugador - el agua salada difiere bastante de una tina cálida y con sales aromatizantes, pero no tenemos muchas otras opciones.
Temía que rechazarse el trabajo, esta vez lo previo no sería muy agradable o apacible, mucho menos bella la sensación, sumado a la mala experiencia volver a acercarse al umbral del otro mundo.
Me acerqué a la orilla y dejé caer a pocos metros de las olas el tapado que me cubría. Subí mis pantalones por encima de las rodillas, incluso mas arriba y las sujete confuerza para entonces meterme al agua sin mojar las prendas.
El oleaje era una dulce caricia, la helada sensación era amiga de mi piel y excitaba a cada poro, quiénes a su vez imploraban qué cambiaste de forma de inmediato, era dificil no sentilo, pero necesitaba concentrarme en esto necesitaba terminar con el experimento de una vez por todas. Que víctima fácil resultaba ser. Frustrante.
Sauron Guardgris
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Re: Se necesita un conejillo de indias {TRABAJO con Aylizz}
Lejos de tranquilizarla, o al menos disculparse por la actitud de su arrendadora, el monje tornó a un tono firme y serio. Aquel breve discurso y la apelación a la profesionalidad la hizo pensar de nuevo en el compromiso que había adquirido con él al prestarse como ayudante, no le faltaba razón a sus palabras, desde el principio había sido claro con las condiciones y los inconvenientes que supondría el experimento y ella había aceptado. Claro, que la intromisión de una perturbada que además la faltase al respeto no estaba contemplado en el acuerdo inicial. Tampoco podía negar que aquello de la alquimia, de alguna manera y por alguna razón, le resultaba interesante y atractivo, magia como herramienta aplicada a aquello que empezaba a conocerse como ciencia... Él hacía que pareciera fácil, le había observado atentamente en cada una de las fases de la elaboración de aquel vomitivo brebaje, aunque era consciente del estudio que había detrás de aquellas prácticas. A pesar de encontrarse alterada por lo ocurrido, refrenó su impulso de atravesar la puerta y abandonar Lunargenta sin más demora, si otra cosa era cierta era la afirmación de que en todo momento se había preocupado de velar por su seguridad, además de por hacerla sentir cómoda con todo aquello.
Quiso responder más calmada, pero no tuvo tiempo para ello. Una luz pareció iluminarse en la cabeza del monje y no la dio más opción al arrancar la marcha, guiando sus pasos de manera acelerada. Sin más explicaciones, dejaron atrás el taller y atravesaron las ya casi vacías calles de la ciudad, iluminadas por la luz de la luna. Era llamativo el contraste del caos que acababan de experimentar con la calma que parecía envolver la capital a aquellas horas, casi reconfortante. El frescor de la noche acariciaba el rostro con suavidad y despejaba las mentes perturbadas. -Está bien... Una última prueba...- accedió, aunque esta vez no se esforzó por ocultar su inseguridad. ¿Por qué? ¿Por qué se prestaba a aquello una vez más? Menuda inconsciente, cualquiera con dos dedos de frente se habría largado por donde había llegado al primer indicio de peligro. ¿A caso su curiosidad por lo desconocido anulaba su buen juicio? Dioses, si aquello acababa bien debería dedicarse un tiempo a repasar sus prioridades y exponerse voluntariamente a una posible amenaza de muerte debería ser su primer punto a revisar.
Aquel resquicio de playa junto al puerto la recordó a su primer encuentro, cómo olvidarlo. El joven parecía sentirse en sintonía con el mar y el apacible aura que desprendía al caminar por la orilla, con el agua hasta las rodillas, lo demostraba. Un dragón de agua, eh... Desde luego, el hábito hace al monje. Era curioso ver cómo su actitud cambiaba cuando se desprendía de su atuendo formal y se mostraba como un ser despreocupado, como si aquella imagen de Sabio seguidor de los dioses -sus dioses- fuera tan sólo una fachada, un papel a desempeñar cuando se vestía con túnica. Suspiró con resignación y se desquitó de su capa. Acto seguido, se acercó hasta Sauron. No le parecía la mejor idea ni siquiera quedarse en paños menores, a pesar de no apreciarse una sola presencia más que ellos dos en los alrededores, con una sesión de exhibicionismo al día era suficiente. Tendría que volver empapada, pero ya se preocuparía por aquello después, dadas las circunstancias lo mejor sería prestar atención a una cuestión cada vez.
Se adentró hasta que el agua alcanzó la altura de su vientre y de nuevo le tendió la mano al draconido a la espera de la última muestra. Al menos ya conocía el proceso, en ese sentido podía estar ¿tranquila? Sabía a lo que atenerse. Ahogó una nueva arcada tras la ingesta de la poción y se dispuso a sumergirse -Al menos ahora no habrá interrupciones inesperadas- bromeó antes hundirse por completo. Dejó que el agua la sobrepasase hasta que se posó sobre el fondo arenoso, definitivamente aquello no era como un buen baño, el movimiento de las olas sumado a la flotabilidad que proporcionaba el agua salada hacía más costoso el mantenerse anclada. El maestro no tardó en percatarse de ello y en seguida colaboró en la tarea, haciendo de ancla, aplicando suavemente presión sobre ella para evitar que emergiera. Y entonces, al poco, vuelta a lo anterior. Angustia, presión, pinchazos y revolución interna. La temperatura helaba los huesos y el instinto de supervivencia luchaba contra su voluntad de no salir a superficie hasta que, nuevamente, quedó inconsciente.
No supo determinar el tiempo que tardó en hacer efecto, pero en aquella ocasión la respirantia pareció funcionar. Su cuerpo respondió en un instante y el acto inconsciente de respirar se hizo efectivo, dando paso a la sensación más extraña vivida hasta el momento. Notaba el agua entrar por su nariz y recorrer su tráquea, pero de alguna forma su cuerpo filtraba el oxígeno y no dejaba que se inundasen sus pulmones. Abrió los ojos con cierta reticencia, no estaba segura de haber vuelto en sí o encontrarse divagando nuevamente en un estado comatoso, pero se sentía tan real que debía ser cierto. De forma instintiva contuvo la respiración tras la primera bocanada, como si temiese que el efecto se pasase enseguida. Al cabo de un par de minutos volvió a tomar aire -agua-, comprobando por segunda vez que podía respirar. Y entonces el temor y la precaución desaparecieron, como si ya no hubiese peligro, al contrario, una sensación de libertad la invadió. Llevó sus manos hasta las que sostenían su cuerpo sumergido y las apartó de ella, quería disfrutar de aquel estado. Su vista tardó poco en adaptarse y la poca claridad de los rayos nocturnos reflejados en el mar era suficiente para ver en aquella profundidad. El silencio y la calma la envolvieron en un apacible estado de relajación y por un momento deseó poder hacer aquello siempre que quisiera, era una buena forma de abstraerse del mundo, mucho mejor que meditar. Aunque con peor sabor de boca.
Sin preocuparse de nada, se permitió tomarse un tiempo para disfrutar del momento y se dejó llevar por la corriente marina y el vaivén natural, buceándose y adentrándose algo más en la profundidad. Se alejó de la orilla y de Sauron, jugueteó divertida con la arena desenterrando piedras o conchas como si fueran tesoros, persiguió con la mirada los pececillos despistados que nadaban a prisa a su alrededor, se enredó y desenredó de las algas que se topaban con su pelo... Durante un rato se olvidó de que aquello sólo era temporal, no reparando en ello hasta que, de repente, se atragantó con la última inspiración acuática. El sentido del gusto pareció volver a la normalidad, produciendo una arcada al tragar el agua salada, así como su respiración dejó de fluir. Aprovechó los últimos resquicios de aire que aun mantenía y nadó hasta asomar de nuevo en la superficie, no fue hasta ese momento cuando advirtió lo que se había alejado del punto de partida. -¡Espero que hayas tomado nota de todo!- alzó la voz desde allí, llamando la atención del monje.
Ha sido... Genial.
Quiso responder más calmada, pero no tuvo tiempo para ello. Una luz pareció iluminarse en la cabeza del monje y no la dio más opción al arrancar la marcha, guiando sus pasos de manera acelerada. Sin más explicaciones, dejaron atrás el taller y atravesaron las ya casi vacías calles de la ciudad, iluminadas por la luz de la luna. Era llamativo el contraste del caos que acababan de experimentar con la calma que parecía envolver la capital a aquellas horas, casi reconfortante. El frescor de la noche acariciaba el rostro con suavidad y despejaba las mentes perturbadas. -Está bien... Una última prueba...- accedió, aunque esta vez no se esforzó por ocultar su inseguridad. ¿Por qué? ¿Por qué se prestaba a aquello una vez más? Menuda inconsciente, cualquiera con dos dedos de frente se habría largado por donde había llegado al primer indicio de peligro. ¿A caso su curiosidad por lo desconocido anulaba su buen juicio? Dioses, si aquello acababa bien debería dedicarse un tiempo a repasar sus prioridades y exponerse voluntariamente a una posible amenaza de muerte debería ser su primer punto a revisar.
Aquel resquicio de playa junto al puerto la recordó a su primer encuentro, cómo olvidarlo. El joven parecía sentirse en sintonía con el mar y el apacible aura que desprendía al caminar por la orilla, con el agua hasta las rodillas, lo demostraba. Un dragón de agua, eh... Desde luego, el hábito hace al monje. Era curioso ver cómo su actitud cambiaba cuando se desprendía de su atuendo formal y se mostraba como un ser despreocupado, como si aquella imagen de Sabio seguidor de los dioses -sus dioses- fuera tan sólo una fachada, un papel a desempeñar cuando se vestía con túnica. Suspiró con resignación y se desquitó de su capa. Acto seguido, se acercó hasta Sauron. No le parecía la mejor idea ni siquiera quedarse en paños menores, a pesar de no apreciarse una sola presencia más que ellos dos en los alrededores, con una sesión de exhibicionismo al día era suficiente. Tendría que volver empapada, pero ya se preocuparía por aquello después, dadas las circunstancias lo mejor sería prestar atención a una cuestión cada vez.
Se adentró hasta que el agua alcanzó la altura de su vientre y de nuevo le tendió la mano al draconido a la espera de la última muestra. Al menos ya conocía el proceso, en ese sentido podía estar ¿tranquila? Sabía a lo que atenerse. Ahogó una nueva arcada tras la ingesta de la poción y se dispuso a sumergirse -Al menos ahora no habrá interrupciones inesperadas- bromeó antes hundirse por completo. Dejó que el agua la sobrepasase hasta que se posó sobre el fondo arenoso, definitivamente aquello no era como un buen baño, el movimiento de las olas sumado a la flotabilidad que proporcionaba el agua salada hacía más costoso el mantenerse anclada. El maestro no tardó en percatarse de ello y en seguida colaboró en la tarea, haciendo de ancla, aplicando suavemente presión sobre ella para evitar que emergiera. Y entonces, al poco, vuelta a lo anterior. Angustia, presión, pinchazos y revolución interna. La temperatura helaba los huesos y el instinto de supervivencia luchaba contra su voluntad de no salir a superficie hasta que, nuevamente, quedó inconsciente.
No supo determinar el tiempo que tardó en hacer efecto, pero en aquella ocasión la respirantia pareció funcionar. Su cuerpo respondió en un instante y el acto inconsciente de respirar se hizo efectivo, dando paso a la sensación más extraña vivida hasta el momento. Notaba el agua entrar por su nariz y recorrer su tráquea, pero de alguna forma su cuerpo filtraba el oxígeno y no dejaba que se inundasen sus pulmones. Abrió los ojos con cierta reticencia, no estaba segura de haber vuelto en sí o encontrarse divagando nuevamente en un estado comatoso, pero se sentía tan real que debía ser cierto. De forma instintiva contuvo la respiración tras la primera bocanada, como si temiese que el efecto se pasase enseguida. Al cabo de un par de minutos volvió a tomar aire -agua-, comprobando por segunda vez que podía respirar. Y entonces el temor y la precaución desaparecieron, como si ya no hubiese peligro, al contrario, una sensación de libertad la invadió. Llevó sus manos hasta las que sostenían su cuerpo sumergido y las apartó de ella, quería disfrutar de aquel estado. Su vista tardó poco en adaptarse y la poca claridad de los rayos nocturnos reflejados en el mar era suficiente para ver en aquella profundidad. El silencio y la calma la envolvieron en un apacible estado de relajación y por un momento deseó poder hacer aquello siempre que quisiera, era una buena forma de abstraerse del mundo, mucho mejor que meditar. Aunque con peor sabor de boca.
Sin preocuparse de nada, se permitió tomarse un tiempo para disfrutar del momento y se dejó llevar por la corriente marina y el vaivén natural, buceándose y adentrándose algo más en la profundidad. Se alejó de la orilla y de Sauron, jugueteó divertida con la arena desenterrando piedras o conchas como si fueran tesoros, persiguió con la mirada los pececillos despistados que nadaban a prisa a su alrededor, se enredó y desenredó de las algas que se topaban con su pelo... Durante un rato se olvidó de que aquello sólo era temporal, no reparando en ello hasta que, de repente, se atragantó con la última inspiración acuática. El sentido del gusto pareció volver a la normalidad, produciendo una arcada al tragar el agua salada, así como su respiración dejó de fluir. Aprovechó los últimos resquicios de aire que aun mantenía y nadó hasta asomar de nuevo en la superficie, no fue hasta ese momento cuando advirtió lo que se había alejado del punto de partida. -¡Espero que hayas tomado nota de todo!- alzó la voz desde allí, llamando la atención del monje.
Ha sido... Genial.
Aylizz Wendell
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Re: Se necesita un conejillo de indias {TRABAJO con Aylizz}
Esta vez no se desnudó, prefirió mojar sus prendas en esta agua de mar antes que él las delicadas aguas de una ducha de alta alcurnia... Mujeres...
Vino hasta donde me contaba, por un instante dude de si sus palabras habían sido certeras, la camina fue larga y podía arrepentirse o cambiar de opinión en cualquier momento, pero no fue así, allí estábamos, a escasos instantes de saber si la última de las pócimas funcionaria, la expectativa me traía tambaleante, revolvía mi estómago y llenaba de dudas mi cabeza, mas sin embargo sentía la ansiedad consumiéndome por dentro. Aylizz se sumergió nuevamente y esta vez el agua salada no le ayudó, pronto tuve que sujetarla por la fuerza para que no saliese de allí hasta que perdiera el conocimiento.
La batalla era difícil, como la vez anterior, no era tan fácil para mi sentir que estaba matando a alguien, y más ahora, en un lugar tan público como la playa, pero no podía evitarse, debería lidiar con explicaciones subjetiva si alguien nos viera, mas no me distraería de la tarea ni del cuidado que debía tenerle. Me jactaba de ser alguien muy profesional, no menos que responsable, llegaríamos hasta las últimas consecuencias, aunque bien lo dijo, a estas horas, nadie nos molestaría.
Sentía el peso de su cuerpo yendo contra mí, mis extremidades ligeramente intentaba transformarse en lo que arremetía contra ella, me costaba mucha concentración no cambiar de forma con el agua suplicándome hasta las rodillas, mis uñas alternaban entre humanas y un par de zarpas, lo mismo pasaba con mis pies, sentía la columna vertebral en un debate intenso por extenderse y modificarse, ella pataleaba cada vez más fuerte, la inmensa cuenca de agua le daba una libertad muy diferente que la dimensión de la bañera que antes la restringía. La lucha era más difícil pero pronto ocurrió, pronto dejo de moverse, una vez más.
No solté su cuerpo bajo ninguna circunstancia, el salitre la haría flotar y corríamos riesgos de arruinar la prueba, aquí no tenía el reloj para medir las circunstancias y su demora, tampoco tenía la libreta, era una forma precaria de hacer las cosas y me pesaba en la conciencia, pero era la última muestra, de algo debía servir.
Los segundos pasaban y no ocurría nada, estaba nervioso, casi perdiendo las esperanzas, no quería quitarle los ojos de encima, la espuma pivotante y los microorganismos propios del océano no me permitían apreciar el cadáver inmutable de su rostro helado. Sentía su cuerpo enfriándose mucho más rápido que en la tina y comenzaba a preocuparme.
"La costa no está lejos, tendré que transformarme para sacarla de aquí rápidamente", poco a poco iba pensando en planes de acción que me permitiesen reaccionar para cuidar y proteger su integridad ante cualquier cosa, cuando sentí que su cuerpo se alejaba de mi por libertad de sus manos.
Rompió mi concentración totalmente.
No lo esperaba, ya no a estas alturas.
Recupere la compostura y solté tenciones cuando ella comenzó a nadar por todos lados, cada musculo en mi cuerpo se descomprimió y por un instante se me cruzó la idea de unirme a ella cambiando de forma; idea que descarte de inmediato, ya que traía prendas que no me lo permitirían aquí, y sin la capa que había dejado en la costa, no podía usar el encantamiento de "Pudor" y así cambiar junto a todo mi equipo "yo y mi gran idea de no querer mojar las prendas" me reprochaba las conductas.
Más allá de eso, no podía evitar sonreír mientras la veía en el agua. La sensación seguro era abrazadora para un bípedo terrestre, el descubrir y probar cosas nuevas no era un lujo que todos podían darse y Aylizz se tomó el trabajo de disfrutarlo.
La claridad se asomaba a lo lejos, aun no había un sol ponderándose pero ya distinguía mas que solo el agua y la costa, a lo lejos se veían pescadores bajando peldaños y caminando por la costa, pronto estaríamos rodeados por todos los flancos antes de que la luz se hiciera presente.
Deje de prestar atención a mí alrededor cuando ella salió del agua.
- Si... sí.. anote todo en mi libreta imaginaria! jajaja - dije más tranquilo y disfrutando del paisaje que bajo el brillo lunar y la cálida luz que comenzaba a asomarse por el limite horizontal frente a nosotros, brillos que se estampillaban contra sus rubios cabellos largos y el pálido color de su piel por efecto del agua, era muy hermosa, no podía quitarle los ojos de encima al punto de perderme en ellos, como si la profundidad oscuridad de sus pupilas me estuviese atravesando y viendo más allá de lo visible. Me incline sobre ella, sujete con la mano uno de sus cabellos que parecía estar sobre su rostro importunando la simetría desde la nariz hasta la mejilla derecha, me incline instintivamente aún más en una interminable búsqueda de por enfrentar sus labios a los míos, y por ese segundo parecía ser un instante perfecto pero el estruendo de unas barcas de menor tamaño cayendo a la costa por los escalones de madera por torpeza de pescadores novatos me despertó del trance a medio centímetro de concretar mi objetivo casual.
Me separe de ella, ignorando la desfachatez de mis acciones y girando sobre mi eje sentí los pómulos arderme de vergüenza.
- Finalmente lo logramos... Debo separar la receta de esta posición! Espero que a mi arrendataria no se le dé por destruir el taller en un arrebato de celos, jejej - estaba incomodo, levante la mano para rascarme la nuca en lo que intentaba alinear las palabras que decía para que sonaran de lo más normal posible. Estaba muy cansado y con sueño, seguro que ella también, lo mejor era volver cuanto antes, a intentar lidiar con la fiera de la casa para terminar con todo esto.
Vino hasta donde me contaba, por un instante dude de si sus palabras habían sido certeras, la camina fue larga y podía arrepentirse o cambiar de opinión en cualquier momento, pero no fue así, allí estábamos, a escasos instantes de saber si la última de las pócimas funcionaria, la expectativa me traía tambaleante, revolvía mi estómago y llenaba de dudas mi cabeza, mas sin embargo sentía la ansiedad consumiéndome por dentro. Aylizz se sumergió nuevamente y esta vez el agua salada no le ayudó, pronto tuve que sujetarla por la fuerza para que no saliese de allí hasta que perdiera el conocimiento.
La batalla era difícil, como la vez anterior, no era tan fácil para mi sentir que estaba matando a alguien, y más ahora, en un lugar tan público como la playa, pero no podía evitarse, debería lidiar con explicaciones subjetiva si alguien nos viera, mas no me distraería de la tarea ni del cuidado que debía tenerle. Me jactaba de ser alguien muy profesional, no menos que responsable, llegaríamos hasta las últimas consecuencias, aunque bien lo dijo, a estas horas, nadie nos molestaría.
Sentía el peso de su cuerpo yendo contra mí, mis extremidades ligeramente intentaba transformarse en lo que arremetía contra ella, me costaba mucha concentración no cambiar de forma con el agua suplicándome hasta las rodillas, mis uñas alternaban entre humanas y un par de zarpas, lo mismo pasaba con mis pies, sentía la columna vertebral en un debate intenso por extenderse y modificarse, ella pataleaba cada vez más fuerte, la inmensa cuenca de agua le daba una libertad muy diferente que la dimensión de la bañera que antes la restringía. La lucha era más difícil pero pronto ocurrió, pronto dejo de moverse, una vez más.
No solté su cuerpo bajo ninguna circunstancia, el salitre la haría flotar y corríamos riesgos de arruinar la prueba, aquí no tenía el reloj para medir las circunstancias y su demora, tampoco tenía la libreta, era una forma precaria de hacer las cosas y me pesaba en la conciencia, pero era la última muestra, de algo debía servir.
Los segundos pasaban y no ocurría nada, estaba nervioso, casi perdiendo las esperanzas, no quería quitarle los ojos de encima, la espuma pivotante y los microorganismos propios del océano no me permitían apreciar el cadáver inmutable de su rostro helado. Sentía su cuerpo enfriándose mucho más rápido que en la tina y comenzaba a preocuparme.
"La costa no está lejos, tendré que transformarme para sacarla de aquí rápidamente", poco a poco iba pensando en planes de acción que me permitiesen reaccionar para cuidar y proteger su integridad ante cualquier cosa, cuando sentí que su cuerpo se alejaba de mi por libertad de sus manos.
Rompió mi concentración totalmente.
No lo esperaba, ya no a estas alturas.
Recupere la compostura y solté tenciones cuando ella comenzó a nadar por todos lados, cada musculo en mi cuerpo se descomprimió y por un instante se me cruzó la idea de unirme a ella cambiando de forma; idea que descarte de inmediato, ya que traía prendas que no me lo permitirían aquí, y sin la capa que había dejado en la costa, no podía usar el encantamiento de "Pudor" y así cambiar junto a todo mi equipo "yo y mi gran idea de no querer mojar las prendas" me reprochaba las conductas.
Más allá de eso, no podía evitar sonreír mientras la veía en el agua. La sensación seguro era abrazadora para un bípedo terrestre, el descubrir y probar cosas nuevas no era un lujo que todos podían darse y Aylizz se tomó el trabajo de disfrutarlo.
La claridad se asomaba a lo lejos, aun no había un sol ponderándose pero ya distinguía mas que solo el agua y la costa, a lo lejos se veían pescadores bajando peldaños y caminando por la costa, pronto estaríamos rodeados por todos los flancos antes de que la luz se hiciera presente.
Deje de prestar atención a mí alrededor cuando ella salió del agua.
- Si... sí.. anote todo en mi libreta imaginaria! jajaja - dije más tranquilo y disfrutando del paisaje que bajo el brillo lunar y la cálida luz que comenzaba a asomarse por el limite horizontal frente a nosotros, brillos que se estampillaban contra sus rubios cabellos largos y el pálido color de su piel por efecto del agua, era muy hermosa, no podía quitarle los ojos de encima al punto de perderme en ellos, como si la profundidad oscuridad de sus pupilas me estuviese atravesando y viendo más allá de lo visible. Me incline sobre ella, sujete con la mano uno de sus cabellos que parecía estar sobre su rostro importunando la simetría desde la nariz hasta la mejilla derecha, me incline instintivamente aún más en una interminable búsqueda de por enfrentar sus labios a los míos, y por ese segundo parecía ser un instante perfecto pero el estruendo de unas barcas de menor tamaño cayendo a la costa por los escalones de madera por torpeza de pescadores novatos me despertó del trance a medio centímetro de concretar mi objetivo casual.
Me separe de ella, ignorando la desfachatez de mis acciones y girando sobre mi eje sentí los pómulos arderme de vergüenza.
- Finalmente lo logramos... Debo separar la receta de esta posición! Espero que a mi arrendataria no se le dé por destruir el taller en un arrebato de celos, jejej - estaba incomodo, levante la mano para rascarme la nuca en lo que intentaba alinear las palabras que decía para que sonaran de lo más normal posible. Estaba muy cansado y con sueño, seguro que ella también, lo mejor era volver cuanto antes, a intentar lidiar con la fiera de la casa para terminar con todo esto.
Sauron Guardgris
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