Plata no es. [+18] [privado Aylizz-Iori]
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Plata no es. [+18] [privado Aylizz-Iori]
Se dejó caer sobre un lado de la tierra mientras gemía acariciándose levemente la parte superior de los muslos.
Suspiró dolorida y se llevó la mano a la frente mientras la única luz de la luna la iluminaba creando un par de sombras en el camino. Llevaba tres días cabalgando noche sí y noche también. Descansaba como podía en pensiones alternas o en cuevas aisladas del camino. Caoimhe debía estar acostumbrada a recorrer a caballo el camino que separaba Roilkat de Beltrexus, sin embargo , a diferencia de aquella vez, Hugo y Axel solían acompañarla viajando en algún carromato. En aquella ocasión y para ahorrar explicaciones incómodas a los transportistas, sería más rápido hacer el camino a caballo.
Aquello estaba demostrando un plan sencillo de difícil ejecución: Lo que con ambos le tomaba un día y una noche se había alargado de manera considerable viajando sola.
Miró a su alrededor reconociendo el perímetro.
Era el primer lugar edificado que encontraba en más de 6 horas. Las llanuras entre Beltrexus y Lunargenta habían sido la parte más lenta de su viaje. Una vez pasada la capital, el paisaje que había rodeado a Caoimhe se había basado en bosques frondosos y arboledas oscuras, por lo que aquel complejo de casas de edificación elegante le resultó un cambio atractivo.
Aquello no podía ser Roilkat, sin embargo: Cuatro o cinco edificios blancos cuyas fachadas estaban adornados de un material parecido al mármol, posiblemente autóctono de las arenas frondosas de la zona. Todos ellos rodeados de una especie de muralla igualmente blanquecina sobre cuyo portón, iluminado con dos antorchas en sendos lados, rezaba un letrero con letras esculpidas de manera nítida.
Caminó varios metros hasta acercarse a la entrada. Su caballo parecía tan o más rendido que ella. Miró al horizonte con un poco de preocupación mientras acariciaba el cuello del animal, animándolo a continuar un poco más: No estaba segura de cuánto tiempo más tenía hasta que la luna desapareciese y en su lugar el sol dificultase sus andadas.
Revisó de nuevo el letrero, ahora un poco más cerca y fue capaz de leer lo inscrito en êl:
Balneario y termas de sal: Olas de plata
Y un poco más abajo los precios por habitación y acceso al spa además de una pequeña explicación del aparente idílico emplazamiento y los beneficios de la sal y la arena de la comarca de Roilkat que no solo daba cristales, sino propiedades rejuvenecedoras para la piel y....
-Blah... blah... bla Gracias a Dios no tengo que preocuparme de mi juventud...- dijo la vampiresa sin siquiera terminar de leer e intentando auparse de nuevo a su caballo.
Un dolor punzante de nuevo a ambos lados de sus muslos le indicó que quizás aquel emplazamiento fuese el ideal para pasar finalmente un buen día de descanso antes de sus negocios en Roilkat la noche siguiente.
Su caballo relinchó, como dándole la razón mientras se acercaba al abrevadero.
Caoimhe atravesó la puerta de aquel establecimiento de una manera sorprendentemente decidida: A ambos lados de la entrada, en el pasillo al aire libre que llegaba hasta la recepción, las antorchas iluminaban su camino y el sonido relajante de alguien tocando el arpa comenzaba a hacer que un peso que no sabía que llevaba sobre sus hombros se hiciese más liviano poco a poco.
La recepción era el complemento a la entrada. Las paredes de la estancia eran altas y se perdían en un techo azul que representaba el mismo cielo. Caoimhe suspiró por un momento: Hacía años que no veía el cielo despejado del día.
-ejemm- tosió la recepcionista simulando una tos e interrumpiendo sus pensamientos.
-Oh.. perdón- Dijo Caoimhe acercándose- Buenas noches.. me preguntaba si quizás tendrían algún tipo de alojamiento libre donde pueda descansar esta noche y el día hasta mañana- dijo observando de manera distraída los precios.
-Mmm... Entiendo bien. Sin duda ha venido al lugar correcto. nuestras termas son conocidas en toda la península y vuestra piel , aunque aún tersa y joven seguro se beneficiará de la arena y la sal de....-
-Tan solo necesito una cama- dijo desinteresada
-Oh pero nuestro establecimiento es mucho más que un hospedaje. Estoy segura que de haber espacio en nuestras instalaciones necesita probar todo lo que ofrecemos- dijo la mujer con una leve acentuación en necesita.
Caoimhe clavó por primera vez sus ojos dispares en aquella mujer y por un segundo la sed que la había estado molestando desde hacía varias horas, lo extraño de sus palabras y el hecho de que aquel lugar parecía desierto a pesar de su aparente popularidad se hiceron problemas del pasado.
-Por supuesto- dijo en una voz melosa que no reconoció como suya y que no se parecía a su voz seductora producto de su naturaleza vampira.
-Perfecto- dijo la mujer esbozando una sonrisa y pasando un dedo por su libreta, frente a ella.- Está de suerte. Tan solo nos queda libre una habitación.-
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Caoimhe
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Re: Plata no es. [+18] [privado Aylizz-Iori]
Canturreaba sin contención una melodía popular de su tierra, aprovechando que avanzaba sola. Sabía que no tenía una buena voz para ello. "Lo tuyo no es cantar Iori, pero tienes otros dones". La voz lejana del viejo Zakath sonó en su cabeza mientras la sonrisa de la morena se hacía más intensa. Y su voz se alzaba unas octavas aprovechando su camino en soledad.
Por mucho que desafinara, allí no molestaría a nadie.
Intercalando con sus pasos rítmicos pequeños saltos, Iori avanzaba acompañando a los graznidos que emitía con el sonido tintineante de las monedas de su último trabajo. Regresaba, al fin, a casa. Estar en territorio de Verisar, en una zona que le era familiar la hacía sentir pletórica. Y aquello la ponía de buen humor. Y el buen humor la animaba a cantar, y al cantar aterrorizaba a la gente... pero allí no había nadie con ella.
Acompañó sus últimos acordes desentonados con unas alegres palmas, cuando entrecerró los ojos deteniéndose lentamente en el camino. En el horizonte se recortaba la silueta de un enorme complejo de edificios. La piedra blanca relumbraba como en la mejor arquitectura de Lunargenta, y la muralla que lo rodeaba tenía una puerta amplia por donde se podía acceder al complejo. Si no estaba desubicada, se encontraba cerca de Roilkat, pero aquello no era la ciudad.
Curiosa, avanzó con paso más controlado acercándose, mientras el Sol de la tarde comenzaba a arrancar tonos anaranjados al incipiente atardecer.
En la entrada sonrió ante el cartel con la información. Lo miró fascinada pero no significó nada para ella. Siempre era igual. No sabía leer. Pero sabía identificar el dinero. Estaba familiarizada con las grafías de los números y el símbolo de los aeros. Entró al edificio asumiendo que sería una especie de posada lujosa en el camino, y la mujer que encontró en la recepción se lo confirmó. - Bienvenida al Balneario Olas de Plata - Saludó con una sonrisa propia de los que están acostumbrados a trabajar con clientes.
El mismo tipo de sonrisa que ponía ella cuando recorría mercado tras mercado las localidades próximas a su aldea para vender sus jabones.
- ¡Un balneario! ¡Vaya! - sonrió radiante. - ¿Y trabajáis con cosmética natural? ¿Quién os suministra los recursos? ¿Qué materias primas seleccionáis en vuestra formulación de ingredientes? - Era la primera vez que estaba en un balneario, y aunque ella era un pez pequeño en un gran estanque, tenía la pillería suficiente como para entrever la posibilidad de un buen negocio.
La recepcionista parpadeó algo confusa por la marea de preguntas. - Eh... puedo arreglarle un encuentro con nuestra encargada de los tratamientos estéticos, yo me especializo en la bienvenida y acomodación de los clientes - manifestó, reconduciendo la situación. La humana controló entonces sus ganas de preguntar y las dejó bajo llave mientras carraspeaba ligeramente. - Oh bueno, claro, pues, la verdad que nunca estuve en un establecimiento así. ¿Sería posible pasar la noche aquí? -
La mujer que tenía delante sonrió de manera amplia. - Y no solo eso, también podrá disfrutar de la experiencia de nuestro increíble balneario. - Bajó un instante la vista, supervisando unos documentos que tenía delante y haciendo evidente que ella sí sabía leer. - Está de suerte - murmuró alzando la cara con una sonrisa. - Tan solo nos queda libre una habitación -
Por mucho que desafinara, allí no molestaría a nadie.
Intercalando con sus pasos rítmicos pequeños saltos, Iori avanzaba acompañando a los graznidos que emitía con el sonido tintineante de las monedas de su último trabajo. Regresaba, al fin, a casa. Estar en territorio de Verisar, en una zona que le era familiar la hacía sentir pletórica. Y aquello la ponía de buen humor. Y el buen humor la animaba a cantar, y al cantar aterrorizaba a la gente... pero allí no había nadie con ella.
Acompañó sus últimos acordes desentonados con unas alegres palmas, cuando entrecerró los ojos deteniéndose lentamente en el camino. En el horizonte se recortaba la silueta de un enorme complejo de edificios. La piedra blanca relumbraba como en la mejor arquitectura de Lunargenta, y la muralla que lo rodeaba tenía una puerta amplia por donde se podía acceder al complejo. Si no estaba desubicada, se encontraba cerca de Roilkat, pero aquello no era la ciudad.
Curiosa, avanzó con paso más controlado acercándose, mientras el Sol de la tarde comenzaba a arrancar tonos anaranjados al incipiente atardecer.
En la entrada sonrió ante el cartel con la información. Lo miró fascinada pero no significó nada para ella. Siempre era igual. No sabía leer. Pero sabía identificar el dinero. Estaba familiarizada con las grafías de los números y el símbolo de los aeros. Entró al edificio asumiendo que sería una especie de posada lujosa en el camino, y la mujer que encontró en la recepción se lo confirmó. - Bienvenida al Balneario Olas de Plata - Saludó con una sonrisa propia de los que están acostumbrados a trabajar con clientes.
El mismo tipo de sonrisa que ponía ella cuando recorría mercado tras mercado las localidades próximas a su aldea para vender sus jabones.
- ¡Un balneario! ¡Vaya! - sonrió radiante. - ¿Y trabajáis con cosmética natural? ¿Quién os suministra los recursos? ¿Qué materias primas seleccionáis en vuestra formulación de ingredientes? - Era la primera vez que estaba en un balneario, y aunque ella era un pez pequeño en un gran estanque, tenía la pillería suficiente como para entrever la posibilidad de un buen negocio.
La recepcionista parpadeó algo confusa por la marea de preguntas. - Eh... puedo arreglarle un encuentro con nuestra encargada de los tratamientos estéticos, yo me especializo en la bienvenida y acomodación de los clientes - manifestó, reconduciendo la situación. La humana controló entonces sus ganas de preguntar y las dejó bajo llave mientras carraspeaba ligeramente. - Oh bueno, claro, pues, la verdad que nunca estuve en un establecimiento así. ¿Sería posible pasar la noche aquí? -
La mujer que tenía delante sonrió de manera amplia. - Y no solo eso, también podrá disfrutar de la experiencia de nuestro increíble balneario. - Bajó un instante la vista, supervisando unos documentos que tenía delante y haciendo evidente que ella sí sabía leer. - Está de suerte - murmuró alzando la cara con una sonrisa. - Tan solo nos queda libre una habitación -
Iori Li
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Re: Plata no es. [+18] [privado Aylizz-Iori]
Sintió que estaba despierta al ser consciente de los sonidos que, apaciguados por las robustas paredes de la habitación, dejaban intuir la vida tras la puerta o bajo la ventana. Antes de abrir los ojos, tomó una respiración profunda que hinchó su pecho y lo mantuvo levantado un momento, antes de volver a su lugar poco a poco, al tiempo que dejaba escapar un suspiro velado. Consciente ahora de su cuerpo y el tacto de las sábanas de algodón, recién lavadas y ajustadas con detalle a la cama cada mañana, cuando ella salía de la estancia para disfrutar de los servicios que ofrecía el balneario, movió con suavidad las piernas y después los brazos, desentumeciendo poco a poco el cuerpo.
Tardó unos minutos en comprender que, si bien el sueño fue reparador, no había transcurrido durante la noche. Ahora menos adormecida, recordó lo relajada que había quedado en el último tratamiento y el descanso que había decidido tomarse antes de cenar. Pensar en eso último le hizo darse cuenta del vacío en su vientre. ¿Se había pasado la hora? Sin desenvolver del todo el lienzo que la cubría, se sentó al borde del colchón y estiró el brazo para alcanzar el batín que le había sido dispuesto impoluto esa mañana, como cada mañana desde que se hospedaba allí. Sedoso y de un tono celeste, el fino kimono que cubría hasta el codo y las rodillas, anudado con una cinta en la cintura, se acomodaba a las curvas de la elfa como si hubiese sido hecho a medida. Cómo calzado, unas sandalias domesticas, aunque elegantes, que se ajustaban con una tira fina sobre sus dedos, de suela aún más fina.
Al abandonar la alcoba terminó de orientarse en el tiempo, comprobando que aún faltaba poco más de un cuarto para que abriese el comedor. Sonrió para sus adentros. Se puede dormir la mente pero no los instintos. Para ocupar el tiempo, decidió dedicarse un reflexivo paseo por el patio interior al que asomaba el cristal junto a su lecho, un claustro rodeado con columnas de mármol y soportales de piedra caliza. El jardín central se encontraba tan cuidado al detalle que casi daba la sensación de encontrarse abierto al exterior, incluso se podían ver revolotear coloridas aves en ciertas horas del día, cuando el responsable del aviario, situado en otro ala, las dejaba ejercitarse en libertad.
El Balneario y Termas de sal: Olas de Plata se había presentado ante ella a su paso por Roilkat, de vuelta a Eddamber. Tras días de patearse los caminos de las llanuras y de continuas jaquecas a causa de los tormentosos pensamientos que su encuentro con aquel humano había hecho anidar en ella desde su marcha de Rocagris, a sus oídos llegó la existencia de tal paraje, a escasos kilómetros del Arenal. Entonces pensó que no sería mala idea regalarse unas atenciones, limpiar su energía y reasentar su luz, ahora no podía estar más satisfecha con la decisión.
Todas las atenciones parecían pocas en aquel lugar. Una de las muchas doncellas que rondaban por todo el complejo se acercó a ella para indicarle, con los más adecuados modales, que la cena se encontraba servida y podía acudir cuando lo estimase oportuno a partir de ese momento y durante las próximas dos horas. Aun pudiendo hacerlo, no se demoró un instante en enfilar el corredor que llevaba al comedor. Un gran salón, repleto de mesas de tamaños variados, era presidido por una isla de granito sobre la que se disponían numerosas bandejas repletas de comida, de las cuales los huéspedes eran libres de servirse cuanto y cuantas veces quisieran. Cómodamente distribuidos, podían decidirse entre varios entrantes, platos principales y postres. Todo tenía una apariencia exquisita y los olores especiados abrían el apetito hasta de quién no tuviese estómago.
Tomó asiento en una mesa pequeña, para dos comensales, junto a una de las ventanas que asomaba al jardín exterior. Curiosamente, siempre había encontrado la misma mesa libre. No pasaron dos minutos antes de que un servicial camarero se acercara con un carro de bebidas, ofreciendo llenar su copa con la que prefiriese. El vino dulce de Dundarak le pareció una buena elección, algo suave para acompañar la cena.
—¿Tampoco tendrá compañía esta noche?— el sirviente había atendido aquella zona durante cada turno de cenas en el que la elfa había estado, por lo que parecía permitirse cierta confianza, siempre manteniendo toda formalidad.
—Eso parece.— expuso con gracia, antes de tomar el tallo de la copa y mojarse los labios con ella —Así como en las últimas dos… ¿Tres?— río con suavidad —No sé en qué día vivo.
—Bueno, hasta mi entender, eso es lo que se espera cuando una va de retiro, ¿me encuentro equivocado?— comentó, antes de encaminar la siguiente mesa.
—Si, eso es cierto.
Aylizz Wendell
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Re: Plata no es. [+18] [privado Aylizz-Iori]
La sala estaba vacía. Al menos tan vacía como podía estarlo a aquellas horas de la noche. La voz de la recepcionista parecía susurrarle.
Poco a poco y como si la voz de aquella mujer y su aceptación en aquel establecimiento hubiese abierto un mundo nuevo de sensaciones, su cuerpo comenzó a relajarse.La vampiresa notó los músculos de sus hombros caer donde antes estaban tensos. La pequeña mochila que cargaba en su hombro descendió de manera paulatina hasta quedar en su codo. Y ella tan solo podía quedarse ahí, de pie. Intentando entender porqué debía sentirse afortunada y porqué, de hecho lo hacía. Se sentía la mujer más afortunada sobre la faz de Aerandir por el mero hecho de poder ocupar la última habitación en aquel extraño lugar.
Por unos segundos Caoimhe sintió como si el timbre mismo de aquella mujer saliese y entrase de su consciencia, susurrándole historias de olas y arena. De una bahía de dunas y la sal en su cuerpo dorado. Se sentía aletargada. ¿Estaba en la playa? Se giró buscando de dónde provenía el sonido de las olas que se había metido en su cabeza. Sus movimientos torpes y enlentecidos. Tan solo recordaba haberse sentido así tras embriagarse con el humo de la hoja de Saiché, allá por su época de colegiala. Pero ciertamente Caoimhe no había fumado nada. ¿Cuánto hacía que no se alimentaba? ¿Qué era lo último que había comido?
Como si hubiese despertado de un sueño del que no era consciente Caoimhe miró a su alrededor y de pronto comprendió que no estaba sola en el mostrador de la recepción. Las llamas de las velas sutilmente emplazadas alumbraban la forma de una figura femenina, de cabello oscuro y facciones finas. Sus mejillas se enrojecieron al sentir su torpeza mientras dejaba la pluma sobre la mesa. Como si aquel artilugio pesase el mundo en sus manos y tuviese que hacer un esfuerzo enorme para depositarlo sobre el mostrador.
Sacudió la cabeza, embriagada por el olor intenso del incienso ¿cuándo había comenzado a arder?. Notó algo punzante en sus manos y de la punta de la pluma que sostenía se leía claramente su nombre en su caligrafía.
Quiso pronunciar unas palabras pero se estaba bien en silencio. Se sentía en casa.
-Perfecto- dijo la mujer asumiendo que ambas estaban de acuerdo con un contrato que Caoimhe no recordaba haber leído. - Se que es tarde, pero no podemos dejar que se vayan a sus aposentos sin cenar. Si me siguen, por favor las acompañaré al salón principal.
Caoimhe avanzó apresurada. Donde antes había habido reticiencia a adentrarse en aquel extraño balneario ahora había inquietud, ansiedad, deseo. De pronto necesitaba alimentarse. Pero no de sangre, no... Necesitaba probar todos los manjares que aquel ugar pudiese ofrecerle. Necesitaba acompañar a aquella desconocida a donde quiera que las llevaban. Necesitaba comer fresas de sus manos y mostrarle que los demonios también eran delicados.
El incienso la inundaba. Respiró hondo como si nunca antes lo hubiese hecho. Cerró los ojos y agarró la mano de la desconocida caminando hacia el lugar exacto que les mostraban. En su estado habitual, el mero roce con la piel humana hubiese hecho que Caoimhe se apresurase a alejarse. su sed hubiese sido demasiado para su propio control. El tacto de la manod e aquella humana era extraño.Cálido. Le daba seguridad ¿Por qué? ¿Cuánto hacía que no tomaba la mano de alguien? Necesitaba seguir avanzando. Estaba hambrienta.
¿Se sentía igual la desconocida? Se sonrojó de nuevo. ¿Y si la sangre que había tomado estaba causandole aquello? Necesitaba... Necesita...
De pronto el olor del incienso era demasiado vago. Caoimhe comenzó a molestarse por aquello. ¿Es que acaso la habían estafado? Más y más se difuminaba por el corredor inmenso y a medida que lo hacía la sensación exaltada de bienestar desaparecía. Sus hombros se tensaban de nuevo. Sus movimientos eran más conscientes y menos fluidos. La necesidad imperiosa de acompañar a aquella desconocida donde quiera que las llevasen había disminuido. El roce de los dedos de la chica con la palma de su mano la hizo resquebrajarse. Tensó su mano y la apartó de la de la desconocida.
Carraspeó mientras la recepcionista la acercaba a la única mesa en aquel salón vacío.
- Uy! per...perdón no era mi intención.. no quería...No se que diablos me ha... dijo
-Sentaos- ordenó la mujer, y algo de ella sabía que debía obedecerla. Su cuerpo hizo lo propio y sintió un asiento mullido contra ella. Notó como un camarero posicionaba otro asiento para la chica que la habia acompañado.
Creyó notar el olor del incienso de nuevo. De manera ténue. Lo suficiente como para que se relajase. Se acomodó en la silla y emplazó su servilleta en sus muslos. Jugueteó con una copa vacía esperando que algo pasase.
Recordó los jardines de flores en Beltrexus. y el olor a almizcle del zurrón de su padre. Se acordó del sabor del hielo de frutas que solían comprar en la plaza los domingos por la tarde cuando era niña. Recuerdos que creía olvidados y que comenzaban a causar una calidez agradable en su pecho. Comenzó a tararear en un susurro mientras el camarero le servía una bebida de contenido rojizo.
-Já... sabes bien lo que me gusta- dijo en un tono mucho más ameno y jovial que el usual y jugando con el hecho de que aquel líquido le recordaba a la sangre. Una broma que estaba segura que tan solo ella entendía pero que el camarero se apresuró a sonreir.
No supo exactamente cuánto tardó en darse cuenta que no estaba sola en aquella mesa, Sino rodeada por dos chicas más, y cuando lo hizo inspiró de manera apresurada inundando sus pulmones del incienso e usó de manera intencionada pero sin razón aparente todo su encanto vampiro para saludarlas.
-Me alegra que me acompañeis esta noche. ¿Sabéis..?. no suelo compartir mi cena .- dijo y sorbió de su copa ocultando una carcajada, como si conociese a aquellas mujeres de toda la vida.
Su cabeza daba vueltas.
Poco a poco y como si la voz de aquella mujer y su aceptación en aquel establecimiento hubiese abierto un mundo nuevo de sensaciones, su cuerpo comenzó a relajarse.La vampiresa notó los músculos de sus hombros caer donde antes estaban tensos. La pequeña mochila que cargaba en su hombro descendió de manera paulatina hasta quedar en su codo. Y ella tan solo podía quedarse ahí, de pie. Intentando entender porqué debía sentirse afortunada y porqué, de hecho lo hacía. Se sentía la mujer más afortunada sobre la faz de Aerandir por el mero hecho de poder ocupar la última habitación en aquel extraño lugar.
Por unos segundos Caoimhe sintió como si el timbre mismo de aquella mujer saliese y entrase de su consciencia, susurrándole historias de olas y arena. De una bahía de dunas y la sal en su cuerpo dorado. Se sentía aletargada. ¿Estaba en la playa? Se giró buscando de dónde provenía el sonido de las olas que se había metido en su cabeza. Sus movimientos torpes y enlentecidos. Tan solo recordaba haberse sentido así tras embriagarse con el humo de la hoja de Saiché, allá por su época de colegiala. Pero ciertamente Caoimhe no había fumado nada. ¿Cuánto hacía que no se alimentaba? ¿Qué era lo último que había comido?
Como si hubiese despertado de un sueño del que no era consciente Caoimhe miró a su alrededor y de pronto comprendió que no estaba sola en el mostrador de la recepción. Las llamas de las velas sutilmente emplazadas alumbraban la forma de una figura femenina, de cabello oscuro y facciones finas. Sus mejillas se enrojecieron al sentir su torpeza mientras dejaba la pluma sobre la mesa. Como si aquel artilugio pesase el mundo en sus manos y tuviese que hacer un esfuerzo enorme para depositarlo sobre el mostrador.
Sacudió la cabeza, embriagada por el olor intenso del incienso ¿cuándo había comenzado a arder?. Notó algo punzante en sus manos y de la punta de la pluma que sostenía se leía claramente su nombre en su caligrafía.
Quiso pronunciar unas palabras pero se estaba bien en silencio. Se sentía en casa.
-Perfecto- dijo la mujer asumiendo que ambas estaban de acuerdo con un contrato que Caoimhe no recordaba haber leído. - Se que es tarde, pero no podemos dejar que se vayan a sus aposentos sin cenar. Si me siguen, por favor las acompañaré al salón principal.
Caoimhe avanzó apresurada. Donde antes había habido reticiencia a adentrarse en aquel extraño balneario ahora había inquietud, ansiedad, deseo. De pronto necesitaba alimentarse. Pero no de sangre, no... Necesitaba probar todos los manjares que aquel ugar pudiese ofrecerle. Necesitaba acompañar a aquella desconocida a donde quiera que las llevaban. Necesitaba comer fresas de sus manos y mostrarle que los demonios también eran delicados.
El incienso la inundaba. Respiró hondo como si nunca antes lo hubiese hecho. Cerró los ojos y agarró la mano de la desconocida caminando hacia el lugar exacto que les mostraban. En su estado habitual, el mero roce con la piel humana hubiese hecho que Caoimhe se apresurase a alejarse. su sed hubiese sido demasiado para su propio control. El tacto de la manod e aquella humana era extraño.Cálido. Le daba seguridad ¿Por qué? ¿Cuánto hacía que no tomaba la mano de alguien? Necesitaba seguir avanzando. Estaba hambrienta.
¿Se sentía igual la desconocida? Se sonrojó de nuevo. ¿Y si la sangre que había tomado estaba causandole aquello? Necesitaba... Necesita...
De pronto el olor del incienso era demasiado vago. Caoimhe comenzó a molestarse por aquello. ¿Es que acaso la habían estafado? Más y más se difuminaba por el corredor inmenso y a medida que lo hacía la sensación exaltada de bienestar desaparecía. Sus hombros se tensaban de nuevo. Sus movimientos eran más conscientes y menos fluidos. La necesidad imperiosa de acompañar a aquella desconocida donde quiera que las llevasen había disminuido. El roce de los dedos de la chica con la palma de su mano la hizo resquebrajarse. Tensó su mano y la apartó de la de la desconocida.
Carraspeó mientras la recepcionista la acercaba a la única mesa en aquel salón vacío.
- Uy! per...perdón no era mi intención.. no quería...No se que diablos me ha... dijo
-Sentaos- ordenó la mujer, y algo de ella sabía que debía obedecerla. Su cuerpo hizo lo propio y sintió un asiento mullido contra ella. Notó como un camarero posicionaba otro asiento para la chica que la habia acompañado.
Creyó notar el olor del incienso de nuevo. De manera ténue. Lo suficiente como para que se relajase. Se acomodó en la silla y emplazó su servilleta en sus muslos. Jugueteó con una copa vacía esperando que algo pasase.
Recordó los jardines de flores en Beltrexus. y el olor a almizcle del zurrón de su padre. Se acordó del sabor del hielo de frutas que solían comprar en la plaza los domingos por la tarde cuando era niña. Recuerdos que creía olvidados y que comenzaban a causar una calidez agradable en su pecho. Comenzó a tararear en un susurro mientras el camarero le servía una bebida de contenido rojizo.
-Já... sabes bien lo que me gusta- dijo en un tono mucho más ameno y jovial que el usual y jugando con el hecho de que aquel líquido le recordaba a la sangre. Una broma que estaba segura que tan solo ella entendía pero que el camarero se apresuró a sonreir.
No supo exactamente cuánto tardó en darse cuenta que no estaba sola en aquella mesa, Sino rodeada por dos chicas más, y cuando lo hizo inspiró de manera apresurada inundando sus pulmones del incienso e usó de manera intencionada pero sin razón aparente todo su encanto vampiro para saludarlas.
-Me alegra que me acompañeis esta noche. ¿Sabéis..?. no suelo compartir mi cena .- dijo y sorbió de su copa ocultando una carcajada, como si conociese a aquellas mujeres de toda la vida.
Su cabeza daba vueltas.
Caoimhe
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Re: Plata no es. [+18] [privado Aylizz-Iori]
No hizo el esfuerzo de leer el documento en el que aparecían las especificaciones del alojamiento. Se apresuró a firmar haciendo una equis y dejó con desenvoltura la pluma sobre el mostrador. La sonrisa ligera se había acentuado en su rostro cuando observó de soslayo la figura de una mujer joven a su lado. La primera palabra que se le vino a la cabeza fue la de "impresionante". Con un físico notable, su altura se veía adornada por las curvas de su cuerpo que traducían sus ropas.
No vestía de forma ostentosa, pero había algo indeleblemente elegante en ella. Y atrayente. Buscó con curiosidad su mirada para observarla más claramente, y lo único que pudo vislumbrar fue un leve rubor en las mejillas.
Aquella señal.
Ese encantador color bajo la piel sugería en Iori promesas de algo por llegar. Una búsqueda de piel con piel que se anticipaba cálida y suave. Sonrió para si mientras sentía ganas de dejarse ir. De que todo fluyese y de descubrir si, quizá, esa noche podría encontrar compañía en los brazos de alguien.
Obedeciendo ambas dócilmente a ser guiadas hasta la cena, la desconocida buscó inadvertidamente su mano. Iori se sorprendió ligeramente por la audacia, pero recompuso en seguida el gesto sintiendo una punzada de aguda curiosidad por la morena. Sus alturas eran francamente similares, y cuando caminó al lado de ella, tomando su mano con firmeza, pudo vislumbrar un segundo su mirada. Sus ojos.
Aquellos ojos que dejaron a la humana sin palabras por unos segundos.
Avanzaron recorriendo un entorno absolutamente lujoso, al que le estaba prestando poca atención. Sus sentidos estaban centrados en el calor de sus manos unidas y en el suave aroma que pensaba percibir de su improvisada compañera. Polvo y sudor del camino. Pero con un matiz que le resultaba apetecible. Si precisaba ayuda para el aseo tras la cena, sabían los Dioses que Iori aprovecharía la oportunidad.
Las risas en la orilla del río que se convirtieron en respiraciones sofocadas. Cuerpos tiernos, que tensaban con fuerza los músculos, mientras unos dedos fríos y juguetones acariciaban cada espacio que se podía recorrer. Pelo revuelto, y jadeos ahogados. Gotas de agua que brillaban confundidas con el sudor perlado sobre sus pieles.
La mente de Iori fue arrancada de aquel recuerdo cuando la mujer retiró con presteza la mano. Como quien se descubre cometiendo un terrible error. El alborozo que sentía hasta el momento, trazando planes en la noche se enfrió de golpe, y meneó la cabeza sin dejar de caminar al lado de ella mientras se recuperaba del jarro de agua fría. Escuchó su balbuceo de disculpa, y frunció el ceño como toda respuesta.
El gran salón en el que se servían las cenas estaba iluminado con tonos dorados y tenues. Había en el aire una especie de esencia, perceptible al olfato y casi visible, que envolvía la estancia en un halo de intimidad con el que Iori se sintió cómoda. Sentándose juntas a la mesa, los ojos azules se abrieron ligeramente por la sorpresa al reconocer en la cabellera rubia un rostro en el que había pensado no pocas veces en las últimas semanas.
La silla era mullida, y el camarero se apresuró a atenderlas, pero obvió su servicio por tener la vista completamente fija en Ayl.
La elfa tenía buen aspecto, y una expresión serenamente plácida en el rostro. La humana irguió la espalda y extendió la mano sobre la mesa, hasta alcanzar la mejilla de su compañera, acariciándola despacio con el dorso de la mano. No encontró palabras en ese momento, por lo que se concentró en sentir el placer que llegaba a su cerebro mediante aquel contacto.
La voz melodiosa de la morena rompió el encanto, y como si fuese un mandamiento se vio impelida a centrar entonces toda su atención en ella. Desde la silla, pudo observar mejor que hasta entonces los finos rasgos que componían su bello rostro. Sus líneas eran firmes y bien definidas, en una simetría que no se podía definir de otra manera que no fuese como "hermosa". Aquella mirada de diverso color penetró en ella con fuerza, sintiendo de alguna manera el magnetismo de una llamada. Y Iori sonrió.
Extendió la mano buscando la copa que tenía delante, y la acercó a los labios sin apartar la vista de ella. - Compartir es alegría. Y la cena es solo la primera parte de lo que este lugar nos puede ofrecer. Me llamo Iori - aseveró con seguridad antes de inclinar el contenido de la copa hacia sus labios. Fue entonces cuando al aroma picante del alcohol llegó a ella, y Iori apartó el cristal con repulsión. Odiaba el olor y el sabor de aquel tipo de bebidas.
Expiró con fuerza por la nariz para quitarse aquel mal gusto de las fosas nasales, y por un instante, sintió que el ambiente del salón se aclaraba de alguna manera, permitiéndole pensar un poco mejor.
No vestía de forma ostentosa, pero había algo indeleblemente elegante en ella. Y atrayente. Buscó con curiosidad su mirada para observarla más claramente, y lo único que pudo vislumbrar fue un leve rubor en las mejillas.
Aquella señal.
Ese encantador color bajo la piel sugería en Iori promesas de algo por llegar. Una búsqueda de piel con piel que se anticipaba cálida y suave. Sonrió para si mientras sentía ganas de dejarse ir. De que todo fluyese y de descubrir si, quizá, esa noche podría encontrar compañía en los brazos de alguien.
Obedeciendo ambas dócilmente a ser guiadas hasta la cena, la desconocida buscó inadvertidamente su mano. Iori se sorprendió ligeramente por la audacia, pero recompuso en seguida el gesto sintiendo una punzada de aguda curiosidad por la morena. Sus alturas eran francamente similares, y cuando caminó al lado de ella, tomando su mano con firmeza, pudo vislumbrar un segundo su mirada. Sus ojos.
Aquellos ojos que dejaron a la humana sin palabras por unos segundos.
Avanzaron recorriendo un entorno absolutamente lujoso, al que le estaba prestando poca atención. Sus sentidos estaban centrados en el calor de sus manos unidas y en el suave aroma que pensaba percibir de su improvisada compañera. Polvo y sudor del camino. Pero con un matiz que le resultaba apetecible. Si precisaba ayuda para el aseo tras la cena, sabían los Dioses que Iori aprovecharía la oportunidad.
Las risas en la orilla del río que se convirtieron en respiraciones sofocadas. Cuerpos tiernos, que tensaban con fuerza los músculos, mientras unos dedos fríos y juguetones acariciaban cada espacio que se podía recorrer. Pelo revuelto, y jadeos ahogados. Gotas de agua que brillaban confundidas con el sudor perlado sobre sus pieles.
La mente de Iori fue arrancada de aquel recuerdo cuando la mujer retiró con presteza la mano. Como quien se descubre cometiendo un terrible error. El alborozo que sentía hasta el momento, trazando planes en la noche se enfrió de golpe, y meneó la cabeza sin dejar de caminar al lado de ella mientras se recuperaba del jarro de agua fría. Escuchó su balbuceo de disculpa, y frunció el ceño como toda respuesta.
El gran salón en el que se servían las cenas estaba iluminado con tonos dorados y tenues. Había en el aire una especie de esencia, perceptible al olfato y casi visible, que envolvía la estancia en un halo de intimidad con el que Iori se sintió cómoda. Sentándose juntas a la mesa, los ojos azules se abrieron ligeramente por la sorpresa al reconocer en la cabellera rubia un rostro en el que había pensado no pocas veces en las últimas semanas.
La silla era mullida, y el camarero se apresuró a atenderlas, pero obvió su servicio por tener la vista completamente fija en Ayl.
La elfa tenía buen aspecto, y una expresión serenamente plácida en el rostro. La humana irguió la espalda y extendió la mano sobre la mesa, hasta alcanzar la mejilla de su compañera, acariciándola despacio con el dorso de la mano. No encontró palabras en ese momento, por lo que se concentró en sentir el placer que llegaba a su cerebro mediante aquel contacto.
La voz melodiosa de la morena rompió el encanto, y como si fuese un mandamiento se vio impelida a centrar entonces toda su atención en ella. Desde la silla, pudo observar mejor que hasta entonces los finos rasgos que componían su bello rostro. Sus líneas eran firmes y bien definidas, en una simetría que no se podía definir de otra manera que no fuese como "hermosa". Aquella mirada de diverso color penetró en ella con fuerza, sintiendo de alguna manera el magnetismo de una llamada. Y Iori sonrió.
Extendió la mano buscando la copa que tenía delante, y la acercó a los labios sin apartar la vista de ella. - Compartir es alegría. Y la cena es solo la primera parte de lo que este lugar nos puede ofrecer. Me llamo Iori - aseveró con seguridad antes de inclinar el contenido de la copa hacia sus labios. Fue entonces cuando al aroma picante del alcohol llegó a ella, y Iori apartó el cristal con repulsión. Odiaba el olor y el sabor de aquel tipo de bebidas.
Expiró con fuerza por la nariz para quitarse aquel mal gusto de las fosas nasales, y por un instante, sintió que el ambiente del salón se aclaraba de alguna manera, permitiéndole pensar un poco mejor.
Iori Li
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En el salón irrumpieron los pasos de una de las varias amas de llaves que se encargaban de recibir a quienes recién llegaban, la misma que se ocupó de ella cuando se dejó caer por el lugar. Su presencia iba acompañada por los rescoldos del aroma a incienso que envolvía los pasillos tras la puerta, que se colaban ahora que estaba abierta y que fueron suficientes para envolver el ambiente con un aura embriagadora. Aunque lo cierto era que, en mayor o menor medida, todas las estancias de aquel complejo hacían fácil dejarse envolver por el ambiente y los buenos tratos.
Casi se atragantó cuando, al percatarse que el firme avance, seguido de distintas pisadas más tímidas, se dirigía hacia su mesa y alzar la vista, descubrió un rostro familiar entre los dos que se presentaban ahora como acompañantes en aquella velada. Apartó la copa de sus labios un instante y miró su contenido, ya algo escaso, arqueando levemente una ceja antes de volver a clavar la mirada en la humana. Antes de sentarse, ella alzó la mano para posarla con delicadeza en su rostro y la elfa terminó de comprobar que aquello no se trataba de una alucinación. Cerró los ojos un instante, en un parpadeo largo, sintiendo la calidez de sus caricias. Por un momento, obvió todo cuanto la rodeaba. Y quienes. Sin embargo, la mujer que se mantenía a su lado, ahora sentada, rompió el silencio.
La elfa abrió los ojos estrepitosamente, clavándolos entonces en la fémina, entrecerrándolos mínimamente un instante. Quién era. Qué hacía con su humana. Se templó al observar a Iori tomar asiento, finalmente, con total normalidad y agarró la copa para tomar un último sorbo. Por encima de la copa, mientras se mojaba lentamente los labios con las últimas gotas, paseó de soslayo su mirada por la chica. Melena oscura, que contrastaba con su tez blanquecina, aunque sin lugar a dudas lo más atrayente resultaban ser sus ojos. Más incluso que los bien colocados pechos que asomaban si continuaba bajando la mirada. Terminó de tragar y suspiró, antes de posar de nuevo el cáliz sobre la mesa. Sin reparo podría cumplir con los gustos de la humana.
El camarero se acercó y sirvió las copas, rellenando la de Aylizz con la selección anterior y decantándose por un licor distinto para las recién llegadas. Su sorpresa llegó cuando Iori respondió a las palabras de su acompañante, presentándose ante ella, dejando comprender entonces que no eran conocidas.
—Es curioso, habría jurado que veníais juntas.— comentó, acomodándose en la silla, sin apartar la mirada de la extraña.
Aún así, no ignoró el gesto de desagrado en el rostro de la humana, sabiendo de antemano lo reacia que se había mostrado siempre a las bebidas etílicas. Dibujó una sonrisa amable y entonces centró de nuevo su atención en ella. Tomando el pie de su copa, la deslizó hasta la suya y con un suave gesto las intercambió, atrayendo ahora el néctar color grana a su lado de la mesa.
—Prueba esto, es dulce.— invitó, guiñandole con sutileza el ojo izquierdo antes de llevar la mirada al plato para retomar la cena.
Jugueteó con el tenedor, haciendo corretear los guisantes alrededor del plato, de forma distraída, mientras la conversación se entablaba. No obstante, internamente no perdía detalle de los gestos o palabras de las dos mujeres que se sentaban frente a ella, con especial interés en la desconocida.
La fijación no nacía de la atracción o del gusto por disfrutar de su compañía, en realidad no sabía ponerle nombre a lo que la presencia de aquella fémina le provocaba. Molestia, desconfianza, agitación, inseguridad. Pero por otra parte, esas mismas sensaciones generaban la necesidad de mantenerla allí y así poder tener el control. ¿El control de qué? De quién. Si aquella mujer se hubiera sentado sola a su mesa, las reacciones de su ser habrían sido otras. ¿Mejores? Diferentes. El detonante, sin duda, resultaba ser la presencia de la humana a su lado. Aunque tampoco entendía el por qué. Sabía de otras que habían traspasado los límites de la intimidad con ésta y nunca le había importado.
—¿Y qué os ha traído a este sitio?— dirigió la pregunta hacia ambas, posando indistintamente los ojos en una y otra, al tiempo que tomaba un primer sorbo de la bebida intercambiada —Parece concurrido, aunque casi haya que perderse en el desierto para encontrarlo. ¡Un oasis!— bromeó, aunque con cierta dejadez, prestando más atención a las respuestas de ellas. De ella.
Casi al momento de tener los platos vacíos, el camarero volvió a acercarse a quienes habría prestado servicio durante todo lo que duró el turno. Cabe decir que lo hizo casi en exclusiva, siempre desde las más refinadas y atentas formas, aunque no por falta de comensales en el resto de mesas.
—Disculpen, señoritas. Antes de que se dirijan a escoger un postre, me aventuro a informarles de que la piscina del jardín trasero estará abierta en horario nocturno, por si deseasen disfrutar en ella. En noches estrelladas, como la de hoy, el Balneario ofrece veladas al aire libre para maximizar el disfrute de los huéspedes durante su estancia.
Aylizz Wendell
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Re: Plata no es. [+18] [privado Aylizz-Iori]
Las desconocidas hablaban a su alrededor. Caoimhe no podía tan solo seguir con la mirada el movimiento de los labios de ambas. La chica morena decía llamarse Iori ¿Qué más daba su nombre? Hacía demasiada calor en aquella sala. Inundó sus pulmones de incienso y aquello pareció reconfortarla.
En cualquier otro momento y lugar la cara de incomodidad de Iori al beber del licor que le habían servido la habría alertado sobre la personalidad de la chica, poca adepta a la bebida.Su personalidad de coleccionista hubiese sentido curiosidad por el hecho de que la elfa rubia parecía impresionada con la familiaridad en la que se había dirigido a la tal Iori. Sin duda, su consciencia hubiese jugado con la idea de adquirir el conocimiento necesario de aquellas desconocida, lo suficiente como para formar parte de su pequeña colección de atributos. De sangre.
Ah... pero su sed parecía callada. ¿O quizás era de hecho su sed la que actuaba? ¿Así era su demonio? Sonrió al notar como la elfa jugueteaba con los guisantes. Seguía haciendo demasiada calor. Iori no había sorbido de su copa. En su mente resonaban de manera clara las palabras de su madre" Nunca confíes en un alma que no se relaje con una copa de vino'. Pero la mujer no parecía estresada. Al contrario
La sed le secó la garganta, y sin pensarlo demasiado alargó su mano y limpió con una caricia una pequeña gota de la bebida que Iori había ingerido y que la elfa había presentado como dulce. Centró entonces su atención en la elfa. No había dicho su nombre. Tenía la tez fina de alguien que suele resguardarse del sol pero sus manos eran curtidas y su gesto... Caoimhe no estaba segura si aquel gesto de molestia era por el olor del incienso o por... ¿Algo más? Ambas parecían conocerse.
Sonrió de manera precisa. No era la primera vez que se entrometía en un romance. Pero desde luego si su percepción vampira era correcta... seria la primera vez que se entrometiese en un lio de faldas.
Uno de los sirvientes indicó que la piscina estaba llena. O lista. O lo que sea que fuese que adjetivase el hecho de que si tenía suerte podría casi visualizar la sangre de aquellas dos extrañas sin tanta ropa de por medio. El incienso pareció hacerse más tenue. La sed pareció despertarse súbitamente y algo abochornada retiró la mano que había dejado posada en la mejilla de la humana.
-Lo cierto es que se podría decir que este lugar me ha encontrado a mi- dijo, casi sorprendida de la certitud de sus palabras como si aquello fuese posible- Tengo... algún que otro negocio en Roilkat, pero es la primera vez que..- sacudió la cabeza levemente casi olvidando que era de día y buscando una manera propicia de decir que no quería morir a manos de los rayos del sol- Bueno que tardo tanto en llegar. Mi caballo se está haciendo viejo y quizás ya no puede seguirme el ritmo de galope durante toda la noche. Creo que debo buscar una nueva montura.-
No estaba segura de porqué pero guiñó un ojo a Aylizz al decir aquello. De nuevo se sonrojó y su mirada se topó con la de Iori.
Bebió de nuevo de su copa y la notó entonces vacía. Su cabeza daba vueltas como si hubiese estado bebiendo desde el alba.
Decidió levantarse y buscar algo de fruta. Por algún extraño motivo las palabras del camarero sobre la piscina resonaban en su cabeza. NECESITABA nadar en aquellas aguas. O al menos aquello era lo que la voz sutil en su cabeza le susurraba al oido. Pero no había comido nada. y la sangre de aquellas dos desconocidas era más y más atrayente a medida que su sed se despertaba. Y había comenzado a fantasear con llenar la piscina del rojo puro de ambas. E inundarse de ellas mientras flotaba en una leve marea de...
Sacudió la cabeza. Cerezas. Sí. Necesitaba cerezas. Muchas. Más. Casi tantas como pudiese albergar el plato. Y su mano.
Se volvió a la mesa sin poder resistirse por el camino a alimentarse de la fruta que acababa de agarrar. Llenando su boca de ellas como si no se hubiese alimentado en años. Avergonzada.
La tintura roja que dejaban las cerezas en sus labios no era sangre, y su garganta lo sabía. Pero necesitaba calmarse.
NECESITABA nadar en aquella piscina.
-No nos has dicho tu nombre- dijo a Ayliz cuando llego a la mesa jugueteando con una cereza en sus labios.- Pero voy a llamarte.. Azafrán.- dijo casi en un murmullo. Aunque pensó que lo dijo en su mente inundada por la fragancia sutil de la desconocida.
Caoimhe había decidido casi de manera autoritaria que aquellas dos desconocidas no eran lo suficientemente importantes como par ser echadas de menos despues de aquella noche. Y que ya que había dejado salir a su demonio podría simplemente acabar con aquellas dos desconocidas.Podría esconderlas en cualquier recodo de Roilkat. Quizás así su sed fuese acallada durante un tiempo prudencial o al menos el suficiente como para escapar lejos. Por ello sus nombres reales no importaban tan solo importaba aquel incienso. Y la sangre de aquellas dos chicas en su garganta tintando sus labios como aquellas cerezas y...
-VAMOS A NADAR- dijo finalmente sucumbiendo a las órdenes de aquella vocecilla interna.
Fijó su mirada en Iori y agarró la mano de la humana, incitándola a seguirla. Tendió también la mano a Aylizz de manera tímida, animándola a hacer lo mismo.
-Llevan aquí 3 horas. ¿Has avivado bien el incienso? La mayor parte de las veces casi hemos terminado al pasar la segunda hora.--
La sombra de la única vela encendida en el pasillo mantenía oculta a la recepcionista mientras acomodaba su cabeza de manera tīmida observando la figura de las tres mujeres en el restaurante.
Se llevó la mano a la frente, dibujando con los dedos los surcos de las arrugas de su frente de manera nerviosa, recordando más a un tic nervioso que a una caricia.
-Calma Cisne, ¿Acaso no ves los primeros efectos? La chica de ojos desiguales esta lidiando una batalla. Estoy casi segura que será la primera en corromperse. No me preguntes por qué, pero no me gusta la manera que mira el rojo de las cerezas... Tiene la piel perfecta, casi traslúcida, pero... ¿acaso le has visto las venas?
-No me estaba fijando particularmente en las venas de ninguna, Alerín. Lo cierto es que más bien pensaba en las orejas de la elfa. ¿Crees que guarda magía?- Cisne jugueteó con su pelo algo desordenado y dañado- Ojalá podamos mantenerlas más de lo que lo hacemos normalmente... son tan bellas-
-¿Bellas? ¿A quién le importa la belleza? ¿Te has fijado en la turgencia de los pechos de la humana? ¿O cómo se mueven sus glúteos al andar?. Me muero de ganas de enseñarle a Eric..
Cisne se volvió de pronto hacia su hermana, molesta por sus palabras. Sin decir nada le dio una bofetada en el cachete y le tiró de sus cabellos rubios casi tan frágiles como los suyos propios
-¿Eric? Pedazo de puta vieja.. ¿Eric? Es que acaso crees que ese viejo chocho aún merece la pena...? Después de que.. después de dejarnos aquí. Resume tu trabajo culebra vieja. Cerciórate de que no te vean pero que nuestras huéspedes disfruten de su estancia en nuestras termas.- finalizó cisne.
La mujer empujó a su hermana contra la oscuridad de nuevo dejando entre ver tan solo parte de su cara con la luz de la vena. Llena de arrugas y cicatrices. Su cuerpo menudo y curvado tosió con el dolor del impacto y se apresuró a levantarse y nerviosa avivó el incienso mientras Cisne se alejaba de vuelta al mostrador de recepción.
En cualquier otro momento y lugar la cara de incomodidad de Iori al beber del licor que le habían servido la habría alertado sobre la personalidad de la chica, poca adepta a la bebida.Su personalidad de coleccionista hubiese sentido curiosidad por el hecho de que la elfa rubia parecía impresionada con la familiaridad en la que se había dirigido a la tal Iori. Sin duda, su consciencia hubiese jugado con la idea de adquirir el conocimiento necesario de aquellas desconocida, lo suficiente como para formar parte de su pequeña colección de atributos. De sangre.
Ah... pero su sed parecía callada. ¿O quizás era de hecho su sed la que actuaba? ¿Así era su demonio? Sonrió al notar como la elfa jugueteaba con los guisantes. Seguía haciendo demasiada calor. Iori no había sorbido de su copa. En su mente resonaban de manera clara las palabras de su madre" Nunca confíes en un alma que no se relaje con una copa de vino'. Pero la mujer no parecía estresada. Al contrario
La sed le secó la garganta, y sin pensarlo demasiado alargó su mano y limpió con una caricia una pequeña gota de la bebida que Iori había ingerido y que la elfa había presentado como dulce. Centró entonces su atención en la elfa. No había dicho su nombre. Tenía la tez fina de alguien que suele resguardarse del sol pero sus manos eran curtidas y su gesto... Caoimhe no estaba segura si aquel gesto de molestia era por el olor del incienso o por... ¿Algo más? Ambas parecían conocerse.
Sonrió de manera precisa. No era la primera vez que se entrometía en un romance. Pero desde luego si su percepción vampira era correcta... seria la primera vez que se entrometiese en un lio de faldas.
Uno de los sirvientes indicó que la piscina estaba llena. O lista. O lo que sea que fuese que adjetivase el hecho de que si tenía suerte podría casi visualizar la sangre de aquellas dos extrañas sin tanta ropa de por medio. El incienso pareció hacerse más tenue. La sed pareció despertarse súbitamente y algo abochornada retiró la mano que había dejado posada en la mejilla de la humana.
-Lo cierto es que se podría decir que este lugar me ha encontrado a mi- dijo, casi sorprendida de la certitud de sus palabras como si aquello fuese posible- Tengo... algún que otro negocio en Roilkat, pero es la primera vez que..- sacudió la cabeza levemente casi olvidando que era de día y buscando una manera propicia de decir que no quería morir a manos de los rayos del sol- Bueno que tardo tanto en llegar. Mi caballo se está haciendo viejo y quizás ya no puede seguirme el ritmo de galope durante toda la noche. Creo que debo buscar una nueva montura.-
No estaba segura de porqué pero guiñó un ojo a Aylizz al decir aquello. De nuevo se sonrojó y su mirada se topó con la de Iori.
Bebió de nuevo de su copa y la notó entonces vacía. Su cabeza daba vueltas como si hubiese estado bebiendo desde el alba.
Decidió levantarse y buscar algo de fruta. Por algún extraño motivo las palabras del camarero sobre la piscina resonaban en su cabeza. NECESITABA nadar en aquellas aguas. O al menos aquello era lo que la voz sutil en su cabeza le susurraba al oido. Pero no había comido nada. y la sangre de aquellas dos desconocidas era más y más atrayente a medida que su sed se despertaba. Y había comenzado a fantasear con llenar la piscina del rojo puro de ambas. E inundarse de ellas mientras flotaba en una leve marea de...
Sacudió la cabeza. Cerezas. Sí. Necesitaba cerezas. Muchas. Más. Casi tantas como pudiese albergar el plato. Y su mano.
Se volvió a la mesa sin poder resistirse por el camino a alimentarse de la fruta que acababa de agarrar. Llenando su boca de ellas como si no se hubiese alimentado en años. Avergonzada.
La tintura roja que dejaban las cerezas en sus labios no era sangre, y su garganta lo sabía. Pero necesitaba calmarse.
NECESITABA nadar en aquella piscina.
-No nos has dicho tu nombre- dijo a Ayliz cuando llego a la mesa jugueteando con una cereza en sus labios.- Pero voy a llamarte.. Azafrán.- dijo casi en un murmullo. Aunque pensó que lo dijo en su mente inundada por la fragancia sutil de la desconocida.
Caoimhe había decidido casi de manera autoritaria que aquellas dos desconocidas no eran lo suficientemente importantes como par ser echadas de menos despues de aquella noche. Y que ya que había dejado salir a su demonio podría simplemente acabar con aquellas dos desconocidas.Podría esconderlas en cualquier recodo de Roilkat. Quizás así su sed fuese acallada durante un tiempo prudencial o al menos el suficiente como para escapar lejos. Por ello sus nombres reales no importaban tan solo importaba aquel incienso. Y la sangre de aquellas dos chicas en su garganta tintando sus labios como aquellas cerezas y...
-VAMOS A NADAR- dijo finalmente sucumbiendo a las órdenes de aquella vocecilla interna.
Fijó su mirada en Iori y agarró la mano de la humana, incitándola a seguirla. Tendió también la mano a Aylizz de manera tímida, animándola a hacer lo mismo.
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-Llevan aquí 3 horas. ¿Has avivado bien el incienso? La mayor parte de las veces casi hemos terminado al pasar la segunda hora.--
La sombra de la única vela encendida en el pasillo mantenía oculta a la recepcionista mientras acomodaba su cabeza de manera tīmida observando la figura de las tres mujeres en el restaurante.
Se llevó la mano a la frente, dibujando con los dedos los surcos de las arrugas de su frente de manera nerviosa, recordando más a un tic nervioso que a una caricia.
-Calma Cisne, ¿Acaso no ves los primeros efectos? La chica de ojos desiguales esta lidiando una batalla. Estoy casi segura que será la primera en corromperse. No me preguntes por qué, pero no me gusta la manera que mira el rojo de las cerezas... Tiene la piel perfecta, casi traslúcida, pero... ¿acaso le has visto las venas?
-No me estaba fijando particularmente en las venas de ninguna, Alerín. Lo cierto es que más bien pensaba en las orejas de la elfa. ¿Crees que guarda magía?- Cisne jugueteó con su pelo algo desordenado y dañado- Ojalá podamos mantenerlas más de lo que lo hacemos normalmente... son tan bellas-
-¿Bellas? ¿A quién le importa la belleza? ¿Te has fijado en la turgencia de los pechos de la humana? ¿O cómo se mueven sus glúteos al andar?. Me muero de ganas de enseñarle a Eric..
Cisne se volvió de pronto hacia su hermana, molesta por sus palabras. Sin decir nada le dio una bofetada en el cachete y le tiró de sus cabellos rubios casi tan frágiles como los suyos propios
-¿Eric? Pedazo de puta vieja.. ¿Eric? Es que acaso crees que ese viejo chocho aún merece la pena...? Después de que.. después de dejarnos aquí. Resume tu trabajo culebra vieja. Cerciórate de que no te vean pero que nuestras huéspedes disfruten de su estancia en nuestras termas.- finalizó cisne.
La mujer empujó a su hermana contra la oscuridad de nuevo dejando entre ver tan solo parte de su cara con la luz de la vena. Llena de arrugas y cicatrices. Su cuerpo menudo y curvado tosió con el dolor del impacto y se apresuró a levantarse y nerviosa avivó el incienso mientras Cisne se alejaba de vuelta al mostrador de recepción.
Caoimhe
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Re: Plata no es. [+18] [privado Aylizz-Iori]
Observó con recelo la copa que Ayl le ofreció. Seguía siendo alcohol, aunque el contenido fuese dulce en comparación a otras bebidas. Consideró que sería descortés rechazarlo de pleno, aunque, mientras alzaba el borde de cristal hacia sus labios, meditó sobre el hecho de que la elfa sabía que ella no bebía aquel tipo de substancias. Entrecerró los ojos, sintiendo que algo que no cuadraba en su comportamiento parecía querer transmitirle una información. El hilo que quería atrapar su conciencia se escapó en el aire, y el aroma afrutado que provenía del vaso destruyó aquel pensamiento.
Ayl era Ayl. Y aquello una copa de bebida que debía de ingerir con presteza.
Inclinó el contenido y dejó que un buen trago llenase su boca. Notó el sabor en la lengua y paladeó, pensando que aquello sería una experiencia atrayente y nueva para ella. A fin de cuentas se decía, que para todo había una primera vez en la vida.
Y no. Un escalofrío recorrió su cuerpo ante el gusto del vino, y llenó con él los carrillos de su boca antes de volver a inclinar el vaso hacia ella. Un ardid sucio que le sirvió para devolver el líquido que no era capaz de tragar a su interior, para luego apartar aquel cristal lejos de ella en la mesa. Dejó que su lengua frotase contra el cielo de su paladar, buscando arrancar los vestigios de aquel mal sabor en su boca, mientras aquella sombra de idea volvía a cobrar sentido en ella.
Miró a la elfa inquisitiva, tratando de abrir paso en su mente a aquel pensamiento que no terminaba de tomar forma. Había algo pendiente entre ellas. Pero no se daba concentrado. Y menos cuando aquel muchacho se acercó para anunciar con su tono educado la posibilidad de disfrutar de juegos acuáticos que, para Iori, significaban añadir el punto de diversión del agua en unas caricias eróticas que ya se había imaginado. Con ambas.
La voz de la morena captó su atención, y volvió a trabar su mirada en aquellos ojos tan especiales, aunque ella miraba fijamente a Aylizz en esa ocasión. ¿Una mercader de Roilkat? Sin duda, a juzgar por sus ropas y sus maneras, se trataba de una mujer de elevados modales, gustos que se adivinaban caros y experiencia en el trato a la gente. Y sin embargo, ya la había descubierto ruborizándose como una muchachita al compartir a escondidas sus primeras caricias.
Aquello agudizó la tensión latente en ella, sintiendo una fijación que le costaba controlar. Podría perfectamente quitarle las caras telas con las que se vestía, aún cubiertas por el polvo del camino, y demostrarle que piel con piel, no habría tanta diferencia entre quienes eran ellas. La desnudez igualaba a todos, y en los juegos de cama las posiciones sociales desaparecían. Iori lo sabía bien.
Sin poder evitarlo entornó los ojos mirándola, y una sonrisa lobuna siguió el contoneo de sus caderas cuando se levantó a por algo de fruta. El hecho de verla comer era un espectáculo en si mismo, y se inclinó sobre la mesa hacia ella apoyada sobre los brazos cruzados, con todos los sentidos puestos en ella en aquel instante. Sabía que la elfa no le había abierto aquella puerta. Iori nunca petaba en la misma entrada dos veces. Pero la morena era territorio sin explorar. Y la humana pensaba intentarlo hasta que ella le cerrase el acceso.
- Azafran, Ébano y Iori - indicó con una sonrisa mirando a sus dos interlocutoras mientras las señalaba, antes de aclarar señalando hacia su pelo. - Por tu cabello - indicó únicamente mirando a Caoimhe. Se levantó de buena gana cuando ella le agarró de nuevo la mano, y se aseguró de estrecharla con intensidad mientras avanzaban juntas. Sin preguntar asumió la dirección del grupo, encabezando el avance con paso seguro de las tras hacia la zona que les habían indicado.
El lugar en dónde se encontraba la piscina del jardín trasero las recibió con un aire cálido envolviendo sus cuerpos. Más allá del clima en aquel lugar y época del año, la superficie caliente de las aguas termales caldeaba el ambiente, dándole mensajes claros de que allí la ropa sobraba. Apenas dirigió la vista a contemplar ninguna de las maravillas de la arquitectura de aquel sitio, o de la simbiosis encantadora que había entre piedra y plantas, creando una capa vegetal que desdibujaba la construcción, dándoles sensación de inmersión en medio de la naturaleza.
Soltó la mano de Ébano, deteniéndose en el borde de la gran piscina de piedra. Aunque la zona abierta permitía que el aire se hiciese más palpable, algo en el ambiente quemándose llenaba todo de una atmósfera intimista que podía resultar incluso sofocante. Bueno, Iori era experta en encontrar oxígeno en bocas ajenas cuando le faltaba la respiración. Sus manos prestas recorrieron los conocidos cierres que mantenía la ropa en su sitio, y en apenas unos segundos dejó todo tirado en el suelo, según la tela se descolgó de su piel. Desnuda, miró por encima del hombro un instante a sus compañeras con curiosidad.
- Espero que no os incomode especialmente el calor - murmuró como quien hace una oferta, antes de dirigir las piernas a los escalones de acceso para meter su cuerpo en el agua.
Ayl era Ayl. Y aquello una copa de bebida que debía de ingerir con presteza.
Inclinó el contenido y dejó que un buen trago llenase su boca. Notó el sabor en la lengua y paladeó, pensando que aquello sería una experiencia atrayente y nueva para ella. A fin de cuentas se decía, que para todo había una primera vez en la vida.
Y no. Un escalofrío recorrió su cuerpo ante el gusto del vino, y llenó con él los carrillos de su boca antes de volver a inclinar el vaso hacia ella. Un ardid sucio que le sirvió para devolver el líquido que no era capaz de tragar a su interior, para luego apartar aquel cristal lejos de ella en la mesa. Dejó que su lengua frotase contra el cielo de su paladar, buscando arrancar los vestigios de aquel mal sabor en su boca, mientras aquella sombra de idea volvía a cobrar sentido en ella.
Miró a la elfa inquisitiva, tratando de abrir paso en su mente a aquel pensamiento que no terminaba de tomar forma. Había algo pendiente entre ellas. Pero no se daba concentrado. Y menos cuando aquel muchacho se acercó para anunciar con su tono educado la posibilidad de disfrutar de juegos acuáticos que, para Iori, significaban añadir el punto de diversión del agua en unas caricias eróticas que ya se había imaginado. Con ambas.
La voz de la morena captó su atención, y volvió a trabar su mirada en aquellos ojos tan especiales, aunque ella miraba fijamente a Aylizz en esa ocasión. ¿Una mercader de Roilkat? Sin duda, a juzgar por sus ropas y sus maneras, se trataba de una mujer de elevados modales, gustos que se adivinaban caros y experiencia en el trato a la gente. Y sin embargo, ya la había descubierto ruborizándose como una muchachita al compartir a escondidas sus primeras caricias.
Aquello agudizó la tensión latente en ella, sintiendo una fijación que le costaba controlar. Podría perfectamente quitarle las caras telas con las que se vestía, aún cubiertas por el polvo del camino, y demostrarle que piel con piel, no habría tanta diferencia entre quienes eran ellas. La desnudez igualaba a todos, y en los juegos de cama las posiciones sociales desaparecían. Iori lo sabía bien.
Sin poder evitarlo entornó los ojos mirándola, y una sonrisa lobuna siguió el contoneo de sus caderas cuando se levantó a por algo de fruta. El hecho de verla comer era un espectáculo en si mismo, y se inclinó sobre la mesa hacia ella apoyada sobre los brazos cruzados, con todos los sentidos puestos en ella en aquel instante. Sabía que la elfa no le había abierto aquella puerta. Iori nunca petaba en la misma entrada dos veces. Pero la morena era territorio sin explorar. Y la humana pensaba intentarlo hasta que ella le cerrase el acceso.
- Azafran, Ébano y Iori - indicó con una sonrisa mirando a sus dos interlocutoras mientras las señalaba, antes de aclarar señalando hacia su pelo. - Por tu cabello - indicó únicamente mirando a Caoimhe. Se levantó de buena gana cuando ella le agarró de nuevo la mano, y se aseguró de estrecharla con intensidad mientras avanzaban juntas. Sin preguntar asumió la dirección del grupo, encabezando el avance con paso seguro de las tras hacia la zona que les habían indicado.
El lugar en dónde se encontraba la piscina del jardín trasero las recibió con un aire cálido envolviendo sus cuerpos. Más allá del clima en aquel lugar y época del año, la superficie caliente de las aguas termales caldeaba el ambiente, dándole mensajes claros de que allí la ropa sobraba. Apenas dirigió la vista a contemplar ninguna de las maravillas de la arquitectura de aquel sitio, o de la simbiosis encantadora que había entre piedra y plantas, creando una capa vegetal que desdibujaba la construcción, dándoles sensación de inmersión en medio de la naturaleza.
Soltó la mano de Ébano, deteniéndose en el borde de la gran piscina de piedra. Aunque la zona abierta permitía que el aire se hiciese más palpable, algo en el ambiente quemándose llenaba todo de una atmósfera intimista que podía resultar incluso sofocante. Bueno, Iori era experta en encontrar oxígeno en bocas ajenas cuando le faltaba la respiración. Sus manos prestas recorrieron los conocidos cierres que mantenía la ropa en su sitio, y en apenas unos segundos dejó todo tirado en el suelo, según la tela se descolgó de su piel. Desnuda, miró por encima del hombro un instante a sus compañeras con curiosidad.
- Espero que no os incomode especialmente el calor - murmuró como quien hace una oferta, antes de dirigir las piernas a los escalones de acceso para meter su cuerpo en el agua.
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Iori Li
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Re: Plata no es. [+18] [privado Aylizz-Iori]
La voz de la desconocida resultaba embaucadora, aunque sus palabras fueran simples explicaciones a una pregunta igualmente simple. Su mera presencia, su atrayente mirada, tan distinta a cualquiera que hubiese conocido, casi le obligaban a querer seguir escuchándola. La elfa esbozó una ligera sonrisa, que se dibujó en el extremo derecho del labio, cuando la mujer puntualizó sus palabras con un guiño y tomó un nuevo trago, sintiéndose repentinamente reconfortada.
Siguió sus pasos con la mirada cuando se levantó hacia la mesa de postres, paseando los ojos en el sentido que sus piernas ascendían hasta hacerla perder la noción, un instante, en el vaivén de sus caderas. Un contoneo suave al final de dos pilares de mármol, que le habrían parecido enfermizos en cualquier otro momento, pero que entonces le parecieron arte. De soslayo, comprobó que la humana a su lado mostraba la misma fijación. Chasqueó la lengua para sí, acomodándose en el asiento, comprobando que Iori aún permaneció atenta a cada movimiento de la desconocida hasta que ésta volvió a tomar asiento. Terminó de beber lo que restaba de su copa, incómoda. Aquella mujer despertaba en ella sensaciones desconocidas, incomprensibles, pero intensas. Casi incontrolables.
«Azafrán». Nadie, jamás, se había dirigido a ella de aquel modo y sin embargo en sus labios, coloreados por el jugo frutal carmesí, le resultaba placentero. Incluso familiar. Su piel se erizó un instante antes de notar cómo su cuerpo se destensaba, pareciendo que aquel nombre despertara una reacción dormida en su cuerpo y ni siquiera se cuestionó que era lo que de ella podía hacer recordar a aquella especia. «Ébano». Si, el sobrenombre escogido por la humana terminaba por darle forma al misterio que envolvía a quien la elfa no se molestó ya en conocer por el verdadero, y no le sorprendió cuando Iori aceptó la invitación sin atisbo de duda. Le dedicó entonces una detallada mirada a ella, antes de asentir también y tomar la mano extendida ante ella.
Se descubrió buscando con los ojos los pasos de la joven entre el cuerpo de Ébano, que se interponía entre ambas. Parecía que necesitase tenerla cerca, cerciorarse de que permanecía con ella. La humana se adelantaba, entusiasmada, abriendo camino hasta la piscina, sólo descolgándose del agarre de la extraña cuando el acogedor jardín se abrió tras las puertas de cristal. Pudo percibir cómo el aroma a incienso del interior se desvanecía a medida que se acercaban a la pila, al tiempo que se entremezclaba con suaves esencias, vaporizadas por la calidez que emanaba el agua, que se hacían sentir acariciando su piel antes incluso de rozarla. Fue el escenario perfecto para contemplar las telas que envolvían la tez de la sureña, bronceada por el mismo sol que hacía crecer los campos y calentaba las costas peninsulares, descender con suavidad hasta mostrar su desnudez.
Quedó muda por un instante, ensimismada por las ondas que dibujaba la piel a medida que se adentraba en la profundidad, hasta que su mirada se topó con la marca inequívoca, en su vientre, de la unión entre quien da vida y su creación. Sorprendida por su propia fijación, desvió la atención a la mujer de su lado, queriendo comprobar su gesto, su pose, su intención. Aunque no le prestó demasiada, el sonido del agua acompañando los suaves movimientos de la humana, hacían difícil no desear unirse a ella.
—Pensándolo bien…— comenzó a exponer, mientras se dirigía al escalón inicial —No es justo que tu nombre sea… Bueno, tu nombre.— dirigiendo entonces sus palabras a Iori, cuando el agua rozaba ya sus rodillas, desanudó la cinta que mantenía su batín cerrado y se lo retiró, dejándolo caer a un lado —Deberíamos buscar uno apropiado para ti…
Terminó de descender los escalones que restaban hasta que pisó el fondo, quedando cubierta hasta la mitad del pecho. El contraste con el exterior, a pesar de que el agua distaba mucho de estar fría, tampoco tibia, se hizo visible en su bello erizado y notar en los senos. No era necesario nadar para quedar sumergida, deslizarse sobre el agua bastaba, así con un suave movimiento se dio impulso hacia Iori, al tiempo que se volteaba para flotar de espaldas.
—¿Cuál podría ser?— fingía pensar en voz alta mientras llevaba su mirada de soslayo hacia la humana y hacia la desconocida indistintamente. Cuando su cuerpo se acomodó a la temperatura, no hizo por reprimir un placentero suspiro. —La verdad es que está ideal…— se permitió opinar, desviándose un instante de su cometido.
Cerró los ojos, llevando la cabeza hacia atrás. Sentía cómo el agua trataba de recuperar el espacio invadido por su melena, serpenteando entre los cabellos que ahora flotaban a su libre albedrío, hasta llegar a humedecer el nacimiento del pelo. El cosquilleo cálido en su cabeza avanzó como la mecha de una vela encendida hasta sentir que rozaba el límite con su rostro. Sin abrir los párpados, hundió su cuerpo un poco más y, como las olas del mar llegando a la orilla, el agua acarició su frente, sus orejas, sus mejillas, hasta llegar a la nariz. Inhaló profundamente, dejando que los aromas impregnasen sus pulmones y después terminó de sumergirse.
Fue un instante. Uno que pasó lento y se hizo eterno. El roce de una caricia afilada en el brazo le hizo abrir los ojos, reflejándose en ellos el terror sumergido en un rojo intenso. Ahogó un grito de espanto, acompañado de un trago de agua, denso, cuyo sabor le resultaría imposible de describir. Su mente reaccionó más rápido que su cuerpo, encontrando con la mirada antes de que sus suaves movimientos girasen sobre sí el cuerpo de una mujer vagando a su lado. Inerte, deshecha. No sólo sus vísceras flotaban lentamente, envolviéndola, enredandola, sus carnes también colgaban. Su fino pelo, escaso y cenizo, dejaba adivinar que se trataba de una anciana, mas si hubiera tenido que juzgar por su piel, aunque desgarrada y teñida de grana, no habría podido jurarlo.
Fue un instante, el mismo que tardó en sobresalir del fondo, exaltada. Pero en la primera bocanada, el azote del aire en el rostro deshizo en un instante aquel destello aterrador y los ojos azules que encontró a su despeje, frente a ella, terminaron de hacerla olvidar lo que hasta hacía un momento había sentido en sus entrañas.
—Celeste.— dijo entonces, posando la mano en una de sus mejillas —Es perfecto para ti.
Aylizz Wendell
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Re: Plata no es. [+18] [privado Aylizz-Iori]
Iori la siguió, así como Ayliz.
Celeste, como la había llamado Ayliz de manra muy acertada, no tardo mucho en desprenderse de la ropa que la cubría y con mirada picara hundirse en las aguas de aquel lugar. Ayliz la siguió, sin duda demasiado.
Los cuerpos de ambas mujeres proyectaron una sombra en el suelo que Caoimhe siguió con su mirada. Tímida en un primer momento, curiosa a medida que la alzó y ciertamente atraída cuando sus ojos desiguales se toparon con la visión perfecta de las nalgas de Ayliz. redondas, perfectas y levemente contoneándose en su firmeza a medida que el agua las consumía. O del pecho de Iori generoso, simétrico y turgente flotando de manera seductora en un agua que vaticinaba, cálida.
Intento deshacerse de su ropa de manera grácil pues esperaba causar buena impresión a las mujeres que compartían su baño. Comenzó por sus zapatos, pero sin querer uno de ellos se atoro en su tobillo y al sacarlo, este voló al otro lado de la sala dejando caer una vela que poco a poco prendió fuego a una cortina al otro lado de la estancia.
Corrió a apagarlo, con una sonrisa ingenua en los labios. De nuevo, cuando el fuego se hubo extinguido comenzó a deshacer los broches de su corsé, la mayoría al frente sin dejar de mirar a Iori, como dándole a entender que había aceptado su reto de deshacerse de la vergüenza. Sin embargo, aquello tampoco acabo muy bien. Caoimhe se vio envuelta en los lazos de aquella prenda y lejos de parecer grácil y elegante la visión de ella bien podía haberla hecho ver como alguien que jamás se ha desvestido.
Cuando al fin se deshizo del corsé, se dispuso a quitarse su falda de manera prudente, dejando ver bajo esta su lencería y medias. Noto una carrera inmensa en su media izquierda y en un intento de disimularla, Caoimhe acabo rompiendo la derecha.
Cuando por fin cedió decidió no prestar mas atención a los modos y simplemente, deshacerse de su ropa de manera rápida, como molesta. Cuando lo hizo la brisa de la noche acaricio su cuerpo desnudo frente aquel manantial manso, enervando sus poros y erizando sus pezones rosáceos en contraposición de su piel blanca, casi pálida. Se acaricio el brazo, en un principio intentando esconder de manera torpe y casi inútil lo más privado de su cuerpo físico. Casi se había olvidado ella misma de la perfección de sus curvas y la perfección de su estomago que acababa en…
Sonrió esta vez de manera pícara. Caoimhe estaba segura de que su desnudez no pasaba inadvertida, al fin y al cabo, la seducción era intrínseca en el demonio que la convertía en vampiro, y aun así su propio reflejo en el agua tan solo le dio la seguridad para comenzar una carrera rítmica r hasta la orilla decidida. Al llegar, sin embargo y para su vergüenza, su grácil carrera acabo levemente accidentada: Se dobló un pie e intentó camuflarlo con una elegante pirueta sobre si misma cuya consecuencia fue a morir, irremediablemente en el al agua salpicando a sus compañeras de manera estrepitosa en su hazaña.
El agua estaba cálida e hizo que su cuerpo tardase menos en habituarse a ella que lo que Caoimhe había esperado. La libertad del roce de esta en su piel, entrepierna, brazos y cabeza como si un arroyo subterráneo moviese el caudal de aquel manantial y ella tan solo fuese una hoja dejándose llevar, surtía el efecto de un masaje leve en áreas particulares aquí y allá en el cuerpo de la vampiresa. Aquello la agradó y luego de desplazarse con los ojos cerrados, disfrutando de aquella sensación mientras flotaba, llego finalmente hasta la parte menos profunda, donde sus compañeras se encontraban. Serena ahora que las partes de su cuerpo se habían destensado.
-Perdón...No era mi intención mojaros- dijo al reaparecer a la superficie mientras escurría su cabello mojado que se había pegado a su piel y se sentaba al lado de Ayliz y Iori.- Creo que estoy empezando a entender qué es exactamente lo que embruja a los clientes de este lugar.-
Se hizo el silencio durante unos minutos y Caoimhe lo lleno con un leve jugueteo de sus dedos con la punta de los cabellos que acariciaban sus hombros, distraída y algo menos sumida en el efecto del incienso. Aún conservaba la sensación de estar flotando en su cabeza, sin embargo. Y la osadía que el vapor le había otorgado.
-Tengo una idea... Ya que poco o nada os falta conocer de mi... físicamente hablando- dijo llevando la mano que estaba en su hombro hasta su ombligo y vientre plano.- ¿que os parece si... nos conocemos mejor?- dijo acicalando el cabello de Iori que flotaba esparcido por el agua rozándo su hombro y el de Ayliz levemente.-Recuerdo un juego… bah. es un juego de taberna.- aclaró, como avisando- No se hasta que punto estáis dispuestas a jugar- analizó entendiendo que su bagaje quizás la hiciese ver mas tosca y que aquellos juegos no eran quizás algo que otras personas disfrutasen- De hecho, nos haría falta algún que otro licor mas…- dijo recordando los efectos que aquel juego habían tenido en alguno de los secretos de sus clientes- sonrió- Se trata de decir tres frases. Y tres solo. y el resto tenéis que adivinar cual es la única mentira entre ellas- dijo mirando al cielo estrellado que las iluminaba mientras acomodaba su espalda en la roca que le daba apoyo-
No estaba segura de que sus compañeras la hubiesen entendido. De hecho, al analizar lo que acababa de decir estaba segura de que el efecto de aquel incienso hacia que lo que acababa de detallar fuese un simple balbuceo.
-A ver... empiezo yo- dijo y se aupó un poco mas en el asiento improvisado que era la roca donde se paraba hasta quedar aun mas cerca de Ayliz- En una de mis expediciones de Roilkat, le robe el novio en el altar a una de las nobles mas poderosas del condado. – alzo un dedo haciendo que ambas esperasen- el día de la boda.- añadió.
Hizo una pausa pensando que era lo siguiente que iba a decir y cuando lo encontró se acerco a Ayliz, despejo el cabello de su oreja y se acerco a la misma, limitando sus palabras a casi un susurro que las tres podían oír.
Acerco sus labios a la oreja de Ayliz jugueteando con su sed.
-Nunca me he comido a una elfa- dijo.
Caoimhe inspiro una bocanada de aquel incienso como si hubiese entendido que era justo lo que necesitaba para atreverse a unirse a sus compañeras. Pero lejos de insuflarle valentía, el aire se atoro en su garganta.
Caoimhe intento desviarlo con una leve tos, pero la presencia aérea de aquello que la inundaba parecía haberse solidificado en su garganta. Lo volvió a intentar de nuevo sin éxito, ahora un poco preocupada. Llevo su mano a la garganta en un intento inútil de mover aquello que no veía y que evitaba que respirase. Notaba como el sudor frio la empapaba por la espalda.
Miro a sus acompañantes, pero no estaba segura de si ambas se habían sumergido, el resultado era que no había nadie a su alrededor.
Su mano busco de nuevo su garganta, libre de cualquier mordaza, sin embargo, sus vías aéreas seguían ocluidas. El corazón le latía rápido y fuerte. Angustiada sintió la presión de unas manos en la parte posterior a su cuello. Unas manos firmes y recias empujándola hacia delante, simulando un movimiento decidido hacia algo invisible que por otro lado no la dejaba respirar. La presión de aquellas manos cambió ahora hacia su garganta, asfixiándola
Sin éxito intento deshacerse de aquellas manos invisibles. Sus ojos llorosos intentando con todas sus fuerzas deshacerse de aquello que mantenía sus vías de respiración ocluidas. Escucho de manera leve un pitido en sus oídos. Abrió los ojos por un segundo y creyó ver el rostro arrugado de alguien que mas bien parecía una momia. Sonriendo frente a ella. La dueña de las manos invisibles que la estaban ahorcando. Estaba a punto de desfallecer, lo presentía… sabia que no le quedaba mucho tiempo mas para…
Jadeó de manera sonora con una voz que bien podría haberse confundido con algo menos terrorífico. Su garganta había al fin ganado aquel duelo contra la nada y el aire había vuelto a entrar en su pecho otorgándole la capacidad de respirar.
Frente a ella, el cabello pálido de Ayliz fue lo primero que vio al volver en si. El lóbulo de su oreja rozando sus labios.
Se alejo de ella como si hubiese visto un fantasma y lejos de preocuparse por que había sido aquello a medida que los minutos pasaban su mente comenzaba a preguntarse la razón por la que se había asustado y su expresión paso de temor a vergüenza y de vergüenza de nuevo a diversión.
- Ok… la tercera es… mmm Pienso que los hombres bestia son seres inferiores al resto de razas y… deberían ser nuestros súbditos- dijo llevando sus manos a sus labios notando la severidad de lo que acababa de decir y que no era para nada lo que pensaba. Pero aquellas dos chicas no lo sabían.
-¿Y bien? ¿Cuál es la mentira? Quién la acierte tiene el siguiente turno.
-------
-¿Ya están listas?- dijo la voz ronca.-Casi- contesto la otra de manera familiar, escondidas entre unas rocas cercanas a las tres chicas- Tan solo necesito que el agua siga haciendo su trabajo… un poco mas.
La sonrisa ensanchada de aquella mujer eliminó de manera momentánea las miles de arrugas que surcaban sus labios. La mujer se relamió los labios mientras miraba a las tres chicas.
-Tan... solo un poco más.
Off: Como consecuencia de tener un 13 en mi tirada anterior en las runas, en este post todo me salía del revés. Y a malas…
Caoimhe
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El miembro 'Caoimhe' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: Plata no es. [+18] [privado Aylizz-Iori]
No era una adolescente como para quedarse anonadada ante la belleza de la elfa. Y sin embargo, no fue capaz de quitarle el ojo de encima mientras la rubia se internaba en el agua. Sonrió para si y sacudió la cabeza, tratando de concentrarse en lo más alejado que su vista podía observar del jardín cuando los pechos de Ayl quedaron cubiertos por el agua.
Se giró dándole momentáneamente la espalda, sin dejar de escuchar como su voz le acariciaba los oídos. Debía de recordar la primera vez que cubrió con sus manos el pecho de una chica, para alejar la tentación que suponía su cuerpo detrás de ella.
Muchas imágenes se agolparon de forma desordenada en su mente, escenas de otros cuerpos en otros lugares. No consiguió centrar su atención en ninguno que en aquel momento rivalizara con lo que había visto de la elfa. Y cuando escuchó el chapoteo tras ella la humana se giró.
A tiempo de ver salir completamente empapada a la rubia. Su cabello se había oscurecido por el agua y caía pesado en torno a su rostro. La mirada azul se entornó, y sus dedos hormiguearon de anticipación. El suave tacto de su mano en la mejilla fue una invitación, y apenas alcanzó a escuchar lo que ella soltaba por su boca. Aquellos labios no le parecían interesantes en aquel momento para hablar.
Sin pedir más permiso que el rechazo o no de su cuerpo, Iori buscó debajo del agua la estrecha cintura que sabía que tenía la elfa. Su mano encontró el hueco perfecto en la parte baja de su espalda, y moviendo con suavidad el agua que las rodeaba la atrajo hacia si. Notó sus formas, libres de ropa como nunca antes había sentido. La mirada azul parecía haberse oscurecido clavada en ella, mientras una sonrisa ladina se extendía por sus labios.
La excitación bombeó con fuerza en su cabeza tomando el control. No se detendría, excepto que fuese Aylizz la que se apartase por si misma. Pensó que notar los huesos de su pelvis o la redondez de sus pechos, a través del agua pegados a ella la iba a hacer perder el control. Tenía que sobreponerse a su instinto más básico, a la euforia que sentía al poder mirar su rostro de cerca. Dejó que sus cuerpos se rozaran, permitiendo a su compañera notar de la misma manera que la notaba ella, buscando producir alguna reacción que la hiciese vibrar.
Cuando el espectáculo de la otra morena distrajo su atención. Iori la observó enarcando las cejas. Lo que parecía estar pensado para ser un espectáculo sugerente, la terminó haciendo reír sin poder evitarlo. Soltó a Ayl en aquel momento, evidentemente roto el ambiente por la situación divertida con Ébano y dio un par de brazadas por la superficie del agua.
No le sacó el ojo de encima mientras proponía aquel juego. Iba a añadir que había cosas que ella no conocía de la morena, y que estaba dispuesta a conocer "físicamente" mejor. Pero no le dio tiempo a proponerle que le dejase explorarla con la lengua. Extendió la mano hasta los mechones de cabello que flotaban sobre el agua, y la humana volvió a sentir de una manera voraz las ganas que tenía de fundir su cuerpo con alguna de ellas.
Se imaginó buceando hasta colocar las piernas de Ébano sobre sus hombros, y en esa posición poder acceder a una de las partes más íntimas de su cuerpo. Lo haría con la cabeza bajo el agua, aguantando la respiración mientras se quedaba sin aire, penetrando en su interior con el mismo apetito que le atenazaba el estómago en aquel momento.
No pudo evitarlo. Su mano, de nuevo, actuó sin casi ella pensarlo. Buscó bajo el agua el cuerpo de la morena y encontró como su palma se amoldaba a su costado. Allí pudo notar la calidez del borde de su pecho. Lleno y bien formado, que la hizo apretar los dientes de ansia por cubrir con su boca aquella parte de su cuerpo. El anhelo de Iori por ambas mujeres estaba comenzando a rozar lo insoportable.
¿Juegos de taberna? Podían irse al infierno esos juegos. Ella lo que quería era retorcerse de placer contra ellas.
Apenas fueron unos segundos de roce, que Ébano rompió con la narración de las normas. La humana exhaló un hondo suspiro de impaciencia, tratando por todos los medios de controlar de nuevo el fuego que consumía todo en su piel. A ese paso, si no conseguía nada con ellas, tendría que buscar otra persona con la que calmarse. O un lugar en el que poder hacerlo sola. Escuchó sus voces, como traídas de lejos mientras volvía a bracear sobre la superficie del agua rodeando a ambas en un círculo irregular.
En otras circunstancias hubiera participado de buena gana, en otro momento, hubiera disfrutado de aquel pasatiempo. Pero sintió que la pasión quemaba toda razón en su mente en aquel momento. De espaldas a ambas, sin ser consciente de lo que hacían, escuchó la pregunta inquisitiva de Ébano para dirimir cuál era la mentira ante sus tres afirmaciones.
Y escuchó algo más.
Unos murmullos, provenientes de una zona de rocas cuidadosamente colocadas para dar aquel toque de naturaleza salvaje que se respiraba en la zona de las termas. La humana frunció el ceño, segura de que estaban solas en aquel lugar, al menos hasta hacía unos instantes. Nadó hasta el borde de la piscina, y, pensando en encontrar quizá una compañía dispuesta a seguir su juego, salió de la piscina apoyándose en el borde para subir de un salto.
El agua cayó como un pequeño diluvio desde su cuerpo, mojando todo el suelo a su alrededor. El tono moreno de su piel brillaba húmedo mientras sus pies se encaminaban con curiosidad hacia el lugar en el que, estaba segura, había escuchado murmullos. Voces apagadas que, deseaba, estuviesen escondiendo un encuentro sexual furtivo, en el que ella pudiese participar.
Sin embargo, lo que encontró no era lo que esperaba.
Se giró dándole momentáneamente la espalda, sin dejar de escuchar como su voz le acariciaba los oídos. Debía de recordar la primera vez que cubrió con sus manos el pecho de una chica, para alejar la tentación que suponía su cuerpo detrás de ella.
Muchas imágenes se agolparon de forma desordenada en su mente, escenas de otros cuerpos en otros lugares. No consiguió centrar su atención en ninguno que en aquel momento rivalizara con lo que había visto de la elfa. Y cuando escuchó el chapoteo tras ella la humana se giró.
A tiempo de ver salir completamente empapada a la rubia. Su cabello se había oscurecido por el agua y caía pesado en torno a su rostro. La mirada azul se entornó, y sus dedos hormiguearon de anticipación. El suave tacto de su mano en la mejilla fue una invitación, y apenas alcanzó a escuchar lo que ella soltaba por su boca. Aquellos labios no le parecían interesantes en aquel momento para hablar.
Sin pedir más permiso que el rechazo o no de su cuerpo, Iori buscó debajo del agua la estrecha cintura que sabía que tenía la elfa. Su mano encontró el hueco perfecto en la parte baja de su espalda, y moviendo con suavidad el agua que las rodeaba la atrajo hacia si. Notó sus formas, libres de ropa como nunca antes había sentido. La mirada azul parecía haberse oscurecido clavada en ella, mientras una sonrisa ladina se extendía por sus labios.
La excitación bombeó con fuerza en su cabeza tomando el control. No se detendría, excepto que fuese Aylizz la que se apartase por si misma. Pensó que notar los huesos de su pelvis o la redondez de sus pechos, a través del agua pegados a ella la iba a hacer perder el control. Tenía que sobreponerse a su instinto más básico, a la euforia que sentía al poder mirar su rostro de cerca. Dejó que sus cuerpos se rozaran, permitiendo a su compañera notar de la misma manera que la notaba ella, buscando producir alguna reacción que la hiciese vibrar.
Cuando el espectáculo de la otra morena distrajo su atención. Iori la observó enarcando las cejas. Lo que parecía estar pensado para ser un espectáculo sugerente, la terminó haciendo reír sin poder evitarlo. Soltó a Ayl en aquel momento, evidentemente roto el ambiente por la situación divertida con Ébano y dio un par de brazadas por la superficie del agua.
No le sacó el ojo de encima mientras proponía aquel juego. Iba a añadir que había cosas que ella no conocía de la morena, y que estaba dispuesta a conocer "físicamente" mejor. Pero no le dio tiempo a proponerle que le dejase explorarla con la lengua. Extendió la mano hasta los mechones de cabello que flotaban sobre el agua, y la humana volvió a sentir de una manera voraz las ganas que tenía de fundir su cuerpo con alguna de ellas.
Se imaginó buceando hasta colocar las piernas de Ébano sobre sus hombros, y en esa posición poder acceder a una de las partes más íntimas de su cuerpo. Lo haría con la cabeza bajo el agua, aguantando la respiración mientras se quedaba sin aire, penetrando en su interior con el mismo apetito que le atenazaba el estómago en aquel momento.
No pudo evitarlo. Su mano, de nuevo, actuó sin casi ella pensarlo. Buscó bajo el agua el cuerpo de la morena y encontró como su palma se amoldaba a su costado. Allí pudo notar la calidez del borde de su pecho. Lleno y bien formado, que la hizo apretar los dientes de ansia por cubrir con su boca aquella parte de su cuerpo. El anhelo de Iori por ambas mujeres estaba comenzando a rozar lo insoportable.
¿Juegos de taberna? Podían irse al infierno esos juegos. Ella lo que quería era retorcerse de placer contra ellas.
Apenas fueron unos segundos de roce, que Ébano rompió con la narración de las normas. La humana exhaló un hondo suspiro de impaciencia, tratando por todos los medios de controlar de nuevo el fuego que consumía todo en su piel. A ese paso, si no conseguía nada con ellas, tendría que buscar otra persona con la que calmarse. O un lugar en el que poder hacerlo sola. Escuchó sus voces, como traídas de lejos mientras volvía a bracear sobre la superficie del agua rodeando a ambas en un círculo irregular.
En otras circunstancias hubiera participado de buena gana, en otro momento, hubiera disfrutado de aquel pasatiempo. Pero sintió que la pasión quemaba toda razón en su mente en aquel momento. De espaldas a ambas, sin ser consciente de lo que hacían, escuchó la pregunta inquisitiva de Ébano para dirimir cuál era la mentira ante sus tres afirmaciones.
Y escuchó algo más.
Unos murmullos, provenientes de una zona de rocas cuidadosamente colocadas para dar aquel toque de naturaleza salvaje que se respiraba en la zona de las termas. La humana frunció el ceño, segura de que estaban solas en aquel lugar, al menos hasta hacía unos instantes. Nadó hasta el borde de la piscina, y, pensando en encontrar quizá una compañía dispuesta a seguir su juego, salió de la piscina apoyándose en el borde para subir de un salto.
El agua cayó como un pequeño diluvio desde su cuerpo, mojando todo el suelo a su alrededor. El tono moreno de su piel brillaba húmedo mientras sus pies se encaminaban con curiosidad hacia el lugar en el que, estaba segura, había escuchado murmullos. Voces apagadas que, deseaba, estuviesen escondiendo un encuentro sexual furtivo, en el que ella pudiese participar.
Sin embargo, lo que encontró no era lo que esperaba.
Iori Li
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Re: Plata no es. [+18] [privado Aylizz-Iori]
Ella parecía saber cómo acariciar su piel y recorrer las líneas de su cuerpo, aunque en su justa medida. Aquellas sensaciones le hicieron desear que esas manos se saltasen los límites que sus propias inseguridades le habían obligado a imponerse y la llevasen a nuevas experiencias, dirigiendo con tal dedicación cada uno de sus movimientos. Celeste era experimentada, ella lo sabía. Y siempre se había mostrado interesada, sugerente. También lo sabía. En aquel momento no pudo pensar en nadie mejor para dejar el deber, o el decoro, a un lado y centrarse en el querer, o el disfrute. Olvidar las formas y permitirse el deseo. Quería. Deseaba. El momento en que la humana la agarró para acomodar sus caderas hizo despertar su cuerpo, incintandole a ahogar un suspiro y tomar una respiración profunda. El tacto, suavizado bajo el agua, se potenció al inundarse sus pulmones de aquel aroma tan envolvente. Su piel se erizó, al tiempo que una descarga placentera recorrió su espalda de abajo arriba, provocando que su sensibilidad aumentase, sintiendo de manera más intensa la calidez de aquel oasis.
Cuando atrajo su cuerpo hacia ella, alejándola del fondo que hacía un instante había enturbiado su mente, dejó llevar los brazos alrededor de su cuello. Sintió el aire agotarse cuando el espacio entre ellas se redujo al tacto de la piel contra la piel y el tiempo pararse cuando las pupilas de la humana se clavaron en las de ella, en las que pudo ver el reflejo de las propias dilatarse. Palpitaciones, cada vez más fuertes, más rápidas. ¿Por qué frenaba? Por fin la tenía donde quería y ella estaba dispuesta. ¿Y entonces por qué esperar? Si la morena buscaba su aprobación, se la daría. Tomando un ligero impulso, terminó de amoldarse al cuerpo de la humana, que ahora le parecía perfecto, y se lanzó a tomar sus labios. Los había probado antes, aunque nunca tan dispuesta a disfrutarlos, saborearlos.
Pero antes de poder llegar a rozarlos, ella la apartó. No comprendió en el primer instante, aunque al seguir su mirada, ahora desviada hacia la tercera, la fantasía en la que parecía estar inmersa se desvaneció de inmediato, como una burbuja estallando. Resopló, al tiempo que se recostaba en el asiento de piedra sumergido bajo el borde de la bañera. Ébano. Otra vez. Ladeó la cabeza para evitar el salpicón, arrugando el gesto, aunque rápido lo cambió cuando, de soslayo, pudo distinguir una figura masculina ocultarse tras los biombos que daban paso a la salida trasera del patio. Le pareció imposible, pero habría jurado que lo conocía. Volvió de nuevo la atención hacia las mujeres cuando la extraña comenzó a hablar de forma insinuante.
La elfa siguió con la mirada los suaves gestos que acompañaban sus proposiciones. Eran sutiles, aunque parecían una invitación para admirar su escultural figura. Su voz cosquilleaba en sus oídos y se introducía en su cabeza como una sugerente melodía. ¿Jugar? Quién no querría divertirse, en aquel punto. Levantó una ceja y le fue imposible no dibujar media sonrisa pícara, mientras seguía escuchando en silencio. No le dio demasiada importancia a la primera afirmación, quién era ella para ponerse a cuestionar moralidades en un momento como aquel. Y con esa presencia podría haber conquistado incluso al sacerdote. Sin embargo, se vio obligada a clavar sus ojos en ella cuando se acercó, hasta que no pudo volver más la mirada.
Su pulso volvió a acelerarse cuando el cuerpo de Ébano removió el agua, mezclándose la corriente con el roce de su piel al acortar la distancia entre ambas y, sin ser consciente, su cuerpo contuvo la respiración cuando sintió su mano apartarle el pelo. El cosquilleo que causó al posar la melena tras el hombro y deslizarse sobre su espalda, recorrió a la inversa el camino que Celeste había prendido y un impulso la llevó a deslizar el brazo más cercano a la humana hasta rozar su muslo y posar en él la mano. Sintió que necesitaba comprobar que permanecía con ella. Y entonces Ébano susurró la segunda afirmación. No se paró a pensar en si resultaba una certeza, o incluso una amenaza, porque el roce de aquellos carnosos labios, aunque fríos, contrastó con el calor que enrojecía los lóbulos y las puntas de su orejas, terminando de prender su fuego.
Expulsó en un suspiro el aire contenido en un parpadeo y sintió los músculos de sus muslos contraerse un instante, llevándole a cruzar las piernas de forma instintiva. Y el mismo impulso la llevó a apretar el agarre que mantenía a la humana presente. Cualquier recelo hacia la misteriosa desconocida desapareció en el instante que tomó aquella bocanada, tan cerca de su piel que casi pudo sentirla en su propio ser. Fue un segundo en el que el fervor la llevó a imaginar cómo resultaría aquello. Que empezase a morder su cuello, sentir la presión controlada de cada pellizco descender por la clavícula hasta encontrar sus pechos, que tomaría con mayor delicadeza. Que la humedad de sus labios hiciese despertar sus instintos más básicos, humedeciendose ella a su vez. Si, sería su primera elfa. Fue un segundo en el que tardó en responder, que fue avasallado por la tos que hizo atragantar a la mujer y apartarse de ella.
La elfa se recompuso, acomodándose un poco más en el asiento, percatándose entonces de que aún apretaba la pierna de su compañera. Suavizó el agarre, dedicándole al tiempo una sonrisa de disculpa, aunque sin dejar apartar del todo la mano. Cuando Ébano expuso su tercera afirmación, con la otra mano se llevó el pelo hacia atrás y se apoyó con el codo en el borde de la piscina. Entrecerró los ojos ligeramente, con clara duda en su expresión. Cualquiera de las tres podía ser tan verdad como mentira, nadie le impedía inventar las mismas reglas que después rompería o utilizaría a su favor. Aunque fuera la que fuese, estaba dispuesta a seguir jugando.
—Pues… Diré que espero que la última, porque sería una lástima que un pensamiento así estropease tu encanto natural.— indicó, adoptando el mismo tono sugerente que ella había mantenido hacía unos instantes, al tiempo que acariciaba el mentón, permitiéndose admirar de cerca aquellos ojos hechizantes por un momento. —¿Tú qué piensas, Celeste?— se volvió hacia ella, pero no la encontró —¿Celeste?— repitió, incorporándose en el asiento, al no obtener respuesta —¿Dónde se ha metido?
Aylizz Wendell
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Re: Plata no es. [+18] [privado Aylizz-Iori]
Sentía como los músculos de la elfa se tensaban bajo el agua a la par que los suyos. A Caoimhe le hubiese gustado hacer temblar esos músculos de una manera sumamente distinta a aquella. Pero el ambiente, de pronto se había vuelto extraño y seco.
En todos los sentidos.
Ambas, ella misma y la elfa, parecían haber visto un fantasma y el descubrir que Iori había dejado la quietud de aquellas aguas no pudo más que seguir a Ayliz en su duda. La elfa la había llamado lo suficientemente alto como para que Iori hubiese respondido, lo que sin duda indico que o había decidido Volver a su habitación o estaba lo suficientemente lejos como para no escucharla.
Caoimhe se debatió entre continuar acariciando con sus labios mucho más abajo de las orejas de azafrán o unirse en una búsqueda a ciegas para encontrar a Iori. Por algún extraño motivo aquello había dejado de ser divertido si esta última no las observaba. Aquello la sonrojó.No se había parado a explorar ese placer en particular.
Se salió también del agua siguiendo el surco empapado que había dejado Iori en la piedra fría de la orilla. Ofreció su mano a Aylizz para que la siguiera y como en un juego caminó entre la vegetación extensa de aquel lugar mientras gritaba aquí y allá el nombre de Iori.
Por un minuto esperó que aquello terminase en ambas encontrándola en una cama redonda y enorme. Se imaginó el movimiento de las manos de la humana allí donde terminaba su ombligo y apretó fuerte la mano que agarraba a Aylizz como para palpar la finesa de las suyas e imaginarlas exactamente en el mismo lugar.
Al fin la encontraron.
La muchacha estaba de pie, parada, mirando algo que escapó en una primera instancia a la vista de la vampiresa.
-Creías que podías escapar de…- comenzó a decir Caoimhe apartándole el pelo de la espalda a la humana para posar sus labios ahí donde acababa su cuello.
Cuando abrió los ojos para examinar la escena que había encontrado frente a si su compañera sus labios se helaron y soltó a Aylizz de manera repentina, como despertando de un sueño de manera abrupta.
-Qué diablos…- susurro.
Frente a ellas se apilaban de manera extensa un sin fin de cuerpos claramente sin vida. Unos sobre otros, los de la base parecían haber estado en aquel lugar lo suficiente como para empezar a fundirse en una masa de polvo, moho y huesos que se esparcía a tan solo unos metros de ellas.
Su cuerpo comenzó a sentir de pronto el hedor procedente de aquel lugar. Lo que había confundido con canela ahora era sin duda algo más perverso que el incienso. La carne podrida se mezclaba con el olor a sangre acumulada. No una sangre que quisiese beber y probar, pero una que llevaba en aquel emplazamiento lo suficiente como para secarse y mezclarse con la carne húmeda y podrida.
Tan solo le hizo falta unos segundos para encontrar un patrón en todos los cuerpos que se alzaban frente a ellas: todos eran mujeres. Todos poseían la misma expresión maquiavélica de suma Felicidad en sus facciones y a todos ellos les habían rasgado la piel en distintos estadios. Algunos incluso parecían aun conservar jirones que pendían de manera laxa de algún brazo o el pecho.
Caoimhe retrocedió un paso mirando a su alrededor alarmada. A sus espaldas el balneario parecía seguir tranquilo. Las aguas calmadas, La vegetación ocultando aquella parte del oasis de una manera estratégica.
Otro paso atrás y pensó que el olor a canela le volvía a su nariz.
Todo estaba bien en el mundo. No estaba muy Segura porque tan solo hacía unos minutos el pánico se había apoderado de ella.
Dio otro paso atrás, con una sonrisa tonta de nuevo pintada en su cara.
-Mmm…volvamos al agua. Tengo frio- dijo de manera traviesa mientras acariciaba uno de sus pezones enfatizando su frase.
———
-¿Cómo que las has perdido de vista? ¿Hace cuánto? Ya casi estaban. ¿Dónde han ido? ¿Acaso sabes cuanto nos estas costando? ¿Te has mirado al espejo últimamente? NECESITO que esto funcione-
La voz de Cisne tomaba intensidad mientras agarraba a su hermana y la forzaba hasta la claridad de una de las velas de la sala, posicionándola frente a un Espejo.
El reflejo de una mujer casi tan anciana como el mundo le devolvió la mirada. Las arrugas caigan tan flácidas que tocaban parte del suelo. Apenas si algunos mechones le tapaban la cabeza y el Cabello gris y pálido llegaba hasta la cintura tapando algunas cicatrices de una costura basta que la rodeaba desde la frente a los pies.
Cisne grito de manera exasperada y enfadada.
-…Creo que…Deberíamos….deberíamos avisar a Eric. - dijo su hermana,titubeando.
Cisne asintió de manera molesta.
-De acuerdo. Pero que no Ensanche mucho la piel de sus piernas y pechos. Quiero que esta vez sea perfecto.
En todos los sentidos.
Ambas, ella misma y la elfa, parecían haber visto un fantasma y el descubrir que Iori había dejado la quietud de aquellas aguas no pudo más que seguir a Ayliz en su duda. La elfa la había llamado lo suficientemente alto como para que Iori hubiese respondido, lo que sin duda indico que o había decidido Volver a su habitación o estaba lo suficientemente lejos como para no escucharla.
Caoimhe se debatió entre continuar acariciando con sus labios mucho más abajo de las orejas de azafrán o unirse en una búsqueda a ciegas para encontrar a Iori. Por algún extraño motivo aquello había dejado de ser divertido si esta última no las observaba. Aquello la sonrojó.No se había parado a explorar ese placer en particular.
Se salió también del agua siguiendo el surco empapado que había dejado Iori en la piedra fría de la orilla. Ofreció su mano a Aylizz para que la siguiera y como en un juego caminó entre la vegetación extensa de aquel lugar mientras gritaba aquí y allá el nombre de Iori.
Por un minuto esperó que aquello terminase en ambas encontrándola en una cama redonda y enorme. Se imaginó el movimiento de las manos de la humana allí donde terminaba su ombligo y apretó fuerte la mano que agarraba a Aylizz como para palpar la finesa de las suyas e imaginarlas exactamente en el mismo lugar.
Al fin la encontraron.
La muchacha estaba de pie, parada, mirando algo que escapó en una primera instancia a la vista de la vampiresa.
-Creías que podías escapar de…- comenzó a decir Caoimhe apartándole el pelo de la espalda a la humana para posar sus labios ahí donde acababa su cuello.
Cuando abrió los ojos para examinar la escena que había encontrado frente a si su compañera sus labios se helaron y soltó a Aylizz de manera repentina, como despertando de un sueño de manera abrupta.
-Qué diablos…- susurro.
Frente a ellas se apilaban de manera extensa un sin fin de cuerpos claramente sin vida. Unos sobre otros, los de la base parecían haber estado en aquel lugar lo suficiente como para empezar a fundirse en una masa de polvo, moho y huesos que se esparcía a tan solo unos metros de ellas.
Su cuerpo comenzó a sentir de pronto el hedor procedente de aquel lugar. Lo que había confundido con canela ahora era sin duda algo más perverso que el incienso. La carne podrida se mezclaba con el olor a sangre acumulada. No una sangre que quisiese beber y probar, pero una que llevaba en aquel emplazamiento lo suficiente como para secarse y mezclarse con la carne húmeda y podrida.
Tan solo le hizo falta unos segundos para encontrar un patrón en todos los cuerpos que se alzaban frente a ellas: todos eran mujeres. Todos poseían la misma expresión maquiavélica de suma Felicidad en sus facciones y a todos ellos les habían rasgado la piel en distintos estadios. Algunos incluso parecían aun conservar jirones que pendían de manera laxa de algún brazo o el pecho.
Caoimhe retrocedió un paso mirando a su alrededor alarmada. A sus espaldas el balneario parecía seguir tranquilo. Las aguas calmadas, La vegetación ocultando aquella parte del oasis de una manera estratégica.
Otro paso atrás y pensó que el olor a canela le volvía a su nariz.
Todo estaba bien en el mundo. No estaba muy Segura porque tan solo hacía unos minutos el pánico se había apoderado de ella.
Dio otro paso atrás, con una sonrisa tonta de nuevo pintada en su cara.
-Mmm…volvamos al agua. Tengo frio- dijo de manera traviesa mientras acariciaba uno de sus pezones enfatizando su frase.
———
-¿Cómo que las has perdido de vista? ¿Hace cuánto? Ya casi estaban. ¿Dónde han ido? ¿Acaso sabes cuanto nos estas costando? ¿Te has mirado al espejo últimamente? NECESITO que esto funcione-
La voz de Cisne tomaba intensidad mientras agarraba a su hermana y la forzaba hasta la claridad de una de las velas de la sala, posicionándola frente a un Espejo.
El reflejo de una mujer casi tan anciana como el mundo le devolvió la mirada. Las arrugas caigan tan flácidas que tocaban parte del suelo. Apenas si algunos mechones le tapaban la cabeza y el Cabello gris y pálido llegaba hasta la cintura tapando algunas cicatrices de una costura basta que la rodeaba desde la frente a los pies.
Cisne grito de manera exasperada y enfadada.
-…Creo que…Deberíamos….deberíamos avisar a Eric. - dijo su hermana,titubeando.
Cisne asintió de manera molesta.
-De acuerdo. Pero que no Ensanche mucho la piel de sus piernas y pechos. Quiero que esta vez sea perfecto.
Caoimhe
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Re: Plata no es. [+18] [privado Aylizz-Iori]
Desde que era pequeña había participado activamente en las tareas propias del calendario agrícola en su aldea. Con la llegada del invierno, cuando el frío congelaba superficialmente el agua de los pozos, se iniciaba el tiempo de la matanza del cerdo. Aquella actividad era una de las más importantes, ya que permitía llenar de forma efectiva las despensas de todos los campesinos para hacer acopio de comida para el resto del año.
Matarlos era el principio del despiece. Conocer de qué forma y qué partes se iban a trabajar, permitía obtener un montón de diversos productos. El jamón, los chorizos, el salchichón, las longanizas, la panceta salada, la grasa para el caldo, los chicharrones... y esto solo para comenzar. Con cada parte del cuerpo se podían preparar diferente platos. Desde el morro hasta las pezuñas, todo se aprovechada.
Incluso la sangre.
En su región, se aprovechaba el líquido vital para hacer crepes. También llamadas filloas. Leche, agua, huevos, una pizca de sal y, en su receta secreta, un pellizco de canela. Añadiéndole a esa mezcla sangre del cerdo, se obtenía como resultado unas deliciosas masas finas y esponjosas que se consumían en el postre.
Para poder disfrutar de todos aquellos manjares era preciso pasar previamente por el sacrificio y despiece del honorable animal. Iori estaba acostumbrada a hacerlo. Había aprendido en su infancia poco a poco y ahora se consideraba una mujer experta.
Pero, aún en los días en los que se mataban 20 o incluso 30 cerdos en la aldea, no había visto semejante espectáculo de sangre y cadáveres, como lo que observaban sus ojos frente a ella.
Se había quedado inmóvil, observando de forma analítica lo que tenía delante, y tratando de hacer un esfuerzo por entenderlo. Aquella horrible escena no tenía nada que ver con el mundo de lujuria que la esperaba dentro del agua caliente. Parpadeó varias veces, sintiendo que su mente razonaba con demasiada lentitud. Sintiendo que, a pesar de la similitud de aquellos cuerpos con las matanzas de los cerdos, de alguna forma no era correcto.
Aquello no se sentía bien.
Y entonces llegó el beso. La calidez de unos labios la sacudieron, y la chispa de la comprensión se abrió paso en su mente. Se giró para observar, desnudas, a Ébano y a Ayl a su lado. El horror reflejado en el rostro, sacudió a Iori más de lo que había hecho aquel beso en su espalda, y la comprensión tomó control de su cuerpo.
Aquel lugar era un pequeño infierno, y TENÍAN que salir de allí cuanto antes.
Aproximándose a la piscina, la urgencia en la expresión de Ébano se relajó, haciendo que la alerta en Iori creciese. La siguió y, al instante notó como el ambiente intentaba capturarla. Algo allí la incitaba a dejarse llevar. A olvidarse del peligro evidente... y la mano con la que la morena acarició su pecho hizo que la urgencia de Iori se bifurcase en dos.
Por un lado quería entallar la cintura de la mujer entre sus manos. Deslizar una rodilla entre sus piernas para notar su húmeda calidez, y experimentar por si misma cómo se sentía aquel pezón si cerraba los labios sobre él.
En el otro, sentía la necesidad de salir corriendo de allí y, por el camino, dejar que las velas prendiesen en las múltiples cortinas y telas que adornaban falsamente aquel horrible lugar. Arrastraría a las dos mujeres con ellas y saldrían de allí, solo para detenerse el tiempo suficiente para ver como todo ardía hasta no quedar nada.
Le costó unos segundos tomar el control sobre sus pensamientos desordenados, pero, haciendo un enorme esfuerzo, la coherencia se impuso al deseo. [1] - Ébano...- llamó con suavidad, intentando que el pánico no la controlase. Si ella perdía la cabeza de nuevo, sabía que quizá en poco tiempo formaría parte del resto de cadáveres femeninos que quedaban atrás.
- No sabes la cantidad de cosas que podría hacer contigo y con esto - murmuró pegándose a ella y colocando la mano sobre su torso. Deslizó la palma lentamente, perfilando la redondez de su pecho hasta cubrir el pezón que se había acariciado. - Pero este no es el momento, necesito que espabiles - ronroneó mirándola a aquellos magnéticos ojos. - Lo siento - se disculpó de antemano, para, a continuación, pellizcar con fiereza aquella parte de su anatomía.
El dolor en los pezones podía ayudar a clarificar hasta la noche más oscura. Esperaba que en aquel momento funcionara.
Ladeó la vista para mirar a su compañera elfa. Cómo la deseaba. Dentro del agua había estado su oportinidad más cercana. Y sin embargo tenía que dejarla escapar para poder salir cuanto antes de allí. - ¿Ayl? - la llamó con un tono de disimulada premura en la voz.
[1] Habilidad racial voluntad humana: [1 uso] Puedo librarme de un efecto negativo que limite mis acciones gracias a mi férrea voluntad.
Matarlos era el principio del despiece. Conocer de qué forma y qué partes se iban a trabajar, permitía obtener un montón de diversos productos. El jamón, los chorizos, el salchichón, las longanizas, la panceta salada, la grasa para el caldo, los chicharrones... y esto solo para comenzar. Con cada parte del cuerpo se podían preparar diferente platos. Desde el morro hasta las pezuñas, todo se aprovechada.
Incluso la sangre.
En su región, se aprovechaba el líquido vital para hacer crepes. También llamadas filloas. Leche, agua, huevos, una pizca de sal y, en su receta secreta, un pellizco de canela. Añadiéndole a esa mezcla sangre del cerdo, se obtenía como resultado unas deliciosas masas finas y esponjosas que se consumían en el postre.
Para poder disfrutar de todos aquellos manjares era preciso pasar previamente por el sacrificio y despiece del honorable animal. Iori estaba acostumbrada a hacerlo. Había aprendido en su infancia poco a poco y ahora se consideraba una mujer experta.
Pero, aún en los días en los que se mataban 20 o incluso 30 cerdos en la aldea, no había visto semejante espectáculo de sangre y cadáveres, como lo que observaban sus ojos frente a ella.
Se había quedado inmóvil, observando de forma analítica lo que tenía delante, y tratando de hacer un esfuerzo por entenderlo. Aquella horrible escena no tenía nada que ver con el mundo de lujuria que la esperaba dentro del agua caliente. Parpadeó varias veces, sintiendo que su mente razonaba con demasiada lentitud. Sintiendo que, a pesar de la similitud de aquellos cuerpos con las matanzas de los cerdos, de alguna forma no era correcto.
Aquello no se sentía bien.
Y entonces llegó el beso. La calidez de unos labios la sacudieron, y la chispa de la comprensión se abrió paso en su mente. Se giró para observar, desnudas, a Ébano y a Ayl a su lado. El horror reflejado en el rostro, sacudió a Iori más de lo que había hecho aquel beso en su espalda, y la comprensión tomó control de su cuerpo.
Aquel lugar era un pequeño infierno, y TENÍAN que salir de allí cuanto antes.
Aproximándose a la piscina, la urgencia en la expresión de Ébano se relajó, haciendo que la alerta en Iori creciese. La siguió y, al instante notó como el ambiente intentaba capturarla. Algo allí la incitaba a dejarse llevar. A olvidarse del peligro evidente... y la mano con la que la morena acarició su pecho hizo que la urgencia de Iori se bifurcase en dos.
Por un lado quería entallar la cintura de la mujer entre sus manos. Deslizar una rodilla entre sus piernas para notar su húmeda calidez, y experimentar por si misma cómo se sentía aquel pezón si cerraba los labios sobre él.
En el otro, sentía la necesidad de salir corriendo de allí y, por el camino, dejar que las velas prendiesen en las múltiples cortinas y telas que adornaban falsamente aquel horrible lugar. Arrastraría a las dos mujeres con ellas y saldrían de allí, solo para detenerse el tiempo suficiente para ver como todo ardía hasta no quedar nada.
Le costó unos segundos tomar el control sobre sus pensamientos desordenados, pero, haciendo un enorme esfuerzo, la coherencia se impuso al deseo. [1] - Ébano...- llamó con suavidad, intentando que el pánico no la controlase. Si ella perdía la cabeza de nuevo, sabía que quizá en poco tiempo formaría parte del resto de cadáveres femeninos que quedaban atrás.
- No sabes la cantidad de cosas que podría hacer contigo y con esto - murmuró pegándose a ella y colocando la mano sobre su torso. Deslizó la palma lentamente, perfilando la redondez de su pecho hasta cubrir el pezón que se había acariciado. - Pero este no es el momento, necesito que espabiles - ronroneó mirándola a aquellos magnéticos ojos. - Lo siento - se disculpó de antemano, para, a continuación, pellizcar con fiereza aquella parte de su anatomía.
El dolor en los pezones podía ayudar a clarificar hasta la noche más oscura. Esperaba que en aquel momento funcionara.
Ladeó la vista para mirar a su compañera elfa. Cómo la deseaba. Dentro del agua había estado su oportinidad más cercana. Y sin embargo tenía que dejarla escapar para poder salir cuanto antes de allí. - ¿Ayl? - la llamó con un tono de disimulada premura en la voz.
[1] Habilidad racial voluntad humana: [1 uso] Puedo librarme de un efecto negativo que limite mis acciones gracias a mi férrea voluntad.
Iori Li
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Re: Plata no es. [+18] [privado Aylizz-Iori]
Le sorprendió ver que la desconocida resultó ser quien tomó la iniciativa para ir tras la humana. Frunció el ceño un mínimo instante, pero suavizó el gesto cuando ella extendió la mano invitando a acompañarla. No dudó. Tras resoplar y respirar de nuevo, un impulso le llevó a tomarla y caminar tras sus pasos en silencio, mientras la voz de Ébano se dispersaba entre el jardín hasta perderse al fondo del pasillo. Algo tenía ese rumor melódico que le embaucaba. La mujer parecía divertirse, no mostraba demasiada prisa en encontrar a Iori, a pesar de repetir su nombre como si fuera un juego. La elfa, mientras tanto, se fijaba en su contoneo zigzagueante que dejaba ver al tiempo la espalda y el torso, todavía con el brazo extendido sin soltar el suave agarre, que de repente dejó de serlo. No fue hasta ese momento que reparó en la escasa calidez que desprendía, justificandolo tras un par de segundos de incomprensión como un efecto de haberse secado al aire tras el baño. Y apartó aquel pensamiento definitivamente cuando la mujer apretó su mano con algo más de fuerza en un instante que, aunque fugaz, hizo recorrer un calambre por cada uno de los torrentes bajo la piel.
Los aromas del jardín lo envolvían todo y la elfa se dejó embriagar por ellos un momento, esbozando una media sonrisa. Entonces sus ojos se volvieron felinos, al considerar para sí que aquella mujer resultaba más atrayente cuando le dedicaba toda su atención. Por un momento deseó que se olvidase de toda búsqueda, aquel resultaba un lugar idóneamente dispuesto para perderse. Lo haría con ella, se dejaría guiar entre la maleza y encontrarían un resquicio de manto sin cubrir de plantas, lo bastante amplio para poder tumbarse, lo suficiente escaso para tener que amoldar sus cuerpos sin espacio apenas para el aire entrecortado de sus respiraciones. No habría necesidad de levantar la voz, pero estaría deseosa de escuchar sus susurros erizandole la piel. Y sus manos ya no estarían frías, dejaría que acariciasen cada una de sus zonas calientes hasta templarse.
Pero se soltó.
De repente, antes siquiera de haber podido acariciar más allá de sus dedos entrelazados, se despegó de ella y la elfa detuvo sus pasos en seco. Sin comprenderlo, observó cómo Ébano se alejaba unos metros más, llegando al final de un pasillo ensombrecido en el que se percibía un fondo todavía más oscuro. Amagó con continuar caminando tras ella, pero se detuvo al distinguir la figura de Iori dándoles la espalda. Suponiendo que volverían enseguida y regresarían al agua, esperó allí parada el reencuentro, pero torció el gesto al ver cómo parecían entretenerse juntas, entre susurros, sin volver a reparar en ella. Notó cómo la apacible sensación de hacía un momento la abandonaba y volvía una ya conocida, cuando Celeste no la escogía. Entrecerró los ojos y frunció el ceño, antes de suspirar y volver la mirada. Alzó una ceja con ligero desconcierto cuando advirtió que la piscina parecía encontrarse más cerca de lo que la habían dejado atrás. Suspiró. ¿Sería posible que aquella mujer fuera capaz de opacar incluso al paso del tiempo con su presencia? A su lado, el paseo entre la maleza le había parecido mucho más largo.
El sonido del agua al removerse la sacó de sus pensamientos, reparando entonces en la presencia de alguien más dándose un baño. Recordó entonces que nadie dijo nunca que aquello fuese un ala privada. Se sonrojó un instante, aunque el pudor tardó en marcharse lo mismo que sus ojos en encontrarse con los de aquel hombre, que sin palabras parecían invitarla a acompañarlo, siendo difícil no sucumbir al baile de tonos avellana y miel que se reflejaba en su mirada. Un desconocido que en toda su apariencia se veía como un humano en sus últimos años de juventud, recostado allí donde no hacía mucho había podido sentir su piel fundirse con la de la humana. Sobresalía del agua el cuerpo de tez morena, como la que se broncea bajo el imperdonable sol del desierto, con la definición perfecta en cada una de sus formas por las que se deslizaba la humedad. Sin esforzarse demasiado, alcanzó a distinguir detalles grabados en su piel, cicatrices que formaban dibujos, símbolos que aunque resultaban ilegibles para la elfa, terminaban de dotarlo de un inexplicable atractivo que era incapaz de ignorar.
—¿Ayl?
La humana pronunció su nombre, el de verdad, en la forma que sólo los cercanos a ella utilizaban y una sensación rompedora la invadió. Fue un instante en el que pareció recobrar el sentido de la realidad sin haber sido consciente de haberlo perdido siquiera. O cuándo. Un momento fugaz en el que se volvió para mirarla de frente. Entrecerró los ojos ligeramente ceñuda y chasqueó la lengua, pues en aquel instante de lucidez la única reacción que alcanzó a tener fue sentir rechazo, incluso molestia, al haber revelado la humana su identidad real ante los desconocidos. Se había preocupado convenientemente de esquivar el momento de presentarse en la mesa y a decir verdad, Ébano se lo dió hecho al adelantarse escogiendo un sobrenombre para ella. Ahora se encontraba en clara desventaja.
—Entonces, Ayl…— el desconocido habló desde la piscina y a sus palabras acompañaba el suave chapoteo del agua al acomodarse un poco más. Escuchar su nombre reproducido en aquella voz profunda y robusta la estremeció. —¿Quieres compartir el baño?— añadió, con un tono más sugerente. —Hay espacio suficiente para todas, si esperabas por ellas.— se inclinó hacia atrás, apoyando el codo sobre el bordillo, y alzó la mano con un gesto al aire en señal de saludo dirigido a las dos mujeres, que permanecían tras ella en el pasillo.
Aquella voz tan elocuente. Y de nuevo, los susurros del agua al moldearse con sus sutiles movimientos haciendo los coros. Si hasta el momento aquel espacio había resultado especialmente cuidadoso con la estimulación de los sentidos, la quietud que salvaguardaba era ahora invadida por aquel envolvente rumor que parecía acariciar cada centímetro de su desnudez. No hizo el mínimo esfuerzo por evitar cerrar los ojos y dejarse invadir por aquella sensación que le erizó la piel, notando cómo un cosquilleo naciente en sus piernas le recorría de abajo a arriba. Abrió los ojos y comenzó a andar sinuosa hacia el borde.
—Prefiero Azafrán.— indicó mientras bajaba uno a uno los escalones que se sumergían desde el borde hasta el fondo, levantando con descaro la mirada para encontrar la del desconocido observándola igualmente sin disimulo.
Cuando el agua le mojó el vientre, tomó un pequeño impulso que con suavidad la llevó hasta el bordillo contrario, a un metro escaso del hombre. Mientras se acomodaba a su lado en otro de los asientos subacuáticos que formaban los desniveles adheridos a la pared, se colocó cuidadosamente el pelo, que empezaba a mojarse desde las puntas sumergidas, tras los hombros. Si la preguntasen no sabría explicar por qué, pero se veía impulsada por una disposición a perder el control y dejarse llevar por los instintos más básicos. Respiró profundamente al recostarse y apoyar la espalda, y ladeó la cabeza para mirar una vez más a la humana. Quizá la última.
—¿Celeste? ¿Ya estáis de vuelta?
Aylizz Wendell
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Re: Plata no es. [+18] [privado Aylizz-Iori]
Todo había estado bien con el mundo. Hasta que no lo estuvo.
Las curvas de Celeste acercándose levemente. Su voz seductora llamándola. ¿A qué esperaba? Caoimhe necesitaba que sus manos la recorriesen donde justo estaban a punto de...
- ¡Auch!- El dolor punzante en la parte más sensible de su pecho la pilló de improvisto y despertó algo dormido en ella.
La visión de Celeste cambió levemente y su gesto serio inundó sus pupilas. Algo no iba bien. Notaba la esencia de aquella humana alertándola mientras se disponía a alejarse de ella por el mismo lugar por el que habían ido a buscarla.
Caoimhe se esforzó en seguirla. Sus ojos se acostumbraron lentamente a la nueva situación y lo que antes había sido frondosa vegetación estaba ahora tenido de sangre aquí y allá. Aquello ralentizó a Caoimhe quien por un segundo paralizó sus pasos visualizando la señal de manos sangrientas en el suelo. Todas en la misma dirección todas paralizadas frente a los pequeños incensarios situados a lo largo del camino.
No… aquello no estaba bien.
Pero a la vez… todo estaba bien en el mundo. Y si Celeste quería aderezar su juego con un poco de especias…quien era ella para…nada podía pasarle si tan solo… Algo despertó en ella.
Su sed.
Estaba rodeada de sangre. Por todos lados casi podía saborear las distintas notas de sabores en aquellos rastrojos, su demonio despertando de manera paulatina. Rugiendo sumido en la sed que hasta ahora había permanecido dormida.
Giró su rostro durante un segundo para cerciorarse de que Celeste no la veía. Acercó su mano a una de las pequeñas plantas manchadas de sangre. El perfecto recipiente para su manjar favorito.
Su cabeza aún parecía estar embriagada de aquel olor a canela y la sangre tan solo era la guinda a lo que estaba siendo una de sus mejores noches. Se dijo a si misma que no estaba bien jugar con la comida, pero su curiosidad ganó a su razón y rozó su dedo en la gota de sangre en aquella pequeña acacia [1].
Dolor. Desesperanza. Miedo. Dolor. Frustración. Pánico. ¿Ayuda? Pánico. Dolor. Dolor Dolor. Silencio.
Caoimhe entrecerró los ojos, intentando comprender la información que aquella imagen mental le había facilitado. Frustrada y curiosa se apresuró a posar su otra mano en una de las huellas sangrientas que la rodeaban.
Dolor. Dolor. Dolor. Dolor. Silencio.
Rozó otra.
Dolor, Dolor ,Dolor do…
Repitió el proceso 4 veces más. Todos sus vínculos formando una imagen semejante en su cabeza. Cada una de las veces más apresurada a la anterior. Para cuando dejó de hacerlo su cuerpo entero estaba manchado de la sangre de aquellos inocentes: Sus manos, su torso, allí donde había posado sus brazos incrédula ante lo que aquel vínculo le trasmitía.
Sumida en el círculo vicioso de sed en el que su propio demonio navegaba.
Algo no estaba bien. Necesitaba encontrar a Celeste y Azafrán… Ambas necesitaban entender que quizás aquello tan solo fuese una trampa.
Caminó con esfuerzo siguiendo la ruta por la que había visto perderse a Celeste. Luchando una batalla entre el seductor aroma de aquel incienso y su propia sed que la mantenía en un estado intermitente de sobria realidad y… deseo.
Alcanzó por fin su objetivo. Su desnudez manchada en sangre como tatuajes en toda su piel dio gravedad a su aparición.
Celeste mantenía la misma expresión de desamparo y urgencia que había compuesto minutos antes. Ayliz, por el contrario, se encontraba relajada de nuevo en el agua. No estaba sola: Un hombre de curtida musculatura parecía juguetear con el cabello rubio de la elfa que se esparcía por el agua.
Su mirada lasciva se había posado en Celeste también y su gesto tan solo se rompió durante dos segundos, el suficiente para acostumbrarse a la visión macabra y sumida en sangre de Caoimhe, para después deleitarla con la misma expresión lasciva que a sus compañeras.
El hombre se apoyó en una de las rocas dejando ver su propia desnudez. Su anatomía masculina erecta a medida que el mismo masajeaba esa parte entre sus piernas de manera grácil y paulatinamente más rápida.
Y bien…¿Quién quiere ser la primera? - dijo avanzando hasta Azafrán.
Por un segundo sintió envidia de su despreocupación y la canela volvió de nuevo a empujarla a ese remanso cálido de felici…
No. No.No.No.No
Esparció sus manos en su rostro, tintándolo de sangre. Despertando a la sed forzándose a mantenerse despierta.
Sus ojos volvieron a acostumbrarse a la realidad y asco y temor similar a la expresión de Celeste se reflejó en su cara:
La piel curtida del chico que había observado apenas segundos antes estaba recorrida ahora por pústulas verdosas y agujeros profundos. Su expresión lujuriosa hacia escasamente unos minutos era en realidad pura locura en unos ojos abiertos de par en par. Su boca componía una sonrisa vacía y casi podía verse la manera putrefacta en la que su saliva tintaba sus labios.
Entre sus manos, la visión real de lo que antes había sido su pene no era más que una maquinaria metálica de aspecto cilíndrico y bordeada de distintos tamaños de espinas y cuchillas. El movimiento paulatino de su mano tenía ahora sentido pues ese mismo era el que mantenía aquel objeto en movimiento circular, como una cuchilla específica que de manera precisa se acercaba a Ayliz.
Caoimhe comenzaba a entender el dolor en el vínculo de la sangre.
Entendió entonces el pavor en la expresión de Celeste, ambas se miraron como para comprobar que aquello era real.
Avanzó de manera fugaz y tiró de las manos de Azafrán separándola lo suficiente de aquel hombre como para darle unos minutos de ventaja. La chica seguía sumida en el incienso así que con uno de sus pies pateó el más cercano a ella.
No estaba segura de que aquello significase un cambio real en aquel veneno, teniendo en cuenta que estaban rodeadas, pero creó un pequeño fuego que esperaba estartar lo suficiente a Azafran como para sacarla de la piscina.
Necesitaba algo con lo que defenderse ¿Dónde carajos habían dejado sus pertenencias?
-…. Una suerte que tienes tus colmillos-dijo la voz burlona en su mente que hasta ahora había permanecido dormida.
Miró por un segundo a aquel hombre y el estado de su piel. La nausea se apoderó de su estómago.
———-
[1]Rastro [Mágica, 2 usos] Al tocar la sangre de un ser vivo, Caoimhe es capaz de ganar cierto entendimiento sobre el mismo, su personalidad o historia. Si se concentra, puede llegar a conocer su estado anímico en el momento de perder la muestra de sangre, pero eso gastará dos usos
Las curvas de Celeste acercándose levemente. Su voz seductora llamándola. ¿A qué esperaba? Caoimhe necesitaba que sus manos la recorriesen donde justo estaban a punto de...
- ¡Auch!- El dolor punzante en la parte más sensible de su pecho la pilló de improvisto y despertó algo dormido en ella.
La visión de Celeste cambió levemente y su gesto serio inundó sus pupilas. Algo no iba bien. Notaba la esencia de aquella humana alertándola mientras se disponía a alejarse de ella por el mismo lugar por el que habían ido a buscarla.
Caoimhe se esforzó en seguirla. Sus ojos se acostumbraron lentamente a la nueva situación y lo que antes había sido frondosa vegetación estaba ahora tenido de sangre aquí y allá. Aquello ralentizó a Caoimhe quien por un segundo paralizó sus pasos visualizando la señal de manos sangrientas en el suelo. Todas en la misma dirección todas paralizadas frente a los pequeños incensarios situados a lo largo del camino.
No… aquello no estaba bien.
Pero a la vez… todo estaba bien en el mundo. Y si Celeste quería aderezar su juego con un poco de especias…quien era ella para…nada podía pasarle si tan solo… Algo despertó en ella.
Su sed.
Estaba rodeada de sangre. Por todos lados casi podía saborear las distintas notas de sabores en aquellos rastrojos, su demonio despertando de manera paulatina. Rugiendo sumido en la sed que hasta ahora había permanecido dormida.
Giró su rostro durante un segundo para cerciorarse de que Celeste no la veía. Acercó su mano a una de las pequeñas plantas manchadas de sangre. El perfecto recipiente para su manjar favorito.
Su cabeza aún parecía estar embriagada de aquel olor a canela y la sangre tan solo era la guinda a lo que estaba siendo una de sus mejores noches. Se dijo a si misma que no estaba bien jugar con la comida, pero su curiosidad ganó a su razón y rozó su dedo en la gota de sangre en aquella pequeña acacia [1].
Dolor. Desesperanza. Miedo. Dolor. Frustración. Pánico. ¿Ayuda? Pánico. Dolor. Dolor Dolor. Silencio.
Caoimhe entrecerró los ojos, intentando comprender la información que aquella imagen mental le había facilitado. Frustrada y curiosa se apresuró a posar su otra mano en una de las huellas sangrientas que la rodeaban.
Dolor. Dolor. Dolor. Dolor. Silencio.
Rozó otra.
Dolor, Dolor ,Dolor do…
Repitió el proceso 4 veces más. Todos sus vínculos formando una imagen semejante en su cabeza. Cada una de las veces más apresurada a la anterior. Para cuando dejó de hacerlo su cuerpo entero estaba manchado de la sangre de aquellos inocentes: Sus manos, su torso, allí donde había posado sus brazos incrédula ante lo que aquel vínculo le trasmitía.
Sumida en el círculo vicioso de sed en el que su propio demonio navegaba.
Algo no estaba bien. Necesitaba encontrar a Celeste y Azafrán… Ambas necesitaban entender que quizás aquello tan solo fuese una trampa.
Caminó con esfuerzo siguiendo la ruta por la que había visto perderse a Celeste. Luchando una batalla entre el seductor aroma de aquel incienso y su propia sed que la mantenía en un estado intermitente de sobria realidad y… deseo.
Alcanzó por fin su objetivo. Su desnudez manchada en sangre como tatuajes en toda su piel dio gravedad a su aparición.
Celeste mantenía la misma expresión de desamparo y urgencia que había compuesto minutos antes. Ayliz, por el contrario, se encontraba relajada de nuevo en el agua. No estaba sola: Un hombre de curtida musculatura parecía juguetear con el cabello rubio de la elfa que se esparcía por el agua.
Su mirada lasciva se había posado en Celeste también y su gesto tan solo se rompió durante dos segundos, el suficiente para acostumbrarse a la visión macabra y sumida en sangre de Caoimhe, para después deleitarla con la misma expresión lasciva que a sus compañeras.
El hombre se apoyó en una de las rocas dejando ver su propia desnudez. Su anatomía masculina erecta a medida que el mismo masajeaba esa parte entre sus piernas de manera grácil y paulatinamente más rápida.
Y bien…¿Quién quiere ser la primera? - dijo avanzando hasta Azafrán.
Por un segundo sintió envidia de su despreocupación y la canela volvió de nuevo a empujarla a ese remanso cálido de felici…
No. No.No.No.No
Esparció sus manos en su rostro, tintándolo de sangre. Despertando a la sed forzándose a mantenerse despierta.
Sus ojos volvieron a acostumbrarse a la realidad y asco y temor similar a la expresión de Celeste se reflejó en su cara:
La piel curtida del chico que había observado apenas segundos antes estaba recorrida ahora por pústulas verdosas y agujeros profundos. Su expresión lujuriosa hacia escasamente unos minutos era en realidad pura locura en unos ojos abiertos de par en par. Su boca componía una sonrisa vacía y casi podía verse la manera putrefacta en la que su saliva tintaba sus labios.
Entre sus manos, la visión real de lo que antes había sido su pene no era más que una maquinaria metálica de aspecto cilíndrico y bordeada de distintos tamaños de espinas y cuchillas. El movimiento paulatino de su mano tenía ahora sentido pues ese mismo era el que mantenía aquel objeto en movimiento circular, como una cuchilla específica que de manera precisa se acercaba a Ayliz.
Caoimhe comenzaba a entender el dolor en el vínculo de la sangre.
Entendió entonces el pavor en la expresión de Celeste, ambas se miraron como para comprobar que aquello era real.
Avanzó de manera fugaz y tiró de las manos de Azafrán separándola lo suficiente de aquel hombre como para darle unos minutos de ventaja. La chica seguía sumida en el incienso así que con uno de sus pies pateó el más cercano a ella.
No estaba segura de que aquello significase un cambio real en aquel veneno, teniendo en cuenta que estaban rodeadas, pero creó un pequeño fuego que esperaba estartar lo suficiente a Azafran como para sacarla de la piscina.
Necesitaba algo con lo que defenderse ¿Dónde carajos habían dejado sus pertenencias?
-…. Una suerte que tienes tus colmillos-dijo la voz burlona en su mente que hasta ahora había permanecido dormida.
Miró por un segundo a aquel hombre y el estado de su piel. La nausea se apoderó de su estómago.
———-
[1]Rastro [Mágica, 2 usos] Al tocar la sangre de un ser vivo, Caoimhe es capaz de ganar cierto entendimiento sobre el mismo, su personalidad o historia. Si se concentra, puede llegar a conocer su estado anímico en el momento de perder la muestra de sangre, pero eso gastará dos usos
Caoimhe
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Re: Plata no es. [+18] [privado Aylizz-Iori]
¿Había chasqueado la lengua? Iori parpadeó, observando a la elfa mostrar una actitud abiertamente molesta con ella. ¡Qué narices! Se fijó con horror en la figura masculina que había aparecido en aquel momento dentro de la amplia piscina termal.
Más allá de su aspecto, de sus intentos de filtreo, la urgencia que sentía tras lo que había encontrado hacía un instante impedía que su mente volase de nuevo, empujada por lo que ahora comprendía que eran drogas escondidas en el aroma que llenaba todo el lugar.
Sintió la necesidad de arrastrar a Ayl lejos de allí, hasta que los suaves pasos de Ébano la hizo girarse.
Y la vio.
Y no le gustó.
Se hizo a un lado, caminando de espaldas mientras trataba de pensar en una forma de salir de allí. Aunque los cálculos no los estaba haciendo para ella sola. En aquel instante sacar con vida a Aylizz de allí era prioritario. Ébano... quién sabía. Quizá ella formaba parte de todo aquello desde el principio. Su belleza, sus sugerencias veladas... Iori no tenía forma de saberlo.
El hombre que estaba cerca de la elfa comenzó a aproximarse más a ella. Más que hombre, la visión de aquella criatura parecía sacada de cualquiera de las viejas historias contadas a la luz de la lumbre. Había escuchado sobre demonios que usaban el sexo para obtener energía vital de sus víctimas, a las que engañaban en sueños. Aquello debía de ser algo similar.
Un grito escapó de los labios de Iori cuando alzó aquel instrumento metálico accionándolo. No quiso imaginarse que aquella cosa entraba en ninguna cavidad humana. Menos todavía que la accionaban dentro, con aquellas espinas y cuchillas. Su mente regresó tras ella, a unos cuantos metros, en la pila de cadáveres en descomposición que había allí.
Su vista se enlazó con la de Ébano, y en ese momento supo que ella no tenía nada que ver con lo que pasaba en el balneario. Aún cubierta de sangre, la sorpresa y asco que mostraban sus ojos parecía completamente real.
Fue rápida en su reacción, y bordeó la piscina hasta dar con Ayl y tirar de ella para alejarla de aquel ente. Iori pensó que, mientras los ojos de locura de aquel incauto estaban puestos en las dos chicas que tenía delante, ella podía tener una oportunidad por detrás. Había más braseros colocados como puntos de luz. Humeaban con suavidad, desprendiendo parte del aroma del incienso que llenaba el lugar.
Iori sabía que la droga fluia desde diferentes puntos. Pero no buscaba el brasero para eliminar los efectos hipnóticos de allí. Lo quería como arma. Aprovechó que la figura estaba de espaldas a ella, dentro de la piscina, lista para perseguir a Ayl y Ébano, para lanzar la parte metálica hacia él. El impacto se produjo en su hombro, por lo que no perdió la conciencia como era su intención. Sin embargo, soltó el instrumento que portaba, y este cayó al fondo de la piscina.
Profirió un alarido atroz, y el agua entorno a él comenzó a teñirse de un color oscuro, que Iori no pudo precisar si era rojo como la sangre u otro tono.
- ¡Ayl por los Dioses, espabila! - gritó Iori bordeando la piscina por su lado más corto de camino a ellas.
- Tenemos que salir de aquí. Lo has visto ¿verdad? - inquirió mirando con alarma a Ébano antes de aferrar a la elfa de la muñeca con firmeza. - Ayl, corre, corre con nosotras -
El agua cayendo a sus espaldas la hizo mirar, y vio con asco como aquel hombre salía, listo para ir a por ellas. El brazo del golpe le colgaba a la altura de las rodillas, unido por un larguísimo tendón al hombro tras el impacto. Contuvo la arcada y tiró con más fuerza de la elfa, encaminándose a la carrera por el pasillo de acceso a las termas.
No sabría decir cuánto consiguieron avanzar las tres, desnudas, huyendo del aquel ser cuando algo impactó con ellas tirándolas al suelo.
Iori tardó en ser consciente de dónde estaba el suelo y el techo, mientras intentaba ponerse de nuevo en pie.
Pero de lo que sí fue consciente era de que el pequeño fuego que Ébano había causado al patear el incienso había prendido en uno de los enormes cortinajes que decoraba la sala de la piscina termal.
La droga del lugar se consumió transformándose en olor a fuego.
Más allá de su aspecto, de sus intentos de filtreo, la urgencia que sentía tras lo que había encontrado hacía un instante impedía que su mente volase de nuevo, empujada por lo que ahora comprendía que eran drogas escondidas en el aroma que llenaba todo el lugar.
Sintió la necesidad de arrastrar a Ayl lejos de allí, hasta que los suaves pasos de Ébano la hizo girarse.
Y la vio.
Y no le gustó.
Se hizo a un lado, caminando de espaldas mientras trataba de pensar en una forma de salir de allí. Aunque los cálculos no los estaba haciendo para ella sola. En aquel instante sacar con vida a Aylizz de allí era prioritario. Ébano... quién sabía. Quizá ella formaba parte de todo aquello desde el principio. Su belleza, sus sugerencias veladas... Iori no tenía forma de saberlo.
El hombre que estaba cerca de la elfa comenzó a aproximarse más a ella. Más que hombre, la visión de aquella criatura parecía sacada de cualquiera de las viejas historias contadas a la luz de la lumbre. Había escuchado sobre demonios que usaban el sexo para obtener energía vital de sus víctimas, a las que engañaban en sueños. Aquello debía de ser algo similar.
Un grito escapó de los labios de Iori cuando alzó aquel instrumento metálico accionándolo. No quiso imaginarse que aquella cosa entraba en ninguna cavidad humana. Menos todavía que la accionaban dentro, con aquellas espinas y cuchillas. Su mente regresó tras ella, a unos cuantos metros, en la pila de cadáveres en descomposición que había allí.
Su vista se enlazó con la de Ébano, y en ese momento supo que ella no tenía nada que ver con lo que pasaba en el balneario. Aún cubierta de sangre, la sorpresa y asco que mostraban sus ojos parecía completamente real.
Fue rápida en su reacción, y bordeó la piscina hasta dar con Ayl y tirar de ella para alejarla de aquel ente. Iori pensó que, mientras los ojos de locura de aquel incauto estaban puestos en las dos chicas que tenía delante, ella podía tener una oportunidad por detrás. Había más braseros colocados como puntos de luz. Humeaban con suavidad, desprendiendo parte del aroma del incienso que llenaba el lugar.
Iori sabía que la droga fluia desde diferentes puntos. Pero no buscaba el brasero para eliminar los efectos hipnóticos de allí. Lo quería como arma. Aprovechó que la figura estaba de espaldas a ella, dentro de la piscina, lista para perseguir a Ayl y Ébano, para lanzar la parte metálica hacia él. El impacto se produjo en su hombro, por lo que no perdió la conciencia como era su intención. Sin embargo, soltó el instrumento que portaba, y este cayó al fondo de la piscina.
Profirió un alarido atroz, y el agua entorno a él comenzó a teñirse de un color oscuro, que Iori no pudo precisar si era rojo como la sangre u otro tono.
- ¡Ayl por los Dioses, espabila! - gritó Iori bordeando la piscina por su lado más corto de camino a ellas.
- Tenemos que salir de aquí. Lo has visto ¿verdad? - inquirió mirando con alarma a Ébano antes de aferrar a la elfa de la muñeca con firmeza. - Ayl, corre, corre con nosotras -
El agua cayendo a sus espaldas la hizo mirar, y vio con asco como aquel hombre salía, listo para ir a por ellas. El brazo del golpe le colgaba a la altura de las rodillas, unido por un larguísimo tendón al hombro tras el impacto. Contuvo la arcada y tiró con más fuerza de la elfa, encaminándose a la carrera por el pasillo de acceso a las termas.
No sabría decir cuánto consiguieron avanzar las tres, desnudas, huyendo del aquel ser cuando algo impactó con ellas tirándolas al suelo.
Iori tardó en ser consciente de dónde estaba el suelo y el techo, mientras intentaba ponerse de nuevo en pie.
Pero de lo que sí fue consciente era de que el pequeño fuego que Ébano había causado al patear el incienso había prendido en uno de los enormes cortinajes que decoraba la sala de la piscina termal.
La droga del lugar se consumió transformándose en olor a fuego.
Iori Li
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Re: Plata no es. [+18] [privado Aylizz-Iori]
Sus pupilas se dilataron y notó cómo la sensación cálida que desprendía el agua acariciaba todas las partes de su cuerpo cuando él se incorporó para acomodarse sobre las rocas, exponiéndose ante las mujeres como cualquier Dios de la virilidad hecho carne. El rubor coloreó sus mejillas, pero lejos de apartar la mirada, sonrió con picardía cuando advirtió que aquel hombre la escogía entre las tres. En un momento racional habría fingido ahogarse, o cualquier otra situación que la excusara, pudiendo huir, literalmente, de una invitación como aquella. Sin embargo, había perdido la noción de cuándo su comportamiento había dejado de ser mínimamente consciente. Y jamás se había sentido tan poderosa como en aquel momento. Un cosquilleo nació en su fuero interno, accionando su deseo como un impulso que la llevó a acercarse más al hombre que la señalaba, percibiendo entonces el aroma de su piel, distinto y entremezclado con el del incienso que todo lo envolvía, y que la incitaba a dejarse llevar por sus instintos más básicos. Extendiendo el brazo por encima del agua, acarició sinuosamente su cuerpo antes de comenzar a incorporarse también, para acomodarse a su altura y poder acariciar el suyo.
Pero un fuerte tirón la arrancó del agua.
Aún tardó unos segundos en advertir que se trataba de Ébano, comprendiendo entonces que el grito que la hizo zumbar los oídos era de Iori. El golpe del metal ardiente contra el suelo, a su lado, terminó de sacarla de aquel trance. Y entonces fue ella quien soltó un abrupto chillido, antes de quedar descompuesta unos instantes ante la figura real que se dejaba ver entre el vapor y el humo. El calor que había sentido hacía un momento desapareció, helándosele el cuerpo, incapaz de comprender cuándo o cómo había aparecido aquel monstruo hasta reaccionar, finalmente comprendiendo que había estado a punto de dejarse poseer por él. Su cuerpo se movió más rápido de lo que pudo pensar su mente, arrastrándose hacia atrás, alejándose a trompicones tanto como podía, tratando de ponerse en pie a la vez. En su cabeza se presentaban ahora imágenes repugnantes y tortuosas que casi le hacían retorcerse, imaginando aquel desgarrador aparataje recorriendo todas sus cavidades. Y cuanto más trataba de apartarlas de su cabeza, más agresivas se volvían.
Cerrar los ojos con fuerza no servía de nada, agitar la cabeza desechando aquellos pensamientos tampoco resultaba. Debía centrarse en lo que ahora resultaba cuestión de supervivencia, salir de allí, no importaba lo que hubiese pasado hasta el momento. Tampoco lo que hubiese podido pasar. Trató de centrar su atención en lo que ahora las rodeaba, cayendo entonces en la cuenta de que el suelo se encontraba repleto de charcos de sangre y buscando el origen, recorrió su alrededor con la mirada, todavía algo desorientada. El jardín selvático que las arropaba hacía unos momentos se había esfumado y en su lugar, paredes oscuras de ladrillos roídos hacían de aquel patio su prisión. Sus ojos se posaron entonces en la figura de Ébano, viendo ahora con mayor lucidez su desnudez embadurnada en sangre. Ahogó un grito, intentando mantener la escasa serenidad que había logrado recobrar. No parecía suya, la mujer se tendía en pie.
Un alarido atroz resonó de repente, propiciando un sobresalto en la elfa que le hizo acelerar el pulso. El intento de Iori por derribarlo, pese a no lograrlo del todo, consiguió darles un momento oportuno para intentar escapar de la ratonera. La humana la tomó del brazo con firmeza y la invitó a correr, antes de que la purulenta criatura terminase de salir de la piscina y las alcanzara. Las llamas parecían haber consumido ya cualquier rescoldo de incienso psicotrópico, permitiendo que los pensamientos comenzaran a brotar por fin con mayor lucidez. Por primera vez desde que había despertado de esa extraña siesta se hacía consciente de su propia desnudez, aunque el instinto que hacía unos momentos se había apoderado de ella había tornado al de mantenerse viva. Siguió con paso firme a sus compañeras, buscando con la mirada acelerada una salida, tratando de anticipar una ruta de escape. Sin embargo, ninguna estancia resultaba ser lo que era antes.
Un portón las esperaba al final del pasillo, bien trancado a pesar de las oxidadas cerraduras, no obstante, la humedad que había ennegrecido la madera hasta pudrirse y la temperatura que empezaba a elevarse de más por el fuego y dilatar las juntas, debilitaron la estructura lo suficiente para poder abrir un boquete con un par de contundentes patadas. Unos raspones y algunas astillas resultaban un mal menor ante la amenaza que las perseguía. Al otro lado del agujero las recibió una sala enclaustrada y oscura, con un suelo liso y frío bajo sus pies.
Y sólo un discreto halo de luz se dejaba entrever desde una esquina en el techo.
Aylizz Wendell
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Re: Plata no es. [+18] [privado Aylizz-Iori]
En cualquier otra situación la calidez del balneario hubiese surtido un efecto drasticamente distinto en los cuerpos de aquellas chicas. El hombre que ahora las perseguía había esperado que una vez relajado los cuerpos tersos de las chicas y sumergidos durante al menos una hora en las aguas candentes del manantial de aquel lugar, la piel tersa se hubiese separado del músculo de manera grácil.
Sus manos habían llevado a cabo aquel procedimiento el numero de veces suficientes como para identificar el final de los jirones sin tensarlos de manera extrema y acabar con trozos de piel casi perfectos. Níveos y turgentes. Después de hacerlo el proceso de preparación para que Cisne y Alerin pudiesen usarlos, por supuesto era algo más complejo.
El hombre/monstruo que ahora corría tras las tres chicas cargando un falo de metal y pinchos mientras sangraba por su brazo derecho casi colgando, tenía la delicadeza de embadurnar a Cisne y Alerin en el aceite vital de aquellos cuerpos que eran sus víctimas de manera concienzuda: El tacto entre la piel donante y el músculo del injerto debía ser el suficiente como para que el vínculo se crease y no demasiado como para que la piel pereciese a posteriori, mermada de riego sanguíneo.
Años de práctica lo dotaban, según su juicio, de un don especial para con aquel procedimiento. De ahí que ambas brujas hubiesen ido a buscarlo para aquella empresa. A cambio, el tenía total libertad sobre los cuerpos que quedasen restando de la piel arrancada.
Oh.. y sin duda se divertía con ellos.
La mayor parte de las chicas a las que había arrancado la piel carecían de consciencia para cuando acababa con sus juegos macabras. Pero algunas, las menos afortunadas, aún escuchaban sus accione mientras el cuerpo se pudría con el paso del tiempo. Todas acababan sin voz.
Aquello era una necesidad.
---
Cisne se deshizo del agarre de su hermana. Alerín la empujaba dirección contraria hasta sus tirones y la piel colgona de ambas brujas se movía con precisión dejándo que la gravedad mostrase el paso del tiempo en aquellas pieles. Unas pieles que no eran suyas. Con cicatrices que ninguna había sanado. Marcas que aún no conocían y poros que no habían crecido experimentando el pasado de aquellas dos brujas.
Cisne parecía extasiada en la necesidad de correr en dirección opuesta a su hermana. Los ojos enterrados en piel de la bruja húmedos con la inconfundible señal del llanto.n
-¿Estás loca? Si no escapamos ahora vamos a morir... el fuego nos va a consumir junto con este lugar- Decía Alerín intentando asir sin éxito de nuevo a su hermana.
-Pero no podemos dejarlo ahí. ¿Es que no lo ves? Está herido. Las llamas casi lo han acorralado. Necesita ayuda... yo... yo...¡ Daría mi piel por que sobreviviese a esta desgracia!- dijo finalmente Cisne
Alerín pausó su acto de manera inmediata y mirò a su hermana, apartándose la piel que cubría parcialmente sus ojos.
-Tú... estás... ¡Estás enamorada de ese sádico!- dijo reculando vario pasos con gesto de urgencia en sus ojos.
Cisne dudó durante algunos segundos y alzando sus hombros dijo:
-No es un sádico... es un visionario. Y yo su musa-
Acto seguido escapó finalmente de las garras de su hermana y corrió en dirección opuesta a la salida del balneario. El humo oscuro se coló en la habitación donde Alerín se creía a salvo, expandiendo la perniciosidad del incendio. Para cisne, el humo tan solo guió su camino y el color iridiscente de las llamas consumiendo la piel lácida de su cuerpo mientras corría hasta finalmente alcanzar el cuerpo en llamas del hombre por el que acababa de vender a su hermana.
Caoimhe ayudó a Azafrán e Iori a escapar por el hueco mínimo que habían localizado como salida de emergencia. Para cuando alcanzaron la puerta improvisada, nada quedaba del atractivo balneario en el que se habían sumido en los efectos del incienso: En su lugar una habitación sumida en humo con una charca acuosa ahora en fuego se consumía junto a la pila de los cadáveres tras ellas.
El olor nauseabundo se metía por su nariz y en mas de dos ocasiones la vampiresa tuvo que evitar sus ganas de vomitar en su camino. Pero necesitaban salir de allí.
La chica sabía que el hombre que las perseguía no era más una amenaza en el momento en el que vió como las llamas recorrían sus piernas y lo que parecía ser una persona incandescente se fundía con el en un abrazo brillante. Le preocupaba más pues, acabar calcinada.
Cuando finalmente las tres escaparon por aquel hueco una noche fría y oscura las recibió con calma. De manera apresurada los tres cuerpos avanzaron lo más lejos posible de aquel lugar, Iori y Caoimhe turnándose para ayudar a Ayliz que parecía algo menos estable sobre sus pies. Quizás el incienso la hubiese afectado más a ella que al resto.
La sangre se había secado para entonces sobre su cuerpo y aunque su piel ya no era pegajosa, Caoimhe notaba como costras se desprendían de su cuerpo, allí donde en su carrera se rozaba con cualquier objeto.
Por suerte no había mucha gente en el camino a Roilkat, pero el grupo de chicas no pudo evitar no encontrarse con al menos dos hombres cargados con enseres en su jornada hasta la ciudad.
Ambas figuras abrieron mucho los ojos al ver los cuerpos perfectos de Iori y Ayliz desnudos. Uno pegando un codazo al otro que parecía haber estado más dormido que despierto hasta entonces. Ante la visión ensangrentada de Caoimhe ambos hombres enmudecieron y recularon en sus pasos en un intento de alcanzar las tiendas improvisadas en uno de los claros del bosque donde habían hecho escala para pasar la noche.
-¡Oréades!- le dijo uno al otro- Hemos sido...bendecidos por Vanaheim con tres Oréades-
El otro hombre se levantó del amasijo de mantas que había sido su cama y añadió:
-Pero... al menos una ha sido mandada por hellheim... seamos cautos, amigo...
-Deja tus miedos a un lado.. ¿Acaso no las has visto? Esto solo pasa una vez cada 100 años... fertilidad y abundancia nos espera en la vida...
El segundo hombre se acercó de manera cauta a Iori..
-¿Venís a... a bendecirnos o a maldecirnos?- dijo el hombre mirando de manera breve a Caoimhe.
Sus manos habían llevado a cabo aquel procedimiento el numero de veces suficientes como para identificar el final de los jirones sin tensarlos de manera extrema y acabar con trozos de piel casi perfectos. Níveos y turgentes. Después de hacerlo el proceso de preparación para que Cisne y Alerin pudiesen usarlos, por supuesto era algo más complejo.
El hombre/monstruo que ahora corría tras las tres chicas cargando un falo de metal y pinchos mientras sangraba por su brazo derecho casi colgando, tenía la delicadeza de embadurnar a Cisne y Alerin en el aceite vital de aquellos cuerpos que eran sus víctimas de manera concienzuda: El tacto entre la piel donante y el músculo del injerto debía ser el suficiente como para que el vínculo se crease y no demasiado como para que la piel pereciese a posteriori, mermada de riego sanguíneo.
Años de práctica lo dotaban, según su juicio, de un don especial para con aquel procedimiento. De ahí que ambas brujas hubiesen ido a buscarlo para aquella empresa. A cambio, el tenía total libertad sobre los cuerpos que quedasen restando de la piel arrancada.
Oh.. y sin duda se divertía con ellos.
La mayor parte de las chicas a las que había arrancado la piel carecían de consciencia para cuando acababa con sus juegos macabras. Pero algunas, las menos afortunadas, aún escuchaban sus accione mientras el cuerpo se pudría con el paso del tiempo. Todas acababan sin voz.
Aquello era una necesidad.
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Cisne se deshizo del agarre de su hermana. Alerín la empujaba dirección contraria hasta sus tirones y la piel colgona de ambas brujas se movía con precisión dejándo que la gravedad mostrase el paso del tiempo en aquellas pieles. Unas pieles que no eran suyas. Con cicatrices que ninguna había sanado. Marcas que aún no conocían y poros que no habían crecido experimentando el pasado de aquellas dos brujas.
Cisne parecía extasiada en la necesidad de correr en dirección opuesta a su hermana. Los ojos enterrados en piel de la bruja húmedos con la inconfundible señal del llanto.n
-¿Estás loca? Si no escapamos ahora vamos a morir... el fuego nos va a consumir junto con este lugar- Decía Alerín intentando asir sin éxito de nuevo a su hermana.
-Pero no podemos dejarlo ahí. ¿Es que no lo ves? Está herido. Las llamas casi lo han acorralado. Necesita ayuda... yo... yo...¡ Daría mi piel por que sobreviviese a esta desgracia!- dijo finalmente Cisne
Alerín pausó su acto de manera inmediata y mirò a su hermana, apartándose la piel que cubría parcialmente sus ojos.
-Tú... estás... ¡Estás enamorada de ese sádico!- dijo reculando vario pasos con gesto de urgencia en sus ojos.
Cisne dudó durante algunos segundos y alzando sus hombros dijo:
-No es un sádico... es un visionario. Y yo su musa-
Acto seguido escapó finalmente de las garras de su hermana y corrió en dirección opuesta a la salida del balneario. El humo oscuro se coló en la habitación donde Alerín se creía a salvo, expandiendo la perniciosidad del incendio. Para cisne, el humo tan solo guió su camino y el color iridiscente de las llamas consumiendo la piel lácida de su cuerpo mientras corría hasta finalmente alcanzar el cuerpo en llamas del hombre por el que acababa de vender a su hermana.
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Caoimhe ayudó a Azafrán e Iori a escapar por el hueco mínimo que habían localizado como salida de emergencia. Para cuando alcanzaron la puerta improvisada, nada quedaba del atractivo balneario en el que se habían sumido en los efectos del incienso: En su lugar una habitación sumida en humo con una charca acuosa ahora en fuego se consumía junto a la pila de los cadáveres tras ellas.
El olor nauseabundo se metía por su nariz y en mas de dos ocasiones la vampiresa tuvo que evitar sus ganas de vomitar en su camino. Pero necesitaban salir de allí.
La chica sabía que el hombre que las perseguía no era más una amenaza en el momento en el que vió como las llamas recorrían sus piernas y lo que parecía ser una persona incandescente se fundía con el en un abrazo brillante. Le preocupaba más pues, acabar calcinada.
Cuando finalmente las tres escaparon por aquel hueco una noche fría y oscura las recibió con calma. De manera apresurada los tres cuerpos avanzaron lo más lejos posible de aquel lugar, Iori y Caoimhe turnándose para ayudar a Ayliz que parecía algo menos estable sobre sus pies. Quizás el incienso la hubiese afectado más a ella que al resto.
La sangre se había secado para entonces sobre su cuerpo y aunque su piel ya no era pegajosa, Caoimhe notaba como costras se desprendían de su cuerpo, allí donde en su carrera se rozaba con cualquier objeto.
Por suerte no había mucha gente en el camino a Roilkat, pero el grupo de chicas no pudo evitar no encontrarse con al menos dos hombres cargados con enseres en su jornada hasta la ciudad.
Ambas figuras abrieron mucho los ojos al ver los cuerpos perfectos de Iori y Ayliz desnudos. Uno pegando un codazo al otro que parecía haber estado más dormido que despierto hasta entonces. Ante la visión ensangrentada de Caoimhe ambos hombres enmudecieron y recularon en sus pasos en un intento de alcanzar las tiendas improvisadas en uno de los claros del bosque donde habían hecho escala para pasar la noche.
-¡Oréades!- le dijo uno al otro- Hemos sido...bendecidos por Vanaheim con tres Oréades-
El otro hombre se levantó del amasijo de mantas que había sido su cama y añadió:
-Pero... al menos una ha sido mandada por hellheim... seamos cautos, amigo...
-Deja tus miedos a un lado.. ¿Acaso no las has visto? Esto solo pasa una vez cada 100 años... fertilidad y abundancia nos espera en la vida...
El segundo hombre se acercó de manera cauta a Iori..
-¿Venís a... a bendecirnos o a maldecirnos?- dijo el hombre mirando de manera breve a Caoimhe.
Caoimhe
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Re: Plata no es. [+18] [privado Aylizz-Iori]
El olor a humo pegado a ellas resultaba asfixiante. Iori sentía un profundo desagrado que solamente se vio aliviado cuando el frío viento de la noche se movió sobre ellas. Las llamas habían consumido el balneario, y también los restos de los múltiples cuerpos que habían encontrado. Los horrores que sucedían dentro de aquel lugar no tenían nombre. Las tres lo sabían.
Y las tres avanzaron juntas en la noche, sin cruzar ninguna palabra.
La seguridad de una muerte más que probable para ellas seguía atenazándole la garganta a la chica, impidiéndole cruzar palabra de ningún tipo con ellas. Convirtiendo a sus compañeras de viaje casi en sombras a las que le prestaba poca atención, mientras en su mente los pensamientos bullían con fuerza. Inconexos. Caóticos.
Nunca había podido tocar el cuerpo de Ayl de una forma tan íntima. Y nunca un contacto como aquel la había dejado tan fría. Tan indiferente. Necesitaban quitarse los restos del incendio de los cuerpos, limpiar las heridas y dormir. Lejos de allí.
Observó en ocasiones a Ébano. Aunque ya no se percibía a la luz de las estrellas de la misma manera, sabía que seguía allí. La sangre sobre su piel. La forma de su cuerpo y la manera de moverse resultaban irresistibles. De una forma que no parecía natural. Y la sombra de una duda se asentó en el corazón de la humana.
Ayl avanzaba con paso lento, y parecía ligeramente más afectada que ellas. Le palmeó el hombro en un par de ocasiones. En otras le apretó el brazo, intentando transmitirle confort. Ninguna de esas acciones pareció tener respuesta en la elfa. Y la mestiza se preguntó cuánto tiempo duraría aquel incienso que les habían hecho respirar. Fue entonces cuando recordó que ellas había bebido también durante la cena de aquel vino dulce. Y elevó una plegaria silenciosa a los cielos, rogándole a los Dioses que aquella sustancia no tuviese ningún efecto a largo plazo sobre ellas.
Dentro de su alforja portaba pequeños remedios básicos que todo viajero debería llevar. Uno de ellos eran unas hojas que producían el vómito para situaciones de ingesta accidental de elementos que resultaban perniciosos para el cuerpo. Aquella sería una fantástica ocasión para utilizarlo, pero, junto con todo lo demás, había quedado atrás. Reducido a cenizas, quiso imaginar.
Hasta que se encontraron con aquellos hombres. Y no supo si alegrarse o no. Los pensamientos sombríos, el cansancio del camino y la huida se mezclaron de una forma extraña en ella. La rareza que suponía la aparición de las tres en aquel estado era sin duda un factor sorpresa. Especialmente Ébano, con su llamativa apariencia, que podía despertar la desconfianza de quién las viese.
Su desnudez también podía despertar otra cosa, y era algo para lo que debían de estar preparadas. Entornó los ojos y sintió alivio al ver que ninguno de aquellos rostros evidenciaba el sentimiento que la pondría en alerta. Por el momento. Tenía que aprovechar aquella oportunidad para sacar provecho. Necesitaban ayuda, y ella estaba decidida a intentarlo.
Dejó a Ayl con Ébano y dio un paso al frente, adquiriendo una sonrisa confiada.
- Eso depende de vuestra hospitalidad. No todos los héroes llevan espada. - hizo un gesto con la mano señalando hacia atrás, en dirección a sus dos compañeras. - ¿Tenéis algo de comida? ¿Algo de ropa para protegernos del frío? -
Ninguna de ellas ni de ellos pudo notar como eran otros ojos los que, cerca de ellos, observaban el encuentro en medio de la noche.
Y las tres avanzaron juntas en la noche, sin cruzar ninguna palabra.
La seguridad de una muerte más que probable para ellas seguía atenazándole la garganta a la chica, impidiéndole cruzar palabra de ningún tipo con ellas. Convirtiendo a sus compañeras de viaje casi en sombras a las que le prestaba poca atención, mientras en su mente los pensamientos bullían con fuerza. Inconexos. Caóticos.
Nunca había podido tocar el cuerpo de Ayl de una forma tan íntima. Y nunca un contacto como aquel la había dejado tan fría. Tan indiferente. Necesitaban quitarse los restos del incendio de los cuerpos, limpiar las heridas y dormir. Lejos de allí.
Observó en ocasiones a Ébano. Aunque ya no se percibía a la luz de las estrellas de la misma manera, sabía que seguía allí. La sangre sobre su piel. La forma de su cuerpo y la manera de moverse resultaban irresistibles. De una forma que no parecía natural. Y la sombra de una duda se asentó en el corazón de la humana.
Ayl avanzaba con paso lento, y parecía ligeramente más afectada que ellas. Le palmeó el hombro en un par de ocasiones. En otras le apretó el brazo, intentando transmitirle confort. Ninguna de esas acciones pareció tener respuesta en la elfa. Y la mestiza se preguntó cuánto tiempo duraría aquel incienso que les habían hecho respirar. Fue entonces cuando recordó que ellas había bebido también durante la cena de aquel vino dulce. Y elevó una plegaria silenciosa a los cielos, rogándole a los Dioses que aquella sustancia no tuviese ningún efecto a largo plazo sobre ellas.
Dentro de su alforja portaba pequeños remedios básicos que todo viajero debería llevar. Uno de ellos eran unas hojas que producían el vómito para situaciones de ingesta accidental de elementos que resultaban perniciosos para el cuerpo. Aquella sería una fantástica ocasión para utilizarlo, pero, junto con todo lo demás, había quedado atrás. Reducido a cenizas, quiso imaginar.
Hasta que se encontraron con aquellos hombres. Y no supo si alegrarse o no. Los pensamientos sombríos, el cansancio del camino y la huida se mezclaron de una forma extraña en ella. La rareza que suponía la aparición de las tres en aquel estado era sin duda un factor sorpresa. Especialmente Ébano, con su llamativa apariencia, que podía despertar la desconfianza de quién las viese.
Su desnudez también podía despertar otra cosa, y era algo para lo que debían de estar preparadas. Entornó los ojos y sintió alivio al ver que ninguno de aquellos rostros evidenciaba el sentimiento que la pondría en alerta. Por el momento. Tenía que aprovechar aquella oportunidad para sacar provecho. Necesitaban ayuda, y ella estaba decidida a intentarlo.
Dejó a Ayl con Ébano y dio un paso al frente, adquiriendo una sonrisa confiada.
- Eso depende de vuestra hospitalidad. No todos los héroes llevan espada. - hizo un gesto con la mano señalando hacia atrás, en dirección a sus dos compañeras. - ¿Tenéis algo de comida? ¿Algo de ropa para protegernos del frío? -
Ninguna de ellas ni de ellos pudo notar como eran otros ojos los que, cerca de ellos, observaban el encuentro en medio de la noche.
Iori Li
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Re: Plata no es. [+18] [privado Aylizz-Iori]
Seguía los pasos de sus compañeras de manera casi inconsciente, mecánica, mientras las llamas lo devoraban todo tras ellas. Se hacía imposible ignorar la ferocidad con la que la estructura del balneario cedía y se venía abajo. El calor invadía cada rincón y la básica tarea de respirar se volvía tortuosa, pareciendo que cada bocanada de aquel aire se le atragantara. Aunque no resultaba ser aquello lo peor. De entre los escombros de la construcción reducida a cenizas emanaban olores pesados, que cargaban el ambiente y lo volvían putrefacto. Y el no ser capaz de identificar su origen hacía que una mente escandalizada crease multitud de inverosímiles y aterradoras imágenes que pudieran darle cualquier explicación, aceptando que cualquiera pudiera ser posible, teniendo en cuenta la pantomima recientemente vivida. Sin embargo, y a pesar de que su propia mente alimentara el terror nacido al descubrir la imagen de la realidad al despertar sus ojos, la razón trataba de aferrarse al instinto de preservación, obligándole a mantener la mirada clavada al frente.
Fue una sensación extraña la de sentir la tierra de los caminos bajo sus pies descalzos. El manto de la noche le sacudió, recorriendo la fresca brisa cada milímetro de su piel desnuda y los pulmones agradecieron el aire limpio, pese a que las trazas de cenizas lo envolvían todo alrededor. Al sentir el frío en sus adentros, los músculos se le tensaron y fue como si el cansancio, ignorado durante el tiempo en que había permanecido en aquella ensoñación, pesara en su cuerpo de golpe. Y aquello le llenó de angustia. Vagamente, recordaba haber dormido, comido, bebido... Pero no la sensación de sueño, hambre o sed. Ni de haberlas padecido, ni saciado. Ahora parecía que su cuerpo había despertado de un estado de hibernación, pero imperaba la necesidad de mantenerse fuerte. Y así, mientras ella se esforzaba por mantener su mente a flote, Ébano y Iori sostenían su cuerpo. La elfa se aferraba al calor del contacto piel con piel cuando cada cual la envolvía con sus brazos, para hacerla mantener el equilibrio en sus pasos o cargar con parte de su peso, mientras maldecía para sus adentros al traicionero desierto. El mismo mar de arena, carente de refugio durante el día abrasador, dejaba asimismo a la intemperie a cualquiera que se hubiese quedado fuera del cobijo al contraste de la fría noche.
Sin embargo, las estrellas no quisieron que las tres damas recorrieran solas la nocturnidad en aquella velada. Para su desdicha o fortuna, estaría por determinarse.
La voces clamorosas de los varones, al ser testigos de lo que a sus ojos resultaba un espectáculo concedido por sus deidades, hicieron que la elfa fuese consciente, por vez primera, de la íntegra desnudez que la vestía. O que no lo hacía. Cruzando sus brazos sobre los pechos, se abrazó haciéndose pequeña, y cuando Iori se apartó para avanzar unos pasos en respuesta a la pregunta de los hombres, se orilló tras Ébano, cruzando sus piernas como si aquello pudiera evitar que se advirtiera su figura inmaculada. El tiempo que tardaron en reaccionar a las peticiones de la humana se hizo eterno. Nada en aquellas muchachas podía sembrar la duda de que se encontraban del todo desvalidas, despojadas de pertenencias o víveres, obligadas a mostrarse ya no como presas fáciles, sino rendidas o resignadas. ¿Y debían aferrase a la creencia de que en una ocasión como aquella, en un lugar como aquel, se daría la incondicional bondad del ser? Comenzó a notar las palpitaciones desacompasadas, que a cada segundo de silencio que pasaba se aceleraban más y apretó sus puños, obligándose a concentrar su atención en el fluir de la energía que la mantenía alerta, hasta calmar sus temblores. Aquello ya no se trataba de una alucinación, resultaba tan real como cualquier otro desencuentro en un cruce de caminos. Y en peores condiciones. Tragó saliva al serenarse, repitiendo para sí que salir de aquello, de la mejor manera, radicaría en su capacidad para hacer lo mejor con lo que se tenía. Y en aquel momento, sólo se tenían a sí mismas.
―Por Njörðr! Si, si... Eh... Por ahora, eh... Ten mi abrigo. Si, eso.― con gesto contrariado y todavía cauteloso, el hombre se decidió a cubrir a la humana por la espalda, acomodando el chaquetón sobre los hombros. ―Eh... Esto...― llevó entonces la mirada hacia las otras dos, sin poder camuflar el nerviosismo ante la imagen de la mujer ensangrentada ―¿A qué esperas, Harald? Deja que... Deja que se cubran con... No sé, con algo del carro. ¿No?
―¿Eh? Pues... Si, eh, claro Derick! Por supuesto...
Aylizz Wendell
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Re: Plata no es. [+18] [privado Aylizz-Iori]
Cuando la adrenalina abandonó finalmenete su cuerpo y ambas sus compañeras acabaron envueltas en la capa de aquellos desconocidos, tan solo el manto de la noche quedó libre para envolver a Caoimhe. El frío comenzó a hacerse entonces presente y más allá de su desnudez, la chica estaba muy segura de que no quedaba mucha más vida que exprimir a aquella noche.
No siguió a ambas mujeres en el cobijo que aquellos dos desconocidos prestaban a pesar de los esfuerzos de uno de ellos por acercarla al fuego. En su lugar, sus ojos divagaron de manera despreocupada por aquello que podía serle útil en su huida. Pidió un barreño con agua tibia antes que una manta y el más valiente de aquellos hombres calentó parte del agua que mantenían reservada para la mañana y se la entregó mientras daba por sentado, basándose en la antipatía con la que Caoimhe recibía sus gestos, que ella no iba a ser buena compañía aquella noche.
La vampiresa se alejó un poco del campamento, con el barreño en una mano y una tosca manta de lana curtida en la otra. Antes de partir y de manera improvisada también había tomado varios tarritos del campamento de aquellos hombres. Con parsimonia y la habilidad experta de alguien que sabe lo que hace se aseguró que la parte aún fresca de la sangre que había estado brotando de Azafrán y que ella había estado conteniendo en su mano de manera disimulada se acumulase en uno de aquellos tarritos. Aquella sangre le daría más información acerca de la elfa, pero su objetivo principal en aquel momento era encontrar un lugar no muy lejano donde la frondosidad del bosque la protegía de la claridad incipiente. Cuando lo hizo, no fue consciente de lo dolorido de sus músculos hasta el momento en el que el agua tibia rozó su piel, despojándo de ella trozos secos de sangre y ceniza que quedaron esparcidos por el barro en el que se había convertido la tierra bajo sus pies.
Notó su esencia antes si quiera de adivinar que era él y los pasos ágiles a su alrededor, entre bípedos y felinos la rodearon jugueteando con la visión de su ritual íntimo.
-¿Cuánto llevas aquí?- dijo Caoimhe finalmente, tapándose con la rugosidad de la manta.
-El tiempo suficiente como para contar tus costillas- Dijo Hugo, al fin mostrando su figura.
-Creo que siguen siendo las mismas- añadió la chica- Además hablas como si nunca me hubieses visto desnuda- le dijo a su amigo-
-Creo que sin duda nunca tan cruda- añadió el hombre tigre a modo de juego de palabras mientras evitaba pisar el charco de agua ensangrentada que Caoimhe dejaba tras de si.
-Estás de buen humor por lo que veo...- añadió Caoimhe arrancando a su compañero la capa de viaje y envolviéndose en la suavidad de la misma- Imagino que te has arreglado con Axel- añadió.
-Algo así...- el tigre le guiñó un ojo a la vampiresa y añadió- me sorprende que no estes en tu ataud... ¿Sabes que hora es? No esperaba encontrarte despierta. De hecho pensé que para este entonces ya habrías llegado a Roilkat. Llevo como unas dos horas espiando a esos dos comerciantes...
-¿Y a las dos mujeres desnudas que acaban de apadrinar? Para gustarte los hombres pasas bastante tiempo admirando cuerpos femeninos- dijo Caoimhe sacando el agua de su pelo.
-Ah... uno puede aún admirar la belleza- dijo el hombre- Además... mi señora, te alegrará saber que mis ojos estaban mucho más allá de las curvas prominentes de esas dos chicas. De hecho, tengo un regalo que quizás te interese...- Hugo entregó a Caoimhe un pequeño pergamino algo roto y con una caligrafía familiar.
La chica lo leyó de manera curiosa y alzó una ceja antes de contestar:
-¿Árbol madre?- dijo, Hugo asintió con una elevación de hombros- ¿Estás seguro?- el hombre tigre volvió a asentir- No puede ser algo tan sumamente obvio... -Caoimhe calló por un instante- Imagino que debo seguirles el juego.
-Debemos-
-Debo- zanjó la vampiresa enroscándose más en la capa de viaje y partiendo un trozo de pergamino sin usar mientras rebuscaba en los bolsillos de Hugo un carboncillo-Tú tienes aún tarea que hacer en Beltrexus.
-Pero tampoco esque haya cambiado nada-
-Aún- dijo la chica y le lanzó una mirada significativa.-Pero yo tengo... quehaceres en el Norte. Y necesito que Axel y tu mantengais mi sur.
El dīa clareaba de manera peligrosa y Caoimhe escribió de manera acelerada en el pequeño pergamino que había cortado
'Gracias por una fogosa noche de placer y sangre. Sin duda me costará olvidar esta experiencia. Ojalá la senda de nuestros caminos se acerque lo suficiente como para permitirme descubrir que ambas seguís vivas. Si no es así... tan solo os deseo senderos de primavera.
Êbano'
Le puso el pergamino en la mano a Hugo y antes de desaparecer entre los árboles buscando cobijo del sol dijo:
-Entrega esto a una de las dos chicas. Asegúrate de que lo leen antes de que robes los enseres pertinentes de ambos hombres. Ambas han tenido una noche lo suficientemente movidita como para tener que lidiar con eso también-
Y cuando su compañero asintió a modo de acuerdo, Caoimhe marchó hacia su nuevo objetivo.
No siguió a ambas mujeres en el cobijo que aquellos dos desconocidos prestaban a pesar de los esfuerzos de uno de ellos por acercarla al fuego. En su lugar, sus ojos divagaron de manera despreocupada por aquello que podía serle útil en su huida. Pidió un barreño con agua tibia antes que una manta y el más valiente de aquellos hombres calentó parte del agua que mantenían reservada para la mañana y se la entregó mientras daba por sentado, basándose en la antipatía con la que Caoimhe recibía sus gestos, que ella no iba a ser buena compañía aquella noche.
La vampiresa se alejó un poco del campamento, con el barreño en una mano y una tosca manta de lana curtida en la otra. Antes de partir y de manera improvisada también había tomado varios tarritos del campamento de aquellos hombres. Con parsimonia y la habilidad experta de alguien que sabe lo que hace se aseguró que la parte aún fresca de la sangre que había estado brotando de Azafrán y que ella había estado conteniendo en su mano de manera disimulada se acumulase en uno de aquellos tarritos. Aquella sangre le daría más información acerca de la elfa, pero su objetivo principal en aquel momento era encontrar un lugar no muy lejano donde la frondosidad del bosque la protegía de la claridad incipiente. Cuando lo hizo, no fue consciente de lo dolorido de sus músculos hasta el momento en el que el agua tibia rozó su piel, despojándo de ella trozos secos de sangre y ceniza que quedaron esparcidos por el barro en el que se había convertido la tierra bajo sus pies.
Notó su esencia antes si quiera de adivinar que era él y los pasos ágiles a su alrededor, entre bípedos y felinos la rodearon jugueteando con la visión de su ritual íntimo.
-¿Cuánto llevas aquí?- dijo Caoimhe finalmente, tapándose con la rugosidad de la manta.
-El tiempo suficiente como para contar tus costillas- Dijo Hugo, al fin mostrando su figura.
-Creo que siguen siendo las mismas- añadió la chica- Además hablas como si nunca me hubieses visto desnuda- le dijo a su amigo-
-Creo que sin duda nunca tan cruda- añadió el hombre tigre a modo de juego de palabras mientras evitaba pisar el charco de agua ensangrentada que Caoimhe dejaba tras de si.
-Estás de buen humor por lo que veo...- añadió Caoimhe arrancando a su compañero la capa de viaje y envolviéndose en la suavidad de la misma- Imagino que te has arreglado con Axel- añadió.
-Algo así...- el tigre le guiñó un ojo a la vampiresa y añadió- me sorprende que no estes en tu ataud... ¿Sabes que hora es? No esperaba encontrarte despierta. De hecho pensé que para este entonces ya habrías llegado a Roilkat. Llevo como unas dos horas espiando a esos dos comerciantes...
-¿Y a las dos mujeres desnudas que acaban de apadrinar? Para gustarte los hombres pasas bastante tiempo admirando cuerpos femeninos- dijo Caoimhe sacando el agua de su pelo.
-Ah... uno puede aún admirar la belleza- dijo el hombre- Además... mi señora, te alegrará saber que mis ojos estaban mucho más allá de las curvas prominentes de esas dos chicas. De hecho, tengo un regalo que quizás te interese...- Hugo entregó a Caoimhe un pequeño pergamino algo roto y con una caligrafía familiar.
La chica lo leyó de manera curiosa y alzó una ceja antes de contestar:
-¿Árbol madre?- dijo, Hugo asintió con una elevación de hombros- ¿Estás seguro?- el hombre tigre volvió a asentir- No puede ser algo tan sumamente obvio... -Caoimhe calló por un instante- Imagino que debo seguirles el juego.
-Debemos-
-Debo- zanjó la vampiresa enroscándose más en la capa de viaje y partiendo un trozo de pergamino sin usar mientras rebuscaba en los bolsillos de Hugo un carboncillo-Tú tienes aún tarea que hacer en Beltrexus.
-Pero tampoco esque haya cambiado nada-
-Aún- dijo la chica y le lanzó una mirada significativa.-Pero yo tengo... quehaceres en el Norte. Y necesito que Axel y tu mantengais mi sur.
El dīa clareaba de manera peligrosa y Caoimhe escribió de manera acelerada en el pequeño pergamino que había cortado
'Gracias por una fogosa noche de placer y sangre. Sin duda me costará olvidar esta experiencia. Ojalá la senda de nuestros caminos se acerque lo suficiente como para permitirme descubrir que ambas seguís vivas. Si no es así... tan solo os deseo senderos de primavera.
Êbano'
Le puso el pergamino en la mano a Hugo y antes de desaparecer entre los árboles buscando cobijo del sol dijo:
-Entrega esto a una de las dos chicas. Asegúrate de que lo leen antes de que robes los enseres pertinentes de ambos hombres. Ambas han tenido una noche lo suficientemente movidita como para tener que lidiar con eso también-
Y cuando su compañero asintió a modo de acuerdo, Caoimhe marchó hacia su nuevo objetivo.
Caoimhe
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Re: Plata no es. [+18] [privado Aylizz-Iori]
Frío. Tenía el cuerpo helado tras la huida de aquel lugar que, con suerte, estaría ya reducido a cenizas y ruinas. Un lugar de perversión en el que la mestiza apenas alcanzaba a imaginar la cantidad de dolor que se había acumulado entre aquellas paredes. Un lugar como aquel no merecía un destino diferente. El fuego limpiaba, purificaba y protegía.
Y también destruía.
Llevaba unos minutos observando la improvisada hoguera de lo que en su mente asumió que eran una comitiva pequeña de mercaderes. Los hombres continuaban estupefactos tras haberles proporcionado algo con lo que cubrir la desnudez con la que las tres habían avanzado por los caminos, tras dejar todas sus pertenencias atrás.
El abrigo que el hombre le ofreció estaba caliente. Olía a sudor y a madera, pero el frío que mordía la piel de la mestiza la animó a dejarse "mimar" de aquella manera.
El segundo de ellos se aproximó a Ayl con una capa más grande, y pudo distinguir en su forma de intentar cubrir la desnudez de su cuerpo que la elfa no se sentía nada cómoda en aquella situación. Expuesta a ojos de desconocidos. Era la primera vez también que la propia Iori la había podido contemplar sin ropa, tras todos los días de avance y aventuras que habían compartido juntas.
Se preguntó si aquel pudor era habitual entre los elfos o si su compañera tenía un sentido de él más marcado.
Mientras las conducían a una zona de hoguera en torno a la cual habían montado un punto de descanso esa noche, Iori pudo ver como Ébano se alejaba de ellos con un cubo de agua caliente y una manta. La siguió hasta que si figura se desdibujó entre las sombras, en la distancia de la luz y aguardó.
No escuchó nada más que las voces de los dos mercaderes que revolvían entre sus pertenencias, buscando algo que poder proporcionarles para comer. Ciertamente el comportamiento de ambos estaba siendo mejor de lo que cabría esperar. Aún abiertamente sorprendidos por las circunstancias en las que se habían cruzado con las tres.
Se mantuvo de pie, observando a las tres figuras iluminadas por el fuego, en silencio. La tierra húmeda se hundía ligeramente bajo su peso, y Iori había dejado de sentir los pies hacía un rato.
- Toma muchacha, no sé cuándo fue la última vez que os alimentasteis, pero seguro que os sienta bien - le tendió el hombre sobre un pequeño paño pedazos fríos de lo que parecía carne curada.
- Muchas gracias - aceptó Iori, antes de encaminar sus pasos gélidos hacia la zona de la hoguera en la que se encontraba Ayl.
El fuego crepitaba frente a ellas cuando Iori se acercó y le tendió un pedazo de carne curada en salazón a Ayl.
- Come. No solo se trata del fuego, también debes de alimentarte para que nazca calor desde dentro - indicó la mestiza.
Ovillada junto al fuego, abrazando sus propias piernas, se acomodó la manta que la cubría desde los hombros y la arropaba casi por entero, sosteniendo sus extremos agarrados. Miró a la humana cuando le instó a tomar la carne y se limitó a asentir, sujetando entonces la manta con una sola mano, para agarrar la comida con la otra. Lejos del frío que se pudiera sentir, necesitaba sentirse cubierta, oculta, protegida. Aunque fuera bajo un simple mantón de lana añejado.
- Ha sido peligroso - murmuró dejándose caer a su lado, sentándose ambas frente al fuego. - Pero ya ha pasado. Hemos salido de ello - zanjó, evitando hacer referencia a lo que había sucedido allí dentro.
—No ha pasado nada.— mencionó con fingida seguridad, aun con la mirada clavada en las llamas y acercandose pedazo de carne, aunque sin llevárselo a la boca. —No hemos salido de ningún sitio, porque ese lugar no existía. Era una ilusión, un espejismo, algún tipo de encantamiento y una clara manipulación de la realidad.— enumeró justificaciones, como si tratara de abordar el asunto de una manera exclusivamente racional. De manera superficial, le dedicó una mirada velada entre tanta palabrería. —Y si no existía, no ha podido ocurrir nada.— argumentó, dando finalmente un pequeño mordisco a la carne.
Los ojos azules de la chica se mantuvieron clavados en la cara de Ayl mientras la elfa hablaba. Intentando hacerse a la idea de cómo encajaba todo lo que acababa de pasar en su mundo. Sorprendida de la frialdad con la que ella misma lo asimilaba.
Vendría. El golpe definitivamente llegaría. Pero no esa noche.
- Eso es - Asintió la morena, abriendo un pedazo de tela que tenía en el regazo. Unos pedazos de queso curado quedaron iluminados por el fuego. - ¿Hacia dónde irás ahora? - preguntó, dejando el pasado atrás y centrándose en lo que tenían por delante.
Se volvió entonces hacia Iori, forzando media sonrisa y siguió los movimientos de sus manos al desenvolver el queso. Suavizó un poco más el gesto y levantó los ojos para mirarla a ella directamente. —A casa, claro.— afirmó rotunda, recolocandose un poco, relajando la postura. —Trabajo con un mercader y regreso de hacer unas entregas en Lunargenta.
Extendió hacia ella el paño en el que guardaba el pequeño tesoro que les ayudaría a templar sus estómagos.
- Sería una suerte que más elfos tuviesen tu manera de pensar hacia los humanos - aseguró con una leve sonrisa torcida. -Yo iré también hacia casa. La única que conozco. Ya lo venía pensando pero, ahora tengo muy claro que no deseo más aventuras lejos de mi aldea. Conseguir guardar la cantidad de cosecha necesaria para pasar el invierno ya es suficiente aventura para mí -
Tomó un pedazo de queso y antes de decir nada, se permitió un momento para oler su aroma. —Sólo rechazo aquellos que me den razones para hacerlo. Aunque negocios son negocios...— partió un pedazo y se lo llevó a la boca. Mientras escuchaba su aspiracional discurso, masticó y tragó, mirándola con aires compasivos y cierta ternura. —Siempre que me hablas de tu aldea, la describes como un lugar donde apetece quedarse. Y de ser así, supongo que esa aventura te sentaría bien.— animó con complicidad
Se rió entre dientes, sin dejar de mirar a Ayl a la luz de la hoguera. Le gustaba hacerlo. Le gustaba ella. Y no lo escondía. Aquella noche había estado más cerca que nunca de cumplir una fantasía. Un hito como pocos. Sin embargo la posibilidad desapareció engullida por una noche de pesadilla.
- Es un buen lugar - aseguró desviando la vista hacia los movimientos de los mercaderes en el carromato que tenían delante. - Cuando me alejé de allí fui más consciente de ello. No he dejado de añorar la vida tranquila, aunque fue precisamente eso lo que me empujó en un primer momento a salir. La belleza de las pequeñas cosas... -meneó la cabeza deteniendo la charla, dándose cuenta de que comenzaba a hablar como el viejo Zakath. - Sabes en dónde se encuentra. Siempre que quieras me podrás encontrar allí - le aseguró con una sonrisa. La elfa soltó una ligera risa
—Créeme que te entiendo. Pero al tiempo de dedicarme a lo cotidiano, me ahoga. No sé.— se encogió de hombros —Puede que la próxima vez que necesite salir acepte la invitación.
Fue en ese instante que la sonrisa en la boca de Iori se volvió algo forzada entonces. La mantuvo unos segundos hasta que desapareció y apretó las manos con los ojos clavados en el fuego. Pasada la excitación y el horror que las había invadido en aquel alojamiento de infierno, la mente de la chica abrió otra puerta que le generada igualmente dolorosos pensamientos.
-Tras salir de Tortuga, después de que Tarek me tirase por la borda del barco - escupió con desprecio el nombre del otro elfo. - Desperté en el camarote de Karen. Me dijo que vosotros habíais bajado del barco. Que no hubo consecuencias para él y que no os interesasteis por mí. Tiempo después me encontré con Nousis en Ciudad Lagarto. Él me dijo que quizá Karen no me había dicho la verdad. No sé qué pensar Aylizz... Todos tenemos nuestras vidas pero, imaginar que las personas con las que combatí espalda contra espalda pudiesen ser... pudiesen mostrar...- ¿Cómo decirlo?
—¿Karen?— alzó una ceja, al pillarle por sorpresa la mención de aquella, costándole ubicarla en un primer momento —Ah, si, aquella mujer. Ha llovido, eh... Si casi nos echó del barco. Y ahora que lo dices...— mentó al hacer más memoria —No nos dejó despedirnos de ti. Que dormías, dijo, aunque tampoco crucé palabras con ella.— a continuación, resopló —No sé qué quieres que te diga Iori, ni qué tratas de insinuar. Pero cualquiera en quien confíes puede traicionarte.— en este punto, apretó los labios un instante, pensando precisamente en Tarek —A ti. A tu gente. Y quien menos lo esperarías. Incluso personas con las que has combatido espada con espada.
Iori guardó silencio. Solo se escuchaba a sus benefactores atareados, reorganizando las viandas que portaban y el crujido del fuego frente a ellas. En su cabeza, el vacío entre ambas dejó que Iori construyese en medio una red de posibilidades. Posibilidades para intentar explicar las dudas que sentía ante todo aquello.
¿Así de fácil? ¿Karen los echa y ellos se despreocupan? ¿Y Tarek? ¿Alguna palabra de reproche? ¿Enfrentamiento por haberla tirado del barco? ¿Si quiera una mala cara por parte de Ayl y de Nousis hacia él? Lo desconocía por completo. No sabía qué había pasado entre los tres elfos, pero imaginarlos despidiéndose, en el muelle del puerto con camaradería le hizo sentir...
- Imagino que tampoco surgió el momento en el que pudieras obtener información de Tarek - evocó la conversación que ambas habían tenido en el momento que Iori estuvo a punto de dejar todo atrás, tras la pelea de ambos en el campamento del bosque. Clavó la vista en el fuego que tenía delante, sabiendo que la sombra de la duda había hecho mella en ella.
Las palabras de Ayl resonaban en su mente, y la mestiza supo que fuese cual fuese la respuesta que ella le diese, ya no le importaba.
Cualquiera en quién confíes puede traicionarte.
Y también destruía.
Llevaba unos minutos observando la improvisada hoguera de lo que en su mente asumió que eran una comitiva pequeña de mercaderes. Los hombres continuaban estupefactos tras haberles proporcionado algo con lo que cubrir la desnudez con la que las tres habían avanzado por los caminos, tras dejar todas sus pertenencias atrás.
El abrigo que el hombre le ofreció estaba caliente. Olía a sudor y a madera, pero el frío que mordía la piel de la mestiza la animó a dejarse "mimar" de aquella manera.
El segundo de ellos se aproximó a Ayl con una capa más grande, y pudo distinguir en su forma de intentar cubrir la desnudez de su cuerpo que la elfa no se sentía nada cómoda en aquella situación. Expuesta a ojos de desconocidos. Era la primera vez también que la propia Iori la había podido contemplar sin ropa, tras todos los días de avance y aventuras que habían compartido juntas.
Se preguntó si aquel pudor era habitual entre los elfos o si su compañera tenía un sentido de él más marcado.
Mientras las conducían a una zona de hoguera en torno a la cual habían montado un punto de descanso esa noche, Iori pudo ver como Ébano se alejaba de ellos con un cubo de agua caliente y una manta. La siguió hasta que si figura se desdibujó entre las sombras, en la distancia de la luz y aguardó.
No escuchó nada más que las voces de los dos mercaderes que revolvían entre sus pertenencias, buscando algo que poder proporcionarles para comer. Ciertamente el comportamiento de ambos estaba siendo mejor de lo que cabría esperar. Aún abiertamente sorprendidos por las circunstancias en las que se habían cruzado con las tres.
Se mantuvo de pie, observando a las tres figuras iluminadas por el fuego, en silencio. La tierra húmeda se hundía ligeramente bajo su peso, y Iori había dejado de sentir los pies hacía un rato.
- Toma muchacha, no sé cuándo fue la última vez que os alimentasteis, pero seguro que os sienta bien - le tendió el hombre sobre un pequeño paño pedazos fríos de lo que parecía carne curada.
- Muchas gracias - aceptó Iori, antes de encaminar sus pasos gélidos hacia la zona de la hoguera en la que se encontraba Ayl.
El fuego crepitaba frente a ellas cuando Iori se acercó y le tendió un pedazo de carne curada en salazón a Ayl.
- Come. No solo se trata del fuego, también debes de alimentarte para que nazca calor desde dentro - indicó la mestiza.
Ovillada junto al fuego, abrazando sus propias piernas, se acomodó la manta que la cubría desde los hombros y la arropaba casi por entero, sosteniendo sus extremos agarrados. Miró a la humana cuando le instó a tomar la carne y se limitó a asentir, sujetando entonces la manta con una sola mano, para agarrar la comida con la otra. Lejos del frío que se pudiera sentir, necesitaba sentirse cubierta, oculta, protegida. Aunque fuera bajo un simple mantón de lana añejado.
- Ha sido peligroso - murmuró dejándose caer a su lado, sentándose ambas frente al fuego. - Pero ya ha pasado. Hemos salido de ello - zanjó, evitando hacer referencia a lo que había sucedido allí dentro.
—No ha pasado nada.— mencionó con fingida seguridad, aun con la mirada clavada en las llamas y acercandose pedazo de carne, aunque sin llevárselo a la boca. —No hemos salido de ningún sitio, porque ese lugar no existía. Era una ilusión, un espejismo, algún tipo de encantamiento y una clara manipulación de la realidad.— enumeró justificaciones, como si tratara de abordar el asunto de una manera exclusivamente racional. De manera superficial, le dedicó una mirada velada entre tanta palabrería. —Y si no existía, no ha podido ocurrir nada.— argumentó, dando finalmente un pequeño mordisco a la carne.
Los ojos azules de la chica se mantuvieron clavados en la cara de Ayl mientras la elfa hablaba. Intentando hacerse a la idea de cómo encajaba todo lo que acababa de pasar en su mundo. Sorprendida de la frialdad con la que ella misma lo asimilaba.
Vendría. El golpe definitivamente llegaría. Pero no esa noche.
- Eso es - Asintió la morena, abriendo un pedazo de tela que tenía en el regazo. Unos pedazos de queso curado quedaron iluminados por el fuego. - ¿Hacia dónde irás ahora? - preguntó, dejando el pasado atrás y centrándose en lo que tenían por delante.
Se volvió entonces hacia Iori, forzando media sonrisa y siguió los movimientos de sus manos al desenvolver el queso. Suavizó un poco más el gesto y levantó los ojos para mirarla a ella directamente. —A casa, claro.— afirmó rotunda, recolocandose un poco, relajando la postura. —Trabajo con un mercader y regreso de hacer unas entregas en Lunargenta.
Extendió hacia ella el paño en el que guardaba el pequeño tesoro que les ayudaría a templar sus estómagos.
- Sería una suerte que más elfos tuviesen tu manera de pensar hacia los humanos - aseguró con una leve sonrisa torcida. -Yo iré también hacia casa. La única que conozco. Ya lo venía pensando pero, ahora tengo muy claro que no deseo más aventuras lejos de mi aldea. Conseguir guardar la cantidad de cosecha necesaria para pasar el invierno ya es suficiente aventura para mí -
Tomó un pedazo de queso y antes de decir nada, se permitió un momento para oler su aroma. —Sólo rechazo aquellos que me den razones para hacerlo. Aunque negocios son negocios...— partió un pedazo y se lo llevó a la boca. Mientras escuchaba su aspiracional discurso, masticó y tragó, mirándola con aires compasivos y cierta ternura. —Siempre que me hablas de tu aldea, la describes como un lugar donde apetece quedarse. Y de ser así, supongo que esa aventura te sentaría bien.— animó con complicidad
Se rió entre dientes, sin dejar de mirar a Ayl a la luz de la hoguera. Le gustaba hacerlo. Le gustaba ella. Y no lo escondía. Aquella noche había estado más cerca que nunca de cumplir una fantasía. Un hito como pocos. Sin embargo la posibilidad desapareció engullida por una noche de pesadilla.
- Es un buen lugar - aseguró desviando la vista hacia los movimientos de los mercaderes en el carromato que tenían delante. - Cuando me alejé de allí fui más consciente de ello. No he dejado de añorar la vida tranquila, aunque fue precisamente eso lo que me empujó en un primer momento a salir. La belleza de las pequeñas cosas... -meneó la cabeza deteniendo la charla, dándose cuenta de que comenzaba a hablar como el viejo Zakath. - Sabes en dónde se encuentra. Siempre que quieras me podrás encontrar allí - le aseguró con una sonrisa. La elfa soltó una ligera risa
—Créeme que te entiendo. Pero al tiempo de dedicarme a lo cotidiano, me ahoga. No sé.— se encogió de hombros —Puede que la próxima vez que necesite salir acepte la invitación.
Fue en ese instante que la sonrisa en la boca de Iori se volvió algo forzada entonces. La mantuvo unos segundos hasta que desapareció y apretó las manos con los ojos clavados en el fuego. Pasada la excitación y el horror que las había invadido en aquel alojamiento de infierno, la mente de la chica abrió otra puerta que le generada igualmente dolorosos pensamientos.
-Tras salir de Tortuga, después de que Tarek me tirase por la borda del barco - escupió con desprecio el nombre del otro elfo. - Desperté en el camarote de Karen. Me dijo que vosotros habíais bajado del barco. Que no hubo consecuencias para él y que no os interesasteis por mí. Tiempo después me encontré con Nousis en Ciudad Lagarto. Él me dijo que quizá Karen no me había dicho la verdad. No sé qué pensar Aylizz... Todos tenemos nuestras vidas pero, imaginar que las personas con las que combatí espalda contra espalda pudiesen ser... pudiesen mostrar...- ¿Cómo decirlo?
—¿Karen?— alzó una ceja, al pillarle por sorpresa la mención de aquella, costándole ubicarla en un primer momento —Ah, si, aquella mujer. Ha llovido, eh... Si casi nos echó del barco. Y ahora que lo dices...— mentó al hacer más memoria —No nos dejó despedirnos de ti. Que dormías, dijo, aunque tampoco crucé palabras con ella.— a continuación, resopló —No sé qué quieres que te diga Iori, ni qué tratas de insinuar. Pero cualquiera en quien confíes puede traicionarte.— en este punto, apretó los labios un instante, pensando precisamente en Tarek —A ti. A tu gente. Y quien menos lo esperarías. Incluso personas con las que has combatido espada con espada.
Iori guardó silencio. Solo se escuchaba a sus benefactores atareados, reorganizando las viandas que portaban y el crujido del fuego frente a ellas. En su cabeza, el vacío entre ambas dejó que Iori construyese en medio una red de posibilidades. Posibilidades para intentar explicar las dudas que sentía ante todo aquello.
¿Así de fácil? ¿Karen los echa y ellos se despreocupan? ¿Y Tarek? ¿Alguna palabra de reproche? ¿Enfrentamiento por haberla tirado del barco? ¿Si quiera una mala cara por parte de Ayl y de Nousis hacia él? Lo desconocía por completo. No sabía qué había pasado entre los tres elfos, pero imaginarlos despidiéndose, en el muelle del puerto con camaradería le hizo sentir...
- Imagino que tampoco surgió el momento en el que pudieras obtener información de Tarek - evocó la conversación que ambas habían tenido en el momento que Iori estuvo a punto de dejar todo atrás, tras la pelea de ambos en el campamento del bosque. Clavó la vista en el fuego que tenía delante, sabiendo que la sombra de la duda había hecho mella en ella.
Las palabras de Ayl resonaban en su mente, y la mestiza supo que fuese cual fuese la respuesta que ella le diese, ya no le importaba.
Cualquiera en quién confíes puede traicionarte.
Iori Li
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